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,  m  r .  m t m   w v Serie de Manuales de Teología Historia de la Iglesia IV: Época contemporánea Juan María Laboa

Alvarez, Jesus - Historia de La Iglesia 04

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    , m r .mtm w vSerie de Manuales de TeologaHistoria de la Iglesia

    IV : p o c a c o n t e m p o r n e aJuan Mara Laboa

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    PLAN GENERALDE LA SERIE

    Teologa fundamental3 Dios, horizonte del hombre, J. de Sahagn Lucas (publicado)5 Patrologa, R. Trevijano (publicado)9 Historia de la Teologa,J. L. Illanes e I. Saranyana (publicado)14 Introduccin a la Teologa,J. M.a Rovira Belloso (publicado)19 Fenomenologay filosofa de la religin, J. de Sahagn Lucas publicado)Teologa de la reve lacin y de la fe, A. Gonzlez MontesTeologa sistemtica1 Teologa del pecado original y de la gracia,L. F. Ladaria publicado)10 Mariologa, J. C. R. Garca Paredes (publicado)16 La pascua de la creacin,J. L. Ruiz de la Pea (publicado)18 Eclesiologa,E. Bueno de la Fuente (publicado)

    El misterio del Dios trinitario,S. del Cura24 Cristologa,O. Gonzlez de Cardedal (publicado)26 Antropologa teolgica fundamental, A. Martnez Sierra publicado)Teologa sacramental2 Penitencia y Uncin de enfermos, G. Flrez (publicado)4 Tratado general de los sacramentos, R. Arnau Garca publicado)6 La liturgia de la Iglesia, J. Lpez Martn (publicado)11 Orden y ministerios,R. Arnau Garca (publicado)12 Matrimonio y familia, G. Flrez (publicado)22 Bautismo y Confirmacin, I. Oatibia (publicado)23 Eucarista, D. Borobio (publicado)Teologa moral

    8 Moral fundamental, J. R. Flecha Andrs (publicado)15 Moral socioeconmica, A. Galindo (publicado)Moral de la persona, J. R. Flecha AndrsMoral sociopoltica,R. M.a Sanz de DiegoTeologa pastoral y espiritual7 Teologa espiritual,S. Gamarra (publicado)13 Teologapastoral, J. Ramos Guerreira (publicado)Pastoral catequtica, A. CaizaresHistoria y arte17 Arqueologa cristiana, J. lvarez Gmez (publicado)20 Historia del arte cristiano, J. Plazaola (publicado)21 Historia de las religiones, M. Guerra Gmez (publicado)25 Historia de la Iglesia. I:Antigua, J. lvarez Gmez (publicado)

    HISTORIADLAIGLESIAIVpoca ContemporneaPORJUAN MARA LABOA

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    Con licencia eclesistica del Arzobispado deMadrid (29-IV-2002)

    1 Juan Mara LaboaBiblioteca de Autores CristianosDon Ramn de la Cruz, 57. Madrid 2002Depsito legal:M. 23.790-2002ISBN: 84-7914-601-XImpreso en Espaa. Printed in Spain

    NDICE GENERALPgs.

    PRESENTACIN xvCAPTULO I. Los papas del siglo XIX 31. Po Vil(1800-1823). Un papa luchador 42. LenXII (1823-1829). Lavictoria conservadora 83. PoVIII (31 marzo 1829-20 noviembre 1830) 144. GregorioXVI(2 febrero 1831-1846) 175. Ellargo pontificado dePoIX. 24CAPTULO II. Restaurar y renovar 311. La imposible vuelta atrs 332. Reorganizacin eclesistica 353. Lasmisiones populares 404. Representantes de lapoca 425. Preocupacin por laeducacin 47

    6. Retos ala pastoral 497. Bsqueda deapoyo civil 508. Pastoral de laRestauracin 52CAPTULO III. Liberalismo y cristianismo 551. Catolicismo liberal e integrismo catlico 582. Protagonistas principales 613. Liberalismo belga 674. Catolicismo ingls eirlands 685. Laemancipacin de loscatlicos 696. Newman y elMovimiento deOxford 717. Alemania 758. Italia 77

    9. Figuray obra de A. Rosmini 7810. Educacin y enseanza en loscatlicos liberales 8111 . El liberalismo enEspaa 82CAPTULO IV. Las revoluciones de 1848 851. Elecciones 882. Europa enllamas 943. Pases Bajos 954. Gran Bretaa 965. Imperio austraco 986. La revolucin romana 997. Portugal 1028. Espaa 102

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    X ndice generalPgs.

    CAPTULOV . Iglesia y libertades mod ernas:Syllabus 1051. Controversias entre catlicos acerca del liberalismo .. 1052. La divisin de los catlicos en Francia 1073. El catolicismo liberal en otros pases 1094. Tensiones en la teologa alemana 1115. El Syllabus: Gnesis del documento 1136. Contenido del Syllabus 1147. Consecuencias del Syllab us 115CAPTULO V I. Cris t ianismo y pensamiento conte mpo rne o.. 1191. Filosofa y teologa 1202. Pensadores crticos de la religin 1213. Descubrimiento de la subjetividad 1244. Pensamiento teolgico alemn 1265. Pensadores catlicos 1286. Restauracin del tomismo 1307. Reformismo de finales de siglo 1328. El americanismo 1339. Investigacin histrica y cuestin bblica 13410. Hacia una nueva apologtica 13711. Crisis modernista 140

    CAPTULOVII . El Concil io Vaticano I 1471. La constitucin Dei Filius 1552. El tema de la infalibilidad 1573. Caractersticas de la definicin 159CAPTULO VIII. Actividad mis ionera 1651. Roma y las misiones 1722. La Congregacin de Propaganda F ide 1753. Congregaciones religiosas misioneras 1774. Obras sociales 1795. Asociaciones misioneras 1796. Acusacin a las misiones 1807. Causas de la vinculacin misin-colonizacin 1818. Acusaciones de los anticolonialistas 182CAPTULO IX . Catolicismo en el continente americano 1851. Iberoamrica. Consecuencias de la independencia . . . . 1 852. Organizacin maltrecha 1873. Situaciones nacionales 1884. La batalla por el patronato 1935. Restauracin y reconstruccin 1936. El Concilio Latinoamericano 1957. Renovacin de las organizaciones laicales 1978. La Iglesia catlica en Norteamrica 1989. Quebec 203

    ndice general XIPgs.

    CAPTULOX . La cuestin social 2071. Inquietudes sociales intraeclesisticas 2102. La Rerum novarum, Iglesia y socialismo 2213. Doctrina Social 224CAPTULO XI. Un prolongado papa de trans icin. Len XIII1878-1903) 2271. Len XIII (1878-1903) 2282. Italia 2313. Alemania 2324. Francia 2345. El Rallieme nt 2366. Austria 2387. Suiza 2388. Gran Bretaa 2399. Espaa 24010. Portugal 24211. Magisterio pontificio 243CAPTULOXII . Vida religiosa y eclesial 2471. Una Iglesia ms compacta 2482. Un clero piadoso y creativo 249

    3. Mtodos de pastoral 2524. Nuevas formas de presencia 2535. Formacin y catecismo 2556. Devociones y espiritualidad 2577. Liturgia, arte y msica 2618. Vida pastoral y espiritual 2639. Misiones populares 266CAPTULO XIII. P o X 1903-1914) 2691. La sorpresa de una eleccin 2692. El sentido de lo sobrenatural 2713. Frente al mundo y a su poltica 2734. PoXe Italia 2775. La renovacin religiosa 2796. La reforma de la Curia 280CAPTULOXIV . Benedicto XV 1914-1922) 2831. Un nuevo talante para una nueva poca 2832. Los desastres de la guerra 2853. Una mediacin no deseada 2864. Una paz poco pacificadora 2885. Accin caritativa 2896. La comunin de los espritus 292CAPTULOX V . Po XI 1922-1 939). La paz de Cristo en el reino de Cristo 2951. Un diplomtico intelectual 295

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    XII ndice generalPgs.

    2. Tratado deLetrn 2973. El papa delasmisiones 2984. Un papa social 2995. Frente anacionalismos y totalitarismos 3006. El papa delaAccin Catlica 3017. Condena delnazismo 3038. Larepblica anticlerical 3049. Relacin conlaciencia 308CAPTULO XVI. Po XII 1939-1958) .Por un mu n d o n u evo . . 3111. PoXII y laguerra 3122. Respetado pero noseguido 3143. Eclesiologa subyacente 3164. Unlateado msmaduro 3185. Documentos pontificios 3206. Pontificado detransicin 321CAPTULO XVII . Juan XXIII 1958-1963) . Igles ia MadreyMaestra 3231. Undiplomtico atpico 3232. Eliniciodeunpontificado 3253. Un rostro nuevo delpapado 326

    4. Un programa definido 3275. ObispodeRoma 3276. Concilio Vaticano 3287. Encclicas y documentos 3318. Muerte delpapa 332CAPTULOXVIII. ElConcil io VaticanoII 3351. Historia delas asambleas 3362. Papas delConcilio 3423. Documentos conciliares principales 344CAPTULO XIX. Pablo VI 1963-1978) 3531. Lasencclicas sociales 3552. Reformas eclesiales 356

    3. Misionero enelmundo 3584. Objetodecontestacin 359CAPTULOX X . Juan PabloI 1978) 363CAPTULOXXI. Juan PabloII 1978- ) 3651. Un papa polaco 3662. Relaciones conla Curia romana 3673. Lacada delcomunismo 3674. Los uniatas 3695. Eldesarrollo ecumnico 3696. Un papa viajero 3707. Mejores relaciones conlaciencia 371

    ndice general XIIIPgs.

    8. Latica sexual 3729. Multiplicacin decanonizaciones 37210. Elprograma desus encclicas 37311. Elcontrol delepiscopado 37412. Desmitificar no significa devaluar 37513. LaIglesia actual 375NDICEONOMSTICO 377

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    PRESENTACINLa poca contempornea ha quedado marcada por la secularizacin de la sociedad, de los ideales y de las metas de los hombres contemporneos. A lo largo del siglo xix los principios de la Ilustracin

    y de la Revolucin francesa fueron impregnando las instituciones civiles, las inteligencias y los corazones. Se cre una poltica laica queinspir las clases dirigentes de los diversos pases, colocando a laIglesia en una situacin indita tanto por su aparente marginalidadcomo por el maltrato sufrido.El rgimen de cristiandad, la alianza y la compenetracin entreTrono y Altar, durante siglos, parecieron ser el nico hum us adecuado en el que la Iglesia poda sobrevivir y cumplir provechosamentesu misin. El rgimen liberal, por su parte, comport, de hecho, persecuciones y marginaciones sin cuento. Aunque el rgimen de cristiandad fue convirtindose, segn pasaban los aos, en un pasado sinposibilidades de restauracin, la Iglesia mantuvo durante demasiadotiempo su aoranza y la ilusin de su vuelta. Se olvidaron de que elcristianismo no h aba nacido como religin de Estado, sino como religin marginal y p erseguida.El Estado fue secularizndose, acept la libertad religiosa y determin su neutralidad ante las diversas confesiones religiosas y antela expansin del atesmo. Adem s, fue invadiendo aquellos espaciosque durante siglos haban sido propios del catolicismo: la consagracin religiosa de la vida pblica, la coincidencia entre moral p blicay moral civil, la educacin de los jvenes, la salud pblica y el matrimonio, los registros de nacimiento, matrimonio y muerte.La laicizacin de la sociedad se convirti tambin en el gran enemigo de la Iglesia al poner en situacin de igualdad la verdad y elerror. Para los creyentes no resultaba posible aceptar que la verdadera Iglesia madre y maestra de la sociedad durante siglos fueracolocada y considerada al mismo nivel que las sectas y las falsasiglesias.Por otra parte, siguiendo las pautas de la Ilustracin, la opininpblica ha considerado a la Iglesia como incapaz de comprender yde adecuarse a los tiempos modernos y de aceptar las libertades,como incapaz de favorecer y propugnar el progreso tan ardientemente deseado. Por muchos motivos que aparecen a lo largo de esta historia, elaggiornamentode la Iglesia ha sido una asignatura pendiente a lo largo de dos siglos tanto desde el mundo laico como desde elinterior de la comunidad eclesial, aunque, naturalmente, desde p ti-

