419
Misión en transformación Cambios de paradigma en la teología de la misión DAVID J. BOSCH LIBROS DESAFÍO® 2005

2005 David Bosch Mision en Tra

  • Upload
    shkpaz

  • View
    2.586

  • Download
    140

Embed Size (px)

DESCRIPTION

El libro más completo y usado para el estudio de la misión de la iglesia. No existe otra obra que analice con tanta lucidez los diferentes paradigmas de cómo la iglesia ha abordado y entendido la misión. Además, el autor propone un paradigma bíblico que da la debida importancia a los aspectos transcendentales e inmanentes de la misión

Citation preview

Misin en transformacinCambios de paradigma en la teologa de la misin DAVID J. BOSCH

LIBROS DESAFO2005

2Ttulo original en ingls: Transforming Mission: Paradigm Shifts in Theology of Mission Autor: David J. Bosch Publicado por Orbis Books, Maryknoll, New York 10545 1991 Ttulo: Misin en transformacin: Cambios de paradigma en la teologa de la misin Traducido por: Gail de Atiencia y equipo de traduccin de la Comunidad Kairs de Buenos Aires Diseo de cubierta: Pete Euwema Libros Desafo es un ministerio de CRC Publications, casa de publicaciones de la Iglesia Cristiana Reformada en Norteamrica, Grand Rapids, Michigan, EE.UU. Publicado por LIBROS DESAFO 2850 Kalamazoo Ave. SE Grand Rapids, Michigan 49560 EE.UU. 2000 Derechos Reservados ISBN 1-55883-404-4

ex libris eltropical

3

Tabla de contenido[pgina 5]Prefacio de la edicin castellana Prefacio del autor Abreviaturas Introduccin: la crisis contempornea de la misin

Primera parte Modelos neotestamentarios de misin1. 2. 3. 4. Reflexiones en torno al Nuevo Testamentocomo documento misionero Mateo: la misin es hacer discpulos Lucas-Hechos: la prctica del perdn y lasolidaridad con el pobre La misin en Pablo: una invitacin a unirsea la comunidad escatolgica

Segunda parte Paradigmas histricos de la misin5. 6. 7. 8. 9. Cambios de paradigma en misionologa El paradigma misionero de la Iglesia Oriental El paradigma misionero de la Iglesia CatlicaRomana en el medioevo El paradigma misionero de la Reforma protestante La misin a partir de la Ilustracin

Tercera parte Hacia una misionologa relevante10. 11. 12. 13. El surgimiento de un paradigma posmoderno La misin en tiempos de prueba Elementos de un nuevo paradigma misioneroecumnico Mltiples formas de misin Bibliografa ndice de materias ndice de autores

4

Prefacio de la edicin castellana[pgina 7]Misin en transformacin es la mayor contribucin que David Bosch haya dado al estudio de la misionologa. Duranteel transcurso de su vida, este erudito sudafricano de tradicin reformada public seis obras, muchos ensayos y materiales de educacin. Pero Misin en transformacin permanece como su obra mxima. Lesslie Newbigin la ha llamado Summa Missiologica, llegando a ser un volumen que por muchos aos se mantendr como una herramienta indispensable para los estudiantes y docentes de misionologa. Despus de haberse educado en varias de las mejores universidades de Europa, David Bosch regresa a Sudfrica en 1957 y comienza a laborar como misionero entre los Xhosa, en la regin conocida como Transkei. Fue all donde durante nueve aos labora evangelizando alejadas villas y estableciendo iglesias en lugares que solamente eran accesibles a pie o a caballo. Luego, a causa de una dolencia lumbar, deja esta labor e ingresa al campo docente para dedicarse a las labores de escribir y de entrenar a pastores y evangelistas. La labor misionera le ense a Bosch que, en primer lugar, deba amar y confiar en otras gentes sin importar cul fuese su raza. Aprendi que deba considerarlos como sus colegas en la obra del reino de Cristo. En segundo lugar, la labor misionera le ense a integrar la teora y la prctica, y a construir su labor misionera sobre un slido fundamento bblico y teolgico. Durante toda su vida, Bosch se mantiene profundamente dedicado a la iglesia visible, a la que llama comunidad [pgina 8] alternativa, e hizo un profundo llamado pblico para que se vuelva a descubrir la naturaleza misionera de la iglesia. Bosch llega a tener serios problemas con la Iglesia Reformada Holandesa de Sudfrica, pues sta defenda el apartheid. A pesar de todo, permanece como miembro de la iglesia hasta 1992, ao en que fallece debido a un accidente automovilstico. En la presente obra, el lector descubrir que Bosch hace uso de la teora del paradigma desarrollada por Thomas Kuhn en el campo de la ciencia y usada por Hans Kng en el campo de la teologa a fin de demostrar el grado de cambio que la teora y la prctica de la misin han sufrido durante los ltimos dos mil aos. La tesis principal de Bosch consiste en que los cambios que ocurren al presente en la misin cristiana no son ni incidentales ni reversibles, sino que son el resultado de un cambio fundamental de paradigmas, no solo en la misin y la teologa sino en el pensamiento y la experiencia de todo el mundo. Para poder describir e interpretar este cambio, Bosch ha compilado en esta obra una vasta cantidad de datos histricos y teolgicos, creando as un enorme erario al que todo estudiante de misionologa sincero deber acudir con frecuencia. Roger S. Greenway Calvin Theological Seminary Grand Rapids, Michigan EE.UU.

5 [pgina 9]

Prefacio del autorl ttulo original (en ingls) de este libro Transforming Mission es ambiguo. Transforming puede interpretarse como un adjetivo descriptivo de misin. En este sentido, se entiende la misin como una empresa transformadora de la realidad. Pero la misma palabra transforming tambin puede ser un participio en tiempo presente, usado para referirse a la accin de estar transformando, en cuyo caso misin es el objeto que recibe la accin. En este sentido, la misin no se entendera como una empresa transformadora de la realidad, sino como algo que est en proceso de transformacin. Confieso que tena mis dudas respecto al ttulo sugerido. Un da las expres en un dilogo que tuve con el Profesor Francis Wilson de la Universidad de la Ciudad del Cabo, quien juntamente con el Dr. Mamphela Ramphele coordin la Segunda Investigacin Carnegie sobre Pobreza y Desarrollo en Sudfrica. Wilson hizo referencia al libro que recoge los resultados de su investigacin porque su ttulo, Uprooting Poverty, refleja esta misma ambigedad. Insina, por un lado, que la pobreza desarraiga a los pobres, pero a la vez implica que es algo que debe ser desarraigado. A partir de aquel da sent paz respecto al ttulo ambiguo de mi propio libro! La ambigedad del ttulo refleja fielmente el contenido del libro. Con la ayuda del concepto de cambios de paradigma busco demostrar el alcance de los cambios experimentados en la filosofa y en la prctica de la misin a lo largo de casi veinte siglos de historia de misin cristiana. En algunos casos las transformaciones [pgina 10] fueron tan profundas y vastas que un historiador difcilmente encuentra parecidos entre los distintos modelos de misin. Mi tesis es que este proceso de transformacin tampoco ha terminado (de hecho nunca terminar) y que en este momento nos encontramos en medio de uno de los cambios ms importantes en trminos de nuestro entendimiento y prctica de la misin cristiana. Este estudio, sin embargo, no se queda en lo descriptivo. Va ms all que un mero retrato del desarrollo y la modificacin de una idea, para sugerir que la misin sigue siendo una dimensin indispensable de la fe cristiana y que el meollo de su propsito es transformar la realidad. Bajo esta perspectiva se convierte en aquella dimensin de nuestra fe que rehsa aceptar la realidad como es, y busca cambiarla. En transformacin entonces es una expresin apta para captar esta cualidad tan esencial de la misin cristiana. Caben algunas observaciones respecto al desarrollo del libro. En 1980 publiqu Witness to the World: The Christian Mission in Theological Perspective (Testimonio al mundo: la misin cristiana desde una perspectiva teolgica). Formalmente, el presente libro desarrolla la misma temtica que el anterior, publicado hace una dcada. Al ver sus ejemplares agotados desde hace algn tiempo, me propuse revisarlo. En el proceso de la revisin me di cuenta de que haba rebasado las ideas del otro, y que un libro publicado en los primeros aos de la dcada de los ochenta no podra afrontar los desafos de los primeros aos de los noventa. Demasiadas cosas haban pasado en la teologa, la poltica, la sociologa, la economa, etc. durante diez aos. Por supuesto, existen continuidades esenciales entre el primer libro y este, tal como las hay entre el mundo de los primeros aos de la dcada de los ochenta y el mundo al principio de los noventa. Algunas de estas continuidades, juntamente con ciertas lagunas importantes, se encuentran reflejadas, as espero, en el presente estudio. Por haber llegado al final exitoso de este proyecto escrito, me encuentro en deuda con muchas ms personas que las que puedo mencionar. Hago mencin de slo algunas de ellas. Pienso, por ejemplo, en mis colegas del Departamento de Misionologa de la Universidad de Sudfrica Willem Saayman, J. N. J. (Klippies) Kritzinger e Inus Daneel, y nuestras hbiles secretarias Hazel van Rensburg and Marietjie Willemse, quienes no slo estimularon mi propia reflexin teolgica de manera continua sino tambin crearon los espacios y tiempos para que la investigacin continuase. Entre otros amigos y colegas que tambin leyeron partes del manuscrito y dialogaron conmigo sobre su contenido incluyo a Henri Lederle, Cillers Breytenback, Bertie du Plessis, Kevin Livingston, Danil Nel, Johann Mouton, Adrio Knig, Willem Nicol, Gerald Pillay, J. J. (Dons) Kritzinger y algunos ms. Varios de ellos participaron tambin en la reunin de la Southern Africa Missiological Society (Asociacin Misionolgica de Sudfrica) en enero de 1990, la cual se dedic al estudio de mi obra teolgica (cf. J. N. J. Kritzinger y W. A. Saayman [eds], Mission in Creative Tension: A Dialogue with David Bosch [Tensin [pgina 11] creativa en misin: un dilogo con David Bosch], Missiological Society, Pretoria, 1990). Es un verdadero gozo trabajar con semejantes colegas! Quisiera expresar una palabra de agradecimiento a Orbis Books por estar tan dispuesta a publicar este volumen. Eve Drogin, editor de Orbis, me gui en las etapas iniciales de escribir y de negociar con los editores. Durante la crucial etapa de preparar y editar el manuscrito final, William Burrows, gerente editor de Orbis, asumi la responsabilidad personalmente. El anlisis detallado y penetrante del primer manuscrito dej manifiestas sus cualidades como editor habilsimo, telogo

E

6 articulado e interlocutor sensible. Nuestros intercambios posteriores confirmaron esta primera impresin. Nadie podra desear un mejor editor. El libro forma parte de la serie titulada American Society of Missiology Series. Lo considero un gran honor y quisiera expresar mi gratitud a los miembros del comit editorial (debo mencionar los nombres de Gerald H. Anderson [New Haven] y James A. Scherer [Chicago]) y de hecho a toda la American Society of Missiology. He gozado del privilegio de asistir a varias de sus reuniones anuales y siempre guardo gratos recuerdos de ellas. Por ltimo (en orden pero no en importancia), dedico este volumen a mi esposa por ms de treinta aos, Annemarie Elizabeth. Durante varios aos le ha tocado aguantar el proceso de escribir este libro y prescindir de vacaciones, de apoyo adecuado de mi parte hacia la familia y de otras cosas. En medio de todo, persever animndome y comprendindome y siendo para m ayuda idnea en trminos de intercambiar ideas y de aportar siempre una retroalimentacin inteligente y simpatizante. Mi deuda con ella rebasa mi capacidad de expresin con palabras.

