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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA
UNIVERSIDAD DE CARABOBO
ÁREA DE ESTUDIOS DE POSTGRADO
MAESTRÍA EN HISTORIA DE VENEZUELA
GOLPES DE ESTADO, ALZAMIENTOS E INSURRECCIONES MILITARES
Y CIVILES COMO FORMAS DE VIOLENCIA POLÍTICA
EN LA HISTORIA VENEZOLANA DE 1958 A 1998.
Autor: Pavel José Oropeza Sánchez
Tutor: Dr. José Napoleón Oropeza
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Introducción
El presente proyecto de investigación aborda el análisis del proceso histórico
social, que se generó el 23 de enero de 1958, tras la caída del último dictador del siglo
XX venezolano, Marcos Evangelista Pérez Jiménez.
El proceso político que comenzó en 1959 con las primeras elecciones
democráticas que llevaron a la presidencia de la República de Venezuela al Sr.
Rómulo Betancourt, quien, para algunos historiadores, fue y ha sido el presidente más
combatido en la era democrática, ha decaído a lo largo de estas cuatro décadas. Desde
esta perspectiva, intentaremos analizar el proceso ideológico que se generó, en nuestro
país tras el triunfo de la Revolución Cubana, en aquellos años en que las ideas
prevalecían sobre los hechos, como una consecuencia natural de la supremacía de lo
ideológico ante la acción.
Fuera de los cuarteles, el descontento se evidenciaba. Pero dentro de ellos
empezaba a gestarse un movimiento político que pronto intentaría tomar el poder, a
sangre y fuego; se dan los movimientos militares de El Barcelonazo; El Carupanazo y
El Porteñazo, como los más emblemáticos dentro de la era democrática. Igualmente,
los partidos que preconizaban la insurrección intentaron emular al ejército de Fidel
Castro, dando nacimiento a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (F.A.L.N).
Las cuales no podrán tomar el poder por la vía de la insurgencia armada, pero crearán
malestar y desasosiego dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales.
Los años transcurren dentro del proceso económico venezolano, y su futuro se
volverá a ennegrecer con la entrada al poder del señor Carlos Andrés Pérez, en 1988
(Segundo Período).
Pero los “éxitos” macroeconómicos seguían sin dejarse sentir en la calle y el
descontento era general. De modo que, lo que más llamaba la atención es que,
teniendo tanto paño donde cortar, los insurrectos del 04 de febrero de 1992 no
hubiesen hecho ni siquiera el intento de presentar un programa de reivindicaciones
civiles para justificar su acción militar.
¿Se trataba de una intentona castrense, sin importancia y sobre todo sin
futuro?, ¿Había razones de las puramente militares, para un estallido? La pregunta
fundamental que la inmensa mayoría de los venezolanos se hizo, desde el primer
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momento, fue: ¿Cuál sería la reacción popular? ¿Actuaría el pueblo como sucedió el
07 de septiembre de 1958, lanzándose al asalto de un cuartel con las manos desnudas
para defender a la recién conquistada Democracia?, ¿O por el contrario reeditaría un
“CARACAZO” para apoyar a quienes intentaban derrocar a un gobierno que, según
las encuestas, detestaba mayoritariamente?
La primera reacción de la dirigencia de los partidos fue cerrar filas en
torno a la defensa de la Democracia, amenazada por el viejo fantasma del Golpe de
Estado, que se creía enterrado desde hacía treinta años. En este trabajo de
investigación, nos planteamos analizar los Golpes de Estado, Alzamientos e
Insurrecciones Militares y Civiles como forma de Violencia Política en la Historia de
Venezuela desde 1958 a 1998.
Desde esta perspectiva, resulta imperativo analizar el papel histórico de la lucha
armada en la vida nacional, durante la década de los años sesenta.
Igualmente, conocer las razones históricas que condujeron al fracaso de la
lucha armada en Venezuela. Y es fundamental en nuestra investigación analizar las
razones históricas que produjeron los alzamientos militares, durante el período
democrático de Rómulo Betancourt. En este estudio, se intentó ubicar y determinar las
razones históricas que condujeron al fracaso de los golpes de Estado e Insurrecciones
militares en Venezuela, durante el período histórico 1958 a 1998. Es deber del
investigador señalar e investigar las respuestas del Estado como consecuencia de la
violencia insurreccional y militar, durante el período 1958-1998. Estas son las
premisas que van a centrar; a esta investigación.
Metodológicamente, la reconstrucción historiográfica se efectuará,
fundamentalmente, a partir del análisis crítico de las fuentes documentales, enlazando,
estos elementos teóricos; con los diferentes contextos históricos, los cuales, de forma
elemental, se basarán en la investigación bibliográfica existente.
Por estas razones, el trabajo podría ser considerado como una Investigación
Histórica de tipo documental, siendo este tipo de investigación, el más acorde en la
definición y explicación de los objetivos aquí planteados.
La investigación ha sido concebida en seis capítulos, más lo relativo a las
conclusiones. En el primer y segundo capítulo se abordarán, las consideraciones
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generales en base al tema desarrollado, estableciendo especial referencia a las
insurrecciones militares y civiles. Estos eventos se vincularán a los hechos y procesos
políticos e históricos de la actualidad.
Se centrará en el estudio y a los análisis de todos los movimientos de carácter
insurreccional, por parte de los partidos políticos en la clandestinidad, ocurridos
durante el inicio de la era democrática. El capítulo tres, se va a fundamentar en la
violencia política de los años sesenta, junto a lo concerniente al proceso de formación
de la Fuerza Armada Nacional, dentro del ámbito político nacional, fundamentándose
en los conceptos emitidos por Samuel Hungtinton, quien; realiza un análisis, en base al
rol de los militares y su papel en el desarrollo del sistema político, y como este último
ha pretendido un supuesto control por parte de los civiles (hacia las fuerzas
castrenses), que dirigen al Estado Venezolano y el capítulo cuatro, respectivamente;
corresponderá a los movimientos insurgentes contra el Sistema Democrático durante el
gobierno de Rómulo Betancourt, el papel del grupo Guerrillero “Bandera Roja”. El
capítulo quinto, se concentra en la llamada insurrección armada, como guerra de baja
intensidad, el capítulo sexto el análisis de las decadas setenta y ochenta, y por último
la intentona golpista de 04 de febrero, hasta concluir con la victoria electoral del actual
presidente Tcnel (Ej) Hugo Rafael Chávez Frías. Por último se le dedicará a las
conclusiones pertinentes al estudio aquí planteado.
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Capítulo I.-
Los hechos violentos acaecidos en el marco del proceso socio-político
generado en la madrugada del 23 de enero de 1958 hasta nuestros días, tales como: El
Barcelonazo, El Carupanazo, y el Porteñazo, entre otros, han transformado y
contribuido a desarrollar y renovar, estructuralmente, al Estado venezolano,
conjuntamente con la sociedad venezolana en general. Igualmente, se podría indicar
que la reestructuración del país nacional, a través de la aplicación de una carta magna
de carácter progresista, que en los actuales momentos se plantea desde el gobierno
de Hugo Chávez Frías. Ella constituye el resultado directo de estos hechos, tras el
estudio histórico de las causas y consecuencias que han generado estos eventos en la
manera de comprender y vivir el hecho político del hombre venezolano actual.
Dentro de este contexto se delimitarán los lineamientos del diseño del presente
proyecto. Según el criterio de Luis España, expuesto en su obra, “Las Razones del
Venezolano”, en el cual, se reconoce que la situación es compleja y se escapa de los
límites del discurso regular de política. Se trata de un problema nacional, cuyas raíces
son complejas para el análisis. Ernesto “CHE” Guevara; lo diría más icásticamente al
afirmar que “El camino de la liberación nacional en América Latina es el camino de la
violencia, necesaria para la casi totalidad de los países latinoamericanos”, (texto
tomado de VALSALICE LUIGI: Guerrilla y Política. Editorial Pleamar. Buenos
Aires. Argentina, 1973). Con esta afirmación genérica del CHE Guevara, el líder
carismático de la revolución cubana, se deberá enfrentar el Estado venezolano a partir
del año 1962, en la prueba táctica y político social de mayor envergadura que la
modernidad haya impuesto como fenómeno social.
En este sentido nadie se propone resolver directamente el problema de la
violencia, fenómeno digno de analizar desde distintas ópticas. En los últimos años
hemos sido testigos de los sucesos del 27 de Febrero de 1989, conocido como “El
Caracazo”. Luego, el crecimiento desmedido de la inseguridad y de la violencia
delictiva, el aumento de la pobreza y la desigualdad, la conflictividad sociopolítica, las
protestas semanales irracionalmente violentas, la violación de los derechos humanos
(El Amparo, los cadáveres del sector de La Peste, la represión policial), sólo por
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nombrar algunos hechos que han generado y afianzado un clima de violencia en el
país.
Posteriormente, la madrugada del 04 de Febrero de 1992, con el intento de
golpe de Estado liderado por Hugo Chávez Frías, queda al descubierto la inestabilidad
del régimen político imperante. Se despierta con ello el uso cotidiano de la fuerza para
“resolver” los asuntos públicos, todo lo cual generó la permanente intranquilidad de
tener la certeza de que aún, lo peor no ha pasado.
Angela Zago, en su libro “La Rebelión de los Ángeles”, afirma: “Los
comentarios políticos que a partir del 04 de febrero se hicieron a través de los medios
audiovisuales –y en algunos casos de la prensa escrita- acerca de lo que es un militar,
deben haber molestado profundamente a estos profesionales”. Mientras que la opinión
pública manifestaba una sorprendente solidaridad hacia los militares rebeldes que se
alzaron el 4 de febrero, la mayoría de los dirigentes políticos y algunos intelectuales
pegaron el grito al cielo: “había llegado el lobo y caperucita comenzó a chillar
histérica.” (Angela Zago pp 46).
En los últimos cuarenta años, el Estado venezolano, ha sufrido fuertes
enfrentamientos, algunos de carácter ideológico, como los hechos de la década de los
años sesenta, donde el comunismo era la panacea, dentro de los jóvenes cimarrones de
aquella época. Con el transcurrir de los años, la lucha se hizo más sencilla, y sin tintes
políticos. El Estado se adapta rápidamente, a esta forma de violencia, generando una
respuesta, que fácilmente se le podría comparar con las políticas STALINISTAS, el
boato y la corrupción han socavado el sistema, y la sociedad generó una respuesta
rápida frente a este mal, el sentimiento de repulsión del Estado corrupto y corruptor
que han llevado a hombres al poder, con el sentimiento muy arraigado de querer
desaparecerlo.
Tras el intento de golpe de Estado del año 1992, se generó un clima de
discusiones: El Presidente llamó a los notables, encabezados, por Arturo Uslar Pietri.
Luego, sé habló de la necesidad de una convocatoria a la Asamblea Constituyente.
La ebullición política aparentemente encontró en el gobierno de Caldera un
momento de paz, mientras avanzaba la sombra de un gobierno aparentemente
pacificador e inerte, la figura de Hugo Rafael Chávez Frías, quien pasaría, desde 1992,
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hasta un año antes de tomar el poder por la vía electoral, retomando las banderas que
habían quedado olvidadas desde los tiempos de “El Caracazo”.
Hugo Chávez Frías gana las elecciones en 1998. Y convoca a la Asamblea
Nacional Constituyente. En tres meses tendría lista una Constitución que sería tomada
como una panacea a través de la cual se solventarían, según sus redactores, las
necesidades más perentorias de la población venezolana y se dará forma a un Estado
“moderno y contemporáneo”.
Por más de tres décadas, la democracia venezolana funcionó con éxito,
sobresaliendo, junto con Colombia y Costa Rica, en un contexto latinoamericano
signado por la recurrencia de gobiernos dictatoriales. No obstante, a partir de 1989, el
país se había sumergido en una severa crisis, que sembró dudas acerca del llamado
“Excepcionalismo” venezolano. En la actualidad han resurgido viejas inquietudes
acerca de las condiciones y posibilidades de funcionamiento del orden democrático del
país. Nos podríamos preguntar ¿Cuáles son los determinantes de la crisis del sistema
político venezolano? ¿Qué lecciones se pueden extraer de los logros y deficiencias de
los cuarenta años del régimen democrático en el país? ¿Qué perspectivas de corto y
mediano plazo se le plantean al sistema político venezolano?
Partiendo de estos elementos, la investigación está orientada bajo los
elementos de la historiografía, apegados a las concepciones de los métodos de
investigación social, en aras de dilucidar las consecuencias políticas que ciertos
eventos históricos habían desarrollado en Venezuela, tales como: El Porteñazo, Las
Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, conocidas como las F.A.L.N, el mismo
derrocamiento del último dictador venezolano del siglo XX, así como la influencia del
triunfo de la Revolución Cubana, bajo las órdenes de Fidel Castro y sus insurgentes.
Todos estos eventos que, ideológicamente, influyeron positivamente en la mente de
los jóvenes venezolanos y del mundo entero, en una década llena de ideales y sueños
de libertad.
Por otra parte se abordó el final de la era guerrillera, la pacificación por parte
de congresantes y mandatarios de la época: ¿cuál fue su aporte a la formación de la
idiosincrasia y la mente política del venezolano moderno, que desde sus curules
parlamentarios siempre han deseado la Revolución?. Se abordará igualmente la
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debacle económica del gobierno de Luis Herrera Campíns y su Viernes Negro; el
segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y los golpes de Estado del año 1992.
Al final de nuestro análisis, se podrán responder y analizar los objetivos que
dieron forma y fin a esta investigación e indicar, los resultados positivos que los
mismos pueden dar a la sociedad cambiante de la nación, en las postrimerías del siglo
XXI. Los paradigmas se han desarrollado y cambiado siempre en búsqueda del futuro
para el nacional actual
En este sentido, la investigación contribuirá con una bibliografía que aportará
un nuevo elemento de análisis de un fenómeno contemporáneo que atañe a todos: La
violencia política como generadora de cambios.
Por otra parte esta contribución bibliográfica podrá ser motivo de consulta
para otros investigadores que encuentren, en sus páginas, ecos de un problema
comunitario y nacional que nos atañe a todos los venezolanos del presente.
Los ajustes teóricos y metodológicos, por otra parte, permitirán hacer cortes en
torno a los objetivos y fines que delimitan a este diseño, permitiendo ceñirse al
objetivo de análisis fundamental que nos hemos abocado en esta investigación.
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Capítulo II.-
La izquierda jacobina fue influida fuertemente por la teoría de la dependencia,
que postulaba que la totalidad de la economía latinoamericana, tanto en las áreas
urbanas como periféricas, fue integrada al capitalismo mundial, y que la elite
económica, incluida la burguesía, sostenía y defendía al Sistema político, social y
económico imperante. Esta teoría representaba un desafío a la versión comunista
ortodoxa del concepto de las dos etapas de la Revolución del Proletariado (versión
clásica). Es este nuevo paradigma social e ideológico que va a llevar a formar a nuevos
grupos de violencia social (guerrillas), con un nuevo discurso y una nueva ideología,
que, hoy en día, persiste en toda la América Latina.
Como suele ocurrir en tiempos de decisión, en este momento todas las
posibilidades permanecen abiertas. El mapa político luce impregnado de
incertidumbre.
En las actuales circunstancias parecen visualizarse cinco imágenes de futuro
para el corto plazo, cada una con su respectivo grado de viabilidad y probabilidad”.
Así nos ilustra Manuel Caballero en su libro, “La crisis de la Venezuela
Contemporánea” (1998): “La continuación de la situación prevaleciente desde el 4 F,
el éxito de la política de concertación nacional promovida por importantes fuerzas
sociales; la imposición de las tesis de un referéndum popular sobre la reforma a la
Constitución y la permanencia o no de las actuales autoridades ejecutivas, legislativas
y jurisdiccionales; un golpe militar ejecutado por militares de alta graduación con
miras a restablecer “el orden” y “la tranquilidad” de la sociedad venezolana; y un
golpe militar realizado por oficiales de mediana y baja graduación con objetivos
similares a los que aparentemente inspiraron a los cabecillas del 4 de febrero de
1992”.
Siempre, el ideal que propugnan los alzados al sistema democrático, en el
mundo entero señala que su movimiento se basa en el ideal de reestablecer el orden
alterado. Recordemos el acta constitutiva de la Junta de Gobierno de 1948, igualmente
el 23 de enero de 1958.
El Coronel (EJ), José Machillanda Pinto, en su libro “Poder Político y Poder
Militar en Venezuela; 1958-1986” (1986) Pág. 87 nos señala: “La situación político-
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social después del derrocamiento del General Marcos Pérez Jiménez, en Venezuela,
es de enfrentamiento, de disturbios y de insurrección. Manifestaciones de numerosos
desempleados y una agitación estudiantil permanente, sirven de fermento
revolucionario a la caída del régimen dictatorial”.
La separación del gobierno, del Partido Unión Republicana Democrática,
después de la Conferencia de San José de Costa Rica, ocurrida el 11 de noviembre de
1961, remata el cuadro de inestabilidad, conflicto y enfrentamiento en toda la
sociedad.
Domingo Irwin en su texto “Relaciones Civiles-Militares en el Siglo XX”, Pág.
103 (2000), advierte que:”El Pacto de Punto Fijo, la Constitución de 1961 y el
fracaso del rosario de golpes militares, hasta el llamado Porteñazo, garantizan el
triunfo de la tesis del capitalismo de estado”.
Los movimientos subterráneos insurrecciónales de naturaleza militar, o cívico-
militar, se fortalecen durante la década de los años ochenta. Las organizadas logias
militares se manifestarán abruptamente en 1992, en dos frustrados golpes de Estado.
Con cada conspiración militar que fracasa, o bien que es develada y se frustra,
se logra avanzar en el proceso institucionalizador. Es, dentro de la oficialidad militar,
el fracaso recurrente de la tendencia pretoriana y el predominio constante de la
tendencia de orientación profesional. Afortunadamente, sobre este período de la
realidad militar venezolana, se cuenta con el excelente trabajo de compilación
testimonial desarrollado por Agustín Blanco Muñoz (1981-1982), en seis gruesos
volúmenes.
Todos los intentos fracasan. La crónica de estos sucesos, según sus más
importantes protagonistas visibles, los recoge pulcramente Agustín Blanco Muñoz
(1981). Crónica testimonial donde se siguen los detalles de los contactos entre los
sectores radicales de orientación marxista-leninista y sus aliados militares. El aspecto
culminante es la insurrección militar en las instalaciones navales en Puerto Cabello, en
1962, y su sangriento fracaso.
De los defensores militares del gobierno sólo el Contralmirante Ricardo Sosa
Ríos (1979), dejó para las generaciones futuras su visión de los sucesos en un libro
autobiográfico: Mar de Leva. Lo verdaderamente importante del llamado Porteñazo,
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no es la crónica testimonial, el detalle de los sucesos, las veladas delaciones del radical
movimiento.
Lo paradógico de este proceso histórico de 1958 a 1962, radica en que se
evidencia la institucionalidad como superior a la participación política, en el sentido
huntingtoniano de ambos términos. Esto que parece inicialmente contradictorio,
encuentra una fácil explicación al resaltar la auténtica constitucionalidad del régimen,
su legalidad y legitimidad. Como institucionalmente se canaliza la participación
política. Ésta se realiza, vía los partidos políticos, por medios electorales e
institucionales y la violencia contra esta realidad con Potestas, Imperium y Autoritas,
no tiene éxito. En términos huntigtonianos se entra en una realidad política Cívica-
progresista y de ella, teóricamente, se puede avanzar hacia una Cívica-de
participación.
Desde la década de los años sesenta, la institución política venezolana avanza en
el proceso de modernización de sus instituciones, dejando atrás fórmulas visiblemente
anticuadas.
Desde la década que se inicia a partir de 1970, hay un renacer de proyectos
político-militares clandestinos. Los paradógicos acuerdos de los años sesenta entre
civiles de orientación marxista-leninista, opositores a los gobiernos presididos por
Betancourt o Leoni y militares en proceso de politización, tienen una segunda edición,
mejorada, corregida y aumentada. Las llamadas ideas sobre seguridad nacional y
desarrollo socio-económico ganan adeptos, también, dentro del cuerpo de Oficiales
venezolanos, como vía para detener la influencia marxista en las Fuerzas Armadas
Nacionales.
El 23 de Enero de 1958 fue derrocado el General Marcos Evangelista Pérez
Jiménez. Tras este golpe de estado, concluyen casi diez años de férrea dictadura. Para
poder explicar o lograr entender lo que ocurrió, en esta década aciaga, en nuestro país,
debemos analizar el significado de ese 23 de Enero.
En el fondo, acaso se temía que jamás el País lograría sacudirse el yugo de las
tiranías. El derecho a expresar de viva voz el pensamiento, tanto tiempo ignorado por
los regímenes de facto, se manifestó en los medios de comunicación social. Y el
hombre de la calle comprendió que en lo sucesivo se podrían fijar los destinos de la
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nación. Por otra parte, el espíritu castrense tampoco podía olvidar, en un día, el papel
eminentemente protagónico que hasta entonces le había correspondido, incluso desde
los mismos días de la independencia nacional.
