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Eugenia Allier Montaño, “Las voces del pasado”, Fractal, México, enero-marzo de 2007, núm. 44, http://www.fractal.com.mx/Fractal44Allier.html [consulta 26 de abril de 2008]. El siglo XX fue testigo de múltiples acontecimientos que conllevaron situaciones límites y una alta violencia (la Shoah, las dictaduras militares en América Latina, el Goulag, la represión política en los países de Europa del Este, las guerras civiles y de exterminación en África, el apartheid). En los últimos 10 años mucho se ha debatido, en historia y filosofía de la historia, acerca de los alcances de la representación histórica para dar cuenta adecuadamente de acontecimientos que exceden los límites de comprensión y experiencia humanas. En este debate no ha sido menor el aporte que, desde el psicoanálisis, han realizado diversos investigadores, sugiriendo que los testimonios podrían ser entendidos como una elaboración del pasado, al igual que el discurso de analizantes en psicoanálisis. ¿Es posible entender “las voces que nos llegan del pasado”, los discursos de testigos y analizantes, de la misma manera? ¿La aproximación que de estos discursos llevan a cabo el psicoanálisis y la historia es similar, puede serlo? ¿Es la verdad histórica la misma que la verdad psicoanalítica? En este texto, quisiera acercarme a algunas posibles respuestas. Recordando que hablo como historiadora, deseo emprender el análisis de las similitudes y diferencias respecto del análisis del pasado en la historia y el psicoanálisis, poniendo énfasis en la utilización de fuentes orales en la historiografía contemporánea. Tres serán los puntos que explicitaré: 1 ) una semblanza de la historia de las fuentes orales; 2 ) una búsqueda de equilibrio: valoración y crítica del testimonio y 3 ) la diferenciación de los discursos: el testimonio histórico, el testimonio psicoanalítico y el testimonio judicial. 1) Semblanza de la historia de las fuentes orales En ocasiones, tenemos tendencia a presuponer que el uso de fuentes orales en historia es una cuestión más o menos 1

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Sobre la memoria, la función de las entrevistas y la información obtenida.

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Eugenia Allier Montao, Las voces del pasado, Fractal, Mxico, enero-marzo de 2007, nm. 44, http://www.fractal.com.mx/Fractal44Allier.html [consulta 26 de abril de 2008].El siglo XX fue testigo de mltiples acontecimientos que conllevaron situaciones lmites y una alta violencia (la Shoah, las dictaduras militares en Amrica Latina, el Goulag, la represin poltica en los pases de Europa del Este, las guerras civiles y de exterminacin en frica, el apartheid). En los ltimos 10 aos mucho se ha debatido, en historia y filosofa de la historia, acerca de los alcances de la representacin histrica para dar cuenta adecuadamente de acontecimientos que exceden los lmites de comprensin y experiencia humanas. En este debate no ha sido menor el aporte que, desde el psicoanlisis, han realizado diversos investigadores, sugiriendo que los testimonios podran ser entendidos como una elaboracin del pasado, al igual que el discurso de analizantes en psicoanlisis.Es posible entender las voces que nos llegan del pasado, los discursos de testigos y analizantes, de la misma manera? La aproximacin que de estos discursos llevan a cabo el psicoanlisis y la historia es similar, puede serlo? Es la verdad histrica la misma que la verdad psicoanaltica? En este texto, quisiera acercarme a algunas posibles respuestas. Recordando que hablo como historiadora, deseo emprender el anlisis de las similitudes y diferencias respecto del anlisis del pasado en la historia y el psicoanlisis, poniendo nfasis en la utilizacin de fuentes orales en la historiografa contempornea. Tres sern los puntos que explicitar: 1 ) una semblanza de la historia de las fuentes orales; 2 ) una bsqueda de equilibrio: valoracin y crtica del testimonio y 3 ) la diferenciacin de los discursos: el testimonio histrico, el testimonio psicoanaltico y el testimonio judicial.

1) Semblanza de la historia de las fuentes orales En ocasiones, tenemos tendencia a presuponer que el uso de fuentes orales en historia es una cuestin ms o menos novedosa, casi reciente. Como si los aos 70 hubiesen innovado en la utilizacin de nuevas fuentes histricas. Tendemos a olvidar que ya en el siglo V a. C., Herodoto dio primaca a la oralidad, a los sentidos sobre la escritura en la historia.

1.1 ) El testimonio en los orgenes de la historia La historia, en tanto modo de discurso especfico, naci de una lenta emergencia y de rupturas sucesivas con el gnero literario, alrededor de la bsqueda de la verdad. Para Herodoto se trataba de retardar el borramiento de las trazas de la actividad de los hombres 2, hacer de tal manera que el pasado no cayera en las aguas del olvido. Para l, el pasado estaba imbricado en el presente: una estructura de espejo entre la narracin del pasado y el presente al interior de un texto en tensin entre el marco de la puesta en intriga y el horizonte de espera del lector. Por ello, el padre de la historia dio primaca al ojo sobre lo escrito: el ojo escribe, deca. Se trataba pues de la centralidad de la percepcin y de la oralidad sobre la escritura: si yo no veo, puedo escuchar (oralidad) a los que s lo hicieron. Es el momento en el cual lo escrito estuvo ms desvalorizado que nunca: la verdad se situaba del lado de lo oral, del orculo, de los testigos que vieron y vivieron.Ya en Tucirides se observa un cambio cuando critica a Herodoto por ser quien habla en sus historias. Para Tucirides dos son las reglas en historia: ser testigo ocular y criticar atenta y completamente las informaciones. l reduce la operacin historiogrfica a una restitucin del tiempo presente resultado de un borramiento del narrador para dejar hablar a los hechos. Como Herodoto, Tucirides privilegia el ojo, la mirada como fuente de la verdad, pero descarta toda fuente indirecta, desechando o prescindiendo as de los testigos.

