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Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

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ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA

ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA

HOMENAJE A EVA KOPPEL

MURCIA 2010

VI

JUAN MANUEL ABASCAL – ROSARIO CEBRIÁNEditores científicos

ESCULTURA ROMANA EN HISPANIA, VIActas de la VI Reunión internacional de escultura romana en Hispania,

celebrada en el Parque Arqueológico de Segobriga los días 21 y 22 de octubre de 2008

© De los textos y las ilustraciones: sus autores© De esta edición:TABVLARIVM

C/ Manfredi, 6, entlo.; 30001 Murcia (España)Tlf.: 868 940 433 / Fax: 868 940 429

[email protected]© Científico de esta edición, Parque Arqueológico de Segobriga. 16430 Saelices (Cuenca)

ISBN: 978-84-95815-29-3Depósito legal: MU-570-2010

Fotocomposición: Espagrafic. AlicanteImpreso en España / Printed in Spain

Reservados todos los derechos. Queda prohibido reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información y transmitir alguna parte de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación...) sin el permiso

previo de los titulares de la propiedad intelectual.

Imagen de cubierta: Batalla de Accio (DAI Madrid. Foto: Peter Witte)

Comité científicoDra. Pilar León Alonso, Universidad de Sevilla

Dra. Trinidad Nogales Basarrate, Museo Nacional de Arte RomanoDra. Isabel Rodá de Llanza, Institut Català d’Arqueología Clàssica

Dr. Juan Manuel Abascal, Universidad de AlicanteDr. Martín Almagro-Gorbea, Real Academia de la Historia

Dr. Pedro Rodríguez Oliva, Universidad de MálagaDr. Fernando Acuña Castroviejo, Universidad de Santiago de Compostela

Dra. Eva Koppel, Universidad Autónoma de BarcelonaDr. José Beltrán Fortes, Universidad de Sevilla

Dr. Luis Baena del Alcázar, Universidad de MálagaDr. José Miguel Noguera Celdrán, Universidad de Murcia

Dr. Luis Jorge Gonçalves, Universidade de LisboaDr. W. Trillmich, Deutsches Archäologisches Institut-Berlín

Comité organizador y ediciónDr. Juan Manuel Abascal, Universidad de Alicante

Dra. Rosario Cebrián, Parque Arqueológico de Segóbriga

ORGANIZACIÓN

Consorcio Parque Arqueológico de Segobriga(Consejería de Cultura, Turismo y Artesanía

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha)

Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Museo Nacional de Arte RomanoMinisterio de Cultura. Gobierno de España

Institut Català d’Arqueologia ClàssicaGeneralitat de Catalunya

Fotografía tomada al final de la reunión, en la tarde del 22 de octubre de 2008, en la Sala del Centro de Interpretación del Parque Arqueológico de Segobriga.

Ponentes

Dra. Pilar León AlonsoDra. Trinidad Nogales BasarrateDra. Isabel Rodà de LlanzaDr. Martín Almagro-GorbeaDr. Pedro Rodríguez OlivaDr. Fernando AcuñaDra. Eva KoppelDr. Markus TrunkDra. Raquel CasalDr. Walter Trillmich Dr. Manuel Martín Bueno Dra. Montserrat ClaveriaDr. José BeltránDr. Luis Baena del Alcázar

Dr. José Miguel Noguera CeldránDra. Rosario CebriánDr. Ferrán Arasa Dr. José Luis Jiménez Dr. Luis Jorge Gonçalves Dra. Claudia Valeri Dra. María Luisa Cancela Dra. Luisa LlozaDr. José Antonio GarriguetD. David OjedaD. Santiago Moreno Dña. Manuela Domínguez Ruiz Dña. M.ª José MerchánD. Sebastián Corzo

Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .13

Nuevos retratos de la Bética . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15Pilar León

Batalla y triunfo: Los relieves históricos de la colección del primer Duque de Alcalá . . . . . .27Markus Trunk

Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba) . . . . . . . . . .45José A. Garriguet

Nuevos hallazgos escultóricos en uillae de los alrededores de Malaca y noticias sobre otras esculturas antiguas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61Pedro Rodríguez Oliva

La escultura romana de la Bética y los materiales pétreos documentados . . . . . . . . . . . . . . .97José Beltrán Fortes

Nuevas esculturas femeninas icónicas de la ciudad romana de Baelo Claudia(Bolonia, Tarifa, Cádiz) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119María Luisa Loza Azuaga

Nuevas esculturas romanas de Aurgi (Jaén) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .137Luis Baena del Alcázar

Nuevas esculturas de la provincia de Jaén . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .155Sebastián Corzo

Programas estatuarios en el foro de Regina (Baetica): Príncipe julio-claudio, Genius y estatua colosal de Trajano. Una primera aproximación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .169Trinidad Nogales Basarrate y Luis Nobre da Silva

La cabeza de ‘Venus’ de la isla de las Palomas (Cádiz) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .199Martín Almagro-Gorbea

Restos escultóricos procedentes de Florentia Iliberritana (Granada) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219Santiago Moreno Pérez

El «Adriano» colosal de Itálica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .239David Ojeda Nogales

Minerva incerta. Una cabeza femenina en los fondos del Museo Histórico Municipal de Écija procedente de Osuna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .249Isabel López García

Escultura zoomorfa funeraria de Segobriga: notas de tipología, estilo y cronología . . . . . .257José Miguel Noguera Celdrán y Rosario Cebrián Fernández

Novedades en la escultura del País Valenciano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 315Ferran Arasa

Cabezas femeninas romanas de la Colección Despuig en Palma de Mallorca . . . . . . . . . .339Manuela Domínguez

Las cabezas antiguas de la colección de retratos de personajes romanos atribuida a los Marqueses de Barberá . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .355Montserrat Claveria

Licinio Craso en el Museo Marés de Barcelona . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371Isabel Rodà

Revisitando la plástica galaico-romana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .385Fernando Acuña Castroviejo y Raquel Casal García

