Abascal, Julio de - El Enigma Proust

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Abascal, Julio de - El Enigma Proust

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El enigma Proust (Spanish Edition)

El enigma Proust

Por Julio de Abascal

Primera parte

La mirada del comisario se precipit una vez ms sobre mis ojos, esbozando esta vez un gesto de franca impaciencia. Haca ya un buen rato que el sudor empapaba las arrugas incipientes de su frente, y algunas gotas haban alcanzado la tinta del manuscrito, diluyendo en las rugosidades del papel algunos trazos de la primera pgina. - Por ltima vez advirti, y su voz quebr el silencio en el claustrofbico despacho policial. O me explica cmo ha llegado esto a sus manos, o no tendr ms remedio que pedir una orden de arresto.- Significa eso que an no estoy arrestado? repliqu.El comisario ignor mi pregunta. Seal con un rpido ademn hacia mi sien, donde an se adivinaba el rastro de sangre seca.- Por qu no quiere decirme quin le ha hecho eso? - Porque, como ya le he dicho varias veces, ni siquiera yo s quin me lo hizo.Alonso Gmez-Argent no era lo que se dice un tipo duro, pero a esas alturas ya no me quedaba ninguna duda de que estaba a punto de perder la paciencia. Vesta con escasa conviccin un traje de Armani, desde luego excesivo para la situacin, y esconda su mirada tmida bajo unas gafas algo anticuadas, de montura fina y lentes redondas. A pesar de su voz estridente y de un ms que poblado mostacho, sus gestos sugeran una personalidad frgil. Probablemente era esa misma ambigedad la que le haba permitido conservar su puesto durante aos. Apenas me quedaban fuerzas para levantar la cabeza y mirarle a los ojos. Demasiado para una sola noche, susurr para m, sin separar apenas los labios resecos. Ni siquiera recordaba ya cuntas horas llevaba en comisara, casi todas ellas preguntndome cmo haban dado tan rpido con aquel maldito manuscrito que haca unos das ni siquiera conoca y del que ahora, al parecer, dependa mi existencia. - Qu ha pasado con los dems? pregunt.- Se les est tomando declaracin - respondi el comisario con manifiesta desgana.Qu me impeda contrselo? Al fin y al cabo, aquel montn de cuartillas amarillentas era la causa de todo lo que haba sucedido esa noche. Y tambin yo quera saber lo que se esconda tras ellas.Mientras el humo del cigarrillo del comisario formaba lentamente una difusa nube alrededor de mi cabeza, me pregunt qu significado tenan en realidad para m los sucesos de las ltimas horas. Se me ocurri entonces que mi vida estaba repleta de interrogantes para los que nunca haba tenido el valor de buscar una respuesta. Sent la necesidad ineludible de responderme a esa pregunta.Lentamente, levant la cabeza buscando con la mirada al hombre agotado que segua pendiente de cada uno de mis gestos. l permaneca de pie. Se apoyaba sobre el respaldo de la silla, cabizbajo. Pareca casi tan exhausto como yo.- Est bien conced, puede traerme una taza de caf?El comisario dej escapar un suspiro de alivio. Levant la vista hacia el techo y simul una forzada sonrisa de satisfaccin, alzando los brazos como un sacerdote extasiado. Aleluya, hubiera querido exclamar si su estatus no se lo hubiera impedido. Luego sali del diminuto despacho y volvi un minuto despus con dos tazas de caf humeante.- Cuntemelo todo dijo, tomando un primer sorbo-. Desde el principio, por favor. 1 El nmero trece de la calle Cdols no tena nada que ver con lo que yo haba imaginado. Era un portal abandonado, de aspecto sucio, que despeda un desagradable hedor a orn. Me acerqu con cierta inseguridad, pero la placa metlica del buzn, menuda y amarillenta, no dejaba lugar a dudas: Nicols Andreotti, 4 1. Una fina capa de xido cubra la verja de hierro de la entrada, y el interfono se haba quedado atascado despus de pulsar el botn del cuarto primera. En la finca contigua, una mujer fregaba el suelo del rellano y tarareaba una tonadilla sin dejar de observarme. Esper unos segundos sin obtener respuesta. Mir de reojo a la portera, que segua examinndome mientras lanzaba con fuerza un cubo de agua sucia al imbornal. Volv a pulsar el botn. La portera se apoyaba ahora sobre su fregona, mirndome sin disimulo. Me gir ligeramente hacia ella, sin sostenerle la mirada, y observ el tapn de podredumbre que impeda el paso del agua por el orificio de la cloaca. Tampoco esta vez hubo respuesta, pero me di cuenta de que la puerta estaba abierta. La empuj sin prisas y el agudo chirrido de las bisagras invadi con su eco el vaco de la escalera. Todo estaba a oscuras. Esper a que la puerta se cerrara a mis espaldas y busqu a tientas el interruptor de la luz. Cuando lo encontr, una bombilla desnuda y recubierta de polvo se encendi a pocos centmetros de mi cabeza. Me apoy sobre el pasamanos de la escalera de caracol y sub poco a poco, sorprendindome de que los peldaos de madera carcomida no crujieran bajo mis pies. Haca ms de diez aos que no vea a Nico, a pesar de que nos habamos escrito con cierta frecuencia durante todo ese tiempo. Nico era el nico ciego que yo conoca que segua escribiendo largas cartas en papel. De nada haba servido que le propusiera comunicarnos por correo electrnico. Es ms rpido y te ahorrar molestias, le haba dicho, pero Nico era un enamorado del papel rugoso, de los abrecartas centenarios, de los sellos nicos. A decir verdad, Nico era el sibarita ms grande y refinado que yo haba conocido nunca. Cmo iba l a prescindir del placer de enviar una carta? Las tecleaba a una velocidad prodigiosa en su phono-braille, un menudo aparato que, con apenas seis o siete botones, le serva a la vez de agenda telefnica, ordenador personal y lector de documentos. Luego sacaba el disco, lo introduca en el ordenador e imprima la carta. Alguna vez incluso se haba jactado de poder escribir cartas a mano, aunque a m nunca me haba enviado ninguna.La ltima vez que lo haba visto, acababa de comprarse un dplex de lujo a precio de ganga en el Eixample. Recuerdo que entonces, cuando el resto de compaeros de la facultad luchbamos por malvivir con cuatro perras, Nico nos ilustraba con sus teoras sobre la burbuja especulativa, el potencial de crecimiento del mercado inmobiliario, la revalorizacin del suelo en Barcelona y no s cuntas otras cosas. Endeudarse es la solucin ms sabia, sentenciaba. Por supuesto, el corte capitalista de su discurso escandalizaba en los corrillos de rebeldes y antisistema de la facultad de Traduccin. Sin embargo, el tono cautivador con que Nico se explicaba y, sin duda, el hecho de que fuera ciego, atenuaban las crticas hasta el punto de diluirlas por completo. Mientras suba los peldaos de madera carcomida de aquel viejo edificio semiderruido, todava me preguntaba qu habra llevado a Nico a cambiar su fenomenal dplex por un viejo piso en una finca cochambrosa. En realidad, cada peldao que suba me sugera un nuevo interrogante. A qu se dedicaba ahora Nico exactamente? Qu aspecto tendra? Cmo habra tratado la vida a un joven que ya era todo un perro viejo?La puerta estaba abierta cuando llegu, pero no haba nadie esperndome. Desde fuera, el nuevo piso de Nico revelaba una decadencia atroz. El marco de la puerta haba sido arrancado, y tan slo quedaba un fragmento de madera resquebrajada en el dintel. La alfombrilla de la entrada, poco ms que un felpudo rado, ofreca todo el aspecto de una vivienda abandonada.Empuj la puerta con cuidado, como si temiera lo que iba a encontrar tras ella, pero los goznes chirriaron echando al traste mi exagerada precaucin. Cuando acab de abrirla, no pude reprimir una leve sonrisa. Despus de todo, el bueno de Nico no haba cambiado tanto. El suelo del recibidor, en contraste con el de la escalera, estaba cubierto con esmero por un parqu de color claro. Dos lmparas de luz halgena iluminaban la estancia, lo que no dejaba de sorprender en la casa de un invidente. A la izquierda, a pocos metros de la puerta, una vitrina de cristal reforzado alojaba una vistosa coleccin de estilogrficas. Cerr la puerta tras de m y me acerqu a observarlas con detenimiento. Haba una Montblanc numerada en honor al violinista Yehudi Menuhin, segn rezaba un letrero minsculo; un espectacular ejemplar de Caran dAche cubierto con un anillo de diamantes; una Montegrappa Aphrodite con la simblica flor de seis puntas en lo que pareca oro de 18 quilates... De dnde sacara el dinero para despilfarrar en semejantes exquisiteces? Decididamente, Nico era el de siempre.El comedor del piso era espacioso y estaba decorado sobriamente: ningn espejo, ninguna figura sobre la cmoda, ningn cuadro ni fotografa en la pared. Tan slo una elegante y desfasada cortina de terciopelo rojo, un viejo bal cubierto por un tapete de estilo arbigo y, sobre el estante, toda una hilera de libros en braille. Ech un vistazo alrededor. Todo estaba ordenado: algunas revistas bajo la mesita de vidrio a saber para qu, o para quin, una pila de hojas escritas en braille sobre la estantera, pelculas de vdeo, ceds... incluso un pequeo ramo de claveles en el centro del mantel que cubra la mesa ms grande. Nico me esperaba de pie. No haba cambiado mucho desde la ltima vez que nos habamos visto, aunque haba engordado algunos kilos y su habitual perilla se haba convertido ahora en una barba frtil y seductora. Sus gafas negras haban dejado de ser aquellas lentes grandes y ortopdicas, y en lugar de ellas usaba unas modernas gafas de sol que le quitaban de encima algunos aos. Ni siquiera supe cmo saludarle. Permanecimos unos segundos en silencio, tratando de asimilar el tiempo que haba pasado desde nuestro ltimo encuentro.- Es curioso dijo entonces.Extraa manera de saludar despus de diez aos, pens.- Qu es curioso?- Que te note tan cambiado a pesar de no haberte visto ni una sola vez en mi vida respondi, y ambos remos con ganas. Nico siempre haba tenido un acentuado sentido del sarcasmo, que se volva especialmente agrio cuando se refera a s mismo. Yo lo atribua a su absoluto desprecio por quienes le compadecan. Los dos sabamos que se no era mi caso.Hablamos durante una hora, tal vez ms. Nico pareca animado, y yo me alegraba de recuperar a un viejo amigo. Era como si alguna mano annima me hubiera concedido cuanto necesitaba aquella noche para ser feliz: recordar las ancdotas insignificantes de quince aos atrs y tratar de olvidar lo que en realidad me haba llevado a Barcelona, que era algo tan vulgar como mi catica relacin de pareja.Desde que conoc a Nico, tuve la conviccin de que era diferente. Y no me refiero slo a su ceguera; Nico tena algo que le distingua de los dems, de eso no me caba la menor duda. Con la perspectiva que da el paso de los aos, ahora creo que era su actitud ante la vida, su osada frente a lo que para cualquier otro hubieran sido adversidades insalvables. Ya entonces me daba cuenta de que aquella especie de atrevimiento era propio de los que creen que ya no tienen nada que perder.Nico segua hablando sin parar. Se dira que haba esperado todo aquel tiempo slo para contarme sus interminables ocurrencias. Y, sin embargo, nada de cuanto deca me pareca ocioso. Como haba hecho siempre, meda todas y cada una de sus palabras, que formaban frases coherentes y ordenadas, como si en vez de una charla informal estuviera interpretando un papel aprendido de memoria.Supongo que fue precisamente por eso por lo que decid interrumpirle interesndome por su vieja coleccin de vinos. Pero lo cierto es que Nico no pareca en absoluto sorprendido por mi pregunta y, como si formara parte de su particular guin, se levant enrgicamente y me invit a acompaarle.Segu a Nico por un pasillo largo y estrecho. Se guiaba con habilidad por la casa, siguiendo con los dedos de la mano izquierda las rugosidades de la pared, como si fuera sta uno ms de sus escritos en braille. Al igual que el comedor, el resto del piso estaba decorado con bastante sobriedad: apenas algunos cuadros y fotografas familiares, un pequeo mueble con los trofeos de sus competiciones juveniles de natacin y un enorme jarrn estratgicamente colocado junto a su habitacin. Nico iba encendiendo todas las luces que encontraba a su paso. Era algo que ya antes haca con frecuencia: estaba tan obsesionado por que los dems no sufrieran las consecuencias de su ceguera, que al final produca el efecto contrario, de manera que no quedaba ni una sola habitacin sin iluminar.Al final del pasillo, Nico abri una portezuela e inclin ligeramente la cabeza antes de entrar.