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1 20 AÑOS DE TLCAN: SUEÑOS Y REALIDADES Por: Arturo Guillén * 1. Introducción El presente texto tiene como objetivo avanzar en el estudio de algunas de las principales repercusiones económicas y sociales en México de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994. En el apartado 2 se hace una breve síntesis del proceso de integración de México hacia el Norte, proceso que continúa con la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico y la pretensión de este grupo de unirse a la Asociación Trans-Pacífico (TPP), la cual busca, con el patrocinio estadounidense, liberalizar el comercio en la región Asia-Pacífico. En el apartado 3 se presenta el lado amable del TLCAN, que es la conversión de México en una potencia exportadora, rasgo que es presentado por los propagandistas neoliberales como la prueba de que el TLCAN ha sido un éxito. En el 4 se presenta la cara opuesta: la incapacidad del Tratado para recuperar la capacidad de crecimiento económico y de creación de empleos de la economía mexicana. Allí se sostiene que la estancamiento económico que experimenta nuestro país durante las últimas tres décadas, no sólo es el resultado de los efectos negativos del Tratado y de la apertura externa, sino que responde a la lógica misma del modelo neoliberal y de un régimen de acumulación de capital dominada por las finanzas. En el apartado 5 se examinan los efectos perversos del TLCAN en el campo mexicano y su relación con los flujos migratorios hacia Estados Unidos. Paradójicamente el TLCAN en vez de detener la emigración, al ahondar la desarticulación del sistema productivo y destruir la agricultura tradicional, acicateó el desempleo, la informalidad y la migración. Finalmente, en el apartado 6 de establecen algunas conclusiones. * Profesor investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Profesor del “Posgrado en Estudios Sociales, Línea Economía Social”. Coordinador General de la Red de Estudios sobre el Desarrollo Celso Furtado (www.redcelsofurtado.edu.mx). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. E-mail: [email protected]. Fax: 55 5612 5682.

20 años de Tlcan: sueños y realidades

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Se hace un balance de los primeros 20 años de desenvolvimiento del Tratado de Libre Comercio de América del Norte

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20 AÑOS DE TLCAN: SUEÑOS Y REALIDADES

Por: Arturo Guillén*

1. Introducción

El presente texto tiene como objetivo avanzar en el estudio de algunas de las principales

repercusiones económicas y sociales en México de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio

de América del Norte (TLCAN) en 1994.

En el apartado 2 se hace una breve síntesis del proceso de integración de México hacia el

Norte, proceso que continúa con la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico y la

pretensión de este grupo de unirse a la Asociación Trans-Pacífico (TPP), la cual busca, con el

patrocinio estadounidense, liberalizar el comercio en la región Asia-Pacífico. En el apartado 3 se

presenta el lado amable del TLCAN, que es la conversión de México en una potencia exportadora,

rasgo que es presentado por los propagandistas neoliberales como la prueba de que el TLCAN ha sido

un éxito. En el 4 se presenta la cara opuesta: la incapacidad del Tratado para recuperar la capacidad de

crecimiento económico y de creación de empleos de la economía mexicana. Allí se sostiene que la

estancamiento económico que experimenta nuestro país durante las últimas tres décadas, no sólo es el

resultado de los efectos negativos del Tratado y de la apertura externa, sino que responde a la lógica

misma del modelo neoliberal y de un régimen de acumulación de capital dominada por las finanzas.

En el apartado 5 se examinan los efectos perversos del TLCAN en el campo mexicano y su relación

con los flujos migratorios hacia Estados Unidos. Paradójicamente el TLCAN en vez de detener la

emigración, al ahondar la desarticulación del sistema productivo y destruir la agricultura tradicional,

acicateó el desempleo, la informalidad y la migración. Finalmente, en el apartado 6 de establecen

algunas conclusiones.

* Profesor – investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa. Profesor del “Posgrado en Estudios

Sociales, Línea Economía Social”. Coordinador General de la Red de Estudios sobre el Desarrollo Celso Furtado

(www.redcelsofurtado.edu.mx). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores. E-mail: [email protected].

Fax: 55 5612 5682.

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2. La integración hacia el norte: breve recorrido histórico

La integración y dependencia de México hacia Estados Unidos no comenzó con el

neoliberalismo ni con la firma del TLCAN. Es un proceso que arranca desde mediados del siglo XIX

y que se desarrolla y consolida durante la dictadura de Porfirio de Díaz (1876-1911). De hecho,

México, por su cercanía geográfica, fue el primer país latinoamericano que “continentalizó” sus

relaciones económicas, para usar la expresión acuñada por los canadienses, para describir su

integración hacia Estados Unidos. En 1912 el 75.3 % de las exportaciones mexicanas se dirigían a los

Estados Unidos y el 53.9% de las importaciones provenían de ese país (Bulmer Thomas, 2003), cifra

muy similar a la existente en la actualidad. Y si bien durante la revolución mexicana, tanto en su fase

armada (1910-1920) como en la fase institucional - la cual alcanza su clímax durante el gobierno del

general Lázaro Cárdenas (1934-1938) -, México siguió un curso nacionalista, no modificó de raíz la

integración de la economía mexicana con la economía estadounidense. A partir del gobierno de

Miguel Alemán (1952-1958), se abandonó el curso transformador y nacionalista de la revolución. El

desarrollo del país se hizo depender crecientemente del capital privado y se alentó el ingreso de

inversiones extranjeras. En el curso de dos décadas, el capital y el ingreso se concentraron en manos

de una pequeña oligarquía, dueña de los principales medios de producción en las actividades

productivas, en el comercio y en la banca, y en estrecha asociación con las empresas trasnacionales

(ETN) – principalmente estadounidenses - que se apoderaron de las principales ramas de la industria.

Al crearse el mercado del eurodólar durante los sesentas, México se endeudó con la banca

trasnacional. En el contexto de la gran crisis del capitalismo de los años setenta, que en México puso

fin a la estabilidad de precios y cambiaria, los gobiernos de Luis Echeverría y de José López Portillo

sobrendeudaron al país y exacerbaron la intervención del Estado en la economía, con el fin de

mantener el crecimiento económico. Tal curso tan dependiente del ahorro externo, desembocó en la

crisis de la deuda externa de 1982, primera crisis financiera sistémica de la posguerra (Guillén, 2010).

