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ARETÉ revista de filosofía Vol. X, 1, 1998 pp. 67-100 Hannah Arendt: sobre la revolución En su libro Sobre la revolución Hannah Arendt trató de saldar cuen- tas tanto con la tradición liberal co- mo con la marxista; esto es, con las dos tradiciones políticas que han dominado los últimos 150 años. Su tesis básica es que ambos, marxistas y liberales demócratas, han malen- tendido que lo que era verdadera- mente revolucionario en las moder- nas revoluciones era el siempre frustrado intento de una "constitutio libertatis" -la intención de estable- cer un espacio político de libertad pública en el cual las personas, co- mo ciudadanos libres e iguales, pue- dan tomar control de sus asuntos comunes. En este artículo, el autor trata de mostrar cómo la idea arend- tiana de democracia directa o "con- sejo" democrático, idea que tomada literalmente parece ingenua, puede ser usada productivamente si fuera integrada --en vez de opuesta- al legado liberal democrático-socia- lista. Albrecht Wellmer Freie Universitiit Berlin In her book On Revolution Hannah Arendt has tried to settle accounts with the two dominant political tra- ditions of the Iast 150 years: liberal democrats and Marxists. According to her basic thesis, both traditions have misunderstood the actually re- volutionary element in modero revo- lutions: their repeatedly failed at- tempt to establish a constitutio li- bertatis, that is, a political space of public freedom in which people as equal and free citizens would take control of their common concems. This paper tries to show how Arendt's apparently na"ive idea of direct or "council" democracy may be used productively by being in- tegrated into -instead of being opposed to-- the liberal-democratic socialist legacy.

Albrecht Wellmer. Hannah Arendt. Sobre La Revolucion. Areté Revista de Filosofía. Vol X Nº 1. 1998

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Albrecht Wellmer. Hannah Arendt. Sobre la revolucion. Areté Revista de Filosofía

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  • ARET revista de filosofa Vol. X, N 1, 1998 pp. 67-100

    Hannah Arendt: sobre la revolucin

    En su libro Sobre la revolucin Hannah Arendt trat de saldar cuen-tas tanto con la tradicin liberal co-mo con la marxista; esto es, con las dos tradiciones polticas que han dominado los ltimos 150 aos. Su tesis bsica es que ambos, marxistas y liberales demcratas, han malen-tendido que lo que era verdadera-mente revolucionario en las moder-nas revoluciones era el siempre frustrado intento de una "constitutio libertatis" -la intencin de estable-cer un espacio poltico de libertad pblica en el cual las personas, co-mo ciudadanos libres e iguales, pue-dan tomar control de sus asuntos comunes. En este artculo, el autor trata de mostrar cmo la idea arend-tiana de democracia directa o "con-sejo" democrtico, idea que tomada literalmente parece ingenua, puede ser usada productivamente si fuera integrada --en vez de opuesta- al legado liberal democrtico-socia-lista.

    Albrecht Wellmer Freie Universitiit Berlin

    In her book On Revolution Hannah Arendt has tried to settle accounts with the two dominant political tra-ditions of the Iast 150 years: liberal democrats and Marxists. According to her basic thesis, both traditions have misunderstood the actually re-volutionary element in modero revo-lutions: their repeatedly failed at-tempt to establish a constitutio li-bertatis, that is, a political space of public freedom in which people as equal and free citizens would take control of their common concems. This paper tries to show how Arendt's apparently na"ive idea of direct or "council" democracy may be used productively by being in-tegrated into -instead of being opposed to-- the liberal-democratic socialist legacy.

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    Se sabe que Hannah Arendt ha establecido en su libro Sobre la revolucin 1 algo as como una rplica a los argumentos tanto de la tra-dicin liberal-democrtica como de la marxista, es decir, de las dos tradiciones polticas dominantes en los ltimos ciento cincuenta aos. Segn su tesis principal, ambos, los demcratas liberales y los marxis-tas, no habran entendido el drama de las revoluciones modernas, al no haber comprendido que lo propiamente revolucionario en las revo-luciones modernas era el constantemente frustrado intento de una Con.stitutio libertati.s -un intento de establecer un espacio poltico de libertad pblica en el cual los hombres tomasen en sus propias manos, como ciudadanos iguales y libres, sus asuntos comunes.

    Ambos, tanto liberales como marxistas, habran estado igual-mente comprometidos con una concepcin de lo poltico, segn la cual el objetivo final de la poltica es algo situado ms all de la pol-tica misma -sea esto la irrestricta persecucin de los intereses indivi-duales, el bienestar privado de los ciudadanos o el establecimiento de una sociedad sin clases. En lo que concierne a los marxistas, la crtica de Arendt ya se ha convertido en un locu.s cla.s.sicus y no necesita de mayor explicacin. Ms provocadora, desde el punto de vista actual, resulta su crtica a la democracia liberal y social de las sociedades industrializadas modernas. Sin embargo, vale la pena repasar aqu otra vez los argumentos de Arendt.

    Arendt desarrolla sus categoras dentro del paradigma de la re-volucin americana, que es --en su opinin- la nica revolucin me-dianamente exitosa de la modernidad. Aquello que finalmente anhela

    1 Arendt, Hannah. ber die Revo/ution, Munich: Piper, 1963.

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    el pueblo revolucionario en todas las revoluciones modernas -la constitucin de un espacio de libertad pblica-, por primera vez se convirti en realidad con la revolucin americana, dentro de un Estado grande moderno, gracias a condiciones favorables, una larga tradicin de autoadministracin local y el ingenio poltico de los padres funda-dores. Y es que, he aqu lo que interesa a Arendt, la libertad no fue realizada slo en el sentido "negativo" de una garanta constitucional de derechos fundamentales y civiles generales e iguales, sino en el sentido "positivo", justamente poltico, del establecimiento de un sis-tema federativo de instituciones, en el que la autoadministracin de los ciudadanos -desde el nivel de la autoadministracin local hasta el nivel de la poltica nacional- pudo volverse una realidad que estuvie-se anclada en la experiencia y en la costumbre y que simultneamente poda experimentarse siempre de nuevo en la praxis diaria.

    Desde el modelo americano, Arendt desarrolla su idea de un sis-tema de consejos como la alternativa poltica a las concepciones del Estado liberal-democrticas, social-democrticas y marxistas -para no hablar de las concepciones conservadoras y autoritarias de lo pol-tico. Segn Arendt, en las grandes revoluciones posteriores, sobre todo en la francesa y la rusa, era cada vez redescubierta espontneamente por el pueblo revolucionario la idea del sistema de consejos, para ser consiguientemente reprimida segn la misma lgica brutal por una lite revolucionaria --o tambin por el establishment conservador-que haba llegado al poder. Slo en Amrica se conservaron los ele-mentos de aquella tradicin de autoadministracin local de la que haba partido alguna vez la revolucin americana, y se mantuvo el re-cuerdo de la "felicidad pblica" del coactuar de libres e iguales, tal como haba sido experimentado en ese entonces tanto en los towns-hips y wards de la poca prerrevolucionaria como a nivel nacional en la fase de la constitucin de la repblica americana.

    Ciertamente, segn Arendt, poco despus de la revolucin se volvieron tambin en Amrica cada vez ms fuertes las tendencias hacia el establecimiento de un Estado de partidos y con ello hacia el desarrollo de una democracia de masas moderna, tendiendo los ciuda-danos, segn Arendt, en las democracias de masas modernas, a ser slo libres en el sentido "negativo", por haber perdido, al drsela a sus representantes, a grandes partidos y a representaciones comunales, su

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    libertad poltica -la libertad de un autogobierno que se realiza en un actuar y deliberar comn. Lo que tienen en comn el Estado de parti-dos y la dictadura de un solo partido de los Estados socialistas es, segn Arendt, la tendencia a la disolucin de la poltica en administra-cin; de cierta manera, la dictadura de partido marxista simplemente cosecha las consecuencias de una inhabilitacin poltica de los ciuda-danos intrnseca al desarrollo del sistema de partidos liberal-democr-tico, de una despolitizacin de lo poltico, en la cual vea Arendt una amenaza fatal a la libertad en el mundo moderno.

    Aun si no se considera este ltimo argumento de Arendt como determinante despus de la cada del socialismo real, se pueden fcil-mente pensar reformulaciones de este argumento en las cuales se mantendra el punto principal: las tendencias a la autodisolucin de la democracia liberal debido a una creciente despolitizacin de lo polti-co y a una creciente inhabilitacin de los ciudadanos parecen influir por doquier en las democracias modernas. Al respecto, an hoy demuestra su eficacia la fuerza crtica y diagnosticante del concepto de Arendt de libertad poltica como el centro de gravitacin secreto de las revoluciones modernas. Que se trate de un centro de gravitacin secreto de las revoluciones modernas, significa que la idea de libertad poltica, como la pone Arendt frente al common sense de las democra-cias modernas, est fuera de lugar en el discurso poltico establecido en la modernidad, por lo que los sucesos revolucionarios decisivos de la modernidad son percibidos slo distorsionadamente en el recuerdo y en el pensamiento de los hombres.

    En un sentido filosfico, es radical la reinterpretacin de Arendt de la historia de las revoluciones modernas y su crtica al olvido de la libertad y de lo poltico por parte de la tradicin liberal-democrtica: Arendt adjudica a sus contemporneos la capacidad de un rompimien-to radical respecto de las categoras centrales en las que las sociedades modernas se han articulado polticamente. Poniendo ella en movi-miento estas categoras y llevndolas a una nueva interrelacin estruc-tural, tena que volverse, antes que nada, tangible y articulable una idea de libertad poltica, la cual, si bien causaba subrepticiamente mayor o menor efecto en las revoluciones de la modernidad, contra-deca a la vez el mainstream del pensamiento poltico moderno.