- Cuidado con la cabeza me alert: ms de uno se ha llevado un mal recuerdo de esta puerta.Le segu, intrigado, por un nuevo pasadizo, algo ms ancho que el anterior. Me sorprendi que las luces estuvieran ahora tan perfectamente orientadas, como si hubiramos entrado en un piso diferente al anterior. Incluso haba una pequea lmpara iluminando con mimo el lienzo que colgaba de la pared.- Compr el piso de al lado y luego hice tirar algunos tabiques. - Y utilizas las dos partes? - Vivo en la parte que t has visto: hay espacio suficiente... y tiene buenas vistas a la plaza de la Merc aadi con irona. En esta otra parte apenas toca el sol, as que instal aqu la bodega. En seguida la vers.Abri una nueva puerta y se apart para dejarme entrar antes que l. - Qu te parece?Mir estupefacto a mi alrededor. Nunca hubiera imaginado que un piso del Raval pudiera alojar semejante coleccin de vinos. No era especialmente espaciosa, pero me causaba la impresin de hallarme en unas autnticas bodegas subterrneas. Una hilera de estantes de madera se alineaba junto a las paredes con decenas de botellas de vino en posicin semihorizontal. Me entretuve unos segundos observando las etiquetas: centenares de riojas de innumerables cosechas, varios estantes de vinos borgoeses, tintos de la Ribera del Duero, de lava, algn que otro espumoso del Peneds. En el centro, una pequea isla de botellas se encargaba de organizar el espacio, y al final, en lo que debi de ser en su da una habitacin, haba ahora una barra americana, una mesa de madera barnizada y unos bancos dispuestos para la degustacin. Me acerqu a la primera hilera de botellas. Cada ejemplar estaba numerado en braille, y sobre la mesa pude ver un extenso catlogo, tambin en braille. Nico levant los ojos, como si pudiera verme, y se interpuso entre la carta de vinos y yo.- Me sorprendi que respondieras tan pronto a mi invitacin.Me encog de hombros, instintivamente.- Pens que me vendra bien. Ya sabes aad, lo mo con Alicia.- Todava es pronto para decir eso, no crees?- No he dicho nada protest.- S lo has hecho respondi, y en su cara se dibuj una media sonrisa. - Si quieres que te diga la verdad, empiezo a pensar que no me importa ment, recordando mis esfuerzos por reprimir las lgrimas en el avin. Como si pudiera advertir la tristeza en mis ojos, Nico apoy su mano sobre mi hombro.- Conozco el sitio perfecto para levantar esos nimos.Bajamos juntos por la desvencijada escalera de caracol. Nico no pareca necesitar ninguna ayuda para desenvolverse en aquella jungla de escalones desnivelados y baldosas sueltas esparcidas por el suelo de los rellanos.Enfilamos la calle Cdols hasta llegar a Escudellers, y en un rpido quiebro que Nico tena aprendido de memoria seguimos por la calle Aviny, dejando atrs la plaza de la Vernica y, con ella, decenas de comercios minsculos, casi todos ellos inverosmiles. Pronto me dej llevar por un laberinto de callejones que apenas haba odo nombrar: NArai, Templers, Bellafila, Reina Elionor y, finalmente, y como por arte de magia, la calle de Ferran y la plaza de Sant Jaume.Pronto nos plantamos ante la puerta del restaurante, un oscuro tugurio en la calle Parads. Le en voz alta el rtulo: Mons Taber. 2 Mi relacin con Alicia haba sido desde el principio un fracaso sonado. La excitacin, los nervios de las primeras citas, pronto haban dejado lugar a un estado de guerra permanente. Alicia era una mujer madura, saba siempre lo que quera y no le importaba pasar por encima de m para conseguirlo. A veces, de una forma sutil, e incluso cariosa; pero si eso no surta efecto, entonces cambiaba radicalmente de estrategia y no se detena hasta conseguir lo que se haba propuesto. As fue cuando decidimos decidi alquilar nuestro primer apartamento, un piso de escndalo en la falda del Tibidabo que, por supuesto, superaba con creces todos nuestros presupuestos. Yo, que por aquel entonces haba sido cautivado por los hipnticos discursos inmobiliarios de Nico, hubiera preferido comprar un piso ms modesto, pagando a plazos, pidiendo prstamos y toda esa parafernalia. Estaba tan colgado de Alicia que hubiera pasado con gusto por semejante via crucis. Quiz lo prefera para atar a Alicia con una hipoteca. Ingenuo de m: pensaba que, mientras ms papeles hubiera por medio, ms difcil sera para ella alejarse de mi lado.Pero lo cierto es que Alicia nunca haba sido ma. Era uno de esos espritus libres de los que todos los hombres se enamoran y que slo algunos incautos, como yo, se afanan en atrapar. Todava recuerdo el momento en que nos conocimos, probablemente el nico de nuestra relacin en el que Alicia haba sentido de verdad algo por m. No puede decirse que fuera un suceso romntico, no al menos de un romanticismo convencional. Pero as es como Alicia y yo nos conocimos. Ella estaba en el lavabo de la facultad cuando una viga del viejo edificio cedi y se desplom con fuerza, haciendo aicos la pared que separaba los servicios de hombres y mujeres. Por un momento, la escena se convirti en algo dramtico: slo se oan gritos, llantos, y los estudiantes corran de un lado a otro con la cara emblanquecida por el polvo y el yeso que se haba desprendido de las paredes. Yo estaba relativamente cerca cuando aquello pas, as que me acerqu a averiguar de dnde proceda el estruendo. Pero lo ms curioso es que a m, que entonces empezaba a aficionarme a la fotografa, aquella imagen me pareci de un poder potico y simblico tremendo: una viga de un metro de dimetro aplastando la barrera entre los dos lavabos. Haba cado un smbolo! No lo pens dos veces. Ech mano de mi cmara, una modesta zenith de enfoque manual, y apret el disparador una, dos, tres... treinta veces. A medida que pasaban los segundos, la situacin perda dramatismo y ganaba en comicidad: decenas de veinteaeros corriendo, confundidos, con los pantalones bajados de un lado a otro como hormigas desorientadas. El valor potico-simblico de mis imgenes se desvaneci en cuanto me percat de la mirada inquisidora de Alicia, que no slo apareca en varias de mis fotografas, sino que en la mayora de ellas exhiba un tanga de color rojo. El suceso apareci en todos los peridicos locales, y yo aprovech la ocasin para publicar mis fotos en varios de ellos. Como no hubo que lamentar heridos graves, el tema de conversacin a partir de aquel da fue el tanga rojo de Alicia Casadevall. Que una mujer llevara tanga entonces hace ya aos de aquello era poco menos que una excentricidad, pero que lo enseara en pblico en tan desafortunadas circunstancias era algo que no tena precio. O mejor dicho: s lo tena.Aquella maana, mientras tomaba un caf en el bar de la Facultad, Alicia se acerc con cara de pocos amigos hacia la mesa en la que yo lea la prensa. Mi primera reaccin fue instintiva: cerr el diario y lo puse sobre las copias de las fotos, para evitar que Alicia las viera. Todava poda sentir la odiosa mirada que me haba dirigido el da anterior, y debo confesar que sent una extraa inquietud en cuanto comprob que, tal como tema, ella vena directa hacia mi mesa. As que le ofrec asiento, y ella acept. Nunca haba visto a Alicia a tan corta distancia. Tena los ojos brillantes, las pestaas alargadas y unos pmulos sobresalientes que le daban un aire hechizador. - Quiero las fotos me dijo, sin ms.- Te refieres a las copias?- Me refiero a las copias y a los negativos. No quiero que corra por ah ni una sola de esas fotos.No pude reprimir una pequea carcajada.- Quiz ya es un poco tarde para eso.Alicia me mir con desprecio, clavando sus ojos cristalinos en los mos. - Te doy un da dijo, despertndome de mi repentino pasmo. Quiero esas fotos. Me lo debes.Y dicho esto, se volvi por donde haba venido, contorneando con coquetera sus caderas y exhibiendo la silueta de un nuevo tanga bajo sus pantalones de hilo blancos. En cuanto me gir, la escena me sobrecogi: la mitad de la cafetera estaba admirando el culo redondo de Alicia Casadevall. Aquella misma tarde, me present en casa de Alicia con un paquete bajo el brazo en el que poda leerse: para la chica del tanga rojo.Tuve suerte. A Alicia toda aquella ridcula historia del tanga acab por hacerle gracia, y acab siendo algo ms que el fotgrafo indiscreto. Por entonces, yo era algo as como un bicho raro en la facultad: haba nacido en Bielefeld de padre cataln y madre alemana, y tena todo el aspecto de un alemn de pura cepa. A m todo aquello me vino muy bien para ganarme un dinero extra dando clases de alemn. Los estudiantes de primeros cursos slo pensaban en que era nativo, y crean que eso era suficiente motivo para que fuera yo y no otro quien les diera clases. Incluso muchos de ellos, los que no me conocan, se dirigan a m hablando despacio, vocalizando e incluso gritando como si estuviera sordo. Me diverta ver sus caras cuando les contestaba en perfecto cataln.Pero aquella fiesta se acab en cuanto Alicia y yo nos licenciamos. Ella haba vivido siempre en Aviny, un pequeo pueblo de la comarca del Bages, y estaba estrechamente ligada a su familia. Todos habitaban la misma casa: sus padres, sus tos, sus abuelos, sus dos hermanos. Yo, en cambio, era un urbanita irredimible ms bien solitario, y la relacin con mis padres se reduca a poco ms que algunas charlas aisladas. Por eso me sorprendi tanto que, cuando le propuse dejar nuestro carsimo apartamento en Sarri para que viniera conmigo a vivir a Bielefeld, la ciudad en la que yo haba nacido, me dijera casi sin pensarlo que le pareca una buena idea. En menos de una semana, Alicia ya se haba despedido de su familia, haba preparado su equipaje y hasta haba concertado una entrevista de trabajo para ella.Semejante muestra de vitalidad era difcil de asumir por alguien como yo y, como sospechaba, la estancia de Alicia en Alemania no slo no suaviz su carcter emprendedor y alocado, sino que lo acentu hasta el punto de anularme por completo. Pronto me convert en un compaero de piso, sin ms. Su vida social creci tanto y tan rpido, que apenas tenamos tiempo para hablar de cosas triviales. Y, al final, llegaron las tensiones, los gritos, las discusiones.Una noche, cuando acababa de llegar del trabajo, escuch en el contestador una voz familiar. Hola, lex, soy Nico. Llmame cuando escuches este mensaje: he pensado que podras venir unos das a Barcelona. Dile a Alicia que tambin est invitada, si le apetece. Al da siguiente, Alicia se encontr con mi lado de la cama vaco y un mensaje en la nevera. 