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III CATEDRA DEL PACTO GLOBAL DE LAS NACIONES UNIDAS
“RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIA”
PNUD
INSTITUTO DE DESARROLLO SOSTENIBLE – UCC
TRABAJO FINAL
ALUMNO: IVAN SIMON GRGIC
FECHA: 14 DE AGOSTO DE 2010
APORTES DE LA ENCÍCLICA “CARITAS IN VERITATE”
A LOS DESAFÍOS DEL PACTO GLOBAL
Introducción
Desde hace varias décadas el concepto y la gestión concreta de la empresa va tomando un
rumbo nuevo: se podría decir que se está humanizando. Terminología empleada, modelos
de gestión, estilos y principios manifiestan que, además de las “tres P” (profit, people and
planet) se agregó una cuarta P: persons, como decía la UNIAPAC en el año 2007. Y es un
camino que continúa en la misma diversidad original de una misma búsqueda.
Esa diversidad está ligada a múltiples circunstancias ocasionales y causales, de nuevas
búsquedas filantrópicas y de beneficios, por desafíos internos y externos, por variables
financieras y sociales, por voluntad de la empresa y presión estatal, por revalorización de la
tierra y por recomendación de entes internacionales. Por eso ha asumido diversos nombres:
responsabilidad social empresaria, marketing social, filantropía de la empresa, ciudadanía
corporativa, responsabilidad social corporativa.
A su vez, en esta búsqueda se han sumado muchas voces. Las Naciones Unidad asumió un
compromiso fundamental desde el discurso de K Annan en 1999, cuando dijo: “Unamos el
poder de los mercados con la autoridad y los valores de Naciones Unidas para crear mercados
inclusivos. Los invito a ser parte de la solución a los problemas”.1 En esta línea, Nicolás Liarte-
Vejrup y Flavio Fuertes2 han afirmado que “la RSE en forma general y el Pacto Global en
especial debe ser pensado como una oportunidad para la innovación de los procesos productivos, para
la diferenciación y la legitimación social de las empresas de la región que operan en contextos sociales
1 (Davos, 1999) 2 De la Universidad Católica de Córdoba y del PNUD respectivamente, en “Diálogo en torno a la
construcción de ciudadanía corporativa”
2
y políticos complejos y muy dinámicos. Es por ello que la RSE debe ser pensada como una forma de
replantear el papel de las empresas en la sociedad y al mismo tiempo una manera de contribuir a
configurar sociedades más estables e inclusivas socialmente”.
Mientras tanto, debe decirse que la enseñanza social de los Papas en la Iglesia Católica ha
acompañado desde León XIII la vida de las sociedades con su reflexión. En este escrito
pretendemos leer la situación actual de la RSE y el Pacto Global desde la perspectiva de la
Encíclica “Caritas in Veritate”, de Benedicto XVI 3 , pues el mismo Sumo Pontífice
reconoce y se une a este movimiento. “Hoy se habla mucho de ética en el campo económico,
bancario y empresarial. Surgen centros de estudio y programas formativos de business ethics; se
difunde en el mundo desarrollado el sistema de certificaciones éticas, siguiendo la línea del
movimiento de ideas nacido en torno a la responsabilidad social de la empresa” (45).
Primeramente se mostrarán algunos enfoques sobre la economía del mundo global y de las
diversas regiones, luego de una década del 3er Milenio. Luego se brindarán algunos
senderos que aportan a esta versión humanizada de la empresa para el presente y el futuro
inmediato. Finalmente, como las empresas están invitadas a la firma del Pacto Global de
las Naciones Unidas a modo de compromiso concreto, se propondrá una lectura de los 10
principios a la luz de la encíclica.
1. “Caritas in Veritate” y la economía global
1.1. Las actuales circunstancias
“Nos preocupa justamente la complejidad y gravedad de la situación económica actual, pero hemos de
asumir con realismo, confianza y esperanza las nuevas responsabilidades que nos reclama la situación
de un mundo que necesita una profunda renovación cultural y el redescubrimiento de valores de fondo
sobre los cuales construir un futuro mejor. La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos
nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y
a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un
modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más
que resignada” (21).
Benedicto escribe la encíclica en medio de la convulsión económico – financiera posterior
a la crisis de 2008, en un contexto que motiva la urgencia de medidas globales y locales y
exige reingeniería conceptual y pragmática, en un horizonte esperanzado de oportunidad,
“con amplitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus disfunciones y desviaciones. Lo
exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo la crisis cultural y
moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde hace tiempo” (32).