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    Es fascinante aqu que Arendt inicie su crtica al olvido de lo poltico en la modernidad desde dos extremos diferentes de la historia de la filosofa: sus puntos de referencia ms importantes son Aris-tteles y Heidegger, aunque slo aparezca explcitamente el primero. Quiz sera mejor decir: su punto de referencia ms importante es un Aristteles reledo con y contra Heidegger2

    Las huellas de la filosofa prctica aristotlica son tan claras e inconfundibles en el concepto de lo poltico de Arendt, que slo tengo que recordar aqu lo universalmente conocido: son claras las huellas cuando Arendt contrapone las esferas del actuar y del coactuar a las esferas del "producir" y del "trabajo"; la racionalidad del deliberar prctico, de la inteligencia poltica y de la capacidad de juicio poltico a la racionalidad del conocimiento cientfico, del producir tcnico y del administrar econmico o "poltico"; la esfera pblica de la "Iso-noma" a la esfera privada del trabajo y de la bsqueda de la felicidad individual; todas estas contraposiciones nos recuerdan las diferencia-ciones aristotlicas.

    Visto de esta manera, Arendt est tratando de reactivar una tradi-cin de pensamiento poltico antigua, pero en gran medida olvidada durante la modernidad. Pero ella no es simplemente una neoaristotli-ca. Y no lo es porque su referencia a Aristteles tiene, a pesar de la reconocible contraposicin a la poltica o anti-poltica de Heidegger, inconfundibles rasgos de un repensar heideggeriano de, incluso, las categoras aristotlicas.

    Arendt describe la Constitutio Libertatis como la apertura de un mundo, como la ruptura del continuum de la historia, como un reini-cio radical, y se opone a cualquier relacin a nivel de fundamentos entre los impulsos polticos de libertad en la modernidad y el univer-salismo de los derechos humanos en la tradicin liberal. La crtica de Arendt a la filosofa de la historia y a la idea de progreso son elemen-tos de una filosofa de la finitud, bajo cuya luz aparece por un lado la constitucin de un espacio de libertad pblica como un acto performa-tivo contingente de quienes deciden coactuar como libres e iguales, y

    2 En relacin con la lectura productivo-crtica de Heidegger cf Jaeggi, Rahel, "We/t" und "Person''. Zum anthropologischen Hintergrund der Gesel/schaftskritik Hannah Arendt, Tesis de maestra, Berln, 1995 (indito).

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    bajo cuya luz aparece, por otro lado, la expansin de este espacio de libertad poltica como necesariamente limitado y local, como "ence-rrado", tal como Arendt misma dice. El espacio de la libertad pblica es un espacio esencialmente finito, es de cierto modo el resplandor de una luz, en la cual "brilla"' por momentos histricos la vida del hom-bre en tanto criatura y se abre hacia un mundo del actuar en comn. Al final del libro sobre la revolucin nos recuerda Arendt el Teseo de Sfocles, por cuya boca proclama Sfocles: "de lo cual se asan estos hombres, para no ser vencidos por la pena del ser viviente y para llegar de la oscuridad de la criatura a la claridad de lo humano. Era la polis, el espacio delimitado del acto libre y de la palabra viva, 'que haca relucir la vida' ton bin lamprn poieisthat'3

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    Sobre la remlucin es en rasgos definitivos un libro radicalmen-te no-kantiano. Pues el libro separa la relacin, fundamental para Kant y la tradicin liberal, entre la idea de libertad poltica y el universalis-mo de los derechos humanos. No es que Arendt se oponga a este uni-versalismo de los derechos humanos, pero en notoria coincidencia con su antpoda Carl Schmitt se opone a la relevancia poltica de este uni-versalismo: se convierte en una categora ya solamente moral. En lo que se refiere a los derechos fundamentales y civiles liberales, que en la tradicin liberal estaban fundamentados totalmente en los derechos humanos, Arendt los entiende ----

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    decir poltica, de una forma de Estado republicana. Esta ltima, la libertad poltica, es ms bien contrapuesta por Arendt a la gramtica universalista del discurso liberal moderno. Ciertamente reaparecen en el libro sobre la revolucin partes en las cuales se hacen visibles, en el pensamiento de Arendt, huellas de una interpretacin universalista de la idea de libertad poltica, por ello tambin huellas del universalismo revolucionario de las revoluciones francesa y rusa. Un ejemplo de ello es el texto ya citado del Teseo, en donde contrasta Arendt la "oscuri-dad de la criatura" con la "claridad de lo humano". De manera ms explcita se dice en otra parte: "Lo que fue ocultado por las terribles catstrofes de las revoluciones del siglo veinte no es ni ms ni menos que esta primera, ahora s revolucionaria esperanza del pueblo euro-peo y quiz finalmente de todos los pueblos del mundo en una nueva forma de Estado, que le pudiese permitir a cualquiera, en medio de las sociedades de masas, participar de los asuntos pblicos de su tiem-po"5. Y como para explicar esta idea de una "esperanza revoluciona-ria" quiz s unificadora de "todos los pueblos del mundo", Arendt hace pocas pginas despus un gran recorrido desde la revolucin americana, pasando por los sistemas de consejos franceses de 1789 y 1871 y el movimiento de consejos ruso de 1917, hasta los inicios de un sistema de consejos en la revolucin hngara de 1956, comentando (y este comentario se refiere de igual manera a todos los estallidos revolucionarios que siguieron a la revolucin americana): "De nuevo, como en el caso de las innumerables alianzas, 'ca-asociaciones' y confederaciones que conocemos de la historia temprana de Norte-amrica, se impuso el principio federativo de la unin y alianza de unidades separadas de las condiciones elementales del actuar ... "6

    Lo que Arendt expresa aqu no es ni ms ni menos que la idea de que la libertad poltica est establecida, no en un sentido terico sino en uno prctico, en las "condiciones elementales del actuar". sta es la versin particular de Arendt de un universalismo revolucionario, quedando por cierto poco claro, por el momento, cmo se comporta

    los aptridas y de la~ minora~ sin derechos en los tiempos de nacionalismos y totalitaris-mos. especialmente, por supuesto, del terror nazi. Cf Arendt, Hannah, "The Rights of Man: What Are They?", en: Modern Review, 311 (1949).

    5 Arendt, Hannah, ber die Revo/ution, o. c., p. 341. 6 /bid., p. 344. La~ cursivas son del autor.

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    este latente universalismo de Arendt y de cierto modo basado antro-polgicamente hacia al universalismo de los derechos humanos libe-rales.

    Antes de regresar a esta pregunta, quiero observar de manera ms detallada la contraposicin de Arendt entre Estado de partidos y sistema de consejos, entre democracia parlamentaria y directa -una contraposicin a travs de la cual trata de separar a la vez su concep-to de libertad poltica de aqul de la tradicin liberal-democrtica. La fuerza del diagnstico y de la crtica de esta contraposicin, tal como es desarrollada por Arendt hacia un concepto de libertad poltica, es, como ya he indicado, considerable. Sin embargo, si se toma la contra-posicin literalmente, vale decir concretamente, entonces es ingenua (es la ingenuidad de los tericos anrquicos).

    Las instituciones polticas de las sociedades modernas complejas no se dejan reconstruir segn el simple modelo de un sistema de con-sejos. En vista de ello considero, por ahora, el concepto de sistema de consejos como metfora para una red de instituciones, organizaciones y asociaciones autnomas o parcialmente autnomas, en las que puede tener lugar algo as como un autogobierno de libres e iguales -en di-ferentes sentidos, con tareas diferentes y diferentes formas de captar miembros-, una red cuyas unidades pueden estar entrelazadas, rela-cionadas entre s o en dependencia mutua tanto de manera horizontal como vertical.

    En el caso de interrelaciones estructurales complejas de este tipo puede tratarse tal!fo de instituciones de un sistema poltico federativo (desde el nivel local hasta el nacional) como tambin de asociaciones, organizaciones e instituciones de una sociedad democrtica civil, a di-ferencia de las instituciones propiamente polticas. Pienso que Arendt, en el concepto del sistema de consejos, tiene que haberse referido a ambos: por un lado, a las instituciones polticas de un sistema poltico federativo, y por el otro a una red de asociaciones y organizaciones autnomas y parcialmente autnomas.

    Un coactuar de libres e iguales es en principio tan posible en la autoadministracin de universidades o en la auto-organizacin de ini-ciativas civiles como en las instituciones propiamente polticas de un sistema federativo. El sabor de la libertad y la experiencia de la liber-tad --ste es el punto decisivo de Arendt- se alimenta de la partici-

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    pacin multifactica en los asuntos comunes, siempre y cuando sta tenga lugar dentro de formas organizacionales con un grado suficiente de autonoma frente a restricciones e injerencias externas. Y la idea significativa de Arendt, que recin ha sido retomada seriamente en el debate entre liberales y comunitaristas, es que la libertad poltica slo puede ser deletreada en trminos de un sistema de instituciones, aso-ciaciones y organizaciones del autogobiemo, y esto de una manera tal que la libertad tenga que comenzar y ser experimentable ah donde los "asuntos comunes" sean, en cierto sentido, fsicamente tangibles a los participantes, y en donde puedan ser negociados, de forma autnoma, como sus propios asuntos inmediatos. Evidentemente, la libertad pol-tica as entendida es algo diferente, y tambin algo ms, que tan slo la garanta constitucional de derechos fundamentales y civiles. stos son, como correctamente afirma Arendt, un presupuesto para la liber-tad, mas no la libertad misma.