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    XVI Presentacincas diferentes. Slo el Vaticano II cerr definitivamente la cuestinterica sobre los valores de las libertades y de la democracia y stase convierte para la Iglesia en la forma ideal de gobierno, dando fin atrasnochadas discusiones entre catlicos democrticos y catlicos in-tegristas.Con motivo de la industrializacin y de la secularizacin de lasmasas, la clase obrera surgi en un contexto en el que el abandonode las seculares prcticas de piedad y de religin result indoloro,casi natural. Nos encontramos ante uno de los dramas, sin duda, msangustiosos del siglo xix, que no puede ser achacado a falta de generosidad o de creatividad por parte del clero, aunque no cabe duda deque el anlisis de la situacin o los mtodos seguidos no fueronsiempre los adecuados.Con el dominio del m arxismo en numerosos pases, se implantun imperio en el que el cristianismo no tena nada que ver con su patrimonio tico y cultural. Su proyecto inclua la destruccin del cristianismo, considerado como una ideologa superada.Ante tantas situaciones inditas en los campos religioso, culturaly social, la Iglesia reaccion con nuevas devociones, con la fundacin de innumerables nuevas congregaciones religiosas, con la renovacin del tomismo, con una p lyade de santos, con formas nuevasde presencia en la sociedad. No siempre fue adecuada su respuesta y,sobre todo, no siempre se mantuvo como un espacio de comunin delas diversas sensibilidadesypropuestas presentes en el seno eclesial.Esta Iglesia, maltratada en Europa, se ha extendido por los cincocontinentes de forma tal que se puede afirmar con verdad que slo enel siglo xx ha sido una Iglesia universal, presente en todos los pueblos y culturas. El contacto con situaciones tan dispares, la tragediade los hornos de cremacin del rgimen nazi y de la persecucin delos regmenes comunistas, el horror de la guerra civil espaola y detantos martirios sufridos en los cinco continentes, han llevado a loscristianos de la segunda mitad del siglo xx a defender los derechoshumanos y la libertad de conciencia de todos los seres humanos.El mirad cmo se aman primitivo se ha alargado a amar y defender al pobre, marginado, maltratado y limitado en sus derechos,all donde se encuentre. Tal vez es en este momento cuando se consigue aunar de forma espontnea lo que tanto se intent en el siglo xix: D ios y libertad, aunque no ha resultado tan fcil de compaginar el otro binomio conflictivo, cristianismo y modernidad.A causa del dogma de la infalibilidad pontificia de 1870 y de lacreciente devocin por el pontfice romano de los catlicos, se establece una relacin directa entre el papa y los fieles. Los obisposcuentan menos. La popularidad del papa aumenta a lo largo del siglo xx y su palabra llega a los hogares cristianos como nunca antes

    Presentacin XVIIen la historia. La personalidad de los papas, a menudo brillante y sugestiva, ha colaborado en esta situacin, a veces ambigua, al menoshasta el Vaticano II.Finalmente, el laicado emerge como una parte decisiva de laIglesia. Son los militantes laicos los que constituyen la verdaderafuerza de penetracin, de configuracin eclesial, de dilogo con lasociedad, de conciencia misionera.Estos dos siglos de historia eclesial constituyen, pues, dos siglosapasionantes, difciles y aparentemente confusos. El Espritu siguepresente y actuante en vasijas de barro, pero stas son ms variadas,complejas y llenas de sentidos diversos que nunca.

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    HISTORIA DLA IGLESIAIVpoca Contempornea

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    CAPTULO ILOS PAPAS DEL SIGLOXIXBIBLIOGRAFA

    BERTHELET, C , Conclavipontifici e cardinali nel seclo XIX (Roma1903); HILAIRE,Y.-M.,Histoire de la Papaut(Pars 1996); HORAIST,B. ,Ladevotion au pape et les catholiquesfrancais sous le pontificat de Pie IX(1846-1878) (Roma 1995); KELLY,J.N .D .,TheOxforddictionaryof Popes(Oxford 1986);LEVILLAIN, PH.(dir.),Dizionario storicode l papato,2 vols.(Miln 1996);MOLLAT,G.,L aQuestion romaine deP ieVI PieX I (Pars1932); MONDIN, B. , Dizionario enciclopdico dei Papi (Roma 1995);ORLANDIS,J.,E l pontificadoromano (Pamplona 1996).

    Nunca como en la poca contempornea el pontificado romanoha sugerido, dirigido e influido tanto en la marcha de la Iglesia catlica. El resultado ha sido una historia compleja y, a menudo, traumatica, en funcin no slo de las diversas psicologas de los distintos papas, sino, tambin, a causa de los dramticos vaivenes de los regmenes polticos existentes y de las vigorosas ideologas dominantes.Entre los cambios producidos recordemos la desaparicin del milenario poder temporal, que para muchos catlicos resultaba esencialen el ejercicio del pontificado; un nuevo tipo de relaciones con lasiglesias nacionales y, sobre todo, un mayor acercamiento y relacincon el pueblo catlico, que por primera vez tena un conocimiento yuna experiencia directa del significado de la funcin del papa.Los papas de esta poca sufrieron el exilio, la reclusin voluntaria en su palacio romano a lo largo de medio siglo, la revolucin victoriosa en sus Estados, el asesinato de su primer ministro, la ocupacin de los Estados de la Iglesia, la unidad de Italia. Se proclam laRepblica romana en 1850 y, en aos diversos, Roma fue proclamada segunda capital del Imperio napolenico y capital del nuevo Reino de Italia. Es decir, en menos de un siglo la Ciudad Eterna y elconjunto del estado eclesial sufrieron las consecuencias de la convulsin poltica europea, los influjos de las ideas revolucionarias en tonces dominantes y la pasin unitaria del pueblo italiano.A lo largo del siglo fueron tres los problemas principales que caracterizaron el desarrollo de las naciones y m arcaron la actitud de lospapas ante el mundo moderno, la revolucin industrial y el resurgirde nuevas nacionalidades: el nacionalismo, el liberalismo y la cuestin social, pero, sobre todo, fue la situacin poltico-social de los

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    4 Historia de la Iglesia IV: poca ContemporneaEstados de la Iglesia la que marc y determin de modo decisivo laactitud de los papas ante los movimientos ideolgicos dominantes.En el mbito eclesial, la centralizacin y el universalismo caracterizan el papado moderno, y la actitud, modos de actuar y pretensiones de los nuncios constituyen un barmetro del respeto mostrado alepiscopado local por parte de Roma.1. Po VII 1800-1823). Un papa luchador

    Juan Bautista Chiaramonti naci en 1742 en Cesena; estudi conlos jesutas en Ravena; benedictino, es nombrado abad de San Calixto,en Roma; obispo de Tvoli y de mola y inalmentecreado cardenal.Austero y piadoso, dctil con el mundo m oderno, no se opuso tajantemente a cuanto supona la Ilustracin ni al significado de la Revolucin rancesa.En una homila de 1797 afirm que la forma democrtica no repugna al Evangelio, ya que la democracia, por su mismaexistencia, postulaba la defensa de las virtudes cristianas, afirmacinque en aquellos difciles das poda chocar y escandalizar.Treinta y cinco cardenales dirigidos por Consalvi, secretario delcnclave, bajo la proteccin del emperador austraco Francisco II, loeligieron en la abada benedictina de San Jorge de Venecia (14 demarzo de 1800), cuando no pocos europeos daban por periclitado elpapel del papado ' tras la muerte de Po VI, el 29 de agosto de 1799en Valence, como prisionero de los jacobinos franceses. Con imprevistas dificultades, causadas fundamentalmente por el deseo de losaustracos de que el papa renunciara a parte de sus estados, lleg aRoma en pleno perodo de afianzamiento poltico de Napolen. Laencontr desordenada y abandonada, y trat de reorganizar la ciudad, sus Estados y la Iglesia en general.El pontificado del primer papa del siglo xix qued marcado porla actuacin prepotente de Napolen. Durante los primeros quinceaos tuvo que soportar, ceder o enfrentarse a la poltica napolenica,mientras que los diez siguientes fueron dedicados a la reconstruccinde los Estados de la Iglesia y a la reorganizacin de la Iglesia universal, sobre todo en Europa, donde el vendaval revolucionario la habadaado tan duramente que, en algunos momentos, se haba dudadode su capacidad de supervivencia 2.1 L . PSZTOR, Ercole Consalvi , prosegretario di Venezia. Momenti di s toriapontificia tra il 1799 e il 1800: Arch. della societ romana di storia patria 83(1960) 99-188.2 J. LEFLON,Pie V IL Des abbayes benedictines a lapapaut (Pars 1958); I. SPADA,La Rivoluzione francesa e il papa (Bolonia 1989); E.VERCESI,PO VIL Napoleone e larestaurazione (Turn 1933); A. F.ARTAUD DE MONTOR, Storia del Papa Pi VII(Miln1837); L. R. ALTAMIRA, El den Funes y el papa P o VII (Crdoba 1952).

    C.l. Los papas del siglo XIX 5Foselo y De Maistre lo comparan con Gregorio VII al describirsus relaciones con Napolen, aunque Po VII sigui estimando alemperador exiliado y protegi a su familia en la desgracia porque entodo momento record que gracias a Napolen fue posible reconstruir la Iglesia francesa. Po VII se convirti en uno de los mitos, ode las ideas-fuerza que influyeron en el movimiento filopapal delochocientos, y que ms tarde alimentara la propaganda temporalistade los catlicos ultramontanos e intransigentes. Se trata del mitoPo VII, defensor y mrtir de la libertad de la Iglesiay,tambin, de lalibertad italiana.Po VII reconoci con el breve del 7 de marzo de 1801 la Compaa de Jess en Rusia, y tres aos ms tarde (30 de julio de 1804)en el reino de las Dos Sicilias. Finalmente, el 31 de julio de 1814,fiesta de San Ignacio de Loyola, aprob la reconstitucin de los jesutas,cuarenta y un aos despus de su disolucin. Cinco das despus prohibi nuevamente a los catlicos el pertenecer a la masonera. Este perodo se caracteriz por la intrpida reconstruccineclesistica, por la fundacin de nuevas congregaciones religiosas ypor la reagrupacin y reorganizacin de las antiguas. En este esfuerzo eclesial encontramos en los gobiernos los antiguos hbitos jurisdiccionales, el intento persistente de los polticos de entrometerse enla organizacin eclesial y de utilizarla para sus fines. Sin embargo,tampoco en este campo la revolucin haba sido intil. La vida religiosa comenz a florecer y los hombres de Iglesia, que haban sufrido en su propia carne las consecuencias de la anterior confusin dela Iglesia con el Estado, buscaron otros planteamientos y otra manera de estar presentes en la sociedad.En 1814 se reunieron en Viena los reyes y los prncipes de E uropa con el fin de reestructurar el continente de acuerdo con los principios prerrevolucionarios, pero estos apstoles de la Restauracinpretendieron establecer una excepcin en esta poltica: los EstadosPontificios. Slo la capacidad negociadora del cardenal Consalvi,ayudado por el prestigio de Po VII, hizo posible la reconstitucin delos Estados de la Iglesia 3.El papa no se entusiasm con la Santa Alianza, tratado segn elcual los soberanos de Austria, Rusia y Prusia se responsabilizaban,en cuanto delegados de Dios, a regir sus pueblos segn los preceptosde justicia, caridad y paz, preceptos que interpretaban segnsu conveniencia.Po VII protegi y foment en sus Estados las artes y la cultura,restaur baslicas e iglesias, abri al pblico los museos romanos y3 A . ROVERI, La Missione Consalvi e il congresso di Vienna, 3 vols . (Roma1970-1973).

