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6thAnnual Transnacional Latino Conference Migración Global: Género, diálogo y alianzas transnacionales.
DePaul University, Chicago, USA May 15-16, 2015
MUJER Y DEZPLAZAMIENTO FORZADO UNA LECTURA DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO1
Olga Consuelo Vélez Caro
Doctora en Teología Pontificia Universidad Javeriana
Introducción
Agradezco la invitación a esta conferencia sobre migración, género y desplazamiento2 porque es una
oportunidad de tener una visión más global de esta realidad y, al mismo tiempo, compartir la situación
colombiana, tejida de mucho sufrimiento pero también de esperanza y fe en un futuro mejor. En esta
exposición presentaré, en primer lugar, una breve descripción del conflicto colombiano de más de cinco
décadas. En segundo lugar, nos detendremos en la realidad de la mujer en esta situación de conflicto
armado, describiendo las múltiples violencias que la afectan. En tercer lugar, trataremos una de esas
violencias que las mujeres sufren, tal vez la que produce más horror y sufrimiento pero, al mismo tiempo, la
más invisibilizada. Nos referimos a la violencia sexual en contextos de guerra. Finalmente, concluiremos
mostrando la importancia de tratar esta realidad, buscando contribuir a la “verdad, justicia y reparación” de
la que tanto se habla como posibilidad de un nuevo comienzo, desde una solidaridad efectiva y unas
respuestas, más eficaces.
1. Un conflicto de más de cinco décadas
Colombia es un país azotado por un conflicto interno que lleva más de cinco décadas. Los orígenes del
conflicto armado se remontan a la década de los cincuenta. Esa época se conoce como el tiempo de “La
Violencia” porque el enfrentamiento entre liberales y conservadores3 constituyó prácticamente una guerra
civil. El Frente Nacional4 superó ese conflicto pero dejo remanentes de guerrilla social en el campo. Así en
1966 se consolidan las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y otros grupos guerrilleros -de
1 Ponencia resultado preliminar de la investigación en curso “Lineamientos teológico-pastorales para el acompañamiento a
personas en situación de desplazamiento. Un aporte desde la pastoral (sub)urbana” (PRY 006010), financiada por la Facultad de Teología y la Vicerrectoría Académica de la Pontificia Universidad Javeriana. 2 Según la Ley 387, Art. I, 1977) Desplazado se refiere a: “[…]toda persona que se haya visto obligada a migrar dentro del territorio
nacional, abandonando su lugar de residencia o su oficio habitual, debido a que su vida, su integridad física o su libertad se han hecho vulnerables o corren peligro por la existencia de cualquiera de las situaciones causadas por el hombre conflicto armado interno, disturbios o tensiones internos, violencia generalizada, violaciones masivas de los derechos humanos u otras circunstancias causadas por situaciones anteriores que puedan perturbar o perturben el orden público”. 3 Liberal y Conservador son los dos partidos políticos colombianos que más presencia han tenido en Colombia. Actualmente ya
existe una pluralidad de partidos y estos han perdido la relevancia que tuvieron en el pasado. 4 El Frente nacional fue una coalición política y electoral entre liberales y conservadores, vigente en Colombia de 1958 a 1974.
2
inspiración más urbana- como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación
(EPL). En la década de los setenta y ochenta se constituyen las Autodefensas Unidas de Colombia cuyos
antecedentes se remontan a la estrategia contrainsurgente del ejército.
Frente a este panorama, la búsqueda de la paz ha sido una de las tareas pendientes a lo largo de estos años
y se han iniciado algunos procesos, sin éxito, para conseguirla. El más conocido fue el que se emprendió con
la guerrilla de la FARC en la presidencia de Andrés Pastrana (1998-2002), proceso que interrumpió el
gobierno debido a los engaños sistemáticos de la FARC y a su falta de voluntad real para llevar adelante
dicha negociación. En la presidencia de Álvaro Uribe se logró un acuerdo con los grupos paramilitares, bajo
la denominada ley de “Justicia y Paz” (2005), a la que se acogieron varios grupos de autodefensas. Este
proceso tuvo muchas críticas no sólo por la desmovilización de falsos bloques sino también por lo irrisorio
de las penas que han pagado los paramilitares, muchos de los cuales han seguido delinquiendo.
Actualmente se está llevando a cabo un proceso de negociación con las FARC (el inicio formal tuvo lugar el
18 de octubre de 2012), con la siguiente agenda: (1) política de desarrollo agrario integral; (2) participación
política; (3) fin del conflicto; (4) solución al problema de las drogas ilícitas; (5) víctimas; (6) implementación,
verificación y refrendación.
En este contexto, las víctimas han sido muchas. En el 2013 ya se contaba con más de 220 mil muertos5 y
actualmente ya son casi 5 millones de desplazados, además de todos los casos de violación de derechos
humanos, secuestros, bombardeos, tomas de pueblos, etc. En estas alarmantes cifras, las que corresponden
a las mujeres afectadas por la guerra, pueden llegar al 50%, pero estos datos no han sido tan divulgados
porque como en todos los demás aspectos, las mujeres han estado invisibilizadas y no se destacan las
consecuencias particulares que muchas situaciones traen sobre ellas. Nuestro propósito en los siguientes
apartados es reflexionar sobre el impacto de ese conflicto sobre las mujeres y los principales desafíos que
afrontan.
