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Alberdi, Juan Bautista. Obras completas (Vol. VI).pdf
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rOBRAS COMPLETAS,/-
J. B. ALBERDI
TOMO VI
BUEN
3007 IMP., LIT. Y ENC. DE "LA TRIBUNA NACIONAL" BOLVAR 38
18 86
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in 2012 with funding fromUniversity of North Carolina at Chapel Hill
http://archive.org/details/obrascompletasde06albe
MEMORIA
EN LAS CORTES DE"
INGLATERRA, FRANCIA Y ESPAA
DA CUENTA A SU GOBIERNO DE LOS TRABAJOS DE S MISIN, DESDE 1855 HASTA 1860,
CON OCASIN DE LA RENUNCIA QUE HACE DE TODOS SUS EMPLEOS
I
La Repblica Argentina acaba de entrar en una nueva situacin quenos impone todos nuevos deberes.
Dos hechos principales la distinguen : la reinstalacin de la integri-
dad argentina y el trmino constitucional de la presidencia del general
Urquiza.
Estas dos circunstancias ponen un fin- natural la misin diplom-
tica que he tenido el honor de desempear por espacio de cinco
O aos.Yo fui nombrado, en efecto, para venir trabajar por la integridad
~ y la independencia de la Repblica Argentina en el terreno de la diplo-
rT) macia europea.
La integridad argentina, despus de haber triunfado en el terreno
6
del derecho por la accin de nuestra diplomacia, acaba de obtener sir
victoria definitiva dentro de nuestro pas mismo, por la reciente campa-
a que ha coronado el pacto de Noviembre. Buenos Aires ha renun-
ciado por ese pacto la poltica exterior, que le habamos retirado ya por
las negociaciones.
En el mismo ao en que esa Provincia ha reconocido y aceptado lasoberana de la Nacin Argentina, la Espaa ha reconocido la indepen-
dencia de esta nacin y cedido sus antiguos derechos favor del
Gobierno general que la representa.
La misin que deb su confianza ha dejado, por lo tanto, de tener
objeto. Confiada por otra parte mis cuidados por la Administracin
que acaba, creo de mi deber cesar con ella, pues quedando en este
puesto parecera imponerme la indulgencia de la Administracin que
empieza.
En esta virtud he credo llegado el caso de solicitar de mi Gobierno
mis competentes cartas de retiro para todos los Soberanos cerca de los
cuales me hizo el honor de acreditarme como Enviado Extraordinario yMinistro Plenipotenciario de la Confederacin Argentina.
II
Como no he gestionado asuntos mios sino de mi pas, yo debo recor-dar, al dar cuenta de mi misin, lo que el Gobierno de la Confederacin
ha obtenido por mi intermedio.
Esta cuenta es doblemente necesaria, porque habiendo cambiado
seis veces de jefe nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores durante
mi misin, la lgica y plan de mis trabajos oficiales se han perdido mas
de una vez de vista no solo para nuestro pas, sino para sus represen-
tantes mismos. Agrgase esto que durante los dos primeros aos
de mi presencia en Europa, la rapidez y multiplicidad de mis operacio-
nes, as como la falta de oficiales auxiliares, no me permiti llevar con
mi Gobierno una correspondencia estrictamente oficial.
A la par de la poltica general de nuestro Gobierno, mi misin, como
7
parte que era de ella, ha sido y debido ser una continua lucha en deen--
sa de la soberana exterior y de la integridad de nuestra patria. Ladiplomacia que he tenido el honor de servir, no tuvo por nico objetoalimentar relaciones de amistad con las cortes de Europa, sino disputar
ante ellas nuestra soberana nacional desconocida ; conseguir, por de-
cirlo as, segunda vez el reconocimiento de la nacionalidad argentina
por los Gobiernos europeos.- Lejos de ser cmoda y sedentaria estamisin, me oblig ser un soldado siempre en lucha de la integridad
de nuestro pas en estas cortes. Mi situacin no fu la de un diplom-
tico que representa su pas sin objecin su carcter. La resistencianos esperaba en todas partes. Al lado de la credencial de mi Go-
bierno encontr siempre la contra-credencial, es decir, la carta de
descrdito que'nos oponia el Gobierno de Buenos Aires.
Como la victoria no es inters personal mi, no debo ocultar que la .Repblica ha triunfado completamente en todos los negocios que me
confi su Gobierno.
La presencia de todo el Cuerpo diplomtico extranjero en Paran es
el testimonio visible de esta victoria de nuestra diplomacia argentina.
Sin la misin que el Gobierno Nacional me hizo el honor de encomen-
dar, Buenos Aires hubiera retenido la mitad de ese privilegio en detri-
mento dla unidad delaNacion. Cuando yo part de Amrica en 1855,quedaban acreditados en Buenos Aires, la par que en Paran, los
Ministros de Francia, Estados-Unidos, Cerdea, Portugal, Espaa,
Brasil, etc. Cuando se ha celebrado el convenio de unin en. 1859, no
haba en Buenos Aires ni uno solo.
Hace alto honor por lo tanto la previsin del Gobierno Argentino
el pensamiento de la misin enviada al extranjero para preparar ese
cambio en sosten de la integridad de la Nacin.
A qu circunstancia deb el honor de ser elegido para el desempeo
de esta misin? Interesa al Gobierno Argentino que yo lo recuerde.
Creo que mi eleccin no fu un acto de favoritismo. As lo menos
lo hacen creer las galantes palabras oficiales que se leen en mis Instruc-
ciones. (1).
El Gobierno aludia sin duda mis libros escritos para colaborar en
(1) Vase el Documento numero I.
la Constitucin nacional y en las Constituciones de Provincia que el passe ha dado bajo la administracin memorable del general Urquiza. SuMinistro de entonces me hizo el honor de sealar la doctrina de esoslibros como parte auxiliar de mis instrucciones.
Llenando ese deber oficial, lo dir as, tuve que propagar mis escritosen Europa con un inters que mas de una vez pudo hacerme apareceregosta. Por desgracia yo no tenia otros libros mano, para divulgarel conocimiento de nuestra causa argentina, que los que llevaban minombre. El Gobierno mismo hacindoles reimprimir con ese fin, meestimulaba de nuevo propagarlos.
El hecho es que aceptando la misin que me trajo Europa, yo meencontr prosiguiendo en el terreno de la diplomacia mi colaboracinen la organizacin del pas que habia empezado como simple publicistaen Amrica.
III
Qu circunstancia hizo necesaria una misin para defender la inte-gridad argentina en el terreno de la diplomacia? El peligro de quela desmembracin del pas se operase de hecho, por la poltica de lasnaciones extranjeras, que habian acreditado ya sus ministros la vezcerca de los Gobiernos de Buenos Aires y de la Confederacin. Eranecesario corregir sin prdida de tiempo esta irregularidad de la
diplomacia europea, que inevitablemente iba desmembrar la Rep-blica Argentina en dos naciones seperadas, con solo guardar esa acti-
tud por unos pocos aos.
Para conseguir eso, es decir, para reinstalar la unidad exterior de la
Repblica, habia dos caminos: la guerra contra Buenos Aires, en que
no convenia entrar por entonces al Gobierno Nacional, y la accin
pacfica de la diplomacia. El Gobierno empez por usar de este lti-mo. Mi misin fu el resultado de esa poltica.
La tarea era mas difcil que lo pareca. Era necesario luchar en
9
Europa contra la costumbre de considerar Buenos Aires como la
e presin normal de toda la Repblica Argentina.
La Confederacin sin Buenos Aires era una entidad desconocida,cuya existencia poltica se presentaba como una paradoja. En BuenosAires se hallaban centralizados todo el comercio y toda la poblacin de
la Europa. Dejar un lado esa Provincia y tratar solo con nosotros,pareca una cosa muy violenta, y esto era nada menos lo que solicit-bamos. Tenamos que vencer una propensin natural considerarnoscomo innovadores anarquistas, y probar que toda una nacin no podia
conspirar contra una sola de sus Provincias, , lo que es igual, que la
autoridad no podia sublevarse contra los gobernados. Se trataba,
pues, para nosotros, de demostrar dnde reside la autoridad soberanadel pueblo argentino.
Ni el pas se habia propuesto s mismo esa cuestin, ni habia libros,ni datos preparados que pudiesen servir para resolverla en la poltica '
prctica. La unidad de nuestra nacin no tenia un vnculo visible enque la diplomacia de su Gobierno general pudiese apoyar sus preten-siones al derecho de ser exclusiva. Los pactos domsticos haban oscu-
recido esa ley no escrita, y la demagogia, apoyada en esa confusin, seservia de la diplomacia para desobedecer en nombre del sistema, federal,buscando ese fin la cooperacin de las naciones extranjeras.
Tuve que emplear seis meses antes de partir de Amrica en estu-diar)' resolver por nuestra historia, derivada de los documentos mis-mos, y por los principios de nuestro derecho tradicional argentino, la
cuestin de la integridad interna y externa d nuestra patria en un
libro que di luz antes de empezar mi viaje, y que el Gobierno Argen-tino mand reimprimir en nmero de tres mil ejemplares (i).
f (i) De la integridad nacional de la Repblica Argentina bajo todos sus sistemasde gobierno >. Valparaso 1855- Obra reimpresa en Francia en 1S56 inserta en eltomo II de la ^Organizacin de la Confederacin Argentina.
10
IV
El Gobierno de la ConfedeVacion, trazndome el fin y objeto de mmisin, dej mi arbitrio la eleccin de los medios y el plan de las ope-raciones.
Venir directamente Francia hubiera sido peligroso. El represen-
tante de este imperio era justamente el que habia empeado su Go-bierno en la poltica ambigua que amenazaba la integridad de nuestropas. Es verdad que eso hacia necesario empezar por la Francia los
trabajos de mi misin. Pero tambin eso lo hacia mas peligroso, por-que debamos temer que la Francia apoyase la conducta de su Ministro,
cuando no fuese sino por aparecer consecuente y sostener por simple
decoro su representante.
La Inglaterra tenia una actitud favorable nuestras miras centralis-
tas. Pero su Ministro en el Plata, que habia contribuido colocarla
en ella, acababa de morir; y el ejemplo de Francia, seguido ya por losEstados-Unidos, el Brasil y otros pases extranjeros, podia muy bienmantenerla indecisa sobre el modo de extender las credenciales al seorChristie, que estaba nombrado desde muchos meses para reemplazar alseor Gore.
Nada me pareci mas natural que tomar la via de Panam, que metraa derecho Inglaterra antes que Francia (desde Valparaso donde
yo me hallaba). Ese camino me permita tocar de paso los Estados
Unidos, cuyo ministro, el seor Peden, se habia acreditado tambin en
Buenos Aires, despus de hacerlo en el Paran.
