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EL REY Y LAS ESTRELLAS El reinado de Alfonso X es uno de los más interesantes y ricos de nuestra historia, pues renovó con energía los reinos heredados y las tierras conquistadas. Empeñado en el desarrollo de las ciu- dades, el aumento del poder de la nobleza y el alto clero y la aspiración al imperio germánico, nos legó su figura de culto y refinado sabio. Es notable la convivencia de las tres culturas en los terri- torios cristianos, pues los judíos acuden a los reinos más ricos o permanecen en las tierras con- quistadas, y si algunos poderosos musulmanes se iban hacia el sur, quedan muchos en aquéllos. Sin duda es época de riqueza plural, en la que el rey gusta de mostrarse rodeado de sabios, poetas, escribanos y artistas, aprovechando la amplia sabiduría de las tres culturas 1 . Se alcanza el auge de la ciencia árabe en el siglo XI con Azarquiel, quien deja una rica herencia en el uso y perfección de instrumentos, la práctica de la observación, la designación de los nom- bres de estrellas y el inicio de los cálculos trigonométricos. Los sabios Avempace y Averroes –al igual que Maimónides– serán conocedores de la medicina y la ciencia, además de fervientes segui- dores de Aristóteles. La astronomía se adapta a las doctrinas del griego, pero sigue atenta a las de- mandas del calendario para el culto, y a la herencia de Azarquiel 2 . También se discutió, entre Aris- tóteles y Ptolomeo, entre la teoría y la observación, el modelo celeste, con dudas que, de manera incipiente, auguran la revolución copernicana. Juan Vernet ha señalado en la rica tradición de Ta- blas astronómicas el recuerdo de originales modelos, así el de Heráclides de Ponto 3 . En el siglo XIII destacarán como patronos de traductores los arzobispos toledanos, desde Rai- mundo hasta el último alfonsino, Gonzalo García Gudiel. El sistema empleado era el tradicional, un judío (o mozárabe o musulmán) realizaba una traducción oral del árabe a la lengua vulgar, un clérigo al latín, y se escribía. Con Alfonso, un escribano recoge aquella traducción oral, fomentan- do el paso a las lenguas vernáculas, tal como el rey quería en muchas de sus actividades, el dere- cho, la historia o la poesía, en castellano o gallego. Cuando quedan las dos versiones, como a ve- ces sucede, no se sabe si fueron simultáneas. Sin duda se ve como rival al latín de la Iglesia, pero también se muestra el apoyo a las lenguas nuevas, como en otras cortes, buscando hacer laicos derecho, cultura y ciencia. La lengua se enriquecía, anunciando un magnífico Renacimiento. Las traducciones se deben a un pequeño grupo de sabios, entre los que destacan los judíos, tal como se ha señalado desde Américo Castro hasta David Romano. Algunos pocos musulmanes hay, por el contrario, así como algunos italianos para el latín, quizá debido a la aspiración impe- rial, o bien dada la universalidad cultural de esta lengua. Ordena el rey traducciones y trabajos como las tablas, hace prólogos, manda repetir versiones, corrige en un caso el estilo. Así, el rey es- cribe un libro porque da las razones de él, dice quién y cómo se escribe, lo dirige, corrige y ende- reza. Se ocupa de manera especial de astronomía y astrología, constituyen su obra tres grandes colecciones, señala Julio Samsó, la mágica, la astronómica y la astrológica, sean traducciones con añadidos o bien obras originales. Sobresale así la labor de Yehudá b. Moshé e Isaac b. Sid, que fueron artífices de las Tablas. Es un trabajo original y único, tanto que sólo una copia de los cánones –o instrucciones– se conserva, editados en 1866 por Manuel Rico y Sinobas. Ambos entablaron en el Libro de las tablas alfonsíes una importantísima colaboración, afirman en el prólogo, realizada entre 1263 y 1272, entre el comien- zo de las observaciones de Isaac y la conclusión. Se trataba de un conjunto de tablas astronómicas 1 Javier Faci (com.), Alfonso X, Toledo-Madrid, Museo de Santa Cruz-Ministerio de Cultura, 1984. Américo Cas- tro, La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1954. David Romano, La ciencia hispanojudía, Madrid, Mapfre, 1992. Evelyn S. Procter, Alfonso X de Castilla: patrono de las letras y del saber, traducción y notas Manuel González Ji- ménez, traducción revisada por Mary O’Sullivan, Mur- cia, Real Academia Alfonso el Sabio, 2002. 2 José M.ª Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la cien- cia española (1949) y Nuevos estudios sobre historia de la cien- cia española (1960), edición facsimilar, Madrid, CSIC, 1991, presentación de Juan Vernet. 3 Juan Vernet, La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente, Barcelona-Caracas-México, Ariel-Fundación Juan March, 1978; Estudios sobre historia de la ciencia medieval, Barcelona- Bellaterra, Universidad de Barcelona (Facultad de Filolo- gía)-Universidad Autónoma de Barcelona (Facultad de Filosofía y Letras), 1979. Juan Vernet (ed.), Estudios sobre historia de la ciencia árabe, Barcelona, Instituto de Filología- Institución Milá y Fontanals-CSIC, 1980; Textos y estudios sobre astronomía española en el siglo XIII, Barcelona, Instituto de Filología-Institución Milá y Fontanals-CSIC-Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelo- na, 1981; Nuevos estudios sobre astronomía española en el siglo de Alfonso X, Barcelona, Instituto de Filología-Institución Milá y Fontanals-CSIC, 1983. 223 PRECIADOS SABERES EN EL DESPERTAR DE MUNDOS NUEVOS JOSÉ LUIS PESET

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EL REY Y LAS ESTRELLAS

El reinado de Alfonso X es uno de los más interesantes y ricos de nuestra historia, pues renovócon energía los reinos heredados y las tierras conquistadas. Empeñado en el desarrollo de las ciu-dades, el aumento del poder de la nobleza y el alto clero y la aspiración al imperio germánico, noslegó su figura de culto y refinado sabio. Es notable la convivencia de las tres culturas en los terri-torios cristianos, pues los judíos acuden a los reinos más ricos o permanecen en las tierras con-quistadas, y si algunos poderosos musulmanes se iban hacia el sur, quedan muchos en aquéllos.Sin duda es época de riqueza plural, en la que el rey gusta de mostrarse rodeado de sabios, poetas,escribanos y artistas, aprovechando la amplia sabiduría de las tres culturas1.

Se alcanza el auge de la ciencia árabe en el siglo XI con Azarquiel, quien deja una rica herenciaen el uso y perfección de instrumentos, la práctica de la observación, la designación de los nom-bres de estrellas y el inicio de los cálculos trigonométricos. Los sabios Avempace y Averroes –aligual que Maimónides– serán conocedores de la medicina y la ciencia, además de fervientes segui-dores de Aristóteles. La astronomía se adapta a las doctrinas del griego, pero sigue atenta a las de-mandas del calendario para el culto, y a la herencia de Azarquiel2. También se discutió, entre Aris-tóteles y Ptolomeo, entre la teoría y la observación, el modelo celeste, con dudas que, de maneraincipiente, auguran la revolución copernicana. Juan Vernet ha señalado en la rica tradición de Ta-blas astronómicas el recuerdo de originales modelos, así el de Heráclides de Ponto3.

En el siglo XIII destacarán como patronos de traductores los arzobispos toledanos, desde Rai-mundo hasta el último alfonsino, Gonzalo García Gudiel. El sistema empleado era el tradicional,un judío (o mozárabe o musulmán) realizaba una traducción oral del árabe a la lengua vulgar, unclérigo al latín, y se escribía. Con Alfonso, un escribano recoge aquella traducción oral, fomentan-do el paso a las lenguas vernáculas, tal como el rey quería en muchas de sus actividades, el dere-cho, la historia o la poesía, en castellano o gallego. Cuando quedan las dos versiones, como a ve-ces sucede, no se sabe si fueron simultáneas. Sin duda se ve como rival al latín de la Iglesia, perotambién se muestra el apoyo a las lenguas nuevas, como en otras cortes, buscando hacer laicosderecho, cultura y ciencia. La lengua se enriquecía, anunciando un magnífico Renacimiento.

Las traducciones se deben a un pequeño grupo de sabios, entre los que destacan los judíos, talcomo se ha señalado desde Américo Castro hasta David Romano. Algunos pocos musulmaneshay, por el contrario, así como algunos italianos para el latín, quizá debido a la aspiración impe-rial, o bien dada la universalidad cultural de esta lengua. Ordena el rey traducciones y trabajoscomo las tablas, hace prólogos, manda repetir versiones, corrige en un caso el estilo. Así, el rey es-cribe un libro porque da las razones de él, dice quién y cómo se escribe, lo dirige, corrige y ende-reza. Se ocupa de manera especial de astronomía y astrología, constituyen su obra tres grandescolecciones, señala Julio Samsó, la mágica, la astronómica y la astrológica, sean traducciones conañadidos o bien obras originales.

Sobresale así la labor de Yehudá b. Moshé e Isaac b. Sid, que fueron artífices de las Tablas. Es untrabajo original y único, tanto que sólo una copia de los cánones –o instrucciones– se conserva,editados en 1866 por Manuel Rico y Sinobas. Ambos entablaron en el Libro de las tablas alfonsíes unaimportantísima colaboración, afirman en el prólogo, realizada entre 1263 y 1272, entre el comien-zo de las observaciones de Isaac y la conclusión. Se trataba de un conjunto de tablas astronómicas

1 Javier Faci (com.), Alfonso X, Toledo-Madrid, Museo deSanta Cruz-Ministerio de Cultura, 1984. Américo Cas-tro, La realidad histórica de España, México, Porrúa, 1954.David Romano, La ciencia hispanojudía, Madrid, Mapfre,1992. Evelyn S. Procter, Alfonso X de Castilla: patrono de lasletras y del saber, traducción y notas Manuel González Ji-ménez, traducción revisada por Mary O’Sullivan, Mur-cia, Real Academia Alfonso el Sabio, 2002.

2 José M.ª Millás Vallicrosa, Estudios sobre historia de la cien-cia española (1949) y Nuevos estudios sobre historia de la cien-cia española (1960), edición facsimilar, Madrid, CSIC,1991, presentación de Juan Vernet.