Aspectos de método y técnicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .403Manuel Martín Bueno y M.ª Luisa Cancela Ramírez de Arellano

Esculturas nas villae da Lusitânia Ocidental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .409Luís Jorge R. Gonçalves

Il Rione Terra di Pozzuoli: cicli e programmi decorativi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419Claudia Valeri

Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)1

José A. Garriguet(Universidad de Córdoba)

Introducción

Los numerosos trabajos de investigación desarrollados durante las dos últimas décadas sobre los restos escultóricos de época romana descubiertos en la ciudad de Córdoba y su entorno (Beltrán Fortes, 1993; Garriguet, 1999; 2002; 2006; 2007; León, 1990; 1993; 2001; 2004; López, 1998; López-Garriguet, 2000; Márquez-Garriguet, 2002; Peña, 2000; 2002; Vi-cent, 1989) han contribuido de manera muy notable a incrementar el conocimiento general de la plástica de Corduba-Colonia Patricia; especialmente en lo concerniente a las cuestiones tipológicas, iconográficas, estilísticas y técnicas del material estudiado.

No obstante, la relación que pudieron haber guardado las citadas esculturas con otros ele-mentos de carácter arqueológico o epigráfico hallados junto a ellos o en sus proximidades, así como con la propia topografía urbana o el territorio de la antigua capital de Baetica (cada día, afortunadamente, mejor conocidos), ha quedado relegada generalmente en dichos estudios a un papel más bien bastante secundario.

Con el propósito de paliar en lo posible esta situación y de avanzar, por tanto, en la com-prensión y en la dimensión histórica de la decoración escultórica de la Córdoba romana, recientemente hemos iniciado un proyecto de investigación centrado en el examen pormeno-

1 Este trabajo deriva de la ponencia que presentamos en octubre de 2008 en el marco de la VI Reunión sobre Escultura Romana en Hispania (Segobriga), titulada «Esculturas romanas de Córdoba: apuntes para su estudio topográfico e his-tórico«. Ha sido desarrollado en su mayor parte en el Instituto de Arqueología de la Universidad de Colonia, a donde hemos acudido como investigador invitado gracias a la concesión, por parte del Ministerio español de Ciencia e In-novación, de una ayuda del Programa «José Castillejo» en su convocatoria de 2008. Agradecemos muy sinceramente al Prof. Dr. Juan M. Abascal y a la Dra. Rosario Cebrián (organizadores de la citada Reunión y editores de sus Actas) su interés en él y su firme deseo de incluirlo en este volumen, así como su infinita paciencia. Igualmente, queremos mostrar nuestra gratitud al Prof. Dr. Dietrich Boschung, a la Dra. Nina Fenn, a Dª Janine Lehmann y al resto de colegas del Archäologisches Institut de la Universidad de Colonia por todas las facilidades obtenidas y por acogernos a diario en la Biblioteca del mismo. Estamos también en deuda de gratitud con D. Tobías Espinosa (Archäologisches Institut,Universität Göttingen), D. Alberto Montejo (Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba) y D. Juan Manuel Cano, D. Daniel Barea y D. Eduardo Cerrato (Área de Arqueología, Universidad de Córdoba) por su inestimable ayuda en distintos momentos de nuestra investigación.

Escultura romana en Hispania VI, 2010, ISBN: 978-84-95815-29-3, pp. 45-60

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rizado no sólo de cada una de las esculturas en sí –las descubiertas en fechas recientes y, por supuesto, las recuperadas hace tiempo en la ciudad y sus alrededores, las cuales pretendemos reunir por primera vez en un corpus exhaustivo y unitario– sino también, y sobre todo, de su lugar, contexto y circunstancias particulares de hallazgo2.

Intentamos con ello, pues, establecer una conexión lo más precisa y fiable posible entre los diferentes programas ornamentales (públicos y privados) de carácter escultórico desplegados en Corduba-Colonia Patricia y su entorno, y los diferentes espacios y edificios en los que antaño aquéllos se ubicaron, atendiendo también, lógicamente, a su evolución en el tiempo3.

2 Como es fácil imaginar, un proyecto de estas características debe plantearse y abordarse a medio o largo plazo, pues a la dificultad que supone enfrentarse al estudio de un número de piezas muy elevado y heterogéneo se añade la ne-cesidad de obtener previamente los pertinentes permisos de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y de los arqueólogos-directores de las intervenciones donde aquéllas (especialmente las de hallazgo más reciente y aún sin publicar) aparecieron; así como la consulta de los correspondientes expedientes de excavación.

3 De este modo, uno de nuestros principales objetivos es la creación de un SIG sobre la escultura romana de Córdoba, herramienta que no sólo pueda utilizarse como base para extraer conclusiones de nuestro estudio (a partir de mapas de dispersión sincrónicos y diacrónicos del material escultórico), sino que también sirva para futuras investigaciones mediante su constante actualización. En este sentido, y con la salvedad que lógicamente imponen el paso del tiempo y la incorporación de las nuevas tecnologías a la Arqueología Clásica, nuestro trabajo tiene como referente más directo

Lámina 1: Localización de la finca de Rabanales a partir del Mapa Topográfico Militar (Hoja 923). Escala 1:50.000.

47Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

Como primer y breve avance de nuestro proyecto, damos a conocer aquí una interesante escultura zoomorfa descubierta durante la intervención arqueológica desarrollada entre los años 2006 y 2007 en la finca de Rabanales, sita a unos 4 kilómetros (unas 2,7 millas romanas) al nordeste de la ciudad antigua, con motivo de las obras de construcción de un parque tecno-lógico (lám. 1). La pieza procede, por tanto, del ámbito rural cercano a la ciudad. En concreto, y como veremos a continuación, cabe ponerla en relación con la villa romana documentada en los citados terrenos, muy próxima a la cual discurría la Via Augusta4.

