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A Propósito de Un Nuevo Aniversario Del Asesinato de La Familia Imperial Rusa

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A propósito de un nuevo aniversario del asesinato de la Familia Imperial Rusaby Nicolás Kasanzew

Texto traducido del original:Un caballero Latino defensor de la Rusia Zarista.En la década del 60, en Buenos Aires, a la búsqueda de una palanca en la cual aplicar su ardor anticomunista, los descendientes de los combatientes rusos blancos comenzaron a plegarse a las organizaciones argentinas de nacionalistas de derecha, numerosas en aquella época y de sonoros nombres. Así, por ejemplo, Sergio Roschkow, nieto del último atamán de los cosacos del Don, el general S. V. Pavlov, muerto en combate,  era jefe de una sección del movimiento “Tacuara”; Andrés Serbin, nieto de un coronel del ejército blanco de Wrangel, participaba de las actividades de Guardia Restauradora Nacionalista; Alejandro Shamray, de las de Vanguardia Argentina Nacionalista, y yo me sumé a Legión Nacionalista Contrarrevolucionaria.Sin embargo, a pesar de toda una cantidad de puntos de coincidencia en el ideario, a mi me consternaba, que eran contados los líderes del nacionalismo argentino que entendían correctamente la cuestión rusa, mientras que algunos de ellos, siguiendo una aborrecible costumbre occidental, hasta ponían el signo igual entre los conceptos totalmente antagónicos de “ruso” y “soviético”.

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¡Cual no sería mi asombro -y mi deslumbramiento- al descubrir entre los ideólogos locales de derecha a un hombre que hablaba de Rusia con conceptos propios de un Ivan Ilyin o un Ivan Solonevich, pensadores de la Rusia tradicional monárquica!En el escritorio del profesor Alberto Falcionelli, pendía de un lugar honroso de la pared el retrato del Zar Nicolás II, a quien él ya entonces, quince años antes de que fuera canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa en el Exilio, calificaba como santo. El no se refería a nuestro país de otra manera que no fuera “La Santa Madrecita Rusia” y justamente a ella le dedicó la mayoría de sus trabajos científicos. ¿De qué peregrina manera se produjo esa identificación total de un patriota argentino y devoto católico conservador con la Rusia Histórica? Pues fue por caminos asaz alambicados. De descendencia corsa, Falcionelli nació en Paris el 27 de mayo de 1910. Por obra del destino, su familia vivía cerca de la famosa catedral rusa de la Rue Daru, el centro espiritual del exilio ruso blanco por aquellos años, y a la edad de 11 o 12 años, se le hizo costumbre frecuentarla. Al joven, inquisidor e impresionable, enseguida lo cautivaron las personas que, después del oficio religioso, se reunían en los bistró aledaños, vestidas de civil, pero de gallardo porte marcial, que le contaban en un francés a veces chapurreado, como habían ido “al combate por la Santa Rusia”.Desde entonces esa Rusia se habría de convertir en su pasión. Y esa pasión se atizó aún más cuando – luego de haber terminado la facultad de Historia de La Sorbona y habiendo recibido el doctorado en la universidad de Roma La Sapienza, él fue enviado por el “Journal des Debats”, en los años de la “ezhovschina”, es decir del peor terror estalinista, como corresponsal a la Rusia Soviética, país que recorrió hasta la China.Monárquico convencido, activo seguidor y en determinado momento secretario del fundador de la organización monárquica Action Francaise, Charles Maurras, (a Falcionelli incluso le tocó experimentar la cárcel francesa por su participación en los golpes de mano políticos de