3 Juan Vernet, La cultura hispanoárabe en Oriente y Occidente,Barcelona-Caracas-México, Ariel-Fundación Juan March,1978; Estudios sobre historia de la ciencia medieval, Barcelona-Bellaterra, Universidad de Barcelona (Facultad de Filolo-gía)-Universidad Autónoma de Barcelona (Facultad deFilosofía y Letras), 1979. Juan Vernet (ed.), Estudios sobrehistoria de la ciencia árabe, Barcelona, Instituto de Filología-Institución Milá y Fontanals-CSIC, 1980; Textos y estudiossobre astronomía española en el siglo XIII, Barcelona, Institutode Filología-Institución Milá y Fontanals-CSIC-Facultadde Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de Barcelo-na, 1981; Nuevos estudios sobre astronomía española en el siglode Alfonso X, Barcelona, Instituto de Filología-InstituciónMilá y Fontanals-CSIC, 1983.

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PRECIADOS SABERES EN EL DESPERTAR DE MUNDOS NUEVOS

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–que guardarían analogía con las Tablas de Toledo– calculadas con apropiados instrumentos paralas coordenadas de la ciudad de Toledo –donde el rey nace– y para 1252 –su coronación– y deunos cánones en castellano en cincuenta y cuatro capítulos. Las novedades en observaciones ycálculos y la preocupación por los calendarios repercutieron en la reforma gregoriana y son co-nocidas por Copérnico4. También se ha señalado por Julio Samsó la originalidad del modelo so-lar en las obras astronómicas de Alfonso X5. Las tablas numéricas sólo nos han quedado en ma-nuscritos y en ediciones latinas, con adiciones de los astrónomos que las reelaboraron. Múltiplestextos latinos se conservan de los siglos XIV y XV, la primera edición se realiza en Venecia en 1483,y son muy frecuentes a lo largo del siglo XVI. Tal vez sus colaboradores italianos las llevan a Italia.En París desde principios del siglo XIV un grupo de astrónomos las adapta y elabora textos para suuso, entre ellos Juan de Linières y Juan de Murs. Discípulo del primero, Juan de Sajonia escribeunos cánones latinos que se difunden con tablas que ese grupo adapta6.

Para José Chabás, las Tablas son la más importante obra alfonsina, pues durante tres siglosocuparía todo el espacio de la astronomía europea7. El gran mérito del Sabio fue el encargo deobras de importancia, creando para sus colaboradores las necesarias condiciones de trabajo. Elgran valor de esas observaciones y de los métodos astronómicos y matemáticos se une al es-fuerzo por la invención, mejora y construcción de instrumentos, así como por la astronomíamatemática. También es notable el nuevo léxico, que viene del árabe, pero también del hebreoy del latín. Sus traducciones y obras, como los Libros del saber de astronomía, introducen muchosnombres árabes de estrellas y conservan rica información del legado científico clásico y me -dieval8.

El Libro de las cruzes, una de las más bellas producciones del grupo de traductores de Alfonso X,fue editado por Lloyd A. Kasten y Lawrence B. Kiddle. En nota preliminar a la edición, José A. Sán-chez Pérez nos asegura, como no podía ser de otra manera, que el rey estaba muy interesado enla astrología, un saber que la cultura árabe había transmitido con fuerza a Occidente9. Se muestraen la elección de este tipo de obras, en el reclutamiento de sabios traductores y en su intervenciónen el trabajo. Además, el Libro de las cruzes y el Lapidario, fechados en 1259 y 1279, coinciden conlargas estancias del monarca en Toledo. Serían años en que la presencia y el apoyo reales activa -rían los trabajos. Son sus traductores Yehudá b. Moshé y Juan Daspa, originario de Aspá, colabo-radores en varias obras alfonsíes.

Ya en 1930 Sánchez Pérez se había ocupado de este texto, dándole difusión internacional, en larevista Isis, fundada y editada por George Sarton10. Presentó un excelente estudio del libro, mos-trando su significado astrológico. Para levantar un horóscopo hay que hacer una figura o represen-tación gráfica de la posición de los signos del Zodíaco, los planetas, la Cabeza y la Cola del Dra-gón, el Sol y la Luna. Eran importantes en los nacimientos y comienzos de año, calamidades o for-tunas, viajes y enfermedades, disputas y guerras, en la entera vida humana. Señala que la formade trazar la figura en el Libro de las cruzes es muy primitiva, «consiste en un círculo dividido en seissectores iguales mediante seis radios diametralmente opuestos». La posición de los planetas en lascasas astrológicas era, a los ojos del astrólogo antiguo, una especie de caleidoscopio que influía einformaba a los entendidos. Los juicios que sacan de estas figuras son presentados como los mis-mos de los astrólogos antiguos de Occidente, así de África, en Berbería, o de España romana ytambién visigótica. Se cita la influencia de la astrología oriental, de babilonios, egipcios, persas y

4 Juan Vernet, Astrología y astronomía en el Renacimiento, Es-plugues de Llobregat (Barcelona), Ariel, 1974. Beatriz Po-rres de Mateo, José Chabás, «Los cánones de las TabulaeResolutae para Salamanca: origen y transmisión», Cronos,1, 1998, pp. 51-83.

5 Julio Samsó, «El tratado alfonsí sobre la esfera», Dynamis,2, 1982, pp. 57-73; «Algunas notas sobre el modelo solary la teoría de la precesión de equinoccios en la obra as-tronómica de Alfonso X», Dynamis, 4, 1984, pp. 81-114;Las ciencias de los antiguos en Al-Andalus, Madrid, Mapfre,1992; «Las ciencias exactas en Castilla durante la EdadMedia», en A. García Simón (ed.), Historia de una cultura. Lasingularidad de Castilla, Valladolid, Junta de Castilla y León,1995, II, pp. 661-689.

6 Manuel Rico y Sinobas, Libros del saber de astronomía delrey D. Alfonso X de Castilla, compilados, anotados y comentadospor…, 5 vols., Madrid, Tipografía de Don Eusebio Agua-do, 1863-1867.

7 José Chabás, «Las ciencias exactas», en L. García Balles-ter, J. Mª. López Piñero, J. L. Peset (dir.), Historia de la cien-cia y de la técnica en la Corona de Castilla, 4 vols., Valladolid,Junta de Castilla y León, 2002, I, pp. 59-94. Carlos Dore-ce Polo, «Sobre el cuadrante solar de Alfonso X el Sabio»,Asclepio, 51-52, 1999, pp. 167-184.

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griegos, si bien se temen sus oscuridades y sutilezas. Renuncia Sánchez Pérez a proponer algunaidentificación para el autor Oueydalla.

Millás Vallicrosa realiza la atribución a Abu Marwan Ubayd Allah b. Jalaf al-Istiyi, tiene en cuentaque los sabios árabes confirmaron las doctrinas astrológicas en las grandes conjunciones del sigloXI. Considera que el autor siguió las doctrinas de los árabes occidentales en la segunda mitad deeste siglo. Junto a Azarquiel, una generación joven versada en matemáticas y astrología, astrono-mía y filosofía se reuniría en la corte de al-Mamun en Toledo. El esplendor de los califas cordobe-ses fue seguido por los reinos taifas, hasta la llegada de los almorávides. La astrología fue muyapreciada en Córdoba y Toledo, en donde se fomentó por eclesiásticos y reyes una alta cultura trasla conquista. Esos autores de esa notable época gozaron de gran fama entre los árabes, tambiénentre los mozárabes y hebreos que permanecen en la corte cristiana de Toledo11.

Juan Vernet precisa que se trataría de un texto astrológico bajolatino conocido en la España vi-sigoda. Se enmarcaría en una tradición científica latina que perduraría hasta principios del siglo Xy dejaría ecos en el XI12. Aporta páginas manuscritas de la biblioteca de El Escorial, que siguió es-tudiando Rafael Muñoz. Serían capítulos del Libro de las cruzes, tratándose de manuscritos pertene-cientes a una familia de textos árabes. En uno de ellos hay una versión poética de uno de los capí-tulos del Libro de las cruzes. Su autor es al-Dabbi, un astrólogo de los emires de Córdoba de fines delsiglo VIII y principios del IX. Se piensa que al redactarse la primera versión todavía no se conocíaen Occidente la astrología oriental. Se trataría, pues, de una tradición anterior a la llegada del pue-blo árabe, que recogería –enraizada en la tradición latino-visigoda– la astrología que se practica-ba en la Península y en África, en Berbería.

Según Rafael Muñoz, el autor del original árabe habría reelaborado un texto difícil y de comple-ja interpretación. Así, ante la ambigüedad, Oueydalla habría buscado precisar de qué rey y de quétierras se trataba, añadiendo también la conversión de algunos gráficos de posiciones de los pla-netas en explicaciones más claras. Se muestra «el esquema para levantar el horóscopo» y los sig-nos del Zodíaco, sean derechos –signos de fuego y aire–, o bien yacentes –signos de agua y tierra–.Desde luego, podemos añadir que Empédocles está aquí presente con sus cuatro elementos, unaraíz clásica más. Señala también este autor citas y ecos de Hermes Trismegistos, lo que remitiríaal Corpus Hermeticum y a variadas escuelas clásicas, como los gnósticos y los neopitagóricos13.

Julio Samsó analiza el texto del Libro de las cruzes, mostrando la distancia de que hace gala el sa-bio árabe con el original. Establece un texto anterior al siglo XI, una revisión de Ubayd Allah y unaversión alfonsí. Sin duda, la época de Azarquiel posee unos conocimientos muy superiores a losheredados, pudiendo determinar con precisión –y no de forma aproximada– la posición de loscuerpos celestes. Esto permite entender las censuras del redactor a los pronósticos basados enmétodos rudimentarios –a simple vista y con sencillas reglas de cálculo– de determinación de laposición media de los planetas14. Se concluye en 26 de febrero de 1259 y se fecha por el reinadode Alfonso X, de César y por los «alaraues».

Sin duda, el prólogo –como el del primer Lapidario– es de enorme interés. Se nos dice que Pto-lomeo en el Almagesto afirmaba que no moría ni caía en la pobreza quien poseía la ciencia. ComoSalomón, el rey Alfonso restaura la sabiduría perdida para quienes hablan la nueva lengua. Soninútiles el seso y el tesoro escondidos. Según Aristóteles, otro argumento usado, los cuerpos ba-jos o terrestres se mantienen y gobiernan por los altos o celestes. Es la voluntad de Dios, por lo

8 Mercè Comes, Honorino Mielgo y Julio Samsó (eds.),«Ochava espera» y «Astrofísica». Textos y estudios sobre las fuen-tes árabes de la astronomía de Alfonso X, Barcelona, AgenciaEspañola de Cooperación Internacional-Instituto deCoo peración con el Mundo Árabe-Universidad de Barce-lona-Instituto Millás Vallicrosa de Historia de la CienciaÁrabe, 1990. Mercè Comes, Roser Puig, Julio Samsó(eds.), De Astronomia Alphonsi Regis. Actas del simposio sobreastronomía alfonsí celebrado en Berkeley (agosto 1985) y otrostrabajos sobre el mismo tema, Barcelona, Universidad de Bar-celona-Instituto Millás Vallicrosa de Historia de la Cien-cia Árabe, 1987.

