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UNIVERSITE CATHOLIQUE DE LOUVAIN Département des Sciences Politiques et Sociales Nostalgie et réclamation Pauvreté, identité et contrat social au Chili Francisca Márquez Belloni JURY Promoteur: Guy Bajoit Membres: Abraham Franssen, Claudia Serrano, Olivier Servais, Michel Singleton Manuscrit déposé en vue de l'obtention du titre de Docteur en sociologie Louvain La Neuve, OCTOBRE 2005

Pobreza, Identidad y Contrato Social en Chile. Nostalgia y Reclamo_Francisca Márquez_2005

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UNIVERSITE CATHOLIQUE DE LOUVAIN Département des Sciences Politiques et Sociales

Nostalgie et réclamation

Pauvreté, identité et contrat social au Chili

Francisca Márquez Belloni

JURY Promoteur: Guy Bajoit

Membres: Abraham Franssen, Claudia Serrano, Olivier Servais, Michel Singleton

Manuscrit déposé en vue de l'obtention du titre de Docteur en sociologie

Louvain La Neuve, OCTOBRE 2005

Indice

INTRODUCCION 14

PARTE I. LAS PARADOJAS DE LAS POLÍTICAS SOCIALES 18

CAPÍTULO 1 DE INTEGRADOS Y DESAFILIADOS 19

VILLA EL RESBALÓN DE CERRO NAVIA 20

VIVIR EN LA RIVERA DEL RÍO MAPOCHO 20 LOS HABITANTES DEL CAMPAMENTO 21 EL LIDERAZGO MATRIARCAL 22 EL DESEO DE UNA VIVIENDA 24 LA CEREMONIA DE LA INTEGRACIÓN 24 EL CEREMONIAL DE LAS VIVIENDAS 25 LOS EXCLUIDOS 25 LAS NUEVAS CASAS: NOSOTROS Y LOS OTROS 26 LAS FRONTERAS IDENTITARIAS EN VILLA EL RESBALÓN 27 EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA 27 LA ASPIRACIÓN A LA INTEGRACIÓN: DESCONFIANZA Y DISPUTA 27 EL TEMOR DE LOS QUE ASPIRAN A LA MOVILIDAD SOCIAL 27 EL TEMOR DE LOS QUE DESEAN UNA COMUNIDAD 29 LA NOSTALGIA 29 LA DISPUTA DEL LIDERAZGO 30 EL APARECIDO DE LA COMUNIDAD 31 COMUNIDAD, INTEGRACIÓN Y SOBREVIVENCIA 32

LA VILLA SIN NOMBRE MAIPÚ SEGREGACIÓN Y ABANDONO 34

LA VILLA SIN NOMBRE 34 LA CASA PROPIA: ILUSIÓN Y ENGAÑO 35 PERRO, AHÍ TIENES TU JAULA 36 LA NOSTALGIA DE LA COMUNIDAD 37 EL SUEÑO DE LA CASA PROPIA 37 LA VERGÜENZA DE ALGUNOS 38 LA AÑORANZA DE OTROS 38 HACINAMIENTO Y CALIDAD DE LA VIVIENDA 39 EL ESTADO AUSENTE 40 BITÁCORA DE SEPTIEMBRE 41

VIVIENDA Y ASISTENCIALISMO SANTOS MARTÍNEZ DE CURICÓ 43

LAS FRONTERAS 44 LAS VECINAS SOLAS 46 FACHADA Y ASPIRACIÓN 48 LA FACHADA DIFUSA 48 LA FACHADA VISIBLE 51 EL ESTADO 52 LUGARES DE NADIE Y LUGARES DE TODOS 53

.

DE LAS ETNOGRAFÍAS 55

CAPÍTULO 2 POBREZA, ESTADO Y POLÍTICAS SOCIALES EN CHILE 60

1. POBREZA Y VULNERABILIDAD 60 DESIGUALDAD E (INA)MOVILIDAD 64

2. EL ESTADO FRENTE A LA POBREZA 66 LA CUESTIÓN SOCIAL Y LA PROTECCIÓN AL TRABAJO: 1920 – 1950 70 ESTADO DE COMPROMISO Y LAS POLÍTICAS SOCIALES: 1950 -1973 71 EL ESTADO NEOLIBERAL Y LA POLÍTICA DE ASISTENCIA FOCALIZADA: 1973 - 1989 74 EL ESTADO DEMOCRÁTICO Y LAS POLÍTICAS INTEGRADORAS: 1990 - 2005 77

3. POLÍTICAS SOCIALES DE VIVIENDA Y NUEVOS BARRIOS 80

PARTE II. EL SUJETO ANTE EL ESTADO 85

CAPÍTULO 3 POBREZA, IDENTIDAD Y LÓGICAS DE ACCIÓN 85

3.1 POBREZA ABSOLUTA Y MOVILIDAD SOCIAL 85 3.2 LOS ESTUDIOS DE LA POBREZA 87 3.3 CULTURAS EN LA POBREZA 90

3.4 HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA POBREZA 93 3.6 EL CONTRATO EN LA POBREZA 94 3.7 IDENTIDAD(ES) EN LA POBREZA 98 3.8 REFLEXIÓN Y TRABAJO DE LA IDENTIDAD 99 3.9 EL POBRE FRENTE AL ESTADO 101

EL SUJETO EN ESCENA 103 CAPÍTULO 4 BENEFICENCIA Y CARIDAD 106

JACQUELINE 106 1. PRESENTACIÓN 112 2. EL CONTRATO SOCIAL 113 3. LA TENSIÓN IDENTITARIA 115 4. EL TRABAJO DE LA IDENTIDAD 117 5. LAS LÓGICAS DE ACCIÓN 119

CAPÍTULO 5 RESISTENCIA COMUNITARIA 122

MARCELINA 123 SANTIAGO 123 EL CAMPAMENTO EL ARENAL 123 LAS AYUDAS 124 LA PROMESA 125 LOS PROGRAMAS SOCIALES 126 LA ERRADICACIÓN 126 LA CASA 127 EL TALLER 127 LA SOLIDARIDAD 128 LA VILLA 128 LOS VECINOS 129 LOS HIJOS 129 LA CASA 130 EL FUTURO 130

CAPÍTULO 6 PARTICIPACIÓN ASISTIDA 148

JOHANA 148

LA ORGANIZACIÓN 148 EL CAMPAMENTO 149 LA CASA 150 LOS VECINOS 150 LA PARTICIPACIÓN 151 EL ALCALDE 151 EL DIPUTADO 152 EL GOBERNADOR Y EL TRABAJO 153 LA CARIDAD 154

CAPÍTULO 7 SUBSIDIARIDAD 173

FRANCISCO 173 LA CASA 174 LA BUROCRACIA 175 LOS VECINOS 175 LA MUNICIPALIDAD 176 EL PODER 177 YO MISMO 178 EL ESTADO 178 LOS HIJOS 179

DEL CONTRATO SOCIAL. CONCLUSIONES 193

DE LAS NOCIONES DEL CONTRATO 194 DE LOS POBLADORES 198

DE LA EFICACIA DE LAS POLÍTICAS SOCIALES 201 DEL IDEARIO DE LA INTEGRACIÓN 208

ANEXOS

ENFOQUE, MÉTODO Y UNIVERSO DE ESTUDIO. ENTRE SOCIOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 223

LA ETNOGRAFÍA 223 DIBUJOS Y ESPACIOS DE LA IDENTIDAD 225 EL RELATO DE VIDA 226 SISTEMATIZACIÓN DE RELATOS Y ENTREVISTAS EN PROFUNDIDAD 228 UNIVERSO DE ESTUDIO 229

SINTESIS

INTRODUCCION

HACIA UNA DEFINICIÓN DE LA POBREZA 241 EL CONTRATO EN LA POBREZA 242 IDENTIDAD(ES) EN LA POBREZA 245 REFLEXIÓN Y TRABAJO DE LA IDENTIDAD 246 EL POBRE FRENTE AL ESTADO 248

SYNTHESE

INTRODUCTION 255 LES ANTÉCÉDENTS DU PROBLÈME 258

PAUVRETÉ ET VULNÉRABILITÉ 259 L’ÉTAT FACE À LA PAUVRETÉ 260

POLITIQUES SOCIALES DE LOGEMENT ET NOUVEAUX QUARTIERS 261 DES ETHNOGRAPHIES EN TERRITOIRES DE PAUVRETÉ 264 LE SUJET FACE À L’ÉTAT 268

LES ITINÉRAIRES DE PAUVRETÉ 268 CULTURES DANS LA PAUVRETÉ 269 VERS UNE DÉFINITION DE LA PAUVRETÉ 271 LE CONTRAT DANS LA PAUVRETÉ. 273 IDENTITÉ(S) DANS LA PAUVRETÉ 278 RÉFLEXION ET TRAVAIL DE L’IDENTITÉ 279 LE PAUVRE PAR RAPPORT À L’ÉTAT 282

CONCLUSIONS : DU CONTRAT SOCIAL 284 DE L’ÉGALITÉ ET DU CONTRAT SOCIAL 284 DE L’EFFICACITÉ DES POLITIQUES SOCIALES 289 LE BON TRAVAIL 290 LE LOGEMENT DIGNE 291 LA RÉCIPROCITÉ ÉRODÉE 291 FUTUR ET INCERTITUDE 292 DE L’IDÉAIRE DE L’INTÉGRATION 296

“Du moment ou un indigent est inscrit sur la liste des pauvres de sa paroisse il peut sans doute réclamer des secours: mais qu´est- ce que l´obtention de ce droit, sinon la manifestation authentique de la misere, de la faiblesse, de l´inconduite de celui qui en est revêtu?”

Alexis Tocqueville, Memoire sur le pauperisme, 1835.

La figura del pobre – el que merece por su condición de carencia ser asistido de manera sistemática por el Estado y sus políticas sociales-, es una construcción relativamente moderna. Históricamente, el pobre fue el mendigo, el leproso, el huérfano... y la relación de la sociedad transitó entre la caridad y el castigo, entre la piedad y la horca. Desde las políticas sociales en cambio, la sobrevivencia y la integración material es un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad democrática y moderna debe responder.

Sabemos sin embargo, que las políticas sociales no han logrado erradicar la pobreza y sus efectos paradojales están a la vista. La idea de que la pobreza es un mal inevitable al modelo económico tiende a asentarse, y con ello la naturalización de la pobreza. Se olvida así que la pobreza es siempre una construcción social e histórica.

Lo primero es precisar que nuestro objeto de estudio no lo constituye la pobreza ni los pobres en tanto categoría genérica, sino los pobres en cuanto asistidos y sujetos de asistencia social. Asumimos en la perspectiva de Simmel, que los pobres, en tanto categoría social, no son aquellos que sufren de carencias y privaciones, sino aquellos que reciben asistencia o deberían recibirla según las convenciones sociales. La pobreza no puede, en este sentido, ser definida como un estado cuantitativo y absoluto, sino en cuanto a la relación social que ella genera. La pobreza, tal como aquí se entiende, es por tanto relativa y se construye socialmente. Su sentido es aquel que la sociedad le otorga.

Comprender los efectos a menudo perversos de las políticas sociales exige alejar la mirada de los mecanismos técnicos y de ingeniería social para centrarnos en la “caja negra” en que se desenvuelve y construye la relación entre los pobres y los agentes de políticas sociales. La premisa sobre la cual se levanta esta investigación es que los procesos de superación de la pobreza se asocian tanto a la integración funcional entendida como la autonomía de los más pobres para asegurar el propio sustento; así como a la integración social en tanto implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos, en un sistema de derechos, normas y de valores.

La superación de la pobreza se asocia por tanto, a la capacidad de los más pobres para ejercer un control cultural y económico sobre sus vidas. Pero también a la definición del contrato social, esto es, a los derechos y deberes del Estado y de ellos mismos en el logro de la igualdad e integración social. O en la célebre fórmula roussoniana, a la “forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos obedezca tan solo a si mismo y quede tan libre como antes.”1

1 Rousseau, El contrato social, cap. VI Del pacto social, [1762], 1996.

INTRODUCCION

Las formas que adquiere este contrato social entre el Estado y los pobres de nuestra sociedad dice relación no solo con la oferta pública, sino también con la posición social y las disposiciones culturales e identitarias que orientan la práctica de estos sujetos en sociedad. El Estado construye el marco dentro del cual los sujetos deberán operar, pero también los sujetos interactúan, cuestionan, adhieren o rompen con él.

El concepto de campo de relaciones propuesto en esta investigación nos permite entrar a esta caja negra que son las relaciones y representaciones que se ponen en juego entre el Estado y los pobladores. El concepto de campo de relaciones abre la posibilidad de una lectura de la construcción de la alteridad en estos espacios públicos y políticos, de la distancia y proximidad con el otro, de la ambigua y siempre negociada interacción cara a cara; del tema del poder y del control cultural, entendido como la capacidad de decisión sobre los elementos culturales y sobre los modos de la convivencia social2. El análisis de las interacciones al interior de este campo de relaciones nos abre al conocimiento de los procesos por los cuales los más pobres de nuestra sociedad trabajan su identidad y su cultura a pesar de las condicionantes estructurales.

Este estudio se pregunta si una concepción del contrato social orientado hacia el reconocimiento de la comunidad y sus derechos por parte del Estado estaría en mejores condiciones de crear oportunidades de integración social que una concepción del contrato sustentada en el principio de la necesidad individual y la beneficencia. ¿Individuos con una identidad comunitaria fuerte, estarían en mejores condiciones de prescindir y autonomizarse del Estado y sus programas sociales que individuos sin este soporte comunitario, pero con aspiraciones individuales de movilidad social?¿Cuáles serían las condiciones que deben cumplirse en esta interacción Estado/ individuo/ comunidad para que se gatillen procesos de mayor integración social? ¿Es la articulación al mercado de trabajo? ¿Es el acceso a un mayor y más diverso número de redes sociales? ¿Es la presencia de un dirigente social eficiente? ¿Es la construcción de un vínculo de confianza entre el agente público y el que demanda ayuda?

Para abordar este problema se observan, a través del trabajo etnográfico y los relatos de vida, los procesos de erradicación de campamentos y el traslado de los pobladores a conjuntos de viviendas construidas por el Estado durante la década de los noventa. Este análisis comparativo nos permitirá comprender las dinámicas que dan vida a estas sociedades de campamento y sociedades de villa; así como las formas de resistencia y adaptación que adquieren estos procesos de transformación social promovidos por el Estado y sus políticas sociales a lo largo de diez años (1990-2000).

La investigación sigue dos cursos complementarios. En un primer momento se caracterizan, a través de un trabajo etnográfico en tres villas (conjuntos residenciales pobres) las modalidades que adquiere este vínculo entre las familias y el Estado. Posteriormente, a través del análisis de “los relatos de práctica” 3 de cuarenta y ocho habitantes de estas villas, se profundiza y comparan los procesos de erradicación desde sus campamentos así como los modelos del contrato social de estos pobladores, sus tensiones identitarias y lógicas de acción hacia el Estado, el mercado y su comunidad. La investigación establece la trayectoria de integración social de estas pequeñas sociedades de campamento y villa a lo largo de diez años, para luego – desde este relato e imaginario del contrato social - proponer algunos lineamientos teóricos para un contrato social de derechos a la igualdad en la diversidad.

2 Bonfill Batalla, 1990.

3 Ver anexo metodologico.

Los objetivos

Derivar y contrastar hipótesis relativas a los resultados e incidencia de las políticas sociales en la integración social de los pobladores.

Caracterizar las formas de resistencia o adaptación de los pobladores a las condiciones impuestas por las políticas sociales para el logro de la integración social.

Caracterizar los modelos del contrato social que se construyen entre los individuos pobres y el Estado a lo largo de la década de los noventa.

El método y el universo de estudio

En términos metodológicos el estudio se ubica en la perspectiva de los estudios cualitativos, privilegiando un enfoque etnográfico, los relatos de vida y entrevistas en profundidad a habitantes de tres territorios residenciales en los que el Estado ha construido conjuntos de viviendas y aplicado programas sociales.

Se analizarán las trayectorias sociales y las interacciones cotidianas que 48 individuos y sus familias sostienen con el Estado y políticas sociales a lo largo de los últimos diez años (1990-2000). Las familias fueron seleccionadas de acuerdo a su tipo de vinculación con programas y políticas sociales; y fueron contactadas a través de un trabajo etnográfico en los tres territorios estudiados: Villa El Resbalón y Villa San Arturo de la ciudad de Santiago; y Población Santos Martínez de la ciudad de Curicó. Como veremos, las tres comunas presentan características diferentes tanto en términos de sus indicadores de pobreza como en términos de su gestión municipal.

Para el año 2003, la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) indicaba que en Chile un 18.7% de su población se ubicaba bajo la línea de la pobreza. Ese mismo año, la comuna de Cerro Navia, mostraba índices de pobreza por sobre el promedio nacional (21.7%) y una política municipal que privilegiaba un enfoque participativo en la implementación de las políticas y programas sociales. La comuna de Maipú ubicada también en Santiago, mostraba en cambio, índices de pobreza muy por debajo del país (10.5%) y una política municipal contraria a la construcción de villas y radicación de pobladores en su comuna. El discurso municipal apuntaba más bien a la construcción de una identidad comunal de clase media; desde esta perspectiva no existía política alguna de integración comunal para los recién llegados de campamentos de comunas aledañas lo que talvés explique que desde 1996 la comuna aumentara al menos en casi tres puntos su índice de pobreza. La comuna de Curicó ubicada en la ciudad de Curicó, poseía para el año 2003, niveles de pobreza algo inferiores a los promedios nacionales (14.6%), un enfoque fuertemente asistencial en la implementación de los programas sociales, pero exitosos indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus recursos y programas sociales.

La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron durante la década de los noventa una vivienda social4. En los territorios seleccionados se pudo constatar dos tipos de familias que se correspondían con nuestro criterio de selección de casos: a) Familias pobres vinculadas a la red estatal y programas sociales con participación local. b) Familias pobres que obtuvieron sus viviendas con subsidio social a través de sus ahorros individuales y que se vinculan al Estado a través de programas de ayuda individual. Ambos tipo de familias, como veremos posteriormente, presentarán diferencias significativas en términos de la integración social como de la satisfacción con sus viviendas y vecindarios.

4 Vivienda construida y subsidiada por el Estado para las familias de más escasos recursos.

Se seleccionaron para el conjunto de las tres villas, 22 familias que obtuvieron sus viviendas a través de programas individuales; y 22 familias que obtuvieron sus viviendas por participación organizada en programas sociales para la vivienda; y 4 familias que no lograron obtener sus viviendas. Para cada una de las familias se entrevistó a la madre por ser quién presentaba más disponibilidad para relatar la historia familiar en relación al Estado. Solo en algunos casos el padre de familia aceptó también entregar su relato, pero en general, siempre como complemento a la historia de la madre.

La tesis se organiza en tres partes. En la primera parte se abordan “Las paradojas de la política social en Chile” a través de dos capítulos. En el primero se entregan tres etnografías que dan cuenta del proceso a través del cual se construyeron tres conjuntos residenciales producto de las políticas de vivienda social. Para cada una de estas etnografías se construye un relato descriptivo y se entregan algunas claves interpretativas en relación a los procesos sociales allí ocurridos. En el segundo capítulo de esta primera parte se entregan algunas claves sociológicas para interpretar los procesos sociales ocurridos al interior de estas villas de pobladores de la década de los noventa. Junto con analizarse el papel que juegan los procesos de segregación urbana se entregan elementos históricos para problematizar el rol del Estado y sus políticas sociales en la construcción de la pobreza urbana y los procesos de integración social en Chile.

En la segunda parte del documento, se presenta “El pobre ante el Estado”. Esta parte se organiza en cinco capítulos, cada uno de ellos corresponde a una concepción del contrato social vigente entre estos pobladores. A través del análisis de los “relatos de prácticas” y de la entrega de un relato in extenso de un(a) poblador(a), se muestran y analizan cuatro dimensiones que nos aproximan a una mirada comprensiva de la construcción del sujeto poblador: las dimensiones del modelo del contrato social; las tensiones identitarias de estos individuos que viven la pobreza; el trabajo que cada uno, desde su experiencia de pobreza, realiza de si mismo; y finalmente las lógicas de acción de estos pobladores frente al Estado, al mercado y a su comunidad.

Los tipos ideales del contrato social fueron construidos a partir de la definición de los principios que definían la acción del Estado frente a la pobreza y de los mismos pobladores: ¿Qué debe hacer el Estado para ayudar a los pobres a superar su condición? ¿Qué deben hacer los pobres para salir de la pobreza? Estos principios permitieron la formulación de cuatro tipos ideales del contrato social: a) Beneficencia y caridad; b) Protección y solidaridad; c) Comunidad y Derechos; d) Individuo y subsidiaridad.

En la tercera y última parte del documento se responden, a partir de las evidencias empíricas, tres preguntas esenciales a esta investigación: ¿De que depende que un pobre prefiera un tipo de contrato a otro? ¿Bajo que condiciones y por qué razones las políticas sociales inciden o no en la integración social y funcional de los más pobres? ¿Qué podemos concluir de de la concepción del contrato social durante los últimos quince años; es decir, desde la recuperación de la democracia en Chile?

En el capítulo final se aportan al debate algunos elementos conceptuales para la construcción de una teoría del contrato social en Chile.

PARTE I

Las paradojas de las políticas sociales

En este capítulo se presenta, a través de un relato etnográfico, la historia de tres villas construidas por el Estado a fines de la década de los noventa. Esta historias fueron reconstruidas a partir del trabajo de campo realizado desde mediados de los noventa en Cerro Navia, Maipú y Curicó.6Los tres relatos hablan de la vida de sus habitantes, de sus trayectorias de integración y desafiliación, y de su relación con el Estado y las políticas sociales. Las tres etnografías tienen como objetivo entregar antecedentes para comprender como a) hacen los más pobres de la ciudad para sobrevivir y hacerse de un espacio en ella; b) como “baja” el Estado y sus políticas a las localidades; c) y como ellas contribuyen o no a consolidar los procesos de integración social en las familias que allí habitan.

Como veremos, las tres villas nacen de un mismo tipo de intervención pública, esto es de la erradicación de campamentos (Programa Chile Barrio), pero a pesar del mismo punto de partida, las trayectorias y procesos de integración de sus habitantes se diferenciarán radicalmente.

En Cerro Navia nos encontraremos con una historia de integración inconclusa; en Maipú con una historia de desafiliación y olvido; y en Curicó con aquella historia de los asistidos de siempre.

5 En estas etnografías trabajaron las alumnas del Núcleo de Antropología Urbana de la

Universidad Academia Humanismo Cristiano: Patricia Acevedo, Carla Cerpa, Cecilia Muñoz, Gabriela Palacios, Francisca Pérez, Marcela Moreno, Gladys Retamal, Francisca Riquelme, Daniela Serra, Elvira Valdivieso. 6 Ver anexo metodológico.

Capítulo 1

De integrados y desafiliados

Cerro Navia, Maipú y Curicó5

Vivir en la rivera del río Mapocho

A comienzos de los años noventa, para llegar al campamento El Resbalón se requería de tiempo y sobre todo de paciencia. Partiendo del centro de la ciudad había que atravesar las comunas de Estación Central, Quinta Normal, Pudahuel y Lo Prado… Sólo entonces aparecía Cerro Navia, comuna homogéneamente pobre, de calles estrechas, veredas cuidadas, de árboles grandes, viviendas modestas y pequeños antejardines.

Cerro Navia es una comuna pobre y constituye un buen ejemplo para caracterizar la concentración territorial que muestra la pobreza en la ciudad de Santiago. Esta comuna recibe en los años ochenta un importante número de habitantes producto de la erradicación de poblaciones de otros sectores de Santiago, como Las Condes. A fines de los años noventa la comuna contaba con 92 poblaciones y 11 campamentos. Con una superficie de 10,9 km2 y una población cercana a los 176 mil habitantes, es una de las comunas más densamente pobladas de Santiago.

Allí en los márgenes de la ciudad de Santiago, emplazado en un gran sitio eriazo, a orillas del río Mapocho, basural de aguas grises y escaso caudal, se ocultaba campamento El Resbalón.

Hasta el año 2001 este campamento se componían de cerca de cincuenta frágiles y precarias viviendas de madera, cartón y latón organizadas en pasajes que daban forma a una U. Al centro, una improvisada cancha de tierra para jugar fútbol y una precaria sede social que funcionaba para reuniones y guardería de los niños más pequeños. Entre montañas de basura, arena y uno o dos árboles, el campamento ofrecía, a los ojos del recién llegado, un panorama desolador. En invierno el barrial y el caudal del río amenazante; en verano, la sequedad, el polvo, las garrapatas, los guarenes y el hedor penetrante del río.

El campamento El Resbalón fue tomando forma antes de pertenecer a la comuna de Cerro Navia, incluso antes que la misma comuna existiera y formara parte en ese tiempo del antiguo y legendario “Barrancas”. Los antecedentes recopilados, nos hablan de un sector rural, rodeado de fundos y chacras, donde la única forma de

Integración y disputa

Villa El Resbalón de Cerro Navia

El término campamento o población callampa da cuenta de un territorio ocupado o “tomado” por sus pobladores con objeto de poder construir allí sus viviendas. A menudo estas viviendas son construidas con materiales muy precarios (latón, cartones, madrera...) y no cumplen con condiciones básicas de salubridad. A menudo sus habitantes viven en situación de pobreza extrema y no poseen títulos de propiedad de sus sitios. Asentamiento irregular es un concepto asociado a la regulación urbana y da cuenta de la irregularidad o ausencia de título de dominio de la propiedad por parte de sus ocupantes. Un asentamiento irregular no necesariamente supone que las viviendas que allí existen sean precarias o que quienes lo ocupan sean personas que viven en condiciones de extrema pobreza.

Población alude a sectores residenciales populares, construidos en general con subsidio; cuentan con todos los servicios básicos, construcción sólida.

El término Villa en cambio, surge en los años 90 para designar conjuntos de viviendas sociales cerrados y en territorios más pequeños que las poblaciones.

cruzar el río era a través de troncos y donde el oficio de arenero y el cultivo de hortalizas eran las principales fuentes de trabajo de quienes habitaban el lugar. El nombre de “El Resbalón” proviene de un camino de tierra (o resbaloso fango en días de lluvia) que comunicaba a las parcelas de aquellos tiempos. Origen rural y pueblerino que permite a los actuales habitantes de la villa construir un relato nostálgico de lo que fue su pasado:

“Era un pueblito El Resbalón, teníamos tres micros diarias, una a las ocho de la mañana, la otra a la una, y la otra a las siete de la tarde, era un pueblito. Para allá eran puros fundos, y aquí era una parcela, donde está el paradero de la micro, donde está la panadería, derecho para abajo era una parcela, y de aquí al frente para allá había otra parcela, y una que otra más casi por el derredor no más, había una comisaría chiquitita, en Huelén con La Capilla, donde están los otros departamentos nuevos, donde hay un colegio ahí...” (Yolanda, dirigente, Cerro Navia) En el año 2003 en Cerro Navia viven proporcionalmente más personas pobres (21.7%) que en el resto del país y la región metropolitana (18.7% y 13.1%). Sin embargo, entre 1996 y el año 2003 la comuna ha disminuido en un 5% su pobreza. En términos de la participación en la fuerza de trabajo el 2003 la comuna poseía tasas similares a la de la región. Pero, en términos de desocupados, ese mismo año la comuna tenía un 11.1% de desocupados, con promedios por sobre la media nacional y regional (9.7% y 9.3% respectivamente). En términos de ingresos mensuales por concepto de trabajo del hogar, se observa que mientras para Cerro Navia el promedio asciende a $401.728, para la Región Metropolitana éstos ascienden a $719.000, y en el país a $535.000. Mideplan, Casen 2003.

Desde principios de la década de los ochenta, la ribera sur del Río Mapocho, recomenzó a poblarse con nuevos habitantes. Producto de la crisis económica, a las familias de siempre se suman otras que llegarán de manera sigilosa y de preferencia en la noche a ocupar el borde del río. En el campamento El Resbalón, nadie sabía a ciencia cierta cuándo comenzaron a llegar las primeras familias. Algunos dicen que al menos hace unos 35 años; otros, que allí, a la orilla del río Mapocho, siempre han existido campamentos y chozas. Y es que en su memoria no hay grandes hitos que recordar. Relatos circulares, marcados apenas por las estaciones del año: El verano con sus culebras, garrapatas, zancudos y polvo; en invierno, las inundaciones, las goteras, el barro y los resfríos. Y las fiestas, la Navidad, el Año Nuevo, el Día del Niño, el 18 de septiembre y la celebración de los santos, recordaban y marcaban el ritmo del año.

Lo demás, hábil y empeñosa gestión de la ayuda que nunca, mientras se habitó a la orilla del río, dejó de llegar: la municipalidad, el Hogar de Cristo, el Fondo de Solidaridad e Inversión Social, algún político en campaña electoral, la Iglesia católica, evangélica o mormona… todos pasaban por allí, porque “la gente nos mira diferentes; es que somos muy pobres, pero los otros tampoco tienen mucho; más que nosotros sí, pero cualquiera tiene más que nosotros”. (Verónica P., Cerro Navia)

En el campamento, la organización de vecinos se centraba en la recepción de la ayuda y la distribución de bienes provenientes de la municipalidad o de las campañas políticas. Aunque la desconfianza e incredulidad hacia los políticos eran comunes a todos, siempre se agradecía la llegada de ayuda, en especial cuando se trataba de mercadería.

Los habitantes del campamento

En el campamento el Resbalón habitaban hasta 1999, cuarenta y cinco familias, es decir 170 personas. De estas familias la mayor parte eran familias nucleares

biparentales con hijos menores de edad. La mitad de estas parejas eran convivientes y aportaban hijos de uniones anteriores. Muy pocas estaban casadas legalmente.

Entre los mayores de 15 años, la educación escaseaba, más de la mitad poseía educación básica incompleta. Solo 19 personas, en su mayoría varones, poseían educación media incompleta y 10 eran analfabetos. Es a partir de los quince años que la deserción escolar comenzaba a ser general entre los adolescentes. De un total de 16 jóvenes entre 15 y 21 años, sólo cuatro estudiaban.

En términos laborales, menos de la mitad de los pobladores en edad de trabajar se encontraba haciéndolo remuneradamente, menos de un trabajador por hogar. La mitad de los trabajadores han tenido un empleo estable y asalariado por más de dos años, para el resto, la inestabilidad es la característica central de su inserción en el mercado de trabajo.

Los ingresos por concepto de trabajo se ubican para la gran mayoría de los trabajadores del campamento, bajo el ingreso mínimo. La mayor parte de los hombres trabajan como obreros de la construcción y/o albañiles; entre las mujeres predominan las lavanderas que trabajan en sus casas "lavando ajeno" y las cocineras que de manera ocasional se desempeñan en restaurantes y casinos; el servicio doméstico es un trabajo poco frecuente entre ellas.

Para el año 1997, de acuerdo a la percepción de sus habitantes, los principales problemas que afectaban a las familias eran la deficiente situación económica y la vivienda, pero también los problemas de organización entre vecinos. La satisfacción con su lugar de residencia, sin embargo era alta entre las familias, a un 67% de ellas le gustaba vivir a la orilla de río, aunque algo más de la mitad se habría cambiado si hubiese podido.( Encuesta Sur/Fos, 1997)

El liderazgo matriarcal

En el campamento El Resbalón, a pesar de los conflictos cotidianos entre vecinos, la participación en las iniciativas colectivas era alta. De manera espontánea los liderazgos se alternaban y superponían causando disputas, rumores y enfrentamientos entre vecinos.

En el campamento predominaba un liderazgo matriarcal; mujeres fuertes que desde perspectivas distintas, pero complementarias resolvían o aliviaban dos problemas centrales a la comunidad: la salud y la alimentación.

La sanadora

La señora Rosa, mujer maciza y elegante, de sonrisa amplia y genio cambiante, sanadora de oficio y líder indiscutible. Su particular historia de familia (parálisis degenerativa de los hombres) y la transmisión por parte de su abuela de capacidades paranormales, la transformaron en una sanadora y vidente especializada en mal de ojo, compostura de huesos y primeros auxilios. A ella no solo acudían los vecinos, en especial niños y jóvenes del campamento, sino también familias de otras comunas.

Sentada en la puerta de su casa, bajo la sombra de uno de los escasos árboles del campamento, poseía una ubicación privilegiada para atender a los enfermos o heridos que venían a solicitar sus cuidados. Posición privilegiada también para informarse de las riñas en la rivera del río y curar a lo heridos; o atender a los jóvenes del "club de los voladitos", como las mujeres mayores llamaban afectuosamente a la pequeña casa ubicada en uno de los extremos del pasaje. Allí, protegidos de la mirada de los

más adultos y de la policía, este “club” servía de espacio de sociabilidad y resguardado para los jóvenes consumidores de droga del campamento. El río en cambio, espacio más desprotegido y anónimo, era escenario frecuente de disputas y muertes entre pandillas de jóvenes. La señora Rosa atendía a unos y otros, evitándoles acudir a los servicios de salud donde ciertamente serían interrogados y detenidos.

La enfermedad genética que afecta a todos los hombres de su familia, permitió que la señora Rosa desarrollara además una gran cantidad de vínculos con el municipio, instituciones de caridad, concejales, diputados, senadores e incluso el presidente y su señora. A partir de estos contactos, la señora Rosa accedía a recursos, cursos, sillas de ruedas, implementos para la curación de enfermos y un sinnúmero de subsidios que le permitían a ella y su marido no trabajar y destinar el tiempo al cuidado de sus hijos y la comunidad.

El respeto que su quehacer despertaba entre los vecinos, le permitió por largos años ser una líder indiscutible al interior del campamento. Con un estilo de dirección y gestión maternal, alegre, autoritaria y personalista, la señora Rosa convocaba a todos. Su pasaje, decorado como ningún otro, era ciertamente el epicentro de las fiestas a lo largo del año.

La celadora

En el resguardo de la comunidad trabajaba también la señora Yolanda. Mujer de 65 años, menuda, de difícil sonrisa, de andar rápido, decidido y que poseía el único huerto del campamento. Como buena inmigrante del sur de Chile y de tradición campesina, su cuidada vivienda estaba rodeada de vegetación, flores, verduras y frutales que crecían bajo el cuidado de su dueña. Preocupada de la alimentación y la higiene, la señora Yolanda velaba con especial cuidado por los niños de la vecindad. Estaba al tanto de todas las situaciones de hambre, de maltrato y descuido de algunos niños del campamento.

En tiempos de cesantía generalizada no dudaba en organizar ollas comunes, compartir los productos de su huerto, recorrer con otras vecinas las ferias para pedir los restos de verduras, golpear la puerta del Hogar de Cristo, las oficinas de la alcaldesa y las asistentes sociales para pedir ayuda.

Su preocupación por la sobrevivencia e imponer una cierta calidad de vida y normas de convivencia, le valieron con el tiempo, el reconocimiento de una parte de la vecindad, pero también el transformarse en la principal interlocutora con las entidades gubernamentales que posteriormente se instalarían en el campamento. Con la señora Rosa, compartieron la dirección de la organización vecinal por un buen tiempo, aunque las diferencias de gestión y disputas por la toma de decisiones eran parte de la relación entre ellas.

El estilo matriarcal de ambas mujeres, sin embargo, logró incluso imponerse a los intentos de un joven y letrado carpintero por cambiar el estilo de la organización. Tras casi un año de recolección de fondos entre vecinos, el joven dirigente logró organizar una gran fiesta de Navidad. La disputa por el destino de tales fondos llevó a que la fiesta terminara en un gran campo de batalla entre vecinos y el fin del liderazgo de este carpintero.

La agudización de la crisis económica y la cesantía de aquel tiempo (1997) favorecieron la vuelta de ambas líderes a la cabeza de la comunidad. Centradas en la olla común, la recepción de recursos para la comunidad y la sanación, ellas volvieron a ocupar un espacio central en la organización de vecinos.

El deseo de una vivienda

Desde mediados de los años noventa, la municipalidad y sus asistentes sociales comenzaron a visitar regularmente el campamento para incentivar a las familias a ahorrar para una vivienda. Sin embargo, eran pocas las familias que sentían la necesidad o simplemente creían en la posibilidad de cumplir este sueño. La satisfacción con el lugar y el temor a ser erradicados a otras comunas también jugaba en contra. La experiencia de la vecina Sandra y sus dos hijos, que por el Programa Mujeres Jefas de Hogar había obtenido su casa en la comuna de San Bernardo, pero que volvía semanalmente al campamento en busca de ayuda para sobrevivir, los reforzaba en su desconfianza. Era la primera persona que obtenía su vivienda y la primera en regresar.

No es sino con la llegada de organismos no gubernamentales concertados con el municipio que la idea de apostar a un cambio en sus vidas comienza a tomar forma. Se constituye una mesa de coordinación entre estos organismos no gubernamentales, la municipalidad y las dirigentes. El objetivo propuesto era trabajar organizadamente para la erradicación del campamento y la obtención de viviendas propias.

Las primeras reuniones entre los habitantes y las instituciones serán de difícil comprensión. Los habitantes exigen ayuda concreta (bienes) y las instituciones ofrecen solo asesoría y actividades para formalizar la organización. Las resistencias y desconfianzas se dejan sentir. Aún así, a mediados del año 1997 se inician una serie de talleres al interior del campamento que reforzarán la participación y progresivamente el deseo iniciar una nueva vida. Las reuniones mensuales en la mesa de coordinación posibilitarán que las dos dirigentas más antiguas se preparen para liderear este proceso.

Es sin embargo, con la llegada del Programa Chile Barrio que la certeza de los recursos para la vivienda adquiere fuerza entre los dirigentes y pobladores; progresivamente la idea y la aspiración de migrar de la orillas del río Mapocho en pos de una casa propia adquiere forma entre los vecinos.

La ceremonia de la integración

El año 1998 se inaugura el Programa “Chile Barrio” que contempla entre sus acciones el fin de los 955 campamentos existentes en el país y el traslado de sus habitantes a viviendas sociales. El Resbalón es uno de los campamentos que deberá ser trasladado a una villa.

El día que los terrenos asignados para la construcción de las viviendas son comprados por el Ministerio de Bienes Nacionales, el municipio en conjunto con el ministerio de Justicia, el de Vivienda y el Programa Chile Barrio deciden festejar con los pobladores. La ceremonia, a modo de celebración de un rito de pasaje, consistirá en la unión en matrimonio legal de una pareja del campamento. Los elegidos para esta ceremonia son la señora Rosa y su marido. Los padrinos del nuevo matrimonio serán los ministros y la alcaldesa. A la ceremonia, realizada en los nuevos terrenos frente al río Mapocho, asistirán todos los vecinos. La prensa cubrirá y publicará el hecho celebrando este nuevo matrimonio con 15 años de convivencia y seis hijos a su haber.

La señora Rosa, será consagrada por el Estado y su ceremonial como símbolo del proceso de integración social que se inicia a partir de ese momento. Casada y con padrinos oficiales ella reafirmará frente a los vecinos su liderazgo y ciertamente su amplia y eficiente red de contactos sociales. La ceremonia constituye en cierta forma

el hito simbólico que marca el inicio de una nueva vida para estas familias, se pone así término a la vida en las fronteras y la ilegalidad. Tras la ceremonia, muchas serán las familias que comenzarán a anunciar que se casarán y bautizarán a sus hijos una vez trasladados a sus nuevas casas.

El ceremonial de las viviendas

El 26 de Octubre del año 2001, las familias del campamento El Resbalón recibieron sus nuevas viviendas junto a familias provenientes de otros campamentos y poblaciones a quienes nunca antes habían visto.

La entrega de la llave de sus viviendas se acompañó con una gran ceremonia. Asistirá el Presidente de la República, la primera dama, el ministro de la vivienda, la alcaldesa, el director del Programa Chile Barrio, senadores, concejales y autoridades de otras instancias públicas. Ubicados en una palestra bajo una carpa levantada para la ocasión, formal y elegantemente vestidos los pobladores emocionados, escucharon cinco discursos: la alcaldesa, dos dirigentes, el ministro de la vivienda y el presidente.

En un lenguaje coloquial la alcaldesa recordó el trabajo realizado desde 1996 en adelante con los campamentos, destacará el hecho que no quede en la comuna de Cerro Navia ninguna familia viviendo en campamentos. Celebró la fuerza de la organización de pobladores y “el acto de justicia” que simboliza la entrega de las viviendas a quienes han esperado más de 20 años para obtenerlas. En seguida, tomó la palabra, la señora Yolanda y en un breve discurso agradeció simplemente a cada una de las autoridades y asistentes sociales. El ministro por su parte, en un largo discurso celebró la radicación en la comuna de origen y “el bonito esfuerzo” de los pobladores y las mujeres jefas de hogar. Les recomendará cuidar su nuevo barrio y pagar los dividendos llamando a la responsabilidad para con otros sin casa de este país. La ceremonia fue clausurada con el discurso del presidente, quien agradeció y celebró a la organización y sus dos dirigentes el esfuerzo realizado, porque “la obligación de la democracia, de un gobierno, es cuando hay organización dar la mano y juntos seguir adelante”. Explicará finalmente las gestiones del gobierno para disminuir las consecuencias de la cesantía y alentará a los pobladores a continuar apoyando su gobierno. Finalizará la ceremonia con la entrega de los títulos de dominio y las llaves de sus nuevas viviendas. Emocionados los pobladores se apresurarán a entrar a sus casas.

Los excluidos

El mismo día, terminada la ceremonia, las familias del campamento debieron trasladar a pie sus enseres a las nuevas viviendas. Separados por una calle simplemente, la mudanza no tardó más de un par de horas. Al poco rato la municipalidad había cerrado el viejo terreno para evitar que nuevas familias se volvieran a instalar a las orillas del río.

No todas las familias lograron obtener sus viviendas, algunas se allegaron a algún familiar, otras – visiblemente conmovidas - debieron ubicar algún sitio eriazo en las inmediaciones para instalar sus mediaguas. Es la historia de Jorge, hombre de 46 años, soltero a cargo de su hermano enfermo, que nunca creyó ni entendió las condiciones para postular al subsidio. En plena ceremonia de entrega de las llaves, y desesperado ante las evidencias del desalojo, suplicaba sollozante alguna ayuda a las autoridades municipales. En medio de la euforia y la confusión que reinaba en el

lugar, Jorge logrará que la alcaldesa mande a instalarle una pequeña mediagua en un sitio cercano que él deberá arrendar. Dolido, sabe que ha quedado irremediablemente excluido de la comunidad. “Me siento mal, siento pena… había un grupo aquí (se emociona); entonces ahora se pierde; me va a quedar cerca, pero no es lo mismo que aquí, yo salgo aquí y saludo a todos; a veces yo traigo de Mapocho choritos, y les doy a ellos, siempre comparto con ellos, pero ahora va a ser diferente…la mala suerte.”

Algunas mujeres, en cambio, amparadas en el hecho que las políticas de vivienda sociales las priorizan en la asignación de la propiedad, decidieron separarse y mudarse a la nueva casa solo con sus hijos. Encerradas bajo llave, sus parejas las maldecían y amenazaban a viva voz desde la calle.

Las nuevas casas: nosotros y los otros

La Villa Nueva Resbalón se compone de 92 viviendas de aproximadamente 50m2, pequeños balcones y colores vivos que se distribuyen en torno a un espacio común. De estas viviendas, 80 son departamentos de 47 m2 y 12 casa-taller de 63 m2. Estas últimas son viviendas de tres pisos de los cuales el primero se destina a uso productivo.

Las familias que llegaron a habitar este lugar provienen en su mayoría de la misma comuna y de zonas cercanas a Cerro Navia. Sin embargo, las 45 familias del campamento El Resbalón, son quienes marcan mayor presencia al interior de la villa, no solo por número sino también por la fuerte identidad comunitaria y prácticas de solidaridad que existe entre ellas. A raíz de esto, la villa tiende a ser asociada por el entorno con el estigma de barrio “peligroso”.

Para los nuevos habitantes, en especial aquellos que provienen de poblaciones, este estigma los avergüenza, pero además contribuye a generar apelativos entre ellos. Estos apelativos coinciden con la modalidad de subsidio a través de las cuales ellas accedieron a sus viviendas: “los del frente”, “los del fondo” y “los de adelante”. Estas denominaciones ciertamente contribuyen a fijar las fronteras simbólicas e identitarias dentro de la comunidad.

Los “del frente” (de la rivera del río), son los vecinos provenientes del campamento y que obtuvieron sus subsidios de manera organizada. Se dice que con el traslado a las nuevas viviendas estas personas, aunque conservan una fuerte solidaridad entre ellas, también trasladaron “costumbres” propias a una cultura de la pobreza7. Están

también “los del fondo”, familias que habitan los departamentos del fondo de la villa, y que son consideradas también marginales, sucios, violentos, sin vínculos solidarios entre ellos y de “malos hábitos”. El subsidio para la vivienda en general lo obtuvieron por asignaciones especiales e individualmente. Finalmente están “los de adelante” o “cuicos” (de clase alta) que corresponden a las familias que habitan las casas-taller ubicadas en la fachada de la villa. Estas familias poseen mejores ingresos y no provienen de campamentos. Todos postularon a los subsidios individualmente, pero en su condición de artesanos o microempresarios de la comuna.8

7 Por lo general, se refieren a costumbres como colgar la ropa desde las ventanas, no tener

cortinas, tratarse a gritos, escuchar música fuerte, tener perros de forma irresponsable, no cuidar a los niños, despiojarse en la puerta de las casas… 8 Esta frágil frontera no está presente entre los niños y jóvenes, que comparte con todos.

Las fronteras identitarias en Villa El Resbalón

El sueño de la casa propia

En general, los nuevos pobladores de Villa El Resbalón están conformes con su vivienda, la saben mejor que muchas otras viviendas sociales.

Para las familias que durante años vivieron en campamentos, la obtención de una casa sólida, como ellos mismos la caracterizan, representa ciertamente, la realización de sus sueños y la gran posibilidad de mejorar su calidad de vida. La mayor parte de ellas percibe que sus nuevas viviendas constituyen la culminación de una larga trayectoria de pobreza y esfuerzo; allí esperan ver crecer a sus hijos y terminar sus últimos años.

En cambio, para las familias que provienen de otras poblaciones y obtuvieron su vivienda por sus ahorros y subsidios individuales, la vivienda sólo representa un paso más dentro de una trayectoria de movilidad social que recién comienza. La casa constituye un activo (C.Moser, 1996) que se espera poder algún día vender o arrendar; para así poder cambiarse a un mejor lugar.

La aspiración a la integración: desconfianza y disputa

En la Villa El Resbalón los primeros tiempos de convivencia no podrían ser descritos como un proceso tranquilo. Si bien todos sus habitantes aspiran a la integración social, integración que les permita sentirse un habitante más de su comuna, de su ciudad y su país, los principios y los códigos morales que subyacen a esta legítima aspiración no son compartidos. La diversidad de percepciones e interpretaciones de los vecinos en relación a los términos sobre los cuales construir la integración deseada es punto de fuerte disputa. La desconfianza, el miedo y la inseguridad están en todos ellos.

“En la misma villa, las vecina prefieren que los niños no salgan a jugar, prefieren que estén encerrados. Es que, con lo que está pasando, la gente tiene miedo a largar a los niños a la calle. A veces, llega aquí, entra gente que uno no conoce, eso es lo que pasa, ese es el miedo que tiene la gente, sobre todo en la noche, que los pasillos son tan oscuros. La gente le da miedo poner ampolletas, se las roban, ese es el miedo que tienen las mamás de mandar los chicos afuera. Aquí, los fines de semana son jodidos, ya se han entrado a robar aquí, en la sede, en las casas, falta más vigilancia aquí... Lo que planteó la presidenta, que está ahora, es juntar pitos, si se ve algo raro, hacer sonar el pito, y otro se encarga de llamar a carabineros. (Juan, dirigente, Cerro Navia)

La disputa por los términos de la convivencia y los códigos de la integración social estaban siempre presentes, demarcando y fijando las fronteras entre vecinos. La distribución de las viviendas y la ubicación de las familias ciertamente facilita una cierta segregación entre ellas según origen, y también una “vigilancia o control” de todos y cada uno de los grupos de familias sobre los otros.

El temor de los que aspiran a la movilidad social

Para todos los pobladores, tanto aquellos que vivían como allegados en poblaciones o bien en un campamento, llegar a vivir a una villa representaba un signo de distinción y

de mayor status. Aquellos pobladores que provenían de poblaciones sin embargo, se sentirán prontamente defraudados. La convivencia obligada con las familias provenientes de campamentos y cuyos códigos hablan de una cultura de los márgenes, está a la base de esta desilusión y la vergüenza que les produce el que puedan ser asociados a estas familias de mal vivir. Y esto no es un asunto menor para quienes su expectativa era cumplir el sueño de una vivienda propia, un vecindario tranquilo, espacio ordenado, estética homogénea, áreas verdes bien cuidadas y una ocupación normada de los espacios comunes.

Para estas familias la integración y el logro del reconocimiento social no es sino una pugna de cada uno y los suyos, y donde el esfuerzo, el trabajo, el resguardo de la privacidad familiar constituyen los códigos que están a la base de sus trayectorias de movilidad e integración social. Estos son los llamados habitantes “de adelante”, familias de casas-taller, artesanos y trabajadores independientes y con mejores niveles de vida que el resto del vecindario:

“Lo que más deseo es que (la villa) sea…, que no parezca lo que parece. Que cambie, que la gente aprenda a vivir, me entiendes, que no sea tan “ah, vives ahí, que ordinario”, hacer valer el condominio... La gente, claro, venía de campamento, pero sabemos vivir dignamente. En cuanto a eso, para mi es lo peor, en cuanto a las casas estamos llenas de perros (...) Limpieza, como punto principal, me van a botar todas esas porquerías que están allá atrás, aquí la gente, lo que es limpieza, lo que es los perros, el estacionamiento, la música (...) si quieren pelear, peleen, sáquense la mugre si quieren, pero afuera, tienen harto espacio, pero los escándalos aquí se van abajo.” (Claudia, dirigente, Cerro Navia)

Para los vecinos de casa- taller, la experiencia de vivir en la villa ha estado marcada por los episodios de conflicto generados “allá atrás”. La poca educación y el mal vivir son señalados como la causa principal.

“Para mi estando encerrada estoy bien, pero ellos (hijos) no pueden estar así, pero cuando salen se ven las diferencias, se ven caras, se ven formas, la expresión…Es marcada la

diferencia y es fome porque son todos los otros niños iguales. Son “choros9”, en la noche están

hasta tarde en la calle, llevan otra vivencia y cuando salimos tengo que sacarlo en brazos hasta afuera porque le dan miedo los perros”. (Elisabeth, vivienda taller)

Para ellos el Estado y el municipio no han hecho si no premiar al más vivo y al que menos se esfuerza. La pobreza y no el esfuerzo para salir de ella, se han constituido en Chile en los principios de integración social:

“Lo que pasa que aquí la persona cuando postula a una vivienda, para tener mayor opción, tienen que ser pobrísimos, vivir en la miseria, entonces eso le da puntaje y le da más prioridad. Entre más pobre, más miserable es la gente, más oportunidades tiene. ¿Y después como paga? Y cuando la visitadora la va a encuestar: Estoy sin trabajo, hace tres días que no como, mi marido se fue, estoy sola, tengo cinco niños… bla, bla, bla, puras miserias. ¿Y como me dan un departamento, con que pago? ¿Por qué no nos dan la casa a la gente que realmente hemos luchado por ella?... Molesta que tengamos que vivir en la peor miseria para lograr esto. Que es lo que pasa, creen que al momento de tener la casa, la gente va a cambiar la manera de pensar, va a actuar de otra manera. ¡Noooo, si la gente está acostumbrada a vivir así! Tiene muy pegado el pobre: “Es que yo soy pobre”, “ es que yo siempre he sido pobre”. Y yo también, si no soy rica, pero tengo el espíritu de superación, me entiende? (Claudia, Dirigenta de asa taller, Cerro Navia)

9 Choros: desafiantes, envalentonados.

El temor de los que desean una comunidad

Para aquellos vecinos que vienen de campamentos la experiencia de haber vivido en comunidad, la presencia de redes de parentesco y la pobreza, marcan sus aspiraciones. Para ellos la disputa por la integración social se da sobre bases distintas. Si para los demás vecinos las prioridades se centran en el cuidado del entorno, la limpieza, las "buenas maneras" y la vida puertas adentro; para los vecinos de campamentos, la preocupación se centra en la recuperación de la comunidad perdida y el resguardo de la relación largamente construida con el Estado. La solidaridad y la confianza son los códigos básicos para hacer frente a la pobreza y el logro de cuotas mínimas de integración social. Estos son, ciertamente los habitantes que cuentan con una larga historia de pobreza y una tradición de organización a la orilla del río. La vivienda propia simboliza para ellos la culminación y el fin de una larga historia de invisibilidad. La comunidad continuará siendo sin embargo, el soporte central a sus vidas.

Y aunque la mayoría se muestra conforme con sus casas, la nostalgia de esa manera “comunitaria” de vivir a las orillas del río y de la protección del Estado permanecerá. La comunidad y el Estado son levantados como dos pilares básicos de la integración a esta sociedad, dos pivotes de una red de protección imprescindible para quienes a pesar de haberse transformado en pobladores siguen siendo igualmente pobres y estigmatizados. Estigmatización y discriminación que ya no proviene de los márgenes externos a la comunidad, sino desde las fronteras internas a la propia villa. Yolanda, antigua líder del campamento relata de manera aguda, como estas fronteras internas son reforzadas por cada uno de sus habitantes:

“Ellos (los vecinos de casa taller) nos miran en menos a nosotros. Ese día dijeron que tenían que presentarse en la reunión... Entonces ellas empezaron, yo soy fulana de tal de la casa-taller. Yo le dije, me llamo fulana de tal y soy de la casa pobre, de adentro, del departamento. Le pidieron que se presentara la persona, no la vivienda, y yo se lo dije a la vicepresidenta. Le dije, para otra vez presenten bien, a la persona no la hace… (la casa); porque nadie tenía interés en saber si era de casa-taller o de un simple departamento. La persona es la que vale, no la casa... Los que miran en menos son los de casa-taller, como que apocan, pero aquí yo creo, somos todos iguales.”

En síntesis, mientras para unos, la villa debiera abocarse a apoyar y resguardar las aspiraciones de mejoramiento de la calidad de vida y movilidad social de cada una de las familias; para los otros, la tarea del vecindario no es sino el resguardo de la comunidad y la solidaridad entre iguales, en especial de aquellos que no tienen. Para estos últimos, la celebración de las fiestas, el resguardo de una cierta tradición comunitaria y la manutención del vínculo con el Estado constituyen principios con los que no se transa.

La nostalgia

Los habitantes de la villa a menudo establecen en sus conversaciones comparaciones entre su vida actual y la anterior. Por lo general, los que vienen de otras poblaciones extrañan la vida cotidiana de un lugar donde las redes de confianza estaban definidas. Asimismo, los que provienen del campamento, añoran la convivencia entre iguales y donde la pobreza no tenía que ser ocultada, por el contrario, compartirla era lo que generaba las respuestas de solidaridad entre vecinos. Sin embargo, en el campamento, así como se podía compartir, la comunidad también contaba con

espacios de privacidad e intimidad. En el campamento no solamente las viviendas eran más grandes, también el diseño y la intrincada distribución de sus viviendas posibilitaban siempre un cierto resguardo de la mirada del otro. Para los más jóvenes, el club de los voladitos y la rivera del río otorgaban los espacios de intimidad necesaria.

Rosa, dirigenta, Cerro Navia: “Hecho de menos mi campamento, a la gente que nos reuníamos en las tardes. Por ser a esta hora estábamos todas afuera en la fogata, hacia frío, pero igual salíamos para afuera. Conversábamos entre nosotros, hacíamos onces en la sede para dar opiniones, cosas así... Aquí no, aquí cada uno se rasguña con sus uñas. Allá no, porque uno sabía si a alguien le faltaba un pedazo de pan; hacia colecta entre toda la gente y se ayudaba a esa persona que le faltaba. Aquí es como que se levantaron mucho...”

Ciertamente, el escaso tamaño de los departamentos y el reducido espacio colectivo contribuyen a reforzar una cierta idealización de la vida anterior. El diseño y la distribución de éstos impiden toda privacidad. Aunque así se desee es imposible sustraerse del grito, del conflicto, de la fiesta, de los que entran, de los que salen, del rumor y del comentario. Para los jóvenes es aún más difícil, la sociabilidad y la sexualidad no pueden sino vivirse en los extramuros de la villa, lejos de la mirada y el resguardo de sus padres y la comunidad.

La disputa del liderazgo

Al momento del traslado a las nuevas viviendas solo existía la directiva del antiguo campamento. Con el incentivo de la municipalidad, se realizó una elección donde de las 80 familias apenas votaron catorce. La nueva directiva quedó conformada fundamentalmente por personas de ahorro individual y de vivienda taller.

Esta organización se propuso como primera tarea sacar la ley de copropiedad para poder funcionar legalmente como un condominio y en cierta forma, consolidar la aspiración a hacer de la villa un espacio claramente distinto a las poblaciones y campamentos. El proyecto de estos nuevos dirigentes era elaborar normas de seguridad, comportamiento público, convivencia en comunidad, aseo y ornato según las normas legales. No es de extrañar entonces que quienes más se movilizaran para dirigir este proceso fuesen los habitantes interesados en normar y regular la convivencia entre vecinos; es decir, las familias de vivienda taller y subsidios individuales. Su segunda tarea era gestionar los arreglos de las viviendas por parte de la empresa constructora.

Desconfiando de la capacidad de gestión de la nueva directiva, la señora Yolanda optó por alejarse y guardar bajo llave los bienes obtenidos en el campamento gracias a un proyecto Fosis10. El tiempo le daría la razón. La nueva directiva solo duró dos

meses. La falta de representatividad, las dificultades para comunicarse con el resto del vecindario, en especial aquellas familias provenientes de campamentos, y la desaparición de la principal líder con dineros municipales destinados a equipamiento comunitario, terminaron por desprestigiar y disolver a su directiva.

No pasó mucho tiempo para que las viejas líderes y matriarcas volvieran a ocupar su sitial. Al poco tiempo, las dificultades económicas de las familias más pobres se hicieron sentir. Las nuevas viviendas junto con traer una mejor calidad de vida,

10

Fondo de Solidaridad e Inversión Social. Los bienes son: una mesa de ping pong, un televisor, un video grabador, mesa, sillas, aparato para tomar presión, botiquín; y un taller para la fabricación de velas que solo funcionó mientras tuvieron insumos del proyecto; pero no logró generar ingresos.

exigían mayores gastos para el pago del dividendo, el agua, la luz y el gas. Con el mismo nivel de ingresos las familias no podían cubrir lo nuevos gastos. Algunas desesperadas volvieron a la orilla del río a cocinar con leña, otras simplemente comenzaron a alumbrarse con velas o simplemente dejaron de pagar sus dividendos.

Se reinstaló así un estilo de dirigencia sustentado en las confianzas, los vínculos comunitarios, la ayuda a los más pobres y la defensa de sus intereses como lo ilustra la fuerte defensa de sus perros ante los intentos de la nueva dirigencia por imponer la eliminación de aquellos más enfermos y que aparentemente no tenían dueños.

Rosa, dirigenta, Cerro Navia: “La reunión se hizo para los containers, sobre la cuestión de la basura, sobre las áreas verdes, los proyectos, todas esas cosas. Yo poco entendí, no se cuántos números están metidos, yo lo único que hacia era escuchar no más. Y sobre los perros, los famosos perros callejeros... quieren venir a ver si pueden eliminar a los perros. Pero es que no se puede¡¡ ¿Sabe por qué? Porque la Municipalidad puede mandar a que boten todos los perros, pero...¿y si tienen dueño? Ellos no pueden llegar y mandar a matar un animal. Aquí vinieron a matar hartos perros, pero la mayoría de la gente los escondió. Por ser aquí donde estoy yo, tengo dos perros, el Chocolate y el Pirata. A esos nosotros los cuidamos porque en la noche aquí, se vienen del otro lado a robar...”

Con mayor capacidad de convocatoria y credibilidad, la nueva directiva funciona informalmente. El cruce de poderes y soterrada pugna de liderazgos entre los antiguos dirigentes del campamento y los nuevos líderes llegaba a su fin. Ciertamente el problema de fondo respondía a dos lógicas de ejercer la autoridad y liderazgo. Mientras la antigua directiva se levantaba sobre vínculos solidarios con los más pobres; los nuevos dirigentes, lo hacían sobre la autoridad que les otorgaba el vivir en viviendas taller y aspirar a una movilidad social. Lo cierto es que a pesar de la vivienda, las ceremonias y los proyectos de inversión comunitaria, la vida de las familias en términos de sus trabajos e ingresos no había cambiado; la pobreza era la misma y para muchos, ella se hacía más evidente. Un liderazgo afanado en fijar normas de convivencia, y de aseo y ornato carecía de todo sentido. Las urgencias y las prioridades eran las de siempre, alimentación y sobrevivencia. Las viejas matriarcas así lo comprendían.

El aparecido de la comunidad

A las pocas semanas de haberse disuelto la nueva directiva, ocurrió un hecho que contribuyó a recuperar entre las familias del viejo campamento, el sentimiento de comunidad. El pelaíto, como cariñosamente denominaban a uno de los hijos fallecidos de la sanadora, comenzó a aparecerse (penar) y a realizar jugarretas (mover cosas, botar juguetes....) en las casas de los antiguos vecinos del campamento.

El adolescente tenía 15 años cuando murió al poco tiempo de llegar a la villa; como todos los hijos hombres de la familia, sufría de una larga enfermedad de atrofia muscular que lo tuvo durante muchos años postrado. En el campamento era querido e integrado a la vida social como uno más. La muerte de este niño conmovió fuertemente a todas las familias que lo vieron nacer y crecer en las orillas del Mapocho. Se lo veló en la casa y los pasillos de los departamentos fueron adornados con flores y cintas.

Para su funeral la señora Rosa consiguió dos buses con un concejal de derecha de la comuna; se convocó a los medios de comunicación y se denunció el drama de este niño que debió morir en su casa y no en un hospital con los medicamentos

adecuados11. El ataúd fue llevado hasta el Palacio de La Moneda en señal de protesta; lo presidían la señora Rosa y el concejal de un partido de derecha. El recorrido fue ampliamente cubierto por los canales de televisión. Y aunque no lograron ser recibidos por el presidente le dejaron una carta en la que le pedían más y mejor salud para los más pobres. En aquellos días, coincidió que el gobierno anunciaba el Plan Auge12. La señora Rosa atribuye hasta hoy día la muerte de su hijo a este anuncio presidencial.

Al poco tiempo, la figura del “pelaito”comenzó a aparecerse en las casas, pero solo de aquellas familias que provenían del campamento. El pelaito se paraba en el umbral de la puerta y con zapatos negros. Cada una de estas apariciones anunciaba algún acontecimiento a la familia, el nacimiento, la muerte, un viaje, una enfermedad… Simultáneamente el pelaíto comenzó a botar cosas en las casas, se movían tazas, floreros y los juguetes se caían de las repisas: el pelaíto quería jugar.

La muerte, las apariciones y las jugarretas del pelaíto comenzaron a ser objeto de vivas conversaciones y preocupación de las familias que alguna vez lo conocieron en el campamento. Las mujeres reunidas en los pasillos y en los patios fueron recuperando la sociabilidad animada, siendo el centro la señora Rosa, antigua dirigente, sanadora y madre del pelaíto. Fue en esas conversaciones y discusiones acaloradas sobre lo que estaba sucediendo a las familias del campamento, que algunas vecinas recordaron que el pelaíto había sido enterrado sin zapatos a causa de la atrofia de sus pies. Los antiguos vecinos reunieron fondos, le compraron un par de zapatos y se los fueron a dejar a su tumba junto a algunos juguetes. El pelaito se tranquilizó, pero se dice que aún anuncia las desgracias a las familias que lo conocieron y lo quisieron cuando vivían a las orillas del río. Hoy su tumba se ha transformado en una animita13, llena de juguetes, flores y velas. Con la muerte del pelaito la comunidad volvió a recuperar cierta sociabilidad. Es en este mismo período que la señora Rosa, afectada por una fuerte depresión, recupera sus dones de sanadora y de vidente; a través de los sueños continuará anticipando hechos que suceden a las familias que habitaron el campamento.

Comunidad, integración y sobrevivencia

Hoy la convivencia entre vecinos se vuelve a reorganizar en torno al ritmo que imponen los hitos que marcan el año, las fiestas, las muertes y la gestión diaria de la sobrevivencia. Menos “proactivos” e igualmente pobres, estas familias mantienen un nivel de organización básica que al menos les permite mantener cierta convivencia, resolver sus conflictos, mantener las solidaridades básicas con los más pobres del vecindario e interlocutar con el municipio. Reestablecida una dinámica de convivencia

11

Este reclamo al gobierno no parece propio a la señora Rosa, ella parece haber surgido por iniciativa del concejal (de oposición al gobierno). Al relatar la muerte de su hijo, la señora Rosa se pregunta si ella no habrá sido “utilizada” por el concejal, como le dijo, en aquella ocasión, la alcaldesa (partidaria del gobierno). Ciertamente ello es posible, como buena sanadora que es, bien sabía cuidar a su hijo en el propio hogar, pero la necesidad de contar con micros y ayuda para darle un buen funeral a su hijo era más importante. En esta misma lógica, de la necesidad y la sobrevivencia, es que debe comprenderse el hecho que a pesar de la cercanía de los pobladores a su alcaldesa (de izquierda), la mayoría vote por la derecha. En las campañas electorales ciertamente los candidatos de derecha no dudan en ofrecer todo a cambio del voto. 12

Reforma de la Salud que prevee la cobertura de enfermedades catastróficas para quienes no pueden ingresar al sistema privado de salud. 13

Animita: pequeño santuario donde se reza al muerto y se le piden favores a cambio de algún sacrificio o regalo.

centrada en el día a día y los gestos cotidianos de solidaridad, la comunidad y las confianzas parecieran reconstituirse.

Una comunidad que a pesar de la casa propia, de las políticas sociales de inversión local y el esfuerzo del ceremonial público por otorgarles una carta de ciudadanía, sigue viviendo al ritmo de la pobreza, de la urgencia de la sobrevivencia y de la incertidumbre de no poder costear los gastos que implican el ser propietario de una vivienda.

Joselyn, Cerro Navia: “Aquí la gente trata de ocultar su pobreza, porque tiene que ser mucho para que vayan a golpear a una casa y pidan algo. A mí me han pedido, han venido a pedirme una verdura, un limón, un poquito de fideos, pero eso la entristece a uno. Le duele el alma ver que uno puede apenas ayudar a una persona porque si uno tuviera más, más la podría ayudar. Porque yo he visto gente así, en este pedazo yo he visto a tres personas sin agua por meses. Y yo he visto a la señora que tiene como siete niños acarreando agua en un tarro de allá del último block para acá. Yo decía, como los vecinos del lado no le dan agua? Entonces es mucha la pobreza en esta villa. Y más encima que cada uno vive su vida no más, al vecino no le importan si el vecino no tiene para un pan, no le interesa, total él tiene para comer y los demás no. No es problema de ellos, porque si fuéramos un poquito más unidos, sería otra cosa. Se nota mucha rivalidad entre los vecinos… si ya estamos divididos. De esta mitad para allá, son todos limpios, y de aquí para acá somos todos cochinos, según ellos. Somos todos los más cochinos, somos los más delincuentes, somos los peor. Y no pues, si no es así... Por eso que tenemos tres tipos de personas, que es la persona luchadora, la persona dejada y floja, como la persona que lo tiene todo, que no depende de los demás, que ellos son ellos y no comparten con nada porque no necesitan ayuda de nadie, son independientes.

La definición de los términos de la integración social y un estilo de vida digno continúan siendo objeto de disputa. Lo que no pareciera ser objeto de discusión es que todos, absolutamente todos, aspiran a permanecer, si no en la villa, al menos en su comuna. La percepción de pertenecer a una comuna que los reconoce como vecinos y ciudadanos es ciertamente un logro de la intervención pública en este territorio. La identidad con Cerro Navia no responde al solo hecho de haber nacido o crecido en ella; sino por sobre todo a la percepción que allí han logrado ser reconocidos y respetados en tanto ciudadanos. Los gestos del Estado ciertamente son importantes: la preparación larga y cuidadosa que permitió de manera organizada ahorrar e incluso “optar” por su vivienda; la satisfacción con sus nuevas viviendas y una villa que reconocen más hermosa y mejor terminada que muchas otras; una ceremonia pública imponente que los visibilizó en tanto habitantes de su comuna; una disposición del municipio y su alcaldesa a acudir a la villa y escuchar las demandas de los vecinos; la disposición de nuevos fondos que permiten continuar fortaleciendo la organización y hermosear algo más los espacios comunes.

Pero en Villa El Resbalón, a pesar de la presencia del Estado y la perseverancia de la comunidad solidaria, sus habitantes continúan siendo igualmente pobres y su integración aún inconclusa.

En el año 2003 en Maipú viven

proporcionalmente menos personas

pobres (10.5%) que en el resto del país

(18.7%). Sin embargo, a diferencia de

lo ocurrido en el país y la región

metropolitana, en la comuna de Maipú

la pobreza ha aumentado entre el año

1996 y 2003 en tres puntos

porcentuales. Ello se explica

fundamentalmente por la política que ha

vivido esta comuna de construcción de

conjuntos de viviendas sociales y la

recepción de familias pobres de otras

comunas de la Región Metropolitana.

En términos de la participación en la

fuerza de trabajo el 2003 la comuna

poseía casi tres puntos porcentuales

más de activos que el promedio de la

región. Ello se explica

fundamentalmente por la importancia de

La villa sin nombre

En la periferia de la comuna de Maipú, entre la avenida Ferrocarril y el canal Santa Marta, existe una villa, de la cual, nadie, ni aún la municipalidad, conoce con certeza su nombre: San Arturo, Don Arturo, Los Héroes, Carlos V... La villa – a pesar de haber sido construida con fondos públicos - tampoco posee existencia legal ni se la encuentra en los mapas de la ciudad; a ella no llega locomoción colectiva, tampoco ambulancias y rara vez la policía. Desde 1999 sin embargo, allí habitan 408 familias.

La villa se compone de 46 edificios - que sus vecinos llaman “las naves” -, cada uno de tres pisos y 12 departamentos que dan a un pasillo común. Cada departamento no supera los 44 metros cuadrados y en ellos viven un promedio de cinco personas por familia. De diseño simple, pero colores alegres, la villa asemeja a una más entre muchas otras. Con escasas y deterioradas áreas verdes, una sede social completamente destruida y saqueada, la villa ofrece un panorama de aridez y desolación a quien por primera vez la visita.

En esta villa viven por lo general, familias con niños pequeños de cuatro a cinco personas que llegaron de comunas diversas a través de subsidios individuales y colectivos (programas sociales convencionales y programa social participativo).

La población adulta, en su mayoría joven (40 - 45 años), tiene estudios secundarios incompletos. Sus hijos en cambio por lo general, se encuentran realizando estudios en liceos comerciales o técnico industriales.

Para el año 2000, el ingreso promedio de las familias entrevistadas era menor o equivalente al sueldo mínimo. La escasa participación laboral de las mujeres, el alto número de hijos en edad escolar y los nuevos gastos que implican vivir en una casa propia, vuelven la situación económica de estas familias especialmente difícil. Tras la erradicación de sus comunas de origen, muchos hombres perdieron sus trabajos; para

La villa sin nombre

Maipú

Segregación y abandono

ese mismo año sólo dos de cada siete personas económicamente activa tenía trabajo estable (en construcción principalmente). Los restantes se empleaban en trabajos ocasionales como cartoneros y carpinteros; en el caso de algunas mujeres, planchado y aseo en viviendas de Maipú.

La casa propia: ilusión y engaño

En una cosa todos los vecinos están de acuerdo, los dividendos son demasiado altos para sus ingresos y la calidad de las viviendas. Pero nadie, ni aún el dirigente de la junta de vecinos, logra entender por qué poco antes de recibir sus departamentos se les exigió firmar ante notario una declaración por ingresos familiares superiores a los reales. Frente a la posibilidad de no obtener sus viviendas, todos firmaron. Aparentemente era la fórmula que el Estado, entrampado en sus propias normas, encontraba para otorgar estas viviendas a familias que carecían de los ingresos suficientes para pagar los dividendos.14 El resultado es que para muchas familias el monto mensual del dividendo equivale al 50% de sus precarios ingresos. La morosidad llega por ende, al casi 100% de los hogares. La percepción de haber sido engañados y forzados a firmar está presente en todos ellos:

“Yo llevaba mi liquidación de sueldo, $100.000.-, eso era lo que yo ganaba, reconocido por el municipio y en todas partes… pago un impuesto para poder trabajar en la calle. Llegamos allá donde estaba el mapa y se escogían los departamentos, donde se entregaban los documentos; y el gallo

15 que atendía nos dice que con ese sueldo no podíamos postular a ese

departamento. – Vayan a la notaría que está abajo y declaren $220.000 – La cosa era tan rápida que bajabas y te tenían la declaración lista. Era cosa de llenar datos, nombre, tu carné de identidad, listo, se entregaba… Por supuesto, todos mentimos… Claro que hay culpa nuestra, si yo veo que no voy a poder pagar…Eso lo sé, pero la presión de quince años viviendo de allegados, y se te da la oportunidad… uno va y se arriesga. Sin ir más lejos, hay como veinte familias que no saben leer ni escribir y firmaron igual.“ (Victor, presidente Junta de Vecinos)

Aún así, y aunque nunca pudieron ver sus viviendas antes de trasladarse a vivir en ellas, y la entrega se aplazaba una y otra vez, la noticia de haber salido asignados es recordada como uno de los momentos más emocionantes de sus vidas.

“A mi me avisaron como a las seis de la mañana que había salido (la casa); porque mi esposo trabaja en el diario…Entonces en la mañana él tomo el diario, lo empezó a ver antes que hicieran la entrega, me llamó por teléfono y cuando me dijo… En realidad, yo toda mi vida he “andado”

16. Para mi fue algo maravilloso, o sea yo ya pensaba que…, además que a los años

míos, encontraba que poder tener una vivienda a estas alturas. Lo encontraba lo más fantástico que me podía haber pasado en la vida. A esa hora frente a toda la poca gente que me conoce, a mi patrona… les avisé, lloré, grité y estaba feliz. Y lo único que quería era conocer el departamento. Vine muchas veces y fue muy emocionante, vine muchas veces, pero nunca pude entrar a verlo y realmente fue un poco defraudante, no se como es la palabra...” (Gladys N., Maipú)

“Fue todo lindo al principio, todo lindo porque cualquier persona se alegra de tener lo suyo. O sea te costó tanto que ahorrar, que el trámite, que desilusiones, que salió llamada, que no salió

14

La norma legal dice que el monto del dividendo no debe exceder al 25% del total del ingreso del grupo familiar. 15

Apelativo usado para denominar a una persona cualquiera. 16

Término para decir que nunca tuvo algo propio donde asentarse, vivir establecida.

llamada y de repente salir llamada. Yo por ejemplo, yo me volví loca cuando salí llamada, gritaba y gritaba, yo jamás tomo, pero me mandé una curá

17... o sea es lindo, es lindo de saber

que vas a tener tu casa.” (Berta Q., Maipú)

Perro, ahí tienes tu jaula

A pesar de las diferentes historias y aspiraciones de estas familias, el deseo de integración y reconocimiento está presente en cada una. Y aunque la vivienda la saben mejor que sus viejas mediaguas18, incluso mejor que las viviendas sociales de los años ochenta, todos ellos se saben excluidos, habitantes de los bordes de la ciudad. En este modelo de ciudad segregada y ciudadanía privada, la ausencia de rituales, ceremonias y festejos que celebren el inicio de una nueva vida se viven mal. Sin títulos de dominios, sin otro gesto que la entrega apresurada de la llave, los vecinos perciben que sus vidas no serán lo que ellos tanto soñaban y que el estigma de su pobreza aún los acompaña. Así contaban los pobladores de Maipú que se sintieron cuando les entregaron las llaves de su nueva casa:

"Yo pienso que la ceremonia era importante, porque es como el sello de tu sueño; o sea, es digno de… o sea, yo pienso que para todo lo que hemos luchado de estar de allegados, arrendando, pasando mil cosas, o sea, la ilusión de algo digno, era la ceremonia, y verse ahí poco menos que protestando ahí para recibir lo de uno....

Es que yo ví la inauguración de la casa de mi hermana y fue a inaugurarla un cura, y fue el alcalde y todo, y fue bonita la ceremonia, pero aquí la emoción, no la hemos sentido.

Uno cuando inaugura, los departamentos salen en la tele. Hemos salido, pero por protestas...o crónica roja… me da vergüenza, porque prácticamente es como limosna.

Para mi hubiera sido… rico si por ejemplo, no importa si no hubiera estado el presidente, es lo de menos, pero una autoridad por ejemplo del mismo ministerio de la vivienda; hubiera dado su sermón ahí, un discurso, hubiera sido como más legal, más dedicado.

Si por que lo que nos paso a nosotros fue muy frío, muy helado, supongamos que aquí mismo está en la casa y en esa casa te van a entregar las llaves, así, ah, como que diciendo que… perdón la palabra, toma perro ahí tienes… tu jaula. Pero, claro son bonitos los departamentos y todas las cosas que tienes…, pero fue muy doloroso la manera de entregarlos.

Si, estoy con lo que él dice, en realidad fue bien humillante eso porque a nosotros nos dijeron: A usted le va a tocar al fondo allá en el departamento 301, vayan, caminen para allá no más, búsquenlo, allá me esperan. Y después apareció él… tenía que firmar un papel: Si quiere bueno y si no váyase, y decídalo luego...

Por lo mismo ahora no le podemos reclamar a nadie, por que nosotros no nos entregó una persona prácticamente adecuada a los departamentos como para después decir, esa persona nos entregó los departamentos, a esa persona le vamos a ir a reclamar y esa persona va a tener que responder. ¿Nosotros aquí a quién le reclamamos? ¿Al maestro que nos entregó las llaves? (Grupo de conversación de vecinos, Maipú)

Ciertamente, el Estado de los noventa resolvió el gran déficit habitacional que se acarreaba de las décadas anteriores. En Chile, en toda su historia, nunca se ha construido más vivienda social. Y ello ha permitido resolver el problema de los sin techo y allegados de este país. Sin embargo, aún así, ellos están descontentos. De lo que estos pobladores nos hablan es de ceremonial, de gestos, de símbolos que aglutinen, y que acompañen uno de los mayores esfuerzos de toda familia, como es la obtención de una vivienda. De lo que ellos hablan, finalmente es de los términos sobre

17

Borrachera. 18

Vivienda precaria de madera y techo de latón.

los cuales quieren y aspiran a construir su relación con el Estado y la sociedad en su conjunto.

La nostalgia de la comunidad

Entre los habitantes que llegaron a Maipú a través de un subsidio colectivo, están lo habitantes del campamento El Arenal ubicado en un antiguo basural de Cerro Navia. Entre callejuelas y pasajes, ocultas tras una pequeña reja de fierro, se encontraban las veinte viviendas estrictamente ordenadas a ambos costados de un angosto sendero de ripio. Con viviendas y jardines amplios, de construcción simple, pero firmes, el campamento asemejaba a una población más; salvo que en este caso sus familias ocupaban ilegalmente un terreno privado.

El Arenal era un campamento que según el recuerdo de sus habitantes tenía más de veinte años. La gente fue llegando, con sus familias y sus conocidos desde mediados de los años ochenta. En sus inicios no había luz ni agua, pero la autogestión y la habilidad de las familias permitió que al poco tiempo contaran con todo: El agua, con un vecino buena persona; la luz, con un trabajador de Chilectra colgado de un poste, la presencia de la tele, los llamados a la alcaldía, las mujeres adelante, los hombres en la retaguardia para no ir presos. Veredas, rejas, limpieza y organización corrían por cuenta de los mismos pobladores. Hasta que los límites de la autogestión se hicieron evidentes en la solución de la cesantía y la obtención de la vivienda. Entonces vino el repliegue y el resguardo en la propia familia. Pobres, pero dignos. Estudio, limpieza, respeto, familia, deporte, trabajo, mucho trabajo formaban parte del código moral que la comunidad, como un todo, se construía en su campamento, que al decir de sus habitantes, no lo parecía.

Hasta que al campamento El Arenal llegó el Estado y su programa de erradicación, Chile Barrio. Hábiles en la organización y gestión de fondos no tardaron en reunir el dinero y ganarse proyectos para montar talleres de costura, las mujeres y carpintería, los hombres. Una vez erradicados a la comuna de Maipú, los pobladores pusieron a disposición de los nuevos vecinos sus máquinas y bienes obtenidos a través de proyectos sociales. Al poco andar, les fueron robando todo: la cocina a gas, los muebles, los implementos dejados en la sede social... Hoy, los pocos bienes que les quedan (unas máquinas de coser, unos vasos y platos) permanecen guardados entre reja en la casa de una antigua dirigenta. La sede social, completamente destruida, no es más que un improvisado hotel de parejas, territorio de nadie.

Recluidas en sus viviendas y afanadas en la obtención de los ingresos para la sobrevivencia, las familias del antiguo campamento El Arenal ya no participan salvo en el cuidado de la pequeña iglesia evangélica que construyeron y la plazoleta que comparten, la más verde de la villa. Lo demás es simple sobrevivencia. En sus relatos, a pesar de la satisfacción con la vivienda, surge una y otra vez la nostalgia por la comunidad del viejo campamento.

El sueño de la casa propia

Entre las familias que postularon individualmente a los subsidios para la vivienda, la realización de sus aspiraciones está aún lejos de alcanzarse. La vivienda para muchos de ellos no es sino un paso más entre muchos otros que aún deberán dar. Para estas familias no hay nostalgia alguna, sino solo la aspiración de un futuro mejor. Proyecto familiar y no colectivo, de esfuerzo, trabajo, ahorro e incluso endeudamiento.

La villa, para estas familias, no puede sino representar aquello de lo que justamente se desea escapar: la pobreza y el mal vivir. En sus relatos se descubre la

desconfianza y la desilusión de tener que compartir con familias cuyas costumbres y hábitos de vida están lejos de acercarse al estilo de vida deseado.

A diferencia de quienes tienen una tradición de organización y de participación colectiva en programas sociales, estas familias habitan menos el entorno de sus viviendas y mucho más puertas adentro. La opción de construir un "nosotros" parece contraída a las cuatro paredes de la vivienda. Independientemente de su capacidad de pago, el pago de dividendos, agua o luz, no es un problema que se explicite, ello es asumido como parte del "contrato” formalmente contraído con el Estado.

La vergüenza de algunos

El sentimiento de vergüenza es recurrente en estos relatos, sentimiento del cual a menudo se prefiere no hablar. La vergüenza social, nace cuando la imagen de sí no se reconoce en la mirada del otro en tanto referente; esto es, en la mirada de los que no habitan en la villa. La vergüenza nace cuando el grupo de pertenencia, la comunidad en este caso, se confrontan a una mirada exterior que cuestiona la idea que cada uno se ha construido de sí y de su propia vida.

Es el caso de los habitantes que provienen de poblaciones, que accedieron por subsidio individual y que buscan a cualquier precio afirmarse como diferentes a sus vecinos. Pero que sin embargo, tampoco logran ser reconocidos como un igual por aquellos otros que se perciben como referentes ideales de sí mismo (los que no viven en la villa). La ruptura y el esfuerzo para distinguirse de los más cercanos, los vecinos que provienen de campamentos, no pareciera ser más que una respuesta a estas situaciones de poder que engendran el rechazo y la estigmatización por parte del grupo de referencia, los otros. Entre estos habitantes la vergüenza terminará finalmente por engendrar el silencio, el repliegue sobre sí mismo, hasta el punto de la inhibición.

“Aquí las mismas cosas que han pasado han salido en los diarios, en la tele. Y uno va para otro lado y te dicen… ¡Oh! ¡Adonde vives tú mataron a tres personas! Da vergüenza eso, eso que la anden apuntando con el dedo, a mi me da vergüenza… Y uno no encuentra que responder. Es complicado porque mi hija fue al colegio y después llegó a la casa y me dijo, mamá sabes que me da vergüenza; incluso dije que no vivía aquí, aquí en estos departamentos… Pero sentí vergüenza, porque al ver que a mi hija (…) los niños del grupo le dicen, no vamos para allá porque hay volados

19, les tenemos miedo...Por eso muchas veces

da vergüenza.” (Claudia L., Maipú)

“A mí me tocó ir a pagar un dividendo al banco… y estaba en la fila, y estaba gente de las casas y hablaban cada cosa de los departamentos. Y yo estaba ahí detrás esperando. Y decían: Que hay que hacer firmas, que hay que hacer esto, que esta gente se tiene que ir, son lo último, son aquí, son acá…Y yo ya no aguanté, le toqué el hombro y le dije: Sabe, yo soy de los departamentos, pero no por uno vamos a echarlos a todos al saco. Yo puedo ser mucho más respetable que ustedes a lo mejor, pero no considero que un ser humano denigre tanto a otro ser humano.” (Angélica P., Maipú)

La añoranza de otros

Para aquellos habitantes que provienen de campamentos, y que traen una historia de participación y pobreza, en cambio, no es el peso del estigma lo que más les duele y

19

Drogados.

avergüenza. Para ellos, es la ausencia de gestos de solidaridad entre iguales y la ausencia de una vida comunitaria lo que más añoran y sienten.

“Sabes por que no me gusta acá, porque acá la gente no es igual que allá (en el campamento). Por ejemplo, allá nosotros éramos unidos, la gente, mucha de edad como ustedes, se juntaba con los jóvenes, vacilábamos, jugábamos a la pelota, no se andaban drogando. O sea igual se fumaban un pitito

20, pero no se drogaban como se drogan acá. Allá la gente ayudaba a los

drogadictos y aquí no, aquí lo único que saben es marginar a los drogadictos y a las finales todos tenemos hijos...” (Beatriz R., Maipú)

“Donde vivíamos nosotros (campamento) la gente adulta tratábamos de sacar a la juventud de la droga. Sin apoyo de profesionales, o sea mamás y papás no más. Entonces que es lo que pasa que nosotros el día domingo las actividades empezaban a las diez de la mañana, hacíamos partidos de fútbol, hombres y mujeres, niños y todo el cahuín

21, hacíamos partidos

de fútbol con una parrilla en la cancha. Y teníamos una cancha de tierra, nada de pavimentado, por que esta es excelente cancha. La cancha la hicimos nosotros mismos y la parrilla ahí. Y todos nos poníamos con unas monedas y hagamos un asado y ahí almorzábamos en familia con los niños, con los jóvenes… si la cancha era como la segunda casa de todos.” (Gabriela E., Maipú)

El encierro, la soledad y la falta de solidaridad es lo que caracteriza a la villa según estos pobladores. Desconcertados, impotentes ante la desconfianza y la violencia que se ha apoderado de la vida barrial, estos pobladores simplemente añoran la comunidad que perdieron y no dejan de soñar en recuperar algo de este antiguo modo de vida:

“Lo rico sería que todos nos juntáramos, para el año nuevo, pusiéramos un equipo ahí en la plaza y todos bailáramos, y nos diéramos el abrazo, y tomáramos. Una cuestión así como yo vivía en la Florida. Y yo viví hartos años de chica y vivía en un pasaje y también son departamentos. Allá para los 18 los años nuevos y las pascuas ponemos el equipo afuera; todos bailan y es peor que acá, si es súper mala esa población e igual es unida la gente”. (Fresia L., Maipú)

Hacinamiento y calidad de la vivienda

La mala calidad, el hacinamiento, la promiscuidad y la falta de privacidad son los aspectos que más destacan de sus nuevas viviendas aquellos habitantes que provienen de campamentos. Acostumbrados a espacios amplios y adaptables a las necesidades de las familias, en el campamento la organización del espacio era flexible. Los nuevos departamentos en cambio simplemente los obligan a vivir en un espacio organizado de manera fija, rígida; y donde toda adaptación supone necesariamente transgredir el espacio común. El hacinamiento y la promiscuidad no eran características presentes en la vida del campamento; la forma intrincada y de laberinto que poseía la distribución y diseño de las casas aseguraba espacios diferenciados, y la compatibilidad entre la convivencia comunitaria y la intimidad privada. Las actuales viviendas en cambio, no solo por su diseño y tamaño sino también por su mala calidad, ponen a las familias frente a una situación de evidente stress ante la falta de espacio y las dificultades para mejorarlo y ajustarlo a las propias necesidades. Aún así, muchas familias se atreverán a transgredir las normas y construirán lo que requieren.

“Estos departamentos venían todos cerrados con rejas y la gente las ha sacado todas, se las han robado. Por ejemplo, aquí abajo se tomaron la pasada de tierra, hicieron un negocio,

20

Marihuana. 21

Reunión en lengua mapudungun.

hicieron ampliaciones. Atrás hicieron los tremendos cobertizos, han construido hacia fuera, han agrandado todas las piezas. Hacia la villa San José donde se supone que es plaza, se tomaron los terrenos… se tomaron todas esas plazas e hicieron dos o tres piezas, más living-comedor. El señor que está haciendo el cobertizo acá dice que ese pedazo es de él; pero según la ley de condominios ese pedazo corresponde a las doce personas que residen en esos metros cuadrados. Hay mucha gente que fue a reclamar al municipio y el municipio contestó que ellos no pueden hacer nada.” (Victor, Presidente Junta de Vecinos)

Para las familias que provenían como allegadas, la falta de espacio no es un factor que les moleste especialmente, el hacinamiento existe pero al menos se vive en familia y no con extraños; ellas pasaron años viviendo así, como allegados. Pero sí les preocupa la mala calidad de sus viviendas y el deterioro del entorno. La aspiración de partir algún día las hace temer no poder venderlas a buen precio; la vivienda es percibida fundamentalmente como una inversión a mediano lazo.

“...al principio, bonito, pensar que íbamos a habitar e íbamos a pagar lo que iba a ser nuestro, al principio, o sea, los primeros prácticamente tres cuatro meses… , pero luego, notar la calidad que era la vivienda y para el precio que nosotros íbamos a pagar, la calidad de estructura que tenía la vivienda no compatibilizaba el hecho…Y si usted ha recorrido un poquito esto, prácticamente estamos bien dejaditos de la mano de la municipalidad referente a basura, escombro y todo eso; como de repente dicen en la municipalidad que todavía no existimos, como no está recepcionada esta villa. Entonces muchos hemos dejado de pagar por lo mismo…porque no vamos a pagar un departamento, la cantidad de plata que nos están pidiendo, la cantidad que nos sale el dividendo mensualmente, que vale cuarenta mil pesos y en otras comunas, en otras poblaciones, que son los mismos departamentos, de mejor calidad, que son de obra gruesa completa prácticamente, pagan dieciséis mil, dieciocho mil, hasta veinte mil los que pagan más…claro la ilusión bonita esa que traíamos de vivir acá por que Maipú es bonito, o sea, uno lo recorre y… pero lo que es esta villa, no tiene nada de bonita.(Juan R., Maipú)

El Estado ausente

En esta villa sin nombre, sus habitantes tienen dificultades para explicarse la ausencia del Estado en su territorio. Los rumores que corren de boca en boca y las conversaciones de pasillo dan forma a la escasa sociabilidad entre vecinos: Que serán desalojados, que sus terrenos serán vendidos, que una gran tienda ha decidido construir allí, que los vecinos de los barrios más pudientes han exigido su expulsión de la comuna son algunos de los rumores que más se escuchan.

Lo que todos saben es que Maipú es una comuna de nueva clase media, la llamada clase aspiracional, y donde la pobreza no es bienvenida. Con escasas escuelas públicas, sin micros que entren a la villa, sin ferias donde comprar a buen precio, sin llegada ni ayuda de la municipalidad, sin títulos de dominio y sin ceremonial que consagre su nueva vida, los habitantes de esta villa se perciben abandonados.

“Lo que nosotros sentimos es que nadie nos toma en cuenta para nada. Porque nosotros vemos televisión y vemos por ejemplo que va el ministro de la vivienda, que va el presidente, que va el secretario, que va este, que va Pedro, Juan y Diego a hacerles una entrega oficial de la vivienda ¿verdad?, le entregan el título de dominio y todo lindo y todo fiesta. La televisión, y la radio, el diario y todos felices, y acá fue como que nosotros, como te explico… como me siento yo de como nos miraron, como que nosotros no valemos nada. De lástima te voy a entregar la llave y tu vive ahí, como quieras y como puedas. Y jamás se han preocupado si te mojas, que si tienes hambre si no tienes hambre. Aquí nadie se preocupa de nada. Ninguna autoridad se preocupa por nosotros, porque se han hecho hartos trámites, la directiva ha hecho hartos trámites, yo en mi caso particular me lluevo por montón. El agua me corre por las paredes en el invierno. He ido a hartas partes a pedir ayuda y no la obtengo. Me las he tenido que arreglar por mis propios medios…” (Pedro G., Maipú)

Las respuestas de los vecinos se van construyendo esporádica y desordenadamente: Tomarse la calle para exigir la presencia del alcalde, llamar a la televisión para contar su situación, contratar un abogado para gestionar sus demandas en frente al ministerio de la vivienda... Sin claro rumbo, las acciones se suceden una tras otras sin jamás ver resultados; finalmente el sentimiento de impotencia frente a la invisibilidad: ”Nosotros no existimos”, decía una vecina.

Quienes participaron en programas colectivos en general conservan sus viejos vínculos con la municipalidad de origen, llevan a sus hijos al consultorio de Cerro Navia o Estación Central, mantienen la relación de amistad con la asistente social y visitan regularmente a sus antiguos vecinos. La solución a sus problemas la continúan buscando entre los cercanos y donde aún existe sentido de pertenencia y reconocimiento.

Para aquellas familias, que han llegado de manera individual, la necesidad de acudir a la nueva municipalidad ha sido una experiencia difícil y humillante. Sin embargo, la disputa por los términos de la relación suele darse con frecuencia.

“Yo fui hace poquito a pedir una ayuda para mi hija, hace dos semanas atrás, la tuve súper mal. Fui a pedir una ayuda y resulta que la visitadora me humilló todo este rato para poder prestarme la ayuda. Ella … vino a verme a la casa si era verdad que yo vivía acá o no, imagínese. Entonces ¿Cómo se siente uno? O sea, tirada a la basura, humillada, incluso yo me puse a llorar allá en la municipalidad. Me dio rabia de ver a mi hija enferma, más encima que ella… no teníamos ayuda. Solamente que cuando yo ví que ella no hizo nada, yo le dije mire, entrégueme un papel, entrégueme todos mis papeles, yo me voy, pero esto lo voy a hacer público. Me dijo ella: para que?¿y puede? Yo le dije que sí. Fue muy humillante, sobre todo la visitadoras sociales que hay en la municipalidad.” (Tania P., Maipú)

El anonimato y la invisibilidad tienen sin embargo sus ventajas…poder vivir sin tener que pagar, aunque el costo sea no ser jamás escuchado:

“En estos momentos lo que menos nos conviene es que nos reconozcan, porque van a presionar a la gente con los dividendos y va a llegar un momento en que Serviu va a cerrar sus puertas y nos va a echar a la calle. No creo que nos vengan a desalojar, porque muertos nos sacarán de aquí; ese es un dicho que tiene la gente: ¡muertos nos sacarán de aquí!...Nosotros hemos seguido los conductos regulares, no hemos querido pasar a llevar a nadie, pero estamos llegando a un punto en que nadie nos quiere escuchar. Nosotros vamos a los canales de televisión, nos toman todas las entrevistas, pero cuando eso pasa al director para que apruebe el reportaje, no se aprueba y los periodistas han sido tan honestos que nos han llamado para explicar. Hemos llevado documentación, fotocopias, nos sacan foto y no hay caso…” (Víctor C., Presidente Junta de Vecinos, Maipú)

Bitácora de septiembre 22

En pleno mes de fiestas patrias y comienzo de la primavera, los vecinos pudieron ver con alegría como en las inmediaciones de la villa, a un costado de la línea del ferrocarril, se instalaba una gran y colorida carpa circense. El entusiasmo sin embargo, duró poco. El circo lo componían fundamentalmente actores, malabaristas, domadores, payasos homosexuales y travestis. Indignados, un pequeño comité de vecinos acudió a carabineros a solicitar se les impidiera instalarse allí. Sin embargo, nada lograron. Paulatinamente, las canchas de fútbol, las pequeñas plazoletas y pasajes de la villa comenzaron a ser ocupadas por estos actores circenses que durante las tardes jugaban y ensayaban sus ejercicios con gran alboroto. Su

22

Este relato retoma antecedentes del cuaderno de campo de la alumna de antropología Paulina Pavez, Septiembre 2002.

presencia comenzó a volverse cotidiana, pero lejos de hacerse familiar y cercana a los pobladores, estos empezaron a temerles y a comentar su promiscuidad y exhibicionismo. Los pobladores indignados con "esa gente que se anda exhibiendo de esa forma" (escasos de ropa) comenzaron a temer por sus hijos adolescentes. El rumor de que algunos jóvenes de la villa se quedaban a dormir en el circo y se prostituían a cambio de alcohol y drogas comenzó a rondar entre las familias. Enfurecidos, algunos padres se enfrentaron y agredieron verbalmente a los actores. Pasadas las fiestas patrias el circo partió, pero la percepción de haber sido violentados en su vida familiar y vecinal quedó entre todos los pobladores.

Fue durante esos mismos días también que una cadena de hechos violentos se fueron sucediendo en la villa uno tras uno. El día jueves 19 de septiembre la señora Alejandra murió desangrada en el baño de una vecina tras recibir una puñalada de su marido. Meses antes él había sido encarcelado por la denuncia de maltrato a su esposa y sus dos pequeños hijos. Y aunque los vecinos llamaron a una ambulancia para trasladar a la señora Alejandra a un hospital, esta jamás llegó pues no existe mapa alguno que permita saber donde se ubica esta villa. El marido aún prófugo, amenazó de muerte a los vecinos si ellos declaraban en su contra. Atemorizados, estos compraron unos silbatos para alertarse mutuamente en caso de ser agredidos.

Al día siguiente, 20 de septiembre, en horas de la madrugada un joven diez y seis años proveniente del campamento El Arenal recibió nueve puñaladas de un joven vecino de quince años. Según los vecinos la causa habría sido por "un lío de faldas".

El día sábado 21 de septiembre, también de madrugada, un pequeño bebé de meses murió en el sueño y otro vecino se intentó suicidar cortándose las venas. Y aunque nadie sabe bien las causas, estos hechos comenzaron a ser leídos como señales de que la muerte ronda la villa. Asustados los vecinos comenzaron paulatinamente a dejar de hablarse entre ellos y a encerrarse en sus estrechas viviendas. Tal como le sucedió al equipo de antropólogos que trabajaba por esos dias en la villa, las advertencias a media voz de “tener cuidado” pasaron a ocupar el centro de las escasas y rápidas conversaciones entre vecinos.

A pesar de los subsidios, de la viviendas, las aspiraciones a la movilidad, la nostalgia y el empeño por reconstituir la comunidad, los vecinos de esta villa tienen miedo; cada uno se sabe olvidado y lejos, muy lejos de lograr la tan anhelada integración y reconocimiento social. El abandono, la violencia, la invisibilidad y el estigma de su pobreza es lo queda finalmente de esta historia.

En el año 2003 en Curicó viven proporcionalmente menos personas pobres (14.6%) que en el resto del país (18.7%). Asimismo se observa que entre el año 1996 y 2003 la pobreza ha disminuido sostenidamente en casi un 14%. En términos de la participación en la fuerza de trabajo el 2003 la comuna poseía tres puntos porcentuales más de activos que el promedio del país. Ello se explica fundamentalmente por la importancia que tiene en esta región el trabajo temporal en la fruta. En términos de desocupados, ese mismo año la comuna tenía un 7.8% de desocupados, con un promedio debajo de la media nacional y regional (9.7% y 9.4% respectivamente). En términos de ingresos mensuales por concepto de trabajo del hogar, se observa que mientras para Curicó el promedio asciende a $406.000, para la VI Región éstos ascienden a $372.000, y en el país a $535.000. Mideplan, Casen 2003.

Aguas Negras24, sector poblacional, se encuentra ubicado en la zona sur poniente de la ciudad de Curicó, séptima región. Algunas de sus poblaciones surgen ya desde los años 50, caracterizándose por ser uno de los sectores más marginales y temidos de la ciudad. Muchas de las poblaciones ubicadas en Aguas Negras nacen a partir de tomas de terreno, erradicaciones y migraciones desde sectores rurales. Hoy Aguas Negras constituye el gran bolsón de pobreza de la ciudad de Curicó, territorio de nadie, que con solo nombrarlo despierta entre los curicanos exclamaciones y advertencias sobre su peligrosidad.

La etnografía que aquí se presenta fue realizada en una de sus poblaciones denominada Santos Martínez. Esta es una población relativamente joven nacida en la década de los noventa, en ella viven desde hace tres años 344 familias de bajos ingresos. Algunas familias, que provenían de campamentos, obtuvieron el subsidio para la vivienda colectivamente (Programa Chile Barrio) y otras, familias allegadas, a través de sus ahorros y postulaciones a subsidios individuales.

Este sector se caracteriza por estar urbanizado, sedes sociales, áreas verdes, alumbrado público, pero carece de servicios públicos.25 Aquí se entregaron viviendas básicas, viviendas de construcción progresiva y también en comodato para ancianos.

El relato de sus dirigentes, a menudo autodesignados, nos muestra como a través del Estado y sus programas, pueden imponer decisiones y plazos en función de una lógica que nada o poco corresponde a la de las familias involucradas. Lógica que

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Esta etnografía fue realizada en Curicó, en el sector de Aguas Negras, Población Santos Martínez Etapa III entre los meses de Mayo y Octubre del 2003. En esta etnografía trabajaron: María Elvira Valdivieso alumna de la escuela de antropología de la Universidad Humanismo Cristiano, Mildred Fuentes y Paulina Pavez de SUR, y Francisca Márquez. 24

Traducción del término Curicó en mapadungun. 25

Aunque en la población Santos Martínez no existe ninguna institución, sí existen en las poblaciones cercanas: Escuela Aguas Negras; Escuela Japón; Liceo Politécnico Aguas Negras; Jardines Infantiles INTEGRA; Consultorio los Aromos; Tenencia de Carabineros; 4º Compañía de Bomberos; Parroquia Cristo Resucitado; Iglesia Ejército Evangélico; Fundación de la Familia; Hogar de Cristo; Children International; Corporación NAIM; Colonias Urbanas de Verano Infantil.

Vivienda y asistencialismo

Santos Martínez de Curicó23

a pesar de decirse “participativa” se vale de la organización y sus dirigentes para hacer efectivas decisiones ya tomadas. El relato de estas familias está lejos de ser de actores que participaron en un proceso. Por el contrario, salvo los dirigentes, el resto de los habitantes de Aguas Negras percibe ciertamente, que tanto la vivienda como la decisión de vivir en la actual población, se impusieron desde afuera a la comunidad de vecinos. Una vez entregadas las viviendas, la relación con el Estado volvió a ser fundamentalmente asistencial e individual. Ello explique talvés el fuerte abandono que se observa de sedes y espacios construidos por el Estado para su uso colectivo. Hoy el único espacio donde la vida colectiva se manifiesta es la feria. Levantada espontáneamente por las propias familias este es el único punto de encuentro y ayuda recíproca entre iguales. El único espacio donde la mano del Estado no ha intervenido, y donde las expresiones de ciudadanía surgen vinculadas a la cotidianeidad y la ayuda mutua. El resto, es simplemente sobrevivencia, asistencia y encierro.

Las fronteras

La población Santos Martínez26 terminó de construirse en 1999. El nombre “Santos Martínez” lo recibe del propietario que donó el terreno, José Santos Martínez, dueño de una carnicería de Curicó. Según sus habitantes era reconocido por su bondad. “Dicen que era muy bueno; una vez a la semana repartía carne a la gente pobre; pero un nombre especial no tenemos; nosotros desde que nos entregaron acá lo conocimos como Santos Martínez Tercera Etapa, y específicamente nombre no tiene.” Efectivamente el dirigente no se equivoca, su denominación responde a la misma que las poblaciones aledañas. Lo que hace la diferencia es solo un número que los sindica como la tercera etapa de un programa habitacional.

En Santos Martínez las fronteras sociales abundan y los espacios de encuentro escasean. Muchos de sus habitantes provienen de sectores cercanos, algunos de poblaciones donde vivían como allegados o arrendatarios, y otros de campamentos.27 Las fronteras internas se construyen ciertamente a partir de las diferencias de origen de las familias, pero ello se refuerza con la distribución espacial de las viviendas organizadas en función del tipo de programa que provienen. Los pobladores hacen permanentemente referencia a este ordenamiento territorial al referirse a sus vecinos como “los de campamento”, “los de allá abajo”, “los abuelitos de las casas de adulto mayor”, “los del fondo”, “las mujeres solas”, “los de allá, los indios”. Términos que posibilitan no solo establecer las diferencias en su relación con el Estado y la política de vivienda, sino también fijar las fronteras que establece el origen social.

Las diferencias entre los vecinos se dejan sentir de manera permanente en las conversaciones y las denominaciones que unos y otros se dan. La distribución espacial no facilita tampoco el intercambio ni el conocimiento entre los distintos grupos de familias. Para los vecinos, hay diferencias claras entre las personas que venían de campamento y las que llegaron desde poblaciones. Estas percepciones quedan de manifiesto al referirse al modo de vida que llevan sus vecinos y la dificultad que tienen para relacionarse con ellos.

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La población Santos Martínez Etapa III tiene un total de 55.516,36 mt2 de superficie. De este total, el 24,26% corresponde a superficie de vialidad; el 9,43% a superficie de áreas verdes y equipamiento; y el 66,31% a área habitacional. 27

Salvo los pobladores que postularon por el Programa Chile Barrio (76 familias provenientes de campamentos), el resto de las familias (268) provienen de poblaciones diversas de la ciudad de Curicó.

“La gente de acá no se junta con los de allá… porque allá son personas de campamento, pero son todos familiares gente malula. Acá hay gente más... no puede decir uno que más rica, pero... yo encuentro que la gente es de lo más bajo que hay por allá…La gente de acá por lo menos es más civilizada; nosotros conversamos las cosas. Allá no, allá hay uno que grita… y le sacan la mamita. Entonces por eso la gente de aquí no se quiere juntar con los de allá. … ¿Sabe que lo que pasa? Por ejemplo, para allá son de campamento, son personas de menos recursos que nosotros.”(Jeannette)

Los de Inca de Oro28

El campamento Inca de Oro se formó el año 1996 a partir de una toma de terreno ilegal en la calle Mataquito de Aguas Negras. Cuando una familia se atrevió a instalar su mediagua, se comenzó a correr la voz: “Nosotros todos éramos familias que vivíamos de allegados en las casas de familiares… Un día se presentó una oportunidad, que había un terreno botado por acá en Santos Martínez. Y por ahí empezó una familia a venirse a ese terreno, y por ahí se corrió la voz. Y cómo éramos varios los que se conocían se corrió la voz… que era ahí en calle Mataquito al fondo. Así como las personas nos conocían a nosotros nos dijeron acaso queríamos venirnos a la toma… y a través de eso después integramos como veinticinco familias más o menos en el terreno”. (Sandra R., Curicó)

Las autoridades llegaron un buen día, trataron de sacarlos, pero ellos no quisieron irse porque ya no tenían donde vivir. Estuvieron ahí un año. Organizados en un comité, conversaron con el alcalde de ese entonces y llegaron a un acuerdo: trasladarse a un terreno municipal al lado del río Guaiquillo con el compromiso de que la municipalidad limpiaría el lugar, pondría luz y agua.

En el campamento se hicieron visibles, las autoridades y la ayuda no dejaba de llegar: un concejal, hoy día alcalde de Curicó les organizó ollas comunes y repartió alimentos; la televisión y la radio, reportearon las condiciones de vida de las familias en el invierno; finalmente el Programa Chile Barrio les ofreció la solución definitiva.

Desde ese momento el comité, que ya existía, formalizó su estructura y se eligió una directiva. Así comenzaron a trabajar con el Programa Chile Barrio; se organizaron actividades para juntar el “ahorro solidario” , esto es, los fondos que de manera colectiva les permitieran tener un monto de dinero que serviría como pie de sus viviendas y para postular al subsidio.

No todas las familias lograron juntar el ahorro, de las veintiseis sólo diez y nueve obtuvieron sus viviendas, el resto se quedó o migró de manera dispersa a otros rincones de la rivera del río. Una vez instaladas en sus nuevas viviendas las familias no volvieron a reunirse ni a participar en actividad alguna.

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Entrevista realizada a Jorge C. del Campamento Inca de Oro, actual dirigente del Comité Solidario 28 de Septiembre en la Población Santos Martinez.

Los nómadas del Puente Rauco

La historia de los habitantes provenientes de Puente Rauco es algo diferente. Todos ellos migraron del sur de Chile, de Temuco, la mayoría mapuches. Fueron llegando paulatinamente, por temporadas, a trabajar en la cosecha de la fruta y en los packing de la zona de Curicó. Fue así como construyeron sus frágiles viviendas a la orilla del río. Algunos solo la ocupaban tres a cuatro meses al año para luego volver a Temuco. Para muchos de ellos la vida transcurría en un ir y venir permanente en busca de la fuente de trabajo. Muchos sin embargo, se fueron quedando, las mujeres trabajando como empleadas domésticas y los hombres como ripieros a las orillas del Río Rauco.

Todos coinciden en que la idea de una vivienda propia no estaba en sus proyectos familiares ni comunitarios. Pero, “vino el gobernador un día y nos dijo que si queríamos existir, si queríamos ser alguien aquí en Curicó, teníamos que tener una dirección, una casa.” (Norma M., Curicó)

El trabajo de organizarse no fue fácil, las familias no querían dejar sus precarias viviendas ni salir de las orillas del río, aunque todas coinciden que los inviernos eran difíciles. Sin embargo, la estrecha alianza entre la dirigenta del campamento (a quien las familias perciben como una advenediza al Estado) y el Programa Chile Barrio, permitió finalmente que las familias a pesar de sus resistencias, lograran sus ahorros y obtuvieran el subsidio para sus viviendas de construcción progresiva. El desencanto por la vida en la población y la nostalgia por la vida en la orilla del río están más presentes que en ningún grupo de familias. “De ahí tengo buenos recuerdos. O sea, éramos todos unidos, toda la gente que está aquí éramos todos uno solo, aquí no, sabe que cambiaron harto. Hacíamos todo, por lo menos hacíamos la once para los niños, para la navidad hacíamos once para los niños, para todos nosotros, para el día del papá, nos acordábamos de todo; del papá, para el día de la mamá, todos los papás se acordaban de nosotros, y se hacían las cosas, se juntaban los hombres, todos así. A la playa íbamos varios juntos, o sea, hacíamos un grupito y nos íbamos a la playa, a islote.Ellos (los hombres) siguen compartiendo como era allá en el puente y aquí no. Las mujeres todas en sus casas. Antes compartíamos, jugábamos a la pelota, íbamos al río a jugar así, jugábamos entre las mujeres, eso que teníamos hijo y todo, jugábamos a la pelota las mujeres con los hombres y era algo... Había una cancha donde jugábamos todas las mujeres y los hombres, y todo. Era casi a la orilla del río que teníamos todo y jugábamos, hombres con mujeres. Incluso tuvimos un club deportivo, y fuimos para todos lados, para ese club deportivo la municipalidad nos regaló las camisetas. Los hombres jugaban, pero las mujeres iban por si había mujeres allá para jugar.” (Bernarda M., Curicó)

Las familias perciben que las viviendas definitivas no han hecho más que empobrecer sus vidas. Viviendas aún no terminadas, siempre en proceso de construcción, alejados de las fuentes de trabajo que la orilla del río y sus alrededores le otorgaban, estas familias mapuches no solo se urbanizaron, también terminaron por sedentarizarse y perder los vínculos que mantenían con su tierra de origen, Temuco.