3El Mons Taber no era el restaurante refinado que yo haba imaginado, pero se coma bien y en abundancia. Era un local pequeo, de unos setenta u ochenta metros cuadrados, por donde los camareros pasaban desapercibidos entre los clientes. El trato era familiar: todo el mundo pareca conocerse all. El maitre, un hombre de notable altura y unas espaldas que inspiraban respeto, se permita el lujo de abandonar de vez en cuando su trabajo para sentarse entre los comensales y compartir con ellos sus impresiones sobre los platos de la carta.Durante la cena, dej que la conversacin corriera a cargo de Nico. Era una manera de olvidar mis problemas con Alicia, y la verdad es que tenamos sobrados temas para comentar. Despus de una hora de conversacin, Nico ya me haba puesto al da sobre los rumores relacionados con todos y cada uno de nuestros compaeros de facultad, incluidos los romances pasajeros entre profesores y alumnos, que consiguieron arrancarme algunas carcajadas. Hablamos tambin de lo mucho que haba cambiado la ciudad, de algn que otro libro, y por supuesto de sus colecciones y sus vinos. No fue hasta el final de la cena cuando empez a hablarme de su trabajo.- Tengo entre manos un proyecto interesante dijo mientras saboreaba sin prisas el primer sorbo de su caf. Pareca ilusionado.- Algn otro texto centenario? La ltima vez que me hablaste de tu trabajo estabas preparando una traduccin de Cline.- Una traduccin? Querrs decir la traduccin.- Pero no es la nica... - Es la nica que se ajusta fielmente a la voluntad de Destouches.- Destouches? - repet, confundido-. Y se quin era?- Destouches era el verdadero apellido de Cline -respondi Nico. Pareca contrariado por mi absoluto desconocimiento al respecto-. Fue un acrrimo seguidor del mariscal Petain, quien a su vez fue embajador en Espaa hacia el final de la Guerra Civil.- Y eso qu significa? empezaba a perderme.- Significa, por ejemplo, que los traductores de Voyage au bout de la nuit, que Cline escribi en 1932, no tuvieron en cuenta las modificaciones posteriores de Petain.Ech un trago de mi copa de vino.- Creo que ya me he perdido.- El mariscal Petain era un entusiasta de la literatura de Cline, y durante su estancia en Espaa dej un importante legado: cartas, manuscritos del propio Cline con anotaciones al margen... Todo ese material cuestionaba la autenticidad del manuscrito anterior! - Quieres decir que el Mariscal Petin pudo haber censurado a Cline?- Censurar no sera la palabra exacta; se supone que el propio autor cambi sus escritos a peticin del mariscal. Si esta hiptesis era cierta, se abra la posibilidad de que hubiera un manuscrito anterior al que ahora se considera como original.- Pero yo haba odo que el gobierno francs se haba gastado una millonada en comprar el original...- Bueno, la Biblioteca Nacional francesa particip en una subasta pblica y se adjudic el manuscrito por dos millones de euros.- Un manuscrito que, segn t, es falso.- Vayamos por partes. El manuscrito de Cline es autntico: fue el propio autor quien lo redact. El problema es que hubo otro manuscrito previo, que lleg a publicarse pero enseguida se retir del mercado, y que contiene el texto ntegro sin ninguna modificacin ni censura. se es el que yo traduje.- Y se puede saber cmo lleg a tus manos?- Digamos que tengo algunos contactos - Nico sonri con aire malicioso-. No quieras saberlo. Te lo aseguro: saldras perdiendo!Decid pasar por alto aquel comentario, considerndolo una exageracin producto de la fantasa de mi amigo.- Bien, y cundo se publicar la traduccin de tu original?- Mi original, como t dices, no ver la luz en muchos aos. No hay demasiada gente interesada en que eso ocurra.- Y qu pasa con tu trabajo? Tena entendido que estuviste encerrado con ese texto durante ms de un ao.- Era un encargo de un particular y, creme, supo compensarme con generosidad. Adems aadi, bajando nuevamente la voz, llegamos a un acuerdo respecto al original.Mir discretamente a mi alrededor y me apoy sobre la mesa, acercndome a Nico antes de continuar con mi particular interrogatorio.- Me ests diciendo que tienes el original de Cline? susurr.Nico asinti.- T mismo lo has tocado esta noche.- Yo?- T te has fijado en la coleccin de estilogrficas que tengo en la entrada del apartamento, no?- S, lo he hecho.- Pues all estaba. Las estilogrficas estn bien, pero slo las uso para tapar el hueco de la pared que esconde el manuscrito. Por supuesto, est asegurado, pero estoy convencido de que si alguna vez un ladrn de tres al cuarto se lleva mi pequea coleccin de plumas, no reparar en las marcas del agujero de la pared.- Pero hay una Caran dAche cubierta de diamantes! repliqu, haciendo verdaderos esfuerzos por no llamar la atencin.Nico encendi con calma el habano que llevaba en el bolsillo de la americana y solt una bocanada de humo antes de responder.- La seguridad tiene un precio concluy, con una autosuficiencia desconocida para m-. Y ahora hablemos de ese trabajo que tengo entre manos. Estoy seguro de que te parecer ms entretenido.- Tendrs que dejarme algunos segundos para asimilar todo esto respond. Todava hay ms?Nico sonri. Disfrutaba con sus intrigas, como haba hecho siempre.- Te lo aseguro respondi con aplomo: lo hay. Y te adelanto que no tiene nada que ver con Cline.- Ni con Petain? repliqu, con evidente irona. Esta vez estall en una carcajada.- Tampoco con Petain. Es algo un poco ms inquietante. Y tambin ms confuso, la verdad. Por eso antes tendrs que contarme a qu te dedicas t. Hasta ahora slo he hablado yo. No necesit demasiados minutos para ponerle al da sobre mi trabajo en Bielefeld. Algunos encargos aislados, algunas correcciones de artculos para la asociacin local de hispanohablantes, algunas recensiones de novedades editoriales para la biblioteca municipal e incluso, en algunas tardes tediosas de lluvia, clasificando documentos en el archivo del museo de historia de Bielefeld. En definitiva, todo aquello que pudiera ayudarme a sobrevivir con cierta dignidad.No pude evitar un ligero sentimiento de humillacin mientras enumeraba mis insignificantes trabajos, del todo irrelevantes si se comparaban con los complejos encargos de Nico. As que nada de grandes autores, ni de proyectos de instituciones, ni de misteriosas traducciones confidenciales. Mi vida segua siendo igual de aptica y gris con el paso de los aos.Eso fue lo ltimo que dije sobre m una vida aptica y gris antes de que el camarero se acercara a nuestra mesa y, agachndose discretamente hasta situarse a la altura de Nico, le dijera al odo con el inconfundible acento de Buenos Aires:- Seor Andreotti, tiene una llamada urgente. Quiere acompaarme?Nico me pidi disculpas y rechaz mi ayuda para guiarle hasta el telfono. - Conozco este sitio como la palma de mi mano dijo. Luego busc con la mano izquierda el cenicero y se levant perezosamente de su asiento. Me entretuve siguiendo con la vista los pasos cortos pero seguros de Nico; pareca, efectivamente, que conoca aquel lugar a la perfeccin. Durante mis aos de residencia en Barcelona me preciaba de conocer los rincones ms interesantes de la ciudad; sin embargo, nunca haba odo hablar del Mons Taber. Quienes acudan a cenar all parecan formar parte de un clan extraamente unido. La familiaridad con que los empleados se mezclaban con los comensales era la mejor muestra. Haba que hacer un esfuerzo para distinguir a los camareros de los clientes; a decir verdad, no pareca que quienes acudan all merecieran llamarse clientes. En la mesa contigua, un hombre joven, con el rostro huesudo y las facciones marcadas, saboreaba un caf cremoso sin perder detalle de las pginas radas de un libro amarillento. Me llam la atencin la cubierta, completamente negra, con las esquinas destrozadas y un ttulo absolutamente ilegible, en el que se adivinaban, sin embargo, dos hileras de caracteres gticos. Me pregunt qu clase de restaurante de lujo admita entre su clientela a un aprendiz de bohemio que ocupaba un espacio tan preciado teniendo en cuenta las reducidas dimensiones del local.El aroma intenso del caf se mezclaba en mis pensamientos con las palabras de Nico. Haba odo hablar de Cline, pero jams se me pas por la cabeza que un simple manuscrito pudiera haber motivado ninguna polmica ms all de las abstrusas discusiones de fillogos e investigadores. Sent verdadera curiosidad por saber qu papel jugaba exactamente Nico en esa turbia historia de traducciones y censuras. Nico siempre haba tenido un olfato especial para los asuntos importantes, pero eso de recibir grandes sumas por trabajar y olvidar no era propio de l. No del Nico que yo conoca. Sin duda, pens, las cosas haban cambiado ms de lo que yo imaginaba. Y luego estaba ese otro asunto del que an no haba hablado. Inquietante, haba dicho. Inquietante y algo confuso. Senta intriga por escucharle.A mi izquierda, a unos dos metros de distancia, una mujer y un hombre discutan acaloradamente. A l se le vea nervioso; fumaba sin tiempo apenas para expulsar el humo y no dejaba de gesticular, haciendo grotescos aspavientos. Ella, en cambio, pareca tranquila. Sonrea con irona, como si el motivo de la discusin slo le mereciera repulsa y, en el mejor de los casos, alguna macabra diversin. Trat de seguir la conversacin mirndolos de reojo, pero ellos debieron de percatarse, porque enseguida bajaron el volumen, hasta el punto de que ella permaneci totalmente callada, mientras l, enfundado en una sobria gabardina gris, apretaba los dientes y clavaba su mirada sobre los ojos de ella con un gesto de reprimida agresividad. Yo empezaba a inquietarme ante la repentina urgencia de Nico. El camarero le haba llamado por su nombre. Seor Andreotti, haba dicho. Aquella familiaridad no tena en principio por qu sorprenderme. Al fin y al cabo, casi todos parecan conocerse all, y Nico ya me haba dado a entender que frecuentaba aquel lugar. Sin embargo, los minutos pasaban y Nico segua sin aparecer, de manera que opt por llamar a un camarero.- La persona que me acompaaba ha ido a atender una llamada urgente trat de resumir, apresuradamente. Es ciego, y me gustara asegurarme de que no ha tenido ningn problema. Podra comprobarlo?- Por supuesto respondi, solcito, el camarero.Pasaron varios minutos ms antes de que volviera a verle. No pareca nervioso en absoluto, as que deduje que Nico seguira hablando por telfono. Una larga charla, me dije, eso es todo. Sin embargo, ya haba transcurrido casi media hora desde que Nico haba dejado la mesa. Trat de llamar la atencin del camarero levantando el brazo. No quera parecer un neurtico. Finalmente, se detuvo junto a m.- Ha localizado ya a mi amigo?- Disculpe, seor, pero no hay nadie hablando por el telfono. Su acompaante debe de estar fuera, hablando por el mvil.- No, no insist, perplejo-. No me ha entendido. Mi amigo es ciego, y ha dejado aqu su bastn, as que no creo que haya salido a la calle. Adems aad, palpando los bolsillos de la americana de Nico, su telfono mvil est aqu, lo ve?El camarero dirigi una mirada fugaz al telfono que yo tena entre las manos.