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Universidad Nacional del Santa Antropología Medicina Humana II – 2014 Dra. Lía Adela Salazar Soto LA ETICA Y ANTROPOLOGÍA El tema está referido a la ética que debe prevalecer en el trabajo antropológico, tema que si bien tiene fuentes filosóficas subyace en la antropología de la manera en que ésta disciplina se acerca a su problema de estudio. Intentaremos encontrar una posible relación entre la ética y antropología, para ello nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Qué es ética? ¿Qué relación existe entre ética y antropología? ¿Cuál debe ser la conducta ética del antropólogo? ¿Es posible una única ética o debemos considerar muchas éticas dada la diversidad cultural? Contenidos: 1. Ética: Definición de Ética. Los aspectos centrales de la ética. La virtud. Lo bueno y lo malo. La ética de los actos. 2. Ética profesional 3. Relación entre la ética y la antropología 4. Conducta ética del antropólogo SESIÓN 7: LA ÉTICA Y LA ANTROPOLÓGICA Instructivo para el trabajo de grupo Lea y analice detenidamente el material y responda a las siguientes preguntas, comparta su aprendizaje, exponiendo y dialogando al respecto: 1. ¿Qué es ética? 2. ¿Cuál es el significado originario de ética y cómo ha variado en tiempo? 3. ¿En qué consiste los cuatros elementos centrales de la ética? Explique cada una, indicando la opinión que le merece. 4. ¿Qué opinión le merece la idea de Ricouer, respecto al problema moral? 5. Interprete las reflexiones de Carlos Marx, en el marco cultural y las ideas de Ricouer. 1

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Universidad Nacional del Santa Antropología Medicina Humana II – 2014Dra. Lía Adela Salazar Soto

LA ETICA Y ANTROPOLOGÍA

El tema está referido a la ética que debe prevalecer en el trabajo antropológico, tema que si bien tiene fuentes filosóficas subyace en la antropología de la manera en que ésta disciplina se acerca a su problema de estudio. Intentaremos encontrar una posible relación entre la ética y antropología, para ello nos hacemos las siguientes preguntas: ¿Qué es ética? ¿Qué relación existe entre ética y antropología? ¿Cuál debe ser la conducta ética del antropólogo? ¿Es posible una única ética o debemos considerar muchas éticas dada la diversidad cultural?

Contenidos:

1. Ética: Definición de Ética. Los aspectos centrales de la ética. La virtud. Lo bueno y lo malo. La ética de los actos.

2. Ética profesional3. Relación entre la ética y la antropología4. Conducta ética del antropólogo

SESIÓN 7: LA ÉTICA Y LA ANTROPOLÓGICA Instructivo para el trabajo de grupo

Lea y analice detenidamente el material y responda a las siguientes preguntas, comparta su aprendizaje, exponiendo y dialogando al respecto:

1. ¿Qué es ética?2. ¿Cuál es el significado originario de ética y cómo ha variado en tiempo?3. ¿En qué consiste los cuatros elementos centrales de la ética? Explique cada una, indicando la

opinión que le merece.4. ¿Qué opinión le merece la idea de Ricouer, respecto al problema moral?5. Interprete las reflexiones de Carlos Marx, en el marco cultural y las ideas de Ricouer.6. Analiza las ideas de virtud de Maclntyre y esquematice los aspectos fundamentales y luego

explique cada uno. 7. ¿Qué se entiende por lo bueno y lo malo?8. ¿Analice las teorías de la ética de los actos?, Elabore una Matriz que puntualice los

planteamientos centrales de cada teoría, luego ofrezca su opinión fundamentada.9. Identifica los aspectos claves de ética profesional, organice en un mapa conceptual y

explique cada.

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1. ÉTICA

1.1. Definición de ética

Partiremos considerando el significado etimológico de la palabra ética, porque conocer el sentido original de las palabras es siempre fuente de iluminación para un mejor entendimiento de las ideas, ya que a lo largo del tiempo y por el uso, por lo general se desnaturaliza, y se olvida su verdadero origen, el que le dio significado y vigencia.

La filosofía, nos dice que la palabra ética procede del vocablo ethos, con dos sentidos fundamentales: el primero y más antiguo significa “residencia”, “morada”, “lugar donde se habita”. Y el segundo, significa costumbre, en la medida que esta palabra era empleada para significar habitación de hombres y animales en cuanto a las costumbres; después se emplea para representar la idea de la relación entre ellos. Sin embargo los filósofos la han definido, como morada del hombre en el ser, la verdad del ser como elemento originario del hombre, de su actitud interior.