La crisis de la deuda externa no sólo sometió a México a los dictados del Fondo Monetario

Internacional (FMI) y del bloque acreedor, sino que catapultó el modelo de desarrollo basado en la

sustitución de importaciones. Dicha crisis entrañó la transición al neoliberalismo, que cobraba carta

de naturalización en Estados Unidos con Ronald Reagan y en Gran Bretaña con Margaret Thatcher.

Planes de ajuste y programas de cambio estructural se combinaron para abrir el camino a un modelo

de desarrollo orientado hacia fuera y sustentado en la liberalización, desregulación y apertura externa.

El impulso de las exportaciones se convirtió en uno de los principales objetivos de la política

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económica y en el principal mecanismo para el pago del servicio de la deuda, en un contexto de

restricción del crédito externo.

A partir de entonces, la integración hacia el norte cobró un curso imparable. En 1985 el

gobierno de Miguel de la Madrid emprendió, de manera unilateral, uno de los programas de apertura

comercial más rápidos que se registran en la historia moderna. El número de fracciones arancelarias

sujetas a permiso previo se redujo del 83% del total en 1984 al 27.8% en 1986. El arancel promedio

bajó del 27% en 1982 al 22.6% en 1986, mientras que el arancel promedio ponderado pasó en el

mismo periodo del 16.4% al 11.1%. En julio de 1986, México se adhirió al GATT, decisión que los

gobiernos anteriores habían evitado con el objeto de preservar cierta autonomía frente al exterior.

En un breve lapso nuestro país se convirtió en un país exportador de manufacturas mediante la

expansión de las maquiladoras y la reconversión de las ETN y de los grandes grupos privados

nacionales hacia el mercado externo. Las exportaciones totales se triplicaron en tan solo un decenio al

pasar de 25, 983 millones de dólares (md) en 1983 a 61,402 md en 1993 (gráfica 1). En el mismo

lapso, las exportaciones manufactureras crecieron a un ritmo mayor al aumentar de 5,549 md a 34,252

md. Por lo mismo, su participación en las exportaciones totales más que se duplicó, al incrementarse

del 24.9% al 55.8%

GRÁFICA 1:

MÉXICO: EXPORTACIONES E IMPORTACIONES

Millones de dólares

Fuente: www.cepal.com

0

50,000

100,000

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1980

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2000

2001

2002

2003

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2008

2009

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2011

2012

2013

EXPORTACIONES TOTALES IMPORTACIONES TOTALES EXPORTACIONES MANUFACTURERAS

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4

La joya de la corona de la integración con el Imperio, en el marco de la globalización

neoliberal, lo constituyó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el cual entró en vigor en

1994. El TLCAN permitió consolidar y blindar el sendero neoliberal y aherrojó la suerte de la

economía mexicana a los vaivenes de la economía estadounidense.

El TLCAN se trató de un acuerdo entre gobiernos y grupos empresariales oligopólicos de los

tres países quienes veían en la integración una palanca importante para ampliar sus mercados y zonas

de operación e influencia, así como para maximizar sus beneficios. En lo fundamental, fue impulsado

por los grupos y empresas más globalizados del capital monopolista-financiero de Estados Unidos, así

como por los grupos y empresas más poderosos de Canadá y México. Las ETN estadounidenses

encontraban en el TLCAN un instrumento para elevar sus niveles de competitividad en relación con

otras regiones del mundo (Europa y Asia, principalmente), mediante el aprovechamiento de los bajos

salarios y las normas ambientales laxas existentes en México. Para el gobierno de Estados Unidos se

trataba de llevar a la práctica un conjunto de reglas para la operación de las inversiones extranjeras

que conceden a estas una libertad irrestricta, así como un conjunto de prerrogativas: propiedad

intelectual, tratamiento nacional a los inversores extranjeros, eliminación de normas de

comportamiento etc.). El capítulo XI del TLCAN que norma el tratamiento a la inversión extranjera,

significaba para México renunciar a cualquier posibilidad de establecer una política industrial. Pero

quizás el objetivo estratégico más importante del TLCAN tanto del lado estadounidense como del

mexicano, era que su firma convertía en ley los elementos constitutivos de las políticas neoliberales,

lo que aseguraba su irreversibilidad y cerraba el paso a cualquier tentativa “populista” ulterior.

El proceso de integración a América del Norte y de creciente subordinación de México a la

estrategia global –económica y de seguridad - de Estados Unidos no se detuvo con la firma del

TLCAN. Este continuó en el marco de la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del

Norte (ASPAN), creado durante la reunión efectuada en Waco, Texas el 23 de marzo de 2005, por

acuerdo de los presidentes de los tres países miembros del TLCAN: George W. Bush, Paul Martin y

Vicente Fox. Mucho se alardeó por esas fechas de parte del gobierno mexicano de la posibilidad de

conseguir un acuerdo integral en materia de inmigración que legalizara la residencia de los

trabajadores mexicanos indocumentados asentados en Estados Unidos y que normara los flujos

futuros de trabajadores. Se trataba en boca del entonces Secretario de Relaciones Exteriores, Jorge

Castañeda, de conseguir “la enchilada completa” en materia de migración. No se obtuvo, ni se ha

obtenido hasta la fecha, siquiera una tortilla incompleta en ese rubro, pero sí se avanzó, en el marco

de la ASPAN, en otros temas altamente sensibles a la nación mexicana: la liberalización e integración

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de los sectores energéticos de América del Norte, y la subordinación de la política de seguridad

interna mexicana a la política de seguridad de Estados Unidos en el marco de su estrategia global

antiterrorista.

