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    Movimientos sociales, litesy cultura poltica en Amrica Latina

    Movimentos sociais, elites e cultura poltica na Amrica Latina

    Social movements, elites and political culture in Latin America

    Vernica de la Torre*

    ResumenSe estudia la relacin entre cultura poltica, movimientos sociales crticos y lites polticas y econmicasen Amrica Latina. Se plantea, en primer lugar, que la cultura poltica de la accin colectiva de losltimos veinticinco aos ha adoptado ideas, discursos y prcticas democrticas alejadas del corpo-rativismo y clientelismo que caracterizan a muchos regmenes polticos de la regin. En segundolugar, y a contracorriente de las teoras elitistas de la democracia y la transitologa, se plantea quelas actitudes de las lites an estn lejos de ser democrticas.Palabras clave: cultura poltica, movimientos sociales crticos, democracia, Estado, lites polticas yeconmicas.

    ResumoEstuda-se a relao entre cultura poltica, movimentos sociais crticos e elites polticas e econmicasna Amrica Latina. Prope-se, em primeiro lugar, que a cultura poltica da ao coletiva dos ltimosvinte cinco anos tem dotado idias, discursos e prticas democrticas distanciadas do corporativismoe clientelismo que caracterizam muitos regimes polticos da regio. Em segundo lugar, e na contramodas teorias elitistas da democracia e a transitologia, se prope que as atitudes das elites ainda estolonge de ser democrticas.Palavras-chave: cultura poltica, movimentos sociais crticos, democracia, Estado, elites polticas eeconmicas.

    AbstractThis article examines the relationship between political culture, counterculture social movementsand political and economic elites in Latin America. During the last twenty five years, the collective

    ESTUDIOS LATINOAMERICANOS, NUEVA POCA, NM. 35, ENERO-JUNIO, 2015, PP. 41-57.

    * Maestra en Relaciones Internacionales, UNAM. Doctora por la Universidad Complutense de Madrid,especialidad en Estudios Iberoamericanos (UCM). Actualmente realiza una estancia posdoctoral en elPosgrado de Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, UNAM. Lneasde investigacin: activismo poltico transnacional, movimientos sociales transnacionales, democraciay cultura poltica. E-mail: .

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    action of the people has distanced itself from corporatist and clientelist practices by adopting ideasand discourses that are highly democratic. In the past, corporatism and clientelism broadly charac-terized most political regimes in Latin America. Countering elitist theories of democracy and oftransitology, this paper sustains that upper-class political practices are still far from being demo-cratic.Keywords: political culture, counterculture social movements, democracy, State, political and eco-nomic elites.

    Este trabajo constituye el primer paso de una investigacin ms amplia sobre latransformacin de la cultura poltica de los movimientos sociales de Amrica Latinaen las ltimas dcadas y su aportacin a los procesos de democratizacin. En estemarco, se estudia el papel que desempean las lites polticas y econmicas, que enla literatura predominante sobre las transiciones democrticas tienen un lugar cen-tral. Una preocupacin presente en la investigacin es el escaso inters por conocerlos valores y la cultura poltica de las lites. En este sentido, el artculo se remitebrevemente a algunos anlisis de los conceptos de cultura poltica, lites, democraciay Estado en Amrica Latina. Se hace referencia, aunque no de manera exhaustiva, ala transformacin de la cultura poltica en colectivos crticos de la sociedad civilorganizada, a cambios en las estrategias de algunos movimientos sociales, a lasdemandas culturales y a los repertorios que ponen en marcha, as como a las estrategiasde accin transnacional e interaccin con actores estatales. Para ilustrar lo anterior,en el mismo apartado se hace referencia a los orgenes de la Alianza Social Conti-nental (ASC), haciendo hincapi en momentos clave de su campaa contra el otroraproyecto de liberacin comercial continental rea de Libre Comercio de las Amricas(ALCA) y a su relacin con gobiernos como el de Hugo Chvez.1 El caso de la ASC esun ejemplo del cambio operado en la cultura poltica de amplios sectores de lassociedades latinoamericanas organizadas para incidir en las polticas programticas.Todava a manera de hiptesis se aduce que la adopcin de un discurso y prcticasfincadas en valores democrticos de parte de la sociedad civil a la que nos referimos,no ha tenido su equivalente en las lites polticas y econmicas de la regin. Para unaetapa posterior de la investigacin tambin se considera como premisa que desde lapoca colonial ha existido una desconexin identitaria entre los sectores de las litesy el resto de la poblacin mestiza e indgena, que ha obstaculizado la construccin deuna cultura compartida por todos. Las profundas desigualdades sociales con la que

    1 La Alianza est conformada por ms de cincuenta grandes organizaciones y redes sociales delcontinente que a la vez suman decenas de otras organizaciones. El carcter de estos colectivos esabiertamente contestatario, crtico del neoliberalismo, del militarismo en la regin, defensor de losderechos humanos, de indgenas y campesinos, entre otras temticas que pueden resumirse en dos:justicia social y democratizacin. Los antecedentes de la Alianza nos remiten a la coalicin decolectivos sindicalistas y ambientalistas de Mxico, Estados Unidos y Canad durante las negociacionesdel Tratado de Libre Comercio para Amrica del Norte (TLCAN). Cfr. Brooks y Fox (2002), y De laTorre (2006).