La interpretación de ethos nos indica que se logra mediante el hábito o estado del carácter.

La relación etimológica de ethos con Homero, es que éste utilizó esta palabra en sus populares “catos” para representar la habitación de hombres y animales, contrario a los filósofos que le dieron por significado el suelo firme, el fundamento, la raíz de la que brotan los actos humanos.

Los filósofos griegos eran, en su finalidad, moralistas, por lo que todo derivado del orden filosófico toma, en la fuente helénica sus raudales de luz, que en relativa ausencia de conocimientos técnicos y científicos, basaron sus conocimientos en las enseñanzas morales, para una existencia mejor, señaladas por Sócrates, Platón, Aristóteles, etc. estos filósofos entendían que el mayor bien de la vida consistía en el esfuerzo depurado de alcanzar la virtud.

Siendo la virtud un bien absoluto, se confunde con la moral, y la “moralis ”romana se confunde con ésta, para convertirse en sinónimas, y aunque los romanos llegaron un poco tarde al movimiento filosófico, Cicerón fue orientador de costumbres y leyes como objetos de su predilección. Cicerón como los griegos, consideraba que la verdadera ley es la recta razón, en concordancia con la naturaleza, difundida entre todos los hombres, estable y eterna. Este concepto nos lleva a pensar que nos encontramos con un mundo completamente plano. Pero si nos remitimos al significado etimológico de la palabra ética y moral, uno y otro derivado de «êthos» y «mos», respectivamente, no significan «acto». Ethos, es «carácter», pero no en el sentido de temperamento dado con las estructuras psicobiológicas, sino en el sentido de «modo de ser adquirido», es decir en el sentido de «segunda naturaleza» (López, 1995).

La Moral es el conjunto de normas y valores con los que una persona determina el curso de sus acciones y decisiones, es decir actos morales medidos o regulados por la regula morum (López, 1995), ósea moral regulada y estandarizada por el “deber ser”.

Los grandes sistemas de la ética normativa (la Ética de Aristóteles, de Santo Tomás de Aquino o de Kant) y sus consecuentes preguntas (¿qué es lo bueno?, ¿qué es lo malo?, ¿cómo debemos vivir, ¿cuáles son nuestras obligaciones morales?), nos ubica en el entendimiento de la Ética como la parte de la filosofía que trata de los actos morales. Esto es, se orienta hacia la reflexión sobre la conducta moral. Pero en una sociedad tan escindida, lo menos que interesa es regular las acciones morales de los demás, para con los otros; lo que interesa es regular y asegurar el “bienestar”

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de unos pocos (grupos de poder), sin importar la condición humana, ni el hecho de vivir bien o sobrevivir (mal).

También se suele definir que la Ética es una dimensión real de la vida (Martin, 2001). ¿Hasta qué punto ésta idea es una verdad? Si casi a diario observamos que se atenta contra la vida de las personas y contra la vida en general. ¿Dónde queda el rol de juzgar los actos de los demás?, ¿dónde queda el papel de ordenar el cosmos social de forma tal que obedezca a una lógica determinada, porque se puede decir, que el objeto formal lo constituirían los actos humanos en cuanto ejecutados por el hombre y «regulados» u «ordenados» por él. (López, 1995)

1.2. Los cuatros elementos centrales de la ética

Cuando nos proponemos viajar, lo primero que hacemos es pensar hacia dónde vamos, a qué iremos y qué lograremos con el viaje.

En el viaje por los caminos de la ética, nos dicen que cuatro serían los elementos fundamentales:

a) Concepto de moralidad; b) Concepto de lo bueno;c) Obligatoriedad; y d) Concepto de justicia.

La moralidad, entendida como la forma habitual de comportamiento honesto o la práctica de buenas costumbres.

Lo bueno es la idea del bien. Nos conduce al campo del orden, la armonía y la justica, que es la organización reguladora del alma, de la vida, del sentimiento, de la voluntad. El bien puede ser el placer (hedonismo), el interés (utilitarismo) u otro fin, como la ciencia, la libertad, la perfección y finalmente la dicha (Edemonismo).

