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CURAR cuidados, reparaciones 1 Se ha mencionado ya, que la ubicación actual de las viviendas afecta al equilibrio del ciclo natural de eliminación-reposición de la arena. Eso, sumado al menor aporte de áridos desde el río Segura o la construcción de espigones en la desembocadura del mismo, afecta a la playa que en los últimos años ha sufrido un retroceso de su anchura hasta que el oleaje ha terminado por alcanzar a las viviendas. A las condiciones climáticas ya duras (ambiente marino y fuertes vientos) hay que sumar ahora la fuerza del oleaje, que violen- ta al material, que se va deshaciendo poco a poco. Una violencia contra el cuerpo de la arquitectura desde la naturaleza que reclama como suyo el espacio ocupado; afectando a la cimentación y a las frágiles y rígidas estructuras que se disuelven con aparente facilidad. Lo agresivo del ambiente envejece la arquitectura y la aproxima hasta un estado ruinoso, al borde del colapso. El abandono del lugar durante grandes temporadas, las con- diciones ambientales del lugar, la ley de costas, la materialidad de las casas,… todos son aspectos que van en contra de las mismas. 2 Con el mar llegando a las viviendas es cuando, desde la pos- tura de los vecinos, aparece el primer movimiento sobre el lugar, la primera performance. Dado que, en general, la administración de Costas les impide actuar sobre sus viviendas al negarle los permisos de obra para poder repararlas, se afanan por intentar protegerlas a través de la disposición de sacos de tierra que hagan las veces de improvisados espigones, ocupando dominio público, restándoselo a la playa, y saltán- dose a la torera lo que dictamina la ley de costas. Todo sea por defender el lugar donde (en la mayoría de los casos) “viven” tres meses al año, antes de que les afecte o, como poco, intentar retrasarlo en lo posible. No siempre pueden impedirlo y, mientras esperan los per- misos de la administración, el oleaje quiebra las construcciones. El siguiente paso para protegerlas es apuntalarlas y poner un perímetro de seguridad a su alrededor, alertando además del riesgo en la zona. El gesto es remake de “Eurasienstab mit 4x90 grad Fil- zwinkes III” de Joseph Beuys donde: “encerrado en una pequeña habitación, demarca […] las cuatro esquinas del espacio […] has- ta apuntalar el lugar. La acción sugiere una inflexión importan- te respecto de las convenciones que atravesaron la modernidad. Si hasta entonces se había impuesto la ilusión de poder habitar un lugar mediante la fórmula heideggeriana del construir, Beuys reinterpreta ahora el mismo anhelo del habitar como el esfuerzo de mantener la estancia en pie. […] Si lo construido presuponía su capacidad para levantar un lugar, Beuys demuestra que el único modo de estar en él exige comprenderlo como aquello que ha de apuntalarse constantemente frente a su continuo desmantela- miento.” [vease PERAN, Martí - Deseo de (no) ser arquitecto. Arquitecturas Sin Lugar. Ed: ArsSantaMònica. 2009. BCN] Entretanto los veraneantes siguen actuando como si nada, disfrutando de sus periodos estivales entre edificios medio derribados, negando la posibilidad de que se produzca el colapso. ¿Será el encanto de la ruina? 3 La presencia de estas ruinas, consecuencia del limbo legal al que están sometidas, donde se permiten las concesiones pero no las reparaciones, produce una disminución de la calidad paisajística que provoca una fuerte presión mediática alentada desde instituciones como el Ayuntamiento. Es, entonces, cuando Costas da su brazo a torcer, permitiendo ocasionalmente pequeñas reparaciones en aquellas situa- ciones más graves, siempre que no impliquen un aumento considerable del coste de la vivienda. Comienza entonces una segunda performance. En este caso, al igual que Lara Almarcegui o Pilar Quinteros intervienen sobre el cuerpo arquitectónico a fin de devolverle su forma y sus cuali- dades originales frente al paso del tiempo, el olvido o la catástrofe, los habitantes, ejerciendo un homenaje a aquellas, realizan pequeñas (o no tanto) reparaciones sobre sus propiedades para evitar su ruina y de- terioro, otorgándoles mayor solidez, esplendor y/o nueva espacialidad, pero manteniendo siempre la misma condición frágil y masiva de la construcción. Durante este periodo se ocupa, de nuevo, el dominio público para colocar los andamios, los materiales, para permitir el paso de maquinaria. Otra vez el territorio en disputa entre los habitantes, los turistas y Costas. 4 El acto de los vecinos supone un tributo a la obra “Hotel Pa- lenque” que fotografiara Robert Smithson en 1969 donde mostrando el ciclo de decadencia y renovación por el que estaba pasando el edificio tras las sucesivas reformas que sobre él acometían sus dueños. Estas arquitecturas constituyen al mismo tiempo, una obra en construcción y una ruina contemporánea, una ruina que se hunde en el pasado. Un proceso cíclico y constante de destrucción y renovación. Cíclico porque en Guardamar todo se repite una y otra vez las mareas, los turistas, el abandono temporal de las viviendas, el oleaje sobre las casas la necesidad de reparación… que provoca la constante intervención. Se cambiarán colores, sustituirán materiales, se elimina- ran o añadirán elementos. Un balcón pasará a ser una ventana, un enlosado desaparecerá, se cambiarán marcos de ventanas… La renovación no es solo un acto constructivo, es además un proceso performativo de larga duración en el tiempo. En continuo cam- bio y en continua modificación. Pero sobre todo, es un acto de recla- mación violenta del kilómetro por parte de los actuales residentes.

Acto 1

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PFC 1 Kilómetro -Rayuela arquitectónica De remakes, (falsas) narrativas, violencias, derivas.... ¿Y si el acto de reparación se basará en el arte?