Se trataba de un país con nuevas características de la que muchos protagonistas de
la política echaron mano para enmendar rumbos, cada cual en la dirección de su
propio interés. Por muy férreo que fuese el espíritu de la unidad nacional, tan fuerte
disparidad de criterios no podía sino traducirse en un enfrentamiento violento. En el
campo civil, la insurrección es permanente. La guerrilla urbana y las manifestaciones
populares y estudiantiles transforman las calles en campos guerrilleros bajo la
orientación ideológica del marxismo leninismo. Desde otro escenario, en un mitin
multitudinario celebrado en La Habana el 26 de Julio de 1962, conmemorando la fecha
del asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro apuesta a que convertirá a la Cordillera de
los Andes en la Sierra Maestra del continente Americano. La tesis de la insurrección
armada sostenida por el Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento de
Izquierda Revolucionaria es discutida abiertamente y sus fracciones parlamentarias
hablan del “gobiernito” de Betancourt, haciéndose eco de las arengas de Castro, desde
Cuba.
Durante marzo de 1992, en un encuentro de emergencia que sostuvo el
principal partido de oposición (COPEI) para analizar las causas del fallido intento
“Del 04 de Febrero”, se llegó a la conclusión que un elevado número de oficiales y
soldados, teniendo en cuenta el volumen total de efectivos del ejército que está siendo
sometido a los procesos de la justicia militar a raíz de la insurrección, tuvo
participación en la acción, y resultaban contaminados con las ideologías comunistas
anticristianas.
Casi la totalidad de las fuerzas de lidia del ejército venezolano participaron en el
golpe del 04 de Febrero de 1992. La principal división blindada estacionada en
Valencia. La principal división misilística en la ciudad de Maracaibo. Cosa que no se
veía en ninguna insurrección militar desde el 24 de noviembre de 1948, que fuerzas
militares de tal magnitud se separaran de la línea institucionalista de la Fuerza Armada
Nacional.
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Eso conduce a ir más allá del tema limítrofe como causa del sacudón militar.
De hecho, los oficiales alzados hablaron de la forma cómo se está conduciendo el
proceso histórico.
Por primera vez en la historia de la democracia, la clase media, integrada por los
hijos de obreros y trabajadores, lograron cambiar de status. Alcanzando los sueños de
sus progenitores de bienestar y opulencia, asumieron un rol activo en la discusión
política, de manera cotidiana.
Tal vez una de las más importantes consecuencias de la crisis de 1983 se sitúe en
el terreno psicológico. A partir de entonces los venezolanos han estado habituándose a
la idea de que viven, más allá de una situación y una circunstancia, en una realidad
permanente y también en un país diferente.
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Capítulo III.-
En la historiografía venezolana resulta sumamente interesante que, a pesar de
la importancia histórica de la Violencia en el manejo de la democracia, buena parte del
contenido sobre el tema Violencia se encuentra diluido, con el tema político, en los
textos que tratan sobre la evolución histórica venezolana del siglo XX. De allí surge
parte de la confusión analítica y conceptual. En parte esta situación, resulta un reflejo
fiel de esa fusión militar-civil y político-militar, que se ha venido comentando y
analizando en textos anteriores. Si antes se diferenció entre el caudillo y el dictador,
entre caudillismo y dictadura militar, resulta ahora necesario, avanzar en el proceso de
depuración conceptual, de clarificar términos empleados sin mucho esfuerzo de
precisión analítica en la historiografía venezolana.
El problema básico es el contenido político del término Violencia. Una forma
efectiva de descalificar ante un público culto, de orientación liberal, los gobiernos de
facto que expresan las dictaduras militares iberoamericanas.
El método histórico se afianza en el conocimiento de las distintas etapas de los
objetos en su sucesión cronológica. Para conocer la evolución y desarrollo del objeto o
fenómeno de investigación se hace necesario revelar su historia, las etapas
principales de su desenvolvimiento y las conexiones históricas fundamentales.
Mediante el método histórico se analiza la trayectoria concreta de la teoría, su
condicionamiento a los diferentes períodos de la historia. Los métodos lógicos se
basan en el estudio histórico poniendo de manifiesto la lógica interna de desarrollo, de
su teoría y halla el conocimiento más profundo de esta, de su esencia. Sobre estas
premisas, sometemos el estudio planteado. Así, vemos en las páginas siguientes como
la violencia política, de las últimas décadas en nuestro país ha generado cambios.
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LA VIOLENCIA POLITICA EN LOS AÑOS SESENTA
Por largo tiempo privó en la ciudadanía el ambiente de júbilo que se inició
el día 23 de Enero de 1958, tras la huida del país del dictador Pérez Jiménez.
Venezuela, puede decirse, parecía celebrar la fiesta de la libertad. Era un jolgorio
natural y comprensible. Tenía su explicación en las dictaduras que había soportado el
pueblo. En el fondo, acaso se temía que jamás lograría sacudirse el yugo. El derecho a
expresar de viva voz el pensamiento, tanto tiempo ignorado por los regímenes de
facto, se manifestó en los medios de comunicación social. Y el hombre de la calle
comprendió que en lo sucesivo se podrían fijar los destinos de la Nación.
La convocatoria a elecciones libres, hizo de inmediato la Junta de Gobierno
presidida por el Vicealmirante Wolfang Larrazabal Ugeto, quien fue designado,
apresuradamente, para ocupar tan honroso cargo. Venezuela, casi desconocida hasta
entonces en el concierto de las naciones latinoamericanas de este siglo, pareció
alcanzar la mayoría de edad política y marchar llena de confianza hacia un futuro
promisor.
Pero las diversas opiniones, ideales y ambiciones de la Nación, que el dictador
había logrado mantener amordazadas durante toda una década, se manifestaron
entonces abiertamente. Y ya no fue un sentimiento unitario de oposición a la tiranía el
que se produjo, sino la aparición de una pugna de ideologías de clases claramente
opuestas, dando inicio a una polémica nacional para la cual el país posiblemente no
estaba del todo preparado. Venezuela, en aquel entonces, aparecía como una de las
naciones económicamente más holgadas del continente y el capital privado
internacional, no estaba dispuesto a perder la oportunidad de inversión que se ofrecía.
Pero las ideologías de izquierda también querían hacer oír su voz.
Por otra parte, el espíritu castrense tampoco podía olvidar, en un día, el
papel eminentemente protagónico que hasta entonces le había correspondido, incluso
desde los mismos días de la independencia nacional.
Se trataba de un país con nuevas características del que muchos echaron
mano para trazar rumbos, cada quien perfilando aquellos en la dirección de su propio
interés. Por muy férreo que fuese el espíritu de la unidad nacional, tan fuerte
disparidad de criterios no podía sino traducirse en un enfrentamiento violento.
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Por otra parte, al primer presidente de la nueva era democrática, le
correspondió asumir el mando en que, no lejos de Venezuela, triunfaba y se hacía del
poder la revolución quizá de mayor trascendencia ocurrida, en este siglo, en nuestro
continente: La Revolución Cubana.
La visita a Caracas que a los pocos días realizara el comandante, Dr. Fidel
Castro Ruz, pareció señalar, fehacientemente, que el pueblo se aprestaba a vivir
acontecimientos muy diferentes, en los que no sólo pudiera tomar parte, sino de los
cuales aspiraba, ni más ni menos ser el conductor.
Acción Democrática –ese partido ilegal hasta hacía tan poco- demostró
ser la agrupación política mejor organizada, y su candidato Rómulo Betancourt ganó
las elecciones limpia y abrumadoramente. Recibió el poder constitucional de manos
del entonces soberano Congreso Nacional. Pero el programa que puso en práctica para
gobernar, evidentemente, no satisfizo a todos y, aparte de los sucesivos levantamientos
en armas que debió sofocar con mano de hierro, las mismas escisiones de su propio
partido demostraron claramente que los ciudadanos en Venezuela se encontraban muy
lejos de pensar al unísono.
Y surgieron quienes alentados sin duda por el ejemplo victorioso de los
insurgentes cubanos, optaron, de una vez, por tomar las armas, en su idea de dar a
Venezuela un régimen de gobierno en el cual el pueblo no fuera solamente espectador,
sino también el responsable conductor.
A partir del intento de golpe del General Jesús María Castro León y por
más de un lustro, el país no conocería ya tregua alguna y únicamente vino a disfrutar
de una paz ciudadana una década después. Los rumores circulantes sobre la inminente
posibilidad del alzamiento de tal o cual repartición militar, o una asonada encabezada
por ese ó aquel Coronel o General retirado que, súbitamente, habían regresado al país,
eran continuos. Más de un caraqueño madrugador encendía la radio a primera hora de
la mañana esperando encontrarse con la lectura de alguna proclama de contenido
netamente “revolucionario”, en la cual el nuevo jefe de gobierno daba a conocer sus
directrices generales. Se vivía un clima de gran inseguridad, pues nadie estaba en
capacidad dónde y cuando habría de producirse el próximo atentado con bombas y
quién habría de ser la víctima escogida para la ocasión.
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Estos episodios de terror quizá se resuman en la sangrienta y terrible
aventura terrorista del Paseo de los Próceres, el 24 de Junio de 1960- en la cual perdió
la vida uno de los edecanes del Presidente de la República Don Rómulo Betancourt,
quien debió ser hospitalizado enseguida con quemaduras en las manos-. Los servicios
policiales debieron ser incrementados. Tras la desenfrenada orgía de sangre que había
constituido el ataque por parte del pueblo enardecido a la tenebrosa Seguridad
Nacional de Pérez Jiménez, organismo que sería disuelto. En su lugar, se creó uno
nuevo, pero con otro nombre y nuevo personal: La Dirección General de Policía, o
simplemente DIGEPOL, dependiente del Ministerio de Relaciones Interiores.
Continuamente sus patrullas ululantes “volaban” por las embotelladas
calles y las cada vez más peligrosas autopistas, para acudir al súbito estallido de una
bomba. Todo esto mantenía en zozobra a los inquietos pobladores. Pero la
inexperiencia de sus noveles funcionarios y la gravedad de la situación obligaron al
Ejército a crear su propio y moderno S.I.F.A., que no era otra cosa que el Servicio de
Inteligencia de las Fuerzas Armadas, cuyos métodos coercitivos comenzaron a causar
temor en los medios subversivos.
Pese a su acción, los enfrentamientos continuaban. El temerario, aunque
incruento alzamiento de la Escuela Militar de Conejo Blanco, en la noche del 20 de
Febrero de 1961, encabezado por el Coronel retirado Edito Ramírez y la espectacular y
sangrienta sublevación del cuartel de Infantería
“Pedro María Freites” de Barcelona, Estado Anzoátegui, en la madrugada del
26 de Junio del mismo año, largamente planificada por un grupo de oficiales retirados,
(entre los que figuró el propio ex-comandante general de las Fuerzas Armadas de
Cooperación ó Guardia Nacional, Coronel Oscar Tamayo Suárez), dejó claramente
establecido, por un lado, que en los cuarteles del país no existía un pretendido espíritu
de férrea unidad para deponer al gobierno, y que, por el otro, que este tenía la
intención absoluta de ahogar en sangre toda intentona de subvertir el orden.
Pero, además, se hizo notorio un fenómeno que habría de caracterizar
cada vez más, en lo sucesivo, el matiz político de las actividades insurreccionales, a
comienzos de 1958 dentro de lo que pudiera llamarse tendencia conservadora,
reaccionaria de ultra derecha de la sociedad venezolana. Se produjo lento pero seguro,
19
un viraje hacia el campo de la ultra izquierda, alentada, sin duda, por el éxito de la
Revolución Cubana y el surgimiento, en la escena latinoamericana, de un personaje de
gran carisma, como lo fue el Comandante Ernesto “CHE” Guevara.
Al mismo tiempo se observó también otro fenómeno singular que ayudó a
acentuar la virulencia de la sublevación en general y a darle, cada vez más, un tinte
distintivo a la orientación política del partido gubernamental: la lucha vehemente e una
clase campesina desposeída de la tierra. Ello obligó al presidente Betancourt, con
carácter prioritario, la ansiada Ley de Reforma Agraria, lo que condujo, prontamente,
hacia la representación de las ambiciones del capital privado, oscilando así
notoriamente de la izquierda hacia la derecha.
En el año de 1960, el gobierno presidido por Rómulo Betancourt, decide
ilegalizar al Partido Comunista de Venezuela (P.C.V.). En los meses siguientes a la
organización partidista surgida tras la división del partido Acción Democrática: el
M.I.R (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). Este partido también fue ilegalizado
por actividades conspirativas. Desde este momento, se abre el camino de la Violencia
que ya se enseñoreaba en los liceos y universidades, convirtiendo a los estudiantes en
carne de cañón.
“Tras cada conspiración militar que fracasa, o bien, que es develada y
se frustra, se logra avanzar en el proceso institucionalizador. Es, dentro de la
oficialidad militar, el fracaso recurrente de la tendencia pretoriana y el predominio
constante de la tendencia de orientación profesional”. Afortunadamente, sobre este
período de la realidad militar venezolana, se cuenta con el excelente trabajo de
compilación testimonial desarrollado por Agustín Blanco Muñoz (1981-1982).
Los movimientos del más ingenuo y bruto pretorianismo fueron relativamente
dominados con facilidad. El Ministro de la Defensa, General Jesús María Castro León,
parecía creer que todavía ese despacho era la antesala de la Presidencia de Venezuela.
Con derrota, exilio y prisión pagó el precio de su ingenuidad política. El Coronel Hugo
Trejo nunca llegó a materializar sus amagos o proyectos conspirativos y se acomoda al
exilio dorado y un rápido retiro. Pero los intentos golpistas continúan.
Unos pocos Oficiales jóvenes de ideas marxistas, dentro de la organización
militar y algunos políticos de orientación marxista-leninista (PCV y algunos líderes de
20
URD) y civiles de difícil ubicación ideológica como Manuel Quijada (serán
"progresistas", por denominarles de alguna forma) procuran organizar una acción
militar que ponga fin al gobierno constitucional, republicano y democrático de
Rómulo Betancourt.
Todos los intentos fracasan. La crónica de estos sucesos, según sus más
importantes protagonistas visibles, los recoge pulcramente Agustín Blanco Muñoz
(1981). Crónica testimonial donde se siguen los detalles de los contactos entre los
sectores radicales de orientación marxista-leninista y sus aliados militares. El aspecto
culminante es la insurrección militar en las instalaciones navales en Puerto Cabello, en
1962, y su sangriento fracaso. De los defensores militares del gobierno sólo el
Contralmirante Ricardo Sosa Ríos (1979), que se tenga bibliografíado, dejó para las
generaciones futuras su visión de los sucesos en un libro autobiográfico: Mar de Leva.
“Lo verdaderamente importante del llamado Porteñazo, no es la crónica testimonial,
el detalle de los sucesos, las veladas delaciones del radical movimiento”.
Lo paradójico de este proceso 1958-1962, es que se evidencia la
institucionalidad como superior a la participación política, en el sentido
huntingtoniano (Samuel Huntington) de ambos términos. Esto que parece inicialmente
contradictorio, encuentra una fácil explicación al resaltar la auténtica
constitucionalidad del régimen, su legalidad y legitimidad. Como institucionalmente
se canaliza la participación política. Ésta se realiza, vía los partidos políticos, por
medios electorales e institucionales y la violencia contra esta realidad con Potestas,
Imperium y Autoritas, no tiene éxito. En términos huntigtonianos se entra en una
realidad política Cívica-progresista y de ella, teóricamente, se puede avanzar hacia
una Cívica-de participación.
Las medidas estructurales básicas para vencer a los pretorianos son
ampliamente conocidas. Se sustituye el Estado Mayor General, por el Estado Mayor
Conjunto. Se les da mayor autonomía a las cuatro Fuerzas: Ejército, Armada, Aviación
y Guardia Nacional. Se educa al cuerpo de oficiales en los valores democráticos. Se
mantiene un nivel socioeconómico digno para la oficialidad militar, atendiendo los
niveles de sueldos, servicios médico-odontológicos, facilidades para la adquisición de
vivienda, vehículo, fortalecimiento del sistema de prevención social de las Fuerzas
21
Armadas, facilidades recreativas, garantizando un digno sistema de pensiones y
jubilaciones para los Oficiales en condición de retiro.
El Ministro de la Defensa es un Oficial activo que funge de vocero o puente
entre la realidad política gubernamental y la institución militar. Las compras de
nuevos equipos militares, se mantiene dentro de las exigencias y aspiraciones básicas
del sector castrense. Otro tanto se puede decir de la educación militar, se vuelve a las
Escuelas para cada una de las Fuerzas, eliminándose la Escuela Básica de las Fuerzas
Armadas. Pero, fundamentalmente, surge una comunidad de intereses entre el
gobierno de los partidos políticos reformistas y los militares al enfrentarse a un
enemigo común: la guerrilla de orientación marxista-leninista y apoyada
logísticamente desde la Cuba gobernada por Fidel Castro. Esta situación reafirma la
influencia estadounidense, refuerza la tendencia de orientación profesional entre la
oficialidad venezolana y contribuye a neutralizar el protagonismo político a la
oficialidad pretoriana.
Partidos políticos y Fuerzas Armadas redefinen sus áreas de influencia y
competencia, durante 1958-1962. La secular simbiosis de poder entre militares y
civiles venezolanos entra en una fase de reacomodo, mas no desaparece. La tradicional
política militar, encuentra nuevas formas de expresarse, deja de lado su condición
visiblemente protagónica, pero se mantiene como un factor clave de poder. El sector
civil de la sociedad se logra organizar efectivamente en partidos políticos que se dicen
modernos, doctrinales y de masas. Ya no son las pretendidas "luces del gomecismo" ni
los dirigentes de una República de Notables a lo López Contreras y Medina Angarita.
Ahora son organizaciones políticas piramidales, con un alcance y cobertura nacional,
con relaciones influyentes y dominantes dentro del sector obrero organizado y los
gremios profesionales, con vinculaciones con sectores empresariales privados. Dos
partidos políticos se evidencian como dominantes, Acción Democrática (AD) y
COPEI. La dirigencia política de ambos, emerge como la élite política dirigente. Es
ésta la que se entiende con el sector militar, dentro de la muy tradicional y venezolana:
fusión de intereses militar-civil y político-militar.
22
MODERNIZACION Y PROFESIONALISMO: SU PECULIAR DINÁMICA
CON RELACION CON EL PRETENDIDO CONTROL CIVIL Y LA
DEMOCRACIA EN VENEZUELA (1960-1980).
Desde la década de los años 60, la institución castrense venezolana avanza en el
proceso de profesionalización militar, dejando atrás fórmulas visiblemente pretorianas.
Pero la tendencia de orientación pretoriana no desaparece, completamente, dentro del
cuerpo de Oficiales venezolanos en esta segunda mitad del siglo XX. Se fortalece sí,
por ahora, hasta donde es posible conocer del tema según la evidencia documental y
testimonial disponible, la tendencia de los Oficiales auténticamente profesionales.
La satanización de la influencia de los partidos políticos con una desmedida
injerencia dentro de la realidad militar, sencillamente, no se adecúa a la evidencia
histórica conocida sobre el medio castrense venezolano. Durante la década de los años
sesenta se desarrolla una nueva versión del secular acuerdo militar-civil y político-
militar venezolano. El protagonismo político visible será ahora de los partidos
políticos AD y COPEI. Pero el sector militar sigue siendo parte integrante y
fundamental del sistema de poder y no precisamente en su totalidad subordinado ante
la élite política-partidista gobernante. La cual, dicho sea de paso, nunca fue tan
monolítica como se pretende en su obediencia hacia el Estado venezolano.
El término profesionalismo militar debe ser aclarado conceptualmente, para ello
se recurrirá a los clásicos planteamientos de autores reconocidos como autoridades en
el mundo académico sobre este tema. Cotejando la información teórica con el caso
concreto venezolano, se propone que el profesionalismo militar, como proceso
histórico, en Venezuela, no presenta evidencias irrebatibles de estar plenamente
consolidado. En consecuencia, el proceso democratizador y el efectivo Control Civil
sobre el sector militar, en el siglo XX venezolano, ni concluye como proceso ni se
materializa efectiva y definitivamente.
23
Las Fuerzas Armadas y los inicios de la democracia en Venezuela: de la
dominación a la pretendida subordinación política.
El pretorianismo gobernante venezolano fracasa en su intento por lograr el favor
de las mayorías, durante la década 1948-1958. La corrupción de la dictadura militar
del General Pérez Jiménez, el fortalecimiento de las clases medias urbanas, la nueva
coyuntura hemisférica de finales de la década de los años 50 y, particularmente, el
avance en el proceso de profesionalización de las Fuerzas Armadas, son todos factores
que ayudan a explicar el colapso del gobierno pretoriano, el 23 de enero de 1958.
Contando con el visto bueno del Departamento de Estado estadounidense, se
inicia un proceso de cambios políticos con la intención de lograr una segunda edición,
mejorada y corregida del Trienio. La élite dirigente civil venezolana se fracciona en
dos segmentos enfrentados para inicios de los años 60.
