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    Jos M3 MardonesAdonde vala religin?Cristianismo y religiosidaden nuestro tiempo

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    Colecc in PRESENCIA SOCIAL15 Jos M a Mardones

    ADON DE VA LA RELIGIN?Cristianismo y religiosidaden nuestro tiempo

    Editorial SAL TERRAESantander

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    1996 by Editorial Sal TerraePolgono de Raos, Parcela 14-139600 Maliao (Cantabria)Fax: (942) 36 92 01Con las debidas licenciasImpreso en Espaa. Printed in SpainISBN: 84-293-1185-8Dep. Legal: BI - 486 - 96Fotocomposicin:Textos - SantanderImpresin y encuademacin:Grafo, S.A. - Bilbao

    A

    ndice

    Introduccin 7I A D O N D E V A L A R E L I G I N ?1. La religiosidad en nuestro tiem po 152 . Retos al cris tianism o 433. La religin en la mo dern idad del riesgo 55

    IIE L C R I S T I A N I S M O D E S A F I A D O4. Lo sagrado en el cris tianism o y los nuevos cultos 715. Relig in ypol t ica 896. Religin e identida d 1077. Religin y valores 1318. Religi n y tiem po 1439. Religin y mo derni dad 171

    II IH A C I A U N M O D O N U E V OD E V I V I R E L C R I S T I A N I S M O10 . Un cr is t ian ismo para hoy y pa ra maa na 203Eplogo: Teotihuacn, o "el lugar de los dioses" 22 9Bibliografa en castellano. .235

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    Introduccin

    La religin est experimentando una cierta efervescencia.Vivimos un reencantamiento del mundo que se disparaen mltiples direcciones. Nos hallamos en la plural idadreligiosa. La llamada nueva revitalizacin religiosacamina por diversos senderos, y el cristiano es y seguirsiendo, en nuestro espacio geogrfico, el ms frecuentado.Pero estamos avistando fenmenos, dentro y fuera del cristianismo, que nos dicen que la religin est cambiando enesta modernidad tarda.

    Hacia dnde se orienta la religin en la sociedadmoderna? Hacia dnde se dirige la nueva reforma de lareligin en esta modernidad tarda? Los caminos sonvarios, y no todos pasan por las cercanas de la institucincristiana. Incluso se sospecha que en este dinamismo postcristiano se muestra algo de la nueva direccin de la religiosidad en la modernidad. Barruntamos algo del futuroen las configuraciones actuales.Tenemos que tomar conciencia de lo que est pasando . Y no es nada fcil ver lo que sucede, sum ergidos en lacorriente que nos arrastra en el torbellino del presente.Hay que alzar la cabeza y tratar de distinguir el horizonte.

    Estamos pasando, de una situacin de monopolio dela religin cristiana institucionalizada, a otra donde esemonopolio se resquebraja. La marcha o emigracin degran nmero de creyentes hacia la indiferencia es un datoque da que pensar. Y no todos engrosan las filas de laincreencia. Los hay que pasan de una religiosidad a otra,

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    8 ADONDE VA LA RELIGIN?aunque sta sea muy tenue y se reduzca a los breves destellos de lo sagrado en los minsculos y cotidianos fragmentos de sentido. Otros inician una aventura de descubrimiento de lo divino y lo mistrico habitando todos los rincones y profundidades de la realidad. Y no faltan quienes,practicando el pluriculturalismo o multiculturalismo denuestro tiempo, se inclinan por los eclecticismos o sincretismos de moda, en los que se mezclan orientalismo, toquesde psicologa transpersonal, ecologa, esoterismo, misticismo cristiano... y hasta algunas gotas del ltimo paradigma cientfico.

    Una parte del cristianismo reacciona frente a estassensibilidades refugindose en la seguridad de la tradiciny de la doctrina oficial; otra, recurriendo a una adaptacinexcesivamente flexible a los caprichosos vientos de lamoda... N i el tradicionalismo ni el cristianismo laxo yeclctico nos parecen respuestas ad ecuadas al desafo religioso del momento. Hay que aceptar los retos y tratar deasumirlos de una manera positiva y creativa.

    La fe cristiana posee unas capacidades integradorasy de adaptacin que, sin hacerle perder sus seas de identidad, tienen que ser activadas. Para ello, nada mejor queentrar en dilogo y confrontacin crtica con esta nuevareconfiguracin de lo religioso. Es lo que aqu pretendemos. Seguimos as una corriente y un impulso universalista cristiano que rastrea la presencia del Espritu pordoquier y que no teme aprender de las nuevas sensibilidades de lo sagrado, como tamp oco hacerles frente de unmodo no altanero ni despectivo.

    # * *No siempre escribe uno lo que desea o planifica, sinolo que le viene dado o exigido por las circunstancias. Es lo

    que ha sucedido con estas pginas, que han brotado msde las demanda s exteriores que del proyecto personal. Al

    INTRODUCCIN 9final, termina uno vindoles sentido y hasta encarindosecon lo que le han sugerido desde fuera.

    El haber dedicado un estudio al tema de Las nuevasformas de la rel igin (Ed. Verbo Divino, Estella 1994) leabre a uno perspectivas insospechadas y le permite percibir cuan vasto y difcil es cualquier problema mnimam ente serio. Pero, al mismo tiempo, a la mezcla de satisfaccine insatisfaccin que acompa a a toda indagacin y plas-macin por escrito le sigue una cierta sensacin de agotamiento. Parece como si uno ya hubiese dicho lo fundamental de lo que saba o tena que decir. Necesita un empujndesde fuera pa ra poder proseguir una tarea para la que lapropia psicologa se encuentra ya un tanto fatigada.Soy consciente -y es fcilmente constatable- de quemi estudio anterior plantea el problema de la reconfigura

    cin postcristiana de la religin (ste es incluso el subttulo de dicho trabajo), pero reduce la confrontacin con elcristianismo a unas breves sugerencias. Los desafos yretos planteados a la fe cristiana por la nueva sensibilidadreligiosa, por el fundamentalismo o tradicionalismo, ascomo por la sacralizacin de lo secular, o reencantamiento del mundo , pedan con tinuar la reflexin.En este trabajo trato de llenar el hueco dejado oabierto anteriormente. Espero ser ayudado por otros

    muchos estudiosos a completar lagunas y a ver mejor yms lejos; pero aqu hay un intento de proseguir el dilogoy la asuncin de los retos que creo le vienen al cristianismo desde la actual situacin religiosa.Quiz llame la atencin el que en algunos casos sehayan elegido perspectivas no tan habituales en este tipode estudios (po r ejemplo, el tiempo o la identidad, queson puntos de vista o problemticas menos soco rridos quela poltica o los valores...). Aqu he de hacer referencia a

    esas felices circunstancias en que amigos o colegas tesugieren perspectivas que, en principio, no estaban en tu

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    10 ADONDE VA LA RELIGIN?punto de mira. El lector deber juzgar acerca del acierto odesacierto del empeo; pero, a mi modo de ver, son perspectivas importan tes e interesantes para percibir diferencias y retos, desafos y problem as. En definitiva, se trata desorprender algunos de los aspectos que estn cambiandoen nuestra sociedad y en nuestra cultura y, por consiguiente , en la religin.El ensayo mantiene la tipologa tripartita acerca dela religiosidad en la sociedad m oderna que emplebamosen el estudio anterior (religiosidad cristiana, religiosidadNew Age y religiosidad secular, o reencantamiento de larealidad), aunque bien pudiera considerarse una tipologacuatripartita, ya que hablamos a menudo de las tendenciasfundam entalistas o tradicionalistas como de otra tipolo gaindepend iente. El objetivo es describir el pluralismo desensibilidades religiosas de nuestra realidad social yadvertir sus diferencias y afinidades con respecto a la religiosidad cristiana.

    Esta situacin religiosa plural es referida al cristianismo. Creemos que nos hallamos ante un gran desafo. Noestamos ante una crisis de la religin y lo sagrado, sinoante la cuestin de cmo se entiende eso sagrado o religioso. De ah la necesidad de la confrontacin crtica porparte del cristianismo.La nueva reconfiguracin de la religin en la modernidad tiene rasgos postcristianos. Por qu ?Aceptamos esta interpelacin a la fe cristiana: enqu se ve desafiada la fe cristiana con la aparicin de estasreligiosidades? Qupuede y debe aprender el cristianismo de ellas ? Qu debe rechazar enrgicamente ?Mirar nuestra situac in a travs de la sensibilidad delos otros tiene la ventaja de que deja al descubie rto nuestros puntos oscuros o menos claros y hace resaltar an

    ms, si cabe, nuestra peculiaridad cristiana: la manifestacin de lo sagrado en el otro, el prjimo -especialmente el

    INTRODUCCIN 11necesitado-, que tiene en Jess su realizacin ms elevada.Desde aqu dialogamos, en busca de lo que podemos aceptar o tenemos que resistirnos a abandonar. Un ejercicio deatencin a la realidad y a nuestro tiempo, acorde con elprincipio de la encarnacin que recorre la propuesta deJess.

    La medida en que consigamos nuestro objetivo es algoque debe ser evaluado, en primer lugar, por el lectormismo, que deber contrastar crticamente nuestras experiencias e interpretaciones con las suyas. De esta conversacin esperamos que broten iluminaciones y sugerenciaspara el mejor conocimiento de esa poderosa y multifacti-ca realidad que es lo- sagrado o lo religioso en nuestrotiempo. Y si el lector est preocupa do por la fe cristiana ennuestro aqu y ahora, aspiramos a que obtenga algunaspistas para situarse mejor y para trabajar con ms nimoy hasta con mayor eficacia.

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    IADON DE VA LA RELIGIN?

