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Serie Estudios del Bicentenario SUSANA TORRADO (Compiladora) POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA DEL PRIMERO AL SEGUNDO CENTENARIO Una historia social del siglo XX Tomo I Prólogo de José Nun - eJ 11'?>3

Serie Estudios del Bicentenario

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Serie Estudios del Bicentenario

SUSANA TORRADO (Compiladora)

POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

DEL PRIMERO AL SEGUNDO CENTENARIO

Una historia social del siglo XX

Tomo I

Prólogo de José Nun

~~edhasa -eJ 11'?>3

Población y bienestar en la Argentina del primero al se­

gundo centenario I compilado por Susana Torrado • la ed. Buenos Aires : Edhasa, 2007.

v .. l, 670 p. ; 27x 17 cm. (Ensayo)

ISBN 978-987-628-005-1

l. Ensayo Sociológico. L Torrado, Susana, comp. CDD 301

Diseño de colección: Jordi Sábat Realización de cubierta: Juan Balaguer

Investigación fotogr.ífica a cargo de Susana Torrado

Primera edición: octubre de 2007

© Susana Torrado, 2007 ©Secretaría de c.,,1,,.ra de la Nación, 2007

© Edhasa, 200/ Córdoba 7 44 2° C, Buenos Arres

[email protected] http://www.edhasa.net

Avda, Diagonal, 519-52L 08029 Barcelona E-mail: [email protected] http://www.edhasa.com

ISBN: 978-987 -628-005-1

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright baío las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o total

de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografla y el tratamiento informárico y la distribución de ejemplares de dla mediante

alquiler o préstamo publico.

Impreso por Cosmos Offser S.R.L.

Impreso en Argentina

1

Índice del Tomo I

Prólogo................................................................................................... 9 José Nun

Introducción .......................................................................................... 15 Susana Torrado

Primera parte Modelos de acumulación, clases sociales y actores políticos

Estrategias de desarrollo, estrucrura social y movilidad .............. ,,,, .......... 31 Susana Torrado

El largo camino hacia la ciudadanía social.............................................. 69 juan Suriano

Los derechos humanos y la ciudadanía como matriz de análisis social.... 97 Fortunato Mallimaci

Segunda parte Representaciones simbólicas

Represemaciones del cerrirorio argentino a partir del primer censo nacional .......................................................... 131

Guillermo A. Velázquez, Andrea L. Vega, José E. Macchi y Andrea P. Gallo

El concepto de población en el sistema estadístico nacional ................... 161 Herndn Otero

Tercera parte Fuentes de información

Censos antiguos: 1869, 1895, 1914, 1947 ............................................. 187 Hernán Otero

Censos modernos: 1960, 1970, 1980, 1991, 2001.. ............................... 215 Alejandro Gfosti

Encuestas ................................................................................................ 245 G!adys Mtwé

Estrategias de desarrollo, estructura social y movilidad

Susana Torrado

A los efectos de contextuar el análisis de los cambios en la dinámica demográ­fica y el bienestar y proveer las principales claves interpretativas en cada mo­menro histórico, reseñaremos aquí la evolución de la estructura social de ia Argentina desde fines del siglo XIX hasta nuestros días.

En esta historia hay un hito -la crisis internacional de 1930- que sepa­ra dos etapas de muy distinta naturaleza: ia primera, caracterizada por Ja pro­longada vigencia de un modelo de acumulación o estrategia de desarrollo (usaremos ambos términos como sinónimos) basado en el sector agroexpor­tador; la segunda, asentada, primero, en la industrialización sustituriva para el mercado interno y, Juego, en la apertura a la globalización económica in­ternacional.

La disponibilidad de información estadística varía notablemente de un momenro al otro, tanto en cantidad como en calidad, lo que ineludiblemen­te se reflejará en las características de cada descripción. Dentro de lo posible, trataremos de destacar los efectos de cada estrategia sobre la distribución sec­torial de la mano de obra, su estratificación social y la movilidad social {el cambiante nivel de vida de la población se muestra a lo largo de varios capí­rulos de este compendio).

l. El modelo agroexportador: antes de 1930

Las transformaciones que experimenta la economía a pru;rir de la se­gunda mirad del siglo XIX están directamente determinadas por Ja coyuntura de los mercados in ter nacionales de materias primas, signada en ese enconces por el notable acrecentamienro de su demanda en los países que se consolidaban co-

32 -----------POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA i\RGENTINA

mo centros industriales, fundamentalmente en Europa. Se induce así una nue­va división internacional del trabajo que favorece la incorporación a la econo­mía mundial de las regiones productoras de bienes primarios, vía la inversión de capitales y las migraciones internacionales desde el centro a la periferia.

La Argentina -cuyas vastas praderas naturales la convertían en una de las zonas más aptas para la producción agropecuaria- fue uno de los países don­de este proceso se verificó en forma típica.

Las elites ilustradas que condujeron el país durante este período -noto­riamente subordinadas a los grandes propietarios terratenientes de la pampa húmeda- se abocaron entonces a resolver cuarro cuestiones prioritarias: a) la organización nacional; b) la atracción de capitales externos que posibilitaran el desarrollo de formas modernas de producción agropecuaria; c) la promo­ción de la inmigración europea; d) la educación universal y obligawria.

La unidad nacional y la organización institucional (que se completaron hacia 1880, después de varias décadas de luchas civiles) eran indispensables pa­ra asegurar las inversiones extranjeras y la continuidad de las actividades eco­nómicas. Los nuevos capitales debían permitir la modernización producciva y, sobre todo, asegurar la implantación de un sistema nacional de transporte (que se centró en el tendido ferroviario) que posibilitara la movilización de bienes y personas de acuerdo a la nueva dinámica económica. La promoción de la in­migración europea tenía por objetivo "poblar el desierto", modificando de pa­so sustancialmente la composición de la población criolla de antigua raigam­bre. La universalización de la educación buscaba asemejar el elemento humano nacional al de los países europeos que servían de paradigma.

Puede considerarse que todos estos objetivos se alcanzaron durante ei lapso 1870-1930. En efecto, durante esas seis décadas se incrementaron ver­tiginosamente el volumen y el valor de las exportaciones, el capital instalado, el producto nacional y el producto per cápita (esto úitimo a pesar del notable incremento de la población que reseñaremos enseguida).

Un efecto no previsto fue la escasa radicación rural de los inmigrantes atri­buible, entre otros factores, a las dificultades para acceder a la propiedad de la tierra regida por una altísima concentración latifundiaria. El asentamiento en las ciudades de la mayoría de los recién llegados propició una temprana e importantísima urbanización en las áreas que se incorporaron a las nuevas actividades agroexportadoras, la que fue acompañada por una muy incipiente industrialización ligada a la preparación de productos primarios para la ex­pon:ación y por un muy considerable desarrollo del secror terciario (comercio Y servicios). El Cuadro 1 provee los principales indicadores de esra evolución.

SUSANA TORRADO 33

"

34 -----------POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA .ARGENTINA

1

Cuadro l. Indicadores de desarrollo social. Toral del país, 1869-1947

Año Población Tasa de % de %de %dePEA % Analfizbetos Esperanza

(miles) crecimiento Extranjeros Población en Sector (d)

(p/mil) (a) Urbana (b) Terciario (e)

1869 1,737 12 29 14 78

30

1895 3,955 25 37 22 54

35

1914 7,855 30 53 27 35

21

1947 15,894 15 62 37 14

Fuente:TP-1869118951191411947; (Germani, 1955); (Somoz.a, 1971). (a) Tasa de crecimiento anual intercensal (por mil). (b) Localidades de 2.000 habitantes y más. (c) Excluido Servicio Doméstico. (d) Analfabetos por 100 habitantes de 14 años Y más.

(e) Sexos reunidos.

de vida (e) (años)

29

35

48

61

Entre 1869 y 1914, la tasa de crecimiento intercensal de la población es notablemente alta (igual o superior al 30 por mil), un ritmo cuya mayor par­te es atribuible a la inmigración europea: durante este período, el porcentaje de extranjeros en el total de la población del país se situó siempre entre el 20% y el 30%. Veremos más adelante que, dado que su localización espacial no fue uniforme en el territorio nacional, dicho porcentaje es sustancialmente supe­rior en las grandes ciudades de la región pampeana. Nótese también que, en­cre esas dos fechas censales, el porcentaje de población urbana subió de 29% a 53%, el volumen de la población económicamente act:iva (PEA) en el sec­tor comercio y servicios (excluido el servicio doméstico) pasó del 14% al 27%, el porcentaje de analfabetos descendió de 78% a 35%, y la esperanza de

vida al nacimiento ascendió de menos de 30 a casi 50 años. Para los años 1914-1947, ha disminuido radicalmente la rasa anual de

crecimiento (21 por mil), siendo este último atribuible ahora, en su mayor parre, al crecimiento vegetativo. Sin embargo, esta delimitación incercensal es engañosa. Si contáramos con un censo para el año 1930 o alrededores, comprobaríamos que, hasta ese entonces, la din~ica de_mográ~~a era sem~­jante a la del pasado y que el cambio de tendencia empieza recten en 193 ' cuando el país se cierra a la inmigración extranjera como secuela de la gr~n depresión. Por su parte, el analfabetismo continúa disminuyendo acelerada-

SUSANA TORRADO 35

mente di:rrante esos años, al igual que progresa ininterrumpidamente la ur­banización (desde 1930, en función de las migraciones internas de la pobla­

ción nativa). En lo que concierne a la estratificación social, su perfil se trastoca profun-

damente durante la vigencia del modelo agroexporrador1• En el Cuadro 2 se

aprecia la rapidísima expansión de los sectores medios, que pasan del 10% de la población activa en 1869, a 25% en 1895, y 30% en 1914, es decir, se tri­plican en un lapso de 45 años. Si este análisis se limita exclusivamente al sec­tor urbano, los resultados son aún más espectaculares ya que el volumen de los estratos medios se cuadruplica con creces, pasando de 5o/o a 22%. Una evolución semejante debió verificarse hasta mediados de los años treinta, co­mo lo sugieren las cifras correspondientes a 1947.

Cuadro 2. Población Económicamente Activa (PEA) según Estratos Socio-ocupacionales y Origen.

Toral del país, 1869-1947

EstTatos socio-ocZtpacionales DistribZtción de la PEA (%)

1869 1895 1914 1947

Estratos medios urbanos (a) 5,1 14,6 22,2 31,0

Estratos populares urbanos (a) 53,5 46,2 50,0 43,8

Estratos medios rurales (b) 5.5 10,6 8,2 9,2

Estratos populares rurales (b) 35.9 28,6 19,6 16,0

Total 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuente: Germani, 1963, p. 321. (a) No agropecuarios; (b) Agropecuarios.

% Extranjeros

en la PEA

1895 1914

59,4 50,7

38,7 47,7

43,0 44,5

25,0 34,8

38,8 46,1

Todo lo anterior significa que, en menos de una generación, surgió un amplio escraco medio, por lo que, necesariamente, sus miembros debieron reclutarse encre los estratos populares, urbanos y rurales, y la movilidad social resultan­re debió ser no sólo de carácter intergeneracional (desplazamiento de posición de padres a hijos) sino también de naturaleza intrageneracional (desplaza­mienco durante la vida de una misma persona) 2, esto último sobre todo entre los extranjeros recién llegados cuya exrracción social originaria era·'por demás modesca.

Para el período de la inmigración masiva, existen las cuantificaciones de esce fenómeno que se presentan en el Cuadro 3. Así, el hecho fundamental

36 POBLACIÓN Y J;llENESTAR EN LAARGE.'fTINA.

Fwición de gala en d Colón. El T<-atro C<>ltio fue inaugurado c:n 1903. AGNIC&ri,,, e•. 1910.

SUSANA TORRADO 37

que afectó Ja movilidad social en la Asgen ti na durante esca etapa -en extremo dcvada por comparación a parrones incern.ac:ionales- fue el crecin1ienlo muy rápido de la proporción de esttal·os n1edios que ~'nbrunos de reseñar. Debido a ésta e:x.pansicJn estruccural (y en la hipótesis de n inguna movilidad de des­c~nso <::nlre htS personas de origen medio3}> dut.anre d¡cho período, en la p-o­blacitSn rora.!> por lo me.nos un 20o/o de las personas de orjgcn popular ascen­d ía a los estratos medios, lo que a su vez in1p lic:aba <.1uc 66o/o de los individuos ubicados en po~icioncs ocupacionales de da.se media eran de origen popular, hnhiendo ac;cendido vía inrergeneracional o iotragc:neracional.

Cuadro 3. Movilidad esc1·uccur~ <:!n laAigencina, 1895 y t9l4

r-·- Co.wPOSl;;;;;;;:LO;;;;~""OS l.fl:."DJOS: 1 PoRCE.VTA}E DE ASCRNSn J:i'.I LOS .,

: Lu~r D~ c,sda 100 p<non4S perr1,.11ecie11rei ! ESTRATOS POPUJ ... tkES: D' cllda J l)O

~ tk naciniien.10 a los ~trtuos n'etiios habla en In)· añ(>S 1¡ pttTS"nas de qrigen pqpular habla t ek la pr>bkr:ión indiefUÍtit Ú: .figuicn:c ean:idad de 4.~C(fndid() a los dSrrtlfOS ttu·di<~1 Id

1:::::·;.7~•n" :rT~i;!ffeii~~~~:~'.~~:,·;:;~~;~;~{:~;~;.~~:;~ jl'EA cxtr¿njera 85 74 3t 26 _J PEA cocal 66 66 18 22 '--------'---------- ------

Escos parám.ecros eran nocorjam.ente diferentes cncre la población naciva y la ex.rranjera, aunque deb.i tenerse en cuenta que, para 1914, la C3t<::goría «nad­va" involucraba cambién jnmigrances de segunda generación (hijos de excran­jeros). Las cifras indican que el proceso de rnovilidad soclaJ as<.:endente fa.1e mucho rn:is acentwtdo entre los extranjero~ -que repre.c;encaban en c:sn époc~ entre 50% y 60% de los estratos medios (vfasc Cuad ro 2)- . ya que la propor­cj6n de aquellos que habían ~sccndido personalmente desde posiciones populares fluctuó entre ellos entre 1i3 (31%) y 1/4 (26%), contr~ 10% y 19o/o, respecciv:in\enre~ en la población naciva.

Por ocra parte, los d atos precedentes se refieren a todo e! terrjcorio nacio-· n:i.l cuando, en reaHdad, lns tas.as de movilidad debleron h:\ber sido muy desiguales encre regiones, en razón del muy disp:.tr des;arrollo de1 ·p~ís d ur::\n­re el modelo agroexportador. En efectc), dado que lo$ can1bios estrucrur:iles se concenrraron por entonces en la Ciud~d- de Buenos A.ires (CB.~) y en la rc­gi6n p:t.mpe3n:t, l;a amp1i3cÍón de: los estr':ltOS n1c;:dios debió habe r .$ido com-

38 -----------POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

parativamente mucho más marcada en estas áreas (que son también las que absorbieron prácticamente todos los flujos migratorios externos).

Al finalizar el modelo agroexportador con la gran crisis mundial, sin em­bargo, se percibían ciertos aspectos negativos en el sistema socioeconómico que el proceso, bien dejó intactos, bien engendró.

Entre los primeros, ei más importante era la persistencia -sobre todo en la zona pampeana- de un régimen de propiedad fundiaria que acruó como de­terminante fundamental del futuro desarrollo agropecuario. Entre los segun­dos, el más grávido de consecuencias era, sin duda, el grado de dependencia externa (respecto a la demanda de productos agrícolas y a la entrada de nuevos capitales) en que se había situado la economía argentina, fenómeno que se de­signa habitualmente con la expresión "vulnerabilidad económica externa".

Porque una de las principales consecuencias de la crisis de 1930 fue la modificación sustancial del sistema que había regido hasta entonces el comer­cio internacional, sobre todo entre el centro y la periferia. En la Argentina las consecuencias de la depresión fueron inmediatas y se tradujeron en disminu­ción de las expon:aciones, deterioro de la relación de intercambio entre los productos nacionales y los bienes de importación, drástica disminución de la entrada neta de capitales, aumento de los servicios de la deuda externa, cierre del país a la inmigración extranjera, etc.

