America Latina, Nuevas Ruralidades, Viejas y Nuevas Acciones Colectivas

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    LA CEPAL CARACTERIZA el sexenio que va de 1998 a 2003 como elsexenio perdido para la regin. De este modo, hace referencia al

    pobre desempeo de las principales variables econmicas y rememora

    lo que a fines de los aos ochenta caracteriz como la dcada perdi-

    da. El discurso neoliberal sostena que, despus de las reformas

    estructurales de los ochenta y noventa, las economas creceran y los

    sectores populares recibiran el derrame (el famoso trickling down) de

    tal crecimiento. No fue as: slo la variacin del Producto Bruto

    Interno (PBI) para la regin muestra una cada sostenida desde 1998,que llega a su punto culminante en el ao 2002 por las repercusiones

    de la crisis argentina. Pero este pas no fue el nico que mostr las

    consecuencias de las polticas de mercado impuestas por los orga-

    nismos multilaterales y aceptadas por las dirigencias polticas locales;

    U r u g u a y, Venezuela, Hait y varios pases del Caribe registran tasas

    anuales negativas en la variacin de su PBI, y las que crecen lo hacen

    en muy pequeas magnitudes (CEPAL, 2003).

    INTRODUCCINAMRICA LATINA, NUEVAS RURALIDADES,

    VIEJAS Y NUEVAS ACCIONES COLECTIVAS

    NORMA GIARRACCA*

    * Sociloga, Coordinadora del Grupo de Estudios Rurales del Instituto Gino Germani, UBA. Ex-coordinadora del Grupo de Trabajo de Desarrollo Rural de CLACSO (1997-2001).

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Desde la dcada de 1980, las polticas pblicas de Amrica Latina ten-

    dieron a reorientar la intervencin estatal, liberalizar la economa y la

    apertura al comercio internacional, tomando como variable de ajuste

    el salario. De este modo, crecieron las tasas de desocupacin y se pre-

    carizaron las condiciones laborales de los que an conservaban sus

    puestos de trabajo. Las polticas pblicas ortodoxas como el Plan

    Austral (1985) y el Plan de Convertibilidad (1991) de la Argentina, la

    megaestabilizacin de Bolivia (1985) y una serie de programas de esta-

    bilizacin como los de Collor de Melo y Cardoso en Brasil entre 1986 y

    1999, y en Mxico entre 1987 y 1994 pusieron en marcha los mecanis-

    mos institucionales para llevar a cabo una transformacin sin prece-

    dentes en el siglo XX. Las agriculturas y las poblaciones afectadas

    sufrieron las consecuencias de tales cambios macroinstitucionales.Reca y Echeverra (citado por Spoor, 2002) sostienen que la par-

    ticipacin del sector agrario de Amrica Latina en su conjunto pas de

    representar un 15% del PBI en 1970 a un 10% en la dcada de 1990. Al

    p a r e c e r, en trminos puramente productivos, el desempeo de las

    agriculturas no fue mejor despus de la desregulacin y la apertura

    externa. Segn los especialistas, no existen diferencias sustanciales en

    las tendencias de produccin y exportacin con respecto a perodos

    previos en los que hubo una fuerte intervencin estatal, como en lasdcadas de los sesenta y los setenta, pero hay otras fuentes de vulnera-

    bilidad que parecen emerger como consecuencia de la apertura, tales

    como las derivadas de la volatilidad internacional y de la distribucin

    interna (Spoor, 2002: 382-383).

    En otras palabras el desempeo de las variables macroecon-

    micas no mejor y las consecuencias en el nivel social fueron atroces.

    En efecto, el retroceso de las amplias mayoras en la participacin de

    las riquezas nacionales fue sistemtico durante dos dcadas: la

    dcada perdida la de 1980 y la de los noventa. Pero, en esta lti-

    ma, los ndices que miden la pobreza y la indigencia subieron en tal

    magnitud que los constructores del modelo idearon y lanzaron los

    famosos programas de alivio que lograron bajarlos en trminos

    relativos en los ltimos aos.

    Un informe de la CEPAL sobre el Panorama Social de Amrica

    Latina 2002-2003 muestra que, si bien los porcentajes de poblacin

    pobre bajaron del 48,3% al 43,9% entre 1990 y 2002, en el volumen

    absoluto de personas se registr un aumento de 20 millones de pobresy la cifra pas de 200 a 220 millones. Lo mismo ocurre en el nivel de

    indigencia. Tal vez el caso ms dramtico sea el de la Argentina, cuyos

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    NORMA GIARRACCA

    gobernantes siguieron al pie de la letra los dictados del Fondo

    Monetario Internacional endeudando al pas, entregando sus recursos

    naturales a las empresas trasnacionales, flexibilizando el mercado

    laboral y desregulando la economa. Como consecuencia de ello, pro-

    vocaron una de las crisis ms profundas de la historia nacional: entre

    1999 y 2002, el ndice de pobres lleg prcticamente al doble (pas del

    23,7% al 45,4%), mientras que los indigentes se multiplicaron por tres.

    En realidad, Amrica Latina no fue la nica que sufri las consecuen-

    cias del modelo neoliberal; el crecimiento de la economa mundial fue

    ms bajo entre 1980-2000 poca de oro del liberalismo y de la desre-

    gulacin que se haca en nombre del crecimiento que en los aos

    1960-1980, perodo de regulacin y proteccionismo (Cassen, 2003).

    En este escenario, se llevan a cabo las acciones colectivas y sur-gen nuevos actores sociales. Muchas de estas nuevas experiencias tie-

    nen que ver con el mundo social rural y agrario. Segn elReport on

    Rural Movements de NACLA (2000), en muchas partes de Amrica

    Latina los movimientos sociales rurales han tomado el centro del

    escenario poltico de su nacin. Y nosotros agregamos que este fen-

    meno no es exclusivo de pases con una fuerte tradicin de luchas

    campesinas, como Brasil o Mxico, sino que se da tambin en pases

    con una historia significativa de luchas obreras urbanas, como laArgentina, donde aparecen nuevos actores, no necesariamente articu-

    lados al mundo industrial o urbano.

    Al finalizar la dcada de 1990, la protesta se hizo global y se

    enfoc contra los organismos internacionales que promovieron estas

    transformaciones (la Organizacin Mundial del Comercio, el Fondo

    Monetario Internacional, el Banco Mundial, etctera). Asimismo,

    entre fines de 1993 y 1994 en muchos pases de Amrica Latina apare-

    cieron novedosas y significativas resistencias que recuperaron las

    experiencias y luchas que se venan desplegando desde el comienzo de

    la mencionada dcada.

    A mi juicio, en ese momento pueden contabilizarse tres aconte-

    cimientos que atravesaron el continente de Norte a Sur (o de Sur a

    Norte). Primero, la aparicin del movimiento zapatista en Mxico, en

    el mismo instante en que el pas ingresaba al TLCAN (Tratado de

    Libre Comercio con Amrica del Norte). Este coloc en el espacio de

    las resistencias un nuevo pensamiento poltico, por primera vez a dis-

    tancia del Estado, centrado en la autonoma y con una lgica discursi-va ms cercana a la esttica expresiva que a la cientfica de los vie-

    jos discursos de izquierda. Como dice Alain Badiou, la irrupcin de

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Chiapas fija una medida una distancia al Estado mexicano; muestra

    que tal Estado puede ser identificado y limitado por una nueva forma

    de accin poltica (Badiou, 2003: 13)

    El desarrollo de la tecnologa informativa y comunicacional

    habilit nuevas formas de circulacin del capital financiero, que fue

    uno de los pilares del nuevo modelo, pero tambin permiti la accin

    a distancia de los grupos en resistencia. Y tal vez el ejemplo paradig-

    mtico de esta situacin haya sido la propagacin de las ideas del

    zapatismo y su tremendo impacto en una poblacin mundial que

    viva con cierto malestar el avance deshumanizante del capitalismo

    neoliberal. Hoy, muchas de las ideas del zapatismo circulan por espa-

    cios acadmicos, culturales y artsticos y encuentran numerosos alia-

    dos en el mundo social urbano europeo. De hecho, el primerEncuentro Intercontinental por la Humanidad y contra el

    Neoliberalismo llevado a cabo en Chiapas a fines de julio de 1996

    por iniciativa del Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional (EZLN) y

    con la presencia de casi medio centenar de organizaciones de la resis-

    tencia de todo el mundo es considerado el antecedente ms impor-

    tante de la serie de protestas que se conoce como movimiento social

    de la antiglobalizacin neoliberal.

