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El territorio que actualmente comprende la península de Baja California (México), fue desde el siglo XVI un espacio que atrajo a los españoles, siendo Hernán Cortés uno de los primeros en ordenar su explora- ción. El interés que sobre este territorio se generó, hay que entenderlo dentro del conocimiento que se quiso tener de la costa pacífica, tras alcanzar una sa- lida al mar desde el altiplano mexicano, y llevados por la necesidad de localizar el legendario estrecho de Anián que unía el océano Atlántico con el Pací- fico. Desde finales del siglo XVII, los jesuitas y poste- riormente franciscanos y dominicos, se encargaron de evangelizar a las poblaciones indígenas que habi- taban la península californiana, dentro de un progra- ma de fundación de misiones que también abarcaba los actuales territorios estadounidenses de California y Arizona. En ese sentido, el Archivo General de la Nación de México es una fuente de primera mano para conocer la estructura y características edilicias que éstas tenían, y dentro de las cuales destacaba la iglesia, a la que se describe en ocasiones con cierta profusión y detalle, junto a otras dependencias para los religiosos y la guarnición militar que los acompa- ñaba. Los expedientes sobre los inventarios formados en la entrega, por parte de los franciscanos a los domi- nicos de las Misiones en 1773, son un punto de in- flexión entre los datos aportados por las visitas rea- lizadas a estos lugares en 1755 y el inicio de un proceso de transformación que ha llegado hasta la actualidad. 1 Junto a ello las noticias de las narracio- nes de autores como Francisco Javier Clavijero o Francisco Palou, no hacen sino que conformar una visión global del último proceso evangelizador que se realiza en Nueva España. Esta comunicación ha elegido el territorio concre- to del actual estado mexicano de Baja California del Sur, ya que fue en él donde se fundó la primera mi- sión por los jesuitas en 1697. 2 Pretende, eso sí, lla- mar la atención sobre los procesos y sistemas cons- tructivos utilizados por los misioneros en los que se constata la presencia de pautas de actuación similares a las utilizadas en épocas anteriores y en otros espa- cios de dominio español, constatándose la eficacia del método empleado para la localización y edifica- ción de los distintos elementos que las integraban, aunque con claras modificaciones determinadas por las características del territorio en sí y de los materia- les de que se disponía, la proximidad al mar y las constantes amenazas de piratas, que iban tras las mercancías del Galeón de Manila y algunas de las ri- quezas naturales peninsulares como las perlas. EL ESPACIO GEOGRÁFICO DE LA PENÍNSULA DE BAJA CALIFORNIA El actual territorio de la Baja California, conforma sin duda uno de los espacios más singulares de Méxi- co. Su nombre, que aparece en la obra que se publi- cara en 1510 en Sevilla por Garci Ordóñez de Mon- Sistemas constructivos en la arquitectura religiosa del siglo XVIII en las misiones de Baja California del Sur (México) Rafael López Guzmán Ana Ruiz Gutiérrez Miguel Ángel Sorroche Cuerva Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M. Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, 2007.

“Sistemas constructivos en la arquitectura religiosa del siglo XVIII en las misiones de Baja California del Sur (México)”. En Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de

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El territorio que actualmente comprende la penínsulade Baja California (México), fue desde el siglo XVIun espacio que atrajo a los españoles, siendo HernánCortés uno de los primeros en ordenar su explora-ción. El interés que sobre este territorio se generó,hay que entenderlo dentro del conocimiento que sequiso tener de la costa pacífica, tras alcanzar una sa-lida al mar desde el altiplano mexicano, y llevadospor la necesidad de localizar el legendario estrechode Anián que unía el océano Atlántico con el Pací-fico.

Desde finales del siglo XVII, los jesuitas y poste-riormente franciscanos y dominicos, se encargaronde evangelizar a las poblaciones indígenas que habi-taban la península californiana, dentro de un progra-ma de fundación de misiones que también abarcabalos actuales territorios estadounidenses de Californiay Arizona. En ese sentido, el Archivo General de laNación de México es una fuente de primera manopara conocer la estructura y características ediliciasque éstas tenían, y dentro de las cuales destacaba laiglesia, a la que se describe en ocasiones con ciertaprofusión y detalle, junto a otras dependencias paralos religiosos y la guarnición militar que los acompa-ñaba.

Los expedientes sobre los inventarios formados enla entrega, por parte de los franciscanos a los domi-nicos de las Misiones en 1773, son un punto de in-flexión entre los datos aportados por las visitas rea-lizadas a estos lugares en 1755 y el inicio de unproceso de transformación que ha llegado hasta la

actualidad.1 Junto a ello las noticias de las narracio-nes de autores como Francisco Javier Clavijero oFrancisco Palou, no hacen sino que conformar unavisión global del último proceso evangelizador quese realiza en Nueva España.