Las vecinas solas

Un tercer grupo de vecinos lo integran mujeres jefas de hogar que obtuvieron sus viviendas por el Programa Jefas de Hogar. Estas mujeres provienen de poblaciones cercanas. Todas estaban separadas al momento de postular a sus viviendas, vivían de allegadas o arrendaban; y todas trabajaban para mantener a sus familias e hijos.

La Municipalidad las contactó para participar en cursos, talleres, completar los estudios y organizarse; para muchas la prioridad era obtener una casa propia.

Al comienzo, la organización la formaron más de sesenta mujeres; sin embargo, con el tiempo muchas fueron quedándose fuera, ya sea porque no lograron sus ahorros o simplemente porque sus maridos, aunque separados, habían obtenido ya un subsidio para la vivienda. Sólo veinticinco mujeres pudieron obtener finalmente sus viviendas. Ciertamente gran parte de lo logrado se explica porque “a nosotras nos fueron a buscar; yo al menos tenía al más chico en el jardín y sacan los datos de ahí. Ahí nos mandaron a buscar, nos reunieron.” señala Consuelo B.

Para estas mujeres, la vivienda y no el barrio, constituye su gran orgullo, la tranquilidad de poder dejar algo a sus hijos está presente en todas ellas. “¡…No es tanto el barrio, sino que es poder vivir solas! Es la alegría de tener nuestra casa” dice Cecilia.

Uno de los proyectos pendientes es hacer un testamento en la notaría para dejar claramente estipulado que en caso de muerte de alguna de ellas, la casa queda a nombre de sus hijos y no de su marido.

A diferencia de otros vecinos de Santos Martínez, estas viviendas muestran una fachada especialmente cuidada, antejardines y algunos locales de ventas. La mayor parte de ellas sin embargo, percibe que lo logrado es solo un paso más en una trayectoria de movilidad ascendente. Hoy afanadas en mantenerse y consolidar su nueva vida, la participación y la organización ha ido perdiendo fuerza. Con menos presencia del Estado y el programa que originalmente las convocaba, las mujeres suelen reunirse ocasionalmente.

Los ancianos

Cuarenta viviendas de ladrillo de 33 metros cuadrados, ubicadas frente a una plaza con escasa vegetación, fueron entregadas en comodato29 a un grupo de ancianos que participó en el Programa para el Adulto Mayor. Antes de llegar no se conocían, pero una vez en el sector se reunieron y formaron a iniciativa del municipio el Grupo del Adulto Mayor.

Los ancianos se muestran conformes con lo obtenido, tras toda una vida de pobreza y esfuerzo la posibilidad de contar con un lugar tranquilo, con vecinos que los respetan, y espacios verdes para sentarse a tomar el sol y desarrollar una cierta sociabilidad de barrio es un buen logro.

Aunque las viviendas fueron asignadas a ellos y sus parejas, la mayoría ha ido paulatinamente recibiendo familiares allegados. Las viviendas están cuidadas, pero no han hecho inversiones ni transformaciones, la mayoría no tiene rejas ni protecciones, pero si pequeños jardines que cuidan las ancianas.

Tal como sucede con la mayor parte de ancianos que participan en estos programas sociales ellos perciben un cierto reconocimiento social y agradecen al Estado sus viviendas participando regularmente de las actividades que el programa les propone. Pero la participación se activa solo cuando existe la convocatoria de algún agente estatal, sin ella, los ancianos no se reúnen.

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Préstamo o arriendo de por vida: si alguno de los ancianos muere, la casa es inmediatamente entregada a otro adulto mayor.

Fachada y aspiración

En Santos Martínez, a pesar de la homogeneidad arquitectónica de los conjuntos de viviendas sociales, éstas presentan diferencias significativas en la fisonomía y cuidado de sus fachadas.30 Diferencias que ciertamente se hacen más evidentes entre aquellas familias que llevan más tiempo en el lugar.

Tal como se observa en estas fotos, pudimos observar que mientras algunas de esas viviendas ofrecen a la vista del transeúnte verdes jardines, cuidadas ampliaciones, rejas de fierro, pinturas recientes, cortinas prolijamente instaladas, otras muestran improvisados cierros de madera, pintura deteriorada, jardines de escaso verde, ventanas sin cortinas que protejan de la mirada exterior, y alguna pequeña banqueta en el antejardín o la vereda. Mientras unas viviendas lucen sus fachadas, otras las ocultan tras empalizadas que destacan por la pobreza de sus materiales.

Al entrar a estas casas y conocer a las personas que en ellas habitan, se constata que las diferencias de fachadas se corresponden exactamente con las diferencias de origen social y residencial de las familias. Aquellas viviendas de fachadas prolijamente cuidadas corresponden siempre a familias que provenían de allegados o arrendatarios de alguna población, y que habían postulado al subsidio habitacional por iniciativa individual. Las viviendas de fachadas deterioradas, en cambio, corresponden a familias provenientes de campamentos y cuya postulación se realizó de manera colectiva y participativa.31 Tan estrecha es la correspondencia entre tipo de fachada y origen residencial de la familia, que en nuestro trabajo de campo podíamos anticipar el origen sin necesidad de preguntar. Ciertamente las diferencias socioeconómicas, de habitus y estilo de vida bien podrían servir como claves interpretativas para comprender estas diferencias tan evidentes. Sin embargo, la investigación y el trabajo etnográfico arrojan nuevas evidencias que complejizan una interpretación fácil. Las diferencias no terminan ahí.

Aquellas familias que presentan viviendas de fachadas cuidadas poseen claras intenciones de irse en un corto plazo de sus casas. Las familias de viviendas con fachadas ocultas y deterioradas, en cambio, si bien no están totalmente satisfechas, no tienen ninguna intención de cambiarse. Por el contrario, aspiran a vivir para siempre en la casa que con tanto esfuerzo lograron obtener.

La fachada difusa

Para las familias que durante años vivieron en campamentos, la obtención de una casa sólida, como ellos mismos la caracterizan, representa ciertamente la realización de sus sueños y la gran posibilidad de mejorar su calidad de vida. La mayoría percibe que sus nuevas viviendas constituyen la culminación de una larga trayectoria de pobreza y esfuerzo; allí esperan ver crecer a sus hijos y terminar sus últimos años.

30

¿Las fachadas, ¿son el límite de lo privado o el umbral del espacio público?, se pregunta F. Carrión (2004): “Cuando se pinta una fachada, se define la frontera del espacio público, porque desde allí se la ve y no desde el espacio privado. La reglamentación de la fachada debiera dirigirse más hacia lo público (armonía, escala) que a lo privado, porque desde esa perspectiva, el propietario lo único que busca la individualidad”. A partir de nuestro ejemplo, cabría preguntarse cómo y desde qué parámetros podría consensuarse una definición de la fachada pública. ¿Quién y cómo se define lo que es armónico, estético y funcional? 31

Programa Chile Barrio, creado para la erradicación de campamentos o asentamientos irregulares.

Sin embargo, acostumbrados a espacios amplios y adaptables a sus necesidades, la estrechez del espacio, el hacinamiento y la falta de privacidad se harán sentir inmediatamente, constituyéndose en un aspecto crítico de sus nuevas vidas. Si en el campamento la organización y el uso del espacio eran flexibles y siempre transformables, en sus nuevas viviendas deberán aprender a vivir en un espacio organizado de manera fija, rígida, y donde toda adecuación supondrá necesariamente transgredir el espacio común.

El hacinamiento no era una característica presente en la vida del campamento; la amplitud de las viviendas, pero sobre todo la forma de laberinto que poseía la distribución y diseño de las casas, aseguraba espacios diferenciados, así como la compatibilidad entre la convivencia comunitaria y la intimidad.32 Las actuales viviendas sociales, en cambio, no sólo por su diseño y tamaño sino también por su mala calidad, ponen a las familias frente a una situación de escasa privacidad y evidente estrés; aunque así se desee, en aquellas viviendas es imposible sustraerse del grito, del conflicto, de la fiesta, de los que entran, de los que salen, del rumor y del comentario...33

Las dificultades económicas y legales para mejorar, ampliar y ajustar sus viviendas a las propias necesidades conducen a que las familias construyan progresivamente, a través de estructuras precarias y livianas, un continuum entre sus casas y las veredas; entre el espacio público y privado. El ocultamiento y casi desaparición de las fachadas originales de muchas de estas viviendas tras estructuras de madera que amplían las viviendas hacia las veredas, así como la ausencia de jardines, vuelve ciertamente difuso el límite entre lo público y privado. La explicación pareciera encontrarse no sólo en la falta de recursos para construir ampliaciones más sofisticadas, sino también en la reproducción de pautas culturales y de diseño propias de quienes por años habitaron un espacio donde los límites y fronteras entre lo privado y lo público, si bien estaban establecidos, siempre fueron maniobrables y flexibles. En situación de extremo hacinamiento como el que hoy día enfrentan, dichas pautas de construcción y habitabilidad adquieren todo su sentido y pertinencia. Tal como lo muestran las fotos anteriores, la vivienda rígida y fija adquiere así la liviandad, movilidad, funcionalidad y estética propia a las viviendas del campamento.

“Estos departamentos venían todos cerrados con rejas y la gente las ha sacado todas, se las han robado. Por ejemplo, aquí abajo se tomaron la pasada de tierra, hicieron un negocio, hicieron ampliaciones. Atrás hicieron los tremendos cobertizos, han construido hacia fuera, han agrandado todas las piezas. Hacia la villa San José, donde se supone que es plaza, se tomaron los terrenos… Se tomaron todas esas plazas e hicieron dos o tres piezas, más living-comedor. El señor que está haciendo el cobertizo acá dice que ese pedazo es de él; pero

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Skewes (2002) señala que se trata de estrategias espaciales de ocultación, fundadas en la ocupación silenciosa y el diseño del entorno. El grupo subordinado debe procurarse espacios para sí, aislados del control y la supervisión superior. Al apropiarse de espacios intersticiales en la ciudad prohibida, los residentes dependen de su acción colectiva, compartiendo la preocupación por ocultar estos sitios que escapan a la dominación, sitios donde sus “transcritos ocultos” pueden elaborarse con relativa seguridad. El secreto sirve a quienes se desvían de las normas que les son externamente impuestas. 33

La relación entre patologías y falta de espacio ha sido estudiada por E. T. Hall (1966; 1971) en su análisis de la proxemia; a propósito de un estudio sobre la clase obrera francesa de M J. Chombard de Lauwe, indica que bajo los 8 a 10 metros cuadrados por persona, los incidentes patológicos (psíquicos y sociales) y la sobrepoblación aparecían estrechamente ligadas. Entre 10 y 14 metros cuadrados la relación aún se observa, aunque de manera menos marcada. Hall advierte, sin embargo, que esta definición de espacio óptimo no tiene ningún valor universal, y solo es válida para una fracción de la población francesa. Aun así, cabe destacar que para el caso aquí analizado, algunas familias pueden llegar a tener fácilmente 7 a 8 metros cuadrados por miembro.

según la ley de condominios, ese pedazo corresponde a las doce personas que residen en esos metros cuadrados...” (Víctor, presidente Junta de Vecinos, Curicó)

Y así como se transgreden los límites entre lo público y lo privado, y la vivienda recupera algo de aquella vieja y precaria mediagua de madera y latón, también la sociabilidad será una y otra vez recreada, con esfuerzo y mucha nostalgia. Son estas mismas familias provenientes de campamento las que más ocupan las estrechas calles y pasajes de estas villas; la pequeña e improvisada banqueta arrimada al muro exterior de la vivienda así lo atestigua: mujeres conversando en las puertas de sus casas, jóvenes cesantes agrupados en las esquinas, niños bañándose en los grifos de agua, ancianos tomando sol, hombres durmiendo su borrachera bajo un árbol… los espacios públicos son siempre los espacios de los más pobres y marginales de las villas.

Para aquellos habitantes que provienen de campamentos, y que traen una historia de participación y pobreza, no es la estrechez de sus viviendas lo que más les aproblema. Es la ausencia de gestos de solidaridad y de una vida comunitaria lo que más añoran.

Para estos habitantes, la nostalgia y el desencanto refieren principalmente a una sociabilidad y a una comunidad fuertemente debilitada, pero también a la persistencia de la pobreza y el progresivo “abandono” del Estado. Para muchos pobladores de campamento, en la villa la vida se les “urbanizó” y también se sedentarizó. Como bien señala una antigua habitante del campamento de Puente Rauco en Curicó, “en la población se perdieron los juegos y el tiempo para una pichanga a la orilla del río” entre hombres y mujeres, mientras los niños se bañaban o la ropa sucia se lavaba. Acercarse a la ciudad o disolver la pequeña comunidad de iguales que era el campamento, significó para muchos ver cómo los problemas de la droga y el robo rápidamente se instalaban entre ellos, en especial los más jóvenes. La capacidad de resguardo y protección en estos nuevos espacios residenciales, donde habitan 300 o 400 familias, se volvió simplemente imposible para estas familias y sus comunidades.

Ciertamente, el escaso tamaño de los departamentos y el reducido espacio colectivo contribuyen a reforzar una cierta idealización de la vida anterior. El recuerdo de sus viejos territorios constituye para cada uno de los vecinos un elemento de identificación y diferenciación siempre presente en las conversaciones. La vida en sus antiguas residencias es una fuente inagotable de remembranzas. La antigua sociabilidad, la calidad de vida, el tamaño de las viviendas, las costumbres, el trabajo, los vecinos… son objeto de añoranza permanente. La convivencia entre iguales permitía también no ocultar la pobreza; por el contrario, compartirla era lo que generaba las respuestas de solidaridad entre vecinos. La nostalgia por lo perdido y la construcción de un relato idealizado están siempre presentes.

Aún así, las estrechas calles y pasajes de la población son ocupadas en general por estas familias más pobres, mujeres conversando en las puertas de sus casas, jóvenes cesantes agrupados en las esquinas que venden droga y cobren peaje a quienes transitan por allí, niños bañándose en los grifos de agua, ancianos tomando sol en algún banco de la plaza, algún hombre durmiendo su borrachera bajo un árbol… los espacios públicos son los espacios de los más pobres y marginales. Paradojalmente, entre las familias provenientes de campamentos, aunque sienten que han perdido su comunidad en este nuevo barrio, el deseo de migrar no aparece, al menos en sus relatos.

Para estas familias una de sus grandes preocupaciones es no perder sus viviendas; los altos montos de los dividendos y la paulatina retirada del Estado de sus vidas, forman parte de sus angustias cotidianas. Al Estado se le busca, se le demanda y se le exige asumir su rol benefactor, protector, solidario y fundamentalmente activo,

siempre presente. El Estado no es percibido como un recurso más entre varios, sino un apoyo central y necesario. En algunos casos, el único recurso desde donde poder mejorar las condiciones de vida o sostener situaciones de crisis y marginalidad. Del Estado se espera no sólo recursos y subsidios materiales; el trato deferente, respetuoso son dimensiones que se exigen en esta interacción. Sin desconocer el rol que cumplen los vínculos comunitarios y de vecindad en la protección de todos, el Estado es siempre percibido como el principal garante en el resguardo de lo adquirido.

La fachada visible

Para las familias que provienen de otras poblaciones y obtuvieron su vivienda por sus ahorros y subsidios individuales, la vivienda sólo representa un paso más dentro de una trayectoria de movilidad social que recién comienza. La casa constituye un activo34 que se espera algún día vender o arrendar; para así cambiarse a un mejor lugar. Para estas familias, en especial jóvenes, no hay nostalgia alguna, sino sólo la aspiración a un futuro mejor; la vivienda corresponde a un proyecto familiar y no colectivo, de esfuerzo, trabajo, ahorro e incluso endeudamiento. Independientemente de sus ingresos, el pago de los dividendos, el agua o la luz, no es un problema que se explicite; es asumido como parte del "contrato” contraído con el Estado. Las demandas hacia el Estado son principalmente de tipo policial y represivo, mayor control de la drogadicción y la delincuencia en el entorno.

El gran cuidado que muestran las fachadas de estas viviendas y sus jardines en comparación con las casas de aquellas familias que provienen de campamentos, no sólo da cuenta de mayores recursos económicos, sino también de la preocupación por hacer de la casa un reflejo de los logros y proyectos familiares. Las ampliaciones agregadas a las viviendas son a menudo percibidas también como una inversión que permitiría a futuro, cuando se decida venderla, “sacarle mejor precio”. Para todos ellos, sin embargo, el entorno barrial constituye un espejo, que les muestra los límites y la fragilidad de lo alcanzado.

La delimitación clara y precisa del adentro y del afuera a través de rejas de fierro mantenidas con llave, es también una característica que se condice con el escaso uso que estas familias hacen del espacio público. A diferencia de quienes provienen de campamentos, éstas habitan menos el entorno de sus viviendas y mucho más puertas adentro. La opción de construir un "nosotros" parece contraída a las cuatro paredes de la vivienda. La villa, para estas familias, no puede sino representar aquello de lo que justamente se desea escapar: la pobreza y el mal vivir. En sus relatos se descubre la desconfianza y la desilusión de tener que compartir el vecindario con familias cuyas costumbres y hábitos de vida están lejos de acercarse al estilo de vida deseado.

En este trayecto de esfuerzo y aspiración a la movilidad social, el Estado es percibido como un recurso más entre varios otros; pero ciertamente no el único, ni el más central. Más liberales en su concepción de la sociedad, al Estado se le atribuye un rol subsidiario y pasivo, último refugio donde las familias puedan buscar ayuda. En estas trayectorias de familias, la intervención del Estado aparece de manera puntual y estratégica a lo largo de sus vidas, y a menudo por iniciativa de la familia que conoce los mecanismos para acceder a los recursos ofrecidos. Son ellas las que se mueven hacia el Estado y no el Estado hacia ellas. Del Estado no se demanda necesariamente una interacción deferente ni participativa; lo que se exige es eficiencia

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Véase escritos de C. Moser (1996) sobre vulnerabilidad y activos, donde la vivienda es definida como uno de los activos centrales en la superación de la pobreza.

y eficacia en la entrega de los recursos demandados por la familia; esto es, un Estado moderno, impersonal, pero oportuno y pertinente a las necesidades que ellos tienen en cuanto ciudadanos de este país. Su percepción, sin embargo, es que el Estado y el municipio no han hecho sino premiar al más vivo y al que menos se esfuerza; y que la pobreza, no el esfuerzo para salir de ella, se han constituido en los principios de integración social.

El Estado

En Santos Martínez solo hay cuatro organizaciones sociales35, todas ellas nacieron por iniciativa del Estado y funcionan estrechamente vinculadas a programas sociales. La participación es escasa y las actividades se limitan a ejecutar o utilizar los programas sociales que normalmente llegan desde el Estado al territorio.

Sin embargo, para aquellas familias más pobres, en general provenientes de campamentos, la relación con el Estado es cotidiana y asistencial; al menos una vez por semana se va (caminando durante una hora) a la municipalidad en busca de alguna ayuda, a menudo mercadería. Para las familias que obtuvieron sus viviendas por ahorro individual esta relación es más esporádica y supeditada a necesidades puntuales.

De un total de 344 familias, 308 han solicitado ser encuestadas para la asignación de subsidios36. Sin embargo, al obtener sus nuevas viviendas, muchas de ellas han perdido sus subsidios al disminuir el puntaje que las califica para la ayuda asistencial. Aún así muchas golpearán puertas insistentemente, aunque predomine la percepción de que para obtener algo están obligados a definir su posición política. A no ser que, con suerte, logren un favor de algún funcionario público: “Aquí hay que tener color político. Si yo voy a uno, por ejemplo, a la gobernación, y después voy al municipio, si saben que yo estuve en la gobernación me cierran las puertas. Yo he ido a la gobernación a puro echarlos a pelear, al gobernador con el otro (el alcalde). Son todos mentirosos. Ahora me acuerdo cuando estábamos en la reunión del comité de cesantes, habíamos más de 500. Ahí nos ofrecieron a nosotros locomoción, otro ponía tres locomociones. ¿Y por qué no nos ponen plata para comida? ¿Y por qué son así con nosotros, con los pobres? ¿Para eso tienen plata, para locomoción, para ir a lesear al presidente? … quieren ganar política con nosotros, con la pobreza y siempre voy a eso. Y cuando me ve el gobernador me saluda: ‘hola flaco –me dice- el conflictivo.´ No es que sea conflictivo, la verdad no más, le digo yo.“ (Nelson F., Curicó)

Las diferencias entre los vecinos provenientes de campamentos y el resto se dejan también sentir en su percepción del Estado. Para aquellos pobladores que provienen de poblaciones, el Estado premia a través de sus programas al más vivo y al que menos mérito hace por salir de su situación de pobreza y castiga a quien se esfuerza por salir de su situación. “…porque a la gente de Chile Barrio la ayudan tanto y a las demás gente también deberían haberlas ayudado, porque todos llegaron en las mismas condiciones, en la misma situación… después de tres años empezaron a quitarles los subsidios a las chiquillas. Sí, porque las vienen a ver acá y tienen casa de dos pisos y qué sé yo... y no se puede hacer nada (…) Nosotras dijimos que tenían que cambiar las leyes ahí en la municipalidad para poder ayudar, porque tenían que ir como muy a lo puntual, o sea, a la gente. Por ser, aquí hay gente que(…)son matrimonio(…), a veces trabajan los dos, casi siempre trabajan los dos; pero qué es lo que hacen: andar con el cigarro, andar con las cositas del fin de semana. Y la gente de

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Junta de vecinos, Comité Solidario 28 de Septiembre, Grupo del Adulto Mayor. 36

Los subsidios entregados al año 2002 son: Pensiones asistenciales, Subsidio Único Familiar, Subsidio al Agua Potable. No reciben subsidios 773 personas.

nosotros qué hace: es una persona, una mujer, trabaja y para qué, para pagar dividendo, agua, luz, mantener y vestir a los hijos. ¿Y por qué no ayudan a esa persona que se esfuerza y ayudan a la otra persona que se malgasta su vida? Nosotros por ganar la casa perdimos lo demás. Así que se ha ganado y se ha perdido.” (Ana G., Curicó)

Para aquellos habitantes que provienen de campamentos y con serias dificultades para asegurar el sustento familiar, el Estado más bien los ha abandonado tras la entrega de las viviendas, desconociendo el sinnúmero de necesidades que perduran.

Lugares de nadie y lugares de todos

Santos Martínez cuenta con dos espacios públicos: un área de equipamiento y un área verde. En el primero se ubica la sede comunitaria, una multicancha y una plazoleta. Los trabajos de limpieza del entorno y reparación de la infraestructura la realizan personas que trabajan en el Programa de Pro empleo. En el segundo espacio se ubica la Sede para el Adulto Mayor y una cancha de baby football improvisada por algún esforzado dirigente.

A pesar de su nombre (área verde), la plaza se caracteriza por ser una manzana de tierra, sin mucha vegetación y que cuenta sólo con dos bandejones de pasto. Las sedes asimismo, presentan un aspecto abandonado, y en sus paredes cuelgan solo avisos del Gobierno de Chile. Nada da cuenta de actividades organizadas por iniciativa de la propia población. Las sedes se utilizan fundamentalmente como un espacio para la implementación de programas sociales del Estado. Las fotos tomadas un día de semana muestran su poco uso y escasa integración al entorno. El abandono y el desuso de estos espacios son evidentes. Rara vez se observan familias o grupos de vecinos ocupando estos lugares; salvo algunos dirigentes que una y otra vez convocan a reuniones, pero la participación de los vecinos es mínima.

En contraste con las abandonadas sedes sociales construidas por el Estado justamente para facilitar la sociabilidad y participación entre vecinos, existe cerca de Santos Martínez un gran terreno baldío que los vecinos se han apropiado para dar vida a una Feria Persa llamada “el shopping”37. Lugar de encuentro y sociabilidad las familias venden, compran e intercambian con sus vecinos objetos de segunda mano. Lugar de reducción de especies robadas también, este lugar constituye a menudo la única posibilidad de poder adquirir algún bien a un precio razonable para el exiguo presupuesto familiar. Los vecinos y algunos comerciantes que vienen de todos los sectores de Curicó, incluso de lugares cercanos a la ciudad como Molina y Teno, ofrecen sus productos de segunda mano. Los feriantes comienzan a instalar sus puestos a las seis de la mañana para asegurar su lugar. Es a esa hora de la mañana también que se realizan las transacciones de compra y venta entre los comerciantes y algunos jóvenes que ofrecen artículos robados.

La gente comienza a recorrer la feria como a las 10 de la mañana, y el movimiento no termina hasta la tarde. Los comerciantes tienen que pagar por instalar sus productos $200 pesos diarios al Club deportivo que está a cargo de la cancha. La feria se transforma así en un lugar de participación y apoyo a las escasas actividades comunitarias. Porque como señala un comerciante, “es uno de los “centros comerciales” más grandes de Curicó. En serio, se reunirán unos trescientos comerciantes más o menos.” (Jaime N., comerciante)

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Funciona todos los fines de semana (entre las 8 de la mañana y las 16 horas) en una cancha de tierra de la Población Prosperidad.

Aquí se vende y se hace trueque de ropa usada, libros usados, verduras, legumbres, frutas, sopaipillas, empanadas, herramientas, muñecas, pinturas, lavadoras, cocinas, equipos de música, discos, neumáticos y toda una variedad de cosas viejas y usadas. Los precios se ajustan a la demanda, al igual que el trueque; un par de zapatos de niños puede costar $1.000 más 1 kilo de harina. “Hay gente que es hasta de allá atrás, gente que necesita, entonces yo creo que a veces no tienen monedas y van a vender cualquier cosa, por sacar lo que sea, cien pesos, doscientos pesos, no ve que sirven. [Venden] ropa, cosas así, casi la mayoría vende cosas así no más, ropa y de repente la gente lleva verdura, pero es casi pura ropa, zapatos. Nosotros todos los fines de semana vamos para allá, pero a veces, cuando tenemos unas monedas, qué sé yo. Si venden cualquier cosa, si uno pilla de todo...” (Olga M.)

Ciertamente la feria constituye el único lugar de participación activa de los vecinos de Aguas Negras38, allí las fronteras se vuelven más difusas, los colores, la música y los gritos de quienes ofrecen su mercadería ofrecen un espectáculo de gran fiesta que se repite una y otra vez. Tierra de nadie, este gran terreno baldío al que el Estado ni el mercado con sus leyes entra, se transforma por acción espontánea de los vecinos en un espacio de participación, sociabilidad y recreación de viejas prácticas comunitarias como es el trueque de especies y favores.

La historia de Santos Martínez finalmente, representa un buen ejemplo para analizar la vacuidad de programas sociales locales que se levantan e imponen la participación de la noche a la mañana a las familias. Pero también, de las dificultades que ofrecen las políticas sociales para responder y dialogar con el sinumero de aspiraciones y proyectos de estas familias. Aún así, este relato etnográfico nos habla de la capacidad de sus pobladores para hacer de sus territorio y sus viviendas, un espacio de ejercicio de ciudadanía.

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Además de esta feria persa existe una gran cantidad de actividades económicas informales en esta población. Al recorrer el barrio observamos que en las ventanas, en los patios y afuera de las casas se instalan carteles donde se ofrecen distintos servicios: “reparación de todo tipo de artículo electrónicos y electrodomésticos. Presupuesto gratis”; “Pescado frito, cazuela, caldillo de marisco..”; “se corta el pelo Niños $ 800, Adultos $1000”; “Se hacen costura”; “Se hacen rejas, protecciones, cobertizos, escalas, portones, ventanas”; “se repara tv-video, radio-equipos, lavadoras-centrífugas, cocinas y otros ; “se hacen rejas cobertizos protección de ventanas”; “Se venden plantas y tierra de hoja”; “Se venden volantines y bolitas”; “se venden maravillas, frutas verduras y carbón”, “se hace gasfitería general, cocina, calefont, lavadora y eléctrico“; “maravillas, helados de jugo y leche”; “Se hacen galpón, protecciones, cobertizos, tejas”; “Cazuela de pollo y carbón”.

¿Pueden constituirse las políticas sociales en un recurso para la integración social

de los más pobres? ¿Cómo “modelan” y transforman el Estado y sus políticas

sociales las vidas y trayectorias de estas familias y sus comunidades?

La premisa sobre la cual se construye esta investigación es que la incidencia de las políticas sociales y el Estado en los procesos de integración social se asocia estrechamente a la cualidad del vínculo que ellas construyen con los más pobres. Para abordar este problema hemos comenzado por la caracterización y el análisis – a través de la observación y el relato etnográfico - de las políticas sociales de vivienda y la relación entre estos pobladores y el Estado a lo largo de la década de los noventa.

De la lectura de estas tres etnografías, podemos concluir que las políticas sociales de vivienda en estos territorios tienen un efecto paradojal. Junto con resolver los problemas de infraestructura de estos pobladores, las viviendas profundizan los problemas de exclusión de muchos de ellos y exacerban el conflicto, la desconfianza, la estigmatización y la percepción de desigualdad y exclusión al interior de estos territorios.

Si bien los pobladores perciben avances y logros en ciertas dimensiones de su integración a la sociedad (la vivienda propia) también perciben pérdidas y retrocesos en ámbitos que antes creían tener asegurados (la solidaridad, la convivencia entre vecinos39).

La incertidumbre y la afirmación de si mismo: Es sabido que los primeros años en una villa constituyen momentos de crisis e incertidumbres. Es en este período donde se revela con fuerza la tensión entre la aspiración a un nuevo status social y las dificultades que el contexto social les ofrece. En este proceso de traslado del campamento al conjunto de viviendas sociales, del paso de ilegal a poblador, las certezas, los saberes, las viejas creencias y principios entran en una fase de fuerte incertidumbre e inestabilidad. La tensión y las contradicciones con lo que fue la vida cotidiana, los hábitos y las costumbres en el campamento se hacen sentir en la construcción y resguardo de un “nosotros”.

Y ello talvez no constituiría un problema si no fuese por la percepción generalizada que allí, en esos espacios, las condiciones para realizar las propias aspiraciones son escasas. Si el campamento representaba el inicio de una nueva vida y una forma de hacerse un espacio en la ciudad; la villa, conjunto de casas precarias, estrechas, construidas y asignadas sin participación, no siempre se ajustará a las expectativas que se traían.

Es entonces cuando afirmar y explicitar los propios proyectos y aspiraciones se vuelve una necesidad para cada una de las familias. Marcar territorio, levantar fronteras, afirmar la propia identidad pasan a constituir una práctica desesperada de cada uno para distinguirse con aquello de lo que se desea escapar: la pobreza y la exclusión.

39

Estas conclusiones coinciden con las evidencias encontradas en un estudio de Pnud/Sur (2002) sobre conjuntos de viviendas sociales en Chile.

De las etnografías

Fronteras identitarias que debilitan finalmente la posibilidad del encuentro y de un nosotros comunidad. Distinciones y disputas entre vecinos que no son más que la expresión de una exclusión que se les impone y que terminan por debilitar finalmente cualquier iniciativa colectiva o posibilidad de consenso. El deseo de migrar de estas villas está directamente asociado a la desconfianza y al temor de sus pobladores ha quedar atrapados en la pobreza de siempre.

La solidaridad transformada en activo: Si en el campamento la solidaridad, la reciprocidad y la caridad eran valores que circulaban internamente a la comunidad y formaba parte de las prácticas cotidianas que la regían, con la llegada de los programas sociales participativos la solidaridad pasa a ser un activo que promete abrir las puertas al Estado y sus recursos. De una solidaridad recíproca y difusa los pobladores transitarán hacia una solidaridad funcional y estratégica que les servirá para competir por la obtención de un subsidio estatal.

En este proceso, el líder y celador de estos principios de igualdad y solidaridad al interior del campamento, pasará – como en el caso de Curicó - de su tarea de resguardo de los precarios equilibrios internos, a constituirse en el principal interlocutor con el Estado. De líder sin poder40 se transformará progresivamente en un líder con el poder que le otorga ser reconocido como la cara visible de los vecinos frente al Estado y sus programas. De él o ella dependerá finalmente que la comunidad cuente con la información necesaria, cumpla con los plazos y compita para poder obtener los subsidios estatales prometidos. Imbuidos de su nuevo status, estos líderes no siempre sabrán escuchar y velar por el interés común.

Con la llegada del Estado al campamento se refuerzan también los procesos de diferenciación interna: Entre el que tiene el contacto con el Estado y quien no lo tiene; entre quien maneja la información y quien no la maneja; entre quien cumple con el ahorro y quien no lo cumple; entre quien entiende las reglas del juego y quien no las entiende; entre quien obtiene su vivienda y quien no lo logra... Con la irrupción del Estado y sus programas las distinciones entre los iguales se asentarán.

Segregación y estigma: Estas historias de pobladores nos señalan que la experiencia de habitar en estos conjuntos de viviendas sociales a menudo es percibida como expresión de inferioridad social, de segregación, aislamiento y abandono. La llegada a una villa reafirma que la pobreza constituye un estigma del que no es fácil desprenderse.41 Descalificación social que los aproxima a una condición de no-ciudadanía: pobre es aquel que está fuera del mercado y de la sociedad. Sin los lazos básicos, el pobre no puede sino vivir como un extranjero al resto de la sociedad. Contradicción y tensión permanente que destruye progresivamente la imagen de sí y transforma la capacidad de acción. Es el caso de esta villa de Maipú olvidada en los márgenes de la ciudad, donde la desesperanza de sus habitantes ha terminado por transformarla en “territorio de nadie”; en un espacio “desanclado” de toda realidad social.

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En los campamentos descritos, al dirigente se le exigen dos cualidades básicas: capacidad expresiva y generosidad/ solidaridad. Jamás se reconocía a un líder si este no sabía expresarse frente a los suyos y frente a los otros; jamás se reconocía a un líder si este no daba signos claros de honestidad y entrega. Es esta verdadera obligación de generosidad de la que nos habla Marshall Sahlins, la que estaba a la base de su autonomía (no dependía de nadie), de su prestigio y su capacidad de justicia. 41

En su sentido etimológico, estigma es una marca en el cuerpo que se imponía con hierro candente como pena infamante o como signo de esclavitud.

Como bien lo muestran los tres ejemplos analizados, el sentimiento de vergüenza de habitar estos espacios es recurrente. El disimulo de su inferioridad estigmatizante y el miedo de los otros está a la base de esta experiencia de la pobreza. Para estos pobladores la integración, la cohesión y el logro del reconocimiento social pasa progresivamente a ser una pugna de cada uno y los suyos. Constituirse ante “otros”, con “otros”, distintos, otros no-pobres, es una experiencia que estos pobladores, segregados en los extramuros de la ciudad, a menudo desconocen.42

La aspiración a la integración: El relato etnográfico da cuenta también de la aspiración de estos pobladores a la integración social; integración que les permita sentirse un habitante más de su comuna, de su ciudad y su país. El análisis de las prácticas y trayectorias de vida de los pobladores nos indica que ellas no pueden ser comprendidas al margen de la búsqueda del reconocimiento social y respeto a su condición de pobres. Reconocerse en la mirada del otro (existir para el otro) son necesidades primordiales para hacerse un lugar en el seno de una sociedad, para existir, para participar. Como comprender sino la importancia que han adquirido los medios de comunicación en las expresiones públicas de los pobladores. “Aparecer” en los diarios o la televisión es la posibilidad siempre de hacerse visible, y por tanto, de asegurar una respuesta por parte de las autoridades.43

Segregados y faltos de interlocutores no es de extrañar que al Estado se acuda y se apele una y otra vez, a menudo de manera silenciosa y pragmática44 La nostalgia de muchos de estos habitantes por lo que fue su vida en el campamento debe ser comprendida justamente como parte de esta pérdida de comunidad y del deseo de refundarla en un contexto social donde las condiciones han cambiado radicalmente. El reclamo por la pérdida de estos lazos primarios y el deseo de recuperar un relato común está en cada uno de estos pobladores.

Es en esta perspectiva que debe comprenderse la figura del “aparecido” del Resbalón. En este nuevo contexto, la figura del “pelaito” , que se aparece solo a los antiguos habitantes del campamento, constituye un acto fundante que remite a un tiempo y a un mundo anterior. La muerte de este niño, sus funerales y su vuelta desde el más allá, es un hito que rearma comunidad en el nuevo escenario. La “aparición” de este niño y sus anuncios recuerdan a estos habitantes de la rivera del río la importancia de recuperar y reactualizar los viejos principios de solidaridad y reciprocidad generalizada en nombre del resguardo del bien común.

42

Heidegger decía que ser – con – otro es la condición básica del ser – en – el – mundo. Tal relación supone éticamente hablando, otra que es fundamental, la facultad de poder ser – con, de ser ante otro (de ser interpelado, enjuiciado, por otro). 43

En el campamento El Resbalón sus pobladoras se quejaban de que los periodistas siempre publicaban las fotos en que ellas salían sin “arreglarse”, descuidadas o realizando actividades poco dignas para “aparecer” en un diario (cocinando, lavando niños...). En el caso de Maipú, en cambio, uno de los dramas es que ni siquiera han logrado “aparecer” en los diarios o la televisión, su “caso” no interesa a nadie; radicados en los bordes de la ciudad, en territorios que nadie disputa, su drama no es objeto de noticia. Parte de la mala evaluación que hacen los pobladores a su única experiencia de manifestación colectiva, se explica por el hecho de no haber logrado atraer el interés de los medios, por tanto; tampoco de las autoridades. 44

Talvez Sennet (2003) no se equivoca cuando a propósito del ghetto nos advierte que “en una comunidad pobre no se sobrevive por ser el mejor – o el más duro – sino por mantener la cabeza baja y evitar el contacto visual que pueda interpretarse como desafío... En los lugares donde los recursos son escasos y falta la aprobación del mundo exterior, el honor social es frágil y necesita afirmarse día a día.“

Al igual que la demanda por ceremoniales y rituales, estos actos simbólicos son parte de este deseo de refundar un “nosotros” que en el paso de la invisibilidad a la legalidad simplemente de desdibujó. Es por esto que en contextos de “erradicación” (traslado del campamento a la villa), la celebración colectiva de su nueva condición de ciudadanía adquiere una particular relevancia. Reunirse junto a Otros en torno a una palestra para recibir la llave, para cortar la cinta, para bendecir las casas, para escuchar los discursos, para fotografiarse, para recibir sus certificados de propiedad, para abrazarse, en fin, para celebrar… es consagrar de alguna forma el paso desde los márgenes de la comunidad al todo social. Es poder verse en los diarios, y no en la crónica roja sino en aquella sobre los asuntos del país… Es volver a percibirse, aunque sea por un momento, parte de la communitas45, de un proceso colectivo. El rito trabaja para el orden nos advierte Balandier (1994). En efecto, cuando la pobladora señala: “un discurso, hubiera sido como más legal, más dedicado”, a lo que apela es justamente a la integración.46

Lo que hemos querido mostrar en esta primera parte, es que la capacidad del Estado y sus políticas de potenciar y fortalecer los procesos de integración social pasa no solo por la entrega de más y mejores viviendas. Ciertamente ello es imprescindible, en especial el ajustar e igualar los standares de construcción y de habitabilidad de estas viviendas a los niveles de desarrollo y calidad de vida de este país. Pero aún así, ello no basta si sus habitantes siguen percibiéndose ciudadanos de segunda categoría. La construcción de un individuo más autónomo y más ciudadano exige también de soportes, es decir, de recursos materiales y simbólicos que alimentan su comprensión y su quehacer en sociedad.

De lo que se trata entonces es de comprender la articulación entre las condiciones objetivas y subjetivas en los procesos de exclusión: cuál es aquella parte de las políticas que corresponde a las determinaciones estructurales y cuál es el campo donde los sujetos y ciudadanos pueden aportar en términos de las dinámicas de inserción.47 La superación de la condición de precariedad social y económica del pobre es inseparable del proceso que éste, en tanto sujeto y actor, construye frente a su condición de pobreza o de sin techo. Hemos visto en este ejercicio que los límites son más difusos y están más articulados de lo que tradicionalmente se considera. Prestar atención a los sentidos que los individuos de esta sociedad dan a su experiencia y a su relación con el Estado es abrir las políticas sociales a la implicación de lo individuos en la definición de los términos bajo los cuales se debiera construir el contrato social.

En términos más generales, podemos señalar que si bien las políticas de vivienda ofrecen servicios y subsidios que mejoran en el corto plazo la integración funcional de las familias —es decir, se resuelve el problema de los sin techo—, descuidan su rol intermediador en la construcción de la autonomía e integración social. Esto es, no se contempla la construcción de una comunidad de sentidos desde donde sostener procesos de construcción de sujetos y ciudadanos autónomos y donde el derecho a hacer de la vivienda un proyecto (colectivo o individual) sea posible.

La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone

45

Turner, 1972; Espósito, 2000. 46

Pero aún cuando el rito trabaje pare el orden, él ofrece la ilusión y la posibilidad de sentirse parte de... con todo el riesgo que ello implica de reforzar las estructuras o el temor al ejercicio de la libertad. 47

De Gaulejac y Taboada Leonetti,1994.

la capacidad de asegurar el propio sustento de manera autónoma y la interdependencia con un todo social; la integración social, en cambio, supone la implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y de valores. En estos territorios ambos procesos tienden a ser disociados.48 Nuestra política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido construidas y entregadas sin atender a las aspiraciones, costumbres, valores, patrones culturales y estéticos de sus habitantes. Reunir ambas dimensiones de la integración en la elaboración de las políticas sociales pareciera ser una exigencia para el buen logro de sus objetivos.

48

Véase análisis en Remy,1996 y Güell, 2002.

La definición de pobreza que ha dominado durante las últimas décadas considera como referencia la capacidad que tienen los hogares y las personas de satisfacer una canasta básica de alimentos, calculada sobre bases nutricionales y otras necesidades básicas. El indicador utilizado para medir esa capacidad son los ingresos monetarios a que aquellos acceden. De allí su denominación de enfoque biológico y absoluto de la pobreza, por un lado, y del ingreso, por otro. A partir de los ingresos se definen los umbrales absolutos que consagran situaciones y categorías diferentes en cuanto al grado de subconsumo o privación: los indigentes, los pobres y los no pobres. El índice de pobreza Casen considera en condiciones de indigente a aquellos hogares que, aun cuando destinaran todos sus ingresos a la satisfacción de las necesidades alimentarias de sus integrantes, no lograrían satisfacerlas adecuadamente. Y se considera en condición de pobre a aquellos hogares cuyos ingresos son insuficientes para satisfacer las necesidades básicas, alimentarias y no alimentarias de sus miembros. (P.Barros et al, 1996; Mideplan, 2000)

En la última década Chile experimentó un crecimiento económico sostenido y avances sustantivos en la reducción de la pobreza. La primera parte de la década de los noventa muestra cifras positivas en cuanto a crecimiento económico, empleo y en especial, al ritmo de reducción de la pobreza. En la actualidad, Chile es uno de los cuatro países latinoamericanos con menor incidencia de la pobreza.

Sin embargo, aunque la pobreza estadística disminuyó a la mitad y todos los hogares, de una u otra forma, han visto aumentar sus ingresos tanto en forma relativa como absoluta, aún hay tres millones de personas viviendo en malas condiciones.49 Al finalizar el año 2003, la población en situación de pobreza en el país bordea los 2 millones 904 mil personas, correspondiente al 18.8% de la población total. La población en pobreza extrema o indigencia a nivel nacional se acerca a las 724 mil personas (4.7% del total).50

El argumento que afirma que lo importante es el crecimiento acelerado de la economía pues este reduce la pobreza (lo cual se ha probado cierto para una fracción de la población) pierde fuerza cuando se constata que el crecimiento no logra mejorar con la rapidez deseada las condiciones de vida de los más pobres. Durante la década de los noventa, junto a los beneficios del crecimiento emerge con claridad que la reducción de la pobreza y sobre todo de la indigencia, comienza a volverse más lenta y dificultosa51.

49

Cabe advertir sin embargo, que la línea definida para el cálculo de la pobreza no se ha actualizado desde el año 1985. CEPAL ha calculado que si se actualizara esta línea, la pobreza en Chile podría ascender a un 35% de su población; se comprende por que los distintos gobiernos han evitado asumir esta tarea. 50

Casen, 2003. 51

Es posible suponer que el millón y medio de personas que salieron de la situación de pobreza en estos años, eran las que tenían más altos niveles de calificación laboral y

Capítulo 2

Pobreza, Estado y políticas sociales en Chile

1. Pobreza y vulnerabilidad

Luego de la crisis económica que se inicia en 1998 la vulnerabilidad de la pobreza se dejó ver con toda su fuerza. Durante este período muchas familias pobres habían visto mejorar sus ingresos y calidad de vida. En estas mejorías incidieron un conjunto de factores tales como la incorporación de un segundo miembro del hogar al mercado laboral, un gasto social que creció significativamente, la disminución de la inflación, el aumento de los salarios reales en un 45% y la solución masiva de sus problemas habitacionales. La crisis de fines de los noventa sin embargo, terminará con este período de bonanza y dejará entrever el carácter altamente precario y frágil de estos procesos de movilidad y mejoría de la calidad de vida.52

Hoy sin embargo, los grandes problemas que afectan a los más pobres no son la falta de techo, el hambre, el abandono institucional o el analfabetismo, sino la fuerte vulnerabilidad en sus trayectorias de movilidad.

La única encuesta panel realizada en Chile entre los años 1996-200153 para un conjunto de familias pobres e indigentes nos confirma que la vulnerabilidad se ha vuelto un rasgo sustancial a la comprensión de la pobreza en nuestro país. Desde la perspectiva de esta encuesta la vulnerabilidad se entenderá como el riesgo que tiene un hogar hoy de caer en la pobreza mañana.54 En efecto, la encuesta panel nos entrega claras evidencias del fenómeno de rotación de la pobreza que, lejos de constituir una situación estable y que afecte a los mismos hogares y personas, presenta un alto dinamismo. Concretamente así como un 11% de los hogares chilenos salieron de la indigencia y de la pobreza entre 1996 y el 2001, un 9% cayó en la indigencia y la pobreza en el mismo período. Es evidente, entonces, que a pesar de que el nivel de pobreza en Chile ha disminuido, la vulnerabilidad es muy alta; y que las políticas sociales enfrentan dificultades para enfrentar esta realidad.

En la siguiente tabla se muestran las diversas situaciones de los hogares desde el punto de vista de las condiciones de pobreza que presentaban en 1996 y las que presentaban en 2001. En ella se aprecia que del total de hogares encuestados, tan solo un 1% de ellos se encuentra en una situación de indigencia en ambos años. Es decir, el 1% de los hogares observados se encontraría eventualmente en una situación de estancamiento en la indigencia. Si le sumamos los hogares que se encuentran en ambos años dentro de una situación de pobreza o indigencia, observamos que llegan a un 9,2% de los hogares observados en la muestra panel. Es decir, si bien hay una rotación de la pobreza, una parte de los hogares pobres e indigentes rotan al interior del propio mundo de la pobreza, lo que constituiría un núcleo duro de pobreza al permanecer en tal condición a lo largo del tiempo. Sin embargo, la mayor parte de la pobreza se caracterizaría justamente por su alta movilidad.

educación. El ritmo al cual se redujo la pobreza, en los primeros años de gobiernos democráticos no volverá a reproducirse, para ello se requeriría de un aceleramiento del proceso de crecimiento económico y una fuerza de trabajo de reserva. 52

Bengoa et al, 2002; Márquez, 2001; Tironi, 2003. 53

El Ministerio de Planificación y Cooperación en Chile es responsable del diagnóstico de la situación socioeconómica de los habitantes del país con el fin de orientar la programación de las políticas sociales y verificar la distribución del gasto social. MIDEPLAN cuenta con las encuestas Casen, realizadas a partir del año 1990 para observar cómo varía la magnitud de la pobreza y la indigencia cada dos años y sus características. Sin embargo no es posible observar la evolución en los mismos hogares. Para corregir este problema, MIDEPLAN planificó una encuesta panel de 4.699 hogares, que consiste en encuestar a la misma población en dos momentos diferentes del tiempo, requiriendo información similar de los hogares en ambas oportunidades. (Mideplan, 2002) 54

Contreras et al. 2004.

Cuadro N°1: Movilidad de los hogares indigentes, pobres y no pobres en Chile entre los años 1996-2001

Situación de los hogares de Chile 1996-2001

1996

2001

Indigentes Pobres

no indigentes

No pobres Total de hogares

Indigentes 1,0% 1,9% 1,8% 4,8%

Pobres no indigentes 1,3% 5,0% 9,2% 15,5%

No pobres 2,0% 7,0% 70,7% 79,8%

Total de hogares 4,3% 14,0% 81,7% 100,0%

Fuente: Mideplan, 2002

El estudio muestra asimismo que si bien se constata una considerable movilidad en el conjunto de los hogares entre los años 1996 y 2001, ella corresponde especialmente a aquellos hogares que se encuentran en los límites entre los diversos estratos de pobreza. Son aquellos hogares situados en torno a esos límites los que presentarán cambios significativos en su situación de pobreza como resultado de variaciones no necesariamente significativas desde el punto de vista de sus ingresos.

Las características de esta movilidad que afecta a los hogares, desde el punto de vista de sus condiciones de vida, permite distinguir aquellos hogares que experimentan una pobreza de carácter crónico o permanente (el núcleo duro) de aquellos que experimentan una pobreza de carácter más coyuntural o transitoria. Teóricamente se podría suponer que la pobreza crónica es resultado del bajo capital productivo de un hogar, mientras que la pobreza transitoria está asociada con un shock que el hogar no fue capaz de asimilar. Las políticas para enfrentar la pobreza crónica por tanto, deberían orientarse a aumentar el capital o la remuneración del capital de los hogares, mientras que las políticas para combatir la pobreza transitoria deberían ser enfocadas a suavizar el consumo familiar mediante mejoras en los mercados de capitales, redes sociales, sistemas de seguros.55

A partir de la definición operacional de la pobreza, se deduce que las variables que inciden de forma más clara en las variaciones que presenta la dinámica de la pobreza, corresponden a aquellas relativas a los ingresos de los hogares. A este respecto, el tamaño y composición de los hogares, desde el punto de vista de la incorporación de sus miembros en la fuerza de trabajo, representan un primer grupo de variables asociadas con los cambios en los tipos de pobreza entre 1996 y 2001. Especialmente en este caso, la posibilidad de que un hogar pueda contar con el empleo como un activo económico se asocia estrechamente con algunas variables demográficas del hogar, siendo una de las más importantes el ciclo de vida familiar.56

El tamaño del hogar es claramente determinante en la clasificación del hogar, ya que las líneas de pobreza se calculan a partir del ingreso per cápita. Mientras más miembros tenga el hogar mayor probabilidad tiene de estar bajo la línea de pobreza y viceversa.

55

Ravallion y Jalan.2000. cf. Contreras et al. 2004. 56

Kaztman et al,1999.

Es posible apreciar que se observa un aumento en el número de ocupados de los hogares en aquellos hogares que han pasado a una situación de no pobreza. Aquí, la diferencia más alta se dio en los hogares que pasaron de ser indigentes a ser no pobres.

Por su parte, en aquellos casos en los que el número de ocupados por hogar experimenta un descenso, coincide con aquellos hogares que cayeron en una situación de indigencia durante el período estudiado. Por otro lado, la relación entre la fuerza de trabajo del hogar y el número de inactivos también presenta una clara relación con el tipo de trayectoria de los hogares. Así, en las trayectorias de los hogares hacia la indigencia coincide con aumentos significativos en la tasa de dependencia del hogar.

En segundo lugar, algunos atributos del jefe de hogar explicarían también el tipo de movilidad experimentada por el hogar en el período observado. Un resultado interesante que indica el análisis de esta misma encuesta, es que no se observan efectos significativos de los años de educación del jefe de hogar sobre la probabilidad de salir de la pobreza.57 Por otro lado, hogares con jefes más educados exhiben una menor probabilidad de caer en esta condición. De esta manera, se puede concluir que la educación en Chile funciona como un seguro, más que como un premio, al determinar la dinámica de ingresos de los hogares en torno a la línea de la pobreza. La evidencia sugiere asimismo, que los niveles secundarios y universitarios son significativos para evitar caída en la pobreza, mientras que dichas categorías no muestran incidencias en la probabilidad de salir de esta condición. Por el contrario, la educación técnica sirve como instrumento para superar la condición de pobreza, pero no resulta significativa para evitar caer en ella. Esta evidencia que la educación técnica es relevante para salir de la pobreza en contraposición con la educación media y universitaria, es un resultado nuevo para el diseño de políticas sociales.

Otra variable asociada con el tipo de trayectoria que siguieron los hogares en el período en estudio, es la referida a la calidad del empleo de los jefes de hogar. De acuerdo a varios estudios, una de las tendencias que el mercado del trabajo ha mostrado durante los últimos años, es hacia una mayor precariedad58 en algunos empleos, lo que se traduce normalmente en menores salarios, menor estabilidad laboral y mayores grados de desprotección social.59

El estudio infiere que en el 2001 existe un 38,6% de jefes de hogar (de la muestra encuesta panel) que se encuentran en situación de precariedad. La mayor proporción de jefes de hogar que se mantuvo en una situación de empleo precario fueron los de los hogares que se mantuvieron en situación de indigencia, seguidos por los hogares que cayeron de la no pobreza a la indigencia. Por su parte, las mayores proporciones de hogares que lograron salir de la precariedad se encuentran en los hogares que pasaron de la indigencia y la pobreza no indigente a la no pobreza. Sin embargo, aún cuando la mayor proporción entre quienes vieron empeorada la calidad de su empleo (o mantuvieron la mala calidad del mismo) se da precisamente en los hogares con

57

Universidad de Chile, 2004. 58

Precariedad del empleo se define a partir de variables utilizadas para determinar la informalidad del mismo (tamaño de la empresa en que labora la persona, la categoría ocupacional y la rama). Se añaden a estas variables la existencia de contrato de trabajo (en el caso de los asalariados) y la cotización en algún sistema previsional. Los ocupados precarios son: empleadores que no cotizan en sistema provisional; trabajadores por cuenta propia (exceptuados profesionales y técnicos) que no cotizan; empleados, obreros y trabajadores del servicio doméstico que no tienen contrato de trabajo o bien no están cotizando en sistema previsional; familiares no remunerados. 59

R. Agacino y M. Echeverría.1995; PNUD.1998.

trayectorias descendentes; también es posible observar que incluso en los hogares con trayectorias ascendentes, la proporción de quienes cuentan con empleos precarios es significativa.

Interesante es notar que dentro de los grupos con movilidad ascendente se observa claramente que la tasa de participación laboral de la mujer tuvo un aumento significativo. Por el contrario aquellas personas que tuvieron estancamiento o trayectorias negativas muestran una incorporación de la mujer al mercado del trabajo sustancialmente menor.

Se encuentra asimismo, que los hogares más pobres son vulnerables a los problemas de salud en tanto no son capaces de resolverlos de manera eficaz a diferencia de los hogares más ricos que sí están provistos de mecanismos para suavizar el efecto negativo de sus problemas de salud. Este resultado advierte la existencia de una desigualdad en la provisión y en la efectividad del sistema institucional de salud en Chile.

En relación a las redes sociales, la encuesta detecta asimismo que las trayectorias descendentes presentan una mayor proporción de quienes no recurren a nadie cuando deben enfrentar problemas económicos. Los más empobrecidos en Chile tienden a prescindir de la ayuda de instituciones y personas ajenas al sistema de parentesco cuando deben enfrentar problemas económicos o de salud.

En síntesis, la hipótesis respecto a la existencia de un núcleo de pobreza dura que parece refractario a las políticas sociales, no parece tener el suficiente asidero, si se consideran las cifras sobre los hogares indigentes que permanecen en tal condición después de cinco años. Sin embargo, hemos visto que existe cerca de una décima parte de los hogares encuestados que circulan al interior del mundo de la pobreza. Esto es, si bien presentan un dinamismo en el sentido de pasar de una situación a otra, lo hacen desde la indigencia a la pobreza y de la pobreza a la indigencia. Ellos corresponden a un grupo de hogares que efectivamente requiere políticas adecuadas que les permita romper con el círculo de la pobreza.

Si la pobreza está lejos de ser una situación estática que afecta a los mismos hogares a lo largo del tiempo, se requeriría innovar en materia de política social. La focalización de los recursos en aquellos hogares en situación de extrema pobreza, podría resultar inapropiada si se pierde de vista el dinamismo que presenta el mundo de la pobreza y que lleva a reconocer que la condición de vulnerabilidad va más allá de los límites de un criterio puramente clasificatorio.

Desigualdad e (ina)movilidad

En Chile si bien la pobreza medida en términos de la línea de pobreza ha disminuido, la ubicación estamental de sus individuos tiende a asentarse. La clase alta, la de mayores ingresos, representa un 7 por ciento de las familias y controla más del 60 por ciento de los ingresos del país. En 1990, el 20 por ciento más rico recibía 14 veces más que el 20 por ciento más pobre. En el año 2000, diez años más tarde, recibe 15,5 veces.60

La inequidad en la distribución de los ingresos por una parte reduce las posibilidades de disminuir la pobreza; y por otra, aumenta las brechas absolutas entre los grupos sociales, generando una autopercepción de empobrecimiento en los sectores más

60

Encuesta Socio Económica Nacional- Casen, 2000.

bajos. Todos los indicadores sobre participación en el ingreso monetario de los distintos estratos de población señalan que entre 1990 y 2000, no se lograron avances en materia distributiva y, más aún, en los últimos años de la década pasada se produjo una tendencia a la reconcentración de los ingresos laborales en los deciles más altos61.

La base de esta desigualdad se encuentra en cómo se distribuyen los ingresos autónomos (por concepto de trabajo), lo cual es sólo marginalmente alterado por el gasto social, aún considerando la importante inversión en los servicios de salud y educación. Aquella desigualdad básica, a su vez, es mayor en las áreas urbanas que en las rurales.

Estudios cualitativos sugieren que una buena parte de las certezas se han vuelto obsoletas62. En esta década el viejo imaginario mesocrático y equitativo da paso a uno donde la desigualdad toma fuerza.63 En Chile se constata que existe una alta movilidad en los primeros nueve deciles de la población, pero una inamovilidad extremadamente alta entre los últimos deciles, los más ricos, que muy rara vez descienden.64

La movilidad posicional ha sido utilizada en el debate académico y público como el grado de desigualdad de oportunidades; detrás de la movilidad habría un proceso meritocrático en el cual las personas pueden mejorar y/o mantener su situación gracias al mérito y la productividad. Desde esta perspectiva la movilidad sería una característica positiva asociada a la igualdad de oportunidades.

Sin embargo, la alta movilidad posicional observada en Chile no refleja características positivas, sino que al contrario es una “movilidad no deseada” que refleja la alta vulnerabilidad económica de la mayoría de la población. Si bien una visión estática de la economía chilena puede identificar a un grupo muy grande de hogares no pobres, es muy difícil garantizar aquellos hogares no serán pobres en otro período.

Por otra parte se observa que la inamovilidad del grupo más adinerado en Chile es aún mayor que en países que destacan por tener estructuras sociales injustas y desiguales. Existe en Chile una élite altamente inmóvil e impermeable (son muy pocos los hogares que entran y salen del decil diez) y que concentra además las riquezas del país.65

El análisis de vulnerabilidad que recién comienza a realizarse en Chile, evidencia una gran concentración de la riqueza; pero además que la movilidad absoluta de ingresos está restringida en su gran mayoría a cambios de aproximadamente 100.000 pesos per capita. Dado que más del 80% de los hogares se encuentra por debajo de los 200.000 pesos per capita se observa que esta variabilidad de ingresos tiene un serio

61

Fosis. 2001. 62

Lechner, 1999; Garretón, 2000; Mideplan, 2000; Robles, 2000; entre otros. 63

En un estudio realizado por Mideplan (2000) sobre las percepciones culturales de la desigualdad se señala: Un 63% de los encuestados piensa que la desigualdad es un mal inherente a las relaciones sociales, que afecta a toda la sociedad y que tenderá a existir siempre; siendo su efecto principal la destrucción de la solidaridad. Provoca consecuencias en el plano colectivo, genera la desunión del país o crisis de comunidad; y en el plano individual, provoca pobreza espiritual, frustración y angustia. Respecto del futuro, solo un 13% de los encuestados cree que el crecimiento económico eliminará la pobreza en veinte años, en tanto 60% cree que la distancia entre pobres y ricos se agranda de modo que habrá más pobres en veinte años más. 64

Contreras et al. 2004. 65

Contreras et al.2004; Mideplan.2002 ; Libertad y Desarrollo. 2004.

impacto negativo en el bienestar justamente para el 80% de la población con menor ingreso. 66

Estas trayectorias negativas son probablemente el elemento más preocupante que deja ver el análisis de movilidad social. Un 9% de los hogares que no era pobre hace cinco años atrás el año 2001 vive en condiciones de pobreza o indigencia. Las consecuencias sociales, psicológicas y económicas de una caída de este tipo son difícil siquiera de dimensionar. Gran parte de la indigencia está compuesta por personas que no pudieron evitar una trayectoria bruscamente negativa. Asimismo todos aquellos “nuevos” en pobreza, la mitad de los pobres para el 2001, se ubican en promedio al borde de la línea de indigencia. La tasa de entrada es grande en cantidad y profundidad. Afortunadamente la tasa de salida colabora en mantener los indicadores de pobreza relativamente estables. Sin lugar a dudas estos datos corroboran el fuerte dinamismo de la pobreza en este tiempo; pero las caídas fueron más agudas que las subidas. Esta evidencia, que las trayectorias negativas fueron “más largas”, es un elemento que debiera inquietar. Incluso se podría argumentar que una trayectoria negativa, producto del fuerte desajuste producido, es más “dolorosa” para la sociedad que la satisfacción provocada por una trayectoria positiva de la misma magnitud. Esto supone que una persona está menos preparada para caer que para subir.67 Lo cierto finalmente, es que parece evidente que la hipótesis sobre una indigencia o pobreza estancada o dura tiende a relativizarse y a disminuir su peso en las discusiones sobre pobreza y políticas sociales.

La preocupación de las élites y clases dominantes por el pobre es muy antigua. Históricamente, el pobre fue el mendigo, el vagabundo, el leproso, el huérfano... y la relación de la sociedad ha transitado entre la piedad y la horca, al decir de Geremek; entre la caridad y el castigo como dos caras de la relación social con los más pobres.

Desde la Colonia hasta fines del siglo XIX, la caridad – en gran medida ligada a procesos de expresión de fé – marcó la relación con la pobreza a través de instituciones como hospitales, hospicios, orfanatos, leprosarios... La caridad no solo posibilitaba al clero actuar como depositario de recursos públicos y privados para la protección de los más pobres, sino también le daba la posibilidad de influir y orientar la vida social. La caridad junto con crear un conjunto de obligaciones, contribuía también a su naturalización. Pobres laboriosos y pobres peligrosos, dos formas antiguas de clasificarlos y determinar las acciones hacia ellos. A los primeros se los educa y cuida, la casa de huérfanos y el hospicio eran instituciones paradigmáticas de todo el siglo XIX hasta principios del XX. A los segundos, a los peligrosos, se los castiga y encierra…

La caridad y la beneficia hasta comienzos del siglo XX contribuyeron a ubicar la solución de los problemas de la miseria en las manos privadas; pero simultáneamente establecieron los vínculos clientelares como parte de un orden patrimonial antes que pastoral. La natural compasión y misericordia movían las obras de caridad; pero simultáneamente también servían como medio eficaz para conquistar la salvación y

66

Contreras et al.2004. 67

Castro, R. y Kast. 2004.

2. El Estado frente a la pobreza

ostentar la riqueza y la conducta pía.68 "Orden censurante" que da cuenta no solo de un ordenamiento económico sino que también de la cultura de una civilización propia que acompaña a la burguesía del siglo XIX, cultura pro-civilizamiento en los términos de la historiadora Illanes.

Si durante la colonia el pueblo circulaba libremente por la ciudad, en la República, los espacios públicos son distribuidos socialmente según las clases sociales. A la Catedral ya no entrará el pueblo, y menos el pueblo que viste poncho, la Catedral será para las clases aristocráticas, lo mismo que una parte de la Alameda. El Santiago circunscrito por un camino de cintura que separa el Santiago propio del Santiago impío y plebeyo es el más claro de estos esfuerzos civilizatorios del espacio urbano y social. Utopía urbana de Vicuña Mackenna de limpiar la ciudad de la plebe y la pobreza...69

Ante la beneficencia y la naturalización de la pobreza, surge “la cuestión social”. La aparición de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII en 1891 “sobre la situación de los obreros” cambia el eje de la discusión hacia los derechos de la clase obrera. Surge a comienzos del siglo XX la denuncia social de la explotación laboral y de las masas paupérrimas que habitan en el campo y las ciudades. La pobreza comienza a ser vista asociada al modelo de desarrollo, la explotación y sometimiento de los trabajadores. Con el surgimiento de la “cuestión social” se quiebra la idea naturalista de la pobreza. Son los tiempos de Luis Emilio Recabarren, dirigente obrero y fundador del Partido Comunista, quien denuncia activamente la pobreza y la desigualdad de esta sociedad chilena. El siglo XX se inaugura con el movimiento obrero, pero también con la masacre de la Escuela Santa María de Iquique el 21 de diciembre de 1907…

Si en el siglo XIX los gobiernos se apoyan en una sociedad aristocrática y proclive a la beneficencia y la caridad con los más desposeídos; los gobiernos del siglo XX orientan su accionar hacia los estratos mesocráticos y a una actitud protectora para todos los estratos de la sociedad. Con el siglo XX se inaugura la idea del Estado benefactor a cuya ayuda y protección todo individuo tiene derecho. No se habla de pobres sino de trabajadores y del Derecho del Trabajo; son los tiempos donde “gobernar es educar”.

Desde Alessandri y las reformas de 1925, pasando por el primer gobierno de Ibañez, hasta el Frente Popular, queda consagrado el imaginario estatal que predomina a lo largo del siglo XX. Chile, más que ningún país latinoamericano, parece marcado por la centralidad del Estado en su quehacer frente a los sectores más excluidos de la sociedad. En “la idea cardinal del Chile Republicano, históricamente considerado, es el Estado el que ha ido configurando y afirmando la nacionalidad chilena a través de los siglos XIX y XX; y la finalidad del Estado es el Bien Común en todas sus dimensiones: defensa nacional, justicia, educación, salud, fomento de la economía, protección a las actividades culturales…”70

Es el Estado el que da origen a la nacionalidad y consolida la república; es el Estado el que hace de referente a la convivencia social. Él es el motor de las estrategias de industrialización y desarrollo económico, así como el propulsor de las reformas sociales. Es el Estado Docente, que unifica y homogeniza al país a través de la escuela (y el servicio militar), y el Fisco, que representa el país mesocrático. Por sobre

68

Geremek, 1989. 69

No hay disciplinamiento más eficaz que aquel que se vale de la distribución de los individuos en el espacio, diría Foucault. 70

Góngora, 1981.

todo, en Chile la convivencia encuentra en el Estado la simbolización del compromiso de clases sociales y fuerzas políticas.71

En el nacimiento del Estado chileno, está la autoridad y el celo por la cosa pública, la referencia centralizadora, pero siempre la participación de los grupos en la decisión y el poder. La experiencia cotidiana de las familias chilenas así como sus biografías, difícilmente pueden ser comprendidas sin la presencia del Estado en cada una de las dimensiones de sus vidas.

Frente al debilitamiento del Estado durante las últimas décadas y el progresivo predominio del mercado en la vida de los ciudadanos, la nostalgia y el reclamo por la reconstrucción político-estatal de un imaginario público comienzan a hacerse parte del sentido de muchos chilenos, en especial aquellos que no han sido beneficiados por el mercado.72 La demanda por la ampliación del ámbito público comienza a recuperar terreno tras las debilidades que ha mostrado un modelo que consagra la experiencia del mercado y rompe con la construcción político – estatal del imaginario público por un imaginario privado. La crisis de fines de los noventa parece haber quebrado esta ilusión del individuo como figura central de un “imaginario de mercado”. Imaginario presente aún entre muchos ciudadanos, pero que pareciera entregar pocas claves para vislumbrar y vivenciar lo social. Frente al predominio del modelo neoliberal no solo los espacios públicos para articular las diferencias y la diversidad parecieran perder terreno, también las oportunidades de los ciudadanos, en especial aquellos más pobres, para elegir y realizar el tipo de vida que quieren llevar.

Se señala también, que junto con la descomposición de la política y el descreimiento de sus instituciones, otros modos de expresión ciudadana ganan fuerza. Lo público no desaparece aunque toma otras formas, talvés más silenciosas y anónimas. Hombres y mujeres perciben que muchas de las preguntas propias de los ciudadanos (a dónde pertenezco y qué derechos me da, cómo puedo informarme, quién representa mis intereses) se contestan más en el consumo de bienes y en los medios de

71

Este universo simbólico-imaginario permite institucionalizar los conflictos, a la vez que representa la progresiva expansión de la democracia. Esa integración política, y la posterior integración social, forman el núcleo político del imaginario estatal. La extensión del imaginario estatal va acompañada de una expansión de lo público. La sociedad se vuelca a un espacio público mediado por el Estado, el que abarca tanto a los partidos políticos y la administración pública como a los servicios de educación, salud y vivienda. Incluye la universidad pública y la previsión social, además de la promoción de organizaciones comunitarias. PNUD, 2002. 72

Desde distintos autores, sin embargo, el mercado y el campo mediático han sido levantados como ámbitos privilegiados para igualar o asimilar la categoría de ciudadano al de consumidor. J.J. Brunner (1996 y 1997) se hace parte de esta postura al sugerir que estaríamos en presencia de nuevas formas de participación social que tienen por base al mercado y que se estructuran en torno a las prácticas de consumo, ya sea de bienes o de mensajes transmitidos por la industria de las comunicaciones. Estas formas, propone, deben considerarse como expresiones nuevas y modalidades distintas de participación ciudadana, para las cuales todavía no se dispone de un lenguaje apropiado que permita entenderlas como nuevos fenómenos de ciudadanía. Al igual que Canclini, asume que la participación se desliga del ámbito público, político y se transforma en una práctica de carácter privado por medio de la cual los individuos se realizan como consumidores en el mercado o como espectadores frente a los medios de comunicación.

comunicación73 que en las reglas abstractas de la democracia por la participación colectiva en espacios públicos.74

A esta autonomización del concepto de derechos ciudadanos del espacio público, se le cuestiona y discute el tipo de derechos de que podría disponer el ciudadano - mercado (o informativo) en la estructuración de este ámbito social. En la esfera del mercado se advierte que los ciudadanos no concurren en forma libre e igual. Por el contrario, el mercado es por definición un espacio social no igualitario ni libre. El principio de una persona, un voto es reemplazado por un peso un voto, y la libertad entendida como capacidad responsable de autodeterminación es sustituida por la capacidad de producción y consumo. La pregunta obligada entonces es si al igualar ciudadano a cliente, dichos derechos pueden inscribirse dentro de un orden democrático.75

Sin embargo, a pesar de estas disquisiciones la presencia del Estado pareciera continuar siendo central en la vida cotidiana, en las prácticas y en el imaginario de los más pobres. El mercado forma sus necesidades ciertamente, pero es con el Estado (y sus más cercanos) con quien cuentan al momento de buscar satisfacerlas. Ni aún en los años 80, en pleno discurso neoliberal antiestatal la presencia del Estado en la sociedad chilena se redujo, no solo por el exacerbado control que este ejercía sobre las decisiones y vidas de cada chileno, sino también por su presencia en ámbitos como la educación, la salud y las decisiones en aquellos ámbitos que el mercado descuidaba.

En los años noventa, el rol del Estado sigue vigente; un ejemplo de ello es su papel en el rol compensador con la pobreza a través del aumento y mayor focalización de los subsidios. El Estado de los noventa ha jugado un rol activo en el aumento de los ingresos de dichas familias, pero por sobre todo en la corrección en parte de la desigualdad que se aprecia en los ingresos monetarios de los hogares chilenos.

En efecto, la focalización de las políticas sociales logra impactos redistributivos que no ocurren con los ingresos provenientes del trabajo. Como resultado se aprecia que en el 2000, gracias a los subsidios, se acorta la distancia entre el 20% más pobre y el 20% más rico de 15.5 veces a 13.9 veces.76 Gran logro, pero que sin duda habla de las falencias de un modelo de desarrollo incapaz de generar cuotas de igualdad a través del empleo.

Esta presencia y centralidad del Estado en la construcción de una sociedad más equitativa y menos pobre, no impide sin embargo, que la demanda por un Estado y una política más cercana y con mayor capacidad de reconocer y aglutinar la diversidad comienze a surgir desde los mas pobres, dando así cuenta de la necesidad y de la búsqueda de un nuevo vínculo entre Estado y ciudadanos.

73

La OIT (1995) advertirá que “la alta legitimación del consumo tiende a poner en duda el trabajo y las formas tradicionales de movilidad social. Frente a esta realidad, las respuestas de las políticas y del Estado se muestran insuficientes; para lo cual sugiere un enfoque territorial de intervención social…” 74

García-Canclini, 1994. 75

Micco,1998. 76

En el capítulo anterior se entregan las cifras sin incorporar el impacto de los subsidios, por eso la distancia es mayor. Casen, 2000.

En 1920 se promulga Ley sobre Enseñanza Primaria Obligatoria; 1924 se aprueba un conjunto de leyes sociales que regulaban los contratos de trabajo, los sindicatos, el derecho a huelga e indemnizaciones por accidente de trabajo; se crea La Caja del Seguro Obligatorio, la Caja de empleados particulares; el Ministerio de Higiene, Previsión y Asistencia Social. En 1925, la Caja de Empleados Públicos; impuestos a la renta y e impuesto global. En 1931, Código del Trabajo; 1936 Caja de Habitación popular; 1938, Ley de la Madre y el Niño. En 1942, la Dirección General de Protección a la Infancia y la Adolescencia que hace extensiva su atención a los grupos marginales y desocupados.

La cuestión social y la protección al trabajo: 1920 – 1950

La noción actual de "política social" nace estrechamente ligada al Estado - Nación y a la constitución de un "proletariado" urbano libre de las relaciones de servidumbre.

En su origen, la idea de "política social" se deriva del reconocimiento de las desigualdades inherentes a la relación entre capital y trabajo asalariado, y su primera forma institucional es el Derecho del Trabajo. Al reemplazar la noción de "pobres" o “pauper” por la noción de desigualdades originadas en causas propias de la organización social, se abrió un espacio legítimo para la introducción de correctivos institucionales en lugar de la apelación a la conciencia caritativa de las personas o los gobernantes.77

Junto a la efervescencia social del movimiento obrero y el naciente sector público de comienzos de siglo nace una creciente conciencia social acerca de la responsabilidad directa del Estado y los problemas sociales pasan a ser considerados así una cuestión de justicia.

La primera fase de este período se caracterizaría así por una serie de políticas protectoras orientadas a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los grupos sociales emergentes. A fines de la década de los cuarenta se aprecia una preocupación por los grupos marginales no adscritos a la previsión social.78

77

Martinez y Palacios, 1996. 78

Schkolnik y Bonnefoy. 1994.

En este período se crea el Servicio Nacional de Salud, la Junta Nacional de Jardines Infantiles, la Junta Nacional de Auxilio Escolar y Becas, Servicio de Seguro Social. Se incorporan al sistema de previsión nuevos grupos de trabajadores, se crea la asignación familiar, el subsidio de cesantía y subsidio de maternidad. A partir de 1964, se agregan no solo los programas sociales dirigidos satisfacer necesidades básicas, sino también reformas estructurales tendientes a modificar la distribución del ingreso permanente de los hogares, así como a favorecer los programas de movilización social y autoayuda a través de la Promoción popular. Se impulsa la Reforma Agraria que significa la expropiación del 15% de la superficie agrícola y la sindicalización en el campo; y se crea el marco legal para las Juntas de vecinos y las organizaciones de pobladores; y la operación sitio que permitirá regularizar la propiedad de terrenos urbanos.

Estado de compromiso y las políticas sociales: 1950 -1973

La extensión de la República expandió, posteriormente, las materias que reclamaban intervención del Estado hacia la educación, la salud, la seguridad social en aras de la constitución de una ciudadanía homogénea que garantizara la unidad de la Nación y el principio democrático. Desde entonces, hasta la constitución y crecimiento del llamado "Estado de Bienestar" la noción de política social creció sumando nuevos sectores y materias.

Alentado por los efectos favorables de las medidas intervencionistas anticíclicas, el modelo keynesiano se impuso en todas partes. La base económica era el modelo de desarrollo hacia adentro caracterizado por la industrialización de sustitución de importaciones con un fuerte rol del Estado. El modelo político estaba constituido, por un lado, por el denominado Estado de compromiso. Esto es, una situación donde no hay más hegemonía absoluta de un sector social al interior del Estado, como era en la época oligárquica, sino acomodaciones inestables y asimétricas entre diversas fracciones de la burguesía, capas medias y trabajadores industriales. La referencia cultural era al mismo tiempo el Estado, la Nación y el Pueblo, y una visión de cambio social global y radical.79

En Chile la política de industrialización sustitutiva de importaciones, favoreció la consolidación de un sistema estatal de servicios sociales altamente estratificado, pero de amplia cobertura. El Estado, congruente con la valoración y funciones que se esperaban de él, asumió un rol activo en el financiamiento, producción y gestión de los servicios sociales. Ello permitió simultáneamente dar cuerpo a una representación social del Estado Benefactor que cubría todas las dimensiones de la vida social y cotidiana. Una inversión en servicios sociales de amplia cobertura, nivel del gasto social creciente, administración central y vertical, dieron cuerpo a un Estado que no solo normaba, financiaba y ejecutaba la política social, sino que también se hacia omnipresente en la cotidianeidad así como en los imaginarios de la sociedad chilena. El Estado asumía así la responsabilidad de redistribuir parte de la producción y la riqueza nacional en pos del desarrollo de la nación, manteniéndose viva la idea que las instituciones, las leyes y el esfuerzo del Estado beneficiaría no a un solo sector de la sociedad chilena.80

Frente a la desigualdad social y como una forma de alcanzar a los sectores rurales y de pobreza urbana, al final del período, años 60 e inicios de los 70, las políticas sociales se orientaron al apoyo de la organización vecinal y comunitaria urbana a través de programas de “promoción social / popular” y a la organización campesina a través de su sindicalización. Los programas sociales funcionaban centralizadamente y eran guiados por principios universales. Asimismo se iniciaron las reformas

79

Garretón, 2000. 80

Espinoza, 1988; Salman, 2002.

estructurales que afectaron la tenencia de la tierra como fue la Reforma Agraria y la propiedad industrial a través de la definición de un “área de propiedad industrial”.81

Co-existía a este Estado de compromiso, un actor social central que puede ser definido como el Movimiento Nacional Popular, y que abarcaba los diferentes movimientos sociales, a pesar de sus particularidades. El movimiento o actor social paradigmático del Movimiento Nacional Popular fue en Chile el movimiento obrero. Caracterizó a este Movimiento Social central, así como a los movimientos urbanos, la combinación de una dimensión simbólica que clamaba un cambio social global y una dimensión de demandas concretas. El Estado continuaba siendo el interlocutor de las demandas sociales y el locus de poder sobre la sociedad. 82

El origen de las poblaciones y barrios populares más emblemáticos de la ciudad de Santiago, debe ser rastreado justamente en la década de los cincuenta y sesenta, período marcado por el nacimiento del movimiento urbano y el crecimiento de la pobreza que se generaba junto a la alta la migración rural. Es en este período de incremento de la población marginal urbana que el Estado establece los primeros planes nacionales de vivienda. Las décadas que siguen serán testigos de la expansión de las capacidades organizativas de los “pobres de la ciudad” para influir en la satisfacción de sus necesidades de vivienda y en el reordenamiento urbano.

Este proceso de apropiación de la ciudad por parte de los pobladores, fue no sólo relevante en términos de la actoría que ellos alcanzaron en la ciudad, sino también por su ingerencia en los procesos de cambio social y político que removieron a la sociedad chilena. El movimiento de pobladores iniciado a mediados del siglo XX permitió alcanzar y reivindicar formas más dignas de vida en la ciudad.83

Los años cincuenta fueron en cierto modo, los años de lo que Garcés (2002) denomina un “interregno” entre el Frente Popular y la Revolución en Libertad. Un tiempo de tránsito entre dos proyectos con alto componente de movilización social orientada a producir cambios políticos y sociales en las clases medias y populares. Si en los años del Frente Popular fueron relevantes los sindicatos de trabajadores urbanos; en los años de la Revolución en Libertad, serían los pobladores a través de las políticas de vivienda y de la promoción popular; y los campesinos a través de la Reforma Agraria. Los pobres de la ciudad crecieron en este período y se convirtieron en un actor central de la sociedad. La acción de los pobladores ponía de manifiesto el problema de la inclusión en la ciudad y en la sociedad. El Estado, finalmente reaccionó no solo porque no era deseable que fenómenos sociales como la toma de La Victoria en 1957 se repitieran, sino porque un mínimo de justicia obligaba a poner en marcha los planes de vivienda popular. El Plan Habitacional de Alessandri, más allá de la precariedad de las nuevas formas de poblamiento, inauguró un sistemático plan de reubicación de lo más pobres en la ciudad. El gobierno posterior de Frei Montalva no pudo evitar el incluir en sus planes de vivienda las denominadas “soluciones habitacionales”, es decir, formas de poblamiento precario, pero en un sitio propio, cuando la presión y la movilización popular ya no admitían esperas.

Si bien los pobladores eran portadores de sus propias tradiciones organizativas, estas se vieron potenciadas a fines de los cincuenta y hasta fines de los sesenta por actores portadores de nuevos discursos de cambio y de justicia social. Entre ellos fueron relevantes el Partido Comunista, la Iglesia Católica y la Democracia Cristiana. El

81

Raczynski y Blázquez, 2000. 82

Garretón, 2000. 83

El concepto mismo de “poblador”, con el que se denominó a los pobres de la ciudad, surgió y se extendió en los años sesenta. Sin embargo, fue en la coyuntura electoral de 1970 cuando la ciudad se pobló de “campamentos” y los pobladores fundaron nuevos barrios en la capital y alcanzaron una nueva posición en la ciudad y la sociedad urbana.

proceso de expansión de los sistemas públicos de protección social culmina a principios de los años 1970, cuando el sistema escolar, así como la atención de salud, alcanzan tasas de crecimiento nunca más logradas, y el sistema de previsión se universaliza, incorporando a los trabajadores del sector informal.

En el curso de este proceso, se generó un aparato estatal y una burocracia relativamente fuertes – aunque jamás el Estado ni el gasto social alcanzaron tamaños desmedidos, y aún durante el gobierno del presidente Allende, se mantuvieron en niveles84 muy por debajo del tamaño que tienen en los países más avanzados.

Los mil días de gobierno de la Unidad Popular se inician con un Programa de Gobierno en el que se diagnostica la pobreza generalizada y el estancamiento económico y social. Salvador Allende ganó la presidencia, en un proceso que se tornó abiertamente revolucionario, aplicando masivamente la ley de reforma agraria aprobada durante el gobierno anterior, hasta expropiar la totalidad de las tierras susceptibles de ello; y nacionalizando el cobre con el apoyo unánime de todos los partidos en el parlamento, entre varias otras medidas de profundo alcance.85

El programa de la Unidad Popular contemplaba la constitución del Poder Popular y de un Estado Popular, la construcción de una nueva economía planificada que asumiera también las tareas sociales, culturales e internacionales dado el fracaso en Chile de “un sistema que no corresponde a las necesidades de nuestro tiempo. Chile es un país capitalista, dependiente del imperialismo, dominado por sectores de la burguesía estructuralmente ligados al capital extranjero, que no pueden resolver los problemas fundamentales del país, los que se derivan precisamente de los privilegios de clase a los que jamás renunciaran voluntariamente.”86

La Unidad Popular se propondrá romper con “las recetas reformistas y desarrollistas impulsadas por la Alianza para el Progreso que hizo suyas el gobierno de Frei”.87 “Los desarrapados, los miserables, iban a cambiar de vida y a sentirse protagonistas de la posibilidad, de una primavera humana distinta, justa, superior..."88

La “Unidad y la acción del pueblo organizado” constituyó el eje desde donde se construiría la gran transformación social. “Los Comités de la Unidad Popular, articulados en cada fábrica, fundo, población, oficina o escuela por los militantes de los movimientos y de los partidos de izquierda. El nuevo orden institucional sería así el Estado Popular, “organización única del Estado, estructurada a nivel nacional, regional y local que tendrá a la Asamblea del Pueblo como órgano superior de poder.”

Entre las tareas sociales, el programa de gobierno de la Unidad Popular tuvo como centro de su preocupación “las aspiraciones sociales del pueblo chileno” que “quiere, por ejemplo, viviendas dignas, sin reajustes que esquilmen sus ingresos; escuelas y universidades para sus hijos; salarios suficientes; que terminen de una vez las alzas de precios; trabajo estable; atención médica oportuna; alumbrado publico, alcantarillado, agua potable, calles y aceras pavimentadas; una previsión social sin privilegios, justa y operante, sin pensiones de hambre; teléfonos, policías, jardines

84

En su punto máximo, el gasto en salud y educación alcanzaron del orden de entre 4,5% del PIB la primera, y 7.2% del PIB la segunda, siendo éstas las principales partidas del gasto social de entonces – en la actualidad la principal, de lejos, la constituye el deficit previsional producto de la privatización del sistema de pensiones, el que absorbe más del 41% del total del gasto social actual. Riesco,2003. 85

Riesco, 2003. 86

Programa básico de gobierno de la Unidad Popular, Candidatura Presidencial Salvador Allende, 17 diciembre 1969. 87

Idem, 1969. 88

Guastavino, Luis, 2003.

infantiles, canchas deportivas; turismo y balnearios populares.”89 Entre estas

medidas, una de las que más impactó fueron los programas de apoyo alimentario como los Comedores Populares y el programa del “Vaso de Leche”, que aseguraba a través de las escuelas la leche a todos los niños del país.

A estas tareas sociales se sumó el desafío de “una cultura nueva para la sociedad” a través de la educación para todos (Escuelas Nacionales Unificadas – ENU) y la promoción del acceso de la cultura masiva (Editorial Quimantú). “El nuevo Estado procurará la incorporación de las masas a la actividad intelectual y artística, tanto a través de un sistema educacional radicalmente transformado, como a través del establecimiento de un sistema nacional de cultura popular. Una red de Centros Locales de Cultura impulsarán la organización de las masas a ejercer su derecho a la cultura.”90

Este ciclo de expresión y fuerte actoría social y popular así como de expansión del Estado de Compromiso culminó con las generalizadas crisis fiscales y el quiebre del compromiso democrático del proyecto social y popular de Allende.

El olvido de la noción “pueblo” y el renacimiento de la noción de "pobres" en el contexto de la política social del Estado se produjo en este momento. El quiebre democrático y las crisis fiscales, determinaron una estricta reducción del gasto público y las nociones de "pobres y pobreza" (como categoría absoluta) pasaron a ser las herramientas conceptuales para ordenar y “focalizar” la operación restrictiva de un Estado neoliberal.

El Estado neoliberal y la política de asistencia focalizada: 1973 - 1989

Desde el principio de los años ochenta, el crecimiento de la desocupación y la aparición de nuevas formas de pobreza parecieron llevarnos atrás. Los intentos neoliberales por “desmontar” el sistema estatal desde mediados de los setenta no hicieron sino agravar la situación. La abrogación de derechos civiles y políticos y la crisis económica a partir de los ochenta proporcionaron el marco no solo para una restricción de los derechos sociales sino también un crecimiento de la pobreza. La adopción de las políticas de ajuste estructural y las reformas del Estado caracterizaron la “década pérdida” de los años ochenta.

El régimen militar de los setenta y ochenta y algunas transformaciones institucionales implicaron consecuencias profundas para los movimientos urbanos. La naturaleza represiva del régimen militar, y el intento de desmantelamiento general del Estado, cambiaron dramáticamente los vínculos con el Estado y la política. Los actores sociales se volvieron ciertamente más autónomos y más orientados hacia la identidad y autoreferencia que a lo reivindicativo.91

89

Programa UP, 1969. 90

Idem. 91

Garretón, 2000.

En este período se establece el principio de la subsidiaridad y la focalización; se concentra el esfuerzo social en sectores donde el modelo neoliberal genera costos y crisis sociales. Se focaliza casi por completo en la extrema pobreza. Se diseñan instrumentos de clasificación de los hogares según situación socioeconómica (Ficha CAS; mapa extrema pobreza, Encuesta CASEN). Se crean subsidios focalizados con carácter asistencial: En 1975, las Pensiones Asistenciales; en 1981, el Subsidio Unico Familiar. Entre los subsidios no monetarios se focalizan hacia la extrema pobreza el Programa Nacional de Alimentación Complementaria y el Programa de Alimentación Escolar creados durante los 50. En los 80 se crean las Administradoras de Fondos de Pensiones y las Isapres, entidades privadas de salud. El sector salud fue descentralizado y se traspasa la gestión de atención primaria a las municipalidades y se crea el Sistema Nacional de Servicios de Salud. En la educación se redujo el rol del Estado a través de la descentralización de los establecimientos fiscales, traspasando a las municipalidades y sector privado la gestión. En materia habitacional se otorgó un mayor rol a las empresas inmobiliarias y al mercado de capitales como mecanismo de financiamiento; se desregula el mercado de suelos urbanos.

La llegada del régimen militar, no solamente terminó con las “tomas” organizadas de terrenos y silenció el movimiento de pobladores sino que además creó la política de erradicación de poblaciones más grande que haya conocido la historia de Chile. En pocos años, los “pobres” fueron “reubicados” y “atomizados” en los márgenes de la ciudad, en viviendas semejantes a “cajas de fósforos”, por su tamaño y forma.

Las erradicaciones de pobladores, con sus viviendas para pobres y en comunas de pobres, inauguran así una nueva etapa en la construcción de la ciudad de Santiago. No solo la segregación urbana se consolida, sino también el miedo y la violencia en una ciudad constituida de ghettos y apartheid. El déficit de políticas de vivienda no hará sino agudizar el drama de los sin casas. El allegamiento y el hacinamiento caracterizarán las condiciones de vida de una parte no menor de las familias pobres de la década de los ochenta. Resistencia y sobrevivencia marcarán el quehacer subterráneo de las organizaciones de pobladores.

Es a mediados de los setenta, junto a la implantación de un modelo de desarrollo neoliberal que privilegia el crecimiento de la economía, la apertura externa, la ampliación del mercado, la competencia, que el sector económico privado comienza a incursionar en el ámbito social de la educación, la salud y la seguridad social. El papel del Estado se restringe por tanto, a la atención de la población más pobre, a aquellos que no logran con sus medios acceder al mercado y satisfacer por sí mismos sus necesidades básicas. El crecimiento de la economía y un gasto social negativo son levantados como la clave de la superación de la pobreza.

En esta misma lógica se crea e implementa la red social, un conjunto de subsidios compensatorios en beneficio de los sectores en extrema pobreza, se implantan instrumentos de focalización de la política y los programas (Ficha CAS y mapa de la extrema pobreza). El resultado es finalmente la adopción de una estrategia mixta que combina políticas de corte universal con políticas focalizadas.

El concepto de “focalización”92 de los recursos estatales en los más pobres hace su aparición como principal instrumento de reducción del gasto social y por ende de la tributación; los programas universales no desaparecen, pero se restringirán. A los argumentos de crisis fiscal se agregaron otros que argumentan una mayor eficiencia y eficacia de la “focalización” para la asignación de recursos.

92

De acuerdo a la Cepal (1995), focalizar consiste en concentrar los recursos disponibles en una población o en un territorio de beneficiarios potenciales, a la que se quiere llegar con un determinado programa o proyecto. La focalización supone por tanto, la selección de determinados sectores sociales para ser receptores de beneficios sociales. La Cepal advierte ya en los noventa del riesgo de estigmatización de la población beneficiaria.

El paradigma de la “subcultura de la pobreza” inspira por cierto las políticas sociales normalizadoras y disciplinadoras de los años 80. El énfasis en la integración social será leído no solo como integración a mejores oportunidades laborales sino como la creación de “conductas” y motivaciones hacia la adscripción a los valores de la integración. El postulado es, pues, que la vida bajo el límite absoluto de ingresos que establece operativamente la "línea de la pobreza" genera a nivel de los individuos una respuesta de desesperanza aprendida respecto a las probabilidades de movilidad social ascendente.93

Distanciadas de las viejas explicaciones de la desigualdad social de los años 60, las políticas sociales de los ochenta, basan parte importante del fundamento de su intervención, en un contexto de economía de mercado, en esta proposición histórica y antropológica de la autorreproducción de la pobreza.

En los términos de las políticas sociales: bajo un cierto umbral de ingresos (la línea de la pobreza) las personas pobres no estarían en condiciones de visualizar ni aprovechar las oportunidades que el mercado les ofrece. Fijados en una situación de sobrevivencia, las familias tenderían a acumular, producir y reproducir intergeneracionalmente pautas de comportamientos y valores propios a una “cultura de la pobreza”, esto es, de la desesperanza y el dejarse estar. Sin la intervención del Estado, por tanto, no hay posibilidad de romper este circuito de la reproducción de la cultura de la pobreza y la falta de motivación.

La superposición entre el estrato pobre y la cultura de la pobreza es una mera suposición que se adopta para el efecto de dar justificación a la definición de un grupo-objetivo de la ayuda estatal. Sin embargo, esta suposición aspira a llenar un vacío real en la construcción teórica del concepto, aunque lo haga de un modo distorsionado: si la pobreza ha de ser motivo de atención continuada e institucional por parte del Estado, en efecto, es porque se reconoce la existencia de un hiato entre la orientación a la movilidad social y la probabilidad efectiva de movilidad.94

En la perspectiva de otorgar mayor centralidad al mercado, progresivamente se promueve una mayor ingerencia del sector privado en la entrega de servicios sociales, traspasando atribuciones y competencias a instancias descentralizadas como los municipios; se implantan instrumentos de subsidio a la demanda y fomenta la libertad de elección. Los recursos orientados a fines sociales se reducen, situación que afecta con particular intensidad los sectores de vivienda, salud y educación.

En síntesis, durante el régimen militar, la asistencia directa a grupos es radicalmente técnica y focalizada y la intervención del Estado en asuntos socioeconómicos disminuye radicalmente. Se tecnifican las instancias responsables para todas las dimensiones específicas de la administración, y desaparece el rol integrador, de encuentro y convergencia de “lo nacional” que hasta inicios de los setenta el Estado había cumplido.

Hacia 1990, sin embargo, a pesar de los intentos de desmontar el sistema estatal, el Estado continuaba siendo el responsable mayoritario del financiamiento y provisión de al menos salud y educación.

93

Martínez y Palacios, 1995. 94

Martínez y Palacios, 1995.

De estos programas para la superación de la pobreza, durante los años noventa ha predominado el enfoque de inversión social. En efecto se observa que un 12% son netamente asistenciales, un 50% asistenciales e inversión social, un 39% de inversión social priorizando la expansión de capacidades personales, productivas y/u organizacionales o de gestión. (Hardy. 2000) En este contexto nace el Fondo de Solidaridad de Inversión Social (FOSIS); el Servicio Nacional de la Mujer (SERNAM); el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV); la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI), la Comisión de Discapacidad y la del Adulto Mayor. Todos pasaron a depender del Ministerio de Planificación Social (MIDEPLAN). Si en 1995 se contaban 114 programas en 1999 llegaban a 191. (Raczinsky y Serrano, 2000)

El Estado democrático y las políticas integradoras: 1990 - 2005

Durante los años noventa, con el retorno a la democracia, los lineamientos básicos del modelo neoliberal se conservan y con ello la concepción de las políticas. El objetivo declarado sin embargo, será eliminar los rasgos “paternalistas” que el Estado había adquirido en décadas anteriores. Se trata de quebrantar así las actitudes clientelares y fomentar el sentido de responsabilidad y ejercicio ciudadano.

La orientación hacia el libre mercado va, sin embargo, de la mano de un concepto de la democracia en el que la toma de decisiones a nivel macro es delegada a un grupo de especialistas y administradores.

En términos de los paradigmas de las políticas sociales, la década de los noventa vio complejizarse la percepción de igualdad como principio del contrato social del Estado de Compromiso. A la idea de "reducción de las desigualdades” (por lo general comprendida como la reducción de las disparidades de ingresos), se agregan las nociones de equidad y oportunidades. Este último, más que poner el énfasis en la igualdad del punto de partida, lo que propone es el acceso a recursos para el desarrollo de capacidades y habilidades que faciliten la movilidad en el tiempo, incluso intergeneracional. Oportunidades que el Estado facilitará, pero que será responsabilidad de los individuos utilizarlas en su propio beneficio. Principio que asume por tanto, que los resultados podrán ser diferentes y no siempre igualitarios.

El cuestionamiento del sistema de desarrollo o las dinámicas sociales que favorecen la reproducción de la pobreza y la desigualdad están ausentes en el debate público hasta comienzos de la década del 2000. El debate de las políticas sociales de los noventa no se centra en la superación de la desigualdad social sino en el desafío de la superación de la línea de la pobreza.95

Durante los noventa, las viejas políticas de bienestar teóricamente universalistas de inspiración keynesiana tienden a preservarse en el núcleo central de las políticas. Esto es, políticas sectoriales y universales que permitan asegurar un nivel básico de ciudadanía: educación, salud, vivienda, seguridad social, trabajo y justicia.

Se reafirma por cierto el papel del Estado en el ámbito social, se redefine la relación entre crecimiento económico y desarrollo social enfatizando la complementariedad de ambos procesos (crecimiento con equidad aconsejará la Cepal).96 La reforma tributaria de 1990 permite al gobierno de la Concertación recuperar el valor de los subsidios monetarios dirigidos a los más pobres y a fortalecer el núcleo central de la

95

G.Bajoit, 2002. 96

Raczinsky, 2000.

política social, que se encontraba en situación de fuerte deterioro. Paralelamente se desarrollo la línea “innovadora” de la política orientada a los grupos más vulnerables.

En la estrategia política de “lucha contra la pobreza” se privilegian las políticas “focalizadas” que “invierten” o “habilitan” a las personas más pobres para su participación en un entorno competitivo. Esta estrategia sin embargo, mantiene una línea de asistencia social97, que asegura el acceso de los más pobres a una gama de subsidios, siendo la Ficha CAS de los años ochenta el instrumento privilegiado. Se agrega una segunda línea, que busca hacer factible la orientación hacia la inversión social y fortalecimiento de la ciudadanía a través de la creación de programas sociales con instancias de “participación” de la población objetivo en los espacios locales.

La intervención estatal en los temas sociales se refuerza con el proceso de descentralización iniciado en la década anterior, y cuyo objetivo es el lograr una mayor eficacia y eficiencia de la acción estatal. El objetivo es un acercamiento distinto, más pertinente a los ciudadanos y los territorios, a fin de lograr una mejor respuesta a sus necesidades y una mayor participación en la ejecución de las políticas estatales. El proyecto neoliberal de modernización así como la redefinición de ciudadanía que esto implica, se propone aprovechar de esta manera recursos culturales y materiales de la sociedad civil.98 Es justamente en este marco que nociones de participación y “empowerment” – anteriormente reservados a los movimientos sociales – hicieron su aparición en el discurso gubernamental.

El discurso sobre los objetivos de las políticas sociales de los años noventa opone (o agrega) a la normalización y disciplinamiento de los ochenta el objetivo de la participación social local de los más pobres como expresión y fortalecimiento de ciudadanía social. La asistencia social de lo ochenta pierde terreno en el conjunto de las políticas sociales y gana fuerza el componente de inversión social levantado como instrumento de integración social y ciudadanía. La “focalización” de estos programas en la población y en los territorios más pobres y vulnerables, se espera que aseguren una mayor eficacia en el cumplimiento de estos objetivos.

La participación constituye uno de los ejes orientadores de las políticas sociales de los noventa. La invitación que el Estado hace a los ciudadanos para “participar” en el diseño y ejecución de los programas sociales, constituye uno de los aspectos más “innovadores” de la década.

El concepto de “participación” encuentra en las políticas sociales su espacio privilegiado, pues es allí (y no necesariamente en otros espacios de la gestión pública) donde se espera el desarrollo de la expresión ciudadana para que los programas sean más eficaces y pertinentes. En los años noventa la participación fue conjugada con gobernabilidad. A ello por cierto contribuyó que las dinámicas de mercado fueran suficientemente generosas como para no entrar en conflicto con las dinámicas de la sociedad. Un crecimiento sostenido al 7% facilitó muchos consensos.99

Una compleja ingeniería social, posibilitó dar forma a cientos de proyectos autogestionados localmente, vinculando estrechamente el principio de la focalización al de la participación. Los recursos fueron de este modo condicionados a la capacidad de las comunidades y sus dirigentes para formular proyectos, quienes progresivamente se transformaron en hábiles especialistas. La superposición de la lógica estatal del “proyectismo” a la lógica social de las comunidades y sus familias rara vez ha sido puesta en cuestión. Pero el olvido de la estructura social de los más

97

Asistencialidad: mecanismo de corrección , entrega directa de recursos materiales y/o económicos a una familia, de manera de ayudarla a satisfacer necesidades específicas. 98

Assies, Calderón y Salman, 2000. 99

Guell, 2002.

Chile Solidario se propone mejorar las condiciones de vida de 225 mil familias en extrema pobreza. Para ello introduce una inflexión en lo que fueron las políticas sociales de los noventa a través de: a) la incorporación del concepto de red de protección social; b) la combinación simultánea de la asistencia y promoción social; c) un fuerte énfasis psicosocial en la familia como eje de la intervención; d) la focalización automática de las prestaciones sociales en las familias más pobres (sin postulación previa) y no sobre la base de la demanda de los individuos a los servicios públicos; e) y el concepto de egreso de la red estatal como principio central del sistema. Podría agregarse un cuarto concepto, el de integralidad, pero este no es nuevo, pues ya a principio de los años noventa venía promoviéndose junto a la necesidad de políticas intersectoriales.

pobres así como de sus lógicas y temporalidades, permite comprender por qué más que fortalecer los procesos de construcción de identidades colectivas y de expresión de ciudadanía o de efectivo mejoramiento a los ingresos, a menudo estos proyectos dividieron a las comunidades o se esfumaron apenas terminado el subsidio estatal.

A pesar del discurso y los esfuerzos de descentralización pública, en términos de las políticas sociales y sus programas, se observa que rara vez el nivel regional y local tiene injerencia en el diseño de ellos. Por el contrario, es el nivel nacional y central que se especializa en el diseño y asignación de recursos, el nivel regional en la ejecución y monitoreo; y el nivel local en la ejecución.100

A fines de la década de los noventa, las mediciones de la pobreza mostraban sin embargo, que a pesar de haberse reducido, persistía un porcentaje de indigentes cercano al 5% de los hogares de Chile. El menor ritmo de reducción de esta pobreza y la vulnerabilidad creciente de las familias indicaba que las políticas sociales compensadoras de disfuncionamientos pasajeros se habían vuelto ineficientes y a menudo perversas en sus efectos. Es así como el año 2002, se anuncia una nueva estrategia para combatir la miseria: Chile Solidario. Más que una programa social, Chile Solidario se anuncia como un sistema o una red que opera para con los más excluidos independientemente de los gobiernos de turno.

Importante es señalar que el Sistema Chile Solidario se suma a otras experiencias latinoamericanas que también exploran nuevas respuestas para hacer frente a la creciente vulnerabilidad y heterogeneidad de la pobreza en nuestro continente. Este nuevo enfoque plantea el concepto de protección social como un componente holístico para el manejo de una pobreza más moderna, pero más vulnerable. El enfoque de protección social parte del reconocimiento de esta situación de vulnerabilidad de las familias y ofrece un "aseguramiento sistémico" para prevenir o mitigar los riesgos a través de un conjunto de intervenciones públicas dirigidas a apoyar a las personas, hogares y comunidades frente al riesgo o situaciones de crisis, particularmente a quienes se encuentran en extrema pobreza. Enfatiza por tanto la responsabilidad pública en la provisión de seguridad de ingreso mediante una red de protección y rompe radicalmente con las apuestas de comienzos de la década de los noventa por la participación local.

Entre los elementos innovadores de este nuevo enfoque está el que asuma a las familias en su contexto social y económico de vulnerabilidad permanente. En este sentido, introduce una perspectiva preventiva y anticipatorio; pero haciendo de la red estatal el eje del sistema de protección.

El enfoque de protección social que propone Chile Solidario, autoriza sin embargo, la intervención pública solo en cuanto los mecanismos de mercado no existen o colapsan. En este caso, operaría la red de protección social. Sin embargo, en

100

Serrano et al, 2001.

circunstancias que la vulnerabilidad social que impone el mercado de trabajo hoy en Chile se tiende a generalizar, ciertamente se requerirán progresivamente de mecanismos más permanentes y eficaces para que el Sistema se constituya en una red eficiente de protección. Las dificultades de este sistema para dar respuesta a los problemas de empleo puede llevarlo a terminar reducido a simples medidas de carácter asistencial y compensatorio, pero no de desarrollo de una política de integración sustentable.

Sabemos, que más que los subsidios, es la naturaleza de los canales de ingreso al trabajo y los espacios laborales los que más relación tienen con la movilidad y la integración social, la dignidad y la cohesión social... Si Chile Solidario no logra amarrar la asistencia con una red social universal y ciudadana su potencial de impacto hacia los más vulnerables y excluidos será nulo. Para ello, sin embargo, se necesita que el Estado asuma de manera ineludible la compleja articulación entre gestión pública moderna, redistribución de los ingresos y políticas de cohesión social. Pero también, una sociedad civil fuerte que controle y asegure el cumplimiento de este nuevo contrato social.101

A diferencia de la propuesta de Chile Solidario el año 2000, la gran innovación de las políticas sociales para la superación de la pobreza de los años noventa, fue su focalización en territorios donde se concentra la pobreza: poblaciones, villas, vecindarios, barrios, asentamientos irregulares o campamentos...

El supuesto básico, era que aún cuando la lucha por la superación de la pobreza necesitaba de la transformación de estructuras de oportunidades como la creación y el acceso al empleo por parte de los más pobres; también se requería por parte del Estado potenciar a través de las organizaciones locales, el desarrollo de capacidades de estos hogares e individuos pobres. Se esperaba así que los programas sociales focalizados en el territorio, lograsen gatillar el uso de recursos y capacidades colectivas hasta ahora escasamente potenciados por el Estado y sus políticas sociales.

101

El trabajo de campo de esta investigación finalizó el año que se comenzó a implementar el Sistema Chile Solidario por lo que en el universo de familias no hay beneficiarios de este sistema.

3. Políticas sociales de vivienda y nuevos barrios

El Programa Chile Barrio fue creado en 1997 bajo el alero del Ministerio de Vivienda y Urbanismo. Destinado a superar las condiciones de marginalidad social, económica y cultural, concentra iniciativas y recursos públicos en asentamientos precarios y campamentos. Sus líneas de acción son: i) Desarrollo comunitario e inserción social, ii) Habilitación laboral y productiva, iii) Mejoramiento de la vivienda y del barrio, y iv) Apoyo al fortalecimiento institucional de programas destinados a la superación de la pobreza. Recogiendo los principios orientadores de las políticas de los años noventa, el Programa Chile Barrio se propone inducir un proceso de cambio en los destinatarios que los transforme en protagonistas de su propio desarrollo a través de la entrega de beneficios materiales y acciones de fortalecimiento personal e institucional entendidas como la expansión de capacidades para un trabajo cooperativo y sinérgico entre los diversos grupos y agentes presentes en el territorio.

La implementación de estas políticas focalizadas a principios de los años noventa coinciden con el surgimiento de los nuevos campamentos de la democracia a las orillas de los ríos, líneas de trenes, basurales, terrenos baldíos y terrenos estatales. Espontáneamente se reactivarán así las ocupaciones “ilegales” por familias que hasta la fecha habían vivido en condiciones de miserable allegamiento. Ya no se hablará sin embargo, de “tomas” sino de “asentamientos irregulares”. Y en estricto sentido, estas ocupaciones están lejos de ser lo que fueron en los años setenta. De manera silenciosa y solitaria, los “sin casa” se desplazarán en las noches, con sus cartones y maderas para allí construir sus precarias viviendas.

La llegada de la democracia, no activará el movimiento y las demandas colectivas, pero abrirá un espacio de “respiro” y esperanza de solución. Los años noventa, marcan así un nuevo pacto entre pobladores y Estado. Con políticas más descentralizadas, los municipios no tendrán dificultad en “focalizar” en los “lunares de pobreza” las nuevas políticas sociales. El aumento significativo de la construcción de viviendas sociales permitirá, junto a políticas para el incentivo del ahorro, que muchas familias accedan al “sueño de la casa propia”.

La meta de “erradicar” los 970 campamentos que existían a mediados de la década de los noventa a lo largo del país, llega a constituirse en política pública. La obtención de la vivienda pasa entonces a ser objeto de preocupación de las políticas sociales para “la superación de la pobreza”. A mediados de los noventa, la vivienda se transformará en un instrumento clave, el punto de partida, para la erradicación de la pobreza y la indigencia en Chile.

El Programa Chile Barrio nace justamente de la constatación de estos 970 campamentos, pero también de la dispersión de los programas públicos para abordar las situaciones de extrema pobreza. La escasa flexibilidad y descentralización de sus instrumentos, pero por sobre todo la verificación de que los resultados logrados con sectores en extrema pobreza eran precarios, conducen al Estado a diseñar un nuevo programa para los “sin casa”.

No serán los pobladores organizados quienes demandarán este derecho, sino el Estado que a través de una compleja ingeniería social, incentivará a las familias organizadas para postular a este derecho. A través de la entrega de subsidios y de apoyos complementarios a las familias, la vivienda y el barrio estará en el centro de un enfoque “integral” e intersectorial para la superación de la pobreza.

Históricamente, en Chile el problema de vivienda más importante en el sector urbano, era el de los allegados. Para 1983 se calculaba que los allegados en el Gran Santiago alcanzaban a 86.460 familias en los estratos económicos bajos, esto es, el 66,5% de este grupo.102 Esta situación cambió drásticamente en la década de los noventa. Las

102

Ogrodnik, 1983.

condiciones de urbanización para la población pobre se han visto mejoradas sustantivamente. La producción de viviendas sociales alcanzada durante la década pasada superó incluso la tasa de crecimiento poblacional vegetativo.103

Entre la década del ochenta y la del noventa, la tasa de producción anual de vivienda social creció en un 36,4% y desde 1980 hasta el año 2000 se habían construido alrededor de 173 mil viviendas de interés social en Santiago- lo que equivale al 21% del parque habitacional construido en la Región Metropolitana.104 En otras palabras, cerca de 700 mil personas viven hoy en día en algún tipo de vivienda social de bajo 400 UF, construidas entre 1980 y 2000.105

Durante la última década (1992-2002) las viviendas aumentan en un 25.7%, cifra muy por encima del crecimiento poblacional del período (13.3%) y decreció en un 42.9% el número de viviendas construidas con materiales precarios (mediaguas, piezas…). Según el Censo 2002, alrededor del 60% del total de las viviendas construidas en el país pertenece a programas habitacionales subsidiados. Con ello las condiciones de vida y de urbanización de los más pobres mejoraron sustantivamente. 106

Cuadro N° 2: Evolución del déficit de vivienda en Chile 1990 - 2000.

1990 1992 1996 1998 2000

Total déficit de viviendas

666.194

584.063

503.527

459.857

421.179

Nota: (*) Se excluye servicio doméstico puertas adentro y su núcleo familiar.

Fuente: MIDEPLAN, Departamento de Información Social, Encuesta CASEN de años respectivos.

El esfuerzo estatal realizado en materia habitacional implicó el traspaso residencial definitivo de la población que habitaba en campamentos o como allegados hacia las nuevas “villas” de vivienda social, que pasan a concentrar a la mayor parte de los pobres urbanos. La nueva pobreza urbana de Santiago, es hoy en día, la pobreza de “los con techo"107.