1. Contexto de hallazgo de la escultura

En efecto, la excavación llevada a cabo en los terrenos de Rabanales, aún inédita, ha puesto al descubierto los restos de un importante asentamiento rural ocupado de forma ininterrum-pida aproximadamente durante los mil primeros años de nuestra Era. Para las etapas romana y tardoantigua (más concretamente, entre los siglos I y VII d.C.) puede hablarse con propie-

el realizado por E. M.ª Koppel en relación a las esculturas de Tarraco (Koppel, 1985); sin olvidar tampoco el estudio de P. León acerca de la plástica italicense (León, 1995). Por otro lado, desde el punto de vista metodológico no se nos escapa que nuestra investigación se enfrenta a un importante problema: las esculturas son elementos muebles y, por tanto, el lugar de su hallazgo puede no coincidir exactamente, o incluso no tener absolutamente nada que ver, con los espacios o edificios en los que se expusieron originalmente en época romana (vid. Bartman, 1991: 72). No obstante, creemos que, más que como un inconveniente, esta circunstancia debe considerarse un dato de gran interés para conocer mejor, de un lado, la evolución urbanística experimentada por la ciudad y su entorno, así como la de la mentalidad y las necesidades de sus habitantes; y de otro, el que podemos denominar «ciclo vital de la plástica» (creación-uso-desecho/reutilización-destrucción).

4 Por habernos comunicado el hallazgo de la pieza y habernos proporcionado desinteresadamente toda la información relativa al mismo, queremos manifestar nuestro más sincero agradecimiento a Dª Sonia Vargas Cantos, arqueóloga del Convenio entre la Gerencia Municipal de Urbanismo y la Universidad de Córdoba (GMU-UCO), directora de los traba-jos de excavación realizados en Rabanales y buena amiga desde hace ya bastantes años. Confiamos en que los resultados de dichos trabajos sean pronto publicados.

Lámina 2: Detalle de la estructura hidráulica (canal) en la que apareció, reaprovechada, la escultura. Foto: Sonia Vargas.

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dad de una villa vinculada a un extenso y rico predio agropecuario, de la cual se han podido documentar tan sólo unas termas –construidas hacia mediados del siglo I d.C. y en funciona-miento hasta principios del siglo II d.C.– y diversas estructuras relacionadas también con el trasvase y almacenamiento de agua, pero en este caso para usos agrícolas e «industriales». Di-chas estructuras fueron construidas una vez amortizado el complejo termal, en algunos casos aprovechando espacios del mismo. No obstante, también se construyeron entonces algunos estanques o piletas ex novo en sus inmediaciones (Vargas et alii, 2008: 71 ss.).

En el siglo III d.C. se procedió a la reforma de una de esas piletas, lo que supuso un cambio en sus dimensiones y la instalación de un nuevo canal asociado a la misma (Vargas et alii,2008: 29). Como parte de la cimentación de una de las paredes del canal se reutilizó la pieza que aquí estudiamos, quedando la misma dispuesta en sentido longitudinal y volcada sobre su lado derecho (lám. 2); circunstancia ésta que ha influido considerablemente en su estado de conservación (vid. infra).

Lámina 3: Vista del lado derecho de la estatua.

Lámina 4: Vista del lado izquierdo de la estatua.

49Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

Aun cuando, obviamente, no podamos asegurarlo, a partir de los datos estratigráficos men-cionados y del lugar de su hallazgo cabría inferir que la escultura, aunque reutilizada como material de construcción en una canalización posterior, pudo haber formado parte originaria-mente del programa decorativo de la villa; vinculándose tal vez al cercano balneum de época altoimperial o a alguna otra estructura hidráulica de tipo ornamental perteneciente a aquélla por las razones que más abajo comentaremos5.

2. Dimensiones, material y estado de conservación

Si bien ha llegado hasta nosotros incompleto (ha perdido por fractura, desde antiguo, las patas y la cabeza, así como los extremos de las alas), el fragmento escultórico descubierto en la finca de Rabanales corresponde a una singular figura zoomorfa realizada en bulto redondo y de tamaño ostensiblemente menor que el natural, lo cual resulta muy apropiado para su consideración como elemento de decoración de un espacio privado. Mide 0,34 m de longitud máxima, 0,16 m de altura máxima y 0,10 m de grosor máximo (de costado a costado). Para su elaboración se utilizó un bloque de mármol blanco con vetas azuladas y grano fino que presenta una intensa y extensa pátina de color ocre-anaranjado6.

Aparte de su estado fragmentario, llama bastante la atención la conservación diferencial de la pieza en sus lados largos, izquierdo y derecho. Así, mientras que éste presenta una su-perficie finamente pulida, de suave tacto y bien acabada (lám. 3), el flanco izquierdo ofrece por el contrario un aspecto mate, áspero y bastante más tosco (lám. 4). Es tal el grado de erosión que este lado muestra como consecuencia de la «colonización biológica» sufrida que las verdaderas características del mármol –especialmente su color y textura– apenas pueden percibirse hoy día7. Tales diferencias parecen explicarse por la posición en la que fue colocada la escultura cuando se reaprovechó como material constructivo en el canal antes menciona-do, habiendo quedado el lado izquierdo mucho más expuesto a la acción del agua y de los microorganismos que el derecho.

3. Aspectos iconográficos y tipológicos

Adentrándonos en su análisis iconográfico, ya a simple vista (láms. 3 y 4) puede apreciarse fácilmente que en nuestra escultura aparecen combinados rasgos anatómicos correspondien-

5 Tal y como hemos señalado en la nota 3, las esculturas, y especialmente aquellas de pequeño o mediano formato, pueden ser fácilmente desplazadas desde su lugar de exposición original hasta un nuevo emplazamiento, bien con la intención de que sigan cumpliendo en éste su función ornamental o bien, como le sucedió al fragmento escultórico aquí estudiado, o de que pasen a la situación de reempleo como elemento constructivo. Sin embargo, no creemos que para la instalación en el siglo III de los estanques y canalizaciones documentados en la finca de Rabanales hubiese sido necesario traer material escultórico desde zonas muy alejadas a la villa, máxime cuando ésta podía haber dispuesto, debido a su importancia y categoría, de un amplio programa ornamental previo del que «echar mano». Es probable que al citado programa pertene-ciese también un fragmento de pierna (muslo, rodilla y parte de la pantorrilla, con unos 0,30 m de altura) elaborado en mármol blanco y descubierto durante la fase de seguimiento arqueológico de las obras del Parque Tecnológico.