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    6 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneala Biblioteca Vaticana, reorganiz las universidades y academias,restaurando la rica tradicin cultural y artstica perdida durante losmovimientos revolucionarios 4.Resulta, a veces, difcil distinguir su poltica y sus orientacionesde las del cardenal Consalvi, probablemente el m ejor Secretario deEstado del siglo, plenamente identificado con el papa5. Su primeratarea consisti en conseguir que la Iglesia no quedara al margen de lanueva organizacin poltica europea posnapolenica y a ello se dedic en el Congreso de Viena, consiguiendo al final la devolucin detodos los territorios pontificios usurpados, especialmente por Austria, menos los enclaves de Avin y del condado Venesino, probablemente demasiado anacrnicos para la nueva situacin, que quedaron integrados definitivamente en Francia.Ambos desarrollaron una paciente poltica concordataria, buscando introducir a la Iglesia en el sistema de equilibrio conservadorsurgido en el Congreso de Viena. El5 dejunio de 1816 se irmabaelconcordato de Baviera en el que se determinaba que la religin catlica sera conservada con todos los derechos y prerrogativas quepor determinacin divina debe gozar. Cada dicesis contara con unseminario sujeto al obispoplenoliberoqueiure. Los eclesisticos deban jurar ante el rey no participar en reuniones contrarias a la tranquilidad pblica, y revelar si algo se tramaba contra el Estado. Seisdas ms tarde se aprob el concordato francs que, de hecho, queden letra muerta. Este concordato era una manifestacin de buena voluntad, una especie de exposicin programtica gubernativa con relacin al conjunto de materias religiosas que, de alguna manera, impregnar la poltica de la Restauracin, pero que, de hecho, no tenaen cuenta los profundos cambios operados en la sociedad francesa, ypor esto fracas y nunca fue puesto en prctica. En febrero de 1818quedaba ratificado el nuevo concordato napolitano. El clero del reino se haca cargo de la enseanza religiosa, se aumentaba el nmerode dicesis en Sicilia, mientras que disminuan las de la pennsula,en un intento de reestructurar la Iglesia del Reino de aples, y seestableca que la enseanza pblica y privada seguiran las disposiciones romanas. Como contrapartida, el rey nom braba a los obisposy la Iglesia renunciaba a los bienes que le haban enajenado.En los pases alemanes no faltaron intentos de autonoma eclesialfrente a Roma: Wessemberg, vicario general de Constanza, autor deLa Iglesia de Alemania y su nueva creacin y establecimiento(1815),y su arzobispo Dalberg, con una cierta complicidad de Met-

    4 F. WEY, Musei del Vaticano (Miln 1898) 45-55.5 G. CASSI,/ / cardinale Consalvi ed i primi anni della Restaurazione pontificia(1815-1819) (Miln 1931); J. M. ROBINSON, Cardinal Consalvi, 1757-1824 (NuevaYork 1987).

    C.l. Los papas del siglo XIX 7ternich, soaron con renovar una nueva frmula de josefinismo. Nobuscaban tanto la libertad episcopal cuanto el no estar tan sujetos aRoma. Una reaccin pronta y eficaz dirigida por el redentorista austraco Hofbauer impidi el xito de la iniciativa 6y demostr que lanueva mentalidad tenda ms a la centralizacin y no a la dispersinde fuerzas.Tal vez el problema inmediato ms acuciante y de solucin msincierta resida en los Estados de la Iglesia. La administracin y legislacin napolenica haba representado en muchos sentidos unamodernizacin y una mejora real. El clericalismo omnipresente en laconcepcin de la justicia, de las penas, de los privilegios, propia delAntiguo Rgimen, resultaba ya insoportable para la mayora de losciudadanos, que deseaban la modernizacin y la secularizacin de laadministracin. Para muchos cardenales y clrigos, sin embargo, lavuelta de Po VII significaba la desaparicin de todas las odiadas reformas francesas. Consalvi, con una sensibilidad y una concienciamuy ntida de que muchos cambios eran irreversibles, luch a lo largo del pontificado por modernizar la administracin, la justicia y laorganizacin general, ganndose la animadversin del sector msconservador. Desde estos das encontramos en las principales ciudades del Estado pontificio la presencia de los carbonarios, es decir, desociedades secretas imbuidas del espritu de la Ilustracin y del entusiasmo libertario de la Revolucin, que pretendan liberar el poderpoltico del predominio clerical y conseguir la unidad de Italia. Lafuerza y el influjo de estas sociedades polticas, sobre todo en Italia,fue enorme y condicionaron no pocas de las reacciones polticas delos pontfices sucesivos 7. En realidad, no se trataba de un problemareligioso, sino estrictamente poltico, pero, inevitablemente, tendraconsecuencias eclesiales.Po VII tuvo dos ideas que, desigualmente, pudo llevar adelante alo largo de su pontificado: recrear el contacto con las masas catlicas, a pesar de los recelos de los prncipes, con el fin de suscitar unaatmsfera espiritual unitaria que pudiese oponerse a la propagandaanticlerical y a la poltica antieclesistica de los liberales, y afirmarla autoridad del Estado tradicional frente a la actitud disgregadora delas sectas y de las organizaciones secretas polticas.Los aos de rgimen napolenico representaron, de hecho, elocaso de una larga poca durante la cual la Iglesia haba mantenidoelstatusde sociedad privilegiada de derecho pblico, y el comienzo

    6 G. GOYAU,L'Allem agne religieuse. Le catolicisme, I (Pars 1909) 287.7 D . SPADONI,Sette, cospirazioni e cospiratori nello Stato pontifizio all 'indoma-ni della restaurazione (Turn-Rom a 1904); A. PIERANTONI, / Carbonari dello Stato Pontificio ricerca ti dalle Inquisizioni austriach e nel Regno Lombard o-vneto(1817-1825) (Miln 1910).

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    8 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneade otra en la que la Iglesia se vio reducida al mbito del derecho comn. As se inicia el perodo de los concordatos que se prolongarhasta el Vaticano II. Po VII fue el papa prototipo de este perodo detransicin que, en realidad, se prolong a lo largo del siglo.Este papa supo transformar en bazas favorables para el catolicismo las humillaciones y persecuciones infligidas por Napolen 8,supo hacer amable y querida la figura del pontfice y procur establecer puentes entre una Iglesia todava demasiado anclada en el pasado y una sociedad que miraba con ilusin al futuro y buscaba condecisin el cambio, que identificaba con el progreso.2. Len XII 1823-182 9). La victoria conservad ora

    Po VII muri el 6 de julio de 1823. El cnclave, que dur 25das, se celebr en Roma por primera vez despus de medio siglo,inicindose sus reuniones el 2 de septiembre, en un ambiente enrarecido, tenso y enfrentado. Los cardenales zelanti (conservadores eintransigentes, reaccionarios en poltica interior, nada condescendientes con Austria y Francia) se oponan con decisin a la poltica de lospoliticanti (progresistas), cuyo representante ms insigneera Consalvi. Para los conservadores, Consalvi era el que haba pactado con Napolen y quien estaba dispuesto a establecer puentes conel liberalismo.Le acusaban de haber ejercido un poder demasiado personal, serdemasiado reformista y liberal, hasta el punto de traicionar los principios eclesiales, haber mantenido en vigor las reformas napolenicas y el personal administrativo que lo haba apoyado, y de haberrealizado excesivas concesiones en sus relaciones con los gobiernos.Su candidato, decididamente conservador, era el cardenal Severoli.Por otra parte, las medidas reformistas adoptadas por Consalvi haban contrariado intereses y creado descontentos: la nobleza no leperdonaba la supresin de los derechos feudales; los curiales, la introduccin de laicos en los puestos oficiales, y algunas ciudades, elque se hubieran anulado sus privilegios.Francia, Austria, Espaa, aples y Cerdea deseaban un papams bien conciliador que no crease nuevos problemas, pero no fueron capaces de defender hasta el final la candidatura de Consalvi, alque consideraban como el nico capaz de mantener la paz y la con-8 El perodo napolenico vio a la vez la decadencia y el renacimiento del papa do, la extrema capitulacin ante el cesarismo democrt ico y la suprema reaccincontra el es tatalismo absolutis ta, que am enazaba todas las posiciones ideales y pol t i cas de la Iglesia de Roma: P. PASCHINI, IPapi nella storia, II (Roma 1961) 883.

    C.l. Los papas del siglo XIX 9cordia en Europa y en la pennsula 9. Austria vet al cardenal Severoli el da en que estaba a punto de conseguir los votos necesarios. El21 de septiembre, fue elegido con 34 votos de los 49 posibles el cardenal Annibale della Genga, de frgil salud, de sesenta y siete aos,antiguo nuncio en Colonia y Munich 10, que tomar el nombre deLen, que ningn papa haba elegido desde 1605 n , en memoria deSan Len Magno 12.El programa de restauracin religiosa del nuevo papa aparece ensu primera encclica, Ubiprimum (3 de mayo de 1824), en la que semarcaban las lneas maestras de su poltica y donde resplandeca eltalante del grupo de cardenales que lo haban elegido. Sealaba laobligacin de residencia de los obispos, la necesidad de un clero virtuoso y preparado, la obligacin de luchar contra las teoras queamenazaban la fe y sus principios, la condena de las sectas, del indiferentismo y de la tolerancia: Doctrina que ensea que Dios hadado al hombre una completa libertad, de manera que puede, sin peligro para su salvacin, abrazar y adoptar la secta y la opinin que leconvengan segn su propio juicio. En una palabra, era un programaque buscaba la restauracin de la religin, a la que consideraba amenazada y poco protegida, a pesar de que, insista en el documento,los prncipes seculares defienden su propia causa cuando defiendenla autoridad de la Iglesia. A finales del mismo mes, con la bulaCum primum, convoc una visita apostlica a su dicesis de Rom a,visita pastoral que no se repetir en esta dicesis hasta febrero de1904, cuando Po X decida renovar la pastoral de Rom a, donde nosiempre la abundancia de clero ha significado inters pastoral 13 .El nuevo Secretario de Estado, Som aglia, tena ochenta y cuatroaos y no posea ni la talla ni la salud requerida para tal cargo. Loszelanti consiguieron, tambin, del nuevo papa la creacin de unaCongregacin de Estado compuesta por cardenales elegidos de lastres rdenes, todos intransigentes y enemigos de la polt ica seguidapor Consalvi, y que pretenda dirigir los asuntos de la Iglesia. Pocoa poco, el nuevo papa fue desprendindose de su influjo, aunque,obviamente, esto no supuso cambio de talante. En 1827 fue nom-

    9 Ch . TERLINDEN, Le conclave de Lon XII: Revue d'Histoire EcclsiastiqueXIV (1913) 271. Luis XVIII aconsej al cnclave que el igieran una persona queconduzca los asuntos de la Iglesia con espri tu de concil iacin, de just icia, de seguridad, que debe ser la herencia del padre comn de los fieles.10 R. COLAPIETRA, La formazione diplomtica di Leone XII (Roma 1966).11 R. COLAPIETRA, II diario Brunell i del conclave del 1823: Archivio storicoitaliano 120 (1962) 76-146.12 C. TERLINDEN, Le conclave de Lon XII (2-28 septembre 1823), en RHEXIV (1913) 272-303.13 F. LOZZELLI, Roma religiosa a ll'inizio del novecento (Roma 1985) 49-51.