La obligatoriedad es el imperativo categórico del individuo a cumplir con su deber, yendo por el camino conducente a él. Siendo el hombre un ser racional, su actividad debe ser también racional y llevarlo al punto donde reciba menos daño, que es el del bien, la virtud, la moralidad. En fin, la obligatoriedad encierra la razón normativa de la moral.

El concepto de justicia induce a ceñirse al orden moral del medio social, en vista que el bien supremo no se realiza en la vida individual solamente, sino de manera principal en la sociedad. La justicia es el valor ético por excelencia, porque se evidencia en ella la estricta equiparación de los individuos ante la ley moral. La justicia nos da la idea de igualdad, y es también medio de sanción para el acto efectuado fuera de las formas éticas. Sirve de medida del acto bueno, según sea la aceptación social, la injusticia es el desmembramiento y desajuste del orden ético.

Con estos cuatro temas han creído los filósofos cristianos haber dejado demostrada la polaridad: bueno – malo. Lo que quiere decir que partiendo de esta estimativa, hay que proponerse el bien y evitar el mal, en otros términos conduciéndonos con actitudes en pro del ideal racional para la formación del carácter bueno, y no lo contrario, ósea el error moral. El querer el bien es resultado del modo de ser o carácter modelada por la virtud.

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Sin embargo, la polaridad estimativa, que tiende a plantear el pro y el contra de las ideas, nos hace traer al respeto el criterio de Platón, que considera como vida mejor “una mixta”, establecida en una especie de mescla.

Aristóteles, por su parte, es contrario a esta mescla de los bienes y aboga por la separación del placer, el bien y la felicidad, porque lo bueno y lo placentero deben ser separados.

El bien y el mal, parecieran dos aspectos o realidades totalmente separados, con una existencia indiscutiblemente independiente uno del otro. Pero conforme dice Ricouer, el problema moral existe porque el hombre es un sujeto que actúa, que sufre, que puede tomar decisiones racionales; el problema de la ética es el de poner en relación la capacidad de razonar que hay en cada cual con la búsqueda de la felicidad (Ricouer, entrevista a la RAI, 1989, http://filosofia.rai.it). Para Ricouer, pensar en la relación que hay entre la ética y la dignidad humana nos lleva a reflexionar acerca de la virtud que se puede definir como hacer bien lo que se hace…. (Ricouer,entrevista cit.).

¿Nosotros, hacemos bien las cosas o, estamos marcados por la mediocridad, la alienación y la violencia? Aquí cobra sentido la pregunta que hace Carlos Marx en su tercer manuscrito cuando dice ¿cómo puedo ser virtuoso si no soy? ¿Cómo puedo tener buena conciencia si no tengo conciencia de nada? (Marx, [1932]2001:27).

Virtud y ética se relacionan porque detrás de todo esto lo que hay es la búsqueda de la felicidad. Pero, cuando la precariedad es una forma de vida constante, obviamente no es posible hablar de felicidad, para todos. Tal parece, que el justo medio del que habla Aristóteles sólo se concreta en las tumbas (López 1975)1, donde prácticamente todos son iguales y las diferencias se han terminado, aquí sí se podría hablar de esa totalidad que abarca todo y en que la única regla consiste en haber dejado de ser.

Cada día la vida es más azarosa, el rumbo está marcado por la caída del ideal del progreso, y la ética aparece como una forma de acción que se vuelve incongruente, ya que no se puede decir que todos los seres humanos busquen la felicidad para todos, solo la buscan para sí o para unos pocos.

Por ejemplo las virtudes de la política que se relaciona estrechamente con la ética se han ido perdiendo por el ejercicio excesivo de vicios como la corrupción, la práctica de la mentira y la manipulación de conciencias y de la información, así como el excesivo proceso de la adulación al poderoso, marcan un panorama donde las acciones cotidianas en nuestro medio están signadas por el ejercicio de las trampas, los trucos y las mentiras, así como de los sobornos, partiendo de la idea de que todos los seres humanos tienen precio y que el mejor en realidad es el opulento y no el que se merece el premio a sus virtudes.

Dos categorías nos interesa aclarar la virtud y los actos ético,

¿Qué es la virtud?

Maclntyre después de haber analizados diferentes concepciones de virtud en distintas sociedades, llega a la conclusión preliminar de la existencia por lo menos de los tres conceptos muy diferentes: la virtud es una cualidad que permite a un individuo desempeñar su papel social (Homero); la virtud es una cualidad que permite a un individuo progresar hacia el logro del telos específicamente humano, natural o sobrenatural (Aristóteles, el Nuevo testamento y Tomás de Aquino); la virtud es una cualidad útil para conseguir el éxito terrenal y celestial (B. Franklin). (MacIntyre, 1987: 231).

