Upload
others
View
5
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
AGUILAR PIÑAL, Francisco, Introducción al siglo XVIII, Historia de la literatura española, t. 25, Madrid, Júcar, 1991, 240 pp. ÁLVAREZ BARRIENTOS, Joaquín, La novela del siglo XVIII, Historia de la literatura española, t. 28, Madrid, Júcar, 1991, 449 pp.
No podía haber iniciado con mejores augurios su publicación, esta Historia de la literatura española editada por Ricardo de la Fuente, con estos dos estudios sobre el siglo XVIII, que ya han tenido reciente continuación, con dos nuevas aportaciones.
La Introducción al siglo XVIII ha corrido a cargo del actualmente más prestigioso especialista de esta centuria, el profesor Aguilar Piñal, quien ha sabido sintetizar de manera perfecta sus muchos conocimientos, manifiestos desde hace tiempo, en su prolífica y valiosa bibliografía.
Articulado en tres grandes apartados, el libro ofrece una visión generalizada del XVIII, desde una panorámica del contexto político-social, hasta un último capítulo dedicado al contexto literario.
Partiendo de la noción de «ilustrar» y de su contenido —que en España se impone frente a la de «iluminar»—, el autor se adentra en el estudio de las características de la época, desde su estructura social hasta sus peculiares costumbres. Destaca así, por ejemplo, dentro del estamento noble, el protagonismo femenino en la vida social de la ilustración, y desde otros planos el progresivo fortalecimiento de la burguesía y el papel que dentro de la sociedad desempeña el escritor. Dentro de las costumbres sociales típicas de la época, creo que debe ser subrayado el motivo del viaje ilustrado de tanta significación en la presente centuria, un viaje que perseguía fundamentalmente un aprovechamiento didáctico y formativo.
En el capítulo II dedicado al ciclo educativo, hace especial hincapié Aguilar Piñal en la importancia de las tertulias, institución con gran arraigo en la vida social de este siglo, de cuya variante seria deriva precisamente la formación de las academias. De dicho capítulo resulta sumamente interesante todo lo dedicado al mundo editorial dieciochesco.
Pero posiblemente sea el tercero, referido exclusivamente a cuestiones literarias, aquél que más pueda interesar al historiador y crítico literario. En dicho capítulo además de revisar los principales géneros situándolos dentro del contexto dieciochesco —poesía, teatro, novela y ensayo, cultivado este especialmente en la naciente prensa
RILCE 9, 1993, 121-138
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
122 RESEÑAS
periódica—, el autor se centra en el estudio del denominado neoclasicismo, con todas las implicaciones que conlleva. Poniendo de relieve la realidad obvia de la confluencia de distintas tendencias en una misma época —consecuencia lógica de un proceso de evolución literaria— Aguilar Piñal en su recorrido por los nombres más importantes de la literatura de entonces, se decide por el establecimiento de distintos grupos generacionales, atendiendo al criterio de fechas. La mencionada dificultad de establecimiento rígido de una concreta tendencia distinta a otra, se percibe como bien señala el autor, en la reciente disparidad crítica a la hora de incluir dentro de una u otra a estos autores, estudiados desde las ópticas más diferentes.
Finalmente y en apretada y obligada síntesis, destacaré la propuesta, creo que muy acertada, del autor, por el establecimiento del sintagma «neoclasicismo sentimental» en lugar de los términos prerro-manticismo o primer romanticismo, habida cuenta de que ambas vertientes, la racional y la emotiva, corren parejas en esta época y no pueden ser separadas, hasta que irrumpa finalmente la pasión romántica quebrantadura de este equilibrio.
En suma, una síntesis magnífica de esas características generales del XVIII, anunciadas en el título.
El segundo tomo aparecido de esta nueva Historia de la literatura es el del profesor Álvarez Barrientos sobre la novela dieciochesca. Si en general, hasta recientes aportaciones investigadoras —especialmente las surgidas en Oviedo—, el XVIII quizá ha sido el siglo peor conocido de nuestras letras, dentro del mismo el género de la novela es posiblemente uno de los más abandonados. En su estudio Álvarez Barrientos no sólo cubre en gran medida esta relativa laguna bibliográfica, sino que su estudio sobre el desarrollo del género en una época concreta, creo que puede presentarse como modélico en relación con esta concreta vía de investigación de reunión de dos campos distintos: historia y teoría literaria.
Álvarez Barrientos pasa así, revista a las diferentes nomenclaturas que el género recibió en este siglo, tema importante dentro de la teoría de dicha especie literaria que pone de manifiesto, por ejemplo, la utilización del término «romance» por parte de estos escritores dieciochescos. Un vocablo este que desaparecerá de nuestra terminología crítica pero que se impondrá, sin embargo, en la literatura inglesa.
El estudio presente ofrece un desarrollo por etapas, siguiendo la linealidad cronológica, aunque como bien advierte este autor, resul-
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 123
ta imposible el establecer cortes definitorios entre unas y otras, por la propia naturaleza de la historia literaria, no sujeta a esquemas rígidos.