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    10 Historia de laIglesiaIV:poca Contemporneabrado Secretario de Estado el cardenal Bernetti, mejor conocedorde la situacin real europea 14.Poco antes de morir, Consalvi, marginado en la nueva situacin,aconsej al nuevo pontfice las grandes lneas que convena seguir:apoyarse en Francia, desconfiar de Rusia, luchar decididamente contra los carbonarios, proteger a los catlicos de Amrica, sin hacermucho caso a las protestas de Espaa, preparar el terreno para laemancipacin de los catlicos ingleses, mantener en la relacionescon Austria una prudente reserva y proclamar un Jubileo1 5.La poltica de este papa estuvo demasiado dominada por el partido ultraconservador y por la mentalidad que haba caracterizado alAntiguo Rgimen. En poltica interior, su actuacin mantuvo unaspautas esencialmente reaccionarias. En el motu propriodel 5 de octubre de 1824 porel que reformaba los tribunales del Estado, el cdigo y la prctica judicial, se daba m archa atrs a las reformas de supredecesor: los laicos tuvieron que abandonar los puestos pblicosque tan trabajosamente haban conseguido, se favoreci a los nobles,se suprimieron las instituciones de tendencia liberal: tribunales, cdigo civil, procedimiento judicial..., y no se tuvo en cuenta la libertad de prensa. Defendieron y cuidaron la renovacin religiosa, perocon el convencimiento de que slo podran lograrlo si mantenan lasecular alianza entre Trono y Altar, aspiracin fundamental de la poltica de la Restauracin.La Restauracin signific, para Len XII y los cardenales que leapoyaban, restaurar los privilegios, prohibiciones y abusos del Antiguo Rgimen, es decir, el rgimen feudal, y quiso aplicar rgidamente los principios del absolutismo en los que encontraba la salvacinde la situacin existente. En esta poltica tuvo que enfrentarse a laactividad creciente de las sociedades secretas, sobre todo los carbonarios, que desarrollaban su actividad poltica subversiva con xitocreciente amparados en el apoyo de buena parte de la poblacin quedeseaba ms libertad y ms tolerancia. En realidad, la poltica de estepapa demostr la imposibilidad de gobernar el Estado recurriendo aexpedientes mezquinos e intiles: la delacin, la obligacin de llevarlinternas durante la noche o el puro formalismo. En Faenza, un jovenque no obedeci a la recomendacin de la polica de descubrirse anteel Sacramento fue condenado a ocho das de ejercicios espirituales ya un ao de detencin con la obligacin de ayunar a pan y agua todoslos jueves en honor del Santsimo 16. Una vez ms, se pretenda

    14 P.UGOLINI,La poli t ica es tera del Card. Tommaso B ernett i , Segretario di Sta-to di Leone XII (1828-1829):Archivio Societ Rom ana d i storiapatria 1 2 (1969)213-320.15 ARTAUD DE MONTOR, Storia di Leone XII (Miln 1843) 130-133.16 ASV-SS Interni rbrica 26, sobre 524.

    C. 1. Los papas del siglo XIX 11afrontar sin xito el cambio de m entalidad y la ausencia de formacin profunda de la mayora del pueblo y del clero, con un formalismo forzado y vaco, que ya slo poda mantenerse con castigos yviolencia.Durante este pontificado se plante el problema de la provisinde dicesis en aquellos pases que haban formado parte de la Am rica Espaola. Fernando VII y su Gobierno pretendieron continuarcon el privilegio de presentacin, mientras que las nuevas nacionesse consideraban herederas de tales derechos y no estaban dispuestasa aceptar obispos presentados por el monarca espaol. En 1823 envi a los nuevos pases am ericanos de Chile una m isin diplomticacompuesta por Mon s. Muzi y por Mon s. Mastai, futuro Po IX, y otramisin a Colombia. Len XII, ante el descontento y la indignacindel rey espaol, nombr directamente a los obispos, a menudo elegidos entre las listas presentadas por los gobiernos americanos. Aspromovi jerarquas eclesisticas autnomas en C olombia y en Brasil y numerosos vicariatos apostlicos en diferentes p ases. De estamanera, no se produjo ninguna ruptura con motivo de la independencia, y las relaciones con la Santa Sede fueron suficientemente normales desde el primer momento. Por su parte, Espaa dio a entenderque rompera las relaciones diplomticas, pero, al poco tiempo,acept la realidad 17.Dedic especial atencin a los estudios, promulgando un nuevoReglamento en 1824, la bulaQuod divinasapientia,y reorganizandolos programas y m todos de las universidades. Todas las instituciones de enseanza quedaban bajo la direccin de una nueva Congregacin de estudios, que tena la finalidad de mejorarlos y de controlarlos. La bula estableca dos universidades primarias (Roma yBolonia) con 35 ctedras cada una y cinco secundarias (Peruggia,Ferrara, Camerino, Macerara y Fermo) con 17 ctedras cada una.Esta medida, en s positiva, se malogr por el talante con el que fuepuesta en p rctica. Resulta instructivo contraponer el talante de estedocumento con el que aparece en La idea de unauniversidad, obraque recoge una serie de conferencias de Newman sobre el sentido ylas posibilidades de una universidad catlica. Result intempestivala declaracin de que el arte, las ciencias y las letras se reducan a sersiervas de la religin. En septiembre de 1824 devolvi a los jesutasel Colegio Romano. Uno de los recuerdos estticos ms importantesde su pontificado fue sin duda la reconstruccin segn el modeloprecedente de la baslica de San Pablo, destruida por un incendiopoco antes de la muerte de su predecesor.

    17 P. DE LETURIA,La emancipacin hispanoamerican a en los informes episcopales a Po VII (Buenos Aires 1935); ID., Bolvar y Len XII (Caracas 1931).

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    12 Historia de la Iglesia IV: poca ContemporneaEn 1825 convoc y celebr el Ao Santo con la bula de indiccinQuod hocineuntesaeculo,el nico celebrado durante este siglo, enunas condiciones precarias que demostraban la difcil y confusa situacin existente. Anunci que su finalidad era la de restaurar todaslas cosas en Cristo e invit a los fieles del mundo a acudir a Roma,la sede de San Pedro, donde encontraran abundantes socorros dereconciliacin y gracia. Ante la masiva propagacin de las ideas liberales, los Estados italianos, gobernados por regmenes absolutis

    tas,teman el trasiego de peregrinos de un pas a otro, y el mismo Secretario de Estado temi que conspiradores polticos y miembros desociedades secretas se mezclasen con los piadosos peregrinos. Paraalgunos, y sta es la primera vez en que encontramos este juicio, loque se preparaba en Roma era una triste comedia. Es decir, apareceya la contestacin en el interior de la Iglesia a una venerable y antiqusima tradicin, a causa de las ideas de la Ilustracin, pero tambinpor el deseo de una religin ms interiorizada y menos formalista.De hecho, apenas participaron un millar de extranjeros de entre los150.000 peregrinos. El papa quera que Roma se convirtiese en ciudad autnticamente santa, pero su celo era estrecho e intransigente ysus logros resultaron decepcionantes.En la encclica de su entronizacin,Ubi primum(3 de mayo de1824),advirti Len XII a los obispos sobre los peligros de los filsofos que, bajo capa de filantropa y liberalidad, esparcan numerosos errores y minaban el bienestar del pueblo; les prevena contra elindiferentismo que, exaltando la tolerancia, arruinaba la fe; les ponaen guardia contra las sectas protestantes bblicas, que con sus traducciones de la Biblia propagaban varios errores perniciosos. Recordaba la grave obligacin de la visita pastoral y de la residencia, les exhortaba a velar por el estado de los seminarios, a proceder a lasordenaciones con prudencia, y a contar con los gobiernos que defendiesen la autoridad de la Iglesia as como con el sucesor de Pedro.En todos sus escritos y en sus acciones insisti en su propsito de

    proceder a una restauracin intransigente de la disciplina y la tradicin eclesistica.Un edicto de noviembre de 1826 agrav la reclusin de los judosen los guetos, para que no se produjesen revueltas, al tiempo quepretendi despertar en el pueblo romano el sentido del pecado fomentando el retorno a la piedad tradicional, para lo cual lo someti aun rgimen intensivo de procesiones y sermones e, incluso, de vigilancia sobre los vestidos y otras normas de conducta.Persigui de palabra y obra a los masones. Fue ms liberal en supoltica econmica, impulsando el comercio a base de prstamos, favoreciendo las industrias de la lana, algodn, lino y seda, y reduciendo impuestos, pero no consigui una mejora sustancial de la econo-

    C.1. Los papas del siglo XIX 13ma a causa de la mala gestin y de los abusos y corrupcionesexistentes. En general, fue ms independiente del parecer de los cardenales de lo que stos hubieran deseado, pero acab siendo mal visto por unos y otros. El embajador francs escribi a su ministro:Por otra parte, nada ms evidente que su impopularidad 18. Noexageraba demasiado, al describir la sensacin general, el epigramaromano: Tu nos has causado tres decepciones, oh Santo Padre :aceptar el papado, vivir tanto tiempo, morirte el martes de carnaval.Es demasiado para que seas llorado 19.Durante este pontificado, el galicanismo poltico y religiosomantuvo su influjo en Franc ia a pesar de los escritos de De Maistre yde Lamennais, a quien Len XII estim sobremanera. Llevado talvez por las teoras de estos autores, este papa tuvo un imprudente encontronazo con Luis XVIII, a quien escribi una carta desconsiderada. El rey francs le contest con viveza y acritud, imponiendo alpapa una revisin de sus actitudes polticas. La Iglesia francesa aument llamativamente sus efectivos y las congregaciones religiosasextendieron su presencia en las obras educativas y en las caritativas,pero en el reinado de Carlos X la fuerza poltica y social del liberalismo resultaba evidente. Hubiera sido necesaria mayor capacidad dedilogo y de convivencia entre una religin todava mayoritaria y unsentimiento liberal compartido por intelectuales y burgueses. No fueposible, y esta incapacidad marc la sociedad francesa y, de rebote,la europea.Con los distintos Estados y ciudades alemanas las relaciones fueron fluidas, pero casi siempre marcadas por las pretensiones regalis-tas tradicionales. En Prusia, los catlicos no aceptaban la decisingubernativa de que en los matrimonios mixtos los hijos fueran bautizados en la religin del padre, problema que se prolongar a lo largodel siglo. En el imperio austraco, Francisco I aliger con diversasdisposiciones el severo control jurisdiccionalista que impeda a laIglesia actuar con autonoma.

