Upload
phungduong
View
234
Download
1
Embed Size (px)
Citation preview
1
Universidad de la República
Facultad de Psicología
ABUSO SEXUAL INFANTIL Y
DISOCIACIÓN
COMO MECANISMO DE DEFENSA
PSIQUICO.
TRABAJO FINAL DE GRADO
LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
Estudiante: Laura Valentina Acosta Correa
C. I. : 4.717.444-0
Tutora: Prof. Lic. Raquel Galeotti
Montevideo – Uruguay
2017
2
RESUMEN
La presente monografía despliega una aproximación teórica sobre el abuso sexual
infantil (ASI) y la disociación como mecanismo de defensa psíquico a consecuencia del
mismo. Se articulan diferentes autores principalmente desde la teoría conductista y
psicoanalítica con el objetivo de acercarse a dicho fenómeno, y poder manifestar sus
consecuencias arrasadoras en el psiquismo del sujeto.
En primera instancia se expone un breve recorrido histórico sobre la evolución de los
derechos del niño, para luego abordar la compleja temática del ASI, como instaurador de un
trauma psíquico, incursionando distintos conceptos y algunos ejemplos, con el fin de
entender de forma más explícita dicha situación traumática. La segunda instancia radica en
definir que son los mecanismos de defensa, se puntualizará en el término defensa para luego
abordar que son los mecanismos de defensa propiamente dichos. Posteriormente se
ahondará en la disociación como el mecanismo defensivo que se manifiesta en la mayoría de
los casos de ASI, describiendo conceptos, síntomas y cronicidad así como también su
diagnóstico y detección, con el fin de generar consciencia y poder prevenir e intervenir de
manera inmediata dichas problemáticas, evitando posteriores distorsiones y dificultades en
el psíquico en desarrollo, teniendo como fin caracterizar y entender de un modo más
acabado la realidad de un problema de interés y suma importancia en el seno de nuestra
sociedad.
Con respecto a las consideraciones finales, se plantean algunas líneas de reflexión que
quedan abiertas para nuevas investigaciones.
Palabras clave: Abuso Sexual Infantil - Defensa- Mecanismo de defensa - Trauma psíquico -
Disociación.
3
Indice
Resumen ....................................................................................................................................... 2
Introducciòn ............................................................................................................................... 4
Abuso sexual infantil ............................................................................................................... 6
El lugar de los niños en los antiguos paradigmas sociales ................................. 6
¿Qué es el abuso sexual infantil?..................................................................................... 10
Diversas conceptualizaciones sobre el abuso sexual infantil ......................... 10
¿Dónde se genera el abuso? .............................................................................................. 15
“Síndrome de acomodación al abuso sexual infantil”. ....................................... 19
Abuso sexual y trauma psíquico ..................................................................................... 23
¿Qué son los mecanismos de defensa? ......................................................................... 28
Defensa. ................................................................................................................................. 28
Disociación como mecanismo defensivo. ................................................................... 31
¿Cuáles serían las desventajas de la disociación? ................................................ 36
Diagnóstico y detección ...................................................................................................... 37
Sintesis ....................................................................................................................................... 40
Bibliografía: ............................................................................................................................. 43
4
INTRODUCCIÓN.
El trabajo que aquí se presenta, se enmarca en la propuesta del trabajo Final de Grado
(TFG), de la licenciatura en psicología, Universidad de la Republica (UdelaR). El mismo se
constituye en un trabajo académico individual de carácter monográfico.
Se expone una amplia producción bibliográfica con respecto al tema de abuso sexual
infantil (ASI), y sobre el impacto que genera en las víctimas afectadas. Dando cuenta de la
importancia que tiene como fenómeno psicológico, biológico y social en sus múltiples
dimensiones. El punto central de la monografía es el abuso sexual infantil y la disociación
como mecanismo de defensa a consecuencia del mismo. Especialmente, como una
experiencia capaz de instaurar un trauma en el psiquismo del sujeto.
Se describen elementos propios de la dinámica abusiva y sus efectos arrasadores de la
subjetividad. Son desarrollados también aspectos relativos al trauma, en tanto el abuso
impacta en el psiquismo en desarrollo donde cuyas capacidades para afrontarlo se ven
rebasadas.
Como objetivo principal, se plantea estudiar como el Yo activa sus mecanismos de
defensa y los pone en funcionamiento con el propósito de evitar un intenso sentimiento de
angustia, luego de la situación abusiva. Por tal motivo con la intención de fundamentar el
presente trabajo se plantearon las siguientes interrogantes: ¿Qué es el abuso sexual?, ¿Cómo
repercute el abuso en el desarrollo psíquico del niño1?, ¿Qué son los mecanismos de defensa?,
1 Niño: A lo largo del trabajo se utilizará la palabra “niño “, en género masculino, con el objetivo de evitar repeticiones que
dificulten la lectura. La misma será utilizada para englobar a todos los niños, niñas y adolescentes (NNA) sin distinción de
género.
5
¿Qué es la disociación?, y por último, ¿De qué manera se interviene en estos casos?.
En lo que respecta a las víctimas de abuso, cabe destacar que cada caso es único, lo que
implicará distintos desafíos para los profesionales de la salud involucrados en la temática,
como también, para las familias de los niños que padecen dicha situación de crisis. Por este
motivo, se pretende, que los aportes aquí desarrollados no sean considerados como un modelo
invariable de enfrentar las situaciones, por el contrario, se intenta mencionar un conjunto de
reacciones comunes y hechos que se hacen visibles en la mayoría de los casos en que las
víctimas son sometidas a tales circunstancias. Se intentará poder generar consciencia para
poder prevenir e intervenir a tiempo, abordando de la mejor manera estas realidades
pretendiendo constituir una herramienta, no solo para los psicólogos, sino para todos aquellos
estudiantes y profesionales de ramas afines. Una herramienta que permita profundizar en los
principales aspectos teóricos del abuso y comprender, quizás, que dada su complejidad es
necesario un abordaje interdisciplinario donde el compromiso de todos los actores implicados,
sea el principal cimiento del mismo.
6
“Los niños siempre han existido, pero la infancia no”.
Phillipe Ariés
Abuso sexual infantil.
El lugar de los niños en los antiguos paradigmas sociales .
Para comenzar a hablar de abuso sexual infantil es necesario realizar un breve recorrido
de los derechos de los niños en el marco del contexto histórico y social donde se produce. La
cosmovisión del mundo en general y de cada conducta social, está determinada por las
ideologías y teorías que predominan en determinados momentos. En general, las personas se
imaginan que la niñez siempre fue tratada de la misma manera por los adultos (Baita., Moreno,
2015), aunque la realidad es muy distinta, ya que a lo largo de la historia los niños han sido
olvidados y no tenidos en cuenta, ocupando lugares distintos desde diversas sociedades,
sujetos a la dependencia estructural del adulto (UNICEF,2009). El hecho de tomar conciencia
de la necesidad de cuidarlos, protegerlos y tratarlos bien no se extiende mucho en el tiempo, si
miramos hacia atrás, sino que es relativamente moderno (Baita, Moreno, 2015). De Mause.
(1994) manifiesta que “la historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a
despertar hace muy poco” (p.15), para dar cuenta de las situaciones de abuso y maltrato
vividas en la historia de la niñez.
Henry y Ruth Kempe (1998) en su obra “Niños maltratados” plantean que
históricamente la sociedad no se preocupó por los abusos sexuales en los niños, incluso,
diferentes perspectivas difundidas avalaban prácticas que en la actualidad serían pensadas
7
como abusivas, los autores relatan que “durante mucho tiempo la incuria y la ignorancia de
las necesidades físicas y emocionales de los niños constituyeron la norma, pero los malos
tratos a éstos han sobrevivido hasta la época actual” (p.22). Agregan que si bien, Tardieu
describió el “síndrome del niño golpeado”, un trabajo realizado a través de autopsias, es
recién a mediados del siglo XX que se comienza a conceder la importancia necesaria al
maltrato infantil, proyectando las diversas formas de victimización, entre ellas el abuso
sexual.
Finkelhor director del Centro de Investigación de Violencia Infantil, quién en 1979 edita
el libro “Abuso Sexual al menor”; expone los resultados de un estudio llevado a cabo con
estudiantes, resaltando el elevado número de aquellos que habían sido victimizados
sexualmente en su niñez. Plantea que casi una de cada cinco mujeres y uno de cada once
hombres reportaron experiencias sexuales cuando niños, llevadas a cabo por situaciones
abusivas. También esta investigación expone que los abusadores son en su mayoría hombres,
familiares o próximos a la familia, ubicándolo como un fenómeno principalmente
intrafamiliar (Finkelhor, [1979] 2008).
En lo que respecta al plano jurídico, la mayoría de los autores coinciden en señalar dos
grandes "paradigmas", que han surgido en momentos históricos diferentes. El primero,
denominado “Paradigma de la situación irregular” o “Doctrina de la situación irregular”, y el
segundo llamado, “Paradigma de la protección integral” o “Doctrina de la protección
integral’’, siendo el punto de corte la Convención Internacional de los Derechos del Niño de
1989. La llamada “Doctrina de la situación irregular” (Ley 10.903), relaciona la delincuencia
con la pobreza, lo que da pie a diversas diferencias entre los niños que se basan en las
condiciones económicas y sociales. En ésta, se utiliza el término niño, niña y adolescente
para denominar a aquellos cuyas necesidades básicas son satisfechas e instaurando la
8
expresión de “menor”, para referirse a los excluidos, que no tienen ni tendrán acceso a la
escuela, la familia, entre otras necesidades básicas. Coloca a la infancia como objeto pasivo
de la intervención del Estado, sin derecho a expresar su opinión respecto a sus necesidades y
sentimientos, considerando a los menores de edad "objetos de tutela" y "no sujetos de
derecho" (Herrera.,2004). Se desconocen a los niños, niñas y adolescentes (NNA) como
personas, siendo accesorios de los adultos y no existiendo jurídicamente.
El sistema judicial por su parte, era el único con poder para tomar medidas frente a
los desvíos o exceso de los menores, utilizando mecanismos de aislamiento social y no
tratando de resolver o prevenir (Herrera.,2004).
