Alteridades 2011

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Narrativas. Aguilar.

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  • ALTERIDADES, 201121 (41): Pgs. 145-160

    E

    Del espacio al lugar: un anlisis de la consolidacin urbana local

    desde la perspectiva narrativa*MIGUEL NGEL AGUILAR DAZ**

    AbstractFROM THE SPACE TO THE PLACE: AN ANALYSIS OF THE LOCAL URBAN CONSOLIDATION FROM A NARRATIVE PERSPECTIVE. A CASE STUDY IN THE METROPOLITAN AREA OF MEXICO CITY. This article searches the way in which a living place is produced from the narratives of the dwellers of a peripheral urban neighborhood in Mexico City. Based on in-depth indi-vidual and group interviews, the role of the story line is highlighted, and so are the temporalities, actors and events for the elaboration of vital points of reference. The relation between narratives and social identity are discussed from the forms in which the process of popu-lating the neighborhood.Key words: urban narratives, urban culture, social actors, temporality, city transformations

    ResumenEn el artculo se busca indagar sobre la manera en que se produce el lugar habitado a partir de narrativas de habitantes de un municipio urbano perifrico en la Ciu-dad de Mxico. Con base en entrevistas a profundidad, tanto individuales como grupales, se subraya el papel de tramas, temporalidades, actores y eventos en la elaboracin de puntos de referencia vitales. Se discute igualmente la relacin entre narrativas e identidad so-cial a partir de las formas en que ha ocurrido el proce-so de poblamiento del municipio. Palabras clave: narrativas urbanas, cultura urbana, actores sociales, temporalidad, transformaciones de la ciudad

    Introduccin

    l presente artculo busca analizar la experiencia de vida de habitantes de un municipio conurbado a la Ciudad de Mxico, que experiment un crecimiento poblacional y urbano vertiginoso en la dcada de los

    noventa. El anlisis que se realizar tiene que ver con dos tpicos centrales: por un lado, el proceso a travs del cual un espacio es transformado en un lugar; y, por el otro, la reconstruccin de este proceso a partir del anlisis de narrativas de los habitantes de la periferia urbana de la Ciudad de Mxico. El mbito de estudio es relevante para anudar estos ejes de anlisis, ya que en la periferia metropolitana se desarrollan mltiples for-mas de transformacin y apropiacin de lo urbano; una de estas formas sigue siendo el acondicionar terrenos de uso agrcola para actividades urbanas. Este proceso de transformacin, que en muchos casos va de lo agres-te a lo urbano, no slo remite a cambios materiales, seala tambin la manera en que los habitantes dotan de sentido, a partir de la experiencia, a ese cambiante mundo material. La situacin de llegar a vivir a un entorno que no est acondicionado para uso residencial, y de ah construir paulatinamente la vivienda y gestionar el

    * Artculo recibido el 26/08/10 y aceptado el 18/04/11. Quisiera agradecer los comentarios de dos dictaminadores anni-mos a una primera versin del artculo.

    ** Profesor-investigador del Departamento de Sociologa de la Universidad Autnoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. Av. San Rafael Atlixco nm. 186, col. Vicentina, delegacin Iztapalapa, 09340, Mxico, D. F. .

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    acceso a servicios y equipamiento, tiene una impor-tancia considerable que se refl eja en su elaboracin narrativa. Es decir, lo que ha ocurrido durante este proceso es algo que se cuenta, una historia en la que se enlazan eventos y emerge un sentido sobre lo vivido.

    As, se busca entender la manera en que los habi-tantes de un municipio ubicado en la periferia orien-te de la ciudad recrean narrativamente la experiencia de llegar a habitar en ese lugar. Me podra contar cmo fue que lleg a vivir aqu? fue una pregunta recurrente que se hizo durante el trabajo de campo, tanto en entrevistas individuales como en grupos foca-les. Su respuesta hace emerger narrativas que recons-truyen la vida en el lugar desde el inicio del proceso de urbanizacin hasta la estructuracin de la vida coti-diana. A partir de esta temtica inicial se indag sobre los procesos sociales de construccin de referentes materiales y sociales a nivel local, sus lmites y dimen-siones, lo mismo que los tipos de tramas y temas a los que se adscriben las narrativas. Este abordaje per-mite analizar cmo se elabora experencial y discursi-vamente el lugar y cul es el sentido del lugar que emerge de l, a partir de descripciones y valoraciones.

    Al ubicar la investigacin en la temtica de las na-rrativas sobre el lugar se busca recuperar no slo las experiencias de los habitantes, sino, de manera par-ticular, cmo estas experiencias han tomado una forma comunicable y as situar las tramas argumen-tativas que les dan forma y sentido. Se propone enton-ces que el espacio habitado puede examinarse desde su produccin discursiva, y que narrar es una de las dimensiones del habitar. As, en la produccin de lo local existe una dimensin que es la de su elaboracin a partir de una multiplicidad de historias que sobre l se generan y dotan de un sentido especfi co a un pa-sado experimentado de una manera individual, pero desarrollado en un marco comn. Este conjunto de historias dan pauta para comprender los lmites y ca-ractersticas del lugar habitado, que pertenece al do-minio de la experiencia colectiva y que proporciona versiones de lo local distintas de las que se pueden realizar desde las informaciones censales o de aproxi-maciones cuantitativas.

    El concepto de lugar con el que se trabajar es el que ha sido planteado mayormente por la geografa humana. Este concepto se encuentra unido al de es-pacio, de modo que es necesario precisar ambos en la medida en que mutuamente se acotan y distinguen. El gegrafo Yi-Fu Tuan plantea: experiencialmente el signifi cado de espacio comnmente se confunde con el de lugar. Espacio es ms abstracto que lugar. Lo que comienza como un espacio indiferenciado se vuelve lugar en la medida en que lo conocemos mejor

    y le asignamos un valor (1977: 6). De esta manera, el lugar acota el espacio, le proporciona lmites y lo dota de una materialidad particular. Tuan tambin apunta que el lugar es un tipo de objeto: Lugares y objetos defi nen el espacio, dndole una personalidad geomtrica (1977: 17).

    La experiencia del espacio est asimismo vincu-lada con la idea de lo amplio, lo abierto; de aqu que sea posible la derivacin lingstica del espacio hacia lo espacioso. De la amplitud se genera la sensacin de libertad, la existencia de un rea hacia donde se podra ir sin ningn tipo de cortapisa. De esta forma emergen de entrada dos dimensiones importantes al momento de marcar pautas para entender las nocio-nes de espacio y lugar. La primera de ellas remite al espacio como posibilidad, como libertad, capacidad de desplazarse y, sin embargo, no establece pautas sobre cmo moverse en l, carece de marcas que se-alen cmo interpretarlo. De aqu que, para Tuan, El espacio limitado y humanizado es el lugar. Compara-do con el espacio, el lugar es el centro tranquilo de valores establecidos [y ms adelante seala:] El espa-cio se transforma en lugar al adquirir defi nicin y signifi cado (1977: 54 y 136). Interesa indagar de qu manera el espacio toma forma como lugar en el con-texto de un proceso de expansin urbano perifrica.

    Retomar la misma discusin desde una perspecti-va antropolgica requerira indagar sobre las maneras en que se hace un lugar (place making), como una forma de escapar a reduccionismos en los que se asig-nan rasgos identitarios mecnicamente a ciudadanos a partir del lugar habitado, sin considerar vnculos re-lacionales y de exclusin, lo mismo que procesos di-ferenciales de generacin de socialidades y uso del espacio (vase Gupta y Ferguson, 1999). En sntesis, se trata de pensar lo local como un mbito que posee una dinmica de transformacin en donde los proce-sos culturales que dan sentido a la vida colectiva no emergen por s solos, apelando a la tradicin y la con-tinuidad, sino que son tambin espacios de negociacio-nes y tensiones, y esto puede recuperarse mediante las historias contadas por los habitantes. Igualmen-te habra que considerar, siguiendo a Escobar (2001), que si bien las ciencias sociales han puesto en los ltimos aos un nfasis especial en el movimiento y los fl ujos a travs del territorio, esto no implica que la idea de lo local y el lugar pierdan importancia.

    La aproximacin narrativa

    La idea de analizar narrativas sociales fue elegida bajo la premisa de recuperar formas de conocimiento

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    social existentes a nivel colectivo, siguiendo el proba-do canon antropolgico de analizar el conocimiento local para acceder a una experiencia desde los sujetos inmersos en un mbito cultural concreto. Como bien sealan Daiute y Lightfoot (2004), se pueden identi-fi car tres usos dominantes de la idea de anlisis na-rrativo: por un lado, puede ser una metfora para referirse al curso de vida, es decir, una teora del de-sarrollo personal; por otro lado una referencia a una fuerza cultural totalizadora, y, por ltimo, el mtodo para interpretar el discurso narrativo, sea oral o es-crito. Estos tres elementos podran sintetizarse en el planteamiento de que

    las narrativas son algo ms que palabras o ventanas

    que llevan a algo ms. Los discursos narrativos son signi-

    fi cados e interpretaciones culturales que guan la per-

    cepcin, pensamiento, interaccin y accin. Los discursos

    narrativos organizan la vida es decir, relaciones sociales,

    interpretaciones del pasado, y planes para el futuro. La

    manera en que las personas cuentan historias infl uencia

    cmo perciben, recuerdan y preparan eventos futuros

    (Daiute y Lightfoot, 2004: X).

