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Reservados todos los derechosNo está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informáticco, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del titular del Copyright.
Dirección editorial: Francisco Fuertes
© Textos: Asunción Carracedo© Ilustraciones: Salvador Silva© De esta edición: NC Comunicación
Producción Editorial:
Avenida Padre Isla, 70, 1º B - 24002 LEÓNTeléfono: 902 91 00 02 - Fax: 987 07 27 [email protected]ño y Maquetación: Salvador Silva
OTO Y EL HADAISBN: 978-84-935706-7-5Depósito Legal: LE - 542 - 2008
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ASUNCIÓN CARRACEDOIlustraciones: Salvador Silva
Esta es una historia de monstruos. Pero no es una historia de miedo,
ni de sustos espantosos o terroríficas pesadillas.
No, en realidad, es la historia de un monstruo llamado OTO, tan
grande-grande que puede ocupar este cuento entero
y posiblemente alguno más.
El monstruo OTO vive solo en un edificio muy grande.
No tiene vecinos, ni tampoco amigos y todos le llaman “monstruo
tragón”. ¿Sabéis por qué le llaman así? Pues porque cada vez que
abre la boca se traga todo lo que tiene cerca.
Por eso, nadie quiere ser su amigo, ni vivir en el mismo edificio
que él, no vaya a ser que...
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Un día de otoño, cuando las hojas de los árboles caen al suelo y lo
cubren todo formando una divertida alfombra de color marrón, OTO
se puso sus grandes zapatos amarillos y salió a dar un paseo. Mientras
caminaba sentía cómo las hojas secas crujían bajo sus pies.
-CRIS, CRAS, CRES... -oía bajo su pie izquierdo.
-CRAS, CRES, CRIS... -oía bajo su pie derecho. Y se imaginaba que
las hojas le decían susurrando:
-Buenos días, buenas tardes, buenas noches...
-Buenas noches, buenas tardes, buenos días... -resultaba divertido
inventar una melodía con aquellos sonidos.
A OTO le gustaban mucho los animales y sentía curiosidad por
conocer los que vivían en el zoológico de la ciudad. Llegó allí muy
temprano, hacía sólo unos minutos que el vigilante había abierto la gran
verja de hierro de la entrada. A esas horas de la mañana apenas iban
visitantes, a la gente corriente no le gusta madrugar los domingos, así
que tenía todo el lugar para él.
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Primero pasó por delante de la jaula de la jirafa, levantó la cabeza
mirando al cielo y saludó dando los buenos días.
-Buenos días seño.........ra... -¡zas!, antes de que pudiera terminar
la frase, la jirafa entró por su gran boca.
Un poco asustado por lo que acababa de ocurrir, OTO continuó
su paseo hasta llegar junto a la jaula del elefante. Se quedó parado
delante de aquel animal, asombrado por su tamaño.
-¡Era mucho más grande que él!
-¡oooh! -exclamó el monstruo, y sin más ni más, el elefante entró
por su boca.
OTO estaba cada vez más asustado y se sentía muy pesado. Su
barriga, que ya de por sí era grande, había engordado muchííísimo.
Ya no quería seguir paseando. Deseaba volver cuanto antes a su gran
edificio, donde se sentía seguro y a salvo. Buscó con la mirada la salida
más cercana. Giró la cabeza a la derecha, luego a la izquierda y de
nuevo otra vez a la derecha.
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Con cierto alivio comprobó que no había nadie cerca.
-¡Ahí está! -exclamó.
-Ahora saldré lo más rápido posible de aquí -se dijo a sí mismo
para animarse.
Por el camino pasó cerca de la jaula de la foca, que en esos momentos
nadaba tranquilamente en un pequeño estanque. De repente, OTO sintió
mucha sed y se acercó para beber un poco de agua. Adivinad lo que
ocurrió entonces... sí, exactamente, eso es lo que ocurrió, que con el
agua también entró por su boca la foca.
El monstruo tenía un susto en el cuerpo tan grande como su barriga,
y os aseguro que ésta era ¡enooooorme!, apenas sí podía moverse.
Nervioso, asustado y arrastrando la pesada barriga por el suelo, llegó
por fin a su casa, en aquel edificio grande.
A estas alturas del cuento ya os habréis dado cuenta de que todo
lo relacionado con OTO es grande: el edificio donde vive, sus zapatos
amarillos, su barriga y ahora, el susto que tiene en el cuerpo.
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OTO estaba muy triste y lloraba sin cesar de pena y de dolor. Aquellos
animales dentro de su barriga se movían sin parar: sentía las patadas
de la jirafa golpeándole los costados, los trompazos del elefante arriba
y abajo, y los bigotes de la foca le hacían unas cosquillas insoportables
en el estómago.
Enfadados, los animales le daban voces gritando:
-¡Vamos monstruo tragón, déjanos salir ahora mismo! ¡Casi no
podemos respirar! Aquí dentro hay un espantoso olor a pizza con
pimientos, salchichas fritas y...
El monstruo se sujetaba con fuerza la enorme barriga sin saber
qué hacer. Estaba más y más asustado y no podía pensar con claridad.
