53897066 Knut Hamsun La Bendicion de La Tierra

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    KKNNUUTTHHAAMMSSUUNN

    BBeennddiicciinn ddee llaa ttiieerrrraa

    Traduccin de Jos Lleonart

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    BENDICIN DE LA TIERRA

    DeKNUT HAMSUN

    (Lom, Noruega, 1859 Grimstad, 1952)Idioma original: noruegoEvangelioTtulo original:Markens Grde

    Traduccin: Jos Lleonart

    Primera edicin: Kilboghamn, 1917.Gyldendal Ed.

    Esta edicin: Septiembre, 2005

    Digitalizacin y diseo del libro: Patyta

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    PRESENTACIN

    Algo tiene la prosa acompasada del noruego Knut Pedersen Hamsun del

    ritmo con que se suceden las estaciones, las noches y los das, la vida y la

    muerte. Su latido profundo es tal que los protagonistas humanos, por hondas

    que sean sus pasiones, jams llegan a opacar a ese otro gran personaje que

    aparece siempre en las obras de Hamsun: la tierra, feraz e inmensa. Es tal vez

    esa raz telrica lo que explica el atractivo enorme que este narrador nrdico

    ha ejercido sobre artistas de latitudes muy distantes. Al hablar de las lecturas

    que ms lo impresionaron durante lo que l considera su periodo formativo,el escritor Juan Rulfo ha sealado:

    Entre ellas, las obras de Knut Hamsun, las cuales le absorb

    realmente en una edad temprana. Tena unos catorce o quince aos

    cuando descubr este autor, quien me impresion mucho, llevndome a

    planos antes desconocidos. A un mundo brumoso, como es el mundo

    nrdico, no? Pero que al mismo tiempo me sustrajo de esta situacin

    tan luminosa donde vivimos nosotros este pas tan brillante, con esa luz

    tan intensa. Quiz por cierta tendencia a buscar precisamente algo

    nublado, algo matizado, no tan duro y tan cortante como era el ambiente

    en que uno viva. Entonces, de los autores nrdicos, Knut Hamsun fue en

    realidad el principio...

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    Knut Pedersen Hamsun naci en Judbranstal, en Noruega, el 4 de agosto

    de 1860. Hurfano desde pequeo, fue educado por un to que viva en las

    islas Loften: antes de que cumpliera diecisiete aos estaba ya convertido en

    aprendiz de zapatero, aunque al mismo tiempo haba comenzado a escribir.

    Pronto decidi correr mundo y probar fortuna: cruz el Atlntico y lleg a los

    Estados Unidos, donde se dedic a labrar la tierra, a ordear vacas, a dictar

    conferencias, a conducir un tranva tirado por caballos... Enriquecido slo

    con la experiencia, en 1883 regres a su patria, en donde pasara los tres

    aos siguientes dedicado al periodismo. En 1886 retorn a los Estados

    Unidos, ahora como corresponsal del peridico Verdens Gang aunque su

    espritu aventurero lo llev a trabajar algn tiempo como pescador en

    Terranova, en embarcaciones tan pequeas que a su lado era grande una

    cscara de nuez.

    A su regreso a Noruega, Hamsun public La vida espiritual de losEstados Unidos (1888), que no llam la atencin de nadie, como haba

    sucedido antes con un par de obritas que no pasaban de ser entusiastas

    arrebatos de adolescente. En cambio, en 1890 la aparicin de Hambre lo

    coloc de inmediato entre los escritores importantes del momento. Esta

    novela consta de un largo monlogo en que vemos cmo el protagonista, un

    joven aspirante a escritor, vive en una pesadilla perenne, acosado por la

    necesidad de comer: todo lo que lo rodea, todas sus aspiraciones, todos sus

    recuerdos palidecen ante la urgencia de satisfacer el llamado de su estmago

    vaco.

    Dos aos ms tarde, en 1892, dio a la estampa otra novela extraa,

    Misterios, que es la historia mstica de un hombre solitario. A veces se ha

    reprochado a Hamsun su falta de sentido social, su preferencia por los

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    protagonistas solitarios, marginados, incluso en rebelda contra las conven-

    ciones sociales. Lo cierto es que tales personajes constituyen no solamente

    estudios interesantes de ciertos aspectos de la psicologa humana, sino

    tambin una conmovedora profesin de fe en los valores individuales, en la

    capacidad del hombre para sobreponerse por s mismo a las circunstancias

    ms adversas. A lo largo de su abundantsima produccin, una y otra vez

    veremos alzarse a esos solitarios que se enfrentan a la vastedad de la tierra

    confiados en la fuerza de sus brazos.

    Uno de tales errabundos titanes es precisamente Isak, el protagonista de

    Bendicin de la tierra. En uno de los ltimos prrafos de la novela, Hamsun lo

    presenta as:

    All va Isak atravesando el campo. Sembrando. Un coloso, un

    tronco. Va vestido con la lana que le proporcionan sus rebaos, y calza

    zapatos de la piel de sus propios terneros y vacas. Conforme al usopiadoso, va con la cabeza descubierta mientras siembra. Es calvo en la

    parte superior del crneo, pero una corona que forman sus cabellos y su

    barba encuadra su cabeza. Es Isak, el margrave.

    Tal es la imagen ideal del hombre que propone Hamsun: temeroso de

    Dios, inclinado hacia la tierra para ganarse la vida, dueo de lo que tiene

    porque todo lo ha obtenido de su trabajo; apartado de la sociedad de los

    hombres, enemigo del progreso que facilita las labores, explorador y

    domeador de tierras nuevas.

    Bendicin de la tierra (tambin traducida como Los frutos de la tierra) es

    en varios sentidos una culminacin de la prolfica carrera de Hamsun, que lo

    llev a recibir en 1920, junto con el poeta suizo Spitteler, el premio Nobel de

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    literatura. En esta novela es quiz donde mejor expresa su mensaje: la nica

    forma en que el hombre puede encontrarse a s mismo es retornando a la

    naturaleza con el alma y el corazn puros. Este es un libro saturado de

    ternura, donde los personajes se enfrentan al escepticismo que inevi-

    tablemente despierta en ellos la dura lucha por la supervivencia. Sin

    embargo, por encima de esos momentos de vacilacin, prevalece en ellos la

    impronta que les deja el ms puro ascetismo y la religin suprema del amor.

    En 1940, durante la ocupacin alemana de Noruega, Hamsun simpatiz

    con el rgimen pro nazi de Quisling, lo que le vali la reprobacin de

    intelectuales de todo el mundo. Tras la liberacin de su patria fue arrestado,

    multado y encerrado en un hospital psiquitrico (1943). La ltima de sus

    obras, Por los senderos otra vez silvestres (1949), es un alegato en que quiso

    justificar su actitud. Despus de su muerte, acontecida en 1952, sus

    compatriotas han preferido relegar a un plano secundario ese episodio

    desafortunado, y han rendido justo homenaje a sus altas virtudes comoescritor.

    Los Editores

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    LIBROPRIMERO

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    La larga senda que luego de cruzar el pantano penetraba en el bosque, quin

    la haba trillado? El primer hombre, el primer ser humano que pis esas tierras

    no hall senda ninguna. Ms tarde, uno u otro animal debi de andar sobre las

    leves huellas que atravesaban charcas y cinagas, y marc un poco ms la

    senda, y luego, husmendola, algn que otro lapn la aprovechara en sus

    caminatas de montaa en montaa para vigilar sus renos.

    Y as surgi el camino, cruzando aquella anchurosa dula;1 camino de

    nadie, a travs de la tierra de nadie.El hombre llega en direccin Norte. Lleva a la espalda un saco, el saco

    contiene vveres y alguna herramienta. Es un hombre fornido y spero, con

    una barba herrumbrosa y unas cicatrices pequeas en la cara y en las manos.

    Provienen esas seales del ejercicio de su faena o de la lucha? Acaso acaba

    de salir de la crcel y busca dnde esconderse; o es, quizs, un filsofo que

    busca la paz. Lo cierto es que va de camino un hombre en medio de esa

    inmensa soledad. Anda y anda; la quietud que le rodea no la turba ni el canto

    de un pjaro, ni voz de animal alguno. De vez en cuando habla unas palabras

    consigo mismo. Ay, s; Dios eterno...!, dice. Cuando llega a tierras pan-

    tanosas, a lugares amenos o a claros del bosque, deja abandonado el saco, da

    1 Dula: Cada una de las porciones del terreno comunal o en rastrojera donde por turnopacen los ganados de los vecinos de un pueblo.

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    una vuelta por el paraje, investiga las condiciones del suelo; vuelve al cabo de

    un rato, se echa el saco a la espalda y prosigue su marcha. Esto dura todo el

    da; el hombre conoce las horas rigindose por el sol, y cuando cierra la noche

    se tiende en el suelo, sobre los brezos, y duerme haciendo almohada del brazo.

    Pasadas unas horas, reanuda su camino. Ay, s, Dios eterno! Vuelve a

    andar en direccin Norte, consulta el sol para saber la hora y se permite una

    tregua al medioda para comer un pedazo de pan duro y queso de cabra, bebe

    agua de un riachuelo y emprende de nuevo la caminata. Y viene otro da de

    marcha sin interrupcin; que son muchas las tierras que ha de examinar para

    comprobar si son hospitalarias. Qu es lo que busca? Espacio habitable, tie-

    rra de cultivo? Ser, quizs, un emigrante de las aldeas; pues sus ojos escrutan

    en derredor, y ms de una vez otea en todas direcciones desde la cima de una

    colina a la que ha trepado. El sol va de nuevo al ocaso.

    Se encuentra ahora en la parte oeste de un extenso valle de vegetacin

    mezclada, frondoso a trechos, donde alternan el bosque y los pastos. Y ashoras enteras. Oscurece; pero el hombre percibe el rumor de un ro, y este leve

    rumor es como algo vivo y le reanima. Al llegar a lo alto, ve mucho cielo

    lejano hacia el Sur, y el valle entreoscuro tendido abajo. Y se echa para

    dormir.

    Por la maana se le revela el extenso paisaje de bosque y pradera. Baja, y

    desde un rellano verde puede ver abajo un pedazo del ro y una liebre que ha

    pasado de un salto a la otra orilla. Con un movimiento de cabeza, el hombre se

    manifiesta complacido de que la anchura del ro sea tan poca que pueda

    saltarla una liebre. Aletea de pronto a sus pies una polla de las nieves y silba,

    arisca, a sus odos; el hombre vuelve a cabecear con agrado: Aqu hay aves,

    hay otras bestias! Esto se presenta bien! Pasa por encima de las matas de

    arndanos y de recortadas estrellas del bosque y bajos helechos; al detenerse

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    una y otra vez y escarbar en el suelo con un hierro, encuentra aqu una tierra

    forestal y ms all tierra cenagosa, abandonada desde miles de aos con follaje

    y ramas podridas. El hombre cabecea: Se establecer aqu! Vaya si se

    establecer! Unos das ms recorre la comarca, y vuelve cada noche a la ladera

    donde tiene su lecho de ramas de abeto, al abrigo de un saliente de la roca.

