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1 ® VA*

BELENCUENTROm C risto,

Misterio

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PERMANENTEY LA O Q N B t i N

ECUESüáL

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EJERCICIOS CUARESMALES 2015Arquidiócesis de León

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¿OIS IEJERCICIOS CUARESMALES

Co n ten id oEjercicios cuaresm ales p a r a a d u lto s

P r im e r d ía . L a p r e s e n c ia d e D io s P a d r e , H ijo y E s p ír it u Sa n t o e n l a E u c a r is t ía

6 M aría Ascención V illegas M aclasS e g u n d o d ía . L a R e c o n c il ia c ió n c o n l o s h e r m a n o s , e x ig e n c ia d e l a p a r t ic ip a c ió n E u c a r ìs t ic a

9 Una. M aría Valdéz Armendáríz CJCT e r c e r d ía . L a Ce l e b r a c ió n E u c a r ìs t ic a , u n a in v it a c ió n a l a c o n v e r s ió n

/2 Ma. de ía lu z Cristina M adaríaga MarínCu a r t o d ía . E n l a E u c a r is t ía c e l e b r a m o s y v iv im o s e l M is t e r io P a s c u a l d e Cr is t o

/6 H/ia. Elisa F ias cencía P iaz CJCQ u in t o d ía . L a E u c a r is t ía n o s l l e v a a l a Co m u n ió n E c l e s ia l

/9 Pb/'o. Joaquín Reyes AceresCe l e b r a c ió n P e n it e n c ia l

¿ 3 M ícolás Rome /ald in a

Ejercicios cuaresm ales p a r a n iñ o s y ado lescentes

P r im e r d ía . E n l a E u c a r is t ía e s t á l a p r e s e n c ia d e D io s P a d r e , H ijo y E s p ír it u S a n t o

2 7 lu is Mauricio Cano Cama/vnaS e g u n d o d ía . NOS RECONCILIAMOS CON NUESTROS HERMANOS PARA PARTICIPAR EN LA FIESTA DEL SEÑOR

3 0 Candelaria MendozaT e r c e r d ía . Je s ú s , M is t e r io E u c a r ìs t ic o , n o s in v it a a u n c a m b io d e v id a

33 María Leticia Aceredo NcgreteC u a r t o d ía . E n l a E u c a r is t ía c e l e b r a m o s y v iv im o s e l M is t e r io P a s c u a l d e Cr is t o

3 5 Ana Isabel López MárquezQ u in t o d ía . V iv im o s y c e l e b r a m o s l a f ie s t a d e l a m o r

3 8 E/rira Zamora

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Con gran esperanza iniciamos nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua. Es un itinerario que nos conduce siempre al encuentro de Cristo, pero de un Cristo vivo y vivificante que nos colma siempre de gracia y bendición.

Con la conciencia que la época actual plantea serios desafíos para una vivencia auténtica de la fe, ya que el ambiente social del hombre influye sobre su manera de pensar y comportarse, así como sobre los criterios de ju icio y los valores. Nuestra Iglesia Diocesana, con el fin de iluminar esta com pleja realidad del hombre, propone como cada año los ejercicios espirituales del tiempo litúrgico de cuaresma para reencontrarnos nuevamente con Jesús, Nuestro Señor, y revigorizar nuestra fe.

Para tener ese encuentro con Jesús vivo, presento este subsidio de E jercicios cuaresmales cuyo tema central es la Eucaristía, como misterio en el cual se nos ofrece Cristo, Dios y Hombre verdadero, para colmarnos de su presencia e iluminar nuestra realidad. La Eucaristía es el tesoro más grande de la Iglesia, es donde se hace presente la promesa de Nuestro Señor Jesucristo: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el final del mundo.” (Mt 2 8 ,20 ); la Eucaristía es vivir y sentir la presencia salvífica de Cristo que sigue acompañando a su Iglesia, haciendo realidad la Historia de Salvación orientada hacia el encuentro eterno con Dios Padre.

Recordemos que en la Cuaresma debemos intensificar la práctica de la oración, del ayuno y las obras de caridad.

Recomiendo que se organicen los E jercicios cuaresmales para los adultos, jóvenes, adolescentes y niños, sobre todo, en las sedes parroquiales, sin descuidar las comunidades de vida cristiana (sectores).

Agradezco el interés y trabajo generoso de la Comisión Diocesana de Catequesis, que ha tenido a bien elaborar este material para nuestra reflexión y profundizar en nuestra fe.

Que Dios ilumine nuestro trabajo, los acompaño con mi bendición.

León, Gto., 17 de enero de 2015 , fiesta litúrgica de san Antonio, Abad.

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INTRODUCCIÓN

Este tiempo de Cuaresma es un espacio privilegiado que tenemos en la Iglesia para meditar en la forma como estamos llevando nuestra vida cristiana y reconciliarnos con Dios buscando así, vivir de una manera nueva y comprometida.

En los Ejercicios Cuaresmales del año pasado, se nos invitó a escuchar la Palabra que nos lleva a reconocer a Jesús como Palabra Encarnada para encontrarnos con Él. Ahora, en continuidad con esas reflexiones, se nos ofrece meditar en Cristo, Misterio Eucaristico, quien junto con el Padre y el Espíritu Santo se nos entrega como alimento de vida para que, reconciliados entre nosotros, podamos recibirlo, uniéndonos como hermanos, miembros de una misma Iglesia.

Con estos Ejercicios Espirituales de Cuaresma, queremos reflexionar sobre el amor de Dios manifestado en el Misterio Pascual de Cristo para que, alimentándonos de la Eucaristía, vivamos en conversión permanente y en comunión eclesial.

Para lograr este objetivo, sugerimos las siguientes notas pedagógicas generales:

S Conservar la Sagrada Escritura en un lugar central y leer desde ella los textos bíblicos como un signo visible de que Dios nos habla a través de su Palabra.

■s Pedir a los participantes, tanto adultos como adolescentes y niños que en la semana tengan su Biblia durante los ejercicios cuaresmales e invitarlos a que lean las citas que se proponen en cada uno de los temas para que tengan contacto con la Palabra.

s Las citas que son de confrontar (cfr.), se sugiere que el catequista las lea antes para que tenga un contexto completo y sólo lea las que considere sean necesarias.

s Es importante permitir a los interlocutores la contemplación y momentos de silencio que los lleven a un encuentro personal con Dios, suscitando la conversión.

El Misterio Pascual de Cristo, se celebra en cada Eucaristía, por lo que estamos invitados a participar activa y conscientemente en este Banquete para permanecer unidos a Él: “...Quien come mi Carne y bebe mi Sangre permanece en Mi y Yo en Él...” (Jn 6,56).

Dimensión Diocesana de Catequesis

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EJERCICIOS

CUARESMALES

PARA

ADULTOS

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PRIMER DÍA

LA PRESENCIA DE DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO EN EL MISTERIO EUCARÌSTICO

ObjetivoReflexionar que Dios Trinidad es comunión perfecta de amor y se hace presente en el Misterio Eucarístico, para que valoremos este Sacramento como un Misterio de amor trinitario que nos lleve a la comunión con Dios y los hermanos.

Notas pedagógicas:Tener presente qué son los Ejercicios Espirituales de Cuaresma y cómo los viviremos.

Material:■s Una imagen del momento de la Consagración (en la que se vea a Dios Padre que recibe

la ofrenda del Hijo y el Espíritu Santo que actúa en el momento de la epíclesis)■S Frase: “El milagro de la Eucaristía brota del amor Trinitario”S Biblia, mesa, velas y flores s Una cartulina con la letra del canto

CONTEMPLEMOS LA PALABRA

El año pasado nuestros Ejercicios Cuaresmales estuvieron centrados en la importancia de la Sagrada Escritura, encontrándonos a través de elia con Jesucristo, Palabra encarnada del Padre. El presente año, le daremos continuidad, ya que esta Palabra escuchada, ha de ser celebrada en la Eucaristía, para que dé más frutos de vida eterna.

Dios es comunión perfecta de amorNuestro ser de cristianos nació al ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; es por ello que nuestra fe se centra en este misterio trinitario. Nosotros creemos en tres Personas distintas, iguales en dignidad, pues comparten la naturaleza divina. Las tres Personas divinas viven en perfecta comunión de amor, de tal forma que siempre actúan en unidad porque son un solo Dios, quien nos ha creado a su imagen y semejanza y es por ello que en nosotros está el anhelo de unidad y de reconciliación porque Dios, Uno y Trino, es comunión perfecta de amor.

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que: “El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe. Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado y se une con ellos” (CEC 234).

Los cristianos, somos quienes, al referirnos a cada una de las Personas las separamos, diciendo por ejemplo, Dios Padre es Creador, Dios Hijo, es el Redentor y Dios Espíritu Santo, santificador. Aunque reconozcamos la acción de cada Persona divina, actúan siempre en comunión pues es un mismo Dios.

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La Trinidad es el modelo de cualquier comunidad, cada Persona divina respeta la individualidad de la otra, puesto que viven en comunión perfecta y entrega mutua, unidas en un mismo Ser. De esta comunión trinitaria viene la comunión de todos los miembros que formamos la Iglesia, esto fue entendido plenamente por las primeras comunidades que nos narra el libro de Hechos de los Apóstoles, pues lo ponían todo en común (cfr. Hech 4, 32).

También la Eucaristía es fuente de comunión, es el Sacramento que une a todos los creyentes con Dios y entre sí mismos, por ello san Pablo nos recuerda: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan” (1Cor 10, 16-17).

En la Celebración Eucarística encontramos la presencia del Padre, del Hiio v del Espíritu SantoCuando participamos en la Misa nos encontramos en la presencia del Padre que recibe la oración de su Iglesia, precedida por Cristo Sumo y Eterno Sacerdote y el Espíritu Santo que santifica a su pueblo y lo alimenta, transformando el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo. Por lo tanto, podemos tener la certeza de que en la Eucaristía está la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Así nos lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La comunión de vida divina y la unidad del Pueblo de Dios sobre los que la propia Iglesia subsiste, se significan adecuadamente y se realizan de manera admirable en la Eucaristía. En ella, se encuentra a la vez, la cumbre de la acción por la que en Cristo Dios santifica al mundo, y del culto que en el Espíritu Santo los hombres dan a Cristo y por Él al Padre” (CEC 1325).

(Colocamos la imagen).

En el capítulo 6 del evangelio de san Juan, Jesús nos habla del Pan de vida como un don que gratuitamente viene del Padre que quiere comunicar su propia vida al mundo: “ ... Es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo” (Jn 6, 32). Jesús se presenta a sí mismo como el pan vivo, que se nos da, entregándose hasta la muerte “yo soy el pan de vida...” (Jn 6, 35) y hace referencia al Espíritu que da vida (cfr. Jn 6, 63). El Pan que baja del cielo no es un pan material, como sucedió con el maná del desierto, sino que es Alguien.

Este Pan vivo y verdadero nos comunica la vida eterna, pero para recibirlo se necesita dar el paso de la fe, es decir creer en Cristo.

La Eucaristía es el sacramento del Cuerpo de Cristo y de su Espíritu que tiene su origen en la fuente de todo amor, en la vida de la Trinidad. La Eucaristía es la Vida que tiene su origen en el Padre y que se da totalmente al Hijo en el Espíritu. Esta vida que hay en Dios se derrama a todos los hombres y al mundo a través de la encarnación del Hijo y la efusión del Espíritu que el Padre quiere. Por eso la Eucaristía significa el don del Padre a nosotros, a través de la entrega del Hijo y de su Espíritu vivificador... También es Acción de gracias, alabanza y adoración al Padre, en el Hijo y por el Espíritu Santo, es por ello que en la Santa Misa el sacerdote dice: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos.

La Eucaristía es un misterio del amor trinitarioEn la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis”, el Papa Benedicto XVI, nos dice: En la Eucaristía, Dios Trinidad, que en sí mismo es amor, se une plenamente a nuestra condición humana. En el pan y en el vino, Cristo se entrega y comparte con nosotros, en la forma del Sacramento. Dios es comunión perfecta de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Jesucristo se ha ofrecido a Dios Padre como sacrificio sin mancha, comunicándonos gratuitamente la misma vida divina en el don eucarístico. La Iglesia, con obediencia fiel, acoge, celebra y adora este don. Este misterio de la fe, es misterio del amor trinitario, en el cual, por gracia, estamos llamados a participar. Por tanto, podemos exclamar con san Agustín: “Ves la Trinidad si ves el amor” (cfr. Sacramentum Caritatis, 8).

(Se coloca la frase).

En la Eucaristía se revela el designio de amor que guía toda la historia de la salvación. En ella, Dios Trinidad, que en sí mismo es amor (cfr. 1Jn 4,7-8), se une plenamente a nuestra condición humana. Mediante el pan y el vino, el creyente participa de una realidad que no ve, que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo, entrando en comunión de vida con Él, es decir, en la Misa, nuestra fe nos lleva a recibir como cuerpo y sangre de Cristo algo que parece ser pan y vino, más en ellos, Cristo resucitado se hace alimento de vida para nosotros.

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CONFRONTEMOS DESDE LA FEJesús nos dice que Él es el Pan vivo, es decir, nos invita a alimentarnos de Él para tener vida eterna. Sin embargo, muchas veces, no nos dejamos convencer o nos falta fe ya que no todos nos acercamos a recibirlo en la Sagrada Comunión, no valoramos esta entrega de amor que Jesús hace de Sí mismo. ¿A qué creen ustedes que se deba esto?

Al recibir a Cristo en la Eucaristía, nos unimos a Él y a nuestros hermanos, en comunión de amor, por lo tanto nos comprometemos a construir un mundo de justicia y de paz, basado en el amor y el pan compartido. Sólo así viviremos la comunión a semejanza de la que existe entre las tres divinas Personas.

Jesús, al donarse completamente al Padre por la salvación de cada uno de nosotros y que Él mismo actualiza en toda celebración Eucarística, nos invita a alimentar en nosotros el compromiso, la valentía y la capacidad de darnos a los demás, de servir a nuestro prójimo en el signo de la caridad. Es necesario que este misterio de amor, que celebramos en la Misa y que adoramos presente en nuestra Iglesia, produzca sus frutos todos los días y cure los males más difundidos hoy, llevándonos a todos a cambiar situaciones que ofenden gravemente la dignidad humana.

NOS ENCONTRAMOS CON DIOS EN LA ORACIÓNColocamos una mesa con: la Sagrada Escritura, florero, velas y ahí volvemos a colocar la imagen.

Proclamamos juntos la siguiente oración:

Padre Dios, creemos que eres Creador de todas las cosas y que te has hecho cercano a nosotros a través de tu Hijo, concebido de María Virgen por obra del Espíritu Santo, para asumir nuestra condición humana y ser garantía de vida eterna.

Espíritu Santo, creemos que por tu acción, el pan y el vino que presentamos en cada Eucaristía, se transforman en el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Contigo Jesús, Cordero de la Nueva Alianza, se ofrecen, en cada altar: nuestra vida como creyentes, la duda del que busca,la sonrisa de los niños, los proyectos de los jóvenes, el dolor de los que sufren y la generosidad del que se da a los hermanos. Gracias, por invitarnos a participar de tu Banquete Eucarístico, que nos fortalece en esta vida y nos prepara para la vida eterna.

Madre Santísima, acompáñanos para que aceptamos alimentarnos del Cuerpo y Sangre de tu Hijo, intercede para que aumente la fe y el amor entre nosotros. Amén

NOS COMPROMETEMOSDespués de todo lo reflexionado, nos preguntamos Canto: “Se quedó con nosotros”, cada uno:

m ¿Qué puedo hacer para vivir en una mayor comunión con mi familia y comunidad a ejemplo de la Santísima Trinidad?