7 [pgina 13]

AbreviaturasAB AG BJ CMI CMME CMS CT EN FC IMC LG LMS ME NA NVI PL RV SPCK SPG SVM VP WEF WSCF YMCA YWCA CLEM American Board of Commissioners for Foreign Missions (Junta estadounidense de sndicos para las misiones forneas) Ad Gentes (Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia [Vaticano II]) Biblia de Jerusaln Comit de Lausana para la Evangelizacin Mundial Consejo Mundial de Iglesias Comisin de Misin Mundial y Evangelizacin (del Consejo Mundial de Iglesias) Church Missionary Society (Sociedad Misionera Eclesistica [Anglicana]) Catechesi Tradendae (Exhortacin Apostlica del papa Juan Pablo II, 1979) Ecumenical Association of Third World Theologians (Asociacin Ecumnica de Telogos del Tercer Mundo) Evangelii Nuntiandi (Exhortacin Apostlica del papa Pablo VI, 1975) Fe y Constitucin (Comisin del Consejo Mundial de Iglesias) Gaudium et Spes (Constitucin Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo Moderno [Vaticano II]) International Missionary Council (Consejo Misionero Interna- cional) Lumen Gentium (Constitucin Dogmtica sobre la Iglesia [Vaticano II]) London Missionary Society (Sociedad Misionera de Londres) Misin y EvangelizacinUna afirmacin ecumnica (Documento del Consejo Mundial de Iglesias sobre la misin y la evangelizacin, publicado en 1982) Nostra Aetate (Declaracin sobre la relacin de la Iglesia con religiones no cristianas [Vaticano II]) NuevaVersin Internacional de la Biblia Pacto de Lausana (documento elaborado por el Congreso Internacional de Evangelizacin Mundial, Lausana, 1974) Santa Biblia, versin Reina-Valera 1960 Society for the Propagation of Christian Knowledge (Sociedad para la propagacin del conocimiento cristiano) Society for the Propagation of the Gospel (Sociedad para la propagacin del Evangelio) Student Volunteer Movement (Movimiento de Estudiantes Voluntarios) Versin popular de la Biblia, Dios habla hoy World Evangelical Fellowship (Alianza Evanglica Mundial) World Students Christian Federation (Federacin Mundial de Estudiantes Cristianos) Young Mens Christian Asociation (Asociacin Cristiana de Jvenes [hombres]) Young Womens Christian Association (Asociacin Cristiana de Jvenes [mujeres])

EATWOT

[pgina 14] GS

8 [pgina 15]

Introduccin: la crisis contempornea de la misinEntre el peligro y la oportunidadDesde la dcada de 1950 ha aumentado de manera notable el uso de la palabra misin entre los cristianos. Junto con esta tendencia se dio una ampliacin del concepto en s, por lo menos en ciertos crculos. Hasta la dcada del cincuenta, misin, aun si no se la usaba con un solo sentido, tena un nmero bastante reducido de connotaciones. Se refera a: (a) mandar a misioneros a un territorio designado, (b) las actividades realizadas por los misioneros, (c) una rea geogrfica receptora de actividad misionera, (d) una agencia misionera, (e) el mundo no-cristiano o campo misionero, o (f) la sede desde la cual los misioneros operaban en su lugar de actividad (cf. Ohm 1962:52s). En un contexto ligeramente distinto, el trmino poda referirse tambin a (g) una congregacin local sin pastor propio, todava dependiente del apoyo de una iglesia ms antigua y establecida, o (h) una serie de cultos especiales cuyo propsito era profundizar la fe cristiana o propagarla generalmente en un contexto nominalmente cristiano. Si intentamos un enfoque ms teolgico de misin en el sentido tradicional, observamos que se lo ha expresado como (a) la propagacin de la fe, (b) la expansin del Reino de Dios, (c) la conversin de los paganos, y (d) la iniciacin de nuevas iglesias (cf. Mller 1987:3134). Todas estas connotaciones ligadas a la palabra misin, por familiares que sean, son de origen reciente. Hasta el siglo 16 el trmino se utilizaba [pgina 16] exclusivamente con referencia a la doctrina de la Trinidad, es decir, al envo del Hijo por parte del Padre, y al del Espritu Santo por parte del Padre y el Hijo. Los primeros en emplear la palabra en trminos de la expansin del cristianismo entre personas no catlicas (tambin protestantes) fueron los jesuitas (cf. Ohm 1962:3739). Su uso en este nuevo sentido estaba ntimamente ligado a la incursin colonial del mundo occidental en la tierras hoy conocidas como el Tercer Mundo (o ms recientemente el Mundo de los Dos Tercios). El trmino misin presupone alguien que enva, una persona o personas enviadas por l, otras a quienes ellas son enviadas y una labor. La terminologa en sentido amplio, entonces, presupone que el que enva posee la autoridad para hacerlo. Muchas veces se presentaba el argumento de que realmente Dios era quien ejerca su autoridad indisputable para decretar el envo de personas para ejecutar su voluntad. En la prctica, sin embargo, se entenda una autoridad delegada a la Iglesia, una sociedad misionera o aun una autoridad civil cristiana. En las misiones catolicorromanas, en particular, la autoridad jurdica permaneci vigente durante largo tiempo como el elemento constitutivo de la legitimidad de la empresa misionera (cf. Rtti 1972:228). La misin lleg a ser vista en trminos de un acercamiento global caracterizado por la expansin, la ocupacin de campos, la conquista de otras religiones y cosas semejantes. En los captulos 10 al 13 del presente estudio argumentar que esta interpretacin tradicional de la misin se modific de manera gradual a travs del siglo 20. Mucho de lo que sigue es una investigacin de los factores que han dado paso a esta modificacin. Algunos comentarios introductorios, sin embargo, pueden servir como preparacin para nuestra investigacin, porque hoy ms que nunca en su historia la misin cristiana est en plena lnea de fuego. Lo que es nuevo en nuestra poca, me parece, es que la misin cristiana por lo menos como se la ha interpretado tradicionalmente se encuentra bajo ataque, no slo desde afuera, sino desde adentro de sus filas. Uno de los primeros ejemplos de este tipo de autocrtica misionera es Schtz (1930). Otra an ms aguda, especialmente porque se dio en la China, fue elaborada por Paton (1953). Siguieron publicaciones similares. En un solo ao, 1964, aparecieron cuatro libros por el estilo, todos escritos por misionlogos o ejecutivos de agencias misioneras: R. K. Orchard, Missions in a Time of Testing (Las misiones en tiempo de prueba); James A. Scherer, Missionary, Go Home! (Fuera, misionero!); Ralph Dodge, The Unpopular Missionary (El misionero impopular), y John Carden, The Ugly Missionary (El misionero ofensivo). Ms recientemente, James Heisseg (1981), escribiendo en una revista misionera, ha descrito la misin cristiana como la guerra egosta. Estas solas circunstancias requieren y justifican una reflexin sobre la misin y la ponen en la agenda permanente de la teologa. Si la teologa es una consideracin reflexiva de la fe (T. Rendtorff), es parte de la labor teolgica considerar [pgina 17] crticamente la misin como una de las expresiones (por distorsionada que sea en la prctica) de la fe cristiana.

9 La crtica de la misin en s no debe sorprendernos. Es, en cambio, normal para un cristiano vivir en medio de situaciones de crisis. Nunca debera haber sido distinto. En un tomo escrito para el congreso del International Missionary Council (Concilio Internacional Misionero) (IMC) en Tambaram en 1938, Kraemer (1947:24) formul esta idea en los siguientes trminos: Hablando con precisin, uno debe decir que la Iglesia permanece en estado de crisis y que su mayor falla es que solamente se da cuenta de ello de vez en cuando. Debe ser as, argumenta Kraemer, debido a la tensin constante entre la naturaleza fundamental (de la Iglesia) y su condicin emprica (24s). Cmo puede ser entonces que casi nunca nos percatamos de este elemento de crisis y tensin en la Iglesia? Es porque, segn Kraemer, la Iglesia siempre ha requerido del aparente fracaso y del sufrimiento para tomar conciencia de su naturaleza verdadera y su misin (26). Y por muchos siglos la Iglesia ha sufrido muy poco y ha aceptado creer en su propio xito. Como su Seor, la Iglesia en la medida que sea fiel a su naturaleza siempre ser controversial, una seal que ser contradicha (Lc. 2:34). Tantos siglos libres de crisis para la Iglesia constituyen una situacin de hecho anormal. Ahora, por fin, hemos regresado a un estado normal y lo sabemos! Y si el ambiente de ausencia de crisis persiste en muchas partes del Occidente es simplemente el resultado de una peligrosa ilusin. Dmonos cuenta de que encontrarnos en crisis implica la posibilidad de llegar a ser verdaderamente la Iglesia. El signo en la escritura japonesa para crisis se hace combinando dos signos: el primero significa peligro y el segundo oportunidad (o promesa); la crisis, por lo tanto, no es el fin de la oportunidad sino en realidad su inicio (Koyama 1980:4), el punto donde el peligro y la oportunidad se encuentran, donde el futuro se pone en la balanza y los eventos pueden inclinarse en cualquier direccin.

La crisis en el sentido ms amplioLa crisis a la cual hacemos referencia es, naturalmente, no slo una crisis respecto a la misin. Afecta a la Iglesia entera; de hecho, al mundo entero (cf. Glazik 1979:152). En lo que concierne a la Iglesia cristiana, la teologa y la misin, la crisis se manifiesta, inter alia, en los siguientes factores: 1. El avance de la ciencia y la tecnologa, juntamente con el proceso global de la secularizacin, parece haber reducido la fe en Dios a algo redundante. Para qu tomar en cuenta la religin si nosotros mismos tenemos las maneras y los medios para manejar las exigencias de la vida moderna? Relacionado con lo anterior est el hecho de que el mundo occidental tradicionalmente no slo la cuna del cristianismo catlico y protestante sino la base de la empresa misionera moderna en su totalidadpoco a poco est llegando [pgina 18] a un punto de descristianizacin. Segn los clculos de David Barrett (1982:7), en Europa y Norteamrica un promedio de 53.000 personas salen de la Iglesia cristiana de manera definitiva entre un domingo y el siguiente, confirmando una tendencia identificada hace casi medio siglo cuando Godin y Daniel (1943) sacudieron al mundo catlico con la publicacin de France: pays de mission? (Francia: pas de misin?) en el cual describen a Francia como un campo de misin, un pas de neopaganos, de gente atrapada por el atesmo, el secularismo, la incredulidad y la supersticin. En parte por lo dicho anteriormente, el mundo ya no corresponde a una divisin en dos territorios, el uno denominado cristiano y el otro no-cristiano, separados por un ocano. Debido a la descristianizacin del Occidente y a las mltiples migraciones de conglomerados de distintas religiones, hoy vivimos en un mundo pluralista donde musulmanes, budistas y gente de muchas otras creencias estn en contacto diariamente. Esta proximidad ha obligado a los cristianos a reexaminar los estereotipos tradicionales de tales religiones. Adems, los devotos de aquellas religiones muchas veces han resultado ser misioneros ms activos y agresivos que los mismos miembros de iglesias cristianas. Debido a su complicidad con la subyugacin y explotacin de las razas de color, el Occidente incluyendo a los cristianos occidentales tiende a sufrir un agudo sentido de culpa. A menudo esta circunstancia conlleva una incapacidad o falta de voluntad por parte de dichos cristianos para dar razn de la esperanza que hay en ellos (cf. 1 P. 3:15) a personas de otras convicciones. Ms que nunca hoy estamos conscientes del hecho de vivir en un mundo dividido algo aparentemente irreversible entre ricos y pobres, donde gran parte de los ricos son considerados (o por lo menos son vistos por los pobres como) cristianos. Adems, y segn la mayora de los indicadores, los ricos son cada vez ms ricos y los pobres son cada vez ms pobres. Esta circunstancia crea, por un lado, ira y frustracin en los pobres y, por el otro lado, reticencia en los cristianos afluentes a compartir su fe. Durante siglos, la teologa, las costumbres y las prcticas del Occidente eran normativas e indisputables aun all en los campos de misin. Las nuevas iglesias se niegan a aceptar estos dictmenes y valoran altamente su autonoma. Adems, a la misma teologa occidental hoy se la ve con sospecha en muchas partes del globo. Se la percibe

2.