1.2 ) El siglo XIX: desvalorizacin de las fuentes orales

Slo hasta el siglo XIX se conoci el nacimiento de la historia como ciencia, a travs de la de su profesionalizacin y de creacin de mtodos propios. La bsqueda de la verdad segua siendo imperativa y se reivindicaba la objetividad. Y aun cuando los historiadores de esta poca saban que la historia es construccin, vean la grandeza del historiador en su capacidad de controlar su subjetividad. La historia se entenda como un conocimiento indirecto: el pasado era un vaco que deba colmarse a travs de las fuentes, pero ya no de las orales, que fueron condenadas, sino de las escritas (en especial, en ese momento, de aquellas relacionadas con los archivos diplomticos). Era en los archivos donde se encontraban las fuentes ms adecuadas para una historia objetiva, lejana de la literatura. La profesionalizacin de la historia iba de la mano de la condena de los testimonios orales a favor de los archivos: se parta de que la crtica (interna y externa) necesaria a las fuentes slo poda llevarse a cabo en los documentos. El documento, considerado como el ltimo estadio de una larga serie de operaciones, no reciba su sentido sino tras el proceso de develamiento de todas las operaciones que haban conducido a su autor a volverlo visible.

1.3 ) El retorno a los orgenes: relevancia de las fuentes orales a fines del siglo XX

Esta bsqueda por profesionalizar y cientifisar la historia clausur el uso de fuentes orales por ms de un siglo y medio. No obstante, hacia mediados de los aos 60 una falla hizo acto de presencia: el presente, ya inquieto, se descubri en bsqueda de races y de identidad, preocupado por la memoria y la genealoga.3 Como si se quisiera preservar, de hecho reconstituir un pasado ya desaparecido o en el punto de borrarse sin regreso. Durante esa dcada, diversos grupos sociales (especialmente los obreros, los regionalistas, pero tambin ciertas minoras) cuestionaron las historias hegemnicas. Los propios historiadores escucharon el canto de las sirenas y se volcaron a los estudios orales, dando voz a los que no la tenan. Fue as como surgi la llamada historia oral, que se basaba en los testimonios orales para escribir la historia de aquellos que no tenan voz: las mujeres, los obreros, los indgenas, los homosexuales, los vencidos de la historia.

En cierto sentido, era la bsqueda por privilegiar los testimonios orales en la escritura de ciertas historias que no parecan contar con otro tipo de fuentes documentales. De esa manera, se puede decir que la fuente oral remplaza al documento escrito porque ste no existe, o apenas existe, o da un testimonio demasiado unilateral (es evidente que con ello se hace referencia a todos los fenmenos de clandestinidad o de resistencia interna;).4

Abogando por las fuentes orales, el historiador francs Philippe Joutard sugiere: [...] Lo no dicho jams se escribe, en cambio, puede aparecer en una encuesta oral bien dirigida y con la distancia temporal.5 Y ms adelante agrega, al discutir la supuesta no objetividad de los testimonios orales frente a la primaca de lo escrito:

Lo escrito ideologiza tambin y da a los conflictos de personas o de clanes una coloracin que en realidad es completamente secundaria. Todos los que estn acostumbrados a investigar en las pequeas comunidades saben cun importante es el conocimiento de las redes de influencias para comprender las luchas por el poder [...]. Un documento escrito jams nos dar una idea de esta microsociologa. [...] 6

La historia oral, la utilizacin de fuentes orales para escribir la historia, ha tenido desde finales de los aos 60 un gran eco por todo el mundo. El reconocimiento pblico ganado por los testigos de la Segunda Guerra Mundial, en especial los referidos a la Shoah, influy en gran medida en este auge del testimonio. En ese sentido, hacia mediados de los aos 80, Primo Levi7 acuaba la nocin de deber de memoria para explicar la necesidad psicolgica y moral de hablar en quienes haban compartido una parte de experiencia con los que no haban sobrevivido: los salvados deban rendir tributo a los condenados,8 hablan entonces porque otros han muerto y en su lugar.9 Quienes salieron del campo de exterminio hablaban por dos razones: en primer lugar, porque era imposible no hablar; en segundo lugar, y se es el objeto del testimonio, porque la verdad del campo era la muerte masiva, y de ella slo podan hablar los que lograron escapar al destino mortuorio: el sujeto que habla no se elige a s mismo, sino que ha sido elegido por condiciones extratextuales.10 Aunque, como Jorge Semprun11, hay a quienes les lleva mucho tiempo tomar la palabra, al sentir que la narracin tambin puede ser la muerte.