*» De ahora en adelante ¿qué voy hacer para descubrir en la Eucaristía la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?

fs» Como cristiano que me alimento del Cuerpo y la Sangre de Cristo ¿Qué actitudes puedo cambiar hacia mi familia, compañeros y vecinos, para hacer vida los frutos de la Eucaristía?

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SEGUNDO DÍA

LA RECONCILIACIÓN CON LOS HERMANOS, EXIGENCIA DE LA PARTICIPACIÓN EUCARÌSTICA

ObjetivoTomar conciencia de la necesidad de la reconciliación con Dios y los hermanos para participar de una manera más plena en la Celebración Eucaristica.

CONTEMPLEMOS LA PALABRAEstamos en el segundo día estos Ejercicios Cuaresmales. Ayer reflexionamos sobre la presencia Trinitaria en la Eucaristía; de hecho, cuando iniciamos la Santa Misa decimos: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, este saludo nos recuerda que estamos reunidos en el nombre de la Santísima Trinidad. Hoy seguiremos reflexionando en la importancia de ser hermanos y en la necesidad de la reconciliación como condición para vivir la comunión a ejemplo de la Trinidad, que nos reúne en cada Eucaristía.

Comunión de amor entre Dios v nosotros a través de la EucaristíaEldomingo,díadelSeñor,asistimosalaCelebración Eucarística como familia y agradecemos al buen Dios todos los dones y favores recibidos durante la semana. Nos unimos a Él a través de la participación gozosa del Banquete Eucarístico y por Él nos unimos también como Iglesia a todos los demás hermanos; por eso, el sacerdote nos dice al inicio de la celebración “El Señor esté con ustedes” y nosotros respondemos “y con tu espíritu”; estas frases nos hacen entrar por la fe en un ambiente de familia, pueblo de Dios, en el que Jesús Resucitado está presente y en Él, somos hermanos.

Escuchemos la Palabra de Dios: Jn 6,48.54-56 “Yo soy el pan de vida. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.

(Se lee el texto, se deja un momento para reflexionarlo, después, se vuelve a leer pausadamente).

¿De qué nos habla el texto? ¿Quién es el Pan de vida? ¿Qué le pasa a los que comen de ese Pan?

Esta entrega de Jesús, nos da a entender muy bien lo que fue toda su vida: una donación de amor a los demás. En el pan y el vino se queda Él mismo, como alimento, que se transforma para dar vida a quien lo come. Nosotros no lo comemos para aumentar nuestra fuerza corporal, sino para unirnos a Él y tener su fortaleza, ver a nuestro alrededor con sus ojos, juzgar con sus criterios y actuar conducidos por su Espíritu, para ser solidarios con los que participamos del Banquete y con nuestros hermanos más necesitados.

Él es el que da vida, por eso, comerle es asimilar sus deseos, su proyecto, es emprender su camino, es vivir como El uniendo nuestra vida a la suya, viviendo en agradecimiento continuo al Padre. La Carne y la Sangre del Hijo del Hombre son verdadera comida, y verdadera bebida. Gracias a la Eucaristía, el cristiano se encuentra unido a Jesucristo, se trata de una unión recíproca de permanencia mutua. La misma vida divina que va del Padre al Hijo pasa al creyente que comulga.

Este Pan que comemos como familia y compartimos como hermanos, nos acerca unos a otros para ser un testimonio vivo del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, la cual vive de la Eucaristía como nos decía el Papa Juan Pablo II en la Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”; así es que, en la medida en que nos alimentamos de ella, recibimos la gracia y, con ello, la gran oportunidad de construir la paz y la unidad, la justicia y la misericordia, que constituyen una verdadera comunidad fraterna con obras concretas en bien de muchos.

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Cuando recibimos a Cristo, su amor se expande en nosotros, modifica nuestro corazón y nos hace capaces de construir la paz, con gestos y palabras, transformando así nuestra vida y la de aquellos que están a nuestro lado.

En el Sacramento de la Eucaristía se realiza la comunión entre todos los hombres, ya que todos compartimos del mismo pan, como nos lo dice san Pablo en la primera carta a los Corintios “Uno es el pan y uno es el cuerpo que todos formamos porque todos compartimos el único pan” (1 Cor 10,17). Por eso cuando hay divisiones en la comunidad, no se está siendo congruente al recibir el Cuerpo del Señor, que es quien nos une como hermanos.

Si queremos participar plenamente en la Eucaristía, es importante estar reconciliados con nuestro prójimo; el mismo Jesús nos dice: “Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda” (Mt 5,23-24). Estas palabras de Jesús son un mensaje de paz y de amor. ¡Cuánta paz alcanza un hombre que no está enemistado con otro! Paz que no es ausencia de guerra sino que es presencia de Dios, presencia de Amor.

El pecado es un rechazo al amor de Dios que disminuye la paz, el amor y la justicia entre los hombres. La mayor parte de los males del mundo son causados por el pecado. Todos los pecados tienen una influencia negativa en la sociedad. Por ejemplo: existen patrones que no pagan lo justo a sus empleados y empleados que no trabajan de acuerdo a su responsabilidad; personas que evaden impuestos, otras que se roban la luz, el gas, la señal de Internet, el agua, o incluso, personas que se sienten inteligentes y orgullosos por estafar a los demás, esposos que se engañan mutuamente siendo infieles a su compromiso, jóvenes que inducen a otros a diferentes vicios, etc.

Si seguimos viviendo con este tipo de pecados, sin reconocer el mal que hacemos, no podemos acercarnos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, ya que el rechazo a Dios y al hermano, nos impiden una participación plena en ella.

Cada vez que pecamos, ofendemos no sólo a Dios sino a toda su familia que es la Iglesia. Nuestro pecado la daña y divide, por lo tanto, no basta pedir perdón a Dios si no pedimos perdón también al hermano que hemos ofendido y dañado para que podamos seguir viviendo en comunión.

Reconciliación v EucaristíaParticipar en la Cena del Señor es unirnos a Él en la Eucaristía, estando reconciliados unos con otros, celebrando nuestra fe movidos por el Espíritu Santo y llamados por el Padre, a través de Jesús, a ser hermanos de todos.

El apóstol san Pablo nos dice: “ ...quien coma el pan y beba la copa del Señor indignamente comete pecado contra el cuerpo y la sangre del Señor. En consecuencia, que cada uno se examine antes de comer el pan y beber la copa” (1Cor 11, 27-28). Por lo tanto es necesario examinar nuestra conciencia ante Dios, de manera sincera, antes de acercarnos a recibir la Sagrada Eucaristía.

El Papa Benedicto XVI, en la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis” nos expresa que el amor a la Eucaristía nos lleva también a apreciar cada vez más el sacramento de la Reconciliación, pues como se constata en la actualidad, los fieles se encuentran inmersos en una cultura que tiende a borrar el sentido del pecado, favoreciendo una actitud superficial que lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarse dignamente a la Comunión sacramental. En realidad, perder la conciencia de pecado comporta siempre también una cierta superficialidad en la forma de comprender el amor mismo de Dios. La relación entre la Eucaristía y la Reconciliación nos recuerda que el pecado nunca es algo exclusivamente individual; siempre comporta también una herida para la comunión eclesial, en la que estamos insertados por el Bautismo. Por esto la Reconciliación, supone un camino de conversión y el restablecimiento de la plena comunión eclesial, expresada al acercarse de nuevo a la Eucaristía (cfr. Sacramentum Caritatis 20).

Es necesario estar en gracia de Dios para recibir la Comunión Sacramental; este estado de gracia no es solamente para acercarnos a recibir el Cuerpo de Cristo, sino que es importante para

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vivir en una constante amistad con Dios. Hay personas que todavía piensan que necesitan confesarse cada vez que van a comulgar, sin embargo, si no hay pecado mortal, se puede recibir la Sagrada Eucaristía haciendo un acto de arrepentimiento personal y luego, uniéndonos a

la comunidad eclesial al recitar el acto penitencial al inicio de la Misa. Esto no quiere decir que no valoremos el Sacramento de la Reconciliación, sino que es importante acercarnos con frecuencia a él para vivir en un constante estado de gracia y de comunión con Dios y los hermanos.

CONFRONTEMOS DESDE LA FEHay en nuestra sociedad cristianos que van sólo el domingo a Misa, podríamos decir que durante la semana posiblemente sus comportamientos no van de acuerdo con lo que celebraron. La participación en la Eucaristía no es sólo un deber de estar presentes en el templo, es una respuesta de amor a Dios y un compromiso con los hermanos, sobre todo con aquellos con quienes convivimos a diario. El Pan Eucarístico nos alimenta para darnos vida nueva, con actitudes y acciones nuevas.

El testimonio de la caridad y de la paz para el discípulo de Jesús no es un sentimiento pasajero, sino una actitud, un nuevo modo de vivir, una nueva dimensión de vivir la fraternidad. De este modo, la Eucaristía celebrada nos hace capaces de convertirnos en pan para los hermanos.

NOS ENCONTRAMOS CON DIOS EN LA ORACIÓNHagamos un momento de silencio para que cada uno pensemos en aquellas personas que nos han ofendido y perdonémoslas de corazón, también pensemos en aquellos a los que nosotros hemos ofendido y hagamos un acto de arrepentimiento por nuestras faltas, confiando en el amor y la infinita misericordia de Dios.

Ahora, agradecemos al Señor todos juntos con esta oración:Señor, queremos tomar conciencia de tu presencia en la Eucaristía, que podamos valorar tu entrega por nosotros. Tú siempre nos perdonas cuando

nos acercamos arrepentidos a Ti. Concédenos el poder nosotros perdonar a ios que nos hacen mal para que, con un corazón sincero, nos acerquemos a celebrar la Eucaristía y recibirte como Pan que nos da vida eterna y nos une en un mismo cuerpo.

María Santísima, intercede por nosotros para que en esta cuaresma alcancemos la gracia de vivir más plena y conscientemente el misterio de la Eucaristía para vivir como hermanos, anunciando con la palabra y la vida el amor que Dios nos tiene a todos.

NOS COMPROMETEMOSHabiendo reflexionado sobre la importancia Terminamos los ejercicios de este día cantando: de estar reconciliados con nuestros hermanos “El Señor nos invita ya”, para acercarnos al Sacramento de la Eucaristía, podemos preguntarnos:

m ¿Sé perdonar a mis hermanos como Cristo me perdona?

f» ¿Qué medios puedo poner de ahora en adelante para acercarme de una manera más digna al Sacramento de la Eucaristía?

J» ¿Con qué acciones puedo demostrar que la Eucaristía nos une a todos como hermanos, hijos de un mismo padre?

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TERCER DÍA

LA CELEBRACIÓN EUCARISTICA, UNA INVITACIÓN A LA CONVERSIÓN

ObjetivoDescubrir que en la Celebración Eucaristica, Dios nos muestra el camino a la santidad para que, participando en ella de manera activa y consciente, podamos fortalecernos viviendo una conversión continua.

Materials Pluma y papeletas para cada uno de los participantes.•S La oración que se sugiere, escrita en una cartulina o en copias para todos.

CONTEMPLEMOS LA PALABRAEn este tercer día de Ejercicios Cuaresmales, pongámonos nuevamente en la presencia de Dios dejando a un lado todo aquello que pueda distraernos (momento de silencio). Pidamos al Espíritu Santo que abra nuestro entendimiento para comprender todo aquello que quiera transmitirnos y que encienda en nuestro corazón un profundo amor a Cristo, presente en la Eucaristía.

En los Ejercicios de los días anteriores reflexionamos cómo la Santísima Trinidad está presente en el Banquete Eucarístico y que, para participar en este Alimento de vida, es necesario estar reconciliados con nuestros hermanos, es decir, con un amor profundo a Dios y a los semejantes, libres de odios y rencores.

El día de hoy, cada uno de nosotros vamos a reflexionar que en la Eucaristía se nos muestra un camino a la santidad y que, si participamos de una manera consciente, podremos encontrar en ella la fuerza necesaria para vivir en una constante conversión que nos lleve a la unión con Dios y con nuestros hermanos.

La Eucaristía, camino de santidadDesde el día de nuestro Bautismo, todos los cristianos, de cualquier estado o condición, estamos llamados cada uno por nuestro propio camino, a la perfección de la santidad (cfr. CEC 825). Dios mismo, desde el Antiguo Testamento nos pide que seamos santos cuando le dice a Moisés: “Di a toda la comunidad de los israelitas: Sean santos, porque yo, el Señor su Dios, soy

santo” (Lv 19,2). Después, Jesús nos lo vuelve a repetir en el sermón de la montaña: “Ustedes sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

La santidad es la búsqueda de la perfección, pero no una perfección material y superflua, sino una perfección que busca vivir como Dios nos lo pide, identificándonos como hijos suyos, siendo sus instrumentos y teniendo como única ley: el amor.

El medio más excelente para alcanzar la santidad es la vivencia de la caridad fortalecida con la Sagrada Eucaristía, pues en ella es el mismo Cristo quien nos santifica. Él, ofrenda perfecta y agradable, se entrega al Padre por cada uno de nosotros, tomando y asumiendo en su propio Cuerpo, todas nuestras faltas y debilidades, transformándolas, por los méritos de su pasión, en una ofrenda agradable al Padre, “ ...como dicen los santos Padres, Dios realizó el sagrado intercambio: asumió lo que era nuestro, para que nosotros pudiéramos recibir lo que era suyo, ser semejantes a Dios...” (Benedicto XVI, Homilía en la Misa Crismal, 5-IV-2007).

La Carta Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”, del Papa Juan Pablo II, nos dice que todo compromiso de santidad y acción orientada a realizar la misión de la Iglesia, ha de sacar del Misterio eucarístico la fuerza necesaria y se ha de ordenar a él como a su culmen. En la Eucaristía tenemos a Jesús en su sacrificio redentor y en su resurrección, tenemos el don del Espíritu

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Santo, asi como también la obediencia y el amor al Padre. La adoración del Santísimo Sacramento se convierte en fuente inagotable de santidad (cfr. EE 10 y 60).

(Meditemos por unos momentos).

Muestra respuesta d® f® con yma oarticSpación activa y conscientePara responder con fe a este llamado que nos hace Dios a la santidad por medio de la Eucaristía, es importante que estemos atentos de lo que ahí sucede para poder participar de una manera más consciente. No podemos limitarnos a gestos o actitudes meramente externas, sino que es necesario una participación plena y activa.

El Concilio Vaticano II nos pide a los cristianos no asistir a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien, participemos consciente, piadosa y activamente, dejándonos instruir por la palabra de Dios y fortaleciéndonos en la mesa del Cuerpo del Señor, le demos gracias, aprendiendo a ofrecernos junto con la Hostia Inmaculada y así, nos perfeccionemos día a día por Cristo en la unión con Dios y entre nosotros, para que, finalmente, Él sea todo en todos” (cfr. SC 48).

Es por eso que haremos un breve recorrido de la Celebración Eucarística para que vayamos meditando este Sacrificio Redentor de Cristo:

Preparación a! Banquete Divino: Todo inicia desde la disposición que tenemos para ir al templo a celebrar la Santa Misa; si nos sentimos hijos de Dios, esperamos con anhelo este momento para estar con Él, nos arreglamos y vestimos modestamente de manera exterior e interior, es decir, con el vestido de la gracia para recibir a Cristo en la Eucaristía. Llegamos con anterioridad para que, con recogimiento y silencio, tengamos un tiempo para meditar el Misterio tan grande que vamos a celebrar, pues Cristo mismo es Víctima, Sacerdote y Altar.

