Actores Recientes Del Conflicto Armado en Medellin

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  • 8/19/2019 Actores Recientes Del Conflicto Armado en Medellin

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    Representaciones

    del conflicto

    y la pol tica

    en Medellin

    Los siguientes artIculos: Actores

    recientes del con flicto armado en

    Medellin; Organ izaciones sociales

    comunitarias: mediadoras sociales

    y polIticas; Ciudad y con flicto: la

    mirada de los pobladores, hacen

    parte de los resultados de la inves-

    tigación Representaciones del

    con flicto y la poiltica en Medellin,

    realizada por la Corporación Re-

    gión con el auspicio de Colciencias.

  • 8/19/2019 Actores Recientes Del Conflicto Armado en Medellin

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    A C T O R E S R E C IE N T E S D E L

    C O N F L IC T O A R M A D O E N M E D E L L I N

    Ramiro ebalios

    ... pero algunas veces bastan

    las fuerzas mercenarias interiores .

    Umberto Eco. La Nueva Edad Media

    Tras Ia crisis de violencia armada

    que ha venido padeciendo la ciu-

    dad, con particular intensidad

    desde

    19851,

    existe, sin duda,

    una gama de agentes y fuerzas

    movilizadoras accionadas por in-

    tereses de diversa Indole. Mu-

    chos de tales agentes son parti-

    cularmente oscuros e inaborda-

    bles; nos referimos sobre todo a

    grupos de aparición espontánea

    —escuadrones de Ia muerte— y

    ciertos ejércitos privados al ser-

    vicio de particulares.

    Los agentes del conflicto bélico

    de los que nos ocupamos en la

    investigacion (milicias, bandas y

    autodefensas) no son tampoco

    totalmente transparentes. Pero

    su situación en una franja lImite

    entre guerra y paz, legalidad e

    ilegalidad, delincuencia y polIti-

    Ca, los convierte en mediana-

    mente abordables. Son grupos

    que vehiculan una cierta violen-

    cia

    socializante, es decir, que ar-

    ticulan

    lo que los sociologos ha-

    marlan procesos de disrupción

    con otros procesos integradores.

    Algunos grupos se reclaman re-

    presentantes de intereses popu-

    lares y casi todos desarrollan in-

    tencionalmente acciones de re-

    percusión colectiva.

    La histona

    Bandas y Milicias son los nom-

    bres genéricos que designan las

    agrupaciones armadas que Ilega-

    ron a proliferar en la ciudad. La

    büsqueda de sus orIgenes nos si-

    ttia en las décadas pasadas —los

    70s y 80s— frente a dos proble-

    mas cruciales: la entronización

    del narcotráfico y la evolución y

    replanteamiento del modelo de

    presencia guerrillera en la ciu-

    dad. El cruzamiento de ambos

    procesos más los consabidos as-

    pectos estructurales —margina-

    lidad, desempleo, estigmatiza-

    ción, etc.— nos permiten situar

    a bandas y milicias en las pers-

    pectivas de sus desarrollos,

    transformaciones e hibridacio-

    nes.

    El análisis de estos dos procesos,

    que alimentan la consohidaciOn

    de un sinnümero de consorcios

    armados en la ciudad, nos ha

    permitido establecer una doble

    hipótesis que orienta nuestra in-

    terpretación acerca de los rum-

    bos que ha ido tomando el pro-

    blema. La hipótesis es que la des-

    integracion del cartel de Mede-

    llin, celebrada como un momen-

    to decisivo y culminante con ha

    muerte de Escobar en 1992, no

    implicó, como muchos espera-

    ban, ha desaparición de las ban-

    das y ha disminución de la delin-

    cuencia y la viol encia. Se produ-

    jo, más bien, una especie de diás-

    pora de Las bandas

    duras

    y una

    consecuente proliferación de

    combos

    que incrementó los con-

    flictos internos a nivel barrial y

    plurahizO, por decirlo asI, las

    perspectivas del delito económi-

    co. En cuanto a las milicias suce-

    5

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    dió algo semejante: la relativa