    El segundo acontecimiento ocurre en la Argentina y es casisimultneo al levantamiento zapatista. Fue en una de las provincias

    ms pobres, Santiago del Estero, que tiene una alta proporcin de

    poblacin rural. La rebelin se desat en su ciudad capital, donde la

    gente vive de la administracin pblica o de los servicios hacia la agri-

    cultura. La pueblada se produjo contra las autoridades del estado

    provincial y se manifest a travs de la quema de edificios y la perse-

    cucin de los polticos corruptos. Ese episodio, en pleno gobierno de

    Carlos Menem, se recuerda como el santiagueazo y es un impor-

    tante antecedente de la crisis de 2001. A partir de entonces, los ndices

    de abstencin electoral de la provincia treparon al 50% y comenz un

    perodo de politizacin de la sociedad civil que llev a una persecu-

    cin poltica y social feroz por parte del poder provincial. Esta situa-

    cin hizo crisis en 2003 con el asesinato de dos jvenes, que el gobier-

    no intent ocultar por estar involucrado. Nuevamente la gente gan

    las calles, aunque esta vez lo hizo en forma pacfica, buscando justicia

    y un cambio poltico. Esta irreconciliable relacin entre la sociedad

    civil y los representantes del gobierno impregn los avatares de lapoltica argentina desde esos primeros momentos de 1994. Los hechos

    del 19 y 20 de diciembre marcaron el momento culminante de este

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    ciclo en el nivel nacional. A pesar del proceso abierto desde el nuevo

    gobierno de Nstor Kirchner que despert grandes expectativas, la

    tensin entre representantes-representados y el cuestionamiento a

    la idea de representacin clave de la democracia liberal son cen-

    trales en el pensamiento de muchas de las nuevas formas polticas

    surgidas desde entonces1.

    El tercer acontecimiento ocurre en Ecuador. En efecto, en junio

    de 1994, pocos meses despus de los sucesos de Mxico y de la

    Argentina, los indgenas de todo el territorio convocaron a una movili-

    zacin que paraliz el pas durante dos semanas. Como sostiene Nina

    Pacari (1996), abogada y lder de la Confederacin de Nacionalidades

    Indgenas del Ecuador (CONAIE), la protesta se orient en contra de

    la Ley de Desarrollo Agrario, pieza clave del plan de ajuste estructuraldel programa implementado por Sixto Durn Balln. La ley aprobada

    por el Congreso apelaba por la eliminacin de las tierras comunales a

    favor de la agricultura empresarial, adems de otras medidas que

    favorecan los intereses de los grandes terratenientes. Se ignoraba

    todo lo concerniente a los indgenas, campesinos y pequeos agricul-

    tores del Ecuador (Pacari, 1996: 23, traduccin propia). En los aos

    posteriores, el movimiento indgena convergi con otros, no indgenas

    y urbanos, y dio lugar a la formacin del Movimiento Pachakutik, quedurante los noventa incursion en el campo de la poltica partidaria.

    Le sigui luego 1997 con la destitucin del presidente Abdal Bucar,

    la Asamblea Constituyente de 1998 y la destitucin del presidente

    Jamil Mahuad en el ao 2000 (Dvalos, 2003). Finalmente, a fines del

    ao 2002, el Movimiento Pachakutik fue protagonista de la alianza

    electoral que llev al triunfo electoral del Coronel Lucio Gutirrez,

    pero, a los pocos meses de gobierno, sus miembros se retiraron. Este

    proceso dinmico transcurrido en una dcada transform el destino

    que histricamente se depar a los indgenas de Amrica Latina y, unavez ms, marc un hito en el pensamiento poltico de la regin. A

    pesar de ser mayora en varios de nuestros pases, los pueblos origina-

    rios nunca antes se haban propuesto gobernar. Ecuador y luego

    Bolivia ponen esta cuestin en la agenda poltica regional.

    Podramos sumar a este listado de protestas, resistencias de

    campesinos e indgenas, puebladas, fortalecimiento de organizacio-

    nes, otros tantos hechos ocurridos en el perodo: el Movimento dos

    1 La abstencin electoral en un pas con voto obligatorio trep de una cifra histrica inferior al 20% al32% en el conjunto de las varias elecciones del ltimo ao, con excepcin de la eleccin presidencial.

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Trabalhadores Rurais Sem Terra de Brasil as como los numerosos

    sindicatos campesinos de este pas, como la Confederao Nacional

    de Trabalhadores na Agricultura (CONTAG), la Federacin Nacional

    Campesina de Paraguay, los movimientos campesinos e indgenas de

    Bolivia, Colombia, Per, Chile y la Argentina. La mayora de ellos se

    integran en la organizacin que los agrupa Coordinadora

    Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y, a travs de

    ella, en la organizacin internacional Va Campesina.

    Del mismo modo, se va desplegando a lo largo del continente

    una lucha por la preservacin de recursos naturales en encuentros de

    poblaciones campesinas y pequeos centros urbanos, como los casos

    de Cochabamba y de la protesta por la privatizacin del agua en el Sur

    de Tucumn en Argentina (Giarracca y Del Pozo, 2004). Las poblacio-

    nes mapuches del Sur argentino reclamaron por la instalacin de una

    empresa minera, aduciendo lo que significara en trminos de gasto

    de agua; los campesinos y comunidades de pueblos originarios de

    Bolivia se opusieron a la exportacin del gas boliviano a EE.UU. a tra-

    vs de Chile y protagonizaron una rebelin que termin con el gobier-

    no de Gonzalo Snchez de Losada. En esta misma direccin, el soci-

    logo Bernard Duterme advierte que en Chiapas la privatizacin de los

    bienes pblicos transformar la tensin entre pueblos indgenas yEstado en una confrontacin entre los ltimos y las empresas trasna-

    cionales, por la disputa por las riquezas naturales de la regin

    (Duterme, 2004).

    Nuevos reclamos y nuevas estticas comienzan a circular de

    manera significativa de un lado al otro del continente sin que sus pro-

    tagonistas, que coinciden en sumar al reclamo histrico de la tierra el

    de otros recursos naturales, sepan necesariamente unos de otros. Con

    el correr de los primeros aos del siglo XXI, la lucha por los recursosnaturales se instala como central y el concepto de territorio rempla-

    za al de tierra, pues la incluye y suma las riquezas del subsuelo.

    El encuentro entre las organizaciones campesinas e indgenas

    en federaciones continentales e internacionales, la movilidad territo-

    rial de algunos de los dirigentes y los principios universalizables de

    orden poltico como pueden ser la soberana alimentaria, el respeto

    a la biodiversidad, la bioseguridad, as como el respeto a la igualdad

    de gnero, a la diversidad cultural, a los derechos humanos marcanlas novedades, producen nuevos sentidos y nos desafan a pensar

    desde nuevos paradigmas (vase Va Campesina).

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    NORMA GIARRACCA

    Un prrafo aparte amerita el proceso que se gener durante los lti-

    mos aos en el campo mexicano. El Campo No Aguanta Ms, junto

    con muchas otras organizaciones campesinas e indgenas, reaccion

    ante la devastacin agraria prevista por el TLCAN. Asimismo, se

    sumaron luchas campesinas como la de Atenco, estado de Mxico,

    contra la destruccin del aeropuerto en Texcoco; la de las comunida-

    des de Montes Azules, Chiapas, contra los desalojos; la de Tep o z t l n,

    Morelos, contra un campo de golf, y la de los campesinos ecologistas

    de Guerrero contra los talamontes trasnacionales y por la libertad de

    sus presos (Bartra, 2003).

    Lo que el libro presenta

    Lo que este libro viene a proponer se relaciona justamente con los

    cambios econmicos y macroinstitucionales que se han dado en

    Amrica Latina en las ltimas dcadas, y tambin con las protestas,

    los movimientos sociales y las acciones colectivas que los actores han

    desplegado en nuestro subcontinente, de Norte a Sur. Encontraremos

    en sus pginas diferentes miradas, modos diversos que incluyen desde

    el anlisis de datos estadsticos hasta etnografas, historias de vida

    que nos acercan a hombres y mujeres en situaciones complejas y fre-

    cuentemente dramticas.

