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1 ANTONIO VÉLEZ ALVARADO: amigo y colaborador consecuente de Martí y Betances. Por Ovidio Dávila Dávila Nos proponemos en este trabajo traer ante la atención de los estudiosos de la historia de la lucha por la emancipación de Cuba y Puerto Rico, una figura de la cual, hasta el momento, se conocía muy poco en cuanto a su vida y su obra. Nos referimos al prócer boricua Antonio Vélez Alvarado, quien es preponderantemente reconocido en Puerto Rico como el autor de la idea de la inversión de los colores de la bandera de Cuba para crear la de Puerto Rico. Esta hazaña, que, de por sí, es lo suficientemente trascendente como para que en su ciudad natal, Manatí, una escuela pública lleve su nombre, y que en la Plaza de la Historia de dicho municipio un busto suyo en bronce, colocado en un pedestal de mármol, presida dicho recinto, no había motivado nunca, sin embargo, a ningún historiador a adentrarse en el desarrollo de una investigación en torno a este personaje. Esta omisión en la historiografía puertorriqueña hizo crisis en el 1995, cuando vimos toda la confusión y polémica creada en torno a si ese año podría ser considerado como el del centenario de la creación de la bandera de Puerto Rico o como el de su adopción, como tal, por la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, al ésta constituirse el 22 de diciembre de 1895. Ello nos estimuló, en aquel momento, a preparar un trabajo investigativo sobre el origen de la bandera de Puerto Rico, el cual publicamos al año siguiente. 1 En el proceso, nos dimos cuenta que las ejecutorias patrióticas de Antonio Vélez Alvarado habían ido mucho más allá de su genial creación del pendón libertario para Puerto Rico. Por eso, decidimos continuar trabajando el tema; labor que no ha concluido. 1 Ovidio Dávila Dávila: El centenario de la adopción de la bandera de Puerto Rico diseñada por don Antonio Vélez Alvarado (1895-1995), Sobretiro de “Numiexpo-96”, Sociedad Numismática de Puerto Rico, San Juan, 1996.

Antonio Velez Alvarado

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ANTONIO VÉLEZ ALVARADO:

amigo y colaborador consecuente de Martí y Betances.

Por Ovidio Dávila Dávila

Nos proponemos en este trabajo traer ante la atención de los

estudiosos de la historia de la lucha por la emancipación de Cuba y Puerto Rico, una figura de la cual, hasta el momento, se conocía muy poco en cuanto a su vida y su obra. Nos referimos al prócer boricua Antonio Vélez Alvarado, quien es preponderantemente reconocido en Puerto Rico como el autor de la idea de la inversión de los colores de la bandera de Cuba para crear la de Puerto Rico. Esta hazaña, que, de por sí, es lo suficientemente trascendente como para que en su ciudad natal, Manatí, una escuela pública lleve su nombre, y que en la Plaza de la Historia de dicho municipio un busto suyo en bronce, colocado en un pedestal de mármol, presida dicho recinto, no había motivado nunca, sin embargo, a ningún historiador a adentrarse en el desarrollo de una investigación en torno a este personaje. Esta omisión en la historiografía puertorriqueña hizo crisis en el 1995, cuando vimos toda la confusión y polémica creada en torno a si ese año podría ser considerado como el del centenario de la creación de la bandera de Puerto Rico o como el de su adopción, como tal, por la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, al ésta constituirse el 22 de diciembre de 1895. Ello nos estimuló, en aquel momento, a preparar un trabajo investigativo sobre el origen de la bandera de Puerto Rico, el cual publicamos al año siguiente.1 En el proceso, nos dimos cuenta que las ejecutorias patrióticas de Antonio Vélez Alvarado habían ido mucho más allá de su genial creación del pendón libertario para Puerto Rico. Por eso, decidimos continuar trabajando el tema; labor que no ha concluido.

1 Ovidio Dávila Dávila: El centenario de la adopción de la bandera de Puerto Rico diseñada por

don Antonio Vélez Alvarado (1895-1995), Sobretiro de “Numiexpo-96”, Sociedad Numismática de Puerto Rico, San Juan, 1996.

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Presentamos, pues, en esta significativa ocasión, una sinopsis de lo que hasta el momento hemos podido investigar al respecto. Debemos empezar señalando que Antonio Vélez Alvarado, nacido en la ciudad de Manatí, Puerto Rico, el 12 de junio de 1864,2 fue el segundo de siete hijos varones del Comandante Capitán de las Milicias3 de dicha ciudad, José María Vélez Escobar, y su esposa Cecilia Alvarado Rodríguez. El hijo mayor fue Ramón (1862), seguido por Antonio (1864), y, sucesivamente, por José (1866), Basilio (1872), Manuel (1874), Evaristo (1878) y Francisco (1880). José María Vélez Escobar era propietario de una de las diez fincas agrícolas de mayor rendimiento en el municipio de Manatí, la que era conocida como «El Recurso». La misma abarcaba unas 250 hectáreas de los llanos y feraces terrenos del barrio Coto Norte, localizados al Noreste de la población, la que estaba dedicada al cultivo de la caña de azúcar y a la crianza de ganado vacuno.4 Esta productiva actividad agropecuaria garantizaba el alto nivel social y económico que gozaba la familia Vélez Alvarado dentro de la burguesía criolla de aquellos años de la segunda mitad del siglo XIX en Puerto Rico. A base de los datos disponibles, sabemos que Ramón, el hijo mayor de los Vélez Alvarado, emigra, a principios de los años 1880, a la ciudad de Nueva York. Allí llega a alcanzar una alta posición administrativa dentro de la conocida compañía de productos químicos y medicinales Scott & Bowne, fabricantes del famoso tónico formulado a base de aceite de hígado de bacalao, la Emulsión de Scott. Por otro lado, hacia mediados de esa misma década, Antonio Vélez Alvarado se hace periodista y logra editar, en su ciudad natal, dos periódicos radicales: El Rebenque y El Expectador Matinal. También fue el corresponsal de otros periódicos liberales como El Criterio, de Humacao; La Crónica, de Ponce; La Propaganda, de Mayagüez; El Agente y El Clamor del País, de San Juan, en los que publicaba, bajo el seudónimo de “Yurí”, artículos que reflejaban sus ideas progresistas y revolucionarias. Ello le creó situaciones incómodas a su padre, quien, como vimos, ocupaba un alto

2 Parroquia de Nuestra Señora de la Candelaria, Manatí, Libro de Bautismos 18, folio 22, número

108. 3 Archivo Militar General de Segovia, España, Sección 1ª, Legajo B-1569. 4 Wilhelm Hernández Hernández: Manatí: quinientos años de historia (1508-1998), Gobierno

Municipal de Manatí, Manatí, 1999, pág. 258.

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rango dentro del ejército español, razón por la que éste decide enviar al joven rebelde a vivir con su hermano Ramón en la ciudad Nueva York.5 En esas circunstancias, Antonio llega a la gran urbe a principios del mes de octubre del 1887. El día 18 de ese mes, participa en los célebres actos conmemorativos del Grito de Yara que se llevaron a cabo en el Masonic Temple de la calle 23. Es en esa ocasión que Martí pronuncia un trascendente discurso en homenaje a la patriótica fecha.6 Desde ese mismo día el recién inmigrado periodista boricua entabla un gran amistad con el apóstol cubano y se integra de lleno a colaborar en las actividades del movimiento revolucionario antillanista.

Conforme a la información estudiada, encontramos que Ramón Vélez Alvarado tenía a su disposición en Nueva York los servicios de una imprenta en la que se componía y se imprimía todo el material gráfico en español relativo al tónico Emulsión de Scott; esto es, etiquetas, almanaques, folletos informativos y hojas de propaganda, etc. La empresa gráfica era propiedad de Mr. Louis Weiss —prominente editor de origen judío-francés—, la que estaba localizada en el número 116 de la calle Fulton.7

Antonio Vélez Alvarado, con la ayuda de Mr. Weiss, comienza a editar dos periódicos mensuarios: Revista Popular y Gaceta del Pueblo. El primero comenzó a publicarse en 1887 y el segundo en noviembre de 1888. De estas revistas, la primera abarcaba temas sociales, literarios, artísticos y científicos, mientras que la segunda, la Gaceta, era de naturaleza social y política, orientada a apoyar causas popularistas y la lucha por la emancipación de Cuba y Puerto Rico, llegando a alcanzar una circulación de 50.000 ejemplares, ya que tuvo numerosos suscriptores tanto en los Estados Unidos como en toda Hispanoamérica.8

A pesar de que en su edición del 22 de julio de 1891, el periódico El Porvenir, de Enrique Trujillo, anunciaba que Martí le había cedido los derechos de publicación de sus Versos sencillos, los acontecimientos relativos a la conducta traicionera de este señor, con respecto al apóstol cubano, determinaron que otra fuera la realidad.9 Martí decide, en cambio,

5 Datos ofrecidos por Antonio Vélez Alvarado a José Enamorado Cuesta, publicados en “La

Bandera Puertorriqueña y su historia, hecha por su creador”, en El Mundo, San Juan de Puerto Rico, 18 de mayo de 1941, pág. 18.

6 Luis Toledo Sande: Cesto de llamas: biografía de José Martí, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1998, pág. 185.