    unidad que manifestaban —que

    por lo menos buscaron de modo

    negociado entre elias— se vola-

    tiliza por completo tras la nego-

    ciación de 1994. El proceso de

    Media Luna constituye el punto

    de inflexión en el desarrollo del

    fenómeno miliciano. Con los

    pactos —cuyo seguimiento no

    podemos lastimosamente deta-

    liar aquI— en lugar de lograrse

    la neutralización del fenómeno

    se produce, como sucedió con las

    bandas, una proliferación multi-

    pIe y muitiforme que ha dado

    origen a grupos milicianos de

    muy diverso perfil, al tiempo que

    ha multiplicado las posibilidades

    de transacciOn y conflicto entre

    actores armados.

    Los nuevos rumbos

    A partir de los dos procesos men-

    cionados nos encontramos, a

    mediados de los 90s, con un fe-

    nómeno que se caracteriza como

    crecimiento fragmentado de

    grupos en armas. Se trata de una

    proliferación e hibridación de los

    dos tipos ya mencionados que da

    como resultado, un tanto para-

    dójico, grupos cada vez ma's par-

    ticularizados y autónomos que,

    sin embargo, se parecen cada vez

    más en sus formas de acción, en

    su estructura, composición, dis-

    cursos, etc.

    Esto responde a lo que nosotros

    hemos conjeturado como un fe -

    nómeno paraielo de

    desteñi-

    miento y ablandamiento. En

    efecto, el actor miliciano se ex-

    pandió (después de 1994), pero

    cada vez

    más

    hacia la periferia; y

    no solo en términos sociales;

    esto indica que padecen un des-

    teñimiento en cuanto actores

    politicos beligerantes y contraes-

    tatales; muchas negociaciones y

    transacciones, incluso con el

    propio enemigo, asI lo permiten

    interpretar. A las bandas, por su

    ,ado, les ha venido sucediendo

    algo semejante, esto es, que se

    multiplican, pero hacia una cier-

    ta periferia del mercado delicti-

    vo, proceso que se puede enten-

    der como ablandamiento, esto

    es, pérdida de su perfil delictivo.

    Lo que viene pasando

    La investigacion que hemos rea-

    lizado nos ha permitido detectar

    las iogicas y tendencias del actor

    miliciano y de las bandas, al

    igual que el hallazgo de actores

    grises que no responden a este

    dualismo tradicional.

    De acuerdo con los estudios de

    casos realizados podemos decir

    que las milicias tienden a recaer

    en un modelo de actuación más

    autodefensivo, permeable a la

    delincuentización y más cercano

    a un cierto tipo de protectorado

    comunitario de corte asistencial.

    Pero sus prácticas dan cuenta

    también de las formas como se

    insertan en las comunidades; de

    los modos como gestionan sus

    recursos; cómo realizan sus

    obras de beneficio comunitario y

    cómo, finalmente, las gentes ma-

    nifiestan bien sus temores, bien

    su reconocimiento frente a eilos.

    Las bandas estarIan abocadas,

    por su parte, a reforzar su inser-

    ción social, a modificar sus cos-

    tumbres egocentricas, desarro-

    Ilando formas comunitarias de

    acción, y evolucionarian hacia

    una zona de parentesco con las

    milicias. La extraordinaria vane-

    dad de estos grupos impone cier-

    ta cautela a la hora de las genera-

    lizaciones; los que nos han servi-

    do como representativos nos han

    permitido adelantar las descnip-

    ciones de sus formas de accionar;

    de sus logicas internas; de sus

    re

    -

    presentaciones en torno al con-

    flicto mismo.

