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RESUMEN
Tomando como base el proceso del morir que propone la doctora
Elisabeth Kübler-Ross en su libro “Sobre la muerte y los moribundos”, pero
teniendo en cuenta también los propuestos a través del tiempo, por
diversos estudiosos del tema, se realizará una comparación para establecer
una relación entre las etapas por las que atraviesa el enfermo terminal y el
médico que lo atiende. Este trabajo esta elaborado en forma de novela para
ejemplificar mejor cada etapa, pues los recursos que ofrece este género son
ilimitados y permiten al lector adentrarse de una manera más amena en la
problemática que rodea a paciente, médico y familia en este trance tan
difícil, así como ofrecer una visión clara de los objetivos generales de la
Tanatología.
MARCO TEÓRICO
Culturalmente el hombre en el proceso de su evolución ha
tenido un contacto muy estrecho con la muerte, tan es así, que en la
cultura popular mexicana la vemos reflejada de este modo "de nada
se puede estar seguro solo de la muerte", por tanto, el estudio de la
muerte siempre ha interesado al hombre, en particular el proceso del
morir, que ha sido objeto de atención por parte de importantes
estudiosos del tema, se han establecido una serie de etapas, en las
que los expertos coinciden salvo algunas excepciones.
Para muchos, Elisabeth Kübler-Ross es la pionera mundial de la
Tanatología. Ella nació en Zurich, estudió medicina y luego, fue a vivir a
Nueva York. Cuando trabajaba con esquizofrénicos, en uno de los Hospitales
Generales de dicha urbe, se le acercó un grupo de seminaristas
protestantes, quienes le pidieron que los ayudara a hacer un estudio sobre
las crisis de la vida humana y consideraron que la máxima crisis era la
Muerte. La doctora aceptó la propuesta. Pronto se dio cuenta de que lo
único que ella conocía sobre el tema era lo descrito en los textos de
medicina. Por lo que empezó a entrevistar a enfermos terminales y a
enfermos en fase terminal. El resultado de estas conversaciones los publicó
en su primer libro, probablemente el más importante de los que ha sacado a
luz hasta la fecha, titulado: "ON DEATH AND DYING” En él describe el
Proceso de Morir, que observó tras sus años de experiencia con enfermos
terminales.
Son cinco las Fases que ella propone:
PRIMERA FASE: NEGACIÓN Y AISLAMIENTO.
Cuando el paciente y la familia conocen el diagnóstico de una
enfermedad fatal, la primera reacción será la de negar: "No, yo no, no
puede ser cierto". La tienen también aquellos a quienes se les negó la
verdad y que poco a poco la fueron descubriendo, es raro que se
manifieste más adelante a lo largo del curso de la enfermedad.
Funciona como un amortiguador que permite recobrarse luego de la
noticia. para luego movilizar otros mecanismos de defensa menos
radicales. El tanatólogo debe saber bien esto: porque el diálogo con el
enfermo dependerá de lo que éste quiera hablar, cuándo quiera
hacerlo y de cuánto quiera comunicar. A veces, incluso en esta etapa,
el enfermo querrá hablar sobre la Muerte y no debemos eludir el
tema, es mejor tratarlo. que reprimirlo. Lo mismo pasa con la familia.
Se necesita un Tanatólogo sensible y perceptivo que acepte las
defensas del paciente aún si éste se contradice, en ocasiones hablará
de su Muerte, en otras platicará sus fantasías sobre la vida o soñará
despierto. Son momentos en los que el paciente prefiere descansar
pensando en cosas más alegres. Debemos permitirlo. Tiempo
después aparecerá el Aislamiento: hablará de su salud y de su
enfermedad, de su Muerte y de su vida, como situaciones gemelas
que pueden vivir paralelamente: afronta la Muerte pero persiste la
esperanza. Algunos enfermos utilizan la Negación con algunos
miembros del equipo de salud e incluso con algunos de sus familiares.
Escogen a la gente con la que pueden platicar sobre su enfermedad y
Muerte y fingen mejoría con los que parece que no pueden tolerar la
idea de su fallecimiento. Ellos podrán hablar más fácilmente con
quienes respetan su deseo de negar la enfermedad. Lo primero que
debe tratar el Tanatólogo es averiguar las necesidades del paciente,
conocer sus puntos débiles y los puntos fuertes y encontrar indicios
para saber hasta qué punto él está dispuesto a afrontar su realidad,
En ocasiones, les es necesario negarla para poder mantenerse
cuerdos.
SEGUNDA FASE: IRA
La primera reacción deja paso a una nueva. Cuando ya no se puede mantener
la Negación ésta es sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia, resentimiento. La
pregunta lógica es: ¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? Esta fase es muy difícil de afrontar
tanto para la familia como para el personal del hospital ya que la ira se proyecta contra
todo y contra todos. Incluso las visitas serán objeto del enojo y mal trato; cuando se
vayan y el enfermo quede solo, de nueva cuenta entonces sentirá más dolor,
culpabilidad y vergüenza.
El problema está, enseña KübIer-Ross, en que pocas personas se
ponen en el lugar del paciente y en que no nos preguntamos de
dónde viene tanta rabia. A donde quiera que miren enfermo y familia
encontrarán motivos de enojo y de envidia; hasta lo que normalmente
utilizamos corno simple distracción: si en la televisión pasan a
jóvenes llenos de vida y alegría, surgirá la comparación, injusta y
dolorosa, de su situación personal. El mismo Tanatólogo será causa
de envidia si entra al cuarto del enfermo mostrando aires de mucha
ocupación, sólo para recordarle que él, el paciente, ni siquiera puede
ponerse en pie.
Si uno de nuestros pacientes está pasando por esta fase y le damos respeto,
comprensión y algo de nuestro tiempo, poco a poco le disminuirá su ira; porque lo
liaremos sentir de nuevo un ser humano valioso, verá que sí nos preocupamos por él y
tratará de funcionar a su más alto nivel posible.
La tragedia, insiste KübIer-Ross, radica en que no pensarnos en las razones
de! enojo del paciente y lo tomamos como algo personal, cuando el origen no tiene
nada que ver, o muy poco, con la persona que recibe toda la :Ira del enfermo o
familiar. Si uno toma estas manifestaciones como algo personal, reaccionará en
consecuencia, lo que hará que el paciente aumente su conducta hostil. El Tanatólogo
debe tener una gran tolerancia ante la indignación racional e irracional de su enfermo,
o del familiar que esté pasando también por esta fase. Escucharlo y aceptar su ira,
ayudará a que acepten mejor su estado terminal.
Sólo podremos hacerlo cuando hayamos enfrentado nuestros propios miedos
a la Muerte y nuestros, deseos destructivos y haya tomado conciencia de nuestras
defensas que pueden estorbarnos cuando estemos con el enfermo.
TERCERA FASE: PACTO.
Esta es la menos conocida y dura sólo breves períodos de tiempo, Pero es
igualmente útil para el paciente y la familia, es necesaria de conocer por parte del
Tanatólogo. KübIer-Ross reflexiona sobre esta Idea: si no pudimos afrontar nuestra
triste realidad en un principio y si nos enojarnos con Dios y con todo ser viviente en un
segundo momento entonces, a lo mejor podamos llegar a un acuerdo que posponga lo
inevitable. Como lo hicimos de niños.
Ante la negación de un permiso quizá nos enfurecimos y dimos muestras de
gran enojo. Pero pronto cambiamos de idea. Y negociamos porto bien toda la semana,
¿me darás el permiso?" El Enfermo, cuando ya se sabe desahuciado, utiliza la misma
técnica. Sabe que a lo mejor recibe una recompensa por su buena conducta. Y busca
este premio. Lo que más desea, generalmente es que se prolongue la vida o que pase
más tiempo sin dolor. Actúa en consecuencia. El pacto que hace es un intento de
diferir los hechos, e incluye el vencimiento impuesto por el mismo enfermo para vivir
hasta un plazo determinado, estar bien para cuando suceda el acontecimiento
esperado, etcétera. Y, aunque de manera implícita, la mayoría de las veces, con la
promesa de que no se pedirá nada más si se te concede lo que pidió. La doctora
asegura que ninguno de sus pacientes ha cumplido su promesa. Es que volvemos a
ser niños. La mayoría de estas promesas se hacen con Dios y generalmente se
guardan en secreto, se dicen entre líneas o en la oficina del sacerdote. Incluyen
dedicar su vida a Dios o a la Iglesia, o donar su cuerpo, o partes de él, a la ciencia.
Psicológicamente, dice, estas promesas pueden relacionarse con una
sensación de culpabilidad oculta, por lo que sería muy útil que el personal del hospital
no pasara por alto este tipo de comentarios de los pacientes o familiares. Esta es la
razón por lo que la doctora propone un trabajo en equipo entre los encargados de la
atención del paciente: si el sacerdote sabe de las promesas, el Tanatólogo podrá
librarlo de sus temores irracionales o sus deseos inconscientes de castigo.
CUARTA FASE: DEPRESIÓN.
Cuando el desahuciado ya no pueda seguir negando su enfermedad ni
sostener su rabia, empezará a tener la sensación de una gran pérdida. Pérdida que
puede aparecer por muy diferentes causas: amputaciones, cargas financieras, falta de
la presencia de seres queridos, etcétera. Todo el que trata con pacientes conoce muy
bien estas razones de depresión. Se conoce como Depresión Reactiva. Lo que no
siempre se tiene en cuenta es el dolor preparatorio por el que tiene que pasar el que
se está enfrentando a su muerte. Kübler-Ross la llama Depresión Anticipatoria. Las
dos son distintas por lo que hay que manejarlas de modo diferente. Cuando se trata de
la Depresión Reactiva, un Tanatólogo comprensivo podrá descubrir la causa de la
depresión y aliviar un poco el sentimiento de culpa o vergüenza que generalmente
acompañan a la depresión. En cuanto a la Anticipatoria ésta no aparece como
resultado de pérdidas anteriores, sino que su causa se debe a las pérdidas que van a
venir. Cuando ocurre esta depresión, no se debe estimular al paciente a que mire el
lado alegre de las cosas porque eso significa que no es bueno pensar en la Muerte
cercana, es absurdo pedirle al enfermo que no esté triste, si nosotros lo estamos, y
profundamente, porque va a morir. El enfermo terminal está a punto de perder todo lo
que quiere y a todos los que ama. Se le debe facilitar el que exprese su dolor porque
entonces le será más fácil llegar a la aceptación final. Hasta se mostrará agradecido
con quien lo puede escuchar, sin pedirle que no esté triste.
La Depresión Anticipatoria, a diferencia de la Reactiva, es normalmente
silenciosa. Se trata de un sufrimiento que no necesita hablarse. Es un sentimiento que
puede aliviarse más fácilmente tocando la mano, acariciando el cabello, o sentándose
en la cama, en silencio, al lado del moribundo. Quizá éste pida una oración ya que su
preocupación es más por lo que le espera que por lo que deja atrás. Y son momentos
en que muchas visitas estorban más que ayudan.
Hay enfermos que sufren, especialmente, porque sienten la presión por parte
de quienes los quieren, de luchar por vivir, cuando lo que desean es prepararse a
morir. Esta discrepancia entre lo que quiere el paciente y lo que desean los familiares
causa el mayor dolor y la más grande turbación. Debemos saber que la Depresión
Anticipatoria es necesaria y es benéfica al enfermo que pronto va a morir, si es que
queremos que muera con aceptación y en paz.
QUINTA FASE: ACEPTACION.
Si un paciente tuvo suficiente tiempo y se te ayudó en todas las fases
anteriores llegará a la Aceptación, su Muerte ya no lo deprimirá ni tampoco lo enojará.
Podrá contemplar su próximo fin con relativa facilidad. Va a sentirse débil, cansado y
dormirá a menudo en breves intervalos, sintiendo una necesidad cada vez más grande
de dormir como el bebé, sólo que a la inversa. No se trata de un abandono resignado
o desesperanzado. No es la sensación de que para nada sirve seguir luchando. Pero
tampoco se trata de una fase de felicidad. En la Aceptación hay una como vaciedad de
sentimientos. Es el descanso final antes del largo viaje.
En estos momentos la familia es la que necesita más ayuda: el moribundo ha
encontrado ya cierta paz y aceptación y su capacidad de interesarse por las cosas o
las gentes está disminuida, deseará que lo dejen solo o por lo menos, que no lo
inquieten con noticias y problemas. Pedirá que los visitantes sean pocos y las visitas
cortas. La comunicación se volverá muda, quizá se limite a un cogerse de la mano y a
que él nos pida que nos sentemos allí con él, pero callados. La doctora afirma que
estos momentos de silencio pueden ser las comunicaciones más llenas de sentido
para las personas que no se sienten incómodas de estar junto a un moribundo.
Cuando ya no hay de qué hablar, tocar la mano, o una mirada o un recostarse en la
almohada pueden decir más que muchas palabras.
En la práctica, puede ayudar mucho una visita a última hora de la tarde, el
final del día, cuando las enfermeras y los médicos ya no entran continuamente. Un
rato breve será muy confortante para el moribundo que se da cuenta de que no se le
olvida y confortante también para el visitante que podrá advertir que la Muerte no es
tan espantosa ni tan horrible.
Kübler-Ross advierte que hay pacientes que luchan hasta el final. Conservan
la esperanza hasta el último. Estos no podrán llegar a la Aceptación con paz y
dignidad. Sus familiares y hasta el personal hospitalario admiran su fuerza y tenacidad
y pueden llegar a convencerlo de que aceptar su próximo fin sería un abandono
cobarde. Hay que saber distinguir muy bien estas diferentes situaciones, si el paciente
está dejando la lucha por vivir demasiado pronto, o si, por el contrario, está viviendo ya
la fase de Aceptación. Si no podemos hacer esta distinción haremos más mal que bien
a los pacientes. Por eso, la insistencia de ella: debemos animar a los enfermos a que
expresen su rabia, a que lloren su dolor preparatorio, a que manifiesten sus miedos y
fantasías, debemos ser conscientes del enorme esfuerzo que se requiere para llegar a
esta última fase, porque es la que nos lleva a la separación gradual. Para esto se
necesitará, en algunos pacientes, una comprensión silenciosa sin ninguna
interferencia; pero, en otros, la ayuda tendrá que ser más fuerte para que puedan vivir
las cinco fases.
Complementando el trabajo de investigación de la Doctora Elisabeth Kübler-
Ross, existen también las observaciones de otros estudiosos del tema, que han
identificado otras características en el proceso del morir, haciendo importantes
aportaciones al tema, entre los cuales podemos identificar principalmente a los
siguientes:
PRIMERA ETAPA
La mayoría de lo expertos coinciden en que el proceso del morir, constan de
etapas, las han llamado de diversas formas, pero coinciden en su contenido. En la
primera o de negación, el tanatólogo mexicano Alfonso Reyes Zubiría, dice al
respecto que si bien es cierto que a veces la primera reacción del enfermo y sus
familiares es negar el diagnóstico y quizá, buscar más médicos con la esperanza de
escuchar algo más benigno, esto carece de real importancia. Porque pronto, muy
pronto el paciente se resigna, su religiosidad lo lleva a decirse que está en manos de
Dios, que sea lo que Dios quiera. Es la Voluntad del Señor y deja de negar, muchos
enfermos se pondrán en manos de Dios, o de la Virgen apenas oyen el diagnóstico del
médico sin detenerse en la negación, nacerá entonces la esperanza que podrá ser real
o mágica; lo que no Impide que el paciente caiga en una terrible Angustia, por tanto,
Reyes Zubiría llama a la primera emoción “Angustia”. Esta Angustia es miedo al futuro,
miedo al dolor, miedo a los tratamientos miedo a las reacciones secundarias, miedo a
la situación económica miedo a hacer sufrir a los que se ama miedo a la Muerte,
miedo a todo. Y es sufrimiento. Todo esto es dolor. Y es miedo: miedo a cómo va a
quedar la familia, miedo porque el fantasía de la Muerte esta ya presente en el hogar,
miedo por lo que va a sufrir su ser querido enfermo, miedo a lo que sucederá, miedo a
la soledad que se avecina y con el miedo al futuro aparece la autocompasión.
Para Robert E. Neale, se ha preocupado por el estudio del proceso del morir,
Pero por su calidad de místico, su punto de vista es muy diferente ya que se fija
mucho en los aspectos espirituales del enfermo terminal, de sus familiares y de todos
los involucrados en cada caso. Lo llama: peregrinación realista y llena de significado
hacia la muerte, en su primera etapa o “Conocimiento de la muerte” coincide con la
doctora Kübler-Ross, la negación, coincidiendo también el miedo con el doctor Reyes
Zubiría. Miedo es la conciencia de la angustia, a partir del conocimiento del
diagnóstico todo da miedo: el posible dolor, las complicaciones probables, el
empeoramiento de la salud, el costo del tratamiento, etcétera. O si se trata del equipo
de salud, miedo a haberse equivocado o a tener un resultado no deseado, e incluso
miedo a Dios por sentir, con frecuencia, emociones muy encontradas respecto a El y a
la fe.
A Carl A. Nigshwonger, Pastor Protestante, su formación teológica, pastoral
hace que vea el proceso de morir con una perspectiva del todo diferente. No es ni
miembro del equipo de salud, ni es necesariamente un místico Pero sí es alguien que
comprende al ser humano en sus componentes de Alma y Cuerpo. Presenta al
proceso de morir como una serie de dramas. Entendiendo por Drama a una serie de
eventos que tienen tina dramática unidad y un dramático interés. A cada Drama
corresponde una respuesta que puede ser Sana o Insana. El primero es el “Shock”.
Evento inicial en la respuesta ante una noticia fatal. Probablemente todos lo hemos
experimentado cuando se nos dice algo demasiado desagradable para nuestro Yo.
Provoca una respuesta sana: Negación, o insana: Pánico; fruto éste, de una negación
reprimida
George Engel, Médico, con la experiencia propia del que se ha enfrentado
muchas veces con la Muerte presenta un proceso en el que mezcla lo psicológico y
emocional con lo fisiológico. El establece tres Estadios y los relaciona también con el
proceso del duelo. El primer estadio es de “Conmoción e Incredulidad” Hay una
sacudida y una necesidad de negar lo que acaban de saber y lo que empiezan a vivir.
Emocionalmente se sufre algo parecido a lo que nos describió Francis médicamente.
quizá suceda sobre todo a los familiares, podrán padecer shock., desvanecimiento,
palidez, sudoración, taquicardia, náuseas, alteraciones gastrointestinales, agitación,
confusión, apatía y en la mayoría de los casos, lágrimas.
En cuanto a A. D. Weissman, que es quizá de los de mayor renombre
presenta un punto de vista diferente al de los otros autores citados, es importante
para el estudio de la Tanatología. Para él el proceso tiene cuatro distintos momentos.
Siendo el primero el “Apuro Existencial” en el que el enfermo terminal, a partir del
momento mismo en que conoce su diagnóstico fatal, se enfrenta, lo mismo que sus
familiares, a la realidad de la vulnerabilidad humana y a la temible idea de su muerte, a
la que teme como ya cercana. El resultado de esto es que todos mostrarán síntomas
evidentes de gran torpeza Intelectual.
SEGUNDA ETAPA
Para el doctor Reyes Zubiría, esta segunda emoción la “Frustración”
significa un sufrimiento mayor. Aparece cada vez que se es consciente de la presencia
de la Muerte, a lo mejor cercana y dolorosa, en uno mismo o en el ser querido; más
aún si se acepta que ya no hay tiempo para lograr tal meta afectiva o no y sobre todo,
cuando se siente la impotencia. Y ante la Muerte, todos nos sentimos impotentes La
Frustración se manifiesta de dos modos: Rabia y Tristeza Pero creo que el mexicano
ante la frustración mas que rabia manifiesta tristeza. Una enorme, profunda tristeza.
Omnipresente.
Para Robert E. Neale, a la segunda etapa: “Gestación” corresponden otros
dos aspectos: Dolor y Creencia Ya que se aceptó la verdad del diagnóstico médico.
comienza en el sufriente una etapa en la que se está gestando la idea de la posibilidad
de la Muerte. Aparece necesariamente, el dolor, el sufrimiento, la pena que parece
infinita, en algunos casos como mecanismo de defensa y en otros como real vivencia,
la religiosidad, la fe en Dios, en Su Amor, en la Religión o incluso, en remedios
mágicos.
Carl A. Nigshwonger, se refiere a esta segunda etapa como “Emoción” cuya
respuesta sana será la de Catarsis, Rabia. Con la emoción negativa que surge ante el
mal diagnóstico, el paciente debe hacer una catarsis, ésta deberá traducirse en rabia.
Como Ministro Religioso que es Nigshwonger no ve mala ni la ira ni su manifestación
Si no se da esta catarsis, entonces el paciente caerá el cualquiera de las Respuestas
Insanas: Depresión, Culpa o vergüenza.
George Engel, en su Segundo Estadio o “Desarrollo del
Conocimiento” Habla que se da tanto en el enfermo como en los familiares, e
igualmente en los miembros del equipo de salud que estén involucrados, empezará a
penetrar la triste realidad en su conciencia. Entonces sentirán una tristeza, que puede
ser muy profunda, mezclada con sentimientos de culpa autocompasión lástima por los
demás todos o alguno-.,. y una terrible sensación de impotencia y desesperación.
Habrá un fuerte impulso a llorar, lo cual puede desempeñar una importante función
homeostática. Junto con todo esto, brotará una rabia incontrolable y una cruel
sensación de vacío, lo que llevará a una etapa de depresión pura.
A. D. Weissman lo nombra como “Acomodo” es aquí donde se entabla una
cruel lucha contra la invalidez y la enfermedad que avanzan. El enfermo y sus
familiares tratan de adaptarse a la realidad pero en su impotencia, brota la Negación,
muchos médicos y en general todos los miembros del equipo de salud involucrados,
caerán también en la misma fase.
TERCERA ETAPA
Para Alfonso Reyes Zubiría, la tercera etapa comprende “La culpabilidad”
siendo esta emoción la mas dolorosa y persistente de todas las anteriores, se debe
quitar o se convertirá la compañera más fiel de la Muerte. Cuando se vive la angustia
causada por la enfermedad terminal que padece uno mismo o el ser amado, cuando
se percibe la impotencia ante la cercanía probable de la Muerte, lo más seguro es que
nazcan fuertemente estos sentimientos. Y siempre por razones no valederas, todo
sentimiento de culpa, todo, sin excepción, se basa en un absurdo. Por eso no
podemos manejar la culpa; la tenernos que quitar. Y por eso, precisamente es tan
difícil hacerlo.
Robert E. Neale, en cambio, identifica ésta, como la tercera etapa:
“Renacimiento o. Etapa final del proceso del morir” a la que incumben los aspectos de
Creencia y Martirio. La Fe, escrita así, va a llevar tanto al enfermo como a la familia a
la aceptación de la Voluntad de Dios. Se trata de una autentica espiritualidad y no
necesariamente de una religiosidad, sobre todo si ésta se ha vivido superficialmente,
sin profundidad de contenido. Ya con estas ideas podemos concebir la importancia
del trabajo del Tanatólogo. La nieta es vivir un Martirio. Aquí es necesaria una
explicación sobre lo que significa la palabra Mártir y, consecuentemente, Martirio.
Mártir no es el que sufre. A veces tenemos ese concepto: hablamos de mamás
mártires cuando nos referimos a las que sufren su maternidad y su matrimonio, o
damos el mismo adjetivo a los "dejados", a los "víctimas" del jefe o de los compañeros
de trabajo. Mártir es otra cosa. La palabra viene del griego y significa simplemente
Testigo. Un Mártir es aquel que, a lo mejor, con el sacrificio de su vida, se convierte en
testigo de una fe, de una verdad, de una creencia, de una religión significa:
Testimonio. Un enfermo terminal que muere con plena aceptación, con total dignidad,
con toda paz, es un Testigo: da un testimonio de lo que es la Vida y lo que es la
Muerte. Hacer Mártires del enfermo y de los familiares es, pues, una auténtica meta
para el Tanatólogo; es ayudarlos a que encuentren el sentido trascendental a su
enfermedad, a su dolor, a la Muerte, para que pueda morir en completa paz y con toda
dignidad y que los sobrevivientes, con su aceptación, puedan seguir teniendo vida a
plenitud. Para éste experto, después de esta etapa, viene el Morir.
Carl A. Nigshwonger habla de la “Negociación” en la que los involucrados
querrán hacer un pacto con Dios o con la Vida, o con el propio Yo. La respuesta sana
es un regateo. Si no se favorece podrán aparecer las Insanas: Traicionarse, Darse por
vencido. Estas respuestas negativas pueden llegar a consecuencias graves, coincide
así, con la etapa del pacto de la doctora Kübler-Ross.
George Engel, concibe esta etapa como su Tercer estadio: “Restitución y
Recuperación” Después de todo este penoso proceso, el enfermo podrá empezar a
vivir una aceptación que se traduzca en un sentimiento positivo y no de amargura. Lo
mismo sucederá a los familiares. No habrá felicidad tampoco profunda tristeza. Muerto
el paciente, habrá, en los sobrevivientes, un regreso paulatino a la paz y al bienestar.
Para esto se debe contar con la presencia amable de amigos y familiares, y con la
indispensable del Tanatólogo. Debe darse a los supérstites todo el apoyo que
necesiten, todo el tiempo que lo necesiten hasta que logren recordar
desapasionadamente realistamente, lo bueno y lo malo de la relación perdida.
A. D. Weissman llama a esta etapa “Deterioro” es cuando la enfermedad se
agrava y la lucha por mantener la vida es una pelea continua, cotidiana. Aparece un
agotamiento creciente y una necesidad, en los familiares, de no apartarse del enfermo
o del hospital. Es indispensable la permanencia del Tanatólogo, puesto que la
urgencia de ayuda recae en los aspectos psíquicos y psicológicos y, además en la
importancia de proporcionar descanso y distracción a quienes más lo necesiten.