    Es importante darse cuenta de que para Arendt se trata definiti-vamente de un concepto de libertad poltica bajo las condiciones de una modernidad post-tradicional. Mantiene hacia sus arquetipos -no slo hacia la polis de Atenas, sino tambin hacia el republicanismo de la poca temprana americana- una distancia caracterstica; la distan-cia de un pensamiento decididamente postmetafsico. Lo que la une con los liberales -a pesar de toda su crtica al liberalismo--, es la conciencia de una irremediable ruptura de la tradicin en el trnsito hacia la modernidad, sobre todo en el sentido de un derrocamiento de la tradicin como fuente de legitimidad y autoridad. La misma Arendt ha descrito esta ruptura como el rompimiento, al comienzo de la mo-dernidad, del trias romano de autoridad, religin y tradicin como fundamento (antiguo) de lo poltico7 En la afirmacin de esta ruptura, est ms cerca de los liberales que de los comunitaristas. Por otro la-do, su crtica al liberalismo forma parte de un intento no slo de "des-construir" los fundamentos del pensamiento poltico moderno, sino tambin de rastrear la genealoga de este pensar hasta Platn y Aris-tteles.

    7 Cf Arendt, Hannah, "What is Authority?" en: Between Past and Future, Nueva York, 1977, pp. 120ss.

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    Su relectura y crtica de la tradicin de la filosofa poltica es radical en el sentido heideggeriano, y a la vez un intento de recompo-ner la desconstruccin de Heidegger de la metafsica. Esto significa principalmente que Arendt ve fundamentado en una interrelacin de tradiciones de la filosofa poltica europea, que se remonta hasta Pla-tn y Aristteles, el olvido de lo poltico en las teoras liberales -su supresin de lo propiamente poltico en favor de una total concentra-cin en los derechos individuales e intereses particulares de los indivi-duos pensados como prcpolticos y en favor de una razn pensada ins-trumentalmente. Inclusive Aristteles, al cual debe Arendt la diferen-ciacin entre actuar y producir, entre praxis y poiesis, ha supeditado finalmente, segn Arcndt, la esfera de lo poltico a estndares que pro-vienen de la esfera de lo privado y de lo socialx. Frente a esto, Arendt quiere elaborar y defender la autonoma de lo poltico en un sentido doble: autnoma es la esfera de lo poltico frente a la esfera de lo pri-vado y lo social en el sentido de que el coactuar en un espacio pbli-co tiene su fin en s mismo, y no una finalidad extra-poltica --como son, por ejemplo, la proteccin, la moralizacin o la tendencia privada hacia la felicidad. Y autnoma tambin es la esfera de lo poltico en el sentido que no tiene fundamento normativo que le est trazado desde afuera, es decir, desde ms all de lo poltico.

    Es fcil ver que, con estos dos postulados de autonoma, Arendt ataca la tradicin liberal desde dos lados simultneamente; en ambos casos su crtica se dirige finalmente contra el rol central de los dere-chos humanos y civiles en el dispositivo liberal: stos forman una ba-se normativa de tipo transpoltico para el pensamiento liberal, y fun-damentan una concepcin de la poltica segn la cual la finalidad de sta, su te/os, es el afianzamiento de los derechos fundamentales y el bienestar de los individuos.

    No es de esta manera, naturalmente, como Arendt quiere con-traponer el concepto de lo poltico a estos fundamentos morales y "finalidades" inherentes al dispositivo liberal (en esto difiere de Carl Schmitt). Su tesis central es, ms bien, que las categoras del disposi-tivo liberal no bastan para fundamentar un concepto adecuado de lo poltico. Y poltico es para Arendt el coactuar conjunto de libres e

    X /bid., p. 118.

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    iguales en un espacio de libertad pblica. En tal espacio de libertad pblica el poder de convencimiento de la palabra y el poder de deci-sin de los actuantes toman el lugar del conocimiento seguro y de la capacidad tcnica. Recin en este espacio es liberada la capacidad, fundamental para los hombres, de actuar e iniciar algo nuevo; en este espacio la pluralidad de los hombres, constitutiva para la vida hu-mana, puede aparecer y convertirse en fuerza formadora del mundo. Y, finalmente, recin en un espacio de libertad pblica se puede consti-tuir el poder poltico, cuyo lugar es, para Arendt, el "espacio interme-dio mundano" entre los actuantes que recin se forma a travs de su interaccin: " ... tal como a la gramtica de la accin le pertenece el ser la nica capacidad que presupone pluralidad humana, as le pertenece a la sintaxis el poder ser el nico atributo humano que no es inheren-te al ser humano, sino al espacio intermedio mundano a travs del cual estn vinculados los hombres y el cual crean expresamente en el acto de fundacin ... "9

    Sin embargo, slo la constitucin de un espacio de libertad pol-tica, contina la tesis de Arendt, puede darle a la vida humana un sig-nificado ms all de las contingencias y fragilidades de su condicin de criatura, puede traerlo de la oscuridad de lo meramente privado o social hacia la claridad de un mundo comn.

    La dificultad particular que plantea el concepto de Arendt de lo poltico consiste en su latente multiplicidad de significados. Se le puede interpretar, casi heideggerianamente, en el sentido de una crti-ca radical de la modernidad. Entonces, en la crtica al olvido de lo poltico de la modernidad subyacera una referencia a experiencias y posibilidades que estn en gran medida olvidadas dentro de las demo-cracias contemporneas y que slo habran ganado una realidad fugaz en momentos revolucionarios o casi revolucionarios, como en la revo-lucin hngara, en el movimiento de los civil rights y en el movi-miento estudiantil. Sin embargo, el precio de tal interpretacin sera, hablando paradjicamente, una despolitizacin del concepto de lo poltico de Arendt, tal como muestra el libro por dems digno de aten-cin de Dana Villa sobre Arendt y Heidegger10 El concepto de Arendt

    9 Arendt, Hannah, ber die Revo/utiotl, o. c., p. 227. 10 Villa. Dana R . Arendt und Heidegger. The Fute of the Po/iticul. Ptinceton, Nueva

    Jersey: Ptinceton University Press, 1996.

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    sobre lo poltico ya no tendra ms una referencia susceptible de ser aplicada a experiencias y posibilidades de lo poltico, cotidianas en comunidades democrticas complejas: la poltica se convertira en el otro de lo poltico, tal como lo conocemos.

    Es otra, sin embargo, la pretensin de su filosofa poltica, como se sigue, no en ltimo lugar, de su referencia afirmativa a la Cons-titutio libertatis de la revolucin americana. Esto nos acerca a una in-terpretacin alternativa, una interpretacin que intenta integrar, de ma-nera terico-democrtica, el concepto de Arendt de lo poltico, en el sentido de la teora de la democracia de Habermas, por ejemplo 11

    Lo problemtico de tal punto de partida para la interpretacin est en el peligro de una nivelacin terico-discursiva de la crtica de Arendt al dispositivo liberal-democrtico. De ahora en adelante me voy a aunar a la decisin bsica estratgica del segundo punto de par-tida de interpretacin, en otras palabras, intentar reinterpretar terico-democrticamente el concepto de Arendt de lo poltico. Pero a pesar de ello voy a intentar hacer valer, al mismo tiempo, frente a una asi-milacin terico-discursiva apresurada, los rasgos originales de su conceptos de revolucin y poltica, esto es, su crtica al dispositivo liberal-democrticol2_

    lll

    Comienzo con algo as como una confrontacin esquemtica de la relacin entre universalismo y particularismo, tal como se manifies-tan, en Arendt el primero, y en la tradicin liberal el segundo. Ya antes se ha mencionado que Arendt, a pesar de aceptar el universalis-

    11 As por ejemplo, Benhabib, S., "Modelle des Offentlichen Raums: Hannah Arendt, die liberale Tradition und Jrgen Haberma,", en: Soziale We/t, 42 (1991), as como tambin y por sobre todo Habermas mismo en: Faktizitiit und Geltun~. Frankfurt am Main, 1992, especialmente pp. 182 ss.

    12 Me parece difcil decidir si se puede hablar, en Habermas, de tal asimilacin terico-discursiva apresurada de conceptos de Arendt. Lo que habla en favor de ello es el intento de Haberma' de deducir un principio de democracia slo de una "combinacin del principio de discurso y de la forma de derecho" (o.c., p. 154); Jo que habla en contra de ello son proba-blemente la' reflexiones complejas de Haberma' sobre la relacin entre "soberana del pueblo", "poltica deliberativa", "la cosa pblica" y "sociedad civil" en los captulos VII y

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    mo kantiano de derechos humanos y civiles, corta a la vez el nexo que une, en la tradicin liberal, los derechos humanos con los civiles, y, en la tradicin democrtica, los derechos civiles con una idea de libertad poltica: Arendt interpreta la idea de los derechos humanos como una idea solamente moral, es decir prepoltica, y la idea de los derechos civiles en el sentido de solamente una idea de Estado de derecho. Con esto se relaciona el '"particularismo" distintivo que --

  • Albrecht Wellmer

    mente) de Habermas, entonces se aclara -y de manera ms patente que en Kant mismo y en toda la tradicin liberal-, que ya en la conexin liberal de derechos humanos y civiles se encuentra a la vez una tensin entre particularismo y universalismo: esta tensin es de otro tipo que la descrita en Arendt inicialmente, pero su comprensin tiene tambin consecuencias para las ideas republicanas de Arendt.