Razones todas que explican el viraje sustancial de la orientación de los modelos de desarrollo a partir de 1930.

2. La indust:ria como eje del desarrollo: 1930-19754

En efecto, como consecuencia de la crisis mundial, la Argentina debe abando­nar el modelo agroexporrador que, hegemonizado por los grandes propietarios terratenientes de la pampa húmeda, había presidido su desenvolvimiento des­de fines del siglo XIX. Se inicia entonces un proceso de desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones que habría de perdurar casi 45 años, aunque, como se verá, con sensibles diferencias en las dos estrategias ("justicialista" y "desarrollista") que rienen vigencia efectiva en este lapso.

Para reseñar el efecto de estos modelos sobre la estructura social, nos ser­viremos del Cuadro en el que hemos estimado el peso de los principales es­tratos socio-ocupacionales en la PEA no-agropecuaria (a la que denominare­mos urbana). Esta última representa, respectivamente, en cada fecha censal, 73,7%, 80,5%, 84,l %, 86,9% y 87,9% de la fuerza de trabajo total

SUSANA TORRADO 39 .

Antes de entrar a analizar cada modelo, señalemos que tienen un rasgo co-mún, por lo menos en lo que concierne al empleo: si bien a diferente ritmo, ambos indujeron el crecimiento de actividades no-agropecuarias, razón por la cu;u, invariablemente, se verificó una notable transferencia de mano de obra rural hacia los sectores urbanos (migraciones internas de la población nativa). Aunque, como se verá, es claro que las dos estrategias difieren sensiblemente en lo que concierne a la forma en que se absorbe el empleo no-agropecuario según los sectores productivos y según los estratos sociales componentes y, por lo tanto, en el perfil resultante de la estratificación social.

Por otra parte, en lo que concierne a la movilidad social5 también pue­den señalarse algunos rasgos permanentes a lo largo de ambos modelos: la ex­pansión continua de la educación formal en el conjunto de la población; el fenómeno de devaluación de las credenciales educativas6 ; el acceso diferencial ae cada estrato a cada nivel educacional (en especial, el virtual bloqueo de la educación como -canal ascensional para la clase obrera); en fin, el crecimiento demográfico diferencial entre estraros (más lento en los de clase media).

Por último, es difícil escindir internamente la dinámica demográfica a partir de 1930. Globalmenre, el período 1930-2000 se caracreriza por una nueva desaceleración del crecimiento vegetativo, por una nueva disminución de la importancia del crecimiento inmigrarorio respecto al crecimiento rotal, y por un cambio notable en los componentes netos de la migración externa, (ahora, inmigración de trabajadores provenientes de países limítrofes y emi­gración de argentinos nacivos).

2.1. El modelo justicialista: 1945-1955

El período 1930-1945 esruvo signado por el estancamiento de la actividad agropecuaria tradicional y por el estímulo a la actividad industrial, verificán­dose concomiranremente una moderada implantación de capital extranjero mediante la inversión directa en actividades industriales que funcionaban en condiciones oligopólicas. Sin embargo, hacia 1945, predominaban en la es­tructura industrial las empresas pequeñas y medianas de capital nacional. En el plano polírico, varias estrategias alternativas de industrialización se dispu-taban la hegemonía a comienzos de la década de 1940. ·'

En estas circunsrancias, en 1945, emerge el movimiento que lidera el ge­neral Juan Domingo Perón como expresión de una nueva alianza de clases: la de la clase obrera y los pequeños y medianos empresarios industriales. El nue-

40 --------- 'POBL'\CIÓN Y BIENF.STAR EN i .A ARGE1''Tll'A $L'.5ANA T ORRADO 4l

vo bloque', apoy.-,cio ~n una línea nacion:a.lisca de las 8uen.:1S Armadas, es por­ca<lor de un proyecco de dc.c;a.rrollc.1 induscri~d rad icalmcnce dlscinco al pro­pug11ado hasta ese momenco por l::a.s diversa.s fr3cciones del~ nntigua clase do­miñance.

Cua.dto 4. fucrz,'\ de t.r..1.bi.jo utban.a (a): cl.isrrihución según (;l:i.scs y Es tratos .K>Ci.Ju. ·1ocol del p•ú. 1947-19")1

~CLASES Y ESTRATOS SOCIA!.~ f 1917 ! 1960 1970 1980 1991 ! !PEA URBANÁ{at'I"CXtAf'= ~::...:'/ ·:·· •• -;,.f 100.() •J o.!IO.o: : IOO~<f.': J.OO;ó::~ ·100,0- ··-¡ • 1 l{núl«) t(4 .G21) ,. (6.022) 0.440) {8.684) {I0.850)

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·¡· ~ArcC'sanos de' Ja manuf~cruro. 3.6 : 3 ,3 2,7 ¡ 2,8 3.2

-Trob::a!adorcs ~llic~dos de.: lo$ scn1~~'.°: : ... 1 .O .~ .1.. 1,R 3.8 , . ~,8. 5, l , CLASE. OBH.F..l~. AS~J.Af\IAO)\. . · j .;IS .O- !'· .43,4 .. 38;7. .¡ .. 33,6 ·: 34i6.-. · j -C>brcroi> de l::i indu.•a ri~ t 22.G f 7.1 . 1 1 ~.) ! l 5,0 10,$1

í · Oh<em.5 de r. conmueclón 1 5.1 •. S,'1 7.0 1 6,4 6,1

i .. g.,_,,., . . .. 1 17._3 _1 . 16,9. 15,2 ! 12:: 17,6 ·¡ ESTi\ATO.MA!l.GINAL _... . .. ·. :· ·'"··,·-'·· !:: :: S,1 ··· 9. "" ¡ · 11.-,.· ,, 1·1s ·;.

Í -Pcon~• di:: b. ''~ín,•l ru"ión y lú•• .11llrviCi\~ O., ~ ! , l 1.9 4, 5 I 7 .6 -Ernpf~<lw doru.!:iric:~' 1 8~3 1 7, 1 7.2 j 7,0 ~_;

¡.··u~nt<: ToCTado. 1994 y CEN. 1991. (¡.) No-:i.5ropccuo.cill. ..

Eo esca c:scraccgia -de: corte "'di.scribuci<.>nista" -. la indust.ria constituye el ob­jccivo central del proceso de desarrollo. Se impuls:t una indu.scdaJización sus-

42 ----------POllL'\Cló~ Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

ritu riva bas3da en el incrernento de la demanda de bienes de consumo masi­vo etl et n1crcado incer110, la cua.I es generad a a través del aumento del salario real. El modelo requiere asl 1n c:dida!i redis Lribuc:iva.t; del ingreso que irnpul~an la demaod:1 interna y la oc:up::1ci6n induscrial y. por lo canco, la acusnulación.

El principal mec:anismo p~ra lograr escos objeLi.vos fue l::i reasignacic~n de rec.:ur.-;os para ía p roduct:i6n :1 tr4vés de la acción dci Estado. Ello se logró me­diante: hi. expropiaci6n parcial de la ren.t::i agraria a cr::1.v¿s del~ n~cionali'Lac:it.»n deJ co1nercio excerior de p rodtJctos ag1·opecuarios, cransfiriendo Jos recursos a.sí obtenidos al fi11anciamicnro del dcsarrc.)ll•> induscrjal c.:entra<.lo e n indus­trias e.le c.:011:;un10 masivo ( parcicularn1enrc, alimentos ·y textiles). Las medidas que in1puisaron la induscri;i,lizai::ión. (cales i::o mo la prot:e<.:c.:i6n aran cela.ria, el privilegio fiscal, el crédito subsidiado, el estímulo a la importación de bienes de capital, el manejo selectivo del control d e cambios, etc.) beneficiaron so­bfr:: codo a tos peq uen.os y mc::di(tfle)~ empn:sario.s d e: origen na.c.:iona.1 y. paralelamen te, a los asalariados industrialt:s.

P<) r ocra p:1ri:e. el Estado (::imbiC::n. ex,:;iende su cat11po de ai::ción econóini­ca y social al nacionalizar o crear importantes empresas d e servicios púbiicos, y :ti ac.:i::ncuar su e:;tr:1tegia tcdistributiva a cravés de la asignación crccie11tc de recursos a la educación, la salud, }a vivienda y la sc::guric.lac.l social.

El bala11ce de la estrategia justicialista de sustirución "fáci l .. d e importa .. cionr::s respecto ét la di.stribui:ión sectorial de la l"EA, se traduce> en prhner tér· n1ii10, en altísi111os niveles de creación de empleo urb:l.no. logrados en un con­tex.ro de plel'1a ocupación, o, más precisamence, con casas de desempleo abier to eq\1.Ívalentes al nivel fric:cÍ()n:..I.

Debe d cstacal'.'sc: q ue -po r única vez en la historia !le: la .'\.rgenrina rnc:>Jer-11a- ) la industria nla.i1u.facrurel'a asu1ne el liderazgo de ese proceso, apandién­d.ose con un perfil interno •11.1e, ~pesar dc:I p1·ec.lon1inio ahsol1,1Lo de las pc:c.1uc:· ñas .:mpresas e11 el conjunto de las nuevas planeas que ~nt'onccs se establecen. favorc:ci(~ nernmel'l te la creaciótl d e puestos asalariados ra.11to de clase obrera con10 de clase media. C..1\ efecto, el rasgo más <".Spccífico del modelo justi­cialis ta Í\ic su. superloi: c~pacic.lad de creació11 de en1pleo jndusLrial, auJ1que no pueda afirn1arse que la jndustrialización suscitu civa de esta etapa lid erara ttn im porta.rit'.e cr<::ieini ienco de: la ecc.)nc:Hn ía. ·1atnbién fue jfnportance en este lap.­so la c!'eacióJ1 de empleo por parte de los otros dos sectores no-agropecunrios (c:on.struc~ión y i:r::n;iario).

En lo que concierne a la t!Jrructt1ra Jocial. puede:: observarse: en el Cuadro 4 que, hacia l 945. la població n acci"'ª urbana conLenia cerca de 40o/o de pLles.­t(lS de clase n1ed ia )' 50o/o de puestos de clase obrera, con 11eto predominio d el

SUSANA T ORRADO 43

-------1

Conventillo . Vls-ca dd interior. Buenos Aires, AGN, ca. 1910.

los dc:sc3miS':ldos. FWlciono.ri1)S peroni.scas coln1.an el ccacro Colón durante l~ prescnraci6n del Sc:gwtdo Pbn <-1.uinqucnal. AGNil.7arln, 1953.

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empleo asalariado en ambos colectivos (2/3 en la clase media; 3/4 en la clase obrera). En total, las posiciones asalariadas representaban 72% del empleo global, un nivel definitivamente asimilable a países capitalistas relativamente desarrollados.

La dinámica del mercado de trabajo durante la estrategia justicialista mo­dificó un tanto ese perfil inicial aunque no en forma drástica. Por un lado, el crecimiento global del empleo involucró en forma más o menos pareja tanto al empleo asalariado como al empleo autónomo (empleadores y cuenta pro­pia), de Sll;erte que puede estimarse que, hacia 1955, la distribución de posi­ciones desde esta óptica era bastante similar al comienzo: alrededor de 72% de asalariados y 28% de autónomos. Por otro, si bien es cierto que la clase me­dia crece algo más rápido que la clase obrera, este lapso es el de menor distan­cia relativa entre las velocidades de expansión de ambos colectivos, al tiempo que también en ambos se incrementa velozmente el estrato asalariado.

La dinámica que acaba de describirse se traduce, a mediados de la década de 1950, en un perfil de la estructura social urbana algo diferente al de 1945, pero no en lo esencial. El volumen de la clase media es algo superior (habría pasado, digamos, del 41%al43%) y algo inferior el de la clase obrera (del 50% a 49%). Pero la composición interna de cada clase había cambiado muy poco respecto al momento inicial, aunque se observe una incipiente asalarización de la clase media y una levísima desalarizadón de la clase obrera.

En lo que respeeta a la movilidad social, la interpretación más verosímil de los movimientos que acaban de reseñarse es que los migran tes internos ali­mentaron principalmente la expansión del estrato obrero asalariado (lo que puede considerarse un movimiento ascendente, dadas las modestas posiciones que la mayoría de ellos ocupaba en las áreas rurales de origen), así como tam­bién el crecimiento de los pequeños propietarios de la industria y el comercio (un estrato de menor crecimiento demográfico comparativo), experi­mentando en rodas esros casos movilidad ascendente de carácter intragenera­cional (desde luego, esto no excluye que muchos de dichos migrantes debie­ron incorporarse al empleo urbano en puestos manuales no calificados y en el servicio doméstico). Por otra parte, la rápida expansión de las posiciones no manuales asalariadas (empleados en la industria y la administración pública), debió nutrirse de los estraros autónomo y asalariado de clase media que se ha­bían conformado con anterioridad a 1945 -los que ya habían incorporado por completo la obtención de la credencial educativa de nivel primario y co­menzaban a acceder al nivel secundario (debe recordarse que, en este momen­to, la cantidad de educación formal necesaria para acceder a posiciones admi-

SUSANA TORRADO 45

nisuativas· asalariadas no debía exceder en mucho el nivel primario). En este último caso, debió primar un tipo de movilidad intergeneracional que, a pe­sar de realizarse entre segmentos pertenecientes a una misma clase social, sin duda se visualizaba como ascendente, vista la alta valoración social de las po­siciones no manuales asalariadas. Por otra parte, no se detecta en este momen­to empleo precario (empleo no-registrado) y existe escaso empleo marginal (empleo inestable de calificación nula). En suma, desde el punto de vista ocu­pacional, el panorama de conjunto durante el justicialismo es el de un proce­so generalizado de movilidad estructural ascendente, desde modestas posicio­nes rurales a posiciones urbanas autónomas de clase media y asalariadas de clase obrera, y desde segmentos inferiores a segmentos superiores dentro de la clase media. Complementariamente, todas las evidencias disponibles llevan a concluir que esta movilidad ocupacional ascendente fue efectivamente acom­pañada por un movimiento también ascendente en la escala de ingresos.

Como visión global, puede decirse que el modelo justicialista favoreció la expansión cuantitativa de los componentes sociales del bloque que le sirvió de apoyo para su surgimiento (la clase obrera y los pequeños y medianos em­presarios industriales), al tiempo que fortaleció (por que existían desde anta­ño) el aumento cuantitativo de las capas medias asalariadas, sobre todo en el sector público. Además de su carácter "distributivo", otros dos adjetivos po­drían calificar los efectos de esta estrategia sobre la estructura social: se trata de una dinámica "relativamente modernizadora" e "incluyente". Con este úl­timo neologismo buscamos contrastar el modelo justicialista con aquellos otros a los que es práctica común calificar de "excluyentes", en razón, justa­mente, de su incapacidad para incorporar al empleo y al bienestar a impor­tantes contingentes de la fuerza de trabajo total. El modelo justicialista no in­dujo un gran crecimiento económico global ni una modernización destacable de la estructura social, pero tuvo el mérito de no segmentar los mercados de trabajo ni excluir a franjas importantes de la población de los frutos del des­arrollo logrado.

Una serie de restricciones estructurales y coyunturales en las variables que sostenían la acumulación interna se conjugaron para interrumpir el creci­miento industrial impulsado durante el período justicialista. Entre ellas pue­den citarse: a) la acérrima oposición del sector agroexportador que, al dismi­nuir la producción exportable, favoreció una crisis en la balanza de,,pagos que redujo la capacidad de importación de los bienes intermedios y de capital in­dispensables para continuar y profundizar la industrialización sustítutiva; b) la no menos virulenta oposición de los grandes empresarios que retrotrajeron

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la inversión y uararon de recuperar ingresos a rravés del aumento de precios, con la consiguiente inflación; c) el fracaso en la rencativa de obtener capitales externos que -aceptando la estrategia "distribucionista" - permitieran superar el estrangulamiento externo de la economía. Estas fueron las principales fuer­zas que se conjugaron para derrocar al gobierno justicialista, en 1955.