CUARTA ETAPA
Alfonso Reyes Zubiría, se refiere a esta etapa, como la etapa de la cuarta
emoción “Depresión” a la que define, con mucho, la emoción más dolorosa. El
Tanatólogo debe ser consciente de que se trata, hablando de Enfermos Terminales,
de una emoción fruto del proceso del morir y no de una patología extra.
Tanatológicamente hablando dice que hay tres tipos de Depresión: la Reactiva,
respuesta a las pérdidas sufridas, la más dolorosa de todas las Depresiones, la
Anticipatoria, pero hay otra más: la Depresión Ansiosa. Y se vive fuertemente en los
mexicanos y quizá en otras culturas semejantes.
Carl A. Nigshwonger habla de esta etapa como el “Conocimiento”
Independientemente al resultado, bueno o malo. de la Negociación, el enfermo y su
familia llegarán a este drama. Su respuesta sana: tener una esperanza real y una
búsqueda de sentido de la enfermedad y del sufrimiento, de la Muerte, o pueden tener
la respuesta insana, la que se traduciría en abatimiento amargura y desesperanza.
A. D. Weissman cierra su proceso, con éste Momento Terminal: en el que
llega el punto en el que la respuesta del moribundo va de mínima a nula, hasta que por
fin muere. Sin importar la hora, es necesario que el Tanatólogo esté allí: para que
puedan cerrar el círculo tanto él como su paciente y para apoyar en todo a los
familiares. Cuando llegue la Muerte, estos responderán según las circunstancias:
cercanía con quien murió, situación en la que quedan tanto económica como
socialmente hablando, consuelos que puedan tener. Pero su respuesta dependerá,
sobre todo, de la estructura del carácter de cada uno .
QUINTA ETAPA
Alfonso Reyes Zubiría habla en esta etapa, de una Aceptación verdadera.
Cuando, para decirlo con palabras religiosas porque son muy claras, el enfermo es
capaz de decir un Sí a la Voluntad de Dios. Sostiene que en un pueblo tan religioso
como el de México sí es factible lograrlo. Son los casos en los que el moribundo muere
con autentica alegría que se traduce en un Gozo de interioridad. La resignación es
pasiva: el hombre está ahí esperando que llegue su muerte. Nada más. La Aceptación
es activa. Y sostiene que al ser la Muerte el acto más trascendental en la vida del ser
humano entonces uno debe llegar a ella, no con la pasividad de la resignación sino
con el compromiso activo de la Aceptación.
Carl A. Nigshwonger habla del “Compromiso” que surge hasta que alguien
conoce realmente su realidad, será cuando pueda comprometerse con la verdad. El
Enfermo Terminal o en Fase Terminal, sus familiares, el equipo de salud, todos van a
vivir este Drama. Y la Respuesta tiene que ser la Aceptación si es la sana o la
Resignación si aparece la respuesta insana. La primera significa admitir responsable y
libremente el paso a la Trascendencia. La segunda es, pasivamente, vivir lo que no se
puede cambiar. La primera es un acto humano, la segunda es tan solo un acto del
hombre.
Además de las cinco etapas en las que de alguna manera coinciden todos los
autores, la doctora Elisabeth Kübler-Ross, en su libro "ON DEATH AND DYING”
también aborda dos aspectos importantes: la esperanza y la familia del enfermo
terminal, en capítulos independientes pero complementarios:
ESPERANZA.
La única emoción. que persiste generalmente, a lo largo de todas las fases,
es la Esperanza. Incluso, los que son más realistas dejan abierta siempre una
posibilidad de curación, un descubrimiento de un medicamento de última hora, Esta
chispa de esperanza es la que los sostiene durante sus meses u horas de sufrimiento:
la esperanza de que todo lo que está pasando no sea verdad. Todos los pacientes
tienen un poco de ella y se nutren de ella en los momentos especialmente difíciles. Si
un enfermo deja de manifestar esperanza es señal de muerte inminente.
Los conflictos relacionados con la esperanza, según observación de la
doctora, surgen principalmente de dos fuentes: una, y que es la más dolorosa, cuando
alguien del personal hospitalario, o un miembro de la familia, les transmiten a sus
enfermos, una sensación de desesperanza. La otra es cuando la familia es incapaz de
aceptar la cercana muerte de su pariente y se aferran desesperadamente a la vida,
cuando el enfermo ya aceptó morir. A todos los pacientes hay que darles la
posibilidad de un tratamiento eficaz y no considerarlos desahuciados, perdidos. No
debemos dar por perdido a ningún paciente, tanto si se va a morir o no. El que ya no
puede ser ayudado por la medicina es el que necesita más la ayuda del Tanatólogo. Si
nosotros lo damos por perdido, él se dará por perdido y entonces cualquier ayuda
médica posterior será Inútil. Es necesario que haya más gente que hable de la Muerte
con naturalidad como de una parte intrínseca de la Vida. Muchos pacientes se
muestran deprimidos, hasta que pueden hablar de su fase final. Un enfermo no es
diferente al sano: a veces le apetecerá hablar de sus preocupaciones, a veces
preferirá comentar sobre cosas más alegres, Mientras sepan que les dedicaremos el
tiempo necesario cuando tengan el deseo de hablar y sientan que percibimos sus
indicaciones, compartirán con nosotros, también seres humanos, sus preocupaciones,
reaccionarán con alivio y sentirán un aumento de esperanza.
LA FAMILIA DEL PACIENTE
No podremos ayudar al paciente desahuciado si no tenemos en cuenta a su
familia: las reacciones de los familiares contribuirán mucho en la respuesta que dé el
paciente. Cualquier enfermo grave provoca cambios relevantes en la casa. En
esposos habrá sensación de soledad y con ella de resentimiento. Debemos procurar
que la enfermedad no rompa totalmente con el hogar ni prive a los miembros de la
familia de toda actividad placentera así como el enfermo no puede afrontar su Muerte
todo el tiempo, tampoco los familiares pueden estar solamente al lado de su paciente
todo el tiempo. Los miembros de la familia deberían administrar sus energías.
Tengamos en cuenta que los problemas del enfermo moribundo están por terminar,
pero los de la familia van a continuar y quizá se agraven. Muchos de estos problemas
podrán disminuirse si se habla de ellos antes de que ocurra la Muerte del ser querido.
Se tiene que fomentar la comunicación, Con frecuencia, el enfermo sabe que va a
morir pero pide que no se diga esto a la familia, mientras que esta conoce la verdad y
ruega que se la calle al enfermo no se tiene el valor de compartir. En estos casos el
moribundo puede ser de gran ayuda.
Los familiares pasan por diferentes fases de adaptación iguales a las,
del paciente: negación y aislamiento, rabia, regateo para pasar luego
al dolor anticipatorio, semejante al del moribundo. La doctora asegura
que cuanto más se pueda expresar este dolor antes de la Muerte del
ser querido, resultará menos insoportable el desenlace. En esta fase,
la familia es la que necesita más ayuda y un poco menos el
moribundo, Cuando un pariente hable, llore, grite, debemos dejarlo
sin impedírselo tiene necesidad de compartir y expansionar sus
sentimientos, Va a necesitar ayuda, desde el momento mismo en que
se confirmó el diagnóstico temido hasta tiempo después de la Muerte
de su familiar: necesita la ayuda de un amigo, un sacerdote, de un ser
humano y la ayuda más importante será compartir sus sentimientos
antes de que se produzca la muerte: sí toleramos su rabia contra
nosotros, contra el muerto, contra Dios, les ayudaremos a que lleguen
a la Aceptación sin sentimientos de culpa.
LA CULPA
Es importante entender que se hace duelo por lo perdido. Y en el mundo
humano una persona o un objeto cobra el estatuto de perdido si ha sido una presencia
significativa, es decir, si tenía un lugar en el mundo subjetivo. Por tanto, no se hace
duelo por aquello que no significa nada. El duelo, entonces, implica que algo falta, algo
que encarnaba un valor.
Partiendo de esta idea uno podría suponer que cuando se pierde algo
significativo el afecto principal y único que acompaña esta pérdida es un profundo
dolor. Dolor que se manifiesta como desazón, pérdida de interés por el mundo
exterior, pérdida de la capacidad de amar, inhibición de la productividad.
Sin embargo, nos encontramos que en algunos casos aparece un afecto
sumamente molesto e incómodo que parece complicar el duelo. Y este afecto es el
sentimiento de culpa.
Ese sentimiento de culpa se manifiesta como una gran angustia, acompañada
de un fuerte autorreproche y un juicio severo contra sí, pues la persona considera que
no hizo lo suficiente frente el ser querido que perdió, que en algún punto causó esa
muerte o que quizás la pudo evitar, pero por alguna razón no lo hizo. Esta culpa, por
tanto, se asocia a una rebaja del sentimiento de sí, es decir, a una especie de
desprecio y autodenigración.
En la teoría psicoanalítica existe un puntal de apoyo para intentar explicar
esta paradoja, que Freud anota diciendo que los seres queridos son por un lado una
propiedad interior que se ama y se valora; pero, a su vez, el otro es también un
extraño, quien en ocasiones es sentido como un estorbo y quizás como un enemigo.
Es así como el más tierno y más intimo de nuestros vínculos amorosos también está
teñido de una gran hostilidad, es decir, de un deseo de eliminar al otro.
Al respecto Freud afirma: “ Es lícito decir que los despliegues más hermosos
de nuestra vida afectiva los debemos a la reacción contra el impulso hostil que
registramos en nuestro pecho”
Ello nos permite afirmar que el sentimiento de culpa es una forma como la
persona intenta expiar un daño imaginado, que se convirtió en realidad, aunque fuese
a su pesar. Y lo expía, precisamente, castigándose con los autorreproches e incluso
con síntomas físicos.
Íntimamente vinculado al sentimiento de culpa en el proceso del duelo, se encuentra el
narcisismo tal como lo comenta Luis Rojas Marcos, en su libro "La pareja rota", donde
hace notar que la característica psicológica por excelencia en la sociedad actual
occidental es el narcisismo, que define como el individualismo existente en las grandes
ciudades que es para él, la máxima expresión de esa postura narcisista. La
comunicación es escasa y cada sujeto vive para fomentar especialmente su propio
goce. Ello origina que los valores se vayan perdiendo o haciendo excesivamente
flexibles o pragmáticos, cuestión que origina una cierta decadencia neurótica en el
ámbito social, ello se expresa en la gran cantidad de afecciones neuróticas existentes
hoy en día. La palabra narcisismo
la utilizo Freud en alusión al mito de Narciso, mito que proclama el amor a la imagen
de uno mismo, lo definió como “el estancamiento de toda la energía de la libido en el
yo“, y destacó dos tipos: el primario y el secundario. El narcisismo primario o primitivo
es aquel que corresponde al estado de ‘omnipotencia infantil’, cuando el niño todavía
no diferencia claramente su ser de los objetos del mundo exterior y es él su propio
objeto de amor.
El narcisismo secundario es un estado patológico posterior y permanente que
suele darse en adolescentes, artistas y personas que se repliegan sobre sí mismas.
Freud introdujo el término ‘neurosis narcisista’ como grupo de patologías en las cuales
la libido se retira de los objetos del mundo exterior y se dirige por completo al yo.
Incluyó en este grupo la paranoia, la esquizofrenia, los estados maníacos y la
melancolía.
El problema es cuando el narcisismo puede ser exacerbado, faltarle límites
como la ética y los valores, originando que el sujeto se encierre dentro de una cierta
burbuja donde le cuesta ver y entender la diferencia de los demás. Es ahí donde
surgen las incomprensiones y las dificultades de comunicación, incluso la
intransigencia con los demás.
Sin duda alguna, el proceso de morir es el gran continente que queda por descubrir.
Para la sociedad la muerte es un tabú como lo era el sexo hace unos años, y para los
médicos representa el fracaso. Todas estas concepciones erróneas obstaculizan la
investigación sobre cómo muere la gente y cómo podemos ayudar a morir mejor. No
obstante, algo que distintos estudios han señalado es que lo que genera mayor
ansiedad en los enfermos es el propio proceso de morir, y el que suscita menor
ansiedad es el hecho desnudo de la propia muerte
PRIMERA FASE: NEGACION Y AISLAMIENTO
El reloj de pared marcaba las nueve de la mañana, solo habían transcurrido
unos minutos pero parecían horas las que llevaba sentado en aquella silla frente al
escritorio del médico que tanto le habían recomendado. Sus análisis estaban por llegar
pero el tiempo parecía eterno, el silencio lo ocupaba todo, solo se escuchaban las
manecillas que lentamente indicaban que eso no era un mal sueño, que estaba
ocurriendo y que aquellos minutos, esos interminables minutos marcarían su destino.
La enfermera abrió la puerta, el ambiente era tenso y su cara inexpresiva, Ignacio
Duarte médico de profesión hacía 9 años, se acercó lentamente como calculando cada
paso, tratando de detener ese momento tanto como fuera posible. La vida de ese
hombre que había acudido tan confiado en que podría ayudarle, estaba decidida en
ese sobre que la enfermera sostenía indiferente en la mano derecha.
Ignacio tomó el sobre y forzando una sonrisa le agradeció a la enfermera,
caminó hacia su escritorio y cuando pasó al lado de Manuel, como se llamaba el
paciente, colocó la mano en su hombro, ante este gesto, volvió la cabeza lentamente
y miró angustiado a Ignacio, que trató de forzar una sonrisa y caminó hacia su sillón
donde se sentó para abrir el sobre. Intentando no mostrar reacción alguna, leyó los
análisis pero fue inútil, su preocupación no pasó inadvertida para Sofía la esposa de
Manuel y para el mismo paciente que angustiado preguntó:
- “¿Qué pasa doctor?”
-”No se preocupe, debe haber algún error...”
-”¿A que se refiere?”
- “Que debe haber un error. Permítame voy a hablar al laboratorio.”
- “Doctor Duarte, díganos qué es lo que ocurre.” intervino Sofía
- “Señorita...” dijo el médico al teléfono
-”Quisiera confirmar unos resultado que acaban de enviarme... Sí, el nombre del
paciente es Manuel Fonseca... Doctor Ignacio Duarte... Sí, espero gracias... ¿Está
completamente segura?... Gracias.”
- “¿Qué sucede doctor?”
- “¿Sabe Manuel?, estos resultados confirman que tiene una enfermedad de la
sangre, más bien de la medula ósea, donde se producen las células de la sangre.”
-“¿En la sangre? ¿qué clase de enfermedad? ¿es grave?”
-“Muy grave Manuel, es leucemia.”
Manuel permaneció en silencio durante unos instantes, con la mirada fija en el
doctor Duarte hasta que logró pronunciar:
-“Pero eso es cáncer doctor.”
-“Así es Manuel.”
-“Pero el cáncer no tiene cura.”
-“Debo ser sincero Manuel, en realidad la leucemia en niños es curable, sin embargo
en adultos la remisión total es poco probable.”
-”¿Qué?” preguntó el paciente ansioso
-”No, no puede ser verdad, yo no...”
-“Doctor ¿está seguro? “ intervino Sofía
-” Sí, lamento decirles que sí.”
-” Pero no puedo tener leucemia, eso no puede ser...”
-“¿Por qué doctor?” preguntó Sofía
-“No existe un porqué, todos tenemos la probabilidad de desarrollar una enfermedad
así, cualquiera de nosotros.”
-“¿A qué se debe doctor?”
-“Pues bien, en nuestro organismo, las células son capaces de reproducirse por sí
mismas, logrando así la sustitución de células muertas por células nuevas. Pero este
proceso requiere que las células sustitutivas estén maduras. Cuando las células
sanguíneas inmaduras proliferan de manera incontrolada en la médula ósea y se
acumulan tanto ahí como en la sangre, logran reemplazar a las células normales; las
cuales formaran en otras condiciones, sangre sin alteración alguna. A esta
proliferación incontrolada se le denomina leucemia.”
- “Pero ¿leucemia? ¿A mi edad?“
- “La enfermedad tiene diferentes presentaciones en diferentes edades, es más
frecuente en jóvenes la leucemia leucocitica aguda pero la leucemia linfoblástica se ve
mas en adultos y es de desarrollo crónico.”
-”¿Linfoblástica?”
- “Los glóbulos blancos o linfocitos, están a cargo de combatir las
infecciones, provienen de la médula ósea, que fabrica glóbulos rojos
que transportan oxígeno y otros materiales a todos los tejidos del
cuerpo y plaquetas que hacen que la sangre se coagule.
Normalmente, la médula ósea produce células llamadas blastos. Los
linfocitos combaten las infecciones mediante la fabricación de
anticuerpos, los cuales atacan a los gérmenes y otras bacterias
nocivas presentes en el cuerpo. En estos casos, no maduran y se
vuelven demasiado numerosos. Desplazando a los maduros en la
sangre y la misma médula ósea, se acumulan en los tejidos linfáticos
haciendo que éstos se inflamen. Si la médula ósea no puede producir
suficientes glóbulos rojos para transportar oxígeno, el paciente puede
padecer anemia. Si no puede producir suficientes plaquetas para que
la sangre se coagule normalmente, el paciente puede padecer
hemorragias que en la piel se ven como equimosis o contusiones
fácilmente.
- “¿Puede extenderse?“
- “Sí, en efecto, los linfocitos cancerosos también pueden invadir otros órganos, la
médula espinal y hasta el cerebro.”
- ”Por Dios.” exclamó Sofía mientras tomaba la mano izquierda de su esposo
-”Hay algo más, la leucemia puede ser aguda, es decir que progresa rápidamente con
muchas células cancerosas inmaduras o crónica que progresa lentamente con células
leucémicas de aspecto más maduro.”
- “Doctor...” exclamó Manuel en tono de súplica
- ”Les ayudaré en todo lo que esté en mis manos.” dijo mientras le sonreía con
empatía
- ”Pero es que no es posible doctor, yo vine a verte por síntomas comunes...”
- ”Lo sé Manuel, pero debe saber que a menudo es difícil diagnosticarla. Los primeros
signos pueden ser similares a los de la gripe u otras enfermedades comunes.”
-“¿Habla de la fiebre, la debilidad, el cansancio, el dolor en los huesos. ?”
-“Sí Manuel, tampoco le presté mucha atención pero me preocupó ver que tenías
inflamados los nódulos linfáticos. Por eso recomendé los análisis de sangre para
contar el número de glóbulos de cada clase.”
- ”Pero ¿desde entonces todo resultó anormal?”
- “Sí, por eso recurrimos a la biopsia de médula ósea.”
- ”¿Y la otra prueba?”
- ”No quería dejar lugar a dudas, así que también solicité una punción lumbar,
¿recuerda cuando le insertaron una aguja a través de la espalda? Esto fue para
tomar una muestra del líquido que rodea el cerebro y la espina dorsal. El líquido luego
se examinó bajo el microscopio para determinar la presencia de células leucémicas.”
- “Entonces no hay duda.” exclamó Sofía
- “Así es.”
- “No... No puede ser...” dijo Manuel levantándose lentamente de la silla y dirigiéndose
hacia la puerta.
- “Amor...”
- “Déjelo.” Intervino el doctor Duarte al tiempo que la tomaba de la muñeca para
impedir que saliera tras él pues sabía que en ese momento necesitaba estar solo.
Lentamente Manuel llegó a la puerta y con la mirada perdida y como un acto
reflejo, tomó la perilla y abrió para escapar de ese lugar, para alejarse de esa realidad
que no podía aceptar y que tanto dolor le provocaba. Sofía permaneció de pie con la
mirada fija en su esposo que se alejaba como un autómata por el pasillo del hospital.
Cuando hubo desaparecido de su vista, se volteó lentamente hacia Ignacio y viéndolo
directamente a los ojos preguntó:
- ”¿Tiene probabilidades de recuperación?”
Ignacio permanecía aun aturdido por la mezcla de sensaciones
experimentadas a raíz de la noticia que acababa de dar a un paciente como todos los
que acudían a él. No entendía por qué éste era diferente, por qué le costaba tanto
trabajo aceptar el diagnóstico que él mismo había realizado, le indicó a Sofía que
tomara asiento, cerró la puerta que Manuel había dejado entre abierta y se dirigió
hacia su lugar, se sentó, se arregló la bata y después de acomodarse la corbata
respondió a la pregunta:
- “Eso depende de varios aspectos.“
- “¿Aspectos?“
- “Así es, su probabilidad de recuperación dependerá del aspecto de las células
leucémicas bajo el microscopio, hasta dónde se haya diseminado la leucemia, su edad
y estado de salud en general.”
- ”¿Entonces?”
- ”No lo sé, no puedo decirlo ahora.”
- ”¿Qué tratamiento va a darle?“
- “El tratamiento principal para este padecimiento es la quimioterapia, aunque puede
emplearse la radioterapia en ciertos casos. El trasplante de médula ósea está siendo
evaluado en pruebas clínicas. La quimioterapia consiste en el uso de medicamentos
para destruir las células cancerosas.”
- “Quimioterapia...“
- “Sí, la quimioterapia se considera un tratamiento sistémico porque el medicamento se
introduce en el torrente sanguíneo, viaja a través del cuerpo y puede eliminar células
cancerosas por todo el cuerpo. Los medicamentos a veces pueden administrarse en el
líquido que rodea al cerebro insertando una aguja en el cerebro o la espalda que se
llama quimioterapia intratecal.”
- “Eso suena tan grave, tan...“
- “Lo sé, también está la radioterapia que consiste en el uso de rayos X u otros rayos
de alta energía para eliminar las células cancerosas.”
Tras un incómodo momento en que el silencio ocupaba todo el lugar y pesaba
como si se tratara de espesa neblina, momento en el que ambos habían permanecido
inmersos en sus más profundos pensamientos, Ignacio comenzó a hablar de una
forma que le costaba trabajo usar en este momento, la que usaba siempre, no sabía
por que le costaba tratarlo como a cualquier otro paciente que se hubiera puesto en
sus manos.
- “El tratamiento consta de dos fases. La primera se llama terapia de inducción y su
propósito es destruir la mayor cantidad posible de células leucémicas y hacer que el
paciente pase a remisión.”
- “¿Remisión?”
- “Sí, se trata de una de las etapas de esta enfermedad, remisión
significa que se ha administrado tratamiento y que el número de
glóbulos blancos y otros glóbulos en la sangre y en la médula ósea es
normal. No hay signos o síntomas de leucemia. En la enfermedad
recurrente, como se llama, la leucemia ha vuelto a aparecer después
de haber pasado a remisión. Enfermedad refractaria significa que la
leucemia no ha pasado a remisión después del tratamiento.”
- “Entiendo.“
- “Una vez en remisión y sin signos de leucemia, se aplica una segunda fase del
tratamiento que se llama terapia de continuación, en la cual se tratan de destruir las
células leucémicas restantes. Los pacientes pueden recibir quimioterapia durante
varios años con el fin de mantenerse en remisión. Si las células leucémicas se han
diseminado al cerebro, el paciente puede recibir radiación o quimioterapia al cerebro.
También se le podría someter a profilaxis del sistema nervioso central, otro tipo de
terapia, para impedir que crezcan células leucémicas en el cerebro durante la terapia
de inducción y la remisión.”
- “¿Habló antes de un transplante doctor Duarte?”
- “Sí, el trasplante de médula ósea se usa para reemplazar la médula ósea con médula
ósea sana. El donante puede ser un gemelo que es por mucho la mejor opción, un
hermano o alguna persona que no tenga parentesco con el paciente. La médula ósea
sana del donante se le inyecta al paciente en una vena, reemplazando así la médula
ósea destruida.”
- “¿Qué recomienda para Manuel?”
- “El tratamiento adecuado probablemente sea quimioterapia sistémica. Esta podría
consistir en quimioterapia intratecal sola o combinada con bien sea radioterapia al
cerebro o dosis elevadas de quimioterapia sistémica para tratar o prevenir la aparición
de leucemia en el cerebro. El tratamiento también podría incluir transfusiones
sanguíneas, antibióticos e instrucciones para mantener el cuerpo y los dientes
especialmente limpios.”
- “Gracias doctor, me alegra que sea usted quien trate a Manuel.”
- “De nada, llámenme si necesitan algo.”
Dijo al tiempo que ambos se pusieron de pie, sus movimientos eran lentos y
pausados, se despidieron casi sin prestar atención a las palabras.
Sofía salió del consultorio buscando a su esposo, Manuel se encontraba en la
puerta del hospital fumando nerviosamente con la mirada fija en la nada, absorto en
sus pensamientos.
-“¿Cómo te sientes Manuel?”
-“Consultaremos a otros médicos.”
-“Claro, buscaremos más opiniones ¿ nos vamos?”
-“Te alcanzo luego.” Dijo Manuel mientras le entregaba las llaves del auto, lo único que
quería era estar solo, Sofía lo entendió y se fue a casa. Cuando llegó la noche, Manuel
regresó y sin decir palabra se sentó junto a su esposa que estaba viendo las noticias,
sólo la luz proveniente del televisor iluminaba la estancia, el resto de la casa estaba en
completa oscuridad, absortos en pensamientos vagos, no prestaban atención; sin
embargo permanecían juntos en silencio, aun no estaban listos para hablar de lo
sucedido.
Mientras tanto Ignacio que acababa de cumplir su turno en el hospital,
conducía de regreso a su casa, pensativo, sólo prestando la atención necesaria para
no chocar pero con la mente inexplicablemente al lado de Manuel. Sin percatarse bien
del momento, llegó a su casa donde Diana su esposa lo esperaba con la cena servida:
- “No tengo hambre gracias... Voy a descansar, fue un día muy difícil.”