3 Publicada el 29de junio de 2009
3
Destaca que la gravedad del problema ha excedido el escándalo de la pobreza y la
exclusión, hasta socavar la cohesión social que pone en peligro la democracia, impactando
negativamente en la economía por el desgaste del capital social, “es decir, del conjunto de
relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia
civil” (32). Ecología, cultura, moral, relaciones, normas, convivencia civil, son parámetros
por los cuales vuelve a proponer las dos “verdades” de Pablo VI: el desarrollo de todo el
hombre y de todas las dimensiones de la persona humana (11).
1.2. La verdad y la caridad
La propuesta pontificia, siguiendo la reflexión de la “Populorum Progressio”, quiere
defender la verdad por la caridad y la caridad en la verdad, no como algo exclusivo de los
cristianos, sino como una línea axiológica de todo lo humano. Por eso dice que “la verdad, y
el amor que ella desvela, no se pueden producir, sólo se pueden acoger” (52) para vivirse no sólo en
las relaciones de amistad o la familia, sino en las grandes relaciones sociales, económicas y
políticas (2). Aquí está el gran aporte del pontífice a la reflexión actual de la economía,
atento a esos contextos sociales, jurídicos, culturales, políticos y económicos que no han
podido vivir el profético progreso de algunas posturas económicas. “Se ha de buscar,
encontrar y expresar la verdad en la «economía» de la caridad, pero, a su vez, se ha de entender,
valorar y practicar la caridad a la luz de la verdad. De este modo, no sólo prestaremos un servicio a
la caridad, iluminada por la verdad, sino que contribuiremos a dar fuerza a la verdad, mostrando su
capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social” (2).
Benedicto reconoce que la caridad sin la verdad es mero sentimentalismo, y que se suele
relegar esta virtud a lo pequeño y privado. Por eso los comienzos de la renovación de la
empresa pasaron por la filantropía. Sin embargo, el camino ha demostrado que cuando se
incluye el binomio verdad – caridad “en los proyectos y procesos para construir un desarrollo
humano de alcance universal, en el diálogo entre saberes y operatividad” (4), no solo no se cae en
el riesgo fatal de una cultura sin verdad, en la estrechez sentimentalista que le impide a la
caridad la relación social profunda y seria o en un fideísmo que hace inhumana y sectaria la
fe (3), sino que le permite a la caridad preservar y expresar una fuerza liberadora dentro
de los novedosos pasos de la historia. “Sin verdad, sin confianza y amor por lo verdadero, no hay
conciencia y responsabilidad social, y la actuación social se deja a merced de intereses privados y de
lógicas de poder, con efectos disgregadores sobre la sociedad, tanto más en una sociedad en vías de
globalización, en momentos difíciles como los actuales” (5).
En este sentido, la antigua y siempre nueva apuesta por la caridad en la verdad, es una
dimensión que se suma desde el principio a la reflexión con las diferentes ciencias
económicas, sociales y políticas. No es un añadido posterior, ya que “las exigencias del amor
no contradicen las de la razón” (30). Este ingrediente inicial en la reflexión de las ciencias del
4
desarrollo humano, le permite a la empresa una reelaboración conceptual y de gestión
concreta que, además, la lleva a una trascendencia propia del corazón humano. “No existe la
inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor”
(30).
1.3. El Bien Común
La presencia de la caridad en el comienzo de toda reflexión económica, social y política,
amplía la búsqueda del bien individual: “hay un bien relacionado con el vivir social de las
personas: el bien común. Es el bien de ese «todos nosotros», formado por individuos, familias y grupos
intermedios que se unen en comunidad social” (7), al que se desea y se trabaja como exigencia
de la justicia y la caridad, “dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y
haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras” (7).
El bien común da luz tanto al desarrollo de la economía, como al de la empresa misma.
Benedicto lo afirma más adelante: “el desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores
económicos y agentes políticos que sientan urgentemente en su conciencia la llamada al bien común”
(71). Hablar de “llamada” supone descubrir que es un principio natural, razonable,
necesario, sin un acceso cómodo, menos aún cuando las teorías económicas excluyentes de
lo humano, y las culturas y sistemas que generan, exaltan intelectual y pragmáticamente el
bien individual en el marco del máximo beneficio de la producción. Éste potencia y hace
de referencia fundamental para la absolutización de la técnica, la subversión de los medios
sobre los fines, la lógica del poder político y de los avances científicos.