Ritos iniciales: El sacerdote besa el altar y saluda al pueblo invocando a la Santísima Trinidad, después nos invita a reconocer nuestros pecados ante Dios, a quien pedimos tenga piedad de nosotros y de quien reconocemos su gloria. Enseguida el sacerdote nos invita a unirnos en oración, la cual dirige a Dios Padre o a Dios Hijo.

Liturgia de ia Palabra: Nos disponemos para escuchar y alimentar nuestro espíritu con lo que Dios quiere decirnos a través de la Sagrada Escritura, que es su Palabra; posteriormente, el sacerdote nos ayuda a reflexionar lo que hemos escuchado para confrontarlo con nuestra vida. Una vez que hemos reflexionado sobre lo que Dios nos ha querido comunicar, profesamos juntos nuestra fe contenida en el Credo y elevamos a Dios nuestras peticiones que como asamblea queramos realizar.

Liturgia de la Eucaristía: Cuando se presentan las ofrendas del pan y del vino, entregamos a Dios de manera simbólica todo lo que somos y lo que tenemos. El sacerdote ofrece al Padre los dones que presentamos y la finalidad por la que vamos a realizar el Sacrificio de la Eucaristía; todos reconociendo su santidad, nos preparamos para la Consagración en donde él sacerdote invoca al Espíritu Santo para que por su acción, el pan y el vino se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, al pronunciar las palabras que dijo Él, en la Última Cena, antes de su sacrificio en la cruz. Aclamamos su presencia y pedimos al Padre que esta Víctima traiga la paz y la salvación al mundo entero, pedimos por el Papa, los obispos, los difuntos y por toda la Iglesia, reconociendo la gloria de Cristo, junto con el Padre y el Espíritu Santo. Posteriormente, nos dirigimos como hermanos al Padre con la oración que Cristo nos enseñó, después nos deseamos la paz de Dios unos a otros. El sacerdote nos presenta a Cristo como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y nos disponemos para recibirlo en la Sagrada Comunión, después realiza una oración dirigida al Padre o al Hijo para que sepamos aprovechar el don recibido.

Rito de conclusión: El sacerdote se dirige al pueblo deseando que la presencia de Dios, a quien hemos recibido, permanezca con nosotros; nos da la bendición y nos exhorta a continuar la misión de Cristo en nuestra vida ordinaria.

(Meditemos por unos momentos).

Jesús en la Eucaristía nos fortalece para una conversión continuaLa santidad no puede conseguirse de un momento a otro, es un proceso que hay que recorrer con fe y humildad; para lograrla es necesario que haya una conversión, es decir, renunciar libremente a

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todo aquello que nos aleja de Dios y buscar lo que nos acerca a Él.

Jesús comienza su predicación con un llamado a la conversión: “ ...El plazo se ha cumplido. El reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el evangelio" (Me 1, 15). Con este llamado nos invita a tomar una postura nueva desde la mente y el corazón para poder entender el mensaje de salvación.

Es importante dar este primer paso para la conversión, sin embargo, no podríamos permanecer en ella por nuestras propias fuerzas, puesto que, como seres humanos, tendemos al egoísmo, es decir, nos sentimos atraídos a buscar primero nuestra propia comodidad, seguridad y felicidad aunque esto pueda afectar a otras personas. Entonces, ¿cómo podemos responder a esta petición de Jesús? A través

Ya que hemos contemplado cómo el Misterio Eucarístico es camino de santidad y fortaleza para lograr una constante conversión, veamos cómo está nuestro mundo.

Según las estadísticas presentadas en el Anuario Pontificio de 2013, la presencia de católicos en el mundo es de tan solo el 17.5% de la población mundial. En nuestro país, las estadísticas presentadas por el INEGI en el año 2000, nos dice que el número de católicos en México es del 88% y en el estado de Guanajuato del 96.4%, confrontando estos porcentajes con la realidad de violencia que vivimos en el mundo y en nuestro México podemos darnos cuenta que hay una desconexión notoria entre fe y vida por parte de muchos católicos. Si todos los que nos decimos hijos de Dios por medio del Bautismo nos comportáramos como tales, no veríamos tanta injusticia en nuestra patria. Revisemos cómo andamos nosotros, los que asistimos a estos Ejercicios Cuaresmales.

de una conversión continua, la cual se logra con la ayuda del Espíritu Santo y la fortaleza que nos da Jesús en la Eucaristía para que podamos esforzarnos constantemente por tener hábitos, actitudes y pensamientos que puedan conducirnos a la santidad y nos impulsen a un compromiso misionero que busque llevar el amor de Dios a la sociedad.

En la Exhortación Apostólica “Sacramentum Caritatis”, el Papa Benedicto XVI nos dice que para que haya una fructuosa participación en la Celebración Eucarística es importante que cada uno tengamos un espíritu de conversión continua. No puede haber una participación activa cuando se asiste de manera superficial y sin examinar la propia vida (cfr. SC 55).

(Meditemos por unos momentos).

Les vamos a proporcionar unas papeletas, con el fin de que cada uno podamos reflexionar cómo estamos viviendo nuestro ser de cristianos, llamados a la santidad a través de una conversión. Vayan respondiendo de manera individual cada una de las siguientes preguntas:

m ¿Soy consciente de que yo N.___________estoy llamado a la santidad?

m ¿Reconozco que la Eucaristía en la que participamos como Iglesia es un medio para ser santo?

J» ¿Cómo ha sido mi participación en la Santa Misa: he estado atento a lo que ahí se vive o por el contrario, asisto por obligación y con apatía?

P> ¿Vivo permanentemente como hijo de Dios esforzándome por hacer mío el mandamiento del amor?

CONFRONTEMOS DESDE LA FE

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NOS ENCONTRAMOS CON DIOS EN LA ORACIÓNEs el momento de dialogar con Dios a través de la oración, hagamos juntos un acto de fe, diciendo ados coros:

Hombres: Te adoramos, Jesús Eucaristía, que estás presente bajo las especies del pan y del vino

Mujeres: Aunque no podamos verte, podemos escucharte y sentir el deseo de estar en tu divina presencia para dejarnos transformar por Tí

Hombres: Queremos ofrendarte nuestra vida entera a fin de que nos permitas ser uno solo Contigo para lograr nuestra santificación

Mujeres: Envía tu Santo Espíritu para que seamos capaces de participar de una manera plena, consciente y activa en cada una de las celebraciones Eucarísticas

Hombres: Infunde en nosotros el ardiente deseo de escuchar tu Palabra y alimentarnos de tu presencia Sacramental

Mujeres: Fortalécenos en cada Eucaristía para vivir en una continua conversión, renunciando a nuestro egoísmo y disponiéndonos al servicio de los demás

Todos: Gracias por acompañar nuestra vida con tu presencia Eucarística, ayúdanos a descubrir nuestras propias debilidades y pecados para que con tu gracia, podamos tener una conversión continua que nos lleve a vivir la santidad. Amén,

NOS COMPROMETEMOSHabiendo pedido a Dios nos ayude a reconocer Canto: “Señor a quién iremos”.nuestras propias faltas, revisemos ahora laspapeletas en las que escribimos cada uno denosotros las respuestas en el momento delconfrontemos. Elaboremos tres compromisosque queramos asumir para ir logrando nuestraconversión de corazón, pidiendo al Espíritu Santonos asista en cada momento.

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CUARTO D ÍA

EN LA EUCARISTÍA CELEBRAMOS ¥ VIVIMOS EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO

ObjetivoComprender que en la Eucaristía celebramos el Misterio Pascual de Cristo, que se entrega por nosotros, para que nos comprometamos a celebrar y vivir esta presencia de Cristo resucitado en la Iglesia.

CONTEMPLEMOS LA PALABRANos da gusto estar de nuevo en esta cuarta catequesis de nuestros Ejercicios Cuaresmales. El día de ayer estuvimos reflexionando cómo es que en la Celebración Eucarística, Dios nos muestra el camino a la santidad y al mismo tiempo nos sentimos motivados a participar en ella de una manera más activa y consciente, para que la Eucaristía nos fortalezca y nos ayude a vivir en una conversión continua.

La obra de salvación se realiza en CristoComenzamos el día de hoy leyendo el siguiente texto del evangelio de san Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3,16).

Nos dice san Juan que Dios, por el inmenso amor que nos tiene, envía a su Hijo, para que por Él tengamos vida eterna. Ya no necesitamos, como en el Antiguo Testamento otros sacrificios, Dios Hijo se hace uno de nosotros para que por su Sacrificio en la Cruz, obtengamos la salvación.

En el Antiguo Testamento, se nos describen diferentes tipos de sacrificios que el pueblo ofrecía a Dios para alabarlo, reconocerlo como Dios y pedir perdón por los pecados; éstos se hacían sacrificando un animal, que muchas de las veces era un cordero. Cuando Dios decidió liberar a su pueblo elegido, Israel, cautivo por los egipcios, le ordenó a los Hebreos inmolar por familia un cordero “será un animal sin defecto, macho, de un año” (Ex 12,5), indicándoles marcar con la sangre del cordero sacrificado el dintel de la puerta para que el Ángel exterminador los perdonara cuando esa noche viniera a herir a los primogénitos egipcios. Desde ese momento, la sangre del cordero tuvo para los israelitas un valor redentor.

Ya en el Nuevo Testamento, en cuanto Jesús inicia su misión entre los hombres, Juan el Bautista, su precursor, le señala diciendo: “Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Por lo tanto, ya no se necesitan más sacrificios de otros corderos, Él es el que tiene poder para vencer el pecado de los hombres, Él es verdaderamente nuestro Salvador que entrega su vida por nuestros pecados.

Como ya sabemos, el jueves un día anterior a su muerte, Jesús celebra con sus Apóstoles la Pascua judía, es decir, la conmemoración de la liberación del pueblo en Egipto. En esa Cena Pascual se comía, igual que aquella noche, un cordero sacrificado; pero sucede algo imprevisto: Jesús, durante la cena, sustituye al cordero pascual por su misma persona, entregándose como nuevo Cordero Pascual y así realiza una nueva alianza entre Dios y nosotros. Él estaba anunciando su muerte al día siguiente; es el verdadero Cordero sacrificado en la Cruz derramando su sangre, con la cual sellaría la Nueva Alianza.

Esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el camino hacia Dios y la posibilidad de vivir unidos a Él, mediante la recepción de su Cuerpo y su Sangre en la Comunión, sacramento de salvación.

La Eucaristía. Sacramento del Misterio PascualCuando leemos los relatos bíblicos sobre la Eucaristía descubrimos que en ellos se habla de la fiesta de pascua, Jesús mismo habla de esta celebración. Leamos este texto: Mt 26,1- 2.26-28.

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“Cuando terminó este discurso, Jesús dijo a sus discípulos: Ya saben que dentro de dos días se celebra la Pascua y el hijo del Hombre será entregado para ser crucificado... Mientras cenaban, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo: Beban todos de ella, porque esta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de los pecados”.

Nos damos cuenta que, tal como Jesús lo anunció al presentar el cáliz en la última cena, su Sangre es derramada y su Cuerpo es entregado por nosotros, para el perdón de nuestros pecados. Y ese Cuerpo y esa Sangre, son el pan y el vino consagrados, cuando el sacerdote pronuncia las mismas palabras de Cristo en la Última Cena. El Jueves Santo, Jesucristo nos dejó instituido este Sacramento: el de su Cuerpo y su Sangre. Es el regalo más grande que nos ha dejado: su presencia viva y real.

Esta entrega de Jesús a través de su pasión, muerte y resurrección, es lo que llamamos “Misterio Pascual de Cristo”, pues sabemos que no se quedó en el sepulcro, sino que, después de instituir la Eucaristía, viene la pasión que lo lleva a la muerte y una muerte de cruz, para resucitar al tercer día; por lo tanto, en la Eucaristía celebramos la presencia de Cristo muerto y resucitado.

La Eucaristía como ningún otro Sacramento nos muestra la relación directa a la obra redentora de Cristo. Así nos lo dice en el Concilio Vaticano II, la Constitución Dogmática “Sacrosanctum Concilium”: Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Él obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su pasión, muerte y Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, con su muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida (cfr. SC 5).

Esa entrega del Hijo de Dios por nosotros, se nos hace presente en cada Eucaristía celebrada en cualquier parte del mundo. Tenemos su presencia en medio de nosotros, para reconocerlo y adorarlo en la Hostia Consagrada, y para que sea alimento de nuestra vida espiritual cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión.

La Eucaristía, presencia permanente de Cristo Resucitado en ¡a iglesiaJesús quiere que nos reunamos a celebrar juntos su triunfo sobre la muerte, hasta que venga de nuevo. Nos invita a que nuestra vida esté marcada por el amor, el servicio y la unidad. Hacer memoria de la entrega de Jesús, no es sólo recordar, sino hacer presente la gracia salvadora de su pasión, muerte y resurrección, es anunciar al mundo el amor infinito de Él por todos nosotros, es proclamar el valor de ser sus seguidores, ya que por su amor y entrega, ha triunfado sobre las tinieblas y la muerte.

El Documento de Aparecida nos dice que Cristo resucitado está presente en la Eucaristía de modo admirable. Cuando participamos en la Misa, celebramos el Misterio Pascual, es decir, su pasión, muerte y resurrección. En ella nos fortalecemos para llevar a cabo nuestra vocación como discípulos y misioneros, (cfr. DA 250).

La celebración del Triduo Pascual es la fiesta del triunfo de Cristo sobre la muerte, es la fiesta de nuestra liberación:

O El Jueyes Santo, la Iglesia hace memoria de la Última Cena, en la que el Señor, en la vigilia de su pasión y muerte, instituyó el Sacramento de la Eucaristía, y el del Sacerdocio ministerial, al decirles a sus apóstoles: “...Hagan esto en memoria mía” (Le 22,19). En esa misma noche, Jesús nos dejó el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor fraterno: (cfr. Jn 15, 13-14).

O El Viernes Santo es la jornada que recuerda la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. En este día, la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la santa Misa

O El Sábado Santo se caracteriza por un profundo silencio. Los altares están sin manteles y los templos sin flores, ni adornos, esperando el gran acontecimiento de la Resurrección.

El Domingo de Resurrección empieza con la gran celebración de la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo, es una velada que se prolonga a las primeras horas del domingo y celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte. Cristo es la luz del mundo que ilumina las tinieblas del sepulcro. A partir de entonces, el día domingo se le conoce como el “día del Señor”, porque de una manera especial los cristianos católicos celebramos el día de la resurrección de Jesús. Esta presencia

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de Cristo resucitado es la que celebramos en cada Eucaristía, no sólo el día domingo y, a este respecto, nos puede venir a la mente que a veces escuchamos a algunas personas decir que no tiene sentido ir a Misa, ya que a Dios se le encuentra en todas partes, pero la Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro con Jesucristo.

Esta presencia de Cristo resucitado en la Eucaristía se extiende a toda la Iglesia que somos cada uno y por eso es que, al terminar la Misa, se nos dice: “vayamos a dar testimonio de lo que aquí hemos vivido”, pues es importante celebrar y vivir

lo que creemos para que podamos dar testimonio de nuestra fe en Cristo resucitado.

La Eucarística no es sólo el culmen de la vida cristiana personal, es el culmen de la vida cristiana eclesial, porque toda la actividad de la Iglesia gira alrededor de un profundo reconocimiento de la resurrección de Cristo, pues como dice san Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra proclamación, es vana nuestra fe” (1Cor 15,14). De manera que, de acuerdo con San Pablo, ese reconocimiento se concretiza en la presencia de Cristo en la Eucaristía.