Aunque los acuerdos en el marco de la ASPAN son objeto del mayor secretismo, los pocos

documentos que se conocen públicamente, permiten discernir cuáles han sido sus principales

objetivos. En la reunión de Waco se estableció una agenda de “prosperidad” para promover el

crecimiento económico y la competitividad, así como una agenda de seguridad para crear un enfoque

común en esa materia para proteger a América del Norte de amenazas externas o de las que surjan en

sus propios territorios, así como garantizar el tránsito seguro de personas. Para avanzar en ambas

agendas se creó un Consejo de Competitividad de América del Norte integrado por altos personeros

de corporaciones privadas de los tres países, ya que “el involucramiento del sector privado es un paso

clave en el mejoramiento de la posición competitiva de América del Norte en los mercados globales,

y es la fuerza impulsora detrás de la innovación y el crecimiento (NACC, 2007: 3). Entre sus

principales recomendaciones publicadas en 2007 se encuentra el objetivo de acelerar la integración

energética de América del Norte. Para alcanzarla se enfatiza la conveniencia de abrir y liberalizar el

sector energético mexicano. En el documento se señala que:

“El acceso seguro a los recursos energéticos mundiales en términos de mercado es un

imperativo estratégico para los Estados Unidos. Aunque Estados Unidos cuenta con abundantes

recursos energéticos y es también un líder mundial en la producción de energía renovable, el país es

también el mayor consumidor mundial de energía (…) Canadá tiene un papel crítico que desempeñar

en la seguridad energética de América del Norte como la segunda mayor fuente de reservas de

petróleo del mundo, y debido a sus otras fuentes de energía como el gas natural, el carbón, el uranio y

la energía hidroeléctrica (…) Si México fuera a liberalizar totalmente su sector energético, sus

relativamente abundantes reservas de petróleo y gas podrían atraer significativas inversiones y

tecnología (…) Aunque la reforma del sector energético de México es un asunto interno (…), el

beneficio económico considerable que podría ser desbloqueado con iniciativas intermedias, justifica

sobradamente traerlo sobre la mesa (Ibíd: 42-43)”.

Dicho objetivo liberalizador del sector energético se ha cumplido sobradamente con la reforma

constitucional privatizadora del gobierno de Peña Nieto aprobada por el Congreso mexicano en 2013,

la cual anula la soberanía nacional de México sobre los recursos del subsuelo y nos regresa a la

situación prevaleciente antes de la expropiación petrolera de 1938.

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El ASPAN no fue solamente un mecanismo para impulsar la integración económica de

América Norte, sino también un espacio para definir políticas en materia de seguridad regional. Dos

objetivos destacan en ese rubro: la lucha contra los enemigos externos, llámense terroristas o

narcotraficantes; y la migración hacia Estados Unidos proveniente de México, Centroamérica u otros

países, tarea en la cual, México, como ruta de paso, asume la responsabilidad principal de contenerla

en su territorio.

Desde los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, Estados Unidos estableció como

uno de sus objetivos en la lucha contra el “terrorismo” en la región, el crear un “perímetro de

seguridad de América del Norte”, con lo cual los territorios de Canadá y de México se consideran

espacios integrantes de su seguridad nacional. Para este fin se creó en 2002 el Comando de del Norte,

cuya misión es vigilar las vías de acceso aéreo, terrestre y marítimas de Estados Unidos, Canadá y

México y se reorganizó el Mando Norteamericano de Defensa (NORAD, por sus acrónimos en

inglés) creado en 1958 en plena guerra fría, con el objeto de vigilar el espacio aéreo de Estados

Unidos y Canadá. Terminada la guerra fría se le asignaron a este organismo tareas vinculadas a la

lucha contra el narcotráfico y después del derribo de las torres gemelas de Nueva York, se le insertó

en la lucha antiterrorista.

El Almirante James Winnefield, a la sazón Comandante del NORAD y del Comando del

Norte, refiriéndose a las relaciones de los tres países de América del Norte, consideró que en virtud de

que, en su opinión, las fronteras económicas fueron borradas con la firma del TLCAN, los tres países

de la región deben trabajar conjuntamente en temas de seguridad. Según sus propias palabras:

“Hace diecisiete años atrás, permitimos que nuestras fronteras económicas se desvanecieran

(…) Obviamente estamos vinculados económicamente y en un mundo globalizado, creo que nos

estamos acercando aún más al ámbito de la seguridad, porque podemos hacerlo y porque sabemos que

debemos hacerlo. Enfrentamos amenazas comunes de terroristas, organizaciones criminales

transnacionales, amenazas cibernéticas, hasta peligros generados por la madre naturaleza, los cuales

por alguna razón parecen estar acelerándose. La cooperación de militares a militares, ayudándose y

compartiendo información, experiencia y ayuda directa, cuando nuestros amigos lo solicitan, y

cuando nuestros líderes soberanos en el gobierno lo aprueban, es uno de los medios para fomentar

nuestra seguridad compartida (Winniefield, 2011: 295-297)”.

Con la llegada de Felipe Calderón al gobierno de México, después de unas elecciones

cuestionadas por fraudulentas y falto aquél de legitimación interna, declaró la guerra contra el

narcotráfico, sacó al ejército de sus cuarteles para encabezar esa guerra y subordinó ésta a la

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estrategia global estadounidense contra el terrorismo internacional. Con ello se asumió que la lucha

contra el narcotráfico es equivalente a la lucha contra el terrorismo, lo que permite a las policías y

agencias de seguridad de Estados Unidos a operar en territorio mexicano. En ese contexto se firmó el

Plan Mérida, equivalente del Plan Colombia, mediante el cual el gobierno estadounidense se

comprometía con dicha lucha. Para sellar el compromiso el gobierno estadounidense ofreció entregar

a México 1,680 md.

La guerra contra el narcotráfico emprendida por el gobierno de Calderón y continuada por el

de Peña Nieto, no ha logrado el objetivo de erradicar el narcotráfico. Este aunque ha sufrido la

detención o muerte algunos capos importantes, se ha recompuesto y sigue operando a sus anchas.

Sin embargo, sí ha significado un alto costo humano, no solamente en términos de bajas en las filas de

los cárteles, de la policía y del ejército, sino de multitud de “bajas colaterales” de población inocente,

atrapada en la vorágine de violencia que ha significado dicha guerra. Aunque se ocultan o se

desconoce el número de muertos desde que ésta se inició, se calculan entre 60,000 y 90,000,

solamente en el sexenio calderonista, bastante más que los 58,000 muertos registrados en 10 años de

sangrienta guerra en Vietnam. A esto datos hay que agregar los 26, 000 desaparecidos entre 2006 y

2012, reportados por Amnistía Internacional (2012:1). Según el Instituto para la Economía y la Paz,

México ocupa el lugar 135 entre 158 de las naciones más violentas del globo (El Universal, 2012). El

costo económico de esa guerra es una carga muy pesada para una economía estancada como la

mexicana. En el periodo 2007-2012, el gobierno federal gastó 320 mil millones de pesos en el rubro

de seguridad, es decir alrededor de 25,000 millones de dólares, 19 veces más que lo recibido a través

del Plan Mérida (Contralínea, 2012).