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    se fundan las sociedades latinoamericanas, con excepcin de algunos pases, bienpodran ser un reflejo de la desconexin aludida.

    De ah que se pretende indagar en dos vertientes que han sido minusvaloradashasta el momento por las teoras de la transicin a la democracia y, en particular,por aquellas que enfatizan la importancia de los acuerdos elitistas en dichos procesosde transicin: una es la cultura cvica2 de las lites, y otra rescatar la importan-cia de los movimientos sociales como palancas potenciales para la democratizacinplena de los regmenes polticos. Hasta el momento, los estudios sobre las lites enAmrica Latina y en Mxico, en particular,3 se han centrado en cuestiones comolas redes de parentesco, la relacin entre ambos sectores de la lite y las estrategiasde defensa de sus intereses mutuos. Sin embargo, se han obviado aspectos centralescomo el papel que desempean estos grupos en la consolidacin de la democracia,o su responsabilidad en la persistencia de determinados patrones de distribucinde la riqueza.

    La cultura poltica de los actores de la sociedad civil organizada (SCO)4 se ha modificado.Ha pasado de la tendencia a caer en la cooptacin de parte de los actores estatales,a rechazar esas prcticas y a la defensa de su autonoma; de una sociedad civilignorante de sus derechos ciudadanos a una demandante de derechos y de rendicinde cuentas; de una sociedad dominada por los simbolismos del poder poltico auto-ritario/antidemocrtico a una que se reconoce como agente de cambio. No obs-

    2 Retomamos el concepto de cultura cvica de Almond y Verba (1963:7 y 8) que tiene como puntode partida el consenso alcanzado entre los sectores aristocrtico, monrquico, comercial e indus-trial de Inglaterra, que puso los cimientos y la supremaca del parlamentarismo. Se argumentacmo la aristocracia, en razn de su propio inters, transita a una cultura pluralista basada en lacomunicacin y el consenso que permita el cambio, aunque fuese moderado. Para las maltrechasdemocracias de Amrica Latina habr que analizar el argumento de quienes dicen se vive en regmenespluralistas y de quienes defienden la prevalencia de sociedades altamente jerarquizadas y de pactosentre lites.3 La bibliografa ms til, hasta ahora, es la de Roderic Ai Camp, que ha estudiado a las litespolticas y empresariales provenientes del Mxico post-revolucionario hasta los primeros aos de1980. En los estudios de esos aos Camp ya toma el pulso de la transicin generacional entre laslites (ms evidente en las del sector privado) y del cambio estructural de la economa mexicana conel neoliberalismo. Varias de las grandes empresas mexicanas provenientes de familias acaudalas deotros tiempos continan ocupando un lugar importante; hijos de polticos y altos funcionariosde antao continan arribando a cargos importantes. En sus mltiples entrevistas, Roderic Ai Campse ocup ms en conocer cmo era la relacin entre el sector privado y el pblico, la opinin degrandes empresarios e industriales sobre el poder del Estado y los polticos, los vnculos personalesy familiares, pero no les pregunta acerca de los grandes problemas de Mxico, no inquiere acercade sus valores, de su idea de democracia, etctera.4 La sociedad civil organizada a la que nos referimos remite a colectivos de individuos profesionalizadosy de izquierda que han surgido aproximadamente en los ltimos veinticinco aos.

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    tante, y ms all de la concepcin liberal de sociedad civil,5 no es suficiente sealarque los actores sociales han alcanzado una conciencia o cultura poltica6 mediantela cual contribuyen al mejoramiento de la calidad de vida del colectivo y de pasoa la democratizacin de los regmenes, tambin es importante saber en qu medidasus demandas encuentran eco en los grupos de poder que al final deciden sobre lacosa pblica.

    Democracia real y participacin social en Amrica Latina

    En el neoliberalismo se concibe a la democracia liberal en Occidente como rgimende la ley y del orden, para hacer posible la garanta de las libertades individuales. Deacuerdo con Marilena Chau (2008), desde que el pensamiento y la prctica liberalesidentifican competencia y libertad, donde la primera se refiere a la libre iniciativa yla segunda a la libertad para la competencia entre partidos polticos, la democraciaen su versin ms extendida y aceptada es reducida a un rgimen poltico eficaz,de instituciones, de partidos polticos, de procesos electorales donde se eligen a losrepresentantes que darn soluciones tcnicas a problemas econmicos y sociales.