Cuando el bien común se integra desde el comienzo en el despliegue de la cosmovisión
socio-económica no sólo se erige en referente de los beneficios de la producción, de la
lógica política y de los aportes de la ciencia, sino que permite entender una verdad
igualmente originaria y, por qué no, natural: todo es don, y es don para todos. Allí se
redescubre el rostro de Dios creador para el desarrollo de condiciones de vida cada vez
más humanas, de todo el hombre y de todos los hombres.
1.4. Nuevos horizontes para el desarrollo
La caridad no ablanda, enternece o quita verdad científica a la economía, sino que, más en
las circunstancias actuales, posibilita “conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más
humano y humanizador” (9). Es más, suscita cuestionamientos para caminos verdaderos de
economía llena de caridad, como son los de la llamada “economía civil”, “economía social”,
o “economía de comunión”4. Estos planteos redefinen al hombre, no ya como “homo
4 Bruni, L. – Zamagni, S. (comp), “Persona y comunión”, Ciudad Nueva, Buenos Aires (2003).
5
oeconomicus”, sino como “homo reciprocans”, que sabe compartir bienes y recursos para
un verdadero desarrollo5.
El desarrollo es una vocación del ser humano, está “en su fuente y su esencia” como decía
Pablo VI, por la cual puede buscar el progreso desde el exclusivo bien individual o
integrado en el bien común. El primero deviene en millones de hermanos hambrientos
que poco saben de vocación y libertad. En cambio, cuando es parte integral de una mirada
desde el bien común, el progreso implica necesariamente asumir la responsabilidad común
para el desarrollo de los demás. Incluso, se puede decir que no hay mejor negocio que el
desarrollo de todos, en un cuidado mundo de todos. “La victoria sobre el subdesarrollo requiere
actuar no sólo en la mejora de las transacciones basadas en la compraventa, o en las transferencias de
las estructuras asistenciales de carácter público, sino sobre todo en la apertura progresiva en el
contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y
comunión. El binomio exclusivo mercado-Estado corroe la sociabilidad, mientras que las formas de
economía solidaria, que encuentran su mejor terreno en la sociedad civil aunque no se reducen a ella,
crean sociabilidad. El mercado de la gratuidad no existe y las actitudes gratuitas no se pueden
prescribir por ley. Sin embargo, tanto el mercado como la política tienen necesidad de personas
abiertas al don recíproco” (39).
Esto evidencia que las causas del subdesarrollo no son solamente materiales, sino que
suponen la visión moral de la economía. La caridad purifica y potencia para una economía
de la gratuidad y la reciprocidad, que integra en la sostenibilidad y rentabilidad de cada
proyecto de inversión y producción, la voluntad que atiende a la solidaridad, el
pensamiento que orienta todo deseo y el libre mercado, y la fraternidad de los hombres y
los pueblos (19).
Los planteos del Sumo Pontífice en la Encíclica se complementan con los principios del
Pacto Global de las Naciones Unidas. Una razón es la urgencia que brota de los derechos
humanos, los derechos laborales, los derechos ambientales y la transparencia en la
economía. Sin estos principios asumidos libremente, pero como derechos a respetar con la
obligatoriedad que suponen, no hay ningún desarrollo pleno y verdadero para todos y para
todo el hombre. Es más, las indignidades humanas, las variadas esclavitudes, los atentados
contra la tierra, la financierización de la economía, manifiestan que la involución se paga
cara, y la pagan todos, especialmente los más pobres.
De ahí que Benedicto, al ofrecer la luz de la caridad en la verdad, incluya en la urgencia “la
necesidad de alcanzar una auténtica fraternidad. Lograr esta meta es tan importante que exige
tomarla en consideración para comprenderla a fondo y movilizarse concretamente con el «corazón»,
5 Cf. Crivelli, L., “Cuando el homo oeconomicus se convierte en reciprocans”, en Bruni, L. – Zamagni, S.
(comp), “Persona y comunión”, Ciudad Nueva, Buenos Aires (2003).
6
con el fin de hacer cambiar los procesos económicos y sociales actuales hacia metas plenamente
humanas” (20).
2. “Caritas in Veritate” y la Responsabilidad Social Empresaria
2.1. Senderos transitados
El desarrollo de la dimensión social de la empresa ha cambiado en los últimos 40 años. En
la década del ’70, se seguía la teoría clásica de buscar como único objetivo el beneficio y
las exigencias de las normas éticas y legales que cada sociedad pidiera. Le siguió Freeman y
su Teoría de los Stakeholders, grupos de interés primario y secundario que reciben el
impacto directo o indirecto de la empresa, e influyen, a su vez, en ésta. Se han sumado
también quienes hablan de una Teoría de la Licencia para operar, por la que la sociedad
suministra a la empresa un certificado para sus tareas esta devuelve satisfactoriamente, y la
Teoría de la Ciudadanía Corporativa, que ve la empresa en la gestión de relaciones como
parte de una comunidad, obrando con leyes que participan de esa vida ciudadana.