    Cabe subrayar que la actividad de relatar aconteci-mientos, de contar historias, es tan cercana a nuestra experiencia cotidiana que es vista como algo natu ral y por tanto no suscita necesariamente muchas pre-guntas sobre cmo obtiene su efi cacia en cuanto for-ma comunicativa y su papel en la vida social. Con todo, las indagaciones sobre las narrativas, su estructu-ra y relevancia, tienen ya una trayectoria visible den-tro de las ciencias sociales. Habra que reconocer en primera instancia que lo que se denominar como la aproximacin narrativa no es patrimonio de una dis-ciplina en particular en las ciencias sociales, es ms bien el producto de trabajos realizados desde la psi-cologa, la antropologa y la lingstica, por citar al-gunas de las disciplinas ms relevantes para la con-fi guracin de este campo temtico.

    A principio de los aos noventa aparece el libro Cultura y verdad escrito por el antroplogo Renato Rosaldo (1991), que presenta, entre sus argumentos centrales, la necesidad de recuperar la dimensin afec tiva y subjetiva de la vida social. Dimensin que a su juicio se haba extraviado al practicar las ciencias sociales principios metodolgicos que apelaban a un excesivo formalismo y a una visin del ser humano donde slo contaba aquello abordable desde perspec-tivas objetivistas. La constatacin de Rosaldo era que la vida humana, contada para s por sus propios ac-tores, posea lgicas de explicacin y comprensin no reconocidas por las ciencias sociales. As, no se tra-

    taba slo de recuperar, a pesar de las difi cultades en su abordaje, la dimensin de la subjetividad y la afec-tividad de la vida social, sino tambin su propia l-gica de expresin a nivel social. El punto fuerte de la argumentacin consista en no separar de manera ar-tifi cial contenidos de formas expresivas. Es decir, importaba con igual intensidad el qu y el cmo del discurso y las prcticas sociales.

    La ferviente propuesta de Rosaldo para abrir pautas diferentes en el anlisis social recuperaba mucho de lo que haba en el espritu de la poca sobre el cmo y por qu acercarse a las narrativas. Con todo, dentro de la teora literaria el tema del relato y la narracin constituan ya un campo de estudios de larga data. Bas te recordar la conocida afi rmacin de Roland Bar-thes en el sentido de que no hay ni ha habido jams en parte alguna un pueblo sin relatos, [...] el relato se burla de la buena y mala literatura: internacional, transhistrico, transcultural, el relato est ah, como la vida (1966, cit. en Arfuch, 2002). Igualmente los aportes de Paul Ricoeur al tema son imprescindibles en cuanto que desde la idea de temporalidad ubica al relato como una accin que no slo transcurre en el tiempo, sino que es capaz de darle a ese tiempo un carcter humano irreductible: El tiempo se hace hu-mano en la medida en que se articula en un modo narrativo, y la narracin alcanza su plena signifi cacin cuando se convierte en una condicin de la existencia temporal (1995: 113).

    De los atributos signifi cativos en relacin con la narratividad social resalta el planteamiento de que a travs de ella llegamos a conocer, comprender y dar sentido al mundo social, y empleando sus recursos son construidas identidades sociales. Identidades que pueden ser cambiantes, efmeras y mltiples, y se en-cuentran ubicadas en narrativas sociales y redes de relaciones que raramente son de la autora de los su-jetos (vase Ochs, 1996 y 2000). Otro elemento impor-tante es el de la ubicacin de las narrativas como actos comunicativos socialmente signifi cativos, ya que ha-cen comprensible la experiencia personal a otros me-diante una ordenacin y estructuracin de eventos personales hacia formas expresivas socialmente com-partidas. Es precisamente en este sentido que se llega a afi rmar que las estructuras por medio de las cuales se da forma a la experiencia personal no son de la autora del sujeto. As, cabe reconocer una com-petencia comunicativa necesaria para participar en el reconocimiento y creacin de las narrativas, a partir de los diversos gneros y estructuras que puedan con-tener y, de ah, dotarlas de efi cacia.

    Un caso interesante que puede ilustrar este pun-to es el planteado por Sols (2004) en relacin con las

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    estrategias adoptadas por parte de migrantes mexica-nos en Estados Unidos para posicionarse frente a los discursos mayoritarios que les asignan una identidad estructurada a partir de la dimensin de la ilegalidad. En el caso estudiado con migrantes que participan en la Asociacin Tepeyac en la ciudad de Nueva York, en el contexto de organizaciones de base las familias de migrantes mexicanos ilegales desarrollan sus iden-tidades a travs de narrativas y contranarrativas sobre la ilegalidad que cuestionan las nociones predominan-tes y redefi nen la ilegalidad desde criterios nuevos y diferentes (Sols, 2004: 183). Haciendo referencia a la idea de migrante indocumentado, en lugar de ilegal, ha sido posible acceder a la defensa de derechos, pug-nar por la visibilidad social y tener una voz pblica. Contar la historia de por qu y cmo se ha llegado a estar en otro pas sin papeles es relevante para acce-der a formas de accin colectiva que desde la narra-tiva dominante eran negadas. Son tambin signifi cati-vos los aportes de Pablo Vila (2003) en torno a la conformacin de referentes identitarios nacionales en la frontera norte de Mxico, as como la investigacin de Ruth Finnegan (1998) sobre narrativa y vida ur-bana, en donde se reconstruye el proceso de ocupar y ha bitar el poblado de Milton Keynes, un new town, en Inglaterra.

    De las diversas formas en que se puede hacer el anlisis narrativo se opt por realizar un acercamien-to temtico, esto signifi ca que del material recopilado se lleva a cabo una lectura horizontal en la que se busca atender los tpicos recurrentes en las historias que cuentan los entrevistados. El nfasis est puesto en lo dicho los eventos y cogniciones a los cuales se refi ere el lenguaje (Riessman, 2008: 58). Cabe recordar entonces que: En el anlisis narrativo te-mtico (y en otros mtodos de codifi cacin temtica)

    el lenguaje es visto como un recurso, ms que un tpico de indagacin (Riessman, 2008: 59). Igual-mente es oportuno apuntar que no se desplegar en extenso el total de una entrevista individual o grupo focal, sino que se presentarn algunos fragmentos, o bien se har un trabajo de sntesis temtica y se pre-sentarn algunas citas con el objeto de rescatar tr-minos y giros particulares. Hay que reconocer que esto en s mismo es una encrucijada metodolgica, ya que la misma idea de narrativa supondra la de un discurso abordado en su totalidad, para as atestiguar sus modulaciones, recurrencias y omisiones. Esto en principio es cierto, no obstante, tal como se mostrar en las pginas que siguen, las narrativas poseen di-versos niveles de unidad. El primer nivel, el ms obvio, es el de la entrevista como un todo, a partir de la cual se despliegan multiplicidad de ancdotas, descripcio-nes, relatos de eventos que pueden ser pensados como narrativas en la medida en que presentan un aconte-cimiento que se desarrolla, en tanto que historia, de manera continua hasta su fi nalizacin.

    En el trabajo de campo se realizaron 21 entrevistas tanto individuales como grupales, estas ltimas con el procedimiento de grupos focales. El guin de la en-trevista indagaba sobre tpicos relacionados con la experiencia de llegar a habitar en el municipio, el pro-ceso de construccin de la vivienda y el acceso a ser-vicios, organizacin, relaciones sociales, uso del espa-cio local y perspectiva a futuro. El perfi l de entrevistas que se realizaron corresponde a lo que se podra deno-minar como abiertas en el sentido de formular pregun-tas capaces de guiar un proceso refl exivo e informativo sobre la experiencia personal dentro del asentamien-to y autobiogrfi cas. En particular se busc entre-vistar a personas que tuvieran ms de diez aos de residencia en el asentamiento al momento de la en-trevista, con el propsito de que pudieran trazar un panorama sobre sus caractersticas originales y su-cesivas transformaciones.

    El lugar de origen de los entrevistados es diverso, muchos provienen de otros estados del pas, y en no pocos casos de la misma rea oriente de la Ciudad de Mxico, sea de otros municipios consolidados a nivel urbano (principalmente el de Nezahualcyotl) o de otras delegaciones del Distrito Federal (sobre todo Iztapalapa e Iztacalco). El rango de tiempo de vivir en el municipio va de un ao (una migrante salvadorea), hasta 18 aos (una chica que naci en el asentamien-to al poco tiempo de haber llegado sus padres). Para recuperar diferentes experiencias de vida se busc en trevistar a un nmero semejante de mujeres y hom-bres. La mayora de ellos lleg al municipio para cons-truir su vivienda, de modo que habitan en casas de

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    su propiedad que se encuentran en un incesante proceso de construccin, ampliacin y mejora, son muy pocos los casos en que la vivienda donde se habi-ta es rentada.