    A la luz de los vastos movimientos sociales, populares y otras formas recientes deaccin colectiva que llenan de vida a la poltica en Amrica Latina, la idea dominantede democracia liberal entra en contradiccin con la sociedad civil movilizada. Parasubsanar esa contradiccin tendramos que superar el significado limitado dedemocracia y en su lugar instaurar el de sociedad democrtica como la que instituyederechos y que esa institucin es una creacin social, de tal modo que la actividaddemocrtica social se realiza como un contrapoder social que dirige, controla y modificala accin estatal y la de los gobernantes (Ibid.). En una sociedad democrtica, histricay contingente, la idea de derechos es fundante porque implica la apertura del camposocial a la creacin de derechos reales, a la ampliacin de los existentes y a la creacinde nuevos (Ibid.). En este sentido, la idea que aqu se discute de democracia no encajaen contextos con alta desigualdad social como ocurre en Amrica Latina. Sin em-bargo, la democracia instrumental aplicada en la regin ha permitido la participacinen forma de protesta, presente en las demandas de estudiantes, de obreros, movi-mientos de mujeres, de los pueblos indgenas, de los ecologistas. Es una participacinal margen de las instituciones y que funge ms como vlvula de escape, que no selibra de la represin policial como recientemente sucedi en Chile y Per.

    5 Ver el anlisis desde esta perspectiva en el libro de Alberto Olvera (1999).6 Retomo las categoras sociolgicas de Marx y Weber de conciencia social y accin social para losmovimientos sociales que defienden causas como la justicia social. En este sentido cobra inters lareformulacin que Lukacs hizo de la propuesta materialista de Marx: la cuestin de la concienciapuede hacer su aparicin en trminos de los objetivos elegidos o en los trminos de la accin(Norbu, 1992:2 y 3).

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    El activismo poltico transnacional como el que puso en marcha la Red Mexicana deAccin Frente al Libre Comercio (RMALC), a principios de 1990, y las acciones de laASC tuvieron como resultado la proliferacin de Organizaciones no Gubernamentales(ONGs) crticas, la revitalizacin de movimientos sociales, obreros, estudiantiles, vecinalesque sobre todo alentaron la accin conjunta. Nos referimos a las movilizacionescontra el rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA) que posteriormente sevincular con otras protestas como las sucedidas en Centroamrica contra lasprivatizaciones y el Central America Free Trade Agreement (CAFTA), contra laexplotacin minera nacional y transnacional, as como frente a los megaproyectosque desalojan comunidades indgenas.

    Breve revisin del concepto de cultura polticay de algunos enfoques elitistas

    De la antigedad a nuestra poca la subjetividad humana ha sido reconocida comouna importante variable para definir la cultura poltica de un pueblo.7 Weber sealque la sociologa debera ser una ciencia emptica en la que actitudes, valores ysentimientos eran importantes variables explicativas (Almond, 1998). Como bienseala Almond, qu son los tipos weberianos de autoridad poltica (tradicional-racional-carismtico) sino categoras subjetivas que fundamentan/sustentan lalegitimidad poltica? Para este socilogo las diferencias estructurales entre los sistemaspolticos son consideradas como categoras subordinadas a otras esencialmentesubjetivas (Ibid.:351).

    No fue sino hasta muy entrada la segunda mitad del siglo XX cuando los antroplogoseuropeos incorporaron una nueva concepcin de cultura que inaugurara la antropo-loga social y poltica, iniciando el mundo de lo humano, de la historia; al tiempo quela adhesin a la naturaleza quedara como propia de los animales.

    En este trabajo la cultura la centramos en la subjetividad y en la identidad de losagentes sociales,8 en la constitucin del sentido de nosotros mismos: las formas de

    7 En La Repblica de Platn la cultura poltica est en los valores, actitudes y experiencias desocializacin de los hombres, que se plasman en las estructuras y en todo el sistema poltico. Aristtelesen La Poltica, adems de tomar en cuenta los aspectos subjetivos, tambin advirti la importanciade la estratificacin social. En la poca Ilustrada, Montesquieu seal que los sistemas polticos y laslegislaciones varan segn la situacin y el carcter local de los habitantes. Rousseau habla demoralidad, costumbre y opinin. En los prembulos de la sociologa poltica Tocqueville, en Lademocracia en Amrica, se refiri a la importancia de las costumbres en la construccin del sistemapoltico de Estados Unidos.8 Coincidimos con Gilberto Gimnez en la defensa de la tesis de que cultura e identidad estnestrechamente interrelacionadas en sociologa y antropologa: la identidad slo puede consistir en

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    subjetividad que nosotros habitamos juegan un papel crucial en determinar siaceptamos o rechazamos las relaciones de poder existentes (lvarez et al., 1998:5y 6). Cuando hemos analizado el desempeo y los resultados obtenidos de la accincolectiva que estudiamos, nos vemos obligados a considerar las subjetividades y lacultura poltica de los actores implicados en el momento que tomaron decisionestrascendentales para el movimiento. Su cultura poltica se manifiesta en ideas, valoresy principios plasmados en sus discursos y repertorios, que son resultado de suscontextos histricos y de las relaciones sociales dentro y fuera de stos.