Sumamente interesante resulta la constante interrelación establecida entre nuestra novelística y la europea, en concreto la inglesa, que comienza ya a dar frutos muy valiosos en el género. El desajuste de la novela española con esta es, como afirma Álvarez Barrientos, innegable; un desajuste que en realidad persiste en el XIX, teniendo en cuenta la tardía aparición de nuestra gran novela realista. En realidad, y como se desprende de la lectura de la presente obra, no se puede comprender el desarrollo de nuestra producción novelesca del XIX, sin conocer lo que en el siglo anterior se ha producido en el género.
Tal desajuste con la gran novela inglesa del XVIII no supone sin embargo, la absoluta carencia de valores en las obras de nuestros autores. Establece así, este autor las relaciones por ejemplo, entre Isla y Fielding y destaca cómo el español, de la misma manera que el novelista inglés, tuvo conciencia de estar practicando un género nuevo.
Dentro de su estudio, y pese al título, el autor incluirá también el estudio de la «novela corta» (¡lástima que no existan en esta historia literaria, unos volúmenes dedicados expresamente al estudio de la narrativa breve, novela corta y cuentos, en cada época!), excluyendo del ámbito del género novelesco los libros de utopías y viajes imaginarios. Unas obras conflictivas en cuanto a su catalogación genérica, ya que curiosamente fueron estudiadas con anterioridad tanto en el volumen del ensayo a cargo de Aullón de Haro, como en el de la novela, por Ferreras, en los tomos correspondientes de la Historia crítica de la Literatura Hispánica de Taurus, relativos al XVIII.
Sumamente interesantes resultan también las precisiones de Álvarez Barrientos sobre lo que supuso el fenómeno de «traducción» de novelas, así como el subrayado de la dificultad clasificatoria de este corpus novelesco del XVIII —una dificultad extensible al propio género—. Pero sin duda, una de las más valiosas aportaciones del estudio estriba en ese sostenido interés que se mantiene en todo él, por las cuestiones relativas a la teoría literaria de la época, en relación con el género. Las diferencias, entre teoría y práctica novelesca, la aparición progresiva de un nuevo concepto de imitación, hasta llegar a descubrir en esta producción novelesca los fundamentos del posterior realismo, son temas todos ellos sumamente interesantes y necesa-
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
124 RESEÑAS
rios para la completa comprensión del desarrollo del género en este siglo.
En definitiva, y como señalaba en un principio, dos aportaciones valiosísimas en el panorama reciente de la historiografía literaria española.
Ana L. Baquero Universidad de Murcia
DÍAZ ARENAS, Ángel, Comentario semiótico a nueve poemas de Jaime Siles, Barcelona, PPU, 1991, 175 pp.
El libro de Ángel Díaz Arenas analiza, mediante técnicas se-miológicas, nueve poemas de Jaime Siles: «La Tierra de la noche» (pp. 19 a 47), «Parábola de este mismo lugar» (pp. 47 a 59), «Grafe-mas» (pp. 59 a 77), «Tema: Arquitectura Adagio» (pp. 77 a 93) «Interiores» (pp. 93 a 105), «Página» (pp. 105 a 115), «El corazón del agua» (pp. 115 a 125), «Final» (pp. 125 a 135), «Propileo» (pp. 135 a 149).
Como señala Ángel Díaz en el prólogo, el libro es un intento de acercamiento a la poesía vanguardista.
En este proceso de aproximación, el comentario se ocupa más del aspecto formal que del contenido, ya que la poesía de Jaime Siles es una poesía rica en la experimentación textual y que exige la participación co-escritural de lector-receptor.
El análisis de la estructura física del poema, los elementos gra-femáticos, el cómputo de versos, el ritmo, la recurrencia isotópica y los campos sémicos, asi como los recursos retóricos más relevantes (elipsis, oxímoron, encabalgamiento) centran el comentario individual de cada poema.
Se da gran importancia a aspectos elementales de retórica poética y métrica, puntos poco necesarios para el estudioso, pero de ayuda y orientación al estudiante universitario.
Los textos estudiados arrancan desde su poesía primera metafísica, ejemplificada en «Interiores», «El corazón del agua», «Parábola de este mismo lugar», hasta su poesía última de «Propileo» extraído de «Columnae» en donde se pretende volver a las formas tradiciona-
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 125
les (soneto, lira, cósante, romance culto, etc.) adaptándolas al sentir de la modernidad.
Se incluyen también sus poemas más metapoéticos: «La tierra de la noche», «Grafemas», «Página» donde se reflexiona sobre el problema de la producción poética en su existir textuado, en la que el poeta se esfuerza por expresar lo inexpresable.
Tras hacer una breve consideración sobre los Novísimos para situar a Siles dentro de la corriente de poesía elitista, recoge Ángel Díaz en la introducción un fragmento de la poética de Siles en donde se exponen claramente sus planteamientos:
«Poetizar es un acto de Realidad y de Lenguaje: transformar los nombres hasta el sustrato primigenio, indagar tras el concepto originario, pulsar el ser desde lo uno hasta lo múltiple, devolver la realidad a la realidad».
Estas concepciones poéticas, que justifican el método de análisis semiológico empleado, se reflejan en el intento de experimentar con el poema como objeto visual, de modo que la imagen plástica del texto cause una sensación pictórica en el receptor, anunciando el contenido y sumando al texto mensaje y al texto música, el texto-imagen porque la técnica expresiva es elemento particular y principal.