Lo curioso de este divorcio definitivo de intereses políticos, es la confesión de fe
socializante, o mejor dicho, estatizante de los proyectos enfrentados. Ningún sector
político se declara abiertamente partidario del liberalismo económico. Todos parecen
igualmente interesados en avanzar hacia la modernidad, en procura de una mejor
justicia social y una equitativa distribución de la riqueza. La idea recurrente, en el
liderazgo político de esos años, es que el potencial económico del Estado debe
promover el bien común y ser empleado en el desarrollo de la industria nacional y
modernizar el sector agropecuario. La diferencia estriba en que unos son partidarios de
instaurar en Venezuela una dictadura marxista-leninista, mientras los otros aseguran
que se debe llegar al Estado de Bienestar Social o Welfare State, vía el reformismo
pequeño burgués y el capitalismo de estado.
Detrás de los discursos de los líderes civiles de ambos proyectos, se esconde la
ambición de poder con tintes personalistas y el oportunismo. Un clásico ejemplo es la
evolución histórica del partido de Jovito Villalba: URD. Entre ambos sectores se dan
los acuerdos más disímiles buscando fortalecer su posición. Así, los autoproclamados
marxistas-leninistas-progresistas, entran en acuerdos con sectores que favorecen un
regreso hacia formas de gobierno militar. Sus opositores y rivales socialdemócratas o
democristianos, buscan la bendición del Departamento de Estado y gobierno
estadounidense.
24
El Pacto de Punto Fijo, la Constitución de 1961 y el fracaso del rosario de
golpes militares, hasta el llamado Porteñazo, garantizan el triunfo de la tesis del
capitalismo de estado, bajo el manto de un Welfare State, o Estado de Bienestar
Social. Las acciones de las guerrillas urbanas y rurales, durante los años 60, por
paradójico que perezca, apuntalan los gobiernos de la naciente democracia venezolana.
El proyecto político civilista de 1945-1948, se cumple exitosamente finalizando
los años 70. Favorecidos por un alza impresionante en los precios internacionales del
petróleo, un peculiar modelo de capitalismo de estado se desarrolla en Venezuela, en
el que las políticas distributivas populistas van de la mano de un capitalismo de estado.
Este a su vez, depende de un alto ingreso estatal producto de las cotizaciones del
petróleo en los mercados internacionales. El maná petrolero distribuido por el estado,
va formando una clase empresarial subordinada y dependiente de los intereses
políticos de los partidos hegemónicos. También, unos sectores profesionales, urbanos
y de provincia, parasitarios económicamente del sector político gobernante.
A partir de la década que se inicia en 1970, hay un renacer de proyectos
político-militares clandestinos. Los paradójicos acuerdos de los años 60, entre civiles
de orientación marxista-leninista, opositores a los gobiernos presidios por Betancourt
o Leoni y militares en proceso de politización, tienen una segunda edición, mejorada,
corregida y aumentada. Las llamadas ideas sobre seguridad nacional y desarrollo
socio-económico, ganan adeptos, también, dentro del cuerpo de Oficiales venezolanos
por estos años.
Los movimientos subterráneos insurreccionales de naturaleza militar o civil y
militar se fortalecen durante la década de los años ochenta. No deja de sorprender al
analista imparcial esta situación, ya que son años en que se avanza sustancialmente en
el proceso de modernización y aparentemente se profundiza en el proceso, lento pero
constante, de profesionalización militar, en la Venezuela del siglo XX. Las
organizadas logias militares se manifestarán violentamente en 1992, en dos frustrados
golpes de estado. Evidenciándose, así, las limitaciones, deformaciones o
particularidades del proceso de profesionalización militar en Venezuela. Resulta, pues,
indispensable, aclarar conceptos claves vinculados con el tema. Tal es el caso del
25
llamado profesionalismo militar. Por lo que se abordará de seguidas ese necesario
aspecto teórico.
Sobre el profesionalismo militar y sus implicaciones políticas: conceptos
básicos y fundamentales.
Al estudiar o investigar sobre el profesionalismo militar debemos, leer
detenidamente para abordar este tema los textos de Samuel P. Huntington (1957).
Otro tanto podemos decir del texto del reconocido padre de la sociología militar
estadounidense Morris Janowitz (1960). Igualmente otros tres autores es bueno tener
en mente cuando se aborda este tema: S.E. Finer (1962), Alfred Stepan (1973 y 1988)
y Eric Nordlinger (1977). En su oportunidad, en las páginas siguientes nos referiremos
a sus propuestas.
Huntington argumenta que “el Oficial militar profesional, al igual que el
empresario industrial, es un producto de la sociedad moderna y contemporánea. Que
su aparición se aprecia gradualmente a lo largo del siglo XIX, en los países
industrializados”, y que las principales características del profesionalismo castrense se
pueden sintetizar en:
A) Un sistema competitivo de estudio-evaluaciones, como única vía de
ingreso al cuerpo de oficiales.
B) Entrenamiento académico avanzado en la ciencia y el arte de la
guerra, como preparación indispensable para ocupar posiciones de
Estado Mayor y cargos de comando.
C) Rotación de los Oficiales en cargos de línea y Estado Mayor.
D) Supervisión periódica del cuerpo de Oficiales por sus superiores
inmediatos.
E) Remoción de aquellos Oficiales que no demuestren las cualidades y
destrezas exigidas.
En el desarrollo histórico del Ejército venezolano, desde la primera década
del siglo XIX, existe una definida y minoritaria tendencia de Oficiales militares de
orientación profesional. Siempre minoritaria y subordinada ante los caudillos primero
26
y los pretorianos después, pero permanente en la data histórica venezolana. Fue ya
referida en páginas anteriores, como identificada inicialmente en bibliografía y
hemerografía venezolana de los años cuarenta, de manera "empírica", es decir, sin
recurrir a la metódica histórica. Luego Robert L. Gilmore (1964) desarrollará esta
idea.
Gene E. Bigler (1977 y 1982), quien inicia los estudios académicos serios
sobre las relaciones civiles-militares en Venezuela, tiende a desestimar el pasado del
siglo XIX y centra su interés en la evolución reciente de las Fuerzas Armadas
venezolanas y su proceso de modernización y profesionalización en el siglo XX. El
proceso modernizador y de profesionalismo militar pareciera, pues, ser una
experiencia reciente para la realidad militar venezolana. Se ha tratado de corregir esos
errores interpretativos en las páginas anteriores de este escrito, encontrando una
explicación para éstos en lo que señala Irwin G (1988-1999, p. 48):
"El papel protagónico desempeñado por [...] caudillos y
pretorianos, en el devenir histórico venezolano oculta la
existencia del militar-militar, es decir, del oficial de orientación
profesional, de esos [cientos de] egresados de los institutos
educativos militares y de esos valientes que abrazan la carrera
de las armas como una profesión, libres de la condición de
mercenarios y ajenos al personalismo político".
Las consecuencias de lo señalado supra en relación con el denominado, en
términos académicos, como el Control Civil sobre el sector militar es fundamental.
Inicialmente se tendría qué destacar que se entiende por Control Civil. Este no es otra
cosa que la supremacía de los civiles en la gerencia política de la sociedad moderna.
Esto es particularmente importante en las democracias, ya que sin Control Civil sobre
el sector militar no puede existir una auténtica democracia.
Para Huntington, el Control Civil puede lograrse mediante dos tipos ideales
weberianos. Uno es el que llama Subjetivo y el otro el Objetivo. Considera tres
variables para estructurar los tipos ideales ya mencionados: Poder político de los
militares, que podemos llamar nosotros Ppm. Profesionalismo militar, el cual podemos
27
nosotros simbolizar como Pfm. Ideología anti o pro militar, las cuales podremos bien
referir como Iam y Ipm.
Sostiene que la combinación histórica de estos tres variables genera cinco
posibles tipos ideales de relaciones civiles-militares. Dos de éstas son de tipo
Subjetivo, con su correspondiente bajo nivel de profesionalismo militar. Tres son de
tipo Objetivo.
Para Huntington, el profesionalismo militar implica la neutralidad política
militante y protagónica del sector militar. Por lo que propone el Control Objetivo
como la fórmula superior para lograr el Control Civil. Lo que supone también que los
ejércitos profesionales aceptan per se el Control Civil.
El argumento sería uno de carácter "circular": si un ejército no acepta el
Control Civil es porque no alcanza un efectivo y auténtico profesionalismo militar, en
caso contrario, si lo hace, es porque adquirió ya un nivel profesional militar.
La diferencia entre pretorianismo y Control Civil es obvia. Si los civiles
gobiernan y ejercen el poder político, el cuerpo de Oficiales militares acepta su
condición subordinada, en lo político, ante las autoridades civiles. La relación entre
pretorianismo y Control Civil es pues dicotómica. Sobre este tema se volverá,
obligadamente, en las próximas páginas.
Se debe, igualmente, resaltar que bajo predominantes condiciones de Control
Subjetivo existe profesionalismo militar, aún cuando por lo ya expuesto, los
mecanismos de Control Civil son fundamentalmente extra-profesionales militares. Es
decir, instituciones sociales y políticas controladoras de la realidad militar, que operan
fuera de esa realidad militar, como el escrutinio de la realidad castrense por parte de
los medios de comunicación social o las actividades legislativas del Parlamento y
supervisoras de la Contraloría General de la República.
En el Control Civil Objetivo, el mecanismo esencial de control político del
sector militar es, paradójicamente, un intenso profesionalismo militar. Es éste, más
que agentes institucionales exógenos a la realidad castrense, lo que asegura la
voluntaria sujeción de los militares a la institucionalidad política.
Por lo recién expuesto, es por lo que según el modelo teórico de Huntington
(quien dicho sea de paso no refiere específicamente al caso venezolano) lo
28
característico de sociedades como la de Venezuela, después de 1958 es una ideología
antimilitar, con un poder político militar alto y un profesionalismo militar bajo:
Iam + alto Ppm + bajo Pfm = Control Civil Subjetivo.
Otra alternativa, es la crítica directa a los planteamientos teóricos de este autor.
Es decir, sostener que el argumento de Huntington es un sofisma académico,
intelectual, desvinculado de la realidad concreta. Que su argumentación es
recurrentemente "circular". Sobre este aspecto se avanzará en las siguientes páginas,
pero antes resulta necesario, esbozar algunas de las ideas de Morris Janowitz.
Según el criterio de Janowitz (1960), el profesionalismo militar no es un seguro
de vida para el Control Civil. Dicho en otras palabras, ejércitos profesionales pueden
mutar hacia formas pretorianas y destruir el Control Civil. Sostiene este autor, la
existencia de varios tipos de Oficiales militares profesionales: el líder heroico,
quintaesencia de las tradicionales virtudes castrenses asociadas al valor personal y al
espíritu marcial. El militar administrador viene a ser el resultado del avance
impresionante de la ciencia-arte militar, con conocimientos provenientes del mundo
civil pero dirigido a la visión Lasswelliana del militar como gerente directo de la
violencia legitima del Estado. El militar técnico, como su nombre lo indica, es aquel
que procura incorporar los avances tecnológicos y científicos del mundo civil a la
esfera militar.
29
Capitulo IV
LAS INSURRECIONES CONTRA BETANCOURT
El gobierno constitucional de Rómulo Betancourt, se inició el 13 de Febrero de
1959, después de su triunfo en las elecciones del mes de Diciembre del año anterior.
Su anterior ejercicio del poder supremo fue encabezado por un motín cuartelario
exitoso. El 4 de Agosto del primer año el presidente Betancourt decretó la primera
suspensión de garantías constitucionales, seguida de otras, el 28/11/60, el 23/01/61 y
el 08/10/62, continuando suspendidas las garantías económicas hasta 1990.
Esa continuada situación de disturbios populares, muchas veces ligados a
conspiraciones militares que no estallaban, fue bautizada con el apelativo de
“POPULARAZO”, para equiparar esa situación casi permanente de descontento
popular de tendencia izquierdizante con los alzamientos militares formales. Casi todos
los alzamientos acaecidos en el gobierno de Betancourt, hablando en el aspecto
netamente militar, están conectados a los programas tácticos de los partidos
ilegalizados como el M.I.R. y el P.C.V.
En muchos de los teatros de operaciones en contra de las insurrecciones
militares, fueron capturados dirigentes reconocidos de estos partidos políticos, en los
hechos antes descritos, Betancourt, desde el primer momento en que llega a la primera
magistratura, es percibido por la Burguesía nacional como el comunistoide antigomez,
pero pronto los manejos del poder, dan clara alusiones a su pretendido gobierno
pronorteamericano, lo cual le permite establecer nexos comerciales con las principales
compañías norteamericanas.
Es así, como un gran sector de la población que observaba con beneplácito la
llegada al poder de Fidel Castro en Cuba; y analizaba sus primeras políticas exigieron
los mismos instrumentos políticos en nuestro país, Betancourt que necesitaba
demostrar su abirraigado anticomunismo; les tienta y ellos se dirigieron hacia la lucha
armada, pensando que era el camino de lograr los cambios que el país requería para
lograr el bienestar general.
30
EL BARCELONAZO
El lunes 26 de Junio de 1961, a las tres y media de la mañana, estalla la
insurrección de Barcelona conocida como el “BARCELONAZO”, dirigida por el
Coronel retirado Edito Vivas Ramírez, acompañado del Capitán Tesalio Morillo,
quienes se apoderan con gran facilidad, del cuartel Pedro María Freites de Barcelona.
El Capitán Morillo había servido allí, y gozaba de gran ascendencia sobre sus
oficiales.
De inmediato, fueron sacados de sus camas el gobernador del Estado, Dr.
Rafael Solórzano Bruce, y su Secretario Carlos Canache Mata, trayéndolos detenidos
al cuartel. Así transcurre el día y comienza la respuesta del gobierno, con la Infantería
de Marina. Al día siguiente, fueron detenidos los principales cabecillas; junto a ellos,
caen detenidos, un número de 16 civiles: entre ellos algunos miembros del partido
U.R.D. Partido político siempre dispuesto a vincularse a cualquier hecho que
produjera el derrocamiento de los adecos.
No hubo muertos ni heridos entre los militares. En cambio, los 16 civiles
detenidos murieron miserablemente acribillados a balazos después de haberse rendido
y estar detenidos. Según el Teniente Elonis López Curra, la responsabilidad de ese
asesinato recae sobre el Secretario de gobierno de Estado, Carlos Canache Mata, quien
en un momento de ira había exclamado ¡Mátenlos a todos!.
Es posible que fuese una simple expresión de su iracundia, semejante a la que
llevó a su correligionario David Morales Bello a pedir la pena de muerte en el
Congreso Nacional para los alzados del 4 de Febrero de 1992.
No resulta factible que la soldadesca del cuartel fuera a acatar una orden de un
civil. Este es un aspecto oscuro que quedó en nuestra historia de violencia política.
En el campo civil, la insurrección se torna permanente. La guerrilla urbana y
las manifestaciones populares y estudiantiles transforman las calles en campos
guerrilleros teñidos de Marxismo- Leninismo, alimentados con armas y dinero por
Fidel Castro. En mitin multitudinario celebrado en la Habana el 26 de Julio de 1962
conmemorando la fecha del asalto al cuartel Moncada, Fidel jura que convertirá a la
Cordillera de los Andes en la Sierra Maestra del continente Americano. Asaltos y
robos a bancos, establecimientos mercantiles y jefaturas provinciales proporcionan
31
recursos económicos y armas, matizando de terror un régimen de gobierno que solo
alcanzará la pacificación al corromperse y degradarse en el orden moral. Rafael
Caldera en 1969, arroja, un manto de clemencia, y los guerrilleros, hambreados y
visiblemente cansados de las garrapatas, y otros especimenes, se reintegran a la vida
civil.
La tesis de la insurrección armada sostenida por el Partido Comunista de
Venezuela y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria es discutida abiertamente y
sus fracciones parlamentarias hablan del “gobiernito” de Betancourt. En su seno,
Fabricio Ojeda renuncia a su curul parlamentario, para unirse a las guerrillas de El
Charal, donde será detenido. Tiempo después será ajusticiado por la policía del estado
“Digepol” dentro de su celda; en la prensa de la época se señaló que había cometido
suicidio.
Tal es el descaro, que dentro de la asustada burguesía se asegura que esa
anarquía es sostenida por el líder adeco, que en el fondo no ha dejado de ser
comunista, y trata de destruir a la sociedad capitalista. De nada vale exhibirles la
vinculación del régimen que dándole la espalda al pueblo se ata cada vez más a los
intereses extranjeros y al gran capital nacional.
En ese relajo imperante y en la posterior transformación de la anarquía en
corrupción institucionalizada, se perderá, posiblemente para siempre, no solamente el
usufructo de la libertad y democracia, que nació la madrugada del 23 de enero de
1958, sino la oportunidad de transformarse Venezuela en esa gran nación por medio de
los ingentes recursos de que estaba dotada.
No es solamente la habilidad de Rómulo Betancourt lo que salva al régimen.
Su éxito se debe más bien a la falta de unidad de mando y de acción coordinada por
parte de los insurgentes, también podríamos sumar el miedo atroz a una guerra
revolucionaria total, que a futuro si pudiese igualar a otras fuerzas nacionalistas del
mundo, consideradas revolucionarias. El individualismo dispersa la ambición en
sublevaciones aisladas y en actos de terrorismo que aglutinan a los ciudadanos en
torno al gobierno.
32
EL CARUPANAZO
El 4 de mayo de 1962 se anuncia la sublevación de Carúpano. El capitán de Corbeta
Jesús Teodoro Molina Villegas, nativo de allí, junto a otros noveles oficiales se ha
apoderado de la ciudad sin disparar un solo tiro, obteniendo la adhesión del Batallón
de Infantes de Marina nº 3 que guarnecía la ciudad. Son solamente 250 hombres en
una guarnición aislada que no tiene ninguna significación estratégica. Pero la euforia e
ingenuo optimismo hacen creer a los alzados que será una chispa que hará explotar
toda la nación. Posiblemente, este sentimiento se repetiría en los alzados de Chavéz;
esta interrogante sólo será respondida cuando los actores principales de esos hechos
históricos, respondan a esa pregunta.
Cuando el gobierno inicia la reconquista, si habrá lucha, pues los civiles
estarán mucho más involucrados que cuando el Barcelonazo. Ya en esos momentos las
luchas se vestían de rojo marxista.
Ahora la insurrección está vinculada más directamente a las organizaciones
partidistas de izquierda., con quienes se han ido identificando los cabecillas.
Douglas Bravo y Germán Lairet, del P.C.V. y del M.I.R., comisarios políticos
de la insurrección, le habían asegurado a Molina Villegas que el pueblo caraqueño
provocaría la insurrección civil, mientras Víctor Hugo Morales, Comandante del
Batallón nº 1 de La Guaira, le informaba que el también estaba listo para alzarse.
“Chuchú” cree ingenuamente en todo ello y sabiendo que Carúpano solo, con su
guarnición de 250 hombres, poco significa militarmente, piensa que una insurrección a
la desesperada, si resiste un poco, forzará la solidaridad de los demás. Pero nada de
eso sucede. Un avión Camberra sobrevuela la ciudad disparando sus ametralladoras y
mata en la calle a una señora. Es la primera víctima de esa pequeña guerra. Le sigue la
de un Subteniente y un Cabo que perecieron al estallarles anticipadamente sendas
granadas antes de lanzarlas. Al siguiente día, las fuerzas del gobierno convergen sobre
la ciudad.
Por el Este, el Batallón Urdaneta procedentes de Güiria y Ciudad Bolivar,
avanzan sin prisa pero sin pausa. Por el Sur procedentes de Maturín y Caripito,
marchan también las tropas de la Guardia Nacional. Por el Oeste el Batallón Mariño nº
9, desde Cumaná, inicia el asalto a la ciudad y un Maestre de la Infantería de Marina,
33
pero en el lado insurrecto, que los enfrenta con una ametralladora punto 50, abandona
su puesto de combate y le dice a Molina que el avance es encabezado por una
compañía de su mismo cuerpo y él no puede disparar en contra de sus hermanos. Un
gesto parecido se produce en el bando del gobierno: un oficial le dice a su superior que
él es muy amigo de Molina y pide ser relevado del mando para no combatirlo. Una
agrupación de Artillería procedente de Barcelona ha movilizado sus cañones de 155
milímetros que se preparan a bombardear la ciudad. Los colaboradores civiles actúan
torpemente. Su acción se basó solamente en la detección de algunos militantes de A.D.
y prominentes figuras del gobierno regional, dando discursos en algunas calles que
produjeron que el pueblo se escondiera en sus hogares.
A las siete de la noche del día 6, Molina se dió cuenta que todo estaba perdido
y pidió negociación para deponer las armas. El insurrecto se rindió
incondicionalmente; fue juzgado y condenado; se escapó de la cárcel de Trujillo
sobornando a sus carceleros y se incorporó al frente guerrillero en El Charal, bajo las
órdenes del comandante Juan Vicente Cabezas alias “PABLO”.
En su discurso triunfalista, el presidente Betancourt anuncia la victoria como una
página más de gloria y heroísmo agregado a nuestra historia.
