Upload
nicole-figueroa
View
34
Download
2
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Capitulos del libro Luna Nueva que fueron quitados en el momento de la edición.
Citation preview
ExtrasExtrasLuna NuevaLuna Nueva
Índice
1. Narcótic
os – (Capítulo 2) Bella
2. La Beca
– (Varios capítulos) Bella
3. La
Llamada – (Capítulo 18) / Según Edward
4. Error de
cálculo – (Capítulo 19) / Según Rosalie
5. Resumen
de Jacob – Narrado por Jacob (Transformación y otros)
1.Narcóticos
Reconoceréis esta escena al final del capítulo 2 de Luna Nueva.
Sólo unas pocaslíneas difieren. En el primer manuscrito, Carlisle le da
una droga a Bella para el dolor de su herida, y ella tiene una reacción
inusual. ¿Por qué este cambio de ángulo? Una, mis editores pensaron
que el humor era incorrecto (yo estaba riéndome de todo y ellos
tratando de contenerme). La segunda, ellos no creyeron que la
reacción de Bella fuera muy
realista. La broma está en eso, porque la historia está basada en
una experiencia de la vida real (no mía, esta vez).
Stephenie Meyer
Me desplomé sobre la almohada, jadeando, con la cabeza dándome
vueltas. El brazo ya no me dolía, pero no sabía si era debido al efecto calmante
que me había provocado el beso. Algo tiró, escurridizo, de los bordes de mi
memoria...
— Lo siento —dijo, también sin aliento.— Eso es pasarse de la raya.
Para mi propia sorpresa, me reí tontamente.
— Qué gracioso —farfullé, y solté otra risita tonta.
Él frunció el ceño en la oscuridad. Parecía serio. Era para morirse de risa.
Me tapé la boca para amortiguar la risa que Charlie habría oído.
— Bella, ¿nunca has tomado Percocet antes?
— No creo —me reí tontamente de nuevo— ¿Por qué?
Entornó los ojos, y no pude parar de reír.
— ¿Cómo está tu brazo?
— No puedo sentirlo. ¿Está ahí todavía?
Suspiró cuando me reí de nuevo.
— Intenta dormir, Bella.
— No, quiero que me beses otra vez.
— Estás sobreestimando mi autocontrol.
Me reí por lo bajo.
— ¿Qué te tienta más, mi sangre o mi cuerpo? —mi pregunta me hizo reír.
— Hay un empate —sonrió abiertamente a pesar de sí mismo.— Nunca te
he visto colocada. Eres muy divertida.
— No estoy colocada —intenté contener las risitas tontas para probarlo.
— Duerme hasta que se te pase —sugirió.
Comprendí que me estaba poniendo en ridículo, lo cual no era raro, pero
aún era embarazoso, así que seguí su consejo. Puse mi cabeza en su hombro
de nuevo y cerré los ojos. De vez en cuando se me escapaba otra risita
histérica. Pero eso se hizo más infrecuente a medida que las drogas me
adormecían hacia la inconsciencia.
Me sentía realmente fatal por la mañana. Mi brazo quemaba, y me dolía la
cabeza.
Edward dijo que yo tenía resaca, y me recomendó Tylenol bastante más
que Percocet antes de besar mi frente con indiferencia y sumergirse fuera de
mi ventana.
No pude aliviar mi presentimiento de que la expresión de su cara era
lejana y afable.
Estaba algo preocupada por las conclusiones a las que él podría haber
llegado durante la noche mientras me veía dormir. La ansiedad parecía
aumentar la intensidad de los fuertes latidos de mi cabeza.
Tomé una doble dosis de Tylenol, tirando el pequeño frasco de Percocet a
la papelera del baño.
2.La Beca
Esta es la sección más larga que corté de “Luna Nueva”. Es la
mayor parte del capítulo seis original, “Declaración”, más siete
escenas cortas que continuaban el argumento de “la beca” a lo largo
de la novela, completamente al fin. Pienso que todo era un poco
divertido, pero mis editores no estaban de acuerdo. No era necesario,
así que fue sacrificado en el altar de la edición.
Stephenie Meyer
Escena Uno:
El día siguiente de que Bella fuese a ver la película de zombis con
Jessica
Todavía echaba de menos Phoenix en raras ocasiones, cuando era
provocado. Ahora, por ejemplo, cuando me dirigía al Banco Federal de Forks a
depositar mi cheque de pago. Qué no daría yo por la conveniencia de un
deseado, cajero automático. O por lo menos el anonimato de un extraño detrás
de la mesa.
— Buenas tardes, Bella —me saludó la madre de Jessica.
— Hola, señora Stanley.
— Es muy agradable que salieras con Jessica anoche. Hacía mucho
tiempo. —Me sacó la lengua, sonriendo para hacer con esto un sonido
amistoso. Algo en mi expresión tenía que estar mal, porque la sonrisa fue
repentinamente dura, y deslizó su mano nerviosamente a través de su pelo,
donde se atascó durante un minuto; su pelo era exactamente tan rizado como
el de Jessica, y rociado para arreglar sus rígidos rizos.
Sonreí otra vez, comprendiendo también que era un segundo tarde. Mi
tiempo de reacción estaba oxidado.
— Sí —sonreí con la esperanza de que mi tono fuese sociable.— He estado
muy ocupada, ya sabes. El instituto… el trabajo… —Me apresuré para pensar
en añadir algo más a mi corta lista, pero me había quedado en blanco.
— Seguro, —sonrió más cálidamente, probablemente feliz de que mi
respuesta sonara algo más normal y bien ajustada.
De repente se me ocurrió que quizá no estaba bromeando conmigo
cuando asumí cuál era la razón tras su sonrisa. Quién sabe qué le habría dicho
Jessica sobre la noche anterior. Sea lo que fuera, no estaba totalmente sin
confirmar. Era la hija de la excéntrica ex de Charlie -la demencia puede ser
genética. La primera socia de anormales del pueblo; salté el pasado
rápidamente, estremeciéndome. Víctima reciente de un coma andante. Decidí
que había un argumento bastante bueno para estar loca, aún sin contar las
voces que oía ahora, y me pregunté si la señora Stanley pensaba realmente
eso.
Debió haber visto la especulación en mis ojos. Miró rápidamente hacia otro
lado, afuera, hacia las ventanas de detrás de mí.
— Trabajo —repetí, llamando de nuevo su atención mientras ponía el
cheque sobre el mostrador.— Por eso es por lo que estoy aquí, por supuesto.
Sonrió de nuevo, su barra de labios se estaba agrietando a medida que
progresaba el día, y estaba claro que había pintado sus labios mucho más de lo
que estaban en realidad.
— ¿Cómo le van las cosas a los Newton? —preguntó alegremente.
— Bien, recogiendo lo de temporada. —Dije automáticamente, aunque ella
pasaba todos los días por el aparcamiento del Olimpyc Outfitter -podría haber
visto coches desconocidos. Probablemente conocía la bajada y el flujo de los
negocios de campistas mucho más que yo.
Movió la cabeza ausentemente mientras tecleaba las claves en el
ordenador frente a ella. Mis ojos deambulaban a través del mostrador marrón
oscuro, con sus más de setenta líneas naranja brillante adornando los bordes.
Las paredes y la alfombra habían sido modernizadas con un gris más neutro,
pero el mostrador atestiguaba el decorado original de la construcción.
— Mmm,… —murmuró la señora Stanley en un tono más alto de lo normal.
Volví para echarle un vistazo, sólo medio interesada, preguntándome si habría
una araña en el escritorio que la había asustado.
Pero sus ojos todavía estaban pegados a la pantalla del ordenador. Sus
dedos ahora estaban inmóviles, su expresión sorprendida e incómoda. Esperé,
pero no dijo nada más.
— ¿Algo está mal? —¿Estaban tratando los Newton de pasar cheques sin
fondos?
— No, no —farfulló rápidamente, mirándome con un extraño resplandor en
los ojos. Parecía estar reprimiendo algún tipo de emoción. Eso me recordó a
Jessica cuando tenía algún nuevo chisme que se moría por compartir.
— ¿Quieres que te imprima tu saldo? —Preguntó la señora Stanley
ansiosamente. No era mi hábito -mi cuenta crecía tan predecible y lentamente
que no era difícil hacer el cálculo en mi cabeza. Pero el cambio en su tono me
hizo curiosa. ¿Qué había en la pantalla del ordenador que la fascinaba?
— Claro —coincidí.
Tecleó una clave, y la impresora escupió rápidamente un corto
documento.
— Aquí tienes. —Arrancó el papel con tanta prisa que lo rasgó por la
mitad.— Oops, lo siento mucho.
Revoloteó alrededor de la mesa, sin encontrarse nunca con mi mirada
curiosa, hasta que encontró un rollo de cinta. Pegó los dos trozos de papel
juntos y los empujó hacia mí.
— Eh,… ¡gracias! —murmuré.
Con el trozo de papel en la mano, giré y me dirigí a la puerta principal,
echando una rápida mirada para ver si podía decir cuál era el problema de la
señora Stanley.
Pensaba que mi cuenta debía tener sobre mil quinientos treinta y cinco
dólares. Me equivoqué, eran treinta y seis con cincuenta, en vez de treinta y
cinco.
Y había veinte de los grandes extra, también.
Me quedé helada en el sitio, intentando entender los números. La cuenta
estaba veinte mil dólares por encima antes de mi depósito de hoy, los que
entonces habían sido agregados correctamente.
Durante un minuto consideré cerrar mi cuenta inmediatamente. Pero,
suspirando una vez, volví al mostrador donde la señora Stanley estaba
esperando con brillantes e interesados ojos.
— Aquí tiene que haber un error del ordenador, señora Stanley —le dije,
devolviéndole la hoja de papel.— Sólo deben ser los mil quinientos treinta y
seis con cincuenta.
Sonrió con complicidad.
— Sí, creo que parece un poco raro.
— En mis sueños, estaría bien —sonreí también, impresionándome a mí
misma con la normalidad de mi tono.
Tecleó enérgicamente.
— Veo el problema… hace tres semanas aparece un depósito de veinte mil
de… Mmm, otro banco según parece. Imagino que alguien dio los números
mal.
— ¿Cuántos problemas tendré si retiro el dinero? —Me burlé.
Se rió ausentemente mientras continuaba tecleando.
— Mmm —dijo otra vez, su frente se arrugó en tres profundas rayas.—
Esto parece que fue una transferencia por cable. No tenemos muchas de éstas.
¿Sabes qué? Voy a hacer que la señora Gerandy le eche un vistazo… —su voz
se arrastró mientras se giraba lejos del ordenador, su cuello se estiró para
examinar la puerta abierta detrás de ella.—¿Charlotte, estás ocupada? —la
llamó.
No hubo respuesta. La señora Stanley cogió el extracto y caminó
rápidamente a través de la puesta trasera donde debían estar las oficinas.
Miré la puerta durante un minuto, pero no reapareció. Giré alrededor y
miré ausentemente fuera de las ventanas delanteras, viendo la lluvia
deslizarse hacia abajo por el cristal. La lluvia caía en impredecibles riachuelos,
a veces inclinada por el viento. No llevé la cuenta del tiempo mientras
esperaba. Intenté mantener mi mente flotando en blanco, pensando en nada,
pero parecía que no podía volver a ese estado de semi inconsciencia.
Finalmente oí voces detrás de mí otra vez. Me giré para ver a la señora
Stanley y a la mujer del Dr. Gerandy sacando archivos de la habitación
delantera con la misma sonrisa educada en ambas caras.
— Lo siento por esto, Bella —dijo la señora Gerandy.— Debo aclarar esto
arriba con una llamada telefónica verdaderamente corta. Puedes esperar si
quieres. —Gesticuló a la hilera de sillas de madera contra la pared. Parecía que
pertenecían a la mesa del cuarto de estar de alguien.
— Vale —asentí.
Caminé entre las sillas y me senté justo en la de en medio, deseando de
repente tener un libro. No había leído nada durante un tiempo, fuera del
instituto. E incluso después, cuando algunas ridículas historias de amor eran
parte del plan de estudios, haría trampas con notas de roca. Era un alivio estar
trabajando en Granja animal ahora. Pero tenía que haber otros libros seguros.
Novelas políticas. Misteriosos asesinatos. Los asesinatos horripilantes no eran
un problema; justo tanto tiempo como no había estrellado los ojos con el que
tratar un argumento secundario romántico.
Esperé tanto tiempo que me irrité. Estaba cansada de mirar la aburrida
habitación gris, sin una pintura que aliviase las blancas paredes. No podía ver a
la señora Stanley mientras se arrastraba a través de las pilas de papeles,
parándose de vez en cuando para meter alguna cosa en el ordenador -me
miraba alguna vez, y tras ver mi mirada, parecía incómoda y abandonaba un
archivo. Podía oír la voz de la señora Gerandy, un tenue murmullo que se
desviaba fuera de la habitación trasera, pero no era lo suficientemente claro
para decirme nada de la manera en que había mentido acerca de la longitud
necesaria de la llamada telefónica. Había sido tan largo que cualquiera podría
estar esperando mantener en blanco su mente, y si esto no terminaba pronto,
yo no sería capaz de ayudar. Podía tener que pensar. Estaba siendo presa del
pánico rápidamente, intentando subir con seguridad el objeto del pensamiento.
Estaba salvada con la reaparición de la señora Gerandy. Le sonreí
agradecida cuando asomó su cabeza por la puerta, su fino y blanco pelo
captaron mi atención al mismo tiempo.
— Bella, ¿Te importaría venir al despacho conmigo? —preguntó, y me di
cuenta de que tenía el teléfono apretado contra su oreja.
— Claro —murmuré mientras ella desaparecía.
La señora Stanley tuvo que abrir la mitad de las puertas del final del
mostrador para dejarme pasar. Su sonrisa era ausente, no se encontró con mis
ojos. Yo estaba absolutamente segura de que estaba planeando escuchar a
escondidas.
Mi mente corrió a través de todas las posibilidades concebibles mientras
corría hacia la parte de atrás de a la oficina. Alguien estaba blanqueando
dinero a través de mi cuenta. O quizá Charlie estaba aceptando sobornos y yo
estaba perdiendo su cubierta. Aunque ¿Quién tendría esa clase de dinero con
el que sobornar a Charlie? Quizá Charlie era acosado, cogiendo sobornos, y
utilizando mi cuenta para blanquear el dinero. No, no podía imaginar a Charlie
siendo acosado. Quizá era Phil. ¿Cómo de bien conocía a Phil, después de todo?