“La actividad económica no puede resolver todos los problemas sociales ampliando sin más la lógica
mercantil. Debe estar ordenada a la consecución del bien común, que es responsabilidad sobre todo de
la comunidad política” (36). En ese camino surgen preguntas acerca de si la RSE es
voluntaria y debe estar ligada al core business, o debe estar regulada y monitoreada por la
sociedad civil, o debe estar vinculada directamente a las políticas estatales, aún con la
participación de los trabajadores en los negocios de sus empresas.
Por su parte, Benedicto afirma que “la caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente
experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa
desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad.
El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente” (34).
Esta afirmación pontificia admite tres preguntas: ¿Es verdad? ¿Es posible? ¿Es viable en un
todo con el planteo general de una empresa?
2.2. Realismo de la RSE
La veracidad de la afirmación previa del Papa se evidencia siguiendo el argumento
magisterial de la gratuidad como experiencia cotidiana del don, es decir, como realidad en
cada persona de recibir y de dar con absoluto desinterés, sin que medie un objeto de
intercambio. Es la experiencia por la que alguien da algo a alguien porque sí, donde la
fuerza está en el vínculo, en la confianza de la relación y en la importancia de cada una de
ellas por sobre lo demás. La gratuidad, o capacidad de dar gratis, es el sustento de todo lo
humano, es más, es el plus que hace humano todo acuerdo económico. Su ausencia es la
7
que tapa con productividad y utilidad la visión de la presencia de la gratuidad en la vida
cotidiana de las personas.
La posibilidad de vivir la gratuidad y su correspondiente reciprocidad (gratuidad entre dos
o más), ha sido el rostro de toda experiencia de solidaridad en la historia de la humanidad.
En los comienzos del planteo teórico y práctico de la responsabilidad social empresaria, no
han faltado estos caminos de compromiso caritativo, pero fuera de la organización en sí.
Los procesos posteriores han mostrado que la inclusión de estos principios en las actitudes
de los miembros de una organización profit ha aumentado la motivación y el compromiso
interno, sean sus destinatarios los empleados y sus familias, o alguno de sus stakeholders.
La pregunta que surge, más aún con las urgencias que se leen detrás de los principios del
Pacto Global de las Naciones Unidas, es sobre la posibilidad de un planteo general de los
conceptos y del proceso de gestión empresarial integrando los derivados de la caridad en la
verdad.
El primer argumento afirmativo se lee en la encíclica derivado de la justicia conmutativa.
Dice el Papa: “Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica
que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como
norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus
necesidades y deseos. El mercado está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa, que
regula precisamente la relación entre dar y recibir entre iguales” (35). La idealización de las
teorías de economía de mercado ha impedido ver con claridad la presencia del valor de la
confianza recíproca como sustento de todo negocio, y generador de los ámbitos de
encuentro de personas para intercambiar bienes y servicios.
Pero cuando se atiende a la importancia de la justicia distributiva y la justicia social, se
descubre que la economía de mercado se enmarca en un contexto sociopolítico en el cual
la cultura que lo anima es una trama de relaciones. “Si el mercado se rige únicamente por el
principio de la equivalencia del valor de los bienes que se intercambian, no llega a producir la
cohesión social que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y de
confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función económica” (35).
Por este defecto, hoy se participa de un proceso grave de erosión social, fruto de una
dinámica de mutua agresión entre un sistema insaciable y la defensa sobreviviente de una
mayoría pobre que lucha para no ser excluida.
La viabilidad debe afirmarse por el camino mismo de la teoría y praxis de la empresa, que
ha entendido que su desarrollo está atado directamente a las relaciones, sean internas, con
sus stakeholders, o en su compromiso medioambiental en regiones distantes a su influencia.
2.3. Necesidad de una RSE
8
Si la RSE es verdadera, posible y viable, “el gran desafío que tenemos, planteado por las
dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-
financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo
no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la
honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la
lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad
económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la
razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo” (36).
Por un lado, Benedicto muestra que es “el” momento de la RSE, tanto por las dificultades
de la globalización y las derivadas de la crisis económico-financiera, como por la naturaleza
del hombre y de la razón económica. Por otro lado, insiste en realizar planteos teórico-
prácticos de base que integren el principio de gratuidad y la lógica del don.