2.2. El modelo desarrollista: 1958-19727

En el contexto de una autoritaria proscripción del peronismo de la vida polí­üca nacional, en 1958 accede al poder un nuevo bloque caracterizado por la alianza de la burguesía industrial nacional y el capital extranjero, corporizado este último por grandes empresas rransnacionales norteamericanas que aflu­yen enronces al país en magnitudes significativas.

En esta nueva estrategia, la indusi:ria también consútuye el objetivo cen­tral del proceso de desarrollo. Pero, a diferencia del modelo justicialisra, se impulsa ahora una indusrrialización sustiruriva de bienes intermedios y de consumo durable, en la que el incremento de la demanda está asegurado por la inversión, el gasto público y el consumo sunruario del estrato social urba­no de alros ingresos. Este modelo implica, por lo tanto, un proceso regresivo de concentración de la renta.

El Estado también cumple un rol crucial en esta estrategia, coadyuvando al intenso esfuerzo de capitalización y concentración económica que se des­pliega durante más de una década, mediante sus funciones como productor de bienes y servicios y como agente distribuidor de los recursos sociales.

En lo que concierne a la distribución sec;orial de la fuerza de trabajo, la estrategia seguida entre 1958 y 1972 induce efectos comp1ecamente disímiles a la justicialista.

La creación de empleo urbano es aún más rápida que durante el período precedente, pero, en este proceso, el papel de la industria manufacrurera es prácticamente nulo. No obsrnnte, es preciso calificar esta afirmación desde di­versos ángulos. Porque lo que en realidad acontece, es que la nueva estrategia industrializadora desrruye un número muy considerable de pequeños y me­dianos establecimientos industriales (con la consiguiente desaparición de los empresarios, obreros asalariados y artesanos por cuenta propia empleados en los mismos), pero, al mismo tiempo, crea empleo asalariado de clase media (empleados administrarivos y, de manera incipiente, técnicos industriales) a un ritmo tan veloz que compensa con creces el número de puestos dimí-

SUSANA TORRADO 47

nados. De manera que, si bien puede afirmarse que, en lo que concierne a la creación cuantitativa de empleo, el desempeño de la indusrria es nulo duran­te el período desarrollista, esta afirmación sería totalmente errónea en térmi­nos cualitativos.

Desde luego, la falta de creación neta de empleo industrial determina que todo el crecimiento de la oferta de fuerza de trabajo urbana deba ser absorbi­do por los otros dos sectores no-agropecuarios: la construcción y el terciario experimentan por entonces su crecimiento más veloz.

Por otra parre, aunque es verdad que la creación de empleo urbano es aún más rápida que durante el jusricialismo, el contexto ya no es de pleno empleo. Así, si bien es cieno que la rasa de desempleo abierto (aunque oscilante) nun­ca se alejó demasiado de niveles usuales en economías capitalistas (del orden del 6°/o), en algunos años de este período !a misma alcanza valores que seña­lan sin ambages una subutilización visible de la mano de obra urbana.

Por su parte, los efectos de la estrategia desarrollista sobre la es-.rucmra so­cial son radicalmente diferentes a los del período precedente (Cuadro 4). Por un lado, la expansión dd empleo favoreció algo más al asalariado por compa­ración al autónomo, aunque al final de este lapso el volumen toral del empleo asalariado urbano continuaba oscilando alrededor del 72%. Por otro, se ace­lera el crecimiento de la clase media por comparación al de la clase obrera, al tiempo que se modifica profundamente la composición interna de ambos agregados. Dentro de la clase media, la expansión relativa beneficia casi exclu­sivamente al estrato asalariado. Por el contrario, dentro de la ciase obrera, pre­domina ahora el crecimiento del esrrato autónomo. En otros términos, se ex­perimenta un claro proceso de asalarización de la clase media y de desalarización de la clase obrera.

El balance final del desarrollismo es una estructura social urbana en la que la clase media representa alrededor del 45% al igual que la clase obrera, con un más neto predominio del estrato asalariado dentro de la primera y con un incipiente crecimienro del esrraro autónomo dentro de la segunda. Se ob­serva también un leve incremento del estrato marginal.

En lo que respecta a la movilidad social., el modelo desarrollisra también muestra tendencias muy disímiles a las precedentes. En primer lugar, la clase media autónoma crece poco en términos neros, un fenómeno que refleja la compensación entre la desaparición absoluta de pequeños indusrri;yes y el au­menro absoluto de pequeños propietarios del comercio y los servicios. Ahora bien, aun aceptando que muchos migrantes recientes pudieron haberse incor­porado directamente al estrato de pequeños propietarios, es plausible que tal

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dinámica írnplícara mayoritariamente un trasvasamiento de los estratos me­dios autónomos de la industria que fueran desplazados por el proceso sustitu­tivo, hacia posiciones sociales análogas en el sector terciario, en todos los ca­sos suponiendo movilidad de típo inrrageneracional.

En segundo lugar, la clase media asalariada alcanza durante esta etapa su ritmo más rápido de expansión, con la particularidad de que ahora crecen más velozmente sus categorías ocupacionales de mayor requerimiento educacional (profesionales y técnicos). En su gran mayoría, este movimiento ascencional debió haber sido alimentado -vía intergeneracional- desde la clase media au­tónoma en su conjunto, desde las propias posiciones técnico-profesionales, y desde las categorías más bajas de la clase media asalariada (empleados admi­nistrativos y comerciales). En relación a esta dinámica, es verosímil que du­rante esta etapa comenzara a experimentarse una devaluación de las creden­ciales de nivel medio, atribuible a la rápida expansión de la matrícula secundaria que comienza ya duram:e el justicíalismo.

En tercer lugar, en lo que concierne a la clase obrera asalariada, durante el desarrollismo disminuye en términos absolutos el número de obreros de la industria (comparativamente más calificados que los de otros sectores urba­nos), razón por la cual este sector dejó de constituir un canal de incorpora­ción laboral para íos migrantes recientes. Por el contrario, sí parece haber cumplido este papel el empleo obrero calificado y no calificado asalariado en la construcción, tanto para los rnigrantes internos como para los limítrofes (comparativamente más voluminosos durante esta etapa).

Por último, puede razonablemente conjeturarse que el canal de movili­dad laboral más importante -tanto para los migrantes internos recientes co­mo para los obreros autónomos y asalariados desplazados de sus antiguas po­siciones en la industria y el transporte-, fue el empleo autónomo de clase obrera en el sector servicios, el que, durante esta etapa, aseguraba iguales o mejores ingresos que muchas posiciones obreras asalariadas. Por lo demás, du­rante este lapso, se detecta escaso empleo marginal, aunque sí empleo preca­rio tanto de clase media corno de clase obrera.

Dicho de otra manera, en relación con la movilidad social ocupacional, el panorama de conjunto durante el desarrollismo es de mucha mayor com­piejidad que durante el justícialismo. A la concinuada y masiva transferencia de población desde el campo a la ciudad, se acompañan ahora múltiples tras­vasamientos dentro de la población urbana nativa o de antigua residencia citadina. Desde el punto de vista ocupacional, esta estrategia parece caracteri­zarse por la coexistencia de fuertes flujos de movilidad estructural ascendente

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y descendente, acompañados de importantes movimientos intersectoriales presumiblemente neutros desde una perspectiva jerárquica (también debió ser más intensa la movilidad por reemplazo). Correlativamente, desde la óptica de los ingresos, las evidencias sugieren que la estrategia desarrollista induce, en promedio, una movilidad descendente relativa, que constituye el efecto ne­w, por un lado, del mejoramiento de las posiciones correspondientes a la clase alta y a los segmentos superiores de la clase media, por otro, del empeoramien­to de las posiciones propias de la clase obrera y de los segmentos inferiores de la clase media.

En síntesis, el balance global del modelo desarrollista en relación a la es­tructura social muestra algunas de las bondades prometidas por sus estrategas, pero también muchos rasgos que difícilmente podrían ser catalogados como tales. Por un lado, es cierro que durante 1958-1972 se verifica en promedio una notoria modernización y complejización de la estructura social en todos ios sectores productivos (incluido el sector público), cuya manifestación más evidente es la rápida expansión de puest0s de clase media asalariada. Un ras­go que -además de su obvia naturaleza "concentradora" permitiría calificar a esta estrategia como "modernizadora". Pero, por otro lado, son impactantes otros hechos (aumento del cuentapropismo obrero; incremento del empleo precario, canco de clase media como de clase obrera; franco deterioro o estancamiento de los niveles de bienestar de las capas sociales más modestas) que justifican que también se la califique como "excluyente". En efecto, si bien el desarrollismo indujo un elevado crecimiento económico global y una innegable modernización de la estructura social, ambos elementos se lograron al precio de marginar a una parte considerable de la población de los logros del desarrollo económico. En otras palabras, muchos de los fenómenos por los que sería posteriormente anatematizado el modelo aperturista, se inician en realidad durante la vigencia del desarrollismo.

El freno a este modelo estuvo dado por la convergencia de factores eco­nómicos y políticos de índole adversa. Entre los primeros, se cuenta la recu­rrencia de las crisis de la balanza de pagos, agravadas ahora por la remisión de utilidades y pagos por tecnología al capital extranjero. Entre los segundos, la agudización del conflicto social, manifestado en las movilizaciones de protes­ta que, en 1969, en varias aglomeraciones urbanas, tradujeron el rechazo de los sectores populares respecto a los objetivos del modelo desarrollisra.

Estas movilizaciones tuvieron como corolario, durante 1970-1973, una aguda crisis institucional que se resuelve con el llamado a elecciones genera­les y con la asunción del tercer gobierno justicialista, en mayo de 1973.

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3. El modelo aperturista: 1976-2001

El gobierno surgido del golpe de Estado de marzo de 1976 adoptó una estra­tegia de desarrollo susrancialmence diferenre a rodas las experimentadas en el pasado, virando en forma diametral las orienraciones de indusrrialización sus­ricuriva que habían esrado vigentes desde 1930.

En términos generales, esta escrategia aperturista -o "ajusre" en su deno­minación popular- tendió simult:ánea o sucesivamente a los siguientes objeti­vos: vigencia de los precios de mercado como régimen básico de funciona­miento; promoción de los sectores más altamente competitivos, lo que implicaba la concentración del capiral y la eliminación de empresas de menor productividad; amplia aperrura de la economía a la importación de capital ex­tranjero y de bienes de todo cipo; contención drástica del salario real corno medio de controlar la inflación y de asegurar bajos costos de mano de obra a las empresas. El modelo posruló además el aprovechamiento -a rravés de la exporración de bienes agroindusrriales y agropecuarios- de las ventajas cornpararivas que poseería la estructura productiva argentina en esos rubros, aunque sin brindar a escas actividades estímulos especiales.

Para alcanzar escas meras se aplicaron medidas de distinta índole. En el plano económico, se destacan las siguientes: notable reducción de los arance­les a la importación; subvaluación de la paridad cambiaría; reforma financie­ra inductora de un sustancial crecimiento en las rasas de interés real (es decir, fin del crédiro subsidiado); supresión de los antiguos créditos preferenciales a la industria. Ocra dimensión central de esta estrategia buscó imponer el prin­cipio de subsidiariedad del Estado en materia económica y social, lo que su­ponía, por un lado, transferir parre de sus actividades (servicios públicos y empresas productivas) a la esfera privada; por orro, desmantelar el Esrado de bienesrar que se había organizado en nuestro país en la década de 1940.

Ahora bien, en el lapso que va desde 1976 hasra fines del siglo XX, se su­cedieron en el poder gobiernos de muy distinta idiosincrasia, aunque, por la naturaleza de sus políricas económicas, todos puedan ser englobados dentro del modelo aperrurisra. Sin embargo, para organizar la exposición, distingui­remos dos etapas: a) el ajusre en dictadura (1976-1983); b) el ajuste en de­mocracia (I 983-2000), período esre úlrimo signado por gobiernos de disímil signo partidario y diferente intensidad en la aplicación de medidas neocon­servadoras.

El año 2001 es sin duda discutible como cierre del proceso, puesto que muchas de sus peores secuelas se siguen experimentando -incluso más brural-

SUSANA TORRADO 51

menee- h~sta el día de hoy. Pero los aconrecimienros de 200 l, las sucesivas al­rernancias de gobiernos, la salida del régimen de converribilidad, en fin, el cambio de orientación aún no cornplecamenre definida a parcir de marzo de 2003, tornan muy difícil el análisis de rendencias de más largo plazo y, ade­más, no siempre esrán disponibles las imprescindibles fuenres esradísrícas.

3.1. El ajtt>·re en dici-.zdura (1976-1983)

En medio de una profunda crisis económica y polírica del gobierno consci­rucional justicialisra instaurado en 1973, un golpe de Esrado milirar despla­za a esre último en marzo de 1976, adoptando una nueva esuategia de des­arrollo.

Puede caracrerizarse al nuevo bloque dominante duranre 1976-1983, co­mo una alianza enrre el estamento militar y el segmento más concenrrado del capiral nacional y de las empresas transnacionales. La particularidad de esre momenro histórico es que las Fuerzas Armadas llegaron entonces al poder con inrereses que claramente depasaban la esfera de io económico, apunrando a lograr un disciplinamienro social generalizado mediante un cambio drástico de la anrigua esuucrura de relaciones económicas, sociaies y políticas.

En efecro, el programa del gobierno militar se opone a las precedenres orientaciones de indusrrialización susrirutiva, dando irnplíciramenre por rer­minada a la industrialización como objetivo central del proceso de desarrollo. En la concepción que se impuso enrre los sectores dominantes de la coalición milirar (en especial, el ejército), para lograr el ansiado disciplinamiento polí­rico e insricucional de la clase obrera, más allá del avasallamiento de sus insri­ruciones corporativas y de represenración polírica, la estrategia más eficiente debía consistir en una modificación drási:ica de las condiciones económicas funcionales que habían alenrado históricamente el desarrollo de esa clase, es decir, en una modificación drásrica de los modelos indusrrializadores. Y ello, aunque los efecros de la política a irnplemenrar afectaran los intereses de frac­ciones imporrantes de las clases dominantes. De ahí la polírica de apertura ex­terna de la economía.

En lo que respecra al volumen y estructura de la mano de obra, algunos de los preceptos centrales del nuevo modelo (sobre roda, el abandoao de la in­dustrialización sustiruriva; la reforma financiera; el principio de subsidiarie­dad del Esrado) dejan su huella indeleble en las rrasferencias de empleo que se producen en esre período.

52 ----------POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

Por una parte, el ritmo de crecimient0 del empleo urbano fue notable­mente más lenco que en las décadas precedentes, debido a factores que opera­ron tanlO del lado de la oferta como de la demanda de mano de obra. Por otra, en este momento, el nivel de empleo traduce mecanismos de equilibrio más complejos que en el pasado. Es cierto que los índices corrientes de subu­rilización abierta de la mano de obra -d.e 197 4 a 1986, la tasa de desocupa­ción pasa de 3,4% a 5,2%, y la de subocupación horaria de 4,6% a 7,4%­(Cuadro 5), respecto al desarrollismo precedente, habrían descendido o man­tenido el mismo nivel durante el apercurismo, algo incongruente si se tiene en cuenta la notoria recesión económica que se experimenta durante el gobierno militar. No obstante, un análisis más detenido de la cuestión lleva a concluir que tales índices son engañosos.

Cuadro 5. Indicadoi:es de la evolución del mercado de ti:abajo, 1974-2000

1 Indicador 1974 1986 f j Tasa de desocupación abierta (*) 3.4 5,2

1 Tasa de subocupación horaria (*)

1

4,6 7,4

% Asalariados registrados (**) 56,9 51,4

1 o/o No asalariados (**) 28,6 33,0

o/o Asalariados no registrados (**) (a) 18,8 20.9

Fuente: INDEC-EPH (ondas de octubre); Beccaria, 2002. (*) Total de aglomerados urbanos.

