ANTOLOGÍA DE POEMAS DE BÉCQUER ......ANTOLOGÍA DE POESÍA ROMÁNTICA. BÉCQUER Y ROSALÍA 2 Índice 1. Gustavo Adolfo Bécquer Libro de los gorriones o Rimas (18 70) • Prólogo

ANTOLOGÍA DE POEMAS

DE BÉCQUER

Y ROSALÍA DE CASTRO

Selección de textos realizada por

el Profesorado de Lengua castellana y Literatura de 4º de ESO

Departamento de Lengua castellana y Literatura

Colegio Santa María del Naranco OVIEDO

ANTOLOGÍA DE POESÍA ROMÁNTICA. BÉCQUER Y ROSALÍA

2

Índice

1. Gustavo Adolfo Bécquer

Libro de los gorriones o Rimas (18 70)

• Prólogo. 3

• IV. No digáis que, agotado su tesoro… 3

• XVI. Si al mecer las azules campanillas… 4

• XVII. Hoy la tierra y los cielos me sonríen… 4

• XXIII. Por una mirada, un mundo… 4

• XXIX. Sobre la falda tenía… 5

• XLI. Tú eras el huracán y yo la alta… 5

• XLII. Cuando me lo contaron sentí el frío… 5

• LII. Olas gigantes que os rompéis bramando… 6

• LVI. Hoy como ayer, mañana como hoy,… 6

• LXVI. ¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero… 7

• LX. Mi vida es un erial… 7

• LXXVII. Dices que tienes corazón, y sólo… 7

2. Rosalía de Castro

Cantares gallegos (1863)

• 11. Campanas de Bastabales,… 8

• 15. Adiós, ríos; adiós, fontes;… 9

Follas novas (1880)

• VI. ¿Qué pasa ò redor de min?... 11

• VII. AIguns din, ¡miña terra!... 11

• X. Un-ha vez tiven un cravo… 11

• Negra sombra 12

En las orillas del Sar (1884)

• III. Era apacible el día… 13

• VII. Ya que de la esperanza para la vida mía… 14

• XXI. No subas tan alto, pensamiento loco,… 15

• LVIII. Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes,… 15

• LXXIX. Era en abril, y de la nieve al peso… 16

• A mi madre. 16


3

Prólogo del autor

He escrito estos versos en el estilo sencillo y espontáneo de las canciones populares, las cuales he intentado imitar.

Si me he separado algunas veces del carácter peculiar de este género de poesías, no lo puedo atribuir más que a mi predilección por ciertas canciones alemanas, entre ellas las de Enrique Heine, que en realidad tienen alguna semejanza con los cantares españoles.

Al principio de esta colección he puesto unos cuantos cantares del pueblo, de los muchos que tengo recogidos, para estar seguro al menos de que hay algo bueno en este libro.

En cuanto a mis pobres versos, si algún día oigo salir uno solo de ellos de entre un corrillo de alegres muchachas, acompañado por los tristes tonos de una guitarra, daré por cumplida toda mi ambición de gloria y habré escuchado el mejor juicio crítico de mis humildes composiciones.

IV

No digáis que, agotado su tesoro, de asuntos falta, enmudeció la lira; podrá no haber poetas; pero siempre habrá poesía. … Mientras haya unos ojos que reflejen los ojos que los miran, mientras responda el labio suspirando al labio que suspira, mientras sentirse puedan en un beso dos almas confundidas, mientras exista una mujer hermosa, ¡habrá poesía!


4

XVI Si al mecer las azules campanillas de tu balcón, crees que suspirando pasa el viento murmurador,

5 sabe que oculto entre las verdes hojas suspiro yo. Si al resonar confuso a tus espaldas vago rumor, crees que por tu nombre te ha llamado

10 lejana voz, sabe que entre las sombras que te cercan te llamo yo. Si se turba medroso en la alta noche tu corazón,

15 al sentir en tus labios un aliento abrasador, sabe que, aunque invisible, al lado tuyo respiro yo.

XVII Hoy la tierra y los cielos me sonríen, hoy llega al fondo de mi alma el sol, hoy la he visto... La he visto y me ha mirado... ¡Hoy creo en Dios!

XXIII Por una mirada, un mundo; por una sonrisa, un cielo; por un beso... yo no sé que te diera por un beso.


5

XXIX Sobre la falda tenía el libro abierto; en mi mejilla tocaban sus rizos negros.

5 No veíamos las letras ninguno creo; mas guardábamos ambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aun entonces

10 pude saberlo. Sólo sé que no se oía más que el aliento, que apresurado escapaba del labio seco.

15 Sólo sé que nos volvimos los dos a un tiempo, y nuestros ojos se hallaron y sonó un beso.

XLI Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme!... ¡No pudo ser!