Esta comunicación ha elegido el territorio concre-to del actual estado mexicano de Baja California delSur, ya que fue en él donde se fundó la primera mi-sión por los jesuitas en 1697.2 Pretende, eso sí, lla-mar la atención sobre los procesos y sistemas cons-tructivos utilizados por los misioneros en los que seconstata la presencia de pautas de actuación similaresa las utilizadas en épocas anteriores y en otros espa-cios de dominio español, constatándose la eficaciadel método empleado para la localización y edifica-ción de los distintos elementos que las integraban,aunque con claras modificaciones determinadas porlas características del territorio en sí y de los materia-les de que se disponía, la proximidad al mar y lasconstantes amenazas de piratas, que iban tras lasmercancías del Galeón de Manila y algunas de las ri-quezas naturales peninsulares como las perlas.

EL ESPACIO GEOGRÁFICO DE LA PENÍNSULA

DE BAJA CALIFORNIA

El actual territorio de la Baja California, conformasin duda uno de los espacios más singulares de Méxi-co. Su nombre, que aparece en la obra que se publi-cara en 1510 en Sevilla por Garci Ordóñez de Mon-

Sistemas constructivos en la arquitectura religiosa del siglo XVIII en las misiones

de Baja California del Sur (México)

Rafael López GuzmánAna Ruiz Gutiérrez

Miguel Ángel Sorroche Cuerva

Actas del Quinto Congreso Nacional de Historia de la Construcción, Burgos, 7-9 junio 2007, eds. M. Arenillas, C. Segura, F. Bueno, S. Huerta, Madrid: I. Juan de Herrera, SEdHC, CICCP, CEHOPU, 2007.

talvo, titulada Las sergas de Esplandián, reúne entorno a él una serie de aspectos, entre míticos, fantás-ticos e históricos, que lo convierten en un objetivoatractivo desde el punto de vista científico.

Espacio de primitiva presencia humana, los restosde pinturas murales que se encuentran repartidos portodo su territorio, son uno de los testimonios más an-tiguos de la presencia del hombre en América, y ha-blan de un desarrollo independiente, que incluso es-taría en la base de la explicación de la escasaevolución cultural y social de los grupos que la habi-taron, en comparación con otros espacios del conti-nente. Esta circunstancia se vio potenciada por su ca-racterística de brazo de tierra sin salida por el sur, loque le convertía en una especie de isla, y así seríaconsiderada por un largo tiempo, para los Gaycuras,los Pericúes y los Otomíes, que a la postre serían lostres pueblos más importantes que se repartirían su es-pacio (León Portilla 2001). Sus condiciones geográ-ficas explican cual ha sido la distribución y relaciónde las gentes que la han poblado con el medio am-biente y sobre todo las vicisitudes que sufrieron losreligiosos españoles que desde finales del siglo XVIIacometieron el trabajo de colonizarla.

Rodeada por las aguas del Pacífico y el Golfo deCalifornia o Mar de Cortés, esta masa de tierra penin-sular cuenta con un extenso litoral de más de tres milkilómetros de largo y solo doscientos de ancho, loque determinó a lo largo de la historia que su accesosiempre dependiera de una manera directa del mar.Distintas bahías e islas recorren toda la costa generan-do zonas protegidas que fueron desde pronto focos depoblamiento, aunque siempre con la limitación de laescasez de agua dulce que garantizara su permanencia(Abbad y Lasierra [1783] 1981, 110–124).

Una cordillera recorre toda la península de norte asur con una altura media de 1.000 metros, alcanzan-do los 2.000 en puntos localizados y que recibe nom-bres específicos en cada una de las regiones que atra-viesa. Su disposición central no obstante no essimétrica y determina diferencias entre cada una delas costas, y así mientras que la del Golfo es angostay a veces escarpada, la del Pacífico es ancha, llegan-do a convertirse en una planicie suave.

Sus condiciones climatológicas son también rese-ñables. El dominio general del desierto en toda ella,excepto un foco de clima mediterráneo al norte, ha-bla de escasas lluvias, circunstancia propia de un cli-ma cálido y seco, con cuatro o cinco meses de calo-

res extremos y un invierno benigno (fig. 1). Solo enalgunos años estas costas son bañadas por los ciclo-nes que recorren los lechos arenosos de innumerablesramblas y alimentando los acuíferos subterráneosque abundan en ella. Ello nos habla de la inexistenciade corrientes de agua permanentes que afloran enmanantiales, lo que explica la dependencia de ellospor parte de los grupos que la habitaron.