    Lo ms difcil haba sido encontrar el sitio, un sitio que nadie ocupara,

    todo para l; ahora comenzaran los das laboriosos. Antes que nada se lleg a

    los bosques algo ms lejanos para arrancar la corteza de los abedules, mientras

    la savia estaba todava en los rboles; apil luego las cortezas, muy apretadas,

    poniendo unas piedras encima, y las dej secar. Cuando tena una buena carga

    la llevaba a la aldea, que distaba de all algunas millas y las venda como

    material de construccin, y suba en cambio a la falda que escogiera como

    abrigo nuevos sacos repletos de vveres y herramientas: harina, tocino, un

    puchero, una azada. Incansable, recorra la senda trazada, siempre agobiado.

    Era un ser hecho para la carga; una gabarra2

    que atravesara los bosques. Ah!Pareca amar su profesin de andar mucho y de ir muy cargado cual si juzgara

    que la existencia sin llevar algo sobre la espalda era menospreciable e indigna

    de l.

    Un da volvi con su pesada carga a la espalda y, adems, con un par de

    cabras y un macho cabro atado a una soguilla. Era tal su satisfaccin que

    aquellas cabras le parecan valer lo que un par de vacas, y las trataba muy

    bien. El primer forastero, un lapn que iba de camino, apareci cierto da. Vio

    las cabras y adivin que iba a dar con alguien a quien pertenecan y que se

    haba establecido all, y pregunt:

    2 Gabarra: Barco pequeo y chato destinado a la carga y descarga en los puertos.

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    Piensas quedarte?

    S respondi el hombre.

    Cmo te llamas?

    Isak. Sabras dnde encontrar una muchacha que quisiera entrar a mi

    servicio?

    No, pero hablar de ello en el lugar de donde vengo.

    S, hazlo. Diles que tengo animales domsticos, pero que me falta

    quien los cuide.

    Isak, dijiste? Bien.

    El lapn pareca dispuesto a cumplir el encargo. El que habitaba en

    aquella ladera no tena trazas de fugitivo; de serlo, no hubiera dado su nombre.

    l, un fugitivo? En tal caso le hubieran seguido la pista. Era, sencillamente,

    un hombre laborioso que recoga forraje para el invierno, pensando en sus

    cabras; empezaba a remover la gleba3 para convertirla en campo de cultivo,

    quitaba las piedras y levantaba cercas. En otoo haba edificado ya suvivienda, una cabaa de barro, una choza caliente y de gruesa pared; no cru-

    jan sus junturas al embate de la tormenta y era de material incombustible. El

    hombre poda entrar en su morada, cerrar la puerta tras de s, y permanecer

    dentro, o, tambin, poda quedarse a la puerta mostrndose como dueo de su

    casa a cualquiera que pasara. Estaba la morada dividida en dos partes; la una

    era su habitacin, y la otra para las bestias. En el fondo, al abrigo del saliente

    de la roca, instal el henil. No faltaba nada.

    Otros dos lapones pasan por aquel sitio, padre e hijo. Se han detenido, y

    apoyando ambas manos sobre el cayado examinan la choza y la tierra

    preparada para el cultivo, y oyen all arriba las esquilas de las cabras.

    3 Terrn que se levanta con el arado.

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    Gente ha venido aqu que vale mucho dicen, despus de dar los

    buenos das. Los lapones son siempre aduladores.

    No sabras de una moza que me sirviera? pregunta Isak, que no tiene

    otra idea.

    Una moza para las faenas? No. Pero indagaremos.

    Me haris un gran favor. Diris que tengo una casa y tierra de

    labranza, y ganado, pero me falta una sirvienta que me ayude.

    Cada vez que bajaba a la aldea cargado de corteza de abedul, buscaba l

    mismo tal moza, pero no era fcil hallarla. Se haba entrevistado con una

    viuda y con algunas doncellas, ya de cierta edad, pero no se atrevieron a

    ofrecerle sus servicios e Isak no acertaba a comprender el porqu. Es que,

    realmente, no lo comprenda? Quin iba a querer servir a aquel hombre, tan

    lejos, en la tierra desierta, a varias millas de los dems hombres? El lugar

    habitado ms prximo se encontraba a un da entero de viaje! Y l no tena

    nada grato en su presencia; cuando hablaba, no era precisamente un tenor conlos ojos puestos en el cielo; antes bien, su voz era spera, tena algo de animal.

    Tendra que resignarse a vivir solo.

    Durante el invierno fabricaba artesas4 de madera, las venda en la aldea, y

    regresaba a travs de las nieves con sacos llenos de vveres y de herramientas.

    speras jornadas aqullas! Y cun pesada la carga! Los animales domsticos

    le impedan estar mucho fuera de su morada. Cmo arreglarse? La necesidad

    aguza el ingenio; y el hombre tena un cerebro fuerte, sin desgaste, y lo

    ejercitaba ms cada vez. Lo primero que haca antes de ausentarse era dejar

    sueltas las cabras para que pudieran satisfacer el hambre mordisqueando las

    ramas del bosque. Pues no era ste su nico recurso; suspenda sobre el ro un

    4 Cajn cuadrilongo, por lo comn de madera, que por sus cuatro lados va angostando haciael fondo. Sirve para amasar el pan y para otros usos.

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    gran cubo de madera que comunicaba con una reguera estrecha; el cubo

    tardaba unas catorce horas en llenarse. Cuando iba a rebosar tena

    precisamente el peso requerido para bajar, y al hacerlo tiraba de una cuerda

    que estaba en comunicacin con el henil, abrase una escotilla y caan tres

    raciones suficientes para el alimento de las bestias, y as stas quedaban

    saciadas.

    Tales eran sus recursos. Ingenioso invento, tal vez inspiracin divina, lo

    cierto es que el hombre sala del paso. Esto dio buen resultado hasta muy

    avanzado el otoo; vino luego la nieve, y la lluvia, y despus ms y ms nieve.

    La instalacin para el suministro del heno funcionaba mal: llenbase el cubo

    de agua de lluvia, y la escotilla se abra antes de tiempo. El hombre tap el

    cubo, que volvi a funcionar por corto tiempo; al llegar el invierno el tubo se

    hel y la instalacin qued inutilizada.

    Como su dueo, las cabras tuvieron que aprender a pasar necesidades.

    Fueron das de prueba. El hombre que tanto necesitaba de ayuda, no lareciba de nadie. No por esto se desanim. Perseverante en el

    acondicionamiento de su morada, abri una ventana en la cabaa, una ventana

    con dos cristales. Fue un da memorable y radiante aquel en que no necesit

    ya la llama del hogar para poder ver claro. Ahora poda estar sentado en el

    interior, y trabajar a la luz del sol en las artesas de madera que trocaba por

    vveres abajo en la aldea. Esto alivi su situacin. Ay, s, Dios eterno!

    No abra nunca un libro, pero Dios ocupaba a menudo sus pensamientos;

    y es que la confianza y la adoracin moraban en su alma. El cielo estrellado, el

    susurro del bosque, la soledad, las moles de nieve, las fuerzas de la tierra, y

    por encima de la tierra, ocupaban su nimo y le movan a la reflexin y a la

    piedad; sentase pecador y conoca el temor de Dios. Llegado el domingo, se

    lavaba para honrar el da festivo, pero trabajaba como los dems das.

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    Al asomar la primavera, labr su pequeo campo, y sembr en l unas

    patatas. Haba aumentado el nmero de su ganado, pues cada una de las cabras

    tuvo pequeos, y eran ahora entre grandes y menores siete cabras. Previsor,

    ensanch el establo, y tambin all sent un par de ventanas con sus cristales.

    Todo luca ms.

    Un da lleg la ayuda deseada; antes de atreverse a presentarse vag

    largamente por aquella ladera, y ya anocheca cuando se decidi a bajar. Era

    una muchacha de buena estatura, de ojos pardos; exuberante y tosca, tena las

    manos vigorosas y aunque no era lapona, calzaba zapatos de lapn; a la

    espalda llevaba un saco de piel de ternera. Ya no era joven; por decirlo

    discretamente, lindaba en los treinta aos.

    Por qu haba de tener miedo? Despus de saludar, aadi prontamente:

    Iba de paso hacia la sierra, y por eso he tomado este camino.

    Ah! dijo el hombre.

    No entenda bien a la moza, porque hablaba con poca claridad yvolviendo el rostro.

    S prosigui la muchacha. Y qu camino tan largo!

    S respondi Isak. Y vas a la sierra?

    S.

    A qu?

    Tengo all a mi gente.

    Ah! Tu gente vive all... Cmo te llamas?

    Inger. Y t?

    Isak.

    Ah! Isak. Y t vives aqu?

    Aqu vivo, como ves.

    Pues, no est mal dijo la muchacha en tono de elogio.

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    Isak raciocinaba ahora como todo hombre, y se le ocurri la idea de que

    alguien haba mandado a la moza directamente desde su casa y que no pensaba

    proseguir su camino. Probablemente tena noticia de que necesitaba el apoyo

    de una mujer.

    Entra y descansa dijo Isak.

    Entraron en la choza, comieron de la provisin que ella traa, y bebieron

    leche de cabra; prepararon luego caf del que la muchacha vena provista y,

    entretanto, reinaba ya la cordialidad entre los dos, antes de retirarse para

    dormir. Durante la noche, Isak la codiciaba, y ella no se neg.

    Por la maana Inger no continu su marcha y al da siguiente tampoco; se

    haca indispensable, ordeaba las cabras y restregaba los envases de madera

    con arena fina, para dejarlos flamantes. Ya no pens en la vuelta. Ella se

    llamaba Inger, y l Isak.

    Empez una nueva vida para el varn solitario. Slo haba un pero: su

    compaera hablaba un poco confuso, y por razn de tener el labio hendido asemejanza de un hocico de liebre, volva continuamente la cara; pero no caba

    lamentarse, porque sin esta boca desfigurada tal vez no se hubiera acercado

    nunca a l; de modo que aquel labio hendido era, al fin, causa de su felicidad.

    Y l, no tena tambin sus defectos? Achaparrado, y con su barba

    herrumbrosa, pareca visto a travs de un cristal combado. Y quin andaba

    por el mundo con tal expresin en el rostro? Si pareca estar siempre a punto

    de echar de s una especie de Barrabs. Ya era mucho que Inger no se hubiera

    escapado.

    Y no se escap. Al volver l, terminadas sus faenas, Inger velaba en la

    choza, ella y la casa eran una y la misma cosa.

    Ahora Isak tena que preocuparse de una persona ms, pero las

    compensaciones bien valan la pena: poda permanecer ms tiempo fuera de

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    casa, poda moverse. Haba un ro cercano, un ro amable, no slo por su

    aspecto, pues era profundo y de corriente rpida; tena cierta importancia, y

    seguramente vena de un gran lago situado en la sierra. Isak se procur los

    aparejos, y sali en busca del lago. A la vuelta, ya anocheciendo, llevaba una

    regular provisin de truchas y salmones. Inger le recibi asombrada,

    completamente anonadada y, juntando las manos, exclam: Quin lo dira!

