22
4 El perdn de los pecados 1. La orientacin del enunciado El enunciado sobre el perdn de los pecados suena un tanto «her mØtico», mÆs o menos como el anterior sobre la comunin de los santos. En efecto, la frase no se refiere primariamente al hecho ni al sacramento de la penitencia, sino a ese otro sacramento junto a la eucarista que hace Iglesia: el bautismo. El bautismo es el gran rei nicio, la conversin y el apartamiento del pecado, el ingreso en el reino de Dios conforme a la exhortacin de Pedro en su discurso de PentecostØs: «Convertos, bautizaos confesando que Jesœs es el Me sas, para que os perdonen los pecados, y recibirØis el don del Espritu santo» FIec 2, 38. El texto expresa una relacin mœltiple: el lugar y la ocasin originaria de toda la confesin, que es el bautismo como cambio de vida para hacerse cristiano, se considera aqu, en el tercer artculo, como obra del Espritu Santo. La accin redentora de Dios en el destino de Jesucristo alcanza al individuo en este signo iniciÆtico que lo libra de los poderes del mal y lo traslada a un nuevo espacio vital: la «comunin del Espritu santo>. Ya Pablo, exhortando y amo nestando a los inquietos corintios, les haba recordado el Bautismo: «os lavasteis, os consagraron, os rehabilitaron por la accin del Seæor, Jesucristo» 1 Cor 6, 11. Esta idea era familiar a los primeros padres apostlicos. «Por eso podemos concluir con razn que en la praxis eclesial y durante la Øpoca en que fue asumido en el antiguo credo de la Iglesia romana, el <perdn de los pecados> significa que el bautismo lav los pecados anteriores y abri una nueva vida»’. La traditio apostlica del presbtero romano Hiplito. de principios del siglo III, 1. J. N. D. Kelly, Ajrchristti,be Glaubensbekenngnisse. Geschichte ¡md Theo logie, Gttingen ji972, 161. ed. cast.: Primitivos credos cristianos, Salamanca 1980.

4 El perdón de los pecados - mercaba.org El perdón de los pecados.pdfEl perdón de los pecados 1. La orientación del enunciado El enunciado sobre el perdón de los pecados suena

  • Upload
    others

  • View
    25

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

4El perdón de los pecados

1. La orientación del enunciado

El enunciado sobre el perdón de los pecados suena un tanto «hermØtico», mÆs o menos como el anterior sobre la comunión de lossantos. En efecto, la frase no se refiere primariamente al hecho ni alsacramento de la penitencia, sino a ese otro sacramento junto a laeucaristía que hace Iglesia: el bautismo. El bautismo es el gran reinicio, la conversión y el apartamiento del pecado, el ingreso en elreino de Dios conforme a la exhortación de Pedro en su discurso dePentecostØs: «Convertíos, bautizaos confesando que Jesœs es el Mesías, para que os perdonen los pecados, y recibirØis el don del Espíritusanto» FIec 2, 38. El texto expresa una relación mœltiple: el lugar yla ocasión originaria de toda la confesión, que es el bautismo comocambio de vida para hacerse cristiano, se considera aquí, en el tercerartículo, como obra del Espíritu Santo. La acción redentora de Diosen el destino de Jesucristo alcanza al individuo en este signo iniciÆticoque lo libra de los poderes del mal y lo traslada a un nuevo espaciovital: la «comunión del Espíritu santo>. Ya Pablo, exhortando y amonestando a los inquietos corintios, les había recordado el Bautismo:«os lavasteis, os consagraron, os rehabilitaron por la acción del Seæor,Jesucristo» 1 Cor 6, 11. Esta idea era familiar a los primeros padresapostólicos. «Por eso podemos concluir con razón que en la praxiseclesial y durante la Øpoca en que fue asumido en el antiguo credo dela Iglesia romana, el <perdón de los pecados> significa que el bautismolavó los pecados anteriores y abrió una nueva vida»’. La traditioapostólica del presbítero romano Hipólito. de principios del siglo III,

1. J. N. D. Kelly, Ajrchristti,be Glaubensbekenngnisse. Geschichte ¡md Theologie, Gttingen ji972, 161. ed. cast.: Primitivos credos cristianos, Salamanca1980.

390 Lo que nosotros creemos

que describe entre otras cosas los actos de la celebración bautismal,no menciona este extremo en las preguntas del bautismo, sino en labendición del obispo que seguía despuØs. El obispo dice con las manosextendidas sobre los reciØn bautizados: «Dios y Seæor, que has concedido el perdón de los pecados mediante el baæo de regeneración enel Espíritu santo...

Como muchas otras confesiones bautismales en el mundo griego,tambiØn el símbolo niceno-constantinopolitano dice expresamente:«Reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados». Lainsistencia en la unicidad de! bautismo permite entrever aœn la antiguaconcepción segœn la cual el perdón de los pecados es un suceso«œnico». La conversión y el nuevo comienzo del bautismo se consideraron, al parecer, como un corte tan radical que sólo muy lentamentepudo imponerse la idea de que tenía que haber una «tabla de salvación»para aquel que despuØs del bautismo ha sufrido el naufragio. «La ideade la posibilidad de una <segunda penitencia> para los bautizados reincidentes, que se impuso desde el siglo III, se consideró al principiocomo una regulación de casos excepcionales»1. Pero se comprendefÆcilmente que la penosa experiencia del permanente carÆcter pecaminoso de todos los cristianos hiciera tomar conciencia de la necesidadpermanente del perdón de pecados. Y en la medida en que el bautismose adelantó, como bautismo de infantes, al comienzo de la vida, estepasaje de la profesión de fe hizo pensar cada vez mÆs en la penitencia,en la posibilidad de una conversión siempre renovada, para la cual elbautismo ofrecía el fundamento.

Vamos a abordar brevemente los dos aspectos: el perdón de lospecados como obra del Espíritu santo en el bautismo yen la penitencia.

2. Bautismo para el perdón de los pecados4

a Conversión-Fe-Bautismo

1. La conversión como inicio de la vida cristiana. Este títuloexpresa la idea central de la predicación de Jesœs en el evangelio segœnMarcos: «Cuando detuvieron a Juan, Jesœs se fue a Galilea a pregonar

2. Lii Tradition apostolique de SainÉ Hippolyte. Essai de Reconstitution parD.B. Batte, Mtinster 1963, 52. una cd. castellana: Sígueme, Satamanca 1986.

3. W. Pannenberg, Das Glaubensbeken,,tnis, ausgelegt und rc,-antwortet vorden Fragen der Gegenwart, Hamburg ¡972, 169.

4. Cf. para lo que sigue Th. Schneider, Signas de la cercanía de Dios, Salamanca 21986, 68-108 y 194-229.

Elperddn de les pecSos 391

de parte de Dios la buena noticia. Decía: Se ha cumplido el plazo, yallega el reinado de Dios. Convertíos y creed la buena noticia» Mc 1,14 s. Marcos resume, pues, ya al comienzo de su relato el anunciodel reino de Dios, a modo de encabezamiento, en unas pocas frasesesenciales: Dios dispone el kairos, hace del tiempo un tiempo deopciones, pues el reinado de Dios llega a nosotros, Øl mismo viene...y nosotros, que nos apanamos del camino y nos alejamos de Øl,debemos convertirnos y, en lugar de darle la espalda, volverle la cara,o escuchar su llamada y creer en su oferta, pues ya llega la salvación.