La integración de México hacia el norte no concluye con el ASPAN. Esta ha continuado con

la incorporación de nuestro país a la Alianza del Pacífico, instancia creada en el 28 de abril de 2011 e

integrada por Colombia, Perú Chile y México, con Panamá como observador. La Alianza tiene como

propósito lograr una “integración profunda” entre los países miembros (los cuales tienen firmados

acuerdos bilaterales de libre comercio entre ellos) “para avanzar progresivamente hacia la libre

circulación de bienes, servicios, capitales y personas”. Pretende, asimismo, “convertirse en una

plataforma de articulación política, integración económica y comercial, y proyección al mundo, con

énfasis en la región Asia-Pacífico (Alianza para el Pacífico, 2011)”. Dada la cercanía política e

ideológica de los gobiernos de la Alianza con las posiciones del Consenso de Washington, tal

asociación podría ser interpretada como un intento de crear un bloque neoliberal de integración frente

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al bloque de gobiernos progresistas de América del Sur que han creado e impulsado organismos

regionales, tales como MERCOSUR, UNASUR, ALBA, CELAC, etc.

Los países de la Alianza del Pacífico participan en las negociaciones del Acuerdo Trans-

Pacifico (TPP por sus siglas en inglés), el cual pretende establecer un acuerdo multilateral que cree un

área de libre comercio entre los países de la región Asia Pacífico. El TPP es una ampliación del

acuerdo libre comercio firmado originalmente por Chile, Brunei, Nueva Zelanda y Singapur, y que

entró en vigor en 2006. En las negociaciones del TPP ampliado participan Australia, Canadá, Chile,

Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam. En su conjunto

estas naciones representan el 40% del PIB mundial.

El TPP es considerado una de las principales herramientas de la estrategia comercial de

Estados Unidos, junto con el acuerdo de libre comercio que Estados Unidos negocia con la Unión

Europea. Mediante ambos acuerdos, aquél país busca preservar su hegemonía en un orden neoliberal

y contener el avance de China y de los BRICS. Aunque las negociaciones del TPP se han conducido

en forma secreta, se han filtrado noticias en el sentido de Estados Unidos pretende imponer normas

más estrictas y favorables a los intereses de las trasnacionales y el capital monopolista-financiero que

las alcanzadas en el TLCAN o las que se pretendían en el ALCA, en materia de derechos de

propiedad intelectual y de comercio de servicios (véase Wikileaks 2013). No obstante su importancia

estratégica, es poco probable que las negociaciones del TPP sean concluidas en el corto plazo1.

Existen diferencias importantes entre Estados Unidos y Japón sobre el acceso a sus mercados. Pero

más importante que ello, es que la administración de Obama requiere que el Congreso renueve la

autorización del “fast track” para la firma de cualquier tratado comercial, situación harto difícil de

concretarse dado que Obama se encuentra en la fase final de su mandato y confronta la oposición

abierta de los republicanos en ese y en otros temas.

En suma, México ha seguido la ruta de su integración al Imperio del norte, no de ahora sino

desde hace siglo y medio. La misión del neoliberalismo y del TLCAN fue la de formalizar e

institucionalizar ese proceso. Durante las última tres décadas, México abandonó su mirada hacia el

Sur. No será fácil en el futuro revertir la integración dependiente hacia el Norte, aún en el marco de

gobiernos que decidieran cambiar el modelo económico. No obstante ello, habría que reconocer que

1 Devin Nunes, Presidente del Subcomité de Comercio del Comité de Formas y Medios (Ways and Means) del Congreso

estadounidense, declaró en mayo de 2014 que si el Fast Track no es aprobado antes del invierno de este año, el TPP no

será alcanzado durante la administración de Obama y su adopción se pospondrá hasta 2017 (Chronique Commerciale

Americaine, 2014)

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9

voltear la mirada hacia el Sur, será parte integral de cualquier proyecto nacional que aspire a

recuperar autonomía.

3. La fiebre exportadora

México ha sido un alumno consentido del Consenso de Washington y de los organismos

multilaterales, desde que se insertó pasivamente en la globalización neoliberal, a raíz de la crisis de la

deuda externa de 1982. Se suponía que al abandonar la estrategia basada en la sustitución de

importaciones y sustituirla por un modelo de economía abierta orientado a las exportaciones, el cual

estaría combinado con políticas macroeconómicas restrictivas, se sentarían las condiciones para

alcanzar estabilidad financiera y para recuperar la capacidad de crecimiento de la economía. La firma

del TLCAN significaba, a juicio de sus propulsores, la consolidación del nuevo modelo exportador.

El TLCAN establecía entre sus principales objetivos “aumentar sustancialmente las oportunidades

de inversión en los territorios de las Partes (TLCAN)”. El presidente Salinas de Gortari justificaba la

firma del Tratado, bajo la tesis de que “era mejor exportar mercancías que exportar trabajadores”, lo

que implicaba suponer que el TLCAN reduciría la migración, y que esto sería posible porque

aumentaría la inversión y por ende se estimularía el crecimiento económico y el empleo. En una

reunión de los jefes de gobierno de los tres países del TLCAN efectuada en 1999, se reiteraban

optimistamente los supuestos efectos virtuosos del Tratado en el crecimiento, el empleo y el medio

ambiente:

“El TLCAN –afirmaban- impulsa el crecimiento económico y el comercio dinámico, estimula la

inversión y al mismo tiempo crea alianzas productivas, se adapta a la pequeña y mediana empresa en

un marco de justicia y certeza. Los socios del TLCAN promueven la protección del medio ambiente y

ofrecen mayores oportunidades de trabajo en América del Norte (citado por Audley, Papademitriou,

Polaski y Vaughan, 2003: 5).

Hoy, 20 de años después de la entrada en vigor del TLCAN, existen mayores elementos para

evaluar sus resultados, así como para contrastar sus objetivos con la realidad existente. Es un hecho

que México se convirtió en una potencia exportadora, no solamente desde el TLCAN sino desde

mediados de la década de los ochenta cuando se decidió la apertura comercial y nuestro país ingresó

al GATT. Las exportaciones totales se incrementaron de 22 mil millones de dólares en 1980 a 400 mil

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10

millones en 2013 (ver gráfica 1). De este total, el 65% (262,144 md) son exportaciones

manufactureras, de las cuales alrededor de la mitad de estas provienen de las empresas maquiladoras.