1 Como diría el sonero puertorriqueño Ismael Rivera

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Luego de haber confrontado estas definiciones, se pregunta si esto implica que no puede haber un concepto unitario de la virtud. Su propósito es mostrar que sí lo hay, y que éste puede definirse a partir de tres nociones: de práctica, de orden narrativo y de tradición moral.

Teoría de la virtud relativa a las prácticas

Esta teoría tiene su sustento en el diagnóstico desalentador de la moral de las postrimerías del siglo XX. El ethos configurado por la modernidad ha dejado de ser creíble, el proyecto ilustrado ha sido un fracaso. Como consecuencia de su diagnóstico, MacIntyre propone que debemos reconocer que no podemos sino aspirar a diferentes éticas, éticas enmarcadas en contextos específicos dentro de distintas comunidades, donde podrán desarrollarse distintos ideales de excelencias y, por tanto, éticas de la virtud. Su idea de “comunidades” es importante, porque con ella logra dar solución a la crítica que le hace a la sociedad y la filosofía modernas, de ser en extremo individualistas.

MacIntyre, define “práctica” como: Cualquier forma coherente y compleja de actividad humana cooperativa, establecida socialmente mediante la cual se realizan los bienes inherentes a la misma mientras se intenta lograr los modelos de excelencia que le son apropiados a esa forma de actividad y la definen parcialmente. Como ejemplos de estas prácticas considera: el fútbol, el ajedrez, la arquitectura, las investigaciones de cualquier campo y la política. Mientras que no lo serían el juego del solitario, la albañilería o cultivar nuestro jardín, porque no son actividades cooperativas sino más bien una especie de habilidades técnicas. Las prácticas son más que esto: tienen un propósito unificado, cuya búsqueda transforma y enriquece las facultades humanas.

Para MacIntyre una virtud es una cualidad humana adquirida, cuya posesión y ejercicio tiende a hacernos capaces de lograr aquellos bienes que son internos a las prácticas y cuya carencia nos impide efectivamente el lograr cualquiera de tales bienes.

Una implicación interesante de esta primera definición de virtud es que supone que hay virtudes clave sin las cuales no se tendría acceso a los bienes internos de las prácticas. Por ejemplo, el ejercicio de las prácticas requiere un tipo especial de relación entre los participantes de ella. Tal relación debería incluir las virtudes de la justicia, el valor y la honestidad. Sin embargo, reconoce, que “diferentes sociedades han tenido y tienen códigos diferentes de veracidad, justicia y valor” (Ibíd.:339). Mirada aristotélica, que a Maclntyre le permite reconocer, que los seres humanos, como miembros de todas las demás especies, tienen una naturaleza específica; y esa naturaleza es tal que tiene ciertos propósitos y fines a través de los cuales tienden hacia un telos específico, donde el bien se define en términos de sus características específicas.

¿Qué resulta ser el bien para el hombre? Aristóteles le da el nombre de eudaimonía, cuya traducción es: bienaventuranza, felicidad, prosperidad. Es el estado de estar bien y hacer bien estando bien. En la comprensión Aristóteles el concepto virtud es subsidiario de su concepto de naturaleza humana. Por el contrario, en MacIntyre deriva en parte del concepto de práctica humana, en cuyos contextos sociales y circunstancias se especifican las virtudes por referencia a los modelos de excelencia.

Pero si en Aristóteles el telos o fin que sirve de criterio para evaluar el carácter del agente es la eudaimonía o bienaventuranza humana, ¿cuál sería el telos o fin que serviría como criterio para evaluar la corrección o incorrección de una práctica? Para dar respuesta a esta pregunta, MacIntyre recurre a la segunda noción que da fundamento a su concepto de virtud: la de orden narrativo.