    En junio de 1827, tras una larga y dursima negociacin, se firmun concordato entre la Santa Sede y Guillermo I de Holanda por elque se distribua el territorio de los Pases Bajos, que inclua Blgica,en ocho dicesis, entre las cuales las restablecidas de Brujas,Bois-le-Duc y Amsterdam.En marzo de 1829, el Parlamento ingls aprob elRomncatho-lic reliefactpor el que se conceda a los catlicos sus derechos electorales activos y pasivos, y la posibilidad de ser admitidos a lospuestos estatales, aunque seguan prohibidas la ereccin de conven-18Arch. Af. Estr., Roma, 963, fols. 215-218.19 J. SCHMIDLIN,Lon XII, PieVIIIetGrgoireXV I (Pars 1938) 135.

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    14 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneatos y la presencia de religiosos en el reino. Jorge IV aprob esta leyel 13 de abril, a pesar de su aversin a los catlicos. En realidad, loscatlicos irlandeses mantenan, todava, muy limitados sus derechos,ya que la propiedad de las tierras segua en manos de los protestantesy los catlicos seguan pagando un impuesto al clero protestante.3. Po VIII 31 de marzo de 1829-20 de noviembre de 1830)

    Nombrado a los treinta y ocho aos obispo de Montalto, dondepermaneci durante diecisis aos, en 1808 rechaz la pretensin deNapolen de imponerle el juramento de fidelidad, por lo que fueconfinado en Miln y en Mantua. Apenas Po VII volvi a Roma,premi su gesto nombrndole cardenal y obispo de Cesena primero yde Frascati despus. Trasladado a la Curia romana, fue nombradopenitenciario y prefecto de la Congregacin del ndice 20.La eleccin del cardenal Castiglioni, de la escuela de Consalvi,candidato de Metternich y del escritor Chateaubriand, embajadorfrancs en Roma, pareci indicar el deseo de los cardenales de volver a una poltica de moderacin y supuso el triunfo de la corrientede los cardenales polticos, que en buena parte no eran italianos, yen general fue acogida con satisfaccin por el pueblo romano. Suselectores pensaron que era necesario que el nuevo papa se fijase msen los aspectos positivos de la sociedad contempornea 21 , aunque,naturalmente, no todos estaban de acuerdo en las prioridades. De hecho, el embajador espaol de Fernando VII, Labrador, pidi en sudiscurso oficial la continuacin de la poltica conservadora y autoritaria. El espritu que dirigi su breve gobierno consisti en reafirmarlos principios fundamentales de la Iglesia y dar mue stras de moderacin en la solucin de los problemas y en las relaciones polticas conlos Estados22.Po VIII tena sesenta y siete aos y sufra de un herpes en el cuello, lo que le obligaba a mantener permanentem ente la cabeza inclinada, y sufra dolores c onstantes. Fue intransigente en materia poltica, pero su talante fue cautamente innovador y prudentementeliberal.20 O . FUSI-PECCI, La vita del Papa Pi VIII (Roma 1965); F. HAYWARD, Le der-nier sicle de la Rome Pontifical, II (Pars 1928); A.PENNACCHIONI,/ / Papa PiVIII,Francesco Saverio Castiglioni (Cingoli 1994).21 Chateaubriand, embajador de Francia en Roma, pidi a los cardenales unjefe que, poderoso por la doctrina y la autoridad del pasado, conociese tambin lasnecesidades presentes y futuras.22 R. BELVEDERI, II papato di fronte alia Rivoluzione (Bolonia 1965) 139.

    C. 1. Los papas de l siglo XIX 15Eligi al cardenal Albani (1750-1834), hombre de confianza deAustria, como su Secretario de Estado. Po VIII ser un papa ms sereno y equilibrado, que buscar el punto medio en sus relaciones conlos Estados, aunque la poltica exterior fue llevada con bastante autonoma por Albani.La primera encclica programtica,Traditi humilitate nostrae(24de mayo de 1829), trata del indiferentismo, del subjetivismo y de lassociedades secretas, preocupaciones eclesiales de la poca, pero insiste en que su principal objetivo era la educacin. En esta encclica,su planteamiento doctrinal y eclesiolgico se sita en la lnea intransigente de su predecesor. Conden con energa las sociedades bblicas y el indiferentismo religioso: Los sofistas de este siglo, que pretenden que el puerto de la salvacin est abierto a todas lasreligiones, conceden las mismas alabanzas a la verdad y al error, alvicio y a la virtud, a la honradez y a la perversin. Sealaba, tambin, su preocupacin por la multiplicacin de las publicaciones perversas y de las sociedades secretas, siempre peligrosas, y animaba alos obispos a preocuparse por las escuelas y los seminarios de susdicesis. Esta encclica confirm la decisin de imponer el magisterio romano, reivindicacin que ser bien acogida por el movimientoultramontano en proceso de expansin, sobre todo en Francia y Alemania.En 1830 Francia vivi una nueva revolucin que destron a Carlos X, hermano de los dos reyes anteriores, y acab definitivamentecon la dinasta borbnica. La identificacin de la Iglesia con la monarqua durante los ltimos quince aos favoreci la reaccin de unanticlericalismo virulento. La masa popular saque el arzobispadode Pars, el noviciado de los jesutas y la casa de las Misiones de Pars. El arzobispo De Quelen tuvo que huir y los sacerdotes no podansalir a la calle con sotana. La prensa y numerosos panfletos manifestaron el anticlericalismo dominante. Algunos obispos, aterrorizados,cruzaron la frontera.Po VIII oscil en su poltica exterior entre la firmeza de principios y las concesiones prcticas, entr en relaciones con el nuevo gobierno francs y pidi a los obispos que exhortasen a los fieles a laobediencia y la bsqueda de la pacificacin nacio nal23 .El papa estaba convencido de que el cambio social y poltico erainevitable. Pensaba que era ms conveniente que la Iglesia llegase aun acuerdo con el nuevo rgimen que exponerse a una revolucinms radical y peligrosa, es decir, la vuelta a la dramtica situacin de1793. De hecho, la revolucin de 1830 aprob una constitucin muymoderada. Po VIII aconsej al clero francs la neutralidad poltica23 Arch. Af. Estr. Roma 967, fols . 184-185.

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    16 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneay, por su parte, procur no atarse a ningn partido ni a ningn rgimen concreto, y decidi entablar relaciones con los poderes constituidos, independientemente de su legitimidad. Concedi al nuevorey, Luis Felipe, el ttulo de Rey Cristiansimo.Ms difcil resultaba favorecer e impulsar el desarrollo de unacultura catlica capaz de nutrir la vida intelectual de los creyentes yde contrarrestar las manifestaciones del anticlericalismo, a menudovirulento. Henri Heine escribi: La vieja religin est radicalmentemuerta, est disuelta; la mayora de los franceses no quieren or hablar ms de este cadver y se echan el pauelo a la nariz cuando setrata de la Iglesia 2 4. La expresin era exagerada, pero no cabe dudade que una buena parte de los representantes m s significativos de lacultura del momento pensaban y sentan as ante una cultura religiosa anclada y congelada en el pasado.El papa no favoreci ni aprob los movimientos independentistasde tres pases catlicos que se encontraban dominados por nacionesde otras confesiones: Irlanda, Blgica y Polonia, probablemente influido por el Secretario de Estado, cardenal Albani, amigo de Austriay defensor de los principios legitimistas del Congreso de Viena. Sinembargo, en 1830, los catlicos belgas unidos a los liberales, irritados por el despotismo y la poltica religiosa poco inteligente de Guillermo I de Holanda, consiguieron la libertad religiosa, la libertad deprensa y de reunin y, finalmente, la independencia. Roma vio condisgusto la alianza de catlicos y liberales belgas, pero no pudo hacer nada para impedirla.En 1830 se reunieron en Frankfurt los representantes de los estados alemanes y aprobaron una declaracin con los siguientes puntos:la Iglesia catlica es libre de profesar su creencia, pero se exige elplcet gubernamental a todos los documentos eclesisticos; las bulaspontificias deben ser sometidas a la aprobacin del Estado; fuera dela provincia eclesistica no deben discutirse sus asuntos; se sometena la aprobacin estatal las resoluciones de los snodos; los seminaristas deben pasar unos exmenes ante las autoridades civiles y denunciar los abusos eclesisticos. Finalm ente, los nmeros 14, 15 y 16 regulaban la eleccin episcopal y exigan el juramento de fidelidad alsoberano.Obviamente, se trataba de un desfasado jurisdiccionalismo quechocaba estridentemente con la mentalidad liberal de los participantes y que fue rechazado por el pontfice, dispuesto a defender por todos los medios la libertad de la Iglesia. Su firmeza en los principioshaba aparecido ya en la cuestin de los matrimonios mixtos, al rechazar la ley del gobierno prusiano que impona la religin del padre

    24 A .DANSETTE, Histoire religieuse de la France contemporaine (Pars 1965) 337.

    C. 1. Los papas del siglo XIX 17en estos matrimonios, y se renov con m otivo de la pragmtica eclesistica de Frankfurt. Po VIII no slo protest por estas medidasante los estados alemanes que se haban reunido en la ciudad alemana para coordinar sus polticas, sino que, sobre todo, record a losobispos que la Iglesia es libre por institucin divina y que ellos tenan la responsabilidad de contrarrestar los ataques y defender losprincipios. Esta actitud valiente choc con la de buena parte del episcopado germano, que mantuvo una actitud pasiva y sumisa ante lasintromisiones de los poderes pblicos a lo largo de la primera mitaddel siglo, a pesar de que la mayora del clero bajo reaccion con valenta y decisin.En 1830, el Santo Oficio abandon la secular condenacin delprstamo con inters. El rechazo de la usura cedi el paso a una moral ms atenta a la realidad cambiante.Po VIII gobern la Iglesia ms con la voluntad que con las fuerzas fsicas, cada da ms dbiles. Con satisfaccin vio cmo la Iglesia norteamericana se desarrollaba con pujanza. El 4 de octubre de1829 se reuni el primer concilio de Baltimore, en el que se discutieron algunos de los temas ms candentes de entonces: los poderes delos obispos, las consecuencias de la promesa de obediencia realizadaen la ordenacin, los medios de propaganda religiosa, la polmicacon los protestantes, la lectura de la Biblia en lengua vulgar, la actitud ante los escritos de los herejes, la organizacin de una prensa catlica, las condiciones de existencia de las congregaciones religiosasy el papel de los consejos de laicos. El papa sigui con atencin laevolucin de esta Iglesia y la anim en sus dificultades, inevitablesen un momento de crecimiento rpido25.El 30 de noviembre de 1830, y al cabo de veinte meses de pontificado, muri Po VIII.4. Gregorio XVI 2 de febrero de 1831-1846)26

    A pesar de las crticas condiciones sociales y polticas en las quese encontraban los Estados de la Iglesia, el cnclave en el que salielegido el monje camaldulense Mario Cappellari dur cincuentadas,mientras la revolucin popular amenazaba Roma, circunstancia25 J. HENNESEY, I cattolici degli Stati Uniti. Dalla scoperta dell 'America ai nos-tri giorni (Miln 1985) 137-153.26 F.ROMANO, Gregorio XVI e Varcheologia cristiana (Roma 1948); D. DEMAR

    C O ,/ / tramonto dello Stato pontificio (aples 1992); E.MORELLI,La poltica esteradi Tommaso Bernetti, segretario di stato di Gregorio XVI (Roma 1953); J . A. DOSSANTOS,Liberalismo ecclesiastico e regalista no Brasil sob o pontiflcato de Greg orio XVI (Ro de Janeiro 1971).