Si analizamos, el alzamiento se observa que los insurrectos siempre esperan el
alzamiento de otras unidades militares. Lo más interesante de todo resultaba el hecho
que los civiles aparecían muy involucrados en el alzamiento pero en calidad de
soldados y no de comandantes. El recelo de los militares hacia los civiles, aunque
fuesen camaradas ideológicos no les permitía dar a los civiles el mando directo del
alzamiento. Los civiles siempre han mostrado conductas anárquicas y ellos se sentían
en contra de ello A futuro, los militares insurgentes, que fueron capturados se
convertirían en los comandantes directos de los frentes guerrilleros
EL PORTEÑAZO
Un mes después, el dos de junio de 1962, después de haber dejado solo a
Molina Villegas, le corresponderá al Capitán de Navío (equivalente a Coronel) Víctor
Hugo Morales experimentar también la amargura del aislamiento y la traición, luego
del frustrado movimiento insurreccional conocido como “El Porteñazo”. Estuvo
34
acompañado en el alzamiento en armas del también Capitán de Navío Manuel Ponte
Rodríguez. Las fuerzas navales vuelven a exhibir un espíritu de rebeldía y renovación
ideológica que sin duda no les había sido inculcado por los hermanos Carlos y
Wolfang Larrazabal, sus comandantes naturales de más alta graduación.
Tanto los insurrectos de Carúpano, como ahora los de Puerto Cabello,
aceptaban la preeminencia de Carlos Larrazabal, quien fue Comandante General de la
Marina hasta Febrero de 1962.
Él alentaba sus rebeldías y protestas. Y por ello, cuando preparaban sus
respectivas insurrecciones, confiaba en la solidaridad de quien era su superior, suplía
sus deficiencias y podía garantizarles el triunfo. “Si el Carupanazo hubiera
triunfado -confesó Larrazabal a un periodista- yo hubiera sido uno de los grandes
jefes. Ahí estaba un muchachito, Chuchú Molina que es como hijo mío. El es una
hechura mía, completamente mía.” Su cuñado, el Contralmirante Carlos Sosa Ríos,
en su libro “Mar de Leva”, dice que él le había informado a Betancourt acerca de las
conspiraciones del Jefe de la Armada y el aliento que daba a oficiales descontentos,
por lo cual debía ser encarcelado, pero el presidente le respondió “que el no hacía
mártires de bolsas”.
Carlos Larrazabal estaba resentido por la preeminencia de su hermano Wolfang
y tras el nombramiento de Rómulo Betancourt como Ministro de Defensa al General
de Brigada Antonio Briceño Linares en lugar de su persona, que tenía un grado por
encima de aquél en el escalafón militar. No era precisamente un revolucionario y
esperaba que los altos designios le fuesen otorgados sin arriesgarse mucho. En su libro
“Los Golpes de Estado en Venezuela”, Carlos Capriles Ayala, menciona una frase de
Carlos Larrazabal, ilustrativa de su espíritu cuando afirma: “El día en que yo me
meta en una conspiración, es porque estoy seguro de que la voy a ganar, porque
yo de pistola no tengo un pelo”.
Carlos Larrazabal era compadre del dictador Pérez Jiménez, quien le había
apadrinado su último hijo y nunca quiso conspirar contra él. Betancourt no tomaba en
serio esa actitud y prefirió pasarlo a retiro el mismo día que cumplió el tiempo
reglamentario de 30 años de servicio, el 2 de febrero de 1962.
35
Desde las primeras horas de la madrugada del dos de Junio de 1962, las tropas
del Batallón de Infantería de Marina nº 2 habían empezado a tomar posiciones en la
ciudad de Puerto Cabello y a patrullar sus calles. El Capitán de Navío Manuel Ponte
Rodríguez, jefe de la insurrección, había detenido al Capitán de Navío Jesús Carbonell
Izquierdo, jefe de la escuadra Surta en la base naval, y al Capitán de Fragata
Guillermo Ginnari, jefe de la base naval.
A Ponte Rodriguezz le corresponderá el mismo destino del General Jesús
María Castro León: morir prisionero en el cuartel de San Carlos de la ciudad de
Caracas.
Radio Puerto Cabello: tomada por los rebeldes al amanecer, comenzó a
transmitir las consignas revolucionarias, las cuales pusieron en movimiento a las
fuerzas del gobierno designadas para suprimir la insurrección. En conversaciones que
sostuve con personas que vivieron aquellos años violentos, me comentaron que para
ese día las radios valencianas suponían que algo sucedía en el Puerto. Pero por no
tener conocimiento alguno sobre los sucesos, sólo transmitían una y otra vez la
canción “Mi Puerto Cabello”, interpretado por bolerista de América Felipe Pírela.
El Batallón Carabobo, acantonado a la salida de Valencia, por su ubicación
más cercano a la ciudad donde acontecían los hechos ya estaba en alerta, por lo que se
puso en movimiento casi de inmediato. Dos horas más tarde, este batallón ocupaba el
aeropuerto de El Palito, cuando todavía no habían salido de la Base Naval las fuerzas
insurrectas que iban a cumplir su objetivo. De Palo Negro y Maracay, marcharon la
agrupación Salom de artillería y dos compañías de paracaidistas. El presidente delegó
plenos poderes para obtener la sumisión de los rebeldes al coronel Alfredo Monch,
jefe de la cuarta división, quien, secretamente, había sostenido reuniones con los
alzados, pero Betancourt lo colocó al mando de las tropas del gobierno, ganando la
guerra de antemano en el plano psicológico.
El Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez es el cabecilla de la
insurrección. El ejercía la jefatura de la Segunda Sección del Estado Mayor, y cuando
se produjo el alzamiento de Carúpano, surgieron indicios de su vinculación con ese
movimiento y por ello fue sometido a un consejo de investigación, separándolo de su
cargo. Al recibir el Capitán de Fragata la señal convenida de estar todo listo, penetró
36
en la base naval a la 4 de la madrugada y asumió el mando de las operaciones. De
inmediato, fueron liberados y armados unos 60 guerrilleros detenidos en el Castillo
Libertador. La orientación extremista del movimiento se puso de manifiesto con la
participación del diputado Raúl Lugo Rojas del M.I.R. y Teodoro Petkoff de P.C.V.
Los rebeldes tomaron posiciones por la ciudad, que pronto quedó en su poder.
Se atrincheraron en algunos edificios claves a lo largo de la calle Bolívar, que se inicia
en los muelles, y a la entrada de la ciudad, en un callejón denominado “La
Alcantarilla”. Los pisos superiores del hospital del Seguro Social será el sitio desde
donde se combatirá con más ardor. Los enfermos fueron trasladados al piso inferior,
pero muy pocos quedaron en el edificio cuando las tropas leales empezaron a
bombardearlo. Otros centros de resistencia, serán el liceo Miguel Peña, los edificios de
la Mantequera Siván, de Jabón Las Llaves, la Agencia Ford y la Telefónica. En ellos
especialmente lucharán los civiles incorporados a la insurrección, que desde el
domingo 3 de junio actuaron por su cuenta por haber sido aprisionados los cabecillas
militares en forma incruenta.
En los muelles y el edificio de la Aduana, una compañía de la Guardia
Nacional que se ocupaba de los servicios portuarios se mantendrá leal al gobierno. Su
Comandante, el Teniente-Coronel Eusebio Suzzarini, se negó a plegarse al
movimiento, y permanecerá inactivo, como una isla neutral, durante el combate.
Este se avecina cuando las tropas del gobierno se acercan a la ciudad y
comienzan a posicionar las grandes baterías de 155 milímetros.
Entretanto, Radio Puerto Cabello emite, continuamente, discursos y proclamas,
invitando a estudiantes y pueblo a sumarse al “Movimiento de Recuperación
Democrática”. Los secundaban en las calles algunos estudiantes con entusiasmo, pues,
para ellos la democracia no les había aportado nada. (Igual ocurrirá en Febrero de
1992 cuando fracasa el golpe de los Comandantes Francisco Arias Cárdenas y Hugo
Rafael Chávez).
Los alzados esperan y obtienen ventajas de la falta de experiencia guerrera del
Ejército, sobre todo en el enfrentamiento de francotiradores y guerrillas. Ese tipo de
acción para la cual algunos extremistas habían recibido instrucción de expertos
cubanos.
37
Por inexperiencia, los jefes creen que no encontrarán resistencia al no
distinguir reductos y avanzan por la calle que conduce a La Alcantarilla. La mayor
parte de las bajas se produjo por ataques sorpresivos de francotiradores. “Si el Coronel
Monch hubiese visto con interés didáctico películas de la II Guerra Mundial, se habría
dado cuenta que los tanques operan muy bien en campo abierto, pero en las ciudades
tienen que barrer los inmuebles si avanzan protegiendo a los infantes, limpiándolos
antes de seguir adelante. Una compañía del Batallón Carabobo penetró en los aledaños
de la ciudad dejando a un lado el cerro Santa Lucía. Los insurrectos los dejaron
avanzar hasta las cercanías del liceo Miguel Peña y abren fuego causándoles grandes
bajas con sus ametralladoras punto cincuenta, ubicadas en sitios estratégicos del
inmueble”.
El Capitán de Fragata Víctor Hugo Morales relata lo sucedido en esa
operación: “A las tres de la tarde, la primera compañía del “Carabobo”, intentó
avanzar por la línea del tren, situación inexplicable ya que estaban a la vista de los
defensores del liceo y la zona fue intensamente batida por sus fuegos. Podríamos
pensar que fue un gesto de valor temerario, o una orden insensata. Lo cierto es que el
pelotón, al mando del Teniente Luis Antonio Rivero Sanoja, marchó en columnas a
ambos lados de la línea. No habían avanzado 50 metros cuando cayó sobre ellos un
infierno de balas”.
Los 23 años de juventud de Luis Antonio Rivero Sanoja se perdieron
lentamente al morir desangrado pues no hubo quien lo rescatara al caer mal herido.
Junto con él murieron otros ocho humildes hijos del pueblo, víctimas de una lucha que
para ellos nada significaba, sino obediencia automática de las órdenes superiores sin
ideales que defender, sin un objetivo justo que conquistar. Se dice que cuando el
Comandante de la compañía le ordenó avanzar por la línea del tren, el Teniente Rivero
Sanoja, discutió con él tratando de hacerle ver que era un suicidio cualquier intento,
pero al ser acusado de tener miedo no vaciló ni un segundo más. Y allí moriría de
mengua, sin poder ser auxiliado por sus compañeros.
Hasta el día siguiente en que la compañía no recibió el refuerzo de un pelotón
de tanques, no hubo refuerzos por allí.
38
En La Alcantarilla aconteció lo mismo. Los tanques adelantaban
tranquilamente y cada uno de ellos lleva detrás un pelotón de infantes. Creían expedito
el terreno pues no les disparaban. Pero al pasar el último de los blindados, las
ametralladoras abrieron fuego a sus espaldas y causaron el mayor número de muertos
de todo el combate. Los tanques no podían maniobrar y dar vuelta, porque la calle era
estrecha y lucía llena de cadáveres y heridos de su propio bando. Cuando lo hicieron,
ya los atacantes habían huido y el fuego de los cañones de 75 milímetros se cebaba
indiscriminadamente en los inmuebles que todavía se mantenían ocupados por civiles
inocentes. Ahora que podían avanzar se quedaron inmovilizados. El error táctico de
meter los tanques en esa emboscada había sido señalado al Coronel Monch por un
oficial del “Carabobo”, que había estado luchando en el sector y constató que estaba
bien guarnecido. Pero el Coronel desestimó la advertencia.
Desde el mediodía, la aviación hizo acto de presencia y empezó a bombardear
y ametrallar con vuelo rasante de camberras. Hacia las ocho de la noche el Batallón
Blindado Bravos de Apure, procedente de Maracay, se colocó en posición de ataque
frente a las líneas enemigas. Pero dejó su acción para el día siguiente en la mañana. Se
continuará combatiendo durante todo el Domingo 3 en las calles y edificios de la
ciudad.
En la Base Naval la insurrección había sido derrotada con un final que parecía
sacado de una película. En primer lugar, la parte más operativa de la flota no se plegó
al movimiento. Los destructores “Morán” y “Clemente”, al mando de los Capitanes de
Navío Manuel Rojas y Omar Guevara, se hicieron a la mar, manteniéndose mar
afuera. Desde allí empezaron a bombardear a sus camaradas, sin siquiera tomar en
cuenta que allí permanecían también como prisioneros los oficiales leales. Otro
destructor, el “Flores” se separó del muelle y permaneció neutral fondeándose en la
rada. El “Zulia”, estaba inoperante por reparaciones y aunque sí se sumó y era la nave
con mayor poder de fuego, poco podía hacer, inmovilizado en su muelle. Las demás
unidades eran de menor categoría y casi no actuaron.
Se les ha reprochado a los vencedores el hecho de su conocimiento de que ya
todos los cabecillas habían sido detenidos. Sin embargo, actuaron con una inclemencia
y crueldad innecesaria. Se supuso que había sido como una especie de venganza por
39
las bajas infringidas el día anterior y la vergüenza de haber sido derrotadas esas
fuerzas acorazadas por unos fusiles. Pero luego se determinó que había privado un
interés político. El propio presidente Betancourt, secundado por su ministro de la
defensa General Antonio Briceño Linares, ordenó la ejecución rápida y sin clemencia
de la toma de la ciudad, para evitar que su ejemplo pudiera extenderse a otras áreas
donde existía el mismo descontento.
Como resultado, de esta pequeña guerra, tras la inclemente represión del
“Porteñazo”, el gobierno obtuvo pingües beneficios. Estos beneficios dieron como
resultado, que las fuerzas insurgentes perdieran poder dentro del pueblo; Tal vez
podamos indicar que ya el discurso Marxista-Leninista no encontraba eco en el
pueblo. Pero sí en las mentes quejumbrosas de algunos universitarios dispuestos a
seguir combatiendo desde otras trincheras de lucha.
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Parte de Guerra (fuente Ministerio de la Defensa):
Fuerzas leales al Gobierno:
Fuerzas Terrestres:
Unidad: Efectivos / Equipos: Batallón de Infantería Carabobo No.41 615 / Cañones S/R M-40 de 106mm Dos compañías del Batallón de Infantería General en Jefe Juan Carlos Piar No.31
300
Dos compañías del Batallón de Paracaidistas José Leonardo Chirinos (FAV)
300
Una compañía del Batallón de Infantería Girardot
175
Una Batería Mixta del Grupo de Artillería de Campaña Salóm
135 / Obuses remolcados M-1A1Howistzer Pack de 75mm y M-1 Howistzer de105mm.
Una compañía del Batallón de Infantería General en Jefe Simón Bolívar
134
Una compañía del Batallón Blindado Bravos de Apure No.4
116 / 16 tanques ligeros Crusot Loire AMX-13 M51.
Policía Militar +100 Destacamento No.55 (Guardia Nacional) 600 Fuerza Aérea Venezolana: Unidad: Aeronaves: Escuadrón de Bombardeo B-39 BAC Canberra B.2 Escuadrón de Bombardeo B-40 B-25J Mitchell Escuadrón de Caza C-35 F-86F Sabre Escuadrón de Caza C-36 D.H. Vampire Por la Armada Venezolana los destructores ARV Almirante Clemente, ARV General Morán y ARV Zulia (antes de rebelarse) que realizaron bombardeos costeros. Fuerzas Rebeldes: Unidad: Efectivos Batallón de Infantería de Marina Rafael Urdaneta No.2
-1.000
Policía Naval +150 Destructor ARV Zulia La mayoría de la tripulación. Guerrilleros castro-comunistas +50
(Fuente Ministerio de la Defensa)
41
“Cada momento silbaban proyectiles en el aire, muy cerca de las cabezas de los que
cruzaban el patio de la ciudad... como a las siete y media escuché al Coronel Monch
que era necesario el auxilio del la Aviación para bombardear el Fortín Solano donde
estaba un nido de ametralladoras que no dejaba avanzar. Al poco llegaron los aviones
y se efectuó el bombardeo con toda precisión, luego vi que marcharon... los tanques
hacia la ciudad con dotación de hombres.
A poco rato se escuchó un ensordecedor eco de disparos con distintos estampidos en
un trayecto como de dos cuadras que hay entre la primera estación de gasolina y la
esquina de la Alcantarilla. A la distancia vi bultos que se movían en el suelo pensé
que eran cuerpos humanos, invité a una ambulancia inmediata y fuimos hasta la
estación de gasolina, donde estaba un hombre de uniforme tendido, me bajé, lo auxilié
espiritualmente. La ambulancia quedó alzándolo y yo partí por el centro de la calle
hacia donde estaba el grueso de los caídos que era justamente la esquina de la
Alcantarilla. Allí yacían creo que nueve soldados tendidos, dos heridos mortalmente y
los demás ya muertos, uno al tocarlo me dijo: “ayúdeme padrecito”. Procuraba
echármelo al hombro de pronto llegó una ráfaga de ametralladora que hizo blanco en
él, me paré y dándole la absolución y expiró. Otro herido me dijo al tocarlo: “dígale a
mi mamá cómo morí”... sobre todos di la absolución y me retiré en busca de
ambulancias pero las ambulancias no se atrevían a avanzar porque el fuego se veía
cerrado. Entonces advertí mis manos y sotana llenas de sangre...desde entonces me
limité a ayudar a las ambulancias y a auxiliar muertos y moribundos...” (Extracto del
testimonio del Monseñor Luis Maria Padilla al Consejo de Guerra).
42
Capítulo V
LAS GUERRILLAS EN VENEZUELA, Las Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional F.A.L.N.
Desde el “Porteñazo”, la protesta contra el orden democrático constituido se
realizará por medio de la guerra de guerrillas, en un estéril sacrificio de vidas jóvenes,
y por la insurrección popular urbana. Esta nueva modalidad produciría más muertos
que todos los habidos en insurrecciones militares y represión dictatorial o democrática
para encontrarnos, al final de ese espinoso camino, en el mismo punto de partida, pero
con problemas de mucha envergadura por resolver.
Extrayendo un resumen de los titulares de la prensa caraqueña durante el año
de 1963, encontramos: asalto al Museo de Bellas Artes y robo de los cuadros de la
exposición “CIEN AÑOS DE PINTURA FRANCESA”. Asalto a la “prefectura de
San Diego de los Altos”. “Asalto a la población de Río Claro, en las vecindades de
Barquisimeto”. “Muertos y heridos en el choque entre la policía y grupos armados en
el 23 de enero y en Lomas de Pro-Patria”. “Clarín” pública largas listas de “detenidos,
de torturados y desaparecidos” su director Miquilena, hoy día ex_coordinador
nacional del M.V.R (movimiento quinta república), denuncia un fusilamiento en
Junquito. “Toma del buque mercante “Anzoategui” después de zarpar de la Guaira”.
“Secuestro del futbolista DiStéfano”. “Asalto a la oficina de Dinner’s Club”. “Asaltos
en Maracay y en Ciudad Bolívar”. “Fuga de Teodoro Petkoff del Hospital Militar”.
“Asalto al Hospital Militar”. “Asalto a las tiendas Adam’s y a la fábrica de pinturas
Dupont”.
“Voladura de un oleoducto en Barcelona”. “Asalto a los talleres de imprenta
donde se edita el material para el consejo supremo electoral”. “Incendio en una
compañía norteamericana de seguros”. “Asaltos a la emisora Crono Radar”. “Luchas
de guerrillas en la sierra de Coro”. “Asalto a la Columbia Pictures”. “Asalto a la Good
Year de Valencia”. “Guerrillas en Portuguesa”. “Disturbios en Valencia”.
“Asalto a la oficina nacional de reclutamiento”. “Voladura de un oleoducto de
Puerto la Cruz”. “Asalto al tren de excursión a “El Encanto” y asesinato de 5 Guardias
Nacionales siendo heridos de gravedad dos mujeres y dos niños”. “Fuga masiva del
43
Penal de Trujillo de los implicados en la insurrección de Carúpano”, “otra fuga
masiva del Penal de la Isla de Tacarigua en el Lago de Valencia”.
El caos es total en el país. Nadie se explica como un gobierno puede
sobrellevar tal anarquía y como se sostiene exhibiéndose tan inepto a enfrentarla. Todo
el mundo cree y espera en la inminencia de un golpe de estado, (igual a las
expectativas creadas después del alzamiento del 4 de Febrero de 1992).
Con la llegada a la presidencia del Doctor Rafael Caldera en 1969, se impulsa
en su gobierno la política de la pacificación, con la cual se termina con doce años de
muerte y sangre para nuestra patria sojuzgada por una guerra de ideales. Pero estos
ideales no morirán, se mantendrán latentes y volverán resurgir en la década de los
noventa con el desgobierno de la tecnocracia impuesta por Carlos Andrés Pérez.
¿Fue necesaria la muerte, de tantos jóvenes venezolanos que cayeron por unos
ideales, tal vez falsos, pero en los cuales creyeron y por los que murieron?, ¿ fue la
pobreza extrema de nuestro país, impulsora de esta década de muerte ó fue la mano del
extranjero intromisor en nuestra patria, la culpable de esta década?.
Sólo al final de este trabajo de investigación, podremos responder a estas y
otras interrogantes, simplemente esperar los años, esos años, que ayudan a borrar y
perdonar. Tal vez, el lector, lamenta estos años de muerte y desenfreno, pero llenos de
juventud soñadora que comprendió que la vida de las armas, no es el camino, “POR
AHORA”.