El modelo de construcción de vivienda social que impera en los últimos años posee una tendencia a la densificación. La construcción en altura se acompaña de un diseño urbano basado en blocs frontales entre sí, con balcones estrechos, lo cual agudiza las condiciones de hacinamiento y la “sensación” de encierro de los habitantes. Este cambio o modalidad constructiva se debe al proceso de encarecimiento del suelo urbano y no a las expectativas de la demanda. Numerosos estudios muestran que la familia chilena de hoy- como la de antes- sigue prefiriendo la vivienda unifamiliar en extensión.108 Sin embargo, recientes estudios del PNUD/SUR y del Minvu, indican que la principal insatisfacción de los habitantes de estos nuevos barrios no dice relación principalmente con sus viviendas sino con el barrio y el vecindario. El deseo de migrar

103

CEPAL, 1999. 104

SUR, 2001. 105

De bajo 400 UF ajustadas. 106

Los resultados positivos en las condiciones de vida de los beneficiados son evidentes. El uso de letrina o pozo negro como sistema de eliminación de excretas bajó entre 987 y 2002 de 47% a 27,4% en el I quintil y de 36,2% a 16% en el II. Esto, debido, en gran medida, al fuerte esfuerzo en materia de vivienda social realizado en el período. 107

Rodríguez, 2001. 108

Palmer, 2001.

está directamente asociado a la insatisfacción con el modo de vida y sociabilidad que se impone entre estos habitantes.

En el stock acumulado de vivienda social en los últimos veinte años, están presentes las mayores deficiencias urbano arquitectónicas (cierres ciegos, quiebre en relación con el patrón arquitectónico barrial, espacios residuales inutilizados, frentes discontinuos, apropiación indebida de espacios públicos) así como de conectividad y transporte público urbano. Por otra parte, los grandes volúmenes de inversión en casas, no han sido acompañados de un volumen importante de inversión en el plano de los servicios públicos. Crecen las villas alejadas de escuelas, consultorios, parques y espacios públicos, con lo cual se incrementa dramáticamente la sensación de aislamiento y marginalidad.109

Muchos son los estudios que denuncian las falencias de este sistema: la supremacía de la cantidad por sobre la calidad, la estrechez indigna de las viviendas, la segregación y guetización de estos territorios, la imposibilidad de elegir donde vivir, la ruptura de los vínculos de vecindad…

La sumatoria de los problemas vinculados a la realidad de la segregación urbana y la vivienda social en Chile, genera hoy graves problemas sociales relacionados con las dificultades para la convivencia, la formación de redes sociales y la generación de nuevas formas de participación social. Se impone así la visión que la construcción de conjuntos de viviendas sociales aporta cuantitativamente en el combate contra la pobreza, pero que la acentúa en términos cualitativos. La vivienda social otorgaría mejor calidad de vida material, pero atentaría contra las costumbres y lógicas socioculturales propias de los pobres en su vida cotidiana y productiva.110 Los altos índices de violencia intrafamiliar que allí se concentran así lo atestiguan.111 Desde esta perspectiva, no serían solo los cambios sociales o económicos los que gatillarían este déficit solidario, sino también la propia configuración socioespacial de los conjuntos. Es decir, los problemas que surgen en las villas no serían un problema de la pobreza, sino de la pobreza que hacinada y enjaulada habita en las villas.

Los beneficiados con una vivienda social deben residir en conjuntos densos, extensos, homogéneos, desprovistos de historia, segregados de la ciudad y – muy probablemente-distantes de sus redes primarias. Lo anterior, a una escala de 86.000 viviendas anuales, genera una situación social y urbana que impide el desarrollo de barrios integrados, sino también la imposibilidad de percibirse como un habitante más de su ciudad, un ciudadano. Por el contrario, estos extensos territorios se convierten en “caldo de cultivo” para la delincuencia, el deterioro de la infraestructura, la drogadicción, la estigmatización, la inactividad, la deserción escolar y el embarazo adolescente112..., la anomia.

La percepción de inseguridad que afecta la vida social de la ciudad, también está presente en estos guetos de pobreza. La diversidad de relaciones sociales no solo escasea, también existe una tendencia al confinamiento y la perdida de los espacios públicos de encuentro. La antigua reivindicación de los años sesenta por un espacio digno en la ciudad, es reactualizada por el Estado a través de conceptos tales como seguridad ciudadana, regularización de terrenos, barrios seguros …

La multiplicación de los cierres y las rejas en torno a cada bloc, la división de los pasajes de uso común con nuevas rejas son clara expresión del temor de gran parte de los más pobres para reapropiarse de sus espacios públicos y de generar vínculos

109

SUR-PNUD. 2001. 110

Ducci, 1998; Skewes, 2000; SUR-PNUD, 2001. 111

Rodríguez, 2004. 112

Ducci, 1998; Rodríguez, 2000; Sabatini, 2001.

estrechos con los vecinos. La inseguridad ciudadana se torna de este modo en el síntoma más evidente de los procesos de fragmentación social urbana.

El aumento y consolidación de las desigualdades sociales, la pérdida del control del territorio por parte del grupo de pertenencia, la crisis del Estado para garantizar la seguridad y protección de todos los ciudadanos, la inseguridad, el surgimiento de un modelo de ciudadanía privada basada en la “autorregulación” y la consecuente privatización de la vida social son algunos de los elementos más nombrados al analizar la segregación urbana que afecta a los más pobres. Esta tendencia tiende a mantenerse hasta hoy en día, y no existen evidencias de una rectificación.

Sea por una lógica de rentabilidad del suelo (económica)113, o simplemente una cierta tolerancia (cultural) a la pobreza, lo cierto es que hoy se abren y se refuerzan las viejas fronteras sociales y espaciales dentro de la ciudad. La segregación a gran escala, propia al proceso de urbanización latinoamericano, es decir, comunas de pobres y comunas de ricos, siguen caracterizando las fronteras urbanas de Santiago, radicalizándose sus consecuencias sociales114 e identitarias. La consolidación de los guetos de pobreza va aparejado del efecto de la estigmatización de su gente y la percepción de “estar de más”. Las fracturas urbanas, las fronteras al interior de la ciudad, aparecen entonces como la expresión y el recurso de integración e identificación al interior del propio grupo de pertenencia; pero también de exclusión y distinción en relación al resto de la sociedad.

113

Salcedo, 2000. 114

Sabatini y Cáceres, 2001.

” Ce qu´il y a de plus terrible dans la pauvreté est le fait qu´il y a la des êtres humains qui, dans leur position sociale, sont pauvres et rien que pauvres.”115 George Simmel, Der Arme, 1908.

3.1 Pobreza absoluta y movilidad social

La definición de pobreza que ha dominado durante las últimas décadas considera como referencia la capacidad que tienen los hogares y las personas de satisfacer una canasta básica de alimentos, calculada sobre bases nutricionales y otras necesidades básicas. El indicador utilizado para medir esa capacidad son los ingresos monetarios a que aquellos acceden. De allí su denominación de enfoque biológico y absoluto de la pobreza, por un lado, y del ingreso, por otro.116 A partir de los ingresos se definen los umbrales absolutos que consagran situaciones y categorías diferentes en cuanto al grado de subconsumo o privación: los indigentes, los pobres y los no pobres.117

Esta definición de "líneas" sociales -indigentes, pobres y no pobres- ha servido de base para medir y evaluar la evolución económica en términos de su éxito o fracaso en superar dichas situaciones, así como de fundamento para la formulación de las políticas de superación de la pobreza orientada a aquellos segmentos sociales más desfavorecidos para participar en el mercado. En pro del principio de igualdad de oportunidades, la acción del Estado se orienta por tanto a facilitar y subsidiar la integración de este segmento de pobres en el mercado.

115

G.Simmel, 2002. 116

P.Barros et. al, 1996. 117

Los indigentes, segmento de hogares y personas cuyos ingresos per capita no son suficientes para asegurar una canasta básica de alimentación para cada uno de sus miembros; los pobres, segmento conformado por todos los hogares cuyos ingresos per capita bastan para satisfacer la canasta básica de alimentos, pero que igualmente tienen limitaciones para satisfacer el conjunto de sus necesidades básicas porque no alcanzan a completar un ingreso monetario igual o superior al doble del valor de una canasta básica de alimentos en las áreas urbanas o 1.75 veces en el sector rural.

Parte II

El sujeto ante el Estado

Capítulo 3

Pobreza, identidad y lógicas de acción

La utilidad de una definición absoluta de pobreza, esto es de una línea bajo la cual se puede hablar de pobres e indigentes, permite establecer un punto de referencia para establecer las bases de un "derecho de los pobres"; y, asimismo fijar el gasto social público.

Que la pobreza sea un estrato social (definido a partir de la variable ingresos) o una categoría estadística no lo transforma por cierto, en una categoría social, por el contrario, ella no es más que una pre-noción, en el sentido de Durkheim118. Bajo la llamada “línea de la pobreza” encontramos grupos sociales tan diversos como mendigos, mujeres solas, ancianos, cesantes, sin casa, niños, campesinos…El estrato de la pobreza reúne tantos individuos como sea posible imaginar, pero cuyo único punto en común es la carencia que finalmente los vuelve merecedores de un trato diferencial por parte del Estado.119

Los estudios de la pobreza y la superación de tal condición, deben ser diferenciados de los análisis de la movilidad social. En la literatura sociológica, el estudio de la movilidad se ha orientado principalmente hacia las condiciones estructurales que favorecen el ascenso o descenso social de las personas en la estructura social.120 A través de la comparación de las posiciones de los individuos o familias en la estratificación social con aquellas posiciones que sus padres o ellos mismos tuvieron alguna vez, la sociología ha podido determinar el grado de (im)permeabilidad de la estructura social.121 Estos cambios en la posición relativa y la evolución de los niveles absolutos de ingreso han permitido a su vez interpretar las consecuencias del modelo de desarrollo en las transformaciones de la estructura social, como también la incidencia de las políticas sociales en los niveles de vida de los más pobres.

La educación, considerada tradicionalmente el principal mecanismo de movilidad individual, también ha sido un indicador privilegiado en la interpretación de los procesos de movilidad social, pues las evidencias empíricas han demostrado una estrecha asociación entre años de escolaridad y posibilidades de ascenso en la escala ocupacional y de ingresos.122 Asimismo sucede con los estudios que indican la asociación entre factores demográficos, como la fecundidad y el ciclo vital de las familias pobres y los procesos de movilidad social. Las variables demográficas sin embargo, deben ser leídas e incorporadas como variables que a menudo dependen estrechamente de pautas culturales propias a las familias y sus tradiciones.123 Los empleos de calidad, sin embargo, constituyen un factor central e indiscutible para la obtención de niveles socialmente aceptables de bienestar. El acceso a mejores oportunidades de vida no puede construirse si los miembros del hogar no se incorporen a actividades bien remuneradas por el mercado.

118

Durkheim.1973. 119

Lo cierto es que independientemente de la eficacia operacional que nos ofrece el concepto de pobreza absoluta, carencias medidas estadísticamente, ella ha permitido reemplazar los antiguos actores sociales populares por una categoría genérica de “pobres” y en la cual, como corolario de política, la responsabilidad es devuelta a cada uno individualmente. 120

Clacso 1976; ver Raczynski para Chile, 1974 121

Así definida, la movilidad social nos remite por sobre todo a la relación actor - sistema social; a los comportamientos, las estrategias que interactúan con la estructura social y se inscriben en la compleja jerarquía de posiciones sociales. Weiss,1986. 122

Raczynski, 1974; Filgueira, y Genetti 1982; Sainz, y León, 1996. 123

Los estudios de la CEPAL (1997) se sitúan en esta línea. Sin embargo, el enfoque demográfico puede ser exitoso en lo predictivo, pero es de difícil sustento teórico. La pregunta, de si es la movilidad descendente es resultado del tipo de familia o viceversa, no es de fácil respuesta. Aún así, las dimensiones del comportamiento demográfico como el ciclo vital de la familia, la maternidad temprana, el envejecimiento, la migración deben ser incorporadas al análisis.

Los estudios de superación de las condiciones de pobreza en cambio, se enfocan en el análisis de las salidas o entradas de tal condición (fijada por la línea de la pobreza) sin que ello suponga necesariamente cambios en términos de la posición en la estructura social. La superación de la pobreza si bien supone un cierto “movimiento” en términos de ingresos, ella da cuenta más bien de una movilidad horizontal; es decir, del reemplazo de un status por otro sin ascensión social propiamente tal. Es el caso por ejemplo, de una empleada doméstica pobre que encuentra trabajo como vendedora de un pequeño negocio y logra ingresos que la logran ubicar sobre la línea de la pobreza. En términos de ingresos y status su condición mejora, pero no necesariamente su posición al interior de la estructura social.

Este estudio se centra en la superación de la condición de pobreza entendida como movilidad o “movimiento” horizontal e intrageneracional. Es decir, el acento se pone en las trayectorias de los individuos y sus familias durante los últimos diez años y solo en ocasiones hacen alusión a la movilidad de sus padres. En términos generales, en este estudio se enfoca al análisis de la superación de la pobreza y no de la movilidad social. Precisar esta noción de pobreza y su superación, es el objetivo de este capítulo.

3.2 Los estudios de la pobreza

Desde las evidencias y vacíos de los enfoques económicos y demográficos, han surgido en América Latina una diversidad de enfoques para el estudio de los hogares enfrentados a situaciones de carencia. Estos enfoques, más cualitativos que los estudios sobre la movilidad social, se abren a nuevas preguntas sobre los procesos y la génesis de la pobreza. ¿Cómo reaccionan los hogares pobres cuando su ingreso disminuye, los trabajos son escasos y aumenta su gasto en alimentos y servicios? 124 ¿O como hacen las familias enfrentadas a situaciones de marginalidad urbana para insertarse en el mercado de trabajo?125 ¿Como enfrentan las familias pobres las situaciones de riesgo y vulnerabilidad social?126 Desde esta perspectiva cualitativa, más que la naturaleza de los recursos que estas familias movilizan, interesan los procesos que ellas construyen para salir de las situaciones de carencia o riesgo que las afectan. Por consiguiente la atención se centra en las estrategias de adaptación de las familias a circunstancias cambiantes, aun cuando dicha adaptación no implique mejoras en la situación de bienestar, ni modifique la capacidad para utilizar las vías de movilidad e integración social.

Caroline Moser, antropóloga británica, levanta desde el Banco Mundial127 el concepto

de “activo” para referirse al conjunto de recursos cuya movilización permite el aprovechamiento de las estructuras de oportunidades existentes en un momento dado, ya sea para elevar el nivel de bienestar o para mantenerlo ante situaciones que lo amenazan. Moser señala que para incrementar la productividad económica de los pobres se requiere un enfoque global e integral de la política social, reconociendo la compleja interdependencia del capital social y humano; por lo que sugiere que se necesitaría una política social en la cual se combinaran imaginativamente la opción individual con la participación comunitaria y se vinculara el desarrollo humano con el desarrollo de la sociedad.

124

Moser, C.,1996, estudio de cuatro comunidades pobres; Katzman, et al, 1998 en Montevideo. 125

Lomnitz, 1968, en Cerrada de Cóndor, Ciudad de México. 126

Raczinsky, Serrano y Valle, 2002, en Chile. 127

Moser. 1996. Estudia Budapest en Hungría, Guayaquil en Ecuador, Manila en Filipinas, Lusaka en Zambia.

Larissa Lomnitz por su parte, en su estudio de Cerrada de Cóndor en México, se vale del concepto de “confianza” como un capital central a la construcción de redes de compadrazgo y protección social. Sin confianza128, señala Lomnitz, la creación de estos grupos con fines de ayuda mutua para la supervivencia individual y colectiva sería imposible. La relación de reciprocidad y confianza con el intercambio de mercado en el caso de los marginales urbanos, es complementaria, y representa finalmente el mecanismo de seguridad económica que permite su supervivencia.

Estos enfoques abren el análisis de la pobreza hacia factores tales como la asociatividad, las redes de apoyo y el emprendimiento. El enfoque del capital social postula que las relaciones de las personas son las que le ayudan a movilizarse, al abrirles acceso a nuevas oportunidades y recursos. En esta línea, las redes sociales abren oportunidades a las personas por el sólo hecho de pertenecer a ciertos grupos o clases. Estos estudios sobre la pobreza han demostrado la relevancia de las redes sociales en su capacidad de captar recursos (Lomnitz 1978), oportunidades laborales y también reproducir la desigualdad social. En Montevideo, Rubén Katzman apuesta al capital social y al trabajo como recursos centrales y destaca también el rol preponderante de los recursos provenientes del Estado en la construcción de oportunidades para los sectores más pobres.

En Chile, a fines de la década de los noventa, Mideplan (1998) rompe también con el enfoque económico e integra al análisis los procesos microsociales. Frente a la pregunta por qué frente a iguales condiciones de privación económica y social algunas personas logran superar la brecha que los define como pobres y otros no, se levantan dos conceptos como claves comprensivas de los procesos de movilidad: el de “reproducción intergeneracional” de la pobreza y el de “transmisión intergeneracional” de la pobreza. Mientras la reproducción involucra elementos exógenos a las familias (cambios en la estructura del empleo, comportamiento demográfico…), el de transmisión alude a elementos de captación de oportunidades de vida (valores, actitudes de vida, conductas en hogares, herencias generacionales...). Se propone así superar el enfoque de los ingresos e incorporar explícitamente la dimensión de la cultura, aspecto escasamente abordado en estudios sociológicos sobre la pobreza. El estudio sin embargo, logra mostrar la tendencia a la reproducción, pero no otorga claves comprensivas sobre las situaciones de distanciamiento o ruptura de la familia con las pautas culturales que los han acompañado desde generaciones.

En un estudio reciente sobre situaciones de quiebre de ingreso en hogares medios y bajos en Chile, se logran detectar mecanismos de protección anticipatorios y mitigadores de las propias familias frente a situaciones de vulnerabilidad. La conclusión central muestra que aunque las familias siempre elaboran alguna respuesta y poseen márgenes de maniobra frente a estas situaciones de desestabilización económica, todas ellas ansían una mayor estabilidad y menor incertidumbre en sus vidas. Como bien concluyen las autoras, en una sociedad con los niveles y ritmos de transformación social y económica como la chilena, y cuyo eje de funcionamiento es el mercado, la inestabilidad pareciera inevitable. En este contexto social es posible sostener que el riesgo social tenderá a permanecer.129

128

“La confianza constituye un rasgo cultural que en cada situación debe describirse etnográficamente y que evoluciona en el tiempo. Ego confía en alter cuando piensa que éste tiene la habilidad, voluntad y buena disposición de entablar una relación personal de intercambio recíproco, y cuando siente un suficiente grado de familiaridad con alter para efectuar el acercamiento inicial. Este acercamiento consistirá generalmente en pedir un favor, e incluso en ofrecerlo sin temor a ser mal interpretado.” Lomnitz, pág. 212, 1968. 129

Raczinsky, Serrano y Valle, 2002.

Las preguntas que se abren en la discusión actual se orientan hacia las profundas y aceleradas transformaciones de nuestras sociedades y economías; y de los procesos a través de los cuales el cambio social y estructural se instala en la vida y la cultura de los sujetos y sus familias. En términos de política social, aparece especialmente relevante comprender también cómo es que los más pobres y vulnerables logran superponerse a un contexto altamente desestabilizante y donde la certeza de la incertidumbre130 se instala entre todos.

Lo cierto es que las características de la estructura social y ocupacional que hoy día se observan, dan cuenta de que tener un trabajo asalariado ya no supone ser parte de una red de seguridad social ni tampoco dejar de ser pobre. Ser asalariado y vivir en condiciones de vulnerabilidad o pobreza es una realidad en Chile y América Latina. Aún cuando esta sociedad salarial no integró jamás al conjunto de la población, actuó como un sistema de integración creciente que asociaba el trabajo a garantías y derechos. El debilitamiento progresivo de este contrato social expresado en el debilitamiento y precarización del sistema de protección salarial a partir de la década de los setenta, ha tenido implicancias sobre el modelo de integración que representaba. Integración precaria que no solo remite e impacta al mundo laboral, sino también a todo el entorno social y cultural desde donde se construyen las disposiciones hacia la integración social.

Debilitada la sociedad salarial y sus certezas básicas, la posibilidad de superar la pobreza e iniciar procesos de superación de la pobreza no parece asociarse hoy en día sólo a la adscripción a una determinada categoría ocupacional o posición en la estructura ocupacional. Más bien, ella se vincula a la capacidad de los sujetos de construirse una red o soporte de protección y seguridad social que los cobije frente a las vulnerabilidades y facilite el logro de mejores niveles de vida.

Las trayectorias sociales se enfrentan a cuestionamientos e incertidumbres que no conocieron generaciones anteriores. En Chile el análisis de la experiencia de los sujetos indica que son ellos quienes deberán construir no sólo sus trayectorias, sino también la orientación de sus prácticas.

Las historias de vulnerabilidad y exclusión social, de reproducción de la pobreza, obligan a preguntarse si acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social representan hoy una condena, o si las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario. Efectivamente, para estos sujetos el margen de maniobra parece ser escaso. Pero las biografías muestran también que la propia posición no siempre indica una condena, que a menudo los sujetos descubren caminos y soportes que permiten transitar hacia mayores cuotas de bienestar y realización del propio proyecto vital. La pregunta por el margen de maniobra, en especial los más pobres, se vuelve inevitable. La integración social depende no solo de las condiciones objetivas como es la incorporación al mercado de trabajo y el acceso a las oportunidades; sino también de las dimensiones subjetivas que inciden en la dinámica de la inserción social.

Para avanzar en una mirada más comprensiva de la pobreza, pareciera ser necesario superar el enfoque de los ingresos131 y concentrarse en los procesos y trayectorias de estos individuos, de modo de incorporar a través de una perspectiva transversal y dinámica en el tiempo, la experiencia social con las oportunidades que la sociedad, el Estado y el Mercado les abren o les niegan. La pregunta por el rol que juega el Estado y las políticas sociales en la construcción de esta incipiente red de protección social; o

130

Dirección del Trabajo, 2003. 131

Moser, 1996; Katzman, 1999; Mideplan, 1998.

la representación que estos mismos sujetos pobres se hacen del Estado y sus obligaciones hacia ellos son sin embargo, aún ámbitos escasamente abordados.

3.3 Culturas en la pobreza

Como ya lo mostraban los clásicos estudios estructurales, las oportunidades y activos de los pobladores y sus familias podrán dar cuenta de las probabilidades de acceso a un trabajo o a una vivienda, por ejemplo, pero ello no es suficiente para predecir o comprender la orientación que seguirán sus trayectorias ni la incidencia que estos recursos tendrán sobre la calidad de sus vidas. El rumbo de las trayectorias también dice relación con las disposiciones culturales que orientan la acción de estos pobladores. Si se entiende la cultura como el modo en que una sociedad produce sus formas de convivencia, se las representa y las reproduce, el dominio o “control cultural”132 de estos pobladores, - la defensa y capacidad de decidir sobre la cultura propia y la ajena - puede ser también un recurso esencial para comprender el sentido que adquieren sus trayectorias en la ciudad.

El debate sobre la incidencia de la cultura en los procesos de superación de la pobreza y la movilidad social no está aún resuelto. ¿Es efectivamente la internalización de normas y valores de la integración social lo que permite la movilidad por motivación al logro? O más bien, es la capacidad de controlar y decidir sobre una diversa y amplia gama de códigos culturales, lo que ubica a los pobladores y sus familias en mejor disposición para aprovechar los resquicios y recursos que el mercado, la sociedad y el Estado le puedan ofrecer?

La tesis del “control cultural” cobra especial sentido en contextos de rápida transformación y donde finalmente lo definitivo pareciera ser la capacidad de cada poblador para construir su propia experiencia social. Durante el modelo de industrialización sustitutiva los modelos de integración parecían ciertamente más claros: si se era obrero, entonces se poseía una cultura propia y un proyecto de movilidad colectiva. En la actualidad, el antiguo obrero puede ser un trabajador independiente que aunque se siga pensando obrero sabe que las certezas de su viejo proyecto social ya no corresponden. Se debilita así la noción de pertenencia a una cultura como un todo estable y normativo; y se abre la pregunta respecto de cómo las diversas orientaciones culturales contribuyen o no a la construcción de procesos de movilidad e integración social.

La pregunta por la relación entre pobreza y cultura ha sido abordada por la antropología latinoamericana en estudios clásicos como son los de O. Lewis (1966) y L.Lomnitz (1975)133 en México. En oposición a los enfoques estructuralistas que ubicaban la pobreza de los países del sur en la dependencia con el norte y la conformación de estructuras sociales excluyentes, Lewis levanta la tesis de la presencia de una cultura propia entre sectores pobres que estaría actuando en la reproducción de sus condiciones de vida. El carácter desviante de los comportamientos de los pobres se explica así por la existencia de valores y modelos culturales distintos a los dominantes en la sociedad. Se hablará de “subcultura de la

132

Bonfil, 1995. 133

Lomnitz en su estudio de las redes de compadrazgo en Cerrada de Cóndor en Ciudad de México en cambio, destaca la capacidad de estos pobladores marginales para hacer frente a su miseria y celebra sus redes sociales como recurso vital a la sobrevivencia.

pobreza” como aquellos valores y modelos de comportamiento transmitidos intergeneracionalmente y que explicarían la baja posición de las personas en la estructura social. En términos de las políticas sociales, la tesis de la subcultura de la pobreza, se ha comprendido como la “desesperanza y el dejarse estar” de las familias que se ubican bajo un cierto umbral de ingresos (la línea de la pobreza). Para romper con el círculo de la pobreza se requeriría entonces que estos pobres aprendan e internalizen los códigos de la integración para poder visualizar y aprovechar las oportunidades que el mercado les ofrece. Concepción muy similar a las políticas de aculturación, entendidas como los procesos de contacto cultural a través de los cuales las sociedades o grupos asimilan o se les imponen rasgos culturales de otras sociedades o grupos, en general dominantes.134

No existe sin embargo, evidencia empírica que respalde la idea que la orientación hacia la superación de la pobreza se “gatille” al traspasar el límite de la llamada "línea de pobreza"; ni tampoco que el estrato pobre comparta una sola "cultura", o que la "cultura de la pobreza" se corresponda con el "estrato" pobre. Aún así esta tesis de la subcultura de la pobreza ha permeado no solo el sentido común de nuestras sociedades, sino también ha orientado gran parte del diseño de las políticas sociales. Como bien concluyen Martínez y Palacios (1995), la superposición entre el estrato pobre y la cultura de la pobreza es una suposición que se adopta para el efecto de justificar la definición de un grupo-objetivo de la ayuda estatal. Sin embargo, esta suposición aspira a llenar un vacío real en la construcción teórica del concepto, aunque lo haga de un modo distorsionado: si la pobreza ha de ser motivo de atención continuada e institucional por parte del Estado, es porque se reconoce la existencia de un hiato entre la orientación a la superación de la pobreza y la probabilidad efectiva de superarla.135

En Chile, la relación entre cultura y pobreza ha sido abordado por Irarrázabal (1995) quien propone el concepto de “habilitación” para dar cuenta de la necesidad de los más pobres de internalizar determinados valores para el logro de la movilidad de las familias. De acuerdo a este enfoque, a mayor habilitación mayor posibilidad de motivación al logro y por ende mayor movilidad y superación de su condición. Ello supone también una cierta deseabilidad social que es la de “todos integrados” en la homogeneidad. Habilitación (Irarrázaval, 1994) y adscripción a la cultura de la decencia y la integración (Martínez y Palacios 1998) son conceptos que dan cuenta de la estrecha relación entre internalización (o aculturación) de valores y movilidad de las familias más pobres.

Coincidentemente con Bourdieu (1984), aunque sin adscribir a su marco teórico, estos autores reconocen que la adscripción a los códigos culturales dominantes (funcionales a las relaciones de poder) pareciera ser clave para el logro de la superación de la pobreza. Si bien ambos coinciden que finalmente los códigos transmitidos se seleccionan en el tiempo en función de las recompensas sociales, no concuerda en su diagnóstico para Chile.

Para Irarrázabal quienes adhieren a los códigos dominantes de la integración, mostrarían mejores resultados en términos de sus condiciones de vida y capacidad de movilidad. Mientras que quienes se distancian de estos códigos de la integración y el “buen vivir” tendrían a perdurar en la pobreza. Esta tesis se asemeja a la tesis de Bourdieu, cuando nos advierte de los efectos negativos (histeresis) que puede tener sobre los individuos el transgredir o disentir de un sistema de disposiciones culturalmente estructurado (“habitus versus histeresis”). Bourdieu no es el único en

134

Concepto acuñado por la Escuela culturalista, cuyo principal representante fue Herskovits, 1958. 135

Martínez y Palacios, 1995.

advertir de los riesgos de disentir del sistema normativo y cultural, Elias (1996) coincide también en enfatizar los aspectos negativos producidos por el desajuste entre posiciones objetivas y vivencias de los actores; entre los códigos transmitidos y validados socialmente y la internalización que el sujeto hace de ellos.

Martínez y Palacios por su parte, van en un sentido contrario a la tesis de Irarrázabal y destacan que en Chile, las señales del mercado no parecieran ser congruentes con las señales de la integración social o con la adscripción al Código de la decencia (de la integración).136 Por el contrario, las señales son ambiguas y contradictorias por lo que la adhesión al código de la integración y la decencia no siempre se expresan en mejores condiciones de vida. Por el contrario, quienes aprenden a “trampear” (la ruse en francés) y transgredir los mandatos básicos de la cultura de la integración, podrían llegar a obtener mejores resultados en términos del logro de la superación de la pobreza.

Nuestro estudio retoma esta evidencia empírica y va en el sentido de una hipótesis alternativa. La relevancia o el peso de la cultura en las probabilidades de superar la pobreza se juega hoy en Chile en el “control cultural” que los pobladores posean sobre una variedad de códigos culturales.137 En este sentido la posibilidad de iniciar procesos de movilidad se asocia no tanto a la adscripción a los códigos dominantes de la integración, sino al control sobre un stock variado de capital cultural, incluido el dominante. En Chile, el control de este stock de códigos culturales se ha vuelto determinante en el acceso a nuevas oportunidades, a nuevos contactos sociales y por ende a mayores probabilidades de obtener mejorías en la propia calidad de vida. En otros términos, no existe posibilidad de iniciar una trayectoria de movilidad, si los pobladores no poseen un “control” simultáneo sobre los principios culturales dominantes, pero también los propios. En este sentido, coincidimos con Dubet (1994) cuando advierte sobre la importancia de romper con una visión homogeneizadora y determinista de la cultura y abrir espacio al margen de maniobra, al sujeto y la posibilidad de valerse de lógicas que no siempre son las de la integración.

En sociedades modernas y de creciente diferenciación, segmentación y desigualdad como la chilena, los logros en términos de movilidad y superación de la pobreza se asocian a un control de la diversidad cultural. Por tanto, la capacidad de los pobladores de dialogar con esta variedad de códigos y, como consecuencia, su capacidad de distinguirse y diferenciarse, puede ser más importante y mejor predictor de éxito que la simple adscripción a un solo código de integración, sea el dominante o el de los excluidos. Esta capacidad de control cultural es lo que le otorgará el poder de negociar o disputar sus propios intereses y derechos frente al mercado, el Estado y a la sociedad mayor.

136

Idem, 1995. 137

Seguimos los postulados de Erickson, 1996 y Dubet,1994.

Lo que hemos querido mostrar en este breve recorrido por las discusiones en torno al concepto de pobreza, es que en las sociedades modernas, la pobreza no corresponde solo al estado de una persona que carece de bienes materiales, ella corresponde también a un status social específico, inferior y desvalorizado que marca profundamente la identidad de quienes la viven. Este elemento no es del todo nuevo en el debate sobre la pobreza. Tanto el programa filantrópico del siglo XIX como la doctrina social del cristianismo colocaban en primer plano el aspecto de la degradación moral que la miseria determinaba en la existencia humana. Históricamente, el denominador común de los elementos que hacían de la miseria un fenómeno social lo constituyó la función degradante de tal estatus.138

George Simmel, en un breve texto titulado Der Arme139 escrito en 1908, se plantea justamente la ambigüedad de la noción de pobreza como categoría sociológica. Para Simmel, la pobreza, es no solamente relativa, sino que ella también se construye socialmente. El significado de la pobreza, es aquel que la sociedad le otorga. El enfoque teórico simmeliano contribuye así a evitar una definición substancialista del pobre, reubicando la mirada sobre la relación de interdependencia con la sociedad y en especial el Estado.140

En Simmel, es la relación simultánea de asistido y temido que da forma a la figura del pobre en nuestra sociedad; a la relación de piedad y castigo diría Geremek. Sin desconocer su carácter de “indeseado”, inútil, miserable… Simmel reconoce que en la relación de asistencia tanto el pobre como el donante se encuentran en una relación social. De allí la invitación a comprender las formas sociohistóricas de esta interdependencia que se construye entre los pobres y el resto de la sociedad. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto tal, sino las formas sociales que ella adquiere en la sociedad en un momento específico de su historia.141 Esta sociología de la pobreza se vuelve en realidad una sociología del lazo social.142

Simmel precisa una definición: “les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui recoivent assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par conséquent, la pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif en elle-même, mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une situation spécifique.”

138

Geremek, 1989, Paugam, 2002. 139

El Pobre. 140

Castel (1995) recupera esta noción a través de su concepto de “desafiliados”, es decir, le “desafilie” seria quien ha roto con todos los vínculos de protección social, incluyendo los más cercanos. 141

Paugaum y Schultheis, 2002. 142

En una línea similar, el enfoque téorico de redes sociales intenta resolver el problema de la construcción de categorías basadas en atributos individuales, a partir del análisis de las relaciones entre individuos. Las estructuras se corresponden con las pautas de relaciones recurrentes en aun grupo social, antes que a agrupaciones de individuos con características similares. La definición de categorías sociales se hace así comparando el conjunto de relaciones sociales de diversos individuos, principalmente en términos de su estructura. En este sentido, dos individuos pertenecen a una misma categoría sólo cuando sus relaciones sociales se intersectan de tal forma que los hacen estructuralmente equivalentes. De esta forma, un pobre sólo es igual a otro pobre, cuando las relaciones sociales de ambos tienden a superponerse y no sólo cuando pertenecen a la misma categoría de ingreso. Espinoza, 1999.

3.4 Hacia una definición de la pobreza

Los pobres, así definidos, no están fuera de la sociedad, sino en ella. Ellos ocupan por cierto, una posición particular por el hecho de encontrarse en una situación de dependencia en relación a la colectividad que los reconoce y los trata como tal. Falto de autonomía material (integración funcional) y falto de los lazos sociales (integración social) el pobre comparte con el extranjero el atributo de distancia y proximidad al todo social, posición ambigua y nunca resuelta.

La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone la interdependencia con un todo social y la autonomía para asegurar el propio sustento; la integración social, en cambio, supone la implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y de valores.

Hoy día, ambos procesos tienden a ser disociados.143 La integración funcional puede, por cierto, asegurarse por una multiplicidad de medidas y de procesos que aseguren la integración económica de los individuos. La integración en estos términos no requiere para su logro del conjunto de normas, valores y sentidos imperantes. Nuestra política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido construidas y entregadas sin atender a las más básicas aspiraciones, costumbres, patrones culturales y estéticos de sus habitantes. En estas circunstancias, cuando mundos y referentes sociales diversos se encuentran en esos espacios homogéneos y excluyentes que son los conjuntos de viviendas sociales, inevitablemente se debilita la percepción de integración y cohesión social. La sensación de “no existir”, de sueños incumplidos, de engaño e incluso vergüenza, termina por afectar la construcción de una comunidad de sentidos y la capacidad de los individuos de proyectarse como ciudadanos.

Reunir ambas dimensiones —integración funcional y social— en la conceptualización de la pobreza es una exigencia. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto que pre-noción, sino las formas sociales que adquiere esta esta condición. Al pensar la pobreza solo en términos de ingreso se deja de lado una necesidad primordial: aquella de ser considerado como responsable de aquello que se es en tanto sujeto.144 En estos términos, el análisis de la condición del pobre es inseparable del análisis del proceso que este sigue en términos de intercambio y de construcción de respuestas a su condición de asistido. Como afirma De Gaulejac “Il s’agissait de mieux comprendre l’articulation entre les conditions objectives et les conditions subjectives dans les processus d’exclusion. Quelle est la part respective des déterminations sociales et des réactions des sujets concernés dans les dynamiques d’insertions145

Esta definición de la dimensión material y social de la pobreza nos abre también a la pregunta por las aspiraciones y capacidades de cada individuo, rico o pobre, para definir, manejar y decidir entre sistemas de integración diferentes y no siempre coherentes entre sí. La pregunta por el modo de integración deseada está a la base de la experiencia social de estos individuos que viven en condiciones de pobreza; así también la definición de los principios que debieran orientar este proceso. En un

143

Véase análisis en Remy (1996) y Güell (2002). 144

De Gaulejac, 2002. 145

De Gaulejac y Taboada Leonetti, 1994.

3.6 El contrato en la pobreza

contexto de alta vulnerabilidad y precariedad social como es el chileno, la pregunta por los principios subyacentes a la definición de un contrato social es ineludible. La invocación a redefinir un nuevo contrato o pacto social se filtra en cada una de los relatos de estos pobladores. Un contrato o un pacto social, para el cumplimiento de ese derecho a la integración y a una sociedad basada en el principio de la igualdad.

Las tres etnografías (capítulo 1) son claras en este aspecto; todos los pobladores comparten la aspiración a una sociedad más igualitaria, a una mejor calidad de vida y al reconocimiento de sus derechos. Todos, unos desde su reivindicación a ser tratados desde su individualidad y otros desde su búsqueda comunitaria, coinciden es su aspiración a una vida "más decente", dicho en sus propios términos; y donde el resguardo del buen nombre de familia, el valor del trabajo, de la educación, de la limpieza y el orden en el (con)vivir son también, con más o menos fuerza, principios que orientan el ideario de estos pobladores. La cultura de la integración social, como aspiración, está presente en todos ellos.

Sin embargo, es importante señalar que aunque los pobladores se reconocen en su aspiración a una cultura de la integración; ellos sí se diferencian en la definición de los términos bajo los cuales aspiran a construir este principio de la igualdad, del contrato. Disputa que como hemos visto en los relatos etnográficos, tiende a exacerbarse con el traslado de estos pobladores desde el campamento a la villa; desde un espacio homogéneo, comunitario y pobre, a un espacio de fronteras, segmentación y vulnerabilidad social. Estas diferencias entre los pobladores aluden a dos preguntas centrales en la definición del contrato social:

¿Que debe hacer al Estado para contribuir a mejorar la situación de los más pobres? ¿Qué deben hacer los más pobres para mejorar su situación de carencia?

En relación a los principios que debieran orientar la acción del Estado hacia la pobreza encontramos dos respuestas tipos que ordenan el discurso de los pobladores:

Solidaridad: como principio básico del Estado hacia los pobres, con los que nada tienen, con los que más lo necesitan. Quien merece ser ayudado por el Estado es aquel que se define por su condición de carencia.

Equidad: como principio de igualdad de oportunidades para el que aspira a salir de su condición de pobreza. El Estado debe ayudar en virtud del reconocimiento a la conducta y al esfuerzo de quienes quieren surgir.

En relación a los principios que debieran orientar el actuar de los pobres las respuestas pueden ser ordenadas en dos tipos:

Comunidad: Los pobres deben organizarse y proteger un “nosotros” como posibilidad de garantizar el cumplimiento del contrato social, es decir, de la igualdad y de la superación de su condición de pobreza.

Individuo: Los pobres deben esforzarse individualmente para salir adelante y surgir de la condición de pobreza; al Estado debe acudirse cuando los caminos alternativos se pierden o desdibujan.

De estas tensiones que subyacen a la experiencia social de estos pobladores, podemos al menos distinguir cuatro grandes modelos del contrato y que orientan el quehacer y las prácticas de quienes adscriben a ellos. Ciertamente estos modelos corresponden a “tipos ideales” en el sentido weberiano del término, y por tanto “la acción real solo en casos raros, y de manera aproximada, transcurre tal como fue construida en el tipo ideal.”146 Efectivamente tanto el Estado como los mismos pobres

146

Weber [1922], 1992.

transitan entre un tipo ideal y otro; pero de acuerdo a las épocas, los regímenes políticos y las culturas estos modelos de la acción social tienden a aparecer con más o menos fuerza en el discurso y en la práctica de unos y otros.

Los modelos del contrato social según la noción de la pobreza y el principio de acción estatal.

Las nociones de la pobreza

¿Por qué se es pobre?

La pobreza es asunto de cada uno

(Individuo)

La pobreza es un asunto estructural

(Sociedad)

Principios de la acción estatal

¿Qué debe hacer el Estado para ayudar?

Principio de solidaridad

El Estado debe ayudar a los que más necesitan

(condición del pobre)

a) Modelo de beneficencia y caridad

b)Modelo de protección solidaria

Principio de equidad

El Estado debe ayudar a los que se esfuerzan y aspiran a salir de la pobreza

(conducta del pobre)

c) Modelo de subsidiaridad

d) Modelo de

derechos colectivos

Modelo de la beneficencia o caridad

Concepción de la pobreza como carencia individual; en este modelo no está presente el sentido de acción colectiva sino el de la reproducción y la sobrevivencia individual. Es obligación del Estado la caridad y la ayuda asistencial al que más lo necesita. Este modelo se corresponde con los programas de los años ochenta de los subsidios individuales (subsidio al agua potable, el subsidio único familiar).

En una versión distinta también este modelo del contrato se corresponde con el modelo de ayuda del Hogar de Cristo a través de la figura del Padre Hurtado y su lema del “Dar hasta que duela” . En la década de los cuarenta Alberto Hurtado organizó a los jóvenes de la Acción Católica para colocar a los universitarios que allí participaban frente al mundo de la pobreza. En 1944 crea el Hogar de Cristo cuyo objetivo será hasta hoy “dar posada al mendigo, darle alimento, darle educación, si fuese posible iniciar a algunos en un trabajo que los haga escapar de su horrible

miseria”. Actualmente programas tales como “un Techo para Chile” a través de su red de jóvenes voluntarios continúa construye mediaguas (viviendas de madera) para los pobres sin casa, aunque sin la denuncia social que acompañó la acción del Padre

Hurtado para quien “la caridad comienza donde termina la justicia."147

Modelo de la protección solidaria o caridad colectiva

Concepción de la pobreza como carencia colectiva y que afecta a un “nosotros” (los pobres); y que exige de un Estado protector, solidario y caritativo que los ayude a aliviar su condición de carencia. Este modelo se reconoce en programas sociales de los años sesenta, ochenta y noventa como las campañas de invierno u operativos de salud, en que los bienes (techos, frazadas, alimento, remedios, atención médica…) se entregan a la comunidad previamente organizada. En este modelo la organización se valora ya sea como un medio de optimización de la entrega de los recursos y/o de fortalecimiento de las capacidades de gestión y de autonomización de los pobladores en tanto sujetos de derechos. Sin embargo, como veremos posteriormente, la entrega de bienes y servicios orientadas a “aliviar” la pobreza más que a introducir cambios radicales en estos territorios, tiende a romper la confianza interna a las organizaciones y a favorecer las relaciones clientelares hacia el Estado.

Modelo de la subsidiaridad

Concepción individual de la acción, pero sustentado en un principio de equidad o igualdad de oportunidades. En este modelo del contrato social, se espera que el Estado premie o refuerze la conducta y no la condición del pobre; esto es, que ayude al que aspira y se esfuerza por salir de la pobreza. Los programas de capacitación laboral o de nivelación de estudios de los años noventa son un ejemplo prototípico. El programa Chile Joven, de capacitación laboral a jóvenes populares, corresponde a esta concepción del contrato social. Jóvenes sin formación técnica o profesional se inscriben en cursos subsidiados, estudian, se titulan y el Estado los apoya finalmente en su inserción laboral.

Modelo de derechos y justicia colectiva

Concepción colectiva y participativa de la acción orientada a la superación de la pobreza; la participación es entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Al Estado le corresponde asegurar el cumplimiento del principio de equidad y de igualdad de oportunidades; ayudar a los que colectivamente se esfuerzan y aspiran a salir de su condición a través del reconocimiento a la acción colectiva de los más pobres en tanto sujetos de derechos.

La “revolución en libertad” y el programa de reforma agraria de Frei Montalva en los años sesenta, el gobierno de Allende en los setenta ciertamente se ubicaban en esta perspectiva. En los noventa, los programas sociales del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, a pesar de sus falencias148, recogen – aunque de manera mucho

147

La labor de Alberto Hurtado s.j.se inicia con el trabajo de caridad en especial hacia los mendigos; pero desemboca a fine de la década de los cuarenta con la organización de la Acción Sindical Chilena, fundada en junio de 1947; y la Revista Mensaje, fundada en octubre de 1951. 148

Clientelismo e ineficiencia fundamentalmente.

más reducida que en los períodos de Frei Montalva y Allende – el espíritu de estos principios de derechos y justicia colectiva.

En contextos de fuerte transformación de vida, así como se diversifican los principios que definen el contrato social, así también ocurre con las certezas en torno a las identidades y al propio proyecto vital. El concepto de nueva cuestión social149 surge justamente para dar cuenta que debemos hacer frente a una nueva forma de pensar la relación entre los individuos, sus identidades y el todo social.

Una manera de aproximarse al problema de las transformaciones identitarias ha sido desde los cambios estructurales de la sociedad globalizada. Se la llame sociedad red, modernidad tardía o sociedad del riesgo150 se coincide en señalar la profundidad de los cambios que afectan al actual orden social y el desencanto de la colectividad como marco ordenador de la vida social. Enfrentados a la caducidad de los viejos referentes normativos y sociales que definían las acciones y dotaban de ciertas certezas, se advierte que los sujetos se ven obligados hoy día a actuar en un contexto donde los márgenes de imprevisibilidad, contingencia e incertidumbre se amplían considerablemente. Pero mientras algunos autores ponen el acento en la progresiva emancipación o autonomización del sujeto, otros advierten sobre los riesgos y déficit del individualismo y la pérdida de los referentes colectivos y públicos.

Más allá de las diferencias entre autores, se coincide en señalar la tendencia creciente a la individualización de lo social y sus repercusiones sobre la experiencia de cada uno. Efectos que no solo aluden a cuestiones de orden económico, tecnológico e industrial, sino que designan también los efectos de un proceso de desinstitucionalización de los marcos colectivos que estructuraban la identidad social e individual (familia, escuela, tradiciones, religión) y que obligan a repensar las nuevas dimensiones de las identidades en las sociedades contemporáneas.

Hoy día, señala Bajoit (2002) “ce n´est pas évident, en effet, de se doter d´un projet identitaire auquel ils puissent eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les autres, donc, de se donner une identité dans lequelle ils se sentent bien. Cette sorte d´harmonie acceptable entre l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-même en faisant ce que la société attend-, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus évident , plus simple a d´autres générations, semble être devenue difficile aujourd´hui… De tout évidence, il y a un malaise, dans la maniere dont notre société socialise ses membres. On peut don parler d´une tension, plus ou moins forte, entre l´individu et la société: réussir socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout a fait la même chose.”151

Efectivamente, si antaño el hijo de minero sabía que su destino era serlo igual que su padre, hoy ese mismo hijo sabe que la respuesta por su futuro está pendiente; y que su búsqueda es una trayectoria fundamentalmente solitaria. Los modelos de integración ya no parecieran estar asegurados. Acortar la brecha entre lo deseable y lo posible, se asocia estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre las construcciones sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él; la importancia de

149

Rosanvallon,1998. 150

Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997. 151

Bajoit, 2002.

3.7 Identidad(es) en la pobreza

las tensiones estructurales y de los soportes básicos a la realización identitaria no es menor.

Las historias de reproducción de la pobreza remiten necesariamente a la pregunta si acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social representan una condena o si bien las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario. Efectivamente en condiciones de extrema pobreza y fuerte desigualdad social, el margen de maniobra parece ser escaso; pero las biografías muestran también que la propia posición no siempre indica una condena.

El asistido es por definición quien merece ser ayudado por el Estado; es el excluido, el desafiliado de Castel, el que carece de los vínculos básicos para hacerse de un ingreso que le permita resolver su sobrevivencia e iniciar una trayectoria de integración social. La superación de la pobreza, en estos términos, sería también la transformación de su condición de dependencia del Estado, de la asistencia. Este es el desafío al que se ve confrontado el pobre en su relación cotidiana con la sociedad.

El esfuerzo de superar la doble condición de pobre y asistido supone también acortar la distancia entre lo deseado y lo posible. La expresión “trabajo de la identidad” tiene este sentido; el trabajo permanente de los individuos por conciliar y aproximar este sentimiento de realización de si y el reconocimiento de los otros.152 La capacidad de hacerse una identidad153 surge de este trabajo que cada uno realiza para disminuir la distancia entre lo deseado y lo asignado.154 Esfuerzo permanente, que en el caso de quienes se encuentran en una situación de dependencia y pobreza es especialmente difícil de alcanzar. Los soportes para la realización de un proyecto identitario son por cierto, frágiles para quien vive en situación de pobreza y desigualdad de oportunidades.

Sabemos que tras todo asistido, por muy dependiente que este sea del Estado, hay una historia individual, que se remite y adscribe a un tiempo y a un espacio específico... Y es justamente esta inscripción social, cultural e histórica la que le otorga un lugar, una identidad, una posibilidad y una impronta a la biografía de cada sujeto, por muy pobre que este sea. Y si bien la historia y la propia posición social marcan tendencias en la realización y construcción del sujeto, ellas no lo deciden. Las trayectorias biográficas son por definición la identidad puesta en acción; y aunque jamás podrán escapar a las dinámicas de lo heredado, tampoco podrán hacerlo al deseo permanente de realización de sí.155

152

Estas dimensiones se reconocen en la mayor parte de la literatura sobre identidad; la identidad es por definición la construcción y tensión permanente entre la identidad para sí/ la identidad para el otro; cuya expresión puede concretarse en términos de una realización identitaria o bien permanecer como proyecto futuro, postergado o difícilmente alcanzable. Los análisis sobre la identidad ponen siempre a prueba esta matriz tensiones en los procesos de construcción identitaria. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000. 153

Bajoit (2002) utilizará el concepto de “gestión de las tensiones existenciales”, he preferido sin embargo, hablar de “procesos de construcción identitaria”, y evitar de este modo el término “gestión” por la asociación que tiende a tener con la administración racional de recursos. 154

Bajoit utilizará el término de consonancia existencial para referirse a este trabajo de resolución de las tensiones que se generan entre la identidad deseada y asignada. 155

De Gaulejac, 1999.

3.8 Reflexión y trabajo de la identidad

Especificar en qué la identidad está determinada por la posición del individuo en la estructura social, no niega sin embargo su singularidad. En sociedades desiguales y en proceso de transformación, la experiencia social e individual no está asegurada, porque ella ya no es una; son los individuos quienes deberán esforzarse por dar sentido a sus prácticas. Esta diversificación de la experiencia, junto a las exigencias de la individualización, surge hoy como la forma de la experiencia moderna. No es de extrañar que las referencias identitarias sean múltiples, poco consistentes y a menudo débiles a nivel colectivo. Los individuos deben realizar ajustes permanentes para intentar mantener una cierta coherencia en un medio ambiente que requiere de respuestas rápidas y oportunas.

El análisis de los relatos de los más pobres, nos permitirá dar cuenta de estos procesos y mostrar los acuerdos que los sujetos, en su situación de asistidos, establecen con su entorno social para superar su situación de carencia y experimentar el sentimiento de “ser alguien en la vida”.

Las trayectorias de vida son siempre un acto fundacional que apela a la memoria, a la imaginación y a la capacidad reflexiva. La identidad es justamente esta tentativa de construcción y proyección de si mismo frente a los otros. La realización personal no puede comprenderse ni realizarse sin el reconocimiento social; sin la mirada amable y respetuosa de un entorno desde donde poder levantar complicidades para “realizar” y concretar un proyecto vital y simultáneamente social.156

Como hemos señalado en otros textos157, las historias de los más pobres, de los asistidos, son a menudo historias de postergación de sus proyectos vitales; entre los más pobres la vida a menudo transcurre en la sobrevivencia, esto es, en el afán cotidiano y por ende la ausencia de proyectos, cualquiera estos sean.

En términos simples, las historias y trayectorias de los más pobres a menudo hablan de postergación y resignación. Es decir, de la dificultad para concretar o poner en acción el propio proyecto vital; proyecto que como sabemos no siempre responde a lo que se soñó para sí mismo, pero proyecto al fin. En las vidas postergadas sus protagonistas perciben que entre lo deseado y lo logrado existe un abismo infranqueable y en el mejor de los casos, difícil de sortear.

La historia de muchos pobres, es un buen ejemplo de como la realización de la propia vida se construye en una compleja transacción entre las oportunidades que la propia posición y circunstancias otorgan y la capacidad del sujeto de valerse y poner al servicio de sí mismo los recursos que esta estructura de oportunidades le ofrece.

En esta búsqueda permanente, el peso de la historia y de la cultura sobre cada sujeto puede ser más o menos importante, pero el individuo no se reduce nunca totalmente a estas condicionantes, sino que él responde, construye y crea de acuerdo a su propia lógica, respuestas a su situación.

La realización de la propia vida pareciera estar estrechamente vinculada a la resolución de esta tensión, entre las construcciones que un individuo tiene sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él. Aún cuando la relación entre ambas dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del reconocimiento del otro, y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El análisis de los itinerarios individuales, ilustra ampliamente la pertinencia de esta distinción. En los relatos de vida a menudo se descubren desesperados esfuerzos de los sujetos por romper con esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de ella.

156

Bajoit, 2002; Sennet, 2003. 157

Márquez, 2002; Bengoa, Márquez y Aravena, 2000.

En síntesis, la realización del propio proyecto vital y de la identidad parece asociarse estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre lo heredado y lo deseado. La forma que cada uno resuelva esta tensión no será nunca similar; las lógicas del sujeto varían siempre; entre conformismo o rebeldía cada sujeto deberá buscar los caminos para resolver la distancia entre lo deseado y lo posible. “Chacun se débrouille comme il peut, entre ce qu´il veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mesonge, de lucidité et de ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir tantôt fermer les yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.158

Es por medio de este proceso que los individuos construyen su identidad; identidad que cada uno buscará concretar ya sean en su familia, su trabajo, su comunidad, el Estado, el barrio… El trabajo sobre si mismo, la identidad, supone siempre un “trabajo con otros”, en relación a los otros; es un trabajo de vínculos y de compromiso, siempre. Es allí, en la práctica cotidiana, individual y colectiva donde se pone a prueba finalmente la capacidad de estos pobladores de construir el proyecto identitario deseado.

¿A través de qué acciones logran los pobres de la ciudad superar su condición de carencia y de dependencia en relación a la ayuda estatal? ¿Bajo qué condiciones logra el Estado incidir en el curso de estas trayectorias de movilidad y autonomía?

La superación de la condición de pobreza y el inicio de trayectorias de integración social no pueden comprenderse si no se analiza al sujeto y sus prácticas sociales; esto es, las acciones orientadas socialmente con otros. El estudio del complejo juego de negociaciones e interacciones entre el Estado y los sujetos es central para comprender como a través de él se acuerdan compromisos y acciones para constituir de manera conjunta el orden social. El peso estructurante de las dimensiones externas requiere complementarse con un análisis de la práctica, es decir, de la interacción y de los sentidos puestos en juego por los asistidos y los agentes de política.159

La relación entre estos agentes y asistidos es una relación que se construye por ambos lados. Admitir la existencia de esta diversidad de prácticas obliga por tanto a enfocar el problema desde una perspectiva de “campo de relaciones”160; y donde unos y otros juegan estrategias diferentes. Ciertamente los agentes públicos tienen su propia manera de representar e interpretar los problemas que afectan a los más pobres; y son ellos también quienes definen los criterios y las acciones que, a su juicio y en el marco de su posición dentro de la estructura estatal, parecen las más adecuadas.

El concepto de “campo de relaciones”161, nos permite relevar dos aspectos centrales a nuestro propósito: la noción de campo162 que alude a las fuerzas estructurantes de la sociedad y sus agentes; y la noción de relaciones que alude a las interacciones de los actores y su relativa autonomía de las estructuras. La noción de campo posibilita

158

Bajoit, 2002. 159

Remy et al, 1991 160

Bajoit, 2002. 161

Hirschman (1970) hablará de “sistema de relaciones”; Villasante (1994) de “conjunto de acciones” en una perspectiva similar a la nuestra. 162

Bourdieu, 1987.

3.9 El pobre frente al Estado

incorporar al análisis las diferencias entre los agentes y también la complementariedad y rivalidad que entre ellos se construyen. Nos aproxima por tanto a la comprensión de las relaciones de fuerza entre los ejecutores de programas y políticas y sus lógicas de competencia. Cuanto más grande los recursos, programas y subsidios con que el Estado cuenta, mayor será el control del campo.

El concepto de campo, en oposición a la visión interaccionista, nos propone una visión estructural que considera los efectos que allí se dan al margen de cualquier interacción. La distribución desigual de capital pesa también sobre todos los agentes. Cuanto peor situados estén más restringidas serán sus posibilidades de actuar e imponerse. El campo propone un futuro previsible y calculable, y los agentes adquieren en él conocimientos práctico y disposiciones transmisibles (rutinas) que son la base de sus prácticas.

La noción de campo marca la ruptura con la lógica abstracta de la determinación automática. Es la estructura del campo, es decir, la estructura de la relación de fuerza o de poder entre los agentes, la que determina las condiciones en que ellos deciden (o negocian) el traspaso de la ayuda estatal. Esta visión de la acción restituye a los agentes cierta libertad y margen de maniobra, pero sin olvidar completamente que las decisiones no son más que opciones entre posibilidades definidas; y que las acciones deben también su orientación y eficacia no solo a la relación intersubjetiva sino también a la estructura de las relaciones dadas, objetivas.

La noción de relación e interacción, sin embargo, introduce la posibilidad que los asistidos intervengan y entren en la disputa por los términos de la relación al interior de este campo. El peso o la fuerza que este actor tenga, actor que padece el campo al mismo tiempo que lo estructura, depende finalmente del conjunto del espacio social.163 Lo que queremos decir es que la transferencia, es decir, el traspaso a los pobladores de determinados recursos, capacidades o valores por parte del Estado no opera de un modo lineal ni directo. Por el contrario, existen una serie de mediaciones sociales que abren distintas posibilidades de apropiación o de utilización de la oferta estatal por parte de los sujetos.

Los pobladores, sujetos de política, tampoco son un grupo uniforme y homogéneo. Determinar esta diversidad, exige analizar la representación de esta relación y los recursos que en el intercambio se logran movilizar. Así también el grado de dependencia en relación a los servicios ofrecidos es esencial para comprender sus estrategias y orientaciones hacia la movilidad social. Los pobladores tienen sus representaciones, discuten, negocian o aceptan los criterios que se les imponen; pero siempre en la perspectiva de adecuar estos servicios y recursos a sus particulares estrategias, identidades y proyectos de vida.164

Los pobladores no son nunca sujetos pasivos en la relación con los agentes estatales. Ellos interpretan y actúan de acuerdo a las perspectivas y procesos identitarios que les otorga su horizonte social y cultural. En su cotidianidad y con distinto grado de control y poder, siempre negocian y reinterpretan las propuestas del Estado. La realidad social no es solo un condicionante que dificulta o impide determinadas estrategias de acción, ella también define, utilizando la célebre fórmula sartriana, “un campo de lo posible”.

Es sabido entre los funcionarios municipales cómo la gente "esconde sus cosas" cuando se las encuesta para la ficha CAS con el objeto de parecer más pobre de lo

163

Bourdieu, 2000. 164

Martinic, 1995.

que es y tener acceso así a la posibilidad de subsidios; o, lo que es más sorprendente, “esconde su pobreza” para evitar la estigmatización del subsidio165.

En el curso de la interacción existen asimismo, consecuencias no intencionales y que resultan claves para comprender la importancia simbólica o material que asume un subsidio o un programa social para un grupo o sujeto determinado. En otras palabras, las estrategias de intervención social puestas en práctica por los agentes estatales tienen efectos diferentes en el actuar de los sujetos y sus familias, así como en la construcción del campo de relaciones entre ellos y la red estatal. Toda oferta estatal, toda política social constituye, desde el punto de vista de su contenido y oferta, una estrategia de intervención que, por un lado, propone una respuesta técnica y, por otro, organiza un espacio social en el cual se estructuran las relaciones sociales entre los actores que intervienen en la experiencia.

En síntesis, estudiar la relación entre pobladores y las políticas públicas, no es estudiar la relación cara a cara entre un individuo y un agente público, sino un “campo de relaciones complejas” entre pobladores y funcionarios que no tienen ni las mismas preocupaciones, ni los mismos recursos, ni la misma concepción de cómo concretar nociones del contrato social a veces radicalmente diferentes.

El tema de cómo se construye esta experiencia y cuáles son las lógicas que orientan el acceso a estas oportunidades teóricamente abiertas a todo el mundo, constituye precisamente nuestro tema de análisis.

El sujeto en escena

Desde la perspectiva asumida en este estudio, el individuo juega un rol central en la construcción de su proyecto vital, así como en la construcción del campo de relaciones en el que se desenvuelve. Ello supone por tanto, la consideración de una doble transacción. Por una parte, “il y a celle qui releve d´une dramaturgie intérieure ou chacun négocie avec lui-même son récit de vie. D´autre part, il y a celle ou se “négocie la position dans un échange inégal”. Cette double transaction permet de mieux construir comment le jeu de pouvoir, de contre-pouvoir s´entremêle a la construction de sens.”166 En la dinámica de la experiencia de la pobreza se articula finalmente, aquello que es objetivamente conflictivo con aquello que es subjetivamente dramático. La interacción cotidiana con el Estado y sus agentes de política está llena de estos ejemplos. En la presentación de si mismo frente al trabajador social, el “asistido”, el sujeto de política, deberá resolver de la mejor (o peor) manera la tensión entre lo que quisiera mostrar de sí y aquello que finalmente el otro le exige en su condición de poder; esto es, de quien decide si el que demanda es o no merecedor de asistencia social.167

165

De acuerdo a los asistentes sociales de la comuna de Pudhahuel, este fenómeno es más reciente, y se observa en familias que, durante mediados de los años noventa, esto es en pleno crecimiento de la economía chilena, lograron traspasar la “línea de la pobreza”, pero que a fines de la década vieron decaer nuevamente sus ingresos. Estas familias se resisten a volver a ser “encasillados” o “clasificados” como pobres / asistidos por lo que ocultan, no los bienes, pero sí su cesantía o disminución de ingresos; aun cuando ello les signifique por ejemplo, que sus hijos no reciban beca de alimentación en la escuela. (notas de terreno, agosto 2002) 166

Remy, 1994. 167

Es en este ámbito, que Goffman aporta con la analogía entre el teatro y la vida social. El autor nos propone tres espacios que debieran ser observados para comprender la vida social a la manera de un teatro: a) la escena donde cada uno juega su rol; b) la sala en la cual se encuentra el público que consagra o rechaza la pieza actuada; c) y las bambalinas

Justamente porque el individuo, cualquiera este sea, no se reduce nunca a ser uno más dentro una categoría general, las interacciones sociales transcurren siempre sobre un fondo de incertidumbre y búsqueda de sentidos. La dinámica de la interacción social entre el agente público y el asistido supone siempre compromisos a la vez estables y precarios.168 Aunque la escena y los actores, diría Goffman, varían en el tiempo, la intriga y el drama permanecen.

Resolver la condición de asistido, exige un cambio de posición en este campo de relaciones. “Compte tenu de l´idée qu´il se fait de ce qu´il est et veut devenir, et de ses possibilités que lui ouvrent ou lui ferment les liens qu´il a avec les autres dans les différents champs relationnels, l´individu reconstruit constamment ses “projets de vie: il cherche de voies concretes pour parvenir a ses fins, pour réaliser pratiquement son identité engagée.”169 Interacciones y transacciones múltiples desplegadas en la vida cotidiana de la familia, el barrio y las instituciones. A la manera como lo propone el paradigma transaccional, nuestro punto de partida es la vida cotidiana, por tanto el problema que nos ocupará no será el status ni el acatamiento de la norma en este juego de interacciones, sino más bien como la norma puede transformarse en un componente regulador del intercambio entre los actores.

En nuestra perspectiva, la intersubjetividad (interacción y acción recíproca) constituye la unidad base para comprender como los sujetos más pobres de nuestra sociedad logran superar los condicionamientos “objetivos” a su situación (la exclusión del mercado de trabajo, la obtención de una vivienda, el acceso a la educación…); y también los condicionamientos “subjetivos” (esto es, ser sujeto y ciudadano en el pleno sentido de los términos). Las formas como se construye esta intersubjetividad en un contexto de pobreza y desigualdad, constituye la caja negra a descifrar. La pregunta de por qué ante contextos y políticas sociales similares los individuos reaccionan diferenciadamente, está en el centro de nuestro estudio.

Más que un modelo abstracto que nos termine por ocultar los elementos esenciales del sujeto en lo social, nuestra preocupación se centrará en la lectura comprensiva de los movimientos que los actores realizan en pos de lograr sus proyectos. Los individuos son productores de los sentidos de la acción, de las reglas del juego y por cierto de la reinterpretaciones de las interacciones en las que están inmersos.170

Este juego de actores en busca de la realización de su proyecto, supone una relación de proximidad al interior de un campo de relaciones, cualquiera este sea. Relaciones de proximidad que implican una presencia frecuente de actores que se conocen171, pero también encuentros ocasionales en espacios dispersos. Espacios que se vuelven lugares intensos de interacciones múltiples; y donde la tensión y la disputa entre intereses diversos está a menudo presente. Es, por ejemplo, el caso del Estado y sus políticas sociales cuando intervienen en un territorio e “imponen” una modalidad de relaciones, de participación, que irrumpe y se superpone a las dinámicas propias a cada territorio.172

donde se es observado por los pares al momento en el que se juega el rol. La coexistencia de estos tres espacios permite a quien juega su papel, moverse en los tres registros, sin dejarse capturar ni reducir por ninguno completamente. El individuo puede así conservar su distancia y la posibilidad de una cierta reflexividad. En términos de las interacciones colectivas, este enfoque permite comprender también como ellos son siempre atravesados por la dimensión personal de la existencia. 168

Remy, 1994; 1996. 169

Bajoit, 2002. 170

Remy, 1994. 171

Alvarenga, 1994. 172

Nuestro trabajo tomó como punto de partida (capítulo 1) la construcción de estos intercambios de proximidad con el Estado y entre los vecinos al interior de los territorios de

Importante es destacar que en este campo de relaciones las lógicas de acción173 de los individuos no son necesariamente homogéneas a lo largo de su trayectoria de vida y tampoco en relación a todas las políticas y programas del Estado. Asimismo, un proyecto social o programa puede reforzar diferentes lógicas de acción en distintos momentos de su desarrollo.

En este proceso de (des)encuentro al interior de los campos de relaciones las exigencias son múltiples: entre el si mismo y las expectativas del otro; entre la individuación y la socialización; entre la distancia y la proximidad; entre la confianza y la desconfianza; entre la transparencia y la opacidad.174 En fin, lo importante a retener es que en las prácticas cotidianas que se despliegan en los campos de relaciones, se articulan una pluralidad de registros y finalidades, tan opuestos como pueden ser por ejemplo, el cálculo del interés y la afirmación de sentidos; la integración funcional y la cohesión a una comunidad de pertenencia. En este continuum que son la acción y la práctica social, la formalización, la norma, no siempre intervienen.

En los siguientes cuatro capítulos se analizan, a partir de las categorías conceptuales aquí presentadas, los relatos de vida de cuarenta y ocho habitantes de las tres villas analizadas (capítulo uno). El objetivo de este análisis es dar cuenta de las concepciones del contrato social,- de los derechos y los deberes entre estos habitantes de los márgenes de la ciudad y de su capacidad de intercambiar, negociar e imponer sus puntos de vista frente al Estado y sus agentes públicos. De acuerdo a esta matriz de análisis proponemos comprender los procesos a través de los cuales las políticas sociales inciden (o no) en la movilidad e integración social de los más pobres de la ciudad. La secuencia del análisis de los capítulos siguientes es:

i) Caracterización del modelo del contrato social entre los entrevistados. Interesa dar cuenta de los principios que él o ella definen como necesarios para salir de la situación de pobreza; los derechos y deberes por parte de cada poblador y el Estado; las contradicciones y dificultades percibidas para el cumplimiento de estos principios.

ii) Las tensiones identitarias de estos pobladores frente a la realización o no realización de este contrato social. Las contradicciones entre la idea y la aspiración que se hace de sí y la realización efectiva de su proyecto identitario; los obstáculos (los límites) que se perciben al cumplimiento de esta idea de si mismo.

iii) El trabajo identitario de estos sujetos sobre si mismos y sobre sus relaciones de alteridad; que es lo que ellos finalmente se dicen para justificar, resolver y realizar su proyecto identitario y satisfacer sus aspiraciones, en los limites que él asume.

iv) Finalmente, los principios que orientan la acción de cada poblador frente al Estado, el Mercado y sus iguales para cumplir con sus proyecto y concepciones del contrato social.

residencia, para luego analizar los intercambios de 48 de estos habitantes con el Estado, el Mercado y la sociedad (capítulos 4, 5, 6 y 7) a lo largo de diez años. 173

“La logique d´action suppose que l´on reconstruise une cohérence qui se dégage aprés coup en faisant ressortir principalement en quoi les comportements étaient pertinents par rapport a un contexte… La stratégie suppose un processus conscient et rationnel ou l´on se donne des objectifs a long terme, dont on rédefinit les modes de réalisation par adaptations successives aux circonstances. A diferencia de la estrategia que supone el dominio de una coherencia “ex - ante”, en la lógica de la acción, la coherencia es obtenida por el investigador “ex – post”.

Remy,1994.

174 Simmel, (1892) 1987; Remy, 1994.

Jacqueline175

Nací en Curicó en La Cera, según lo que mi mami me ha contado, pero no sé dónde queda ese lugar, sólo sé que queda detrás de la cárcel; tengo 38 años. Cuando chica vivía con mi papá, mi mamá y mis hermanos hasta los cuatro años por lo menos. La casa era de mi abuela, cuando nos fuimos de ahí, nos fuimos a arrendar al cerro. Ahora mi mamá tiene casa propia, allá en Los Aromos viven ellos, en una población grande. En cuanto a mi papá, era victoriero (de Victoria) y trabajaba en carnicería. Mi mami es maestra de cocina y ha trabajado toda la vida en eso. Trabajaba en el Estadio Español, en el Instituto del Comercio y en el Club de La Unión. Sacó el primer y segundo lugar de la mejor cocinera de Curicó, es famosa.

Estudié hasta octavo, pero a la mitad. Después me fui a trabajar a Santiago, tenía como trece años. Me fui con unos vecinos que tenían un negocio donde vendían sellos…no me acuerdo. Los conocí por una amiga que trabajaba con ellos y por ella me llevaron a trabajar allá. Estuve un tiempo trabajando en Santiago, como ocho o nueve meses y después me vine, porque eché de menos mi casa, mi mami, todo…Volví a Curicó y me quedé aquí. De ahí no trabajé, después tuve el primer hijo. Eso fue cuando tenía 17 años, iba a cumplir 18. Y de ahí después tuve otro porque tuvimos cuatro hijos, seguidos. Con el papá estuve como trece años, pero era muy bueno para el trago. Entonces me trataba mal, me separé de él.

Vivíamos con mi mamá en Los Aromos. Allá estuve inscrita en casa, tuve problemas, donde mi marido pasaba curado no podía tener la plata para la libreta de ahorro. Eso fue hace muchos años atrás, por lo menos tenía como 18 a 20 años cuando me inscribí para tener casa, cuando postulé, una cosa así, ya llevo años acá (a las orillas del río) viviendo. A mí me habría tocado en esos tiempos tener casa propia, pero también hubo problemas. Para postular tenía que tener, ¿cuánta plata era?… No me acuerdo, pero tenía que ir a postular a la municipalidad. Yo quería tener mi casa propia… todavía. Hasta ahora no he tenido posibilidad de tenerla. Después me separé.

La segunda pareja

Así que me fui donde la hermana del marido que tengo ahora. Aquí en la (población) Santa Lucía vivía él, aquí al lado. Ahí estuve viviendo un tiempo. Me volví a emparejar y con mi pareja actual ya llevo diez años. Es el papá de mi hija que tiene seis años, chiquitita, la regalona de todos. Trabajábamos la fruta y en lo que más podíamos, para ir a dejarle plata para el mes a mi mami, porque ella me cuidaba los niños para que yo pudiera trabajar.

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Historia realizada en el verano del año 2003, en el living de la precaria casa de madera y cartón de la señora Jacqueline, a orillas del río Rauco en Curicó.

Capítulo 4

Beneficencia y caridad

Vivíamos con una cuñada en la pieza, comprábamos el gas, ayudábamos con las cosas de comida. Pero se puso pesada la hermana, entonces para que no pelearan, nos fuimos donde la otra hermana. Allá pasó lo mismo y entonces fuimos a arrendar una pieza. Estuvimos dos años no más y después nos vinimos donde el papá de él. La patrona, la dueña de la casa, la pidió la pieza. En ese tiempo mi marido trabajaba en IANSA (fábrica de azúcar) como contratista, parece que ganaba el mínimo.

Después nos vinimos a donde el papá de mi marido. Ahí él nos puso una pieza, pero nos trataba muy mal, de maraca (mujer de mala vida) me trataba porque yo no le daba plata para vino, no le daba ni para cigarros. Era alcohólico, claro. Un día yo estaba gordita (embarazada) de la niña y no hallábamos qué hacer porque no teníamos donde irnos. Llega entonces mi marido y lo escucha cuando me estaba retando y yo estaba llorando, desahogándome… ese mismo día “me mejoré” (parió); de tanto llorar y tan mal que me trató. Entonces yo le dije: “Jaime vamosnos para donde sea”. Y como justo aquí (en la orilla del río) había una toma de terrenos y estaba un primo de él, le dijimos si acaso nos podíamos venir. Y el primo estaba verde (con ganas) porque nos viniéramos, porque nosotros teníamos la televisión y ellos no tenían. Un caballero de al lado nos prestó el camión, él mismo nos fue a buscar con el camión de él y no nos cobró. Teníamos esa pura piececita, nada más, y nos quedamos acá en el río.

Los hijos

Me habría ido de aquí del río hace tiempo. Tengo una hermana en Antofagasta, me decía que me fuera con ella, con la niña; pero, y mi hijo? Un hombre, de veintidós. Ese pasa puro andando, igual que el papá. Puro tomando por ahí con los amigos, también estuvo preso. Lo culparon de un robo, un tonto de por aquí lo culpó que le había robado una cartera a una señora, no sé. Estuvo tres años, ya salió.

El otro menor que tengo también está preso, porque también le echaron la culpa de robar en una carnicería. Tiene veinte años ese, pero a ese le queda un año, en un año si Dios quiere queda libre. Yo creo que lo deben pasar mal en la cárcel. Por ser en la semana no voy porque trabajo, pero el día domingo estoy parada ahí esperando la visita. Le llevo de todo, pancito, de todo lo que le falta. Dos horas, de las dos a las cuatro estamos con ellos. Los días de fiesta son todo el día. Por ser para la Pascua estuve todo el día, de las diez a las cuatro y media, para el Año Nuevo igual. Con mi hija no más, porque a los otros no les gusta ir a la cárcel. Yo tampoco los entusiasmo a que vayan porque, para qué?

Mi hijo dice que está bien, por lo menos está luchando, esperando que le llegue el tiempo, ese es el segundo. Él llegó hasta cuarto (enseñanza básica) parece, pero está terminando allá adentro. Parece que después le hacen cursos ahí, después le dan un diploma o no sé que cosa para que estudien afuera el tercero y el cuarto medio. Es que mi marido lo hizo así (en la cárcel), hizo el primero y el segundo no más.

Mi hijo mayor, estudió todos los cursos, hasta cuarto medio. Adentro de la cárcel eso sí, para lo que le ha servido... Mi hijo trabaja de repente, va a trabajar la fruta, pero trabaja sus tres a cuatro días y ya se pone con sus amigos a tomar. Para trabajar en la fruta no necesita cuarto medio. No sé que querrá, quiere irse para el campo donde la familia del papá. Es que ese es más cercano a ellos, como es más parecido a él. Le digo yo, “por eso eres bueno para tomar”. Porque el papá lo agarra ahí en la misma calle y le dice, “venga hijo para acá”, y le ofrece una copa de vino y eso no lo debería hacer el papá. Pero lo hace y ahí está el hijo, como él.

El tercero de mis hijos se llama Juan Pablo, él tiene dieciocho años. Ese trabaja en panadería, estudió hasta primero medio y se salió. Mi mamá le pagaba todos los estudios a él y se retiró y está trabajando en panadería. Recibe plata todas las semanas haciendo pan. Aprendió porque mi cuñada trabaja en eso y lo llevaba los

domingos y le enseñó todo; y ahí aprendió porque es bueno para trabajar, hace todo tipo de pan. Pablito me ayuda con el pan, todos los días me manda el pan a mí y a mi mamá. Me saca de apuro en harto porque el pan es básico.

El trabajo

En este tiempo yo trabajo en tomates, la fruta…el período no más. El resto del año no me deja él (pareja). El trabaja, él tiene que poner todo para la casa. Ahora llevamos un mes trabajando la (cosecha de) guinda. Después en marzo viene la uva, ahí también trabajo la uva, dura como quince días y nada más. Ahí no trabajo más. También está la pera, la manzana, pero eso es muy pesado para mí. O sea, yo lo encuentro pesado, además él no me deja. Si al final trabajo el mes de la guinda y los quince días de la uva.

Antes trabajaba igual no más y el resto del año le iba a ayudar a mi mami, le salían peguitas de maestra de cocina y ahí partía yo a ayudarle. No me hubiese gustado dedicarme a trabajar con ella, mucho trabajo. Es duro, uno tiene que llegar con todo, de repente piden una comida de repente piden otra, otra… Aprendí harto eso sí, pero como ayudante sí, porque uno ayudaba a pelar papas, que hacer esto, que hacer esto otro, pero para maestra no, no serviría.

Mi marido no me deja trabajar, si sólo en esta temporada… hacen dos años que trabajo. Ahora me deja trabajar porque sacamos más frutos no más pues. Se gana un poco más al estar los dos. Ahora solo trabajamos de día porque de noche mi marido entra a la cárcel. Sale veinte para las seis (de la mañana) de la cárcel y se viene. Es un sacrificio todo eso. Y no puede no volver a dormir a la cárcel porque lo vienen a buscar y tiene que pagar en cárcel lo que le queda. El le pegó a la mujer que tenía, porque la mujer se había ido con otro y a él lo dejó tirado, por eso está pagando por esa condena. Seis años eran y estuvo tres años siete meses sin nosotros, y ahora va a la cárcel a puro dormir todos los días. Hay que tener harta paciencia estando sola.

La organización

Cuando a mi marido lo tomaron preso la niña estaba recién nacida. Entonces yo estuve años sola, luchando. Así que de ahí fue cuando me inscribí para la casa. Tengo todos los papeles de cuando me inscribí para la casa aquí. Cuando mi marido cayó en la cárcel, ahí fue cuando llegó esta toma de terrenos. Ahí me metí para postular a las casas en el grupo que se llamaba La Nueva Esperanza. Ellas mismas me invitaron a que me metiera en el grupo, ya pues, yo me metí. Me hicieron abrir una libreta, la abrí. Mi marido consiguió con un carabinero de adentro (de la cárcel), que lo quiere mucho, unas monedas y yo me conseguí otras monedas con mi mamá.

A mí me exigían todos los días la plata. Llegó al extremo que un día, la presidenta del campamento me dijo que tenía que tener todo, los ciento veinte mil pesos de la semana. Y yo sola no podía. Si yo no podía trabajar, a mi no me dejaban. Yo vendía carteras, monederos, todas esas cosas para tener para la casa, las vendía en el mercado. De repente me iba a vender ropa también, me traían ropa de Santiago las mujeres de la cárcel que venían a ver a los maridos o a los hijos. Ellas me conversaban y yo les conversaba y les preguntaba si tenían ropa que no usaran y que me la trajeran. Y ahí vendí para puro juntar plata para la casa.

La semana que había que tener toda la plata de un día para otro, a mí me dijeron: “Ya, mañana los ciento veinte mil pesos”. Y yo ¿de a dónde iba a sacar de un día para otro? Si fueron meses no más, fue rápido, porque estuvieron como siete, ocho meses luchando en el campamento. Hacíamos bingos, hacíamos de todo, y yo no vi ni un peso de esa plata. No me devolvieron la plata, me mandaron una muñeca plástica de esas que venden a quinientos pesos en el centro. Yo fui y se las tiré y les dije yo no

soy tan… para mi hija yo no quiero esas cosas. Así que no se las recibí, se la tiré no más…Y al final dije yo, perdí no más. De ahí la municipalidad nos retiró la luz, porque nosotros quedamos solos aquí en el río.

Me acuerdo que me hicieron firmar un papel antes de la reunión con Don Bernardo Pérez (de la gobernación). La presidenta del campamento me hizo firmar un papel en blanco. Yo lo firmé pensando que era para algo bueno, nunca pensé que era para retirarme del grupo, porque yo no tenía plata. Después cuando llegó don Bernardo la presidenta le dice:

-¿Sabe qué, don Bernardo? Tenemos un problema, sabe que esta señora se retiró del grupo.

- Yo le dije, ¿qué?

- Sí pues, usted se retiró, me firmó un papel.

- A ver, muéstreme el papel que firmé. Y va y me muestra el papel con todo escrito.

-Yo dije: Pero esa nunca ha sido mi letra.

- Pero es tu firma.

- Sí, es mi firma, pero el papel estaba en blanco cuando me hiciste firmarlo.

- Y me dijo don Bernardo: ¿Por qué lo firmó? ¿Por qué la hizo firmar?

- Porque ella me exigió la plata de un día para otro, le dije. Y me va a perdonar la palabra le dije, pero era una “maracada” pedir la plata de un día para otro. Menos los ciento veinte mil pesos cerrados. Ella me exigía de hoy día para mañana que tuviera esa plata y yo no la pude tener. Pregúntele si acaso ella la tiene en la libreta.

- Yo la tengo, me dijo.

- Mentira, le dije yo, no la tienes, acá ninguno tenemos la plata.

Si nadie la tenía… después vino “Un Techo para Chile”, “Chile Barrio”176, ese les dio la plata a todos. Incluso había una señora que tenía unos paneles viejos ahí y esa señora no tenía ni uno. Yo tenía quince mil pesos y ella no tenía nada, y le dieron toda la plata. A mí me hicieron borrarme, esas tontas me hicieron borrarme del grupo porque yo no tenía la plata.177

En la municipalidad me dijeron que no podían hacer nada. La única que me dijo algo fue la señorita Carolina. Ella me dijo que yo tratara de poner la plata. La municipalidad me dijo, si usted se va a quedar en el río va a quedar sin luz y sin agua. Me quedé sin luz y sin agua, pero a mí me da luz una señora de allá atrás, yo le pago todos los meses eso si. Pero yo le pago de los (subsidios) familiares de mis hijos. No debería hacerlo así. De ahí tengo que sacar para pagarle, porque esa es la plata de ellos, pero ellos están conscientes…Son tres platas las que saco, la de la niña, de mi hijo que está aquí que estudia y la mía. La plata de los tres se me va en pagar la luz y el agua.

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Jacqueline confunde dos programas de vivienda: Un Techo para Chile de la iglesia católica (que en el caso de esta historia no interviene) y Chile Barrio del Estado que si aporta subsidio. 177

El Programa Chile Barrio exige un ahorro mínimo, en este caso $120.000.-, para otorgar el subsidio a la vivienda. Aquellas familias que no logran ese ahorro quedan automáticamente fuera de la postulación y pierden su derecho al subsidio y por ende, la vivienda. Existen sin embargo, casos especiales, como el que nombra Jacqueline, para personas ancianas o con discapacidad física o mental; ellas están exentas de cumplir el ahorro mínimo. Jacqueline no es considerada un caso especial, por eso al no cumplir con la meta fijada por el grupo es excluida. La manera engañosa de hacer que Jacqueline renuncie a la postulación, se explica probablemente, porque el grupo de familias temió perder todo el subsidio al no lograr que todas las familias tuvieran los ahorros exigidos por el Estado. Cada familia debe también ahorrar individualmente, rara vez los fondos colectivos son suficientes para completar la meta exigida.

La ayuda

La señorita Carolina es la del SERVIU178 (Secretaria de Vivienda y Urbanismo), esa también nos ayudaba con mercadería. Ella me ayuda casi todos los meses para que no me falten cositas para la casa. Ella me dice: “Cuando no tenga usted, viene.” Y yo le voy a hacer visita y me da algunas cositas. Ella viene a visitarnos primero; pero yo iba a lo lejos a buscar ahí porque acá en la municipalidad me ayudaban más la señorita Julia y la secretaria de ella. Ahora hace como dos meses que no la voy a ver porque estaba trabajando en la guinda.

La señorita Carolina es buena, súper buena, me dijo que tratara de poner lo más que pudiera en la libreta de la vivienda y ella nos ayudaba. Yo le dije que si, que iba a tratar de poner dinero, pero como éste (la pareja) no quiere, porque no estamos casados los dos. Entonces no le toca a él la casa, le toca a mis puros hijos y mi hija. Entonces, yo no quiero ayuda de él. Por un lado prefiero hacerlo sola, para que si algún día me llego a morir queden mis hijos con sus cosas, porque yo lo quiero para ellos. Y así digan, “el día de mañana se puede morir mi mami y voy a tener donde quedarme”.

Entonces yo le dije que iba a tratar de juntar unas monedas. Pero hasta ahora no he podido porque las dan de a poco, en la guinda, las dan de a diez mil pesos. Hay que gastar la plata para el pan, que no vaya a faltarnos. Para la Pascua nos pasaron treinta mil pesos, para el Año Nuevo otros treinta. ¿Qué vamos a hacer con treinta? De a gota… Ya me comprometí a no trabajarle más a ese dueño porque de a gota el sueldo no nos sirve. Tenía pensado poner toda la plata en la libreta, ciento sesenta, la parte mía. Pero ahora terminamos mañana y solo tenemos ganado cuarenta. ¿Y qué vamos a hacer?

Soy agradecida

La municipalidad me ayudó con el techo. Este techo es nuevo, porque yo antes prendía fuego, vendía leña aquí. Es que las visitadoras a mi siempre me han ayudado, a mi me conocen. La Julia, es súper buena conmigo me ayuda en mercadería también. Cuando estaba sola me ayudaron harto, ahí me regalaron el techo porque estaba sola y se me llovía todo esto. Cuando mi marido estaba en la cárcel, entonces yo pasaba arrinconada en un rincón para poder dormir con la niña, o a veces dejaba todo botado y me iba para donde mi mamá, porque mojadas pues…Así que ahí la municipalidad me vino a ver un día y ahí me dijo, ya vaya tal día y le vamos a regalar.

La municipalidad me ha ayudado harto. Me ha servido bastante. En mercadería, en el techo, si me ha faltado algo para poner para mí o mi hija me lo dan, hasta los pañales. Cuando Jaime cayó preso y la niña estaba chiquitita me daban todo desde el pañal para arriba, la leche, etc. Iba todos los meses porque a mí la señorita me decía, venga todos los meses. Me ayudaban harto, ellos repartían una bolsita así y a mí me la daban. No sé, me querían las señoritas, a lo mejor no fui mala yo pienso. Me refiero a atrevida con ella, no como otra gente que iba por pocas cosas y salía echando la niñá (el garabato, enojo) para afuera. Entonces como no fui así... todo se los agradecía, por poquito, pero les agradecía. Además, me conocen hace muchos años. Yo creo que más de veintidós años.

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Es un error, en Serviu no pueden ayudarla con comida, Jacqueline se refiere a la Gobernación; nuevamente no distingue claramente el origen de la ayuda.

Voy a tener que luchar

De deseos para el futuro… trabajar, pero yo sé que no me van a dejar nunca. No sé, será miedo, porque cuando él estaba con la mamá del niñito que tiene, trabajaba en un packing (centros de embalaje de fruta) y creo que la mujer andaba con uno y con otro en el packing. Entonces ese es el miedo de él, pero yo le digo que no me tiene que tener miedo porque no me tuvo miedo los tres años que estuve sola y me va a tener miedo estando presente con él mismo. Los tres años que estuve sola era para “joderlo” (serle infiel) con cuantas personas. Yo luché por mi hija, por él y por mí. Yo salía a vender, a las ocho de la noche ya estaba estirada en mi cama con mi hija.

Entonces qué saco con decir que voy a trabajar si no me va a dejar... qué saco con desobedecerlo… y mi hija… ¿Si después me separo de él? Una vez teniendo mi casa... No sé, yo voy a tener que luchar, de aquí a este año que viene voy a tener que tener la casa no más, como sea voy a tenerla. Por último voy a la radio y me ayudan. Mi “yerna” (nuera) fue a la radio y le dieron la plata para su casita. Fue ella a hablar con el dueño de la radio La Montina y le dijo acaso podían hacerle una ayuda porque a ella le vendían una mediagua en el Hogar de Cristo. Y llegó un caballero y le dijo qué cuánta plata necesitaba. Y ella le dijo lo correcto, le dijo: - “Cuarenta mil.” Le dio los cuarenta mil y fuera de eso le dio cien mil pesos, qué mejor. Yo misma escuché pues, lo escuché en la radio, pero me da no sé qué hacer lo mismo, yo no sé cómo hacerlo. Esto fue en la radio de Curicó. Nosotros no hemos podido lograrlo todavía.

Pero no me gustaría quedarme aquí a no ser que pongan un baño. Quién no desea tener su casa. En todo caso no estamos tan mal, pero sí deseamos tener la casa. Nosotros aquí no estamos aburridos, queremos más, quien sabe lo que pase… Cuando llega mi hija pregunta, “cuando vamos a tener una casita para bañarme en el baño, para ducharme” o “una casa más bonita porque esta casa es fea”. Para ella es fea, pero no sabe que el corazón es más grande que la casa.

Lo primero es que tengo que lograr mi meta de tener mi casa, pero para dejarles a mis hijos sí. Tengo que tener esa meta, lograr tenerles la casa porque yo sé que no se van a ir conmigo al campo. Me gusta el campo a mí, me gusta criar pollitos. Cuando estén grandes nos comemos los pollos, los estoy criando para invierno, para cuando no tengamos nada; si no hay plata se vende uno. Planté unas plantitas, tomates, ají, planté choclo, porotos de todo un poquito. Son cosas de la vida real, eso me gusta a mí, estos porotos, estos choclos.

Los sueños de mi marido... ah, es el sueño de irse al campo. De sobrevivir si pues, que vamos a hacer... No sé, yo deseo tener mi casa con mis hijos no más.

1. Presentación

Esta es la historia de Jacqueline, dueña de casa y trabajadora ocasional. Su relato se asemeja a la de otros siete pobladores: Rosa, Margarita, Luis y Pamela también de Curicó; Angélica y Lucía de Maipú; Guillermo, de Cerro Navia.

Todos estos relatos comparten la dificultad de sus protagonistas para narrar sus vidas; son relatos de escasas palabras, de fragmentos, y de muchos vacíos. Salvo Lucía con enseñanza media, pero esquizofrénica, todos tienen enseñanza básica incompleta y trabajos temporales y precarios. Angélica, analfabeta, no duda en señalar su dificultad para comprender lo que sucede en esta sociedad: “Se le echa la culpa al Gobierno, a los ricos, pero yo soy ignorante y no se por qué pasa eso de que no hay trabajo…”

Todos ellos comparten una trayectoria de pobreza extrema, de la cual nunca han podido ni sabido salir. Son historias donde la sobrevivencia es lo central, y el trabajo remunerado escasea o la precariedad de estos vuelve imposible cualquier mejoría en su condición de marginalidad y exclusión. Como Jacqueline, las mujeres deberán aprender a sobrevivir del dinero que les provee su pareja y el Estado, y aprender a sortear la prohibición de sus maridos para poder trabajar al menos esporádicamente.

Angélica, 51 años, enseñanza básica incompleta, empleada doméstica, casada, dos hijos, Maipú: “Yo trabajo por día (como empleada doméstica), pero hasta las personas con las que trabajaba están mal. La semana pasada no, es bien irregular…Me pagan cuatro mil pesos, yo les hago el aseo. Ni siquiera me da la plata de la locomoción, pero como está tan mala la situación uno no se puede regodear.”

Luis, 45 años, enseñanza básica incompleta, calichero (extrae caliche del río), casado, 4 hijos, dos hijos viven en hogares de menores por maltrato infantil, Curicó: “Nuestras condiciones de trabajo no van a mejorar, el río siempre va a ser igual, para los calicheros siempre va a ser igual, hay una planta ahí y la planta nos limita. Una planta de árido que hay ahí, esa es la planta que nos corta los brazos porque las empresas sacan lo más fácil y a nosotros nos dejan lo más difícil, se saca mucho molido.”

Lucía, 35 años, 3° medio, dos intentos de suicidio, dueña de casa, dos hijos, su pareja es obrero, drogadicto, Maipú: “Yo no puedo trabajar, yo soy demasiado nerviosa y si no estoy con medicamentos me puedo volver loca, esa es la realidad de las cosas… Los doctores me dijeron que tenía crisis de pánico y después se me presentó una enfermedad limítrofe, con intentos de suicidios, puro suicidarse e ir contra de uno.”

Jaime, esposo de Jacqueline, 48 años, trabajador temporal, cumple pena remitida (duerme) en la cárcel, Curicó: “Yo soy originalmente del puente Rauco. Yo fui criado en el puente Rauco, llegué de un año acá al río. Toda mi vida ha sido el ripio, no sé otro trabajo que no sea el río. Mi padre trabaja allá, toda mi familia ha trabajado en el río.”

La vivienda ha sido siempre una preocupación en sus vidas: allegados, arrendatarios, habitantes de la calle, y finalmente de campamentos, los años noventa representan la gran posibilidad de obtener una vivienda propia y “sólida”, al decir de ellos. Sin embargo, no todos pudieron obtenerla. A pesar de haber intentado ahorrar y participar en un programa estatal, tres de estos pobladores aún viven en campamentos. Para el resto la casa “les llegó” y la agradecen aunque la erradicación, es decir la salida de los lugares donde durante años habitaron, se les impuso desde arriba, desde el Estado y sus asistentes sociales. Ellos hubiesen preferido continuar viviendo en sus campamentos, donde “no estábamos mal”. La memoria y la nostalgia de un modo de vida más rural y libre permanece en todos:

Luis, Curicó:”Allá en el río estaba todo libre, a todo campo, le llamaban “pueblo sin ley”. Así le pusieron porque así se ganó la gente, sin permiso de nadie llegaron y pusieron rucas y vamos no más y vamos parando, si era verdad. Pero ahí no teníamos miedo, no pues, si era el lugar de nosotros, sabe que yo tengo casa ahí del ochenta y cinco… Yo me iría para allá si tuviera una casita que no se me fuera a mojar, yo hubiese tenido una mediagua completa yo me hubiese ido ya. Yo aquí en la villa más lo que he perdido que lo que he ganado.” (Y efectivamente, junto con la erradicación, pierde a sus dos hijos al ser acusado de maltrato infantil)

2. El contrato social

Estos relatos sin embargo, a pesar de las dificultades para relatar sus vidas dejan entrever, en un lenguaje simple y a menudo lleno de vacíos, un conjunto de significaciones que permiten aproximarse a los principios que debiera seguir el Estado y ellos mismos para salir de la situación de pobreza. A menudo estos principios se definen más por ausencia y por el deseo que así fuese; son verdades que nacen de la propia experiencia de marginalidad.

Justamente porque se saben a si mismos sin salida, sumidos en la pobreza de siempre, de la sobrevivencia, al Estado se le demanda atenerse al principio de la solidaridad ante la necesidad de los más débiles y carenciados. A cada uno según su necesidad, según su propia carencia, individual. En todos estos casos, lo que se pide al Estado es el reconocimiento de la necesidad de sustento y ayuda; de manera directa, rápida y permanente en el tiempo. Esa es la forma del contrato social imaginado, un Estado omnipresente, paternal, presente en la vida de cada uno, capaz de resolver hasta las más pequeñas y particulares necesidades.

Margarita, 35 años, 4° básico, dueña de casa, tres hijos, su pareja es trabajador temporal en la cosecha de fruta, Curicó: “Yo creo que lo que pediría a la municipalidad es que me ayudara, que viniera a echar un poquito de ripio para el invierno, para los niños, por el agua, porque ni dios lo quiera…que se moje todo adentro... Esa ayuda le pediría porque la municipalidad no ayuda en nada, no hace nada, solamente si uno va a pedirle algo allá, pero ellos venir a ofrecerse, no. Y eso es un error encuentro yo, porque si ellos viven preocupados de la gente también tienen que bajar a terreno a ver como es el caso. Tampoco no pueden llegar y dar tampoco, pero tienen que ver el caso, y no hacen eso… Porque ¿quién nos aconseja?”

El consejo, el subsidio, la mercadería, la construcción y reparación de la vivienda… son leídos como gestos de un Estado que los reconoce en su necesidad, en su miseria y que asume el cuidado de los que más necesitan. Sólo así el Estado habrá cumplido su deber hacia ellos. La asistencia, la ayuda a la sobrevivencia cotidiana de cada uno está a la base de lo que debe ser el contrato social. Un Estado comprensivo, oportuno y pertinente; es decir, un Estado que resuelva lo que cada uno, desde su singularidad, le demanda.

Asistencia individual y no colectiva, cara a cara, que permita identificarse mutuamente, reconocerse y ojalá poder establecer un vínculo de afecto que asegure que la ayuda, en lo posible acompañada de un consejo o un gesto de deferencia, siempre estará allí, disponible para cuando se necesite. “Cuando no tenga usted, viene”, le dice la asistente social a Jacqueline que agradece ese gesto por sobre todo.

Al Estado se le pide sin embargo, que la ayuda no se pierda en el camino, porque en estos relatos las dificultades para comprender y confiar en las acciones colectivas son inmensas. Esta es una desconfianza que habla de las dificultades para comprender la lógica de la comunidad organizada, pero también de los “proyectos sociales participativos” que les propone el Estado. Estas son experiencias de escasa

sociabilidad, de marginalidad y donde los códigos para la participación y acción concertada con otros a menudo están ausentes.

Lucía, Maipú: “Mira por eso te digo, que las cuestiones grupales no sirven, y si no son responsables o se gastan la plata… Entonces para que la plata se ocupe en lo que verdaderamente la gente necesita. Por último que cada persona beneficiada con esa plata la vinieran a visitar para ver que ha hecho, si realmente la necesitaba, si han tirado para arriba, en que están, para que todo sea transparente. En grupo no funcionan las cosas, uno que hay muchos conflictos, mucha envidia, muchas peleas, para esa cuestión yo no me presto. La municipalidad debiera dar canastas familiares, todas esas cosas, a las personas que lo necesitan sí. Dime una cosa, ¿como cuando ellos necesitan un voto llegan aquí las canastas familiares o los paquetes?”

La desconfianza en la intermediación de los dirigentes y las prácticas de clientelismo que en torno a ellos surgen, les indica que es mejor vincularse directamente – sin intermediaciones - con el Estado si se quiere obtener algún beneficio. La escasez de redes que vinculen a los iguales y al Estado conduce a desconfiar y buscar una salida individual. Como Jacqueline que finalmente percibe que el Estado le creyó más a la organización y a su dirigenta que a ella misma.

La desconfianza en los iguales también nace de la evidencia de “ser el último peldaño” de la escala, por tanto, de la poca probabilidad de ganar si se compite con otros. “Hasta yo recibí un paquete de mercadería” señala sorprendida Lucía cuando recuerda los medicamentos que llegaron a la villa para las campañas electorales del diputado en su comuna.

La desconfianza en la organización también nace de la evidencia que el poder para cambiar su propia situación de pobreza no está en ellos. Luis, calichero del río Rauco por años, sabe que a pesar de participar en el sindicato de ripieros de nada sirve organizarse frente al poder de las empresas para imponer las reglas de la extracción de arena.

El modelo de un Estado que los ayude de manera permanente en el tiempo, es algo que ellos saben está lejos de asemejarse a su realidad. La experiencia les indica que el Estado tiene dificultades para identificar a los más carenciados e impone criterios de ayuda que desconocen que la pobreza persiste a pesar de la partida de los hijos, a pesar de lo múltiples subsidios. La pobreza es dura:

Rosa, Curicó: “En la Municipalidad una vez me dieron cosas. Las otras veces yo fui y me dijeron que no porque yo era sola, ellos ayudaban a las personas que tenían niños. Yo le dije:” así que uno porque vive sola no tiene derecho a comer”. Y en todas partes lo mismo porque en el Hogar de Cristo igual, cuando uno va a pedir algo, le dan a las personas que tienen niños no más, a las solas no.”

Margarita, Curicó: “Con la visitadora del (subsidio) familiar una vez al año voy a conversar con ella. No me gusta el trato porque a mí lo que me gustaría es que me dieran una esperanza o una respuesta buena, porque no saca nada ir uno y uno y uno, mil veces. A mí me gustaría que adonde uno fuera a hacer un trámite no nos molestaran tanto, que nos trataran un poquito mejor. Ellos dejan los papeles ahí no más, le dicen que hay que seguir esperando, esa es la respuesta.”

Finalmente, la entrega o no de ayuda es percibido como una decisión fundamentalmente arbitraria. A ello se agrega que la negativa de asistencia o la desconfianza de la asistente social hacia quien pide ayuda serán siempre leídos como gestos de humillación y de negación de la propia persona, hasta el absurdo como bien describe Guillermo:

Guillermo, 43 años, enseñanza básica incompleta, estafeta, soltero, vive con un hermano enfermo mental de 48 años, no logró obtener su vivienda por ser soltero sin hijos, Cerro Navia: “…me dijeron que yo podía participar en el sistema de Chile Barrio, pero después me salieron que no porque como yo era soltero no tenía derecho a departamento...Y entonces ahí hubo un pequeño descontento porque uno me decía una cosa y otro me decía otra. Y le dije yo: “entonces por un departamento tendría que casarme con mi hermano o tener un hijo con mi hermano…No quiero seguir viviendo más como gitano, si usted me dice que en tanto tiempo van a entregar la casa y los departamentos yo en ese tiempo junto la plata que me está pidiendo…aquí yo soy soltero, pero tengo un hermano que es mi familia”.

3. La tensión identitaria

En estos relatos, la socialización primaria aparece siempre como una historia de abandono y errancia en la memoria. Todos se hicieron adultos muy jóvenes, aún púberes se emparejaron, tuvieron hijos o comenzaron a trabajar. Socialización de apremios y sentido de sobrevivencia que los iguala en su identidad de marginales, de “gitanos”, de “forasteros y esclavos”, como ellos mismos se denominan. Una infancia de la que no hay recuerdos felices y que, como Guillermo, es difícil de relatar sin emocionarse.

“Yo soy Guillermo Rojas Carrera, tengo 41 años y de chico trabajé para alimentar a mi mamá, para ayudar para la casa. Yo empecé a trabajar a la edad de 8 años, salía a fletar a la feria, iba más bien dicho a pedir a la feria, a los puestos verdura... Mi manera de fletar no era un carretón, eran de esas cajas plataneras que las amarraba con un cordel y en eso, cómo niño chico, la gente me ocupaba y yo tiraba con un cordel las cajas y llevaba las bolsas, ya después fui creciendo… fue mucho deambular, parecíamos gitanos. Arrendábamos siempre, nunca tuvimos una casa (se le quiebra la voz) Por ser mi padre está muerto, el murió cuándo yo tenía tres años... ahí cuándo nosotros estábamos chicos comíamos hasta en la calle con mi mamá…ahí en los subterráneos dormíamos.”

Una identidad que se va constituyendo en el vagar sin rumbo y la soledad de vivir siempre en los márgenes. En estos relatos “el nosotros” no surge jamás, son historias solitarias, de mucho abandono y donde las identidades colectivas no existen. Sin familias estables, sin oficio, sin comunidades desde donde construir vínculos de pertenencia, las identidades se van armando de manera fragmentada, frágil, desde la carencia y la ausencia de atributos: “soy ignorante, no comprendo…” Y aun Jacqueline, que sí tuvo una madre que le enseñó un oficio, no logra – al igual que todas las demás mujeres- jamás la autonomía, romper con la dependencia a sus hombres que junto con maltratarla, la protegen simbólicamente de un entorno social incierto y desvalorizante. Como Rosa, que “se junta” con su pareja “para no andar sola…”

Rosa, Curicó: “Me casé a los trece años, no estaba ni ahí, no sabía ni una cosa. No me casé, me robaron. Él era mayor como doce años. Ahí nos fuimos para Osorno, para el campo… Me junté con el segundo marido que pillé para no andar sola, y me vine. Lo mataron aquí en la población cuando llegamos, hacía un año que estábamos…Si a él parece que lo mataron así a palos. Nadie reclamó nada, si no tenía familiares y yo... El papá de las chicas, ese es muerto igual. Al papá de las chicas nunca le dio por tener casa, era más... le gustaba andar para allá y para acá, si donde había trabajo vivía…Yo andaba con él y las chicas, por eso nunca teníamos nada, casa por lo menos. ¡Qué! …si no tenía papeles, ni carnet, nada. Y yo estaba en las mismas, si no se le daba ni a él, menos a mí. Yo tampoco estaba registrada…Yo tenía como veintiocho años más o menos cuando saqué el carnet (de identidad).”

En esta búsqueda de la propia identidad, la cuestión central es la alteridad; la conciencia de un "otro". La familia, el grupo, la localidad son las fuentes primarias de sentidos identitarios para los individuos. Estos son espacios de significados que permiten establecer las orientaciones básicas para vivir en sociedad: la historia, el origen, quienes constituyen la comunidad, sus principios morales y sus ideales a defender. En estos relatos sin embargo, estos espacios de significados se nos muestran fragmentados, trizados… no hay cimientos fuertes desde donde levantar un “yo” y un “nosotros”, porque como señala Rosa, ellos son forastero…de esta sociedad.

Rosa, Curicó: “En la Gobernación nos dijeron que… no nos iban a tomar en cuenta, nos iban a tomar como un forastero, una visita que viene aquí a Curicó, no más. No éramos, como le dijera, no nos tenían en cuenta como que vivíamos acá, como que estábamos radicados aquí, entonces nos dijeron:” Si a ustedes les llega a pasar algo a la orilla del río nunca van a tener una ayuda porque no están radicados todavía aquí”, y por eso lo hicimos (postular a una vivienda). No nos consideraban porque nos miraban como un turista más que venía a turistear, y qué… si ya estábamos instalados, viviendo años allí…”

Esta invisibilidad dice relación con la propia historia, pero también con los símbolos de la nacionalidad y de todo aquello que definiría el ser un habitante de este país. Son relatos que tienen dificultades para levantarse como tales, porque no existe certeza alguna…y si no hay claridad sobre la propia biografía, difícilmente puede haberla en relación a un “nosotros”. Lo que se descubre más bien son relatos de muchos quiebres y desconfianza respecto a lo que se puede esperar de la sociedad, del Estado y finalmente de sí mismos...

Son relatos donde el cuestionamiento de sí tampoco aparece, sino la adscripción sumisa a aquello que siempre se ha dado por “natural”, el machismo, la discriminación, el anonimato y el saberse pobre desde siempre y para siempre. Una identidad de la marginalidad y la sobrevivencia va así tomando forma, día a día; y donde la asistencia del Estado o de un golpe de suerte se levanta como la única posibilidad de sobrellevar con menos dureza una existencia ya dada.

El proyecto identitario se hace difícil de asir, salvo cuando se piensa en los hijos, porque para sí mismo pareciera no haber salida. Sin embargo, éstos son proyectos frágiles, porque no existen modelos que ofrecerles a los hijos, salvo el propio, definido siempre desde los márgenes y el día a día. Aún así, todos aquellos que tienen hijos se aferran a la esperanza de verlos salir de la pobreza y de que logren “ser alguien”. Sin embargo, los hijos son una ayuda importante para la sobrevivencia familiar. La historia se tiende entonces a repetir: hijas tempranamente embarazadas, hijos que abandonan la escuela para poder trabajar, que se vuelven alcohólicos tempranamente o que, como los tres hijos de Jacqueline, pasan años en la cárcel o la correccional.

Sin proyectos identitarios claros, pero la certeza que sus vidas serán lo que siempre fueron, las tensiones identitarias son a menudo profundas. Es el caso de Lucía y su marido, ambos con varios intentos de suicidios y cuya mayor preocupación es que su hija siga los mismos pasos. Para todos sin embargo, la aspiración es una sola, “que los hijos sean más que uno”.

Margarita, Curicó:”A mí me gustaría para mis chiquillos que ojalá salieran adelante, tuvieran más que uno, fueran más que uno. Ojalá se casaran, tuvieran su casa y no anduvieran dando bote como nosotros, ese es el futuro que me gustaría para mis hijos. Apoyarlos, sacarlos adelante. Ojalá que ellos ahorren cuando sean grandes y no sean como uno que tiene que ahorrar al último para poder tener una casa.”

Jaime, Curicó: “Les digo que estudien, al mismo niño de ella yo le digo que estudie, esfuérzate, si quieres ser alguien en la vida tienes que puro estudiar, si quieres ser un “gañan” (trabajador rural) tienes que puro verla no más pues, no sigues estudiando y te vas a trabajar y vas a ser

igual que uno, un perro que siempre anda trabajando por una miseria, dando lástima de repente y con los estudios en cambio, puedes ser alguien en la vida y tienes que puro esforzarte tu estás joven.”

Guillermo, Rosa y Mercedes – sin hijos- en cambio, caen en una profunda depresión que les impide tejer un proyecto de futuro.

Guillermo, Cerro Navia: Bueno, mi futuro ya lo estoy viendo un poco malo, porque ya no tengo vuelta, ya no tengo futuro…que otro futuro voy a ver…no sabría que futuro…

Rosa, Curicó: No tengo sueños para adelante, no sé que es lo que va a pasar después… morir trabajando.

Si por tensiones identitarias entendemos las contradicciones entre la idea que cada uno se hace de su vida y de los obstáculos que percibe sobre el camino, ellas parecieran centrarse en la preocupación por la sobrevivencia, y la aceptación resignada de toda la ayuda que la asistente social está dispuesta a otorgarle. Todos ellos se mueven entre el deseo de sobrevivir y la percepción de que los límites que se enfrentan son ampliamente superiores a dicha aspiración.

Las tensiones, el vacío y la angustia dicen justamente relación con el temor a no ser jamás reconocidos por la asistente social, por el párroco, por el presidente de la junta de vecinos, por el alcalde… en su carencia, en su marginalidad y agobio permanente; en su dificultad para visualizar un futuro, pues saben que ellos no existen y que probablemente, nunca existirán para esta sociedad, “porque siempre ha sido así”.

4. El trabajo de la identidad

Frente a las tensiones y a la distancia entre lo deseado y lo posible, el trabajo sobre la propia identidad es siempre arduo e incierto. Y si bien comparten la percepción de saberse marginales, invisibles y sobrevivientes, todos buscan la mejor forma de salvar una ya frágil imagen de sí. Adaptar o romper a pesar de las difíciles circunstancias que los rodean, son respuestas que se dan a si mismos una y otra vez.

Sobrevivir a la pobreza

Adaptar y justificar la propia situación pareciera ser el camino más recurrente para hacer menos dolorosa la realidad e intentar encontrar salidas dentro del estrecho margen de lo posible. “Tenía que aceptar donde me tocara, si cuando uno es pobre no tiene opciones, tiran para donde ellos (el Estado) quieren...”, dice Lucía para explicarse porqué vive donde vive y no en el campamento que aún recuerda con afecto. O Angélica que se dice a si misma que las viviendas del pobre, por principio son de mala calidad: “Y yo no me di cuenta que por ser pobres, por ser viviendas sociales, nos estaban entregando esto.”