La señora Gerandy estaba aún al teléfono, y ella me indicó con el mentón,
la silla de tijera de metal que encaraba su escritorio. Estaba garabateando
rápidamente en el reverso de un sobre. Me senté, preguntándome si Phil tenía
un oscuro pasado, y si yo iba a ir a la cárcel.
— Gracias, sí. Bien, creo que eso es todo. Sí, sí. Muchas gracias por su
ayuda. —La señora Gerandy derrochó una sonrisa en el receptor de teléfono
antes del colgar. No parecía enfadada o sombría. Más bien excitada y confusa.
Lo que me recordó a la señora Stanley en el vestíbulo. Jugueteé por un
segundo con saltar a través de la puerta y asustarla.
Pero la señora Gerandy habló.
— Bien, creo que tengo unas muy buenas noticias para ti… aunque no
puedo imaginar cómo no habías sido informada de esto. —Me miró
críticamente, como si esperase que me golpease la frente y dijese, ¡o ESOS
veinte mil! ¡Se me olvidó completamente!
— ¿Buenas noticias? —puntualicé. Las palabras implicaban que este
misterio era bastante complicado de desentrañar para ella, y daba la impresión
de que yo era más rica de lo que habíamos pensado unos minutos antes.
— Bueno, si realmente no lo sabes… entonces ¡felicidades! Te ha sido
concedida una beca de… —miró hacia abajo a sus notas garabateadas— el
Pacific Northwest Trust.
— ¿Una beca? —Repetí con incredulidad.
— Sí, ¿No es excitante? Dios mío, ¡serás capaz de ir a la universidad que
quieras!
Fue en ese preciso momento, mientras ella sonreía de oreja a oreja de
felicidad por mi buena fortuna, cuando supe exactamente de dónde venía el
dinero. A pesar de la repentina prisa del enfado, sospecha, ultraje y dolor,
intenté hablar calmadamente.
— Una beca que deposita veinte mil dólares en efectivo en mi cuenta —
destaqué.— En lugar de pagarlo al instituto. Sin ninguna forma de cerciorarse
de que utilizo todo el dinero para la universidad.
Mi reacción la ruborizó. Parecía estar ofendida por mis palabras.
— Sería muy imprudente no usar ese dinero para el propósito destinado,
Bella, querida. Esto es una oportunidad única en la vida.
— Por supuesto —dije ácidamente.— ¿Y mencionó esta… Pacific Northwest
Trust por qué me eligieron a mí?
Miró sus notas otra vez, y frunció un poco el ceño debido a mi tono.
— Es muy prestigiosa, ellos no conceden una beca como ésta todos los
años.
— Apostaré.
Me echó un vistazo y retiró la mirada rápidamente.
— El banco de Seattle que maneja los fondos, me explicó el hombre que
administra las asignaciones de beca. Él dijo que esta beca se concede basada
en los méritos, género y emplazamiento. Está destinada a mujeres estudiantes
de pueblos pequeños que no tienen las oportunidades disponibles de las
grandes ciudades.
Parecía que alguien pensaba que él estaba siendo divertido.
— ¿Méritos?” —Pregunté con desaprobación.— Tengo un tres con siete
puntos de promedio. Puedo llamar a tres chicas en Forks que tienen mejores
notas que yo, y una de ellas es Jessica. Además, nunca solicité esta beca.
Ella estaba muy ruborizada ahora, cogiendo el bolígrafo y dejándolo otra
vez, inquietante el colgante que llevaba entre su pulgar y su índice. Ojeó a
través de sus notas otra vez.
— Él mencionó que… —fijó sus ojos en el sobre, insegura de qué hacer con
mi actitud.— No aceptan solicitudes. Funcionan mediante las solicitudes
rechazadas de otras becas y escogen a los estudiantes que sienten que han
sido injustamente pasados por alto. Ellos obtuvieron tu nombre de una solicitud
que enviaste para la ayuda financiera basada en méritos para la Universidad
de Washington.
Sentí que los extremos de mi boca descendían. No había sabido que la
solicitud había sido rechazada. Era algo que había rellenado hace mucho
tiempo, antes...
Y no había hecho el seguimiento con ningunas otras posibilidades, aunque
las fechas tope estaban pasando. No parecía poder enfocar el futuro. Pero la
Universidad de Washington era el único lugar que podría mantenerme cerca de
Forks y de Charlie.
— ¿Cómo conseguían las solicitudes rechazadas? —Pregunté con
monotonía.
— No estoy segura, querida. —La señora Gerandy estaba infeliz. Quería
excitación y había obtenido hostilidad. Deseaba tener la manera de explicarle
que la negatividad no tenía nada que ver con ella.— Pero el administrador dejó
su número por si tenía algunas preguntas, puedes llamarle tú misma. Estoy
segura de que puede asegurarte lo que este dinero significa realmente para ti.
No estaba dudando de eso.
— Querría ese número.
Escribió rápidamente en un trozo rasgado de papel. Hice una nota mental
de un donativo anónimo para el banco, un cuaderno de post-it.
El número era de larga distancia.
— ¿Supongo que no dejó una dirección de correo electrónico? —Pregunté
escéptica. No quería aumentar las facturas de Charlie.
— En realidad lo hizo —sonrió, feliz de tener algo que yo parecía querer.
Alcanzó a través de la mesa para escribir otra línea en mi trozo de papel.
— Gracias, me pondré en contacto con él tan pronto como llegue a casa.
—Mi boca era una línea dura.
— Cariño,… —dijo la señora Gerandy dudando.— Deberías estar feliz con
esto. Es una gran oportunidad.
— No voy a coger veinte mil dólares que no me he ganado —repliqué,
intentando mantener el rastro de indignación fuera de mi voz.
Se mordió el labio, y miró abajo otra vez. Pensaba que yo estaba loca,
también. Bueno, estaba dispuesta a hacerla decirlo en alto.
— ¿Qué? —exigí.
— Bella… —hizo una pausa y esperó con los dientes apretados.— Es
sustancialmente más que veinte mil dólares.
— ¿Perdón? —Me atraganté.— ¿Más?
— Veinte mil dólares es solamente el pago inicial, en realidad. A partir de
ahora recibirás cinco mil dólares todos los meses hasta que termines tu carrera
universitaria. Si te matriculas en cursos de postgrado, ¡la beca continuará
pagándote por ello! —Se estaba emocionando otra vez, mientras me decía
esto.
No pude hablar al principio, estaba muy furiosa. Cinco mil dólares al mes
que abarcaban un tiempo ilimitado. Quería romper algo.
— ¿Cómo? —Me las arreglé para decir.
— ¿No entiendes lo que significa eso para ti?
— ¿Cómo obtendré cinco mil dólares al mes?
— Se transferirán a tu cuenta —respondió, perpleja.
Hubo un corto segundo de silencio.
— Cerraré esta cuenta ahora —dije con voz llana.
Me llevó quince minutos convencerla de que estaba seria. Ella tenía un
interminable suministro de razones por la que eso era una mala idea.
Argumenté acaloradamente hasta que finalmente se me ocurrió que ella
estaba preocupada por darme los veinte mil. ¿Llevaron ellos esa cantidad en
mano?
— Mire, señora Gerandy —la tranquilicé— Sólo quiero retirar mis mil
quinientos. Realmente apreciaría si transfirieras ese dinero de nuevo a donde
procede. Lo resolveré con esto —verifiqué el trozo de papel.— El señor Isaac
Randall. Realmente esto es un misterio.
Esto pareció que la relajó.
Alrededor de veinte minutos después, con un rollo de mil quinientos
dólares, un de veinte, uno de diez, uno de cinco, uno de uno, y cincuenta
centavos en mi bolsillo, escapé del banco con alivio. La señora Stanley y la
señora Gerandy permanecieron juntas en el mostrador, mirándome fijamente
después con grandes ojos.
Escena Dos
Esa misma noche, después de comprar las motos y de visitar a Jacob
por primera vez
Cerré la puerta detrás de mí, y saqué de mi bolsillo mi fondo para la
universidad. Parecía un bonito rollo pequeño en la palma de mi mano. Lo metí
dentro de la punta de un calcetín desparejado y lo empujé al fondo del cajón
de mi ropa interior. Probablemente no era el lugar más original para
esconderlo, pero ya me preocuparía por pensar algo más creativo más tarde.
En mi otro bolsillo estaba el trozo de papel con el teléfono de Isaac Randall
y su dirección de correo electrónico. Lo rebusqué y lo coloqué en el teclado de
mi ordenador, después pulsé el botón de encendido, dando un golpecito con mi
pie mientras la pantalla volvía lentamente a la vida.
Cuando estuvo conectada, abrí mi cuenta de correo gratuita. Me retrasé,
tomándome tiempo en borrar la montaña de spam que se había construido en
los pocos días desde que había escrito a Reneé. Finalmente había terminado
mi ocupado trabajo, y arranqué una caja nueva de la composición.
La dirección de correo llevaba su nombre, así que asumí que iría
directamente al hombre que necesitaba.
Querido Sr. Randall,
Espero que recuerde la conversación que tuvo esta tarde con la
señora Gerandy del Banco Federal de Forks. Mi nombre es Isabella
Swan, y aparentemente usted tiene la impresión de que me ha sido
concedida una generosa beca de la compañía Pacific Northwest Trust.
Lo siento, pero no puedo aceptar esta beca. He preguntado si el
dinero que había recibido por transferencia se podía devolver a la
cuenta de la que vino y liquidé mi cuenta en el Banco Federal de Forks.
Por favor conceda la beca a un candidato diferente.
Gracias.
Isabella Swan
Me llevó algunos intentos conseguir que sonase bien y formal, y con un
final sin ambigüedades. La leí dos veces antes de enviarla. No estaba segura
de qué clase de indicaciones había recibido el señor Randall sobre las becas
falsas, pero yo no podía ver ningún resquicio en mi respuesta.
Escena Tres:
Pocas semanas antes de la cita de Bella y Jacob con las motocicletas
Cuando volví, cogí el correo rápidamente. Pasé precipitadamente las
facturas y la propaganda, hasta que vi la carta de debajo del montón.
Era un sobre normal de empresa, dirigido a mí -mi nombre estaba escrito
a mano, lo cual era inusual. Miré la dirección del remitente con interés. Interés
que rápidamente se tornó en una náusea nerviosa. La carta provenía de la
Oficina de Asignaciones de Becas del Pacific Northwest Trust. No estaba la
dirección de la calle bajo el nombre.
Probablemente fuese un reconocimiento formal de mi renuncia, me dije a
mí misma. No había razón para sentirse nerviosa. Ninguna razón, excepto el
pequeño detalle que pensando sobre cualquier parte de esto bastante a fondo
quizá me mande hacia abajo en una espiral a la tierra del autómata. Sólo eso.
Dejé el resto del correo en la mesa, para Charlie. Apilé mis libros en la
mesa de la sala de estar, y corrí escaleras arriba. Una vez que estuve en mi
habitación, cerré la puerta y rasgué el sobre para abrirlo. Tuve que acordarme
de permanecer enfadada. El enfado era la clave.
Estimada Señorita Swan,
Permítame felicitarla formalmente por haberle sido concedida la
prestigiosa Beca J. Nicholls del Pacific Northwest Trust. Esta beca sólo es
concedida excepcionalmente, y debería sentirse orgullosa de saber que
el Comité de Asignaciones escogió para este honor su nombre
unánimemente.
Ha habido algunas pequeñas dificultades para concederle su dinero
de la beca, pero por favor no se preocupe. Me he tomado la molestia de
ver que usted pone los menores inconvenientes posibles. Por favor
encuentre el cheque bancario adjunto de veinticinco mil dólares; la
concesión inicial más su primer mes de asignación.
Una vez más la felicito por su logro. Por favor, acepte los mejores
deseos de todo el Pacific Northwest Trust por su futura carrera
universitaria.
Sinceramente,
I. Randall
El enfado no era problema.
Miré en el sobre, y bastante segura, había un cheque dentro.
— ¿Quién es esta gente? —gruñí entre mis dientes apretados, arrugando
la carta con una mano, en una apretada pelota.
Con furia busqué mi papelera para encontrar el número de teléfono del
señor I. Randall. Sin preocuparme de que fuese de larga distancia -esto iba a
ser una conversación realmente corta.
— ¡Oh, mierda! —silbé. La papelera estaba vacía. Charlie había sacado mi
basura.
Tiré el sobre con el cheque sobre la cama y alisé la carta otra vez. Estaba
en el papel de la compañía, con Departamento de Asignaciones de Becas
Pacific Northwest escrito en verde oscuro cruzando la parte superior, pero no
había más información, sin dirección, sin número de teléfono.
— ¡Mierda!
Caí desanimada sobre el borde de mi cama e intenté pensar con claridad.
Obviamente, ellos me ignoraban. No podía haber dejado mis sentimientos más
claros, así que esto no era una mala comunicación. Probablemente daría igual
si llamase.
Así que sólo había una cosa que hacer.
Volví a arrugar la carta, destrozando el sobre con el cheque, también, y
me moví sigilosamente escaleras abajo.
Charlie estaba en la sala de estar, con la televisión a todo volumen.
Fui al fregadero de la cocina, y tiré las bolas de papel en él. Después
registré nuestro cajón de varios trastos hasta que encontré una caja de cerillas.
Encendí una, y la empujé cuidadosamente en una grieta del papel. Encendí
otra, e hice lo mismo. Casi fui a por la tercera, pero el papel estaba ardiendo
muy alegremente, así que realmente no la necesitaba.
— ¿Bella? —Llamó Charlie por encima del sonido de la televisión.
Abrí rápidamente la llave del grifo, teniendo una sensación de satisfacción
mientras la fuerza del agua rompía las llamas en una sustancia pegajosa, lisa y
grisácea.
— ¿Sí, papá? —Empujé las cerillas de nuevo al cajón, y lo cerré
rápidamente.
— ¿Hueles humo?
— No, papá.