2. Mujer, género y violencia
Esta situación de violencia que vive Colombia hace que este sea un tema recurrente y de mucha actualidad.
Además, en los últimos años ha aumentado la importancia de tener en cuenta la perspectiva de género a la
hora de hablar de la violencia porque esto permite visibilizar la violencia que particularmente sufren las
mujeres6.
5 http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/sucesos/189247-mas-de-220-mil-muertos-ha-dejado-el-conflicto-armado-
en-colombia 6 Aunque la perspectiva de género se refiere a los dos sexos y, en realidad, a todas las identidades sexuales) en sus inicios y aún hoy
todavía –es el caso de este artículo- se privilegia el aspecto de las mujeres porque en esa división genérica a ellas les ha correspondido un lugar secundario, subordinado, invisibilizado, con respecto a los varones. No se desconoce, de todas maneras, que otros tipos de problemas afectan a los varones y a las otras identidades sexuales, que ameritan también reflexión y compromiso.
3
La perspectiva de género permite analizar y comprender las características que definen a las mujeres y a los
varones de manera específica, así como sus semejanzas y diferencias. Analiza las posibilidades vitales de
unos y otras, el sentido de sus vidas, sus expectativas y oportunidades, las complejas y diversas relaciones
sociales que se dan entre ambos géneros, así como los conflictos institucionales y cotidianos que deben
enfrentar y las maneras como lo hacen.
La perspectiva de género denuncia, en primer lugar, la violencia que sufren las mujeres en el ámbito
doméstico-familiar. Los roles asignados a las mujeres en el hogar (tienen que responder por la casa, los
hijos, la economía doméstica, trabajar todo el día y cuando llega su marido estar dispuesta a atenderle, en
todo sentido, incluido el sexual) han hecho que las mujeres sean destinatarias de la violencia masculina7.
Por su parte, los varones, tienen que responder también al rol asignado a su género (jefe del hogar quien
debe ordenar, vigilar, sustentar económicamente el hogar y decir la última palabra).
La violencia8 la podemos definir de manera genérica como un acto intencional contra un individuo o grupo,
empleando la fuerza, para obtener algo no consentido. En Colombia ese término tiene varias acepciones: (1)
cuando se habla de violencia se hace referencia, como ya lo dijimos, a las décadas de los cincuenta y
sesenta; (2) se le personifica como una fuerza anónima que nos asalta9 y, finalmente, (3) como una cultura -
cultura de la violencia-10. En todos estos casos, hace referencia a un acto de destrucción que unos actores
realizan contra otros, es decir, a una relación de poder.
Vale la pena detenernos en los dos términos mencionados antes: acto de destrucción y relación de poder.
En el primer caso, la destrucción que produce la violencia no es solo de bienes materiales. Es sobre todo de
personas, dignidades, pueblos, raíces culturales, relaciones sociales. En el segundo caso, relación de poder,
implica la imposición de unos sujetos sobre otros. En ambos casos es importante anotar que la perspectiva
de género nos permite señalar que no toda destrucción y relación de poder afecta de igual manera a los
implicados. Se da una doble opresión por razones de sexo, color, orientación sexual, entre otras
especificidades.
7 Sobre este tema se han realizado numerosos estudios. Cf. entre otros: Uribe, María, Sánchez, Olga “Violencia intrafamiliar: una
mirada desde lo cotidiano, lo político y lo social”; Profamilia, La violencia y los Derechos Humanos de la Mujer; Segura, Nora, “Violencia doméstica: problema de la comunidad y del Estado”. 8 Sobre el tema de la violencia Cf. Yves, Michaud, La Violence.
9 Al hacer memoria de los años 50 y 60 y de los desplazamientos actuales es común escuchar que las personas relatan su situación
diciendo que la violencia mató a mi familia o la violencia nos hizo salir del pueblo. 10
Esta expresión aunque bastante empleada en Colombia, es ambigua. Tal vez debería hablarse de la contracultura de la violencia, porque resulta irónico hablar de cultura al referirse a actitudes que deshumanizan y destruyen al ser humano.
4
No queremos negar que la violencia afecta, en gran parte, a los varones que mueren en los enfrentamientos
bélicos11. Pero queremos destacar, como ya lo dijimos, el hecho de que las mujeres son también víctimas de
la violencia armada y de sus secuelas.
Podemos resumir, siguiendo el Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas12 en cuatro las
violencias que sufren las mujeres en los contextos de conflicto armado:
(1) La mujer es blanco directo de las acciones violentas
(2) La mujer como víctima incidental de formas de agresión sexual previas o simultáneas a tales
acciones
(3) La mujer como miembro (en tanto madre, compañera, hija, hermana, amiga) de una red de
relaciones familiares y afectivas que resulta desmembrada por esos actos
(4) La mujer como objeto de actos de violencia sexual o de menoscabo de su libertad (acceso carnal
violento, acoso sexual, prohibición de relaciones afectivas o sexuales o del embarazo, aborto
impuesto) dentro de los propios grupos armados
Actualmente, el desplazamiento sistemático que viene sufriendo la población colombiana desde los
ochenta, “lo viven sobre todo mujeres de zonas rurales quienes por sus condiciones de vida han tenido poca
experiencia en contextos urbanos y menos aún en espacios públicos para buscar el respeto de sus derechos.