    No dejaba de ver el gozo y orgullo que su elogio levantaba en el hombre, y

    aadi todava otras frases amables: que en su vida haba visto cosa se-

    mejante, y que no comprenda cmo haba logrado l conseguir tales cosas.

    En ste y en otros aspectos, Inger era una bendicin para el solitario de

    antao. No tena precisamente un rostro bonito y era ms o menos inteligente;

    haba dejado en casa de sus familiares dos ovejas con sus corderitos, y fue a

    buscarlos. Era lo que ms falta haca en aquella morada, ovejas con buena

    lana, y los corderos: cuatro animales vivos. Maravillaba ver cmo aumentaba

    el rebao. Inger no olvid de traerse tambin sus prendas de vestir y otros ob-jetos que le pertenecan: un espejo, una pulsera de abalorios de cristal, unas

    cardenchas5 y una rueca. De seguir ella as, llenara la casa del suelo al techo,

    y la casita no daba para tanto. A Isak, naturalmente, le conmovi mucho la

    vista de esos bienes terrenales, pero como era de s parco en el hablar, le

    costaba manifestarlo. Sali, dio una vuelta a la casa, consult el cielo, volvi a

    entrar. Haba tenido suerte de veras; y senta cada vez ms intensamente un

    clido impulso que suba en su interior: llmesele inclinacin, amor o como se

    quiera.

    Para qu traer tantas cosas? le dijo un da.

    Pues quedan ms en otro sitio. Y luego tengo a mi to Sivert, el

    hermano de mi madre. No has odo hablar de l?

    5 Cardencha: Carda para limpiar y separar la lana.

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    No.

    Mi to es rico; tiene el cargo de tesorero del distrito.

    El amor vuelve necio al sabio: Isak anhelaba tambin mostrarse amable,

    y exager.

    Qu iba a decirte? comenz. Ah! No eres t quien ha de cavar las

    patatas. Lo har yo esta noche cuando vuelva.

    Haba tomado el hacha y sali con direccin al bosque. Ella le oy poco

    despus en la labor de abatir los rboles, pues no estaba muy lejos, y conoca

    por el crujir que los troncos eran muy grandes. Despus de escuchar un rato,

    sali, y se puso a entrecavar el campo de patatas. El amor hace sabio al necio.

    Al caer la tarde, Isak lleg con una viga de gran tamao, que arrastraba

    por medio de una cuerda. Vaya con el rudo y bonachn de Isak! Al arrastrar

    la viga haca todo el ruido posible para que ella se asomase y quedara un poco

    admirada de l.

    Y logr su intento.Creo que ests loco le dijo, al verle. No pareces un hombre.

    A l no se le ocurri siquiera replicar. No vala la pena hablar de que,

    comparado con un tronco de rbol, se es ms que un hombre.

    Y para qu quieres ese tronco? pregunt la mujer.

    Pues ni yo mismo lo s dijo l, dndose tono.

    Pero de pronto, vio que ella haba cavado el campo de patatas, para no ser

    menos activa. Mas Isak no poda conformarse con ello. Afloj la cuerda atada

    al tronco, y se fue.

    Te vas otra vez? pregunt ella.

    S respondi l, ofendido. Y volvi con otro rbol. Ni resollaba, ni

    haca ruido, sino que lo arrastraba como hara un buey, hasta la choza, al pie

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    de la cual lo dej. Y fueron muchos los troncos que deposit all en el

    transcurso del verano.

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    Un da Inger volvi a llenar de provisiones de boca su saco de piel de ternera,

    diciendo:

    Voy a hacer otra visita a mi gente. Una visita corta.

    Ah! dijo Isak.

    S; he de tratar algn asunto con ellos.

    Isak se demor un poco, y al pasar luego el umbral, detrs de ella, no

    demostr gran curiosidad, pero cuando Inger iba a desaparecer a la entrada del

    bosque, sinti no s qu temores y le grit:Verdad que volvers?

    Y por qu no he de volver? replic ella. Creo que ests bromeando.

    Bueno. Bien.

    Estaba de nuevo solo. Ay, s, Dios eterno! Con su vigor y su aficin al

    trabajo esta soledad le sobrecoga, mientras entraba y sala de la casa. Empez

    a desnudar de ramas los troncos, los cuales alisaba por los lados. Fue su

    ocupacin hasta la noche; luego se puso a ordear las cabras, y despus de

    esto se acost.

    Soledad y silencio. Era un silencio sordo, que suba del suelo de barro, de

    las paredes de turba. Pero la rueca y las cardenchas estaban en su sitio y el bra-

    zalete de abalorios bien guardado. Inger no se haba llevado nada. Tan necio

    era Isak, que en medio de la clara noche de verano senta temor a las tinieblas,

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    y le pareca ver deslizarse tan pronto una como otra forma detrs de los

    cristales de la ventana. Cuando por la claridad exterior poda colegirse que

    eran las dos, prefiri levantarse, y desayun.

    Para no perder ms tiempo en la cocina, coci en un gran puchero una

    cantidad de smola que bastara para las comidas de todo el da. Y hasta la

    noche se dedic en los bancales de patatas a ampliar la tierra de cultivo.

    Tres das trabaj alternativamente en romper el terruo destinado a

    labranto y en pelar los troncos. Esperaba a Inger para el da siguiente. No

    estara de ms si se encontraba a la llegada con unos peces. Sali de pesca,

    haciendo un rodeo que le llev a parajes desconocidos, donde slo haba unas

    rocas grises y unos guijarros de color oscuro, piedras muy pesadas, que podan

    ser de plomo o de cobre. Qu no poda encontrarse en ellas? Tal vez plata y

    oro; mas como la materia le era desconocida, le tena sin cuidado. Lleg al

    sitio de la pesca; los peces picaban bien aquella noche, y de nuevo se march

    de all Isak con una gran cantidad de salmones y truchas. All vera Inger! Devuelta, al rayar el alba, por el mismo camino, cogi unos guijarros de color

    moreno con manchas de azul oscuro, que pesaban mucho.

    Inger no haba llegado, ni lleg en todo el da. Haca ya cuatro que haba

    marchado. Isak se puso a ordear las cabras como en aquellos das pasados

    que no haba tenido ms compaa que ellas, y no le ayudaba nadie; y luego

    fue a recoger piedras, de las que reuni un buen montn: piedras para levantar

    una pared... En verdad, la labor era mucha.

    A la quinta noche se acost con cierto recelo en el corazn; no porque no

    estuviera all la rueca, como de costumbre, y las cardenchas, y tambin el

    brazalete de abalorios. Era la misma soledad, el mismo silencio! Las horas se

    le hacan largas, y cuando oy, por fin unos pasos fuera, pens que eran

    figuraciones suyas. Ay, s, Dios eterno! Dijo instintivamente estas palabras

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    que de costumbre no pronunciaba sin reflexin. Volvi a or los pasos, y poco

    despus vio algo animado y con cuernos. Salt de la cama, sali fuera, y vio

    algo. Dios o el diablo!, mascullaba. Y esto Isak no lo deca a no ser que se

    sintiera forzado a ello. Vio una vaca. Vio a Inger que se llevaba la vaca; y vio

    cmo desaparecan ella y el animal en el establo.

    A no ser porque oa a Inger hablando cariosamente con la vaca, hubiera

    credo que sus ojos le haban engaado; pero la oa. En el mismo instante le

    asalt una mala idea: Cielos! Era una gran mujer, endiablada mujer, desde

    luego. Pero todo tiene un lmite: la rueca y las cardenchas, pase; el brazalete

    de abalorios, pase, por lo fino. Pero, traerse una vaca, que habra hallado en

    su camino, o, tal vez, en el prado de un labriego; una vaca cuyo dueo la

    echara de menos, y en busca de la cual vendran seguramente...!

    Inger sali del establo, y dijo, sonriendo con orgullo:

    Es que he trado mi vaca.

    Ah! dijo l.He tardado tanto porque con la bestia no poda andar ms de prisa por

    el monte. Espera cra.

    Conque, te has trado una vaca... acentu l.

    S respondi Inger, tan satisfecha de sus bienes terrenales, que

    hubiera estallado de satisfaccin. Crees acaso que te miento?

    Isak tema lo peor; pero se contuvo y se limit a decir:

    Entra, y comers algo.

    Te has fijado en la vaca? No es acaso una hermosura?

    Preciosa! De dnde la has sacado? le pregunt con toda la

    indiferencia de que era capaz.

    Se llama Cuerno de oro. Qu piensas hacer con esta pared que has

    empezado? Vas a matarte trabajando, Isak. S. Bueno. Ven a ver la vaca.

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    Salieron. Isak iba en paos menores, pero esto careca de importancia.

    Miraron la vaca por todos lados; la cabeza, las ubres, la cruz, los flancos; era

    roja y blanca, de buena estampa.

    Isak pregunt con cierta preocupacin:

    Cuntos aos le echas?

    Te dir exactamente los que tiene. Est en su cuarto verano. La he

    visto crecer, y ya todos decan que era la ternera ms fina que haban visto

    desde nios. Qu te parece? Tendremos forraje para ella?

    Isak empez a tener por cierto lo que tanto le ilusionaba, y manifest:

    Por lo que toca al forraje, no ha de faltarle.

    Entraron en la casa y comieron y bebieron, y se echaron luego a dormir.

    Pero hablaron todava mucho rato de la vaca, el acontecimiento del da.

    Di si no es una vaca de buena estampa. Pronto va a tener un segundo

    ternero. Se llama Cuerno de oro. Duermes, Isak?

    No.Y, fjate bien, me conoci en seguida, y ayer me sigui como un

    cordero. Ayer noche tomamos un descanso en el monte.

    Vamos...

    Pero ser bueno que todo el verano est sujeta en el pasto, porque si

    no, se escapar.

    Y dnde ha estado hasta ahora? pregunt, por fin, Isak.

    Cuidaban de ella mis parientes. Se resistan a drmela, y los nios

    lloraban cuando me la llev respondi ella.

    Caba en Inger el mentir tan bonitamente? No. Deca realmente la

    verdad: la vaca era suya.

    Pronto tendra de todo en el prspero hogar. Oh, aquella Inger! Isak la

    amaba, y ella le corresponda. Eran sobrios, vivan en la edad de la cuchara de

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    madera, y les iba bien. Vamos a dormir, pensaba. Y en efecto, dorman.

    Con los primeros destellos del alba se levantaban. No es que les faltaran penas

    que ahuyentar; el gozo y la pena alternaban, s; porque as es la vida.

    All estaban, por ejemplo, aquellas vigas. Probara de asentarlas l solo?

    Se propona aadir un ala a la construccin. Ovejas, vaca, las cabras, que se

    haban multiplicado, y las que seguiran, toda esta cra desbordaba ya los

    lmites de la construccin. Hacase urgente una solucin, mientras iban a echar

    flor las patatas y la cosecha del heno no haba empezado. Inger echara una

    mano en caso de necesidad.