Es por todo ello que, a finales del siglo XX, Annette Wieviorka12 sugiere que estamos viviendo la era del testigo. Mientras el testigo se ha transformado en un correo de transmisin, los testimonios son una ms de las mltiples muestras de la explosin de memoria que vive el mundo contemporneo: El inters por los testimonios ha crecido en el curso de los ltimos veinte aos, ms o menos.13 No slo se busca recuperar toda memoria del pasado, evitar que pasado y presente caigan bajo el manto del olvido (se tratara del reino del archivo: hay que guardar todo para que nada se pierda),14 sino dar espacio para que toda experiencia pasada, las vivencias de los actores (especialmente cuando se trata de experiencias lmites), sean conocidas por el resto de la ciudadana. La memoria vena, de esa manera, a tomar el lugar que Herodoto le haba dado a la historia: hacer de tal manera que el pasado no caiga en las aguas del olvido.

2) La bsqueda del equilibrio: valoracin y crtica del testimonio Vale la pena pensar cules han sido las relaciones que los historiadores han mantenido con las nociones de testigo y testimonio. Cmo construye el historiador su relacin crtica con el testimonio y qu lugar le otorga en la construccin de la narracin histrica? Qu modos de seleccin sobre el pasado realiza? Con qu lgica y con qu prioridades? Qu estatuto otorga el historiador y al testimonio y qu tratamiento le da?

Es necesario interesarse en los regmenes de historicidad15 del testimonio, ya que cada poca privilegia una forma de narracin o de huella que le es propia, al mismo tiempo que ve coexistir distintos procedimientos de escritura del testimonio que solicitan formas retricas precisas. El testimonio mismo tiene una historia que puede ser rastreada.16 Al mismo tiempo, el contenido del testimonio varia entonces en funcin del gnero (oral, escrito, memorias), del estatuto institucional, social y cultural del testigo. Si el testimonio mismo puede ser diverso, el uso que de l hace el historiador vara segn las funciones de su propio cuestionamiento, as como del momento en que el historiador se inscribe.

2.1 ) Las distintas utilizaciones de fuentes orales en historia

Desde los aos 60, han existido al menos dos grandes maneras de trabajar en historia con los testigos al entrevistarlos, al momento en que el historiador crea fuentes orales y las convierte en archivos: 17 1) el uso documental: la construccin de archivos orales, tomando el testimonio como dato e informacin, que surge con la propia conformacin de la historia oral; 2 ) la exploracin de la memoria: la entrevista y los recuerdos se convierten en el objeto central de inters, ms que el dato importa la manera en que el testigo recuerda.18

El primer uso, el documental, apareci al mismo tiempo que comenzaba la utilizacin de fuentes orales en historia. Como ya se dijo, era una fuente alternativa para construir historias desde abajo, de hacer contra-historias, de darle voz a los que no la haban tenido. El segundo uso, el memorial, es ms reciente, de los aos 80. Y surgi en el momento en que iniciaba el auge mundial de la memoria. Los historiadores ya no slo se interesaban por el acontecimiento en s, sino por la manera en que los grupos y sociedades lo recordaban: [...] nuestro propsito no es primordialmente obtener informaciones factuales sobre el pasado, aunque por aadidura obtenemos una cantidad no despreciable de esos datos. Tambin el historiador se interesa por el anlisis del trabajo de la memoria de un grupo. [...] 19 20 En ese sentido, Philippe Joutard sugiere:

Pueden ser sealados cuatro ejes. En primer lugar, la entrevista oral ofrece testimonios de la historia de acontecimientos en el sentido clsico del trmino, ya sean polticos, econmicos o culturales aislados o formando parte de un encadenamiento. En segundo lugar, la entrevista oral aporta su contribucin a la etnohistoria o dicho de otro modo: una historia ms lenta, sin hechos notables, una historia de la vida cotidiana. Tambin pone de relieve el testimonio indirecto, no el de las personas que han vivido lo que cuentan sino el que trasmite lo que les han dicho otros, es decir la tradicin oral. En otro orden de cosas, la entrevista oral nos informa de la manera cmo funciona la memoria de un grupo. 21

2.2 ) Elaboracin del pasado violento en los testimonios?

Pero un tercer uso de las fuentes orales parece estar ejercindose desde hace pocos aos. Y ste se inscribe en la problemtica de la irrepresentabilidad de acontecimientos lmites en la escritura historiogrfica. De alguna manera, como se ver, es una vuelta al primer uso, pero ampliando sus funciones.

Si para muchos historiadores, la utilizacin de testimonios en historia se resuelve a travs de la crtica que debe imponerse a toda fuente, para otros la cuestin es ms compleja. El problema de qu lugar dar a los testimonios en la historia se ha relacionado con la irrepresentabilidad de situaciones lmites, algunas veces sugiriendo que slo la voz de los testigos es capaz de representar y dar cuenta de los acontecimientos. En otras ocasiones, se ha considerado que frente a la irrepresentabilidad, debe surgir la empata del historiador para tratar de comprender lo que vivi y sufri el testigo,22 condicin que en ms de una ocasin ha llevado a los cientficos sociales a identificarse con los testigos.23

As, al primer uso de los testimonios para escribir la historia de los acontecimientos, se agregara un tercer uso: el teraputico. Segn algunos autores, al narrar su experiencia (que slo se construye a travs de la narracin, pues el pasado slo se escribe a travs del presente), los testigos de acontecimientos lmites estaran elaborando, en el sentido psicoanaltico, su propio pasado. Recordemos que, para Freud,24 la elaboracin es un proceso por el cual el anlisis integra una interpretacin y supera las resistencias que suscita. Se tratara de un trabajo por medio del cual el sujeto puede aceptar ciertos elementos reprimidos y liberarse de la influencia de los mecanismos repetitivos.