    El municipio de Valle de Chalco se ubica en el Estado de Mxico y colinda con el oriente del Distrito Federal, por lo que se le considera uno de los 38 mu-nicipios conurbados (Conapo, 2000). El inters para abordar el proceso de ocupacin del espacio en el municipio es mltiple; uno de los principales argu-mentos tiene que ver con su rpido proceso de pobla-miento en el lapso comprendido entre 1990 y 2000. Este veloz crecimiento poblacional tiene muchas aris-tas. No slo habla de la demanda de suelo urbano para vivienda y de los amplios sectores de poblacin dispuestos a comprar un terreno para construirla ah, sabiendo de antemano que era un proyecto que, para lograrse, requera tiempo y una persistente inversin econmica familiar. Tampoco se agota el tema men-cionando cmo un sistema poltico es capaz de asimi-lar esta nueva situacin urbana en un municipio ya constituido (el de Chalco), para de ah crear otro mu-nicipio ms en el Estado de Mxico, atendiendo as la dinmica urbana particular que es propia de un asen-tamiento con necesidades de servicios y equipamien-to diferentes a las de la unidad sociopoltica en la que surge.

    El proceso de ocupacin del espacio agrcola para fi nes urbanos tuvo la peculiaridad de que no se reali-z a partir de invasiones, como sola ser lo usual en la periferia, sino de la venta de los terrenos ejidales por los propios campesinos. Despus ocurri la interven-cin del Estado para sancionar legalmente la venta de terrenos. Esto redund en el otorgamiento de t-tulos de propiedad, ya que las tierras ejidales fueron ex propiadas (Hiernaux, 2000). Por otro lado, el pro-ceso de consolidacin urbana del municipio ha sido desigual en el sentido de que existen zonas que cuen-tan con un amplio equipamiento comercial y de ser-vicios, principalmente alrededor de las vialidades ms importantes, y adems existen reas en donde la do-tacin de servicios contina siendo escasa. Esto ha llevado a plantear (Hiernaux, 2000) que el municipio se encuentra en un proceso de diferenciacin interna, lo que resulta en la emergencia de reas con distintas caractersticas sociales y econmicas. Este fenmeno es signifi cativo ya que revela que, a partir de un co-mienzo donde habra una relativa homogeneidad entre los pobladores, han aparecido procesos de diferencia-cin asociados con la consolidacin del municipio.

    Un dato digno de sealarse es el ritmo de crecimien-to de poblacin en el municipio, las tasas de creci-miento anual promedio para toda la zona han sido,

    desde la dcada de los cincuenta hasta 1995, de 9%, lo que representa ms del doble de la del rea metro-politana y cuatro veces ms el promedio nacional para el mismo periodo (Iracheta, 2000). El componente ms importante del crecimiento ha sido el fl ujo migratorio. Para el ao 2005, de acuerdo con datos del Institu to Nacional de Estadstica y Geografa (INEGI) (2005), el municipio contaba con una poblacin de 332,279 per sonas. Por otra parte, el municipio present una tasa de crecimiento medio anual de 2.4% para el perio-do de 1995 a 2000, y en el quinquenio siguiente sta fue de 0.5%, lo cual seala una fuerte desacelera cin respecto del periodo previo. Se trata igualmente de un municipio con un componente de poblacin de origen indgena, ya que, en el ao 2000, 3.6% de la poblacin perteneca a algn grupo tnico, este porcentaje cay a 2.76% en 2005.

    Los elementos mencionados son sin duda intere-santes, no obstante, desde una perspectiva antropol-gica, el municipio se puede analizar considerando la manera en que un espacio, en principio dedicado a actividades de ndole agrcola, pasa en poco tiempo a ser habilitado para uso urbano. Esto supone el paso de un espacio a un lugar; de un mbito amplio, no conocido por aquellos que llegaron a colonizarlo, a un entorno que contiene puntos de referencia, una memoria individual y social, tambin poblado por imgenes de qu es lo urbano y aquello que est fue-ra de ello. Es un espacio que en su transformacin crea historias individuales, familiares y sociales en las que se conjugan rupturas y continuidades, con-fl ictos y logros. De tal manera que llegar implica no slo estar en un nuevo lugar que ha de ser despojado de su carcter agreste para civilizarse o urbanizar-se, sino tambin nombrar, dar existencia al entorno nominando rasgos en el paisaje y el mundo social pr- ximo. Todo esto hace del habitante un narrador pri-vilegiado del lugar. Igualmente, como seala Angela Gi glia: La domesticacin implica la construccin co-lectiva de una relacin especfi ca con la naturaleza, esto es, la produccin de lazos entre los sujetos para la transformacin del entorno y el establecimiento de signifi cados y usos compartidos del espacio, para vol-verlo habitable. (2007: 71).

    Estructuracin temporal y tramas narrativas en la construccin discursiva del lugar

    Los habitantes del municipio de Valle de Chalco, como parte del proceso de residir en l, no slo se han preo-cupado por contar con servicios y equipamiento y

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    consolidar su vivienda; participan adems en otra actividad signifi cativa en el nivel social, que es recrear la experiencia de cmo llegaron al lugar, evocar las difi cultades que enfrentaron y hacer un recuento de los logros obtenidos, es decir, dotar de un sentido colectivo a una actividad emprendida al inicio indivi-dualmente. Del mismo modo en que para llegar al municipio y construir su casa se han seguido ciertas pautas culturales ya establecidas (buscar seguridad en la compraventa del terreno, construir de manera secuencial, convertir los ahorros en materiales de cons truccin que permitirn ir ampliando la casa, etctera), tambin para contar la historia de cmo se lleg y ocurrieron cambios en la vivienda y en la co-lonia, se apela a convenciones culturales y narrativas que le proporcionan a un relato su verosimilitud y su fuerza persuasiva. As, narrar es igualmente una forma de habitar, construir de manera interactiva con otros, familiares, vecinos, amigos, un proceso signifi cativo en el curso de vida.

    Un elemento que se debe sealar es la gran diver-sidad de estas historias. Compartir el mismo espacio de vida, el municipio, no hace que las trayectorias vitales y los capitales culturales sean parecidos o semejantes. Las historias cambian de narrador en narrador, algunas veces con ms peso en temas que podran pensarse asociados al gnero, por ejemplo, el nfasis por parte de las mujeres en relacin con los hijos, y el de los hombres en el trabajo, o bien pre-ocupaciones particulares por grupo etario. No obstan-te, estas semejanzas no producen historias idnticas a pesar de compartir convenciones narrativas como veremos ms adelante. Estas convenciones o acuerdos narrativos suelen pasar desapercibidos en la medida en que no es posible imaginar una historia sin ellos, ser entonces un tarea en este apartado develar eso que usualmente se da por sentado.

    Como apunta Ruth Finnegan (1998), las narrativas personales estn formadas en un marco temporal, lo que es evidente en los tiempos gramaticales, la orde-nacin de eventos en el relato y los resultados de las acciones que realizan los narradores. Son historias justamente en el sentido de encadenamiento de si-tuaciones a travs del tiempo, que estn unidas no slo por la contigidad, sino por su relacin a partir de una trama. Las historias, segn su estruc tura y los eventos contados, pueden abarcar mltiples acon-tecimientos y encadenarlos entre s, o bien prescindir de los detalles y, en unos cuantos trazos, dar un pa-norama sobre algo que posee un comienzo, un desa-rrollo y un fi nal. Sin embargo, lo que convierte un recuento de hechos en una narrativa no es la cantidad de eventos relatados, sino su estructura, de aqu la importancia de ella.

    Dado el tipo de entrevistas que se hicieron, el inicio del relato se ubica en el aqu y el ahora del entrevis-tado, en el municipio de Valle de Chalco, en el mo-mento que se realiza la entrevista. Desde este punto de partida la persona mira hacia el pasado, describe el presente y se ubica para delinear un futuro posible. El presente de la entrevista en no pocas ocasiones es un tiempo que se valora positivamente, e incluso la narracin est conformada de tal modo que el estado presente justifi ca y gua las decisiones tomadas en el pasado y permite proyectar diferentes tipos de futu-ros. As, conocer el desenlace de la historia, por inesta-ble que pueda parecer, permite contarla con un or den par ticular. ste es entonces el entorno situado del entrevistado, y en la medida que no se le solicita que reconstruya toda su experiencia vital, sino slo aque-lla relativa a las condiciones de llegada al municipio, hace que todo el tema de su historia est alrededor de la persona, y que el entorno construido que rodea el lugar de la entrevista sea una ayuda visual para ubicar eventos o ejemplos en la historia.

    Si bien el lugar es un marco fsico de la historia, y un eje temtico recurrente, la apelacin a la vida fa-miliar y a la unidad domstica dota los relatos de una estructura temporal particular, ya que permite estable-cer un antes y un despus en relacin con los eventos colectivos, tomando como punto de referencia suce-sos en el ciclo de vida familiar. As, la familia que se ha formado y que se encuentra en crecimiento esta-blece marcas temporales en el relato mediante expre-siones del tipo: cuando me cas, aqu nacieron mis tres hijos, cuando mi nio tena dos aos. A este respecto cabe sealar que cuando la referencia a la familia organiza el relato lo hace no slo nombrando una situacin culturalmente recurrente, la relevan-cia de conversaciones entre miembros de la familia y sobre ellos, sino de manera ms clara construyendo un nosotros reconocible con facilidad y aceptado como sujeto legtimo de las historias.