Ellas deben asumir el rol de proveedoras porque están solas a cargo de sus hijos, o porque a los hombres no
les resulta fácil emplearse en la ciudad. Sin embargo, este aspecto lejos de ser un factor de
empoderamiento se convierte en uno de mayor inequidad, pues se les ofrecen empleos en condiciones
precarias y mal remunerados, además de que continúan teniendo la carga de las labores de cuidado de la
familia. Además, sufren el estigma del desplazamiento en el ámbito social, pues suelen ser rechazadas por
razones étnicas y sexuales”13.
3. Mujer y violencia sexual
Entre las múltiples violencias que sufren las mujeres, queremos detenernos en la que se refiere a la
violencia sexual. Una rápida mirada sobre la historia de la violencia en Colombia nos permite mostrar esta
realidad. En la violencia de los años cincuenta y sesenta, las masacres de familias enteras no significaban
solamente la supremacía de un partido sobre el otro. Pretendían, además de torturar a los hombres del
partido contrario, atacarlos en la misma fuente de su vida y de su constitución de identidad social -sus
11
En el Siglo XIX predominaban las confrontaciones entre ejércitos de hombres. Es en el Siglo XX que la violencia cambia de escenario, empieza a darse dentro de la población civil, lugar donde las mujeres y los niños comienzan a sentirse directamente afectados. Cf. Jaramillo, Carlos Eduardo, Los Guerrilleros del Novecientos, 60-74. 12
Informe Nacional de Desarrollo Humano, El Conflicto, callejón con salida, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2003, p. 132. 13
Britto Ruíz, Diana, El desplazamiento forzado tiene rostro de mujer, 66.
5
mujeres: “A las mujeres se les violaba, por torturar a sus padres o esposos, a las mujeres se les mataba por
ser generadoras de vida”14.
Naciones Unidas al tratar sobre la violencia contra la mujer, con inclusión de sus causas y consecuencias,
precisó en su informe de 1998 lo siguiente: “Quizás más que el honor de la víctima, el blanco de la violencia
sexual contra las mujeres es lo que se percibe como el honor del enemigo. La agresión sexual a menudo se
considera y practica como medio para humillar al adversario. La violencia sexual contra la mujer tiene por
objeto enrostrar la victoria a los hombres del otro bando, que no han sabido proteger a sus mujeres. Es un
mensaje de castración y mutilación al mismo tiempo. Es una batalla entre hombres que se libra en los
cuerpos de las mujeres”15.
En los episodios violentos posteriores, década de los ochenta, noventa y hasta hoy, la situación no ha
cambiado. Ellas siguen siendo las víctimas reales y simbólicas del enfrentamiento de los grupos armados:
guerrilla y ejército, paramilitares y guerrilla o grupos armados entre sí. Las mujeres son parte de la
población civil afectada pero ellas tienen ese plus agregado de significar posesión sobre el otro grupo
hiriendo el honor y la dignidad humana de ellas mismas y del grupo al que pertenecen.
Se puede afirmar que la violencia sexual la ejercen todos los grupos armados contra las mujeres de los
grupos contrarios. La violación, el rapto, la explotación y la negación de todos los derechos sexuales, es la
consigna implícita en la sociedad machista y patriarcal en la que se vive el conflicto colombiano16. La
violación y otros delitos sexuales, como la mutilación genital, son también prácticas frecuentes de los
grupos armados inmersos en esta guerra. Forman parte de las tácticas de terror que emplean contra las
comunidades situadas en las zonas de conflicto. Al realizar estas prácticas con las mujeres de la población
civil, los grupos armados buscan romper los vínculos reales (o supuestos) entre ellas y las fuerzas armadas
del grupo contrario, produciendo el desplazamiento o la reducción real y psicológica frente al grupo
atacante. De esta manera los cuerpos de las mujeres se convierten en campo de batalla y en botín de
guerra.
Todos los grupos armados –incluidas las fuerzas del Estado- pueden considerarse verdugos de muchas
mujeres colombianas. Así lo constatan estos testimonios recogidos por Amnistía Internacional:
14
Uribe, María Victoria, “Matar, rematar, contramatar: Las masacres de la violencia en el Tolima 1948-1964”, 159-160. 15
Citado en Amnistía Internacional, Colombia – Cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado (Resumen), 2004, disponible en Biblioteca virtual de Amnistía Internacional, http://www.amnesty.org/es/library/asset/AMR23/040/2004/es/dom-AMR230402004es.pdf; Internet (acceso 13 de enero de 2009), pp. 2-3 16
Nos referimos al conflicto colombiano pero esta situación puede aplicarse a todos los conflictos de guerra de otros lugares ya que la violencia contra las mujeres es una realidad común en las sociedades patriarcales que, desafortunadamente, constituyen nuestro mundo. Cf. Amnistía Internacional, Devastadas por la guerra: Cuerpo de mujeres, vida de mujeres. No más crímenes contra las mujeres durante los conflictos armados, 2004, disponible en Biblioteca virtual de Amnistía Internacional,. http://www.amnesty.org/es/library/asset/ACT77/072/2004/es/dom-ACT770722004es.pdf , Internet (acceso 13 de enero de 2009).
6
“Hace dos años saliendo de Neiva (departamento de Huila) el ejército nos bajó (del autobús). Al muchacho
que estaba conmigo lo mataron. A mí me violaron entre ocho y nueve soldados. Me dejaron en el camino,
hasta que cogí un carro. Cuando llegué a Dabeiba (departamento de Antioquia) estaban los paramilitares.