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    1La religiosidaden nuestro tiempo

    Dar cuenta de la religiosidad en nuestro tiempo, aunquecentremos la mirada en el contexto espaol, es una tareaexcesiva para una exposicin, y su complejidad supera lascapacidades de cualquier especialista. Nos contentaremos,por tanto, con tratar de apun tar las lneas o tendencias principales que parecen recorrer nuestro momento.Una sensacin generalizada invade hoy tanto al estudioso como al simple observador del fenmeno religioso:algo est ocurriendo en el mundo religioso. La religin nodesaparece bajo el dinamismo de la modernidad, comoapresuradamente pronosticaban algunos desde los mrgenes positivistas o marxistas. Estamos asistiendo a su revita-lizacin, a juzgar por algunos signos que nos hablan de supresencia en diversos mbitos sociales. Pero esta vueltade la religin no discurre segn los parmetros de la religin institucional y de los deseo s de los creyentes en ella o

    de sus responsables. Se han producido algunos cambiosprofundos que han variado el panorama de la religin o lareligiosidad en poco tiempo. La misma religin catlica(espaola) no parece la misma que la que tenamos hacedos o tres dcadas.Qu esta sucediendo en el panorama religioso?Cmo se estructuran sus lneas de fuerza? Cual es eldinamismo o lgica que impulsa este movimiento o cambioque percibimos?Vamos a tratar de dibujar un mapa de tendencias, conel fin de dar cuenta del estado actual de la religin y, si es

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    16 ADONDE VA LA RELIGIN?posible, de su dinamismo. Una tarea dediagnstico que,aunque sea general, nos ayude a hacernos una idea del conjunto de las fuerzas que estn reconfigurando el panoramareligioso de nuestro tiempo. Y como -subidos sobre elmontculo de nuestro momento histrico- siempre nosasalta la tentacin de creer que seest jugando algo importante para el futuro, nosatreveremos a decir -ante un cambio que est prolongndose bastante- que quiz estemosasistiendo al modo en que va a ir reconfigurndose la religin en esta modernidad tarda.De un modo resumido, y a modo de tesis que van aestructurar lo que vamos a decir a continuacin, ste serael mapa religioso denuestro m omento, reducido a suscuatro tendencias msnotorias:

    1. El catolicismo espaol presenta actualmente sntomasde una cierta des-institucionalizacin yflexibilidaddogmtica.2. Como reaccin, se advierten algunos signos dogmati-zadores e integristas.3. Asistimos tambin a la difusin de un misticismo difuso y eclctico, que suele denominarse New Age,nebulosa neo-esotrica, etc.4. Aparecen signos en la sociedad y en la cultura de uncierto reencantamiento o religiosidad secular.Nos proponemos -y sta ser la primera parte del presente trabajo- comentar brevemente cada una de estas tendencias. Nos interesa tambin -y sta ser la segundaparte- recoger algunos de los desafos que la nueva sensibilidad religiosa plantea al cristianismo. Es un modo depropiciar el dilogo entre esta sensibilidad y el cristianismo, con la intencin de aprender del aleteo del Espritu porlos caminos del actual reencantamiento religioso.Finalmente, en una tercera pa rte, queremos plantearnos qusignifican estas tendencias ante losproblemas de la moder

    nidad tarda. Apuntaremos al menos nuestras percepcionese interrogantes, y ah mismo aparecer de nuevo el cuestio-

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 17namiento a la fe cristiana. Se trata, en definitiva, de un ejercicio de auscultacin de la realidad religiosa actual mirando al cristianismo y a las funciones de la religin en estemomento de la modernidad tarda.1. Nuestro catolicismo ofrece sntomasde desinstitucionalizacinLas recientes encuestas de campo del catolicismo espao l1y de la religin comparada en general2 nos dicen queambas cosas han cambiado profundamente, al menos encomparacin con los datos dehace dosdcadas ydesde loqu e se percibe a travs de las encuestas y de unos indicadores que se fijan mucho ms en los comportamientosexternos (prcticas religiosas) que en el modo en que sevive la fe. Como veremos, ese mundo ms invisible, personal y vivencial -mucho ms interesante que las puras descripciones de prcticas y comportamientos- es escurridizoy se resiste a las encuestas al uso. Pero hay ciertos datos,como los que vamos a presentar a continuacin, que noshacen p ensar y nos ofrecen un resquicio de luz para afirmarque algo est cambiando en la vivencia de la fe cristiana.

    1.1. Dos fenmenos llamativosEl primer fenmeno que llama la atencin es la espectacular aparicin de un gran nmero de indiferentes. Sicomparamos los datos de 1970 con los de 1990, nos encontramos con que las principales diferencias vendran dadaspo r lossiguientes porcentajes:1. Cf., por ejemplo, P. GONZLEZ BLASCO y J. GONZLEZ ANLEO,Religin y Sociedad en la Espaa de los 90 , SM, Madrid 1992, pp. 23s.2. Cf. J. DEZ NICOLS y R. INGLEHART (eds.), Tendencias mundiales decambio en los valores sociales ypolticos, Fundesco , Madrid, 1995, pp. 33s.

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    18 ADONDE VA LA RELIGIN?* En 1970 se declaraba catlica el 96% de la poblacinespaola; en 1990, el 72% (-24%).* En 1970, el 3% de los encuestados se deca indiferente o ateo; en 1990, el porcentaje se eleva hasta el 26%(+23%).* En 1970, el nmero de catlicos practicantes era del64%; en 1990 es del 27% (-37%).* En 1970, el nmero de los catlicos no practicantesera del 9%; en 1990 pasan al 19% (+10%).

    Estos datos muestran una doble tendencia: por unaparte, el descenso del nmero de catlicos practicantes,cuya cada se detiene en 1983; por otra, elaumento ininterrumpido del grupo de los indiferentes (ya qu e el de losateos perman ece, casi invariable, en torno al 3-5%). Parece,a juicio de los autores del estudio citado, que asistimos auna reduccin del nmero de no practicantes y a un incremento del de los indiferentes; un deslizamiento comprensible, que entre los jvenes menores de treinta aos se elevahasta el 30% .La indiferencia queda poco aclarada en las referidasencuestas. No sabemos qu se quiere decir exactamentecuando se emplea ese trmino. Sesospecha cada vez ms,a la luz de estudios mspormenorizados efectuados enFrancia y otros pases de la comunidad europea, que no esequivalente, sinms, a arreligiosidad. Las encuestas devalores belgas, por ejemplo, ofrecen un 25% de indiferentes que rezan. No podemos, por tanto, equiparar indiferencia con increencia. Tampoco es sinnimo deagnosticismo, que es un problema ms relacionado conel conocimiento acerca de la verdad o falsedad de la fe religiosa; y no parece ser ste el problema que se acoge actualmente bajo el ambiguo paraguas de la indiferencia. Msbien, como se ha avanzado en algunas exploraciones cualitativas3, se sugiere -de acuerdo con el tono relativista postmoderno, y por desinters acerca de la problemtica dog-

    3. A. TORNOS y R. APARICIO, Quin es creyente en Espaa hoy?, PPC ,Madrid 1975, p. 21 .

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 19m tica- una indiferencia a la hora de inclinarse o no poruna resolucin individual de las cuestiones de fe (subjetivismo) y por un pragmatismo -que se aplica tambin a loreligioso- en virtud del cual la utilidad de la religinpasara por una salvacin aqu y ahora, muy pegada a losproblemas individuales de sentirse a gusto psicolgica yfsicamente.El segundo fenmeno que llama nuestra atencin es laflexibilidad dogmtica con que los espaoles interpretan elacervo doctrinal catlico. Estaramos asistiendo, a juzgarpor los datos que damos a continuacin, a una fragmentacin de la coherencia doctrinal catlica.Es ya una tradicin, en este tipo de encuestas, el tratar de observar la coherencia doctrinal de la creencia enDios, en Jesucristo y en las postrimeras.La encuesta de Gonzlez Blasco y Gonzlez Anleoofrece una interesante exploracin acerca de la creencia enDios. Advierten que hay un 28,2% que cree en un Dios cos-movitalista, un 25,7% que cree en un Dios Padre, un 23,5%que cree en un Dios tradicional, Juez todopoderoso, y un11,1%, finalmente, que mantiene una postura semiagnsti-ca en relacin a Dios.

    La creencia en la divinidad de Jesucristo ofrece lossiguientes datos: el 63,5% cree en ella firmemente; el17,7% tiene bastantes dudas; el 7,7% no sabe qu pensar; yel 2,6% no cree en absoluto. El 8,4% no contesta.Las cuestiones referentes a la esperanza cristiana y laotra vida, laspostrimeras o las cuestiones escatolgicas,son tambin un banco de pruebas de la coherencia doctrina l de los creyentes. Tenemos los siguientes resultados:cree firmemente en la otra vida el 43,8%; tiene dudas o nosabe qu pensar el 40,2% ; y no cree en absoluto el 7,5%.Con respecto al cielo, cree firmemente el 52,3%; tienedudas o no sabe qu pensar el 35,3%; y no cree en absolu-

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    to el 3,9%. En el infierno cree tan slo el 32% ; tiene dud aso no sabe qu pensar el 43,7%; y llega al 15,5% el nmerode quienes lo rechazan.Hay un dato llamativo que comienza a aparecer en lasencuestas y que nos habla de una cierta contaminacinoriental de la escatologa cristiana. Nos referimos a la creencia en la reencarnacin, compartida por un sector de lapoblacin espaola que oscila entre el 25 y el 29%.Tambin es notorio el clima de tolerancia que pareceatravesar al catolicismo espaol: slo la mitad de los catlicos espaoles considera que su religin es la verdadera.La otra mitad adopta una actitud ecumnica interreligiosa,que ve en las otras religiones ofertas verdaderas de salvacin. Parece haber calado profundamente en la sociedadespaola democrtica el respeto a los valores y actitudes delos dems, creyentes o no. Aunque tambin puede entenderse como una manifestacin del creciente relativismo ysubjetivismo con que se vive la fe.La doctrina tradicional que menos adhesin obtiene esla de la infalibilidad del papa, aceptada nicamente por el26,9%.A la vista de estos datos, los autores del estudio quecomentamos hablan de una ruptura en el edificio de lascreencias catlicas4. Siguiendo su imagen, parece que eledificio de las creencias se resquebraja. Cada cual se llevasu pequeo conjunto de piedras para fabricar su pequeachoza a su gusto. Estaramos asistiendo a un cierto clien-telismo que acude al supermercado de las creencias aaprovisionarse de acuerdo con sus gustos y sus necesidades. La situacin de mercado, entrevista hace aos porP.L. Berger y Th. Luckmann desde su periscopio norteamericano, se habra transformado en algo ms que pre-ferencialidad religiosa: casi en una religin a la carta; aun

    4. P. GONZLEZ BLASCO y J. GONZLEZ ANLEO, op. cit., p. 49.

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 21que sta es una expresin lmite que siempre se da atemperada por los numerosos filtros de la tradicin, la cultura ylas subculturas y grupos que rodean y socializan al individuo (R.J. Campiche). Quiz, como interpreta R. Inglehart,estamos avanzando hacia un individualismo que se alejatanto de la autoridad religiosa como de la estatal, acentuando los derechos y acreditaciones individuales por encima de cualquier otra obligacin o instancia institucional.Dos fenmenos, por tanto -la indiferencia y la flexibilidad doctrinal- que llaman poderosamente la atencintras los innumerables datos estadsticos y que posiblemente nos estn hablando de algo que est ocurriend o en la religiosidad catlica y aun en la religin de la modernidad.Porque inmediatamente hay que aadir que la religiosidadno desaparece, sino que empieza a manifestarse en formasms o menos libres que recorren incluso los vericuetos delo oculto y lo misterioso, pero tambin de la ciencia, lasanidad..., por no hablar de cierto reencantamiento delcuerpo, la naturaleza, la poltica, el deporte o la msica.

    1.2. Sntomas de un procesode desinstitucionalizacinDe qu es sntoma, entonces, la indiferencia y la fle

    xibilidad doctrinal detectadas en el campo catlico?Vamos a sostener la tesis -junto con otros estudiososde este fenmeno, especialmente socilogos francfonos-de que estamos asistiendo a una des-institucionalizacin dela religin.Para comprender lo que queremos decir con la palabra des-institucionalizacin tenemos que dar un pasoatrs en el tiemp o y situarnos en los albores de la modernidad industrial, si bien en el caso espaol bastara con quenos retrotrayramos nicamente treinta o cuarenta aosatrs.