7 Enamorado Cuesta [5]. 8 Ibid. 9 Toledo Sande [6], pág. 215.

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encomendar esa tarea a Vélez Alvarado. El poemario es compuesto en la tipografía de la Gaceta del Pueblo y tirado en la imprenta de su amigo Mr. Weiss.10

Es así como, entonces, a finales de 1891 logra salir a la luz pública Versos sencillos. Y uno de los primeros ejemplares del poemario es remitido por Martí —con la dedicatoria: A un hombre11— al doctor Ramón Emeterio Betances, en París, por mediación epistolar del gran amigo y colaborador de ambos: Antonio Vélez Alvarado.12

Hacia 1892, la Revista Popular pasa a ser propiedad de su hermano Ramón, la que se continúa editando hasta 1896. Don Antonio, por otro lado, adquiere unos talleres de impresión con mayor capacidad de producción, los que estaban radicados en el séptimo piso del «The World Building», sede del periódico de mayor circulación en el mundo en ese momento, The World, perteneciente al gran magnate de la prensa por aquellos años, el célebre Joseph Pulitzer. La capacidad de los talleres gráficos de Vélez Alvarado debió haber sido enorme, pues en ellos se podían hacer tiradas de cualquier trabajo gráfico en millones de ejemplares.13

Sin embargo, las oficinas editoriales de la Gaceta del Pueblo, como tal, se mantuvieron establecidas en el número 301 de la Tercera Avenida, haciendo esquina (Noroeste) con la calle 23. La botica Peraza —propiedad del puertorriqueño Domingo Peraza— compartía el edificio con las oficinas del periódico de Antonio Vélez Alvarado. Esto nos lo confirma el periodista José Ramón Freyre, quien señala, en un artículo publicado en La Voz de la Patria (Mayagüez, 1909), que las oficinas de la Gaceta del Pueblo tenían su entrada por la calle 23, y que, además, allí se encontraba siempre laborando su amigo el poeta y trovador Francisco Gonzalo “Pachín” Marín. También nos dice que frecuentemente “…en la botica de Peraza se reunían Sotero Figueroa,14 Antonio Vélez Alvarado, Martí y otros más”.15

10 Enamorado Cuesta [5]. 11 Véase carta de Betances a Gonzalo de Quesada, 13 de agosto de 1897, Archivo Nacional de

Cuba, Donativos y Remisiones, Legajo 116, Núm. 312, reseñada en Félix Ojeda Reyes: El desterrado de París: biografía del doctor Ramón Emeterio Betances (1827-1898), Ediciones Puerto, San Juan, 2001, pág. 329.

12 Véanse J. de la Luz León: La diplomacia de la manigua: Betances, Editorial Lex, La Habana, 1947, pág. 158; así como la carta de Betances a Antonio Vélez Alvarado, con fecha del 6 de febrero de 1891, en Luis Bonafoux: Betances, Imprenta Modelo, Barcelona, 1901, págs. 432-434.

13 Anuncio publicitario que aparece en la página 16 de los ejemplares de la Revista Popular localizados y examinados por nosotros en la Colección Latinoamericana de la Biblioteca de la Universidad de Texas, en Austin, Texas, EE.UU.

14 Sotero Figueroa llega a Nueva York en julio de 1889 (véase Josefina Toledo: Sotero Figueroa, editor de Patria: apuntes para una biografía, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1985, pág. 37). Allí,

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“Pachín” Marín residía un par de cuadras más abajo, en el número 101 de la Tercera Avenida, desde donde le escribe, el 10 de septiembre de 1891, una carta a su padre, Santiago Marín, en Arecibo, en la que, entre otras cosas, le mencionaba las personas a quienes tenía que agradecerles grandemente las atenciones que habían tenido con él desde su llegada a Nueva York, destacando particularmente a “…Yurí [Antonio Vélez Alvarado] que está quejoso de tu silencio y que se porta conmigo a las mil maravillas”.16

En la ciudad de Nueva York, los patriotas Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado y Francisco Gonzalo Marín, pasan a constituir, durante este período, uno de los importantes grupos de apoyo con que pudo contar el apóstol José Martí para sostener su empeño de constituir el Partido Revolucionario Cubano, mediante el cual se pudieran, eventualmente, articular las condiciones para reiniciar la Guerra por la Independencia de Cuba.

Con el propósito de constituir un movimiento que le diera “cohesión al Partido Revolucionario Antillano”, el 24 de febrero de 1892, Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado, Francisco Gonzalo Marín y Modesto A. Tirado, publican en El Porvenir, un anuncio convocando “A los Antillanos” para una reunión que se llevaría a cabo el día 28 de ese mes. Esa fue la génesis del “Club Borinquen”, uno de los clubs o asociaciones patrióticas que fueron instrumentales en los esfuerzos de apoyo para la constitución del Partido Revolucionario Cubano.

Mientras tanto, las oficinas de la Gaceta y la botica de Peraza se habían convertido en el sitio favorito de reunión al que acudían, a tertuliar y a conspirar, todos los inmigrantes puertorriqueños de ideas revolucionarias. Además, allí se les brindaba ayuda, hospedaje y orientación para conseguir empleo. Por ello, se llegó a conocer el lugar como el “Consulado de Puerto como vemos, éste se integra al equipo boricua de colaboradores de Martí que, desde un par de años antes, ya habían conformado en esa ciudad sus amigos y antiguos correligionarios del Partido Autonomista Puertorriqueño, Antonio Vélez Alvarado y Domingo Peraza.

15 Véase José Limón de Arce: Biografía de Francisco Gonzalo Marín, Arecibo, Puerto Rico, 1910, pág. 105. José Ramón Freyre fue un joven periodista mayagüezano que, hacia principios de 1892, comienza a fungir en Nueva York como corresponsal de diversos periódicos latinoamericanos (véase anuncio en El Porvenir, Nueva York, 9 de abril de 1892, pág. 3). En su sección “En casa”, en Patria (14 de mayo de 1892, pág. 4), Martí nos ofrece una emotiva reseña sobre las atenciones que tuvo la comunidad revolucionaria boricua [integrantes del “Consulado de Puerto Rico”] para con este joven escritor cuando estuvo postrado en cama debido a una grave enfermedad que lo aquejó en la ciudad de Nueva York, “lejos de su patria”.

16 Limón de Arce [15], pág. 40. Mediante esta cita podemos ver que entre Vélez Alvarado y “Chago” Marín —el padre de “Pachín”— existían desde antes estrechos lazos de amistad, y que el heroico poeta arecibeño reconocía el apoyo y la ayuda que recibía del primero.

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Rico”. Muchos de los que hasta allí se allegaron —tales como los escritores Abelardo Monge, José Sanabria, Domingo Collazo y el mismo “Pachín” Marín—, fueron empleados en las oficinas del periódico insurgente de Vélez Alvarado.17

En las páginas de la Gaceta del Pueblo, Marín publicó toda su obra de ensayos narrativos conocida. El gran amigo de Martí, Gonzalo de Quesada, también aprovechó el mensuario rebelde como instrumento para hacer llegar su mensaje revolucionario a toda la América. Así lo consigna Antonio Vélez Alvarado en su sección “Pic-Nic”, en la edición de abril de 1892 de la Gaceta del Pueblo, cuando nos revela que:

También los talentosos jóvenes antillanos F. Gonzalo Marín y Gonzalo de Quesada, esos dos rebeldes que en la tribuna popular, en la cátedra del periodismo, en el alcázar de la patria y el tugurio del obrero tanto se enaltecen glorificando la tierra de sus amores, realzan este número de la Gaceta con sus brillantes producciones. Marín, el dulce Bardo del Tamaná, con la continuación de sus trabajos literarios que expresamente viene escribiendo para la Gaceta, y, que tanta resonancia van produciendo en toda la América…18

El lenguaje de esta reseña —particularmente la alusión al “tugurio del obrero”—, nos revela el carácter popularista, patriótico y rebelde del enfoque editorial de la Gaceta de Vélez Alvarado, y, sobre todo, su definitivo y sólido compromiso con la causa martiana.

La Gaceta del Pueblo, a través de su edición gráfica, aportó, además, durante aquellos años, viñetas tipográficas representando la imagen de los grandes próceres antillanos. Una de estas viñetas corresponde a un dibujo a plumilla —probablemente el más temprano hasta ahora conocido— del Padre de la Patria Dominicana, Juan Pablo Duarte. El mismo aparece reproducido en la portada de El Porvenir en su edición del 4 de mayo de 1892. En la base del busto del ilustre prócer trinitario, puede leerse

17 Enamorado Cuesta [5]. 18 Patria Figueroa de Cifredo: Pachín Marín: héroe y poeta, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San

Juan, 1975, pág. 58. Las referencias de la Gaceta del Pueblo citadas por esta autora, provienen de unos recortes de este periódico que, hacia mediados de los años 1950, todavía conservaba el historiador Modesto A. Tirado García, en Manzanillo, Cuba. En el libro Francisco Gonzalo Marín: cinco narraciones (San Juan de Puerto Rico, 1972) Patria Figueroa recoge los ensayos narrativos que el “Bardo del Tanamá” había publicado en la gaceta de Antonio Vélez Alvarado.

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claramente la inscripción en cursivo de “Gaceta del Pueblo”, señalando así su origen gráfico. No cabe duda, por lo tanto, que el mensuario mambí de Vélez Alvarado servía también de fuente de ilustración gráfica para otras publicaciones revolucionarias que se editaban en esa época en la ciudad de Nueva York.