Frente a las perspectivas de voluntariedad y regulación de la empresa, confirma el planteo
de la libertad para su ejercicio, propio del espíritu del don, pero con la guía de la política y
el compromiso coherente de las obras (37). A ese espíritu agrega que la economía no
puede prescindir del principio de gratuidad, “que fomenta y extiende la solidaridad y la
responsabilidad por la justicia y el bien común en sus diversas instancias y agentes. Se trata, en
definitiva, de una forma concreta y profunda de democracia económica” (38). Es que, siguiendo a
Juan Pablo II en la “Sollicitudo rei socialis”, si “la solidaridad es en primer lugar que todos se
sientan responsables de todos”, no sólo no es excluso del Estado, sino que forma parte de la
vida de cada persona, de la cultura y estructura organizacional de cada empresa, que,
teniendo sus objetivos de producción, rentabilidad y sustentabilidad, se sabe parte de una
comunidad en dinámica recíproca y responsable. “Caridad en la verdad significa la necesidad de
dar forma y organización a las iniciativas económicas que, sin renunciar al beneficio, quieren ir más
allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo” (38).
Los planteos conceptuales condicen con la conciencia de la necesidad de una
responsabilidad social empresaria, saliendo del beneficio único de los propietarios y
accionistas hacia los grupos de interés en sus trabajadores y clientes, proveedores en toda
la línea de producción y la comunidad de inserción y pertenencia. De hecho, ninguna
iniciativa de este tipo es inocua, pequeña, o exclusiva. Una economía mundial servidora
del bien común se construye con estas iniciativas, que favorecen “el intercambio y la mutua
configuración entre los diversos tipos de iniciativa empresarial, con transvase de competencias del
mundo non profit al profit y viceversa, del público al propio de la sociedad civil, del de las economías
avanzadas al de países en vía de desarrollo” (41). Estas se integran con la acción del Estado,
actor principal en el proceso de un nuevo orden económico, productivo, que es
socialmente responsable porque tiene a cada persona como su referente. Evidentemente,
en esas acciones cada persona tiene un papel relevante, porque “todo trabajador es un creador”
9
(Pablo VI), y cada empresario es sobre todo una persona, que juega su identidad y aporte
en cada decisión y en cada acción. Es más, la situación internacional necesita personas que
jueguen un rol preponderante en el proceso de esta novedad económica a través de la
solidaridad de la presencia y el acompañamiento, la formación seria y el respeto
comprometido (47).
2.4. Algunas consecuencias
La encíclica no pretende encriptar definiciones de RSE, sino aportar enfoques que puedan
ayudar a su proceso. Por eso descubre la amplia franja que media entre las empresas que se
definen según una teoría clásica de beneficios sin expectativas sociales (profit) y aquellas
que sólo tienen objetivos sociales (non profit). Allí aparecen empresas que ayudan a países
con dificultades de desarrollo, quienes tienen fundaciones sociales o utilidades sociales en
su core business, quienes incorporan agentes vinculados a la llamada economía civil o la
economía de comunión. Todo esto no es sólo un “tercer sector”, sino “una nueva y amplia
realidad compuesta, que implica al sector privado y público y que no excluye el beneficio, pero lo
considera instrumento para objetivos humanos y sociales. Que estas empresas distribuyan más o menos
los beneficios, o que adopten una u otra configuración jurídica prevista por la ley, es secundario
respecto a su disponibilidad para concebir la ganancia como un instrumento para alcanzar objetivos
de humanización del mercado y de la sociedad” (46).
Hoy, en aquellas regiones en las que la empresa se creía poderosa para obrar con tal
ausencia ética que se volvía inhumana en sus estructuras, procesos y productos, zonas de
excluidos o marginados de los circuitos de la economía global, es muy importante
potenciar empresas que conciben el beneficio como instrumento de humanización del
mercado y de la sociedad, y promueven proyectos con diseño y gestión donde la
subsidiaridad protege y alienta derechos y responsabilidades (47). Los pobres no son un
“fardo, molestos o inoportunos, ávidos de consumir lo que otros han producido” (Juan Pablo II), sino
“una riqueza incluso desde el punto de vista estrictamente económico” (35).