    No obstante, esta legitimidad de la familia como su jeto no se corresponde plenamente con las estra-tegias adoptadas para la construccin de la vivienda. Zamorano (2008: 174), en un estudio sobre estrategias residenciales en Ciudad Jurez, postula que la fami-lia no es un asunto de familia, sino de individuos en familia, considerando que, a pesar de la coordinacin de acciones necesaria para la vida cotidiana en ella, sus miembros tienen proyectos individuales y realizan acciones para alcanzarlos. Se trata entonces, de un nosotros que debe ser matizado en funcin de los proyectos individuales y su coordinacin con las ac-ciones del resto de los integrantes de la familia.

    Otro punto reiterado en la organizacin temporal del relato es la mencin al desplazamiento. Por su

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    propia naturaleza, las historias se refi eren a ello, ex-cepto en aquellos relativamente pocos casos en donde el narrador y sus padres han nacido en el municipio, aunque en esta situacin se habla del desplazamien-to de los otros, de los nuevos moradores. Cuando se narra el desplazamiento desde la decisin clara del na rrador por asentarse en otro lugar estn presentes el punto de partida y el de llegada. Es entonces una historia de movilidad entre lugares, y su mencin se vuelve un argumento en la trama general de una bs-queda de mejora. Sin embargo, no se cuenta a detalle lo que ocurre en el viaje, ste se da por hecho, se re-lata un denso antes y el despus. Los narradores pue den verse como viajeros en donde la experiencia del desplazamiento comienza al haber llegado.

    La movilidad se dice a partir de recursos retricos en donde el antes se corresponde con un all, y el ahora con el aqu. De esta manera se establece una fi gura expresiva persistente en los relatos que consis-te en desplazar un espacio hacia un tiempo. Podemos pensar incluso que estas expresiones se convierten en sistemas de metforas en los cuales tiempo y lugar remiten el uno al otro. De acuerdo con esto, y tal como lo plantean Lakoff y Johnson (1986), son formas ex-presivas de corte orientacional que estructuran ac-ciones y pensamientos. El sustrato de estas metforas se encuentra en la experiencia espacial de los hablan-tes confi gurada a partir del hecho humano de contar con un cuerpo capaz de desplazarse. Con base en esta capacidad se deja atrs algo o salir se puede decir con el ir. Estas consideraciones son importan-tes en el caso que nos ocupa, ya que las metforas forman parte del acervo expresivo con el que se ela-boran las narrativas.

    A su vez, el tiempo no est compuesto de peque-os actos que en su concatenacin conducen hacia el presente, ms bien lo que aparece representado es una suerte de bloques temticos sin demasiada con-tinuidad cronolgica entre ellos. Esto permite formu-lar la hiptesis de que llegar a vivir al municipio en las condiciones en que se ha realizado (mudarse a un es-pacio agreste) ha representado una ruptura en la tem poralidad vital, de ah que no haya gradaciones, sino dicotomas con sus consiguientes cortes bruscos en el relato. La situacin de ocupar el municipio cuan-do se estaba formando el asentamiento podra englo-barse en la expresin comenzar desde cero, es decir, un acondicionar el espacio desde lo ms elemental, y eso establece la condicin del habitante como co-lonizador, en el sentido de poblar y estructurar un en torno nuevo. Aqu entra en juego lo que pudiera haber de consolidado en la experiencia vital de los nuevos habitantes (un capital econmico a invertir,

    una familia en proceso de formacin o crecimiento, saberes laborales adquiridos, redes sociales ya esta-blecidas) para acondicionar el terreno.

    Por otra parte, evocar el pasado consiste, en mlti-ples narrativas, en ubicar lugares dispersos en el es pacio y conectarlos entre s a travs de las activida-des cotidianas realizadas por los habitantes. El lugar con edifi caciones dispersas, poco conectado por via-lidades en su interior e incluso hacia el exterior, se convierte en una especie de sinnimo de pasado, y en la medida en que estos espacios van entrelazndose entre s se llega al presente. As, la integracin y co-nexin de puntos en el lugar remite a etapas en el desarrollo del asentamiento, de donde se desprende que la imagen de aglomeracin, o densidad, es impor-tante como marca de consolidacin y mejora. De aqu surge otro elemento que consiste en los relatos y ra-dica en la idea de la visibilidad del tiempo. Sera ms preciso decir que lo visible es el transcurso del tiem-po, lo que se ha hecho en el tiempo, las huellas que ste ha dejado en objetos y construcciones, sin em-bargo, en el relato a travs de la evocacin de lugares asume directamente una dimensin material de la tem-poralidad: se puede ver el pasado. Esto tambin per-mite avalar la idea de que el pasado consista en el ais lamiento y el presente en la integracin, no slo en el plano espacial sino tambin en un plano social. Hay una estructura narrativa en donde hablar del lugar (disperso, aislado, lejano, construcciones salpicadas) de cierto modo remite a un tiempo pasado, comn y mtico. Una cita en extenso ilustra estas ideas:

    Esteban: Pues yo llegu a vivir aqu en el 81, un poco

    despus de don Rafael, por cierto somos vecinos don

    Rafael, y creo que los que llegamos a vivir a Avndaro,

    los pocos que llegaron a vivir primero en la Independen-

    cia y en la Alfredo del Mazo, creo que fuimos los primeros

    en llegar al Valle, porque obviamente era lo ms cercano

    a la autopista, por el acceso Pero ms que por el acce-

    so a la autopista, era el acceso que haba a Ayotla, porque

    normalmente no haba transporte pblico en la autopis-

    ta que nos llevara para all, era raro que se pararan los

    forneos, los camiones que iban a la Tapo no, entonces

    normalmente los que hacan parada eran los que venan

    por la libre Mxico-Puebla y en Ayotla era donde normal-

    mente nosotros subamos. Yo antes de venir a vivir aqu,

    viva en la colonia del Moral, en la Guadalupe del Moral

    ah muy cerca de la UAM, pues obviamente estaba yo ren-

    tando, tena un cuarto pequeito, yo llegu a vivir aqu,

    porque la familia, mi mam, mi pap haba adoptado a

    un abuelito y el abuelito vino a comprar unos terrenos

    ac. Son los que tenemos ahorita, cuando l vino a vivir

    aqu lo asaltaron, lo golpearon, lo dejaron muy mal

  • Del espacio al lugar: un anlisis de la consolidacin urbana local desde la perspectiva narrativa

    152

    herido, nosotros tuvimos que venir a la Cruz Roja de

    Chalco a reconocerlo, a ver cmo estaba y no dur mucho

    tiempo. Falleci y entonces pues dej los terrenos que

    haba comprado al garete, lo que nosotros hicimos, nos

    preocupamos por ver qu tena, de hecho, le haba ofre-

    cido a mi mam y a mi pap que nosotros nos quedra-

    mos a cargo de todo, no era nuestra intencin, cuando

    nosotros llegamos aqu lo primero que nos encontramos

    en la chocita que l haba construido en ese momento es

    que tan pronto como se dieron cuenta los que sirvieron

    de intermediarios entre los ejidatarios y los que compra-

    ron, sobre todo en toda esta seccin, toda esta seccin de

    manzanas hasta el canal, todo lo vendi un vendedor,

    de inmediato quisieron recuperar el terreno y nosotros

    tomamos la determinacin, pues vmonos, mi esposa y

    yo, todava no tenamos ningn hijo, bueno viva con

    nosotros Maricela y dijimos vmonos a vivir para all y

    vamos a cuidar, y adems nos dimos la vuelta, vimos que

    no haba problemas de smog, que en aquel tiempo era

    menos, pero vimos como que se respiraba un ambiente

    diferente no, entonces vmonos, cuando llegamos haba

    pocos vecinos, sta es la zona que ms se empez a poblar

    de la Avndaro, veamos desde nuestra casa hasta la au-

    topista libre verdad?, veamos cuando alguno de los ve-

    cinos llegaba, iba bajando de los camiones, o sea desde

    la autopista los veamos, entonces as fue como llegamos

    (grupo focal con hombres).

    En el antes los puntos de referencia, la autopista, las casas, otros asentamientos, resultan lejanos en la medida en que no est consolidada una idea de lo lo-cal a partir de la densidad de construcciones y acti-vidades, ms bien la dispersin hace que al no estar conectadas las cosas queden lejos. Conforme se cons-truyen ms viviendas, espacios de equipamientos y servicios, el asentamiento toma un rostro propio, ya que depende de sus propios puntos de referencia para ser ubicado. Estos puntos de referencia pueden pen-sarse como marcas territoriales derivadas de la ex-periencia y son parte imprescindible de conformar un lugar a partir de la situacin vital de los habitantes (vase Tuan, 1977). Son elementos materiales que para el extrao carecen de un signifi cado particular por que no estn asociados a experiencias, individua-les o colectivas, que contengan un sentido que se pue-da asociar a temporalidades o eventos. Podemos pen-sar con esto que las marcas territoriales se derivan de su efi cacia simblica a partir de su capacidad de evocacin. Son elementos materiales de la ciudad que contienen tiempo y experiencia.