3.

4.

5.

6.

10 como irrelevante, especulativa, un producto salido de unas torres de marfil. Es desplazada en muchas partes por teologas del Tercer Mundo: teologa de la liberacin, teologa negra, teologa contextualizada, teologa minjung, teologa africana, teologa asitica, entre otras. Esta circunstancia tambin contribuye a provocar un profundo sentido de incertidumbre en las iglesias occidentales, incluso en cuanto a la validez de la misin cristiana. [pgina 19] Naturalmente estos factores tambin tienen su lado positivo, el cual explorar en la parte final de este estudio. De hecho, la tesis propuesta en este libro es que lo acontecido, por lo menos desde la II Guerra Mundial hasta ahora, y la resultante crisis para la misin cristiana no pueden entenderse en trminos de algo accidental y reversible. Al contrario: lo sucedido en crculos teolgicos y misionolgicos en las ltimas dcadas es el resultado de un cambio paradigmtico fundamental no slo en las reas de la misin y la teologa sino en la experiencia y en la manera de pensar del mundo entero. Muchos de nosotros somos conscientes nicamente de sus dimensiones ms recientes. Buscamos demostrar, sin embargo, que lo que ocurre actualmente no es el primer cambio paradigmtico experimentado por el mundo (o por la Iglesia). Ya antes ha habido crisis profundas y cambios paradigmticos significativos. Cada uno marcaba el final de un mundo y el nacimiento de otro, donde haba que redefinir lo que la gente pensaba y haca antes. Esos cambios anteriores sern trazados con cierto detalle en la medida en que influyeron sobre la teora y la prctica misioneras. Argumentar adems que tales cambios paradigmticos para usar una parfrasis de Koyama no slo representan un peligro sino tambin oportunidades. En pocas anteriores la Iglesia ha respondido creativamente frente a cambios paradigmticos; el desafo es hacer lo mismo para nuestra poca y nuestro contexto.

La misin: su base, su objetivo y su naturalezaLa crisis contempornea en cuanto a la misin se manifiesta en tres reas: su fundamento, su razn de ser y objetivo, y su naturaleza (cf. Gensichen 1971:2729). La empresa misionera, toca admitirlo, durante aos operaba con una base demasiado frgil. Esto se hace claro, inter alia, tanto en las publicaciones de Gustav Warneck (18341910) como en las de Josef Schmidlin (18761944), los fundadores respectivamente de la misionologa protestante y catlica. Warneck, por ejemplo, distingua entre un fundamento sobrenatural y otro natural para la misin (cf. Schrer 1944:510). Respecto al fundamento sobrenatural, identific dos elementos: la misin se fundamenta en la sagradas Escrituras (especialmente en la Gran Comisin de Mt. 18:18 20) y en la naturaleza monotesta de la fe cristiana. De igual importancia son las bases naturales para misin: (a) el carcter absoluto y la superioridad de la religin cristiana frente a las dems; (b) la aceptabilidad y adaptabilidad del cristianismo a todas las culturas y a cualquier condicin; (c) los mejores logros realizados por las misiones cristianas en los campos de misin; y (d) el hecho de que el cristianismo se ha mostrado ms fuerte a travs de la historia que las dems religiones.Reflexiones en torno a los motivos de la misin y su objetivo mostraban ambigedades similares. Verkuyl (1978a:16875; cf. Drr 1951:210) identific una serie de motivos impuros: (a) el motivo imperialista (convertir a los nativos en sujetos dciles de las autoridades coloniales; (b) el [pgina 20] motivo cultural (la misin como la transferencia de la cultura superior del misionero); (c) el motivo romntico (el deseo de encontrarse en un pas lejano, rodeado de personas exticas); y (d) el motivo de colonialismo eclesistico (el impulso de exportar una confesin religiosa y unas normas eclesisticas a otros territorios). Hay cuatro motivos misioneros ms adecuados teolgicamente, pero todava ambiguos en su manifestacin (cf. Freytag 1961:20717; Verkuyl 1978a:16468): a) el motivo de la conversin, el cual enfatiza el valor de una decisin personal y un compromiso, pero que tiende a limitar el Reino de Dios a lo espiritual e individual, entendindolo como la suma total de las almas convertidas; (b) el motivo escatolgico, el cual dirige los ojos de los pueblos hacia el Reino de Dios como una realidad futura y que, en su afn de provocar la irrupcin del Reino final, pierde inters en las exigencias de esta vida; (c) el motivo de plantatio ecclesiae (plantar iglesias o church planting), que enfatiza la necesidad de formar una comunidad de los comprometidos, pero tiende a identificar la Iglesia con el Reino de Dios; y (d) el motivo filantrpico, a travs del cual la Iglesia recibe el desafo de buscar justicia en el mundo, pero que fcilmente llega a identificar el Reino de Dios con una sociedad mejor. Una base inadecuada para la misin y motivos misioneros ambiguos conllevan a una prctica misionera deficiente. Las iglesias jvenes plantadas en los campos de misin eran rplicas de las iglesias en la tierra natal de la agencia misionera, bendecidas con todos los bienes colaterales de aquellas iglesias, desde organetas hasta arcedianos (Newbigin 1969:107). Igual que las iglesias en Europa y Norteamrica, eran comunidades bajo la jurisdiccin de un pastor de tiempo completo. Tenan que aceptar confesiones elaboradas en Europa hace siglos frente a desafos y circunstancias muy particulares y totalmente ajenos a iglesias jvenes en la India o el frica. Permanecan bajo la tutora de las agencias misioneras occidentales, por lo menos hasta que estas ltimas se dignaban otorgarles un certificado de madurez, es decir, hasta que la iglesia joven haba comprobado ser autosostenida, autogobernada y capaz de reproducirse.

11 Precisamente este tipo de exportacin eclesistica provoc el grito de protesta de Schtz: Hay un incendio en la Iglesia! Nuestro acercamiento misionero se parece a un luntico que almacena su cosecha en un granero en llamas (1930:195). Schtz no ubic el problema afuera, en el campo misionero, sino en el corazn mismo de la Iglesia occidental. Hace un llamado a la Iglesia para que regrese del campo misionero, donde no ha proclamado el evangelio sino el individualismo y los valores occidentales. Su llamado es a retornar, dejando atrs lo que es para llegar a ser lo que debe ser: la Iglesia de Jesucristo en medio de los pueblos de la tierra. Intra muros! grit l, los resultados dependen de lo que pasa dentro de la Iglesia, no de lo que pasa afuera en el campo de misin. [pgina 21] Debido al fundamento inadecuado y los motivos ambiguos de la empresa misionera, pocos de sus defensores y apoyadores estaban en capacidad de apreciar los desafos presentados por Schtz, o los de David Paton (1953), escritos veintitrs aos ms tarde, despus del fiasco misionero en la China. En su mayora se sentan complacidos frente al actuar de las agencias occidentales. Irnicamente, aun llegaron al extremo de utilizar los logros de aqullas para fortalecer las bases tambaleantes de la misin. Dando su aprobacin a las prcticas misioneras, sus promotores identificaron sus prcticas misioneras con lo que vean en las pginas del Nuevo Testamento, lo cual a su vez se convirti en la justificacin teolgica para seguir adelante con su empresa. Por medio de esta lgica circular, el xito de la misin cristiana lleg a ser su propio fundamento. Otras religiones se perciban como moribundas, a punto de desaparecer. Para mencionar un par de ejemplos de esta forma de razonar: en el ao 1900 el Secretario General de la Sociedad Misionera Noruega, Lars Dahle, habiendo comparado las cifras en trminos de nmeros de cristianos en Asia y frica en 1800 y 1900 respectivamente, desarroll una frmula matemtica para cuantificar la tasa de crecimiento del cristianismo, dcada por dcada, durante el siglo 19. Era apenas lgico luego aplicar la frmula a las dcadas sucesivas del siglo 20. Con esta base, Dahle pudo predecir tranquilamente que hacia 1990 toda la raza humana sera ganada para Cristo (cf. Sundkler 1968:121). Unos aos ms tarde, Johannes Warneck, hijo de Gustav Warneck, escribi un libro titulado Die Lebenskrfte des Evangliums, [La fuerza vital del Evangelio] (2a impresin, 1908), en el cual demostr el poder de la misin cristiana comparado con el de otras religiones. El traductor estadounidense lo puso en trminos an ms optimistas que Warneck; lo public en ingls con el ttulo: The Living Christ and Dying Heathenism (El Cristo viviente y el paganismo moribundo) (1909). Obviamente, los logros del cristianismo comprobaban que era superior! Hoy, en cambio, es obvio que tales pronsticos optimistas carecan de fundamento. Se acabaron los rastros de aquel paganismo moribundo. Virtualmente toda religin mundial demuestra un vigor que nadie habra podido admitir hace algunas dcadas. Las arrogantes predicciones de Dahle y otros acerca de la marcha triunfal y la inminente victoria total del cristianismo quedaron nulas. La fe cristiana sigue siendo una religin minoritaria, luchando an para retener el terreno ganado. Surge la pregunta: Qu significa en cuanto a su veracidad y su singularidad el hecho de que ya no sea una religin tan exitosa?