Dijeron que yo era de la guerrilla. El comandante de los paramilitares me violó. [...] A una le toca quedarse
callada… Si hablas la gente dice que una se lo buscó… Me vine para Medellín [...]. Cuando entra el ejército
me vuelven los pensamientos que me va a pasar lo mismo. Como una pesadilla que no acaba […]”17.
Además de las violaciones que sufren tantas mujeres colombianas ellas padecen el estereotipo de género
que considera a las mujeres objetos de consumo sexual para satisfacer las demandas sexuales de los
varones. Es por esto que muchas veces son secuestradas para que presten “servicios” a los combatientes de
esos grupos: “[…] una noche un comandante decidió que ella debía servirle de amante a seis de sus
hombres más cercanos para celebrar el éxito de una operación de inteligencia en las montañas del Cauca. El
guerrillero, entonces le explicó que sus favores sexuales servirían para motivar al personal, que las mujeres
eran como armas de debían utilizarse de la mejor forma posible y que tenía que acostumbrarse a este tipo
de sacrificios. Ella no ha podido olvidar sus palabras. Tampoco esas horas en que se sintió como “la piñata
de una fiesta de terror”18.
También a las mujeres se les obliga a tomar anticonceptivos para evitar cualquier embarazo y, en caso de
que esto no de resultado, son castigadas violentamente, obligadas a abortar y si el embarazo va muy
adelantado, entregar el hijo al poco tiempo de nacido.
Esta violencia sexual contra las mujeres aunque, no es desconocida, no es tampoco un tema que se aborde
fácilmente. No es de extrañar porque esas realidades han sido consideradas, parte del ámbito privado del
que poco o nada se habla. Además esa realidad, avergüenza y marca la vida de las mujeres que la sufren y
no la de los agresores. Esto es fruto de la sociedad patriarcal que permite y excusa los abusos a la sexualidad
masculina pero castiga y reprueba casi todos los comportamientos de la sexualidad femenina.
Por eso la violación marca la vida de la que la sufre. Es estigmatizada y aislada en su propia comunidad. Si es
una mujer casada, comenzará a ser despreciada por su marido y si es una mujer soltera, tendrá un pasado
que le hará más difícil conseguir una futura pareja. En casi ninguna situación, esa realidad despierta
sentimientos de misericordia y solidaridad con la víctima sino que la condiciona definitivamente frente a su
vida presente y futura. De alguna manera las mujeres que han sufrido esa violencia se convierten en las
víctimas invisibles de un conflicto armado que no sólo destruye campos y pueblos sino cuerpos femeninos.
17
Amnistía Internacional, Devastadas por la guerra, 3 18
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 381.
7
“Las sobrevivientes son rechazadas, ‘mire, mire la violaron’. Las mujeres que son violadas durante una
masacre (pero sobreviven), igual son estigmatizadas. Así expresan esa realidad: “Aquí muchas mujeres son
violadas pero eso no sale a flote. No quieren quedar marcadas por el resto de sus vidas”19.
El mayor problema que se percibe en esta realidad es que impera la ley de la impunidad. No hay verdaderas
estrategias para denunciar esta violencia sexual y castigarla ejemplarmente. Por el contrario, organizaciones
dedicadas a denunciar ese tipo de terror constatan, en muchos casos, que la mayoría de delitos de esta
índole son calificados por las fuerzas del Estado como crímenes pasionales limitados al ámbito privado. Así
lo registran algunas ONGs dedicadas a estas denuncias: “Los informes de la Policía frecuentemente reportan
que las mujeres muertas en Medellín lo son por asuntos privados”20.
En Colombia, el estigma de la violencia sexual impide a muchas mujeres denunciar los abusos. Se condena al
ostracismo a las supervivientes simplemente por el tipo de violencia ejercida en su contra. Sobrevivir a la
violencia sexual se considera vergonzoso o deshonroso. Esto convierte a la violencia sexual en un crimen
particularmente perverso. Cuando una mujer sobrevive a una violación a veces se la acusa de no haberse
resistido lo suficiente o incluso de haberla propiciado. Mujeres y niñas en diversos testimonios a los que ha
accedido Amnistía Internacional expresaron sentimientos de culpa por haber sobrevivido.
En algunos casos de violencia sexual contra miembros de una comunidad en el contexto del ataque de un
grupo armado, la propia comunidad ha decidido no sacar a luz los hechos por temor a arrojar vergüenza
sobre ella.
Las supervivientes también guardan silencio por temor a que su familia las rechace, en ocasiones con
violencia. Algunas supervivientes de abusos sexuales sienten que no han estado a la altura de las
expectativas familiares, mientras que sobre otras se cierne la posibilidad de ser abandonadas o agredidas
por sus parejas.