- “¿Pasa algo?”
- “No.“
- “Está bien, si necesitas algo me dices.”
- “Sí.”
Cuando Diana subió lo encontró sentado al borde de la cama con la mirada
fija en el suelo, se acercó lentamente sin que él se percatara, colocó la mano en su
hombro para transmitirle su apoyo aun sin saber lo que ocurría pero Ignacio se levantó
bruscamente diciendo:
- “Déjame solo por favor.”
- “Pero ¿qué ocurre?”
- “No puedo decirte ahora... Por favor déjame solo.”
Dijo Ignacio y bajó a la sala donde la luz de la luna que entraba por la
ventana iluminaba apenas la parte donde se encontraba el sillón de piel que tanto le
gustaba para permanecer horas leyendo. En esta ocasión lo necesitaba pero no
tomaría ningún libro, solo sus pensamientos lo acompañarían esa larga noche.
A la mañana siguiente cuando Diana bajó a preparar el desayuno se dio
cuenta de que Ignacio ya no estaba, había salido muy temprano, pensó en llamarle al
celular pero se detuvo porque sabía que en esos momentos preferiría estar solo, sin
embargo sabía que algo no marchaba bien, así que dejó lo que estaba haciendo y se
dirigió al hospital donde trabajaba Ignacio, tuvo que esperar a que terminara de ver a
sus pacientes, al salir de su consultorio, caminaba tan absorto en sus pensamientos
que no se percató de la cercanía de su esposa, hasta que ésta le cerró el paso
obligándolo a despegar la vista del suelo:
- “Diana ¿qué haces aquí? ¿Pasa algo?”
- “No. Quiero saber lo que pasa contigo.”
- “¿Conmigo?.”
- “Sí, contigo. Estás muy raro, desde ayer que regresaste.”
- “Nada, he tenido mucho trabajo.”
- “Siempre tienes mucho trabajo. Quiero saber qué pasó de diferente ayer.”
-” No lo sé, en realidad no lo sé.”
- “Algo debió ocurrir”
- “Di un diagnóstico de leucemia a un hombre.”
- “No es la primera vez, ¿qué hubo de diferente ahora? ¿es algún amigo?”
- “No. Nunca en mi vida lo había visto.”
- “¿Entonces?”
- “No lo sé.”
Caminaron en silencio por los pasillos del hospital, los pasos de Ignacio no
eran decididos como siempre, eran lentos y distraídos. Salieron del hospital y una vez
que estaban afuera, pareciera como si el ruido o la vida que se respiraba en la calle
fuera lo que Ignacio necesitara para volver a la realidad, respiró profundo y dijo
mirando a Diana a los ojos:
- “En realidad Diana, no es la primera vez que dar un diagnóstico me afecta tanto.”
- “Pero...”
- “Sí Diana, he sufrido muchas veces el mismo dolor de la familia, solo que con mayor
frustración y culpa.”
- “Nunca me dijiste nada.”
-“Porque es algo a lo que debes acostumbrarte.”
-“¿Realmente llegas a hacerlo?”
-“Tengo que hacerlo, no puedo morirme con cada paciente.”
-“Eso lo sé, pero en más de una ocasión te he visto muy afectado.”
-“Así es Diana, pero lo supero de todas formas. Ahora si todo está bien, debo regresar,
aun tengo varios pacientes en espera.”
-“Esta bien, cuídate.”
-“Sí, nos vemos.” Dijo Ignacio dándose vuelta para regresar a su consultorio,
perdiéndose tras las puertas de cristal que le impidieron ver las lágrimas que
derramaba silenciosamente Diana del otro lado.
A los pocos días, Ignacio se encontró con Diego, otro médico amigo suyo,
que inmediatamente notó que algo le pasaba, así que le propuso comer algo para que
le contara el problema. Cuando se hallaron sentados en una mesa cercana a una
ventana en la cafetería del hospital, Ignacio normalmente reservado le contó los
pormenores y los resultados de los análisis y su deseo de hacerse cargo del caso,
Diego que lo escuchaba atento mientras sorbía lentamente su café solo intervino
cuando Ignacio terminó su relato:
- “Si en verdad quieres hacerte cargo de este caso y en verdad no entiendo por qué te
afecta tanto, creo que deberías buscar el apoyo tanatológico.”
- “¿Apoyo tanatológico?
- “Sí, son especialistas capacitados para ayudar en el proceso de duelo, bueno en
general ayudan en toda clase de pérdidas que son significativas para el hombre. En
este caso puede ayudarte tanto a ti como al enfermo y a la familia..”
- “No lo necesito Diego.”
- “¿Qué?”
- “Que sé que me repondré, además todos los médicos pasamos por esto.”
- “Lo sé Ignacio, pero aun así, a veces necesitamos ayuda y debemos buscarla.”
- “¿Necesitamos? Por favor, tú no sabes lo que es una emergencia.”
- “Tienes razón Ignacio, nunca sabré lo que significa una emergencia y ninguna vida
se decidirá en mis manos, pero ¿sabes?”
- “¿Qué?
- “También soy un ser humano y eso es lo que creo que se te olvida a ti.”
- “No es eso Diego, es que no puedo emocionarme con cada caso, los pacientes
siguen su curso, yo debo comer de mi profesión y no puedo dejarme afectar.”
- “Ignacio ¿qué no entiendes que el ser médico no te hace dejar de ser humano?”
- “Claro que lo sé Diego.”
- “Yo también soy médico, tal vez no lucho contra la muerte, pero sé que no dejarse
afectar, es imposible.”
- “Agradezco tu interés Diego, pero estaré bien, ahora debo regresar al trabajo.”
- “Piénsalo al menos Ignacio.”
- “No hay nada que pensar. Nos vemos luego.”
- “Hasta luego. “ Dijo Diego moviendo la cabeza en señal de desacuerdo y
sorbiendo lo que quedaba en su taza de café.
- “Ayuda, jajaja ¿cree que necesito ayuda? Como si no hubiera pasado tantas veces
por esto.”
Se decía Ignacio mientras caminaba por los pasillos rumbo a su
consultorio, al llegar se colocó la bata, ese escudo que lo protegía de
sus emociones, se acomodó en su escritorio y por el
intercomunicador, le indicó a la enfermera que hiciera entrar al
siguiente paciente. Tenía la vista puesta en el escritorio, buscando
entre los expedientes que Irma, ya había acomodado en orden según
las citas del día y al leer el nombre del paciente que entraría, sintió
un ligero sacudimiento, se trataba de Manuel Fonseca, acababa de
leer el nombre cuando unos ligeros golpes en la puerta y la voz tan
familiar de Irma le indicaba que entraría. Ignacio levantó la mirada y
sólo se encontró con Sofía, que estaba visiblemente afectada.
- “Buenas tardes Doctor Duarte.”
- “Buenas tardes ¿cómo está Manuel?”
- “Pues…Hemos estado buscando otras opiniones doctor.”
- “Entiendo, ¿alguna esperanza?”
- “Coinciden con usted doctor.”
- “Sentimos haber acudido a otros médicos pero...”
- “Tenían derecho, pude haberme equivocado.”
- “Quiero que sea usted quien lleve el caso doctor.”
- “Eso debe decirlo él.”
- “Lo ha decidido.”
- “¿Por qué no vino con usted?”
- “Porque no es el mismo de siempre, esta muy callado, no quiere hablar conmigo, no
sale, le pedí que viniera, pero no quiso.”
- “Entiendo, pero es necesario comenzar el tratamiento cuanto antes.”
- “Lo sé.”
- “Quisiera hacerle un chequeo.”
- “En estos momentos no sé como tratarlo, intento entenderlo, pero cómo ayudarlo a
aceptar la realidad si yo también pienso constantemente: ¡No puede ser verdad! ¡No
es más que una horrible pesadilla!”
- “Imagino que así es.”
- “Creo que en cualquier momento recibiremos una llamada telefónica de usted,
diciéndonos que todo fue un error, sé que es absurdo pero así lo siento.”
- “No es absurdo, creo que me sentiría igual.”
- “Gracias por todo doctor.”
- “No es nada.”
- “Entonces se hará cargo del caso de Manuel ¿verdad?”
-“Claro que lo haré.”
- “Gracias doctor.”
- “Es mi trabajo.”
Cuando aquella mujer hubo salido de ahí, Ignacio se quedó pensativo,
repasando esa frase tan chocante que de pronto tomó su real
significado: “mi trabajo”, en realidad así lo había visto siempre, no
entendía toda la gama de emociones que llevaba consigo. Hacía días
que evitaba hablar con su esposa o con cualquiera que pudiera
interrogarlo sobre lo que le ocurría porque por primera vez, no tenía
respuestas.
El trabajo acumulado y ese sentimiento de querer aislarse del mundo, lo
habían obligado a comer en la cafetería del hospital durante varios días y a cubrir
todas las guardias posibles, pasando días enteros en el hospital. Diana que no
lograba comprender la situación había ido a buscarlo al hospital, pero Ignacio se
mostraba aún más esquivo que en casa, indignada por la actitud de su esposo, se
retiró sin decir palabra.
Diego que se había dado cuenta de todo, entró a la cafetería y se acercó a su
mesa, acompañado por una mujer joven. Ignacio no se había percatado de la
presencia de su amigo, hasta que Diego saludó:
- “Hola Ignacio.”
- “Buenas tardes Diego.”
- “Mira Ignacio hay alguien a quien quiero presentarte.”
Ignacio se puso de pie, con aire desconcertado, se acomodó la bata y
estrechó la mano de la mujer que acompañaba a su amigo, como un acto reflejo, se
presentó:
-“Mucho gusto, doctor Ignacio Duarte a sus órdenes.”
-“El gusto es mío, Amaya Piamonte, tanatóloga”
- “¿Tanatóloga?”
- “Sí Ignacio, es de quien te hablé, ella colabora ocasionalmente aquí en el hospital”
-“Así es. Me gustaría charlar con usted.”
-¿Para que?
-“Sé que está pasando por un proceso difícil y estoy segura de poder ayudarle.”
- “No sé qué le habrá dicho Diego, pero la verdad es que no necesito ayuda de
ninguna clase.
-“Entiendo por lo que está pasando.”
-“Lo dudo.”
-“Ignacio... “ intervino Diego
-“Diego, sabes que tengo mucho trabajo, fue un placer señorita Piamonte y lamento no
poder conversar con usted, pero como ya dije antes, tengo trabajo, hasta luego.” Dijo
estrechándole la mano.
Diego, avergonzado de la actitud de su amigo, lo siguió con una mirada
inquisitiva hasta que éste desapreció por la puerta de cristal dando la vuelta por el
pasillo a la derecha que conducía a su consultorio, lentamente Diego volvió la mirada
hacia la tanatóloga que lo miraba amablemente y con una leve sonrisa y un gesto
conciliador le dijo:
- “No te preocupes, esperaba esta reacción.”
- “Pero eso no quita que haya sido descortés.”
- “No es eso Diego, está pasando por una fase llamada de negación y aislamiento.”
- “¿Ignacio? ¿Qué no son esas las fases de los pacientes?”
- “Esas fases las atravesamos todos ante cualquier pérdida.”
- “¿Pérdida? Pero si no tiene ninguna clase de relación con el paciente.”
- “Lo sé, Diego, pero experimenta la pérdida de su narcisismo.”
- “¿De su narcisismo?”
- “Sí, el darse cuenta de que no es infalible, que no puede atribuirse el papel de Dios,
que las situaciones se le escapan de las manos.”
- “Entiendo.”
- “Haré que Ignacio hable contigo, lo necesita.”
- “No Diego. Debe acudir a mí, cuando él lo decida.”
- “Espero que lo haga.”
Ignacio regresó a su casa después de su guardia nocturna, completando así
72 horas de no pisar su hogar, Diana estaba en la cocina preparando café, para
cuando llegó. Al escuchar el ruido de la puerta, salió a su encuentro, estaba
visiblemente preocupada, trató de saber lo que ocurría, pero Ignacio alegando que
estaba cansado, subió a dormir sin decir nada.
Pasados algunos días, mientras los problemas con Diana se
agudizaban, Ignacio decidió buscar a Diego. Se encontraba en la
cafetería, en una mesa cercana a la ventana, estaba tomando café
como siempre, Ignacio se acercó lentamente pero Diego ya lo había
visto desde que cruzó la puerta del lugar, levantó la mirada y lo
saludó amistosamente, invitándolo a sentarse.
-“Hola Ignacio ¿cómo estás?”
-“He estado pensando mucho en lo que me dijiste aquel día.”
-“¿Qué has pensado?”
-“Quiero saber cómo es que te ayudó la tanatóloga.”
-“Bien... Sabes que cuando murió mi padre la pasé muy mal, creí que no volvería a
trabajar, que digo trabajar, creí que no podría vivir. Me recomendaron que visitara a
un especialista, Amaya es la novia de un amigo, necesitaba la ayuda urgentemente,
así que hice una cita y aunque escéptico, acudí, sabes que nunca había ido con
psicólogos ni nada parecido, sin embargo Amaya me hizo sentir muy bien desde el
inicio, así que proseguimos con las sesiones y poco a poco fui recuperándome de la
muerte de papá. Entendí que ese dolor es como una cicatriz, estará allí para siempre
visible, haciéndome recordar, pero ya no dolerá.”
-“Entiendo tu caso y me da gusto que te encuentres mejor, pero lo tuyo fue algo
personal, si mi padre muriera me sentiría así, pero esto es diferente.”
-“¿Por qué?”
-“Ya te lo expliqué Diego, es mi trabajo y no debo afectarme.”
-“Ella puede ayudarte.”
-“No es médico, no entendería, pero de todas formas gracias.”
-“Como quieras, pero toma la tarjeta de Amaya por si cambias de opinión.”
-“Gracias Diego, pero no lo creo.”
El tiempo pasó lento para Ignacio, su estado no había variado mucho, el
tratamiento había comenzado ya para Manuel, que inexplicablemente para el doctor
Duarte, a pesar del tratamiento, de la evidente presencia de la quimioterapia y su
relación con el cáncer, así como los demás medicamentos, Manuel no aceptaba por
completo, que estaba enfermo de leucemia, tenía intervalos en lo que parecía
consciente de su situación y llegaba a hablar de la muerte como algo cercano e
inevitable, pero casi inmediatamente regresaba a la negación, la misma que presentó
cuando supo el diagnóstico. Ignacio se sentía obligado a ayudarlo, todo el equipo de
salud le había tomado aprecio y le pedían consejos sobre cómo tratarlo, pero eso no
lo sabía, nada en la escuela de medicina lo había preparado para esto.
Un día en que se sentía abrumado, sacó del cajón de su escritorio, la tarjeta
que le había dado su amigo, a fuerza de leerla tanto desde que la había recibido,
había memorizado todos los datos que aparecían allí: “Amaya Piamonte, Tanatóloga.”
No lo pensó más tiempo y marcó el número que aparecía en la tarjeta, pronto se
encontraba hablando con una mujer de voz amable que le proponía verse a la mañana
siguiente para enterarse bien del caso, después de acordar la hora, se sintió
arrepentido. Pese a eso, no canceló la cita y al día siguiente, Ignacio acudió a la
sesión con severas dudas, mientras conducía rumbo al consultorio de la tanatóloga
pensaba si en verdad podría ayudarlo, entró con paso lento al edificio y varias veces
antes de entrar al cubículo de la tanatóloga, se sintió tentado a regresar al hospital, sin
embargo respiró profundamente y entró:
-“Buenas tardes.”
-“Buenas tardes doctor Duarte ¿cómo está?” dijo ella estrechándole amigablemente la
mano
-“Bien.”
-“Siéntese por favor.”
-“Gracias.”
-“¿Por qué decidió venir?” preguntó sonriendo mientras se dirigía al sillón del otro lado
del escritorio.
Ignacio no estaba seguro de qué responder, sin fijar la vista en ningún punto,
meditaba su respuesta y de pronto dijo como completando lo que estaba pensando:
-“Porque estaba seguro de que estas emociones desaparecerían, pero continúan…no
se disuelven a pesar del tiempo, no entiendo lo que ocurre. Además no sé como
ayudar a mi paciente, en mi especialidad hago todo lo que está en mis manos pero sé
que necesita más. Diego me dijo que usted puede ayudarlo.”
-“Así es, ¿cómo se llama su paciente?”
-¿Cómo se llama?”
-“Sí, su nombre.”
-“Se llama Manuel Fonseca, pero le confieso que es raro referirme a él así, desde su
diagnóstico ha sido el paciente de leucemia linfoblástica.”
-“Entiendo.”
-“Lo que no me queda claro, es su actitud, parece no darse de cuenta de la situación.”
-“Pues bien, todo parece indicar que Manuel está pasando por lo que llamamos fase
de negación y aislamiento, no puede aceptar su enfermedad porque en nuestro
inconsciente somos inmortales y es casi inconcebible reconocer que tenemos que
afrontar la muerte.”
-“¿Cuánto tiempo permanecerá en esa actitud?”
-“No hay un tiempo determinado, hay pacientes, muy pocos con sinceridad, que llevan
la negación hasta el final.”
-“¿De qué depende?”
-“Dependerá mucho de cómo se haya enterado del diagnóstico, de cuánto tiempo
disponga para reconocer poco a poco lo inevitable y en especial, de cómo se haya
preparado a lo largo de la vida para afrontar la muerte, de cómo afronte las situaciones
de tensión para abandonar la negación, de eso depende que opte por usar otros
mecanismos de defensa menos radicales.”
-“Entiendo. Mencionó que era una fase ¿existen otras?”
-“Así es, en el llamado “Proceso del morir” existen varias fases, que pueden o no
atravesarse, pero se consideran dentro de este proceso, cinco muy importantes: la de
negación y aislamiento, la de ira, una muy breve pero importante llamada de pacto, la
de depresión y la de aceptación.”
-“¿Tiene algo que pueda leer al respecto?”
-“Por supuesto doctor Duarte.” Dijo Amaya poniéndose de pie y dirigiéndose al librero
que estaba detrás de Ignacio, mientras escogía algunos volúmenes preguntó:
-“Ahora Ignacio, ¿cómo se siente usted?”
-“¿Yo?”
-“Sí, usted es quien está aquí.”
-“Pero es por mi paciente, yo estoy bien.”
-“No lo parece.”
-“Le aseguro que sí, es mi trabajo estoy acostumbrado.”
-“Esta bien, ¿quiere hablarme de Manuel Fonseca?”
-“Es un hombre joven, de 35 años... casado y padece leucemia linfoblástica. Como ya
lo mencionó, niega su enfermedad a pesar del evidente deterioro.”
-“¿Cómo le comunicó el diagnóstico?”
-“Ya me lo temía, así que días antes comencé a insinuárselo, pero igualmente se negó
a aceptarlo cuando se lo confirmé.”
-“Buscó mas opiniones ¿cierto?”
-“Así fue, días después su esposa fue a verme para pedir que me hiciera cargo del
caso,”
-“¿Cómo se siente cuando los pacientes buscan otras opiniones?”
-“Siento por una parte, frustración, pero también alivio porque me evito trabajo y
responsabilidades, pero a veces siento que no logro satisfacer a la gente en sus
necesidades y ésta es una de esas veces.”
-“¿Le parece si trabajamos en equipo doctor Duarte?”
-“¿A qué se refiere?”
-“A darle a Manuel Fonseca una atención integral.”
-“Debo pensarlo...”
-“Lo entiendo.”
-“Es que nunca lo he hecho antes y...”
-"Si esta de acuerdo, lo intentamos, si no le satisface... le aseguro que ya no
intervendré.”
-“De acuerdo, mañana en el hospital, Manuel tiene consulta y así podremos hablar con
ellos.”
-“De acuerdo.”
A la mañana siguiente, cuando Amaya llegó al hospital a la hora
convenida, esperaba conocer a Manuel y a su esposa, pero cuando
dio vuelta al pasillo, encontró al doctor Duarte en la entrada de su
consultorio, Amaya se extrañó pues estaba solo y creyó que iban a
entrevistarse directamente con el paciente, pero el doctor quería
hablar primero con ella, saber exactamente en que consistiría su
intervención, antes de presentarla a su paciente, pues no tenía claros
sus objetivos, entonces Amaya explicó brevemente sus funciones
como tanatóloga.
-“El tanatólogo es la persona capacitada para ayudar en el proceso del
duelo ayuda a afrontar toda clase de perdidas significativas, ayuda tanto a
las personas que mueren como aquellas que lo rodean, como en este caso
no solo a Manuel y Sofía, sino también al equipo de salud, incluido usted
doctor Duarte. Ayuda a la reestructuración de la familia ante el hueco
dejado por quien ha fallecido. Mi trabajo consiste en tratar al paciente o
cualquier persona que sufra una pérdida con verdadera compasión,
sintiendo autentico cariño y sobre todo respeto. Mi deber es asegurarme
que conserve su dignidad hasta el último momento.”
-“¿Verdadero cariño?”
-“Sí, una parte muy importante es no fingir sentimientos, el tanatólogo debe
de tener la capacidad para "ponerse en los zapatos del otro", con respeto,
confidencialidad, cordialidad, en pocas palabras con calidad humana para
poder ofrecer al paciente el apoyo que busca.”
-“Eso queda claro pero exactamente ¿Qué hará con el paciente? ¿Qué debo
esperar de su intervención?”
-“No será una intervención doctor Duarte, la idea es formar un verdadero
equipo interdisciplinario, donde cada miembro cuide de sus funciones,
porque creo que debemos conocer nuestras limitaciones y trabajar
conjuntamente con otros especialistas pues recordemos doctor Duarte que
no es justo para los pacientes que confían en nosotros decir “este paciente
es mío” debemos aprender a trabajaren equipo, de esta manera, puede
estar seguro de que no intervendré en nada de lo que le concierne a usted.
Simplemente me aseguraré que el paciente tenga una verdadera calidad de
vida, que se respeten sus derechos, estoy para brindarle apoyo a la familia
y a él, ayudarlo a sobrellevar la angustia tan característica que precede a la
muerte, así como permanecer a su lado a lo largo del proceso, para ello
necesito saber su condición física, no para intervenir, sino para
comprender.”
-“De acuerdo. Ya sabe en términos generales la enfermedad.”
-“Ellos cuanto saben de la enfermedad?”
-“Les expliqué a grandes rasgos cómo se origina y lo que puede pasar.”
-“¿Les explicó cómo podría sobrevenir la muerte?”
-“¿Cómo?”
-“Sí, lo que deben esperar para el desenlace de la enfermedad.”
-“No. Es difícil saberlo a estas alturas.”
-“Entiendo.”
-“¿Qué procedimiento seguirá, Amaya?”
-“No existe en procedimiento establecido, se debe emplear un método
especial con cada paciente y como se trata de seres humanos, somos
diferentes hasta en la forma de morir, además se trata diferente a quien
pierde a un hijo, un padre, un hermano o un amigo.”
-“Creo que podremos trabajar en equipo.”
-“Lo importante es recordar que quien vive dignamente, hacer que muera
de la forma más digna, confortable y tranquila posible es nuestra meta.
También es importante recordar que estos pacientes lo que más necesitan
es amor verdadero.”
-“¿Cómo darles amor? eso es involucrarse.”
-“Debemos saber involucrarnos lo más que sea posible con el paciente, pero
sin llevar los problemas a casa.”
-“¿Cómo?”
-“Recordar que esta es solo una faceta de nuestras vidas, que
independientemente de ella, tenemos otras igual de importantes.”
SEGUNDA FASE: IRA
El tiempo pasaba sin que Manuel se percatara, parecían años, la fecha exacta no la
sabía, el tiempo se había detenido aquella mañana en la que recibió el diagnóstico,
aquél diagnóstico que había preferido negar porque era demasiado doloroso, así que
trataba de seguir la vida lo más normal que su condición se lo permitía. Hasta que una
mañana, cuando Sofía preparaba el desayuno, Manuel bajó con dificultad, esa tos que
lo aquejaba desde hacía algunos días, había empeorado. Desde que iba bajando las
escaleras, Sofía lo escuchó, esa tos le preocupaba pero Manuel decía que estaba
bien, con paso lento se acercó a la cocina. Sofía volvió la cabeza para saludarlo con
una sonrisa pero al ver su aspecto demacrado, la sonrisa murió en sus labios y
dejando todo lo que estaba haciendo se acercó a Manuel y lo ayudó a sentarse, éste
apartó su brazo violentamente diciendo:
-“¿Crees que no puedo sentarme solo?”
-“Manuel no es eso...”
-“Puedo hacerlo solo...”
-“¿Te sientes mal?”
-“¿Por qué iba a sentirme mal?”
-“Esa tos que tienes, no me gusta.”
-“Es solo...”
Sofía al ver que se le dificultaba la respiración, se dio vuelta para llenar un vaso con
agua, cuando se lo dio, Manuel estaba muy agitado, sudoroso, Sofía colocó la mano
en la frente de su esposo y se dio cuenta de que tenía fiebre. Preocupada le propuso ir
al hospital y aunque al inicio se negaba, accedió ante un intenso dolor en el tórax.
Aquel viaje hacia el hospital, pareció eterno, todo el mundo parecía moverse mas
lento, Sofía solo ansiaba llegar. Cuando por fin se encontraron en la entrada de
emergencias, un médico los hizo pasar a un cubículo donde llevaría a cabo la clínica,
el médico era un hombre alto de gesto frío, los hizo pasar y preguntó la razón de su
visita:
-“Mi esposo...”
-“Puedo hablar por mí mismo, Sofía...”
-“¿Qué le sucede?”
-“No me he sentido bien últimamente.”
-“¿Qué siente?”
-“He tenido tos...”