No tenía amigos, ni vecinos y aunque los tuviera, éstos no querrían ni
acercarse por allí.
-¡Que nos dejes salir de aquíííí! -insistían los tres con voces
chillonas.
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Por suerte, OTO se acordó entonces del hada SIADA que vivía al
otro lado de la ciudad, más allá del barrio de la Realidad Inventada.
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Pero ¿querría ayudar a un monstruo como él? ¿no le daría miedo su
sola presencia? ¿estaría disponible? Había oído decir que las hadas
tenían mucho trabajo en esa época del año.
Éstas y otras preguntas se hacía el monstruo mientras los animales
seguían moviéndose dentro de su barriga. Desde luego, si había alguien
capaz de ayudarle a resolver su problema... era ella. No podía perder
más tiempo y tomó una decisión: la llamaría de inmediato. Sí, eso
haría.
El hada SIADA vivía con sus hermanas, las hadas de los cuentos, en
una casa con tejado rojo y chimenea por la que salía humo de colores
que se transformaba en nubes los días pares y, en arco iris, los impares.
Y si estáis pensando que eso no es posible, os equivocáis: ¡era una casa
mágica, como corresponde a un hada de su categoría!
Las hermanas de SIADA empezaron a moverse nerviosas por toda la
casa cuando oyeron la llamada del monstruo.
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Iban de la cocina al salón, del salón a los dormitorios pasando por el
pasillo, atravesando el recibidor y, vuelta a la cocina otra vez. A punto
estuvieron de entrechocar sus alas y provocar una encantadora colisión
de colores.
Las hadas se miraron unas a otras con cara de preocupación. No
querían que SIADA, la más pequeña y bonita de la casa, ayudara a ese
monstruo tragón.
-No lo hagas SIADA, no vayas a ver al monstruo o te tragará
por su enorme boca -le ordenaron muy serias. Pero ella, que tenía un
corazón bondadoso y era muy valiente, no les hizo ni caso.
-Definitivamente, tú estás loca. ¡NO, NO y requete-NO! -le
gritaron histéricas todas a la vez.
-A mí no me dan miedo los monstruos, ¿para qué somos
hadas si no podemos ayudar a quien nos necesita? ¿De qué sirve
entonces nuestra magia?, ¿sólo para hacer bonito en las fiestas
de cumpleaños? -insistía SIADA molesta -y además, ahora mismo
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no tengo nada mejor que hacer, me aburro mucho aquí dentro.
Quiero probar esta varita de última generación que me acabo
de comprar en los almacenes Abracadabra. Incorpora un mango
antideslizante bidireccional para poder invertir el sentido de los
encantamientos y superficie extraplana de alta definición para los
hechizos que requieren mayor concentración.
Con estas palabras SIADA se despidió de sus hermanas, que por
un instante le parecieron unas brujas gruñonas sin escoba y no unas
verdaderas hadas.
SIADA caminó, bueno más bien voló con sus pequeñas alas, para
eso era un hada, hasta llegar al gran edificio donde vivía OTO. Cuando
estuvo delante de la puerta llamó con los nudillos de sus pequeñas
manos, pues era muy educada.
-Toc, toc, toc. ¿Hay alguien aquí?
Durante unos segundos solo se escuchó un silencio silencioso.
El hada insistió de nuevo:
-Hooooola. ¿Hay alguien ahí dentro?
Soy el hada SIADA.
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Por fin, desde el interior, se oyó la gran voz del monstruo.
-SIADA, ¿no tienes miedo de un monstruo como yo? ¿De verdad
quieres entrar en mi casa? ¿Podrás ayudarme? ¿...?
-Uf, ¡qué pesado! Esto me recuerda las preguntas del examen
para ser Súper-Hada-Mayor -pensó SIADA antes de contestarle.para ser Súper-Hada-Mayor -pensó SIADA antes de contestarle.para ser Súper-Hada-Mayor -
-No tengo miedo, sí quiero entrar y ¿cómo voy a ayudarte si no
me dejas pasar y me dices lo que te ha sucedido?
Y añadió:
-¡Abre ya de una vez o me voy de aquí! Aunque soy un hada,
mi paciencia no es infinita. -SIADA empezaba a pensar que en vez
de un monstruo “tragón” aquel era un monstruo “pesadón”.
En el mismo instante en que el monstruo abrió la puerta, el hada
le puso un pañuelo de estrellas en su gran boca. Las estrellas juntaban
sus puntas con tanta fuerza como podían pero sin hacer daño a OTO.
Tampoco había que pasarse.
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El monstruo, entre sollozo y sollozo, suspiró y suspiró, escribió en una
hoja de papel lo que le había ocurrido esa mañana mientras paseaba
por el zoológico.
Asombrada por lo que estaba leyendo, el hada movió repetidamente
la cabeza de un lado a otro en un claro gesto de preocupación, se
quedó pensando durante unos segundos y mirando la enorme barriga
del monstruo, tuvo una brillante idea.