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los Camelots du Roi, en la Segunda Guerra Mundial él cayó prisionero de los alemanes, de los cuales nueve meses después, arriesgando la vida, logró fugarse. Por su valor, recibió una condecoración y una medalla. A pesar de eso, luego de la liberación de París, a causa del poder que había alcanzado la extrema izquierda, fue víctima de un hostigamiento escarnecedor, a raíz de lo cual viajó a Madrid, donde durante un breve tiempo enseñó literatura francesa en la Universidad Central.En 1947 Falcionelli arriba a la Argentina, bajo un contrato con la Universidad de Cuyo, en la provincia de Mendoza,  en calidad de profesor de Historia Contemporánea, y ocupa esa cátedra por espacio de 39 años. Aparte de eso, daba clase en la Academia Naval Militar de Chile y en la Universidad Católica de la ciudad de Valparaiso, siendo asimismo consejero de varios ministros argentinos de Relaciones Exteriores. Cabe hacer notar, que aunque llegó a la Argentina a la edad de casi cuarenta años, en un brevísimo lapso pasó a dominar el castellano con tanta excelencia, como con la que manejaba el francés. (A propósito, el hablaba en seis idiomas, entre ellos, por supuesto, en ruso).Falcionelli es autor de dos decenas de trabajos científicos, siendo capitales entre los mismos “Historia de la Rusia Contemporánea 1825-1917” (Mendoza 1954) e “Historia de la Rusia Soviética” (Madrid, 1959). Cuando, a principios de la década del 90, yo le presté esos libros a Víctor Vladimirovich Pontovich,  antropólogo y andinista bonaerense, hijo de un  teniente coronel del ejército blanco siberiano, esté se entusiasmó con la idea de traducirlos al ruso y hasta llegó a un acuerdo con la Universidad de Novosibirsk para su edición. Lamentablemente, la prematura muerte de Pontovich frustró este proyecto.Pero no sólo en esas obras fundamentales, sino prácticamente en cada uno de sus libros, Falcionelli se empeñaba celosamente en limpiar a la Rusia pre-revolucionaria de aquella mugre y mentira, con que la habían embadurnado el liberalismo ruso, y su legítimo heredero, el régimen comunista.

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Sus trabajos abundan en datos sobre la situación económica y social en la Rusia Zarista, que marcan una ventajosa diferencia con respecto a iguales indicadores de los  Estados Unidos y Francia; datos sobre el más que humanitario trato que el régimen pre-revolucionario le dispensaba a sus crueles y traicioneros enemigos políticos; datos que no dejaban piedra sobre piedra de las falsas denuncias de Máximo Gorki y sus acólitos.

Para Falcionelli, la Rusia de principios de 1917 era “la ultima tierra de santidad en el mundo”. A su juicio, el fusilamiento, por orden directa de Lenin, “del mejor poeta ruso del siglo XX, Nikolai Gumiliov, digno de ser comparado con Pushkin, por el hecho de ser un ferviente monárquico ortodoxo, debía simbolizar, según el designio de los nuevos dueños de la Vieja Rusia, el certificado de defunción de la Santa Rusia. Sin embargo, en sus obras, el historiador invariablemente habla de la Vieja Rusia como de “un valor siempre vivo y presente”.En las recensiones dedicadas a sus libros, los comentaristas subrayaban con cierta desconfianza que – a diferencia de la mayoría de los sovietólogos -Falcionelli no solo no veía ningún peligro en el renacimiento de la conciencia nacional-religiosa rusa, cuyos portadores eran para él hombres como Solzhenitzyn y Shafarevich, sino que también demostraba con argumentos irecusables la falsedad de la gastada tesis sobre la supuesta identidad del expansionismo soviético y el “sistema de imperialismo zarista”.A pesar de que ya en 1950 Falcionelli había adoptado la ciudadanía argentina, la embajada francesa seguía enviándole religiosamente sus invitaciones para la fiesta del 14 de Julio, hecho que lo irritaba soberanamente. A estas invitaciones él contestaba con cartas sarcásticas, en el espíritu de la punzante frase de Sainte-Beuve, critico literario y poeta: “Festejar el aniversario de la revolución francesa es lo mismo que festejar solemnemente el aniversario de aquel día en que uno se ha contagiado la sífilis”.Fino conocedor de la ciencia política, entre sus discípulos se contaban y lo valoraban profundamente -aún si no

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compartían enteramente su cosmovisión- muchos destacados protagonistas de la escena política argentina, particularmente el actual jefe del gabinete de ministros.El profesor Alberto Falcionelli falleció en paz y sin sufrimiento en Buenos Aires, en brazos de su esposa e hijos, el 1 de diciembre de 1995. El principal diario argentino, La Nación, de tendencia liberal, con el cual había polemizado duramente, le dedicó sin embargo, una nota necrológica plena de respeto.Inclinando mi cabeza ante la memoria de este caballero latino defensor de la Rusia Zarista, expreso mi fe de que, más tarde o más temprano, sus obras encontraran el camino hacia la mente y el corazón del pueblo ruso.Periódico “Nuestro País”, Buenos Aires№ 2371-2372, sábado 20 de enero de 1996Nota de Argentinidad: Se puede descargar, o leer el texto original en Ruso en el siguiente vínculo: http://nashastrana.net/wp-content/uploads/2012/05/NS_2371_2372_online.pdfAdjuntos: 

http://argentinidad.org/nota/a-proposito-de-un-nuevo-aniversario-del-asesinato-de-la-familia-imperial-rusa