9 Lloyd A. Kasten y Lawrence B. Kiddle (eds.), Alfonso elSabio, Libro de las cruces, Madrid-Madison, CSIC, 1961.Nota preliminar de Sánchez Pérez.

10 José A. Sánchez Pérez, «El Libro de las cruces», Isis, vol.XIV, nº. 43, 1930, pp. 77-132. George Sarton, Introductionto the History of Science, 3 vols. en 5 t., reimpresión (NuevaYork, Huntington, Robert E. Krieger Publishing Com-pany, 1975) de la edición 1927-1948 de Carnegie Institu-tion of Washington por The Williams & Wilkins Com-pany, Baltimore.

11 José M.ª Millás Vallicrosa, «Sobre el autor del Libro de lascruces», Al-Andalus, 5, 1940, pp. 230-234.

12 Juan Vernet, La cultura hispanoárabe en Oriente y Occiden-te, cit., pp. 203-204.

13 Rafael Muñoz, «Textos árabes del Libro de las cruces, deAlfonso X», en Juan Vernet (ed.), Textos y estudios sobre as-tronomía española en el siglo XIII, cit., pp. 175-204.

14 Julio Samsó, Alfonso X y los orígenes de la astrología hispá-nica. Discurso de recepción leído el día 2 de abril de 1981… ydiscurso de contestación por… Juan Vernet, Barcelona, RealAcademia de Buenas Letras, 1981; «La primitiva versiónárabe del Libro de las cruzes», en Juan Vernet (ed.), Nuevos es-tudios sobre astronomía española en el siglo de Alfonso X, cit.,pp. 149-161.

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que hay que buscar las significaciones o juicios de los cuerpos celestes. Se trata de la suprema sa-biduría de los ángeles y de Dios. Se manda capitular y se dice que es de Oueydalla, que lo «execu-tó» en los libros antiguos del Libro de las cruzes. Se ocupa del rey y sus súbditos, en su fortuna y des-gracia, en diversas calamidades y suertes, según las constelaciones y sus juicios. Se añade un capí-tulo de geografía astrológica hispana, señalado por Sánchez Pérez, que nos adentra en losintereses del rey Alfonso y sus magníficos traductores15.

MÁQUINAS Y MOVIMIENTO

Tal vez la más hermosa joya de esta colección científica es el manuscrito de Leonardo que quedóen Madrid. Nacido en Vinci –cerca de Florencia– en 1452, procedía de familia de terratenientes.Su padre fue notario en Florencia y allí lo llevó al taller de Andrea Verrocchio. Empieza así unavida consagrada al arte y la ciencia, a la belleza y la técnica, que supo aunar de forma maravillosa.La riqueza de las ciudades y cortes, Florencia, Milán, Mantua, Venecia o Roma, las rivalidades en-tre ellas –políticas, bélicas o culturales– permitieron el desarrollo de artes y saberes. La ciencia fuemuy útil tanto para mejorar la pintura y la escultura como para el desarrollo de la arquitectura yla ingeniería. Artes civiles y bélicas permitieron una técnica extraordinaria, que, dadas las relacio-nes entre los tronos españoles e italianos, fue traspasada con frecuencia. No resulta extraño quelos manuscritos de Leonardo pasaran por acá, ni que muchos ingenieros vinieran a enseñar,aprender o construir. Termina su vida en 1519 en Amboise, en la corte del rey francés. Los pape-les de Leonardo pasaron a Francesco Melzi y es la familia de Pompeo Leoni la que los trae, y trasalguna compra ingresan en la biblioteca de Palacio.

Desde muy joven Leonardo plasmó sus imágenes y reflexiones en el papel, por fortuna conser-vadas en parte, a pesar de los avatares que sufrió su legado. En ellas encontramos desde pequeñosdetalles hasta magnos proyectos, aunando concreción y totalidad. Artista con una concepciónglobal del mundo, quiso siempre conseguir visiones y explicaciones amplísimas. Considera que elmovimiento es la causa de toda vida, base, por tanto, del arte y la filosofía. Planeaba un libro So-bre el cuerpo humano, que debía empezar por la fecundación y la gestación, el desarrollo del feto, laspartes del individuo y los movimientos, y llegaría, en fin, a los sentimientos y emociones, los cua-tro estados del hombre: alegría, tristeza, lucha y trabajo. El ser humano es parte de la naturaleza,integración que se muestra en su pintura. Con el claroscuro y sus figuras consigue integrar el almahumana en la del mundo, los sentimientos en el devenir natural. Al fin de sus días, visiones catas-tróficas señalarán la muerte y el renacer.

Actitudes y movimientos llevan al estudio de la anatomía y la geometría, la perspectiva y las imá-genes en el ojo y la voz en el oído, la luz y el sonido, los instrumentos ópticos y musicales, en fin elsistema nervioso, el alma que quiere localizar y explicar. Se ocupa de la disección de cadáveres y lasmedidas en el desarrollo del niño, intuyendo la proporción en el cuerpo y en la naturaleza en la vie-ja senda pitagórica. Entenderá Leonardo la fisiología como ingeniería, comparando el funciona-miento del cuerpo con bisagras, tornos, engranajes y palancas, con las máquinas, con el movi-miento de los autómatas y del cosmos. El vuelo de los pájaros abre su deseo de volar16. Pretendíaun saber total e integrado, consiguiendo desde luego una expresión magnífica, plástica y literaria.El mundo se movería por los elementos de Empédocles o por las potencias de la naturaleza17.

15 Gerold Hilty, «El Libro Conplido en los Iudizios de lasEstrellas», Al-Andalus, 20, 1955, pp. 1-74. M.ª DoloresPoch, «El concepto de quemazón en el Libro de las cruces»,Awraq, 3, 1980, pp. 68-74. Alfonso X el Sabio, Astromagia, acura di Alfonso d’Agostino, Nápoles, Liguori Editore, 1992.

16 Leonardo da Vinci, Il Codice sul volo degli uccelli nella Bi-blioteca Reale di Torino, trascrizione diplomatica e critica diAugusto Marinoni, Florencia, Commissione Vinciana-Giunti-Barbèra, 1976.

17 Michael White, Leonardo. El primer científico, Barcelona,Plaza & Janés, 2002, trad. Víctor Pozanco. Teresa Mezqui-ta Mesa, Manuscritos de Leonardo da Vinci en la Biblioteca Na-cional, Madrid, Biblioteca Nacional, 1989. Julián MartínAbad, «Los manuscritos vincianos de la Biblioteca Nacio-nal (Códices Madrid I y Madrid II)», en Andoni Iriondo(ed.), Leo nardo da Vinci, el ingeniero, trad. José Ramón Etxe-barría, Bilbao, Fundación Escuela de Ingenieros de Bilbao,Fundación Vizcaína Aguirre, 1997, pp. 30-65.

18 Leonardo da Vinci, Codex Madrid I. Codex Madrid II. Estu-dio introductorio y transcripción de Ladislao Reti, traduc-ción de Fernando Chueca Goitia y Asunción Madinaveitia,5 vols., Barcelona, Editorial Planeta De Agostini, 1998.

19 Leonardo da Vinci. Estudios de la Naturaleza en la BibliotecaReal del Castillo de Windsor, catálogo Carlo Pedretti, intro-ducción Kenneth Clark, Madrid, Fundación Caja de Pen-siones, 1987. Bruno Santi, Leonardo da Vinci, Florencia,Becocci Editore, 1975.

20 Juan A. Frago García, José A. García-Diego, Un autoraragonés para Los veintiún libros de los ingenios y de las máqui-nas, Zaragoza, Diputación General de Zaragoza, 1988.Los Veintiún Libros de los Ingenios y Máquinas de Juanelo Tu-rriano, transcripción de Rosa García Calvo, prólogo dePedro Laín Entralgo y reflexiones de José Antonio Gar-cía-Diego, edición facsimilar, 8 vols., Madrid, FundaciónJuanelo Turriano-Ediciones Doce Calles-Biblioteca Na-cional, 1996.

21 Nicolás García Tapia, Pedro Juan de Lastanosa: el autor ara-gonés de Los veintiún libros de los ingenios, Huesca, Instituto deEstudios Altoaragoneses, 1990; Los veintiún libros de los inge-nios y máquinas de Juanelo, atribuidos a Pedro Juan de Lastanosa,Zaragoza, Gobierno de Aragón, Departamento de Educa-ción y Cultura, 1997. Nicolás García Tapia, Jesús CarrilloCastillo, Turriano Lastanosa Herrera Ayanz. Tecnología e Impe-rio. Ingenios y leyendas del Siglo de Oro, Madrid, Nivola, 2002.

22 David Goodman, Poder y penuria. Gobierno, tecnología yciencia en la España de Felipe II, traducción de Víctor Nava-rro, Madrid, Alianza, 1990.

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Se aplicó con interés a la ingeniería, tanto civil como militar, así sepresentó en Milán. Organizó ceremonias y teatros, se apasionó por lahidráulica, mejoró cultivos y regadíos, queriendo desviar ríos, consi-guiendo agua con bombas y sistemas de su invención. En ingenieríamilitar muestra tambores, cañones, tanques, proyectiles, ballestas yotras armas… llegando a los buzos, los paracaídas y la navegación aé-rea. Los manuscritos de Madrid responden a estas pasiones. Son doscódices, estudiados por Ladislao Reti18, en los que se afirma que tratande fortificación, estática, mecánica y geometría. Podría ser un tratadoque recopila de otros autores y de sus propios estudios, pues parece quetambién tenía este proyecto. Pero como es habitual hay de todo en suspáginas, libros, ropas, pintura, aves… Hay mucho de mecánica, relojes,ruedas dentadas y molinos. También ballestas, torres y fortificación…,es decir, ingeniería en sus dos vertientes. Hay aspectos de hidráulicamuy diversos, desde su querido Arno hasta olas y temas de navegación.El agua lo emocionó, las ondas están presentes siempre en su obra, enla luz y en la sangre, en los cabellos de sus ángeles y en los ríos de suspaisajes. Éstos también aparecen, así como noticia de la fundición de laestatua ecuestre que quiso hacer para el Sforza19.