1991 1995 6,0 16,6 7,9 12,5

48,l 47,0

28,9 28,9

29,9 30,6

(**)Área Metropolitana (Ciudad de Bs.As. más Con urbano Bonaerense).

(a) Excluido ei Ser-vicio domésdco.

2000

14,7 14,3

46,0

25,2

35,0

En primer lugar, una parre considerable del descenso de los indicadores de suburilización abierta se explica por el fuerte retroceso de la oferta de mano de obra en los mercados de trabajo urbanos (especialmente en el Área Metropolitana), un fenómeno principalmente atribuible a razones de índole demográfica (no independientes, desde luego, de la propia coyuntura econó­mica). Entre las mismas se encuentran: la disminución de la migración inter­na hacia las grandes ciudades; el retroceso de la inmigración de trabajadores limírrofes; el aumento de la emigración externa de argentinos.; en fin, el envejecimienro de la población que produjo un achicamiento de la franja de edades potencialmente activas.

En segundo lugar, rambién contribuyó al descenso de dichos índices la retracción de la demanda de mano de obra que induce la recesión, fenómeno

SUSANA TORRADO 53

que, a su vez, se tradujo en el aumento considerable del desempleo oculto (por desaliento de personas acrivas respecto a la búsqueda de empleo, las que son contabilizadas como inactivas).

· En orros términos, la suburilización de mano de obra duranre la estra­tegia aperturista milirar se manifestó por mecanismos distintos a los conoci­dos, pero alcanzó sin duda niveles muy considerables.

Por orra parte, el escaso empleo neto creado en la industria manufactu­rera durante este lapso, a diferencia de lo acontecido duran re el desarrollismo, no privilegia exclusivamente a los asalariados sino que se distribuye entre to­da las categorías ocupacionales, lo que equivale a decir que se rerrorrae el per­fil socio-ocupacional del nuevo empleo industrial a fases incluso previas a 1945, cuando se afianza en el país la industrialización sustitutiva. Tal conclu­sión se desprende de la nororia desaceleración del empieo asalariado indusrrial de clase media (fundamentalmente, empleados administrativos) dentro de las planeas, así corno de la renovada expansión del cuentapropismo industrial (ar­resanado), tanto de clase media como de clase obrera.

Dado esre comporramienro de la industria, el crecimiento de la fuerza de trabajo urbana debió necesariamente refluir por entero a la construcción y al [erciario, que crecen efectivamente a ritmo acelerado.

Otro aspecto del deterioro del mercado de trabajo se refiere a la morfo­logía interna de los ocupados plenos. En ei Cuadro 5, puede observarse que, durante 1974-1986, se verifica la disminución de los asalariados registrados (de 56,9% a 51,4%); el aumento de los no-asalariados (categoría que incluye a cuenrapropisras y empleadores informales) (de 28,6% a 33%); y rambién la incipiente alza del trabajo precario (asalariados no-regisrrados) (de 18,8% a 20,9%). En suma, durante esta etapa, el reflujo de mano de obra expulsada de las posiciones asalariadas esrables se orientó preferentemente hacia el cuen­rapropismo informal o subempleo oculto, más que hacia puestos asalariados de mala calidad ("en negro"), como acontecería en el futuro.

Un aspecto crucial de esra dinámica radica en la diferencia del impacte en los distintos esrraros sociales, definidos esros, por imperativo de la infor­mación disponible, de acuerdo al nivel de educación del jefe de hogar (Beccaria, 2002). En efecto, el desempleo abierto afectó a codos los trabajado­res, pero en los esrraros inferiores lo hizo con mayor intensidad. Esto se vio agravado porque los más débiles sufrieron, además, desocupación de más lar­ga duración y más alta rotación en el empleo. También fueron los rrabajado­res menos calificados los que experimentaron mayor incidencia del trabajo no-registrado.

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En lo que concierne a la desigualdad en la distribución del ingreso, es preciso referir­se aunque sea brevememe a la evolución de las remuneraciones reales.

Duranre 1976-1983, los ingresos medios de los asalariados, que habían regisrrado una muy leve tendencia creciente desde principios de la década de 1950 hasra mediados de los 70, caen abruptamente en 1976 como resuhado del ajuste implemenrado por el gobierno militar inmediaramenre después de su llegada al poder. Al punro que puede afirmarse que el grueso del aumento en la regresividad de la distribución del ingreso durante el gobierno militar aconreció durante 1976-1978, cuando se produjo el gran deterioro de los sa­larios medios reales.

Cuadro 6. Disrdbudón decílica del ingreso roral de Jas familias. Área Merropofüana, 1974-2000

Deciles 1974 1986 1991 1995 2000 20% más pobre 6,1 4,9 4,6 4,2 4, l 70% intermedio 67,0 63,2 61,2 60,5 61,7 10% más rico 26,9 31,9 34,2 35.3 34,2 TOTAL 100,0 100,0 100,0 100,0 100,0

Fuenre: INDEC-EPH (ondas de octubre).

Esra evolución de la desigualdad durante el gobierno militar se puede resumir observando (Cuadro 6) que, en el lapso 1974-1986, la distribución decílica del ingreso coral de los hogares disminuyó de 6, 1 % a 4,9% en los dos primeros de­ciles; y de 67% a 63,2% en los deciles 3 a 9. Es decir, resignaron ingresos las ca­pas sociales más bajas pero también las capas medias. El conjunto de lo perdi­do se trasladó al último decil, cúspide de la pirámide, el que agrega 5 puntos porcemuales a lo que absorbía en 1974 (de 26,9% a 31,9%) (Beccaria, 2002).

La estrucrura social urbana durante el gobierno militar, por su parre, ex­perimenta mutaciones inéditas por comparación a períodos precedentes, lo que se aprecia analizando el saido de la década de 1970 sobre esre particular {Cuadro 4). Esra temática se esrudia con ios censos de población que se levan­tan, en cada década, en los años terminados en cero, razón por la cual la in­formación no puede desagregarse de acuerdo a las fechas límite de cada go­bierno. Nótese que íos daros del Cuadro 4 se refieren a un universo disrinro al de los cuadros anteriores, ya que definen el secror "urbano del coral de pa­ís", asimilándolo al rotal de la PEA no-agropecuaria.

SU.SANA TORRADO 55

Así, i~virtiendo de raíz las tendencias sostenidas en el pasado durante las estrategias industrializadoras, la creación de empleo urbano durante el gobier­no militar favoreció neramenre las posiciones autónomas por comparación a las ·asalaríadas. Entre 1970 y 1980, la rasa anual de crecimiento del empleo autónomo (27,4 por mil) es casi dos veces y media superior a la del empleo asalariado (11,9 por mil). Como resultado de lo cual, al final del período, el empleo asalariado había perdido casi 4 puntos porcenruales en la esrrucrura social urbana, representando ahora alrededor de 68%.

Además, se acrecienra la velocidad comparativa de expansión de la clase media respecto a la de la clase obrera (éste es el período de mayor disrancia entre las mismas), a la par que se modifican drásticamente las tendencias in­rernas en cada colectivo. Dentro de la clase media, por vez primera, es el es­rrato autónomo el que lidera aparentemente el crecimienro. Dentro de la cla­se obrera, casi rodo el crecimiento concierne al estrato autónomo. En otros términos, se detiene el proceso de asalarización de la clase media y se acelera el de desalarización de la clase obrera. Por otra parte, tiene lugar un norabie crecimiento del estrato marginal.

Naturalmente, visco lo reseñado hasta el momenro, la movilidad social durante el gobierno militar ostenta una toral singularidad respecto al pasado.

Primero, el menor crecimiento del empleo urbano (o sea, de la migración rural-urbana) elimina una fuente crucial de movilidad ascendente, al tiempo que concentra los desplazamientos en la población de antigua residencia urbana.

Segundo, la continuada expansión de la clase media favorece ahora comparativamente más a su estrato autónomo (con fundada presunción de que el mismo contiene una proporción no discernible de trabajadores marginales). Este crecimiento de las posiciones autónomas de clase media {sobre todo en el comercio) debió alimentarse -vía intrageneracional- de asalariados de clase obrera y de clase media que perdieron sus antiguas posiciones en el proceso ge­neral de desalarización que indujo la esrraregia apenurisra, siendo difícil de acepcar que esros desplazamiencos tradujeran una movilidad ascendente.

Tercero, la clase media asalariada crece menos que en las etapas preceden­res, siendo significativo el hecho de que se expanda comparativamente más el segmento técnico-profesional (de menor crecimiento vegerarivo y migratorio) que el de los empleados y vendedores. Todo ello, en un contexro en el cual se acentuó el proceso de devaluación de las credenciales educativas en el merca­do de trabajü, como secuela de la expansión de la matrícula secundaria y su­perior en los años precedentes, y se acrecentó el empleo precario de clase me­dia. El crecimiento del estrato medio asalariado debió continuar nutriéndose

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-vía intergeneracional- desde posiciones correspondientes a la clase media au­tónoma y a la propia clase media asalariada, representando por lo general una movilidad ascendente, si se define a esta última en términos exclusivamente ocupacionales.

Cuarto, el escraco marginal es el de más rápido crecimiento, junto con el empleo obrero precario. El crecimiento del estrato obrero autónomo y del marginal debió alimentarse comparativamente de trabajadores asalariados ur­banos que perdieran sus antiguas posiciones durante el proceso, más bien que de migrantes internos o externos (en franca retracción numérica), razón por la cual puede considerarse esta movilidad de tipo descendente.

En suma, desde el punto de vista ocupacional, el balance del modelo aperturista durante el gobierno militar es de preeminencia de movilidad estructural descendente.

A su vez, desde el punto de vista de los ingresos, las evidencias disponi­bles -reducción del salario real; caída de la participación de los sueldos y sa­larios en el ingreso nacional; incremenro de la desigualdad en la distribución de las remuneraciones entre los asalariados y entre los no-asalariados; niveles extremadamente reducidos de los haberes jubilatorios- confirman que lamo­vilidad experimentada en todos los estracos de clase obrera y en la mayor par­te de los de clase media fue abruptamente descendente.

3.2. El ajuste en democracia (1983-2001)

En abril de 1982, un suceso imprevisco -la guerra de las Malvinas- marca el ocaso del gobierno militar. La guerra precipitó de tal forma los acontecimien­tos que, para fines de ese año, estaba ya en marcha el proyecto de reconstruc­ción democrática que culminaría con la asunción del gobierno consritucional (partido radical) del Dr. Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983.

Desde entonces y hasta julio de 1989, no llegó a implemenrarse una es­trategia de desarrollo específica distinta del aperturismo, si bien se intentó suavizar los efeccos sociales de la situación heredada, sobre todo en lo que con­cierne a la mejoría del salario real.

La recuperación democrática había legado al nuevo gobierno una situa­ción económica caótica, con enorme défidt fiscal y presiones inflacionarias. Por otra parre, en el lapso de este primer gobierno radical, las vicisitudes de la transición democrárica, ia irracionalidad de la oposición justicialista y sindi­cal, y las propias fisuras dentro del radicalismo, determinaron que los escasos

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inrentos de reforma global de las instituciones de política social se vieran sis­remáticamente frustrados, e incluso que se evidenciara una creciente inclina­ción por medidas de índole neoconservadora.

· Estos diversos condicionamientos políticos resultaron, hacia fines de la década de 1980, en algunos broces hiperinflacionarios que repercutieron du­ramente en la situación de los sectores populares, y, a la postre, obligaron a la entrega anticipada del poder en julio de 1989.

El Dr. Carlos Saúl Menen (Partido justicialista), ganador de las últimas elecciones generales, asume entonces en julio de 1989. El nuevo presidente se mantuvo diez años en el poder (hasta 1999) ya que, en 1994, se modificó la Constitución Nacional a fin de posibilitar la reelección del primer mandata­rio por una sola vez consecuciva. En otros términos, durante la década de 1990 gobernó siempre el just:icialismo con el mismo presidente. Sin embar­go, la década "menemista" (como la bautizara el decir popular) no fue homo­génea en su devenir.

Durante los años 1989-1990, el nuevo gobierno ensayó infruccuosamen­re diversos lineamientos de políticas públicas tendientes sobre todo a contro­lar la inflación.

Pero fue recién en abril de 1991, con el Plan de Conven:ibilidad, que se afianza una estrategia de desarrollo nítida en sus objetivos y en sus medios de implementación, que, en el plano económico, retoma -exacerbándolo-- el modelo aperturista del gobierno militar, pero ahora con un éxito notable en el control de la inflación y en el crecimiento del producto bruto nacional, al menos durante algunos años.

Después de 1991, hubo un acentuado crecimiento de la economía que se frenó durante 1993-1994 (por efecto de la crisis mexicana), el que se reto­mó firmemente desde 1995 a 1997 y entró en aguda recesión en 1998 (sin inrerrupción hasta el año 2001).

A los inconvenientes generales que el modeio aperturista arrastraba des­de los años setenta, se agrega durante los noventa un agravamiento de la vul­nerabilidad externa de la economía, derivado de las restricciones que impone al crecimiento la imposibilidad de generar un superávit de la balanza de pa­gos que permitiera hacer frente a los exorbitantes servicios de una deuda ex­terna en continua expansión.

En el plano social, paradojalment:e, el Partido justicialisca que•ihabía sido quien comenzara a desarrollar el Estado de bienestar en ia década de 1940, fue también el ejecutor de su desmantelamiento en los años noventa. El nue­vo gobierno introdujo cambios profundos en la legislación laboral, reducien-

58 -----------POBLAClÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTlNA

do la estabilidad en el empleo, promoviendo el empleo legal precario, tole­rando el empleo "en negro", bajando cosros de conrraración y de despido, ali­viando las responsabilidades del empleador frenre a accidenres de trabajo y quiebras empresarias. Paralelamente, rodas las políricas sociales se víeron ne­garivamenre afectadas por la modificación de sus reglas de funcionamiento, por la degradación de sus fuenres de financiamiento, y por cambios en la ad­miniscración, en el régimen de acceso y en el tipo de beneficios.

En diciembre de 1999, el justicialismo fue desplazado del poder por una Alianza de Parridos que llevó como presidenre al Dr. Femando De La Rúa, cuyo gobierno no cambió la orientación aperrurisra prevalecienre hasra su re­nuncia anticipada a fines de 2001.

En lo que dice relación con el mercado de trtlbajo, en el lapso 1983-1991 -que abarca al gobierno radical y los dos primeros años del justicialisra-, la ra­sa de desocupación abierta, si bien muestra una rendencia claramente crecien­re, se manriene inferior al 7º/o, un nivel considerado relacivamente bajo aten­diendo a la inrensidad del deterioro económico duranre ese lapso (Cuadro 5). La subocupación horaria tuvo durante estos años una evolución similar.

Ahora bien, el deterioro de la siruación ocupacional en estos momentos se visualiza mejor observando, con daros censales (asimilables al coral del pa­ís en ocupaciones "urbanas"), cómo cambia la composición de la mano de obra suburilizada enrre 1980 y 1990.

En efecro, durante la década de 1980, la subutilización abierra de la fuer­za de rrabajo fue acompañada de modificaciones susranciales en las formas de inserción laboral de los ocupados plenos (ocupados con jornada normal), no menos graves desde el punro de vista de su impacto sobre la estrucrura de cla­ses sociales y los niveles de bienesrar.

Observando exclusivamente lo que aconteció con la PEA masculina to­

tal y con la PEA femenina asalaríada (a fin de eliminar posibles sesgos de medición inrroducidos por el cambio de merodología del censo de 1991 res­pecto al de 1980), pueden enumerarse las siguienres rendencias (Torrado, 1995).

Primero, se aceleró la desalarización de la fuerza de rrahajo: el volumen relacivo de asalariados enrre los hombres era 71 % en 1970, 67% en 1980 y 61 % en 1991. Especialmenre irnpacranre es el hecho de que, en ia década del ochenta, el número de asalariados disminuyó en términos absolutos.