Pero esta interpretacin va ms lejos: no es slo el testigo quien elabora su pasado. Por medio de ese proceso de narracin del testigo, afirman algunos historiadores, los escuchas del testigo, historiadores, psicoanalistas o pblico en general, se transformaran en testigos del testigo, testigos secundarios del acontecimiento. De esa manera, no slo los testigos elaboraran su pasado al narrarlo, sino que tambin lo haran sus escuchas, los testigos secundarios. Debe resaltarse que, en este tipo de aproximacin, la funcin clnica o teraputica y el alcance explicativo o cognitivo del testimonio se confunden: el testimonio, en esta lectura de la experiencia traumtica, es tanto la palabra del analizado en la sesin teraputica, como un texto literario, como una fuente oral para la escritura de otra historia.25

Hace no mucho comenzaron a surgir voces crticas ante este giro subjetivo, ante el boom del testimonio.26 La crtica no cuestiona el uso moral, como contribucin a la conformacin de una memoria social, sino el uso historiogrfico: se critica la sacralizacin del testimonio, su identificacin con la verdad histrica y la centralidad que se le ha otorgado como el recurso ms importante para la reconstruccin del pasado.27

En ese sentido, debo decir que si bien estoy de acuerdo en que la palabra puede servir a un testigo, a aquel que vivi un hecho traumtico, para elaborar su pasado, en el sentido ms psicoanaltico del trmino, es decir en tanto trabajo elaborativo, no estoy muy segura de que ese trabajo individual pueda colaborar en la elaboracin social de un pasado violento y dramtico. Tal como sugiere Paul Ricur,28 el espacio pblico puede transformarse en el lugar de psicoanlisis para las sociedades; es decir, el lugar en el cual, a travs de los debates y posibles negociaciones, los distintos actores de una sociedad pueden elaborar un pasado traumtico. Pero se trata de una cuestin social, no de una individual como en el caso de los testimonios. Excepto cuando los testimonios forman parte de las discusiones en la arena pblica, coadyuvando as a la elaboracin del pasado.

Los relatos histricos de testigos, hayan o no sufrido fuertes traumas, proveen al historiador tanto de datos directos sobre acontecimientos externos, como de datos de tipo ms subjetivo sobre el propio testigo, que el historiador puede utilizar en una teora acerca de las formas en que la memoria histrica de individuos y grupos es preservada, alterada o perdida. De cualquier manera, la subjetividad de este segundo tipo de datos, ofrecidos por el relato del protagonista histrico, no da soporte a la idea de que los testimonios de actores histricos sobre acontecimientos traumticos deban ser entendidos como elaboraciones del pasado en sentido psicoanaltico. Para ello, arguyo varias razones. Quienes proponen esta interpretacin de la narracin del testigo como elaboracin del pasado sugieren que el proceso de elaboracin se da ante una audiencia interactiva. Sin embargo, incluso desde la teora psicoanaltica, la existencia de una audiencia interactiva no es condicin suficiente para detonar el mecanismo de elaboracin. sta requiere de repetidas reconstrucciones de las memorias traumticas bajo la supervisin del analista, as como de las interpretaciones que pueden surgir, tanto del psicoanalista como del analizante, a travs de diversos mecanismos utilizados en psicoanlisis, como la transferencia. El testimonio histrico no es un proceso de reconstruccin repetida y no opera bajo los mecanismos del trabajo psicoanaltico de las sesiones. E incluso en los casos en que el testimonio histrico es revisado y repetido en el curso del tiempo, y a diferencia del discurso del analizante, el testimonio es pblico, y por lo tanto puede ser sometido a escrutinio por diversos actores, lo que jams ocurre con el discurso del analizante que se inscribe en el contrato psicoanaltico de confidencialidad. En sntesis, este discurso testimonial ante una audiencia no toma el lugar del anlisis, que integra una interpretacin y supera las resistencias que suscita, pues a travs de su testimonio, el sujeto no llega a aceptar elementos reprimidos y a liberarse de la influencia de los mecanismos repetitivos, como sugera Freud que deba funcionar toda elaboracin.

En cualquier caso, es cierto que queda la pregunta de qu sucedera con los testimonios de protagonistas de acontecimientos dramticos que han realizado su propio psicoanlisis.29 El discurso de un testigo analizado sera similar a aquel otro de una persona que no hubiese elaborado individualmente su pasado? 30 sugiere que todo testimonio, narrado a cualquier pblico interesado, supone ya una elaboracin. Un psicoanalista tendra la misma visin? Dejo las preguntas abiertas. En todo caso, es necesario recordar que el testimonio s es un ejemplo ms de la negativa personal de morir:

[...] Acaso no hay en la voluntad de hacer historia, de hacer revivir el pasado, algo as como una negativa personal a morir? Aunque para quien consulta nicamente el documento escrito, esa relacin con la muerte es ms lejana y ms abstracta, como la de un espectador. En la encuesta, la relacin es inmediata y directa. 31

En el trabajo con testigos de acontecimientos lmites, el historiador podra verse tentado de tomar el lugar del psicoanalista, tan fuerte es la carga emocional que transmiten los testimonios de violencias recientes. Pero se no es su papel, aunque tenga empata con aquellos a quienes escucha, incluso cuando llega a sentir casi una amistad con los actores histricos a quienes entrevista. 32

2.3 ) Testimonios: fidelidad, veracidad y verdad

Si bien son ya muchos los historiadores que han abandonado la primera tradicin de recoleccin de datos de la historia oral, para abocarse casi exclusivamente al anlisis de las memorias y representaciones de una comunidad, grupo o nacin, es necesario sealar algunas diferencias encontradas entre las tres distintas formas de entender el testimonio de las que hemos hablado. No slo el objetivo al usar el testimonio como fuente del acontecimiento, como fuente de la memoria o como elaboracin del pasado es distinto. Tambin es diferente la manera en que se entiende la verdad en cada una de ellas.