    Del mismo modo, el relato anterior no slo es de la ubicacin temporal de marcas territoriales; contiene igualmente el recuento de cmo se lleg a vivir en la

    colonia Avndaro, en Valle de Chalco. El testimonio muestra cmo los temas se concatenan entre s, y de qu manera, a partir de la existencia de un plano temporal semejante: el pasado, surgen lneas temti-cas divergentes. Resulta entonces que una narrativa, la de la llegada, admite mltiples ramifi caciones que irn cambiando de acuerdo con lo vivido y evocado por cada narrador. Aqu estn presentes muchos de los tpicos que son recurrentes en la estructuracin de la experiencia. Se trata de la familia, el deseo de un cambio, la idealizacin de la periferia en relacin con la gran ciudad y un confl icto con los vendedores de terrenos, que obliga a tomar de manera clara la deci-sin de efectuar la mudanza. stos son tpicos, como se mostrar, que conforman una experiencia no slo personal, sino comunicable, y son las convenciones que hacen de un relato algo verosmil y que puede com partirse con otros.

    Habra que recordar entonces un principio de la perspectiva narrativa consistente en afi rmar que las historias no slo dan cuenta de una experiencia, sino que a partir de la materialidad del discurso conforman esta experiencia. Se puede decir que habitar es una experiencia particular, como lo es relatar las circuns-tancias y difi cultades de llegar a vivir a un lugar nue-vo. El acceso a la vivienda en estas condiciones es un acontecimiento vital denso que se conecta con otras muchas esferas de la vida individual y familiar. Para apreciar por completo las implicaciones de esto valdra la pena preguntarnos si el acceso a una vivienda tiene iguales implicaciones en otros sectores sociales, sea el caso de renta o compra de casa, en donde la vivien-da tendra que arreglarse para ajustarse a las preferen-cias de los moradores, pero el entorno urbano ya esta ah, y esto evidentemente produce un tipo distinto de narrativas y, ms an, de implicacin de los habitan-tes con el entorno.

    Cabe destacar que la dimensin temporal en la experiencia del habitar es valorada de modo distinto por los habitantes del municipio. Al reunir en los grupos focales a personas con diferente tiempo de vivir en la colonia ocurri que se concede a aquellos con ms antigedad una mayor legitimidad para hablar de los problemas y los procesos de cambio. Los que tienen menor tiempo de residir se ubican frente a ellos en una situacin de cierta desventaja y suelen relati-vizar sus afi rmaciones. Esto hace que una formulacin reiterada en algunas personas sea plantear:

    Pues yo no tengo gran cosa que contarle porque yo ten-

    go muy poco viviendo por ac, tengo como 7 aos vivien-

    do por ac, yo viva en el centro, pero una hermana se

    vino a vivir aqu en el Valle y vena yo a visitarla, despus

  • Miguel ngel Aguilar Daz

    153

    conoc a mi esposo y este, ya despus nos juntamos [ri-

    sas], pues tambin yo cuando llegu no haba agua, no

    haba agua, tenamos que apartarla y todo eso y tampo-

    co haba banquetas cuando yo llegu, ya despus se

    pusieron las banquetas, pusieron el drenaje, nada ms

    (grupo focal con mujeres).

    Este ltimo nada ms revelara que la experien-cia vivida al momento de ser contrastada con otras defi ne la extensin de la temporalidad en que ha ocu-rrido. Mucho o poco son transformados en esa si tuacin en argumentos de una legitimidad cuyo alcance, al menos en la situacin de entrevista, tiene el efecto de pensar a algunos como narradores capa-citados en mayor o menor medida. Se trata de una legitimidad que tiene como base el trabajo realizado por los primeros habitantes para la introduccin de servicios en la localidad. Sabemos, por ejemplo, que, en los mbitos territoriales de los llamados pueblos originarios que han sido alcanzados por procesos de urbanizacin metropolitana, una fuente recurrente de confl ictos es la conformacin y usos del espacio pblico entre originarios y avecindados. El tiempo de residencia y los derechos que da el tiempo de re-sidencia en el lugar, sea individual o familiar, son elementos constantes en las discusiones sobre el es-pacio (vase Nivn, 2005).

    Narrativas en accin: actores, identidad y legitimidad en disputa

    En la reconstruccin y anlisis de las narrativas de los habitantes del municipio de Valle de Chalco un elemento revelador ha sido la heterogeneidad de ellas, los puntos en comn y las estructuras que les sub-yacen. Ms all de que estas narrativas hayan surgi-

    do de la experiencia de los propios habitantes, cabra sealar que no son de ninguna manera independien-tes de otras narrativas que se pueden ubicar en el mismo campo discursivo. Al proponer esto se quiere enfatizar que las narrativas han sido formadas en relacin con otras que son puestas en prctica por diversos actores sociales. De manera clara en el m-bito que se ha analizado se pueden ubicar aquellas producidas por funcionarios locales, estatales o fe-derales que han impulsado los programas sociales que se han desarrollado en el municipio. Igual de relevantes son los medios masivos de comunicacin en tanto que recuperan y producen a travs del dis-curso que les es propio imgenes sociales consolida-das no slo sobre el municipio en s mismo, sino tambin sobre la periferia oriente de la ciudad. Otro tipo de actores con menor visibilidad social, pero con capacidad de hacer emerger cercanas y deslindes discursivos son los vecinos o habitantes del municipio, caracterizados desde un ego narrativo.

    En relacin con cada uno de estos actores se pro-duce un campo discursivo particular en el cual se ubican las narrativas que reconstruyen la vida en el municipio. Si bien no se abordaron de forma explci-ta los discursos de funcionarios pblicos y autorida-des de distintos niveles es posible abordar, de mane-ra inferencial, los efectos que estos discursos han tenido sobre las narrativas de los habitantes. Un pri-mer elemento clave es el desvanecimiento de la par-ticipacin de los propios habitantes en los programas sociales auspiciados por el Estado. Estos proyectos de mejoras y de introduccin de servicios son evocados con ambigedad y lejana, de manera tal que no estn integrados con nitidez a las narrativas que evocan el esfuerzo y las penurias, como una caracterstica de los primeros tiempos en el asentamiento.

  • Del espacio al lugar: un anlisis de la consolidacin urbana local desde la perspectiva narrativa

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    Entonces es posible afi rmar que, ante el gran des-pliegue meditico que tuvo el Programa Nacional de Solidaridad (Pronasol), en donde el Estado era el pro-tagonista de las transformaciones urbanas ocurridas en el municipio, los habitantes optaron por una es-trategia de relativizar con fuerza estas imgenes a partir de una mirada crtica sobre los programas socia-les, enfatizando su propia participacin en la dotacin de servicios y equipamientos al municipio. As, el pro-tagonismo en la urbanizacin del espacio est en los habitantes y no en las autoridades. Esta perspectiva se entiende no slo a partir de la estrategia metodo-lgica empleada para recabar la informacin; se en-trevist a los habitantes y no a las autoridades en cuestin, justamente por ser el resultado de un posi-cionamiento discursivo en donde las imgenes de los pobladores del municipio como receptores de ayuda social son transformadas en imgenes de los habitan-tes como productores activos de su espacio. En con-secuencia, las narrativas cumplen la funcin de di-bujar de un modo especfi co las relaciones sociales entre estos actores con recursos materiales y simb-licos que les permiten una capacidad de accin dife-rencial. Esto es notable en la forma en que los habi-tantes tienen de narrarse a s mismos como sujetos.

    Desde los discursos de la poltica social y los medios de comunicacin a partir de la inundacin de un ro entubado que corre paralelo al asentamiento principal del municipio, los habitantes son descritos a partir de las carencias econmicas y, en particular, apelando a la nominacin que los defi ne como pobres (vase Aguilar Daz, 2008).1 En las entrevistas, cuando los habitantes se describen a s mismos, prcticamente no surge esta manera de designarse: pobres, y cuando aparece es para referirse a otros habitantes del mu-nicipio que tienen condiciones de vida difciles de acuerdo con el ego de la narracin. Ms bien los ape-lativos para defi nirse en trminos colectivos son los de gente de lucha, gente que se esfuerza; se recono-cen las carencias econmicas, pero se evita describir-se como pobres.