Tan sólo en el periodo post-TLCAN las exportaciones totales crecieron 5.3 veces. El coeficiente

de exportaciones más que se triplicó al aumentar de 10% en 1980 al 33% en 2012. Nuestro país abrió

su economía como ningún otro de la región latinoamericana. El grado de apertura de la economía

mexicana pasó en el mismo lapso del 22% al 67% (gráfica 2). Los principales rubros de exportación

son automotriz y autopartes, aparatos médicos, petróleo crudo, metales preciosos y frutas y hortalizas.

El principal mercado de las exportaciones mexicanas sigue siendo Estados Unidos que absorbe el

78.8% del total (gráfica). La pauta de concentración histórica del comercio exterior, vigente desde el

porfiriato, se ha mantenido en el periodo del TLCAN. Los esfuerzos de diversificación geográfica no

se han materializado, a pesar de existir 12 acuerdos de libre comercio con 44 países, como lo

testimonian el estancamiento En la participación de las exportaciones hacia la Unión Europea y Asia-

Pacífico. .

GRÁFICA 2:

MÉXICO: GRADO DE APERTURA

Como % del PIB

Fuente: UNCTAD

0.00

0.10

0.20

0.30

0.40

0.50

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1980

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1983

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1986

1987

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1991

1992

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1995

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1997

1998

1999

2000

2001

2002

2003

2004

2005

2006

2007

2008

2009

2010

2011

2012

COEFICIENTE DE EXPORTACIONES COEFICIENTE DE IMPORTACIONES GRADO DE APERTURA ECONOMICA

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11

GRÁFICA 3:

MÉXICO: ESTRUCTURA DE LAS EXPORTACIONES 2013

Como % del total

Fuente: www.economía.gob.mx

4. La tendencia al estancamiento económico

El éxito exportador de México, no se corresponde con los resultados mediocres alcanzados en

materia de crecimiento económico y desarrollo social. Los sueños de que el TLCAN y la reforma

neoliberal permitirían arribar al Primer Mundo han quedado truncados. El ingreso nacional se

concentró como nunca antes en manos de una minúscula minoría; los salarios reales retrocedieron y

luego se estancaron; la pobreza aumentó; y proliferaron como los hongos la informalidad y la

migración de mano de obra hacia los Estados Unidos.

El débil crecimiento económico del país no puede ser atribuido exclusiva y mecánicamente a la

entrada de en vigor del TLCAN. No es un asunto de causa-efecto. Si bien el Tratado tiene una cuota

importante de responsabilidad en el decepcionante comportamiento de la economía y en la reducción

del bienestar social de amplias capas de la población, el problema es más complejo. Es más bien la

lógica de conjunto del modelo neoliberal la que explica el estancamiento económico y la degradación

social.

0 10 20 30 40 50 60 70 80 90

NORTEAMÉRICA

ESTADOS UNIDOS

CANADÁ

ALADÍ

CENTROAMÉRICA

UNIÓN EUROPEA

ASOCIACIÓN EUROPEA DE LIBRE COMERCIO

JAPÓN

CHINA

EXPORTACIONES

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12

Durante todo el periodo neoliberal (1982-2013) ,el PIB creció a una tasa promedio anual del 2.3%

y el PIB por habitante registró un aumento anual de sólo 0.6%. En el periodo post-TLCAN (1994-

2013) la tasa de crecimiento promedio de ambos indicadores se eleva ligeramente al 2.5% y el 1.2%

(gráfica 4). Pero aun así el resultado es nimio, no sólo en relación con el periodo de la sustitución de

importaciones, sino también si se le compara con el crecimiento logrado por otros países

latinoamericanos durante la década pasada. Durante 2000-2008, el crecimiento del PIB y del PIB por

habitante en México fue inferior en casi todos esos años al conseguido por la región latinoamericana

en su conjunto, con excepción de los años 2000 y 2002. En un evaluación reciente sobre los 20 años

del TLCAN se constata el pobre comportamiento de la economía mexicana: México ocupa el lugar 18

de 20 países de América Latina en cuanto al crecimiento per cápita del PIB; el PIB real por persona

creció casi al doble (98.7%) entre 1960-1980, contra un magro 18.6% en los últimos veinte años; ese

crecimiento fue la mitad del alcanzado por el resto de América Latina (Weisbrot, Lefebvre y

Sammut, 2014)

GRÁFICA 4:

PIB TOTAL Y PERCAPITA (1963-2013)

Tasa de crecimiento promedio anual

Fuente: Márquez Ayala (2014)

6.2

2.3 2

2.5

3.2

0.6

-0.1

1.2

-1

0

1

2

3

4

5

6

7

Promedio 1963-1981 Promedio 1982-2013 Pre TLCAN 1982-1993 TLCAN 1994-2013

PIB Total PIB Percapita

Page 13: 20 años de Tlcan: sueños y realidades

13

Los malos resultados en materia de crecimiento no pueden atribuirse solamente a errores de

política económica o a una aplicación equivocada o incompleta del modelo neoliberal, como

acostumbran explicarlo sus panegiristas, sino que están estrechamente vinculados con la lógica del

modelo neoliberal (MN) y de un régimen de acumulación dominado por las finanzas.

El MN está asentado en el ahorro externo como principal mecanismo de financiamiento del

desarrollo. El ingreso de este ahorro está sustentado a su vez, en el ingreso de inversión extranjera

directa, así como en la apertura de la cuenta de capital y en la importación de flujos privados de

capital de portafolio del exterior.

El influjo masivo de capitales externos y las políticas macroeconómicas restrictivas y

procíclicas que la soportan, son la causa principal del estancamiento económico. Paradójicamente la

apertura de la cuenta de capital fue ofrecida como la panacea para salir de la llamada “década

perdida” y su secuela de estancamiento provocada por la renegociación ortodoxa de la deuda externa

de comienzos de los ochentas. No obstante que la entrada neta de capital extranjero reactiva en un

primer momento la inversión y el crecimiento de las economías, sus efectos son magros y temporales.