La responsabilidad social, que renueva la empresa y el rol del estado, en su concepto,
estructura y gestión, como en su lugar propio o en regiones de mayor necesidad, ilumina
también el rol de los consumidores y sus organizaciones. Es una prolongación de la
conciencia de control social en situaciones de membresía y de la pertenencia a los
stakeholders de la empresa. Es una realidad que corre en paralelo con el proceso
empresarial y que exige un cultivo integrador. “El consumidor tiene una responsabilidad social
específica, que se añade a la responsabilidad social de la empresa. Los consumidores deben ser
constantemente educados para el papel que ejercen diariamente y que pueden desempeñar respetando
los principios morales, sin que disminuya la racionalidad económica intrínseca en el acto de comprar”
(66).
10
3. “Caritas in Veritate” y el Pacto Global
Kofi Annan propuso en el Foro Económico Mundial de 1999 un instrumento particular: el
Pacto Global. El fin de esta iniciativa de las Naciones Unidas es el diálogo social en un foro
internacional sobre temas vinculados con la globalización y un llamado a las empresas para
asumir diez principios relacionados con los derechos humanos, los derechos laborales, el
medio ambiente y la anticorrupción. Con este instrumento voluntario, se busca contribuir
al desarrollo "de valores y principios compartidos que den una cara humana al mercado global" (K.
Annan), más inclusivo y más equitativo.
Benedicto XVI, ante la realidad de la creciente interdependencia mundial y de los
ineludibles desafíos de los últimos años, ha insistido en “la urgencia de la reforma tanto de la
Organización de las Naciones Unidas como de la arquitectura económica y financiera internacional,
para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones”, que permita “poner en
práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones
comunes a las naciones más pobres” (67). De esta manera, propone un paso más a este proceso
de humanización del mercado y la empresa, como es la concretización de la “familia de
naciones” y la protección y escucha de las naciones más pobres.
La consideración de estos horizontes en diálogo con el Pacto Global, permite entender los
diez principios como una propuesta instrumental, no como objetivos. La empresa que se
decide a vivir una responsabilidad social, podrá encontrar en el Pacto caminos de
organización de sus decisiones, modos de concretar sus acciones, compromiso de
comunicar sus progresos, con la luz de ser parte de una comunidad internacional que
pretende construir realmente una familia de naciones.
3.1. Derechos humanos
El Pacto Global comienza con dos principios que derivan de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. En la Asamblea se aprobó una definición de “declaración”, como
“ideal común por el que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos
como las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la
educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter
nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los
pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción”. De
todos modos, la Guía del pacto Global no aporta una definición del “derecho humano”
como tal.
Los dos principios para aplicar son:
11
1. Apoyar y respetar la protección de los derechos humanos proclamados a nivel internacional
2. No ser cómplice de abusos de los derechos humanos.
3.1.1. El hombre: autor, centro y fin
En “Caritas in Veritate” se vuelve a la verdad originaria: “quisiera recordar a todos, en especial
a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al orden económico y social del mundo,
que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre, la persona en su integridad:
«Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social»” (25). Retomando
la idea del Concilio Vaticano II (GS 63), El Papa propone el sentido de respetar los
derechos humanos en relación al orden económico, porque la persona en su integridad, es
el autor, el centro y el fin. Respetar los derechos humanos implica redescubrir que la
economía es para el hombre y no el hombre para la economía, y que siempre ha sido un
error pensar y vivir la economía como algo previo al hombre, distante de una
responsabilidad ética y autónoma de un fin distinto de sí misma.
Por eso agrega más adelante: “Dios es el garante del verdadero desarrollo del hombre en cuanto,
habiéndolo creado a su imagen, funda también su dignidad trascendente y alimenta su anhelo
constitutivo de «ser más»” (29). El Papa no sólo reafirma la realidad de los derechos humanos,
sino la necesidad de su desarrollo, su “ser más” fundado en la garantía de Dios. La imagen
divina es la que permite al hombre descubrirse sujeto de derechos y también de
responsabilidades, depositario de talentos y también de llamados al desarrollo, de todo el
hombre y de todos los hombres. Es que “la visión cristiana tiene la peculiaridad de afirmar y
justificar el valor incondicional de la persona humana y el sentido de su crecimiento” (18).
El enfoque pontificio no se queda en los pasos buenos y necesarios del respeto de los
derechos universales o en la no complicidad de su abuso, va más allá con el horizonte del
desarrollo pleno de cada persona y del rol divino como garante de la grandeza humana.
Incluso si “cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para
realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se
hace libre (cf. Jn 8,32)” (1).