5 Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme!... ¡No pudo ser! Hermosa tú, yo altivo: acostumbrados

10 uno a arrollar, el otro a no ceder: la senda estrecha, inevitable el choque... ¡No pudo ser!

XLII

Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas, me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de dónde estaba.

5 Cayó sobre mi espíritu la noche, en ira y en piedad se anegó el alma, ¡y entonces comprendí por qué se llora! ¡y entonces comprendí por qué se mata! Pasó la nube de dolor... Con pena

10 logré balbucear breves palabras... ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo... Me hacía un gran favor... Le di las gracias.


6

LII

Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre la sábana de espumas, ¡llevadme con vosotras!

5 Ráfagas de huracán que arrebatáis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ¡llevadme con vosotras! Nubes de tempestad que rompe el rayo

10 y en fuego ornáis las desprendidas orlas, arrebatado entre la niebla oscura, ¡llevadme con vosotras! Llevadme por piedad a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria.

15 ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!

LVI Hoy como ayer, mañana como hoy, ¡y siempre igual! un cielo gris, un horizonte eterno, ¡y andar… andar!

5 Moviéndose a compás, como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia, del cerebro dormía en un rincón. El alma, que ambiciona un paraíso,

10 buscándolo sin fe; fatiga, sin objeto, ola que rueda ignorando por qué. Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar;

15 gota de agua monótona que cae, y cae sin cesar. Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer… y todos ellos

20 sin goce ni dolor. ¡Ay! a veces me acuerdo suspirando

del antiguo sufrir…

Amargo es el dolor; pero siquiera

¡padecer es vivir!


7

LXVI ¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero de los senderos busca. Las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura,

5 los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirán el camino que conduce a mi cuna. ¿Adónde voy? El más sombrío y triste

10 de los páramos cruza, valle de eternas nieves y de eternas melancólicas brumas. En donde esté una piedra solitaria sin inscripción alguna,

15 donde habite el olvido, allí estará mi tumba.

LX

Mi vida es un erial, flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal

5 para que yo lo recoja.

LXXVII Dices que tienes corazón, y sólo lo dices porque sientes sus latidos; eso no es corazón..., es una máquina que al compás que se mueve hace ruido.


8

11

Campanas de Bastabales, cando vos oio tocar, mórrome de soidades.

I

Cando de lonxe vos oio, 5 penso que por min chamades,

e das entrañas me doio. Dóiome de dor ferida, que antes tiña vida enteira, i hoxe teño media vida.

10 Solo media me deixaron os que de aló me trouxeron, os que de aló me roubaron. Non me roubaran, traidores, ¡ai!, uns amores toliños,

15 ¡ai!, uns toliños amores. Que os amores xa fuxiron, as soidades viñeron... de pena me consumiron.


9

V

Corre o vento, o río pasa. 20 Corren nubes, nubes corren

camiño da miña casa. Miña casa, meu abrigo, vanse todos, eu me quedo sin compaña nin amigo.

25 Eu me quedo contemprando as laradas das casiñas por quen vivo sospirando. Ven a noite..., morre o día, as campanas tocan lonxe

30 o tocar do “Ave María”. Elas tocan pra que rece; eu non rezo que os saloucos afogándome parece que por mín tén que rezar.

35 Cando vos oio tocar, campaniñas, campaniñas, sin querer torno a chorar. Ven a noite..., morre o día, as campanas tocan lonxe

40 o tocar da Ave María. Elas tocan pra que rece; eu non rezo, que os saloucos, afogándome parece que por min tén que rezar.

45 Campanas de Bastabales,

cando vos oio tocar, mórrome de soidades.

15

Adiós, ríos; adiós, fontes; adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos: non sei cando nos veremos.

5 Miña terra, miña terra, terra donde me eu criei, hortiña que quero tanto, figueiriñas que prantei, prados, ríos, arboredas,

10 pinares que move o vento, paxariños piadores, casiña do meu contento, muíño dos castañares,


10

noites craras de luar, 15 campaniñas trimbadoras

da igrexiña do lugar, amoriñas das silveiras que eu lle daba ó meu amor, camiñiños antre o millo,

20 ¡adios, para sempre adios!

¡Adiós groria! ¡Adiós contento! ¡Deixo a casa onde nacín, deixo a aldea que conozo por un mundo que non vin!

25 Deixo amigos por estraños, deixo a veiga polo mar, deixo, en fin, canto ben quero... ¡Quen pudera non deixar!...

Mais son probe e, ¡mal pecado!, 30 a miña terra n'é miña,

que hastra lle dan de prestado a beira por que camiña ó que naceu desdichado. Téñovos, pois, que deixar,

35 hortiña que tanto amei, fogueiriña do meu lar, arboriños que prantei, fontiña do cabañar.

