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¡Abracadabra! ¡Venid, venid, niños!
¡No nos tengáis miedo
que aquí regalamos
ricos caramelos!
Todos se escondían,
nadie se acercaba,
miraban al cielo,
por ver si volaban
sobre sus escobas
las brujas malvadas.
Y las pobres brujas,
que no tienen alas,
que no tienen gato,
ni están desdentadas…
¡Ay! Las pobres brujas,
tan desprestigiadas
por todos los cuentos
que escriben las hadas…
al verse tan abandonadas,
como si estuvieran
todas embrujadas,
suspiran y dicen,
de muy mala gana:
“¡Niños, convertíos
en sapos y ranas!”