Este giro, esta vuelta, no es, para la sensibilidad lingüística hebrea,un mero cambio interior, un <cambio de mentalidad» metanoein,como sugiere la palabra griega. La palabra correspondiente, shub,significa originariamente un giro corporal, literalmente el regreso aun camino. La vuelta en tanto que conversión significa, pues. uncambio interior que se manifiesta en un movimiento exterior. En estavuelta, Dios mismo toma la iniciativa y hace lo fundamental: nos llamay abre el espacio donde nosotros mismo actuamos y uos entregamosa Øl. La oferta de bondad, de perdón y de salvación que nos llega deDios persigue una vinculación que sólo se puede describir adecuadamente con expresiones de unión humana íntima. Persigue una comunidad de confianza, de entrega, de certeza de ser aceptados porDios, un trato inhabitual entre el Infinito y nosotros. Conviene subrayaresto especialmente, porque el bautismo como inicio de la vida cristianaincluye este momento de libertad, de libre adhesión de aquel cuyacomunicación Dios busca. Esa impresionante parÆbola de Jesœs sobreel Padre misericordioso «el hijo pródigo», Lc 15, 11-32, demasiadoconocida y por eso demasiado gastada, es aleccionadora tambiØn eneste aspecto: el padre otorga al hijo menor el margen de libertad plena,y su bondad, exenta de cualquier rasgo autoritario o represivo, facilitael regreso al joven.

La conversión es la respuesta fundamental dada al evangelio, esconstitutiva para el comienzo de la fe en Jesœs como el Cristo de Diosy es, por tanto, fundamental tambiØn para el bautismo, el sacramentode la fe donde el Espíritu del Seæor glorificado acoge en la comunidadde discípulos: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra.Id y haced discípulos de todas las naciones; bautizadlos en el nombredel Padre y del Hijo y del Espíritu santo, y enseæadles a guardar todolo que os he mandado; mirad que yo estoy con vosotros todos los días,hasta el fin del mundo» Mt 28, 18-20. Este clímax y conclusión delevangelio de Mateo es, como hemos indicado varias veces, una especiede esquema bÆsico del ser cristiano partiendo de la idea del bautismoen la Iglesia primitiva.

392 Lo que nosotros creernos

2. El bautismo «sacramento de la fe». Las afirmaciones sobrela fe y sobre el bautismo corren paralelas en la teología paulina; esdecir, Pablo puede expresar la misma e idØntica realidad, el œnico donde salvación, bajo el título de «fe» y con el tema del «bautismo»: Lacomunidad de Cristo se forma a travØs de la fe y del bautismo cf.GÆl 3, 26 s; Ef 3, 17. El Espíritu es el don del bautismo cf. 1 Cor12, 13 y passim; pero en la fe le recibimos tambiØn a Øl cf. GÆl 3,2. 14. En los capítulos 3 a 5 de la Carta a los romanos Pablo exponela justificación, la nueva vida, como vida recibida mediante la fe cf.Rom 5, 1 s; en el capítulo 6 aparece esta nueva realidad como efectodel bautismo.

El bautismo es, segœn Pablo, la «profesión de fe» en Jesucristo,un signo que expresa y manifiesta la fe en el Mesías, y es tambiØn elsacramentum fidei; por eso, los dos extremos se complementan mutuamente. No se trata de dos vías, sino de dos aspectos de una totalidadindivisible del camino de salvación cristiano. Pero como todo esto-apartamiento del proyecto vital erróneo, entrega al evangelio de Jesucristo, anhelo del bautismo, su realización en una vida creyente,vida inspirada en la fe- no coincide como un acto en la vida concreta,aparece aquí una estructura relacional pluridimensional, dinÆmica, unarelación dilatada». Ya el nuevo testamento, que es la norma permanente para nuestra reflexión de fe, presenta tres «modelos» diversosde relación entre fe y bautismo’:

Primer «modelo»: la fe lleva al bautismo y experimenta en Øl la forma mÆsdensa de su materialización, Aquí, la fe precede al bautismo y lo acompaæacf. Hech 8, 12 5: 18, 8. «Pedro... dijo: ¿Se puede negar el agua del bautismoa Østos, que han recibido el Espíritu santo iguat que nosotros» Hech 10, 47Lporque creyeron las palabras de Pedro. En la fe se produce la primera adhesióna Cristo mediante la aceptación personal. Esta fe lleva despuØs al bautismo.

El segundo «modelo» se orienta en dirección contraria. Hay que mencionar,sobre todo, el cØlebre texto de Rom 6. 3 ss. En Øl habla Pablo partiendo delbautismo ya recibido: utiliza la fuerza expresiva del acto bautismal, la inmersiónen el agua, para probar la necesidad de una nueva vida en la fe. El anunciode la fe no se orienta aquí al futuro bautismo, sino a ahondar mÆs en el bautismoya recibido. Un transfondo similar ofrecen las afirmaciones del 1 Cor lO. 1-13; 6, 1-11 y 1 Pe 3, 13-22. TambiØn en estos pasajes el bautismo es unpresupuesto y se entiende como expresión sintØtica «del proceso complejo quees hacerse cristiano y que en realidad nunca toca a su fin. Estos textos sonrecuerdos del bautismo... Presentan siempre Øste como el comienzo de unnuevo camino para recorrerlo en la fe. No sólo la fe lleva al bautismo, sinoque el bautismo fundamenta cada nuevo inicio en la fe»6.

5. Cf. W. Kasper, Glaube und Taufe, en Jd. ed., Christsein oboe Entscheidung? Mainz 1970, 129- 159.

6. Ibid. 149.

El perdón de los pecados 393

Un tercer «modelo>’: las frases bíblicas que hablan del bautismo comoiluminación cf. Heb 6, 4; 2 Cor 4, 6; Ef 1, 18; 3, 9; 2 Tim 1, lO debenconsiderarse primariamente como expresión de la creencia de que el bautismoofrece, transmite y despierta la fe. «El bautismo no sólo debe desearse con fe,sino que cabe esperar que refuerce la fe... El bautismo confiere la visión alhombre, le aguza la mirada para la luz que irradia Cristo»’. Por eso no necesitamos excluir en modo alguno, la impresión emocional por el fenómenoexterior y el efecto psicológico de las palabras y hechos de la celebración enla noche de pascua. En el tercer modelo de representación, el bautismo y lafe aparecen, pues, hasta cierto punto implicados mutuamente.

La correlación necesaria entre fe y bautismo no significa una fijación unilineal, de un solo sentido. La fe puede y tiene que seguir albautismo. La fe es un camino, la trayectoria vital del creyente. Elcamino para hacerse cristiano puede ser largo, y suele serlo generalmente. Ni la fe ni el bautismo son nunca algo concluso que dejamos«a nuestra espalda».

3. El «caso límite» del bautismo de infantes. Las breves consideraciones anteriores ponen en claro cómo la praxis del bautismo deinfantes, habitual desde hace muchos siglos, representa un caso límitede realización del bautismo. Precisamente por tratarse de una constumbre, conviene recordar que la figura interna, la ley estructural yel sentido de este sacramento de iniciación deben desarrollarse en suforma normal, que es el acto de un adulto en plena posesión de susfacultades espirituales. El debate global en tomo al bautismo de losniæosi revela tres enfoques teológicos que se pueden utilizar paradefender ese bautismo. Tales enfoques se postulan para el bautismode los niæos, pero cabe aplicarlos al bautismo en general; por esovamos a mencionarlos aquí brevemente:

a La redención es gracia. La comunicación de Dios es su entrega libre,gratuita, a nosotros. La gracia es una iniciativa de Dios, no una acción delhombre. Nuestra fe es un recibir, aceptar y a veces, mÆs modestamente, dejarseaceptar, dejarse amar, reconocer que somos afiniiados y queridos a pesar detodo; por tanto, una forma de apertura y disposición, lo contrario del bloqueoy a cerrazón. Esta verdad fundamental para todos los sacramentos y para todoslos bautismos adquiere especial relieve en el bautismo de los niæos.

Creer significa creer juntos. La fe remite fundamentalmente a la comunidad de los creyentes y necesita de ella: la fe en su forma plena es amor,

7. E. Schlink, Die Lehre von der Taufe, Kassel ¡969, 105.8. Cf. Th. Schneider, Signos de la cercanía de Dios, 101 55; H. Hubert, Der

Streil ten die Kindertaufe. Eme Darstellung der von Karl Barth 1943 ausgelóstenDiskussion uro die Kmndertaufe und ihrer Bedeutung für die heutige Tauffrage,Bern/Frankfurt 1972.