Las alturas impuestas por los dos mil metros quealcanzan en Baja California del Sur la cordillera cen-tral determina la presencia de plantas xerófilas en lacosta y caducifolias hacia el interior como la especiecactácea endémica de los cardones que se convierteen un elemento más de su paisaje (fig. 2)

A partir de los 1.200 metros de altitud aparecen lasde mayor porte como los pinos y encinas, que aporta-rán la madera y en ocasiones alimento. La fauna vie-ne a estar representada por especies de poco porteexceptuando los venados, los berrendos y los borre-gos. (Río, Altable Fernández 2000: 15–20).

BAJA CALIFORNIA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII

La entrada en contacto de los europeos con las distin-tas culturas que ocupaban Mesoamérica en el sigloXVI, supuso el inicio de un proceso histórico evalua-do desde distintos prismas por estudiosos de un ladoy otro del Atlántico. La verdadera dimensión de losacontecimientos que se iniciaron, es vista en la actua-lidad como una concatenación de sucesos que sinduda preveían un control efectivo sobre todo el terri-

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Figura 1Paisaje desértico de Baja California del Sur. México

torio que se había de conocer, junto a la explotaciónde sus recursos, además de la evangelización de losgrupos humanos que en él vivieran, que a la postre seconvertiría en la única y última excusa para mantenerla presencia estable de religiosos en determinadas zo-nas que resultaron no ser tan abundantes en riquezasnaturales como inicialmente se esperaba.

Las distintas fuentes que hablan de la llegada deHernán Cortés al continente y su posterior entrada enMéxico-Tenochtitlan, muestran que éste no era el finúltimo de la expedición que permitió al extremeñodesde noviembre de 1519 a agosto de 1521, calibrarcuales eran verdaderamente las posibilidades de vic-toria sobre una sociedad como la azteca que mostra-ba un alto grado de desarrollo en muchos de sus as-pectos. Desde el mismo momento de la entrada deCortés en la capital mexicana, se pusieron de mani-

fiesto sus intenciones por establecer la comunicacióndel interior del continente con las costas del mar delSur, descubierto años antes por Núñez de Balboa, yestableciendo de esta manera nuevas vías de acceso yaclarando el camino a las islas de las Molucas, ini-cialmente el destino último de la empresa colombina.

Desde muy temprano, las intenciones de expansióndel mismo Cortés convirtieron a California en objetivoprioritario y acabaría visitándola y fundando el puertode la Paz en 1535, atraído por las riquezas que se lesuponían, sobre todo en perlas (León Portilla 1995,31–37). La dureza de su territorio, que contrasta conlas descripciones que se hacen del mismo por parte delos jesuitas a partir del siglo XVII, hizo que esa prime-ra expedición se abandonara al año de haberse inicia-do, en 1536, siendo incursiones posteriores como la deFrancisco de Ulloa en 1539 o la de Juan RodríguezCastillo en 1542–43, las que marcaron el inicio de unproceso de control de este espacio, que se convertiríaen básico dentro de la ruta del Galeón de Manila desde1565 y sobre todo objetivo de muchas expedicionesque con el fin de conocer sus características físicas, seemprendieron a partir de la segunda mitad del sigloXVI, poniendo de manifiesto el carácter desértico desu relieve y primitivo de sus habitantes.

Las intenciones de Hernán Cortés por abrirse almar del Sur por puntos más septentrionales que la sa-lida de Núñez de Balboa, aparecen ya reflejadas en sutercera y cuarta Carta de Relación, ambas enviadas alEmperador Carlos V (León Portilla 1995, 31–37).Este interés venía justificado, como señalábamos, porsu intención en seguir con la búsqueda de la ruta ha-cia las islas de la especiería, sobre todo cuando en lasegunda de ellas, ya conoce la circunnavegación deMagallanes y Elcano a través del extremo sur delcontinente. Una circunstancia que cuestionaría el ver-dadero objetivo de su llegada en 1519 al continenteamericano simplemente para conquistar el imperioazteca o como un paso más en una clara intención porllegar a la especiería, después de comprobar que lastierras a las que se había llegado, no eran ni China, niJapón, ni las citadas islas de las especierías.