    Isak se despierta an de noche, y se levanta. Inger, despus de su jornada

    a pie, tiene el sueo pesado. Isak visita de nuevo el establo. Ahora ya no habla

    a la vaca como antes, con adulaciones antipticas; pero le da unas cariosas

    palmadas y vuelve a mirarla por todos lados, para ver si encuentra algn

    indicio, una marca que denote que pertenezca a un extrao. Pero, al no hallar

    marca alguna, sale ms aliviado.All estn los troncos para la construccin. Isak empieza a separarlos

    rodando, los pone derechos, y un gran rectngulo destinado a cocina comedor,

    y otro ms pequeo para el cuarto, van adquiriendo forma. A Isak le entretena

    y solicitaba de tal modo la labor, que llegaba a olvidarse del tiempo. Sala

    humo de la chimenea; Inger se presentaba, anunciando que el desayuno estaba

    a punto. Qu piensas hacer?, preguntaba ella. Y l: A qu levantarte tan

    temprano? Con todas sus reservas, a Isak le complaca que Inger le

    interrogara y que tuviera la curiosidad despierta y diera mucha importancia a

    sus planes. Despus de comer, permaneca un rato en la choza antes de volver

    al trabajo. Qu es lo que esperaba?,

    Ea! Qu hago aqu sentado? deca finalmente. No es que me falte

    trabajo aada, levantndose.

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    Ests construyendo una casa? le preguntaba ella.

    Isak, sintindose muy grande, descomunal, por el hecho de construir una

    casa y estar al frente de todo, se dignaba responderle:

    Bien ves qu estoy construyendo.

    Ah! S, s...

    Qu he de hacer, si no? observaba l. T te presentas aqu con una

    vaca, pues a m me atae procurar que tenga su establo.

    Pobre Inger, que no posea el talento de l, de Isak, el seor de la

    creacin! Aun antes de conocerle ms a fondo y de interpretar su modo de

    expresarse, se daba el caso de que ella dijera:

    Pero no irs a construir de veras un establo!

    Ah...! deca l.

    Te ests burlando; pues mejor sera que hicieras una casa.

    T crees? replicaba l, mirndola con una expresin ausente, como

    si despus de su pregunta le hubiera venido la idea.S; y entonces podran ocupar la choza las bestias.

    Creo que ser lo mejor asenta l, una vez haba reflexionado.

    Ves cmo, al fin deca la victoriosa Inger, tengo la cabeza bien

    sentada?

    No lo dudo. Y qu me dices de un cuarto de estar, junto a la

    habitacin?

    Un cuarto de estar! Entonces viviramos como las dems personas!

    Ah, si fuera as...!

    Y as fue. Isak construa: rejuntaba, golpeaba, colocaba las vigas, daba

    forma al fogn con las piedras adecuadas. En este ltimo trabajo no estuvo

    muy acertado, y hubo ratos en que se mostraba descontento de s mismo.

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    Llegaba la poca del heno, tuvo que dejar el andamio para segar la hierba, y se

    le vea cargado de haces enormes que almacenaba en el henil.

    Un da lluvioso Isak manifest que le era preciso ir al pueblo.

    Qu vas a hacer all?

    Ni yo mismo lo s de fijo respondi l.

    Parti; dos das estuvo ausente, y lleg, por fin, cargado con un fogn de

    cocina.

    No te tratas como una persona le amonest Inger.

    Isak derrib el hogar, que desmereca de la casa nueva, y coloc en su

    lugar el fogn.

    No todos tienen un fogn como ste dijo Inger. Y ahora lo tenemos

    nosotros!

    La cosecha del heno segua su curso. Isak lo traa en enormes cantidades,

    porque la hierba de los bosques es, desgraciadamente, inferior a la de los

    pastos. En medio de esta labor, Isak vease obligado a trabajar slo los daslluviosos en la construccin, y sta avanzaba lentamente de modo que, en

    agosto, cuando tuvo el heno al abrigo del saliente de roca, la casa nueva estaba

    todava a medio hacer.

    En setiembre, Isak habl a Inger:

    Esto no marcha. Me parece que tendras que bajar al pueblo y traerme

    un hombre que me ayude.

    A pesar de que ltimamente la respiracin de Inger se haba hecho algo

    difcil, y que ya no andaba con la agilidad de antes, no hay que decir que se

    dispuso a cumplir el deseo de Isak.

    Pero el hombre mud de parecer; y lleno de orgullo y altanera, una vez

    ms, se dispuso a hacerlo todo l solo.

    No vale la pena de ir en busca de nadie dijo. Yo mismo lo acabar.

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    No; no podrs con todo replicaba Inger. Pues, no!

    Basta con que me ayudes un poco con las vigas.

    Llegado octubre, dijo Inger:

    No puedo ms!

    Fueron momentos difciles. Las vigas del techo tenan que estar ajustadas

    antes de que vinieran las lluvias otoales. Haba que acelerar. Qu le pasaba a

    Inger? Estara enferma?

    De vez en cuando, elaboraba unos quesos, pero de poco ms poda

    ocuparse, a no ser de llevar varias veces al da la vaca a los pastos.

    Cuando vayas al pueblo habale dicho a Isak, trae una canasta

    grande, o una caja, o algo por el estilo.

    Y qu piensas hacer con ello?

    Lo necesito se limitaba a responder Inger.

    Isak izaba las vigas por medio de cuerdas, ella empujaba un poco con la

    mano y a l le pareca que ella ayudaba con su sola presencia. La construccinadelantaba lentamente. El techo no era muy alto, pero las vigas eran

    demasiado descomunales y gruesas para una casa tan pequea.

    El buen tiempo de otoo se mantena bastante satisfactoriamente; Inger

    arranc ella sola todas las patatas, mientras Isak afirmaba el hogar en

    previsin de las lluvias inminentes. Haba sido preciso tener las cabras en la

    habitacin por la noche durante un cierto tiempo; pero pudo hacerse; s, se

    haca y resultaba bien. Los dos moradores no se quejaban. Isak se preparaba

    para una de sus caminatas hacia el pueblo.

    Tendras que subirme una canasta grande, o una caja volvi a pedirle

    Inger. Era como un humilde ruego.

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    Tengo encargadas unas ventanas con cristales, que he de recoger

    replic Isak. Y he encargado tambin un par de puertas pintadas aadi con

    aire de superioridad.

    Bueno, entonces no tendr todava la canasta dijo Inger.

    Para qu la quieres?

    Para qu? Pero no tienes ojos en la cara?

    Engolfado en sus pensamientos, emprendi Isak el camino. A la vuelta,

    unos das ms tarde, no solamente traa una ventana, una puerta para la habita-

    cin y otra para el cuarto de dormir, sino que le colgaba del pecho la caja

    destinada a Inger, y en ella diversos comestibles. Ella dijo:

    Con tal que no te mates cualquier da con tanta carga!

    Ja, ja! Matarme!

    Lejos de la idea de morir de cansancio, Isak sac del bolsillo un frasco de

    jarabe y se lo dio a Inger, incitndola a que lo tomara para reponerse. Y all se

    descarg de la ventana y de las puertas pintadas que eran su orgullo, y se pusoa asentarlas inmediatamente. Ah! Aquellas puertecitas blancas y rojas, qu

    bonitas resultaban y cmo adornaban la habitacin, como cuadros en las

    paredes!

    Pasaron a la casa nueva, y el ganado se reparti en lo que haba sido

    choza y morada. A la vaca se agregaba ahora una oveja con sus pequeos,

    para que no estuviera tan sola.

    Aquella gente de las regiones deshabitadas haba logrado ya mucho,

    muchsimo.

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    Mientras el terreno estaba blando, todava Isak lo limpi de piedras y rizomas,

    y lo prepar para el ao prximo; y cuando llegaron las heladas, fue al bosque

    y se provey de tacos de lea en gran cantidad.

    Qu vas a hacer con tanta lea? le preguntaba, a lo mejor, Inger.

    No lo s exactamente responda Isak, aunque lo saba muy bien.

    La vieja selva virgen, demasiado prxima a la casa, impeda la extensin

    de los pastos; adems, l se arreglara para bajar, en invierno, como fuera,

    aquella lea a la aldea y venderla a los que la necesitaban para combustible.Isak, convencido de lo excelente de su idea, guiado por ella, talaba con afn

    los rboles y los cortaba a la medida conveniente. Inger sala a menudo y le

    observaba; l finga indiferencia, como si juzgara balda su asiduidad; pero

    ella no ignoraba que le haca bien slo con estar all.

    A veces, cambiaban palabras dignas de ser notadas.

    No sabes otra ocupacin que la de correr por ah para que el fro te

    mate? deca Isak.

    No siento el fro responda Inger. Eres t quien vas a matarte de

    puro trabajar.

    Ahora mismo te pondrs mi chaqueta, que hallars arriba.

    No puedo detenerme ms rato aqu, cuando Cuerno deoro est a punto

    de darnos un ternero.

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    As est Cuerno de oro?

    No lo sabas? Y qu vamos a hacer con el ternero?

    Haz lo que mejor te parezca; yo no lo s.

    Pero no vamos a comrnoslo; eso no. Luego nos quedaremos otra vez

    con una sola vaca.

    As razonaban los dos solitarios, seres rudos, entregados a sus impulsos,

    pero rebosando bondad en el trato mutuo, y para el ganado, y para la tierra.

    Cuerno de oro ech, pues, al mundo una ternerita. Da sealado en aquel

    paraje desierto! Una gran alegra, una felicidad! Dieron a Cuerno deoro una

    buena bebida a base de harina. Aunque Isak mismo la haba subido a sus

    espaldas, deca:

    No economices la harina!

    La ternera era una hermosura, rosada, y raramente confusa luego de la

    maravilla que haba experimentado. Al cabo de unos aos ella tambin sera

    madre.Inger deca:

    Esta ternera llegar a ser una vaca magnfica! No s cmo vamos a

    llamarla.

    Inger tena algo de infantil, y su inventiva era poca en casos semejantes.

    Qu nombre? apunt Isak. No hallara otro ms propio que Cuerno

    de plata.

    Cayeron las primeras nieves, y no bien se endurecieron sobre el suelo y

    se hizo el camino intransitable, Isak baj a la aldea. Reservado, como siempre,

    no quiso confiar a Inger sus planes. La sorprendi al comparecer a su vuelta

    con un trineo y un caballo.

    Creo que ests de broma! observ Inger. No habrs cogido a

    alguien ese caballo?

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    Yo coger un caballo?

    He querido decir si te lo has encontrado casualmente por el camino.

    Ah! Si Isak hubiera podido decir: El caballo es mo, es nuestro...!

    Pero lo haba pedido prestado, slo por cierto tiempo, para transportar su

    partida de tacos de madera al pueblo. Y as lo hizo; a cambio de ella, suba

    toda clase de comestibles, y harina y arenques... Un da lleg con un novillo

    sobre el trineo; lo haba conseguido a muy buen precio porque ahora

    empezaba a reinar la escasez de forraje en el pueblo. Delgado, la pelambre

    revuelta, el torete, de unos dos aos, no poda mugir siquiera con vigor, pero

    no por esto era un adefesio; y si se le cuidaba bien se desarrollara

    rpidamente.