Segundo, se acenruó la informalización de los asalariados: en 1980, d 28% de los asalariados varones rrabajaba en una microempresa (hasta 5 ocupados); en 1991, esta cifra alcanza al 35%.

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Terce~o, aumenró !a precarización de los asalariados: en 1991, 37% del coral de asalariados del secror privado era no-regisrrado o precario (no le efec­ruaban descuentos para aporres jubilatorios). Este valor alcanzaba 23o/o en el sec~or empresarial (más de 5 ocupados) y 64% en el microernpresariaL Si bien es imposible calcular este índice con el censo de 1980, rodas las estimaciones disponibles lo sitúan muy por debajo de la cifras de 1991.

La medición intercensal enrre 1980 y 1991 también pone de manifiesto ocros hechos que confirman las esrimaciones anteriores sobre el aumento de la suburilización durante la década de 1980.

Se verifica un aumenco absoluro del componente público enrre los asalariados: el empleo público represenra 31 ºlo del rotal de asalariados tanto en l 980 como en 1991, pero este porcentaje se mantiene gracias a un aumen­co absoluto de los ocupados en el sector público (muchas más mujeres, leve reducción del los hombres).

Se acelera el aumenro del cuenrapropismo: el volumen relativo de traba­jadores por cuenra propia entre los activos varones era de 18% en 1970, 22º/o en 1980 y 27% en 1991.

En fin, en la misma dirección, se tiende a la informalización de los empresarios: entre 1980 y 1991 aumentó considerablemente el número de empleadores varones: este aumento favoreció comparativamente más ai sector microempresarial que al empresarial.

Por lo demás, prosiguió la expansión ocupacional del sector terciario y volvió a disminuir la mano de obra ocupada en la industria.

Esros hechos se expresan sintéticamente en el Cuadro 5: los asalariados regís erados perdieron casi 3 puntos porcenruales en ere 1986 y 1991; los no­asalariados resignaron 4 puntos en igual lapso; los asalariados no-registrados aumentaron 9 punros, pasando de 20,9% de la PEA en la primera fecha, a 29.9% en la segunda.

En sínresis, durante la década de 1980, el debilíramienro de la capacidad de la ec01.:;mía para generar ernpieo genuino se resuelve en una fuerte expan­sión de las dos formas visibles de suburilización (desempleo abierto y subem­pleo horario), en la disminución e intensa precarización del trabajo asalaria­do, junco con una proliferación de subocupaciones en el sector informal urbano (comercio y servicios), en el sector público (nivel provincial y muni-cipal) y en el servicio doméstico. ·'

Ahora bien, duran ce la década de 1990, ia suburilización de la mano de obra se agrava excraordinariamence, un fenómeno que se sinteriza diciendo que, en 2000, el nivel de la desocupación abierta (13,8%) más que duplica

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el correspondiente a 1991 (6%). Una evolución similar ostenta la tasa de subocupación horaria (Cuadro 5).

Por otra parte, las tendencias a la informalización y precarización de los ocupados se prosiguieron a un ritmo t0davía más acelerado que en la década de 1980. Entre 199 l y 2000 (Cuadro 5), fue prácticamente nula la creación de empleo asalariado; se sarura la receptividad del sector "refugio" para el em­pleo no-asalariado (cuentapropismo informal); casi rodo el empleo creado fue precario (los asalariados no-registrados crecieron de 30% en 1991 a 35% en 2000). En este lapso, el impacto también fue diferencial según el estrato social.

Cabe mencionar otro hecho trascendental en la evolución del mercado de trabajo durante este período: la nueva y brutal devaluación de los títulos acadé­micos que indujo la abrupta irrupción del hiperdesempleo. De repente, millo­nes de personas quedaron "obsoletas" respecro a las nuevas exigencias empresa­rias, con el agravante de que su eventual reciclamienro debía ser autosolventado (ese tipo de formación educativa no es gratuiro). Es decir, una ingente porción de la mano de obra se encontró de pronto enfrentada a la siguiente disyuntiva: para conseguir empleo se necesita más educación, pero para reciclarse se nece­sitan ingresos que no se obtienen porque se es desempleado.

Respecto a la distribución del ingreso, la instauración del gobierno demo­crático en 1983 posibilita una importante pero momentánea recuperación parcial de las remuneraciones reales en 1984, la que, sin embargo, no llegó a consolidarse para 1989. El poder de compra de las remuneraciones volvió a descender a partir de 1987 -luego de otro corro período de recuperación aso­ciado a la estabilidad lograda por el Plan Austral ( 1985-1986)-, para volver a reducirse, ahora de manera extrema, durante los broces híperinflacionarios de 1989 y 1990. Si se toma el año 1986 como base 100 de las remuneraciones reales, el número índice correspondiente a 1989 era igual a 61.

Obviamente, esta evolución del ingreso medio, sumada a las tendencias del desempleo y el subempleo ya comentadas, indujo una nueva marcha regresiva de la distribución del ingreso. Puede verse en el Cuadro 6 que el in­greso toral de los hogares (el que más se relaciona con el bienestar de la po­blación) volvió a mostrar una pérdida de los 9 primeros deciles, contrastada con el aumento del decil más rico (32% en 1986; 34% en 1991).

A parcir de 1991, el exitoso control de la inflación que acompañó al Plan de Convertibilidad permitió que, cemporariamenre, mejorasen los ingresos reales de todos los grupos de perceptores. No obstante esca importante recu­peración, después de 1994 continuó la tendencia negativa de las remunera­ciones reales, las que, en 1999, representaban 83% del nivel de 1986.

SUSANA TORRADO 61

Paralelamente, siguió perdiendo peso la porción del ingreso que absorbí­an los asalariados, afectada también por el menor poder negociador de los sin­dicaros como consecuencia de los cambios en la legislación laboral: el salario real promedio de los trabajadores menos calificados en íos servicios menos productivos se deterioró, incluso en términos nominales; cuando hubo au­mento del salario real, éste fue siempre muy inferior al aumenro de la produc­tividad por persona ocupada.

Porque otro de los facrores que afectó gravemente el funcionamienro del mercado de trabajo fue la desregulación de las antiguas protecciones de los rrabajadores. Las normas laborales se modificaron en distintos andariveles: por un lado, disminuyeron las contribuciones patronales que se desdnaban a financiar el cosco del despido y ciertos programas sociales; por otro, se fomen­taron nuevas modalidades contractuales (períodos de prueba; contratos a ríempo parcial; contratos de aprendizaje y pasantfas; límites a la duración de la jornada de trabajo; deterioro de la inspección de las condiciones de traba­jo; descentralización de las negociaciones colectivas; etc.). Todas estas modifi­caciones tuvieron ei común denominador de precarizar la situación laboral. Unida a la rápida expansión del empleo en negro, la nueva reglamentación ex­plica ~n gran parte el agravamiento de la vulnerabilidad en el empleo y, por extensión, de la vulnerabilidad social.

En consecuencia, en la distribución del ingreso familiar se constata una vez más la pérdida de los sectores más desfavorecidos (principalmente afecta­dos por el desempleo): los dos primeros deciles de la distribución pierden to­davía algunos puntos, en favor esta vez de los sectores medios.

Los efectos sobre la estructura social de las políticas implementadas du­rante 1983-1991 pueden observarse en el Cuadro 4, comparando los perfiles de 1980 y 1991 (la falta de comparabilidad incercensal no alcanza a sesgar las tendencias de conjunto). Se resumen como sigue: drástica desalarización (cuentapropisrno) de coda la estructura (el empleo asalariado rotal representa­ba 68% de la PEA en 1980 y 61 o/o en 1991); violenta retracción del volumen de la clase media (de 47% a 38%), casi toda explicable por la disminución de su estrato asalariado; aumento del volumen de la clase obrera (de 40o/o a 43:1'), .casi codo explicable por el crecimiento de su estrato autónomo; abrup­to mcremento del estrato marginal (de 12% a 18%).

En consecuencia, la movilidad social fue esencialmente descendente tan­ro desde el punto de visea ocupacional como de la distribución de los ing~esos.

Lamentablemente, no existe información que nos permita visualizar los rasgos de la estructura sociai a fines de los años noventa (los datos sobre la

64 -----------POBLACIÓN Y BIENESTAR EN lA ARGENTINA

rárquicas· dentro de la pirámide de estratificación social, posiciones que, a su vez, pueden definirse en rérminos ocupacionales o en términos de ingresos.

Respecto a la movilidad social, el conjunto del período 1945-2000 tiene algunos elementos comunes: la masiva transferencia de población del campo a las ciudades (con la concornirante creación de empleo urbano, inductora, de por sí, de movilidad ocupacional); la expansión de la matrícula educacional en todos sus niveles; la progresiva devaluación de las credenciales educac:ivas (aumento de los títulos exigidos para y disminución de los ingresos devenga­dos por una misma posición); el acrecentamiento del rol de la educación co­rno canal ascencional. Sin embargo, también en esre dominio, cada estrategia tuvo efectos específicos.

Durante el modelo justicialista, desde el punto de vista ocupacional, exis­te un proceso generalizado de movilidad estructural ascendente de carácter in­rrageneracional, desde modestas posiciones rurales a posiciones urbanas autó­nomas de clase media y asalariadas de clase obrera, y desde segmentos inferiores a segmentos superiores dentro de la clase media. No se detecta en este momento ni empleo precario ni empleo marginal. Por otra parre, esta movilidad ocupacional ascendente fue efectivamente acompañada por un movimienro también ascendente en la escala de ingresos.

Durante el desarrollismo, el panorama de conjunto es mucho más com­plejo. La continuada migración rural-urbano, se acompaña ahora de múlti­ples trasvasamienros dentro de la población urbana nativa o residente citadi­na de antigua daca. Desde el punto de vista ocupacional, esca estrategia se caracteriza por la coexistencia de fuertes flujos de movilidad estructural ascen­dente y descendente, intra e ínter generacionales, acompañados de importan­tes movimientos intersectoriales neutrales desde una perspectiva jerárquica. Por lo demás, no se detecta empleo marginal aunque sí empleo precario, tan­to de clase media como de clase obrera. Correlativamente, desde la óptica de los ingresos, la estrategia desarrollista induce, por un lado, el mejoramiento de las posiciones correspondientes a la clase alca y a los segmentos superiores de la clase media, por otro, el empeoramiento de las posiciones propias de la clase obrera y de los segmentos inferiores de la clase media.

Durante la estrategia aperturista el proceso es rotalmem:e disímil. Primero, el crecimiento del empleo urbano es mucho más lento que en el pasado, lo que concentra la movilidad social en la población de antigua residencia urbana. Segundo, la expansión de la dase media favorece ahora comparativamente más a su estrato autónomo (pequeños producrores, cuentapropistas), movilidad que debió alimentarse -vía inrrageneracional- de asalariados de clase obrera y de da-

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se media que perdieron sus antiguas posiciones en el proceso general de desala­rización, siendo difícil de aceptar que estos desplazamientos tradujeran una mo­vilidad ascendente. Tercero, Ja clase media asalariada crece menos que en las eta­pas· precedentes, en un contexto en el cual se acentuó el proceso de devaluación de las credenciales y se acrecemó el empleo precario de clase media. El creci­miento de la dase media asalariada concinuó nutriéndose -vía inrergeneracio-

desde posiciones correspondientes a la clase media autónoma y a la propia clase media asalariada, representando por io general una movilidad ascendente, si se define a esta última en términos exclusivamente ocupacionales. Cuarto, la clase obrera autónoma es el escraro de más rápido crecimiento, traduciendo ahora este fenómeno la expansión preferencial del empleo informal y del em­pleo precario, junto con la emergencia de un estrato marginal. El crecimiento del estraro obrero autónomo se alimentó comparativamente más de trabajado­res asalariados urbanos que perdieron sus antiguas posiciones durante el proce­so, que de mígrantes internos o externos (en franca retracción numérica), razón por la cual puede considerarse esta movilidad de cipo descendente. En suma, desde el punto de vista ocupacional, el balance del modelo aperturista es de preeminencia de movilidad estructural descendente, íntra e intergeneracional. A su vez, desde el punto de vista de los ingresos, la movilidad experimentada en codos los estratos de clase obrera y en la mayor parre de los de clase media fue abruptamente descendente, implicando un proceso de pauperización absoluta y de pauperización relativa, de carácter inédito en la historia argentina reciente.

A principios del tercer milenio, la suma de estos procesos se cristalizaba en una estructura social profundamente segmentada, con signos agudos y exa­cerbados de desigualdad social.

Notas

1 Esra parce se basa en Germani (1962, Parce fV) y (1963, passim). 2 La movilidad social puede ser de distintos tipos: esrruct1<ral (modificación en eÍ núme­

ro relativo de posiciones disponibles de cada categoría social); de reemplazo (cambio individual posibilitado por ia vacancia en orras posiciones); demográfica (derivada de las diferencias imer­escratos en los niveles del crecímienco vegetativo y migracorio). Por otra parte, se dice que ia movilidad es inrrageneracional cuando el desplazamienrn se realiza en el curso de la vida de una misma persona; inrergeneracional cuando tiene lugar de padres a hijos. .•

3 Una hipótesis irrealista, ya que el propio Germani demuestra que existió en codo mo­mento un volumen no despreciable de movilidad descendente. Ello significa que esta cuamift­cación de la movilidad estructural ascendente con anterioridad a ! 930 const:icuye una esn-macíón <le mínima.

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PEA del censo de 2001 son completamente incompatibles respecto a los cen­sos precedentes). No obstante, visro lo acontecido en el mercado de trabajo y en la disrribución del ingreso, pueden enunciarse algunas conclusiones razo­nables.

Para fines de la década de 1990, deben haberse agudizado algunos ras­gos ya evidentes a principios de los ochenta: disminución relativa del volu­men de la clase media y su progresiva desalarización; disminución del peso relativo de la clase obrera estable y acem:uación de su desalarización; aumen­ro absoluro y relativo del estraro marginal (no-asalariado). Todo ello en un conrexto de ernpobrecimienro absoluto (caída por debajo de la Línea de po­breza) que ahora involucra no sólo a sectores obreros estables y a sectores marginales, sino también a las capas medias que hasta hace poco expe­rimenraban sólo empobrecimiento relativo (disminución del bienestar sin caer por debajo de la Línea de pobreza). O sea, un panorama de incensa mo­vilidad social descendente, ranro desde el punto de visea ocupacional corno del de los ingresos.

Como primera visión global del aperrurisrno se impone una conclusión: el empeoramiento de las condiciones laborales y de bienestar en can corro lap­so es un buen indicador de la eficacia con que funcionó el "disciplinamienro social" originalmenre propicíado por el golpe militar de 1976. Visco lo cual, calificar el balance de esca gestión en relación con la estrucrura social no es una carea compleja: además de "concentradora", la esrrategia aperturisra es también violenta y explícirarnenre "excluyente"; sólo que se erara ahora de una exclusión sin modernización social ni crecimiento económico global.

La conrraparrida previsible de estos hechos fue un aurnenro sin preceden­tes de la incidencia, la intensidad y la hererogeneidad de la pobreza crítica, in­ductora de un deterioro brutal de los niveles de bienesrar, parricularmenre de los más débiles.

4. Una visi6n de largo plazo

Podemos ahora comparar sintéricarnenre los efectos de cada modelo de acu­mulación sobre la esrrucrura de clases sociales y la movilidad social.

Anees de 1930, durante el modelo agroexport:ador, el perfil de la esrrucru­ra social se rrastoca profundamente: en especial, se aprecia una rapidísima ex­pansión de ios estratos medios, los que prácticamente se cuadruplican en es­te lapso -al menos en las áreas urbanas-, absorbiendo una parre sustancial de

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los grandes conringemes de inmigrantes de ulcrarnar llegados durante el perí­odo. De suene que puede afirmarse que, en menos de una generación, surgió un amplio esrraro medio que, necesariarnenre, debió reclutar a sus miembros enire los esrraros populares, por lo que la fuerce movilidad social ascendente experimentada debió ser no sólo de carácter inrergeneracional sino también de naturaleza inrrageneracional, esro último sobre codo entre los extranjeros recién llegados cuya extracción social originaria era por demás modesta.