De la confianza al malestarCircunstancias como estas han llevado a algunos a reemplazar su confianza en una victoria inminente por el profundo malestar evidente en algunos crculos misioneros. Hacia el final de su vida Max Warren, Secretario General de la Church [pgina 22] Missionary Society (Sociedad Misionera Eclesistica) en Gran Bretaa durante muchos aos, se refiri a lo que l denomin un terrible colapso nervioso frente a la empresa misionera. En algunos crculos el malestar ha llevado a una parlisis casi total y a una retirada completa de cualquier actividad tradicionalmente asociada con la misin en cualquiera de sus formas. Otros han decidido meterse en una serie de proyectos que ciertas agencias seculares podran llevar a cabo con ms eficiencia. Mientras tanto, en otros crculos no hay evidencia de tal colapso nervioso. Al contrario, sigue adelante a todo tren el flujo misionero en una sola direccin, del Occidente al Tercer Mundo, con la proclamacin de un evangelio poco interesado en las condiciones de los oyentes porque la nica preocupacin del predicador parece ser la de salvar almas de la condenacin eterna. Para ellos el derecho del cristiano a proclamar su religin es indiscutible simplemente porque la misin a todo el mundo es un mandamiento bblico. Aun sugerir la idea de una posible crisis de fundamento en la misin se interpretara como una especie de capitulacin frente a las presiones del liberalismo teolgico o como un desafo a la validez incambiable de nuestra fe de antao. Mientras el celo por la misin y la dedicacin sacrificial evidentes en estos crculos son loables, uno no puede dejar de preguntar si realmente ofrecen una solucin vlida y duradera. Quizs podramos perdonarles a nuestros antepasados

12 espirituales el no haberse percatado de la crisis que encaraban. Las generaciones presentes, sin embargo, no tienen excusa para semejante falta de percepcin.

Un pluriverso de misionologaSi es imposible ignorar la crisis actual en la misin, y no hay sentido en tratar de pasarla por alto, el nico camino vlido es el de enfrentarla con toda sinceridad sin dejarse llevar por una actitud de derrota. Una vez ms: crisis es el punto donde se encuentran el peligro y la oportunidad. Algunos ven slo la oportunidad y se precipitan sin darse cuenta de la multitud de escollos ocultos alrededor. Otros slo ven el peligro y se paralizan de tal modo que abandonan la tarea. Para responder con altura a nuestro noble llamado, hay que admitir la doble presencia de peligro y oportunidad, para luego proceder a ejecutar nuestra misin con plena consciencia de la tensin entre los dos. Sugiero, por lo tanto, que la solucin al problema antes presentado por el colapso nervioso no reside en un simple retorno a la conciencia y la prctica misioneras de antao. Un poco de consuelo ser el nico resultado de aferrarnos a las imgenes de ayer. Practicar la respiracin artificial dar poco ms que la apariencia del retorno a la vida. La solucin tampoco se encuentra en adoptar los valores del mundo contemporneo ni en intentar responder segn las propuestas que cualquier individuo o grupo decide denominar misin. Es imprescindible, por lo tanto, [pgina 23] alcanzar una nueva visin para salir del presente hacia un nuevo tipo de participacin en la misin, lo cual no implica necesariamente tirar a la basura la experiencia acumulada de generaciones ni condenar con altivez los errores cometidos. Desde hace algn tiempo los pensadores misioneros ms valientes han podido percibir los primeros brotes indicadores de un nuevo paradigma misionero. Ms de treinta aos atrs Hendrik Kraemer ([1959] 1970:70) habl de la necesidad de reconocer una crisis en la misin, aun un impase. Al mismo tiempo afirm que no nos encontramos al final de la misin; ms bien nos encontramos al final definitivo de un perodo o una poca, y mientras ms claro veamos esto, y lo aceptemos de todo corazn, mejor. Estamos llamados a la realizacin de una nueva labor pionera, que ser ms exigente y menos romntica que las hazaas heroicas de la poca anterior. El mundo de la dcada del noventa sin duda es diferente del de Edimburgo en 1910 (cuando los promotores de misin crean en la inminencia de un mundo enteramente cristianizado), o aun del de 1960 (cuando muchas venan prediciendo con toda confianza la llegada de un mundo libre de hambre e injusticia). Ambas manifestaciones de optimismo han sido demolidas total y permanentemente a raz de los eventos subsecuentes. Las duras realidades de hoy nos instan a reconcebir y reformular la misin de la Iglesia con valenta e imaginacin, mientras mantenemos la continuidad con lo mejor de la misin en las dcadas y los siglos pasados. La tesis planteada por esta obra es que no es ni posible ni correcto intentar revisar la definicin de misin sin hacer una investigacin exhaustiva de la vicisitudes de las misiones y del concepto de misin a travs de los veinte siglos de historia de la Iglesia cristiana. Una buena parte de la obra, por lo tanto, se dedicar a trazar los perfiles sucesivos de paradigmas de la misin desde el primer siglo hasta el vigsimo. No ser necesario avanzar mucho antes de percatarnos del hecho que en ninguna poca de los dos milenios pasados exista una sola teologa de la misin; ni siquiera en la Iglesia primitiva en su estado prstino (espero ilustrar esto en los siguientes cuatro captulos). Sin embargo distintas teologas de la misin no necesariamente se excluyen; llegan a formar un mosaico multicolor de distintos y desafiantes marcos de referencia que se enriquecen y se complementan. En vez de tratar de articular un nico punto de vista sobre la misin, debemos intentar bosquejar los perfiles de un pluriverso de misionologa en un universo de misin (Soares-Prabhu 1986:87). Lejos estamos de sugerir que cada modelo de misin vaya a ser coherente con cada uno de los dems. Frecuentemente los distintos conceptos de misin estn en desacuerdo. Por eso la necesidad de mirar con sentido crtico la evolucin del concepto de misin para poder pronunciarse a favor o en contra de las distintas interpretaciones. Implica, por supuesto, que el mismo investigador trae al proceso sus propias presuposiciones (que debe estar dispuesto a revisar!), y es correcto aclararlas de antemano. Esto propongo llevar a cabo en las pginas que siguen. Es [pgina 24] temprano para emprender la tarea de justificar en detalle mis convicciones en cuanto a misin: ellas saldrn a la luz en el transcurso del libro. Sin embargo, no creo justo iniciar un estudio de esta ndole sin compartir con el lector algunas de las presuposiciones operantes al examinar y evaluar las vicisitudes de la misin y del pensamiento sobre ella a lo largo de estos veinte siglos. Soy consciente de que por esta va he adelantado, en parte por lo menos, ciertas opiniones que slo se irn aclarando en la parte final de la obra. Sin embargo, all las desarrollar en el contexto de un marco de referencia de lo que denominar el emergente paradigma ecumnico de la misin.

Misin: una definicin provisional

1.

13 Propongo que la fe cristiana es intrnsecamente misionera. No es la nica creencia que es misionera. Antes bien, comparte esta caracterstica con varias otras religiones, notablemente con el islamismo y el budismo, al igual que con una variedad de ideologas como el marxismo (cf. Jongeneel 1986:6s). Las religiones de ndole misionera tienen un elemento en comn que las distingue de las ideologas misioneras: todas creen haber presenciado la eliminacin del velo que cubra una verdad primordial de gran significado universal (Stackhouse 1988:189). La fe cristiana, por ejemplo, percibe a todas las generaciones de la tierra como objetos de la voluntad salvfica de Dios y de su plan de salvacin o, en trminos neotestamentarios, considera que el Reino de Dios ha venido en Jesucristo como algo destinado a toda la humanidad (cf. Oecumenische inleiding 1988:19). Esta dimensin de la fe cristiana no es opcional: el cristianismo es misionero por su misma naturaleza, de otro modo niega su misma raison dtre. La misionologa, como una rama de la disciplina denominada teologa cristiana, no es una empresa desinteresada o neutral: busca una cosmovisin que abarca un compromiso con la fe cristiana (ver tambin Oecumenische inleiding 1988:19s). Tal acercamiento no implica la ausencia de crtica en el proceso de investigar; de hecho, precisamente por causa de la misin cristiana, ser necesario sujetar cada definicin y cada manifestacin de la misin cristiana a un anlisis y una evaluacin rigurosos. Nunca, entonces, podremos pretender delinear con precisin o exceso de confianza el concepto de misin. Al fin y al cabo, la misin no admite definicin; no debe ser encerrada dentro de los estrechos confines de nuestras predilecciones. Lo mejor que podemos esperar es formular algunas aproximaciones a lo que la misin abarca. La misin cristiana expresa la relacin dinmica entre Dios y el mundo, en primer lugar a travs del relato del pueblo del pacto, Israel, y ms tarde en forma plena a travs del nacimiento, muerte, resurreccin y exaltacin de Jess de [pgina 25] Nazaret. Una fundamentacin teolgica para la misin, dice Kramm, ser posible si nos remontamos continuamente a la base de nuestra fe: la autocomunicacin de Dios en Jesucristo (1979:213). No podemos utilizar la Biblia como una cuenta bancaria de verdades sobre la cual podemos girar al azar. No existen leyes de misin inmutables y objetivamente correctas, a las cuales tenemos acceso al hacer exgesis de la Escritura, que nos provean de planos aplicables a cualquier contexto. No hay una continuidad ininterrumpida entre nuestra prctica misionera y el testimonio de las Escrituras; de hecho, la misin es una empresa que se ejecuta en el contexto de la tensin entre la providencia divina y la confusin humana (cf. Gensichen 1971:16). La participacin de la Iglesia en la misin es un acto de fe sin garanta en el mundo. La totalidad de la existencia cristiana debe caracterizarse como existencia misionera (Hoekendijk 1967a:338) o, en palabras del Concilio Vaticano II, la Iglesia en la tierra es misionera por naturaleza (AG 2). Por lo tanto, es redundante hablar de un evangelio universal (Hoekendijk 1967a:309). La Iglesia empieza a ser misionera, no a travs de su proclamacin del evangelio, sino por la universalidad del evangelio proclamado (Frazier 1987:13). Teolgicamente, la misin fornea no existe como ente separado. La naturaleza misionera de la Iglesia no slo depende de la situacin en la cual se encuentra en un momento determinado, sino que se fundamenta en el evangelio mismo. La justificacin y el fundamento para cualquier misin llevada a cabo en el extranjero o en territorio nacional radican en la universalidad de la salvacin y la indivisibilidad del Reino de Cristo (Linz 1964:209). La diferencia entre misin nacional y misin al extranjero no es de principios sino de alcance, por lo cual repudiamos enteramente la doctrina mstica de las aguas saladas (Bridston 1965:32); es decir, la idea de que el viajar a otro pas es el sine qua non para cualquier tipo de actividad misionera, la prueba definitiva y el criterio final para evaluar si un proyecto es verdaderamente misionero (:33). Godin y Daniel publicaron en 1943 un estudio serio que fue el primero en destruir este mito geogrfico (Bridston) de misin: presentaron evidencias contundentes de que Europa tambin era un campo misionero. Su libro, sin embargo, se qued corto. Al concepto de misin como la primera predicacin del evangelio a un grupo de paganos, aadi la idea de misin como una nueva presentacin del evangelio a los neopaganos. Sigui definiendo misin, no en trminos de su naturaleza sino con referencia a sus oyentes, lo cual supone que una vez (re)introducido el evangelio a un grupo de personas, la misin de hecho ha concluido. Es esencial distinguir entre misin (singular) y misiones (plural). La primera se refiere bsicamente a la missio Dei (la misin de Dios), es decir, a la autorevelacin de Dios como el que ama al mundo; el compromiso mismo de Dios en [pgina 26] este mundo y con este mundo; la naturaleza y la actividad de Dios que abarca a la Iglesia y al mundo, y en la cual la Iglesia tiene el privilegio de participar. Missio Dei enuncia las buenas nuevas de que es un Dios para el pueblo. El trmino misiones (las missiones ecclesiae: los proyectos misioneros de la Iglesia), se refiere a modos particulares de participacin en la missio Dei, relacionados con perodos, lugares y necesidades especficos (Davies 1966:33; cf. Hoekendijk 1967a:346; Rtti 1972:232).