-“por lo que veo, también presenta dificultad para respirar.”
-“Un poco...”
-“También ha tenido fiebre doctor y un dolor en el tórax.”
-“¿Qué clase de dolor?”
-“Como una punzada.”
Tras realizar el examen físico, el médico consideró necesaria una radiografía
de tórax que al formar parte de los métodos auxiliares de diagnóstico, permitiría una
opinión más exacta sobre le estado de Manuel, pronto llegó una enfermera que lo
condujo en una silla de ruedas para que no se fatigara, hasta la sala de Rayos X
donde el técnico le indicó cómo colocarse y sacó las placas, al poco rato ya se
encontraban de nuevo en el cubículo del doctor, tras examinarlas, se dio vuelta y
comenzó la anamnesia propiamente:
-“ Dígame, ¿tiene algún antecedente patológico?”
-“No entiendo doctor.”
-“¿Sabe si padece alguna enfermedad?”
-“Alguna enfermedad...”
-“¿Padece asma?”
-“No doctor.”
-“¿Diabetes? ¿Alergias?”
-“No.”
-“¿Alguna otra enfermedad?”
-“Bueno..”
Tras un rato de silencio en el que el médico hacía algunas anotaciones en el
expediente pues no se había percatado de la respuesta de Manuel, éste comenzó a
hablar con dificultad y en un tono casi imperceptible dijo:
-“En realidad..”
-“¿Disculpe?” dijo el médico levantando la vista del expediente que tenía abierto y lo
miró fijamente por encima de las gafas, esperando que terminara la frase:
-“En realidad doctor...”
-“¿Sí?”
-“Tengo una enfermedad de la sangre.”
-“¿Enfermedad en la sangre?”
-“Sí...”
-“¿Leucemia?”, dijo el médico evidentemente preocupado, pues representaba mayor
responsabilidad
-“Sí, así es como se llama.”
-“Si me permite, creo que su esposa debe estar presente.”
-“De acuerdo.”
Inmediatamente el médico hizo pasar a Sofía que continuaba con la misma actitud
angustiada que parecía formar parte de ella desde el momento del diagnóstico de
leucemia, tomando su bolsa con ambas manos y con paso lento, entró al cubículo y se
sentó en la silla que estaba al lado de la de su esposo, trató de tomarle la mano, pero
Manuel la rechazó y dirigiéndose al médico preguntó:
-“¿Qué pasa?”
-“Verá, presenta síntomas de neumonía.”
-“¿Eso es grave doctor?”
-“ Pues la neumonía en individuos normales sin enfermedad de base puede ser tratada
hasta en su casa, pero este es un caso delicado.”
-“Por la leucemia.” Intervino Sofía con cara de aflicción
-“Exacto, se complica por la leucemia, así que debo mandar que sea internado
inmediatamente.”
-“¿Internado?”
-“Así es, ¿algún médico se está haciendo cargo del caso?”
-“Sí, el doctor Duarte.”
-“Veré que sea avisado, ahora debemos internarlo y llevara por lo menos una semana
que logre superar esto.”
Inmediatamente se llenaron los formularios de admisión y en un rato ya se encontraba
en una cama, Sofía como siempre estaba a su lado, cuando el doctor Duarte fue
informado, acudió lo más rápido posible al pabellón donde estaba Manuel, Sofía
estaba sentada en una silla al lado de la cama. Ignacio entró y tomando el expediente
que le entregó la enfermera, para enterarse de la condición de Manuel, una vez que
leyó las anotaciones del médico de emergencias, se dirigió a Manuel, pero éste
reaccionó violentamente:
-“Ya no estoy tan seguro de querer que me trate usted doctor Duarte, no parece muy
eficiente...”
-“La neumonía...” trató de explicar Ignacio, pero Manuel interrumpió:
-“Debió haberlo previsto.”
-“La neumonía es una infección muy frecuente en los inmunodeprimidos pues se
enferman a causa de gérmenes que en individuos normales no causan mayor daño.”
-“Doctor, Manuel no lo dice...”
-“Puedo hablar por mí mismo Sofía y si digo que me parece ineficiente es porque es.”
-“Si desea más adelante que sea otro médico quien lleve su caso, no tendré
inconveniente, pero mientras tanto, hay alguien a quien quiero presentarles.”
Con paso decidido caminó hacia la puerta y le indicó con un ademán
a una persona que esperaba en el pasillo, que podía entrar. La mujer
de aspecto agradable, entró confiada, con gesto amable y esbozando
una sonrisa, saludo a Manuel y a Sofía y se presento:
-“Amaya Piamonte a sus órdenes, soy tanatóloga y estoy aquí para ayudarles.”
-“¿Tanatóloga?”
-“¿Para que la necesito?”
-“Manuel por favor...”
-“Si le apetece, podemos charlar un rato.”
-“No. No me apetece.”
-“De acuerdo.” Dijo Amaya mientras tomaba sus cosas para salir de la habitación,
Manuel frunció el ceño y agregó:
-“¿Eso es todo? ¿Esa es su ayuda?”
-“Podemos charlar entonces.”
Sofía sonrió un tanto avergonzada por la reacción de su esposo, pues
él no solía ser así. Ignacio permaneció al pie de la cama, prestando
atención a cada palabra que Amaya pronunciaba, quería ver su
interacción con el paciente, la forma de reaccionar ante la hostilidad.
Amaya volvió a sentarse cerca de la cama y permitió que el paciente
se expresara libremente, solo lo escuchaba. Lo primero que surgió fue
la inevitable pregunta que rondaba en su mente:
-“Así que está aquí para charlar, pues podríamos charlar de mí, ¿Por
qué yo?”
-“¿Por qué usted?”
-“Sí, ¿por qué me pasa esto a mí?, ¿Por qué tuvo que pasarme esto a mí? ¿Qué
demonios tiene contra mí la vida? No puede ser esto posible, ¡Dios mío! yo no puedo
merecerme esto...”
Tras una breve pausa, en la que Manuel parecía buscar en su mente
las posibles respuestas a eso que lo atormentaba, añadió:
-“Yo que estaba tratando de darle a mi familia lo mejor, ¿qué le debo yo a la vida que
tiene que cobrarse con esto?, No soy merecedor de todos estos males que me están
pasando. Si soy yo una persona que tiene una larga vida por delante... ¡Dios! si
existes, ¿por qué carajos me haces esto a mí? y...los doctores, ¿por qué no hacen su
trabajo y me curan?”
-“El doctor Duarte hace lo que puede...” intervino Sofía
-“Eso no es cierto ¡es un incompetente!” respondió Manuel
-“¿Qué lo haría sentirse mejor Manuel?”
-“Quisiera que todos me dejaran en paz, y que dejaran de molestarme, no quiero ver a
nadie, todo esto que me está pasando es horrible, quisiera acabar con todo lo que está
aquí, en este momento, mandar al demonio a todos los que están a mi al rededor que
dejen de agobiarme con sus lamentos y con sus palabras de "aliento" que tan poco
bien me hacen porque a fin de cuentas la salud no la podré recuperar con sus
lloriqueos y con sus absurdas palabras.”
-“Manuel...”
-“Con un demonio Sofía déjame hablar...”
-“Mejor espero afuera, con permiso.”
-“Adelante.”
-“Así que quisiera que lo dejaran solo.”
-“Sí. De hecho eso quiero, así que ¿por qué no vuelve otro día?”
-“Claro, lo que menos deseo es incomodarlo.”
Dijo Amaya mientras se levantaba sonriendo y tomando sus cosas se dirigía
hacia la puerta, al salir Sofía esperaba al otro lado del pasillo sentada en una silla, al
ver a Amaya, se levantó rápidamente y acudió a su encuentro para saber lo que
ocurría con Manuel. Iba a preguntarle, cuando el timbre de Manuel comenzó a sonar
insistentemente, Sofía se disculpó y la tanatóloga le propuso encontrarse más tarde
para explicarle bien la situación. Sofía asintió con un movimiento de cabeza y se dirigió
rápidamente a la habitación de Manuel. Al poco rato, apareció una enfermera que le
informaba a Sofía que la familia de Manuel estaba afuera, ésta salió y se encontró con
los hermanos de Manuel, Rubén el mayor, de 42 años y Julio de 30 que miraba hacia
la nada, como no queriendo entender lo que ocurría. Se saludaron afectuosamente,
pues a pesar de la distancia, siempre habían mantenido buenas relaciones.
Ambos habían viajado miles de kilómetros para estar al lado de su
hermano, Rubén había tenido que dejar a su esposa e hijos y Julio su
empleo, pero nada de eso importó cuando se enteraron de la
enfermedad de Manuel y de que se encontraba internado. Sofía les
indicó el número de cuarto, entraron juntos, tratando de aparentar
que todo estaba bien, cuando Manuel los vio, saludó con su ya
característico sarcasmo:
-“Hola, ¿cómo están?”
Sus hermanos no sabían cómo reaccionar, normalmente no actuaba
así, Rubén iba a responder, pero justo cuando iba a articular palabra,
Manuel atajó:
-“Seguro que bien, ¡qué pregunta tan estúpida! La verdad es que no
sirvo ni para hacer una pregunta...desde que tengo esta maldita
enfermedad, no puedo hacer nada, soy un inútil, pero no me hagan
caso, ¡siéntense que vamos a hablar!”
Manuel se incorporó en la cama tanto como pudo, mientras
sus hermanos buscaban un sitio donde acomodarse, al ver eso,
Manuel comenzó a golpear con las palmas de las manos la cama
indicando que se sentaran ahí, ambos se miraron a los ojos
desconcertados y tras un breve titubeo, se sentó Rubén en el borde
de la cama y Julio en la silla que estaba a un lado, cuando se
acomodaron, Manuel prosiguió con su tono irónico:
-“Pero cuenten ¿cómo están? ¿Cómo marchan sus maravillosas
vidas?”
-“Estamos bien ¿recuerdas a Ricardo, ese amigo tuyo de la infancia,
con el que ibas de campamento? Acaba de ser padre por segunda
ocasión.”
Ante la indiferencia de Manuel, el silencio se hizo presente y el ambiente se
tornó más denso, Julio esquivaba la mirada para no encontrarse con Manuel, se movía
nerviosamente en su silla, pero cuando el silencio inundaba la habitación, no pudo
más y se levantó, caminó lentamente hacia la ventana, y se detuvo por un momento a
observar el cielo grisáceo cada vez más melancólico por la tarde lluviosa que se
acercaba. Mientras a lo lejos se veían los primeros relámpagos que herían el cielo gris
ante la inminente tormenta, las primeras gotas comenzaron a caer en el cristal de la
ventana, donde Julio podía ver apenas su reflejo y sentir cómo las lágrimas mojaban
sus ojos al mismo tiempo que la lluvia lo hacía sobre las calles vacías de la ciudad.
Rubén que se había percatado de lo que ocurría, trató de desviar la atención de
Manuel, pero ya era tarde, se había percatado de lo que pasaba con Julio. Se
incorporó trabajosamente de la cama y encolerizado les ordenó:
-"Salgan inmediatamente de aquí, lo último que necesito ver en este lugar son
escenas de este tipo, suficiente tengo con lo que me está pasando."
-“Pero Manuel, nosotros solo queríamos hacerte sentir mejor.”
-“¿Lo que quieren es hacerme sentir mejor?”
-“Sí...”
-“Pues entonces lárguense de una vez...” –dijo al tiempo en que tomaba el teléfono
que estaba a su lado y lo arrojaba hacia la puerta, justo al tiempo que Rubén la
cerraba.
Afuera esperaba Sofía con Amaya para hablar con Julio y Rubén, la
tanatóloga sabía que las cosas habían resultado muy incómodas y por
eso quería explicar la fase por la que estaba pasando Manuel, por lo
que cuando la familia se encontró reunida, los invitó a sentarse para
plantearles el problema, todos estaban nerviosos y desconcertados,
pero también algo molestos por su actitud.
-“Hola, buenas tardes, mi nombre es Amaya Piamonte y soy la
tanatóloga que atiende a Manuel.”
-“¿Tanatóloga?” preguntó Julio intrigado
-“Sí, soy especialista en todo lo referente a esta etapa por la que está
pasando Manuel.”
-“Mucho gusto.” Dijo Julio extendiendo la mano
-“Entiendo cómo se sienten, pasaron varias horas viajando para estar al lado de su
hermano y él reacciona de este modo.”
-“Sí, totalmente agresivo, como si le disgustara que estuviésemos aquí, de hecho nos
arrojó el teléfono cuando salimos de ahí, no lo entiendo.”
-“Su hermano está pasando por uno de los momentos más difíciles para todo ser
humano, está sintiendo que la vida se le escapa de las manos. Este proceso consta de
varias etapas.”
-“¿Etapas?”
-“Este es un proceso, sin embargo, somos seres humanos y no hay nada establecido.
Estas etapas pueden o no atravesarse o pueden surgir en diferente orden, sin
embargo Manuel está atravesando por la segunda fase.”
-“¿Segunda? ¿Eso quiere decir que ya atravesó alguna?”
-“Así es. La primera etapa que atravesó Manuel fue de negación y aislamiento, esta
fase comenzó desde el momento en que conoció el diagnóstico. Como su nombre lo
indica, mediante la negación trata de asimilar esta difícil situación. Esta segunda fase
que está atravesando ahora, surge cuando ya no se puede seguir manteniendo la
negación inicial, se sustituye por sentimientos de ira, rabia, envidia, resentimiento,
impotencia, angustia y otras más.”
-“Lo entiendo pero ¿por qué la ira?”
-“Creo que es comprensible y cualquiera de nosotros se sentiría así si de pronto
nuestra vida se viera interrumpida, que todos los planes se quedaran tal como están,
que no podremos disfrutar de todo aquello que planeamos para un futuro, porque no
habrá tal “
-“Sí es comprensible, pero ¿por qué contra nosotros?”
-“La ira se desplaza casi podría decir que al azar, sin embargo casi siempre es contra
la gente que más amamos, pero no deben tomarlo como algo personal, es solo que el
paciente tiene muchos motivos para sentirse así. Por todas partes surgen imágenes
que le recuerdan su estado, en la televisión, gente joven y sana, en los mismos
pasillos, médicos y enfermeras que cuando llega su hora de salida vuelven a sus
casas y siguen su vida, mientras la de Manuel se consume cada día.”
-“¿Qué podemos hacer?”
-“Entendiendo por lo que está pasando y no tomando como personal
su conducta hostil. Tratando de ponernos en su lugar y haciendo más
llevadera la situación por la que atraviesa y no dejándolo solo aunque
diga que eso él lo que quiere.”
-“Haremos todo lo que esté en nuestras manos.”
Los días transcurrieron sin que la conducta de Manuel cambiara, al
contrario, parecía volverse más hostil con el paso de los días, las
enfermeras ya no querían atenderlo y sus amigos habían dejado de
visitarlo casi por completo, solo sus hermanos y su esposa
permanecían a su lado, aun no había querido hablar de nuevo con
Amaya, pero ella se mantenía al pendiente de la situación, mientras
tanto Ignacio trataba de evitar al paciente, y pese a las
recomendaciones de Amaya, se dejaba llevar por la ira de Manuel y
sostenían discusiones a menudo, pero también Ignacio estaba
pasando por un trance difícil, como médico sentía que la situación
comenzaba a escapársele de las manos, el estado de Manuel se
deterioraba día con día, no sabía cómo reaccionar y estaba muy
irritable.
Sofía iba rumbo a la habitación de Manuel, después de haber comido
algo en la cafetería, cuando escuchó voces desde el pasillo, se
apresuró y encontró a Manuel discutiendo con una de las enfermeras
que lo atendía, aunque ya se había vuelto normal, Sofía no acababa
de acostumbrarse a esas escenas.
-“¿Qué sucede Manuel?” intervino Sofía con tono conciliador
-“Solo preguntaba ¿Dónde está mi comida?”
-“Le decía que se la traeré al rato.”
-“Está bien, gracias” respondió Sofía
-“No. No está bien, estas enfermeras no saben hacer su trabajo, no
pido demasiado, solo quiero que me atiendan como a un ser humano,
se la pasan evitándome a mí y a los demás ¿qué les pasa? Le tienen
miedo a la muerte con la que tratan de cerca y es por eso que no
atienden a los que nos estamos muriendo, no se dan cuenta que nos
hace falta cuidados especiales, que no podemos salir y respirar aire
fresco cuando queramos como ustedes, o fumarnos un cigarrillo
porque nos ataca la maldita enfermedad, solo quiero que me dejen
salir, porque no aguanto más el encierro, quiero vivir mi vida como
ustedes la suya, ¿por que no puedo?....”
Permaneció un momento en silencio, mientras se acomodaba en la
cama, luego repuso con sarcasmo:
-“Ah... ¡ya recordé por qué no puedo!”
-“Manuel por favor...”
-“No Sofía, déjame recordarles porque parece que lo han olvidado...
no puedo porque me estoy muriendo. ¿Es que no se da cuenta señora
enfermera? ¿No se cuenta de que no puedo salir a buscar lo que
necesito? ¿qué dependo de usted para cubrir mis necesidades? Y yo
le pago para que me atienda.”
En ese momento ante el escándalo producido por los gritos de
Manuel, que irrumpían la aparente paz de la clínica, el doctor Duarte
acudió a ver que ocurría, al llegar a la habitación encontró a la
enfermera junto a la puerta, mientras Sofía se tocaba la frente con la
mano derecha ante la escena. Al entrar, el doctor se dirigió a la
enfermera:
-“¿Qué ocurre?”
Manuel se incorporó en la cama y sin dar tiempo de reaccionar a la
enfermera, intervino:
-“No ocurre nada doctor, todo está perfecto, la incompetencia de sus enfermeras es
tan agradable que nunca me había sentido mejor desde que entré a este detestable
lugar ... pero, vamos ¿qué puedo decirle yo al respecto? Si en este lugar se respira la
incompetencia por todos lados.”
El doctor Duarte con un movimiento de la cabeza le indicó a la
enfermera que se retirara, ésta se dio la vuelta y salió en silencio de
la habitación. Ignacio volvió la vista hacia Manuel y dijo:
-“Señor Fonseca trate de guardar la calma, todo el personal de la clínica hacemos
nuestro mejor esfuerzo.”
-“Pues no lo parece doctor, ¿qué viene después?. ¿tendré que administrarme yo
mismo los medicamentos? o ¿auto diagnosticarme?”
-“Se lo pido una vez más señor Fonseca, trate de guardar la compostura, todos los
que trabajamos aquí estamos para servirle pero no vamos a tolerar su actitud
agresiva, tanto para las enfermeras como para los colegas en este lugar. Por el bien
de los demás pacientes como por el suyo propio, ¿no se da cuenta que esa forma de
pensar en vez de ayudarlo provoca que se deteriore con mayor facilidad su estado de
salud? No somos sus criados a quien les va a venir a gritar a su antojo.”
-“¿Ah si?”
-“Mire señor Fonseca si no se siente a gusto con la atención que se le
ofrece en la clínica puede irse buscando otro lugar donde lo atiendan,
estamos fastidiados de su actitud para con todos, es el paciente más
castrante de todos, no solo ha pasado por manos de todas las
enfermeras sino que me esta haciendo perder la paciencia con su
actitud tan prepotente, así que piénselo bien.”
Dando la media vuelta el doctor Duarte salió de la habitación
azotando la puerta con gran fuerza. Manuel encolerizado ante la
sorpresiva reacción del médico, sólo atinó a lanzar la charola de los
medicamentos contra la pared. El doctor Duarte caminaba
rápidamente, cuando se encontró con Amaya en el pasillo, ésta le
pidió un minuto, pero el médico secamente le indicó que sería en otro
momento y visiblemente molesto se dirigió a su consultorio.
Sofía se había quedado petrificada ante la actitud del médico y cuando
apenas empezaba a reaccionar, se levantó y calladamente y con la mirada extraviada
comenzó a levantar las cajas y frascos y ponerlos en su lugar. Mientras estaba en esa
posición pensaba en todo lo que estaba ocurriendo y ante la inmensa angustia que
sentía, no pudo evitar que algunas lágrimas comenzaran a recorrer sus mejillas, las
suficientes para que Manuel reaccionara violentamente:
-“¿Sabes qué Sofía? Hazme un favor... ”
-“Dime Manuel.”
-“Lárgate, estoy harto de tus escenas.”
Sofía se incorporó lenta y torpemente mientras las lágrimas
inundaban sus ojos y trataba de secarse las mejillas sin conseguirlo,
colocó los medicamentos sobre una mesa dejando caer una de las
cajas al suelo ante la furiosa mirada de Manuel que no la dejó un solo
instante, a lo que prefirió dejarlo solo y salió completamente aturdida
de la habitación. Afuera permanecían Julio y Rubén, que al verla
supusieron lo ocurrido. Sofía se acercó a ellos y sin poder evitarlo,
comenzó a llorar.
Ignacio, al no haber podido decir todo cuanto hubiera querido ante el
comportamiento de Manuel, permaneció en su consultorio
olvidándose de la ronda con los estudiantes a su cargo, de sus
consultas pendientes y hasta de llamarle a Diana para avisar que
llegaría tarde.
Esa noche Ignacio llegó más tarde de lo habitual, entró a su casa
serio, aun pensando en lo sucedido con Manuel, mientras colgaba sus
llaves, notó que la luz de la estancia permanecía encendida,
extrañado se acercó, creyendo que su esposa había olvidado
apagarla. Cuando colocó el dedo sobre el interruptor distinguió la
silueta de Diana frente a la ventana.
-“Creí que estarías dormida.”
-“Eso estaría haciendo si hubiera podido localizarte… estaba
preocupada, no me avisaste que llegarías tan tarde ¿dónde estabas?”
Dijo dándose vuelta lentamente, tenía los ojos irritados y la voz
entrecortada.
-“¡Diana por favor! ¡no me vengas con tonterías ni con celos
ridículos!”
-“¿Tonterías? ¡Ignacio, por Dios! Has pasado semanas sin llegar antes
de la medianoche, días enteros sin pararte por aquí…”
-“¡No exageres por favor! He tenido mucho trabajo”
-“¿Exagerar? Hace semanas que no logro entablar una conversación
contigo.”
-“Mira Diana, tengo demasiados problemas como para seguir
discutiendo contigo así que si me disculpas me voy a dormir, mañana
tengo trabajo desde temprano.”
-“¿Qué clase de problemas? ¿Tan graves son que no puedes
contármelos?”
-“Por favor Diana, no es nada que puedas resolver, además no es
buen momento. Hasta mañana.” Dijo caminando hacia la escalera,
ante la mirada inmóvil de su esposa.
A los pocos días a todos en el hospital, impresionó que Manuel pidiera
hablar con Amaya, a todos excepto a ella que esperaba que lo hiciera,
amablemente acudió a su habitación donde la esperaba, al principio
un tanto serio, pero Amaya lo saludó con un apretón de manos, se
sentó en la silla junto a él y sonriendo dijo:
-“Me da gusto que me haya llamado.”
-“Necesito hablar con gente que no empiece a llorar cada vez que
menciono la palabra muerte.”
-“¿Quiere hablar de la muerte?”
-“Siento que me consume.”
-“¿Cuánto tiempo lleva internado?”
-“La verdad no lo sé con exactitud, pero espero salir a tiempo para la
temporada de béisbol.”
-“Le gusta el béisbol.”
-“Sí, lo practiqué mucho tiempo.”
-“¿En la infancia?”
-"Desde la infancia lo practicaba con mi padre y mis hermanos, Rubén siempre me
dejaba el turno al bat, él fue quien me enseñó a jugar"
-“¿Rubén es su hermano mayor?”
-“Sí, es el mayor de los tres.”
-“¿Cómo era su relación con sus hermanos?”
-“Rubén siempre cuidaba de Julio y de mí, nos ayudaba en todo lo que podía y en los
juegos nos dejaba ganar y nos ayudaba en las tareas del colegio.”
-“¿Cómo era la relación con sus padres?”
-“Mamá siempre fue una mujer muy entregada al hogar siempre al
tanto de lo que nos ocurría, trataba de mantener el orden, por otro
lado mi padre debido a su trabajo no estaba mucho en casa, había
días enteros en que no sabía de él. Incluso estuvo ausente en varios
de mis cumpleaños.”
-“¿Viven todavía?”
-“No. Fallecieron, mi padre hace diez años y mi madre hace siete.”
-“¿Qué clase de personas eran?”
-“ Mis padres se casaron muy jóvenes, estudiaron juntos, se conocieron siendo
adolescentes y desde entonces inició su relación. Mamá era de una familia muy
conservadora aunque ella siempre fue algo rebelde, mis abuelos venían de provincia,
de una familia acomodada que tuvo que salir de la paz de su pequeño pueblo. Por otro
lado papá fue un hombre siempre muy abierto y muy dinámico, lo recuerdo muy
ausente, siempre lleno de trabajo, con papeles por todos lados, los pocos ratos que
recuerdo que estaba en casa lo pasaba con nosotros, aunque eran muy pocos y
lejanos esos momentos, los disfrutábamos enormemente. Él venía de una familia de
comerciantes de clase media siempre acostumbrado al trabajo y a la entrega de sus
negocios. Esto hacia que mamá siempre estuviera a cargo de nosotros en todos los
aspectos, Rubén siempre preocupado por lo que pasaba con mis padres y nosotros
buscara siempre estar atento a lo que nos pasara y quería que hiciéramos las cosas
correctamente.”
-“¿Cómo era usted cuando era niño?
-“ Siempre fui muy inquieto, me encantaba correr por toda la casa y
jugarle bromas a mis hermanos, sobre todo a Julio. Adoraba los
espacios abiertos donde poder correr y jugar, aunque nunca fui bien
en el colegio trataba de esforzarme sin conseguirlo del todo.”