Después de 1930, la escracegiajusticia/frta-caracrerizada por la industria­lización susticutiva de bienes de consumo final-, si bien. no modernizó significativamente la estructura social, fue claramente distribucionisra e incluyente de los estratos más desfavorecidos respecto a los frutos del progre­so económico. Por su parre, la desarrollista -propulsora también de una indus­trialización sustitutiva pero ahora de bienes intermedios y de capital-, aunque modernizadora, fue marcadamente concentradora y exduyente. Por compara­ción, la aperturista, presenta rasgos de claro sesgo desindusrrializador, concen­trador y excluyente, sin arisbos de modernización.

Para ilustrar los cambios que experimentó la estructura social corno con­secuencia de los rres últimos modelos de acumulación, podría diseñarse una pirámide de estratificación con un eje verrical representando los diversos es­rraros sociales ordenados jerárquicamente, y con dos horizonrales: a la iz­quierda, uno que representara el volumen relativo de cada esrraro desde el punto de visea ocupacional; a la derecha, otro que hiciera lo propio con la par­re del ingreso nacional absorbida por cada estraro.

En el largo plazo (1945-2000), esca pirámide mostraría formas cambian­tes. A la izquierda, el manrenirniento de una cúpula minúscula, el engrosamien­rn progresivo y posterior estrechamiento de la parre intermedia y el ensancha­mienro paularino de la base. A la derecha, el ensanchamiento ininterrumpido de la cúpula en derrirnento de la superficie correspondiente a la parre interme­dia y a la base. En suma, las muraciones en la pirámide de estrar:íficación social ilustrarían un proceso caracterizado por los siguientes rasgos: a) una clase alra numéricamente ínfima en curso de enriquecimienro absoluto; b) una clase me­dia numéricamente crecienre-decreciente, en curso de progresiva asalarización­desalarización, y pauperización absolura y reiaciva; c) una clase obrera nurnérica­menre decreciente en curso de progresiva desalarización y pauperización absoluta; d) la aparición de un estrato marginal numéricamente irnp0rranre con carencias absolutas.

Por otra parre, cada esr:rategia de desarrollo indujo un tipo particular de movilidad social, encendiendo por cal el desplazamienro entre posiciones je-

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4 Salvo mención conrearía, rndos los análisis de este acápire provienen de Torrado (1994), con sus respectJVas referencias bibliognificas. Por razones que enseguida se harán comprensibles sólo discrímínamos aquí las escracegías "justicialisra'' (1945-1955) y "desarrollista" (1958-1972). Por lo canco, quedan fuera de análisis los siguientes lapsos: a) años 1956-1957 (gobier­no de la ''revolución libertadora"); b) iapso occubre 1963/junio 1966 (breve imerregno de un gobierno radical demro del modelo desarrollista); c) años 1973-1975 {tercer gobierno justícia­lisra). En esos breves períodos no se implementaron políticas públicas que alteraran significa­tivamente la estructura socíoeconómica que primaba en sus respectivos inicios.

5 Después de 1947, es imposible cuantificar la movilidad social como lo hiciera German\ para la etapa agroexporcadora.

6 Las expresiones "devaluación educacional" o "devaluación de las credenciales" designan un proceso en el que la exigencia de credenciales o rítulos educativos para acceder a una mis­ma posición ocupacional va creciendo paulatinamente, sin que se aumenten las respectivas re­muneraciones, a medida que aumenta la oferta <le mano de obra más educada como producco de la expansión del sistema educacivo.

7 Esta parte se basa en Torrado (2004) y su correspondiente bibliografía.

Bibliografía

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548 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

damos enconrrar entre los rnigram:es, cada uno de ellos contiene una h. . 1swna y en ella una combinación singular de factores rnacroestructurales mi

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La integración de los inmigrantes europeos

Fernando J. Devoro

Como hemos visto en el ardculo preceden ce, el impacto de la inmigración eu­ropea sobre la población argentina alcanzó proporciones casi sin parangón en otras parres del mundo. Es evidente que un proceso de esa magnitud debía transformar a la vez a la Argendna coda y a los rnisrnos inrnigranres. La naru­raleza, el ritmo y la profundidad de esos cambios han sido, sin embargo, ob­jeto de largas discusiones enrre los esrudiosos.

Un conjunco de cuestiones se abren aquí. La primera, es la de la inser­ción económica de los inmigrantes: en cuáles sectores, con qué resulrados, porqué. Relacionado con ello, encontramos los problemas de la integración y la movilidad social que indicarían, a la vez., el éxito o fracaso de los inmigran­tes y las características de la sociedad argentina (más o menos abierta, más o menos porosa).

Un segundo orden de cuestiones (en parte, corno veremos, relacionado co.n el primero) gira en cambio acerca de la integración culrural de los in­migrantes, la preservación o no de sus lazos culturales con los lugares y las personas en el país o pueblo de origen, la conservación de ámbitos de socia­~ilidad propios o su integración a nuevos compuesros por personas de dis­uma procedencia. En suma, la veloz integración a una nueva sociedad o la preservación de espacios propios que interactuaban con otros. Nuevamente el problema remite a una cierra imagen, homogénea o heterogénea, de la Argencina. ,.

550 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

La integración económica y social

Más allá de las diferencias entre los distintos conrexws temporales, puede par~ tirse de una afirmación general: la inserción de los inmigrantes europeos, en la Argentina, considerada en su conjunto, fue mayoritariamente urbana en todos los momentos de su historia. Lo fue, además, crecientemente en el tiempo.

Esa inserción urbana se reflejaba en su mayor presencia relativa en los sectores secundario y terciario de la economía. Según los datos de los censos de 1895 y 1914, alrededor de dos de cada tres extranjeros en el primero y de tres de cada cuatro en el segundo, estaban ocupados en ellos (Beyhaut et ál., 1965); por su parte, en 1947, eran cuatro de cada cinco. Asimismo, los daros procedentes de los mismos censos muestran que esa presencia en los sectores secundario y terciario era proporcionalmente mucho mayor que la de los are gentinos e, inversamente, mucho menor que la de estos en el sector primario. Así, aunque la población argentina en su conjunto se urbanizaba, los inmi­grantes europeos lo hadan más aceleradamente.

La pregunta acerca de porqué inmigrantes de origen muy mayoritaria­mente rural terminaron insertándose en la economía urbana no ha dejado de' preocupar a los estudiosos. Años atrás solía enfatizarse que era la ausencia de abundantes posibilidades en el campo para trabajar como colonos (pese a las promesas de las elites fundadoras de la Argentina moderna) lo que había lle­vado finalmente a los inmigrantes a radicarse en las ciudades. Las cosas son, sin embargo, quizá, más complejas.

Una primera observación debería recordar que un movimiento rural-ur­bano afecta al conjunto de las migraciones europeas, fuesen ellas internas al continente o transoceánicas y, muy en especial, a las del sur y el este de Europa. El movimiento rnigrar:orio debe aquí ponerse en relación con el proceso pa~­lelo de industrialización y urbanización que afectó al mundo euroatlántico.

Una segunda debería insistir en que los inmigrantes, como cualquier per­sona, desempeñaban distintas ocupaciones a lo largo del curso de su vida, en especial, los migrantes del sur de Europa (que eran en la Argentina los mayo­ritarios) mostraron siempre una gran versatilidad y flexibilidad para adaptarse a distinr:os contexros laborales, con lo que la declaración de ocupación hecha ante las autoridades argentinas en el momento de llegada debe relacívizarse.

Una tercera, debería precavernos contra atribuir a los rnigranres propósi­tos muy definidos en cuanco al tipo de trabajo a desempeñar en la Argentina. Como observamos en el capítulo precedente, una buena parre pensaba en re· tornar luego de un período y lo importante no era el tipo de trabajo sino el

FERNANDO J. DEVOTO 551

acumular ganancias lo más rápido posible y, si la tarea era rural, no necesaria­mente convertirse en propietario en la pampa gringa sino mediante sus aho­rros incrementar sus modestas posesiones en Europa, fuese en Galicia o en Basilicata. Por supuesto que aquí hay que hacer una importante distinción en­cre aquellos que habían emigrado solos (la mayoría) y aquellos que lo habían hecho en forma conjunta con el grupo familiar. Es claro que estos últimos es­uban mucho más orientados hacia la explotación agrícola donde podían va­lorizar el trabajo de toda la familia. Por otra parte, debe observarse que lo que caracteriza el mercado de trabajo argentino era su fluidez que alentaba una permanente circulación rural-urbana.

Subsiguientemente, debería recordarse que el panorama general no debe oscurecer las situaciones particulares. Los datos generales acerca de la inserción ocupacional de los inmigrantes están fuertemente condicionados por dos fenó­menos singulares. El primero era el papel de la ciudad de Buenos Aires, gran polo de atracción desde la época colonial y en la cual, entre 1869 y 1947, re­sidía un porcentaje nunca menor al 30o/o de todos los extranjeros instalados en la Argentina. El segundo era aquella tercera zona del interior, descripta en el artfculo precedente, a la que los inmigrantes llegaron en pequeños números (y donde fueron plenamente urbanos) mientras las áreas rurales permanecieron pobladas por los nativos. En cambio, en las zonas de la Argentina del litoral, la llamada "pampa gringa", en el período que coincidió con la gran expansión :agraria (1880-1914), los europeos sobrepasaron a los nativos, en números ab-

. ~olucos y relativos, entre la población rural y no sólo entre la población urba­na. Así ocurría en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y centro-sud de Córdoba.

También hay que distinguir entre los distintos grupos de extranjeros. Por poner un ejemplo, según el censo de 1914 en las áreas urbanas reside el 74o/o

:. de los españoles, el 69% de los italianos y el 57% de los procedentes de Rusia. .Por otra parte, existen algunos problemas de método. Los datos censales sólo

· nos brindan una fotografía estática de un movimiento que es más complejo si ~e mira en una dinámica temporal. Pongamos un ejemplo: el censo de 1914 muestra que del 28°/o de la población económicamente activa dedicada a las actividades primarias, un 12o/o eran extranjeros y un 16% argentinos nativos. Sin embargo ¿cuántos de esos "argentinos" eran hijos de los inmigrantes eu-ropeos llegados en las décadas precedentes? .•

Quizá un buen modo de observar el problema es analizar los distintos .contextos temporales. Corno se señaló, la inmigración europea precedió en mucho el proyecto de la generación de Caseros. En los más de setenta años

552 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

que separan la fundación del Virreinar.o del Río de la Plata y la caída de Rosas llegaron numerosos europeos cuyo destino principal fue la Ciudad de Bueno~ Aires y las villas del licoral fluvial. Era inevirable que así ocurriera. Las carac­ceríscicas de la expansión pecuaria no requerían grandes contingentes de ma­no de obra y no exisdan programas de colonización agrícola. De este modo sólo algunos pocos grupos, como los irlandeses, supieron aprovechar las ven~ cajas emergentes del ciclo del lanar. La gran mayoría prefirió aprovechar las oportunidades exisrentes en una ciudad corno Buenos Aires en plena expan­sión, en el sector artesanal (los franceses), en el comercio de importación (in­gleses y alemanes), en el pequeño comercio, la navegación fluvial, la construc­ción de pequeños navíos o el comercio frutihorcícola local y zonal (genoveses). Aunque ninguna actividad era monopolizada por un solo grupo y codos pre­sentaban una gran dispersión ocupacional, exisrían significacivos niveles de es­pecialización que no estaban ligados al origen nacional sino a las relaciones so­ciales que esrablecían entre sí los inrnigrances de un mismo pueblo o de una misma región. Relaciones que, si por un lado habían facifüado la migración (las cadenas migratorias), habían sido decisivas también para permirir al re­cién llegado su inserción laboral inicial.

En los veinte años sucesivos a Caseros que coinciden con el ciclo migra­torio que culmina en 1873, esa preponderancia urbana se mantiene. Cier­tament:e, por enronces se crearon colonias en Buenos Aires, Enue Ríos y Santa Fe pero su desrino era azaroso e incierto aquejadas como esraban por la inse­guridad de las fronteras con los indígenas, la arbitrariedad de las autoridades locales o la ausencia de vías de cornunicación que facilirasen la comercializa­ción de su producción. De ese período subsistirían 28 colonias en 1895. En los inicios de ese proceso de colonización (Esperanza, San Jerónimo, San José, Villa Urquiza), los grupos escogidos por los empresarios que actuaban por cuenta de los gobiernos provinciales fueron franceses del sudeste, suizos y ale­manes. Sin embargo, pronto ellos comenzarían a ser desplazados por italianos del norte. Esa preponderancia puede relacionarse con distintos factores. Uno de ellos, observado por los contemporáneos, era la mayor frugalidad de los italianos capaces de comprimir sus consumos mucho más que los de los ocros grupos.

En cualquier caso, corno revela el censo de 1869, la inserción de los in­migrantes es mayoritariamente urbana en ese período. En Buenos Aires, los extranjeros eran ya el 49o/o de sus habitantes en esa fecha. Su presencia era muy importante encre los artesanos y en d comercio mediano y pequeño, sea como propietarios, gestores o empleados. Por ejemplo, daros para los españo·

FERNANDO J. DEVOTO 553

Grupo formado por la Comisión de Damas del Hospital Italiano. Mundo Argentino, año l, Nº 33, 23/08/191 L

Orfanato francés de Buenos Aires. Comedor. AGN/ Caras y Caretas, junio de 1925.

554 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

les agr:upados en torno a categorías socio-ocupacionales muestran b. . ' 1en ese

proceso: la mitad de ellos se desempeñaba en los sectores de trabaJ·ado . res rnac

nuales ~al1~cados y en el de no-manuales bajos (Moya, 1998: 212). Datos so-bre los Italianos, algo más tardíos pero anteriores a la gran expansión de la d._ cada d.e 1880, exhiben un panorama similar (Devoto, 2006). En general se ~a subesnmado el papel ~e esas oleadas tempranas en orientar a muchos de los que llegarían luego hacia la economía urbana y en permitirles preservar un lu­gar preponderante en aquellos rubros en los que eran dominantes ya en l dos décadas posteriores a Caseros. as

A partir de la década de 1880, con los comienzos de la migración de ma­sas, la inserción económica de los inmigrantes se bifurca.

L'.na parte sigue el renovado proceso de expansión de la frontera agríco­la hacia el oeste que es acompañada por la creación de colonias. Los italianos seprentrional~s s_erían el grupo dominante. En Santa Fe, por ejemplo, según el censo provincial de 1887 eran los extranjeros más numerosos en 91 de los 106 distritos de la provincia (Gallo, 1979). La historia de los italianos y otros eu:opeos en las áreas de la pampa gringa puede dividirse en dos etapas. La pnmera dura hasta alrededor de 1895. En los quince años comprendidos en­tre 1881 y 1895 se crearon 288 colonias en la provincia de Santa Fe y 147 en la de Córdoba. Por supuesto que el movimiento no era solamente coloni­zador sino que jumo a él se expandían el arrendamiento y la mediería. Las distintas vías, sin embargo, arraigaron a los inmigrantes en el campo. El cen­so de 1895 lo revela: en Santa Fe, el 51 o/o de los establecimientos agropecua­rios era en esa fecha explotado directamente por sus dueños y, en Córdoba, ese porcentaje trepaba hasta el 75%. Las razones de esa exitosa inserción pue­den buscarse en muchas parres: los precios internacionales de los cereales, las condiciones en que eran concedidas las cierras en los proyectos de colonizá~ ción, el monto de los arrendarnienros, la existencia de rierras libres hada d oeste que permitían a los inmigrantes desplazarse en busca de mejores con-: diciones en las zonas nuevas, y otros factores aleatorios como las condiciones. climáticas. Aunque, como señalarnos, la propiedad no era necesariamente un objetivo de todos los inmigrantes, muchos habían logrado llegar a ella a era·· vés de itinerarios que podían partir de comenzar como mediero, arrendata­rio, peón a la renta (jornalero que recibía unas pocas hectáreas para trabajar por cuenta propia) o jornalero.