— Mmm…
Aclaré el fregadero, asegurándome de que toda la ceniza se había ido por
el desagüe.
Volví a mi habitación, sintiéndome un poco más tranquila. Podían
enviarme todos los cheques que quisiesen. Pensé gravemente. Siempre podía
conseguir más cerillas cuando se agotasen.
Escena Cuatro:
Durante el periodo de tiempo que Jacob la evitaba
En el umbral de la puerta había un paquete de FedEx. Lo cogí con
curiosidad, esperando un remite desde Florida, pero fue enviado desde Seattle.
No había enumerados remitentes fuera de la caja.
Estaba dirigido a mí, no a Charlie, así que lo puse sobre la mesa y rasgué
la lengüeta que atravesaba el cartón para abrirlo.
Tan pronto como vi el logotipo del Pacific Northwest Trust, sentí como si la
gripe estomacal estuviese volviendo. Caí en la silla más cercana sin mirar la
carta, la furia se estaba construyendo lentamente.
No pude ni traerla para leerla, aunque no estaba lejos. Lo saqué, puse mi
cara sobre la mesa, y miré detrás de la caja con reticencia, para ver qué había
en el fondo. Era un abultado sobre manila. Debía abrirlo, pero estaba tan
enfurecida que lo tiré fuera de todos modos.
Mi boca era una línea dura mientras rasgaba a través del papel sin
molestarme en abrir la solapa. Tenía bastante con lo que tratar en ese
momento. No necesitaba el recuerdo o la irritación.
Estaba impresionada, y de todas formas todavía sorprendida. Qué podría
ser esto -tres delgados montones de facturas, colocadas ordenadamente con
anchas gomas. No tenía que mirar los valores. Sabía exactamente cuánto
estarían tratando de forzar en mis manos. Serían treinta mil dólares.
Levanté el sobre cuidadosamente como una rosa y giré para dejarlo caer
en el fregadero. Las cerillas estaban justo en la parte superior del cajón de
varios, justo donde las había dejado antes. Saqué una y la encendí.
Ardía cada vez más cerca de mis dedos mientras miraba fijamente el
odioso sobre. No podía hacer que mis dedos la dejaran caer. Agité la cerilla
fuera antes de que me quemase, mi cara se retorcía en un gesto de disgusto.
Cogí la carta de la mesa, arrugándola en una pelota y lanzándola al otro
fregadero, encendí otra cerilla y la empujé en el papel, mirando con severa
satisfacción mientras ardía. Un pequeño fuego. Alcancé otra cerilla. De nuevo,
ardió cerca de mis dedos antes de que la tirase a las cenizas de la carta. No me
podía causar a mí misma acabar de quemar treinta mil dólares.
Así que, ¿qué iba a hacer con esto? No había dirección para devolverlo,
estaba bastante segura de que la compañía no existía realmente.
Y después se me ocurrió que tenía una dirección.
Metí el dinero de nuevo en la caja de FedEx, rompiendo la etiqueta por si
alguien más lo encontraba, sería imposible para ellos relacionarlo conmigo, y
me dirigí de vuelta a mi camioneta, refunfuñando incoherentemente todo el
camino. Me prometí a mí misma que haría algo especialmente imprudente con
mi motocicleta esta misma semana. Comenzaría a saltar peligrosamente si
debía.
Odiaba todas las pulgadas de conducción mientras atravesaba los
tenebrosos árboles, apretando mis dientes, hasta que me estaba doliendo la
mandíbula. Las pesadillas serían fuertes esta noche, me preguntaba. Los
árboles abrían en los helechos, y conducía enfurecidamente a través de ellos,
permitiéndome una doble línea de aplastados tallos rezumando detrás de mí.
Paré delante de las escaleras, dejándolo en punto muerto.
La casa parecía la misma, dolorosamente vacía, muerta. Sabía que estaba
proyectando mis propios sentimientos sobre su apariencia, pero eso no cambia
la manera en que la veía. Cuidadosa de no mirar a través de las ventanas,
caminé a la puerta principal. Deseé desesperadamente durante un solo minuto
ser un zombi otra vez, pero la insensibilidad estaba caducada hacía tiempo.
Coloqué la caja en el umbral de la casa abandonada y giré para irme.
Paré en el escalón superior, no podía dejar solo un montón de dinero en
efectivo delante de la puerta. Eso era casi tan malo como quemarlo.
Con un suspiro, bajé mis ojos, y cogí la ofensiva caja. Quizá pudiese solo
donarlo anónimamente para una buena causa. Una caridad para la gente con
enfermedades sanguíneas, o algo así.
Pero estaba sacudiendo mi cabeza mientras volvía al interior de mi
camioneta. Era su dinero, y maldita sea, no lo conservaría. Si lo hubiesen
robado de su porche, sería culpa suya, no mía.
Mi ventana estaba abierta, y antes de irme, tiré la caja tan fuerte como
pude hacia la puerta. Nunca tuve buena puntería. La caja golpeó fuerte contra
la ventana delantera, haciendo un agujero tan grande que parecía que había
lanzado una lavadora.
— ¡Oh, mierda! —grité fuerte, cubriendo mi cara con las manos.
Debería haber sabido que no importaba qué hiciese, sólo haría las cosas
peor.
Afortunadamente el enfado se reafirmó a sí mismo después. Esto era
culpa suya, me recordaba a mí misma. Sólo lo estaba devolviendo a su
propietario. Era su problema que hubiera estado haciendo tal tarea. Además, el
sonido demoledor del cristal era la clase de frío, que me hacía sentir una
pequeña parte mejor de una forma perversa.
Realmente no me convencí a mí misma, pero saqué la camioneta de punto
muerto y conduje fuera a pesar de todo.
Esto era como cerrar como podía venir enviando el dinero de vuelta a
donde pertenecía. Y ahora tenía un conveniente paso para dejar caer la caja
con el dinero del plazo del próximo mes. Era lo mejor que podía hacer.
Lo repasé unas cien veces después de dejar la casa. Fui a por el listín
telefónico buscando cristaleros, pero no había extraños para pedir ayuda.
¿Cómo explicaría la dirección? ¿Tendría Charlie que arrestarme por
vandalismo?
Escena Cinco:
La primera noche que Alice vuelve después de ver a Bella «suicidarse»
— ¿No quiso Jasper venir contigo?
— No aprobaba mi interferencia.
Olfateé.
— No eres la única.
Se puso tensa, pero enseguida se relajó.
— ¿Tiene esto algo que ver con el agujero en la ventana delantera de mi
casa y la caja repleta de billetes de cien dólares en el suelo de la sala de estar?
— Sí —dije enfadada.— Siento lo de la ventana. Fue un accidente.
— Esto no es solo cosa tuya, ¿verdad? ¿Qué hizo él?
—Algo llamado Pacific Northwest Trust me concedió una muy extraña y
persistente beca. No era un disfraz verdadero. Quiero decir, no puedo imaginar
que él quisiera que supiese que era él, pero espero que no piense que soy
estúpida.
— ¿Por qué? ¡Agh, ese gran tramposo! —murmuró Alice.
— Exactamente.
— Y él me dijo que no mirase. —Sacudió su cabeza con irritación.
Escena Seis:
Con Edward la noche después de Italia, en la habitación de Bella
— ¿Hay una razón por la que el peligro no te puede resistir más que yo?
— El peligro no lo intenta —murmuré.
— Por supuesto, suena como si estuvieses buscando el peligro fuera. ¿Qué
estabas pensando, Bella? Identifiqué en la cabeza de Charlie el número de
veces que has estado en la sala de urgencias recientemente. ¿Mencioné lo
furioso que estoy contigo?
Su tranquila voz sonaba más dolorida que furiosa.
— ¿Por qué? Eso no es asunto tuyo —dije, avergonzada.
— En realidad, recuerdo específicamente que prometiste no hacer nada
imprudente.
Mi respuesta fue rápida.
— ¿Y no prometiste tú algo sobre no interferir?
— Siempre y cuando tú no cruzaras la línea,… —calificó con cuidado.—
mantendría mi parte del trato.
— ¡Oh! ¿Así que es eso? Tres palabras Edward: Pacific Northwest Trust.
Levantó su cabeza para mirarme; su expresión era toda confusión e
inocencia, demasiada inocencia. Era un regalo de muerte.
— ¿Se supone que eso tiene que significar algo para mí?
— ¿Me estás insultando? —me quejé.— ¿Cómo de estúpida piensas que
soy?
— No tengo ni idea de qué estás hablando —dijo, con los ojos abiertos.
— Cualquiera —refunfuñé.
Escena Siete:
Las conclusiones de la historia,
la misma madrugada, cuando llegaron a la casa de los Cullen para la
votación…
De repente, la luz del porche se encendió, y pude ver a Esme esperando
en el umbral. Su ondulado pelo color caramelo estaba echado hacia atrás y
tenía alguna clase de recogedor en la mano.
— ¿Está todo el mundo en casa? —pregunté esperanzadamente mientras
subíamos las escaleras.
— Sí, están.
Mientras hablaba, las ventanas se llenaron de luz. Examiné la más cercana
para ver quién nos había advertido, pero la cacerola plana de fango grueso y
gris en el taburete en frente de ella captó mi vista. Miré la lisa perfección del
vidrio, y comprendí qué estaba haciendo Esme en el porche delantero con el
recogedor.
— ¡Oh, dispara Esme! ¡Siento realmente lo de la ventana! Iba a…
— No te preocupes por eso —interrumpió con una sonrisa.— Alice me
contó la historia, y tengo que decir, que no te habría culpado por hacerlo a
propósito. —Deslumbró a su hijo, el cual me estaba deslumbrando a mí.
Levanté una ceja. Él apartó la mirada y murmuró algo impreciso acerca de
caballos regalados.
3.La Llamada
Paralelo al Capítulo 18 - “El Funeral”, de Luna Nueva. Trata de la
visión de Edward de la llamada que recibe de Rosalie diciéndole que
Bella se ha suicidado.
El teléfono sonó de nuevo en mi bolsillo. Era ya la vigésima quinta vez
que sonaba en veinticuatro horas. Barajé la opción de abrir la tapa del
teléfono, al menos para ver quién estaba intentando contactar conmigo. Tal
vez se trataba de algo importante. Quizá Carlisle me necesitaba.
Reflexioné un rato sobre ello, pero no me moví.
No estaba muy seguro de dónde me encontraba. Algún ático oscuro y
claustrofóbico, lleno de ratas y arañas. Las arañas me ignoraban y las ratas se
mantenían lejos de mí. El aire era espeso, con un fuerte aroma a aceite
quemado, carne rancia, sudor humano y la cercana y sólida capa de polución
que era realmente visible en el aire húmero, como una película negra que lo
cubría todo. Debajo de mí, cuatro pisos de un malogrado edificio vibraban con
vida, formando parte de mí. No me molesté en separar los pensamientos de
las voces, generaban un gran y alto clamor en español que no escuchaba. Tan
sólo dejé que los sonidos pasarán sobre mí. Sin sentido. Todo era
insignificante. Mi propia existencia no tenía sentido.
El mundo entero no tenía sentido.
Con mi frente presionaba contra mis rodillas, me pregunté cuánto tiempo
sería capaz de seguir así. Quizá era inútil. Quizá, si mi intento estaba
condenado al fracaso de cualquier modo, debería dejar de torturarme a mí
mismo y volver….
La idea era tan poderosa, tan saludable… como si las palabras contuvieran
una fuerte anestesia, llevándose la montaña de dolor bajo la que estaba
enterrado… eso me hizo jadear, mareándome.
Podría salir ahora, podría volver.
La cara de Bella, siempre detrás de mis párpados, me sonreía.
Era una sonrisa de bienvenida, de perdón, pero no tenía el afecto que mi
subconsciente probablemente intentaba darle.
Desde luego que no podía volver. ¿Qué era mi dolor, después de todo, en
comparación con su felicidad? Ella debería ser capaz de sonreír, libre de
cualquier tipo de miedo y de peligro. Libre del deseo de un futuro eterno y sin
alma. Ella merecía algo mejor que eso. Cuando dejara este mundo, iría a ese
lugar que tan prohibido estaba para mí, sin importar mi conducta en este
mundo.
La ida de esa separación definitiva era mucho más intensa que el dolor
que ya tenía. Mi cuerpo temblaba sólo de pensarlo. Cuando Bella tuviera que
irse al lugar al que pertenecía y al que yo nunca podría ir, yo no podría
quedarme atrás. Tiene que haber olvido. Tiene que haber alivio.
Esa era mi esperanza, pero no había garantías.
— Dormir, quizás soñar. Ay, ahí está el problema —me dije a mí mismo.
Incluso cuando fuera cenizas, ¿podría de alguna forma sentir todavía la tortura
de su pérdida?
Me estremecí de nuevo.
¡Maldita sea! Lo había prometido. Le había prometido que no aparecería
por su vida de nuevo, llevando mis oscuros demonios a ella. No iba a romper
mi palabra, no volvería a su mundo. ¿No podría hacer algo bien por ella?
¿Algo?
La idea de volver al pequeño y permanente nublado pueblo que siempre
sería mi verdadero hogar en este planeta, volvió a colarse en mis
pensamientos.
Sólo para asegurarse. Sólo para ver si ella estaba bien y segura y feliz.
No para interferir. Ella nunca sabría que yo estaba allí…
¡No! ¡Maldita sea! ¡No!
El teléfono vibró de nuevo.
— Mierda, mierda, mierda —gruñí.
Podría aprovechar la distracción, supuse. Abrí el móvil, observé el número,
dándome el primer susto que había sentido en seis meses.
¿Por qué estaría llamándome Rosalie? Ella sería, probablemente, la que
más estaba disfrutando con mi ausencia.
Algo debía ir realmente mal si necesitaba hablar conmigo. De repente,
preocupado por mi familia, le di al botón de respuesta.
— ¿Qué? —pregunté con tensión.
— ¡Oh, vaya! Edward respondiendo al teléfono. Me siento tan honrada…
Tan pronto como oí su tono, supe que mi familia estaba bien. Sólo debía
de estar aburrida. Era difícil adivinar sus motivos sin tener sus pensamientos
como guía. Rosalie nunca había tenido mucho sentido para mí. Sus impulsos
estaban normalmente basados en los más retorcidos sentidos de la lógica.