3.1 Algunos datos sobre violencia sexual en Colombia y tipos de dicha violencia
En Colombia la violencia sexual se ha visibilizado más a raíz de las denuncias de organizaciones no
gubernamentales que han hecho seguimiento a las versiones libres de los desmovilizados de las AUC y se ha
descubierto que los tipos de violencia sexual más recurrentes son las relaciones sexuales sin
consentimiento, el hostigamiento sexual, los abortos inducidos sin consentimiento, la mutilación de órganos
sexuales y la trata de personas con fines de explotación sexual. Esta violencia se ha ejercido contra las
mujeres a tal punto que la Corte Constitucional reconoció en el auto 092 de 2008 el carácter generalizado
19
Amnistía Internacional, Devastadas por la guerra, 36 20
Corporación para la Vida Mujeres que crean Ruta Pacifica de las mujeres por la resolución negociada al Conflicto armado, «Informe sobre la situación de derechos humanos de las mujeres en Medellín y Municipios del Área Metropolitana». Enero a Junio de 2004, Medellín, Colombia, 2004, 8, disponible en http://www.cladem.org/espanol/nacionales/colombia/Entre%20resistencia%20y%20re-insistencias.doc (acceso 31 de enero de 2007).
8
de la violencia sexual ejercida contra las mujeres en el conflicto armado colombiano: “[---] La Corte hace
hincapié en el riesgo de violencia sexual, constatando la gravedad y generalización de la situación de que se
ha puesto de presente por diversas vías procesuales ante esta Corporación”. Esta violencia ha sido también
ejercida contra los varones pero también es difícil visibilizarla porque se atenta contra otro estereotipo de
género: la virilidad que queda puesta en duda cuando ocurren estos hechos. Lo cierto es que esta violencia
se usa para humillar, castigar, controlar, vulnerar, atemorizar y destruir comunidades (Médicos sin
fronteras, 2009: 6-15)21.
La violencia sexual también es empleada como arma de interrogación, como herramienta de humillación y
poderío. En el caso colombiano la violencia sexual ha sido recurrente pero muy poco documentada. La
organización SISMA MUJER (2008:7) citando datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses, señala que el subregistro en los casos de violencia sexual para Colombia llegaría a ser del 95%.
Amnistía Internacional añade que hombres, mujeres y personas LGBT han sido víctimas de ese tipo de
agresiones: “[…] la violencia sexual no es un fenómeno nuevo en Colombia. Ha sido una constante en la
historia del país y una característica del conflicto, en el que las fuerzas de seguridad y los paramilitares
apoyados por el ejército, se enfrentan a varios grupos guerrilleros, cada uno de ellos disputándose el control
del territorio y los recursos económicos. La violación, utilizada como método de tortura o como forma de
lesionar el ‘honor del enemigo’, ha sido algo habitual”22.
Según datos del informe Forense de Medicina Legal, en 2007 ocurrieron 20.273 violaciones, 16.993 mujeres
y 3.280 varones, 4.324 reportados en Bogotá, 27 por las autodefensas, 27 en enfrentamientos armados, 9
en acciones militares y 2.914 no cuentan con información. 24 casos adjudicados a la policía, 13 a los
militares, 10 a las FARC y 5 a otras guerrillas. Según un diario colombiano23, la Fiscalía General de la Nación a
través de su programa de Justicia y Paz ha recibido 133 denuncias sobre delitos sexuales por parte de
paramilitares desde el 2006. No obstante la mesa de Trabajo, Mujer y Conflicto armado (2008:7) en su
informe sobre la violencia sexual contra las mujeres asegura que son muchos más24. Otras fuentes señalan
que para diciembre de 2005 los paramilitares habían cometido 202 casos de violencia sexual contra las
mujeres mientras que en el siguiente año, en el marco del cese de hostilidades de las AUC, se les
atribuyeron 281 actos del mismo tipo25.
21
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 366. 22
Amnistía Internacional 2004: 5-6. 23
El Tiempo, 26 de diciembre de 2008 24
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones” 368-369 25
Restrepo Yépez, Olga Cecilia, “El silencio de las inocentes: Violencia sexual a mujeres en el contexto del conflicto armado”, 87-114, 91.
9
Las investigaciones de la Fiscalía vinculan a los paramilitares de Salvatore Mancuso y Rodrigo Tovar Pupo en
actos de violación en los municipios de Chenque y El Salado. Según una entrevista de un funcionario judicial
(20 marzo 2009) relata que los jefes paramilitares no mandaban a “violar a las mujeres” pero su
comportamiento con ellas hacía pensar a sus subalternos que podían hacer lo mismo y además el mandato
“tómense al pueblo” daba a entender que podían hacer lo que querían. También a las FARC se les ha
identificado como actores de violencia sexual según relatos que cuentan esas prácticas (El País, Mayo de
2009). Y lo peor es que los miembros de la Policía y de las fuerzas militares también cometen esos abusos
según se reporta en El Tiempo, 2 de marzo de 2009, donde se les vincula con 39 eventos ocurridos entre
1993 y 2008 en 88 poblaciones de 26 departamentos del país. La violencia sexual se convierte, sin
repercusión alguna para el victimario, en una recompensa, un mecanismo de deviación de poder y un
método para obtener beneficios de tipo militar o personal26.
El aborto inducido también constituye una violencia y un arma de guerra para impedir que nazca la
siguiente generación. La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio (ONU, 1948b) y
la Declaración sobre la protección de la mujer y el niño en Estados de Emergencia o de Conflicto Armado
(ONU, 1974) fueron formuladas contra esa práctica. Esos textos fueron ratificados por Colombia27.