    La tensin del universalismo kantiano al que se hace mencin aparece aqu dado que la positivizacin de los derechos humanos y civiles particulariza a la vez a estos ltimos. La razn de ello es que los derechos civiles son siempre slo los derechos de los miembros, por ello no es una coincidencia que la realizacin de los derechos humanos como civiles en la revolucin francesa fuese simultneamen-te la hora de nacimiento del Estado nacional europeo. Pero que exista un conflicto real en la tensin entre el particularismo de derechos civi-les y el universalismo de los derechos humanos, se muestra hoy en da en todos aquellos lugares en los cuales los intereses particulares de sociedades democrticas entran en conflicto con su retrica de dere-chos humanos, la que a su vez --cosa que debe ser nuevamente remarcada- tiene sus races en los fundamentos de legitimacin de las democracias occidentales mismas.

    Afirmo ahora -sin poder argumentado en este momentol3- que la gramtica profunda de Kant del discurso liberal-democrtico mo-derno slo permite una solucin frente a esta tensin, en los funda-mentos de las democracias modernas, entre universalismo y particula-rismo -una tensin que se convierte hoy cada vez ms en un dram-tico reto poltico y moral para las sociedades democrticas de Occi-dente- esto es, una solucin a travs del establecimiento de una so-ciedad de ciudadanos del mundo liberal y democrtica, en la cual estn protegidos de una manera socialmente justa los derechos huma-nos y civiles de todos 14 Derechos humanos, derechos civiles, justicia: stos son los conceptos centrales que definen la gramtica del discur-so liberal-democrtico.

    13 Cf. sin embargo, Wellmer, Albrecht. "Bedingungen einer demokratischen Kultur: Zur Debatte zwischen 'Liberalen' und 'Kommunitaristen'", en: Endspiele: Die unversiHlllliche Modeme, Frankfurt: Suhrkamp. 1993, p. 70ss.

    14 La ltima oracin es una frmula fuertemente simplificada para un problema inmen-samente complejo conceptual, legal e institucionalmente. Dos malentendidos deben ser evi-

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    El universalismo de ste es bsicamente tambin el de Marx. El convencimiento del marxismo de que la revolucin slo tendra xito como revolucin mundial ofrece en cierta manera slo la contraparte materialista a la idea kantiana de una sociedad de ciudadanos del mundo. Arendt no estaba totalmente equivocada cuando pona tan cerca la democracia liberal y el marxismo, cual dos formaciones com-plementarias de un slo dispositivo histrico. Ciertamente trato de resaltar aqu el reto histrico an vlido contenido en esta relacin de complementariedad -a diferencia de los aspectos negativos que ha subrayado Arcndt. El reto consiste en que el universalismo de la tradi-cin liberal y del marxismo no slo se refieren el uno al otro, sino que a ambos subyace una problemtica no superada e insuperable. Esta problemtica resulta del choque entre el universalismo material de la economa y la tecnologa con la idea insuperable de los derechos humanos. El universalismo material de la economa y el universalismo normativo de los derechos humanos podran, tal es mi tesis, llegar a la armona slo dentro de las estructuras de una sociedad de ciudadanos del mundo liberal y democrtica --en donde naturalmente no se debe pensar de inmediato en un Estado mundial.

    La tensin entre el particularismo y el universalismo en el con-cepto de revolucin de Arendt es, como ya dijimos, de otro tipo que la

    tados desde un principio: primero, el malentendido de que aqu se sugiere la idea de un Estado mundial; segundo, el malentendido de que se sugiere la posibilidad de una solucin definitiva de los derechos humanos. En lo que atae al primer malentendido, hay razones serias para la suposicin de que una "sociedad de ciudadanos del mundo", que fuese pensa-da segn el modelo de los Estados nacionales corno un Estado mundial, "significara el fin de toda ciudadanidad y de toda poltica", corno lo formula Arendt en su ensayo "Karl Jaspers: Brger der Welt" (Cf Arendt, Hannah, Men.~chen in finsteren Zeiten. Munich/Zu-rich: Piper, 1989, p. 1 00). Para poder siquiera pensar una sociedad de ciudadanos del mun-do corno "continuacin" de las tradiciones democrtica y republicana de la modernidad se debera poner en cuestin la alternativa "Estado nacional o mundial". Jean Cohen ha mos-trado en un anlisis brillante y extraordinariamente esclarecedor de los "dilemas del re-publicanismo de Arendt" que esta alternativa ya es puesta en cuestin prcticamente de varias manera~ por la~ forma~ actuales de una internacionalizacin de la problemtica de los derechos humanos y de la unificacin supranacional ( Cf. Cohen, Jean, "Rights, Citizenship, and the Modern Forrn of the Social: Dilernrnas of Arendtian Republicanisrn", en: Constellations, 3, No 2 ( 1996)). Cohen aclara, especialmente, que a la internacionalizacin de la problemtica de los derechos humanos no deja de pertenecerle una diferenciacin en el concepto de proteccin de derechos humanos, la cual pone en cuestin la alternativa de derechos humanos "en sf' (no reclarnables judicialmente) versus derechos civiles garantiza-

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  • A/brecht Wellmer

    que hemos justamente descrito. El tema de Arendt no es la justicia, sino la libertad (poltica). Su universalismo no es, consecuentemente, ni el universalismo normativo de los derechos humanos ni el universa-lismo fctico de la economa y la tecnologa modernas. Es, ms bien, el universalismo de una posibilidad humana -la posibilidad de cons-tituir, dentro de condiciones histricas contingentes, un espacio de li-bertad pblica, que no implica ninguna ley teleolgica ni perspectiva escatolgica y que no est garantizado por o tiene su fundamentacin final en algn fundamento normativo. La posibilidad de la libertad poltica es universal en tanto est establecida en las "condiciones ele-mentales del actuar"; frente a esto, cualquier constitucin real de un espacio de libertad poltica puede ser meramente la constitucin de un espacio de libertad delimitado, "encerrado", ya que slo puede resul-tar de un acto "revolucionario" contingente de un grupo definido de personas coactuantes.

    dos estatalmente. En los sistemas legales democrticos contemporneos ya es activa de varias manera~ tal diferenciacin (por ejemplo, entre "those sets of rights that should belong to citizens as members of a discrete community, the rights a'sociated with rcsidence, and those sets of rights that should be long to everyone", o.c., p. 179). El anlisis de Cohen, al que tuve acceso recin despus de finalizar el presente trabajo, pone en cuestin de una manera mucho ms diferenciada de lo que yo he hecho aqu el particularismo del republica-nismo de Arendt desde el punto de vista de la problemtica de los derechos humanos. En lo que se refiere al seRundo malentendido, es necesario recordar que la idea de derechos humanos como tal no implica preJuicios en lo que respecta a sus concreciones e institucio-nalizaciones legales, y justamente por ello est sometida a una discusin fundamentalmente inacabable sobre su interpretacin e implementacin. La idea de los derechos humanos des-cribe un horizonte normativo que, en el mbito del discurso democrtico, tiene que ser cada vez nuevamente traducido a concreciones legales, trascendiendo este horizonte normativo ms all de cualquier concrecin normativa y exigiendo y permitiendo la superacin crtica de stas. La idea de los derechos humanos, bien entendida, no permite por ello posiciones

    teleolgica~ detinitivas. Naturalmente, de la misma manera podemos diferenciar sistemas legales en los cuales est incorporada esta idea como principio legal fundamental, de otros sistemas legales, y en este sentido entonces hablar de una sociedad de ciudadanos del mundo, "en la cual estaran defendidos los derechos humanos y civiles de todos de una manera socialmente justa", tendra un sentido ms all de toda sospecha. Referente al pro-blema de la interpretacin y la concrecin legal de derechos humanos comprese Wellmer, Albrecht, "Derechos humanos y democracia", en: Gosepath, Stefan y Lohman, Georg. (Eds.), Philo.wphie der Menschenrechte, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1998 (en prensa). Cohen adem~ indica en el ensayo arriba mencionado, siguiendo a Claude Lefort, que justa-mente es el factor de la indejinici,)n en la idea de derechos humanos, que remite a la nece-sidad de la interpretacin y de la concrecin legal, el que otorga su fuerza poltica creativa y transcendente al discurso de los derechos humanos (cf o. c., p. 1 83ss).

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    En este punto es importante ver que la retrica de Arendt de la "apertura del mundo" a travs de la constitucin de un espacio de li-bertad poltica no es tan slo unafa~on de parler. Las instituciones de la libertad tienen que ser inventadas e instauradas, su establecimiento debe resultar (y puede fracasar en mayor o menor grado). Su mante-nimiento significa en cierto sentido su constante reinvencin y recons-titucin, y su establecimiento crea una nueva gramtica del discurso poltico, y, a su vez, nuevas experiencias y nuevas posiciones --que-dando ellas tambin dependientes de estas experiencias y posiciones, de la capacidad de decisin y de las virtudes polticas.

    El establecimiento de instituciones de la libertad no slo signifi-ca una concrecin e institucionalizacin de derechos fundamentales y civiles (ms bien, sin tal concrecin e institucionalizacin de derechos fundamentales y civiles no se podra hablar en absoluto de una ga-ranta constitucional de estos derechos), sino que exige un ejercicio de tales derechos en un canon cuya lectura no proviene de ellos mismos. ste me parece ser el argumento central de Arendt: el criterio de "libertad pblica", que diferencia la democracia "directa" de la slo representativa, no se puede deducir de un principio de derechos funda-mentales democrticos iguales. En esto consiste lo indeducible de la libertad poltica en el sentido de Arendt, el factor del "reinicio" que forma parte de ella, y a la vez su lado frgil, aquello que continua-mente amenaza su perpetuidad.