Pero yo no tenia credenciales para el Gobierno de Washington, pues
solo despus de estar en Europa recib las que me envi el Gobierno
Argentino para es.e pas. Al favor de medios privados consegu el
honor de ser admitido varias entrevistas con el "seor Presidente
Pierce, con el seor Maerce, Ministro de Negocios Extranjeros, con elMinistro de Inglaterra en Washington; y apoyado por el talento delSr.
Cushing, fiscal general de los Estados-Unidos, tuve la fortuna de que l
Gobierno de Washington acordase una poltica favorable nuestra
11
integridad aun antes que yo dejase esa ciudad para Europa. Despusdel seor Peden ningn otro ministro americano ha sido acreditado en
Buenos Aires. El mismo seor Peden, antes de tener un sucesor, aca-b por trasladarse Paran.Cuando llegu Inglaterra, lejos de encontrar la oposicin, tuve el
auxilio indirecto de los Estados-Unidos, ejercido por el seor Buchanan
(hoy Presidente de esa Repblica y ministro americano en Londres en
aquella fecha), para q-uien escrib el Memorndum que aparece insertoen mi obra sobre la Organizacin, como Apndice d la integridad nacio-
nal de la Repblica Argentina.
A mi llegada Inglaterra el seor Christie, nombrado Encargado deNegocios para la Confederacin desde algunos meses, esperaba incesan-
temente la redaccin de sus papeles diplomticos para partir. Dos
Memorndum present al Gobierno Britnico sobre el estado de nues-tros negocios; y despus de algunas entrevistas con lord Clarendon,
que acogi mi carcter de la manera mas corts, Su Excelencia me diola segundad, que no se ha desmentido ni un solo dia, de que el Go-
bierno de S. M. B. solo mantendra relaciones diplomticas con el Go-
bierno de la Confederacin. Atendiendo mis observaciones de inte-
rs general, lord Clarendon hall conveniente que el seor Christie
fuese acreditado Paran con el carcter de ministro, mas bien que deencargado de negocios (i).
V
Entonces pas Francia, donde Buenos Aires tenia acreditado ya un
agente confidencial desde antes de mi partida de Amrica, para defen-
der la presenc'a y la poltica del seor Le Moyne en Buenos Aires.Admitido en mi carcter de agente diplomtico de la Confederacin
por el Gobierno ingls, era difcil que la Francia dejase de aceptarmede igual modo, cualesquiera que fuese la incertidumbre que sobre la
(i) Vase el Documento nm. 2.
12
importancia y el derecho de la Confederacin, privada de la asistencia
de Buenos Aires, hubiesen hecho concebir al Gobierno francs los in-formes de su Ministro en Buenos Aires y del agente de Buenos Aires en
Paris. El conde Walewski, Ministro de Relaciones Exteriores del Em-perador, recibi mis credenciales en una audiencia que obtuve como
los doce dias de haberla solicitado, y pocos dias despus fui presentadoal soberano mismo.
Un Memorndum present al Gobierno francs para darle conocerel estado de la cuestin argentina en sus relaciones con la Francia, ysealar su atencin los peligros que presentaba la integridad de
nuestra nacin y los mismos intereses franceses en el Plata, la poltica
entablada all por su representante (i).
Tomados en consideracin los motivos discutidos en esa pieza as co-mo otros medios que desenvolv en conferencias especiales, no tard el
Gobierno francs en resolver la modificacin de su poltica en el Plata,
ponindola de acuerdo con la de Inglaterra. Bastar esto solo para no-
tar que no ramos nosotros exclusivamente lo que Francia tuvo en vista
al acordar su nueva poltica. A los consejos de lord Cowley debemosdar su parte respectiva en la adopcin de la marcha que sigui el Go-
bierno francs en apoyo de nuestra integridad nacional argentina.
Acordado el cambio, no pudo dejar de admitirse la condicin esencialde l, saber: un nuevo negociador para llevar cabo la nueva poltica
acordada. El seor Le Moyne, Ministro francs residente en Buenos
Aires, fu reemplazado entonces por el seor Lefebvre de Becour, diri-
gido con el mismo carcter cerca del Gobierno Nacional del Paran
exclusivamente.
Tomada esa actitud por los Gobiernos de Inglaterra, Francia y Es-tados-Unidos, no tardaron en seguirla su ejemplo los Estados Sardos
y la Prusia, contribuyendo los trabajos del seor Huergo en ese sen-
tido, el apoyo solicitado por mi Legacin, de los consejos de los gabi-netes de Inglaterra y Francia.
Trasladada Paran la Legacin de Francia, Buenos Aires dej deentenderse con el Gobierno francs por el seor Le Moyne, pero sigui
entendindose por el seor Balcarce. El seor Le Moyne vino Paris
defender su poltica en las Tulleras, por los medios que le daba su
(i) Vase el Documento nm. 3.
13
posicin de ministro en disponibilidad, ypor la mano del seor Balcarce,
quien tuvo de su parte ese apoyo personal y apasionado en el seno mis-
mo del gabinete francs. Remover al seor Balcarce y todos los cn-
sules nombrados por Buenos Aires en uso del derecho exclusivo deejercer la poltica exterior que nos reconoca la Francia virtualmentepor el hecho de trasladar su Legacin de Buenos Aires Paran, erala consecuencia lgica que debimos poner en ejecucin inmediata-mente despus de ese cambio.
Pero yo no era ministro de relaciones exteriores; era un simple encar-
gado de negocios. No podia darme rdenes ni poderes mi mismo.No habia recibido encargo de pedir el retiro de} seor Balcarce. Hicetodo lo que me corresponda; indiqu la necesidad de tomar esa medida,
pero la idea qued sin acogida. Dejar al seor Balcarce en su puestode agente confidencial, era conservarle el camino de hacerse Encargadode Negocios. Autorizado Buenos Aires por nuestra abstencin, no tar-
d en multiplicar sus agentes en Europa. Fu por eso que cuandoreclamamos por la recepcin del seor Balcarce en su carcter de En-
cargado de Negocios, el conde Walewski pudo responder, como lo hizoalegando que no habia cambiado su poltica: Que la presencia delseor Balcarce cerca del Gobierno francs no era una novedad, pues
hacia cuatro aos que resida como agente de Buenos Aires con otro
nombre mas menos subalterno.
No se puede negar que el conde Walewski tuvo siempre miramien-tos marcados por Buenos Aires, pero esa actitud no significaba desa-
fecto la Confederacin. Ellanacia de la dificultad de tomar un partido
entre el respeto exigido por el derecho de toda una nacin y el deber
de protejer las personas y las propiedades de diez y seis mil francesesque casi todos residian en Buenos Aires, adonde la accin real del Go-
bierno Argentino no llegaba.
En 1855, la presencia de un ejrcito brasileo en Montevideo era unaamenaza la integridad de la Confederacin Argentina, que tiene en
la independencia de la Repblica Oriental una de sus primeras garan-tas.Al Gobierno Argentino se debi el que el Brasil retirase suejrcito en 1856, no solo por sus trabajos directos cerca del Gobiernoimperial, sino tambin por su diplomacia, que supo hacer servir eseresultado los consejos de los gabinetes de Paris y Londres.
14
VI
Los ejemplos de Inglaterra y Francia hubieran bastado para facili-tarme la acogida oficial que obtuve del Gobierno de Su Santidad Pi
IX, apesar de los esfuerzos del agente de Buenos Aires, hechos desde
Paris para -preparar una repulsa a-1 representante de la Confederacin,
de lo cual fio se me hizo un misterio en el Gobierno mismo de Roma. Sin
embargo, yo debo contar ntrelas causas que prepararon mi fcil recep-
cin el apoyo y los consejos del conde de Rayneval, Embajador deFrancia en Roma, quien fui recomendado por el conde Walewski.
Informando la corte de Roma de nuestra situacin poltico-religio-
sa, tuve el honor de discutir nuestra Constitucin con Su Santidad
misma en una conversacin detenida, que deb su extremada bondad;
en ella procur demostrarle que la libertad religiosa consagrada por
nuestra ley fundamental en el inters de poblar y enriquecer nuestro
pas desierto, no significaba olvido ni menoscaso de la religin catlica
de nuestros padres, la cual la calumniada Constitucin dejaba enterala facultad de adquirir bienes y de prevalecer as sobre los otros
cultos.
El nombramiento de los obispos para las dicesis vacantes de laCon-
federacion y la desmembracin del Obispado de Buenos Aires, presenta-
dos en un Memorndum como necesidades de nuestra situacin religio-sa, no tardaron en ser provistos por el Gobierno de Su Santidad, aun
antes que nuestro pas enviase una nueva misin Roma (i). Si yo
hubiese llevado entonces Roma plenos poderes, hubiera- podido alla-
nar algunas de las dificultades que impidieron la inmediata provisin
de esas medidas, si he de estar lo queme dijo sobre esto el mismo car-
denal Antonelli.
(i) Vase el Documento num. 4.
15
VII
Teniendo igualmente una misin para Espaa, yo no debia retardar
su cumplimiento desde que nada ocurra en Pars y Londres que recla-
mase mi presencia en estas cortes. Cre llegado el caso de pasar la
Pennsula, y me embarqu en Marsella la mitad del invierno de 1857,con el objeto de negociar en Madrid el reconocimiento de la indepen-dencia de la Repblica Argentina, en trminos que sirviesen para resol-
ver la cuestin de nuestra integridad nacional, como estaba prevenido
en mis instrucciones. Solo despus de estar en Madrid y de empezar
la negociacin, recib orden del seor Vice-Presidente para postergar
ese viaje.
Empezada la negociacin, tuve que quedar en Espaa los pocos me-ses que me bastaron para llevar cabo la celebracin de dos tratados,
uno de inters consular y otro en que la corona de Espaa reconoca
la independencia de la Repblica Argentina, renunciando favor de suGobierno nacional sus antiguos derechos en los pases del Plata. Para
preparar esos tratados, present el Memorndum que se acompaa esta Memoria bajo el N 5.Pero todos esos medios por s solos hubiesen sido insuficientes para
decidir Madrid tratar con la Confederacin en los trminos en que
lo hizo, por la multitud de resistencias que se suscitaban all nuestra
causa. Buenos Aires tenia en Madrid un agente confidencial bien rela-
cionado, y muchos cnsules influyentes en Espaa que trabajaban apo-yados desde Pars por otro agente, para estorbar las negociaciones dela Confederacin. Esas influencias y la consideracin de que nuestro
Gobierno pedia el reconocimiento de la Confederacin en trminos quecomprendiesen Buenos Aires (cuya provincia, que contenia casi todala poblacin intereses espaoles en el Plata, se hallaba justamenteseparada de hecho de esa misma Confederacin que negociaba en sunombre), hacan naturalmente vacilar al marqus de Pidal, Ministro deRelaciones Exteriores del Gobierno de Madrid
;pero los consejos del
marqus de Turgot, Embajador de Francia, y de lord Howden, Ministro
1G
de Inglaterra en Espaa, dados en nombre de sus cortes respectivas,contribuyeron poderosamente decidir al Gobierno de Madrid por lacelebracin del tratado de reconocimiento, mediante el cual tom eseGobierno respecto del nuestro la misma actitud que ya tenian los deParis y Londres.