La mutilación de órganos sexuales como arma de guerra ha sido denunciada por Amnistía Internacional
(2004/1) así: “La violación y otros delitos sexuales, como la mutilación genital, son prácticas frecuentes de
las fuerzas de seguridad y sus aliados paramilitares como parte del repertorio de tácticas de terror que
emplean contra las comunidades situadas en zonas de conflicto a las que acusan de colaborar con la
guerrilla. Estas tácticas están concebidas para provocar desplazamientos en masa o romper los vínculos,
presuntos o reales, entre dichas comunidades y las fuerzas guerrilleras”. Estas mutilaciones dejan otras
secuelas físicas y psicológicas: dolores intensos, hemorragias, tétano, infecciones, retención de orina,
lesiones permanentes de los tejidos, trastornos afectivos, dificultad para continuar con una vida sexual,
entre otros.
En Colombia el código penal no tipifica la mutilación de órganos sexuales como conducta punible dentro de
los delitos contra la libertad, integridad y formación sexuales. La única referencia se encuentra en el art 116
tipificada como un delito contra la vida y la integridad personal. A nivel internacional la mutilación de
órganos sexuales sí está tipificada como delito dentro del Estatuto de Roma y se le considera un tipo de
violencia sexual. Así mismo la OEA ha repudiado dichas conductas a través de convecciones contra los tratos
26
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 370-372. 27
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 373
10
crueles. Sin embargo, al revisar la normatividad universal y regional se observa el énfasis en la mutilación
femenina dejando por fuera conductas como la castración masculina28.
El desplazamiento, como se anotó antes, afecta a muchas mujeres porque muerto el varón en combate o en
retaliaciones de los grupos armados, sólo les queda la alternativa de salir corriendo con su familia en
búsqueda de nuevas oportunidades29.
3.2 Invisibilidad de la Violencia sexual y mecanismos legales
Habiendo reconocido la existencia de la violencia de género y la violencia sexual como arma de guerra, la
pregunta que se impone es por qué este tipo de violencia está invisibilizada. Ya hemos adelantado algo de la
respuesta pero podría resumirse en dos aspectos. Por una parte, porque queda amparada por un tipo de
violencia mayor –como es la guerra- y, por otra parte, por el temor que tienen las mujeres a denunciar este
tipo de violencia.
El temor a denunciar la violencia sexual se debe principalmente a los siguientes factores:
- Vulnera a la persona no sólo física sino psicológicamente lo que lleva a evitar hacer la denuncia.
- La sexualidad y el género hacen parte del ámbito privado, denunciarlo es pasar a la esfera pública.
- Las instituciones y entidades encargadas de hacer seguimiento a ese tipo de delitos no cuentan
muchas veces con la capacidad logística y de recursos para atender la recepción de esa información.
- Las metodologías para la recolección de información contienen sesgos conceptuales muy fuertes
que tienden al subregistro de las tipologías de la violencia de género y la violencia sexual.
Por estas razones no hay muchas denuncias legales y a veces son conocidas por los medios de comunicación
sin que la persona afectada haya hecho la denuncia legalmente. Un ejemplo es lo relatado por El Tiempo el
22 de mayo de 2009, en que dicen que 5 años después de que 10 hombres armados hubieran entrado a una
finca y abusado de una mujer ella no ha hecho la denuncia por temor a retaliaciones y al rechazo familiar30.
Lo anterior nos muestra porque es tan difícil identificar estos hechos y, más difícil que la justicia
efectivamente los castigue. En el contexto de las versiones libres de la Ley de Justicia y Paz se han
mencionado 18.431 delitos de los cuales sólo 15 corresponden a casos de violencia sexual contra las
mujeres. Adicionalmente sólo 4 de estos han sido confesados por sus autores (El colombiano, 9 marzo
2009). Muchas veces las mujeres piden que no se pregunte por ellas para evitar retaliaciones.
No sólo no se denuncia sino que se teme a que sean culpadas al hacer la denuncia: “[…] a mi vecina la
violaron tres veces el año pasado, tres veces imagínese, eso no es lo peor, dizque el agente de policía que le
28
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 378-380 29
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones,” 386 30
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 354-355.
11
tomó la declaración la última vez le dijo que eso pasaba porque ella se vestía de forma para incitar a los
hombres, que fuera más recatada y menos puta para vestirse o que se consiguiera un marido, que la cuidara
y que dejará de andar correteando macho ajeno (mujer de 21 años)”31.
Además, se sabe que mientras que a los paramilitares o guerrilleros desmovilizados les ofrecen ayuda
psicológica, médica y económica para su reinserción, a las mujeres víctimas del conflicto armado se les
estigmatiza y se les relega más de la sociedad porque no existen los mecanismos adecuados para reparar a
las víctimas y menos para castigar a los victimarios.
Por todo esto, el silencio es la única salida con qué cuentan las mujeres32. Algunas tendencias feministas
parten de la constatación de la subordinación de la mujer frente al hombre por la “naturalización” de la
sexualidad humana, haciendo depender de ella la manera de ser hombre y mujer en la sociedad. De esa
naturalización surge una sociedad modelada al estilo del varón donde todos los estamentos sociales,
culturales, jurídicos y estatales favorecen la dominación masculina. En otras palabras los estereotipos que
se viven en la sociedad se trasladan al ámbito de la guerra y se reproducen con igual o mayor dureza: “Estas
prácticas que suceden en el ámbito privado se llevan a lo público, tanto en la guerra como en la paz, legales
o no, son ampliamente permitidas como libertades de sus perpetuadores, expuestas como excesos de
pasión o de ira, oficialmente ignoradas y legalmente racionalizadas y lastimosamente perdonadas”33.