    Todos estos trabajos fueron realizados por jvenes investigado-

    res de las Ciencias Sociales de Amrica Latina. Algunas veces enfocan

    problemas de regiones especficas o realizan interesantes comparacio-

    nes entre la situacin de dos pases distintos, pero situando siempre al

    lector en un contexto ms amplio.

    Por razones de organizacin, dividimos el texto en dos partes:

    en la primera, se presentan los trabajos referentes a cambios en elmundo social agrario, donde se incluye a los jvenes, a los migrantes

    o a las comunidades como sujetos sociales. En todos ellos, se mues-

    tran los sujetos enfrentados y buscando una salida a esta situacin de

    exclusin y arrinconamiento. Es decir, estos primeros trabajos nos

    hablan de los sujetos como constructores activos de su mundo social,

    que generan sus propias estrategias frente al desamparo de los estados

    nacionales.

    Los investigadores mexicanos nos acercan el fenmeno de lamigracin con todos sus matices y complejidades. Los reconocidos

    psicoanalistas Raquel y Len Grinberg (1984) ellos mismos migran-

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    tes sostienen que la migracin implica incursionar en lo desconoci-

    do, comprometerse con hechos futuros que no son previsibles y, ade-

    ms, afrontar sus consecuencias. El migrante altera las imgenes

    construidas en la experiencia de vida del lugar de origen y, desde el

    momento de la partida, lugar y presente pasan a ser desconocidos.

    Asimismo, las migraciones modifican y resignifican los acopios cultu-

    rales, los conocimientos adquiridos y las prcticas sociales. La migra-

    cin puede ser vista como una necesidad pero tambin como una

    estrategia social de sujetos que se oponen y no se resignan a una situa-

    cin de arrinconamiento y exclusin.

    Nueva York es como Puebla es parte del ttulo del trabajo de

    Blanca Laura Cordero Daz, en el que analiza cmo los habitantes de

    Huaquechula, en el Valle de Atlixco, Puebla, se incorporan a un flujomigratorio masivo, sostenido y creciente hacia los Estados Unidos.

    Desde los aos setenta, Nueva York es la ciudad elegida por muchos,

    imaginada justificadamente como centro financiero internacional

    donde no falta el empleo y de donde, tras unos aos de trabajo duro,

    se regresa con dinero, o se lo acumula para mejorar las condiciones

    de existencia de los que quedaron. Si bien la autora enmarca el fen-

    meno poblano dentro de un proceso migratorio de larga data que

    involucra a las economas campesinas, se encarga de demostrar queel fenmeno de las ltimas dcadas presenta ciertas caractersticas

    singulares. Las migraciones recientes estn signadas por los cambios

    macroinstitucionales que producen el carcter trasnacional de la

    organizacin de la supervivencia. Carcter este que, como demuestra

    la autora, no se expresa de igual modo en hombres y mujeres: ellos

    son los que emprenden la partida y toman la iniciativa; ellas suelen

    alcanzarlos y, una vez all, legitiman su incorporacin al mercado

    laboral algo impensable en las comunidades de origen con el argu-

    mento para salir adelante. En Nueva York, todos cooperan en los

    gastos de comida y mantenimiento de la casa, y esta mercantiliza-

    cin de la vida, segn la autora, contrasta mucho con sus formas de

    vivir en la localidad rural.

    Nueva York est plagada de migrantes latinoamericanos, por lo

    general mexicanos, pero tambin ecuatorianos, colombianos y, en los

    ltimos aos, muchos provenientes del Cono Sur. El cruce de las fron-

    teras, el paso por Mxico para los que hacen la travesa desde

    Sudamrica son experiencias que los latinos en Nueva York rememo-ran con dolor. La cercana de la muerte al cruzar el desierto, la depen-

    dencia de los coyotes que los transportan en condiciones infrahuma-

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    nas, la llegada a una ciudad de dimensiones y complejidades inimagi-

    nables, las peripecias de su situacin de ilegalidad frecuente, etc., son

    aspectos que aparecen como componentes de este nuevo modo tras-

    nacional de organizar la vida huyendo de algo que se consider ms

    amenazante que los riesgos tomados. En esa comparacin entre la

    amenaza que se deja atrs y el riesgo de la travesa migratoria, se

    juega, bsicamente, la posibilidad de conseguir un ingreso que, en la

    experiencia de la vida diaria, implica que los hijos no pasen hambre ni

    mueran por falta de atencin mdica, o poder regresar con dinero

    ahorrado para encarar la vida en el pas de origen. Pero, en la

    opcin migratoria, tambin aparece un dispositivo muy importante:

    las remesas.

    El segundo trabajo sobre este tema es el de Luis A. Lpez Ruiz,en el que se relacionan los cambios en la estructura ocupacional de las

    zonas rurales mexicanas con el fenmeno de la migracin trasnacional

    hacia los EE.UU. Y es el autor quien discute la funcin de las remesas,

    tanto para los grupos familiares como para las economas locales.

    Las remesas tienen un efecto positivo y reconocido como tal en

    el nivel macroeconmico, especialmente en lo referente a la balanza

    de pagos de Mxico. Nos dice el autor que, para 1997, el valor de las

    remesas familiares equivala a poco menos de la mitad de los ingresospor exportaciones petroleras. De igual manera, ese mismo ao, ingre-

    saron cerca de cinco mil millones de dlares en concepto de remesas,

    cifra que represent casi el 85% del ingreso del turismo, el 40% de la

    inversin extranjera directa y el 11% del valor de las exportaciones en

    la industria maquiladora, superando prcticamente en un 30% a las

    exportaciones agropecuarias. No obstante, no existe consenso acerca

    de la funcin que tienen las remesas, tanto en el nivel de las econom-

    as locales como en el interior de las economas domsticas.

    Lpez Ruiz, siguiendo a Canales, sostiene que las remesas cons-

    tituyen un importante componente de la economa local y domstica.

    Sin embargo, los lmites de estos recursos, que funcionan como un

    ingreso o salario, los impone el mismo ambiente socioeconmico que

    conduce a las personas a emigrar. Los datos detallados que presenta el

    autor acerca de la frecuencia y los montos de las remesas demuestran

    que la importancia de esta entrada de dinero radica en el significativo

    nmero de mexicanos que est afuera ms que en la cantidad de dine-

    ro que recibe cada familia.Las migraciones crecieron en todo el mundo en las ltimas

    dcadas, sobre todo las del Sur hacia el Norte. Este fenmeno ha

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    tenido implicancias en los pases expulsores y en los receptores. La

    posibilidad de migrar siempre estuvo presente para el mundo rural

    de Amrica Latina. Se migraba internamente siguiendo la estaciona-

    lidad de las cosechas y entre pases limtrofes en los momentos pico

    de la temporada agrcola (Colombia-Venezuela; Paraguay-Argentina,

    etctera). En Mxico, el fenmeno de la migracin de braceros, y

    luego de sus familias, hacia su vecino del Norte tiene larga data. No

    obstante, la migracin que Cordero Daz y Lpez Ruiz presentan y

    conceptualizan como trasnacional tiene las marcas de una poca,

    que para Mxico comienza a mediados de los ochenta y tiene, a mi

    juicio, dos momentos posteriores significativos: la Reforma del

    Artculo 27 de la Constitucin y la incorporacin al TLCAN. Como en

    el resto de los pases, estas medidas macroinstitucionales tomadaspor los estados nacionales bajo los lineamientos de los organismos

    multilaterales de crdito destruyeron el andamiaje institucional que

    se haba construido en distintos momentos del siglo XX y que soste-

    na la posibilidad, siempre precaria y conflictiva, de una integracin

    de los sectores subalternos a la lgica de los capitalismos nacionales.

    A partir de las transformaciones neoliberales, esta posibilidad des-

    aparece y son los propios sujetos los que deben generar su propia

    estrategia de supervivencia. Esta situacin resignifica todo, y tam-bin las distintas migraciones.