La Gaceta del Pueblo respondía, definitivamente, en su política editorial, a las posturas del pensamiento martiano. Por ello, también sufrió los duros y agrios ataques de Enrique Trujillo. Un ejemplo de ello lo encontramos en un artículo con el sugestivo y hostil título de “Arreglo de cuentas”, que cubrió toda la primera plana de la edición de El Porvenir correspondiente al 30 de noviembre de 1892. En él se ataca duramente al veterano del Grito de Lares, Juan de Mata Terreforte, por éste haber criticado, en un artículo suyo publicado en la Gaceta del Pueblo, la postura editorial de El Porvenir que favorecía al conservador y reaccionario Partido Republicano de los Estados Unidos, en ocasión de la celebración de las elecciones presidenciales de ese año en los Estados Unidos. Esto corrobora el testimonio de Vélez Alvarado en el sentido de que su periódico era objeto de ataques por parte del periódico anexionista de Trujillo, precisamente por defender las posturas revolucionarias de José Martí.

En marzo de 1892, Antonio Vélez Alvarado hace una importante y destacada contribución a la causa mambisa: haber puesto a la disposición de Martí los recursos de su empresa editorial para que el periódico Patria fuera una realidad. El día 14 de ese mes, en los talleres de Gaceta del Pueblo, se tira el primer número del periódico Patria. Allí se continúa componiendo e imprimiendo el órgano revolucionario cubano hasta el mes de abril de 1894.19

Es por eso que la propia Gaceta del Pueblo, en su edición de abril de 1892, extiende un conmovedor saludo de bienvenida a Patria. Con un artículo titulado “Palabra generosa”, que aparece en la edición de Patria del

19 Véase el pie de imprenta “TIP. GACETA DEL PUEBLO”, que aparece en la esquina inferior

izquierda de la última página de los ejemplares de Patria correspondientes a los últimos meses del período en cuestión. En ese primer número de Patria apareció publicado el famoso “Manifiesto al Pueblo Puertorriqueño”, suscrito por Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado y Francisco Gonzalo Marín. Una edición especial de 10.000 ejemplares de este importante pronunciamiento, fue tirada en una hoja suelta “para circular gratis en Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo y España”, según se consigna en una nota al calce del pliego impreso por ambos lados (Archivo Nacional de Cuba, Fondo de Donaciones y Remisiones, Caja: Fuera, Núm. 148-17). No debe caber duda alguna de que la imprenta y los recursos económicos de Antonio Vélez Alvarado —proclamado por José Martí como el “impaciente mantenedor de la causa”— jugaron un papel importante en la cubierta de los costos de producción y distribución de estos fundamentales y caros medios de propaganda patriótica.

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16 de abril de ese año, José Martí manifiesta emotivamente agradecido lo siguiente:

Vibra lo que sale del alma, y con el alma se paga. Así

Patria agradece el elocuente saludo del periódico puertorriqueño La Gaceta del Pueblo de Antonio Vélez Alvarado, que ha escrito recientemente sobre Cuba artículos valiosos, y tiene cerca a un hombre de generosidad y fuego, a Francisco Gonzalo Marín. Quien nos ama, no nos tendrá que desamar. Cuanto defendemos, con más brío y pureza lo defenderemos cada día. Procuraremos merecer el siguiente aplauso hermoso:

Seguidamente, Martí reproduce el saludo editorial que la Gaceta del Pueblo había dedicado al periódico Patria, cuya redacción delata el asertivo verbo y el fino estilo de Antonio Vélez Alvarado:

Hay un periódico nuevo en esta ciudad. Nació el otro

día, y se titula Patria. Voz de aliento en medio del silencio angustioso de la

colonia; ariete que ha de sepultar mañana viejas y corrompidas ideas; dogma de fe política para los hombres de convicciones y de entusiasmos; resurrección de un pueblo muerto por la mano liberticida de la explotación de Ultramar; periódico, más que de ideas, vividero de principios; decálogo del estudio revolucionario y libro en cuyas fuentes puede beber tanto el cubano rebelde, como el puertorriqueño burlado: ese es Patria.

Los que están con la verdad, están con Patria. El divorcio es imposible.

Por nuestra parte, saludamos a Patria; vemos que su haber corresponde a anhelos vivísimos de nuestras almas y, conocidos sus derroteros y auscultadas sus aspiraciones, deseámosle tanta vida como sea necesaria a la consecusión de la independencia antillana.

Este elocuente saludo de la Gaceta del Pueblo constituye todo un

ensayo profético en torno a la misión y significado histórico, tanto en lo que respecta al impacto de Patria como medio periodístico, así como en lo que se refiere al “vividero de principios” y al “decálogo del estudio

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revolucionario”, que habría de representar en nuestra América su gestor —José Martí— como figura magistral y apostólica de toda una nueva ideología y justiciera filosofía con relación a la libertad y a la independencia antillanas. El saludo nos revela, además —aparte de la claridad visionaria de Antonio Vélez Alvarado—, el contundente y decidido apoyo que este gran puertorriqueño le brindó al instrumento y vehículo periodístico del que llegaría ser el Héroe Nacional de la Cuba Libre.

En esa misma edición de Patria (16 de abril de 1892) Martí publica la reseña de los actos cuando Juan Fraga, presidente del Cuerpo de Consejo de Nueva York, declara oficialmente proclamado el Partido Revolucionario Cubano. Entre los miembros sentados en la mesa presidencial, Martí destaca a Antonio Vélez Alvarado, quien fue, además, uno de los oradores que hizo uso de la palabra en esa trascendente ocasión. Su discurso fue caracterizado por José Martí como uno de ”párrafos fogosos y acometedores, de alma vibrante y nueva”.

De ahí en adelante, encontraremos a Antonio Vélez Alvarado —junto a sus queridos compañeros Sotero Figueroa y Francisco Gonzalo Marín—, colaborando en Patria, particularmente por medio de las varias series de artículos de análisis y orientación ideológica que este trío patriótico publica con respecto a la triste realidad social, política y económica que estaba viviendo Puerto Rico en esos momentos.

Por otro lado, la Gaceta del Pueblo, que había logrado tener una amplia distribución a través de los Estados Unidos y la América Hispana, continuaría brindándole apoyo consecuente y solidario a la obra de Martí. Es por eso que el Apóstol de América vuelve a expresarse en términos elogiosos y agradecidos con respecto a la Gaceta del Pueblo y a su ilustre director, cuando, en las páginas de Patria (11 de junio de 1892), recalca lo siguiente:

No son, por cierto, palabras presurosas, las que debieran

agradecer a La Gaceta del Pueblo, la briosa revista del puertorriqueño Antonio Vélez Alvarado, el artículo en que, con lo mejor de su estilo, y con el calor de su sano corazón, cuenta a los lectores de América los propósitos continentales y el influjo creciente del Partido en que, con la grandeza propia de las horas decisivas, se juntan para rematar la obra de nuestra América cubanos y puertorriqueños.

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Estas palabras de Martí son antológicas, y sintetizan el sentido de solidaridad de lucha y compromiso compartido de los cubanos y puertorriqueños, cuyo impacto justiciero habría de trascender el ámbito antillano, hasta alcanzar, eventualmente, una proyección continental. Antonio Vélez Alvarado fue, por lo tanto, ante los ojos de José Martí, un eficaz vehículo de transmisión del mensaje de su obra y lucha hacia lo que él siempre llamó nuestra América.

Ese mismo día —el 11 de junio de 1892—, Antonio Vélez Alvarado se encontraba en su apartamento, localizado en el número 219 de la calle 23, a poca distancia de sus oficinas en el llamado “Consulado de Puerto Rico”. Conforme al testimonio del prócer manatieño, en la pared de su cuarto colgaba una bandera de Cuba, la cual se puso a contemplar, por unos instantes, buscando descansar la vista. Al cambiar súbitamente la mirada, Vélez Alvarado experimentó una ilusión óptica provocada —según él interpretó— como por un “raro daltonismo”, en la que percibió que el triángulo rojo de la bandera se había tornado azul, y rojas las franjas azules. Cautivado por la imagen percibida de un triángulo azul con la estrella blanca y unas franjas rojas —que consideró pudiera ser el diseño ideal para que fuera la bandera de Puerto Rico—, Vélez Alvarado sale inmediatamente hacia la botica de su amigo Domingo Peraza, donde adquiere papeles de seda en los tres colores. De regreso en su habitación, pacientemente corta los papeles blancos, rojos y azules, y con ellos confecciona el primer modelo de una bandera para Puerto Rico basada en la inversión de los colores de la de Cuba.20

Pocos días más tarde, en la casa de hospedajes de su vecina, la puertorriqueña doña Micaela Dalmau viuda de Carreras, quien vivía en el número 221 de la calle 23, Vélez Alvarado ofrece una cena y velada para la cual José Martí es especialmente invitado. A la misma concurren, entre otros, Sotero Figueroa, “Pachín” Marín, José Sanavia [Sanabria], y el joven poeta boricua Manuel Soler y Martorel. Vélez Alvarado aprovecha la ocasión para enseñarle a Martí la propuesta bandera de Puerto Rico que fuera confeccionada en tela de seda por doña Micaela, siguiendo el modelo ideado por él. José Martí contempla la bandera, mientras Vélez Alvarado le

20 Redacción editorial: “La Bandera Puertorriqueña”, en La Correspondencia de Puerto Rico, San

Juan, 5 de abril de 1927, págs. 1 y 8. Recordemos que además de editor, Antonio Vélez Alvarado era un excelente artista gráfico. Él fue quien también diseñó el famoso y hermoso motivo del “Sol de Borinquen”, que adornaba el cabezote del periódico El Nacionalista de Puerto Rico, formado por una bandera de Puerto Rico flotando sobre el fondo de un radiante sol libertario.