2.

3.

4.

5.

6.

7.

8.

9.

14 La tarea misionera es tan amplia, profunda y coherente como las necesidades y exigencias de la vida humana (Gort 1980a:55). Desde la dcada del cincuenta, varios congresos internacionales empezaron a formular este concepto en trminos de toda la Iglesia que lleva todo el evangelio a todo el mundo. Toda persona se desenvuelve en medio de una serie de relaciones; por lo tanto, divorciar la esfera espiritual o personal de la material y social es seal de una antropologa y una sociologa falsas. Por consiguiente, la misin es el s de Dios al mundo (cf. Gnther 1967:20s.). Al hablar de Dios, implcitamente se trae a colacin el mundo como el escenario de la actividad divina (Hoekendijk 1967a:344). El amor y la atencin de Dios se dirigen primordialmente hacia el mundo, y la misin es participar en la existencia de Dios en el mundo (Schtz 1930:245). En nuestra poca, el s de Dios se revela, en gran parte, a travs de la participacin misionera de la Iglesia en las realidades de injusticia, opresin, pobreza, discriminacin y violencia. Cada vez ms nos encontramos en una situacin apocalptica en la cual los ricos se hacen ms ricos y los pobres ms pobres; donde la violencia y la opresin, tanto de la derecha como de la izquierda, aumentan. La Iglesia-en-misin no puede cerrar los ojos ante semejante realidad porque el modelo de la Iglesia en medio del caos de nuestros tiempos es poltico hasta los tutanos (Schtz 1930:246). La misin incluye la evangelizacin como una de sus dimensiones esenciales. La evangelizacin es la proclamacin de la salvacin en Cristo a los que no creen en l, que los llama al arrepentimiento y la conversin, que les anuncia el perdn de pecados y los invita a ser miembros vivientes de la comunidad terrenal de Cristo, iniciando as una vida de servicio a otros en el poder del Espritu Santo. La misin es tambin el no de Dios al mundo (Gnther 1967:21s). Anteriormente propusimos que la misin es el s de Dios al mundo. Nos basamos en la conviccin de que hay continuidad entre el Reino de Dios, la misin de la Iglesia y las necesidades de justicia, paz y plenitud en la sociedad, y que la salvacin abarca todo lo relacionado con las personas en este mundo. Sin embargo, la provisin de Dios en Jesucristo, y aquello que la Iglesia proclama y encarna en su misin y evangelizacin, no debe limitarse simplemente a lo mejor que se puede esperar en este mundo en trminos de salud, libertad, paz [pgina 27] y ausencia de pobreza. El Reino de Dios rebasa el concepto del progreso humano en el plano horizontal. Entonces, si por un lado afirmamos el s de Dios al mundo como una expresin de la solidaridad del cristiano con la sociedad, tambin tenemos que afirmar la misin y la evangelizacin como el no de Dios, como la expresin misma de nuestra oposicin al mundo y, a la vez, nuestro compromiso con l. Si el cristianismo llega a mezclarse con movimientos sociales y polticos hasta el punto de identificarse completamente con ellos, la Iglesia volver a ser lo que llamamos una religin de la sociedad Pero puede la Iglesia del hombre crucificado de Nazaret convertirse en una religin poltica, sin olvidarse de l, y sin perder su identidad? (Moltmann 1975:3). Sin embargo, el no de Dios al mundo no encierra ningn dualismo, como tampoco el s de Dios implica una continuidad ininterrumpida entre este mundo y el Reino de Dios (cf. Knapp 1977:166168). Por lo tanto, ni una iglesia secularizada (es decir, una iglesia preocupada nicamente por las actividades y los intereses de este mundo) ni una iglesia separatista (es decir, una iglesia involucrada nicamente en la tarea de ganar almas y prepararlas para el ms all) puede articular fielmente la missio Dei.

10.

11.

12.

13.

Como argumentaremos ms detalladamente luego, podramos describir a la Iglesia-en-misin haciendo uso de los conceptos de sacramento y seal. Es una seal en el sentido de ser indicador, smbolo, ejemplo o modelo; es un sacramento en el sentido de mediacin, representacin o anticipacin (cf. Gassmann 1986:14). La Iglesia no es idntica al Reino de Dios, pero tampoco es ajena a l; es un anticipo de su venida, el sacramento de sus expectativas para la historia (Memorndum 1982:461). Vive en una tensin creativa: ha sido llamada a salir del mundo al mismo tiempo que es enviada al mundo; desafiada a actuar como el terreno experimental de Dios en el mundo, un fragmento del Reino de Dios, mostrando las primicias del Espritu (Ro. 8:23) como las arras de lo venidero (2 Co. 1:22).

15 [pgina 28]

Primera parte Modelos neotestamentarios de misin

16 [pgina 31]

Uno Reflexiones en torno al Nuevo Testamento como documento misioneroLa madre de la teologa

Las introducciones a la misionologa suelen iniciarse con una seccin titulada Bases bblicas para la misin o algnttulo semejante. Una vez desglosadas dichas bases por lo menos el procedimiento exigido parece ser asel autor o la autora se encuentra listo para sistematizar los resultados de sus investigaciones exegticas en una teora o en una teologa de la misin. Nuestro deseo es proceder de manera distinta en este volumen. Basndonos en un breve anlisis del carcter misionero del ministerio de Jess y de la Iglesia primitiva, seguido por un estudio profundo de la interpretacin de la misin hecha por tres autores neotestamentarios importantes, argumentaremos a favor de un cambio sustancial en el concepto de misin entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Al examinar los cambios paradigmticos en el pensamiento misionero, quisiramos sugerir que la primera variacin y la ms fundamental tuvo lugar con el advenimiento de Jess de Nazaret y los eventos sucesivos. En los prximos cuatro captulos exploraremos el perfil de este primer cambio fundamental, antes de tratar el segundo cambio, menos fundamental pero tambin importante: el de la Iglesia patrstica griega. No siempre se ha apreciado el carcter misionero del Nuevo Testamento. Durante muchos aos la prctica consisti, dice Fiorenza (1976:1), en considerar al Nuevo Testamento primordialmente como una serie de documentos sobre un [pgina 32] conflicto doctrinal en el corazn del cristianismo y ver la historia primitiva de la Iglesia como una historia confesional, es decir, como una lucha entre distintos partidos y telogos cristianos. Creo que un acercamiento de esta ndole al Nuevo Testamento est, por lo menos hasta cierto punto, mal encaminado. En cambio sugiero, juntamente con Martin Hengel, que la historia del cristianismo incipiente es fundamentalmente historia misionolgica y su teologa es primordialmente teologa misionolgica (Hengel 1983b:53). Hengel describe en estos trminos al Apstol Pablo e insina que la descripcin podra aplicarse a otros escritores del Nuevo Testamento tambin. Otros estudiosos del Nuevo Testamento, tales como Heinrich Kasting y Ben Meyer, afirman lo mismo. Kasting escribe: En sus primeras etapas, la misin era mucho ms que una mera funcin: era la expresin fundamental de la vida de la Iglesia. Por lo tanto, los comienzos de una teologa misionera son, de hecho, los comienzos de la teologa cristiana como tal (1969:127). Ben Meyer interpreta: El cristianismo nunca se haba encontrado ms cerca de su verdadera identidad, ni haba sido ms coherente con Jess, ni haba estado ms claramente encaminado hacia su propio futuro, que en el despegue de la misin al mundo (1986:206, cf. 18). Al iniciar su misin, el cristianismo primitivo dio un salto de vida asombroso de un mundo a otro (Dix 1955: 55), porque se concibi a s mismo como la vanguardia de una humanidad salvada (Meyer 1986:92). De este modo los eruditos contemporneos del Nuevo Testamento estn afirmando lo dicho por Martin Khler hace ocho dcadas: La misin es la madre de la teologa (Khler [1908] 1971:190).1 La teologa, segn Khler, empez como una manifestacin de acompaamiento a la misin cristiana, y no como un lujo en manos de la Iglesia dominante (:189). Los autores del Nuevo Testamento no eran personas de letras que tenan tiempo para investigar y recoger evidencias antes de colocar sus plumas sobre el papel. Ms bien, el contexto de sus escritos era el estado de emergencia a causa de ser una Iglesia obligada por sus encuentros misioneros con el mundo a hacer teologa (Khler [1908] 1971:189; cf. adems Russell 1988). Los Evangelios en particular deben ser vistos, no como textos producidos a raz de un impulso histrico, sino como expresiones de una fe ardiente, escritos con el fin de recomendar a Jesucristo al mundo mediterrneo (Fiorenza 1976:20). Es importante notar que los autores del Nuevo Testamento son distintos los unos de los otros; hay diferencias evidentes sobre todo en su entendimiento de la misin, segn lo veremos en los prximos tres captulos. Sin embargo, el hecho1 En pocas ms recientes Ernst Ksemann ha propuesto una tesis segn la cual el enfoque apocalptico fue la madre de la teologa (1969a:102; 1969b:137). Sin duda acierta, sobre todo con respecto a Pablo (vase ms adelante, captulo 4). En un sentido las afirmaciones de Khler y Ksemann se complementan.

17 de no encontrar en el Nuevo Testamento una perspectiva uniforme respecto a la misin no debe sorprendernos. Hay ms bien una variedad de teologas de la misin [pgina 33] (Spindler 1967:10; Kasting 1969:132; Rtti 1972:113s; Kramm 1979:215). De hecho, no hay un trmino inclusivo para la misin en el Nuevo Testamento (Frankemlle 1982:94s). Pesch (1982:1416) hizo un listado de no menos de noventa y cinco expresiones griegas, todas relacionadas con aspectos esenciales, pero muchas veces distintos, dentro de una perspectiva neotestamentaria de la misin. Tal vez los autores del Nuevo Testamento estuvieran ms interesados en la existencia misionera de sus lectores que en definir el concepto de misin; para dar expresin a la primera, crearon una rica variedad de metforas, como la sal de la tierra, la luz del mundo, una ciudad sobre una colina y otras ms. Podemos lograr, en el mejor de los casos, crear un marco semntico de perspectivas neotestamentarias sobre la misin (Frankemlle 1982:96s.). Esperamos seguir iluminando sus contornos en el proceso de desarrollar el tema. Ms adelante volveremos a las razones que dan lugar a las diferencias que se advierten entre los autores del Nuevo Testamento en cuanto a su entendimiento de misin. Ahora enfocaremos, brevemente, el Antiguo Testamento.