En el caso de Guillermo, quien no tiene hijos, adaptarse pareciera ser la única salida posible:

Guillermo, Cerro Navia: “Ahí tengo el problema (de no tener casa) pero, lo he asumido de a poco no me queda otra. Ya estoy acostumbrado ya…estoy casi igual que en un campamento, porque cuando llueve en la noche, en la mañana cuando me voy a la pega tengo que pasar por el barro igual…yo diría casi peor que en el campamento. Es un tormento que hay ¡estoy trabajando y estoy peor!… pero ya me hice el ánimo de no echarme a morir, ya tengo cuarenta y seis años, porque si me achaco más con eso me voy a poner más viejo, me van a salir más canas... Entonces, ya me adapté al sistema…”

O Margarita que se dice una y otra vez que no debe sentir vergüenza, porque cuando se necesita sobrevivir, no hay vergüenza que valga; lección de vida que se preocupará de enseñar también a sus hijos.

Margarita, Curicó “Si yo tengo que ir a pedir por mis hijos, yo salgo a pedir por mis hijos. Nunca lo he hecho, pero si lo tengo que hacer.... Da harta vergüenza andar pidiendo a la muni o ir a pedir a otra parte, a mí me da vergüenza. Primer año que lo hago y me da vergüenza, porque a veces estás toda la mañana allá, y a veces van mamás con guaguas (bebé). Da vergüenza porque también te pueden decir no, te cierran las puertas, y uno no anda leseando… yo le digo a mi hijo, el Toño, si viene el de la junta de vecinos háblale no más del caso, a ver si te puede ayudar, no tengas vergüenza.”

Valorarse en la pobreza

Cambiar y trabajar otra idea de si mismo, convencerse que otra vida es posible, constituye un camino que algunos ensayan, en especial aquello que tienen hijos. Reforzarse en su deseo de cambiar, por los hijos y la vergüenza que ellos puedan sentir, es una preocupación presente en estos relatos. “Yo no estoy mal… es por mis hijos”. Cómo hacer para aliviar la pobreza y la vergüenza a los hijos son aspectos que los interpelan en sus propias opciones y proyectos identitarios:

Jaime, Curicó “Aquí estamos bien, yo me encuentro que estamos bien porque yo no aspiro mucho, pero si como dicen allá (en la correccional de menores), por mi hija y por los chicos no más, me gustaría comprar una casa. Es para tenerles a ellos, porque ellos son los que están creciendo y de repente con el tiempo crecen con vergüenza, como que se sienten menospreciados… por los demás compañeros de ellos, por donde vivimos, así que pueden sentirse mal ellos, así que por eso. Yo por mí viviera siempre aquí porque me gusta, y así no tengo contacto con la gente, me gusta más vivir a mi así, aislado lejos de toda la gente porque no me gusta salir para ningún lado.”

Angélica en cambio, sabe que ella está al final de la escala social, ser empleada doméstica es mal valorado, sin embargo, como bien dice “si no fuera por las nanas…”:

Angélica, Maipú, empleada doméstica (nana): “Las nanas son muy mal valoradas, por que si las nana no existieran, como podrían esos niños, cuidarse, alimentarse, que estuvieran limpios , ordenados que se yo, si las nanas no plancharan, no cocinaran, sino hicieran el aseo como estarían esas casa, si no fuera por las nanas. Yo tuve una patrona que yo creo que gran parte del divorcio que tuvo fue eso de no haber aprendido de ser una buena dueña de casa, por que pienso yo que una mujer, debe saber todo, cocinar, planchar, todo saber llevar y dirigir su casa, es lo mas importante que uno tiene en la vida como mujer, saber valorar lo que dios a uno le va dando, no sabemos nada con tener una profesión si no sabemos ni siquiera hacernos un plato de comida.”

El quiebre con la propia identidad e historia de pobreza, el cuestionamiento a las propias opciones, y la búsqueda de cambios radicales surge en aquellos momentos límites en que la adaptación o el conformismo no caben, porque la violencia psíquica, física y/o el peligro de perder a los hijos son extremos. La mirada de los otros se vuelve imposible de soportar, la voluntad de buscar una salida estalla. Es entonces cuando se gatilla un trabajo sobre si mismo a pesar que en el fondo ellos saben que las posibilidades de salir de esa situación requiere también de un cambio del contexto que los rodea. Aún así, las preguntas y la mirada de futuro comienzan a tomar forma. Es el caso de Luis, quien descubre que sus hijos, internados por el maltrato que sufrían en su hogar, están en vías de ser adoptados sin su consentimiento. Junto con rebelarse y enfrentar a las asistentes sociales y al juez, Luis comienza a preguntarse como volver a recuperarlos, pero sobre todo aprender a ser un padre más cercano para volver a vivir con ellos.

Repetirse una y otra vez, a veces sin mucha convicción, que a pesar de las circunstancias, es posible salir adelante, que finalmente es un asunto de voluntad. Esta es una de las formas también de decirse que a pesar de los errores, se puede cambiar y salir adelante para que los hijos no sufran, porque finalmente, dice Lucía, la voluntad depende de cada uno, y nadie puede quitársela:

Lucia, Maipú: “Como yo debía tanto dinero, me tomé tres pastillas para matarme, porque yo era tan estúpida que no sabía que hacer, me ponía nerviosa porque estaba sin plata…sin nada. Entonces hice esa tremenda tontera que afectó a mis chiquillos… a todos. Pero yo me digo que si algún día me quedara sola yo sería igual que mi mamá, porque yo soy bien así...como te dijera...me propongo algo y tengo que hacer lo que sea para que me resulten las cosas. Tengo esa cosa así y nadie me lo va a quitar porque eso es tan mío, que me gusta ser así. No me gusta ser derrotista, ni que me pasen a llevar, que me tengan lástima, no me gusta eso…Claro

que yo puedo planificar muchas cosas, pero que me resulten es otra cosa.”

Ya sea por el mecanismo de la adaptación/ justificación – no hay que sentir vergüenza porque es así – o la ruptura con la propia identidad, todos buscarán hacerse sujetos. Unos en el margen de lo posible, justificando, adaptando y buscando un nicho donde el reconocimiento a sí mismo – aunque sea en su carencia – sea factible. Otros, los menos, a través de la ruptura y el quiebre con una identidad que los ha llevado a una situación insostenible en su violencia hacia lo más querido, sus hijos.

En aquellas historias donde la adaptación a una identidad asignada – soy pobre no tengo que sentir vergüenza - pareciera ser la única forma de trabajo sobre sí mismo y sobre los otros, la figura del individuo en tanto actor social se vuelve más difusa. Sin embargo, nadie se adapta sin una reflexión previa sobre la propia opción. En este acto de justificarse y reflexionar, se devuelve todo el sentido y la dignidad a la propia trayectoria. Ello no impide sin embargo, que a menudo, el repliegue sobre si mismo, el silencio, el ensimismamiento frente al vacío que genera el adaptarse a una identidad no deseada, gane lugar. Y aunque todos se resisten a ser objeto a la mirada de los otros, la validación social para la propia opción es tan frágil y precaria, que volverse actor de su propia historia, es un trabajo difícil de lograr.

Como veremos a continuación, ambos tipos de trabajo identitario – la adaptación y la ruptura- se expresaran en pequeñas y esforzadas acciones, aunque simbólicamente significativas, para salvar lo que de sí mismos aún persiste y resiste. Cuando los soportes que se poseen – trabajo, redes, educación, vivienda, salud…- son escasos, la adaptación pareciera siempre más fácil de concretar que el cambio y el quiebre con la propia historia.

5. Las lógicas de acción

Con escaso margen de maniobra sobre sí mismos y su entorno, estos individuos aprenderán desde pequeños a valerse de la caridad y la ayuda estatal para sobrevivir. Sea cual sea la ayuda propuesta ellos la aceptarán siempre.

Frente a la escasez de recursos del Estado y las trabas para obtener la ayuda, se comprende también por qué ellos preferirán emprender la búsqueda de manera individual e insistir en su situación de carencia. Como señala Lucía, al menos así estarán seguros de que obtendrán algo. A pesar de la mayor confianza en la relación cara a cara, la construcción de este vínculo no es fácil. Por el contrario, los argumentos o criterios de la asistente social para no otorgar la ayuda, sea cuales sean, serán siempre percibidos como respuestas que dependen del buen o mal humor de la asistente, de la simpatía o rechazo que su persona genera o de la incapacidad de explicar adecuadamente los procesos a seguir.

Margarita, Curicó: “En la Gobernación se habla con la señorita Carolina. A veces la señora Carolina está con buen ánimo, porque a veces está con la maña, como todas las personas no andamos con el genio bueno, “sí tengo”, y a veces “no tengo”. Y las hace cortita y chao. A veces da inmediatamente y es buena esa ayuda porque ella nos da, teniendo…,pero a veces anda con el genio malo y uno no sabe los problemas que tendrá ella.”

Pragmáticos y fundamentalmente solitarios en su lógica de acción, ellos sabrán agradecer siempre a quien los escuche y ayude. Como dice Jacqueline, todo se los agradecía, por poquito, pero les agradecía…

Margarita, Curicó: “Hay algunas señoritas que tienen buen trato. La señorita del subsidio del agua me trato súper bien, me dio bien explicada las cosas. Sí, porque me explicó bien que eso duraba tres años y que después de los tres años tenía que renovarla de nuevo. A la muni es donde uno va a pedir cosas de almacén, pero es mucho “hueveo” ir a pedir ayuda allá la que es buena es la señorita Julia, es súper buena, ella atiende los puros días lunes. Usted le va a pedir algo y va al tiro, pero las otras ayudantes no, cuesta mucho que le den algo, y si se lo dan le dicen “Ya, no venga a molestar”. Y uno va a molestarlos porque lo necesita, porque si no lo necesitara no andaría por allá pidiéndole algo. Así que a mí me gusta que esté la señora Julia.”

Sobrevivir y hacerse visible, y en lo posible “querible”, aunque sea a través de la victimización, por la asistente social, por el párroco, por quien sea…La búsqueda de afecto y de reconocimiento a su situación de precariedad está presente en cada interacción social. No todos sin embargo, lo logran de igual forma. No todos son hábiles en conseguir esa mirada de reconocimiento y afecto. Salvo si se vive una situación de violencia extrema como la de Lucía o de pobreza y abandono como Jacqueline, o se tienen las fuerzas y la habilidad de Margarita que no se cansa de recorrer las oficinas públicas en búsqueda de la ayuda que requiere para continuar sobreviviendo. El resto, se conformará con lo que les llegue, porque las dificultades para “comprender” la lógica y los criterios de asignación de subsidios son grandes. Como Guillermo que además de no entender el proceso de asignación de viviendas tampoco busca acercarse a un municipio que siente hostil hacia su persona. O Angélica que prefiere la ayuda y el consejo de la iglesia para evitar la depresión que le genera el sentirse abandonada por el Estado. O Pamela, Rosa que simplemente aceptan lo que se les dé. Adaptarse a la identidad de pobre y marginal es el camino.

Ciertamente podemos decir que en estas historias el Estado es a menudo el recurso central y a menudo el único con el que se puede contar. Ya sea bajo la forma de mercadería, subsidios, programas participativos, consejos, contención o control, la intervención estatal siempre se busca. Y cuando la ayuda pública no llega siempre habrán otros caminos, la iglesia cumple un rol central en esta demanda por caridad y afecto:

Lucia, Maipú: “A mi me ayudan en la iglesia católica, me dan mercadería todos los meses, todos los dieciocho, los quince, también me dan la cena de navidad, me mandan dos pollos, regalos para todos los chiquillos, en la sagrada familia, queda aquí no mas. Como tenga problemas, la orientadora me anota para tres meses mas, ahora voy a tener que ir mañana para inscribirme para tres meses mas, por que no estoy bien, no tengo mercadería…”

Angélica, Maipú: “Hace poco fui a una iglesia católica que esta cerca de los supermercados, porque me dijeron que ahí estaban inscribiendo para trabajos y fui con mi hijo. Para hombres no había trabajos y yo me inscribí para lavado, planchado, lo que fuera. Me anotaron y ya dos veces me han venido a dejar mercadería, canasta familiar. Pero trabajo no… igual me ayuda cualquier cantidad en el sentido que si yo no hubiese estado en la iglesia estaría con una depresión terrible. Estaría muy mal.”

Los únicos momentos en que ellos se enfrentan y discuten su derecho a la ayuda es cuando esta se les niega por razones que consideran arbitrarias, como es el caso de Jacqueline cuando se enfrenta al Estado por haber sido excluida del grupo para la obtención de vivienda, o Guillermo y Rosa que por no tener hijos, dejarán de ser prioridad para recibir asistencia social. Pero son momentos escasos, todos han aprendido a vivir de la ayuda, de manera silenciosa y resignada. Incluso cuando se percibe claramente la arbitrariedad y la humillación de la cual son objeto.

Guillermo se pregunta como lograr un ambiente “digno” en su pequeña vivienda de madera, como hacerse de una mesa y unas sillas para evitar la vergüenza de no tener como recibir a sus visitas. O como Angélica y Pamela que se refugian en la caridad de la Iglesia y sus instituciones para no caer en el vacío y la desesperación de saberse sin salida alguna. O Jacqueline que sumisa acepta la prohibición de su marido para buscar un trabajo estable y agradece toda ayuda que quiera darle el Estado.

Guillermo, Cerro Navia: “Tengo que buscar como ampliarme más y hacer las otras dos piezas que me quedan como dormitorio, para estar mas independiente de todo…para no estar con la mesa y comiendo ahí mismo, que la cama está al lado. Entonces eso es lo que nos tenía incómodos. Habían compañeros, amigos que me querían venir a ver a la casa y “no”. Porque usted conoce… estar almorzando, y que esté la cama al lado, entonces no. Y las sillas que tengo no resisten más, las tengo que mandar a arreglar, entonces que la gente se siente en la cama para mi es incómodo, me siento mal yo. Aunque me dicen “no vamos por lo que tú tienes, vamos por tu persona”, pero igual. Ahí, cuando yo iba para la casa de ellos, ¿me entiende?, es diferente el sistema. Claro que la situación económica de ellos es mejor que la mía, pero igual. El hecho ya de ir a la casa de ellos, después que ellos vengan aquí… Me siento mal, me siento incómodo... Entonces, ya me adapté al sistema, ahora usted me dice, una libreta por cuenta mía, saqué una libreta pero de ahorro, de ahorro personal y que estoy poniendo todos los fines cinco mil pesitos, la saqué hace poco, pero algún día, este fin de semana sacarme el Kino y ahí...”

El conflicto con el Estado surge escasamente, salvo en el caso de quienes deciden quebrar radicalmente con la mirada invalidante como Luis que se enfrenta a la asistente social y al juez para defender su derecho a la paternidad.

Luis, Curicó: “Ahí donde el niño la otra vez me quejé porque ya tuve un problema con la visitadora que no me dejaba verlo y quería que lo adoptaran al niño. Y, no pues, yo soy el padre, cómo lo van a adoptar. Yo les dije acá en el juzgado, porque los niños están por acá en el juzgado y les dije esto y esto, así que la señorita se fue de reto. Por algo uno se queja, si no lo voy a ver, a la otra no lo pillo. Además al niño yo lo tenía internado por tres cuatro años no más, y ahora me dicen que no lo saque porque pierde lo mejor que lleva el niño, que lo deje hasta que el niño sea otro y aprenda lo que tiene que aprender. Voy a ver hasta qué curso puede llegar estudiando allá y si puedo después lo saco y me lo traigo para la casa, veo un modo a ver como puede trabajar por ahí…”

Solo cuando la identidad se ve violentada al extremo de lo permitible, de la vida en el caso de Lucía, y de la pérdida de los hijos en el caso de Luis, la rebeldía surge dejando entrever que la imagen deseada de sí mismo, aún está viva. Sumida en la pobreza, violada y fuertemente maltratada por su pareja, Lucía intentará suicidarse y luego abandonará a su marido junto a sus dos hijos. Es entonces cuando empieza a preguntarse como sería su vida si ella estuviese sola; buscará sus certificados de enseñanza media y comenzará a buscar una salida laboral y planificar su futuro.

En los otros casos la crítica y el distanciamiento con el Estado nunca se hacen presentes; o solo bajo la forma de una crítica silenciosa entre las cuatro paredes del hogar. Como Lucía, que rechaza los criterios de asignación de subsidios, pero que jamás se atreverá a expresarlo frente a un agente del Estado.

La búsqueda de un vinculo de confianza, entendida como la posibilidad de construir ciertas certezas básicas que posibiliten al menos consolidar la relación de ayuda, o como en el caso de Lucía, reconstruirse como persona, es una dimensión esencial en estos relatos, que nos da cuenta del deseo profundo de vivir en sociedad. Superar la situación de marginalidad permanente, exige tener la prueba de que la sociedad también está interesada en construir ciertos puentes y vínculos desde donde comenzar a dialogar, a sentirse querido, respetado… Pareciera ser que la temprana historia de abandono y maltrato hubiese dejado en ellos huellas difíciles de borrar.

El problema central entonces se vuelve para ellos poder producir estas condiciones de aceptabilidad, de manera de recuperar la confianza en el mundo, y recuperar la confianza en sí. Es por eso la importancia que adquiere la palabra, el gesto y la mirada detenida de quien entrega la ayuda. O el valor transformador que puede tener el paso de la critica apagada y privada a la confrontación y la expresión pública. Así comprendida, la confrontación – como la de Luis frente al juez- aun cuando lleve al alejamiento de la red estatal, se transforma también en un modo de acreditación y reconocimiento público al status de ciudadanía alcanzado.

Capítulo 5

Resistencia comunitaria

En síntesis, estas son historias de marginalidad dura, de la que se

reproduce generación tras generación; relatos de pobladores

habituados y resignados a vivir de la caridad y la asistencia social.

Con lazos familiares, laborales, sociales muy precarios, para estos

pobladores el Estado (y/o la iglesia) constituye el principal y si no

único soporte de protección y resguardo.

Desde esta experiencia se construye una relación con el Estado

sustentada en los principios de la beneficencia y la caridad hacia el

más pobre; pero donde la idea de igualdad y derechos ciudadanos,

desde donde debiera fundarse todo contrato social, tienden a estar

escasamente presentes.

Sin imaginar salidas posibles a su situación de marginalidad, estos

pobladores esperan del Estado, encarnado en la figura de la

asistente social, una presencia y ayuda constante en cada uno de

los detalles de sus vidas. Habituados a ser sujetos de beneficencia y

caridad, sus identidades se construyen con dificultad, y siempre

desde una adscripción sumisa a su condición de marginal y asistido.

Aun así, el trabajo sobre la propia identidad se debate entre la

adaptación silenciosa a las gestiones – a menudo humillantes – que

les demanda la sobrevivencia; y la valoración de las propias

capacidades para, a pesar de las dificultades, resistir y salir

Marcelina

Mis papás siempre han sido sureños, ellos vivían en la novena región, camino a Chol Chol a nueve kilómetros de Nueva Imperial. Ellos son campesinos, más bien dicho son mapuche. Mi niñez la pasé en el campo, nací, me críe y estudié en el campo hasta quinto año. Cuando la micro se venía, los estudiantes a veces nos veníamos a pie y los zapatos no nos duraban, eran puros caminos de tierra.

Yo le dije un día a mi papá: “yo voy a estudiar de noche y voy a trabajar de día”. Así que una profesora de ciencias sociales me pasó la casa y yo hacía el aseo en la mañana y en la tarde estudiaba. Ella me daba un sueldo, vivía en esa casa y estudiaba. Llegué a segundo medio bien terminado, pero después no estudié más porque tuve que irme para el campo a cuidar a mi mamá, porque todos mis hermanos mayores – somos nueve – venían a trabajar a Santiago o a Temuco. Después quería seguir estudiando, me fui a Temuco a trabajar puertas adentro y en la noche seguí estudiando y tampoco me resultó porque siempre yo era la que tenía que ir a cuidar a mi mamá o a mi papá. Así que empecé mi peregrinar, pero mi talento de estudiar era siempre, tenía la ocasión de estudiar parvularia, me gustaban los niños, por eso había estudiado en el liceo para después entrar a la técnica; y mi futuro era ese, estudiar; pero no fue posible, así que la pasaba trabajando de Temuco a mi casa. Ese peregrinar hasta el año ochenta.

Mis padres ya no tienen terrenos como en años pasados. Los que tienen plata van a comprar y se adueñan de los terrenos de los indígenas, a mi papá le pasó así, mi papá tenía miles de terrenos y llegó un gringo y compró tantas hectáreas, pero cerró todo lo que quiso, ¿me entiende?, ¿y a donde nosotros vamos a construirnos una casa ahora, por ejemplo, si somos ocho hermanos y cada hermano toma dos hectáreas? Y ¿cómo vamos a vivir si allá se espera un año la cosecha?

Santiago

El año ochenta llegué acá a Santiago a trabajar puertas adentro como empleada particular y ahí después nunca más decidí estudiar y hasta ahí quedó mi carrera. Me puse a trabajar para mandarle plata a mi papá, siempre ayudándolos a ellos. Me vine a Santiago a trabajar porque mi hermana tenía conocidas acá. El año ochenta y dos me puse a pololear, me junté con mi esposo, tuvimos el primer hijo y vivimos en Cerro Navia, arrendamos dos piezas; ahí vivimos unos tres años. Después nos cambiamos a la Población Yugoslavia, ahí nació la Mónica y el Fernando. Luego, compramos una caseta y arrendamos un sitio, ahí es donde empieza el campamento El Arenal.

El campamento El Arenal

Yo llegué al campamento El Arenal en el año ochenta y cuatro, no habían muchas casas. Hacen catorce años, la edad de mi hija. Nosotros llegamos a arrendarles al dueño de este lugar, no tenía ni luz ni agua, ese era el campamento que nosotros vivíamos. Después llegaron más de veinte familias. Entonces llegamos a establecernos y de ahí ya nadie nos iba a mover; empezamos a hacer la casa bien hecha, todo era de nosotros.

Desde el año ochenta y seis yo empecé a postular al Serviu, a poner plata, pero después como no salíamos llamados - en dos, tres llamados no salía – saqué la plata. Y así siguió llegando la gente y empezó a armarse como una población.

En el año noventa nos pusimos de acuerdo para formar el comité y ahí empezamos a ahorrar, empezamos a reunirnos una vez a la semana. Hicimos un grupo y nos organizamos vendiendo comida dos veces al mes, los grupos eran de seis o cuatro

personas. La comida que hacíamos la vendíamos dentro del campamento y fuera del campamento, en los negocios, en la escuela.

Con la plata que se ganaba, cada grupo empezó a ir al banco; y con esa plata empezamos a movilizarnos, gastábamos en locomoción para ir a reuniones, a Serviu, a la visitadora de la municipalidad y lo que quedaba se repartía; aunque sea de cinco mil pesos se iba al banco.

La idea de organizarse en un comité y empezar a juntar plata nace porque ya estábamos hartos, porque nos faltaba el agua, la luz, no teníamos lo propio. Teníamos muchas dificultades porque para poder tener luz nos teníamos que colgar (sacar luz con cables propios). Nos decidimos un día que vinieron los de Chilectra y cuando estuvieron arriba de los postes les dijimos: “Miren, nosotros vamos a bajar la escalera cuando ustedes estén arriba, pero en este día queremos solución.” Así es que el furgón tuvo que mandar a cambiarse con el chofer y avisar que teníamos a un trabajador arriba del poste. Le hablamos al jefe, le dijimos que nosotros no éramos un delincuente para que nos corten la luz a cada rato y queríamos una solución. Ahí esperamos porque teníamos uno de los trabajadores arriba del poste. Le quitamos la escalera, lo dejamos arriba y llamamos a la radio, a la televisión y vinieron. Llamamos a todas partes de la difusión, así es que ahí fue la solución; así conseguimos la luz. Entonces la municipalidad vio que nosotros estábamos haciendo algo y al otro día vinimos con pancartas a la municipalidad de Cerro Navia. El alcalde que había en ese tiempo se escondió y la secretaria nos atendió. Entonces la secretaria movilizó a obras públicas para que nos fueran a instalar luz propia; de la noche a la mañana tuvimos luz. Así que en ese sentido, luchamos por ese destino.

Allá en el campamento cuando nos organizábamos los niños estaban siempre con nosotros, los hombres eran los que no participaban porque se los llevaban presos. Nosotras éramos astutas y a los hombres los echábamos todos para adentro. Mi esposo nunca participó, era yo y mi hija. A él no le gustaba y además trabajaba, pero como él igual quería casa, me dejaba toda la libertad a mí y él ponía la plata. Yo soy más activa, tengo más paciencia para poder escuchar, aunque sea por años. Yo le decía a él, “este año va a ser, como sea voy a salir.”

Me acuerdo de una anécdota del agua. Yo no podía vivir sin agua, así que logré tener mi medidor; pero los demás no. Entonces empezamos a hacer reuniones, nos juntamos y sacamos de mi medidor cañerías bien hechas con materiales comprados por todos, los pobres vecinos trabajaron toda la noche. Nunca se dieron cuenta en EMOS porque yo siempre pagaba por mi, así tuvimos al final todos los vecinos el agua.

Las ayudas

En ese tiempo de la ayuda que me acuerdo es de un concejal (de derecha y empresario de la comuna). Ese dio un poco de ayuda cuando nosotros necesitábamos, por ejemplo cien vienesas, ayudó en pan y vienesas.

Una sola vez fue el Hogar de Cristo, fue para un temporal, esa vez tocamos ropa nosotros, más de bebé, no tocamos ropa grande como para mí, así es que la devolvimos.

La municipalidad se portaba bien, cuando les pedíamos ayuda ellos estaban. Incluso un año les pedimos pizarreños y ellos cumplieron y vinieron. Un año que estaba lluvioso también le pedimos ripio en mediería179 y nosotros pusimos la otra mitad. Lo

179

Mediería: término campesino para referirse al trato entre el dueño de la tierra, que pone los insumos y la tierra, y el campesino que pone su trabajo. La cosecha se reparte a medias o

único que no cumplieron es en los baños que siempre los necesitamos para que vengan a buscar los líquidos, en ese sentido no respondieron, pero en otras cosas si.

La promesa

Después llegó la Gálvez al campamento, la elegimos (de alcaldesa) nosotros. Empezó a ir el doctor Gálvez también (hermano de la alcaldesa, candidato a diputado), nos fueron a ofrecer todo gratuito, atención medica para los niños. Una vez fueron Gálvez y Gálvez a una reunión; de candidatura ella empezó a ofrecer que nos iba a ayudar: “si me ayudan, ustedes van a tener cuatro unidad de fomento para la vivienda de cada familia.” Y nosotros para no quedar en menos, porque todo esto era organizado, teníamos grabadora, por si acaso se echaba para atrás. Y se echo para atrás, con cuatro unidades de fomento (para la vivienda).

Entonces un día a la señorita visitadora - Gálvez ya era alcaldesa - le reclamamos: “Tenemos la grabadora, usted dispuso esa plata y queremos que la plata sea depositada”. Nosotros hablamos con ella directamente. Ella se había echado para atrás, pero nosotros le dijimos: “Tenemos todo grabado, inmediatamente se hace el depósito”. Y empezamos a sacarle la plata; más de cuatro unidades de fomento cada uno, eran veintidos familias. Esa plata pasaba directo de la municipalidad a la libreta de ahorro para la casa.

Entonces empezamos a coordinarnos y optamos por que la municipalidad tuviera la libreta, porque si nosotros la teníamos íbamos a sacar la plata, a gastarla. Así que nosotros íbamos a depositar y pasaba después a la municipalidad.

Y entonces el comité del campamento siguió marchando, pero varias veces se fueron los presidentes. Yo creo que la gente trataba bien a los dirigentes, porque cuando nos portábamos mal o no hacíamos las cosas nos decían. Ellos nos creían y si no nos creían también lo iban a averiguar a la municipalidad. La municipalidad en muchos sentidos nos ayudó, se movieron harto, bueno que nosotros estábamos encima de ellos porque tenían que hacer cosas. Es que éramos unidos, cuando proponíamos una cosa estábamos todos ahí.

Y al final llegó el presidente don José Arévalo, entonces yo decidí de trabajar con el vecino José, en las buenas y en las malas estábamos. El problema es que la gente muchas veces no comprende, así es que el vecino pasó muchos malos ratos. Incluso con sus mismas cosas porque dejaba todo su trabajo botado y pasaba en la municipalidad haciendo trámites y los vecinos no comprendían eso. Si se disolvían los comités nosotros seguíamos marchando, seguíamos averiguando como podíamos postular nuevamente; varios años nos rechazaron la postulación porque no nos alcanzaba el puntaje.

En mayo vencía la postulación, pero nosotros ya habíamos mandado todos los papeles a la municipalidad que nos dijo: “Nosotros los reactivamos por computación”, pero quedamos cachudos (desconfiado), como dice un buen chileno. Y con el presidente fuimos a la municipalidad a preguntar qué pasaba, porque nosotros teníamos que saber. Y la señorita Leonor, que era la visitadora de la municipalidad nos dice: “Está todo ok”. Y nosotros por ahí hablamos con una señora que se llamaba Angélica y le preguntamos: “¿Qué pasa que a nosotros ya dos veces nos han rechazado, cómo podemos llegar por medio de ustedes a SERVIU?” Y ella de buena voluntad dijo: “Vengan todos los dirigentes, presidentes, secretarios, tesoreros y toda la directiva que está por delante de ustedes, tal día los voy a atender y vamos a ir a SERVIU.”

según sea el trato. Marcelina homologa este trato a la relación entre el Estado y los pobladores.

Y fuimos al SERVIU, me acuerdo, al sexto piso, fuimos donde se activaba el llamado. No estábamos en la computadora para poder salir llamados ese año. La municipalidad no había hecho el trámite, no había hecho nada. Entonces nosotros agarramos la carpeta indignadas y fuimos al jefe del SERVIU. Ya estábamos tan cansados; nos habían dicho tanta mentira en el SERVIU. Más encima, después nos fueron a ofrecer un convenio para poder salir rápidamente del campamento. Era un fraude. Todos nos entusiasmamos. Después como nosotros éramos inquietos empezamos a averiguar y en una de esas nos dimos cuenta que era puro fraude. Sabían todo, sabían cuanto ahorro teníamos… Ellos sacaban la cartola, nosotros no podíamos sacarla me acuerdo, y la tenían al instante. Entonces nosotros empezamos a ponernos cachudas (desconfiadas). Nadie cayó gracias a dios, a final los que podían caer en el fraude, porque les alcanzaba la plata, no quisieron porque no se sabía lo que iba a pasar con los otros vecinos.

Los programas sociales

A nosotros lo que más nos ayudó fue Chile Barrio, nos ayudaba en orientación: donde teníamos que reclamar, donde tenemos que ir, que día teníamos que ir. Una Ong también se involucró, iba a ver como estábamos en invierno, llegaban con su ayuda, tenían reuniones con nosotros. No ayuda grande, pero su presencia era estable para uno porque a quien íbamos a decir: “Señorita, sabe que necesitamos ripio por ejemplo, caso usted puede contactarse con la alcaldesa”; y en un dos por tres nosotros teníamos ripio. Imagínese, hasta eso llegábamos nosotros. Nos iban a hacer clases también, ahí algunas personas aprendieron a leer, incluso mi hijo hizo un curso por Inacap. Nosotros también hicimos orientación porque ya estábamos con demasiado estrés, hicimos uno de autoestima. Lo pasábamos re bien. Había gente que nosotros conocíamos, pero que no sabíamos lo que pasaba en su hogar. Acá en la villa no se hace nada de eso, se nos perdió toda la autoestima cuando llegamos a acá, es que como somos hartos, acá estamos más dispersos.

También llegamos a FOSIS por la Intendencia, empezamos a formar dos grupos, un grupo de mujeres y otro de hombres; entonces empezamos a ver qué actividades podíamos hacer con esos recursos. Pensábamos una serie de cosas que podíamos hacer, vender huevos o postular a un horno industrial para hacer pan amasado, pasteles…Habíamos postulado por Fosis y ganamos 10 millones de pesos. Así que ahí empezamos a organizarnos en eso y ahí nosotros cuando nos fueron a entregar la plata hicimos un evento. Ahí fue la Intendencia, la alcaldesa, varios diputados, fue el chico Zaldivar (senador). Y nosotras nada de tontas porque queríamos salir luego del campamento, acaso nos querían apaciguar con 10 millones de pesos… Como éramos revoltosas empezamos con las pancartas: “Nosotros queremos una solución pronto señor presidente, señor intendente, señora alcaldesa…que a nosotros no nos toman en cuenta”. Esa vez no andaba la televisión, diarios no más nos entrevistaron. Y el Intendente me dice: “¿Y ustedes que pretenden hacer con esas pancartas?” Bueno, usted está viendo le dije yo, llevamos quince años postulando al Serviu y nunca obtenemos la casa.

La erradicación

A nosotros nos preguntaron dónde queríamos vivir, pero nunca nos ofrecieron Cerro Navia y nosotros peleamos porque queríamos quedarnos, pero no quisieron. Nos decían que era mucha gente, que no había capacidad para tanto. Incluso fuimos donde la señora alcaldesa a reclamar, al SERVIU, pero no hubo posibilidad y la verdad no se por qué a nosotros no nos quisieron dejar allá siendo que después integraron a más gente. Yo quería quedar con casa porque tiene patio y uno puede

hacerle un segundo piso. Empezamos a decidirnos donde había mayoría, así que quedamos en Maipú. Incluso peleamos por quedarnos en el lugar donde estábamos. Ahí no se metió la municipalidad, el que nos estaba ayudando era el diputado Plaza, pero después vio unas cosas raras y nos dijo: “Mejor no peleen chiquillos porque ya está todo dado vuelta”. Lo que pasa es que ya habían vendido ese terreno a una empresa de microbuses.

Una vez yo fui a una entrevista y pregunté todas esas cosas, pero nadie me explicó nada. Esa entrevista era con todos los campamentos y toda la gente, esa vez había toda clase de personalidades, estaba el representante de la alcaldesa porque parece que ella estaba de vacaciones. Esa vez yo les dije todo, cómo estaba la situación, como estaban las casas, como nos habían engañado con el dividendo. Cuando a nosotros nos hicieron presentar las liquidaciones de sueldo para poder postular, nosotros presentamos por 120 mil pesos, y nos dijeron: “No, es que no te va a valer, vaya a hacerlo por 190 mil pesos base”. Eso fue lo que nos dijeron los que hacían los papeles. Bueno, por eso ahora estamos perjudicados, yo creo que en relación a eso sacaron el monto tan alto del dividendo.

La casa

Y seguimos esperando, seguimos esperando y en una de esas dijeron, “salieron llamados”. Y nosotras vueltas locas comprando el diario y gracias a dios salimos llamados. Fue la felicidad más grande, pero después pasaron los meses y nada; no pasaba nada y ya se acercaba el año 2000. Me acuerdo que yo decía “no lo quiero pasar acá en el campamento”. Y entonces vinimos un día acá a ver las casas; toda la gente que le tocaba acá vinieron esa vez a reclamar. Llegaron los carabineros, llegaron de SERVIU. Y empezó el jefe de obras a entregarnos los departamentos ahí mismo en una oficina.

Nosotros teníamos todo organizado, algunos no tenían para pagar el flete y empezamos a hacer reuniones, vamos a hablar con la visitadora a ver si acaso nos pueden pasar un camión. Fuimos a hablar con la alcaldesa y nos dijo: “Ningún problema yo le paso todos los camiones que quieran a ustedes”. Entonces la alcaldesa ese mismo día se fue a despedir de nosotros. Así es que se portó bien en ese sentido, todos llegamos bien por acá, gratuitamente trajimos las cosas.

Llegamos al 2000 acá. La ong también se portó bien esa vez, si nos trajo champagne en vísperas del Año Nuevo y lo más bonito es que fue acá que celebramos todos juntos los del block, hicimos una mesa de té club allá afuera. Es emocionante, llorábamos de alegría todos, feliz. Y los hijos también, los hijos lo único que querían era salir.

El taller

La plata que ganamos en el FOSIS la invertimos para hacer un taller de costura: “Mujeres El Trébol. Taller de Costura”. Obtuvimos diez máquinas y empezamos a organizarnos. Cuando llegamos a la villa recién ocupamos la plata, funcionó por meses, hicimos cursos de confección, ahí también estuvo metido Chile Barrio, FOSIS, se unieron todos y nos consiguieron todo para hacer cursos gratuitamente. Nosotros gastábamos solamente en la locomoción, participábamos dieciocho personas. Empezamos a funcionar así, pero resulta que después cuando llegó la cuenta de la luz nadie quiso cooperarme y ahí mi esposo me dijo: “No, termina el taller y listo”. Después dejamos una señora para vender, pero no se hizo responsable de vender las cosas y ahí quedamos. Habíamos salido nosotras con la señora Sonia a vender los sábados y domingos cuando la feria se colocaba aquí cerca, ahí vendimos varias cosas y de ahí nos dio flojera y nadie movió nada. Empezamos a recurrir a la Junta de

Vecinos para que nos prestaran la sede; no podíamos ocuparla porque SERVIU no había autorizado todavía, la municipalidad tampoco la entregó. Viera como está la sede ahora, toda destrozada, habíamos colocado protecciones y las hicieron tira, los vidrios rotos, la taza del baño, todo roto. Habíamos hecho todo un inventario de las cosas, la equipamos, compramos cocina, compramos galón de gas, compramos de todo lo que se necesita en un centro comunitario, fondos, ollas, lo tenemos todo. Entonces está el problema de que SERVIU no autoriza a usarla y tampoco está la municipalidad que responda. Hemos ido varias veces a SERVIU a preguntar, por que todavía no hay entrega ni de estas casas. No estamos existiendo, somos fantasmas, en ese sentido estamos estancados. Las únicas cosas que nos han robado es la cocina embalada, cuatro banquillos nuevecitos, y menos mal que alcancé a retirar a las dos de la mañana la mesa de ping - pong, sino también lo hubiesen sacado. En ese sentido estamos topando, pero queremos hacer reuniones, por último que nos den una caseta la municipalidad, la instalamos detrás de la Iglesia para hacer un taller, lo único que necesitamos es que tenga luz. Es ahí donde estamos topando, porque nosotros teníamos a la profesora que iba a venir y eso todo lo hemos perdido. El presidente de la junta de vecinos se está encargando de hablar con la municipalidad, pero nadie hace nada.

La solidaridad

Allá en el campamento pasaron hartas cosas, se quemaban las casas, se me murieron familiares. Tristezas, pero también alegrías, hartas niñas se casaron. Era super tranquilo ese lado, nadie se metía con nadie, éramos amigos; pero llegamos aquí y todos se desunieron nos hablamos igual, pero no como allá.

Yo creo que esto pasa porque estamos pagando individualmente el departamento, nadie se mete con nadie. Pero por ejemplo, si a una vecina le quitaran el departamento porque debe muchos meses yo creo que sacaríamos fuerzas de donde sea para que no lo perdiera, buscaríamos una solución. Al menos yo, si me piden una ayuda estoy dispuesta a ayudar. A lo mejor no tengo el mismo pensamiento de ellos, desde que llegamos acá cada uno anda por su lado.

Por ejemplo, el otro día estaba buscando trabajo una señora. Yo le dije, ya muévete y yo te paso por último la máquina que está aquí y vendes cualquier cosa, pero haga plata aunque sea para ir pagando de a poco, pero no te quedes ahí. Organicémonos de nuevo, como sabes. Por último le dije yo, ponemos,- mire el pensamiento mío-, una carpa y ponemos la alfombra allí afuera y hacemos un taller. Imagínese… lo importante es estar organizadas, batallando. Llamemos a la televisión, como no nos van a ayudar, vamos a dejar una carta y que nos vengan a ver como estamos trabajando. Nosotros tenemos la personalidad jurídica, “Las Mujeres del Trébol”. Mi socia no se ha movido mucho, está floja. Más encima yo estoy trabajando. Por eso le dije a la señora Ana que le doy todo el derecho a que se mueva, que vaya a hablar con la municipalidad, por último que nos faciliten un sitio.

La villa

En el campamento igual había robos, había de todo allá. A mí me entraron a robar tres veces. Estaba ahí mismo el ladrón, no se como robaba la gente, habían ladrones. Igual yo encuentro que acá en la villa es más seguro como yo tengo protecciones (rejas) y aquí hay más gente; allá en el campamento eran potreros por ahí se metían. De acá me gusta todo, porque es más limpio, la comunidad, todo; además tenemos todo cerca, se puede pagar la luz, el dividendo, todo cerca, tenemos banco y supermercado.

Lo único que no me gusta de acá es que las cosas son más caras, al menos allá en Cerro Navia eran más baratas las cosas; las cosas son todas caras aquí, como que allá vivíamos en la pobreza las ferias libres eran súper baratas. Lo que pasa es que piensan que porque uno vive en departamento uno tiene cualquier cantidad de plata, eso es lo que pasa, ese es el cambio.

Yo estuve siempre en Cerro Navia y el cambio para acá fue difícil, al menos a mi me costó acostumbrarme. Allá yo tendía la ropa con agua para que la tierra se mojara, hacía lo que quería, pero en este momento uno no puede hacer esas cosas. Todo cambió, todo cambió. La gente es diferente, todo es diferente. Pero al menos nos conformamos con que uno es dueño de una propiedad, eso lo tenemos bien claro. Allá no pagábamos arriendo y acá tenemos que ponernos como sea y pagar el dividendo, la luz, el agua, teléfono y la educación de los niños; así que en ese sentido cambió todo para nosotros.

El dividendo sale pesado, cuando estábamos en el campamento esa plata no se gastaba. Como mi esposo está sin trabajo yo he tenido que, después de años, empezar a buscar trabajo puertas afuera. Ahora estoy en un aseo industrial que hay acá en Maipú, en una empresa particular. Mi cuñado trabaja allá y por medio de él me dio los datos. No salí a veranear, ni una cosa este año; trabajé no más, para estar al día en el dividendo, en todo. Yo le digo a los chiquillos, la casa ahora es de ustedes, uno algún día voy a morir, ustedes van a quedar con casa así es que tienen que luchar por eso, que mi hija encuentre trabajo ahora no más, para que tiren ellos para arriba. Yo el año pasado estuve haciendo sopaipillas, pero como ahora estoy trabajando estoy más estable, no he tenido problemas. El otro día hicimos completada y sopaipillas y se vendió todo en un rato. Yo no he necesitado hacer eso ahora, porque como mi hijo me está pagando todas las cuentas, pobrecito le saco el jugo

De todos modos es la mejor situación que hemos tenido, porque uno está viviendo de lo de uno, de lo propio. Allá teníamos lo propio, pero no estábamos seguros. Imagínese en cualquier momento nos podían sacar y a dónde íbamos a ir, íbamos a seguir dando vueltas y vueltas. En cambio acá no, ya postulamos, salimos con este departamento, aunque la prioridad de nosotros era casa, pero hay que conformarse. Nosotros nos imaginábamos como iba a ser, pero todo no podía salir como nosotros queríamos.

Los vecinos

Al principio tuvimos problemas con los que no eran de El Arenal, era un lío, pero después ya no. La gente acá es cariñosa, uno muchas veces no entiende a la gente, muchas veces uno piensa que son mañosas y no son así. A lo mejor de nosotros piensan lo mismo: ¡esa señora, mira que antipática!, pero son solidarios, no son peleadores, pero es diferente a la gente de El Arenal. Allá si había que ayudar a alguna persona, lo ayudábamos; pero acá cada uno vive su mundo, no vamos a decir que pasamos de convivencia en convivencia. Aunque a mi me gustaba más cuando estábamos organizados, éramos porfiado nosotros, insistíamos porque queríamos salir de allá.

Bueno ya que nos vinimos acá definitivamente nos tenemos que adaptar a todo, adaptar. A mi no me ha costado adaptarme, a mi vecina sí, ella todavía sueña con irse a Cerro Navia.

Los hijos

Tengo tres hijos, mi lola tiene dieciocho y está haciendo la práctica de contabilidad, uno de diez y el mayor que estudio técnico en computación. A este niño cuando salió de cuarto medio su papá le pagó un Instituto particular, hizo un curso por ocho meses

en tecnología de última avanzada, reparaciones y armado de computador. Y mientras estaba haciendo el curso trabajaba en la feria, después sacó la licencia de conducir, partía con el camión y vendía. Encontró otra pega en la construcción ¡imagínese donde está ahora! Entró un mes de jornalero y ahora este mes ya pasó a maestro, porque el jefe de él es su primo; así que ahí lo tienen trabajando, pero es super inteligente, trabajador y futbolista...

Yo creo que la educación es un privilegio para todos, de todos los niños que venían del campamento ninguno terminó de estudiar, incluso tenían mejor situación que yo. Como usted educa a sus hijos irán a ser, no es cierto, mi mamá era analfabeta, no fue a la escuela nunca. Yo nunca pensé que mis hijos iban a terminar de estudiar, yo pensaba que iban a quedar a la mitad, pero gracias a dios lograron sacar su cuarto medio y eso es harto decir. Porque como están las cosas, imagínese está la droga, esta tanto libertinaje que hay hoy en día y uno tenía ese miedo. Porque uno a veces no tenía, imagínese yo tenía que pagar 23 mil pesos mensuales, y de donde iba a sacar eso; y por su esfuerzo el ganó su beca por dos años, becado y de almuerzo. Si hubiese sido estudioso yo creo que hubiera estado que rato en la Universidad.

A mis hijos les gusta acá. Allá en el campamento mis hijos no tenían amigos, como veían esa pobreza…. No tenían polola, nada; si lo tenían lo tenían afuera no más, no la llevaban; por vergüenza seguramente, incomodidad puede ser…Mis hijos querían casa. Ellos tienen más capacidad para adaptarse, con la juventud, con los amigos. Nosotros estamos mejor de todas maneras, ellos pudieron ver la pobreza que yo tenía antes. Con decirle que a los doce años recién vine a conocer un zapato, a pura patita pelada yo estudié y no me da vergüenza decirlo, si fui pobre.

Yo no le hecho culpa a mi papá ni a mi mamá, bueno que todos hemos tenido que pasar ese proceso, porque fueran ellos educados a lo mejor como yo he educado a mis hijos, seríamos otras cosas. Yo lo único que les he dicho a mis hijos es que ellos ya sacaron su cuarto medio, ahí ven ellos si después estudian, si quieren hacer algo más, ellos verán de seguir o no seguir estudiando.

La casa

Lo que más me gusta de mi casa es la comodidad, porque uno está independiente, al menos tiene su baño, allá teníamos que ir al baño más lejos de lo que teníamos la casa; al menos el mío estaba dentro, pero siempre más afuera de todas las cosas; no como ahora que está todo independiente, eso me gusta. Lo que más me gusta es tener mi agua calentita.

Y lo que más me encantó cuando llegué acá y lo primero que vi y lo único que le dije: gracias señor porque voy a poder por fin, no voy a calentar más agua en la cocina; claro si imagínese yo pensaba que me iban entregar sin calefont, pero venía instalado, llegar y colocar el gas y bañarse; eso es lo que más me gustó. Porque allá calentábamos agua en una tetera, en una olla, teníamos una olla sucia aparte, bañándose, echándonos agua; en el verano no era tanto porque teníamos duchas heladas no más; claro que en el invierno los niños, el frío…lo más lindo que hay es el calefont. A lo que más me costó acostumbrarme fue al espacio.

El futuro

Lo que más me gustaría es que mis hijos terminaran sus estudios y que tuvieran después trabajo, esa es la aspiración mía, que mi hijo mayor así como esta trabajando se consiga plata y pague su matrícula. Así que eso es lo que más anhelo, que ellos sean diferente a mí, no trabajando como empleada particular, sino que el orgullo más grande que tengo es que sacaran su profesión, que terminaran de estudiar al menos. Si un día llegan ellos por su voluntad a la universidad sería la mujer más feliz.

Falta el dinero, falta trabajo, eso es lo que nos falta. Si ellos tienen ganas tienen que salir adelante así como uno salió adelante con ellos, entre la pobreza y la riqueza, la enfermedad, salimos adelante y le dimos sus estudios. Porque muchas niñitas que vinieron se han casado, han tenido hijos y no han terminado sus carreras, al menos yo soy orgullosa porque mis hijos ya se están titulando. Pero para poder apoyarlos y ayudarlos nos hace falta el dinero más que nada; es que hay que pagar todo, primero tenemos que tener un buen trabajo; y eso sería el futuro, esa es la opinión mía, delante de ellos se los digo.

A mi me gustaría trabajar en la cocina, ya sea en un hotel, en donde haya cocina, ese es mi sueño, pero para eso hay que tener un apoyo, la oportunidad, no se de quien, yo creo que del municipio o de una empresa, del gobierno, porque muchas veces el gobierno dice: el país está bien, no hay cesantía ¿y en que estamos?

Yo al menos por vivir en el campamento muchas veces me sentí mal, porque yo pienso que estaba viviendo mal, con suciedad, por ser tan pobre para no decir otra cosa. Yo no sé por qué la gente de afuera nos trataba mal, porque estamos viviendo iguales, unos pueden tener más cosas que yo, pero vivimos todos iguales. Si vamos a sentir un olor todos sentimos aunque vivan un poco más allá, pero así es la gente.

No hay batalla que se de que no se gane, a la larga va a tener que dar algo. Siempre hemos tenido la paciencia de esperar. La casa es una batalla ganada, igual que el Fosis, los hijos terminando la educación, sacando su cuarto medio es una batalla que se gana.

Usted llega a su casa ahora puede decir “gracias a dios” porque pude tener un baño, porque pude tener un calefón y un techo a mi hijo. No es lo mismo vivir así, sin baño, sin luz. En el campamento hay mucha suciedad y mucha discriminación... Yo encontré una discriminación sobre mi hijo porque cuando vivíamos allá él no pololeaba, no llevaba a la casa a sus compañeros porque sentían inseguridad, como que vivían en una pobreza, ellos la llamaban “última”. Y eso que mi hijo estudió en una escuela particular, no fueron internados igual que su mamá, y trabajaba yo y mi esposo. Pero en ese sentido, cuando llegaron a la casa dieron gracias porque ahora pudieron traer a sus compañeros de estudio y van a estudiar a su casa, pudieron invitarlos a alojar en una cama limpia y ordenada, y eso acá lo tenemos. Entonces yo me siento orgullosa por tener lo que he logrado.

1. Presentación

Esta es la historia de Marcelina de Maipú, ella se asemeja a la de Sonia y Carmen de Maipú; Clara, Mercedes y Yuri de Cerro Navia; Delfina, Consuelo y Bernarda de Curicó. Todos ellos construyen su historia aferrados a la comunidad de iguales y a un ideario de justicia colectiva.

Trayectorias estables en su pobreza, pero donde se reconoce el valor de la comunidad en el logro de mejoras en su calidad y nivel de vida. Por ello talvés, uno de los temores compartidos es el miedo a que la comunidad se rompa irremediablemente.

Una característica común es también la experiencia de migrantes rurales. Todos provienen del campo, del sur de Chile, Temuco, Los Ángeles, San Carlos, Chillán... Todos llegaron a trabajar a la ciudad aún siendo niños movidos por el deseo de una mejor vida: “Tú te levantabas en la mañana con ganas de comer, de hacer algo y la casa era mísera, era pobre, mi papá borracho, mi mamá apenas podía lavar ajeno…” Una vez en la ciudad, las niñas trabajarán como empleadas domésticas y los niños en

servicios varios. Sus relatos están marcados por un permanente contrapunto entre la vida en el campo, vida de mucha miseria, y la vida en la ciudad, vida de soledad, temores y también oportunidades.

Carmen, Maipú: “Soy de los Ángeles, pero acá se me han abierto las puertas de hartas cosas, por lo menos tengo mi casa. También he logrado bastantes cosas que a lo mejor allá no habría logrado, es que es más chico, más difícil, acá se me ha hecho más fácil, a lo mejor en los Ángeles no hubiera estado acá, habría sido distinta, quizás calladita...”

Justamente porque todos migraron y comenzaron a trabajar desde muy pequeños, la educación es precaria. En este universo tres mujeres son analfabetas, y aunque todas han hecho esfuerzo por aprender a leer y escribir, las tres se saben fuertemente limitadas en su capacidad para desempeñarse en el mercado de trabajo.

Un rasgo común a todos estos pobladores es su gran capacidad de desempeño en los asuntos de la comunidad. Todos, ya sea como dirigentes o vecinos, tienen una trayectoria de activo compromiso en sus villas y poseen fuertes vínculos de solidaridad y amistad con su entorno. Una de las pobladoras analfabetas cuenta con orgullo, como a pesar de no saber leer ni escribir llegó a ser tesorera en su campamento gracias al valor de su palabra y la confianza que ella despertaba entre sus vecinos.

Un temor común sin embargo, es el miedo a perder estos lazos de protección y solidaridad. Dos de ellos, Yuri y Mercedes relatan con impotencia como, a pesar de haber sido dirigentes comprometidos con la organización de vecinos y el ahorro para la vivienda, finalmente quedaron solos y excluidos del proceso de postulación a una vivienda. Ambos, se declaran hoy escépticos y defraudados por esta comunidad; dicen no creer en nadie solo en su propio esfuerzo.

Como veremos, tras cada una de estas historias se ha construido un relato que ordena la propia experiencia de vida, los recuerdos y un ethos cultural que funda una cotidianidad donde el valor de la comunidad está siempre presente. Son relatos que dejan entrever, en un lenguaje simple, un conjunto de significaciones implícitas, pero que dibujan un mundo de la vida que todos quisieran más solidario y justo.

2. El contrato social

Estos pobladores perciben que su propia situación de marginalidad es producto de las condiciones económicas, laborales y sociales que los rodean. Es justamente sobre la base de esta percepción compartida que se invoca la intervención del Estado en su rol de garante de los principios de igualdad y justicia social. La concepción del contrato social recoge esta mirada: un Estado que respete y vele por el cumplimiento de los derechos de los más pobres; y una organización de pobladores que exija y controle estos principios de igualdad y justicia social.

Para estos pobladores, no hay otra manera de superar la pobreza que desde una acción participativa entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Esta acción requiere sin embargo, de la concertación con un Estado cuyo papel central es el asegurar el cumplimiento del principio de la igualdad y ayudar a los que se esfuerzan y aspiran a salir de manera solidaria y organizada de su condición. El reconocimiento a la organización por parte del Estado es finalmente el reconocimiento a los más pobres en tanto sujetos de derechos. Así concebido el contrato social, no es de extrañar que a diferencia de otros relatos, en estos encontremos de manera recurrente conceptos como democracia, igualdad, justicia y derechos...

Mercedes, Cerro Navia: “Me gustaría que se preocuparan más de ... que si van a erradicar un campamento que sea a todos por igual, no porque algunos tengan hijos y otros no tengan,

todos tienen derecho a lo mismo, no dejar gente en el camino a brazos cruzados o no prestarle ni una ayuda.”

Si la pobreza persiste y la percepción de desigualdad se impone en este país, es porque el cumplimiento del contrato social tiene deficiencias serias. Como dice Yuri desde la rabia y la impotencia: “Estoy en contra de la injusticia, todo, todo...pero la igualdad llegó para todos, o sea estamos todos cagados (mal) ahora... por parejo, llegó la igualdad para todos, eso era lo que quería el presidente.”

La desigualdad social se percibe como una de las principales trabas para poder salir de la situación de marginalidad y exclusión. Pero como ellos señalan, históricamente siempre ha sido así, el poder de los que tienen más sobre los que tienen menos:

Sonia, Maipú: “…y no es de ahora no más, el pobre tiene que andar, como se dice, a la voluntad de los que tienen más. Los que tienen más poder y eso siempre va a ser así, es que yo creo que si nosotros hubiésemos tenido más plata... pero como falta lo principal que es la plata, entonces siempre va a ser eso así. Porque siempre el que tiene más va a joder al que tiene menos, y va a querer tener más de lo que tiene. Pero yo creo que con plata o sin plata somos todos iguales, vamos a ir a parar todos donde mismo, porque el día que nos muramos no van a decir este aquí no porque tiene más plata...”

Clara, Cerro Navia: “Tanto que hablan de que en este país se va acabar la pobreza, pero eso nunca va a ser así porque siempre los de arriba van a estar apuntándolo a uno con el dedo, pero yo no me siento derrotada aunque viva en campamento, aunque me da pena por mis hijos. Eso es lo peor que no somos lo adultos los perjudicados son también los niños, a ellos les están jodiendo la psiquis, están descalificándolos y eso sí que duele...”

La percepción de que hay dos Chile que no se conocen, un Chile de los que tienen éxito y poder y el otro de los que viven en la miseria y el olvido, es parte de las evidencias que estos pobladores destacan para explicarse las dificultades de hacer realidad un contrato social que privilegie la solidaria y la justicia social:

Juana, Curicó: “No sé por que el gobernador no viene a los lugares, pienso que la realidad de ellos no es lo mismo que si la viéramos en terreno, así que ellos dicen la pobreza, pero no vienen a ver la pobreza, si no que hablan de ella pero no la conocen en realidad, si la conocieran los puntos de vista serían diferentes a como la ven ahora, así que para mi punto de vista no sé, yo pienso que si las autoridades, si la municipalidad se acercara a ver la pobreza.”

El estigma de la pobreza y la percepción que siempre se tiene todas las de perder, y que la justicia ha sido hecho para beneficiar a otros es también un elemento presente en los relatos de estos pobladores:

Mercedes, Cerro Navia: “Sea uno como sea, tiene derecho a vivir, a tener donde vivir, a comer, a vestirse, no porque sea mayor de edad, que no tenga beneficios, entonces para mí eso es muy injusto que el gobierno y quienes los acompañan, hacen esas leyes.”

Para estos pobladores, el Estado y las autoridades a menudo desconocen a la comunidad organizada, también los acuerdos y la palabra empeñada. Desde su percepción, la ineficacia de muchos recursos públicos en el mejoramiento de sus condiciones de vida se explica en la poca relevancia que el Estado otorga a los lazos comunitarios; o en el uso acotado y excesivamente funcional que el Estado hace de estos vínculos solidarios. Su experiencia de vida, les ha demostrado que sin comunidad y esfuerzo colectivo, poco es lo que se habría logrado:

Sonia, Maipú: “Porque donde nosotros estábamos antes, si nosotros no luchábamos y no trabajábamos, nosotros seguíamos ahí... Porque si nosotros esperábamos que nos ayuden, todavía estaríamos esperando. Eso lo tengo más que pensado, porque nosotros lo pasamos.”

La relación con el mercado de trabajo no es fácil, como no lo es para todo nuestro universo de pobladores. Sin embargo, como veremos posteriormente, todos ellos son persistentes y hábiles en su búsqueda de trabajo. Aún así, frente a las evidentes dificultades que el mercado le ofrece a quien cuenta con pocas capacidades y

educación, ellos demandan un Estado más activo en la intermediación con el mercado. No es un Estado empleador lo que se demanda (como sí lo es en el caso del modelo de protección clientelar), sino un Estado facilitador y articulador con las fuentes laborales. Para ello el Estado debiera ser más hábil en identificar y distinguir al que tiene verdadero interés por insertarse en un trabajo del que simplemente busca sacar provecho de la relación con el Estado.

Clara, Cerro Navia: “El gobierno debería preocuparse más de todos por igual no solo de la gente que tienen capacidad para hablar o tienen como se dice BLA BLA, que saben envolver... Debería ofrecer más trabajo para la gente, por que aquí por ejemplo, llega ayuda pero acá es muy poco lo que se ve, hace proyectos pero uno tiene que ganárselos. Yo de la municipalidad no tengo que decir nada bueno ni malo, pero no me gusta el sistema que usa... Pero mira, nosotros no pedimos que nos den nada, así me criaron a mi, me gusta luchar por lo que tengo, pero me ha ido mal no puedo arreglar mi dentadura y así no puedo ir a buscar trabajo, mientras yo no pueda arreglar mis dientes no voy a poder trabajar, yo soy joven y me la puedo…somos todos iguales y hay que luchar por todos por parejo…”

3. La tensión identitaria

En estas historias, a diferencia de muchas otras, existe siempre el recuerdo de una temprana experiencia comunitaria… Memoria y orgullo por los orígenes, por el campo, por la familia extendida, por la comunidad mapuche... El orgullo de ser sureño refiere a un origen campesino y donde el esfuerzo por salir adelante los distingue de aquel pobre urbano que sucumbe a la pobreza y al dejarse estar:

Delfina, Curicó: “Hay mucha gente que le gusta que le den, pero ellos no ponen nada la gente que todavía está acostumbrada a que todo se le de tan fácil, y como a ellos nada les cuesta. Estos son los poto pelaos (los que nada tienen, ni calzones) de aquí no más. La diferencia es que nosotros tenemos espíritu de superación, cosa que ellos no tienen, nosotros no nos conformamos con que, a nosotros nos entregaron esta casetita y aquí no más nos íbamos a quedar. Si, todo sureño tiene espíritu de superación, vaya a cualquier casa, a la casa de mi hijo…”

En la ciudad sin embargo, la conciencia de ser los excluidos, los discriminados, “los últimos” de la sociedad, adquiere fuerza. Adscripción identitaria que con el tiempo - a pesar de la resistencia, - va tomando forma en la imagen que cada uno se hace de sí:

Mercedes, Cerro Navia: “Yo como mujer valía la pena, era una persona que a pesar que tenía dos hijas, era limpia, ordenada, dueña de casa… Ahora no tengo donde vivir....no me siento bien...ahora estoy...como acobijada... yo siempre he estado de allegada, como el patito feo en todas partes...”

Delfina, Curicó: “Porque como sabes yo soy pobre, no tengo medios como para que alguien importante me escuche mis ideas.”

Frente a la exclusión y la discriminación todos responden con un “nosotros” que habla de una solidaridad fuerte entre habitantes de los bordes de la ciudad. Estos son relatos que rara vez se hacen en primera persona, por el contrario, la experiencia de la pobreza se construye y se relata siempre desde un “nosotros”. Es por ello que aún siendo relatos individuales, estos tienden a tomar la forma de un relato colectivo. Es justamente desde esta capacidad de construir un relato común que se levanta el proyecto familiar y comunitario: salir de la exclusión, romper con la reproducción de la pobreza exige conservar la solidaridad comunitaria.

La tensión identitaria, esto es, las contradicciones entre la idea que se hacen de sí y los obstáculos que se perciben en el camino, es fuerte. Frente a una sociedad donde lo que se impone es la voz del que más tiene, la vulnerabilidad de las propias apuestas se deja sentir en la vida cotidiana y también en las posibilidades de imaginar

un futuro distinto. La rabia y la desesperanza surgen entonces como en el relato de Yuri de Cerro Navia.

La experiencia les muestra que a pesar de la comunidad de iguales y de los fuertes lazos de solidaridad, la estigmatización y la discriminación los fijan en una identidad no deseada. Y que el deseo de salir de la situación de exclusión choca permanentemente con los obstáculos que la sociedad y el Estado ponen en su camino: falta de educación, trabajo, segregación urbana, valoración de la competitividad, droga, violencia... haciendo así más difusos e inalcanzables los proyectos para si, para los hijos y por cierto, para la comunidad. Nostálgicos y aferrados a la idea de recuperar sus lazos comunitarios tan debilitados por el contexto de pobreza y segmentación social que los afecta, estos pobladores tienen dificultades para vislumbrar una salida a sus proyectos vitales. Para quienes obtuvieron sus viviendas el orgullo de lo alcanzado es grande, pero sobre todo por los hijos para quienes siempre se desea lo mejor:

Consuelo, Curicó: “Lo que yo siempre he dicho, que ellos tengan una profesión, esa es la aspiración mía, que el Jonathan tenga una profesión y trabaje, que gane plata le digo yo y que se vaya de este barrio, yo quiero que viva en otra parte... así que yo siempre lo voy a ayudar para que ellos ojalá salgan de esta población...”

Para aquellos pobladores que no obtuvieron su vivienda en cambio, las ganas de partir lejos o de no despertar nunca más, habla de la gran desesperanza que los embarga:

Yuri, Cerro Navia: “Yo no pedí ser chileno, yo nací aquí en este maldito pueblo, en esta maldita tierra, porque nací aquí no más, pero si tu me preguntas si estoy frustrado, estoy achacado, si porque tengo cuarenta años, y pregúntame que hecho en mi vida, nada. No tengo nada, nada, nada. No porque me haya comprado un par de zapatillas nuevas, no porque tenga un auto, yo no soy, no soy un acomodado. Soy un pobre no más yo quise estudiar algo en la vida y no pude, porque no tuve posibilidades. O sea, yo quiero que mi hijo se vayan de este país, que se vayan de este país...”.

Mercedes, Cerro Navia: “Para el futuro (se apaga su voz), espero tener mi vivienda para mi vejez, porque la vejez es triste, es cuando uno es sola y no tiene entrada de nada y más triste es cuando uno no tiene donde vivir. Quiero tener mi techo para estar segura. Confío en mi propio esfuerzo, en mí para salir adelante... voy a andar igual que los gitanos, eso es lo que a mí me preocupa.”

En síntesis, tensiones identitarias que se debaten entre el resquebrajamiento de un “nosotros” comunitario y rural; y las evidencias de la desconfianza y la discriminación que impera en con su nueva vecindad. Y aunque la adscripción a una identidad colectiva aun está presente entre estos pobladores migrantes; ella tiene dificultades para concretarse en prácticas sociales al interior de sus territorios.

4. El trabajo de la identidad

El trabajo de la identidad en estos pobladores es un arduo ejercicio. Ser sujeto de derechos está a la base de este trabajo que ellos hacen sobre si mismos; aunque a menudo las preguntas son más que las certezas. “Si yo hubiese sido más viva...” se dice una y otra vez una pobladora... Sin embargo, más que el culparse a si mismos, ellos recurrirán frecuentemente a la afirmación orgullosa del propio origen: “yo soy sureña”, “yo fui pobre”, “yo soy hija de campesinos”; afirmación de sí que reivindica una memoria y una historia.

El énfasis en el “nosotros” les impide también construir fronteras identitarias entre sus semejantes y los refuerza en la percepción que finalmente todos somos iguales (los que vivimos aquí). Y si vivimos en la pobreza y la exclusión no es por culpa de un “nosotros”, sino por “otros”, los que tienen el poder: el Estado, los ricos, los empresarios, los políticos… Justamente porque no somos culpables es que a la comunidad de iguales hay que refundarla y protegerla a como de lugar.

¿Pero cómo seguir siendo uno mismo, como superar la identidad de excluido que pesa sobre cada uno y recuperar la tan añorada autonomía comunitaria? A través de dos caminos complementarios; a) reconocerse en las propias capacidades, habilidades y logros; b) reafirmar la comunidad. Mecanismos de reafirmación que permiten a estos pobladores levantarse dignamente desde una identidad sustentada menos en la carencia y más en las propias capacidades:

Sonia, Maipú:”Igual me da un poquito de vergüenza, pero no soy ni la primera ni la última que no sabe leer. Y para hacer trámites uno tiene que saber hablarlos... yo aprendí a desarrollarme, porque era tímida y aprendí a sacar todo mi yo de adentro... porque uno a veces escucha o no habla porque piensa que al hablar a lo mejor va a hablar mal... si es verdad, porque uno tiene que defender sus valores también o sus derechos porque uno también tiene derecho.”

Mercedes, Cerro Navia: “Si volviera a nacer me gustaría ser la misma persona con el mismo pensamiento, pero nacer en otra familia o tener la experiencia que tengo ahora, nacer con esa experiencia, pero cuando joven. Pero no me gustaría nacer con otra mentalidad, porque yo al menos me encuentro que no soy mala. Tengo buenas intenciones con la gente, con todos me gustan las cosas derecha...gracias a Dios que siempre he sido fuerte. Tengo iniciativa propia y así hago las cosas mirando en las vitrinas, en las revistas. Entonces hago inventos… Por eso, si yo hubiese tenido una buena educación de chica y hubiese tenido medios para seguir estudiando, yo habría sido otra, no estaría aquí, porque me encuentro que no soy tonta, soy habilosa. Entonces me faltó un lugar seguro donde estar y tener dinero para estudiar...”

A pesar de este autoreconocimiento, Mercedes a ratos se vuelve escéptica y se pregunta si talvés más le habría servido más en la vida no ser tan honesta. Una y otra vez se repite que ya no cree en nadie y en un gesto cargado de significados, se deshace de la ropa que vestía cuando era dirigente en el campamento, para poder olvidar: Porque no quiero recordar nada, no sé como explicar, me gustaría quedarme dormida un mes, un año y volver a vivir y no tener que pensar en nada, o sea, ser otra...”

Junto a este trabajo de valoración de las propias capacidades, estos pobladores nunca dejan de recordar las razones más estructurales que subyacen a su situación de pobreza. Razones que hablan de un país que excluye, que les niega un trabajo digno, que les niega la educación…en fin, que impide que cada uno se realice en lo suyo. Si frente a si mismo siempre cabe alguna respuesta o alguna reflexión que permita encontrar una salida, cuando se trata de los propios hijos todas parecieran ser insuficientes. Como Yuri que desesperado anticipa el futuro incierto de sus hijos; o Delfina, que frente a su entrevistador se sincera y admite que lo único que quiere es irse lejos para no ver como su hijo se pierde irremediablemente en el consumo de la droga; o Consuelo que aterrada del ambiente de violencia y droga que impera en su entorno se repite una y otra vez que algún día logrará sacar a su hijo de la población. Por los hijos se está dispuesto a todo, ellos constituyen el principal orgullo y una parte central del sentido de existir, de ser en este mundo. Pero también los hijos son la principal evidencia de los límites que el entorno y cada uno de ellos posee para cumplir el proyecto soñado. Frente a los hijos todo trabajo sobre si mismo topa irremediablemente con más incertidumbre que certezas:

Yuri, Cerro Navia: “Mira, siento harta frustración porque…yo no tuve ninguna, cero posibilidad de estudios en este país, ¿por qué?, porque yo me crié en el periodo más malo del gobierno militar. Entonces nosotros lo único que hacíamos era sobrevivir, sobrevivir. Luchábamos por el pan de cada día, nada más, y ¿quien va ir al colegio?, no tenía zapato, no tenía pantalón,

nunca me regalaron un par de zapatos nuevos porque no… no había la posibilidad. Entonces, a lo mejor dirán, a lo mejor estoy, soy un poco resentido, ¡claro que estoy resentido!, ¡mierda, si yo pude haber hecho otras cosas!, pude haber llegado mas lejos y no pude... Pero si tu me preguntas si pienso… yo ya en mi no pienso tanto, pienso más en ellos (los hijos) , yo quiero que ellos salgan de aquí de Chile.¿Que le espera a mis hijos más adelante? ¿Irán a tener algún futuro? ¿Irán a ser profesionales? Si a mí me cagaron la vida, no puedo tener como pagarles la universidad. ¿Que van a ser mis hijos? Otros cagados igual que yo… ¿Por que tantas trabas”

El Estado

En este modelo del contrato social que hemos denominado de los Derechos Colectivos, el accionar de estos pobladores se caracteriza por su convicción de saberse sujetos de derecho. La capacidad de estos pobladores de interpelar, controlar e incluso disputarse con el Estado para que cumpla con sus compromisos y deberes no puede comprenderse sin esta noción de derechos colectivos:

Yuri, Cerro Navia: “Yo era el vicepresidente, pero… de palabra no más… decían queremos que tu seas el presidente, porque se ve que eres más entrador. Yo iba a la municipalidad, la alcaldesa no me daba audiencia de un mes para otro, para tres meses. Pero yo le decía a la secretaria, si usted no me permite hablar con ella, yo me tomo la municipalidad y le hago flor de escándalo. Don Yuri, por favor, entre. ¿Te das cuenta? Por la fuerza; pero yo le hablaba de la fuerza con el grupo, y las cosas cambiaban…”

Sonia, Maipú: “La alcaldesa nos llevó nylon, unos palos, unos pizarreños para la gente y ahí yo le recordé a la asistente: ¿Por qué ahora aparecieron por aquí? Porque anda la prensa, la tele? ¿Se acuerda cuando nos dijo a nosotros que el invierno se les terminó a ustedes? Pero todavía no se nos termina, venga para acá a ver. Había como tres personas que estaban inundadas. ¿Ve que el invierno nos tocó todavía? Y ella me dijo “Ay, señora Sonia, no se enoje. Yo le contesté ¡Usted como está calientita y no anda metida en el barro lo dice fácil, pero todavía no se nos termina el invierno¡ Como andaba la tele andaban todos, entonces yo le dije: Vienen a pararse para la tele a decir ¡ Ay! , nosotros estamos con los pobres. Pero a mí no me venga a decir que nosotros estamos con ustedes...”

Imbuidos de una identidad fuertemente colectiva y comunitaria, para estos pobladores el principio de la igualdad constituye una orientación básica que los guía en su relación con el Estado. Es desde este principio que cada poblador se enfrenta a la ayuda estatal; del Estado no se está dispuesto a recibir lo que no se necesita; y es por eso que ellos no dudarán en explicitar, pelear y denunciar su derecho a ser subsidiados y ayudados en lo que consideran necesario y pertinente. En esta lógica la organización es clave para poder existir e interpelar al Estado; la comunidad y sus dirigentes son los principales garantes para velar por el respeto a los acuerdos previamente establecidos.

Uno de los aspectos que contribuye a consolidar y concretar esta concepción de los derechos, especialmente en el caso de los pobladores de Cerro Navia, es la existencia de un espacio municipal abierto y favorable a la participación. Estos pobladores, como muchos otros, se encuentran con un Estado que los convoca a “participar” organizadamente en los programas sociales. La invitación será acogida, pero no desde una lógica pragmática y de conveniencia, sino desde la identificación con los valores del hacer colectivo. En esta perspectiva la invitación del Estado para trabajar organizados no solo les hace sentido sino también, los reafirma en su proyecto individual y comunitario.

Mercedes, Cerro Navia: “Yo me sacrifiqué, porque cuando la señora alcaldesa nos dijo en una reunión, pónganse las pilas y depositen, depositen para la vivienda porque de aquí vamos a salir. Yo me puse las pilas y trabajé con todos los demás.”

En estos procesos de participación, surgen soportes claves tales como la figura de la asistente social que apoya, informa y hace efectivo el vínculo entre la comunidad y el

4. Las lógicas de acción

Estado. Al romperse la dinámica de la burocracia y fluir la información, aumentan entonces las posibilidades de potenciar y agilizar los procesos de emprendimiento colectivo, pero también de autonomía y poder de decisión.

Carmen, Maipú: “Había una asistente social que nos apoyaba mucho, mucho, mucho, mucho, no me acuerdo de su nombre, pero ella siempre estaba diciendo: Saquen sus papeles y yo trato de dejarlos siempre arriba (en prioridad) porque sino no van a salir nunca con su casas; ...en la municipalidad tienen culpa porque esos papeles están estancados aquí. Y ella se preocupó de nosotros ella empezó a preocuparse y luego salimos con casa dentro del año. Ella siempre nos citaba y ella iba siempre adonde nosotros o llamaba por teléfono al que era presidente.”

En estos procesos de construcción de procesos de participación e integración social, la intermediación de estos dirigentes entre el Estado y la comunidad es también central para el control sobre la intervención pública. Los dirigentes son la puerta de entrada a estas comunidades reticentes a la ayuda pública, pero también son quienes “traducen” y “controlan” hacia uno y otro lado los códigos y propuestas:

Delfina, Curicó: “Y conversando con la asistente social, le dije hubo una campaña por el PAP? Y me dijo, invite a su gente pues señora Carmen, a usted le hacen caso, invite a su gente. Mire señora Helena, le dije yo, por mi agarraría a todas estas viejas de las mechas y las traería, pero son muy porfiadas. ¿Cómo las hago entender?¿Y no saldría más a cuenta, le dije yo, que el consultorio fuera para allá? Después en otra oportunidad me dijo que iban a ir al campamento. Fueron con una ambulancia y en la misma ambulancia hicieron el test. Conseguimos que fueran a bañar los perros también y hartas cosas se lograron.”

¿Cómo comprender sin embargo, que estos pobladores y dirigentes logren – en su relación con el Estado - perseverar en el resguardo de sus comunidades sin derivar en el clientelismo? Evidentemente para ellos también la vida colectiva se debate entre la cooptación y el logro de la autonomía o empoderamiento. Pero a diferencia de otros pobladores, la solidez de su identidad e historia pareciera constituir la principal garantía para perseverar en el resguardo de su comunidad. Un nosotros que cuenta con los recursos identitarios para velar por si mismo, y por tanto para negociar y exigir al Estado los recursos que ellos necesitan.

Estos son pobladores que poseen también la capacidad de buscar la información que requieren. El buen manejo de antecedentes, contactos y proyectos compartidos los ubica por tanto en una buena posición para controlar, discutir e interpelar al Estado y sus funcionarios. En esta lógica comunitaria el dirigente no puede ni debe estar jamás solo, la comunidad supervisa cada una de sus acciones. A diferencia de aquellos casos donde los dirigentes se valen de la comunidad para construir relaciones clientelares, entre estos pobladores no se permite la autonomización del dirigente en relación a la comunidad, ni aún para representarla. A menudo son los mismos dirigentes que exigen a los vecinos presencia en cada una de las gestiones y decisiones. “La comunidad siempre atrás” mirando, observando a sus dirigentes constituye una clave que posibilita resguardarse de las trampas del poder público y también de las tentaciones de la cooptación y el clientelismo.

Consuelo, dirigenta, Curicó: “Nosotras hablábamos en forma grupal con Serviu, nunca en forma individual. Por ser, yo iba a conversar con la secretaría nunca sola. Siempre yo le decía a las chiquillas, uno no tiene que andar sola, porque uno no puede confiar en lo que dice. Porque nosotras tuvimos hartos problemas con la presidenta que hubo antes, ella siempre decía que ella era la única que tenía que ir a Serviu, que no podía ir otro persona, entonces, después no era así. Cuando fuimos todas, don Pedro, dijo cualquiera puede venir a consultar las cosas y que no era necesario que viniera solamente la presidenta. Entonces cuando yo tome el lugar, les dije, yo sola no, siempre vamos a andar de dos o tres o las que quieran andar, porque así no va ser la palabra que yo les diga. Así ustedes van a tener la oportunidad de escuchar ustedes mismos lo que ellos digan.”

Estos pobladores saben también que las oportunidades y recursos jamás se dan solo desde arriba o solo desde abajo; solo de la relación con la autoridad pública o solo de sus propias capacidades colectivas. Las destrezas para examinar y valerse de uno y otro recurso, venga de arriba o de abajo, pero por sobre todo para hacerlos converger en función de los intereses de la comunidad es una clave que estos dirigentes manejan bien y la comunidad lo sabe. Entre estos pobladores nadie piensa siquiera intentar resolver sus problemas a través de una relación directa con la autoridad, por el contrario, la confianza en la capacidad de intermediación de los dirigentes está siempre presente. El dirigente es quien mejor resuelve, pero sobre todo quien mejor representa y defiende los intereses de la comunidad:

Mercedes, Cerro Navia: “Yo para llegar al gobierno así de ir a la Moneda y decirle yo quiero hablar con el presidente nunca va a pasar, ni creo que pase con nadie. Siempre a través de terceras personas, los dirigentes, se pueden conseguir las cosas... ellos tienen los buenos contactos.”

Desde la lógica de estos pobladores para que exista una justicia redistributiva, el incentivo público no puede estar ausente. No hay posibilidad de justicia social sin Estado y no existe posibilidad de alcanzar los niveles de igualdad deseados sin una participación que sea efectivamente vinculante. Es entonces que la participación de estos pobladores logra contrarrestar las complejas formas que adquiere el poder público. Establecer las reglas del juego entre todos y hacerlas respetar constituye para ellos un principio básico que orienta todo su quehacer. La participación y el compromiso con los suyos desafía e interpela el modo de hacer política local, el relato de Marcelina lo deja claro.

La participación está siempre incrustada en la política y también en la economía; aunque sea una participación elaborada, si no se logra cambiar la estructura que sostiene la desigualdad y pobreza, el proceso puede ser participativo, pero será incapaz de cambiar las condiciones de vida. Estos pobladores lo tienen claro y así lo expresan con toda su fuerza y rabia. Si la participación no toca al mercado laboral y al poder económico no se logrará la ansiada igualdad; podrá haber menos violencia, pero jamás justicia redistributiva.

Yuri, Cerro Navia: “La municipalidad solo ofrece cursillos, si no estudias una cuestión que te sirva, que te enseñe, y no que los porotos tienes que remojarlos y echarles el arroz... Esos no son cursos, agarrar a los tontos para que no anden parados en la esquina y entretenerlos ahí un rato, nada más. Y para justificar el gasto de plata de los municipales, de sus organismos... Si esto no funciona, no funciona...”

La larga experiencia de dirigencia, de organización, de inventiva y de rebuscárselas para salir adelante les advierte que algo en el Estado no funciona...falta de creatividad dice Delfina angustiada al comprobar la incapacidad de los programas públicos para sacar a los jóvenes de la población de la droga. No son creativos, es decir, incapaces de comprender a estos jóvenes y sus motivaciones. La imaginación, la creatividad y el compromiso de lo público son aspectos altamente valorados por parte de estos pobladores. Sin ellos la motivación y el deseo de cambiar parecieran no encontrar lugar:

Delfina, Curicó: “Tengo un hijo drogadicto y no quiero tener otro. Estoy aburrida, porque el Estado no tiene creatividad, no son creativos para sacar y para ayudar a la juventud. Hay que ser creativo, hay que pensarlo...Le voy a poner el caso de mi hijo, mi hijo siempre estuvo con nosotros ... pero ellos quieren cosas que a ellos les guste hacer, no que nosotros les impongamos, eso no les gusta. Nunca van a lograr nada en este país con ese sistema que tienen porque no son creativos... para ayudar a la juventud hay que llevarles cosas que a ellos les gusten, empezar por ahí, cosas que los entusiasmen.”

Ciertamente, a pesar de sus graves falencias, el Estado abre una puerta a través de sus programas, la insistencia de las mujeres en el significado que para si mismas y

sus proyectos identitarios ha significado salir de sus casas para participar en cursos de capacitación, es recurrente. Más que el aprendizaje de un oficio las mujeres destacan la importancia que tuvo en sus vidas el empezar a pensarse como sujetos de derecho frente a otros y frente al Estado.

Clara, Cerro Navia: “El curso fue como una especie de terapia para mí, ya que estaba muy estresada, entonces a mi me sirvió bastante...mi marido no estaba acostumbrado a que yo saliera de la casa entonces me costó harta guerra porque batallé hasta el último porque quería terminar el curso. Más encima el curso era en la tarde cuando llegaba mi marido. Me costó y salí adelante y me gustó. A mi me encantó el curso...aumenta la autoestima…porque yo soy una persona que no sé ni leer ni escribir ... Imagínese nosotras gente de campamento ganamos un proyecto, cuando algunas personas no dan un peso por nosotras, aunque tengamos casas nuevas.”

La participación en los programas del Estado ayuda a salir de la rutina doméstica y del encierro, pero como relata Carmen, la sociabilidad que estos programas favorecen o fortalecen pueden gatillar efectos sinérgicos insospechados. No solo articular y fortalecer las redes internas a la comunidad sino también abrir ventanas hacia nuevos horizontes, como por ejemplo empezar a buscar un trabajo:

Carmen, Maipú:” ...nosotras varias hicimos cursos y hoy día yo estoy trabajando en unos casinos porque si yo no hubiese hecho ese curso a lo mejor no hubiera estado y me sirvió… hacíamos talleres con asistentes sociales. También aprendimos harto porque ahí nos desarrollamos nosotros, porque yo era calladita y ahora lo mas que hablo… hicimos escuelas vecinales nos enseñaron hartas cosas que nosotras no sabíamos …”

Así como el Estado incentiva a la organización para la gestión de sus programas, así también tiene dificultades para aceptar la autonomización de los grupos que nacen desde su gestión y luego se consolidan. El siguiente relato muestra como la promoción de la participación por parte del Estado puede generar una relación de poder difícil de romper:

Consuelo, Curicó: “… la asistente social dijo que nos juntáramos, todas nos íbamos a ayudar unas a otras con el puntaje y ahí nos iba a resultar la casa... entonces optamos a ojos cerrados y si no había otra opción, era esa. Entonces ahí empezamos a trabajar a hacer bingos, etc. Una vez fuimos a Curicó a dejar unas cartas, fuimos al mismo Serviu…fuimos a entregar cartas a donde nosotras pensamos que nos podían ayudar y después la asistente social se nos enojó porque nos dijo que lo primero que deberíamos haber echo era conversar con ella….”

Cuando el Estado traiciona la confianza, en especial aquellos compromisos contraídos con la comunidad, la ruptura puede llegar a ser radical, al punto de llevar a que los pobladores renieguen de todos aquellos principios por los que alguna vez apostaron. Mercedes, antigua dirigenta, no deja de preguntarse por que a pesar de sus gestiones y de su colaboración estrecha con el Estado éste no le entregó su casa; un Estado que no supo reconocer su esfuerzo y empeño en la organización. Yuri, ex dirigente de campamento, no logró tampoco obtener su vivienda; ambiguo, transita entre el agradecimiento hacia la autoridad por haberle asignado las viviendas a los vecinos y la amargura de haber quedado excluido de este proceso y por tanto, de la comunidad.

Aun cuando el Estado proponga el diálogo y la participación, ello no siempre ocurre… los pobladores a veces ni siquiera llegan a comprender lo que se les quiere decir. El Estado a menudo se desentiende de la organización cuando los recursos a repartir son escasos o los criterios de asignación obligan a dejar a algún miembro fuera. “Me llamaron por separado” cuenta Mercedes al relatar como, a pesar de haber vivido un largo proceso de postulación colectiva al subsidio de la vivienda, finalmente cuando le informan que ella ha quedado excluida por no cumplir con los criterios de asignación del subsidio, la relación se vuelve individual. Separada de su red comunitaria,

Mercedes queda sola y desprotegida de los vínculos sociales por los cuales tanto trabajó.

Bernarda, exasperada de no poder comprender lo que dicen “las autoridades” y sospechando que no es más que una estrategia “para confundirlos” opta por retirarse de las reuniones y actos:

Bernarda, Curicó: Está la municipalidad, está FOSIS, están todos esos... Cuando vienen nos enredan a todos, viene el gobernador, viene el alcalde, vienen en grupos, y que viene este, que el señor va a venir tal día, que este señor... entonces uno se embola. Y cuando hay reuniones uno va a escuchar, la verdad va a escuchar no más. Yo todavía no conozco cual es el gobernador, se que vino el gobernador, pero no se cual es, no ve que vienen en grupos así. Aquí cada vez que vienen nos agarran, si vienen a puro darnos calmantes.”

Así como los “enredan”, el Estado a veces también los debilita en sus solidaridades internas e introduce la desconfianza y la sospecha entre vecinos. Hábiles en “descifrar” esta lógica, estos pobladores tienen plena conciencia de la maniobra y aunque a menudo no saben como responder y reaccionar, en ellos queda la percepción de haber sido manipulados y pasados a llevar en sus principios:

Bernarda, Curicó: “Las asistentes me miraron la ficha y dijeron: Ah, de veras que usted no viene de hace tiempo, denle una canasta de alimento pero, escondida. Y me escondieron de la demás gente para no darles. Y pasé por detrás de la municipalidad para que no me viera la demás gente que estaba pidiendo cosas. Fue malo eso, o sea, yo me sentí mal porque yo había ido con mi hermana, con mi mamá, y a ellas no les dieron.”

La percepción que el Estado trata de “deshacerse” de las personas cuando los recursos escasean o los proyectos se terminan es también una percepción recurrente. El Estado rompe también con la lógica comunitaria cuando la intervención en un territorio determinado ha logrado los objetivos buscados. Queda en claro que la organización interesa no como práctica ciudadana más generalizada, sino fundamentalmente como principio estratégico y funcional de gestión social. Se termina el proyecto participativo se termina la interlocución colectiva.

Mercedes, Cerro Navia: “...ahora va gente a la municipalidad y como si te he visto no me acuerdo. Porque antes uno iba a hacer cualquier cosa de tramite, la veían a uno como dirigenta y la atendían y ahora no. Ahora uno va y si la ven no la saludan...la otra vez fui y la asistente social me dio a entender que yo era como una peste.”

En la resolución de estas tensiones las instituciones intermedias como las organizaciones no gubernamentales son también importantes. Un buen curso de desarrollo organizacional, de autoestima, de comunicación... abre nuevos horizontes de comprensión y a menudo contribuye a reafirmar el valor de la autonomía, de la identidad colectiva y la organización de pobladores. Abrir el espacio público a nuevos actores, no sólo públicos es una estrategia propia a estos pobladores. Mientras más amplios los contactos, más posibilidades de allegar nuevos recursos y oportunidades a la comunidad de pobladores....pero también más posibilidades que los juegos del poder y el clientelismo se restringan y pierdan espacio.

El mercado

En estas historias existe una gran valoración y capacidad de aprovechar los resquicios y trabajos que les ofrece el mercado. Todos son hábiles en buscar y generarse ingresos aunque los resultados no les hayan permitido jamás salir de la pobreza y la percepción de denigración persista:

Yuri, Cerro Navia: “He trabajado a veces en construcción, algunas veces en las chacras, que es denigrante, porque digo yo podía haber hecho otras cosas, y estaba arrancando porotos, sacando tomates. A pleno sol te picaban los zancudos, acarreando cajas con uvas.”

La larga y esforzada experiencia de trabajo que cada uno de estos pobladores posee les ha entregado las claves para comparar entre ofertas distintas; y aunque para ellos las posibilidades de trabajo no son muchas, a diferencia de otros pobladores, su buen conocimiento del mercado les permite evaluar, tomar y dejar opciones de trabajo:

Consuelo, Curicó: “Yo hice la práctica en San Angello, y me querían dejar trabajando ahí, pero encuentro yo que ganan poco, ahí pagaban el mínimo, no daban la comida y yo me tenía que costear 4 pasajes diarios. En cambio a mi en la fruta me dan la comida, en esos años me daban la comida, bus gratis por que uno se va y se viene y a mi me gustaba embalar y yo embalando ganaba mucho mas, y yo trabajaba pensando en que me podía comprar esto comprar esto otro y yo feliz trabajaba, trabajaba y trabajaba, a mi me decían la signo pesos, porque yo trabajaba y trabajaba, mientras la chiquillas conversaban, o se iban a fumar al baño, yo me dedicaba a puro trabajar y a la hora de colación a descansar y a comer hasta cuanto ya era la hora de entrar,

Cuando el mercado de trabajo no ofrece alternativa alguna o no se cumplen los requisitos para siquiera postular a un trabajo, nacen posibilidades de subsistencia como el trueque entre vecinos, la venta de cosas usadas, la recolección de deshechos o simplemente el autoempleo en los estrechos límites de la población.

Bernarda, Curicó: “Yo a veces salgo de cartonera, salgo en el micro, me agrupo con cualquiera que ande de aquí. Vamos para Los Boldos, para la Santa Fé.. ahí me va bien, porque lo que se reúne, el cartón, papel y cosas van para vender, por lo menos juguetes, todas esas cosas uno las recoge y las va a vender allá en el persa (de la población). Los cartones los entregamos en el centro. Pagan a treinta pesos el kilo de cartón, a cuarenta pesos el kilo de papel blanco y así. Lo metimos en saco, lo traemos para acá para juntarlo. También se cambian cosas. Resulta harto, porque aquí hay varios que no trabajan en el persa (feria) y hacen eso de cambiar. Es bueno porque así se ayudan. El otro día vino una señora de por allá y ni la conozco yo, vino a cambiarme unas chalitas (sandalias) para mi hijo por harina. Y yo se la cambié, siempre compramos harina, es importante eso. Ella miro a los niños y me dijo: ”¿No le quedará buena?”. Y se las probé y le quedaron. Yo le cambié ese día por un kilo y medio de harina y le di mil pesos en plata... Estaban nuevas, esas cuestan seis mil pesos en el centro.”

Y aunque miran con suspicacia y escepticismo las ofertas de trabajo del Estado por considerarlos miserables, estos pobladores también se valen de sus cursos como oportunidad de aprendizaje y crecimiento personal más que como respuesta a sus necesidades de empleo.

Carmen, Maipú:”Iban abogados a los talleres y había gente que la echaban de un trabajo y llegaban sin ninguna cosa o lo que decía el patrón estaba bien y ellos no podían defenderse. Entonces a nosotros en todo eso nos enseñaron, que lo que es un contrato de trabajo, que es un finiquito, entonces todo eso explicado para que supiéramos más o menos todas esas cosas en cuanto a trabajo.”

Todos coinciden que las ofertas de empleo o capacitación del Estado no sirven para la inserción laboral. Los trabajos son altamente precarios y los oficios nunca se aprenden y si se aprenden están lejos de cumplir con los requerimientos y exigencias del mercado. La lógica del mercado pareciera obedecer más a principios como el “pituto” o contacto por sobre las capacidades; la corrupción por sobre el trabajo honrado; la explotación por sobre el salario justo. El Estado y el empresariado son señalados como principales responsables de la primacía que han adquirido estos principios en nuestra sociedad:

Yuri, Cerro Navia: “Para encontrar un buen trabajo, hay que ser hijo del presidente. Claro, tener un buen pituto no más. Ser hijo de algún general, de algún jefe de investigaciones o un sobrino de milico con rango. O ser corrupto, no te faltaría la pega, o sea, coimear, ganarías plata igual.”

Consuelo, Curicó: cuando yo hice el curso, si se puede llamar curso del cuidado del adulto mayor estuvimos haciendo la práctica a los del Hogar de Cristo ... Claro que primeros auxilios nos enseñaron a nosotros, nos hicieron creer que nos habían enseñado, pero para auxiliar no pasó nada cuando hicimos la práctica tampoco de nada nos sirvió, porque eran adultos valentes, por ejemplo que se valían por sí solos. Entonces de que te sirvió hacer la práctica, de nada. Al municipio ya no iría a postular para trabajo porque ahí ya llegan los trabajos de empresas...ya que son los últimos. Por ejemplo, ellos acuden al municipio como saben que hay gente que trabaja hasta por una miseria.”

Desde su participación en cursos e instancias formativas, los pobladores sin embargo, logran comprender que no basta con el propio esfuerzo para encontrar un buen trabajo, sino que existen condicionamientos y transformaciones estructurales que cada día dificultan más que ellos puedan conseguirse un trabajo y permanecer en él.

Carmen, Maipú: “Si no hubiera hecho el curso a lo mejor yo no hubiera sabido de que hoy la tecnología es muy grande entonces si antes te ocupaban diez personas para hacer ejemplo una cocina, hoy día pueden ser tres y las otras seis ya no están porque la máquina hace todo... entonces antes había mucho mas trabajo...yo veo hoy día mismo porque yo voy hacer un tramite antes había que pasar por una ventanilla preguntarle quiero tal cosa después se pasaba a otro lado y al final hasta que llegaba el documento que yo quería y después venia mano por mano así pasando hasta que llegaba a mi lugar, yo me demoraba toda una mañana para sacar por ejemplo un papel de civil. Y hoy día no uno va y rapidito...”

De los fracasos de los proyectos productivos que les propone el Estado, estos pobladores también aprenden de la lógica del mercado; que en sus barrios y comunas el mercado es pequeño; que en contextos de pobreza la demanda es poca y la competencia mucha para poder siquiera pensar en levantarse su propia fuente de trabajo:

La comunidad

Para estos pobladores la comunidad de iguales antecede al Estado y a la institución pública. Antes que el Estado los “descubriera”, la comunidad ya existía y organizada buscaba salida a su precaria existencia material. Sin Estado “la vida era buena” como recuerda una antigua pobladora de la rivera del río Rauco. La comunidad no sólo velaba por la cooperación y resolución de sus conflictos, sino también por la legitimación de sus líderes para la gestión de los recursos en forma común y compartida. El recuerdo orgulloso de este tiempo está en cada uno de estos relatos:

Yuri, Cerro Navia: “El gobierno llegó para las medallas, cuando ya estaba todo listo ¡ehhhh! Chile Barrio, el gobierno participó en esto...? Nada. Al principio fue organización toda de nosotros no más. Salió un comité, presidente, vicepresidente, tesorero, secretario y una comisión revisadora. Todo un sistema, nuestro.”

Carmen, Maipú: “Nosotros empezamos claro y después ellos (el Estado) al ver el esfuerzo de nosotros, ver que nos esforzábamos también nos apoyaron.”

A pesar de las fuertes transformaciones que han tenido sus vidas tras la erradicación del campamento y el desmembramiento de la vida colectiva, estos pobladores no dejan de alimentar y reforzar sus relatos y sus vidas de lo que alguna vez fue su experiencia pasada. Las dificultades del presente son leídas bajo los códigos a menudo idealizados, de la experiencia pasada. Viejos mapas comunitarios que aún orientan su convivencia cotidiana y ofrecen al menos, algunas coordenadas básicas para hacer frente a un presente de inseguridad e incertidumbre. Como señala Inglehart (1990), los mapas podrán estar caducos y no ser más que un esbozo, pero incluso un mapa borroso es una mejor guía que el dar vueltas al azar. Para estos pobladores al menos, proteger y cuidar su viejo mapa comunitario constituye también una buena forma de reafirmar la legitimidad de sus conductas cotidianas en este nuevo contexto que es la villa. Estos son principios que a modo de una brújula

orientan a estos pobladores en lo que es adecuado, justo y verdadero de hacer, pensar y sentir. A diferencia de los pobladores extremadamente marginales donde la memoria es precaria y fuertemente asociada a la sobrevivencia y al azar; en estos pobladores en cambio, la historia colectiva otorga el soporte básico desde donde poder continuar apostando legítimamente (“antes era así y éramos felices”) a la comunidad. Un relato épico que habla de un nosotros capaz de oponerse y levantarse al Estado, aunque no siempre se ganara.

Si antes en el campamento la carencia era transformada en fuerza y sentido de la acción, “antes luchábamos por algo” dice una antigua dirigenta; hoy que ya no viven en el barro, ese sentido de la lucha colectiva, del sentido del juego y del “pasarlo bien” en comunidad pareciera haber perdido fuerza para quedar relegado en el pasado y la nostalgia:

Sonia, Maipú: ”A mi antes el campamento me gustaba, bueno que no estábamos tan bien, pero me gustaba porque ahí andábamos trabajando, hacíamos algo por los demás y a lo mejor eso aquí a mí me ha costado... es que aquí no... allá andábamos trabajando, con la Marcelina nos sacábamos los zapatos trabajando, si teníamos que andar a pata pelada metidas en el barro, andábamos todo el pasaje donde vivíamos, de punta a punta le echábamos ripio…. Antes nosotros luchábamos y peleábamos por algo, por tener algo y si tenemos la directiva, tenemos alguien que nos respalde... allá donde vivíamos nos movíamos harto, a donde teníamos que ir íbamos, si no nos llamaban a reunión nosotras mismas íbamos y hacíamos reunión... hasta que logramos tener la casa. Allá éramos como un poco más unidos, aquí cada uno por su lado, yo lo veo así, es que allá como que teníamos más fuerzas, más ganas de hacer algo.”

Aún así, a pesar de la comunidad fuertemente debilitada, el sentido de la igualdad y la solidaridad persiste y se defiende. El rechazo a las apariencias, al arribismo, a la vergüenza de los orígenes y a la estigmatización de la pobreza están siempre presentes entre estos pobladores. Todos fueron y son pobres, experiencia de vida que se lleva con orgullo

De este pasado y memoria épica de lo que fue la vida en el campamento va tomando forma el mito de un Chile solidario y cariñoso, que aunque a ratos se desdibuja, finalmente está allí en los más pequeños gestos de la vida cotidiana de los más pobres de esta sociedad. Reciprocidad, cooperación y confianza entre iguales retroalimentan y refuerzan estas solidaridades básicas entre los individuos y su colectividad.

Carmen, Maipú: “Los chilenos tenemos algo rico, que somos cariñosos y de verdad ... El chileno como sea nos unimos y siempre nos queremos, porque donde yo vivo igual ando preocupada de la gente... donde vivíamos antes. Y siempre hacíamos eso y yo encuentro que eso es rico porque somos como acogedores... que si yo necesito la casa siempre está abierta, yo creo que a todos nos pasa eso... siempre están las puertas abiertas de nuestras casas para ayudar a quien podemos ayudar.”

El recuerdo de la reciprocidad en el campamento, entendida como relaciones de intercambio no-mercantiles, difusas, vinculantes y basadas en los obsequios de objetos y ayudas se entreteje en cada una de los relatos de estos pobladores. La reciprocidad era parte constitutiva de su vida cotidiana y social, era finalmente el cemento que permitía unirlos en la búsqueda de una vida mejor:

Delfina, Curicó: “Yo allá era la presidenta, pero aparte era como la mamá y la tía y la abuelita de las otras personas porque yo les hacía todos los trámites, hasta esos papeles notariales que eran personales … Pero yo andaba insistiendo a la gente, supongamos que hoy día le pagan a la gente de los huertos, no se olviden de la plata de la libreta, les decía...Si yo venía, por ejemplo, a sacar un papel, señora Delfina usted va a ir al centro? Sí, mañana tengo que ir. ¿Por qué no me saca usted la fotocopia a mi carné? Y al otro día, señora Delfina sabe que tengo la plata para depositar, pero no tengo tiempo para ir al centro, me la pasaría usted a depositar?”

Aunque en la villa la confianza se va perdiendo, para estos pobladores la relación con los iguales aún se concibe como el ejercicio de un “nosotros” que vela por el resguardo del interés de cada uno y de todos. Reforzar vínculos, sumar, no excluir y movilizar son acciones que se emprenden siempre en la perspectiva del resguardo de una identidad y una historia común. La colectividad es el principal recurso para superar las precarias condiciones de vida. Es en esta perspectiva también que se eligen los representantes de la comunidad. Una diferencia distintiva de estos pobladores en relación al resto de nuestro universo, es el énfasis que ellos ponen en el prestigio o buen nombre de quien los representa. Por sobre el poder o los vínculos con el Estado, lo que se valora es la autoridad emanada del prestigio de esta mujer o este hombre. Sea quien sea el líder o dirigente este se debe a la comunidad, cueste lo que cueste. La capacidad de escucha, de comprensión y la paciencia con sus iguales son virtudes que los resguardan ante las tentaciones del caudillismo y la cooptación por el Estado y sus poderes locales.

La autoridad del dirigente, sustentada en su prestigio de hombre o mujer justa (big man) lo transforma en un testigo de fé indiscutible y permanente en el tiempo, aun cuando él no detente el cargo, su autoridad y credibilidad persistirá frente a la comunidad. “Yo los hacia participar o sea era justa...el trato todos por igual”, dice una antigua dirigenta de campamento. El sentido de justicia y esfuerzo de estos antiguos dirigentes del campamento, explica que aun cuando ya no ocupen cargo alguno, continúen siendo consultados y solicitados en gestiones de intermediación y representación frente al Estado. Su palabra y su sola presencia continúan siendo signo de respeto y credibilidad:

En estos nuevos contextos que son las villas, la tarea del dirigente deberá ser por tanto, la formación de una solidaridad organizada, un nosotros que pueda levantarse y constituirse con fuerza ante un adversario común. La capacidad del líder de identificar y controlar a este “otro” es central a su autoridad al interior de la comunidad. Más allá de las capacidades de estos dirigentes y líderes para guiar a estas comunidades de pobladores, entre ellos prevalece la solidaridad afectiva, fusional y donde lo lúdico convive con los afectos de quienes se saben portadores de una identidad y una historia común.

Cuando el encuentro entre las comunidades y el Estado se realiza en torno a los códigos de la participación y la igualdad, la cooperación, es decir, la búsqueda y concreción de objetivos compartidos puede llegar a construirse fluidamente.

Sin embargo, estos pobladores solo cooperarán con el Estado cuando la ayuda o el subsidio hace sentido con sus proyectos colectivos y familiares. Tal vez es por ello que todos adhieren con entusiasmo a las propuestas participativas de algunos proyecto sociales. Cuando se comprende que la propuesta difiere enormemente de la realidad, surge el desencanto y la lógica de cooperación se quiebra dando paso a la disputa por los términos del acuerdo entre la comunidad y el Estado.

Estos relatos corresponden a migrantes rurales, todos con un fuerte sentido comunitario y valoración de la acción colectiva. Para estos pobladores el modelo de contrato social debe ser construido sobre la base del respeto a los derechos de la comunidad; el Estado y la comunidad misma son los principales garantes para velar por su cumplimiento. A diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo de la asistencialidad, para estos pobladores el Estado no esta llamado a “aliviar” la pobreza, sino a asegurar que existan las condiciones estructurales que posibiliten a todos y cada uno emprender un proceso de movilidad social. Al Estado no se le pide que se transforme en empleador ni asistente, sino que garantize el derecho de todos al trabajo, la educación y la vivienda. La concepción de derechos sociales está presente

más que en ningún otro modelo del contrato social. La memoria de un pasado rural y comunitario contribuyen a la construcción de una identidad con fuerte arraigo en los principios de la solidaridad y la confianza; a diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo asistencial, para ellos no hay sumisión ni adaptación posible frente al Estado y las duras circunstancias del entorno. El trabajo de la identidad por el contrario, va justamente en el sentido de reafirmarlos en sus capacidades y en el valor de la comunidad. Con identidades sólidas, ellos sabrán moverse frente al Estado de manera más autónoma; la negociación y la confrontación son frecuentes en esta relación que no siempre se construye todo lo participativa y respetuosa de sus derechos como ellos quisieran. Frente al clientelismo o la cooptación por parte del Estado, estos pobladores y dirigentes crearán los mecanismos de resistencia y resguardo de los intereses de la comunidad.

Johana

Mi mamá era de Zapallar y mi papá de los Queñes, del campo. Mi papá antes era de plata, o sea, la familia de él era de plata. Mi papá era patrón, es que cuando tenía la edad de nosotros tenía una quinta, allá en los Queñes, donde los hombres van a bailar con mujeres, a pasarlo bien. Mi papá era el que arrendaba ahí, en eso trabajaba. Mi mamá era empleada de mi papá y ahí… Ya llevan como cincuenta años juntos, todavía se soportan los viejos.

A nosotros mi papá nos dio puros problemas. Es que mi papá es muy bueno para tomar, entonces eso lo fue jodiendo y lo llevó a donde está… Tiene un accidente vascular, hace un año. Y ahí está, vegetal; la mamá es la que lo cuida.

Yo tenía catorce años cuando conocí a mi esposo. Fue más por salir de mi casa, si yo lo conocí, por decir, hoy día y al otro día me junté con él. Era por salir de mi casa, estaba aburrida donde mi mamá. Así que lo conocí y ahí nos pusimos a vivir. Tenía catorce años, después a los dieciocho tuve a mi primer hijo, a Nicolás. Vivíamos en una pieza en la casa del hermano de mi marido... era fome; de repente dejaban hasta la puerta de la calle con llave para que uno no saliera.

Mis hermanos me trajeron a vivir al lado de ellos en el campamento para que pudiera tener mi casa. Fue una salida de escape, porque allá no lo pasábamos bien, me humillaban, me echaban a la calle. Mi marido en ese tiempo estaba trabajando en Santiago, yo me fui sola con mi hijo y paramos la casita. Después la municipalidad nos trasladó al campamento Inca de Oro, a la orilla del rio.

La organización

Mi hermana era la presidenta del campamento. Ella por ahí se movió, hizo hartas cosas y por ahí salimos más rápido; nosotros le pasábamos los papeles y ella los movía, la que hacía contactos. Yo no estaba postulando, no tenía ni idea y no tenía ganas de postular tampoco…pero ya estábamos postulando en grupo cuando llegó Chile Barrio a hablar de un apoyo. Nos ofreció una alternativa que nos podía ayudar, nos iban a dar la mitad de la plata. Casi a la mayoría nos dieron la mitad de la plata para que postuláramos y así empezamos a juntar y con lo que ellos nos dieron nos ayudaron harto.

De primera hacíamos peñas folclóricas, hacíamos bingos, hacíamos actividades, cosas así. El bingo me acuerdo que lo hicimos ahí en la Fundación La Familia. Y después los tíos de Naim (ong) también hicieron otra peña folclórica, también ayudaron ellos. Tuvimos harto apoyo. En Chile Barrio estaba la señorita Carmen Paz, siempre estuvo con nosotros ayudándonos, animándonos a que juntáramos la plata. A veces nos daba ideas para juntar plata, pero las actividades las hacíamos nosotros

Capítulo 6

Participación asistida

En síntesis, para estos pobladores, migrantes rurales y muchos de ellos dirigentes, el modelo del contrato social se construye sobre la base del respeto a los derechos y la autonomía de la comunidad. Es la comunidad misma, la principal responsable para velar por su cumplimiento. A diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo de la beneficencia, estos pobladores no demandan al Estado que les “alivie” su condición de pobreza ni que se transforme en un empleador, sino que les garantize condiciones económicas y sociales justas para que todos y cada uno de ellos puedan emprender un proceso de integración y superación de su condición de pobreza. La concepción de derechos sociales y activa resistencia comunitaria está presente más que en ningún otro modelo del contrato social.

La memoria de un pasado rural y comunitario contribuyen a la construcción de una identidad con fuerte arraigo en los principios de la solidaridad y la confianza; a diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo asistencial, para ellos no hay sumisión ni adaptación posible frente al Estado ni a las duras condiciones del entorno. El trabajo de la identidad, va justamente en el sentido de la reafirmación en sus propias capacidades así como en las de la comunidad, principal garante del derecho a la integración en igualdad de condiciones.

Es justamente desde este principio identitario colectivo que estos pobladores se enfrentarán, negociarán y discutirán con un Estado que no siempre es todo lo democrático y respetuoso que ellos quisieran. Frente al clientelismo o la cooptación, estos pobladores y dirigentes sabrán crear los mecanismos de resistencia y resguardo de los intereses de la comunidad. La defensa de su autonomía y del control cultural sobre sus decisiones es un principio con el cual estos pobladores no transan.

solos. Nosotros conseguíamos la ayuda en todas partes. Ahora en cambio, si viene alguien y trae, por ejemplo, cosas de almacén a eso la gente va al tiro. O si vienen y traen cosas para los niños, para comer, ahí están todos, pero si hay una reunión nadie está.

Yo no sabía ni que existía el Programa Chile Barrio. Si al principio no sabíamos de qué se trataba. Después fuimos “cachando” que nos querían ayudar con lo de la vivienda, para que saliéramos del campamento. Eso era bueno. Claro que al principio, por lo menos yo no creía que nos iba a resultar, como que lo encontraba difícil. Lo que pasa es que nunca había estado metida en esas cosas, como que no tenía experiencia en eso.

Los de Naim (ong) llegaron allá a hacerles juegos a los niños, llevaban dulces a los niños y a la vez conversaban con nosotros. Iban los días sábados niños de colegios cuicos llegaban allá a jugar, les enseñaban, los sacaban a pasear, y ahí después se armó la casa de acogida, pero yo no mandé a mi hijo, porque se suponía que era para los niños que estaban en la droga, y los hijos de uno no estaban ahí. Pero igual se portaron súper bien con los hijos de nosotros. Si he necesitado igual voy a la casa de acogida, igual voy a conversar con ellos, me conocen y me han ayudado. Ellos también hicieron ollas comunes allá, el tío Carlos también hizo ollas comunes ahí, el alcalde en ese tiempo hacía dos veces por semana y los tíos también lo hacían.

La asistente de la municipalidad también llegaba al campamento los días domingo a darle también once a los niños, les llevaba dulces, le llevaba cosas así. Por eso la conocimos. Buena persona, muy simpática, porque yo estaba embarazada y ella también estaba embarazada. Entonces ahí nos conocimos más, conversábamos de la guagüita… y ahí empezamos a hacernos más amigas. Después yo estuve trabajando en la cosecha de pimentón y le regalaba pimentón a ella, y así nos conocimos más. Incluso la última vez que vino ella ya no trabajaba por Chile Barrio, pero vino a ver a mi hijo. Y ella nos trajo a la guagüita para que las conociéramos.