Adiós, adiós, que me vou,

40 herbiñas do camposanto, donde meu pai se enterrou, herbiñas que biquei tanto, terriña que nos criou.

Adiós Virxe da Asunción,

45 branca como un serafín; lévovos no corazón: Pedídelle a Dios por min, miña Virxe da Asunción.

Xa se oien lonxe, moi lonxe,

50 as campanas do Pomar; para min, ¡ai!, coitadiño, nunca máis han de tocar.

Xa se oien lonxe, máis lonxe Cada balada é un dolor;

55 voume soio, sin arrimo... Miña terra, ¡adios!, ¡adios!


11

¡Adiós tamén, queridiña!... ¡Adiós por sempre quizais!... Dígoche este adiós chorando

60 desde a beiriña do mar. Non me olvides, queridiña, si morro de soidás... tantas légoas mar adentro... ¡Miña casiña!, ¡meu lar!

VI

¿Qué pasa ò redor de min? ¿Qué me pasa qu'eu non sei? Teño medo d'un-ha cousa que vive e que non se vé.

5 Teño medo á desgracia traidora que ven, e que nunca se sabe onde ven.

VII

AIguns din, ¡miña terra! Din outros, ¡meu cariño! Y este, ¡miñas lembranzas! Y aquel, ¡ou meus amigos!

5 Todos sospiran, todos, por algún ben perdido. Eu sô non digo nada, eu sô nunca sospiro, Qu'ó meu corpo de terra

10 y ó meu cansado esprito, A donde quer qu'eu vaya van conmigo.

X

Un-ha vez tiven un cravo cravado no corazón, y eu non m'acordo a s'era aquel cravo, d'ouro, de ferro, ou d'amor.

5 Soyo sei que me fi o un mal tan fondo, que tanto m'atormentou, qu'eu dia e noite sin cesar choraba cal chorou Madanela n'a pasion. —Señor, que todo ó podedes,


12

10 pedinlle un-ha vez á Dios, Daime valor par'arrincar d'un golpe cravo de tal condicion. E doumo Dios e arrinqueino, mais... ¿quen pensara?... Despois

15 a non sentin mais tormentos Nin soupen qu'era delor; soupen sô, que non sei que me faltaba en donde o cravo faltou, e seica, seica tiven soidades

20 d'aquela pena... ¡Bon Dios! Este barro mortal qu'envolve o esprito ¡Quen-o entenderá, Señor!...

Negra sombra

Cando penso que te fuches, negra sombra que me asombras, ó pé dos meus cabezales tornas facéndome mofa.

5 Cando maxino que es ida, no mesmo sol te me amostras, i eres a estrela que brila, i eres o vento que zoa. Si cantan, es ti que cantas,

10 si choran, es ti que choras, i es o marmurio do río i es a noite i es a aurora. En todo estás e ti es todo, pra min i en min mesma moras,

15 nin me abandonarás nunca, sombra que sempre me asombras.


13

III

Era apacible el día y templado el ambiente, y llovía, llovía callada y mansamente;

5 y mientras silenciosa lloraba yo y gemía, mi niño, tierna rosa, durmiendo se moría.

Al huir de este mundo, ¡qué sosiego en su frente!

10 Al verle yo alejarse, ¡qué borrasca en la mía!

Tierra sobre el cadáver insepulto antes que empiece a corromperse... ¡tierra! Ya el hoyo se ha cubierto, sosegaos; bien pronto en los terrones removidos

15 verde y pujante crecerá la hierba. ¿Qué andáis buscando en torno de las tumbas,

torvo el mirar, nublado el pensamiento? ¡No os ocupéis de lo que al polvo vuelve! Jamás el que descansa en el sepulcro

20 ha de tornar a amaros ni a ofenderos.

¡Jamás! ¿Es verdad que todo para siempre acabó ya? No, no puede acabar lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad.

25 Tú te fuiste por siempre; mas mi alma

te espera aún con amoroso afán, y vendrás o iré yo, bien de mi vida, allí donde nos hemos de encontrar.

Algo ha quedado tuyo en mis entrañas

30 que no morirá jamás, y que Dios, porque es justo y porque es bueno, a desunir ya nunca volverá.

En el cielo, en la tierra, en lo insondable yo te hallaré y me hallarás.

35 No, no puede acabar lo que es eterno, ni puede tener fin la inmensidad.

Mas... es verdad, ha partido para nunca más tornar. Nada hay eterno para el hombre, huésped


14

40 de un día en este mundo terrenal en donde nace, vive y al fin muere, cual todo nace, vive y muere acá.