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    18 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneaque seala la dificultad que encontraban las tendencias conservadoray moderada de entablar un dilogo constructivo, y que manifiesta,una vez ms, que la historia de los cnclaves ha sido, a veces, la historia de las pasiones humanas y de los intereses bastardos. Los diferentes candidatos no se distinguan por sus diversos grados de espiritualidad o de sentido eclesial todos eran dignos y amaban a laIglesia, sino por su psicologa y formacin, por sus planteamientos polticos y sobre todo por su apertura mental, pero todos, de nuevo,confundan los intereses y actitudes particulares con el bien de laIglesia. En esto eran ms claros los embajadores de las naciones, quefavorecan o no a un candidato en funcin de los intereses estatales.Complic la situacin el veto puesto por el embajador espaol Labrador en nombre de Fernando VII al cardenal Giustiniani, antiguonuncio en Madrid.Gregorio XVI naci el 7 de septiembre de 1765 en Belluno.Entr a los dieciocho aos en la Orden de los cam aldulenses, de laque lleg a ser abad general. Ms tarde fue nombrado cardenal yPrefecto de PropagandaFide,pero no era obispo, por lo que tuvo queser ordenado antes de su coronacin. En 1799, ao aciago en elque Po VI estuvo prisionero y las armas francesas dominaron Italia,public en Venecia la obra que le dara a conocer en Europa: Triunfode laSanta Sedey dela Iglesia contra losasaltosde los no vatori,rechazadosy combatidosco n sus mismas armas,con la que pretendi contrarrestar las tesis del obispo jansenista Scipione Ricci y lasdel snodo de Pistoya (1786), obra que le convirti en defensor delpontificado, al intentar demostrar con numerosos argum entos y fuentes histricas la constitucin monrquica de la Iglesia y la soberanae infalibilidad del pontfice romano. Esta obra influy de manera decisiva en el desarrollo del ultramontanismo. Rudo en sus modales yen sus facciones, frugal en sus nece sidades, culto en el sentido humanista de la palabra, bien formado en la teologa tradicional y enderecho cannico, de inflexible rigor teolgico, ntegro y trabajador,este papa ha quedado en la historia como modelo de actitud reaccionaria y de incapacidad de dilogo. En realidad, para una visin mscompleta y equilibrada, tendramos que tener en cuenta, por una parte, los continuos y despiadados ataques a la Iglesia por parte de lospolticos e intelectuales liberales, que tanto han influido en una historiografa exageradamente distorsionada sobre este papa, y, porotra, la miopa y cerrazn de los integristas que le rodeaban 27.El mismo da de su coronacin, tuvo que enfrentarse con una insurreccin generalizada en los Estados Pontificios, que contaban enaquel momento con 2.700.000 habitantes. Esta revolucin estaba

    11 GREGORIOXVI,MiscellaneaC ommemorativa,2 vols. (Roma 1948).

    C.1. Los papas del siglo XIX 19provocada por causas objetivas: la crisis econmica, la caresta y elrechazo generalizado de la poblacin a la restauracin de los antiguos privilegios del clero. El descontento de la poblacin por la ineficacia y los abusos de la adm inistracin papal, las necesidades nosatisfechas de las provincias, el burdo clericalismo im perante y la aspiracin a la independencia nacional italiana azuzada por los supervivientes de la poca napolenica y por no pocos ciudadanos que aspiraban a un rgimen democrtico y a una nacin italiana unida, erancausas ms que suficientes del m alestar y de la rebelin. La situacinresultaba insostenible en las Legaciones, el norte del Estado Pontificio, donde Bolonia, Ferrara, Ravena y Forl contaban con una burguesa culta y econmicamente estable. El gobierno provisional revolucionario de Bolonia proclam que el dominio temporalpontificio sobre aquella ciudad y sobre el pas era contra naturam.Los diversos levantamientos populares fueron sofocados con durezacon la ayuda de las tropas austracas y francesas. Esta ayuda extranjera debilit polticamente la autoridad del nuevo papa. Convieneconocer y recordar este contexto para apreciar la primera intervencin de Metternich ante Gregorio XVI contra Lamennais, en diciembre de 1831.

    En realidad, Gregorio XVI era un monje que haba vivido la mayor parte de su vida al margen de los problemas polticos y socialesdel mundo moderno, justo durante los aos en que el movimiento deideas que deba asegurar el triunfo del Risorgimento estaba en p leno auge y expansin. Mazzini, Gioberti, Cesare Balbo, Massimod'Azzeglio, colocndose en posturas y desde puntos de vista esencialmente distintos, trabajaban ardorosamente por la emancipacinde los estados itlicos, reclamaban la supresin definitiva del opresor austraco y preconizaban un orden nuevo incompatible en todomomento con la organizacin poltica existente en los Estados italianos, tal como los tratados de 1815 y el arbitrio de los soberanos lahaban configurado. Era evidente que, en estas condiciones, lacuestin romana haba de estar a la orden del da. En esta situacin resultaba contradictorio el que el papa pudiese mantener el ejercicio de su soberana slo con el auxilio de las tropas francesas yaustracas, proteccin siempre interesada y condicionante.Los espritus ms capaces se dieron cuenta de que la nica solucin realista consista en un programa de serias reformas polticas,judiciales, administrativas y econmicas, pero Roma no estaba dispuesta a realizarlas.A finales de febrero de 1831,el cardenal Bernetti, pro-Secretariode Estado, pidi de nuevo a Austria ayuda militar para vencer unainsurreccin iniciada en Mdena. El papa prometi reformas, disminuy los impuestos y liber a los detenidos polticos, pero, en reali-

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    20 Historia de la Iglesia IV: poca Contemporneadad, el divorcio entre el pontfice y su pueblo era ya general. Lostiempos exigan otras actitudes, y las grandes aspiraciones de lospueblos slo podan ser comprendidas con otra sensibilidad y conotro comportamiento poltico. Desde este momento hasta 1870, elpapado necesitar ayuda extranjera para mantener su independencia.Es decir, se consideraban necesarios los Estados Pontificios paraasegurar la independencia pontificia, pero, por otra parte, no podanmantener esta independencia sin la ayuda militar de otros Estados y,por consiguiente, sin algn grado de dependencia y sujecin a esosmismos gobiernos. En 1836 tuvo que sacrificar al cardenal Bernetti,su Secretario de Estado, a causa de las presiones austracas, y asperdi a uno de sus colaboradores ms valiosos 28.El 21 de mayo del mismo ao se reunieron en Roma los representantes de Austria, Francia, Rusia, Inglaterra y Cerdea con el finde estudiar un plan de reformas del Estado Pontificio que pretendanimponer al papa. Redactaron un memorndum cuyo cumplimientopor parte del gobierno pontificio consideraban necesario si se queraconseguir la pacificacin del Estado. Exigan la admisin de laicosen las funciones administrativas y judiciales, un conjunto de reformas en el mbito local y provincial, creando, incluso, nuevas instituciones polticas capaces de favorecer una mayor democratizacin yparticipacin ciudadana, y sealaron la urgente necesidad de reformar las instituciones judiciales. Finalmente, todos se mostraron deacuerdo en la conveniencia de conceder una amplia amnista para losdelitos polticos.A pesar de su sensatez, este memorndum permaneci letramuerta: los intransigentes no estaban dispuestos a ceder y transformar el gobierno papal de eclesistico en laico, de absoluto en consultivo,y, por otra parte, no estaban dispuestos a que otras naciones impusieran sus normas y decisiones, como si el papa hubiese abdicadode su autonoma y poder. El papa realiz algunas reformas de ordenadministrativo, judicial y econmico; no fue, como se ha repetido amenudo, hostil al ferrocarril, e introdujo algunas novedades comolos barcos a vapor, el sistema mtrico decimal, la vacuna y los seguros, permitiendo , tambin, la implantacin de bancos de crdito y decmaras de comercio. Resultaba ms difcil, porque no se tratabaslo de voluntad y leyes, conseguir una mejor administracin delEstado y las finanzas, en una situacin catica y sin deseo de reformas efectivas.Gregorio XVI se convirti para los patriotas italianos en el enemigo y el opresor, el obstculo que se opona a sus pretensiones, ypara los liberales en el exponente del gobierno teocrtico y absoluto.

    2S S.BORTOLOTTI,Metterniche Vitalia del1846 (Turn 1945) 114-119.

    C.l. Los papas del siglo XIX 21No debemos olvidar el partido radical Giovane Italia, fundado en1831 por Mazzini, que una a su espritu revolucionario su carcter fuertemente anticlerical. En una palabra, la revolucin francesade 1830 haba tenido eco, pero no xito ni traduccin prctica enlos Estados Pontificios, a pesar de la intromisin de los gobiernoseuropeos, a causa de la firm eza inconmovible del papa y del egosmo impenetrable de la administracin pontificia.El gobierno pontificio confi en la represin como mtodo adecuado para solucionar los problemas, envenenando an ms a laoposicin y convencindoles de la inutilidad de cualquier dilogo.La poltica italiana de Gregorio XVI contribuy a desacreditar laspeticiones legtimas de los conservadores y a ahondar el abismoexistente entre el papado y las fuerzas nacionales y liberales.Es verdad que toda la Europa absolutista se encontraba en plenacrisis y en parecidas condiciones, pero, obviam ente, las contradicciones y los inconvenientes del poder temporal aparecan slo en losEstados Pontificios. En realidad, las estructuras polticas de la R estauracin se hundan en todas partes bajo la presin de las ideas democrticas y liberales, y la Iglesia no se hubiera escapado del proceso histrico decimonnico aunque hubiese realizado reformas ms valientes.

    En el terreno econmico, el gobierno pontificio no fue tan retrgrado como habitualmente se ha afirmado. Desarroll el comercio yla industria, fund una oficina de estadstica y extendi el uso de lasvacunas. A pesar de todo, se puede constatar que el inmovilismo dela Administracin paralizaba cualquier posibilidad de cambio y deprogreso.La defensa a ultranza del absolutismo y del orden establecido coloc a Gregorio XVI en una situacin difcil cuando belgas, polacose irlandeses, que en 1830 se haban levantado contra quienes losopriman, pidieron que el papa los apoyara en su lucha en favor de lalibertad religiosa y de la independencia nacional. Tengamos en cuenta que, para los catlicos demcratas belgas, polacos o irlandeses, laIglesia y el catolicismo constituan una fuerza liberadora de los pueblos oprimidos por el absolutismo poltico de los estados luteranos yanglicano. stos, por su parte, consideraban a los catlicos demcratas como peligrosos revolucionarios. Qu poda hacer Gregorio XVI, escucharles y ayudarles o condenarles permaneciendo fiel alos principios del absolutismo y, en el fondo, a sus mtodos personales de gobierno?No cabe duda de que si reconoca la legitimidad de estos movimientos estimulaba otros nuevos, comenzando por los de su propioEstado. En Blgica, bajo la influencia de las ideas de Lamennais, catlicos y liberales consiguieron unirse con el fin de lograr las libertades y la libertad de su pas. En sus instrucciones del 15 de agosto de