-“Tenía una relación más estrecha con Rubén ¿verdad?”
-“Así es, Siempre nos llevamos muy bien, salíamos en bicicleta,
jugábamos béisbol, corríamos por el campo, coleccionábamos
tarjetas, jugábamos con el perro, éramos inseparables.”
-“¿Y Julio?”
-“Por ser el menor, era el más consentido, mamá lo sobreprotegía y
cuando llegaba a salir con nosotros pasábamos mucho tiempo
pendientes de él y casi no nos divertíamos, realmente nos volvimos
más unidos cuando crecimos, pero entonces debimos separarnos
para seguir con nuestras vidas. Al principio nos frecuentábamos, pero
con el paso del tiempo las visitas se hicieron más cortas y menos
frecuentes. Conocí a Sofía, nos casamos y nos mudamos mas lejos
por el empleo que conseguí, eso dificultó aun más las cosas, la
muerte de papá nos unió de nuevo, creo que eso hizo que
superáramos satisfactoriamente ambas muertes pues estábamos
juntos cuando sucedió lo de mamá.”
-“¿Se separaron nuevamente?”
-“Sí, decidí regresar al empleo que dejé, la vida transcurrió normal
hasta que llegué aquí.”
-“¿Sabe cual es la razón por la que se encuentra internado?”
-“Sí, una neumonía, pero no entiendo que es lo que pasa, podrían
tratarme en casa, no entiendo, sin embargo siento la muerte cerca y
solo sé que el destino quiso ponerme esta prueba en el camino, solo
sé que no podré vivir para tener hijos... ¿para que he vivido si me
arrebatan todo lo que he soñado?, ¿para que he vivido si no puedo
cumplir mis sueños de ver a mi familia crecer?, solo sé que el destino
me ha quitado lo que más anhelaba, solo sé que Dios quiso que no lo
viviera de esa forma, pero ¿por qué?”
Miró a Amaya con actitud suplicante, durante un momento, luego
comenzó a mover la cabeza como tratando de comprender lo que
estaba sucediendo, tenía la vista fija en la nada, pareciera que iba a
permanecer largo rato así, pero respiró profundamente y miró a
Amaya a los ojos para añadir:
-“Pero ¿por qué no lo quiso así?”
Amaya permaneció en silencio pues Manuel necesitaba decir todo
aquello que sentía pero que no podía hablar con cualquiera , sin
embargo sabía que ella no iba a juzgarlo. Acomodándose de nuevo en
la cama y con la rabia dibujada en el rostro, siguió hablando:
-“No lo entiendo, si en verdad existe un Dios por que me castiga de
esta forma. No merezco algo así.”
Por un momento meditó lo que iba a decir y finalmente añadió:
-“Necesito salir de aquí, esta clínica me cuesta mucho dinero, debo
regresar a mi empleo, se las han arreglado bien sin mí hasta ahora
pero cuando empiece la temporada alta, no será así, debo regresar o
buscarán a alguien más, se lo he dicho al doctor Duarte, pero no me
entiende, de hecho no entienden nada en este lugar. He tenido
muchos problemas con las enfermeras e incluso con los médicos,
pero no es por mi prepotencia como dicen es porque parecen
olvidarse de que somos seres humanos, que trabajan con el dolor y
con la muerte también, pero les aterroriza tanto que prefieren
ignorarla.”
-“¿Eso le parece?”
-“Sí, lo único que quieren es que llegue el final de su turno para
alejarse de aquí, regresar con su vida normal y fingir que la muerte
no existe para ellos, que sólo pertenece a este lugar y a quienes
estamos aquí.”
Su gesto comenzaba a cambiar, la rabia se convertía en una especie
de serenidad fingida, como si tratara de convencerse de que él
tampoco pertenecía a ese mundo y recostándose lentamente añadió:
-“Por eso mismo quiero salir pronto de aquí, tengo mucho por hacer.”
-“¿Se siente cansado? Puede decírmelo con confianza, no quiero
importunarlo.”
- “Sí. Quiero dormir un poco.”
-“De acuerdo, me retiro entonces, gracias por su tiempo Manuel.”
Cuando Amaya se había puesto de pie, con sus cosas en las manos e
iba a abrir la puerta, Manuel con voz casi imperceptible dijo:
-“Gracias...”
Amaya volvió la cabeza y fijando su mirada serena en Manuel, esbozó
una sonrisa y respondió:
-“De nada, ha sido un placer.”
-“¿Volverá?”
-“Las veces que así lo quiera Manuel.”
-“De acuerdo.”
Añadió Manuel y se recostó tranquilamente mientras Amaya salía de
la habitación para encontrase en el pasillo con Sofía que estaba
visiblemente angustiada, la tanatóloga la convenció para dejar
descansar un rato a Manuel y salir a respirar aire fresco, cuando se
encontraron en la terraza, Sofía se notaba nerviosa, preocupada,
Amaya preguntó:
-“¿Hace cuanto no salía a respirar aire fresco?”
-“¿Qué?” preguntó Sofía desconcertada pues creía que la tanatóloga
quería hablar sobre Manuel
-“Sí, ¿hace cuanto no respiraba aire fresco?”
-“Pues... creo que desde que internaron a Manuel, no me alejo de su
lado.”
-“Se nota cansada, supongo que no ha dormido bien en este tiempo.”
-“En realidad no he dormido casi nada, me preocupa que Manuel se
sienta mal en la noche.”
-“Pero las enfermeras están para atenderlo en caso de que se sienta
mal.”
-“Lo sé, pero ha tendido muchos problemas con ellas y algunas ya no
quieren atenderlo, así que debo estar pendiente de sus necesidades.”
-“¿Los hermanos de Manuel no se quedan a veces para que salga a
distraerse?”
-“No.”
-“¿Por qué?”
-“Porque yo no se los he permitido, Manuel es muy especial...”
-“Ellos son también su familia y a usted le hace falta un poco de
distracción.”
-“Tal vez, pero no es fácil.”
-“¿Usted trabajaba?”
-“Sí, soy maestra de escuela.”
-“¿Sigue dando clases?”
-“No. Cuando internaron a Manuel, pedí permiso y ahora está en mi
lugar una maestra suplente.”
-“¿No ha pensado en regresar al trabajo?”
-“No, hasta que esto termine.”
-“¿Termine?”
-“Sé que Manuel morirá y quiero estar a su lado.”
-“Claro, pero ¿cuento tiempo soportará en esta situación? Sin dormir
bien y viviendo en el hospital, no es bueno para su salud Sofía.”
-“Pero quien importa es Manuel.”
-“Pero no es el único Sofía. Si usted se enferma, no podrá estar al
lado de su esposo.”
Sofía permaneció en silencio pensando en lo que acababa de
escuchar, nadie se lo había hecho notar, pero ella estaba viva y tenía
necesidades también.
-“Tiene razón, creo que hablaré con Rubén y Julio y aceptaré que se
queden por algunas horas para resolver algunas cosas pendientes en
casa y en el trabajo.”
-“Eso es muy bueno. No se sienta mal por alejarse de su esposo
durante algunas horas, es necesario que no detenga su vida de esta
manera.”
-“Es verdad, pero...”
-“Sé que es difícil, pero también estoy para ayudarla, puede salir a
respirar aire fresco mientras charlo con él por ejemplo, debe saber
que él está bien atendido aquí.”
-“Gracias.”
-“No es nada Sofía.”
Después de permanecer un rato en un silencio donde solo los ruidos
vagos de la calle se escuchaban y contemplar el cielo azul que
parecía ajeno a todo lo que ocurría, después de respirar el aire fresco
de la tarde, Sofía se volvió a ver a Amaya y sonriendo, volvió a
agradecer su ayuda. Amaya le tomó las manos y reiteró su
compromiso de permanecer a su lado, caminando lentamente,
entraron de nuevo al hospital, a aquella agitación que era ya tan
familiar, los altavoces, las carreras frenéticas para arrebatar las vidas
de las garras de la muerte, pero Sofía estaba más tranquila y
caminaba segura, cuando llegaron al pabellón donde se encontraba
Manuel, se detuvieron. Cuando se despedía de Sofía, Amaya vio que
el doctor Duarte se dirigía a su consultorio rodeado por los médicos
residentes que estaban a su cargo, caminaban de prisa, así que para
cuando Amaya se despidió de Sofía esperaba encontrar al doctor
Duarte en su consultorio, pero al dar vuelta en el pasillo se
escuchaban sus gritos reprendiendo a un estudiante por un error.
Cuando Amaya se acercó, los estudiantes se apartaron para volver a
sus puestos y mientras Ignacio abría la puerta de su consultorio,
Amaya le dijo:
-“Doctor Duarte, ¿podemos hablar?”
-“No tengo mucho tiempo....”
-“No importa.”
-“Está bien, tome asiento.” Dijo mientras caminaba hacia el otro lado del escritorio,
donde se sentó para sacar de una pila, unos expedientes.
-“Doctor, ¿se encuentra bien? Lo noto un tanto exaltado...”
-“Todos tenemos malos momentos, además el estudiante cometió un error muy grave
y debía reprenderlo.”
-“No es solo eso doctor.”
-“¿Qué está tratando de decir?”
-“Doctor Duarte, creo que charlamos sobre la etapa por la que atraviesa Manuel.”
-“No lo recuerdo.”
-“Esta fase es la más difícil de sobrellevar por la gente que rodea al paciente pues la
ira se desplaza hacia todas direcciones, incluyendo a los médicos y enfermeras.”
-“Sí, recuerdo haber leído algo así.”
-“Le recomendé tener calma y sin embargo discutió con él, el otro día.”
-“Le he tenido demasiada paciencia. Pero llegó a mi límite. Lo siento pero no pude
evitarlo.”
-“Debe tratar de controlarse porque...”
-“A mi no me va a venir a dar consejos, sé lo que hago y llevo mucho tiempo
haciéndolo así.”
-“Doctor...”
-“Le dije que tenía poco tiempo y ya se terminó, si me disculpa, debo trabajar.”
Dijo poniéndose de pie y recogiendo los expedientes que tenía en el
escritorio se dirigió a la puerta, dejando sola a Amaya, que sabía que
estaba pasando por la misma etapa que Manuel, la ira hacía presa de
Ignacio aunque no lo quisiera admitir.
TERCERA FASE: PACTO
Conforme pasaba el tiempo, el comportamiento de Manuel iba modificándose,
comenzaba a ser mas tolerante, las discusiones con las enfermeras y el doctor Duarte
se hicieron menos frecuentes; por otro lado, las charlas con Amaya eran más amenas
y disfrutaba de su presencia. El cambio que había experimentado Manuel durante ese
tiempo, alentó a Sofía a retomar sus actividades cotidianas, el regreso al salón de
clases y la compañía de sus estudiantes le hacían bien. Por otro, la relación de Manuel
con sus hermanos volvió a ser como una remembranza. Ahora tanto Rubén como Julio
permanecían noches alternadas con Manuel. Las noches parecían mas cortas con las
amenas charlas que sostenían los tres hermanos rememorando momentos familiares,
esos tiempos de navidades con sus padres, de risas, travesuras y tareas escolares
cuando estaban tan unidos, largas horas se sumergían en aquellos recuerdos, ahora
tan lejanos y lograban olvidarse por un momento de su situación actual. Con el paso
del tiempo esas charlas tan amenas se fueron haciendo cada vez más cortas, poco a
poco se hizo más evidente el deterioro físico, su debilidad era muy notable, esos ojos
tan vivos que se emocionaban al recordar aquellos momentos felices se apagaron, su
vista era cada vez más gris.
Una mañana al levantarse se dirigió a la ventana que daba a la calle y pudo
escuchar el ruido de la gente en el mundo, ese mundo que continuaba sin él. Alcanzó
a ver el reflejo de su rostro en el cristal, con las manos lo examinó lentamente,
sintiendo las formas de su cara cada vez más delgada, no podía reconocerse. Luego
se vio las manos y las recorrió cuidadosamente con la mirada, sabía que estaba
perdiendo demasiado peso. Instintivamente se llevó una mano a la cabeza y al
colocarla de nuevo frente a sus ojos, pudo observar algunos cabellos entre sus largos
y delgados dedos. Volvió a buscar su reflejo en la ventana para darse cuenta que no
solo peso era lo que estaba perdiendo, la falta de cabello era evidente, la
quimioterapia estaba mostrando sus efectos en la fisonomía de Manuel.
Apoyándose en los muebles, regresó lentamente a la cama, ante la mirada
expectante de sus hermanos, que lo ayudaron a ponerse cómodo. Una vez en la
cama, se dirigió a ellos:
-“Estoy cansado, quisiera dormir.”
-“Claro Manuel, estaremos afuera si nos necesitas.”
-“Si.” Dijo mientras se daba vuelta
A partir de entonces, Manuel comenzó a aislarse, pasaba casi el día
completo solo, simplemente sentado frente a la ventana o en su
cama, sumergido en sus pensamientos. Lloraba en ocasiones, pero
cuando ni el llanto ni los gritos lo hacían sentirse mejor, rezaba.
Habían pasado muchos años desde que Manuel había dejado de
frecuentar la Iglesia, se sentía culpable por eso, así que rezaba en
silencio, ahogando la angustia en su garganta.
Sofía, preocupada por la actitud de Manuel, buscó a Amaya, cuyas
visitas también había aplazado. Al ver el rostro angustiado de Sofía, la
tanatóloga le colocó la mano en el hombro tratando de reconfortarla
un poco y se sentó frente a ella.
-“Me preocupa esta actitud de Manuel, su asilamiento, hasta las
charlas con usted son menos frecuentes y las noches se hacen mas
largas.”
-“Es normal, Manuel está tratando de adaptarse a una nueva y difícil
condición. La angustia suele aumentar al atardecer, al igual que por
la noche. Esto se debe a que existe una equivalencia muerte-noche o
muerte-sueño que está presente en todos los enfermos; que durante
la noche, disminuye el número de visitas, por tanto se siente mas
solo; también hay un sentimiento de inseguridad ante la ausencia del
doctor Duarte, "su médico" por la perspectiva de que un médico
desconocido de guardia que "desconoce su caso",se haga cargo y
además la noche es negra, no siendo la oscuridad misma la que da
miedo sino lo que esta esconde, el oscuro misterio de la muerte.”
-“Entiendo.”
-“Puede ayudarle la actividad física.”
-“Es verdad, no ha caminado últimamente, está muy débil. Lo
intentaré.”
-“Está bien, pero si la angustia persiste, hablaré con el doctor Duarte
para que valore la situación.”
-“Gracias.”
-“Lo importante es dejar que Manuel exprese sus sentimientos o el
aislamiento puede ser peor.”
-“Lo haré.”
Ese día Ignacio decidió comer con su esposa porque la comida de la
cafetería le había fastidiado. Al ver el auto estacionarse al frente,
Diana se asomó por la ventana para verificar que se trataba de
Ignacio, éste entró a la casa y se dirigió al comedor pero no había
nada preparado, así que caminó a la cocina donde Diana lo encontró:
-“¿Todavía no hay nada de comer?”
-“No Ignacio… no sabía que vendrías y quedé de comer con mi
hermana, pero ahora mismo te preparo algo.”
-“¿Ahora hasta para venir a mi casa debo avisar para ser recibido?”
-“No es eso Ignacio, es que como hace tanto que no vienes a esta
hora…”
-“¿Y encima de todo vas a empezar con tus reclamos?”
-“No…”
-“Es el colmo Diana, no puedes ni siquiera tener la comida lista y
¿quieres ayudarme con mis problemas? Dijo mientras se abría paso
hacia el refrigerador, tras una rápida inspección, se volvió hacia ella
furioso sosteniendo un trozo de queso enmohecido que lanzó a sus
pies:
-“¿Qué significa esto? Trabajo mucho para que nada te falte y ¿ni
siquiera puedes tener comida fresca? ¿qué demonios haces todo el
día?”
-“Déjame prepararte algo Ignacio.”
-“¿Qué vas a preparar si no hay nada?”
-“En el congelador está la carne que compré para la cena…”
-“No… déjalo. No tengo tiempo, tengo muchas cosas que hacer, ve a
donde ibas y nos vemos más tarde.”
Diana solo escuchó los rápidos pasos de Ignacio seguidos de un
portazo y el auto que se alejaba a gran velocidad. Impotente por no
saber lo que le ocurría a su esposo, Diana decidió buscar a Diego. Esa
misma tarde se presentó en su consultorio.
-“Diana ¡qué sorpresa! ¿qué te trae por aquí?”
-“Ignacio…”
-“No lo he visto.”
-“Fue a comer a la casa, pero discutimos.”
-Lo siento mucho Diana, pasa, siéntate.”
-“No sé qué le sucede a Ignacio, hace tiempo que no es el mismo.
Pasa demasiado tiempo aquí en el hospital. Hay días enteros que no
lo veo, cuando va a la casa lo hace casi de madrugada y se va muy
temprano. Duerme cuando mucho 3 horas… En verdad me
preocupa.”
-“Sí, yo también lo he notado raro, constantemente discute con los
estudiantes y con casi todo el personal del hospital.”
-“¿Tienes idea de qué le está ocurriendo?”
-“A decir verdad Diana… no lo sé. Pero hay alguien que puede
ayudarte.”
-“¿Ayudarme?”
-“Sí, a entender lo que le está sucediendo a Ignacio. Se trata de una
tanatóloga que lo está ayudando a llevar un caso que parece haberle
afectado mucho.”
-“¿Tanatóloga?”
-“Sí, una especialista en proceso de la muerte que está ayudando a
Ignacio con su caso.”
-“¿El de la leucemia?”
-“Exacto.” Dijo Diego mientras sacaba de su tarjetero los datos de la
tanatóloga.
-“Amaya Piamonte…” leyó Diana en voz alta al recibir la tarjeta.
-“Así es, yo le sugerí a Ignacio que hablara con ella.”
-“La buscaré hoy mismo.” Dijo Diana guardando la tarjeta en su bolso
y sonriendo, Diego agregó:
-“Hace un rato la vi por aquí, puedo preguntar si quieres.”
-“Gracias Diego.”
-“Buenas tardes señorita, ¿podría decirme si la tanatóloga Amaya
Piamonte se encuentra aun en el hospital?… sí, espero.” Dijo
cubriendo la bocina con la mano.
-“Tal vez puedas hablar ahora mismo con ella.”
-“Eso espero.”
-“¿Si?… perfecto…gracias señorita.” Dijo colgando el auricular.
-“La puedes encontrar en el cuarto piso, en salón de descanso.”
-“Te lo agradezco Diego.”
-“Sabes Diana que te aprecio mucho al igual que a Ignacio y que
puedes contar conmigo.”
-“Gracias, hasta luego.”
Inmediatamente se dirigió a donde le había indicado Diego, nerviosa
entró y la encontró tomando café, parecía una mujer agradable:
-“Buenas tardes, ¿Amaya Piamonte?”
-“Así es.” Dijo sonriendo “¿En qué puedo ayudarla?”
-“Mi nombre es Diana, soy la esposa del doctor Duarte. El doctor
Blasco me dijo que podría ayudarme.”
-“Claro, siéntese.”
-“He notado muy raro a Ignacio, no sé lo que le sucede, ha estado
muy irritable… Diego me dijo que le había recomendado hablar con
usted, en verdad estoy desesperada.”
-“No se preocupe Diana, yo puedo explicarle lo que le sucede al
doctor Duarte.”
-“En verdad se lo agradezco. Ignacio me comentó algo de un paciente
con leucemia, ¿es algún amigo y no ha querido decírmelo?”
-“No. Se trata de un paciente solamente.”
-“¿Entonces?”
-“Es algo más profundo que eso, ¿quiere café?” dijo amablemente
mientras se dirigía a la cafetera.
-“Sí, gracias.”
Dijo mientras observaba el lugar, una sencilla habitación, una mesa
ocupaba el centro de la estancia, a la derecha una ventana dejaba
entrar la luz. Distraídamente, Diana tomó una de las revistas
médicas apiladas en la mesa y comenzó a hojearla mientras Amaya
servía el café. Se detuvo a observar una imagen de la revista que
mostraba a un médico tomando la presión de un paciente, lo que
irremediablemente le hizo pensar en Ignacio, seguramente había
visto esa misma revista mientras tomaba café o descansaba de las
interminables guardias a las que se había sometido. Amaya se acercó
sonriendo y mientras colocaba la taza de café frente a Diana,
prosiguió:
-“Pues sí Diana, le decía que el doctor Duarte está pasando por un
difícil trance, independientemente de si el paciente es o no conocido
suyo, lo que está experimentando es la perspectiva médica del
proceso del morir.”
-“No entiendo, Ignacio trata a menudo con pacientes terminales.”
-“Eso no significa que no le afecte.”
-“Ahora que lo menciona, Ignacio me comentó eso hace algún tiempo,
me dijo que no era la primera vez que le afectaba tanto el dar un
diagnóstico, pero que lo superaría como las otras veces. Yo le
pregunté si en verdad llegaba a superarlo, dijo que sí, pues no podía
morirse con cada paciente.”
-“Es verdad, pero no ha llegado a superarlas realmente.”
-“Hábleme del proceso que está atravesando Ignacio, quiero
comprenderlo.”
-“Por supuesto.” Respondió la tanatóloga luego de dar un sorbo al
café. “Ignacio está viviendo por así decirlo su propio proceso del
morir, desde la perspectiva del médico tratante. Así como en el
paciente se presentan fases que lo preparan para morir, en el médico
se presentan también pero de forma diferente para aceptar la muerte
del paciente y de alguna manera la propia, entender que son
mortales también. El paciente experimenta negación y aislamiento en
la primera fase, el médico tratante también pues no está dispuesto a
aceptar tan fácilmente un reto que no sabe si vencerá. Cuando el
paciente experimenta la fase de la ira al no poder ya negar el
diagnóstico, el médico comparte el sentimiento pues ve cercano un
fracaso. Mientras el paciente trata de aferrarse a la vida mediante un
pacto, el médico proyecta la ira contra si mismo pues comienza
culparse por ser el principal actor de esa “Derrota médica”. La fase
depresiva del paciente se caracteriza por presentarse cuando el
deterioro físico es tal, que ya no puede seguir negando que morirá, el
médico por su parte continua sintiendo ira por no prever la situación y
culpa por no poder hacer nada por él. Cuando el paciente llega a la
aceptación, el médico experimenta depresión acompañada de culpa
para así dar lugar al proceso de duelo.”
-“¿Ignacio está experimentando todo eso?”
-“Asi es y no es la primera vez…”
-“Lo sé, ahora que me lo ha dicho, puedo darme cuenta de que no es
la primera vez que se comporta así.”
-“Exacto, lo que sucede es que siempre ha interiorizado todo lo que
siente.”
-“¿Cómo puedo ayudarlo?”
-“Comprendiendo que es una fase la que está atravesando y que
nada tiene que ver con ustedes.”
-“Entiendo, es por eso que ha estado tan irritable últimamente.”
-“Asi es, desgraciadamente, la ira casi siempre se proyecta hacia las
personas que más amamos.”
-“Gracias por la charla, me siento más tranquila.”
-“Me da gusto, puede acudir a mi cuando guste.”
-“Asi será.” Dijo Diana sonriendo.
Mientras Diana conducía de regreso a su casa y terminaba de digerir
la charla con la tanatóloga se dio cuenta de que poco a poco, su
preocupación disminuía por la confianza que le había brindado el
saber la situación por la que atravesaba Ignacio. Al entender que era
un proceso que tenía que afrontar solo, decidió mantenerse al
margen en la medida de lo posible, no tomando de manera personal
los reclamos de Ignacio y acompañándolo como hasta ese momento
par cuando se sintiera listo para hablar de ello.
Los días pasaron sin novedad, hasta que una tarde tranquila en la que
Sofía paseaba a Manuel por los pasillos del hospital, que
notablemente cansando veía con indiferencia a las enfermeras y
doctores que pasaban a su lado a toda prisa. Cuando iban a regresar
a la habitación, Sofía dio vuelta en un pasillo completamente solo y
con una claridad que se podía distinguir desde lejos, sin saber
exactamente la razón, Sofía condujo la silla con una apacible calma
hasta el final del pasillo en donde había una puerta entreabierta, se
trataba de la capilla del hospital, iba a dar vuelta, cuando la mano de
Manuel se posó sobre la suya, indicándole entrar. Sofía avanzó con
pasos lentos, mientras traspasaba el umbral trataba de abarcar con la
vista, aquella imagen que tenía frente a ella. La capilla se encontraba
a solas, la luz entraba indirectamente por unos pequeños vitrales
donde se representaba los hechos significativos de la vida de Jesús, el
ambiente olía a cera consumida. Manuel se encontraba débil, así que
Sofía colocó la silla de ruedas frente al altar, donde la poca luz que
llegaba, iluminaba indirectamente la imagen de Jesucristo en la cruz,
sus formas apenas perceptibles, se dibujaban en la penumbra, pero
su rostro parecía iluminado, en aquella lenta y callada oscuridad. En
su expresión triste resaltaban unos ojos inmensamente dulces que
parecían verlo con benevolencia, justo debajo de la imagen, decenas
de velas dejaban constancia de las visitas realizadas a aquel lugar.
Manuel permaneció un rato con la mirada fija en aquellas velas cuyas
débiles llamas luchaban por permanecer encendidas, al lado de otras
que habiendo cedido a la batalla, se hallaban completamente
consumidas. No pudo evitar compararlas con él, así sentía que se
consumía su vida. Súbitamente pareció regresar a la realidad y
volviendo la cabeza hacia donde se encontraba Sofía, le pidió que lo
ayudara a hincarse, Sofía no quería hacerlo pero Manuel insistió, le
aseguró que estaría bien, con dificultad se acomodó en el reclinatorio
y dirigiéndose a su esposa, le pidió que lo dejara solo, aunque no
estaba de acuerdo, salió en silencio del lugar.