Otro tesoro entre los manuscritos técnicos que guarda la BibliotecaNacional, el titulado Los veintiún libros de los ingenios, y máquinas de Juane-lo…, nos adentra en ese mundo cercano al poder tan mal conocido, elde los ingenieros del Siglo de Oro. Podemos imaginar a Juanelo Turria-no procurando terminar y aprestar las máquinas de relojería para com-placer al emperador. Ese «buey con forma humana» era capaz de cons-truir los más refinados artificios, así para llevar las aguas a la ciudad delTajo. Este libro, que le fue atribuido, es una obra de «Architectura Hy-dráulica», por lo que estuvo en las manos de los técnicos que se ocupa-ban de estas materias en la corte de los Austrias, pasando a los de la vi-lla de Madrid. Didáctico y práctico, dirigido a constructores y técnicoscon conocimientos básicos, añade explicaciones, medidas, cálculos yprevisiones de funcionamiento y rendimiento, así como cientos de di-bujos de gran calidad y claridad. Conoce a los ingenieros clásicos y re-nacentistas, con los que discute, también a Giovanni Francesco Sitonicon su tratado sobre el agua.

También se interesó en ellos Ladislao Reti, y han sido estudiados porJosé Antonio García-Diego y Juan A. Frago, quienes piensan en un au-tor aragonés20. García Tapia los ha integrado en el ambiente institucio-nal de la época, realizando una cuidada atribución a Pedro Juan de Las-tanosa, apoyada en el análisis del autor, el contenido y la historia delmanuscrito21. Sus páginas tratan del manejo del agua, necesaria para lavida, para cualquier aspecto de la vida. Para bebida y deleite, jardines y

puentes, molinos y fábricas, navegación y fortificación, comercio y do-minio. Las naves del rey Felipe debían surcar leguas y leguas de mares yocéanos que aislaban, protegían o hacían peligrar las posesiones22.

Quizá de origen judío, nace Lastanosa en Monzón en 1527, es educa-do por su tío clérigo, pasando por las Universidades de Huesca, Alcalá,Salamanca, París y Lovaina. Tal vez en alguna visita del emperador aMonzón conoce a Jerónimo Girava, su cosmógrafo e ingeniero, quien loasocia a la corte y con quien va a Bruselas, donde aprende ciencia y téc-nica y se interesa por el erasmismo. Traducen un texto de geometría,pues, junto a «la exercitación y la práctica», su trabajo se debe iluminarcon el conocimiento matemático. Nombrado ingeniero hidráulico enNápoles, para el abastecimiento de aguas, entra Lastanosa en contacto

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Leonardo da Vinci, Tratado de estática y mecánica (cat. 114).

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con el clasicismo. Se incorpora en 1563 al servicio de Felipe II como «maquinario y maestro mayorde fortificaciones». Amigo de Benito Arias Montano, es incluido en las nóminas de las obras del al-cázar con Juan Bautista de Toledo, Juan de Herrera y Juanelo Turriano. Entre mil encargos continúala «descripción y corografía de España», se encarga de la revisión de libros y el acopio de éstos parala biblioteca de El Escorial.

En el ambiente humanista en que se movieron estos ingenieros, herederos de Leonardo, se po-día conjugar belleza y ciencia, milicia e inteligencia, industria y cultura. Su elevado saber no le im-pidió ocuparse de norias y molinos, acueductos y puentes, acequias y canales (como el de Ara-gón), construcciones y fortificaciones. Siempre con una vida llena de altibajos, fracasa en conse-guir la hidalguía por la enemiga de Juan de Herrera, quien controla la técnica, así como laAcademia de Matemáticas. Muere en Madrid en 1576 y deja poco dinero y muchos libros y ma-nuscritos, sobre todo científicos y técnicos, afición que heredará Vincencio Juan de Lastanosa,mecenas literario del siglo XVII23.

La técnica moderna que surge acá gracias a la influencia italiana es valorada por la cercanía delpoder, pero no se olvida su uso profesional, artesanal y secreto. Todos estos aspectos se encuen-tran en Julio César Firrufino, hijo de un técnico al servicio de Felipe II24. En 1600 es nombradocatedrático de geometría y artillería en el Real Consejo de Guerra, impartiendo allí sus lecciones,hasta su jubilación en 1650, sustituido por Luis Carduchi. Sus saberes fueron importantes tantopara perfeccionar las fundiciones y fortificaciones como para introducir conocimientos mate-máticos en artillería, cosmografía y náutica. Se debía educar a los artilleros, pero también a losniños que en el Hospital de Desamparados de Madrid pudiesen elegir en el futuro esta profesión.

Tuvo que moverse en la cercanía del poder, consiguiendo mejoras salariales e incluso la hidal-guía. En 1626 publica El perfeto artillero, que, sin embargo, es recogido, y su Plática manual y brevecompendio de Artillería, con el que tiene más suerte. También se ocupa de textos para el examen detécnicos, o para la mejora de las fundiciones, para información del rey Felipe III. En 1642, por fin,consigue publicar con gran lujo aquella primera obra. María Isabel Vicente y Mariano Esteban hanseñalado la bella portada de Platica manual grabada por Francisco Enríquez con retratos de Arquí-medes y Euclides. Comienza recogiendo los primeros libros de éste, mostrando así su interés enel saber teórico. Sigue en sus obras –utilizadas por Tosca– las lecciones de los mejores ingenierosespañoles e italianos25, pero es grande la deuda con los trabajos de su padre Giuliano Ferrofino,jurista y científico, llamado por Felipe II para las enseñanzas y traducciones de la Academia he-rreriana. Se preocupa –también en las páginas de El perfeto artillero– por los problemas prácticosdel ingeniero, así por el estuche de trabajo con los catorce instrumentos que debe contener, en es-pecial varas de medida, nivel, cuadrante y escuadra. Aquí, en Fragmentos matemáticos, incorporauna historia y un elogio de las matemáticas, que se exponen incluyendo geometría y trigonome-tría plana y sus aplicaciones. También una tabla de latitudes de ciudades de España, Italia y Flan-des y una historia fantástica del reloj, así como algún modelo.

Este mismo aspecto práctico tiene la obra Arte de reloxes de Manuel del Río, un franciscano congran experiencia como relojero en Galicia26. Formado en Oporto, está relacionado con los grandesbenedictinos de la Ilustración gallega. Con una primera edición en 1759 y una segunda en 1798, seescribe para posibilitar a los profanos el manejo de los relojes de cuerda. Expone muy bien sus par-tes y su funcionamiento, y da un interesante glosario al final. Proporciona «Instrucciones fáciles,

23 Alfredo Alvar Ezquerra, Fernando Bouza Álvarez, «Lalibrería de don Pedro Juan de Lastanosa en Madrid(1576)», Archivo de Filología Aragonesa, 32-33, 1983, pp.101-175.

24 M.ª Isabel Vicente, Mariano Esteban Piñeiro, Aspectosde la ciencia aplicada en la España del Siglo de Oro, Salaman-ca, Junta de Castilla y León, 1991.

25 Víctor Navarro, «Firrufino, Julio César», en José M.ª Ló-pez Piñero, Thomas F. Glick, Víctor Navarro Brotons,Eugenio Portela Marco, Diccionario histórico de la cienciamoderna en España, 2 vols., Barcelona, Península, 1983, I,pp. 348-349.

26 Sobre estos clérigos relojeros, Anxel M. Rosende, Fran-cisco Xavier Méndez Neira «cura-reloxeiro de Ladrido» (1744-1803), Santa Marta de Ortigueira, Imprenta Fojo, 1989.Fernando Landeira, Theatro cronométrico del noroeste español,2.ª ed., Madrid-Valencia, Albatros Ediciones, 1984.

27 Norbert Elias, Sobre el tiempo, México-Madrid-BuenosAires, Fondo de Cultura Económica, 1989.

28 Medauro Grulla, Arte de gobernar los reloxes, Madrid, Ra-món Ruiz, 1792, edición facsimilar, Valencia, LibreríasParís-Valencia, 1992.

29 Francisco Pérez Pastor, Tratado de los reloxes elementa-res…, Madrid, Juan Antonio Lozano, 1770, edición facsi-milar, Madrid, Almarabú, 1991. Fernando Muñoz Boix,Las medidas del tiempo en la historia, Valladolid, Universidadde Valladolid, 2003.

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Pedro Juan de Lastanosa, Los veintiún libros de los ingenios yde las máquinas. Mss/3376 [h. 396v.] (cat. 116).

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para que todos los Ingeniosos puedan ser perfectos Reloxeros sin tener Maestro». No sólo nos danoticias de las «enfermedades de los reloxes viejos con medicinas», sino «varias Invenciones». Paralos relojes de torre explica la forma de dar las horas por distintas figuras, san Pedro y los apósto-les, los Reyes Magos, gigantes o fieras.

También se ocupa de los relojes de mesa y faltriquera, enseñando a usarlos. Aquéllos para quepuedan dar luz o despertar, éstos con consejos para su buena marcha, así la forma de dar cuerda,en invierno en las horas de más calor. Está haciendo del reloj un elemento usual, cotidiano, pasan-do el control del tiempo de la iglesia a los municipios, también al individuo27. Pero el tiempo tie-ne sus raíces, algunas en el cosmos, así pueden los relojes indicar día, mes y año, fases del Sol y laLuna, conjunciones y eclipses, tiempo medio, años bisiestos, también aspectos religiosos comofiestas movibles y jubileos. Esto llevará a que la obra de Medauro Grulla Arte de gobernar los reloxesañada a los sencillos problemas de los relojes de bolsillo un tratado de la esfera e incluso una ex-posición del sistema copernicano28. Asimismo puede tener sus más antiguas raíces en la matrizdel cosmos, en los elementos de Empédocles –agua, aire, fuego y tierra– y así en ellos se basa Fran-ciso Pérez Pastor al retraducir del francés una vieja obra de otro italiano, Domenico Martinelli29.

EL CUERPO Y EL ALMA

El Libro de la anothomia del hombre de Bernardino Montaña de Monserrate se edita en Valladolid en1551. Dedicado a Luis Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar, es importante por ser el pri-mer texto de anatomía escrito en castellano30. El autor –quizá catalán– se formó y residió en el ex-tranjero, tal vez en Montpellier. Según Anastasio Chinchilla, nace en Barcelona, dudando si estu-dió en Francia o en Italia31. Fue médico del emperador, vivió en Valladolid –siendo catedrático deAnatomía en su Universidad– y escribió su libro a edad avanzada. Ya anciano y enfermo de gota,asiste en silla de manos a las lecciones de Alonso Rodríguez de Guevara, cirujano galenista intro-ductor de la disección en esas aulas.

Justifica el libro por la necesidad del médico de aprender anatomía, estudiada en tratados par-ciales y difíciles, en especial de Galeno. Se presenta ahora ordenada, tal como Andrés Vesalio aca-ba de hacer, encaminada a «muchos cirujanos y otros hombres discretos que no saben latín». Esun defensor del galenismo, que ignora a Vesalio, afirmaron Luis S. Granjel y José María López Pi-ñero, si bien se distingue la parte consagrada a la fisiología32. Ya Saunders y O’Malley habían se-ñalado la copia hecha de las figuras vesalianas, con alguna inspiración propia, o en otros autores,como Berengario da Carpi33. Han mostrado la relación con los cirujanos europeos de la época,que escriben libros para la enseñanza. También resulta de interés la herencia de Henri de Monde-ville y, yendo más allá, del saber clásico arabizado, así de la figura de Avicena.