- Ya veo dijo-, pero le repito que no hay nadie al telfono. Puede comprobarlo usted mismo, si lo desea.No tena ningn motivo para dudar del camarero.- Podra avisar un momento a su compaero? El argentino del bigote fino me sorprend escenificando ridculamente el aspecto del primer camarero con el dedo meique bajo mi nariz.- Por supuesto, claro respondi.Al cabo de un minuto apareci el camarero del bigote. Pareca contrariado.- En qu puedo ayudarle, seor?Me pareci excesiva tanta educacin. Obviamente, su compaero ya le habra puesto al corriente sobre el chalado de la mesa del fondo que deca haber perdido a su amigo ciego, as que me limit a repetirle eso mismo de forma tan telegrfica como pude.- Mi amigo le dije-. El ciego. Usted le avis por una llamada urgente, lo recuerda?El segundo empleado asinti, encogindose de hombros, como si todo aquello no fuera con l.- Habr salido a la calle repiti-. Estar hablando con su celular.Volv a coger el mvil de Nico. Esta vez lo dej caer sobre la mesa.- Su telfono est aqu, y tambin su bastn. As que no puede estar en la calle hablando por el mvil.El camarero volvi a encogerse de hombros.- Estar en el servicio, entonces.Tal vez tuviera razn, pens. Quiz me estaba poniendo nervioso sin motivo. Pero lo cierto es que haban pasado ya demasiado tiempo desde que Nico se haba levantado de la mesa, solo y sin bastn. Era muy extrao que, despus de atender la llamada, hubiera decidido, sin ms, ir al servicio sin la ayuda de nadie, sobre todo sabiendo que yo le esperaba en la mesa.- En ese caso respond al fin, ser mejor que vaya a comprobarlo.Me levant de la silla, sorte varias mesas y baj las escaleras que conducan a los lavabos. Por mucho que Nico fuera una persona hbil, se me haca difcil creer que hubiera hecho l solo aquel recorrido. En cualquier caso, era mucho ms fcil pedirme que lo acompaara hasta la puerta, como haba hecho tantas otras veces.- Nico? pregunt, en voz alta, en cuanto entr en los servicios. Nadie contest. Abr las dos puertas de los retretes. All no haba nadie. Preocupado, volv a subir las escaleras con la esperanza de encontrar a Nico sentado en su silla, pero la mesa continuaba vaca. Advert las miradas de los camareros, recelosos, y decid echar un vistazo en la calle. Mir a derecha e izquierda, e incluso avanc algunos metros hasta internarme en el callejn contiguo, pero no haba nadie. Empezaba a lloviznar, y los adoquines mojados brillaban con la luz de una farola solitaria. Volv a entrar en el restaurante. Aquella situacin era del todo absurda, pero estaba seguro de que al final tendra una explicacin.Fui esta vez hacia la barra de la entrada, donde una mujer joven revisaba unas facturas. Volv a explicarle la extraa desaparicin de Nico, pero pronto me di cuenta de que tampoco por esta va iba a avanzar mucho ms.- Pregunte a Mauro, mi compaero.- El del bigote fino?- se mismo respondi, con una amplia sonrisa en los labios.Me dirig con paso decidido hasta el tal Mauro, que me recibi con un gesto de estupefaccin.- Quiero hablar con el encargado del local exig. El camarero apenas pestae.- El encargado soy yo- respondi, sin esconder una sonrisa victoriosa.- En ese caso, quiero hablar con el propietario del restaurante repliqu, algo indeciso-. O con quien dirija este local aad, tratando de aportar un pice ms de autoridad.- El director no se ocupa de estos asuntos. Pero, como ya le he dicho antes, su acompaante debe de haberse ido por su propio pie.Reprim un acceso de ira mordindome el labio inferior.- Entiendo dije. En ese caso, no le importar que llame a la polica, para resolver este asunto. Mauro pareca cansado, en absoluto nervioso y mucho menos intimidado.- Por m puede hacer lo que le plazca.No recuerdo exactamente si fue en ese momento, o quizs un poco ms tarde, pero lo cierto es que an mantengo viva la imagen de m mismo sacudiendo por las solapas a Mauro, el camarero porteo, con la esperanza de sonsacarle alguna informacin sobre el paradero de mi amigo. Pronto tena al resto del personal sujetndome como a un perro rabioso, atrayendo por supuesto las miradas de todo el restaurante, que haba enmudecido ante mi sorprendente ataque de ira.Lo siguiente que consigo recordar es que, en un alarde de sentido prctico, opt por serenarme y ped disculpas a todos y cada uno de los trabajadores que inmovilizaban algn punto de mi cuerpo. Y no deb de hacerlo mal, porque accedieron a regaadientes- a no llamar a la polica con la condicin de que abandonara inmediatamente el Mons Taber.Justo en el momento de salir, advert la presencia de un tipo calvo y bajito que me observaba con atencin mientras Mauro y la chica de la barra le explicaban lo ocurrido. El hombrecillo sonrea beatficamente, como si nada de cuanto le dijeran pudiera alterar aquella extravagante imagen de equilibrio inquebrantable. Tan slo mova la cabeza de lado a lado, en seal de desaprobacin, sin perder en ningn momento su porte ridculo y majestuoso a la vez, que tanto recordaban a un pequeo Buda. No haba duda me dije de que l si era el responsable del negocio. 4El comisario Gmez-Argent pareca sbitamente interesado por cada detalle del relato. Se levant una vez ms de su silla y se frot la cara con las manos, como si acabara de despertarse. Pareca que el caf empezaba a hacer efecto. Dio algunos pasos alrededor de la mesa y, de repente, clav su mirada en el techo.- Pero hasta ahora, adems de esa... ridcula disputa me pareci que sonrea mientras escoga el adjetivo ms apropiado slo me ha hablado de un manuscrito de Cline, o Destouches, o como quiera que se llame ese escritor, y ste seal con el dedo ndice el montn de cuartillas que se apilaban sobre la mesa no est escrito precisamente en francs.Mir unos segundos el manuscrito y contest con desgana. - No, no lo es. Necesitar usted un poco ms de paciencia si de verdad quiere que le cuente todo.Gmez-Argent se encogi de hombros y, por primera vez, sonri con ganas. Se dira que empezaba a mejorar su humor. Despus de todo, pareca que el interrogatorio estaba bien encauzado. Pronto podra volver a casa y disfrutar de su da festivo, tal como haba planeado antes de que una llamada inoportuna le sacara de la cama. 5Deambul sin rumbo fijo durante algunos minutos tratando de asimilar lo ocurrido. Ni siquiera era capaz de recordar la ltima vez que haba perdido los nervios. Pero el espectculo que acababa de protagonizar en el restaurante no poda considerarse un simple arrebato. Haba enfurecido como nunca lo haba hecho antes, me haba abalanzado sobre un camarero y le haba amenazado con tal de averiguar lo que haba ocurrido con Nico. En cualquier otro momento, hubiera necesitado varias semanas para reponerme de semejante sobresalto, que constitua a todas luces una excepcin en mi rutina de comportamiento. Ahora, en cambio, tena otras prioridades. En realidad, tena una sola prioridad: deba encontrar a Nico.Las calles empedradas que rodeaban la Catedral haban empezado a vaciarse. El bullicio se haba trasladado a los bares de la calle Aviny, los aledaos de la plaza Real y, por supuesto, las Ramblas, donde un famlico bailaor pateaba, frentico, al son de los golpes que su compaero propinaba con las palmas de las manos sobre una vieja caja de madera.Me dej llevar por mis propios pasos, ajeno al espectculo que me rodeaba, y volv a adentrarme en el corazn del barrio gtico por la calle Ferran. La lluvia empezaba a remitir, y sin embargo la humedad me produca escalofros. Decid ponerme la americana de Nico, que me quedaba ancha de hombros y corta de mangas. Decididamente, mi aspecto era ridculo. Met las manos en los bolsillos y me top con el mvil de Nico. Cmo no se me haba ocurrido antes? Tal vez pudiera darme alguna pista. Seguramente encontrara un telfono til en la agenda, y en cualquier caso podra consultar las llamadas ms frecuentes. Eso iba a ayudarme a encontrar a Nico antes de que le ocurriera alguna desgracia, me dije. Saqu el mvil, uno de esos modelos que se pliegan sobre s mismos. Lo abr y mir la pantalla. Estaba apagado. Adis a mis posibilidades, me lament en voz alta mientras volva a guardarlo en el bolsillo de la americana. A medida que me acercaba a la plaza de Sant Jaume, record instintivamente la presencia de la comisara de Polica de Va Layetana. Por un momento, pens en dirigirme a ella para denunciar la desaparicin de mi amigo. Sin embargo, pronto me di cuenta de que mi actuacin en el Mons Taber no iba a ser la mejor referencia para contar con su ayuda. De manera que descart esa opcin y torc a la izquierda, con la intencin de adentrarme nuevamente en los oscuros callejones del barrio gtico. Supuse que merodear por las inmediaciones del restaurante sera lo mejor, dadas las circunstancias. No descartaba encontrar a Nico a la puerta del local, esperndome pacientemente despus de mi desaparicin, aunque en el fondo saba que no iba a hallar a nadie esperando en la puerta del Mons Taber, y mucho menos a Nico. No poda negar la evidencia: haba sido l quien haba desaparecido de una forma sorprendente y, con toda seguridad, inesperada para l. De otro modo, pens, nunca se hubiera dejado el bastn, el mvil y la americana. Fue entonces, al pensar nuevamente en la americana, cuando se me encendi la bombilla: Haba dejado la cena sin pagar! Aqulla poda ser la excusa perfecta para volver a entrar en el restaurante, reconciliarme con el personal y, con los nimos calmados, tratar de hacerles entrar en razn. Palp el bolsillo interior: tambin estaba su cartera. La saqu un momento. Era una magnfica cartera de piel, no poda ser de otra manera. La mir un instante, la abr y ech un rpido vistazo a su interior. Pero enseguida volv a guardarla. No me pareca adecuado husmear en sus cosas. Adems, la situacin no era tan crtica. Trataba de convencerme de eso. Yo mismo pagara la cena.Esperanzado ante las perspectivas de vuelta a la normalidad que abra mi nuevo plan, enfil la calle del Bisbe confiado y algo ms relajado. Las calles estaban iluminadas en la zona de la catedral, y los muros de piedra tomaban ese caracterstico color anaranjado que los hace renacer. Tan slo el previsible taconeo de algunos turistas rompa el silencio sepulcral. A lo lejos se empezaba a escuchar el armnico sonido de una guitarra. Me dej seducir por sus acordes y dirig mis pasos hacia el origen de aquella msica, como si slo pudiera ser un buen augurio. Pronto distingu la silueta singular del msico, un veterano guitarrista de manos huesudas que tocaba con los ojos cerrados, totalmente ajeno a los que, como yo, se detenan a disfrutar del momento. Dej caer unas monedas sobre el estuche abierto de su guitarra y prosegu mi camino.Ya me dispona a entrar en la estrecha calle que conduca al Mons Taber cuando alguien o algo, en aquel momento no fui capaz de hacer esa distincin se precipit sobre m como salido de la nada. Instintivamente, me ech atrs y grit, asustado. Mi grito qued ahogado, sin embargo, por el alarido que profera mi atacante. Horrorizado, ca hacia atrs y me golpe la cabeza con uno de los adoquines del suelo. Fue entonces cuando pude verle la cara: usaba un maquillaje blanco que contrastaba con su cabello negro y engominado, y se haba pintado los labios de color rojo sangre. Pero lo que realmente me sobrecogi fueron los colmillos que salan de su boca, amenazadores, como si aquel pobre desgraciado fuera el mismsimo Nosferatu. Enseguida comprend que acababa de ser atacado por un enajenado mental, y sent que mi vida corra verdadero peligro.Qu sera capaz de hacer un loco como aqul? Qu deba hacer yo? Descubr, aterrorizado, que no era capaz de mover ni un msculo; me haba quedado completamente paralizado. Ni siquiera poda articular una palabra. Me sorprendi comprobar que, incluso en esas circunstancias, acert a preguntarme si el ataque de aquel vampiro chiflado tena algo que ver con la desaparicin de Nico. Fue justo en ese momento cuando mi agresor, desconcertado, retrocedi un paso, me ofreci su mano derecha y me dijo, en un ingls macarrnico, algo as como esquius mi.No entenda nada. Haba dicho excuse me? Desconfiado, rechac su ayuda y me incorpor torpemente, sin dejar de observar sus movimientos.