Colgué el móvil bruscamente.
— ¡Déjame en paz! —susurré para mí mismo.
Por supuesto, el teléfono volvió a sonar de nuevo.
¿Estaría llamando hasta que me dijera lo que estuviera planeando para
molestarme? Probablemente. Pasarían meses hasta cansarse de este juego.
Le di vueltas a la idea de dejar que machacara el botón de rellamada durante
el próximo medio año… y entonces suspiré y respondí de nuevo.
— Ve directa al grano.
Rosalie me lanzó de sopetón las palabras.
— Pensé que querrías saber que Alice está ahora mismo en Forks.
Abrí los ojos y miré fijamente las vigas de madera podrida que había a tres
centímetros de mi cara.
— ¿Qué? —Mi voz era monótona, sin emoción.
— Ya sabes cómo es Alice, piensa que lo sabe todo. Como tú. —Rosalie se
rió entre dientes sin gracia. Su voz tenía un deje nervioso, como si de repente
no estuviera segura acerca de lo que iba a hacer.
Pero mi rabia hacía difícil que me preocupara cuál era el problema de
Rosalie.
Alice me había jurado que seguiría mi decisión en relación a Bella, aunque
no estuviera de acuerdo con ella. Me había prometido que dejaría a Bella
sola… tanto como yo lo hiciera. Claramente, ella había pensado que yo
sucumbiría al dolor. A lo mejor ella tenía razón acerca de eso.
Pero yo no lo había hecho. Aún. Así que ¿qué estaba haciendo en Forks?
Quería retorcer su delgado cuello. Seguramente Jasper no me permitiría
acercarme a tanto a ella, una vez que captara el atisbo de rabia que manaba
de mí…
— ¿Sigues ahí, Edward?
No respondí. Pellizqué el puente de mi nariz con mis dedos,
preguntándome si era posible para un vampiro tener migraña.
Por otro lado, si Alice había vuelto ya…
No. No. No. No.
Yo había hecho una promesa. Bella merecía una vida. Había hecho una
promesa. Bella merecía una vida.
Me repetí a mi mismo esas palabras como si fueran un mantra, intentando
limpiar mi cabeza de la seductora imagen de la oscura ventana de Bella. La
puerta de entrada a mi único santuario.
No había duda de que tendría que arrastrarme, suplicar, si volvía. No me
importaba eso. Podría pasar felizmente la próxima década sobre mis mi
rodillas si estuviera con ella.
No. No. No.
— ¿Edward? ¿Ni siquiera te importa por qué Alice está aquí?
— No particularmente.
La voz de Rosalie se volvió entonces un poco petulante, encantada, sin
duda, de haberme sonsacado una respuesta.
— Bueno, por supuesto, ella no está rompiendo las reglas, exactamente.
Quiero decir, bueno, tú sólo nos advertiste de que estuviéramos lejos de Bella,
¿no? El resto de Forks no importa.
Parpadeé lentamente. ¿Bella se había ido? Mis pensamientos dieron
vueltas acerca de esa inesperada idea. Ella no se había graduado aún, así que
debía haber vuelto con su madre. Eso era bueno. Ella debería vivir en un sitio
soleado. Era bueno que hubiera sido capaz de pasar página.
Intenté tragar, pero no pude.
Rosalie soltó una risa nerviosa.
— Así que no tienes por qué estar enfadado con Alice.
— ¿Entonces por qué me llamas Rosalie, si no es para meter a Alice en
líos? ¿Por qué me molestas? ¡Agh!
— ¡Espera! —dijo ella, notando, correctamente, que iba a colgar de nuevo.
— ¡Esa no es la razón por la que te he llamado!
— ¿Entonces por qué? ¡Dímelo rápidamente y luego déjame en paz!
— Bueno… —Rosalie dudó.
— ¡Suéltalo de una vez, Rosalie! ¡Tienes diez segundos!
— Creo que deberías volver a casa… —Rosalie dijo deprisa.— Estoy
cansada de ver a Esme tan afligida y a Carlisle sin reírse. Deberías sentirte
avergonzado de lo que les has hecho. Emmett te echa de menos todo el
tiempo y me está poniendo de los nervios. Tienes una familia. Madura de una
vez y piensa en algo más que en ti mismo.
— Interesante consejo, Rosalie. Déjame contarte una pequeña historia
sobre una sartén y un cazo….
— Estoy pensando en ellos, al contrario que tú. ¿No te importa cuánto has
herido a a los demás? ¿Al menos te importa lo que ha sufrido Esme? Ella te
quiere más que al resto de nosotros y tú lo sabes. ¡Vuelve a casa! —No
respondí.— Pensé que una vez este asunto de Forks estuviera terminado, lo
superarías.
— Forks nunca fue el problema, Rosalie —dije, intentando ser paciente. Lo
que había dicho de Esme y Carlisle había calado hondo.— Sólo porque Bella…
-era duro decir su nombre en voz alta- …se haya ido a Florida, no significa que
yo sea capaz de… Mira, Rosalie. Lo siento mucho, de verdad, pero créeme,
nadie se sentiría más feliz si yo estuviera allí.
— Mmm…
Allí estaba de nuevo, esa vacilación nerviosa de nuevo.
— ¿Qué es lo que no me estás contando, Rosalie? ¿Está bien Esme? ¿Es
Carlisle…?
— Ellos están bien. Es sólo que… bien, yo nunca dije que Bella se hubiera
mudado.
No hablé. Rememoré nuestra conversación en mi cabeza. Sí, Rosalie
había dicho que Bella se había mudado. Ella había dicho: …tú sólo nos
advertiste de que estuviéramos lejos de Bella, ¿no? El resto de Forks no
importa. Y entonces: Pensé que una vez que este asunto de Forks estuviera
terminado… Así que Bella no estaba en Forks. ¿Qué quería decir entonces?
¿Bella no se había mudado?
Entonces Rosalie volvió a hablar rápidamente, con un tono más enfadado
esta vez.
— Ellos no quieren que te lo diga, pero creo que es estúpido. Cuanto antes
lo superes, antes volverán las cosas a la normalidad. ¿Por qué dejarte andar
deprimido por oscuras esquinas de todo el mundo cuando no hay necesidad
para ello? Puedes volver a casa ahora. Podemos ser una familia de nuevo. Se
ha terminado.
Mi mente parecía estar rota. No podía encontrar sentido a sus palabras.
Era como si hubiera algo muy, muy obvio que me estaba contando, pero no
tenía ni idea de lo que era. Mi cerebro barajaba la información, haciendo
extraños enlaces entre ella. No tenía sentido.
— ¿Edward?
— No entiendo lo que lo estás diciendo, Ros.
Una larga pausa, equivalentes a varios latidos de corazón humano.
— Está muerta, Edward.
Hubo una pausa aún más larga.
— Yo… lo siento. Tienes todo el derecho a saberlo, vamos, eso creo.
Bella… se tiró de un acantilado hace dos días. Alice lo vio, pero era demasiado
tarde para hacer nada. Creo que la hubiera ayudado aunque hubiera roto su
palabra, si hubiera tenido tiempo. Volvió para ver que podía hacer por Charlie.
Ya sabes cuánto se ha preocupado siempre por él…
El teléfono enmudeció. Me llevó unos pocos segundos darme cuenta de
que había sido yo el que lo había apagado.
Me senté en la polvorienta oscuridad durante un rato, el espacio se había
congelado. Era como si el tiempo se hubiera terminado. Como si el universo
se hubiera detenido.
Lentamente, poco a poco, fui moviéndome como un hombre viejo. Volví a
coger el teléfono y marqué el único número al que me había prometido a mí
mismo no volver a llamar nunca.
Si lo cogía ella, colgaría. Si era Charlie, conseguiría la información que
necesitaba engañándolo. Comprobaría que la pequeña y enfermiza broma de
Rosalie era falsa y volvería a mi estado anterior, la nada.
— Residencia Swan…, —respondió una voz que nunca había oído. Una voz
ronca de hombre, profunda, pero todavía juvenil.
No me paré a pensar en las implicaciones de aquello.
— Soy el Dr. Carlisle Cullen —dije, imitando perfectamente la voz de mi
padre.— ¿Puedo hablar con Charlie, por favor?
— Él no está aquí —respondió la voz, sorprendiéndome del oír enfado en
su voz. Las palabras eran casi un gruñido. Pero eso no importaba.
— Bien, ¿dónde está entonces? —pregunté, impacientándome.
Hubo una pequeña pausa, como si el extraño quisiera negarme cierta
información.
— Está en el funeral —respondió finalmente el chico.
Apagué de nuevo el teléfono.
4.Error de cálculo
Una historia divertida. Realmente escribí este fragmento como
una broma. Leí en la web “Twilight Fanfiction”acerca del concurso
“Ponte en mi lugar” y le mencioné a «Alphie» (de Lexicon) que quizá
podría participar con algo, sólo para divertirme. Me dijo que nunca
funcionaría, «Pelirroja» detectaría que era yo inmediatamente. Pero
le aposté que «Pel» no me cogería y «Alphie» apostó que sí. Así que
escribí esta pequeña parte de “Luna Nueva” desde el punto de vista
de Rosalie (¡fue una experiencia bastante interesante estar en la
cabeza de Rosalie!) y la envié, conteniendo la risa. Al final, la broma
se volvió en mi contra. Mi envío se perdió en el ciberespacio y «Pel»
nunca la vio. Por lo que imagino que «Alphie» y yo nunca tendremos
una solución para nuestra apuesta…. a no ser que la web tenga otro
concurso…
Aquí está mi broma fallida, la llamada telefónica entre Alice y
Rosalie al principio del Capítulo 19 – “La Carrera”, de “Luna Nueva”.
Stephenie Meyer
Un minúsculo sonido –no aquí, a unos cientos de metros al norte– me hizo
saltar. Mi mano se aferró automáticamente al teléfono, manteniéndolo cerrado
y escondiéndolo de la vista en el mismo movimiento.
Coloqué mi pelo sobre mi hombro, y eché una ojeada a hurtadillas al
bosque a través de las altas ventanas. El día era oscuro, nublado; mi propio
reflejo era más brillante que los árboles y las nubes. Me quedé mirando
fijamente mis grandes y asustados ojos, mis labios con las comisuras hacia
abajo, la pequeña arruga vertical de mi frente…
Fruncí el ceño, borrando la expresión de culpabilidad y sustituyéndola por
una de desdén. Desdén atractivo. De forma ausente, noté como la fiera
expresión se amoldaba a mi cara, contrastando agradablemente con el dorado
de mis espesos rizos. Al mismo tiempo, mis ojos buscaron a través del vacío
bosque de Alaska y me hicieron ver que aún estaba sola. El sonido no había
sido nada, un pájaro o una ráfaga de brisa.
No había necesidad de alivio, me dije a mí misma. No hay necesidad de
culpa. No he hecho nada malo.
¿Estaban los demás planeando no decirle nunca la verdad a Edward?
¿Dejarle sumido en la angustia para siempre en los sucios barrios bajos,
mientras Esme se lamentaba y Carlisle intentaba adivinar cada una de sus
decisiones y la alegría natural de ser de Emmet se veía sustituida por la
soledad? ¿Cómo podía eso ser justo?
Además, no había forma de mantener un secreto sin que Edward lo
supiera por mucho tiempo. Tarde o temprano él nos hubiera encontrado,
hubiera venido a ver a Alice o Carlisle por alguna razón y entonces hubiera
descubierto la verdad. ¿Nos hubiera agradecido que le hubiéramos mentido
con nuestro silencio? Apenas. Edward siempre tenía que saberlo todo; él vivía
para saberlo todo. Hubiera tenido una enorme rabieta, y se hubiera enfadado
mucho por el hecho de que hubiéramos mantenido la muerte de Bella en
secreto. Cuando se hubiera calmado y superado su enfado probablemente me
de las gracias por ser la única lo suficientemente valiente como para ser
honesta con él.
En la lejanía, un halcón dio un alarido; el sonido me hizo saltar y mirar por
la ventana de nuevo. Mi cara mantenía la misma expresión culpable de antes
y me miré con el ceño fruncido a mí misma en el cristal.
Bien, así que tenía mi propia agenda. ¿Era algo tan malo querer que mi
familia estuviera junta de nuevo? ¿Era tan egoísta echar de menos la paz de
cada día, la felicidad anterior que había creído garantizada, la felicidad que
Edward parecía haberse llevado con él?
Yo sólo quería que las cosas fueran como antes. ¿Era eso malo? No
parecía tan horrible. Después de todo, no había hecho esto solo por mí, sino
por todos. Esme, Carlisle y Emmett.
No tanto por Alice, aunque yo hubiera asumido… Pero Alice había estado
segura de que las cosas al final se resolverían –que Edward sería incapaz de
mantenerse lejos de su pequeña novia humana– que no se había preocupado.
Alice siempre había funcionado en un mundo diferente al del resto de nosotros,
encerrada en su siempre cambiante realidad. Ya que Edward era el único que
podía participar en esa realidad yo había pensado que su ausencia sería más
dura para ella. Pero ella estaba tan segura como siempre, viviendo el futuro,
con su mente en un tiempo que su cuerpo no había alcanzado aún. Siempre
tan tranquila.
Había estado suficientemente desesperada cuando vio a Bella saltar,
aunque…
¿Había sido yo demasiado impaciente? ¿Había actuado demasiado
pronto?
Debería ser también honesta conmigo misma porque Edward vería cada
pedazo de mezquindad en mi decisión tan pronto como llegara a casa. Podría
también conocer mis malos motivos, aceptarlos ahora.
Sí, estaba celosa de la forma en que Alice trataba a Bella. ¿Habría corrido
Alice tan rápidamente si hubiera sido yo a quien hubiera visto saltando de un
acantilado? ¿Quería a esa chica humana tan común mucho más que a mí?
Pero esos celos eran sólo una pequeña parte. Podrían haber acelerado mi
decisión pero no la controlaban. Hubiera llamado a Edward de todas formas.
Estaba segura de que él prefería mi franca honestidad más que la decepción
amable de los otros. Su amabilidad estaba garantizada; Edward hubiera
venido a casa al final.
Y ahora él podría venir a casa antes.