    Las transformaciones en el mundo social que rodea el campo,

    as como los cambios en el nivel de la produccin agraria, pivoteados

    por poderosos actores econmicos, resultan en nuevas configuracio-

    nes que los socilogos latinoamericanos conceptualizamos como

    nueva ruralidad (Giarracca, 2001). En el libro que result de la

    investigacin del Grupo de Trabajo de Desarrollo Rural de CLACSO,

    Edelmira Prez entenda que la nueva ruralidad hace referencia a un

    terr i to rio fuentes de recursos materiales, naturales y materias pri-

    mas, cuya poblacin lleva a cabo actividades en distintos sectores,

    como la agricultura, la artesana, las pequeas industrias, el comer-

    cio, la pesca, la minera, la extraccin de recursos naturales y el turis-

    mo, entre otros (Prez, 2001: 17). A esta aproximacin al fenmeno de

    la nueva ruralidad, le podemos agregar el incremento de las migra-

    ciones, la pluriactividad familiar y la multiocupacin de las personas,

    el crecimiento de la densidad poblacional en las comunidades y pue-

    blos (el fenmeno de la rururbanizacin), y la importancia de losterritorios y lugares en la articulacin de las estrategias familiares, de

    las nuevas protestas y movimientos sociales.

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    NORMA GIARRACCA

    Los otros dos trabajos de esta parte del libro nos acercan cuestiones

    relacionadas con estas transformaciones en los territorios y presen-

    tan dos sujetos sociales de distintos pases: el destino de una comuni-

    dad de Brasil al tomar contacto con la modernizacin y los jvenes

    del Uruguay rural.

    Simone Rezende Da Silva, en su estudio sobre Camburi, se cen-

    tra en una poblacin campesina de la zona rural del municipio de

    Ubatuba (San Pablo, Brasil), y analiza su modo de vida y reproduc-

    cin. La autora describe la intervencin que sufri por parte de un

    proyecto estatal de Unidades de Conservacin Ambiental y las compli-

    caciones que esta le trajo en relacin con la vida y la reproduccin.

    Rezende nos propone comprender a Camburi considerado como un

    barrio rural y a los problemas de sus habitantes campesinos a la luzde una serie de acontecimientos de la sociedad dominante. Primero,

    los discursos de la modernizacin atravesaron la comunidad y, en la

    medida en que consideraron la naturaleza como recurso disponible, la

    separaron de la sociedad y de los hombres. Pero cuando esta situacin

    despleg todas sus consecuencias negativas y se torn intolerable, los

    mismos depredadores crearon las unidades de conservacin ambien-

    tal, ignorando de manera autoritaria a sus habitantes.

    No obstante, la comunidad respondi con diversas accionescolectivas que pusieron al descubierto la hipocresa del discurso eco-

    logista oficial (representado por el Banco Mundial, el Banco

    Interamericano de Desarrollo, etctera). En ese discurso, la natura-

    leza aparece como intocada, aislada de los hombres y mujeres, que

    pasan a convertirse en puros espectadores. Las nuevas acciones que

    van desde la recuperacin de la identidad afrobrasilea hasta un

    nuevo ecologismo se analizan en el trabajo de Rezende con un

    importante despliegue de recursos metodolgicos. En efecto, a tra-

    vs de los relatos y de las historias de vida de los pobladores, se va

    indagando acerca de la cultura, la religin, los trabajos y las penu-

    rias de los pobladores de Camburi. Seguir esta saga comunitaria

    permite visualizar sus derroteros y las consecuencias de las decisio-

    nes de las polticas pblicas. En nombre de la modernizacin y

    luego de la proteccin ambiental, quienes toman medidas son inca-

    paces de registrar las consecuencias en el nivel de la vida cotidiana,

    la construccin social, el aprendizaje, el trabajo y la cultura de las

    p o b l a c i o n e s .El ltimo trabajo de esta parte del libro se centra en los jvenes

    rurales de la Repblica del Uruguay y lo primero que se pregunta

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Juan Romero es, precisamente, qu es ser joven y qu es ser rural. El

    autor se basa en datos estadsticos que permiten mostrar que hay ms

    hogares rurales que urbanos con necesidades bsicas insatisfechas.

    Podemos inferir entonces que ser joven rural implica mayor probabili-

    dad de tener carencias materiales para atravesar las primeras etapasde la vida, en las que aspectos tales como la alimentacin, la educa-

    cin, la salud y la recreacin marcan diferencias entre los seres huma-

    nos. Otros datos que otorga el trabajo muestran el alto porcentaje de

    unidades agrarias que desaparecen, sobre todo, en los estratos de

    menor tamao. Esta tendencia permitira inferir que la inestabilidad

    econmica y el empobrecimiento de estos hogares afectan tambin de

    manera diferencial a los jvenes rurales uruguayos. La prdida de los

    patrimonios la mayora de las veces familiares genera una granincertidumbre ontolgica en las generaciones que la sufren. Y se

    puede deducir de la informacin otorgada por Romero que una parte

    importante de la poblacin rural en Uruguay sufri, como en el resto

    de Amrica Latina, la prdida de pequeos patrimonios y, por lo tanto,

    se empobreci. Los jvenes y los nios pertenecientes a grupos fami-

    liares que haban logrado heredar o adquirir propiedades y acceder a

    la educacin y a la salud, debieron enfrentar un presente signado por

    el despojo de sus bienes y derechos. El trabajo muestra que los jve-

    nes tienden a dejar los poblados pequeos (de menos de 5 mil habi-

    tantes) y que prefieren las ciudades ms grandes para lograr sortear

    estas situaciones por sus propios medios.

    Los jvenes de toda Amrica Latina estn en condiciones de vul-

    nerabilidad, y ms an los que nacieron y se criaron en las zonas rura-

    les, pues se hipotec su presente sin tomarlos en consideracin. La

    migracin hacia el Norte apareci en el horizonte de la salvacin

    personal o familiar, pero configur un fenmeno social denso y exten-

    dido. Mientras tanto, en nombre del discurso modernizador, en Brasily en todos lados, se siguen desarmando viejos espacios que las pobla-

    ciones campesinas ocuparon durante mucho tiempo y que slo nece-

    sitan de un apoyo sensato: polticas pblicas de carcter universal en

    la educacin, la salud, la infraestructura y la vivienda. Por eso, la idea

    de la organizacin con autonoma comienza a rondar a las comunida-

    des indgenas y campesinas de Amrica Latina.

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    NORMA GIARRACCA

    Viejas y nuevas acciones colectivas

    En este apartado presentar los trabajos cuyo centro de anlisis ya no

    es el registro de los problemas agrarios o de las estrategias de los suje-

    tos de ese mundo, sino las resistencias, las acciones colectivas. C o nestos amplios conceptos, hago referencia a las acciones sociales que

    no se generan en los dominios de la produccin o de la vida cotidiana

    sino que se despliegan en las arenas del espacio pblico. Ese espacio

    de aparicin donde la presencia se juega ante los otros en la posibili-

    dad de modificar los lazos; espacio donde se enuncian discursos, se

    irrumpe, se demanda y, bsicamente, en el decir de Tilly, se confronta.

    Espacio pblico, entonces, donde se despliegan las disputas hegem-

    nicas y alternativas de discursos y sentidos. Mientras que las estrate-

    gias sociales se manifiestan en los lmites de la familia, de las explota-

    ciones, las acciones colectivas se generan en la politizacin de la calle,

    de la ruta, de la plaza; en la marcha, en la toma de un predio, etctera.

    A partir de los aos noventa, las acciones colectivas llevadas a

    cabo en el mundo agrario de Amrica Latina contienen gran parte de

    los sentidos presentados en el prrafo anterior. En todas estas nuevas

    acciones no se incluyen expresiones de violencia fsica, pues, hasta el

    Ejrcito Zapatista de Liberacin Nacional de Chiapas, que comenz

    presagiando una guerrilla, a muy poco de andar transform sus armasen un puro smbolo de defensa y sus acciones se fueron convirtiendo

    en modos civiles de resistencia que despertaron entusiasmo y apoyo

    de todos los mundos2.

    En las luchas surgidas en la dcada de los noventa, la accin

    directa con posibles daos a propiedades, muebles e inmuebles se

    complementa con acciones no violentas, deliberativas y autnomas.