Manuel permanecía en silencio, comunicándose con Dios, con ese
lenguaje que no necesita de sonidos porque sale de lo mas profundo
del ser. Estaba sumergido en sus pensamientos, cuando advirtió la
presencia del capellán. Con la mirada suplicante y la voz
entrecortada, le pidió que se acercara. El capellán lo ayudó a sentarse
de nuevo en la silla de ruedas y mirándolo compasivamente a los ojos
le pregunto:
-“¿Puedo ayudarte en algo, hijo?”
-“Si. Quiero confesarme.”
-“Te escucho.” Dijo el capellán mientas se sentaba en la banca a su
lado.
-“Hace años que no asisto a misa.”
-“¿Por qué?”
-“Por desidia, creo. Porque siempre había cosas mas importantes,
mas divertidas que hacer. Cosas, simplemente eso. Ahora me
arrepiento...”
-“¿De no asistir a misa?”
-“No. De dejar que la desidia gobernara mi vida. Siempre dejar las
cosas para después, no tomarme el tiempo para decirle a la gente
que aprecio lo que significa para mi, de no haber hecho mas por la
gente necesitada... esto es como un castigo.”
-“Dios no castiga.”
-“Así lo siento y no creo merecerlo, fui un buen hijo, soy buen
hermano, creo que he sido un buen esposo...”
-“No es un castigo...”
-Sin embargo, aun puedo remediar las cosas, si me diera tiempo....yo
remediaría todo lo que he hecho mal.” Dijo Manuel sin prestar
atención a las palabras del religioso y absorto en sus pensamientos,
continuó:
-“Si me permitiera remediar las cosas... si apartara de mi este
castigo, yo sería diferente. Cambiaría completamente, apreciaría lo
importante de la vida y nunca más escatimaría un “te quiero” o un
“te extraño”, disfrutaría los atardeceres, haría una cometa y la
elevaría por el cielo azul, mientras siento el aire que roza mi rostro,
leería todos aquellos libros que no he leído, caminaría descalzo sobre
el pasto....reiría todo lo que callé y viviría la vida, no permitiría que
me viviera otra vez... si tuviera una oportunidad.”
El religioso lo miraba compasivamente
-“El puede dármela, Él que es todopoderoso, que puede hacer y
deshacer a su antojo... solo pido un poco de tiempo para sentir que
no he vivido en vano...”
-“No pierdas la fe.”
-“Tengo cosas por hacer, como asistir a la boda de mi hermano
menor...”
Por un instante Manuel se quedó observando el piso de la capilla, el
dolor y la angustia que invadían su interior hicieron que sus ojos se
nublaran y comenzó a llorar callada y tormentosamente, poco a poco
alzó la mirada y se dirigió a la figura inerte del cristo que estaba
frente a él y con una voz dolorosa y entrecortada, dijo:
- "Déjame vivir, no me hagas esto, ¿no te basta ya con verme sufrir de este modo?.
Dame un poco de salud, es todo lo que te pido, no me dejes morir así, no por piedad,
Dios ¡no! Cambiaré, pero dame una oportunidad.”
Las lágrimas pronto se convirtieron en sollozos ahogados, y
finalmente en gritos desesperados, el religioso colocó su mano en el
hombro de Manuel y éste volviendo lentamente la cabeza y posando
sus ojos llorosos en los del capellán, dijo:
-“Rece por mi.”
-“Lo haré.” Respondió con una sonrisa comprensiva
Al poco rato, el religioso salió del recinto empujando la silla de Manuel
que parecía mas reconfortado. Sofía que se encontraba esperando
cerca de la ventana, se acercó en cuanto los vio aparecer, luego de
darles la bendición, el capellán se alejó por el pasillo, mientras Sofía
llevaba a su esposo de regreso a su habitación.
Manuel comenzó a manifestar abiertamente su deseo por reintegrarse a su
religión, las lecturas de la Biblia se hicieron casi obligatorias, Sofía le leía durante
horas, rezaban juntos y el capellán se convirtió en una visita frecuente. Sin embargo,
Sofía se encontraba preocupada por las reacciones de Manuel , pues pese a todo,
estaba visiblemente melancólico, Amaya que ya lo había notado y que mantenía una
buena comunicación con todo el equipo que cuidaba de Manuel, incluido el capellán,
distinguió la fase por la que estaba atravesando:
-“Está en la fase llamada “Pacto”, trata de llegar a una especie de acuerdo que
posponga lo inevitable. Esta reacción debes conocerla bien Sofía, es muy común en
los niños, cuando no se les permite hacer determinada cosa después de exigirlo, luego
lo piden por favor. Ante la negativa, probablemente se enfadarán pero luego probarán
ofreciendo hacer algo a cambio. Existe una ligera posibilidad de que se acepte el trato
y que el niño consiga lo que antes se le había negado. El paciente desahuciado, actúa
de la misma manera, tratando de posponer lo inevitable y fijando un plazo a cumplir.”
-“Posponer la muerte?”
-“Así es.”
-“¿A cambio de que?”
-“De mejorar como ser humano u otras promesas.”
-“¿Y el plazo?”
-“Existe un hecho que se quiere realizar.”
-“¿El le dijo lo que quiere realizar?”
-“No. Los pactos no se hacen abiertamente, sino que se guardan en secreto. En
ocasiones resulta de utilidad conocerlos porque pueden conllevar mucha culpa.”
-“Entiendo.”
Pasado algún tiempo, el estado de Manuel presentó una compensación de su
estado general, ya no presentaba dolor en el tórax, la fiebre había cedido por completo
y su respiración se había tornado normal. Se le practicaron exámenes para establecer
su estado y tras una minuciosa valoración, el doctor Duarte determinó su mejoría y le
permitió regresar a su casa y proseguir el tratamiento de manera externa. Aquella
mañana anhelada desde hacía tiempo, pareció mas luminosa que las demás, Manuel
disfrutó cada segundo del trayecto a casa, observaba todo como por primera vez, sus
ojos trataban de abarcar todo cuanto se encontraba a su paso, el sol parecía mas
brillante, el cielo más azul, el aire más fresco, por un momento logró olvidarse de todo
lo que había ocurrido, como si hubiera sido una pesadilla, solo eso. Ahora lo que
importaba era prepararse para la boda de Julio, se realizaría en pocos días y Manuel
sería el padrino. Los preparativos estaban listos, el día esperado llegó rápidamente,
Manuel se levanto más temprano que de costumbre, se percató por última vez que
todo estuviera en su lugar, nada podía salir mal, todo tenía que ser perfecto para ese
día tan especial. Desde que Julio se había comprometido, Manuel había estado al
tanto de todos los detalles posibles, no dejó que nada fuera a la ligera, el
perfeccionismo con que Manuel había hecho siempre las cosas. se veía reflejado en
ese momento. En la misa Manuel se sentía el hombre más afortunado del mundo igual
o hasta más que Julio, dio gracias a Dios, por su "buena salud" y por los bellos
momentos que estaba viviendo. Las remembranzas se hicieron casi obligadas, recordó
el día en que se casó con Sofía, casi podía verla vestida de novia. Comenzó a repasar
mentalmente su vida a su lado, estaba absorto en sus recuerdos, cuando la música de
la Iglesia lo trajo nuevamente a la realidad y atentamente escuchó el resto de la
ceremonia. Durante la recepción estuvo al pendiente de todo, iba y venía por el jardín
donde se celebró la boda de Julio, platicando con todo mundo, riendo y brindando por
la felicidad de su hermano, ese día sería inolvidable para el resto de sus días; el
recuerdo de lo que había vivido los días anteriores quedaron casi borrados de su
memoria, en ese momento no deseaba saber nada de médicos ni de hospitales.
Mientras tanto, Ignacio seguía con ese mal humor que ya parecía formar
parte de su trato cotidiano, pero se controlaba en el hospital, trataba de tener
paciencia para los residentes que se volcaban en preguntas a cada ronda. Diana por
su parte, se había acostumbrado ya a las constantes ausencias de Ignacio y las
prefería, a esos ratos malhumorados que permanecía en casa, ahora que sabía lo que
estaba ocurriéndole, se sentía más tranquila y aunque hubiese preferido encontrar
alguna manera de ayudarlo, optaba por lo que estaba a su alcance: la paciencia.
Sofía observaba cada día esperanzada lo repuesto que se encontraba
su esposo y el verlo con esa energía le dieron la seguridad de que
todo estaba bien. No dudó entonces en regresar al trabajo, donde el
trato con otras personas la hicieron olvidar casi por completo lo que
había ocurrido, sin embargo, algo le decía que aquello no era cierto y
cada mañana cuando se preparaba para irse a la escuela, rogaba a
Dios que aquello durara para siempre.
Los días posteriores, Manuel parecía encontrarse bien, pero al poco
tiempo, su estado comenzó a deteriorarse alarmantemente, Sofía
había notado de nuevo la dificultad respiratoria y había tenido una
importante pérdida de peso. Manuel se negaba a aceptar su estado y
no quería volver al hospital, Rubén trató de convencerlo en varias
ocasiones, pero no accedía. No quería volver a ese estado de “no
vivir” que tenía en el hospital. Estaba dispuesto a todo para no volver
allá.
Los temores de Sofía se hicieron realidad una noche, cuando su respiración
que ya se había tornado mas irregular, casi se apaga por completo, se vieron forzados
a solicitar los servicios de una ambulancia, los paramédicos no tardaron en llegar,
entraron a la casa y sacaron a Manuel en una camilla, con la máscara de oxígeno ya
colocada en el rostro, lo subieron al vehículo. Manuel tenía mucho miedo, presentía
que ese trayecto al hospital sería el último, aquellos rostros rodeándolo, diciendo
palabras casi ininteligibles, todo parecía tan extraño, a lo lejos distinguía el dulce rostro
de su esposa que lo miraba angustiada, los sonidos de la calle, la sirena del vehículo,
el movimiento, el oxígeno... todo ayudaba a crear una atmósfera tan irreal y dolorosa a
la vez, que Manuel prefirió cerrar los ojos.
Rápidamente llegaron al hospital, los ruidos confusos, los pasos de los
médicos, todo aquello le era desgraciadamente muy familiar. Al poco rato, llegó el
doctor Duarte, habló rápidamente con uno de los paramédicos y se acercó a Manuel,
mientras se colocaba el estetoscopio, vociferaba:
-“Hombre de 35 años, con Leucemia como enfermedad de base, sufrió una
descompensación…¡enfermera! necesito unas placas de tórax y análisis de la sangre”
-“Si doctor.”
-“Su estado es delicado, esperemos a ver los resultados, pero habrá que reingresarlo
de inmediato.” Dijo el doctor Duarte a Sofía mientras la enfermera conducía a Manuel
a las pruebas que se requerían.
Al poco rato, las imágenes se encontraban listas al igual que los resultados de
los análisis de sangre:
-“Las imágenes revelan una enfermedad pulmonar grave.” Dijo mientras observaba las
radiografías.
-“Los resultados de los análisis de sangre tampoco son buenos.” añadió
-“¿Estará bien?”
-“Trataré de estabilizarlo, pero no puedo asegurarle nada.”
Inmediatamente al enterarse de la situación, Amaya se dirigió al
hospital para conocer el estado de Manuel. Al dar vuelta en el pasillo
donde se encontraba la habitación de Manuel, pudo distinguir a Sofía
sentada en una de las sillas agachada, cubriéndose el rostro con las
manos. Se acercó lentamente y saludó:
-“Hola Sofía ¿cómo se encuentra Manuel?”
Lentamente Sofía levantó el rostro que presentaba claras muestras
de haber llorado, su expresión era muy triste. Secándose las lágrimas
respondió con voz casi imperceptible:
-“Está muy mal… yo sabía que esto iba a ocurrir, le dije en varias
ocasiones que debía venir a consultar al doctor Duarte, se había
estado sintiendo mal desde hacía varios días, pero se negaba a
aceptarlo.”
Amaya se sentó a su lado y tomándole la mano, en tono comprensivo
explicó:
-“Es normal Sofía, quería aferrarse a esa mejoría que estaba
experimentando.”
-“Lo entiendo, pero debí haber insistido.”
-“Sabe que Manuel hubiera reaccionado exactamente igual.”
Pasaron algunos días, el estado de Manuel era delicado, Ignacio por
su parte se encontraba más irritado que a últimas fechas, había
permanecido en su consultorio toda la mañana, como si tratara de
evitar a la familia de Manuel. Pero resultó inútil, pues Sofía
permanecía el día entero en el hospital y en cuanto vio al doctor
Duarte aparecer en el pasillo, acudió a preguntarle sobre el estado de
Manuel:
-“Parece que hemos logrado estabilizarlo, sin embargo su estado es
muy delicado, no puedo emitir opinión alguna por el momento.”
La mirada de Sofía era suplicante, sin embargo el doctor Duarte no
quería sembrar en ella falsas esperanzas.
-“Lo lamento… Debo regresar con los residentes, pero le aseguro que
si el estado de Manuel presenta cambios, personalmente se los
informaré.”
-“Gracias doctor.”
Con el reingreso de Manuel al hospital, Ignacio también tuvo una
crisis significativa pero en su estado de animo; su irritabilidad hasta
entonces casi desconocida por sus colegas se hizo presente, los
reclamos y en las llamadas de atención a los estudiantes de medicina
que hacían las prácticas en el hospital se volvieron frecuentes por los
pasillos y salas del lugar, lo mismo a las enfermeras por algunas
omisiones hechas por descuido ante la presión ejercida por el doctor
Duarte.
Ignacio se ocultaba por horas en su consultorio, pasaba mucho
tiempo leyendo sus viejos libros de medicina, al igual que las más
modernas publicaciones científicas, buscando la más mínima
posibilidad de una esperanza para Manuel. Una tarde desesperado
por no encontrar ninguna solución se dio vuelta en su sillón giratorio y
clavó la mirada confundida en la ventana, se quedó observando cómo
las nubes recorrían el cielo a toda prisa ocultando al sol. Solía
abstraerse de esa manera, pues para permanecer en un lugar como
el hospital, donde la muerte ronda los pasillos y el dolor es constante
compañero de guardia, se necesita saber que existe algo más, que la
vida continúa afuera. Estaba tan adentrado en sus pensamientos, que
no se percató de la presencia de Amaya que lo observaba
calladamente desde hacía unos instantes.
-“¿Pasa algo?”
-“Eso le iba a preguntar doctor Duarte.”
-“¿A mi?”
-“Es evidente que no está bien.”
-“¿Por qué dice eso?”
-“Desde que Manuel reingresó, ha estado muy irritable.”
Con la mirada extraviada Ignacio observó a la tanatóloga que estaba parada
del otro lado de su escritorio, y que lo veía con detenimiento, él mirándola a los ojos y
haciéndole una señal para que tomara asiento comenzó a cuestionarse:
-"¿Por qué no preví esta situación?", dijo Ignacio bajando la mirada y poniendo una
mano sobre los libros que había dejado abiertos sobre el escritorio. Amaya lo
observaba y lo escuchaba con detenimiento
-"¿Por qué permití que abandonara el hospital y regresara a su casa?" mientras decía
esto puso la otra mano sobre el libro, la voz de Ignacio se empezó a quebrar.
-"¿Por qué no realicé los exámenes más minuciosos?...¿Se da cuenta?
ahora está muriendo por mi culpa." dijo, mientras se llevaba las dos
manos al rostro y observaba a Amaya buscando respuestas a todas
las preguntas que le cruzaban por la cabeza y sabía que no las
encontraría, pero se empeñaba en seguir buscando, no podía permitir
que ese caso se le fuera de las manos.
-“¿Por qué no pedí otra opinión?” Se cuestionaba Ignacio terriblemente confundido
ante la mirada casi inexpresiva de Amaya
-“¿Cree que se equivocó?” Respondió Amaya con una tranquilidad que desquiciaba a
Ignacio.
-“Sí, debí consultar el caso con algún colega.”
-“Ellos consultaron a otros médicos.”
-"Pero es mi responsabilidad, tomé muy a la ligera las decisiones"
-"Actué como un principiante" -Continuó- "Esto no tenía porque estar ocurriendo. No
puedo creer que fuera tan inocente al proceder de este modo"
-"No sea tan duro con usted mismo, está llevando el caso de la mejor manera posible"
Intervino Amaya, sacando aun más de sus casillas a Ignacio.
-"¡Es que ese es el problema!, ¿No se da cuenta?, no lo he llevado de la menor
manera, si eso fuera no estaría en este estado" dijo Ignacio al tiempo que arrojaba el
expediente de Manuel sobre el escritorio, se llevó las manos a la cabeza y colocó los
codos sobre el escritorio, su desesperación era evidente.
-"Trate de calmarse Doctor Duarte, sabemos que la enfermedad que
sufre Manuel lo llevarían al estado en que se encuentra ahora"
-"Todo se precipitó y es mi culpa" dijo Ignacio agachando la mirada.
-"No sea tan duro con usted, ha llevado el caso de Manuel de una manera excelente."
el tono reconfortante de Amaya no animó en nada a Ignacio. Dándose cuenta de que
lo que necesitaba en ese momento era estar solo, la tanatóloga se retiró:
-"Ahora disculpe doctor Duarte, tengo cosas que hacer, lo veré más
tarde, si me necesita búsqueme, estaré aquí mismo en el hospital"
dijo Amaya mientras cerraba la puerta del consultorio.
El doctor Duarte difícilmente podía controlarse y constantemente su
voz exaltada se dejaba oír por los pasillos. Los residentes evitaban
hacerle preguntas, pues temían su reacción, constantemente los
reprendía sin razón.
-"¿Como es posible que a estas alturas cometa este tipo de errores?,
¿tiene idea de las consecuencias que provocan un diagnostico mal
hecho?. Tal parece que no se dan cuenta del compromiso de ser
médico ¡Entienda! la vida de esta gente está en nuestras manos.”
-"Pero doctor, esto debería..." intervino el joven tratando de defenderse.
-"¿Debería?, ¡Olvídelo! si yo como médico me basara en supuestos
tan vagos como lo está haciendo usted ¿donde estarían todos esos
enfermos que ponen su vida en mis manos? ¡No puede arriesgar la
vida de los demás de ese modo!”
-“Lo sé doctor Duarte...”
-"No es cuestión de saberlo ¿Cómo es posible que a estas alturas
cometa este tipo de errores? ¿tiene idea de las consecuencias que
provocan un diagnóstico mal hecho?. Tal parece que no tienen idea
de la responsabilidad que conlleva esta profesión.”
-“Pero doctor Duarte…”
-“Pero ¡nada! Son una vergüenza.”
Indignado, dio media vuelta haciendo caso omiso a las
palabras del estudiante que trataba de justificarse y los dejó en el
pasillo sin darles indicaciones, caminó rápidamente hacia su
consultorio sin reparar siquiera en Diego que lo saludaba. Permaneció
allí un rato hasta que se tranquilizó. Tomando el expediente de
Manuel, decidió continuar con la visita vespertina de sus pacientes,
que había interrumpido por el altercado con el residente. Al llegar
donde Manuel lo encontró rezando junto a Sofía sentados en la cama.
-"Buenas tardes, perdón por la interrupción"
-"No se preocupe doctor" -dijo Sofía incorporándose- "Buenas tardes,
estábamos terminando"
-"Buenas tardes doctor, pase por favor" dijo Manuel con un tono algo cansado
-"¿Cómo se siente Manuel?" dijo Ignacio mientras tomaba del frente de la cama, el
expediente para revisar el progreso de su paciente y se acercaba a escuchar los
pulmones de aquel hombre que lo miraba esperanzado.
-"Con dificultad para respirar doctor, me siento muy débil." -dijo Manuel algo
perturbado por el malestar que sentía.
Colocándose el estetoscopio al cuello y tomando nuevamente el
expediente que había dejado al pie de la cama, comentó:
-"En estos días he estado revisando con calma su expediente, he
estado estudiando con más detenimiento su caso y viendo todas las
posibilidades médicas que puedan ayudarlo"
-"¿Cree que exista alguna esperanza, doctor?" -dijo Manuel con un tono desesperando
incorporándose torpemente de la cama, Sofía que estaba sentada en una silla a su
lado, lo tomó del brazo previniendo que no fuera a caerse.
-"¡Por favor doctor, si sabe o tiene idea de algo dígamelo!"
-"Pues...estoy estudiando...solamente"
-"¡Estoy desesperado doctor!" – dijo Manuel mientras dejaba caer su
delgado y encorvado cuerpo sobre la cama, se llevó las manos al
rostro y comenzó a llorar angustiadamente, Sofía puso su mano en el
hombro de Manuel y vio a Ignacio a los ojos buscando esa luz de
esperanza para calmar la desesperación, la angustia y todo el
malestar de su esposo.
-"Existen algunos medicamentos que podemos probar si están de
acuerdo… Aun no se ha demostrado plenamente su eficacia, pero es
lo único con lo que contamos. “
Al ver la expresión desilusionada en el rostro de esas
personas, el doctor Duarte se sintió forzado a dar alguna esperanza,
sin embargo no quería comprometerse demasiado.
-“Yo seguiré informándome y les prometo que en cuanto tenga
noticias de algo positivo les informaré." dijo Ignacio apretando el
puño ante la desesperación de Manuel, con el expediente en la mano
derecha, caminó rápidamente hacia la puerta, saliendo
inmediatamente de la habitación. Dejando detrás aquellos sollozos
que dolorosamente llegaban a sus oídos. Al llegar a su consultorio se
encontró con Amaya quien le cuestionó:
-"¿Se siente bien?, lo noto algo pálido"
-"Sí, claro, es solo la presión de tanto trabajo"
-"Está bien" dijo Amaya con benevolencia "Voy a donde Manuel ¿cómo lo ha visto?”
-"Vengo precisamente de verle, su situación es grave"
-"Bien, iré con ellos, nos veremos después doctor"
-“De acuerdo.” Respondió Ignacio sin prestar mucha atención y dejándose caer en su
sillón, al tiempo que el expediente hacía lo mismo sobre el escritorio.
Amaya se dirigió a la habitación de Manuel, al entrar lo encontró
todavía sentado en el borde cama llorando, Sofía a su lado trataba de
reconfortarlo con un abrazo. Al percatarse de la presencia de Amaya,
Sofía trato de levantarse pero la tanatóloga con un ademán le indicó
que siguiera en donde estaba, su esposo necesitaba su apoyo en ese
momento. Con una sonrisa, Sofía permaneció en la misma posición
hasta que Manuel se encontró mas tranquilo. Con los ojos irritados,
miró a la tanatóloga y dijo:
-“Cada día me siento peor.”
-“¿Quiere que hablemos?”
-“Lo lamento, pero me siento cansado.”
-“Entiendo.” Dijo Amaya sonriendo
A la mañana siguiente Manuel despertó muy callado, casi no comió
nada, se negó a rezar por primera vez desde hacía días, permaneció
varias horas acostado con la mirada perdida en el techo de la
habitación, por la tarde cuando se encontraba solo, se incorporó y se
sentó en la cama, la fatiga era evidente, el sentarse en la cama le
costó muchísimo trabajo, como pudo alcanzó la silla de ruedas pero
debido a su situación se cayó, quedando apenas sostenido de las
ruedas de la silla, en ese momento Sofía apareció y preocupada corrió
a donde Manuel gritando por ayuda:
-"¡Auxilio!, mi esposo se cayó de la cama"
A los pocos segundos llegaron un par de enfermeras que ayudaron a
subirlo a la silla, al estar sentado, y quedándose solos ellos dos,
Manuel le dijo a Sofía:
-"Soy un inútil, ya no sirvo ni para mi mismo, hasta hablar me cuesta trabajo. Sofía, me
estoy cansando de todo esto" dijo Manuel colocando trabajosamente su mano en el
hombro de Sofía, cuyos ojos miraban fijamente los de Manuel, mientras permanecía
en cuclillas frente a su esposo escuchando lo que decía. Tratando inútilmente de
resignarse a perderlo.
CUARTA FASE: DEPRESIÓN
Al paso de unos días, una llamada de emergencia hizo que Ignacio se
dirigiera repentinamente al hospital
-“Doctor, Manuel no puede respirar.”
Ignacio inmediatamente se dirigió hacia la habitación de Manuel, donde lo
esperaban angustiados sus familiares, ya se le había colocado una máscara de
oxígeno, tras un breve reconocimiento, el doctor Duarte diagnosticó una enfermedad
pulmonar que habría que verificarse con radiografías. Una enfermera lo condujo a la
sala de rayos X, mientras Manuel miraba angustiado a su alrededor al tiempo que
sostenía la mascarilla de oxigeno.
Al regresar a su habitación, estaba visiblemente deprimido. Una vez en la
cama, se cubrió con las sábanas casi por completo, lentamente se dio vuelta y se
durmió rápidamente.
El ánimo de Manuel empeoraba día con día, se le notaba más melancólico,
encerrado en sí mismo, resultaba muy difícil entablar una conversación fluida con él,
llegó a perder el poco interés que aun tenía en su entorno. Sólo Sofía y sus hermanos
resultaban de importancia para él. Casi no comía y bebía solo lo indispensable, incluso
había empezado a negarse a recibir algunos de los medicamentos para el dolor,
argumentaba que resultaban demasiado dolorosas las aplicaciones y las reacciones
secundarias eran demasiado molestas.
-“¿Para qué aplicarlas?” le dijo a una enfermera cuando estaba por aplicarle una de
las ampolletas que le aplicaba cada 6 horas para evitar el dolor.
-“No tiene caso, de todas formas moriré.”