394 Lo que nosotros crnrnos

enirega fiducial de sí mismo, como expone muy claramente el nuevo testamento;la fe, pues, no se entiende en sentido individualista. Precisamente como realización personal, la fe requiere el factor interhumano. El bautismo de los niæosimplica con especial claridad esta referencia e inclusión en la comunidad sinque el niæo posea aœn responsabilidad. Sin esta relación comunitaria directacon padres y padrinos creyentes, el bautismo de infantes sería irresponsable,porque podrían faltar las personas de referencia para la frase decisiva de laincorporación.

y La fe como vida del creyente es un proceso de crecimiento. No esfÆcil saber quØ proporción de fe merece ser considerada como una profesióncristiana consciente. No se trata, obviamente, de una afirmación intelectual defórmulas de fe, sino de compromiso de fe. Pero la Biblia habla tambiØn, conØnfasis, de la fe como un grano de mostaza. Unos inicios mínimos puedendesarrollarse ampliamente. El bautismo es el comienzo de un camino, y elcrecimiento en la fe es un proceso de toda la vida. E] crecimiento en la fe estambiØn una exigencia en el bautismo de jóvenes y adultos. Pero justamenteel bautismo de niæos pone de manifiesto la responsabilidad recíproca que contraemos los cristianos, muy concretamente, para que los otros quieran y puedancreer.

Estas ideas teológicas sirven parajustificar, en la situación históricaconcreta, el bautismo de infantes. Esto no significa en modo algunoque ese bautismo de infantes, por ser estadísticamente el «caso normal», sea ideal en todos los aspectos. Pero el mero aplazamiento delbautismo suele ser una solución peor. La cuestión central sobre losniæos en el aspecto psicológico-pedagógico no es si los padres yeducadores los marcan e influyen en ellos -en todos los casos-; lacuestión es cómo y con quØ los marcan y si pueden responsabilizarsede ello. En nuestra situación actual, el bautismo de los niæos es: admisible teológicamente; si los padres son creyentes, el bautismo tienesentido y la comunidad puede aceptarlo a condición de insertarlo enuna verdadera pastoral del bautismo y en una praxis viva de la comunidad.

b Incorporación en el destino de Jesucristo

En el capítulo 6 de la Carta a los romanos, Pablo desarrolla la ideade una estrecha relación, derivada del bautismo «en el nombre de Jesucristo» como suele ser el caso en el nuevo testamento, entre el baufizado y Cristo. No se trata de una vinculación a Cristo glorificado, niœnicamente de la incorporación a Øl, ahora vivo y presente, sino que setrata de una participación en su «pascua», en el acontecimiento históricode su muerte y elevación, que se «actualizan» en el sacramento -unaspecto esencial de la mística cristológica paulina: «HabØis olvidado que

El perdón de los pecados 395

a todos nosotros, al bautizarnos vinculÆndonos a Cristo Jesœs, nos bautizaron vinculÆndonos a su muerte? Luego aquella inmersión que nosvinculaba a su muerte nos sepultó con Øl, para que, así como Cristo fueresucitado de la muerte por el poder del Padre, tambiØn nosotros empezÆramos una vida nueva. AdemÆs, si hemos quedado incorporados aØl por una muerte semejante a la suya, ciertamente tambiØn lo estaremospor una resurrección semejante. Tened esto presente: el hombre queØramos antes fue crucificado con Øl, para que se destruyese el individuopecador y así no seamos mÆs esclavos del pecado, porque cuando unomuere, el pecado pierde todo derecho sobre Øl. Ahora bien, por habermuerto con Cristo creemos que tambiØn viviremos con Øl, y sabemosque Cristo resucitado de la muerte no muere ya mÆs, que la muerte notiene dominio sobre Øl. Porque su morir fue un morir al pecado de unavez para siempre; en cambio, su vivir es un vivir para Dios. Pues lomismo: vosotros teneos por muertos al pecado y vivos para Dios, medianteCristo Jesœs... Poneos a disposición de Dios, como muertos que hanvuelto a la vida» Rom 6, 3-11. 13.

1. Morir con Øl-vivir con Øl Rom 6. Este texto, rico en contenido, pone de manifiesto que el rito solemne de inmersión y emersiónes la vertiente externa de un suceso donde se trata de la vida y lamuerte, de la ruina mortal del pecado y de la liberación para una nuevavida vivida en el Espíritu de Jesœs. Todo lo «mortal» queda así vencido;la certeza esperanzada de la resurrección se convierte en el impulsopara dar margen, ya ahora, y prestar una figura a la «nueva vida».«El bautismo no marca sólo el trÆnsito a la fe cristiana y la entradaen la comunidad; no es sólo el comienzo de la existencia cristiana,sino tambiØn la llamada constante a esa existencia, el estímulo incesante para la realización de la vida cristiana en el mundo... Por esose puede considerar el bautismo como rito de iniciación, con la salvedad de que la iniciación representa el comienzo de un camino queel bautizado ha de recorrer por medio de la comunidad y con ellaen este mundo... Pablo desarrolla su doctrina sobre el bautismo enRom 6 rechazando una falsa consecuencia de su doctrina de la gracia.Pablo exige una vida moral acorde con la novedad de la vida otorgadapor Dios, un servicio de Dios consecuente y radical en sustitución dela antigua servidumbre al poder del pecado... el bautismo lleva al<servicio de Dios en la vida diaria del mundo, un servicio a loshermanos y a todos los hombres, que trae nuevas exigencias y nuevosproblemas cada día... Así se facilita a los creyentes el seguimiento deCristo mediante el bautismo y se exige al mismo tiempo el seguimientodiario y perpetuo»9.

9. R. Schnackenburg, Die Taufe in bib!ischer Sichr. en W, Mo!inski ed.Diskussion um die Taufe. München 197!, t5-36, aquí 25 s.

396 Lo que nosotros creemos

El bautismo nos incorpora al destino de Jesœs, y en esta participación orienta la existencia mortal hacia una nueva esfera de vida. Esinmersión, quedar sumergido, anegado, morir el hombre antiguo; yes emerger, ascender, resucitar el hombre nuevo a una nueva vida enel Espíritu.

Los primeros cristianos no tuvieron reparo en llamar al nuevo estado, a lanueva forma de vida en que entra el bautizado, «nueva creación’>, como dicePablo; literalmente, «nueva vida»; y a! acto sacramental del nuevo devenir,regeneración. Es cierto que este concepto se encuentra en el nuevo testamentosólo en estratos de tradición relativamente tardíos, pero en diversas corrientes.de forma que cabe concluir: desde la segunda generación el tØrmino «regeneración» se utilizó en toda la Iglesia grecohablante. Muy pronto designóhabitualmente, como en Justino e Ireneo, el bautismo y sus efectos, poniendoel Ønfasis en que esta regeneración es obra del Dios vivo en su Espíritu santo:«Pero se hizo visible la bondad de Dios y su amor por los hombres, y entonces,no en base a las buenas obras que hubiØramos hecho, sino por su misericordia,nos salvó con el baæo regenerador y renovador, con el Espíritu santo que Diosderramó copiosamente sobre nosotros por medio de nuestro salvador Jesucristo.Así, rehabilitados por Dios por pura generosidad, somos herederos, con esperanza de una vida eterna. Esto es mucha verdad y en ello quiero que seascategórico, para que los que ya creen en Dios pongan empeæo ea seæalarse enhacer el bien>’ Tit 3, 4-8; cf. 1 Fe 1, 3. 23. TambiØn nos resultan familiaresel diÆlogo de Jesœs con Nicodemo cf. Jn 3, la regeneración por el agua y elEspíritu y la relevante idea del evangelio de Juan segœn la cual esta nueva vida.este nuevo modo de existencia, sólo se mantiene en estrecha conexión con sucorriente vital. El sarmiento ha de estar ligado a la verdadera vid: el quepermanece en mí, y yo en Øl, el que sigue conmigo y yo con Øl, es quien dafruto abundante cf. Jn 15, 1-8.