    T de todo haces botn! exclamaba Inger.

    S; Isak, de lo que proporcionaba a los del pueblo, cargaba con todo lo

    que era til a su hogar: tablas, una piedra de afilar, formas para hacer pastas,

    herramientas... Inger nadaba en la abundancia, y comentaba a veces:Ms cosas todava? Ahora tenemos hasta un toro; no nos falta ya

    nada.

    Y a los pocos das dijo Isak:

    No, lo que es ahora, no traer nada ms.

    Les bast para mucho tiempo lo adquirido. Estaban a salvo. Qu planes

    seran los de Isak para la primavera? Andando detrs de su carretada de lea,

    lo haba pensado lo menos cien veces: preparara la tierra en aquella ladera

    para hacerla cultivable; se ocupara de sus talas; dejara secar la madera duran-

    te el verano, y cuando llegara el invierno podra doblar los envos a la aldea.

    Ech cuentas, y todo le sala a satisfaccin. Tambin por centsima vez le

    haba ocurrido otra idea: poner en claro a quin haba pertenecido la vaca

    Cuerno de oro. En vano buscara otra mujer como Inger; a pesar de sus

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    arranques, su voluntad era la de Isak y se contentaba con lo que l quera. Pero

    en cualquier momento poda presentarse alguien y reclamar a Cuerno de oro y

    llevrsela sujeta a la soguilla. Y las consecuencias podan ser an peores.

    Inger haba dicho: Es verdad que el caballo no lo has tomado o encontrado

    al azar en tu camino? Esto era lo primero que se le haba ocurrido a Inger.

    Poda dudarse de ella? Y, entonces, qu hara l? No haba adquirido,

    acaso, un toro para Cuerno de oro, una vaca, probablemente, robada?

    Llegaba el plazo en que le sera preciso devolver el caballo. Era una

    lstima, porque al jaco le luca el pelo, y les tena confianza.

    De todos modos deca Inger para consolarle, has sacado de l buen

    provecho.

    Tan til como me sera en la primavera! replicaba Isak.

    Sali un da lentamente al rayar el alba, con su ltimo cargamento de

    madera, y estuvo fuera dos das enteros. Cuando volva oy unas notas

    singulares que salan de la casa. Qu sera? Aguz el odo. Un grito infantil...Ay, s, Dios eterno!. Era eso y no otra cosa, pero era algo turbador, e Inger

    no le haba dicho nada.

    Lo primero que se ofreci a sus ojos al entrar fue la caja, la tan anhelada

    caja que l mismo haba subido, colgada sobre el pecho. Ahora la vea suspen-

    dida a modo de cuna y de columpio para el recin nacido. Inger andaba por la

    casa a medio vestir; y hasta haba ordeado ya la vaca y las cabras!

    Cuando la criatura ces en sus gritos, Isak pregunt:

    Y ahora est todo hecho?

    S; todo est.

    Bien.

    Fue el mismo da que partiste, al anochecer.

    S...

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    Slo tuve que empinarme para colgar la caja, y con eso quedaba todo

    preparado... Pero no pude soportarlo; me puse mala...

    Cmo es que no me has dicho nada antes?

    Poda yo fijar el da? Es un nio...

    Ah, un chico!

    Ay! Si supiera qu nombre le daremos! dijo Inger.

    A Isak le fue permitido ver la carita colorada, bien conformada; no tena

    el labio partido, y luca una mata de pelo tupido en la cabeza. Echado en la

    caja, era un encanto de nio. Isak no saba qu pensar y se senta bastante

    dbil ante el acontecimiento. Aquel coloso se hallaba ante el milagro, que

    formndose primero envuelto en una neblina sagrada, apareca ahora en la

    vida con su carita como un smbolo. Los das y los aos haran de aquel

    prodigio un hombre.

    Ven a comer algo... dijo Inger.

    Isak abate troncos; los amontona. Ha prosperado; tiene ahora una sierra yest preparando la lea para el invierno. Los montones de tacos son enormes;

    Isak hace con ellos una calle, un pueblo entero. Inger est ms sujeta a la casa

    y no puede como antes ir al sitio en que trabaja el hombre; ahora es ste quien

    hace, de vez en cuando, una pequea excursin hacia ella. Tiene gracia un

    gorgojo as metido en una caja! A Isak ni se le ocurre ocuparse de l, que,

    adems, era sencillamente un gorgojo. Que se quedase donde estaba! Pero...

    uno es humano, al fin, y no puede or sin un sentimiento de conmiseracin el

    gritito de una criatura.

    No lo toques! deca Inger. Seguramente tienes las manos sucias de

    resina.

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    Yo, resina en las manos? Ests loca! responda Isak. Desde que

    acab la casa no he tenido resina en las manos. Dame el nio, y le mecer

    hasta que se duerma.

    No; en seguida callar...

    En mayo viene de las montaas a la morada de los solitarios una mujer

    forastera, parienta de Inger y es recibida con agrado.

    Slo he querido ver cmo le va a Cuerno de oro desde que sali de

    nuestra casa.

    La gente no pregunta mucho por ti cuchichea Inger, afligida, como si

    el nio pudiera entenderla. Claro! Claro! Claro! Eres tan poquita cosa...!

    Ah! Este...! replica la visitante. Salta a la vista que no le va mal.

    Es un chico precioso! Quin hubiera dicho hace un ao, Inger, que volvera a

    verte con un marido y un hijito, y la casa y todo!

    De m no hables deca Inger. No vale la pena. Ah est el que me

    tom tal como era.Estis casados? Todava no, verdad?

    Veremos, ahora que el nio va a ser bautizado dice Inger. Quisimos

    casarnos, pero no pudo arreglarse. Qu dices t a eso, Isak?

    Casarnos, claro.

    No podras subir, Oline, despus de la siega del heno, para cuidar del

    ganado mientras nosotros hacemos el viaje? pregunta Inger.

    Y dice la parienta:

    Veo que no cesis de construir. Qu va a ser esta vez? No tenis ya

    bastante?

    Inger mueve la cabeza y dice:

    Pregntale a l, porque a m no me lo explica.

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    No vale la pena de hablar de lo que construyo contesta Isak. Un

    cobertizo por si lo necesitara. Pero, has preguntado antes por Cuerno de oro.

    Quieres verla?

    Y van al establo para mostrarle la vaca y su ternero. El toro es una res

    magnfica, y la parienta de Inger cabecea complacida a la vista del ganado y

    del establo; los alaba como de lo mejor, y pondera la limpieza perfecta y las

    buenas disposiciones de Inger en todo lo que concierne al experto cuidado de

    las bestias.

    Entonces, la vaca Cuerno de oro estaba antes en tu casa? pregunta

    Isak.

    S, desde que naci. En mi casa precisamente, no, en la de mi hijo;

    pero es lo mismo. Y tenemos todava a la madre de Cuerno de oro en nuestro

    establo.

    Haca mucho tiempo que no haba odo Isak un mensaje tan grato; se le

    cay un peso del corazn: Cuerno de oro les perteneca, pues, con plenoderecho, a l y a Inger. Para decir toda la verdad, en medio de sus dudas haba

    decidido degollar a Cuerno de oro al llegar el otoo; le arrancara la piel y

    enterrara los cuernos para que desapareciera todo rastro de Cuerno de oro.

    Ahora no. Se senta tan orgulloso de Inger, que, reafirmando la opinin de la

    forastera, dijo:

    Dijiste que Inger es limpia? No hay otra como ella. Estaba escrito, sin

    duda, que yo tendra un tesoro por mujer.

    Es natural que fuera as dijo la parienta.

    Esta mujer de la otra parte de las montaas, que se llamaba Oline,

    amable, atinada en el hablar, inteligente, no estuvo en la casa ms que dos das

    y durmi en el cuarto de al lado. Al partir, se llevaba un poco de lana de las

    ovejas de Inger, pero esto a escondidas de Isak, sea cual fuere el motivo.

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    Quedaron otra vez solos el nio, Isak y la mujer... El mundo volvi a ser

    el mismo, con su labor cotidiana, sus pequeas y urgentes alegras; Cuerno de

    oro daba leche en abundancia, las cabras tenan sus cras, y daban tambin

    buena leche. Inger haba elaborado una hilera de quesos blancos y rojos que

    tenan puestos a secar, fiel a su plan de comprar con su producto un telar. Oh,

    aquella Inger! Saba hasta tejer!

    Isak levant un cobertizo, porque tambin l tena su plan. Adosado a la

    antigua choza por medio de un doble tabique de tablas, practic en l una

    puerta y una linda ventana con cuatro cristales, puso un techo provisional y

    esper el deshielo para poner, entonces, las cortezas de abedul. De momento,

    slo se hizo lo indispensable; nada de pavimento de tablas, ni de paredes

    acepilladas. No aplaz, empero, la construccin del compartimiento para un

    caballo con su pesebre.

    Era ya a fines de mayo; el sol haba derretido el hielo en las colinas

    cuando Isak puso el techado definitivo a la nueva construccin. Despus deesto, una maana, provisto de una comida que le durara todo un da y algo

    ms, se ech al hombro pico y azadn y baj al pueblo.

    Podras subirme cuatro varas de indiana? le pidi Inger.

    Qu vas a hacer con eso? replic Isak.

    Pareca como si no hubiera de volver. Inger examinaba todos los das el

    cielo, la direccin del viento, como quien espera un barco; sala fuera por la

    noche, y escuchaba. Le asaltaba la idea de tomar en brazos al nio y ponerse

    en camino en busca de Isak. Hasta que ste se present, por fin, con un caballo

    y un carro. Soooo!, grit Isak al llegar delante de la puerta, y, aunque el

    caballo, sin alborotarse, relinchaba a la vista de la choza desconocida, Isak

    grit para que le oyeran desde dentro:

    Puedes salir y aguantar un poco el caballo?

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    Inger sali.

    Qu es esto? exclam. Di, has podido pedirlo prestado otra vez?

    Dnde estuviste tanto tiempo? Hoy es el sptimo da.

    Dnde haba de estar? Ante todo, he tenido que desembarazar el

    camino en varios puntos para poder pasar con mi carro. Aguanta el caballo un

    poco, he dicho.

    Con tu carro? He de creer que lo has comprado?

    Isak permaneca mudo, reventando de puro silencio. Y empieza a

    descargar del carro: un rastrillo, un arado, clavos, vveres, una azada, un saco

    lleno de semillas.

    Cmo est el nio? pregunta de pronto.

    El nio est bien. Has comprado el carro, te he preguntado? Y yo,

    luchando y sudando para poder comprarme un telar! dice ella en tono de

    broma. Tan dichosa se senta de verle otra vez en casa!