Sin encontrar palabras adecuadas para responder a ello, la enfermera salió y
lo consultó con el doctor Duarte quien habló con Manuel que terminó aceptando de
nuevo el tratamiento.
Los días pasaron y el estado de Manuel seguía delicado, Sofía no se
apartaba de su lado, sostenían largas charlas cuando la condición de Manuel se lo
permitía.
-"¿Sabes Sofía?" dijo en una ocasión
-"Dime, mi amor."
-"Tengo miedo a la muerte, pero no a lo que sucederá después, sino a cómo es que
terminará todo esto."
-"¿A qué te refieres?"
-"Temo que sea muy doloroso."
Sofía no encontraba las palabras adecuadas, así que solo acertó a abrazarlo
al tiempo que le pedía que no pensara en eso pues no estaba preparada para
escucharlo, Manuel así lo entendió y permanecieron abrazados en silencio.
Cuando Manuel se durmió, Sofía salió lentamente de la habitación y mientras
cerraba la puerta, se acercaron los Rubén y Julio que esperaban en el pasillo, el
momento para entrar.
-“¿A dónde van?” inquirió Sofía
-“A ver a Manuel, ¿a dónde más?”
-“¡No lo molesten! Está tratando de descansar.”
-“No pretendemos molestarlo, sólo queremos verlo.”
-“Pues no es buen momento.”
-“¿Con qué autoridad nos impides ver a nuestro hermano?”
-“¡Con la que me da el pasar día y noche a su lado!”
Para evitar una mayor discusión, los hermanos de Manuel se dirigieron a la
cafetería mientras su hermano descansaba. Al poco rato Amaya encontró a Sofía
llorando en silencio en el pasillo. Sin dudarlo se acercó a ella.
-"¿Qué sucede Sofía?"
-"Es Manuel, estaba con él y repentinamente comenzó a hablar sobre la muerte, me
dijo que siente miedo y yo no supe como reaccionar, solo se me ocurrió abrazarlo."
-"Es normal Sofía, en esta etapa de la enfermedad ya no puede mantener ningún
grado de negación y aunque persiste la esperanza, está consciente de lo que ocurrirá
por eso es importante escucharlo, cuando quiera tratar el tema, trata de aceptarlo y ser
comprensiva con él. Eso te ayudará también a tratar tus propios temores con respecto
a la muerte y hará que Manuel se libere de los suyos."
-“¿Y cómo se supone que haga eso? Debo ser fuerte para Manuel, debo estar al
pendiente de él, debo cuidarlo…”
Dijo paseando la mirada por el pasillo, mientras respiraba agitada, hasta que
sus ojos se clavaron en los de Amaya y agregó:
-“Dígame Amaya ¿quién me cuida a mi? ¿a quién le preocupa si duermo o como?…
¿a quién demonios le importa que yo aun estoy viva?”
En cuanto terminó la frase, comenzó a llorar con ahogados sollozos, cubriéndose el rostro con ambas manos, Amaya la abrazó y Sofía se aferró a la tanatóloga durante un
rato, cuando se sintió mas tranquila, se apartó lentamente y se secó las
lágrimas. Miró detenidamente a Amaya, ésta, en respuesta le sonrió y tomándola del
brazo le indicó que entraría a charlar con Manuel.
-"Buenas tardes Manuel ¿cómo se encuentra?"
-"Buenas tardes Amaya, estaba esperándola, me siento con ánimo de charlar."
-"Charlemos entonces." dijo Amaya al tiempo que dejaba sus cosas sobre la silla y se
sentaba al lado de Manuel.
-“¿Le preocupa algo? Lo noto pensativo Manuel.”
-"Sí. Me preocupa la muerte."
-"Es normal." Dijo Amaya mientras le tomaba la mano
-"No sé que esperar o mejor dicho cómo esperarla."
-"¿Se refiere a la forma en la sobrevendrá?"
-"Sí. Al dolor."
-“Eso lo podemos hablar con el doctor Duarte, pero puedo asegurarle que
médicamente está procurando que se sienta lo mejor posible, por eso insistió en que
no dejara el tratamiento.”
-“¿Cree que el dolor es una forma de expiación de los pecados Amaya?”
-“¿Expiación? ¿En verdad cree que el dolor es un castigo divino?”
Ante la mirada expectante de Manuel, prosiguió:
-“De ninguna manera, el dolor o la enfermedad no es un castigo por las malas
acciones de la vida, si fuera así ¿qué tendrían que pagar los niños que diariamente
sufren dolor y enfermedad? Tampoco es una forma de aprender lecciones, éstas se
aprenden cada día cuando uno es capaz de comprenderlas.”
Tras un breve silencio, Amaya inquirió:
-“Entre usted y yo Manuel ¿qué piensa sobre eso? ¿cree que las enfermedades
tengan otro sustento que lo meramente fisiológico?”
-“A decir verdad las enfermedades han estado presentes en la humanidad y a veces
son el resultado de ciertas actitudes que se toman frente a la vida”
-“¿Se refiere a que las enfermedades pueden ser originadas por nuestros malos
actos?”
-“No lo sé… Siempre he tratado de ser una buena persona, sin embargo, nunca es
suficiente, siempre se puede ser mejor… hay tantas cosas de las que me arrepiento…”
-“¿Quiere contarme?”
-“A decir verdad, prefiero tratarlo con el capellán… si no le molesta.”
-“Por supuesto que no, entiendo perfectamente.”
-“Gracias Amaya.”
-“No es nada Manuel, pero ¿no le parece inútil y desgastante el culparse por lo que
hizo mal? ¿no sería mejor revalorar todo lo bueno que hizo? Su familia lo apoya y lo
anima a seguir adelante, a caso ¿no es eso el producto de todas sus acciones
nobles?”
-“Creo que tiene razón Amaya, gracias por ayudar a sentirme mejor.”
-“No es nada, Manuel. “
-“¿Puedo pedirle un favor Amaya?”
-“Claro.”
-“¿Podría decirle al capellán que quisiera hablar con él?”
-“Por supuesto.”
Amaya al salir de la habitación, aprovechó que las enfermeras estaban con
Manuel, para hablar con Sofía, creyó pertinente una explicación :
-“¿Podemos hablar Sofía? me gustaría que también estuviesen presentes Julio y
Rubén.”
-“¿Le sucede algo a Manuel?”
-“No, pero me parece necesario que hablemos.”
-“De acuerdo, ellos están en la cafetería.”
Al llegar a la cafetería del hospital los encontraron en una mesa apartada
charlando, al verlas se pusieron rápidamente de pie, creyendo que algo malo había
sucedido, Amaya inmediatamente los tranquilizó y cuando se hallaron todos sentados,
dijo:
-“Manuel está pasando por un momento muy difícil y me parece importante hablarlo
con ustedes. La aparición de lo síntomas más graves de la enfermedad le dejan en
claro que pronto morirá y está tratando de digerir la idea, se está dando de cuenta de
las cosas que está perdiendo, de las que no hizo y no podrá hacer. La sensación de
pérdida es muy fuerte. Es como una depresión preparatoria, pues no se debe tanto a
las pérdidas de algo pasado, sino que tiene como origen pérdidas inminentes.
Resultaría muy absurdo pedirle que no esté triste y que mire el lado positivo de las
cosas porque esto significaría no permitirle pensar en su muerte inminente además de
que nota la tristeza que inevitablemente está presente en todos cuantos lo
apreciamos.”
-“¿Qué se puede hacer Amaya?” preguntó Sofía
-“Lo mejor es permitirle expresar su dolor, de esta forma encontrará menos difícil la
aceptación. “
-“¿Cómo?”
-“Esta expresión es a menudo silenciosa, cuando se presenta esta clase de dolor casi
no se necesitan palabras, es más fuerte la expresión de los sentimientos, mas íntima y
se hace mejor tomándole la mano, acariciándole el cabello o simplemente
permaneciendo con él en silencio.”
Los ojos de Sofía comenzaron a irritarse y su expresión se tornó más triste,
lentamente se acercó a Amaya y la abrazó fuertemente, respondiendo ésta de la
misma forma. Julio y Rubén se miraban en silencio.
Cuando se sintió más tranquila regresó al lado de Manuel que la esperaba.
Mientras tanto, Amaya platicaba con los hermanos de Manuel, sobre la importancia de
que no sólo existiera un cuidador.
-“Es un problema serio, cuando el cuidador no es ayudado o no se deja ayudar, puede
presentar graves problemas de salud, como depresión, ansiedad, fatiga incluso. Sofía
no duerme bien, come poco; está muy cansada. En estas circunstancias puede
parecer agresiva pero no es más que el cansancio acumulado.”
-“Entiendo.” Dijo Rubén “Nos gustaría hablar con el doctor Duarte sobre el estado de
Manuel, Sofía casi no nos ha informado nada.”
-“Entiendo, el doctor Duarte está en su consultorio, podemos hablar ahora mismo con
él.”
-“Estupendo.”
Sofía ya se había tranquilizado completamente cuando entró a la habitación, su paso
era lento, algo temeroso. No sabía cómo reaccionar, sin embargo,
sólo una amorosa mirada era lo que hacía falta, Sofía se acercó y se sentó a
un lado de la cama tomando la mano de Manuel, hasta que llegó el capellán, con
quien estuvieron hablando un buen rato, cuando se marchó, Sofía comenzó a
acariciarle la mano y Manuel que ya se encontraba más relajado, durmió un rato y al
despertar le pidió a Sofía que lo ayudara a recordar cierta oración que le había
enseñado tiempo atrás. Pasaron el resto del día rezando y leyendo una Biblia que
Sofía había pedido al capellán antes de irse. Hablaron largamente sobre el destino de
las almas, pese a su dolor, Sofía lo escuchó atentamente, al ver la reacción de
Manuel, se tranquilizó también ella y pudieron libremente expresar sus temores y llorar
juntos.
Mientras tanto, el doctor Duarte hacía del conocimiento de los hermanos de
Manuel su estado de salud. Pese a las recomendaciones de la tanatóloga, Sofía
seguía permaneciendo el día entero en el hospital, estaba más callada y ajena a lo
que ocurría, comía y dormía muy poco, por las noches lloraba mucho en silencio.
Rubén y Julio conscientes de lo que le ocurría, hablaron con ella:
-“Sofía.” Dijo Rubén “Te ves muy cansada, deja que Julio te lleve a casa para que
descanses un rato y te repongas. Yo estaré al tanto de todo lo que ocurra aquí.”
-“Te lo agradezco Rubén, pero no quiero separarme de Manuel, quiero estar todo el
tiempo posible a su lado.”
-“Pero necesitas descansar un poco Sofía.” Intervino Julio.
-“Les agradezco su interés en verdad.” Dijo mientras tomaba la mano de Julio y miraba
Rubén.
-“No sé cuánto tiempo esté así, pero estoy dispuesta a aprovechar este tiempo, poco o
mucho, es lo único que me queda.”
-“Entendemos Sofía, nosotros también queremos estar todo el tiempo posible con
Manuel, pero también es cierto que ya necesitas un descanso.” Dijo Rubén.
-“Creo que no me entienden, estos son los últimos momentos que me quedan con mi
esposo y quiero estar solamente a su lado. Después estaré sola, ustedes tienen sus
familias, Rubén tienes dos hijos maravillosos, Julio está por empezar una nueva vida,
pero a mi… ¿qué me queda? Manuel ha sido mi compañero por todos estos años, sin
él no sé que haré. El hecho de ir a la casa me aterra, todo está lleno de recuerdos,
cada rincón tiene una historia de nosotros dos… no podremos revivir esos momentos y
lo peor es que ya no habrá más…”
-“Cálmate Sofía por favor.” Asintió relajadamente Julio.
-“Te entendemos, porque así nos sentimos, aunque viviéramos lejos, sabíamos que
Manuel estaba ahí, del otro lado del teléfono o a unas horas de viaje…”
-“No quiero imaginar el despertar sola, el no poder besarlo nunca más. El saber que
aunque sean las 9 de la noche, no regresará más…que no escucharé de nuevo su voz
cariñosa saludándome al entrar. El sentir la casa terriblemente sola por las noches, el
no sentir de nuevo una caricia de él, el no tener a quien recurrir cuando me sienta
triste o feliz…”
Julio la abrazó tiernamente al ver resbalar por sus mejillas las primeras
lágrimas que desencadenaron sonoros sollozos que trataban de liberar algo de aquella
angustia que la consumía por dentro. Después de esa ocasión, no volvió a alejarse
del hospital, menos aún cuando Manuel habló con ella sobre sus deseos de no aceptar
la reanimación, sentía tan cercana la muerte que no estaba dispuesta a cederle ni un
segundo.
Al cabo de unos días, Amaya llegó al consultorio de Ignacio más temprano de lo
acordado, mientras lo esperaba dedicó unos instantes a observar la sobriedad con la
que Ignacio mantenía el lugar, mientras esperaba, se levantó de su asiento y hojeó un
libro
que estaba sobre el escritorio; Ignacio había estado investigando sobre la
enfermedad de Manuel, al lado del libro se hallaban apiladas una serie de revistas
médicas con artículos de los nuevos tratamientos disponibles. Amaya había
comenzado a hojearlas, cuando la puerta se abrió, la silueta de Ignacio apareció en el
umbral y entró con paso lento, Amaya al percatarse de la presencia del doctor dejó el
libro en su lugar y lo saludó:
-"Doctor Duarte, lo estaba esperando para tratar un asunto de suma importancia, se
trata de Manuel"
-"¿Qué pasa con él? dijo mientras caminaba a su escritorio, lentamente se sentó y
mientras acomodaba en su lugar preciso el libro y las revistas que había movido
Amaya, inquirió:
-"¿Qué sobre él?"
-“Estuve hablando con él, está muy deprimido, siente que la muerte está cerca, toda la
negación que pudo haber mantenido hasta este momento, terminó. Está consciente de
que el tiempo se acaba y ha comenzado a hablar del desenlace.”
-“Es verdad, su estado de salud está muy deteriorado.”
-"Eso he podido observar y me parece el momento de tratar con él, el asunto del
testamento en vida."
-"¿Testamento en vida?"
-"Sí, son las resoluciones a las que el paciente tiene que llegar con respecto a su
muerte, asuntos tales como la reanimación, la eutanasia y la donación de órganos"
dijo mientras entregaba al doctor Duarte unos papeles que contenían la información y
que inmediatamente comenzó a revisar con una hojeada rápida.
-"¿Se refiere al pedido de no reanimación?"
-"Sí, pero él tiene que decidir hasta que grado de intervención está dispuesto a
soportar"
-"¿A qué se refiere?"
-"A que usted debe explicarle los diferentes grados que conlleva la reanimación para
que pueda decidir"
-"Entiendo, pero en lo que se refiere a la autopsia no es necesaria, su mal es
perfectamente conocido. Por otro lado la donación de órganos no es viable"
-"Ya lo había pensado, tratemos entonces únicamente el asunto de la reanimación"
El doctor Duarte leyó rápidamente el documento y asintiendo con la cabeza,
le indicó a Amaya que era el momento de hablar con Manuel, así que salieron del
consultorio y se dirigieron a la habitación de Manuel, donde estaba en compañía de
Sofía y de sus dos hermanos.
-"Buenos días" saludaron Ignacio y Amaya a todos en la habitación
-"Buenos días"
-"¿Cómo se siente hoy Manuel?" Preguntó Ignacio
-"Dentro de lo que cabe, bien doctor"
-"Pasó la noche muy tranquilo, doctor" dijo Sofía
-"Necesitamos tratar un asunto con usted Manuel"
-"Si lo prefieres Manuel, esperaremos afuera." -dijo Sofía en tono comprensivo-
Ante el asentimiento de Manuel, su esposa y sus hermanos abandonaron la
habitación. Cuando se hubieron marchado, Amaya se sentó en una silla a un lado de
la cama mientras el doctor Duarte permanecía de pie al lado de la tanatóloga. Manuel
se incorporó cuanto su deteriorada condición se lo permitía y se dirigió a ellos:
-"Me da gusto verlos, cada vez me siento más débil…siento que no soportaré mucho y
hay algo que me preocupa…”
-“¿De qué se trata?”
-“Sé que la muerte se acerca, siento que mi estado empeora día con día y no quiero
estar conectado a tubos, a una “vida artificial” que sólo alargarán mi sufrimiento. No
quiero morir sedado sin darme cuenta de lo que está sucediendo, quiero poder
permanecer esos últimos momentos al lado de mi familia. He estado hablando con mi
esposa sobre el pedido de no reanimación"
-“Entiendo. Son naturales sus temores.” Respondió el doctor Duarte.
-"Sin embargo, existe algo más integral que el pedido de no reanimación, se llama
'testamento en vida' y consiste en una serie de disposiciones que se anticipan a los
hechos."
-"¿Testamento en vida?"
-"Así es, el doctor Duarte y yo podemos explicarle todo lo concerniente."
Manuel prestó atención a las palabras de Amaya que hablaba pausadamente
y con la mirada serena que la caracterizaba, mientras el doctor Duarte permanecía en
silencio.
-"El testamento en vida, busca garantizar una "buena muerte" si es que puede
emplearse ese término pero lo que nos preocupa es que el paciente se pueda sentir
seguro de que sus deseos serán respetados en un momento en que no esté
completamente consciente."
-"¿Qué involucra?"
-"En el testamento en vida puede más que sólo elegir entre aceptar o no la
reanimación, determinar el grado de intervención que está dispuesto a aceptar."
-"¿Exactamente a que se refiere?"
-"A que si el paciente llega a sufrir un paro respiratorio puede decidir y dejar estipulado
en su testamento en vida lo que quiere que se haga o no."
Amaya explicaba hasta que punto puede decidir el paciente, el grado de
intervención depende de los deseos del paciente. El doctor Duarte intervino para
aclarar un poco más las cosas.
-“Por ejemplo Manuel, cuando se presenta un paro cardíaco podemos intervenir, de
varias formas, como administrar medicamentos para el corazón u otros métodos como
las compresiones torácicas. Puedo explicarle todos los aspectos médicos para que
decida con pleno conocimiento."
Dijo Ignacio mientras tomaba asiento al otro lado de la cama, mientras
Manuel se volvía para prestarle toda su atención. Pasó largo rato hablando sobre los
pormenores de los procedimientos médicos y respondiendo las dudas de iban
surgiendo en Manuel.
Al cabo de algunos días, el estado de Manuel se deterioró aún más, así que
Amaya creyó prudente hablar con Rubén que parecía tener la autoridad moral en
aquellos difíciles momentos, ya que Sofía no se separaba de la cama de su esposo.
-“Rubén ¿podemos hablar un momento?”
-“Claro.”
-“¿Cómo se siente?”
-“Me siento desolado, tengo problemas con mi esposa que resiente esta prolongada
ausencia, mis hijos me extrañan y no pueden venir aquí pues tienen clases y Jimena
no puede dejarlos solos para estar a mi lado.”
-“Es comprensible.”
-“Y no soy el único, Julio tuvo que cambiar todos los planes después de su boda,
permanecemos día y noche al pendiente del estado de Manuel sin embargo Sofía nos
excluye del cuidado de nuestro hermano, cree que es la única que sufre y no es
verdad. Por ejemplo, estoy ocupándome de algunos asuntos de importancia que
Manuel me pidió resolver y no me resulta nada fácil.”
-¿Asuntos?”
-“Los asuntos legales, todo eso.”
-“Entiendo, si puedo ayudarle en algo, solo dígamelo.”
-“Todo está en orden, gracias.”
-“Manuel está preocupado por los gastos generados aquí en el hospital, sería bueno
que le hagas saber que todo está bajo control.”
-“Está bien, lo haré, sin embargo…Hay un asunto en particular que me está costando
mucho trabajo y que he estado posponiendo.”
-“¿Cuál?”
-“Los preparativos para el funeral. No sé si hago mal en adelantarme con ese
asunto…”
-“No Rubén, es comprensible y su familia le agradecerá la previsión, ya que
normalmente no se planean estas cosas, sin embargo entiendo que le resulta difícil,
así que si me lo permite, puedo hacerme cargo del asunto mientras tanto.”
-“Eso me sería de mucha utilidad, en verdad gracias, es demasiado para mi.”
-“Lo entiendo.” Dijo Amaya mientras le estrechaba el brazo.
Pasó poco tiempo para que Ignacio fuera requerido de urgencia en el hospital.
A toda prisa, Ignacio se dirigió a la unidad de Terapia Intensiva donde Manuel ya se
encontraba conectado a un respirador, donde le eran administrados una gran cantidad
de antibióticos. Ignacio se sorprendió al comprobar el descenso critico de peso de
había experimentado Manuel en tan poco tiempo.
Se acercó a hablar con el encargado de la UTI, que le dio el reporte completo
del estado de Manuel. Ignacio lo revisó minuciosamente y se dio cuenta de que el
momento estaba por llegar. Amaya que estaba al tanto de la situación, se acercó para
saber el diagnóstico.
-"El final se acerca."
-"Entiendo."
-"Depende del respirador para vivir."
-"¿Para vivir?"
-"Ya no puede hacerlo por sí mismo y en su situación, no creo que se lograra
recuperar de esta enfermedad pulmonar."
-"Debe explicarle la situación a la familia."
-"Eso iba a hacer."
Ambos se dirigieron a la UTI donde Sofía y los hermanos de Manuel
aguardaban el momento de poder entrar a verlo. El doctor Duarte se acercó y les
explicó la situación.
-"Manuel está en estado crítico, el descenso de peso que tiene la mala condición de su
sistema inmunológico y el deterioro general, han ocasionado que enferme gravemente
de los pulmones. podría ser por una sepsis, es decir, una infección multiorgánica. Está
conectado a un respirador y lo necesita para seguir vivo."
-"¿Se recuperará?"
-“Lamento decirlo, pero no.... el estado de Manuel es demasiado deteriorado. Aunque
lograra recuperarse de la enfermedad pulmonar, el padecimiento de base está muy
avanzado"
-"¡Oh por Dios!..." exclamó Sofía al tiempo que abrazaba a Rubén, que preguntó al
doctor Duarte:
-"¿Qué debemos hacer ahora doctor?"
-“¿Nosotros?”
-"Si ¿debemos decidir?"
-"¿Eutanasia?" preguntó Julio a su hermano
-“No hay nada que decidir.” Intervino Amaya
-"¿Sabían que Manuel había hecho un "Testamento en vida"?
-"¿Un que?"
-"Si para decidir lo que se haría en esta situación."
Julio intervino tímidamente:
-"No me sorprende. En una ocasión platicamos Manuel y yo sobre esto, a propósito de
algo que leímos sobre el testamento en vida, me parece que también usaban ese
término, coincidimos en que hay momentos en que solo es el cuerpo el que
permanece, pero el alma, lo que nos hace ser, se ha ido y es inútil aferrarnos a algo
que ya no está."
Sofía con los ojos llorosos agregó:
-“Hace poco me estaba comentando sobre el pedido de no reanimación, me dijo que lo
firmaría ¿lo hizo?”
-"Más que eso Sofía. Manuel elaboró un Testamento en vida, que es más especifico
que el DNR (pedido de no reanimación)"
-"¿A qué se refiere? ¿a matar a Manuel?” preguntó Sofía
-"No voy a permitirlo." agregó
-"Nunca dije eso."
-"Además, la eutanasia no es un asesinato, sino proporcionar una "buena muerte",
dejando simplemente que la enfermedad siga su curso natural.”
-“Se están precipitando.” intervino el doctor Duarte-
-“El estado de Manuel es crítico, sin embargo aun no podemos estar seguros de nada,
debemos darle tiempo para ver cómo reacciona."
-"El testamento en vida ¿En que consiste?" preguntó Julio a Amaya
-"En un documento que él elaboró con la ayuda del doctor Duarte que le explicó los
procedimientos que suelen seguirse en terapia intensiva y en base a eso decidió"
-"¿Decidió?"
-"Sí, que grado de intervención está dispuesto a permitir."
-“¿Podemos ver ese testamento?" inquirió Rubén intrigado.
-"Claro.” dijo Amaya y junto con el doctor Duarte se dirigieron a al consultorio para
leerlo.
Cuando se hallaron todos sentados, el doctor Duarte procedió a leer, el
documento donde Manuel había expresado sus deseos comenzaba como cualquier
testamento, estableciendo que conservando sus facultades mentales, escribía las
condiciones que estaba dispuesto a aceptar. Decía que aceptaba permanecer en el
hospital hasta el final pues allí estaría mejor atendido y no representaría problema
para la familia que ya había sufrido bastante. Rechazaba continuar con el tratamiento.
el mismo Doctor Duarte le había explicado los pros y los contras del camino que se
estaba siguiendo. Pedía no reanimación, no quería medidas extremas ni actos de
heroísmo, con la ayuda de el doctor Duarte y de otros médicos tanto de urgencias
como de terapia intensiva avía establecido aquel grado de intervención al que se
refería. No quería ni medicamentos para el corazón, ni compresiones torácicas que lo
ataran durante tiempo indefinido a una existencia artificial. Quería morir consciente,
por lo que tampoco aceptaba que se le administraran sedantes.
Sofía estaba desconcertada porque ignoraba completamente la existencia de
ese documento. Aunque sorprendidos, todos estaban dispuestos a respetar los deseos
de Manuel.
Cuando se hubieron marchado, Amaya iba a hacer lo mismo cuando notó en
Ignacio una actitud fuera de lo común, se le veía molesto. Se dio la vuelta y cerrando
la puerta preguntó:
-“Doctor Duarte ¿se encuentra bien?”
-“No. La vida de Manuel pende de un hilo y no la puedo detener, he hecho todo lo que
estaba a mi alcance, pero no ha sido suficiente.”