El fundamento básico de esta poesía radica en el problema de la producción poética y, como se señala en la cita de Olivio Jiménez, se pretende «una penetración incisiva de la palabra hasta las esencias que sostienen el vivir, la realidad, en una máxima economía del lenguaje».
El hermetismo de la obra de Siles no radica en el uso especial del lenguaje que hace, sino en la casi o total ausencia verbal.
En la poesía de Jaime Siles, cada signo (texto, estrofa, verso, palabra, sílaba, letra, punto, coma) tiene función precisa, con lo que, título, forma, y contenido poemático forman una semiosis en la que para descifrar el mensaje emitido hay que partir del macrosigno formado y no del microsigno formante.
El volumen se completa con un glosario de términos semiológi-cos, de gran utilidad, usados durante el análisis.
Ana Gurrea Universidad de Navarra
i RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
126 RESEÑAS
GONZÁLEZ URBIOLA, Joseluis, Papeles sobre el cuento español contemporáneo, Pamplona, Hierbaola, 1992, 218 pp.
Básicamente, Papeles sobre el cuento español contemporáneo consiste en una antología muy personal de textos dispersos de diferentes autores y una utílisima bibliografía comentada. Insisto en la virtud de la utilidad porque me parece el rasgo más caracterizador de este libro que, además de seleccionar textos de interés sobre el tema, acompaña cada uno de ellos con una paráfrasis inicial y un conjunto de notas al final con comentarios informativos e interpretativos.
El trabajo, ya clásico, de Baquero Goyanes repasa los rasgos comunes del género, además de trazar una panorámica desde la Edad Media hasta nuestros días. No menos imprescindible se hacía la inclusión del texto poeniano sobre el arte del cuento y su defensa del «efecto único» que tanta repercusión ha tenido desde entonces. La aparición del «Decálogo del cuentista» de Horacio Quiroga es también una saludable elección que permite recorrer, en tono de jocosa seriedad, algunos trucos retóricos que cultiva en algún momento todo autor de relatos consciente de las dificultades y las peculiaridades de lo que se trae entre manos.
La inclusión del trabajo de Carmen de Mora y Valcárcel merece un comentario aparte. En sí, estamos ante una detallada y clara exposición de diferentes teorías del cuento, todo ello extraído de un estudio doctoral sobre Julio Cortázar. Sin embargo, el estudio aparece recortado y se incluyen aquí tan sólo los repasos a las ideas de Poe, Quiroga, Bosch, Mastrángelo, Lancelotti, Baquero Goyanes, Branden-berger y Cortázar. Se han suprimido las aproximaciones formalistas y estructuralistas de Propp, Shlovsky, Todorov, etc.. El editor se disculpa en un par de ocasiones puesto que se ha visto obligado por razones editoriales de paginación (pp. 45 y 69 n. 2). Sin embargo, cabe preguntarse por qué se suprimen estos textos y se repiten los resúmenes de Quiroga, Poe y Baquero que ya habían sido hechos antes por el propio Joseluis González fuera del trabajo de Carmen de Mora y que, además, habían sido introducidos enteros en la antología. Además, no deja de llamar la atención que se hayan mantenido los comentarios sobre textos menos difundidos como los de Lancelotti o Mastrángelo. Si se hubieran suprimido algunas paráfrasis de Carmen de Mora (inútiles sólo por razón de repetición innecesaria o porque se hacen sobre autores de menor trascendencia), tal vez habrían cabi-
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 127
do las aproximaciones estructuralistas al género y, en definitiva, se hubiera llegado a presentar un panorama informativo más amplio.
A una primera serie dedicada a un enfoque general del cuento como género le sigue otra que, aunque no se presenta dividida en los Papeles..., tiene un carácter marcadamente distinto. Me refiero a aquellos trabajos que se refieren al cultivo del cuento en España. Muchos de ellos reafirman la importancia del cuento y repudian la consideración tradicional de género inferior con que se lo ha venido motejando en nuestro país. En esta línea «apologética» se sitúa el amargo y espléndido trabajo de Medardo Fraile sobre «El cuento y su categoría literaria». O también podríamos señalar los artículos de otros conocidos cultivadores como José Ma Merino o Andrés Berlanga. Indudablemente esta reivindicación mueve no sólo a los citados autores, sino también al propio compilador (y, por qué no decirlo, a la editorial Hierbaola). Por eso mismo se justifican las páginas de Esteban Padrós de Palacios sobre el Premio Leopoldo Alas. El aliciente que durante un par de décadas supuso este tipo de galardones para los creadores no debe ser desdeñado a la hora de confeccionar un panorama general de la historia del relato en España.