    De igual modo, no debe soslayarse la historia de dominacin de Amrica Latina, laimpronta autoritaria presente en las esferas pblica y privada. Esto permite trascenderel contexto donde surgi la influyente obra de Almond y Verba: The Civic Culture.En este sentido, consideramos necesario referirnos al impacto que algunas teoras dela democracia y de las lites han tenido fuera del mundo anglosajn (Dahl, 1971;Lijphart, 1977; Rustow, 1970). Estas teoras, entre otras ms recientes, han devanadola idea de la consolidacin democrtica por medio del consenso entre las lites y lavariable crecimiento econmico; de ambas, se presume, resulta la estabilidad de losregmenes democrticos. De una u otra forma estas teoras se han formulado a par-tir de la experiencia inglesa, norteamericana y holandesa, que nada tienen que vercon el contexto latinoamericano.

    Algunos estudios de los aos sesenta y posteriores (Goldrich, 1966; Lechner, 1987;McDonough, 1981), independientemente de aquellos procesos paralelos demodernizacin econmica, han dado cuenta de la permanencia de rasgos autoritariosen sectores de lite y patentes en los regmenes polticos. La hiptesis de trabajopara la investigacin en curso va justo en sentido opuesto a las teoras dominantes dela transicin democrtica y las elitistas, es decir, se pretende indagar si son las litesprincipalmente quienes dan soporte a una democracia instrumental, al tiempo queobstruyen la consolidacin de una democracia integral.

    La desigualdad socioeconmica, las relaciones depredadoras entre los gobernantesy los gobernados incluido el clientelismo son vistos como obstculos para lademocracia (Peeler, 2004:25). A contracorriente del mainstream, la pregunta quesurge es: en qu medida son estos obstculos un resultado de las actitudesantidemocrticas de las lites? Las teoras elitistas a las que nos hemos referido,junto al estudio de ODonnell et al., Transitions from Authoritarian Rule (1986), seenfocaron en dos grupos de contendientes en los periodos de transicin: en laslites y en la oposicin democrtica, en sus opciones, estrategias y los procesos denegociacin; pero consciente o inconscientemente no se detuvieron en lo que

    la apropiacin distintiva de ciertos repertorios culturales que se encuentran en nuestro entornosocial (2013).

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    Almond y Verba (1963) consideraron central: indagar si previamente a lastransiciones se haba dado un consenso sobre los valores democrticos en los dosgrupos focalizados. En este sentido, y siguiendo a Diamond, el cambio en la culturapoltica puede figurar como una variable clave que puede determinar cmo y cundose acerca o se aleja del ideal de una democracia: () durante las consolidacionesdemocrticas emerge una cultura poltica de elite caracterizada por la moderacin,adaptacin, partidismo moderado, por un sistema de lealtad y confianza (1994:9).Estas actitudes permiten predecir y mitigar la intensidad del conflicto poltico (Ibid.:5),y son precisamente las que faltan por estudiar en las lites de Amrica Latina. Esteaspecto y el papel que desempean los agentes sociales minimizados en esos estudiostienen que ser reconsiderados. Estas teoras han sido tan dominantes que no se haplanteado un estudio emprico que parta de la hiptesis de que las lites de lospases con democracias no consolidadas o instrumentales9 son un obstculo para elestablecimiento de una democracia integral.10

    Por otra parte, la correlacin entre las teoras elitistas, las teoras econmicas de lademocratizacin con el desarrollo econmico y el surgimiento de la democracia, nose ha demostrado empricamente en Amrica Latina. Inglehart rescat los estudiosde la cultura poltica, situando esta variable como vinculante entre el desarrolloeconmico y el surgimiento de la democracia (1987:5). Su investigacin no se enfocen las tradiciones sino en aquellas normas y actitudes que sustentan la democracia.Los resultados que arroj su muestra de 15 pases le llevaron a sostener que uncompromiso a largo plazo con las instituciones democrticas entre el pblico es ()necesario para sostener la democracia cuando las condiciones son terribles (Seligson,1997:106). Sin embargo, estas metodologas no disciernen entre el tipo de pblicoque se entrevista, la clase social o los lugares donde viven.