-No te preocupes OTO, esto lo soluciono yo en un periquete. Tengo
un plan genial. Tú espera aquí que yo vuelvo enseguida, como mínimo
antes de que acabe el día. Mis estrellas te cuidarán en mi ausencia,
¿verdad, estrellitas bonitas?
El hada fue a buscar una de las nubes de colores que salían por la
chimenea de su casa y la golpeó con su varita mágica guiándola hasta
el pozo de los deseos. Allí, ordenó a la nube que hiciera lluvia y recogió
en un caldero toda la que pudo.
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Volando, esta vez más despacio que antes pues el caldero pesaba lo
suyo, regresó al edificio del monstruo. Una vez allí, retiró el pañuelo
de estrellas de su boca y le hizo beber todo el agua sin derramar ni
una sola gota. De inmediato, OTO se quedó profundamente dormido
mientras las estrellas parpadeaban de alivio a su alrededor, exhaustas
por el esfuerzo realizado.
Entonces, el hada SIADA sacó de su bolsa de tela de araña unas tijeras
mágicas con las que abrió la barriga del monstruo. Por ella salieron
medio mareados la jirafa, el elefante y la foca. Antes de que pudieran
decir nada, el hada movió de nuevo su varita mágica formando una
estela de aire que envolvió a los tres animales y los llevó de vuelta al
zoológico. Al día siguiente, no recordarían nada de lo ocurrido, ya que
SIADA había puesto polvos del olvido en la estela de aire.
Después, con hilos de seda cosió la barriga de OTO y pasó sus suaves
manos por ella. A continuación, SIADA susurró unas palabras en la oreja
del monstruo.
Por las alas de mariposa,
por la cola de pez
que este monstruo
despierte de una vez
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OTO despertó sintiéndose más ligero que nunca. Se miró su barriga
y al verla como siempre, se puso a dar tantos saltos de alegría que las
paredes y el suelo del gran edificio retumbaron de arriba a bajo. Muy
contento, le dio las gracias repetidamente al hada.
-Gracias, gracias, gra... ¡Oh! ¡Oh! -el monstruo, asustado, se tapó
rápidamente la boca con sus peludas manos.
-¡Qué horror! Se me había olvidado, ¿y si me trago a SIADA
después de haberme ayudado? -pensó tristemente OTO. -pensó tristemente OTO. -
Ella adivinó los pensamientos del monstruo y con una sonrisa
iluminada en su rostro, le tranquilizó.
-Tu problema se acabó, te lo digo yo. A mí no hay nada que
se me resista. Soy un hada muy lista. Ya nadie podrá llamarte
monstruo tragón. Te doy mi palabra de Hada Mayor.
Al mirarle a los ojos aquel día, el hada descubrió que además de
unos pies y una barriga muy grandes, también tenía un gran corazón,
en el que habitaba una enorme soledad.
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OTO, agradecido, invitó a merendar al hada un menú degustación
con las especialidades de la casa. Ella aceptó encantada pero puso una
condición: que le dejara llamar a sus hermanas, las otras hadas de los
cuentos para esta ocasión.
A SIADA le costó un poco convencerlas de que el monstruo no se las
tragaría vivas, porque a pesar de ser hadas eran muy incrédulas.
-Que no, que OTO ya no es un monstruo tragón, que su problema
se acabó. ¿Queréis venir a la fiesta, sí o no? Os advierto que hay
dulces a montones, pepinillos y bombones.
OTO, que era un gran cocinero, preparó una suculenta merienda con
zumo de naranja, helado de vainilla y chocolate, fresas con nata, flan
de caramelo y un sin fin de deliciosos postres más.
El hada adornó la casa con flores, globos y serpentinas de colores. Y
para terminar, un toque especial: colgó del techo luces de velas chispeantes.
Quería impresionar al monstruo y presumir delante de sus hermanas.
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Las otras hadas llevaron a la fiesta hojas de helecho musical que
agitaban el aire produciendo alegres melodías. Cuando vieron con sus
propios ojos que el monstruo hablaba y hablaba y no sucedía nada,
también ellas comenzaron a reír y a bailar por el salón. Desplegaron toda
su magia y disfrutaron de una divertida fiesta.
Y os voy a desvelar un secreto: como las hadas son muy golosas,
comieron y comieron, y se chuparon hasta los dedos.
OTO se sentía el monstruo más feliz del mundo entero. Por primera
vez desde que había llegado a la ciudad, no estaba sólo. Todos a su
alrededor le sonreían y no parecían asustados. Nadie le tenía miedo ya.
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Esa noche, mientras dormía a
pata suelta en su gran cama de
madera, una dulce sonrisa se dibujó
en su boca “tragona”. Soñaba con
nubes de lluvia, estrellas brillantes,
globos y serpentinas de colores. Y
un hada, la más hermosa y delicada
que uno se pudiera imaginar. Y, sí,
sí, no se me olvida joven hadita:
¡también la más lista! Era SIADA,
su pequeña y valiente amiga, quien
le había ayudado con su problema
a pesar de ser “un monstruo
tragón”.
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A mis hijos, Pablo y Davidmonstruosamente grandes en
sus corazones y en el mío.
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