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    Lo caracterstico de aquella situacin era todava unacierta uniformidad cultural mantenida desde la perspectivareligiosa. Haba una cosmovisin (Weltanschauung) cristiana predominante que unificaba las visiones sobre la realidad, el sufrimiento, el trabajo, el esfuerzo, la muerte... yque era la encargada de dar sentido. Pero esta situacincomienza a desmoronarse con el proceso de modernizacin, que podemos visualizar en la industrializacin, y loque dicho proceso significa: la irrupcin de una serie devisiones y explicaciones de la realidad que compiten conlas de la religin, refrendadas adems por los xitos materiales, cientfico-tcnicos, sociales, etc. El resultado va aser el desplazamiento de la religin del centro de la sociedad y de la produccin social. Dicho centro va a ser ocupado por la produccin tecno-cientfica. Tecno-ciencia yeconoma sern en adelante el centro de la modernidadproductora.La religin va a pasar a ser una institucin ms entreotras, como la educacin o la sanidad, especializada enatender nicamente a las cuestiones estrictamente religiosas (valga la redundan cia), mientras q ue las cuestiones jurdicas, cientficas, estticas, morales, polticas, econmicas,sexuales, etc. van a independizarse cada vez ms de la religin y van a dejar de necesitar el visto bueno de sta parafuncionar o presentarse en pblico. En definitiva, la reli

    gin va a quedar circunscrita a los muros religiosos, a lasacrista, como de manera plstica y peyorativa sueledecirse. Esta privatizacin de la religin (Th. Luckmann),que la hace social y culturalmente invisible, porque quedacada vez ms restringida al mbito de la vida interior yafectiva de los individuos y de la fam ilia, es la religin tpi- -ca de la llamada poca secularizada.Se comprende que una religin de este gnero hayaperdido mucho influjo social. Esto es lo que suele entenderse por secularizacin: la prdida de relevancia social y cultural de los signos, smbolos, roles, personas... religiosos.

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    Esta religin -que se manifiesta en lo sucedido al cristianismo en la poca moderna- est prcticamente monopolizada por las instituciones religiosas, es decir, por lasiglesias. Fuera de ellas, slo existe la marginacin religiosa, propia de las llamadas sectas, o bien la mera profanidad. Es decir, la religin no slo era -como deca Hubert,el discpulo de Durk heim - la administradora de lo sagrado,sino su monopolizadora. Fuera de la religin institucional-y en grados que iban desde la iglesia hasta la secta-, prcticamente no haba ms. Claro que ya E. Troeltsch habaavistado una forma menos estructurada, sumamente flexible y fluida, que denomin misticismo y que Beckerrebautiz como culto. Pero lo ms caracterstico de esteprimer y largo momento secularizador fue, sin duda, la prdida del monopolio cosmovisional, el desplazamientohacia los mrgene s de las instituciones sociales y de la relevancia social, adems del mantenimiento de la exclusiva delas cuestiones religiosas en manos de las instituciones oiglesias.

    Si lo fundamental del proceso secularizador ha quedado descrito en las afirmaciones precedentes, al constatarahora que asistimos a una fuerte flexibilizacin dogmticay a una emigracin desde las instituciones religiosas haciaun no-s-dnde, sin que podamos decir que acontece unades-religiosizacin social, nos vem os forzados a interpretareste fenmeno. No estar ocurriendo que la religin (institucional) se est reblandecien do en sus estructuras de pertenencia y cohesin doctrinal? No suceder lo avistado yapor Durkheim de que avanzamos hacia una religin dondeel protagonista es el individuo y no la institucin?La respuesta prude ntemente afirmativa a estas cuestioneses el ncleo de la tesis de la des-institucionalizacin. Segnesta interpretacin de este mom ento socio-cultural y religiosode la modernidad occidental, especialmente europea, estamosasistiendo a una reconfiguracin de la religin en la modernidad que se caracterizara por los siguientes rasgos:

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    a) La prdida del monopolio religioso por parte de lasinstituciones o iglesia s. El capital simblico religioso ya noest exclusivamente en manos de las instituciones, queestaran perdiendo su control. Esto es lo que significaran,de hecho, la emigracin hacia la indiferencia (que no significa arreligiosidad) y la flexibilizacin dogmtica.b) La fluidificacin de la religin, dado que el acervosimblico religioso ya no est controlado por un monopolio institucional, doctrinal, interpretativo. Estaramos asistiendo a una especie de reblandecimiento institucional quedeja libres los smbolos religiosos. stos podran ahora serlibremente recogidos., reinterpretados, manipulados, paraformar nuevas configuraciones o sensibilidades religiosas.Se explicara as la nueva sensibilidad neoesotrica (NewAge), mstica, que parece recorrer nuestro momento,

    junto con el reencantamiento de numerosas prcticas sociales. Ser cierto que estamos asistiendo, tambin entrenosotros, a una nueva reconfiguracin de la religin mo derna, que vendra dada por una religin menos institucionalizada, ms fluida doctrinalmente, es decir, eclctica, y conunos acentos individualistas, donde cada uno elige y compone su men religioso? No estamos viendo, por elcontrario, cmo surgen grupos, dentro y fuera de la iglesia(catlica), de marcada tendencia ortodoxa o fundamentalista?2. La contra-reaccin dogmtica o integristaNo es contradictoria con lo que venimos exponiendo laaparicin, e incluso el aparente auge, de la contraofensivaintegrista. Este neointegrismo es perfectamente comprensible en este clima de libre reconfiguracin religiosa, porosidad institucional y eclecticismo doctrinal. Es ya casi unleit-motiv en los estudios socio-culturales entender lasreacciones opuestas como complemento al predominio de

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    una situacin. Para muchos analistas, la presencia de estetipo de reaccione s, lejos de ser un obstculo a la interpretacin de la desinstitucionalizacin, supone su confirmacinpor la va de la oposicin.Es comprensible que desde la institucin eclesial sereaccione defensivamente. Frente a lo que advierte como

    prdida de control, como ligereza en las interpretacionesdoctrinales, como riesgo de un pluralismo ms o menosbanal o amenazador de su coherencia, la institucin reacciona con un reforzamiento de los controles doctrinales(sobre telogos, formadores, editores, divulgadores, catequistas, etc.), con un intento de salvagua rdar la unidad do ctrinal amenazada (catecismo, viajes y catequesis o documentos autoritativos pontificios...), con una llamada a lacohesin institucional (cierre de filas hacia dentro, y ataques o descalificaciones hacia la modernidad y las diversastendencias, ideologas, corrientes, modas, etc.), con unaactitud de reconquista que se explcita en movimientos yactividades sociales, educativas, polticas incluso, de recuperacin de la relevancia social y de determinacin de loscomportamientos y valores (campaas contra el aborto, eldivorcio o el liberalismo sexual; salida beligerante a laplaza pblica por parte de grupos y movimientos que abanderan estas ideas)... El neointegrismo tiene un componentede movilizacin socio-poltica contra la situacin dada querepresenta una verdadera desprivatizacin de la religin(burguesa), efectuada desde la sensibilidad conservadora ylas vinculaciones con programas e ideologas conservadores.

    El atractivo de esta reaccin para un sector de lapoblacin, cansado de relativismos y subjetivismos yamante de las cosas claras y distintas que dan seguridad ytranquilidad, es tambin perfectamente comprensible. Lacondicin humana hace que haya siempre unos espritusms amantes de la claridad y la seguridad que de la libertad. El complejo problema de la identidad colectiva y per-

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    26 ADONDE VA LA RELIGIN?sonal, en un momento de homogeneizacin funcional y deevidente fragmentacin de los referentes de sentido, produce fcilmente reacc iones defensivas de interpretaciones tradicionales de la tradicin. Por no hablar de los inevitablesexcesos y banalizaciones que lleva consigo todo movimiento o sensibilidad socio-cultural -como el denominadopostmoderno- y que parecen justificar la reaccinopuesta.Nada tiene de extrao, pues, que aparezca -comocaracterstica de la sensibilidad neo-ortodoxa o integrista yde los movimientos concretos que la enca rnan- la reaccinanti (anti-modernidad, anti-ilustracin, anti-crticos,anti-...), expresin del componente defensivo o agresivo deesta reaccin. Por eso suele decirse que dichos movimientos tienen algo de sectarios en su actitud socio-cultural. Setratara de una revuelta contra la modernidad por partede estos defensores de Dios, como denomina B.Lawrence a la sensibilidad fundamentalista o, mejor,neointegrista. En el fondo, estamos ante el problema de lasrelaciones de la religin con la cultura hegemnica y dominante moderna. Se rechaza la modernidad, especialmenteen lo que tiene de secularizacin de la moral pblica y deemergencia de un sistema pluralista de normas y formas devida. La movilizacin neointegrista quisiera restablecer lasituacin anterior de predominio de la religin sobre la

    moral social. Un reflejo nostlgico de otro tiempo.Es difcil y arriesgado hacer pronsticos acerca delfuturo de esta sensibilidad religiosa. Pero parece que estamodernidad tarda, pluralista y relativista, adems dehomogeneizadora funcional, rene las condiciones paraque perviva este tipo de estilo o forma d e vida y de religiosidad. Haremos bien, como nos recomienda U. Beck, en iracostumbrndonos a un pluralismo en el que se asientan,como uno de los componentes de la modernidad tarda enque vivimos, las interpretaciones tradicionales de la tradicin (A. Giddens). Es decir, las tendencias ms o menos

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    integristas o fundamentalistas pertenecen, como fenmenonormal, a la modernidad; ms an, a una reconfiguracinreligiosa como la que, al parecer, estamos viviendo.Forman parte de las manifestaciones o indicadores queexpresan el desajuste, la inadecuacin, los excesos o losfallos que estn aconteciendo en esta misma reconfiguracin de la modernidad. Desde este punto de vista, se laspuede considerar incluso como funcionalmente eficaces,porque prestan a la sociedad y a la cultura el impagable servicio de una llamada de atencin a una reconfiguracinhumana y razonable de la modernidad tarda o del riesgo.