Una vez decidida Espaa tratar con nosotros, lo hizo sin ponerotras condiciones que las que habian aceptado ya las dems Repblicasindependientes de Sud-Amrica en sus tratados de reconocimiento.Bajo esas condiciones firm los tratados de 29 de Abril de 1857.
Sin embargo, el Gobierno Argentino crey deber desaprobar el tra-tado de reconocimiento, alegando que se opona mis instrucciones en
los artculos 4 y 8 o,
que admitan la deuda de tesorera y la nacionalidad
de los /lijos de espaoles nacidos en el Plata y de los hijos de argentinosnacidos en Espaa. Ninguna objecin se hizo al tratado consular,que qued sin efecto por la sola razn de haberse frustrado elotro (1).
Firmando el tratado segn esas condiciones, que masque la polti-ca de Espaa pertenecen al derecho de gentes, no pens haber des-
atendido mis Instrucciones, por la razn que voy explicar. Es el
caso que mis instrucciones eran contradictorias, cuando menos inde-
cisas en esos dos puntos. Se componan de diversas piezas venidassucesivamente : una parte de las cuales admita la deuda antigua del te-
soro de nuestras Provincias, antes espaolas, como deuda nacional acep-
tada ya por nuestra legislacin patria y pagada ya en su mayor parte ;y la otra la desechaba como deuda basada en un principio inadmisible.
En cuanto la nacionalidad de los hijos de extranjeros, tomando nuestraConstitucin como la instruccin de mis instrucciones, yocre! deber aco-
modar su espritu ancho y generoso para con los extranjeros todas lasreglas del tratado que se referan la nacionalidad de sus hijos nacidos
en nuestro suelo. Declarando que no impone la nacionalidad al ex-
tranjero, nuestra Constitucin ( artculo 20 ) considera la ciudadana
como un ttulo, no como una carga, exactamente como es considerada
por el derecho internacional privado de todas las naciones del conti-
nente europeo, cuyos principios observ en el tratado con Espaa. El
Brasil, menos pretencioso que nosotros en cuanto al liberalismo de su
(i) Vanse los Documentos nmeros 6 y 7.
17
Constitucin, acaba de dar una ley, que consagra el mismo principioque yo estipul en el tratado.
Siendo contradictorias mis instrucciones, yo no podia seguirlas todas
la vez;y como yo no crea haber recibido plenos poderes para no
poder tratar absolutamente, me decid tratar conformndome- con laparte de mis instrucciones que estaba en armona con el derecho degentes en los puntos relativos la deuda y la ciudadana, y con las
altas miras de nuestra poltica argentina en favor de la independencia yde la integridad de la Nacin.
Desechado apesar de esto el tratado, porque se oponia un deter-
minado texto de las instrucciones, no nos quedaba mas alternativa que,
no tratar absolutamente con Espaa, acomodar las instrucciones al
derecho de gentes invocado por el Gobierno de esa nacin en los dos
puntos que haban hecho escollar la primera negociacin. Lo primero erainadmisible: la Espaa no estaba para nosotros en el caso del Austria de
la Rusia, con quienes podemos hacer no hacer tratados sin perjuicio
de mantener amistad. Un tratado debia poner fin alguna vez laguerra de la Independencia que habamos tenido con Espaa y la cues-
tin de soberana que esa guerra tuvo por objeto. Nuestro Gobierno
lo comprendi as, dndome al efecto nuevas instrucciones con las quepude llevar a cabo un.nuevo tratado, que firm en Madrid en 9 de Julio
de 1859, quedando as! satisfechas todas las exigencias y susceptibilida-
des que se haban suscitado en ese asunto, tan esencial la consolida-
cin de la organizacin argentina (1).
VIII
No habia concluido el ao de 1857 en que obtuve el primer tratado
con Espaa, cuando el principio de nuestra integridad nacional, servido
en ese pacto, esperiment en Francia una especie de revs. Hablo de
la recepcin del seor Balcarce en calidad de Encargado de Negocios
del Gobierno de Buenos Aires en Pars.
(l) Vanse los Documentos nmeros 8 y 9.
f . VI. ." 2
18
Se ha pretendido que yo poda laber evitado ese paso obrando con
mas actividad. Este cargo supone una falta completa de conocimiento
de. ese hecho, que ha tenido muchas causas, no una sola. He sealadoantes de ahora la principal de todas, que fu dejar al seor Balcarcecomo agente confidencial en el puesto en que mas tarde se hizo Encar-
gado de Negocios. La previsin y sobre todo la asiduidad que me es
ordinaria no me faltaron en esa vez. Un mes antes de ser recibido el
seor Balcarce haba presentado yo al conde Walewski un Memorn-dum con la mira de reanimar y activar el apoyo moral de la Franciaen favor del restablecimiento de nuestra integridad nacional (i). No
pudo ciarse con mas actividad que lo hice los pasos necesarios para
prevenir tal recepcin'. El aviso de mi Gobierno acerca de ese nom-
bramiento (hec.ho en Buenos Aires, no en Francia) solo me vino un mes
despus de estar en Europa la credencial del seor Balcarce. Recib
ese aviso hacia el 12 de Diciembre, en que lleg la correspondencia del
vapor.de se mes. En el acto emprend la redaccin de una nota
dirigida al conde Walewski, para evitar la recepcin del seor Balcar-
ce (2). Hablar al instante con el conde Walewski hubiera sido mas
expeditivo, pero l solamente daba audiencia el viernes, aun para los
negocios mas urgentes. Tuve que esperar al viernes mas cercano, es
decir, al 16 de Diciembre, en que vi al Ministro de Relaciones Exterio-
res, pero ese da justamente habia presentado ya su credencial el Encar-gado de Negocios de Buenos Aires.
Dando esos pasos obedecia mas bien mis deberes oficiales que la
esperanza de su eficacia, pues ningn esfuerzo nuestro hubiera podido
ser capaz de prevenir un hecho que se habia realizado contra la volun-
tad manifiesta de la Inglaterra misma.
Es de advertir que en ese momento las relaciones entre Inglaterra y'
Francia no eran cordiales, y esa circunstancia tuvo tambin su parte en .
la admisin de un agente diplomtico de Buenos Aires en Pars. Por
ese acto el conde Walewski se-desviaba de una poltica que habia acep-
tado en parte por consejos de Inglaterra. La situacin lleg ser
tal, que era difcil que un mismo individuo pudiese representar la vez
su pas en los Gobiernos de Pars y Londres ; pues lo que le hacia
(1) Vase el Documento nitm. 10.
(2) Vase el Documento nlm. 11.
19
simptico en uno le hacia sospechoso en otro. Llamando la atencinde mi Gobierno sobre ese punto, yo mand la renuncia de mi puestoen Francia principios de 1858.
Consumado el hecho de la recepcin del seor Balcarce, hice lo queme quedaba que hacer, protest contra l ; no con la esperanza de que
el conde Walewski revocase el paso que habia dado, sino para evitarque fuese mas adelante, recibiendo maana un ministro de Buenos Aires,
celebrando tratados con esa Provincia, como consecuencias posibles
del primer paso. Protest para evitar que los otros poderes imita-
sen el ejemplo prestigioso de Francia, y para que la Francia misma nopudiese invocar nuestr abstencin como asentimiento tcito, cuando
llegase el dia de subordinar Buenos Aires por la fuerza la autori-
dad de la Nacin argentina de que forma parte integrante (1). Devuel-
ta mi protesta por el Gobierno de Francia, tuve necesidad de hacerla
conocer de otros grandes poderes amigos de la Confederacin, para
poner sus derechos al abrigo de un ataque general contra su integri-
dad. Desechando mi protesta el Gobierno de Francia, no por eso dej
de seguir su poltica de 1856, abstenindose de enviar agentes diplom-
ticos Buenos Aires, conservando su Legacin en Paran, dejando deemplear su gran influjo para que otros Gobiernos, imitando su ejemplo,recibiesen agentes diplomticos de Buenos Aires, y por fin recibindome
m mismo el Emperador en mi nuevo carcter de Enviado Extraordi-
nario y Ministro Plenipotenciario.
IX
En 1858, Buenos Aires intent conseguir en Londres lo que habia
obtenido en Pars. Los acreedores ingleses de esa provincia, movi-
dos por el Gobierno del Dr. Alsina, presentaron una peticin al Gobier-
no de la Reina, para que recibiese un agente diplomtico de Buenos
Aires y acreditase un agente britnico cerca del Gobierno de esa pro-
(1) Vase el Documento nm. 12.
20
vincia. Escrib en el acto lord Malmesbury, y me traslad yo mismo
Londres con el fin de prevenir ese paso. El Gobierno de Inglater-
ra recibindome m en calidad de Ministro Plenipotenciario de la
Confederacin, al mismo tiempo que se negaba recibir un .agente de
Buenos Aires, nos prob la constancia de su poltica, fundada en un
profundo estudio de nuestras cosas del Rio de la Plata. A mi regreso Paris renovaron su peticin los mismos que haban hecho la primera.
Repet yo mis representaciones lord Malmesbury, Ministro de Rela-
ciones Exteriores en ese tiempo, y tampoco tuvo xito la mira del Go-
bierno de Buenos Aires de hacerse representar en Londres por un
agente diplomtico. .
En medio de esas pruebas de lealtad que nos daba Inglaterra, vino
infelizmente la.noticia de que la convencin sobre indemnizaciones que
firm el seor Christie en Paran haba sido rechazada por el Senado
argentino.
En ese tiempo recib orden para solicitar de los Gobiernos de Ingla-
terra, Francia y Cerdea, que modificasen las instrucciones de sus mi-
nistros, en el Plata, efecto de que en una nueva convencin abando-
nasen sus reclamos sobre intereses atrasados. Mi posicin en ese
asunto no era mas fcil que la de mi Gobierno. Sin embargo, para
obtener un cambio semejante, mi deber mas natural y sencillo era legi-
.timar y cohonestar la oposicin del Congreso Argentino sin mengua del
Gobierno, que habia firmado las convenciones. Yo no desconoc ese
deber, y es un testimonio de que le llen fielmente, el Memorndum que
dirig al Gobierno britnico, con fecha 21 de Febrero de 1859, defen-
diendo especialmente la sinceridad y lealtad con que el Senado argen-
tino habia credo deber disentir de la poltica del Presidente en ese
negociado (1). As ha debido comprenderlo el Senado mismo, cuando
ha negado su sancin los ataques de su Comisin de legislacin, de
que he sido objeto en la orden del dia de 17 de Setiembre de 1859.