    En este sentido, los habitantes se presentan a s mismos como un nosotros, conformado por personas que han compartido la situacin de transformar lo agreste en urbano, de lmites imprecisos pero de in-dudable efectividad retrica. Es factible proponer que deslindarse de nominaciones que ubican a los habi-tantes en un mbito discursivo en el que no se quie-re estar es claramente una toma de distancia, un modo

    de pensarse a s mismos desde referentes que no son ni los empleados desde la instrumentacin de una po-ltica social ni tampoco mediticos. Igualmente, y de manera oblicua, esto puede interpretarse como un po sicionamiento poltico frente a la autoridad. Alejan-dro Grimson seala, para el caso de Buenos Aires, algo que es pertinente en este contexto: Categoras nativas [] como referentes barriales, expresan si-multneamente modos de signifi car una jerarqua poltica y un sealamiento claro acerca de la espacia-lidad de esa relacin social (2009: 34). La periferia no slo se constituira desde el discurso dominante como un proceso urbano al margen de la ciudad, sino tambin del poder poltico, as, puede suponerse que deslindarse de las apelaciones que se realizan desde el poder devuelve centralidad social y personal al es-pacio habitado.

    En muy pocas ocasiones en las entrevistas hay re-ferencias a cmo son vistos los habitantes de Valle de Chalco por otras personas. No hay una interlocucin directa con aquellos que han nombrado o caracteri-zado a los habitantes, excepto en pequeas historias que se vuelven ejemplares sobre la manera en que el colono corrige al funcionario. Slo en algunos casos se menciona cmo los habitantes de una colonia son vistos por habitantes de otra colonia, y esto ocurre para diferenciarse de algn estereotipo que en el pa-sado aluda a algn atributo negativo (por ejemplo, referirse a ellos como personas mal vestidas). Este silencio frente a las miradas de los otros puede ana-lizarse como parte de una estrategia para no hacer evidente o provocar un confl icto al no diferenciarse activamente de lo que otros han dicho. En este ma-nejo de las apelaciones quizs est presente algn tipo de estrategia donde la no alusin produce una idea de homogeneidad, ser como los otros al no requerir dis-tanciamientos activos.

    La autoafi rmacin de los habitantes en las entre-vistas al sealar su papel protagnico en la confor-macin del municipio, al tiempo que medios de co-municacin y funcionarios pblicos circulan imgenes en las cuales ellos no se reconocen, abre un campo de tensin no resuelto, ya que se elude el cuestiona-miento abierto de estas imgenes y los actores que las producen. Plausiblemente esto tiene que ver con el tipo de discursos y narrativas que se asumen en las esferas privada y pblica. Los relatos sobre la his-toria personal y familiar en el municipio y su carac-terizacin se elaboran desde la memoria y atendiendo

    1 Aqu se hace referencia a un anlisis de notas de prensa realizado en el mismo proyecto de investigacin. Se trabaj con un corpus de 220 notas de prensa, de 1999 a 2005, aparecidas en la prensa escrita de la Ciudad de Mxico.

  • Miguel ngel Aguilar Daz

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    las maneras en que esta experiencia puede ser comu-nicable. Se puede apuntar aqu la relevancia del ma-nejo del tiempo, los personajes, el confl icto y los des-enlaces aceptados; todo esto confi gura los recursos expresivos puestos en juego por los narradores y cum-ple con las reglas del gnero en que estn ubicados. Se emplean las formas colectivas asumidas como v-lidas para contar historias, pero, siguen siendo his-torias personales. De aqu que estos recuentos no atiendan de manera directa los lenguajes y las im-genes producidas por otros; a esos discursos pblicos no se les alude directamente, sino a travs de un ejer-cicio de omisin, que afi rma lo dicho y que se sita en los bordes de esas otras imgenes que estn ah, pero a las cuales no se quiere nombrar.

    No obstante, son los otros cercanos, vecinos y ha-bitantes del municipio, quienes merecen una interlo-cucin ms directa. Hay referencias explcitas a ellos (vecinos de la misma o de otras colonias, jvenes, per sonas con las que se particip en actividades co-lectivas) que los dotan de una materialidad de la que carecen los funcionarios. Aqu se est en un entorno conocido, entre semejantes, de tal manera que el di-logo es posible. Habra entonces un dilogo entre los cercanos y su evitacin ante lo ubicado como lejano. En todo esto est implcito un principio de organizacin de la confl ictividad, en el cual se ubica ante quin se asume y ante quin, y de qu manera, se evita.

    En lo planteado hasta ahora se encuentra entrete-jido transversalmente el tema de la identidad a partir de sujetos que se posicionan frente a otros y, al hacer-lo, generan nociones de s mismos y, correlativamente, de aquellos en relacin con los cuales se deslindan o adscriben. Se puede afi rmar que no se tratara aqu de identidades ya construidas que se despliegan en una arena de relaciones sociales, ms bien se trata de identidades que surgen en la relacin; son produ-cidas en los escenarios de interaccin por los que los sujetos han transitado en su experiencia del habitar. As, no todas las relaciones son del mismo orden, no se juegan las mismas cosas (autoimagen, credibilidad, legitimidad, complicidad), ni los elementos con los cuales pueden constituirse las identidades estn ela-borados con el mismo material simblico (desde hue-llas y marcas trabajadas por la memoria hasta nomi-naciones heteroadscritas).

    Reconocer cierta fl uidez en la manera en que se muestran y componen las identidades implicara acep-tar que stas son contextualmente formadas y que su dinmica est en profunda relacin con situaciones y eventos que movilizan su expresin. Sin embargo, ms all del contexto, tambin se conjugan la historia y la memoria para dotar a los sujetos de una perspec-

    tiva desde la cual experimentar un presente situado en el que se expresan los rasgos identitarios. Por otra parte, y mirndolo desde una perspectiva performa-tiva (vase Cruces, 2009), el mismo acto de narrar (ante quin y cmo se interpreta la situacin de in-teraccin) es tambin un contexto que hace emerger rasgos y posiciones identitarias. No hay narracin sin identidad de quien habla, de tal forma que los relatos son tambin los de la bsqueda de una continuidad en la experiencia vital. Igualmente habra que recu-perar, como se ha querido mostrar en esta seccin, el planteamiento de Arfuch en el sentido de que la di-mensin narrativa, simblica, de la identidad, el hecho de que sta se construya en el discurso y no por fue-ra de l, en algn universo de propiedades ya dadas, coloca la cuestin de la interdiscursividad social de las prcticas y las estrategias enunciativas, en un pri-mer plano (2005: 25).

    El lugar producido por las narrativas: punto de vista, memoria y distincin

    Otro ngulo de refl exin es el de la narratividad y su capacidad para producir un lugar discursivo, pero que no slo se limita a l. El lugar que emerge desde las narrativas consideradas para el presente anlisis no es, por supuesto, todo lo que hay materialmente en l o teniendo en cuenta sus atributos urbanos. Lo que aparece es un lugar engarzado con las historias vitales, o bien su caracterizacin desde la visin que ciertas preguntas (sobre historia, puntos de referencia, cercana o lejana con las nociones de ciudad) hacen emerger. Habra que recordar lo que algunos autores ya han sealado en el sentido de que la perspectiva narrativa puede ser central en el anlisis social pero no existe un isomorfi smo simple entre la narrativa y el mbito social (Mumby, cit. en Finnegan, 1998: 167). Esto signifi ca que las narrativas apelan y hacen referencia a lugares desde la experiencia y la signifi ca-cin, por lo que no necesariamente pueden ser vistas como herramientas para hacer un mapa de estos m-bitos. Por lo dems, al contar una historia, los narra-dores no slo cuentan sus experiencias a su manera, al formularlas a partir de acuerdos narrativos tambin ponen en juego imgenes de la vida urbana, que re-quieren un cierto grado de familiaridad para ellos y sus interlocutores. As, el lugar que se hace visible desde las narrativas es, en primera instancia, el de la vero-similitud de las tramas desde las cuales es evocado y las competencias comunicativas de los participantes de la situacin.

  • Del espacio al lugar: un anlisis de la consolidacin urbana local desde la perspectiva narrativa

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    En el plano de aquello que muestran con elocuen-cia las narrativas analizadas se encuentra el proceso de convertir un espacio en un lugar. Una de las di-mensiones que constituyen un lugar es la de la sig-nifi cacin, o la del sentido del lugar (vase Cresswell, 2004).2 En mayor o menor medida las narrativas ha-cen referencia a una dimensin afectiva presente en el proceso de construccin de la vivienda y acondicio-namiento del entorno para fi nes urbanos. Se habla de dimensin afectiva ya que los relatos no son meras bitcoras de la ubicacin de eventos en el tiempo, su evaluacin est presente de manera recurrente. Llmese esfuerzo, persistencia, continuidad, paciencia, son evaluaciones que remiten a estados anmicos que dan una nitidez particular al lugar, al tiempo que lo dotan de signifi caciones creadas en el mismo proceso.

    La elaboracin de un sentido del lugar no supone ho mogeneidad ni unanimidad entre los habitantes de ste. La heterogeneidad puede suponerse ms bien como elemento integral en relacin con la densidad de signifi caciones posibles del espacio. Esto se men-ciona a partir de los procesos de asignacin de atribu-tos temporales y de signifi cacin a rasgos del paisaje. En el caso analizado aparecan consistentemente re-ferencias a un arriba y a un abajo dadas las condicio-nes topogrfi cas del terreno en el que se encontraba el asentamiento, lo que confi gura no slo puntos de orientacin fsica en el espacio, sino tambin adscrip-ciones sociales e identitarias temporalmente ubicadas. En este caso el arriba (las laderas de un pequeo cerro) se asociaba con lo tradicional y el patrimonio, y el abajo con lo urbanizado y un carcter ambiguo de lo urbano desde la conjuncin de elementos deseados (servicios, equipamientos) y amenazantes (el ano ni ma-to y la inseguridad). El punto de mira estrictamente visual posibilitado por la topografa se volva met-fora invertida del tiempo, desde el arriba del pasado se construa el abajo como presente, dando como resultado un paisaje cubierto de sentidos.