Dentro de una antología en la que se abre la mano para que entren tanto los testimonios de los críticos como los de los narradores, es inevitable que las posturas divergentes afloren al confrontar los textos. Así, se percibe una gran distancia entre las opiniones de autores más recientes y el juicio acaso más tradicional de Azorín, que entiende el cuento como una forma «impura» de la novela, incluso como un ejercicio de preparación a otros proyectos de mayor envergadura. Es más, parece fácil apreciar diferencias entre Merino, que apuesta por «conseguir tal interés en la trama —o en la situación— que el lector se sienta empujado insoslayablemente hasta el final» (p. 125), y la concepción cuentística de Medardo Fraile: «Yo siempre he tenido una fe ciega en los cuentos en los que no pasa nada» (p. 101). Sin duda la separación generacional influye en las concepciones opuestas sobre el relato. Pese a todo, por encima de las diferencias, creo que es posible extraer algunas ideas más o menos comunes en esta segunda parte de los Papeles:
1) el cuento no es, ni mucho menos, un género menor; 2) posee reglas propias que lo distancian de otros géneros na
rrativos y, por tanto, no es un banco de pruebas para la novela;
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
128 RESEÑAS
3) en España, todavía hoy, existen pocos incentivos y poca difusión del cuento.
Por último, cierra la recopilación un artículo de Jorge Campos publicado en ínsula sobre el cuento hispanoamericano. Acaso no sea éste el más completo de los que pudieran selecionarse sobre el tema. Sin embargo, la procedencia del autor elegido, cuentista español y por tanto protagonista implicado en una visión del cuento en nuestro país, autorizan suficientemente la inclusión. De todos es sabido el impacto que la narrativa hispanoamericana, y en este caso el cuento, suponen en la creación de los españoles durante los años sesenta y setenta (aunque eso no quite para que haya quienes, como Medardo Fraile, reclamen una mayor atención y consideración hacia la labor de los cuentistas de los años cincuenta).
En conjunto, por tanto, nos encontramos ante una buena introducción al género en su conjunto (con la salvedad hecha más arriba) y ante una visión equilibrada del cuento español contemporáneo a través de sus protagonistas. En este sentido es de justicia volver a resumir el libro con palabras que no siempre se ajustan a la verdad de los estudios literarios: utilidad y sencillez.
Javier de Navascués Universidad de Navarra
BOSQUE, Ignacio, Las categorías gramaticales. Relaciones y diferencias, Síntesis, Barcelona, 1989, 231 pp.
Cualquier lector, a poco que esté introducido en el terreno de la lingüística, sentirá la necesidad de aclarar, antes que nada, cuál es, en este caso, el significado de categorías gramaticales, término, como se sabe, carente de univocidad en la bibliografía lingüística. El autor aclara en el prólogo el significado que en esta obra tiene tal denominación: «En este libro usaremos el término para recubrir dos conceptos: las llamadas partes de la oración, o categorías léxicas, es decir, unidades como sustantivo, verbo o preposición, y también las llamadas categorías sintagmáticas, es decir, unidades como sintagma nominal, sintagama verbal o sintagma preposicional» (p. 12). Aunque el trabajo se centra en el estudio de estas dos unidades («dos de las muchas necesarias para describir la complejidad del sistema sintáctico»,
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 129
p. 15), en ocasiones, cuando el autor lo ve necesario, se hacen incursiones en otras unidades.
Tras esta aclaración, el lector potencial de esta obra se puede preguntar en segundo lugar qué contribución o qué nuevo enfoque aporta este trabajo en un campo, el de las partes de la oración, que ha sido cultivado desde tantos puntos de vista, que ha suscitado polémicas desde los orígenes de los estudios gramaticales y del que existe una vastísima bibliografía.
Un aspecto por el que este libró de I. Bosque se desmarca en gran medida de otros trabajos tradicionales sobre las partes de la oración consiste en que no se trata de una simple descripción de las partes ya identificadas desde siglos atrás. Antes bien, se trata de comprender su combinatoria, es decir, de ver su funcionamiento en combinación. La gramática tradicional se ha dedicado a describir las unidades «que ya existían», no a comprender su funcionamiento. Desde este punto de vista sintagmático es desde el que el autor intenta descubrir las «relaciones y diferencias» que existen entre elementos de diversas categorías e incluso con este criterio se comprende la diferente gramática (comportamiento sintagmático) de unidades que la tradición adscribía a una misma categoría. Es más: este criterio sintagmático será el que ayude a identificar y clasificar elementos que, tradicionalmente, resultaban difíciles de adscribir a una sola categoría.
Así pues, uno de los errores que el profesor Bosque atribuye a la gramática tradicional es el poco interés que prestó al comportamiento sintáctico. De ahí la «simplificación» en sus clasificaciones, los «agujeros» que quedaban bajo rótulos sin delimitar... Tampoco son suficientes las relaciones de dependencia y modificación para el análisis sintáctico. Es necesaria, señala el autor, una segmentación interna para entender las relaciones de las palabras entre sí.
La sintaxis de escuelas modernas como el distribucionalismo o el funcionalismo tampoco se libran de los problemas de identificación de las unidades sintácticas. El análisis de I. Bosque va más allá de la distribución de una unidad sintáctica o del análisis de sus funciones. El autor intenta explicar por qué aparece una determinada unidad en un determinado contexto sintagmático (y, por ejemplo, no aparece otra que tendría la misma «función»). Para dar con este porqué el autor pone énfasis a lo largo de todo su trabajo en los factores semánticos, factores que nos explican comportamientos sintácticos que otras escuelas eran incapaces de explicar. En relación con este aspecto
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
130 RESEÑAS
semántico, conceptos como argumento, estructura argumenta! o saturación argumental aparecen continuamente en los distintos capítulos en los que se definen las relaciones y diferencias entre pares de categorías diferentes. Esto no quiere decir que lo sintáctico y lo semántico queden identificados en el campo del análisis gramatical. Existen dos clases de selección que no deben confundirse: la selección categorial y la selección semántica. Precisamente gran parte del interés de este trabajo radica en la comprobación de las conexiones entre estos dos tipos de selección: «El problema semántico parece más fácil de resolver que el categorial, pero el gramático debe dar respuesta a ambos, y si es posible sin separar demasiado el uno del otro» (p. 201).