La «regeneración» no es un tØrmino meramente enfÆtico, metafórico,para expresar una mayor conciencia de responsabilidad y el compromisosocial al servicio de los hermanos. Eso es, sin duda, la piedra de toquey el criterio para juzgar la nueva vida en el Espíritu: «El que dice quepermanece en Øl, debe vivir tambiØn como Øl vivió... El que ama a suhermano estÆ en la luz, y no hay ocasión de ruina para Øl...» 1 Jn 2,6. 10. Pero esta argumentación adquiere todo su vigor y su contundenciapor la creencia de que aquel que se ha sumergido en la corriente vitaldel amor divino, ha empezado ya la muerte en este aspecto. No tienepor quØ temer por el futuro de su vida. El amor nos da seguridad parael día del juicio cf. 1 Jn 4, 17. El que se niega al amor, no escapa alas ganas de la muerte, pero «nosotros sabemos que hemos pasado dela muerte a la vida porque amamos a los hermanos» 1 Jn 3, 14. Estailuminación, la certeza de la nueva vida, definitiva y eterna, se noscomunicó, como insiste la primera carta de Juan, gracias a la «unción»

E/perdón de los pecados 397

ene! bautismo con el Espíritu vital del Glorificado: «A vosotros, ademÆs,el Consagrado os confirió una unción y todos tenØis ya conocimiento...Lo que oísteis desde el principio, debe permanecer en vosotros; entoncesvosotros permanecØis en el Hijo y en e! Padre. Y su promesa hecha anosotros es la vida eterna... La unción que habØis recibido permaneceen vosotros y vosotros no necesitÆis que nadie os enseæe. Todo lo quesu unción os enseæa es verdad y no mentira. Permaneced en Øl, comosu unción os ha enseæado’> 1 Jn 2, 20. 24-27. Su Espíritu es vida, yaahora y por siempre.

2. El signo del agua y el Espíritu. Las investigaciones históricas sobre la gØnesis de la praxis bautismal cristiana ponen en claroque el rito de iniciación de los discípulos de Jesœs se inspira en elbautismo de Juan, «porque hay desde el principio una conexión histórica entre el movimiento del Bautista y la comunidad de Jesœs: Jesœsmismo y una parte de sus seguidores se hicieron bautizar por Juan, yla figura del Bautista ocupa un puesto eminente e innegable en latradición cristiana primitiva»’. Jesœs no bautizaba, pero la comunidadpospascual de sus discípulos bautizaba desde el principio con la mayornaturalidad, sin que haya el menor indicio de que este «sacramento>’tuviera necesidad de arraigar e imponerse. Ciertos intentos del pasadoen el sentido de derivar el bautismo cristiano de ritos mistØricos delhelenismo se han desechado hace tiempo como erróneos y hoy nadielos toma en serio. El hecho de que Jesœs no sólo reconociera sinreservas la actividad del Bautista cf. por ejemplo Mt 11, 7-9; Lc 7,24-35: Mc 11, 27-33. sino que adoptase este signo penitencial escatológico de Juan, da origen, por tanto, al bautismo «cristiano»: elbautismo de Jesucristo pasa a ser el paradigma del bautismo de loscristianos. Esto se puede demostrar claramente con la exposición delbautismo de Jesœs por Juan que hacen los evangelistas’’: la tradicióncristiana del bautismo de Jesœs relegó cada vez mÆs el carÆcter penitencial del bautismo de Juan y transfirió en los relatos la acciónsoteriológica divina a la persona de Jesœs. Esta observación estÆ enconsonancia con la peculiaridad de los textos bíblicos. Estos relatansiempre el pasado refiriØndolo al significado permanente y actual delo narrado. El relato y el testimonio se convierten en proclamación.Esto significa, para la perícopa sobre el bautismo de Jesœs, que lacomprensión del bautismo cristiano practicado se inscribe cada vez

10. 0. Lohfink, Der Ursprung der christlichen Taufe: Theoiogische Quartalschrift 156 t976 35-54. aquí 43.

JI. Cf. Ch. Schütz, El bautismo de Jesœs, en Mysrerium Sa/uds 11112, Madrid1969. 72-88.

398 Lo que nosotros crt’eoia.

mÆs en la descripción del bautismo del propio Jesœs, y de ese modose reinterpreta, cristologiza, y cristianiza el bautismo de Juan en lapersona de Jesœs. El mismo es, en cierto modo, el punto de cristalización; su propio bautismo es el lugar que define la praxis bautismalen la Iglesia, donde se encuentran el signo del agua y la plenitud delEspíritu. El signo externo del bautismo de Juan adquiere como contenido la nueva realidad de Jesœs: el agua y el Espíritu se influyenrecíprocamente.

Fue creencia de los discípulos de Jesœs que la situación escatológicase había hecho aœn mÆs inequívoca. El carÆcter escatológico de laØpoca se intensificó con la cruz y la elevación de Jesœs; la salvaciónya iniciada se presentaba con mayor urgencia y los discípulos de Jesœsasumían con mÆs fuerza los postulados del Bautista. Pero, al mismotiempo, Dios se acercaba a todos de un modo nuevo: como Espírituvivo del Jesœs elevado. En la tensa espera pospascual orientada haciala próxima venida del Seæor, ante la impresión, aœn viva, que habíadejado Juan, el predicador de la penitencia, ante la persistencia de subautismo aun despuØs de su muerte, porque se había formado unaespecie de movimiento mesiÆnico del Bautista, los primeros discípulosutilizaron en su predicación a los judíos. por una parte, este signoimpresionante y se apartaron, por otra, de Juan, llenando ese signode nuevo contenido y haciendo de Øl un bautismo en el nombre delMesías Jesœs. Administrando este signo del «agua y el Espíritu», losprimeros cristianos expresaron la idea de una conversión preparatoriapara el inicio del reinado de Dios mediante la entrega a Jesucristo,con un talante de confianza en la salvación y no de temor al juicio.La nueva vida, que rebosó en Øl, nos llega tambiØn a nosotros. Elreino de Dios comenzó en Jesucristo y se le ofrece por medio delEspíritu Santo a aquel que se deja unir a Øl bajo el signo del agua.

c Recepción en el pueblo de Dios.

Uno se hace cristiano por mediación de otros cristianos. Para hacerse cristiano y, mÆs aœn para serlo, se precisa la comunidad creyente.Sólo mediante ella llegó el evangelio a nosotros. Pero la comunidades mÆs importante aœn como espacio concreto para vivir la fe, comolugar para vivir la esperanza, como base para un asentimiento personalde fe. Lo decisivo de esta frase elemental «uno se hace cristiano pormediación de otros cristianos» apunta a la Iglesia como «sacramentode salvación», al hecho de que Dios mismo hace de esta comunidad,por medio del Espíritu santo, el lugar de salvación. Nos encontrÆbamosya con esta idea teológica al intentar comprender el fenómeno del

El perdón de los pecados 399

«pecado original>’ como perturbación de la estructura comunicativa,perturbación que el bautismo subsana al abrir y otorgar al bautizadoun espacio nuevo, «positivo», de relación mediante su recepción enel «pueblo de Dios» que intenta vivir conforme a la «ley del Espíritude Dios».