    Estado, lites y cultura poltica en Amrica Latina

    A la hora de referirnos a los Estados latinoamericanos, la idea weberiana de unEstado legal-racional democrtico, legitimado por las distintas fuerzas o clases socialespresentes en las sociedades de la regin, queda slo como un ideal o planteamiento

    9 Aqu caben todos los pases con alto ndice de desigualdad social, inoperancia del sistema dejusticia, altos porcentajes de corrupcin, y otras caractersticas opuestas a la idea y praxis de unestado democrtico en los trminos planteados por ODonnell et al. (2003).10 Para el caso tendran que incluirse otros sectores de las lites como el papel desempeado por losintelectuales, la Iglesia y la interaccin de stos con los gobiernos. Roderic Ai Camp ha profundizadoen el caso mexicano (1990 y 2006), en particular con su libro Los empresarios y la poltica enMxico que resulta valioso pero poco actual; tambin su investigacin sobre Amrica Latina (1997)es importante, pero la complejidad y lo costoso de estas investigaciones dirigidas desde una

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    heurstico. Del mismo modo, otras suposiciones que dan por sentado un alto gradode homogeneidad de alcance funcional, territorial y capacidad para mantener elorden social, en la realidad tampoco encajan con la mayora de los Estados de laregin donde la ineficacia burocrtica, la irresponsabilidad, la improvisacin, sonfactores que han inhibido el desempeo jurdico legal de un Estado y la instauracinde la democracia (ODonnell et al., 2003). Como seala Migdal, los Estados reales,no slo los latinoamericanos, son desviaciones del ideal o versiones corrompidas(2011:32). Una de sus crticas a la versin occidental dominante es que: () en laprctica todos los tipos de Estado, tanto los que tienen xito al monopolizar la violenciacomo los que no, han aparecido en los estudios de las ciencias sociales como sifueran organizaciones propositivas y muy unidas, con objetivos autnomos, queusan la violencia y la legitimidad como herramientas eficaces para mantener el con-trol social e implementar polticas (Ibid.:31).

    Los Estados latinoamericanos que en la praxis han aplicado estas influyentes ideashan sido justamente los que se han opuesto al tipo ideal burocrtico-democrtico.Las violentas dictaduras, las dictaduras blandas, los gobiernos dinsticos yoligrquicos, han dejado una profunda huella en los sistemas polticos y en la culturapoltica de las sociedades.

    No obstante lo anterior, el sometimiento del Estado por parte del neoliberalismo enAmrica Latina conduce a una necesaria revisin y redefinicin del papel del primero,en la que predomine una idea conexa de Estado y sociedad. Al menos esto ltimo eslo que han buscado movimientos sociales indgenas como el antecedente delMovimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia, la Confederacin de NacionalidadesIndgenas del Ecuador (CONAIE); en otro plano el Movimiento de los Sin Tierra (MST)en Brasil. En el caso del activismo transnacional el leitmotive de colectivos como ASCes la consolidacin de las democracias y el retorno del Estado como rbitro entre elmercado y la sociedad.11

    La ausencia de eficacia, de apego a la legalidad y de un alto consenso legitimadorhan sido variables utilizadas en algunos estudios culturalistas, que de una maneradeterminista han estereotipado la cultura poltica de Amrica Latina. En este sentido,algunas preguntas recurrentes son: por qu los Estados latinoamericanos representanuna tradicin poltica cultural diferente de los pases anglosajones?; por qu los Esta-

    universidad, instituto y/o think tanks de Estados Unidos o Europa mantiene a los investigadoresalejados de este tema, sobre todo a nivel macro.11 Ms adelante se hace referencia a la propuesta de libre comercio y de desarrollo econmico ysocial de la ASC.

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    dos latinoamericanos son incapaces en comparacin con sus vecinos nortea-mericanos?12 Estas preguntas haban sido respondidas en trminos de herencia ibricay de influencia de la religin catlica, pero como apunta el propio Diamond, desdeCivic Culture, las investigaciones han demostrado que las dimensiones cognitiva,actitudinal y evaluativa son realmente plsticas y pueden cambiar dramticamenteen respuesta al desempeo de un rgimen, la experiencia histrica y la socializacinpoltica (1992:9). No obstante que la cultura poltica no es una variable homogneani inmutable, inclusive dentro de un mismo grupo social, en la actualidad las prcticasviejas o tradicionales de las lites de varios pases latinoamericanos continan presentesy a veces ocultan los atisbos de cambio propios de las relaciones sociales.13 La regincontina ocupando los primeros lugares en comportamientos ligados a la corrupcin,patrimonialistas y clientelares; en hacer de la poltica un juego de suma cero quetarde o temprano se traduce en autoritarismos, como en los recientes golpes deEstado en Honduras y Paraguay.

    Los estudios sobre las actitudes de las lites de Amrica Latina, como los que realizJuan Linz (1978), hacan referencia a un cambio cultural en stas, manifiesto encierta tendencia a la tolerancia, la lealtad y el compromiso con una cultura democrtica.Otras explicaciones subrayaban que el cambio de actitudes tena correspondenciacon un clculo costo-beneficio de las lites encaminado a evitar la insurreccin de lasmasas de pobres y campesinos o la formacin de guerrillas. Para otros autores s hayun legado cultural que est latente e impide la configuracin de un Estado eficiente ya la vez democrtico (Dealy, 1997; Peeler, 2004; Vliz, 1980; Vellinga, 1997; Wiarda,2003). Aunque Diamond y Linz (1989) no comparten del todo esa tesis,particularmente en los casos de Argentina, Uruguay y Costa Rica.