Teoría del orden narrativo o la unidad de la vida humana

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MacIntyre critica la concepción moderna del “Yo”, por permitirle al individuo separarse de los papeles sociales que representa (como la sostenida, por ejemplo, por Sartre), y porque supone que es posible analizar las acciones humanas fragmentándolas. Para solucionar este problema, su propuesta es que pensemos al “Yo” de modo narrativo. Esto significa caracterizar la conducta mirando tanto las intenciones y las creencias del agente como las situaciones que la hacen inteligible. Y dado que para que la acción sea inteligible, las intenciones necesitan ser ordenadas tanto causal como temporalmente, MacIntyre considera que éstas deben ser organizadas en una narración. “Porque vivimos narrativamente nuestras vidas y porque entendemos nuestras vidas en términos narrativos, la forma narrativa es la apropiada para entender las acciones de los demás” (Ibíd.: 261).

Habíamos llegado a este punto a partir de la pregunta por el tipo especial de teleología sostenido por MacIntyre. Es decir, queríamos saber cuál es el fin o la meta que, según él, le da unidad a la vida del hombre, le permite comparar entre diversas prácticas y definir parcialmente las virtudes. Su respuesta es que “la unidad de la vida humana es la unidad de un relato de búsqueda” (Ibíd.: 270), y que: Las virtudes han de entenderse como aquellas disposiciones que, no sólo mantienen las prácticas y nos permiten alcanzar los bienes internos a las prácticas, sino que nos sostendrán también en el tipo pertinente de búsqueda de lo bueno, ayudándonos a vencer los riesgos, peligros, tentaciones y distracciones que encontremos y procurándonos creciente autoconocimiento y creciente conocimiento del bien. El catálogo de las virtudes incluirá, por tanto, las necesarias para mantener familias y comunidades políticas tales que hombres y mujeres pueden buscar juntos el bien y las virtudes necesarias para la indagación filosófica acerca del carácter de lo bueno.

Así, MacIntyre llega a su segunda definición de virtud que, supone, permitirá una crítica moral de las prácticas que son malas (tortura, sadomasoquismo...). Esa búsqueda del bien será el telos que permitirá jerarquizar los bienes internos. Pero aún nos falta aclarar la tercera noción que fundamenta su definición completa del concepto de virtud, esto es, la noción de tradición moral.

La tradición o nuestro punto de partida moral

Dado que somos portadores de identidades sociales concretas, tenemos que aceptar que lo que sea vivir una vida buena varía con las circunstancias. Las tradiciones de mi grupo son, pues, mi punto de partida moral. Esto no significa que yo no pueda percibir las limitaciones morales de mi comunidad, pero sí que yo no puedo simplemente dejar atrás o negar la tradición de la que formo parte.

MacIntyre explica la evolución de estas tradiciones como fruto de la búsqueda de una mejora en los modelos de excelencia, pero niega la posibilidad de llegar por esta vía a máximas enteramente universales. Dice que ésta es “una ilusión de consecuencias dolorosas”. Esta tercera noción le permite dar su definición completa de las virtudes, del siguiente modo:

Las virtudes encuentran su fin y propósito, no sólo en mantener las relaciones necesarias para que se logre la multiplicidad de bienes internos a las prácticas, y no sólo en sostener la forma de vida individual en donde el individuo puede buscar su bien en tanto que bien de la vida entera, sino también en mantener aquellas tradiciones que proporcionan, tanto a las prácticas como a las vidas individuales, su contexto histórico necesario.

MacIntyre aclara que las tres nociones juntas (práctica, orden narrativo y tradición moral) son las que le dan el sustento al concepto general de virtud. No puede definirse una virtud sólo por

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referencia a una práctica, o a la unidad de una vida humana o a la tradición. Las tres nociones son necesarias para completar el concepto de virtud.

¿Qué son los actos éticos?

Los actos éticos, representan la moralidad, que a su vez significa libertad de acción. Un profesional, como cualquier otro individuo, no es totalmente libre, porque está sujeto a trabas de la moral; porque aunque posee la facultad de libre albedrío, puede ser juzgado por los mismos hombres con quienes entra en contacto. Pero ¿Cuándo una acción es correcta o incorrecta? Según Mill “una acción es correcta si promueve la mayor cantidad de felicidad del mayor número de personas, son incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de placer (Mill, 1863)”. Así, el fundamento de la moralidad es el principio de utilidad.