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explica cómo le surgió la idea. Es en esa ocasión que Martí le imparte su aprobación [como Delegado del Partido Revolucionario Cubano] a la nueva bandera.21 En consecuencia, desde ese día Cuba y Puerto Rico, hermanados en sus sacrificios y luchas comunes, tendrán sus respectivos pabellones basados en un mismo patrón. Es, entonces, cuando doña Micaela se sienta al piano para interpretar, a modo de celebración, el himno de los puertorriqueños, La Borinqueña, con la letra revolucionaria inspirada por el “dulce Bardo del Tanamá” —que era como le llamaba Vélez Alvarado a “Pachín” Marín—, la cual es entonada a coro por todos los presentes.22

Más adelante, Martí publicaría en Patria (2 de julio de 1892) una crónica en la que describiría, emotivamente, lo acontecido en aquella inolvidable velada. Veamos lo que consignó para la historia el Héroe de Dos Ríos:

Ayer, hace unos cuantos días, nos daba de comer, bajo los

dos pabellones [subrayado nuestro] Antonio Vélez Alvarado. Vivimos unas cuantas horas, que es mucho decir en estos destierros. ¡Qué canciones sentidas las de Francisco Marín! ¡Qué pelea de versos la de Soler y Sanavia! ¡qué tristeza, como de esclavitud, la de la tonada que llaman “lágrimas y suspiros”! ¡qué juntarse, en aquellos cariños, la décima de Cuba, el aguinaldo puertorriqueño, la perica venezolana! Y para decirnos adiós, la anciana de los setenta años, vestida de blanco y blancos los cabellos, se sentó al piano a tocarnos el himno del país, la danza compuesta por un español, la danza con que acaba una feliz comedia de Sotero Figueroa: La Borinqueña. ¡Los versos, llenos a amor a Cuba, suenan a llamada! La hija al pie del piano, apuntaba en voz baja los versos, la anciana, con rigor juvenil, apoyaba las notas bravías, prolongaba las notas de

21 Redacción editorial: “La Bandera de Puerto Rico”, en El Imparcial, San Juan, 11 de junio de

1936, pág. 6. El doctor Frank J. Veve Carreras, nieto de doña Micaela Dalmau Vda. de Carreras, quien a sus 82 años de edad todavía vive en San Antonio, Texas, nos confirma que su madre, doña Reparada Carreras Dalmau, solía relatar estos hechos (carta autógrafa en archivo del autor). Ella era, como veremos más adelante, “la hija” que “al pie del piano apuntaba en voz baja los versos”, mientras doña Micaela interpretaba La Borinqueña, conforme a la crónica sobre la referida velada que publicó en Patria José Martí.

22 El músico y trovador —que también era— “Pachín” Marín fue el autor de la letra revolucionaria original de La Borinqueña. Ello lo señala Bernardo Vega en sus Memorias, basándose en el testimonio que le ofreció sobre el particular doña Pilar Pivaló, esposa del tabaquero Silvestre Pivaló, dirigente del club “Las Dos Antillas”, en el cual también militaron Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado y Francisco Gonzalo Marín (véase a César Andreu Iglesias, editor: Memorias de Bernardo Vega: contribución a la historia de los puertorriqueños en Nueva York, Ediciones Huracán, Río Piedras, 1977, págs. 110-111).

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queja. De pronto; vuelta al coro respetuoso que la veía; fijos con extraordinaria luz, los ojos encendidos, clavando en el piano las notas, repitió el verso valiente, y dejó vibrando las teclas; el verso que venía con voz de mando de aquellos labios trémulos.

“¡No más esclavos queremos ser!”23 Poco después, Antonio Vélez Alvarado le remite a Betances, en París, el modelo de la bandera de Puerto Rico que él había confeccionado en papel de seda, junto a una carta en la que le explicaba el origen de la enseña. La contestación de Betances fue típica de su carácter y temperamento: “Lo primordial es conseguir la independencia, después cualquier trapo serviría de bandera”.24

Esta reacción del Padre de la Patria Puertorriqueña habría de inspirar al “hombre de generosidad y fuego” —como Martí caracterizó a Francisco

23 Gonzalo de Quesada, el gran amigo y compañero confidente de Martí, también estuvo presente en

estas comidas y veladas —o «sobremesas»— que Antonio Vélez Alvarado solía ofrecer en honor del apóstol cubano. José Martí disfrutaba mucho de esas “cuantas horas”, que para él eran “mucho decir en estos destierros”; y, por eso, en una carta dirigida a Quesada, con fecha del 14 de febrero de 1893, le recordaba que: “La fiesta, Gonzalo, es de la mayor necesidad, de necesidad absoluta. […] ¿A que, con Figueroa de hilo mayor, no zurcen los puertorriqueños, un acto nacional, una sobremesa como la de [Vélez] Alvarado; donde —en apariencia de improvisación, con absoluta novedad, comenzado con brindis sentidos por los puertorriqueños ilustres, que cada uno puede ser corta biografía y ruego de aplausos— se siga con la música y los cantos del país? Marín es el escollo, que canta bien y obra [actúa] mal” (José Martí: Obras completas, Tomo 2, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1962, pág. 226).

En las célebres «Fraguas Martianas», que Gonzalo de Quesada y Miranda iniciara a principios de los 1920, en la Universidad de La Habana —tradición que hasta hoy perdura—, se solía remembrar aquella cena en que Martí, como Delegado del Partido Revolucionario Cubano, había impartido su aprobación a la bandera de Puerto Rico ideada por Antonio Vélez Alvarado (Información suministrada a nosotros por el Dr. Jorge J. Lozano Ros, destacado estudioso de la obra de Martí, Profesor de la Universidad de La Habana y Asesor del Programa Martiano adscrito al Consejo de Estado de la República de Cuba, el 18 de septiembre de 2002).

Por eso a Antonio Vélez Alvarado se le reconoce en Cuba como el “autor de la bandera puertorriqueña del triángulo, a quien cita honrosamente Martí”: véase L. Valdés Quesada y Teodoro Menéndez: Puerto Rico: propaganda pro-turismo, Empresa Editorial Cubana, Imprenta “La Milagrosa”, La Habana, 1935, pág. 7. Además, en la lámina 17 de este libro de 292 páginas con abudantes datos históricos, sociales, económicos, comerciales y geográficos de nuestra isla, se reproduce una bandera de Puerto Rico flotando en un asta —en gran formato y en colores—, teniendo al calce la siguiente nota: “Bandera Puertorriqueña: que adoptaron los independendistas del “Club Borinquen” de New York, adscripto al Partido Revolucionario Cubano y cuyo autor lo fue el patriota puertorriqueño Antonio Vélez Alvarado, Vice-presidente del mismo.” Véase, además, el reconocimiento a Antonio Vélez Alvarado que hace Juan J. Castillo: “La Bandera de Puerto Rico”, en Bohemia, La Habana, 4 de enero de 1953, págs. 125 y 127.

24 Redacción editorial [20]. Precisamente, los insultos de “trapo sucio”, “trapo sin historia”, “banderita”, “la tuerta” etc., serán lanzados por los grupos anexionistas, en 1920, contra la bandera de Puerto Rico que cubría la urna traida a la isla conteniendo las cenizas de Betances (véase, e.g., Redacción editorial: “¿Bandera Puertorriqueña?”, en El Tiempo, San Juan, 25 de septiembre de 1920, pág. 20).

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Gonzalo Marín—, a escribir y publicar, poco más tarde, en la Gaceta del Pueblo, un poema que tituló, precisamente, “El Trapo”, cuya dedicatoria reza: A Puerto Rico. En esta creación lírica, el poeta y mártir arecibeño dramatiza el hecho de que Puerto Rico es “un pueblo que no tiene bandera” —lo que nos confirma que la de Lares no fue nunca considerada como pabellón nacional—, y que será, cuando éste se “lance al campo del honor”, es decir, a la lucha armada por su libertad, que entonces tomará “un lienzo al azar”, y “al teñirlo con su sangre” verá como se convierte en el “trapo”, o bandera de Puerto Rico, que “asombre a todo el mundo”.25

Durante los meses de agosto y septiembre de 1892, en las páginas de Patria apareció una importante serie de cinco artículos publicados bajo el título de “La dominación y la independencia”, todos, nuevamente, bajo las firmas de Figueroa, Vélez Alvarado y Marín. La importancia de estos trabajos estriba en que en ellos se esbozan, por primera vez, ciertos elementos de visión e interpretación ideológica que se adelantan al discurso independentista en Puerto Rico del siglo XX, particularmente al del nacionalismo anti-imperialista de Pedro Albizu Campos.26 Se debe destacar, también, la contundencia de sus argumentos en contra del autonomismo como alternativa a la plena soberanía e independencia de Puerto Rico. Además, el 3 de septiembre de 1892 aparece en Patria una presentación que hace José Martí de un artículo que publica Antonio Vélez Alvarado, en la misma edición, bajo el título de “El Himno Borincano”. Veamos:

Con el artículo hermoso de Antonio Vélez Alvarado, que

le sirve de marco digno, se engalana hoy PATRIA, publicando La Borinqueña, que ha arreglado, como ella sabe hacerlo, con amor filial, la pianista que en la música de su país natal refleja su alma patriótica, Ana Otero. Mañana no habrá un hogar antillano donde no se oigan los acordes que conservan vivo el fuego patriótico de los hijos de Lares respondiendo a las notas valientes del himno que más de una vez ayudó a triunfar a los hijos de Yara.