(1) Vase el Documento nm. 13.
21
X
Contra quin ha tenido nuestro pas que defender la integridad de
su soberana en el terreno de la diplomacia extranjera ? No contrauna nacin extraa, como de ordinario sucede en esas cuestiones, sino
contra una parte integrante de su mismo suelo. Este carcter civil denuestra contienda diplomtica contribuy hacerla mas difcil y peno-
sa, spbre todo en el extranjero, donde tuvimos que combatir con ar-
gentinos, porque argentinos eran los que desconocan el derecho de la
Nacin; y su rol no era mejor que el nuestro, pues tenan que negar laexistencia de una Nacin Repblica Argentina, para legitimar el des-
conocimiento que hacan de su autoridad. Por nuestra parte, lejos de
hostilizar Buenos Aires, hemos pleiteado su causa ante el extranjero,
es decir, la causa de su reincorporacin la Nacin argentina, en. que
reside su fuerza, su honor y su prosperidad. Si Buenos Aires hubiese
triunfado en el camino quellevaban sus negocios exteriores, hoy tendra
ministros en Londres y en Paris ; habra ministros de Francia y de In-
glaterra en Buenos Aires. Es decir que esa provincia seria hoy una
nacin independiente de la Repblica Argentina. Era ese el resulta-
do que buscaba Buenos Aires resistiendo la Confederacin? Nociertamente, pero ese habria sido el resultado en el hecho, aunque sus
intenciones hubiesen sido diferentes. Buenos Aires ha escapado de ese
escollo por la victoria de todos los argentinos. La triste lucha entre
esa provincia y la Nacin acaba de cesar. El que fu nuestro adversa-
rio es hoy una porcin querida de nosotros mismos.
Los fines'y medios de nuestra diplomacia han dejado de ser los mis-mos que hasta aqu. Sus cuestiones, como todas las de nuestra poltica
general, tienen necesidad de ser puestas de nuevo y conducidas con
arreglo la mancomunidad de todos los intereses argentinos sin excep-cin, en que consiste la situacin creada por el convenio de Noviembre,que ha puesto fin la ltima contienda.
La poltica que ha hecho entrar Buenos Aires en el seno de la unindebe probar que ha tenido por mov!, no un sentimiento de odio-contra
22
ese pueblo, sino el honor y la gloria de ver integrada la RepblicaArgentina con la mas interesante de sus provincias (i).Una diplomacia nacional y patriota por sus miras debe probar ante
las naciones extranjeras que nuestro Gobierno ha combatido por amor la patria entera y completa, no por aversin envidiosa al pedazo masprivilegiado de su suelo.
Esta tarea ser mas cmoda y fcil que la pasada, con tal que ella noolvide que las resistencias vencidas no estn muertas, y que tanto enEuropa como en el Plata vivirn siempre propensas recuperar conun pretexto otro, bajo una forma otra, el terreno perdido. El con-venio de unin de 1 1 de Noviembre, protejiendo la integridad provin-cial de Buenos Aires y dejando en manos de esa localidad los archivos,los trofeos y todos los establecimientos que la Nacin tiene en BuenosAires como su capital secular que fu, tiende indudablemente mante-ner los obstculos y resistencias en que tropez antes de ahora la uninde la Nacin entera. La integridad de una nacin tiene por objeto nive-lar el poder de las dems; pero la integridad de tinaprovincia solo es unmedio de resistir la autoridad de la Nacin.
XI
La campaa de centralizacin en el terreno de la diplomacia nos hadado otro buen resultado, saber: que.los gobiernos de Europa conoz-can hoy fondo, como lo saben ya, cul es el principio ndole denuestras divisiones polticas, dnde reside la autoridad soberana de laNacin, y dnde est el inters que coincide con los intereses de laEuropa en los pases del Rio de la Plata. Por resultado de esta ludialas Provincias de la Nacin Argentina han dejado de ser el ente mitol-gico que vivi escondido detras de Buenos Aires, para que solo esaprovincia fuese vista y considerada por el mundo. Hoy es sabido quelas Provincias representan la soberana nacional, y que la estabilidad de
(i) Vase el Documento numero 14.
23
su poder y progreso depende de lis libertades que mas Interesan la
Europa en aquel pas, saber: la libertad de la navegacin fluvial y la
libertad de comercio.
Sin duda que esta consideracin de nteres material, no menos que el
respeto del derecho, han determinado las naciones de Europa soste-
ner con su consideracin la autoridad legtima del pueblo argentino. Aese fin cuid siempre de presentar nuestras cuestiones polticas por el
lado de los intereses econmicos comprometidos en ellas. No es que la
poltica argentina se reduzca toda finanzas y comercio, sino que para
hacerla comprensible interesante para la Europa, fu necesario pre-
sentarla por el lado de I
24
En este sentido he credo que poda convenir la poltica de la Con-federacin la reunin impresin de las principales Memorias y trabajosen que, desempeando mi misin, he tenido que tratar las cuestionespolticas del Rio de la Plata en sus relaciones con los intereses extran-jeros. La publicidad de estos documentos diplomticos no tiene incon-veniente alguno, porque se refieren negocios pasados que han recibi-do ya su completo desarrollo; y porque la diplomacia de la Confedera-cin ha sido tan patritica y tan sana en sus miras y medios, que lapublicidad de sus trabajos la favorece en vez de perjudicarla. Por otraparte, las opiniones vertidas en la Cmara de Diputados en la sesin de1859 sobre la importancia y desempeo de mi misin, me han hecho verhasta qu punto algunos de nuestros hombres pblicos estn distantesde conocer todo lo que ha obtenido la Confederacin Argentina en elterreno de su poltica exterior desde la constitucin de su Gobierno na-cional.
Esta Memoi-iay los Documentos queja acompaan no encierran todolo que he trabajado en Europa desempeando mi misin. Algunos vo-lmenes tendra que formar, si hubiese de imprimirlo todo. He reunidolos trabajos que son mas esenciales, para dar conocer el plan y basesde la poltica que la Confederacin ha desempeado por mis manos.Lo que he trabajado desempeando mi misin, tampoco es todo lo
que yo hubiera podido trabajar, si mis poderes y medios hubiesen cor-respondido las necesidades de nuestra poltica, que mi presencia enEuropa me daba conocer cada instante, y de que inform constante-mente mi Gobierno en mi dilatada correspondencia oficial y semi-oficialde mas de cinco aos.
XII
Antes de concluir, me permitir aadir que en todos los trabajos de-sempeados en cumplimiento de mi misin, la Constitucin nacional ysus miras han sido la luz supletoria de mis instrucciones para los casosimprevistos dudosos, pues ella quiere que los tratados y toda nuestra
25
poltica 'exterior se conformen con los principios de su derecho pblico
(artculo 27).
Nuestra Constitucin general se distingue de todas las de Amrica, en
que ella hace de la poltica exterior casi todo el gobierno del pas, y por
ello es justamente la mas sabia; pues para pases nacientes, que debenrecibir de fuera todos los elementos de su civilizacin y progreso, el
gobierno exterior viene ser, por decirlo as, casi todo su gobierno.
Buena mala, esta, es la poltica de la Constitucin Argentina, y no
otra. Nuestro pas, por ahora, no tiene varias polticas su eleccin en
materia de relaciones exteriores. Si la de la Constitucin no es buena,
debemos reformar la Constitucin, pero jamas gobernar contra ella,aun en materia de relaciones extranjeras.
Es tan esencial la estabilidad y al progreso de nuestro pas esta
rama de su gobierno, que la seccin de su suelo (Confederacin Bue-
nos Aires) que mejor sepa comprenderla y dirigirla, ser la que al fintome en sus manos el ascendiente supremo del gobierno todo de la Re-
pblica. Buenos Aires ha gobernado cuarenta aos las Provincias solo
por medio de la poltica exterior, que comprende la paz y la guerra, la
navegacin, el comercio, las aduanas, la inmigracin, etc.
Seria no comprender la poltica exterior que nuestra Constitucin es-
tablece el ver en ella puramente una fuente de recursos militares. En
este punto debemos distinguir nue'stra poltica exterior para con las
Repblicas de Amrica de la que nos conviene para con la Europa.
Esta ltima no debe comprender las alianzas militares, ni los tratados
polticos propiamente dichos. Pero no debemos calificarla de estril
inservible, porque no nos d soldados y escuadras. Ella solo debe dar-
nos poblaciones, capitales y elementos de fuerza inteligente y material,
es decir, civilizacin y progreso. No podr ser la imitacin servil de lo
que ha sido la diplomacia de las naciones europeas entre s mismas,
saber: alianzas ofensivas y defensivas, combinaciones de equilibrio mili-
tar y poltico, conexiones de familias y casas reinantes, etc. Este es el
sentido del consejo sabio que dio Washington los Estados-Unidos al
acabar su carrera pblica, cuando les recomend que no hicieran alian-
zas ni tratados polticos con los gobiernos de la Europa. Esa regla de-
buen juicio es aplicable la poltica exterior de todas las Repblicas del
Nuevo Mundo. Pero el Gobierno de Estados-Unidos celebrando hoy
26
tratados de comercio hasta con la China, hace ver sus hermanos de la
Amrica del Sud que la poltica exterior comercial y econmica no en-
traba en las reservas aconsejadas por Washington.
Paris, I de Febrero de 1860.
Juan B. Alberdk
DOCUMENTOS
DOCUMENTO N 1
Extracto de las Instrucciones dadas al seor Alberdi para su misinen Europa
Ministerio de Relaciones Exteriores.
Paran, Mayo I o de 1854
V. S. se servir tomar el texto de la presente Nota como las Ins-
trucciones nicas que el Gobierno de la Confederacin cree necesario
dar V. S. por ahora sobre los objetos de su misin.El proporcionar V. S. esta ocasin de prestar nuevos servicios
la Patria, es la recompensa que puede ofrecer el Gobierno de la Con-federacin los mritos contraidos- por una persona de talento distin-
guido y. de carcter . leal : es adems una prueba tcita de que losprincipios y doctrinas que V. S. ha emitido varias veces en sus tiles
escritos estn de acuerdo con la poltica del Gobierno de la Confede-racin, y de que quiere que as se entienda, no solo en el interior del
pais, sino en aquellos extranjeros en donde el concepto pblico sirvede norma la opinin del mundo.