VII

Ya que de la esperanza para la vida mía triste y descolorido ha llegado el ocaso, a mi morada obscura, desmantelada y fría tornemos paso a paso,

5 porque con su alegría no aumente mi amargura la blanca luz del día. Contenta el negro nido busca el ave agorera, bien reposa la fiera en el antro escondido, en su sepulcro el muerto, el triste en el olvido,

10 y mi alma en su desierto. Los unos altísimos, los otros menores, con su eterno verdor y frescura, que inspira a las almas

15 agrestes canciones, mientras gime al chocar con las aguas la brisa marina, de aromas salobres, van en ondas subiendo hacia el cielo los pinos del monte.

20 De la altura la bruma desciende y envuelve las copas perfumadas, sonoras y altivas de aquellos gigantes que el Castro coronan;

25 brilla en tanto a sus pies el arroyo que alumbra risueña la luz de la aurora, y los cuervos sacuden sus alas, lanzando graznidos

30 y huyendo la sombra. El viajero, rendido y cansado, que ve del camino la línea escabrosa que aún le resta que andar, anhelara, deteniéndose al pie de la loma,

35 de repente quedar convertido en pájaro o fuente, en árbol o en roca.


15

XXI

No subas tan alto, pensamiento loco, que el que más alto sube más hondo cae, ni puede el alma gozar del cielo mientras que vive envuelta en la carne.

5 Por eso las grandes dichas de la tierra tienen siempre por término grandes catástrofes.

LVI

I

En los ecos del órgano o en el rumor del viento, en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia, te adivinaba en todo y en todo te buscaba, sin encontrarte nunca.

5 Quizás después te ha hallado, te ha hallado y te ha perdido

otra vez, de la vida en la batalla ruda, ya que sigue buscándote y te adivina en todo, sin encontrarte nunca.

Pero sabe que existes y no eres vano sueño, 10 hermosura sin nombre, pero perfecta y única;

por eso vive triste, porque te busca siempre sin encontrarte nunca.

II

Yo no sé lo que busco eternamente en la tierra, en el aire y en el cielo; yo no sé lo que busco, pero es algo que perdí no sé cuándo y que no encuentro,

5 aun cuando sueñe que invisible habita en todo cuanto toco y cuanto veo. Felicidad, no he volver a hallarte en la tierra, en el aire ni en el cielo, ¡aun cuando sé que existes

10 y no eres vano sueño!

LVIII

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros, ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros: lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso de mí murmuran y exclaman:

5 -Ahí va la loca, soñando con la eterna primavera de la vida y de los campos,

y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,


16

y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado. -Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha;

10 mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula, con la eterna primavera de la vida que se apaga y la perenne frescura de los campos y las almas, aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan. Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños;

15 sin ellos, ¿cómo admiraros, ni cómo vivir sin ellos?

LXXIX

Era en abril, y de la nieve al peso aún se doblaron los morados lirios; era en diciembre, y se agostó la hierba al sol, como se agosta en el estío.

5 En verano o en invierno, no lo dudes, adulto, anciano o niño, y hierba y flor, son víctimas eternas de las amargas burlas del destino. Sucumbe el joven, y encorvado, enfermo,

10 sobrevive el anciano; muere el rico que ama la vida, y el mendigo hambriento que ama la muerte es como eterno vivo.

A mi madre

I ¡Cuán tristes pasan los días!... ¡cuán breves... cuán largos son!... Cómo van unos despacio, y otros con paso veloz...

5 Mas siempre cual vaga sombra atropellándose en pos, ninguno de cuantos fueron, un débil rastro dejó. ¡Cuán negras las nubes pasan,

10 cuán turbio se ha vuelto el sol! ¡Era un tiempo tan hermoso!... Mas ese tiempo pasó. Hoy, como pálida luna ni da vida ni calor,

15 ni presta aliento a las flores, ni alegría al corazón.


17

¡Cuán triste se ha vuelto el mundo! ¡Ah!, por do quiera que voy sólo amarguras contemplo,

20 que infunden negro pavor, sólo llantos y gemidos que no encuentran compasión... ¡Qué triste se ha vuelto el mundo! ¡Qué triste le encuentro yo!...

II ¡Ay, qué profunda tristeza! ¡Ay, qué terrible dolor! ¡Tendida en la negra caja sin movimiento y sin voz,

5 pálida como la cera que sus restos alumbró, yo he visto a la pobrecita madre de mi corazón! Ya desde entonces no tuve

10 quien me prestase calor, que el fuego que ella encendía aterido se apagó. Ya no tuve desde entonces una cariñosa voz

15 que me dijese: ¡hija mía, yo soy la que te parió! ¡Ay, qué profunda tristeza! ¡Ay, qué terrible dolor!... ¡Ella ha muerto y yo estoy viva!

20 ¡Ella ha muerto y vivo yo! Mas, ¡ay!, pájaro sin nido, poco lo alumbrará el sol, ¡y era el pecho de mi madre nido de mi corazón!

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