6 Queremos agradecer a Dª María Isabel Gutiérrez Deza, arqueóloga del Convenio GMU-UCO, sus interesantes obser-vaciones respecto al tipo de mármol en el que fue realizado «nuestro» grifo. A la espera de análisis más minuciosos del mismo, una vez concluya el proceso de limpieza y restauración de la escultura actualmente en curso, podemos suponerle un origen «local» (hispano).

7 Agradecemos enormemente a D. Carlos Costa Palacios, restaurador del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, sus valiosísimos comentarios en relación al estado de conservación y al material de la escultura.

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tes a dos especies muy distintas de animales existentes en la realidad: un mamífero cuadrú-pedo de torso estilizado, pero musculoso y fibroso –como cabe observar en los costados o en la zona del pecho8–, que recuerda claramente al de un felino9; y un ave de gran tamaño, pre-sumiblemente una rapaz, como denotan inequívocamente sus dos poderosas alas; las cuales, tras nacer junto al arranque de las patas delanteras, se despliegan hacia arriba (en paralelo) a ambos lados del cuerpo, para extenderse hacia atrás al llegar a la altura del dorso, descansan-do suavemente sobre éste.

Que el animal en cuestión, resultado de una mixtura imposible en la naturaleza, es sin duda macho se deduce de inmediato a partir de la simple contemplación de sus genitales, claramen-te visibles entre sus patas traseras, y por la ausencia de mamas en el vientre. Por encima de aquéllos se observa asimismo el nacimiento de una cola sorprendentemente corta10 (lám. 5).

8 En efecto, la figura presenta en el pecho cuatro protuberancias bien visibles, dispuestas en parejas de dos, que recuer-dan a senos humanos, aunque no poseen pezones. Esta circunstancia, unida al hecho de que nuestra escultura posee testículos y carece de mamas en el vientre, impide pensar en una representación híbrida femenina, tipo esfinge (vid.nota 11). Los bultos pectorales parecen aludir por tanto a la fuerte musculatura del animal, y más exactamente a la de sus alas, si bien no deja de resultar llamativo que ésta haya sido considerablemente resaltada a pesar de la posición relajada de aquél.

9 Propios de un felino, un león en concreto, son desde luego los mechones de pelo que aparecen en el vientre, justo inmediatamente detrás del arranque de la pata delantera izquierda (lám. 4); o incluso los que, más esquemáticos, a manera de orlas paralelas, recorren los cuartos traseros del animal (lám. 5), para continuar después, transformados casi en gruesos tendones, enmarcando la zona ventral.

10 No creemos, sin embargo, que la cola del animal tuviese originalmente escasa longitud, pues ello no es común entre esta clase de representaciones zoomorfas. Más bien debió de ser «cortada» a conciencia ya en la Antigüedad, lo cual tal

Lámina 5: Vista del lado posterior del grifo.

51Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

Bastan estas evidencias iconográficas para concluir que nos encontramos, obviamente, ante la representación de un animal fantástico, mezcla de león y de ave de gran envergadura. Y si acudimos al repertorio de seres híbridos legendarios del mundo antiguo, entonces podemos concluir que se trata, casi con toda probabilidad, de un grifo11.

Animales fabulosos y fieros, presentes ya en el imaginario de las civilizaciones del Próximo Oriente y Egipto desde finales del IV milenio a.C., los grifos llegaron también, a través de aquéllas, al mundo palacial creto-micénico del II milenio a.C. Tras su desaparición durante la Edad Oscura, volvieron a ser representados en Grecia a partir aproximadamente de la segunda mitad del siglo VIII a.C., con periodos de auge (Orientalizante-Arcaico, baja época clásica, Helenismo) y decadencia (siglo V a.C.) (Simon, 1962: 750-755; Flagge, 1975: 9-26; Delplace, 1980: 6-12; Akurgal, 1992). De Grecia pasarían a Etruria (ya en el siglo VII a.C.) y, finalmente, a partir sobre todo del periodo helenístico, a Roma (Flagge, 1975: 27 ss.; Delplace, 1980: 13 ss.).

Los grifos fueron vinculados por los griegos a dioses como Apolo y Dionysos, a los que sue-len transportar llevando a sus espaldas o bien tirando de sus respectivos carros, como queda reflejado por ejemplo en la pintura vascular griega del siglo IV a.C. En época romana se rela-cionaron también con la diosa Némesis y su rueda. Con frecuencia aparecen en encarnizada lucha contra Arimaspos, Amazonas u otros animales reales o fantásticos. En cualquier caso, dadas sus cualidades de fieros guardianes o protectores y de seres psicopompos, se vincula-ron desde muy pronto, y sobre todo a partir del citado siglo IV a.C., al ámbito de la muerte (vid. Woysch-Méautis, 1982: 83-87, 102-103), por lo que acabarían siendo representados con bastante frecuencia en monumentos funerarios helenísticos y romanos tales como altares, edículas o sarcófagos (Simon, 1962: 763 ss.; Flagge, 1975; 27 ss.; Delplace, 1980: 226 ss.).