Tras unos capítulos introductorios en que se revisan de una parte (cap. 2) los criterios clasificatorios de las partes de la oración y de otra (cap. 3) se establecen una serie de conceptos clave para el análisis posterior (concepto de núcleo, categoría léxica y categoría sintagmática, selección semántica y selección categorial...), el autor vertebra el resto de capítulos a través del estudio de las «relaciones y diferencias» entre categorías que pueden presentar algún aspecto problemático por sus conexiones o por sus difíciles delimitaciones (concretamente los pares de categorías analizadas son: sintagmas nominales y oraciones sustantivas; sustantivos y adjetivos; adjetivos y adverbios; sustantivos y verbos; adjetivos y verbos; artículo y pronombre; y finalmente se establece un análisis de las tradicionalmente denominadas «partículas» o «partecillas» por la tradición gramatical: preposición, conjunción y adverbio). Algunos de los problemas que Bosque pretende resolver han nacido en la Lingüística moderna. Otros, los más, ya fueron planteados o intuidos por gramáticos de la tradición (el artículo como «nombre» o término secundario, las formas no personales entre el verbo y el nombre...). Para algunas cuestiones se encuentra solución. Para otras no (lo cual demuestra las agudas intuiciones de los gramáticos antiguos). Sin embargo, en estos últimos casos sí se logra uno de los fines, si no el primordial, de este libro: reflexionar sobre la propia gramática, es decir, sobre el funcionamiento gramatical de las unidades en relación sintagmática.
Para terminar, un acierto más y una pequeña laguna. El acierto, la bibliografía. Es de agradecer que al final de cada capítulo exista una pequeña bibliografía complemantaria clasificada en cada uno de los aspectos tratados en el capítulo correspondiente. Esto puede favorecer la consulta bibliográfica de cuestiones concretas. Por otra parte,
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 131
hay que destacar que la bibliografía general referida al final del libro está, amén de bien seleccionada, muy actualizada.
Respecto a la «laguna», si así puede llamarse a esta cuestión menor, creemos que el destinatario al que está dirigido este trabajo, alumnos de filología de primer ciclo, (al igual que buena parte de los trabajos que forman la colección TEXTOS DE APOYO, a la que pertenece el libro que reseñamos) puede verse superado en varios pasajes del libro. Aunque el profesor Bosque intenta siempre allanar e incluso dejar de lado aquellos aspectos que pudieran hacer más difícil la lectura a un estudiante de primeros cursos, no puede evitar en ocasiones dar saltos a los que quizás el lector no llegue. A pesar de esto, de útilísimo cabe calificar este trabajo tanto para el docente, que encontrará valiosos materiales para ejercer su función, como para el estudiante, quien a buen seguro verá estimulada su sensibidad lingüística con la lectura de este libro.
Ramón González Universidad de Navarra
BERCEO, Gonzalo de, Obra Completa, Isabel Uría (coord.), Madrid, Espasa Calpe, 1992, 1091 pp.
Por iniciativa de Claudio García Turza y bajo el patrocinio del Gobierno de la Rioja, se publica en un solo volumen, en la digna presentación de la nueva serie de «Clásicos Castellanos», la obra completa de Berceo. Se trata de una edición colectiva: cada texto es editado y anotado por un especialista, que ha redactado también una breve nota introductoria. Es acertada y hace más cómoda la lectura la disposición del texto en las páginas impares y la de las notas en las pares. Se trata de anotación filológica (aspectos léxicos, históricos, geográficos, doctrinales) bastante detallada, no de aparato de variantes textuales, que no se echan de menos en una edición colectiva que no pretende ser crítica y que reúne los textos ya editados críticamente con anterioridad. En las páginas 115 y 116 se refieren las normas de transcripción que se han adoptado.
Brian Dutton edita [125-249] y comenta [117-123] la Vida de San Millón de la Cogollo. La Vida de Santo Domingo de Silos corre a cargo de Aldo Ruffinatto [251-453]. Pompilio Tesauro prepara la del Martirio de San Lorenzo [455-489]. La cuarta hagiogafía, la Vida
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
132 RESEÑAS
de Santa Oria, ha sido preparada por Isabel Uría, cuyos estudios sobre dicho texto son bien conocidos [491-551]. La obra mayor, los Milagros de Nuestra Señora [553-795], ha tocado en suerte a Claudio García Turza, buen conocedor de la tradición manuscrita berceana. Germán Orduna edita El duelo de la Virgen [796-857]. Nicasio Salvador Miguel, los Loores de Nuestra Señora [859-931]. Pedro Cátedra prepara la edición de El sacrificio de la Misa [933-1033]. Por último, como corresponde al tema, Los signos del juicio final [1035-1061] y los Himnos (de los que oportunamente se ofrece en página par el original latino) [1063-1075], que han sido editados por Michel García.