- English? dijo entonces, confirmndome que no me haba vuelto loco. Good? Ests bien?Me pas la mano por detrs de la nuca. Comprob que no sangraba.- Pues s, me has hecho dao. No te parece que ya eres un poco mayor para jugar a los vampiros?Sorprendido de escucharme hablar en castellano, el vampiro enarc una ceja y sonri, sin darse cuenta de que al hacerlo se desprenda parte del maquillaje.- Anda la hostia! Pero si no es un guiri! exclam. Los colmillos no le permitan articular bien ni una sola palabra. - Y qu pensabas hacerme si lo fuera? Matarme o slo chuparme la sangre? grit, estpidamente. Todava no me haba recuperado del susto. El vampiro se cuadr, casi como un militar. Pareca ofendido.- Estoy trabajando replic, orgulloso-. Capisce?Lo mir de arriba abajo, algo desorientado. Volv a echarme la mano a la cabeza. Pens en dar media vuelta y seguir con mi camino. Sin embargo, la curiosidad pudo ms.- Y en qu consiste exactamente tu trabajo, si se puede saber? pregunt.- Soy actor respondi rpidamente, como un alumno aplicado.Volv a mirarlo, esta vez de arriba abajo. Luca una larga capa negra. Hubiera parecido, en efecto, la reencarnacin de Cristopher Lee, de no ser por las rastas que asomaban por detrs de la nuca, y que deslucan su cabello engominado.- Actor? repet, y el vampiro sonri, provocando un nuevo desprendimiento en la capa de pintura que cubra su mentn.- Actor y gua de la Barcelona nocturna espet, alargndome lo que pareca una tarjeta de visita. La le con curiosidad. Tod, vampiro siniestro, rezaba la lnea superior, acompaada de un rudimentario retrato de vampiro en carboncillo. A continuacin haba un nmero de telfono mvil y un interminable catlogo de servicios a la carta: fiestas, animaciones, bromas, sustos, visitas nocturnas... En la franja inferior le, estupefacto: Si parla italiano y We speak english. Levant la vista de aquel pedazo de cartulina mal recortado y no pude reprimir una sonrisa. El vampiro, en cambio, permaneca serio. Serio y orgulloso, aadira. Ingls e italiano. No haca ni un minuto que le conoca, y ya haba tenido tiempo de comprobar ambas cosas. Bien, en realidad era muy probable que todo su vocabulario se hubiera agotado ya con las cuatro palabras que me haba dirigido. - Vaya, tienes un trabajo curioso dije entonces, por decir algo. Enseguida me di cuenta de que no haba escogido el adjetivo adecuado, as que aad: -bueno, ya sabes, me refiero a eso de representar el papel de otro.- A m, en cambio, me parece interesante respondi rpidamente, recuperando su teatral mueca de sonrisa. Y t, a qu te dedicas?Me sent inesperadamente intimidado ante aquella pregunta. - Soy traductor respond. - Traductor! grit, hacindome sonrojar-. Ya sabes lo que dicen de vosotros: traduttore, traditore. Eso s es un trabajo curioso! Ya sabes aadi, susurrndome casi al odo-: me refiero a eso de suplantar a un escritor.Por supuesto, mi trabajo consiste en muchas otras cosas adems de traducir a escritores, y en cualquier caso eso nunca podra considerarse una suplantacin. Ya me dispona a replicarle cuando me vinieron a la mente mis tentativas frustradas de convertirme en un novelista, un deseo enterrado ahora, y relegado sin piedad al anonimato forzoso. Me pregunt si aquel chalado se habra referido a esto ltimo, si tendra en realidad un sexto sentido para destapar los secretos ms ntimos y suscitar as una bochornosa sensacin de ridculo. Obviamente, no me conoca de nada. Por lo dems, se me antoj divertida aquella situacin: all estaba yo, perdido en medio de Barcelona, buscando al desaparecido Nico y charlando a media noche con un vampiro polglota. Como si hubiera podido leerme el pensamiento, Tod as lo identificaba su tarjeta de presentacin me ofreci su mano diciendo:- No te molesto ms, ragazzo. Si puedo ayudarte en algo, ya sabes dnde encontrarme. Capisci? Lo mir una vez ms.- Capisco, capisco respond, todava desconcertadoLo vi perderse en la semioscuridad del barrio gtico, camuflado tal vez entre las sombras. Tras meditarlo unos segundos, guard su tarjeta en el bolsillo de la camisa y segu mi camino hacia el Mons Taber.Faltaban pocos minutos para que el reloj marcara la una en punto de la madrugada cuando llegu al restaurante. La persiana metlica de la entrada estaba bajada a medias, por lo que tuve que agacharme para entrar. En la esquina de la calle, un viejo de rostro cadavrico me miraba indiferente. Estaba tumbado en el suelo, sobre una hilera de cartones.- Es que no ve que est cerrado? - me increp al verme entrar, como si alguien le hubiera nombrado repentinamente guardin de la puerta. Me gir hacia l y le mir un instante. Estaba borracho como una cuba. - Tengo que pagar una cena - le respond, sintindome extraamente obligado a darle explicaciones.- Podras drmelo a m! - grit el viejo alzando su cartn de vino y echando un trago.El local estaba casi vaco. A aquellas horas de la madrugada, el murmullo meldico de las conversaciones comedidas haba dejado paso al sonido de las cucharillas removiendo el caf, las risotadas estridentes de algn grupo de cuarentones y el ruido de los platos apilndose a golpes.En una de las mesas del fondo distingu al propietario del local, que conservaba todava su perpetua sonrisilla de pequeo Buda. Sent verdadero rubor cuando me inclin su cabeza a modo de saludo, como si nada hubiera pasado. Quiz no me haya reconocido, pens. Me acerqu hasta la barra y llam a la camarera. Ella s me reconoci, sin duda, porque apenas se atrevi a dar algunos pasos hacia m.- Perdone, seorita me dirig a ella, extremando mis modales-, esta noche he cenado aqu, como ya sabe, y no s si mi cuenta ha sido pagada.- Le recuerdo perfectamente respondi con desconfianza. Que yo sepa, no ha habido esta noche ningn cliente que se marchara sin pagar.- Entonces, mi compaero, el hombre que estaba conmigo, ha pagado nuestra cuenta?- Si usted no la ha pagado, seguro que habr sido l.Apoy el brazo sobre la barra y volv a fijarme en el tipo bajito y calvo, que cenaba solo leyendo un diario. De repente, como si mi mirada hubiera impactado sobre su piel, levant los ojos del papel y me hizo una seal con la mano.- Venga, venga aqu, por favor me pidi, aunque a m me son como una orden.Me senta como un escolar dispuesto a recibir una reprimenda. Me acerqu hasta la mesa en la que estaba sentado y me di cuenta de que era la misma mesa en la que habamos cenado Nico y yo.- Sintese - me invit el pequeo Buda.- Oiga, yo... -trat de disculparme mientras tomaba asiento-, soy consciente de que mi comportamiento no ha sido muy correcto, pero comprenda mi situacin: como le he dicho a sus empleados, mi amigo es ciego y no me entra en la cabeza que haya podido irse as como as. No me lo trago, vamos.El encargado me escuchaba con atencin. Por supuesto, su sonrisilla segua inalterable.- No entiendo -continu- cmo es posible que un ciego que ni siquiera lleva bastn pueda levantarse, hacer una llamada, llegar hasta la caja, pagar la cuenta y desaparecer sin que nadie recuerde haberlo visto. Usted lo entiende?El pequeo Buda permaneci callado unos segundos. Pareca disfrutar con aquel silencio.- Su amigo se fue con una mujer -dijo al fin-. Pag la cuenta y se fue con ella.No poda creerlo. Nico, dejndome solo para irse con una mujer? Sin avisar? Sin decir siquiera hasta luego, lex, toma las llaves de mi casa y no me esperes despierto? No, eso no era cierto. Mi recin estrenada faceta de Hercules Poirot se sinti insultada ante la inconsistencia de aquella versin.- Usted me est mintiendo dije, armndome de valor-. No s por qu, pero usted no me quiere decir la verdad.El pequeo Buda volvi a hacer una pausa. Me dio la sensacin de que pensaba cada palabra antes de decirla.- Me temo que usted no conoce muy bien a su amigo.Instintivamente, esperaba una respuesta como sa. Haba un punto de insolencia en ella. Trataba de provocarme, quizs?- Y podra decirme cmo pag la cena si tengo yo su cartera?- Yo no le he dicho que pagara con tarjeta. - Claro, por supuesto ironic-: seguro que llevaba varios cientos de euros en el bolsillo. Es eso lo que me est diciendo?- Me temo respondi tras una breve reflexin- que todava no controlamos ese tipo de detalles en las finanzas particulares de nuestros clientes.- Bien, supongamos que eso es cierto: que Nico me dej plantado para irse con una mujer aun sabiendo que yo dependo de l y l de m, y que no tengo llaves de su casa. Entonces, Por qu no me lo dijo cuando me vio antes? Por qu me hizo sentir como un loco delante de todo el mundo?- Mire, seor...- Talavera, mi nombre es lex Talavera.- Seor Talavera, nuestro restaurante es uno de los locales ms prestigiosos de la ciudad, como su amigo deba de saber. Por ello, en honor a la dignidad de nuestros clientes, no tenemos por costumbre airear en pblico sus intimidades. Si su amigo prefiere la compaa de una mujer antes que la suya, no es asunto mo, ni de las personas que pagan por cenar bien y en un ambiente familiar y discreto.- Pero, dgame, qu clase de mujer era esa seora que acompaaba a mi amigo? Ya me entiende...- Desconozco la... -aqu hizo una nueva pausa, como buscando la palabra ms adecuada- ... reputacin de la seorita que acompaaba a su amigo. Lo nico que puedo decirle es que ambos salieron juntos y que, como ya le ha dicho la seorita de la barra, pagaron la cuenta antes de irse, como corresponde a un cliente distinguido.Definitivamente, sent que mi instinto detectivesco haba empezado a despertar. - Un cliente distinguido? Quiere decir que Nico es uno de sus mejores clientes? Mi interlocutor no perda la calma.- No he dicho tal cosa. Como ya le he explicado, no tenemos la costumbre de...- S, ya: de airear las intimidades de los clientes. Pero, sabe una cosa? Nico no es slo un cliente; es mi amigo, como usted ha dicho antes. Porque lo ha dicho, recuerda?El pequeo Buda segua sin perder la compostura.- Lo recuerdo dijo sonriendo de nuevo-. Y le pido disculpas si he utilizado ese calificativo de manera inadecuada.- En absoluto: somos amigos. Y si un cliente suyo que, adems, es ciego, se pierde a medianoche en su restaurante, no le parece que debera tambin mostrar un poco de amabilidad con el amigo que le est buscando? Tal vez est en peligro.El propietario del local se encogi de hombros.- Tal vez. Pero le aseguro que no se ha perdido en mi restaurante. Decididamente, era una batalla perdida.- En fin dije, levantndome de la silla, no quiero quitarle ms tiempo. Si lo que usted dice es cierto... en ese caso no hay ms que hablar.Estrech con desgana la mano del pequeo Buda y me dispuse a salir.