Como se ve, el criterio que emplea Mill para evaluar la corrección de las acciones es un criterio consecuencialista. Lo que le interesa de ellas son sus consecuencias para el bienestar. Pero aquí es necesario aclarar dos cosas. En primer lugar, no se trata del bienestar de un individuo, sino del bienestar general (es decir, el de todas las personas involucradas en la acción). Según el utilitarismo, los intereses de todos deben contar por igual, de manera imparcial, por lo cual no debe confundírsele ni con el altruismo (acto en el cual yo me sacrifico por el bien de otros) ni con el hedonismo egoísta (en el cual yo decido según mis intereses personales). El utilitarismo es más bien un hedonismo universalista, porque lo que prescribe es el aumento de la felicidad total. En segundo lugar, cuando Mill se refiere a la felicidad como el aumento del placer y la ausencia de dolor, no tiene en mente cualquier tipo de placer pues:

Los seres humanos poseen facultades más elevadas que los apetitos animales, y una vez que son conscientes de su existencia no consideran como felicidad nada que no incluya la gratificación de aquellas facultades. De entre dos placeres, si hay uno al que todos, o casi todos los que han experimentado ambos, conceden una decidida preferencia, independientemente de todo sentimiento de obligación moral para preferirlo, ese es el placer más deseable. (Mill, 1994: 47, 51).

Dada esta jerarquización de placeres, en la que puede verse la preferencia de Mill por los placeres superiores, al utilitarismo también se le ha visto como un hedonismo platónico o cuasi-idealista. Adicionalmente, el concepto de felicidad abrazado por Mill implica lo que E. Guisán ha llamado “goce solidario”, pues supone que la felicidad de cada uno sólo es posible si esa felicidad es compartida por los otros, dado que la base natural de nuestra facultad moral es la simpatía, es decir, el sentimiento que nos permite gozar con la felicidad de otros o apenarnos por sus sufrimientos. De este modo, este segundo rasgo de la teoría refuerza el primero, en el que se nos pide imparcialidad en las decisiones morales para buscar la felicidad de todos.

Paradójicamente, el rasgo consecuencialista del utilitarismo parece ser al mismo tiempo lo más atractivo pero también lo más problemático de la teoría. Resulta atractivo, porque las consecuencias de las acciones son casi siempre observables, lo cual permite una evaluación en términos de si han sido favorables o no para el mayor número de personas involucradas. Es algo que incluso podría ser medido. Pero, por otro lado, es claro que las consecuencias son sólo una parte de lo que nos importa en las acciones. Si tú haces algo que me hace mucho bien, por lo cual te estoy muy agradecida, pero luego descubro que realmente querías hacerme algo malo y la cosa te salió mal, entonces mi agradecimiento se torna en tristeza, rencor o lo que sea. En otras palabras, mi evaluación de tu acción cambia cuando me entero de que lo tú pretendías era otra cosa, aunque el resultado de tu

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plan haya sido finalmente bueno para mí. La intuición expresada aquí es la que explica ampliamente la teoría que sigue.

La teoría Kantiana y los actos éticos

Fue formulada en el siglo XVII. Emmanuel Kant, propuso como criterio para evaluar la corrección de nuestras acciones, mirar si han sido realizadas por buena voluntad.

La buena voluntad puede entenderse como aquélla que ha actuado siguiendo el imperativo categórico, una de cuyas formulaciones es “actúa de tal manera que puedas querer que la máxima que guía tu acción pueda convertirse en máxima universal”. Al contrario de la formulación utilitarista, para Kant la buena voluntad no es buena por los efectos de sus acciones o por “su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto [...sino] sólo por el querer, es decir, buena en sí misma” (Kant, 1785; cito de la traducción de 1998: 21).

Otro rasgo de la buena voluntad es que actúa por deber, no conforme al deber. Para comprender esto, pensemos que María entra a un hospital, lugar donde es prohibido fumar. Como ella no fuma, actúa conforme al deber porque no va a fumar allí (dado que no lo hace en ningún lado). Diana, en cambio, que es fumadora compulsiva, cuando entra al hospital y se abstiene de fumar, lo hace por deber. Sólo en este segundo caso hay una acción con valor moral en el sentido kantiano. Las acciones que tienen mérito moral para Kant son aquellas que no están motivadas por nuestras inclinaciones, sino por el deber, por el respeto a la ley. La ley es el imperativo categórico, y tiene tanta importancia para Kant porque le permite decir varias cosas. En primer lugar, le permite ser consecuente con su idea de que todo en el mundo está ordenado según la causalidad (la cual implica leyes) y, en segundo lugar, le permite pensar al hombre como ser libre y autónomo. Cuando concibe al hombre como un ser dentro de la naturaleza, pero con una diferencia metafísica respecto al resto de los seres naturales:

El hombre es racional, por lo que puede darse a sí mismo sus propias leyes, ser autónomo, por lo cual puede actuar en contra de sus disposiciones naturales. La voluntad libre es en Kant la causa de las acciones moralmente buenas, y la ley que la rige es el imperativo categórico. Por esta razón, el criterio kantiano para evaluar las acciones es saber si han sido realizadas siguiendo ciertas razones o principios. Y estas razones, principios, o máximas en el lenguaje kantiano, deben tener la forma del imperativo categórico.