Ya desde 1522, Cortés, tenía en el puerto deTehuantepec dispuestos navíos para llevar a cabo laexpedición y reconocimiento de toda la costa pacífi-ca mexicana, en un reflejo más de sus verdaderaspretensiones. Sin duda, las décadas posteriores a lacaída de México-Tenochtitlan, se convertirán en lasfundamentales para entender el posterior desarrollo

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Figura 2Plantas xerófilas y cactáceas endémicas del desierto de BajaCalifornia del Sur. México

de la presencia de las órdenes religiosas en el territo-rio americano. Se iniciaba de esta manera la confor-mación y organización territorial de la Nueva Españacon la presencia de las misiones franciscanas, domi-nicas o agustinas, definiéndose las pautas de actuali-zación que luego se emplearían en cada fase de ex-pansión (Espinosa Spínola 1999).

Las expectativas que se abrieron con la llegada ala península californiana tuvieron un momento desta-cado y clarificador de lo que ocurriría a partir de esemomento en 1596, y un protagonista en la figura deSebastián Vizcaíno, quién gracias a su carácter em-prendedor, protagonizó la primera iniciativa particu-lar para explotar las riquezas de la zona centradas enla pesca, la captura de la ostra madreperla y los yaci-mientos mineros, que nunca llegarían a cuajar de unmodo definitivo.

El siglo XVII vendría marcado por el inicio de lasexpediciones a las costas californianas de SebastiánVizcaíno. Sería en 1602 cuando realiza la segunda deellas, en este caso financiada por el estado. En eltranscurso de este viaje se llevaría a cabo un mejorconocimiento de la costa pacífica californiana hastala bahía de Monterrey, describiendo de un modo mi-nucioso toda la costa y poniendo nombres nuevos alos accidentes naturales encontrados. Tras el fracasoen el intento por poblar Monterrey, el gobierno deEspaña se debatió en el siglo XVII, consciente de nopoder todos los territorios y mares, entre la curiosi-dad por conocer los nuevos espacios junto a la ambi-ción imperial por conservarlos bajo su poder y el te-mor por dar a los piratas una vía de navegación conel descubrimiento de un nuevo paso con el Atlántico.

LA LLEGADA DE LOS JESUITAS Y LA ESTRUCTURA

DE LAS MISIONES

No sería hasta finales del siglo XVII cuando los je-suitas consiguieron el asentamiento definitivo en esteterritorio. Para ello se sirvieron de un procedimientodistinto respecto al llevado a cabo hasta ese momen-to, como fue el de acometer la empresa a través delMar de Cortés, con un contingente pequeño de perso-nas, y el control absoluto sobre la expedición, exclu-yendo por tanto a los seglares, verdaderos protago-nistas hasta ese momento. Las vicisitudes no fueronpocas ante la prohibición de entrada en la región im-puesta por la corona, y fue por ello por lo que tuvie-

ron que hacer una serie de concesiones, convirtiendoa la misión que iniciaron Eusebio Francisco Quino yJuan María Salvatierra, en una vuelta al proceso deexpansión misional ya empleado a partir de territo-rios de apoyo establecidos, en este caso en Sonora ySinaloa (Mesmacher 1997).

Salvados los problemas más evidentes con las se-ñaladas concesiones, como la financiación de la ex-pedición que correría a cargo de las ayudas que lo-graran los propios religiosos y en ningún casocomprometiendo al erario público, el 10 de octubrede 1697 zarpaba Juan María Salvatierra del puerto deYaqui, fundado ese mismo mes la primera de las mi-siones, la de Nuestra Señora de Loreto. Ésta se con-vertiría en la cabecera desde la que se promovió lafundación de otras a partir del organigrama creado exprofeso para ello con lo que se buscaba garantizar laimplantación de la estructura misional a partir delFondo Piadoso de las Californias, gestionado por unprocurador en la ciudad de México quien enviaba unsínodo a cada misionero para su sostenimiento y quesolamente conoció una variante a partir de 1701,cuando la Compañía consiguió que la corona se hi-ciera cargo de los sueldos de los soldados que acom-pañaban a los misioneros.

La organización establecida respondía a un esque-ma jerárquico en donde la autoridad máxima recaíaen los misioneros de quienes dependían el capitán ylos soldados que les acompañaban. La posibilidadque tenían los religiosos de nombrar a quienes admi-nistraran justicia, hizo de los militares a los máximosresponsables de ese encargo de tal forma que se con-vertían en los ejecutores de las directrices que lesmarcaban los jesuitas cerrando de esta manera unaadministración en la que los miembros de la Compa-ñía de Jesús reunían en sus manos el poder temporaly el espiritual (Piñera Ramírez 1991, 43–52).