1. La comunidad como espacio vital. Tales fórmulas suelenresultar un tanto solemnes y parecen desligadas de la cruda realidad.No obstante, se inspiran en experiencias vitales totalmente originarias.Para los miembros de los pueblos nómadas, por ejemplo, es algo obvioque uno se encuentra perdido fuera de su clan. La soledad puederesultar mortal, como se comprueba -de otro modo- en las viviendas-silos actuales. La familia, los parientes, la estirpe como espacio acogedor para el individuo, todo eso quedó grabado en la conciencia deIsrael incluso despuØs de la conquista de CanaÆn. En la complejahistoria del primer pueblo de Dios, este «espacio vital» se fue conviniendo en una magnitud incluso teológica, porque se vivió y seinterpretó la asistencia y la guía de YahvØ como una fuerza dominadorade la historia que estaba al servicio del pueblo y donde el individuoparticipaba insertÆndose en ese pueblo y en las leyes dadas por YahvØ.El œltimo concilio alude a esta experiencia fundamental: «Dios noquiso santificar y salvar a los hombres individualmente, con independencia de cualquier vinculación recíproca, sino hacer de ellos un puebloque le reconociera con sinceridad y le sirviera con santidad. Por esoeligió al pueblo de Israel como propiedad suya, selló con Øl una alianzay le fue instruyendo gradualmente... Pero todo esto sirvió como reparación y como imagen de esa alianza perfecta y nueva que había desellar en Cristo... Dios convocó y fundó como Iglesia suya la asambleade aquellos que creen en Cristo como autor de la salvación y origende la unidad y de la paz, a fin de que ella sea para todos y cada unoel sacramento visible de esta unidad salvadora» Lumen gentium, 9.El trÆnsito desde el lugar de las tinieblas y de la muerte al lugar dela luz y de la vida se produce mediante la recepción en la comunidadde los creyentes realizada por el Espíritu de Dios, mediante el bautismo. Este es el rito sacramental bÆsico de iniciación. «El hombre serelaciona con Dios al relacionarse con el semejante. La fe se dirigeesencialmente al <tœ> y al <nosotros>, y a travØs de esta doble conexiónliga al hombre con Dios. Esto significa, a la inversa, que la relacióncon Dios y la coexistencia humana son inseparables en virtud de laforma intrínseca de la fe: las relaciones con Dios. con el <tœ> y conel <nosotros> se implican entre sí y no se yuxtaponen simplemente...

400 Lo QMS I.O,OWOS trismo,

Dios quiere acceder al hombre por medio del hombre, busca al hombreen su existencia comunitaria>"2.

Ahora bien, si la comunidad de hermanos y hermanas de Jesœs,fundada por la comunidad y el amor del Padre y, por ello, libre de lacarga de pecados de la vida anterior, intenta vivir y obrar partiendode este Espíritu santo, ese intento se reflejarÆ, siquiera inicialmente yde modo provisional, en signos como conllevar la carga de los otros,compartir los propios recursos y fuerzas, no responder a la maldadcon la maldad, soportar los infortunios y la muerte como Jesœs, conla esperanza puesta en la nueva vida que Øl inició ejemplarmente;encontrar en el seguimiento de Jesœs ese nuevo espacio vital donde sepueda respirar y reír, donde no haya que estar a la defensiva; no tenerque ocultar y disimular nuestras debilidades y necesidades, no tenerque cuidar la imagen constantemente ni estar preocupados por el prestigio, poder ser nosotros mismos, acogidos al amor de los hombres yprotegidos en el amor de Dios, que se manifiesta precisamente en eso.Ya sØ que este cuadro de la «verdadera iglesia de Jesucristo» tiene losrasgos de una utopía. Pero ¿esta utopía real no forma parte de la visióndel reino de Dios cuyo inicio Jesœs anunció y que comenzó ya con supropia vida?

2. Bautismo e incorporación a la Iglesia. El hombre se incorpora a la iglesia de Cristo por medio del bautismo y en ella se hacepersona con los derechos y deberes que... son propios de los cristianos...>’. Esta frase lapidaria del can. 96 del Codex Jons Canonicipierde su profundidad bÆsica, no sólo por la condición restrictiva quele sigue: «mientras permanezca en la comunión eclesial», sino sobretodo por el lastre histórico de las divisiones confesionales y sus modalidades concretas. ¿QuiØn pertenece a la iglesia de Jesucristo? Elœltimo concilio aborda de nuevo, con cautela y tacto, esta pregunta.Asumiendo y prolongando la labor positiva, pero insatisfactoria, dePío XII, los obispos describen la pertenencia a la Iglesia como unarealidad escalonada, como una estructura de relaciones estratificadaque consta de diversos elementos. De ese modo intentan tomar enconsideración tanto la situación fÆctica de las confesiones separadascomo la afirmación teológica fundamental de la œnica iglesia deJesucristo’3.

Con ese fin, los obispos dibujan un cuadro que consta de círculos concØntricos, por decirlo en forma simplificada: los católicos que viven su fe de modo

12. J. Ratzinger, Introducción al cristianismo, Salamanca 61987 69.13 Cf. A. Grillmeier, Kommentar za Kap. II von Lumen gentium, en LThK

Erg&nzungsband 1, 1966. 176-207, especialmente 194-205.

El perdón de los pecados 401

consciente estÆn <plenamente incorporados» plene ¡ncorporati a la iglesia,ya que responden a los criterios elaborados por Pío XII, de comunión en feintegral, en todos los sacramentos y en la dirección de los obispos y el papa.Esto indica ya claramente que esa pertenencia no es un «dato» estÆtico, sinoun proceso de crecimiento desde la opción personal. En un segundo «círculo»se hace referencia a todos los otros bautizados los cristianos no católico-romanos: «La Iglesia sabe que estÆ ligada semeripsam movit coniunclam pormuchos lazos a aquellos que comparten por el bautismo el honor del nombrecristiano, pero no profesan la fe plena o no conservan la unidad de la comunióncon el sucesor de Pedro...» Lumen gentium. 15. A continuación, el textoespecifica la fuerza de la fe, el celo religioso y los bienes espirituales que ellosposeen. El concilio no destaca, pues, lo que separa, sino la amplia base de locomœn. Un «tercer círculo» incluye al resto de los hombres que -de di’ersomodo- estÆn «ordenados» ordinantur al œnico pueblo de Dios. El conciliomenciona en la cœspide al primer pueblo elegido, los judíos, y despuØs a losmusulmanes: a los creyentes que adoran con nosotros al Dios uno. Llama laatención que nadie quede excluido de este «círculo exterior» del modelo: «Diostampoco estÆ lejos de aquellos otros que buscan en la oscuridad y en imÆgenesal Dios desconocido, ya que Øl brinda a todos la vida y la respiración y todolo demÆs cf. Hech 17, 25-28 y quiere, corno redentor, que todos los hombresse salven cf. 1 Tim 2, 4. En efecto, el que ignora sin culpa el evangelio deCristo y st’ lgJesia, pero trata de buscar a Dios con el corazón sincero e intentacumplir su voluntad conocida en la voz de la conciencia bajo la influencia dela gracia, puede alcanzar la salvación eterna. La providencia divina tampocorehœsa lo necesario a todos los que sin culpa suya no han llegado al conocimientoexplícito de Dios, pero se esfuerzan, no sin la gracia divina, en llevar una vidahonesta. En efecto, lo que hay en ellos de bueno y verdadero, la Iglesia loconsidera como preparación para la buena noticia y como don de aquel queilumina a todo hombre para que posea la vida» Lumen gentium. 16. Estasconsideraciones positivas no convierten en superflua la difusión misionera delevangelio de Jesucristo, como seæala el concilio, sino que la hace aœn mÆsurgente, dada la abundancia del mil en nuestro mundo. Precisamente este«cfrculo» externo en la idea de una pertenencia escalonada a la Iglesia esimportante para comprender su relación con toda la humanidad y buscar yfacilitar su unidad plena.

Este texto subraya, por una parte, la importancia del bautismo eimplica, por otra -en dirección contraria, de algœn modo- una aparente relativización de la necesidad del bautismo.

El concilio Vaticano II dice, entre otras cosas, acerca del bautismoen las iglesias separadas: «El bautismo establece, pues, un vínculosacramental de unidad entre todos los que renacen por medio de Øl.No obstante, el bautismo es sólo un comienzo y punto de partida, yaque estÆ destinado por su esencia al logro de la plenitud de vida enCristo. Por eso, el bautismo estÆ ordenado a la profesión mÆs completade la fe, a la incorporación plena en el organismo de salvación querido

402 Lo que nosotros creemos

por Cristo y, en fin, a la inserción completa en la comunidad eucarística» Unitatis redintegratio, 22.