    Desde el punto de vista religioso, la reaccin neointegrista tampoco deja de .ser, ms all de sus declaraciones deprstina renovacin y de vuelta premoderna, un forcejeoadaptativo a las condiciones sociales y culturales de lamodernidad.3 . El misticismo difuso y eclcticode nuestro tiempoNuestro momento actual dista mucho de desconocer la fascinacin de lo sagrado, que irrumpe por caminos que parecan ya poco transitados o reservados a los marginados dela religin. Quin no se ha sorprendido ante ciertos programas de TV en que se mezcla la aparicin de rostrosen los muros de una casa francesa o del sur de Espaa conlas milagreras de algn santn o sanador, las aparicionesde la Virgen en Garabandal o en El Escorial, las experiencias oscuras pero con fundamento cientfico de los uf-logos y las demostraciones in situ de una transmigracin auna vida anterior que nos pone en la cercana del mismsimo Jess de Nazaret? Quin no ha visto algunos programas religiosos de La Tabla Redonda donde el pluralismoreligioso pona a la misma altura al Jess de los evangeliosy al de los apcrifos o al de las investigaciones de algu-

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    28 ADONDE VA LA RELIGIN?nos personajes mediticos sobre la estancia de Jess en laIndia? Quin no ha descubierto con admiracin la presencia, junto al madrileo Lago del Retiro, de una larga seriede echadoras de cartas, quiromantes, astrlogos y leedoresdel porvenir? Y no se anuncia en los peridicos de lasgrandes ciudades esta clase de servicios para aquietar a losespritus deseosos de conjurar el azar?Aparecen con cierta fuerza y visibilidad, en los mass-media y en la calle, los anuncios de tradiciones olvida das yque se dicen secuestradas por la iglesia, las ofertas de lassabiduras orientales, mezcladas con los descubrimientosde las propiedades de los cristales de cuarzo, de la canalizacin de la energa por medio de pirmides, mdiums, ogurs capaces de orientar nuestra vida espiritual hastaencontrarnos de bruces con el Misterio siempre presente yoculto.Hay sed de experiencia del Misterio. Y hay hartazgode ideologas, de recomendaciones moralistas, de rituales ysacramentalismos rutinarios y carentes de alma. Se buscapercibir el hlito del Misterio y del Espritu, donde la oferta religiosa pierda el anonimato de la masa y se transformeen don para cada individuo. De ah el acento mas inte-riorista, afectivo e individual-grupal que tiene esta sensibilidad mstica, neo-esotrica, eclctica y nebulosa de nuestro tiempo.

    3.1. Qu est ocurriendo?Lo ms sencillo sera decir que nos hallamos ante unavuelta de la religin. Como si la religin, tras haberse marchado de vacaciones o trasladado a algn otro continente,retornase ahora a nuestro momento. Se desconoce que losagrado forma parte constitutiva de la conciencia del hom

    bre (M. Eliade) y de la formacin de la misma sociedad (E.Durkheim).

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 29Los intentos de explicacin son varios, y posiblemente haya que mantenerlos en unidad complementaria.Se han dado explicaciones de tipo cultural por partede espritus crtico-sociales que hablan del predominio deuna dimensin de la racionalidad vinculada a la ciencia, latcnica y la produccin. Esta racionalidad funcional ve la

    realidad desde el punto de vista de lo utilitario, lo pragmtico, lo medible...; de ah que slo vea en la realidad la cantidad, el peso, la medida, el nmero... y sea ciega a ladimensin simblica, que abre a una profundidad y unariqueza inagotables en el seno de la realidad.Esta explicacin, con variaciones y matizaciones mltiples, se puede aplicar fcilmente a la situacin de la religin en la modernidad. Ha habido una autntica represincultural de las dimensiones que se abren a la profundidad

    de la realidad de las que vive la experiencia religiosa. Noshemos visto tirnicamente atados a la superficie. Estarepresin de lo sagrado, en expresin de P.L. Berger, tenaque aflorar por algn sitio. Y, siguiendo la sugerencia psi-coanaltica, aparece ahora en manifestaciones deformadas,aberrantes, de eso reprimido. He aqu una explicacin cultural de la ola nebuloso-esotrica que nos invade.Un segundo tipo de explicacin sera la crtico-religiosa, efectuada desde el interior mismo de nuestra tradi

    cin cristiana y que responde a la pregunta: Por qu aparece este fervor religioso por la va de lo esotrico, lo trivial o lo misticoide, y no por la va de una revitalizacincristiana?No hem os sabido hacer las cosas. Hemos cado en elacartonamiento ritual, sacramental y catequtico; hemosvaciado la religin de misterio con tanta moralizacin ytanta rutina. Los espritus deseosos de encontrarse con D ioshan encontrado ideologas progresistas o conservadoras,

    pero no experiencia interior; por eso se han marchado porotros caminos, a veces disparatados.

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    Este segundo tipo de explicacin corresponde a lo queR. Panikkar, interpretando la llamada Nueva Era (NewAge), ha denominado plsticamente la bofetada delEspritu Santo a las religiones establecidas que no han sabido reaccionar.La tercera explicacin nos introduce de lleno en esemundo de la Nueva Era religiosa, o sensibilidad msticade nuestro tiempo. Nos hallaramos, a su juicio, ante el inicio de una nueva poca -la era de Acua rio- que supone unasensibilidad religiosa diferente de la que ha predominadohasta hoy -era de Piscis-, ms belicosa, delimitativa, institucionalizada y racionalista. Ahora entrevemos el amanecer de una sensibilidad que capta la presencia del Misterioo Energa divina en toda la realidad y que ve en las religiones un camino plural que desemboca en el mismo Misterio

    Uno. Hay, por tanto, una gran conjuracin (M. Ferguson)que nos conduce hacia una liberacin espiritual, hacia unaemergencia (D. Spangler) o renacimiento de lo sagrado,con repercusiones individuales y colectivas.3.2. Rasgos de la nueva sensibilidad religiosaYa hemos venido indicndolos, a pesar de que, con

    estudiosos de este fenmeno como P. Greer, M. Palmer,etc., tengamos que advertir acerca de la enorme pluralidadque cobija. Se llega a dudar de que existan algunos rasgoscomunes, y uno se pregunta si lo ms caracterstico no serla mezcla, incluso contradictoria, de afirmaciones y creencias. Pero, dado que por este tipo de tendencias parecendeambular algunos rasgos de la nueva reconfiguracin delo religioso en nuestro tiempo de la modernidad tarda,merece que nos detengamos un momento en sus rasgosms sobresalientes, reconociendo lo mucho de artificiosoque tiene esta reconstruccin y g eneralizacin.

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 31a) Relacin amistosa y positiva con la cienciaLa historia de la religin cristiana tradicional e institucionalizada est llena de tensos encuentros con la racionalidad cientfica. Los espritus ilustrados y cientficosvean en la religin un tipo de explicacin supersticiosa,primitiva y embaucadora. Contra estas acusaciones se habatido la religin cristiana, que ha tratado de mostrar laracionalidad de sus propuestas.Ahora estaramos, curiosamente, ante una actitud distinta. Los simp atizantes de la Nueva Era, o nebulosa mstico-esotrica, gustan de referirse al paradigma ltimo dela ciencia para apoyar sus afirmaciones: una pseudo-racionalidad o concordismo escasamente cientfico, tendente a justificar sus pretensiones con el prestigio del ltimo grito de la ciencia. Pero, en el fondo, late la percepcin

    y propuesta de una comprensin de la realidad no mecani-cista, sino organicista, que ofrece la imagen de una realidaduna, atravesada por una Energa misteriosa. Una visinmonista de la realidad que, desde la religin, apela a lamecnica cuntica y al lado derecho del cerebro, y desde lafsica (F. Capra) busca en cosmovisiones como la hinduis-ta o la taosta afinidades que la fragmentacin moderna o eldiscurso analtico cristiano no ofrecen.b) Ecumenismo envolventeFrente a la propensin ms tradicionalmente cristianade buscar el dilogo con las dems religiones, pero distinguiendo la comprensin de la realidad, del hombre, de lodivino, etc. de cada una de ellas, asistimos ahora a una actitud ecumnica que reduce todas las religiones a caminossemejantes hacia Dios.Lo que imp orta no son tanto las concepc iones y explicaciones tericas, dogmticas, de dichas religiones, cuanto

    su carcter funcional de vehculos hacia el Misterio uno. Lasntesis que el creyente cristiano mnimamente exigente ve

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    fuera de nuestra historia, en la escatologa, teniendo quecargar con la tristeza (y la riqueza) de la separacin, setorna ahora relativismo de una experiencia comn y plural.No es extrao que, en esta actitud o talante convergentista,las diferencias sean fcilmente superables en un eclecticismo o sincretismo al que no repugna demasiado conjuntarresurreccin con reencarnacin, karma con pecado,avatares con kairs.Prima la experiencia interior sobre la teorizacin; lafuncionalidad sobre la separacin de tradiciones. Un ciertofuncionalismo en la concepcin de las religiones que ins-trumentaliza stas como caminos hacia el Misterio y lasrelativiza en el fulgor de la experiencia emocional delmomento.

    c) La realizacin -sa lvac in - por la va de la armonainterior y con el todoPara la Nueva Era, el ser humano se realiza enexperiencias cumbre (peak experiences) en que se sobrepasa la propia existencia hasta tocar la trascend encia. E s en lainterioridad o, mejor, en la conciencia, do nde se acce de a lacaptacin y experiencia de la unidad del Cosmos, de nuestra unin con el Uno y todo. Nada tiene de extrao, portanto, que se busque dentro de la Nueva Era la potenciacin, ampliacin y elevacin de la conciencia. La psicologa humanista (A. Maslow) y la transpersonal (K.Wilber), el movimiento de potencial hum ano (J. Houston)y los mtodos orientales de meditacin sern utilizadospara promover ese cambio de la conciencia que lleve al serhumano a la experiencia de su unidad fundamental consigomismo, con los dems, con el cosmos y con el todo.Una visin holista, global, unificadora y mstica de larealidad, en la que hay que tomar conciencia de la autntica realidad. Esta transformacin, ampliac in y elevacin dela conciencia, salva. El ser humano se sabe lo que es, sesiente vinculado con el todo y en armona interna con l.

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    d) La inmersin en la conciencia universaly el esoterismoMediante estas experiencias transpersonales, totalizantes, el ser humano se sumerge en la conciencia universal, gracias a la cual tiene acceso a otros seres (antepasados, espritus...) aparentemente distantes en el espacio y enel tiempo. La conciencia un iversal nos unifica y nos permite entrar en contacto con ellos. Ser preciso utilizar loscanales o personas capaces de hacerlo y las tcnicas quelo posibilitan.La New A ge, como vemos, propicia el channelingy el esoterismo: los juegos milagreros y las conversacionesy contactos con el ms all, que se nos desvela mediante la fusin en la conciencia universal que nos envuelve, yposibilita la equidistancia con nuestros antepasados o con

    los situados en otro tiempo y lugar.Estos cuatro rasgos nos dan una idea del tipo de misticismo eclctico que es la Nueva Era. Una sensibilidadque no resiste la crtica hecha con seriedad desde una reflexin religiosa y secular mnimamente rigurosa. Pero estaconfusin de Acuario (P. Greer) funciona. No sabemoscuantos son los que estn influidos por este tipo de sensibilidad religiosa no institucionalizada, flexible, fluida, v inculada a numerosos y pequeos lderes religiosos, escritores, stages, etc.; pero es innegable que son muchos losgrupos y grupsculos que mantienen durante algn tiempouna cierta atmsfera y un determinado estilo. Una pertenencia flexible y que puede cambiar. Un fenmeno, comohan indicado algunos analistas, muy ligado a los mass-media, la publicidad y la moda.