    Estas son disruptivas, como toda accin colectiva, pero han evitado el

    enfrentamiento armado y la violencia fsica hacia las personas, contralos cuerpos. La violencia pas a ser monopolio de los aparatos represi-

    vos (estatales y privados), mientras que los cdigos y sentidos de las

    luchas populares se mostraron menos ambiguos en ese aspecto.

    2 A raz de la celebracin de los diez aos del levantamiento de Chiapas, Gianfranco Betin, actual viceal-calde de Venecia, Italia, sostiene: Con las armas en las manos, los indgenas de Chiapas se mostraron,en realidad, inermes dentro del sistema exhibir en un acto extremo las armas, pero no a la manera delterrorismo ni de las guerrillas precedentes, sino en un lineal y limpio levantamiento popular que sin fecha

    ni lugar podra, sin embargo, pertenecer a todos los lugares del mundo donde los derechos fundamenta-les son pisoteados y a todas las pocas donde esto se consiente y, en tal ostentacin de lo inerme queya no es soportado, y que as arma pobremente la mano de quien se rebela, los zapatistas mostraron unaespecie de candor que desarma (Pgina 12, 31 de diciembre de 2003).

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Varios movimientos sociales latinoamericanos se han convertido en

    espejo de quienes sienten un malestar general que deriva de decisio-

    nes que se toman en el nivel de la economa o del aparato militar, pero

    que contaminan la cultura y los mundos de vida.

    Esta situacin de no violencia hacia las personas es una de las

    grandes diferencias con las viejas resistencias polticas que incluan la

    guerra de guerrillas, la lucha armada, el ataque directo a personas,

    etc., y que predominaron en gran parte del siglo XX. Por sus mltiples

    y dramticas consecuencias, la violencia como recurso de la accin

    poltica fue muy discutida desde fines de los aos ochenta. Y tal vez el

    caso ms trgico sea la experiencia de la guerrilla peruana Sendero

    Luminoso. Por eso, el trabajo de Juan Carlos Guerrero Bravo,

    Pasado, presente y futuro de las rondas campesinas antisubversivasen Junn, Per, se convierte en el caso testigo que nos permite com-

    parar esas viejas formas de resistencia con los nuevos movimientos

    sociales que recorren el continente.

    El autor reconstruye el proceso por el cual algunas comunida-

    des campesinas que no registraban antecedentes de violencia llegan a

    constituirse en una especie de ejrcito civil para defenderse del pro-

    yecto autoritario del Partido Comunista Peruano y Sendero

    Luminoso (PCP-SL). Dice Guerrero Bravo que la demolicin casi lite-ral de lo viejo que proponan el PCP y SL se llevaba adelante con

    amenazas, asesinatos a las autoridades de las comunas campesinas,

    destruccin de la infraestructura de la regin, etc.; y, sobre la base de

    tal destruccin, se ideaba la creacin de una organizacin de nuevo

    tipo. Esta intervencin guerrillera en Junn, como antes en Ayacuch o,

    desat el accionar de las fuerzas represivas que, como en el resto de

    Amrica Latina en los aos previos, violaron los derechos humanos

    ms elementales.

    El autor describe la militarizacin de la vida cotidiana a la que

    se vieron forzadas estas comunidades, la necesidad de la autodefensa,

    la relacin tensional con el ejrcito (nico indicio del Estado ausente),

    as como las historias locales de la guerra. De este modo, nos remonta

    a uno de los perodos ms confusos y dramticos del siglo XX perua-

    no y del resto de Amrica Latina. El trabajo llega hasta nuestros das y,

    mediante informacin primaria, nos permite apreciar el esfuerzo de

    reconstruccin y las marcas dramticas que dej este proceso.

    El resto de los textos da cuenta de los nuevos movimientos ylas nuevas expresiones de protesta, donde los repertorios de accin,

    las estticas y los sentidos que construyen, las disputas en las que se

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    NORMA GIARRACCA

    inscriben, los diferencian radicalmente de la experiencia de la gue-

    rrilla peruana3.

    Los trabajos presentados en este apartado registran las acciones

    de sujetos diferentes en sus mltiples demandas, con formas variadas

    deapareceren el espacio pblico. Son indgenas, campesinos, trabaja-

    dores rurales, chacareras. Uno de los artculos enfoca a las mujeres en

    su lucha por la tierra y por la preservacin del trabajo. Todos registran

    los procesos socioeconmicos que enmarcaron estas luchas y las

    modificaciones en la agricultura y el mundo agrario de cada uno de

    los pases.

    Como deca en los primeros prrafos de esta introduccin, los

    indgenas fueron actores primordiales en este proceso de moviliza-

    cin y lucha de los aos noventa. Tanto Chiapas como Ecuador, yms tarde Bolivia, dan cuenta de que estos movimientos indgenas

    presentan aspectos que se resisten a ser analizados con las viejas

    categoras de las Ciencias Sociales convencionales y los antiguos

    enunciados generales. Chiapas, Ecuador y Bolivia nos desafan a pen-

    sar estas nuevas configuraciones donde las poblaciones indgenas rei-

    vindican su identidad, pero se incluyen a la vez en demandas y pro-

    puestas que nos abarcan a todos y mantienen el carcter universal de

    la poltica emancipadora.Chiapas, la Confederacin de Nacionalidades Indgenas del

    Ecuador (CONAIE), los movimientos indgenas que protagonizaron

    la guerra del gas en Bolivia, han encontrado gran repercusin inter-

    nacional, pues han puesto en jaque a sus respectivos estados (dos de

    ellos han logrado destituir a la mxima autoridad del Poder

    Ejecutivo). No obstante, en este perodo se llevaron a cabo otros movi-

    mientos, ms localizados, pero que marcaron problemas tales como la

    depredacin de los recursos naturales, la falta de respeto a la diversi-dad biolgica y cultural, las ciudadanizaciones laceradas, etc., y que

    se sumaron a las luchas indgenas del continente.

    El trabajo de Daniela Mariotti nos acerca dos casos del Sur del

    continente: El conflicto por la tierra de las comunidades aborgenes

    Kollas de Argentina y Mapuche-Pehuenche de Chile. En l demuestra

    cmo estos actores son capaces de conectarse a ese entramado de dis-

    3 Dejo de lado, intencionalmente, las guerrillas colombianas ya que, a diferencia de algunos autores(Petras y Veltmeyer, 2001), no las considero dentro de la lucha de los movimientos campesinos latino-americanos ni dentro de los nuevos fenmenos que ameritan reflexin. Las considero parte del viejoproblema de las violencias de Colombia.

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    cursos de la globalizacin para lograr insertar en la agenda pblica

    nacional e internacional sus derechos histricos, su visin acerca de la

    relacin entre naturaleza y sociedad, y su lugar en el mundo contem-

    porneo. Para ello, generan alianzas; entre las cuales, las ms fructfe-

    ras se dan con las organizaciones ecologistas y las orientadas a respe-

    tar los derechos humanos.

    El discurso de los derechos ligado a la nocin de ciudadana

    atraviesa el trabajo de Mariotti. La autora sostiene que el tema ind-

    gena a diferencia de otros reclamos que tambin estn inmersos en

    la misma tensin (universalidad de los derechos individuales y parti-

    cularidades comunitarias), como el de las mujeres plantea el proble-

    ma de la relacin entre los derechos individuales y colectivos. A tra-

    vs de los densos estudios de casos, se muestra cmo la presencia deestos actores fue invisibilizada durante muchas dcadas bajo categor-

    as homogeneizadoras (chilenos, argentinos) o referidas a una ubi-

    cacin en los espacios sociales y productivos (campesinos). Con sus

    luchas actuales, los aborgenes adquieren una presencia social y pol-

    tica que los articula a una red de movimientos indgenas que recorre

    el continente.