De los diferentes tipos de grifos conocidos en el mundo griego y romano, plasmados a través tanto de objetos cerámicos como de bronces, terracotas, marfiles, relieves, esculturas exentas, etc., probablemente el más reproducido desde baja época clásica fue aquél en el que aparecen mezclados un cuerpo de león con alas de gran rapaz, constatándose dos variantes principales en lo que respecta a la cabeza del híbrido. En efecto, ésta puede ser de águila (con o sin cresta) o bien de león, en cuyo caso puede contar con uno o dos cuernos de carnero. No faltan generalmente de cualquier manera las orejas puntiagudas (Delplace, 1980: 222 ss.).

Salvo cuando son representados combatiendo contra seres humanos u otros animales reales o imaginarios, los grifos suelen aparecer en actitud tranquila, ya se hallen estantes –frecuente-mente con una de sus patas delanteras alzada hacia algún objeto o apoyada en él– o sentados sobre sus cuartos traseros, y con las alas desplegadas hacia arriba. En la plástica, además, lo habitual en época imperial es que formen parejas enfrentadas, disponiéndose a ambos lados de un elemento ornamental o recipiente, a manera de motivos heráldicos; tema que tuvo gran

vez ocurriera cuando se procedió a su reutilización. Sea como fuere, de haber estado alzada, como parece por la clara plasmación de los testículos, es probable que la cola se hubiese apoyado en algún punto, tal vez en las patas traseras o en algún elemento complementario.

11 Sobre los aspectos y rasgos generales de los grifos, que los escritores griegos ubicaron en el extremo norte de la tierra (el país de los hiperbóreos), o bien en la India o entre los etíopes consúltense las contribuciones enciclopédicas de F. Dürrbach (1919), M.G. Marunti, S. I. Rudenko, G. Manganaro (1960); y M. Leventopoulou (1997). Por otro lado, he-mos descartado que la escultura de Rabanales fuese una esfinge, ser monstruoso de morfología bastante parecida a la del grifo y como él asociado frecuentemente al mundo funerario, porque en la iconografía grecorromana las esfinges son siempre hembras; poseen no sólo senos humanos, sino también mamas zoomorfas; y nuestro animal es, como ya hemos señalado, macho. Sobre las esfinges en época romana véase el reciente trabajo, con bibliografía anterior, de W. Oenbrink (2005).

José A. Garriguet52

éxito y difusión tanto en la decoración de estatuas thoracatas (Simon, 1962: 773-777; Stem-mer, 1978: 152-154; Delplace, 1980: 269-279) como en monumentos de carácter religioso y, muy especialmente, funerarios (Delplace, 1980: 284 ss.).

De ello dan buena prueba numerosas composiciones en relieve y también unos pocos ejem-plos realizados en bulto redondo, como los pares de grifos descubiertos en Trier (Alemania) y en la necrópolis de Šempeter (Eslovenia), respectivamente –pertenecientes en ambos casos a construcciones de carácter funerario–, que recuerdan a los grifos helenísticos del Mausoleo de Belevi (Turquía) (Flagge, 1975: 95-99, figs. 110 y 123; Delplace, 1980: 288 y 294). A esta reducida nómina de figuras exentas podríamos sumar la estatua de grifo descubierta en 2002 en Duppach (Alemania), que habría formado parte de la ornamentación de uno de los dos monumentos funerarios (la tumba B, fechada a finales del siglo II o principios del siglo III d.C.) allí documentados (Henrich-Tabaczek, 2003).

Volviendo a la pieza de la finca cordobesa de Rabanales, la fractura que ésta presenta en la base del cuello lamentablemente nos impide determinar si poseía cabeza de ave o de león. No obstante, y a pesar de haber perdido también casi por completo las patas, en atención al arranque de las mismas podemos afirmar que el grifo cordobés se mantenía totalmente ergui-do y sostenido por sus cuatro extremidades (con ayuda, cabe suponer, de un plinto o base). Muestra, por consiguiente, una actitud tranquila, casi estática (o de marcha lenta, como si caminase en procesión), impresión a la que contribuye asimismo la colocación de las alas, apoyadas levemente sobre el dorso. No sigue de este modo la iconografía más habitual, en la que el animal levanta al menos una de sus patas delanteras para dirigirla hacia algún objeto (un candelabro, un trípode, una cratera, etc.) o posarla encima del mismo.

Grifos en actitud bastante similar a la del nuestro podemos encontrarlos especialmente en relieves de sarcófagos, solos o en parejas (dependiendo de si ocupan el frontal o los laterales), como los conservados en el Fitzwilliam Museum de Cambridge (Flagge, 1975: 91, figs. 98-100) (lám. 6), Civita Castellana (éste procedente de Falerii Nuovi) o el Museo Pio Clementino del Va-

Lámina 6: Detalle del frontal de un sarcófago infantil conservado en el Fitzwilliam Museum de Cambridge

(tomado de Flagge, 1975: fig. 98).

Lámina 7: Detalle del lado derecho de la estatua de Rabanales. La flecha indica el lugar, entre el ala y el dorso, donde se realizaron dos pequeños orificios.

53Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

ticano (Delplace, 1980: 309 y 312, figs. 293 y 294). En el caso que nos ocupa es lógicamente imposible saber si la pieza hizo pareja con otra similar, como en los ejemplos en bulto redon-do ya citados de Trier o Šempeter.

4. Estilo, detalles técnicos e interpretación funcional de la pieza

Aun cuando debido a su estado fragmentario y a la importante erosión sufrida en una parte considerable de su superficie resulta difícil llevar a cabo un análisis estilístico plenamente satisfactorio sobre el grifo cordobés, sin embargo, pueden hacerse al respecto, al menos, al-gunos comentarios generales. En conjunto, la pieza (concebida como hemos indicado en bulto redondo y trabajada por todas sus partes) muestra una elaboración bastante correcta, no exenta desde luego de calidad, de la anatomía del animal –alas, plumaje y pelaje, muscu-latura–, aunque sin llegar al virtuosismo ni al detallismo propio de las obras y los escultores de primerísima categoría.

Como hemos indicado más arriba, la superficie del mármol en el lado derecho de la escultu-ra (el mejor conservado) ha sido cuidadosa y delicadamente pulida, otorgando de esa manera

Lámina 8: Imagen de la zona ventral de la

estatua.