El poblado misional era una especie de pequeñocaserío levantado en torno a la iglesia y de la moradadel misionero que se convertían en el núcleo de lanueva población. Además de las edificaciones siem-pre sencillas y escasas, cada misión tenía por lo co-mún una huerta de frutales y hortalizas, así como eji-dos para el ganado y tierras para la siembra de maíz,trigo y otros granos. La falta de agua obligó en oca-siones a emprender cultivos de sitios alejados de lacabecera misional; en tales casos se formaban allípueblos de visita, lugares que, pese al nombre, nosiempre contaron con una población arraigada de

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fijo. Se convertían de esta manera en los primeroscentros habitados, cuya fundación implicaba la pau-latina construcción de todo lo que habría de dar for-ma material al poblado que en la mayoría de los ca-sos no fue mucho. (Río 1984, 118–119).

Lo que sí parece claro, es que el proceso de mejo-ramiento de estas construcciones tuvo que ser lento yno hay duda de que en todos los casos debieron depasar varias décadas antes de que algunas de lasconstrucciones originales de adobe y paja fueran sus-tituidas por otras de materiales más duraderos. Enese sentido sólo en 1755 la misión de Nuestra Señorade Loreto tenía una iglesia acabada de cal y canto,presentando el resto de los núcleos un desigual esta-do en sus edificios, tanto por lo que se refiere a suacabado como a los materiales empleados, ya queexistían lugares en los que tanto el templo como lavivienda del religioso estaban realizados en adobe ocarrizo y lodo, con techos de tijera cubiertas de paja.

CARACTERÍSTICAS DE LAS IGLESIAS. MATERIALES

Y TÉCNICAS CONSTRUCTIVAS

El conjunto de edificaciones denominadas por algu-nos autores como arquitectura en el desierto, presen-tan unas características desde el punto constructivodeterminadas por el empleo inicial de materiales pe-recederos que otorgaban a las mismas cierto grado derusticidad y modestas proporciones (Díaz 1986). Encualquiera de los casos se trata de materiales cuyoempleo y técnicas fueron introducidos por los reli-giosos constatándose la preocupación por enseñar alos indígenas su elaboración como fue el caso de losadobes.

En la actualidad los restos arquitectónicos ponende manifiesto que en la mayoría de los casos fue laiglesia la que recibió por su papel protagonista comosede del proceso evangelizador, el mayor esfuerzoconstructivo. No obstante y a pesar de las distintasdescripciones que nos han llegado, sin duda la rela-ción que en estas fuentes se dan como los datos ex-traídos de los archivos y la visita a las mismas, ponende manifiesto que el edificio religioso ha conseguidoresistir de una manera desigual el paso del tiempo.

Junto a ello, desde el punto de vista conceptual, setrata de espacios diseñados con una sola nave a laque se le añaden las distintas dependencias y espa-cios secundarios para el culto como sacristías y capi-

llas. En este sentido, el objetivo de conformar espa-cios para la evangelización, llevó a la elección deplantas diáfanas que permitieran al fiel percibir lospresbiterios de una manera directa, eliminando cual-quier elemento que impidiera la visión del espaciomás sagrado del templo. Junto a ello el empleo depiedra del entorno próximo como material básico diocomo resultado la conformación de paisajes en losque el volumen de la iglesia destacaba sobre el case-río (Díaz 1986. 73–77).

Una de las localidades que ofrece una informaciónmás completa es la mencionada misión de NuestraSeñora de Loreto (fig. 3). Emplazada en las proximi-dades de la bahía de San Dionisio, se fundó en 25 deoctubre de 1697 cuando se construye una tosca forta-leza dentro de la cual se emplazan viviendas y unaestrecha capilla.

Sistemas constructivos en las misiones de Baja California 581

Figura 3Vista exterior de la iglesia de la misión de Nuestra señorade Loreto. Baja California del Sur. México

Respecto a la iglesia se señalaba en 1773 que era«de cal y canto de 56 vars de largo y siete de anchoenladrillada con azotea de vigas, su coro de madera, ybaxo de el su capilla pª Bautisterio, y al lado de laEpístola pegado al presbiterio una capilla de Nra Sªde los Dolores también de cal y canto de 20 vars delargo y 6 de ancho, también con su azotea enladrilla-da y al lado del Evangelio una pieza pª Sacristía tam-bién de cal y canto con su azotea de 8 vars de largo y6 de ancho. Tiene su puerta de rexa torneada asia elpresbiterio y lo mismo la Capilla».3 Otros espaciosdescritos dentro y junto al espacio de la iglesia son elbaptisterio y la oficina de la sacristía que mantienenlas características expuestas (Coronado 1994, 21–46).