    Isak; ocupado en sus adquisiciones, permaneci otro largo rato silenciosoy ensimismado. Reflexionaba y miraba alrededor, buscando lugar apropiado

    para cosas tan diversas. No pareca fcil hallar sitio en el corral para todo.

    Pero, como Inger haba renunciado a hacer ms preguntas, y charlaba ahora,

    dirigindose al caballo, Isak rompi el silencio.

    Has visto t alguna alquera que no tenga un caballo y un carro, y un

    arado, y un rastrillo; todo lo necesario, en fin? Y ya que quieres saberlo: s; he

    comprado el caballo, el carro y lo que vena dentro.

    Inger slo acertaba a mover la cabeza y exclamar:

    Parece mentira!

    Isak ya no se senta pequeo. Se haba desquitado, a lo gran seor, del

    regalo de la vaca Cuerno de oro.

    Aqu est! S, seor. Yo pago con un caballo!

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    Era de tan potente musculatura este Isak que, levantando con una sola

    mano el arado lo llev hasta la pared, donde lo dej arrimado. As, como

    dueo y seor absoluto! Puso luego al abrigo, en el interior del nuevo

    cobertizo, el rastrillo, la azada y la horca recin comprados, valiosos aperos de

    labranza, un verdadero tesoro. Estupendo! Oh! Todos los aperos necesarios!

    Ahora no faltaba ya nada.

    Hum...! Y tambin llegar para un telar dijo el hombre, suponiendo

    que yo conserve la salud. Y aqu tienes tambin lo que me pedas; pero no

    todo: no tenan ms que esta tela azul de algodn.

    Era inagotable, y segua sacando cosas. Y cada vez suceda lo mismo.

    Es lstima deca Inger que Oline no pudiera ver todo esto mientras

    estuvo con nosotros.

    Exageracin y vanidad femenina! El hombre sonrea desdeosamente.

    As y todo, no le habra disgustado si Oline hubiera visto aquella

    magnificencia.El nio lloraba.

    Ve a cuidar del nio dijo Isak. El caballo est ya ms sosegado.

    Desenganchado ste, lo condujo a la cuadra. Su propio caballo! Le dio

    un pienso, le restreg, le acarici. Y qu haba quedado a deber por el caballo

    y el carro? Todo, absolutamente todo. Era una gran deuda; pero hacia fines del

    verano quedara saldada. Tena madera en cuadro, corteza de abedul para la

    construccin, cortada el ao anterior, y, adems, algunos buenos troncos.

    Cuando la tensin hubo cesado y la osada del nimo disminuy tambin,

    vinieron horas de temor y cuidado. Ahora todo dependa del verano y del

    otoo!

    Llenaban los das las labores agrcolas, cada vez ms amplias. Limpi de

    piedras y de rizomas otros pedazos de tierra; los removi con el arado, los

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    abon, los entrecav, rompi terrones con las manos y con los tacones de sus

    botas. Era un labrador incansable, cuyos campos alisados tenan el aspecto de

    tierras de felpa. Esper entonces un par de das, y cuando pareci que iba a

    llover, sembr el grano. Siglos y siglos haban sembrado el grano sus

    antepasados. Esta labor se haca devotamente a la cada de una tarde sin

    viento; y mejor si caa una llovizna fina como polvo, y cuando los gansos

    salvajes pasan a bandadas. La patata, en cambio, era un fruto nuevo y su

    plantacin nada tena de misterio ni de religioso. Mujeres y nios podan

    asistir a la plantacin del tubrculo procedente de un pas extranjero, como el

    caf, y que resultaba un alimento excelente; pero que perteneca a la familia de

    los tubrculos. El grano era el pan; tenerlo o no tenerlo significaba vida o

    muerte. Isak andaba, descubierta la cabeza, sembrando en el nombre de Jess;

    era como un sarmiento con manos, pero en su interior era como un nio. Cada

    vez que desparramaba la semilla lo haca con gran cuidado, y se senta

    resignado y amable. Y germinara el grano y se convertira en espigas quellevaran muchos granos; y as es en todo el mundo cuando se siembra. En el

    Oriente, en Amrica y por doquier. Grande es la tierra, y una nfima parte de

    ella el campo que Isak labraba. Era el centro de todo, y se esparcan de su

    mano las semillas como unas alas de luz. Haba nubes en el cielo que

    anunciaban una llovizna fina propicia al sembrado.

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    Entre las labores de primavera y de otoo se sucedieron das y noches, pero

    Oline no llegaba.

    Labrados sus campos, Isak puso en condiciones dos guadaas y dos

    rastrillos para la siega del heno; coloc en el carro un fondo de tablas capaz

    para la carga de la hierba, y requiri lo necesario para construirse un trineo de

    labor, pensando en el invierno. Se ocup en otras labores tiles, y por lo que

    se refiere al interior, coloc dos anaqueles arrimados a la pared, en los cuales

    podan colocarse las cosas ms diversas: el calendario, que, al fin, se habacomprado, y el molinillo, y cazos fuera de uso. Inger afirmaba la extraor-

    dinaria utilidad de los dos anaqueles. Por lo dems, le pareca todo excelente.

    Cosa curiosa: Cuerno de oro no intentaba ya escapar; contenta con su ternera

    y el novillo, paca suelta todo el da en las faldas del bosque. Y las cabras

    prosperaban de tal modo que casi arrastraban sus ubres cargadas de leche.

    Inger haca un vestido largo de algodn azul y una gorrita del mismo gnero;

    las prendas ms bonitas que soar se pueda: las ropitas de cristianar para el

    nio. Reposadamente echado como estaba, el nio segua con los ojos las

    labores domsticas. Creca robusto. Isak acab por acceder a que le bautizaran

    con el nombre de Eleseus. Ya dadas las ltimas puntadas al vestidillo de

    bautizar, tena ste una larga cola de dos varas, y costaba, cada vara, su dinero;

    pero todo es poco para el primognito.

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    Si alguna vez ha de lucirse tu collar de abalorios de cristal, nunca

    mejor que ahora observ Isak.

    Tambin Inger se haba acordado de los abalorios, que no en vano era

    madre, llena de sencillez y orgullo. No alcanzaba el ancho de la sarta para que

    el nio pudiera lucirlos sobre el cuello de su vestido, pero se los pondra en la

    parte delantera de la gorrita, adornndola as muy bien.

    Oline no llegaba.

    Si no hubiera sido por el ganado, todos habran abandonado la casa por

    tres o cuatro das con motivo del bautizo. Inger, a no ser por el asunto del

    casamiento, hubiera podido ir sola.

    No aplacemos ms el casamiento deca Isak.

    Pero Inger responda:

    Antes de que Eleseus pueda quedarse solo en casa, y sepa ordear, no

    pasarn menos de diez o doce aos.

    Y as, Isak tuvo que aguzar el ingenio. El casamiento que se dej endescuido al principio era tal vez tan esencial como el bautismo. El tiempo

    amenazaba con una sequa perniciosa si la lluvia no vena pronto a remediarlo

    Se agotara el producto de los campos si Dios no ayudaba. Isak se

    prepar para ir de prisa al pueblo en busca de alguien que viniera a

    sustituirles, y tendra que andar muchas millas. Y todo por un casamiento y

    un bautizo! Son muchos los cuidados pequeos y grandes que pesan sobre los

    que viven en las regiones deshabitadas...

    Y lleg Oline...

    Ya era un hecho consumado el casamiento y el bautizo, y todo quedaba

    arreglado. Su previsin fue tanta que, primero celebraron el casamiento, a fin

    de que el nio fuera reconocido como legtimo. Pero la sequa era persistente y

    se agostaban las mieses en los pequeos campos semejantes a tiras de felpa.

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    Por qu? Ah! Todo estaba en las manos de Dios, Isak seg sus praderas,

    pero la hierba no era muy alta, a pesar del abono que se les haba puesto en la

    primavera. No se cansaba de segar hasta en las laderas ms apartadas; y

    segaba y pona a cubierto el forraje, ya que ahora posea un caballo y

    abundante ganado. Pero en junio se vio obligado a utilizar tambin la mies

    como forraje, porque no vala para otra cosa.

    Quedaban an las patatas. Qu era de ellas? Resultara, como el caf,

    una especie de producto extico del cual se poda prescindir? Oh! La patata

    es algo incomparable: resiste la sequa, resiste la humedad y prospera a pesar

    de todo. Desafa los elementos, todo lo soporta, y por poco que el hombre sepa

    tratarla, le da el quince por uno. No tienen las patatas la sangre de la uva, pero

    s la pulpa de la castaa; se pueden guisar y asar, y van bien con todo. Un

    hombre puede carecer de pan, pero si le es dado echar mano a las patatas ya no

    quedar sin alimento. Las patatas pueden asarse con el rescoldo, y tenis una

    cena; pueden cocerse en agua, y son un desayuno. Poco complementorequieren. Una taza de leche, un arenque bastan para acompaarlas. Los ricos

    las aderezan con mantequilla, pero a los pobres les basta con echarles un poco

    de sal. Isak haca de ellas su plato dominical, rocindolas con la nata extrada

    de la leche de Cuerno de oro.

    Benditas patatas, no lo bastante apreciadas!

    Pero esta vez, tambin las patatas estaban de mal ao.

    Isak escudriaba el cielo incontables veces al da. El cielo era azul. Al

    hacerse de noche, pareca, a veces, que iba a caer un chaparrn. Entonces Isak

    se meta en la casa, diciendo:

    A ver si tendremos lluvia, al fin!

    Pero al cabo de un par de horas, toda esperanza haba desaparecido.

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    Siete semanas dur la sequa, y haca mucho calor. Durante todo este

    tiempo las patatas florecan de manera extraordinaria, exuberante. Los

    campos, mirados a distancia, semejaban campos de nieve. Cul sera el

    desenlace? El calendario no daba indicacin alguna. Y es que los calendarios

    de ahora no eran como los de antes, no valan nada. Una vez pareci que

    llovera. Isak se acerc a Inger y le dijo:

    Si Dios quiere, esta noche tendremos lluvia.

    Hay indicios?

    S; y el caballo sacude los arreos de lo lindo.

    Inger sali al umbral y dijo:

    S; ahora vers.

    Cayeron unas gotas. Pasaban las horas. El matrimonio se retir a

    descansar. Pero aquella noche Isak no pudo menos de levantarse para mirar al

    cielo: estaba azul.

    Ay, Dios mo! dijo Inger. Poco tardar en secarse el ltimo ramajeque cortaste...

    Y diciendo esto trataba de consolarle.

    S, Isak haba hecho buena provisin del mejor ramaje, que resultaba un

    pienso muy apreciable; lo trataba como el heno, y lo recubra en el bosque de

    cortezas de abedul. Pero ahora slo quedaba un msero resto. Y por eso, Isak,

    desesperado e indiferente, respondi a Inger:

    Aunque haya de secarse por completo, no lo entrar.

    No sabes lo que te dices replic Inger.

    En efecto, al da siguiente no se cuid de entrar el ramaje. Lo haba

    dicho, y lo cumplira. Que continuara en nombre de Dios, donde estaba, ya

    que no vena la lluvia. Lo entrara antes de las Navidades, a no ser que hasta

    entonces el sol lo hubiese secado por completo.