3.1.2. Compromiso por los derechos humanos
La propia verdad en la propia libertad es un camino de toda mujer y de todo varón, que
adquiere rostros en cada derecho vivido y respetado a la vez, porque un derecho es
valorado plenamente sólo si ese alguien lo respeta responsablemente en otro igual. La
necesidad de que una empresa asuma el Pacto Global en los principios de los Derechos
Humanos, está en referencia a su propia identidad: será humana si respeta y hace respetar
los derechos humanos.
12
La propuesta de la caridad en la verdad, conlleva no sólo un enfoque que ilumina,
“expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones
humanas, también las de carácter público” (3), sino también como “una fuerza extraordinaria, que
mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la
paz” (1). Si bien este vínculo de caridad y verdad tiene un sustento cristiano en la
propuesta pontificia, ha sido sin lugar a dudas, el binomio que ha permitido llegar a los
acuerdos por la Declaración misma de los Derechos Humanos: descubrir la verdad de
alguien por la empatía profunda con sus padecimientos, y hacerse compañero de su camino
por haberlo encontrado como igual en origen divino y trascendencia. Amor y verdad no
son mero sentimentalismo ni motivo de justificación teórica de acciones imputables. La
caridad exige la justicia y se ocupa de la construcción de toda humanidad según el derecho.
Y, con esas coordenadas, anima a la lógica de la entrega y el perdón, en relaciones de
gratuidad, misericordia y comunión (6).
Estas orientaciones de la encíclica podrían quedarse en algunos espacios inoperantes,
reducidas a lo privado o lo individual, de tal manera que, en nombre de la libertad, no se
asumieran responsabilidades en los estados y las diversas agrupaciones nacionales e
internacionales relativas a la economía o la política. Otro espacio de inoperancia sería
hacer derivar todo a lo institucional, siguiendo una antigua idea de que las instituciones
bastan para que la humanidad se desarrolle conveniente y automáticamente. El planteo de
los derechos humanos desde la caridad en la verdad ofrece una perspectiva desde la cual se
entiende claramente la necesidad de complemento entre libertad e institución, entre lo
privado y lo público, superando visiones acerca de la neutralidad del mercado y sus actores
institucionales. “Las instituciones por sí solas no bastan, porque el desarrollo humano integral es
ante todo vocación y, por tanto, comporta que se asuman libre y solidariamente responsabilidades por
parte de todos” (11).
Si las empresas descubren en los dos primeros principios del Pacto Global una suerte de
llamado, es porque se percibe una faceta propia: en su estructura y su gestión, en sus
miembros y sus destinatarios, su cadena de valor y sus grupos de interés, late la necesidad
de “ser instrumento de la libertad humana. Sólo si es libre, el desarrollo puede ser integralmente
humano; sólo en un régimen de libertad responsable puede crecer de manera adecuada” (17).
El Papa, agrega además, que para los cristianos “la caridad en la verdad se convierte en el Rostro
de su Persona (de Cristo), en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto”
(1).
3.2. Derechos laborales, discriminación y trabajo infantil
El Pacto Global de las Naciones Unidas propone una segunda serie de principios ligados a
los Derechos Laborales, según la libertad y el respeto de las características individuales, y
13
siguiendo la Declaración de Principios de la Organización Internacional del Trabajo
relativa a los Derechos Fundamentales en el Trabajo6. Varios de ellos se reafirmaron en la
Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas7, cuando 189 estados miembros refrendaron
los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), con metas a cumplir antes del año 2015.
El 24 de Octubre de 2003, el Estado argentino firmó el documento que fija los “Objetivos
de Desarrollo del Milenio para la Argentina”.
La segunda serie de principios del Pacto Global son:
3. Apoyar los principios de la libertad de asociación y el reconocimiento de los derechos a la
negociación colectiva
4. Eliminar todas las formas de trabajo forzoso y obligatorio
5. Abolir cualquier forma de trabajo infantil
6. Eliminar la discriminación en materia de de empleo y ocupación.
3.2.1. El trabajo decente
Entre las metas de los ODM se encuentra en tercer lugar “promover el trabajo decente”.
Este tema hila los principios a través de la realidad de los derechos humanos, del empleo
sostenible en una empresa sustentable, del diálogo social y la protección social. Es más,
desde hace pocos años aparece clara la relación entre trabajo decente y empresa
sustentable por su viabilidad social, ambiental y económica (productiva y competitiva).
Evidentemente, antes de la Declaración del Milenio el tema se estaba abordando en la
comunidad internacional. Juan Pablo II para el Jubileo de los Trabajadores del 1 de mayo
de 2000, en su saludo luego de la Misa, alentó la estrategia de la Organización
Internacional del Trabajo, llamando a “una coalición mundial a favor del trabajo decente” (63).