Lo mismo queda consignado en el informe de Amnistía Internacional34 que también afirma esa realidad en
la vida de las mujeres. Son víctimas silenciosas de la violencia sexual y esto tiene que ver con el llamado
“control de la sexualidad” que ejerce la sociedad sobre las mujeres. Esa mentalidad contribuye
enormemente a sobrevalorar la sexualidad como “trofeo” pero también a estigmatizar a las mujeres en su
“honor” en caso de pérdida. En ningún caso se respeta como parte de la integridad personal ni se defiende
como derecho de la mujer en sentido pleno. Todo esto está envuelto en la mentalidad que discrimina por
motivos de género y hace que el testimonio de la mujer en casos de violencia sexual sea menos válido que
el del varón. Se le atribuye a la mujer la provocación, la oportunidad, la ligereza en su comportamiento lo
cual disminuye la sanción moral para el atacante.
Es verdad que existe una normatividad para intentar frenar tal tipo de abusos. Sin embargo, las mujeres
tienen introyectado el ideal masculino de la sociedad y esto aumenta la dificultad para denunciar esos
casos. Además, muchos jueces –en su mayoría varones o mujeres con mentalidad patriarcal- interpretan las
31
Pinzón Paz, Diana Carolina, “La violencia de género y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones”, 387-389 32
Restrepo Yépez, Olga Cecilia, “El silencio de las inocentes: Violencia sexual a mujeres en el contexto del conflicto armado”, 92. 33
Restrepo Yépez, Olga Cecilia, “El silencio de las inocentes: Violencia sexual a mujeres en el contexto del conflicto armado”, 94. 34
Cfr. Amnistía Internacional, Colombia: cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado, 9-11.
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normas con los prejuicios sexistas, haciendo que las consecuencias legales favorezcan, en cierto sentido, a
los varones.
Brevemente podemos referirnos a la legislación vigente para estos casos35:
(1) Derecho internacional humanitario: menciona la violencia sexual como un delito pero de manera
marginal en los convenios de Ginebra I, II y III y más marginal aún en los protocolos I y II adicionales.
Sin embargo en interpretaciones de casos como en la ex-Yugoslavia o Ruanda se les están
considerando como tortura y tratos inhumanos y degradantes.
(2) Otras normativas internacionales: Aunque muchos instrumentos de derechos humanos abordan el
tema de la violencia contra la mujer en general, como sería, por ejemplo, la Convención
Interamericana de 1994, para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer, la
declaración de las Naciones Unidas sobre la protección de la mujer y el niño en estados de
emergencia o de conflicto armado, de 1974, y la Declaración de las Naciones Unidas de 1993 sobre
la eliminación de la violencia contra la mujer, hacen menos referencia explícita a los delitos de
violencia de carácter sexual.
(3) Normativa colombiana: Existen disposiciones especiales que protegen a las mujeres y a las niñas
frente a la violencia sexual en conflicto armado. Entre ellas, el Código penal en el título II, capítulo I,
libro segundo parte especial de la ley 890 de 2004, en la cual se establece que la condición general
para la penalización es que tales delitos se desarrollen dentro de un conflicto armando, tutelando
bienes jurídicos como la vida, la integridad personal, la libertad individual, la libertad sexual, entre
otros. La falta de protección del Estado colombiano a las mujeres desplazadas llevó a la Corte
Constitucional a emitir una sentencia al respecto (T-025 de 2004) y posteriormente el Auto nº
092/08, que sugiere la creación de trece programas para contrarrestar de alguna manera los vacíos
legales en el asunto. La anterior legislación pretendió eliminar los riesgos de género causados por el
conflicto armado, como prevenir la violencia sexual, intrafamiliar y comunitaria contra la mujer
desplazada, facilitar el acceso a la educación y a oportunidades. ¿Cómo hacer eso si no aumentaron
el pie de fuerza pública en los albergues ni tampoco existieron jornadas de educación sexual? La
mayoría de mujeres desplazadas no conocen sus derechos, lo que hace mucho más difícil la labor
del Estado para ayudarlas aunque sea por la vía legal. En el Auto nº 092/08 se intenta que la mujer
desplazada tenga los mismos derechos y garantías que un hombre en su misma condición. Hace
visible que hay una problemática de desigualdad pero no hay nada concreto que permita
solucionarla.
35
Restrepo Yepez, Olga Cecilia, “El silencio de las inocentes: Violencia sexual a mujeres en el contexto del conflicto armado”, 95.
13
(4) A nivel de la ciudad de Bogotá, lugar a donde llegan mayor número de desplazados, desde hace
algún tiempo las diferentes administraciones locales han desarrollado iniciativas con el propósito
de brindar un acompañamiento adicional a la mujer en situación de desplazamiento.
La Alcaldía tiene las UAO (Unidades de Atención y Orientación a la población desplazada), que son
espacios que buscan la inclusión de los desplazados a los programas de la administración distrital,
ya sea en temas de educación, salud, y especial protección a la población afro, indígena y a los
menores de 15 años. También los CAVIDH (Centro de Atención a Víctimas de la Violencia y Graves
Violaciones a Derechos Humanos) de mujer y género (en Mártires) ofrece atención a mujeres,
jóvenes y niñas que han sido víctimas de violencia sexual o de género en el marco del conflicto
armado. La Alcaldía creó también, la Alta Consejería para los Derechos de las Víctimas, la Paz y la
Reconciliación para poder atender con mayor vehemencia las necesidades de esta población que
llega a Bogotá.