La misin en el Antiguo TestamentoEs legtimo preguntarse si es necesario considerar al Antiguo Testamento como punto de partida en la bsqueda de un entendimiento del concepto de misin. De hecho, para la Iglesia cristiana y la teologa cristiana no existe un Nuevo Testamento divorciado del Antiguo. Sin embargo, con respecto a la misin, esto nos crea problemas, sobre todo si nos aferramos a la interpretacin tradicional de la misin como el envo de predicadores a lugares lejanos (una definicin que ser cuestionada de diferentes maneras en el transcurso del presente estudio). En el Antiguo Testamento no hay indicacin alguna de que los creyentes del antiguo pacto fueron enviados por Dios a cruzar fronteras geogrficas, religiosas y sociales con el fin de ganar a otros a la fe en Yahv (cf. Bosch 1959:19; Hahn 1965:20; Gensichen 1971:57, 62; Rtti 1972:98; Huppenbauer 1977:38). Rzepkowski puede tener razn, entonces, cuando dice: La diferencia decisiva entre el Nuevo y el Antiguo Testamento es la misin. El Nuevo Testamento es, en esencia, un libro sobre misin (1974:80). Ni siquiera el libro de Jons tiene relacin alguna con la misin en el sentido normal de la palabra. El profeta es enviado a Nnive, pero no para predicar un mensaje de salvacin a no creyentes, sino para anunciar su ruina. Tampoco le interesa la salvacin de la ciudad; ms bien, anhela verla destrozada. Contrariamente a lo que han sostenido algunos eruditos, ni siquiera es posible considerar al Segundo Isaas como un libro sobre misin (Hahn 1965:19). Aun as, el Antiguo Testamento es fundamental para entender el concepto de misin en el Nuevo. Existe, en primer lugar, una diferencia decisiva entre la fe de Israel y las religiones de sus naciones vecinas. Aquellas religiones son hierofnicas por naturaleza, es decir, se expresan con manifestaciones de lo divino en [pgina 34] determinados lugares sagrados donde el mundo humano puede comunicarse con el divino. Esto ocurre por medio de cultos o ritos en los cuales es posible neutralizar los poderes amenazantes del caos y de la destruccin. En todo tiempo, sus adherentes estn subordinados al ciclo de las estaciones donde el invierno y el verano se persiguen en una eterna lucha por el poder. Se enfatizan siempre las representaciones de lo que ya sucedi, la repeticin y la remembranza. No as con la fe de Israel. La esencia de esta fe es la conviccin firme de que Dios ha salvado a los antepasados de la esclavitud en Egipto, los ha guiado por el desierto y los ha establecido en la tierra de Canan. Slo existen como pueblo por la intervencin de Dios. Adems, Dios ha entrado en pacto con ellos sobre el Monte Sina, y su pacto determina la totalidad de su porvenir histrico. Para las religiones vecinas, Dios se hace presente en el ciclo eterno de la naturaleza y en ciertos lugares clticos. Para Israel, en cambio, el escenario de su actividad es precisamente la historia. El enfoque es lo que Dios ha hecho, est haciendo y an har segn su propia intencin declarada (cf. Stanley 1980:5759). Recurriendo al ttulo de un conocido libro de G.E. Wright (1952), Dios es el Dios que acta. Probablemente sera ms preciso describir la Biblia en trminos de los Hechos de Dios en vez de la Palabra de Dios (Wright 1952:13). Para el pueblo de Israel (a menos que se deje seducir por aquellas religiones de magia, como de hecho ocurri repetidas veces) la fe nunca puede reducirse a una religin del statu quo. La expectativa es ver cambios dinmicos porque Dios es un ser dinmico involucrado activamente en la direccin de la historia (:22). El Antiguo Testamento deja ver la presencia cercana de Dios en la alabanza y la oracin, pero su nfasis primordial es, con toda seguridad, la revelacin que hace Dios de s mismo a travs de hechos histricos (:23). Este Dios de la historia es, en segundo lugar, tambin el Dios de la promesa. Esto se hace evidente cuando uno reflexiona sobre el concepto veterotestamentario de revelacin. Nuestro entendimiento de revelacin muchas veces se ha limitado a un simple sacar a la luz o quitarle el velo a algo que siempre estuvo all, pero escondido. De hecho, la revelacin es un evento por medio del cual Dios se compromete, en el presente, a involucrarse con su pueblo en el futuro. Se revela como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob; en otras palabras, como el Dios que siempre ha estado actuando en la historia y precisamente por esta razn ser tambin el Dios del futuro. Las fiestas celebradas en torno a fenmenos de la naturale-

18 za, como las primicias y la cosecha, siguiendo esta lgica, se van transformando en fiestas celebradas en torno a eventos histricos como el xodo de Egipto y la confirmacin del pacto en Sina. En otras palabras, las celebraciones de fenmenos naturales se convierten en celebraciones de eventos de la historia de la salvacin. Aquellas celebraciones van ms all de una simple remembranza; son celebraciones anticipadas del involucramiento futuro de Dios con su pueblo, de Dios que va delante de su pueblo (Rtti 1972:8386, con referencia a Th.C. Vriezen, Gerhard von Rad y otros investigadores del Antiguo Testamento). [pgina 35] En tercer lugar, este Dios que se ha revelado en la historia es el mismo que ha elegido a Israel. El propsito de la eleccin es el servicio, y si el servicio no se realiza, la eleccin carece de significado. Le incumbe a Israel servir al prjimo marginado: el hurfano, la viuda, el pobre y el extranjero. Cada vez que renueva su pacto con Yahv, Israel reconoce que est renovando su obligacin de cuidar a las vctimas de la sociedad. Desde tiempos antiguos se hace evidente la conviccin de que Dios tambin se compadece de las naciones, aunque el Antiguo Testamento revela una actitud ambivalente hacia ellas. Por un lado, para Israel son enemigas polticas o rivales; por otro lado, Dios mismo las introduce en el panorama israelita. La historia de Abraham ilustra esto. Empieza tan pronto como termina el episodio de Babel, que dramatiza la zozobra de las maquinaciones propias de las naciones. Y luego Dios comienza todo de nuevo con Abraham. Lo que Babel no pudo lograr aparece prometido y garantizado en Abraham: la bendicin de todas las naciones. En los relatos del yavista referidos a Abraham no hay ninguno que, de un modo u otro, no ilustre la relacin entre Abraham (y por lo tanto entre Israel) y las naciones (Huppenbauer 1977:39s.). La historia entera de Israel da testimonio del continuo compromiso de Dios con las naciones. El Dios de Israel es Creador y Seor de todo el mundo. Por esta razn Israel slo puede comprender su propia historia en continuidad con la historia de las naciones y no como una historia aparte. Es aqu donde entra en escena la tensin dialctica, tan evidente en el Antiguo Testamento, entre el juicio y la misericordia derramados por igual sobre Israel y las dems naciones. El Segundo Isaas (Is. 4055) y Jons son las dos caras de una misma moneda. El profeta Jons simboliza al pueblo de Israel que ha pervertido su eleccin convirtindola en orgullo y privilegio. Su libro no pretende ni alcanzar ni convertir a gentiles; su objetivo es el mismo pueblo de Israel y apunta hacia su arrepentimiento y su conversin, haciendo un contraste entre la generosidad de Dios y el regionalismo de su propio pueblo. Segundo Isaas, en cambio, juega magistralmente con la metfora del siervo sufriente para presentar un Israel que ya ha recibido juicio e ira de parte del Seor, y que ahora, precisamente en su debilidad y humillacin, llega a ser testigo de la victoria de Dios. En esta hora dolorosa de humillacin y abatimiento las naciones se acercan a Israel y confiesan: Fiel es el Santo de Israel, el cual te escogi (Is. 49:7). As, en que la compasin de Yahv se extiende a Israel y cruza sus fronteras gradualmente, queda claro que, en el anlisis final, Dios est tan preocupado por las otras naciones como por Israel. Sobre la base de su fe, Israel puede llegar a dos conclusiones fundamentales: Si el Dios verdadero se ha revelado a Israel, puede ser hallado nicamente en Israel; y dado que el Dios de Israel es el nico Dios verdadero, tambin es el Dios del mundo entero. La primera conclusin enfatiza el aislamiento y la exclusin de Israel del resto de la humanidad; la segunda sugiere una [pgina 36] apertura bsica y la posibilidad de extenderse hacia otras naciones (cf. Labuschagne 1975:9). Israel, sin embargo, no va a salir realmente a las naciones. Tampoco va a llamar expresamente a las naciones a la fe en Yahv. Si vienen, es porque Dios las trae. Por lo tanto, si hay un misionero en el Antiguo Testamento, el misionero es Dios mismo, y su obra escatolgica par excellence es traer a las naciones a Jerusaln para que lo adoren all juntamente con el pueblo de su pacto. Sin embargo, las profecas alusivas a la adoracin futura de las naciones a Yahv son muy pocas; adems, no siempre estn libres de ambigedad. Podemos, con J. Jeremias (1958:5760), juntar algo de evidencia al respecto. El cuadro completo y positivo positivo, por lo menos desde el punto de vista de las naciones puede haber lucido as: las naciones estn esperando a Yahv y confiando en l (Is. 51:5). Su gloria ser revelada a todas ellas (Is. 40:5). Dios llama a personas desde todos los confines de la tierra para que miren a Dios y sean salvas (Is. 45:22). El da a conocer a su siervo como una luz para los gentiles (Is. 42:6; 49:6). Se construye una calzada desde Egipto y Asiria hasta Jerusaln (Is. 19:23); las naciones se animan entre s a subir al monte del Seor (Is. 2:5) trayendo ofrendas (Is. 18:7). El propsito es adorar en el templo de Jerusaln, el santuario del mundo entero, juntamente con el pueblo del pacto (Sal. 96:9). Egipto ser bendecido como pueblo de Dios, Asiria como la obra de sus manos e Israel como su herencia (Is. 19:25). La expresin visible de esta reconciliacin global ser la celebracin del banquete mesinico en el monte de Dios; las naciones contemplarn a Dios cara a cara y la muerte ser destruida para siempre (Is. 25:68). Sin embargo, en este cuadro positivo existe un teln de fondo ms oscuro. Cuando las naciones viajan hacia Jerusaln, Israel conserva su lugar como el centro del centro y receptor de las riquezas de las naciones (Is. 60:11). Aun en Segundo Isaas, que representa la cima del universalismo del Antiguo Testamento, hay sombras de esta actitud Israel-

19 cntrica. Los sabeos, por ejemplo, llegarn hasta Israel encadenados y se arrodillarn ante l (45:14). Otros textos tambin pregonan juicio sobre algunas naciones (p. ej. Is. 47), pero no siempre resulta claro que esto sea el resultado de haber rehusado las iniciativas misericordiosas de Dios o de ser, en primer lugar, enemigos de Israel. No es de extraarse, entonces, que con el tiempo llegue a predominar una actitud negativa hacia las naciones. Con el deterioro de las condiciones sociales y polticas del pueblo de pacto, crece la expectativa de la llegada del Mesas que un da conquistar las naciones gentiles y restaurar a Israel. Esta expectativa, por lo general, est vinculada a ideas fantsticas de la dominacin del mundo por parte de Israel, a quien todas las dems naciones estarn sujetas. Alcanza su mxima expresin en las creencias y actitudes apocalpticas de la comunidad esenia a orillas del Mar Muerto. Los horizontes de la creencia apocalptica son csmicos: Dios destruir por completo el mundo de la poca para dar la bienvenida a un mundo nuevo, [pgina 37] segn un plan detallado y determinado. El mundo presente y todos sus habitantes son totalmente corruptos. Los fieles slo tienen que separarse de l, guardarse puros como incumbe a un remanente santo y esperar la intervencin de Dios. En semejante clima la sola idea de una actitud misionera hacia los gentiles ser descabellada (Kasting 1969:129). En el mejor de los casos Dios salvar, sin ninguna iniciativa de parte de Israel y mediante un acto divino, a los gentiles predestinados por l. En gran parte, este concepto apocalptico judo pone fin a aquel anterior entendimiento dinmico de la historia. Los eventos salvficos del pasado ya no se celebran como garantas y anticipos de la relacin futura de Dios con su pueblo; han llegado a ser, ms bien, tradiciones sagradas que tienen que preservarse sin alteracin alguna. La ley se convierte en una entidad absoluta que Israel tiene que servir y obedecer. Las categoras metafsicas griegas poco a poco comienzan a reemplazar a la anterior forma histrica de pensar. La fe se convierte en una cuestin de metahistricas enseanzas atemporales, sistematizadas cuidadosamente (Rtti 1972:95).