Montaña conoció la importancia de la experiencia, predicando el aprendizaje por la diseccióny la vivisección incluso. Los sentidos son esenciales en el conocimiento, así en la disección delcuerpo humano, o bien de animales. Tras una primera parte, una anatomía en estilo medieval dela cabeza a los pies, la segunda trata de la generación y la muerte del hombre, en un coloquio delmédico con el marqués de Mondéjar. Recoge opiniones clásicas sobre la generación, prosiguien-do la tradición árabe medieval en su esquema de formación de las tres cavidades, vientre, tórax ycabeza. Muestra allí los tres órganos principales y las estructuras servidoras, la cuarta etapa de

30 Sobre la anatomía de esta época, Luis Alberti López, Laanatomía y los anatomistas españoles del Renacimiento, Ma-drid, CSIC, 1948. Carlos del Valle-Inclán, «El léxico anató-mico de Bernardino Montaña de Monserrate y de Juan deValverde», Archivo Iberoamericano de Historia de la Medicina,1, 1949, pp. 121-188.

31 Anastasio Chinchilla, Anales históricos de la medicina engeneral, y biográfico-bibliográficos de la española en particular,Valencia, Imprenta de López y Compañía, 4 vols., 1841-1846, I, pp. 160-168 y pp. 253-270. Edición facsimiliar,Nueva York y Londres, Johnson Reprint Corporation,1967, introducción de Francisco Guerra.

32 Sobre los saberes médicos de esta época, Luis S. Gran-jel, La medicina española renacentista, Salamanca, EdicionesUniversidad de Salamanca, 1980. José M.ª López Piñero,Ciencia y técnica en la sociedad española de los siglos XVI y XVII,Barcelona, Labor, 1979.

33 J. B. de C. M. Saunders, Charles Donald O’Malley, «Ber-nardino Montaña de Monserrate: Author of the FirstAnatomy in the Spanish Language; Its Relationship to deMondeville, Vicary, Vesalius, the English Geminus, andthe History of the Circulation», Journal of the History of Me-dicine and Allied Sciences, 1-1, enero de 1946, pp. 87-l07.Charles D. O’Malley, «Los saberes morfológicos en el Re-nacimiento. La anatomía», en Pedro Laín Entralgo (dir.),Historia universal de la medicina, 7 vols., Barcelona, Salvat,1972-1975, IV, 1973, pp. 43-77.

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Manuel del Río, Arte de reloxes de ruedas para torre, sala, y fal-triquera [Estampa 10 (t. 2)] (cat. 121).

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compostura y templanza de los miembros, y una final de crecimiento. De forma antigua siguemanteniendo la creencia en la relación del nacimiento con los astros y planetas.

Siempre fiel en las tres cavidades a Galeno34, se interesa por los mecanismos cardíacos, estandoen el umbral de nuevos conocimientos sobre su fisiología, que pronto llegarán. Tiene, en fin, el ce-rebro la máxima categoría, forma los espíritus animales –necesarios para la sensibilidad y el movi-miento–, a partir de los vitales que produce el corazón. En sus opiniones sobre los sentidos inter-nos, recibe la herencia de Aristóteles sobre las tres virtudes: imaginativa, estimativa y memorativa,si bien añade otras que la psicología médica empieza a recoger. Localiza las diversas facultades,siempre en la sustancia cerebral y no en ventrículos, pues se necesita apoyo firme. De forma aris-totélica, el alma es la forma del cuerpo, actúa por medio de los espíritus en sus acciones.

En la primera mitad del siglo XVI se producen debates y rectificaciones de Galeno, con elemen-tos procedentes del neoplatonismo y el atomismo, la alquimia y la tradición hermética. Paracelsoañade la idea de fermentación, que tanto éxito tendrá en la explicación de los procesos fisiológi-cos. Insiste Josep Lluís Barona en la base química de los cambios de los humores y de los líquidosorgánicos, así como de la elaboración de los espíritus vitales y animales35. Se nos presentaría unaimagen destilatoria, así «tenemos exemplo en el vino quando se destila el agua ardiente». Tambiénla fermentación está presente en la fecundación y embriogénesis, en el crecimiento y regenera-ción de los miembros, sustituyendo a la clásica cocción. Para el médico clínico, el aguardiente esla quintaesencia, con maravillosa acción gracias a sus componentes y sus propiedades ocultas.También se muestra moderno al escribir ese diálogo renacentista en que califica de cuestión me-tafísica el saber si los espíritus vitales son de naturaleza corpórea o incorpórea, los médicos y fi-lósofos naturales no se preocupan de su esencia sino de sus obras.

La Historia de la composición del cuerpo humano de Juan Valverde se publicada en Roma en 155636.El mundo moderno se inicia con una visión nueva y distinta del cuerpo humano. Los textos deGaleno contenían muchos errores y consideraban que las estructuras corporales eran meras ser-

34 Luis García Ballester, Galeno en la sociedad y en la cienciade su tiempo, Madrid, Guadarrama, 1972. Pedro Laín En-tralgo, Historia de la medicina, Barcelona, Salvat, 1978.

35 Sobre estos autores, Josep Lluís Barona, Sobre medicinay filosofía natural en el Renacimiento, Valencia, Seminarid’Estudis sobre la Ciència, 1993.

36 Francisco Guerra, «Juan Valverde de Amusco», Clio Me-dica, 2, 1967, pp. 339-362. Pedro Laín Entralgo, «Presenta-ción», en Juan Valverde de Amusco, Historia de la composi-ción del cuerpo humano, Madrid, Fundación de Ciencias dela Salud-Sociedad Estatal Quinto Centenario, 1991.

37 Juan Riera, Valverde y la anatomía del Renacimiento, 2 vols.,Valladolid, Universidad de Valladolid, 1981. César Fer-nández Ruiz, «Estudio biográfico sobre el Dr. D. Juan Val-verde, gran anatómico del siglo XVI, y su obra», Clínica yLaboratorio, 66, n.º 390, septiembre de 1958, pp. 207-240.

38 Henry E. Sigerist, «Editorial. Commemorating AndreasVesalius»; A. W. Meyer, Sheldon K. Wirt, «The AmuscanIllustrations»; Pan S. Codellas, «Vesalius-Valverde-Patou-sas: The Unpublished Manuscript of the First ModernAnatomy in the Greek Language», Bulletin of the History ofMedicine, 14-5, diciembre de 1943, pp. 541-546, 667-687 y688-702.

39 Ediciones de Guillermo Serés, Madrid, Cátedra, 1989, yde Felisa Fresco, Madrid, Espasa-Calpe, 1991.

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Bernardino Montaña de Monserrate, Libro de la anothomia del ho[m]bre [h. CXXXr.-CXXXIv.] (cat. 122).

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vidoras de la naturaleza, que en forma de alma disponía sus acciones.Poco a poco, la llegada de manuscritos a Occidente tras la caí da deConstantinopla y su estudio más cuidado por los humanistas permi-tieron disponer de textos depurados, que, si bien mejoraban el conoci-miento de los clásicos, mostraban cada vez más errores al ser compa-rados con la realidad. Y esta realidad pasaba, para el médico, por el an-fiteatro anatómico y las salas clínicas. La nueva anatomía de AndrésVesalio se inicia con la descripción de los huesos del esqueleto, queejercen la función de las vigas y paredes en las casas, pues el cuerpo escomo una edificación arquitectónica. Es el universo, nos dice PedroLaín Entralgo, una compleja estructura de formas capaces de movi-miento local, tal como el científico moderno está estableciendo. Elmecanicismo que desde la ciencia y la técnica –la cirugía, por ejem-plo– está intentando explicar el mundo llega a la anatomía que por si-glos ya no necesitará de la función, bastando con describir la forma.Tan sólo en el siglo XX se volverá a considerar la necesaria e intrincadaunión en biología entre forma y función, en una nueva anatomía fun-cional.

Nace Valverde en Amusco, hoy en la provincia de Palencia, hacia1525. En 1542 marcha a Italia, aprendiendo en la escuela de Realdo Co-lombo, a quien sigue en sus puestos de profesor. Parece ser que pudoconocer a Andrés Vesalio, y que estuvo en Pisa, Padua y, por último, enRoma en 1548, disecando cadáveres y enseñando medicina en el Hos-pital del Espíritu Santo. Compuso una obra latina titulada De animi etcorporis sanitate tuenda y poco después la Historia de la composición del cuer-po humano dedicada al cardenal Álvarez de Toledo, hijo del duque deAlba, de quien fue médico. Publicará una edición italiana de 1559 condedicatoria a Felipe II, en 1589 aparecerá la edición latina preparadapor un hijo de Colombo. Las láminas serán también reproducidas enAmberes por Ch. Plantin. Visita España en 1558 como portador de labula de Pablo IV –quien da la licencia y los privilegios a la Historia– parala ermita de Nuestra Señora de Las Fuentes de Amusco, concediendoindulgencias37.

Sin duda, a pesar de ser atacado –junto a su maestro Colombo– porVesalio, es considerado uno de los más destacados seguidores de la ana-tomía moderna del maestro belga38. Estudiadas estas primeras anato-mías castellanas por Alberti y Valle-Inclán, se insiste en la creación deun léxico anatómico moderno, que introduce «vulgarismos» en losnombres científicos. El mismo Valverde reconoce la escasa y poco pres-tigiosa presencia del castellano en el mundo de la ciencia. Pero el uso detérminos y comparaciones procedentes de la vida diaria, o de oficios ytécnicas, como intuyó Leonardo, supone un acercamiento de la ciencia

a la realidad. La medicina se relaciona con la cocina, la anatomía y la ci-rugía con los oficios técnicos, por lo que aspectos de la carpintería, laarquitectura o la agricultura pueden influir.

Su obra quiere ser simple relación y comentario «de lo que yo e vistoen los cuerpos». Corrige Valverde importantes errores, introduciendonovedades, especialmente en los músculos y en algunos órganos comoel ojo. Las láminas anatómicas introducen un nuevo medio de enseñan-za de la medicina, más práctico y visual. La nueva concepción del cuer-po humano como una fábrica arquitectónica relaciona la nueva anato-mía con el trabajo y el saber de los arquitectos y pintores. En efecto, elinterés por el cuerpo y el realismo de Miguel Ángel podrían haberseplasmado a través de Gaspar Becerra en las vigorosas figuras que se nospresentan. Juan Riera se inclina más a atribuirlas al extremeño Pedro deRubiales, citado en el texto. Sigue las láminas de Vesalio que están bienhechas, pero las suyas en cobre «no en tacos de madera» van todas jun-tas al final de cada libro. Algunas mejoran, otras son originales, segúnMeyer y Wirt.