Esta posición fue reiteradamente cuestionada por juristas y movimientos sociales y
finalmente superada totalmente a partir de la aprobación, en 1989, de la Convención sobre los
Derechos del Niño. Este instrumento jurídico coloca a los NNA como sujetos plenos de
derechos y promueve, junto con otros instrumentos de las Naciones Unidas, la doctrina de la
protección integral (UNICEF, 2009).
La denominada “Doctrina de protección integral” se contrapone a la “Doctrina de la
situación irregular” concibiendo a los NNA como sujetos de derechos, no solo de protección,
sino también de garantías referidas a la totalidad de los derechos humanos. García Méndez
(1994) relata que la Doctrina de la protección integral de las Naciones Unidas, involucra al
universo total de la población infantil-juvenil. Incluye todos los derechos individuales y
colectivos de las nuevas generaciones, es decir, todos los derechos para todos los niños. Esta
situación convierte a cada niño y a cada adolescente en un sujeto de derechos exigibles. Para
nosotros, los adultos, el reconocimiento de esta condición se traduce en la necesidad de
colocar las reglas de estado democrático para funcionar en favor de la infancia (p.11).
9
Comparando ambas doctrinas, existe una gran transformación que va desde la
concepción de los “menores” como objetos de tutela y protección segregativa, a considerar a
niños y jóvenes como sujetos plenos de derechos (UNICEF, 1999).
Es necesario destacar, que aunque se generó una gran evolución de los derechos de los
niños en la historia, no significa que estos cambios hayan impactado en todas las
comunidades por igual. Y es probable también, que a lo largo de la historia hayan existido
comunidades que trataran a sus hijos de manera diferente a la prototípica para la época, y hoy
en las desarrolladas, existan familias para las cuales los hijos solo representan una carga de la
que se deshacen sin mayores dificultades (Müller, 2012).
10
“Somos culpables de muchos errores y faltas, pero nuestro mayor delito es abandonar a los niños… Muchas
cosas pueden esperar. El niño NO. Ahora es el momento en que sus huesos se forman, su sangre se constituye y
sus sentidos se desarrollan… No le podemos contestar mañana, su nombre es HOY…”
Gabriela Mistral
¿Qué es el abuso sexual infantil.
Diversas conceptualizaciones sobre el abuso sexual infantil .
En este capítulo se exponen diversas teorías y definiciones sobre el abuso sexual
infantil (ASI). Se intentará expresar sus dinámicas y consecuencias, así como también sus
características y funcionamientos, con el fin de generar una consciencia real sobre su
significado, destacando que en el imaginario social se generan distintas interpretaciones
muchas veces erróneas sobre qué es el ASI.
Intebi (2013) experta internacional en prevención del abuso sexual infantil, plantea
la definición de ASI desde la Organización Mundial de la Salud (2001):
Se considera abuso sexual infantil a involucrar al niño en actividades sexuales que no llega a
comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de dar consentimiento informado, o para
las cuales está evolutivamente inmaduro y tampoco puede dar consentimiento, o en actividades
sexuales que trasgreden las leyes o las restricciones sociales. El abuso sexual infantil se manifiesta en
actividades entre un niño/a y un adulto/a, o entre un niño/a y otro/a que, por su edad o por su
desarrollo, se encuentra en posición de responsabilidad, confianza o poder (p.9).
Como puede observarse en esta definición, se plantea un desconocimiento e
incomprensión de la situación de abuso en el que es sometido el niño, y a su vez, ningún tipo
de consentimiento por parte del mismo. La víctima se encuentra en un lugar desprotegido,
11
vulnerable, mientras el abusador se coloca en una zona de poder y decisión.
Continuando con la línea anterior, otra definición sobre maltrato infantil es la del Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, 2006), donde se expone que:
Los menores víctimas del maltrato y el abandono son aquel segmento de la población
conformado por niños, niñas y jóvenes hasta los 18 años que sufren ocasional o habitualmente actos de
violencia física, sexual o emocional, sea en el grupo familiar o en las instituciones sociales. El
maltrato puede ser ejecutado por omisión, supresión o transgresión de los derechos individuales y
colectivos e incluye el abandono completo o parcial (p.4).
Por otra parte, la Convención de los Derechos de los Niños de Naciones Unidas (CDN,
1989) en el artículo 19 plantea que el abuso se manifiesta como “toda violencia, prejuicio o
abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, mientras que el
niño se encuentre bajo la custodia de sus padres, de un tutor o de cualquier otra persona que le
tenga a su cargo”.
López y Bartolomé (2012) manifiestan que:
El abuso sexual infantil implica la transgresión de los límites íntimos y personales del niño o la
niña. Supone la imposición de comportamientos de contenido sexual por parte de una persona (un
adulto u otro menor de edad) hacia un niño o una niña, realizado en un contexto de desigualdad o
asimetría de poder, habitualmente a través del engaño, la fuerza, la mentira o la manipulación. El
abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin contacto directo
como el exhibicionismo, la exposición de niños o niñas a material pornográfico, el grooming2 o la
utilización o manipulación de niños o niñas para la producción de material visual de contenido sexual
(p.7).
2 Grooming: diversas estrategias a través de internet que utilizan los agresores para contactarse con potenciales víctimas.
(Baita,2015)
12
Kempe mencionado anteriormente por su obra “Niños maltratados” y fundador de la
Sociedad Internacional para la Prevención de los Niños Abusados y Maltratados en
1978, relata que el ASI se manifiesta como:
La implicación de una persona menor o de una persona adolescente menor en actividades
sexuales ejercidas por las personas adultas y que buscan principalmente la satisfacción de éstos, siendo
las personas menores de edad inmaduras y dependientes y por tanto incapaces de comprender el
sentido radical de estas actividades y dar su consentimiento real. Estas actividades son inapropiadas a
su edad y a su nivel de desarrollo psicosexual y son impuestas bajo presión, por la violencia o la
seducción, y transgreden tabúes sociales en lo que concierne a los roles familiares (Kempe citado en
Barudy, J., 1998, p.59).
Todos los aportes mencionados anteriormente sostienen que el ASI es una acción
sexual abusiva y asimétrica, por parte de un agresor contra una víctima. Abusiva porque está
referida a conductas sexuales inapropiadas para la edad y el desarrollo psicosexual del menor
y asimétrica refiere a la edad, ya que el agresor es significativamente mayor que la víctima
por lo tanto existe una desigualdad de poder. Lo cual denota que el menor no tiene las
capacidades para consentir la relación, tomándolo como objeto.
En lo que respecta a la vulnerabilidad del niño, la misma es aún mayor cuando estos se
encuentran en la primera infancia, ya que carecen de la madurez necesaria para comprender la
conducta en la que se los involucra, por lo que el abusador puede disfrazar de una mejor
manera los abusos, por ejemplo, realizando planteamientos de que están jugando o
haciéndoles caricias “especiales” demostrando familiarización con el niño (Baita, 2008).
En el libro “Un cuaderno para ayudarte. Historias de abuso sexual infantil”
(2010) escrito por dos mujeres víctimas de abuso en su infancia, una de ellas, Mariela, abusada
por su hermano 10 años mayor que ella relata:
13
También mi hermano mayor jugaba conmigo, pero él jugaba con el cuerpo, no recuerdo cual era
el juego, pero sí tengo la imagen grabada como una foto de mí, una niña flaquita de pollerita sencilla y
cortita, descalza en un descampado de noche, parada con las piernas abiertas y él debajo mío acostado
pidiéndome que le haga pichi en la boca, y sé que luego le tocaba el turno a él y así ponía el pene en
mi boca. Era mi hermano y no me daba por pensar que eso estaba mal o que tenía que contárselo a la
abuela. Porque era divertido, él me lo pintaba así. (…) Y así me dejaba bien claro que lo que hacíamos
era pillerías y que no había que contarle a nadie (p.37).
Aquí se ve un claro ejemplo de la seducción y manipulación que genera el abusador.
Como relata Intebi (2013) la seducción por parte del abusador genera comportamientos
agradables, palabras complacientes, grandes actitudes carismáticas, apatía o apariencia
destacable y la realización de obsequios sin razón explicativa habitual al niño.
En el ejemplo de Mariela, se observa la manipulación que el abusador genera contra
ella, transformando la realidad para poder abusarla sin que ella se resista ni se oponga “porque
era divertido, él me lo pintaba así”.
Cabe destacar que es de gran importancia aclarar que cuando se habla de abuso sexual,
por lo general, se piensa que es necesario que se produzca la penetración para la presencia del
mismo, existiendo otras múltiples y diversas maneras que generan iguales o mayores
consecuencias.
Al respecto Intebi (2013), describe la existencia de numerosas dinámicas abusivas que
manifiesta el abusador como; los besos, caricias, abrazos y tocamientos por encima o debajo
de la ropa, comentarios sexualizados hacia la víctima, exhibición de los genitales y/o
masturbarse delante de éstos, junto a la obligación de inducción a que se realice tocamientos
en los genitales del adulto, frotamiento de los mismos contra el cuerpo o la vestimenta del
niño, la colocación de cualquier objeto o elemento en la vagina o el ano del niño a petición
14
del adulto u obligación a que éste realice introducción en su propio cuerpo y felaciones desde
la práctica del sexo oral al agresor o que las realice el niño, englobando junto a las anteriores
conductas, comportamientos sexuales inadecuados para la víctima.
En lo que respecta al abusador, se debe tener en cuenta que la lógica de éste está puesta
al servicio de la satisfacción de su necesidad, sea esta la gratificación sexual, la gratificación
del sentimiento de poder, o alguna otra gratificación puramente personal y no al servicio de la
víctima, ni al servicio de cualquier otra cosa que se pueda comprender (Baita, 2008).
En cuanto a la repercusión en de la víctima Intebi (1998) sostiene que, el abuso sexual
infantil es “un balazo en el aparato psíquico del niño que produce heridas de tal magnitud en
el tejido emocional, que hacen muy difícil predecir como cicatrizará el psiquismo y cuáles
serán las secuelas” (p.173). Las circunstancias agresivas que se imponen sobre la victima
generan comportamientos sexuales que resultan dolorosos y abrumadores:
Y así comenzó a cruzarse a mi cuarto cuando todos se dormían, y a meterme mano (…).