Una implicación de lo anterior es que, si reconocemos nuestra naturaleza racional, entonces necesariamente tenemos que reconocer la obligatoriedad del imperativo, dado que es lo que manda la razón. Por eso es categórico: manda de manera incondicionada. Otra implicación es que debemos reconocer la dignidad de todos los hombres, derivada de su naturaleza racional, y que les confiere el estatus de fines en sí mismos.

Así, la segunda formulación del imperativo categórico dice: Obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio. (Ibíd.: 44-45).

Esto implica que tenemos el deber de tratar a las otras personas como valiosas en sí mismas, sin importar si un tratamiento distinto puede darnos alguna ventaja. E implica también que, aunque en ocasiones nos sirvamos de otras personas, nunca debemos tratarlas solamente como instrumentos.

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Es así, porque es claro que en ciertas circunstancias necesitamos la ayuda o los servicios que pueden darnos otras personas, pero eso no excluye la obligación de valorarlas también como valiosas en sí mismas, independientemente de su ayuda o sus servicios.

Como vemos, la teoría kantiana parece dar respuesta a algunos de los problemas que encontramos en la teoría utilitarista, en la medida en que toma en cuenta esa parte de las acciones que también nos importa cuando las evaluamos; esto es, las razones que tienen los agentes al realizar esas acciones. Sin embargo, aún persisten muchos desafíos para ambas teorías. Y algunos de esos problemas parecen derivarse, según una interpretación reciente, del hecho de que ambas sean teorías del acto y, por tanto, centren su atención en el seguimiento de las reglas.

El problema es que al hacerlo, ambas teorías fallan en sus propios términos: por un lado, parecen implicar cada una que ciertas acciones que parecen inmorales deben sin embargo ser ejecutadas y, por el otro, hay situaciones en las cuales la teoría no ofrece una indicación clara de qué es lo que se debe hacer, a pesar de que están diseñadas precisamente para responder esta clase de preguntas. Para el utilitarista, por ejemplo, parece que es moralmente aceptable castigar a un inocente, si eso tiene buenos efectos sobre el bienestar de una comunidad. Para el kantiano, por otro lado, parece ser muy importante decir siempre la verdad.

Pero es claro que hay momentos en los cuales decir la verdad resulta problemático. Ya es famoso el ejemplo según el cual la doctrina kantiana nos obligaría a decirle la verdad al verdugo injusto que buscara en nuestra casa a quién escondemos. Y un médico estrictamente kantiano se vería siempre obligado a decirle a su paciente moribundo que está en las últimas, sin importar si esta noticia puede matarlo antes.

Lo bueno y lo malo

La moral determina el concepto de lo bueno, de lo que se debe hacer; lo contrario a las normas morales, lo que se hace fuera de la moralidad, es lo malo, que es el acto anético.

A aquí viene la pregunta ¿el hombre es bueno o es malo? Esta reflexión nos conduce al análisis. Algunos consideraron hasta el siglo pasado, que se nacía malo o bueno; pero este concepto ya ha sido desechado, admitiéndose la libertad individual para actuar de tal o cual forma, conforme al mandato de su conciencia. Otros sostienen una idea dualista, como Freud, que no considera al hombre esencialmente virtuoso ni esencialmente malo sino como un ser impulsado por dos fuerzas contradictorias de igual intensidad. Otros opinan que el hombre no es necesariamente malo, sino que llega a ser malo únicamente en caso de faltar las condiciones apropiadas para su crecimiento y desarrollo moral. La maldad no tiene por sí misma existencia independiente, es la usencia de lo bueno, resultado del fracaso en la realización de la vida. Ninguna persona sana, ha dicho Erich Fronmm, puede evitar admirar y ser afectado por manifestaciones de decencia, amor y valor, porque éstas son las fuerzas en que descansa su propia vida. Sin embargo para otros, el individuo tiene arraigadas en el alma las virtudes y estos dirigen la conducta humana, la impulsan. Luego el acto bueno o malo del hombre que vive en él, se ejecuta conforme al desbordamiento que de él tenga. Si se llena de bien, sus actos son buenos; si se llena de mal, sus actos son malos. Los sentimientos tienen su relación con el “yo”, pero las virtudes son adquiridas. El medio, la cultura, la dignidad nos la dan.