    Los grupos grises, autodefensas

    comunitarias y guardias barria-

    les más o menos espontáneos

    son, a nuestro modo de ver, una

    mm

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    de las cristalizaciones de los pro-

    cesos que acontecen a bandas y

    milicias. Los grupos que hemos

    estudiado revelan interesantes

    aspectos de la dinámica barrial

    cuando se halla atravesada por

    este tipo de fenómenos de sola-

    pamiento de autoridades y lega-

    lidades. Pero, sin duda, son estos

    grupos grises los más revelado-

    res en la medida en que en ellos

    se cruzan elementos muy con-

    tradictorios que son asimilados y

    justificados de manera bastante

    aleccionadora. Son grupos en

    donde los procesos son más am-

    biguos; su existencia misma es

    más precaria; pero, en cambio,

    las proyecciones y encauzamien-

    to de las dinámicas de guerra y

    paz son más evidentes.

    Los circuitos de intercambio so-

    cial

    afectados por los actores ar-

    mados son multiples y diversa-

    mente

    traumáticos. Nos parece

    digno de mencionarse el hecho

    de que estas agrupaciones se han

    ido constituyendo en actores que

    definen muchas prácticas y re-

    orientan otras. Son un referente

    para el estigma de una población

    barrial completa, lo que de suyo

    afecta al poblador comün. Ejer-

    citan diversos mecanismos de

    extorsión económica; controlan

    aspectos claves de la vida barrial:

    desplazamientos, horarios, yin-

    cubs y relaciones, consumos,

    etc.

    El estudio que hemos realizado

    nos permitió detallar este entra-

    mado y sus diferencias segün los

    actores implicados. Pero tam-

    bién acentuar la circulación de

    discursos semejantes y el pareci-

    do de las prácticas de todos ellos.

    Las siguientes reflexiones se

    centran en la significaciOn y

    connotaciones relativas a la exis-

    tencia y agravamiento de los

    conflictos bélicos aqul aludidos.

    No consideramos la nueva di-

    mensión que va asumiendo el

    problema a la luz de la interven-

    ción del Estado y la sociedad ci-

    vil, aunque de dicho asunto nos

    ocupamos por extenso en el tra-

    bajo.

    El primer asunto digno de consi-

    deración es el relativo a la proli-

    feración de grupos en armas, que

    indica una evidente desestructu-

    ración de la sociedad; pero antes

    que la proliferación misma, su

    forma social de existencia se

    convierte en el más crItico mdi-

    cador del tipo de descuartiza-

    miento del cuerpo soberano que

    se evidencia en la ciudad

      . Liga-

    do a este asunto está además la

    atomización de los propios gru-

    pos y la pérdida de toda posibili-

    dad de articulaciones mayores

    que trasciendan la estructura de

    la pequefla horda. Pareciera

    como si el destrozado no fuera

    sOlo el cuerpo soberano, en

    cuanto actor macroestatal y cen-

    tro exclusivo de legitimidad poll-

    tica, sino también las propias so-

    beranlas parciales que se estable-

    cen de modo paraSitario y sateli-

    tal con respecto al actor estatal

    central.

    Lo que se constituye a modo de

    logica inmanente de la conflicti-

    vidad grupal que hemos descrito

    es entonces una especie de in-

    eluctable diaspora de la sociabili-

    dad, que produce el trasvase de

    los intereses y motivos de la con-

    frontación social generada, des-

    de la sociedad, como organo in-

    tegrador, hacia la

    naturaleza,

    en

    cuanto escenario que se consti-

    tuye en la lucha misma en tomb

    a cláusulas elementales de tipo

    politico y de tipo social.

    La forma de existencia social a la

    que hemos hecho referencia tie-

    ne que ver con la complejización

    de las transacciones y con la con-

    secuente difuminación de las

    tradicionales fronteras entre lo

    legal y to ilegal. Se configuran

    asI una serie de luchas a primera

    vista contraestatales que, en ver

     

    7

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    dad, no tienen ese carácter, pues

    los actores antiestatales casi

    siempre terminan convirtiéndo-

    se en

    agentes involuntarios a

    través de los cuales se extienden

    rasgos muy autoritarios del po-

    der estatal que se expresan, por

    ejemplo, mediante las prácticas

    de limpieza social y mediante la

    imposición de pequeflos esparta-

    nismos periféricos y micro-esta-

    dos absolutistas de indole moral

    en los barrios. AsI, el Estado au-

    toritario y deslegitimado que se

    combate se extiende a las zonas

    periféricas en Ia figura de sus

    propios enemigos.