Veamos en primer trmino la verdad psicoanaltica. A lo largo de su obra escrita, Lacan desarroll tres concepciones distintas sobre la verdad.33 Para lo que nos interesa, la ltima de ellas es la fundamental. En los ltimos artculos de los Escritos , Lacan piensa la verdad en su diferencia con el saber.34 Para el psicoanalista francs, siempre se puede saber ms: no existe un saber acabado. Es debido a esto que no se puede plantear que saber y verdad sean lo mismo, porque si bien verdad slo podra haber una, saberes hay muchos. De esa forma, la verdad no puede ser toda dicha, porque el saber se puede acrecentar continuamente.35 La verdad es lo que le falta al saber para su realizacin. Segn Lacan, la verdad no puede ser dicha porque resulta intolerable. Pero ello no implica que no se pueda construir. Es decir, para el sujeto en psicoanlisis, la verdad nunca podr ser revivida; los sucesos de la vida del individuo nunca volvern a encontrarse tal y como stos existieron, pero ello no implica que no se pueda hacer de ellos una construccin. Ya no como adecuacin a los objetos o lo realmente ocurrido en el pasado, sino como una manera de reconstruir la historia individual para darle sentido.

Si en algn otro momento de mi trabajo,36 consider que en historia se poda retomar este concepto lacaniano de verdad, en tanto los acontecimientos ocurridos en el pasado pueden ser reconstruidos desde el presente, en una aproximacin de su escritura al mismo tiempo que de su anlisis y explicacin, hoy no creo poder sostener la misma afirmacin.

Algunas de las diferencias acerca de la verdad en historia y memoria me han conducido a pensarlo de otra manera. No es aqu el lugar para hacer una diferenciacin entre ambos trminos. Sin embargo, vale la pena sealar que en estos dos campos de relacin con el pasado, historia y memoria, en las diferencias que entre ellas existen y en las diferencias entre pasado y narrativa del pasado, hay un punto fundamental: la relacin con la verdad. Y es que me parece que el problema de la verdad no es similar para individuos, colectividades o historiadores. Si bien comparto la idea de que es importante construir y debatir el pasado para las sociedades, tambin creo que no se le puede dar el mismo peso a la idea de que no importa lo que ocurri. Si para Freud que sus neurticas hubiesen sufrido un trauma o no, no era fundamental, pues lo importante era el recuerdo y lo que ello explicaba de la persona, en el caso de una colectividad no creo que este mecanismo opere de la misma manera: no tiene relevancia si desaparecieron 7 mil o 30 mil argentinos durante la ltima dictadura militar? Justamente el estatuto de verdad en historia, la pregunta por la verdad en esta disciplina, permite entender una de las diferencias con la memoria. La memoria, individual o grupal, no se pregunta por la verdad: la verdad es lo que yo digo, es lo que yo recuerdo; el testimonio pide ser credo por s mismo, porque narra una experiencia que se conoci en primera persona: yo estuve ah. En la historia no ocurre igual. Si bien parto de la idea de que no existe la verdad en historia, tambin creo que siempre hay una bsqueda de objetividad y un objetivo de la verdad en el historiador. Si la memoria est del lado de la fidelidad, la historia tiene su objetivo puesto en la verdad.37

Para la historia de la memoria, no importa si lo que el testigo narra es verdad o si ocurri de la manera en que lo cuenta. Lo relevante es justamente quin, cmo, qu y cundo recuerda. En la historia del acontecimiento no es as. Para sta, la verdad estara en la recomposicin del pasado que tuvo lugar: La historia es una narracin de acontecimientos verdaderos. En trminos de esta definicin, un hecho debe cumplir una sola condicin para tener la dignidad de la historia: haber tenido realmente lugar.38 Una parte de la verdad en historia ser explicar los hechos, volverlos inteligibles. La verdad, entonces, no estar tanto en revivir el pasado tal y como sucedi sino en explicarlo, en construir verdades parciales y en continuo movimiento, en revisin constante. Dice Ricur:

[...] Hay mil razones para negar que el historiador tenga por tarea restituir las cosas tal y como ellas ocurrieron'. La historia no tiene por ambicin hacer revivir , sino re-componer, re-constituir, es decir componer, constituir un encadenamiento retrospectivo. La objetividad del historiador consiste precisamente en esa renuncia a coincidir, a revivir, en esta ambicin de elaborar encadenamientos de hechos al nivel de una inteligencia histrica. [...] Como cualquier otro cientfico, el historiador busca las relaciones entre los fenmenos que l ha distinguido. Insistiremos cuanto se necesite a partir de ello en la necesidad de comprender los conjuntos, los lazos orgnicos que exceden toda causalidad analtica; opondremos entonces, tanto como sea necesario, comprender y explicar. [...] 39