    En Francia se estima que esta sensibilidad puedealcanzar hasta a un 20% de la poblacin. En Espaa carecemos de estimaciones al respecto. Sabemos que, entre losjvenes, los seguidores y practicantes serios de ciertoorientalismo no exceden el 4% (J. Elzo ); pero aqu nos

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    referimos ms bien al c l ima o sensibi l idad de la presenciae influjo de esta religiosidad vaga y eclctica. Su presencianotoria en todas las grandes -y no tan grandes- ciudades seconcreta en conferencias , grupi tos , s tages en herbolarios , etc . Una moda pasajera, massmedit ica, o un s ntoma de que algo es t cambiando?3.3. Sntomas de un futuro?Slo tenemos s ntomas. Pero algunos es tudiosos especulan con la posibi l idad de que nos hal lemo s ante el t ipo derel igios idad de la mo dernida d tarda , es decir , ante el es ti lode rel igios idad de los hombres y mujeres de es ta sociedad,o al menos del futuro, y que se caracterizara por lass iguientes notas :* Un declive de las creencias religiosas tradicionalesy una preocupacin creciente por el significado y el propsito de la vida.* Una religiosidad que pone el nfasis en el individuo. La persona concreta, con sus gustos y su capacidad deeleccin, sera la que elige y determ ina el tipo de religiosidad. * Una religiosidad que pasa por la experiencia afectiva. Vale lo que se experimen ta; lo sag rado, lo religioso, sevalida si pasa el test de la experiencia personal, afectiva,emocional. Dar lugar a grupos y comunidades emocionales.

    * Una religiosidad que ofrece una salvacin aqu yahora y que se ha de experimentar mediante la integracin personal, el bienestar corporal, psquico y espiritual.Ya se ve el carcter pragm tico, utilitarista, individualistay temporal que tiene este tipo de salvacin...* Una religiosidad sin problemas de ortodoxia,donde prima un fuerte eclecticismo. Esta nueva religiosidad est hecha de retazos obtenidos de diversas fuentes: laecologa y el pensamiento cientfico supuestamente ltimo, el esoterismo y las tradiciones orientales, el cristianismo y la psicologa transpersonal...* Una religiosidad postcristiana que ha dejado delado el cristianismo sin aspavientos ni agresividades, mer-

    LA RELIGIOSIDAD EN NUESTRO TIEMPO 35ced a una valoracin relativista de la tradicin cristianacomo una ms entre otras muchas.Indudablemente, la rel igin cris t iana ins t i tucional izada es y ser mayori taria durante mucho t iempo. Pero seraes te t ipo de rel igios idad un ant icipo de la dinmica queviene? Difci l y arr iesgada cuest in, que slo podemos

    poner sobre el tapete a la vis ta de algunas especulacionesque lo ins inan en concordancia con los fenmenos de des-ins t i tucional izacin advert idos ms arr iba. Quede planteada la cuest in ante fenmenos de cambio cul tural de grana lcance y de procesos normalm ente l entos y prolongados .4. La secularidad sagradaNo slo as is t imos a una serie de manifes taciones rel igiosasa las que hemos dado la denominacin genrica de NuevaEra, s ino tambin a una serie de fenmenos sociales quese ritualizan y que presentan mitologas, exaltaciones ysacral izaciones camufladas .

    Sera s ta otra corroboracin de la intuicin durkhei-miana de que el proceso social jams se efecta al margende lo sagrado? No ser mas bien, s iguiendo a M. El iade,una manifes tacin de la es t ructura mgico-rel igiosa delhombre moderno, una prueba de la rel igin difusa, diseminada, que se cuela por los intersticios de lo secular?Es muy diversa es ta rel igios idad secular . Nos contentaremos con indicar brevemente en qu lugares o centrosacontecen es tas r i tual izaciones y hierofanas camufladasque nos hablan de un reencantamiento de la real idad.

    4 . 1 . Religin del tribalismo nacional,o religin nacionalistaEsta forma de rel igin (que des tacamos por su t r is te y t rgica actual idad, pero que habra que enmarcar den-

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    36 ADONDE VA LA RELIGIN?tro del proceso de sacralizacin de lo poltico, o religincivil) suele adoptar expresiones hiperviolentas, por mor dela exaltacin del propio grupo, o patria, mediante la exclusin mortfera de los otros. Va vinculada a determinadosagravios histricos y a la lucha por un espacio que se considera injustamente ocupado y que pertenece a la herenciadel propio pueblo. La exaltacin sagrada del suelo, de lasangre vertida, del pueblo, de los signos nacionales profanados..., se torna guerra, terrorismo, exterminio y liquidacin del otro. La vinculacin ms o menos explcita con lasreligiones tradicionales nos habla de la no exclusin de unparaguas ideolgico-religioso explcito para justificar yreforzar la sacralizacin de la patria y las acciones mortferas efectuadas en su nombre. n Moloc, siempre agazapado y temible, que tenemos en nuestro propio suelo,donde jvenes vascos matan y mueren en nombre de unaEuskadi sacralizada que ha sustituido para ellos al Dioscristiano (J. Elzo); un Moloc que surge, por ejemplo, enla Europa de hoy, cuando ya nos creamos vacunados deestos cultos primitivos y salvajes.Las formas polticas constituyen el ncleo de la llamada religin civil: la consagracin de tiempos (fiestas,celebraciones, centenarios...) lugares (alczares, campos debatalla, parlamentos, congresos, bastillas...), personas (elrey, el presidente, los parlamen tarios, los jueces...), escritos(la constitucin, la ley, las declaraciones...), todo ellorevestido de un aura sagrada, intemporal, venerada y dignade culto. Fcilmente se ve que no hemos cesado de tenerescrituras sagradas ni nuevos sacerdotes ni liturgias; slo cambian los lugares: el parlamento y sus sesiones inaugurales, o las salas de audiencias, con los juecesoficiando como nuevos sacerdotes de la verdad y la justicia. Las formas ldicas o manifestaciones deportivas yfolklricas son otro modo, suave y moderado, de exaltacintribal y de sacralizacin de un nosotros colectivo. Los

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    campeonatos del mundo, las olimpiadas o cualquier otroevento internacional se convierten en lugar de celebracinnacional. Los triunfos deportivos en Roland Garros, en elTour o en cualquier campeonato de Europa encarnan lasupremaca, el avance, etc. de nuestra nacin sobre lasotras. En el fondo, late lo numinoso de la patria y la tribuen la efervescencia colectiva.

    4.2. El culto grupal a travs de la msicaLa msica y lo sagrado siempre han ido de la mano.Sentirse transportado por la msica y entrar en las moradasluminosas de la transcendencia ha sido experiencia generalizada. Hoy asistimos a la conjuncin de la msica con elagrupamiento de las masas, de la fascinacin del ritmo y

    las luces con el sentirse inmerso en el nosotros colectivo.Una experiencia palpable en los conciertos de rock y demsica moderna, pero que tambin tiene su ritual ms estilizado en la pera y en la msica clsica. Todo ello es ocasin para vivir momentos de efervescencia social: unaespecie de crisol de emociones y sentimientos compartidosque proporcionan la vivencia de sentirse y de poder ms.Una experiencia que para Durkheim era sagrada...Aqu, lo sagrado es el grupo mismo o, mejor, la reli

    gacin que supone el estar juntos, la proximidad, la cohesin, aunque sea participando en la escucha del mismo concierto, siguiendo a los mismos dolos, vistiendo de idnticao parecida manera... En un mundo urbano bastante annimo, donde los patrones tutelares y las fiestas religiosasgozan de escaso atractivo, donde los poderosos medios decomunicacin crean imgenes de dolos, donde abundanlas masas de jvenes desempleados o con escaso o nulofuturo, estas fiestas de tribus urbanas -as como sus rituales reuniones nocturnas en determinados lugares de la ciudad el fin de sem ana- con stituyen el culto grupal que pro-

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    38 ADONDE VA LA RELIGIN?porciona un mnimo sentido y una sensacin de vinculacin, de proteccin y hasta de comunin con los otros.

    4.3. El deporte com o metfora de la vidaEs ya casi un tpico preguntar el porqu de la actualfiebre de la futbolmana, que afecta a jvenes de ambossexos. Desencanto ideolgico, creacin de estereotipos ycomportamientos por parte de los mass-media, compensacin ante la insatisfaccin de lo cotidiano...? Estas y otrasparecidas respuestas se han dado, y todas ellas tienen, sinduda, su parte de verdad. Pero tambin se advierte que,detrs del deporte-espectculo, el hombre moderno asiste auna liturgia semanal en la que -tras el emblema y los colores de un determinado equipo, cuyos triunfos y fracasos

    lee, comenta y discute con amigos, simpatizantes, conocidos, desconocidos, rivales...- busca un m nimo de vinculacin con los dems. Una especie de religiosidad limitada,pero eficaz. En el fondo de la confrontacin deportivaresuena la nostalgia de una vida liberada, como juego,como fair play, como socialidad humana y orden socialjusto y solidario que se ganara en el match de la vida, sintrampas ni juego sucio. Una evocacin de la sociedad librey justa, de la salvacin, mediante la metfora deportiva. Eldrama del mundo, en el csped de un campo de ftbol.Religiosidades liminares para tiempos de crisis, o reencantamientos, viejos y eficaces como el mundo, para el hombre secular de nuestros das.4.4. Los rituales del culto al cuerpoNo hay religin ni rito ni mito... sin cuerpo. El cuerpo , la encarnacin humana, es la condicin de posibilidadde la religin tal como la conocem os. No es extrao, pues,que el cuerpo mismo se haya convertido a me nudo en obje-

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    to de culto. La fascinacin de lo que vemos corporalmentey aquello a lo que remite nos hacen ser siempre potenciales adoradores del cuerpo. El cuerpo se convierte en lugarhierofnico.Nuestro momento conoce una multitud de formas deeste culto o exaltacin ritual y numinosa del cuerpo, que seexplcita en la apoteosis de la cosmtica, en la obsesin porestar en forma y en las diversas exaltaciones del cuerpojoven, de piel tersa y estirada, bien moldeado, perfumado,flexible, perfecto... Los gimnasios, el jogging, el aero-bic, la macrobitica..., con sus rituales purificatorios y susdietas sacramentales de protenas, carbohidratos, caloras , etc., son sus manifestaciones piadosas.Qu hay detrs de esta bsqueda de juventud y cuidado del cuerpo? No late invertido el miedo a la muerte yel deseo de inmortalidad? (Z. Baumann). Se querra alcanzar la fuente sagrada de la juventu d inm arcesible y del bienestar.La sexualidad, con su misterioso acceso al placer y alo profundo de la persona, del encuentro humano, del mitodel andrgino realizado en la pareja perfecta, es otro de lossantuarios donde se celebran ms cultos y rituales.Asistimos en este momento a la formacin masiva ymassmeditica para este culto a base de liberar de prejuicios y supersticiones; al fenmeno de los telepredicadores que, junto con los expertos, ofician de iniciadoresde un pueblo analfabeto y retrasado en este culto hedonis-ta y liberador. Como recuerda M. Eliade, resuena la nostalgia del paraso perdido donde se consumara el encuentroednico de los cuerpos sin malicia ni culpa.