    12 Tambin se han dado otros anlisis que en su momento identificaban como Estados fuertes aalgunos pases del Tercer Mundo como Mxico y Brasil. Este es el caso de las teoras corporativistasy del Estado burocrtico autoritario, cuyo centro de anlisis fueron las estructuras gubernamentalesque regulan e imponen a la sociedad un sistema de representacin de intereses (Malloy, 1977,citado en Migdal, 2011). Migdal comenta brevemente las contradicciones encontradas porinvestigadores como Grindell (1977), Hamilton (1998) y Hammergren (1977). Hamilton argumentabaque Mxico daba una imagen de Estado activo y fuerte, que a pesar de sostener un rgimen altamentevertical, en la realidad sus burocracias y lites polticas se haban mostrado incapaces de alcanzaracuerdos o cumplir metas, como la distribucin de la riqueza tanto en la ciudad como en el campo.Dos estudios de Juan Felipe Leal (1972 y 1991) han explicado claramente la evolucin del Estadomexicano. De acuerdo con l, la nica poca de relativa autonoma del Estado fue durante surestructuracin despus de la Revolucin.13 No podemos dejar de mencionar el libro de Alicia Ortiz Rivera que recoge la biografa y memoriasde Juan Snchez Navarro (1997), en el que hay un despliegue de ancdotas y declaraciones quedejan claro el pensamiento y accin de quien fue un importante representante del sector empresarialy hombre influyente en varios gobiernos.

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    Seales de cambio en la cultura polticade las sociedades latinoamericanas

    En qu ha cambiado la accin colectiva latinoamericana de los ltimos veinte aos?En qu se diferencia de los tradicionales movimientos sociales de la regin? Losmovimientos sociales, culturales o socioculturales, y en general la accin colectivaque irrumpe en Amrica Latina desde finales de 1960 se ha posicionado como unnuevo mapa cognitivo de la realidad. Coincidimos con Fernando Caldern (2009)cuando seala que los nuevos movimientos forman parte del nuevo ciclo histricolatinoamericano. Este tipo de accin colectiva ha modificado los patrones deorganizacin y produccin de la sociedad (Ibid.), que de algn modo incide en lamodificacin de los escenarios polticos.

    Los problemas poltico-institucionales y de equidad y pobreza constituyen temas crticospara la democracia y el desarrollo. Permiten inferir que su manifestacin en el terrenode la accin colectiva tiende a ser predominantemente cultural y a la vez apela amltiples subjetividades culturales (Ibid.:10). Es evidente que los derechos culturalesque constituyen los marcos interpretativos de buena parte de la accin colectiva en laregin estn directamente vinculados con los derechos sociales. Siguiendo a Caldern,sus demandas culturales contribuyen a redefinir el orden social (Ibid.), que tarde otemprano tendr un efecto positivo sobre la calidad de la democracia.

    En trminos histricos, en Amrica Latina hay una tradicin de resistencia de lasclases oprimidas y marginadas contra las autoridades opresoras (Peeler, 2004). Losciclos de protesta social en la regin, ya sea en forma espontnea o como movimientossociales o populares se han dirigido contra los regmenes autoritarios (Almeida, 2008)y por demanda de justicia social. Cabe sealar que en las ltimas dos dcadas lasalida violenta contra el Estado no ha sido la opcin, hecho que nos hace considerarque las estrategias y reportorios de la accin colectiva de las ltimas tres dcadaso b e d e c e n t a m b i n a u n n u e v o c a r c t e r d e n t r o d e l a i z q u i e r d a .

    14 Una razn quevemos en esto es precisamente la autonoma que la sociedad civil organizada haconstruido frente al corporativismo y clientelismo del Estado. Por otro lado, la irrupcindel Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) en 1994, como acto simblico yde gran efecto meditico, difundi urbi et orbi las condiciones de marginalidady discriminacin en que se han encontrado los indgenas; al mismo tiempo queobjet el carcter autoritario del sistema poltico mexicano, la alianza de sus litescon el capitalismo global y el Consenso de Washington.

    14 En este sentido es ampliamente conocida la obra de John Holloway (2005), as como las crticasque suscit su reflexin por parte de un sector de la izquierda latinoamericana.

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    El EZLN perturb los significados dominantes (lvarez et al., 1998:7), redefini elsignificado de poder social y poltico mediante un nuevo lenguaje y repertorio, perosobre todo inaugur una nueva manera de interactuar con el gobierno. En la reginse observan nuevas formas de democracia directa desde abajo, como la demanda departicipacin de ciudadanos de Porto Alegre y de otras ciudades brasileas en latoma de decisiones concerniente al presupuesto de la ciudad.