Tal y como hace Ricur, es necesario recordar una de las mximas de Marc Bloch: comprender no es juzgar,40 pero recordar tampoco es conocer. Y es que si la memoria est por el recuerdo, la historia, como disciplina, est por el conocimiento. Conocer y recordar son dos procesos muy distintos. La historia busca conocer, interpretar o explicar el pasado, y acta bajo la bsqueda de la objetividad; la memoria pretende legitimar, rehabilitar, honrar o condenar y acta de manera selectiva y subjetiva. La memoria est ntimamente ligada al presente, pues es en este tiempo donde se narra una experiencia.41 En ese sentido, la memoria es siempre anacrnica, pues se escribe en presente retomando otro presente que hoy es pasado: la memoria es un revelador del presente, sugera Halbwachs.42 Tambin sealaba que, justamente porque se habla desde el presente, el pasado es distorsionado para darle coherencia.

2.4 ) Creer o no en los testimonios

Creer o no creer en los testimonios, esa es la cuestin? En un trabajo anterior sobre la memoria y el olvido de la dictadura militar en Uruguay,43 se me cuestion la excesiva credibilidad que mostraba frente a los discursos de los actores que haba entrevistado. No slo respecto a los acontecimientos que narraban, sino frente a sus hiptesis e interpretaciones histricas. Por ello, [...] Es importante reconocer que el historiador o cualquier otro acadmico, por atento y emptico que sea, no puede asumir la voz de la vctima. Adems, en su calidad de tal, el acadmico no es un terapeuta que trabaja en estrecha relacin con los sobrevivientes u otras vctimas del trauma y no tiene derecho a identificarse con ellos. 44 No es desdeable pensar que esos cuestionamientos me hayan llevado a reflexionar ms profundamente en el lugar que tienen las fuentes orales en la escritura-representacin de la historia: una cosa es dar voz a los testigos y otra creer y asumir sus hiptesis.

No obstante, tal y como nos recuerda Paul Ricur, el valor del testimonio es fundamental:

Sin embargo, no habr que olvidar que no todo comienza en los archivos, sino con el testimonio, y que, cualquiera que sea la falta originaria de fiabilidad del testimonio, no tenemos, en ltima instancia, nada mejor que el testimonio para asegurarnos de que algo ocurri, algo sobre lo que alguien atestigua haber conocido en persona, y que el principal, si no el nico recurso a veces, aparte de otras clases de documentos, sigue siendo la confrontacin entre testimonios. 45

Quizs el verdadero problema no resida en creer o no creer en los testimonios orales, pues frente a la duda siempre se puede hacer uso de la crtica metodolgica de la historia. Como ya dije, dependiendo de cmo se utilice el testimonio, la relacin con la verdad, con lo que ocurri, ser diferente, y, en cualquier caso, para el uso historiogrfico siempre debe estar presente la crtica realizada a toda fuente. Es posible que el problema se ubique en otra esfera epistemolgica: no la verdad, sino el fin de los testimonios.

3) Diferenciacin de los discursos: el testimonio histrico, el testimonio psicoanaltico y el testimonio judicial

Y as pasamos al ltimo punto que quisiera discutir, el de la confusin entre los distintos registros de los discursos testimoniales. Carlos Pereda sealaba recientemente, en un trabajo en publicacin: Tal vez en algunas ocasiones no interesa si un recuerdo es verdadero o falso, sino cmo la persona o los grupos sociales han ido reelaborando, y testimonian sobre el pasado. A partir de esta frase, no habra que preguntarse para qu queremos el recuerdo? Para qu a los testigos? Es decir, tienen el mismo estatuto los testigos para la justicia, para la historia, para el psicoanlisis, para la memoria pblica de una sociedad, o para un grupo que funciona como motor de memoria? 46

Quizs el boom de la memoria, la primaca de lo oral, la sacralizacin del testigo, han conllevado a una confusin de los discursos testimoniales que, considero, tienen distintos objetivos. El trabajo de historiadores y psicoanalistas que buscan coadyuvar en la elaboracin del pasado de una sociedad, que se enfrentan a la irrepresentabilidad de situaciones lmites, los ha llevado a afirmar que existen muchos paralelos entre la entrevista testimonial y la escucha clnica. No insistir en ello. Slo habra que sealar que algo que llama la atencin en ciertas reflexiones sobre la memoria como trauma o en la idea de experiencias no instanciadas es la fusin y confusin de los diferentes usos del testimonio y de sus distintos escenarios.47

Un ejemplo para aclarar: los testimonios orales en la Comisin Nacional sobre la Desaparicin de Personas en Argentina. La conadep se dedic a entrevistar a vctimas de la dictadura argentina con el fin de crear un reporte sobre la suerte de los desaparecidos polticos. En un primer sentido, se trataba de conformar una memoria colectiva sobre el pasado reciente que pudiera ser compartida y discutida en el espacio pblico; posteriormente se entendi ese testimonio individual como un lugar de elaboracin psicoanaltico para los propios protagonistas. Por otro lado, dichos testimonios han sido utilizados por historiadores para escribir la historia de la pre-dictadura y la dictadura. En un tercer momento, los mismos testimonios han servido como base para los juicios iniciados contra los militares.48

Como se puede observar, tres muy distintas utilizaciones del testimonio se mezclaron: 1) el uso psicoanaltico individual y colectivo, para que los protagonistas y los grupos de una sociedad elaboren el pasado traumtico; 2) el uso histrico, para poder escribir y representar (con todas las dificultades que conlleva narrar acontecimientos traumticos) la historia del pasado reciente; y 3) el uso judicial, para enjuiciar y condenar a los perpetradores de delitos.