El proceso que se aprecia con nitidez es como una vez dominados los
pretorianos en su iniciales pretensiones políticas post-1958, las acciones de la guerrilla
marxista-leninista, contribuye a fortalecer la posición de la oficialidad de orientación
profesional dentro de la institución militar. Esto opera en tres sentidos:
A) En el primero, hay un enemigo común que procuraba destruir la institución
armada por lo que se fortalece el sprit de corps, reduciendo a un mínimo las tensiones
internas.
B) En el segundo, existe la presencia de un visible y activo militarmente
enemigo exterior (la Cuba de Fidel Castro) que procura destruir las Fuerzas
44
Armadas venezolanas, por lo que se reafirma la vinculación con los
estadounidenses dentro del contexto de la guerra fría.
C) Finalmente, crea intereses comunes entre los partidos políticos AD-COPEI
y la oficialidad militar dirigente de las Fuerzas Armadas. Esa comunidad de
intereses resultaría un disparate histórico, más aún académico, identificarla con
el modelo de penetración que propone Nordlinger.
Especie de comisarios políticos nunca, hasta ahora, se han podido identificar
dentro de la institución militar venezolana. El proceso manifiesto resulta en algo
parecido al que sufrió y padeció toda la sociedad criolla, debido a los errores
cometidos por las dos principales organizaciones políticas del país entre las décadas de
los años setenta y ochenta: AD y COPEI. Éstos, dejaron de ver al futuro y
pretendieron, en distintos momentos, llegar a permear toda la sociedad venezolana por
una suerte de metástasis político-partidista.
Esa metástasis se traducía en una situación clientelar, donde el "patrón
partido" tenía "clientes" en todo lo largo y ancho de la geografía nacional y en sus
asociaciones, agrupaciones e instituciones, con la milagrosa excepción de la Iglesia.
Las Fuerzas Armadas fueron afectadas por esta situación, pero nunca alcanzó las
proporciones alarmantes que sí logró en los sindicatos, gremios profesionales,
empresas del estado, universidades e institutos educativos públicos, asociaciones de
vecinos, juntas vecinales, etc.
Era sí una sociedad civil asfixiada por la realidad clientelar, especie de
intelillentzia, apparatich y nomenklatura de los partidos políticos dominantes y
mayoritarios: AD y COPEI. Algunos Oficiales, por méritos castrenses indiscutibles,
afectos a estos dos partidos alcanzaron sustancial influencia en la organización militar,
al llegar a los grados militares de Generales y Almirantes. Consecuencialmente, pasan
a desempeñar importantes cargos en la institución militar. Pero hasta allí.
Insistimos, en la realidad militar venezolana del siglo XX, no encontramos
evidencia sólida de nada que pueda comparar con la presencia de comisarios políticos
o infiltración y adoctrinamiento político, en, las Fuerzas Armadas por activistas adecos
y copeyanos. El adoctrinamiento, la educación castrense venezolana de los años 60 en
adelante, era técnica-militar y constitucionalista.
45
El modelo Liberal, según Nordlinger, se apoya en la existencia de élites bien
diferenciadas y con responsabilidades propias. Los militares son ya profesionales o se
encuentran en el proceso de serlo. Son instruidos en los principios de obediencia y
respeto ante las autoridades civiles. Se busca así, despolitizar en la medida de lo
posible al sector castrense, pero respetando las condiciones propias de la institución
militar, como su sprit de corps y su efectiva autonomía en los aspectos estrictamente
militares y profesionales castrenses.
Lo antes señalado, es fundamental entenderlo en su auténtica dimensión
histórica. El avance positivo, durante los años sesenta, en lo que atañe a las relaciones
civiles-militares deviene ciertamente impresionante, comparado con el pasado
inmediato y mediato. Esto se trasluce rigurosamente exacto, a pesar del deformado
carácter del modelo Liberal.
Por primera vez en la historia del siglo XX venezolano, la tradicional
simbiosis entre militares y civiles (esta vez genuinamente gobernantes, o más que en
ningún otro momento de la historia venezolana contemporánea), alcanza un
fundamento efectivo que se expresa, institucionalmente, sin trazos protagónicos y
visiblemente preponderantes de personalismo político. Ese constituye el valor
histórico, del llamado Pacto de Punto Fijo y de la Constitución de 1961 en la
evolución de las áreas de influencia y competencia entre la realidad política civil y el
sector militar.
La llamada insurrección armada: La guerra de baja intensidad en Venezuela
y los acuerdos, entre militares y civiles, de naturaleza política en los años 60, sus
efectos en las relaciones civiles-militares.
Quizás el factor clave para la consolidación de la institucionalidad y la
supremacía de ésta sobre la participación política, en términos Huntingtonianos, en el
caso venezolano de los años 60, fue la dinámica hemisférica vinculada con la guerra
fría. La sociedad venezolana se divide en dos grandes segmentos, donde el más
cohesionado y el que contaba con mayor apoyo internacional logra imponerse.
Son los turbulentos años del gobierno de la Junta de Gobierno, el único
gobierno constitucional presidido por Rómulo Betancourt y luego el presidido por
46
Leoni. Parece existir la idea, en algunos de los derrotados protagonistas políticos de
estos sucesos, de minimizar su intensidad e importancia. Las palabras guerra civil no
son empleadas y se prefiere el de la Lucha Armada. De allí el título de varios gruesos
tomos de evidencia testimonial, salvada para la historia por Agustín Blanco Muñoz y
que ya se mencionó en páginas anteriores. Se volverá, obligadamente, sobre esta
fuente.
Para uno de los tres "comandantes" de la izquierda revolucionaria,
entrevistados por Blanco Muñoz (1982, pp.66-67), Lino Martínez, en estos años de la
década de 1960 en Venezuela: ... "no hubo guerra [...] Hubo esporádicos
enfrentamientos armados y hubo débiles intentos de formar un ejército popular que no
culminaron, no cristalizaron". Si bien es cierto que el llamado "ejército popular" nunca
llegó a formarse realmente como tal, guerra sí hubo, guerra irregular, de baja
intensidad, entremezclada con acciones de terrorismo y de violencia física urbana
promovida por las llamadas unidades tácticas de combate (UTC) o guerrillas urbanas.
Los frentes guerrilleros rurales no constituyen una ficción sino una realidad
histórica; el que fracasaran en lograr sus propósitos es otra cuestión. El que fueran
vencidos por las Fuerzas Armadas Nacionales y el que su proyecto político no
cristalizara, trasluce una verdad histórica que no puede rebatirse para el siglo XX
venezolano.
Revisando la evidencia testimonial arriba destacada (Blanco Muñoz, 1981-
82), parece ser posible el distinguir un lapso inicial en el cual se buscaba comprometer
a un sector de las Fuerzas Armadas en un intento golpista, fundamentalmente militar,
pero con apoyo de los sectores civiles radicalizados. Este proceder no era nada nuevo,
era tratar de volver a lo que fue octubre de 1945...
El punto culminante del proceder político-militar arriba señalado, es la
frustrada insurrección militar de algunas unidades de la Armada en Puerto Cabello, en
1962. Suceso conocido en la historiografía venezolana como El Porteñazo. Esta
acción insurgente militar-civil estaba destinada al fracaso, así como antes lo habían
estado acciones de fuerza de inspiración netamente militar, expresión del más rancio
pretorianismo venezolano, como las del General Jesús María Castro León, Ministro de
la Defensa del gobierno provisional que nace en enero de 1958. Ambos movimientos
47
miraban al pasado y no al futuro. Surgían momentos de cambio innovador no de
segundas ediciones.
Tanto las frustradas "fusiones" civiles-políticas-militares (Carupanazo o
Porteñazo), así como las fracasadas insurrecciones de Castro León, ilustran sobre la
miopía intelectual de los comprometidos en ambos movimientos. Seguían aferrados a
los tradicionales procedimientos de pasado político venezolano. Era tiempo de
innovaciones creativas, no de seculares soluciones de fuerza con un pronunciado matiz
autoritario.
El Ministro de la Defensa se creía en una posición de poder, prácticamente
antesala de la Presidencia de la República. Ese había sido el caso para Eleazar López
Contreras, Isaías Medina Angarita, Carlos Delgado Chalbaud y Marcos Evangelista
Pérez Jiménez. Desde 1936 hasta 1957, había sido una constante en la realidad política
venezolana. Al no tener éxito en su intento de golpe de estado de mediados de 1958 se
cierra el vaso comunicante de poder pretoriano entre el Ministerio de la Defensa y la
Presidencia de la República. El General Castro León no lo percibió, pero con su acción
fracasada estaba evidenciando un cambio importante en los mecanismos del ejercicio
del poder político en Venezuela.
Al no tener éxito en las los esfuerzos golpistas-insurreccionales, para 1963-
1964 se inicia la llamada Lucha Armada. Se crean Las Fuerzas Armadas de Liberación
Nacional (FALN) y el Frente de Liberación Nacional (FLN) como brazo político-
logístico. Surgen los frentes guerrilleros rurales. Particularmente útil para estudiar este
período, tan escaso de fuentes bibliohemerográficas serias y donde predominan las
evidencias testimoniales de los derrotados políticos y militares, es el libro publicado
por la Dirección de Educación del Ejército para finales de 1980:
Los Cinco De Línea (Apología a los cinco teatros de operaciones que durante
17 años formaron una sólida línea defensiva frente a la subversión, que trató de
imponer al pueblo venezolano una dictadura de tipo marxista-leninista). Es un texto
mimeografiado de 209 páginas, autorizado para ser un manual con fines
instruccionales en las Escuelas del Ejército. Su circulación, pues, ha sido restringida.
Lo interesante del texto arriba señalado es que sus autores son, o eran,
militares activos: Coronel Juan Biaggini Gutiérrez, Mayores Nelson Noriega y
48
Roberto Moreán Umánez, Capitán Eduardo Lobo Parra y Teniente Marcos Arleo
Espinoza. Distinguen un lapso de 17 años de actividad subversiva que fraccionan en
varios períodos. Estudiando éstos y la data que presentan para apoyarla, resultan como
evidentes algunos aspectos de interés. Así, inicialmente, se hace posible reducir los
distintos períodos que presentan los autores del análisis a sólo tres: uno de
antecedentes y preparación, otro de desarrollo y crisis, para luego destacar finalmente
el de decadencia y derrota militar. El primero se da entre 1958-1962. El segundo entre
1962-1968. Finalmente, 1968-1970.
Otro aspecto que llama la atención estriba en el hecho de que en enero de
1962 se implementaron, antes del Porteñazo, los primeros esfuerzos guerrilleros
rurales visibles y organizados. También resulta evidente que la derrota del movimiento
guerrillero fue antes política que militar. La militar tomará hasta finales de los años
sesenta. Para quedar reducidos a sólo muy pequeños grupos después de esta década.
Detalles sobre apoyo logístico, material y humano del gobierno cubano de
Fidel Castro al movimiento guerrillero venezolano, es otro de los aspectos interesantes
que surge de la data que ofrece este libro escrito por militares venezolanos para
militares venezolanos. La actividad bélica se prolongará por años debido a este apoyo
foráneo.
Para finales de 1963 fue descubierto por el Ejército, el tercer cargamento de
armas enviadas desde Cuba, en las playas del estado Falcón. Otras ayudas en dinero,
armamento y hombres siguieron a ésta. Una prueba de la participación activa de
nacionales cubanos en las actividades guerrilleras en Venezuela lo hallamos en un
enfrentamiento sostenido por tropas del Batallón de Cazadores Cruz Carrillo, el 17 de
abril de 1968, en Chupulún, Estado Yaracuy. En esa acción pierden la vida 15
guerrilleros, entre ellos cinco individuos de nacionalidad cubana que habían ingresado
en territorio venezolano por las cercanías de Tucacas, en 1966.
Las Fuerzas Armadas venezolanas deben prepararse rápidamente para
enfrentar la amenaza de las guerrillas rurales y urbanas. En las ciudades será
básicamente la actividad policial y de inteligencia la que predomina. Pero en provincia
son las guerrillas rurales y éstas serán enfrentadas, fundamentalmente, por las fuerzas
49
terrestres del componente militar venezolano: Ejército, Infantería de Marina y Guardia
Nacional.
Los entrenamientos iniciales se realizaron fuera del país, en la zona
estadounidense del Canal de Panamá. Luego, con asistencia estadounidense, en
Venezuela. Después, el entrenamiento lo efectuarán por instructores militares
venezolanos. El resultado obvio fue la capacitación efectiva de las Fuerzas Armadas
venezolanas para enfrentar al nuevo tipo de enemigo. Pero tan importante como esto
es, aunque los autores de la obra no lo señalen, un avance cierto en el proceso
profesionalizador de las Fuerzas Armadas venezolanas.
Resulta también concluyente, de la data que presenta Los Cinco de Línea, que
la llamada "Insurrección Armada" o "Lucha Armada" fue una guerra. Actividad bélica
que se extendió por casi dos décadas, con numerosos enfrentamientos, emboscadas y
acciones de terrorismo urbano. Fue una guerra de baja intensidad, de guerrillas,
irregular y no convencional. En síntesis, una forma de guerra civil, los sectores
enfrentados eran ambos mayoritariamente venezolanos, la asistencia cubana y
estadounidense nunca fue dominante en ninguno de los sectores venezolanos
enfrentados en esta pugna armada. Una expresión más de las llamadas "guerras de
liberación nacional", dentro del contexto de la Guerra Fría. La primera de tales
prolongados conflictos armados en Venezuela, desde los tiempos de la Revolución
Libertadora (1901-1903), es decir, la segunda del siglo XX venezolano.
Si bien las guerrillas no pudieron evolucionar hasta conformar un "ejército
popular revolucionario". Fue debido a que fueron rápidamente neutralizadas, primero,
en su potencial desarrollo bélico. Más luego, derrotadas política y militarmente. Pero
esto no invalida el hecho cierto, objetivo, documentalmente demostrable, de una
situación peculiar de guerra civil, de una insurrección armada.
En el libro ya mencionado del General Iván Darío Jiménez (1996), se dice
que las guerrillas llegaron a movilizar miles de hombres, claro está considerando todo
el tiempo en que se produjo la actividad guerrillera. Apoyándonos en esta fuente y en
la data que presenta el texto Los Cinco de Línea... Podemos presentar una muy breve
información sobre los llamados frentes guerrilleros:
50
A) El José Leonardo Chirinos, dirigido por Douglas Bravo, en la
Sierra de San Luis, estado Falcón. El estado mayor estaba
formado por Elías Manuít, Luben Petkoff, Francisco Prada y
Acosta Bello. Presentó cuatro "destacamentos", con los nombres
de Raúl Hernández, Elpidio Padovani, Luis Díaz y Miguel
Noguera. Llegó a contar con unos 300 miembros y fue
prácticamente desarticulado por una ofensiva coordinada de las
Fuerzas Armadas Nacionales en 1964, aunque se reporta
actividad subversiva de poco monto hasta 1966.
B) El frente Simón Bolívar, que abarcaba los occidentales estados de
Trujillo, Portuguesa, Lara, Guárico, Barinas y el oriental de
Anzoátegui. Fue creado en los inicios de 1962. Jefaturizado por
Argimiro Gabaldón, luego de la muerte de éste se encarga de ese
frente el médico Hernán Cortés Mujica. Las acciones del
comando antiguerrillero de Urica, primero y luego del Teatro de
Operaciones No. 3 (T.O3) prácticamente llevan a la desaparición
de este frente guerrillero para finales de 1968. Llegó a contar con
tres "brigadas", llamadas II urbana, la 21 al mando de Ramón
París Aldana y la 31 responsabilidad de Freddy Carki. También
contaba con cuatro "destacamentos". Su estado mayor lo
conformaban Concepción Alcalá, Chucho Betancourt y Hernán
Cortés Mujica y para 1963 estuvo bajo la jefatura de Tirso Pinto.
C) El frente Ezequiel Zamora, con su epicentro en el cerro El
Bachiller, y bajo responsabilidad del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR, grupo radical disidente de AD), tuvo como
jefes a cuatro dirigentes del MIR, Américo Martín, Soto Rojas,
Paúl del Río y Moisés Moleiro; derrotado por el Ejército para
1964-1966.
D) El frente José Antonio Páez, con gentes provenientes del
sector radicalizado de URD como dirigentes, tal es el caso de
Fabricio Ojeda; otros de sus jefes fueron el ingeniero Juan
51
Vicente Cabezas y Tirso Pinto; abarcaba territorios de los estados
Portuguesa, Barinas, Mérida y Trujillo. Inicia sus actividades en
febrero-marzo de 1962. Como apéndice de este fundan en los
llanos el que denominaron "frente Ezequiel Zamora", pero que
degeneró en actividades de bandolerismo y abigeato para finales
de los años 60.
E) El frente Manuel Ponte Rodríguez del oriente del país, se
llama inicialmente en honor a un Oficial de la Armada muerto en
la prisión militar del Cuartel San Carlos a inicios de los años 60;
abarca los estados de Anzoátegui, Monagas y Sucre, aunque su
epicentro estará en las zonas montañosas de los estados
Anzoátegui y Monagas. Estuvo jefaturizado por Tomás Alfredo
Maneiro, su estado mayor lo conformaban Luis M. Sanabria,
Lelis Montes, Eusebio Zerpa. Estaba formado por cinco
"destacamentos": el Antonio José de Sucre en el estado
Anzoátegui; el Cuatro de Mayo, el Elio Carrasquero, el Guerra y
Millán, en el estado Monagas y el Tuto Lanz en el estado Sucre.
Entre sus jefes destacaron, durante los años 60, Fleming
Mendoza, Lucas Matheus y Winston Bermúdez. Es el frente
guerrillero que más ha sobrevivido en el tiempo, aunque su
importancia política y militar es mínima.
Lo interesante de esta organización guerrillera estriba en la expresión de una
fusión "civil-militar y política-militar", con vieja data en la realidad histórica
venezolana. Los organizadores y dirigentes de las FALN (Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional) resultan ser, fundamentalmente, los militares derrotados en sus
intentos golpistas en Carúpano y Puerto Cabello. La experiencia militar, que,
evidentemente, poseían, se pone al servicio de tratar de vertebrar una supuesta
organización armada revolucionaria de inspiración doctrinal marxista-leninista.
Para cualquier observador imparcial de la época, era fácil predecir una segura
derrota del FALN. Estaban, como algunos de sus compañeros de armas en 1957, igual
52
que la mujer del bíblico Lot, mirando hacia atrás, al pasado. Buscando su inspiración
en el siglo XIX venezolano, no en el ya bien entrado siglo XX.
Cualquier posibilidad de cambio político en la Venezuela del siglo XX, tenía
que darse vía la organización militar y no contra ella. Eso era más que evidente para
cualquiera que estudiara con seriedad la evolución política venezolana, desde los
tiempos de Castro y Gómez. Quien contase con el favor de las Fuerzas Armadas
venezolanas podría contar con el poder político, aún cuando este, por fin, no dependía
directamente del sector militar sino de la institucionalidad republicana y democrática.
La dirigencia política venezolana se divide en dos segmentos enfrentados para
inicios de los años 60. Son dos proyectos políticos distintos en sus medios. Pero que
persiguen ambos la creación de una sociedad industrialmente desarrollada y con
justicia social.
Unos se proclaman socialdemócratas o socialcristianos, reformistas,
partidarios del Welfare State, o Estado de Bienestar Social. Los otros, inspirados en las
doctrinas marxistas-leninistas, son partidarios de instaurar una dictadura del
proletariado. Como en el siglo XIX, pero a mediados del siglo XX, no hay solución de
compromiso posible, se recurre a la violencia física, a la guerra civil irregular y de
baja intensidad para dirimir las diferencias políticas. Diferencias que presentaban,
insistimos, un contenido doctrinal, ideológico y "táctico" evidente. Esto último no se
puede afirmar de la llamada Revolución Libertadora de 1901-1903. Tampoco de la
Guerra Larga o Revolución federal de 1859-1863.
La gran diferencia entre los contextos de mediados de los siglos XIX y el XX
venezolano, no son sólo condiciones socio-económicas distintas y las realidades
históricas obviamente diferentes. Estriba, fundamentalmente, en la existencia, para
mediados del siglo XX, de un efectivo Ejército Nacional en proceso de acelerada
profesionalización, que como tal ejerce la gerencia del monopolio directo de la
violencia física y legítima del Estado.
También, existía en la década de los años 60, una situación internacional que
tendía a favorecer a los partidarios del reformismo llamado por sus contrarios
"pequeño burgués", y una realidad política evidentemente legitimada, con un nivel de
institucionalidad política sin precedentes en el devenir de Venezuela. Las semejanzas
53
entre ambos momentos, separados por cien años de historia, eran analógicas y las
diferencias abismales.
Un texto útil para entender como repercute en el Poder Legislativo
venezolano, la situación de tensión política y militar que se vivió en los inicios de los
años 60, es el artículo de Hernán Castillo en la revista Politeia (1998). En síntesis, se
puede observar como la mayoría parlamentaria de los partidos AD y COPEI, logran
neutralizar la actividad parlamentaria de la oposición, aquella que había hecho causa
común directa con los sectores que propiciaban la insurrección armada como
alternativa política.