    Nuevas formas sociales de resistencia en Latinoamrica, empezando por la defensade los derechos humanos, pusieron los primeros cimientos de la colaboracin ysolidaridad entre activistas locales y extranjeros, es decir, sentaron las bases delactivismo transnacional tal como lo analizaron las profesoras Keck y Sikkink (1998),y como lo demuestran en la prctica la Alianza Social Continental y el numerosocontingente de movimientos y organizaciones adscritos a sta. El locus de las demandases al mismo tiempo local, regional y global; adems de que el Estado contina siendoel blanco de este tipo de accin colectiva, tambin lo son aquellas organizaciones einstituciones internacionales gubernamentales que representan el capitalismoglobalizado: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional (FMI), OrganizacinMundial del Comercio (OMC), Organizacin para la Cooperacin y DesarrolloEconmicos (OCDE), empresas transnacionales, bancos y consultoras como Standard& Poors, Moodys y Fitch Group. Es evidente que los campos culturales traspasaronel clsico conflicto tripartita obrero-patrn-Estado (Melucci, 2002).

    La Alianza Social Continental vista comoun movimiento social transnacional, crtico y prolfico

    Para finalizar, nos referiremos a la Alianza Social Continental (ASC). Desde nuestropunto de vista este conglomerado de organizaciones y movimientos sociales representaen buena medida los cambios en la cultura poltica de la gente que se organiza paracambiar su realidad. El mejor momento de la ASC, en trminos de amplia cohesin ymovilizacin social, fue su campaa contra el rea de Libre Comercio de las Amricas(ALCA), concretamente entre 2001 y 2005. Desde entonces la Alianza representa,parafraseando a Melucci, una red de movimientos (2002:73) nuevos y viejos, ascomo a cientos de ONGs de carcter regional y transnacional. Fue en 1997 en BeloHorizonte, Brasil, en un encuentro con otros activistas de la regin donde losrepresentantes de Mxico15 propusieron que la experiencia de la red trinacional con-tra el TLCAN16 se extendiera al continente, de este modo surgi la ASC. En el marco dela Segunda Cumbre de las Amricas en Santiago de Chile en 1998, la Alianza propuso

    15 Entrevista a Hctor de la Cueva, primer secretario de la Alianza Social Continental, en noviembrede 2009.16 La Red Mexicana de Accin Frente al Libre Comercio (RMALC) es uno de los primeros referentes

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    algo que sera histrico para la sociedad civil organizada de la regin: la Cumbre delos Pueblos, que se erigi en ese momento como la esfera pblica y paralela, con unaagenda alternativa a la de los negociadores del ALCA.17 Se critica el vnculo de laAlianza con los denominados gobiernos progresistas o amigos, pero sin poneratencin a la compleja interaccin entre ambos, sobre todo si se considera que estosagentes sociales crticos son parte de una nueva izquierda en la regin (Chvez et al.,2008; Duterme, 2005; Santos De Sousa, 2008).

    La ASC y varios de sus nodos, como la RMALC, continan funcionando como gestoresde un tipo de activismo transnacional, y aunque su marco maestro de accin secentr originalmente en la oposicin al ALCA, una vez que este proyecto no prosperen su versin original, dicho marco ha incorporado otros temas de alta conflictividadsocial en la regin, como el militarismo, los derechos humanos y el auge de la explo-tacin minera de las transnacionales. Estas redes de movimientos nos permiten hablarde una transformacin de la cultura poltica de la SCO aglutinada en estas esferas, seaporque en parte representan a sectores sociales con educacin superior y genteprofesional con experiencia en organizaciones polticas y sindicales, o tambin, graciasa los lazos que crearon en un inicio los activistas mexicanos con grupos ambientalistasy de centrales obreras de Amrica del Norte (Brooks y Fox, 2002). El surgimiento deactores sociales transnacionales en la regin y la difusin que han hecho de sus ideasy repertorios han tenido una importante repercusin simblica, como lo demuestrael itinerario de la RMALC18 desde 1991 y de la ASC a partir de 1997.19 Sin embargo,como hemos dicho antes, estos agentes sociales slo hacen una parte de la tarea