CONFRONTEMOS DESDE LA FESi la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia nos dice que en la Eucaristía celebramos el Misterio pascual de Cristo, es necesario reflexionar si como comunidad estamos celebrando este Misterio y dejándonos transformar por Él para que, unidos a Cristo, podamos dar ese paso de conversión continua, de la muerte a la vida, del pecado a la gracia.

Pensemos: Cuando asistimos a la Santa Misa, ¿cuántas veces nuestra atención está puesta en otros asuntos ajenos a la Celebración Eucarística? Por ejemplo, a muchos de nosotros nos ha tocado ver que suena el teléfono celular de una persona y se sale a contestar, con esa actitud da

a entender que para ella es más importante recibir esa llamada que participar conscientemente en el Misterio Pascual de Cristo. Y como este ejemplo, podríamos pensar en muchos otros distractores que nos impiden participar plenamente en esta Celebración tan importante para nuestra vida.

Comentemos con las personas que se encuentran a su lado:

m ¿Cuáles son los principales distractores que se nos presentan?

m ¿Qué podemos hacer para evitar que esos distractores nos impidan celebrar de una manera plena el Misterio Eucaristico?

NOS ENCONTRAMOS CON DIOS EN LA ORACIÓNHemos dicho que Cristo, con su muerte y resurrección nos libera de nuestros pecados y esclavitudes. Pidamos al Espíritu Santo nos conceda la gracia de participar cada vez más de manera consciente y activa.

Ahora todos juntos, agradezcamos a Cristo con las siguientes frases a las que contestaremos: Gracias Señor Jesús.

O Gracias porque por amor te entregas a nosotros en cada Eucaristía y en ella estás

presente, vivo y resucitado O Porque nos invitas a alimentarnos de Ti

para seguir caminando y trabajando por la construcción de tu Reino en nuestro mundo

O Porque fortaleces nuestra fe para vivir unidos a Ti.

O Gracias, Jesús, porque nos ofreces la salvación por tu pasión, muerte y resurrección que celebramos en cada Eucaristía.

NOS COMPROMETEMOSDespués de haberle dado gracias a Dios por hacernos partícipes de su Misterio Pascual a través de la Celebración Eucarística, vamos a comprometernos con acciones y actitudes que podamos asumir para vivirlo más plenamente. (Momento de reflexión).

La Santa Misa es la fiesta por excelencia de los cristianos. Es Cristo mismo el que se entrega por nosotros y nos invita a alimentarnos con su Palabra, su Cuerpo y su Sangre, para tener fuerzas espirituales ya desde esta vida y alcanzar la vida eterna.

Cantamos: “Tú nos invitas Jesús”

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QUINTO DÍA

LA EUCARISTÍA NOS LLEVA A LA COMUNIÓN ECLESIAL

ObjetivoReconocer la Eucaristía como centro, fuente y culmen de la vida cristiana para que, identificados como Iglesia, podamos realizar la misión de hacer presente el amor de Dios en el mundo como comunidad eciesial.

CONTEMPLEMOS LA PALABRAQué bueno que nos encontramos en este quinto día de nuestros Ejercicios Cuaresmales. En la reflexión anterior estuvimos comprendiendo y profundizando que en la Eucaristía celebramos el Misterio Pascual de Cristo, es decir, su pasión, muerte y resurrección.

El día de hoy veremos cómo la Eucaristía nos une como Iglesia, donde cada uno de los bautizados somos miembros vivos del Cuerpo Místico de Cristo, para ofrecernos en comunión de vida al servicio de nuestros hermanos.

La Eucaristía es fuente, centro v culmen de la vida cristianaContinuamos profundizando sobre la importancia de la Eucaristía que es fuente, centro y culmen de la vida cristiana; así nos lo menciona el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Eucaristía es fuente y culmen de toda la vida cristiana. Los demás sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua” (CEC 1324).

La Eucaristía es la fuente, es decir, de donde brota la gracia de Dios como el agua limpia y pura de un manantial que nos impulsa a realizar la misión que Cristo nos ha encomendado. Es también la cima a la que todos necesitamos llegar para unirnos a Cristo, al Padre y al Espíritu Santo, pues como habíamos reflexionado, en la Celebración Eucarística está la presencia de la Santísima Trinidad y como Iglesia, buscamos alcanzar la unidad de los hijos de Dios.

Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos asiduamente para escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciones. Como Iglesia nos nutrimos con el Pan de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo, haciéndonos miembros del mismo Cuerpo. La Eucaristía es fuente y culmen de la vida cristiana, su expresión más perfecta y el alimento de la vida en comunión, en ella se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos del Padre (cfr. DA 158).

La Eucaristía se manifiesta como culminación de todos los Sacramentos, porque lleva a la comunión con Dios Padre, mediante la identificación con el Hijo Unigénito, por obra del Espíritu Santo. Precisamente por eso, es conveniente motivar al deseo constante de recibir el Sacramento Eucarístico. De aquí ha nacido la práctica de la comunión espiritual, felizmente difundida desde hace siglos en la Iglesia y recomendada por santos maestros de vida espiritual (cfr. EE 34).

Jesús Eucaristía, vida para la IglesiaJesús, antes de entregarse por nosotros dándonos su Cuerpo y su Sangre, instituyendo el Sacramento de la Eucaristía, ya había hecho esta promesa. Lo podemos leer en el Evangelio de san Juan: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne... Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6,51.54). Por eso podemos decir que Cristo Eucaristía es vida para cada uno de nosotros y para todos como Iglesia. Por lo tanto, la Eucaristía nos da vida en lo personal y nos

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une como hijos de un mismo Padre y miembros de una sola familia que es la Iglesia.

La Eucaristía hace la Iglesia, quienes la reciben se unen más estrechamente a Cristo, Él nos une a todos en un solo cuerpo. La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación a la Iglesia, pues como dice la Primera Carta a los Corintios: “El cáliz de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo? y el pan que partimos ¿no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1Cor 10,16-17).

El Papa Juan Pablo II nos habla de una manera muy hermosa sobre esta realidad en varios números de su Carta Encíclica “Ecclesia de Eucharistia”: La Iglesia, mientras peregrina aquí en la tierra, está llamada a mantener y promover tanto la comunión con Dios trinitario como la comunión entre los fieles. Para ello, cuenta con la Palabra y los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, de la cual vive y se desarrolla sin cesar y al mismo tiempo, se expresa a sí misma. No es casualidad que el término “comunión” se haya convertido en uno de los nombres específicos de este sublime Sacramento (cfr. EE 34).

La vida que nos da Jesús, es a través de los Sacramentos, especialmente de la Eucaristía, donde nos unimos con Dios y entre nosotros. La comunión supone la vida de gracia, por medio de la cual nos hace participar de la naturaleza divina, invitándonos a practicar las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, sólo de este modo se obtiene una verdadera comunión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No basta la fe, sino que es preciso perseverar en la gracia santificante y en la caridad (cfr. EE 36).

En uno de los días anteriores, decíamos que es muy importante la participación activa y consciente en la Eucaristía, para que quienes no conocen, ni valoran el profundo sentido y riqueza de este Sacramento, puedan ver en nosotros un testimonio convincente de que creemos y vivimos de acuerdo a lo que celebramos.

El Sacrificio Eucarístico, aun celebrándose siempre en una comunidad particular, como es la Diócesis, no es nunca una celebración de esa sola comunidad, sino que se une a la Iglesia Universal, recibiendo la presencia eucarística

del Señor y el don completo de la salvación. De esto se deriva que una comunidad realmente eucarística no puede encerrarse en sí misma, como si fuera autosuficiente, sino que ha de mantenerse en sintonía con todas las demás comunidades católicas (cfr. EE 39).

La Eucaristía nos invita a vivir lo que hemos celebrado, nos envía a la misiónAl participar de la Eucaristía, Jesús nos invita a que comprendemos nuestra vocación y misión, tomando conciencia de que somos enviados a anunciar y a hacer presente el reino de Dios en nuestra sociedad.

Los apóstoles entendieron muy bien que las palabras y los gestos realizados por Jesús en la Última Cena, tendrían un influjo hacia el futuro. El pequeño grupo, fue trasmitiendo esta experiencia a todas las generaciones, es decir, se convirtieron en testigos de Jesús resucitado, se dispersaron para anunciar su palabra, esto es, entendieron muy bien la misión que Cristo les confiaba.

Al término de cada Celebración Eucarística, muchas veces hemos escuchado que el sacerdote nos dice “Vayamos a vivir lo que aquí hemos celebrado”, esto se convierte en un impulso para regresar al mundo de la familia, del trabajo, de la comunidad, con un corazón renovado, fortalecido, alimentado de la vida divina. Por eso, nuestra misión como cristianos es vivir el amor con todos nuestros hermanos, especialmente con los más necesitados.

Todos los dones de Dios requieren una disposición adecuada para que puedan producir frutos de cambio. Especialmente, nos exigen un espíritu comunitario, abrir los ojos para reconocerlo y servirlo en los más pobres: En el más humilde encontramos a Jesús mismo. Por eso san Juan Crisòstomo exhortaba: “¿Quieren en verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consientan que esté desnudo. No lo honren en el templo con manteles de seda mientras afuera lo dejan pasar frío y desnudez” (cfr. DA 354).

No podemos guardar para nosotros el amor que celebramos en el Sacramento de la Eucaristía, pues por su naturaleza nos pide que sea comunicado a todos. Lo que nuestro mundo necesita es el amor de Dios, encontrar a Cristo y creer en Él. Por eso la Eucaristía no es sólo fuente y culmen de la vida de la Iglesia; lo es

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también de su misión: una Iglesia auténticamente eucarfstica es una Iglesia misionera. También nosotros podemos decir a nuestros hermanos con convicción: ‘Lo que hemos visto y oído se los anunciamos para que estén unidos con nosotros’ (1Jn 1,3). Nada hay más hermoso que encontrar a Cristo y comunicarlo a todos, no podemos acercarnos a la Mesa eucarística sin dejarnos llevar por ese movimiento de la misión que, partiendo del corazón mismo de Dios, tiende a llegar a todos los hombres. Así pues, el impulso

misionero es parte constitutiva de la participación en la Eucaristía (cfr. SC 84).

Celebrar la Eucaristía como Iglesia, implica pues que tenemos una misión, que es llevar a la vida todo lo que hemos celebrado, lo que Jesús nos ha hecho comprender con su Palabra y al dársenos como alimento. Tenemos que ir a compartir toda esta experiencia con nuestras palabras y con nuestro testimonio, sobre todo, con nuestra entrega a los demás.

CONFRONTEMOS DESDE LA FETodos nosotros tenemos la experiencia de haber participado en una fiesta o, de haberla preparado. Pensemos un poco, en todo lo que hacemos para esta fiesta, sobre todo, si es muy significativa. Para esta preparación, no escatimamos tiempo, ni dinero, ni esfuerzos o cansancios, entonces, ¿por qué para la gran fiesta que es la Celebración de la Eucaristía no siempre ponemos ese mismo interés y empeño? Para esta Fiesta de las fiestas, tendríamos que ponerle el mayor interés, asistiendo como familia, bien presentados, porque vamos a encontrarnos con Dios y con nuestros hermanos como Asamblea.

Después de todo lo que hemos comprendido y reflexionado, nos podemos preguntar de forma personal:

m ¿Qué sentido tiene para mí, que la Eucaristía sea fuente, centro y culmen de la vida cristiana?

i» ¿Me siento parte de esta Celebración como miembro de la Iglesia a quien Dios Trino le da vida en la Eucaristía?

m ¿Soy consciente de la misión que tengo al celebrar la Eucaristía como Iglesia?

NOS ENCONTRAMOS CON DIOS EN LA ORACIÓNDirijámonos a Jesús con la siguiente oración, haciéndola a dos coros.

Coro 1: Señor Jesús, en tu entrega la noche de la Última Cena te diste todo entero hasta la muerte de Cruz. Cuando te recibimos, nuestros ojos contemplan solo pan y solo vino Tú te haces presente en la Eucaristía y refuerzas nuestra unión contigo como tus discípulos.

Coro 2: Señor Jesús, cada vez que nos acercamos a tu Mesa encontramos el alimento que ha de nutrir nuestra existencia y que sostiene toda nuestra vida. Para subsistir, el hombre necesita comer y beber. Y este simple hecho, a veces tan olvidado en nuestras sociedades satisfechas, nos revela que el hombre no se fundamenta a sí mismo, sino que vive recibiendo misteriosamente la vida de Ti, Señor.

Coro 1: Señor Jesús, estamos en una actitud de adoración y silencio. Por medio de ti y en el Espíritu Santo que nos comunicas, queremos llegar al Padre para decirle nuestro sí unido al tuyo. Te adoramos y te alabamos junto con los ángeles. Que nuestro silencio y adoración se conviertan en capacidad de amar y de servir.

Coro 2: Señor Jesús, la celebración de tu presencia, nos convoca en el domingo. Este día recordamos el triunfo de tu vida sobre la muerte, acontecimiento central de nuestra historia. Por eso lo llamamos: “el día del Señor”. El domingo nos lleva a fijarnos en la primera mañana del mundo y del hombre.

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Coro 1: Señor Jesús, haz que la Eucaristía, que nos une cada domingo, constituya, conforme y alimente a la misma Iglesia. Que cada Eucaristía nos eduque para que hagamos de la vida una fiesta, preparación y anticipo de la fiesta final a la que estamos llamados.

Coro 2: Señor Jesús, este pan y este vino es nuestro viático como caminantes hacia la tierra y el cielo nuevo. Es la cena pascual auténtica, el maná que libera y vivifica. Es el alimento definitivo que, día a día, nos fortalece en nuestro caminar hacia el Padre.

Coro 1: Señor Jesús, vamos caminando por la vida acosados por las dificultades; nos cansamos y desfallecemos, pero Tú, como Pan Eucarístico nos das la fuerza para seguir caminando hasta el encuentro con nuestro Padre. Danos tu gracia, para que nuestras calles y plazas sean una prolongación de lo que celebramos.

Coro 2: Señor Jesús, que cada vez que participemos en tu Mesa tengamos los ojos abiertos para comulgar con los gozos y esperanzas, alegrías y tristezas de los hombres de nuestro tiempo, para que nada de lo que viven nos sea indiferente. Amén.

NOS COMPROMETEMOSHemos recorrido ya toda una semana reflexionando, orando y preparándonos para la fiesta por excelencia de los cristianos: la Pascua de Jesús que celebramos en el domingo de Resurrección.

Por eso hoy, como último día de nuestros Ejercicios Cuaresmales podemos preguntarnos si hemos llegado a un compromiso cada uno de los días anteriores. Y hoy ¿a qué compromiso queremos llegar que pueda ser una preparación ya más próxima para celebrar como cristianos la muerte y resurrección del Señor Jesús?

¿Qué estamos dispuestos a hacer para que de ahora en adelante, tanto en lo personal, como en nuestra familia celebremos y vivamos la Eucaristía como parte esencial de nuestra vida cristiana?

¿Qué medios vamos a poner para cumplir la misión que Cristo nos ha encomendado?

Cantamos juntos: “Eucaristía, milagro de amor”.

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CELEBRACIÓN PENITENCIALEn esta celebración penitencial, queremos fijar nuestros ojos en Jesús crucificado, acercarnos a Él para que, a través de los Sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía, podamos morir al pecado y resucitar con Él a la vida de gracia. En nuestra diócesis estamos iniciando una nueva etapa del Plan Diocesano de Pastoral y qué mejor momento para que asumamos un camino de conversión personal y pastoral.