Pero el "precio" que hubo de "pagar", el Congreso fue la poca supervisión de
las finanzas del sector militar. Esto generó vicios que se prolongarán hasta
prácticamente hoy día. También se aprecia una división de funciones que favorece al
profesionalismo militar, en ese momento, pero que repercutirá desfavorablemente en
el futuro mediato. La estructura militar recibe privilegios económicos y de status como
recompensa inmediata en su labor de defender con las armas el sistema democrático,
estos derechos adquiridos serán luego celosamente defendidos y ampliados,
lesionando el necesario Control Civil sobre el sector militar.
Se insiste, en la última idea presentada en el párrafo anterior, ya que es
fundamental para el desarrollo de las relaciones civiles-militares venezolanas
recientes. Producto de actuar contra un enemigo común, se desarrollan vínculos entre
la alta dirigencia de los partidos políticos gobernantes, AD y COPEI, y la alta
oficialidad militar durante la década de los años 60. Estas relaciones crean la falsa
imagen de un sólido Control Civil sobre el estamento militar.
Inicialmente se crea, una comunidad de intereses, en la cual los militares y la
dirigencia política de estas organizaciones obtienen beneficios institucionales mutuos.
Los políticos civiles lograban fortalecer la institucionalidad con la ayuda de los
militares, que reducían a la impotencia a los que pretendían con las armas en la mano
destruir el naciente sistema político. Pero los beneficios para los militares van más allá
de un aumento en los salarios de la joven oficialidad de cerca del 140 %, en términos
reales, durante el lapso 1960-1970, según la data que ofrece Bigler (1982, p. 181). La
situación de fondo es más densa y profunda, tiene raíces históricas y parece que no ha
54
sido percibida por los analistas recientes de la evolución de las relaciones civiles-
militares en Venezuela.
La institución militar se asegura una especie de inmunidad en lo relativo a
los aspectos castrenses. El tema de lo militar, para los venezolanos, se convierte en
uno que parece sólo reservado para los hombres de uniforme, libre e inmune ante el
escrutinio del mundo civil, de la sociedad civil, de la opinión pública. Una especie de
contubernio entre la alta oficialidad y algunos selecta, anónima y ágrafa, miembros de
los partidos gobernantes AD y COPEI. Un Control Civil más de forma que de fondo.
¿Quiénes eran los especialistas civiles en temas estratégicos vinculados con la
seguridad y defensa en la Venezuela de ese entonces? ¿Dónde aparecía su obra
escrita? ¿Se conocen los nombres de los especialistas en el tema militar entre los
políticos de AD y COPEI? ¿Fuera del Dr. José Rodríguez Iturbe que otro miembro de
las Comisiones de Defensa del Parlamento tiene publicaciones serias sobre el tema de
seguridad y defensa? El carácter negativo de las respuestas a todas estas interrogantes,
sustenta la idea expresada en el párrafo anterior.
Otro aspecto que llama la atención, descansa en la creciente influencia del
sector militar en los asuntos fronterizos. Una especie de poder de veto,
autoproclamado y aceptado como tal por la dirigencia política, en lo que atañe a
límites y política fronteriza. La rivalidad política, desde los años 70, fraccionó, a
diferencia de los años de la década de los 60, la capacidad de los políticos civiles para
enfrentar monolíticamente al sector militar. Así se frustra el avanzar en el proceso de
Control Civil que se había iniciado desde 1958.
La consecuencia obvia, de lo arriba señalado, fue una evidente independencia
política real del estamento militar. Esta situación ha sido mal interpretada, por algunos
analistas como Schaposnik (1985), como un avanzar en el proceso de un efectivo
control objetivo del sector castrense, lo que califica de democratización de las Fuerzas
Armadas. Otros como Machillanda (1988), peor interpretando el contexto de las
relaciones civiles-militares venezolanas, aprecian un fortalecimiento del control civil
de carácter subjetivo en términos huntingtonianos, con predominio un visible de los
partidos AD y COPEI.
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Lo que sí es cierto es que para asegurar parcialmente el Control Civil sobre el
sector militar venezolano los partidos AD y COPEI, en las personas de sus más altos y
anónimos "estrategas" en temas castrenses, hábil e inteligentemente favorecieron y
sutilmente estimularon las rivalidades inter-fuerzas militares; así como la
independencia administrativa y operativa de cada una de las Fuerzas, aduciendo las
especificidades de cada una de éstas; y, finalmente, las limitaciones de coordinación
racional entre las cuatro Fuerzas dentro del conjunto del Ministerio de la Defensa.
Frutos de estos procederes, que aseguraban en lo inmediato el tiempo que
necesitaban los políticos civiles para fortalecer la neutralidad política del sector militar
y fortalecer en consecuencia el Poder Civil en los años sesenta, surge como evidente el
avance acelerado en el proceso de modernización del aparato militar venezolano. Esa
modernización que, como constante, se ha venido implementando en Venezuela desde
Castro-Gómez, por no referir al "Taita Crespo", con sus altas y bajas, pero que se
presenta como característica del siglo XX venezolano y que sirve como diferencia en
relación al siglo XIX criollo, donde lo militar prevalecía sobre lo civil.
Pareciera, por obvias razones vinculadas con los sistemas de armas que se
emplean en la realidad militar venezolana, que de las cuatro Fuerzas que integraban la
estructura militar, será el Ejército la que presente un menor nivel de progreso
académico comparativo desde los años 70. También fue esta Fuerza, la que llevó la
mayor responsabilidad en la derrota de la guerrilla de inspiración marxista-leninista de
los años de la década virulenta de los años sesenta. Será también la Fuerza de donde
emergerán los Oficiales responsables de los sucesos del frustrado golpe de estado del
cuatro de febrero de 1992, hecho del cual se ofrecerá alguna información, brevemente,
en próximas páginas.
Resulta necesario destacar que en las cuatro Fuerzas unos pocos Oficiales,
seleccionados según las necesidades de cada una de ellas y las demostradas
capacidades de los Oficiales elegidos, son enviados a estudiar carreras universitarias
de Licenciatura y Maestría en instituciones de educación superior en Venezuela y en el
exterior. Otro grupo, también minoritario por obvias razones presupuestarias, son
enviados a efectuar estudios militares en el exterior, como son los cursos de Estado
Mayor. También los cursos del Colegio Interamericano de Defensa, en Washington y
56
los que ofrece la llamada Escuela de las Américas, en la infraestructura militar
estadounidense. Así como, otros cursos especiales de carácter militar y estratégico en
distintos países del hemisferio occidental y de Europa.
En teoría los Oficiales más aptos efectúan estos cursos para Oficiales
Superiores; en la práctica, a veces, afloran algunos favoritismos personales. Esta
situación en cambio de nivelar las diferencias académicas entre el Ejército y las demás
Fuerzas, podría tener un efecto más bien contrario, al intensificar las diferencias,
inclusive dentro de la oficialidad del Ejército mismo. Este aspecto parece que ha sido
poco analizado por los especialistas en el tema militar venezolano, o de haber sido ya
estudiado, los resultados no se publican, se mantienen inéditos o restringida su lectura.
En todo caso, sólo se busca presentar el tema, como uno digno para ser desarrollado en
una seria investigación.
El avance en los estudios militares en Venezuela, su constante mejoría y
mejor estructuración, se experimenta casi al mismo tiempo que la derrota de los
subversivos marxistas-leninistas. Pero no se puede dejar de señalar que la actividad
subversiva armada no desaparece totalmente durante los años 70. En esa década se
consolida su derrota militar, pero como organizaciones minúsculas, sin ninguna
influencia significativa en lo político a nivel nacional o regional y hasta local,
sobreviven hasta la década de los años 90. Tres grupos notoriamente existentes para
1992: Bandera Roja, Venceremos y Tercer Camino.
El último grupo de los arriba mencionados es la organización liderada por el
veterano jefe guerrillero Douglas Bravo. Como antecedente inmediato de esta
organización, tenemos al Partido Revolucionario Venezolano (PRV). Minúsculo
partido político que procuraba hacer honor a su nombre. Sobre los fundamentos
doctrinales de este movimiento, resulta útil la lectura de la conferencia dictada por
Bravo en el Instituto Pedagógico de Caracas, la cual fue publicada en la revista de
historia de esa institución: Tiempo y Espacio (No. 6, 1986). Ciertamente una lectura
amena, en el sentido literal y efectivo de la hermenéutica histórica, que ilustra
cabalmente sobre el carácter revolucionario, minoritario y utópico de este partido
político que se dice de orientación marxista.
57
Venceremos se proclama como un grupo nacionalista radical y mantiene
nexos de coordinación con Bandera Roja, su fachada visible se denominaba
Desobediencia Popular. Operaba en los estados Táchira, Mérida, Lara, Yaracuy,
Carabobo, Aragua, Miranda y en el Distrito Federal. Su área de influencia parece
concentrarse en los institutos educativos públicos de nivel superior, colegios e
institutos universitarios y las universidades.
Es Bandera Roja la organización más importante y heredera legítima de las
acciones de la guerrilla venezolana de los violentos años 60. Sus "frentes militares"
eran el Américo Silva y el denominado frente occidental. Sus organizaciones políticas
visibles eran el Movimiento por la Democracia Popular y la Unión de Jóvenes
Revolucionarios. Su máximo dirigente es el diputado electo al Congreso Nacional en
los comicios de 1998, Gabriel Puerta Aponte.
Se dice, en los corrillos y cafetines universitarios, en esos comentarios
testimoniales tan difíciles de cotejar documentalmente, que Bandera Roja sufrió una
callada división interna, hace ya un par de años. En este fraccionamiento, el sector más
radical del movimiento (los "duros"), decidieron unir sus esfuerzos al de los grupos
guerrilleros colombianos. Mientras otro sector se interesaba por medios políticos
menos radicales y violentos, como el proceso electoral venezolano.
Esta situación de descalabro y decadencia guerrillero-subversiva, lleva a los
sobrevivientes políticos de estas organizaciones a tratar de fortalecerse en los institutos
públicos de educación superior por un lado, y de intensificar sus esfuerzos para
establecer algunas relaciones con jóvenes Oficiales militares por el otro. La evidencia
testimonial que presenta el libro de Alberto Garrido (1999) sobre lo recién afirmado,
parece como concluyente sobre este aspecto.
Curiosamente la situación arriba descrita coincide con el proceso de
modernización profesional en las Fuerzas Armadas venezolanas. Éste se da dentro de
un contexto, para los militares, de avance y renovación en su sistema de estudios e
infraestructura educativa. Los estudios militares de las Academias y Escuelas para la
formación de Oficiales, son estructurados para impartir un título universitario a nivel
de Licenciatura (década de los años 70). Se crea el Instituto Politécnico de las Fuerzas
Armadas, Iupfan (años setenta), donde se imparten estudios de Licenciatura y años
58
después también de Maestría en carreras de ingeniería y gerencia (1970- 1980). Se
crea el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional (Iaeden, 1969-1970) como
máxima expresión de los estudios militares en Venezuela. De muy reciente creación
(1999-2000) es el CEMA: Centro de Estudios Militares Avanzados.
También, durante esta década de los años setenta, se pone el ejecútese a una
nueva Ley Orgánica de la Seguridad y Defensa (Lofan, 1976, está será luego
actualizada) y se crean el Consejo Nacional de Seguridad y Defensa (Conasede) y la
Secretaría Permanente de dicho Consejo, llamada Seconacede. En síntesis, durante
estos años la estructura militar se fortalece, moderniza y se avanza en los estudios
militares y estratégicos vinculados con la seguridad y defensa nacional.
Tanto el Iupfan como el Iaeden, admiten personal civil, es decir no militar, en
sus aulas. Esto obedece, especulamos racionalmente, a tres principios básicos: Primero
resulta una forma de justificar el gasto que estas instituciones suponen; así, no son sólo
los militares quienes se favorecen de sus bondades educativas. Segundo, busca evitar y
superar un supuesto aislamiento de lo militar frente a lo civil, que curiosamente
consideran los hombres de uniforme venezolanos como perjudicial para la realidad
castrense misma y el país en general. Finalmente, se parte del principio teórico, muy
de los años de su creación, que la seguridad y defensa nacionales constituyen un
problema que atañe a toda la población venezolana, tanto civiles como militares.
Resumiendo sobre el tema de la educación militar. Una vez superado el
peligro de las guerrillas durante de década de los años 60, se avanza, durante las
décadas de los setenta y ochenta, en el proceso de adecuar, de modernizar la educación
militar a las nuevas condiciones que presenta el país. En estas décadas resurgirán,
subterráneamente, pequeños grupos de Oficiales con actitudes conspirativas contra el
gobierno. No sólo el ya referido texto testimonial de Garrido (1999), ofrece evidencia
que se aprecia ya como definitiva sobre este particular. También están otras fuentes
que se referirán en próximas páginas, al tratar el tema de la situación conspirativa
militar de 1992. Por ahora, insistimos, sólo se menciona la idea por obvias necesidades
temáticas.
La situación de avances modernizantes se ve providencialmente favorecida,
por cierto, por el boom petrolero de la década de los setenta y ochenta. Pareciera como
59
si todo fuera posible en esa Venezuela, gracias a los ingentes recursos fiscales del
Estado. Ello favoreció la idea de que el sistema político venezolano contemporáneo se
consolidaba gracias al maná petrolero. Parecía que se cumplía con el sueño del Estado
de Bienestar social. Primero se había logrado, por fin, el orden político,
institucionalmente estable en un clima generalizado de libertades públicas, ahora se
haría realidad el otro sueño venezolano: el desarrollo.
Pero se produce también a lo largo de estos años el agotamiento del proyecto
político anunciado en 1945 y promovido desde 1958 por los partidos políticos AD y
COPEI: la instalación de las industrias básicas siderúrgica y del aluminio; el
fortalecimiento de la industria petroquímica; el desarrollo del complejo hidroeléctrico
de Guayana; los programas de electricidad y telefonía con alcance nacional; la
estatización de las industrias foráneas de hierro y petróleo; el impresionante avance
cuantitativo en la educación pública, en todos sus niveles; la ampliación sustancial de
los sistemas de seguridad social y médico asistenciales; el desarrollo de sistemas
habitacionales masivos, tanto urbanos como rurales, etc. En síntesis, el Estado de
Bienestar Social, parecía haberse consolidado en Venezuela.
Para 1982-1983 la economía venezolana, sustentada en los
impresionantemente altos precios del petróleo en el mercado internacional, comienza a
dar tumbos. Cuando estos precios bajan de manera sostenida, hasta colapsar, vendrá el
desastre económico. El espejismo económico sustentado en los impresionantemente
altos ingresos petroleros llega a su fin. En febrero de 1983, se hace ya público y
notorio, lo que se venía anunciando desde finales del año anterior: el inicio de un
período de crisis y recesión.
Ante la disyuntiva de imponer políticas de estabilización económica y perder
de seguro las elecciones presidenciales de ese diciembre de 1983, debido a los efectos
sociales iniciales de las medidas de estabilización económica, el gobierno busca
concentrarse en las elecciones sacrificando las necesarias reformas económicas
liberales. Será el inicio de un rosario de errores políticos en la Venezuela de finales del
siglo XX. El resultado le fue adverso electoralmente al partido COPEI, triunfa la
oposición y Venezuela se adentra en una situación de prolongado malestar económico,
que perdura con sus moderadas alzas pero impresionantes bajas, hasta hoy día.
60
El partido AD vuelve al gobierno en 1984. Pero los errores de política
económica persisten. Curiosamente, se inicia el momento de mayor influencia política
de esta organización en toda su historia. Parecía como la consolidación del capitalismo
de estado, especie de versión tropical adeca del Welfare State. Pero al no ser atendidos
debidamente los problemas económicos estructurales, el sueño de bienestar termina en
una realidad de pesadilla. Muy venezolanamente, vuelven a surgir rumores sobre
posible malestar e intranquilidad en el sector militar.
Los rumores de golpe de estado son parte del folklore político venezolano del
siglo XX, particularmente después de octubre de 1945. Durante los gobiernos de
Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, fueron recurrentes. Pero luego amainaron, la
economía habiendo superado la recesión de inicios de los años sesenta, se encontraba
en una fase expansiva Surgían evidencias visibles de un predominio civil sobre el
sector militar, como fueron los casos del General Pablo Antonio Flores y del Ministro
de la Defensa Martín García Villasmil, ambos, durante el primer gobierno
constitucional de Rafael Caldera.
El General Flores aspiraba a ser Ministro de la Defensa y al ver frustradas sus
muy legítimas ambiciones burocráticas, adopta una actitud que se hizo públicamente
displicente para con el nuevo gobierno. La autoridad constitucional se impuso; el
General Flores no tuvo otra alternativa legal que aceptar la institucionalidad y desde su
retiro escribió sus Memorias (1973 y 1987). En ellas relató su versión de los hechos y
ofrece un valioso testimonio histórico sobre el desarrollo del profesionalismo militar
venezolano. Ese profesionalismo del cual era, por cierto, un digno ejemplo.
El General García Villasmil, nombrado por el Presidente Caldera como
Ministro de la Defensa, inquieta algunos círculos políticos con su locuacidad
discursiva y su disposición para opinar ante los medios de comunicación social. El
problema se centraba realmente, según refiere Machillanda (1988), en las resistencias
que presentaba el Ministro García Villasmil ante la injerencia en el nombramiento de
cargos militares por parte del senador copeyano Arístides Beaujón.
El Presidente Caldera, haciendo uso de sus atribuciones constitucionales
decide aceptar la renuncia del Ministro de la Defensa. En la práctica equivalía a
sustituirlo del cargo. Una vez más, parecía como si el Control Civil estuviese
61
consolidado en la Venezuela de esos años. Hasta donde sabemos, el General García
Villasmil no ha escrito sus Memorias. Estas serían, como en el caso del General
Flores, un valioso aporte para el estudio de la realidad militar venezolana de la
segunda mitad del siglo XX.
Los casos de los Generales Flores y García Villasmil, durante la primera
presidencia constitucional de Caldera, evidencian la naturaleza del acuerdo militar-
civil y político-militar, estructurado durante los años sesenta. Ofrecen un excelente
ejemplo de algunas de las características básicas de esa secular y siempre remozada
simbiosis de la historia venezolana. Pero, lamentablemente, no evidencian un efectivo
y consolidado Control Civil del estamento militar en la Patria natal de Bolívar.
Las Fuerzas Armadas admiten el gobierno de los civiles, electos según la
Constitución de 1961. Pero las autoridades políticas debían y tenían que respetar las
áreas de influencia y competencia de las militares, fijadas, por cierto, indirecta pero
muy efectivamente, por los militares mismos. Adquiriendo éstos, en consecuencia, una
especie de inmunidad política. Además, a lo ya referido, se agrega una muy amplia
autonomía (en la práctica un verdadero monopolio) en todas las materias admitidas
como castrenses o de seguridad y defensa. Las condiciones socio-económicas del
sector militar debían ser bien atendidas. El gobierno de los civiles no debía y no podía
relegar a un segundo plano el proceso de modernización militar.
El entendimiento militar-civil y político-militar, aceptaba el que el Presidente
de la República, en su condición de Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas,
según señalaba la Constitución de 1961, designaba a los Ministros de la Defensa.
Éstos, nombrados por todos los Presidentes desde 1958 hasta finales del siglo XX
fueron Oficiales activos, de la mayor graduación y de reconocidos méritos y prestigio
dentro de la institución militar. Era el Ministro puente entre la realidad militar y el
gobierno nacional, parte integrante del Ejecutivo. Pero era el Presidente quien lo elegía
y punto final.
La alternabilidad en el poder de dos partidos políticos distintos, AD y
COPEI, es el gran logro histórico de la segunda mitad del siglo XX. La única verdad
descansa en que, nunca antes en el devenir político venezolano, se había producido
una situación de robustez institucional y democrática como ésta. Tendría ciertamente
62
imperfecciones, ya hemos referido varias en páginas precedentes, pero nunca antes sin
violencia guerrera se había dado una situación como ésta en el siglo XX venezolano.
Argumentar que los dos partidos en cuestión eran en realidad "lo mismo"
evidencia una ingenuidad absoluta, o de un sesgo político e interesado, evidente. Se
traduce, en pocas palabras, en confundir un proyecto político básico común, el de los
frustrados civilistas democráticos de 1945-1948, con dos partidos políticos diferentes.
Ambos en la práctica reformistas y degeneradamente populistas y pragmáticos. Pero
uno de fundamentos doctrinales socialdemócratas, el otro con una posición doctrinal
democristiana. Allí la diferencia fundamental, que no puede dejarse de lado, más allá
de los liderazgos personales evidentemente diferentes y el apoyo mayoritariamente
urbano y clase media de COPEI.
La alternabilidad en el poder durante los años 60 y 70, llevó a pensar en la
existencia de un modelo bipartidista ya consolidado. La historia demostraría lo
equivocado de este análisis. Se procura cerrar este capítulo con varias citas textuales.
Unas del Presidente adeco, sucesor de la primera presidencia constitucional de
Caldera, la otra de su Ministro de la Defensa. Ambas tomadas de Pérez (1979).