    No en ltimo lugar, habra que sealar los cultos quetransitan por las vas psicolgicas y de potencial humanoen orden a la perfecta conjuncin mente-espritu-cuerpo.Una salvacin que realice aq u y ahora la armona de lo quesentimos roto o disfuncional en nosotros, que potencie

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    nuestras capacidades y nos d acceso a un espritu que ya cey se manifiesta inevitablemente en y por el cuerpo. Losnumerosos libros, stages, conferencias, etc. dedicados altema, y fcilmente vinculables con la religiosidad de laNueva Era, sealan las huellas de lo sagrado .4.5. El reencantamiento y el culto de la naturalezaNuestro tiempo abunda en estudios, cada vez menosprecindibles, del impacto del hombre moderno y su revolucin tecnocientfica y productivista sobre el medio am biente. Corremos el riesgo de aniquilar la vida. La biosfera esten peligro hoy, y lo estar ms an maana, si no cambiamos de estilo de vida. Somos conscientes de que esta destruccin amenaza nuestra propia subsistencia.Redescubrimos que la naturaleza no es un objetoexterno, sino algo a lo que pertenecemos indisolublem ente.Somos una unidad con ella. Desde aqu, fcilmente se hadado un corrimiento, en ciertas posturas ecolgicas encuadradas bajo el trmino de ecologa profunda, hacia planteamientos que ven un todo nico, armnico, donde elhombre es la vida consciente anmala, enferma. La solucin -ya se advierte- consiste en reintegrarse en la simbiosis del todo. Pero las llamadas van acom paadas de acti

    tudes, visiones y sentimientos donde el todo de laNaturaleza se ofrece con rasgos claramente divinos. Lamadre-Tierra o la Naturaleza se ofrecen de nuevo como lamanifestacin de la divinidad, como lo divino. Una especiede pantesmo monista y natural discurre parejo a la amenaza real de nuestro mundo y a la necesidad de reorientarnuestra vida.Hemos presentado estos ejemplos a ttulo de sugerencia de los principales lugares hierofnicos de nuestro presente. Pero lo ms importante, el objetivo perseguido, esdetectar un nuevo reencantamiento. Una serie de peque-

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    as religiosidades o religiosidades laterales (Piette) queestaran corroborndonos indirectamente la existencia deesa difusividad y fluidificacin religiosa propiciada por lades-institucionalizacin. Lo religioso, aflojadas las amarrasinstitucionales, se colara por todos los rincones de lo secular. Y lo secular estara en un proceso de sacralizacin oreencantamiento paralelo, dialctico, con la pretendidasecularizacin sin trmino (Tiryakian). La atraccin de losagrado seguira funcionando, aunqu e no presentara un rostro divino, ni credos definidos, ni formas rituales recog idasen libros sagrados. Unas formas que presagian algo delfuturo que se inicia?En una sociedad moderna supercompleja, donde senos escapan la finalidad y la significacin, slo queda laidea de la comunin, el vnculo con los otros: no sentirsesolo en medio de la muchedumbre; experimentar al menosla fusin con los otros en el remolino efervescente de lamasa; defenderse del anonimato mediante la participacinen los mismos signos, aunque sean tan banales como los deuna camiseta o una cancin... Es la religin de los ritos,como mximum de los hbitos del corazn (A.Tocqueville, R.N. Bellah). Las grandes creencias son sustituidas por el rito pasajero, que nos diferencia y nos pone encomunin con otros. Pequea religiosidad liminar de ladiferencia y la identidad, del vnculo y del reconocimien to.Sacralidad de las tribus urbanas, del ansia de com unicaciny comunidad en el desierto de la ciudad. Suficiente paracompensar el vaco de una sociedad donde todo est enfuncin de algo...?

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    2Retos al cristianismo

    Ya hemos sealado que la nueva sensibilidad religiosa noes cristiana. Pero tampoco es estrictamente anti-cristiana,sino que supera la adscripcin cristiana remitindose aotras tradiciones. Una despedida sin confrontaciones nigritos; una manera de vrselas con el cristianismo distintade la del atesmo o los diversos ismos que a lo largo delos siglos se han enfrentado a la fe cristiana. Qu se puedeaprender de esta despedida postcristiana desde dentro dela tradicin cristiana? Qu se nos dice con el gesto y labsqueda por otros caminos?1. CrticasBajo este epgrafe, vamos a referirnos a aquellos aspectosque pueden reconocerse como cuestionados por la huidahacia otros mundos o tradiciones religiosas: un ejercicio deautocrtica propiciado por esta situacin.

    1.1. Sacramentalismo rutinarioy acartonadoCuando nos acercamos a la nueva sensibilidad religiosa, salta a la vista el redescubrimiento de lo simblico,lo ritual y hasta lo mtico. Y no es que el cristianismo

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    carezca de esta dimensin; al contrario, la tradicin fuecapaz de ir creando y asumiendo en sus poderosas entraasdigestivas, durante siglos, numerosas festividades, celebraciones y rituales paganos, cosmovitalistas, que hunden susraces en mitos antiqusimos. Ah estn la Navidad y laPascua, poderosas recreaciones e historizaciones cristianasde mitos del ciclo vital del solsticio de invierno o del surgimiento de la vida en la primavera tras la muerte invernal.

    Qu ha sucedido para que nuestros ritos y sacramentos se vean desprovistos de atractivo y de fuerza? N o percibimos el aburrimiento que produce la misa en nuestrosjven es... y no tan jve nes? La sensacin de repeticin rutinaria de nuestros ritos produce una especie de acartonamiento o rigidez que los despoja de novedad y de sentido.Ya no parecen capaces de hablar por s mismos a travs delos ojos del corazn que escucha. Mal sntoma, como diceJ. Campbell, cuando necesitamos explicarlos con muchaspalabras: es seal de que se han vuelto mudos.Es urgente por tanto, recuperar el alma de los smbolos, ritos, celebraciones y sacramentos cristianos.1.2. Prdida del halo de misterioParece como si ya no hubiera referente tras lo cele

    brado, lo ritualizado. Hemos perdido capacidad de evocacin de la profundidad misteriosa que nos rodea a nosotrosy a la vida que vivimos, que late en todas aquellas situaciones trgicas o exultantes, insolidarias o fraternas, queafectan o entusiasman a nuestros semejantes. No haydimensin de profundidad. La realidad parece reducida a lasuperficie chata de la capa externa, de la que dan cuenta lascmaras de TV o los informes cientficos. Estamos presosdel funcionalismo positivista de la poca. Y sin apertura alo distinto los signos se convierten en simples seales detrfico para circular por la dimensin plana de la realidad.

    RETOS AL CRISTIANISMO 45No hay smbolo ni metfora ni evocacin. Los relatos noremiten a nada. Lo nico que queda es un logocentrismoverborreico, con pretensiones de lgica y de claridad, perodesprovisto de aliento numinoso.Sin atisbo del Misterio de la realidad, que recorre triste o gozosamente la mirada humana (la historia), no hayposibilidad de religiosidad.Quiz hemos explicado las cosas, no demasiado, sinodemasiado mal. Hemos reducido la catequesis a una explicacin supuestamente razonada de los misterios, pero nohemos iniciado en el Misterio. Demasiada palabrera, incapaz de sugerir, de evocar, de comunicar lo que uno haexperimentado y de lo que vive. Excesiva y mala lgica... y excesiva incapacidad para testimon iar lo que, en ltimo trmino, le mueve a uno.

    Necesitamos volver a la mistagoga, a la profundidadinagotable de la realidad, a la iniciacin en lo sagrado, alMisterio cristiano.1.3. Carencia de experiencia personalSi hay algo de verdad en lo que antecede, no es extrao que la fe no pase de ser una especie de gorro, un aadido extrnseco, ajeno a nuestra vida, a pto quiz, a lo sumo,para combatir malamente el fro... Una religin extrinsecis-ta, hecha de obligaciones, cumplimientos, normas, leyes...,sin aliento interno. Una cultura religiosa para celebrarlas Navidade s, las bodas, los funerales o los bautizos... Unareligin de las cuatro estaciones y de las cuatro ceremoniasde la vida, pero con casi ningn eco interior y personal.No es extrao que los espritus sedientos echen enfalta la presencia entre nosotros de guas espirituales; quedemanden menos servicios oficiales y afirmaciones doctrinales y ms acompaamiento interior y certeza experien-

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    cial de que existe un inmenso espacio abierto para corrertras el Misterio. Por eso, cuando escuchan a alguien quehabla de lo que nunca oyeron, quedan fascinados y danla espalda a una religin de masiado oficial, legalista y exte-riorista.Necesitamos autnticos gurs, maestros cristianos que desvelen a los hombres y mujeres de nuestros dasel secreto de lo que nos rodea.

    1.4. El olvido del cuerpoLa religin la hacen y la viven seres encarnados.Pero, por importante que sea la corporalidad para la religin, siempre han surgido cortocircuitos en la relacin dela religin con el cuerpo, y concretamente con el sexo.Es vieja la tentacin gnstica de devaluar el cuerpo,menosprecindolo o tratando de superarlo. Y al amparo dedicha tentacin han medrado los espiritualismos pretendidamente desencarnados y los iluminismos, que han tratado de restar importancia a cualquier tipo de aberracinque hayan podido practicar. Por ah se abri paso la gravey profunda presencia de un duro ascetismo que trataba desometer el cuerpo y sus pasiones a los dictmenes de lareligin. Una lucha de la que no se ha visto libre el cristia

    nismo. Inevitablemente, porque somos y tenemos un cuerpo . Muchas de las relaciones de la religin pasan por elcuerpo, propio o ajeno. La moral se fij excesivamente,obsesivamente, en el sexo, y ste qued en alguna medidademonizado. Ni siquiera la exaltacin resurreccional de lamateria y de lo corporal logr introducir algn risus pas-chalis que contrarrestara este negativismo frente al cuerposexuado, especialmente el femenino.La fascinacin qu e hoy ejerce el sexo, su exaltacinabusiva, hasta trivializarlo en ocasiones, no ser una respuesta a esta mala relacin cristiana con el cuerpo y la

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    sexualidad? No es comprensible la reaccin feminista,agresiva o contenida, en el contexto de una h istoria que tanobstinadamente ha rebajado y culpabilizado a la mujer? Elculto ecofeminista y esotrico de Wicca (Starhawk, V.Crowley), que reivindica y hasta recrea una tradicin oprimida de la espiritualidad de la diosa, mezclada con larecuperacin de la brujera, es una de las manifestacionesde una religiosidad anti-patriarcal, femenina, reconciliada con el cosmos y con el cuerpo.Sin llegar tan lejos, an quedan restos no superadosde una mala relacin con el cuerpo dentro del cristianismo.No se da una falta de asuncin del cuerpo en la liturgia yla oracin cristianas? No hay una excesiva rigidez en elgesto y una desmedida verborrea que quieren compensar lafalta de expresin corporal y el silencio? No se mira haciaOriente en busca de unas formas religiosas en las que elcuerpo ocupa un lugar ms destacado y es ms vehculoexpresivo? No se asumen en los nuevos cultos los ritualespsicolgicos, donde la cercana y el contacto de los cuerposjuegan un papel desinhibidor y sanante, como compensacin de unas carencias culturales y religiosas de la tradicin cristiana?