El Gobierno desea que la esfera de los trabajos de V. S. se extienda,
28
y que, colocado oficialmente en Europa, ayude con sus esfuerzos
hacer conocer el pas argentino bajo todas sus relaciones, despertarel inters general por l, dar publicidad los fundamentos libera-
les de nuestro derecho pblico, empleando este fin no solamente el
poderoso medio de su carcter oficial, sino el de la prensa y de
las relaciones con personas influyentes que no le ser difcil cul-
tivar.
La diplomacia de la Confederacin no puede ser de pura forma,
ni meramente ostentosa, porque sus rentas estn aun por formarse, yporque el actual Gobierno que la rige desea entrar en el camino de
la realidad, haciendo que sus relaciones con el exterior redunden
inmediata y eficazmente en provecho de nuestra civilizacin y po-
der material.
As pues los agentes que haya de acreditar en Europa no tendrn
por misin exclusiva el mantener las buenas relaciones y la franca
amistad con los Gobiernos de aquella porcin del mundo, sino ser-
vir al mismo tiempo los intereses morales y materiales de esta na-ciente Repblica, destituida hoy de los elementos de -prosperidad que
solo se preparan con el trascurso de los siglos, pero que pueden
utilizarse por los pueblos jvenes por medio de la inmigracin detrabajadores, de hombres especiales en el conocimiento de las cien-cias y de las artes, por la introduccin de inventos y mquinas, ypor el estmulo los capitales que quieran aplicarse la explota-
cin del suelo y sus productos naturales.
Al logro de estas miras est V. S. autorizado plenamente por el
Gobierno de la Confederacin para prometer en su nombre todo
.
aquello que su juicio y el conocimiento de nuestros recursos le
induzcan creer de fcil cumplimiento, dando cuenta con oportu-
nidad.
Por las anteriores indicaciones comprender V. S cuntos y cuan
importantes son los servicios que los diplomticos argentinos estn
llamados prestar al pas segn las miras del Gobierno, y creo que
no necesito extenderme mas en este punto, pues bien al cabo se en-
cuentra V. S. de la falta casi absoluta en que nos hallamos de medios
de instruccin y de elementos prcticos en todos los ramos que se
aplica la actividad de los pueblos cultos enriquecidos por el trabajo
inteligente.
29
' La organizacin del pas, como le es V. S. notorio, sufri un
tropiezo desde su -origen por la conducta poltica de Buenos Aires,
que no ha querido reconocer acto alguno de las autoridades naciona-
les, y se ha negado aceptar los destinos honrosos que la Constitu-
cin y sus leyes orgnicas la depararon. Esta situacin de Buenos
Aires es peligrosa, y puede comprometer las intenciones pacficas de
la Confederacin, apesar de que, como va notndose ya, la influencia
de aquella Provincia se desvirta desde que carece del apoyo de la
nacionalidad argentina, y de la importancia que siempre'le dieron sus
inmediatas relaciones con los pueblos confederados. El Gobiernotiene, con respecto este delicado asunto, establecida su conducta de
una manera muy precisa, fundada en justicia y en la persuasin dequeBuenos Aires debe entrar tarde temprano en el gremio de la Con-
federacin, y tanto mas pronto cuanto mas se acerque entre nosotros
la poca deseada de. la completa organizacin y de la realidad de laspromesas de nuestra carta. Los documentos adjuntos, y muy espe-cialmente el manifiesto del general Urquiza al Congreso y los pue-Mos, instruirn V. S. de la poltica que con respecto esta materiaha de guardar el Gobierno de la Confederacin.
Mientras tanto, en esta dificultad internacional ha venido incorpo-
rarse un hecho grave, sobre el cual paso instruir V. S., apesar deadjuntar esta nota todos los documentos de su referencia hasta lafecha (el hecho del seor Le Moyne, Ministro de Francia, que estandoacreditado ya cerca del Gobierno de la Confederacin, present una
segunda credencial al Gobierno de la Provincia argentina de BuenosAires)
A este asunto est por ahora especialmente contrada la parte oficialde la misin que se confia V. S. Del triunfo y del pleno buen xitode la solicitud justsima entablada por mi Gobierno para que el caba-llero Le Moyne sea retirado y no se acredite ministro alguno de laFrancia cerca del Gobierno provincial de Buenos Aires, depender engran parte el que pueda evitarse el escndalo de ver separado Bue-nos Aires de la masa del Pueblo Argentino, desgarrando una naciona-lidad que con todos sus antecedentes acaba de rehabilitar la Consti-tucin y la poltica fusionista de mi Gobierno.
Este libra la capacidad y al celo de V. S. la eleccin de los me-dios de convencimiento y de derecho que debe emplear para con el
30
Gobierno francs, de cuya buena disposicin no hay que sospechar
con respecto la persona del Presidente. Nadie mejor que el Empe-rador puede conocer cuan necesaria ser entre nosotros la influencia
de una personalidad para centralizar en la opinin y en el Gobierno
los elementos disueltos de una sociedad mal regida por tan largos aos,
y expuesta perturbaciones intestinas
Si, como es de esperarse de la justicia de lo que se solicita con res-
pecto al caballero Le Moyne, y de la eficacia de los medios que-V. S.
emplee para conseguirlo, es retirado de su puesto cerca de la Confe-
deracin aquel diplomtico, se entiende que el Gobierno francs no
acreditar cerca del de Buenos Aires ningun otro agente de catego-
ra superior los cnsules de comercio, los cuales son suficientes
para hacer respetar los derechos civiles de sus connacionales.
El Gobierno ha tenido tambin el pensamiento, despus de lo ya
expuesto V. S., de autorizarlo y acreditarlo cerca del Gobierno de
S. M. C. y de Su Santidad el" Pontfice Pi IX. La primera idea ha
ocurrido especialmente despus de recibida la carta confidencial del
Encargado de Negocios de la Confederacin en Montevideo,, que seacompaa en copia (i), acusando recibo del pliego cerrado que conte-
nia uaa carta autgrafa del Presidente S.' M. la Reina de Espaa.
En las actuales circunstancias sera de la ma)'or importancia obtenerde una manera satisfactoria el reconocimiento de la independencia ynacionalidad argentina, interviniendo en este acto el Gobierno Nacio-
*nal. A este respecto har V. S. cuanto crea conducente, ya sea echan-do las bases de un arreglo, ya procediendo celebrar tratados su-
(i) He aqu un extracto de esa carta que formaba parte de estas Instrucciones:
Montevideo, Abril 30 de 1854.
La Confederacin es la vnica nacionalidad de la Amrica espaola que aunno se ha entendido con la Espaa, y cuya independencia no est reconocida por.esta. Este acto pudo creerse alguna vez una vana forma por los que solo veanen l la sancin del triunfo que habian obtenido nuestras armas; pero es de ungrande alcance poltico, desde que nuestros argumentos para fundar nuestro do-minio sobre el territorio del antiguo Vireinato quedaran por el reconocimientode la Espaa convertidos en verdades fuera de toda controversia.
Un tratado con la Espaa importara que las Provincias Argentinas forman
31
jetos la aprobacin del Jefe de la Confederacin y del Congreso,
segn el espritu de nuestra Constitucin. V. S. est al cabo de la
poltica que debe guiarnos para con la Espaa. Ella es una nacin
que debemos tratar al igual de las dems de Europa, y manifestarleque ni sombra existe ya entre nosotros de los enconos que produjo laguerra de la Independencia.
En cuanto la credencial para el Sumo Pontfice, ella no autoriza
V. S. para celebrar ningn concordato con la silla apostlica, pero spara hacer Su Santidad todas las demostraciones de amistad y de
profundo respeto nombre de mi Gobierno, y para asegurar la Ca-beza visible de la Iglesia de los sentimientos catlicos que predominan
en todo este pas, educado en tan saludable creencia. V. S. har de
manera que Su Santidad expida bulas para servir algunos obispados,
aceptando las personas que en nota separada se le comunicarn V.
S., como las mas aptas y las mas aceptables por el Gobierno y el pas
para llevar el bculo de pastores en unaffoca en que es indispensable
que la sabidura 3' el patriotismo se liguen en los sacerdotes de la pri-
mera gerarqua de la Iglesia Argentina. V. S. se servir presentar la
una nacin, lo que seria un triunfo sobre el partido que promueve la segrega-cin de Buenos Aires.'
Importara que todo el territorio pertenece la Nacin, lo que seria un nue-vo argumento contra el artculo 2 de la Constitucin provincial....
Importar el reconocer como jefe de la Confederacin al Presidente con quiense trate.
Evitar que se cometa una irregularidad semejante la de Monsieur LeMoyne.Nos dar una grande importancia moral.... Tantas ventajas y otras muchas no nos costarn sacrificio alguno, pues que
lo tnico que ha pedido la Espaa los nuevos Estados, es que paguen lossecuestros hechos los espaoles en la revolucin y las deudas de sus tesore-ras; y esto lo pagamos ya en la consolidacin de la deuda de 1821 por un mo-vimiento espontneo de justicia.
Seria muy importante que no se detuvieran ustedes en tan buen camino, yque la carta autgrafa siguiera ya el nombramiento de un ministro para ajus-far un tratado.
La situacin de Buenos Aires nos obliga obrar con mucha actividad en lasCortes extranjeras. Es preciso estorbar que se cometan errores, porque una vezcometidos, cuesta infinitamente volver atrs.
Fra
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adjunta carta autgrafa del Presidente de la Confederacin Argentinapara Su Santidad Pi IX, y de la cual se incluye una copia. Mas tarde
recibir V. S. en Europa, instrucciones expresas sobre varios puntos
de urgente arreglo con la Sede Apostlica, todas relativas las necesi-
dades espirituales que se desean llenar con pleno asentimiento del
Pontfice, pero sin menoscabo de los derechos que nos correspondencomo nacin independiente, en la inteligencia de que esto es fcil de
conciliar siempre que preside al arreglo el espritu de moderacin y de
verdad que ha de guiar V. S.
A los antecedentes'comunicados V. S. se aaden cartas y notasdel Encargado de Negocios argentino en Montevideo sobre la inter-
vencin armada que ha realizado el Brasil en la Repblica Oriental del
Uruguay, y fin de que V. S. fije su atencin sobre un hecho tan im-
portante, le estudie en la actualidad y en sus consecuencias para prepa-
rar los Gobiernos de Inglaterra y de Francia para reclamar tiempo,
de acuerdo con la Confederacin, sobre la ocupacin militar de un
Estado independiente con el auxilio de los caudales y sangre argentina.