25 Figueroa de Cifredo [18]. Este poema estaba entre los recortes de la Gaceta del Pueblo a que nos

hizo personalmente referencia la doctora Patria Figueroa de Cifredo. 26 Edgardo Meléndez: Puerto Rico en “Patria”, Decanato de Estudios Graduados, Recinto de Río

Piedras, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 1996, pág. 51.

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En este artículo presentado por Martí, Antonio Vélez Alvarado diserta extensamente, en un lenguaje poético, en torno a la relevancia patriótica de la danza “La Borinqueña”, la que proclama como el Himno Borincano. El trabajo va acompañado por la partitura del arreglo musical para piano de “La Borinqueña”, hecho por la distinguida pianista puertorriqueña Ana Otero —quien había sido objeto de grandes elogios por parte de Martí en varias reseñas publicadas en Patria—, así como por la letra revolucionaria original que, como vimos, había sido escrita por Francisco Gonzalo Marín. Esta primicia de esta publicación en Patria, habría de reconfirmar esta danza patriótica como el Himno Nacional de los puertorriqueños, tal y como lo profetiza el propio José Martí al afirmar que: “Mañana no habrá un hogar antillano donde no se oigan los acordes que conservan vivo el fuego patriótico de los hijos de Lares…”. Ya vimos cómo este himno había sido ya entonado y cantado, un par de meses antes, durante la cena ofrecida por Vélez Alvarado a Martí —“bajo los dos pabellones”—, donde se le presentó, por primera vez, la bandera de Puerto Rico.27 El 14 de marzo de 1893 aparece en Patria un artículo de Martí titulado “¡Vengo a darte patria: Puerto Rico y Cuba!”, en el que se hace una extensa y trascendente reseña de una velada privada convocada por “dos puertorriqueños y un cubano” —seguramente Sotero Figueroa, Antonio Vélez Alvarado y Gonzalo de Quesada [véase nota 23]. En este escrito, José Martí destaca que en esa ocasión:

27 Esta letra revolucionaria de La Borinqueña, cuyo verso de “No más esclavos queremos ser”

destaca fervorosamente José Martí, es muy distinta a la que evidentemente escribió después como extenso poema —y no como letra musical—, Lola Rodríguez de Tió. De hecho, en la versión de la poetisa sangermeña se incluyen versos como: “ya han dado la señal”, “ya el cubano libre será”, “es la manigua el sitio de la reunión”, “a Cuba hay que seguir”, “nosotros […] tan dormidos y sordos a esa señal”, etc., que son, evidentemente, alusivos al momento en que ya se había iniciado en Cuba la Guerra de Independencia de 1895. Y es que ella, precisamente, llega a Nueva York en el verano de 1896, donde encuentra que no hay —como dijo José Martí— “un hogar antillano donde no se oigan los acordes” de la música y letra revolucionaria original de La Borinqueña que había sido publicada por primera vez —como hemos visto— en Patria cuatro (4) años antes, esto es, en 1892. Por lo tanto, la letra de Rodríguez de Tió no pudo haberse escrito, como ella misma llegó a alegar, antes de los sucesos del Grito de Lares del 23 de septiembre de 1868 —y mucho menos antes de que estallara en Cuba la Guerra de los Diez Años, en La Demajagua, un mes después—, pues los referidos versos resultan obviamente anacrónicos —en cuanto a sus alusiones y contenido— al referido contexto histórico. El mismo término manigua, por ejemplo, no responde a la realidad geográfico-ambiental boricua y es ajeno al léxico popular de Puerto Rico. Además, este vocablo no viene a popularizarse como símbolo de insurgencia sino hasta ya entrada la Guerra Grande del 1895 contra España (véase Luis Hernández Aquino: Diccionario de voces indígenas de Puerto Rico, Editorial Cultural, Río Piedras, 1977, pág. 330). Todo ello es un asunto a todas luces controversial que debe ser objeto de un serio análisis y detenido estudio aparte, ya que surje de la propia y directa evidencia aquí documentada.

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Antonio Vélez Alvarado puso en frases fervorosas su adhesión a la causa de que es impaciente mantenedor [subrayado nuestro], y su palabra de cariño a Cuba arrancó a Gonzalo de Quesada, que fue allí como corazón hablado…”.

Y es, precisamente, en este mismo artículo que el Maestro y Apóstol

de la Libertad Antillana expone su progresista y justiciera concepción de lo que habría de representar la libertad e independencia para las dos Antillas, al sentenciar, con dialéctica contundencia:

La república, en Puerto Rico como en Cuba, no será el

predominio injusto de una clase de cubanos sobre las demás, sino el equilibrio abierto y sincero de todas las fuerzas reales del país, y del pensamiento y deseo libres de los cubanos todos. No queremos redimirnos de una tiranía para entrar en otra. […] Moriremos por la libertad verdadera; no por la libertad que sirve de pretexto para mantener a unos hombres en el goce excesivo, y a otros en el dolor innecesario.

Ya por estas fechas, se habían trasladado a la ciudad de Nueva York

otros tres hermanos de los Vélez Alvarado: José, Manuel y Francisco; quienes, bajo la influencia de don Antonio, se integran, también, inmediatamente, a la lucha por la independencia de Cuba.28

Con respecto a Manuel Vélez Alvarado, quien contaba por entonces con unos 19 años de edad, encontramos en Patria (8 de mayo de 1893) una interesante mención de su labor patriótica, en ocasión de su participación destacada en uno de los mítines llevados a cabo por el Partido Revolucionario Cubano en el Hardman Hall, en Nueva York. En la reseña del acto José Martí nos dice que:

El joven Sr. Manuel V. [Vélez] Alvarado tuvo un rasgo

feliz al depositar él primero su óbolo pecuniario, a la vez que

28 En Manatí habían permanecido, a cargo de la hacienda “El Recurso”, los hermanos Basilio y

Evaristo, quienes hacen periódicas remesas a Nueva York producto de las rentas que generaba la finca. Estos recursos se utilizaban en el mantenimiento de las actividades revolucionarias de los Vélez Alvarado en favor de la libertad de Cuba (información ofrecida a nosotros por el viejo dirigente nacionalista Paulino E. Castro Abolafia [Q.E.P.D.], ca. 1991).

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exclamaba en noble arranque: “Si todos los cubanos hiciesen lo mismo, la independencia de Cuba se realizaría muy en breve”.

En cuanto a José Vélez Alvarado, de unos 38 años de edad, hemos encontrado una misteriosa y parca referencia sobre su muerte en Cuba el 18 de enero de 1894, que no menciona el sitio ni bajo qué circunstancias.29 Según versiones familiares, éste había fallecido peleando en la manigua cubana. La fecha no coincide con la Guerra de Independencia, que estalla el 24 de febrero de 1895. Sin embargo, el general Manuel Piedra Martel nos refiere en sus Memorias que, precisamente, el 25 de enero de 1894 le habían llegado noticias sobre un alzamiento armado que había ocurrido en la localidad de Ranchuelo, donde el ejército español ejecutó sumariamente a los implicados.30 Tras éste ocurrirían otros, también en Ranchuelo y Las Lajas, como el encabezado en noviembre del mismo año por el mambí villareño Federico de Zayas.31 ¿Sería en una de estas primeras insurrecciones en que ofrendó su vida el boricua José Vélez Alvarado? No hay forma de confirmarlo, pero todo indica que así fue.

En el mes de abril de 1894, Vélez Alvarado se ve forzado, por razones de carácter administrativo y familiares, a cerrar su Gaceta y a suspender la impresión de Patria en su imprenta.32 A partir de ese momento, la Imprenta “América”, propiedad de su editor Sotero Figueroa, continúa con la labor de imprimir el vocero del Partido Revolucionario Cubano.

Así las cosas, a mediados de 1894 Sotero Figueroa recibe una carta de Betances, en la que el desterrado patricio expresa lo siguiente:

Allá vuela mi pensamiento y quisiera encontrarme entre

vosotros y darle un abrazo a ese Martí infatigable e inagotable, y a Trujillo, y a Lozada, y a [Vélez] Alvarado, y a Sellen, y a toda esa juventud de pecho ardiente y de superior liderato; y en

29 Nota en el folio 92 del Tomo 21, Registro de la Propiedad de Manatí, Departamento de Justicia

de Puerto Rico, Manatí. 30 Manuel Piedra Martel: Mis primeros treinta años: Memorias, Editorial Minerva, La Habana,

1944, pág. 52. 31 Jorge Mañach: Martí, el Apóstol, Espasa-Calpe, S.A., Madrid-Barcelona, 1933, pág. 284. 32 A Antonio Vélez Alvarado y su esposa Ana Tinajero López (cubana), les nace una hija, Cecilia,

con una grave condición de salud congénita. Esta niña eventualmente muere a muy tierna edad. Esta lamentable situación afectó adversamente la situación familiar y económica de la familia Vélez Tinajero. Incluso, se ve forzado a mudar su imprenta del exclusivo local que tenía arrendado en el séptimo piso del edificio “The World”, en el número 31-32 de la Avenida Park Row, a unas facilidades más modestas en el número 61 de la misma avenida (véase Manhattan Professional Directory, 1894, New York Public Library).