    La lucha por los recursos se hace presente en todos los casos

    estudiados; el reclamo por la tierra tiene larga data en AmricaLatina. Esta aparece como problema no slo por su singularidad en el

    proceso de produccin capitalista (se comporta como una mercanca

    sin ser producto del trabajo humano), sino por la gnesis histrica

    colonial de nuestros territorios, convertidos luego en naciones. Segn

    Miguel Teubal, no es de extraar si consideramos que [Amrica

    Latina] fue una de las ms antiguas y vastas regiones de colonizacin

    que hubo en el mundo. Los cinco siglos de colonizacin y dominio,

    fundamentalmente espaol y portugus, hicieron estragos en las cul-

    turas indgenas preexistentes, tergiversaron sus instituciones, sus rela-

    ciones productivas, sus culturas e hicieron peligrar su existencia

    misma. Amrica Latina fue un vasto continente con una historia com-

    pleja y multifactica. La forma en que los conquistadores ocuparon y

    se aduearon de la tierra, sometiendo a la poblacin indgena, apro-

    pindose de mano de obra africana para transformarla en esclava,

    tuvo una influencia decisiva sobre los desarrollos posteriores

    ( Teubal, 2004: 6). Los grandes latifundios, las haciendas, las planta-

    ciones se constituyeron como la base del modelo agrario latinoameri-cano legalizado por las cartas fundacionales de las naciones que se

    fueron formando durante el siglo XIX. El siglo XX estuvo marcado

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    NORMA GIARRACCA

    por las luchas de las comunidades indgenas y campesinas para recu-

    perar o acceder a las tierras. Desde la Revolucin Mexicana en adelan-

    te, la lucha campesina por la tierra en el continente pas por diferen-

    tes ciclos, de acuerdo con las diversas relaciones entre el movimiento

    social y el Estado, pero no ces

    En el siglo XX, a partir de la dcada de los noventa, esta lucha

    expresa una mayor autonoma del movimiento social. En los procesos

    que conducen a la distribucin de tierras, se inicia generalmente una

    movilizacin y se producen los asentamientos de las familias. Luego,

    se entablan las negociaciones con los gobiernos y los terratenientes,

    pero ya no es el Estado el que plasma programas agrarios para los

    campesinos asentados sino que, en la mayora de los casos, son ellos

    los que despliegan sus propios modelos productivos, que, con frecuen-cia, son opuestos y alternativos al modelo hegemnico. Estas prcti-

    cas son usuales dentro de lossem terra, pero tambin en muchos otros

    movimientos del continente.

    En la Argentina, donde se aniquil a gran parte de las poblacio-

    nes indgenas, no hubo un proceso de reforma agraria, pero tanto la

    poblacin criolla como la inmigrante fue accediendo a la tierra a tra-

    vs de complejos procesos de ocupacin de terrenos fiscales, coloniza-

    cin y arreglos contractuales con los terratenientes (arrendamientos,aparceras, medieras). Las luchas de las primeras nueve dcadas del

    siglo XX las llevaron a cabo colonos que demandaban mejores condi-

    ciones del contrato de arrendamiento (1912) y, unas dcadas despus,

    campesinos medios integrados a los mercados agroindustriales, que

    demandaban precios y mejoras en las condiciones de produccin (en

    los aos setenta). La tierra no se incluy como demanda significativa

    hasta la dcada siguiente.

    En este libro se presentan tres trabajos referidos al caso argenti-

    no. Sus protagonistas son diferentes actores sociales, pero todos ellos

    tienen que ver con reclamos sobre la tierra. El caso ya comentado de

    Daniela Mariotti sobre los Kollas de Salta permite reconstruir la saga

    de los indgenas que durante varias dcadas del siglo XX reclamaron

    sus tierras comunitarias al ingenio San Martn del Tabacal, alternan-

    do, en dicho proceso, los conflictos y las negociaciones. Pero a partir

    de los aos ochenta estas demandas sumadas a las de carcter ecol-

    gico que comentamos anteriormente lograron nuevas alianzas hasta

    conseguir la promulgacin de una ley. Si bien la lucha contina, elsentido indgena de la tierra se difunde en una sociedad que, tradicio-

    nalmente, fue indiferente a las poblaciones originarias.

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    Otro de los artculos referidos a la Argentina es el de Pablo Barbetta y

    Pablo Lapegna, No hay hombres sin tierra ni tierra sin hombres:

    luchas campesinas, ciudadana y globalizacin. En l, comparan el

    Movimiento Campesino Santiagueo con la Federacin de

    Campesinos de Paraguay. El caso argentino muestra la lucha campesi-

    na en una de las provincias ms rurales del pas, donde el avance de la

    frontera agraria pone en peligro a comunidades enteras que durante

    el siglo XX produjeron y vivieron en esas zonas. Una vez ms, la tierra

    est en peligro de ser expropiada por los nuevos inversores (actual-

    mente sojeros), y las poblaciones han logrado frenar el proceso por

    medio de una organizacin que gener varios sentidos acerca de la

    tierra y pudo hacerlos comprensibles a las poblaciones urbanas. La

    tierra como herramienta de trabajo y de vida, como herencia de lospadres campesinos, como soporte de una historia y cultura provincia-

    les, no slo son enunciados entendibles para muchos sectores urba-

    nos, sino que tambin los toman los ms vulnerables, y se generan

    alianzas rurales-urbanas impensables unas dcadas atrs.

    El tercer actor en lucha por la tierra son las mujeres chacare-

    ras que presenta Karina Bidaseca en El Movimiento de Mujeres

    Agropecuarias en Lucha y el Movimento Interestadual das

    Quebradeiras de Coco Babau. El estudio est atravesado por la pro-blemtica de gnero en comparacin con otras luchadoras brasileas.

    El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha (MNL)

    hace su aparicin en 1995 frente al peligro de que, por la morosidad

    de sus propietarios, se remataran tierras con hipoteca bancaria. En

    esta ocasin, lucharon por no perder esos patrimonios familiares que

    conectaban a estas franjas de chacareros (f a r m e r s en la bibliografa

    anglosajona) con las historias de colonizacin y agriculturizacin del

    pas. Este movimiento que logra parar desde su nacimiento ms de

    quinientos remates (Giarracca y Teubal, 2001) anticipa la lucha de

    amplios sectores medios de la Argentina (ahorristas, pequeos deu-

    dores, etc.) contra las expropiaciones del capital financiero bancario.

    El sentido de la lucha por la tierra fue cabalmente comprendido por

    estos sectores medios urbanos antes de la crisis de 2001, pues se sen-

    tan expresados en estas historias de expropiacin de pequeos patri-

    monios familiares.

    Mientras que el trabajo de Barbetta y Lapegna compara la lucha

    campesina del MOCASE con la que desarrollan los paraguayos en laFederacin Nacional Campesina de Paraguay (ambas organizaciones

    son miembros del CLOC y Va Campesina), el estudio de Bidaseca

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    NORMA GIARRACCA

    compara a las chacareras con las trabajadoras del Nordeste brasileo

    en su lucha por mantener su trabajo: las quebradeiras de coco babau.

    Las quebradeiras basan su lucha en la necesidad de garantizar

    formas de acceso y uso comn de los palmares de babau, pues en el

    transcurso del tiempo esas reas fueron cercadas y apropiadas por

    hacendados y empresas agropecuarias. En tal sentido, en el caso de

    las quebradeiras tambin se lucha por la tierra, ya que cuando se pro-

    ducan estos cercamientos se pona en riesgo la subsistencia de tales

    trabajadoras.

    Como evidencian todos estos casos, la tierra en Amrica Latina

    sigue constituyendo un recurso fundamental y, al mismo tiempo, se

    presenta como un recurso polismico: si bien casi todos los actores

    luchan por l, lo hacen desde diferentes sentidos. Del mismo modo,estas luchas adquieren diversos significados dentro de los movimien-

    tos sociales que las integran. Es importante diferenciar los movimien-

    tos cuyas demandas por la tierra estn conectadas a otras y a otros

    actores, de las de carcter puramente sectorial, que se relacionan ms

    con la accin corporativa.

    En los casos presentados, esto se puede observar con claridad:

    los pueblos originarios articulan la reparacin histrica de su tierra

    con otras demandas, como las del medio ambiente, la defensa deotros recursos naturales, la expansin de derechos ciudadanos; el

    MOCASE articula la lucha por la tierra con la lucha por la soberana

    alimentaria y la biodiversidad; las quebradeiras, con el trabajo y la

    ciudadanizacin laboral. Y en el ejemplo paraguayo, como demues-

    tran Barbetta y Lapegna, la lucha por la tierra est enmarcada en la

    disputa por llegar al Estado.