Estas y otras declaraciones similares han servido para reforzar enla conciencia general de los fieles y en la teología la conciencia deque los elementos comunes entre las confesiones son notablementemayores que las diferencias, y que existe por ello una buena base departida en el esfuerzo por alcanzar en todas las cuestiones fundamentales del creer, del orar y del obrar una coincidencia fundada en elEspíritu de Cristo. El bautismo sirve, pues, de estímulo para hacersiempre exactamente lo que conduce a la unidad: vivir del Espíritu deJesucristo, dejamos implicar en su destino. Pero justamente ahí residela gran dificultad de esta empresa. En efecto, la adaptación a Jesœsno es simplemente un plan nuestro y una obra nuestra. Cuando esadifícil adaptación se produce, es siempre y a la vez un don de Dios.Cuanto mÆs consecuentes seamos con el bautismo, cuanto mÆs cristianos seamos, tanto mÆs fuerte se hace la comunión, tanto mÆs nosconvertimos desde diversas confesiones, mediante <un solo bautismopara el perdón de los pecados», en la œnica iglesia de Jesucristo. Esteobjetivo comœn de nuestra fe estÆ aœn sin realizarse. A ello se refierela œltima declaración del Consejo de las Iglesias: «Si se realiza.., launidad del bautismo, se puede dar ‘un autØntico testimonio cristianoen favor del amor salvador y reconciliador de Dios. Por eso nuestroœnico bautismo en Cristo es un llamamiento a las iglesias para superarsus escisiones y manifestar su comunión visiblemente»’4.

3. La «necesidad del bautismo para la salvación». Pero estainsistencia en la misericordia de Dios y en su «voluntad salvíficageneral» ¿no significa, al parecer, una clara relativización del bautismocristiano y de su necesidad para la salvación»? Vamos a seæalar ycomentar brevemente cuatro aspectos:a Con el título tradicional de «necesidad del bautismo para la

salvación» se aborda fundamentalmente el tema de la signficación universal de Jesucristo. La tradición tomó siempre muy en serio la frase deJesœs en el evangelio de Juan: «El que no nace del agua y del Espírituno puede entrar en el reino de Dios» Jn 3, 5, cf. 3, 3, y la considerócomo una grave obligación. En el trasfondo estÆ la convicción cristianafundamental sobre el carÆcter escatológico, es decir, sobre la forma definitiva y la universalidad de la misión salvífica de Jesucristo, que sueleabordarse desde el idealismo alemÆn como «pretensión de validez absolutadel cristianismo». Las frases de los evangelios: «al Padre lo conoce sólo

14. Taufe, Eucharistie und Amt Lima-Erklürung, Toufe D. 6, Frankfurt/Paderborn 1982, 10 s.

El perdón de los pecados 403

el Hijo...» Mt 11, 27; Le 10, 22, «nadie se acerca al Padre sino pormí» Jn 14, 6, son la versión concreta de esa idea. El bautismo incorporaal hombre cristiano en el destino de Jesœs. Por eso la «necesidad delbautismo para la salvación» es la expresión concreta del nexo históricode Dios con Jesœs: Dios en Jesœs, salvación para todo el mundo.

f» Ello presupone la posibilidad de la opción defe. La correlaciónindisoluble entre el bautismo y la fe, la cual es o tiene que llegar aser, en el caso del bautismo de infantes una entrega consciente y unadecisión responsable, preservØ a los cristianos, desde el principio, deafirmar una necesidad absoluta, sin excepción. del bautismo de agua.Muy pronto se consideró, por ejemplo, el martirio de un catecœmenocomo equivalente, porque se producía realmente lo que el bautismohacía sacramentalmente: bajar a morir con Jesœs y resurgir a una nuevavida «bautismo de sangre». Y ya Ambrosio, el gran obispo milanØsdel siglo IV, seæala que puede haber algo así como un «anticipo» delbautismo, una justificación mediante el deseo de recibir el bautismo,idea que nos es familiar con el tØrmino «bautismo de deseo». El sentidoes que una persona que vive conforme a su conciencia y que hubieradeseado el bautismo de haber conocido su significación -y se veprivada de Øl por ignorancia o error- se puede salvar mediante el votuinsacramenti. Somos conscientes de la insuficiencia de esta construcciónsuplementaria. La idea, con todo, es importante porque preserva elbautismo de un malentendido mÆgico-mecÆnico y mantiene abierto elespacio para la decisión humana. En fórmula un tanto extrema sepodría decir que el bautismo es necesario para aquel que tiene laposibilidad de conocerlo.

y Un presupuesto fundamental del hecho soteriológico que seproduce en el bautismo es la voluntad salvi’fica unii’ersal de Dios. Enla descripción de la necesidad del bautismo y de la fe para la salvaciónhay que emplear un lenguaje matizado, no sólo porque la fe es unadecisión libre del hombre, sino tambiØn por una razón directamenteteológica: el nuevo testamento expresa inequívocamente la voluntadsalvífica de Dios: «El favor de Dios se hizo visible, trayendo salvaciónpara todos los hombres» Tit 2, 11; algo similar 1 Tiro 4, 10 y 1 Tim2, 4-6. Ante el hecho de que la mayoría de los hombres que hanvivido hasta ahora y la mayoría de los que viven actualmente no hanrecibido el bautismo, y muchos de ellos, si no la mayoría, sin culpasuya, sino mÆs bien nuestra, se plantea aquí una gran dificultad y unproblema que afecta directamente a la imagen de Dios; la cuestión delpoder, la bondad y la justicia de Dios’5. El hecho de que sólo una

15. Exactamente en este punto se apoya la relevante idea de Karl Rahner, quienintenta abordar el tema con su discutido concepto de «cristianismo anónimo»: Cf.

404 Lo qe noavirot Cramos

parte de los hombres se salve mediante el bautismo parece estar encontradicción con el aserto del significado salvífico universal de Jesœs.Pero una reflexión atenta puede mostrar que tambiØn las personas «nobautizadas» pueden encontrar su salvación en su «fraternidad» conJesœs, en virtud de su ordenación originaria al «œltimo hombre», enel que Dios se ofrece como salvador a la humanidad perdida, por serel «primogØnito» de todos nosotros. La «voluntad salvífica universal»de Dios no reduce la significación universal de Jesœs, sino que le prestadimensiones cósmicas. Pero estÆ claro que de ese modo se relativizauna concepción demasiado irreflexiva «literal» de la importanciasoteriológica del bautismo: ¡las posibilidades de Dios y las de su Hijoglorificado por medio del Espíritu santo son superiores a las de suiglesia bautizante!

6 Queda, no obstante, el fenómeno de la enojosa concreción dela revelación. No podemos ignorar que Dios vincula su automanifestación a este Jesœs y a los que le siguen. Si se trata de que todos loshombres vivamos y muramos «en el Espíritu de Jesœs», serÆ de importancia decisiva que conozcamos o no el evangelio, que conozcamosa Jesœs, su palabra y su camino. Por eso la misión, el anuncio delcamino de Jesœs, pertenece al nœcleo de la idea de seguimiento. Nose es cristiano para sí mismo, sino para los otros. La Iglesia sin misiónno es ya una Iglesia de Jesucristo.

Afirmemos, como conclusión, que el principio sobre la necesidaddel bautismo para la salvación es la versión concreta de la creenciaen la significación universal de Jesucristo. En virtud de la humanización de Dios en Jesœs de Nazaret, cada ser humano estÆ destinadoy es llamado a ser el hermano y la hermana de Jesucristo. La necesidadsoteriológica de la toma de contacto con Øl, debe describirse salvaguardando tanto la libertad del hombre en su realización existencialopción de fe como la soberanía de Dios sobre toda la historia de lahumanidad voluntad salvífica universal.