Por ahora la Conlederacion no dar paso alguno ostensible este
respecto, porque huye de toda complicacin; pero no podria mirar con
indiferencia la ocupacin para siempre del territorio oriental', ni acto
alguno que borrase del mapa de la Amrica una nacionalidad de unmismo origen que la argentina. El Emperador y los hombres eleva-
dos del Brasil han de entrar fcilmente en una poltica' franca y justa,
prestndose servir de apoyo al orden y al establecimiento de gobier-
nos legtimos en la Amrica Espaola que avecina al Imperio, y en este
sentido est autorizado el Encargado de Negocios en Montevideo para
hablar los agentes brasileros, y para proceder en toda su conducta
pblica :
Juan Mara Gutirrez.
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DOCUMENTO N 2
Memorndum del Encargado de Negocios de la Confederacin Argentina,pasado al Gobierno de S. M. B. el 4 de Agosto de 1855, sobre lasituacin poltica de las Repblicas del Plata en sus relaciones conlos intereses britnicos de navegacin y comercio, sobre los obst-culos que se desarrollan contra los tratados de libertad fluvial, ysobre la necesidad y los medios pacficos de removerlos desde ahora.
En vano las naciones comerciales de Europa escribirn tratadosde comercio con las Repblicas del Plata y de sus afluentes; ellos sernnominales mientras all subsista el rgimen de navegacin que la Es-paa fund, con el fin de excluir la Europa no peninsular de todocomercio con sus poblaciones coloniales, situadas en los parajes masinteriores de Sud Amrica precisamente con la mira de hacer efectivaesa exclusin.
La libre navegacin de los rios, sobre cuyas mrgenes estn esaspoblaciones interiores, ser el nico medio de reducir verdad prc-
tica la libertad de comercio, abriendo al trfico directo de la Europa
los numerosos mercados que mantiene desconocidos hasta hoy la
Amrica mediterrnea.Pero la libre navegacin no ser una verdad de hecho por el simple
acto de ser proclamada. Muchos trabajos sucesivos sern necesariospara vencer los esfuerzos que harn los hechos seculares por recuperar
su antiguo ascendiente.
As se ha visto que no bien ha sido proclamada la libre navegacin
de los afluentes del Plata, cuando ya los monopolios pasados se han
vuelto poner en pi, para trabajar en anular disminuir los resulta-dos benficos del nuevo rgimen fluvial.
Los actos que contiene esta reaccin peligrosa, los resortes que los
ponen en ejercicio, y los medios pacficos y eficaces que la Europa
tiene para combatirlos, desde ahora sern el objeto de este Memorn-dum, presentado al Gobierno de S. M. B., no para pedirle alteracinalguna en su poltica seguida hasta el presente (pues es la nica que
T. VI. 3
34
haya comprendido los intereses verdaderos del comercio en aquel pas),
sino al contrario para solicitar de su sabidura y lealtad que persista
en ella, fin de que las otras naciones comerciales de la Europa imiten
su ejemplo, medida que se den cuenta de los motivos de esa polticajuiciosa y de los que en apoyo de la misma me permitir ofrecer en
esta Memoria por parte y en el inters de la Confederacin Argen-tina.
Empezar por sealar un hecho prctico referente Inglaterra,en el cual se verifica la exactitud de lo que establezco al prin-
cipio.
El tratado de comercio entre la Inglaterra y las Provincias Unidas
del Rio de la Plata, celebrado el 2 de Febrero de 1825, contenia un
artculo referente la navegacin fluvial, que por s solo esterilizaba
las ventajas del comercio prometido. Era el articulo 2, en virtud delcual la navegacin y el comercio, prometidos los subditos britnicos,
debian limitarse lospuertosy rios en que oros extranjeros estn fuesenadmitidos. Como no habia mas puerto accesible los extranjeros queel de Buenos Aires, la Inglaterra solo venia obtener por ese tratado
la libertad de comerciar con la Repblica Argentina, poseedora de
numerosos puertos fluviales, por el exclusivo puerto de Buenos Aires.
Ese rgimen, que anulaba la libertad de comercio estipulada, hacia
nominal por otra parte la independencia poltica de las Provincias
argentinas; las cuales, despus de haberse emancipado de la Espaa,
tenan siempre Buenos Aires en el goce de los privilegios comerciales
que la metrpoli destituida ejerci al favor de la clausura fluvial.
Es interesante saber cmo suceda eso, porque el estado interior delos asuntos argentinos contenia y contiene el secreto de su rgimenexterior de navegacin y comercio. La Europa no acertar conocer
la poltica que le conviene en el Rio de la Plata, mientras no investigue
sus reglas la luz de ese estudio. Hasta hoy es poco conocido,
causa de que la antigua capital inteligente monopoliz la historia ar-gentina en el inters de conservar los privilegios de gobierno y de
comercio, que obtuvo por las leyes coloniales espaolas. Por la pri-
mera vez se presentan la Europa los hechos argentinos como son en
toda su verdad.
Conservando la Repblica el sistema de comercio y de navegacinque habia tenido siendo colonia de Espaa, las cosas mismas hacan na-
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cer dentro del territorio una metrpoli sucesora de Madrid, en el goce
de sus privilegios. El Gobierno de Buenos Aires, antigua capital de la
Colonia espaola, y ese ttulo de la nueva Repblica, tom posesin,en nombre de la libertad, de los privilegiosjfluviales que la Espaa habaexplotado en nombre dla conquista.
Por medio de la clausura colonial de los ros conservada indefinida-
mente, Buenos Aires se mantena el nico puerto del pas accesible
.al comercio extranjero; y las Provincias interiores, poseedoras de mejo-res puertos, eran obligadas comerciar por el intermedio del puerto de
Buenos Aires.
Centralizado el comercio de toda la Repblica en el puerto privile.
giado de Buenos Aires, la renta general de aduana (en que consiste
casi todo el tesoro de esa Repblica) y el gobierno de hecho, que es suresultado, venan pasar manos del Gobierno local de Buenos
Aires, por consecuencia del antiguo sistema de navegacin flu-
vial.
Esas ventajas dejaban de hacerse extensivas las otras Provinciasde la Repblica, con solo postergar la creacin del Gobierno nacionalque deba reemplazar al Gobierno espaol derrocado en 1810, en la
posesin de las rentas y de los poderes de la Repblica, compuesta de
todo lo que antesera el Vireinato del Rio de la Plata. Aisladas las
Provincias unas de otras, privadas de Gobierno general interior, cada
una tenia que gobernarse con sus recursos locales. Por ese estado
de cosas el Gobierno de Buenos Aires tomaba para s solo todo el pro-ducto de la aduana nica, ttulo de renta local suya, y cada Provincia
tenia que crear una aduana domstica; multiplicndose por ese medioun mismo impuesto por tantos otros como Provincias.Segn esto, si la postergacin del Gobierno nacional no era obra de
Buenos Aires, es evidente, por lo menos, que ella cedia en su inters
exclusivo, y que el aislamiento de las Provincias y su carencia de Go-
bierno general interior era un estado de cosas muy til para el intersexclusivo de Buenos Aires, porque traa sus manos todo el gobierno
de la Repblica sin la intervencin de sus Provincias. Es constante,
sin embargo, que los esfuerzos de Rivadavia en 1825 por la centraliza-
cin regular del Gobierno argentino sucumbieron manos del provin-
cialismo de Buenos Aires, representado por el partido que impropia-
mente se titulaba,federal. En los ltimos veinte aos, el general Rosas,
- 36
representante de los privilegios fluviales de Buenos Aires en su prove-
cho personal, persigui como sediciosa la idea de crear un Gobierno
nacional argentino, y hoy los sucesores de su Gobierno de provincia,
invocando motivos diferentes, siguen la misma poltica, que viene de
1822, en que un tratado domstico, propuesto por Buenos Aires las
Provincias litorales, estableci el compromiso de no pensar en Con-
greso general hasta una oportunidad que no debia de llegar jams; esdecir, hasta que las Provincias tuviesen paz, antes de tener el Gobier-
no que era indispensable para conservar esa paz. (Tratado cua-
driltero).
Aisladas unas de otras las Provincias, destituidas de Gobierno comn,
algn medio haban de emplear necesariamente para mantener sus
relaciones exteriores de nacin con los Gobiernos extranjeros, y natu-
ralmente tenian que encargar el desempeo de su poltica ce mun ex-
terior la provincia mas accesible al extranjero por ser puerto nicode la Repblica.
Ejerciendo la poltica exterior, lo primero que hacia Buenos Airesera mantener la clausura de los rios, que traa sus manos el gobierno
exterior de todo el pas.
El Gobierno provincial de Buenos Aires, ejerciendo por s solo lapoltica exterior de las Provincias, hacia los tratados de. paz y de guer-
ra, de navegacin y de comercio para toda la Nacin; reglaba por in-
termedio de su legislatura provincial el comercio exterior y la navega-
cin de toda la Repblica; fijaba las tarifas, estableca los derechos de
aduana, y se reservaba todo el producto de su renta. Y como las Pro-vincias no intervenan en la eleccin de las autoridades locales de Bue-
nos Aires, ni concurran la formacin de las leyes que ellas daban en
materia de rgimen exterior, la totalidad de las Provincias, menos una,
es decir, la Repblica Argentina, venia quedar agena y excluida del
todo en la gestin de su gobierno exterior nacional.Buenos Aires
le desempeaba su gobierno exterior, como en otra poca Madrid.
Para excluirlas mas completamente del ejercicio de su propio go-
bierno, en el inters de prolongar su coloniaje republicano y domstico,
una ley local de Buenos Aires exclua absolutamente los argentinos
nacidos en las Provincias de la silla de su Gobierno local, exactamente
como Madrid en otro tiempo excluia los criollos de los empleos p-
blicos, para asegurar la duracin de su vasallaje.
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Ese estado violento de cosas mantena inquieto insatisfecho en el
pueblo de las Provincias el sentimiento de independencia que produjola revolucin de 1810 contra Espaa, y de ah naturalmente la guerra
civil inacabable entre el inters provincial y el centralismo desptico ymonopolista que Buenos Aires ejerci alternativamente en nombre dela unidad y en nombre de la federacin.Por otra parte, desprovistas de autoridad general esas Provincias,
lquin habia de cuidar de su comn tranquilidad?
Hay ejemplo deque la paz exista en nacin alguna de este mundo, sin que haya un Go-
bierno que la haga cumplir y observar?
De mil modos se ha explicado el origen de la anarqua incesante de
ese pas, excepto por su verdadera causa, que reside en los intereses
econmicos. Buenos Aires, que hasta aqu represent y explic las
cosas de la Repblica en el extranjero, callaba ese secreto, porque su
inters estaba en callarlo.
El resultado de ese orden de cosas era que la independencia del pas
se mantena tan incompleta y restringida como la libertad de comercio
con el extranjero.Era evidente y sentida por todo el mundo la necesidad de cambiar
ese estado de cosas por otro que colocase la mayora de las Provin-
cias en posesin completa de su soberana interior y exterior, y que
diese la libertad de comercio toda la extensin que la disposicin na-
tural del pas permitiese.