Como Josep Lluís Barona señala, mantiene en buena medida la fi-siología de Galeno, si bien se aleja de conceptos complejos y se cen-tra en el funcionamiento del cuerpo. Sin duda, el anatomista se en-cuentra imbricado en el médico. Así, nos proporciona informaciónsobre aspectos clínicos, como la sangría, y también sobre aspectosfisiológicos, al recordar la formación de los espíritus vitales en el co-razón, o bien al señalar que el feto se alimenta de la sangre de la mu-jer que es húmeda. No olvida relacionar la gestación con los ciclos dela luna, también éstos con la sangre y los pechos. Muestra una pre-coz descripción de la circulación menor, tras la de Servet y junto a lade Colombo. También parece preferir una estructura filamentosa almodo de Fernel y de Falopio. Desearía escribir en el futuro una fisio-logía, pues, tal como Pedro Laín señala, en el respeto por la armoníade Dios, entre alma y cosmos, se hereda la reverenciada por los clá-sicos griegos en la divina naturaleza, que podía ser objeto de conoci-miento por la humana razón.

Procedente de tierras navarras, nacido en San Juan de Pie de Puertoen 1529, Juan Huarte de San Juan ejerce la medicina en Baeza y Linares,y muere en 1588. Estudia en Baeza y en Alcalá, donde entra en contac-to con el clasicismo humanista y la medicina renovada que culminaráen el divino Valles. Su Examen de ingenios39 de 1575 fue obra ampliamen-te publicada y traducida, también perseguida por la Inquisición, queexigió muchas modificaciones. Fue muy leída, e interesó a grandes es-critores, desde Cervantes hasta Lessing. Varios personajes de Cervantesse han relacionado con la obra de Huarte.

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Dedicada a Felipe II, quiere dar normas sobre la elección de las profesiones. Su fisiología es tra-dicional, el cuerpo está formado por elementos con cualidades que tienen grados y se combinan enlos humores y temperamentos40. Cada temperamento es apto para unas habilidades y profesiones,que pueden ayudar a edificar el inmenso imperio del rey Felipe. La psicología se apoya una vez mássobre la imaginativa, el entendimiento y la memoria, que varían según la constitución. Sus ampliaslecturas clásicas y modernas se completan con su largo ejercicio profesional, con cuidadas obser-vaciones. Sus páginas sobre la melancolía lo han convertido en un clásico de la psicopatología, asícomo de las relaciones entre enfermedad y mente humana. Con su insistencia en la complexión hu-moral y en la función del cerebro –base del alma racional– proporciona a la mente una fuerte baseorgánica, una línea esencial en la psicología moderna. Por último, se ocupa de la procreación y delcuidado de madres e hijos, necesarios éstos para el buen servicio del bien público41.

PLANTAS Y ANIMALES

La historia natural tiene tres tradiciones. Una de ellas procede de Teofrasto y se interesa por laagricultura y la ganadería; otra proviene del mundo médico, así de Dioscórides, buscando los re-medios posibles a la enfermedad; la tercera, por último, a partir de la obra de Plinio, quiere estu-diar la belleza de la naturaleza, en la que se encuentra el milagro divino.

Al avanzar hacia el sur, los cristianos quedaron maravillados de la agricultura árabe, que habíasabido superar la tradición clásica42. Terminada la guerra, el cardenal Cisneros –clérigo batalladory humanista, al mismo tiempo– supo admirar aquella cultura y se interesó por sus riquezas. Porentonces está en Granada Gabriel Alonso de Herrera, nacido en Talavera de la Reina hacia 1480.Sigue estudios eclesiásticos y, quizá, médicos, sirviendo al marqués de Mondéjar. Conocedorpráctico de la agricultura andaluza, cercano a Hernando de Talavera y, quizá, enviado por Cisne-ros, recorre tierras de España, Francia e Italia. Al cardenal dedica la edición de Obra de agriculturade 1513, como encargo del prelado, preparando sucesivas ediciones hasta la de 1539, gracias a di-versos beneficios eclesiásticos. Escribe un tratado didáctico por orden alfabético, en el que se ocu-pa de las generalidades de la agricultura, los granos, las vides, los árboles, las huertas, los anima-les y el calendario. Con un cuidadoso esquema, muestra la siembra, los suelos, los cuidados, lasventajas en la cocina y la farmacia, y la patología de plantas y animales. La tierra y su calidad sonmuy importantes, por ella empieza, profundiza en las técnicas de cultivo y cuidado, en el agua, elabono, también en el arado.

Las fuentes proceden sobre todo del mundo clásico –ha señalado Thomas Glick43–, tanto grie-go como latino, así como de la herencia medieval cristiana o árabe, en especial se trata de librosde agricultura e historia natural. No olvida, sin embargo, la utilidad de las plantas para la medici-na y la cocina, ni tampoco su relación con la poesía o la religión44. Sabe aunar la erudición clásica conel interés por la realidad, por las novedades que están surgiendo, como mostró José U. Martínez Ca-rreras. La teoría clásica de los elementos concuerda con el saber popular, que emplea términos de lavida usual. Se interesa en la agricultura árabe, así el riego y el abono, nuevas simientes y especiascomo el romero, o plantas como la berenjena. Su generosa visión es la del hombre artesano que ad-ministra la naturaleza ordenada por Dios, como se evidencia en la riqueza de las colmenas, o en la do-mesticación de animales como el cordero, que contrapone a las cabras. Proporciona un calendario,

40 M. de Iriarte, El doctor Huarte de San Juan y su Examen deIngenios. Contribución a la historia de la psicología diferencial,Santander-Madrid, Ediciones Jerarquía, 1939-1940. Jo-sep Lluís Barona, Sobre medicina y filosofía natural…, cit.,pp. 149-166.

41 José Luis Peset, Genio y desorden, Valladolid, Cuatro Edi-ciones, 1999. Cristina Müller, Ingenio y melancolía. Una lec-tura de Huarte de San Juan, Madrid, Biblioteca Nueva, 2002,trad. M. Talens y M.ª Pérez Harguindey. Felice Gambin,Azabache. Il dibattito sulla malinconia nella Spagna dei Secolid’Oro, Pisa, Edizioni ETS, 2005.

42 C. E. Dubler, «Posibles fuentes árabes de la Agriculturageneral de Gabriel Alonso de Herrera», Al-Andalus, 6,1941, pp. 135-156. Gabriel Alonso de Herrera, Obra deagricultura, edición y estudio de J. U. Martínez Carreras,Madrid, BAE, Atlas, 1970.

43 Gabriel Alonso de Herrera, Obra de agricultura, intro-ducción y antología por Thomas F. Glick, Valencia, His-paniae Scientia-Valencia Cultural-Grupo de EmpresasGil Terrón, 1979; Agricultura general, edición Eloy Terrón,Madrid, Ministerio de Agricultura y Pesca, 1981.

44 José M.ª Millás Vallicrosa, «El Libro de Agricultura de IbnWafid y su influencia en la agricultura del Renacimiento»,en Estudios sobre historia…, cit., pp. 177-195. Libro de agricul-tura su autor El doctor excelente Abu Zacaria Iahia Aben Moha-med Ben Ahmed Ebn el Awam, sevillano. Traducido al castellanoy anotado por Josef Antonio Banqueri… 1802, estudio preli-minar y notas de J. E. Hernández Bermejo y E. García Sán-chez, 2 vols., Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca yAlimentación-Ministerio de Asuntos Exteriores, 1988.

45 Juan Luis García Hourcade, Juan Manuel Moreno Yuste(coord.), Andrés Laguna: humanismo, ciencia y política en la Eu-ropa renacentista, Valladolid, Junta de Castilla y León, 2001.

46 Max Meyerhof, «New Light on Hunain Ibn Ishaq and hisPeriod», Isis, 8-4, n.º 28, March 1926, pp. 685-724; «Esquis-se d’Histoire de la Pharmacologie et Botanique chez lesMusulmans d’Espagne», Al-Andalus, 3-1, 1935, pp. 1-41.

47 César E. Dubler, La «Materia Médica» de Dioscórides. Trans-misión medieval y renacentista, 6 vols., Barcelona, TipografíaEmporium, 1953-1959. El tomo II firmado con Elías Te-rés y con índices de Soledad Gilabert, en Tetuán y Barce-lona. Dioscórides, Sobre los remedios medicinales, Salaman-ca, Universidad de Salamanca, 2006.

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lejano a la astrología y cercano a la religión, útil al campesino que ha de conocer tierra y semillas,luna y estrellas, vientos y tormentas. Lectura de gentes pudientes, sin duda su autor recuerda lastierras talaveranas. No menos a su padre, cultivador acomodado, quien le proporcionó dinero yconsejos. Fue muy utilizada, editada en la Ilustración por Nipho y también con excelentes comen-tadores por la Sociedad Económica de Madrid.

La edición de Dioscórides de Andrés Laguna45 supone la más importante contribución del hu-manismo médico hispano. La obra original fue la culminación de los conocimientos helenísticossobre terapéutica, gracias a la herencia griega y oriental. Escrita a fines de la primera centuria trasel nacimiento de Cristo, es preservada por el imperio de Bizancio. De allá algunos cristianos salenal exilio por disputas teológicas, así los nestorianos desde Edessa marchan en el siglo V a Gundi-sapur. Protegidos en el imperio persa de los sasánidas, tras la invasión árabe las dinastías omeyay abasida atrajeron muchos sabios de allí a Damasco y Bagdad. Época dorada de las traduccionesdel griego al siríaco y al árabe, el más notable traductor es Hunain ibn Ishaq al-Abadi, servidor delcalifa al-Mamun. Traductor de Galeno a estas lenguas, siempre preocupado por la terminologíacientífica, introduce el texto de Dioscórides en el mundo árabe, traduciéndolo o bien revisando latraducción de su discípulo griego Istifan (o Esteban) b. Basil46. Esta traducción es conocida en al-Ándalus, en donde se hacen otras nuevas. Además, el emperador Constantino III ofrece un códi-ce a Abderramán III, así como un monje traductor, ayudado por un visir judío47.