    Esta diferenciacin entre pasado y presente, con su apelacin implcita a los habitantes originarios y los recin llegados, se relativiza a partir del seala-miento reiterado a un pasado comn, fundador, y es tablece un punto de origen compartido. La memoria

    hace surgir imgenes de indudable capacidad de uni-fi cacin. Las menciones a tormentas de polvo, inunda-ciones, mltiples cables de luz conectados a una sola lnea, largas reuniones de colonos, son elementos constitutivos de un pasado originario que posee una amplia cualidad expresiva. Cabe recordar el papel que le asignaba Pierre Nora a la idea de lugar en relacin con la memoria: Si no habitramos nuestra memoria, no necesitaramos destinarle lugares (2008: 20), y ms adelante puntualiza: la historia es la reconstruc-cin siempre problemtica e incompleta de lo que ya no es. La memoria es un fenmeno siempre actual, un lazo vivido en el presente eterno: la historia una representacin del pasado (Nora, 2008: 21). Asimismo, habra considerar los aportes de Maurice Halbwachs (2002) en cuanto a que la memoria colectiva es impen-sable sin un marco espacial que site elementos del pasado. Igualmente Halbwachs resalta el papel vivo o comunicativo de la memoria, en relacin con el ca-rcter distante o informativo de los eventos pensados como histricos. As, la memoria ejercida por los ha-bitantes evoca elementos sensibles y afectivos que, al ser localizados, cumplen el propsito de visibilizar y compartir a travs del lenguaje.

    Simultneamente hay una imbricacin desigual entre la vivienda y el espacio pblico del municipio y la colonia. La construccin de la vivienda atae de manera preponderante a la familia; es el espacio de la elaboracin de proyectos y de transformaciones de acuerdo con cambios en el ciclo de vida de sus inte-grantes. El lugar experimentado desde el hacer colec-tivo toma otro matiz. Est la nostalgia y su apelacin a un tiempo ya extinguido al hacer referencia a la organizacin entre vecinos y el espritu de unin pre-valeciente en las primeras etapas del asentamiento. As, a las carencias materiales se opone, desde el pre-sente en que se elabora el relato, la sensacin de unin entre vecinos y el formar parte de una comunidad. Esta unin no se ha conservado inalterada. Pese a que no se habla de confl ictos fuertes entre vecinos, tam-po co se alude a una unin persistente. Hay entonces una omisin o silencio en relacin con el tema. La comunidad es algo que ocurri en el pasado, ms que una relacin continuada, y sin embargo su papel como punto de referencia sigue vigente. Se crea as una

    2 Recordemos, de acuerdo con el gegrafo ingls John Agnew (cit. en Cresswell, 2004), que el lugar posee tres aspectos funda-mentales para ser pensado como una locacin signifi cativa. El primer aspecto es la locacin, esto implica una existencia material que se corresponde a un dnde. La segunda caracterstica es la de poseer un aspecto local, es decir, el entorno ma-terial para las relaciones sociales, la forma del lugar en el cual las personas realizan su vida como individuos. El tercer elemento es el sentido del lugar; se refi ere al apego subjetivo que se tiene con el lugar. Seala la manera en que un lugar es capaz de producir reacciones emotivas de las personas a partir de los vnculos que se han establecido entre ellos, persona-lugar.

  • Miguel ngel Aguilar Daz

    157

    aparente paradoja consistente en mirar al pasado como un tiempo en que exista una nocin de comu-nidad y semejanza, mientras que en el presente priva la diversidad de intereses y experiencias.

    Con base en esto es pertinente refl exionar sobre lo que es posible analizar a partir de las narrati vas de los habitantes. Se ha hablado de confl ictos omi tidos, de adscripciones acentuadas o atenuadas, de sujetos que evocan y actualizan experiencias al ponerlas en palabras. Cabe rescatar la afi rmacin de Ruth Finne-gan de que:

    Las formas narrativas dotan a los individuos de vas de

    acceso a la experiencia. Los relatos son usados en la afi r-

    macin o persistencia de la identidad, para autolegitima-

    cin y la validacin de la experiencia. Proporcionan una

    forma de lidiar con la ansiedad o la pena, simplemente

    al ubicarlas dentro de tramas y fi guras inteligibles, o al

    desplazar al narrador de las limitaciones mundanas del

    presente. Pueden formar y cuestionar realidades sociales,

    sostener y retar al poder. Pueden expresar las preocupa-

    ciones subyacentes y simbolismos tanto de individuos o

    grupos. Como otros actos de habla sus elementos por-

    tadores de informacin y cogniciones pueden constituir

    slo una pequea parte de sus funciones. Tambin son

    usadas para la creacin (1998: 172).

    De aqu podra pensarse que cierto desvanecimien-to de la vida colectiva presente en las narrativas re-cuperadas expresa los efectos de la consolidacin del asentamiento, y que los eventos que implicaban a los pobladores como grupo o colectividad ya han ocurri-do, y su reconstruccin heterognea bajo la trama del esfuerzo comn es difcil de replicar y validar en el ahora. As, a travs de las narrativas se crean formas expresivas en las cuales las transformaciones y los cambios urbanos tienen un sentido, por contradicto-rio que pueda parecer, al ubicarlo en las dimensiones de carencia/consolidacin y comunidad originaria/diferencia social.

    En el plano de las prioridades de los habitantes hay que considerar que la construccin de la vivienda y la urbanizacin del asentamiento comparten un momen-to fundador, sin embargo, el proceso de su consolida-cin y la signifi cacin que van adquiriendo cada uno de estos elementos no son necesariamente los mis -mos a travs del tiempo. Mientras que el asentamien-to se consolida y la efervescencia de la organizacin entre ve cinos pasa a un segundo plano, la construc-cin de la vivienda ocupa un lugar central en la vida de la familia. Quiz esto permite entender la centra-lidad asignada a la familia en la estructuracin de la vida social local.

    Otro ngulo para mirar la informacin tiene que ver con la idea de periferia y la manera de ser recrea-da desde los medios de comunicacin y desde las na rrativas de los habitantes, lo cual conlleva entonces mirarla desde otra escala. Cabe apuntar que la cate-gora de periferia no es empleada con recurrencia por estos actores. Con todo, si bien la mencin no es ex-plcita en la recreacin y descripcin de lo que ocurre, se enfatiza la idea de borde, de lugar diferenciado y cercano a la ciudad. La inundacin del Canal de la Compaa en el ao 2000, que afect gravemente una parte del municipio, hace surgir la idea de desastre y de ah se le caracteriza tanto a partir de su historia pblica, meditica, como de la recreacin y actuali-zacin de los rasgos que esa primera imagen ha esta-blecido como pertinentes.

    Aunque sea una obviedad comentarlo cabe pun-tualizar la gran distancia entre los elementos discur-sivos presentes entre los habitantes y los medios. El campo discursivo de los medios no es el del nfasis en lo local y su conformacin a travs del tiempo, ms bien es el de la arena de signifi caciones y refe-rencias comprensibles a nivel nacional mediante apelaciones ya establecidas. De tal modo que sus in-terlocutores no son los afectados por el desastre; aun-que se hable de ellos estn en otra parte, lejos de donde ocurren los eventos descritos y relatados. Cabe recordar en este contexto el planteamiento de Rodman (2003) en el sentido de la pertinencia de devolver el control del signifi cado del lugar a sus productores ori-ginales, y de ah discutir el tema del poder y la agencia. Si bien la observacin resulta atractiva, hay que re-conocer que justamente en entornos urbanos comple-jos el signifi cado del lugar se encuentra por lo general en disputa, y es en contextos de confl icto que emergen no slo las distintas signifi caciones, sino tambin los recursos simblicos e institucionales que pueden ha-cer prevalecer en un momento dado una interpretacin sobre otra.

    En el caso que nos ocupa se elaboran narrativas de escala supralocal sobre los habitantes y el entorno, en donde en no pocas ocasiones participan los mismos habitantes en cuanto entrevistados, y cuya trama est dada tanto por el evento que se cubre (inundacin, inseguridad, personajes signifi cativos) como por el lugar en que los eventos ocurren. No obstante, en la retrica meditica y el caso que se aborda, el lugar ocupa la funcin de la trama; contar una historia desde un punto en la periferia oriente de la Ciudad de Mxico supone tener ya preparado el tema de la pobreza, las referencias al gobierno de Salinas y los programas sociales que se busc implementar. Como se apuntaba antes las narrativas de los habitantes no

  • Del espacio al lugar: un anlisis de la consolidacin urbana local desde la perspectiva narrativa

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    interpelan de forma directa estos discursos que se elaboran desde imgenes dominantes, ms bien esta-blecen una interlocucin oblicua, desdeando los t-picos previsibles y ante ellos brindan una caracteri-zacin en positivo de sujetos y entorno. La idea de no buscar la distintivi dad y el posible confl icto que esto supondra, sino un principio de semejanza, resulta una vez ms un recurso tejido en estas narrativas.