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    2 2 Historia de la Iglesia IV: poca Contempornea1829, el cardenal Albani defini este acuerdo como una alianzamonstruosa, pero la intolerable actitud de Guillermo I y la concordancia de intereses consigui que la confederacin patritica consiguiera sus objetivos. La misma actitud llev al papa a condenar lainsurreccin polaca. Se encontr, en realidad, en una situacin sinaparente salida lgica. De hecho conden a los insurgentes polacos,no favoreci en absoluto las aspiraciones de los irlandeses, ambospueblos catlicos, y acept la independencia de Blgica lograda gracias a la colaboracin de catlicos y liberales sin entusiasmo y comoun mal menor. Esta actitud de Gregorio XVI tuvo graves consecuencias,porque someti la poltica de la Santa Sede a consideraciones eintereses reaccionarios, mortific a fuerzas vivas catlicas leales yaument la confusin entre poltica y religin 29.En agosto de 1831 public la bula SollicitudoEcclesiarum,en laque determinaba que, en caso de cambio de Gobierno, los pontficesentraran en relacin con quienes de hecho detentasen el poder, conel fin de proteger a las Iglesias de estos pases y de no interrumpir elnombramiento de los obispos; pero quedaba sobreentendido que alactuar as la Santa Sede no entenda ni confirmarlos en su dignidadni conferirles nuevos derechos. En la prctica no resultaba una praxis nueva, pero fue la primera vez que qued ex plicitada en un documento solemne.El lema de los polacos era: Amamos la libertad ms que cualquier otra cosa en el mundo, y la religin catlica ms que la libertad.Exigan que se respetase su fe y que se mantuvieran las libertadesprometidas en los tratados que los despojaron de su nacionalidad.Pero los rusos, que se haban erigido en defensores de los principiosde tradicin y legitimidad, pidieron al papa, protector nato del ordensocial, su apoyo frente al espritu de revuelta y revolucin polaca.Gregorio XVI cedi ante el Gobierno ruso, que de hecho le engaocon noticias falsas, y escribi al clero polaco una carta encclica el 9de junio de 1832 donde repeta las mximas tradicionales sobre lasumisin a los poderes temporales.Tomando como buenas las insinuaciones interesadas del ministrode Rusia en Roma, les deca: Hemos sabido que las grandes calamidades que han desolado vuestro Reino han tenido como causa slolas maniobras de algunos fabricantes de mentiras, que, bajo pretextode religin, en nuestra desventurada poca, elevan la cabeza contrala potencia de los prncipes legtimos, y precipitan a la patria en unabismo de males, al tiempo que destruyen todos los lazos de la sumi-

    29 R. LEFVRE,La S. Sede e la Russia e i col loqui del lo Zar Nicola I nei do cu-menti vat icani (1843-1846), en Gregorio XVI, Miscellanea Historiae PontificiaeXIV (Roma 1948) 163.

    C. 1. Los papas del siglo XIXsin legal, y les recordaba que la sumisin al poder establecidopor Dios es un principio inmutable, que no se puede abandonar entanto que este poder no viole las leyes de la Iglesia.El efecto de la encclica en Polonia fue deplorable. Por parterusa, continuaron y aumentaron las persecuciones a los catlicos, sobre todo en el caso de los hijos de matrimonios mixtos y contra losuniatas. Gregorio XVI, por su parte, se quej ms tarde amargamente y achac su encclica a engaos, a presiones y a amenazas. Cuando en 1845 recibi la visita del zar Nicols I, le ech en cara convalenta y lucidez la persecucin de los catlicos, y las leyes anticatlicas existentes en el pas. El zar prometi cam biarlas, pero, de hecho, la situacin permane ci invariable30.En 1833, a peticin de Fernando VII, en el inicio del complicadoy deplorable conflicto carlista, escribi a los obispos espaoles unacarta encclica en la que aconsejaba al clero alejarse del espritu departido y de discusiones polticas y predicar al pueblo la obedienciay la paz 31. En 1840 protest vivamente por las leyes anticlericalespromulgadas por el gobierno de Espartero, pero a partir de 1844 mejoraron las relaciones y en 1845 comenzaron los dilogos con el finde conseguir la firma de un concordato, aunque Narvez no se atrevi a dar el paso por la oposicin de los liberales.Siendo cardenal haba dirigido con xito la Congregacin de Propaganda Fide, y durante su pontificado favoreci con decisin eldesarrollo de las m isiones. De hecho, el nmero de dicesis y vicariatos apostlicos aument considerablemente, y durante estos aosse multiplic el nmero de congregaciones religiosas dedicadas a laevangelizacin, sobre todo, del continente africano 32.Los Museos Vaticanos le deben algunas de sus colecciones msvaliosas y la fundacin de dos nuevas secciones, la etrusca y la egipcia; promovi la restauracinno slo de iglesias y baslicas, entre lasque no debemos olvidar la de San Pablo, sino de numerosos monumentos romanos, al tiempo que dio nueva vida a la academia cientfica de los Nuevos Lincei, precedente de la actual Academia Pontificia. En su tiempo se descubrieron nuevas catacumbas y favoreci losestudios de arqueologa, importante especialidad que a lo largo delsiglo tanto iba a desarrollarse con descubrimientos sorprendentes 3 3.

    30 R. LEFVRE, Santa Sede e Russia. . ., a.c; A. BOUDOU, Le Saint Sige et laRussie. Leur relations diplomatiques au XIX' sicle, 1814-1 847 (Pars 1927).31 V . CRCEL ORT, Gregorio XVI y Espaa: Archivum Historiae Pontificiae12 (1974) 250-251.32 J. SCHMIDLIN, Histoire des Papes de l'poque contemporaine, I (Pars 1940)377-393.33 R. FAUSTI, Gregorio XVI e l 'archeologia cris t iana, en Miscellanea Historiae Pontificiae, XIII (Roma 1948) 405-456.

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    En estos aos inici su labor Juan Bautista de Rossi, el arquelogoms importante del siglo.Gracias al inters de este papa, las ActaSanctorumde los bolan-distas, interrumpidas en 1794, y el gran BullarioRomano, que no sepublicaba desde 1758, volvieron a publicarse, y la ingente obra deMigne y elDiccionariod eerudicineclesistica, de Moroni, iniciaron sus primeros p asos. Al juzgar este pontificado, debemos distinguir netamente entre su accin poltica y su gobierno eclesial. Lasegunda, ciertamente, tuvo aspectos positivos en muchos campos,mientras que resulta ms difcil no ser negativos con sus planteamientos polticos, aun siendo conscientes de las dificultades objetivas encontradas en su camino. En cualquier caso, conviene resaltarsu miopa sobre la evolucin de las aspiraciones de la sociedad contempornea y sobre las modalidades, a menudo positivas, de la cultura de su tiempo.Gregorio XVI muri de repente el 1 dejunio de 1846. Al reunirse los cardenales en cnclave, uno de ellos sugerir que el futuropapa no sea un fraile ni forastero, es decir, deba ser oriundo de losEstados Pontificios 34.5. El largo pontificado de Po IX

    A m ediados de siglo la Iglesia se encontraba con dos problemasde desigual importancia objetiva, pero que marcaron de manera decisiva su desarrollo y supastoral:las causas de la progresiva descristianizacin, el conflicto entre incredulidad y fe, y la problemticaexistencia de los Estados eclesisticos a causa de la imparable formacin del reino de Italia.El papa que de alguna manera representa esta poca, participa activamente en la problemtica existente e influye decisivamente en lamarcha de la Iglesia, fue Po IX, elegido en el cnclave de 1846, enel que se reunieron 50 de los 62 cardenales existentes. El cnclavedur dos das.Po IX naci en Senigallia, de familia noble, el 13 de mayo de1792. Realiz una carrera eclesistica fulgurante: una breve misindiplomtica en Chile, arzobispo de Spoleto y despus de mola,obteniendo en 1840 la prpura cardenalicia. Tena fama de hom brevirtuoso y de tendencias liberales. Durante su juventud sufri de epi-34 Por su parte, el embajador napolitano escribia a su ministro: nuestros esfuerzos deben dirigirse a conseguir un Pontfice m oderado y pru dente, tal como lo exigenlos t iempos. E.CIPOLLETTA,Memoriepolinche sui conclavi da Pi VII a Pi IX (Miln 1863) 229; D. DEMARCO,/ / tramonto dello Stato Pontificio. II Papato di G regorio XVI (Turn 1948).

    lepsia, enfermedad que no slo no ocult, sino que en ms de unaocasin utiliz como argumento para rechazar cargos y honores,pero que dej seales permanentes en su personalidad: una emotividad muy fuerte, un a sensibilidad a flor de piel difcil de controlar, uncierto estado de ansiedady, al mismo tiempo, una cordialidad viva yun humorismo presente hasta el final de su vida 35 .Su formacin teolgica fue muy somera, tal como lo admiti lmismo, y este hecho s pudo resultar decisivo en un pontificado quetuvo que habrselas con debates y d ecisiones de claro contenido teolgico 36.Po IX fue recibido con inmenso entusiasmo por sus subditos ypor los europeos en general, convencidos de que sus principios liberales facilitaran la apertura de una nueva poca. De hecho, las primeras decisiones parecieron confirmar las expectativas: amnista, reformas administrativas, la concesin de un Estatuto Fundamental,una especie de constitucin que p retenda dar respuesta a la exigencia de libertad de los grupos sociales ms inquietos de los territoriosde la Santa Sede, y otra serie de medidas polticas y econmicas quefue concediendo a lo largo de los primeros m eses. Se produjo en Europa una especie de delirio colectivo de la opinin pblica que concentr en el nuevo papa sus ilusiones y deseos m s variados. Parecaque estaba a punto de producirse la esperada convergencia entre catolicismo y libertad. A lo largo de este prolongado pontificado van areproducirse los encuentros y d esencuentros de Po IX y la opininpblica, de un papa intensamente amado y odiado y una opinin nopocas veces manipulada por intereses polticos o sociales.El 9 de noviembre de 1846 public su primera encclica, Quiplu-ribus, donde conden el racionalismo, el indiferentismo, la teora delprogreso de la revelacin, y donde afirma que la regla inmediata dela fe es el magisterio vivo e infalible del papa. Como los anteriorespontfices, m uestra una opinin pesimista y negativa sobre la situacin del mom ento, actitud frecuente y siempre desconcertante de lajerarqua eclesistica contempornea que difcilmente logra ofreceruna imagen matizada de la siempre compleja realidad.Conviene tener en cuenta que el sentimiento nacionalista se haba extendido a lo largo de la pennsula. El patriotismo se convirticasi en una religin laica y popular. Pareca que todos soaban con35 C. FALCONI,/ / giovane Mastai (Miln 1981) 101-126; G. G. FRANCO, Appuntistorici sopra il Concilio Vaticano, publicado por G. Mart ina (Roma 1979) 38-4036 G. MARTINA, PO IX (1867-1878) (Roma 1990) 113-115.Metternich escribi que Po IX era de corazn cal iente y de concepcin dbil.Lord Pinto, enviado por Palmerston a Roma, qued agradablemente sorprendido porel carcter amable y abierto del pontfice, pero d esconcertado por su escasa experiencia pol t ica. G. MARTINA, PO IX (1846-1850) (Roma 1974).