Recuerdo el peso que sentía con solo acostarse arriba mío y recuerdo sentir esa vez que vino decidido
a tener relaciones y lo que más recuerdo, es el miedo y el pánico que se apoderó de mi cuerpecito.
Recuerdo pensar: “bueno, ahora me quedo quieta, así hace lo que quiere y se va, total, lo que pensaba
era que se fuera, no las consecuencias que eso me podría acarrear.
Relato de Mariela. (Ferreira, Chona, 2010, p.38).
Como se logra apreciar en el ejemplo anterior, el potencial de daño emocional que
tienen los abusos infantiles se basa en que no son comportamientos consensuados aun cuando
el niño no se resista; resultan con gran frecuencia evolutivamente inadecuados e
invariablemente alteran la relación vincular en la que ocurren, produciendo dolor, temor y
confusión, generando respuestas en los niños que pueden interferir en los procesos evolutivos
15
normales (Intebi, 2013).
Colombo, Agosta y Barilari (2008), relatan que, el descuido hacia el niño es un descuido
al futuro de la humanidad, e interpretan al maltrato infantil como “un asesinato al alma, una
herida en sus afectos, autoestima y esperanza” (p.19).
El maltrato infantil crónico por otro lado, provoca efectos que van desde la aparición de
síntomas relacionados con el estrés postraumático y más puntualmente favorecedores de
desórdenes disociativos de la personalidad, temas que se explayarán en capítulos posteriores.
Cada niño abusado sexualmente presenta diversas formas sintomáticas que varían, a mayor o
menor medida, según distintos factores; como la edad de la víctima al ocurrir los hechos y
confirmarse las sospechas, el género del niño y el agresor, la gravedad del abuso, el vínculo
entre ambos, la reacción de la familia del niño ante la revelación abusiva, el tiempo
transcurrido desde que comenzó el abuso hasta que se descubrió, entre otros; conjuntamente
con el impacto de otras experiencias de vida anteriores y posteriores a los episodios violentos
(Intebi, 2013).
¿Dónde se genera el abuso?
Por lo general, el abuso sexual infantil es perpetuado por una persona dentro del núcleo
familiar o allegada a la familia de la víctima. Casas (2003) explica que el abuso se da en dos
terrenos, el extrafamiliar y el intrafamiliar.
El primer terreno, está constituido por el entorno familiar más próximo, pero no
conviviente, pueden ser vecinos, amigos cercanos de la familia, religiosos, maestros,
cuidadores, amigos de los padres, o en el menor de los casos totalmente desconocido. “Al ser
la persona que violenta muy allegado a la víctima y a su familia, se aprovecha del contacto
16
continuo que tiene con el niño/a y de la “protección” que le da no estar sujeto a sospecha”
(p.66). La autora agrega, que el espacio físico donde se produce el abuso en la mayoría de los
casos, es en el propio domicilio de la víctima o en el del abusador. En estos casos el niño
confía en esta persona y su familia también:
Era la oportunidad perfecta para ese abusador, se aprovechaba de la confianza de la familia, era
el papá, jugaba con sus hijitos e hijitas. Mi papá y mi mamá estaban lejos (…). El hombre se
aprovechaba además porque su hijo (…) estaba en el mismo pre-escolar que yo, y a veces se ofrecía
para llevarme y así podía manipular para que me dejaran estar en su casa. El hombre aparentemente
era colaborador y solidario.
Relato de Liliana abusada por uno de sus tíos políticos. (Ferreria, Chona, 2010, p.55).
El hecho de que los padres demuestren seguridad en el sujeto que luego pasará a
violentar al niño, genera en éste cierta confianza incuestionable, lo que lleva a que la víctima
viva los gestos y discursos del agresor como amistosos, afectivos y gratificantes. El victimario
se aferra del cariño, de la persuasión, de la mentira, de la presión psicológica y de la autoridad
y confianza de que goza, y de manera engañosa llevan a las víctimas a participar de
actividades sexuales. De esta manera rara vez la agresión sexual se realiza de manera abrupta,
por el contrario, se realiza de una manera “dulce” y enmascarada, provocando en muchos
casos en el niño sensaciones corporales e incluso de goce sexual (Barudy, 1998):
Una vez un amigo quiso saber si me había gustado. En ese momento me pareció tan, tan
indefendible mi posición que le contesté que sí. Y lo que realmente sentí, todo lo que recuerdo de ese
momento y que después de veinticinco años, siento en la piel al recordarlo es asco, escucho en mi
propia voz lo que yo me decía en silencio: “ándate, ándate, ándate.”
Relato de Mariela (Ferreria, Chona, 2010, p.28).
17
A consecuencia de esta dinámica de manipulación que se aferra a la confianza del niño
y de su familia, es que transcurre un tiempo antes de que la víctima se dé cuenta que está
sufriendo un abuso y cuando lo hace, se genera un sentimiento de culpabilidad e igualdad con
el agresor:
Me sentí sucia, como asquerosa, mala y me costó años sacarme ese asco hacia los hombres,
porque el asco pasó a ser hacia todos los hombres.
Relato de Liliana. (Ferreria, Chona, 2010, p.38)
En lo que respecta al territorio del abuso sexual intrafamiliar (incesto), éste se genera en
el contexto de la propia familia. El abusador puede ser el padre, hermano, abuelo, tío,
padrastro o familiares allegados a la víctima. El abuso sexual intrafamiliar a lo largo de la
historia, fue una de las formas de abuso menos visible y aceptable, ya que el lazo que une al
abusador y la víctima se torna aún más grave cuando el vínculo es familiar (Casas, 2006). El
niño tiene una relación con el abusador que incluye experiencias positivas como el cuidado y
cariño que se da fuera de la situación abusiva, pero también, ese mismo niño se relaciona con
un padre que lastima, abusa y presiona, generando una relación de múltiples facetas que
causan confusión y son muy contradictorias. Es como si se tratara de diferentes padres en la
misma persona física (Liotti, 1999).
Es una paradoja que ofrecen estas situaciones abusivas en el contexto intrafamiliar, ya
que la víctima presenta por lo general una fuerte adherencia hacia su cuidador abusivo. Esta
adherencia es uno de los patrones que se manifiestan en lo que se denomina como apego
desorganizado y tiene como fin, poder conservar una relación de apego que se sigue
percibiendo como necesaria, como toda relación de apego, pero a la vez destructiva, ya que
estas múltiples representaciones internas, no pueden ser integradas en una única memoria y
estructura de significado cohesiva, por lo que permanecen disociadas (Liotti ,1999). Es
18
importante aclarar que esto no significa que exista una correlación única entre apego
desorganizado y maltrato, sino que la conducta maltratante y, la conducta sexualmente
abusiva en especial, son claramente desorganizadoras (Liotti ,1999).
Cuesta solamente imaginar que la misma persona que debería dar seguridad, contención
y afecto al niño, es la misma de quien provienen los ataques, amenazas y degradación. Hay
que abandonar el mito de que los abusos se generan afuera del núcleo familiar, muy por el
contrario, la mayoría de estos abusos infantiles suceden dentro de éste ámbito (Intebi, 2008):
Cuando empezó el abuso era chiquita, y nadie me dijo que no me cuidara de mi hermano, al
contrario, el mensaje era que estando con cualquier integrante de la familia yo iba a estar protegida…y
cuando mi hermano que era muy simpático venía a jugar conmigo era bárbaro, y él me cuidaba,
realmente me cuidaba y me metía mano, pero me cuidaba y jugaba conmigo y con 7 u 8 años no pude
ponerme de pie y decir ¡NO!.
Relato de Mariela. (Ferreria, Chona, 2010, p.32).
Marily Contreras, licenciada en servicios sociales, afirma que debería ser en la familia
el contexto donde se encuentra el afecto y la protección necesaria para adquirir la salud
mental, para vivir, para llegar a adulto, ya que dentro de la misma debe haber amor y cuidado,
pero cuando en ésta se presenta una situación de violencia y abuso pueden generarse graves
conflictos en el desarrollo del niño (Citado por Rovea y Podesta, 2005).
Intebi (1998) agrega al respecto:
Tendremos que abandonar el ideal de la familia y los padres como dadores privilegiados e
incondicionales de protección y cuidado. Y desde allí hay tan solo un paso para sospechar que la
familia no solo puede ser tan peligrosa como el temido mundo exterior, sino un privilegiado ámbito
privado donde los más débiles pueden estar impunemente sometidos a todo tipo de violencia (p.59).
19
Con lo expuesto anteriormente, se logra observar, que ambos contextos de abuso
permiten desplegar estrategias de manipulación y engaño sobre un niño que resulta vulnerable
a las mismas, y es generalmente, a través de éstas vías y no de la fuerza física que se accede al
abuso. Volviendo a reiterar lo ya dicho anteriormente, el objetivo del abusador, va a ser pura
y exclusivamente su propia gratificación, siempre, más allá que genere o no excitación a la
propia víctima y las secuelas psicofísicas van a existir persistentemente, ya sea en mayor o
menor medida, sin importar el contexto donde se produzcan.
Summit (1983) desarrolló cinco características frecuentes que se manifiestan en los
niños y adolescentes abusados sexualmente denominadas como:
“Síndrome de acomodación al abuso sexual infantil”.
El concepto científico de síndrome se utiliza para referirse a un conjunto de alteraciones
patológicas. Son un conjunto de señales que por lo general se presentan juntas y se
caracterizan por una dolencia o lesión (Hoer y Osol, 1970). La Real Academia Española de la
Lengua (2014) ofrece una primera definición en esta misma línea: “conjunto de síntomas
característicos de una enfermedad”. En resumen, el termino síndrome manifiesta una
alteración patológica; un conjunto de síntomas característicos de una enfermedad.
Por otro lado el término acomodamiento, según Intebi (1998), son aquellas experiencias
traumáticas que mediante diversas actuaciones, permiten sobrevivir a la víctima en lo
inmediato, a través de una supuesta apariencia de normalidad.