Así que por el hecho de haber venido de un campamento, todo era más fácil en la municipalidad. Yo antes no sabía que uno podía optar a cursos, que podía tener algunos beneficios. Cuando estaba en el campamento, ahí conocí esos programas, las instituciones.

Yo tenía la plata, pero la sacaba, porque después quedé embarazada de mi guagua y yo no tenía plata. En las condiciones en que vivíamos allá uno no quiere que los hijos pasen necesidades, yo estaba dispuesta hasta perder la casa con tal de darle comida a mis hijos… que no les faltara nada. Yo me acuerdo que esa vez saqué sesenta mil pesos para comprarle ropita. Y después, yo le conté mi problema a la asistente social, por qué la había sacado y ella me dio los sesenta mil pesos para la libreta. De ahí yo ya no saqué nada más. Cuando vivimos en el campamento no trabajaba, juntaba de lo que me daba él (marido). Claro que a veces no más, cuando podía.

El campamento

Era bonito porque era todo más unido, pasábamos todos más juntos y a la vez también era triste cuando te preguntaban: ¿dónde vives? En tal parte…, cómo que la discriminan a uno por el hecho de vivir en campamento. Como que la gente la mira en menos a uno, o sea, eso sentía yo. Cuando uno iba al policlínico y decía: ¿A dónde vive? “En Inca de Oro al fondo, en el río… “ La gente queda mirando así como que fuéramos de otro planeta, una cosa así. Igual daba vergüenza. Ahora no, porque si preguntan ¿A dónde vives? “Santos Martínez”. Uno se siente orgullosa de donde uno vive, aunque no sea un barrio bueno, pero yo me siento orgullosa de donde vivo, porque ya no nos miran así medio raro.

No me arrepiento de haber vivido en un campamento, porque ahí nos conocimos todos, le conocimos las mañas a toda la gente, como son, como eran. Uno vive con gente que ni siquiera conocia y de repente están todos juntos. Si uno tenía un problema allá estaban todos juntos con uno, apoyándola. Y si a una de repente le faltaba algo, si le teníamos que ir a pedir a los vecinos, siempre estaban ahí ayudando. Ahora no, porque ahora no es lo mismo. Todos nos separamos, allá estábamos más juntitos, las casas estaban al ladito y acá no. Allá nos unía lo que era luchar por lo que uno quería que era la casa. Lo más importante era la casa que uno quería tener, y acá ya la tenemos. No sé qué pasó, pero ya no es lo mismo.

Yo tenía dos piezas, pero abajo era pura tierra. Casi la mayoría de las casas eran así. Había un río, me acuerdo yo, el río Guaquillo, que le llaman, ahí nos íbamos a bañar también, la pasábamos bien. Era bonito, porque lo pasábamos bien. Como que la gente nos tomaba más en cuenta; por el hecho de ser discriminados la gente nos tomaba más en cuenta, vivíamos más bonito. No teníamos comodidades, pero vivíamos bien, todos felices, como que éramos todos una familia.

La casa

Yo no trabajaba cuando vivía en el campamento, cuando llegué aquí dije: “Yo quiero tener una casa más bonita, o sea, quiero luchar para mis niños”. Y empecé a trabajar en el packing de fruta y nos compramos refrigerador, nos compramos cocina, nos compramos el equipo, el televisor, y empezamos a comprar cosas de a poquito. Ahora llevo dos años trabajando en los proyectos de empleo de la municipalidad, trabajo todos los inviernos en los proyectos. Cuando me llegó el primer bono me compré este living. Este año les compré el regalo de pascua a mis hijos, porque trabajé solamente para darles a ellos. El (pareja) se encarga de darnos de comer, la luz y el agua.

Me gusta el baño, porque donde vivíamos allá no habían baños, de repente teníamos que ir a un potrero, era desagradable. Y aquí no porque usted entra al baño y se ducha. Allá no porque para bañarse tenía que bañarse con ropa, con una manguera y aquí no porque aquí se baña como usted quiere. O sea, es distinta la vida allá a la que usted tiene aquí. Es más privada la casa también porque como eran casas de madera, esto ya es más privado.

Me gusta la plazoleta, la cancha, la sede, porque no estamos en pasaje. O sea, no tenemos vecinos frente a frente, sino estamos más libres. Entonces aquí mismo yo salgo a la plazoleta con los niños, y en cambio allá, los llevábamos para el potrero, los llevábamos para la orilla del río.

Yo creo que no importa donde usted viva total viviendo en lo suyo, no importa lo que usted esperaba, pero yo pienso que si uno sabe vivir no importa donde uno viva. Este barrio no es lo que uno deseaba, pero tiene que conformarse con lo que uno tiene no más.

Los vecinos

Aquí es poca gente que se puede contar y otra gente no se puede contar. Los fines de semana la droga, el alcohol, a veces las peleas... aquí se ve, sobre todo en estas partes que son plazoletas, los jóvenes pelean…los mismos vecinos que uno tiene son medios malitos, así que han hecho allanamiento a las casas. Andaban arriba de los techos, pillan a los delincuentes, meta balazos, pero eso ya no pasa aquí. Eso fue cuando recién nos vinimos para acá, hace tiempo que no vemos algo así. Bueno que allá en el campamento donde vivíamos también lo veíamos.

Se hacen actividades, pero la gente no están ni ahí. La verdad es que no están ni ahí con lo que pasa, porque a reunión nadie va. De repente vienen, por ejemplo, de

Prodemu a ofrecer los cursos, no van. Somos cuatro o cinco las que siempre estamos ahí y nada más. Mi hermano es el presidente aquí, les decimos que vamos a ir a inscribir a los niños para los juguetes, nadie va, nadie está dispuesto a ayudar para la población. De repente fallece alguien, mi hermano anda pidiendo una colecta, tampoco damos. O sea, de repente somos medios canallas, porque hay gente que no está ni ahí con las actividades y después, si estuviéramos en el lugar de ellos, ahí quieren que nosotros los apoyemos o estemos ahí, pero es que eso no es así. Cambió todo, todo ha cambiado del campamento a aquí.

Todos quieren trabajar para su casa, vivir ahí en su casa no más, como si fuera un palacio o algo así, pero para cahuinear (copuchar) en la esquina usted las ve todos los días en las tardes paradas, para eso son buenas. Viven pendientes de la vida de los demás, acaso usted sale, acaso usted llega, a qué hora sale, así…Antes igual existía el cahuineo, pero nunca tanto como ahora. Así que cada uno vive su metro cuadrado no más.

La participación

Yo soy la presidenta del centro de padres del jardín infantil y cuando mi hermano (presidente de la junta de vecinos) necesita ayuda, igual ando metida en todas. Para los juguetes, hasta las once de la noche por ahí caminando; si hay que pedir colecta igual voy, siempre ayudando. En el jardín igual, de repente paso todo el día en el jardín. Me gusta lo que hago, ayudar…que ayudando a la tía, que averiguando esto, averiguando esto otro. Aparte que he conocido también por el jardín, así que me ha gustado, he conocido gente.

Lo que hacemos es luchar por el jardín infantil, cuando nosotros llegamos a ese jardín no tenían juegos. Ahora usted ve, tienen juegos. Con las personas más altas, siempre andamos pidiéndoles ayuda, ya los tenemos aburridos, pero igual nos cooperan, igual están ahí con nosotros. Este año que pasó nos fue mejor que todos los otros años, porque para la fiesta de la primavera participamos en el carro alegórico, sacamos el segundo lugar. Después nos llegó una subvención de la municipalidad de quinientos mil pesos. Le compramos un televisor, un video-grabador para que los niños vean videos, muebles…y así compramos cosas.

Conocemos a tanta gente que ya se me olvidan los nombres: diputados, el alcalde, los encargados, el gobernador, las asistentes… hemos ido a todas partes.

El alcalde

Ahora en marzo se inscriben los niños en la municipalidad para el familiar porque es más seguro, porque de repente puedes quedar sin trabajo y ya no tienen…yo prefiero en la municipalidad porque usted lo tiene todo el tiempo, o sea, cuando usted pierda el trabajo…la última vez que recibí fueron diez mil y tantos, porque conseguí hasta el familiar mío, por ser mamá soltera me daban el mío. Recibía el mío y el de mis dos hijos.

La municipalidad tiene que atendernos mejor, una atención mejor. Y que nos den el subsidio del agua, de los familiares, que no los quiten, porque no es mucha plata, pero es un apoyo que tiene uno. Pero la asistencia social… es pesadita. En la municipalidad no nos tratan dignamente. Siempre nos tratan… como somos pobres nos tratan como que ese viene a molestar, que vienen a hacer aquí… Entonces no, o sea, somos todos iguales…porque ellas tienen un título (profesional) nos humillan. No lo dicen directamente, pero con la manera de expresarse con uno lo demuestran. Las asistentes sociales son así… a veces las secretarias. Es que son con ellas con las que uno tiene que hablar casi siempre.

A la municipalidad voy por el jardín, voy de repente a firmar papeles, que cuando necesitamos pintura, nos conseguimos pintura con el alcalde. Que tenemos que conseguirnos un camión para sacar la basura…pero cuando se trata de uno la tratan mal. Si voy como presidenta del jardín infantil me tratan súper bien, “señora Johana cómo le va…” Es así, porque usted no anda en lo suyo. Por ejemplo, si uno va a pedir mercadería para uno mismo, no me darían, he ido y no me han dado. Pero hay gente que aquí va y le dan. La otra vez yo fui porque no les tenía leche a mis hijos. Yo no le pedí más que leche, me dijo “pídale al papá que le dé”, esa fue la contestación que me dio.

No es como la asistente del alcalde, ella es súper buena. La otra vez fui a hablar con la asistente porque en ese tiempo estaba pobre y me dijo que no, que no estaban dando cosas. Y ahí fui a hablar con el alcalde y él bajó conmigo y le preguntó que por qué no le han dado. Ella le dijo “porque no habían cosas”. Y él le dice “cómo que no, si las cosas llegaron ayer, cómo no le dieron, -le dijo- a parte que es para un niñito que está en el hospital, no es para ella.” Me dieron toalla, un cepillo, jabón de glicerina y útiles de aseo para el hospital. Y ahí ella le dijo que no tenía, entonces el alcalde le dijo “si no tienen manda a comprar”. Esa fue la contestación que le dio el alcalde, como él también me conoce. O sea, con el alcalde uno consigue todo, yo por lo menos consigo todo con él, porque lo conozco.

De repente voy y me lo topo por el pasillo; es fácil porque uno ya sabe a qué hora llega. Entonces uno siempre lo encuentra en el pasillo y de pasada habla con él y ahí se consigue todo. Al alcalde lo conocíamos de antes, cuando era concejal y llevaba para hacer ollas comunes en el campamento, en el tiempo que no había trabajo. El quería ser alcalde, y llevaba cosas para que nosotros mismos cocináramos.

El diputado

El diputadoTapia él era el que estaba en la cuestión de las casas, él era el que daba las casas. Mi hermana nos presentó allá en el campamento al diputado, incluso andaba con don Sergio Correa de la Cerda. A todos nos dijeron que teníamos una reunión y fuimos a su oficina. Mi hermana consiguió esa reunión de las casas… que cuanta plata teníamos que tener, qué papeles teníamos que tener, todo eso.

Y ahí dijo que era diputado y que nos quería ayudar, y empezó también a hacer ollas comunes. Después, cuando hacíamos ollas comunes, él iba a almorzar a la casa de cualquier persona, con nosotros, igual que cualquier persona en la casa de uno. Cuando hacíamos el almuerzo él iba para allá a almorzar con nosotros. Era bueno, porque era una ayuda para nosotros… con tanta conversación yo creo que nos ayudó, porque yo creo que una conversación con los más grandes también ayuda. Nos decía que iba a hablar con la gobernación para que no nos dejaran afuera y… no sé si habrá hablado con el gobernador, pero el hecho es que igual tenemos la casa. Era una buena persona, no tengo nada que decir de él. Conmigo ha sido bueno, me atiende. Cuando me ve me saluda, me dice ¿Johana, cómo estas? Conmigo, por lo menos, siempre ha sido respetuoso. Pero yo creo que la ayuda depende más de las asistentes sociales, porque ellas son las que deciden si van a ayudar o no. Yo creo que depende de la voluntad de las personas.

Es buena persona en todo caso, trata bien a la gente. Por el jardín le he pedido para la navidad dulces para los niños, para hacer una fiesta a los niños. Le pedí regalos cuando hicimos un concurso, rifa, también nos dio porque siempre los diputados ayudan a las instituciones como el jardín, el colegio, siempre ayudan, por eso nos dirigimos a él. La misma directora del jardín nos pidió que fuéramos. Tuvimos que mandar una carta y… siempre está apoyándonos, ayudándonos.

En la municipalidad, también por ir a pedir cosas por los niños para el jardín he conocido a otros diputados; buenas personas, porque cuando les hemos pedido ayuda también nos han ayudado.

El gobernador y el trabajo

Al programa de empleo yo llegué porque la secretaria de la gobernación vino a inscribir gente aquí para trabajar, pero yo no sabía para qué lo que era. Me inscribió y yo fui. Y en ese tiempo me mandaron a trabajar a la escuela de San Ramón de ayudante de cocina. Y a parte que nos iban a hacer un curso de capacitación de manipulación de alimentos. Dijeron curso y a mí como me gustan los cursos. Eran dos cosas, así que, así como llegué a esos pro-empleos. De este campamento fui yo la única que fui, nadie más quiso ir. Se inscribieron, pero no fueron. A mi no me conocían, es suerte. Es que uno tiene que decir yo vivo sola, tengo dos hijos… Tiene que mentir para que puedan darte trabajo, porque si no, no te dan.

Al gobernador lo conocimos por estas reuniones del programa Pro-empleo… la primera vez que llegamos decía que él era el gobernador. Aunque no teníamos mucha confianza, de repente me llega a dar vergüenza tratar tantas cosas con ellos, pero igual hemos conversado hartas cosas, cosas del jardín, también porque hemos tenido reuniones con él allá en la gobernación. A veces lo pillo en la escalera, siempre está. Cuando viene siempre nos saluda porque como ya nos conoce ya saluda. Y yo digo si acaso puedo conversar con él, y conversamos de lo que sea, o sea, si son problemas del jardín igual me ayuda, si son problemas míos igual me ayuda.

Cuando vivíamos en el campamento, teníamos una reunión con el gobernador aquí en la sede, y estaba la secretaria de la asistente social y dijo que iba a hacer un curso de cocina. Nos preguntó a quién le interesaba hacer ese curso y yo le digo yo. Me pidió los datos, pero no era por interés de estudiar porque dije yo qué saco con estudiar a esta edad. Al tiempo después me van a ver al campamento, la secretaria del programa Mujeres Jefas de Hogar. Ella me explicó en qué consistía: Sabe –me dijo- usted está inscrita en las mujeres jefas de hogar, usted va a tener todo el apoyo que usted quiera. Hasta qué curso llegué, me preguntó. Yo le dije tengo tercero básico, y ella me dijo si acaso me gustaría estudiar y yo le dije que sí. Saqué mi cuarto medio, me hicieron cursos de capacitación, me arreglaron mi dentadura, he visto médico, psicólogo, todo eso. Para navidad me regalaron una canastita con mercadería.

Tengo también un curso de aseo industrial, eso lo dieron por la municipalidad, por las mujeres jefas de Hogar. Y hice un curso de manipulación de alimentos, hice un curso de control de calidad en huertos y frutales. Y ahora nos hicieron un curso de enfermera. No me gustó. Estaba de ayudante de paramédico. No me gustó el hospital… Era obligación que teníamos que hacer, por el trabajo que teníamos.

Me sirvió harto ese programa de Jefas de Hogar, porque conocí gente que no conocía, conocí partes que no conocía cuando estaba estudiando. Y lo importante es que aprendí, porque teniendo su cuarto medio ya se siente otra persona, no se siente tan ignorante como cuando le dicen que uno es analfabeta, ahora uno se siente superior a los demás. Porque aunque íbamos a entrar al pro-empleo, si usted no tenía un curso usted no podía entrar a trabajar al hospital. Si usted no sabía escribir no la ponían donde usted iba a trabajar, trabajaban haciendo aseo, y yo nunca trabajé haciendo aseo. A mi me miraron como una persona más del grupo de ahí del hospital. O sea, uno se siente bien. Para un buen trabajo… primero que nada la presencia, porque si va así “picante” (mal vestida) no la pescan. Un buen estudio, y… hay que tener simpatía para entrar ahí, porque sí no…. personalidad. Si donde usted vaya: “¿Hasta qué curso llegaste?” Si usted no tiene 4º medio sonaste, porque a mí me ha pasado, antes me pasaba.

La caridad

El Hogar de Cristo qué no ha hecho por nosotros. También es otra institución que a nosotros nos apoyó harto, que nos daba todos los días alimentación, y cuando tocamos estas casas ellos nos regalaron una mediagua. Ahora, que tenemos como vivir y vivimos bien, no es mucho lo que se gana, pero le alcanza para sobrevivir, hay que darle la oportunidad a la gente que realmente lo necesita.

La señora Inés, la visitadora del policlinico, ahora, para la navidad, le hicieron una once a los niños, le trajeron regalitos. Siempre vienen para la navidad a misionar las casas con los niños de la iglesia de La Merced. Y en las casas que misionan les dan de regalo una canasta familiar. Pero no a todas, a algunas casas. Por los menos a mi nunca me ha tocado que me misionen, pero a las demás chiquillas si; yo nunca estoy aquí, como yo trabajo no estoy en mi casa. Con ella conversamos igual, nos saludamos… no es tanta la confianza, pero siempre cuando necesito algo, un favor de ella, por ejemplo, hora para un médico, siempre me la consigue. La última vez que fui estuvimos conversando, me dijo que me porte bien. Y a parte sirve como sicóloga porque da muy buenos consejos. Cuando traté de matarme ella me ayudó, cuando me tomé unas pastillas hace como diez meses cuando mi marido se fue. Y me llevó al médico, es buena persona, tiene buen corazón. El trato es súper bueno. Al final todos los que nos han ayudado son súper buenas personas porque ellos sin interés nos ayudaron a todos.

Mi hijo mayor está apadrinado en La Fundación Children. Mi hermana menor estaba apadrinada. Entonces, mi mamá me llevó a donde tenía que hablar, y me inscribió a mi hijo. Y después llegó un papel a la casa donde que mi hijo estaba aceptado, que un padrino lo había aceptado. Y de ahí que mi hijo está apadrinado. Ahora recibió para navidad una toalla de playa, una mochila, recibió un jabón, peineta, cepillo y pasta de dientes. Para el colegio le llegan cuadernos, zapatos nuevos, una camisa.... Y a mitad de año le llegaron dos frazadas. Y el año pasado le llegaron ollas, sartén, cucharon, o sea, siempre están mandando a mí o al niño. No le digo que todos los meses, pero son como tres veces al año, para la navidad, para entrar al colegio y a mitad de año. Tienen médico particular y dentista gratis. Claro, de repente si uno tiene piojos, usted lo lleva y les dice mi hijo tiene piojos, se lo compran el shampoo. Si el niño está muy enfermo y usted no tiene plata en el momento para comprar una receta , por lo más cara que sea, allá se la compran. O sea, ni pariente con lo que uno va al consultorio porque no es lo mismo. La otra vez mi hijo casi se me muere y nadie hizo nada por él en el consultorio. Y en el hospital para que la puedan atender, tiene que tener un pituto (contacto). Eso lo tengo más que claro, o sea, si usted tiene amistades todo

funciona bien.

Este es el relato de Johana de Curicó; así como ella otros quince pobladores más, comparten su historia de pobreza y activa

participación en los programas del Estado. De este universo de entrevistados, la mayoría ha tenido puestos de dirigencia ya sea en la junta de vecinos, el comité de vecinos, el centro de padres… En todos ellos encontramos un discurso sobre una identidad que apela a un “nosotros”, que se construye en parte, desde la experiencia de vivir la pobreza en colectividad, pero también de saber que ese “nosotros” es lo que posibilita hacerse visible frente al Estado y sus programas sociales. Muchos de estos pobladores provienen de campamentos y obtuvieron sus viviendas participando de manera organizada en los programas sociales. Salvo Belinda y Elisabeth, ambas dirigentes, quienes lograron sus casas por gestiones personales y mecanismos claramente clientelares.

Las trayectorias de vida de estos pobladores, no se diferencian mucho de otras analizadas en nuestro universo de estudio. Aunque estas historias no son de extrema

1. Presentación

marginalidad, ellas dan cuenta también de una socialización de fuerte abandono y escasos espacios de protección. La ausencia de un núcleo familiar protector es un rasgo común a todos ellos. Ana de Maipú, emocionada cuenta su infancia sin amigos, sin padre, pero en la casa grande de sus patrones que la educaron y la vistieron como si hubiese sido su hija. Hoy vive extremadamente pobre:

Ana, 51 años, enseñanza media incompleta, dos hijos estudiantes, empleada doméstica, siempre ha participado en organizaciones de vecinos, actualmente es la delegada de su edificio, su marido recoge cartones y desechos para venderlos, obtuvieron su casa por programa participativo, Maipú: “Yo vivo soñando con esa casa de los patrones en el sur, siempre vuelvo a mi infancia. Es que lo pasé muy bien yo, ahí yo tuve de todo, pero lo que nunca pudo es llenar el vacío de la mamá y del papá, yo ni siquiera estoy reconocida por mi papá. Me pusieron el apellido los patrones porque el colegio era un colegio de monjas, era pagado y ahí había que llevar los dos apellidos… Ellos (los dueños de casa) se iban a dormir la siesta y mientras ellos dormían yo me bañaba en el estanque; pero ahí no tuve yo amigas, no me permitieron tener amigas porque ellos eran reacios a meter a cualquier persona para adentro… pero a los 18 años la señora se enfermó y ya tuve que partir… Irme a la casa de mi mamá fue un cambio bien brusco en todo caso…ya no hubo nadie que pusiera el capital para estudiar..., mi mamá nunca me ayudó para nada, nunca puso un peso. Por eso le digo, yo me críe con una familia extraña, o sea, no con mi familia.”

Sin embargo, a pesar de estas historias de abandono y maltrato, muchos de ellos, en especial dirigentes, reconocen una socialización temprana en la organización y la familiaridad con un mundo más amplio que el entorno cercano. Este “adiestramiento” en el trabajo dirigencial y el trato con “otros” (no pobres) les permite explicar la facilidad con la que hoy día se mueven en las gestiones de intermediación y en las actividades que vinculan a la comunidad con el Estado. Estos mediadores, como diría Geertz (1983), están aquí y están allí, y aunque comparten su pertenencia de clase social con el resto de los pobladores, ellos poseen un “capital social” y de recursos derivados de las conexiones con ciertos grupos o redes de contactos, que los distingue claramente del resto de la comunidad.

Jocelyn, 40 años, tres hijos entre 15 y 8 años, microempresaria, dirigente de la villa, casada, marido obrero de la construcción, la municipalidad la demandó judicialmente por gastar el dinero de un proyecto para la comunidad, Cerro Navia: “Un tiempo viví con mis padres, pero mucho tiempo viví interna…también vengo de campamento, por lo tanto sé lo que es la vida del campamento... No soy de las personas, que se pueda decir que vengo de una vida donde todo se me dio fácil. Desde que tengo uso de razón empecé a trabajar de niñera, a los siete años; dejé de estudiar a los nueve años. Pero siempre me relacioné con una manera de pensar productiva, por así decirlo. Trabajé en casas de asistentes sociales, de abogados y de jueces en Talca. Yo toda mi infancia la tuve en el campamento, prácticamente del orfanatorio pasé al campamento, y del campamento al internado, y del internado me arranqué y llegué aquí a Santiago…no me gustaba la manera de tratar.”

Claudia, 32 años, trabaja en cosas varias, separada, una hija, tiene experiencia como dirigente y participación en cursos que no le han servido para encontrar trabajo, Cerro Navia: “Ya he participado organizando a la gente, yo creo que saqué el don de mi mamá, mi mamá igual alega, pero es muy metida. Mi mamá siempre fue la delegada de su manzana, siempre fue la presidenta del curso de nosotros y fue la tesorera por nueve años del Centro de Padres del colegio. Entonces nosotros nos acostumbramos a ese sistema de ver a la mamá, a reunión que iba yo escuchaba que alegaban, que hacían un montón de cosas y me fui acostumbrando a ese cuento y fíjate que en mi familia son todos bien metidos en esas cosas.”

Como en todas las historias de pobreza, existe una diversidad de arreglos para sobrevivir, desde la dependencia de los maridos en el caso de las mujeres (incluso estando separadas) hasta la participación en programas de empleo, y en menor número la utilización de fondos sociales para las necesidades familiares. Todas estas familias se encuentran atrasadas en el pago de sus dividendos, no solamente porque los ingresos siguen siendo igualmente precarios que cuando se vivía en el campamento, sino también porque el costo de la vida les ha aumentado enormemente

desde que obtuvieron su vivienda. El trabajo o la falta de trabajo, su inestabilidad y fuerte precariedad es una constante en estas trayectorias de vida. Como un trabajador “canapé” (pequeño sándwich) se define Javier, es decir, un trabajador que pueden ajustarse a cualquier situación con tal de tener un ingreso para sobrevivir. La trayectoria laboral que él describe, bien podría corresponder a cualquier otro de los entrevistados:

Javier, 29 años, enseñanza básica completa, obrero de la construcción, presidente de la Junta de vecinos, casado, dos hijos estudiando, Curicó:“Bueno yo soy como prácticamente un trabajador, como le dijera, canapé, porque voy a todas. Por ejemplo, yo le hago a todo, le hago a la construcción, le hago de jefe de obra, de colectivero, de auxiliar de buses, le hago de distintos tipos de trabajo, donde haya trabajo yo trabajo. Si estoy mal hoy día de trabajo el día de mañana ... yo voy a cosechar tomates, voy a cortar uvas en la temporada, voy a cortar peras, manzana, voy a lo que hay. El que más ha dado plata es la construcción, pero sacrificado, bueno que todo trabajo es sacrificado. No hay ninguno que no sea sacrificado, porque uno donde vaya se expone al sol, es sacrificado. Por ejemplo, de aquí caminando diez cuadras ya es sacrificado, porque uno tiene que irse a pie para llegar a un trabajo, allá llega cansado a trabajar, es sacrificado todo lo que uno haga.”

Vivir en un campamento fue para todos ellos una estrategia para escapar a las humillaciones propias al que vive como allegado en “casa ajena”; pero también una estrategia para poder obtener sus viviendas; una manera de hacerse visibles ante el Estado y también de poder ahorrar dinero.

En estas historias todos recuerdan el momento o la situación en la cual descubren y/o son descubiertos por el Estado. Es en la condición de “sin casa” que todos comprenden que el Estado, sus programas e incluso los políticos pueden constituir un campo fecundo para el acceso a los bienes y servicios que todos necesitan; siempre y cuando esa demanda se realice desde un “nosotros” colectivo.

Juana, Curicó: “ Cuando estábamos en el campamento la idea de tener una casa propia no existía. En la mente nuestra todavía no existía, o sea, de hecho nosotros pensábamos que nos íbamos a quedar ahí para siempre, pero un día llegó a una reunión de campamento, porque todos los meses se hacía una reunión y llegó Don Guillermo Figueroa. Era el Ministro de Fe de la municipalidad. Llegó a hacernos una reunión, y él nos decía ese día que bien organizados podíamos sacar una vivienda mejor, que podíamos estar mejor. Nosotros le decíamos que no se podía, que nosotros no hallábamos quién nos apoyara, quién nos ayudara.”

Una vez obtenidas las viviendas, el vínculo con el Estado tenderá a permanecer, aunque para muchos la llegada a la nueva villa les ha significado empobrecer y descubrir incluso que existe una pobreza aún más dura que la propia. A diferencia de otros pobladores que perciben que el Estado los ha abandonado, estos por el contrario, lograrán seguir siendo sujetos de ayuda aún después de recibir sus viviendas. Es en este momento también que se consolida la reivindicación de un “nosotros los pobres” y la construcción de un vínculo con el Estado al que se pide protección y resguardo.

2. El modelo del contrato

La percepción de marginalidad y pobreza está presente entre todos ellos, pero siempre como una condición que afecta a la colectividad en su conjunto. Es desde esa condición – nosotros habitantes de villa, cesantes, pobres… - que se exige y revindica el derecho a la ayuda y el reconocimiento estatal. La comunidad organizada y solidaria es un principio central en la relación que se desea construir con los agentes del Estado. Este “nosotros pobres” da cuenta así de una identidad que requiere de ayuda y protección pública para poder existir; una comunidad construida mirando

hacia el Estado, un nosotros “para” el Estado y sus políticas. Identidad colectiva que

se cuida y resguarda con objeto de obtener los bienes y servicios ofrecidos por el

Estado y “los de arriba”, como dice una pobladora.

Jorge, Cerro Navia: “Los proyectos sociales tienen que ser de una cantidad de gente, lo que sea individual hay que olvidarse. Y si además se va al Estado con un pituto (contacto) te ayudan inmediatamente. Existe mucho abuso de poder, aprovechamiento de poder, y que es lo que pasa, nosotros como ciudadanos, tenemos que estar aguantando todas las estupideces a los que tienen el poder.”

Saben que solo organizados podrán hacerse visibles al Estado y acceder a los programas y proyectos ofertados por los agentes municipales, los políticos y los intermediarios. Mantener esta comunidad entre los mismos pobres es percibido como una condición esencial para la superación de la situación de pobreza y exclusión. A diferencia de aquellos pobladores que conciben la organización y la solidaridad como una tarea de la comunidad, para estos habitantes de villa, los agentes de políticas sociales tienen también un papel que cumplir en la construcción y resguardo de este “nosotros”.

Elisabeth, Cerro Navia: “La asistente social tiene que venir para acá porque hay harto problema, porque vamos a necesitar harto apoyo en lo que es tratar de unir la gente y que entiendan que no somos enemigos, que todos tenemos que trabajar juntos, va a costar.”

Para estos pobladores existe una deuda social con los que siempre han sido pobres, y que exige que el Estado asuma su responsabilidad sin hacer otra distinción más que la necesidad de cada uno. Una ayuda que debe ser permanente y receptiva a la demanda de este “nosotros pobres”. La institución más indicada para asumir este deber es la municipalidad, institución local que debería estar siempre cerca:

Javier, Curicó: “La labor de la municipalidad debería ser preocuparse más del sector, de tener mas contacto con la gente de escasos recursos, que realmente se necesita del municipio y el municipio no esta; ese seria un punto que la municipalidad hiciera por acá por el sector, no solamente por mi familia, por todos en común, se preocupara por todos y por igual , de ver la calidad, de cuando uno los necesita ellos estén ahí , no hacer puras promesas, que de repente dicen ya estamos, vamos a ir , vamos ha ir mañana, pasado. No, se requiere que estén siempre y lo atiendan como corresponde y tratar de ayudar a todos por igual, no a uno.”

Aun cuando la municipalidad y el alcalde son señalados como los principales responsables de cumplir con este principio de ayuda a los más pobres, se reconoce que los recursos a menudo no bajan desde el nivel central al local. El Estado desconoce y olvida a los más pobres ahorrándose los recursos destinados a pagar mejores “remuneraciones de los asistente, de los consultorios, de los hospitales…” para que el trato hacia los más pobres sea mejor y más eficiente.

Ana, Maipú: “Aquí es uno de los pocos países que no ayuda a su gente; los otros países ayudan a su gente, ya sea en la salud o en la educación. En eso el gobierno no ha hecho nada. Entonces ¿porque si el Estado toma el modelo en cuanto al comercio, toma el modelo en cuanto a otras cosas, porque no toma el modelo también de que debiera hacerse cargo el 100% de su gente?”

¿Qué piden finalmente que el Estado les entregue? Todo. Todo lo que ellos necesitan para superar su condición de pobreza: vivienda, educación, salud, alimento, organización… pero por sobre todo, trabajo. Como dice Susana, al Estado se le debe exigir todo “porque hemos sido gente pobre toda la vida”. Entre estos pobladores existe una noción de deuda social en el nombre de la cual se pide, se exige y se usa la ayuda estatal.

Susana, Cerro Navia: “Yo pienso que el municipio debería tenerme un trabajo estable. A mí me ayudarían aquí dándome pega, y… recreación. Pueden ser paseos para que toda la gente se una, ponte tu antes la municipalidad hacía paseos ahora porque piensan que tenemos casa creen que somos millonarios, pero tú más deudas tienes. Menos puedes salir, más pagas, todo

eso. Yo pienso que el gobierno debería regalarnos las casas (risas), la pulenta (lo mejor). Porque hemos sido gente pobre toda la vida y para que vivamos medias relajadas ahora. Para que podamos arreglar nuestras casas o comprar los muebles, darnos algún gustito…yo me saco la cresta trabajando.”

Las dificultades que se reconocen en la relación con el Estado son muchas, pero la principal crítica es hacia la evidente retirada del Estado y la disminución de los subsidios después de recibir sus viviendas. Los pobladores perciben que a pesar de la pobreza y la precariedad de sus ingresos, el Estado los abandona.

Gregoria, Cerro Navia: “Ahora que me van a quitar el familiar yo fui a hablar a la Municipalidad, pero me dijeron que no podían hacer nada porque es una orden del presidente. Entonces, yo pienso, que el presidente cree que porque tenemos esta casa estamos súper bien. Si es la pura casa que tenemos, no tenemos nada más y no nos hemos superado en nada, y como está el país, con tanta pobreza y nos quitan el familiar…y ese familiar servía de mucho porque uno pagaba el agua y la luz con eso, que le compraba cualquier cosa a los niños, muchas veces servía para comer también y ahora lo van a quitar.”

Al Estado se le invoca, en nombre del principio de protección y ayuda a los más pobres, a constituirse como empleador y generador de trabajo, estable y remunerado. Porque el mercado es injusto, miente y los excluye, es el Estado al que se interpela para que asuma esta función o al menos los vincule a mejores fuentes laborales.

Ana, Maipú: “La municipalidad por ejemplo, debiera tener personas a cargo de los jardines y tanta cosa que hay. Aquí mismo en esta villa hay mucha gente que esta cesante y aquí hay varias placitas. Darle la oportunidad a la gente que está cesante aquí mismo en la población, que se encarguen de la limpieza de la población, de las plazas de la población. Darles trabajo aunque no importa que les paguen el mínimo, pero la cuestión es que nos den ese trabajo.”

Los dirigentes barriales, en general con mejores niveles de educación que el resto de los pobladores, pero también con mayores habilidades para hacerse de contactos diversos, serán los principales defensores de este modelo de Estado protector de la comunidad. Sin embargo, es un reclamo frecuente que, entre quienes adhieren a este modelo del contrato, tienden a construirse relaciones clientelares entre los dirigentes vecinales y el Estado. Clientelismo que divide a la comunidad, pues junto con dejar a muchos afuera, beneficia a los más cercanos, a los familiares y a los amigos de estos mismos dirigentes. Ciertamente, en un modelo de política social, donde lo central es la oferta a la demanda a través de proyectos, concursos…es decir, la competencia, el campo queda abierto para que en estos contextos de pobreza y desigualdad social aflore el clientelismo. Los dirigentes serán los que más explícitamente reivindicarán, en nombre de este “nosotros”, que alcaldes y políticos cumplan con aquellos pobres que votaron y confiaron en sus promesas. Aunque, como señala Rosa, dirigente vecinal:”Usted sabe que los gobiernos prometen y no cumplen, nunca”.

Javier, presidente Junta de Vecinos, Curicó: “El alcalde debería preocuparse más de acá, aquí igual lo apoyaron harto para que saliera como alcalde y se ha despreocupado, ha dejado de lado a la gente que lo ayudó para que saliera y eso no debería de ser. El igual debería preocuparse de las poblaciones donde consiguió los votos, con los que necesitan y no solamente con la gente que tenga una situación superior a uno; el debería acordarse de que hay personas pobres, que a través de las personas pobres son los votos que ellos consiguen para ser lo que son. Sino fuera por la gente no son lo que son, el no estaría de alcalde sino de concejal. Ese sería un tema que el municipio debería preocuparse de los de escasos recursos, por lo menos el alcalde, dar más a las poblaciones más humildes.”

3. Las tensiones identitarias

Todos estos pobladores comparten el reconocimiento del papel que el Estado, el municipio, los diputados, los senadores… “los de arriba”, cumplieron en la

consolidación de sus identidades. El subsidio público, la ayuda del diputado, el apoyo de la asistente social, la “paleteada” de la alcaldesa… gatilla siempre cambios, transformaciones y readecuaciones en la imagen de si mismo. Como dicen varias pobladoras, “ahora somos dueños y señores”; “acá a mi hija nadie me la va a humillar”, y por sobre todo, cambia el estilo de vida, “vivimos más decentes”.

Juana pobladora de Curicó, aún recuerda que cuando vivían en el campamento los pobladores les decían “la casa de las chancheras, por la falta de higiene, no teníamos como lavarnos.” Así era como los reconocían en el entorno y “a nosotros nos parecía mal, nos ofendíamos”, dice Juana. Con la llegada del Estado y las autoridades y la obtención de la vivienda propia la vida les cambió: “Nació una persona y se la destinaron a buenos padres una cosa así, para mi fue eso la casa.”

Javier, dirigente, Curicó: “El cambio 100% más creativo, creo yo, porque vivir en un campamento y después llegar a un sector poblacional, cambia la imagen de lo que es uno. Porque nosotros vivíamos en un campamento era como estuviéramos en un potrero prácticamente, al margen de un sector poblacional. Nosotros vivíamos atrás de una población, botados, no teníamos contacto con la gente de una población.¡Nada! En cambio al vivir en una población es mas recreación, conocer más gente, compartir con gente que a lo mejor nunca pensaba conocer. Cambia la vida al conocer nuevos vecinos.”

La ayuda, el subsidio, la gestión para el acceso de nuevos recursos siempre remueve la mirada sobre si mismo y el entorno. Esto es válido para todos los pobladores y villas aquí estudiadas. Para quien ha vivido siempre en espacios ajenos y con la amenaza permanente de ser expulsado, la obtención de una vivienda marca un cambio esencial en sus vidas e identidades. Y ello no puede sino generar un gran orgullo, como dice una pobladora, una gran satisfacción consigo mismo, la percepción de que “me la pude”, “salí adelante…” es recurrente en estos relatos.

En el caso de las mujeres, la seguridad y el poder que ellas adquieren al recibir las viviendas a su nombre, les permitirá incluso romper con la relación de sumisión y dependencia hacia sus parejas; al punto que en varios casos ellas deciden separarse, vivir solas junto a sus hijos y dejar de ser niñas, como dice Elisabeth:

Elisabeth, dirigente, Cerro Navia: “Participo desde que entró mi hijo a la escuela, lo que pasa es que cuando era chica (estaba casada) no me dejaban participar en nada. Entonces ahora como estoy sola y nadie me manda aprovecho, aprovecho de hacer todo lo que me gusta, aprovecho de ayudar y ver lo que pueda salir.”

Edilia, Cerro Navia: “Todas estas cosas son mías no más, no tengo nada que decir “mi marido me dejo esto”, no, todo es mío, con mi esfuerzo.”

Los modelos identitarios de estos pobladores que se esfuerzan por salir de la pobreza de manera colectiva, pero mirando siempre hacia el Estado, no son sin embargo, homogéneos entre si.

Pobreza y dignidad: Por una parte están aquellos que a pesar de las fuertes transformaciones en sus condiciones de vida, siguen definiéndose fundamentalmente como pobres “Yo soy pobre y siempre lo seré” dice una pobladora, como respuesta a la evidencia que salir de la pobreza es difícil o imposible, y también como una reafirmación de un pasado que se lleva con orgullo y no menos sufrimiento. “Yo soy pobre, pero digno, solidario…”, una identidad de la carencia, pero también del reconocimiento de los valores que en esa misma pobreza los acompañan y resguardan de caer en la absoluta marginalidad.

Marcela, Cerro Navia: “Mi vida cambio harto con la casa... Sabe yo nunca me he avergonzado de decir que soy pobre, porque aunque yo tenga esta casa yo soy pobre, porque si no me alcanza para comer, sino me alcanza para esto, para esto otro, es porque soy pobre, aunque

tenga la casa, porque no me puedo comer la casa, no puedo sacarle un pedacito. Pero esto es para los niños más que nada.”

Ana, Maipú: “Aquí hay personas honradas, pobres pero honradas. Pero así también hay un grupito que ha dejado mal el nombre de esta villa. Porque han ido a los supermercados a estirar la mano y entonces, cuando uno habla de la Villa San Arturo, les llega a tiritar el alma; pero uno le dice: No, yo no soy de esas personas, yo soy una persona decente; decente y honrada.”

En estos modelos identitarios de marginalidad y dignidad, las tensiones son muchas…pero la principal dice relación con el miedo de volver a caer en la miseria, en el volver a “quedar botado”; en perder los escasos bienes ganados en su relación con el Estado. Dejar de ser reconocido por el Estado y perder su protección, al punto de retroceder… de no poder sostener lo que se ha avanzado. Porque entre ellos existe la certitud, que sin Estado… no hay como sostener lo poco que se ha obtenido con esfuerzo y organización. La percepción de vulnerabilidad está en cada uno de estos relatos:

Susana, Cerro Navia:” El pobre se aburre de sufrir tanto, sabe que a mí me han dado hasta ganas de matarme por desesperada… Porque yo todos los días:¿Que hago?¿Me irán a echar de aquí, me irán a echar? Porque viví tantos años en un campamento para llegar a andar botada de nuevo… no me gustaría. Yo en el campamento fui súper feliz, no tengo nada que decir, pero no me gustaría andar así, porque van a decir: “Todo lo que luchaste por tu casa y ahora andas botada”.

El modelo del contrato social se ha construido en buena parte desde esta tensión identitaria, de esta evidencia que la organización se construye sobre la base de una identidad de asistido. Como veremos más adelante, al Estado por tanto más vale tenerlo de aliado, de amigo, de patrón, pero jamás de enemigo. Estas son pequeñas y vulnerables sociedades que no pueden sino pensarse con el Estado, jamás contra Él (con mayúscula), usando la vieja fórmula de Pierre Clastres.

Movilidad y poder: Entre los dirigentes tiende a predominar un modelo identitario donde se combinan estratégicamente la solidaridad, la aspiración a la movilidad y el poder sobre los suyos. En este modelo identitario la aspiración a la movilidad social está muy presente, una movilidad individual, pero que se sabe requiere de los otros, de la comunidad. Movilidad social y poder sobre la comunidad, son rasgos identitarios que distinguen a muchos de estos mediadores y dirigentes poblacionales. Dirigentes que como veremos posteriormente, no sólo ejercitan la dominación en virtud de su posición en la comunidad, sino que también proponen e intentan enseñar las “buenas” maneras de resolver los problemas de la vida cotidiana y pública.

Belinda, dirigente, Curicó: “Cuando a uno lo eligen de dirigente, uno dice...tendré que servir al pueblo como se dice...Entrando al barco uno aprende a navegar, es muy complicado, es muy ajetreado, es que son muchas paredes. Bueno, uno es elegido por el pueblo no es que uno quiera serlo. Yo era pobladora antes, yo llegue acá siendo pobladora... iba a las reuniones…había una directiva… la verdad de las cosas, no me gusta desmerecer a nadie, eran puras peleas, nunca hicieron nada. Mientras que en mi presidencia yo he hecho la sede, yo gané un fondo por Fosis, yo gané un fondo municipal… yo renuncié (por fondos no rendidos)… pero la gente me volvió a reelegir de nuevo, porque yo no quería seguir trabajando por la población, porque la gente igual es bruta, igual es testaruda, entonces cuesta...”

Pasar de ser un vecino más a un dirigente tiene muchas compensaciones, además de las materiales, a menudo significa simplemente dejar de ser un poblador más y comenzar a existir, a ser visible:

Javier, Curicó: “Yo no tenía ningún contacto de nada yo era uno más del montón no más, así que no tenía nada. Si yo era un vecino más, no más. Yo tampoco era dirigente, yo no era nadie, era un vecino no más.”

En este modelo identitario las tensiones son muchas. ¿Como surgir, como poder irse de esta villa y conservar el acceso a los recursos y vínculos que confiere el hecho de pertenecer a la villa? ¿Como distinguirse de la pobreza, autorrealizarse, sin cortar los vínculos con quienes le asignan la autoridad para guiarlos y representarlos? ¿Cómo surgir y salir de la pobreza sin tener que romper con aquellos con quienes intercambio votos por favores? Compleja tensión entre la obediencia a si mismo, la colectividad y el poder de los “de arriba”. Más aún cuando es justamente la pertenencia a esta comunidad de pobres, “los de abajo”, lo que facilita el acceso a vínculos y recursos de los “de arriba”. La comunidad, sus votos, son el principal capital de muchos de estos dirigentes frente al Estado y los políticos, en especial los locales. Es común entonces que estas tensiones tiendan a resolverse con lógicas de acción fuertemente individualistas y clientelares; y en el caso más extremo, incluso ilegales.

El gran temor de estos dirigentes e intermediarios entre el Estado y las localidades, es verse atrapados y confundidos con el mundo de los pobres. Ser asimilado con aquello de lo cual justamente se quiere escapar. Nosotros y los otros, parecieran ser definiciones/ distinciones identitarias que nadie puede no hacer. En el caso de estos dirigentes este ejercicio de distinción, de reconocimiento y de explicitación de fronteras identitarias al interior de estas localidades es un ejercicio necesario para poder señalar la propia ubicación. “Esos son los de campamentos, estos otros los de casa taller, ahí vivo yo.”

Joselyn, Cerro Navia: “En el caso mío por el hecho de estar con la directiva tengo contacto no sólo con la gente de las casas-taller sino con la gente de adentro de la villa. Por eso me he podido dar cuenta de que hay gente con diferentes maneras de pensar, se ve mucho la violencia intrafamiliar, se ve mucho el alcohol, la drogadicción. Son personas “yo soy yo”, y no tengo nada que ver con directiva, ni con el vecino, ni nada… A mi no me gusta ver eso en MI VILLA, porque yo la considero MI VILLA, trabajo para MI VILLA, pero hay cosas que no me gustan. No hay respeto, eso es lo que más me molesta… Es que dentro de la villa tenemos muchos problemas sociales, tenemos mucha gente que está sola, otros que no tienen trabajo, otras que los maridos no se encuentran. Entonces hay que ver todos esos planos, siempre tienen como que tener una persona al frente que los guíe. Bueno me tocó la suerte que me eligieron a mí.”

La construcción de estas fronteras, las distinciones en términos de la entrega de los favores y bienes según la pertenencia de cada uno constituye la fórmula, como veremos posteriormente, que muchos dirigentes siguen para “distinguirse” y salvarse de quedar inmersos y confundidos con la pobreza de la cual se aspira a salir. El haber dejado de ser de campamento y pasar a ser pobladores es un cambio importante, pero complejo de consolidar cuando se continúa viviendo entre los vecinos de siempre:

Javier, dirigente, Curicó: “Me gustaría juntar ahorro y irme de acá del sector. Me gustaría postular a otro lado, pero no una parte tampoco que sea más elevado. Es que aquí hay muchas personas que no saben vivir, hay algunas que son muy, muy ordinarias, andan con la grosería en la calle, de repente echando garabatos. Y aquí donde vivo yo hay familias así y a mi no me gusta involucrarme al lado de ellos. Por la mala imagen echan a perder todo, porque yo al estar viviendo al lado de ellos echan a perder todo, a lo mejor no es así, pero usted sabe que la gente lo apunta, como si todos fueran iguales… y va pasando gente de la población y escucha, y dice: Mire donde vive el presidente! La gente dice: ¡Este debe ser de los mismos! Me lo han hecho saber, me lo han dicho. Yo que diablo, yo me iría, me cambiaría para salirme de la imagen de ellos; pero no puedo, tengo que seguir igual no más, y vivir la experiencia que tengo. Bueno, algún día a lo mejor será.”

Claudia, dirigente, Cerro Navia: Yo estudié secretariado porque es un trabajo donde la mujer se siente bien, no sé pues, donde tienes que vestir de otra manera, te vas a relacionar con otro tipo de gente y tienes otras posibilidades, puedes ser una secretaria bilingüe y es otra cosa, un trabajo donde puedes ir escalando…Lo que sí sé, es que no quiero vivir toda la vida aquí,

mis anhelos son tratar de pagar lo que más pueda y dejar este departamento y hacer un cambio.

Tensión identitaria que en general es difícil de resolver, pues ellos saben que su principal recurso frente al Estado y los programas es justamente su conocimiento y diversidad de contactos con las comunidades pobres. Sin embargo, la esperanza de poder distinguirse para romper con esa historia de pobreza hace que a menudo las estrategias individuales ganen lugar, hasta el punto de quebrar con la comunidad y el respeto ganado. Es el caso de Jocelyn que desaparece con los fondos de la organización para la construcción de áreas verdes de “MI VILLA”; o Jorge que debe renunciar a la directiva e irse un tiempo del campamento, cuando se descubre que se ha gastado los fondos recaudados por la comunidad de vecinos.

Lo cierto, es que sea cual sea el modelo identitario y sus tensiones, para todos la adscripción comunitaria es necesaria como soporte para intentar salir juntos de la situación en que se encuentran. Un “nosotros” que mira hacia el Estado, las autoridades y hacia sus dirigentes, pero que transita ambiguamente entre un discurso de la solidaridad comunitaria y el interés individual.

4. El trabajo de la identidad

¿Cómo explicarse a si mismo por qué se es lo que se es y se está donde se está? ¿Como justificar(se) frente a si mismo y los otros que para salir de la pobreza lo que ellos requieren es ayuda, protección… venga de donde venga? Entre el conformismo y la mirada estratégica, estos pobladores construyen sus explicaciones sobre la vida, su identidad y la propia situación de pobreza.

La vida es así

Susana, Cerro Navia: “De repente yo digo, porque habré nacido pobre yo? Bueno la vida es así …. Pero en todo caso igual soy pobre, pero igual soy feliz. Yo lo único que le pido a Dios es que me dé vida, salud no más y trabajo…si uno nació pobre uno tiene que ser así no más. Yo creo mucho en el Señor porque el siempre me ha ayudado a mí. Yo digo, gracias a que el Señor me tiene un caminito, yo voy por aquí por que si no me quisiera no estaría como estoy ahora. Yo decía, Señor si tú me quieres demuéstrame que algún día yo voy a tener mi casita. Lo único que te pido le decía yo. Ahora tengo casita, pero no voy a tener pega.”

Nací pobre, moriré pobre se dicen una y otra vez estos pobladores… habrá que adaptarse, porque la vida es así. Adaptación ante la evidencia que a pesar de la casa soñada, a pesar del Estado, a pesar de la vecindad, y a pesar de Dios… no hay trabajo desde donde poder surgir. Trabajos denigrantes y mal pagados frente a los que no queda otra que “agachar la cabeza”. Adaptarse y convencerse que finalmente lo logrado no está tan mal, como dice Javier, dirigente, “para que más nos iba a alcanzar a nosotros que nacimos pobres”.

Ana, Maipú: “Yo me adapto a todo, donde está mi familia ahí estoy yo; donde está mi marido y mis hijos ahí estoy yo. Yo me adapto en todos lados, pero mi marido, no. Le digo yo, pero esta casita es la que Dios nos dio, así es que tenemos que luchar por ella igual... Para nosotros dos solos para que queremos más…”

Adaptarse y arreglárselas dentro de los márgenes de lo posible, para seguir siendo “una buena madre”, como Marcela que se desespera ante las críticas que se le hacen por dedicarse a trabajar y a estudiar teniendo seis hijos:

Marcela, Cerro Navia: “Desde que yo empecé en la empresa estoy mal , porque yo soy la mamá que abandona a los niños, yo soy la mamá que no va a las reuniones. Pero es que lo que yo les he intentado explicar es que abandono es si yo a los niños los dejara solos, o sea, a su suerte, no están tan solos, porque se quedan en la casa de la abuelita, al niño yo estoy pagando para que me lo cuiden...”

Asumir la identidad asignada, a menudo humilla, avergüenza y enfurece; es entonces cuando pareciera que resignarse no será posible y las explicaciones surgen:

Susana, Cerro Navia: “Si uno no es culpable de ser pobre a veces, si yo hubiese tenido plata nunca hubiese vivido así, ¿o no? Y de repente que se burle tu misma gente de cerca, tus compañeras “¿verdad que viviste en campamento?” Sí, les digo yo, viví harto tiempo, gracias a Dios que ahora tengo mi casa. Hay gente que les da vergüenza decirlo...”

Sea como sea, la identidad se construye, se aprende, y la experiencia les indica que es mejor esperar, ir poco a poco, adaptarse y aceptar es también una forma de crecer y conocer los propios límites y las propias virtudes:

Ana, Maipú: “Pero quiero ir paso a paso. Pasito lento y más seguro, la vida me ha enseñado a ser así, ser más pausada, no ser tan atolondrada porque las cosas atolondradas salen mal, no salen bien hechas. Entones prefiero ir paso a paso y ver la forma como poder yo valerme por mi misma y no estar dependiendo.”

El que no llora no mama

Así como algunos trabajan su identidad desde la adscripción y la adaptación – a menudo desde la vergüenza y la impotencia - , para otros la experiencia de ser pobres les enseñó que, como dice el viejo tango, “el que no llora no mama”. Que la identidad se pelea, que el deseo de ser alguien se gana a punta de grito, de astucias, de estrategias e incluso de trampas. Y en pedir… no hay engaño, siempre habrá una buena causa en el nombre de la cual pedir, negociar, ganar… Esas buenas causas tienen muchos nombres: comunidad, hijos, compensación al propio esfuerzo…Lo importante es ser vivo e inteligente y por sobre todo, atreverse a dar el primer paso:

Elisabeth, dirigente, Cerro Navia: “Escribí entonces la carta para La Moneda, para la primera dama. Si pues, dije, “si pido todo para los demás por que no pido para mí. No estoy pidiendo nada dado”. Yo estaba pidiendo para aprovechar esa plata (subsidios) que en el fondo la estaba perdiendo…así que ahí me fue bien.”

Tejer redes, vínculos e intermediar entre la comunidad y los partidos, pero “sin venderse”, “sin ser uno de ellos” aclara Joselyn, dirigente hábil en negociar todo tipo de ayudas con los partidos que se acercan a la villa; ayudas que reconoce, le sirven prioritariamente a ella y su familia:

Joselyn, dirigente, Cerro Navia: “Yo le digo que soy independiente, no soy de ningún partido. Pero eso no significa, si ellos me dicen que va a haber que trabajar por x persona de tal partido, y eso significa, que entran fondos, se podría decir que se trabaja para la conveniencia…, sí…Pero eso no significa de que me venda, mis ideales son mis ideales, y si trabajo es por un sueldo, porque necesito el dinero para mis hijos, porque necesito salir adelante con mi familia, y eso no les da el derecho a comprarme. Entonces, tengo muy distinguidas mis cosas, y ellas las tienen muy claras, y entonces eso como que hace que haya una comunión especial, tampoco me aíslan, comparto con ellos, estoy dentro del núcleo sin ser del núcleo, ya? Yo participo con ellos, sin ser de ellos, veo como trabajan, y todo, voy aprendiendo cosas, aprendiendo incluso algo de política, algo de solidaridad, algo de social, médico, de todo, sin pertenecer en sí a ningún partido. Digamos, sacando lo bueno, lo que me sirve para mí, pero no sirviéndoles a ellos, que ellos me sirvan a mí. (risas)”

Salvo Joselyn y Claudia, ambas dirigentes vecinales, para los demás el acto de pedir requiere siempre de una justificación, de un trabajo sobre si mismo que permita a la mirada del otro mostrar otra razón que la propia necesidad, que el propio interés.

Pedir – al Estado y a la sociedad - no es un acto validado socialmente; evitar la vergüenza y la deshonra exige por tanto, encontrar una mejor causa que si mismo: pedir por la comunidad, por un hijo enfermo, o simplemente porque un cacique o un político local se los aconsejó…

Rosa, dirigente, Cerro Navia: “Decían que yo me valía del niño, que pedía cosas por el niño ¡Sí!, yo no lo niego, pero era por él no por mi. Y ahora (que murió) yo no le pido nada a nadie. Nunca me gustó molestar a mi, nunca me gusto molestar nadie, si yo pudiera que rato hubiera podido tener para mi hijo. Siempre la gente me decía señora Rosa vaya aquí, vaya allá…por mi hijo pedí, y don Luis Plaza (concejal) fue el que me dijo que lo hiciera así.”

5. Las lógicas de acción

La servidumbre voluntaria, como diría De La Boétie, es un rasgo que caracteriza a estos pobladores deseosos de obtener los beneficios del Estado. Siempre con el Estado, jamás sin él ni contra él.

Para estas personas la posibilidad de concretar su aspiración a la integración y la movilidad social no reside sólo y exclusivamente en el despliegue de sus capacidades y habilidades individuales (que además saben escasas y precarias), sino por sobre todo en la capacidad de construirse una red de apoyo y protección sólida, comunitaria y también estatal. Para ellos superar su condición de pobreza exige también contar con las condiciones sociales y económicas apropiadas; el garante principal para el cumplimiento de dichas condiciones debe ser el Estado.

Al Estado se le busca, se le demanda y se le exige asumir su rol benefactor, protector, solidario y fundamentalmente activo, siempre presente. El Estado no es un recurso más entre varios, sino un apoyo central y necesario en esta red de protección social. En algunos casos el único recurso desde donde poder mejorar las condiciones de vida o sostener situaciones de crisis y marginalidad. Sin desconocer el rol que cumplen los vínculos comunitarios y de vecindad en la superación de su situación de pobreza, del Estado se esperan recursos, subsidios, trabajo o al menos gestiones para ayudar a insertarse en el mercado de trabajo.

Pertenecer a las organizaciones vecinales constituye para estos pobladores una buena y eficiente vía de acceso a los recursos del Estado y sus programas; aunque no se compartan los principios y dinámicas organizacionales, se sabe que finalmente por ahí la ayuda, aunque tarde, llega:

Ana, Maipú: “Hay cosas que no me gustan mucho de la organización, pero ya estoy inscrita y no se puede tampoco renunciar, y además que uno pierde muchos beneficios. De partida, que uno esté en el Centro de Madres ya hay beneficios. Entonces me armo de paciencia. Como siempre, te digo yo, he tenido paciencia y esperar, esperar, esperar y esperar; porque se supone que con seis meses funcionando recién la Municipalidad le va a tener profesores a uno y de lo que uno pida. De aquí a seis meses pueden pasar tantas cosas, incluso tener las máquinas de coser.”

Acudir al Estado en nombre de la organización o de lo vecinos no asegura sin embargo, ser recibido u obtener la información necesaria. Cada dirigente deberá armarse de paciencia y de buenas estrategias para lograr que se le escuche y atienda. Aún cuando se golpeen las puertas en nombre de la organización, nada está asegurado y las probabilidades de ser escuchado o atendido son escasas.

La señora Alicia, dirigenta de un grupo de ancianos, acude a la municipalidad de Curicó para hablar con el alcalde. Su visita la programa para el día miércoles, pues

sabe que ese día de la semana el alcalde atiende personalmente. El motivo de su visita es solicitar una reja para la sede social. La señora Alicia va muy bien vestida, tal como lo hace cuando va al centro o a la iglesia (“porque no la toman en cuenta a uno cuando va desordenada, si uno va bien arreglada la atienden bien”). La última vez que la señora Alicia se entrevistó con el alcalde por este mismo motivo fue hace tres meses. Esa vez sin embargo, se lo encontró por casualidad en un pasillo de la municipalidad y allí pudo conversar rápidamente con él. Este miércoles la señora Ana se dirige directamente a la alcaldía y allí entabla el siguiente diálogo con su secretaria:

Señora Alicia: Buenos días, señorita ¿Podría hablar con el alcalde?

Secretaria: No, él no está atendiendo en estos días. No está, no sé hasta cuando. [responde sin mirarla]

Señora Alicia: ¿Y cuándo podría hablar con él?

Secretaria: No, es que él no está atendiendo en estos días. No está dando visitas ahora.

Señora Alicia: ¿Anda de vacaciones?

Secretaria: No, no está de vacaciones. Es que tiene muchas reuniones, por eso no puede atender. ¿y para qué lo necesita? [la secretaria deja lo que está haciendo y mira a la señora Alicia]

Señora Alicia: es que era por el asunto del cierre de la sede del adulto mayor. Es que... mire [toma unos objetos del escritorio y le explica] Ésta es la sede y necesitamos que cierre aquí porque no tiene agua, entonces si no se cierra se roban el medidor.

Secretaria: ¿Pero él sabe? ¿Ya habían hablado con él?

Señora Alicia: Dijo que no había plata.

Secretaria: ¿O sea que ya le dieron una respuesta? ¿O él le dijo que viniera?

Alicia: Él nos dijo que viniéramos ahora, empezando el año, porque a lo mejor había plata ahora.

Secretaria: Ahhh… sí a lo mejor hay plata ahora, porque talvez el año pasado no había. ¿Y sólo han hablado con él o han mandado alguna carta de solicitud?

Señora Alicia: Las dos cosas. Hemos hablado y mandado cartas. Es que yo prefiero venir empezando el año.

Secretaria: Yo le aconsejaría que le mandara una solicitud escrita, porque con tantas cosas que tiene que hacer se le puede olvidar. Pero tiene que venir otro día a hablar con él, no sé cuando.

Señora Alicia: Muy bien señorita, entonces le hacemos una carta. Muchas gracias, hasta luego.

En el pasillo la señora Ana reflexiona, “habrá que seguir insistiendo, talvés por cansancio...”, al igual que todos los demás dirigentes ella sabe que lograr lo que se desea por parte del Estado es un asunto complejo, insistir hasta el cansancio es el camino más común. Las estrategias son múltiples, presentarse bien vestido, seguir las formalidades de la burocracia, abordar directa y sorpresivamente a la autoridad, saltarse las barreras administrativas o usar aquellos contactos y “pitutos” que faciliten desandar el complejo laberinto de la burocracia estatal.

Elisabeth, actual dirigenta, no lograba obtener subsidio para su vivienda por tener ingresos que la dejaban fuera de los programas de viviendas sociales. Ante la negativa de la municipalidad decide escribir directamente a la Primera Dama, no con “cartas lloronas, sino que explicando lo que le pasa a uno y que uno quiere una oportunidad.” Así como algunos optan por golpear directamente las puertas del Palacio de La Moneda y hacerse escuchar por el presidente o su señora, ejerciendo

así todas sus capacidades y destrezas; otros se organizarán y a través de estrategias diversas intentarán seducir al Estado, ganárselo y convencerlo de que ellos sí merecen una oportunidad:

Marcela, Cerro Navia: “Cuando nosotras nos formamos y postulamos tuvimos que luchar en contra de la discriminación, porque en la municipalidad las empresas que habían eran de hombres, entonces nosotras mujeres, ¿mujeres? con pala, con chuzo, con picota... ¡no! Incluso un día asistimos a un consejo comunal y nos presentamos. Después escuchamos que no querían correr el riesgo de que hiciéramos mala mantención de los jardines de la comuna. Nosotras conversamos con los demás microempresarios,..., nos juntamos e invitamos a los concejales a un almuerzo. Eso igual es una técnica, porque quisimos escuchar directamente de ellos la opinión, en ese momento todos aceptaron... Después de eso en el próximo consejo comunal, todos nos apoyaron, pero no fue el almuerzo, fue que ellos nunca habían tenido la oportunidad de escucharnos; después llegaron a la conclusión de que a nosotras tenían que darnos la oportunidad.”

La reciprocidad, en nombre de la comunidad, es construida a través de acciones concretas como reuniones, festejos, compromisos mutuos que permiten consolidar los vínculos de confianza entre Estado y comunidad. La confianza no se sitúa en el plano personal, lo trasciende para involucrar al conjunto del grupo. En nombre de la colectividad se obtienen proyectos y recursos y al Estado se responde entonces con participación y cooperación.

Dirigentes y clientelismo: La relación con el Estado se levanta sobre vínculos horizontales y de confianza…en este trabajo el rol de los dirigentes es central. Ellos piden en nombre de un “nosotros” y comprometen a la comunidad con el consentimiento de ella. En este construir y consolidar los vínculos de confianza, las situaciones de semiclientelismo son frecuentes. Es decir, situaciones en que la comunidad, a través de su dirigente o caudillo local, negocian con el municipio, el alcalde o diputado, favores, proyectos e infraestructura que potenciará su capacidad de autonomía y ciudadanía a cambio de lealtades políticas. La reparación de una sede social, el financiamiento de una cancha para los niños a cambio de muestras de adhesión y simpatía hacia el político o la autoridad que ha gestionado dichos recursos, es frecuente:

Belinda, Curicó: “Yo te digo, soy apolítica, pero siendo dirigente, de repente me he tenido que vestir de cualquier color, de cualquier color político. Un día me llama don Eduardo, me llama un día domingo y me dice, señora Belinda, usted es la presidenta, nos podría prestar el sitio de adelante que es estacionamiento privado para hacer una campaña? Pero claro, señor alcalde no se preocupe, si quiere luz yo le consigo luz. A todo esto también iba a estar doña Carmen Olivo que también es una parlamentaria, entonces era muy especial para conversar con ellos. La presidenta, yo, no tenia idea para donde iba la micro, pero resulta que ahí yo, entre ellos, metía la cuchara (opinaba), entonces me empezaron a ofrecer... y yo postulé al Fondeve para implementar la sede social.”

“En pedir no hay engaño”, es el lema de muchos de estos pobladores, más aún cuando se hace en nombre de la organización. No se pide para sí, sino para todos. Pragmáticos y recurrentemente clientelares en su relación con el Estado, estas familias, rara vez se distancian de la red, podrán entrar en conflicto, pero la opción de prescindir de ella no se observa. Los recursos del Estado finalmente siempre sirven:

Javier, Curicó: “Estuve en un curso de albañilería, carpintería y de electricidad, pero no aprendimos nada. No me sirvió mucho porque eran muchos alumnos, y las horas que teníamos eran muy pocas y eran muchos alumnos para aprender lo que era teoría, el practico era muy poco. Porque había un profesor como para cuarenta y los trabajos eran muy poco. Yo aprendí a instalar no más y listo... todos lo terminamos, lo que pasaba en ese curso es que nos

pagaban igual y varios alumnos iban por recibir la plata y como la presencia de ellos valía allá, así que nos tomaban en cuenta, nos pasaban la lista, está presente y nos pagaban. Y por eso nosotros no aprendimos mucho... “

La percepción que los programas del Estado benefician a los más vivos, a los que tienen conocidos entre los agentes del Estado y/o políticos es común, en especial a quienes no son dirigentes.

Pero esta percepción de la importancia de los vínculos clientelares en la relación con el Estado, la corroboran también los dirigentes con su experiencia. Tal como relata Javier, el hecho de ser dirigentes le ha abierto oportunidades y recursos a los que difícilmente habría accedido si no tuviera ese cargo:

Javier, Curicó: “El año pasado me tocó trabajar por Pro-empleo y ahí bueno... yo creo que fue un poquito por pituto (contacto) porque yo en realidad nunca había estado inscrito ahí. Yo conocía al gobernador y un día vino acá a la sede social y ahí nos empezamos a conocer. Y ahí yo supe de los Pro- empleo y un día él me ofreció una mano y me dijo: Cuando necesite algo de mi, usted como dirigente vaya y ahí estamos. Y justo un día voy a la gobernación y me topé con el gobernador y le dije: “Hola don Raúl”, lo saludé. Y le dije, usted se acuerda de mi? Y me dijo, como no me voy a acordar, si usted es dirigente de Santos, me dijo. Sabe don Raúl, le dije, estoy mal, no tengo trabajo, no se si usted me pudiera dar una ayudita realmente, económicamente estoy mal y necesito trabajar. Y me llevó para lo oficina con la secretaria y le dijo anota a don Cáceres. Yo nunca pensé que iba a dejarme inmediatamente, ahí estaba en las listas, fue porque el me ayudó me hizo un pituto (favor, contacto).”

Los privilegios de ser dirigente y los vínculos de confianza que se llegan a tener con el Estado pueden significar el acceso a bienes y servicios que mejoran y elevan el nivel de vida de los dirigentes y sus familias de manera significativa. Entre estos pobladores tenderán a consolidarse las lógicas de dependencia y clientelismo; la participación organizada en los programas sociales será fundamentalmente instrumental. Para todos, el Estado se transforma así en “EL RECURSO” desde donde poder resolver sus problemas personales, familiares y comunitarios.

Para algunos pobladores los beneficios obtenidos de su relación con asistentes sociales, políticos, alcaldes, diputados, caudillo locales...pueden llegar a ser altamente significativos en términos del mejoramiento de sus condiciones de vida. “Jamás pensé que llegaría a tener esta casa” dice una dirigente que recibe dinero a cambio de trabajar en la campaña de un diputado. Ya sea como cliente o como intermediario entre el Estado y los vecinos, unos y otros saben que para obtener ayuda se requiere estar organizado. Es en nombre de este “nosotros organización” que pedirán ser ayudados. Como bien dice uno de los dirigentes, “aquí la ayuda llega a la organización”. Estos relatos de vida nos hablan de las tensiones que pueden introducir en estos espacios sociales los programas y proyectos que se definen como asociativos y participativos. Como se deja entrever en el siguiente relato, la frontera entre el beneficio individual y comunitario es difusa. Aunque muchos de los recursos se solicitan en nombre de la comunidad, muchos también van a dar directamente al hogar de quién intermedia en nombre de la comunidad.

Joselyn, Cerro Navia: “A la alcaldesa prácticamente la veo casi todos los días (risas), 8 años, todos los días cuando voy a la Municipalidad. Ella sale afuera de su oficina, yo estoy conversando con su secretaria, la saludo, un beso en la cara. Y yo le comunico a la secretaria los procesos que estamos en la Villa...digamos que ella tiene un informativo a través de mi persona...Ella me da tarjetas, firmadas por ella, autorizaciones para que yo vea médicos para otras personas, simplemente yo sirvo como un puente, para comunicarme, para hacer trámite... inclusive yo la mayoría de los trámites los hago por teléfono... No me puedo quejar... Yo tengo esa suerte...tengo la puerta bien grande...a través de mi persona he logrado muchas cosas....toda la gente me dice, “ ah, lo que pasa que tú eres comadre de la alcaldesa” (risas)… De la Alcaldía he tenido mucha ayuda, tanto de parte de la alcaldesa, como sus empleados, inclusive del diputado que me hizo un préstamo para poder postular. Yo se lo pagué

trabajando en su campaña y terminé de trabajar el mismo día que a mí se me entregó la vivienda. Era un contrato que teníamos, yo pagaba mi deuda y me retiraba. A última hora, el diputado, por intermedio de unos de sus secretarios, me envió un cheque de sesenta mil pesos...La cocina me la regaló un señor que trabaja también en la Municipalidad, en el partido, él es un anciano, pertenece a la directiva social del partido, me transmitió mucho de lo que yo sé, en cuanto a lo social, me regaló la cocina, me regaló un equipo, me regaló el microonda para que yo trabajara... para que yo saliera adelante, porque yo era capaz de salir adelante, y junto con eso, sacar yo adelante los demás. Y así… me siento satisfecha con lo que he hecho, quiero seguir haciendo más cosas, no solamente por mí, ahora ya tengo a noventa y dos familias...que dependen en el fondo de mí, que sepamos hacer las cosas...”

Aunque todos se definen como apolíticos, el partido constituye una buen facilitador a la hora de postular a fondos del Estado:

Belinda, Curicó: “Mi marido estuvo conversando con un amigo y le contó que no pasaba nada con las casas. Y él le dice: - Oye, pero dile a tu señora, o anda tu a la oficina de Roberto León del partido de la Democracia Cristiana. Y yo de ahí, yo fui por el partido de Democracia Cristiana y el trato fue totalmente diferente, impresionante. Después que la asistente a mí me atendía súper mal porque yo ya la tenía hinchada (molesta)...Mi marido en ese tiempo no tenía ningún cargo de dirigente de junta de vecinos y yo no soy política. Con decirte que yo ni siquiera estoy inscrita en los registros electorales. El trato cambió completamente después con la asistente del SERVIU, porque incluso yo elegí este departamento. Y es lo más curioso... porque la asistente me dice: “Señora Belinda, la señora Pilar me acaba de llamar, espérese un segundito.” Seguramente hizo un contacto con ella....Me dice: - Dice que usted se conoce con la señora Pilar.... Y yo la ultra “cachiporra”

180: - Si, le dije yo. Pensé, Dios mío, que no me haga

ninguna otra pregunta personal porque no tengo idea. Pero lógico, claro si es que todas las cosas son así…hoy en día, la verdad de las cosas, una persona de bajas condiciones sociales, con poca educación y con poca plata, no consigue nada.”

Los padrinos y los favores se pagan con lealtad, violar esta regla puede significar no sólo la pérdida de los favores del político o la autoridad, sino también sufrir la sanción de la comunidad:

Rosa, Cerro Navia: “El alcalde en ese tiempo me preguntó si quería que él fuera el padrino de mi niño. Yo le respondí que ningún problema y fuimos a bautizarlo. Pero ahora está enojado conmigo, no vino al velorio de mi hijo, de su ahijado, porque yo andaba con don Luis Plaza. Ahora todos me dicen que Plaza me utilizó a mi. Entonces el exalcalde se enojó conmigo. El ahora es concejal, es de Renovación Nacional y Luis Plaza es de la UDI (ambos de partidos de derecha). Yo ahora no hablo con el concejal Solano desde que se enojó conmigo porque dijo que Luis Plaza me había usado a mi para la opinión pública, por eso que yo fui la culpable que mi hijo haya muerto. Me lo mandó a decir… si yo lo único, lo único que yo quería era un médico, nada más. Yo no pedía plata, no pedía nada, yo lo único que pedía era un médico, nada más que eso y el concejal Luis Plaza me ayudó hasta última hora.”

En situaciones de clientelismo el intercambio de favores, yo me inscribo y tú me ayudas, es percibido como un asunto donde ambos ganan. El Estado capta clientes para sus programas sociales y los pobladores, los beneficios que de allí se derivan. La lógica del “intercambio” de favores da cuenta del gran conocimiento que estos pobladores poseen de la lógica de funcionamiento estatal. La “captura” de clientes para los programas sociales no es siempre evidente, pero allí están ellos para llenar los cupos que el Estado y sus programas sociales requieren para poder funcionar: “a mi me llamaron yo creo que, sinceramente, para llenar los cupos del curso de áreas verdes, porque necesitaban llenar para poder hacerlo.”

El clientelismo surge para muchos pobladores como una amenaza a la unidad interna a la comunidad, al “nosotros” que se levanta desde una historia de necesidades comunes, pero también como condición para la entrega de los bienes y servicios.

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Que se reconoce con mayor valor.

Marcela, Cerro Navia:”Yo pienso que la política es sucia porque mientras salen en las votaciones prometen, prometen, prometen y después se olvidan. Por eso yo pienso que la alcaldesa debería seguir y si no debería postular a un cargo mayor, porque, por lo menos la alcaldesa aquí es una de las pocas personas que yo he visto que ha cumplido. Pero yo tengo como una molestia con ella, porque cuando la representante legal de nuestra empresa nos robó, la alcaldesa, en el fondo, quería limpiarle el nombre a esta mujer porque ella le hizo el puerta a puerta en la campaña política.”

Las dificultades que se perciben para el buen cumplimiento de este modelo de contrato social se asemejan a la de todos los pobladores: el Estado tiende a dejar a muchos afuera, pues sus criterios de entrega de ayuda no se ajustan a la realidad de los más necesitados. La sospecha que las preferencias y los vínculos clientelares tienden a prevalecer está siempre presente:

Luis, Curicó: “Les toca casa a mucha gente que no tienen necesidad y gente que realmente necesita muchas veces la pasan por alto. Yo no entiendo que será, será que muchas veces puede ser compadreo entre las autoridades, no sé que es lo que hay. Eso es lo que yo no me explico.”

Los favores y privilegios no se obtienen sólo por adscripción partidaria, compartir una misma creencia religiosa puede también constituir fuente de confianza y favores. Profesar un mismo credo, en este caso, el evangélico, puede permitir sortear más fácilmente las trabas propias a la burocracia estatal. El intercambio de favores, sin embargo, toma otra forma al clientelismo tradicional. Ya no se trata de favores o bienes a cambio de votos, sino favores personales a cambio de favores personales. Entre “hermanos en la fe” los vínculos tienden a transformarse en lealtades que perduran. Aparecer en la lista de seccionados para el subsidio de la vivienda o en la listas de los empleos de emergencia puede traducirse con el tiempo en tener que trabajar como empleada doméstica, de jardinero, de gasfiter o maestro... en la casa del “hermano” que ayudó. Trabajos sin embargo, que a menudo se agradecen y se leen como gestos de confianza y hermandad en la fe evangélica:

Luis, Curicó: “Cuando él (el funcionario) comenzó a hacerme los papeles me dijo: Mire para arriba y Dios le va a solucionar los problemas. Si –le dije yo- si eso lo sé, porque yo creo en El. Y por ahí, como le digo yo, empezamos a intercambiar palabras. Entonces ahí, por ese motivo, él se alegró, me felicitó, me dio la mano… y ahí él me explicó en otra forma, ya no me trató como una persona… él me trató como hermano, hermano en la fe. Entonces me dijo, váyase confiado en Dios. Cuando llego, como a los quince días, todo solucionado. Salí favorecido en la primera lista.”

La iglesia católica constituye también una fuente de apoyo material y espiritual, pero los vínculos que con ella se construyen responden más a la lógica de la caridad que al intercambio de favores entre hermanos en la fé. Ante la ausencia del Estado o el maltrato, la iglesia – a través de sus sacerdotes o asistentes sociales del Hogar de Cristo – surge como un último, pero incondicional, soporte ante la necesidad y la depresión. Aunque todos perciben que la ayuda de la iglesia está destinada a los más pobre de los pobres, se reconoce que ella jamás cierra sus puertas a quien lo necesita. La ayuda material así como la espiritual (el buen consejo) constituyen dos componentes esenciales en este vínculo con la iglesia católica.

El mercado

El mercado de trabajo es también señalado como uno de los principales impedimentos para salir de la situación de carencia:

Marcela, Cerro Navia: “Es difícil que nos den crédito los bancos, aunque digan que los bancos apoyan y apoyan, mentira. Mienten, dicen que los bancos apoyan a la microempresa, pero nada. Poco menos tienen que tener una parcela en garantía para que den un crédito, aunque sea de cien mil pesos.”

El municipio podrá hacer cursos e intermediar con el mercado laboral, pero es evidente que para todos estos pobladores el trabajo sigue siendo escaso y altamente precario; la vulnerabilidad de su situación laboral los lleva una y otra vez a volver su mirada hacia la ayuda del Estado. Para quien logra un trabajo remunerado, acudir al servicio público puede empezar a ser altamente ineficiente, el cálculo de costos y beneficios comienza a operar:

Belinda, Curico:”En el policlínico hay que estar toda una mañana, a mi no me conviene perder un día de trabajo, por que yo con el día de trabajo yo compro el bono y me sobra plata...”

Sin embargo, son pocos los que se alejan de la red estatal, por el contrario, de nuestro universo de entrevistados todos permanecen en ella. Aunque participen en programas sociales de empleo o se capaciten en uno y otro curso, nadie tiene la esperanza de aprender y encontrar un trabajo a partir de esa ayuda. Si se participa, es porque para todos, estos programas constituyen más bien una fuente de ingresos que permiten paliar las urgencias de la sobrevivencia cotidiana. El pago de la locomoción, el almuerzo, un subsidio...todo sirve.

En municipios pobres como los que aquí se analizan, las ofertas de trabajo no son muchas, por eso las estrategias para conseguirlo requieren de gran habilidad para saltarse las trabajas burocráticas. La confrontación y las amenazas son también parte de las estrategias para hacer cumplir al Estado su papel de empleador o al menos de intermediador laboral. Susana no mendiga ni pide por favor un trabajo, tampoco lo exige en nombre de su derecho como ciudadana; ella lo exige y lo reclama a gritos frente a un Estado que la ignora y no asume su responsabilidad frente a la extrema carencia por la que ella pasa:

Susana, Cerro Navia: “Entonces yo le dije (al encargado de la Oficina Municipal de Intermediación Laboral) yo necesito trabajar. Ahora estoy viviendo en un campamento y me quieren dar mi casa y con que piensa usted que yo le voy a pagar si no me dan trabajo? Entonces le dije yo, mire si uno no se moviliza pasa por floja, yo tengo ganas de trabajar, pero no me quieren dar trabajo. Entonces yo quiero ver de que manera lo puedo hacer porque ya estoy aburrida de andar besándole los pies para que me den una pega. Le dije, yo lo que más espero es una semana para que me dé un trabajo, no espero más. Pero se la canté dura. Le dije, si ahora usted no me da pega yo voy a ir hablar con la alcaldesa que no me toman en cuenta. ¿Entonces para que existe la municipalidad? ¿usted está para estar sentado aquí? No, le dije yo.. Me dijo, mira muchacha, aquí voy a hacer lo posible …No, no quiero que haga lo posible, quiero que me dé un trabajo, le dije yo; pero no me haga venir por venir porque de partida plata para la micro a mi no me sobra. Después fui y me dijo: “Ya chica, me apuraste y todo así que hasta que me salió tu pega.” Pero tuve como que presionarlo.”

Los iguales

Comunitarios en sus acciones, estos pobladores saben que el proceso es largo y difícil, que las caídas son permanentes y que la vulnerabilidad es un rasgo común a todas ellos. Con una cultura no menos aspiracional, estos pobladores comúnmente se muestran más satisfechos con lo alcanzado: la casa, el curso de capacitación, la ayuda social, el consejo, un saludo deferente... En ellos siempre está presente el recuerdo de una historia de pobreza que los lleva a valorar cada progreso familiar, por muy pequeño que éste sea. A diferencia de los pobladores que adscriben a un modelo de subsidiaridad individual, estos se muestran más comprensivos y solidarios con las familias vecinas que no han logrado alcanzar mejores niveles de vida y permanecen sumidas en la marginalidad extrema. Es frecuente escucharles apelar a un Estado protector y solidario frente a los más pobres entre los pobres.

Las prácticas clientelares que tienden a imponerse entre estos pobladores, el Estado, los políticos y los caudillos locales a menudo rompen y debilitan las confianzas y

reciprocidades comunitarias. En la medida que las confianzas entran en una dinámica de deterioro o erosión, y el recelo entre vecinos y dirigentes gana lugar, la reciprocidad comienza también a ser afectada. El recelo y la desconfianza hacia quienes se benefician de los bienes públicos debilitan los vínculos recíprocos, esto es las expectativas de que cada uno de ellos reconocerá y respetará el vínculo de vecindad, amistad y responderá a las exigencias que se desprenden de él.

En la medida que los dirigentes se valen de la comunidad en la obtención de bienes y favores para si mismo y su entorno más cercano, la confianza de los vecinos hacia su intermediador y representante se verá afectada. Estos dirigentes transitan ambiguamente entre su adscripción a la lógica pública (gestionar proyectos de interés estatal), comunitaria (defender los intereses de los vecinos a quienes se representa) y el propio interés (disfrutar de los privilegios que otorga el hecho de ser dirigente, contactos, bienes, favores…). Imbuidos de una lógica aspiracional, a menudo estos dirigentes se valdrán de la comunidad y su rol de intermediadores con el Estado y el entorno para usufructuar de los bienes y favores que tal condición les puede aportar.

Claudia, dirigenta Cerro Navia: “Yo no acudo sólo para mí, ¿me entiendes? Igual de repente por ayudar, no se pues, igual voy al Hogar de Cristo para ayudar a personas de acá que necesitan mercadería... Ahí también conozco harta gente, pero son contactos. Por ejemplo, les digo “vamos mami

181 yo la acompaño” ; o cuando me dice, “oye, hazme un favor”, yo

ayudo…ese tipo de cosas.”

Los conflictos surgen en general cuando la comunidad descubre que el intermediador traiciona la confianza que la comunidad ha depositado; y los favores lejos de beneficiar a la comunidad simplemente llegan al intermediario, su familia y sus cercanos. Es allí cuando la reciprocidad deja de ser comunitaria y adquiere los rasgos de un clientelismo clásico: favores personales por votos.

Susana, Cerro Navia: “El (concejal de derecha) dio cajas de mercadería. El Hogar de Cristo también estaba dando cajas de mercadería. Pero ellos (los dirigentes) se pasan el dato entre ellos. No dicen, la vecina está mal, le voy a avisar para que vaya a buscar algo. Sabes que cuando me di cuenta que venían todos con las cajas y bolsas con ropa, muertos de la risa...Es malo lo que hacen porque aquí somos todos iguales, todas necesitamos. Yo le dije es malo, porque yo no tenía ni azúcar, esa vez.”

Las fronteras sociales también se imponen en los territorios y debilitan las confianzas entre vecinos. La percepción de que los dirigentes finalmente tienden a olvidar a los más carenciados y a velar por los más cercanos es una crítica compartida. “Ella juega ser de la directiva, pero le falta mucho...” dice una pobladora al referirse a las dificultades de los dirigentes para asumir el principio de solidaridad con los más necesitados y pobres de la villa. Ciertamente, para los dirigentes mantener las buenas relaciones con el Estado y sus agentes es una preocupación central. Agradecer y celebrar todos los “favores” y asignaciones de recursos constituyen actividades recurrentes:

Joselyn, Cerro Navia: “Hemos hecho dos convivencias que han sido un éxito, una fue para poder celebrar el cumpleaños de la asistente social que nos ayudó en todo lo que es microempresa. En estos momentos ella trabaja en los fondos concursables. Ella fue como el puente entre el municipio y nosotros, ella fue la que tuvo que buscarnos para hacernos el índice Cas y ver si funcionábamos como microempresarios. Después, por las cosas del destino, ella nos avisó de los proyectos productivos. Por alegría del destino quisimos compartir con nuestros vecinos lo que nos habíamos ganado haciendo un asado.”

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“Mami” es un término que usan las asistentes sociales y en general funcionarios públicos para tratar a las mujeres que solicitan ayuda al Estado; su uso por parte de esta dirigenta da cuenta de su distancia con los vecinos y su familiaridad / proximidad con la lógica pública.

Mis papás originalmente eran del sur, los dos eran de la provincia de Osorno y como mi mamá quedó embarazada de mí, se casaron. Mi papá se vino a Santiago un tiempo y después se vino mi mamá y acá nací yo. Llegaron a arrendar a donde unos familiares; después se fueron a arrendar cerca de unos familiares de mi papá, después estuvimos en Nogales y después, al poquito tiempo como al año, les salió la casa gracias al compañero Allende… Al poco tiempo le dieron el sitio y ellos armaron su casa…eso fue en la Villa Francia, ahí llegamos a vivir nosotros. Entonces ahí yo viví más o menos hasta como los 27 años…

A los 23 años entré a trabajar a un taller de joyería y allá mismo en la Villa Francia conocí a mi señora que tenía como 17 años. En ese taller empezamos a aprender. Estuvimos como dos años, luego vivimos en San Miguel, después nos vinimos a trabajar a la casa de mis papás, después nos fuimos a arrendar a San Pablo, después a San Fernando, Chimbarongo…pero por problemas míos… me gustaba la jarana (droga), me gustaba todo tipo de cosas que te hicieran vivir la realidad… Entonces me fui para allá para chantarme (parar), arranqué, porque ya era mucho… Allá como que se me aclaró la película, como que empecé a saber para donde quería llevar mi vida, porque antes de irme para allá yo quería puro morirme…Y ahí me centré un poco y de ahí nos vinimos de nuevo a Santiago.

Estuvimos dos años viviendo en la población Alianza en Cerro Navia, vinimos a arrendar. Me gustó de primera, igual llega uno a un barrio ahí no más… igual era como un condominio, pero poblacional y no conocía a nadie. Como al mes empezamos a alternar con todos los vecinos…todos eran dueños de las casas, entonces a ellos les había dado la casa el gobierno de Pinochet… es que depende mucho que gobierno de turno te entregue la casa para que tu te sientas comprometido. Uno hablaba con ellos y te dabas cuenta que estaban comprometidos con Pinochet.

Yo siempre me he sentido comprometido con los gobiernos socialistas, es que yo tengo admiración por mi papá, sabes? Cuando era chico lo admiraba harto, después

Capítulo 7

Capítulo 7

Subsidiaridad

Francisco

Estos relatos, a diferencia de todos los demás, presentan una complejidad y ambigüedad mayor. El modelo del contrato social habla de una concepción comunitaria de la acción junto a la apelación a un Estado asistencial y protector. Salir de la pobreza es un asunto de la colectividad; y la comunidad constituye el principal garante que todo lo que al Estado se demanda es por el bien de un “nosotros” y el interés de la comunidad. En este aspecto ciertamente el modelo se asemeja al modelo de los derechos colectivos. Sin embargo, si en el modelo de la resistencia comunitaria, los pobladores se enfrentan y disputan por la ayuda y recursos del Estado, en este tercer modelo del contrato se invoca el principio de la solidaridad, el Estado debe ayudar a los que más necesitan, es decir al pobre en tanto carenciados. Este principio del contrato social lo asemeja en parte al modelo de la beneficencia y la caridad.

Las consecuencias en términos identitarios y de lógicas de acción, son radicalmente diferentes a los dos modelos anteriores. Si en el modelo de resistencia comunitaria, la identidad se constituía desde un pasado común y la defensa de la autonomía; en este modelo la identidad colectiva se construye al alero del Estado y sus programas sociales. Una “comunidad de pobres” que existe en tanto el Estado y sus programas los acoge y los ayuda. En estos términos más que autonomía, lo que se descubre es una identidad fuertemente dependiente de la ayuda pública; pero que a diferencia del modelo de la beneficencia, se expresa no en términos individuales, sino colectivos.

Para estos pobladores, en su mayoría dirigentes, la comunidad constituye entonces un recurso central en la medida que permite cumplir con las exigencias y criterios de asignación de recursos del Estado; es un proyecto estratégico, pero que se está dispuesto a abandonar apenas se logren los recursos necesarios a la propia movilidad. Nadie se piensa sin el Estado y nadie se imagina que esa relación pueda construirse sin un “nosotros” que cumpla con las condiciones que el Estado pone a la entrega de su ayuda; esto es, la organización y la participación. A semejanza del modelo de derechos colectivos, estos pobladores poseen líderes hábiles en la intermediación frente al Estado; pero a diferencia de aquellos, estos, líderes más que velar por los intereses colectivos, a menudo lo harán por sus propios intereses. Ambiguos en sus relatos, lo cierto es que la construcción de relaciones clientelares son más frecuentes entre los pobladores que adscriben a este modelo que en ningún otro.

cuando era adolescente no le creía nada… mi papá es súper sabio…Entonces él me hablaba del tiempo que vivieron con Allende, cómo era la relación que tenían con el gobierno que era más cercana, entonces después cuando ya salió Lagos, me gustó. Bueno yo no tenía nada porque cuando voté por él yo estaba arrendando. Entonces después pasó esto… salió la casa.

La casa

De repente un amigo me contó lo de la casa…lo que pasó entonces es que faltaban dos personas para llenar los cupos. Entonces este amigo me dijo y yo al principio no creí mucho. Hablé con las personas de la municipalidad, la primera persona a la que yo llegué fue Liliana. Yo hablé con ella primero y después fue todo súper rápido, tenía que tener 320 mil pesos y conversé con mi señora y me dijo: “Yo me consigo la plata”. Habló con mis papás, con los papás de ella, porque los papás de ella tienen un negocio y a ellos les va bien, pero nosotros nunca les pedimos mucha ayuda o sea nada de ayuda. Pero ahora como tenemos casa soy el yerno preferido ¿sabes?… no, si esta cuestión es así, puro interés.

La relación con la persona de la municipalidad fue buena, excelente, ella es colombiana y bueno, uno tiene otra recepción con esas personas que son como más cálidas, y me hablaba bien lento y súper claro, y simpática. Aparte de ser amoRosita como super entregada en la pega de ella y con uno mismo. Aparte que ella en Colombia había trabajado en esto, en orfebrería, entonces sabía más o menos, entonces me preguntó: -¿Tú tienes herramientas? -Sí, le dije yo.

El mismo día, yo todavía no tenía la plata en la mano, había abierto la libreta de ahorro. A lo mejor esto no es bueno que lo diga porque van a creer que hay cuchufletas (enredos, clientelismo), pero bueno…eso se hace en hartos países del mundo… ese día yo no tenía todavía la plata en la mano y me dijeron todos los papeles que tenía que tener. Y llegué de la municipalidad a la casa y me acuerdo que ese día hacía frío, llegué contento.

Sabes que estas casas yo no las había venido a ver, y como ya sabíamos que íbamos a tener la plata el día lunes, el día sábado las vinimos a ver y me entusiasmé; es como que estaba seguro que me iba a salir. El día 20 me vine para acá porque el 19 en la tarde me entregaron las llaves…así el corazón hinchado. ¿Y sabes quien me las entregó? El caballero que estaba cuidando. O sea no fue con protocolo ni nada, yo no quería protocolo ni cuática, yo quería que me entregaran las llaves y chao no más. Yo no quería ceremonia porque no me gusta el show, la parafernalia, para nada. Yo prefiero de repente que venga una persona a hablar conmigo y conversar directamente con ella, no como que sea un show la cosa. Me gustan las cosas reales y esas cuestiones son puro show para la tele y para la gente. Entonces, me entregaron las llaves en la tarde, vinimos y limpiamos la casa y dejamos todo listo. Al otro día nos cambiamos y ahí empezamos a vivir otra vida.182

Trajimos algunos muebles y después fuimos comprando…, pero nosotros siempre vivimos con lo que podemos tener no más, no somos muy aspirantes a cosas materiales que tienen que ver con una casa. Siempre estamos pensando en una herramienta, una máquina, siempre lo vemos más por el lado del taller, porque el taller da para ir comprando otras cosas… Es que este trabajo es mi vida, es mi pasión, no

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En Villa El Resbalón sí hubo ceremonia de entrega de las viviendas; pero los habitantes de las casas taller se autoexcluyeron en su mayoría; se subentendía que la ceremonia era para quienes venían de campamentos, los más pobres.

es un trabajo que me da de comer no más… En realidad, nosotros necesitábamos una casa propia y más con el taller, fue muy importante, o sea… no podría haber sido mejor, yo creo que no podría haber sido de mejor forma. De hecho, si nosotros hubiéramos postulado y hubiera salido un departamento, no nos hubiera servido, porque no podríamos tener todo esto en una pieza, o a lo mejor nos podríamos haber acomodado pero aquí podemos crecer. Yo creo que tuvimos bastante suerte; y yo creo que la merecíamos, porque, y no es por ser sapo, pero aquí hay harta gente que tiene casa-taller y no se la merecen.

La burocracia

Es la primera vez que he tenido tan buen trato de parte de la gente de la municipalidad, de la gente del Serviu, de parte de gente que trabaja en oficinas públicas… bien gentil. No como antes que tu llamabas por teléfono, te dejaban esperando y al final te atienden mal. Poco menos que antes te echaban un garabato y ándate, como si te hicieran un favor…acá era distinto, era como si yo les hiciera un favor a ellos. Como que tenían estas casas y necesitaban las personas, por eso yo sentí que era diferente hacia uno que es el último pelo de la cola en el escalafón de la sociedad. ¿Entiendes? Siempre es puro trámite y trámite, al final te aburres. Pero sabes…acá hubo burocracia, pero siempre con buen trato, nunca me dijeron “oye, cabréate”. Y yo iba a veces todos los días, entonces por eso te digo que desde ahí empezamos a vivir otra cosa.

La casa fue harto de suerte también, porque la plata no la teníamos, nos conseguimos la mitad con la mamá de la Consuelo, la otra mitad con mis papás y eso también….o sea habían hartos factores, el nacer en buena familia, o sea no son de plata, son trabajadores constantes, pero hay buena onda para ayudarse…

Además que fue como que el beneficio nos andaba buscando a nosotros, no nosotros al beneficio, porque siempre tuve fé y yo siempre he escuchado que ahora, en época de democracia, siempre hay cosas que se están dando. Como que en las democracias siempre se consiguen cosas, porque en el gobierno de Pinochet nada, si mi papá se tenía que sacar la cresta y ningún regalo, nada, cero… Se daban los alimentos a los chicos que eso es de siempre, pero de ahí nada más. Yo creo que se llenaban los bolsillos los milicos y los asesores de los milicos, los sobrinos…tú sabes… el yerno de Pinochet. Ese loco tiene cualquier plata, cualquier hectárea en el sur, en Osorno, entonces en esa época se enriquecían ellos no más y lo que quedaba…para el perraje [risas].

Los vecinos

Yo esperaba un poquito más y aún espero un poquito más. Me gustaría un poquito más aislado de los vecinos, no tan apegado, un poquito más aislado, que tuviera un patio al medio…Cuando llegamos aquí igual fue medio difícil porque pasaron varias cosas bien malas. Por ejemplo, el primer día cuando nosotros llegamos aquí, empezaron a abrir el grifo de agua, como era verano…y llegaron como treinta chicos, se llenó, y empezaron a mojar los autos..., En una de esas, es bien terrible, un auto acelera y le pega el medio golpe en la cabeza a una niñita y ahí quedó…yo nunca había visto un atropello...la niña no falleció, pero quedó con secuelas…fue una cuestión impactante, era un río de sangre, horrible. Bueno y ese fue el primer día…después el primer fin de semana aquí atrás empezaron en la noche la señora Blanquita, que se copetea (toma alcohol) con los hijos y, escándalo, gritos para afuera… pelean entre ellos con la ventana abierta, la música a fuerte y se ríen con escándalo como para no dejar dormir y gritando: “no estamos ni ahí con los hueones”. Ahí yo dije…donde vinimos a caer, igual fue chocante porque siempre veíamos problemas…nos daba miedo por los niños y no los dejábamos juntarse con nadie.

Otro día el medio fuego y llegaron los bomberos, resulta que se estaba incendiando un departamento…Empezamos a darnos cuenta con el tiempo el tipo de gente que era… una noche gente de ahí trajeron invitados de otros lados y le pegaron a la mamá y a los tres hijos… Yo me quería volver, allá era una taza de leche, los vecinos amables, ningún problema entre vecinos.

Acá fue como el afiatamiento…aunque esa palabra no existe, bueno es como un modismo, pero la cuestión es que parece que la gente acá se relaciona así, porque eran de campamento, casi todos eran de campamento, unos eran allegados, pero de poblaciones. Después empezamos a conocerlos, empezaron a venir para acá a ofrecer cosas. Ellos nos tratan de usted, nos tratan de usted todos, el trato de ellos hacia nosotros es diferente… Ellos no nos ven en ningún problema entre vecinos ni con ellos…Ellos no lo dicen, pero como que uno lo siente y también lo siente de parte de uno, que uno es diferente a ellos. Porque si de repente nosotros somos escandalosos, somos escandalosos aquí adentro, no para afuera. Como que a ellos les gusta gritar y que la gente sepa, que los escuchen pelear entre ellos…

Yo conozco a todos los vecinos de aquí de las casas, y con unos no me llevo bien, con los de la reja roja, no me gustan como son, porque si la basura va a pasar a las tres de la tarde la dejan a las diez de la mañana afuera y llegan los perros y dejan la escoba. Nosotros no pues, estamos pendientes si pasa la basura y la sacamos, hicimos una canastita para poner la basura, pero ellos no… y tienen esa costumbre…

Lo que menos me gusta es que este tipo de gente es insensible, porque hay una clase social que se nota. Se nota que la gente que viene de campamento es de más bajo nivel y son como insensibles entre unos y otros. No tienen como un amor al prójimo, para nada, bueno si, debe haber algo, pero no lo he notado… No te voy a decir que en todas las casas, pero hay como una mayoría que son insensibles, como que no sienten por los demás, eso no me gusta. No es que cada familia “sálvate sola”, sino como que cada persona “sálvate sola”, papá, mamá, hijo, hija. No digo todos, pero eso me di cuenta aquí, que la gente que tiene un nivel un poquito más bajo… porque uno se siente un poquito más arriba de los peldaños. No me gusta porque lo estás viendo, ese desligue de los hijos que tienen. Aquí viene una niñita a jugar…la otra vez se cortó la luz y ni ahí, la otra vez tembló fuerte y ni ahí los papás…los dejan no más y eso no me gusta….Ahora mismo, este niño le pegó a la mamá y la hija quedó como mandando la casa, echó al otro hermano y el otro hermano anda dando bote. De repente viene para acá a pedir algo para comer y si hay algo igual se le pasa, y es humilde; “me gusta porque usted me aconseja”, me dice. Es algo de cariño y son cosas tan básicas como aconsejarlo porque el es bueno para el copete y de repente quiere pelear y saca la cortapluma. Y yo fui para allá porque yo conversaba con ellos, y el que tenía la cortapluma no tenía nada de fuerza, nada, nada, no valía nada. Y como que a uno le tienen respeto porque no te ven tomando, no te ven fumándote un pito, entonces te ven como que soy correcto… Y después siguió tomando y yo le di unos panes y... como que en eso yo me he dado cuenta que tengo como harta humanidad. La gente está muy deshumanizada, porque pasa algo y como que nadie está ni ahí y eso es más palpable aquí que en ningún lugar donde he vivido…

Con mi niña tengo un poco más de cuidado, no sé si porque seré celoso, pero no la dejo salir mucho y no la dejaría que se juntara con las niñas de acá atrás, y si va a casa de compañeras, me deja el teléfono y yo la llamo…si pues… si con las niñas no cuesta nada que se las tiren y salga una guagua (bebé)…es complicado.

La municipalidad

Creemos que nuestra idea de “no pedir” cosas a la municipalidad tiene que ver con la relación que tenemos con las personas que trabajan allá…nosotros hemos pedido

soluciones a la municipalidad, pero soluciones de problemas que hay acá, que un vecino o el asunto de las peleas, ahora con el asunto de la basura yo llamé y pregunté que iba a pasar con los tarros, para esas cosas…

Yo creo que a esas personas que van siempre, que ya las conocen, no creo que les den muy buen trato. No sé, no lo he visto ni lo he vivido, pero pienso que es así, porque sé que llega gente que se las sabe todas, cada cosa que sale se la saben, o sea, viven del asistencialismo. De repente hay reuniones… y yo no voy a todas las reuniones porque yo tengo que trabajar, para mi es esencial porque mi trabajo es lo que me da de comer. Por ejemplo, ahora vienen otros proyectos de la municipalidad y parece que quieren trabajar con la gente de aqui, pero yo en este momento no me metería porque yo no veo cómo poder agrandarme, como poder crecer. Yo ahora quiero trabajar las maquinas que tengo y no llenarme mucho de máquinas si las voy a tener paradas entiendes? No quiero tomar un recurso que a lo mejor se le puede dar a otra persona y que lo ocupe bien, no quiero estar agarrando y agarrando y que las cuestiones queden paradas, no pues, me daría vergüenza…

Aquí los intereses míos y de mi señora es la familia, de comer todos los días, las necesidades que uno tiene normales en una casa, las cosas que te van pidiendo los chicos… Lo que pasa es que uno es inconformista, siempre esta mirando que necesita algo, y como hacerlo… porque quedarse tampoco es muy bueno. Es importante lo que tenemos ahora, ahora estamos muertos de la risa para como estábamos hace tres años atrás, ahora tenemos casa, tenemos un taller impecable, los niños han crecido más y han pedido cosas más caras ahora para la Navidad y gracias a Dios se les ha podido dar… lo único malo es que no vamos a tener vacaciones este año. Es que antes éramos más pajaritos nosotros, entonces nos mandábamos cambiar para el sur, nos íbamos a mochilear, pero ahora no podemos, siempre tenemos que pagar, ahora estamos muy pillados con las deudas.

El poder

La otra vez fuimos a Impuestos Internos… Y como que en Impuestos Internos son medios juleros (tramitadores, engorrosos), eso me gustaría recalcarlo, que son super juleros para atenderte, y como que les importa bien poco lo que uno les dice, porque ellos juran que todos los que llegan ahí quieren estafar al Estado, entonces te mandan para acá, para allá. El otro día yo fui y tuve que ir al día siguiente para lo mismo. El primer día me atendió una vieja como de unos cuarenta, media neurótica, y al otro día me atendió uno como de mi edad y ese me atendió bien, pero los otros viejos son cara de palo para atender, bueno… yo creo que esa es una cuestión del servicio público. Bueno es mutuo porque uno está ahí para pagar los impuestos, pero con mayor razón deberían atenderte bien, pero no…mala la atención, no me gustó para nada. Me molestó la indiferencia, el mal trato, hay que hacerles un cursito de “buen trato” [risas] porque como siempre creyendo que te vas a caer y te pueden meter a la cárcel. Entonces como que tienen poder sobre uno….yo creo que lo único bueno es que uno puede hacer iniciación de actividades y puedes optar a las franquicias tributarias, porque lo demás es puro problema. En serio, puros dramas, porque todo el mundo trabaja informal, yo creo que las puras empresas grandes trabajan legal, pero todos los chicos…si nadie te da boleta y te muestran como que todo el mundo trabaja recto y nunca… Y cuando llegan los inspectores entran como si fueran la policía. El otro día estaba yo en un negocio y de repente, “permiso, buenas tardes” y la gente queda tiritando. Y ni siquiera un “espérate”, nada. Entonces esa cuestión me molestó… Yo creo que a esos tipos les pasas un billetito y se van piolita y los tienes después de amigo… como yo que tenía un amigo que se fumaba los pitos (marihuana) conmigo y después estaba de actuario…[risas] Claro, no tenía ni tema de conversación y después estaba de actuario, de corbata…Yo creo que pasa en el

sistema judicial y en Impuestos Internos importa mucho la pinta (aspecto físico, presentación)…

Yo mismo

Últimamente no he tenido problemas por la pinta, porque ahora voy a cualquier lado. Antes, hace unos dos o tres años atrás, si hubiese tenido que ir a Impuestos Internos o a Serviu, me habría puesto pantalón largo, ahora no pues, me da lo mismo…Es que ahora tengo casa, tengo un espacio en el mundo que yo sé que es mío, entonces ya tengo un valor agregado entiendes? Aparte que uno se va dando valor, tengo un taller, no dependo mucho del Estado. O sea, el Estado no tiene que mover una empresa para que me de pega a mi, entiendes? Yo me muevo por mi mismo, entonces yo creo que tengo un valor que me voy dando yo mismo, entonces no estoy ni ahí con ir a poner una facha a un servicio público o a donde sea…

Desde que tengo casa me siento mucho más seguro y una persona ubicable. Por ejemplo, las cuentas de luz, las cuentas del teléfono, llegan a mi nombre y eso cuando yo lo veía en mi papá, yo encontraba que ya eras una persona que valía, pasas a formar parte de la sociedad porque cuando uno es más joven no quiere nada con la sociedad, pero llega un momento que tienes que aceptar igual, estás obligado…

Me siento con más derecho de opinar, de criticar, contra otras personas que yo sé que están actuando mal. Me siento con ese derecho, antes no me sentía así, me sentía más como en el aire. Yo creo que un hogar dignifica harto a una persona y a nosotros más que somos independientes, es como un valor agregado, nos sentimos mejor… y en todos lados porque en la misma familia cambia todo. Cambia la imagen para tus suegros, para la familia de tu señora en general, para todos. Ya soy otra persona; no sé que pasará, pero ya no te miran como antes…El caso mío se fue dando de a poco.

El otro día la abuela de la Consuelo estaba peleando con mis hijos y ella vive de allegada…Entonces yo les dije a mis hijos, “ya, saben que más nos vamos a ir porque usted TIENE SU CASA.” Así bien marcado…”no tiene por qué andar en casa ajena.” Y la vieja quedó loca…, no me dijo nada, porque por lo menos mi hijo tiene casa hasta los 18 años… Frente a mi mamá no tuve que demostrar que ahora tengo mi casa porque mi mamá siempre me ha querido igual, o sea, nunca me ha mirado en menos, siempre me ha visto igual…, pero mi papá no pues, ahora me respeta más.

El Estado

En los países desarrollados yo siempre he escuchado que a los desempleados se les paga un seguro de desempleo o que viven, como podría decirse… esos son países desarrollados. Y yo creo que en este país igual, o sea si tu puedes criar a tus hijos y desarrollarte mediante esos medios, yo creo que es válido…Yo creo que es un deber del Estado, pero eso es bien a conciencia de las personas que están gobernando y yo creo que es un deber pero no todos los gobiernos lo cumplen. Porque por ejemplo, nosotros estuvimos en el gobierno de Pinochet y ni ahí con nosotros, en ese tiempo vivíamos en la Villa Francia y a mis papás nunca se les dio nada, nunca se les regaló nada. Aquí nosotros hemos ganado la casa que salió rápido, a los niños una vez en el colegio les regalaron una mochila y siempre les regalan cosas en el colegio…Y nosotros siempre abiertos a esas cosas, pero con la beneficencia o el asistencialismo… yo no estoy de acuerdo. Si te vienen a cortar el agua, ¿por qué tienes que partir a la municipalidad para que te pasen unas monedas para pagar? Yo con eso no estoy de acuerdo, yo no lo haría, de hecho me han venido a cortar el agua y gracias a Dios siempre hemos tenido…Yo pienso que hay gente que necesita más que uno, porque si uno está trabajando… también pasa por el orgullo de uno porque ya es como mucho… o sea, yo no haría cosas como al limite. Yo siempre escucho de

la gente que vive acá, que dicen que la municipalidad los dejó botados y que están como pajaritos… No pues, yo no estoy de acuerdo en llegar a ese asistencialismo...

Yo sé que hay gente que conoce todas las movidas de la municipalidad, todas. Entonces cualquier beneficio parten todos para allá. Yo no pues, no ando detrás de nada, pero por ejemplo si son proyectos para el taller o cosas en el colegio, o sea cosas que están más a la mano, si pues, como lo de las franquicias tributarias que podemos postular a hacer cursos y eso es gratis porque el gobierno lo paga, o sea una parte tienes que pagarla tu… Nunca voy a ir a pedir, poniendo la cara o haciendo una cola, no lo haría.

Los hijos

Nosotros no somos como inflados (arribistas) y esas cosas… por ejemplo, los tres chiquillos almuerzan en el colegio y eso nos da más libertad porque así no estamos tan pendientes del almuerzo. La gente piensa que cuando uno es independiente trabaja menos y no es así…nosotros a veces trabajamos hasta las doce de la noche desde las siete de la mañana, paro para comer no más. Pero igual siento que tengo los niños más cerca, salimos a hacer cosas, los llevas en la micro, los haces rabiar, y eso es bueno porque con mi papá el contacto era ahí no más, muy lejano, nos veíamos poco porque trabajaba mucho. Y si yo trabajo harto no quiero despreocuparme de los chicos. Pero me veo con problemas a futuro con mis hijos, porque de repente estamos trabajando aquí y ellos llegan y no los pescamos, pero no en mala…entonces después pienso que no les doy todo el tiempo que debería, porque ahora tú les hablas a los chicos y no te pescan, pero uno hacía lo mismo…

Lo que me hace pensar que vamos a tener una mejor situación económica es el mirar para atrás, como he ido en ascenso. Entonces no pienso quedarme así plano sino seguir trabajando en esto, porque ahora vamos a tener un local en el barrio alto, pero el local va a atenderlo una hermana mía, porque nosotros no podemos movernos de acá. Ahora dependemos más de los clientes y de los intermediarios, pero me veo dependiendo más de mi mismo.

1. Presentación

Estas son historias de esfuerzo y movilidad social, pero sobre todo de mucho trabajo por distinguirse y diferenciarse de la pobreza. Además de la historia de Francisco, está la de trece pobladores más: Pamela de Cerro Navia; Luis, Rosita, Victoria, María, Atractiva, Julia, Rossana, Rachel de Maipú; y Mónica, Janet, Soledad de Curicó. En estos relatos a menudo existe la memoria de un pasado mejor, un pasado en el que había familia, casa y un relativo bien pasar desde donde cada uno pudo crecer, educarse y a veces incluso, adquirir un oficio.