Habia un medio de satisfacer la vez estas dos exigencias: ese me-
dio consista en la libre navegacin de los grandes y numerosos afluen-
tes del Rio de la Plata; es decir, en la apertura de todos los puertos
naturales y en el libre uso de la navegacin del Paran y del Uruguay
todas las banderas y los buques de toda condicin, tanto de guerra
como de comercio. De modo que la libertad fluvial venia ser unmismo tiempo la llave de la soberana del pueblo argentino y la de laentera libertad de comercio entre las Provincias de ese pueblo y las
naciones extranjeras.La Europa lo comprendi as desde muy atrs, y solicit el goce de
la libre navegacin de los afluentes del Plata como un medio de aumen-
tar el nmero de sus mercados, y de multiplicar su actividad, pues lalibre navegacin otorgada las marinas extranjeras equivala aponer
en ejercicio los grandes vehculos de comunicacin del extenso y rico
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territorio inexplotado y estril hasta entonces por falta de caminos
artificiales.
Las Provincias argentinas lo comprendieron del mismo modo, y so-licitaron la libre navegacin desde los primeros dias de la revolucincontraEspaa, mucho antes que la Europa pensase en ello, porquepara ellas la libre navegacin era un complemento de su independen-cia y el medio soberano de alcanzar su prosperidad material.
Buenos Aires rehus la Europa y las Provincias argentinas ala
vez la libre navegacin dlos afluentes del Plata.
Las Provincias, heridas en su derecho por esa resistencia, reclamaron
Buenos Aires con las armas en la mano un arreglo de esa navegacin
desde los primeros dias de la Independencia. En muchos tratados do-msticos que ponan fin esas guerras de comercio disfrazadas con
motivos calumniosos para las Provincias, el Gobierno de Buenos Airesprometi arreglar oportunamente ese negocio en inters de toda la
Repblica; pero cuando las Provincias pedan el cumplimiento de
esa promesa, el Gobierno de Buenos Aires hallaba siempre inmaturo
y precoz el arreglo de la navegacin, por la simple razn que l debia
retirar de sus manos para trasladar manos del Gobierno nacional,
siempre por crearse, los poderes y las rentas que el Gobierno bonae-rense retenia precisamente por falta de ese arreglo.
En ese desorden permanecieron las cosas por mas de treinta aos,hasta que en 1852 el general Urquiza, Gobernador de la Provincia lito-ral de Entre-Rios, poseedora de excelentes puertos, que estaban cer-
rados^ representante de los intereses de las dems, ech mano de laespada y concluy con la clausura fluvial, derrocando en campo de
batalla al dictador Rosas, enemigo de la libertad de los rios en el inte-rs de Buenos Aires, como hacendado de esa provincia y encargado
de su inmediato mando. El Brasil, ponindose las rdenes del gene-ral Urquiza, cooper ese resultado, entre otras miras, con la de di-vidir con Buenos Aires el privilegio de la navegacin interior; pero
cuando vio que la Confederacin Argentina proclamaba la libertad de
sus rios paralas marinas de la Europa, retir su afeccin al Gobiernonacional argentino, que apoyaba su organizacin en la libertad fluvial,
y la contrajo hacia el Gobierno de Buenos Aires, que coincida con len su resistencia la libertad fluvial ilimitada.
Removido el obstculo, las Provincias asumieron el ejercicio directo
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de su soberana interior y exterior, como lo habian anhelado desde
tanto tiempo; y emplendolo sin prdida de momento en el inters desu regeneracin econmica, cambiaron la geografa poltica del pas,
reemplazando el rgimen colonial y exclusivo de navegacin por lalibertad absoluta de los rios, mediante la cual las Provincias litorales
interiores se hadan capaces de comercio y de poltica exterior, y elpas adquira tantos puertos hbiles para su comercio con la Europa
cuantos posee por la naturaleza.
La Repblica comprendi que su primera necesidad era poblar sus
territorios casi solitarios; que el comercio libre era el agente mas po-
deroso de poblacin rpida y abundante; que la libre navegacin fluvial
era el nico medio de hacer efectiva la libertad de comercio: y en vista
de todo eso se dio una Constitucin concebida para atraer el comercio,
los capitales y las poblaciones de la Europav consignando en ella como
principios de su derecho pblico la libertad de comercio, la libertad de
industria y la libre navegacin fluvial. Para asegurar la estabilidad
de esos principios, la Constitucin impuso al Gobierno la obligacin de
consignarlos en tratados con las naciones extranjeras.
En esa virtud fueron estipulados en Julio de 1853 los tratados de
libre navegacin dla Confederacin Argentina con la Inglaterra, con
la Francia y con los Estados-Uidos.
La Inglaterra adquiri por ese tratado el medio de hacer efectivos en
toda la extensin del vasto territorio fluvial argentino los beneficios
del libre comercio estipulado en 1825 con una reserva que lo hacia no-
minal (artculo 2o.)
La libre navegacin de ese modo establecida oper un cambio fun-damental y completo en las condiciones econmicas y polticas de la
Repblica Argentina, como lo habian esperado esas Provincias; ese
cambio hizo posible la creacin de un Gobierno nacional argentino, el
cual fu reinstalado despus de treinta aos de acefala, desde el dia
que el comercio extendido por la libre navegacin llev manos de
estas Provincias la renta, el tesoro y la poltica exterior, ejercida an-
teriormente para estorbar su establecimiento.
Para crear su nueva autoridad nacional, las Provincias tuvieron que
darle los poderes exteriores y las rentas que hasta entonces habian
existido delegados provisoriamente en manos del Gobierno local de:
Buenos Aires, falta de Gobierno general interior.
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De esc modo la instalacin del nuevo Gobierno nacional, combinadacon la libertad de los rios en que tenia origen, venan destituir in-
directamente al Gobierno local de Buenos Aires de los poderes y ren-tas nacionales que habia posedo al favor de la clausura fluvial y de la
ausencia completa de Gobierno comn.
Buenos Aires que habia aceptado, agradecido del general Urquiza,la destruccin de la tirana de Rosas, no recibi del mismo modo suplan poltico de crear un Gobierno general con poderes y rentas quedeban ser retiradas naturalmente de manos del Gobierno local deBuenos Aires.
Bajo pretextos insustanciales, el Gobierno de esa provincia no tarden desplegar su doble resistencia contra la organizacin del nuevo Go-bierno nacional y contra el rgimen de navegacin que en l teniaprincipio.
Resisti desde luego al Acuerdo de San Nicols, por el cual la Rep-blica entregaba la poltica exterior y comercial al general Urquiza,
hasta la sancin de la Constitucin que debia dar un Congreso, con-vocado en virtud de ese mismo Pacto. Resistiendo al Acuerdo, BuenosAires pens frustrar el Congreso constituyente.
Cuando vio que el Congreso iba instalarse apesar de su inasis-tencia al Pacto de San Nicols, Buenos Aires hizo su revolucin de 1
i
de Setiembre, en que desconoci la autoridad del Gobierno general,
y se llam vida separada de las dems Provincias de la Nacin.
No por eso el Congreso constituyente dej de dar la Constitucin,que fu sancionada y promulgada por el Gobierno de la Confedera-cin y para todas las Provincias que integran su territorio, en virtud
del principio poltico consagrado por ese pas desde su revolucin con-
tra Espaa:Que la mayora popular hace la ley, aun para la minora
disidente.
Sancionada la Constitucin y firmados los tratados de libre navega-
cin qiie deban perpetuar aquel triunfo de la mayoria nacional, Bue-nos Aires. protest contra el cambio de navegacin que afirmaba laprdida de sus antiguos monopolios.Cuando vio malograda su protesta, ech mano de la desmembracin
de la soberana fluvial de la Repblica, como medio de sustraer el ter-ritorio de su provincia al imperio de los tratados de libre navegacin,
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y de sustraer su propio Gobierno local la obediencia y subordinacin
del Gobierno nacional.
Para llevar cabo esa escisin, el Gobierno de Buenos Aires cons-
tituy el territorio de su provincia por s y ante s en Estado indepen-
diente y soberano; y sin dejar de reconocerse en su propia Constitu-cin local parte i?itegrante de la Nacin argentina, se organiz con
separacin entera de su Gobierno nacional, invocando para ello
el sistema federal tomado como lo habia entendido el general Rosas;
es decir, como aislamiento en vez de unin.
Esa actitud de Buenos Aires afectaba de dos modos perniciosos lalibre navegacin: i. Atacando la integridad argentina, sustraa al im-
perio de los tratados de navegacin gran parte del territorio fluvial
declarado libre por la Nacin en esos tratados. Cuando ellos fue-ron estipulados en 1853, todava Buenos Aires se confesaba y era
provincia subalterna de la Repblica Confederacin Argentina. 2
Debilitando al Gobierno nacional argentino la separacin de Buenos
Aires, facilitaba la internacin armada del Brasil en el Estado de Mon-
tevideo. De este modo las dos orillas que forman la boca del Rio dela Plata, quedaban en manos de los dos poderes que han protestado
contra la libre navegacin de sus afluentes, como se hallan hoy mismo
3 quedarn definitivamente, si las naciones signatarias de los tratados
de Julio autorizan y apoyan ese principio de restauracin de la an-
tigua clausura.
Efectivamente, la separacin de Buenos Aires, que no hubiese pasa-
do de una insurreccin parcial y transitoria si hubiera conservado su
carcter domstico, se ha vuelto un peligro serio y capaz de quedar
permanente contra el principio de la libre navegacin, desde que al-
gunas naciones extranjeras le han dado su apoyo acreditando agentesdiplomticos cerca del Gobierno provincial de Buenos Aires, con lo
cual vienen reconocer implcitamente en esa provincia una soberana
poltica independiente, que comprende una soberana fluvial diferente yseparada de la soberania fluvial argentina, en ejercicio de la cual se es-
tipul en los tratados de Julio de 1853 'a libre navegacin de los rios
en toda su plenitud tradicional, sin distinguir territorios ni excluir nin-
guna seccin de las que hoy constituyen la integridad territorial ar-
gentina.
Algunas de las naciones signatarias de los tratados de libre navega-
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cion han seguido esa poltica con un espritu de neutralidad segn la
inteligencia de sus agentes. Pero no tardar la experiencia en adver-
tirles de que reconociendo Buenos Aires como Estado independiente
de la Confederacin, no solo intervienen en la composicin y distri-
bucin de los poderes pblicos que forman el Gobierno interior ar-
gentino, sino que autorizan la disminucin del territorio fluvial com-
prendido en los tratados de libre navegacin, rehabilitan y robustecen
un elemento de resistencia, y contribuyen indirectamente anular en
su propio dao los efectos de la libertad fluvial que se propusieron ob-
tener en su provecho.
