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alejandro-carranza-di-biasi
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Ahí viene, por el pasillo. Expedientes bajo el
brazo. Su agenda tiene
presagios de corazón con infarto.
La rutina lo acompaña recorriendo los juzgados. Se amarga, reclama y
pide, para su bronca, un
amparo.
Allá va, y en sus espaldas,
carga la fama del diablo. General de cien batallas y un recurso a flor de
labios.
Está ahí, con Vélez Sarsfield,
compartiendo ese cortado; revuelve azúcar y
audiencia con el temblor de su mano.
Mañana otra vez lo esperan
una ilusión ‘a despacho’, otro juicio ejecutivo y alguna excepción de
pago.
No es nada fácil la vida cuando gobiernan los
plazos. Sin embargo, viene y va, entre cansancio y
quebranto, pues sabe que adentro
suyo, un juramento hay grabado.
Sigue sintiendo en el pecho
la vocación que ha
soñado. Sigue sintiendo el orgullo de ser, por
siempre,abogado.