Lámina 9: Vista de la zona dorsal del grifo.

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una apariencia tersa y fibrosa al cuerpo del grifo. A ello contribuyen, además, los detalles ana-tómicos, sutilmente plasmados a base de incisiones poco profundas –como se aprecia en las plumas o en los pequeños mechones de pelo– o mediante un suave modelado (por ejemplo, en los músculos del pecho, las costillas, la pelvis o el propio plumaje) (lám. 3). Priman cla-ramente, pues, en su ejecución los efectos plásticos sobre los pictóricos o de claroscuro. Sólo a la hora de realizar los pequeños orificios (dos actualmente) que la figura presenta entre el ala izquierda y el dorso para separar una del otro se ha recurrido al taladro (lám. 7). Sin que tales observaciones puedan considerarse en absoluto determinantes, y menos aún faltando las patas y la cabeza del animal, constituyen como mínimo un argumento a favor de una da-tación de la escultura en época imperial temprana, asunto sobre el que volveremos después.

Desde el punto de vista técnico, dos son las cuestiones que consideramos de interés destacar aquí, por cuanto pueden ayudarnos a establecer la interpretación funcional de la pieza. Por un lado, la presencia en la zona central del vientre de una especie de gruesa nervadura longi-tudinal que, arrancando casi desde la zona genital, culmina hacia la mitad del cuerpo en lo que hoy día muestra (por su rotura) un aspecto de apéndice o pedúnculo. Ambos elementos han sido tallados en el mismo bloque que el resto de la pieza (lams. 3, 4, 6).

Creemos que el citado «apéndice» no es sino el arranque del antiguo soporte –generalmen-te un pilar, un tronco o un grueso tallo vegetal–, hoy perdido, que las esculturas en piedra de cuadrúpedos erguidos, de las cuales los Museos Vaticanos poseen numerosos ejemplares (vid. Amelung, 1908: 326-404, láms. 30-44), necesitaban habitualmente para garantizar su sostenimiento. Con respecto a la mencionada nervadura, pensamos que no se trata de la representación del pene del grifo o de cualquier otra parte de la anatomía de éste, sino más bien de una suerte de «contrapeso» con el fin de nuevo, y en conexión con el mencionado soporte, de proporcionar equilibrio y estabilidad a la figura.

Por otro lado, y también en la región ventral, debe destacarse la presencia de tres orificios circulares, uno considerablemente mayor (de 0,015 m de diámetro) y muy próximo ya a las patas delanteras, y los otros dos, menores (entre 0,07-0,08 m de diámetro) en el extremo contrario, dispuestos uno a cada lado de la nervadura antes aludida (lám. 8). Estos últimos podrían haber servido para insertar algún aditamento en otro material (¿tal vez el verdadero pene del animal?)12, o para fijar mejor la figura a su soporte o al plinto mediante pernos. En cambio, el orificio más grande posee la particularidad de atravesar la pieza y comunicar con el agujero que ésta presenta en la base del cuello (lám. 9). Debe señalarse además que la su-perficie en torno al orificio ventral, entre el denominado por nosotros «apéndice» y las patas delanteras, aparece claramente recortada, formando una especie de rectángulo ligeramente rehundido y alisado respecto al resto del vientre (lám. 8). Es posible que este rebaje –realiza-do a todas luces después de labrar la pieza, si bien ignoramos cuánto tiempo transcurrió entre lo uno y lo otro– sirviese para facilitar la fijación al mármol de una pequeña placa también marmórea o, más bien, de algún elemento metálico (¿una tubería o fistula aquaria?)13.

12 Por ejemplo, una estatua-fuente de leona helenístico-romana hallada en el denominado «Palazzo delle Colonne» de Ptolemais (Cirenaica, Libia) presentaba pequeños orificios en el extremo final de sus patas para la inserción de garras de hueso (Pesce, 1950: 81, fig. 103).

13 Aunque no parecen observarse restos de metal ni en el citado rebaje ni en el orificio que discurre entre el vientre y el cuello, es posible que la completa desaparición de éste se hubiese producido al decidirse la reutilización de la escul-tura como material de construcción.

55Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

A partir de estos datos creemos que el grifo de Rabanales podría haber constituido una pe-queña estatua-fuente, sirviendo tal vez su boca (o pico) como surtidor de una piscina14; fun-ción nada extraña si tenemos en cuenta que la escultura fue hallada cerca de las termas de una villa15.

En el repertorio general de estatuas-fuente helenísticas y romanas con forma de animal ela-borado en su día por B. Kapossy (1969: 47-53) no aparece, sin embargo, ningún grifo, aunque sí varios felinos –como la leona de Ptolemais de Cirene (vid. nota 12)– y una esfinge, hallada ésta en el jardín de la casa de Salustio en Pompeya. De esta misma ciudad, concretamente de las casas de M. Lucrecio (jardín), del Citarista (peristilo central) y «del torello» (atrio principal) proceden diversas estatuas-fuentes con otras figuras de animales, entre ellas un león (Kapossy, 1969: 48 y 50-52; Dwyer, 1982: 81-82, lám. XIII, figs. 47 y 49; 189-191, lám. XXXVII, figs. 137-139) y un toro (Kapossy, 1969: 53; Andersson, 1990: 210-212, figs. 5 y 6), ambos de bronce.

La estatuilla del toro de la Casa del torello, de cronología incierta (aunque previa, claro está, a la erupción del año 79 d.C.), posee gran interés para nosotros por varios motivos: en primer lugar, por el sistema de alimentación de agua a la pieza a través de una cañería de plomo (hoy

14 En este caso estaríamos ante un ejemplo de entrada del agua desde abajo directamente al cuerpo de la estatua (Ka-possy, 1969: 54), si bien mantenemos la duda al respecto. No olvidemos que como el propio Kapossy indica: «Umfestzustellen, ob es sich bei einer Skulptur (…) um eine Brunnenfigur handelt, muss man wissen, ob sie ursprünglich an einem Brunnen aufgestellt war. Dies zu erfahren, ist leider nicht so einfach, wie es auf den resten Blick scheinen könnte (Kapossy, 1969: 7-8).