RITOS INICIALES

Celebrante: Iniciamos nuestra celebración en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Todos: Amén.

Celebrante: Bendito sea Dios, que nos ha dado a su Divino Hijo para rescatarnos del pecado, pidamos su misericordia para todos nosotros.

Monitor: Durante el camino de esta Cuaresma hemos reflexionado en los pasajes más esenciales sobre el misterio del amor, para que nos sigamos sintiendo llamados a vivir y dar testimonio en el mundo de nuestra fe. Ahora, juntos también y como comunidad cristiana, vamos a celebrar el sacramento de la misericordia de Dios y a pedirle perdón por nuestros pecados. Él puede sanar nuestra vida, hacerla nueva y darnos su paz. Él puede perdonarnos. Creemos en el Dios de la misericordia, creemos en el perdón de los pecados, por eso estamos aquí, dolidos y arrepentidos, pero seguros y confiados en el amor de Dios que es más fuerte que nuestro pecado. Le pedimos que nos mire compasivamente y nos devuelva la alegría de una vida renovada.

Celebrante: Oremos, hermanos, para que Dios, que nos llama a la conversión, nos conceda la gracia de una verdadera y fructuosa penitencia.

Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que no te alegras por la muerte del pecador sino que Tú deseas que se convierta y viva, auxilíanos a nosotros, tu pueblo, para que volvamos a ti. Ayúdanos a escuchar con fe tu palabra, confesar nuestros pecados y darte gracias por el perdón que nos regalas. Haz que, realizando nuestras acciones con amor, hagamos presente tu Reino. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRAMonitor: Dios nos va a dirigir ahora su palabra para llamarnos a la conversión. Para disponernos

a la escucha será bueno que pensemos un momento en nuestra actitud interior ante el pecado. ¿Somos conscientes de nuestras favilas, egoísmos, debilidades, envidias? ¿Hay en nosotros una actitud de humildad, de saber reconocer nuestras faltas y pedir perdón por ellas? Escuchemos al apóstol Juan.

Lector 1 : Lectura de la primera carta del apóstol san Juan (1Jn 1,6-10 )“Sí decimos que compartimos su vida mientras caminamos a oscuras, mentimos y no procedemos con sinceridad. Pero si caminamos en la luz, como él está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado. Si decimos que no hemos pecado, nos engañamos y no somos sinceros. Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de todo delito. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra no está en nosotros”. Palabra de Dios.

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Lector 2:

Celebrante:

Salmo Responsorial (Sal 50, 3-4,12-13.14-15)R/. Crea en mí, Señor, un corazón puro.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad,Por tu inmensa compasión borra mi culpa;Lava del todo mi delito,Limpia mi pecado. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro,Renuévame por dentro con espíritu firme;No me arrojes lejos de tu rostro,No me quites tu santo espíritu. R.

Devuélveme la alegría de tu salvación,Afiánzame con espíritu generoso:Enseñaré a los malvados tus caminos,Los pecadores volverán a ti. R.

Proclamación del Santo Evangelio según san Juan (Jn 8,1-11)“Jesús se dirigió al monte de los Olivos. Por la mañana volvió al templo. Todo el mundo acudía a él y sentado, los instruía, los letrados y fariseos le presentaron una mujer sorprendida en adulterio, la colocaron en el centro, y le dijeron: ‘Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio. La ley de Moisés ordena que mujeres como ésta sean apedreadas; tú, ¿qué dices?’ -Decían esto para ponerlo a prueba, para tener de qué acusarlo-. Jesús se agachó y con el dedo se puso a escribir en el suelo. Como insistían en sus preguntas, se incorporó y les dijo: ‘El que no tenga pecado, tire la primera piedra’. De nuevo se agachó y seguía escribiendo en el suelo. Los oyentes se fueron retirando uno a uno, empezando por los más ancianos hasta el último. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí en el centro. Jesús se incorporó y le dijo: ‘Mujer, ¿dónde están?, ¿nadie te ha condenado?’. Ella contestó: ‘Nadie, Señor’. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques más’”. Palabra del Señor.

Reflexionemos a la luz de lo que acabamos de escuchar:

Nuestros pensamientos:m ¿Suelo juzgar y criticar a los demás? m ¿Soy envidioso o avaricioso? m ¿Me considero mejor que los demás?

Nuestras palabras:m ¿Acostumbro insultar cuando me enojo? m ¿Es mi lenguaje de un tono colérico y grosero? m ¿Suelo mentir? m ¿Levanto falsos testimonios?

Nuestras obras:P* ¿Hago mis obras con generosidad o busco siempre mi propio interés? m Mi relación con familiares, amigos y conocidos, ¿está guiada por una actitud de

servicio o por una actitud de egoísmo.

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Celebrante: Digamos todos juntos

Todos: Señor, me siento pecador ante Ti, que eres santo, y mi pecado está aferrado a mí.Contra ti, contra ti sólo pequé y tus ojos han visto con pena, mi corazón manchado. Devuélveme, que lo perdí, el gozo y la alegría, y toda mi vida salte de felicidad. Olvida el mal que hice y ayúdame con tu fuerza a renovarme. Que nazca en mí, como una fuente, un corazón puro y una voluntad firme Señor, quiero ver tu rostro a mi lado y tu fuerza en mí me acompañe siempre.

PETICIÓN COMUNITARIA DE PERDÓN

Celebrante: Conscientes de nuestra realidad, acudimos a Dios, rico en misericordia. Alas siguientes peticiones contestamos: Perdón Señor

Perdón, Señor, por nuestros egoísmos e indiferencia.Perdón, Señor por la dureza de nuestros corazones.Perdón, Señor, por nuestras intolerancias.Perdón, Señor, por nuestras comodidades, riquezas y apegos.Perdón, Señor, por nuestros orgullos y por menospreciar a los demás.Perdón, Señor, por nuestros individualismos.Perdón, Señor, por no descubrirte en el pobre.

Te pedimos, Señor, escuches nuestras súplicas por las cuales mostramos nuestro arrepentimiento para que, con tu infinita misericordia, perdones nuestros pecados y nos concedas el gozo y la alegría de reconciliarnos contigo. Amén.

(En donde no hay sacerdote, motivar a las personas a buscar lo más pronto posible el Sacramento de la Confesión).

(En donde el sacerdote preside la celebración, se continúa con la Confesión individual)

Celebrante: Sintiéndonos agradecidos con Jesús que siempre nos perdona, digamos juntos la oración que él mismo nos enseñó: Padre nuestro

Oración de acción de graciasCelebrante: Dios, Padre bueno, te damos gracias por el perdón recibido. Aquí nos tienes, dispuestos

a hacer eficaz tu perdón perdonando también a nuestros hermanos y estando abiertos a tus llamadas. Queremos proclamar que Tú vives, y que tu misericordia es eterna. Bendito seas por los siglos de los siglos. Amén.

BendiciónCelebrante: Dios Padre nos bendiga y nos ayude a ser testigos del perdón recibido. En el nombre

del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo descienda sobre todo ustedes.

Todos: Amén.

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EJERCICIOS

CUARESMALES

PARA

NINOS Y

ADOLESCENTES

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P r im e r d ía

EN LA EUCARISTÍA ESTÁ LA PRESENCIA DE DIOS PADRE, HIJO Y ESPÍRITU SANTO

ObjetivoMotivar a ios niños y adolescentes a descubrir que, en la Eucaristía, está la presencia de la Santísima Trinidad, Dios de amor, para que agradecidos, valoren este don y lo celebren con alegría.

Materia Ss Imagen de la Santísima Trinidad•S Hojas para que los niños escriban una cartas El canto en una cartulina•s En tiras de cartulina grandes, las siguientes frases:

“Es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo” “Yo soy el pan de vida”

EXPERIENCIA HUMANANos da gusto encontrarnos hoy aquí, en el inicio de esta semana de Ejercicios Espirituales. Qué bueno que han aceptado esta invitación de Dios a escuchar lo que quiere decirnos en todas las enseñanzas que vamos a compartir, especialmente a través de su Palabra.

Al comenzar este día, vamos a traer a nuestra mente a una persona muy querida y significativa para nosotros, como por ejemplo: papá, mamá, hermano, tío, padrino, madrina, abuelita, maestro, amigo, etc.

¿Qué significa para nosotros la presencia de esta persona? ¿Por qué?

En nuestra vida diaria, hay quienes son muy importantes y especiales para nosotros, por lo cual su presencia llena de alegría y significado nuestra vida y por eso queremos estar siempre muy cerca de estas personas, nos gusta que nos acompañen, nos aconsejen, nos ayuden, etc.

Así mismo, en nuestra vida cristiana, hay una presencia muy grande y significativa que encontramos en cada uno de los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía.

¿Saben a quién me refiero? A la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

ILUMINACIÓN(Se coloca la imagen de la Santísima Trinidad).

Dios es comunión perfecta de amor¿Quiénes de ustedes participan en la Misa cuando van con su familia o con sus compañeros? ¿Se han fijado cómo inicia el sacerdote esta Celebración?

El sacerdote inicia la Misa diciendo: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Esto significa que desde el principio de la Misa,

está con nosotros Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. La Eucaristía es el Sacramento donde se hace presente la Santísima Trinidad. Es decir, en cada Misa, nosotros nos ofrecemos junto con Cristo Jesús, al Padre, por la acción del Espíritu Santo.

Los cristianos adoramos a un solo Dios en tres Personas distintas que son: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y que viven en perfecta comunión de amor. Dios es amor, por eso a nosotros, que

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somos sus hijos, nos ofrece regalos día con día como el amanecer, el poder dormir, comer, sonreír y jugar, entre muchas cosas más; son regalos y muestras del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros. A este respecto, san Juan nos dice: “Nosotros hemos conocido y hemos creído en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16).

Entonces, podemos decir que Dios en sus tres Divinas Personas, vive en perfecta comunión de amor. Esta comunión y unidad, se hace presente en la Eucaristía de forma viva y real, derramando su amor a todos nosotros, sus hijos.

Por eso la Eucaristía es ante todo una alabanza y un reconocimiento de parte nuestra de las maravillas que Dios ha obrado y sigue obrando. Dios quiere unirse a cada uno de nosotros cuando celebramos la Eucaristía, y más aún, cuando lo recibimos en la Comunión, quiere que seamos imagen de Él en este mundo que se aleja cada día más de su amor; todos estamos invitados a reflejar esa unión con Dios, siendo buenos hijos, obedeciendo, cumpliendo con todas las responsabilidades que no tocan.

En la Eucaristía encontramos la presencia del Padre, del Hijo v del Espíritu SantoCuando vamos a Misa nos encontramos en la presencia de Dios Padre que recibe la oración de nosotros como Iglesia, a través de Cristo y el Espíritu Santo que unido al Padre y al Hijo nos santifica, transformando el pan y el vino en Cuerpo y Sangre de Cristo.

En el capítulo 6 del evangelio de san Juan, Jesús nos habla del pan de vida como un don que gratuitamente viene de Dios Padre que quiere comunicar su propia vida al mundo: “ ...Es mi Padre el que da el verdadero pan del cielo” (Jn 6, 32). Jesús se presenta a sí mismo como el pan vivo, que se nos da, entregándose hasta la muerte “Yo soy el pan de vida...” (Jn 6, 35) y hace referencia al Espíritu que da vida (cfr. Jn 6, 63). Este Pan vivo y verdadero nos comunica la vida eterna, pero para recibirlo, se necesita creer en Cristo.

(Colocar las frases)

Por eso la Eucaristía es un regalo que Dios Padre nos da a nosotros, a través de la entrega de su Hijo, que es Jesús, y del Espíritu Santo. También es acción de gracias, alabanza y adoración, es por ello que en la Santa Misa el sacerdote al elevar el Cuerpo y la Sangre de Cristo dice: “Por Cristo, con Él y en Él, a Ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos”. Y nosotros contestamos de manera clara y solemne diciendo: Amén, que significa, así es, así lo creemos.

En este Sacramento donde Jesús nos entrega su ser para nuestra santificación y salvación, Dios Padre nos colma de sus bendiciones y derrama en nuestras vidas el Espíritu Santo, para que todos nosotros también lo lleguemos a amar como Él nos ama.

La Eucaristía es un misterio del amor trSnitarioHay un libro del Papa Benedicto XVI (el Papa que nos vino a visitar), llamado “Sacramento del Amor”, en donde se nos da una enseñanza muy bonita, nos dice: En la Eucaristía, Dios Trinidad, que en sí mismo es amor, se une plenamente a nuestra condición humana. En el pan y en el vino, Cristo se entrega y comparte con nosotros, en forma de Sacramento. Dios es comunión perfecta de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo (cfr. Sacramentum Caritatis, 8).

Cuando participamos en la Misa, el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo se derrama en cada uno de nosotros, compartiéndonos su vida divina, invitándonos a tener un encuentro con Él, en la escucha de su Palabra y al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos une con Él y entre nosotros como hermanos, miembros de la gran familia de Dios, la Iglesia.

Este amor de Dios manifestado en la Eucaristía, se sigue haciendo presente en cada momento de nuestra vida y sobre todo, encontramos a Jesús real y verdaderamente presente en el Sagrario de todas las iglesias para que lo podamos ir a visitar. Nos está esperando para que tengamos un diálogo con Él.

Cada vez que participamos en la Eucaristía, nos comprometemos a compartir con los demás lo que hemos vivido y celebrado, sobre todo, este amor de Dios con la familia, los compañeros y las personas más necesitadas.

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NOS COMPROMETEMOSDespués de aprender un poco acerca del amor y la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en la Eucaristía, es necesario que hagamos el propósito de dar una respuesta a ese grande amor que nos da gratuitamente en este Sacramento.

Podemos elegir alguna de estas acciones para llevarlas a cabo de ahora en adelante:

m Participar plena y activamente en la santa Misa, de preferencia en familia.

m Estar muy atentos en cada momento de la Celebración Eucarística

m Vivir en gracia de Dios, para recibir a Jesús Eucaristía cada vez que asistimos a Misa.

Todos de forma pausada vamos ir repitiendo la siguiente oración:

Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo en quien creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, cuerpo y alma. Por ser Tú mi Padre, mi Señor y mi Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas, te alabo y te doy gracias por darnos el don de la Eucaristía.

Dame tu ayuda para que valore todas las gracias que nos das en el Sacramento de la Eucaristía,

m Visitar a Jesús en el sagrario para escucharlo y para hablar con El, cada vez que pase por una Iglesia y me sea posible.

m Hablarles a mis amigos del gran amor de Dios, para que lo conozcan y también se enamoren de Él.

Enseguida vamos a realizar una carta a Jesús donde le demos gracias por el infinito a amor que nos ha entregado en la Eucaristía. Esta carta, la pueden llevar la próxima vez que lo vayan a visitar en el Sagrario y ahí se la leen, para después guardarlo en un lugar que sólo ustedes sepan.

para que participe de una manera gozosa y activa en ella, junto con mi familia y para que sepa responder a este amor tuyo.

De hoy en adelante, ayúdame a agradarte en todos mis actos, a vivir en obediencia y amor a mis padres, maestros y hermanos. Pongo en tu presencia a todas las personas que necesitan de mi oración y a todos los niños más necesitados. Amén.

Canto: “Se quedó con nosotros”.

ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACIÓN

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Seg u n d o d ía

NOS RECONCILIAMOS CON NUESTROS HERMANOS PARA PARTICIPAR EN LA FIESTA DEL SEÑOR

ObjetivoMotivar a los niños y adolescentes a vivir el amor de Dios a través de la reconciliación con Él y con los hermanos, para participar dignamente y de una forma más plena en la Eucaristía.