Las cosas cambian desde 1895. La expansión de los arrendamientos a ex­pensas de la pequeña propiedad o la mediería; el aumento del canon de los mismos, en parte debido a la presión de la demanda inmigrante, en parte a la

fERNANDO J. DEVOTO 555

difusión de la figura del intermediario (a veces hasta dos o tres que interme­diaban entre el propietario y el arrendatario); el aumento especulativo del pre-

.. do de la tierra, por la estabilización o la caída de los precios internacionales :(aveces, como en el maíz, del que la Argentina era el prirr1er exportador mun­dial, por los volúmenes mismos de la producción argentina); el retorno al pa­rrón oro en 1899 que revalorizaba el peso argentino en perjuicio de los expor­tadores; todos estos factores se conjugaron para que la integración económica de los inmigrantes fuese menos exitosa.

Aquí desde luego hay que diferenciar regionalmente grados entre zonas de más antigua colonización corno Santa Fe y aquellas más recientes como Córdoba donde el proceso de colonización se había mantenido; en 1906, exis­cían en esta última 340 colonias y 180 campos colonizados en toda la provin­cia (Accondo, 1996). Sin embargo, más allá de matices, los datos del censo de !914 muestran que ahora el 70% de los establecimientos agrícolas en la pro­vincia de Buenos Aires, el 64% en Santa Fe y el 71 o/o en Córdoba eran explo­tados por personas que no eran sus dueños (Solberg, 1975). Más allá de ello,

.esa pampa era plenamente "gringa" en especial en las áreas dedicadas a la pro­ducción de cereales y lino. Allí, los extranjeros gestionaban el 72% de rodas las exploraciones (Díaz Alejandro, 19/5: 156). También lo era entre los jor­naleros adventicios, entre los que sobresalían los llamados "golondrinas", in­migrantes llegados al país para aprovechar los altos salarios comparativos que se pagaban en tiempos de la cosecha. Aunque el golondrina difícilmente ve­nía solo para levantar una cosecha y su permanencia en el pais podía prolon­garse por un par de años en los que alternaba empleos rurales y urbanos. Nue­vamente aquí, siendo inmigrantes la mayoría de los que manejaban las exploraciones agrícolas tenían tendencia a reclutar personas de la misma re­gión para levantar las cosechas.

Paralelamente a la inserción rural, encontramos, en el mismo período, omnipresentes, a los inmigrantes europeos en las actividades económicas ur­banas. El proceso puede seguirse con detenimiento en la Ciudad de Buenos Aires. En conjunto, los inmigrantes constituían alrededor de dos tercios de la población de la ciudad en edad activa entre 1887 (68%) y 1914 (64%). Desde luego que ello implicaba que estuviesen representados en todos los sec­tores de la vida económica. En algunos, sin embargo, estaban sobrerepresen­tados. En el sector industrial, los inmigrantes eran el 92% en 18~,7, el 88% en 1895 y el 70% en 1914, de los propietarios de establecimientos (que iban desde verdaderas industrias a talleres artesanales). Algo menor era el número de los inmigrantes entre los trabajadores de los mismos pero, en cualquier ca-

556 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA

so, superior a la media en buena parte del período: efectivamente, eran el 84% en 1887, el 81% en 1895 y el 58% en 1914. Esa disminución en arn. bos rubros, sin embargo, esconde el hecho de que el rubro "argentinos" ese' compuesto ampliamente por hijos de inmigrantes. Igualmente grande fue la presencia de los extranjeros entre los propietarios de comercios (78% e= 188~, 86% en.1895, 81% en 1914). Esa preeminencia debe rasrrearseyaa mediados del siglo XIX y muestra la eficacia de ciertos grupos para mantener un control relativo en determinadas actividades. Por supuesto que los inrni­granres estaban sobrerepresenrados también entre los "jornaleros" (quienes, entre otras cosas, construían la infraestructura urbana) con porcentajes que oscilaban entre 88% en 1887, 65% en 1909, 80% en 1914. Sin embargo, esa condición parece haber tenido un carácter temporáneo sea porque lograban acceder a un mejor trabajo sea porque regresaban al país de origen.

Desde luego, los inmigrantes, como en cualquier otro contexto, estaban subrepresenrados en otros rubros cales corno profesionales liberales (por ejem­plo, 36% de los médicos en 1887, 25% en 1914), docentes (50% en 1887, 18% en 1914) o empleados adminiscrativos (41% en 1887, 22% en 1914). (Bourdé, 1974). Sin embargo, dos observaciones deberían hacerse aquí. La primera es que los porcentajes eran bastante elevados en relación con lo que era dable esperar en grupos inmigrarorios. La segunda es el peso cualitativo. El rol de profesionales, intelectuales y r~cnicos fue bastante decisivo a la hora de crear tradiciones científicas en la Argentina, sea en la docencia sea en la in-c1p1enre tecnocracia.

En ese contexro general debería observarse que persistían especializa­ciones profesionales. Las categorías nacionales cuando están rotal o parcial­mente disponibles (1887, 1895) son muy imperfectas para detectarlas y se debe apelar a foenres indirectas (por ejemplo los asociados a la Unión Industrial Argentina parad sector empresarial). Con esos límites debería re­marcarse el mayor peso relarivo de franceses e italianos en d sector indus­trial y de españoles, en el comercial. Finalmente, debe señalarse que en los ámbiros urbanos el nivel de ocupación femenina a principios del siglo XX era algo menor entre los inmigrantes que entre los nativos, lo que sin duda reflejaba expectativas más que posibilidades laborales. Esro debe ser leído en esos términos, ya que parece evidente que los inrnigrantes europeos gozaban en Argentina de ventajas por sobre los criollos a la hora de obtener un rra­bajo en vinud de un prejuicio positivo que existía hacia ellos en el seno de las clases propietarias, ellas mismas en muchos rubros dominadas por los ex­tranjeros.

fERNANDO J. DEVOTO 557

Luego de las dos guerras mundiales, la inserción urbana de los inmigran­ces se acentuó. Ello era el resulrado de que, más allá de situaciones particula­res alejadas del litoral, el proceso de expansión agropecuaria se desaceleró o di­reáamente se detuvo. Por otra parre, el rápido proceso de tecnificación del agro argentino en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, cuy~ lógi­ca hay que buscarla en la necesidad de ahorrar mano de obra ante el mvel de los salarios, limitaba los requerimientos.

En el sector urbano, los inmigrantes europeos siguieron muy presentes en aquellas actividades en que lo eran en el período anterior. Los dacas del censo de 1947 siguen exhibiendo su papel en las actividades induscriales y co­merciales (Germani, 1955: 134). En las primeras son particularmente rele­vantes en seccores vinculados a la construcción (albañilería, carpintería, plo­mería, ere.). Si bien la clase obrera se ha argenrinizado (aunque buena parte sean hijos de inmigran res), los extranjeros siguen proveyendo el 20% de la mis­ma. Los daros cuantificables, sin einbargo, son bastante menos abundantes que en el período anterior. Para 1960, a proceso concluido, se dispone de algunos daros referidos a los italianos en el área metropolitana que pueden exhibir ras­gos de la inserción económica de los inmigrantes llegados en la segunda pos­guerra. Dos de cada eres (64%) italianos englobados en la población eco­nómicamente activa se desempeñaban en los grupos de "artesanos" y "operarios" (Barbero y Cacopardo, 1992). En cambio -y esa es la diferencia significativa con el período anterior a 1914- estaban muy subrepresentados enrre gerenres y funcionarios directivos o enrre propietarios de comercio.

¿Qué balance es posible hacer del panorama someramente presentado? En primer lugar, hay que observar que los daros disponibles son fragmenta­rios. En segundo, que son mucho más abundantes para el período anterior a 1914 que para el posterior. En tercero, que las trayectorias fueron disímiles y todo cuadro de conjunto tiene algo de artificial. Con esas salvedades es posi­ble sostener que los inmigrantes europeos, eras un período variable en el tiem­po de ajuste a la economía local, consiguieron mayoritariamente una inser­ción en sectores centrales y estables en el sistema ocupacional. En ocra terminología, les permitió por muchas vías incorporarse a las nacientes clases medias autónomas urbana y rural canto como al sector de obreros industria­les. Ello era en parte el resultado de que la inmigración masiva coincidió con el nacimíenco y expansión de muchas actividades económicas y nq,fue posre­rior a ella. En este senüdo, los estudios comparativos disponibles exhiben bien que esa inserción económica fue más exitosa que en otros contextos america­nos. Así emerge de la siscemácica comparación entre los italianos en Buenos

558 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA.

Aires .y Nueva York (Baily, 1999) o de la más aproximativa acerca de los - l Ar · ·1 espa-no es en. gennna, Bras1 o Cuba.

Ese proceso implicaba, según los estudios disponibles: experimentar Td d . una mov1 1 a ocupac10nal ascendente (de no-calificado a calificado o de manuaJ

a no~n:anual) entre la situación en el país de origen y la posición definitiva adqu1nda en el n':1evo país; acc~der a una vivienda propia (tras etapas previas como el convennllo o el alquiler de una vivienda unifamiliar); facilitar el avanc~ educativo de los hijos. Por supuesto que los itinerarios fueron muy di­ferenciados según el momento de llegada al país (los que lo hicieron en la se­~nda posguerra fueron menos exitosos), el capital relacional, el número de m1emb~o~ del grupo familiar, entre otros factores. Eso que el observador pue­de perc1b1r como un proceso exitoso lo sería quizás menos si se pudiesen eva~ luar mejor los costos psicológicos o sociales (¿cuánto de la capacidad de aho­rro derivaba del subconsumo?), o si pudiéramos incluir la perspectiva con la cual los mismos actores percibieron el proceso. Aunque la movilidad social en los tres primeros cuartos del siglo XX no puede negarse, hay que precaverse de distinguirla, por un lado, de los mitos de la movilidad social (tan difundi­dos en el imaginario argentino) y, por el otro, de las expectativas de los mis­mos inmigrantes (de las que sabemos tan poco).

La interacción social, política y cultural de los inmigrantes

Una larga discusión ha confrontado a los estudiosos acerca de cómo se produ­jo la interacción entre los distintos grupos inmigrantes y los argentinos nativos Y qué tipo de sociedad emergió como resultado de ello. Simplificadamente, se han propuesto dos modelos alternativos para intentar comprenderlos: "crisol de razas" o "pluralismo cultural".

Según el primero, los inmigrantes habrían perdido más o menos rápida­mente sus identidades y sociabilidades originarias integrándose en una nueva realidad emergente y dando lugar a los argentinos. Ese proceso de integración podía ser visto de dos maneras: como una integración a una realidad preexis­tente (la mirada más antigua) o como la construcción por parte de nativos y extranjeros de una nueva realidad distinta de las originarias.

Según el segundo, el modelo del pluralismo, en la Argentina habrían co­existido durante buena parte de su historia nativos y distintos grupos de ex­tranjeros, en una relación apacible o conflictiva pero en cualquier caso como culturas y sociabilidades diferenciadas.

. fERNANDO J. DEVOTO -·------------------- 559

El debate entre "crisol" y "pluralismo" hizo avanzar mucho a los estudios

migratorios ya que los partícipes en el mismo se esforzaron por acumular evi­dencia empírica que sostuviese cada una de las posiciones. Sin embargo, par­cíañ de algunas premisas discutibles y no era evidente que siempre se estuvie­ra discutiendo en el mismo plano.

En primer lugar, es evidente que ambas posiciones representaban algo así como cipos ideales que, como tales, no se verifican en la realidad concreta en ningún caso nacional. No existen inmigrantes ni totalmente aislados ni total­.mente asimilados así como ninguna sociedad es plenamente homogénea ni wralmente multicultural. Se trata siempre de una cuestión de grados.

En segundo lugar, los partidarios del pluralismo defendían una posición siruacional, es decir, miraban a los migrantes en un contexto temporal espe­dfico, en relación con sus contemporáneos. Los partidarios del crisol, en cam­bio, miraban mucho más el problema desde sus resultados. Es decir, una pers­pectiva historicista muy condicionada por el resultado del proceso. Pocas dudas hay acerca de que los inmigrantes europeos o sus descendientes (y esa diferencia es de no poca importancia) se integraron con otros grupos extran­jeros y nativos en el largo plazo. Empero, dirían los partidarios de la tesis plu­ralista, no era así en el pasado, en especial en el momento de las grandes mi­graciones de masas.

En tercer lugar, ambos modelos prestaban poca atención a las diferencias espaciales. Se hablaba a menudo de la Argentina sin reparar en que existían muchas diferencias regionales y aun locales y que los resultados obtenidos pa­ra un área específica no podían proyectarse sin más a la Argentina toda. Asimismo, dado que la mayoría de los estudios se concentraban en el perío­do 1880-1920, lo que ahí hubiese ocurrido no autorizaba a concluir que se trataba de una constante del caso argentino; es necesario reintroducir en la discusión la temporalidad. Finalmente (y a esto se le prestó más atención), es necesario distinguir entre los distintos grupos migratorios ya que el proceso no tiene porqué ser uniforme, salvo que se presuponga una capacidad inédi­ta de aspirar o deglutir codo por parte de la Argentina que devendría así una especie de Moby Dick. Tiempo, espacio, grupos y, más aún, personas concre­tas: he ahí miradas posibles.

Seguramente por la influencia que tuvo Gino Germani en éste y en otros terrenos, las explicaciones acerca de la integración de los inmigra.pres se cen­traron en enfoques estructurales (Germani, 1965). Éstos, como cualquier otro, presentan ventajas y límites. Entre los primeros, está el de brindar daros homogéneos, cuantificables, acerca de las actitudes de los migrances conside-

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Vista del edificio del asilo irlandés en Buenos Aires. AGN/ Caras y Careras, ca. 1925.

Catalanes bailando una sardana en Cosi:anera. AGN, abril de 1926.

FERNANDO J. DEVOTO 561

rados en conjunto. Entre los límites, el de simplificar los macices en pos de la ley de los grandes números y el de urilizar indicadores indirectos de no siem­pre sencilla interpretación.

· Los enfoques estructurales priorizaron distintos cipos de variables para ex:plicar la relación que los inmigrantes europeos tuvieron hacia la Argentina. Por un lado, el estudio de la inserción laboral y la movilidad social y, colate­ralmente, el de su participación política. Por el otro, el análisis de las pautas matrimoniales, residenciales y asociativas de los inmigranres.

En cuanto a lo primero, se afirmaba que si los inmigrantes desempeña­ban rrabajos estables y calificados su tendencia a integrarse en la sociedad a la que habían llegado era mayor. Aquí la contraposición se planteaba entre inte­gración social y marginalidad. Lo mismo debía ocurrir si las posibilidades de ascender socialmente se realizaban. Ambas condiciones se verificaron para la mayoría de aquellos que pennanecieron aunque no siempre en los inmigran­tes sino en sus hijos. Sin embargo, una rnirada tan determinista no puede de­fenderse. Lo más que puede afirmarse es que la integración en posiciones cen­trales y estables favorecía la realización de inversiones estrucrurales -como la adquisición de una vivienda- y ello los arraigaba en el país. Asimismo, la mo­vilidad social solía ir acompañada de una movilidad espacial y ella favorecía la radicación en nuevas zonas y el establecimiento de vínculos con personas de otros orígenes.