La primera proviene de palabras pronunciadas por el entonces Presidente
electo en la sede del Ministerio de la Defensa, en la vieja y augusta edificación de La
Planicie, para ese entonces sede de ese Ministerio: "La transformación jurídico-
institucional que requieren las Fuerzas Armadas no pueden seguir sufriendo
dilación"... Razón por la cual se compromete con la idea presentada por el saliente
Presidente Caldera sobre el Iupfan; agrega que ... "Como Comandante en Jefe de las
Fuerzas Armadas tendré como asesor al Alto Mando Militar. No habrá influencias
extrañas" (pp. 11-12). Se reafirma plenamente el entendimiento sobre el monopolio
castrense vinculado con las materias de Seguridad y Defensa, el compromiso
modernizador, incluyendo los aspectos institucionales educativos y legales.
Al finalizar su mandato presidencial, en Miraflores, el 2 de Mayo de 1979,
dice Pérez: "Venezuela tiene razones y pruebas de sobra para estar orgullosa del
comportamiento de la institución castrense"..., la cual se evidenció como "un leal
sostén de la democracia" (p.5). Expresión singular del entendimiento militar-político.
Modernización y monopolio real en los asuntos referentes a la seguridad, defensa y
63
demás áreas aceptadas, de mutuo acuerdo, como de exclusiva competencia militar.
Como contrapartida, el sostenimiento de la institucionalidad. También en marzo de
1979, concuerda con los planteamientos anteriores, como en todos los discursos
oficiales de los años sesenta y setenta, el General Paredes Bello, Ministro de la
Defensa cuando afirma:
... " la impostergable necesidad de que Venezuela disponga de
una moderna y dinámica organización militar, que responda a
los requerimientos del país; que sea garante de las libertades
fundamentales, alejada de las controversias políticas y unida en
sus principios, con profundo amor a la Patria, para que
represente plenamente el poder defensivo de la nación dentro
del concepto de seguridad y defensa, que es misión indeclinable
de las Fuerzas Armadas venezolanas." (p.8).
Un argumento recurrenta del sector militar venezolano sobre su necesaria,
imprescindible y urgente modernización. Idea que proviene desde finales del siglo
XIX, que se manifiesta recurrentemente en las llamadas Memorias de Guerra y Marina
y que parece repetirse hasta hoy día. Punto cardinal de las ententes militares-civiles y
político-militares del siglo XX venezolano. Nunca parece estar plenamente
modernizado el sector militar criollo. La contrapartida a los esfuerzos modernizadores
es la garantía de defensa y seguridad institucional. Defensa y seguridad donde el sector
militar ejerce el control monopólico del tema en cuestión. Para cuando los discursos
citados recién se pronuncian, existían ya manifestaciones subterráneas dentro de la
oficialidad militar de carácter conspirativo. Los libros de Garrido (1999 y 2000) y de
Medina (1999), ofrecen evidencia testimonial que arrojan nueva luz sobre estas
inquietudes políticas remozadas dentro de la joven oficialidad militar venezolana.
Lo paradójico del asunto, radica en que esa misma evidencia testimonial
confirma la supervivencia del secular acuerdo militar-civil y político-militar. Varían
los nombres, los personajes, las organizaciones. Pero se mantiene inalterada la esencia,
el fondo, lo medular del entendimiento entre militares y civiles. Los sucesos del 4 de
febrero, 27 de noviembre de 1992 y circunstancias políticas posteriores, pondrán en
64
pública evidencia los esfuerzos por lograr una nueva versión de la secular e histórica
simbiosis venezolana militar-civil y político-militar.
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Capítulo VI
LAS DECADAS DE LOS SETENTA y OCHENTA: ¿Decantación de la
violencia política?.
Con la pacificación otorgada por el Doctor Caldera, podemos observar en las
listas del Congreso Nacional de diputados de la Asambleas Legislativas, nombres que
antes eran buscados por los organismos de seguridad del estado como jefes de “la
insurrección campante” en Venezuela. Pero ahora con el indulto presidencial, pueden
tomar las riendas del poder, pero no por las armas de fuego como antes, sino con unas
nuevas y mucho más peligrosas: las armas de la política y el curul parlamentario.
En esos años la violencia en la política, prácticamente desaparecerá y sólo los
intentos desesperados de un grupo que se hizo famoso por el terror que intentó
imponer, hace sombra en la prensa de esos días: “La Bandera Roja”. Con el secuestro
del norteamericano William Frank Niehous, el hecho más relevante de aquellos años,
la tortura y la desaparición de los detenidos políticos permanece en las mentes de los
jefes policiales de aquella época. Tal es el caso del señor David Nieves fundador de la
Liga Socialista, detenido por los cuerpos de seguridad del estado.
La década de los setenta pasará sin sobresalto alguno, sólo al final de la misma
los cimientos del sistema, se mueven con el trágico fallecimiento del gran locutor y
candidato presidencial Renny Ottolina, quien con un nuevo estilo de política captó el
sentimiento nacional de aquella época en torno a la idea de reorientar los programas
sociales e implementar como política de Estado, para acceder a cargos públicos lo que
el denominaba “meritocracia”. Su muerte dejó un vacío, un mal sabor de boca en el
pueblo. Pero el sistema podía estar tranquilo, seguía teniendo el poder, ese poder que
el pueblo perdió la mañana del 24 de Enero de 1958, un día después que lo conquistara
a la férrea y temible dictadura de Marcos Evangelista Pérez Jiménez y su director de
policía Pedro Estrada.
A través de 40 años, la historia política de Venezuela se ha dibujado con
lápices de violencia política sostenida y los mismos han generado cambios tan
profundos dentro de la estructura social de nuestra nación que sería casi imposible
determinar la característica de cada uno de ellos. Desde el 23 de Enero de 1958,
cuando el pueblo venezolano salió a la calle exigiendo un cambio, una idea, una
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esperanza para seguir viviendo en esta tierra de Bolívar, el pueblo no sólo consiguió
dar al traste con la más férrea dictadura que haya sufrido nuestro país en el siglo XX
sino también un lugar en el curso del destino de nuestro país. Pero hoy en día, tal logro
es añorado por los vientos de seguridad que generó en la nación en sus mejores años.
A partir de esa fecha cuando el venezolano gritó al unísono con el concierto de otras
naciones latinoamericanas, “QUEREMOS DEMOCRACIA”, estaba signando el
nacimiento de una época de ideas nuevas y frescas. Pronto el pueblo fue ganado por
esa filosofía marxista. La juventud universitaria, a través de la lectura de textos y de
un hecho sin precedentes dentro de la estructura política latinoamericana, la
instauración de otra manera de gobernar, a partir del módelo surgido tras el triunfo de
la revolución cubana. Este modelo se convertiría al correr de los tiempos en el único
gobierno de carácter socialista marxista surgido en nuestro continente tras el triunfo de
la revolución cubana de Fidel Castro, el 1º de enero de 1958.
Transcurridos algunos lustros de las décadas más violentas que ha vivido la
sociedad venezolana, al fin se vislumbraba la tan ansiada paz al final de la década de
los años setenta, solo se vería perturbada en los años 80, tras algunos enfrentamientos
de estudiantes con los cuerpos de seguridad del Estado, ya no pidiendo un cambio de
sistema sino haciendo demandas propias de estudiantes, tales como el medio pasaje
estudiantil y la gratuidad de la enseñanza. Los años 80 parecían que iban a pasar sin
muchos pesares para la sociedad venezolana. Ya a finales de esa década especialmente
en el año de 1988, se va a generar un hecho que, para muchos entendidos no fue más
que un error en la cadena de mando de las Fuerzas Armadas Nacionales, para otros
con una mente más azuzada en estos hechos militaristas era una alerta, de que en los
cuarteles, se deliberaba y se cuestionaba el mando de algunos civiles, especialmente en
el manejo de la cosa pública.
El entonces presidente de la República Dr. Jaime Lusinchi había dejado
encargado a su Ministro de Relaciones Interiores, Simón Alberto Consalvi, el cual se
alojaba en la residencia de la Viñeta, a las 9:00 p.m. En el puesto de comando del
Batallón Ayala, el Mayor del ejército Augusto Soler Sambrano recibió una llamada en
clave, que le indicaba que se debía dirigir hacia la mencionada residencia ya que el
presidente encargado corría grave peligro. Esa misma noche las Fuerzas Armadas
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Nacionales, resolvieron la situación, dando razones a la nación, que explicaban que el
movimiento de esa poderosa columna de tanques, había sido por un malentendido del
oficial de guardia, que simplemente se le siguió juicio de ley, perdiendo su carrera. Lo
que había quedado como un malentendido, sin embargo, tal vez era una clarinada de lo
que se avecinaba muy pronto.
4 de Febrero de 1992
Los rumores habían corrido desde hacía tiempo: un golpe militar iba a
interrumpir la constitucionalidad e institucionalidad democrática del país. Si bien
algunos analistas se hacían eco de tales “BOLAS”, nunca fueron tomadas realmente en
serio por la dirigencia política de la nación. Al contrario, ésta reafirmaba con
insistencia la “estabilidad del sistema democrático” y “el espíritu constitucionalista de
las fuerzas armadas nacionales”.
En los meses de noviembre y diciembre de 1991 y enero de 1992, ejemplos de
tales rumores las primeras advertencias. El 10 de noviembre de 1991, Marcel Granier
–Importante líder empresarial vinculado a los medios de comunicación- alertaba a
través de los medios, sobre la posibilidad de un golpe de Estado que podría ser de
izquierda. Si embargo, el entonces expresidente Luis Herrera Campíns, lo descartaba
porque decía conocer bien la posición, de las Fuerzas Armadas Nacionales. Otras
declaraciones durante de noviembre y diciembre de 1991 transmitían un alerta de
conocidos personeros del mundo político venezolano, acerca del agotamiento del
sistema político y del surgimiento de condiciones para que ocurriera una insurrección
militar.
Muchos de los actores sociales y fuerzas políticas que participaron del pacto
tácito, por lo tanto, sostenían a lo largo de 1991, con diferente énfasis, que ante la
progresiva deslegitimación del régimen político era urgente la construcción de
opciones tanto políticas como económicas que diesen salida a la crisis.
Por ejemplo, personalidades y pensadores influyentes en el escenario político
nacional, entre ellos Arturo Uslar Pietri, conocidos como, “Notables”, opinaron
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reiteradamente que se había llegado al límite de lo tolerable en relación con la
descomposición social y política y que era necesario establecer un gobierno de
emergencia. Fedecamaras, la organización empresarial que reúne todas las cámaras del
comercio, la industria, el sector agrario privado y el capital financiero, por su parte,
señalaba que el presidente Carlos Andrés Pérez carecía de piso político, es decir, que
no contaba con el apoyo de los partidos políticos (ni siquiera del suyo, Acción
Democrática) ni con el de los empresarios. La Confederación de Trabajadores de
Venezuela (CTV), la asociación de más grande entre las centrales obreras, llamó a
paro nacional el 7 de noviembre de 1991, con el objeto de presionar al gobierno para
que tomase en cuenta los efectos de las medidas de “ajuste” económico sobre los
sectores trabajadores. La huelga fue un éxito en términos de su cumplimiento por los
afiliados. Desde entonces no cesaban los paros, manifestaciones y marchas fueron
numerosas, y la represión fue notoria –sólo en cuatro semanas, entre comienzos de
noviembre y la suspensión de clases en educación secundaria por parte del gobierno a
principios de diciembre, de ese año murieron 17 estudiantes en tales hechos. Por su
parte, la Iglesia Católica denunció la situación social calificándola de explosiva. Un
informe del Ministerio de la Defensa, citado por el diario El Globo del 26/5/1992 (p.
9), da cuenta de 925 protestas que se registraron entre septiembre de 1991 y el 4-F,
480 violentas “ya que requirieron la presencia represiva de los cuerpos de seguridad” y
445 pacíficas.
En síntesis, amplios sectores de la sociedad civil les estaba pidiendo a Pérez y a
su gobierno que rectificaran las directrices de su política económica y cambiaran el
rumbo del Sistema Político. Incluso, se produjeron demandas y llamados por un
cambio de la Constitución, eventualmente más allá de la labor que desarrollaba, desde
hacía tiempo, una comisión de reforma constitucional, compuesta por miembros de las
Cámaras del Senado y de Diputados, bajo la presidencia del Senador vitalicio Rafael
Caldera. Recordemos que según la Constitución de 1961, los Presidentes elegidos con
el voto popular pasan a ser en senadores vitalicios al término de sus períodos
constitucionales.
Planteamientos similares, y todavía más dramáticos, fueron hechos también en
enero de 1992. Todos concluían en que habría que disminuir la injusticia en la
69
distribución de la riqueza y de los ingresos, instrumentar políticas sociales para aliviar
las consecuencias de la crisis económica y de las políticas de “ajuste” y acabar con la
corrupción, porque al no hacer nada se correría el riesgo de vivir con permanentes
estallidos sociales.
El poder judicial no funcionaba adecuadamente y dependía de la vinculación
con el poder ejecutivo y el de los partidos. El sistema penitenciario mostraba
condiciones infrahumanas, con miles de personas en espera de juicios. La policía
aparecía mediatizada por intereses parciales. Existía la sensación de impunidad
jurídica de los poderosos, de inseguridad personal de los sectores más depauperados y
medios y de total ineficacia del sistema judicial para resolver los conflictos cotidianos
y ordinarios de la sociedad. Todo ello en conjunto, propició un clima en el cual las
permanentes denuncias de corrupción daban la impresión de que esta última se había
convertido en la esencia de la cultura política reinante. La corrupción constituía sin
duda, un grave problema, y el tratamiento judicial dado a los casos más notorios del
gobierno anterior (en parte denunciados por el gobierno de Pérez en sus inicios) no
mostraba una verdadera voluntad de combatirla. No obstante a ello, resulta
sorprendente que este tema haya sido el de mayor importancia para los ciudadanos, la
mayoría de los cuales debe enfrentar a diario, situaciones individuales, familiares y
grupales de gran precariedad y hasta de penuria. Se piensa que el “cuarto poder”, los
medios, tienen mucho que ver con dicha postura.
Por otro lado, también se tambaleaba la credibilidad del gobierno central. Se
difundía la impresión de sus ausencia, producida por un aparente “descuido” en
algunos aspectos de la economía y la incapacidad de controlar otros (como la inflación
y la especulación), la inseguridad ciudadana frente a la delincuencia socialmente
engendrada, la percepción de la distancia entre las cifras macroeconómicas de las
estadísticas oficiales y la vida cotidiana y la sensación generalizada de que el
Presidente (así como buena parte de su gabinete ejecutivo) estaba ocupando en exceso
su tiempo en viajes y giras internacionales (y una suerte de rendición de cuentas en el
exterior), dejando los asuntos y decisiones internos en manos de sus ministros o, peor
aún, de funcionarios de menor jerarquía, a su vez mayoritariamente sin piso político.
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Un buen ejemplo fue lo que pasó a finales del año 1991. El gobierno, a través
del Banco Central, señaló que la economía había crecido, que las reservas
internacionales se habían incrementado a más de 11 mil millones de dólares, que el
déficit fiscal había sido muy bajo y que las perspectivas para el año siguiente eran
excelentes. La inmensa mayoría de los venezolanos, sin embargo, se veía confrontada
con otros problemas que no podían expresarse en datos macroeconómicos y eran hasta
contradictorios.
Si la palabra crisis todavía tiene sentido, pese a su devaluación por un uso
demasiado frecuente e indiferenciado, es menester aplicarla a la situación política del
país: todos los actores colectivos y todos los ciudadanos percibían que “algo” decisivo
podría ocurrir, que estábamos viviendo tiempos de decisión.
Síntesis de los Sucesos del 4 de febrero de 1992
En semejante circunstancias llegaron los sucesos de la noche del 3 al 4 de
febrero y a lo largo de ese día. Es evidente que no podemos reconstruir aquí la
secuencia de los hechos, pero es necesario indicar algunos que, de una manera u otra
han influido sobre el fracaso de la intentona.
1.) Todavía hoy no se sabe a ciencia cierta cómo se enteró el alto mando militar
del golpe planificado. Al ministro de la Defensa, General de División (Ej.)
Fernando Ochoa Antich, estando en Maracaibo, Estado Zulia, a 700 Kms. de
Caracas, le informaron cerca de las 11:00 a.m. de movilizaciones inusuales
de tropas. Llegó a las 3:00 p.m. al Aeropuerto Internacional Simón Bolívar
de Maiquetía, que sirve a Caracas, y donde se estaba esperando el regreso del
Presidente para las 5:00 p.m. Pérez había participado el 30 de enero de 1992,
en la reunión de jefes de Estado y de gobierno de los países miembros del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y viajado después al Foro
Económico Mundial que se realiza anualmente en Davos (Suiza), tal como
había sido su costumbre durante los tres años anteriores. De esta forma,
Ochoa Antich tuvo tiempo de desmontar el dispositivo que aparentemente
habían adelantado militares conjurados con los cabecillas del intento de
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golpe, para poner preso al Presidente de la República, a su llegada. El
elemento sorpresa les había fallado a los rebeldes por primera vez.
2.) El Presidente llegó finalmente a las 10:00 p.m. Valga la siguiente anécdota:
desde Ginebra, Pérez y su comitiva viajaron en un vuelo comercial hasta
Nueva York, donde los esperaba el avión presidencial. En el aeropuerto de
esa ciudad, se perdió el equipaje del jefe de la Casa Militar, razón por la cual
el avión despegó con un considerable retraso. Lo esperaban los ministros de
Relaciones Interiores, Virgilio Avila Vivas, y de Defensa. Al parecer, le
informaron en la vía hacia Caracas de lo que estaba sucediendo. La caravana
se dirigió hacia la residencia presidencial La Casona. Los ministros se
retiraron, se supone que a sus respectivos despachos, mientras Pérez
permaneció un breve tiempo en su casa. Pronto le comunicaron que era
inminente un ataque al Palacio de Miraflores y a residencia presidencial La
Casona, razón por la cual se dirigió hacia el primero, dejando a su familia en
la segunda. Ya en el Palacio, atacaron las fuerzas insurgentes, al tiempo que
se lanzaron también contra La Casona.
3.) Ya para las tres de la madrugada, el combate se sucedía a nivel nacional.
Las principales bases militares se habían alzado. Las de Valencia, Maracay y
Maracaibo, se encontraban en manos de los sublevados. En horas del
mediodía se fueron entregando los principales líderes de la misma, luego del
mensaje televisado de su jefe el Teniente Coronel Hugo Rafael Chavez Frías.
Sólo en Valencia se luchará hasta la tarde donde luego de algunos aviones F-
16 bombardear las instalaciones militares al norte de la ciudad, Naguanagua,
los jefes de este importante cuartel se rinden.
Causas del malestar castrense
En un encuentro de emergencia que sostuvo el principal partido de oposición
(COPEI) para analizar las causas del fallido intento, se llegó a la conclusión que un
elevado número de oficiales y soldados, teniendo en cuenta el volumen total de
efectivos del ejercito que está siendo sometido a los procesos de la justicia militar a
raíz de la insurrección, tuvo participación en la acción.
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Casi la totalidad de las fuerzas de lidia del Ejército venezolano participaron en el
golpe. El 80% de la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas estuvo involucrado
en el intento. La principal base aérea. La principal división blindada. La principal
división misilística, cuestión que no se experimentaba en ninguna insurrección militar
desde el 24 de noviembre de 1948.
Eso conduce a ir más allá del tema limítrofe como causa del sacudón militar. De
hecho los oficiales alzados hablaron de la forma cómo se estaba conduciendo el
proceso histórico-social y económico del país.
Se comentó sobre la amargura popular por la gestión de Pérez, el cual en su
intento de sanear las finanzas del país, y a diferencia de su anterior gestión, pasó de un
modelo populista, con un Estado protector y benefactor, a un modelo económico
neoliberal que se tradujo en la liberación de las tasas de interés, con la supresión de las
tasas preferenciales para el sector agropecuario, el aumento de la gasolina, la
liberación de precios, en libre competencia de la oferta y la demanda –con la falsa
esperanza de que a mayor demanda menor precio- pero olvidándose de que el país los
monopolios dictan las pautas, lo que genera toda un alza especulativa, sobre todo en
los productos de la cesta básica.
Por primera vez en la historia de la democracia, la clase media, integrada por los
hijos de obreros y trabajadores que gracias a la revolución educativa lograron cambiar
de status, se manifestaban de diversas formas, incluida el apoyo a los militares
golpistas.
En Caracas, arrancó la batalla principal de armas a través de la cual la fuerza
aérea, leal al régimen decidió bombardear las posiciones golpistas, para así poderlas
dominar. A lo largo de la noche se produjeron eventos interesantes muy típicos de las
novelas de capa y espada, del siglo XVIII, donde un presidente escapa por un túnel
para dirigir el contraataque. Estos eventos fueron ampliamente publicitados por la
prensa nacional, mientras, en Valencia, último reducto de las fuerzas golpistas,
intentaron alzar la población. Pero ésta tenía ceñido el fantasma del “CARACAZO”,
y sólo consiguió eco en algunos jóvenes estudiantes de la Universidad de Carabobo,
que intentaron tomar el comando policial “CANAIMA” en la zona sur de la ciudad
siendo duramente reprimidos por las fuerzas del orden público. En este punto se
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desarrollaron eventos típicos de las peores dictaduras que han asolado a nuestro
continente, y se denunció que, aún cuando los jóvenes se habían rendido, fueron
fusilados sin formula de juicios. Los militares golpistas, por su parte de muchas
maneras, a viva voz y en impresos, resumirán en tres polos de pensamiento y acción
sus demandas que podemos sintetizar en:
1. Ideología: Nacionalismo exacerbado.
2. Filosofía: Ideales del Libertador Simón Bolívar, tintes de Marxismo-
Leninismo.