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el abrazo decir a cada uno al oído: “¡Unión indisoluble entre cubanos y puertorriqueños, y el triunfo es nuestro!”33

Y más adelante, en la misma carta, reiteraba sus saludos solidarios al

suscribir la siguiente post data:

A [Vélez] Alvarado, a Peraza, dignos puertorriqueños, un abrazo cariñoso, y otro a Marín, hijo de buen padre.

Estos efusivos saludos de Betances a los principales componentes del “Consulado de Puerto Rico”, situado en la Tercera Avenida, esquina calle 23, en Nueva York, nos deja ver que el Padre de la Patria Puertorriqueña estaba bien enterado de la intensa y fructífera labor que, desde allí, llevaban a cabo, en favor de la causa libertaria antillana, sus compatriotas Sotero Figueroa, Vélez Alvarado y “Pachín” Marín —con Domingo Peraza como anfitrión. Otro foco de actividad mambisa había sido creado por los hermanos Vélez Alvarado a través de la compañía de productos químicos y medicinales Scott & Bowne. Anuncios a página completa del tónico Emulsión de Scott aparecen publicados en la Revista Popular, lo que nos revela el auspicio y el apoyo económico de esta firma a la causa insurgente.34 Así mismo, el periódico revolucionario El Telégrafo —en alusión al barco expedicionario de Betances—, que se editaba en la década de los 1890 en Santo Domingo, contenía también, en sus primeras páginas, anuncios comerciales del famoso tónico medicinal.35 El Padre de la Patria Puertorriqueña debió conocer muy bien el importante papel revolucionario que jugaban los hermanos Vélez Alvarado dentro de la firma de Scott & Bowne. Ello nos explica por qué Betances pone a la disposición de esta empresa medicinal, tanto su imagen como su testimonio facultativo, para su presentación en la propaganda comercial de la Emulsión de Scott publicados en la prensa de Puerto Rico a principios de 1895.36 Por esas mismas fechas Francisco, el más joven de los hermanos Vélez Alvarado, quien contaba con apenas 15 años de edad, ya trabajaba en Cuba,

33 Luis Bonafoux [12], págs. 436-438. 34 Ejemplares de la Revista Popular a que hicimos referencia en la nota 13. 35 Ejemplares de El Telégrafo en el archivo del doctor Eduardo Rodríguez, de la Academia de la

Historia de la Medicina de Puerto Rico. 36 Véase Félix Ojeda Reyes [11], págs. 309-313.

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precisamente, como el agente general de la Emulsión de Scott. Aprovechaba esta posición, que le permitía libre movimiento dentro del territorio cubano, para allegar recursos a las fuerzas mambisas y soliviantar a la juventud cubana para que se uniera a la guerra. El general Piedra Martel, quien conoció personalmente Francisco, descrito por él como “muy jovencito, […] pero fuerte y de aspecto varonil“ —cuando en febrero de 1895 se dirigía en tren de Cienfuegos a Manzanillo, con la intención de integrarse al ejército revolucionario—, nos confirma en sus Memorias estos hechos y nos ofrece, además, abundantes detalles de la ayuda que recibió de este boricua que trabajaba al servicio del Partido Revolucionario Cubano en Nueva York.37 A finales de mayo de 1895 se confirma en Nueva York la noticia de que el día 19 de ese mes, durante un combate con las fuerzas españolas en Dos Ríos, había muerto José Martí. El trágico suceso, lejos de diezmar el ánimo de lucha de los cubanos y los puertorriqueños, les insufla más energías para continuar la guerra.

Así las cosas, el 21 de diciembre de 1895 se publica en Patria la convocatoria para la asamblea de puertorriqueños que habría de constituir la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano. Dicha asamblea se lleva a efecto al día siguiente. El dirigente obrero y comunista boricua Bernardo Vega nos relata en sus Memorias, que muchos de los puertorriqueños revolucionarios pertenecientes a la clase popular, obrera y artesana, respondieron a la referida convocatoria. Vega observa, sin embargo, que fue notoria la ausencia en la asamblea de destacadas figuras de arraigo popular y obrero de la comunidad boricua en Nueva York, como lo eran “Pachín” Marín, Antonio Vélez Alvarado, Flor Baerga y Sandalio Parrilla, por citar algunos. En aquella asamblea Antonio Molina León cuestionó los procedimientos que ya había establecido o “planchado” el directorio, compuesto por personas de la clase alta, y, en gran medida, advenediza [que cuando Martí vivía y luchaba en Nueva York, antes del inicio de la guerra, jamás se habían relacionado ni colaborado con él ni con el Partido Revolucionario Cubano, entre éstos el propio Henna, así como Roberto H. Todd, Manuel Besosa, etc.], y pidió que los mismos fueran sometidos a votación. Molina

37 Piedra Martel [30], págs. 106-123. Esta relación del célebre combatiente mambí con Francisco

Vélez Alvarado habrá de influir, más adelante, en su firme determinación de favorecer el plan expedicionario de Lacret, en agosto de 1897, para extender la guerra a Puerto Rico. Piedra Martel consideró, ante sus jefes militares, que ello era de “gran conveniencia militar y política para la Revolución” (Ibid., págs. 450-451).

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fue declarado fuera de orden, lo que provocó que la mayoría de los concurrentes [los obreros y tabaqueros] abandonaran la asamblea.38 Es por lo antes expuesto, que la Sección Puerto Rico nunca contó con el apoyo ni con la confianza de la mayoría de la comunidad revolucionaria puertorriqueña en Nueva York. Por ejemplo, a finales de marzo de 1896 la Sección circula por correo una convocatoria dirigida a todos los puertorriqueños de Nueva York y Brooklyn, para una sesión especial de los trabajos de la Sección Puerto Rico. Sólo hacen acto de presencia 27 personas, a pesar de que en la asamblea del día 22 de diciembre de 1895 se habían inscrito 59 miembros. Debemos destacar que en esa ocasión se recibe una carta de Ramón Vélez Alvarado, excusando su inasistencia.39 Más adelante, el 4 de julio de 1897, el doctor J. Julio Henna, presidente de la Sección, convoca a una reunión privada en sus oficinas, a la que concurren los señores Francisco J. Cisneros, Cecilio A. Delgado y Ramón Vélez Alvarado. Se trataba de personas de conocida solvencia económica en Nueva York, a las cuales se les pide que cada una contribuya con US$2.000 [equivalentes hoy a unos US$40.000] para, junto con Henna, levantar la suma de US$10.000, que dijo ser necesaria para sufragar los gastos de una propuesta expedición revolucionaria a Puerto Rico. Ramón Vélez Alvarado indicó que estaba dispuesto a aportar personalmente US$1.000, y que los otros $1.000 trataría de obtenerlos de sus principales, la firma Scott & Bowne.40 Estas aportaciones no se concretizaron, pues, como más tarde indicaría uno de los prospectos contribuyentes, Cecilio A. Delgado: “…y como transcurrieron días y meses, sin que se me dijera una palabra, creí que había pasado el peligro o fracasado el proyecto y me consideré desligado del compromiso…”.41 Y cosas peores pasaron dentro de la llamada Sección Puerto Rico… Un mes más tarde, encontramos a Ramón Vélez Alvarado realizando una generosa contribución directamente al Partido Revolucionario Cubano.

38 Andreu Iglesias [22], págs. 117-120. El autorizado biógrafo de Martí, Luis Toledo Sande, califica

las Memorias de Bernardo Vega, editadas por Andreu Iglesias, como un “valioso testimonio de la época” (véase Toledo Sande [6], pág. 181).

39 J. Julio Henna y Roberto H. Todd: Memoria de los trabajos realizados por la Sección Puerto Rico del Partido Revolucionario Cubano, 1895 a 1898, Imprenta de A.W. Howes, New York, 1899, pág. 161.

40 Ibid., pág. 14. 41 Ibid., pág. 120.

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A fecha del 24 de agosto de 1897, le escribe la siguiente nota al Delegado del Partido:

B.L.M. [besa la mano] al Sr. Don Tomás Estrada Palma y

le avisa el envío de 10.000 píldoras de quinina para uso en los hospitales de la República Cubana.

Ramón Vélez (puertorriqueño) 409 Pearl St.42

Esta donación a la causa mambisa, de parte del mayor de los

hermanos Vélez Alvarado, aparte de representar una sustancial aportación económica de unos US$500 —a base de cinco (5) centavos la píldora—, que equivaldrían hoy a unos US$10.000, debe haber significado, además, la salvación de muchas vidas de valerosos combatientes en la manigua cubana, particularmente durante ese crítico año de la guerra, cuando la malaria causaba estragos entre las tropas revolucionarias cubanas.

Y otro gesto generoso lo constituye la oferta de colaboración que también le hace, más adelante, Antonio Vélez Alvarado a Tomás Estrada Palma mediante una carta con fecha del 18 de noviembre de 1897. Transcribimos la misma a continuación:

Mi estimado amigo: Me tomo la libertad de ofrecerme una vez más como

Editor de periódicos, libros, folletos, etc., garantizándole esmero, prontitud y sobre todo modicidad de precio en todo trabajo que se me confíe. Tratándose de la patria haré lo que hacía cuando Martí imprimía a “Patria” y demás trabajos en casa: no especular. El amigo Sr. [Benjamín] Guerra puede testificar.