Biblia y misinEn este contexto y ambiente naci Jess de Nazaret. Y comprendi claramente y sin ambages su misin en trminos de la autntica tradicin del Antiguo Testamento. Hasta pocas recientes, en los crculos cristianos y misioneros era costumbre ver a Jess con ojos puramente idealistas. Segn este planteamiento, con el transcurso del tiempo se superaron los aspectos terrenales, nacionalistas, sociales e histricos del Antiguo Testamento, y se abri camino a una religin verdaderamente universal, abarcadora de toda la humanidad. Esta tendencia universalista, siempre presente en el Antiguo Testamento, aunque en forma latente, alcanz entonces la perfeccin en las enseanzas de Jess. El meollo de su enseanza era el anuncio de la llegada del Reino de Dios como algo de naturaleza puramente religiosa supranacional, celestial, espiritual e interior. Este concepto de Jess se encuentra resumido en el clsico magnum opus del misionlogo catlico Thomas Ohm (1962:247). Era algo infinitamente superior al Antiguo Testamento y ya no tena relacin alguna con el pueblo de Israel. Hoy da somos conscientes de la vulnerabilidad de este punto de vista. A pesar de esto, puede sorprender a muchos or que Jess, durante su vida terrenal, ministr, vivi y desarroll su pensamiento casi exclusivamente dentro del marco de la fe y la vida religiosa del judasmo del primer siglo. Se nos presenta, especialmente a travs del Evangelio de Mateo, como el que haba de venir en cumplimiento de la promesa hecha a los padres y a las madres de la fe. Para sus seguidores iniciales, no debe haber resultado obvio que la puerta de la fe estaba por abrirse tambin a los gentiles. [pgina 38] Por supuesto, ya no tenemos acceso directo a la historia de Jess. Nuestro nico acceso es a travs de los autores del Nuevo Testamento, especialmente de los cuatro evangelistas. La subdisciplina acadmica llamada crtica de las formas, que domin la erudicin neotestamentaria occidental desde la dcada del veinte hasta la del cincuenta, nos ense a ser escpticos frente a la fidelidad histrica de los Evangelios y a aceptar como autnticos slo aquellos dichos de Jess que de ninguna manera podran haber sido inventados por una tradicin subsecuente. En trminos de el Jess de la historia, el efecto fue devastador. Rudolf Bultmann casi no habla de Jess. Supuestamente, su historia estaba escondida bajo tantas capas de Gemeindetheologie (la teologa de las primeras comunidades cristianas), que reconstruirla sera una tarea casi imposible. Mientras tanto, la era de la crtica de las formas ha pasado. La crtica de la redaccin nos ha ayudado a no concentrarnos tanto en descubrir cules son los autnticos dichos de Jess, sino en el testimonio de los evangelistas acerca de l. Hemos descubierto que no hay un Jess de la historia divorciado de un Cristo de la fe, porque los evangelistas, al dar testimonio de l, no podran haber visto a Jess de Nazaret con otros ojos que no fueran los de la fe. Por supuesto, los dichos de Jess en los Evangelios son a la vez dichos acerca de Jess (Schottroff y Stegemann 1986:2, cf. 4). Precisamente desde esta perspectiva, el Jess de la historia vuelve a ser crucial cuando empezamos a redescubrir su persona y el contexto de su vida y trabajo, a travs de los ojos de la fe de los cuatro evangelistas. Hoy en da los eruditos conf-

20 an ms en el Jess terrenal que hace unas dcadas (Burchard 1980:13; Hengel 1983a:29). Por consiguiente, la prctica de Jess (Echegaray 1980) ha llegado a ser el enfoque de una gran parte del quehacer teolgico contemporneo. Como lo expresa Echegaray (1980:2324), Jess inspir a las primeras comunidades cristianas a prolongar la lgica de su propia vida y ministerio en forma creativa en medio de circunstancias histricas que, de hecho, eran bastante nuevas y distintas de las anteriores. Manejaron las tradiciones acerca de Jess con una libertad creativa pero tambin responsable, retenindolas y a la vez adaptndolas a su situacin. El descubrimiento de este proceder de los primeros cristianos no debe crearnos problemas. Si tomamos en serio la encarnacin, la Palabra tiene que encarnarse en cada nuevo contexto. Por esta misma razn, la tarea del telogo contemporneo no es muy diferente de la tarea emprendida por los autores del Nuevo Testamento con tanta valenta. Lo que ellos lograron para su poca nos incumbe lograrlo para la nuestra. Necesitamos prestar odo al pasado para hablar al presente y al futuro (LaVerdiere y Thompson 1976:596). Al mismo tiempo, nuestra tarea es mucho ms complicada que la de los autores del Nuevo Testamento. Mateo, Lucas, Pablo y los otros vivieron en culturas radicalmente distintas de las nuestras y enfrentaron problemas totalmente ajenos a los nuestros (as como nosotros enfrentamos problemas [pgina 39] desconocidos por ellos). Adems, ellos emplearon figuras que sus contemporneos comprendieron de inmediato, pero nosotros no. Por supuesto, siempre han existido los que han intentado cortar este nudo gordiano estableciendo una relacin directa entre el Jess del Nuevo Testamento y la propia situacin de cada uno, aplicando sus palabras antiguas, una por una y sin anlisis, a sus circunstancias actuales. Otros, con la ayuda de todas las herramientas del anlisis crtico, han intentado reconstruir historias objetivas de Jess. Lo sorprendente, sin embargo, es la poca diferencia entre el Jess de los autores conservadores y el Jess de la erudicin crtica. Con demasiada frecuencia Jess ha sido recreado a imagen y semejanza de los telogos contemporneos y subordinado a sus intereses y predilecciones (cf. Schweitzer 1952:4). No es sorprendente encontrar en la multitud de libros escritos sobre Jess en los ltimos dos siglos una variedad absolutamente desconcertante de Jesuses, algunos literalmente en el polo opuesto de otros. Jess puede ser entonces un estadounidense benigno de clase media, el fundador del comercio moderno, o el ejecutivo cuya dedicacin a los deberes y su espritu de servicio comprueban que se puede garantizar el xito (cf. Barton 1925). Pero puede ser un Jess de elite y derechista, una especie de Hitler empeado en llevar a su nacin a dominar sobre las dems (ver ejemplos en Hengel 1971:34f). Por otra parte, existe un Jess revolucionario, ocupado en la divulgacin de consignas marxistas, que tiene una estrategia completa de tres etapas para derrocar el sistema sociopoltico y que asiduamente cultiva seguidores preparndolos para el gran momento (Pixley 1981:7182). En cada uno de estos casos, el Jess de la historia resulta ser ms el Jess del historiador respectivo. Sin embargo, los cristianos no tenemos la libertad de hablar acerca de Jess como nos d la gana. El desafo es hablar acerca de Jess desde dentro de la comunidad de creyentes, el pueblo entero de Dios, pasado y presente (Schottroff y Stegemann 1986:vi). La variedad de afirmaciones cristianas, por lo tanto, no puede ser ilimitada. De hecho, es limitada no slo por la comunidad de creyentes sino en un nivel aun ms fundamental, que es el de su carta constitucional: el evento mismo de Jesucristo. Los eventos generadores de la comunidad cristiana, es decir, el programa de Jess, el que vivi, muri y resucit, establecieron en primer lugar los distintivos de aquella comunidad y hacia estos eventos nos orientamos. Dios viene a nosotros primordialmente en la historia de Jess y de sus obras (Echegaray 1980:51). Existe todava la diferencia entre las primeras dimensiones decisivas de un evento histrico y su posterior evolucin: a la luz de esto, como sugiri Schleiermacher (cf. Gerrish 1984:196), podemos considerar al Nuevo Testamento como la norma para decidir lo autnticamente cristiano. Una tarea crucial de la Iglesia hoy en da es evaluar continuamente si su comprensin de Cristo corresponde a la de los primeros testigos (Kng 1987:238; cf. tambin el argumento perceptivo de Smit 1988). [pgina 40] Esto implica, naturalmente, que no podemos reflexionar con integridad sobre el significado de la misin hoy sin fijarnos en el Jess del Nuevo Testamento, precisamente porque nuestra misin encuentra su ancla en la persona y ministerio de Jess (Hahn 1984:269). Kramm lo expresa as: Slo es posible encontrar un fundamento para la misin con referencia al punto de partida de nuestra fe: la autocomunicacin de Dios en Cristo como la base que lgicamente precede y resulta fundamental para cualquier reflexin subsecuente (1979:213). Afirmar esto no implica que la tarea se limita a establecer simplemente el significado de la misin para Jess y la Iglesia primitiva y luego definir nuestra prctica misionera en los mismos trminos, como si el problema se resolviera aplicando directamente la Escritura. Hacerlo de esta manera sera caer en la tentacin fcil y concordista de equiparar los grupos y fuerzas sociales de la Palestina de entonces con los existentes en nuestros das (G. Gutirrez, citado en Echegaray 1980:14). De hecho, un acercamiento de esta ndole resulta menos acertado para unas circunstancias que para otras; los