Pedro Laín Entralgo subrayó la personalidad de humanista viajero de Andrés Laguna, buen co-nocedor de la Europa renacentista, lo que ha corroborado Miguel Ángel González Manjarrés48.Reúne su buen conocimiento de las lenguas clásicas al del castellano, además del estudio del gale-nismo tradicional y de la experiencia natural, en anatomía y disección, clínica y materia médica.Fue constante su esfuerzo por encontrar y valorar medicamentos, así en lecturas y viajes, colec-ciones y herborizaciones, consultas y compras. Su contacto en París con Jean de la Ruelle en suetapa universitaria lo animó al comentario de Dioscórides, reuniendo ediciones en lenguas clási-cas y modernas.

Al ver que era traducido a las lenguas nuevas, salvo la castellana, decide hacerlo del griego al es-pañol, ilustrarlo con su opinión y con figuras tomadas de las plantas vivas y naturales. Habiendorecorrido gran parte de Europa, en Italia forma parte del séquito del cardenal Mendoza, por lo quepuede consultar su magnífica biblioteca y algunas otras, y entrar en contacto con eruditos comoJuan Páez de Castro49 y Jerónimo Zurita, sirviéndose de sus manuscritos y consejos. Nos dice ensu obra que ha reunido allí códices griegos impresos y manuscritos, los ha comparado y traduci-do según los más fieles. En las discrepancias deja anotado al margen los textos originales griegos.Añade al final páginas sobre pesos antiguos y sobre nombres de plantas, en griego, árabe y latín yen otras lenguas, como castellano y catalán, francés, portugués, alemán e italiano, también losbarbarismos que se usan en las boticas. Le interesan mucho los neologismos, que procura expli-car, así como la pureza de la lengua, justificando las imperfecciones en la larga ausencia y en suesfuerzo por explicar los misterios naturales. También reconoce a P. A. Mattioli como su fuente,imitando sus figuras de plantas, que también toma de otros autores, así como de su propia expe-riencia. Los tres autores más citados, Galeno, Plinio y Teofrasto, nos muestran la obra como reu-nión de esas tres tradiciones: médica, naturalista y agrícola. Su edición de Amberes de 1555 y lasalmantina de 1566 fueron seguidas de muchas otras50.

48 Andrés Laguna, Europa heautentimorumene es decir, quemíseramente a sí misma se atormenta y lamenta su propia des-gracia, ed. M. Á. González Manjares, Valladolid, Junta deCastilla y León, 2001. M. Á. González Manjarrés, Entre laimitación y el plagio. Fuentes e influencias en el Dioscórides deAndrés Laguna, Segovia, Caja Segovia, 2000; Andrés Lagunay el humanismo médico: estudio filológico, Valladolid, Conseje-ría de Educación y Cultura, 2000.49 Antonio Guzmán Guerra, El Dioscórides de Laguna y elmanuscrito de Páez de Castro, Madrid, Universidad Complu-tense, 1978.50 Algunas ediciones con estudios de esta obra de A. La-guna: Pedacio Dioscorides Anazarbeo, acerca de la materia me-dicinal, y de los venenos mortiferos, edición facsimilar con es-tudios de la de 1555, 2 vols., Madrid, Consejería de Agri-cultura y Cooperación de la Comunidad de Madrid,1991. Pedacio Dioscórides Anazarbeo (1555), facsimilar conintroducción y comentarios de Teófilo Hernando de lade 1566, 2 vols., Madrid, Instituto de España, 1968-1969.Pedacio Dioscórides Anazarbeo Acerca de la materia medicinal yde los venenos mortíferos, edición facsimilar con estudios in-troductorios de la de 1566, Madrid, Fundación de Cien-cias de la Salud, 1999.

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Dioscórides, De materia medica (cat. 124).

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Francisco Hernández nace en Puebla de Montalbán en 1517 y muere en Madrid en 158751. Ensu vida y obra supo aunar varios mundos; en primer lugar, la tradición clásica, estudiando medi-cina en la Universidad de Alcalá. En segundo, ejerció medicina y herborizó en Toledo, Sevilla yGuadalupe. Médico en este monasterio, conoció las novedades que la cirugía y la disección intro-ducían en anatomía. Interesado, en tercer lugar, por plantas y animales, fue traductor de Plinio,conociendo, por tanto, la tradición clásica de historia natural. Sus saberes abarcaban, además dela botánica y la medicina, la geografía y la cosmografía… el interés humanístico por las lenguas.Se movió en el círculo renacentista de Andrés Vesalio, Juanelo Turriano, Juan de Herrera, AriasMontano, erasmista, por tanto.

Se acercó al real servicio, siendo encargado por Felipe II en 1570 de partir en la primera flotapara el estudio de la historia natural americana, con su utilidad agrícola y médica. Protomédi-co general de Indias, permaneció en Nueva España, maravillado de sus riquezas, plantas y ani-males, alimentos y drogas. En las Instrucciones se le encomendó la descripción, recolección yestudio de las plantas medicinales, consultando a médicos, cirujanos, herbolarios e indios. De-bía señalar el suelo y cultivo, las características y propiedades, experimentar y enviar hierbas,medicinas y simientes. Contó con su hijo y otros escribientes, un cosmógrafo, pintores, herbo-larios, médicos indígenas e intérpretes. Fue muy notable su apertura a la cultura que allí encon-tró –la arqueología, la medicina, la lengua y las costumbres52–, que le permitió conocer bien lasplantas y su uso, pero también a la observación y la experiencia. Se interesó por la lengua, perotambién ejerció la medicina, consiguiendo notables novedades a través de las informaciones, laexperimentación y la disección. También de su práctica en el Hospital Real de Indios y en algu-na epidemia.

Trajo nuevas plantas vivas, simientes, raíces, pinturas de vegetales y animales, dibujos y ma-nuscritos, algunos en náhuatl, que no fueron publicados. Contenían cuidada descripción de cul-tivo y uso, sabor, olor y utilidades, según testimonios indígenas y la propia experiencia. Quisotraer esas maravillas de historia natural y ponerlas frente al mundo y a los pies del monarca, que-riendo su difusión en náhuatl, castellano y latín, pero Juan de Herrera intentó inútilmente la edi-ción. Se encarga un resumen con interés médico a Nardo Antonio Recchi, hecho entre 1578 y1582, que fue apreciado por la Accademia dei Lincei, que lo editó mucho más tarde. Si Hernán-dez se había enamorado de Plinio, el italiano vuelve al interés terapéutico de Dioscórides. Mu-chos de los materiales se perdieron, pero se hicieron algunas ediciones del resumen, como la me-xicana que se presenta. Francisco Ximénez, nacido en Villa de Luna en Aragón hacia 1560,aprende medicina en el hospital de Oaxtepec y habita en el convento de Santo Domingo en Mé-xico. Le llega el manuscrito de Recchi con firma de Valles «por extraordinarios caminos». Tradu-ce y añade la obra y la edita en 1615 dedicada a quienes carecen de médico y botica53. Nos seña-la la ignorancia y los errores que ha visto sobre las plantas americanas, incluso a pesar de ser es-timadas y estudiadas por Monardes. Las medicinas que llegan de España pueden estropearse,siendo inútiles dada la riqueza que hay de ellas en Nueva España. En la aprobación, Diego Cisne-ros alaba la traducción, la corrección de errores del manuscrito y el interés por aumentar el nú-mero y conocimiento de los productos medicinales. También Gómez Ortega la edita en tres vo-lúmenes latinos en 1790. Los logros de Hernández se difundieron ampliamente, a pesar de latriste historia de sus manuscritos y láminas54.

51 Francisco Hernández, Obras completas, 7 vols., México,UNAM, 1959-1984. Raquel Álvarez Peláez, La conquista dela naturaleza americana, Madrid, CSIC, 1993. José M.ª Ló-pez Piñero, José Pardo Tomás, Nuevos materiales y noticiassobre la Historia de las plantas de Nueva España, de FranciscoHernández, Valencia, Universitat de València-CSIC, 1994.José M.ª López Piñero, El códice Pomar (ca. 1590), el interésde Felipe II por la historia natural y la expedición Hernández aAmérica, Valencia, Universidad de Valencia-CSIC, 1991.

52 Francisco Hernández, Antigüedades de la Nueva España,traducción del latín y notas por don Joaquín García Pi-mentel, México, Editorial Pedro Robredo, 1945-1946.

53 Francisco Ximénez, Cuatro libros de la naturaleza y virtu-des de las plantas y animales, de uso medicinal en la Nueva Espa-ña, México, Secretaría de Fomento, 1888. Thomas F.Glick, «Ximénez, Francisco», Diccionario histórico…, cit.,II, p. 437. Javier Puerto Sarmiento, Juan Esteva Sagrera,M.ª Esther Alegre Pérez, Prodigios y naufragios. Estudios so-bre terapéutica farmacológica, en España y América, durante elSiglo de Oro, Aranjuez-Madrid, Doce Calles, 2006. RaquelÁlvarez Peláez, Florentino Fernández González, De Ma-teria Medica Novae Hispaniae. Manuscrito de Recchi, 2 vols.,Aranjuez-Madrid-Valladolid, Ediciones Doce Calles-Jun-ta de Castilla y León, 1998.

54 José M.ª López Piñero, M.ª Luz López Terrada, Las pri-meras noticias sobre plantas americanas en las relaciones de via-jes y crónicas de Indias (1493-1553) y La influencia española enla introducción en Europa de las plantas americanas (1493-1623), Valencia, Universitat de València-CSIC, 1993 y1997.

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LAS TIERRAS AMERICANAS

El conocimiento del mundo americano fue gran novedad de la cultura española. Posible gracias abravos marinos, la navegación es así uno de los saberes principales del Renacimiento, propio delos reinos en expansión. Pero hay que remontarse muy atrás para reconocer el origen de la nave-gación hispana. Se ha reivindicado el origen árabe del arte de navegar por el Mediterráneo. SegúnJuan Vernet se discute el origen de los portulanos, como por ejemplo George Sarton55. Millás Va-llicrosa56 insiste en la tradición continuada del saber en astronomía, cartografía y náutica. Tras elreinado del rey Alfonso X –y las primeras traducciones en Ripoll–, las guerras impidieron la con-tinuación de esos estudios. En Cataluña se retoman, pues, según Ramón Llull, los marinos usabancartas e instrumentos. La náutica árabe permitió los conocimientos sobre navegación mediterrá-nea, como en Pisa y Génova, o bien en Barcelona y Mallorca. Destacará la familia Cresques, cuyainfluencia llega a Francia y Portugal. Las escuelas cartográficas en Mallorca, Cataluña e Italia per-miten llevar a los barcos portulanos desde el siglo XIV, dos por orden de Pedro el Ceremonioso.