Además de éstas, otras dependencias, indispensa-bles en la conformación de estos núcleos son la vi-vienda del religioso y corrales, palomares y hornosnecesarios para la explotación agropecuaria del lu-gar. Así encontramos en el mismo documento: «Unavivienda pegada a la iglesia; claustreada de cal y can-to: con dos azoteas; que tiene tres piezas bajas y dosaltas; y otro quartito chico, con puerta afuera; y doscorralitos de adobes; el uno pª gallinas, que tiene unquartito para las dhas; y otro para palomar. Otro co-rral pegado a la cosina con su pilita pª agua y un hor-no pª cocer el pan».4

En la actualidad el edificio que nos ha llegado co-noció una importante y profunda restauración en1973, año en el que se construye la actual torre, ade-más de sustituirse en su interior la techumbre origi-nal por la actual lo que afectó al esquema original dela misma creando cierta incongruencia entre ésta ylos arcos. Mantiene la estructura de una sola navecon arcos fajones de medio punto que descansan so-bre pilastras toscanas y con la capilla de la Virgen delos Dolores en el lado de la epístola y cerca del pres-biterio (fig. 4). Al exterior se constata tanto el tipo demateriales como las técnicas empleadas y si bien esla fachada de los pies la que presenta una mayor cali-dad con la utilización de sillar, el lateral del lado dela epístola deja ver el sistema de mampuesto con ele-mentos de ladrillo que refleja la jerarquización de losacabados en función de su exposición o no a un espa-cio público destacado.

El acceso a la iglesia que se abre en el hastial delos pies, se organiza con un simple arco de mediopunto flanqueado por pilastras con el fuste acanaladoque sostienen un entablamento con el friso decoradocon una inscripción. Sobre él descansan en los extre-

mos dos pequeñas pirámides y en el centro la venta-na que ilumina el coro, decorada con un listel reticu-lado. Remata la portada un edículo con la imagen dela Virgen de Loreto. El perfil superior de la fachadalo recorre una moldura mixtilínea (fig. 5). La fachadalateral de la epístola presenta en cambio un trabajode mampostería que se sustituye por otro mixto conladrillo en el dintel y jamba de las ventanas y en larosca del arco de acceso. En este frente sobresale yse distingue perfectamente el volumen de la capillade la Virgen de los Dolores (fig. 6). La cubierta pla-na habla del empleo más económico y mejor adapta-do a las imposiciones del medio, eliminando en lamedida de lo posible un excesivo uso de la madera.

Para la misma fecha, una de las misiones más im-portantes que se fundarán el la Baja California, la deSan Ignacio Kadda Kaamán, presentaba una situa-ción totalmente distinta (fig. 7). Fue en 1716 cuandoel Padre Francisco María Piccolo misionó en unazona de la Sierra de San Vicente donde erigió unamisión muy modesta en la que construyó un templode regular fábrica, realizado en adobe y piedra (Cla-vijero [1789] 1970, 159–169). La fundación formalde esta misión la realizó en 1724 Juan Bautista y Lu-yando. La segunda iglesia que se construyó se consa-gra en 1728, asignándose al mismo Luyando su parti-cipación como proyectista y ejecutor de la obra. Sesupone que un tercer edificio se había construido porel padre Francisco Cosang, posiblemente con la ayu-da del indio constructor ciego Andrés Comanji. (Bar-co [1757] 1988, 276–277)

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Figura 4Interior de la iglesia de la misión de Nuestra Señora de Lo-reto. Baja California del Sur. México

Según el informe de 1773 tenía: «Una iglesia deadoves con techo de jacal; sola tiene un altar, cuio ti-tular es Sn Ygnacio Yt. Tiene esta missión principia-da una yglesia de cal y canto con dos torres, y baxode las torres dos capillas de voveda ia cerradas; lasparedes por partes tienen ia la altura de seis a sietevaras; y por donde menos quatro; dos sacristías, queson lo más atrasado de la iglesia».5

Esta breve reseña permite entender el proceso dedefinición de estos espacios constatando la existenciade un edificio realizado en materiales perecederoscomo adobes y vegetal, mientras se finaliza la cons-trucción de la iglesia en una obra mucho más resis-tente. La situación de inacabada que presentaba estesegundo edificio en 1773 demuestra como el que enla actualidad podemos visitar tuvo que ser finalizadopor los dominicos una vez que se les cedió la misión,con lo que el proceso iniciado por los jesuitas acaba-rá siendo definido por un lado y de una manera brevepor los franciscanos y posteriormente por la orden deSanto Domingo (Coronado, 131–144).