Las crticas ante el giro subjetivo, de las que hemos hablado anteriormente, retoman la vieja oposicin entre historia y memoria, entre recordar y comprender/explicar. Pero tambin incorporan una crtica al devenir pblico del mbito intimo, o en otras palabras a la relacin de inmediatez que el auge testimonial parece asignar a la relacin entre experiencia y relato.49 En ese sentido, se cuestiona la no diferenciacin entre el uso o contexto judicial (que somete al testimonio a las reglas de la prueba), el teraputico (donde el mtodo crtico de la historia sera absurdo, pues las cuestiones de la verdad y del referente no estn en juego), y el histrico (donde sustraerse a las reglas de relacin con la veracidad es imposible).

Quizs lo que debe cuestionarse no es la aplicacin de conceptos y mtodos psicoanalticos en la historia,50 sino la confusin de registros entre el uso de testimonios, que debe ser claramente diferenciado para evitar la superposicin de esferas epistemolgicas y de fines u objetivos. El testimonio judicial, el testimonio psicoanaltico y el testimonio histrico deben ser entendidos, trabajados y analizados en esferas diferentes y bajo miradas distintas. As como se han analizado y distinguido los papeles del historiador y del juez,51 deberan tambin diferenciarse los roles del historiador y el psicoanalista. Por ltimo, deberan tambin distinguirse las distintas contribuciones que cada uno de estos testimonios (judicial, psicoanaltico e histrico) tiene en la reparacin de identidades daadas, en la puesta en prctica de una justicia legal respecto del pasado, en el aporte a la inteligibilidad y la representacin del pasado.

Bibliografa

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Notas

1 Este artculo es resultado de los proyectos de investigacin Memoria y poltica: de la discusin terica a una aproximacin al estudio de la memoria poltica en Mxico (CONACYT CB-2005-01-49295) y Memoria y poltica: los discursos sobre la memoria en los espacios pblicos (PAPIIT IN401805-3), de los cuales soy investigadora asociada, y que son dirigidos por la Dra. Nora Rabotnikof. Tambin fue resultado de mi Estancia Posdoctoral (financiada por la Coordinacin de Humanidades) en el Instituto de Investigaciones Filosficas de la unam. En ese sentido, deseo expresar mi especial agradecimiento a la Coordinacin de Humanidades por el financiamiento econmico. Amplio el agradecimiento a Mario Gmez Torrente por sus lecturas y crticas a este manuscrito.

2 Francois Dosse, L' histoire , Pars, Armand Colin, 2000.

3 Pier Nora, Entre Memoire et Histoire, en P. Nora (ed.), Les lieux de mmoire , t. 1, La Republique Pars Gallimard, 2001, pp. 23-43.

4 Philippe Joutard, Esas voces que nos llegan del pasado , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1999.

5 Ibid ., p. 212.

6 Ibid., p. 213

7 Primo Levi, Le devoir de mmoire , Entrevista con A. Bravo y F. Cereja, Pars, Editions Mille et Une Nuits, 1994.

8 P. Levi, Los hundidos y los salvados , Espaa, Muchnik, 2002.

9 Beatriz Sarlo, Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusin , Buenos Aires, Siglo xxi Editores, 2005, p. 43.

10 Idem .

11 Jorge Semprun, Vivir con su nombre, morir con el mo , Barcelona, Tusquets 2001, y La escritura o la vida , Barcelona, Tusquets, 1995.

12 Annette Wieviorka, L're du tmoin , Paris, Plon, 1998.

13 Dominique LaCapra, Escribir la historia, escribir el trauma , Buenos Aires, Nueva visin, 2005, p. 105.

14 P. Nora, op.cit ., 2001.

15 Francois Hartog, Rgimes d' historicit. Prsentisme et expriences du temps, Pars, Le Seuil, 2003.

16 M. Pollak, N. Heinich, Le tmoignage, Actes de la recherche en science sociales, nms. 62/63, junio de 1986, pp. 3-29.

17 Paul Ricur, La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2004.

18 N. Wachtel, Introduction, en M-N. Bourguet, L. Valensi, N. Wachtel (eds.), Between Memory and History , London , Harwood Academia Publishers, 1990.

19 P. Joutard, op. cit., 1999, p. 177.

20 Ya antes haba sealado: Durante mucho tiempo no me preocup por saber si esta memoria colectiva me daba una informacin sobre la realidad histrica que contaba; no era mi propsito. Recoga un testimonio sobre otra realidad', tan importante como las representaciones mentales de las sensibilidades. [...] Mi encuesta oral me permiti finalmente reinterpretar documentos escritos que yo haba ledo rpidamente y que de hecho eran relatos de tradicin oral de los cuales tena una ltima versin [...]. De esta manera, rpidamente puse en duda la pertinencia de la oposicin entre fuentes escritas y fuentes orales y de la incomunicabilidad del mundo de la cultura escrita y de la cultura oral. [...](P. Joutard, ibid ., 1999, p. 157).