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    Hondamente afligido, ya no se gozaba en permanecer sentado a la puerta

    y admirar sus tierras con mirada poseedora. All estaban los campos de patatas

    floreciendo desaforadamente para agostarse pronto qudese el ramaje,

    entonces, donde est!. En medio de su maciza lealtad, haba en Isak, acaso,

    una idea oculta. Quiz lo haca todo por clculo e intentaba provocar al cielo

    azul, bajo la luna cambiante?

    Aquella noche pareca de nuevo presagiar la lluvia.

    Sera mejor que entrases el ramaje le aconsejaba Inger.

    Y para qu? preguntaba Isak con cara de pocos amigos.

    S, s, brlate, que a lo mejor est cercana la lluvia.

    Pero no ests viendo que este ao no va a llover?

    Pero durante la noche pareci como si los cristales se oscurecieran ms, y

    hasta parecan humedecerse.

    Inger despert:

    Llueve! Fjate en la ventana!Isak se limit a resoplar y dijo:

    Lluvia has dicho? Esto no es lluvia. No s a qu te refieres, mujer.

    No debieras burlarte replic Inger.

    Isak se engaaba a s mismo, no tomndolo en serio. En realidad, llova y

    no poco; pero despus de lo suficiente para que el ramaje que guardaba Isak se

    empapara, ces la lluvia. El cielo volva a aparecer sereno.

    Ya he dicho antes que esta lluvia no tena importancia concluy Isak

    tercamente, complacindose en su incredulidad.

    De nada les serva a las patatas el chaparrn. Sucedanse los das, y el

    cielo segua azul. Isak se ocup afanosamente en la construccin de su trineo

    de madera. Domeando su terco corazn, acepillaba con humildad la madera,

    que converta en prtigas y en brazos para el trineo. Mientras tanto, el pequeo

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    iba creciendo con el curso de los das, Inger preparaba mantequilla y quesos, y

    el caso no era tan apurado. Un mal ao es soportable para las personas hacen-

    dosas, aunque vivan en despoblado. Y adems..., la bendita lluvia lleg,

    transcurridas nueve semanas; todo un da y toda una noche estuvo lloviendo

    copiosamente, como si hubieran abierto las cataratas de los cielos; diecisis

    horas de lluvia. Si hubiera sido catorce das antes, Isak hubiera dicho a Inger:

    Ya es tarde. Ahora, en cambio, le deca:

    Vas a ver cmo esto no dejar de hacer algn bien a las patatas.

    Oh, s! Se salvar la cosecha del todo.

    Y poco a poco el aspecto mejor; el chubasco era diario; reverdeca la

    hierba como por encanto, las patatas florecan, si cabe, ms que antes, y las

    hinchadas bayas crecan en sus tallos. Todo marchaba a satisfaccin, pero

    nadie saba lo que pasaba dentro de la tierra, ni se atreva Isak a remover la de

    las patatas. Un da compareci Inger con unas veinte patatas pequeas que

    haba encontrado al pie de un rodrign.Y les quedan todava cinco semanas para crecer! le hizo notar.

    Qu consuelo y qu sanos consejos los de Inger en toda ocasin! Con su

    labio hendido, con su pobre voz que pareca silbar como cuando el vapor

    escapa de la vlvula, era en aquellas soledades un consuelo, una verdadera

    bendicin en aquellas regiones despobladas. Tena, adems, un buen natural.

    Si pudieras construir otra cama...! pidi a Isak.

    Bien respondi l.

    Pero no corre prisa dijo ella.

    Empezaron con la recoleccin de las patatas, la cual, siguiendo la

    tradicin, terminaba alrededor de San Miguel. El ao no mereca ser llamado

    malo: mediano es ms justo. Qued demostrado otra vez que las patatas no

    dependen tanto del tiempo, sino que resisten bastante y crecen, a pesar de

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    todo. No se atrevan a echar cuentas con la seguridad de otros aos. Un da

    pas un lapn, a quien la provisin de patatas dej admirado, y asegur que en

    las aldeas lo pasaban mucho peor.

    A Isak le quedaban unas semanas por delante, durante las cuales, antes

    que llegara el fro y el suelo se helara, se ocupara en roturar el campo. El

    ganado paca ahora a su gusto. Isak estaba gozoso de poder trabajar oyendo las

    esquilas en derredor. Claro que, a veces, le estorbaba el ganado, sea que el

    toro se complaciera en arremeter a cornadas los montones de ramaje, o que las

    cabras se desparramaran por todas partes en sus subidas y bajadas, y hasta que

    treparan al techo de la cabaa.

    Pequeos cuidados y grandes cuidados!

    Un da Isak oye un grito. Inger est junto a la puerta con el nio en

    brazos, y seala a Isak el toro y la vaca Cuerno de plata. Isak deja a un lado la

    azada que empuaba y corre detrs de la pareja; pero ya es tarde. La bruja!

    Un ao tiene; y se adelanta en medio ao. Qu locura! Vaya con la nia!Isak la encierra en su establo; pero lo inevitable ha sucedido.

    Mira le dice Inger, segn cmo, vale ms as; de otro modo las dos

    vacas hubieran tenido cra a la vez en otoo.

    Quin sabe si Inger haba soltado juntos intencionadamente a Cuerno de

    plata y al toro!

    Lleg el invierno. Inger hilaba y cardaba la lana; Isak bajaba al valle con

    enormes cargas de madera seca sobre el trineo; todas las deudas se haban pa-

    gado, y eran completamente suyos el caballo y el carro, el arado y el rastrillo.

    Bajaba al valle con los quesos de cabra que haba elaborado Inger, y volva

    provisto de lino, de un telar, de la aspadera y de todo lo que convena a la

    labor; otras veces suba harina y alimentos, y tablas y clavos. Un da lleg con

    una lmpara.

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    Tan cierto como que estoy aqu, t has perdido el seso! exclam

    Inger.

    Pero ella misma haba adivinado que la lmpara llegara tarde o

    temprano. Por la noche la encendan y se hallaban como en el paraso, y el

    pequeo Eleseus crea que era el mismo sol.

    No ves qu pasmado est? deca Isak.

    Desde entonces, Inger podra hilar a la luz de la lmpara.

    Isak compr tambin tela para unas camisas, y zapatos nuevos para Inger.

    Habale pedido sta unos colores para teir la lana, y se vio complacida. Un

    da Isak compareci con un reloj. Nada menos que con un reloj de pared!

    Inger, completamente pasmada, estuvo un rato sin poder pronunciar

    palabra.

    Con todas las precauciones Isak colg el reloj, subi los pesos y lo puso

    aproximadamente a la hora. Al or su sonido grave, el nio volvi los ojos y

    mir a su madre.Razn tienes de admirarte dijo sta, y emocionada puso el nio sobre

    las rodillas. Porque todo lo bueno que en aquella soledad tenan, nada igual al

    reloj de pared, que sera su compaa en invierno, marcando a campanadas y

    con precisin cada hora del da.

    Distribuida ya toda la madera, Isak volvi al bosque, y abati los troncos,

    que llenaran un gran espacio. Cada vez le era preciso alejarse ms de la casa.

    Ahora quedaba libre para el cultivo una extensa ladera. Decidi no cortar ya

    ms sin distincin, sino nicamente los rboles ms viejos, con las copas ya

    resecas.

    Naturalmente, no ignoraba la razn por la cual Inger le haba hablado de

    una segunda cama; convena acabarla pronto. Pero una noche, al llegar del

    bosque, la realidad se le haba adelantado: la familia haba aumentado. Era un

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    chico. Inger estaba en el lecho. Qu Inger aqulla! Por la maana haba inten-

    tado mandarle a la aldea.

    Tendras que hacer andar un poco al caballo le deca. Est pateando

    continuamente en la cuadra.

    No tengo tiempo para tonteras dijo Isak a punto de salir. Ahora se

    daba cuenta de que Inger haba querido alejarle de all. Pero, por qu? Tal

    vez hubiera sido conveniente que lo tuviera a su lado. A qu es debido que

    no le des a uno el menor indicio? le dijo.

    Ahora le inst ella, por nica respuesta no podrs menos de

    construirte una cama para ti solo.

    No se haba pensado en las sbanas ni en el cubrecama; tenan una sola

    cubierta de piel para los dos, esperando el prximo otoo, en que mataran

    unos carneros; pero no alcanzara tampoco la piel de un par de carneros. No;

    los das siguientes no fueron gratos para Isak. Se helaba miserablemente

    durante la noche. Prob enterrarse en el heno ensilado debajo del saliente de laroca, prob dormir cerca de las vacas, pero no hallaba calor bastante... Andaba

    desahuciado. Suerte que lleg mayo, y luego junio, julio...

    Maravillaba ver lo que en tres aos se haba llevado a cabo! Una

    vivienda para las personas, una cuadra, unas tierras ya laborables... Y esta vez,

    qu es lo que estaba construyendo Isak? Un cobertizo ms, un granero y un

    anexo de la habitacin. Retumbaba la casa al hincar los clavos de ocho

    pulgadas, y compareca Inger clamando piedad para los pequeos.

    Ah, los pequeos! Distreles, entretanto; cuntales algo; dale a

    Eleseus la tapadera de la herrada6 para que haga ruido. Yo pronto acabar de

    clavar, pero ya comprenders que es indispensable afirmar las traviesas del

    6 Cubo de madera, con grandes aros de hierro o de latn, y ms ancho por la base que por laboca.

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    tabique entre la habitacin y su anexo. Despus de esto ya slo necesitar

    clavos de pulgada y media, una bagatela.

    No hubiera podido l evitar el martilleo? Hasta entonces los barriles de

    arenques, la harina y otros productos alimenticios quedaban depositados en el

    establo para no exponerlos a la intemperie, pero la manteca tena sabor a

    cuadra. Hzose de primera necesidad una despensa. Que los pequeos se

    acostumbraran a un par de martillazos contra la pared! Eleseus era, eso s, ms

    bien flojo, mientras que su hermanito mamaba como un ngel de esos que

    tocan la trompeta, y cuando no gritaba dorma. Una preciosidad de chico!

    Isak no se opondra a que le bautizaran con el nombre de Sivert. Tal vez era

    mejor as, por ms que l haba acariciado de nuevo el nombre de Jacob. Inger

    acertaba en algunos puntos. Eleseus era el nombre del prroco que ella haba

    tenido, y era un nombre distinguido; Sivert se llamaba el to de Inger, el

    tesorero del distrito, soltern y hombre acomodado, sin herederos. Qu mejor

    que llamar Sivert al segundo?Volvi la primavera con sus trabajos, y antes de Pentecosts se sembr

    todo. Cuando Eleseus era el nico, a Inger no le sobraba tiempo para ayudar al

    marido. Ahora que tena dos hijos, extirpaba la mala hierba, a ms de las horas

    empleadas en el cultivo de las patatas, las zanahorias y los nabos. No sera

    fcil dar con otra mujer como ella. En su telar siempre haba alguna pieza. No

    desperdiciaba un momento para entrar donde la tena y vaciar unas bobinas; el

    pao era una lanilla indicada para el invierno. Una vez teida la fibra, teja

    gneros de vestir azul y rojo, que llevaran ella y los nios; en otros colores

    provea a la ropa de cama de Isak. Cosas todas necesarias y de gran duracin.