No era sólo la alegría de mi familia lo que yo echaba de menos.
Sinceramente, también echaba de menos a Edward. Echaba de menos
sus pequeños y cortantes comentarios, el humor negro que estaba más en
armonía con mi propio sentido del humor que con la naturaleza alegre y
bromista de Emmett. Echaba de menos la música – su estéreo emitiendo su
último descubrimiento de música alternativa, y el piano, el sonido de Edward
llevando sus generalmente remotos pensamientos hacia la transparencia a
través de las canciones. Le echaba de menos tarareando en el garaje a mi
lado mientras tuneábamos los coches, la única vez en la que estábamos
perfectamente sincronizados.
Echaba de menos a mi hermano. Seguramente no me juzgaría demasiado
duramente cuando viera todo esto en mis pensamientos.
Sería incómodo durante un tiempo, lo sabía. Pero cuanto antes viniera a
casa, antes podríamos volver a la normalidad de nuevo…
Busqué en mi mente alguna pena por Bella y me complació encontrar que
había llorado por ella. Un poco. Por esto, al menos: ella había hecho a Edward
feliz de una forma que nunca había visto antes en él. Por supuesto, también le
había hecho más miserable que cualquiera en su siglo de vida. Pero echaría de
menos la paz que ella le había dado durante esos pocos meses. Podía
lamentar sinceramente su pérdida.
Este conocimiento me hizo sentir mejor a mí misma, complaciente. Sonreí
a mi cara en el cristal, enmarcada contra mi pelo rubio y los muros de cedro
rojo del grande y acogedor cuarto de estar de Tanya y disfruté de la vista.
Cuando yo sonreía no había mujer u hombre en este planeta, mortal o
inmortal, que pudiera igualarme en belleza. Era un pensamiento
reconfortante. Quizás yo no era la persona más fácil para convivir. Quizás era
superficial y egoísta. Quizás hubiera desarrollado un mejor carácter si hubiera
nacido con una cara común y un cuerpo aburrido. Quizás hubiera sido más
feliz de esa manera. Pero eso era imposible de comprobar. Yo tenía mi
belleza; era algo con lo que podía contar.
Sonreí más ampliamente.
El teléfono sonó y automáticamente apreté mi mano, aunque el sonido
venía de la cocina, no de mi puño.
Pensé al principio que era Edward. Llamando para confirmar la
información que le había dado. No me creía. Aparentemente me vio lo bastante
cruel como para hacer una broma con esto. Fruncí el ceño mientras entraba en
la cocina para responder el teléfono de Tanya.
El teléfono estaba al final de la larga encimera. Lo cogí antes de que el
primer ring hubiera terminado y volví la cara hacia las puertas francesas a la
vez que respondía. No quería admitirlo pero sabía que estaba esperando el
regreso de Jasper y Emmett. No quería que me oyeran hablar con Edward. Se
enfadarían…
— ¿Si? —pregunté.
— Rose, necesito hablar con Carlisle ahora mismo —dijo Alice
rápidamente.
— ¡Oh, Alice! Carlisle está cazando. ¿Qué…?
— Bien, que me llame en cuanto vuelva.
— ¿Qué pasa? Le buscaré ahora mismo y haré que te llame…
— No —Alice interrumpió de nuevo— Estaré en un avión. Oye, ¿has sabido
algo de Edward?
Fue extraño como mi estómago se retorció, parecía estar cayendo más
bajo de mi abdomen. El sentimiento vino con un extraño dèjá vu, un leve
retazo de una memoria humana hace mucho perdida. Náuseas…
— Bueno,… Sí, Alice. Realmente sí. Hablé con Edward. Hace tan solo
unos minutos. —Durante un breve segundo barajé la idea de pretender que
Edward me había llamado, sólo una simple coincidencia. Pero por supuesto no
tenía sentido mentir. Edward iba a darme suficientes problemas cuando
regresara a casa.
Mi estómago continuó prieto de forma extraña, pero lo ignoré. Decidí
enfadarme. Alice no debería tratarme así. Edward no quería mentiras; él
quería la verdad. Estaría de acuerdo conmigo cuando viniera a casa.
— Tú y Carlisle estabais equivocados —dije.— Edward no apreciaría la
mentira. El quería la verdad. La quería. Así que se la di. Le llamé… Le llamé
un montón de veces. —admití.— Hasta que cogió el teléfono. Un mensaje
hubiera estado… mal.
— ¿Por qué? —exclamó Alice— ¿Por qué hiciste eso, Rosalie?
— Porque cuanto antes supere esto antes volverán las cosas a la
normalidad. El tiempo no facilitaba las cosas, así que, ¿por qué evitarlo? El
tiempo no va a cambiar nada. Bella está muerta. Edward lo pasará mal y
luego se recuperará. Mejor que empiece ahora que más tarde.
— Bien, estás equivocada en las dos cosas, aunque, Rosalie, era fácil
suponer que iba a ser un problema ¿a que sí? —preguntó Alice en un tono
violento y cruel.
¿Equivocada en ambas cosas? Parpadeé rápidamente, intentando
comprender.
— ¿Bella está aún viva? —susurré, sin creerme mis palabras. Sólo
intentando averiguar a qué cosas se estaba refiriendo Alice.
— ¡Sí, exacto! Ella se encuentra perfectamente bien…
— ¿Bien? ¡La viste saltar de un acantilado!
— Estaba equivocada.
Las palabras sonaban tan extrañas en la voz de Alice. Alice, quien nunca
se equivocaba, a quien nada la pillaba por sorpresa…
— ¿Cómo? —susurré.
— Es una larga historia.
Alice estaba equivocada. Bella estaba viva. Y yo había dicho…
— Bien, has provocado un desastre —gruñí, convirtiendo mi disgusto en
acusación.— Edward va a estar furioso cuando vuelva a casa.
— En eso también te equivocas —dijo Alice. Podía decir que estaba
hablando entre dientes.— Esa es la razón por la que llamo…
— ¿Equivocada en qué? ¿Sobre Edward volviendo a casa? Por supuesto
que vendrá —me reí mofándome.— ¿Qué? ¿Piensas que va a convertirse en un
Romeo? ¡Ja! Como algo estúpido, romántico…
— Sí —bufó Alice, su voz era como el hielo.— Eso es exactamente lo que
vi.
La fuerte convicción de sus palabras hizo que sintiera mis rodillas
extrañamente inseguras. Agarré una viga de madera de cedro para apoyarme,
apoyar mi cuerpo duro como el diamante.
— ¡No! El no es tan estúpido. El… debe darse cuenta de que…
Pero no pude terminar la frase porque pude ver en mi cabeza, una visión
de mi propiedad. Una visión de mí misma. Una visión impensable de mi vida si
de alguna manera Emmett dejara de existir. Me estremecí por el horror de la
idea.
No, no había comparación. Bella era sólo un ser humano. Edward no
quería que ella fuera inmortal así que no era lo mismo. ¡Edward no podía
sentir lo mismo!
— Yo… ¡Yo no quería algo así, Alice! ¡Yo sólo quería que él volviera a
casa! —Mi voz era casi un aullido.
— Es un poco tarde para eso, Rose —dijo Alice, más dura y fría que antes.
— Guarda tus remordimientos para alguien que los crea.
Hubo un clic y luego un pitido.
— No —susurré. Sacudí mi cabeza lentamente durante un momento.—
Edward tiene que volver a casa.
Miré fijamente mi cara en el panel de cristal de la puerta francesa, pero no
pude verla más. Era sólo una mancha amorfa de blanco y dorado.
Entonces, a través de la mancha, muy lejos en los distantes bosques, un
enorme árbol se tambaleó peligrosamente, perdiendo la sincronía con el resto
del bosque.
Emmett.
Tiré de la puerta para apartarla de mi camino. Se cerró bruscamente
dando un golpe en la pared, pero el sonido estaba lejos, detrás de mí, cuando
me sumergí en el verde bosque, corriendo a gran velocidad.
— ¡Emmett! —grité— ¡Emmett, ayúdame!
5.Resumen de Jacob
Aquí está un breve resumen de la historia, según la visión de
Jacob Black. Desde que conoce a Bella (“Crepúsculo”) hasta que se da
cuenta de que es ella quien quiere cambiar, quiere ser un vampiro y
así romper el Tratado (“Eclipse”).
¿Stephenie Meyer?
Así que eres un chico feliz. Tienes algunos buenos amigos, tu padre es
bastante guay, incluso aunque sea un poco supersticioso. Llevas bastante bien
el colegio –no tienes que trabajar demasiado duro. Tienes un montón de
libertad. Te gustan todas las cosas mecánicas.
Un día, la hija del mejor amigo de tu padre aparece. Es realmente preciosa
al estilo de «la vecina de al lado», pero más que eso, conectas inmediatamente
con ella. Espíritus afines. Bella pasa de todos sus amigos del colegio, parece
totalmente interesada en todo aquello que dices. Te quedas hechizado
inmediatamente, pero sabes que ella está fuera de tu alcance. Ella es mayor,
tu un novato -olvídate. Aún así piensas en ella un montón. A lo mejor algún día,
te dices a ti mismo.
Por supuesto, ahora estás mucho más interesado en cualquier cosa que tu
padre tiene que decir sobre Charlie. Presionas a tu padre para que esté de
acuerdo con Charlie sobre el asunto de los Cullen. En tu cabeza, Billy está
equivocado. Le urges para que se disculpe. Al final, lo hace. Quiere ir a ver un
partido y tú accedes. Alguien tiene que conducir. (Sabes que no estás
engañando a nadie –Billy ve totalmente a través de ti).
Así que ves a Bella con un tío en un coche fantástico (el coche es la
primera cosa que ves. Ha tenido toneladas de trabajo encima –nada de
fábrica. Estás impresionado). Estás suficientemente seguro de tu masculinidad
para admitir que el chico es realmente guapo. Perspicaz como eres, puedes ver
las chispas entre ellos. Suspiras –siempre has sabido que ella estaría pillada
pronto. Pero las relaciones de la escuela terminan, así que niegas su
importancia. Te preguntas quién es (conoces a todo el mundo de los
alrededores) y porqué tu padre está actuando de forma tan extraña.
Tienes la oportunidad de hablar con Bella y vuelve a estar bien. Estás
realmente cómodo con ella. Preguntas sobre el chico y resulta que es un
Cullen, y es cuando comprendes la reacción de Billy. Pasas una noche
agradable con ella, excepto por el hecho de que parece bastante distraída y
lleva un perfume que no te gusta nada.
Llegas a casa y tu padre está fuera de sí. Está llamando a todos sus
supersticiosos amigos. Puedes decir (escuchando a hurtadillas desde tu cuarto)
que le están diciendo que no es asunto suyo. Estás de acuerdo, pero Billy no
pregunta tu opinión. Tu padre piensa que ese tío es literalmente alguna clase
de monstruo –es tan embarazoso...
Billy va de nuevo a ver a Charlie, está realmente disgustado con Bella.
Está muy tenso y adivinas (masculla cuando está agitado) que piensa que el
chico está violando ese legendario tratado. Medio consideras el mencionar que
le contaste a Bella las historias pero sabes que tendrías problemas así que no
dices nada.
Ves a Bella con su novio de nuevo. Obviamente, es su novio –la besa en el
cuello antes de que ella entre en la casa. Billy casi tiene un ataque al corazón.
Oh, cierto –vampiros. El viejo va a humillaros a ambos. Te preguntas porqué el
novio sólo se sienta allí en la camioneta…
Estas más triste de lo que pensabas que estarías. Pensabas que ya habías
aceptado que Bella tenía un novio pero esta prueba es más deprimente de lo
que esperabas. La diferencia entre sospechar algo y verlo por ti mismo.
Suspiras. Tu padre te envía fuera con una excusa y te das cuenta tarde de que
él quería hablar con Bella a solas. Esperas que no pareciera un loco.
La vida sigue. Te medio enamoras de alguna chica en el colegio, pero se
te pasa rápidamente. Todavía piensas en Bella un montón. Te gustaría sólo
poder salir con ella pero tu padre sigue siendo un idiota acerca del asunto de
los Cullen. No te permitirá ir a visitarla. Como si fueras a terminar herido o
algo. Pones los ojos en blanco un montón cuando piensas en él.
Bella se ha ido de casa. Cuando Billy te lo cuenta, te duele. Te preocupas
por ella –te mantiene despierto por la noche. No tienes ni idea de que ella fuera
tan infeliz. Estás enfadado por permitir que Billy te impidiera verla. Quizás
deberías haberlo intentado de algún modo…
Entonces Charlie llama a Billy para decirle que Bella ha tenido un horrible
accidente en Phoenix –se cayó a través de una ventana y está grave en el
hospital. Las noticias son como un yunque cayendo en tu cabeza. Cuando Billy
oye que el doctor Cullen está cuidando de ella, le suplica a Charlie que consiga
un vuelo. Discuten de nuevo. Te ofreces a conducir hasta allí para comprobar
cómo está ella y Billy te ataca de nuevo. Te vas pero te quedas enfurruñado en
la parte trasera. Le oyes hablar por teléfono con alguien, gritando sobre
tratados y guerras –no puedes oír bien a través de la puerta. Pero le oyes
hablando con alguien acerca de los Cullen hiriendo a Bella, y también a Sam.
Te preguntas porqué Sam Uley es parte de esta conversación. No te lo
preguntas durante mucho. Estás demasiado preocupado por Bella.
Bella mejora y vuelve a casa. Te estás muriendo por verla –probablemente
podrías llevarle algunas flores de “mejórate” al menos o algo. Pero Billy te
prohíbe ir y no puedes conseguir que nadie te preste el coche (están del lado
de Billy). No puedes creer cómo ha llegado tan lejos esta broma de los
vampiros.
Entonces Billy cambia su forma de pensar. Quiere que vayas a ver a Bella.
Pero quiere que vayas a su graduación. Estás mortificado. Sin embargo, te
soborna y tú realmente quieres verla. Vas. Bella parece preciosa. Le das el
embarazoso mensaje de Billy pero para tu alivio, ella se ríe contigo. Ves como
mira a Edward Cullen y sabes que está completamente fuera de tu alcance.