En la actualidad, la construcción de San Ignacio esuna de las de mayor calidad de Baja California. Setrata de un templo de planta cruciforme, con el teste-ro plano, coro a los pies, cubierto el crucero por unacúpula, que deja ver un buen trabajo de cantería.Destaca al exterior la fachada ante la que se disponeun atrio (fig. 8). La portada, inserta dentro de uno delos programas iconográficos más completos de losque nos han llegado a la actualidad de las misionesde Baja California, es un arco moldurado mixtilíneo

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Figura 5Portada de la iglesia de la Misión de Nuestra Señora de Lo-reto. Baja California del Sur. México

Figura 6Fachada de la epístola de la iglesia de la misión de NuestraSeñora de Loreto. Baja California del Sur. México

Figura 7Vista exterior de la iglesia de la misión de San Ignacio Kad-da Kaamán. Baja California del Sur. México

sobre pilastras dóricas, que centra el cuerpo bajo deuna fachada retablo más compleja. Organizada endos cuerpos y tres calles, la superposición de pilas-tras toscanas resulta el elemento más convencional,frente al empleo de entablamentos con decoración derombos y bambalinas pétreas, fuera de cualquier ri-gor académico. Las calles en ambos pisos se abrencon óculos y heráldica real española, completando elconjunto las esculturas en hornacinas de las entreca-lles y la ventana central del segundo cuerpo que ilu-mina el coro, decorada con una reinterpretación ma-nierista de medias columnas toscanas voladas sobrepedestales con peanas piramidales invertidas que

sostienen un entablamento dórico (fig. 9). Completanla decoración estrellas y tres cruces en el dintel. Aunquedan al exterior restos de lo que fuera una recrea-ción de sillares apreciable en los laterales de las dostorres que flanquean la fachada (fig. 10).

La presencia en los inventarios de herramientas,hace pensar que las misiones estaban perfectamentepreparadas para acometer tanto la obra como las repa-raciones necesarias de los edificios que conformaban.Así en la misión de Loreto encontramos la siguienterelación de herramientas para albañilería y carpinte-ría: «Seis cucharas; quatro buenas, y dos inservibles /Seos coas / Seis azadones / Tres Picaduras / Una Es-coda / Tres escoplos de labrar piedra / Quatro marti-llos / Dos Podaderas / Una escuadra / Una plomada /Una cuña / Dos barras grandes / Dos adoberas / Cincoladrilleras / Una adobera de horno / Una vara de Me-

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Figura8Interior de la iglesia de la misión de San Ignacio Kadda Ka-amán. Baja California del Sur. México

Figura 9Fachada de la iglesia de la misión de San Ignacio KaddaKaamán. Baja California del Sur. México

Figura 10Detalle de una de las torres de la iglesia de la misión de SanIgnacio Kadda Kaamán. Baja California del Sur. México

dia / Una azuela de dos manos / Dos mediasalmu-des».6 Una relación que permite al menos comprobarque se debía estar preparado tanto para trabajar la pie-dra como la tierra con los escoplos de labrar piedra ylas ladrilleras y adoberas reseñadas.

CONCLUSIONES

Las iglesias de Nuestra Señora de Loreto y de SanIgnacio Kadda Kaamán, ejemplifican los procesosque se desarrollaron en la conformación de las misio-nes de Baja California a lo largo del siglo XVIII. Sindejar de lado otras misiones como las de Nuestra Se-ñora del Pilar de la Paz, Santa Rosalía de Mulegé,San Francisco Javier Biaundó o San José del Caboentre otras, la información que de materiales y siste-mas constructivos aportan los documentos de los ex-pedientes sobre los inventarios formados en la entre-ga de las Misiones de la antigua California de 1773,así como las distintas narraciones que describen elproceso evangelizador, permiten extraer una serie deconclusiones que por su carácter puntual es necesarioincluir un una panorámica más amplia del procesoque se llevó a cabo en este territorio.

Por un lado los materiales de los que se hablacomo son la piedra, «cal y canto», ladrillo, madera yadobe, empleándose sistemas de cubrición como azo-teas y bóvedas nos permiten considerar el empleo demateriales del entorno, aunque en el caso de los la-drillos, la presencia de hornos que permitieran sucocción, ponen de manifiesto el control y calidad enel proceso de elaboración de los mismos. Por otrolado las soluciones en cubierta muestran el recursológico de un sistema que evidencia la necesidad deahorro de material, ya que la cubierta plana requierede menos madera que la de doble agua, además deuna clara aclimatación a las condiciones ambientalesdeterminadas por la escasez de lluvia. Junto a ello,los espacios abovedados y cupulados que se desarro-llan son la lógica solución al problema de falta demadera y la necesidad de cubrir grandes superficiesde la forma más económica.