    Los solitarios haban, pues, prosperado, y suponiendo que el ao se

    presentase bien, su situacin se hara, realmente, envidiable. Qu les faltaba

    todava? Desde luego, un pajar, naturalmente; un buen granero con su era al

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    lado. Esto era algo para lo futuro, un fin que se conseguira como todo lo

    anterior. S, con el tiempo! Ahora Cuerno de plata, la vaquilla, tena un

    ternero; las cabras, cabritillas; las ovejas, corderos. Era todo un rebullir en los

    prados. Y las personas? Eleseus ya corra solo de un lado a otro, y el pequeo

    Sivert estaba bautizado. E Inger? Pareca de nuevo encinta, a juzgar por sus

    redondeces. Qu supona para ella un hijo ms? No digamos que nada;

    orgullosa estaba ella de aquellas criaturas, y daba a entender que no a todos les

    reservaba Dios hijos de tan buen ver como los suyos. Inger se desviva por

    parecer joven. Tena la cara desfigurada, y haba pasado toda su juventud

    desdeada de los mozos. Por muy trabajadora que fuese, y aun sabiendo bailar

    bien, aqullos menospreciaron sus virtudes femeninas, volvindole la espalda.

    Pero haba llegado su hora; se desplegaba su lozana, floreca de continuo y

    eran fecundas sus entraas. Isak, el cabeza de familia, segua siendo un

    hombre serio y grave, pero haba tenido xito en sus propsitos, y estaba

    contento. No se saba cmo se le haba podido hacer llevadera la existenciaantes de venir Inger; se haba mantenido de patatas y leche de cabra, y otros

    condimentos sin nombre. Ahora tena de todo lo que un hombre en sus

    circunstancias puede exigir.

    Volvi la sequa; otro ao adverso. Supieron por Os-Anders, el lapn,

    que acertaba a pasar con su perro, que la gente de la aldea ya haba segado

    toda la mies para destinarla a forraje del ganado.

    Ah! Y no hay esperanzas? pregunt Inger.

    No. En cambio, la pesca del arenque ha sido buena. Tu to Sivert

    tendr su parte como propietario costero. Y como ya tena alguna provisin en

    la despensa y en la bodega... Como t misma, Inger.

    S; a Dios gracias, no puedo quejarme. Y qu dicen de m all en

    casa?

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    Os-Anders cabecea, y responde, lisonjero, que no tiene palabras para

    expresarlo.

    Si te apetece una taza de leche dulce y le invita Inger, no tienes ms

    que decirlo.

    No quisiera privaros de ella. Pero, no tendras algo para el perro?

    Y hubo leche y comida para el perro, adems. Os-Anders oy algo como

    una msica que sala de la casa, y aguz el odo.

    Qu es eso?

    Es nuestro reloj de pared que da la hora dice Inger, a punto de

    reventar de puro orgullo.

    Os-Anders vuelve a menear la cabeza, y observa:

    Tenis casa y caballos, vivs bien. Qu no tenis?

    En verdad, nunca se lo agradeceremos bastante a Dios.

    Oline me ha dado recuerdos para ti.

    Bien. Cmo est Oline?Regular. Dnde est tu marido?

    Por los campos andar.

    Por ah se dice que tu marido no ha comprado dice Os-Anders, el

    lapn, de repente.

    Comprar? Quin lo ha dicho?

    Se dice...

    Y a quin haba de comprrselo? Es tierra de nadie.

    Hubo una pequea pausa.

    Y con sus sudores ha regado l estas tierras.

    Dicen que vuestro terreno pertenece al Estado...

    Inger no entenda nada de esto, y dijo:

    Puede ser. Tal vez Oline lo ha dicho?

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    No recuerdo quin respondi el lapn, y sus ojos inquietos no

    acertaban dnde fijarse.

    Inger se extraaba de que no le pidiera algo, porque todos los lapones

    como Os-Anders son pedigeos. Pero el hombre permanece tranquilamente

    sentado, carga su pipa de yeso, y la enciende. Qu pipa! Fuma el hombre

    resoplando, y toda su cara, surcada de arrugas, parece un pedazo de carne

    asada.

    Ya no te pregunto siquiera si sos son tus hijos dice, ms adulador

    que antes. Se te parecen tanto! Tan majos son como t, de nia.

    Comparacin inoportuna, pues Inger haba sido un esperpento, y, sin

    embargo, ahora senta henchirse de orgullo su corazn. Hasta un lapn puede

    hacer dichoso el corazn de una madre.

    Si no estuviera ya tan lleno, te pondra algo en el saco.

    No; por m no os privis...

    Inger entra en la casa, con el hijo menor en brazos, mientras Eleseuspermanece afuera, en buena amistad con el lapn. El nio descubre algo que le

    llama la atencin dentro del saco del caminante, algo velludo que se mueve y

    que l se atreve a acariciar. El perro gime quedamente y luego ladra. Inger,

    que vuelve a salir con algo de comer, se sobresalta.

    Qu es lo que escondes en el saco?

    Nada; es una liebre. Tu nio ha querido verla. La ha cazado el perro, y

    me la ha trado.

    Toma tu comida dice Inger.

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    Vieja es la experiencia de que a un mal ao sigue al menos otro igualmente

    malo. Isak haba aprendido a resignarse. Agostbase el grano en el campo, y la

    cosecha del heno result mediana, pero las patatas parecan rehacerse. La cosa

    se presentaba, pues, bastante mal, sin ser desesperada. No le faltaba a Isak ni

    lea para el hogar, ni buenas vigas para proveer a la aldea; y como la pesca del

    arenque haba dado buen resultado en todo el litoral, la gente tena dinero su-

    ficiente para emplearlo en madera y lea. Casi pareca providencial el fracaso

    de la cosecha porque, sin el granero y sin la era, qu hubiera sido del grano?S; Providencia o no Providencia, pero a la larga, no puede daar.

    Otra cosa era aquella novedad que le intranquilizaba. Qu significa lo

    que un cierto Os-Anders haba preguntado a Inger de si Isak haba o no haba

    comprado? Aqu yaca la tierra, all se levantaba el bosque. A qu comprar?

    Haba convertido el yermo en tierras de cultivo, se haba construido una casa

    en medio de la Naturaleza virgen, mantena a su familia y ofreca pastos a su

    ganado, no deba nada a nadie, y trabajaba, trabajaba sin descanso. Repetidas

    veces se le haba ocurrido la conveniencia de hablar de esto al delegado del

    Gobierno cuando bajaba a la aldea, pero cada vez lo aplazaba para otro da. El

    delegado no era muy simptico a la gente, y l, Isak, era hombre de pocas

    palabras. Qu explicacin dara al delegado?

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    Un da de invierno, el delegado se present en la alquera con un hombre

    que llevaba una cartera repleta de papeles. Geissler, el delegado, vio la amplia

    ladera abierta, la cual, talado el bosque, apareca desnuda y dijo:

    Grande es la hacienda. Crees t que puede ser tuya sin ms ni ms?

    Ya estaba! Isak estremeciose hasta la mdula, y no replic nada.

    Tendras que haber hablado conmigo y debiste comprar el terreno

    dijo el delegado.

    S, seor.

    El delegado habl de valoracin, de lindes, de impuestos; impuestos

    reales, dijo. Isak empezaba a ver claro en todo aquello, y le pareca cada vez

    menos disparatado. El delegado se dirigi a su acompaante:

    Ea, tasador! Qu extensin tiene la finca?

    Y sin esperar siquiera la respuesta, apunt lo que l mismo haba

    calculado a bulto. Pregunt a Isak cuntas cargas de heno y cuntas toneladas

    de patatas sacaba. Era preciso deslindar; pero con el grueso de nieve a la alturade un hombre no iban a recorrer los lindes; y en verano no habra hombre

    dispuesto a subir. Qu era lo que Isak haba pensado tomar por praderas y

    cunto bosque? Ni l mismo lo saba, porque hasta hoy haba credo de su

    propiedad todo lo que abarcaba con la mirada. El delegado le dijo que el

    Estado seala los lmites.

    Cuanta ms tierra tengas le explic, ms te cuesta.

    Bien.

    No es tuyo todo lo que alcanzas con la vista, sino lo que necesitas, ni

    ms ni menos.

    Bien.

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    Inger les sirvi leche, y el delegado y su acompaante la tomaron. Les

    sirvieron ms. Era posible que aquel delegado fuera tan riguroso?

    Acariciando la cabeza de Eleseus, observ:

    Juegas con piedras? A verlas! Qu es esto? Pesan mucho, eh?

    Seguramente contienen algn metal.

    Pues hay abundancia de esas piedras arriba, en el monte asegur Isak.

    El delegado volvi a lo prctico.

    La parte sur y la parte oeste sern las ms provechosas para ti dijo a

    Isak. Pongamos un cuarto de milla en direccin Sur.

    Cmo? Un cuarto de milla! exclam el acompaante.

    T, desde luego, no seras capaz de trabajar ni siquiera doscientas

    varas de terreno replic el delegado secamente.

    Isak pregunt:

    Cunto vale un cuarto de milla?

    Ni yo ni nadie podra fijarlo con exactitud respondi el delegado.Pero yo propondr un precio bajo. Las comunicaciones son difciles en esos

    yermos.

    Pero es que un cuarto de milla... repeta el acompaante.

    A continuacin el delegado escribi: Un cuarto de milla en direccin

    Sur. Y pregunt luego:

    Y hacia arriba, camino de la sierra?

    Ah, por esta parte me conviene tener hasta el lago. Hay all un gran

    lago.

    El delegado sigui escribiendo. Y luego pregunt:

    Ahora hacia el Norte?

    Aqu no importa tanto; en aquellos aguazales no hay propiamente

    bosques respondi Isak.

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    El delegado escribi por su propia cuenta un octavo de cuartilla.

    Y hacia el Este? inquiri luego.

    De este lado lo mismo da; todo es montaa hasta Suecia.

    El delegado tom nota, y una vez hubo concluido, hizo un repaso, y dijo:

    Desde luego, ser una gran hacienda, y si estuviera situada abajo, en el

    Municipio, no habra quien pudiese adquirirla. Propondr cien tleros por

    todo. Qu te parece? pregunt al acompaante.

    Eso es regalado respondi ste.

    Cien tleros! intervino Inger.

    Es lo que yo digo interrumpi el acompaante. Qu harais con

    tanto terreno?

    El delegado dijo:

    Trabajarlo.

    All estaba escribiendo y tomndose gran molestia; de vez en vez uno de

    los nios gritaba en la habitacin. No le hubiera gustado a Geissler volver aescribirlo todo