    1.5. Un hablar poco respetuoso sobre Dios?Las nuevas tendencias religiosas han cambiado elmodo de hablar sobre Dios. Existe un rechazo del excesode personalizacin que ha introducido la tradicin bblica,especialmente la cristiana, en el lenguaje sobre elAbsoluto. Se nos acusa implcitamente de saber demasiadode Dios; de proyectarlo demasiado antropomrficamente;de hablar irrespetuosamente de Dios, como si conociramos perfectamente el Misterio... As se termina liquidandoel Misterio mismo, por banalizacin y co nocimiento trivial.Se ha perdido el hlito de reverencia, distancia, oscuridad

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    y silencio ante la majestad de lo divino. Urge, por tanto,guardar un mayor silencio sobre Dios, no ser prolijos a lahora de explicar el Misterio, si no se le quiere matar. Hayque recuperar el bblico a Dios nadie lo ha visto jams.Claro que, si bien recela de la tradicin bblica yacude al lenguaje cientfico de la Energa o al mstico uoriental del Vaco, del Todo, etc., el nuevo lenguaje tam poco resuelve los difciles problemas del hablar sobre Dios,aunque s proporciona una cierta sensacin de alivio y unacierta recuperacin del m isterio que recorre las entraas dela realidad.Desde el reencantamiento del mundo al que asistimos, tambin hay una implcita contrapropuesta al hablarcristiano, personal, crstico, invocativo: la divinizacin dela multitud cuasi-infinita de los signos. Se acepta la fragmentacin de la realidad como un dato natural. Se rehuyeu olvida la gran Transcendencia, para situarse frente a lainagotable variedad de la realidad, de sus guios y de subrillo sugerente. Las pequeas transcen dencias sustituyen ala bsqueda de los principios y de la Transcendencia. Nosquedamos prendados del aroma de la rosa, de la brisa delatardecer, del rayo de sol sobre nuestro cuerpo recin salido del mar, de la emocin de una m irada o de una caricia...:pobres y pequeos tesoros de un mundo que ha aceptado eltriunfo de lo relativo. No es que la Transcendencia -D io s-

    haya muerto, sino que es percibida en una serie de experiencias sumamente modestas. Una especie de politesmo ala medida de una religiosidad hecha de ritos sociales ynaturales escasamente significativos frente a la inconmensurable diversidad de las cosas; una religiosid ad del arcasmo y de la fragmentacin, en un tiempo de globalizacincapitalista, econmica y tcnica y de incapacidad culturalpara la universalidad.Un reto para el monotesmo de la gran transcendencia cristiana frente a este resignado politesmo de lomltiple.

    RETOS AL CRISTIANISMO 491.6. Demasiado adaptados a la m odernidad?Tras doscientos aos de disputas y confrontaciones,el cristianismo y la modernidad parecen haber llegado a uncierto grado de aceptacin crtica mutua y a un nivel suficiente de convivencia. Pero para muchos se trata de una

    adaptacin excesiva por parte del cristianismo, que sehabra disuelto en la secularizacin hasta el punto de caeren el secularismo. Segn ellos, hemos sido tan crticos connuestra propia tradicin que hemos permitido que la raznilustrada acabara con la entraa simblica del cristianismo;hemos cantado con tal entusiasmo las excelencias de laautonoma del hombre moderno que hemos despreciadotoda sumisin al Misterio; hemos ensalzado de tal modo larazn lgico-experimental, cientfica y tcnica, que hemosacabado entronizando la ciencia y la tcnica en los altaresde nuestro pensamiento y de nuestro corazn. Hemos cedido , en definitiva, a un ex ceso de crtica, de lgica, de objetividad, de clculo, de planificacin, de razn cientfico-tcnica... Tenemos ms cosas, pero no somos ms felices.Necesitamos, por tanto, algo ms de misterio, de numino-sidad, de presencia de lo inesperado y maravilloso, de smbolo, de fiesta, de celebracin que esponje el corazn yhaga brillar nuestros ojos.Detrs de estas crticas -que podramos seguir enumerando y matizando, segn el paladar o la visin decada cual- laten las acusaciones vertidas desde dentro porlos llamados nuevos movimientos eclesiales, en los queno es difcil detectar la nostalgia de tiempos pasados y latentacin del integrismo; pero es bueno escuchar lo quequiz est desvelando determinados excesos o una alarmante falta de provocacin cristiana frente a la modernidad. Desde este punto de vista, no hay duda de que elneointegrismo c atlico y la sensibilidad de la Nueva Erahan acometido la labor de denuncia de la modernidadinsatisfecha con mucha mas agresividad que el progresis-

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    mo cristiano. Ahora bien, lo que se percibe como un a adaptacin excesiva al espritu de la modernidad no ser una delas razones del gusto por un cristianismo postcrtico, por lavuelta a la ingenuidad, por la milagrera y la religiosidadtradicional? No ser el rechazo de la modernidad ilustrada simple desconfianza frente a un cristianismo conciliar ycrtico? No ser que las nuevas tendencias religiosasrechazan latentemente el cristianismo, tanto tradicionalcomo c rtico, por excesivamente logicista y moderno?2 . Recuerdos y llamadasLas crticas se hacen sobre el contraluz de un mod elo, mso menos entrevisto, de religiosidad, cuyos principales rasgos se pueden deducir de los acentos negativos con que semanifiesta el rechazo. Dichos rasgos, que ya han aparecidoanteriormente, evocan un cristianismo que ciertamente losposee, pero que tiene el peligro de olvidarlos. Quiz laaportacin de los nuevos movimientos religiosos consistaen refrescar la memoria cristiana de lo que el cristianismo ya tiene y corre el riesgo de dejar excesivamente en lasombra.

    2.1. Religin personalLa religin se presenta hoy, no tanto com o una herencia cultural que se recibe, cuanto como el resultado de unabsqueda, de un encuentro o de una elaboracin personal.La religin se individualiza y se subjetiviza: aparecenlibros con ttulos como Dios existe. Yo lo he encontrado ,donde el acento recae claramente sobre el aspecto expe-riencial y subjetivo del creyente.Ya hemos visto anteriormente los acentos de la nuevasensibilidad religiosa que giran alrededor del individuo: la

    RETOS AL CRISTIANISMO 51experiencia interior, fuertemente teida de afectividad; lavivencia compartida de esta religiosidad en un pequeogrupo o comunidad emocional, con una vinculacin determinada ms por la afinidad de lo que se participa que porla adhesin a un credo perfectamente delimitado y a unainstitucin legalmente constituida; la salvacin entendidapragmticamente como una aportacin de la vivencia religiosa a la integracin personal, a la armona psquica, albienestar fsico, a la capacidad de comunicarse y encontrarse con otros, adems de a la obtencin de sentido y deacogida en el gran todo-uno; la referencia flexible a unatradicin abierta al encuentro enriquecedor con las demsreligiones o tradiciones religiosas, comprendidas comocaminos diversos hacia el mismo destino final: el Misteriode Dios, el Absoluto, el Uno.

    Este centramiento de la religin en el individuo -ensu interioridad, su emocionalidad, su identidad y proble-maticidad como persona en este mundo y con los otros, subsqueda propia de Dios...- tiene el peligro de incurrir enun subjetivismo excesivo. Aunque conviene no exagerar,ya que la socializacin y los filtros culturales son poderossimos vnculos que atan a los individuos a una cultura, unatradicin y una comprensin y vivencia de lo religiosodeterminadas. Se puede ver, en el trasfondo, el reflejo deuna privatizacin de lo religioso que, desde Durkheimhasta Th. Luckmann, ha visto cmo la religin se centrabaen el individuo y su interioridad. Una especie de privatismomoderno, burgus, que no hara sino acentuar lo que yahaba comenzado en los inicios de la secularizacin o,mejor, de la sociedad m oderna y la cultura burguesa capitalista. Una versin ms de la religin burguesa, con sucaracterstico olvido o marginacin de las dimensionessociales y polticas de la religin. Una religin apta para lamodernidad tarda, insatisfecha con los logros de la andadura moderna.

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    Abordaremos esta cuestin en el siguiente apartado.Pero, antes de em prender una crtica de las u nilateralidadesde esta religiosidad y de sus posibles funciones sociales,reparemos en la insistencia con que previene acerca de uncristianismo excesivam ente referido a la institucin y a losaspectos do ctrinales, legales, externos al individuo; un cristianismo de masas, epidrmico, que ha puesto el acentoms en las dimensiones sociolgicas y de coherencia moraly doctrinal que en los aspectos existenciales. Sera posibledesplazar el acento hacia el individuo manteniendo ladimensin social, proftica y moral? No cabra aceptar unmayor pluralismo do ctrinal y una interpretacin acorde conel marco socio-cultural, sin desvincularse de la tradicin yla institucin? Pervivir ms y mejor el cristianismoponiendo barreras legales, morales y doctrinales, o propiciando la experiencia personalizada y profunda?