3. La penitencia sacramental, tabla de salvación despuØs del naufragio.

La riqueza de contenido del acontecimiento del bautismo se desdobló en el curso de los siglos, por la presión de las experiencias yel impulso de la vida comunitaria concreta, en otras dos realizaciones

K. Rahner, Los cristianos anónimos, Id., Escritos de teología Vt, Madrid 1969,535-544; Id., Anonymes Christentum und Missionsauftrag der Kirche, en Id., Schrften zur Theologie IX, Linsiedeln 1970, 498-515; Id., Bemerkungen zum Problemdes anonymen Christen, en Id,. Schriften rin- Theologie X. Einsiedeln 1972, 531-546 cf. bibliografía.

El perdón de ¡os pecados 405

sacramentales: la infusión del Espíritu para llevar una vida cristianaconsciente y responsable como miembro de la comunidad en la confirmación; y la fuerza de la gracia de Dios que perdona el pecado ytransforma para una nueva vida en el sacramento de la penitencia.

Así se constata, una vez mÆs, la estrecha relación existente entreel perdón del pecado y la santificación del pecador, por una parte, yla comunidad creyente, por otra. Ya en el antiguo testamento era unaidea corriente que la penitencia y la renovación, la expiación de laculpa cometida contra los semejantes y delante de Dios, se producenen la comunidad del pueblo cf. Jue 20, 26; 1 Sam 7, 6; Jer 36, 6-9;JI 1 y 2; Os 14, 2-4. Esta conciencia se intensifica aœn mÆs en lacomunidad de la nueva alianza.

a El «servicio de reconciliación» permanente

Parece, a primera vista, que el papel del pueblo queda relegadopor la aparición del Hijo humanizado y ante su función en el trato conlos pecadores. Su frase «tus pecados quedan perdonados» Mc 2, 5 ypassim es la cualificación interpretativa de su conducta. El pecadorexperimenta la superación de su situación desesperada por la actitudconcreta de Jesœs, por la comunión con Øl: <Zaqueo, tengo que hospedarme en tu casa... Hoy ha llegado la salvación a esta casa» cf.Lc 19, 1-10. La proclamación de la bondad de Dios, la verdad deque Dios no quiere aniquilar, sino curar y salvar, se concreta en lacomunión asumida con Jesœs. El que estÆ unido a Jesœs, estÆ unidoal Padre; el que vive su entrega y promesa, vive el perdón de Dios.En el trato con Jesœs, la referencia a Dios y la referencia interhumanason inseparables definitivamente. Esta formulación pone en claro queaquí se produce una radicalización de eso que hemos llamado la mediación social del perdón. Esto aparece concretamente, en los escritosdel nuevo testamento, observando cómo los primeros cristianos asumieron y concibieron como su propia misión este «papel» que Jesœsejerció por la fuerza de su Espíritu. El Seæor glorificado estÆ presentecomo el perdonador cf. Jn 20, 21-23. Y eso es necesario, por desgracia, ante los muchos fracasos de los cristianos. Pero se reconocela actividad perdonadora de Jesœs como tarea de todos los miembrosde la comunidad: todos los cristianos deben esforzarse en superar elpecado de la comunidad cf. GÆl 6, 1-2, y los «servicios especiales»tienen tambiØn, obviamente, una responsabilidad especial en que lapalabra de reconciliación divina permanezca viva en la comunidad:Todo eso viene de Dios, que nos reconcilió consigo por medio deCristo y nos encomendó el servicio de reconciliación... Somos, pues,

406 Lo que nosotros creemos

embajadores de Cristo, y es como si Dios exhortara por nuestro medio.Por Cristo os lo pido, dejaos reconciliar con Dios» 2 Cor 5, 18- 20.En el evangelio de Mateo se advierte incluso una regulación concretadel procedimiento penitencial», que incluye indisolublemente frasesde Jesœs prepascuales, la experiencia pospascual del Espíritu y la vidacomunitaria concreta de la iglesia de Mateo. «Si tu hermano te ofende,ve y hÆzselo ver, a solas entre los dos. Si te hace caso, has ganado atu hermano. Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para quetoda la cuestión quede zanjada apoyÆndose en dos o tres testigos. Sino les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquieraa la comunidad, considØralo como un pagano o un publicano. Osaseguro que todo lo que atØis en la tierra quedarÆ desatado en e1 cielo»Mt 18, 15-18. Hay, pues, un procedimiento escalonado que se vahaciendo gradualmente oficial. Sólo cuando el hermano ha hecho todolo posible para el arreglo y falta la voluntad de enmienda, puederomperse el vínculo de la comunidad. Pero esa exclusión no es sólouna regulación humano-pragmÆtica, sino que el atar y desatar’> esvÆlido tambiØn «en el cielo». E] Seæor glorificado actœa por mediodel Espíritu en la «reelaboración» del pecado. El desata, perdona,sanciona, fracasa eventualmente por la dureza y la ceguera del pecador.Sólo sobre la base de esta conciencia cristiana se puede lograr unavisión concreta de las formas concretas de penitencia eclesial.

b Cambios notables en la historia

Estos cambios, como demuestra la historia de la Iglesia, son tancomplejos y diferentes que obligan a decir que la penitencia sacramental es el sacramento con mayor amplitud de variación histórica ensu realización externa. Karl Rahner escribió ya en 1957 sobre estavariación: «La institución de la confesión, aun persistiendo en lo sustancial, ha experimentado cambios profundos... tanto que muchosdogmÆticos los hubieran declarado imposibles a priori. San JosØ nofabricó el primer confesionario. Pasaron muchos siglos sin que existiera la confesión. Un gran san Agustín no se confesó nunca. Hubosiglos en que los obispos galos exhortaban a hacer penitencia, pero aconfesarse sólo en el lecho de muerte. Hubo concilios que desaconsejaron administrar el sacramento a un joven en peligro de muerteporque podía sanar y el deber de expiación durante toda la vida podíaresultarle demasiado gravoso... Mientras que en la era patrística sólose podía recibir el sacramento una vez en la vida, y sólo en caso deemergencia, hubo sínodos particulares en el período carolingio queimpusieron la confesión tres veces al aæo... Hasta bien entrada la Edad

LI piSón di los pecados 407

Media predomina la opinión de que se puede hacer la confesión anteun laico en caso de necesidad así lo sostenía aœn Ignacio de Loyola’>’6.

Todos estos hechos muestran que tambiØn el sacramento de la penitencia es una realización vital concreta de la Iglesia que estuvo marcaday configurada, como todo lo vivo, por las circunstancias y condicionesextemas: desde la penitencia pœblica hecha una vez en la vida, impuestapor delitos capitales apostasía, asesinato, adulterio, que duraba muchassemanas, pasando por la «penitencia tarifaria», mÆs frecuente, introducidapor los monjes itinerantes iro-escoceses en Europa, con determinadasreparaciones por determinados delitos, hasta la «confesión individual",tan conocida de nosotros, para la cual el concilio de Trento estableció elarrepentimiento, la confesión oral y la satisfacción como las premisasesenciales por parte del penitente, y hasta los ensayos actuales, ante unaevidente crisis de la conciencia y de la prÆctica penitencial, de nuevasformas de celebración comœn y de administración individual’7. Seæalamosaquí algunos puntos interesantes que pueden ser œtiles para las reflexionessobre la renovación teológica y prÆctica8.

Tras la fuerte «individualización» que experimentó la penitenciay que fue determinante durante siglos, se ha redescubierto gradualmente en nuestro siglo la dimensión social de la culpa y del perdón.Uno de los teólogos pioneros fue Henri de Lubac, que -en medio derecelos y críticas- había escrito ya en 1938: «La eficacia del sacramentode la penitencia se puede explicar de modo anÆlogo a la eficacia delbautismo. No menos clara es aquí la relación entre el perdón sacramental y la readmisión en la comunidad, de la que el pecador se habíaseparado con su culpa. El rØgimen disciplinar y el instrumento depurificación interna estÆn ligados en este punto, no sólo de hecho,sino por la naturaleza de la cosa, si vale la expresión. La disciplinade la Iglesia primitiva expresaba este nexo natural de un modo mÆsenØrgico. Todo el proceso penitencia y absolución pœblica muestraclaramente que la reconciliación del pecador es una reconciliación conla Iglesia, y que Østa es el signo eficaz de la reconciliación con Dios’>’9.