Pero estás bien porque también sabes que siempre será tu amiga. Quieres que
sea feliz, y este tío claramente la hace feliz. Te sientes mal por los prejuicios
que tiene tu padre hacia los Cullen y deseas que hubiera alguna forma suave
para disculparse. Bella lleva ese perfume que te disgusta de nuevo. Te
preguntas porqué le gusta.
Pasas un buen verano en La Push. Trabajas en tu garaje la mayor parte del
tiempo, trabajas unas pocas horas de la semana en la tienda para tener algo
de dinero extra y sales con Embry y Quil, vas en algunas citas de grupo. Una
chica tiene una fijación contigo pero es sólo un asunto de amistad para ti. Billy
está aún preocupado por Bella y no puedes evitar prestar especial atención
cada vez que su nombre es mencionado. Hay una estúpida banda por la ciudad
y tú y tus amigos os burláis de la pandilla de Sam a sus espaldas.
El colegio comienza de nuevo y todo es bastante normal.
Una noche, tarde, Billy recibe una llamada desesperada de Charlie. Bella
ha desaparecido, cree que perdida en los bosques. Billy le promete ayuda. Ya
estás en el umbral de la puerta pero Billy te dice que tú no. Estás tan
desesperado que comienzas a hacer un recorrido de todas formas. No vuelves
allí hasta las tres de la mañana y todo el mundo se está yendo. Te dicen que
Bella está durmiendo así que no entras. Ves a Sam, Jared y Paul allí y eso te
molesta. Mr. Weber te ofrece llevarte a casa cuando te ve caminando. El es el
que te dice que los Cullen se han ido. La gente está ya cotilleando sobre ello.
Edward dejó a Bella en los bosques, así es como ella se metió en problemas.
Al principio, tus emociones son confusas. Tienes que admitir que estás
algo complacido, pero tratas de acallar esos sentimientos. Están mal –Bella
deber ser infeliz. Esperas que lo esté llevando bien.
Entonces comienzas a enterarte de los detalles. Charlie está desesperado
y llama a Billy un montón de veces para pedirle ayuda. Pero ninguna de tus
hermanas pasó nunca por algo parecido a esto y Billy no puede ayudar mucho.
Oyes como Bella se hunde, casi catatónica, sin comer ni dormir.
Empiezas a odiar a Edward Cullen. ¿Como pudo hacer esto a alguien tan
bueno y amable? ¿Qué clase de monstruo es? Lamentas que alguna vez hayas
querido disculparte con él.
Al mismo tiempo, estás extrañado de que la gente en La Push estén tan
contenta acerca de la partida de los Cullen. Realmente te molesta. Están
celebrando la misma cosa que mantiene así a Bella.
El tiempo pasa y Charlie está cada vez más preocupado. Billy no te ha
prohibido más ir a ver a Bella pero instintivamente sabes que ella no quiere
verte –no quiere ver a nadie. Intentas no preocuparte por ella pero es difícil con
Billy mascullando sobre ella todo el tiempo.
— Es como un zombie —dice Charlie.— No ha sonreído desde que Edward
se fue.
Los meses pasan. Un día oyes un motor familiar dirigiéndose hacia la
casa. Apenas puedes creerlo pero Bella se ha detenido ahí. Estás eufórico
hasta que la miras mejor. Parece estar peor de lo que habías imaginado. Ha
perdido mucho peso y los círculos bajo sus ojos son negros. Su pelo parece
más oscuro y su cara está mortalmente blanca. Parece como si pudiera partirse
por la mitad. Pero entonces te mira y sonríe de verdad. Está feliz de verte. Es
una pequeña cosa pero lo significa todo para ti.
Prestas atención a todo lo que ella dice y hace pero no de una forma que
ella pueda notar. Comparas cómo esta ella con todo lo que has oído de boca de
Charlie. Te cuenta algo sobre unas motocicletas y tú te emocionas. Eso es algo
en lo que eres realmente bueno y te encantaría enseñarle cuanto. Parece
completamente cómoda y tú te sientes de la misma forma. Es como si hubiera
estado contigo cada día del pasado año –no tiene sentido que no la hayas visto
en meses. Os compenetráis como siempre. Espíritus afines.
Empiezas a darte cuenta durante los siguientes días que hay algo más en
lo que eres bueno aparte de los coches: puedes hacer feliz a Bella. No en la
forma en que era feliz antes pero mucho mejor de lo que ha sido. Charlie y Billy
están al teléfono todo el día y tú estás eufórico sabiendo que la estás
ayudando. Cada día la ves mejor –sonriendo y riendo más, emocionándose con
tus pequeños planes– y te sientes agradecido hasta lo más profundo de que
puedas hacer esto por ella.
Ella no ha vuelto aún a la normalidad y te tomas sus pequeñas rarezas con
calma. Parece estar reinventándose a sí misma y le das espacio para ello, sólo
acompañándola y siguiéndola.
Las cosas con Bella van bien, pero si no fuera por ella tu vida apestaría.
Embry se ha unido al loco culto de Sam y temes por él y estas furioso con él al
mismo tiempo. No hablará contigo. Quil y tú intentáis imaginar que es lo que
está pasando pero nada tiene sentido. Billy está exasperante sobre este asunto
y te mira divertido todo el tiempo. Eso te hace sentir ansioso. Se lo cuentas a
Bella y te hace sentir mejor porque se lo toma seriamente, también. Te abraza
y tu corazón casi explota.
Por supuesto te das cuenta de que te estás enamorando. También sabes
que ella no está preparada y que no piensa en ti de esa manera. Sabes cómo
ser paciente, y mantienes los dedos cruzados para que algún día ella te mire
de forma diferente. Estás encantado de que seas tan alto que no parezca que
tengas dieciséis. Estás empezando a tener músculos sin ni siquiera levantar
todas esas pesas como hace siempre Quil y eso también te hace feliz. Ella dijo
que eras algo así como guapo…
Queda contigo y con su amigos de la escuela, pero los planes fallan y al
final sólo sois Bella y tu y Mike Newton. Es fácil sentir la tensión. Te sientes
bastante bien con lo que ves –a ella no le gusta ese chico. No está cómoda con
él de la misma forma en que lo está contigo. Apenas habla con él. Estás
disfrutando esa película horrorosa más que ninguna otra película que hayas
visto nunca. Le gustas más tú. Es obvio.
Se pone enfermo. Le esperas con Bella y te sientes raro. Es extraño –te
sientes completamente poderoso, lleno de confianza. Estás volando y te
sorprendes a ti mismo con las cosas que le dices a ella. Es algo que surge de
repente. Ella admite que eres su favorito aunque claramente sigue pensando
en el idiota que rompió su corazón. Durante medio segundo, te invade esa
rabia increíble de que cualquiera pudiera herirla tanto. Ójala pudieras matarle.
Te sorprende esa emoción tan salvaje y rápidamente la dejas ir.
Llevas a Bella a casa y estás lleno de esperanza. Esto va a funcionar. Eres
el único con el que se siente feliz. Te necesita. Estás haciendo todo lo que está
en tu mano para mantenerla feliz. Se lo prometes. Te sientes genial. Sólo un
poco más de tiempo…
Vas a casa y Billy no te quita ojo de encima, mirándote de esa manera tan
irritante. Te sientes tenso, con los nervios de punta, como si tuvieras alfileres
pinchándote por toda la piel. Las habitaciones parecen estar demasiado
calientes –Bella dijo que tenía fiebre. Apenas puedes mantenerte de pie.
Billy dice que pareces raro, de forma crítica, y la misma rabia salvaje te
atraviesa. Esta vez no puedes pararla. La sientes fuera de control, una ira tan
fuerte que hace que tu cuerpo entero tiemble. Parte de ti sabe que tu reacción
es estúpida pero la mayor parte de ti está poseída por la furia. Todo está
caliente, es como si la habitación estuviera en llamas. Puedes sentir el calor
dentro de tus huesos.
Y entonces, para tu horror, el temblor se vuelve peor y sientes que tu
cuerpo se parte. Estás aterrorizado. Solo lleva un segundo pero es el segundo
más largo de tu vida. Sientes que explotas y piensas que te estás muriendo.
Pero tu cuerpo se recoge a sí mismo antes de ello –no explotas en piezas.
Estás en una nueva forma que no comprendes. Tu cabeza está golpeando el
techo y miras hacia abajo a Billy desde una gran altura. El temblor ha parado
pero la ira está aún ahí. Todo está rojo y caliente. Tratas de gritar a Billy, hacer
que se explique, pero lo único que emites es un espantoso aullido. Das un paso
hacia él y la habitación tiembla. Tus labios están retirados hacia atrás
mostrando tu dentadura y puedes oír el gruñido y quieres agitar a Billy y
exigirle una explicación de lo que te ha hecho. Te estiras hacia él y esta
enorme pata con garras se mueve en lugar de tu mano. Miras hacia abajo,
hacia ti mismo y un aullido de miedo sale a través de tu boca.
Billy te habla como si fueras un niño, despacio y suavemente, diciéndote
que estés tranquilo, que todo va a estar bien. Pero no te dice lo que ha pasado
–qué eres. Te enfada de nuevo el hecho de que no parezca sorprendido.
¿Estaba esperando esto? ¿Por qué no te avisó?
Billy va hacia el teléfono y llama a alguien. Tan pronto como oyes el
nombre de Sam te vuelves loco. Sam sabía de esto. Gruñidos horribles llenan la
casa. Billy parece atemorizado y tú estás justo en su cara, tus mandíbulas
deseando morder. Te echas hacia atrás, y oyes ese aullido temeroso de nuevo.
Es entonces cuando las voces comienzan en tu cabeza. Pero son mucho
más que voces. Tras las palabras, puedes ver las imágenes y sentir las
emociones. En segundos comprendes. Ves el mundo tras las palabras, la
respuesta a tu pregunta. Hombre-lobo. Eres un monstruo.
Embry es el que más ayuda. Reconoces su voz incluso aunque no tiene
sonido. Ves lo aliviado que se siente al saber que estás con él ahora. Sam le
permite explicarse, le permite que hable contigo fuera de la casa (Billy te
facilita la salida manteniendo la puerta abierta –tus hombros apenas pueden
pasar). En el bosque detrás de casa ves a los otros por primera vez. Son
enormes y terribles. Te quedas horrorizado de saber que eres como ellos.
Es una larga noche. Te muestran todo. Todas las historias y leyendas que
has oído durante toda tu vida son historias verídicas. Es como aterrizar en Oz,
habiendo cambiado todo de color. Estás viviendo en una película de terror.
Eres uno de los monstruos. Te muestran por qué ha sucedido esto y esa es la
peor parte. Porque los vampiros son reales también. Y es por su culpa que te
has transformado en esta cosa. Más que eso, no sólo existen los vampiros
chupasangre, sino que tu mejor amiga, la chica que amas, está enamorada de
uno de ellos. Al principio no crees que ella supiera la verdad pero te convencen
de que es completamente consciente. Te sientes enfermo ahora, recordando
como lo pasa mal por él.
Eres un monstruo también pero no uno de los malos. Eres de la clase de
monstruos que existen para proteger a tu familia contra los malos. No es
mucho alivio. Especialmente cuando te dicen que tu nuevo estado como
protector legendario significa que no puedes estar alrededor de gente normal
nunca más. Eres demasiado peligroso por ahora. En seis meses, en un año,
quizás. Tienes que ir a la escuela para mantener el secreto, pero no correr
ningún otro riesgo innecesario. En la escuela, debes centrar toda tu energía en
mantenerte calmado. Olvida tus estudios. Tan sólo no mates a nadie.
Y Bella está totalmente fuera de esto. Cuando protestas, ves las memorias
de Sam. Es como si estuvieras allí. Le ves suplicando con Emily. Oyes la
respuesta que manda a Sam a una furia irracional –la furia que es el sello
distintivo y la maldición de la existencia de los lobos. Sientes cómo él explota,
su mano aún extendida hacia ella. Ves sus garras cortar su cara. La ves caer al
suelo, inconsciente. Sientes el pánico de Sam, su terror. Es tan fuerte que no
puede volver a cambiar para ayudarla. Piensas que estas viéndola morir
(incluso aunque sabes que sobrevivió, te hunde –emerges del dolor de la
memoria). Ves a pared y Paul corriendo para ayudar, trayendo a Sue
Clearwater (una RN –la mejor elección disponible cuando uno del personal del
hospital es un vampiro). Sue cuida de Emily mientras Sam se retuerce en
agonía en el bosque, escondiéndose, aún incapaz de calmarse a sí mismo lo
suficiente como para volver a cambiar…
Y sabes que tienen razón, no puedes ver a Bella. Tu promesa no podrá
cumplirse. Vas a herirla, justo como el otro monstruo.
Viendo la memoria de Sam ves cómo volver a cambiar. Te calmas a ti
mismo de la forma que él hizo y te encuentras volviendo a brillar para volver a
tu forma verdadera. Desnudo y enfermo, te haces un ovillo en la oscuridad y
lloras como nunca has llorado en tu vida.
Los otros están sorprendidos. Les llevó días o incluso semanas imaginar
cómo volver a hacer el cambio de nuevo.
Tu nueva vida comienza en un tiempo tenso. No sólo los vampiros son
reales, también están ahí. Nuevos, no los Cullen. Están cazando en el área y es
tu trabajo detenerles. Puedes hacer esta parte. Todo tu odio por lo que Edward
y el resto de los Cullen le han hecho a Bella está canalizado en la caza de este
par, el hombre de pelo oscuro con su compañera de pelo escarlata.
Cuando alcanzas al hombre es justo a tiempo. Sigues el olor del vampiro
cuidadosamente, tratando de acercarte sigilosamente a él. Jared lo sabe
porque tiene ojos como prismáticos –puede ver a kilómetros. El vampiro se
detiene en un pequeño claro y Jared le ve hablando con Bella. Te das prisa pero
Sam duda. Estás fuera de las tierras del tratado. ¿Es uno de los amigos de los
Cullen? Ha roto el tratado con sus matanzas, pero no puedes probarlo –no le
has visto hacerlo. Sam no quiere comenzar una guerra sin estar seguro de las
consecuencias. Piensas que se ha vuelto demasiado cauteloso. Discutes, y
cuando está claro que Laurent quiere herir a Bella, Sam viene rápidamente a tu
lado.