De ahí vendrán las primeras cartas americanas, tras Colón y Juan de la Cosa. Se adaptan las téc-nicas de los portulanos, pero la parte americana se traza con mayor realismo. Una pujante escue-la nueva surge en los ambientes marineros entre El Puerto de Santa María y Palos de la Frontera.Esta escuela andaluza o sevillana se organiza alrededor de la Casa de Contratación de 1503, don-de se delinea el padrón real, vigilado por el cosmógrafo mayor. Se recoge la información y se di-bujan las cartas oficiales, las copias de los cartógrafos se vendían y eran de uso obligatorio. Estascartas recogen las novedades con realismo, sobre papel que sustituye al pergamino. Se indican la-titudes y longitudes, corrientes marítimas, ubicación de los bajos, dirección y frecuencia de losvientos, variaciones de las agujas magnéticas…57.

Entre los muchos nombres que ilustraron este arte destaca Pedro de Medina, que publica su Artede navegar en Valladolid en 1545. Recoge Mariano Cuesta58 su nacimiento en tierras sevillanas al-rededor de 1494 y su muerte en Sevilla en 1567. Educado en el seno de la casa Medina Sidonia, via-ja por España y consigue un grado en la Universidad de Sevilla. Realizó viajes náuticos, con losque gana gran experiencia en navegación, y recibió órdenes religiosas, lo que explica sus escritosmorales. Con su Libro de cosmografía de 1538 consigue ser maestro examinador en la Casa de Con-tratación, pudiendo hacer instrumentos náuticos y cartas de marear, de acuerdo con el padrónreal. Informó al rey sobre los defectos que hallaba en instrumentos, cartas y exámenes, enfrenta-do al piloto mayor Sebastián Cabot. No aceptaba la declinación magnética y se preocupó por larepresentatividad de los mapas. Fue convocado por el Consejo Indias en 1554 y 1556 por las dis-cusiones con los portugueses sobre la posición de las Filipinas y otras islas del Pacífico.

Para mejorar la navegación escribió sus libros, muy traducidos, pues se carecía tanto de éstoscomo de maestros, lo que ocasionó discrepancias y peleas entre los pilotos. Está visto en Sevillaen la Casa de Contratación por el piloto mayor y cosmógrafos reales, también por el Consejo Realen Valladolid, estando allí el príncipe. Sigue la tradición de notables tratadistas, compendia algu-nos y tal vez colabora con otros. Su Arte de navegar está dedicado al príncipe Felipe, escrito para elservicio público, con el fin de aumentar los dominios, la llegada de oro, plata y ricas mercaderíascomo las especias. En el proemio del autor, nos habla de las excelencias de la navegación, tantopor su cercanía a las matemáticas como por su seguridad, que permite encontrar el camino en el

55 George Sarton, Introduction to the History of Science, vol.III, part I, pp. 762-810, y part II, pp. 1140-1162. Juan Ver-net, «Influencias musulmanas en el origen de la cartogra-fía náutica», Estudios sobre historia de la ciencia medieval, cit.,pp. 355-382.

56 José María Millás Vallicrosa, Nuevos estudios sobre histo-ria, cit., pp. 299-341.

57 Martín Fernández Navarrete, Disertación sobre la historiade la náutica, Madrid, Viuda de Calero, 1846. Ricardo Ce-rezo Martínez, La cartografía náutica española en los siglosXIV, XV y XVI, Madrid, CSIC, 1994. Antonio Acosta-Rodrí-guez, Adolfo González Rodríguez, Enriqueta Vila Vilar(coord.), La Casa de Contratación y la navegación entre Españay las Indias, Sevilla, Universidad de Sevilla-CSIC-Funda-ción El Monte, 2003.

58 Mariano Cuesta Domingo, La obra cosmográfica y náuticade Pedro de Medina, Madrid, BCH, 1998.

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Pedro de Medina, Suma de Cosmographia [h. 13r.] (cat. 92).

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mar con carta, instrumentos (compás y astrolabio) y brújula. También por desenvolverse en tor-mentas y en parajes extraños, con peñas y bajos desconocidos. No menos porque comunica el mun-do, permitiendo el camino del nuevo imperio, incluso Carlos V también con frecuencia navega.

Si esta obra es renovación del Libro de cosmografía, es a su vez compendiada sin teoría y con adi-ciones prácticas y algunas mejoras en Regimiento de navegación. Muy notable es también su bellaSuma de cosmografía. Como servidor de la familia, escribe una crónica de los duques de Medina Si-donia, mostrando un interesante estilo humanista. Estos personajes, que están creando un mun-do nuevo59, también configuran la historia, en especial de los grandes acontecimientos y linajes,así en Libro de las grandezas. En el Libro de la verdad –de mucho éxito– educa a las grandes casas pormedio de un diálogo entre un noble disoluto y una doncella virtuosa, que es sincera.

El magnífico grupo de estudiosos de la náutica60 culmina en la obra de Alonso de Santa Cruz,quien nace en 1505 en Sevilla y muere en Madrid en 1567. Su padre fue proveedor o veedor de ex-pediciones, con residencia en los reales alcázares, si bien con casa en Sierpes. El ambiente sevilla-no y muchas lecturas lo animan a embarcarse y a apoyar la expedición de Sebastián Cabot. Al vol-ver se dedica al estudio, a escribir tratados y a proponer instrumentos, pasa al servicio del empe-rador en Valladolid en 1557 y, consiguiendo luego una pensión anual del Prudente, retorna a suciudad. Tiene un amplio interés en geografía y cartografía, queriendo conocer el mundo entero.El Islario es buena muestra, parte de un amplísimo proyecto geográfico. Influye con sus ideas enlas instrucciones para descubridores y en las actuaciones del Consejo de Indias. Su enorme obraquedó casi por entero manuscrita.

Se planteó los más graves problemas de la cosmología y la náutica de la época. Quiso un mapasobre el valor de las desviaciones magnéticas, que cree dependiente de la longitud. También escri-bió un Libro de las longitudes, pero los toscos relojes de la época no podían solucionar los conflictosde delimitaciones tras el viejo Tratado de Tordesillas. Tuvo intuición de la proyección cartográficaque dará fama universal a Mercator. También vemos en él esa faceta de humanista y pedagogo, asícomo en sus entrevistas con los reyes, con sus libros docentes para infantes, incluso con un Abece-dario virtuoso. También en sus libros sobre historia de la monarquía, o su censura de Zurita61.

La náutica renacentista tendrá un nuevo amanecer en manos de los marinos Jorge Juan y Anto-nio de Ulloa, cuyas Observaciones astronomicas, y physicas de 1748 tenemos cerca. La Academia deCiencias de París disputaba sobre la forma de la Tierra, pues los seguidores de Newton y Descar-tes se contradecían. Para unos se achataba por los polos, para otros por el ecuador. Maupertuispublicaba su proclama «Sur la figure de la Terre» en las Mémoires de l’Académie Royale des Sciences de1736. Propone dos posibles métodos para averiguar la figura del planeta, uno medir longueur ycourbure de dos arcos contiguos en meridiano y paralelo, o bien en el meridiano. El otro es compa-rar longueur y courbure de diferentes arcos de meridiano, o de meridiano y paralelo, a grandes dis-tancias. Se inclina y aporta razones por el segundo. Para solucionar esta disputa, que daría la prio-ridad a la ciencia francesa o a la británica, se decide enviar dos expediciones a medir un grado demeridiano en Laponia y Perú. Al frente de una estaba Maupertuis, de la otra La Condamine. La ex-pedición tiene amplias consecuencias para la ciencia, en historia natural y medicina, geografía ycosmografía, astronomía y geodesia62.

Pedida la autorización a la corona española, se unen los dos jóvenes guardiamarinas Juan yUlloa. A su vuelta, los españoles redactan sus conclusiones, que suponen un retorno de nuestra

59 Úrsula Lamb, «Medina, Pedro de» y «Santa Cruz, Alon-so de», en Diccionario histórico…, cit., II, pp. 47-50 y 303-306.

60 Úrsula Lamb, Cosmographers and Pilots of the Spanish Ma-ritime Empire, Aldershot, Hampshire, Variorum, AshgatePublishing Limited, 1995. Úrsula Lamb (ed.), The GlobeEncircled and the World Revealed (An Expanding World. The Eu-ropean Impact on World History 1450-1800), Vol. 3, Alders-hot, Hampshire, Variorum, Ashgate Publishing Limited,1995.

61 Mariano Cuesta Domingo, Alonso de Santa Cruz y su obracosmográfica, 2 vols., Madrid, CSIC, 1983-1984; Islario ycartografía de Santa Cruz, edición, transcripción y estudiode M. Cuesta Domingo, 2 vols., Madrid, Real SociedadGeográfica, 2003.

62 Julio Guillén Tato, Los tenientes de navío Jorge Juan y San-tacilia y Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral y la medición delmeridiano, Madrid, Caja de Ahorros de Novelda, 1973.Antonio Lafuente y Antonio Mazuecos, Los caballeros delpunto fijo, Barcelona-Madrid, Serbal-CSIC, 1987. La formade la tierra. Medición del meridiano. 250 aniversario, Madrid,Ministerio de Asuntos Exteriores-Ministerio de Defensa-Ministerio de Educación y Ciencia-Ministerio de Cultu-ra-Museo Naval, en colaboración con Comisión QuintoCentenario, 1987. Emilio Soler Pascual, Viajes de Jorge Juany Santacilia. Ciencia y Política en la España del siglo XVIII, Bar-celona, Ediciones B, 2002 (Biblioteca Grandes Viajeros).

63 Luis J. Ramos Gómez, Las «Noticias secretas de América»,de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1735-1745), 2 vols., Ma-drid, CSIC, 1985. Manuel Losada, Consuelo Varela (eds.),Actas del II Centenario de Don Antonio de Ulloa, Sevilla, CSIC,Archivo General de Indias, 1995. Francisco Solano Pé-rez-Lila, La pasión de reformar. Antonio de Ulloa, marino ycientífico 1716-1795, Cádiz, Universidad de Cádiz-CSIC,1999.

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náutica a un rango universal. En la redacción del conjunto de materiales del viaje participan losdos, si bien se reparten las tareas. Ensenada considera que han servido bien el mandato, ademásde haber realizado trabajos importantes para la ciencia y la corona. Se han de examinar por losmejores matemáticos del país, y no deben ser publicados aquellos aspectos que afectasen a secre-tos de Estado. Así se publicará independiente la Relación histórica del viaje a la América meridional y sequerrán ocultar las «Noticias secretas de América»63. Cuando tras la muerte de Jorge Juan se pu-blique la segunda edición de las Observaciones, puede llevar una defensa abierta del copernicanis-mo, el Estado de la astronomía en Europa. La ciencia nueva había entrado, a través de un buen cono-cimiento del cosmos, tal como el rey Sabio había querido siglos atrás.

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Jorge Juan, Observaciones astronomicas, y physicas (cat. 108).

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