15 En los primeros instantes de nuestra investigación, cuando sólo conocíamos la pieza a través de las fotografías obte-nidas inmediatamente después de su hallazgo, no descartamos la posibilidad de que pudiera tratarse de un trapezó-foro o pie de mesa. Sin embargo, al proceder posteriormente a su observación y estudio directos hemos desechado esta hipótesis por varias razones; entre ellas, porque las figuras casi completas de grifos o esfinges con función de trapezóforos suelen ser de mayor tamaño (oscilan entre 0,50 y 1 m de altura) y no fueron realizadas exentas del todo, mientras que nuestra escultura es claramente de bulto redondo; ésta, además, no presenta en la zona dorsal ni orificios ni canales o rebajes que pudieran haber servido para encajarla en el tablero de una mesa. Sobre los pies de mesas romanos, sus componentes y maneras de ensamblarse, vid. R. Cohon (1984).

Lámina 10: Estatua-fuente de toro hallada en la denominada «Casa del Torello» (Pompeya). Dibujo de su primera publicación (I) y estado actual (D) (Fotos: Andersson, 1990, figs. 5 y 6).

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desaparecida), reproducido en una vieja ilustración de mediados del siglo XIX16; a continua-ción, por sus dimensiones, muy próximas a las del grifo de Rabanales, pues mide 0,38 m de altura sin el plinto y tiene una longitud de 0,43 m; finalmente, por su pose, ya que el animal se encuentra también erguido sobre sus cuatro patas y «appears to be in slow movement or just about to move» (Andersson, 1990: 211) (lám. 10). Por último, una estatua-fuente también de león, fechada ya a finales del siglo II d.C., fue descubierta en 1952 en el frigidarium de las grandes termas orientales de Mactar (Túnez) (Manderscheid, 1981: 118, n.º 437, lám. 46). De cualquier manera, no deja de llamar la atención que R. Neudecker no recoja ninguna representación de grifo (ya fuese estatua-fuente o no) en su estudio sobre la ornamentación escultórica de las villas itálicas (Neudecker, 1988).

Por lo que respecta a la Península Ibérica, tampoco entre las numerosas estatuas-fuentes documentadas arqueológicamente, muchas de las cuales asociadas con certeza a domus y a vi-llae, se encuentran figuras de grifos (Loza, 1992; Koppel, 1995; Noguera, 2001). Es más, hasta hace escasas fechas las imágenes de animales con esta función se limitaban a delfines y pan-teras (Loza, 1992). Sin embargo, además de nuestra pieza, los recientes hallazgos acaecidos en otras dos villae hispanas han incrementado ligeramente la cantidad y variedad de especies animales representadas en estatuas-fuentes.

Así, en la villa de Els Ametllers (Tossa de Mar, Gerona), más concretamente, en el ninfeo de su jardín, se han descubierto entre otras esculturas una rana y un cangrejo, realizadas ambas figurillas en mármol de Luni-Carrara y utilizadas como surtidores o «brocales» (Koppel-Rodà 2008: 123-124, n.º 10-11, figs. 17-18). Por su parte, de la villa antequerana de La Estación procede una estatuilla de hipopótamo que también arrojaría agua a una fuente, situada en este caso en la zona del peristilo (Rodríguez Oliva, 2008: 19-20, fig. 1).

Aunque en relación a las villae las estatuas-fuente suelen vincularse con bastante frecuencia a los espacios termales, y dentro de éstos casi siempre a los frigidaria (Loza, 1993: 101-102; Ko-ppel, 2004: 347-353), los ejemplos mencionados ponen de manifiesto que también jardines, ninfeos y peristilos recibieron este tipo de elementos ornamentales.

5. Propuestas sobre la cronología y el emplazamiento original de la estatua

Dos son las vías fundamentales a través de las que podemos intentar establecer la cronolo-gía (por supuesto relativa) del grifo descubierto en la villa cordobesa de Rabanales: la primera es el estilo de su labra; la segunda, el contexto estratigráfico en el que la pieza fue hallada.

Con respecto a los rasgos estilísticos de la escultura, ya hemos advertido de lo extremada-mente difícil que resulta emitir un juicio fiable dado su estado de conservación. No obstante, el tratamiento del mármol, con incisiones en general superficiales (y limitadas casi de manera exclusiva a las alas y plumas del animal) y, consecuentemente, con un claro predominio del modelado suave sobre los efectos lumínicos, podría remitirnos, siempre con todas las caute-las, a época imperial temprana, y más concretamente a la etapa julio-claudia.

16 Una fistula plumbea –procedente del pedestal sobre el que se erigió la estatuilla– atravesaba el plinto de ésta por un agujero circular realizado en la zona central del mismo y se dirigía hacia la parte posterior del bóvido, penetrando por el ano y atravesando toda la escultura hasta desaguar por la boca. El aspecto más interesante para nosotros de este sistema, pues puede considerarse en cierto modo un paralelo para la escultura cordobesa, es que la tubería de plomo quedaba visible entre las patas del animal, en este caso las traseras (lám. 10), como le habría sucedido presu-miblemente a nuestro grifo.

57Una escultura de grifo procedente de la villa romana de Rabanales (Córdoba)

En cuanto a los datos estratigráficos relativos a su hallazgo, la reutilización de la pieza como elemento constructivo –una vez perdido todo su sentido original– en una estructura hidráuli-ca fechada en el siglo III d.C. implica, lógicamente, su elaboración y exposición en momentos previos; sin que sea posible obtener una datación más precisa a partir de este hecho.