En lo que refiere al “Síndrome de Acomodación al abuso sexual infantil” (SAASI) el
psiquiatra estadounidense Roland Summit (1983) lo denomina como el conjunto de conductas
que, de estar presentes, constituyen indicadores psicológicos altamente relacionados con las
20
vivencias abusivas. El autor explica que éste síndrome está compuesto por cinco categorías,
dos de las cuales definen la vulnerabilidad básica de los niños mientras que las otras tres, son
secuelas contingentes del ataque sexual. Si bien en la actualidad se reconoce que no
constituye un síndrome en el sentido médico de la expresión, resulta una valiosa descripción
del proceso que suelen atravesar los niños y adolescentes victimizados (Intebi, 2011). Las
mismas, reflejan no solo la realidad que se impone sobre las víctimas sino que, representan
diversas contradicciones a las suposiciones más comunes de la sociedad.
Las cinco categorías que constituyen el SAASI son:
El secreto
La desprotección
El atrapamiento y la adaptación
El develamiento tardío y poco convincente
La retractación
Estas categorías resultan centrales en la dinámica del abuso, y caracterizan las
situaciones de abuso sexual crónico.
El secreto es uno de los precedentes más habituales del abuso, generando en quien lo
padece sentimientos de responsabilidad y complicidad. El síndrome de acomodación es lo que
posibilita que el niño sea quien es cuando se encuentra realizando sus actividades cotidianas,
y otro niño, en el momento del abuso. “Los acercamientos sexuales irrumpen en el medio de
la vida cotidiana, a la que debe regresar cuando el adulto decide dejarlo en paz” (Intebi, 2011,
p.152).
El abusador genera además de violencia física, una gran violencia psicológica
realizando relatos como: “este es nuestro secreto; nadie más lo comprenderá”, “tu papá te
mata”, “nadie más te creerá”, “destruirás la familia”, “si hablas irás a un orfanato”, etc, de
21
esta manera, el silencio de lo padecido representa defender la vida (Ferreria, Chona, 2010). Se
impone una manipulación emocional a través de amenazas y sentimientos de culpabilidad,
provocando en el niño una eterna dependencia con el abusador. De todas las
explicaciones ilógicas e inadecuadas proporcionadas por el agresor, la única impresión
sólida y significativa lograda por el niño, es el resultado peligroso y atemorizante basado en el
secreto:
Y nos callamos, y si sentimos miedo, más nos callamos. Y no decimos nada porque todo está
en un mismo paquete: el de la familia. En ese paquete viene todo, vienen los besos de mamá, el cariño
del resto de los parientes, los juegos, los regalos y los abusos empaquetados.
(Ferreria, Chona, 2010, p.22)
Ese gran secreto lleno de temores es el que introduce a la desprotección. La misma se
genera como un sentimiento lleno de miedos que produce una profunda angustia ante la
amenaza de perder el amor o la seguridad familiar, lo que produce un continuo sometimiento
sumiso a los episodios sexuales previstos por su abusador.
La víctima al ser atacada por la persona de la que naturalmente espera protección, se
aterra y se ve imposibilitada para pedir ayuda, aun cuando haya gente cerca. Sintiéndose
traicionada en su confianza y totalmente desprotegida, provocando sentimientos de
impotencia y vulnerabilidad que pueden perdurar a lo largo de toda su vida, y manifestarse en
un futuro al resto de sus relaciones interpersonales.
El atrapamiento y la adaptación, surgen gracias a la imposibilidad de la víctima de
frenar el ASI. Si el niño no busca o no recibe una intervención protectora inmediata, no hay
otra opción que aprender a aceptar, subsistir y adaptarse a la situación como método de
supervivencia, invadiendo en la víctima intensos sentimientos de atrapamiento y vivencias de
22
que nunca saldrá del abuso.
En el caso del develamiento tardío y poco convincente, muy rara vez ocurre, y cuando
sale a la luz tiende a darse mediante una serie de conflictos familiares, el descubrimiento
incidental por un tercero, el resultado de la educación de la comunidad, o por parte de
profesionales que han indagado adecuadamente. Si eventualmente las victimas lograran
romper el silencio en un acto de enorme coraje, éstos se encontrarán con una gran cantidad de
sospechas por parte de los adultos, e interrogantes desafiantes y dubitativas, pudiendo recibir
castigos por decir “semejante cosa”. En todos los casos, se trata de no perturbar la “armonía”
familiar buscando excusas para no creer tal relato (Baita, 2008). Lo que el abusador dijo al
niño para mantener el secreto parece cumplirse ahora, ya que no se le cree e incluso se le
invita a callar nuevamente:
Esos días siguientes en los que yo me animé a decir que había sido mi hermano, él por otro lado,
prácticamente los convenció de que yo era una pendeja impertinente e inventaba esa mentira por
miedo de decir la verdad. No podía creer que eso me estuviera pasando.
Relato de Mariela, (Ferreria, Chona, 2010, p.38).
Es aquí donde comienza la retractación, vuelve la aparente calma familiar y el niño
soporta la responsabilidad de preservar o destruir a su familia. A menos que haya un apoyo
especial para él y una intervención inmediata para exigir la responsabilidad sobre el abusador,
el niño seguirá el curso y se retractará de sus dichos (Losada, 2011).
En la descripción de estos cinco momentos, se logran revelar una destacable
sensibilidad y conocimiento de las víctimas, pero sobre todo se destaca un especial énfasis en
los efectos de la lógica de sometimiento que se encuentra en el centro de nuestra cultura. Los
niños que se atreven a enfrentar a los adultos, son castigados severamente con la presión de la
23
revictimización, hasta que se desbordan y luego se retractan. Esto no quiere decir en ningún
caso que la retractación o el silencio sea evidencia de que no existió abuso, por el contrario
genera un proceso que llevará a la víctima abusada a un eslabón máximo de vulnerabilidad y a
la impunidad del agresor.
Abuso sexual y trauma psíquico
En el transcurso del trabajo ya se ha manifestado reiteradas veces la presencia del
trauma como consecuencia del abuso sexual, ya que éste, es por definición una situación
traumática.
Si partimos desde el origen etimológico de la palabra “trauma”, proviene del griego
“τραῦμα” que significa “herida”, desde la Medicina se denomina como lesión o daño físico y,
en el diccionario de la RAE (2014) el trauma se define como:- “Choque emocional que
produce un daño duradero en el inconsciente”, “emoción o impresión negativa, fuerte y
duradera”, “lesión duradera producida por un agente mecánico, generalmente externo”.
Trasladando estos conceptos al psicoanálisis, trauma, se define como:
Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto
de responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la
organización psíquica. En términos económicos, el traumatismo se caracteriza por un aflujo de
excitaciones excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar
psíquicamente dichas excitaciones (Laplanche y Pontails, 1996, p.448).
Baita (2005) desde una perspectiva cognitiva define al trauma como:
Aquellas experiencias abrumadoras y fuera de control que impactan psicológicamente en las
víctimas creando en ellas sentimientos de impotencia, vulnerabilidad, pérdida de la seguridad y
24
pérdida de control. Estas experiencias o eventos traumáticos son externos pero por su intenso impacto
emocional rápidamente son incorporados a la mente. El hecho de que el agente del trauma sea otro ser
humano y, además, una persona familiar de quien el niño depende particularmente (como es el caso de
un progenitor) agrega una mayor intensidad al trauma mismo (p.3)
El trauma que se configurará y el alcance de los trastornos clínicos que se manifiesten
durante la adolescencia y la edad adulta dependerán del tiempo transcurrido en la situación
abusiva y las etapas del desarrollo psicosexual que éste abarque.
Siguiendo los pensamientos de Novas (2009) el trauma psíquico es un fenómeno
dinámico que transmite el shock emocional al seno del psiquismo, y conlleva un alto riesgo de
producir patología. El estrés que se produce en situaciones de agresión, se genera como una
reacción normal y biológica del organismo teniendo como capacidad a la defensa. Esta
reacción defensiva puede ser normal, adaptativa, exagerada o desadaptada según el evento en
el que se encuentre la persona. Si ésta se encuentra expuesta ante un evento potencialmente
traumático se desencadena en el organismo la reacción de estrés, que en un comienzo se
comporta como adaptativa y necesaria para la conservación y defensa del organismo, pero
luego, por la magnitud del hecho o por las propias características de la víctima, el suceso
supera el límite de la tolerancia y la capacidad de respuesta, produciendo entonces una
reacción de estrés exagerada o desadaptativa alterando el funcionamiento psíquico.
Colombo y Beigbeder (2005), plantean por su parte, que todo niño que fue sometido a
un abuso o maltrato sufre un daño en el psiquismo y como consecuencia, estructurará su
aparato psíquico de una manera particular que lo llevará a comportamientos y distorsiones
perceptivas que dificultarán un adaptativo y evolutivo desarrollo personal. Calvi (2005) cita a
Bleichmar (2000), para explicar esta sensación de acorralamiento que siente la víctima
expresando que el terror se produce cuando la persona sabe perfectamente cuál es la causa de
25
su temor, pero el Yo no tiene ningún tipo de defensas para protegerse del ataque. Calvi (2005)
propone pensar que esta falta de escapatoria coloca a los niños abusados en un estado de
hipervigilancia que los agota, pero que no los protege de los hechos inevitables del abuso.
Como plantean los autores todo niño que sufrió abuso o maltrato se verá afectado en su vida,
sufrirá un daño psíquico que le obstaculizará en algunos aspectos de su cotidianeidad, pero
cada uno lo externalizará de una forma particular.
Freud citado en Laplanche y Pontalis (1996) explicita la noción de traumatismo,
refiriéndose a la misma como una noción económica. Los autores lo exponen como una
experiencia que en un corto tiempo produce un gran aumento de excitación en la vida
psíquica. A consecuencia, fracasa su liquidación o su elaboración por los recursos normales y
habituales, dando lugar inevitablemente a trastornos prolongados en el funcionamiento
energético. El aflujo de excitaciones es demasiado en comparación con lo que el psiquismo
puede tolerar, tanto si se trata de un único hecho muy violento como de muchas excitaciones
acumuladas. Si los eventos son tomados aisladamente sería tolerable, pero un evento que
produce emoción intensa o una acumulación de excitaciones hace que el aparato psíquico sea
incapaz de controlar la situación. Es decir que “se caracteriza por un aflujo de excitaciones
excesivo, en relación con la tolerancia del sujeto y su capacidad de controlar y elaborar
psíquicamente dichas excitaciones” (p.447).