- Si me permite decirle algo antes de que se vaya -dijo l-, a m tambin me parece extrao que su amigo se marchara de una forma tan misteriosa. Aceptara un consejo?Asent, expectante.- No deje de buscarle. 6Pareca que se avecinaba una tormenta y, como de costumbre, las calles del casco antiguo de Barcelona olan a cloaca sucia. El pasaje de Sert no era precisamente una excepcin, y los camareros del bar de mens del nmero 7 se tapaban la nariz con los dedos en pinza cada vez que salan a fumar un pitillo, maravillados por la extraordinaria tolerancia olfativa de los turistas que se dejaban caer por all. Despus de dos aos, ella ya se haba acostumbrado a esa sensacin de podredumbre, que los das de brisa quedaba compensado por el casi imperceptible olor del mar. Aquella noche, cenaba sin demasiadas ganas un plato de arroz hervido sin aliar. No haba salido de casa en todo el da. Exactamente igual que el da anterior. Y tambin el anterior. Apenas haba reparado en que slo faltaban seis das para su cumpleaos. Treinta y sis, murmur en voz alta mientras se desperezaba en el sof. Por supuesto, no albergaba ninguna esperanza de celebrarlo con nadie. Tampoco le apeteca.Acababa de dejar su ensimo empleo, esta vez de cocinera en una pizzera. Toleraba sin demasiados reparos recibir rdenes de una adolescente de dieciocho aos, e incluso poda aceptar sin remilgos las bromas de los grupos de estudiantes, a los que sencillamente ignoraba. El sueldo era miserable, desde luego, pero ella no tena muchos gastos, y a menudo repeta que era capaz de vivir con cuatro perras. Lo que la haba apartado de este trabajo, como de los anteriores, era aquella insoportable percepcin de aletargamiento que la mantena en un estado de permanente respiracin asistida. Nunca haba sufrido una depresin; al menos no lo suficientemente fuerte como para apartarla de su rutina diaria. Pero tampoco recordaba la ltima vez que se haba sentido ilusionada o esperanzada por algo o alguien. Haba intentado refugiarse en el placer por la lectura, la nica costumbre realmente til que haba heredado de su padre, pero con el tiempo haba acabado por darse cuenta de que no vala la pena vivir las vidas de otros. Se imaginaba a s misma como un frgil barco de papel navegando a la deriva en un mar incierto. O tal vez, se deca con frecuencia, en una corriente insignificante que la arrastraba sin remedio a una cloaca sucia, como al soldadito de plomo del cuento. Eso la haca sentirse vulnerable, extremadamente dbil. Saba que bastara con un pequeo golpe de viento para tumbar su barco, y que cuando eso ocurriera slo pasaran unos segundos antes de que el agua lo impregnara todo, como hace el fuego con una astilla seca. Ninguno de sus anteriores trabajos le haba permitido desprenderse de esa sensacin de extrema fragilidad. Cada da renda al mximo porque eso le daba seguridad. Su liviano barco de papel le pareca entonces a salvo. Acaso no era lo que todo el mundo haca? Y, sin embargo, cada da la misma pregunta: vala la pena renunciar a su propio charco para navegar en un puerto cerrado? No era eso, al fin y al cabo, lo mismo que recluirse en una novela? Cuanto ms trabajaba, ms lea. Supona que lo que otros haban escrito y publicado era inteligente. Y til. Por qu, si no, iba un editor a publicarlo? Por eso le gustaba subrayar frases. Eso tambin la haca sentirse segura, como cuando iba a trabajar. A veces se tomaba la molestia de escribirlas de nuevo en un cuaderno. Era una recopilacin, una coleccin de frases, lo cual requera esfuerzo y constancia. Y, sobre todo, era una excelente manera de mantener un vnculo socialmente aceptable con la ficcin. Haba anotado frases bellas y trascendentes, como el verdadero deber consiste en sentir lo que es grande, amar lo que es hermoso, no en aceptar las convenciones de la sociedad con las ignominia que sta impone, que haba ledo en Madame Bovary. La ventaja de vivir sola era que poda dejar decenas de libros abiertos sobre las mesas, o en el suelo, o incluso en el bao, sin que nadie le recordara que ese desorden era un sntoma de dejadez. Un da se haba preguntado de qu le servan en realidad todas esas frases que saba de memoria si no tena a nadie con quien compartirlas.Aquella noche, sin embargo, no le apeteca leer, ni revisar su cuaderno de frases. Tampoco tena demasiadas ganas de pasear sin rumbo fijo, porque eso le recordaba que no tena nada que hacer. Pero se dijo que ya era hora de salir del agujero. Quedarse en casa no iba a solucionar sus problemas. Se puso unos viejos pantalones vaqueros y estren una blusa blanca que alguien le haba regalado haca un par de aos. Pens que refrescara, as que cogi tambin su chaqueta de cuero falso. Slo tena esa chaqueta y un grueso anorak, as que no haba mucho donde escoger. Baj la escalera y se detuvo un momento frente al buzn. Haba una carta sin sello, lo que significaba que la haban dejado directamente all. No era la primera vez. Le dio la vuelta y ley el remite. Tras pensarlo unos segundos, la meti en el bolsillo. Ms tarde reflexionara sobre si deba leerla o tirarla sin abrir, como haba hecho con las anteriores. Ahora estaba en la calle, paseando por el centro de Barcelona en una noche agradable. Eso era lo que haca una persona normal. Y as es como necesitaba sentirse. 7La idea de contratar al vampiro como gua nocturno me rondaba la cabeza desde el mismo momento en que haba salido del restaurante. La sorprendente noticia que me haba dado el pequeo Buda slo me dejaba una opcin, que era la de no rendirme. Y, bien pensado, ir acompaado de un buen conocedor de la ciudad pareca la manera ms eficaz de encontrar a Nico. Tampoco era cuestin de engaarse: toda mi vida haba deseado vivir una aventura como la que aquella noche se me presentaba, y en el fondo, muy en el fondo, me alegraba de la inexplicable ausencia de mi amigo. Pero ahora me encontraba frente al vampiro, frente a aquella caricatura de mscara veneciana, colmillos de pvc y traje de negro y malva, y mi idea empezaba a parecerme un error absurdo. Por otra parte -trataba de argumentar-, qu sentido tena buscar a Nico en una ciudad que apenas recordaba? Por dnde poda empezar, si no tena ni una sola pista? Adems, el pequeo Buda me haba asegurado que se haba ido con una mujer, y aquel hombre no pareca tener ningn motivo para mentir. Tod me miraba en silencio con cierta indiferencia. Mi llamada no pareca haberle sorprendido, y su propuesta de encontrarnos en el Caf dels Quatre Gats me haba sonado natural, como si formara parte de su extraa rutina. Durante unos segundos, dud de mi propia iniciativa, me maldije por no haberme largado, sin ms, a dormir a un hotel a la espera de novedades. Pero ahora me encontraba en una concurrida cafetera del centro de Barcelona, compartiendo un caf con aquel singular personaje, que pareca salido de una novela del mismsimo Lovecraft. Estudiante de Arte Dramtico, me haba dicho. A eso se dedicaba. Y, sin embargo, yo me senta francamente intimidado ante su mirada firme, sus facciones duras y el espantoso maquillaje con el que se haba embadurnado el rostro. Al menos me consol haba tenido la deferencia de recoger su capa y sacarse los colmillos, que haba guardado o eso me pareci entonces en el bolsillo interior de su camisa negra. A pesar de todo, segua maravillndome la aparente indiferencia que el resto de clientes dispensaban a mi gua nocturno, un prodigio ms del carcter mediterrneo.- No pens que fueras a llamarme, ragazzo me dijo. Me sent incmodo. Qu haca yo compartiendo mesa con aquel chalado?- Fuiste t quien me dio la tarjeta.- Si me llamaran todos los que la tienen, Telefnica bautizara con mi nombre uno de sus planes.Sonre sin demasiadas ganas. A decir verdad, no estaba del todo seguro de que debiera seguir con mi disparatada idea.- Tutto bene? pregunt l, que una vez ms pareca leer mis pensamientos.- Oye, se puede saber por qu vas soltando palabras en italiano?- Ti dispiace?Soy un enamorado de Italia! grit, haciendo que me maldijera por mi curiosidad. Trat de aparentar una mueca de sonrisa sin demasiado entusiasmo -. Sobre todo aadi- desde que fui a la citt pi bella del mondo! Fue un flechazo!- Fuiste a Roma? pregunt, slo para poner algo de normalidad en aquella conversacin.- No, ragazzo! Firenze! Fui a Florencia! Oh, la Toscana, la bellissima Toscana. Be-ll-ssiiiimaa! Conoces la Toscana?- Nunca he estado an, pero he visto muchas pelculas me sent obligado a excusarme, ridculamente. A l pareci no importarle lo ms mnimo.- Cuando vayas, porque irs, no dejes de visitar Volterra. Menudas vistas! All es donde yo voy a vivir un da. La Toscana en estado puro. Be-ll-ssiiiimo! repiti.- Oye, Tod... es as como te llamas, no?- Tod, claro. S, Tod. Vale, capisco, en qu puedo ayudarte, entonces? Yo no tena ni idea de cmo explicarle lo ocurrido, as que opt por decrselo tal y como me vino a la cabeza:- Esta noche ha desaparecido un amigo mo. Es ciego hice una deliberada pausa, esperando una reaccin que no se produjo. Ha ido a llamar por telfono y ya no ha vuelto. Los camareros no han sabido o no han querido decirme nada. Todo lo que s es que ha desaparecido en compaa de una mujer.El vampiro enarc una ceja, como haba hecho en nuestro primer encuentro. Supuse que era un tic, o quizs un gesto aprendido. Seguramente aquella era la historia ms catica y surrealista que haba escuchado nunca de ninguno de sus estrafalarios clientes, entre los que yo ahora me encontraba. Por eso me alivi orle decir:- A ver, a ver, a ver. Vayamos por partes. Has hablado de camareros, as que supongo que habis cenado juntos, no?- Hemos cenado en un restaurante del Gtico, el Mons Taber.Tod pareci, ahora s, sorprendido. Me pregunt por qu. Le expliqu los detalles del suceso, el aviso del camarero, la llamada telefnica y mi encendida discusin con el personal del restaurante. Tod permaneci callado escuchndome con sorprendente atencin, como un mdico que trata de acertar el diagnstico de una rara enfermedad.- Es extrao dijo, apurando de un sorbo su caf solo. Le mir con un gesto interrogativo.- A qu te refieres?- Tu historia. Lo que acabas de contarme. Es extrao. Tu amigo el ciego ha desaparecido. Por qu no has llamado a la polica? Sera lo ms lgico, no crees? La gente hace ese tipo de cosas.Sent instintivamente la necesidad de ponerme a la defensiva.- Ya te he contado la que he liado en el restaurante. No tendra ninguna credibilidad, y todava podra salir perdiendo. No estoy seguro de que en el Mons Taber olviden el incidente as como as.Tod pareca cada vez ms desconcertado.- Y qu esperas de m? Puedo guiarte por Barcelona, pero no soy Pepe Carvalho. Capisce?Esta vez re con ganas. Obviamente, tena toda la razn. Sin embargo, pareca disfrutar con la aventura que se le planteaba. Incluso sin conocerlo, me daba cuenta de que mi propuesta era para l como un regalo sin abrir. - Es posible que tengas que alargar la lista de servicios de la tarjeta respond, y Tod sonri por primera vez. - En ese caso dijo, arremangando cuidadosamente su camisa blanca- debes saber que los mejores detectives se han distinguido siempre por su capacidad para pensar framente. De ah que te haya insistido tanto en sentarnos aqu.- Eso espero, porque empiezo a preocuparme. Ya sabes aad-, todo esto.- Todo esto? A qu te refieres?- Bueno, a la desaparicin de mi amigo. A esta conversacin contigo. Es algo absurdo, no te parece?