    Cuestiones graves y de gran alcance, dentro de suaparente sencillez y hasta facilidad. No puede perderse lasustancia cristiana en el camino si no se toman precauciones y no se es cauto en el proceder? No acechan el relativismo, el subjetivismo, el eclecticismo y, finalmente, laliquidacin de lo propio cristiano, en una banalizacin enaras del dilogo, la apertura, la flexibilidad doctrinal y lasuperacin de la ortodoxia rgida y del moralismo?No se pueden desconocer los riesgos, como tampocolas llamadas. No es ste el mom ento de buscar soluciones,sino de percatarse de los problemas y de no rehuirles el rostro.2.2. De la obligacin a la interpretacinUno de los rasgos de la religiosidad actual es el desplazamiento que acabamos de sealar del centro de gravedad, que pasa, de la institucin, la autoridad, la obligacin,

    el dogma, al individuo. Aparece u na religin m s reflexiva.La aceptacin pasa por la eleccin, el discernimiento y la

    asuncin personal. Nos hallamos ante una interpretacin notradicional de la religin. Es lo que algunos estudiosos,como A. Giddens, han denominado la des-tradicionali-zacin de la modernidad, que tiene como contrapunto laacentuacin del individuo y su reflexin y decisin.El carcter emocional, afectivo, que sealan las nuevas tendencias dice tambin algo a tener en cuenta para laidentidad cristiana, que habr de pasar por la experienciaemocional, interior, ms que por la vinculacin a un cdigo doctrinal, moral o jurdico.Unida a la emocionalidad discurre la referencia alpequeo grupo. Las llamadas comunidades emocionales,donde el pequeo nmero posibilita unas relaciones mscercanas, clidas y fraternas, sern el lugar, de hecho, de lapertenencia a la iglesia. Pero al poner el acento en las relaciones personales, conocidas y seguras de la comunidadhomognea, tanto ms cmoda y tranquila cuanto mscerrada en s misma, se corre el peligro de perder la capacidad misionera, expansiva.La pertenencia, en cu alquier caso, se forjar desde elindividuo, desde la pequea comunidad emocional, lo cualexigir una mayor reflexin y una interpretacin no tradicional de la pertenencia. Sometido a este influjo, el cristianismo tender, lgicamente, a ser ms pluralista... Claroque, como ya hemos sealado, asistimos tambin a la tendencia contraria o, cuando menos, a una mezcla de emocionalidad, pequeo grupo y uniformismo doctrinal, esdecir, a una interpretacin tradicional de la citada pertenencia, que es por donde caminan los nuevos movimientoseclesiales. Qu tendencia predominar en el futuro?Nos hallamos ante uno de los problemas de la modernidad en qu e se ven envueltos tanto la religin com o el creyente. Frente al predominio de la racionalidad funcional ydel aparato tecnoeconmico y burocrtico, el individuoreacciona buscando refugio en las tradiciones, en la etnia yhasta en los localism os. Al vaco de sentido instrumental le

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    sigue la contrarreaccin compulsiva de los nacionalismos ylas religiosidades tribales. A. Touraine ha sabido ver cmoa la homogeneizacin funcional del mundo, en aras de lacultura mercantil, le es inherente el peligro de la fragmentacin cultural y la sectarizacin.2.3. Arcasmo y postmodernidadNo deja de llamar la atencin el hecho de que, en unmomento en que la supercomplejidad de los sistemas esincuestionable, estemos asistiendo a la aparicin de expresiones religiosas -como las que hemos denominado dereencantamiento del mundo o sacralidad secular- inequvocamente arcaicas..Esta coexistencia de lo supermoderno con lo primitivo, del ltimo paradigma cientfico con lo mgico, es chocante a primera vista, pero funciona, porque en realidadocupan espacios distintos. El arcasmo del reencantamiento del mundo actual se sita fuera del alcance del universalismo funcional de los grandes sistemas, ocupando el lugarde lo fragmentario de la vida personal, del ocio grupal, delo no necesario, de lo no reglamentado o, al menos, de lono acotado oficialmente.Quiz sea sta la razn del xito actual de los grupos,

    las sectas y las sensibilidades religiosas fundamentalistas,que no hacen concesiones a la adaptacin moderna; que sepresentan, dir amos que pretendidamente, como pre-modernas, como arcaicas o, al menos, con una mezcla demodernidad funcional (tecnolgica, electrnica, telecomu-nicativa) y de premodernidad en los esquemas mentalesreligiosos. Y en esa no adaptacin o no adecuacin a losgustos del momento radica su atractivo. Cansancio ante lamodernidad crtica? Rechazo o compensacin de una glo-balidad demasiado abstracta?

    3La religinen la modernidad del riesgo

    Una pregunta nos asalta una y otra vez: a que responde lareligiosidad que surge.en este momento de la modernidadtarda?Perdida la ingenuidad de los idealismos que creanque las ideas nacan puras e incontaminadas de la mente deuna especie de Palas Atenea, sabemos que las creenciasreligiosas estn vinculadas por numerosas races a laestructura social y crecen en medio de los vientos y las lluvias de la poca. La religin es una respuesta a las realidades, positivas o negativas, de la sociedad. A cuales responde la nueva sensibilidad religiosa? Qu nos aporta ennuestra cultura y en nuestro momento social concretos?Qu funciones realiza frente a esta sociedad?1. Las denuncias de la nueva religiosidadLlama la atencin, cuando se reflexiona sobre los mbitoso lugares en que radican los centros de sacralizacin o lashierofanas de nuestro momento, que estn ligados a problemas o conflictos de la sociedad. Es decir, los lugares dereencantamiento o sacralizacin son lugares donde lamodernidad muestra su rostro desfigurado o problemtico.Hagamos un breve repaso de estos problemas y mbitoshierofaicos.

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    1.1. Los problemas de identidad personal y colectivaVeamos cm o la tribalizacin de la identidad colectiva, de la sed de sentido, llega a expresarse incluso en losrituales sangrientos y belicosos que son noticia casi diariaen nuestro mundo y que constituyen un modo de reaccio

    nar frente a la falta de sentido personal y colectivo, que enel mundo o ccidental tiene como trasfondo la confrontacinentre la homogeneizacin funcionalista y la mltiple fragmentacin de los referentes de sentido (A. Touraine), y enlos pases del hasta hace poco llamado bloque del E ste ladisgregacin ideolgica y social y la falta de proyectos ideolgicos comunes sanos. La sed de identidad se manifiestacompulsivamen te en virtud de la apelacin a un pasado quese mitifica y que retorna en forma de revancha, reivindicando el derecho a una tierra y el reconocimiento de unadignidad de pueblo presuntamente perdida. La sacraliza-cin hace su aparicin en talantes y actitudes, en propuestas y ritos, cuando no en manifiestas referencias a tradiciones religiosas, como modo de legitimar las reivindicaciones nacionalistas y de compensar las frustraciones de unaidentidad que debiera ser ganada democrticamente en elencuentro dialogante, tolerante y racional.Sospechamos que este tipo de religin nacionalistarevela un problema serio de nuestro tiempo, pero no aporta ms que un falso y peligroso incentivo al problema,sacralizando una historia pasada o recreando belicosasmitologas de guerra santa.1.2. Las insatisfacciones del cuerpoEl cuerpo es otro lugar de sacralizacin. La bsquedade salvacin se torna bsqueda de integracin interior,

    equilibrio psquico y bienestar fsico, objeto de disfrute yplacer, de encuentro y comunicacin.

    Podemos leer, al contraluz, los problemas de muchoshom bres y mujeres, sus insatisfacciones y anhelos, tanto enel campo de la salud, con el dolor y la muerte al fondo,como en el del sexo, donde la incapacidad para una comunicacin personal y honda y la sed de una interioridadagostada por el consumo y la banalidad massmeditica tienen mucho que ver con la preocupacin ritual por el cuerpo y con la psico-religin.La explotacin del cuerpo como objeto de consumoha propiciado el descubrimiento de las insatisfaccioneshumanas mediadas por dicho cuerpo, del que el hombre yla mujer modernos han tomado conciencia hasta el puntode ritualizarlo y hacerle objeto de actitudes sacralizadoras.Un misterio entrevisto vagamente, y a menudo de maneratorcida, por la encarnacin corporal.

    1.3. Las nuevas relaciones con la naturalezaLa llamada religiosidad ecolgica denuncia un problema real y que empieza a preocuparnos en sus manifestaciones ms visibles: sequas, cambio clim tico, desertiza-cin, lluvia acida, agujero de ozono... y las amenazaslatentes y reales de cnceres de piel y problemas respiratorios o de otro gnero. La amenaza llega a poner en peligrola vida misma. De ah que tras la elevacin de la Vida, la

    Mad re Tierra, la Naturaleza, la unidad del Todo... a la categora de objetos de culto subyazcan problemas reales denuestro mundo y miedos sobrecogedores.Con el agravante de que no vemos ms solucin queun cambio de vida, una especie de moralizacin que noslleve a consumir menos y a tratar nuestro entorno con elmimo propio de unos seres que dependen de l y formanuna unidad con l. No podemos ser depredadores si queremos subsistir como especie.La ecologa pone el dedo en la llaga de nuestro tiempo y de nuestro estilo o gramtica de la vida (especialmen-

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    te occidental, capitalista, desarrollista y consumista). Acambio, ofrece una concepcin global, un movimiento queexpande una sensibilidad y unas actitudes dignas de mayorimitacin. Ser suficiente para tan gravsimo p roblema?

    1.4. La apelacin al ltimo paradigma cientficoUno de los componentes de la sensibilidad religiosaque hemos denom inado Nueva Era pasaba por la referencia al ltimo paradigma cientfico. La insistencia en estecarcter ltimo o novsimo no es balad, sino que revelauna vinculacin matizada, hecha de acercamiento y derechazo, con la ciencia.Distancia y rechazo, por una parte, de un tipo de cien

    cia mecanicista, de una fe cientifista que cree en la racionalidad y en los resultados tecnolgicos y cientficos comocamino de resolucin de los problemas humanos.Desconfianza e increencia, en sum a, respecto de la ciencia,la tcnica y la racionalidad que han configurado la modernidad industrial.Vuelta, por otra parte, hacia un mo delo cientfico quesea sensible a la radical unidad del cosmos, del todo uno.Gusto o necesidad de una visin globalizadora que palielos efectos atomistas de la fragmentacin de referentes desentido. Rechazo de la actitud dominadora e inclinacinhacia la actitud reverente y sorprendida que atisba el misterio debajo de la naturaleza y sus leyes .Detrs de la actitud de la nueva religiosidad frente a laciencia, no es difcil percibir las ambigedades de la ciencia y la tcnica modernas, la conciencia creciente de supeligrosidad e incluso la necesidad de un giro o cambio deparadigma.

    Un dato llama la atencin: frente a la actitud de confrontacin clsica entre religin (cristiana) y ciencia, asis-

    timos ahora a un acercamiento entre ambas, que se declaran compatibles. En la era de la electrnica, en que losalgoritmos y los procedimientos cibernticos hacen de laciencia una especie de rito, crece la sensibilidad religiosa,que, al amparo de la novsima ciencia, ofrece una metafsica unificadora y simp le, un sentido indeterminado p ero querecorre toda la realidad.Indudablemente, se puede tomar la religin como ungran indicador de las deficiencias y contradicciones denuestra poca. Frente a los tericos que vean la religincondenada a la periferia y la marginacin cultural, hoy selevantan cada vez ms voces, en el mbito del anlisissocial, que reivindican,, como ya lo hicieran los clsicos dela sociologa, un lugar para la religin como observatorioprivilegiado de los problemas de nuestro tiempo y paraconocer la condicin humana contempornea. En la religin se reflejan las ansias y los rechazos de los seres humanos de nuestros das. Pero hacia dnde caminan las respuestas apuntadas por este nuevo dinamismo religioso?2. Dnde est hoy lo indisponible?Una cosa parece quedar clara ante el cmulo de miedos yfascinaciones que todava recorren al hombre de nuestrotiempo: la contingencia no ha sido controlada; lo indisponible no ha sido erradicado. A l contrario, parece que irrumpe con una conciencia ms ntida para la mayora de losseres humanos de la modernidad tarda.

    Y en medio de las contrarreacciones y crticas, de losmiedos y angustias o insatisfacciones de los hombres denuestra sociedad, se va configurando una especie de sndrome: el tremendo peligro al que nos enfrentamos es lapropia sociedad moderna, con su desarrollismo expoliadorde la naturaleza; con su exceso de funcionalismo, que nosahoga en un pragmatismo analtico y eficacista, ayuno de

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