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CURARcuidados, reparaciones

1 Se ha mencionado ya, que la ubicación actual de las viviendas afecta al equilibrio del ciclo natural de eliminación-reposición de la arena. Eso, sumado al menor aporte de áridos desde el río Segura o la construcción de espigones en la desembocadura del mismo, afecta a la playa que en los últimos años ha sufrido un retroceso de su anchura hasta que el oleaje ha terminado por alcanzar a las viviendas.

A las condiciones climáticas ya duras (ambiente marino y fuertes vientos) hay que sumar ahora la fuerza del oleaje, que violen-ta al material, que se va deshaciendo poco a poco. Una violencia contra el cuerpo de la arquitectura desde la naturaleza que reclama como suyo el espacio ocupado; afectando a la cimentación y a las frágiles y rígidas estructuras que se disuelven con aparente facilidad. Lo agresivo del ambiente envejece la arquitectura y la aproxima hasta un estado ruinoso, al borde del colapso.

El abandono del lugar durante grandes temporadas, las con-diciones ambientales del lugar, la ley de costas, la materialidad de las casas,… todos son aspectos que van en contra de las mismas.

2 Con el mar llegando a las viviendas es cuando, desde la pos-tura de los vecinos, aparece el primer movimiento sobre el lugar, la primera performance. Dado que, en general, la administración de Costas les impide actuar sobre sus viviendas al negarle los permisos de obra para poder repararlas, se afanan por intentar protegerlas a través de la disposición de sacos de tierra que hagan las veces de improvisados espigones, ocupando dominio público, restándoselo a la playa, y saltán-dose a la torera lo que dictamina la ley de costas. Todo sea por defender el lugar donde (en la mayoría de los casos) “viven” tres meses al año, antes de que les afecte o, como poco, intentar retrasarlo en lo posible.

No siempre pueden impedirlo y, mientras esperan los per-misos de la administración, el oleaje quiebra las construcciones. El siguiente paso para protegerlas es apuntalarlas y poner un perímetro de seguridad a su alrededor, alertando además del riesgo en la zona.

El gesto es remake de “Eurasienstab mit 4x90 grad Fil-zwinkes III” de Joseph Beuys donde: “encerrado en una pequeña habitación, demarca […] las cuatro esquinas del espacio […] has-ta apuntalar el lugar. La acción sugiere una inflexión importan-te respecto de las convenciones que atravesaron la modernidad. Si hasta entonces se había impuesto la ilusión de poder habitar un lugar mediante la fórmula heideggeriana del construir, Beuys reinterpreta ahora el mismo anhelo del habitar como el esfuerzo de mantener la estancia en pie. […] Si lo construido presuponía su capacidad para levantar un lugar, Beuys demuestra que el único modo de estar en él exige comprenderlo como aquello que ha de apuntalarse constantemente frente a su continuo desmantela-miento.” [vease PERAN, Martí - Deseo de (no) ser arquitecto. Arquitecturas Sin Lugar. Ed: ArsSantaMònica. 2009. BCN]

Entretanto los veraneantes siguen actuando como si nada, disfrutando de sus periodos estivales entre edificios medio derribados, negando la posibilidad de que se produzca el colapso.¿Será el encanto de la ruina?

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La presencia de estas ruinas, consecuencia del limbo legal al que están sometidas, donde se permiten las concesiones pero no las reparaciones, produce una disminución de la calidad paisajística que provoca una fuerte presión mediática alentada desde instituciones como el Ayuntamiento. Es, entonces, cuando Costas da su brazo a torcer, permitiendo ocasionalmente pequeñas reparaciones en aquellas situa-ciones más graves, siempre que no impliquen un aumento considerable del coste de la vivienda.

Comienza entonces una segunda performance. En este caso, al igual que Lara Almarcegui o Pilar Quinteros intervienen sobre el cuerpo arquitectónico a fin de devolverle su forma y sus cuali-dades originales frente al paso del tiempo, el olvido o la catástrofe, los habitantes, ejerciendo un homenaje a aquellas, realizan pequeñas (o no tanto) reparaciones sobre sus propiedades para evitar su ruina y de-terioro, otorgándoles mayor solidez, esplendor y/o nueva espacialidad, pero manteniendo siempre la misma condición frágil y masiva de la construcción.

Durante este periodo se ocupa, de nuevo, el dominio público para colocar los andamios, los materiales, para permitir el paso de maquinaria. Otra vez el territorio en disputa entre los habitantes, los turistas y Costas.

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El acto de los vecinos supone un tributo a la obra “Hotel Pa-lenque” que fotografiara Robert Smithson en 1969 donde mostrando el ciclo de decadencia y renovación por el que estaba pasando el edificio tras las sucesivas reformas que sobre él acometían sus dueños.

Estas arquitecturas constituyen al mismo tiempo, una obra en construcción y una ruina contemporánea, una ruina que se hunde en el pasado. Un proceso cíclico y constante de destrucción y renovación.

Cíclico porque en Guardamar todo se repite una y otra vez las mareas, los turistas, el abandono temporal de las viviendas, el oleaje sobre las casas la necesidad de reparación… que provoca la constante intervención. Se cambiarán colores, sustituirán materiales, se elimina-ran o añadirán elementos. Un balcón pasará a ser una ventana, un enlosado desaparecerá, se cambiarán marcos de ventanas…

La renovación no es solo un acto constructivo, es además un proceso performativo de larga duración en el tiempo. En continuo cam-bio y en continua modificación. Pero sobre todo, es un acto de recla-mación violenta del kilómetro por parte de los actuales residentes.