Matar a Laurent es más fácil de lo que cualquiera esperaría. ¿Es por qué
éramos cinco contra uno? Sabes que no es el caso. Sam y tú hicisteis la mayor
parte del trabajo y te sientes como si pudieras haberte encargado de esa
sanguijuela tú solo. Quizá los vampiros no son tan duros como las historias os
han hecho creer.
La imagen de la cara aterrorizada de Bella en el claro está siempre detrás
de tus ojos. Se quedó horrorizada –más asustada por tu nueva cara que lo que
estaba por el vampiro cazador de ojos rojos. Te preguntas constantemente
como se explicó a sí misma lo que vio.
La caza sigue, y la mujer de pelo rojo prueba que es mucho más
escurridiza. La manada no comprende sus motivos, por lo que es difícil adivinar
sus movimientos. Y es muy buena escapando.
Tener un vampiro alrededor te pone nervioso. Todos ellos parecen
acercarse a Bella al final. Corres alrededor de su casa por la noche,
asegurándote de que está a salvo.
La vida se ha vuelto un rollo. Pero los otros están impresionados con tu
control y durante esas pocas semanas de rastrear al vampiro de pelo oscuro
están más y más impresionados. Eres mejor manejando tus «episodios» (así es
como piensas de ellos) que cualquiera de ellos. A Sam le costó medio año
llegar al punto al que has llegado en dos semanas. Eres ya mejor en ello que
Embry, Jared y Paul. Esto no te hace más feliz de todas formas. ¿Por qué
quería cualquiera ser mejor siendo un hombre-lobo?
Mientras tanto, comienzas a pensar que podrías manejar bien el ver a
Bella. Estás seguro, ahora que sabes qué esperar, que puedes controlarte
cerca de ella. Y te está llamando todo el tiempo. Los monstruos en el bosque la
han traumatizado sin duda. Te necesita. Está en tu mente la mayor parte del
tiempo. Sam te reprende –nadie sabe mejor que él lo que se siente al cometer
un error.
No puedes ni siquiera hablar con ella por teléfono. Todos los lobos y los
ancianos están perturbados por tus memorias –han sido tan cuidadosos con el
tratado y tu lo rompes, aunque inconscientemente. Al menos los vampiros que
estaban de acuerdo con el tratado se han ido, así que eso no significa una
guerra. Y Bella no parecía creer que fuera más que sólo una historia… Pero
Sam te da una orden: no te está permitido contarle a Bella la verdad. Te lo dice
en la forma de lobo, y puedes sentir la capa de autoridad que viene con el
pensamiento. Está en la forma alfa de lobo, y no puedes desobedecer.
Bella es persistente, sin embargo, y no te sorprendes cuando la ves
caminado hacia tu casa. Convences a los otros de que puedes controlar esta
conversación, que es algo que tiene que hacerse en algún momento. Sam está
de acuerdo –no le gusta ser demasiado dictatorial en su posición de alfa,
contigo más que con el resto (pero esta es una historia para otro momento). Te
previene para que mantengas la calma y te insiste en que digas lo que sea
para mantenerla lejos. Está pensando en Emily y, ¿cómo puedes discutir con
eso?
Es más duro de lo que pensabas que sería. Ves la cara de Bella mientras
vuelves a tu mundo y es como si alguien te estuviera retorciendo las tripas.
Eres tan malo como el vampiro que rompió con ella. Te sientes como si te
estuvieras llevando toda tu esperanza y felicidad, y la suya también, y las
estuvieras rompiendo con tus propias manos. Unas pocas veces la ira es fuerte
–empiezas a calentarte más pero lo controlas. Lo más cerca que has estado de
perder el control es cuando ella se pone defensiva con los vampiros. ¿Cómo
puede pensar bien de ellos, especialmente ahora, con todo lo que le han
hecho? Como si sólo el ser vampiros no fuera suficiente.
Y entonces ella lo vuelve contra sí –piensa que hizo algo mal, y que por
eso estás haciendo esto. Casi te está suplicando. Te odias de verdad a ti mismo
por hacerle esto. Te vas corriendo, transformándote tan pronto como estás
fuera de su vista para no llorar de nuevo como hiciste antes.
Es una larga tarde. Estás cansado de que Embry intente animarte,
cansado de la aprobación de Sam por lo que hiciste. Te preguntas
amargamente si no has herido a Bella hoy justamente como él hirió a Emily.
Vuelves a tu estado humano para mantenerte lejos de ellos y meditar toda la
tarde. Dejas la casa para mantenerte lejos de Billy, quien es tan irritante como
los otros.
Te das cuenta de que cuando Sam te prohibió explicárselo a Bella, no te
ordenó técnicamente no verla. Sabes que esto va a ser difícil pero no puedes
estar bien sabiendo que ella piensa que no quieres ser su amigo. Tienes que
disculparte, encontrar alguna forma de que funcione.
Conduces tu moto y la ocultas en otra calle. Te escabulles en su dormitorio
y te sorprendes de lo enfadada que está. También tiene un aspecto horrible –
casi tan malo como la primera vez que la viste. Sus ojos están rojos y su cara
está mojada. Te odias a ti mismo de nuevo, viendo esto. Tratas de explicarte
pero las órdenes de Sam no te lo permiten.
Intentas al menos aclarar cómo es de importante para ti y que esta
separación no es una elección tuya. Mientras estás hablando con ella, al
principio sientes que te has equivocado al venir. No le estás haciendo ningún
bien. No puede ir mejor, mientras ella no comprenda. Si sólo creyera todas tus
historias de aquel primer día…
Te das cuenta de que ella ya sabe lo que quieres que sepa. Intentas que
recuerde, que junte las piezas, pero está medio dormida y confusa. Estás más
esperanzado pero también más tenso. ¿Recordará? ¿Lo imaginará? Si lo hace,
¿qué pensará? ¿Se asustará y te rechazará? Fue capaz de aceptar a un
vampiro… Eso te disgusta.
Sabes tan pronto como entras en fase de nuevo que Sam y los otros lo
sabrán todo acerca de este incumplimiento. Esperas que puedas mantenerlo
fuera de su conocimiento hasta que Bella se imagine todo. Conduces de nuevo
hasta casa y te prometes a ti mismo que te vas a mantener calmado, no
importa cómo.
Cuando te despiertas por la mañana, Billy te dice que Bella había
aparecido por allí, y que te está esperando abajo en la playa. Estás lleno de
excitación y terror. Ha debido juntar las piezas. No llamó sólo. ¿Ha aceptado
ya lo que eres?
Entonces bajas a la playa y ves su cara. Está asustada y enfadada. Puedes
ver en su expresión que no está de acuerdo con tu nueva vida. Eso te enfurece.
Tienes que focalizar toda tu energía en permanecer humano. La acusas de
hipocresía y entonces sientes un alivio aplastante cuando el malentendido se
aclara. Aún te hiere ver lo protectora que es respecto a los vampiros pero al
menos su aceptación también te incluye a ti. De nuevo, te sientes
esperanzado. Quizá podáis superar esta locura y estar juntos de nuevo.
Es un gran alivio ser capaz de hablar abiertamente con ella ahora. Estás
sorprendido de averiguar que está más informada sobre los vampiros de fuera
de Forks de lo que está la manada y horrorizado de que la pelirroja haya
estado detrás de Bella todo el tiempo. Estás ansioso por hablar con los otros;
quieres un plan para proteger a Bella. Te siente feroz, sabiendo que alguien
está intentando herirla. Por primera vez estas encantado de ser un hombre-
lobo. Es horrible pero a la vez puedes proteger a Bella. De repente, merece la
pena.
Llamas a toda la manada. Aunque tienes confianza ahora que te puedes
controlar a ti mismo cuando estas cerca de Bella, has olvidado lo que significa
para los otros. Paul reacciona más fuertemente de lo que esperabas. Tienes
que cambiar delante de Bella para protegerla y no tienes la oportunidad de ver
su reacción. Tienes que hacer que Paul se mantenga lejos de ella.
Afortunadamente para ti, te estás haciendo más grande y fuerte cada día. No
es difícil empujar a Paul a los bosques. Sam se une a ti rápidamente y ordena a
Paul que se calme. Les explicas todo sobre la pelirroja y Bella –no lleva mucho
tiempo, hablando mediante pensamientos como hacéis. Aunque Sam tiene que
ser consciente de la importancia y utilidad de esta información, todavía me
regaña durante un rato. Señala cómo he puesto a Bella en peligro hoy y
entonces regaña a Paul por ser ese peligro. Finalmente, me recuerda que él lo
comprende, y los tres volvemos a llevarnos bien rápidamente. Mejor que
nunca, te das cuenta. Estas encontrando más fácil de lo que pensabas ser
parte de esta situación, ahora que ayuda a Bella.
Es extraño como las cosas vuelven a la normalidad, mientras que al
mismo tiempo todo es diferente y peligroso. Bella es la pieza clave que te
ayuda a ponerlo todo en equilibrio. Consigues dormir varias horas una noche,
pero la mayor parte del tiempo estás corriendo por los bosques con Sam o
Embry, buscando cualquier señal de que la vampiro pelirroja haya vuelto.
Cuando no es tu turno, pasas tanto tiempo como puedes con Bella. Hay un
nuevo nivel de intimidad en vuestra amistad. Sabes cada uno de los secretos
de los otros y eso hace diferencia mayor de lo que hubieras pensado. Estás
asombrado de cuántas cosas no ha podido compartir, lo sola que ha estado con
su corazón roto. Todavía te molesta ver cómo llora por los Cullen. No puedes
ver la diferencia entre los Cullen y el vampiro que la está persiguiendo ahora,
pero ella sí. Obviamente está aterrorizada por ese vampiro. Tratas de
tranquilizarla.Y te alegra que no tenga que estar sola en esto nunca más.
Te preocupa que Bella esté sola cuando estás fuera de patrulla. No eres
feliz cuando tus planes para que se divierta –escapar de la constante ansiedad–
se ven interrumpidos por Victoria. Victoria hace un intento desganado de
atravesar vuestro territorio. Eso te parece sospechoso y cuando se lanza al
agua te preocupa que tenga otro plan. Jared, Embry y tú corréis de vuelta por
la costa, buscando cualquier señal de que haya salido del agua. Volvéis a La
Push sin cruzaros con su olor. Embry continúa con Jared, pero tú quieres
comprobar cómo está Bella. Sólo para asegurarte de que la pelirroja no se ha
adelantado.
Bella no está en la playa, ni tampoco la pelirroja o alguien más. Te
mantienes a cubierto en los árboles pero la tormenta es lo suficientemente
mala como para que nadie más este fuera para verte. Su camioneta no está
enfrente de tu casa. Primero piensas que ha vuelto a casa pero marcas frescas
de neumáticos conducen en otra dirección. No es hasta que encuentras la
camioneta abandonada en la carretera cerca de los acantilados cuando
recuerdas tu promesa del día anterior. Salto de acantilados. En el mismo
instante, oyes el grito lejano de Bella, apagándose mientras el sonido cae.
Corres hasta el borde en segundos. No puedes ver nada debajo –las olas
son enormes, no hay signos de un impacto reciente. Te arrojas sobre el borde,
introduciendo la nariz primero en el agua oscura.
El agua está agitada. Sabes cuánta fuerza estás usando para conseguir
nadar a través de ella y sabes que Bella no es tan fuerte. Ningún humano es
tan fuerte como para manejar esta corriente.
Buscas frenéticamente, tus agudos ojos peinando el agua. Finalmente ves
algo blanco parpadeando –sus manos luchando inútilmente contra las olas.
Estás debajo del agua, sin poder respirar, y asustándote. Nadie más hubiera
sido capaz de hacerlo bajo las mismas circunstancias, ni siquiera Sam, pero te
concentras y te fuerzas a ti mismo a volver a tu forma humana. Entonces
enganchas a Bella y tiras de ella hasta la superficie.
Ojala hubieras hecho primeros auxilios. Lo único en lo que puedes pensar
es en sacar el agua de sus pulmones. Hay mucha. Ella está consciente al
principio pero luego se desmaya. No sabes qué hacer. La remolcas hasta la
playa esperando que la ayuda esté en camino. Los pensamientos de Jared y
Embry estaban contigo mientras buceabas, pero ahora están lejos de ellos.
Sam viene, pero Bella se despierta antes de que pueda hacer mucho más
que contarte la tragedia que ha habido en el pueblo. Sientes haberle alejado de
donde se le necesita. Bella parece estar bien. No sabes si necesita un doctor,
pero ella sólo quiere descansar así que la llevas de vuelta a casa. Estás
exhausto de tantas noches corriendo y te quedas dormido allí a su lado. Te
sientes bien allí, juntos sin secretos entre vosotros, sabiendo que está segura.
Billy te despierta cuando vuelve a casa. Es devastador darse cuenta de
que Harry se ha ido. Era uno de los mejores amigos de Billy y un tío de alguna
forma, y también uno de los únicos tres ancianos que sabían lo de los lobos. No
parece justo que se haya ido.
Llevas a Bella a casa, sabiendo que Charlie estará preocupado también.
Durante el camino notas que hay algo diferente en ella, pero no puedes
averiguar qué es. Perder a Harry pone más de manifiesto que podrías haber
perdido a Bella también –estuvo tan cerca. El pensamiento te horroriza. Al
mismo tiempo, estás encantado de que fueras capaz de salvarla. Ella está viva
porque eres un hombre-lobo. Incluso llegas a reconciliarte más con tu destino.
Pensando en lo que cerca que ha estado, la sostienes en tus brazos,
aliviado de que puedas. Por primera vez desde la noche que cambiaste –la
noche de la película horrible– piensas que esto podría funcionar. Parece
correcto abrazarla así. ¿Siente ella lo mismo? Quizá no es tan fuerte como lo
que sentía por el vampiro pero tiene que significar algo que ninguno de los dos
estéis completos sin el otro. Parece como si estuvieras destinado a estar con
ella.
Comienza a alejarse. No está bastante preparada todavía, pero crees que
lo estará. Sólo un poco más de paciencia. Abres la puerta del coche y este
conocimiento pacífico se ve destrozado.