    contra los tratados de libre comercio. Se constituy formalmente en abril de 1991, antes y despusfue la organizacin interlocutora con los grupos ambientalistas y sindicalistas de Canad y EstadosUnidos. La red trinacional qued constituida entre la RMALC, la Alliance for Rensponsable Trade(ART) de Estados Unidos y por parte de Canad, Common Frontiers y la Rseau Qubcois surlIntgration Continentale (RQIC). En principio estos grupos no se oponan a un acuerdo de librecomercio con Estados Unidos y Canad, sino que su lucha era por la elaboracin de () unproyecto de desarrollo alternativo al Neoliberalismo y dentro de la lucha por la transicin a lademocracia (RMALC, 1996:11).17 En esa primera Cumbre de los Pueblos, que por cierto antecede al Foro Social, la ASC present eldocumento Alternativa para las Amricas, que era una propuesta de alto sentido social frente alproyecto oficial del ALCA. Elaborada por un grupo de expertos y profesionales adscritos a la Alianza,abordaba los mismos temas de comercio, inversin, compras gubernamentales, propiedad intelectual,agricultura, etctera.18 RMALC es un tpico caso que hace novedoso al activismo transnacional. Igual que la ASC, cuentacon el apoyo de think tanks, nacionales y extranjeros, que le facilitan la investigacin y anlisis delas problemticas que integran su agenda. De este modo, desde el principio se ha permitido elslogan protesta y propuesta.19 El activismo de la RMALC y de la ASC desde finales del siglo XX ha tenido su efecto demostracin enCentroamrica. Activistas de esta regin han estrechado vnculos con estas redes, de hecho, frente

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    requerida para profundizar el proceso de democratizacin en la mayora de los pasesde la regin, pero no son actores democratizadores per se.

    Si bien para estos activistas transnacionales el Estado representa un aliado parapromover sus agendas, la interaccin con gobiernos como el de Venezuela, Bolivia,Ecuador o Nicaragua ha sido difcil. Por una parte, est la preocupacin por mantenersu autonoma como actores sociales crticos, lo que hasta ahora han defendido; porotra, sus crticas a los gobiernos corren el riesgo de ser utilizadas a favor de gruposconservadores. En este marco, y mientras exista el Estado como la principalorganizacin poltica, es inexorable el retorno de ste en la regin, sea () comocoordinador sociocultural y como bisagra entre los procesos de integracin social yde posicionamiento en las economas globalizadas (Caldern, 2009:10). Tendraque ser el retorno del Estado sin adjetivos para llenar las ausencias histricas que hatenido en Amrica Latina; se trata del retorno de un Estado rbitro de la justicia y delequilibrio entre los intereses del poder econmico y de las mayoras empobrecidasen el subcontinente. As lo demostr la iniciativa Alternativa Bolivariana para lasAmricas (ALBA) de Hugo Chvez, que por cierto se inspir en la propuesta de la ASCAlternativa para las Amricas de la que se habl antes. No obstante, a pesar de larelacin constructiva que se da entre ambos actores, en el imaginario de los activistasno se cuestiona el papel desempeado por los lderes populares, tal vez porque esnormal dentro de una cultura poltica personalista persistente; estos lderesrepresentan, como dice Monedero, el cemento social ausente (2008:26). Tal fueel caso de Hugo Chvez, quien fuera de Venezuela promulg una diplomaciacontestataria frente a Washington como defensor de la soberana de la patrialatinoamericana y tambin como promotor de una nueva integracin. En la mesa denegociacin en la Cumbre de las Amricas de Quebec, en abril de 2001,20 Chvezrevirti la discusin, y esa accin fue una oportunidad poltica aprovechada por laAlianza Social, que vea, como un sector de la sociedad civil, aun sumando a losactivistas canadienses y estadounidenses, que la influencia de la Alianza no serasuficiente. Para sta, a diferencia de sus contrapartes norteamericanas, tena unsignificado diferente buscar el respaldo de Venezuela y Cuba,21 que consideraron

    al proyecto Plan Puebla-Panam, hoy Proyecto Mesoamrica, la RMALC ha reforzado y creado nuevosvnculos con organizaciones de la sociedad civil centroamericanas (De la Torre, 2014; Martn,2011).20 La delegacin venezolana ataj los prrafos 1, 6 y 15 de la Declaracin de Quebec, y el prrafo6A del Plan de Accin, referentes a la democracia participativa, la proteccin de los derechoshumanos, y principalmente su rechazo a la fecha de conclusin de las negociaciones del ALCAenero 2005 y con ello la entrada en vigor de ste.21 En entrevista con Hctor de la Cueva noviembre 2009, l comenta que a ttulo personal buscque Cuba (se entiende que Fidel Castro) se involucrara en la oposicin contra el ALCA.

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    arreciara la oposicin al ALCA y a Estados Unidos en concreto. Para Hctor de laCueva, como para el actual secretario de ASC, Enrique Daza, era imprescindiblesumar la voz de Fidel Castro a la campaa contra el ALCA. Sin duda, para todos estosactivistas Castro y Cuba siguen siendo un referente de la defensa de la soberananacional de valor incuestionable.22

    A pesar de que es evidente el creciente nmero de organizaciones de la sociedad civilcrticas en Amrica Latina, para profundizar o consolidar las democracias en unsentido maximalista donde se tendra que empezar por establecer Estadosdemocrticos hace falta el involucramiento de quienes han tenido y tienen el poderde utilizar al Estado a favor de sus intereses, a saber: las lites polticas y econmicas.

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    Recibido: 28 de noviembre de 2013Aprobado: 27 de junio de 2014

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