    Las Mujeres Agropecuarias en Lucha, que tuvieron gran signifi-

    cacin en sus comienzos, no pudieron articular la defensa de su patri-

    monio con otras demandas que las acercaran a las luchas campesinas

    o a otros movimientos de mujeres. A mi juicio, no se logr compren-

    der que el endeudamiento formaba parte de un modelo agrario que se

    estaba pergeando y cuyo eje era la produccin sojera, con las semi-

    llas transgnicas y la siembra directa, orientada a la exportacin.

    Aunque este modelo trae fuertes consecuencias en el nivel de la ali-

    mentacin de la poblacin y de la estructura social agraria, no se lo

    cuestion. Esta posicin diferenci al MAL de la mayora de las orga-

    nizaciones campesinas ligadas a Va Campesina, que plantean unafuerte crtica a la produccin sojera para la exportacin y mantienen

    el principio de la soberana alimentaria. Del mismo modo, a pesar de

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    ser una organizacin de mujeres, tambin se mostraron bastante indi-

    ferentes a los problemas del gnero, y esa situacin las ubic siempre

    en una relacin tensional con las luchas de esos otros movimientos.

    Con las candidaturas polticas de varias de sus dirigentes pioneras, el

    movimiento de chacareras termin incluido en la lgica de la repre-

    sentacin partidaria. Cuando fall tambin esta estrategia y se retira-

    ron del partido poltico con una declaracin pblica, el movimiento

    ya estaba fragmentado y debilitado. De todos modos, haban logrado

    algunas medidas en relacin con sus deudas bancarias que beneficia-

    ban a muchas de ellas.

    En un cuarto trabajo sobre la lucha del mundo rural de la

    Argentina, se aborda a los trabajadores rurales, que fueron quienes

    sufrieron con mayor rigor el modelo neoliberal. El Registro Nacionalde Trabajadores Rurales y Empleadores (RENATRE) estima que en el

    campo argentino trabajan ms de un milln de asalariados, pero figu-

    ra formalmente menos de una cuarta parte. El discurso neoliberal de

    la flexibilizacin laboral nomin lo que desde hace dcadas aconte-

    ca en el campo argentino y lo agrav an ms. La falta de fiscaliza-

    cin oficial y el debilitamiento del movimiento sindical durante y des-

    pus de la dictadura empeoraron la situacin existente: al problema

    de la disminucin de puestos de trabajo por los procesos de mecaniza-cin se le sum una mayor precarizacin e informalidad en las condi-

    ciones laborales.

    Durante el ciclo de protestas iniciado en 1991, los trabajadores

    rurales y agroindustriales figuran protagonizando menos conflictos

    que otros actores (vase Giarracca, 2003). No obstante, hubo algunas

    excepciones relevantes, como la huelga de los trabajadores explotados

    del sector citrcola de Tucumn (vase Alfaro, 2001) o la que nos pre-

    senta Victor Rau en su texto, Transformaciones en el mercado de

    fuerza de trabajo y nuevas condiciones para la protesta de los asala-

    riados agrcolas.

    El autor describe un paro de los colonos misioneros, producto-

    res de yerba mate, en el ao 2000. Se trat de unparo agrario con boi -

    cot a la industria que llev el nombre de Paro Verde, se extendi a

    toda la provincia de Misiones, ubicada en el Noreste del pas, y dur

    treinta y cinco das. Las formas de protesta no fueron muy distintas

    de las que se venan desarrollando en todo el interior del pas: inte-

    rrupcin del trabajo, cortes de ruta, instalacin de carpas de protes-ta, intercepcin de la circulacin de productos por tiempo indetermi-

    nado. Pero la novedad fue que a esta protesta se le sum el conflicto

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    de los trabajadores cosecheros de la yerba mate, los t a r e f e r o s , q u e

    hicieron pblicos sus propios reclamos. Afirma el autor que la pro-

    testa de los colonos instala la problemtica yerbatera en la escena

    pblica, incluso a nivel poltico, y suscita el apoyo de las clases medias

    urbanas que la reconocen como legtima. Los obreros agrcolas, que

    constituyen un sector tnicamente diferenciado respecto a los produc-

    tores y culturalmente oprimido al interior de la sociedad misionera, se

    ven afectados por el paro, se vuelcan a las rutas y hacen uso, al igual

    que los colonos, de las carpas de protesta. La comunidad en su con-

    junto los reconoce como tareferos con sus reclamos especficos.

    Lo interesante de este caso es que muestra cmo, en un ciclo de

    protestas, pueden incorporarse incluso sectores sin tradicin de movi-

    lizaciones. En esta oportunidad, los trabajadores rurales se vieron

    estimulados por el paro de los colonos y, seguramente, por muchas

    otras luchas de campesinos, de pueblos originarios, de desocupados,

    etc., que se estaban llevando a cabo en todo el pas.

    Tenemos, finalmente, el trabajo de Lorgio Orellana Ailln: El

    proceso insurreccional de abril. Estructuras materiales y superestruc-

    turas organizativas de los campesinos regantes en el Valle Central

    cochabambino. La guerra del agua boliviana del ao 2000 se actuali-

    z en muchos de sus sentidos en octubre de 2003, cuando todo unpueblo se opuso y resisti al despojo de otro recurso natural: el gas.

    Estas luchas por los recursos naturales, por la preservacin de las

    riquezas del territorio, atraviesan el presente latinoamericano y se

    proyectan como uno de los ejes de conflicto de las prximas dcadas.

    La confrontacin se da contra las empresas trasnacionales que, por

    medio de las privatizaciones, se hacen cargo del recurso, pero tam-

    bin contra los estados nacionales, que asumen una actitud compla-

    ciente y cmplice frente a esta transferencia de riquezas.El trabajo de Orellana Ailln organiza histricamente los proce-

    sos de privatizacin de los recursos hdricos frente a las construccio-

    nes sociales que la poblacin cochabambina haba creado para abas-

    tecerse del agua. Con muchos detalles, nos acerca la rebelin, la for-

    macin de la Coordinadora de Defensa del Agua y la Vida, as como

    tambin los motivos de su desactivacin. El anlisis poltico de la

    organizacin muestra las dificultades que existen para que las accio-

    nes disruptivas que aseguran la rebelin y muchas veces permitenalcanzar el objetivo se cristalicen en organizaciones que mantengan

    en su interior los sentidos bsicos de la lucha.

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    La guerra del agua como se denomina el conflicto del ao 2000 en

    Cochabamba presagi un problema que hoy se muestra cabalmente

    en Bolivia: la ausencia de un Estado capaz de organizar las riquezas

    nacionales en funcin de las necesidades de su poblacin4. Como sos-

    tiene Mirko Orgaz (2003), el proceso de privatizacin como expresin

    de la globalizacin coloc a Bolivia como polo de transferencia de

    excedente econmico y fuente de aprovisionamiento energtico. Esta

    situacin ha provocado un empobrecimiento generalizado en Bolivia

    y la casi extincin de lo que llamamos Estado nacional y nacin boli-

    viana (Orgaz, 2003: 17).

    Los recursos naturales, como el agua, el gas, el petrleo, las

    minas y la tierra, estn en disputa en Amrica Latina, y los actores

    sociales generados al calor de luchas y rebeliones son protagonistas de

    primer nivel. Las trasnacionales y sus aparatos legales como el

    CIADE del Banco Mundial (Centro internacional para el arreglo de

    diferendos relativos a inversiones), los estados con su voluntad pol-

    tica y margen relativo de negociacin y los movimientos sociales, dis-

    putan en las arenas donde la poltica parece reinventarse. Una socie-

    dad civil que lucha no slo por una vida digna, sino por las riquezas

    de su territorio, por el posicionamiento regional y por la fraternidad

    con otros movimientos del mundo.