21 Joutard, ibid , 1999, p. 210.

22 D. LaCapra, op cit ., 2005.

23 Ver S Felman, D. Laub, Testimony: Crises of Witnessing in Literatura, Psicoanlisis and History , New York , Routledge, 1992.

24 Sigmund Freud, (1914), Recordar, repetir y reelaborar, en Obras completas , t. XII, Buenos Aires, Amorrortu, 1992, pp. 145-158.

25 Nora Rabotnikof, El retorno del testimonio, ponencia para el II Congreso Internacional de Filosofa de la Historia Rescrituras de la memoria social, Universidad de Buenos Aires, 11-13 de octubre de 2006.

26 Idem .

27 B. Sarlo, op. cit ., 2005.

28 P. Ricoeur, op.cit. , 2004.

29 Pienso especialmente en Bruno Bettelheim (1983), quien fue no slo psicoanalista, sino testigo de los campos de concentracin, pues estuvo detenido en Dachau y de Buchenwald entre 1938 y 1939. Su propio anlisis lo llev a cabo con el psicoanalista Richard Sterba.

30 D. La Capra, op. cit ., 2005.

31 P. Joutard, op. cit ., 1999, p. 201.

32 P. Joutard, ibid , 1999.

33 Eugenia Allier Montao, El concepto de verdad en Lacan. Los escritos: 1946-1966, Tramas, nm. 17, diciembre 2001, pp. 137-155.

34 Es sobre todo en dos artculos que Lacan trabaja el problema de la verdad en este sentido: La ciencia y la verdad y Subversin del sujeto y dialctica del deseo en el inconsciente freudiano, en Escritos, Tomo 2 , Siglo XXI, Mxico, 1984, pp.773-807.

35 La frontera entre la verdad y el saber es muy endeble. Debido a esto, Lacan propone entender ambos conceptos a travs de la banda de Moebius. Cuestin topolgica en donde encontraramos la verdad en un lado de la banda y el saber en la otra. Ambos lados de la banda se tocan, pero no son el mismo.

36 Eugenia Allier Montao, Sara y Simn o la reconstruccin del pasado: el problema de la verdad en la escritura de la historia del tiempo presente, Cuicuilco Revista de la Escuela Nacional d e Antropologa e Historia, nm 11 (30), enero-abril 2004, pp. 9-45.

37 P. Ricur, op. cit ., 2004.

38 Paul Veyne, Comment on crit l' histoire , Pars, Seuil, 1971, p. 23; tda.

39 P. Ricur, Histoire et vrit , Pars, Seuil, 1955, p. 26; tda.

40 M. Bloch, Apologa para la historia o El oficio de historiador, Mxico inah . Fondo de Cultura Econmica, 1996.

41 B. Sarlo, op. cit ., 2005

42 M. Halbwachs [1951], La memoria colectiva , Zaragoza, Ediciones Universitarias de Zaragoza, 2005.

43 E. Allier Montao, Une histoire des luttes autour de la mmoire sur le pass rcent en Uruguay, 1985-2003 , Tesis de doctorado en la Ecole de Hautes Etudes en Sciences Sociales, presentada en diciembre 2004.

44 D. LaCapra, op. cit ., 2005, p. 115.

45 P. Ricur, op. cit ., 2004, p. 190.

46 Me refiero, con este concepto, a los grupos que buscan que la memoria del pasado perviva en la sociedad. Vale la pena decir que existen diversos conceptos relacionados que buscan dar cuenta de esta situacin. Marie-Claire Lavabre (2001) habla de emprendedores ( entrepreneurs ). As lo hace tambin Elizabeth Jelin (2002), diferencindose del trmino empresario, que podra relacionarse, incorrectamente, con la nocin de empresa y lucro privado. Emprendedor, para Jelin, hara referencia a aquellos que se involucran personalmente en un proyecto, al mismo tiempo que compromete a otros, generando una tarea organizada de carcter colectivo. Aquel que genera nuevos proyectos, ideas y expresiones, quien crea ms que repetir. Nosotros estamos de acuerdo con lo sealado con Jelin, pero nos parece ms pertinente llamarlos motores, pues son engendradores y propagadores de la memoria; es decir, verdaderos motores de memorias.

47 Rabotnikof, El retorno del testimonio, ponencia para el II Congreso Internacional de Filosofade la Historia Reescrituras de la memoria social , Universidad de Buenos Aires, 11-13 de octubre de 2006.

48 Vase: N. Rabotnikof, Memoria y poltica a treinta aos del golpe, en C. Lida, H. Crespo, P. Yankelevich (comps.), Argentina, 1976. Estudios en torno al golpe de Estado , Mxico, El Colegio de Mxico, 2007.

49 Rabotnikof, op. cit., 2006.

50 Sobre algunos cuestionamientos del uso del psicoanlisis en historia, ver Mara Ins Mudrovcic, Alcances y lmites de perspectivas psicoanalticas en historia, Dinoia (Mxico) XLVIII (50), mayo de 2003, pp. 111-127.

51 C. Ginzburg, El juez y el historiador, Madrid, Anaya/M. Muchnick, 1993; O. Dumoulin, Le rle social de l'historien. De la chaire au prtoire , Pars, Albin Michel, 2003.; Ricur, op. cit., 2004.

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