Freud agrega que para lograr escapar de esta realidad psíquica traumatizante, el Yo
utiliza represiones, esfuerzos de desalojo que al principio le resultan útiles, pero con el paso
del tiempo limitan el desarrollo de la persona. El autor plantea que muchas veces los niños
reprimen recuerdos incomprensibles para ellos y esto termina en la formación de neurosis.
Intebi (1998) aporta al respecto que “son los niños, con sus palabras y sus cuerpos, los
que informan detalladamente lo ocurrido. Sólo hay que saber escuchar y mirar” (p.175).
26
Desde el enfoque de la neurociencia Van de Hart (2012) clínico, investigador y profesor
en el área de estrés postraumático y fenómenos relacionados con la psicotraumatología,
manifiesta, que tras el episodio traumático aparecen imágenes, sensaciones y reacciones
musculares particulares en las victimas, relacionadas con el trauma que pueden llegar a estar
profundamente grabadas en la mente de éstos. Estas huellas traumáticas pueden ser
experimentadas por meses, años, e incluso décadas después de ocurrido el episodio en
cuestión sin sufrir demasiadas alteraciones. Es aquí que Van de Hart (2012) relata que nos
enfrentamos a un individuo diagnosticado con Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). La
incapacidad para transformar e integrar las improntas sensoriales asociadas al trauma es la que
determina que en las personas que presentan TEPT se comporten como si estuvieran viviendo
en el pasado, incluso estando relativamente conscientes de que sus reacciones son
desproporcionadas con relación a los estímulos actuales.
De esta manera el TEPT se genera por un impacto emocional que representa una
amenaza a la integridad del sujeto y produce alteraciones en el funcionamiento, tanto en el
área corporal como psíquica. La incapacidad y el desborde del psiquismo para elaborar dichas
experiencias se manifiestan de manera sintomática. Se logra observar indiferencia y
distanciamiento con respecto al mundo externo, junto con una actitud extremadamente alerta,
a la defensiva de posibles ataques o desorganizaciones del medio cercano. A la vez, se pueden
generar alteraciones de la memoria, trastornos del sueño y dificultades para poder realizar las
tareas cotidianas, temor, pánico intenso y desesperanza, sentimientos de culpabilidad, entre
otros (Intebi, 1998).
Sin embargo, teniendo en cuenta la infinita capacidad que tienen las personas para
racionalizar sentimientos y conductas irracionales, los sujetos que experimentan traumas no
suelen darse cuenta que estos sentimientos o acciones son irrelevantes en el presente. Es
27
indiscutible el hecho de que el abuso sexual es un estresor psicosocial y uno de los más
graves, tal como se reconoce en el propio DSM-VI (Manual Diagnostico y Estadístico de los
Trastornos Mentales, 2000).
En el Manual Diagnostico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-VI) se
mencionan tres subtipos de trastornos que pueden estar presentes de manera aguda, cónica o
diferida.
En el primer caso la sintomatología aparece poco tiempo después o de manera
inmediata del hecho traumático y perdura menos de tres meses. En el síndrome crónico, los
trastornos se prolongan por más de tres meses, y en la forma diferida dichos trastornos se
manifiestan seis meses después del hecho traumático (Citado por Intebi, 1998).
En la mayoría de los casos, el abuso sexual no es un acto único y se caracteriza por su
cronicidad. La mayoría de los niños que cuentan por primera vez los abusos sufridos, lo
vienen padeciendo desde hace años. Lo que significa que ante cada situación abusiva que se
repite y que aumenta muchas veces el nivel de intrusividad sexual, el efectivo mecanismo que
le permitió a esta nena separar a su papá "malo" del "bueno", volverá a operar una y otra y
otra vez (Baita, 2005).
28
Capitulo ll
¿Qué son los mecanismos de defensa?.
Defensa.
El término “defensa” surge por primera vez en “La neuropsicosis de la defensa” descrito
por Freud en el año 1894, aplicándolo a las luchas del Yo contra ideas y afectos dolorosos e
insoportables, donde aún regia la teoría en el cual el inconsciente, el preconsciente y el
consciente eran las tres instancias que manifestaban los procesos psíquicos.
Posteriormente Freud, abandonó el término de defensa y lo sustituyó por el de
‘represión”, hasta el año 1926 cuando realizó su segunda tópica, comenzando a emplear
nuevamente a la “defensa” como “la designación general de todas las técnicas de que se sirve
el Yo en los conflictos eventualmente susceptibles de conducir a la neurosis, reservando el
nombre de “represión” para uno de estos métodos de defensa” (Citado por Freud,A.,1954, p.55).
Desde el psicoanálisis, la defensa se define como:
El conjunto de operaciones cuya finalidad consiste en reducir o suprimir toda modificación
susceptible de poner en peligro la integridad y la constancia del individuo biopsicológico. En la
medida en que el Yo se constituye como la instancia que encarna esta constancia y que busca
mantenerla, puede ser descrito como “lo que está en juego” y el agente de estas operaciones
(Laplanche y Pontalis, 1996, p.113).
De esta manera la defensa afecta las excitaciones pulsionales, y selecciona a las
representaciones como los recuerdos y fantasías que aquellas comportan en una situación
determinada. Cuando las excitaciones son incompatibles con el equilibrio Yoico, es cuando se
generan sentimientos displacenteros para éste:
29
(…) esos pacientes por mí analizados gozaron de salud psíquica hasta el momento en que
(…) se presentó a su Yo una vivencia, una representación, una sensación que despertó un afecto tan
penoso que la persona decidió olvidarla, no confiando en poder solucionar con su Yo, mediante un
trabajo de pensamiento, la contradicción que esa representación inconciliable le oponía
(Freud, 1894/1991, p.40).
Según el autor entonces, la finalidad de la defensa es mantener y restablecer la firmeza
de la integridad Yoica evitando toda perturbación traducida subjetivamente como
displacentera. La función del Yo es proteger esta perturbación, actuando como agente
defensivo a través de los mecanismos de defensa.
En lo que refiere a los mecanismos de defensa propiamente dichos, Anna Freud
(1954) fue una de las principales psicoanalistas en estudiar e investigar los mecanismos
defensivos. A través del psicoanálisis infantil y la psicología del Yo, aportó a la lucha del ser
humano para sobrellevar situaciones dolorosas. En su tesis de “El Yo y los mecanismos de
defensa” describe a estos mecanismos como modalidades diferentes (a veces inconscientes)
que emplea el Yo con el objetivo de suprimir las ideas y afectos dolorosos e insoportables,
protegiéndolo de las exigencias instintivas. Lo denomina como un proceso que se manifiesta
de forma automática, para proteger al individuo de la ansiedad y de la conciencia de amenazas
o peligros internos y externos que éste no puede tolerar. Las mismas son estrategias que
permiten ajustar al individuo a determinadas demandas, pero que en realidad no resuelven el
conflicto de base ya que éste permanece latente. De hecho, aunque los recuerdos o problemas
estén desterrados de la memoria consciente, continúan influyendo en nuestro
comportamiento.
Grassano (1987) denomina a estos mecanismos como:
30
Modos estables de preservar el equilibrio de los vínculos con los objetos, apoyados en fantasías
y expresados en la conducta manifiesta por modos de percibir y valorizar algunos aspectos de la
realidad y del Yo, y neutralizar, otros para evitar el sufrimiento psíquico (citado en Ancona, 2017,
p.238).
Vels (1990) también desde un enfoque psicoanalítico, afirma que los mecanismos de
defensa son funciones psíquicas reguladoras que se asemejan a la manera de trabajar de un
relé3. Su misión, dentro del psiquismo, es la de regular las cargas de energía (disminuyendo la
tensión psíquica) para "proteger" el equilibrio y evitar toda clase de trastornos o
perturbaciones producidas por exceso de excitación emocional (p.26). Relata que en el
funcionamiento de esos procesos coexisten diferencias entre los sujetos, teniendo que ver con
el nivel de organización del Yo y la esencia de las tensiones, contra las cuales el sujeto quiere
protegerse. Destaca además, la existencia de mecanismos de defensas normales y patológicas.
Todos los sujetos, frente a hechos traumáticos desarrollan mecanismos de defensa. Si los
hechos traumáticos pasan a ser recurrentes, como en el abuso sexual, la mayoría de éstos se
hacen crónicos. En esta situación, esa niña, que a la noche recibe en su cama al padre que
abusa de ella, necesita recurrir a algún mecanismo de defensa para poder ir al colegio a la
mañana siguiente, para poder seguir mirando a su padre, para desayunar con su abusador,
porque si no estalla, si no, no resiste, se muere (Baita, 2008).
Con lo expuesto anteriormente, se puede manifestar que luego de que el trauma se
produce, genera un impacto en las diferentes áreas de la personalidad del niño, ya que se
encuentra imposibilitado de elaborar la situación traumática que lo invade y que inhibe en su
crecimiento y desarrollo. Las consecuencias pueden ser trastornos o mecanismos adaptativos.
Esto último, corresponde a los mecanismos de defensa que el niño desarrolla para hacer frente
3 Relé: Dispositivo que, intercalado en un circuito, produce determinadas modificaciones en el mismo o en otro conectado
con él: mediante la apertura o cierre de sus contactos, el relé puede influir en el funcionamiento de otro circuito (RAE).
31
al dolor y al estrés como método de supervivencia. Aparecen personalidades múltiples,
amigos imaginarios, estados alterados de conciencia y una gran necesidad de negar que exista
ese padre malo y abusivo.
Existen diversos mecanismos de defensa, los que mayormente predominan dentro del
ASI son: represión, renegación, formación reactiva, introyección, proyección, aislamiento,
desplazamiento y disociación, entre otros. Aunque el mecanismo que con más frecuencia se
observa es la disociación.