    Y dado que la libertad poltica slo puede ser real dentro de ciertas instituciones o formas de organizacin, y dado que no hay principio normativo que pudiese hacer obligatoria a los hombres la constitucin de la libertad poltica, slo puede haber libertad poltica en la forma de un espacio delimitado, "encerrado". ste es el particu-larismo de la libertad poltica. A esta libertad le pertenece esencial-mente un factor desiderativo y perfeccionante -Arendt ha tratado de definir estos factores a travs de los conceptos de "nuevo comienzo" y de "prometer mutuo"-; y a ella pertenecen factores de deseo, expe-riencia, capacidad de decisin y circunstancias felices que no se dejan universalizar por un principio normativo como es la exigencia de dere-chos comunes e iguales.

    La extensin y las formas en que puede realizarse la libertad poltica dependen mucho ms tanto de contingencias histricas como

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  • A/brecht Wellmer

    de tradiciones culturales, tanto de condiciones materiales marginales como de la iniciativa, la fantasa, la decisin y la capacidad de juicio de los individuos. Se debe agregar que las instituciones de libertad pblica siempre tienen que confirmarse y comprobar su validez tam-bin ante los intereses de aprovechamiento del capital, ante las preten-siones de poder de las lites y ante la lgica propia del sistema admi-nistrativo. No obstante, en las "condiciones elementales del actuar" se establecen la posibilidad y el deseo de esta libertad: esto convierte a la libertad poltica en un proyecto en cualquier parte posible y, por decir-lo as, en algo natural en el hombre.

    Por lo tanto, no es una contradiccin si Arendt piensa el carcter esencialmente "local" y particular de todo espacio de libertad pblica como contiguo a la posibilidad de que la "esperanza revolucionaria" pueda involucrar "quiz a todos los pueblos del mundo".

    Permanece indefinido, por cierto, cmo se comporta este univer-salismo revolucionario retomado y casi emprico de Arendt frente al universalismo tanto de la tradicin liberal como de la marxista. Yo ha-ba afirmado que las dos formas del universalismo mencionadas arriba -la liberal y la marxista- siguen vigentes y no son puestas de nin-guna manera en cuestin por los argumentos de Arendt. El universa-lismo de la economa y la tecnologa no se deja eliminar del mundo fcticamente, como tampoco el universalismo del dispositivo liberal-democrtico, en un sentido normativo. La conformacin de una socie-dad mundial liberal y democrtica, en la cual se hayan convertido en realidad institucional los derechos humanos de todos, es la nica alter-nativa a la barbarie de nuevas guerras mundiales y es por ello tambin una condicin de supervivencia a largo plazo de las sociedades demo-crticas existentes. Lo que Hannah Arendt trata de hacer valer frente a esto es que tampoco la perspectiva de una comunidad mundial liberal excluye la posibilidad de una forma civilizada de barbarie: sta sera la barbarie de una vida humana quiz en gran medida pacificada, la cual habra perdido con la libertad del actuar tanto su humanidad co-mo su fuerza creadora del mundo.

    He aludido previamente, siguiendo los debates terico-democr-ticos recientes, a una perspectiva sobre la democracia liberal segn la cual es imposible imaginar a sta ltima sin al menos elementos de la libertad poltica en el sentido de Arendt. Pero adems se va a ver que

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    Arendt, en lo "particular" de la libertad poltica, pas por alto (y segu-ramente tena que pasar por alto) una tendencia al particularismo, la cual corresponde exactamente, dentro del dispositivo liberal democr-tico, a la tendencia hacia el arriba descrito particularismo de Estado nacional. Slo que ahora se trata de una tendencia que ya est en el interior de los Estados individuales.

    Si ambas cosas fuesen ciertas, se debera acusar a Arendt de no haber visto bien el significado y los potenciales de dispositivo liberal democrtico, y de que su confrontacin de democracia representativa y directa, de democracia liberal y libertad republicana, contiene, aun cuando no se malinterprete concretstamente, un pensamiento inaca-bado, un problema irresuelto. Como resultado de mis reflexiones se dibuja, por lo tanto, una constelacin de retos mutuos: por un lado, seguramente el concepto de lo poltico de Arendt significa un reto a la teora democrtica, por el otro, las formas avanzadas de la teora democrtica significan igualmente un reto para el pensamiento de Arendt.

    El reto que representa el pensamiento de Arendt para la filosofa poltica contempornea consiste en que el pensamiento poltico de la tradicin de la democracia liberal y social -dejando de lado a la tra-dicin socialista- casi no ha desarrollado categoras en las cuales el ambiente de libertad poltica -esencial para la democracia liberal misma se deje comprender adecuadamente y pueda con ello aplicarse en el discurso poltico. Al respecto, la teora de Rawls es un ejemplo sintomtico. Ah donde Rawls, de una manera un poco forzada, se deja llevar, como ocurri hace poco en un debate con Habermas 15, hacia la tesis de la igualdad de origen de las autonomas privada y pblica, no denota lo mismo con autonoma pblica que Arendt con libertad pblica. Y es que Rawls imagina la autonoma pblica esen-cialmente en trminos de derechos de voto pasivos y activos, de cor-poraciones representativas, de procedimientos de decisin democrti-cos, etc. Rawls la imagina, por tanto, en conceptos que son segura-mente insuficientes para una reformulacin de las ideas de Arendt

    IS Haberma~. Jrgen, "Reconciliation through the Public Use of Rea~on: Remarks on John Rawls 'Political Liberalism"' y Rawls, John, "Reply to Haberma~". en: The Journal of Phi/osophy, XCII W 3 ( 1995).

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  • Albrecht Wellmer

    acerca de una democracia "directa", de un coactuar de libres e iguales, de una libertad pblica comunicativa -como deseo llamarla, al igual que Habermas.

    Frente a esto, les falta a los tericos comunitaristas, a los cuales seguramente les son ms prximas las ideas de Arendt que a Rawls, el radicalismo de Arendt, el cual la haca impermeable a todos los sue-os de comunidad regresivos y a los valores fundadores de la comuni-dad -fuesen de tipo nacional, religioso o inclusive tnico. Era el po-tencial de lo nuevo, de lo nunca antes habido, lo que la interes en la libertad republicana, en la apertura de un mundo comn y no en la vuelta a uno pretrito. Es en tal medida que su pensamiento era real-mente revolucionario.

    Frente a ello, el reto de las formas avanzadas de la teora democrtica para el pensamiento de Arendt consiste en que la refor-mulacin terico-democrtica del dispositivo democrtico hace pare-cer la contraposicin de Arendt de democracia representativa y direc-ta, de democracia liberal y libertad republicana, como problemtica, si no como ingenua. Visto de esta manera, parece que la desconstruccin del pensamiento poltico moderno que Arendt realiza tambin necesita una especie de desconstruccin, para poder hacer su pensamiento pro-ductivo como reto a la filosofa poltica contempornea. Es la conste-lacin arriba descrita de un reto mutuo la que, para concluir, quiero describir ms exactamente.

    IV

    Entre los tericos de la democracia, quien en mayor medida ha tratado de retomar los conceptos de Arendt de libertad pblica y poder comunicativo en sus implicancias anti tradicionalistas ms radicales ha sido Habermas 16 Habermas desarrolla los conceptos de libertad pblica y poder comunicativo a partir de la combinacin del principio de derechos fundamentales liberales y democrticos iguales con la idea del discurso racional; con ello seguramente se acerca lo ms posible a una Aujhebung del concepto de libertad poltica de Arendt

    16 Cf supra, nota~ al pie 9 y 10.

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    dentro de una teora democrtica centrada en los conceptos de dere-chos fundamentales y justicia. Sin embargo, he aludido ms arriba a elementos del concepto de Arendt de libertad poltica que parecen cerrarse en una Aufhebung de este tipo. Pero aun si esto fuese cierto -volver despus sobre este punto- se dejan ganar, por ahora, de la reconstruccin de Habermas del dispositivo liberal-democrtico, pun-tos de vista importantes para una crtica a Arendt. Quiero formular en adelante esta crtica sistemticamente, es decir, sin referencia directa a la teora de Habermas.

    La observacin decisiva contra Arendt se refiere a un concretis-mo latente en su contraposicin de democracia representativa y liber-tad republicana. Ese concretismo latente se muestra no en ltimo lu-gar en una particular ambigedad de su intento de fundamentar la au-tonoma de lo poltico. Antes he indicado que Arendt ve fundada la autonoma de lo poltico en primer lugar en que las categoras centra-les, a travs de las cuales explica la idea de libertad pblica, no se dejan retrotraer, ni en un sentido normativo ni en uno funcional, a ca-tegoras morales, sociales o legales. Pero Arendt, a la vez, tenda a en-tender la autonoma de lo poltico en un sentido de contenido; a esto corresponde su intento de trazar una fuerte separacin entre problemas y objetos especficamente polticos y aqullos que pertenecen a la es-fera de la moral, del bienestar social, o a la esfera de lo privado, de la economa, o tambin a la de la proteccin de los derechos fundamen-tales. ste es el concretismo latente de Arendt; un concretismo que tambin se demuestra en su tendencia a tomar finalmente la idea de consejos literalmente (justamente asumiendo el precio de liberarlos de todos los problemas sociales, administrativos y econmicos con los cuales -como se lamenta Arendt- se haban cargado en los mo-mentos de la revolucin). Este concretismo latente en el concepto de lo poltico en Arendt es la gran debilidad de su teora y al mismo tiempo -aunque suene paradjico- la razn por la que hoy en da haya sido llevado por sus propios seguidores su concepto de lo pol-tico hacia lo apoltico o anti-poltico (una tarda venganza de Hei-degger).