    La cantidad de actores movilizados que muestran los diferentes

    trabajos permite visualizar las mltiples demandas que estn en

    juego y cmo estas se inscriben de modo diferencial en los espacios

    de una lucha de mayor alcance a lo largo del continente. Como vere-

    mos a lo largo de este libro, algunas acciones son puntuales, se hacen

    por reivindicaciones sectoriales que, una vez conquistadas, provocan

    la disolucin o debilitamiento del movimiento. Otras, como la del

    agua en Bolivia, sostienen luchas difciles, pasan, entran en latencia y

    luego reaparecen con otras formas pero con los mismos sentidos,

    como sucedi con el caso del gas en octubre de 2003. Y tambin hay

    acciones que se inscriben en un espacio de resistencia general y per-

    manente, con articulaciones en el orden global, como son las que lle-

    van a cabo las organizaciones, movimientos y federaciones que inte-

    gran Va Campesina.

    4 Mirko Orgaz estima en 68 mil millones de dlares el negocio del gas boliviano (exposicin pblica enel seminario Conflicto y colaboracin en el manejo de los recursos naturales, Tarija, noviembre de2003).

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    NORMA GIARRACCA

    Cabe interrogarse, a modo de cierre, si la expansin de la conflictivi-

    dad social de nuestros das y las nuevas construcciones sociales bas-

    tan para lograr desarmar esa gramtica de poder que los neoliberales

    generaron durante los ltimos veintiocho aos en Amrica Latina. Si

    constituyen la base para reinventar una poltica emancipatoria, como

    nos dice Boaventura de Sousa Santos (2000).

    La llamada corriente italiana (Negri, Virno) sostiene que el

    poder imperial ha atravesado todas las esferas de la vida, todos los

    espacios sociales y, por tanto, en cualquiera de ellos es posible y nece-

    saria la resistencia. Segn Hardt y Negri, [el imperio] no slo regula

    las interacciones humanas; adems procura gobernar directamente

    toda la naturaleza humana (Hardt y Negri, 2002: 14). Pero, unos

    prrafos ms adelante, agregan: Las fuerzas creativas de la multitudque sostienen el imperio son capaces de construir autnomamente un

    contraimperio, una organizacin poltica alternativa de los flujos e

    intercambios globales (Hardt y Negri, 2002: 17). Es decir, la resisten-

    cia se despliega en el propio imperio, en los propios meandros socia-

    les de la dominacin, y all se gesta lo nuevo. Frente a una concepcin

    tal, una dominacin sin lmites, sin espacios y tiempos definidos, le

    contraponen un social expandido a travs de las resistencias, las

    luchas y los deseos de la multitud. Dentro de las numerosas crticasrecibidas por el polmico trabajo, importan aquellas que muestran

    cmo los autores no pueden salir de la concepcin ontolgica de

    totalidad que, aunque en contradiccin, se expresa siempre a s

    misma (Cerdeiras, 2003).

    Para otras concepciones tericas, ms ligadas a los paradigmas

    liberales, las protestas y movimientos sociales son parte de las formas

    democrticas de gobierno y, a partir de ellas, pueden ampliarse los

    mrgenes de los derechos individuales y sociales con total indepen-

    dencia de los modos de control econmico (Schuster y Pereyra, 2001;

    Prez, 2002). Laclau y Mouffe (1987) piensan la transformacin, la

    no-reproduccin, desde una poltica que no es otra cosa que una de

    las formas de presentacin de lo social. La poltica opera en una

    situacin que es anterior a ella una situacin social sedimentada,

    pero la subvierte y crea una situacin nueva, imposible de predecir

    desde la vieja estructura. Todos estos autores recuperan la posibili-

    dad de una democracia radicalizada sin cuestionar la representa-

    cin y los partidos polticos.Para el francs Alain Badiou (2003), la poltica puede aparecer,

    en efecto, en cualquier espacio de la vida social, pero no todo espacio

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    RURALIDADES LATINOAMERICANAS. IDENTIDADES Y LUCHAS SOCIALES

    social es poltico. Por el contrario, la poltica es la excepcionalidad de

    lo social, marca una diferencia con el espacio de luchas meramente

    sectoriales, con sus propios intereses. La poltica es lo que an per-

    manece impensado, lo no acontecido; es desinteresada y necesita de

    una intervencin subjetiva. Tanto para Badiou como para Ral

    Cerdeiras (2002), director de la revista A c o n t e c i m i e n t o de Buenos

    Aires, la poltica que viene (que reinventamos) est a distancia del

    Estado, se debe plantear fuera de los partidos polticos y requiere de

    formas inditas de organizacin.

    Entre la posicin que enuncia que todo lo social es poltico y la

    que sostiene la excepcionalidad de la poltica, podemos incluir el

    pensamiento de Boaventura de Sousa Santos (2000), que propone

    pensar estos movimientos sociales, con sus ricos procesos, como

    campos de experimentacin donde es posible vencer lo imposible.

    Esta propuesta nos permite recuperar y actualizar otras experiencias

    que resistieron en el tiempo al discurso modernizador y que rescatan

    otros saberes, otros modos de relacin con la naturaleza. Como

    vimos en este captulo, las experiencias de las comunidades aborge-

    nes o campesinas, en las que los conocimientos y las organizaciones

    ancestrales se entraman con un pensamiento nuevo, son los mejores

    ejemplos de la propuesta del autor.H o y, la esperanza reside en la posibilidad de crear campos de

    experimentacin social donde sea posible resistir localmente las evi-

    dencias de la inevitabilidad, promoviendo con xito alternativas que

    parecen utpicas en todos los tiempos y lugares, excepto en aquellos

    en que efectivamente ocurren. Es este realismo utpico que preside

    las iniciativas de los grupos oprimidos que, en un mundo donde pare-

    cen haber desaparecido las alternativas, se van construyendo, un poco

    por todas partes, alternativas que tornan posible una vida digna ydecente (De Sousa Santos, 2000: 36).

    La creacin de nuevos pensamientos polticos (una decisin

    ligada a una ruptura, como dice Badiou) atraviesa el continente.

    Las discusiones acerca de la poltica a distancia del Estado, el

    cuestionamiento a la representacin como idea del liberalismo,

    el problema indgena como cuestin poltica, la autonoma, la

    democracia radicalizada, directa, participativa, etc., aparecen y

    reaparecen en cada nueva rebelin, en cada nueva resistencia. Siaceptamos que la teora crtica lo es porque no se reduce a la rea-

    lidad de lo que existe, que deja espacio a las posibilidades que an

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    no existen (De Sousa Santos, 2000: 23), nuestro lugar est donde se

    apuesta a estas invenciones5.

    Nuestro desafo como cientficos sociales de Amrica Latina es

    acompaar con un pensamiento activo estas experiencias, estar aten-

    tos a las nuevas prcticas e ideas polticas, buscar los modos ms

    abiertos de acompaar las resistencias, seguirlas en sus derroteros,

    sentirnos parte de una red que las incluye y nos incluye como investi-

    gadores, universitarios y acadmicos, y que nos brinda la posibilidad

    de intervenir en el proceso de generacin de conocimientos, reflexin

    y crtica. Y tambin como veremos con los primeros cuatro trabajos

    de este libro, las transformaciones en los niveles econmicos y socia-

    les ameritan conocimientos slidos y profundos. Por eso, a modo de

    cierre, querra manifestar la satisfaccin que siento por haber cumpli-

    do la funcin de Coordinadora del Grupo de Trabajo de Desarrollo

    Rural de CLACSO (1997-2001) cuando estos jvenes llevaron a cabo

    estos trabajos, y por acompaarlos en esta publicacin. Entre todos

    instituciones y sujetos estamos reproduciendo un rea de estudios

    rurales de alta calidad, enmarcados en la mejor tradicin del pensa-

    miento social crtico, que es uno de los grandes patrimonios cultura-

    les de Amrica Latina.

    Bibliografa

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    5 Dice un documento del subcomandante Marcos: Los zapatistas son muy otros, no s si ya te lo dije,

    as que imaginan cosas antes de que esas cosas estn y piensan que nombrndolas esas cosas empie-zan a tener vida, a caminar y as a dar problemas... habrn imaginado algo y va a ser como si ese algo yaexistiera y nadie va a entender nada hasta que pase un tiempo porque, en efecto, ya nombradas, lascosas empiezan a tener cuerpo, vida, maana (Chiapas: la treceava estela, agosto de 2003).

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    NORMA GIARRACCA

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    Va Campesina

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    PRIMERA PARTE

    TRANSFORMACIONES Y NUEVAS RURALIDADES