3. Plan de Gobierno: Basado en tres grandes ejes o raíces como ellos lo han
llamado ROBINSONIANO-ZAMORANO-BOLIVARIANO.
Los golpistas usaron la violencia como única vía para solucionar los grandes
problemas de la nación, reclamaban y repetían que se había apoderado de las calles
una violencia, negra, secreta y virulenta, promovida por un gobierno incapaz de
generar los verdaderos cambios filosóficos que necesitaba la nación para promover la
verdadera revolución que, según ellos, pedía el pueblo.
A manera de Conclusión.
La Democracia en Venezuela, luego de 40 años de estabilidad, forjada tras la
consolidación de unas instituciones aparentemente sólidas atraviesa hoy una situación
de incertidumbre, dispersión y desconcierto. Este análisis trató de abordar la coyuntura
que ha dado paso a la fundación de la V República, coyuntura que tuvo sus raíces en
un giro en la situación económica, en una ola de revueltas y en un golpe frustrado,
hecho éste último que ha desencadenado con celeridad la total revolución del Estado.
Durante toda la década de los años noventa se observaron esfuerzos por cambiar
el sistema político instaurado luego de la firma del Pacto de Punto Fijo. Se agudizó la
necesidad de reducir las desigualdades y estas tensiones fueron haciendo insoportable
la brecha entre grupos de venezolanos.
Dichos grupos compartían un mismo espacio geográfico pero ya irreconciliable.
El deseo de unos era el desarrollo social y económico, esperanzado en un mejor futuro
en un mejor porvenir; y el de los otros, se afianzaba en el hecho de mantenerse
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renuentes al cambio paradigmático de su existencia: todo cambio genera resistencia
en el hombre.
Antes de las elecciones de 1958, los principales partidos no comunistas (AD,
COPEI, URD) firmaron dos acuerdos: el Pacto de Punto Fijo, que obligaba a los
firmantes a respetar los resultados de las elecciones; a mantener la tregua política,
despersonalizando el debate y asegurando mecanismos de consulta entre los partidos
para la toma de decisiones de trascendencia. Se elaboró un Programa Mínimo de
Gobierno, que correspondía a un modelo de desarrollo basado en capital privado,
extranjero y nacional; subsidios al sector privado y un enfoque cauteloso respecto a las
reformas económicas y sociales.
Se procuró desarticular la oposición potencial: a los militares se les destinaron
jugosos presupuestos. La Iglesia Católica obtuvo un status mejor para el desarrollo de
sus actividades y fue, permanentemente, consultada en materia de educación y en lo
social.
Se llevó a cabo la baja “purga” de la oficialidad opositora en el Ejército y se
derrotó a la Izquierda guerrillera. Así Venezuela, de ser el país menos democrático de
América Latina antes de 1958, pasó a constituir, posteriormente, una de las
democracias más estables en el continente.
El Pacto Punto Fijo estableció la necesaria solidaridad política sobre la
estabilidad del poder civil, poniéndole límites al canibalismo político y
salvaguardando el régimen democrático que se estaba fundando. La democracia no
habría sido posible en Venezuela sin un pacto para moderar las controversias y las
pugnas por el poder. Por ello, que se considera que la viabilidad de la consolidación de
la democracia comenzó sobre la base de este pacto, firmado el 31 de octubre de 1958.
El día anterior de los comicios generales de esa fecha, los tres candidatos firmaron, en
la sede del Consejo Supremo Electoral, una declaración de principios y el Programa
Mínimo de Gobernabilidad.
En las elecciones del 7 de diciembre de ese año fue electo presidente Rómulo
Betancourt. Quedó, así, demostrado que la organización de los partidos decidió y
decidirán las siguientes elecciones y la vida de la Nación en su conjunto.
75
En 1961 entró en vigencia una nueva Constitución. En 1963 ocurrió el primer
traspaso de mando legítimo de un presidente electo a otro igualmente electo, cuando
triunfó en las urnas Raúl Leoni (AD) el 1 de diciembre. Durante la década de los años
60, el juego político irá cambiando. Aunque se mantendrá el espíritu de cautela y
compromiso, de dedicación a la competencia y al juego democrático, que seguirá
marcando el proceso de consolidación del sistema.
A lo largo de esa década, se intentó superar la fragmentación socio-política y
surgió un sistema de partidos dominado por la competencia bipartidista. Esto, debido a
la división constante de AD y al crecimiento sostenido de COPEI, que gana las
elecciones de 1968. Ello significó la cota más alta de dispersión electoral en la historia
política de Venezuela.
Se definió un hito, pues, posteriormente, produciría una alta concentración de
los votos por parte de AD-COPEI. El nuevo presidente fue el doctor Rafael Caldera
(COPEI), quien ganó las elecciones por un escaso margen de 30 mil votos. Durante su
presidencia, en el marco del proceso de “pacificación” que emprendió Rafael Caldera,
el Partido Comunista de Venezuela (PCV) se reintegró al debate político pacífico y
legal: había apoyado, como ya sabemos, al movimiento guerrillero procastrista que
había pretendido tomarse el poder por la lucha armada, unos años antes.
A partir de los años 70, la competencia entre los dos partidos “grandes”
dominó el escenario político. En las elecciones de 1973, se consolidó el sistema
bipartidista, resultando electo para presidente Carlos Andrés Pérez (AD). El nuevo
residente del Palacio de Miraflores, apoyado en su gran popularidad y en la
abrumadora mayoría parlamentaria, promovió la nacionalización de la industria
petrolera en el año 1975. Esto coincidió con un aumento notable de los precios del
petróleo, lo que llevó al país a una especie de euforia y distensión por la riqueza fácil.
Asimismo, el Estado se fue haciendo cargo de una serie de compromisos que después
le pasarían la cuenta, solicitando créditos para la construcción de monumentales obras
públicas y subvencionando los artículos de primera necesidad.
Producto de un hecho mediático, quizá fortuito, como lo fue la aparición de
Hugo Chávez Frías, luego del fracaso insurreccional del 4 de febrero se pretendió
justificar las rebeliones militares acaecidas en 1992, los efectos políticos inmediatos de
76
las insurrecciones del año 1992 fueron impresionantes. La situación política
evolucionó rápidamente hasta lograr la destitución y enjuiciamiento del Presidente y
la debacle de los partidos políticos del siglo XX como Acción Democrática y el
Comité de Organización Electoral Independiente (COPEI), se vio como irreversible,
hasta el año 2000. El Bipartidismo se debilitó en extremo desde 1992. Pero no pudo
ser sustituido por otra organización que enfrentase al prestigio personal de un líder
político que provenía del Bipartidismo: el Dr. Rafael Caldera, triunfante en las
elecciones generales subsiguientes.
El contundente triunfo electoral de Chávez, en las elecciones de diciembre de
1998, expresó y materializó los deseos de cambios políticos positivos y efectivos, en la
sociedad venezolana.
Una América Latina en proceso de convulsión arremete de esta manera, con las
gastadas estructuras de la democracia representativa y las viejas esperanzas de superar
el subdesarrollo como vuelven a emerger un oleaje de cambios sociales y políticos se
extiende por todo el continente. Argentina, Paraguay, Venezuela, Perú, Ecuador;
atraviesan procesos internos de inestabilidad social y política, mientras Brasil, una de
las economías más importantes del planeta, abre una página llena de expectativas con
Lula en el poder.
Es indiscutible que América Latina avanza hacia una crisis que podría poner en
entredicho todos los esfuerzos hechos durante décadas por desterrar las dictaduras, los
golpes de Estado y la pobreza.
El escritor y político uruguayo Luis Costa Bonino habla ahora de “golpes
sociales”, diciendo: “quiero llamar la atención para la lógica antidemocrática de
algunos movimientos sociales de protesta que derrumbaron o amenazan derrumbar
gobiernos latinoamericanos electos de forma legítima”.
Como él, otros intelectuales del continente plantean el riesgo de que sendos
movimientos sociales sean capaces de hacer caer gobiernos, sin tener una alternativa
de proyecto social, político y económico capaz de sustituir el orden (o desorden) de los
gobiernos que derrumban. Si bien es cierto que los movimientos sociales hacen
demandas legítimas ante las amenazas y los estragos del desempleo, la delincuencia, el
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alto costo de la vida y las privatizaciones, en el fondo queda un sabor a disturbio y
revuelta detrás de sus métodos y planteamientos.
La violencia generadora de cambios Políticos y Sociales
Los intentos de Golpe de Estado de 1992 dejaron traslucir el impacto que, en el
Sistema Político Venezolano, generó el reajuste en el diseño del Estado de Bienestar.
Desde 1958, el sistema político estuvo sostenido por cinco columnas institucionales:
a) Los partidos Políticos, conglomerados en torno a los acuerdos del Pacto
de Punto Fijo (Octubre de 1958), comprometidos en la solución
consensuada de los conflictos.
b) FEDECAMARAS, como órgano vocero de los sectores propietarios de
la sociedad venezolana y comprometidos en un proyecto de país,
esbozado por los partidos políticos, pero en donde tenían un papel
primogénito.
c) La Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), como
institución que agrupaba al sector laboral y que, mediante la firma con
FEDECAMARAS del Avenimiento Obrero- Patronal (Abril de
1958), se comprometió a mantener las normas del entendimiento no-
conflictivo en las relaciones con el Capital, contribuyendo a la
estabilidad del status quo.
d) La Iglesia Católica, que, a través del Convenio entre la República de
Venezuela y la Santa Sede, aportaba a los pactos su presencia armónica
e intermediación en los posibles conflictos.
e) Las Fuerzas Armadas Nacionales, quienes institucionalizadas dentro
del sistema político, debían ser garantes de la Constitución y en casos
eventuales aportar la fuerza de las armas como factor de disuasión o
convencimiento.(Bracho:1992)
Sin embargo, estas columnas institucionales basaron su accionar en los
beneficios que cada uno de ellos obtenían dentro del clima consensuado de
coexistencia. Este clima estuvo sostenido en la renta petrolera y los Ingresos Fiscales
del Estado Nacional. Cuando, a partir de 1983, se hicieron sentir los efectos cíclicos de
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la crisis del sistema capitalista y se manifestaron en nuestro contexto con la crisis de la
deuda Externa, la capacidad de conciliación de las cinco columnas del sistema político
se vio afectada. Esta falta de consenso y convivencia, estaba motivada entre otros
factores al impacto que la crisis generó en el funcionamiento del Estado de Bienestar.
Basada como estaba la conciliación del sistema político en la capacidad de
distribuir los beneficios de la renta, al disminuir su capacidad para mantener incólume
el sistema de poder condicionado se debilitó. Claus Offe, señala, acertadamente, que
los estados capitalistas tienen una gran contradicción en su funcionamiento: al ser
sociedades estructuradas en el principio de apropiación de los excedentes económicos,
las contradicciones del sistema se hacen más evidentes y deben desarrollar políticas
que propendan a controlar las contradicciones que le dan sustento al sistema
capitalista, a través de mayores apropiaciones, que son reutilizadas en inversión social.
Esta dinámica propende a debilitar las estructuras y agentes políticos de la democracia
burguesa.
De hecho en los días posteriores al Golpe del 4 F, se generó una serie de
estudios de opinión tendientes a establecer los niveles de aceptación o rechazo de los
entes del poder político (Estado, Corte Suprema, Partidos, Legislatura, Congreso
Nacional).
Las situaciones de cambio político, como las experimentadas entre principios
de 1993 y finales del año 1998, como una consecuencia del surgimiento de una
“coyuntura crítica”, suscitaron un impacto aun mayor que los intentos de Golpes de
Estado de 1992, sobre la Gobernabilidad de la sociedad venezolana. Fue así, por que
esos intentos fueron apreciados como reacciones violentas de algunos actores del
sistema. Pero los acontecimientos que incidieron en la salida del presidente Carlos
Andrés Pérez, deben ser vistos como verdaderos Golpes de Estados Constitucionales.
Se produjo una transformación profunda de las relaciones políticas que atañen
a la incorporación, desaparición o ajuste de viejos o nuevos actores políticos, al
establecimiento de reglas de juego diametralmente diferentes a las del período
anterior. La falta de salidas institucionales, la crisis de representatividad de los
partidos tradicionales, el agotamiento del modelo rentístico y el debilitamiento de los
organismos de Estado, fueron algunos de los elementos que permitieron que, ante la
79
ausencia de una salida política en la coyuntura crítica vivida por el presidente Carlos
Andrés Pérez, se recurriese a una salida jurídica: el inicio de un proceso de juicio, que
comenzó con las denuncias del periodista José Vicente Rangel, acerca de malversación
de fondos de la partida secreta del Ministerio del Interior. El anuncio fue efectuado en
noviembre de 1992 (El Nacional, 3-12-1992: D-2) y el Fiscal General de la República,
Ramón Escobar Salom la presentó por ante a la Corte Suprema de Justicia en marzo
de 1993. La Corte decidió, el 30 de mayo, que había méritos suficientes para juzgar al
mandatario:
“El Fiscal General de la República acusó al Presidente de la República, en
ejercicio del cargo, señor Carlos Andrés Pérez, en escrito dirigido a la Corte Suprema
de Justicia imputándole los delitos de peculado y malversación. La Corte Suprema de
Justicia, por vez primera en su historia, declaró haber mérito para el enjuiciamiento del
presidente. Enviada esta declaratoria a la Cámara del Senado, ésta autorizó el
enjuiciamiento con la consiguiente suspensión de las funciones de dicho magistrado
ejecutivo. La Corte continuó el procedimiento conforme a la ley y estableció el
Juzgado de Sustanciación para la formación del sumario. Igualmente declaró, en 1993,
haber mérito para el enjuiciamiento de 2 de los ministros del presidente suspendido,
Alejandro Izaguirre y Reinaldo Figueredo Planchart, a quienes el Congreso despojó de
sus respectivas inmunidades parlamentarias, continuando el juicio en la Corte
Suprema de Justicia conforme al aparte único del artículo 149 de su Ley Orgánica.”
(Chiossone, Tulio. Diccionario de Historia Empresas Polar,2000: Poder Judicial).
En el caso de Venezuela, se asistirá a un cambio del sistema bipartidista a uno
pluripartidista en 1993, que permitirá la renovación – momentánea- del
presidencialismo en Venezuela. Efectivamente, las elecciones de diciembre de 1993,
abren paso a la superación definitiva de las características del antiguo régimen de
partidos. La hegemonía de Acción Democrática y COPEI, quedará en entredicho, no
sólo en las elecciones de 1993, sino definitivamente, en las de 1998. La reducción
significativa de la votación de estos partidos, será el aspecto más importante de esta
transición y una violencia soterrada, casi solapada, dio paso a un nuevo escenario
político.
80
Por primera vez, desde el proceso iniciado a partir de las elecciones en 1958,
AD y COPEI no obtienen, entre los dos, en las elecciones celebradas en diciembre de
1998, los suficientes votos para controlar el sistema Político. Este resultado constituye
un duro golpe, a la institucionalidad tradicional del sistema político y es, sin lugar, a
dudas una muestra de la pérdida de credibilidad de los actores sobre los cuales estuvo
estructurada la democracia venezolana:
Este proceso de Transición Política, significó tanto para el MVR como para
Hugo Chávez, una transformación en su organización, sus objetivos, los aliados
estratégicos y en la dinámica misma del Discurso del Poder, determinado por varios
factores:
• Las condiciones del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 entre
1992 – momento del Golpe de Estado- y 1994 – cuando se produce la
liberación de los Comandantes golpistas.
• La situación política y económica de Venezuela que se agudizó
negativamente durante el gobierno de Rafael Caldera (1994-1999).
• La significación del triunfo de Francisco Arias Cárdenas, uno de los
Comandantes del 4 F, en los procesos comiciales regionales de
diciembre de 1995.
• La construcción de una matriz de opinión favorable al Movimiento
encabezado por Hugo Chávez Frías. Estos factores, son ilustrativos de
la naturaleza del Discurso Político de Chávez, para el período 1998-
2001.
El contexto de aparición del CHAVISMO como fenómeno político obedeció a
la aparición de problemas de LEGITIMIDAD, entendida como las carencias de un
soporte cognitivo de la estructura socialmente organizada del poder y de comandos
particulares de dominación, que facilitan a largo plazo la operación del sistema
mediante la reducción de la fricción de la coerción y la lucha por el predominio
(Machillanda, 1989). Precisamente, al modificarse, sustancialmente, las condiciones
de la sociedad venezolana, generadas por la creciente recesión económica entramos en
una reestructuración de las relaciones entre los individuos: es decir, de las prácticas
sociales. En este contexto los procesos dentro de los sistemas humanos están regidos
81
por acciones simbólicas cambiantes que rigen la acción comunicativa entre los
hombres (Habermas, 1978). Los factores de socialización característicos del
puntofijismo, no tienen la pertinencia histórica que tuvieron antes de 1993, por ello
entramos en una gran conflictividad, expresada en los acontecimientos del 27-28 de
febrero de 1989 y en los intentos de Golpes de Estado de 1992. Esta ruptura del orden
racional de funcionamiento, obliga a una recomposición del sistema social y, por lo
tanto, de las relaciones de poder.
En esta situación de RECOMPOSICIÓN, se estructura una nueva relación de
poder, marcada por la sustitución de la vieja élite política, que necesariamente debe ser
“desaparecida” del sistema. Para ello, se reescriben los símbolos de la acción
comunicativa (Habermas, 1978), para generar un Discurso utilizado en la transmisión
de “constructos sociales” (Mato, 1994), que denotan un contenido ideológico,
permitiendo así, que el discurso deje de ser simplemente un acto social de habla y pase
a transformarse en un instrumento para el disfrute del PODER.
Chávez llegó a expresar, concretamente, la sintomatología de la crisis
institucional. El Discurso sobre la Constituyente propuso una vía para la renovación
que toma, como base, esa propuesta. La Constituyente pensada y razonada desde su
óptica, constituiría, se esperaba así, la mejor manera para superar las graves
contradicciones de la sociedad venezolana. En esta cuestión, el Discurso de Chávez se
transforma en un comentario DICHO, es decir que se transforma en objeto de
reproducción por parte de colectivo. Sus ideas serán las que marcarán la pauta de la
discusión política en los meses previos al proceso electoral de 1998, tanto para
manifestar rechazo a sus ideas, como para establecer un apoyo a las mismas.
Se conjugaron, entonces, varios elementos para otorgar un carácter de
trascendencia a la propuesta constituyente. En primer lugar, las condiciones de
agotamiento del modelo político y de los actores tradicionales, cuyos discursos no
llegaron a ser creíbles. En segundo lugar, la naturaleza de los ACTORES que
sostuvieron las argumentaciones a favor de la Constituyente: Chávez y los demás –
Carlos Delgado Ocando, Jorge Olavarría, Javier Elechiguerra, Tulio Alvárez, entre
otros – no fueron vistos “como más de lo mismo”. Por el contrario, se asumió su
argumentación, por parte de la población, con mucha efectividad, tal como quedó
82
demostrado en los estudios publicados por los mismos medio de comunicación social
(El Universal publicó el 06-01-99, un estudio realizado por DATANALISIS donde el
78% de los consultados en Caracas apoyó el referéndum consultivo).De tal manera,
que los actores políticos conglomerados en torno a Hugo Chávez Frías, limitaron el
discurso de los partidos tradicionales y de otras personalidades, haciendo especial
énfasis en la RAZON , LA VERDAD, LA DOCTRINA y EL RITUAL en la propuesta
constituyente desarrollada durante el año 1999.
La convocatoria al Proceso Constituyente, fue la propuesta esencial
desarrollada por Hugo Chávez Frías en la primera etapa de su Gobierno (1998-1999).
Esto significó una conflictividad política desarrollada desde el mismo momento en que
resultara electo en diciembre de 1998. Ello se tradujo en la conformación de diversas y
encontradas matrices de opinión entorno a este proceso y a los actores que debían
conducirlo.
Se esperaba que tras, la Constituyente, se produjera un clima de explosión
política, derivado del enfrentamiento entre los factores que propendían a ocupar –
Chávez y el MVR- y aquellos que venían ocupando el poder – AD y COPEI, entre
otros –. No obstante, una decisión de la antigua Corte Suprema de Justicia (CSJ) en
manos del magistrado zuliano y exrector de la Universidad del Zulia, Humberto La
Roche, evitará el estallido de un conflicto social de gran magnitud en la sociedad
venezolana. La decisión del Magistrado La Roche, dada a conocer en Enero de 1999,
otorgó el piso jurídico del proceso constituyente que se desarrollaría durante todo el
año. Más aun cuando estaban planteadas dudas acerca de cuál sería el mecanismo legal
adecuado para adelantar este proceso.
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