Cierra el volumen una útil bibliografía general sobre Berceo y su obra [1077-1091].
Preceden a la edición de los textos cuatro estudios sobre algunos aspectos de la obra berceana. El primero es «La lengua en las obras de Berceo» [13-27], de Emilio Alarcos, quien brevemente y con gran claridad resume los aspectos lingüísticos de los textos de Berceo, que se ajustan «a una norma en esencia castellana, a la cual se suman las particularidades ennoblecedoras que aportan los latinismos y, en definitiva, su cualidad de clérigo bien impuesto en la erudición de la época» [27].
Repasa la tradición manuscrita antigua y pone de manifiesto la dificultad de establecer cuál es exactamente la lengua que emplea nuestro autor [13-14]. «El cotejo entre el conjunto de características de los testimonios más conservadores (...) y el conjunto que revelan el ms. F [códice in folio de San Millán, del s. XIV] y sus derivados, ha permitido establecer una serie de equivalencias (fonéticas, morfológicas y léxicas) que oponen dos estados de lengua: uno más arcaico (y que por tanto se supone más fiel al original berceano), y otro más de acuerdo con las normas de la scripta castellana que se fue difundiendo desde fines del siglo XIII» [15]. A continuación describe el sistema fonológico y la relación entre sonidos y grafías del castellano de la Rioja en el siglo XIII [15-21], su morfología [21-25] y, finalmente, aspectos léxicos [25-27].
El estudio de Manuel Alvar, «Gonzalo de Berceo como hagió-grafo» [29-59], es el más extenso. Está provisto, además, de abundantes notas críticas [51-59]. Distingue desde el inicio en Berceo entre la narración de Milagros y las Vidas; «no se trata de temas diferentes, sino de un modo distinto de hacer literatura» [30]. Destaca el universalismo de los primeros, que pertenecen a una tradición europea de
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 133
la que Berceo no quiere apartarse, frente al localismo de las segundas, en las que el santo —sin perder su dimensión trascendente^ se encuentra perfectamente inmerso en un tiempo conocido y en un lugar próximo o incluso inmediato al receptor de los textos.
El hagiógrafo es un autor culto, con conciencia de tal, que quiere hacer una obra popular para edificar mediante el ejemplo inmediato del hombre o mujer virtuoso y alimentar «un afán de superación dirigido hacia fines espirituales. Como se ha dicho de diversos modos, la imitación de Cristo en las virtudes de los bienaventurados o la presencia de su voz en las criaturas elegidas» [31]. Los motivos propagandísticos que se han sugerido para las hagiografías de la época son algo ajeno al género, en todo caso intrusiones a posteriori que no hacen sino desvirtuarlas [31]. Esa última intención condiciona la configuración del texto: lengua romance, verso (para la lectura en alta voz) y actitud y recursos propios de juglaría [32-38].
En las Vidas Berceo cuenta a gentes de toda condición —pero de un tiempo y un lugar concretos— los hechos de unos personajes que les resultan próximos (San Millán, Santa Oria y Santo Domingo, especialmente). Son santos locales, enraizados [40] y en ellos conviven al mismo tiempo lo cotidiano —tan familiar a los destinatarios de las obras de Berceo— y lo sobrenatural. Alvar ejemplifica la tarea hagio-gráfica de Berceo con la Vida de Santa Oria [41-46], compuesta a partir del relato de Muño, que pudo conocer a Oria, compuesto sólo unos ciento treinta años antes de la redacción del poema de Berceo [41], Éste ha sido compuesto «con los elementos imprescindibles, pero históricamente comprobados. Después, unas visiones válidas para cien santos de cien pueblos distintos y de cien tiempos diferentes» [45] y en él conviven lo exagerado y lo realista.
«La intensificación del realismo da acercamiento a esas figuras (el rey, el santo, los monjes) de las que el pueblo no se siente alejado y entonces escucha la voz de Dios en los bienaventurados, que son un ideal de vida que debe imitarse» [47-48]. «Berceo (...) está en un eslabón final de una cadena que empezó siendo oral (cuando se contó una vida prodigiosa) que se fosilizó en las relaciones latinas, y que él hace ser simultáneamente escritura (en los textos que transmite) y ora-lidad (en la comunicación de los textos)» [49].
En conjunto el estudio de Alvar es sugerente, aunque sería deseable un mayor orden en la exposición de la idea que quiere ser el hilo conductor del estudio: Berceo al servicio de una religiosidad popular.
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
134 RESEÑAS
Víctor García de la Concha trata aspectos teológicos en «La Mariología en Gonzalo de Berceo» [61-87]. Más de un tercio de las estrofas escritas por Berceo son de tema mariano [61]; no es casual ni se trata de un fenómeno aislado sino que Berceo hereda una rica tradición doctrinal mariana que en los siglos inmediatamente anteriores cuenta con aportaciones tan valiosas como las de Fulberto de Chartres, San Pedro Damián, San Anselmo y, sobre todo, San Bernardo [62-63], cuyas obras conoce bien y de cuyas enseñanzas se hace eco en sus poemas, que son al mismo tiempo obras de devoción y de catequesis. Así, «los Loores de Nuestra Señora son, en realidad, un gran compendio de la Historia de la salvación» [65], en los que se afirma el papel corredentor de María despreciando la tradición de los apócrifos y fundándose en la Escritura y en la exégesis patrística común [68]. Al servicio de la misma idea está El duelo que fizo la Virgen María el día de la Passión de su Fijo Jesuchristo, que pertenece al difundido género de la compassio Mariae [72], pero que aquí tiene una gran carga doctrinal: está dedicado a contemplar en detalle la base del título y del ejercicio de la corredención de la Virgen [71-72].