En un estudio sobre 100 pacientes adultos con diagnóstico de Trastorno de Personalidad
Múltiple (TPM), llamado también Trastorno de Identidad Disociativo, se encontró que más
del 90% de los mismos habían padecido alguna forma de maltrato en su infancia, y
especialmente abuso sexual (Baita,2005). Por tal motivo se dice que la disociación es el
mecanismo de defensa por excelencia que se manifiesta en el abuso sexual crónico.
Disociación como mecanismo defensivo.
La disociación fue considerada por Freud como una forma de represión. A medida que
fue avanzando en sus teorías, realizó su segunda tópica sobre el aparato psíquico, donde lo
denominó a través de tres instancias psíquicas (Ello, Yo, y Superyó), conteniendo todas estas
instancias aspectos conscientes e inconscientes (Citado por Intebi,1998). A medida que
avanzaba en sus observaciones Freud, percibió diferencias entre la represión y el mecanismo
defensivo que observó en algunos pacientes fetichistas y psicóticos. Por tal motivo postuló
que la disociación (o escisión) se generaba en el Yo del sujeto influenciando el modo en el
que el Yo se relacionaba con la realidad. A diferencia de la represión, esta separación, no
ocurría entre dos instancias psíquicas en conflicto, sino que se producía en el mismo Yo, he
32
interfería la función integradora del mismo (Citado por Intebi, 1998).
Actualmente, diversas investigaciones confirman la existencia de una predisposición
personal y/o familiar que facilita la utilización de la disociación como mecanismo de defensa.
La misma, se activa ante situaciones de la vida real extremadamente traumáticas. De esta
manera, disociar, en un sentido amplio, significa impedir la asociación entre dos cosas.
Algunos de los factores que provocan esta respuesta disociativa son los que se encuentran
dentro del maltrato infantil (abuso sexual, maltrato físico, maltrato fisiológico, maltrato
psicológico y negligencia), así como también, perdidas repentinas en el entorno familiar y
experiencias de riesgo que ponen en juego la vida del individuo (Intebi, 1998).
Por tal motivo, se logra definir a la disociación como “un complejo proceso
psicofisiológico que produce una alteración en el estado de conciencia. Durante el proceso,
los pensamientos, los sentimientos y las experiencias no son integrados a la consciencia ni a la
memoria del individuo de la manera en que normalmente sucede (Citado por Intebi,1998,
p.196.).
Baita (2005) agrega al respecto que la disociación es:
Una disrupción en las usualmente integradas funciones de conciencia, memoria, identidad o
percepción del ambiente, según el DSM IV; una separación organizada de procesos mentales tales
como pensamientos, recuerdos, sentimientos y sentido de la identidad; un proceso psicofisiológico que
produce una alteración de la conciencia ante un disparador psicodinámico (p.3).
Como punto central de estas definiciones, se entiende a la disociación como un proceso
psicofisiológico, ya que los estados y procesos corporales controlan la conducta, bloqueando
la capacidad de expresión de las emociones negativas alterando los actos y la consciencia del
individuo. La disociación al ser un mecanismo defensivo psíquico, permite convivir y
sobrevivir a situaciones gravemente traumáticas, conservando la adaptación normal al
entorno. En cambio, cuando se generan situaciones de sobrecarga extremas, la fisiología
33
cerebral se modifica sustancialmente. La sobreestimulación bloquea la normal capacidad de
absolver y almacenar información, provocando el proceso disociativo, que separa a las
experiencias abrumadoras del conocimiento consciente (Intebi, 1998). El síntoma disociativo
se observa como un continuum incluyendo varias experiencias y síntomas, que parte de una
disociación normal como son por ejemplo, los amigos imaginarios en la primera infancia.
Posteriormente, si la fuente de traumatización persiste, se pueden manifestar fugas y amnesias
disociativas, despersonalización y desrealización, hasta llegar a un extremo severo y crónico
como es el Trastorno de Identidad Disosciativo (TID) (Baita,2005).
En el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM- VI) se
manifiesta que estas alteraciones de la consciencia pueden producirse de manera repentina o
gradual, transitoria o crónica; y se describen cinco cuadros que constituyen diferentes
manifestaciones de los trastornos disociativos propiamente dichos. Los mismos son:
Amnesia disociativa: se caracteriza por una incapacidad de recordar información
personal importante que por lo general son de naturaleza estresante o traumática, siendo
demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.
Fuga disociativa: se manifiesta a través de viajes inesperados e impensados alejados del
hogar o del puesto de trabajo. Estas experiencias van acompañadas por la incapacidad del
sujeto de recordar su pasado, su propia identidad, así como también pueden manifestarse la
admisión de una nueva identidad.
Trastorno de identidad disociativo (anteriormente llamado trastorno de personalidad
múltiple): se observan la presencia de uno o más estados de identidad o personalidad
controlando el comportamiento del sujeto de manera recurrente, conjuntamente con una
incapacidad para recordar información personal importante siendo demasiado amplia para ser
explicada por el olvido ordinario.
Trastorno de despersonalización: se genera mediante sensaciones persistentes y
34
recurrentes de distanciamiento de los procesos mentales y del propio cuerpo, junto con la
conservación del sentido de la realidad.
Trastorno disociativo no especificado: se incluye para codificar trastornos en donde
predomina como característica principal un síntoma disociativo pero que no cumple los
criterios para un diagnóstico de un trastorno disociativo específico (Intebi,1998, p.198-199).
Todas estas manifestaciones logran resaltar el daño psíquico que producen los eventos
traumáticos cronificados, mostrando una gran presión interna. Se llega a apreciar una
interferencia en el funcionamiento cotidiano de la víctima acarreando múltiples
consecuencias, como el desinterés a actividades o metas que antes podrían llegar a ser
atractivas para el sujeto, generando importantes limitaciones que se observan en la rutina
diaria, conjuntamente con un desgaste afectivo de expresión.
Aquí cabe destacar los aportes de Baita (2005) exponiendo desde que punto es que se
aferra la disociación. Explica que en circunstancias donde un niño es enfrentado a una
situación traumática dolorosa de la cual no tiene escape físico real, la respuesta pasa a ser el
escape mental, el "irse" con la mente. Esto es lo que sucede en la gran mayoría de las
situaciones de abuso sexual, en tanto ocurren en un campo interpersonal del cual el niño que
lo sufre, ciertamente no tiene escapatoria. El lugar que ocupa la figura que ejerce el maltrato,
el poder, la diferencia de edad, la violencia, la amenaza, sumándole la familiaridad por el
terrible hecho de que la mayoría son intrafamiliares, y por lo tanto ocurren en los lugares
donde el niño vive, come y duerme, junto con quien abusa de él, hacen que el escape físico de
las situaciones de abuso sea en un principio imposible o fallido.
Como consecuencia, se genera un proceso disociativo que trae efectos altamente
complejos ya que los recuerdos traumáticos del sujeto se pueden “perder” parcial o totalmente
a nivel consciente, o también; puede generar que ciertos fragmentos formulados se conserven,
35
aunque de manera separada de las consecuencias emocionales. Esto permite que los hechos
traumáticos para el psiquismo queden mal integrados a la historia del sujeto como episodios
poco significativos. Lo que puede ocurrir posteriormente, es que estos elementos disociados
puedan ser recuperados pero de forma fragmentaria, manifestándose a través de recuerdos
corporales, imágenes, sensaciones extrañas y/o como pensamientos o sentimientos intrusivos
(Intebi, 1998).
La disociación que se genera no es consciente, no es que la víctima no recuerde,
simplemente eso para ella no existe. De esta manera el objetivo de éste mecanismo es hacer
sentir al niño que esa experiencia traumática no le ocurrió a él, o cree que lo vivido es
producto de su imaginación o una alteración de los sentidos, quedando entonces la vivencia
abusiva disociada de sus vivencias propias.
Baita (2005) agrega que:
Esto es así, porque estamos hablando de edades muy tempranas, donde el uso del vocabulario es
especialmente limitado para explicar estas experiencias, o porque el repetido uso de la defensa
disociativa logró cronificarse hasta el punto de compartimentalizar la información discordante,
generando en el niño, la clara vivencia de que nada le sucedió. En principio, podríamos decir, la
disociación resultó efectiva (p.4).
Con respecto a esto, es que se considera a la disociación como un mecanismo de
supervivencia, ya que ante tales situaciones, permite no colocar el foco de atención en lo que
sucede. Por ejemplo, muchas víctimas cuentan diversas estrategias que utilizaban para “irse
con la mente”, para poder desestimar el acercamiento del abusador, evitando quedar a solas
con él, tapándose la cara con la frazada, dándose vuelta hacia la pared cuando estaban en la
cama, repasando mentalmente las tablas de multiplicar, pensando en la tarea que debían
preparar para la escuela, o simplemente se concentraban mirando el techo o una ventana. Lo
que ocurre la mayoría de las veces es que estas estrategias fallan, el abuso no cesa, y el
registro de lo que sucede entra al psíquismo (Baita, 2005).
36
Se logra apreciar que la disociación posee ciertas funciones protectoras con el fin de
evitar la vivencia traumática. Baita, (2005) nombra alguna de estas funciones que serían:
Protección del dolor físico
Escapar de la realidad
Aislar las experiencias catastróficas del conocimiento consciente
Encapsular el recuerdo del evento traumático y sus afectos asociados
Acomodar dentro del psiquismo información y afectos extremadamente discordantes
Preservar partes de sí mismo intactas ( tal como eran antes del evento traumático)
Esconder sentimientos que serían inaceptables demostrar, porque el niño siente que lo
colocarían en riesgo, o porque lo harían más vulnerable (p.4).
Ahora bien, a partir de aquí surgen algunas interrogantes sobre la disociación, ya que
sin bien, en parte, protege al individuo de la realidad, llega un punto que se vuelve una
enfermedad patógena acarreando mayores trastornos.
¿Cuáles serían las desventajas de la disociación?