MaterialS Un Cristo crucificado o un Cirios Frase: “En la fracción del pan Jesús nos expresa su amor por todos”. s Un corazón para cada niño en hoja de máquina. s Un corazón grande hecho de tela o foamy s Cinta para pegar s Letra del canto

EXPERIENCIA HUMANAOraciónGracias Padre porpermitirnos asistir nuevamente a estos ejercicios cuaresmales, que tu Santo Espíritu nos ilumine para reconocer el amor que nos tienes y saber que por eso nos perdonas, que también nos invitas a perdonar a nuestros hermanos para estar en comunión contigo. Amén.

¡Qué alegría verlos de nuevo! Bienvenidos a este segundo día de Ejercicios Cuaresmales, donde conoceremos más a Jesús, para imitarlo siguiendo su ejemplo, especialmente en el amor. El día de ayer, comprendimos que en la Eucaristía está la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y nos comprometimos a participar más activamente en ella.

Hoy vamos a iniciar con una pequeña narración llamada: “Escribir en arena”.

Dos amigos viajaban por el desierto. En un determinado punto del viaje discutieron y uno le dio una bofetada al otro. Éste, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “hoy, mi mejor amigo me dio una bofetada en el rostro”. Siguieron adelante y llegaron a un oasis donde decidieron bañarse. El que había sido abofeteado y lastimado comenzó a ahogarse, siendo salvado por el amigo, cuando se recuperó tomó un marcador de tinta permanente y escribió

en una piedra: “hoy, mi mejor amigo me salvo la vida”.Intrigado, el amigo preguntó: “¿Porqué después de que te lastimé, escribiste en la arena y ahora escribes en una piedra?” Sonriendo, el otro amigo respondió: “Cuando un gran amigo nos ofende, debemos escribir en la arena donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo; por otro lado, cuando nos pase algo grandioso, debemos gravarlo en el corazón donde ningún viento podrá borrarlo”.

Después de escuchar esta historia, podemos preguntarnos:

m ¿Qué les llamó más la atención de esta historia?

m ¿Por qué escribió en la arena y luego en la piedra?

j» ¿Qué podemos hacer nosotros cuando nos pase algo parecido?

Nosotros también podemos hacer lo mismo que nos cuenta la narración, para agradar más a Dios que olvida siempre nuestras ofensas porque nos ama. Nosotros como sus hijos, también tenemos la capacidad de amar, perdonando siempre a nuestros hermanos, aun a nuestros enemigos; de esta manera preparamos nuestro corazón para el gran encuentro con el Señor Jesús en la Santa Misa.

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ILUMINACIÓNComunión de amor entre Dios y nosotros a través de 8a EucaristíaEl amor de Dios nos invita a compartir lo que recibimos de Él, con vecinos, compañeros de la escuela, etc., llevándonos a vivir unidos como hermanos sin envidias, rencores, enojos, ni tantas cosas que nos separan, viviendo como hijos del mismo Padre que nos ama a todos por igual.

Esto pasaba entre los primeros cristianos al comienzo de la Iglesia, cuando se reunían; ellos le llamaban “la Fracción del Pan” que hoy es para nosotros “la Eucaristía”. Escuchemos con atención lo que san Lucas, en el libro de Hechos de los Apóstoles, nos dice de las primeras comunidades de cristianos: “A diario acudían fielmente e íntimamente unidos al templo; en sus casas partían el pan, compartían la comida con alegría y sencillez sincera. Alababan a Dios y todo el mundo los estimaba...” (Hch 2, 46-47).

(Se coloca la frase).

En la Eucaristía, Jesús nos expresa su amor por todos, el cual se manifiesta plenamente cuando da su vida por nosotros en la cruz. También nos recuerda los momentos en que Él, en su vida terrena, se encuentra con las personas necesitadas de su gracia y misericordia, se acerca a ellos y perdona sus pecados.

Cuando participamos con frecuencia y conscientemente en la Eucaristía o santa Misa, poco a poco vamos aprendiendo a vivir como hermanos, siendo promotores de comunión, de paz y solidaridad, ya que el amor de Dios nos alimenta, nos permite estar unidos a Jesús y Él nos impulsa a realizar obras buenas, queriendo estar siempre en comunión con todos. De acuerdo a esto, san Juan nos dice: “Si decimos que compartimos su vida, mientras caminamos a oscuras, mentimos y no procedemos con sinceridad. Pero si caminamos en la luz como Él está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de Cristo Jesús nos limpia de todo pecado” (1Jn 1, 6-7).

Nos damos cuenta de la necesidad de estar unidos a Jesús y con Él, al Padre y al Espíritu Santo, para que esta unión nos lleve a vivir como hermanos, esto es lo que celebramos cada vez que participamos en la Eucaristía.

El rechazo a Dios y aS hermano, nos impide una participación piena en la EucaristíaCelebrar la Eucaristía nos pide llevar una vida en el amor, como nos lo ha pedido Cristo: “ .. .Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn 15,12). Este amor es necesario si queremos participar plenamente en la Eucaristía, por eso Él mismo también nos dice: “Si mientras llevas tu ofrenda al altar te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja la ofrenda delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y después vuelve a llevar tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).

Estas palabras de Jesús son muy claras, ya que nos invita a vivir, a estar en paz y en armonía con nuestros hermanos, como una preparación para la celebración de la Eucaristía en donde estamos reunidos como Iglesia, como familia de Dios, hijos de un mismo Padre.

Jesús nos pide escuchar su Palabra y hacer del Evangelio la norma de nuestra vida. Por eso nos invita que al entrar en esta Celebración llevemos una actitud y deseo de un cambio de vida, que significa vivir en fraternidad y armonía con nuestro prójimo, ya que la Eucaristía es el Sacramento del amor.

Para celebrar la Eucaristía dignamente y acercarnos a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, es necesario estar en gracia de Dios, esto es, sin pecado, ya que el pecado es un rechazo a Dios y una falta de amor a nuestros hermanos. El mismo san Juan nos dice: “Si uno dice que ama a Dios, mientras odia a su hermano, miente; porque, si no ama al hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1Jn 4,20).

Reconciliación v EucaristíaEl amor a la Eucaristía o santa Misa nos lleva a apreciar la reconciliación con el prójimo, esto es, a no estar enojados con nuestros compañeros de escuela, con los vecinos, conocidos, nuestros hermanos en casa, en fin... con todas las personas y así vivir plenamente la alegría de ser cristianos.

Hoy nos damos cuenta que es muy importante vivir en la paz que Dios nos pide como hermanos y por eso, necesitamos estar reconciliados con todos. De hecho, recordemos que en la Misa, antes de acercarnos a recibir la Comunión, hay un

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momento en que el sacerdote nos invita a darnos la paz como signo de esa reconciliación. Al dar el saludo de la paz a las personas que están a nuestro lado, significa que también estamos pensando en aquellos con los que tenemos alguna dificultad o estamos enojados y que por lo tanto, en ese momento, hacemos la intención de perdonar.

Ya decíamos que el rechazo a Dios y a nuestros hermanos, se llama pecado, aunque muchas veces no seamos conscientes de ello; esto pasa aún en las personas adultas, quienes piensan que podemos estar enojados o distanciados de nuestros hermanos, y por lo tanto de Dios, y que no pasa nada. Hace unos años el Papa Benedicto XVI, expresaba su preocupación de que los seres humanos vamos perdiendo el sentido de pecado, porque muchas veces nos dejamos llevar por lo que se vive en el medio ambiente o lo que nos

Jesús nos ha mostrado todo su amor al dársenos como alimento en el Pan Eucarístico, sin embargo, vemos con tristeza que son pocas las personas que se acercan a comulgar. Muchos niños y adolescentes que asistieron con entusiasmo a la catequesis y llenos de alegría recibieron a Jesús Eucaristía por primera vez, hoy se han alejado y ya no les interesa alimentarse de Él, que es el Pan de Vida. Ustedes que platican con más niños y adolescentes, ¿saben por qué?

(Se pega a un lado del Cristo, el corazón grande).

Estamos frente a Cristo crucificado y vemos que está también un corazón grande que es signo del corazón de Jesús. Cada uno, tiene uno pequeño con lo que escribió en él. Van a pasar de uno en uno con mucho orden, a pegar su pequeño corazón en el grande y en silencio le van a ir leyendo a Jesús lo que escribieron y regresan a sus lugares también en silencio.

Ahora, frente al crucifijo o cirio encendido, hagamos las siguientes peticiones con mucha devoción, pensando en el amor que Jesús nos tiene, contestando a cada petición: “Enséñanos, Jesús, a amar como Tú”.* Ayúdanos, a amar y a comprender como lo

haces Tú.* Enséñanos, a aceptar a los demás como Tú

dicen los medios de comunicación a través de los celulares, el internet, el facebook, etc, haciéndonos creer que nada es pecado y podemos hacer todo lo que queramos, perdiendo así la conciencia de ofensa a Dios y a los demás, haciéndonos daño unos a otros e incluso a nosotros mismos, lo cual nos lleva a olvidar la necesidad de estar en gracia de Dios para acercarnos dignamente a recibir la Comunión sacramental (cfr. SC 20).

Cuando no vivimos la paz que Dios quiere buscando la reconciliación con nuestros hermanos y demás personas, dejamos que el pecado haga en nosotros y en los demás heridas que nos impiden vivir unidos y alegres. Por tanto, tratemos de vivir siempre perdonando a quienes nos ofendan y pidiendo perdón para acercarnos dignamente a la Eucaristía a recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que nos da la gracia y la fuerza para construir la paz entre todos.

(Dejar un espacio para que los niños y adolescentes comenten lo que piensan).

Hoy nos dimos cuenta de lo importante que es reconciliarnos con nuestros hermanos y vivir en comunión con Dios. Por eso vamos a escribir una nota, en el corazón de papel que se les va a entregar, a quien nos haya ofendido o a quien ofendimos, pidiéndole perdón o perdonándolo.

nos aceptas, respetándolos y apoyándolos con paciencia.

* Ayúdanos a perdonar como Tú nos perdonas, y hacer por los demás todo el bien que Tú nos pides hacer.

* Ayúdanos a imitarte en generosidad, para amar a todos sin medida, siendo solidarios con quien nos necesita.

* Ayúdanos a vivir plena y alegremente la Eucaristía o santa Misa, para llevar tu amor a los demás.

Todos: Te rogamos Señor Jesús, que nossantifiques por nuestra participación en cadaEucaristía, para que tu Cuerpo y Sangre, estrechemás los lazos de fraternidad entre nosotros.Amén.

Cantamos: “El Señor nos invita ya”.

NOS COMPROMETEMOS

ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACIÓN

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T e r c e r d ía

JESÚS, MISTERIO EUCARISTICO, NOS INVITA A UN CAMBIO DE VIDA

ObjetivoQue los niños y adolescentes comprendan que la participación en la Celebración Eucarística nos lleva a permanecer unidos a Jesús, quien nos fortalece, para vivir en un deseo constante de conversión.

Material de apoyoS Una imagen de Jesús Eucaristía. S Hojas en blanco para la oración.

EXPERIENCIA HUMANAEl día de ayer, descubrimos que estando reconciliados con Dios, con nosotros mismos y con los demás, podemos participar más plenamente en la Eucaristía.

m ¿Alguno de ustedes ha tenido la experiencia de haberse reconciliado con un hermano, un amigo, con su papá o con alguna otra persona?

s» ¿Cómo se sintieron después de esta reconciliación?

m ¿Cómo se sienten cuando están en paz con los demás?

Nos damos cuenta, que vivir en armonía con los demás nos hace sentir felices y lo contrario, nos trae tristeza y amargura.

Cuando hemos ofendido a alguien es muy importante, primero reparar el daño y estar dispuestos a cambiar ciertas actitudes para no vivir ya enemistados, sino para conseguir la paz y la armonía. Esto es una tarea de todos los días, pues a veces nos dejamos llevar por los sentimientos o nuestro temperamento. Este esfuerzo diario de ir cambiando para bien, es lo que llamamos un cambio de vida.

ILUMINACIÓNLa Eucaristía, camino de santidadPara vivir en un constante cambio en nuestra vida, no lo podemos hacer por nosotros solos, sino que necesitamos la gracia y la fuerza de Dios que nos da a través de muchos medios, como por ejemplo, los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Por eso, Jesús nos dice: “Permanezcan en mi como Yo permanezco en un ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mi” (Jn 15,4).

En este texto, Jesús nos habla de permanecer unidos a Él, poniéndonos el ejemplo del sarmiento, que es una rama del árbol de las uvas, que se llama la vid. De manera que si cortamos la rama del tronco de este árbol, se seca y ya no da uvas, así mismo, si nosotros no estamos unidos

a Jesús, no daremos los frutos que Él espera de nosotros, para que seamos buenos cristianos y nos vayamos pareciendo a Él cada día.

A este respectp, también Jesús nos invita a permanecer en Él, alimentándonos de su Cuerpo y su Sangre. Escuchemos con atención: “Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él, lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo y no es como el que comieron sus padres, y murieron. Quien come de este Pan, vivirá para siempre” (Jn 6, 56-57).

¿Qué nos dice Jesús en este texto? Nos enseña que todo los que nos alimentamos de su Cuerpo y de su Sangre vivimos unidos a Él, así como a Dios Padre, y por lo tanto, nos promete que

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tendremos la vida eterna. ¿Y qué es la vida eterna? Es la felicidad plena que Dios nos ofrece, es decir, llegar a ser santos, como Jesús.

Ser santos no es para unos cuantos, sino que es una invitación para todos, pues ya decíamos que se trata de estar unidos a Jesús, y vivir de acuerdo a sus enseñanzas que es amarnos unos a otros. Esto es una lucha y esfuerzo de todos los días, con la gracia y ayuda de Dios, que se nos da más plenamente en la Eucaristía, ya que cada vez que participamos en ella, Cristo renueva nuestro amor.

Cuanto más participamos en la vida de Cristo, más acrecentamos nuestra amistad con Él y se nos hará más fácil estar siempre en gracia y evitar caer en tentación. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia.

Jesús en la Eucaristía nos fortalece para una constante conversiónYa decíamos que el pecado es un rechazo a Dios y a nuestros hermanos y nos debilita en el amor. A veces creemos que vivir el amor como Jesús nos lo pide es muy difícil, Él ya sabía que nos costaría trabajo y que algunas veces nos sentiríamos sin fuerzas para lograrlo, por eso quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía como alimento

Jesús se nos da y nos invita a vivir su presencia a lo largo de nuestra vida en cada momento, en cada lugar en donde nos encontremos, vivir la vida de Jesús, es decir alargar la Eucaristía todo el día, toda la semana.

Ahora los invito a pensar en qué nos vamos a comprometer o qué medios vamos a poner para

Colocamos la imagen de Jesús Eucaristía, para que algunos niños expresen la oración que elaboraron y cuando la vayan leyendo, todos iremos respondiendo: “Gracias Jesús por permanecer unido a nosotros”.

Ahora digamos todos juntos:Dios Padre misericordioso, que quisiste que tu Hijo Jesucristo se quedara con nosotros en el Sacramento de la Eucaristía para alimentarnos

dándonos la fuerza necesaria para transformar nuestro corazón llenándonos de esperanza para confiar en que estando en comunión con Él, se nos hará más fácil cambiar nuestras actitudes y así, estar en una constante conversión, es decir, renunciar libremente a todo aquello que nqs aleja de Dios y buscar lo que nos acerca a Él, amando a los demás sobre todo a los más pobres y necesitados como lo hizo Jesús.