21 dos milenios de distancia histrica que separan nuestra poca de la de Jess podran ser menos importantes que la distancia social entre la clase media de hoy y los primeros cristianos, o esta clase media y muchos grupos marginados actuales. Basta leer los volmenes de Ernesto Cardenal intitulados El Evangelio en Solentiname para darse cuenta de que las circunstancias sociopolticas de los campesinos nicaragenses miembros de la comunidad de base de Cardenal se asemejan ms al contexto de la Iglesia primitiva que a la situacin actual de muchos cristianos de nuestro mundo occidental. Puede decirse lo mismo respecto a algunas iglesias independientes y autctonas del frica o a las iglesias que se renen en hogares en la China continental. Sin embargo, aun donde la brecha sociocultural entre las comunidades de hoy y las de los primeros cristianos sea estrecha, existe y debe ser respetada. Un estudio histrico-crtico puede ayudarnos a comprender en qu consista la misin para Pablo, Marcos o Juan, pero no nos va a revelar inmediatamente lo concerniente a la misin en nuestra propia situacin concreta (Soares-Prabhu 1986:86). El texto del Nuevo Testamento genera en diferentes lectores una variedad de interpretaciones, como ha argumentado muchas veces Paul Ricoeur. Por lo tanto, el significado de un texto no puede ser reducido a un solo sentido unvoco, es decir, a lo que signific originalmente. Un acercamiento adecuado requiere una interaccin entre la definicin de los autores cristianos de la poca y la propia definicin del creyente moderno que busca inspiracin y gua en aquellos testigos antiguos. Cmo se concibieron los primeros cristianos y las generaciones subsecuentes? Cmo nos concebimos nosotros, los cristianos del siglo 20? Y qu efecto ejercen tales autoconceptos sobre la [pgina 41] interpretacin de la misin de ellos y sobre la nuestra? Estas preguntas son las que pretendo explorar. En dcadas recientes, los estudios de eruditos como G. Theissen, A. J. Malherbe, E. A. Judge, L. Schottroff, W. A. Meeks y B. F. Meyer han ayudado a mejorar nuestra comprensin del mundo social del cristianismo primitivo. Al colocar el contexto de los primeros cristianos bajo la lente del anlisis sociolgico, estos acadmicos han contribuido a mejorar nuestra capacidad de entender la Iglesia primitiva y su misin. Me parece, sin embargo sin restar nada de la importancia de su obra que ya es hora de ir ms all del anlisis sociolgico para alcanzar un acercamiento que podramos llamar hermenutico crtico (cf. Nel 1988). La predisposicin de la mayora de los anlisis sociales (como mostr Mayer 1986:31) tiende hacia un punto de vista externo. En contraste, la predisposicin de la hermenutica crtica tiende hacia un punto de vista interno; en otras palabras, hacia una exploracin del concepto que tienen de s las personas con quienes quisiramos entrar en dilogo. Por supuesto, la definicin de uno mismo se convierte en un concepto clave en el contexto de este acercamiento. En su estudio de la misin global y el autodescubrimiento de los primeros cristianos, Ben Meyer demuestra (de manera convincente, segn creemos) que fue debido a una nueva definicin de ellos mismos que algunos de los discpulos del primer siglo se sintieron impulsados a emprender la tarea misionera de alcanzar el mundo alrededor. En seguida Meyer empieza a dibujar los contornos de esta nueva definicin propia, intentando responder a ciertas preguntas (Meyer 1986:17): Cmo puede explicarse el hecho de que, entre todos los partidos, movimientos y sectas del judasmo del primer siglo, solamente el cristianismo descubri en s mismo suficiente mpetu como para fundar comunidades religiosas gentiles e incluirlas bajo el nombre el Israel de Dios (6:16)? Cmo podemos explicar la dinmica de la decisin tomada a favor de este mpetu? Cmo podemos dar cuenta de los orgenes del concepto de Cristo, no slo en trminos del cumplimiento de las promesas a Israel sino tambin como el primer hombre de una nueva humanidad? Sin embargo, el acercamiento hermenutico crtico va ms all del ejercicio (por ms interesante que sea histricamente) de hacer explcitas las definiciones propias de los primeros cristianos. Busca establecer un dilogo entre aquellas definiciones propias y todas las subsiguientes, incluyendo las nuestras y las de nuestros contemporneos. Este acercamiento admite la existencia de definiciones inadecuadas o aun erradas. Su meta es ampliar, criticar y desafiar tales definiciones (cf. Nel 1988:163). Presupone que no existe ninguna realidad objetiva fuera de uno, que requiera comprensin e interpretacin. Ms bien, la realidad es intersubjetiva (:153s); [pgina 42] siempre ser realidad interpretada y, de hecho, cualquier interpretacin se ver profundamente afectada por nuestras propias definiciones de nosotros mismos (:209). Lgicamente, entonces, la realidad cambia si la definicin cambia. Esto es precisamente lo que pas en primera instancia con los cristianos de la poca primitiva y luego, de modo comparable, con sucesivas generaciones. Las definiciones no siempre cambiaron de manera adecuada; muchas veces sufrieron distorsiones, segn trataremos de demostrar en el transcurso de estas exploraciones. Pero siempre merecen ser tomadas en serio; deben ser desafiadas, por ejemplo, por las definiciones propias de otros creyentes, especialmente por los primeros en experimentar algn cambio paradigmtico en su concepto de la realidad. A la luz de esto, el desafo para el estudio de la misin se puede describir (en las palabras de van Engelen 1975:310) como el proceso de relacionar el siempre relevante evento del Jess de hace veinte siglos con el futuro del Reino prometido por Dios, por medio de iniciativas significativas emprendidas aqu y ahora.

22 Naturalmente, si exploramos lo que hemos llamado la definicin de los primeros cristianos, estamos forzados a plantear preguntas acerca de cmo Jess se defini a s mismo (cf. Goppelt 1981:159205). Esta es una bsqueda obligada aunque, como se dijo anteriormente, solamente conocemos a Jess por el testimonio de la Iglesia primitiva, es decir, a travs de la definicin que hicieron de ellos mismos los primeros creyentes. El punto es que no hay pistas obvias o simplistas a seguir para llegar desde el Nuevo Testamento hasta una prctica misionera contempornea. La Biblia no funciona en forma tan directa. Puede existir, en cambio, toda una gama de alternativas, en profunda tensin las unas con las otras, pero todas a la vez vlidas (Brueggeman 1982:397, 408). Como dice la Inter-Anglican Theological and Doctrinal Commission (Comisin interanglicana sobre teologa y doctrina) (1986:48): Puede ser que el Espritu Santo, el que gua a toda verdad, se haga presente no tanto como partidario de un determinado lado de una disputa teolgica sino en medio del encuentro de las visiones diversas de personas que comparten una fidelidad y un compromiso con Cristo y las unas con las otras.

Jess e IsraelEn su libro clsico sobre la conversin, A. D. Nock ha demostrado que la poca que va desde Alejandro Magno hasta Agustn se caracteriz por fermentos y cambios religiosos, econmicos y sociales sin precedentes. La filosofa y las religiones griegas se difundieron hacia el este, y llegaron a Asia Central. Al mismo tiempo, varias religiones orientales, especialmente las de Egipto, Siria y Asia Menor [pgina 43] penetraron el mundo grecorromano, y ganaron miles de convertidos (Nock 1933; cf. Grant 1986:2942). La fe juda era una ms entre las que haban calado toda la regin, pero hay poca evidencia de iniciativas dirigidas hacia a los gentiles con el fin de ganarlos para la fe juda. A pesar de esta situacin, los gentiles con frecuencia eran atrados a ella. El mismo trmino lingstico para denominar a los convertidos (proslitos)2 lo ilustra. Las conversiones sucedan as: los gentiles, individual y mayormente por iniciativa propia, se acercaban a los judos, se sometan a la Torah y pedan la circuncisin. Fuera de este crculo de personas que haban hecho la transicin al judasmo haba otra categora: los temerosos de Dios, quienes, aunque atrados por el judasmo, no haban tomado el paso final de pedir la circuncisin.3 En trminos generales, sin embargo, la atencin del judo piadoso no se concentraba en los gentiles. Frecuentemente ignoraba inclusive a miembros de su propia raza. Varios siglos antes del nacimiento de Jess creci la conviccin de que no todo Israel iba a alcanzar la salvacin sino slo un remanente fiel. Varios grupos religiosos dentro del judasmo se consideraban a s mismos como el remanente y a todos los dems, aun a sus compatriotas judos, como fuera de los lmites. Las comunidades de esenios, al borde del Mar Muerto, fueron particularmente notorias en este sentido.4 En la mayora de estos crculos haba poca preocupacin por reclutar a otros, aun de su propia nacin, y mucho menos a gentiles. Todas estas iniciativas deben verse dentro del marco de la lucha a favor del verdadero Israel, a favor de la causa de la restitucin del pueblo del pacto. En este mismo contexto tenemos que considerar el ministerio del Juan el Bautista. En efecto, ste apareci en la escena como un predicador proftico enviado por Dios para llamar a Israel al arrepentimiento y a la conversin. Segn su punto de vista, ya no poda presuponerse la eleccin de todo el pueblo de Israel. Los judos de su poca eran una generacin de vboras (Mt. 3:7; Lc. 3:7), igual que los paganos. nicamente se salvara un remanente, y esto si se arrepentan y producan frutos dignos del arrepentimiento (Mt. 3:8; Lc. 3:8). Para subrayar el hecho de que a los ojos de Dios todo el pueblo de Israel era gentil y estaba fuera del pacto, el penitente tena que someterse al rito del bautismo de igual modo que el gentil que se converta al judasmo. [pgina 44] Este era el clima religioso en el cual naci Jess: una poca de sectarismo y fanatismo, de trfico religioso entre occidente y oriente, de comerciantes y soldados que regresaban a casa con ideas novedosas, de gente que ensayaba nuevas creencias. A nivel sociopoltico, el perodo no fue menos voltil. Palestina se encontraba bajo la ocupacin romana. El sistema de haciendas grandes que proliferaban gradual pero implacablemente por todo el pas a costa de la propiedad comunal era uno de los resultado de dicha ocupacin. Los campesinos, ya empobrecidos, se iban transformando en mano de obra disponible para trabajar para los dueos y mayordomos de las haciendas; stos son los jornaleros citados con frecuencia en las pginas de los Evangelios.

proslito (del gr.: proselytos), literalmente es uno que se ha pasado o uno que ha entrado (de una religin pagana al judasmo), ms que alguien que ha sido ganado para la fe juda a travs del compromiso activo de misioneros judos. 3 Los temerosos de Dios (gr.: sebomenoi o foboumenoi ton Theon) eran ms numerosos que los proslitos (cf. K. G. Kuhn art. proselytos en Theological Dictionary of the New Testament, vol. VI) y generalmente procedan de una clase social ms pudiente que los proslitos (cf. Malherbe 1983:77). Mientras que la actitud predominante por parte de los judos hacia los temerosos de Dios era negativa, tenda a ser ms ambivalente hacia los proslitos (cf. Kuhn, op cit. ). 4 Al entrar a la comunidad, el nuevo miembro tena que declarar bajo juramento que amara nicamente a los miembros de su comunidad y que odiara a todos los hijos de las tinieblas, en otras palabras, a todos los que no eran miembros (cf. 1QS f1:911).

2 Un

23 Roma consolid su dominio sobre los judos al organizar un censo (en el ao 6 a.C.) para luego poder recaudar impuestos. Para los judos fue ms que una irritacin: constitua un ataque contra sus derechos ancestrales y su tierra santa, la cual haba sido rebajada al status de una mera provincia del vasto Imperio Romano. La situacin se prestaba para el surgimiento de recuerdos de un pasado glorioso: la liberacin de Egipto, el reino esplendoroso de David, la rebelin de los macabeos, etc.. No es sorprendente, entonces, la frecuente irrupcin de disturbios en el perodo del censo. Leemos en Hechos 5:37 que Judas el galileo lider una banda de rebeldes en los das del censo. El hecho de relacionar el nacimiento de Jess con el censo (Lc. 2:12) puede haber reforzado la idea que l podra ser el anhelado Mesas, el libertador que Dios enviara precisamente en la hora ms oscura. Es imprescindible ver la vida y el ministerio de Jess dentro de este contexto histrico concreto. De otra manera, no sera posible ni siquiera empezar a comprenderlo. Jess sigue en la lnea tradicional de los profetas. Igual que ellos y Juan el Bautista, su preocupacin es el arrepentimiento y la salvacin de Israel. Como judo se percibe a s mismo como enviado a su propio pueblo. Su llamado al arrepentimiento concierne a su pueblo su vocacin se limita a ellos. El hecho de ser enviado nicamente a Israel ya se hace evidente en Mt. 1:21 y Lc. 1:54. Los relatos de los cuatro Evangelios lo ubican casi siempre en la Tierra Santa. Parece reacio a entrar en territorio gentil o samaritano, aunque en ocasiones lo hace. Viaja inquieto por todo el territorio judo, de ac para all Precisamente por ser el Hijo del Hombre debe cumplir con el llamado del hijo de David: liberar a su pueblo Se dedica completame