Si semejante estado de cosas quedase respetado por la Europa, losdos Gobiernos que hoy dominan de hecho la embocadura del Rio de
la Plata no tardaran en convertirse en uno solo. El Brasil sabra es-
tablecer su preponderada en el pequeo Estado que pretende formar
la orilla occidental del Plata, por los mismos medios con que hoy la
tiene establecida en la margen oriental (1855).Los tratados de navegacin no serian revocados anulados por re-
sultado de esas maniobras; pero la libertad estipulada en ellos seria
contrariada por excepciones y limitaciones reglamentarias que dejaran
sin efecto los beneficios reales de la libertad escrita.
Conviene no olvidar que el sueo del Brasil es apoderarse de las
bocas del Plata y del Amazonas para extender su influjo preponderante
toda la Amrica del Sud. El Brasil es un poder poco temible, si secuentan sus rentas, su poblacin y sus ejrcitos. Pero no se debe
olvidar que su clima destructor por una parte, la distancia que se
halla de la Europa por otra, y el hecho de existir en la misma Amricadel Sud, son elementos que podran hacer las veces de sus ejrcitos
para defender algn da sus quimeras.
En las manos de las naciones signatarias de los tratados de libre
navegacin existen los medios fciles, econmicos y pacficos d preve-
nir todo eso desde ahora mismo.
A la desmembracin de la Repblica Argentina, empleada como me-dio indirecto de combatir la libre navegacin y el orden de cosas de-
rivado de ella, convendra oponer la integridad poltica de esa
Repblica como la garanta mas firme y eficaz del nuevo rgimen
de navegacin.
En la integridad argentina existe tambin la barrera mas fuerte que
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pudiera oponerse las pretensiones del Brasil dirigidas establecer
su preponderancia en el Rio de la Plata, precisamente al favor de la
desmembracin argentina. La separacin reciente de Buenos Aires,suscitada en mucha parte por el Brasil mismo, ha dado ocasin ese
imperio para ocupar la banda oriental del Rio de la Plata contra el
tenor de los tratados celebrados bajo los auspicios de la Inglaterra,en que tuvo origen la independencia dla Repblica Oriental delUruguay.
La anarqua de esta Repblica ha dado pretexto al Brasil para ocu-
parla militarmente sin el concurso de la Repblica Argentina; pues
todos saben que en los ltimos quince aos el Brasil se guard deintervenir en la Repblica Oriental, no obstante la guerra civil que
la devastaba, por respeto la Repblica Argentina, que se conservabaunida en poltica exterior.
La integridad argentina trae por s misma toda la soberana poltica
y fluvial del pas manos del Gobierno general de las Provincias, in-
teresado en conservar la libertad de los ros como la fuente indispen-
sable de su comercio, de su poblacin, de sus rentas y poder. Luego
es preciso reconocer, en la existencia de ese Gobierno general ar-
gentino y del nuevo orden de cosas que se ha dado la Repblica,
una garanta de la libre navegacin, que no presenta ninguno de los
poderes enemistados con ese Gobierno general, precisamente causade haber tomado la libertad fluvial por base de su existencia.
Si es verdad que acreditando agentes diplomticos en Buenos Aires
y aceptando los suyos, es como se consolida la independencia anr-
quica de esa Provincia y se coopera indirectamente la desmembra-
cin de la Repblica Argentina, claro es que el medio eficaz de evitar
ambos resultados consiste en prescindir de todo contacto diplomticocon el Gobierno local de Buenos Aires, como no se verifique por el
intermedio del Gobierno nacional argentino.Siendo evidente que Buenos Aires ha perdido por causa de la libre
navegacin el poder exterior nacional y la mayor parte de la rentageneral de aduana, que retenia en toda su plenitud al favor de la
clausura de los ros, y que la Confederacin ha ganado esos elementosmediante el comercio exterior llevado sus puertos fluviales por elnuevo sistema de navegacin, no debe esperarse nunca que Buenos
Aires preste una adhesin sincera al rgimen que ha perjudicado de
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ese modo sus antiguos privilegios. Luego habra una especie de con-trasentido en apoyar el ascendiente de Buenos Aires sobre la Repblica
Argentina como medio de obtener el comercio libre en toda su ple-
nitud y consecuencias. Por el contrario, ser preciso buscar en el
nuevo orden de cosas que se ha dado la Confederacin y en la ex-
tensin de su ascendiente completo y nico todo el pas, la garanta
del comercio libre con las naciones extranjeras.
Muchos otros motivos de justicia inters militan para que las na-
ciones de Europa se abstengan de acreditar ministros diplomticos
cerca del Gobierno provincial de Buenos Aires y de recibir los que l
enve.
Solo por sofisma ha podido emplearse la teora del Gobierno fede-
ral para justificar la independencia que ha asumido Buenos Aires por
medio de una revolucin armada. La unidad de poder y de territo-
rio que la Repblica hered al Vireinato de dos siglos, fu ratificada
y confirmada por todos los actos domsticos estipulados para hacer
menos central el gobierno interior, deque Buenos Aires quera hacer un
monopolio suyo. En esa descentralizacin relativa del poder interior
consisti siempre el orden de cosas que impropiamente se ha llamado
federal en aquel pas. Ese cambio ocasionado por la aspiracin de
Buenos Aires, antigua capital del Vireinato, tomar el poder que ejer-
ca la metrpoli directamente de dar jefes las Provincias interiores;
ese cambio solo tuvo un carcter domstico que no alter en la menor
cosa la integridad invariable del territorio, de la soberana exterior
y de muchos puntos del gobierno interior, cuyo ejercicio es nacional
por esencia. Bajo ese orden de cosas llamadofederal, las Provinciasno perdieron su antiguo carcter de divisiones metdicas de orden in-
terior, creadas para trasmitir la accin del Gobierno comn. Durante
la ausencia de este Gobierno comn, ellas saban que carecan en l de
un elemento esencial su vida poltica;y de este modo y suscribiendo
pactos para reorganizarlo, admitieron siempre la existencia de una
nacin argentina y de una soberana nacional, indivisible en punto
territorio, diplomacia, colores, armas y muchos puntos esen-
ciales de rgimen interior. Ese orden de cosas, que no alteraba la
condicin domstica de las Provincias, era y debia de ser como no exis-
tente para las naciones extranjeras. Para ellas la Repblica Argentina
fu siempre una indivisible, sea que careciesen no de Gobierno
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comn interior, sea que este Gobierno tuviese diez atribuciones enlugar de veinte.
Luego las naciones extranjeras que reconocen la independencia dela Provincia de Buenos Aires dan esa independencia, que siempre
fu domstica, un carcter nuevo y externo de nacin, toman parte
directa en la desmembracin de la Repblica Argentina, y se ingieren
en la composicin de su Gobierno interior, atribuyndole dos cabe-
zas cuando ella se ha dado una solamente por su Constitucin
general.
Esa poltica se hace menos justificable, cuando se considera que
Buenos Aires no se ha proclamado nacin Estado independiente del
todo de la Repblica Argentina, y que atribuyndole este carcter se
le concede lo que no ha solicitado. Se comprende que proceda de
este modo la poltica del Brasil, interesada en dividir la RepblicaArgentina; pero cualquiera otra nacin comercial procederia contra
sus propios intereses siguiendo la misma poltica. Con qu fin seaplicara la Pr"o\ incia de Buenos Aires, recien ayer sustrada al Go-
bierno general de la Repblica Argentina de que aun se confiesa parte
integrante?JSeria con la mira de obtener de Buenos Aires tratados
de libre comercio en recompensa de su reconocimiento? Pero el
comercio cuya libertad se busca no es el de la Provincia de Buenos
Aires, que ya existe al alcance de la Europa, sino el de las trece Provin-
cias de la Confederacin; y este comercio, imposibilitado antes de
ahora por la clausura fluvial, lejos de obtenerse, se comprometera
por la independencia de Buenos Aires, creada precisamente con la
mira de anonadar ese comercio. Seria proceder al revs del minis-
tro Canning en 1825, seria como servir la metrpoli en dao de las
colonias. Abriendo relaciones diplomticas con la Provincia de Bue-
nos Aires directamente, serian quebrantados los tratados existentes de
amistad, celebrados todos con el Gobierno de las Provincias Unidas
del Rio de la Plata, una de las cuales fu siempre Buenos Aires; pues
nada seria menos conforme la amistad prometida que el auxilio pres-
tado la mas grande calamidad que puede sufrir un pas, la divisin
de su soberana. De modo que los intereses del comercio y de lanavegacin, no menos que la justicia y el sentido recto, aconsejan las naciones de Europa el evitar la separacin definitiva de Buenos
Aires.
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Si se consintiese en renunciar al derecho de navegacin adquiridopor los tratados en el territorio fluvial argentino situado en la Provin-
cia de Buenos Aires, se comprometera por ese medio todo lo demsdel derecho adquirido en los rios Paran y Uruguay, por una raznque no es difcil concebir. S se excluye de los tratados existentes laparte del territorio fluvial que se opone la libertad de navegacinen el inters de su antiguo monopolio, se pone en pi un elemento
que trabajar por recuperar el ascendiente perdido. Lo conseguirtanto mas presto y completamente cuanto mas cooperen ello las
naciones de Europa, reconociendo indirectamente, es decir, legalizan-
do la resistencia de Buenos Aires al rgimen de libre navegacinconsagrado por la Constitucin nacional argentina, y asegurado porlos tratados con la Inglaterra, la Francia y los Estados Unidos.
Trabajar en ese sentido Buenos Aires en fuerza de la atraccinmutua que existe entre las dos secciones que hoy dividen de he-cho la Repblica Argentina. Mas arriba de esa atraccin, que noes sino el resultado y la prueba de la integridad nacional argentina,existe la lucha transitoria. Pero, cul es el objeto de esa lucha?
Precisamente el de sobreponerse uno otro en el dominio de lanavegacin y del comercio. Es la lucha entre el monopolio y la li-bertad. El monopolio representado por el Gobierno de Buenos Aires,aspira restablecer su imperio perdido. La libertad, representadapor la Confederacin que ha constituido su Gobierno, tomndole porbase de su subsistencia, aspira tambin quedar con el seoro com-pleto del territorio. La victoria est hoy por la Repblica. En esetriunfo tienen parte indirectamente las naciones signatarias de los
tratados de libre navegacin. Ayudaran malograrlo, restablecien-do indirectamente el monopolio vencido? En el estado que hanllegado las cosas, esa cooperacin solo servira para dar al monopo-lio los medios de luchar, pero no de vencer. Seria fomentar la guerracivil, haciendo mas dif