Ahora bien, la hipotética vinculación del grifo con la termas altoimperiales de la villa, ba-sada en su muy probable carácter de estatua-fuente y en la cercanía de aquéllas al lugar en el que fue descubierta, contribuiría a estrechar considerablemente el marco temporal en el que nos movemos; pues como ha puesto de relieve la excavación de Rabanales los citados baños tuvieron un periodo de existencia no demasiado amplio: desde aproximadamente mediados del siglo I d.C. hasta los primeros años del siglo II d.C. (Vargas et alii, 2008). De este modo, y en función de su posible cronología julio-claudia, la estatua de grifo pudo haber formado parte, casi desde primera hora, de la ornamentación escultórica de la villa17.

Hasta ahora las únicas esculturas de grifos localizadas en villae hispanorromanas que co-nocíamos eran las de Valdetorres de Jarama (Madrid) y Quinta das Longas (Elvas, Portugal), curiosamente dos asentamientos rurales con programas escultóricos que mantienen cierta co-nexión entre sí y con talleres bajoimperiales de Afrodisias (Nogales-Carvalho-Almeida, 2004: 143-145).

Lamentablemente, la pieza de Valdetorres ha llegado hasta nosotros muy fragmentada (sólo ha conservado parte de la cabeza y algunas plumas). La figura del animal, elaborada en mármol blanco, componía un grupo de aproximadamente 1 m de altura junto a una estatua de divini-dad masculina vestida con clámide y descalza, interpretada como posible imagen de Apolo. Di-cho grupo pudo haberse expuesto en la zona del peristilo y ha sido fechado, con reservas debido a su pésimo estado de conservación, en el siglo II d.C. (Puerta-Elvira-Artigas, 1994: 193, n.º 10, figs. 14 y 15)18. El mencionado grupo de Valdetorres de Jarama evidenciaría la vieja y estrecha relación que los grifos mantuvieron con Apolo; aunque no deberíamos olvidar que estos seres híbridos también se vincularon a menudo a Dionysos, dios generalmente con mayor presencia que aquél en peristilos, jardines, etc. de domus (vid. Mastroroberto, 1992: 41; Noguera, 2001) y villae (Loza, 1993: 102-103; Koppel, 1995) a través de sus propias esculturas y/o de imágenes de diferentes miembros de su thyasos (sátiros, silenos, panteras, etc.).

En cuanto a la figura de Quinta das Longas, fue hallada junto al resto de la decoración es-cultórica de esta villa lusitana en la campaña de excavación realizada en 2000. Consiste en una proa de nave rematada por una cabeza de grifo perteneciente a la variante de ave rapaz. Elaborada en mármol blanco de grano fino y fechada hacia el siglo IV d.C., como el resto del material, la pieza hace alusión a temas marinos, muy presentes en el programa ornamental de este importante asentamiento rural; relacionándose probablemente con un ninfeo monu-mental (Nogales-Carvalho-Almeida, 2004: 139, fig. 19 B).

17 Este hecho, y más concretamente la posible ubicación de nuestra estatua en el complejo termal de la villa, plantea un nuevo problema, imposible de resolver en la actualidad. En efecto, cabría preguntarse qué destino conoció la pieza entre el momento de amortización de las termas y su definitiva reutilización en la canalización del siglo III d.C. Evi-dentemente, habría tenido que ser movida de su emplazamiento original y expuesta (¿en un peristilo, en un jardín?), o no, en otra parte (vid. Bartman, 1991: 72).

18 Aun cuando no se trate de estatuas, creemos interesante señalar que el motivo del grifo está presente también en otros espacios domésticos romanos a través de pequeños objetos ornamentales. Por ejemplo, en la villa romana de Becken-hölzle, cercana a la ciudad alemana de Rottweil y próxima al río Neckar, se halló un llamador de puerta de bronce con la representación de un grifo marino (Kemkes, 2006).

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6. Consideraciones finales

No cabe duda de que la estatua de grifo descubierta en la finca de Rabanales, cuyo primer estudio hemos realizado aquí, tiene una relevancia especial. En primer lugar, por haber sido hallada en el transcurso de una intervención arqueológica fiable, algo no demasiado frecuente todavía, por desgracia, en lo que atañe a las esculturas romanas cordubenses. Pero también, y muy especialmente, por constituir un ejemplo de representación zoomorfa en bulto redondo apenas documentada en el territorio de las antiguas provincias hispanas (con las únicas ex-cepciones hasta el momento de las maltrechas piezas de Valdetorres de Jarama y Quinta das Longas), y tampoco demasiado frecuente en el resto del Imperio; y menos aún como estatua-fuente. Sus principales paralelos, ya sea en lo que respecta a su posición o actitud, y/o bien en relación a su carácter de figuras exentas, se encuentran en imágenes de grifos vinculadas al mundo funerario, datándose además en la mayoría de los casos en un momento posterior.

Su procedencia de una importante villa romana cercana a la capital de Baetica, su posible cronología imperial temprana, su más que aceptable calidad artística y su presumible función de estatua-fuente conceden, por consiguiente, a nuestro grifo una notable singularidad en el panorama de la plástica hispanorromana. Esperamos que la pronta publicación de la inter-vención arqueológica llevada a cabo durante los últimos años en Rabanales e indagaciones más profundas sobre el tipo de mármol empleado en su factura (una vez concluya el proceso de su restauración) nos permitan en el futuro avanzar algo más en el conocimiento de la pieza cordobesa y de su sentido, así como de quienes antaño la realizaron y contemplaron19.

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19 Evidentemente, de confirmarse la suposición de que nos hallamos ante un mármol de procedencia hispana podría-mos defender con más fiabilidad su probable elaboración en un taller provincial, tal vez de la propia Corduba. A esto último no se opondrían ni la calidad de su ejecución ni, desde luego, la importante actividad desarrollada por las officinae escultóricas béticas durante buena parte del siglo I d.C. (cfr., por ejemplo, León, 1990; 1993; 1995 y 2001).

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