- Eres aficionado a la literatura?Le mir con cara de estupefaccin. Qu tena eso que ver con la desaparicin de Nico?- Ya te lo dije: soy traductor respond finalmente, como si una cosa condujera necesariamente a la otra.- Entonces debes de haber ledo a Agatha Christie. - S, algo he ledo respond, intrigado.- Recuerdas Noche eterna? Me encog de hombros. No saba si recordaba Noche eterna. - Cmo se da cuenta el protagonista de que algo extrao se esconde tras el anuncio del George and Dragon? Lo recuerdas?Negu con la cabeza.- Paseando! Sencillamente, estirando las piernas. Y lo mismo ocurre con Simenon! Dnde empieza la increble historia del comisario Maigret en El ahorcado de Saint-Pholien? En un caf! - He ledo esa novelucha dije esta vez, animado porque s recordaba ese ttulo-; Simenon no slo era un machista, sino tambin un mal imitador de Conan Doyle.Mi vampiro me mir extraado.- Ragazzo, eso es lo de menos respondi, adoptando un aire novelesco; los grandes maestros de la literatura de intriga nos han enseado una cosa: hay que pensar antes de actuar. Y hay que observar antes de pensar.Me lo qued mirando sin saber muy bien qu decir.- Y bien? - inquiri.- Y bien, qu?- Qu has observado a lo largo de esta noche?- Todo lo que s es que cenamos en el Mons Taber, que yo le perd de vista en cuanto l se fue al lavabo y que, cuando entr a buscarlo, l ya no estaba. Respecto a esa mujer que al parecer le acompa, no s absolutamente nada.- No se puede decir que haya muchas pistas.- Ninguna, para ser exactos.- Dai! Probemos con las hiptesis: seguro que nos llevarn a alguna parte. Supongamos que tu amigo...- Nico le interrump.- Bien; supongamos que Nico reconoce una voz de mujer en una de las mesas cercanas del restaurante. Se gira levemente para escuchar mejor y en ese momento es la mujer la que le reconoce a l. Son amigos de la infancia, qu s yo, y hace tiempo que no se ven, pero Nico est contigo, y a ella le da vergenza saludarle porque ests t, un desconocido para ella. As que, cuando Nico va a atender la llamada telefnica, zas! ella se levanta, le saluda y le invita a unirse al grupo de amigos que la acompaan para ir juntos a pasear, o a tomar algo. Nico, que est entusiasmado por la idea de charlar con su amiga, decide que a ti no te importar quedarte solo y que lo comprenders perfectamente cuando te lo explique al da siguiente.- Inverosmil. Me cuesta creer que Nico fuera incapaz de esperar un minuto para decrmelo en ese momento.- Vale, tienes razn. Vamos con la segunda hiptesis: mientras caminis hacia el restaurante, ambos conversis, os explicis lo que ha sido de vuestras vidas, os res el uno del otro como hacen los amigos que llevan tiempo sin verse, porque eso es lo que me has explicado, verdad?- S. Y dnde est la hiptesis?- Ah va: los dos estis contentos, habis roto el hielo despus de tanto tiempo... y t haces algn comentario que le ofende. Pero l no tiene ya la suficiente confianza como para decirte: te has pasado, eres un cabrn, ya sabes, esas cosas que se dicen los amigos, as que se lo calla aunque se sienta ofendido.Esboc una mueca de escepticismo.- Y luego?- Luego aparece la ragazzina y tu amigo Nico, que te guarda una chispa de rencor, decide irse con ella.- Demencial; sencillamente demencial. Adems, Nico estaba a punto de explicarme algo importante justo antes de atender la llamada telefnica.- Algo importante? Como qu?- Eso no importa ahora. Tu segunda hiptesis tampoco me sirve.- S, esta hiptesis era arriesgada. Ah va la tercera posibilidad.- Soy todo odos.- Cmo sabes que Nico se fue con una mujer?- Me lo dijo el encargado del restaurante: un to calvo y pequeito. Me re y aad:- Era como una reproduccin de Buda en diminuto.- Y cmo sabes que no te minti?- sa es la tercera hiptesis?- Ya veremos. Cmo sabes que deca la verdad?- Pero si el pobre viejo no haca ms que sonrer! Si hubieras visto su cara...- Regla nmero dos: nunca juzgues a las personas por su aspecto. Te ha engaado como a un tonto.- Y qu ha hecho con Nico? empezaba a ponerme nervioso.- Y qu se te ocurre a ti? Que se ha ido con una dama misteriosa seducido por sus encantos? Mira, si quieres que te sea sincero, creo que ese hombrecillo con cara de buena persona te la ha pegado como ha querido. Dime una cosa: A qu se dedica tu amigo? Porque a m no me importa meterme en los, al fin y al cabo se es mi trabajo, pero me gusta saber con qu clase de gente estoy tratando.Mantuve un largo segundo de silencio, como me haba enseado el pequeo Buda.- Nico no es ningn espa enviado por la CIA: es slo un traductor que malvive como puede en un tugurio del Raval gracias a sus chanchullos con el Ayuntamiento, que le encarga algunos trabajos de vez en cuando no pude evitar sonrojarme ante mi propia mentira. En cuanto a m, estoy aqu de vacaciones. Hace dos das que me separ de mi mujer y estoy aqu para olvidarme de ella. Y, curiosamente, apenas llevo unas horas en Barcelona y ya es la segunda vez que hablo de ella.Tod acab de un trago su caf y encendi un pitillo. Ver fumar a un vampiro tena su gracia.- Qu sugieres que hagamos? - me pregunt, soltando el humo en una intensa bocanada.- Podramos volver al restaurante: quiz est por all.Me acord del borracho de la esquina.- Ya s! - exclam -. Haba un mendigo borracho a pocos metros del Mons Taber. Seguro que l s vio salir a Nico!- Lo ves? - Tod sonrea -. Despus de todo, el caf no ha sido en balde. 8Los mendigos borrachos siempre saben ms de lo que parece. Los hay que un da abrieron un cartn de vino barato por la pestaa equivocada y escupieron dentro su pasado para no emborracharse sin motivo. Quiz ste fuera el caso del borracho que todava maldorma recogido en la esquina del Mons Taber, o quiz no. El caso es que el borracho haba visto a un ciego, o eso es lo que aseguraba l, probablemente oliendo el aroma amargo del dinero fcil.- Se fue con una puta - dijo con voz vacilante cuando le interrogu. Mi vampiro mir al borracho con una sonrisa macabra que hasta a m me hizo dudar de la presunta falsedad de su disfraz.- Eso no es verdad - le dijo al borracho, que a su vez le miraba con una mezcla de recelo y de indiferencia. - Tu amigo Drcula no me cree porque me quiere chupar la sangre - se defendi el borracho, dirigindose a m con su voz temblorosa-. Todo el mundo quiere chupar la sangre a Manuel, el sucio borracho. Creis que no os conozco? Vosotros habis salido del restaurante. Del Mostaber, o como se llame.- Pero, es verdad que usted ha visto a ese hombre, al ciego?- Nadie trata de usted a Manuel! - replic, y luego empez a rerse -. Excepto los que quieren algo de l, claro. - Oiga, Manuel - insist -, si me dice la verdad, sea lo que sea, le dar dinero para comer algo. El borracho me miraba asqueado.- Tambin podrs comprar vino - aad.- Tu dinero? Tu dinero me lo paso por el culo! Manuel es pobre y un borracho, pero no miente: el ciego se fue del restaurante con una puta del Carmelo. - Del Carmelo, has dicho? - Djalo, lex, que ste no se acuerda ni del da en que naci.- No perdemos nada escuchndole. Quin es esa prostituta?- El ciego se fue con la Malena, se fue con ella que yo lo vi con estos ojos. Vaya con el cieguecito! No se fue con cualquiera, no! Ja! Se fue con la Malena! - Y adnde se fueron?El borracho no respondi.- Cunto me vas a pagar? - dijo al fin.- Mire, Manuel, ese ciego al que usted ha visto es mi amigo, y tengo miedo de que le haya pasado algo. Por favor, dgame dnde puede estar, si es que lo sabe.Manuel se lo pens unos segundos antes de responder.- Yo de ti me ira con cuidado. La Malena es como tu amigo el vampiro: te chupa la sangre.- Pero, dnde est? - insist.- Djalo, lex - intervino el vampiro -. Si Nico est de verdad con esa mujer, no vale la pena que lo busques. De todas formas, el borracho miente.El beodo permaneca ajeno a la conversacin. Hubiera jurado que la borrachera se le haba pasado de golpe. Comprend que de aquella manera era imposible hacerle hablar. Saqu la cartera y le di un billete de diez. El borracho Manuel lo mir un segundo con sus ojos enrojecidos y luego lo cogi con fuerza. - Manuel - le dije pausadamente -, dnde puedo encontrar a Nico?- Tiene dinero, su amigo?- Supongamos que s.- Entonces habrn ido al tubo.- El tubo? Qu es el tubo?Esta vez fue Tod quien respondi.- Es un tnel que, segn una leyenda urbana, une el puerto con la escuela de la Llotja, en la calle Aviny. Por lo visto algunas familias lo utilizaron como refugio durante la Guerra Civil, pero tambin he odo que luego se convirti en un nido de contrabandistas.Aquella respuesta superaba todas mis expectativas.-Y qu coo hace Nico all?- Ya te lo he dicho: el hombre est borracho. Pero t te has emperrado en hacerle caso.- Pero dices que ese tnel existe. Y l lo saba.- Mucha gente lo sabe. No es ms que una cloaca sucia, llena de ratas y cucarachas.- Ratas y cucarachas? Es que el Ayuntamiento no limpia nunca las alcantarillas?- S, lo hace: por eso slo hay ratas y cucarachas.El borracho segua hablando a quien le escuchara.- La Malena siempre se los lleva al tubo -continu-. - Calla, abuelo! le grit Tod.Mis instintos detectivescos, generalmente atrofiados, volvieron a despertar con las palabras de Manuel. Me resultaba difcil creer que Nico se haba dejado seducir por una prostituta que hasta el borracho de la esquina conoca. Tal vez el encargado del restaurante tena razn cuando me dijo que yo no conoca a mi amigo. Pero lo del tnel ya era demasiado. Qu hara Hrcules Poirot en mi situacin? Qu haran Maigret o Carvalho? Y, sobre todo, Qu iba a hacer yo? 9 Al contrario que otras veces, la carta le quemaba en el bolsillo. Haca poco ms de media hora que deambulaba por las calles de Barcelona, pero ya empezaba a cansarse. No poda pasar toda su vida huyendo de los fantasmas del pasado. Pas frente a un grupo de turistas que tomaban unas cervezas en la plaza de la Catedral. Pens que le apetecera sentarse en aquella terraza y tomar algo mientras decida qu haca con la carta, pero se record a s misma que ni siquiera tena dinero para esa clase de caprichos. Se sent en un escaln de espaldas a la Catedral. Gracias al bullicio de visitantes extranjeros, que incluso a esas horas abarrotaban la entrada principal del templo, pasaba desapercibida. Una vez ms, volvi a mirar el sobre, se detuvo a leer lentamente el remite y lo abri. Le sorprendi comprobar que contena slo una breve nota manuscrita. La ley rpidamente, en diagonal, y frunci el ceo, algo decepcionada. La volvi a leer, esta vez con ms calma. Se detuvo en un punto de la nota y lo ley en voz alta. Sabes que nunca te he pedido un favor como ste, y que no lo hara si no lo creyera absolutamente necesario, deca. Un favor, repiti, contrariada. Haba algunas lneas ms, no muchas. Al final, se despeda con un beso. Despus de algunos minutos, se levant y se dirigi a la cabina telefnica de la esquina. El telfono mvil no iba con ella. Para qu, si nunca la llamaba nadie? Marc el nmero que haba en la nota y se pregunt si tal vez aquella llamada dara un nuevo rumbo a su vida. 10Reconozco que a veces los vampiros, incluso los vampiros ociosos como el mo, tienen buenas ideas. Despus de haber escuchado al borracho y de haberle pagado veinte euros por su valioso testimonio, lo cual encareca an ms la amortizacin de mi gua nocturno, a Tod se le ocurri que no era mala idea esperar un tiempo prudencial antes de correr hacia el tubo. Mi vampiro traz el plan de actuacin y yo le di mi visto bueno: esperaramos una hora, exactamente hasta que dieran las dos y media de la maana, y llamaramos a casa de Nico. Si nadie coga el telfono, nos dirigiramos al tubo, haramos una ltima llamada por si las moscas y, si la cosa segua igual, entraramos en el tubo a buscar a Nico y a encontrar lo que la suerte dispusiera. Todo ello significaba, por supuesto, perder una hora ms delante de un caf, porque el sueo empezaba a obnubilar mis pensamientos y la temperatura ya no estaba para bromas. Lo del caf, por tanto, no me importaba demasiado. Qu otra cosa bamos a hacer? Lo que realmente me incomodaba era la conversacin de Tod: sus preguntas, sus comentarios, sus increbles pero inaguantables conocimientos sobre todo lo que nos envolva, desde la historia reciente y remota de los anticuarios de la Baixada de Santa Eullia hasta las tcnicas utilizadas por las estatuas vivientes de las Ramblas para permanecer inmviles ante los turistas. Bien pensado, incluso Nico resultaba un completo ignorante al lado de semejante base de datos. Pero aquella noche a todo el mundo le haba dado por preguntarme por mi mujer, y Tod no fue precisamente una excepcin. Desde una de las concurridas cafeteras del Maremagnum, mir a travs del amplio ventanal y ech un vistazo al mar. Habamos bajado por la Rambla hasta llegar al puerto y all habamos cruzado el puente ondulado sin perder de vista las sucias aguas que dejaban entrever las rendijas de los tablones de madera. - Vives solo?