2. ETICA PROFESIONAL

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El desempeño profesional tiene que ver con la moralidad ética. La moralidad es toda acción voluntaria del individuo en el terreno de la honestidad, encaminada a lograr una función human que responda a las prácticas del bien hacer. La ética, por su parte implica el ejercicio de la virtud, como una obligación dirigida a preservar la integridad social. Su aplicación en el ámbito del desempeño de una profesión y de la ciencia (generación de conocimientos), demuestra a su vez, que desempeña una alta misión cultural, por cuanto cualquier actividad de orden intelectual ejecutada bajo la inspiración de las normas morales, cumple los propósitos, que le impone el recto proceder. Por lo que una de las características de la ética es su obligatoriedad, la cual encierra el concepto del deber, esto es, de dar cumplimiento a las normas rectoras del bien. Otra característica es el rigor de su aplicación en el entendido que la moral significa costumbre, o ciencia que estudia los actos morales, por tanto la ética profesional es obligatoria y rigurosa.

Siendo la Ética la ciencia que estudia los actos humanos, significa que no podríamos apartarnos de sus normas, sin caer en defecto. Ella nos obliga a ser morales. Confucio dijo (filosofo chino), no hay lugar en lo más alto de los cielos ni en lo más profundo del océano donde no impere la ley moral. Por lo que en el campo de las habituales actuaciones profesionales, cualquiera sea ésta son de impostergable importancia la aplicación de las normas éticas, tanto en la particularidad del ejercicio de la profesión, y en sus relaciones generales con la sociedad, como en su vida privada.

En el terreno del ejercicio profesional el objetivo de la ética es fundamentalmente, la aplicación de las normas morales, fundadas en la honestidad, la cortesía, el honor (dignidad), etc., además del fortalecimiento de las estructuras de la conducta moral. Por estas razones, las universidades, haciendo ostentación de la buena calidad y preparación, se toman el noble empeño y proporcionan a sus egresados completa formación, no sólo en las disciplinas de las ciencias y técnicas que imparten, sino también en las normas de la moral, como una garantía de la eficacia del preciado futuro humano.

La ética es el medio normativo para el logro de los fines morales, de lo cual se deduce que exista en el pensamiento del hombre una inclinación al cultivo de la ética como medio eficaz para adquirir los objetivos del bien y la virtud generadora de la felicidad.

La claridad y comprehensiva aprehensión de los conceptos de la rectitud en los actos profesionales, estructuran la moralidad humana de un profesional, sea éste médico, abogado, periodista, antropólogo, etc. La acción dirigida al logro de los fines morales, es la moralidad, y ésta, aplicada a los altos fines del bien supremo (la virtud), se contempla desde tres campos diferentes: la libertad, la dignidad y la convivencia. Antes de continuar precisemos qué se entiende por virtud.

La libertad como hecho personalísimo tiende a la inclinación interior del individuo a actuar conforme a su criterio, sin presiones ni privaciones del medio exterior. De ésta parten el derecho y la dignidad personal.

La dignidad, sentimiento inmanencente del fundamento de la moral, debe dirigir la vida en reciprocas relaciones de derecho y deberes entre seres morales.

La convivencia o sentimiento social del hombre, que le permite adoptar una conducta social que le permita la coexistencia, como puente de relaciones entre hombres.

El hombre tiene la necesidad de relacionarse con otros hombres, de dirigir al hombre, y por ello, la moralidad humana le impone la obligación de hacer conciencia en el sentido de lograr la armonía

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de los hombres por el respeto a las funciones, al bien, al orden, a la tolerancia y a todo lo que se refiere a la vida subjetiva y objetiva.

El instinto y la razón inducen al hombre a una conducta distinta a la de los animales, y esa es la relación del acto ético con la ley moral, de ahí que las cualidades humanas, regidas por la norma ética, deben ser cada día mejor guiadas hacia el bien supremo.

BIBLIOGRAFÍA

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