En espera de sus gratas órdenes quedo de Ud. respetuosamente, afectísimo amigo y S.S.

42 Archivo Nacional de Cuba, La Habana, Correspondencia de la Delegación del Partido

Revolucionario Cubano, Caja 24, Expediente Núm. 3570.

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A. Vélez Alvarado43 Desconocemos si Estrada Palma respondió, con la debida deferencia, a esta noble y bondadosa oferta del consecuente amigo y colaborador de Martí.

Así llegamos al 1898, cuando estalla la guerra entre España y los Estados Unidos. Ello significó la intervención militar de los Estados Unidos en Puerto Rico y la cesión de la isla a la nueva potencia por parte de España. Sabemos que Antonio Vélez Alvarado se mantiene viviendo en la ciudad de Nueva York. Conforme a su testimonio, las responsabilidades familiares y sus negocios de imprenta y comisiones en dicha ciudad, no le permitieron regresar a Puerto Rico sino hasta muchos años después. Su hermano Ramón se mantiene viviendo en Nueva York, donde fallece, a edad avanzada, a principios de los años 1950. Francisco se queda viviendo, primero en Santiago (ca. 1908), casado con Clara Dorta, de nacionalidad cubana, y hacia 1911 se establece en La Habana, donde mantuvo la posición de representante de la firma Scott & Bowne.44 Un dato lamentable que encontramos es que Manuel Vélez Alvarado fallece el 22 de julio de 1898, en Nueva York, a la temprana edad de 24 años, de causas desconocidas.45

No es hasta el 1917 que Antonio Vélez Alvarado regresa a Puerto Rico. Así se lo comunica el doctor J. Julio Henna a Roberto H. Todd, por entonces Alcalde de San Juan, mediante una carta que, con fecha del 23 de febrero de ese año, le dirige desde Nueva York. En ella le indica:

Mañana embarca para San Juan el amigo don Antonio

Vélez Alvarado con el objeto de plantear un negocio a la Municipalidad de San Juan. Acaba de comunicármelo por teléfono y como este amigo se ha portado siempre tan bien conmigo y ha hecho ausencias muy justas de usted, me parece meritorio a toda su consideración, atención y ayuda. Usted lo conoce desde hace muchos años, la suerte no le ha favorecido a pesar de que hace mucho tiempo trabaja laboriosamente y hoy nadie puede decir nada desfavorable acerca de su conducta.

43 Ibid., Caja 24, Expediente Núm. 3571. 44 Sentencia de Declaratoria de Herederos de José Vélez Escobar, Tribunal Superior de Arecibo, 8

de junio de 1908, resumida en el folio 92 del Tomo 21, Registro de la Propiedad de Manatí, Puerto Rico. 45 Ibid.

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Por esas razones vengo a suplicarle lo atienda y si es posible lo ayude en su negocio.46

A pesar de las diferencias ideológicas entre ambos, Antonio Vélez

Alvarado mantuvo siempre en Nueva York muy buenas relaciones de amistad con el doctor Henna.47 Esta carta nos revela que el médico ponceño tenía, definitivamente, en muy alta estima al editor gráfico y patriota manatieño. Al poco tiempo de la llegada de Vélez Alvarado a San Juan, la revista Puerto Rico Ilustrado, en su edición del 28 de abril de 1917 (pág. 34), publica una reseña editorial en su honor —engalanada con una fotografía suya—, en la que, por su reconocida verticalidad moral y compromiso patriótico, es caracterizado como todo un “culto e ilustrado caballero”. Tan pronto regresa a Puerto Rico, Antonio Vélez Alvarado comienza a colaborar en los esfuerzos de unificación de los grupos independentistas dentro del Partido Unión de Puerto Rico. Es así como se integra a trabajar como miembro de la junta de redactores del periódico unionista La Democracia.

En julio de 1918, durante el sepelio del prócer independentista José de Diego, Vélez Alvarado forma parte de la Guardia de Honor que hizo la junta editora del diario La Democracia ante el cadáver del insigne patricio.48 Además, por encomienda del director del rotativo unionista, don José Coll Vidal, Vélez Alvarado es la persona que se entrevista con el coronel Orval P. Townshend, Jefe del Distrito Militar de EE.UU. en Puerto Rico en ese

46 Colección de Documentos de Roberto H. Todd Wells, pieza RT 1-022:05, Biblioteca Madre

María Teresa Guevara, Universidad del Sagrado Corazón, Santurce, Puerto Rico. Vélez Alvarado habría de ofrecerle a Todd sus servicios de impresor y artista gráfico para la preparación del diseño y los grabados en acero (intaglio) de los primeros bonos municipales que en ese año se habrían de colocar, conforme a los requisitos del mercado de valores de Wall Street, en Nueva York. El desacreditado alcalde capitalino (véase Félix Santoni: “Contestando a Mr. Todd”, en La Democracia, San Juan, 25 de agosto de 1921, pág. 1; y, Néstor Rigual: Incidencias parlamentarias en Puerto Rico: la década del ’30, Vol. II, Instituto de Cultura Puertorriqueña, San Juan, 1977, págs. 4-15) exije para sí una comisión en efectivo como condición para otorgar el contrato, lo que Antonio Vélez Alvarado rechaza rotunda e indignadamente (comunicación personal de Paulino E. Castro Abolafia, ca. 1991). De esa forma surge una enemistad gratuita que habría de conculcar a don Antonio Vélez Alvarado por el resto de su vida.

47 “El Consulado de Puerto Rico” era también utilizado por el doctor Henna como centro de práctica médica para atender a los inmigrantes hispanos y asiáticos que residían en el sector. Así lo señala Roberto H. Todd en José Julio Henna, 1848-1924 (Cantero, Fernández & Co., Inc., San Juan, 1930, págs. 14-15). Todd, dicho sea de paso, muy convenientemente evade hacer referencia en este trabajo a Antonio Vélez Alvarado o a su periódico Gaceta del Pueblo que, como ya hemos visto, allí radicaban sus oficinas.

48 Redacción editorial: “Desfilando ante el cadáver del insigne patricio José de Diego”, en La Democracia, San Juan, 27 de julio de 1918, pág. 1.

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momento, y logra que éste autorice que el 25% de toda la oficialidad y la soldadesca bajo su comando —esto es, prácticamente todos los militares puertorriqueños— pudiera asistir a dichas honras fúnebres para que le rendieran tributo y homenaje póstumo al ilustre presidente de la Cámara de Representantes.49

Junto a los jóvenes Modesto Gotay, José Coll y Cuchí, y José S. Alegría, Antonio Vélez Alvarado organiza, en 1919, la Asociación Nacionalista. Esta agrupación es una de las que más activamente aboga para que la Asamblea Legislativa apruebe un proyecto para trasladar, de París a Puerto Rico, las cenizas del Padre de la Patria Puertorriqueña, el doctor Betances.

Los restos de Betances llegan finalmente a Puerto Rico el 5 de agosto de 1920. El carro de Antonio Vélez Alvarado es proclamado como el “Automóvil de la Vanguardia de la Independencia”, manteniéndose al frente del coche fúnebre que transportaba las venerandas cenizas.50 El vehículo tenía la distinción de ser el único que llevaba fijada, al frente, un asta con una bandera de Puerto Rico sola. Vélez Alvarado fue también integrante de la Comisión Independentista que montó Guardia de Honor ante los restos mortales del Padre de la Patria Puertorriqueña.51 Días después, en las ediciones de los días 10 y 11 de agosto de ese año, el periódico La Democracia publica, en sus primeras páginas, una extensa crónica escrita por el propio Antonio Vélez Alvarado, en torno a la procesión del traslado de las cenizas de Betances desde San Juan a Cabo Rojo, en la que describe y comenta —“con lo mejor de su estilo, y con el calor de su sano corazón”, como hubiera dicho Martí— todas las incidencias y sucesos ocurridos durante el trayecto. Su automóvil, con la bandera de Puerto Rico flameando al frente, iba a la vanguardia de la luctuosa caravana. Los actos de recibimiento y traslado de las cenizas de Betances a Cabo Rojo, sirvieron para crear un sentido de unidad entre los viejos y nuevos luchadores por la independencia de Puerto Rico que, tras la crisis del 1898, se habían mantenido dispersos, sin una orientación definitiva. La activa participación de Antonio Vélez Alvarado —como figura venerable, mentora

49 Redacción editorial: “Los militares y José de Diego”, en La Democracia, San Juan, 27 de julio

de 1918, pág. 4. Esta gestión de Antonio Vélez Alvarado fue traida a nuestra atención por el amigo y colaborador Ángel “Tito” Cruz, de Ciales.

50 Redacción editorial: “Cenizas de Betances: el traslado desde el muelle hasta el Senado”, en La Democracia, San Juan, 5 de agosto de 1920, pág. 1.