    Ahora bien, con seguridad no es la esfera de lo poltico tambin autnoma en tanto puede darles simplemente la espalda a los proble-mas del afianzamiento e institucionalizacin de derechos fundamenta-

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  • Albrecht Wellmer

    les, a los problemas de la justicia social o de la economa. Porque inclusive si aceptamos que la libertad pblica es una cosa distinta de la libertad negativa, de la proteccin de derechos individuales, de la justicia social, de una administracin eficiente o que del bienestar social, igualmente es obvio que la esfera de lo poltico estara suspen-dida en el aire si no convirtiese todos esos temas en temas polticos, si no los hiciese temas pblicos comunes 17 . En el caso de los derechos fundamentales o de la justicia social no se trata tan slo de condicio-nes necesarias para la libertad poltica en sociedades modernas, como Arendt eventualmente estuvo dispuesta a aceptar, sino de objetos cen-trales del discurso poltico, o sea, de "asuntos comunes" de aquel tipo que segn Arendt se deba ventilar en las instituciones republicanas.

    Pero apenas se acepta esto, se hace evidente que la libertad indi-vidual, la justicia social y la libertad pblica estn en una compleja relacin de interdependencia, la cual obliga constantemente al discur-so poltico a volver reflexivamente a sus propios fundamentos y pre-supuestos. Si adems agregamos que dentro del dispositivo liberal-democrtico estn enlazados internamente derechos de libertad indivi-duales con derechos de participacin democrticos, entonces se mues-tra que los derechos de libertad individuales y la justicia social no slo son una parte esencial de aquellos asuntos comunes que han de ser negociados en las instituciones de libertad pblica, sino que los derechos fundamentales liberales y sociales necesitan una esfera de libertad pblica si se quiere que su implementacin sea democrtica-mente legtima. Si esto es verdad, entonces la idea de libertad pblica de Arendt slo se deja convertir en productiva, en un sentido realmen-te poltico, si no es simplemente contrapuesta a las tradiciones libera-les, democrticas y socialistas de la modernidad, sino que es incluida en ellas, hecha productiva para una relectura.

    Quiero aclarar mi crtica a Arendt a travs de tres reflexiones. La primera se refiere a la interpretacin e implementacin de derechos fundamentales, la segunda al problema de la justicia social, la tercera a las tendencias al particularismo en los espacios de libertad pblica

    17 A esto se refiere, m~ profundamente, Richard Bernstein. Cf "Rethinking the Social and the Political", en: Philosophical Pmfi/es, Cambridge: Cambridge University Press, 1986, especialmente pp. 248ss.

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    particulares (en el sentido de Arendt). En los tres casos Arendt ha ten-dido hacia simplificaciones tericas ms bien ingenuas. Si se eliminan estas simpliticaciones, entonces desaparece al menos la aparente con-tradiccin conceptual entre democracia parlamentaria y libertad repu-blicana.

    Primera reflexin: en lo que corresponde a los derechos funda-mentales, Arendt s ha cado en la trampa de los tericos liberales que, como Rawls, simplemente han antepuesto los derechos fundamentales liberales al discurso democrtico. Pero esto slo es adecuado en un sentido conceptual, no en un sentido poltico e institucional.

    Hablando abstractamente, los derechos fundamentales no estn "dados" como axiomas de un procedimiento de deduccin sino slo como principios de formacin de juicio, y "existen" siempre tan slo dentro de una figura histricamente concreta, esto es, como un siste-ma de instituciones e interpretaciones. Al mismo tiempo que, por un lado, comprometen el discurso democrtico, por el otro tienen que ser recreados cada vez dentro de l, esto significa que deben ser reinter-pretados y reimplementados; no puede haber ninguna instancia enci-ma o fuera de este discurso que pudiese finalmente decidir cul sera la interpretacin y concrecin correcta de estos derechos fundamenta-les. Por ello, las sociedades liberales tambin dependen de institucio-nes y de la vida pblica democrticas, en tanto que slo dentro de su mbito es concebible un afianzamiento y continuacin de derechos fundamentales que satisfagan las exigencias de la legitimidad demo-crtica. Que los derechos fundamentales estn antepuestos al discurso democrtico, y por lo mismo recin puedan ganar dentro de y por este discurso democrtico su correspondiente configuracin legal concreta, es lo que yo quiero nombrar como el ineludible crculo prctico del discurso democrticotx.

    Es obvio que experiencias histricas, as como las interpretacio-nes histricamente cambiantes de necesidades bsicas y de concepcio-nes de una vida buena y autodeterminada, van a influir en la corres-pondiente interpretacin y concrecin de derechos fundamentales. Es-

    IX Cf. Wellmer, Albrecht, "Bedienungen einer demokratischen Kultur. Zur Debane zwis-chen 'Liberalen' und 'Kommunitaristen'" en: Endspiele: Die unvershnliche Modeme, o.c., p. 6lss.

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  • Albrecht Wellmer

    tas experiencias, interpretaciones y concepciones necesitan un escla-recimiento en el mbito de la cosa pblica democrtica, si no quere-mos que influyan dogmtica o arbitrariamente en el proceso de le-gislacin. Si se reflexiona en qu sentido pueden estar "dados con an-terioridad" derechos fundamentales y qu rol juegan interpretaciones en su concrecin legal, entonces resulta de la inevitabilidad de aquel crculo prctico que la idea misma de los derechos fundamentales exige una esfera de libertad pblica en la cual los polticamente libres e iguales puedan convertir en tema pblico el sentido de su libertad e igualdad. Libertad "privada" y "poltica" estn ligadas entre s, si en-tendemos bien, en una relacin de condicin y posibilitacin mutua.

    Segunda reflexin: algo parecido sucede con la contraposicin de Arendt entre libertad poltica y justicia social. Arendt ha manifesta-do eventualmente, para aclarar la autonoma de lo poltico, que el pro-blema de la justicia social tambin se dejara solucionar en todo caso por una burocracia de bienestar que funcionase bien. Esto es ingenuo, si no esnob. Habra sido de todos modos ms consecuente si hubiese reconocido que preguntas sociales -y econmicas- se comierten en preguntas polticas apenas son tematizadas en un espacio de libertad pblica como asuntos comunes. Para quedamos en el problema de la justicia social: no slo es la pregunta de la interpretacin y del estn-dar de la justicia social una pregunta discutida, o sea, una pregunta potencialmente poltica, que siempre tiene que ser respondida bajo condiciones perifricas histrica y econmicamente concretas; emi-nentemente poltica es, ms bien, la pregunta acerca de las maneras cmo debe ser realizada la justicia social: si, y en qu grado, deben ser convertidos los perdedores del rat-race econmico en clientes pasivos de una burocracia de bienestar annima, o si son capacitados, a travs del afianzamiento de derechos fundamentales sociales, a llevar una vida autodeterminada y con ello tambin a participar en asuntos pblicos. Por lo dems, hoy en da parece ser casi trivial afir-mar que las posibilidades de libertad poltica en el mundo moderno dependen a largo plazo de cunto se logre domesticar democrtica-mente la economa capitalista y realizar, al mismo tiempo, un mnimo de justicia social.

    Desgraciadamente, Arendt, en su justificada crtica al "olvido de lo poltico" en el socialismo, ha exagerado; sobre todo ha pasado por

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    alto que los problemas de Marx an siguen siendo nuestros problemas polticos, y esto significa simultneamente: problemas que ataen a las condiciones de posibilidad de la libertad poltica.

    Se podra argumentar, en analoga con las dos reas temticas aqu presentadas, tambin en otras reas temticas de la esfera de lo "poltico" demarcadas por Arendt: si en el coactuar poltico y en el discurso poltico se trata de asuntos comunes, como remarcaba Arendt, entonces las preguntas de la ecologa, la economa o la administracin son tambin temas potencialmente polticos. La autonoma de lo po-ltico no consistira entonces en que lo poltico est establecido en un ms all de aquellas esferas de la vida, sino en que el discurso pol-tico tematiza estas esferas segn puntos de vista que no son los del empresario, el consumidor privado, el cientfico o el especialista en administracin, sino aqullos de los ciudadanos que deciden sobre cmo quieren vivir, y esto significa: que las tematizan como asuntos comunes.

    El discurso poltico es autnomo en tanto que en l no tienen la ltima palabra ni el mero inters privado ni el conocimiento o la ra-cionalidad de expertos. Esto es tambin lo que Hannah Arendt quera decir cuando insista en que la poltica sera la esfera de los asuntos comunes y dentro de ello tambin la esfera del "opinar" -en contra-posicin al saber-, del convencimiento y de la capacidad de juicio; slo que lleg a la conclusin equivocada de que estaran fuera del rea de formacin de la voluntad poltica aquellas esferas cuyo senti-do de funcin estuviese determinado por intereses privados, actuar estratgico o competencia tcnica. He llamado a esto el "concretismo" de Arendt.