Se trata como ha planteado alguien, del “vuelo de la gallina”. Su vuelo es corto y a ras de tierra. Está

demostrado, tanto en los hechos como en la teoría, que las políticas neoliberales del Consenso de

Washington y la globalización financiera han conducido a México y a América Latina a un callejón

sin salida de estancamiento, desigualdad y pobreza (Guillén, 2007, Bresser-Pereira, 2010).

El ingreso de ahorro externo (fundamentalmente especulativo), que es la base financiera del

modelo neoliberal, no crea las condiciones para un crecimiento durable de las economías. La apertura

irrestrictita e indiscriminada de la cuenta de capitales, más que provocar un incremento de la tasa de

inversión como lo postula la teoría estándar, desplaza la inversión nativa y desvía el ingreso de ahorro

externo hacia el consumo privado, lo que impide que la reactivación se sostenga. Además, el influjo

de ahorro externo provoca, por un lado, el incremento del déficit en cuenta corriente por las crecientes

importaciones derivadas del aumento del consumo privado, la mayor concentración del ingreso y la

ruptura de las cadenas productivas internas. Por el otro lado, al sobrevaluar la moneda, induce a un

creciente endeudamiento externo de los agentes económicos.

El MN no ha permitido elevar sustancialmente la tasa de inversión y, por ende, los niveles de

empleo en la economía formal. Al comparar el periodo 1983-1991 con 1991-1998, Frrench Davis

(2005: 69) encuentra que mientras el ahorro externo utilizado (flujos netos de capital del exterior

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14

menos acumulación de reservas) en América Latina aumentó en 2.4 puntos porcentuales del PIB, el

coeficiente de inversión creció apenas en 0.8 puntos del PIB. En México, la tasa de inversión bruta se

mantuvo durante los noventa en niveles entre el 18-20%, superior a las más mediocres cifras de la

década perdida, pero inferiores a las alcanzadas durante el modelo de sustitución de importaciones.

En la primera década del siglo se mantuvo en torno al 20%.

El MN se sustenta, como se dijo arriba, en dos pilares básicos: una política monetaria

restrictiva y procíclica y un tipo de cambio sobrevaluado. La política monetaria restrictiva, enmarcada

en objetivos antiinflacionarios, ha sido una condición para atraer flujos privados de capital del

exterior y evitar la fuga de capitales. La entrada de capitales, a su vez, provoca la sobrevaluación

persistente de la moneda. Tasas de interés reales altas –superiores a las prevalecientes en los centros-

y tipos de cambios sobrevaluados se convierten así, en el tributo indispensable que reclaman los

capitales externos para ingresar a los países emergentes, lo que, sin embargo tiene un impacto

desfavorable en el crecimiento económico y en la creación de empleos.

El crecimiento sustentado en el ahorro externo, como el que se promueve bajo las premisas del

Consenso de Washington, es nimio. Resulta, además, efímero y, por tanto, no sostenible. El ingreso

de capitales del exterior, en el marco de políticas monetarias pasivas y restrictivas, puede tener,

temporalmente, un efecto positivo en el crecimiento económico, pero no crea las condiciones para una

expansión alta y perdurable, aspecto fundamental en cualquier política auténtica de desarrollo. En

efecto, la reactivación de los flujos externos de capital generalmente ocurre después de un periodo de

crisis, en el cual existe un alto margen de capacidad productiva ociosa. El ingreso de capitales

produce un efecto reactivador en la demanda agregada, sobretodo del consumo privado (acicateado,

además, por la tendencia a la concentración del ingreso). El PIB real crece, pero lo hace por debajo de

la oferta potencial, la cual está definida por la capacidad productiva instalada. De allí que el efecto de

ese crecimiento en la tasa de inversión sea marginal. Al mismo tiempo, como se ha dicho, crecen las

importaciones de bienes de consumo de lujo y las importaciones de insumos y con ellas el déficit en

cuenta corriente financiado por el superávit de la cuenta de capital. Si bien puede presentarse una

elevación de la productividad, esta resulta de un mejor uso de los recursos existentes, más que de una

expansión de la capacidad productiva.

Pero justamente en ese punto se detienen los efectos “virtuosos” del crecimiento económico

sustentado en el ahorro externo. Como afirma Frrench Davis (2005: 70), “al completarse la

reactivación, alcanzándose la frontera productiva, cualquier demanda agregada adicional requerirá

Page 15: 20 años de Tlcan: sueños y realidades

15

nueva capacidad productiva para satisfacerla y, por consiguiente, de nueva inversión para generarla”.

En otras palabras, en esa fase del ciclo, sostener el crecimiento implicaría incrementar

sustancialmente la tasa de inversión. Sin embargo, ello no sucede. El ingreso de capital externo

provoca un desplazamiento del ahorro interno hacia el gasto, el consumo privado y el ahorro

financiero, más que un crecimiento de la tasa de inversión. Al mismo tiempo, genera la apreciación de

la moneda, fomenta la especulación en los mercados de valores; e incrementa el endeudamiento

externo de los agentes, creando, de esa forma; las condiciones para una crisis financiera.

La crisis mexicana de 1994-1995 como después la asiática, la rusa, la brasileña y la argentina,

demostraron que cuando los operadores financieros globalizados consideran que los desequilibrios

provocados en gran medida por la propia operación de los capitales que representan ya no son

sostenibles, inician los ataques especulativos sobre las monedas y provocan la estampida de los

capitales. Como he señalado en otro trabajo (Guillén, 2007: capitulo VII), el efecto desequilibrador de

los flujos externos de capital sobre variables económicas claves se presenta, tanto en la fase anterior a

la crisis financiera, como al precipitarse ésta. En el periodo anterior al estallido de una crisis, cuando

el ingreso de capital especulativo es intenso, éste genera, como dije arriba, sobrevaluación de la

moneda, aumento del déficit externo, sobreendeudamiento, etc. En otras palabras, el ingreso de

capital afecta los “fundamentales” de la economía, pero en un sentido negativo. Una vez que irrumpe

la crisis, se producen los efectos contrarios. La estampida de los capitales hacia otros mercados

precipita la devaluación abrupta de la moneda, el derrumbe de los precios de los activos financieros e

inmobiliarios, la contracción del crédito y demás efectos deflacionarios que acompañan a todas las

crisis financieras importantes.