51 Redacción editorial: “Cenizas de Betances”, en La Democracia, San Juan, 6 de agosto de 1920, pág. 1.

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y orientadora— es notoria y aglutinante en todo el proceso. Su imagen de portaestandarte y único promotor directo del pensamiento y la acción revolucionaria de Martí y Betances en el Puerto Rico del siglo XX, fue, en los años cruciales de los 1920, muy influyente en ese sentido.52 Al fundarse el Partido Nacionalista de Puerto Rico en 1921, como un primer intento de articular una lucha militante y decisiva por la independencia de Puerto Rico frente a los Estados Unidos, Antonio Vélez Alvarado es electo como miembro del Consejo Supremo de dicho movimiento.53 A pesar de todos los obstáculos que tuvo que superar el nacionalismo hasta su consolidación y reorganización en 1930, el ilustre periodista y patriota se mantuvo siempre —no empece su edad y los quebrantos que minaban su salud— trabajando para el partido desde distintas posiciones y responsabilidades: miembro del Consejo Supremo, vice-presidente, presidente interino, vocal, delegado de distrito, miembro de comisiones, escritor de artículos de orientación nacionalista en la prensa del país, etc. Sobre todo, como abnegado y comprometido patriota martiano y betancino, mantuvo también siempre al servicio de la causa independentista sus recursos económicos. A principios de 1930 regresa a Puerto Rico Pedro Albizu Campos, luego de llevar a cabo una peregrinación por varios paises latinoamericanos en búsqueda de apoyo a la causa libertaria boricua. El 11 de mayo de ese mismo año, se celebra la famosa Asamblea General del Partido Nacionalista de Puerto Rico, en la cual Albizu Campos es electo presidente. En dicha asamblea, participó activamente Antonio Vélez Alvarado apoyando a su discípulo. Todas las resoluciones y mociones escritas de carácter radical y revolucionario que allí presentó Albizu Campos, fueron refrendadas por Vélez Alvarado con su puño y letra.54 A partir de ese momento el Partido Nacionalista de Puerto Rico, transformado en un movimiento de liberación nacional, desataría —teniendo a Vélez Alvarado como puntal ideológico de su raigambre

52 Por eso el veterano revolucionario Dr. Manuel Guzmán Rodríguez (“El Nacionalismo en Puerto

Rico”, en El libro de Puerto Rico, El Libro Azul Publishing Co., San Juan, 1923, págs. 92-103) distingue elogiosamente a Antonio Vélez Alvarado.

53 José Coll y Cuchí: El Nacionalismo en Puerto Rico, San Juan de Puerto Rico, 1923, págs. 162 y 265.

54Actas y Resoluciones, Asamblea General del Partido Nacionalista de Puerto Rico, San Juan, 11 de mayo de 1930. Originales en archivo del autor.

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martiana y betancina— una lucha militante y frontal contra el régimen de intervención militar de los EE.UU. en Puerto Rico. Ello, naturalmente, hizo que el poder interventor pusiera en acción toda su maquinaria policíaca y judicial para reprimir el movimiento nacionalista de Albizu Campos y sus colaboradores. Durante el año terrible del 1936, Albizu Campos y sus más cercanos colaboradores dentro del movimiento nacionalista son acusados y enjuiciados por el alegado delito de conspirar para derrocar el gobierno de los EE.UU. en Puerto Rico. Las acciones judiciales en contra de los patriotas puertorriqueños se caracterizaron por una densa atmósfera de represión, así como por el abuso brutal que permeó todo el proceso.55 No empece a esta peligrosa situación, Antonio Vélez Alvarado se mantuvo firme y muy consecuente en todo momento como el auténtico revolucionario martiano y betancino que siempre fue, lo que demostró al acompañar, consistente y solidariamente, durante estos procesos judiciales, a su hijo espiritual y discípulo: Pedro Albizu Campos.56 Al ser encarcelado todo el liderato nacionalista, la lucha por la independencia se sumió en una gran crisis, de la cual no pudo empezar a superarse sino hasta el 1944, cuando, en un esfuerzo por crear una unificación entre los distintos grupos independentistas que, a la sazón, habían surgido, se lleva a cabo en ese año el famoso Congreso Pro-Independencia. De ese magno esfuerzo de unificación, la prensa del país destacaría la presencia de Antonio Vélez Alvarado en los trabajos del Congreso. En una reseña de los actos de inauguración del patriótico y unitario evento, se hace referencia al siguiente incidente:

El señor Vélez Alvarado, conocido en Puerto Rico como

el Padre de la Bandera Puertorriqueña [subrayado nuestro] enfermó repentinamente en las primeras horas de la tarde, y

55 J. Benjamín Torres: El proceso judicial contra Pedro Albizu Campos en el 1936, Editorial Jelofe,

San Juan, 1974. 56 Dávila Dávila [1], pág. 15. Doña Mercedes Ramos, hija de crianza de Antonio Vélez Alvarado,

nos refiere que siempre que Albizu Campos se encontraba con el anciano prócer, el primero le pedía —como tradicionalmente en Puerto Rico lo hace un hijo a su padre— la bendición. Don Antonio entonces le respondía con un “Dios te bendiga y te favorezca”, a la vez que le daba un beso en la frente de la inclinada cabeza del dirigente nacionalista.

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tuvo que ser acompañado hasta un sitio donde pudiera respirar libremente.57

Vemos, aquí, que todavía el viejo y enfermo patriota de Manatí no pretende rendirse fácilmente, y que se mantiene dándole su decidido concurso a todo tipo de iniciativa y esfuerzo tendiente a culminar la obra inconclusa de Martí y Betances: la independencia de Puerto Rico. Ya hacia el 1945 el delicado estado de salud de Antonio Vélez Alvarado no le permite salir de la vieja casona de maderas del país donde vivía en su finca de Manatí. Sus amigos del Partido Comunista Puertorriqueño, José Enamorado Cuesta, Juan Antonio Corretjer, César Andreu Iglesias y el Secretario General Juan Santos Rivera, junto a varios miembros del Partido Nacionalista y otras organizaciones patrióticas, comienzan, entonces, a concurrir a su casa todos los días 11 de junio para celebrar allí unas reuniones conocidas como de “Unidad Nacional”. En esas sesiones unitarias, aparte de conmemorar el tradicional “Día en Homenaje a la Bandera de Puerto Rico”, se buscaba armonizar —bajo la influencia mentora del anciano prócer— los esfuerzos de una lucha que tenía una causa fundamental: la liberación nacional de Puerto Rico. Al concluirse los trabajos de la última reunión celebrada en vida de don Antonio, en 1947, éste, que se encontraba ya muy débil y enfermo, sólo pudo expresarle a sus compañeros: “¡Gracias, y que todo salga bien!”58 Lamentablemente, don Antonio Vélez Alvarado fallece el 16 de enero de 1948. Un mes antes, el 15 de diciembre de 1947, había podido cumplir su último deseo: recibir a su amado discípulo, Pedro Albizu Campos, del destierro y encarcelamiento de 10 años en los EE.UU. al que fuera sometido el prócer ponceño por defender los principios y las ideas del Padre de la Patria Puertorriqueña, Ramón Emeterio Betances, y del Apóstol José Martí.

Toda la prensa del país se unió al duelo nacional por la pérdida del “Prócer Que Creó la Bandera Patria”.59

57 Redacción editorial: “Congreso Pro-Independencia”, en El Mundo, San Juan, 11 de diciembre de

1944, pág. 1. 58 M. Rodrigo: “Reunión Hogar Prócer Vélez Alvarado Triunfo Notable Unidad Nacional”, en El

Boricua, San Juan, 15 de junio de 1947, pág. 5. 59 Redacción editorial: “Muere Antonio Vélez Alvarado, Prócer Que Creó Bandera Patria”, en El

Imparcial, San Juan, 17 de enero de 1948, pág. “B”; Redacción editorial: “Don Antonio Vélez Alvarado dejó de existir. Fue compañero de Martí en lucha por independencia de Cuba”, en El Mundo, San Juan, 17 de enero de 1948, pág. 7.

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El Poeta Nacional, Juan Antonio Corretjer, recoge los últimos instantes de la vida del llamado “último mambí boricua”. Para finalizar, oigamos:

En la vieja casona de Coto Norte, Antonio Vélez

Alvarado se moría. Ya entre sus canas no brilla ningún hilo de pálido oro, aún sus ojos agrandaban su azul mirando al techo, como buscando, a través suyo, el oro del sol de su tierra, el cielo azul de su bandera. A cada lado de su lecho, Albizu y yo tomamos en nuestra mano la suya, sudorosa y fría. La duda bajó hasta mi palabra. —¿Sabe quién soy? Clara la articulación entre su voz jadeante: —Juanito. Como con ese diminutivo, en la amistad de nuestras casas, me trató de niño, quise convencerme: —¿Qué Juanito? —Juanito Terreforte. ¡Viejo y tenaz patriota! En los últimos momentos de su vida, a un paso de la tumba, su pensamiento rondaba entre los suyos más suyos: entre los sobrevivientes del Grito de Lares envueltos también en la última gran conspiración betancina de fin de siglo.60

60 Juan Antonio Corretjer: “Antonio Vélez Alvarado”, en Correo de la Quincena, Guaynabo, Puerto

Rico, 3 de marzo de 1974, págs. 27-28. Otro gran admirador de Antonio Vélez Alvarado fue el propio Bernardo Vega, quien, como Secretario de Organización del Movimiento Pro Independencia (Partido Socialista de Puerto Rico) participa, en 1961, como orador principal en los actos de reinstitución del día 11 de junio como el Día de Homenaje a la Bandera de Puerto Rico y a su creador Antonio Vélez Alvarado en Manatí (véase Bandera, publicación de la Liga Socialista Puertorriqueña, Guaynabo, 10 de junio de 1961, pág. 1). Con su presencia protagónica en estos actos, el patricio Bernardo Vega ratificaba y reconfirmaba el reconocimiento histórico de Antonio Vélez Alvarado como el Padre de la Bandera Puertorriqueña.