    Derivado de lo anterior, hay que

    decir que los con flictos asI agen-

    ciados no expresan ya nItida-

    mente una lucha social orienta-

    da hacia las reivindicaciones que

    el concepto de inserción social

    representa y se han tornado más

    bien conflictos bélicos de baja

    intensidad en los que se disputa

    ciertamente el control de bienes

    e influencias, incluIdos bienes

    politicos básicos como la justicia

    y el control de territorios, pero

    en donde la variable de represen-

    tación de intereses sociales e

    ideales politicos se torna cada

    vez más claramente un asunto

    autoreferido.

    Lo que esto ha producido es la

    elevación de la inutilidad de la

    propia violencia, pues, aunque

    ninguna violencia es ütil y me-

    nos aün justificable en estos tér

    minos, lo que fue una vez la ex-

    presión maxima del conflicto so-

    cial, un ajetreo bélico jalonado

    por la utopia, un cierto desga-

    rrarse en pos del futuro, hoy se

    va tornando en un enfrenta-

    miento de retaguardia que pro-

    duce desangre hacia el pasado,

    hacia el estado presocial y pre-

    contractual. No en vano toda la

    repüblica se debate hoy en medio

    del clamor por la paz, un bien

    que normalmente está presu-

    puesto en las luchas progresistas

    por otros bienes politicos.

    Ahora bien, respecto a la conno-

    taciOn que tiene el fenómeno

    aquI descrito, en términos de

    cultura politica, vale la pena ha-

    cer estas breves cons ideraciones:

    En primer lugar, esta especie de

    dispersion multiforme de los re-

    ferentes de autoridad va en con-

    travIa de cualquier perspectiva de

    construcción de un ethos demo-

    crático. Los ejemplos vistos dejan

    bien claro cómo lo que se gestio-

    na de modo informal y la forma

    que asume dicha gestion, en lu-

    gar de promocionar valores

    emancipatorios, dan prelación a

    modos más bien autoritarios y a

    procedimientos instru mental iza-

    dores que agudizan las condicio-

    nes de coexistencia en la ciudad.

    En segundo término, el impacto

    desestructurante de este plura-

    lismo d e Ordenes p seudolegales y

    pseudopoliticos es ciertamente

    diferencial; pero aquI lo destaca-

    ble es cómo las turbulencias des-

    atadas generan mayor precarie-

    dad en los sectores y personas

    más vulnerables.

    De otro lado, es elevadisimo el

    precio que pagan los ciudadanos

    en términos de confianza en la

    ley, valor retributivo de la disci-

    plina urbana y expectativas posi-

    tivas en relación con el respeto

    de la instituciones y de la norma-

    tividad cIvica en general. Lo que

    se va extendiendo peligrosamen-

    te es, en lugar de la necesaria

    confianza en la neutralidad, im-

    parcialidad y justicia de las insti-

    tuciones, una especie de divisa

    selvática que impone el criterio

    sesgadamente individualista del

    sdlvese quien pueda.

    Esta logica,

    como lo hemos insinuado más

    arriba, favorece diversamente y

    no todos pueden considerarse

    sus vIctimas; pero el proyecto

    ético y politico de cualquier so-

    ciedad retrocede sin duda segün

    ella avanza.

    NOTAS

    iplomado en FilosofIa, investigador de

    la corporacion Region.

    1

    En este año el homicidio Se convierte en

    La primera causa de muerte. 1991 puede

    considerarse el tope de esta escalada de

    muerte violenta; en dicho año los homi-

    cidios fueron más de 7000.

    2.

    Ver: Gutiérrez, Francisco. GestiOn de

    conflictos en entornos turbulentos . En:

    ontexto

    y

    con flicto.

    Bogota, Instituto

    SER, colciencias, Universidad Nacional,

    1997,

    P.

    82.

    ft