    El tema de la inseguridad resulta ilustrativo para marcar las tensiones entre estos mbitos discursivos (medios-habitantes). Entre otras cosas, el discurso de los habitantes, al hablar de la inseguridad, cumple la funcin de establecer un principio de diferenciacin socioespacial. Aqu no es como all, nosotros no so-mos como ellos, podran ser las coordenadas que guan los usos del tema de la inseguridad. Del mismo modo, los relatos en torno a este tema tambin se pueden analizar como narrativas ejemplares en el sentido de tener el efecto de mostrar cmo hay que leer una situacin que pudiera ser amenazante. Cabe reconocer que los relatos obtenidos poseen un fuer-te contenido indexical en el que se muestra cmo el grafi ti o personas con una apariencia distinta a la de los habitantes de cierta zona pueden anticipar al me-nos una situacin desagradable.

    En los relatos de los medios la enunciacin del tema de la inseguridad, a propsito del municipio anali-zado, sigue el mismo principio de diferenciacin so-cioterritorial, aunque con otros recursos expositivos y con otra escala. Como recurso expositivo est mos-trar el lugar en s mismo como el productor de la in-seguridad. La oscuridad, el aislamiento y el escaso trnsito de personas desplazan a la accin de sujetos, de tal modo que surge cierto animismo en donde el lugar se torna el productor de la inseguridad. En lo que respecta a la escala de la informacin se tiene que sta se sita a partir de referencias al municipio y la colonia en donde se desarrolla algn evento confl ic-tivo. Se siguen las reglas para localizar el evento que se narra, sin embargo no slo caracterizan al lugar en que se ubican, dibujan tambin un panorama en don-de aquello que est fuera de lo central resulta ame-nazante. Esto, concretamente, inviste a la zona orien-te de la ciudad (Valle de Chalco, Nezahualcyotl) de un carcter particular, al ser identifi cada como un rea donde se ubican casas de seguridad (oxmoron de por medio) de grupos de secuestradores.

    Para fi nalizar

    Autocontenidos o integrados? Locales o metropoli-tanos? Pueblo o ciudad? La manera de posicionarse frente a la ciudad permite entender cmo los habitan-tes se ubican en relacin con el espacio local, y el signifi cado que le confi eren a ste. Al indagar sobre este tema se obtuvieron narrativas muy heterogneas. Con todo, resalta la difi cultad para ubicarse de ma-nera clara en cualquiera de los dos polos planteados. Se trata de un asentamiento experimentado desde la idea de transicin, ya que no puede identifi carse con precisin como pueblo (a pesar de reas sealadas como tradicionales y recipientes de construcciones pen sadas como patrimonio local) ni como ciudad (a pesar de reas comerciales con servicios y equipamien-tos). Esta imagen se corresponde con la heterogenei-dad del municipio en donde no cabra esperar unani-midad sobre su naturaleza a partir de sus historias y tipos de poblacin diferenciales. En la argumentacin sobre la naturaleza del municipio llama la atencin el rechazo en las entrevistas a posturas estereotipadas que ubican el pueblo como lo no confl ictivizado o la ciudad como un espacio slo pleno de servicio y equi-pamientos.3

    Al respecto, las argumentaciones sobre la natu-raleza del lugar habitado se estructuran a partir de re ferencias ms de orden particular que general. Esto signifi ca que refl exionar el lugar no se hace forzosa-mente desde referentes abstractos, sino a travs de juzgar elementos particulares. Lo que se relaciona con lo afi rmado por el gegrafo Tuan (1977) en el sentido de que la experiencia del lugar se confi gura a partir de lo cercano, lo inmediato, y nociones como el barrio, la colonia, son para el habitante de naturaleza abstrac-ta. As, el material para ubicar el asentamiento es precisamente el de las referencias locales y cercanas. Esto abre un punto de refl exin sobre el que valdra la pena profundizar: el de la vinculacin entre la idea de vivienda y la vida urbana, o, puesto en otros tr-minos, la relacin entre la localizacin de la vida co-tidiana a travs del habitar, y la valoracin de la vida metropolitana que resulta de ello. Se trata entonces de la interrogacin sobre el sentido de acceder a un bien personal en la metrpolis (la vivienda en propie-dad) y lo que esto puede brindar en trminos de una idea de temporalidad asentada en la perspectiva de

    3 Es signifi cativo cmo en otros contextos se acude a la imagen de pueblo para hacer referencia al espacio habitado. En un estudio sobre un conjunto habitacional en el que residen trabajadores de la fbrica de la Volkswagen en la ciudad de Pue-bla, Ernesto Licona (2007: 82) apunta que este conjunto puede ser visto como un pequeo pueblo en la medida en que es un espacio con lmites claros hacia el exterior y una vida social que se desarrolla preponderantemente hacia su interior. As, la idea de pueblo, en su sentido metafrico, resulta til para caracterizar cierto tipo de asentamientos, aunque en otras condiciones slo sea empleada por los habitantes como un punto de referencia al cual no se adscriben.

  • Miguel ngel Aguilar Daz

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    futuro, seguridad econmica, y, al mismo tiempo, lo que pueda construir respecto de una nocin de per-tenencia o poseer un lugar propio en un contexto de anonimato.

    En cuanto que formas expresivas sensibles tanto a contextos como a sujetos, el anlisis de las narrati-vas permite trazar el sentido del lugar y el mbito de relaciones que las han conformado. As, en este tra-bajo se ha querido pensar el estudio de las narrativas, en cuanto aproximacin de investigacin, como una forma de producir activamente el lugar. En esta pro-duccin del lugar entran en juego tanto las referencias a elementos materiales, simblicos y prcticas, como las convenciones discursivas que los sujetos creaban y de las cuales se apropiaban. El lugar narrativizado mostr su fuerte carcter heterogneo en la medida en que las experiencias de los sujetos enfatizaban distintas posiciones en la vivencia del lugar. Con todo, un punto que result relevante es el de la memoria del llegar y comenzar a urbanizar: es un elemento fundacional sobre el cual descansa la fuerza persua-siva de los relatos.

    Las narrativas sobre el lugar no tienen un fi n instru mental equiparable a realizar un mapa para mostrar u orientarse en el terreno, podran eventual-mente tener ese uso, sin embargo, lo que mapean es una ordenacin y evaluacin de eventos vitales que han transcurrido en un conjunto de lugares y que re-sultan de estos mltiples desplazamientos. As, las narrativas contienen en su interior mltiples plie-gues o elementos intersticiales que muestran su ca-rcter creativo e indeterminado ya que un tema no obliga a referirse a ciertos eventos y su capacidad para expresar la ubicacin personal del narrador frente a eventos. Al relatar, por ejemplo, cmo las mu jeres participaban en igualdad de condiciones que los hombres en las reparaciones de la vivienda en el caso de inundaciones, se atestigua la imbricacin en-tre eventos vitales y lugar, todo esto anudado desde el relato. Estos pliegues son parte de las narrati -vas al no considerarlas como constituidas desde una sola voz:

    Las narrativas (especialmente aquellas que se apropian

    de convenciones teatrales) son polifnicas contienen

    mltiples voces; el autor (o hablante) no tiene la nica

    palabra, esto es, la autoridad sobre el signifi cado est

    dispersa y contenida [] Al no aceptar al narrador como

    la autoridad fi nal los cientfi cos sociales pueden inte-

    rrogar palabras particulares, escuchar las voces de per-

    sonajes menores, identifi car los discursos escondidos que

    los hablantes dan por hecho y ubicar omisiones y sec-

    ciones indeterminadas en la narrativa personal (Riessman,

    2008: 107).

    Por ltimo, cabe apuntar que en cuanto a la nocin de barrio y su relacin con el resto de la ciudad se adscribe el planteamiento de Mnica Lacarrieu en el sentido de que repensar los procesos y situaciones urbanas desde la dinmica del intercambio entre dife-rentes actores penetrados por la historia local y por las infl uencias de otros lugares reposicionar el papel del barrio a una ms de las condiciones que intervie-nen en esa dinmica local (2007: 32). En consecuen-cia, puede pensarse que el anlisis relacional del lugar no supone la mirada slo sobre el mismo, sino sobre el conjunto de puntos de encuentro y deslindes, ex-plcitos e implcitos, que lo posicionan dentro de una red y sistema de lugares y signifi cados. Aqu tambin habra que enfatizar que no se trata de una aproxima-cin que requiera algo ms (sean lugares, puntos de comparacin, informacin testimonial), ya que no ne-cesariamente a una mayor escala emprica o territorial existir una mayor capacidad de anlisis. No, el acen-to est en un modelo de aproximacin al objeto de estudio que pone de relieve su carcter de unidad es-pacial gestada en la relacin y contacto con otros mbitos espaciales, sea a escala local, regional o me-tropolitana.

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