16. K. Rahncr, Problemas de la confesión, en Id., Escritos de teología til,Madrid 1967, 219 Ss.

17. Sobre las cuestiones de celebración comœn de la penitencia, su formaconcreta y su rango jurídico y teológico cf. TIs. Schneider, Signos de la cercaníade Dios, 222 ss.

18. Cf. K. Rabner, Frílhe Bussgeschichre lo Einzeluntersuchungen, en Id, Sch‘-ifren zar Theolagie XI, Einsiedeln 1973; F. Nikolasch, fíe Feier der Busse, Thelogieuncí Liwrgie, Würzburg 1974; J. Finkenzeller/H. Griesi, Entspricht die Beichtpraxisder Kirche der Forderung Jesu zar Umkehr?, München 1971; J. Bommer, Befreiungvon Scludd. Gedanken za eíner vielJ?iltigen Bus-und Beichcpraxis, Zürich 1976; PM.Zulehner, Umkehr: Prinzip ciad Verwir/dichung. Am Beispiel Beichte, Frankfut 1979.

19. 11. de Lubac, Glauben aus der [jebe, Linsiedeln ‘1970, 78.

408 Lo que nosotros cretinos

c La dimensión eclesial del perdón de los pecados

Esta dimensión eclesial de la penitencia se ha expresado ya demodo oficial. El concilio Vaticano II presentó brevemente, en la constitución sobre la Iglesia, las siete realizaciones del sacramento radicalque es la Iglesia. Allí figura una œnica frase, pero aleccionadora, sobrela penitencia: «Pero Østos se acerca! al sacramento de la penitencia,obtienen el perdón de su misericordia por las ofensas hechas a Diosy se reconcilian a la vez simul con la Iglesia, a la que ellos hanherido con el pecado y que colabora en su conversión mediante elamor, el ejemplo y la oración» Lumen gentium, 11.

Si se contempla el debate teológico de los œltimos decenios, sorprende la naturalidad con que se acoge aquí una afirmación que fuecorriente en la Antigüedad, pero la Øpoca moderna combatió y cuestionó con toda clase de argumentos. TambiØn esto es un ejemplo dela necesidad, a menudo, de considerar mÆs allÆ del pasado reciente latradición global de la Iglesia, de recuperar el cuadro total. Esa creencia,en efecto, tiene una base bíblica y patrística, como veíamos, e inclusoen la Edad Media encontramos formulada la idea de que los pecadossólo los puede perdonar «el Cristo total», la cabeza con su cuerpo: laIglesia.

El œltimo concilio dejó abierta, deliberadamente, la cuestión delas relaciones entre la «absolución eclesial» y el favor gratuito deDios. Es opinión general de la teología contemporÆnea que se puedeutilizar la distinción clÆsica entre la acción significativa simbólica,externa, y la eficacia interna: la acción sacramental en la que setransmite la verdadera realidad, es el rito eclesial de la reconciliación. Y lo anunciado y realizado de ese modo es la reconciliacióncon Dios mismo. Y una œltima observación sobre esa frase: cadapecado tambiØn el pecado oculto y personal tiene el carÆcter deuna vulneración de la Iglesia, porque aquí queda daæado un determinado miembro de la Iglesia en su ser y en su función en latotalidad, en su fe, credibilidad y compromiso cristiano. Por eso,tambiØn la sanación dice el concilio -acontece por la participaciónde la comunidad. Esta frase secundaria: «La Iglesia que colaboraen su conversión mediante el amor, el ejemplo y la oración», es derelevancia teológica, pues estÆ claro que la comunidad creyenteparticipa en la realización penitencial concreta globalmente y nosólo mediante el sacerdote que absuelve20.

La recuperación del aspecto comunitario de la culpa y del perdónde los pecados que se refleja tambiØn en el Ordo paenitentiae, intro

20. Cf. K. Rahner, Das Sakrament der Busse ais Wiederversóhnung mil derKirche, en TU., Schriften zur Theologie VIII, Einsiede!n ¡967, 447-471, aquí 454.

El perdón di los picudos 409

ducido en 1974 por el Papa Pablo VI, para regular la nueva ordenacióndel sacramento de la penitencia impulsada por el œltimo concilio. Estose comprueba en muchos pasajes del texto, pero sobre todo en esenœcleo donde el proceso de perdón de ios pecados aparece con lamayor claridad: la «fórmula de la absolución»: «Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu santo para la remisión delos pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdón y lapaz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu santo.

Aparte la vinculación soteriológica a la iniciativa de Dios, se hablaaquí -por primera vez en una fórmula de absolución de la iglesiaoccidental- de «servicio de la Iglesia»21, de ese ministerio apostólicoque Pablo describe tan lapidariamente como ministerio de reconciliación en nombre de Cristo 2 Cor 5, 18.

d La predicación de conversión como llamada a la libertad

La predicación cristiana sobre la culpa y el tema del perdón de lospecados se consideraron y se siguen considerando hoy como recursospara deformar y esclavizar espiritualmente a los hombres. Pero justamente hoy se siente la necesidad de rehabilitar y aclarar en su sentidohumanizante la idea cristiana de la conversión y del perdón de lospecados: frente a la tendencia creciente a desviar la responsabilidadpor el mal del mundo hacia las «circunstancias» y las «estructuras,,,es mÆs importante que nunca apelar a la opción libre del individuo,porque sólo ella puede ser el punto donde apoyar el retorno al bienen lo grande y en lo pequeæo. Pero es preciso mostrar al mismo tiempola perspectiva liberadora abierta por la confianza en el perdón de Dios:«Nuestro lenguaje cristiano sobre la culpa y la conversión.., es unlenguaje descubridor de la libertad, que salvaguarda la libertad. Estelenguaje, en efecto, osa interpelar al hombre en su libertad inclusoallí donde hoy sólo se ve, muchas veces, la acción de fuerzas biológicas, económicas o sociales y donde se tiende a dispensar de cualquierresponsabilidad con el pretexto de esas fuerzas incoercibles. La fe enel perdón divino, que encuentra expresión en las mœltiples formas delservicio eclesial, y sobre todo en el sacramento de la penitencia, nonos aliena de nosotros mismos. Ella otorga la fuerza para ver nuestra

2!. Ambos aparecen destacados en el reciente breve apostólico >obre «Reconciliación y penitencia»; cf. Juan Pablo 11, Reconciliado a paenirentia 2. 12. 1984,n. 10-12.

410 Loqwrowtronrnmn

culpa y nuestro fracaso y aceptar nuestra vida culpable de cara a unfuturo mejor. Nos hace libres. Nos libera de una angustia existencialprofunda, que nos corroe por dentro, que atrofia mÆs y mÆs nuestrocorazón humano. No nos deja capitular ante la sospecha secreta deque nuestra capacidad de destruir y humillar es siempre superior anuestra capacidad de afirmar y de amar. Pero el perdón ofrecido porJesœs distingue al cristianismo de todos los lœgubres sistemas de unmoralismo riguroso, infatuado y triste. Nos !ibera de cualquier sobreesfuerzo estØril impuesto por el afÆn de perfección, agudizado ensentido moralista, que viene a amargar e! gozo de la responsabilidadconcreta. La idea cristiana de! perdón produce el gozo de esa responsabilidad personal que la iglesia necesita cada vez mÆs, que ella tieneque invocar y cultivar en el creciente anonimato de nuestra vida socialcon sus complejas situaciones, tan difíciles de abarcar».

22. Unsere Hoffnung, 15, en Synode 1, 1976, 94 s.