María, 28 años, enseñanza básica,dueña de casa, dos hijos, marido obrero en fábrica, Maipú: “Yo vivía allá en Cerrillos con mis papás y una tía, después mi papá compró un sitio y nos hizo la casa en que ahora mi mamá vive, una casa de madera; teníamos todas las comodidades. Mi mamá y mi papá toda la vida han trabajado. Mi mamá es nana, cuida niños. Mi papá no pues, hace lo que a él le dicen, hace casas mi papá, lo que le manden a hacer. La mejor casa ha sido la de mis papás porque estábamos solos ahí, nadie nos molestaba. Yo tenía veinte años cuando me fui de ahí, si pues, todos viejotes, si toda una vida, ahí pasamos penas y alegrías, y gracias a Dios estamos todos bien. En la casa teníamos todas las comodidades, todos teníamos pieza a parte y lindo el patio, con animalitos… Es bonita la casa de mi mamá ahora, es grande, todo bonito y más encima que es loca por la limpieza, la tiene bien cuidadita, compran cosas, la mantienen bien arregladita, además que mi papá la hizo al gusto de él, ahí está toda la mano de mi papá, mi hermano mayor le ayudó.”

La mayor parte de estos pobladores proviene de familias migrantes y ello es recordado como un signo claro de la voluntad de surgir. Es en ese contexto de vida esforzada que ellos crecieron y se formaron una idea de quienes deseaban ser.

Rosita, 55 años, educación básica, migrante rural, 4 hijos, empleda doméstica, marido obrero, Cerro Navia: “Nosotros vivíamos al ladito del río, nosotros vivíamos en una comuna que se llamaba Nancahue, ahí vivíamos nosotros. Estudiamos en el campo, nosotros nos íbamos como a las siete y media; mi papá y mi mamá nos mandaban al colegio. Pasaba una micro cerca de unos potreros, había una calle pasaba una micro y nos llevaba hasta el colegio, era micro que llevaba gente que aprovechábamos. Y mi papá al año le pagaba, le daba unos dos corderos al chofer, o le daba unos gansos. En las tardes en el invierno, la micro pasaba como a las siete y ya estaba oscuro, lloviendo, y mi papá nos iba a buscar a la micro a nosotros y nos llevaba algo para taparnos. Mi papá trabajaba, sembrando trigo, haciendo huertas, las papas, las cebollas. Vivíamos en campo, campo.”

Santiago representa y representó para todos la posibilidad de nuevas oportunidades, “aquí vine a saber lo que es vivir” señala Luis que ha visto educarse y crecer a sus hijos como él no pudo hacerlo. La rigurosidad y la disciplina en llevar su precaria economía doméstica es una muestra de la voluntad de cada uno para surgir por sus propios medios:

Julia, 47 años, empleada doméstica, sin educación, casada, tres hijos, solo dos viven con ella, todos educación media, marido mecánico y dibujante técnico, Maipú: “Me ha costado, a veces me cuesta en el mes para poder juntar el dinero, yo no espero que a mi me paguen sino cuando yo tengo plata voy juntando hasta cuando tengo la plata del dividendo. Se me hace bien difícil por que en este momento estoy yo sola, tengo que pagar dividendo, pagar luz, agua, el teléfono, comer, el niño el colegio, es difícil, eso depende de mi no mas, pero no nos hemos atrasado, gracias a Dios.”

Entre estos pobladores la idea que cada uno se hace sobre si mismo y su proyecto vital, tiene nombre y fecha. La aspiración a la movilidad social, a poder “escalar” como dice una y otra vez, una pobladora, a salir de la villa y del entorno de pobreza está en todos ellos. Es esto lo que les permite finalmente construirse una estrategia de acción,

fundamentalmente individual. El más claro ejemplo, es que todos finalmente postularon al subsidio para sus viviendas individualmente, sin la intermediación de organización alguna, pero sí con buenos contactos que permitieron agilizar sus gestiones.

Para estos pobladores hacer realidad su aspiración a la movilidad no puede sino construirse a través de una práctica fundamentalmente individual y sustentada en el propio esfuerzo. Desde esta mirada, el camino a la movilidad social se construye desde el apego irrestricto a las normas de la integración y el esfuerzo individual; una cultura aspiracional que a menudo reniega del entorno de pobreza que los rodea pues en ellos ven la encarnación de lo que se desea superar y dejar atrás: la cultura de la pobreza y el dejarse estar. Sin embargo, en unos y otros finalmente, persiste la percepción que la meta a alcanzar está aún lejos, e incluso, que con la llegada a la villa más que avanzar, han retrocedido en términos de sus condiciones de vida, pero sobre todo, en la posibilidad de escapar y distanciarse de la pobreza que tanto temen.

Victoria, amasandera y comerciante, 5 hijos, 1 nieto, marido obrero Maipú: “¡Yo me recuerdo en las casas en que vivía y en lo que vine a parar! No pierdo la esperanza digo yo, algún día tener una casa pero con un sitio en otro lugar.”

La valoración del esfuerzo individual y la aspiración a la movilidad social se conjugan fuertemente en el relato de estos pobladores. La confianza en sus propias capacidades y la experiencia de una historia familiar de mucho trabajo contribuyen a reforzar una concepción del contrato social en el cual la responsabilidad última en la superación de su situación de pobreza, recae en ellos y sus familias, pues finalmente “todo depende de uno” y “cada cual se las tiene que rasguñar solo...”.

En este modelo del contrato social, al Estado le corresponde premiar la conducta y no la condición del pobre; esto es, ayudar al que aspira y se esfuerza por salir de la pobreza. Lo que se pide es igualdad de oportunidades, un piso básico desde donde levantarse y salir…

El rol del Estado consiste para estos pobladores en igualar las oportunidades para la movilidad social. El Estado debe intervenir en aquellas situaciones de pobreza extrema o crisis socioeconómicas puntuales y de este modo contribuir a que las familias superen su deprivación y logren salir adelante cuando se lo proponen. Sobre esta base mínima, la posición que las personas y sus familias alcancen en la sociedad dependerá fundamentalmente de sus atributos personales, y las desigualdades imperantes no serán más que el fruto de la capacidad, el mérito y el esfuerzo de cada cual.

Los programas de subsidio y ayuda para aquellos sectores de extrema pobreza o vulnerables constituyen un instrumento muy valorado en esta tarea estatal de asegurar la igualdad de oportunidades. Pero sobre todo el Estado debe estar allí, ofreciendo las oportunidades a quien las sabe aprovechar. Al Estado se le exige una mano, una oportunidad, pero no cualquiera, para que las familias logren realizar el proyecto deseado. El Estado debe premiar esta conducta de esfuerzo, pero puntual y oportunamente. Lo que se requiere por tanto, es un Estado moderno. Por sobre la amabilidad, la deferencia, o el ceremonial lo que interesa a estos pobladores es que el Estado sea eficiente y eficaz en su ayuda, pero por sobre todo, que respete el derecho de los pobladores a poder elegir u optar entre una cartera de subsidios y

2. El modelo del contrato social

ofertas públicas. El derecho a poder elegir y rechazar la ayuda pública es parte inherente a este modelo del contrato social.

Algunos pobladores van más lejos y la figura imaginada es la de un Estado que asemeje a un gran banco o una gran tienda en el que cada familia posea su “cuenta” en función de obtener los subsidios requeridos. Pero a diferencia de la lógica actual, lo que se pide al Estado es la valorización de los logros, es decir a mayor puntaje del hogar más subsidio, a mayor capital familiar más crédito en los términos bancarios.

Pamela, enseñanza básica, casada, marido comerciante, se siente engañada por el Estado por darle la casa que no quería, Cerro Navia: “Ahora yo no recibo ningún subsidio familiar, me dijeron que tenía ”mi cuenta” CAS

183 muy alta. Eso no me parece, para que a uno le den

familiar uno tiene que vivir en una pocilga, porque si tienes limpiecito y si tienes tus cosas con esfuerzo, te lo anotan y si tienes mucho no te dan. No tienes que tener ni tele, ni refrigerador, ni nada de eso, tienes que ser bien pobre, bien pobre y bien sucio para que te vean pobre. Pero no estoy de acuerdo con eso, y no me interesa tampoco.”

Desde esta aspiración a la movilidad social, el Estado es percibido como un recurso más entre varios otros; pero ciertamente no el único, ni el más central. Más liberales en su concepción de la sociedad, al Estado se le atribuye un rol subsidiario y pasivo, un refugio, a veces el último, donde las familias puedan buscar ayuda.

En estas trayectorias de familia, la intervención del Estado aparece de manera puntual y estratégica a lo largo de sus vidas y a menudo por iniciativa de ellos mismos que conocen los mecanismos para acceder a los recursos ofrecidos. Son los mismos pobladores los que se mueven hacia el Estado y no el Estado hacia ellos. Como veremos más adelante, no es extraño entonces que una vez logrados (o no) los recursos, las familias opten por desertar de la red pública y valerse de otras ayudas. Las prácticas clientelares u organizativas no son propias a estos pobladores.

Pamela, Cerro Navia: “La Municipalidad brilla por su ausencia, lo único que le importaba a la señora Cristina es que uno diera los votos para ella no más y yo nunca quise inscribirme eso si, no me inscribí para votar, porque nadie va a venir a ayudarme a mi, - no, si el presidente tanto y tanto va a hacer harto por nosotros -, mentira porque el sacrificio es de uno y si uno quiere trabajar, trabaja, yo no voté por nadie, nadie me dio trabajo e igual trabajo sola y tengo mi casa sola, entonces por eso yo no estoy ni ahí con lo que es política.”

Común es escuchar a estas familias decir que el Estado es poco oportuno, “cuando uno los necesita no te abren la puerta como debe ser”, ineficiente y poco eficaz en la focalización de sus recursos, tiende a “premiar” o “privilegiar” a quienes menos se esfuerzan por salir de la miseria y no a quienes, como ellos, usan sus capacidades para salir por si mismos de la situación de pobreza aunque no la exhiban en toda su magnitud:

Julia, Maipú: “Yo creo que si me vinieran a ver me dirían, usted no tiene ninguna necesidad de pedir nada, por que a uno le ven la casa, como uno la tiene; pero ellos no saben las necesidades que uno tiene por dentro, ellos no saben si uno tiene para pan o para el día de mañana. Así le paso a mi amiga, la vinieron a visitar de la municipalidad y le dijeron que no tenia ninguna necesidad de pedir ayuda por que tenia ese departamento y por que tenia esa verdulería. Pero si ahí no trabaja nadie más que ella, más encima tres niños estudiando, la niña embarazada…uno tendría que estar yo creo viviendo en el barro para que la municipalidad le pudieran creer de que realmente uno necesita... ellos no saben lo que uno tiene por dentro.”

Pero por sobre todo el Estado se lo culpa de desconocer la realidad de quienes viven la pobreza y de los estándares de la realidad chilena.

183

Ficha de Caracterización de Asistencia Social utilizada en las municipalidades para la asignación de subsidios. A mayor puntaje menor posibilidad de adjudicarse subsidios.

Rachel, 48 años, casada, 4 hijos, 1 nieto que vive con ella, empleada en pastelería, Maipú: “Yo digo que Chile está bien, la población ha crecido, hay que hacerle caso a la mayoría de la gente, hay que hacer algo donde quepan más personas, yo entiendo todo eso, pero háganlo pensando en ellos, pónganse viviendo adentro del departamento y piensen: ¿me gustaría tener el baño al lado del comedor?”

Al igual que muchos pobladores, se percibe que el Estado asigna sus recursos en función de preferencias personales y no de criterios estandarizados.

Janet, 35 años, casada, enseñanza media completa que terminó en el Programa Mujeres Jefas de Hogar, tres hijos Curicó: “Finalmente que el estado ayude depende de la persona que da la ayuda, yo creo que depende de ella no más...porque le simpatizaban... entonces yo creo que uno tiene que caerle bien para poder que ella la ayude...”

3. Las tensiones identitarias

Todos estos pobladores se construyeron mundos de vida en los cuales las expectativas por salir de la pobreza se encubaron desde temprano. El proyecto identitario es uno solo: surgir, dejar de la pobreza atrás, pero por sobre todo distinguirse de los más pobres. Por eso la obtención de una vivienda propia es siempre celebrada como un logro importante, como una fuente de orgullo que no da cabida a mirar con nostalgia la vida en el campamento:

Julia, Maipú: “Allá en el campamento era un callejón no más, era todo distinto, los niños no tenían amigos, no salían a jugar por que de la puerta salían al pasaje y eso era todo. Y acá era todo como algo nuevo, como que no era de noche ni de día, ninguna cosa de esas, o sea como le dijera era todo tan diferente, si por ejemplo allá donde vivíamos antes a las ocho uno ya estaba acostada, si no tenía a donde ir, ni que mirar.”

La identidad sin embargo, se construye también desde la aspiración a la movilidad y la esperanza de dejar de ser un habitante de villa… “ser otro”. En esta búsqueda, los hijos, los vecinos son referentes importantes que indican si se va o no por buen camino. La afirmación y concreción de un estilo de vida, de un habitus, parecieran a menudo ser el único camino posible en este esfuerzo por marcar las fronteras identitarias y de distinción con la pobreza que finalmente los rodea…y donde “la pobreza se confunde con la cochinada.“ La valoración y ejercicio obsesivo de la limpieza, la seguridad, el orden, las buenas maneras, el cuidado personal… hablan de temores y tensiones que genera el saberse finalmente rodeado de un mundo social al que se teme y del cual se desea escapar.

Rossana, 37 años, enseñanza media incompleta, casada dueña de casa, 2 hijos, marido contratista, Maipú: “Era una alegría grande cuando recibí la casa, no era un palacio lo que estábamos esperando, pero algo con que empezar porque el esfuerzo, la espera, tuvo un fin bueno. Pero después de eso ya vino la desilusión. Aquí viviendo con las vecinas es un calvario…fue una desilusión tan grande, mujeres de tan baja…, ordinarias en cuanto al hablar, al tratarte, buscan problemas, viven pendientes de ti.”

Las tensiones identitarias se construyen justamente sobre la base de este temor a ser identificado con el pobre que no se desea ser… el de la suciedad, el de la flojera, “el del mal vivir”, el de la caridad y la asistencia social permanente. Marcar estos signos de distinción frente a los suyos, frente a los vecinos, al Estado… pasa a ser central en la construcción de sus interacciones cotidianas. Son interacciones donde la alteridad esta marcada por el principio de la distinción y la aspiración a surgir.

Rossana, Maipú: “Lamentablemente yo no es que mire en menos a la demás gente, pero yo vengo de un condominio de carabineros, porque soy hija de funcionario de carabineros y donde yo vivía era un barrio de funcionarios que estábamos en Viña. Era otra clase, era otro roce, entonces yo acá no me puedo acostumbrar a que la gente aquí sea tan ordinaria. No se

puede hablar con ellas porque si tu le pones mala cara te suben y bajan a puros garabatos, es mejor quedarte callada. Ellos vienen de un lugar llamado vulgarmente conventillo y yo no, entonces, yo no me puedo poner al mismo nivel de ellas entonces me dicen agrandada, la paca (policía)…”

La depresión, la vergüenza, el llanto son las manifestaciones más evidentes de esta tensión identitaria que tiende a exacerbarse ante la evidencia de un entorno social (la villa, sus vecinos) y una casa que a modo de un espejo les recuerda permanentemente que aún falta mucho para poder salir de ahí y concretar sus aspiraciones a la movilidad, a una vida “como la gente”:

Rachel, Maipú: “Para muchos Maipú era como Las Condes. Yo antes venía para acá de visita y decía que Maipú es lindo, hay casas lindas, un rico ambiente, pero me sentí pésimo cuando vine a ver los departamentos y vi como toda la gente (refiriéndose a la gente de las villas vecinas) construía rejas, como aislándose de la lacra que iba a llegar. Yo me sentí pésimo e hice el comentario: “y estos que se creerán, que vamos a llegar caníbales”. Y ahora me doy cuenta que tenían toda la razón de enrejarse tanto, si ellos se estaban protegiendo de tanto ladrón. Imagínate la vergüenza que sentí al ver los basurales que ahora están allá, antes estaban aquí en las esquinas, daba vergüenza traer a alguien porque la basura llenaba toda la calle, imagínate el mosquerío. Aquí lamentablemente lo que llegó no fue muy bueno, somos muy pocos los que venimos, no te digo de una alta alcurnia de Vitacura o Las Condes, pero sí con una mirada diferente, otras ideas, otra mentalidad; aquí hay mucha gente que no sé de donde las sacaron y los cabros aquí se echaron a perder todos.”

Los temores se consolidan también frente a la evidencia de la vulnerabilidad de sus vidas y de su inserción en el trabajo. Como dice una entrevistada, finalmente “el único límite a mis sueños es la plata (dinero)”. Sin embargo, aún así el proyecto jamás se transa, a pesar de las evidentes dificultades, cada uno se esforzará por proteger y también sumar a sus hijos a la propia apuesta:

Pamela, Cerro Navia: “Todavía tenemos fe que algún día nos vamos a ir de aquí, tengo fe, que me gane el Kino

184 (risas). A mí me gustaría irme a Peñaflor, Melipilla, con un aire más limpio,

me tiene aburrida este polvo. El sueño de nosotros es tener una distribuidora de artículos de aseo porque ese es el rubro de nosotros, pañales, detergente, todas esas cuestiones, y tener una camioneta 4x4, y no nos falta tanto para eso tampoco… irme a una casa donde viva sola, donde nadie pase por aquí por mi puerta, donde no me anden golpeando a cada rato, donde no sienta el olor a marihuana, donde no me amanezcan botellas de vino allá afuera, nada de eso…una casa con patio, donde yo sé que mi hijo va a salir y va a estar seguro y no aquí, que se va a meter a un parque y capaz que me lo maten. ¡Me da miedo que mi hijo crezca acá! Horror me da.”

Los hijos son parte importante en estos proyectos identitarios, a veces son la gran esperanza de poder cambiar sus vidas. Sus nombres compuestos, propios a los estratos altos (Maria Fernanda, José Ignacio, María Victoria…), instituyen de cierta forma este proyecto de “familia aspiracional”.

Maria, Maipú: “Quiero que mi hija sea una niña de provecho, y como soy yo, creo que los dos van a ser de buen provecho; yo soy estricta, cuando le veo una cuestión mala a mi hijo lo reto. El no me sale ni afuera, no juega tampoco, él del colegio aquí y de aquí al colegio. No tiene amigos aquí, porque los jóvenes son muy ordinarios, son muy picantes en el vocabulario que tienen, hasta las niñitas, son muy ordinarios para hablar aquí, puros garabatos. Mi hijo me dice, mamá, tú no me dejas ir para ningún lado. No, le digo yo, donde mis ojos te vean. A Sergio Felipe lo veo grande, bonito como es mi hijo, estudiando, teniendo su profesión; y a mi hija María Fernanda igual, con su profesión, bonita como es y con mi marido bien unidos.”

Muchos de estos hijos participan también de este proyecto, produciendo tensión y preguntas que los padres a menudo no saben ni pueden responder:

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Juego de azar.

Janet, Curicó: “Usted sabe que de repente uno es media orgullosa y yo no voy a decir tengo cosas o soy rica, las tengo, pero a veces estoy mal. Allá en el Estadio de la Universidad Católica donde juega fútbol mi hijo van todos los papás a dejar a sus hijos en auto, y soy la única que no tengo auto. Mi hijo me dice: ¿Mamá, por qué no te compras un auto? ... de adónde digo yo.”

El reclamo de los hijos por más compañía de los padres...los remite sin embargo, permanentemente a la pregunta por el costo afectivo de tanto esfuerzo y horas dedicadas al trabajo:

Mónica, 26 años, educación media incompleta, casada, 2 hijos, comerciantes con local en su casa, Curicó: “Lo que reclaman las niñas, o sea, la niña mayor, es por que nunca salimos. Ella dice, mamá sácame al mall, mamá vamos allá. No se puede, no hay tiempo. A veces por tiempo y a veces por la plata, porque algo así, si uno va a salir tiene que llevar plata, no va a ir a puro mirar y ella a mirar como los niños se divierten, fome. Entonces como estamos recién iniciando el negocio y estamos medios afligidos de plata, plata que tenemos, plata que la ocupamos en mercadería al otro día. Antes íbamos a los juegos, a La Alameda…teníamos tiempo para ella y salir con ella…se podía, en cambio ahora no se puede.”

4. El trabajo de la identidad

En este trabajo de la identidad romper con la historia de pobreza y el estigma es una preocupación central. Frente al terror a parecer lo que no se es o no se quisiera ser…los argumentos que se levantan para hacerse respetar son diversos. La mayor parte de ellos sin embargo, buscan afirmarse en la diferencia a través de visibilizar y destacar los propios atributos: somos más limpios, más sensibles, más esforzados, más cultos; “puedo hablar de tú a tú”, le dice una pobladora a su entrevistadora:

Rossana, Maipú: “Hay una amiga que al igual que yo somos de Valparaíso, yo venía de Viña. Somos más centradas, no sé como decirte más cultas. Por el hecho que ahora estemos conversando puedo estar a un nivel tuyo, conversar bien. Pero si tu te pones a hablar con las demás personas(lo vecinos) tu no hayas que decirle, porque tu no hayas como guiar ese vocabulario que ellas tienen. Lamentablemente te dejarían con la boca cerrada, vulgarmente, como se dice.”

Distinguirse desde el dolor y la adversidad, valorar el propio empeño y reflexionar para aprender de las caídas, es otra manera de trabajarse a si mismo, de insistir en la validez del propio proyecto, de perfeccionarlo y sobre todo, de no decepcionarse a si misma, como señala Pamela:

Pamela, Cerro Navia:”Por el hecho de uno de estar aquí (en la villa) te vienen las malas rachas, a mi marido lo han estafado, le robaron casi dos millones de pesos en mercadería... Entonces hay que volver a pararse... si no lo hago me decepciono a mi misma.”

Al igual que para la mayor parte de nuestro universo de pobladores, es en nombre de los hijos que muchos explican su perseverancia y sobre todo el rechazo a aceptar, la estigmatización y la descalificación…Por los hijos se estaría dispuesto a todo, incluso a robar y a matar... como madre y como padre que se es:

Janet, Curicó: “…si él quiere ir a una universidad de las buenas, tenga que... hay un dicho que dice “aunque tenga que robar por mi hijo...”. Yo creo que uno como mamá de alguna manera…y otra yo creo que lo logra para que sus hijos sean más que uno, porque yo por lo menos, así como soy, he sufrido mucho, y no me gustaría que mis hijos pasaran lo mismo.”

Luis, 56 años, educación básica incompleta, oficios varios, ocho hijos, su segunda mujer lo abandonó llevándose los ahorros para la vivienda; actualmente vive en sitios eriazos con un hijo, no pierde las esperanza de ser ayudado por el Estado, Cerro Navia: “Si yo fuera otro yo la demando por maltrato (a la actual pareja de su ex mujer)...con los cincuenta y seis años que tengo, soy capaz de enfrentarme a un hombre, soy capaz, pero no lo hago porque con mis

cincuenta seis años estar metido en la cárcel, manchar mis papeles, no puedo… Muchas veces he estado a punto, varias veces he tenido las ganas, pero me he contenido.”

Pero no todos logran trabajar sobre si mismos y encontrar desde donde reafirmarse. Frente a la mirada despectiva de sus vecinos y la impotencia de no poder surgir y tener una mejor calidad de vida, Victoria se repite una y otra vez, “es que no puedo, no puedo, no puedo”; o Rachel que lo único que quisiera es poder desaparecer. Ambas, en su desesperación, dan cuenta de los límites del trabajo de la identidad cuando a pesar del esfuerzo y la voluntad, la posibilidad de proyectarse o pensarse a si misma es en vano frente al peso de las evidencias.

Rachel, Maipú: “Estoy con una angustia y con una depresión grande porque me pregunto, ¿y para esto junté plata?, para la calidad de vida que tengo aquí... uno puede ser muy humilde pero decente... pero la droga... cuando a uno le toca vivirlo con un hijo... Yo le he preguntado por que lo hizo. Porque uno no es perfecto y a veces no sabe, a lo mejor me está castigando. Pero el me dice que lo hace porque a él le gusta... lo único que anhelo es sacarme un premio para desaparecer...”

Sin respuestas ni salidas claras a sus aspiraciones, la tendencia a autoafirmarse en el aislamiento, levantar murallas y fronteras es también una respuesta identitaria que habla del miedo a ser confundidos con la pobreza y el “mal vivir” que los rodea.

El Estado

Estas son historias de escasos e intermitentes vínculos con la red estatal. Al Estado, y sobre todo a los subsidios universales, se lo requiere y se lo usa siempre en función del propio proyecto biográfico o familiar y principalmente para hacer frente a las deficiencias del mercado de trabajo. Nadie se acerca al Estado sin embargo, sin antes hacer un cálculo del costo beneficio que implican los largos y a menudo engorrosos trámites para el acceso a subsidios:

Julia, Maipú: “Yo soy bien apática a estas cuestiones con el Estado; decía yo, que voy a perder el tiempo, mejor hago las cosas de la casa; y a veces, cuando me venían a buscar, yo iba.”

Atractiva, 45 años, casada, empleada en negocio, 4 hijos, 1 nieto, un hijo estudia en la universidad Informática, el marido tiene eseñanza básica incompleta y trabaja independiente en una bodega, Maipú: ” El año pasado a mi hijo le habían dado la posibilidad de postular a la Beca Presidente de la República, pero nunca me llamaron, nunca supe por qué no había salido... Tampoco me di el sacrificio de ir a preguntar…Como no eran tan grandes mis necesidades nunca insistía...Yo no me acerco realmente a averiguar, por falta de tiempo para ir a averiguar. Si no salió, no salió.”

Acudir al Estado nunca es percibido como la llave para superar problemas, apenas para resolver una urgencia; a él se acude en situaciones en las que “no queda otra” o bien como parte de una estrategia a más largo plazo, y donde las ofertas del Estado son recursos que hay que “aprovechar” y ponerlos al servicio del propio proyecto. Como Rosita que paga puntualmente el dividendo para luego “arreglarlo y arrendarlo.” Rechazar un subsidio es también frecuente y ello ocurre cuando se percibe que la ayuda no se corresponde con lo deseado.

Rachel, Maipú: “Postulé directamente al subsidio y esperé como nueve años, claro que dentro de esos nueve años me había salido casa otras veces. Una vez me salió casa para Puente Alto, pero era muy malo; después me salió casa para Maipú, para la población San Luis, pero ahí me dijeron que era terrible. Cuando enviudé tenia que tomar esta opción y la tomé pensando en que había elegido otro terreno, otro ambiente, otra calidad de vida.”

5. Las lógicas de acción

El Estado se lo acusa de no resguardar los intereses de quienes se esfuerzan por salir de la pobreza; las villas son un claro ejemplo de cómo finalmente el Estado no los respeta ni los proteje en sus aspiraciones de diferenciación de la pobreza y de movilidad social:

Atractiva, Maipú: “Dijeron los del Serviu que iban a seleccionar a la gente, que no iba a ser cualquiera, que iba a ser gente trabajadora, entonces no separaron la gente de campamento. Habría que colocar en una villa especial a la gente individual y gente de comité. Muchas peleas se ve entre la gente.”

Estos pobladores no son clientes que acudan de manera frecuente; pero es común la percepción que cuando se acercan el Estado éste les informa mal, les miente y les hace mentir:

Pamela, Cerro Navia. “A nosotros nos asesoraba la asistente social. Esa fue la mentiRosita, porque ella fue la que nos prometió… Fui a la municipalidad como hace tres meses atrás a rogarles que me cambiaran de aquí, fui a entrevistarme con la alcaldesa. Bueno, (irónica) ella nos cambió de casa, nos ayudó y todavía estamos metidos aquí, ella nos dijo que iba a tratar de agilizar los papeles y a llevarnos de aquí. Nos dijo - mire, por el engaño que le hicieron a usted, yo los voy a ayudar -. Salí a sabiendas que iba a tener que salir de aquí por mis propios medios, porque la municipalidad son puras mentiras… mentirosos, ellos saben como mentirle a la gente, pero lo que pasa es que uno no es ignorante y no le van a meter el dedo como se lo meten a toda esta gente de aquí que creen que la señora alcaldesa es la Virgen María, mentira.”

Frente a la desconfianza que el Estado les genera, estos pobladores despliegan sus estrategias individuales para resguardarse de estas “mentiras”:

Julia, Maipú: “Yo no tuve dificultades para reunir mi dinero, yo iba depositando todos los meses. Los de la municipalidad dijeron que teníamos que tener tanto dinero en la libreta...claro que en mi libreta yo no tenía todo el dinero, iba ahorrando en otra libreta. Entonces después cuando la pidieron yo traspasé el dinero que tenía para la vivienda, así que no tuve dificultades. Porque yo dije y si después no me sale...”

Al Estado no se lo espera, se lo busca en función de las propias necesidades y proyectos. Pero todos saben que sin un buen “pituto” (contacto), las posibilidades de ser recibido y escuchado son remotas. Es justamente por esta razón que estos pobladores rara vez tratan de llegar directamente al Estado. Por el contrario, antes de llegar a golpear sus puertas ellos buscarán hábilmente los resquicios para valerse del amigo, del conocido, del patrón, del cliente…que les facilite el camino para ser vistos y escuchados en sus demandas:

Mónica, Curicó: “Con una clienta que tenía yo, a través de ella hice las gestiones para ubicarme con la persona de la gobernación. Es que eran conocidos los dos, entonces, fue como una paleteada, una cosa así. Bueno, en realidad yo fui a pedirle que me tocara casa esquina... Y esa fue la ayuda que me prestó, yo creo que prácticamente a mi no me atendió tan mal, donde iba recomendada por la persona que lo conocía a él, se conocían de niños. Pero al no conocerlo no sé si me habría escuchado, porque no lo encontré muy simpático.”

A diferencia de otros pobladores, ellos privilegiarán, no los contactos con dirigentes, párrocos o funcionarios, sino principal y exclusivamente contactos que provienen de su mundo laboral. Garzones, empleadas domésticas o vendedores...estos pobladores cuentan con una red de conocidos que les permitirá acceder ya no solo a la asistente del municipio, sino también al médico del hospital, a un jefe de servicio ministerial...es decir, a personas con algún poder de decisión.

Mónica, Curicó: “Mi marido conoció a una compañera de trabajo que lavaba ropa, ella le comento que su mamá tenía un pariente que trabajaba de nana en la casa de un caballero de

la gobernación que ahora es diputado; y que eran muy amigos. Y nos dijo, vamos a hablar con él a ver que podemos hacer... Mi marido me lo comentó y fuimos con otro matrimonio, un cocinero con su señora. El diputado también iba a comer al restaurante, entonces lo conocían, se ubicaban de vista… Yo antes muchas veces intenté hablar con él y tenia que pedir cita. Pero es imposible que alguien que sea tan importante en Curicó fuera a recibir a una persona de población y sola… y así nos ayudó.”

Justamente porque el Estado se percibe como un aparato ineficiente, burocrático y donde el contacto es clave para ser recibido, es que todo esfuerzo de modernización y eficiencia es celebrado. Más que gestos de deferencia, lo que estos pobladores esperan del aparato público, es rapidez, claridad y eficacia en su ayuda.

Frente a las muestras de ineficiencia del Estado, estos pobladores no dudarán en increparlo, discutirle y sobre todo, confrontarlo. Cuando el Estado no respeta o responde a los acuerdos, los conflictos estallan, pero siempre de manera individual, uno a uno… A la confrontación le sigue a menudo un alejamiento de la red estatal, pero también la resignación; si no se los reconoce en su diferencia y esfuerzo por salir y distinguirse de la pobreza, más vale alejarse aunque se pierdan sus beneficios.

Soledad, 29 años, enseñanza básica, dueña de casa, dos hijos (el mayor es autista), marido garzón, Curicó: “Le golpeé la puerta al director del hospital; me dijo que él no tenía tiempo para atender a nadie y le dije que me tenía que atender porque si no me atendía le iba a hacer un escándalo. Y todos me miraban porque yo era flaca, flacuchenta, nadie se lo imaginaba. Y le dije que si no me atendía yo le iba a hacer un escándalo. La cosa que me tenía que atender igual. Le dije, sabe yo vengo a poner una queja, una queja contra todo el hospital y usted principalmente porque usted es la que da las ordenes…. No me venga a ver la cara, no crea si la edad que tengo yo la aparento no mas, me han tocado vivir demasiadas cosas duras así que no crea que cualquiera me pasa a llevar. Me dijo, bueno esas son las normas del hospital y yo no puedo hacer nada, en todos los hospitales hacen lo mismo…”

El Mercado

Insertarse en el mercado de trabajo constituye una preocupación central en la vida de estos pobladores. Cada uno sabe que no hay otra manera de salir de la pobreza. La búsqueda de nuevas fuentes de trabajo se hace a través de estrategias múltiples y entre las cuales ciertamente también cuenta el Estado y sus programas, aunque solo si la urgencia y la cesantía se imponen. La experiencia les indica sin embargo, que los trabajos que ofrece el Estado están lejos de ser aquellos a los cuales ellos aspiran acceder:

Atractiva, Maipú: “Mi hijo cuando quedó sin trabajo acudió a la municipalidad, pero no encontró trabajo por ahí, porque no había trabajo para lo que él había estudiado, para lo que él quería trabajar, no había. Había puro para gente que trabajaba en construcción, cosas así; pero por el diario consiguió el trabajo donde está.”

A pesar de las estrategias para conseguir trabajo, del esfuerzo y las habilidades de cada uno, lo cierto es que todos tienen trabajos precarios, inestables y de muy bajos ingresos:

María, Maipú: “Ahora no estamos pagando dividendo, lo tenemos congelado, porque el año pasado a mi marido lo habían despedido del trabajo y lo echaron, y al otro día lo volvieron a recibir. Quedó sin trabajo el treinta de octubre del año pasado y lo llamaron el cinco de noviembre a trabajar ahí mismo…pero es baja la renta que tiene ahora, se la bajaron, no es lo mismo, para nada, si ahora no tenemos ni aguinaldo. El sueldo es mucho más bajo, si él no quería meterse ahí, pero peor estaba en la casa.”

Para las mujeres salir a trabajar fuera de sus hogares no es fácil, el principal impedimento es siempre su pareja, que encontrara uno y otro argumento para

oponerse a la salida del hogar. Cuando estas pobladoras no pueden salir a buscar trabajo, toda su energía se aboca entonces a invertir en la educación de sus hijos, en seguirlos y empujarlos a cumplir el proyecto de movilidad:

Atractiva, Maipú: “Yo a mi hijo, a mi segundo hijo, lo empujé y él terminó en un instituto comercial, hizo su practica, trabajó de junior, después él empezó a estudiar en un instituto privado particular, después terminó su carrera y ahora (24años) empezó a hacerse su carrera universitaria junto con trabajar como programador en el Banco de Santiago. Mi hija trabajó de secretaria, trabajó en un negocio de automóviles, donde venden y arreglan. Estuvo trabajando de secretaria y quedó sin trabajo y empezó a buscar de secretaria acá y justo salió este trabajo de vendedora en una tienda del barrio alto. Ella ya había trabajado en ventas por hartos años de AFP, de Isapres de distintas cosas ha trabajado.”

Distinto es el caso de aquellas mujeres que logran generarse un empleo desde el propio negocio familiar; aunque siempre supone muchas horas de dedicación y una gran disciplina en términos de la administración de la economía doméstica, en estos espacios la relación entre marido y mujer es ciertamente más horizontal y complementaria.

Mónica, Curicó: “Prácticamente no tenemos días libres porque esto de tener un negocio… hay que estar todos los días aquí. Ahora él salió, fue a la casa de la mamá y esa es la única distracción que tiene… No tenemos gastos extras, o sea, estamos sin hacer gastos extras, nos estamos reprimiendo nosotros mismos porque o si no la cosa no va a funcionar, porque si nos ponemos a gastar la plata no vamos a salir adelante.”

A todos estos pobladores les “gustaría encontrar un trabajo donde uno pudiera escalar”, pero Las condiciones que les pone el mercado de trabajo todos estos pobladores las conocen bien. Educación, “¡tener bonito físico!” y un buen contacto son factores con los que no siempre se cuenta, pero que pueden ser decisivos al momento de buscar un trabajo. Sin embargo, todos coinciden en que las señales que les entrega el mercado son confusas, difíciles de comprender y difíciles de cumplir:

Rossana, Maipú: “Para tener un buen trabajo se necesita una carrera, no sé en realidad no podría expresarme bien porque hay gente con estudios, con carrera y están igual de parados, no encuentran nada. No sé en realidad que es lo que piden, los trabajos, antecedentes mismos no sé porque los niños jóvenes ahora que tienen por decirte una carrera de ingeniería y no pueden encontrar trabajo porque no tienen experiencia. Y hay gente adulta, que ellos le llaman adulta a 35 o 33 años, y tienen la carrera y tienen la experiencia y no lo toman porque son de edad. Entonces no entiendo qué es lo que piden.”

Nada es más ajeno sus intereses y capacidades que la participación en un trabajo colectivo de autogestión. Aquellos que lo intentaron rápidamente sacaron cuentas y descubrieron que los costos son ciertamente mayores que los beneficios.

Julia, Maipú: “Yo participé en un curso que nos hicieron para decorar su departamento…nos regalaban el puro género y nosotras teníamos que hacerlas, teníamos una profesora y ella nos iba enseñando. Las platas las dio el FOSIS para comprar las máquinas, el género y todo. Yo alcancé a estar un mes, porque después…quedó ahí estancado. Yo terminé lo que tenía que terminar y me retiré, una por que no iba a tener tiempo para ir a hacer los turnos, era mas bien dicho una micro empresa. Yo creo que fue por muy poca comunicación, la gente es muy envidiosa… Yo me retiré...era como ir a perder el tiempo y a veces yo tenía que pedir permiso al trabajo para asistir. Y todas las veces no me iban a dar permiso. Y yo vi que no íbamos a ganar, entonces yo no podía llegar y salirme de mi trabajo para irme a otra cosa que yo no veía ningún porvenir, entonces dije yo no mejor, me retiro y me quedo en mi trabajo no mas…”

Las metas y los plazos claros son talvéz el rasgo más distintivo de estos pobladores que confían en sus propias capacidades y esfuerzos para salir de la pobreza.

Pamela, Cerro Navia: “A los 25 años yo tengo que irme de aquí y tengo que tener mi capital mío, mi negocio, no importa que no tenga distribuidora, pero mi capital mío y mi auto, un buen auto, y todo eso en cuatro años más.”

Los vecinos

En estos relatos la preocupación por distinguirse del otro, en especial del más pobre, es una obsesión que los acompaña en cada uno de sus gestos cotidianos. Los esfuerzos por tomar distancia en términos de las conductas, la estética, el estilo de vida… e incluso de los valores de los más pobres está presente en cada uno de ellos. La llegada a la villa se transforma rápidamente en la principal evidencia de que distinguirse de los más pobres no les será fácil si se los tiene como vecinos.

Pamela, Cerro Navia: “Nosotros estábamos contentos porque dijimos - casa taller, vamos a estar aislados de la gente-, porque sabíamos que era gente de campamento. No por discriminarla porque igual son gente de esfuerzo, pero nosotros no estábamos acostumbrados a vivir como viven ellos... Pero olvídate, esto es una pocilga para la gente que pasa por aquí. Un condominio es un lugar donde va gente con educación, respetuosa. Y aquí no, aquí viene pura gente con poquitita cultura y a esto no tendrían que haberle llamado nunca condominio... esto tendría que llamarse población. Igual aguantaremos cuatro años más aquí. Lo hemos tomado bien, porque igual se ha ido un poco la angustia de vivir aquí, antes parecía ánima porque pasaba puro llorando,...me daba miedo salir a comprar, me daba miedo salir a barrer afuera…”

La sociedad pareciera dividirse en dos para estos pobladores; una mirada dual de esta sociedad chilena que se divide entre los de abajo y los de arriba, entre los de campamento y los cuicos; entre los buenos para enfiestarse y los de esfuerzo, entro los sucios y los limpios... A medio camino entre unos y otros, estos pobladores harán todo lo posible para asemejarse a los de arriba y distinguirse de los de abajo. Aún así, a menudo el contexto se encargará de demostrarles que las posibilidades de salir de allí, de la villa y de la pobreza, es una tarea de largo aliento y siempre incierta.

Mónica, Curicó: “Aquí la gente, bueno...la gente cree que por ser pobre arrastra la pobreza con la suciedad, con todo. O sea, ellos son pobres, pero tienen que ser sucios, tienen que ser todo, no pueden ser pobres limpios, entonces, como que la gente confunde mucho las cosas… Y no están ni ahí con nada, no miran nada…”

Entre las estrategias de distinción y autoprotección de un entorno que perciben peligroso, está el encierro en los estrechos límites de su hogar, “yo no me junto con nadie”, “yo no conozco a nadie” son afirmaciones que refuerzan este temor y rechazo a la construcción de una sociabilidad con aquellos vecinos que les recuerdan el entorno de pobreza que los rodea. En este encierro, las estrategias para hacerse un estilo de vida “decente” y como se estila en el barrio alto, pueden llegar a ser muy complejas y a menudo, casi imposibles de realizar a pesar de la voluntad y el deseo de distinguirse del resto:

Atractiva, Maipú: “Yo aquí no tengo casi contacto con gente... es que nosotros realmente donde crié a mis hijos era barrio donde usted es poco los contactos que hace. Es igual que si viviera en Vitacura

185, son pocos los contactos que tiene con los vecinos, nosotros vivíamos

nuestro mundo… yo en mi casa soy así, todos mis hijos se encierran aquí.... O sea, el ambiente no es - mi manera de pensar - no es para relacionarse. Porque mi hijo encuentra muy picante a la gente. Mi hijo es de las personas que no le gusta que mi marido salga sin camiseta. Le dice, te ves súper ordinario papi éntrate. Y hay gente de aquí a veces lo hace. O por ejemplo, yo le digo a mi hijo, me hace falta un cordel para tender ropa. Mami no lo hagas, se ve algo tan ordinario, no es lo mismo que estar encerrado que se va un poco más decente. Esas cosas a nosotros no nos gustan.”

El temor al otro, a la delincuencia y a todo aquello que pueda representar una amenaza al propio proyecto familiar e individual los acompaña siempre como una sombra. Al igual que la clase media, estas familias invocarán al aparato público y sus dispositivos de “seguridad ciudadana” como principales garantes de sus barrios y sus

185

La comuna de mayores ingresos de Chile.

hogares. Sin embargo, el temor a sus vecinos incluso les impide cualquier gestión legal, finalmente el silencio y el resguardo bajo rejas terminan siendo las estrategias más utilizadas. Lejos están de aquellos pobladores que confían en sus propias capacidades asociativas al interior de la población para el control social. Salir pronto de la villa constituye la aspiración de todos estos pobladores y para ello fijarán plazos y rigurosas estrategias de ahorro.

Estos son historias de pobladores, pero no los más marginales y pobres de estos territorios. La mayor parte de ellos son trabajadores independientes que han podido, a partir de su propio esfuerzo, salir adelante, educar a sus hijos, obtener una vivienda... Fuertes en una cultura aspiracional, ellos reniegan del Estado en su rol de asistencia, y le exigen hacer de soporte a los esfuerzos que cada uno de ellos realiza para salir de su condición de pobreza. Esfuerzo individual y Estado subsidiario constituyen los dos pilares de este modelo del contrato social.

Incrédulos en las capacidades organizacionales, estos pobladores apuestan a la construcción de una identidad sustentada en los valores de la integración, el trabajo, la familia y el esfuerzo honrado. Este poblador, más que ningún otro, se aferra a construir principios y señales de distinción, fronteras identitarias que le permitan tomar distancia de un entorno que les recuerda la pobreza de la cual tanto se desea escapar. Las tensiones identitarias son muchas y ellas nacen del temor y la vergüenza a ser identificados con el mundo de los más pobres. Distinguirse de los vecinos, en especial los más pobres, valorar el propio empeño y aprender de las propias caídas constituyen trabajos que hablan del profundo deseo de salvarse a si mismo de un entorno estigmatizante.

Para estos pobladores, la solidaridad y los valores comunitarios no son principios que orienten su práctica cotidiana; por el contrario, ellos prefieren el encierro y el resguardo en el núcleo familiar; muy rara vez participarán de la vecindad. En una lógica similar, al Estado solo se acude cuando el mercado de trabajo falla y los excluye. Del Estado y sus políticas sociales se pide oportunidad y eficacia en su ayuda.

La igualdad, la distancia entre grupos sociales respecto del poder y la riqueza, constituye la gran preocupación que acompaña a nuestras sociedades modernas. La sociedad nace de la búsqueda de la integración; y el pensamiento de lo social se hace eco de este temor a la ruptura y la disgregación. Así nos advierten los análisis que dan cuenta del paso de la comunidad a la sociedad; o de cómo el capitalismo y el individualismo atentan contra la sociedad. En este marco es que hay que comprender que a pesar de las desigualdades y asimetrías sociales, la mayoría de las sociedades actuales afirman el principio de la igualdad, la igualdad de los derechos, la igualdad de las libertades e incluso la igualdad de oportunidades y capacidades...186

Desde el Iluminismo todas las filosofías políticas o sociales, incluidas las más liberales aun cuando justifican ciertas libertades reales, postulan la igualdad en algún ámbito entre los hombres. Tocqueville ya identificaba la modernidad y el propio sentido de la historia como el triunfo obstinado de la igualdad. Igualdad que no era solo la igualdad real de las condiciones de vida, sino la extensión de un principio de igualdad de los individuos a pesar de las desigualdades sociales reales.

Para Rousseau, la igualdad estará en el centro de la justificación de un orden civil no perverso. El Estado, nacido del pacto inicial entre los hombres tiene la obligación de garantizar la libertad a través de las leyes, promover la equidad distributiva de la riqueza y alentar un sistema educativo basado en el sentimiento del amor por la colectividad. Sobre estos pilares se basa el equilibrio de una sociedad que encadena a sus integrantes, pero a la que, sin embargo, resulta beneficioso pertenecer. En este acuerdo generalizado, cada hombre se entrega a la comunidad; y todos ganan, ya que lo que se pierde individualmente es compensado por lo que se recibe de los demás. En la célebre fórmula del contrato social, de lo que se trata es de encontrar entonces, “una forma de asociación que defienda y proteja con la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos, obedezca tan sólo a sí mismo, y quede tan libre como antes. Tal es el problema fundamental al cual el contrato social da solución.”187

Así concebido, el contrato social genera una nueva entidad moral colectiva al que pertenecen todos los ahora “ciudadanos”, alcanzando derechos tales como los de libertad, igualdad y propiedad. En la modernidad los individuos serían considerados como iguales y sus desigualdades empíricas no podrían basarse en el nacimiento, la raza, ni en la tradición.

Todas las teorías del contrato social, colocan como principio una igualdad inicial a partir de la cual sería posible discriminar entre las desigualdades justas e injustas. Efectivamente, las sociedades modernas son igualitarias en la medida que ellas extienden el derecho a la igualdad, especialmente a la igualdad de oportunidades, y en la medida que en términos normativos, jurídicos y políticos, ellas aceptan las

186

Dubet, 2000, 2003. 187

Rousseau, (1762), 1999, Libro Primero, VI.

Del contrato social

Conclusiones

desigualdades pero no impiden a los individuos competir por las oportunidades económicas, políticas, jurídicas y educacionales.

La igualdad finalmente está en el origen de la dinámica social de la modernidad, de las utopías de los movimientos sociales; y del imaginario de muchos individuos.

De las nociones del contrato

En la teoría de Rousseau el contrato social está a la base de la construcción del Estado; para efectos de nuestro análisis de los relatos y las percepciones de los pobladores, entenderemos por contrato social la relación entre los pobres y el Estado, sus derechos, deberes y obligaciones… en la base de esta conceptualización aplicada del contrato social está la ciudadanía.

En la concepción moderna del ciudadano confluyen el principio de la igualdad básica de las personas y la consideración del individuo como miembro pleno de una colectividad, expresada mediante el reconocimiento de una serie de derechos fundamentales. Así, la ciudadanía remite siempre a la idea de una estructura de derechos y responsabilidades de las personas en su relación con el Estado y la comunidad política. El contrato social de Rousseau concibe que todos quienes participan del contrato tienen igual condición ciudadana, pero en las sociedades con altos índices de pobreza y desigualdad, los más pobres saben que ello no se cumple. El contrato social es por tanto, un concepto adecuado para comprender el tipo de ciudadanía imaginada desde estas historias de pobreza.

Una primera evidencia que arroja nuestro estudio son las múltiples caras que adquiere hoy, entre los más pobre, la noción del contrato social. Nociones diversas que se superponen y a veces oponen entre sí. Hemos podido establecer cuatro tipos ideales; esto es, cuatro formas de imaginar y representar el acuerdo (implícito o explícito) entre actores diversos; acuerdos que no solo expresan las aspiraciones de la colectividad; sino también la legitimidad de los intereses colectivos y por los cuales cada uno está dispuesto a postergar o a renunciar a una parte de los propios intereses; acuerdo que, en nuestras sociedades modernas, arbitra el Estado.

En nuestras sociedades modernas, la pobreza en tanto “cuestión social” es un asunto de preocupación pública; es el Estado el llamado a ocuparse de ella. En sociedades con los niveles de pobreza como las latinoamericanas la noción del contrato social contiene siempre una respuesta a la pregunta por la responsabilidad del Estado frente a los carenciados y excluidos de la sociedad: ¿Que debe hacer el Estado para ayudar a salir a los más pobres de su condición? Las respuestas a esta cuestión social sabemos, depende a su vez, de la manera de representarse y concebir la pobreza a lo largo de la historia y las sociedades. Una pregunta ineludible a la definición del la cuestión social es ¿como o por qué se llega a ser pobre?

Si la pobreza es concebida como un asunto estructural, será deber del Estado ayudar a los más pobres en tanto categoría social y víctimas del funcionamiento del sistema social. Ya sea protegiéndolos y asistiéndolos en su condición de “pobladores organizados”, “colectivo de trabajadores”, “de mujeres”…; o bien, ayudándolos a unirse, solidarizar y movilizar proyectos colectivos para sacar ventaja de su relación de fuerza. Salir de la pobreza exige entonces, a los actores dominados, denunciar y actuar sobre la producción estructural de la pobreza y la exclusión.

Si los orígenes de la pobreza se sitúan en el individuo, corresponderá al Estado ayudar a los pobres a salir de la pobreza a partir de la entrega de los medios adecuados. En tanto marginales ellos podrán ser resocializados, disciplinados, habilitados y aculturados en las normas dominantes; en tanto dependientes o

desafiliados, se requerirá ayudarlos a adquirir los recursos, calificaciones y capitales que les permitan volverse autónomos y responsables de sus destinos personales. Salir de la pobreza es entonces un asunto de capacidades y esfuerzo de cada uno.

La responsabilidad última del Estado y la definición de los principios de la ayuda estatal se debaten, entre dos vertientes de la idea clásica de justicia social: la equidad y la igualdad. La igualdad apunta a la menor distancia aceptable entre categorías sociales respecto del poder y la riqueza, supone un piso y un techo; y exige por tanto, de una acción redistributiva, y no solo correctiva, del mercado por parte del Estado.188 La consideración del contrato social como un asunto de solidaridades instituidas hacia los más pobres, requiere entonces instaurar mecanismos de redistribución de la riqueza. La igualdad formal proclamada por la Declaración Universal de Derechos Humanos, constituye el fundamento mínimo de una igualdad llamada a hacerse real en la medida que la redistribución de riquezas se concrete. La legitimidad de tal contrato se funda en las necesidades materiales de la gente, en las condiciones de pobreza; probar tal condición de carencia es por tanto una condición del individuo y/o su comunidad para poder beneficiarse legítimamente de la ayuda instituida socialmente y que el Estado se encarga de administrar.189

La equidad, por su parte, apunta a la igualdad de oportunidades para la satisfacción de necesidades básicas o aspiraciones definidas socialmente. Esto exige del Estado un marco de políticas generales que lleven a asegurar un piso a todos, y políticas correctivas del mercado cuando esto no se da. El pobre debe probar, para tener acceso legítimo a la ayuda instituida, no solamente la necesidad material, su condición de pobre, sino también su compromiso e interés por salir de la pobreza y lograr su autonomía individual o colectiva. El Estado por su parte, deberá asegurarle la igualdad de oportunidades y acceso a los medios para el logro de tal autonomía.

En el principio de la igualdad se reconoce la idea del contrato social que prevaleció durante toda la primera fase de la modernidad, aquella de la sociedad industrial. Mientras que los principios de la equidad hacen su aparición junto a la instauración del modelo neoliberal, y las rápidas transformaciones de nuestra sociedad.

Nuestro estudio muestra la existencia de estas dos dimensiones en las percepciones de los pobladores. El principio de la equidad entendido como el derecho de todo chileno a tener acceso a un mínimo de subsistencia digno; y el principio de igualdad, entendido como la afirmación del carácter solidario y anticlasista de la sociedad. La ausencia del primero afecta y erosiona la identidad de los individuos; la ausencia del segundo en cambio, afecta y erosiona a la sociedad en tanto comunidad

Las cuatro nociones del contrato social que nos entregan los relatos de estos pobladores nacen justamente de la respuesta a esta dos pregunta: ¿Por qué se es pobre? Y ¿Qué debe hacer el Estado frente a la pobreza?

Beneficencia y caridad

La apelación a un contrato social de la beneficencia y la caridad, esto es, de la bondad solidaria y compasiva, nos remita a una imagen premoderna y precapitalista de un Estado que protegía a los más desvalidos y ellos en un acto de reciprocidad le entregaban su voto, su aplauso, su cariño e incondicionalidad. Este modelo de los deberes y los derechos, lo encontramos entre aquellos pobres que se perciben y son percibidos como los marginales de siempre. Modelo de ciudadanía que se incuba en historias de reproducción de la pobreza. La noción de contrato social, si es que existe,

188

Carretón y Cumsille, 2002. 189

Bajoit, 2005.

se sustenta en lo que la antropología ha llamado, “la desesperanza aprendida”; es decir, la certeza que nada cambiará en sus vidas, hagan lo que hagan, “porque siempre ha sido así”. De lo que se trata entonces es de sobrevivir, en lo posible, con la ayuda caritativa del Estado y la sociedad. Sin redes de ayuda, ni siquiera entre iguales, sin educación, sin oficio, sin trabajo estable, se reclama la ayuda, no en términos de derechos y deberes, sino simplemente como un gesto de compasión hacia su miseria. Ellos sabrán agradecer y expresar su buena voluntad hacia quien se compadezca. Aunque se saben marginales y marginados, han aprendido a desear vivir como todo el mundo, ser como los otros, tener una casa, un trabajo… y ser alguien en la vida. Aspiraciones que dan cuenta de las profundas tensiones identitarias que los acompañan. Trabajar el estigma, la discriminación, la mirada invalidante, despertar la compasión es un esfuerzo permanente. La espera paciente y silenciosa en los pasillos del consultorio, en las salas de la municipalidad, en la puerta de la parroquia ocupan sus días, así es como se aprendió que debía ser. Este es ciertamente el modelo que más se aleja de la noción roussoniana del contrato social, pues más que la igualdad de derechos y oportunidades, más que la autonomía y el control cultural sobre lo propio y lo ajeno, lo que se reclama es simplemente, el cuidado de un padre todopoderoso, benévolo y caritativo.

Comunitarismo de resistencia

Esta noción del contrato social como comunidad de resistencia tiene una larga tradición en Chile. Es el grupo el que se constituye en demandante de derechos, por ejemplo el derecho a la vivienda. Frente a la marginalidad y la ausencia de ciudadanía efectiva el grupo se cohesiona en torno a valores comunitarios, principalmente la solidaridad mutua que da sentido a la acción y a la vida. Se exigen soluciones del Estado y reconocimiento. A diferencia del contrato roussouniano en que los individuos confluyen en forma individual como sujetos de derecho a la constitución del Estado, aquí es la comunidad de los desheredados la que apela a la ciudadanía.

Esta noción del contrato social la encontramos entre aquellos pobres que sabiéndose parte de una categoría social excluida, buscan romper con su condición de desafiliados. La experiencia de trabajo comunitario y/o un pasado rural de fuerte organización y solidaridad constituyen características biográficas de todos aquellos que insisten en esta noción del contrato. Entre ellos persiste el recuerdo, a menudo nostálgico, de un pasado en que la autonomía y el ejercicio de derechos ciudadanos no solo fue posible, sino que también rindió sus frutos en la construcción de una comunidad con una historia y una identidad fuerte. Estos son pobladores y dirigentes cuya experiencia habla de una gran capacidad de control cultural sobre sus propios destinos. El recuerdo de “batallas ganadas” con y contra el Estado son la señal de su capacidad de maniobrar aún en condiciones y contextos sociales adversos. Al Estado se lo invoca solo en cuanto contribuya al reencuentro con la sociabilidad y la comunidad perdida. En situaciones de encuentro con un Estado democrático y abierto a instancias de diálogo, estas capacidades que parecían dormidas afloran con toda su fuerza dando vida a una noción del contrato que a menudo se creyó perdida.

Participación asistida

Esta noción del contrato social está presente entre aquellos pobres que en su condición de categoría social desfavorecida estiman tener el derecho a la ayuda del Estado en tanto tales (poblador, cesante, anciano…). Es una alianza entre “nosotros los pobres” y un Estado que “premia” el esfuerzo colectivo a través de bienes y servicios. Aunque en su fuero interno quisieran distinguirse y salir del mundo de la

pobreza, estos pobladores aprenderán que es esa misma pertenencia y adscripción identitaria la que paradojalmente les abre las puertas a los recursos del Estado y les asegura sus derechos de ciudadanía.

La reactualización de sus prácticas participativas y comunitarias se hace siempre en la perspectiva de acceder a la ayuda estatal y la aspiración a salir de la pobreza y también de su entorno. El principio de la participación interesa en la medida que se pone al servicio, no de los derechos colectivos, sino del interés individual. Interesante es notar que esta noción del contrato social nace justamente al alero de políticas y programas que valoran y promueven la participación ciudadana, pero que en el encuentro con estos pobladores, terminan por generar el efecto no deseado del clientelismo.

Si el modelo anterior es solo comunidad de resistencia, en este la participación en los programas del Estado los transforma en clientelas con un cierto grado de autonomía. La participación como alianza entre los pobladores y el Estado fija la línea demarcatoria con el modelo comunitario. Algunas de las actuales políticas del Estado moderno en Chile se centran en este tipo de contrato social.

Subsidiaridad o ciudadanía moderna

Este es el modelo de ciudadanía moderna, con deberes y derechos, obligaciones del Estado y de los individuos. Corresponde a la ciudadanía propiamente roussoniana en que los individuos por entregar al Estado parte de su soberanía, recuperan la libertad en el mercado. La noción del contrato social se construye desde una concepción del pobre en tanto individuo autónomo, pero vulnerable en su aspiración de autonomía y movilidad. El contrato de la subsidiaridad está presente entre aquellos pobladores que guardan en su memoria momentos de bonanza y bienestar familiar; pero que también perciben que en la sociedad existen oportunidades y que finalmente depende de cada uno el aprovecharlas.

Son pobladores con educación, oficio, identidad laboral sólida y la aspiración de lograr una movilidad social a partir del propio trabajo. Estos pobladores conocen el mercado y es allí donde esperan poder competir y hacerse de un lugar en la sociedad. Esta noción de un Estado subsidiario es parte de aquellos que aspiran a participar de las promesas del modelo de mercado. Conscientes de las dificultades y limitaciones de la estructura social chilena, - al igual que la mayoría de los pobladores, salvo los más marginales -, ellos se distinguen por la confianza en si mismos y en sus conocidos. La experiencia les indica sin embargo, que las caídas existen y que sus trayectorias son vulnerables, por eso al Estado se le demanda presencia y eficacia en los momentos que se le requiera. Frente a la vulnerabilidad de sus vidas, la esperanza termina por depositarse en un Estado que los ayude a acceder a una oportunidad a través recursos y capitales (económicos, sociales, culturales…). En contrapartida ellos responderán con su capacidad de iniciativa para aprovechar las oportunidades que el Estado, la sociedad y el mercado les faciliten.

En síntesis, hemos visto que en la construcción y génesis de estos tipos ideales no solo se conjuga una cierta idea de lo que es la pobreza, la vida del pobre, sino también de aquello que se espera del Estado y de si mismo. Las nociones del contrato social nacen de un contexto social e histórico, de una experiencia, una identidad y la definición de un acuerdo social posible.

Es a partir de esta diversidad de nociones del contrato social que los pobladores y los agentes del Estado entran en relación y construyen su campo de acción. En el contexto de esta práctica, de las condiciones materiales y sociales, de los sentidos

culturales e ideológicos se construyen las relaciones de confianza o desconfianza, de suspicacia o sumisión, de dominación o autonomización, de estratégico pragmatismo o silenciosa nostalgia... Es en el marco de estas interacciones, que cada uno interiorizará las finalidades legítimas, adquirirá las competencias, se valdrá de los recursos, participará de las oportunidades y ejercerá o sufrirá las formas de dominación.

Justamente porque la imposición o la traducción del contrato social está mediado por la propia experiencia, siempre existirán múltiples relecturas e interpretaciones. En la práctica, los pobres perciben de diversa manera su ciudadanía; hay quienes a la largo de su vida de miseria no han acumulado noción alguna de sus derechos y solamente imploran al Estado su ayuda y caridad (modelo de la beneficencia); hay otros pobres, de fuerte tradición comunitaria y campesina, para quienes los derechos ciudadanos se construyen colectivamente y al Estado solo se exige el reconocimiento a su condición de tal (modelo de comunitarismo de resistencia); hay pobres en cambio que aprendieron que los derechos de ciudadanía se construyen colectiva y hábilmente al alero del Estado y sus políticas sociales (modelo de participación asistida); finalmente están aquellos pobladores, que siendo pobres, aprendieron a lo largo de su trayectoria que así como hay derechos también existen obligaciones; del Estado simplemente se demanda que abra y facilite las oportunidades (modelo de ciudadanía moderna).

La relación de ayuda y asistencia al más pobre, se construye desde esta diversidad de miradas y punto de vista, como diría Bourdieu. Ella es siempre una relación problemática que transita de manera ambigua entre el discurso por los derechos de los pobres y las evidencias de la dominación y la escasez de oportunidades.

De los pobladores

El deseo de una mejor vida, de un “lugar” en la sociedad y la ciudad, es y ha sido históricamente una reivindicación a la base del movimiento de pobladores en Chile. En este deseo, los pobladores de los noventa no parecieran diferenciarse de sus antecesores. Sin embargo, sus relatos dejan entrever tres elementos distintivos de lo que fueron los viejos actores populares de mediados del siglo XX. Uno, la debilidad de su adscripción de clase (obrera, popular); dos, la creciente – aunque no exclusiva - aspiración a la integración y movilidad individual; y, tres, estrechamente ligado a los dos anteriores, la fuerza que adquieren – en la relación con el Estado y sus políticas sociales - el silencio, la nostalgia, el pragmatismo, la desesperanza y una acción fragmentada y de evidente reclamo clientelar.

Tal vez en estos rasgos resida uno de los cambios más importantes – considerando la tradición comunitaria y de lucha social – del mundo poblacional en Chile. La creciente individualización y desapego de los vínculos y hábitos que los “contenían” y a la vez protegían es una evidencia que nuestro estudio confirma.

La participación del mundo poblacional, entendida como expresión de ciudadanía, durante décadas contribuyó a controlar y limitar el poder del Estado. Pero sobre todo, la participación del movimiento de pobladores, estimuló el desarrollo una cultura de mayor actoría y justicia social. Hoy día, la constitución de actores sociales se enfrenta no sólo a la diversificación de sus principios de acción y a la carencia de temas unificadores, sino también a la exclusión y a la vulnerabilidad social. En situaciones de frágil integración social respecto de los modelos de modernidad, los actores poblacionales están ausentes del escenario y debate público. No solo el control cultural se ha erosionado, también la noción del contrato social se ha fragmentado.

Desde la precariedad de los referentes colectivos y los obstáculos del mercado, la construcción de “si mismo” pasa a ser para la mayor parte un trabajo agobiante. Las

dificultades para la autodeterminación de los individuos en estos universos de pobreza y desmovilización, son evidentes. Los procesos de individualización surgen entonces como una tensión que se debate entre el terror a la pérdida de la comunidad y el deseo compulsivo a la ruptura con estos lazos atávicos al mundo solidario y a la vez encasillante de la pobreza. Para unos, la pérdida de estos lazos no puede sino significar el hundimiento en la pobreza e incertidumbre frente a un contexto de fuerte vulnerabilidad y exclusión; para otros la posibilidad de una emancipación y finalmente, integración a las promesas de la modernidad, el mercado y la añorada movilidad social190. Lo cierto es que todos los pobladores buscan, unos desde la obstinada nostalgia y otros desde el desapego, la tan añorada integración social.

En los relatos de estos pobladores, la pobreza y la desigualdad, aparecen, por un lado, como un imperativo ético irrenunciable, porque la pobreza y la desigualdad destruyen la solidaridad de la sociedad y sus comunidades; pero por otra parte, existe un gran escepticismo respecto de la capacidad del Estado, de la sociedad y de cada uno para salir de ella.

La desconfianza en las capacidades del Estado sin embargo, no alcanza a constituirse en una confianza hacia los mecanismos del mercado o la sociedad civil. Por el contrario, el Estado es aun percibido como el principal (y a veces único) responsable del desarrollo y la igualdad. El “reclamo” sin embargo, viene de la percepción que el Estado no tiene la capacidad o la voluntad de resolver los problemas que los aquejan. El “reclamo” no es una negación del Estado ni un grito de sublevación, el reclamo no es más que una queja de quien se sabe olvidado por el padre protector. La experiencia les ha enseñando que sin Estado, no habrá redistribución ni sobrevivencia posible. A pesar de las evidencias de la burocracia, del poder, de las influencias, de los intereses privados... frente a las evidencias de la propia pobreza, la invocación al Estado persiste.

El escepticismo respecto a la superación de sus condiciones también nace de la percepción que los actores colectivos, las organizaciones y los vínculos comunitarios se han debilitado. La “nostalgia” sin embargo, en un pasado de solidaridades deja entrever que la acción colectiva aun se valora. Nadie piensa, sin embargo, que reactivando estas viejas solidaridades se podrán superar las condiciones de pobreza y desigualdad. La desconfianza, el estigma, la violencia y la discriminación están ahí para abortar todo intento de reactivación de estas colectividades.

Es precisamente esta tensión entre el imperativo ético de la igualdad y el escepticismo hacia el Estado y los actores sociales como instrumentos para lograrlo, que explica una buena parte del ambiguo pragmatismo que persiste entre estos pobladores.

190

Lechner (2000) en sus estudios sobre la vida cotidiana y la política en Chile, advertía que los procesos de individualización constituyen una fuerza y una impronta que no pueden ser obviados en el análisis de nuestra sociedad. Junto a autores contemporáneos, nos señalaba que el surgimiento del sujeto se transforma en pieza clave para la comprensión de las mutaciones contemporáneas de nuestra sociedad. De lo que se trata hoy es de poder comprender como en un movimiento simultáneo, los individuos son actores condicionados socialmente y como siendo actores, ellos – desde la lucha silenciosa y el trabajo de si mismos - logran producir nuevas estructuras de sentidos y control cultural. En la tradición sociológica el individualismo siempre fue percibido negativamente, como una amenaza para el orden social. El gran temor de Weber era el triunfo de una racionalidad instrumental fría, sin referencia a los valores; el temor de Durkheim se resumía bien en los términos de anomia y pérdida de cohesión social; y aún Tocqueville, pensador liberal, manifestaba su temor a que cada uno se preocupara más de su pequeña sociedad personal que de la gran sociedad. La sociología clásica se prohibió la consideración de la capacidad reflexiva de los individuos siempre reduciendo al actor a la aplicación de un programa colectivo.

“Rascarse con las propias uñas”, valerse por si mismo, surgen como respuestas, más que como valoración de los mecanismos del mercado, como mecanismos defensivos de una desesperanza aprendida. Más que un proyecto individualista, lo que se observa es una fuerte nostalgia por la comunidad perdida y un persistente reclamo por un Estado debilitado. Entre estos pobladores la valoración de un contrato social que apueste a la igualdad convive con la desconfianza de su concreción.

Históricamente en Chile han convivido los cuatro niveles de ciudadanía y modelos del contrato social. El más tradicional ha sido el de la beneficencia. Los pobres ven en el Estado la posibilidad de protección que en los sistemas hacendales y semifeudales les otorgaba el patrón. Fue también la base del populismo de las izquierdas latinoamericanas.

Frente a la ausencia de ciudadanía las comunidades se organizaron en sociedades de resistencia. En Chile existe una larga tradición que va desde comienzos del siglo veinte hasta hoy en día, donde la solidaridad es el valor central que organiza a la comunidad. Se presiona al Estado que reconozca los derechos de los pobres, por ejemplo a la vivienda ganada de manera mancomunada.

La participación de los pobladores en la solución de sus problemas ha estado presente en muchas de las políticas estatales más recientes. Es así que se produce una suerte de alianza entre pobladores y Estado en función de logros concretos, vivienda, agua potable, alcantarillado, luz eléctrica, pavimentación...

Finalmente, la noción de derechos propiamente tal, que reconoce en los pobres a ciudadanos plenos, sujetos de derecho, es aún una noción de ciudadanía ciertamente inacabada. Es este un imaginario presente en muchos pobres, pero que es difícil de lograr ya sea por la precariedad en el empleo, el acceso fragmentario al mercado, la ausencia o realización parcial de sus derechos económicos sociales y culturales, y por lo mismo sus derechos civiles y políticos.

El análisis de estos cuatro modelos nos muestra que en la medida que se disuelven los sistemas tradicionalmente asistenciales o de la beneficiencia (el Estado ausente), o se debilitan y erosionan los mecanismos de carácter comunitarios (la comunidad perdida) van quedando solamente los modelos de participación asistida (cooptada) y de ciudadanía incompleta. Desprovistos del padre benefactor y los vínculos solidarios de la comunidad, se genera en ese interfase un conjunto de relaciones que podrían denominarse como anómicas y que hablan de la ausencia de mecanismos de integración y la aparición de altos niveles de descontrol social, con consecuencias de violencia, delincuencia y formas deterioradas de convivencia social.

La pobreza es una construcción de la política social actual, pero también de los pobres, que en esta relación de “asistidos”, se construyen a si mismos.

Los pobres de la actualidad no lo son solamente por carecer de bienes; por no tener la capacidad y el derecho a la oportunidad; por depender de la asistencia del Estado; por carecer de control y poder en nuestra sociedad. Ellos lo son también, por su capacidad de acomodación, pragmática y silenciosa, a un Estado que los ha empobrecido y fragmentado en su condición de ciudadano, de poblador o simplemente de asistido.

El problema de la pobreza, por tanto, no se sitúa en la sola carencia o necesidades básicas, sino en el ámbito del poder sobre los otros y el poder sobre si mismo. La incidencia de las políticas sociales se juega justamente en su capacidad de moldear y construir las condiciones para facilitar o simplemente anular la capacidad de decidir autónomamente sobre el propio destino.

El análisis de los relatos de vida indica que el Estado y sus políticas rara vez gatillan procesos significativos de autonomización y ciudadanía. Por el contrario, la dependencia, el clientelismo, la desesperanza e incluso la anomia son rasgos que caracterizan a la pobreza de estos tiempos.

El buen trabajo

Sean cuales sean las transformaciones del mundo del trabajo en Chile, lo cierto es que este continúa siendo no solo el principal factor en la superación de la pobreza en términos de ingresos, sino también un referente identitario para la integración social.

Nuestra investigación permite concluir, que la articulación virtuosa de los pobladores con el mercado de trabajo escasea; los trabajos son de una precariedad tal que difícilmente se permanece en ellos por mucho tiempo. Sin embargo, todas las familias de nuestro universo que lograron que alguno de sus miembros encontrara un trabajo –con o sin la ayuda del Estado -, muestran evidencias significativas de mejorías en sus ingresos, calidad de vida y percepción de una mayor dignidad en tanto ciudadano. Con la integración al mercado, no sólo los ingresos crecen, también el sentido de derechos y de respeto a si mismo. El alcance que pueda tener la inserción laboral en el logro de una integración plena entre estos pobladores, advierte de la importancia que tiene el papel del Estado en facilitar e intermediar esta inserción laboral; pero también de la centralidad que tiene para una integración sustentable, el derecho a un buen trabajo, esto es, a un ingreso y una jornada digna. Nuestros relatos dan cuenta del costo que conlleva para la crianza de los hijos, las largas jornadas y sobrecarga de trabajo de muchos de estos pobladores y pobladoras. La madre que vive de un pequeño almacén en el patio de su casa y debe turnarse con sus hijos para atenderlo, sin nunca poder compartir un almuerzo o una cena con ellos, es el más claro ejemplo, de las tensiones que al interior de sus vidas exige sostener una fuente laboral. Vimos también cómo la incorporación de estas mujeres al mundo laboral a menudo las pone en conflicto con sus parejas y también con el cuidado de sus hijos; creando situaciones de stress y también violencia intrafamiliar. El resultado puede ir desde el abandono del trabajo hasta tener que asumir cargas de trabajo y responsabilidades que pueden llegar a triplicar sus jornadas.

2. De la eficacia de las políticas sociales

El papel que el Estado pueda cumplir en la intermediación con el núcleo familiar así como el mercado laboral es central para el inicio de procesos de autonomización en los pobladores. En este sentido, supera la pobreza, no solo quien logra ingresos monetarios, que le permiten solventar más de dos canastas básicas de alimentos mensuales; sino por sobre todo quien logra levantarse y mantener su condición de trabajador en el tiempo. Sabemos sin embargo, que las políticas de empleo y capacitación laboral constituyen una parte muy menor de la oferta que ellos reciben; y a menudo de una calidad tal, que rara vez se resuelven y gatillan procesos significativos de inserción laboral.

La vivienda digna

Uno de los recursos más importantes de estas familias es la vivienda. Su valor es de uso y también simbólico…en ella se realizan las tareas de reproducción de la familia, se trabaja, se invierte, se levantan los sueños y aspiraciones de integración y movilidad social.

Nuestra investigación, así como otros estudios, muestran sin embargo, que en Chile los pobladores que residen en estos conjuntos habitacionales —casi un millón de personas— están insatisfechos: dos tercios quiere irse, y no tiene otra opción que quedarse.191 Las viviendas sociales construidas las últimas décadas, no solo son deficientes en términos de su calidad constructiva, ellas tampoco se adaptan a las necesidades y aspiraciones de estas familias. La percepción de no tener derecho a una vivienda digna, es decir, a una vivienda que se ajuste a sus modos y estilos de vida, está presente en muchos de ellos.

La arquitectura y el urbanismo de las viviendas y los conjuntos sociales privilegian la cantidad por sobre el diseño que haga más amable la vida en ellos. Los pobladores se ven obligados a modificarlos y ampliarlos fuera de toda norma legal o de seguridad. Sin embargo, además de las deficiencias estructurales o materiales, las viviendas traen consigo problemas que exacerban la desconfianza, la estigmatización y la opacidad de las relaciones en el nuevo entorno. Como profecía autocumplida, al poco tiempo de habitados, estos espacios son descuidados y maltratados transformándose efectivamente en espacios de alta inseguridad y temor para sus habitantes. El repliegue al interior del hogar (el enrrejamiento); el abandono de los espacios que estaban destinados a espacios verdes y de uso recreacional; la vergüenza y el ocultamiento son parte también de los resultado no esperados de estas políticas sociales de vivienda.

La reciprocidad erosionada

En contextos de pobreza, la sobrevivencia cotidiana constituye la preocupación central de cada una de las familias. Pero si en el campamento o a la orilla del río, la reciprocidad ampliada aliviaba en parte estas urgencias, en los conjuntos de viviendas sociales, estas lógicas de reciprocidad tienden a romperse. Apremiados por las deudas, los trabajos precarios, la escasez de tiempo libre e inseguridad creciente…, los pobladores tienen dificultades para mantener las relaciones sociales y su capacidad de reciprocidad se vuelve extremadamente limitada. El partido de fútbol, las tardes sentados en el banco improvisado, las conversaciones al calor de la fogata, las reuniones de la organización...son prácticas poco frecuentes en estas villas. Entre los pobladores de estos conjuntos de viviendas sociales de los noventa, las prácticas de

191

Rodríguez, 2005.

sociabilidad y reciprocidad ciertamente sufren un gran deterioro a pesar de la memoria nostálgica de algunos viejos pobladores.

Aún cuando el propósito de estas intervenciones públicas es fortalecer las capacidades solidarias y asociativas de los más pobres, los resultados hablan de una fuerte erosión y deterioro de ellas. La llegada de los programas de inversión social exige por parte de los pobladores de un gran esfuerzo para comprender la lógica pública y sus requerimientos; pero también de un trabajo de adecuación a los términos de la relación. La focalización de estos programas (que separa a la población en beneficiarios y no beneficiarios) y su lógica de “formulación de proyectos” obliga a los pobladores a tener que competir por las “oportunidades” y la “inversión social” que el Estado les ofrece. Si en el campamento la ayuda y la solidaridad se organizaban en torno a los lazos de consanguinidad real o ficticia (la vecindad en estos espacios era también hermandad), tras la llegada de las políticas y programas sociales el trabajo colectivo se orientará hacia fines más abstractos como es el “proyecto”, principio unificador y de futuro próximo en el que todos y cada uno deberá invertir. Tal como hemos vistos, en este proceso las estructuras solidarias, las adscripciones comunitarias y las formas tradicionales de reciprocidad tienden entonces a transformarse y erosionarse.

Futuro e incertidumbre

Si en las sociedades de campamento el día a día organizaba la vida de los pobladores, en la villa el temor a no poder responder a las deudas y compromisos contraídos obligará a una actitud ciertamente más previsora y estratégica. En el campamento el futuro era incierto, y estaba determinado por una cotidianidad del presente y la urgencia; imaginar algo distinto a lo conocido se volvía impensable, inimaginable… el campo de lo posible estaba demarcado. Los recursos, ropa, alimentos, medicamentos… así como llegaban, faltaban. En el campamento no había excedente posible, y si los había – en tiempos de navidad, temporales y caridad – estos se consumían. El trabajo en las sociedades de campamento, cobraba todo su sentido en asegurar la sobrevivencia, las necesidades básicas, esto es, la reproducción simple. Más que acomodar el mundo a su voluntad, las sociedades de campamento, eran hábiles en acomodarse al mundo, en conservar para conservarse. Los ritmos de la reproducción cotidiana, marcados por las estaciones y los eventos del año, garantizaban contra los imprevistos e imponderables de una sociedad cambiante.

La llegada a vivir en estas sociedades de villa en cambio, siempre ensancha el horizonte; el futuro podrá ser también incierto, pero la obtención de una vivienda propia anuncia que un futuro distinto es posible. Si antes el excedente se consumía, ahora todo excedente se destinará al ahorro disciplinado para pagar el dividendo, para ampliar la vivienda, para hacer una pequeña inversión, para educar, para separarse… en fin, para cambiar el curso de la propia vida.

Si en las sociedades de campamento el resguardo de la sociabilidad y la reproducción constituían un imperativo colectivo; en las sociedades de villa el mandato pasará a ser uno solo: pagar la vivienda y ojalá partir lejos. La planificación, las metas, el orden del presupuesto familiar, los horarios, la organización doméstica pasan a ser centrales en pos de un proyecto familiar.

La sociabilidad y la reciprocidad que en estas sociedades de campamento se vivían como presente y futuro a la vez, en la villa pasan a ser un costo en detrimento del tiempo y la energía que debiera invertirse en el trabajo y el ahorro para poder alcanzar la tan añorada movilidad social.

Si en las sociedades de campamento el trueque, el favor, el don y la caridad organizaban el intercambio de bienes y servicios hacia adentro; en las sociedades de villa el intercambio monetario será lo que prevalecerá. El paso del intercambio basado en el valor de uso potencial (en el campamento todo se guardaba, todo podía servir) a la moneda es un paso difícil; no por el trabajo de abstracción que ello implica, sino por las dificultades de los pobladores para hacerse de ese dinero. Si en las sociedades de campamento prevalecía el intercambio (Mauss) en las sociedades de villa lo será el crédito y el préstamo informal.

El paso a la villa rompe con estas pequeñas sociedades de campamento ubicándolas en una situación de vulnerabilidad tal que las nuevas obligaciones profundizarán la percepción de incertidumbre. La ausencia de soportes económicos, sociales y culturales que acompañen estos procesos de transformación agudizará aún más la percepción de indefensión y aislamiento, se perderá el sentido de autonomía y se exacerbará el reclamo por un Estado más presente y la nostalgia de una comunidad perdida. Tal como lo han mostrado los estudios sobre redes sociales y pobreza,192 los estrechos círculos sociales en los que se desenvuelven los más pobres ofrecen una escasa variedad de recursos a los que poder echar mano. Si algo caracteriza fuertemente a la pobreza es su invisibilidad social, así como la escasa diversidad de sus vínculos de referencia y pertenencia desde donde imaginar, construir y sostener proyectos de integración social.

El control cultural

Nuestras etnografías y relatos de vida, nos indican que el control cultural no necesariamente se fortalece con la llegada del Estado a las vidas de estos pobladores; tampoco con el paso del campamento a las villas. Dos fenómenos paralelos tienden a debilitar la capacidad de los pobladores para decidir sobre sus vidas y formas de convivencia; esto es, sobre el control cultural:

Uno, la pérdida de los liderazgos tradicionales basados en el prestigio y la solidaridad; dos, el surgimiento de dirigentes hábiles en la intermediación y gestión de los recursos públicos basados en mecanismos clientelares, pero no siempre en función de las lógicas e intereses poblacionales. Las relaciones de clientelismo que desde esta relación con el Estado se construye son a menudo una fuente de concentración de poder al interior de estos territorios, que más que unir, tienden a dividir a los pobladores.

La línea divisoria entre las sociedades de campamentos y las sociedades de villas, pasa tal vez menos por la obtención de una vivienda sólida y legal, que por la transformación profunda que sufren los liderazgos al interior de estos territorios de pobladores.

La presencia de líderes portadores de un saber anclado en una tradición – la sanación, el cultivo de huertos, la cultura mapuche, la cultura campesina... - al interior de estos campamentos eran expresión de una cultura e identidad propia que a menudo se constituía en un mecanismo socialmente válido para las decisiones comunitarias. Viejos líderes cuyo poder se sustentaba en el prestigio y el respeto de su actuar comunitario, más que en el poder que les pudiera otorgar el control sobre recursos ajenos a la comunidad.

Con la llegada del Estado y sus programas sociales, en cambio, la capacidad de decisión pareciera concentrarse en ciertos pobladores, que aunque no gozan del prestigio, liderazgo y saber de los viejos dirigentes, son más hábiles y rápidos en

192

Lomnitz, 1968; Durston, 2000; Espinoza, 1999.

descifrar y comprender los códigos y normativas del aparato público para la entrega de subsidios y ayudas. Sin embargo, más que defender los códigos e intereses de sus comunidades, estos dirigentes aprenderán a dialogar y actuar de acuerdo a los intereses estatales y ciertamente también los propios. Mediación que por tanto, contribuye a consolidar las distancias y las fronteras de distinción con la comunidad de iguales; pero sobre todo a asentar mecanismos de cooptación y clientelismo y a debilitar el control cultural de los pobladores sobre sus propios intereses.

Mientras en estos escenarios que son las villas, los viejos líderes y dirigentes luchan por mantener la cohesión y autonomía de la comunidad, recurriendo incluso a invocaciones sobrenaturales cargadas de simbolismo; los nuevos dirigentes – nacidos en general al alero del Estado y sus recursos- luchan por la integración a los códigos de la movilidad individual. Menos solidarios y más aspiracionales, estos dirigentes son campo fecundo para la instalación del clientelismo al interior de estos territorios.

La lógica del clientelismo no nace solo del interés de algunos pobladores; sino también del interés del Estado por mantener y reproducir su propia ingeniería social y el control cultural sobre estos pobladores. Enfrentados a estas pequeñas sociedades de campamentos, “pueblos sin ley” o pequeñas sociedades sin Estado (forzando la figura de Pierre Clastres), éste último pondrá en juego todas sus fuerzas centrípetas para romper cualquier posibilidad de fuerza en sentido inverso. La voluntad de la diferencia, de la alteridad y la autonomía parecieran no poder tener lugar en este (des)encuentro Estado-pobladores. Si en alguna sociedad se cumple la tesis de “el sentido y el gusto de lo idéntico y de lo único” es sin duda en la chilena. “Si ustedes no salen del río no existen” le dice el gobernador de la provincia de Curicó a los habitantes del río Rauco.

El traslado a las villas desdibuja los esquemas de interpretación y de significación que hacían de la propia realidad social un orden inteligible y previsible. Las dificultades para reconstruir un “sentir común” capaz de integrar la diversidad social y cultural terminan finalmente por debilitar toda experiencia de ciudadanía y toda posibilidad de ejercer un “control cultural”. Las erradicaciones de campamento contribuyen a la disolución de lo múltiple y lo diverso en lo único. Estado unificador y homogeneizador donde las sociedades de campamentos, sociedades sin Estado, representan un peligro. Porque como nos advierte Clastres, las sociedades sin Estado no pueden sino ser sociedades contra el Estado. Las villas, construidas por el Estado, a su sola medida y manera, constituyen un buen ejemplo, de disciplinamiento del cuerpo y de las aspiraciones; de aculturación profunda y de reubicación de estos pobladores en los bordes de una ciudad ya segregada. Desde esta perspectiva, las políticas sociales de vivienda refuerzan el aislamiento y segregación social de los territorios de pobreza al interior de las grandes ciudades193 y con ello sus estructuras de oportunidades. Las sociedades de villa son en cierto modo, una instancia para resituar el ejercicio del control cultural desde donde nunca debió salir: el Estado, único y central.

Reconocimiento y descalificación

Una dimensión que complejiza la incidencia de las políticas sociales en las historias de pobreza, refiere a la percepción de descalificación y maltrato que predomina en esta interacción. Sean cuales sean sus aspiraciones y demandas, existe entre los pobladores la percepción que el Estado no los escucha y los ignora en tanto sujeto de derecho.

193

González de la Rocha, 1999; Katzman, 2000; Kessler, 2000; Svampa et al, 2001.

Maltrato y descalificación social en una relación donde el Estado y sus políticas son parte central de la red de apoyo con que cuenta la mayor parte de estos pobladores. Relación paradojal y que persiste en el tiempo a pesar de la creciente valorización que al interior del mundo poblacional adquiere el discurso del mercado como posibilidad de “libertad de elección” y de integración a la modernidad. Sabemos sin embargo, que entre los pobladores el mercado no forma parte de cada uno de los aspectos de sus vidas. En términos de previsión, salud, educación, vivienda…sus vidas transcurren estrechamente vinculadas a los pasillos del municipio, a los subsidios y a los servicios públicos. Ellos son, aunque no siempre lo admitan, los asistidos y sujetos de política social de los noventa. Del Estado se habla, se opina y se da cuenta como se hace de cualquier vecino o familiar al que se pide ayuda en los momentos difíciles....

Nuestro estudio permite concluir que existe, entre estos pobladores, un hiato, un quiebre y tensión profunda entre lo que es su experiencia en tanto sujeto de política y sus aspiraciones identitarias. Para unos y otros existe una distancia subjetiva profunda con un Estado que a pesar de la interacción cotidiana, los fija en su condición de excluidos y asistidos. Protesta silenciosa, pero de resistencia cultural frente a un Estado que sienten ajeno en su maltrato. La distancia y tensión que los pobladores experimentan entre sus deseos, aspiraciones y prácticas de vida concreta, dan cuenta de un rechazo profundo a la relación estigmatizante y excluyente de su relación con el Estado; a la descalificación social que allí se produce.

Solitarios y sin lazos comunitarios sólidos, los pobladores transitan entre la nostalgia de la comunidad, el reclamo por un padre protector y el deseo de integración a las promesas emancipatorias del mercado. La convivencia social en el mundo poblacional se debate así entre la privatización y el comunitarismo; entre el mercado y el Estado; entre la cooptación y la autonomía. En esta perspectiva, las políticas sociales también pueden confirmar e incluso reforzar la identidad negativa. Ser pobre, ser asistido, ser enfermo... puede llegar a transformarse en un rol social, en un juego de roles sociales. Los mecanismos cómo esto puede llegar a ocurrir son diversos y no siempre evidentes, pero los efectos perversos de una política social donde se impone la lógica del corto plazo y del oportunismo pragmático están a la vista si de construcción identitaria se trata.

En un universo social caracterizado por la descalificación y vulnerabilidad social, el campo de lo posible, de lo imaginable ciertamente se estrecha. El pensamiento y las posibilidades de si mismo, pueden reducirse – como lo vimos entre los más marginales – simplemente a su más mínima expresión, a la banalidad de la sobrevivencia del día a día. De esta cotidianidad de la sobrevivencia difícilmente emergerá un proyecto emancipatorio y ciudadano. Sobre este fondo de déficit identitario, no puede sino instaurarse entonces un proyecto pragmático y defensivo para preservar y asegurar lo que de si mismo persiste y resiste. Vida social y vida subjetiva se reafirman entonces en su significaciones negativas; llevando a que el individuo poblador lea en si mismo y en su habitat los signos de su carencia. La sumisión voluntaria a este Estado omnipresente de la que nos hablaba Etienne de La Boetie en su “Discurso” surge para algunos como la única salida posible.

Nuestro estudio confirma que las políticas que sostienen o crean redes de interacción social pueden proporcionar las condiciones para el desarrollo de los individuos y sus organizaciones. Son estos los programas y políticas que crean las condiciones para afrontar activamente situaciones que atentan contra la propia dignidad. Son estas las políticas que más se acercan a la construcción de espacios sociales en los que la persona pueda relacionarse con los demás de manera independiente y desarrollar el sentido de la autoestima.194 Son estos los espacios que permiten también crear

194

Giddens, 1996.

mecanismos de reparación de las identidades dañadas y de desarrollo del sentido del respeto, escapando así del asistencialismo como forma principal de abordar la pobreza.

Nuestras etnografías muestran que no hay valoración de la autonomía y los derechos colectivos sin experiencias e historias de interlocución y participación. Es allí donde la noción de derechos, de justicia social y de un trato ciudadano con el Estado y la sociedad pareciera incubarse más fácilmente. La demanda o reclamo de beneficencia, caridad y dependencia por su parte, nacen justamente de la ausencia o estrechez de espacios y recursos sociales a los que echar mano. La experiencia de desamparo y marginalidad, de soledad y maltrato, hacen difícil imaginarse sin un padre protector. Precarios en términos de sus redes sociales y su inserción en el mercado, no cabe sino mirar hacia el Estado. La sumisión, el silencio y el pragmatismo son parte de este trabajo de si mismo, y en el cual la noción de contrato y de derechos se construye difícilmente. Cuando los soportes son escasos, cuando las redes con que se cuentan son pocas, y la identidad comunitaria débil, el camino para la construcción de relaciones de dependencia y clientelismo queda abierto.

En síntesis, las posibilidades de ejercer un control cultural sobre sus propias vidas, se asocia estrechamente a los espacios sociales que estos pobladores ocupan. Mientras más amplios y diversos, mayor el reclamo de autonomía y control cultural. Por el contrario, mientras más estrechos y reducidos estos mismos espacios, menor la diversidad de códigos culturales y menor la capacidad de ejercer un control sobre las propias decisiones.

Temporalidad y reproducción de la pobreza

Tal como lo pudimos observar para la mayor parte de nuestro universo, los déficit identitarios se articulan también a déficit en la historia familiar. Muchos de estos relatos de vida muestran la estrecha articulación entre la desvalorización de si mismo y la ausencia paterna (o materna) en contextos de dificultosas historias familiares. La circularidad y la reproducción de las carencias, de los conflictos y de las dificultades de identificación tienen sus raíces en historias de pobreza intergeneracional. La pobreza, entendida ya sea como carencia de ingresos o disposición cultural, es por sobre todo una construcción social de largo aliento195. La desesperanza, las prácticas y los habitus (diría Bourdieu) de la pobreza no se transforman tan fácilmente, ni aún con la voluntad o esfuerzo de las personas o una buena cartera de subsidios. Tal como hemos visto en nuestros relatos de vida, las condicionantes estructurales pueden pesar tanto o más que la cultura y las propias convicciones al momento de actuar y de construir la propia trayectoria vital.

Nuestro estudio indica que la incidencia de las políticas sociales se juega por tanto en esta capacidad de actuar en dimensiones temporales que permitan transformaciones de largo alcance. La imposición de una lógica del presente y de la rentabilidad social contribuye al olvido de los orígenes y a la erosión de las capacidades de decisión y control cultural de estos pobladores.

La relación entre estos pobladores de los noventa y el Estado es una relación marcada por el pragmatismo, el silencio y el presentismo. De allí que uno de los problemas fundamentales en el diseño de políticas sociales radica justamente en su dificultad para ampliar el campo de lo posible y acompañar los procesos de fuerte transformación de vida, de autonomización y capacidad de decisión en contextos de vulnerabilidad y escasez de opciones.

195

Lewis, [1966] 2003; Hoggart, 1957.

La capacidad del Estado de comprender que las aspiraciones y exigencias de estos pobladores consigo mismo y hacia el Estado nacen de un pasado y una historia común, que se transforma y se diversifica, tal como ocurre en el conjunto de la sociedad, pareciera ser una condición central al éxito de estas políticas en el logro de

la autonomía, la integración y la explicitación de un sentir-común.

Los principios de justicia social e igualdad a través del ideario de la integración social fueron utopías presentes en pensadores e ideólogos de gran parte del siglo XX en América Latina. Desde Germani en Buenos Aires, Solari en Montevideo, Hutchinson en Río de Janeiro, Vekemans y la Desal con su preocupación por la integración y la marginalidad disfuncional al desarrollo, las explicaciones sobre los fenómenos de pobreza levantados desde paradigmas estructural-funcionalista levantaban esperanzas sobre la integración social. Algo similar ocurría desde la mirada cepaliana y de la teoría de la dependencia de Quijano y el argentino Nun con su enfoque neomarxista y la explicación de la marginalidad a partir de un esquema biclasista. Frente al empiricismo de la corriente estructural funcionalista que entendía la marginalidad como “la falta de integración a…”, Quijano postulaba que la marginalidad era más bien resultado de la naturaleza de la estructura social.

Más allá de las diferencias en las formas de leer la realidad latinoamericana, se compartió la confianza en una racionalidad histórica que era preciso conocer y también movilizar. Transformación que permitiría superar los resabios tradicionales, campesinos y atrasados de nuestros pueblos para encaminarse hacia valores más modernos y donde se desenmascararían las relaciones de explotación y dominación propias a las sociedades latinoamericanas.

Sin embargo, al poco andar las esperanzas se esfumaron; la realidad latinoamericana resultó ser mucho más diversa y resistente de lo que se pudo suponer. Con el incremento de la urbanización crecieron los cinturones periféricos de pobreza urbana, poblaciones, callampas, favelas o villas miseria. Consecuencias visibles de una limitada integración social y del insuficiente dinamismo del mercado de trabajo para absorber la población inmigrante, del empleo precario, la informalidad y el desempleo. Estos estudios anunciaban cuan rígida o estamental era nuestra sociedad y como la redistribución del poder y el prestigio en las sociedades latinoamericanas no tenía lugar.196

Con el desplome del modelo desarrollista de los años sesenta, se da paso a la apertura comercial y la restricción fiscal; le siguen la reforma y reestructuración del Estado y cambia el concepto mismo de lo público – social; que ya no se construye sobre la lógica del trabajo, la cooperación y la seguridad social, sino sobre la lógica de la realización individual y la acción residual de la política social cuando se producen fallas en el mercado.197

La crisis del desarrollo y crecimiento de nuestros países terminó con las ilusiones del viejo paradigma dejando en evidencia los mecanismos sociales y políticos que

196

Filgueira, 2000. 197

Serrano, 2004.

3. Del ideario de la integración

incidían en las posibilidades de integración social de un sistema altamente estratificado. A partir de mediado de los setenta, en toda América Latina, se constata con claridad que crecimiento económico, justicia distributiva y democracia no se mueven necesariamente por el mismo camino. La polarización y desigualdad económica aumenta y se diversifica, a pesar de los procesos de democratización política y los indicadores económicos que dan cuenta de un acelerado crecimiento.198 La desigualdad imperante al interior de nuestras sociedades se transforma así en un impedimento central a la posibilidad de reposicionar un ideario de la igualdad y la integración.

En Chile, sociedad democrática, pero fuertemente desigual, la pregunta por la igualdad se reinstala con dificultad en el debate público. A pesar de la evidente disminución de sus índices de pobreza, Chile es el séptimo país con peor distribución del ingreso del mundo. Sociedad de diferenciación y segmentación creciente, los modelos de integración se han vuelto vulnerables y la precariedad de la estructura social y ocupacional pareciera instalarse. La desigualdad social se transforma así en un componente estructural de nuestra sociedad en un doble sentido: respecto del funcionamiento del mercado y respecto del Estado que se encuentra lejos de cumplir su pretensión de integración universal. Con un Estado de bienestar residual y protección social crecientemente privatizada, pareciera ser que las desigualdades del mercado difícilmente serán reparadas por la redistribución social.199 La desigualdad socioeconómica priva a parte importante de la población de acceso a información, educación y conocimiento para el ejercicio ciudadano y el control cultural. Se introducen así drásticas asimetrías de poder en la capacidad de ejercicio y reivindicación del derecho a la integración.

Las discusiones que hoy se abren en torno a la necesidad de repensar las políticas sociales se hacen en parte eco de esta nueva cuestión social; y de la necesidad de explorar caminos que apunten a una reactivación o revitalización de la noción de derecho social; del derecho a la inserción y la igualdad; pero por sobre todo, de un Estado que reduzca la incertidumbre y la exclusión que el crecimiento económico genera a través de la desigualdad. La pregunta que cabe hacerse en este nuevo contexto social es si acaso el papel del Estado y sus políticas sociales consiste solo en minimizar la vulnerabilidad o no debiera más bien garantizar el derecho a la inserción y la igualdad social.

La política social está estrechamente ligada al fundamento de la vida democrática; ella es una dimensión de la política de las naciones modernas. La sobrevivencia y la integración material, son un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad debe responder para asegurar las condiciones mínimas al ejercicio de derechos y valores que fundan la legitimidad política y social de nuestras democracias.

En Chile, como en muchos otros países latinoamericanos, las políticas sociales están cambiando. De sistemas sociales de extensión de derechos y beneficios se pasa progresivamente a modelos de asistencia focalizados y programas de transferencia directa de ingresos.200 La crítica más recurrente a este cambio de orientación, es al

198

Jelín, 2003; Cepal, 2003. 199

Esping Andersen, 1996. 200

A partir de los años noventa en Chile así como en el resto de América Latina, se despliega una política social a dos bandas. Por una parte persisten programas de carácter microlocal centrados en enfoques de ciudadanía, y a la vez, se instalan macro programas dirigidos a los más pobres de carácter focalizados y cuya principal herramienta de acción es la transferencia monetaria de ingresos (en Chile, el Sistema Chile Solidario). Mientras el primero habla de integración, bienestar y capacidades; el segundo habla de protección

marcado signo asistencial que estos programas imponen y el riesgo de dependencia y clientelismo estatal que ello conlleva. Aún cuando estas nuevas políticas sociales aluden a la idea de derechos respecto de mínimos sociales y apuestan a resolver problemas de condiciones de vida y riesgos futuros, ellos no contribuyen a la construcción de ciudadanía y la generación de capacidades; tampoco a la construcción de una sociedad con mayores niveles de equidad o igualdad social. Las dinámicas de protección focalizadas que se proponen no reconocen criterios de solidaridad alguna a nivel de la sociedad ni de las localidades en que estos sujetos de políticas habitan.201

Los efectos paradojales de las políticas sociales en la fragmentación de las concepciones de ciudadanía y el contrato social entre los más pobres están a la vista. Es por esta misma razón, que una vuelta a la caridad o al control sancionador – a la piedad o a la horca en los términos de Geremek - como formas de intervención de las políticas sociales deben ser descartadas. Ellas atentan a la dignidad e igualdad de todos los individuos, principios rectores del contrato social.

La integración social y la superación de la pobreza no pueden lograrse por coacción, sino con la participación activa en el ejercicio de las decisiones que a cada uno le competen. Una concepción adecuada de las políticas sociales parece requerir, por lo tanto, un balance de derechos y responsabilidades; de un reconocimiento social de la historia del movimiento poblacional, así como de sus capacidades de organización, innovaciones y participación en el ejercicio del derecho a la diversidad y la igualdad.

Sean cuales fueren las medidas objetivas y los dispositivos de intervención social o legal, la necesidad primera es considerar al otro como sujeto. Preservar la imagen de sí y el propio proyecto identitario es esencial a cada poblador involucrado en las intervenciones sociales del Estado. Prestar atención a la identidad y los sentidos que los pobladores dan a su experiencia es abrir las políticas a la participación e implicación en la definición de los términos bajo los cuales quisieran ejercer su ciudadanía.

Entrelazar el deseo de autonomía de los pobladores y la institucionalización de los sistemas funcionales, es un desafío al cual las políticas sociales no pueden sustraerse. La acción cultural de las políticas sociales debe apuntar a este proceso que entrelaza el deseo de ser sujeto (colectivo, individual) con el marco, a menudo restrictivo, de las instituciones que aseguran su integración funcional.

En definitiva, romper con la actual tendencia de las políticas sociales, exige reposicionar el debate en torno a las visiones modernas del problema de los derechos de las personas en materia económica, social y cultural, y poner en el centro de la discusión el “derecho a tener la oportunidad” de construirse a si mismo.202 La violación de estos derechos se produce en la medida en que se establecen barreras que impiden que los individuos tengan igualdad de oportunidades; el derecho que se viola por tanto, es el derecho a tener el espacio, la oportunidad para levantarse como sujeto, como ciudadano. La pobreza se ubica entre los Derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos, porque quienes viven en situaciones de pobreza ven no solo denegados sus derechos económicos, sino también sus derechos como ciudadanos.

En un contexto de desigualdad y fragmentación creciente el reconocimiento de los derechos jurídicos de los pobres y de las obligaciones jurídicas de terceros, puede

social, vulnerabilidad e incapacidad de determinados segmentos sociales de hacer frente a los riesgos. Serrano, 2005. 201

Serrano, 2005. 202

Bengoa, 2004.

constituir el primer paso para sacar afuera al sujeto que en cada uno de estos pobladores yace silencioso y agazapado en la nostalgia o el encierro. Reconocer la violación a los derechos de los más pobres implica finalmente que en el diseño de políticas y programas sociales, la pobreza deje de ser considerada un efecto inevitable de las dinámicas propias al modelo económico. En definitiva, la definición de la pobreza ligada a derechos establece un marco de poder y de control, en que los pobres no son más sujetos de caridad o de políticas sociales compensatorias. Se establece un marco de obligaciones al Estado que lo obliga a abrir el espacio a la expresión de los sujetos pobres en tanto ciudadanos. El modelo de la protección y el bienestar es entendido entonces como un derecho ciudadano y no como asistencia reparadora de la economía en su incapacidad de ofrecer inclusión social.

Levantarse como sujetos de derechos y no como sujetos de asistencia, puede no sólo hacer una gran diferencia en términos identitarios, sino también del reposicionamiento del viejo ideario de la igualdad y la inserción social.

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ANEXOS

Esta investigación se reconoce tributaria de dos disciplinas, la sociología y la antropología. Y es allí, en esa frágil frontera donde hemos trabajado, aunque no siempre de manera fácil y fluida. Ocupar el lugar de los intersticios no es evidente, las preguntas y las dudas son más que las certezas. De la sociología hemos tomado su preocupación por la institucionalidad estatal y la construcción del sujeto en relación a ella. De la antropología por su parte, recogemos su preocupación por el estudio del hombre en su totalidad y en su diversidad de manifestaciones culturales.

En términos metodológicos este estudio sigue un camino inductivo y fundamentalmente cualitativo pues se sitúa en una óptica comprensiva del hecho social. Los datos empíricos provienen del estudio de fuentes cualitativas y a través del análisis de los datos se levantan hipótesis y se avanza en la construcción teórica del problema.

Este enfoque metodológico se vale de una serie de instrumentos más cercanos a la tradición etnográfica y que permiten responder adecuadamente a la perspectiva transversal, comparativa y comprensiva de este estudio: la etnografía, los relatos de vida, las entrevistas en profundidad y los mapas simbólicos. Se combina asimismo el estudio de casos de localidades urbanas y de los individuos que habitan en ellas.

Esta investigación es inseparable de un método: la observación directa de los comportamientos sociales; es decir, de la familiaridad con los grupos e individuos que se busca conocer. Los cinco años de trabajo de campo, de observación y de acucioso trabajo de la alteridad con un ”otro” (no siempre dispuesto a ser observado), constituyeron el centro de nuestro quehacer etnográfico.

Trabajo de terreno, observación directa y participante que se funda sobre una aproximación deliberadamente micro sociológica y en la que se observa de manera atenta todo aquello que se encuentra, incluidos los comportamientos más anodinos, los pequeños incidentes, los gestos, las expresiones corporales, los silencios, los suspiros, las sonrisas, las muecas...

A diferencia de la explicitación de los criterios con que un sociólogo diseña una encuesta, determina una muestra y controla la formulación de un cuestionario, la etnografía como metodología se caracteriza por la flexibilidad con que los investigadores se vinculan con sus sujetos de estudio, reconocen los contextos que convierten a la información en significativa, y recorren las redes sociales al interior de muestras no-probabilísticas. La descripción etnográfica, consiste en la aceptación

Enfoque, método y universo de estudio

Entre la sociología y la antropología

La etnografía

incondicional de la realidad tal cual ella aparece. La etnografía es la descripción de lo visible, de las superficies, de las imágenes tal como ellas aparecen.

El etnógrafo es aquel que relata lo que ha visto a partir de su propia mirada. La escritura etnográfica de esta descripción expresa la realidad en sus diversas modalidades de aparición y expresión. Aquello que busca la descripción propiamente etnográfica son los fenómenos sociales en tanto totalidad (M.Mauss), dejando constancia de la cotidianeidad, de las repeticiones y de los sucesos ínfimos.

El levantamiento etnográfico de las localidades en que habitan los sujetos de nuestro estudio tuvo justamente como objetivo describir comprensivamente estos contextos en el cual los pobladores desarrollan sus prácticas cotidianas. Para ello se abordaron las siguientes dimensiones: a) las características sociodemográficas y materiales de estas localidades y sus viviendas; b) los actores y agentes públicos en estos territorios; c) los intermediarios sociales (dirigentes, líderes…); d) la cotidianidad en las localidades; e) las dinámicas sociales e identitarias; las disputas y las tensiones de este vecindario en torno a los proyectos e identidades colectivas; f) las prácticas y significados de la interacción entre la localidad, el Estado y sus política sociales. 203

La escritura de lo observado constituye talvés el punto más complejo de este proceso de investigación. La descripción etnográfica (que significa la escritura de las culturas) sin la cual no existiría antropología, no consiste solamente en ver, sino también en “hacer ver”.204 Es decir, en escribir aquello que observamos y creemos comprender. La descripción y la escritura etnográfica de las tres localidades observadas exigieron un gran esfuerzo de síntesis de más de una decena de cuadernos de campo, apuntes de terreno, cintas transcritas y material visual recopilado durante estos años de observación. Como escribir, que lenguaje utilizar, como hacer ver a través de las palabras, como dar cuenta de la manera más minuciosa y fiel de la realidad social a la cual pudimos tener el privilegio de acceder… son preguntas que acompañaron toda la escritura etnográfica de esta tesis.

Es en esta descripción y escritura etnográfica que se juega también la cualidad de la observación, de la imaginación científica y de la capacidad comprensiva del investigador. Y es allí también donde se espera que surja el etnólogo, es decir, aquel que hace emerger la lógica propia de una determinada cultura. Es solo a partir de este texto organizado que comienza a elaborarse un saber: el saber característico de los antropólogos, la descripción densa o interpretativa diría el antropólogo inglés C.Geertz.

La construcción de esta escritura fue una tarea doblemente compleja; en parte por la cantidad de material empírico recopilado, pero también por el uso que hicimos en este esfuerzo de descripción interpretativa de conceptos y categorías teóricas tributarias de la sociología, más que de la tradición antropológica. Es justamente en este punto del quehacer investigativo donde nuestro trabajo se aproxima a una sociología contemporánea esforzada en dar cuenta de la diversidad de puntos de vista205, de comprender a la sociedad y al sujeto en toda su compleja realidad.

Esto constituyó una empresa difícil pues obligó a establecer relaciones entre disciplinas que – en especial desde la tradición latinoamericana - se conciben de manera separada. La tensión entre estas categorías teóricas y conceptuales originales a la sociología y el desafío de la antropología de construcción de un saber desde las categorías del “otro”, cruzó toda la escritura de esta tesis. En pocas palabras, como valerse de los conceptos y nociones sociológicas sin traicionar la

203

Ver pauta al final del anexo. 204

Laplantine, 1995. 205

Bourdieu, 1992.

experiencia de la alteridad (y la elaboración de esta experiencia) que nos propone la antropología para ver aquello que jamás habríamos podido imaginar ni conceptualizar sin antes estar ahí.

Una de las formas de representar las construcciones sociales e identitarias en el espacio son los dibujos, croquis o mapas simbólicos. Los mapas simbólicos (a diferencia de la cartografía física) expresada en croquis o dibujos, da cuenta de límites metafóricos, imaginados, de hitos, de demarcaciones que indican y unen territorios a una memoria colectiva, a una lengua, a una manera de hacer las cosas que enlaza y da sentido.206 Mediante los croquis se señalan recorridos y ocupaciones simbólicas e intersecciones entre los sujetos y los espacios. Estos croquis o dibujos dan cuenta de un territorio pero también del lugar hasta donde se llega y desde donde se parte; de las idealizaciones y de las añoranzas de los espacios habitados en el tiempo biográfico. La palabra, el relato de vida en el caso de nuestra investigación, constituyeron el soporte de esta cartografía simbólica que da cuenta de estos lugares biográficos y de fuerte impronta identitaria.207

En la tradición antropológica y sociológica, el concepto de identidad se levanta como clave para aproximarse a la realización colectiva de ciertas búsquedas individuales. Sabemos que los significados que alimentan las identidades no provienen únicamente de enunciados discursivos, una importante fuente de esos significados provienen de prácticas concretas y del contexto físico / espacial en que ellas se desenvuelven. Es a esta condición de la identidad que denominaremos territorialidad.

La territorialidad es un rasgo compartido por todos los sujetos sociales, y por ello es un componente básico de su identidad. Un componente cuyo peso específico, varía en las diversas coyunturas históricas…Las referencias territoriales están marcadas en la sociedad contemporánea por el hecho (descrito por Baudrillard) que no solo tiene un valor de uso, sino también son signos de prestigio, de distinción, de clasificación social. La movilidad, los desplazamientos y ocupaciones cotidianas no pueden ser explicados en su totalidad por las necesidades en sentido estricto, sino también por la producción significante en los espacios y los territorios. Las representaciones de nosotros mismos en el mundo están íntimamente ligadas con las maneras en que ocupamos el espacio y hacemos territorio. El espacio urbano es una construcción social que se manifiesta a partir de las prácticas sociales que allí se cristalizan. Sin embargo, el espacio junto a las prácticas que allí se ponen en juego debe ser también comprendido en función de las representaciones y las connotaciones simbólicas e identitarias que los sujetos elaboran a través del tiempo en él.