Los Milagros de Nuestra Señora van más allá; constituyen un auténtico evangelio de María, la buena nueva {un buen aveniment) sobre la base de su función en la Historia de la salvación [73]. Sin embargo, Berceo no es un teólogo; quizá su exposición parecería pobre a la mirada exigente de un intelectual de hoy; sin embargo, avanza seguro por la vía de encuentro con la cultura religiosa popular [84], la de sus lectores y oyentes.
En «Las obras doctrinales de Berceo», [89-111] José Fradejas Lebrero nos aproxima a los Signos que aparecerán antes del Juicio Final [89-99], los himnos [89-100], y El Sacrificio de la Misa [100-111].
No tenemos manuscrito antiguo de los Signos, que se encuentra sólo en el Códice de Ibarreta, fols. 97v-102r. «Obra típicamente didáctica, profética y apocalíptica» [89], escrita quizá como repercusión de la doctrina de Joaquín de Fiore y de los spirituali» [89].
Describe formalmente el poema [90], destacando el simbolismo del número de estrofas (77). Brevemente caracteriza la literatura apocalíptica desde sus orígenes veterotestamentarios (Daniel y Joel) hasta las doctrinas de Joaquín de Fiore y las revelaciones de Hildegarda de Bingen [90-93]. Asimila la época de composición del Apocalipsis (tiempo de terrible prueba para los primeros cristianos bajo las persecuciones) a la Edad Media [92] lo que me parece exagerado, así como
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 135
su insistencia en el miedo, dando a entender que es algo constitutivo de la cultura medieval: «No era preciso leer el difícil Apocalipsis, eran tan frecuentes e insistentes las lecturas en la liturgia que hasta los analfabetos (...) sienten su enorme trascendencia: que el miedo, el diablo y el infierno se palpan entre todos los estamentos medievales» [92]. Describe el contenido del poema [93-94] e identifica sus fuentes [94-97] siguiendo a Pensado, Dutton y Marchand.
A propósito de los himnos, hace una brevísima historia de la himnodia cristiana, admitiendo a San Ambrosio como su creador [99]. Berceo traduce tres himnos: el Veni Creator Spiritus y el Ave Maris Stella, de la época carolingia, atribuido ya a San Bernardo, ya a Fulberto de Chartres [99-100]. Y el tercero, Christe, qui lux es et die. «Berceo es el iniciador de esta moda, que fue muy parca durante la Edad Media: solamente Te Deum laudamus, traducido (siglo XIV) en el Oficio de Santo Tomás en aleluyas y pareados fluctuantes (...) y en el siglo XV, por Fernán Pérez de Guzmán (...) un tercer himno del Breviario romano parece haber sido traducido por Juan del Encina: el Vexilla regis, de Venancio Fortunato» [100].
El Sacrificio de la Misa, escrito entre 1236-1246, es el más antiguo tratado —y único en verso— en lengua romance sobre la Eucaristía en el siglo XIII. Su intencionalidad es popular [101], pero quizá los destinatarios eran clérigos ignorantes del latín. El poema es efectivamente una exposición de la Santa Misa, interrumpida por amplificaciones de tres tipos: históricas, simbólicas y doctrinales [103]. Son frecuentes las repeticiones. Lo compara con los tratados análogos del Tostado y fray Hernando de Talavera (s. XV). Es interesante la apreciación que hace del valor ternario de los tipos que aparecen en El sacrificio (Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Santa Misa) [104-106]. Se refiere también, aunque de forma algo confusa, al empleo de figuras retóricas [107-108] y a a las fuentes [108-111].
El conjunto de la obra resulta de gran utilidad, tanto para el ameno lector como para el estudioso, si bien no evita la consulta de las respectivas ediciones críticas. Se echaba en falta una edición de la Obra completa de Berceo, que ha venido de la mano de expertos conocedores de la misma, merced a una buena labor de equipo, coordinada por la Dra. Uría, de la Universidad de Oviedo.
Francisco Grosas Universidad de Navarra
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
136 RESEÑAS
VILARNOVO CAAMAÑO, Antonio y SÁNCHEZ-SÁNCHEZ, José Francisco, Discurso, tipos de texto y comunicación, Pamplona, Eunsa, 1992, 176 págs.
Estudio dirigido dentro de las corrientes de la lingüística de texto y de la pragmática, se centra en la consideración de la tipología de textos. Presenta una revisión histórica tanto de los criterios utilizados hasta el momento a la hora de crear una tipología de textos —comentando las principales causas del fracaso debido tanto a la adopción de criterios erróneos por parte de los investigadores como a los problemas de naturaleza intrínseca de los propios textos— y revisa también las distintas tipologías existentes. Vilarnovo cree que la batalla no está perdida y propone una solución.