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    una Italia unida aunque no se vea cmo este deseo podra convertirse en realidad. Entre los autores y las obras ms conocidos destacaGioberti, autor de un libro que entusiasmar a muchos aunque dejarperplejos a no pocos. En suDelprimatomoraleeciviledegliitalianiescribe que Italia por su capacidad creativa y por su unin al papadogoza de un autntico primado intelectual y prctico sobre las otrasnaciones: Italia les dio el germen de la civilizacin moderna, que enella se conserva intacta, mientras en las dems se ha alterado en forma desigual. Por consiguiente, era lgico que Italia resurgiese y retomase su antigua misin civilizadora. El primer paso hacia esta metaconsista, segn Gioberti, en la unidad poltica de los diversos estados de la pennsula, que slo poda ser federal.Presentaba el pontificado como el nico lazo de unin entre losdiversos estados de la pennsula porque haba contribuido ms queningn otro elemento a crear en Italia una conciencia nacional. stahaba sido santificada por la religin y la unidad y no contrariaba alcarcter espiritual del papa, porque poda conseguirse de un modopacfico, mediante una liga de los diversos estados italianos, dequienes el papa sera el moderador y el rey de Cerdea el defensorarmado.Esta tesis quera demostrar que podan conciliarse principios queparecan contradictorios o, al menos, de difcil armonizacin: fe y libertad, unidad y respeto a los derechos de los prncipes, renovaciny conservacin de las propias posiciones. El mrito de Gioberti consisti en intuir que la ideologa catlico-liberal poda servir paraafrontar una accin poltica de gran amplitud.A Gioberti se le puede achacar, probablemente, el haber instru-mentalizado la religin, exaltando su funcin social y poltica hastacasi reducirla a stas, o, al menos, poniendo en la sombra su carctertrascendente, superior a las contingencias polticas del momento;pero no cabe duda de que, por otra parte, esta obra sugestiva parecitranquilizar las conciencias de no pocos patriotas catlicos.Ms tarde, en sus obras elGesuita Modernoy en laRiformaCat-tolica,aparece con mayor claridad cmo Gioberti reduca, de hecho,el cristianismo a una importante manifestacin de la civilizacin,idea frecuente en no pocos pensadores. No obsta nte, su influjo fueimportante sobre todo en los primeros aos de este pontificado.Entre quienes comenzaban a soar con una Italia unida, el mitode un Po IX liberal y antiaustriaco goz de inmediata, aunque pasajera, adhesin. Fue el mito que recorri Europa y entusiasm a cuantos se angustiaban con la idea de una Iglesia ajena a las aspiracionesmodernas.El 13 de marzo de 1848 se produjo la revolucin austraca, conamplia repercusin en Italia, sobre todo en los territorios gobernados

    por el Imperio austraco, es decir, el Vneto y la Lombarda. El pu Svblo se lanz a las calles en una impresionante manifestacin de furo tantiaustriaco, respaldando con entusiasmo la insurreccin de Lorrubarda. Este levantamiento contra el brbaro del norte cont con laayuda de otros soberanos italianos, tales como Carlos Alberto, reydel Piamonte, el duque de Parma y el rey Fernando de aples.Po IX fue presionado por su pueblo y por los clubes revolucio-narios para que declarase tambin la guerra a Austria, una guerra po-pular y con aureola romntica. Pero el 29 de abril, el papa dijo claramente que no poda declarar la guerra a una nacin catlica, ya queabrazaba con igual amor paterno a todos los pueblos. En Italia la alocucin rompi el hechizo del nuevo pontfice y aniquil una potencia que pareca inconcusa 37. El filsofo Rosmini pensaba lo mismo :Si el mundo llegara a creer que el Papa nunca puede sosteneruna guerra porque es el Padre comn, tambin creera que la soberana temporal y el pontificado son inconciliable s. Si el mundo creye seesto, los Estados Pontificios estaran perdidos y Po IX, por el contrario, ha jurado mantenerlos para la Iglesia y transmitirlos ntegros asus sucesores 38.Rosmini hubiera deseado que el papa luchara contra Austria yque hubiera defendido las nacionalidades italiana y alemana parademostrar que el sacerdocio catlico no impide la perfeccin delprncipe, pero, en realidad, el mismo Rosmini haba ofrecido el argumento, entonces difcil de aceptar, pero que constitua la esenciainsoluble del problema: en pleno siglo xix, no eran conciliables enuna sola persona una soberana temporal que no fuese meramentetestimonial y una autoridad moral y religiosa universal cual corresponda al pontificado.Po IX haba claramente elegido esta ltima, y tena que pagar lasconsecuencias. Su largo pontificado, traumtico, aparentemente contradictorio, va a estar marcado en lo bueno y en lo negativo por estaopcin, y por la contradiccin que, de hecho, va a suponer apostarpor una opcin sin aceptar lo que ella implicaba. En ese momento nose dio cuenta de que resultaba necesario ser papa de una manera nueva y sin soberana.Por otra parte, la cada del poder pontificio supuso a la larga eldebilitamiento del exagerado contorno italiano del pontificado. Pasarn muchos aos, de todas maneras, antes de que los papas se cofl'viertan en lderes exclusivamente espirituales de carcter universal-

    37 C.RUSCONI,Larepblica romanadel 1849, I (Turn 1850) 40. Metternichde'clar: el Papa abandonaba la conspiracin a la que, de hecho, haba concedido 1*paternidad.38 Epstola a Gilardi, 9-5-1848, en G.-F.RADICE,POXIe Antonio Rosmini(CWdad del Vaticano 1974) 39-40.2 8 Historia de la Iglesia IV: poca Contemp ornea C. 1. Lo spapasdelsigloXIX 29

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    Uno de los papas que ms han tenido que batallar con cuestionespolticas era, en realidad, muypocopoltico, de carcter emotivo, muyreligioso, con una formacin teolgica muy sumaria, insensible almensaje de los grandes escritores y pensadores de su tiempo, dotadode un sentido providencialista absoluto. Fue profundamente indecisoen los temas polticos, pero decidido en los problemas ms difciles ycomplejos, los religiosos y eclesiales. Esta actitud le llev en el campopoltico a actuar a salto de mata, avanzando, pero con permanentes retrocesos, con disposiciones contradictorias, influido por los humoresde la masa popular, por los zigzagueantes juicios de sus colaboradores, por la incertidumbre ante las medidas que haba que tomar.Por el contrario, en el campo eclesistico actu ms siguiendosus intuiciones, sin tener en cuenta la opinin de los obispos ni de losentendidos. La Iglesia soy yo, afirm en una ocasin y, amparadoen esta equivocada opinin, actu, a menudo, con inflexiva determinacin. El fracaso en los temas polticos facilit su mayor dedicacin a los temas eclesisticos a los que espontneamente se volccon mayor determinacin. Mantuvo hasta el final su confianza en unmilagro de la Providencia que le restituyese cuanto le haban despojado, convencimiento que explica su rechazo de cuantos compromisos le ofrecieron las potencias catlicas. Despus del exilio en Gaetacon motivo de la revolucin y la proclamacin de la Repblica romana 39, mostrar un rechazo neto de los principios fundamentalesdel liberalismo poltico40. Estaba absolutamente convencido de lasacralidad de su funcin y se mostraba dispuesto a defenderla contratoda contaminacin y limitacin, actitud que le llev a un aislamiento que no era exclusivamente po ltico41, pero que, por o tra parte, favoreci la concentracin de energas en su funcin un iversal de centro eclesial.Apoy la aparicin de la revista La Civilt Cattolica, fundadaporlos jesuitas,que se convertir en el rgano oficioso del pontifica-

    39 G. PELCZAR, PO IX e il suo pontificato, I (Turn 1909) 420-43 2; J . LEFLON,La Mission de Claude de Corcelle auprs de Pie IX aprs la meurtre du minis treRossi:Archivum Historiae P ontificiae 1 (1963) 385-412.40 Segn Po IX, los remedios para la triste situacin de Italia eran la libertad dela Iglesia, el odio a la libertad de prensa, fragello principale della umana societ, lapromocin material de los subditos , el rechazo del s is tema parlamentario, ya quela liberta della tribuna non una felicita, ma un secondo fragello della stessa societ: Pi IX a Mara de Toscana, 16-4-1860, en G. MARTINA, PO IX e Leopoldo II(Roma 1967) 512-513.41 Po IX sigui manifestando su ya orgnica inadaptabilidad a las condicionesreales de las cosas , por la que, una vez encerrado en su justa intransigencia doctrinalde la verdad de la tesis, no era capaz de salir mediante la hiptesis en busca de un necesario acomodo con el las , permaneciendo en la nica al ternativa de "pereat mun-dus" s i no se haca cris t iano: D. MASSE, PO IX, Papa e Principe italiano (Turn1957) 234.

    do 42 ; levant colegios nacionales en R oma, donde vivan seminaristas de los diversos pases que estudiaban en la Universidad G regoriana; cre el Patriarcado latino de Jerusaln; ayud eficazmente a JuanBautista Rossi, el mejor arquelogo romano del siglo, en su tarea debsqueda, estudio y restauracin de monumentos de la Antigedad,tanto religiosos como profanos. La ereccin en Roma de los colegiosnacionales favoreci la poltica ultramontana de reforzar los vnculos de la periferia con el centro, de las Iglesias locales con la SantaSede, preocupada por oponer al laicismo un a Iglesia compacta y msunida al papa. Exigi mayor severidad en la admisin a las rdenessagradas y mayor seleccin entre los postulantes, con el fin de impedir el acceso al sacerdocio a personas que p edan las rdenes por razones diversas de las pastorales.Pero Po IX ha quedado en la historia de la Iglesia como el fundador del papado m oderno. A causa de su intransigencia, de su confianza en la futura derrota de los enemigos de Cristo, del rechazo dela Ley de las Garantas, de sus imponentes protestas contra las sucesivas violaciones de los concordatos, el papado lleg a imponerse y apenetrar en la conciencia de los pueblos en funcin de su capacidadespiritual, y poco apoco,en medio de contradicciones y dificultades,se erigi en una instancia moral admirada y respetada 43. Mientrastanto, la Iglesia catlica continuaba siendo una comunidad fundamentalmente latina, aunque es en estos aos cuando comienza a desarrollarse con ms intensidad su universalidad. En 1860, de una poblacin de 1.324 millones de habitantes, 210 millones eran catlicos,de los cuales unos 60 millones no eran latinos. De las 845 dicesisexistentes, 538 se encontraban en los pases latinos, 293 de ellas enItalia, con una poblacin de 26 millones. En 1903 el nmero de dicesis haba subido a 998, de las cuales 559 se encontraban en paseslatinos y 439 en pases con otras culturas.

    Po IX mantuvo durante veinticinco aos al cardenal Antonellicomo Secretario de Estado. De enorme capacidad de trabajo, buenadministrador, prudente, Antonelli ha sido el ltimo cardenal laicode la historia 44. No cabe duda de que el papa estaba enterado decuantas cosas sucedan en R oma y en el mundo catlico, y de que sudecisin diriga la poltica de la Santa Sede, pero no podem os menosde reconocer en su pontificado la omnipresente huella de Antonelli,su carcter y su modo de actuar45.

    42 G. MARTINA, PO IX (1846-1850), o . c , 423-434.43 P. PRODI,/ / sovrano pontefwe (Bolonia 1982).44 C. FALCONI,/ / cardinale Antonelli (Miln 1983).45 R.AUBERT,Antonell i , Giacomo, en Dizionario Biogrfico degli italiani, III(Roma 1961) 484-493.

    30 Historia de la Iglesia IV: poca Contempornea

  • 5/25/2018 Alvarez, Jesus - Historia de La Iglesia 04

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    Po IX fue el papa de la definicin de la Inmaculada Concepciny del Concilio Vaticano I, quien favoreci de manera determinante elultramontanismo y la consecuente centralizacin eclesial46, en partegracias al apoyo de las rdenes religiosas, sobre todo jesuitas, dominicos y benedictinos. Concedi numerosas y masivas audiencias, ymantuvo un permanente contacto con el pueblo cristiano, foment ladevocin mariana y propag las doctrinas de Alfonso M ara de Ligo-rio. En los aspectos positivos y en los negativos de la historia de lacomunidad catlica del siglo pasado, las posturas, las palabras yla actuacin de este pontfice fueron decisivas.Este papa luch con coraje y co