Con respecto a la integración política de los inmigrantes, ha existido un largo debate que abarca cuestiones más amplias y sólo marginalmente infor­ma sobre su mayor o menor inregración. En Estados Unidos, por ejemplo, los inmigrantes se nacionalizaban masivamenre y sin embargo ello no ha sido vis­co como un argumento influyente a la hora de analizar su integración en esa sociedad. En una mirada de largo plazo, es sencillo comprobar que los inmi­granres europeos se negaron en su gran n1ayoría a adquirir la ciudadanía ar­genrina y ello les impedía parricipar en el sisrema polírico por las vías forma­les, salvo en el nivel municipal en diferenres momentos. Las razones de esa elección estaban vinculadas a que, hacerlo, implicaba renunciar a la ciudada­nía de origen. Para los inmigrantes ello conllevaba varios costos (pérdida de la prorección de sus autoridades diplomáricas, obsráculos en el caso de retornar al país de origen, exclusión de las asociaciones émicas en las que parricipaban, un engorroso trámite para obtener Ja ciudadanía) y limitados bem;ficios (que se reducían avocar, ya que cualquier orra labor podía desempeñarse siendo ex­tranjero). El voro, sin embargo, significaba muy poco antes de 1912 y luego de esa fecha no parece haber actuado como un incentivo suficiente para los

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inmigrantes. Por orra parte, si no los inmigrantes comunes, sí sus grupos di­rigentes cenfan distintos mecanismos de presión (sus instituciones, la prensa} para influir sobre el Escado argentino. Quizá allí haya que buscar la mayor di'­ferencia con los Estados Unidos donde las elites de muchos grupos inmigran­tes, poco prestigiosas y no insertas en posiciones de poder económico como en Argentina, carecían de otra vía diferente a la de las máquinas políticas que manipulaban el vaco étnico.

Distinta era la perspectiva para los grupos dirigentes argentinos que veí­an el problema con preocupación por sus efeccos sobre el sistema polícico Oa escisión en ere producmres y ciudadanos}, y también sobre la cuestión del su­puesto peligro que podía conllevar una masa de personas cuyas lealtades po­líticas parecían orientadas hacia los países de origen.

Diferentes propuestas se presentaron en el parlamento argentino, entre la década de 1880 y la primera del siglo XX, para nacionalizar compulsivamen­te a los inmigrances o incluso (proyecto González de 1901) para que pudie~ sen votar sin renunciar expresamente a la ciudadanía de origen. Como se sa~ be, la solución propuesta por Roque Sáenz Peña fue otra y ella implicaba apuntar a nacionalizar a los hijos no a los padres. Recién la Constitución pe­ronista de 1949 estableció que los inmigrantes hacían admisión de ciudada­nía a los cinco años de residencia si no manifestaban formalmente su oposi­ción. La medida no tuvo efectos prácticos y cesó con la derogación de la Constitución sancionada por el peronismo.

Algunos estudiosos (Cornblit, 1970; Di Tella, 1989) han argumentado que la no participación de los inmigrantes tuvo importantes consecuencias para la vida política e institucional argentina, ya que dejaba fuera del sistema político a importantes grupos sociales (obreros, empresarios). Como cual­quier hipótesis contrafactual ella es sólo una conjetura. La hipótesis contraria, que los inmigrantes participaban por otras vías, no formales (Sábaco, 1998), no resuelve el problema (en especial para el siglo XX) y requiere de más evi­dencia empírica para validarla.

En cuanco a los estudios sobre matrimonio, residencia y asociacionismo, los mismos brindan imágenes contradiccorias y variables en el tiempo.

Según los primeros, los inmigrantes tuvieron comportamientos bascanre endogámicos en especial en el período de las migraciones de masas que es aquel para el cual se dispone de mayor número de estudios de caso. La endo· gamia era muy alta entre las mujeres migrantes (que eran las que tenían más opciones para elegir) y algo más baja pero igualmente alca para los hombres. En esce úlcimo caso, el índice de masculinidad (la presencia de más hombres

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· :·que mujeres entre los grupos migran tes) ponía un límite a la misma. Sin em­. bargo, si se considera la nacionalidad de los padres de la concrayente femeni­

.na se encuentra que muchos de los que aparecían casándose con argentinas lo hacían con hijas de uno o dos padres de su misma nacionalidad (endogamia inrergeneracional). Por otra parte, en el caso de matrimonios exogámicos, los mismos se producían muy mayoritariamente encre inmigrantes europeos, siendo más raros los enlaces entre europeos y criollos aunque aquí la imagen podría ser diferente si dispusiéramos de más estudios sobre áreas rurales. El Cuadro 1 (Devoto, 2003: 331) resume la información de la que disponemos para el período de la gran inmigración.

Los estudios para la segunda posguerra son mucho menos abundantes pero parecen mostrar comportamientos mucho más exogámicos. Se ha argu­mentado que cuanto mayor es un grupo migratorio y cuanto más intenso es el flujo de inmigrantes del mismo, más altas son las tasas de endogamia. Ello explicaría esa disparidad entre los dos momentos.

Si el indicador matrimonial parece favorecer la hipótesis del pluralismo culmral, diferente es el panorama que emerge de los estudios sobre las pautas residenciales. Los mismos, válidos para Buenos Aires en el período de la in­migración masiva, muestran que los inmigrantes europeos se encontraban más dispersos que concentrados en el espacio urbano. Esa dispersión contras­¡a claramente con la situación existente en otros contextos de arribo, en espe-

. cial las ciudades estadounidenses (Moya, 1998: 181). Finalmente, los estudios sobre asociaciones voluncarias exhiben que los

inmigrantes europeos participaban activamente de encidades por ellos crea­das. Las más difundidas eran las sociedades de socorros mucuos. Entidades que renían múlciples propósitos, estaban integradas en su gran mayoría por varones adultos; ya que era difícil y superfluo para una familia de inmigran­tes pagar la cuota de muchos miembros, se buscaba brindar una cobertura a los miembros que aporcaban los mayores recursos a la economía familiar. Según daros del censo de 1914, un 25% de los españoles varones adulcos y un 30% de los italianos o los franceses era miembro de alguna de ellas. Si consi­deramos que había un número impreciso de encidades no regiscradas, o por informales o por escar dedicadas a otras actividades (musicales, recreativas, de­porcivas), podernos razonablemente concluir que algo menos de la mitad de los inmigrances participaba de estas experiencias asociativas. Dado que la par­ticipación en entidades étnicas era mayor que en otras integradas por perso­nas de distintos orígenes nacionales (nuevamente en el período masivo), ese indicador parecería indinar la balanza hacia los defensores del pluralismo cul-

564 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA ARGENTINA.

cural. En realidad, cambién aquí las cosas son más complejas. En primer lu­gar, esos indicadores nada nos dicen direcrarnence sobre las acricudes de las personas sino que nos brindan evidencias indirectas de no fácil inrerprecació n.

Cuadro l. Pautas matrimoniales de extranjeros europeos (1880-1919)

Matrimonios -Endo 'amia inter-f!eneracionales

Origen Lugar Periodo Hombres Mujeres Hombres Mujeres Italianos Bs.As. 1893-1897 66,7 85,9 Icalianos Bs.As. 1907-1912 52,7 79,0 Icalianos La Boca 1895 58,9 88,0 34,9 6,0 Icalianos Córdoba 1893-94 58,3 41,7 Italianos Córdoba 1907-1908 69,6 24,5 Italianos Rosario 1887-1894 82,0 89,0 8,0 9,0 Iralianos Rosario 1900-1905 65,0 88,5 17,0 5,0 Italianos Tandil 1880-1895 59,0 94,0 Italianos Tandil 1896-1914 44,0 74,0 Españoles Bs.As. 1893-1897 63,l 78,4 Españoles Bs.As. 1907-1912 78,7 82,0 Españoles Córdoba 1893-1894 25,0 25,0 Españoles Córdoba 1907-1908 40,0 35,0 Españoles Rosado 1900-1914 53,0 65,0 Españoles Tandil 1880-1895 48,0 62,0 Españoles Tandil 1896-1914 45,0 74,0 Españoles Trenel, LP 1911-1919 73,9 79,l 13,0 2,3 Daneses Tandil 1889-1909 55,0 89,l 28,3 5,4 Daneses Necochea 1889-1909 63,6 88,8 30,3 0,0 Franceses Bs.As. 1893-1897 64,0 59,3 Franceses Bs.As. 1907-1912 41,l 44,5 Franceses Tandil 1880-1895 41,0 63,0 Franceses Tandil 1896-1914 25,0 43,0 Ingleses Bs.As. 189.3-1897 53,5 67,4 Ingleses Bs.As. 1907-1912 55,6 71,6 -

Fuente: Devoro, 2003: 331.

El mejor de los eres indicadores, el matrimonial, seguramence argumenca a favor de los ámbitos de sociabilidad de los inmigrantes por el simple hecho de que uno se casa con alguien que conoce (aunque a veces los inmigrantes se casaban par poder con alguien escogido por la familia en la aldea de origen) y suele conocer-

FERNANDO J. DEVOTO 565

lo en reuniones, fiesras, celebraciones, a las que asiste. También la endogamia puede argumentar acerca de prejuicios y preferencias. Las mismas, sin embargo, dificilmente tenían que ver solamente con la nacionalidad; la posición social de los respeccivos cónyuges o sus familias podía y debía ser igual o más decisiva. Por

0cra parre, las dimensiones nacionales son poco reveladoras. Indicadores más sen­sibles son la región o el pueblo de origen de los contrayentes.

Las pautas residenciales son aún más problernácicas. Ciertamence cesti­rnonian acerca de espacios de pocencial sociabilidad compartidos. Sin embar­go, el operar con unidades espaciales adminisuacivas presenta problemas de difícil resolución. Un districo censal no es necesariamente revelador de qué ci­pos de concacco escablece una persona. Unidades más sensibles pueden ser la cuadra o un pequeño conjunco de manzanas. Por orro lado, la imagen es par­cialmente diference si en vez de estudiar grupos nacionales analizamos la in­serción espacial de personas procedentes de una misma aldea. Con todo, el punco de la discusión es si debemos co.nsiderar espacios geográficos para pre­suponer las redes sociales o debemos pan:ir de éscas para delimicar su ámbico cerricorial de acción.

Finalrnence, la participación en asociaciones voluncarias es ocro indicador de difícil leccura. Un inmigrance se asociaba a una encidad pero ello no nos dice acerca de qué cipo de actividad desarrollaba en ella, la frecuencia y la in­censidad con que lo hacía.

Con codos esos límites, los análisis estructurales argumentan a favor de que los inmigrances conservaron importances ámbitos de sociabilidad basados en relaciones con sus paisanos y connacionales. Ello sirve para retracar cambién a una sociedad argencina mucho más hecerogénea (como cualquier sociedad) que la que los mitos de construcción de la "identidad nacional" dejaron ver. En esos cérminos, el problema de la incegración, el crisol o como quiera llamárse­lo, es mucho más algo que concierne a los hijos y nietos de los inmigrantes so­bre los que operaron plenamence nuevos ámbicos de sociabilidad y los instru­mencos nacionalizadores del Estado argentino (la política, la escuela, el servicio militar). Sin embargo, ello no significa que los inmigran res hubiesen permane­cido inmutables luego de su llegada ni que las colectividades de inmigrantes fuesen realidades aucónomas y autosuficientes. Tarnpoco implica que la coexis­tencia de discintos espacios écnicos haya sido necesariamence conflictiva. O eros factores podían influir aquí como, por ejemplo, las características del mercado de crabajo, la mayor o menor distancia culcural entre los distintos grupos, ere. En este sentido el modelo "salad bowl" (ensaladera), donde los distintos com­ponentes coexisten sin mezclarse, puede ser más pertinente.

566 --- ·----- POBLACIÓN Y BIENESTAR EN l..A At\GE.N'TlN,¡ .: . fEJlNANOO j. DEVOTO -·-------- -------- 567

&liOc-.io del Ccntr() C,:;tll~ co Buenos Aira. lntcmcc, 200,.

La im~gcn hasta aquí presen tada es, con todo, dema.~iado limi tada. Otros cescin1oni0$ cu~ir..ir i\•O.S pueden ayudarnos a hace.ria más compleja. En cé.rmi .. nos sencillas :1c trat:11 d e prcgunc:u-sc acere.a de los c::~mbios que .se producen en un iñmigrantc entre el momento de llc:gad:i y Jos posteriores. El m ismo llega al país con un conju.nt<• de creencia.e;, recue.-dos, hihicos. uso..~. pr-:\ctic.u soci:t.­ies. La.s relaciones que escablcce con arras persona.s, idea.~, an'lhienre.co, insticu.­ciones ¿en qué mc:ditl:i Jo afccc;in? AfgtLnas de las cuestiones que se abren aquí (no rodas) ~n a.c:i irrc.c;r,Jublc.s: cuál peso debemos "trjb\.tir a In hcrcn ci;1. cul·· n1ral y cuál al ambiente social en la identidad de una per.~(1na e.4' un pr<>blema más filosófico que h istórico. Si una persona lidad ya está conformada en d momc::.nto de llegar a la edad adulea:. sjcuación en la que:: s~ ~ncnn[t3.ba la gran

. . mayoría d<: los inmigrnntcs al llegar al nuevo país. es algo sobre lo cual puede ·: . responde r 1T•ejor l::i psic:t>logía. Sin e1nh:irgo, el h&.'Jturíad(•r puede preguntarse

·:.' Je modo más aC'.Octdo accrC'.a de dimensiones de esa herenc ia c ulcural y su pcr~ · durabili<lad. Por ello qui1A cs más plausible planteor nlgunns dimensiones más

1cot;¡,das y :'\ugerir dónde deberíamos buscar J..__oe¡ rc~pucstas . La alimcntnc:ió n y l~ vcscimcnta pueden ªY'1darnos en muchos planos.

Poseemos olgunos esrudios .~hbre la primera y c;1.~i nad~ :sobre ):. segunda l..on c:sos Umices, los inm igca nres hasca d onde pud ieron, tratarhn de ma ntenerse

. fides a s:us htbitos alimcncicios. Por Cjem.plo, los dato.s sobre importaciones · de vino o aceite de oliva argumentan en ese sentido (Fcrnández, 2004).

T-.rnbién lo hncen c.'"\rta....,. y memoria.~ de inruigrnntcs (Prí:imo. 2005) . Nuevan1cntc, eso no s ignifica que alimentos baratos y nutricios como la. ca.r­oe no fuc.~cn incorpúr::i.dos a la dieta. Por ocr<> lado, observa.r cualquier n1enú

· de un rescaurantc en la argentina exhibe que antes o después L'ls distin.ta.s tr:l­dicionc:s al imc:ntic:ia.i .~e:: me.1.cl:1 ron.

Sohre la ve•<imenca. los cambios son notabks para el período de las mi­grocioncs de m:uruo (la fotograífa nos "yuda aquí) y crn el rcsulrado de mu<.:has tos:i. ... Ante totl(,, del cránsito de: m undos rurales a mundcJ.ct urha.nos.

Sohrc h:ibito.~ y prácricas sociales sabemos menos y la. conjerura colorea nucstr~ opinloncs don1lnada por im ágenes imprcsionlsca.s (n menudo pr<•VÜ; ­tas por la literatura). Desde ese Hmjtc, .sin embargo. un::i c:.icrt:J. idc:1 de l:i fartl i­!i. y de l<" role.• fumiliare•, del Estado y de la c<>5" p ública, hábi<os de ahorro y de con<umo, p 2rccen hah<!r persisrido. Más aún parecen haberse proyectado sobre los hijos. "

finalm ente .-.rribam()s ::i L-i 11;uesrión de la idenrici.:.d o 1'1'1c:jor de las jdcn­úda.des. No es R.busivo .snstc:nc:r que lo~ inmigran ces creyeron ser iralíanos, cs­paíioles, alcm2ne:ii; o franceses. Sin embargo. lo eran de:: un modo diíc::rc::nct?' :ll

568 POBLACIÓN Y BIENESTAR EN LA MGENTfNA

de aquellos que habían permanecído en el país de origen. Sus hijos, la gran mayoría, creyeron ser plenamente argentinos. Sín embargo, más allá de l identidad verbalizada y de tantos orros rasgos culrurales, conservaban much: de la memoria social (en tanro que memoria familiar) de sus ancestros aun­que no pudiesen señalar con precisión su proveniencia. A la manera d Monsieur Jourdain, el personaje del burgués gentilhombre de Moliere, uno~ y otros hablaban en prosa sin saberlo. Más allá de ello, muchos de los hábitos y creencias traídos por los inmigrantes rerrninaron por impregnar y rransfor­mar a la Argentina convirtiéndose, con el tiempo, en patrimonio de una so­ciedad heterogénea.

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