Intebi (1998) aporta información para responder a tales interrogantes manifestando que
las desventajas de la disociación surgen cuando se genera la cronicidad de los hechos
traumáticos. Lo que produce que, la disociación como mecanismo defensivo, no se active
únicamente para proteger a la víctima en situaciones de riesgo real, como en el abuso sexual
propiamente dicho, sino que se active ante cualquier situación que genere angustia o conflicto
no teniendo en cuenta las características ni magnitud del problema. Aquí es cuando la
disociación produce grandes efectos indeseables, activándose de manera casi automática,
convirtiéndose en el privilegiado mecanismo defensivo. Llevando a las víctimas a un camino
sin salida, donde cualquier acto insustancial pasa a ser amenazante de tal manera, que todo
termina conectándose con el trauma original.
Lo que en su momento se transformó en un modo de supervivencia, ahora se modifica.
37
Lo inocente pasa a ser amenazante, actuando como trampa ya que nubla la noción del peligro
verdadero (Baita, 2005).
Con respecto Baita, (2005) cita un relato de una nena de 8 años abusada sexualmente, a
modo de ejemplificar un escape mental producido por el trauma:
El otro día en clases hablamos de los secretos. Yo dije que en mi familia había un secreto... y
después me fui a la luna de Valencia. Ahí no tenés preocupaciones, no tenés que pensar en nada. ¿Y si
en la luna de Valencia me aparecen pensamientos?, de eso me voy a otra luna de Valencia y después a
otra y a otra (p.7).
Es acá, cuando se logra ver la falla de la defensa que necesita incrementarse cada vez
con más fuerza ante cualquier estímulo, “por si acaso”’. En el ejemplo anterior, la víctima
necesita pasar de una luna de Valencia a otra, ya que existe la posibilidad de que los recuerdos
traumáticos del abuso vuelvan, y allí en esa luna, no hay que pensar en nada, no hay
preocupaciones ni un padre que abuse de ella. Esto permite reflexionar que en algún punto el
trauma sigue allí pronto, para reaparecer en cualquier momento (Baita,2005).
Diagnóstico y detección.
Con respecto al diagnóstico y detección del trastorno disociativo en el abuso, algunos
factores generan dificultad para los profesionales ya que pueden ser confundidos con las
características evolutivas normales del niño, así como también, existen algunos indicadores y
características que se comparten con otros trastornos. Los indicadores que se van a manifestar
se asemejan a los que establece el DMS V, al momento de señalar que en presencia de diez o
más indicadores, se debería realizar un cuadro de diagnóstico diferencial entre la disociación
y el estrés post traumatismo.
Baita (2005) al respecto, destaca una lista de indicadores realizada por varios autores al
momento de considerar al Trastorno Discociativo. Los mismos son:
38
Presencia de períodos recurrentes de amnesia o pérdida de memoria que abarcan períodos
determinados de tiempo.
Frecuentes estados de tipo trance o como si "estuviera en otro mundo"
Fluctuaciones importantes de la conducta que incluyen cambios drásticos en ésta (incluyendo
apariencia, estilo de escritura, vestimenta) y en el rendimiento escolar, o variaciones en las
habilidades sociales, cognitivas y/o físicas.
Referirse a sí mismo en tercera persona, o como "nosotros/as", usar otro nombre, responder a
más de un nombre, dibujarse a sí mismo como varias personas.
La victima frecuentemente es visto como mentiroso.
Presenta conductas antisociales.
Es sexualmente precoz.
Puede presentar depresión discontinua.
Frecuentes trastornos del sueño (niños muy pequeños presentan patrones de sueño profundo
como respuesta a situaciones de stress extremo; este tipo de sueño difiere del sueño normal
porque es mucho más profundo y porque es más difícil despertar al niño).
Alucinaciones auditivas provenientes del interior de la cabeza (voces internas).
Puede evidenciar rápidos episodios regresivos que lo aterrorizan o lo paralizan
Puede presentar conductas de automutilación o tendencia inexplicable a accidentes.
Puede negar conductas que fueran vistas por otros o atribuirlas a compañeros de juego
imaginarios (el "imaginary companionship" o amigo imaginario se tomaría como criterio
diagnóstico cuando su presencia persistiera más allá de los 6 años de edad).
Perderse en recorridos conocidos (por ejemplo, volver de la escuela; estas situaciones no
tienen nada que ver con la distracción; quienes describen este tipo de situaciones cuentan
haber aparecido en otro lugar sin tener idea de cómo habían llegado allí).
Se describe a sí mismo como irreal, con una percepción alterada de su propio cuerpo o de
partes del mismo (p.5).
Con lo expuesto anteriormente, cabe señalar que dichos indicadores deben estar sujetos
a una supervisión multidisciplinaria con especialistas en la temática. Mediante una adecuada
intervención es posible confirmar o no, una evidencia o sospecha de abuso. Por tal motivo,
es que la detección y el diagnóstico son fundamentales para poner en marcha éste proceso.
La protección del niño es garantizada con una exitosa intervención. Por el contrario,
39
cuando ésta falla, aleja cada vez más a la víctima de la protección, quedando aún más
vulnerable que antes.
En lo que refiere a la víctima, se observa un gran desequilibrio en el desempeño y las
habilidades de éste, que se visualizan a consecuencia del desorden disocitativo. En la primera
infancia hablar en terapia de dichos fenómenos puede no ser necesario ni relevante, por el
hecho anteriormente nombrado, de que comparten características propias de la etapa evolutiva
del niño. El problema se genera cuando, esos episodios disociativos aislados generan la fuerza
patógena de la defensa, cronificándose y manifestándose en las conductas cotidianas, así
como también en la escuela. Por ejemplo, un día puede ser aceptable el rendimiento escolar
del niño, pero al día siguiente ese rendimiento puede decaer por debajo de lo aceptable. Lo
que genera más confusión al niño es que éste puede recordar que hizo determinada tarea, pero
al día siguiente olvidarlo completamente. Muchas veces al no reconocer y saber de dónde
viene lo que le está pasando, se corre el riesgo de que se generen suposiciones hacia la
victima catalogándola como mentirosa-loca, generando de esta forma que el psiquismo siga
recurriendo a esta defensa y que con el paso del tiempo ésta se torne aún más compleja.
El desafío para intervenir y poder trabajar con estos pacientes es transformar el trauma
integrándolo como una parte de sus vidas sobre la que ellos puedan tener control. Pudiendo
transformar esa experiencia traumática como algo del pasado pero que ya no existe más (Baita,
2005).
Objetivamente una víctima va a serlo para siempre. Pero por lo que se refiere al
componente subjetivo, que es el que resulta más significativo psicológicamente, las víctimas
deben dejar de ser víctimas lo antes posible. La identidad de víctima en el tiempo es
contraproducente porque prolonga el duelo de los afligidos evitando comenzar un nuevo
capítulo en su vida. De lo que se trata, en definitiva, es de que la víctima comience de nuevo a
vivir y no se resigne únicamente a sobrevivir (citado en Echeburúa, De Corral, 2007).
40
SINTESIS.
A partir de lo trabajado se puede concluir que los objetivos y expectativas creadas en
torno a la presente monografía se cumplieron en su mayoría a gracias a la labor de índole
mayoritariamente teórica.
De este modo, en primer lugar, resulta pertinente hacer mención a los objetivos
específicos que se presentan en el comienzo de este trabajo. En cuanto a estos, se logró
observar los efectos arrasadores en la subjetividad en la víctima abusada sexualmente en su
niñez, así como también entender desde un lugar más objetivo la dinámica que los pone como
sujetos extremadamente vulnerables a consecuencia de las estrategias y manipulación por
parte del victimario. Como resultado de esto, se logró entender el funcionamiento que
realizan los mecanismos de defensa en el psiquismo en situaciones angustiantes o
displacenteras para el sujeto, acarreando múltiples problemáticas que afectan al niño como
ser psicosocial.
Como futura profesional de la psicología al trabajar con niños que hayan sido víctimas
de ASI, considero que será pertinente poder trabajar incidiendo en el medio que éste habita,
pretendiendo modificar los factores patógenos a través del trabajo intersubjetivo en su núcleo
más cercano así como también, claro está, desde un lugar intrapsíquico con la víctima.
Una de las finalidades de ésta monografía, es aportar a la reflexión colectiva del lugar
que tuvieron y tienen los niños en la sociedad, y buscar su ubicación como sujetos de
derechos, no de víctimas.
En lo que respecta a la importancia que acarrea la intervención temprana para evitar
riesgos prolongados y posteriores trastornos, radica en generar consciencia, pudiendo obtener
herramientas que proporcionen a la familia y a la propia víctima la detección a situaciones de
riesgo y fortalecer los factores de protección.
41
Nuestra subjetividad se recrea también desde las cosas que no son contadas, que son
vulneradas y que por ser voces de menores pocas veces se escuchan, siendo la opción más
fácil pasarlas por alto. Desplazando no sólo a ellos, sino a lo que estos pueden reproducir y
enseñar. Esto no se trata de un cuento que merece ser contado, sino de historias que merecen
ser memorias. De la emergencia de reemplazar lo obvio, para reivindicar lo justo.
Como correlato de lo antes dicho, no alcanza con reconocer las repercusiones que este
tipo de violencia provoca sobre el niño, sino que considero indispensable tomar las medidas
que logren desligar el tabú del fenómeno abusivo y concientizar a la sociedad sobre esta
problemática que se encuentra tan latente e impensablemente cercana.
Considero imprescindible entender que una adecuada intervención será aquella que
trabaje con profesionales de distintas disciplinas especialistas en la temáticas, como también,
con los integrantes de la familia y sujetos que desarrollan sus actividades dentro de las
instituciones a las que el niño concurre. Por tal motivo, se debe destacar que el trabajo
interdisciplinario se torna indispensable en función a la erradicación de dicha problemática, ya
que al ser esta múlticausal necesitaría para su abordaje múltiples enfoques. De esta manera, se
tendrá una visión global y más abarcativa, intentando dejar los menores factores influyentes
posibles.