Analiza los textos que tienen como tema las acciones humanas (acción y discurso de acción) en sus principales manifestaciones:
— Textos literarios (narración y teatro). — «Narraciones naturales», para Van Dijk son aquellas que
reproducen las conversaciones ordinarias. — Textos informativos (noticias, reportajes, etc.). — La biografía — La historia — Los filmes «que no son esencialmente distintos de la litera
tura (naturalmente, los que no son poéticos)». De entre estos tipos de texto escoge dos que le interesan parti
cularmente: La literatura: «Kata to eikos y la definición aristotélica de la
literatura», donde critica la tradicional traducción de la expresión aristotélica —y su consiguiente interpretación errónea— como «según lo verosímil»; señala que la correcta traducción es «según lo que cabe esperar», es decir, que el texto dimana directamente de sus necesidades intrínsecas y no de la realidad externa del mismo: «La expresión kata to eikos suele traducirse por «según lo verosímil». Ahora bien esto induce a pensar que lo que Aristóteles afirma aquí es que el poeta debe decir no lo que efectivamente ha sucedido, sino lo que podría suceder según el modo habitual y necesario en el que suceden las cosas, y que, en cierto modo, lo que el poeta debe buscar es que lo que se dice sea creíble, o al menos compatible con lo esperable de las cosas y las acciones (el modo en que éstas son o suelen darse). Según
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
RESEÑAS 137
esta interpretación, las cosas y las acciones (el modo en que éstas son o suelen darse) serían el criterio y la norma de la obra de arte».
Vilarnovo matiza esta definición, pues no le parece válida para todos los usos que la poética hace posibles, y así añade: «Lo que en mi opinión se dice en este texto es que el poeta debe decir, no lo que ha sucedido, sino lo que podría suceder: lo posible según lo esperable o la necesidad de la obra. Coseriu sugiere como traducción para kata to eikos la fórmula «según lo que cabe esperar», expresión que me parece muy apta.
La publicidad, capítulo VI: «Publicidad sub specie semiosis: en este capítulo el fenómeno publicitario se trata desde el punto de vista semiótico; tanto por la pluralidad de códigos que lo integran, por su alta densidad sígnica como por la significación global (sentido) de lo constituido.
Dedica también una especial atención al la concepción de la publicidad como «discurso de acción»: «El discurso de acción, también en el caso de la publicidad, puede manifestarse de dos formas: narración y representación, según haya una centralización de las acciones y los discursos mediante la presencia de un narrador, o se presente directamete a los personajes como operantes y actuantes. Ambos modos suponen un acercamiento menor o mayor a la vida. Por ello es frecuente en la publicidad el recurso a la representación, por su mayor «impresión de la realidad». Sin embargo nunca hemos de perder de vista que estos textos son simulacros y no la vida real».
El último capítulo del libro está dedicado específicamente a la tipología de textos periodísticos. J. F. Sánchez hace una revisión crítica de las diferentes tipologías de textos periodísticos vigentes tanto de autores anglosajones como de los latinos, destacando los criterios básicos que las caracterizan y diferencian. Las tipologías anglosajonas se basan en criterios técnicos y prácticos: «un catálogo de modos y técnicas sin especiales pretensiones científicas»; por otra parte, las latinas se basan en la distinción entre opinión e información (el autor señala que los anglosajones también la tienen, aunque de manera implícita, en la oposición «stories/comment»). Como consecuencia de esta revisión se concluye que hoy en dia no es válida la separación tajante entre géneros informativos y géneros argumentativos, pues la finalidad persuasiva de los segundos se halla de manera implícita en los primeros; en este sentido, los límites de las clasificaciones tradicionales no están claros, de ahí que el autor proponga y realice una tipología ba-
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra
138 RESEÑAS
sada en la finalidad de los mismos. Antes de mostrar su tipología definitiva el autor cree necesaria una reflexión sobre la verdadera naturaleza de los textos periodísticos estableciendo una comparación con los literarios e históricos.
Finalmente, es interesante señalar que, entre tanta reflexión, se hace una pequeña mención al papel del lenguaje ligado al tema de la objetividad de los llamados «textos informativos», en el sentido de que tradicionalmente se le atribuía a este lenguaje un estilo concreto; a este respecto, recojo una cita que resume cuál es la postura de los autores sobre el tema:
«Que un texto se ajuste a las características formales propias de los 'textos objetivos' no significa que desde un punto de vista gno-seológico se ajuste a la realidad de las cosas que habla. El problema de la verdad —adecuación al referente extratextual— se escapa a una definición en términos lingüísticos. Me parece que aquí radica una de las confusiones latentes en el debate periodístico objetividad versus subjetividad. En este contexto se entiende que no cabe proponer como fin de los relatos periodísticos el logro de una objetividad que no es más que formal, vacía, resultado de respetar en la elaboración del texto informativo una serie de preceptos formales y estructurales que de ningún modo garantizan la verdad de la información que se transmite, y a lo sumo se convierten en una coartada que sirve al periodista como escudo protector».
María Luisa Rouzaut Universidad de Navarra
RILCE 9, 1993
c2008 Servicio de Publicaciones de la Universidad de Navarra