Los croquis y dibujos solicitados a los pobladores no tienen como objetivo mostrarnos el espacio (el campamento, la villa) tal como es, sino la manera como los pobladores creen que él es. Desde nuestra investigación nos interesa la historia del espacio vivido, incorporando tanto el espacio real como el imaginado; es decir, tanto las acciones como los elementos simbólicos; de lo que fueron y de lo que desearían fueran sus territorios; de los proyectos identitarios que subyacen a la propia historia y experiencia en el espacio del propio territorio.208 En este sentido, los croquis que aquí acompañan el relato etnográfico y biográfico no nos entregan ninguna idea objetiva del espacio y pueden incluso ser muy distintos al espacio geográfico; lo que nos interesa son los significados que los pobladores instalan en ellos. Es en esta

206

Rodríguez, 2003. 207

Augé, 1996. 208

De Certau, 1998.

Dibujos y espacios de la identidad

perspectiva que se solicitó a cada poblador que dibujara la vivienda que habitaba antes de llegar a la villa y la vivienda actual. Pertenencia identitaria al territorio y experiencia del espacio significado son las dos variables que nos interesa rescatar a partir de estos croquis.

En ciencias sociales, el relato de vida resulta de una forma particular de entrevista, la entrevista narrativa, en la cual el investigador demanda a un sujeto contarle toda o parte de su experiencia de vida. A diferencia de la biografía o la historia de vida, el relato de vida, si bien es también un testimonio de la experiencia vivida, es un testimonio orientado por la intención de conocimiento del investigador que lo recoge. Esta intención, explicitada desde el primer contacto, es interiorizada por el sujeto bajo la forma de un filtro implícito a través del cual selecciona, en el universo semántico de sus experiencias, aquello que es susceptible de responder a las expectativas del investigador. El relato de vida contiene dos aspectos que son la clave para aproximarnos a los individuos, su trayectoria de integración y movilidad social y su relación con el Estado:

a) el conjunto de acontecimientos que han ocurrido durante la existencia de un individuo (o su familia); es decir, los elementos concretos que han caracterizado la vida de este individuo, de su familia y de su medio;

b) el conjunto de relatos producidos por el sujeto y/o por otros sobre su construcción biográfica. En este sentido, es un instrumento privilegiado para dar cuenta de la compleja construcción del vínculo entre el individuo y el agente estatal.

Bertaux (1997) propone el relato de vida como instrumento metodológico para el estudio de un fragmento de la realidad socio-histórica, un objeto social; para comprender como él funciona y como se transforma, las configuraciones de las relaciones sociales, los mecanismos, los procesos, las lógicas de acción que lo caracterizan. En esta perspectiva, el uso del relato de vida no invalida el uso de otras fuentes tales como la observación directa de los comportamientos, los gestos y hábitos de quienes participan en la investigación y por cierto, los textos, documentos y estadísticas. Lo central sin embargo, y en esto coinciden diversos autores209 es que la principal característica del relato de vida es la de describir la estructura diacrónica de la vida recorrida. Esta característica lo distingue radicalmente de otras formas (no narrativas) de entrevista. Existe relato de vida desde que existe descripción narrativa de un fragmento de la experiencia vivida. En este sentido, el relato de vida puede constituir un instrumento excepcional para extraer saberes, imaginarios, proyectos de vida, identidades, a condición de orientarlos hacia la descripción de experiencias vividas personalmente y en los contextos en los cuales se inscribieron. Bertaux denomina este tipo de relatos “relatos de prácticas”, relato que permite poner al que relata en relación con la acción en una determinada situación. Una acción que se desplaza en el tiempo; y que puede ser muy bien descrita por la forma narrativa del relato.

El relato de vida, más que una técnica, da cuenta de un enfoque de trabajo. Este aborda la vivencia singular de lo social; aprehende al sujeto en su quehacer cotidiano y en la manera que negocia sus condiciones sociales y culturales. Investigar desde la subjetividad, desde lo singular, plantea el paso desde el espacio del individuo singular a la expresión colectiva de un fenómeno social. De aquí se deriva una de las

209

De Gaulejac,1999; Ferraroti,1991.

El relato de vida

consecuencias epistemológicas más importantes de la aproximación del relato de vida: el desafío de vincular la historia de vida, que es por esencia un abordaje de lo singular, con la construcción social. En otras palabras, como la subjetividad inherente al relato de vida puede transformarse en conocimiento de las condicionantes sociales que lo hicieron posible; cómo pasar de la comprensión de las identidades individuales y fragmentadas a las identidades colectivas y socialmente construidas.210 En este sentido, el relato de vida nos abre a la identidad entendida como proyecto vital.211 Los relatos de vida permiten entender al individuo como la expresión de un grupo, de una cultura, de una historia social; pero no por ello se olvida el trabajo que lleva a cabo cada sujeto para contribuir a la construcción de su propia existencia.212

El relato de vida es pues la expresión de dos dimensiones esenciales de toda biografía: la sociedad a la cual pertenece su autor, y la dinámica existencial que lo caracteriza. Los relatos se construyen de hecho en el cruce de estos dos aspectos: la relación del individuo con su medio social y cultural, y la producción de su individualidad.213 En síntesis, la recopilación de los relatos se aboca a:

a) Reconstruir los hitos formativos de las trayectorias de integración social: Asumimos como señala Bertaux (1997) que “los relatos de práctica” son una fuente fructífera para ubicar al que relata en relación a acciones y contextos concretos y por tanto hacer comprensivas las dimensiones de su trayectoria social. Se abordarán los siguientes hitos: a) nacimiento, formación de la familia. b) consolidación del grupo familiar; c) las identidades, tensiones y trabajo identitario, d) las decisiones en torno a la propia trayectoria biográfica; e) el trabajo (salidas y entradas) de sus miembros; f) los vínculos e interacciones al Estado g) las migraciones en la familia, cambios de lugar de habitación, traslados y movimientos ocurridos en la vida; h) los momentos de descenso y pobreza; i) los momentos de holgura; j) las redes de apoyo.

b) La cuestión del sujeto, su capacidad de elección y decisión, está en el centro de la aproximación biográfica. Ella nos lleva directamente al análisis de las dinámicas individuales y familiares y de decisiones en torno a la relación con la red de ayuda estatal. Se prestará especial atención a las tensiones, frustraciones, logros, negociaciones, conflictos que esta relación con el Estado suscita en cada individuo y al interior de su familia. Interesan especialmente las decisiones de continuar o suspender el vínculo con el Estado a lo largo de diez años (1990-2000).

Utilizaremos el concepto de relatos de vida como relatos de prácticas, pues nuestra premisa es que el uso de su tiempo y sus fuerzas es indisociable de los intentos de manejar (maîtriser) la situación y de un trabajo de mise en sens de la realidad social.214 Explorar las características y sentidos del conjunto de las prácticas referidas a la búsqueda de su integración social será el camino para acceder no solo a la comprensión de la praxis identitaria allí construida, sino también a la representación del contrato social que sirve de sustrato a las lógicas de acción.

El análisis de este discurso y su relación con las prácticas requiere no confundir las construcciones que un actor individual o colectivo tiene sobre sí mismo, con aquellas que operan en torno de él, o la interiorización que éste hace de ellas. Aún cuando la relación entre ambas dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del reconocimiento del otro, y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El análisis de los itinerarios individuales y familiares en relación al Estado, ilustra

210

Márquez y Sharim, 1999. 211

Bengoa, Márquez y Aravena, 2000; Poirier, Calpier et Raybaut, 1995, De Gaulejac, 1999. 212

De Gaulejac, 1999, Sautu, 1999; Desmarais y Grell, 1994. 213

De Gaulejac, 1994. 214

Bertaux,1997; Kessler, 2000.

ampliamente la pertinencia de esta distinción. El relato de vida es pues la expresión de dos dimensiones esenciales de la identidad: la sociedad a la cual pertenece su autor, y la dinámica existencial que lo caracteriza. La identidad se construye de hecho en el cruce de estos dos aspectos: la relación del individuo con su medio social y cultural, y la producción de su individualidad.

En los relatos de vida a menudo se descubre el esfuerzo de los sujetos por romper con esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de ella. La exacerbación de esta distancia y la imposibilidad de romper con ella, abre espacio a la construcción de estigmas y estereotipos en los cuales los sujetos quedan fijados / congelados en la relación y la mirada de un otro; que para el caso que nos preocupa, a menudo puede ser el asistente social, el alcalde, el político…

Entrevistas semi-estructuradas: el primer análisis de los relatos de vida nos indica aspectos que se revelan interesantes a profundizar, sin tener que recorrer nuevamente la biografía o trayectoria completa de la familia. La entrevista semiestructurada, pauta de preguntas abiertas que invitan al entrevistado a explayarse sobre el tema en cuestión, es un instrumento adecuado para estos efectos. En términos generales las entrevistas se abocan a:

a) reconstruir los hitos formativos de la trayectoria social de los sujetos, a partir de sus “relatos de práctica”, esto es de las acciones emprendidas para la obtención de sus viviendas y la consolidación de la movilidad social, en especial en relación a los subsidios y ayudas de los programas sociales.

b) la cuestión del sujeto, su capacidad de elección y de decisión a lo largo de esta trayectoria para la obtención de su vivienda y superación de su condición de pobreza.

c) la construcción del sujeto y sus proyectos y tensiones identitarias; tensiones, frustraciones, logros, negociaciones, conflictos que la relación con el Estado y sus agentes suscita a lo largo de su trayectoria de por la obtención de la vivienda y búsqueda por consolidar su proyecto de integración social.

El vaciado y sistematización de los relatos de vida y entrevistas en profundidad se realizó a partir de tres etapas sucesivas. Cada uno de los relatos/entrevistas de las 48 familias (40/50 páginas de transcripción) fue vaciado primero en una planilla que tenía como objetivo reconstituir la trayectoria de vida e inserción social durante la década de los noventa. Para ello se identificaron los años que el informante recordaba en su relato y para cada año: a) los hitos familiares que caracterizaron ese año (migraciones, muertes, nacimientos, etc.); b) los indicadores de movilidad social definidos como los cambios de status, posición social, empobrecimiento, mejoría de las condiciones de vida... A través de una línea se graficó la movilidad social y sus indicadores según el relato del informante; c) recursos y vínculos de la familia para cada año mencionado de la trayectoria familiar; interesó identificar los recursos materiales, simbólicos, estatales y privados; d) finalmente se vació el relato textual de cada informante para referirse a: sus tensiones identitarias, el trabajo sobre su propia identidad; la lógica de la acción en su interacción con el Estado, con el mercado y con la comunidad de cercanos (los vecinos, el entorno más mediato).

Planilla de vaciado y sistematización

Sistematización de relatos y entrevistas en profundidad

Años 1990 1991 1992 1996 1997 2000 2001

Hitos de la trayectoria de vida familiar

Inserción social de la familia

Recursos y vínculos a los que la familia accede

Descripción del modelo del contrato social

Tensiones identitarias

Trabajo de la identidad

Descripción lógica acción con Estado

Descripción lógica acción con el Mercado

Descripción lógica acción con la Comunidad (vecinos, entorno mediato)

Finalmente, la información vaciada y sistematizada en estas fichas fue descrita y analizada comparativamente de acuerdo a los cuatro modelos del contrato social presente en los relatos de estos individuos: a) modelo de la beneficencia; b) modelo de la protección solidaria; c) modelo de la subsidiariedad; d) modelos de derechos colectivos.

La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron durante la década del noventa una vivienda social. En los términos de los indicadores de las políticas sociales, ellas dejaron de ser prioridad de los programas de asistencia social. En este sentido, estas familias corresponderían a aquel segmento de la pobreza que durante la década de los noventa vio mejorar su nivel de vida y necesidades básicas. Para efecto de este estudio, este segmento social correspondería a la llamada “nueva pobreza”, esto es, aquel segmento de pobres que habiendo resuelto carencias básicas como la vivienda, se enfrentan actualmente a necesidades y aspiraciones derivadas justamente de su nueva condición.

La investigación se llevó a cabo en tres comunas:

Universo de estudio

1. Cerro Navia, Región Metropolitana, con altos índices de pobreza y una política municipal que privilegia un enfoque participativo en la implementación de las políticas y programas sociales.

2. Maipú, Región Metropolitana, con índices medios de pobreza y una política municipal contraria a la construcción de villas y radicación de pobladores en su comuna. El discurso municipal apunta a la construcción de una identidad comunal de clase media, desde esta perspectiva no existe política alguna de integración comunal de estos erradicados de campamentos.

3. Curicó, VII Región, comuna con componente de pobreza urbana y rural, pero exitosos indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus recursos y programas sociales; y un enfoque fuertemente asistencial/ tecnocrático en la implementación de los programas sociales

Distribución porcentual de la población por pobreza según comuna 1990-2003. Comuna

1990 1996 2003

Indigente

Total pobres*

Indigente

Total pobres

Indigente

Total pobres

Cerro Navia 21.3 58.1 6.6 26.6 5.7 21.7

Curicó 16.0** 46.2** 4.4 27.1 1.8 14.6

Maipú 4.9 24.6 0.1 7.7 3.2 10.5

Total país 13.0 38.6 5.7 23.2 4.7 18.7

* Total pobres: suma indigentes + pobres. ** Para este año no hay datos para la comuna de Curicó, se da como referencia las cifras de Talca. Fuente: Encuesta Casen, Mideplan.

Las familias fueron seleccionadas a través de un trabajo etnográfico en tres conjuntos de viviendas sociales construidas en la década del noventa: Villa El Resbalón de Cerro Navia, Villa San Arturo de Maipú y Población Santos Martínez de Curicó.

Todas las familias pobres que se analizan en este proyecto, han tenido una relación relativamente estable con el Estado y sus agentes para el acceso a programas y subsidios. Desde los años 80, esta relación ha estado marcada por los criterios de focalización en los hogares, de acuerdo con el puntaje de la Ficha CAS y los informes de trabajadores sociales.

Este universo de familias, obtuvo su vivienda a través de dos modalidades diferentes de relación con el Estado. Un primer grupo de personas lo obtuvo a través del subsidio individual, esto es la asignación de un subsidio monetario por puntaje que califica como merecedor de asistencia; y un segundo grupo, a través del subsidio vinculado a la participación organizada215. Esta distinción de la forma que adquiere el vínculo de estas familias con el Estado nos permitirá comparar los tipos de experiencias a lo largo del tiempo y sus consecuencias en términos de sus trayectorias de integración social.

215

Programa Chile Barrio.

a. Individuos y familias pobres vinculadas a la red estatal y sus distintos programas sociales principalmente a través de programas de participación local. En los tres últimos años, estas familias han participado de políticas focalizadas en su territorio, que marcan un énfasis comunitario en la relación con el Estado. Estas familias obtuvieron sus viviendas recientemente participando en Programas como Chile Territorio, Mujer Jefa de Hogar o Adulto Mayor.

b. El segundo grupo de familias está compuesto en cambio, por familias que individualmente han accedido a los subsidios estatales y han logrado obtener su vivienda gracias al ahorro familiar. Ella han mantenido un vínculo uno a uno con el Estado y no participan de organización alguna. Algunas de estas familias tienen una historia pasada de beneficiarios de la Ficha Cas, otras simplemente siempre han acudido al Estado en situaciones puntuales y de extrema necesidad. No han sido parte de programas sociales participativos en sus localidades.

c. Finalmente, se considerará un tercer tipo de familia, que si bien ha sido objeto de programas sociales como los dos tipos anteriores, no ha logrado acceder a una vivienda y permanece o como allegado en estos nuevos territorio, o simplemente en los lugares / sitios ocupados ilegalmente.

De esta manera en las tres poblaciones se pudieron detectar 22 familias que obtuvieron sus viviendas a través de postulación y ahorros individuales; y 22 familias que obtuvieron sus viviendas por participación organizada en programas sociales para la vivienda. Y cuatro familias que no lograron obtener sus viviendas a pesar de haber participado en un programa estatal.

Universo de pobladores entrevistados según territorio y tipo de postulación subsidio a la vivienda.

Territorio Nueva El Resbalón

Cerro Navia

Villa San Arturo

Maipú

Población Santos Martínez

Curicó

Pobladores que postulan organizadas a viviendas sociales

Pobladores que postulan individual mente a subsidios vivienda sociales

Pobladores que postulan organizadas a viviendas sociales

Pobladores que postulan individual mente a subsidios vivienda sociales

Pobladores que postulan organizadas a viviendas sociales

Pobladores que postulan individual mente a subsidios vivienda sociales

8 8 8 8 8 8

16 16 16

48 pobladores

Nota: De este universo total 4 pobladores no lograron obtener una vivienda a pesar de haber postulado.

Características del universo de pobladores y sus familias216

216

Esta caracterización es fundamentalmente cualitativa y no tiene como objetivo sacar conclusiones de relaciones entre variables.

Estos 48 pobladores, al igual que sus familias, son sujeto de política social pues viven con menos de dos canastas básicas de alimento mensual, esto es menos de 100 dólares mensuales. Todas ellas complementan sus precarios ingresos con subsidios estatales. Cuarenta y cuatro de estas familias sin embargo, se ubican en un momento de sus trayectorias, en el cual han logrado obtener una mejoría de sus condiciones de habitat a través de la obtención de una vivienda propia. Desde el punto de vista del Estado, estas familias han logrado gracias a su esfuerzo y el subsidio estatal una mejoría significativa en términos de su nivel de vida, quedando así fuera de los parámetros de pobreza que los pueda hacer objeto de subsidios de asistencia social.

Tipo de familias: Del universo total de familias entrevistadas, poco más de la mitad corresponde a familias nucleares con hijos. Luego le siguen las familias uniparentales con mujer jefa de hogar.

TIPO FAMILIA N°

NUCLEAR SIN HIJOS 2

NUCLEAR CON HIJOS 25

NUCLEAR EXTENDIDA 8

MUJER JEFA DE HOGAR

9

UNIPERSONAL 4

Total 48

Respecto a la relación existente entre tipo de familia y los tipos de trayectoria de movilidad social217, se puede observar que el tipo de trayectoria ascendente se asocia esencialmente con las “Familias nucleares con hijos” (13 familias). No hay familias extendidas que tengan una trayectoria de movilidad ascendente. En el tipo de familia descendente, no obstante constituir tan solo 4 de los casos, se encuentran dos casos de Familias Nucleares extendidas” y una mujer Jefa de Hogar. La mitad de nuestro universo se ha mantenido estable en el tiempo.

FAMILIA

TIPO DE TRAYECTORIA Total

ASCENDENTE

DESCENDENTE ESTABLE

NUCLEAR SIN HIJOS 2 2

NUCLEAR CON HIJOS 13 1 11 25

NUCLEAR EXTENDIDA 2 6 8

MUJER JEFA DE HOGAR 4 1 4 9

UNIPERSONAL 4 4

Total 17 4 27 48

Ciclo Vital: En términos del ciclo vital se observa que 27 de las 48 familias se encuentran en una etapa de constitución del núcleo familiar, es decir tienen hijos menores de 16 años. Las familias en etapa de consolidación (hijos mayores de 16 años) y de nido vacío (hijos fuera del hogar) se encuentran en igual proporción.

ETAPA N°

FAM. S/ HIJOS 5

217

Ascenso o descenso de una categoría de indigente, pobre, no pobre de acuerdo a una escala comparativa de condiciones materiales de existencia. (Fondecyt 1020318)

CONSOLIDACIÓN 8

CONSTITUCIÓN 27

NIDO VACÍO 8

Total 48

A continuación se aprecia que entre las familias el número de hijos que predomina son dos, seguido por las familias con tres hijos. Las familias con dos hijos se ubican preferentemente entre aquellas con trayectorias de movilidad social ascendente; mientras que las familias con más de dos hijos tienden a presentar trayectorias estables.

Nº DE HIJOS TIPO DE TRAYECTORIA Total

ASCENDENTE DESCENDENTE ESTABLE

0 6 6

1 2 1 3 6

2 9 1 6 16

3 4 1 5 10

4 1 3 4

5 1 2 3

6 1 2 3

Total 17 4 27 48

Nivel Educacional Jefe De Hogar: El nivel educacional de los jefes de hogar es en su mayoría educación básica incompleta; solo catorce jefes de hogar tienen enseñanza media incompleta y una sola persona educación técnico profesional. En nuestro universo cinco jefes de hogar son analfabetos (tres mujeres).

Nivel Educacional

ANALFABETO 7

E. BÁSICA 26

E. MEDIA 14

INST. Técnica Prof. 1

Total 48

La siguiente tabla expresa la relación existente entre la variable “Nivel Educacional del Jefe de Hogar” y el “Tipo de trayectoria”. Al respecto, se puede observar que los jefes de hogar con enseñanza media incompleta tienden a presentar trayectorias

ascendentes. Y que los con enseñanza básica incompleta, una trayectoria de movilidad más bien estable.

Nivel Educacional del

JEFE DE HOGAR

TIPO DE TRAYECTORIA

Total

ASCENDENTE DESCENDENTE ESTABLE

ANALFABETO 7 7

BÁSICA 10 16 26

INST. PROF. 1 1

MEDIA 8 2 4 14

Total 17 4 27 48

Situación Laboral y categoría ocupacional: En nuestro universo, 37 jefes de hogar se encuentran trabajando y 8 desocupados. Los oficios que ellos ejercen son diversos, pero la gran mayoría de escasa calificación como puede observarse en el cuadro siguiente. Comerciantes y obreros vinculados a la construcción son las categorías ocupacionales más frecuentes.

CATEGORÍA OCUPACIÓN

TIPO DE TRAYECTORIA

Total ASCENDENTE

DESCENDENTE

ESTABLE

BODEGUERO, AUXILIAR DE CANCHA, ESTAFETA, GARZÓN, INSPECTORES, LOCOMOCION COLECTIVA 3 5 8

CARPINTERO, CERRAJERO, OBRERO CONSTRUCCIÓN, OBRERO MAESTRANZA, CONTRATISTA 4 1 5 10

CUENTA PROPIA, MICROEMPRESARIA, REPOSTERÍA, ARTESANO 3 1 4

COMERCIANTE, DUEÑA ALMACÉN, VENDEDOR, FERIANTE 3 2 7 12

EMPLEADA DOMÉSTICA, EMPLEADA PASTELERÍA 2 2

PENSIONADA 1 1

PROG PRO EMPLEO 1 1 2

TEMPORERO* 1 1

SIN OFICIO 3 1 4 8

Total 17 4 27 48

SINTESIS

“Du moment ou un indigent est inscrit sur la liste des pauvres de sa paroisse il peut sans doute réclamer des secours: mais qu´est- ce que l´obtention de ce droit, sinon la manifestation authentique de la misere, de la faiblesse, de l´inconduite de celui qui en est revêtu?”

Alexis Tocqueville, Memoire sur le pauperisme, 1835.

La figura del pobre – el que merece por su condición de carencia ser asistido de manera sistemática por el Estado y sus políticas sociales-, es una construcción relativamente moderna. Históricamente, el pobre fue el mendigo, el leproso, el huérfano... y la relación de la sociedad transitó entre la caridad y el castigo, entre la piedad y la horca. Desde las políticas sociales en cambio, la sobrevivencia y la integración material es un derecho del ciudadano empobrecido y al cual la sociedad democrática y moderna debe responder.

Sabemos sin embargo, que las políticas sociales no han logrado erradicar la pobreza y sus efectos paradojales están a la vista. La idea de que la pobreza es un mal inevitable al modelo económico tiende a asentarse, y con ello la naturalización de la pobreza. Se olvida así que la pobreza es siempre una construcción social e histórica.

Lo primero es precisar que nuestro objeto de estudio no lo constituye la pobreza ni los pobres en tanto categoría genérica, sino los pobres en cuanto asistidos y sujetos de asistencia social. Asumimos en la perspectiva de Simmel, que los pobres, en tanto categoría social, no son aquellos que sufren de carencias y privaciones, sino aquellos que reciben asistencia o deberían recibirla según las convenciones sociales. La pobreza no puede, en este sentido, ser definida como un estado cuantitativo y absoluto, sino en cuanto a la relación social que ella genera. La pobreza, tal como aquí se entiende, es por tanto relativa y se construye socialmente. Su sentido es aquel que la sociedad le otorga.

Comprender los efectos a menudo perversos de las políticas sociales exige alejar la mirada de los mecanismos técnicos y de ingeniería social para centrarnos en la “caja negra” en que se desenvuelve y construye la relación entre los pobres y los agentes de políticas sociales. La premisa sobre la cual se levanta esta investigación es que los procesos de superación de la pobreza se asocian tanto a la integración funcional entendida como la autonomía de los más pobres para asegurar el propio sustento; así como a la integración social en tanto implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos, en un sistema de derechos, normas y de valores.

La superación de la pobreza se asocia por tanto, a la capacidad de los más pobres para ejercer un control cultural y económico sobre sus vidas. Pero también a la definición del contrato social, esto es, a los derechos y deberes del Estado y de ellos mismos en el logro de la igualdad e integración social. O en la célebre fórmula roussoniana, a la “forma de asociación que defienda y proteja con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada asociado, y por la cual cada uno, uniéndose a todos obedezca tan solo a si mismo y quede tan libre como antes.”218

Las formas que adquiere este contrato social entre el Estado y los pobres de nuestra sociedad dice relación no solo con la oferta pública, sino también con la posición

218

Rousseau, El contrato social, cap. VI Del pacto social, [1762], 1996.

INTRODUCCION

social y las disposiciones culturales e identitarias que orientan la práctica de estos sujetos en sociedad. El Estado construye el marco dentro del cual los sujetos deberán operar, pero también los sujetos interactúan, cuestionan, adhieren o rompen con él.

El concepto de campo de relaciones propuesto en esta investigación nos permite entrar a esta caja negra que son las relaciones y representaciones que se ponen en juego entre el Estado y los pobladores. El concepto de campo de relaciones abre la posibilidad de una lectura de la construcción de la alteridad en estos espacios públicos y políticos, de la distancia y proximidad con el otro, de la ambigua y siempre negociada interacción cara a cara; del tema del poder y del control cultural, entendido como la capacidad de decisión sobre los elementos culturales y sobre los modos de la convivencia social219. El análisis de las interacciones al interior de este campo de relaciones nos abre al conocimiento de los procesos por los cuales los más pobres de nuestra sociedad trabajan su identidad y su cultura a pesar de las condicionantes estructurales.

Este estudio se pregunta si una concepción del contrato social orientado hacia el reconocimiento de la comunidad y sus derechos por parte del Estado estaría en mejores condiciones de crear oportunidades de integración social que una concepción del contrato sustentada en el principio de la necesidad individual y la beneficencia. ¿Individuos con una identidad comunitaria fuerte, estarían en mejores condiciones de prescindir y autonomizarse del Estado y sus programas sociales que individuos sin este soporte comunitario, pero con aspiraciones individuales de movilidad social?¿Cuáles serían las condiciones que deben cumplirse en esta interacción Estado/ individuo/ comunidad para que se gatillen procesos de mayor integración social? ¿Es la articulación al mercado de trabajo? ¿Es el acceso a un mayor y más diverso número de redes sociales? ¿Es la presencia de un dirigente social eficiente? ¿Es la construcción de un vínculo de confianza entre el agente público y el que demanda ayuda?

Para abordar este problema se observan, a través del trabajo etnográfico y los relatos de vida, los procesos de erradicación de campamentos y el traslado de los pobladores a conjuntos de viviendas construidas por el Estado durante la década de los noventa. Este análisis comparativo nos permitirá comprender las dinámicas que dan vida a estas sociedades de campamento y sociedades de villa; así como las formas de resistencia y adaptación que adquieren estos procesos de transformación social promovidos por el Estado y sus políticas sociales a lo largo de diez años (1990-2000).

La investigación sigue dos cursos complementarios. En un primer momento se caracterizan, a través de un trabajo etnográfico en tres villas (conjuntos residenciales pobres) las modalidades que adquiere este vínculo entre las familias y el Estado. Posteriormente, a través del análisis de “los relatos de práctica” 220 de cuarenta y ocho habitantes de estas villas, se profundiza y comparan los procesos de erradicación desde sus campamentos así como los modelos del contrato social de estos pobladores, sus tensiones identitarias y lógicas de acción hacia el Estado, el mercado y su comunidad. La investigación establece la trayectoria de integración social de estas pequeñas sociedades de campamento y villa a lo largo de diez años, para luego – desde este relato e imaginario del contrato social - proponer algunos lineamientos teóricos para un contrato social de derechos a la igualdad en la diversidad.

219

Bonfill Batalla, 1990. 220

Ver anexo metodologico.

Los objetivos

Derivar y contrastar hipótesis relativas a los resultados e incidencia de las políticas sociales en la integración social de los pobladores.

Caracterizar las formas de resistencia o adaptación de los pobladores a las condiciones impuestas por las políticas sociales para el logro de la integración social.

Caracterizar los modelos del contrato social que se construyen entre los individuos pobres y el Estado a lo largo de la década de los noventa.

El método y el universo de estudio

En términos metodológicos el estudio se ubica en la perspectiva de los estudios cualitativos, privilegiando un enfoque etnográfico, los relatos de vida y entrevistas en profundidad a habitantes de tres territorios residenciales en los que el Estado ha construido conjuntos de viviendas y aplicado programas sociales.

Se analizarán las trayectorias sociales y las interacciones cotidianas que 48 individuos y sus familias sostienen con el Estado y políticas sociales a lo largo de los últimos diez años (1990-2000). Las familias fueron seleccionadas de acuerdo a su tipo de vinculación con programas y políticas sociales; y fueron contactadas a través de un trabajo etnográfico en los tres territorios estudiados: Villa El Resbalón y Villa San Arturo de la ciudad de Santiago; y Población Santos Martínez de la ciudad de Curicó. Como veremos, las tres comunas presentan características diferentes tanto en términos de sus indicadores de pobreza como en términos de su gestión municipal.

Para el año 2003, la encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) indicaba que en Chile un 18.7% de su población se ubicaba bajo la línea de la pobreza. Ese mismo año, la comuna de Cerro Navia, mostraba índices de pobreza por sobre el promedio nacional (21.7%) y una política municipal que privilegiaba un enfoque participativo en la implementación de las políticas y programas sociales. La comuna de Maipú ubicada también en Santiago, mostraba en cambio, índices de pobreza muy por debajo del país (10.5%) y una política municipal contraria a la construcción de villas y radicación de pobladores en su comuna. El discurso municipal apuntaba más bien a la construcción de una identidad comunal de clase media; desde esta perspectiva no existía política alguna de integración comunal para los recién llegados de campamentos de comunas aledañas lo que talvés explique que desde 1996 la comuna aumentara al menos en casi tres puntos su índice de pobreza. La comuna de Curicó ubicada en la ciudad de Curicó, poseía para el año 2003, niveles de pobreza algo inferiores a los promedios nacionales (14.6%), un enfoque fuertemente asistencial en la implementación de los programas sociales, pero exitosos indicadores de gestión municipal en términos de la focalización de sus recursos y programas sociales.

La mayor parte de las familias que conforman nuestro universo de estudio obtuvieron durante la década de los noventa una vivienda social221. En los territorios seleccionados se pudo constatar dos tipos de familias que se correspondían con nuestro criterio de selección de casos: a) Familias pobres vinculadas a la red estatal y programas sociales con participación local. b) Familias pobres que obtuvieron sus viviendas con subsidio social a través de sus ahorros individuales y que se vinculan al Estado a través de programas de ayuda individual. Ambos tipo de familias, como veremos posteriormente, presentarán diferencias significativas en términos de la integración social como de la satisfacción con sus viviendas y vecindarios.

221

Vivienda construida y subsidiada por el Estado para las familias de más escasos recursos.

Se seleccionaron para el conjunto de las tres villas, 22 familias que obtuvieron sus viviendas a través de programas individuales; y 22 familias que obtuvieron sus viviendas por participación organizada en programas sociales para la vivienda; y 4 familias que no lograron obtener sus viviendas. Para cada una de las familias se entrevistó a la madre por ser quién presentaba más disponibilidad para relatar la historia familiar en relación al Estado. Solo en algunos casos el padre de familia aceptó también entregar su relato, pero en general, siempre como complemento a la historia de la madre.

La tesis se organiza en tres partes. En la primera parte se abordan “Las paradojas de la política social en Chile” a través de dos capítulos. En el primero se entregan tres etnografías que dan cuenta del proceso a través del cual se construyeron tres conjuntos residenciales producto de las políticas de vivienda social. Para cada una de estas etnografías se construye un relato descriptivo y se entregan algunas claves interpretativas en relación a los procesos sociales allí ocurridos. En el segundo capítulo de esta primera parte se entregan algunas claves sociológicas para interpretar los procesos sociales ocurridos al interior de estas villas de pobladores de la década de los noventa. Junto con analizarse el papel que juegan los procesos de segregación urbana se entregan elementos históricos para problematizar el rol del Estado y sus políticas sociales en la construcción de la pobreza urbana y los procesos de integración social en Chile.

En la segunda parte del documento, se presenta “El pobre ante el Estado”. Esta parte se organiza en cinco capítulos, cada uno de ellos corresponde a una concepción del contrato social vigente entre estos pobladores. A través del análisis de los “relatos de prácticas” y de la entrega de un relato in extenso de un(a) poblador(a), se muestran y analizan cuatro dimensiones que nos aproximan a una mirada comprensiva de la construcción del sujeto poblador: las dimensiones del modelo del contrato social; las tensiones identitarias de estos individuos que viven la pobreza; el trabajo que cada uno, desde su experiencia de pobreza, realiza de si mismo; y finalmente las lógicas de acción de estos pobladores frente al Estado, al mercado y a su comunidad.

Los tipos ideales del contrato social fueron construidos a partir de la definición de los principios que definían la acción del Estado frente a la pobreza y de los mismos pobladores: ¿Qué debe hacer el Estado para ayudar a los pobres a superar su condición? ¿Qué deben hacer los pobres para salir de la pobreza? Estos principios permitieron la formulación de cuatro tipos ideales del contrato social: a) Beneficencia y caridad; b) Protección y solidaridad; c) Comunidad y Derechos; d) Individuo y subsidiaridad.

En la tercera y última parte del documento se responden, a partir de las evidencias empíricas, tres preguntas esenciales a esta investigación: ¿De que depende que un pobre prefiera un tipo de contrato a otro? ¿Bajo que condiciones y por qué razones las políticas sociales inciden o no en la integración social y funcional de los más pobres? ¿Qué podemos concluir de de la concepción del contrato social durante los últimos quince años; es decir, desde la recuperación de la democracia en Chile?

En el capítulo final se aportan al debate algunos elementos conceptuales para la construcción de una teoría del contrato social en Chile.

Lo que hemos querido mostrar en este breve recorrido por las discusiones en torno al concepto de pobreza, es que en las sociedades modernas, la pobreza no corresponde solo al estado de una persona que carece de bienes materiales, ella corresponde también a un status social específico, inferior y desvalorizado que marca profundamente la identidad de quienes la viven. Este elemento no es del todo nuevo en el debate sobre la pobreza. Tanto el programa filantrópico del siglo XIX como la doctrina social del cristianismo colocaban en primer plano el aspecto de la degradación moral que la miseria determinaba en la existencia humana. Históricamente, el denominador común de los elementos que hacían de la miseria un fenómeno social lo constituyó la función degradante de tal estatus.222

George Simmel, en un breve texto titulado Der Arme223 escrito en 1908, se plantea justamente la ambigüedad de la noción de pobreza como categoría sociológica. Para Simmel, la pobreza, es no solamente relativa, sino que ella también se construye socialmente. El significado de la pobreza, es aquel que la sociedad le otorga. El enfoque teórico simmeliano contribuye así a evitar una definición substancialista del pobre, reubicando la mirada sobre la relación de interdependencia con la sociedad y en especial el Estado.224

En Simmel, es la relación simultánea de asistido y temido que da forma a la figura del pobre en nuestra sociedad; a la relación de piedad y castigo diría Geremek. Sin desconocer su carácter de “indeseado”, inútil, miserable… Simmel reconoce que en la relación de asistencia tanto el pobre como el donante se encuentran en una relación social. De allí la invitación a comprender las formas sociohistóricas de esta interdependencia que se construye entre los pobres y el resto de la sociedad. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto tal, sino las formas sociales que ella adquiere en la sociedad en un momento específico de su historia.225 Esta sociología de la pobreza se vuelve en realidad una sociología del lazo social.226

Simmel precisa una definición: “les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui recoivent assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par conséquent, la

222

Geremek, 1989, Paugam, 2002. 223

El Pobre. 224

Castel (1995) recupera esta noción a través de su concepto de “desafiliados”, es decir, le “desafilie” seria quien ha roto con todos los vínculos de protección social, incluyendo los más cercanos. 225

Paugaum y Schultheis, 2002. 226

En una línea similar, el enfoque téorico de redes sociales intenta resolver el problema de la construcción de categorías basadas en atributos individuales, a partir del análisis de las relaciones entre individuos. Las estructuras se corresponden con las pautas de relaciones recurrentes en aun grupo social, antes que a agrupaciones de individuos con características similares. La definición de categorías sociales se hace así comparando el conjunto de relaciones sociales de diversos individuos, principalmente en términos de su estructura. En este sentido, dos individuos pertenecen a una misma categoría sólo cuando sus relaciones sociales se intersectan de tal forma que los hacen estructuralmente equivalentes. De esta forma, un pobre sólo es igual a otro pobre, cuando las relaciones sociales de ambos tienden a superponerse y no sólo cuando pertenecen a la misma categoría de ingreso. Espinoza, 1999.

3.4 Hacia una definición de la pobreza

pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif en elle-même, mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une situation spécifique.”

Los pobres, así definidos, no están fuera de la sociedad, sino en ella. Ellos ocupan por cierto, una posición particular por el hecho de encontrarse en una situación de dependencia en relación a la colectividad que los reconoce y los trata como tal. Falto de autonomía material (integración funcional) y falto de los lazos sociales (integración social) el pobre comparte con el extranjero el atributo de distancia y proximidad al todo social, posición ambigua y nunca resuelta.

La distinción entre integración funcional e integración social ha sido a menudo olvidada en las discusiones sobre políticas sociales. La integración funcional supone la interdependencia con un todo social y la autonomía para asegurar el propio sustento; la integración social, en cambio, supone la implicación de los sujetos en cuanto ciudadanos en un sistema de derechos, normas y de valores.

Hoy día, ambos procesos tienden a ser disociados.227 La integración funcional puede, por cierto, asegurarse por una multiplicidad de medidas y de procesos que aseguren la integración económica de los individuos. La integración en estos términos no requiere para su logro del conjunto de normas, valores y sentidos imperantes. Nuestra política habitacional es un claro ejemplo: por décadas, las viviendas han sido construidas y entregadas sin atender a las más básicas aspiraciones, costumbres, patrones culturales y estéticos de sus habitantes. En estas circunstancias, cuando mundos y referentes sociales diversos se encuentran en esos espacios homogéneos y excluyentes que son los conjuntos de viviendas sociales, inevitablemente se debilita la percepción de integración y cohesión social. La sensación de “no existir”, de sueños incumplidos, de engaño e incluso vergüenza, termina por afectar la construcción de una comunidad de sentidos y la capacidad de los individuos de proyectarse como ciudadanos.

Reunir ambas dimensiones —integración funcional y social— en la conceptualización de la pobreza es una exigencia. Aquello que es sociológicamente pertinente no es la pobreza en tanto que pre-noción, sino las formas sociales que adquiere esta esta condición. Al pensar la pobreza solo en términos de ingreso se deja de lado una necesidad primordial: aquella de ser considerado como responsable de aquello que se es en tanto sujeto.228 En estos términos, el análisis de la condición del pobre es inseparable del análisis del proceso que este sigue en términos de intercambio y de construcción de respuestas a su condición de asistido. Como afirma De Gaulejac “Il s’agissait de mieux comprendre l’articulation entre les conditions objectives et les conditions subjectives dans les processus d’exclusion. Quelle est la part respective des déterminations sociales et des réactions des sujets concernés dans les dynamiques d’insertions229

Esta definición de la dimensión material y social de la pobreza nos abre también a la pregunta por las aspiraciones y capacidades de cada individuo, rico o pobre, para definir, manejar y decidir entre sistemas de integración diferentes y no siempre

227

Véase análisis en Remy (1996) y Güell (2002). 228

De Gaulejac, 2002. 229

De Gaulejac y Taboada Leonetti, 1994.

3.6 El contrato en la pobreza

coherentes entre sí. La pregunta por el modo de integración deseada está a la base de la experiencia social de estos individuos que viven en condiciones de pobreza; así también la definición de los principios que debieran orientar este proceso. En un contexto de alta vulnerabilidad y precariedad social como es el chileno, la pregunta por los principios subyacentes a la definición de un contrato social es ineludible. La invocación a redefinir un nuevo contrato o pacto social se filtra en cada una de los relatos de estos pobladores. Un contrato o un pacto social, para el cumplimiento de ese derecho a la integración y a una sociedad basada en el principio de la igualdad.

Las tres etnografías (capítulo 1) son claras en este aspecto; todos los pobladores comparten la aspiración a una sociedad más igualitaria, a una mejor calidad de vida y al reconocimiento de sus derechos. Todos, unos desde su reivindicación a ser tratados desde su individualidad y otros desde su búsqueda comunitaria, coinciden es su aspiración a una vida "más decente", dicho en sus propios términos; y donde el resguardo del buen nombre de familia, el valor del trabajo, de la educación, de la limpieza y el orden en el (con)vivir son también, con más o menos fuerza, principios que orientan el ideario de estos pobladores. La cultura de la integración social, como aspiración, está presente en todos ellos.

Sin embargo, es importante señalar que aunque los pobladores se reconocen en su aspiración a una cultura de la integración; ellos sí se diferencian en la definición de los términos bajo los cuales aspiran a construir este principio de la igualdad, del contrato. Disputa que como hemos visto en los relatos etnográficos, tiende a exacerbarse con el traslado de estos pobladores desde el campamento a la villa; desde un espacio homogéneo, comunitario y pobre, a un espacio de fronteras, segmentación y vulnerabilidad social. Estas diferencias entre los pobladores aluden a dos preguntas centrales en la definición del contrato social:

¿Que debe hacer al Estado para contribuir a mejorar la situación de los más pobres? ¿Qué deben hacer los más pobres para mejorar su situación de carencia?

En relación a los principios que debieran orientar la acción del Estado hacia la pobreza encontramos dos respuestas tipos que ordenan el discurso de los pobladores:

Solidaridad: como principio básico del Estado hacia los pobres, con los que nada tienen, con los que más lo necesitan. Quien merece ser ayudado por el Estado es aquel que se define por su condición de carencia.

Equidad: como principio de igualdad de oportunidades para el que aspira a salir de su condición de pobreza. El Estado debe ayudar en virtud del reconocimiento a la conducta y al esfuerzo de quienes quieren surgir.

En relación a los principios que debieran orientar el actuar de los pobres las respuestas pueden ser ordenadas en dos tipos:

Comunidad: Los pobres deben organizarse y proteger un “nosotros” como posibilidad de garantizar el cumplimiento del contrato social, es decir, de la igualdad y de la superación de su condición de pobreza.

Individuo: Los pobres deben esforzarse individualmente para salir adelante y surgir de la condición de pobreza; al Estado debe acudirse cuando los caminos alternativos se pierden o desdibujan.

De estas tensiones que subyacen a la experiencia social de estos pobladores, podemos al menos distinguir cuatro grandes modelos del contrato y que orientan el quehacer y las prácticas de quienes adscriben a ellos. Ciertamente estos modelos corresponden a “tipos ideales” en el sentido weberiano del término, y por tanto “la acción real solo en casos raros, y de manera aproximada, transcurre tal como fue

construida en el tipo ideal.”230 Efectivamente tanto el Estado como los mismos pobres transitan entre un tipo ideal y otro; pero de acuerdo a las épocas, los regímenes políticos y las culturas estos modelos de la acción social tienden a aparecer con más o menos fuerza en el discurso y en la práctica de unos y otros.

Modelo de la beneficencia o caridad

Concepción de la pobreza como carencia individual; en este modelo no está presente el sentido de acción colectiva sino el de la reproducción y la sobrevivencia individual. Es obligación del Estado la caridad y la ayuda asistencial al que más lo necesita. Este modelo se corresponde con los programas de los años ochenta de los subsidios individuales (subsidio al agua potable, el subsidio único familiar).

En una versión distinta también este modelo del contrato se corresponde con el modelo de ayuda del Hogar de Cristo a través de la figura del Padre Hurtado y su lema del “Dar hasta que duela” . En la década de los cuarenta Alberto Hurtado organizó a los jóvenes de la Acción Católica para colocar a los universitarios que allí participaban frente al mundo de la pobreza. En 1944 crea el Hogar de Cristo cuyo objetivo será hasta hoy “dar posada al mendigo, darle alimento, darle educación, si fuese posible iniciar a algunos en un trabajo que los haga escapar de su horrible miseria”. Actualmente programas tales como “un Techo para Chile” a través de su red de jóvenes voluntarios continúa construye mediaguas (viviendas de madera) para los pobres sin casa, aunque sin la denuncia social que acompañó la acción del Padre

Hurtado para quien “la caridad comienza donde termina la justicia."231

Modelo de la protección solidaria o caridad colectiva

Concepción de la pobreza como carencia colectiva y que afecta a un “nosotros” (los pobres); y que exige de un Estado protector, solidario y caritativo que los ayude a aliviar su condición de carencia. Este modelo se reconoce en programas sociales de los años sesenta, ochenta y noventa como las campañas de invierno u operativos de salud, en que los bienes (techos, frazadas, alimento, remedios, atención médica…) se entregan a la comunidad previamente organizada. En este modelo la organización se valora ya sea como un medio de optimización de la entrega de los recursos y/o de fortalecimiento de las capacidades de gestión y de autonomización de los pobladores en tanto sujetos de derechos. Sin embargo, como veremos posteriormente, la entrega de bienes y servicios orientadas a “aliviar” la pobreza más que a introducir cambios radicales en estos territorios, tiende a romper la confianza interna a las organizaciones y a favorecer las relaciones clientelares hacia el Estado.

Modelo de la subsidiaridad

Concepción individual de la acción, pero sustentado en un principio de equidad o igualdad de oportunidades. En este modelo del contrato social, se espera que el Estado premie o refuerze la conducta y no la condición del pobre; esto es, que ayude al que aspira y se esfuerza por salir de la pobreza. Los programas de capacitación

230

Weber [1922], 1992. 231

La labor de Alberto Hurtado s.j.se inicia con el trabajo de caridad en especial hacia los mendigos; pero desemboca a fine de la década de los cuarenta con la organización de la Acción Sindical Chilena, fundada en junio de 1947; y la Revista Mensaje, fundada en octubre de 1951.

laboral o de nivelación de estudios de los años noventa son un ejemplo prototípico. El programa Chile Joven, de capacitación laboral a jóvenes populares, corresponde a esta concepción del contrato social. Jóvenes sin formación técnica o profesional se inscriben en cursos subsidiados, estudian, se titulan y el Estado los apoya finalmente en su inserción laboral.

Modelo de derechos y justicia colectiva

Concepción colectiva y participativa de la acción orientada a la superación de la pobreza; la participación es entendida como el ejercicio colectivo de los derechos. Al Estado le corresponde asegurar el cumplimiento del principio de equidad y de igualdad de oportunidades; ayudar a los que colectivamente se esfuerzan y aspiran a salir de su condición a través del reconocimiento a la acción colectiva de los más pobres en tanto sujetos de derechos.

La “revolución en libertad” y el programa de reforma agraria de Frei Montalva en los años sesenta, el gobierno de Allende en los setenta ciertamente se ubicaban en esta perspectiva. En los noventa, los programas sociales del Fondo de Solidaridad e Inversión Social, a pesar de sus falencias232, recogen – aunque de manera mucho más reducida que en los períodos de Frei Montalva y Allende – el espíritu de estos principios de derechos y justicia colectiva.

En contextos de fuerte transformación de vida, así como se diversifican los principios que definen el contrato social, así también ocurre con las certezas en torno a las identidades y al propio proyecto vital. El concepto de nueva cuestión social233 surge justamente para dar cuenta que debemos hacer frente a una nueva forma de pensar la relación entre los individuos, sus identidades y el todo social.

Una manera de aproximarse al problema de las transformaciones identitarias ha sido desde los cambios estructurales de la sociedad globalizada. Se la llame sociedad red, modernidad tardía o sociedad del riesgo234 se coincide en señalar la profundidad de los cambios que afectan al actual orden social y el desencanto de la colectividad como marco ordenador de la vida social. Enfrentados a la caducidad de los viejos referentes normativos y sociales que definían las acciones y dotaban de ciertas certezas, se advierte que los sujetos se ven obligados hoy día a actuar en un contexto donde los márgenes de imprevisibilidad, contingencia e incertidumbre se amplían considerablemente. Pero mientras algunos autores ponen el acento en la progresiva emancipación o autonomización del sujeto, otros advierten sobre los riesgos y déficit del individualismo y la pérdida de los referentes colectivos y públicos.

Más allá de las diferencias entre autores, se coincide en señalar la tendencia creciente a la individualización de lo social y sus repercusiones sobre la experiencia de cada uno. Efectos que no solo aluden a cuestiones de orden económico, tecnológico e industrial, sino que designan también los efectos de un proceso de desinstitucionalización de los marcos colectivos que estructuraban la identidad social

232

Clientelismo e ineficiencia fundamentalmente. 233

Rosanvallon,1998. 234

Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997.

3.7 Identidad(es) en la pobreza

e individual (familia, escuela, tradiciones, religión) y que obligan a repensar las nuevas dimensiones de las identidades en las sociedades contemporáneas.

Hoy día, señala Bajoit (2002) “ce n´est pas évident, en effet, de se doter d´un projet identitaire auquel ils puissent eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les autres, donc, de se donner une identité dans lequelle ils se sentent bien. Cette sorte d´harmonie acceptable entre l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-même en faisant ce que la société attend-, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus évident , plus simple a d´autres générations, semble être devenue difficile aujourd´hui… De tout évidence, il y a un malaise, dans la maniere dont notre société socialise ses membres. On peut don parler d´une tension, plus ou moins forte, entre l´individu et la société: réussir socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout a fait la même chose.”235

Efectivamente, si antaño el hijo de minero sabía que su destino era serlo igual que su padre, hoy ese mismo hijo sabe que la respuesta por su futuro está pendiente; y que su búsqueda es una trayectoria fundamentalmente solitaria. Los modelos de integración ya no parecieran estar asegurados. Acortar la brecha entre lo deseable y lo posible, se asocia estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre las construcciones sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él; la importancia de las tensiones estructurales y de los soportes básicos a la realización identitaria no es menor.

Las historias de reproducción de la pobreza remiten necesariamente a la pregunta si acaso estas posiciones en el mercado y la estructura social representan una condena o si bien las personas que están en una u otra posición pueden cambiar de escenario. Efectivamente en condiciones de extrema pobreza y fuerte desigualdad social, el margen de maniobra parece ser escaso; pero las biografías muestran también que la propia posición no siempre indica una condena.

El asistido es por definición quien merece ser ayudado por el Estado; es el excluido, el desafiliado de Castel, el que carece de los vínculos básicos para hacerse de un ingreso que le permita resolver su sobrevivencia e iniciar una trayectoria de integración social. La superación de la pobreza, en estos términos, sería también la transformación de su condición de dependencia del Estado, de la asistencia. Este es el desafío al que se ve confrontado el pobre en su relación cotidiana con la sociedad.

El esfuerzo de superar la doble condición de pobre y asistido supone también acortar la distancia entre lo deseado y lo posible. La expresión “trabajo de la identidad” tiene este sentido; el trabajo permanente de los individuos por conciliar y aproximar este sentimiento de realización de si y el reconocimiento de los otros.236 La capacidad de hacerse una identidad237 surge de este trabajo que cada uno realiza para disminuir la

235

Bajoit, 2002. 236

Estas dimensiones se reconocen en la mayor parte de la literatura sobre identidad; la identidad es por definición la construcción y tensión permanente entre la identidad para sí/ la identidad para el otro; cuya expresión puede concretarse en términos de una realización identitaria o bien permanecer como proyecto futuro, postergado o difícilmente alcanzable. Los análisis sobre la identidad ponen siempre a prueba esta matriz tensiones en los procesos de construcción identitaria. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000. 237

Bajoit (2002) utilizará el concepto de “gestión de las tensiones existenciales”, he preferido

3.8 Reflexión y trabajo de la identidad

distancia entre lo deseado y lo asignado.238 Esfuerzo permanente, que en el caso de quienes se encuentran en una situación de dependencia y pobreza es especialmente difícil de alcanzar. Los soportes para la realización de un proyecto identitario son por cierto, frágiles para quien vive en situación de pobreza y desigualdad de oportunidades.

Sabemos que tras todo asistido, por muy dependiente que este sea del Estado, hay una historia individual, que se remite y adscribe a un tiempo y a un espacio específico... Y es justamente esta inscripción social, cultural e histórica la que le otorga un lugar, una identidad, una posibilidad y una impronta a la biografía de cada sujeto, por muy pobre que este sea. Y si bien la historia y la propia posición social marcan tendencias en la realización y construcción del sujeto, ellas no lo deciden. Las trayectorias biográficas son por definición la identidad puesta en acción; y aunque jamás podrán escapar a las dinámicas de lo heredado, tampoco podrán hacerlo al deseo permanente de realización de sí.239

Especificar en qué la identidad está determinada por la posición del individuo en la estructura social, no niega sin embargo su singularidad. En sociedades desiguales y en proceso de transformación, la experiencia social e individual no está asegurada, porque ella ya no es una; son los individuos quienes deberán esforzarse por dar sentido a sus prácticas. Esta diversificación de la experiencia, junto a las exigencias de la individualización, surge hoy como la forma de la experiencia moderna. No es de extrañar que las referencias identitarias sean múltiples, poco consistentes y a menudo débiles a nivel colectivo. Los individuos deben realizar ajustes permanentes para intentar mantener una cierta coherencia en un medio ambiente que requiere de respuestas rápidas y oportunas.

El análisis de los relatos de los más pobres, nos permitirá dar cuenta de estos procesos y mostrar los acuerdos que los sujetos, en su situación de asistidos, establecen con su entorno social para superar su situación de carencia y experimentar el sentimiento de “ser alguien en la vida”.

Las trayectorias de vida son siempre un acto fundacional que apela a la memoria, a la imaginación y a la capacidad reflexiva. La identidad es justamente esta tentativa de construcción y proyección de si mismo frente a los otros. La realización personal no puede comprenderse ni realizarse sin el reconocimiento social; sin la mirada amable y respetuosa de un entorno desde donde poder levantar complicidades para “realizar” y concretar un proyecto vital y simultáneamente social.240

Como hemos señalado en otros textos241, las historias de los más pobres, de los asistidos, son a menudo historias de postergación de sus proyectos vitales; entre los más pobres la vida a menudo transcurre en la sobrevivencia, esto es, en el afán cotidiano y por ende la ausencia de proyectos, cualquiera estos sean.

En términos simples, las historias y trayectorias de los más pobres a menudo hablan de postergación y resignación. Es decir, de la dificultad para concretar o poner en acción el propio proyecto vital; proyecto que como sabemos no siempre responde a lo que se soñó para sí mismo, pero proyecto al fin. En las vidas postergadas sus

sin embargo, hablar de “procesos de construcción identitaria”, y evitar de este modo el término “gestión” por la asociación que tiende a tener con la administración racional de recursos. 238

Bajoit utilizará el término de consonancia existencial para referirse a este trabajo de resolución de las tensiones que se generan entre la identidad deseada y asignada. 239

De Gaulejac, 1999. 240

Bajoit, 2002; Sennet, 2003. 241

Márquez, 2002; Bengoa, Márquez y Aravena, 2000.

protagonistas perciben que entre lo deseado y lo logrado existe un abismo infranqueable y en el mejor de los casos, difícil de sortear.

La historia de muchos pobres, es un buen ejemplo de como la realización de la propia vida se construye en una compleja transacción entre las oportunidades que la propia posición y circunstancias otorgan y la capacidad del sujeto de valerse y poner al servicio de sí mismo los recursos que esta estructura de oportunidades le ofrece.

En esta búsqueda permanente, el peso de la historia y de la cultura sobre cada sujeto puede ser más o menos importante, pero el individuo no se reduce nunca totalmente a estas condicionantes, sino que él responde, construye y crea de acuerdo a su propia lógica, respuestas a su situación.

La realización de la propia vida pareciera estar estrechamente vinculada a la resolución de esta tensión, entre las construcciones que un individuo tiene sobre sí mismo y aquellas que operan en torno a él. Aún cuando la relación entre ambas dimensiones es estrecha (la imagen de sí es dependiente del reconocimiento del otro, y viceversa), ambas no tienen la misma significación. El análisis de los itinerarios individuales, ilustra ampliamente la pertinencia de esta distinción. En los relatos de vida a menudo se descubren desesperados esfuerzos de los sujetos por romper con esta distancia entre la imagen de si y el reconocimiento que los otros hacen de ella.

En síntesis, la realización del propio proyecto vital y de la identidad parece asociarse estrechamente a la capacidad de los sujetos de construir una experiencia social que logre combinar y transitar adecuadamente entre lo heredado y lo deseado. La forma que cada uno resuelva esta tensión no será nunca similar; las lógicas del sujeto varían siempre; entre conformismo o rebeldía cada sujeto deberá buscar los caminos para resolver la distancia entre lo deseado y lo posible. “Chacun se débrouille comme il peut, entre ce qu´il veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mesonge, de lucidité et de ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir tantôt fermer les yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.242

Es por medio de este proceso que los individuos construyen su identidad; identidad que cada uno buscará concretar ya sean en su familia, su trabajo, su comunidad, el Estado, el barrio… El trabajo sobre si mismo, la identidad, supone siempre un “trabajo con otros”, en relación a los otros; es un trabajo de vínculos y de compromiso, siempre. Es allí, en la práctica cotidiana, individual y colectiva donde se pone a prueba finalmente la capacidad de estos pobladores de construir el proyecto identitario deseado.

¿A través de que acciones logran los pobres de la ciudad superar su condición de carencia y de dependencia en relación a la ayuda estatal? ¿Bajo que condiciones logra el Estado incidir en el curso de estas trayectorias de movilidad y autonomía?

La superación de la condición de pobreza y el inicio de trayectorias de integración social no pueden comprenderse si no se analiza al sujeto y sus prácticas sociales; esto es, las acciones orientadas socialmente con otros. El estudio del complejo juego de negociaciones e interacciones entre el Estado y los sujetos es central para comprender como a través de él se acuerdan compromisos y acciones para constituir de manera conjunta el orden social. El peso estructurante de las dimensiones

242

Bajoit, 2002.

3.9 El pobre frente al Estado

externas requiere complementarse con un análisis de la práctica, es decir, de la interacción y de los sentidos puestos en juego por los asistidos y los agentes de política.243

La relación entre estos agentes y asistidos es una relación que se construye por ambos lados. Admitir la existencia de esta diversidad de prácticas obliga por tanto a enfocar el problema desde una perspectiva de “campo de relaciones”244; y donde unos y otros juegan estrategias diferentes. Ciertamente los agentes públicos tienen su propia manera de representar e interpretar los problemas que afectan a los más pobres; y son ellos también quienes definen los criterios y las acciones que, a su juicio y en el marco de su posición dentro de la estructura estatal, parecen las más adecuadas.

El concepto de “campo de relaciones”245, nos permite relevar dos aspectos centrales a nuestro propósito: la noción de campo246 que alude a las fuerzas estructurantes de la sociedad y sus agentes; y la noción de relaciones que alude a las interacciones de los actores y su relativa autonomía de las estructuras. La noción de campo posibilita incorporar al análisis las diferencias entre los agentes y también la complementariedad y rivalidad que entre ellos se construyen. Nos aproxima por tanto a la comprensión de las relaciones de fuerza entre los ejecutores de programas y políticas y sus lógicas de competencia. Cuanto más grande los recursos, programas y subsidios con que el Estado cuenta, mayor será el control del campo.

El concepto de campo, en oposición a la visión interaccionista, nos propone una visión estructural que considera los efectos que allí se dan al margen de cualquier interacción. La distribución desigual de capital pesa también sobre todos los agentes. Cuanto peor situados estén más restringidas serán sus posibilidades de actuar e imponerse. El campo propone un futuro previsible y calculable, y los agentes adquieren en él conocimientos práctico y disposiciones transmisibles (rutinas) que son la base de sus prácticas.

La noción de campo marca la ruptura con la lógica abstracta de la determinación automática. Es la estructura del campo, es decir, la estructura de la relación de fuerza o de poder entre los agentes, la que determina las condiciones en que ellos deciden (o negocian) el traspaso de la ayuda estatal. Esta visión de la acción restituye a los agentes cierta libertad y margen de maniobra, pero sin olvidar completamente que las decisiones no son más que opciones entre posibilidades definidas; y que las acciones deben también su orientación y eficacia no solo a la relación intersubjetiva sino también a la estructura de las relaciones dadas, objetivas.

La noción de relación e interacción, sin embargo, introduce la posibilidad que los asistidos intervengan y entren en la disputa por los términos de la relación al interior de este campo. El peso o la fuerza que este actor tenga, actor que padece el campo al mismo tiempo que lo estructura, depende finalmente del conjunto del espacio social.247 Lo que queremos decir es que la transferencia, es decir, el traspaso a los pobladores de determinados recursos, capacidades o valores por parte del Estado no opera de un modo lineal ni directo. Por el contrario, existen una serie de mediaciones sociales que abren distintas posibilidades de apropiación o de utilización de la oferta estatal por parte de los sujetos.

243

Remy et al, 1991 244

Bajoit, 2002. 245

Hirschman (1970) hablará de “sistema de relaciones”; Villasante (1994) de “conjunto de acciones” en una perspectiva similar a la nuestra. 246

Bourdieu, 1987. 247

Bourdieu, 2000.

Los pobladores, sujetos de política, tampoco son un grupo uniforme y homogéneo. Determinar esta diversidad, exige analizar la representación de esta relación y los recursos que en el intercambio se logran movilizar. Así también el grado de dependencia en relación a los servicios ofrecidos es esencial para comprender sus estrategias y orientaciones hacia la movilidad social. Los pobladores tienen sus representaciones, discuten, negocian o aceptan los criterios que se les imponen; pero siempre en la perspectiva de adecuar estos servicios y recursos a sus particulares estrategias, identidades y proyectos de vida.248

Los pobladores no son nunca sujetos pasivos en la relación con los agentes estatales. Ellos interpretan y actúan de acuerdo a las perspectivas y procesos identitarios que les otorga su horizonte social y cultural. En su cotidianidad y con distinto grado de control y poder, siempre negocian y reinterpretan las propuestas del Estado. La realidad social no es solo un condicionante que dificulta o impide determinadas estrategias de acción, ella también define, utilizando la célebre fórmula sartriana, “un campo de lo posible”.

Es sabido entre los funcionarios municipales cómo la gente "esconde sus cosas" cuando se las encuesta para la ficha CAS con el objeto de parecer más pobre de lo que es y tener acceso así a la posibilidad de subsidios; o, lo que es más sorprendente, “esconde su pobreza” para evitar la estigmatización del subsidio249.

En el curso de la interacción existen asimismo, consecuencias no intencionales y que resultan claves para comprender la importancia simbólica o material que asume un subsidio o un programa social para un grupo o sujeto determinado. En otras palabras, las estrategias de intervención social puestas en práctica por los agentes estatales tienen efectos diferentes en el actuar de los sujetos y sus familias, así como en la construcción del campo de relaciones entre ellos y la red estatal. Toda oferta estatal, toda política social constituye, desde el punto de vista de su contenido y oferta, una estrategia de intervención que, por un lado, propone una respuesta técnica y, por otro, organiza un espacio social en el cual se estructuran las relaciones sociales entre los actores que intervienen en la experiencia.

En síntesis, estudiar la relación entre pobladores y las políticas públicas, no es estudiar la relación cara a cara entre un individuo y un agente público, sino un “campo de relaciones complejas” entre pobladores y funcionarios que no tienen ni las mismas preocupaciones, ni los mismos recursos, ni la misma concepción de cómo concretar nociones del contrato social a veces radicalmente diferentes.

El tema de como se construye esta experiencia y cuales son las lógicas que orientan el acceso a estas oportunidades teóricamente abiertas a todo el mundo, constituye precisamente nuestro tema de análisis.

248

Martinic, 1995. 249

De acuerdo a los asistentes sociales de la comuna de Pudhahuel, este fenómeno es más reciente, y se observa en familias que, durante mediados de los años noventa, esto es en pleno crecimiento de la economía chilena, lograron traspasar la “línea de la pobreza”, pero que a fines de la década vieron decaer nuevamente sus ingresos. Estas familias se resisten a volver a ser “encasillados” o “clasificados” como pobres / asistidos por lo que ocultan, no los bienes, pero sí su cesantía o disminución de ingresos; aun cuando ello les signifique por ejemplo, que sus hijos no reciban beca de alimentación en la escuela. (notas de terreno, agosto 2002)

El sujeto en escena

Desde la perspectiva asumida en este estudio, el individuo juega un rol central en la construcción de su proyecto vital, así como en la construcción del campo de relaciones en el que se desenvuelve. Ello supone por tanto, la consideración de una doble transacción. Por una parte, “il y a celle qui releve d´une dramaturgie intérieure ou chacun négocie avec lui-même son récit de vie. D´autre part, il y a celle ou se “négocie la position dans un échange inégal”. Cette double transaction permet de mieux construir comment le jeu de pouvoir, de contre-pouvoir s´entremêle a la construction de sens.”250 En la dinámica de la experiencia de la pobreza se articula finalmente, aquello que es objetivamente conflictivo con aquello que es subjetivamente dramático. La interacción cotidiana con el Estado y sus agentes de política está llena de estos ejemplos. En la presentación de si mismo frente al trabajador social, el “asistido”, el sujeto de política, deberá resolver de la mejor (o peor) manera la tensión entre lo que quisiera mostrar de sí y aquello que finalmente el otro le exige en su condición de poder; esto es, de quien decide si el que demanda es o no merecedor de asistencia social.251

Justamente porque el individuo, cualquiera este sea, no se reduce nunca a ser uno más dentro una categoría general, las interacciones sociales transcurren siempre sobre un fondo de incertidumbre y búsqueda de sentidos. La dinámica de la interacción social entre el agente público y el asistido supone siempre compromisos a la vez estables y precarios.252 Aunque la escena y los actores, diría Goffman, varían en el tiempo, la intriga y el drama permanecen.

Resolver la condición de asistido, exige un cambio de posición en este campo de relaciones. “Compte tenu de l´idée qu´il se fait de ce qu´il est et veut devenir, et de ses possibilités que lui ouvrent ou lui ferment les liens qu´il a avec les autres dans les différents champs relationnels, l´individu reconstruit constamment ses “projets de vie: il cherche de voies concretes pour parvenir a ses fins, pour réaliser pratiquement son identité engagée.”253 Interacciones y transacciones múltiples desplegadas en la vida cotidiana de la familia, el barrio y las instituciones. A la manera como lo propone el paradigma transaccional, nuestro punto de partida es la vida cotidiana, por tanto el problema que nos ocupará no será el status ni el acatamiento de la norma en este juego de interacciones, sino más bien como la norma puede transformarse en un componente regulador del intercambio entre los actores.

En nuestra perspectiva, la intersubjetividad (interacción y acción recíproca) constituye la unidad base para comprender como los sujetos más pobres de nuestra sociedad logran superar los condicionamientos “objetivos” a su situación (la exclusión del mercado de trabajo, la obtención de una vivienda, el acceso a la educación…); y

250

Remy, 1994. 251

Es en este ámbito, que Goffman aporta con la analogía entre el teatro y la vida social. El autor nos propone tres espacios que debieran ser observados para comprender la vida social a la manera de un teatro: a) la escena donde cada uno juega su rol; b) la sala en la cual se encuentra el público que consagra o rechaza la pieza actuada; c) y las bambalinas donde se es observado por los pares al momento en el que se juega el rol. La coexistencia de estos tres espacios permite a quien juega su papel, moverse en los tres registros, sin dejarse capturar ni reducir por ninguno completamente. El individuo puede así conservar su distancia y la posibilidad de una cierta reflexividad. En términos de las interacciones colectivas, este enfoque permite comprender también como ellos son siempre atravesados por la dimensión personal de la existencia. 252

Remy, 1994; 1996. 253

Bajoit, 2002.

también los condicionamientos “subjetivos” (esto es, ser sujeto y ciudadano en el pleno sentido de los términos). Las formas como se construye esta intersubjetividad en un contexto de pobreza y desigualdad, constituye la caja negra a descifrar. La pregunta de por qué ante contextos y políticas sociales similares los individuos reaccionan diferenciadamente, está en el centro de nuestro estudio.

Más que un modelo abstracto que nos termine por ocultar los elementos esenciales del sujeto en lo social, nuestra preocupación se centrará en la lectura comprensiva de los movimientos que los actores realizan en pos de lograr sus proyectos. Los individuos son productores de los sentidos de la acción, de las reglas del juego y por cierto de la reinterpretaciones de las interacciones en las que están inmersos.254

Este juego de actores en busca de la realización de su proyecto, supone una relación de proximidad al interior de un campo de relaciones, cualquiera este sea. Relaciones de proximidad que implican una presencia frecuente de actores que se conocen255, pero también encuentros ocasionales en espacios dispersos. Espacios que se vuelven lugares intensos de interacciones múltiples; y donde la tensión y la disputa entre intereses diversos está a menudo presente. Es, por ejemplo, el caso del Estado y sus políticas sociales cuando intervienen en un territorio e “imponen” una modalidad de relaciones, de participación, que irrumpe y se superpone a las dinámicas propias a cada territorio.256

Importante es destacar que en este campo de relaciones las lógicas de acción257 de los individuos no son necesariamente homogéneas a lo largo de su trayectoria de vida y tampoco en relación a todas las políticas y programas del Estado. Asimismo, un proyecto social o programa puede reforzar diferentes lógicas de acción en distintos momentos de su desarrollo.

En este proceso de (des)encuentro al interior de los campos de relaciones las exigencias son múltiples: entre el si mismo y las expectativas del otro; entre la individuación y la socialización; entre la distancia y la proximidad; entre la confianza y la desconfianza; entre la transparencia y la opacidad.258 En fin, lo importante a retener es que en las prácticas cotidianas que se despliegan en los campos de relaciones, se articulan una pluralidad de registros y finalidades, tan opuestos como pueden ser por ejemplo, el cálculo del interés y la afirmación de sentidos; la integración funcional y la cohesión a una comunidad de pertenencia. En este continuum que son la acción y la práctica social, la formalización, la norma, no siempre intervienen.

En los siguientes cuatro capítulos se analizan, a partir de las categorías conceptuales aquí presentadas, los relatos de vida de cuarenta y ocho habitantes de las tres villas analizadas (capítulo uno). El objetivo de este análisis es dar cuenta de las

254

Remy, 1994. 255

Alvarenga, 1994. 256

Nuestro trabajo tomó como punto de partida (capítulo 1) la construcción de estos intercambios de proximidad con el Estado y entre los vecinos al interior de los territorios de residencia, para luego analizar los intercambios de 48 de estos habitantes con el Estado, el Mercado y la sociedad (capítulos 4, 5, 6 y 7) a lo largo de diez años. 257

“La logique d´action suppose que l´on reconstruise une cohérence qui se dégage aprés coup en faisant ressortir principalement en quoi les comportements étaient pertinents par rapport a un contexte… La stratégie suppose un processus conscient et rationnel ou l´on se donne des objectifs a long terme, dont on rédefinit les modes de réalisation par adaptations successives aux circonstances. A diferencia de la estrategia que supone el dominio de una coherencia “ex - ante”, en la lógica de la acción, la coherencia es obtenida por el investigador “ex – post”.

Remy,1994.

258 Simmel, (1892) 1987; Remy, 1994.

concepciones del contrato social,- de los derechos y los deberes entre estos habitantes de los márgenes de la ciudad y de su capacidad de intercambiar, negociar e imponer sus puntos de vista frente al Estado y sus agentes públicos. De acuerdo a esta matriz de análisis proponemos comprender los procesos a través de los cuales las políticas sociales inciden (o no) en la movilidad e integración social de los más pobres de la ciudad. La secuencia del análisis de los capítulos siguientes es:

i) Caracterización del modelo del contrato social entre los entrevistados. Interesa dar cuenta de los principios que él o ella definen como necesarios para salir de la situación de pobreza; los derechos y deberes por parte de cada poblador y el Estado; las contradicciones y dificultades percibidas para el cumplimiento de estos principios.

ii) Las tensiones identitarias de estos pobladores frente a la realización o no realización de este contrato social. Las contradicciones entre la idea y la aspiración que se hace de sí y la realización efectiva de su proyecto identitario; los obstáculos (los límites) que se perciben al cumplimiento de esta idea de si mismo.

iii) El trabajo identitario de estos sujetos sobre si mismos y sobre sus relaciones de alteridad; que es lo que ellos finalmente se dicen para justificar, resolver y realizar su proyecto identitario y satisfacer sus aspiraciones, en los limites que él asume.

iv) Finalmente, los principios que orientan la acción de cada poblador frente al Estado, el Mercado y sus iguales para cumplir con sus proyecto y concepciones del contrato social.

SYNTHESE

La figure du pauvre, celui qui mérite en raison de sa condition de carence et de débilité d’être assisté de façon systématique par l’État et ses politiques sociales, est une construction relativement moderne. Historiquement, le pauvre fut le mendiant, le lépreux, l’orphelin, etc… et sa relation avec la société passait de la charité au châtiment, de la piété à la pendaison. Par contre, à partir des politiques sociales, la survie et l’intégration matérielle sont un droit du citoyen appauvri, auquel la société démocratique et moderne doit répondre.

Nous savons cependant que les politiques sociales ne sont pas parvenues à en finir avec la pauvreté et ses effets paradoxaux sont visibles. L’idée que la pauvreté est un mal inévitablement lié au modèle économique tend à être acceptée, et par le fait même la naturalisation de la pauvreté. C’est ainsi que l’on oublie que la pauvreté est toujours une construction sociale et historique.

En premier lieu, il convient de préciser que ni la pauvreté ni les pauvres en tant que catégorie générique ne constituent notre objet d’étude, mais ce sont plutôt les pauvres assistés et sujets d’assistance sociale. Dans la perspective de Simmel, nous assumons que les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas ceux qui souffrent de carences et de privations, mais ceux qui reçoivent assistance ou devraient la recevoir selon les conventions sociales. La pauvreté ne peut pas, en ce sens, être définie comme un état quantitatif et absolu, mais plutôt par rapport à la relation sociale qu’elle génère. Telle qu’on l’entend ici, elle est alors relative et on la construit socialement. Son sens est celui que la société lui donne.

Comprendre les effets souvent pervers des politiques sociales exige de prendre du recul vis-à-vis des mécanismes techniques et d’ingénierie sociale pour nous centrer sur la boîte noire dans laquelle on entretient la relation entre les pauvres et les agents de politiques sociales et on la construit. Les prémices à partir desquelles on construit cette recherche consistent en ce que l’on associe les processus de dépassement de la pauvreté aussi bien à l’intégration fonctionnelle comprise comme l’autonomie des plus pauvres pour assurer le nécessaire à leur propre subsistance qu’à l’intégration sociale en tant qu’implication des sujets comme citoyens dans le cadre d’un système de droits, de normes et de valeurs.

Le dépassement de la pauvreté se trouve donc lié à la capacité des plus pauvres pour exercer un contrôle culturel et économique sur leurs vies, mais aussi à la définition du contrat social, à savoir aux droits et aux devoirs de l’État et d’eux-mêmes en vue de rendre réelles l’égalité et l’intégration sociales, ou encore, selon la célèbre formule rousseauiste, à la « forme d’association qui défende et protège avec toute la force commune la personne et les biens de chaque associé et grâce à laquelle chacun d’eux en s’unissant à tous n’obéisse qu’à lui-même et reste aussi libre qu’avant. » 259

Les formes que revêt ce contrat social entre l’État et les pauvres de notre société dit relation non seulement avec l’offre publique, mais aussi avec la position sociale et les dispositions culturelles et identitaires qui orientent la pratique de ces sujets en société.

259

Rousseau, Du contrat social, chap. VI Du pacte social [1762], 1996.

Introduction

L’État construit le cadre dans lequel les sujets devront opérer, mais de plus les sujets interagissent avec lui, le mettent en cause, y adhèrent ou rompent avec lui.

Le concept de champ de relations proposé dans cette recherche nous permet d’entrer dans cette boîte noire que sont les relations et les représentations mises en jeu entre l’État et les pobladores (habitants de quartiers populaires). Le concept de champ de relations ouvre la possibilité d’une lecture de la construction de l’altérité dans ces espaces publics et politiques, de la distance et de la proximité avec l’autre, de l’ambiguïté et de l’interaction face à face toujours négociée, du thème du pouvoir et du contrôle culturel260. L’analyse des interrelations à l’intérieur de ce champ de relations nous introduit à la connaissance des processus au cours desquels les plus pauvres de notre société travaillent leur identité et leur culture malgré les conditions structurelles.

Cette étude introduit la question de savoir si une conception du contrat social orienté vers la reconnaissance de la communauté et de ses droits de la part de l’État serait en de meilleures conditions pour créer des occasions d’intégration sociale qu’une conception du contrat s’appuyant sur le principe de la nécessité individuelle et de la bienfaisance. Des individus avec une forte identité communautaire seraient-ils en de meilleures conditions pour se passer de l’État et de ses programmes sociaux et pour prendre une autonomie à son égard que des individus sans support communautaire mais avec des aspirations individuelles de mobilité sociale ? Quelles seraient les conditions que l’on doit remplir dans cette interaction État/individu/communauté pour que des processus de plus grande intégration sociale puissent partir d’un coup ? Est-ce l’articulation avec le marché du travail ? Est-ce la présence d’un dirigeant social efficient ? Est-ce la construction d’un lien de confiance entre l’agent public et celui qui demande de l’aide ?

Pour aborder ce problème on observe, par l’intermédiaire du travail ethnographique et des récits de vie, les processus d’éradication de campements et le déplacement des pobladores à des ensembles de logements construits par l’État au cours de la décennie des années nonante. Cette analyse comparative nous permettra de comprendre les dynamiques qui donnent vie à ces sociétés de campement et aux sociétés de villa (ensemble résidentiel pauvre), ainsi que les formes de résistance et d’adaptation que ces processus de transformation sociale promus par l’État et ses politiques sociales pendant dix ans (1990-2000) obtiennent.

La recherche suit deux pistes complémentaires. En un premier moment, on caractérise, à partir d’un travail ethnographique dans trois villas, les modalités que ce lien entre les familles et l’État revêt. Ensuite, à partir d’une analyse des récits de pratique (D.Bertaux, 1995) de quarante-huit habitants de ces villas, on approfondit et on compare les processus d’éradication depuis leurs campements ainsi que les modèles de contrat social de ces pobladores, leurs tensions identitaires et leurs logiques d’action vis-à-vis de l’État, du marché et de leur communauté. La recherche établit le parcours d’intégration sociale de ces petites sociétés de campement et de villa au cours de ces dix ans, pour ensuite, à partir de ce récit et de cet imaginaire du contrat social, proposer quelques linéaments théoriques pour un contrat social de droits à l’égalité dans la diversité.

Les objectifs

Dériver des hypothèses relatives aux résultats et à l’incidence des politiques sociales dans l’intégration sociale des pobladores et les mettre en contraste.

260

Bonfill Batalla, 1990.

Caractériser les formes de résistance ou d’adaptation des pobladores aux conditions imposées par les politiques sociales pour parvenir à l’intégration sociale.

Caractériser les modèles du contrat social qui se construisent entre les individus pauvres et l’État au cours de la décennie des années nonante.

La méthode et l’univers de l’étude

En termes méthodologiques, l’étude se situe dans la perspective des études qualitatifs, tout en privilégiant une optique ethnographique, les récits de vie et les entrevues en profondeur aux habitants des trois territoires résidentiels dans lesquels l’État a construit des ensembles de logements et y a appliqué des programmes sociaux.

On analysera les itinéraires sociaux que quarante huit individus et leurs familles ont parcourus au cours des dix dernières années (1990-2000) et les interactions quotidiennes qu’ils ont entretenues avec l´État et des politiques sociales. Les familles furent sélectionnées en accord à leur type de relation avec des programmes et des politiques sociaux et elles furent contactées à travers un travail ethnographique dans les trois territoires étudiés : Villa El Resbalón et Villa San Arturo à Santiago et la Población Santos Martínez de la vile de Curicó. Comme nous le verrons, les trois communes présentent des caractéristiques différentes aussi bien en termes de leurs indicateurs de pauvreté qu’en ceux de leur gestion municipale.

Pour l’année 2003, l’enquête de Caractérisation Socio-économique Nationale (CASEN) indiquait qu’au Chili 18% de la population se situait en-dessous de la ligne de pauvreté. Cette même année, la commune de Cerro Navia montrait des indices de pauvreté au-dessus de la moyenne nationale (21.7%) et elle mettait en place une politique municipale qui privilégiait une optique participative dans l’exécution des politiques et des programmes sociaux. La commune de Maipú, située aussi à Santiago, présentait au contraire des indices de pauvreté bien au dessous de ceux du pays (10.5%) avec une politique municipale opposée à la construction de villas et à l’implantation de pobladores dans la commune. Le discours municipal visait plutôt la construction d’une identité communale de classe moyenne ; de ce point de vue, il n’existait aucune politique d’intégration communale pour les nouveaux arrivants de campements venant des communes voisines, ce qui explique sans doute que depuis 1996 la commune augmentât de presque trois points son indice de pauvreté. La commune de Curicó possédait en 2003 des niveaux de pauvreté un peu inférieurs aux moyennes nationales (14,6%) ; elle s’appuyait fortement sur une optique d’assistance dans la mise en place des programmes sociaux, mais elle présentait des indicateurs de succès de gestion municipale en termes de la focalisation de ses ressources et de ses programmes sociaux.

La majorité des familles qui conforment notre univers d’étude ont obtenu un logement social au cours de la décennie des années nonante 261. Dans les territoires sélectionnés, on a pu constater deux types de familles qui répondaient à notre critère de sélection de cas: a) des familles pauvres en lien avec le réseau de l’État et des programmes sociaux avec participation locale; b) des familles pauvres qui ont obtenu leurs logements avec un subside social par l’intermédiaire de leurs économies individuelles et qui étaient en lien avec l’État à travers des programmes d’aide individuelle. Ces deux types de familles, comme nous le verrons plus loin, présenteront des différences significatives en termes d’intégration sociale ainsi que de

261

Logement construit par l’État et avec des subsides apportés par lui au bénéfice des familles de plus faibles ressources.

satisfaction à l’égard de leurs logements et de leurs voisins. On les choisit pour l’ensemble des trois villas, vingt-deux familles ayant obtenu leurs logements par l’intermédiaire de programmes individuels et vingt-deux l’ayant fait grâce à une participation organisée dans le cadre de programmes sociaux pour le logement, et quatre familles qui n’arrivèrent pas à obtenir leurs logements. Pour chaque famille, on a réalisé une entrevue à la mère pour être celle qui présentait davantage de disponibilité pour raconter l’histoire de la famille dans sa relation avec l’État. Ce n’est que dans quelques cas que le père de famille accepta aussi de transmettre son récit, mais en général en complément de l’histoire de la mère.

La thèse est organisée en trois parties. Dans la première, on aborde Les paradoxes de la politique sociale eu Chili en deux chapitres. Dans le premier, on présente trois ethnographies qui rendent compte du processus par l’intermédiaire duquel on construisit les trois ensembles d’habitation comme produit des politiques de logement social. Pour chacune de ces ethnographies, on construit un récit descriptif et on fournit quelques clés interprétatives en relation aux processus sociaux qui s’y sont déroulés. Dans le second chapitre de cette première partie, on fournit aussi quelques clés sociologiques pour interpréter les processus sociaux qui se sont déroulés à l’intérieur de ces villas de pobladores au cours de la décennie des années nonante. Tout en analysant le rôle que les processus de ségrégation urbaine jouèrent, on présente des éléments historiques dans le but de problématiser le rôle de l’État et de ses politiques sociales dans la construction de la pauvreté urbaine et des processus d’intégration sociale au Chili.

Dans la seconde partie du document, on présente Le sujet face à l’État. Cette partie est organisée en cinq chapitres, chacun d’eux correspondant à une conception du contrat social en vigueur à l’endroit des pobladores. A travers l’analyse des récits de pratiques et de la remise d’un récit in extenso d’un poblador ou d’une pobladora, on montre et on analyse quatre dimensions qui nous approchent d’un regard compréhensif de la construction du sujet poblador: les dimensions du modèle du contrat social, les tensions identitaires de ces individus qui vivent la pauvreté, le travail que chacun d’eux, depuis son expérience de pauvreté, effectue de lui-même, et finalement les logiques d’action de ces pobladores face à l’État, au marché et à leur communauté.

Les types idéaux du contrat social furent construits à partir de la définition des principes qui explicitaient l’action de l’État vis-à-vis de la pauvreté et des mêmes pobladores: Que doit faire l’État pour venir en aide aux pauvres à dépasser leur condition? Que doivent faire les pauvres pour sortir de la pauvreté? Ces principes ont permis de formuler quatre types idéaux du contrat social: a) bienfaisance et charité; b) participation assistée; c) communauté de résistance; d) individu et subsidiarité.

Dans la troisième et dernière partie du document, on répond, à partir d’évidences empiriques, aux questions essentielles à cette recherche : De quoi dépend qu’un pauvre préfère un type de contrat à un autre ? Dans quelles conditions et pour quelles raisons les politiques sociales ont une incidence sur l’intégration sociale et fonctionnelle des plus pauvres ou n’en ont pas ?

Dans le chapitre final, on apporte au débat certains éléments conceptuels en vue de la construction d’une théorie du contrat social au Chili.

1.- Les antécédents du problème

1.1. Pauvreté et vulnérabilité

Au cours de la dernière décennie, le Chili expérimenta une croissance économique soutenue et des avancées substantives quant à la réduction de la pauvreté. La première partie de la décennie des années nonante montre des chiffres positifs quant à la croissance économique, à l’emploi et particulièrement à la réduction de la pauvreté. Actuellement, le Chili est l’un des quatre pays latino-américains avec la moindre incidence de la pauvreté.

Cependant, bien que la pauvreté du point de vue des statistiques diminua de moitié et que tous les foyers, d’une manière ou d’une autre, ont vu augmenter leurs ressources aussi bien de façon relative qu’absolue, il y a tout de même trois millions de personnes vivant en de mauvaises conditions.262 À la fin de l’année 2003, la population en situation de pauvreté dans le pays bordait les deux millions 904 mille personnes, correspondant à 18.8% de la population totale. La population en situation de pauvreté extrême au niveau national s’approchait des 724 mille personnes (4.7% du total).263

L’argument selon lequel l’important est la croissance accélérée de l’économie vu qu’elle réduit la pauvreté, ce dont une fraction de la population a pu faire la preuve, perd de sa valeur quand on constate que cette croissance ne parvient pas à améliorer avec la rapidité voulue les conditions de vie des plus pauvres. Au cours de la décennie des années nonante, en même temps que les bénéfices de la croissance, il apparaît clair que la réduction de la pauvreté et surtout de l’indigence commence être plus lente et plus difficile. 264

Lors de la crise économique qui commença en 1998, la vulnérabilité de la pauvreté se laissa voir avec force. Au cours de la période antérieure, de nombreuses familles pauvres avaient vu s’améliorer leurs ressources et leur qualité de vie. Dans ces améliorations un ensemble de facteurs tels que l’incorporation d’un second membre de la famille au marché du travail, des dépenses sociales en augmentation de façon significative, la diminution de l’inflation, l’augmentation des salaires réels de 45% et la solution massive des problèmes de logement eurent leur incidence. Cependant, la crise financière des années nonante mettra fin à cette période de prospérité et laissera entrevoir le caractère fort précaire et fragile de ces processus de mobilité de la qualité de vie.

Aujourd’hui cependant, les grands problèmes qui affectent les plus pauvres ne sont pas le manque de toit, ni la faim, ni l’abandon institutionnel ou l’alphabétisme, mais la forte vulnérabilité dans leurs itinéraires de mobilité.

L’unique enquête panneau réalisée au Chili entre les années 1996-2001 sur un ensemble de familles pauvres et indigentes nous confirme que la vulnérabilité est redevenue un trait substantiel à la compréhension de la pauvreté dans notre pays. Du

262

Il vaut la peine de faire savoir cependant que la ligne définie pour le calcul de la pauvreté n’a pas été actualisée depuis 1985. La CEPAL a calculé que si on actualisait cette ligne, la pauvreté au Chili pourrait atteindre 35% de la population; on comprend pourquoi les divers gouvernements ont évité de le faire. 263

Casen, 2003. 264

Il est possible de supposer que le million et demi de personnes qui sortirent de la situation de pauvreté au cours de ces années étaient de celles qui avaient un plus haut niveau de qualification professionnelle et d’éducation. Le rythme auquel on a réduit la pauvreté au cours des premières années des gouvernements démocratiques ne se reproduira pas, car pour cela on aurait besoin d’une accélération du processus de croissance économique et d’une force de travail de réserve.

point de vue de cette enquête, on entendra par vulnérabilité le risque que court un foyer de tomber dans la pauvreté demain.265 En effet, l’enquête nous fournit de claires évidences du phénomène de rotation de la pauvreté qui, loin de constituer une situation stable et qui affecte les mêmes foyers et les mêmes personnes, présente un dynamisme notable. Concrètement, c’est ainsi qu’alors que 11% des foyers pauvres sortirent de l’indigence et de la pauvreté, 9% tombait dans l’indigence et la pauvreté au cours de la même période. Il est donc évident que malgré la diminution du niveau de pauvreté au Chili, la vulnérabilité est très élevée, et que les politiques sociales doivent faire front à des difficultés pour faire face à cette réalité.

1.2. L’État face à la pauvreté

Au Chili, l‘idée de l´ État –providence selon laquelle tout individu a droit à l’aide et à la protection remonte au XIX e siècle. Depuis Alessandri et les réformes de 1925, passant par le premier gouvernement d’Ibañez jusqu’au Front Populaire, l’imaginaire de l’État qui prédomine tout au long du XX e siècle reste consacré. Le Chili, plus qu’aucun autre pays latino-américain, semble marqué par le centralisme de l’État dans son labeur face aux secteurs les plus exclus de la société. Dans « l’idée fondamentale du Chili républicain, considéré du point de vue de l’histoire, c’est à l’État que revient le fait d’avoir configuré et affirmé la nationalité chilienne au cours des XIX e et XX e siècles, et la finalité de l’État est le bien commun en toutes ses dimensions : défense nationale, justice, éducation, santé, fomentation de l’économie, protection aux activités culturelles... » 266

C’est l’État qui donne origine à la nationalité et qui consolide la république; c’est lui qui sert de référence à la vie sociale. C’est lui qui est lel moteur des stratégies d’industrialisation et de développement économique, ainsi que le propulseur des réformes sociales. Il est l’État enseignant qui unifie et donne son homogénéité au pays grâce à l’école, et au service militaire, ainsi qu’au fisc qui représente le pays de classe moyenne. Par dessus tout, au Chili la vie en commun trouve dans l’État la symbolisation de l’engagement des classes sociales et des forces politiques.

À la naissance de l’État chilien, il y a l’autorité et le zèle pour la chose publique, la référence centralisatrice, mais toujours la participation des groupes à la décision et au pouvoir. L’expérience quotidienne des familles chiliennes tout comme leurs biographies peuvent difficilement être comprises sans la présence de l’État dans chacune des dimensions de leurs vies.

Face à la débilité croissante de l’État au cours des dernières décennies et à la prédominance progressive du marché dans la vie des citoyens, la nostalgie et la réclamation pour une reconstruction politico-étatique d’un imaginaire public commence à faire partie du sens de nombreux chiliens, en particulier de ceux qui n’ont pas reçu les bénéfices du marché. La demande d’ampliation du domaine public commence à récupérer du terrain après les débilités d’un modèle qui consacre l’expérience du marché et qui rompt avec la construction politico-étatique de l’imaginaire public en faveur d’un imaginaire privé. La crise de la fin des années nonante semble avoir rompu cette illusion de l’individu comme figure centrale d’un imaginaire de marché, imaginaire encore présent chez de nombreux citoyens, mais qui semblerait fournir peu de clés pour projeter le social et le faire passer dans la vie. Face à la prédominance du modèle néolibéral non seulement les espaces publics pour articuler les différences et la diversité sembleraient perdre du terrain, mais il en va de même pour les

265

Contreras et al. 2004. 266

Góngora, 1981.

opportunités des citoyens, en particulier des plus pauvres, pour choisir et réaliser le type de vie qu’ils veulent mener.

On signale aussi qu’en même temps que la décomposition de la politique et que l’incrédulité de ses institutions ont lieu, d’autres modes d’expression de la citoyenneté gagnent en force. Le public ne disparaît pas bien qu’il prenne d’autres formes, peut-être plus silencieuses et plus anonymes. Des hommes et des femmes perçoivent que de nombreuses questions propres aux citoyens (À quel lieu est-ce que j’appartiens et quels droits cela me donne ? Comment puis-je m’informer ? Qui représente mes intérêts ?), trouvent leurs réponses davantage dans la consommation de biens et dans les moyens de communication267 que dans les règles abstraites de la démocratie par la participation collective dans les espaces publics. 268

Cependant, la présence de l’État semblerait continuer à être centrale dans la vie quotidienne, dans les pratiques et dans l’imaginaire des plus pauvres. Le marché modèle certainement leurs besoins, mais c’est sur l’État, et leurs plus proches, qu’ ils comptent au moment de chercher la satisfaction de ceux-là. Pas même au cours des années quatre-vingt, en plein discours néolibéral anti-État, la présence de l’État dans la société chilienne se réduisit, non seulement en raison du contrôle exacerbé que celui-ci exerçait sur les décisions et les vies de chaque Chilien, mais aussi en raison de sa présence dans des domaines tels que ceux de l’éducation, de la santé et des décisions dans certains autres que le marché négligeait.

Dans les années nonante, le rôle de l’État continue d’être en vigueur, exemple de cela celui de compensateur vis-à-vis de la pauvreté à travers l’augmentation et une meilleure focalisation des subsides. L’État de ces années a joué un rôle actif dans l’augmentation des ressources de ces familles, mais par dessus tout dans la correction partielle de l’inégalité, que l’on peut constater dans les ressources monétaires des foyers chiliens.

En effet, la focalisation des politiques sociales obtient des résultats de redistribution, ce qui ne se produit pas pour les ressources provenant du travail. Comme résultat, on peut observer qu’en 2000, grâce aux subsides, on a réduit la distance entre les 20% les plus pauvres et les 20% les plus riches de 15.5 fois à 13.9 fois. Succès remarquable, mais qui sans aucun doute parle des failles d’un modèle de développement incapable de générer des quotités d’égalité à travers l’emploi.

Cette présence et cette centralité de l’État dans la construction d’une société plus équitable et moins pauvre n’empêche pas cependant que la demande en faveur d’un État et d’une politique plus proches jouissant d’une meilleure capacité de reconnaissance et d’agglutinement de la diversité commence à surgir à partir des plus pauvres, rendant ainsi compte de la nécessité et de la recherche d’un nouveau lien entre l’État et les citoyens.

1.3 Politiques sociales de logement et nouveaux quartiers

La grande innovation des politiques sociales pour le dépassement de la pauvreté des années nonante fut sa focalisation dans des territoires où elle se concentre : poblaciones, villas, quartiers, installations irrégulières ou campements…

267

Le OIT (1995) fera observer que « la forte légitimation de la consommation tend à mettre en doute le travail et les formes traditionnelles de la mobilité sociale. Face à cette réalité, on se rend compte de l’insuffisance des politiques et de l’État, ce pour quoi on suggère une optique territoriale d’intervention sociale... » 268

García-Canclini, 1994.

Le supposé fondamental était que même si la lutte pour dépasser la pauvreté nécessitait la transformation de structures d’opportunités comme la création et l’accès à l’emploi de la part des plus pauvres on avait aussi besoin de la part de l’État d’un renforcement du développement des capacités de ces foyers et de ces individus pauvres grâce aux organisations locales. On espérait ainsi que les programmes sociaux focalisés dans un territoire arriveraient à provoquer l’emploi de ressources et de capacités collectives jusqu’à maintenant rarement rendu possible de la part de l’État et de ses politiques sociales.

La mise en place de ces politiques focalisées au début des années nonante coïncide avec le surgissement de nouveaux campements de la démocratie sur les bords des rivières, des lignes de chemin de fer, des décharges d’ordures, des terrains vagues et des terrains appartenant à l’État. Spontanément on réactivera ainsi les occupations illégales par des familles qui jusqu’à cette date avaient vécu dans des conditions d’entassement misérable. On ne parlera plus néanmoins de prise de terrain mais d’installations irrégulières. Et au sens strict, ces occupations sont loin d’être ce qu’elles furent dans les années septante. De façon silencieuse et solitaire, les sans logis se déplacèrent de nuit avec leurs cartons et leurs bouts de bois pour aller construire ailleurs leurs logements précaires.

L’arrivée de la démocratie n’activera pas le mouvement et les demandes collectives, mais ouvrira un espace pour souffler et une espérance de solution. Les années nonante marquent ainsi un nouveau pacte entre pobladores et État. Avec des politiques décentralisées, les municipalités n’auront pas de difficulté pour focaliser dans les tache de pauvreté les nouvelles politiques sociales. L’augmentation significative de la construction de logements sociaux permettra, jointe à des politiques pour encourager l’épargne, que de nombreuses familles réalisent le rêve du logement propre.

L’objectif d’éradiquer les 970 campements qui existaient au milieu de la décennie des années nonante au long du pays arrive à se constituer en politique publique. L’obtention du logement passe alors à être objet de préoccupation des politiques sociales pour le dépassement de la pauvreté. Au milieu de la même décennie, le logement en vient à être un instrument clé, le point de départ pour tout dépassement de la pauvreté et de l’indigence au Chili.

Le programme Chile-barrio (Chili-quartier) naît justement de la constatation de ces 970 campements, mais aussi de la dispersion des programmes publics pour aborder les situations d’extrême pauvreté. La rare flexibilité et la décentralisation de ses instruments mais surtout la vérification du fait que les résultats obtenus avec des secteurs en situation d’extrême pauvreté étaient précaires conduisent l’État à dessiner un nouveau programme pour les sans-logis.

Ce ne seront pas les pobladores organisés qui réclameront ce droit mais c’est l’État qui par l’intermédiaire d’une ingénierie sociale encouragera les familles organisées à revendiquer ce droit. À travers l’attribution de subsides et d’aides complémentaires aux familles, le logement et le quartier seront le centre d’une vision intégrale et intersectorielle en vue du dépassement de la pauvreté.

Historiquement, au Chili, le problème du logement dans le secteur urbain était celui des personnes entassées. Pour l’année 1983, on comptait que les personnes entassées dans le grand Santiago atteignaient 86 460 familles situées dans les strates économiques bas, c’est-à-dire 66.5% de ce groupe. 269 Cette situation changea de façon drastique au cours de la décennie des années nonante. Les conditions d’urbanisation pour la population pauvre se sont vues nettement améliorées. La

269

Ogrodnik, 1983.

production de logements sociaux atteinte pendant cette décennie dépassa le taux de croissance végétative de la population. 270

Entre la décennie des années quatre-vingt et celle des années nonante, le taux de production annuelle de logements crut de 36.4% et depuis 1980 jusqu’à l’année 2000 on avait construit environ 173 000 logements d’intérêt social à Santiago, ce qui équivaut à 21% du parc du logement construit en Région métropolitaine.271 Autrement dit, près de 700 000 personnes vivent aujourd’hui dans un certain type de logement social en dessous de 400 UF construits entre 1980 et 2000.272 Grâce à cela, les conditions de vie et d’urbanisation des plus pauvres s’améliorèrent substantivement.

L’effort de l’État réalisé en matière de logement impliqua le transfert résidentiel définitif de la population qui habitait dans des campements ou comme personnes entassées vers de nouvelles villas de logement social qui en viennent à concentrer la plus grande partie des pauvres urbains. La nouvelle pauvreté urbaine de Santiago est aujourd’hui la pauvreté de ceux avec toit. 273

Le modèle de construction de logement social qui domine au cours des dernières années possède une tendance à la densification. La construction en hauteur est accompagnée d’un dessin urbain fondé en des blocs face à face, avec des balcons étroits, ce qui rend plus aiguë les conditions d’entassement et la sensation d’enfermement des habitants. Ce changement ou cette modalité de construction est dû au processus de cherté accrue du sol urbain et non aux expectatives de la demande. Cependant de récentes études du PNUD et du ministère du Logement et de l’Urbanisme indiquent que la principale insatisfaction des habitants de ces nouveaux quartiers n’exprime aucune relation principalement avec leurs logements mais bien avec le quartier et le voisinage. Le désir d’émigrer est directement associé à l’insatisfaction à l’égard du mode de vie et de sociabilité que l’on impose à ces habitants.

La somme des problèmes attachés à la réalité de la ségrégation urbaine et au logement au Chili génère aujourd’hui de graves problèmes sociaux liés aux difficultés de convivialité, de formation de réseaux sociaux et de génération de nouvelles formes de participation sociale. On impose ainsi la vision que la construction d’ensembles de logements sociaux apporte de façon quantitative dans le combat contre la pauvreté, mais qu’elle l’accentue en termes qualitatifs. Le logement social octroierait une meilleure qualité de vie matérielle, mais attenterait contre les coutumes et les logiques socioculturelles propres des pauvres dans leur vie quotidienne et productive. 274 Les hauts indices de violence intrafamiliale qui se concentrent là en rendent témoignage. 275 De ce point de vue, ce ne seraient pas seulement les changements sociaux ou économiques qui provoqueraient ce déficit solidaire, mais aussi la propre configuration socio-spatiale des ensembles. C’est-à-dire que les problèmes qui surgissent dans ces villas ne seraient pas un problème de la pauvreté, mais plutôt de la pauvreté entassée et encagée qui habite dans ces villas.

Que ce soit en raison d’une logique de rentabilité du sol (économique)276 ou simplement d’une certaine tolérance (culturelle) envers la pauvreté, ce qui est certain est qu’aujourd’hui on ouvre et fortifie les vieilles frontières sociales et spatiales à l’intérieur de la ville. La ségrégation à grande échelle, propre du processus

270

CEPAL, 1999. 271

SUR, 2001. 272

Au dessous de 400 UF réajustées. 273

Rodríguez, 2001. 274

Ducci, 1998; Skewes, 2000; SUR-PNUD, 2001. 275

Rodríguez, 2004. 276

Salcedo, 2000.

d’urbanisation latino-américaine, c’est-à-dire des communes de pauvres et des communes de riches, continue à caractériser les frontières urbaines de Santiago, rendant les conséquence sociales et identitaires plus radicales. La consolidation des ghettos de pauvreté va de pair avec l’effet de stigmatisation de leurs gens et la perception d’être de trop. Les fractures urbaines, les frontières à l’intérieur de la ville apparaissent alors comme l’expression et le moyen d’intégration et d’identification à l’intérieur du groupe d’appartenance, mais aussi d’exclusion et de distinction par rapport au reste de la société.

Peut-on constituer les politiques sociales en un moyen facilitant l’intégration sociale des plus pauvres ? Comment les vies et les itinéraires de ces familles et de leurs communautés modèlent et transforment l’État et ses politiques sociales ?

Les prémisses sur lesquelles on construit cette recherche sont que l’incidence des politiques sociales et de l’État dans les processus d’intégration sociale est étroitement associée à la qualité du lien qu’ils construisent avec les plus pauvres. Pour aborder ce problème, nous avons commencé par la caractérisation et par l’analyse, à travers l’observation et le récit ethnographique, des politiques sociales de logement et la relation entre ces pobladores et l’État au cours de la décennie des années nonante.

De la lecture de ces trois ethnographies, nous pouvons conclure que les politiques sociales dans ces trois territoires ont un effet paradoxal. Tout en résolvant les problèmes d’infrastructures de ces pobladores, les logements approfondissent en même temps les problèmes d’exclusion de beaucoup d’entre eux et exacerbent le conflit, la méfiance, la stigmatisation et la perception d’inégalité et d’exclusion à l’intérieur de ces territoires.

S’il est vrai que les pobladores perçoivent des avancées et des succès dans certaines dimensions de leur intégration à la société (le logement propre), il en va de même quant aux pertes et aux retours en arrière dans des domaines qu’auparavant ils croyaient tenir comme assurés (la solidarité, la vie en commun entre voisins277).

L’incertitude et l’affirmation de soi-même. C’est bien connu que les premières années dans une villa constituent des moments de crise et d’incertitudes. C’est au cours de cette période que se révèlent avec force la tension entre l’aspiration à un nouveau statut social et les difficultés que le contexte social offre à ces pobladores. Au cours de ce processus de transfert du campement à un ensemble de logements sociaux, du passage de l’illégal à poblador, les certitudes, les savoirs, les vieilles croyances et les principes entrent dans une phase de forte incertitude et d’instabilité. La tension et les contradictions avec ce que furent la vie quotidienne, les habitus et les coutumes dans le campement se fait sentir dans la construction et la reconnaissance d’un nous.

Cela ne constituerait peut-être pas un problème si ce ne fut en raison de la perception généralisée que dans ces espaces les conditions pour réaliser ses propres aspirations sont rares. Si le campement représentait le début d’une nouvelle vie et une forme de se construire un espace dans la ville, la villa, ensemble de maisons précaires, étroites,

277

Ces conclusions coïncident avec les évidences rencontrées dans une étude du PNUD/Sur (2002) sur des ensembles de logements sociaux au Chili. .

2. Des ethnographies en territoires de pauvreté

construites et assignées sans participation ne correspondra pas toujours aux expectatives que l’on s’était faites.

C’est alors qu’affirmer et expliciter les propres projets et aspirations deviennent une nécessité pour chacune des familles. Marquer un territoire, tracer des frontières, affirmer la propre identité en arrivent à constituer une pratique désespérée de chacun pour prendre ses distances de ce à quoi on veut échapper : la pauvreté et l’exclusion. Des frontières identitaires qui affaiblissent finalement la possibilité de la rencontre et d’un nous communauté. Des distinctions et des disputes entre voisins qui ne sont autre chose que l’expression d’une exclusion qu’on leur impose et qui finit par affaiblir n’importe quelle initiative collective ou toute possibilité de consensus. Le désir d’émigrer de ces villas est directement lié à la méfiance et à la peur de la part de ses pobladores de rester attrapés dans la pauvreté de toujours.

La solidarité transformée en actif. Si dans le campement la solidarité, la réciprocité et la charité étaient des valeurs qui circulaient à l’intérieur de la communauté et faisaient partie des pratiques quotidiennes qui la régissaient, avec l’arrivée des programmes sociaux participatifs la solidarité devient un actif qui promet d’ouvrir les portes à l’État et à ses ressources. D’une solidarité réciproque et diffuse, les pobladores transiteront vers une solidarité fonctionnelle et stratégique qui leur servira à entrer en concurrence pour l’obtention d’un subside de l’État.

Dans ce processus, le leader et le zélé de ces principes d’égalité et de solidarité à l’intérieur du campement passeront, comme dans le cas de Curicó, de leur tâche de protection des équilibres précaires internes à se constituer en principal interlocuteur avec l’État. De leader sans pouvoir 278, il se transformera progressivement en un leader avec le pouvoir que lui octroie le fait d’être reconnu comme la figure visible des voisins vis-à-vis de l’État et de ses programmes. De lui ou d’elle dépendra finalement que la communauté compte posséder l’information nécessaire, qu’elle respecte les délais et entre en concurrence pour obtenir les subsides promis de l’État. Imbus de leur nouveau statut, ces leaders ne sauront pas toujours écouter et veiller sur l’intérêt commun.

Avec l’arrivée de l’État au campement, les processus de différenciation internes sont aussi raffermis : entre celui qui a le contact avec l’État et celui qui ne l’a pas, entre celui qui manie l’information et celui qui ne peut pas le faire, entre celui qui dépose son épargne et celui qui ne le fait pas, entre celui qui comprend les règles du jeu et celui qui ne les comprend pas, entre celui qui obtient son logement et celui qui n’y arrive pas…Avec l’irruption de l’État et de ses programmes, on affermira les distinctions entre les égaux.

Ségrégation et stigma. Ces histoires de pobladores nous signalent que l’expérience d’habiter dans ces ensembles de logements sociaux est souvent perçue comme une expression d’infériorité sociale, de ségrégation, d’isolement et d’abandon. L’arrivée à une villa réaffirme que la pauvreté constitue un stigma dont il n’est pas facile de se

278

Dans les campements décrits, on exige du dirigeant deux qualités fondamentales : une capacité d’expression et une générosité/solidarité. On ne reconnaissait jamais un leader si celui-ci ne savait pas s’exprimer devant les siens et devant les autres ; on ne reconnaissait jamais un leader si celui-ci ne donnait pas de signes clairs d’honnêteté et de dévouement. C’est d’une véritable obligation de générosité dont nous parle Marshall Sahlins, elle qui était à la base de leur autonomie (ne dépendre de personne), de leur prestige et de leur capacité de justice.

défaire.279 Disqualification sociale qui les rapproche d’une condition de non-citoyenneté: un pauvre est qui est en dehors du marché et de la société. Sans les liens fondamentaux, le pauvre ne peut pas faire autre chose que vivre comme un étranger par rapport au reste de la société. Contradiction et tension permanentes qui détruisent progressivement l’image de soi et transforment la capacité d’action. C’est le cas de cette villa de Maipú perdue en lisière de la ville, où le désespoir de ses habitants a fini par le transformer en un territoire de personne, en un espace sans ancrage avec toute réalité sociale. Comme le montrent bien les trois exemples analysés, le sentiment de honte d’habiter ces espaces est fréquent. La dissimulation de leur infériorité stigmatisante et la peur des autres sont à la base de cette expérience de la pauvreté. Pour ces pobladores, l’intégration, la cohésion sociale et la conquête de la reconnaissance sociale deviennent peu à peu une lutte de chacun et des siens propres. Se constituer face à d’autres, avec d’autres, distincts, d’autres non-pauvres est une expérience que ces pobladores, ségrégués hors des murs de la ville, méconnaissent souvent. 280

L’aspiration à l’intégration. Le récit ethnographique rend compte aussi de l’aspiration de ces pobladores à l’intégration sociale, intégration qui permette à chacun de se sentir un habitant de plus de sa commune, de sa ville et de son pays. L’analyse des pratiques et des itinéraires de vie des pobladores nous montre qu’ils ne peuvent pas être compris en marge de la recherche de la reconnaissance sociale et du respect de leur condition de pauvres. Se reconnaître dans le regard de l’autre, exister pour l’autre, sont des nécessités primordiales pour se construire une place au sein d’une société, pour exister, pour participer. Comment comprendre alors l’importance que les moyens de communication ont acquise dans les expressions publiques des pobladores. Apparaître dans les journaux ou à la télévision est toujours la possibilité de se rendre visible et partant de s’assurer d’une réponse de la part des autorités.

Ségrégués et manquant d’interlocuteurs, il n’est pas étonnant qu’ils s’adressent à l’État et en appellent à lui une fois ou l’autre, souvent de façon silencieuse et pragmatique.281 La nostalgie d’un bon nombre de ces habitants à l’égard de ce que fut leur vie dans le campement doit être comprise justement comme faisant partie de cette perte de communauté et du désir de la refonder dans un contexte social où les conditions ont radicalement changé. La réclamation pour la perte de ces liens et le désir de récupérer un récit commun sont présents en chacun de ces pobladores.