    Tercera reflexin: que tambin hay tendencias al particularismo dentro de los espacios cada vez ms particulares de la libertad pbli-ca, no necesita seguramente una justificacin detallada. Las institucio-nes y asociaciones de la sociedad civil, las iniciativas ciudadanas y tambin Jos parlamentos comunales estn siempre tentados a imponer un inters en uno u otro sentido meramente particular a expensas del inters comn. Que Arendt apenas lo haya visto no deja de ser una consecuencia de su deseo de mantener alejado de la esfera de Jo pol-tico todo lo que est denominado aqu por la palabra inters -lo cual es slo otra manifestacin del "concretismo" de su concepto de polti-

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  • Albreclzt Wellmer

    ca. La tendencia de Arendt de tomar literalmente la idea del sistema de consejos, est relacionada directamente con lo siguiente: ah donde no hay un contlicto de intereses y con ello ninguna necesidad de con-ciliar polticamente Jos intereses especiales con un inters comn, no se establece un problema de construccin serio en vista a la "unin y alianza de unidades separadas" -o sea, en vista del "principio federa-tivo", que Arendt ve establecido en las "condiciones elementales del actuar". Pero si se toma en serio la realidad de Jos conflictos de inte-reses como un problema que ha de ser resuelto polticamente, enton-ces ya no se puede concebir el ente pblico de la poltica como cons-truido de abajo hacia arriba, sino ms bien construido de arriba para abajo, en donde "de arriba" significaba en la tradicin europea "desde el Estado (nacional)".

    No importa cmo uno piense reemplazar el Estado nacional (sea parcial o totalmente por formas diferentes, internacionales, de organi-zacin poltica), Jo que parece seguro es que sin el establecimiento de equivalentes funcionales no podra ser abolido en sus funciones coor-dinativas, o sea, en aquello en lo que estaba destinado a imponer un inters comn frente a intereses particulares.

    Pero tambin en estas funciones el Estado -o lo que sea su equivalente funcional en el futuro- se sitafrente a Jos intereses par-ticulares como una fuerza de decisin ajena. En lo que respecta al mero inters privado de individuos, ste le corresponde, de cierta ma-nera, a la construccin del Estado de derecho liberal como tal. Donde ms bien se trata de los intereses particulares que juegan un rol en las instituciones y asociaciones se da un nuevo tipo de problema de cons-truccin. Porque aqu -al menos donde no se trate slo de represen-taciones de intereses sino de espacios de libertad pblica en el sentido de Arendt, como por ejemplo en algunas iniciativas de ciudadanos-Jo particular es ya algo comn y a menudo algo general.

    Esto significa que en Jos espacios de libertad pblica, como Jos que sugiere Arendt, ya tiene lugar -gracias a su carcter pblico-una transformacin del inters meramente particular en uno comn o inclusive general; de ah su particular doble cara, por la cual pueden ser a la misma vez semillas de una cosa pblica democrtica y formas de cristalizacin de un particular colectivo. En el sentido del primer aspecto son condiciones de libertad poltica y de una cosa pblica de-

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    mocrtica en grande; en el sentido del segundo aspecto exigen un con-trapeso de instituciones polticas centrales que pongan freno a su siempre posible particularismo. Los espacios de libertad pblica de los que habla Arendt son necesarios para el funcionamiento del Estado de derecho democrtico en aras de la legitimidad democrtica de ste, y a la vez tal Estado de derecho les tiene que poner lmites, en caso de que haga falta.

    sta me parece ser otra forma de manifestacin de aquel crculo prctico ineludible del que he hablado ms arriba. Aqu no puede ha-ber soluciones tericas generales; pero s podemos afirmar que la re-lacin entre democracia "representativa" y "directa" nuevamente se complica algo ms ante la descripcin de Arendt. Y es que no slo aparecen ahora los espacios de libertad pblica, en el sentido de Arendt, como un factor constitutivo de la democracia liberal misma, sino tambin se aclara, simultneamente, que el Estado de derecho democrtico tiene a su vez un significado constitutivo para los espa-cios de libertad pblica, en el sentido de Arendt, si es que se quiere hablar realmente de una "unin y alianza de unidades separadas" (las "repblicas elementales" de Arendt). Es decir, si es que debe tener lu-gar una conciliacin entre los "asuntos comunes" correspondiente-mente particulares y los asuntos generales de un ente pblico poltico mayor.

    El pluralismo de espacios de libertad pblica depende de institu-ciones centrales legislativas, ejecutivas y jurdicas del tipo que cono-cemos propias del Estado de derecho democrtico. Por ello, las ideas de la democracia "directa" y "representativa" representan dos condi-ciones de funcin o "principios" de la democracia moderna, que se remiten entre s y que a la vez van potencialmente en direcciones opuestas.

    V

    Si la esfera de lo poltico --en el sentido de Arendt- forma un engranaje con las esferas de lo social, de la economa, de la adminis-tracin y del derecho, como he sugerido, entonces se convierte nueva-mente en pregunta poltica la pregunta misma de la delimitacin entre

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  • Albrecht Wellmer

    lo que debe ser dejado a la lgica propia del sistema econom1co, administrativo o legal, y Jo que no. A su vez es cierto que todo siste-ma de instituciones polticas est limitado en su autonoma y posibi-lidades de funcin por un "mbito" de sistemas ms o menos autno-mos de economa, administracin o derecho. Si adems se suman las variadas formas de dependencia entre los diferentes niveles del siste-ma poltico, as como Jos lazos entre el sistema poltico, las institucio-nes y las asociaciones de la sociedad civil y la cosa pblica democr-tica, entonces se vuelve totalmente claro que no tiene mucho sentido, bajo las condiciones de las sociedades industrializadas complejas, la contraposicin de Arendt entre democracia "directa" y "representati-va" --entendindola como alternativa de dos formas de Estado dife-rentes.

    Pero la alternativa s tiene sentido si resulta retrotrada de cierta manera al espacio interior de culturas democrticas modernas. Pues entonces significa un espectro de posibilidades dentro de la misma democracia liberal y social. A un extremo de este espectro estara un Estado centralista con una representacin parlamentaria formal-democrtica del pueblo soberano -y quiz una manipulacin de la opinin pblica por los medios masivos-; al otro extremo, una cultu-ra democrtica de autodeterminacin de personas libres e iguales, experimentable inclusive en la vida diaria, junto con una correspon-diente cultura de discusin poltica pblica.

    Creo que ste es el punto en el cual el concepto de lo poltico de Arendt sigue representando un reto a la filosofa poltica. Esto se aclara con la ayuda de un trmino clave y de variada significacin, "democratizacin", trmino que entr en circulacin en la izquierda poltica del movimiento estudiantil de 1968.

    Por un lado, "democratizacin" era usado como un grito de gue-rra anti-institucional, el cual no slo se diriga contra lo n.eramente "formal" de una democracia que era solamente real en el nivel de re-presentacin parlamentaria, sino contra todo lo meramente "formal" de las instituciones con su mtodo regulado formalmente, su autono-ma limitada y su anclaje en un sistema legal liberal. Por ello, "demo-cratizacin", en este sentido, tenda a significar la disolucin de la diferencia entre instituciones y discusin pblica. Sin embargo, un ca-rcter pblico, que como "espontneo" e "inmediato" exiga a la vez

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    competencias de decisin, tena que convertirse al final en una distor-sin de una cosa pblica democrtica. Tambin esto es una forma del concretismo; de cierta manera, un concretismo de la discusin libre de dominacin. Pero, por otro lado, "democratizacin" siempre quiso de-cir tambin otra cosa: esto es, el juego entre la ampliacin de la cosa pblica democrtica y una auto-organizacin de la "base" debajo o al lado de las instituciones polticas formales; y de manera tal que la auto-organizacin de la "base" -pinsese aqu por ejemplo en las ini-ciativas del distrito de Kreuzberg, el proyecto taz, "pro-Asyl" y un sinnmero de iniciativas y proyectos parecidos de las ltimas dca-das- no slo instauraba un espacio de actuar comn, sino que creaba a la vez una cosa pblica y retroactuaba de esta manera sobre las ins-tituciones polticas.

    Una democratizacin en este sentido seguramente se acerca a lo que quera decir Arendt con democracia directa. Y yo creo que las ca-tegoras mediante las cuales Arendt describe estos procesos de auto-organizacin no han perdido an hoy su fuerza esclarecedora, crtica y subversiva: estoy pensando en el factor performativo de un nuevo ini-cio comn, la constitucin de un espacio pblico, la idea del actuar en conjunto de libres e iguales, etc. En resumidas cuentas, en todas aquellas caracterizaciones de "libertad poltica" de Arendt por las que la libertad poltica no coincide con un afianzamiento de derechos fun-damentales democrticos comunes e iguales, sino que presupone su utilizacin productiva y su apropiacin ofensiva por aqullos que quieren tomar en sus manos los asuntos comunes. Sin embargo, ms importante me parece otra cosa: slo los procesos de auto-organiza-cin, es decir, los elementos de la democracia directa en el sentido de Arendt, pueden hacer aflorar en el interior de sociedades democrticas las experiencias y las posiciones, las competencias y la capacidad de juicio, y, finalmente, los espacios pblicos de los cuales depende en general una cosa pblica democrtica, si bien sta tiene que ser un medio de libertad pblica para la sociedad como un todo.