-“Todos sabemos que usted se ha valido de todo cuanto estaba a su alcance para
hacer de la enfermedad de Manuel lo menos dolorosa posible, sin embargo no todo
depende de usted doctor.”
-“Lo sé, pero es difícil aceptar que todo ha sido inútil.”
-“No lo ha sido, usted le está proporcionando a Manuel una verdadera “buena muerte”
respetando sus deseos y evitándole todo el sufrimiento posible.”
-“Aun creo que pude haber hecho más por él.”
-“Está haciendo lo suficiente.”
El doctor Duarte se encogió de hombros por la conversación con Amaya,
sintió la necesidad de apartarse por un rato del hospital, telefoneó a su casa y le avisó
a su esposa que iría a comer. Mientras abría la puerta, mil pensamientos se agolparon
en su mente, sin darse cuenta, se halló frente a la mesa servida del comedor.
-“¿Te sientes bien Ignacio?” preguntó Diana al ver la expresión en el rostro de su
esposo
-“No. Acabo de dar a conocer a la familia de Manuel su testamento en vida.”
-“¿Testamento en vida?”
-“Acabo de decirles la forma como Manuel quiere morir…” sin poder pronunciar una
palabra más, se acercó a Diana y la abrazó fuertemente.
-“Si tan solo me hubiera dado cuenta antes de la enfermedad, tal vez no estaría
sucediendo esto…”
Diana no tenía palabras para hacer sentir mejor a Ignacio, así que solo lo
estrechó fuertemente para hacerle saber que podía contar con ella, que
incondicionalmente estaría a su lado. Así pasó un rato, Ignacio recuperó la calma poco
a poco y cuando se sintió listo, regresó al trabajo. El resto del día permaneció en el
hospital realizando las rondas de costumbre y asesorando a los residentes que desde
hacía días lo buscaban para pedir su opinión en los diagnósticos que habían realizado.
Varias veces en el día, con paso lento, distraído y sumergido en sus pensamientos, se
vio afuera de la UTI, pero justo cuando estaba por atravesar el umbral de la unidad, el
abrir y cerrar de las puertas automáticas lo hacían reaccionar y se daba la vuelta para
regresar al bullicio acostumbrado del hospital, que parecía olvidarse de aquella área,
donde nunca llegaba. Ignacio caminaba pensativo rumbo a su consultorio, cuando al
final del pasillo, se topó con su colega y amigo que caminaba a toda prisa, fue su
proximidad la que lo hizo advertir su presencia:
-“ ¡Diego!”
-“Hola Ignacio.” Dijo sin reparar mucho en su colega, pero cuando le dirigió una mirada
más profunda, agregó:
-“¿Te encuentras bien?”
-“No.”
-“¿Quieres charlar? te invito un café.”
-“Está bien.”
Mientras caminaban rumbo a la cafetería, Diego observaba discretamente a
Ignacio que lucía sumamente pensativo. Una vez instalados en la mesa junto a la
ventana, Ignacio sostenía nerviosamente la cuchara y miraba vagamente la taza de
café, permaneciendo así unos instantes ante la mirada fija de su amigo, hasta qué
éste rompió el silencio:
-“¿Qué te ocurre Ignacio? Hacía tiempo que no te veía así.”
-“Nada.”
-“¿Tienes problemas en casa? No he visto a Diana hace un tiempo por aquí.”
-“No, todo está bien con ella.”
-“¿Los residentes? ¿te dan problemas?”
-“No. En absoluto.”
-“¿Entonces?”
-“Se trata de Manuel, un paciente, ¿recuerdas que te hablé de él hace un tiempo?”
-“¿Manuel?”
-“Sí, el paciente con leucemia linfoblástica, del cual te hablé cuando me recomendaste
hablar con Amaya.”
-“Ah si. ¿qué sucede?”
-“Sucede que está en Terapia Intensiva, muy cerca del final.”
-“Lo lamento mucho Ignacio.”
-“No es cuestión de lamentarlo, el problema aquí esque no estoy rindiendo como
médico, el problema esque pude haber hecho más, que no tendría que hallarse en
esta situación. Que me siento tremendamente impotente porque su vida se extingue
mientras estoy aquí hablando contigo, porque soy un médico incompetente, que no es
capaz de ayudarlo.”
-“Entiendo, pero debes estar consciente de que eres humano y que ningún humano
tiene poder sobre la muerte. Es algo inevitable, pero sé que hiciste todo lo que estaba
en tus manos para salvar a ese hombre.”
-“Pero no es suficiente.”
En ese momento, por el altavoz, llamaron a Ignacio a la Unidad de Terapia
Intensiva, inmediatamente se levantó y se dirigió allá. Cuando llegó, el médico
encargado le hizo saber que Manuel se hallaba consciente y que su familia estaba con
él. Amaya lo esperaba fuera:
-“Doctor Duarte, ya que el final se acerca y respetando los deseos de Manuel de morir
consciente y acompañado de su familia, le propongo bajarlo a piso.”
-“Estoy de acuerdo. ¿ya lo habló con la familia?”
-“Con sus hermanos, Sofía no se ha separado de su lado.”
-“Hablaré con ella.”
Inmediatamente se dirigió al área donde se encontraba Manuel. El silencio era casi
absoluto en la UTI, solo el monótono ruido de los aparatos se escuchaban. Sofía
estaba de pie observando fijamente a Manuel, tratando de reconocerlo detrás de ese
rostro tan delgado y sin vida, el doctor Duarte se acercó de forma casi imperceptible,
sin embargo Sofía parecía estar esperándolo pues no le causó sorpresa. Sin decir
nada, clavó la mirada en los ojos de Ignacio.
-“Vine en cuanto pude, estoy al tanto de la situación y me parece prudente proponerle
algo.”
-“Dígame.”
-“Todos convenimos en respetar la voluntad de Manuel y siendo fieles a eso, sus
cuñados y Amaya, me propusieron bajarlo a su habitación… Me parece el momento
adecuado pues el final se acerca y este lugar no es la mejor opción.”
Tras meditarlo un poco y mirar fijamente a su esposo como tratando de
averiguar lo que preferiría, aturdida ya por el incansable ruido de los aparatos que
monitoreaban los signos de Manuel, Sofía respondió:
-“Estoy de acuerdo doctor, no es justo que alguien que amó tanto la vida, la deje en un
lugar tan sombrío como éste…”
-“De acuerdo, entonces mandaré que lo bajen a piso.”
Mientras se llevaba a cabo el traslado, cuando se encontraban en el ascensor
con Manuel en la camilla y los enfermeros revisando los signos vitales, Ignacio tuvo
oportunidad de observar a Sofía, se dio cuenta del tiempo que había pasado
evitándola por temor a que lo culpara por la situación, tras esa decisión, que acercaba
más el final, Ignacio creyó que estaría destrozada, pero se mostraba tranquila,
contrariamente a lo que esperaba. Una vez que Manuel estuvo instalado en su
habitación, Ignacio le tomó los signos vitales y tras convencerse de que estaba todo lo
bien que su situación lo permitía, salió de la habitación para permitir un momento de
intimidad a la familia.
QUINTA FASE: ACEPTACION
El doctor Duarte, respetando los deseos de Manuel, le había suspendido
todas las medidas innecesarias, incluyendo los sedantes, así que se hallaba
consciente. Con los ojos entrecerrados y casi sin moverse, recorrió con la vista a su
familia, el silencio que invadía la habitación, solo era roto por la arrítmica respiración
de Manuel que se escuchaba intercalada en su breve discurso de despedida:
-“Me siento cansado de tanto dolor, he sufrido mucho pero creo que pronto podré
descansar… No quiero que sufran, pues estaré bien y sé que ustedes también… Esto
no es una despedida, pues nos reencontraremos, pero entonces ya no habrá
sufrimientos… Ustedes siempre han estado a mi lado y agradezco que lo estén
ahora… Solo deseo que logren ser tan felices en la vida como lo fui yo…”
Sin poder contener las lágrimas, Sofía le tomó la mano y le dio un cariñoso
beso en la frente. Rubén y Julio le dijeron una vez más lo mucho que lo querían y
admiraban, pero ya no hubo respuesta. La mirada de Manuel parecía perdida, fija en la
nada y sus ojos estaban cubiertos con una ligera capa que los opacaba, su rostro les
resultaba extraño, pues los pómulos estaban muy hundidos la nariz afilada y su tez
había tomado un matiz grisáceo. En lo más profundo de sus almas, sabían que estaba
muriendo.
Impotentes, notaban cómo el estado de Manuel se agravaba a cada
momento, su respiración se había tornado muy lenta e incluso presentaba periodos en
los que no había respiración, Sofía se encontraba muy angustiada, sin embargo había
logrado acostumbrarse a que eso en la etapa en la que se encontraba Manuel no era
nada fuera de lo común, no se apartaba de su lado ni un instante, en un momento
cuando se encontraba tomándole la mano derecha con suavidad, notó que su
respiración se tornó un tanto agitada y emitía agudos gemidos. Inmediatamente Rubén
salió para llamar al doctor Duarte que esperaba el desenlace de un momento a otro,
rápidamente se dirigieron a la habitación, el doctor se acercó a la cama de Manuel y
Sofía angustiada lo recibió:
-"Hace un momento comenzó a gemir ¿que le esta causando dolor?"
-"Nada Sofía, es normal, la respiración ruidosa no se debe a ningún dolor, está
perfectamente tratado, lo que sucede es que como ya no puede expulsar las
secreciones, éstas se acumulan en su garganta o en sus pulmones y provocan esos
gemidos al respirar, pero no está sufriendo."
-"Me ha empezado a preocupar, mire doctor, le han aparecido algunas manchas en el
cuerpo, no entiendo..."
-"Las manchas también son normales, se deben a la disminución de oxígeno y al
deterioro general de la circulación."
-"¿Es momento de administrarle más oxígeno?"
-"No Sofía, es momento de dejarlo ir." Ignacio había notado una leve agitación seguida
de una calma absoluta, un paro respiratorio se había desarrollado, pero ante los
deseos de Manuel, el doctor Duarte no pudo intervenir, era el final. Manuel había
dejado de respirar definitivamente. Sofía al darse cuenta, lo abrazó tiernamente y
permaneció un momento llorando, Julio y Rubén se arrodillaron del otro lado de la
cama, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
Ignacio mandó a la enfermera que acaba de entrar, que le avisara a la
tanatóloga, quien llegó inmediatamente deteniéndose en la puerta para no interrumpir,
pero al notar que Ignacio iba a intervenir, se acercó y discretamente le pidió tiempo
para Sofía y los hermanos de Manuel de despedirse, así que ambos salieron de la
habitación permitiendo así que la familia se despidiera y preparan a Manuel para el
funeral.
Ignacio no se explicaba el por qué pero se sentía invadido de una enorme
tristeza, no podía creer que todo lo que había hecho por ese hombre hubiera resultado
inútil. Pensativo, salió de la habitación, con paso rápido, como si quisiera alejarse de
allí. Amaya lo alcanzó y le propuso verse después para hablar sobre el tema, ante la
sorpresa de la tanatóloga, el doctor Duarte aceptó y siguió su camino.
Al cabo de un rato, Sofía y los hermanos de Manuel salieron de la habitación
con los ojos irritados pero con actitud serena. Amaya se acercó a ellos para
recordarles que podían contar con su ayuda, les indicó que el doctor Duarte extendería
el certificado de defunción y que los empleados de la funeraria estaban por llegar. Más
tranquilos, se sentaron en la sala de espera donde Amaya les hizo compañía, mientras
todos los trámites estuvieron concluidos.
A la mañana siguiente, el doctor Duarte llegaba puntual a la cita con Amaya.
Estaba más serio de lo habitual y sobre él pesaba un aura de tristeza. Mientras
tomaba asiento, saludó seriamente a la tanatóloga.
-“Buenos días.”
-“Buenos días Ignacio ¿cómo se siente?”
.”Me siento muy mal, terriblemente culpable por la muerte de Manuel.”
-“¿Culpable?”
-“Sí, actué como un médico deficiente, pude haber diagnosticado antes, tomé
demasiado a la ligera los primeros síntomas.”
-“Eso no es verdad doctor Duarte, no podía precipitarse a dar un diagnóstico sin tener
la plena seguridad.”
-“No sirvo para esto, porque ni siquiera puedo mantener con vida a mis pacientes.”
-“El pasado no puede cambiarse y no merece castigarse de esta manera. Nadie tiene
poder sobre la muerte y respecto a Manuel, sabe que hizo todo cuanto estaba a su
alcance, que le administró lo mejor para esos casos, pero lo más importante Ignacio, le
proporcionó una muerte digna.”
-“¡Pero mi deber es defender la vida!”
-“Pero existen límites Ignacio.”
-“Eso no lo entiende la gente, cuando vienen al hospital y ya no es posible hacer nada
para salvarlos, es al médico a quien culpan, a quien tachan de incompetente.”
-“Eso es normal, tratan de encontrar hacia quién encaminar su ira. Luego de meditarlo
entienden que no dependía del médico”
-“Lo entiendo, pero para cuando recapacitan ya están en casa, con amigos y familia
compartiendo el dolor de la pérdida, mientras nosotros nos quedamos solos con esa
carga de impotencia y esa enorme culpa sin saber qué hacer. Pensando en qué
hicimos mal…”
-¿La culpa persiste Ignacio?”
-“Sí, uno piensa que desaparecerá pero persiste con la misma intensidad hasta que
otro paciente se presenta en el consultorio y entonces se debe dejar de lado todo
aquello para concentrarse y tratar de enmendar los errores, procurando que esta vez
sea diferente.”
-“¿Qué sucedió cuando Manuel se presentó en su consultorio?”
-“Era un paciente más, una nueva oportunidad. Pero al final resultó más que eso.”
-“¿En qué momento Manuel dejó de ser un paciente más?”
-“Desde el momento en que dejó de ser el paciente con leucemia linfoblástica y fue
simplemente Manuel.”
-“Es comprensible, pues eso los situó en un mismo nivel.”
-“Es muy difícil hablar de esto.”
-“Lo entiendo, es difícil para la mayoría de las personas abordar el tema de la
muerte…”
-“Lo sé, pero es mucho más difícil para nosotros los médicos, pues representa más
que eso, es como un enemigo, un sinónimo de fracaso profesional. Pues nuestro
trabajo consiste precisamente en salvar vidas y prolongarlas.”
-“Mientras no se haga sufrir innecesariamente al paciente.”
-“Es muy difícil determinar el momento en que debemos dejarlos ir.”
-“¿Dejarlos ir? ¿En realidad cree que los médicos deciden eso?”
Sin tener qué decir, Ignacio se vio obligado a responder una llamada del
hospital, quería continuar esa conversación, pero no se sentía listo aun, así que
tomándolo como pretexto, regresó a su trabajo, sin poder apartar de su mente las
palabras de la tanatóloga. Cumplió con sus obligaciones como un autómata, pero
pronto sintió los deseos de compartir con alguien todo aquello que sentía, la persona
que necesitaba en esos momentos era Diana. Caminaba distraídamente por el pasillo,
cuando una voz lo hizo salir de sus pensamientos, era uno de los residentes a su
cargo.
-“Doctor Duarte…” lo abordó.
-“Quisiera su opinión sobre este caso.” Dijo mostrándole un expediente, pero Ignacio
no pudo prestar atención. Necesitaba hablar de aquello que sentía.
-“Lo veremos en otro momento, acude al doctor Braillard, te ayudará mientras tanto…
yo debo hacer algo importante.”
Rápidamente recogió sus cosas del consultorio y aun con la bata puesta, se
dirigió a su casa donde amorosamente lo recibió su esposa que inmediatamente notó
en la actitud de Ignacio, que no había llegado únicamente a comer, era evidente que
necesitaba hablar y Diana que esperaba desde hacía mucho tiempo que Ignacio
estuviera listo, preguntó:
-“Quieres que hablemos.”
-“Sí.” Respondió Ignacio aún meditabundo.
Diana lo tomó de la mano y así se dirigieron lentamente a la estancia y se
sentaron juntos en el sofá que se encontraba iluminado por los rayos del sol que
entraban profusamente por la ventana. Diana tomó la mano de Ignacio entre las suyas
y éste finalmente exclamó:
-“Ayer finalmente murió Manuel…”
-“Lo sé Ignacio y lo lamento.”
-“Yo también Diana… lamento no haberlo evitado.” Dijo mientras recargaba la cabeza
en el respaldo del sofá, como tratando de aclarar sus pensamientos, su tristeza era
evidente.
-“Hiciste todo cuanto estaba a tu alcance…”
-“Pero no fue suficiente. Pude haber hecho más, o haberlo hecho más rápido, no sé…”
-“Eres unos de los mejores médicos en el hospital, no tienes de qué lamentarte, sé que
hiciste todo cuanto era posible.”
-“No soy tan buen médico, porque el deber principal de cualquier médico es prolongar
la vida y yo no soy capaz de hacerlo… prueba de ello es Manuel.”
-“Ni tú ni nadie, la muerte es natural, inherente a la vida. No existen responsables y ni
toda la ciencia médica puede alterar el orden natural.”
-“Tal vez, pero en pocos trabajos la muerte es vista como un fracaso profesional. No
puedo dejar de sentirme culpable porque esa gente confió en mí para evitar esta
situación y no pude hacerlo…”
-“¡No eres Dios para evitar la muerte!”
Ignacio guardó silencio y permaneció con la mirada perdida durante unos
instantes, repasando esas palabras, meditándolas, tratando de asimilarlas. Dándose
cuenta de que no ejercía ningún poder sobre la muerte, que solo era un ser humano
tan mortal como Manuel o cualquier otro paciente que hubiera atendido antes. Al cabo
de un rato, logró articular algunas palabras:
-“Ahora entiendo lo que quería decir Diego con que ser médicos no nos hace dejar de
ser humanos…”
-“No te exijas lo imposible Ignacio.”
-“Es muy difícil… nada en la escuela de medicina te prepara para esto, para aceptar
que no siempre podrás controlar las situaciones, que habrá veces que la muerte te
gane algunas partidas…”
-“La muerte Ignacio, no es un enemigo a vencer sino parte natural de la vida.”
-“Tienes razón Diana, pero es difícil asimilarlo de esa forma.”
Las horas pasaron sin que se dieran cuenta, sólo la falta de luz les hizo
reflexionar sobre el tiempo que había transcurrido desde que Ignacio había regresado,
se sentía mas tranquilo, así que decidieron salir a cenar algo y por primera vez desde
hacia mucho tiempo disfrutó de una velada al lado de su esposa.
Al día siguiente, llamó a la tanatóloga para continuar la charla donde se
había quedado, concertaron una cita, a Amaya le daba gusto notar mejor a Ignacio.
Cuando se presentó en la oficina de la tanatóloga, parecía otra persona diferente a la
que había estado el día anterior, aún con la bata puesta, se notaba más tranquilo.
-“¿Cómo se siente Ignacio?”
-“Mejor, mucho mejor.”
-“Me alegro.”
-“Ayer estuve hablando con mi esposa como hacía mucho tiempo que no lo hacia.”
Dijo mientras se sentaba frente a Amaya.
-“Eso es estupendo, estaba muy preocupada.”
-“Sí, me dijo que habían hablado. Lamento mucho no haber confiado antes en ella,
creo que no hubiera sido tan duro con su ayuda.”
-“¿Qué ha pensado respecto a lo que hablamos ayer?”
-“Estuve meditando mucho, la plática con Diana me hizo entender muchas cosas.”
Tras un breve silencio que aprovechó para ordenar sus ideas, exclamó:
-“Me he dado cuenta de que aunque es muy difícil, como médicos, debemos entender
que la muerte es parte del ciclo de la vida y que por el solo hecho de ser seres
humanos, tenemos que morir. Que la muerte de un paciente no debe tomarse como
un fracaso, sino como el curso de la naturaleza, entender que donde la ciencia médica
termina, el ciclo de la naturaleza sigue su curso y el aceptarlo de esa manera no nos
hace menos capaces, sino más humanos.”
-“Estoy completamente de acuerdo con usted Ignacio.”
-“Gracias por todo Amaya, espero que sigamos trabajando en equipo.” Dijo mientras
sacaba de su bata el radiolocalizador que sonaba insistentemente, requiriendo su
presencia para un nuevo caso llegado al hospital.
EPILOGO
La familia de Manuel recibió el tratamiento tanatológico pertinente por parte
de Amaya Piamonte para superar satisfactoriamente el proceso de Duelo, que al ser
tratado desde las primeras etapas del proceso del morir, resultó menos complicado
pues habían logrado expresarle a Manuel todo aquello que sentían en el momento
adecuado. Rápidamente pudieron cumplir con las tareas de Duelo que suponen una
serie de trabajos psíquicos. Y la palabra trabajo implica que el doliente debe gastar y
transformar parte de su energía psíquica, la cual estaba adherida a una persona. Las
cuatro etapas que atravesaron, fueron: aceptar la pérdida, permitirse sentir el dolor , lo
más difícil para Sofía fue aprender a vivir sin Manuel, finalmente debieron recuperar el
interés por la vida y por los vivos. Amaya les ayudó a entender que finalizar el duelo no
es olvidar. Para cada persona puede significar cosas distintas, en este caso, significó
el poder pensar en él sin sentir ya ese latigazo de dolor y recordarle con ternura y
agradecimiento por lo vivido juntos. A entender con el corazón en la mano que el
amor no se acaba con la muerte.
En cierto modo, nunca nos llegamos a recuperar completamente de una
pérdida significativa porque inevitablemente nos cambia, por eso es importante
aceptarlo así y procurar que ese cambio sea positivo.
Por su parte, Ignacio siguió un tratamiento similar trabajando sobre todo en la
culpa, pues era el sentimiento más arraigado en él. Siguió con su trabajo en el hospital
formando médicos pero enseñándoles lo que había aprendido, que la muerte no es un
fracaso profesional, sino parte de la vida, tan natural como el nacimiento. Amaya llegó
a formar parte del equipo permanente de Ignacio pues comprendió lo necesaria que
resultaba una atención multidisciplinaria.
CONCLUSIONES
En base a lo anterior, he podido concluir que el médico que trata a pacientes
terminales y los acompaña en ese difícil trance, experimenta también cierto proceso,
relacionado estrechamente con el vivido por el paciente. El llamado “proceso del morir”
consta de 5 etapas principalmente, dichas etapas no obedecen a un orden estricto ni
cronológico, tan sólo se han ordenado así por simple lógica. El médico a su vez,
también experimenta fases que no obedecen otro orden, que a las reacciones del
paciente. Dicho lo anterior, procedo a enumerar dichas fases:
Primera fase: Negación y aislamiento
Esta fase que usualmente se presenta ante el diagnóstico, es compartida por
el médico que experimenta una breve negación ante una situación que podría tornarse
difícil y eventualmente escapársele de las manos. La negación es breve, sin embargo
el aislamiento dura un poco más, pues el médico teme ser juzgado por sus colegas y
por tanto, difícilmente discute el caso en esta etapa.
Segunda fase: Ira
Esta fase también es compartida por médico y paciente pero de diferente
forma, pues mientras la ira en el paciente se debe a que ya no puede seguir negando
el diagnóstico y debe cambiar del mecanismo de defensa inicial que resulta ya
ineficiente por uno menos radical, en el médico la ira de esta etapa no parece dirigida
hacia ningún punto, sino que se manifiesta en casi todo momento y en todas
direcciones. El médico comparte este sentimiento pues ve cercano un fracaso.
Tercera fase: Pacto
Ira
En esta etapa es donde comienza a mostrarse diferente el proceso vivido por
el médico y el paciente, pues mientras el paciente trata de aferrarse a la vida mediante
un pacto, con el cual espera ganar algo de tiempo, el médico se hace consciente de la
ira que está presente en él y la proyecta contra sí mismo pues comienza culparse por
ser el principal actor de esa “Derrota médica”.
Cuarta fase: Depresión
Ira
En fases avanzadas del proceso, es característica una etapa de depresión, ya
no es posible negar la enfermedad, pues el deterioro es demasiado evidente y los
síntomas físicos, obligan al paciente a encarar la realidad. La depresión en los
pacientes puede ser Reactiva o Anticipatoria dependiendo de sus causas, mientras
tanto el médico experimenta el “Duelo Anticipatorio” el cual comparte con el resto del
equipo de salud y familiares del paciente, pero aparece combinado con restos de ira,
que poco a poco se va tornando en culpa.
Quinta fase: Aceptación
Depresión y Culpa
Cuando el paciente llega a la aceptación, el médico experimenta una etapa de
depresión acompañada de culpa que ya para esta etapa resulta muy evidente,
comienzan entonces los auto reclamos y son comunes frases como “Pude haberlo
evitado” , etc. para así dar lugar al proceso de duelo.
El Proceso de Duelo en el médico tratante debe atenderse de igual manera
que el sufrido por los familiares, dándole especial atención a la Culpa que parece ser
el sentimiento más recurrente en estos casos. Cuando no se atienden estos
sentimientos, se acumulan de tal forma que los miembros del equipo de salud, pueden
llegar a presentar a el llamado Síndrome de Burn Out que según Maslach y Jackson,
se tarta de un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja
realización personal, que ocurre entre individuos que tratan con personas y ya que el
rol que el médico desempeña, hace que absorba y retenga la ansiedad de sus
pacientes sin darle una salida idónea, se convierte en candidato ideal para el
desarrollo de este síndrome. El trabajo de un equipo interdisciplinario que atienda las
diferentes necesidades del paciente como son no sólo las médicas, sino también las
espirituales y psicológicas es fundamental para una recuperación óptima del equipo de
salud, pues se ha comprobado que el trabajo en equipo suele tener un efecto protector
ya que al delegarse responsabilidades, la tensión disminuye.
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