Creo pertinente resaltar que la intervención estará ligada al caso puntual ya que el sujeto
al ser biopsicosocial se encuentra atravesado no solo por factores biológicos y psicológicos
sino que también, por aspectos de su entorno y cultura. Con esto hago referencia a que cada
ser es único e irrepetible por lo que la intervención estará ligada puntualmente a cada caso que
se enfrenta y deberá ser planificada teniendo en cuenta los aspectos anteriores.
En lo que respecta a las temáticas abordadas son temas con bastos desarrollos en la
literatura, por lo que la exposición de los principales conceptos de cada uno de ellos no fue
42
una tarea sencilla, sin embargo, intenté a mi entender, a dar cuenta de lo que se tornaba más
relevante.
Considero que las líneas de abordaje que abre dicho trabajo son muy enriquecedoras al
tiempo que prometedoras, aunque fue inviable plasmarlo en la monografía con el fin de
lograr la propuesta académica. Las mismas reflexiones son componentes de nuevos
horizontes que quedan en el debe personal concebir, comenzando tal vez, una labor que
sobrevenga en un producto un tanto más acabado en el cual se refleje la profundización e
implicación que éste trabajo me brindó respecto a la temática.
¿Cómo no sentirme implicada y emocionada con estas víctimas, que viviendo un
infierno en su propio hogar son capaces de buscar ayuda, a su manera, para poder ir contra el
mundo y querer vivir, sanar y aun así amar?.
43
Bibliografía:
American Psychiatric Association, (2000)
Ancona,F, Heredia y Ancona, Gomez,M. (2017) Psicodiagnóstico clínico del
niño. Editorial El Manual Modernos, S.A. (versión electrónica)
Baita.S. (2005) Rompecabezas.: Una guía introductoria al trauma y la disociación
en la infancia
Baita,S. Moreno,P. Rozanski ,R. Visir,P. Volnovich,J. (2008) Jornadas de
intercambio interdisciplinario sobre abuso sexual a niños, niñas y adolescentes.
Montevideo.
Baita,S. (2005) Defensa disociativa en niños y adolescentes que sufrieron abuso
sexual infantil. Congreso Virtual de psiquiatría.
Baita,S.,& Moreno (2015) Abuso sexual infantil. Cuestiones relevantes para su
tratamiento en la justicia. UNICEF. Mastergraf
Barudy,J. (1998), "El dolor invisible de la infancia. Una lectura ecosistemica del
maltrato infanti “. Paidós, Barcelona.
Beigbeder de Agosta, C., Barilari, Z., y Colombo, I. R. (2009). Abuso y maltrato
infantil: Inventario de frases revisado. Buenos Aires: Cauquen.
Bessel A. van der Kolk ,(2002).Más allá de la cura por el diálogo: Experiencia
somática, improntas subcorticales y tratamiento del trauma
Bleichmar, E., (2005).Manual de psicoterapia de la relación de padres e hijos
Bleichmar, S. (2000) Sostener los paradigmas desprendiéndose del lastre. Una
propuesta respecto al futuro del psicoanálisis. En Revista Aperturas
Psicoanalíticas nº6. En línea:
http://www.aperturas.org/articulos.php?id=130&a=Sostener-los-paradigmas-
44
desprendiendose-del-lastre-Una-propuesta-respecto-al-futuro-del-psicoanalisis
Calvi,B. (2005) "Abuso sexual en la infancia", Buenos Aires, Lugar Editorial.
Tesis doctoral dirigida por Silvia Bleichmar.
Casas, A. (2003). Articulo ¿De qué hablamos cuando hablamos de violencia
sexual hacia niños, niñas y adolescentes? Publicado en: La protección de los
derechos de los niños, niñas y adolescentes frente a la violencia sexual. Instituto
Interamericano del niño. Montevideo: Publicaciones IIN.
CEPstra: Centro de Psictraumatología.
http://www.centrodepsicotraumatologia.com/index.php/psicotraumatologia/
Curar el trauma ac : consultorio especializado en psicotrauma y conflictología.
http://curareltrauma.blogspot.com.uy/2012/08/la-importancia-de-la-frecuencia-
del.html
Colombo, R. I., Agosta C. B. y Barilari, M. Z. (2008). Abuso y maltrato infantil.
Tratamiento psicológico. Buenos Aires: Cauquen.
Colombo, R., Beigbeder de Agosta, C. (2005). Abuso y maltrato infantil. Hora de
juego diagnóstica (2da ed.). Buenos Aires: Cauquen.
CVTC: Centro de tratamiento de víctimas de crimen. http://www.cvtcnyc.org/
De Mause. L. (1994) “Historia de la infancia”
Dym ,J. Bartlett, Barto,B , Jessica L. Griffin , Goldman Fraser,J , Hilary Hodgd ,
and Bodian,R.(2015), Trauma-Informed Care in the Massachusetts Child Trauma
Project.
DSM IV. (2000) Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
Editorial: MASSON
DSM V. (2014) Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. .
España. Ed Medica Panamericana.
45
Echeburúa,E. y De Corral,P.(2007) Intervención en crisis en victimas de sucesos
traumativos: ¿Cuándo, cómo y para qué?. Universidad del País Vasco (España)
Finkelhor, D., y Browne, A. (1985). The traumatic impact of child abuse: A
conceptualization. American Journal of Orthopsychiatry
Freud,S. (1923-1925). El ello, el yo y otras obras. Amorrortu Editores
Freud, S. (1940 [1938]). Esquema del psicoanalisis. Psikolibros.
Freud, S. (1967) Metapsicología. Obras Completas. Madrid, Editora Biblioteca
Nueva.
Freud, S (1991) Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica
de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de
ciertas psicosis alucinatorias) En Primeras publicaciones psicoanalíticas. (Vol. 3
pp. 41-68) Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1894)
Freud, S (1991) Las neuropsicosis de defensa (Ensayo de una teoría psicológica
de la histeria adquirida, de muchas fobias y representaciones obsesivas, y de
ciertas psicosis alucinatorias) En Primeras publicaciones psicoanalíticas. (Vol. 3
pp. 41-68) Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1894)
Freud, Anna. (1992) El yo y los mecanismos de defensa. Buenos Aires: Paidós.
(Trabajo original publicado en 1936).
Finkelhor,D (2008) Abuso sexual al menor. Editorial Pax México
García Méndez,E,: Derecho de la infancia-adolescencia en América Latina: de la
Situación Irregular a la Protección Integral. Santa Fé de Bogotá, Forum Pacis
Giberti, E. Irene,M. Escardó,V., Trezza, F. Losada,A , Britti.A – Pérez,S. (2012)
Violecia de género. Actualidad Psicologíca. Periódico Mensual
Gonçalvez Boggio, L. (2010). Cuando el abuso sexual infantil queda escrito en el
cuerpo. En Gonçalvez Boggio, L. (2010) El cuerpo en la Psicoterapia. Uruguay:
46
Psicolibros.
Herrera.T. (2004). Abuso sexual infantil y comunicación. Ediciones Santillana.
S.A.
Hoer, Normand L & Osol, Arthur (1970). Dicionário Médico ilustrado Blakeston.
São Paulo: Andrei.
Intebi, I (1998). Abuso sexual infantil. En las mejores familias. Buenos Aires:
Ediciones Granica S.A.
Intebi,I. (2013). Proteger, reparar, penalizas: evaluación de las sospechas de
abuso sexual infantil. Buenos Aires: Grancia, 2013.
Kernberg, O. (21012) Mecanismos de Defensa en el "Borderline”.
Laplanche, J., y Pontalis, J. (1996). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires:
Paidós
Liotti, G. (1999). Disorganization of attachment as a model of understanding
dissociative psychopathology. En J. Solomon y C. George (Eds.). Attachment
disorganization. (p. 291-317). New York: Guilford.
Lopez,l.,& Bartolome,V. (2012).Violencia sexual contra los niños y las niñas.
Abuso y explotación sexual infantil. Guía de material básico para la formación de
profesionales. Save the children.
Losada, A. V. (2011). Abuso sexual infantil y patologías alimentarias. (Tesis de
Doctorado). Universidad Católica Argentina, Facultad de Psicología y
Psicopedagogía. Argentina.
Loureiro, R. (2008) El Silencio en el Abuso Sexual Infantil. En Revista Psique y
Sociedad. Nº2, mayo 2008, ISSN 2011-8511
Maslow, A. (1991). Motivación y personalidad. Madrid: Díaz de Santos, S.A.
Müller,M. (2012). Programa de sensibilización en violencia, maltrato y abuso.
47
Provincia de Río Negro, Consejo Federal de Inversiones
Novas, S. (2009) Intervención en situación de desastre y trauma. Curso de
urgencias en psicopatología infantil. Hospital Gutierrez. BsAs
Paul Ochotorena, J. de y Arruabarrena, I. (1996). Manual de protección infantil.
Barcelona: Masson.
Pinheiro, P. (2006) Informe mundial sobre violencia contra los niños y niñas.
Ginebra: ATAR Roto Presse
Real Academia Española. (2014) 23.ª edición. Madrid: Espasa Libros.
Rotenberg, E. (2000). Abuso sexual infantil. Revista de Psicoanálisis, (Nº
especial) 7, 289- 315.
Rovea y Podesta , (2005) “ Abuso sexual infantil intrafamiliar, un abordaje desde
el trabajo social”
Summit,R. (1983) The Child Sexual Abuse Accommodation Syndrome
Trauma Center. At Justice Resource
Institue.http://www.traumacenter.org/products/publications.php
UNICEF (1999) "JUSTICIA Y DERECHOS DEL NIÑO". Fondo de las
Naciones Unidas para la Infancia. Comité editorial: Mary Beloff / Miguel Cillero
/ Julio Cortés / Jaime Couso
UNICEF (1990) .La convención sobre los derechos del niño
UNICEF (2009). Maltrato infantil: una dolorosa realidad puertas adentro
Van der Hart. (2012) Revista Iberoamericana de Psicotraumatología y
Disociación. Vol. 4. Num. 1, 2012. ISSN: 2007-8544 . (Villalobos 2003). La
Resiliencia En La Educación En Recuperado de
http://datateca.unad.edu.co/contenidos/712003/Educacion_y_Resiliencia.pdf
Vels, A. (1990). Los mecanismos de defensa bajo el punto de vista psicoanalítico.