C’est dans cette perspective que l’on doit comprendre la figure de l’apparu du Resbalón. Dans ce nouveau contexte, la figure du « pelaito »282 que l’on applique seulement aux anciens habitants du campement constitue un acte fondateur qui renvoie à un temps et à un monde révolus. La mort, les funérailles et le retour de l’au-delà de cet enfant représentent un fait fondamental qui réarme une communauté dans

279

Dans son sens étymologique, le stigma est une marque sur le corps que l’on imposait avec un fer rouge en guise de peine infamante ou comme signe d’esclavage. 280

Heidegger disait qu’être – avec – autre est la condition fondamentale d’être – dans – le – monde. Une telle relation en suppose, éthiquement parlant, une autre qui est fondamentale, la faculté de pouvoir être – avec, d’être devant un autre, à savoir d’être interprété, mis en accusation par un autre. 281

Peut-être Sennet (2003) ne se trompe-t-il pas quand, à propos du ghetto il nous signale que « dans une communauté pauvre on ne survit pas pour être le meilleur – ou le plus dur – mais pour maintenir la tête par en bas et éviter le contact visuel que l’on peut interpréter comme un défi… En ces lieux où les ressources sont rares et où manque l’approbation du monde extérieur, l’honneur social est fragile et a besoin de s’affirmer de jour en jour. » 282

La traduction exacte se réfère à un chauve ; le terme est souvent employé comme un diminutif populaire et amical pour désigner un parent ou un voisin proche.

le nouveau scénario. L’apparition de cet enfant et ses annonces rappellent à ces habitants des bords de la rivière l’importance de récupérer et de réactualiser les vieux principes de solidarité et de réciprocité généralisées au nom de la défense du bien commun. Tout comme la demande pour des cérémoniaux et des rituels, ces actes symboliques font partie de ce désir de refonder un nous qui, dans le passage de l’invisibilité à la légalité, s’est simplement effacé. C’est pour cela que dans des contextes d’éradication (transfert du campement à la villa), la célébration collective de leur nouvelle condition de citoyenneté acquiert une particulière importance. Se joindre à d’Autres autour d’une arène pour en recevoir la clé, pour couper le cordon, pour bénir les maisons, pour écouter des discours, pour se faire photographier, pour recevoir les titres de propriété, pour s’embrasser, enfin pour célébrer, c’est consacrer d’une certaine façon le passage des marges de la communauté au tout social. Pouvoir se voir dans les journaux et non dans la chronique rouge mais dans celle qui traite des affaires du pays… Même si c’est pour un moment, c’est se percevoir à nouveau partie de la communitas 283 , d’un processus collectif. Le rite travaille pour l’ordre, nous fait remarquer Balandier (1994). En effet, quand la pobladora signale qu’un discours eût été comme plus légal, plus direct ce à quoi elle fait appel c’est justement à l’intégration. 284

Ce que nous avons voulu montrer dans cette première partie, c’est que la capacité de l’État et de ses politiques de fomenter et de renforcer les processus d’intégration sociale ne passe pas seulement par la remise de davantage de logements et meilleurs. Cela est certes indispensable, spécialement le fait d’ajuster les standards de construction et d’habitabilité de ces logements aux niveaux de développement et de qualité de vie de ce pays et de les égaliser. Mais même ainsi, cela ne suffit pas si ses habitants continuent à se percevoir citoyens de seconde catégorie. La construction d’un individu plus autonome et plus citoyen exige aussi des supports, c’est-à-dire des ressources matérielles et symboliques qui alimentent sa compréhension de la société et ses actions en elle.

Ce dont il s’agit alors c’est de comprendre l’articulation entre les conditions objectives et subjectives dans les processus d’exclusion, à savoir quelle est cette partie des politiques qui peut correspondre aux déterminations structurelles et quel est le champ où les sujets et les citoyens peuvent apporter en termes des dynamiques d’insertion.285 Le dépassement de la condition de précarité sociale et économique du pauvre est inséparable du processus que celui-ci, en tant que sujet et acteur, construit vis-à-vis de sa condition de pauvreté ou de sans-logis. Nous avons vu dans cet exercice que les limites sont plus diffuses et sont plus articulées que ce que l’on considère habituellement. Prêter attention aux sentiments que les individus de cette société accordent à leur expérience et à leur relation avec l’État est ouvrir les politiques sociales à l’implication des individus dans la définition des termes en fonction desquels on devra construire le contrat social.

En termes plus généraux, nous pouvons signaler que s’il est vrai que les politiques de logement offrent des services et des subsides qui améliorent à court terme l’intégration fonctionnelle des familles, c’est-à-dire que l’on résout le problème des sans-logis, elles négligent leur rôle d’intermédiaire dans la construction de l’autonomie et de l’intégration sociale. De fait, on ne tient pas compte de la construction d’une communauté de sens à partir de laquelle soutenir des processus de construction de

283

Turner, 1972; Espósito, 2000. 284

Mais quand le rite travail pour l’ordre, il offre l’illusion et la possibilité de se sentir partie de…avec tout le risque que cela implique quant à renforcer les structures ou la crainte ou à la crainte de l’exercice de la liberté. 285

De Gaulejac et Taboada Leonetti,1994.

sujets et de citoyens autonomes et où le droit de faire du logement un projet, collectif ou individuel, soit possible.

3.1. Les itinéraires de pauvreté

Les questions qui s’ouvrent dans la discussion actuelle sur la pauvreté s’orientent vers les transformations profondes et accélérées de nos sociétés et de nos économies, ainsi que vers les processus à travers lesquels le changement social et structurel s’installe dans la vie et la culture des sujets et de leurs familles. En termes de politique sociale, il est particulièrement important de comprendre aussi comment il se fait que les plus pauvres et les plus vulnérables arrivent à dépasser le contexte hautement déstabilisant et dans lequel l’incertitude286 s’installe chez tout le monde.

Ce qui est certain est que les caractéristiques de la structure sociale et occupationnelle que l’on peut observer aujourd’hui rendent compte qu’avoir un travail salarié ne suppose plus que l’on fasse partie d’un réseau de sécurité sociale non plus que l’on cesse d’être pauvre. Être salarié et vivre dans des conditions de vulnérabilité ou de pauvreté est une réalité au Chili et en Amérique latine. Même si cette société salariale n’intégra jamais l’ensemble de la population, elle agit comme un système d’intégration croissant qui associait le travail à des garanties et à des droits. La débilité progressive de ce contrat social exprimé dans la faiblesse croissante et dans la précarisation du système de protection salariale à partir de la décennie des années soixante-dix a eu des répercussions sur le modèle d’intégration qu’il représentait. Une intégration précaire qui non seulement renvoie au monde du travail et y produit des effets, mais qui le fait aussi quant à l’entourage social et culturel d’où l’on construit les dispositions destinées à promouvoir l’intégration sociale.

Une fois la société et ses certitudes fondamentales débilitées, la possibilité de dépasser la pauvreté et d’en initier les processus ne paraît pas être seulement associée aujourd’hui à la prise en considération d’une catégorie occupationnelle déterminée ou d’une position dans la structure occupationnelle. Elle est plutôt liée à la capacité des sujets de construire un réseau ou un support de protection et de sécurité sociale qui les couvre face aux vulnérabilités et leur facilite l’obtention de meilleurs niveaux de vie.

Les itinéraires sociaux sont affrontés à des remises en cause et à des incertitudes que ne connurent pas les générations précédentes. Au Chili, l’analyse de l’expérience des sujets indique que ce sont eux qui devraient construire non seulement leurs itinéraires mais aussi l’orientation de leurs pratiques.

Les histoires de vulnérabilité et d’exclusion sociale, de reproduction de la pauvreté obligent à se demander si par hasard ces positions par rapport au marché et à la structure sociale représentent aujourd’hui une condamnation ou si les personnes qui sont dans l’une ou l’autre position peuvent changer le scénario. De fait, pour ces sujets, la marge de manœuvre semble assez mince. Néanmoins, les biographies montrent aussi que la propre position n’indique pas toujours une condamnation, et que souvent les sujets découvrent des chemins et des supports qui leur permettent de transiter vers de meilleures quotités de bien-être et vers la réalisation de leur propre projet de vie. La question concernant la marge de manœuvre, particulièrement pour les plus pauvres, devient inévitable. L’intégration sociale ne dépend pas seulement des conditions objectives comme le sont l’incorporation au marché du travail et l’accès

286

Direction du Travail, 2003.

3. Le sujet face à l’État

à des opportunités, mais aussi des dimensions subjectives qui ont leur incidence sur la dynamique de l’insertion sociale.

Pour entrer plus avant dans un regard plus compréhensif de la pauvreté, il semblerait nécessaire de dépasser l’optique des ressources287 et de se concentrer sur les processus et les itinéraires de ces individus, de façon à incorporer, à travers une perspective transversale et dynamique du temps, l’expérience sociale avec les opportunités que la société, l’État et le Marché leur ouvrent ou leur nient. La question concernant le rôle que jouent l’État et les politiques sociales dans la construction de ce réseau débutant de protection sociale ou la représentation que ces mêmes sujets pauvres se font de l’État et de ses obligations à leur égard sont cependant encore des domaines relativement peu abordés.

3.2. Cultures dans la pauvreté

Comme les études classiques structurelles l’ont déjà montré, les opportunités et les actifs des pobladores et de leurs familles pourraient rendre compte des probabilités d’accès à un travail ou à un logement, par exemple, mais cela n’est pas suffisant pour prédire ou comprendre l’orientation que leurs itinéraires suivront ni l’incidence que ces ressources auront sur la qualité de leurs vies. La direction de leurs itinéraires exprime aussi une relation avec les dispositions culturelles qui orientent l’action de ces pobladores. Si l’on entend par culture le mode dans lequel une société produit ses formes de vie en commun, si on les représente et les reproduit, la maîtrise ou le contrôle culturel 288 de ces pobladores – la défense et la capacité de décider sur la culture propre et sur celle étrangère – peut être aussi une ressource essentielle pour comprendre le sens que leurs itinéraires dans la cité acquièrent.

Le débat sur l’incidence de la culture dans les processus de dépassement de la pauvreté et dans la mobilité sociale n’est pas terminé. L’internationalisation des normes et des valeurs de l’intégration sociale est-elle ce qui permet la mobilité en raison d’une motivation d’obtenir une satisfaction ? Ou bien est-ce la capacité de contrôler et de décider sur une gamme de codes culturels vaste et diverse ce qui situe les pobladores et leurs familles dans une meilleure disposition pour profiter des occasions et des ressources que le marché, la société et l’État peuvent lui offrir ?

La thèse du contrôle culturel prend un sens particulier dans des contextes de transformation rapide et où finalement le définitif paraîtrait être la capacité de chaque poblador pour construire sa propre expérience sociale. Pendant la durée du modèle d’industrialisation substitutive, les modèles d’intégration paraissaient certainement plus clairs : si on était ouvrier, on possédait alors une culture propre et un projet de mobilité collective. Dans l’actualité, l’ouvrier d’antan peut être un travailleur indépendant qui, bien qu’il continue à se croire un travailleur, sait que les certitudes de son ancien projet social ne correspondent plus à la réalité. C’est ainsi que la notion d’appartenance à une culture comme à un tout stable et normatif s’affaiblit et qu’apparaît la question quant à savoir comment les diverses orientations culturelles contribuent ou non à la construction de processus de mobilité et d’intégration sociale.

La question relative à la relation entre pauvreté et culture a été abordée par l’anthropologie latino-américaine dans des études classiques comme celles d’O.Lewis

287

Moser, 1996; Katzman, 1999; Mideplan, 1998. 288

Bonfil, 1995.

(1966) et de L.Lomnitz (1975)289 au Mexique. En opposition aux optiques structuralistes qui situent la pauvreté des pays du sud en dépendance du nord et dans la conformation de structures sociales excluantes, Lewis construit la thèse de la présence d’une culture propre chez les secteurs pauvres qui agirait dans la reproduction de leurs conditions de vie. On explique ainsi le caractère déviant des comportements des pauvres par l’existence de valeurs et de modèles culturels distincts de ceux dominants dans la société. On parlera de sous-culture de la pauvreté comme constituée par ces valeurs et ces modèles de comportement transmis de façon intergénérationnelle, et qui expliqueraient la position des personnes en bas dans la structure sociale. En termes de politiques sociales, on a compris la thèse de la sous-culture de la pauvreté comme le désespoir et le laisser- être des familles qui se situent en-dessous d’un certain niveau de ressources (la ligne de pauvreté). Pour rompre avec ce cercle de la pauvreté, on ferait alors appel au fait que les pauvres doivent apprendre et intérioriser les codes de l’intégration pour pouvoir visualiser les opportunités que leur offre le marché et en profiter. Conception fort semblable aux politiques d’accumulation entendues comme les processus de contact culturel à travers lesquels les sociétés ou les groupes assimilent, ou qu’on leur impose, des traits culturels d’autres sociétés ou d’autres groupes en général dominants. 290

Il n’existe cependant pas d’évidence empirique à appuyer l’idée que l’orientation vers le dépassement de la pauvreté disparaisse en transférant la limite de la dénommée ligne de pauvreté, non plus que celle que le strate pauvre partage une seule culture ou encore que la culture de la pauvreté soit en relation avec le strate pauvre. Même ainsi, la thèse de la sous-culture de la pauvreté a pénétré non seulement le sens commun de nos sociétés, mais elle a aussi orienté une grande partie du dessin des politiques sociales. Comme Martínez et Palacios (1995) le conclurent correctement, la superposition du strate pauvre et de la culture de la pauvreté est une supposition que l’on adopte pour justifier la définition d’un groupe-objectif de l’aide de l’État. Cependant, cette supposition aspire à remplir un vide réel dans la construction théorique du concept, bien qu’elle le fasse avec distorsion : si la pauvreté doit être un motif d’attention continue et institutionnelle de la part de l’État, c’est parce qu’on reconnaît l’existence d’un hiatus entre l’orientation en vue d’obtenir le dépassement de la pauvreté et la probabilité effective de l’obtenir.291

Au Chili, la relation entre culture et pauvreté a été abordée par Irarrázaval (1995) qui propose le concept d’ habilitation pour rendre compte de la nécessité des plus pauvres d’internaliser des valeurs déterminées pour que la mobilité des familles puisse se réaliser. D’accord avec cette optique, à plus grande habilitation plus grande possibilité de motivation pour que cela réussisse et par suite plus grande mobilité et majeur dépassement de la pauvreté. Cela suppose aussi une certaine capacité de désir social qui est celle du tous intégrés dans l’homogénéité. Habilitation (Irarrázaval, 1994) et adhésion à la culture de la décence et de l’intégration (Martínez y Palacios 1998) sont des concepts qui rendent compte de l’étroite relation entre internalisation (ou « acculturation ») de valeurs et mobilité des familles les plus pauvres.

Pour Irarrázaval, ceux qui adhèrent aux codes dominants de l’intégration montreraient de meilleurs résultats en termes de leurs conditions de vie et de leur capacité de mobilité, tandis que ceux qui prennent de la distance vis-à-vis de ces codes de l’intégration et du vivre bien auraient tendance à se maintenir dans la pauvreté. Cette

289

Dans son étude des réseau de compérage au Cerrada de Cóndor à Mexico, Lomnitz, au contraire, met en relief la capacité de ces pobladores marginaux pour faire face à leur misère et se réjouit de leurs réseaux sociaux comme ressources vitale à leur survivance. 290

Concept cerné par l’ École culturalista, dont le principa représentant fut Herskovits, 1958. 291

Martínez et Palacios, 1995.

thèse ressemble à celle de Bourdieu quand elle nous signale les effets négatifs (histeresis) que peut avoir sur les individus le fait de transgresser un système de dispositions culturellement structuré ou de ne pas être d’accord avec lui (habitus versus histeresis). Bourdieu n’est pas le seul à signaler les risques d’un désaccord avec le système normatif et culturel. Elias (1996) coïncide aussi quant à insister sur les aspects négatifs produits par le désajustement entre des positions objectives et des expériences de vie des acteurs, entre les codes transmis et validés socialement et l’internalisation que le sujet en fait.

Martínez et Palacios, de leur côté, vont en un sens contraire à la thèse d’Irarrázabal et ils mettent en relief qu’au Chili les signaux du marché ne paraissent pas congruents avec les signaux de l’intégration sociale ou avec l’adhésion au code de la décence (de l’intégration).292 Au contraire, ceux qui apprennent à ruser avec les commandements fondamentaux de la culture de l’intégration et à les transgresser, pourraient arriver à obtenir de meilleurs résultats en termes de succès quant au dépassement de la pauvreté.

Notre étude reprend cette évidence empirique et va dans le sens d’une hypothèse alternative. L’importance ou le poids de la culture dans les probabilités de dépassement de la pauvreté se joue aujourd’hui au Chili dans le contrôle culturel que les pobladores possèdent sur un stock varié de capital culturel, y compris le dominant. Au Chili, le contrôle de ce stock de codes culturels est devenu déterminant dans l’accès à de nouvelles opportunités et par là à de meilleures probabilités d’obtenir des améliorations dans leur propre qualité de vie. Autrement dit, il n’y a pas de possibilité d’entamer un itinéraire de mobilité si les pobladores ne possèdent pas de contrôle simultané sur les principes culturels dominants, mais aussi sur les leurs propres. En ce sens, nous coïncidons avec Dubet (1994) quand il signale l’importance de rompre avec une vision homogénéisatrice et déterministe de la culture et d’ouvrir un espace à la marge de manœuvre, au sujet et à la possibilité de faire valoir des logiques qui ne sont pas toujours celles de l’intégration.

Dans des sociétés modernes et de différenciation croissante, de segmentation et d’inégalité comme la chilienne, les succès en termes de mobilité et de dépassement de la pauvreté sont associés au contrôle de la diversité culturelle. Pour autant, la capacité des pobladores pour dialoguer avec cette variété de codes et, en conséquence, celle de prendre leur distance et de se différencier peuvent être plus importantes et meilleures annonciatrices de succès que la simple adhésion à un seul code d’intégration, que ce soit le dominant ou celui des exclus. Cette capacité de contrôle est ce que le pouvoir de négocier ou de discuter leurs propres intérêts et leurs droits face au marché, à l’État et à la société plus grande leur octroiera.

3.3. Vers une définition de la pauvreté

Ce que nous avons voulu montrer dans ce bref parcours à travers les discussions autour du concept de pauvreté est que dans les sociétés modernes la pauvreté ne correspond pas seulement à l’état d’une personne qui manque de biens matériels, elle correspond aussi à un statut spécifique, inférieur et dévalorisé qui marque profondément l’identité de ceux qui la vivent. Cet élément n’est pas du tout nouveau au sein du débat sur la pauvreté. Aussi bien le programme philanthropique du XIXe siècle que la doctrine sociale du christianisme situaient au premier plan l’aspect de dégradation morale que la misère déterminait dans l’existence humaine.

292

Idem, 1995.

Historiquement, le dénominateur commun des éléments qui font de la misère un phénomène social constitua la fonction dégradante de tel statut.293

George Simmel, dans un bref article intitulé Der Arme écrit en 1908, pose le problème de l’ambiguïté de la notion de pauvreté en tant que catégorie sociologique. Pour lui, la pauvreté n’est pas seulement relative, mais elle est aussi construite socialement. Le signifié de la pauvreté est ce que la société lui octroie. L’optique théorique simmélienne contribue ainsi à éviter une définition substantialiste du pauvre, remettant à sa place le regard sur la relation d’interdépendance avec la société et spécialement avec l’État. 294

Chez Simmel, c’est la relation simultanée d’assisté et de craint qui donne forme à la figure du pauvre dans notre société, ainsi qu’à celle de pitié et de châtiment, dirait Geremek. Sans méconnaître son caractère d’ «indésirable », d’inutile, de misérable, Simmel reconnaît que dans la relation d’assistance aussi bien le pauvre que le donateur se retrouvent au sein d’une relation sociale. D’où l’invitation à comprendre les formes sociohistoriques de cette interdépendance qui s’établit entre les pauvres et le reste de la société. Ce qui est sociologiquement pertinent n’est pas la pauvreté en tant que telle, mais ce sont plutôt les formes sociales qu’elle revêt dans la société à un moment spécifique de son histoire. 295 Cette sociologie de la pauvreté devient en réalité une sociologie du lien social.

Simmel précisa une définition : « Les pauvres, en tant que catégorie sociale, ne sont pas ceux que souffrent de manques et de privations spécifiques, mais ceux qui reçoivent assistance ou devraient la recevoir selon les normes sociales. Par conséquent, la pauvreté ne peut, dans ce sens, être définie comme un état quantitatif en elle-même, mais seulement par rapport à la réaction sociale qui résulte d´une situation spécifique».

Les pauvres, ainsi définis, ne sont pas en dehors de la société, mais en elle. Ils occupent, certes, une position particulière par le fait de se trouver dans une situation de dépendance vis-à-vis de la collectivité qui les reconnaît et les traite comme tels. Manquant d’autonomie matérielle (intégration fonctionnelle) ainsi que de liens sociaux (intégration sociale), le pauvre partage avec l’étranger l’attribut de distance et de proximité au tout social, position ambiguë et jamais résolue.

La distinction entre intégration fonctionnelle et intégration sociale a été souvent oubliée dans les discussions sur les politiques sociales. L’intégration fonctionnelle suppose l’interdépendance avec le tout social et l’autonomie pour assurer la propre subsistance ; l’intégration sociale, au contraire, suppose l’implication des sujets en tant que citoyens dans un système de droits, de normes et de valeurs.

Aujourd’hui, ces deux processus tendent à être dissociés.296 L’intégration fonctionnelle peut, certes, être garantie par une multiplicité de mesures et de processus qui assurent l’intégration économique des individus. L’intégration en ces termes n’exige pas pour son succès l’ensemble de normes, de valeurs et de sens en vigueur. Notre politique du logement en est un exemple clair : des décennies durant, les logements ont été construits et remis sans se préoccuper des aspirations, des coutumes, des patrons culturels et esthétiques les plus fondamentaux de leurs habitants. Dans ces circonstances, quand des mondes et des référents sociaux divers se rencontrent dans

293

Geremek, 1989, Paugam, 2002. 294

Castel (1995) récupère cette notion à travers son concept de « désaffiliés », c’est-à-dire que le « désaffilié » serait celui qui a rompu tous les liens de protection sociale, y compris avec les plus proches. 295

Paugaum et Schultheis, 2002. 296

Voir l’analyse chez Remy (1996) et Güell (2002).

ces espaces homogènes et excluants que sont les ensembles de logements sociaux, la perception d’intégration et de cohésion s’affaiblit inévitablement. La sensation de ne pas exister, de rêves inaccomplis, de duperie et même de honte finit par affecter la construction d’une communauté de sens ainsi que la capacité des individus pour envisager le futur comme citoyens.

C’est une exigence que celle de rassembler ces deux dimensions, intégration fonctionnelle et sociale, dans la conceptualisation de la pauvreté. Ce qui est sociologiquement pertinent n’est pas la pauvreté en tant que prénotion, mais plutôt les formes sociales que cette condition acquiert. Si on pense la pauvreté seulement en termes de ressources, on laisse de côté une nécessité primordiale, à savoir celle d’être considéré comme responsable de ce que l’on est en tant que sujet. 297 En ces termes, l’analyse de la condition de pauvre est inséparable de celle du processus que celui-ci suit en termes d’échange et de construction de réponses à sa condition d’assisté. C’est ce qu’affirme Gaulejac : « Il s’agissait de mieux comprendre l’articulation entre les conditions objectives et les conditions subjectives dans les processus d’exclusion. Quelle est la part respective des déterminations sociales et des réactions des sujets concernés dans les dynamiques d’insertions. »298

3.4. Le contrat dans la pauvreté.

Cette définition de la dimension matérielle et sociale de la pauvreté nous conduit aussi à la question sur les aspirations et les capacités de chaque individu, riche ou pauvre, pour définir et manier des systèmes d’intégration différents et pas toujours cohérents entre eux, et pour décider entre eux. La question concernant le mode d’intégration désirée est à la base de l’expérience sociale de ces individus qui vivent dans des conditions de pauvreté. Dans un contexte de précarité et de vulnérabilité sociales d’importance comme l’est celui du Chili, la question sur les principes sous-jacents à la définition d’un contrat social est inéluctable. La demande de redéfinition d’un nouveau contrat ou pacte social se laisse voir en chacun des récits de ces pobladores. Un contrat ou un pacte social, en respect de ce droit à l’intégration et à une société fondée sur le principe de l’égalité.

Les trois ethnographies (chapitre 1) sont claires sous cet aspect ; tous les pobladores partagent l’aspiration d’une société plus égalitaire, d’une meilleure qualité de vie et de la reconnaissance de leurs droits. Tous, les uns à partir de leur revendication à être traités en considération de leur individualité et d’autres à partir de leur recherche communautaire, coïncident quant à leur aspiration à une vie plus décente, selon leurs propres termes, dans laquelle la reconnaissance du bon renom de la famille, la valeur du travail, de l’éducation, de la propreté ainsi que l’ordre dans la vie de chacun et de celle de la convivialité sont aussi, avec plus ou moins de force, des principes qui orientent le répertoire des principales idées de ces pobladores. La culture de l’intégration sociale, comme aspiration, est présente chez eux tous.

Cependant, il est important de signaler que les pobladores, tout en se reconnaissant dans leur aspiration à une culture de l’intégration, se différencient bien sûr dans la définition des termes en lesquels ils aspirent à construire ce principe d’égalité du contrat. C’est une dispute qui, comme nous l’avons vu dans les récits ethnographiques, tend à s’exacerber avec le transfert de ces pobladores de leur campement à la villa, d’un espace homogène, communautaire et pauvre à un autre fait de frontières, de segmentation et de vulnérabilité sociales. Ces différences entre

297

De Gaulejac, 2002. 298

De Gaulejac et Taboada Leonetti, 1994.

pobladores font allusion à deux interrogations centrales dans la définition du contrat social : Pourquoi en arrive-t-on à être pauvre dans cette société ? Que doit faire l’État pour contribuer à améliorer la situation des plus pauvres?

Par rapport à la définition de la pauvreté, nous trouvons deux réponses types qui ordonnent le discours des pobladores :

Individu: la pauvreté s’explique par des caractéristiques psychologiques et culturelles de dysfonction par rapport à l’intégration sociale.

Société : la pauvreté s’explique par des conditions structurelles, sociales et économiques en vigueur à un moment historique des sociétés.

Par rapport aux principes qui devraient orienter l’action de l’État envers la pauvreté :

Solidarité : comme principe fondamental de l’État à l’égard des pauvres, de ceux qui n’ont rien, de ceux qui ont besoin de tout. Qui mérite d’être aidé par l’État est celui que l’on définit par sa condition de carence.

Équité : comme principe d’égalité d’opportunités pour celui qui aspire à sortir de sa condition de pauvreté. L’État doit venir en aide en vertu de la reconnaissance envers la conduite et l’effort de ceux qui veulent en sortir.

De ces tensions sous-jacentes à l’expérience sociale de ces pobladores, nous pouvons distinguer au moins quatre grands modèles du contrat social qui orientent l’action et les pratiques de ceux qui y adhèrent. Ces modèles correspondent certainement à des types idéaux dans le sens wébérien du terme, et partant « l’action réelle, seulement en certains cas rares et de manière approximative, se passe telle qu’elle a été décrite dans le type idéal ». 299 Effectivement, aussi bien l’État que les pobladores eux-mêmes transitent d’un type idéal à un autre ; toutefois, en accord avec les époques, les régimes politiques et les cultures ces modèles de l’action sociale tendent à apparaître avec plus ou moins de force dans le discours et dans la pratique des uns et des autres.

299

Weber [1922], 1992.

Les notions de la pauvreté

Pourquoi être pauvre ?

La pauvreté est l’affaire de chacun

(individu)

La pauvreté est une affaire structurelle

(société)

Principes de l’action de l’État

Que doit faire l’État pour aider ?

Principe de solidarité

L’État doit aider ceux qui en ont le plus besoin

(condition du pauvre)

Modèle de bienfaisance

Modèle de participation assistée

Principe d’équité.

L’État doit aider ceux qui font des efforts et qui aspirent à sortir de la pauvreté.

(conduite du pauvre)

Modèle de subsidiarité

Modèle de résistance communautaire

Modèle de la bienfaisance ou de la charité

Conception de la pauvreté comme carence individuelle. Dans ce modèle, le sens d’une action collective n’est pas présent, mais bien celui de la reproduction et de la survivance individuelles. C’est à l’État qu’incombent la charité et l’aide d’une assistance au bénéfice de celui qui en a besoin. Ce modèle correspond aux programmes des subsides individuels (subside pour l’eau potable, subside unique familial) des années quatre-vingt.

L’appel à un contrat social de la bienfaisance et de la charité, c’est-à-dire de la bonté solidaire et faite de compassion, nous renvoie à une image prémoderne et précapitaliste d’un État qui protégeait les plus faibles et ceux-ci, dans un geste de réciprocité, lui octroyaient leur vote, leurs applaudissements, leur affection et leur inconditionnalité. Nous trouvons ce modèle des droits et des devoirs chez ces pauvres qui se perçoivent comme les marginaux de toujours. Modèle de citoyenneté qui est incubée en histoires de reproduction de la pauvreté. La notion de contrat social, si elle existe, s’appuie sur ce que l’anthropologie a appelé le désespoir appris, c’est-à-dire la certitude que rien ne changera dans leurs vies quoi qu’ils fassent, parce que ça a toujours été comme ça. Ce que l’on essaie alors c’est de survivre, si possible, avec

l’aide caritative de l’État et de la société. Sans réseaux d’aide, pas même entre égaux, sans éducation, sans métier, sans travail stable, on réclame de l’aide, non en termes de droits et de devoirs, mais simplement dans un geste de compassion à l’égard de leur misère. Ils sauront remercier et exprimer leur bonne volonté envers ceux qui ont eu de la compassion à leur égard. Bien que se sachant marginaux et marginés, ils ont appris à désirer vivre comme tout le monde, avoir une maison, un travail, etc. et être quelqu’un dans la vie. Aspirations qui rendent compte des profondes tensions identitaires qui les accompagnent. Travailler le stigma, la discrimination, le regard invalidant, réveiller la compassion sont des efforts permanents. L’attente patiente et silencieuse dans les couloirs des dispensaires, dans les salles de la municipalité, à la porte de la paroisse occupe leurs journées, car c’est ainsi qu’on a appris que ça devait être. C’est certainement le modèle qui s’éloigne le plus de la notion rousseauiste du contrat social, car plus que l’égalité des droits et des opportunités, plus que l’autonomie et le contrôle culturel sur ce qui est propre et sur ce qui est à autrui, ce que l’on réclame est simplement l’attention d’un père tout-puissant, bienveillant et caritatif.

Dans une version distincte, ce modèle de contrat correspond aussi au modèle d’aide de l’ Hogar de Cristo à travers la figure du Père Hurtado et de sa devise : Donner jusqu’à ce que ça fasse mal. Au cours de la décennie des années quarante, Alberto Hurtado organisa l’Action catholique des jeunes pour mettre les étudiants universitaires en face du monde de la pauvreté. En 1944, il créa l’ Hogar de Cristo dont l’objectif sera jusqu´à aujourd´hui d’ « offrir l’hospitalité au mendiant, de lui donner de l’éducation, si cela était possible d’initier quelques-uns à un travail qui les fasse sortir de leur horrible misère. » Actuellement, il existe des programmes comme celui d’ « un toit pour le Chili », à travers un réseau permanent de jeunes volontaires, qui se charge de la construction de logements rudimentaires en bois pour les pauvres sans logis, bien que sans cette dénonciation sociale qui accompagna l’action du Père Hurtado pour qui la charité commence là où finit la justice.

Modèle de la participation assistée.

Conception de la pauvreté comme carence collective, se référant par ailleurs à un nous (les pauvres) et exigeant un État protecteur, solidaire et caritatif qui aide les pauvres à soulager leur condition de carence. Ce modèle correspond aux programmes sociaux des années soixante, quatre-vingt et nonante, comme ont pu l’être les campagnes d’hiver ou des activités opérationnelles de santé, dans lesquelles les biens (toits, aliments, remèdes, attention médicale, etc.) étaient remis ou offerts à la communauté auparavant organisée. Dans ce modèle, l’organisation est mise en valeur comme un moyen soit d’optimisation de la remise des bénéfices soit de renforcement des capacités de gestion et d’autonomisation des pobladores en tant que sujets de droits. Cependant, comme nous le verrons plus loin, la remise de biens ou la prestation de services orientées à « soulager » la pauvreté plus qu’à introduire des changements radicaux dans ces territoires tend à rompre la confiance interne envers les organisations et à favoriser les relations de clientélisme vis-à-vis de l’État.

Cette notion du contrat social est présente chez les pauvres qui dans leur condition de catégorie sociale défavorisée estiment avoir le droit à l’aide de l’État en tant que tels (poblador, chômeur, vieux…). C’est une alliance entre nous les pauvres et un État qui récompense l’effort collectif à travers des biens et des services. Bien que dans leur for interne ils voudraient se distinguer et sortir du monde de la pauvreté, ces pobladores apprendront que c’est cette même appartenance et cette inscription identitaire qui paradoxalement leur ouvrent les portes aux ressources de l’État et leur garantissent leurs droits de citoyenneté.

Si le modèle antérieur est seulement une communauté de résistance, dans celui-ci la participation dans les programmes de l’État les transforme en clientèles avec un certain degré d’autonomie. La participation comme alliance entre les pobladores et l’État fixe la ligne de démarcation avec le modèle communautaire. Quelques-unes des politiques actuelles de l’État moderne au Chili sont centrées sur ce type de contrat social.

Modèle de subsidiarité ou de citoyenneté moderne.

Conception individuelle de l’action, mais soutenue par un principe d’équité ou d’égalité d’opportunités. Dans ce modèle du contrat social, on espère que l’État

récompense ou renforce la conduite du pauvre et non sa condition, c’est-à-dire qu’il aide celui qui aspire à sortir de la pauvreté et fait les efforts pour cela. Les programmes de formation professionnelle ou de nivellement des études des années nonante en sont un exemple prototype. Le programme Chile Joven de formation professionnelle ouvert aux jeunes du monde populaire correspond à cette conception du contrat social. Des jeunes sans formation technique ou professionnelle s’inscrivent dans des cours subsidiés, étudient, obtiennent un titre et l’État, finalement, les appuie en vue de leur insertion au monde du travail.

C’est le modèle de citoyenneté moderne, avec devoirs et droits, obligations de l’État et des individus. Il correspond à la citoyenneté proprement rousseauiste dans laquelle les individus en abandonnant une partie de leur souveraineté à l’État récupèrent la liberté dans le marché. La notion du contrat social se construit à partir d’une conception du pauvre en tant qu’individu autonome mais vulnérable dans son aspiration d’autonomie et de mobilité. Le contrat de la subsidiarité est présent chez ceux des pobladores qui gardent présents dans leur mémoire des moments de prospérité et de bien-être familiaux mais qui perçoivent en même temps que dans la société il existe des opportunités et que finalement cela dépend de chacun d’en profiter.

Ce sont des pobladores avec de l’éducation, un métier, une identité solide du travail et l’aspiration d’atteindre un mobilité sociale à partir du propre travail. Ces pobladores connaissent le marché et c’est là qu’ils espèrent pouvoir entrer en concurrence et se tailler une place dans la société. Cette notion d’un État subsidiaire fait partie de ceux qui aspirent à participer aux promesses du modèle de marché. Conscients des limitations et des difficultés de la structure sociale chilienne,- tout comme la majorité des pobladores, sauf les marginaux -, ils se distinguent par la confiance en eux-mêmes et en leurs propres connaissances. L’expérience leur montre cependant que les chutes existent et que leurs itinéraires sont vulnérables, raison pour laquelle l’État leur demande présence et efficacité dans les moments où on les leur sollicite. Face à la vulnérabilité de leurs vies, l’espoir finit par être déposé dans un État qui les aide à accéder à une opportunité à travers des ressources et des capitaux (économiques, sociaux, culturels…). En contrepartie, ils répondront avec leur capacité d’initiative pour profiter des opportunités offertes par l’État, par la société et par le marché.

Modèle de résistance communautaire.

Conception collective et participative de l’action orientée vers le dépassement de la pauvreté, la participation y étant comprise somme l’exercice collectif des droits. Il revient à l’État d’assurer le respect du principe d’équité et d’égalité d’opportunités, ainsi que d’aider ceux qui font collectivement des efforts et aspirent à sortir ensemble

de leur condition à travers la reconnaissance de l’action collective des plus pauvres en tant que sujets de droits.

Cette notion du contrat social comme communauté de résistance a une longue tradition au Chili. C’est le groupe qui se constitue en demandeur de droits, par exemple celui au logement. Face à la marginalité et à l’absence de citoyenneté effective, le groupe acquiert une cohésion autour de valeurs communautaires, principalement de la solidarité mutuelle qui donne un sens à l’action et à la vie. Ils exigent des solutions et une reconnaissance de la part de l’État. Contrairement au contrat rousseauiste dans lequel les individus confluent de façon individuelle comme sujets de droit, ici c’est la communauté des déshérités qui fait appel à la citoyenneté.

Nous trouvons cette notion du contrat social chez ces pauvres qui, tout en se sachant partie d’une catégorie sociale d’exclusion, cherchent à rompre avec leur condition de désaffiliés. L’expérience de travail communautaire et/ou d’un passé rural de forte organisation et de solidarité constitue des caractéristiques biographiques de tous ceux qui insistent sur cette notion du contrat. Chez eux persiste le souvenir, souvent nostalgique, d’un passé où l’autonomie et l’exercice de droits citoyens non seulement furent possibles mais aussi portèrent leurs fruits dans la construction d’une communauté avec une histoire et une identité forte. Ce sont des pobladores et des dirigeants dont l’expérience parle d’une grande capacité de contrôle culturel sur leurs propres destins. Le souvenir de batailles gagnées avec et contre l’État est le signe de leur capacité de manœuvrer même dans des conditions et des contextes sociaux adverses. On n’invoque l’État que dans la mesure où il contribue à une nouvelle rencontre avec la sociabilité et la communauté perdues. Dans des situations de rencontre avec un État démocratique et ouvert aux instances de dialogue, ces capacités qui semblent dormir affleurent avec toute leur force donnant vie à une notion du contrat que l’on crut souvent perdue.

La révolution dans la liberté et le programme de réforme agraire de Frei Montalva des années soixante, ainsi que le gouvernement d’Allende des années septante se situent certainement dans cette perspective. Au cours des années nonante, les programmes sociaux du fonds de Solidarité et d’investissement social, malgré leurs erreurs300, recueillent, bien que de façon bien plus réduite qu’au cours des périodes de Frei Montalva et d’Allende, l’esprit de ces principes de droits et de justice collective.

3.5. Identité(s) dans la pauvreté

Dans des contextes de forte transformation de vie, tout comme les principes qui définissent le contrat social se diversifient, il en va de même pour les certitudes autour des identités et du propre projet vital. Le concept de nouvelle question sociale301 surgit précisément pour rendre compte que nous devons faire face à une nouvelle forme de penser la relation entre individus, ses identités et le tout social.

Une façon de s’approcher du problème des transformations identitaires a été de le faire à partir des changements structurels de la société globalisée. On l’a appelée société réseau, modernité tardive ou société du risque302 et l’on coïncide pour signaler la profondeur des changements qui affectent l’ordre social actuel et la déception de la collectivité comme cadre ordonnateur de la vie sociale.

300

Clientélisme et inefficience fondamentalement. 301

Rosanvallon,1998. 302

Castells, 1998; Giddens,1998; Beck, 1997.

Affrontés à la caducité des vieux référents normatifs et sociaux qui définissaient les actions et les dotaient de certaines certitudes, on remarque que les sujets se voient obligés aujourd’hui à agir dans un contexte où les marges d’imprévisibilité, de contingence et d’incertitude sont considérablement amplifiées. Par ailleurs, alors que certains auteurs mettent l’accent sur l’émancipation progressive du sujet, d’autres signalent les risques et le déficit de l’individualisme ainsi que la perte des référents collectifs et publics. Au-delà des différences entre auteurs, il existe une coïncidence pour signaler la tendance croissante envers l’individualisation du social et ses répercussions sur l’expérience de chacun. Effets qui non seulement font allusion aux questions d’ordre économique, technologique ou industriel, mais qui désignent aussi les effets d’un processus de désinstitutionnalisation des cadres collectifs, qui structuraient l’identité sociale et individuelle (famille, école, traditions, religion), et qui obligent à repenser les nouvelles dimensions des identités dans les sociétés contemporaines.

Se référant à l’époque actuelle Bajoit (2002) signale ceci : « Ce n´est pas évident, en effet, de se doter d´un projet identitaire auquel jeunes, pobladores, ouvriers puissent eux-mêmes adhérer et qui leur soit reconnu par les autres, donc, de se donner une identité dans laquelle ils se sentent bien. Cette sorte d´harmonie acceptable entre l´individuel et le social – ce sentiment de devenir soi-même en faisant ce que la société attend -, qui a pu paraître plus “naturelle”, plus évidente, plus simple à d´autres générations, semble être devenue difficile aujourd´hui… De toute évidence, il y a un malaise, dans la manière dont notre société socialise ses membres. On peut donc parler d´une tension, plus ou moins forte, entre l´individu et la société: réussir socialement et réussir sa vie, ce n´est plus tout à fait la même chose.”303

Effectivement, si autrefois le fils de mineur savait que son destin était de l’être tout comme son père, aujourd’hui ce même fils sait que la réponse concernant son avenir reste pendante et que sa recherche est un itinéraire fondamentalement solitaire. Les modèles d’intégration ne paraîtraient déjà plus assurés. Raccourcir la brèche entre le désirable et le possible est étroitement associé à la capacité du sujet à construire une expérience sociale qui arrive à combiner de façon adéquate les constructions sur lui-même et celles qui opèrent autour de lui ainsi qu’à transiter au milieu d’elles ; l’importance des tensions structurelles et des supports fondamentaux pour la réalisation identitaires n’est pas moindre.

Les histoires de reproduction de la pauvreté renvoient nécessairement à la question de savoir si par hasard ces positions dans le marché et dans la structure sociale représentent une condamnation ou bien si les personnes qui sont dans l’une ou l’autre peuvent changer de scénario. Effectivement, dans des conditions d’extrême pauvreté et de forte inégalité sociale la marge de manœuvre semble mince, mais las biographes montrent que la propre position n’indique pas toujours une condamnation.

3.6. Réflexion et travail de l’identité

L’assisté est par définition celui qui mérite d’être aidé par l’État ; c’est l’exclu, le désaffilié de Castel, celui qui manque de liens fondamentaux pour se faire les ressources lui permettant de résoudre sa survie et d’initier un itinéraire d’intégration sociale. Le dépassement de la pauvreté, en ces termes, serait aussi la transformation de sa condition de dépendance de l’État, de l’assistance. C’est le défi auquel se trouve confronté le pauvre dans sa relation quotidienne avec la société.

303

Bajoit, 2002.

L’effort de dépassement de la double condition de pauvre et d’assisté suppose aussi de réduire la distance entre le souhaité et le possible. L’expression travail de l’identité a son sens, à savoir le travail permanent des individus pour concilier et rapprocher ce sentiment de réalisation de soi et la reconnaissance des autres.304 La capacité de se faire une identité305 surgit de ce travail que chacun réalise pour diminuer la distance entre le souhaité et l’assigné.306 Effort permanent qui, dans le cas de ceux qui se trouvent dans une situation de dépendance et de pauvreté, est particulièrement difficile à maintenir. Les supports pour la réalisation d’un projet identitaire sont bien sûr fragiles pour qui vit dans cette situation de pauvreté et d’inégalité d’opportunités.

Nous savons que derrière tout assisté, pour très dépendant qu’il soit de l’État, il y a une histoire individuelle qui renvoie à un temps et à un espace spécifique et qui s’y inscrit. Et c’est justement cette inscription sociale, culturelle et historique qui octroie un lieu, une identité, une possibilité et une empreinte à la biographie de chaque sujet pour très pauvre qu’il soit. Et s’il est vrai que l’histoire et la propre position sociale marquent des tendances dans la réalisation et la construction du sujet, elles ne le décident pas. Les itinéraires biographiques sont par définition l’identité mise en action; et bien qu´ils ne pourront jamais échapper aux dynamiques de ce qui a été hérité, ils ne pourront pas non plus le faire par rapport au désir permanent de réalisation de soi. 307

Spécifier en quoi l’identité est déterminée par la position de l’individu dans la structure sociale ne nie cependant pas sa singularité. Dans des sociétés inégales et qui sont en processus de transformation, l’expérience sociale et individuelle n’est pas assurée parce qu’elle n’est pas une seule ; ce sont les individus qui devraient s’efforcer pour donner un sens à leurs pratiques. Cette diversification de l’expérience, en même temps que les exigences de l’individualisation, surgit aujourd’hui comme la forme de l’expérience moderne. Il ne faut pas s‘étonner de la multiplicité des références identitaires, peu consistantes et souvent débiles au niveau collectif. Les individus doivent réaliser des ajustements permanents pour tenter de maintenir une certaine cohérence dans un milieu qui exige des réponses rapides et opportunes.

L’analyse des récits des plus pauvres nous permettra de nous rendre compte de ces processus et de montrer les accords que les sujets, en situation d’assistés, établissent avec leur entourage social pour dépasser leur situation de carence et pour faire l’expérience d’être quelqu’un dans la vie.

Les itinéraires de vie sont toujours un acte constitutif qui fait appel à la mémoire, à l’imagination et à la capacité réflexive. L’identité est justement cette tentative de construction et de projection de soi-même par rapport aux autres. On ne peut comprendre ni accomplir sa réalisation personnelle sans la reconnaissance sociale, sans le regard aimable et respectueux d’un entourage à partir duquel pouvoir établir des complicités pour réaliser et concrétiser un projet de vie simultanément social. 308

304

On reconnaît ces dimensions dans la plus grande partie de la littérature sur l’identité ; l’identité est par définition la construction et la tension permanente entre l’identité pour soi/l’identité pour l’autre, dont on peut concrétiser l’expression en termes d’une réalisation identitaire ou la garder comme projet futur, repoussé ou de difficile atteinte. Les analyses sur l’identité mettent toujours à l’épreuve cette matrice de tensions dans les processus de construction identitaire. Bajoit, 2002, Belin, 1995; Larraín, 2000. 305

Bajoit (2002) utilisera le concept de « gestion des tensions existentielles » , j’ai toutefois préféré parler de « processus de construction identitaire » et éviter ainsi le terme de « gestion » en raison de son association qu’il tend à avoir avec l’administration rationnelle de ressources. 306

Bajoit utilisera le terme de consonance existentielle pour se référer à ce travail de résolution des tensions qui se génèrent entre l’identité désirée et celle assignée. 307

De Gaulejac, 1999. 308

Bajoit, 2002; Sennet, 2003.

Comme nous l’avons signalé en d’autres textes309, les histoires des plus pauvres, des assistés sont souvent des histoires d’ajournement de leurs projets de vie; chez les plus pauvres, la vie se passe souvent dans la survie, à savoir dans le désir véhément et partant dans l’absence de projets quels qu’ils soient.

En termes simples, l´histoire et les itinéraires des plus pauvres parlent souvent d’ajournement et de résignation, c’est-à-dire de la difficulté pour concrétiser ou mettre en œuvre le propre projet de vie, projet qui, comme nous le savons, ne répond pas toujours à ce que l’on rêve pour soi-même, mais projet de toute façon. Dans les vies ajournées, leurs protagonistes perçoivent qu’entre le souhaité et l’obtenu il existe un abîme infranchissable et dans le meilleur des cas difficile à esquiver.

L’histoire des pauvres est un bon exemple de comment la réalisation de la propre vie se construit en une complexe transaction entre les opportunités que la position de chacun et les circonstances octroient et la capacité du sujet de se faire valoir et de mettre au service de lui-même les ressources que cette structure d’opportunités lui offre.

Dans cette recherche permanente, le poids de l’histoire et de la culture sur chaque sujet peut être plus ou moins importante, mais l’individu ne se réduit jamais totalement à ces conditions, il lui revient plutôt de répondre, de construire et de créer des réponses à sa situation.

La réalisation de la propre vie semblerait être étroitement liée à la résolution de cette tension entre les constructions qu’un individu possède à propos de lui-même et celles qui opèrent dans son entourage. Même si la relation entre ces deux dimensions est étroite (l’image de soi est dépendante de la reconnaissance de l’autre et vice versa), toutes les deux n’ont pas la même signification. L’analyse des itinéraires individuels illustre amplement la pertinence de cette distinction. Dans les récits de vie, on découvre souvent des efforts désespérés des sujets pour rompre cette distance entre l’image de soi et la reconnaissance que les autres font d’elle.

De façon synthétique, la réalisation du propre projet de vie et de l’identité semble étroitement liée à la capacité des sujets de construire une expérience sociale qui arrive de façon adéquate à combiner l’hérité et le souhaité et à transiter parmi eux. La manière de chacun pour résoudre cette tension ne sera pas identique, les logiques du sujet variant toujours entre conformisme ou rébellion pour en finir avec la distance entre le souhaité et le possible : «Chacun se débrouille comme il peut, entre ce qu´il veut et ce qu´il doit, avec son mélange de vérité et de mensonge, de lucidité et de ruse, de droiture et de compromission. Pour rester sujet, il faut savoir tantôt fermer les yeux sur soi-même, tantôt les ouvrir.»310

C’est au moyen de ce processus que les individus construisent leur identité, identité que chacun cherchera soit dans sa famille, soit dans son travail, soit dans sa communauté, dans l’État, dans le quartier. Le travail sur soi-même, l’identité, suppose toujours un travail avec d’autres, en relation avec les autres; c’est un travail de liens et d’engagement, toujours. C’est là, dans la pratique quotidienne, individuelle et collective, que la capacité de ces pobladores de construire le projet identitaire souhaité est finalement mise à l’épreuve.

309

Márquez, 2002; Bengoa, Márquez et Aravena, 2000. 310

Bajoit, 2002.

3.7. Le pauvre par rapport à l’État

Par l’intermédiaire de quelles actions les pauvres de la ville arrivent-ils à dépasser leur condition de carence et de dépendance par rapport à l’aide de l’État ? Quelles conditions l’État doit-il remplir pour pouvoir avoir une incidence sur ces itinéraires de mobilité et d’autonomie ?

On ne peut comprendre le dépassement de la condition de pauvreté et le début d’itinéraires d’intégration sociale si on ne fait pas l’analyse du sujet et de ses pratiques sociales, à savoir des actions orientées socialement avec d’autres. L’étude du jeu complexe de négociations et d’interactions entre l’État et les sujets est centrale pour comprendre comment à travers lui s’accordent des engagements et des actions en vue de constituer de façon conjuguée l’ordre social. Le poids structurant des dimensions externes a besoin d’être complété par une analyse de la pratique, c’est-à-dire de l’interaction et des sens mis en jeu par les assistés et les agents de politique.

311

La relation entre des agents et des assistés est une relation qui se constitue des deux côtés. Admettre l’existence de cette diversité de pratiques oblige donc d’envisager le problème á partir d’une perspective de champ de relations 312 où les uns et les autres mettent en œuvre des stratégies différentes. Les agents publics ont certainement leur propre façon de se représenter et d’interpréter les problèmes qui affectent les plus pauvres et ce sont eux aussi qui définissent les critères et les actions qui, à leur jugement et dans le cadre de leur position au sein de la structure de l’État, semblent les plus adéquats.

Le concept de champ de relations 313 nous permet de relever deux aspects centraux pour notre propos : la notion de champ314 qui fait allusion aux forces structurantes de la société et de ses agents, et la notion de relations qui fait allusion à l’interaction des acteurs et à leur relative autonomie par rapport à des structures. La notion de champ rend possible l’incorporation de l’analyse des différences entre les agents ainsi que la complémentarité et la rivalité qui se construit entre eux. Pour autant, elle nous rapproche de la compréhension des rapports de force entre les exécutants des programmes et des politiques et leurs logiques de concurrence. Plus importants sont les ressources, les programmes et les subsides dont dispose l’État, plus grand sera le contrôle du champ.

Le concept de champ, par opposition à la l’optique interactionniste, nous offre une vision structurelle qui prend en considération les effets qui se produisent en marge de toute interaction. La distribution inégale pèse aussi sur tous les agents. Pire soit leur situation, plus restreintes seront leurs possibilités d’agir et de s’imposer. Le champ propose un futur prévisible et calculable et les agents acquièrent en lui des connaissances pratiques et des dispositions transmissibles (des routines) qui sont les fondements de leurs pratiques.

La notion de champ marque la rupture avec la logique abstraite de la détermination automatique. C’est la structure du champ, c’est-à-dire la structure de rapport de force ou de pouvoir entre les agents qui détermine les conditions dans lesquelles ceux-ci décident, ou négocient, le transfert de l’aide de l’État. Cette vision de l’action restitue aux agents une certaine liberté et une marge de manœuvre, sans oublier

311

Remy et al, 1991 312

Bajoit, 2002. 313

Hirschman (1970) parlera de « système de relations » ; Villasante (1994) d’ « ensemble d’actions » dans une perspective semblable à la nôtre. 314

Bourdieu, 1987.

complètement cependant que les décisions ne sont pas autre chose que des options entre des possibilités définies et que les actions doivent aussi leur orientation et leur efficacité non seulement à la relation intersubjective mais aussi à la structure des relations données, objectives.

Cependant, la notion de relation et d’interaction introduit la possibilité que les assistés interviennent et entrent dans la controverse sur les termes de la relation à l’intérieur de ce champ. Le poids ou la force dont cet acteur dispose, acteur qui souffre du champ en même temps qu’il le structure, dépend finalement de l’ensemble de l’espace social.

315 Ce que nous voulons dire est que le transfert, à savoir celui de ressources déterminées, de capacités ou de valeurs aux pobladores de la part de l’État n’opère pas de façon linéaire ni directe. Au contraire, il existe une série de médiations sociales qui ouvrent des possibilités distinctes d’appropriation ou d’utilisation de l’offre de l’État de la part des sujets.

Les pobladores, sujets de politique, ne sont pas non plus un groupe uniforme et homogène. Déterminer cette diversité exige une analyse de la représentation de cette relation et des ressources que l’on arrive à mobiliser dans cet échange. Le degré de dépendance par rapport aux services offerts est lui aussi essentiel pour comprendre leurs stratégies et leurs orientations vers la mobilité sociale. Les pobladores ont leurs représentations, ils discutent, négocient ou acceptent les critères qu’on leur impose, mais toujours dans la perspective d’adapter ces services et ces ressources à leurs stratégies particulières, à leurs identités et à leurs projets de vie. 316

Les pobladores ne sont jamais des sujets passifs dans leur relation avec les agents de l’État. Ils interprètent les perspectives et les processus identitaires que leur fournit leur horizon social et culturel et ils agissent en conséquence. Dans leur quotidienneté et avec un degré distinct de contrôle et de pouvoir, ils négocient et réinterprètent toujours les propositions de l’État. La réalité sociale n’est pas seulement une condition qui rend plus difficiles les stratégies d’action et les empêche, elle définit aussi, utilisant la célèbre formule sartrienne, un champ du possible.

Il est bien connu de la part des fonctionnaires municipaux comment les gens cachent leurs choses, quand on les soumet à l’enquête pour la fiche CAS, dans le but de paraître plus pauvres qu’ils ne sont et d’avoir ainsi accès à la possibilité de subsides, ou encore, ce qui est plus surprenant, ils cachent leur pauvreté pour éviter le stigma du subside. 317

Au cours de l’interaction, il y a des conséquences non intentionnelles, qui résultent posséder une position clé pour comprendre l’importance symbolique ou matérielle qu’un subside ou un programme social assume pour un groupe ou un sujet déterminé. Autrement dit, les stratégies d’intervention sociale mises en pratique par les agents de l’État ont des effets différents dans l’agir des sujets et de leurs familles, ainsi que dans la construction du champ de relations entre eux et le réseau de l’État. Toute offre de l’État, toute politique sociale constitue, du point de vue de son contenu et de l’offre

315

Bourdieu, 2000. 316

Martinic, 1995. 317

D’accord avec les assistantes sociales de la commune de Pudahuel, ce phénomène est plus récent et on l’observe dans des familles qui, au milieu des années quatre-vingt-dix, c’est-à-dire en pleine croissance de l’économie chilienne, arrivèrent à dépasser la « ligne de pauvreté », mais qui virent tomber à nouveau leurs ressources à la fin de la décennie. Ces familles se refusent à redevenir « quadrillées » ou « classifiées » comme pauvres/assistés en raison du fait qu’ils cachent non pas leurs biens mais bien leur chômage ou leur diminution de ressources ; même quand cela leur signifie par exemple que leurs enfants ne reçoivent pas de bourse d’alimentation (notes de terrain août 2002).

elle-même, une stratégie d’intervention qui d’un côté propose une réponse technique et qui de l’autre organise un espace social dans lequel les relations sociales entre les acteurs qui interviennent dans l’expérience se structurent.

Dit de façon synthétique, étudier la relation entre pobladores et les politiques publiques n’est pas le faire au sujet de la relation face à face entre un individu et un agent public, mais un champ de relations complexes entre pobladores et fonctionnaires qui n’ont pas les mêmes préoccupations, ni les mêmes ressources, ni la même conception quant au comment concrétiser des notions du contrat social, parfois radicalement différentes.

Le thème du comment cette expérience se construit et quelles sont les logiques qui orientent l’accès à ces opportunités théoriquement ouvertes à tout le monde constitue précisément le sujet de l’analyse.

Dans la troisième et dernière partie de ce document, nous présenterons brièvement, à partir de l’analyse des récits de quarante-huit pobladores, les aspects suivants : i) les conceptions du contrat social, - à savoir des droits et des devoirs entre ces habitants de la lisière de la ville et de leur capacité d’échanger, de négocier et d’imposer leurs points de vue face à l’État et à ses agents publics - ; ii) les tensions identitaires de ces pobladores par rapport à la réalisation ou la non réalisation de leur projet identitaire, ainsi que les contradictions entre l’idée et l’aspiration qu’ils se font d’eux-mêmes et la réalisation effective de leur projet identitaire ; iii) le travail identitaire de ces sujets vis-à-vis d’eux-mêmes et de leurs relations d’altérité, qui est ce qu’ils disent d’eux-mêmes pour justifier, résoudre et réaliser leur projet identitaire et satisfaire leurs aspirations; et finalement, iv) les principes qui orientent l’action de chaque poblador par rapport à l’État, au marché et à ses égaux pour réaliser son projet et ses conceptions du contrat social.

En suivant cette matrice d’analyse nous proposons de comprendre les processus à travers lesquels les politiques sociales ont une incidence – ou non – sur la mobilité et sur l’intégration sociale des plus pauvres de la ville.

4. Conclusions : Du contrat social

4.1. De l’égalité et du contrat social

L’égalité, la distance entre groupes sociaux vis-à-vis du pouvoir et de la richesse constituent la grande préoccupation qui accompagne nos sociétés modernes. La société naît de la recherche de l’intégration et la pensée du social se fait l’écho de cette crainte à l’égard de la rupture et de la désagrégation. C’est ainsi que nous en avertissent les analyses qui rendent compte du passage de la communauté à la société, ou du comment le capitalisme et l’individualisme attentent contre la société. C’est dans ce cadre qu’il faut comprendre que malgré les inégalités et les asymétries sociales, la majorité des sociétés actuelles affirment le principe de l’égalité, celle des droits, des libertés et même celle des opportunités et des capacités…318

Depuis l’illuminisme, toutes les philosophies politiques et sociales, y compris les plus libérales, même si elles justifient certaines libertés réelles, postulent l’égalité entre les hommes dans certains domaines. Tocqueville identifiait déjà la modernité et le propre

318

Dubet, 2000, 2003.

sens de l’histoire comme le triomphe obstiné de l’égalité. Égalité qui ne sera pas seulement l’égalité réelle des conditions de vie mais aussi l’extension d’un principe d’égalité des individus malgré les inégalités sociales réelles.

Pour Rousseau, l’égalité sera le centre de la justification d’un ordre civil pervers. L’État, né du pacte initial entre les hommes, a l’obligation de garantir la liberté à travers les lois, de promouvoir l’équité distributive de la richesse et d’encourager un système éducatif fondé sur le sentiment de l’amour pour la collectivité. Ce sont sur ces piliers que se fonde l’équilibre d’une société qui enchaîne ceux qui l’intègrent, mais il est néanmoins bénéfique de lui appartenir. Dans cet accord généralisé, chaque homme se livre à la communauté et tous y gagnent vu que ce que l’on perd individuellement est compensé par ce que l’on reçoit des autres. Dans la célèbre formule de « Du Contrat Social », ce dont il s’agit est de trouver alors « une forme d’association qui défende et protège avec la force commune la personne et les biens de chaque associé et en raison de laquelle chacun s’unissant à tous n’obéisse qu’à lui-même et reste aussi libre qu’avant ; tel est le problème fondamental auquel le contrat social apporte une réponse. » 319

Ainsi conçu, le contrat social génère une nouvelle entité morale collective à laquelle tous ceux dès lors « citoyens » appartiennent, obtenant des droits tels que ceux de liberté, d’égalité et de propriété. Dans la modernité, les individus seraient considérés comme égaux et leurs inégalités empiriques ne pourraient pas se fonder sur la naissance, ni sur la race ni sur la tradition.

Toutes les théories du contrat social placent comme principe une égalité initiale à partir de laquelle il serait possible de discriminer entre les inégalités justes et injustes. Effectivement, les sociétés modernes sont égalitaires dans la mesure où elles étendent le droit à l’égalité, spécialement à celle des opportunités, ainsi que dans la mesure où en termes normatifs, juridiques et politiques elles acceptent les inégalités mais empêchent que les individus entrent en concurrence pour les opportunités économiques, politiques, juridiques et éducationnelles.

L’égalité finalement est à l’origine de la dynamique sociale de la modernité, des utopies des mouvements sociaux et de l’imaginaire de bon nombre d’individus.

Des notions du contrat

Dans la théorie de Rousseau, le contrat social est à la base de la constitution de l’État ; en vue de notre analyse des récits et des perceptions des pobladores, nous entendrons par contrat social la relation entre les pauvres et l’État, leurs droits et leurs obligations ; à la base de cette conceptualisation appliquée du contrat social il y a la citoyenneté.

Dans la conception moderne de citoyen confluent le principe de l’égalité de base des personnes et la considération de l’individu comme membre d’une collectivité, exprimée par l’intermédiaire de la reconnaissance d’une série de droits fondamentaux. De cette façon, la citoyenneté renvoie toujours à l’idée d’une structure de droits et de responsabilités des personnes dans leurs relations avec l’État et la communauté politique. Le contrat social de Rousseau conçoit que tous ceux qui participent à ce contrat ont une condition de citoyenneté égale, mais dans les sociétés à haut degré de pauvreté et d’inégalités, les plus pauvres savent que cela n’est pas respecté. Le contrat social est donc un concept adéquat pour comprendre le type de société imaginée à partir de ces histoires de pauvreté.

319

Rousseau, (1762), 1999, Libro Primero, VI.

Une première évidence qui parcourt notre étude se trouve dans les multiples visages que la notion de contrat social acquiert aujourd’hui chez les plus pauvres. Notions diverses qui se superposent et parfois s’opposent entre elles. Nous avons pu établir quatre types idéaux, c’est-à-dire quatre formes d’imaginer et de représenter l’accord (implicite ou explicite) entre divers acteurs, qui n’exprime pas seulement les aspirations de la collectivité, mais aussi la légitimité des intérêts collectifs en raison desquels chacun est disposé à remettre à plus tard où à renoncer à une partie de ses propres intérêts.

Dans ces nos sociétés modernes, la pauvreté en tant que « question sociale » est un sujet de préoccupation publique ; c’est l’État qui est appelé à s’en charger. Dans des sociétés aux niveaux de pauvreté tels que ceux des sociétés latino-américaines, la notion d’un contrat social contient toujours une réponse à la question sur la responsabilité de l’État à l’égard de ceux qui sont en situation de carences et d’exclusion de la société. Que doit faire l’État pour aider les plus pauvres à sortir de leur condition ? Les réponses à cette question sociale, nous le savons, dépendent en même temps de la manière dont la pauvreté au cours de l’histoire et des sociétés a été représentée et conçue. Une question inéluctable pour la définition de la question sociale set celle-ci : Comment ou pourquoi on arrive à être pauvre ?

Si la pauvreté est conçue comme une question structurelle, ce sera un devoir pour l’État d’aider les plus pauvres en tant que catégorie sociale et que victimes du fonctionnement du système social, qu’il s’agisse de les protéger et de les assister en leur condition de pobladores organisés, de collectif de travailleurs, de femmes, ou de les aider à s’unir, à solidariser et à se mobiliser autour de projets collectifs pour tirer avantage de leur rapport de force. Sortir de la pauvreté exige donc des acteurs dominés de dénoncer et d’agir sur la production structurelle de la pauvreté et de l’exclusion.

Si les origines de la pauvreté se situent chez l’individu, il reviendra à l’État d’aider les pauvres à sortir de la pauvreté grâce à la mise à leur disposition des moyens adéquats. En tant que marginaux, ils pourront être resocialisés, disciplinés, habilités et acculturés selon les normes dominantes ; en tant que dépendants ou désaffiliés, il faudrait les aider à obtenir les ressources, les qualifications et les capitaux leur permettant de devenir autonomes et responsables de leurs destinées personnelles. Sortir de la pauvreté est alors une affaire de capacités et d’effort de chacun.

La responsabilité dernière de l’État et la définition des principes de l’aide de la part de l’État se débattent entre deux versants de l’idée classique de justice sociale, à savoir l’équité et l’égalité. L’égalité vise la plus petite distance acceptable entre catégories sociales vis-à-vis du pouvoir et de la richesse, elle suppose un plancher et un plafond et partant exige une action redistributive et non corrective du marché de la part de l’État.320 La considération du contrat social comme affaire de solidarités instituées envers les pauvres requiert alors l’instauration de mécanismes de redistribution de la richesse. L’égalité fondamentale proclamée par la Déclaration universelle des droits de l’homme constitue la base minima d’une égalité appelée à devenir réelle dans la mesure où la redistribution des richesses se concrétise. La légitimité du contrat s’appuie sur les nécessités matérielles des gens dans des conditions de pauvreté ; prouver telle condition de carence est pour autant une condition de l’individu et/ou de sa communauté pour pouvoir bénéficier légitimement de l’aide instituée socialement et que l’État se charge d’administrer. 321

320

Carretón et Cumsille, 2002. 321

Bajoit, 2005.

L’équité, de son côté, vise l’égalité d’opportunités pour la satisfaction de nécessités de base ou d’aspirations définies socialement. Cela exige de l’État un éventail de politiques générales permettant d’assurer un plancher à tous ainsi que de politiques correctives du marché. Le pauvre doit prouver, pour avoir un accès légitime à l’aide instituée, non seulement sa nécessité matérielle, sa condition de pauvre, mais aussi son engagement et son intérêt pour sortir de la pauvreté et atteindre son autonomie individuelle ou collective. L’État, de son côté, devra lui assurer l’égalité d’opportunités et un accès aux moyens pour obtenir cette autonomie.

Dans le principe de l’égalité, on reconnaît l’idée du contrat social qui prévalut durant toute la première phase de la modernité, celle de la société industrielle, tandis que les principes de l’équité font leur apparition en même temps que l’instauration du modèle néolibéral et des rapides transformations de notre société.

Notre étude montre l’existence de ces deux dimensions dans les perceptions des pobladores, le principe de l’équité compris comme le droit de tout Chilien à avoir accès à un minimum de subsistance digne et le principe de l’égalité entendu comme l’affirmation du caractère solidaire et anticlassiste de la société. L’absence du premier affecte et provoque l’érosion de l’identité des individus ; l’absence du second au contraire affecte et provoque l’érosion de la société en tant que communauté.

Nous avons vu que dans la construction et dans la genèse de ces types idéaux du Contrat social se conjugue une certaine idée non seulement de ce qu’est la pauvreté, la vie du pauvre, mais aussi de ce que l’on attend de l’État et de soi-même. Les notions du contrat social naissent d’un contexte social historique, d’une expérience, d’une identité et de la définition d’un accord social et historique.

C’est à partir de cette diversité de notions du contrat social que les pobladores et les agents de l’État entrent en relation et construisent leur champ d’action. Dans le contexte de cette pratique, des conditions matérielles et sociales, des sens culturels et idéologiques on construit les relations de confiance ou de méfiance, de suspicion ou de soumission, de domination ou d’autonomisation, de stratégie pragmatique ou de nostalgie silencieuse. C’est dans le cadre de ces interactions que chacun intériorisera les finalités légitimes, acquerra les compétences, se servira des ressources, prendra sa part d’opportunités et fera l’expérience des formes de domination ou en souffrira.

C’est justement pour cela que l’imposition ou la traduction du contrat social est mesurée par la propre expérience, des relectures et des interprétations multiples existeront toujours. Dans la pratique, les pauvres perçoivent de diverses façons leur citoyenneté ; il y en a qui tout au long de leur vie de misère n’ont accumulé aucune notion de leurs droits et ne font qu’implorer de la part de l’État l’aide et la charité (modèle de la bienfaisance) ; il y en a d’autres, de forte tradition communautaire et paysanne pour qui les droits citoyens se constituent collectivement et on n’exige de l’État que la reconnaissance de sa condition de tel (modèle de communautarisme de résistance) ; il y en a d’autres au contraire qui apprirent que les droits de citoyenneté se construisent collectivement et habilement sous la protection de l’État et de ses politiques sociales (modèle de participation assistée) ; enfin, il y a ces pobladores qui, étant pauvres, apprirent au long de leur itinéraire que s’il y a des droits il y a aussi des obligations et on demande simplement à l’État qu’il s’ouvre et qu’il facilite les opportunités (modèle de citoyenneté moderne).

La relation d’aide et d’assistance au plus pauvre se construit à partir de cette diversité de regards et de points de vue, comme dira Bourdieu. Elle est toujours une relation problématique qui transite de façon ambiguë entre le discours pour les droits des pauvres, les évidences de la domination et la rareté d’opportunités.

Des pauvres

Le désir d’une vie meilleure, d’une place dans la société et dans la ville est et a été historiquement une revendication à la base du mouvement de pobladores au Chili. Dans ce désir, les pobladores des années quatre-vingt-dix ne semblent pas se différencier de ceux qui les ont précédés. Néanmoins, leurs récits laissent entrevoir trois éléments distincts de ce que furent les acteurs populaires du milieu du XXe siècle. Un, la débilité de leur appartenance de classe (ouvrière, populaire) ; deux, l’aspiration croissante, bien que non exclusive, à l’intégration et à la mobilité individuelle ; et trois, étroitement liée aux deux précédentes, la force que, dans la relation avec l’État et ses politiques sociales, le silence, le pragmatisme, le désespoir et une action fragmentée et d’évidente réclamation clientéliste acquièrent.

C’est peut-être dans ces traits que réside l’un des changements les plus importants, en considérant la tradition communautaire et de lutte sociale, du monde des pobladores au Chili. La croissante individualisation et le détachement des liens et des habitus qui les contenaient et à la fois les protégeaient sont une évidence confirmée par notre étude.

La participation du monde des pobladores, comprise comme une expression de citoyenneté, pendant des décennies contribua à contrôler et à limiter le pouvoir de l’État. Mais surtout, la participation du mouvement des pobladores stimula le développement d’une culture de plus grande agitation et de justice sociale supérieure. Aujourd’hui, la constitution d’acteurs sociaux est affrontée non seulement à la diversification de leurs principes d’action et à la carence de thèmes unificateurs mais aussi à l’exclusion et à la vulnérabilité sociales. Dans des situations d’intégration sociale fragile vis-à-vis des modèles de modernité, les acteurs pobladores sont absents du scénario et du débat public. Non seulement le contrôle culturel s’est érodé, mais de plus la notion du contrat social s’est fragmentée.

À partir de la précarité des référents collectifs et des obstacles du marché, la construction de « soi-même » devient en sa plus grande partie un travail harassant. Les difficultés pour l’autodétermination des individus dans ces univers de pauvreté et de démobilisation sont évidentes. Les processus d’individualisation surgissent alors comme une tension qui se débat entre la terreur de la perte de la communauté et le désir compulsif de la rupture avec ces liens ataviques du monde solidaire et à la fois encadrant de la pauvreté. Pour les uns, la perte de ces liens ne peut pas autre chose que signifier l’enfouissement dans la pauvreté et l’incertitude face à un contexte de forte vulnérabilité et d’exclusion ; pour d’autres, c’est la possibilité d’une émancipation et finalement d’une intégration aux promesses de la modernité, du marché et de la mobilité sociale si attendue, que tous les pobladores cherchent d’une façon ou d’une autre. Dans les récits des pobladores, la pauvreté et l’inégalité apparaissent d’un côté comme un impératif inéluctable parce que la pauvreté et l’inégalité détruisent la solidarité de la société et de ses communautés, mais d’un autre côté il existe un grand scepticisme quant à la capacité de l’État, de la société et de chacun pour en sortir.

La méfiance à l’égard des capacités de l’État n’arrive cependant pas à se transformer en une confiance envers les mécanismes du marché-enfouissement ou de la société civile. Au contraire, l’État est encore perçu comme le principal, et parfois l’unique, responsable du développement et de l’égalité. La réclamation cependant vient de la perception que l’État n’a pas la capacité ou la volonté de résoudre les problèmes qui les affectent. La réclamation n’est pas une négation de l’État ni un cri de soulèvement, elle n’est qu’une plainte de qui se sait oublié par le père protecteur. L’expérience leur a enseigné que sans État, il n’y aura pas de redistribution ni de survie possible. Malgré les évidences de la bureaucratie, du pouvoir, des influences, des intérêts privés, etc. face aux évidences de la propre pauvreté, l’invocation dirigée à l’État persiste.

Le scepticisme à l’égard du dépassement de leurs conditions naît aussi de la perception que les acteurs collectifs, les organisations et les liens communautaires se sont affaiblis. La nostalgie cependant envers un passé de solidarités laisse entrevoir que l’action collective est encore valorisée. Néanmoins, personne ne pense qu’en réactivant ces vieilles solidarités on pourra dépasser les conditions de pauvreté et d’inégalités. La méfiance, le stigma, la violence et la discrimination sont là pour faire avorter toute tentative de réactivation de ces collectivités.

C’est précisément cette tension entre l’impératif éthique de l’égalité et le scepticisme envers l’État et les acteurs sociaux comme instruments pour y arriver qui explique une bonne partie du pragmatisme ambigu qui persiste chez les pobladores. Se gratter de ses propres ongles, se suffire à soi-même, surgissent comme des réponses plus que comme une valorisation des mécanismes du marché, comme des mécanismes défensifs d’un désespoir appris. Plus qu’un projet individuel, ce que l’on observe est une forte nostalgie pour la communauté perdue et une réclamation persistante envers un État débile. Chez ces pobladores, la valorisation d’un contrat social qui mise sur l’égalité et la méfiance vis-à-vis de sa concrétisation se côtoient.

Historiquement, au Chili les quatre niveaux de citoyenneté et de modèles du contrat social ont vécu ensemble. Le plus traditionnel a été celui de la bienfaisance. Les pauvres voient dans l’État la possibilité de protection que dans les systèmes des haciendas et semi féodaux le patron leur octroyait. Ce fut aussi la base du populisme des gauches latino américaines.

Face à l’absence de citoyenneté, les communautés s’organisèrent en sociétés de résistance. Au Chili, il existe une longue tradition qui va du début du vingtième siècle jusqu’à aujourd’hui, où la solidarité est la valeur centrale qui organise la communauté. On exerce des pressions sur l’État pour qu’il reconnaisse les droits des pauvres, par exemple celui au logement gagné d’un commun accord. La participation des pobladores dans la solution de leurs problèmes a été présente dans de nombreuses politiques les plus récentes de l’État. C’est ainsi qu’il se produit une sorte d’alliance entre pobladores et État en fonction d’objectifs concrets, logement, eau potable, égouts, électricité, pavement, etc.

Finalement, la notion de droits proprement dite, qui reconnaît les pauvres comme des citoyens de plein droit, des sujets de droit, est encore une notion de citoyenneté sûrement pendante. C’est cet imaginaire qui est présent chez de nombreux pauvres mais qu’il est difficile d’atteindre soit en raison de la précarité dans l’emploi, de l’accès fragmentaire au marché, de l’absence ou de la réalisation partielle de leurs droits économiques, sociaux et culturels, et par là même de leurs droits civils et politiques.

L’analyse de ces quatre modèles nous montre que dans la mesure où les systèmes traditionnellement d’assistance ou de bienfaisance (État absent), ou que les mécanismes de caractère communautaire (communauté perdue) s’affaiblissent et s’érodent, il ne reste que les modèles de participation assistée (cooptée) et de citoyenneté incomplète. Dépourvus du père bienfaiteur et des liens solidaires de la communauté, un ensemble de relations, que l’on pourrait dénommer comme anomiques et qui parlent de l’absence de mécanismes d’intégration, et l’apparition de hauts niveaux d’absence de contrôle social, avec les conséquences de violence, de délinquance et de formes détériorées de vie en commun, sont générés.

4.2. De l’efficacité des politiques sociales

La pauvreté est une construction de la politique sociale actuelle, mais elle l’est aussi de la part des pauvres qui dans cette relation d’ « assistés » se construisent eux-mêmes.

Les pauvres de l’actualité ne le sont pas seulement pour manquer de biens, pour ne pas avoir la capacité ni le droit à l’opportunité, pour dépendre de l’assistance de l’État, pour manquer de contrôle et de pouvoir dans notre société. Ils le sont aussi pour leur capacité d’accommodation, pragmatique et silencieuse, vis-à-vis d’un État qui les a appauvris et les a fragmentés dans leur condition de citoyen, de poblador ou simplement d’assisté.

Le problème de la pauvreté pour autant ne se situe pas dans la seule carence ou dans les nécessités de base, mais dans le domaine du pouvoir sur les autres et du pouvoir sur soi-même. L’incidence des politiques sociales se juge justement à partir de leur capacité de modeler et de construire les conditions pour faciliter ou simplement annuler la capacité de décider de façon autonome de son propre destin.

L’analyse des récits de vie indique que l’État et ses politiques provoquent rarement des processus significatifs d’autonomisation et de citoyenneté. Au contraire, la dépendance, le clientélisme, le désespoir et même l’anomie sont des traits qui caractérisent la pauvreté de ces temps-ci.

Le bon travail

Quelles que soient les transformations du monde du travail au Chili, il est certain que celui-ci continue d’être non seulement le principal facteur en jeu dans le dépassement de la pauvreté en termes de ressources, mais il est aussi un référent identitaire pour l’intégration sociale.

Notre recherche permet de conclure que l’articulation vertueuse des pobladores avec le marché du travail se fait rare ; les travaux sont d’une précarité telle que l’on y dure difficilement pour beaucoup de temps. Cependant, toutes les familles de notre univers qui obtinrent que l’un ou l’autre de ses membres trouve du travail, avec ou sans l’aide de l’État, montrent des évidences significatives d´améliorations dans leurs ressources, leur qualité de vie et leur perception d’une meilleure dignité en tant que citoyen. Avec l’intégration au marché, non seulement les ressources augmentent, mais aussi le sens de droits et de respect envers soi-même. Le résultat que l’insertion dans le travail peut avoir dans l’obtention d’une pleine intégration chez ces pobladores incite à remarquer l’importance du rôle de l’État dans le fait de faciliter cette insertion au travail et d’y intervenir, mais aussi celle de la centralité qui est la sienne pour une intégration durable, pour le droit à un bon travail, c’est-à-dire à une rémunération et une journée dignes. Nos récits rendent compte du coût que les longues journées et la surcharge de travail d’un bon nombre de ces pobladores et pobladoras ont sur l’éducation des enfants. La mère qui vit d’un petit commerce d’alimentation installé dans la cour de sa maison et qui doit réaliser des tours avec ses enfants pour recevoir les clients, sans aucune possibilité de partager un déjeuner ou un dîner avec eux, est le plus clair exemple des tensions que le maintien d’un travail exige au sein de leurs vies. Nous voyons aussi comment l’incorporation de ces femmes au monde du travail les met souvent en conflit avec leur conjoint ainsi qu’avec l’éducation des enfants, créant des situations de stress et aussi de violence familiale. Le résultat peut aller depuis l’abandon du travail jusqu’à devoir assumer des charges de travail et de responsabilités qui peuvent l’amener à tripler leurs journées de travail.

Le rôle que l’État peut jouer dans l’intermédiation avec le noyau familial ainsi que sur le marché du travail est central pour le début de processus d’autonomisation chez les pobladores. En ce sens, dépasse la pauvreté non seulement qui obtient des ressources monétaires lui permettant de payer deux canastas de base mensuelles d’aliments, mais aussi par-dessus tout qui arrive à se redresser et à maintenir sa condition de travailleur dans le temps. Nous savons néanmoins que les politiques de l’emploi et de la formation professionnelle constituent une partie fort mineure de l’offre

qu’ils reçoivent et souvent d’une telle qualité que des processus significatifs d’insertion au travail sont rarement résolus.

Le logement digne

L’une des ressources les plus importantes de ces familles est le logement. Sa valeur est relative à son usage et elle est aussi symbolique ; on y réalise les tâches de reproduction de la famille, on y travaille, on y investit, les rêves et les aspirations d’intégration et de mobilité sociale y surgissent.

Notre recherche, tout comme d’autres études, montre cependant qu’au Chili les pobladores qui résident dans ces ensembles de logements – presque un million de personnes – sont insatisfaits : les deux tiers veulent s’en aller mais n’ont pas d’autre option que celle de rester.322 Les logements sociaux construits au cours des dernières décennies sont déficients en termes de qualité de construction, ils ne s’adaptent pas non plus aux besoins et aux aspirations de ces familles. La perception de ne pas avoir droit à un logement digne, c’est-à-dire à un qui s’ajusterait à leurs modes et à leurs styles de vie, est présente chez un bon nombre d’entre eux.

L’architecture et l’urbanisme des logements et des ensembles sociaux privilégient la quantité par-dessus le dessin, ce qui pourrait y rendre la vie plus aimable. Les pobladores se voient obligés de les modifier et de les agrandir en dehors de toute norme légale ou de sécurité. Cependant, en plus des déficiences structurelles ou matérielles, les logements sociaux apportent avec eux des problèmes qui exacerbent la méfiance, le stigma et l’opacité des relations dans le nouvel entourage. Comme une prophétie accomplie de par elle-même, en peu de temps ces espaces sont abandonnés à eux-mêmes et maltraités, se transformant en endroits de haute insécurité et de peur pour ses habitants. Le repli à l’intérieur du logement (l’ « engrillagement »), l’abandon des endroits qui étaient destinés à des espaces verts et à être utilisées pour la récréation, la honte et la dissimulation font aussi partie des résultats imprévus de ces politiques sociales de logement.

La réciprocité érodée

Dans des contextes de pauvreté, la survie quotidienne constitue la préoccupation centrale de chacune des familles. Mais si dans le campement ou sur les bords de la rivière, la réciprocité amplifiée soulageait en partie ces urgences, dans les ensembles de logements sociaux ces logiques de réciprocité tendent à se rompre. Opprimés par les dettes, les travaux précaires, le manque de temps libre et l’insécurité croissante, etc. les pobladores ont des difficultés pour maintenir les relations sociales et leur capacité de réciprocité devient fort limitée. La partie de football, les après-midi sur le banc improvisé, les conversations à la chaleur d’une flambée, les réunions de l’organisation, etc. sont des pratiques peu fréquentes dans ces villas. Chez ces pobladores de ces ensembles de logements sociaux des années quatre-vingt-dix, las pratiques de sociabilité et de réciprocité souffrent certainement d’une grande détérioration malgré la mémoire nostalgique de certains vieux pobladores.

Même si l’intention de ces interventions publiques est de renforcer les capacités solidaires et associatives des plus pauvres, les résultats parlent de leur érosion et de leur détérioration significatives. L’arrivée des programmes d’investissement social requiert de la part des pobladores un gros effort pour comprendre la logique publique et ses exigences, mais aussi un travail d’adaptation aux termes de la relation. La focalisation de ces programmes, qui séparent la population entre bénéficiaires et non

322

Rodríguez, 2005.

bénéficiaires, leur logique de « formulation de projets » obligent les pobladores à être en concurrence pour les « opportunités » et pour l’ « investissement social » que l’État leur offre. Si dans le campement l’aide et la solidarité étaient organisées autour de liens de consanguinité réelle ou fictive (le voisinage dans ces espaces était aussi une sorte de parenté), après l’arrivée des politiques et des programmes sociaux le travail collectif sera orienté à des fins plus abstraites, comme l’est le « projet », principe unificateur et de futur proche dans lequel tous et chacun devront investir. Comme nous l’avons vu, dans ces processus les structures solidaires, les adhésions communautaires et les formes traditionnelles de réciprocité tendent à se transformer et à s’éroder.

Futur et incertitude

Si dans les sociétés de campement le jour le jour organisait la vie des pobladores, dans les villas la crainte de ne pas pouvoir couvrir les dettes et les engagements contractés obligera à avoir une attitude certainement plus prévoyante et plus stratégique. Dans le campement le futur était incertain et il était déterminé par une quotidienneté du présent et par l’urgence ; imaginer quelque chose de distinct du connu devenait impensable, inimaginable, etc. le champ du possible était démarqué. Les ressources, les vêtements, les aliments, les médicaments, de la même façon dont ils arrivaient venaient à manquer. Dans le campement, il n’y avait pas d’éxédent possible, et s’il y en avait, aux moments de Noël, de tempêtes et de charité, ceux-ci étaient consommés. Le travail dans les sociétés de campement prenait tout son sens dans le fait d’assurer la survie, les nécessités de base, c’est-à-dire la simple reproduction. Plus qu’arranger le monde à sa guise, les sociétés de campement étaient habiles pour s’accommoder au monde, le conservant pour se conserver. Les rythmes de la reproduction quotidienne, marqués par les saisons et les évènements de l’année, étaient une garantie contre les imprévus et les impondérables d’une société changeante.

Au contraire, l’arrivée pour vivre dans ces sociétés de villa élargit toujours l’horizon ; le futur pourra être aussi incertain, mais l’obtention d’un logement propre annonce qu’un futur distinct est possible. Si avant on consommait l’excédent, on destinera désormais tout excédent à l’épargne disciplinée pour payer les dividendes, pour agrandir le logement, pour faire un petit investissement, pour l’éducation, pour se séparer, enfin pour changer le cours de la propre vie.

Si dans les sociétés de campement la garantie de la sociabilité et de la reproduction constituait un impératif collectif, dans les sociétés de villa l’ordre se transformera en un seul : payer le logement, et pourvu qu’on parte loin ! La planification, les buts, l’ordre du budget familial, les horaires, l’organisation domestique deviennent centraux dans la poursuite d’un projet familial.

La sociabilité et la réciprocité, que l’on vivait dans ces sociétés de campement à la fois comme présent et futur, dans la villa se transforment en un coût au détriment du temps et de l’énergie qui devraient être investis dans le travail et l’épargne pour pouvoir atteindre la si nostalgique mobilité sociale.

Si dans les sociétés de campement le troc, la faveur, le don et la charité organisaient l’échange de biens et de services vers le dedans, dans les sociétés de villa l’échange monétaire sera ce qui prévaudra. Le passage de l’échange s’appuyant sur la valeur d’usage potentiel (dans le campement on gardait tout, tout pouvait servir) à la monnaie est un passage difficile, en raison non du travail d’abstraction que cela suppose, mais des difficultés des pobladores pour se faire de l’argent. Si dans les sociétés de campement c’était l’échange qui prévalait (Mauss), dans les sociétés de villa ce sera le crédit et le prêt informel.

Le passage à la villa rompt avec ces petites sociétés de campement les mettant dans une situation de vulnérabilité telle que les nouvelles obligations approfondissent la perception d’incertitude. L’absence de supports économiques, sociaux et culturels qui accompagnent ces processus de transformation rendent encore plus aiguë la perception d’indéfinition et d’isolement ; le sens d’autonomie se perdra et la réclamation pour un État davantage présent et la nostalgie d’une communauté perdue s’exacerberont. Tel que l’ont montré des études sur réseaux sociaux et pauvreté, les cercles sociaux restreints dans lesquels les plus pauvres se déploient offrent une rare variété de ressources. Si quelque chose caractérise fortement la pauvreté, c’est son invisibilité sociale, ainsi que la rare diversité de ses liens de référence et d’appartenance d’où l’imaginer, la construire et soutenir des projets d’intégration sociale.

Le contrôle social

Nos ethnographies et nos récits de vie nous montrent que le contrôle culturel n’est pas nécessairement renforcé avec l’arrivée de l’État dans la vie de ces pobladores, pas non plus avec le passage du campement aux villas. Deux phénomènes parallèles tendent à affaiblir la capacité des pobladores pour prendre des décisions sur leurs vies et sur leurs formes de convivialité, c’est-à-dire sur le contrôle culturel.

Un, la perte des liens traditionnels fondés sur le prestige et la solidarité ; deux, le surgissement de dirigeants habiles dans l’intermédiation et la gestion des ressources publiques s’appuyant sur des mécanismes clientélistes, mais pas toujours en fonction des logiques et des intérêts des pobladores. Les relations de clientélisme que l’on construit à partir de cette relation avec l’État sont souvent une source de concentration de pouvoir à l’intérieur de ces territoires, lesquelles plus qu’unir tendent à diviser les pobladores.

La ligne de division entre sociétés de campements et sociétés de villas passe peut-être moins par l’obtention d’un logement solide et légal que par la transformation profonde dont souffrent les leaderships à l’intérieur de ces territoires de pobladores.

La présence de leaders porteurs d’un savoir ancré dans une tradition – le pouvoir de guérir, la culture des jardins, la culture mapuche, la culture paysanne, etc. – à l’intérieur de ces campements étaient une expression d’une culture et d’une identité propres qui se transformait souvent en un mécanisme socialement valide pour les décisions communautaires. Vieux leaders dont le pouvoir s’appuyait sur le prestige et le respect de leur agir communautaire plus que sur le pouvoir que le contrôle sur les ressources étrangères à la communauté.

Avec l’arrivée de l’État et de ses programmes sociaux, au contraire, la capacité de décision semblerait se concentrer en certains pobladores qui, bien que ne jouissant pas du prestige, du leadership et du savoir des vieux dirigeants, sont plus habiles et plus rapides pour déchiffrer et comprendre les codes et les normatives de l’appareil public pour la distribution des subsides et des aides. Cependant, plus qu’à défendre les codes et les intérêts de leurs communautés, ces dirigeants apprendront à dialoguer et à agir en fonction des intérêts de l’État et sûrement aussi des leurs propres. Médiation qui, partant, contribue à consolider les distances et les frontières de distinction avec la communauté d’égaux, mais surtout à affirmer des mécanismes de cooptation et de clientélisme et à affaiblir le contrôle des pobladores sur leurs propres intérêts.

Tandis que dans ces scénarios que sont les villas les vieux leaders et les vieux dirigeants luttent pour maintenir la cohésion et l’autonomie de la communauté en faisant même appel aux invocations surnaturelles chargées de symbolisme, les nouveaux dirigeants - nés en général à l’ombre de l’État et de ses ressources – luttent pour l’intégration aux codes de la mobilité individuelle. Moins solidaires et avec

davantage d’aspirations, ces dirigeants sont un champ fertile pour l’installation du clientélisme à l’intérieur de ces territoires.

La logique du clientélisme ne naît pas seulement de l’intérêt de certains pobladores, mais aussi de celui de l’État pour maintenir et reproduire sa propre ingénierie sociale et le contrôle culturel sur ces pobladores. Affrontés à ces petites sociétés de campements, villages sans lois ou petites sociétés sans État (forçant la figure présentée par Pierre Clastres), ce dernier mettra en jeu toutes ses forces centripètes pour rompre n’importe quelle possibilité de force en sens inverse. La volonté de la différence, de l’altérité et de l’autonomie semblerait ne pas pouvoir se rendre présente dans ces rencontres effectives ou ratées État-pobladores. Si dans certaines sociétés on peut vérifier la thèse du « sens et du goût de l’identique et de l’unique », c’est sans aucun doute dans la chilienne. « Si vous ne sortez pas de la rivière vous n’existez pas », dit le gouverneur de la province de Curicó aux habitants du río Rauco.

Le transfert à des villas fait disparaître les schémas d’interprétation et de signification qui faisaient de la propre réalité sociale un ordre intelligible et prévisible. Les difficultés pour reconstruire un « sentir commun » capable d’intégrer la diversité sociale et culturelle finissent par débiliter toute expérience de citoyenneté et toute possibilité d’exercer un « contrôle culturel ». Les éradications de campement contribuent à la dissolution du multiple et du divers dans l’unique. État unificateur et homogénéisateur où les sociétés de campements, sociétés sans État, représentent un danger. C’est pourquoi, comme nous en avertit Clastres, les sociétés sans État ne peuvent pas être autre chose que des sociétés contre l’État. Les villas, construites par l’État, sur sa seule mesure et à sa seule manière, constituent un bon exemple de façon de discipliner le corps et les aspirations, d’acculturer en profondeur et de resituer ces pobladores sur les bords d’une cité déjà ségréguée. De ce point de vue, les politiques sociales de logement renforcent l’isolement et la ségrégation sociale des territoires de pauvreté à l’intérieur des grandes cités 323. Les sociétés de villa sont d’une certaine façon une instance pour resituer l’exercice du contrôle culturel d’où il ne dut jamais sortir, à savoir de l’État, unique et central.

Reconnaissance et disqualification

Une dimension qui rend plus complexe l’incidence des politiques sociales dans les histoires de la pauvreté se réfère à la perception de disqualification et de mauvais traitement qui prédomine dans cette interaction. Quelles que soient leurs aspirations et leurs demandes, il existe chez les pobladores la perception que l’État ne les écoute pas et qu’il les ignore en tant que sujets de droits.

Mauvais traitement et disqualification sociale dans une relation où l’État et ses politiques sont une partie centrale du réseau d’appui sur lequel la majeure partie de ces pobladores compte. Relation paradoxale qui persiste dans le temps malgré la croissante valorisation que le discours du marché acquiert à l’intérieur du monde des pobladores comme possibilité de liberté de choix et d’intégration à la modernité. Nous savons cependant que chez les pobladores le marché ne fait pas partie de chacun des aspects de leurs vies. En termes de prévision, de santé, d’éducation, de logement, etc. leurs vies se passent étroitement liées aux couloirs de la municipalité, aux subsides et aux services publics. Ils sont, bien qu’ils ne l’admettent pas toujours, les assistés et les sujets de politique sociale des années nonante. De l´État on parle, on émet des opinions à son sujet et on se rend compte comment on fait avec chaque voisin ou parent à qui on demande de l’aide dans des moments difficiles.

Notre étude permet de conclure qu’il existe chez ces pobladores un hiatus, une cassure et une tension entre ce qu’est leur expérience en tant que sujets de politique

323

González de la Rocha, 1999; Katzman, 2000; Kessler, 2000; Svampa et al, 2001.

et leurs aspirations identitaires. Pour les uns et les autres, il existe une distance subjective profonde par rapport à l’État qui, malgré l’interaction quotidienne, les fixe dans leur condition d’exclus et d’assistés. Protestation silencieuse mais de résistance culturelle face à l’État qu’ils sentent étranger en raison de son mauvais traitement. La distance et la tension que les pobladores expérimentent entre leurs désirs, leurs aspirations et leurs pratiques de vie concrète rendent compte d’un rejet profond de la relation stigmatisante et excluante qu’ils ont avec l’État, de la disqualification sociale qui s’y produit. Solitaires et sans liens communautaires solides, les pobladores transitent entre la nostalgie de la communauté, la réclamation pour un père protecteur et le désir d’intégration aux promesses émancipatoires du marché. La vie en commun dans le monde des pobladores se débat entre la privatisation et le communautarisme, entre le marché et l’État, entre la cooptation et l’autonomie. Dans cette perspective, les politiques sociales peuvent aussi confirmer et même renforcer l’identité négative. Être pauvre, être assisté, être malade, etc. peut en arriver à prendre la forme d’un rôle social, d’un jeu de rôles sociaux. Les mécanismes à se produire sont divers et pas toujours évidents, mais les effets pervers d’une politique sociale où on impose la logique du court terme et de l’opportunisme pragmatique sont à vue si de construction identitaire il s’agit.

Dans un univers social caractérisé par la disqualification et la vulnérabilité sociale, le champ du possible, de l’imaginable se réduit sûrement. La pensée et les possibilités de soi-même peuvent se réduire, comme nous l’avons vu chez les marginaux, à sa plus simple expression, à la banalité de la survie du jour le jour. De cette quotidienneté de la survie un projet émancipatoire et citoyen émergera difficilement. Sur ce fond de déficit identitaire, on ne peut alors sinon instaurer un projet pragmatique et défensif pour préserver et assurer ce qui résiste de soi-même. Une vie sociale et une vie subjective se réaffirment donc en leurs significations négatives, amenant à ce que l’individu poblador lise en lui-même et en son habitat les signes de carence. La soumission volontaire à cet État omniprésent dont nous parlait Étienne de la Boétie dans son « Discours » surgit pour quelques-uns comme l’unique issue possible.

Notre étude confirme que les politiques qui soutiennent ou créent des réseaux d’interaction sociale peuvent fournir les conditions pour le développement des individus et de leurs organisations. Ce sont les programmes qui créent les conditions pour affronter activement des situations qui attentent contre le propre dignité. Ce sont ces politiques qui s’approchent le plus de la construction des espaces sociaux dans lesquels la personne puisse établir des relations avec les autres de manière indépendante et développer le sens de l’auto-estime.324 Ce sont les espaces qui permettent aussi de créer des mécanismes de réparation des identités endommagées et de développement du sens du respect, échappant ainsi à l’assistantialisme comme forme principale d’aborder la pauvreté.

Nos ethnographies montrent qu’il n’y a pas de valorisation de l’autonomie et des droits collectifs sans expériences et sans histoires d’interlocution de participation. C’est là où la notion de droits, de justice sociale et d’un traitement citoyen de la part de l’État et de la société semblerait être incubée plus facilement. La demande ou la réclamation de bienfaisance, de charité et de dépendance, de leur côté, naissent justement de l’absence ou de l’étroitesse des espaces et des ressources sociales pour ceux qui lancent un appel. L’expérience d’abandon et de marginalité, de solitude et de mauvais traitement rend difficile le fait de s’imaginer sans un père protecteur. Précarité en termes de réseaux sociaux et d´insertion dans le marché, il n’y a rien d’autre à faire qu’à jeter un regard en direction de l’État. La soumission, le silence et el pragmatisme font partie de ce travail de soi-même dans lequel la notion de contrat et de droits se

324

Giddens, 1996.

construit difficilement. Quand les supports sont rares, quand les réseaux sur lesquels compter sont eux aussi rares et l’identité débile, le chemin à suivre pour la construction de relation de dépendance et de clientélisme reste ouvert.

De façon synthétique, les possibilités d’exercer un contrôle sur leurs propres vies de pobladores sont étroitement associées aux espaces sociaux qu’eux-mêmes occupent. Plus ces espaces sont vastes et divers, plus forte la réclamation d’autonomie et de contrôle culturel. Au contraire, plus restreints et réduits sont ces mêmes espaces, moindre la diversité de codes culturels et moindre aussi la capacité d’exercer un contrôle sur les décisions propres.

Temporalité et reproduction de la pauvreté

Tel que nous avons pu l’observer chez la plus grande partie de notre univers, les déficits identitaires s’articulent aussi autour de déficit dans l’histoire familiale. Nombre de ces récits de vie montrent l’étroite articulation entre la dévalorisation de soi-même et l’absence paternelle, ou maternelle, dans des contextes d’histoires familiales compliquées. La circularité et la reproduction des carences, des conflits et des difficultés d’identification ont leurs racines dans des histoires de pauvreté intergénérationnelle. La pauvreté, entendue comme carence soit de ressources soit de disposition culturelle, est par-dessus tout une construction sociale de longue haleine.325 Le désespoir, les pratiques et les habitus, dirait Bourdieu, de la pauvreté ne se transforment pas si facilement, ni même avec la volonté, l’effort des personnes ou un bon portefeuille de subsides. Comme nous l’avons vu dans les récits de vie, les conditions structurelles peuvent peser autant ou plus que la culture et les propres convictions au moment d’agir et de construire le propre itinéraire de vie.

Notre étude indique que l’incidence des politiques sociales est pour autant jugée à partir de cette capacité d’agir dans des dimensions temporelles qui permettent des transformations de longue haleine. L’imposition d’une logique du présent et de la rentabilité sociale contribue à l’oubli des origines et à l’érosion des capacités de décision et de contrôle de ces pobladores.

La relation entre ces pobladores des années nonante et l’État est une relation marquée par le pragmatisme, le silence et le présentisme. D’où le fait qu’un des problèmes fondamentaux dans le dessin de politiques sociales a sa racine justement dans la difficulté d’amplifier le champ du possible et d’ accompagner les processus de forte transformation de vie, d’autonomisation et de capacité de décision dans des contextes de vulnérabilité et de pénurie d’options.

La capacité de l’État pour comprendre que les aspirations et les exigences de ces pobladores vis-à-vis d’eux-mêmes et envers l’État naissent d’un passé et d’une histoire communs, qui se transforment et se diversifient, comme cela arrive dans l’ensemble de la société, semblerait être une condition centrale pour le succès de ces politiques en vue d’obtenir l’autonomie, l’intégration et l’explication d’un sentir commun.

4.3. De l’idéaire de l’intégration

Les principes de justice sociale et d’égalité à travers l’idéaire de l’intégration sociale furent des utopies présentes chez des penseurs et des idéologues d’une grande partie du XXe siècle en Amérique latine. Depuis Germani à Buenos-Aires, Solari à Montevideo, Hutchinson à Río de Janeiro, Vekemans et la DESAL, avec leur préoccupation pour l’intégration et la marginalité dysfonctionnelles par rapport au

325

Lewis, [1966] 2003; Hoggart, 1957.

développement, les explications sur les phénomènes de pauvreté soulevés à partir des paradigmes structurels-fonctionnalistes apportaient des espérances sur l’intégration sociale. Quelque chose de semblable se produisait à partir du regard cépalien et de la théorie de la dépendance de Quijano et de l’argentin Nun avec leur optique néomarxiste et leur explication de la marginalité à partir de son schéma biclassiste. Face à l’empiricisme du courant structurel fonctionnaliste qui entendait la marginalité comme « le manque d’intégration à », Quijano postulait que la marginalité était plutôt un résultat de la nature de la structure sociale. Au delà des différences sur les façons de lire la réalité latino-américaine, on partagea la confiance dans la rationalité historique, qu’il était bon de connaître, ainsi que dans des mobilisations. Transformation qui permettrait de dépasser les mauvaises habitudes traditionnelles, paysannes et arriérées de nos peuples pour les acheminer vers des valeurs plus modernes où les relations d’exploitations et de domination propres aux sociétés latino-américaines seraient démarquées.

Cependant, en peu de temps, les espérances s’évanouirent ; la réalité latino- américaine se montra beaucoup plus diverse et résistante que ce que l’on put supposer. Avec l’augmentation de l’urbanisation, les ceinturons périphériques de pauvreté urbaine, poblaciones, callampas, favelas ou villas miseria crurent et avec eux, conséquences visibles d’une intégration sociale limitée, de la dynamique insuffisante du marché pour absorber la population immigrante et de l’emploi précaire, le travail informel et le chômage. Ces études annonçaient combien rigide et stratifiée était notre société et combien la répartition du pouvoir et du prestige dans nos sociétés latino-américaines n’avait pas lieu. 326 Avec l’effondrement du modèle développementiste des années septante, l’ouverture commerciale et la restriction fiscale firent leur entrée ; la réforme et la restructuration de l’État prirent la suite, ce qui changea le concept même du public-social, qui dès lors ne se construisit plus sur la logique du travail, de la coopération et de la sécurité sociale, mais sur celle de la réalisation individuelle et de l’action résiduelle de la politique sociale quand des failles se produisent dans le marché. 327 La crise du développement et de la croissance de nos pays prit fin avec les illusions du vieux paradigme laissant en évidence les mécanismes sociaux et politiques qui avaient une incidence sur les possibilités d’intégration sociale d’un système hautement stratifié. À partir du milieu des années septante, dans tout l’Amérique latine on constata avec clarté que croissance économique, justice distributive et démocratie n’empruntaient pas forcément le même chemin. La polarisation et l’inégalité économique augmentent et se diversifient, malgré les processus de démocratisation politique et malgré aussi les indicateurs économiques qui rendent compte d’une croissance accélérée.328 L’inégalité dominante à l’intérieur de nos sociétés se transforme ainsi en un obstacle central de possibilité de repositionner un idéaire de l’égalité et de l’intégration.

Au Chili, société démocratique mais fortement inégale, la question concernant l’égalité se réinstalle avec difficulté au sein du débat public. Malgré l’évidente diminution de ses indices de pauvreté, le Chili est le septième pays du monde à montrer la pire distribution des ressources. Société de différenciation et de segmentation croissante, les modèles d’intégration y sont devenus vulnérables et la précarité de la structure sociale et occupationnelle semblerait s’installer. L’inégalité sociale se transforme ainsi en un composant structurel de notre société en un double sens : vis-à-vis du fonctionnement du marché et vis-à-vis de l’État qui se trouve loin de concrétiser sa prétention d’intégration universelle. Avec un État-providence résiduel et la protection sociale de plus en plus privatisée, il semblerait que les inégalités du marché soient

326

Filgueira, 2000. 327

Serrano, 2004. 328

Jelín, 2003; Cepal, 2003.

difficilement réparées par la redistribution sociale.329 L’inégalité socio-économique prive une partie importante de la population de pouvoir accéder à l’information, à l’éducation et à la connaissance pour l’exercice citoyen et pour le contrôle culturel. On introduit ainsi de drastiques asymétries de pouvoir dans la capacité d’exercice et de revendication du droit à l’intégration.

Les discussions qui s’ouvrent aujourd’hui autour de la nécessité de repenser les politiques sociales se font en partie l’écho de cette nouvelle question sociale et de la nécessité d’explorer des voies qui visent une revendication ou une revitalisation de la notion de droit social, du droit à l’insertion et à l’égalité, mais surtout celle d’un État qui réduise l’incertitude et l’exclusion que la croissance économique génère à travers l’inégalité. La question qu’il convient de se poser dans ce nouveau contexte social est de savoir si par hasard le rôle de l’État et de ses politiques sociales consiste seulement à minimiser la vulnérabilité ou si ce ne serait plutôt celui de garantir le droit à l’insertion et à l’égalité sociale.

La politique sociale est étroitement liée au fondement de la vie démocratique ; elle est une dimension de la politique des nations modernes. La survie et l’íntégration matérielle sont un droit du citoyen appauvri auquel la société doit répondre pour assurer les conditions minima pour l’exercice de droits et de valeurs qui sont le fondement de la légitimité politique et sociale de nos démocraties.

Au Chili, comme en de nombreux autres pays latino-américains, les politiques sociales sont en train de changer. De systèmes sociaux d’extension de droits et de bénéfices, on passe progressivement à des modèles d’assistance focalisée et de programmes de transfert direct de ressources. 330 La critique la plus fréquente à ce changement d’orientation est faite au signe d’assistanat fort marqué que ces programmes imposent et au risque de dépendance et de clientélisme vis-à-vis de l’État que cela entraîne. Même si ces nouvelles politiques sociales font allusion à l’idée de droits quant à des minimums sociaux et visent à résoudre des problèmes de conditions de vie et de risques futurs, ils ne contribuent pas à la construction de citoyenneté ni à la génération de capacités, pas non plus à la construction d’une société aux niveaux plus élevés d’équité et d’égalité sociales. Les dynamiques de protection focalisées que l’on se propose ne reconnaissent de critères d’aucune solidarité au niveau de la société ni des localités où habitent ces sujets de politiques.331

Les effets paradoxaux des politiques sociales dans la fragmentation des conceptions de citoyenneté et du contrat social chez les plus pauvres sont visibles. C’est pour cette même raison qu’un retour à la charité ou au contrôle sanctionnateur - à la pitié ou à la pendaison selon les termes de Geremek – comme formes d’intervention des politiques sociales doit être écarté. Charité ou contrôle sanctionnateur attentent à la dignité et à l’égalité de tous les individus, principes recteurs du contrat social.

L’intégration sociale et le dépassement de la pauvreté ne peuvent s’obtenir par la coaction, mais plutôt par la participation active dans l’exercice des décisions qu’il revient à chacun de prendre. Une conception adéquate des politiques sociales semble

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Esping Andersen, 1996. 330

À partir des années nonante au Chili comme dans le reste de l’Amérique latine on déploya une politique sociale à deux voies. D’un côte, des programmes de caractère microlocal centrés sur des optiques de citoyenneté et, en même temps, on installe des programmes de caractère focalisé dirigés vers les pauvres et dont le principal outil d’action est le transfert monétaire de ressources (au Chili, le programme « Chile solidario »). Tandis que le premier parle d’intégration, de bien-être et de capacités, le second le fait de protection sociale, de vulnérabilité et d’incapacité de segments sociaux déterminés de faire face aux risques. Serrano, 2005. 331

Serrano, 2005.

exiger, pour autant, un équilibre de droits et de responsabilités, une reconnaissance sociale du mouvement de pobladores ainsi que de ses capacités d’organisation, d’innovations et de participation dans l’exercice du droit à la diversité.

Quelles que fussent les mesures objectives et les dispositifs d’intervention sociale ou légale, la nécessité première est de considérer l’autre comme sujet. Préserver l’image de soi et le propre projet identitaire est essentiel pour chaque poblador involucré dans les interventions sociales de l’État. Prêter attention à l’identité et aux sens que les mêmes pobladores donnent à leur expérience, c’est ouvrir les politiques à la participation et à l’implication dans le définition des termes avec lesquels ils voudraient exercer leur citoyenneté. Entremêler le désir d’autonomie des pobladores et l’institutionnalisation des systèmes fonctionnels est un défi auquel les politiques sociales ne peuvent se soustraire. L’action culturelle des politiques sociales doit viser ce processus qui entremêle le désir d’être sujet (collectif, individuel) avec le cadre, souvent restrictif, des institutions qui assurent leur intégration.

En définitive, rompre avec l’actuelle tendance des politiques sociales exige de repositionner le débat autour des visions modernes du problème des droits des personnes en matière économique, sociale et culturelle ainsi que de mettre au centre de la discussion le « droit à avoir l’opportunité » de se construire soi-même. La violation de ces droits se produit dans la mesure où on établit des barrières qui empêchent que les individus aient une égalité d’opportunités ; le droit que l’on viole est pour autant celui d’avoir l’espace, l’opportunité pour se dresser comme sujet, comme citoyen. La pauvreté se situe entre les droits économiques, sociaux, culturels, civils et politiques parce que ceux qui vivent dans des situations de pauvreté voient déniés non seulement leurs droits économiques mais aussi leurs droits en tant que citoyens.

Dans un contexte d’inégalité et de fragmentation croissantes, la reconnaissance des droits juridiques des pauvres et des obligations juridiques de tiers peut constituer le premier pas pour se défaire du sujet qui en chacun de ces pobladores gît silencieux et dissimulé dans la nostalgie ou l’enfermement. Reconnaître la violation des droits des plus pauvres implique finalement que dans le dessin de politiques et de programmes sociaux la pauvreté cesse d’être considérée comme un effet inévitable des dynamiques propres du modèle économique. En définitive, la définition de la pauvreté liée aux droits établit un cadre de pouvoir et de contrôle au sein duquel les pauvres ne sont plus des sujets de charité ou de politiques sociales compensatrices. On établit un cadre d’obligations à l’État qui l’oblige à ouvrir l’espace à l’expression des sujets pauvres en tant que citoyens. Le modèle de la protection et du bien-être est compris alors comme droit citoyen et non comme assistance réparatrice de l’économie vu son incapacité d’offrir une inclusion sociale.

Se dresser comme sujets de droits et non comme sujets d’assistance peut non seulement établir une grande différence en termes identitaires mais aussi en ceux du repositionnement du vieil idéaire de l’égalité et de l’insertion sociale.