Hay un vampiro cerca. Tu primer pensamiento es la pelirroja y adivinas
que usó la distracción de la muerte de Harry para entrar a hurtadillas. No estás
seguro de dónde está o si está mirando. Temes cambiar y cazarla, por si ella se
acerca mientras estás rastreándola. Decides que el mejor plan es llevar a Bella
de vuelta a La Push, dejar a Embry con ella y cazar a la pelirroja con Sam.
Pero algo no está bien. El olor se ha ido. Un vampiro, obviamente, pero no
el mismo cuyo olor ha estado quemándote la nariz durante la semana pasada.
Antes de que puedas notarlo, Bella te está diciendo que pares. Su cara se
ilumina más de lo que has visto desde el día en que volvió a buscarte, toda
rota. Cree que los Cullen han vuelto, y el brillante coche aparcado cerca de su
casa apoya la teoría. Su entusiasmo te pone malo. Todo lo que ella quiere es ir
a buscar al vampiro, como si ella no fuera un alimento básico de los de su
clase. Estás furioso. Te resulta difícil calmarte.
Está claro que tendrás que llevártela de nuevo por la fuerza si quieres
mantenerla fuera. Parece segura de que son sus vampiros. Ya ha ido –
mentalmente, está a un millón de años luz de ti. Y tú tienes responsabilidades.
La manada ha estado ignorando completamente las líneas del tratado desde
que los Cullen se fueron. No puedes permitir que tus hermanos se metan en
problemas, no sabiendo que los Cullen han vuelto.
Odias dejarla aquí y estás furioso porque eso es lo que ella quiere. El
futuro que parecía tan prometedor hace unos pocos segundos se desmorona
en nada. ¿Ni siquiera le importa que ellos la abandonaran? ¿No importa eso?
Nunca ha expresado ningún enfado hacia ellos por lo que le han hecho.
Adivinas que nunca sintió esa ira. Acepta lo que hicieron sin preguntas.
Necesitas salir, porque no vas a ser capaz de controlarte mucho más.
Puedes sentir la furia creciendo. La dejas sola en la calle, deseando más que
nada que te llame y vaya tras de ti, que cambie de idea. No lo hace.
Corres al hospital, y vuelves a cambiar. La ira ha disminuido un poco y
estás de nuevo frenético por su seguridad. La llamas y contesta al teléfono. Es
verdad. Los Cullen han vuelto y ella ha escogido a los vampiros antes que a ti.
Es una mala noche para los lobos Quileute. Sam vuelve a retirar las líneas
de patrulla así que sólo engloban la milla cuadrada de la reserva. Sam no
quiere dejar ningún agujero –podrían ser media docena de vampiros ahí fuera y
sus intenciones no son claras. Te preocupas por Bella y la pelirroja pero Sam
dice que dejemos a los Cullen cuidar de sí mismos. Detestas la idea de que
Bella les pertenezca.
Los días pasan. Nadie intenta cruzar la línea. Billy llama a Charlie, y parece
que sólo uno de los Cullen ha vuelto y se está quedando con ellos. Eso te
enfurece. Sam está preocupado –¿cuál es la nueva política? ¿Siguen las
fronteras en vigor? ¿Por cuánto? ¿Están volviendo el resto de ellos? ¿Saben
algo de la pelirroja? ¿Consideran que está bajo la protección de su tratado? Si
es así, el tratado está roto. si ellos no la conducen fuera, la manada los
considerará aliados con ella. Sam, Billy y el Viejo Quil discuten la posibilidad
de una guerra…
Pero Sam quiere información primero –mantenerse civilizado tanto como
sea posible– y te ofreces voluntario para hacer el trabajo. Insistes en ir en
persona. Necesitas ver su cara, ver lo profundamente implicada que está. Le
dices a Sam que conseguirás obtener más de la verdad en persona, que serás
mejor a la hora de decir si te está mintiendo. No le estás engañando con tus
motivos pero suenas razonable.
Vas durante el funeral, así serás capaz de hablar con ella honestamente,
sin posibilidad de que Charlie interrumpa. Jared y Embry no quieren dejarte ir
sólo, incluso cuando estás seguro de que el vampiro se ha ido por el momento.
Sabes que ellos estarán cerca, pero no quieres que escuchen. Quieres ser
capaz de hablar de verdad cono Bella pero es tanto como puedas mantenerte
calmado. Su casa apesta –te quema la nariz. La peste de los vampiros está por
todos sitios. Ambos estáis un poco hostiles pero responde tus preguntas. Los
Cullen están sólo de visita. Te dices a ti mismo que las cosas volverán a la
normalidad cuando los vampiros se vayan de nuevo.
No consigues irte. Puedes ver que la has herido y vuelves para encontrarla
llorando. Te sientes peor, y mejor. Mejor porque al menos a ella le importas
mucho. Está llorando por ti. Eso es algo.
Puedes hablar ahora pero es duro. Los ama. Los monstruos que la hirieron
–los ama. También le importas pero no tanto. Además, el vampiro se está
yendo de nuevo… Estás confundido, no seguro de cómo sentirte.
La sostienes en tus brazos y es como era antes –como debería ser. Tomas
su cara en tu mano, y de repente quieres besarla más que nada en el mundo.
No es como lo habías planeado –mal momento con el vampiro rondando en
algún sitio. Pero crees que a lo mero esto también tiene que pasar. A lo mejor
ella lo siente así. Ves el conflicto en sus ojos, y te preguntas quién ganará
cuando tus labios tocan los suyos.
El teléfono suena en este inoportuno momento, y respondes. ¿Qué
elección tienes? Podría ser Sam, podría haber problemas. Oyes el claro y
penetrante tono de la voz con el suave acento inglés y sabes quién es a la
primera llamada. Otro de ellos. Quizá Bella estaba equivocada acerca de la
vuelta del resto de ellos. A lo mejor estaba mintiendo.
Bella está enfadada de nuevo cuando el vampiro cuelga. Antes de que
puedas aclararlo, captas el ardor fresco de un vampiro aproximándose. Oyes
el leve sonido del casi silencioso acercamiento del vampiro. Intentas irte, pero
el olor es más fuerte en la habitación de delante. Antes de que puedas irte por
detrás el chupasangre está allí.
Ella es una cosa diminuta, pero después de que Bella te contara cosas
sobre los vampiros con talentos extra no vas a bajar la guardia. De todas
formas, te presta poca atención. Parece apenas consciente de lo que le rodea,
preocupada por algo. Bella la llama Alice. Alice nombra a Edward una vez y
Bella se desmorona. ¿La hirió el vampiro? No viste nada. Pero te lanzas a coger
a Bella antes de que el vampiro pueda tocarla y la llevas lejos.
La pequeña vampiro parece muy enfadada y eso te sorprende. No te
habías dado cuenta de que tenían tantas emociones. Te repugna y te
sorprende lo cómodas que se sienten Bella y Alice al tocarse la una a la otra.
Habías pensado que la vampiro no sería capaz de tocar a los humanos de esa
forma sin herirlos. Y Bella parece tocarla con la misma facilidad –capaz de
interaccionar con ella como si Alice fuera humana. Bella parece verla de esa
forma– como una persona casi.
La conversación es difícil de seguir. Deduces que Edward Cullen está en
alguna clase de apuros y es por culpa de alguien llamado Rosalie. Bella está
gritando y luego exigiendo ayudar, y la pequeña vampiro va a permitirle
intentarlo, aunque ha dejado claro que es una misión suicida.
Sigues a Bella a la cocina, donde escribe una nota para Charlie. Le pides
que no vaya. Es como si no hubieras dicho nada. Te pide que cuides de su
padre.
Bella corre a su habitación para hacer la maleta y te quedas solo con Alice.
Te mueves tan lejos de ella como es posible –el instinto de entrar en fase y
atacar es duro de reprimir– y la acusas de dirigir a Bella a su muerte. Es
realmente más fácil hablar con ella de lo que hubieras pensado –reacciona y
habla como un humano, aunque su apariencia es alarmantemente extraña.
Para tus agudos ojos, es como un cristal móvil, todo ángulos y brillo.
Alice discute sólo un momento, pero entonces Bella vuelve y se marchan.
¿Volverás a verla de nuevo? Le suplicas literalmente que no vaya, pero Bella se
marcha después de besar tu mano. Puedes mantenerla abrazada apenas
medio segundo cuando te das cuenta de que va a ir a morir por ese idiota que
arruinó su vida. Por primera vez desde el principio pierdes el control de ti
mismo y explotas, transformándote en lobo contra tu deseo.
La vida es más oscura de lo que nunca ha sido antes. Los otros están
aliviados de que Alice Cullen se haya ido, se llevara a Bella con ella o no.
Intentan mantener sus sentimientos lejos de ti, pero por supuesto, no hay
secretos en una manada de lobos. Cautelosamente, Sam amplía tus patrullas, y
tú te tomas más molestias para vigilar a Charlie, como Bella te pidió.
Así es como descubres a la pelirroja, intentando de nuevo acercarse a
Bella. La manada rodea, lentamente estrechando el perímetro, permitiendo
que se acerque que Forks mientras permanece en una línea entre ella y
Charlie… Sin embargo, de repente gira sobre sus talones y sale disparada.
Sales en su persecución pero ella es más rápida y astuta que el vampiro de
pelo oscuro. Su súbito vuelo te coge desprevenido –no sabías que estaba tan
cerca. Haciendo algunas averiguaciones después de todo esto, Sam junta las
piezas de lo que sucedió. Su ruta se cruzó con un reciente rastro dejado por
Alice Cullen. Eso parece haber sido suficiente para alejarla con pánico. Al
menos esto deja claro que la pelirroja no es amiga de los Cullen.
Charlie está asustado, naturalmente. Viene a La Push a interrogarte, para
ver si sabes algo que pueda ayudarle a encontrar a Bella. Ojala pudieras
contarle todo acerca de los Cullen pero no puedes destapar tus propios
secretos y, ¿qué bien le haría? Ninguno de vosotros puede salvar a Bella ahora.
El mundo se extiende desde Forks cuando Bella regresa viva. Charlie no
llama a Billy entonces –está demasiado furioso aparentemente– así que te
enteras primero por Leah Clearwater. Charlie llamó para cancelar una visita a
su madre; no quería dejar a Bella sola, porque está con muchos problemas.
Estás tan aliviado de que esté bien que no te importa nada más al principio.
Pero no pasa mucho antes de que el resto de las noticias lleguen. El Dr. Cullen
ha vuelto al hospital –la familia entera ha regresado a la ciudad. Sam vuelve a
poner las patrullas en marcha, pero no tan lejos como antes. Los vampiros no
sabían acerca de los hombres-lobo antes pero ahora sí. Si han vuelto para bien,
entonces la manada tienes que reforzar sus fronteras de nuevo. Estar seguros
de que no hay malentendidos acerca de lo que pertenece a los Quileutes.
A través de Charlie, Billy se mantiene informado. Edward ha vuelto,
aparentemente instalado de nuevo como el «novio» de Bella, sin repercusiones
por su abandono. Bella no viene a verte y tú estás enfadado, aunque realmente
no esperaba que lo hiciera. También estas enfadado porque Charlie permite
que Bella y Edward salgan juntos de nuevo. ¿No debería, como padre, ser
capaz de hacer algo al respecto?
Se te ocurre un plan y no lo piensas mucho. Si consigues que la castiguen
no le estaría permitido verle… A lo mejor, si está lejos de él será capaz de
sacudirse de encima cualquier hechizo que él tenga sobre ella y recordar lo
que él es y lo que ha hecho.
Además, tienes otra preocupación ahora. Desde que Alice volvió, tu mayor
miedo ha sido que uno de los vampiros pudiera perder el control cerca de ella y
matar a Bella por sed. Se te ocurre ahora que a lo mejor hay algo peor. Quizá
ellos tienen peores intenciones que usarla para saciar su apetito. No quieres ni
siquiera pensar la idea en tu cabeza pero no puedes mantenerla fuera.
Quizá ellos intentarán hacerla una de ellos.
Es la cosa más horrible que puedes imaginar. Peor que matarla –robarle su
alma y dejarla como una inhumana criatura de piedra, una farsa de la persona
que fue una vez. Sería como permitir que un extraño tuviera su cuerpo, solo
una retorcida y fría versión de ese cuerpo.
Sabes que la única cosa que podría molestar a Charlie más que nada
(excepto la verdad, que no puedes contarle) es la motocicleta de Bella. La
conduces hasta su casa y le dices a Charlie que se la devuelves a Bella porque
ella ya no viene a La Push nunca. Charlie se pone rojo y te grita durante un
cuarto de hora, prometiendo que informará a Billy de lo que está pasando.
Cuando te permite irte, te retiras al bosque, sabiendo que el chupasangre
sabrá por tu olor que estás allí. Tienes un aviso que entregar.
Justo como esperabas, Edward Cullen viene con Bella para encontrarse
contigo antes de que vea a Charlie. Es muy duro controlarte pero no vas a
ponerte a luchar con Bella allí. Podría terminar herida y no vas a ser el que
rompa el tratado esta vez. Deja que los Cullen sean los chicos malos del todo.
Bella está furiosa. Estabas preparado para eso pero es duro haberla
herido.
El vampiro te coge por sorpresa, agradeciéndote lo que has hecho por
Bella. Rehúsas creer que es sincero de alguna forma. Es sólo una táctica.
Descubres que su habilidad como lector mental es incluso peor de lo que te
temías. El ve todo lo que estas pensando.
Aunque conoce el aviso que has venido a darle, respondes la pregunta de
Bella sobre el tratado. No solo no se les permite alimentarse de humanos si
quieren preservar la paz con los lobos, sino que tampoco pueden crear nuevos
vampiros.
La furiosa reacción de Bella te dice mucho más de que lo que querías
saber. Hasta ese punto, te preocupaba que los Cullen estuvieran pensando en
cambiarla. No esperabas que ella fuera consciente de ese plan. Ahora ves que
lo está planeado ella misma –esto es lo que ella quiere.
Tienes que luchar más duro de lo que lo has hecho nunca para mantenerte
en tu estado. El resto de la conversación no significa nada. Bella quiere ser un
vampiro. No se da cuenta de que este cambio es solo otra forma de muerte –
peor que cualquier otra.
Si él la cambia, significará la guerra. Te diriges a casa para contárselo a
tus hermanos. Necesitáis preparaos…