El Papa Benedicto XVI nos dice unas palabras muy hermosas en una de sus cartas que se llama: “El Sacramento de la Caridad”, y nos dice que para que haya una fructuosa participación en la Celebración Eucarística es importante que cada uno tengamos un espíritu de conversión continua. No puede haber una participación activa cuando se asiste de manera superficial y sin examinar la propia vida (cfr. SC 55).

Con estas palabras tan claras, el Papa nos da a entender la importancia tan grande de participar en cada Eucaristía teniendo un deseo profundo de cambiar en nuestra vida lo que no va de acuerdo con nuestro ser de cristianos, por eso, nos dice que no puede haber una plena participación cuando asistimos de una manera superficial, es necesario, antes examinar cómo estamos ante Dios y con los demás.

ir cambiando en nuestra vida todo aquello que nos aleja de Jesús y de los demás.

Se les repartirá una hoja en blanco para que pensemos y anotemos nuestro compromiso, en forma de oración, para después presentárselo a Jesús Eucaristía (si se puede ante el Sagrario o ante una imagen de Jesús Eucaristía).

y para que permanezcamos unidos a Él, Haz que aumente cada día el amor y la fe de todos nosotros como niños y adolescentes, junto con nuestra familias para que participando en la Celebración Eucarística, caminemos siempre hacia Ti. Amén.

Canto: “Señor a quién iremos”

NOS COMPREMETEMOS

ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACIÓN

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Cu a r t o d ía

EN LA EUCARISTÍA CELEBRAMOS Y VIVIMOS EL MISTERIO PASCUAL DE CRISTO

ObjetivoQue los niños reconozcan que la pasión, muerte y resurrección de Cristo, celebrado en la Eucaristía, nos hace presente su amor y entrega en la Iglesia, para que, agradecidos quieran responderle viviendo de acuerdo a esta entrega de Jesús.

MaterialS En dos cartulinas, escritas las palabras de Jesús en la Institución de la Eucaristía. s En una tira de papel, la frase: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven

Señor Jesús!”.

EXPERIENCIA HUMANAEn el tema anterior estuvimos reflexionando cómo es que en la Celebración Eucarística, Dios nos muestra el camino a la santidad y al mismo tiempo nos sentimos motivados a participar en ella de una manera más activa y consciente, para que la Eucaristía nos fortalezca y nos ayude a vivir en una conversión continua.

Entre los muchos monasterios de monjes, hay una Orden que se llama “De la Merced”. Ahí encontramos la siguiente narración que parece haber sido real: Había una vez un prisionero condenado a muerte a quien le asistía un religioso de esa orden, el cual cuando se dio cuenta de

que ese reo tenía esposa e hijos a quienes les hacía falta, se decide generosamente a cambiar sus vestiduras por las del reo y así poder dar su vida por él. Ya ante el verdugo que lo va a ejecutar, el nuevo condenado, como quien pide la última bendición, llama al verdadero reo y le dice: “Toma un retrato mío, para que te acuerdes de mí. Y enséñaselo a tu mujer y a tus hijos, para que recen por mí. ¿No te olvidarás de hacerlo?”

^ ¿Qué les pareció la historia? ¿Qué les llama la atención?

m ¿Ustedes conocen a alguien que haya hecho algo semejante?

ILUMINACIÓNLa obra de salvación se realiza en CristoHoy vamos a leer en Evangelio una historia mucho más grandiosa. Jesús se vistió de nuestra naturaleza humana y nos cubrió con el manto real de su justicia y santidad. Y cuando se llegó el momento de ir a la muerte, llamó a un grupito de doce, se llevó la mano a su corazón y no sacó un retrato, sino que dijo: “Tomen y coman este es mi cuerpo. Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se las dio diciendo: Beban todos de ella, porque ésta es mi sangre de la alianza que se derrama por todos ustedes” (Mt 26, 26-27). Todp esto lo hizo para que se acordaran siempre de Él. Por eso, les dijo también: ...’’Hagan esto en memoria mía” (Le 22,19). Ese es el gran regalo que les dejó y nos dejó: la entrega de su propia persona, para que ellos y sus sucesores, es decir, los obispos y sacerdotes hasta el día de

hoy, cada vez que celebran la Eucaristía, están haciendo presente esta entrega de Jesús por nosotros.

Esto es lo que hacemos todos los días nosotros al participar como Iglesia en la santa Misa, hacer presente esta grande entrega de Jesús y para que no se nos olvide su encargo.

Vamos a leer el siguiente texto del evangelio de san Juan: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna” (Jn 3,16).

Nos dice san Juan que Dios, por el inmenso amor que nos tiene, envía a su Hijo, para que por Él tengamos vida eterna, para que no estemos ya condenados sino seamos salvados por Él. Ya

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no necesitamos, como en el Antiguo Testamento otros sacrificios, Dios Hijo se hace uno de nosotros para que por su Sacrificio en la Cruz, obtengamos la salvación.

En el Antiguo Testamento, se nos describen diferentes tipos de sacrificios que el pueblo ofrecía a Dios para alabarlo, reconocerlo como Dios y pedirle perdón por los pecados; éstos se hacían sacrificando un animal, que muchas de las veces era un cordero. Ya en el Nuevo Testamento, en cuanto Jesús inicia su misión entre los hombres, Juan el Bautista, su precursor, le señala diciendo: “Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Por lo tanto, ya no se necesitan más sacrificios de otros corderos, Él es el que tiene poder para vencer el pecado de los hombres, Él es verdaderamente nuestro Salvador que entrega su vida por nuestros pecados.

Como ya sabemos, el jueves un día anterior a su muerte, Jesús celebra con sus Apóstoles la Pascua judía. En esa Cena Pascual se comía un cordero sacrificado; pero sucede algo imprevisto: Jesús, durante la cena, sustituye al cordero pascual por su misma persona, entregándose como nuevo Cordero Pascual y así realiza una nueva alianza entre Dios y nosotros. Él estaba anunciando su muerte al día siguiente; es el verdadero Cordero sacrificado en la Cruz derramando su sangre, con la cual sellaría la Nueva Alianza.

Esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el camino hacia Dios y la posibilidad de vivir unidos a Él, mediante la recepción de su Cuerpo y su Sangre en la Comunión, sacramento de salvación.

La Eucaristía. Sacramento del Misterio PascualVamos a leer los relatos bíblicos sobre la Institución de la Eucaristía: “Mientras cenaban, Jesús tomo pan, pronunció la bendición, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo: Tomen y coman, esto es mi cuerpo’. Tomando la copa, pronunció la acción de gracias y se la dio diciendo: ‘Beban todos de ella, porque esta es mi sangre de la alianza, que se derrama por todos para el perdón de sus pecados”’ (Mt 26, 26-28).

Y el evangelista san Lucas nos narra también este momento importante sobre Jesús: “Tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo:

‘Este es mi cuerpo, que se entrega por ustedes, hagan esto en memoria mía. Igualmente tomó la copa, después de cenar y dijo: ‘Esta es la copa de la nueva alianza, sellada con mi sangre que se derrama por ustedes’” (Le 2219-20).

(Se colocan las frases).

Al leer estos textos, nos damos cuenta que, tal como Jesús lo anunció al presentar el cáliz en la última cena, su sangre es derramada y su cuerpo es entregado por nosotros, para el perdón de nuestros pecados. Y ese cuerpo y esa sangre, son el pan y el vino consagrados, cuando el sacerdote pronuncia las mismas palabras de Cristo en la Última Cena. El Jueves Santo, Jesucristo nos dejó instituido este Sacramento: el de su Cuerpo y su Sangre. Es el regalo más grande que nos ha dejado: su presencia viva y real.

Esta entrega de Jesús a través de su pasión, muerte y resurrección, es lo que llamamos “Misterio Pascual de Cristo”, pues sabemos que no se quedó en el sepulcro, sino que, después de instituir la Eucaristía, viene la pasión que lo lleva a la muerte y una muerte de cruz, para resucitar al tercer día; por lo tanto, en la Eucaristía celebramos la presencia de Cristo muerto y resucitado.

Esa entrega del Hijo de Dios por nosotros, se nos hace presente en cada Eucaristía celebrada en cualquier parte del mundo. Tenemos su presencia en medio de nosotros, para reconocerlo y adorarlo en la Hostia Consagrada, y para que sea alimento de nuestra vida espiritual cuando lo recibimos en la Sagrada Comunión.

Después de dos mil años seguimos celebrando aquella primera Cena de Jesús con sus apóstoles en cada Celebración Eucarística se hace presente este Misterio Pascual de Cristo, es decir, su entrega de amor por su pasión, muerte y resurrección.

La Eucaristía, presencia permanente de Cristo resucitado en la IglesiaLa Pascua de Cristo, con su pasión y muerte, incluye también su resurrección. Es lo que recuerda la aclamación que todos decimos en la Misa después del momento de la consagración: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección ven señor Jesús”.

(Se coloca la frase).

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Por lo tanto, Cristo está presente en cada Eucaristía, vivo y resucitado, para alimentarnos con su cuerpo que es “pan de vida” (Jn 6, 35.48), “pan vivo” (Jn 6, 51).

Jesús quiere que nos reunamos a celebrar juntos su triunfo sobre la muerte, hasta que venga de nuevo. Nos invita a que nuestra vida esté marcada por el amor, el servicio y la unidad. Hacer memoria de la entrega de Jesús, no es sólo recordar, sino hacer presente la gracia salvadora de su pasión, muerte y resurrección, es anunciar al mundo el amor infinito de Él por todos nosotros, es proclamar el valor de ser sus seguidores, ya que por su amor y entrega, ha triunfado sobre las tinieblas y la muerte.

La celebración del Triduo Pascual es la fiesta del triunfo de Cristo sobre la muerte, es la fiesta de nuestra liberación:

O Jueves Santo, la Iglesia hace memoria de la Última Cena, en la que Jesús instituyó el Sacramento de la Eucaristía, y el del Sacerdocio ministerial, al decirles a sus apóstoles: “...Hagan esto en memoria

Hay niños e incluso personas grandes que dicen que no le encuentran sentido ir a Misa, que porque a Dios se le encuentra en todas partes, pero, en estos días nos hemos venido dando cuenta qué importante es tener este encuentro con Cristo presente real y verdadero en la Eucaristía.

Le agradecemos al Señor por su grande amor al quedarse con nosotros en la Eucaristía. Vamos a responder todos: ¡Gracias Señor Jesús, por la Eucaristía!

* Gracias, porque en la Última Cena quisiste quedarte como alimento para saciar nuestra hambre y nuestra sed.

* Gracias, porque en el pan y el vino nos entregas tu vida y nos llenas de tu presencia.

* Gracias, porque nos amaste hasta el final, hasta el extremo de dar tu vida por nosotros.

mía” (Le 22,19). En esa misma noche, Jesús nos dejó el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor fraterno: (cfr. Jn 15, 13-14)

O El Viernes Santo es el día en que se recuerda la pasión, crucifixión y muerte de Jesús. En este día, no se celebra la santa Misa

O El Sábado Santo se caracteriza por un profundo silencio. Los altares están sin manteles y los templos sin flores, ni adornos, esperando el gran acontecimiento de la Resurrección.

El Domingo de Resurrección empieza con la gran celebración de la Vigilia Pascual en la noche del sábado, noche en que celebramos el triunfo de Cristo sobre la muerte. Cristo es la luz del mundo que ilumina las tinieblas del sepulcro. A partir de entonces, el día domingo se le conoce como el “día del Señor”, porque de una manera especial los cristianos católicos celebramos el día de la resurrección de Jesús. Esta presencia de Cristo resucitado es la que celebramos en cada Eucaristía, no sólo el día domingo.

Con todo lo que ustedes han aprendido y comprendido en estos días, piensen cómo le van a hacer para que otros niños e incluso, personas grandes, le encuentren el profundo sentido que tiene este encuentro con Cristo resucitado en la Eucaristía. Podrían por ejemplo, platicarles lo que Dios les ha ido diciendo a través de estos Ejercicios Cuaresmales.

* Gracias, porque en la Eucaristía nos haces uno contigo, nos unes a tu vida, en la medida en que estamos dispuestos a entregar la nuestra...

* Gracias, porque cada día podemos celebrar la Eucaristía y sentirnos hermanos, miembros de la Iglesia.

* Gracias, porque todos los días podemos volver a empezar y continuar el camino de fraternidad y de entrega a los demás, a ejemplo tuyo.

Terminamos cantando: “Tú nos invitas Jesús”.

NOS COMPROMETEMOS

ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACIÓN

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VIVIMOS Y CELEBRAMOS LA FIESTA DEL AMOR

Q u in t o d ía

ObjetivoQue los niños y adolescentes, descubran en cada Eucaristía, el amor inmenso que Dios nos tiene, al invitarnos a celebrarla como la fiesta de la familia de Dios, para que se sientan impulsados a compartir con los demás esta alegría.

Materials Una imagen con una mesa de fiesta y otra, con un altar.S Copias de la oración para todos. s En tiras de cartulinas las siguientes frases:

“Eucaristía, significa: ‘acción de gracias’”“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne. Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”

EXPERIENCIA HUMANANos da gusto verlos nuevamente sean todos bienvenidos a nuestro último día de estos Ejercicios Cuaresmales, nos llena de alegría ver que no han dejado de asistir así que deben sentirse muy contentos de haber escuchado la invitación que Dios les hizo.

Todos nosotros hemos asistido a alguna fiesta o hemos preparado alguna. En ellas se reúnen familiares amigos, nos rodeamos de las personas que queremos que estén cerca de nosotros para compartir con ellos nuestra alegría, deseamos que noten lo felices que estamos de compartir con ellos esos momentos tan especiales.

¿Qué hacemos cuando vamos a tener una fiesta? Con mucho tiempo nos disponemos en la familia, arreglamos la casa, compramos todo lo necesario para la comida, los mejores vestidos, etc. Todo esto nos llena de mucha alegría y felicidad.

Una fiesta, siempre tiene un motivo para celebrarse, por ejemplo, un cumpleaños, la recepción de algún sacramento, una graduación, etc., estas fiestas, en general nos gusta celebrarlas en familia y con las personas más cercanas o significativas; en una fiesta, siempre hay comida como signo de unión y nadie se queda sin comer.

ILUMINACIONLa Eucaristía es un banqueteHemos dicho que en una fiesta, siempre hay comida, en la que todos participamos, de hecho, hasta le llamamos banquete, para que sea más especial y festivo.

Hay una gran fiesta que los cristianos celebramos como familia de los hijos de Dios es la Celebración de la Eucaristía, la cual está llena de amor porque es Cristo mismo quien se hace presente en ella.

En la Eucaristía nosotros somos los invitados de Jesús, nos reúne como Iglesia junto a Él, pero no siempre todos aceptamos esta invitación, Él mismo nos lo dice en una parábola. Vamos a

escucharla con mucha atención: (Mt 22,1-10)

¿Qué les llamó más la atención de esta parábola?

Nos damos cuenta que a esta fiesta se invitó a todos, pero, algunos rechazaron la invitación, por lo que el rey decidió llamar a otros a su banquete, para ver si éstos sí aceptaban.

A la Celebración de la Eucaristía, estamos invitados todos los cristianos. Jesús nos reúne y nos llama a participar de su banquete, pues en cada Misa nos encontramos como hermanos, miembros de una misma familia que es la Iglesia. Cuando vamos a una fiesta, al llegar el momento

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de la comida, los anfitriones nos invitan a pasar a la mesa, para que participemos del banquete que han preparado. Quienes somos invitados a pasar a la mesa para compartir la comida, nos sentimos privilegiados y muy contentos.