Junto a ello la cantidad y calidad de los datos,permite conocer el estado inacabado en el que se en-contraban las construcciones en un momento poste-rior a la expulsión de los jesuitas comprobándosecomo la iglesia de Loreto era prácticamente la únicaque estaba finalizada para esa fecha, mientras que la

de San Ignacio todavía se encontraba en construc-ción. Esto se debía a la participación esporádica delos indígenas en el trabajo de estos edificios, ya queen «las temporadas, que por sus turnos les caben dedescanso no pocas veces lo han ocupado voluntaria-mente varios de ellos, ó caso todos ya en aliñar tie-rras para sus siembras, ya en conducir el agua parael mismo fin, ya en hacer adoves, y desmontar sitiospara sus iglesias, y pueblo» (Baegert 1942). En esesentido quedaría por resolver el papel que llegaban ajugar aquellos en los procesos constructivos habidacuenta del poco número de religiosos y soldados queemprendieron cada una de estas acciones, ademásdel verdadero grado de intervención de los religio-sos en los procesos de planeamiento de los edificiosy su ejecución, que en ocasiones es la única explica-ción a la calidad y resolución de algunas de las es-tructuras.

Las modificaciones que se pueden identificar enestos edificios, han afectado incluso al entorno de losmismos, muchos de los cuales han visto como handesaparecido los atrios que los precedían, lo que jun-to al hecho de que son muy pocos los casos que man-tienen una imagen fiel a la original, su interpretaciónobliga a un análisis detenido de los datos para poderreconstruir sus estructuras.

Las misiones de Baja California del Sur, no son másque parte de una de las acciones más impresionantesllevadas a cabo por las órdenes religiosas en América.Imponiéndose a uno de los climas más severos del pla-neta y a algunos de los grupos humanos más reacios alcontacto con el hombre occidental, un conocimientomás profundo de las mismas, así como su verdaderadimensión, mexicana y estadounidense, ayudaría aabordar el análisis de lo que fue uno de los últimos ca-pítulos evangelizadores en América, en el que el con-trol del territorio y el espiritual de sus habitantes, eranlos objetivos principales que iban de la mano.

NOTAS

1. La consulta de información en el Archivo General de laNación de México se ha realizado en varias estanciasrealizadas entre los años 2005 y 2007.

2. El trabajo de campo se centró en la visita y recogida dematerial fotográfico en las misiones del actual estadode Baja California del Sur entre los meses de enero yfebrero de 2006. En concreto se trabajo en las misionesde Nuestra Señora de Loreto, fundada en 1697; San

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Francisco Javier Biaundó, fundada en 1699; Santa Ro-salía de Mulegé, fundada en 1705; San Ignacio KaddaKaamán, fundada en 1716; Nuestra Señora del Pilar dela Paz, fundada en 1720; Santiago, fundada en 1721;San José del Cabo, fundada en 1730 y Santa Rosa deTodos los Santos, fundad en 1730.

3. Archivo General de la Nación. Año 1773. CaliforniasNº 26 GG. n. 5. Expediente sobre los inventarios for-mados en la entrega de las Misiones de la antigua Cali-fornia que hicieron los PP. del Colegio App.co de Sn.Fernando á los de la Orden de Predicadores, con quedio cuenta el Pe. Presidente de estos. 220 r.

4. Archivo General de la Nación. Año 1773. CaliforniasNº 26 GG. n. 5. Expediente sobre los inventarios for-mados en la entrega de las Misiones de la antigua Cali-fornia que hicieron los PP. del Colegio App.co de Sn.Fernando á los de la Orden de Predicadores, con quedio cuenta el Pe. Presidente de estos. 230 r.

5. Archivo General de la Nación. Año 1773. CaliforniasNº 26 GG. n. 5. Expediente sobre los inventarios for-mados en la entrega de las Misiones de la antigua Cali-fornia que hicieron los PP. del Colegio App.co de Sn.Fernando á los de la Orden de Predicadores, con quedio cuenta el Pe. Presidente de estos. 286 r.

6. Archivo General de la Nación. Año 1773. CaliforniasNº 26 GG. n. 5. Expediente sobre los inventarios for-mados en la entrega de las Misiones de la antigua Cali-fornia que hicieron los PP. del Colegio App.co de Sn.Fernando á los de la Orden de Predicadores, con quedio cuenta el Pe. Presidente de estos. 221 r.

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586 R. L. Guzmán, A. Ruiz, M. Á. Sorroche