    La libertad pblica, en el sentido de una participacin con dere-chos iguales de todos en un proceso de formacin de voluntad social discursivo, queda con ello remitida a una praxis de libertad pblica en el sentido de elementos de democracia directa. Aqu no slo se trata de la racionalidad del discurso democrtico, sino a la vez de los mo-

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    dos y posibilidades del pm1icipallte mismo; pero esto tinalmente quie-re decir, para expresarlo en trminos de Arendt, que se trata de un for-talecimiento del poder democrtico por una particin del poder. Ms o menos as entendera yo el sentido legtimo del discurso de demo-cratizacin.

    Si se comprende, como la metfora que es, la idea de Arendt del sistema de consejos, y con ello se desplaza de vuelta la polaridad de democracia representativa o directa al espacio interior de las culturas democrticas modernas, entonces hay evidentemente una serie de buenas razones para que Arendt coloque un factor de democracia di-recta y de su constitucin e institucionalizacin autnoma en el centro de la idea de libertad poltica. Como demostr antes, esto significa introducir una medida de libertad poltica que no se deja deducir de un principio de iguales derechos fundamentales liberales y democrti-cos. Porque libertad pblica en este sentido depende de la iniciativa, la fantasa, la experiencia y la valenta de los interesados, y tambin --citando la interpretacin muy propia de Arendt de la idea de contra-to en la tilosofa poltica ms reciente- de la fuerza obligante de una promesa mutua1Y; debindose agregar que una libertad pblica en este sentido estara siempre amenazada por las pretensiones de poder y re-glamentacin propias de instituciones y administraciones polticas je-rrquicamente superiores o centrales.

    Sin embargo, al colocar la idea de libertad poltica en el centro, se cambia el mismo concepto de legitimidad democrtica. Porque lo que "nosotros" --como pueblo soberano democrtico-- podemos querer juntos, no depende en ltimo lugar de cmo se ha organizado ese "nosotros" en las instituciones del sistema poltico y de la socie-dad civil. Slo ah donde la libertad pblica es real como experiencia, puede convertirse en un valor comn que puede hacerse vlido en los procesos de decisin del sistema poltico. Pero este "valor" no es un valor cualquiera entre todos los valores que compiten entre s en los procesos de decisin polticos. Es, ms bien, aquel "valor" de cuya realizacin no importa cun fragmentaria depende si y cunto la de-mocracia es una forma de gobierno en la cual, como agradablemente se dice, el poder est en el pueblo, o si en ella --en palabras de

    19 Arendt, Hannah, ber die Revolution, o.c., p. 227.

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    Benjamin Rush citadas por Arendt- "es verdad que el poder sale del pueblo, pero el pueblo slo posee este poder el da de las elecciones, despus del cual se convierte en propiedad del Estado"2. La medida de libertad poltica es por eso una medida para la legitimidad de un sistema poltico, que trasciende, por un lado, la idea de un afianza-miento de derechos de participacin democrticos iguales, as como la idea de un consenso democrtico o la de una formacin discursiva de voluntad. Quiz se podra decir tambin que los conceptos tradiciona-les de legitimidad democrtica no bastan para articular un idea de li-bertad poltica como siempre haba estado implcita -de una manera ms o menos latente- en las tradiciones democrticas de la moder-nidad.

    Quisiera reformular nuevamente el ltimo pensamiento: anterior-mente, cuando he interpretado los dos polos de la dupla antagnica de democracia "directa" y "representativa" de Arendt, he hablado de las dos condiciones de funcin de la democracia moderna, mutuamente remitentes y a la vez opuestas potencialmente. Si es correcto el diag-nstico de un antagonismo potencial, entonces no se puede encontrar una medida para el adecuado balance de este antagonismo ni en un principio de derechos fundamentales iguales, ni en el de un consenso democrtico. La idea de derechos fundamentales iguales no basta, porque en cierto sentido formula slo una condicin necesaria y deja por ello irresuelto el problema acerca de qu formas institucionales re-presentaran un ptimo de percepcin y aplicacin de tales derechos fundamentales. La idea de un consenso democrtico no basta tampoco porque es demasiado abstracta frente a las diferentes condiciones de surgimiento y reproduccin de tal consenso. La idea de un consenso democrtico slo bastara como medida si pudisemos encontrar, entre todos los consensos o cuasi consensos, uno que podamos llamar "ra-cional".

    Sin embargo, la pregunta acerca de un equilibrio "correcto" de espacios de libertad particulares y regulacin central no es (slo) una cuestin de racionalidad -al menos mientras no nos apresuremos en definir el concepto de un consenso racional con la idea del equilibrio "correcto" entre lo especial y lo general; y si lo hicisemos, no ten-

    20 !bid., p. 303.

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    dramos a la mano ms que una frmula vaca. Cuando se pregunta cmo se puede realizar institucionalmente la idea de una participacin de todos como libres e iguales en el proceso democrtico -y sta es la pregunta por el equilibrio "correcto" de la cual he hablado antes-entonces se vuelven relevantes todas aquellas categoras no reducibles a la racionalidad en las que Arendt describi la Constitutio libertatis.

    Ciertamente, tambin sera razonable una forma de moralidad democrtica anclada en instituciones; pero esto recin lo podremos decir despus de haber esclarecido los problemas de construccin a los que lleva el deseo de libertad y autodeterminacin. Arendt remite a la historia de este deseo de libertad que siempre vuelve a manifes-tarse y siempre vuelve a ser reprimido; deseo de libertad el cual tam-poco es satisfecho por las democracias representativas de nuestros tiempos. Y ella tiene razn, creo yo, cuando realza en las condiciones de la realizacin de este deseo un elemento desiderativo, performativo y contingente, que no se deja expresar por las categoras del derecho ni por las de un discurso racional, porque introduce por vez primera un concepto de libertad poltica y permite desarrollarlo; concepto que no estara contenido ni en el concepto de derecho ni en el de discurso racional.

    sta es, a mi parecer, la verdadera conclusin de Arendt y su aporte productivo a la teora de la democracia moderna. En este senti-do es quiz ms actual que nunca su intento de poner en movimiento las categoras en las que se articula el discurso poltico de las demo-cracias liberales. Ciertamente, ninguna teora poltica puede hacer ms que esto: poner en movimiento las categoras en las cuales se articula la praxis poltica. La pregunta por el cmo la libertad pblica se deja afianzar en democracias modernas ya no permite respuesta filosfica. La idea del sistema de consejos introducida por Arendt es, como he-mos visto, slo la ilusin de tal respuesta; a lo ms una metfora ade-cuada para dirigir la fantasa terica en una nueva direccin. Sin embargo, creo que los incentivos de Arendt recin podran volverse productivos si fuesen liberados de su oposicin contra las tradiciones de la democracia liberal y social y, en vez de eso, fuesen utilizados por estas tradiciones para una "relectura" crtica. Algo parecido vale -a pesar de su lcida polmica con Marx- para la oposicin final-mente infructuosa de Arendt contra el intento de Marx de encontrar en

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  • Hannah Arendt: sobre la revolucin

    la crtica de la economa poltica la clave para la solucin del proble-ma de la libertad en la modernidad. Parece valer hoy en da ms que nunca cuando, sin una domesticacin democrtica del capitalismo, la libertad poltica no puede ser un proyecto realista. De todas maneras, puede pensarse que el proyecto fracasado de una crtica a la economa poltica vuelva a experimentar, despus de la cada del socialismo real, un mejor renacimiento y que esta vez abra tambin perspectivas nuevas a la posibilidad de libertad poltica en la modernidad.

    VI

    Finalmente, quisiera permitirme una pequea ilustracin de mi propio campo de experiencia primario, el del sistema contemporneo de las universidades alemanas. La "comunidad de docentes y discen-tes" podra perfectamente ser -si bien en un sentido muy especial-un espacio de libertad pblica; algunas universidades americanas pare-cen acercarse considerablemente ms a esta idea que las alemanas. Pero que las universidades alemanas se alejen cada vez ms de esta idea y que sean progresivamente pulverizadas entre restricciones eco-nmicas, mana administrativa de reglamentacin y control, una discu-sin pblica sin nivel y la letargia que se propaga, as como el retiro de sus miembros al mbito privado, todo eso tambin indica el tipo exacto de dficit de la cultura poltica que haba diagnosticado Arendt para las modernas democracias de masas.

    Que aqu no ayuda la invocacin de derechos fundamentales democrticos es obvio; porque justamente las instancias de decisin polticas superiores, en sus decisiones a menudo sin sentido, se remi-ten --con derecho-- en caso de conflicto a su legitimacin democr-tica. En este sentido se debera realmente aprender de Arendt que libertad poltica no es slo una cuestin de derechos fundamentales liberales y democrticos, sino que exige una particin del poder, exige instituciones de la libertad que proporcionen a los interesados, tanto como sea posible, la posibilidad de tomar en sus manos sus asuntos comunes --en este caso: una organizacin productiva de la interrela-cin entre investigacin y enseanza. Naturalmente, estn dados lmi-tes claros a una posible autonoma de la universidades, que resultan de

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    su responsabilidad frente a la sociedad como un todo. Pero si fuesen liberadas las energas productivas, la inteligencia, el conocimiento es-pecializado, la buena voluntad y la disposicin de reforma que todava hay en las universidades alemanas, y con "ello evidenciadas y hechas efectivas para la discusin pblica, en vez de ser constantemente blo-queadas desde afuera por intervenciones arbitrarias, en resumen, si fuese reconocida la autonoma de las escuelas superiores como desi-deratum de una cultura democrtica y como condicin de su producti-vidad cientfica, entonces ganaran con eso no slo las universidades sino la cultura democrtica en su totalidad.

    (Traducido del alemn por Andrs Len)

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