La economía mexicana carece de motor interno. El TLCAN tiene una alta cuota de

responsabilidad en tal situación. Bajo el modelo exportador impulsado bajo el neoliberalismo, el

dinamismo de la economía depende casi enteramente de la demanda externa, la cual depende en

forma excesiva del mercado estadounidense a donde se dirigen, como se dijo antes, alrededor del 80%

de las ventas externas. El sector exportador está poco diversificado y se restringe a unas cuantas

empresas y ramas. La mitad de las exportaciones son generadas por las maquilas.

Los nexos del sector exportador con el resto del sistema productivo son nulos, o por decir lo

menos, escasos. Se trata de un patrón de acumulación altamente dependiente de las importaciones, lo

que le resta capacidad dinámica y se constituye en un límite a su propia reproducción. Los insumos

utilizados por las maquiladoras provienen casi en su totalidad del exterior. Sólo el 3% de los insumos

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16

son comprados en el mercado interno. Pero la situación no se reduce a las maquiladoras, sino también

a las corporaciones del sector exportador, e inclusive a las empresas que producen para el mercado

interno. Las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos incluyen un 37% de insumos provenientes

de ese país, cuatro veces más que en el caso de las exportaciones chinas a ese mercado (The

Economist, 2014).

El coeficiente de importaciones ha crecido aceleradamente con el MN, pero principalmente

después de la entrada en vigor del TLCAN. Dicho coeficiente que se ubicaba en 12% del PIB en

1980, se incrementó a 20% en 1994, hasta alcanzar 34% en 2013. La dependencia en las

importaciones es mucho mayor que la que registra América Latina en su conjunto (gráfica 3).

Vidal (2011) ha evidenciado cómo el sector exportador depende cada vez más de las

importaciones de insumos, por lo que debe financiar su reproducción crecientemente con otras fuentes

de divisas, como las exportaciones de petróleo o las remesas de trabajadores migrantes. Las

importaciones asociadas a las exportaciones no petroleras pasaron del 57.4% en 1995 al 63.7% en

2004. Es claro entonces, que el dinamismo de la economía mexicana depende altamente del ciclo

estadounidense, no sólo en lo que se refiere a las exportaciones manufactureras, sino también por lo

que respecta al valor de las remesas de los migrantes y el valor de los ingresos petroleros. El sector

exportador opera como un enclave, muy al estilo del sector agro-minero moderno en modelo

primario-exportador Como dice J.A. Ocampo al hacer un balance de la economía latinoamericana:

“(…) El fracaso de América Latina bajo el ‘Consenso de Washington’ puede explicarse por la

ausencia del tal estrategia de transformación estructural y por las insuficiencias dinámicas (…) la

extensa destrucción de actividades económicas preexistentes, el carácter de “enclave” de muchas de

las nuevas actividades dinámicas, la capacidad limitada para difundir al resto de la economía los

aumentos de productividad de las empresas y los sectores líderes, la incapacidad de estos sectores

para absorber los factores productivos desplazados de las actividades no competitivas, y como

resultado de todo ello, la expansión de la heterogeneidad estructural (Ocampo, 2006: 20-21)”.

El sector exportador tiende a destruir las cadenas productivas internas que se habían creado

bajo la industrialización orientada hacia dentro. No es que ahora no se creen cadenas productivas;

éstas se establecen, pero no en el espacio nacional, sino en el en el territorio de nuestros socios de

América del Norte, como lo comprueban las altas importaciones de insumos provenientes de Estados

Unidos y Canadá. Los “efectos hacia atrás” de la actividad exportadora benefician a las ETN que

operan en México, las cuales incrementan sus exportaciones de insumos desde otros centros fabriles

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17

de la firma. Esas transacciones son en su mayoría comercio intra-firma, lo cual les permite utilizar,

por añadidura “precios administrados” para maximizar sus beneficios.

Existen también restricciones en el sector financiero que agravan la tendencia al

estancamiento. México tiene una banca comercial cuya contribución al proceso de inversión es casi

nula, así como una banca de desarrollo en ruinas y en proceso de liquidación por parte de los

neoliberales. La banca comercial, en manos del capital extranjero, se ha enfocado, principalmente a

financiar el consumo de los grupos de altos ingresos2.

5. EL TLCAN, la destrucción de la agricultura tradicional y la explosión migratoria

Uno de los sectores más afectados por el TLCAN ha sido el sector agropecuario. La decisión

de abrir este sector y eliminar los aranceles en un plazo de diez años modificó profundamente la

estructura productiva del sector. Todo proceso de integración, máxime cuando se realiza entre socios

asimétricos, provoca que se imponga el sistema de precios relativos del país dominante, lo que traba

el desarrollo de las ramas y unidades productivas más atrasadas que operan con niveles de

productividad más bajos en el país periférico. La desventaja en competitividad se acentuó con la

apertura financiera, la cual genera sobrevaluación cambiaria y pone más en desventaja a los

productores nacionales Ese fue el caso del sector agropecuario con el TLCAN. Si bien algunos rubros

como la producción de flores y hortalizas se beneficiaron con la apertura del mercado de América del

Norte, los productores de granos básicos, sobretodo los pertenecientes a la agricultura tradicional, se

vieron desplazados por el ingreso de los productos provenientes de Estados Unidos y Canadá que

operan con niveles de productividad sensiblemente más altos, además de contar con subsidios

millonarios de parte de sus gobiernos. Muchos productores abandonaron sus tierras o las dejaron

ociosas para ocuparse en la informalidad, emigrar a Estados Unidos o incorporarse al servicio del

narcotráfico.

Es cierto que los problemas del campo no comenzaron con el TLCAN. La crisis agropecuaria

data desde los años sesenta. Pero sin duda se profundizaron con la apertura comercial y con la entrada

en vigor del TLCAN. Durante el periodo 1983-2007 el sector agropecuario creció a una tasa

promedio anual de 1.5% anual, inferior al crecimiento de la economía en su conjunto. Según un

estudio de la FAO, la productividad de la agricultura mexicana ha estado estancada desde los

noventas y es una de las más bajas de América Latina (citado por Quintana, 2013). La participación

2 En México, la participación del consumo privado en el PIB aumentó del 65 al 70% del PIB entre 1980 y 2007 (Ibarra:

2009:17)

Page 18: 20 años de Tlcan: sueños y realidades

18

del sector agropecuario en el PIB, la cual había estado disminuyendo acusadamente desde mediados

de la década de los sesenta, continuó con su declive en el periodo post-TLCAN, al decrecer del 3.5%

en 1994 al 2.9% en 2012. No obstante su baja participación en la producción, todavía ocupa el 12.8%

de la población económicamente activa.