- S: vivo en una buhardilla cerca de la plaza de Sant Jaume. Be-ll-ssiiiimaa! El piso es muy pequeo, pero es lo nico que puedo permitirme. Yo no podra vivir de otra manera: salgo de noche y duermo todo el da hasta que empieza a oscurecer. Igualito que los vampiros de verdad.- Pensaba que estudiabas Arte Dramtico.- Por la tarde. A veces tengo que levantarme a la hora de comer y salir a la calle a las tres o las cuatro de la tarde: estar entre tanta gente resulta agobiante. Supongo que por eso me gusta la noche. Por eso y porque de noche todo tiene un sentido diferente; incluso la gente es distinta en cuanto oscurece. Acab de remover mi caf y tom un primer sorbo. - El alcohol es muy barato por aqu - dije -. Supongo que te refieres a eso.- No, no es el alcohol lo que nos hace diferentes. Yo slo bebo caf, y tambin noto sobre m el efecto de la noche.- Es que si no lo notas t...- Hablo muy en serio - continu -. Y si no mira a tu alrededor: casi todas las mesas de este local estn ocupadas. Ves a alguien que est mirando con indignacin, o con curiosidad, al loco que ha entrado disfrazado de vampiro? No me dej responder.- No, no ves a nadie porque nadie se extraa de ver a un tipo as. Es de noche y cuando la noche gana terreno al da cambia nuestra manera de ver la vida. - Pues t ya deberas estar acostumbrado.- Eso es lo mejor! Que nadie est inmunizado! Lo tuyo tambin tiene cojones: Crees que si fuera de da estaras buscando a tu amigo? - Ni siquiera estoy seguro de que deba buscarlo ahora. - Entonces, Por qu lo haces?- Supongo que porque ahora te tendra que pagar igualmente. Y en cuanto al valor que le atribuyes a esta especie de aventura... empiezo a arrepentirme de todo. Seguramente, Nico ya habr llegado a casa. Puede que haya surgido un imprevisto, qu s yo: un familiar accidentado, y le haya pedido a alguien del restaurante que le acompae. S, es lo ms probable.- Tranquilzate, ragazzo, lo que te pasa es que ests atravesando una crisis de somnolencia. Tienes sueo y la pereza es difcil de superar para quien no est acostumbrado a la noche.Mir alrededor algo avergonzado.- Por qu hablas como si todo esto fuera una novela? Tod ri con ganas.- Vamos me dijo, levantndose de su butaca, te voy a presentar a un amigo.11Tod insisti para que furamos caminando hasta el Puerto Olmpico y a m me pareci que no era una mala idea: el ajetreo del Maremgnum me haba adormecido y pens que, tal y como se presentaba la noche, me vendra bien un poco de aire fresco.Haca muchos aos que no visitaba Barcelona. A pesar de las postales, las fotografas, las imgenes de televisin, no pude evitar sobresaltarme ante el nuevo aspecto que ofreca el puerto olmpico. Estaba absolutamente irreconocible. Por supuesto, haba asumido desde mi llegada a la ciudad que la torre Agbar, con su extrao toque de posmodernidad, y la desrtica explanada del Frum formaban parte del extrao new look de Barcelona. Sin embargo, aquella hilera de pubs, marisqueras y tiendas de comida rpida, reunidas en una suerte de parque temtico, me parecan un plato difcil de digerir. Tod me condujo escaleras abajo y pronto nos confundimos entre el bullicio de la gente que entraba y sala de los bares. Resultaba curioso observar la variedad que el nuevo puerto haba logrado reunir en tan poco espacio: universitarios que se anticipaban al fin de semana, cuarentones celebrando la ltima victoria del Bara, grupos de casadas en plena despedida de soltera, ejecutivos encorbatados y desinhibidos, chulos de discoteca, yonquis, negros, chinos, rubias, rapados... Al Ayuntamiento haba que darle el premio Nbel de la paz! En eso pensaba hasta que el ruido de un golpe seco y duro me sac de mi aturdimiento. Me gir para ver lo que estaba ocurriendo. Un gigante de casi dos metros de altura y ms de ciento veinte kilos acababa de golpear en pleno mentn a un guardia de seguridad, con tan mala suerte que, al caer ste, su nuca se golpe con fuerza contra el bordillo de entrada de un pub. En cuestin de segundos, se hizo un crculo alrededor del guardia de seguridad. Sent cmo Tod me agarraba del hombro y me arrastraba literalmente en direccin al muelle.- Aqu hay espectculo cada da?- Slo cuando vienen turistas ironiz-. Ven, ya casi hemos llegado.Saltamos la cadena de hierro que cerraba el paso en la entrada al embarcadero ante la mirada indiferente del guardia de seguridad, un joven de poco ms de veinte aos que se concentraba en mandar un mensaje a travs de su mvil. - Tu amigo vive aqu? pregunt, extraado.Tod asinti. - Es un buen to: est algo chalado, pero tiene momentos de lucidez.- Viniendo de ti, la aclaracin me tranquiliza. Y cada cunto se dan esos momentos de lucidez?- Aqu es dijo, detenindose ante un vistoso velero. Tod se encaram sobre la proa de un salto y me invit a hacer lo mismo.- Alfonso! grit Tienes visita! La luz del camarote se encendi y alguien sali por el lado de popa.- Tod?- Yo mismo!- Vampiro perturbado! Cunto tiempo sin verte!- He venido acompaado dijo, sealndome. Te presento a lex: es un to raro, pero me ha cado simptico. Se gana la vida como traductor y ahora busca a un amigo ciego que se le ha perdido.Alfonso me alarg la mano con una sonrisa de oreja a oreja.- Dices que se te ha perdido un ciego? Alfonso era, ciertamente, un tipo extrao. Su cabello negro y rizado le daba un aire singular, acorde con su extraordinaria energa. Su piel, extremadamente morena, contrastaba con la blancura de los dientes. Luca con orgullo gitano una nariz aguilea y, cuando rea, lo haca tan fuerte que pareca que el barco iba a ponerse a temblar.- Bueno, no es exactamente as dije yo, contestando a su pregunta. Mi amigo es ciego y desapareci mientras cenbamos. Creo que alguien puede haberle... bueno...- Secuestrado?- Exacto admit, algo ruborizado-. Secuestrado.Alfonso me mir fijamente a los ojos antes de estallar en una nueva carcajada. Esta vez no fue una impresin subjetiva: el barco tembl.- Joder, Tod, tienes que traerme a ms gente as cada da! dijo, y volvi a soltar una de sus estruendosas carcajadas.- Me alegro de que os lo tomis con tan buen humor repliqu, contrariado, porque si a Nico le ha pasado algo, el problema lo voy a tener yo.- Vamos, hombre, no te pongas dramtico contest Alfonso. Hay que tomarse estas cosas con sentido del humor. Luego, sin darte cuenta, la oportunidad se te pasa y t no has hecho otra cosa que pasarlo mal.- lex est dispuesto a bajar al tubo a buscar a su amigo intervino Tod.- Al tubo? Pero ya le has explicado lo que se va a encontrar all? Y aun as est dispuesto a bajar?Yo asent tmidamente.- Vaya cojones tienes, macho. Tu amigo puede estar contento. Puede estar muerto, pero contento aadi, y estall de nuevo en una de sus risas estrepitosas. Yo mir a Tod desconcertado, pero ste hizo un movimiento con la cabeza, como invitndome a mantener la calma, y me dijo:- Alfonso ha trabajado all abajo mucho tiempo, capisce?- All... abajo?- En las alcantarillas. Conoce mejor que casi nadie los tneles que hay bajo la ciudad.- Y por eso vivo en un barco! exclam, reprimindose esta vez.- Te dedicas a la limpieza de las alcantarillas? pregunt, extraado.- Bueno, no exactamente. Tengo una productora de vdeo, y llevamos varios aos trabajando en una produccin para el Ayuntamiento. As que ms bien me dedico a la limpieza de la imagen del alcalde.- Nunca se me haba ocurrido que existiera un trabajo as.- Pues existe, vaya si existe.- Entonces Tod me ha trado al lugar indicado. Cmo es de largo ese tubo?Alfonso mir a Tod con cara de asombro, y ste se encogi de hombros.- A qu tubo te refieres? Al tramo de Aviny?- Exacto: al de Aviny! exclam, satisfecho de que nuestras pesquisas empezaran a dar resultados. Alfonso se detuvo un instante a recapacitar.- Bajemos al camarote: esto es largo de explicar y dentro tengo caf caliente.Fantstico, pens. La cofrada de la cafena se dispona a celebrar formalmente una nueva reunin. El camarote de Alfonso tena realmente todo el aspecto de una vivienda: haba una pequea cocina, una mesa de lo que pareca madera de roble flanqueada por dos sillones de apariencia confortable y, al fondo, un diminuto lavabo con una ducha sorprendentemente reluciente. De la pared colgaban imitaciones de Andy Warhol y algunas fotografas, e incluso haba una potente radio con la que Alfonso compartira con otros noctmbulos su inquietante soledad. Los tres nos sentamos alrededor de la mesa y bebimos un nuevo caf. Acababan de dar las dos de la maana y yo empezaba a temerme que la noche iba a ser ms larga de lo previsto. Alfonso agarr su taza para calentarse las manos y tom la palabra.- El alcantarillado de Barcelona no se limita a un grupo de tneles -comenz Alfonso-. Toda esa historia del tubo de Aviny es en realidad una tontera.- Quieres decir que el tubo no existe? - pregunt, sorprendido.- S, claro que existe, pero eso que t llamas el tubo es slo una parte insignificante del mundo subterrneo que se esconde bajo la ciudad. Barcelona tiene aproximadamente mil quinientos kilmetros de alcantarillado.Alfonso hizo una pequea pausa, como esperando una reaccin. Yo, por mi parte, estaba ansioso por conocer todos los detalles, as que permanec callado, casi sin pestaear.- De esos mil quinientos kilmetros -prosigui- hay unos ochocientos transitables. Y cuando digo transitables, me refiero a que tienen las dimensiones suficientes como para que pueda pasar un hombre de mi estatura Alfonso era un tipo ms bien bajo, seguramente no llegara a un metro sesenta y cinco. Sin embargo, ms vale que te advierta ya lo que vas a encontrarte all abajo.- Tan horrible es? -Pregunt, mostrando con cierta chulera mi escepticismo.Alfonso sonri, dio un nuevo sorbo a su caf y se acomod en el asiento, como si se preparara para decir algo realme