Como puede verse, a nivel internacional, no existe una normatividad claramente expuesta para este tipo de
violencia. A nivel local, sí existe. Sin embargo, su implementación pasa por las mentalidades que antes se
denunciaron.
Amnistía Internacional36 señala aspectos que contribuyen a que la ley no sea efectiva, ni se asuma con todas
las consecuencias. Cabe anotar por ejemplo, la desprotección frente a la salud reproductiva y sexual de las
mujeres, situación que se agrava para las mujeres víctimas de desplazamiento. En todo esto sigue jugando
un rol determinante los imaginarios de género que invisibilizan esta realidad y hace más difícil su denuncia y
castigo.
En definitiva, la mentalidad desde la que se mire esta situación determina la relevancia o el silenciamiento
que se le dé. Desde una perspectiva de género es necesario denunciar y visibilizar la violencia sexual
ejercida contra las mujeres. Para una mentalidad patriarcal esta violencia está inserta en el ámbito privado y
supone el consentimiento de los actores por lo que el Estado no tiene potestad para intervenir. Además la
violencia sexual en el conflicto armado no se considera como una consecuencia que merece especial
atención, sino una más de las múltiples violencias que genera un conflicto armado y que cabe nombrar sin
ningún subrayado específico37.
4. Desde la perspectiva de género, un compromiso efectivo con las mujeres
El breve recorrido que hemos hecho basándonos en algunos documentos que han abordado el conflicto
armado desde la perspectiva de género, nos permiten afirmar que este conflicto no afecta de la misma
36
Cfr. Amnistía Internacional, Colombia: cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado, 27-29. 37
Cfr. Amnistía Internacional, Colombia: cuerpos marcados, crímenes silenciados. Violencia sexual contra las mujeres en el marco del conflicto armado 96.
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manera a los varones que a las mujeres. Sin dejar de reconocer que los hombres mueren víctimas del
conflicto armado, las mujeres padecen otro tipo de muerte que incluye la pérdida de su autoestima, su
propia degradación a causa de los abusos cometidos por los varones y el estereotipo sexual que las
considera causantes de sus propias desgracias.
El Informe Nacional de Desarrollo Humano (INDH -2003) desde el 2003 ya aborda esta problemática y
destaca su atrocidad. Sin embargo, desde esa fecha hasta el presente podemos afirmar que esa violencia ha
continuado y aunque se ha avanzado algo en su reconocimiento y denuncia, todavía falta mucho que hacer,
especialmente en lo que respecta a cambiar los imaginarios de género para quitar el temor que tienen tanas
mujeres a denunciar este tipo de agresiones que han sufrido.
Son importantes los mecanismos legales que existen para salir al paso de esa situación pero hace falta
divulgarlos más y fortalecerlos para que se apliquen verdaderamente. Además ha de seguir incorporándose
la perspectiva de género en todas las reflexiones para combatir la mentalidad patriarcal que mantiene y
contribuye a la invisibilización de la violencia ejercida contra las mujeres.
No bastan los mecanismos legales para buscar soluciones a esta situación. Sin un interés real porque ese
tipo de crimen se denuncie, no se alcanzará a dimensionar la magnitud del mismo ni se implementarán los
mecanismos adecuados. Buscar soluciones al conflicto ha de pasar, por tanto, por una voluntad política de
incorporar la perspectiva de género en todos los análisis que se realicen lo mismo que en las posibles vías
de solución y seguir luchando por cambiar los estereotipos culturales que hacen tan difícil un desarrollo
integral de varones y mujeres y una superación de dramas tan intensos como es el desplazamiento forzado
que, en la realidad colombiana afecta a todos pero en el que para las mujeres supone la realidad de la
violencia sexual que, sin duda, es inhumana, hiriente y afecta en todo sentido a las mujeres víctimas de ella.
Las organizaciones de mujeres desplazadas han ido trabajando en este sentido, entre ellas se pueden
destacar la Liga de Mujeres Desplazadas que se originó en Cartagena, y las que tienen el apoyo del
Movimiento de Mujeres en Bogotá a través de La Casa de la Mujer y Sisma Mujer. En otras partes del país
las organizaciones de mujeres desplazadas son más nuevas, y en su mayoría surgen con un especial objetivo
de acoger humanitariamente y ayudar a resolver asuntos jurídicos básicos, como es el caso de Tejedoras de
Paz en la ciudad de Cali38. Pero en todas ellas está el interés por una ayuda integral a la mujer, por la
recuperación de su autoestima y su empoderamiento para que nunca más sucedan estas situaciones tan
dolorosas. Con una frase muy diciente, algunas organizaciones invitan a este empoderamiento y superación
de este aspecto del conflicto armado: “Miedo de la mujer a la violencia del hombre, miedo del hombre a la
mujer sin miedo”.
38
Britto Ruiz, Diana, “El desplazamiento forzado tiene rostro de mujer”, 67.
15
BIBLIOGRAFIA
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las mujeres en el marco del conflicto armado (Resumen), 2004, disponible en Biblioteca virtual de
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