La firma del TLCAN significó el abandono de toda idea de soberanía alimentaria, la cual había

sido una preocupación de los gobiernos anteriores al neoliberalismo. Aceptar incluir el comercio de

granos básicos en el Tratado, representó la afectación de millones de campesinos que dependían de

esos productos. El consumo de granos básicos y de otros productos agrícolas pasó a depender

crecientemente de las importaciones, las cuales son controladas por grandes empresas transnacionales

(Monsanto, Cargill, etc.). Las importaciones de los cuatro principales granos básicos, que forman

parte esencial de la dieta de los mexicanos: maíz, frijol, trigo y arroz, han aumentado aceleradamente

desde la entrada en vigor del TLCAN. De representar el 15.7% del consumo aparente en 1995, se

incrementaron al 37.8% en 2012 (gráfica 5). Por productos la dependencia en las importaciones en

2012 era la siguiente: 30.7% en maíz, 18.1% en frijol, 63.7% en trigo, 82.7% en arroz, 15.2% en

leche, 21.3% en huevo, 12.9% en carne de res, 14.9% en pollo y 36.8% en carne de cerdo.

GRÁFICA 5:

CONSUMO NACIONAL APARENTE %

4 granos básicos

Fuente: Márquez Ayala (2014)

84.3 71.1 69.1 68.9

62.4

15.7 28.9 30.9 31.1

37.8

0

20

40

60

80

100

120

1995 2000 2005 2010 2012

Producción Nacional ImportacionesIncluye maíz, trigo, frijol y

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19

La destrucción de las economías campesinas aunada el estancamiento crónico de la economía

mexicana, es la causa de fondo de la explosión de la informalidad y de la migración que han

acompañado al neoliberalismo. La economía informal representa entre el 50 y el 60% de la población

económicamente activa. Por su parte, la migración hacia Estados Unidos aumentó a partir del TLCAN

(gráfica 6). Alcanzó la cima de 850 mil migrantes en 2007, antes de que la crisis global provocara un

descenso significativo de los flujos migratorios hacia el norte y un aumento sustancial de las

deportaciones. En sentido contrario a lo que esperaban sus promotores y al no crearse empleos

suficientes en suelo mexicano, la exportación de brazos en vez reducirse se acrecentó. Las causas de

la emigración son multifactoriales, pero indudablemente entre las principales se encuentran: la

destrucción de actividades y de cadenas productivas derivada de la orientación de la economía hacia

el mercado externo; la falta de oportunidades de empleo; los bajos salarios reales; la pobreza; y la

violencia e inseguridad pública. Estas condiciones son además un caldo de cultivo para la

incorporación de los excluidos a las filas de las bandas del crimen organizado.

GRÁFICA 6

MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS (1995-2010)

Miles de personas

Fuente: Márquez Ayala (2014)

415

524

455 406

729

628

542

709

816 856

748

630

493

637 639

808

616 570

466 429

513 462

573 586 549

418

0

100

200

300

400

500

600

700

800

900

1995 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010

Migración México Estados Unidos (1995-2010) miles de personas

Migrantes hacia EU Deportados de EU

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20

Como puede observarse la gráfica 6, la migración tiene un comportamiento procíclico, crece en

las fases de recuperación cíclica, y se contrae durante las recesiones. A la inversa la deportación

aumenta en las crisis y se atenúa en las expansiones.

Como se dijo arriba, desde la gran recesión de2008-2009, la administración de Obama aceleró la

deportación de migrantes. Ante el fracaso en la aprobación de una ley migratoria en Estados Unidos,

los problemas se han complicado con el arribo de los niños migrantes. Desde octubre de 2013 mmás

de 52.000 menores han sido interceptados en la frontera del Río Bravo. Según las autoridades

estadounidenses, fueron detenidos 15.027 niños hondureños, 12.670 guatemaltecos, 12.146

mexicanos y 11.436 salvadoreños. Obama cerrará su quinto año de gobierno con más de dos millones

de migrantes expulsados, la misma cantidad de los deportados por la administración de George W.

Bush en sus ochos años de gobierno y más personas que las deportadas formalmente por Estados

Unidos en el periodo 1892-1996 (La Opinión 2014). La crisis de los niños migrantes no tiene

precedentes en la historia de las relaciones entre Estados Unidos y su periferia mexicana y

centroamericana. De acuerdo con lo acordado en el seno del ASPAN y el Plan Mérida, al gobierno de

nuestro país le tocará la ingrata e infame tarea de taponar la frontera sur y contener el flujo migratorio

centroamericano.

6. Conclusiones

La integración de México con Estados Unidos no comienza con el TLCAN ni ha terminado allí.

Se trata de un largo proceso histórico que comienza a mediados del Siglo XIX y continúa en la

actualidad con el ASPAN y la intención de incorporarse al TPP acuerdo de integración impulsado por

Estados Unidos y que pretende establecer un acuerdo comercial de integración profunda

transcontinental que abarque a América y a Asia Pacífico, con el objetivo de aislar a China y contener

las aspiraciones de los BRICS.

Existe un abismo entre los sueños y promesas de los promotores y defensores del TLCAN y la

realidad existente. Si bien es cierto que el Tratado permitió a México convertirse en una potencia

exportadora, no fue un instrumento para recuperar el crecimiento económico. Por el contrario, nuestro

país ha experimentado durante los últimos treinta años un crecimiento mediocre, salpicado de crisis

recurrentes. Estos resultados decepcionantes obedecen no únicamente a los efectos del TLCAN, sino

a lo la lógica de conjunto del modelo neoliberal y de un régimen de acumulación de capital dominado

por las finanzas.

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21

Uno de los sectores más afectados ha sido el agropecuario, cuya postración y dependencia de las

importaciones, aunado a la tendencia al estancamiento de la economía nacional, ha sido uno de los

factores principales que explican el desempleo, la informalidad, el mantenimiento de la pobreza y la

explosión de la emigración de trabajadores a Estados Unidos. Lejos de contener la exportación de

brazos, el TLCAN ha sido el principal resorte en la conformación y perpetuación de una nación de

trashumantes.

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