Así mismo, cuando estamos en la santa Misa, nos damos cuenta que hay también una mesa que se llama altar. En ella, se nos ofrece un alimento espiritual que es el mismo Cuerpo y Sangre de Cristo, quien ha querido quedar como comida, como banquete para que nos alimentemos de Él.

(Colocar las imágenes de la mesa y del altar).

Hay un momento en la Misa, en que el sacerdote, elevando el Cuerpo de Cristo nos invita a pasar diciéndonos: “Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo, dichosos los invitados a la Cena del Señor”.

Fíjense que el sacerdote al invitarnos a pasar, a la Mesa del Señor, nos llama “dichosos”, porque Jesús nos está esperando para recibirlo y sin embargo, son muy pocos los que aceptan esta invitación. Esto quiere decir, que pasa lo mismo que en la parábola que Jesús nos ha narrado. Por eso, sintámonos felices y dichosos cada vez que participamos plenamente en la Eucaristía comulgando el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

Jesús Eucaristía vida para la IglesiaAsí como hablábamos del por qué se celebra una fiesta, así también podemos decir que la santa Misa es una fiesta, con un motivo muy especial, que es dar gracias a Dios. De hecho, la palabra Eucaristía, significa “acción de gracias”. Por eso es importante, participar frecuentemente y en familia en esta Celebración, ya que tenemos muchos motivos para darle gracias a Dios por tantos dones y beneficios que nos concede diariamente. Él no necesita de nosotros, somos nosotros quienes lo necesitamos, y por eso vamos a la Eucaristía para encontrarnos con Él.

Cuando alguien recibe a Cristo como alimento no puede ser una persona triste pues Él es amor y entrega, da vida a quien lo recibe, cuando lo recibimos ya no podemos seguir con egoísmos, pleitos, enojos, pensando solo en nosotros. Cuando nos acercamos a este sacramento es porque queremos imitarlo compartiendo amor, amistad, cariño, comprensión a todos los que

nos rodean y no sólo a los que nos quieren pues recordemos que Él dio su vida por todos.

Jesús, antes de entregarse por nosotros dándonos su cuerpo y su sangre y de instituir el Sacramento de la Eucaristía, ya había hecho esta promesa. Lo podemos leer en el Evangelio de san Juan: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne...Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día” (Jn 6, 51.54).

(Colocar las frases).

Por eso podemos decir que Cristo es vida para cada uno de nosotros y para todos como Iglesia. Por lo tanto, la Eucaristía nos da vida en lo personal y nos une como hijos de un mismo Padre y miembros de una sola familia que es la Iglesia.

La Eucaristía nos invita a vivir lo gue hemos celebrado, nos envía a la misiónCuando hemos participado en alguna fiesta, vamos muy contentos con nuestros amigos a platicarles lo que vivimos, porque queremos que ellos se de cuenta de todo lo que pasó y lo felices que estuvimos.

Así mismo, los que hemos participado en la Eucaristía estamos invitados a compartir con los demás lo que ahí celebramos. Alimentándonos del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, somos enviados a anunciar a todos los demás lo que hemos vivido y celebrado.

Los apóstoles entendieron muy bien las palabras y los gestos realizados por Jesús en la Última Cena. Ellos fueron trasmitiendo esta experiencia a todas las generaciones, se convirtieron en testigos de Jesús resucitado y se dispersaron para anunciar su palabra, esto es, entendieron muy bien la misión que Cristo les confiaba. A este respecto, san Pablo nos dice: “Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que vuelva” (1Cor 11, 26).

Al terminar cada Celebración eucarística, el sacerdote nos dice “Vayamos a vivir lo que aquí hemos celebrado”. En la Eucaristía Cristo nos

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manda al mundo de la familia, de la escuela, de la comunidad, con un corazón renovado, fortalecido, alimentado por Él.

Celebrar la Eucaristía como Iglesia, significa que tenemos una misión, que es llevar a la vida todo lo que hemos celebrado, lo que Jesús nos ha hecho comprender con su Palabra y al dársenos como alimento. Tenemos que ir a compartir esta alegría con nuestras palabras y con nuestro testimonio, sobre todo, con nuestro servicio a los demás.

Jesús desea que realmente nos veamos como amigos como hermanos, que nos ayudemos que seamos solidarios con los más necesitados. En el más humilde encontremos a Jesús mismo, pues cuando ayudamos a quien nos necesita lo hacemos con Él. Ese gozo que sentimos cuando ayudamos a alguien cuando compartimos de los que tenemos es incomparable, pues se siente

Pensemos ahora de forma personal:m ¿Qué dificultades puede encontrar para

responder a la invitación que Jesús me hace de participar en su Banquete?

m ¿Qué voy a hacer de ahora en adelante para

Le expresamos a Jesús nuestro deseo de recibirlo, por lo menos espiritualmente: Creo, Jesús mío que estás realmente presente en el santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas, y deseo recibirte dentro de mi corazón, más ya que no puedo hacerlo sacramentalmente en este instante, ven, espiritualmente a mi corazón y como si ya te hubiera recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. Amén

Ahora, le damos gracias a Jesús por todo el amor que nos ha mostrado durante esta semana de Ejercicios Cuaresmales, con la siguiente oración, en la que ustedes van a ir contestando la segunda parte:

más alegría cuando compartimos que cuando recibimos.

Por eso, podemos decir que Jesús nos envía aúna misión; todos podemos participar en la misión de darlo a conocer, demostrándoles a todos que Él vive en nosotros pero, ¿cómo lo vamos a hacer? Empezando por los más cercanos que son los de nuestra familia, compartiendo con ellos la alegría y la paz que ha inundado nuestro corazón cada vez que recibimos a Cristo como alimento, platicándoles todo lo que hemos comprendido en estos días de los Ejercicios Cuaresmales, para que se entusiasmen y nos ayuden a compartir también con otros, llevando a cabo esta misión que Jesús nos encomienda.

Cuando abrimos nuestro corazón a Jesús, nos ayuda a vivir realmente el amor en todos lados y así podemos contagiar a los demás para que se acerquen a este Sacramento.

participar más consciente y activamente en la Eucaristía?

m ¿Qué medios voy a poner para que en mi familia también participen plenamente en la Eucaristía?

AGUA DEL COSTADO DE CRISTO, lávanosPASIÓN DE CRISTO,confórtanosOH MI BUEN JESÚS,óyenosDENTRO DE TUS LLAGAS,escóndenosDEL ENEMIGO MALO,defiéndenosEN LA HORADE NUESTRAMUERTE, llámanos, y mándanos ir a Ti para que con tus ángeles y santos, te alabemos y bendigamos, por los siglos de los siglos. Amén.

NOS COMPROMETEMOS

ENCUENTRO CON DIOS EN LA ORACION(Si es posible, hacer la oración ante Jesús ALMA DE CRISTO, Eucaristía presente en el Sagrario o ante un santifícanos Cristo). CUERPO DE CRISTO,

sálvanos

Terminamos cantando: “La Misa es una fiesta”

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CANTOSSE QUEDÓ CON NOSOTROS

Se quedó con nosotros e! Señor escondido en e! vino y en ei pan. Se quedó con nosotros eS Señor,

y jamás, jamás se marchará,

Jesús en la Hostia se ha quedado, y nos quiere siempre acompañar,

y cuando te sientas cansado Él la fuerza te dará, sí, sí.

Él quiere ser nuestro alimento para el pecado derrotar

y cuando llega el sufrimiento,El siempre nos ayudará. Sí, sí.

Jesús es el Pan de Vida y cuando vas a comulgar,

su misma Vida te comparte la Vida que nunca acabará. Sí, sí.

Alegres y fuertes creceremos,Jesús nos quiere acompañar

en la Hostia, cuando comulgamos, nos comparte su Vida y su amistad, sí, sí.

EL SEÑOR NOS BNVBTA YA

ES Señor nos invita ya con amor su cuerpo a comulgar,

ya no es vino, ya no es pan, Cristo mismo se nos da.

ASelu, Aieiu, Alelu, Aleluya

Acercarse a comulgar, es acercarse al Señor, y de su Cena Pascual

tener participación.

Con todo el pueblo de Dios una fiesta celebrar,

porque Cristo en comunión ha venido a nuestro altar.

Hoy la Familia de Dios que en la Mesa parte el Pan,

come el Cuerpo del Señor y convive en la unidad.

Esta santa comunión, es comida fraternal,

es testimonio de amor, es banquete familiar.

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SEÑOR. A QUIÉN IREMOS EUCARISTÍA. MILAGRO DE AMOR

Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida

nosotros hemos creído que Tú eres el Hijo de Dios.

Soy el Pan que os da la vida eterna, el que viene a mí no tendrá hambre,

el que viene a mí no tendrá sed, así ha hablado Jesús.

No busquéis alimento que perece, sino aquél que perdura eternamente,

el que ofrece el Hijo del Hombre que el Padre os ha enviado.

Pues si Yo he bajado del cielo, no es para hacer mi voluntad sino la Voluntad de mi Padre, que es dar al mundo la Vida.

El que viene al Banquete de mi Cuerpo en mí ive y yo vivo en él,

brotará en él la vida eterna y lo resucitaré.

Pan transformado en el Cuerpo de Cristo, vino transformado en la Sangre del Señor,

Cristo nos dice: “Tomen y coman, este es mi cuerpo que ha sido entrgado”.

Eucaristía, milagro de amor, Eucaristía, presencia del Señor (2).

Cristo en persona nos viene a liberar de nuestro egoísmo y la división fatal.

Oh gran invento de Cristo sabio y bueno, para alimentarnos con su Sangre y con su

Cuerpo.

Con este Pan tenemos vida eterna, Cristo nos invita a la gran resurrección; este alimento renueva nuestras fuerzas

para caminar a la gran liberación.

Cuando comulgamos nos unimos al Señor, formamos todos juntos la familia del amor.

En la familia de todos los cristianos Cristo quiere unirnos en la paz y en el amor.

TU NOS INVITAS JESUS

Tú nos invitas Jesús, para Tí siempre somos importantes

en tu Mesa nos das la comida mejor, el Pan de la Vida y el Amor.

Dejad que los niños se acerquen, dejad que vengan a mí (2).

Un mismo Pan se nos da, este Pan de tu Cuerpo y de tu Sangre

que nos une en familia y nos llena de Dios. El pan de la Vida y del amor.

Para crecer y vivir cada día tendré que alimentarme,

para el alma nos das la comida mejor: el Pan de la Vida y el amor.

LA MISA ES UNA FIESTA

La Misa es una fiesta muy alegre. La Misa es una fiesta con Jesús.

La Misa no termina aquí en la Iglesia ahora la empezamos a vivir.

Cada domingo celebramos que nuestro Amigo nos salvó,

que por amarnos dio su vid ay resucitó.

Con su Palabra nos enseña, nos alimenta con su pan,

nos compromete a ser amigos y a caminar.

Porque en la vida, cada día, recordaremos lo que aquí

hemos vivido y aprendido a compartir.

Hemos de ser la levadura, hemos de ser semilla y luz,

junto a nosotros, caminando viene Jesús

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D ración del P apa Clem ente XICr e o en t i , S e ñ o r , p e r o a y ú d a m e a c r e e r

CON FIRMEZA; ESPERO EN TI, PERO AYÚDAME A ESPERAR SIN DESCONFIANZA; TE AMO, SEÑOR,

PERO AYÚDAME A DEMOSTRARTE QUE TE QUIERO; ESTOY ARREPENTIDO, PERO AYÚDAME A

NO VOLVER A OFENDERTE.

T e a d o r o , S e ñ o r , p o r q u e e r e s mi c r e a d o r

Y TE ANHELO PORQUE ERES MI FIN; TE ALABO, PORQUE NO TE CANSAS DE HACERME EL

BIEN Y ME REFUGIO EN TI, PORQUE ERES MI PROTECTOR.

Q u e t u s a b id u r ía , Se ñ o r , m e d ir ija y t u

JUSTICIA ME REPRIMA; QUE TU MISERICORDIA ME CONSUELE Y TU PODER ME DEFIENDA.

T e o f r e z c o , S e ñ o r , m is p e n s a m ie n t o s ,AYÚDAME A PENSAR EN TI; TE OFREZCO MIS

PALABRAS, AYÚDAME A HABLAR DE TI; TE OFREZCO MIS OBRAS, AYÚDAME A CUMPLIR TU

VOLUNTAD; TE OFREZCO MIS PENAS, AYÚDAME A SUFRIR POR TI.

T o d o a q u e l l o q u e q u ie r e s t ú , Se ñ o r , lo

QUIERO YO, PRECISAMENTE PORQUE LO QUIERES TÚ, COMO TÚ LO QUIERAS Y DURANTE TODO EL

TIEMPO QUE LO QUIERAS.

T e p id o , Se ñ o r , q u e ilu m in e s mi

ENTENDIMIENTO, QUE FORTALEZCAS MI VOLUNTAD, QUE PURIFIQUES MI CORAZÓN Y

SANTIFIQUES MI ESPÍRITU.H a z m e l l o r a r , Se ñ o r , m is p e c a d o s ,

RECHAZAR LAS TENTACIONES, VENCER MIS INCLINACIONES AL MAL Y CULTIVAR LAS

VIRTUDES.

D a m e t u g r a c ia , Se ñ o r , p a r a a m a r t e y

OLVIDARME DE MÍ, PARA BUSCAR EL BIEN DE MI PRÓJIMO SIN TENERLE MIEDO AL MUNDO.

D a m e t u g r a c ia p a r a s e r o b e d ie n t e con

MIS SUPERIORES, COMPRENSIVO CON MIS INFERIORES, SOLÍCITO CON MIS AMIGOS Y

GENEROSO CON MIS ENEMIGOS.

A y ú d a m e , S e ñ o r , a s u p e r a r con a u s t e r id a d

e l PLACER, con g e n e r o s id a d l a a v a r ic ia , con a m a b il id a d l a ir a y con f e r v o r l a

TIBIEZA.

Q u e s e p a y o t e n e r p r u d e n c ia , S e ñ o r , a l

ACONSEJAR, VALOR EN LOS PELIGROS, PACIENCIA EN LAS DIFICULTADES Y SENCILLEZ EN LOS

ÉXITOS.

Co n c é d e m e , Se ñ o r , a t e n c ió n a l o r a r ,SOBRIEDAD AL COMER, RESPONSABILIDAD EN MI

TRABAJO Y FIRMEZA EN MIS PROPÓSITOS.

A y ú d a m e a c o n s e r v a r l a p u r e z a d e

ALMA, A SER MODESTO EN MIS ACTITUDES, EJEMPLAR EN MI TRATO CON EL PRÓJIMO Y

VERDADERAMENTE CRISTIANO EN MI CONDUCTA.

Co n c é d e m e t u a y u d a p a r a d o m in a r mis

INSTINTOS, PARA FOMENTAR EN MÍ TU VIDA DE GRACIA, PARA CUMPLIR TUS MANDAMIENTOS Y

OBTENER MI SALVACIÓN.

E n s é ñ a m e , Se ñ o r , a c o m p r e n d e r l a

PEQUEÑEZ DE LO TERRENO, LA GRANDEZA DE LO DIVINO, LA BREVEDAD DE ESTA VIDA Y LA

ETERNIDAD FUTURA.

Co n c é d e m e , S e ñ o r , u n a b u e n a p r e p a r a c ió n

PARA LA MUERTE Y UN SANTO TEMOR AL JUICIO, PARA LIBRARME DEL INFIERNO Y

OBTENER TU GLORIA.

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Caminavios conCristo