Para Benedicto XVI, trabajo decente significa “un trabajo que, en cualquier sociedad, sea
expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie
efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que,
de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que
permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a
trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un
trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito
personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que
llegan a la jubilación” (63).
6 Del año 1998 7 En septiembre de 2000
14
Además de contener los cuatro principios del Pacto Global, el Papa sustenta la decencia
del trabajo en la expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer y agrega el
desarrollo de sus comunidades, las necesidades familiares, el espacio para el reencuentro
con las propias raíces y la vida digna en tiempos de la jubilación.
Que un trabajo decente sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer, es
un acto de justicia, una justicia que se llena de caridad para entender y aplicar acciones
concretas que superen todo tipo de indignidad. “La caridad va más allá de la justicia, porque
amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo
que es «suyo», lo que le corresponde en virtud de su ser y de su obrar”(6). La decisión voluntaria de
ser una empresa socialmente responsable a través de prácticas encauzadas por estos
principios, lleva a mirar las indecencias contra la libertad, los niños y la discriminación
(dice la Guía del Pacto Global: “obviamente las distinciones realizadas estrictamente en función de
las exigencias inherentes al trabajo no se consideran discriminatorias”). Es una mirada que pasa de
la injusta indecencia a la justa dignidad por la caridad.
Por eso cita a Juan Pablo II afirmando que “no puede tener bases sólidas, una sociedad que —
mientras afirma valores como la dignidad de la persona, la justicia y la paz— se contradice
radicalmente aceptando y tolerando las más variadas formas de menosprecio y violación de la vida
humana, sobre todo si es débil y marginada” (15). La caridad purifica la mirada que exige el
trabajo decente y promueve acciones de justicia a su favor.
3.2.2. Desafíos
La cuestión laboral ha adquirido nuevos desafíos, que ofrecen una dinámica fluctuante a la
hora de aplicar el principio acerca del trabajo decente. Así, cuando crece la competencia
entre estados nacionales o provinciales, con el fin de atraer empresas extranjeras se suele
adoptar medidas fiscales o laborales. Si bien pueden favorecer la producción y una
activación general de esas economías, se amenaza la red de seguridad social y las relaciones
entre comunidades, así como la certidumbre psicológica del trabajador y su entorno
familiar, con lógicos deterioros personales y sociales (25). “Reducir el nivel de tutela de los
derechos de los trabajadores y renunciar a mecanismos de redistribución del rédito con el fin de que e l
país adquiera mayor competitividad internacional, impiden consolidar un desarrollo duradero. Por
tanto, se han de valorar cuidadosamente las consecuencias que tienen sobre las personas las tendencias
actuales hacia una economía de corto, a veces brevísimo plazo” (32).
Es así que, junto a la necesaria decisión de empresas y gobiernos, urge la participación de
los sindicatos como en el sistema tripartito de diálogo en la OIT. Para esto es fundamental
volver a la distinción de papeles y funciones entre quienes representan a los trabajadores y
los poderes políticos. Así es posible encontrar ámbitos adecuados “en defensa y promoción del
mundo del trabajo, sobre todo en favor de los trabajadores explotados y no representados, cuya
15
amarga condición pasa desapercibida tantas veces ante los ojos distraídos de la sociedad” (64). Los
pobres normalmente son el resultado de la violación de los principios laborales del Pacto
Global, tanto por la desocupación, la subocupación, o la misma devaluación de un salario
justo, seguridad social, conciliación con la familia, etc., que devienen de los derechos
primeros (63).
3.3. Medio ambiente
La Declaración de Río sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo8, convocada luego de la
presentación del informe “Nuestro futuro común” 9, y el plan de acción internacional
llamado “Agenda 21”, que define la manera de desplazarse hacia una forma de desarrollo
sostenible en el que se equilibren los factores sociales, económicos y medioambientales,
constituyen la base para los Principios medioambientales que propone el Pacto Global.
Estos son:
7. Apoyar el enfoque preventivo frente a los retos medioambientales
8. Promover una mayor responsabilidad ambiental
9. Alentar el desarrollo y la difusión de tecnologías inocuas para el medio ambiente.
3.3.1. Perspectiva ética
El Sumo Pontífice dice que “una de las mayores tareas de la economía es precisamente el uso más
eficaz de los recursos, no el abuso, teniendo siempre presente que el concepto de eficiencia no es
axiológicamente neutral” (50). La unión de economía y ética en el uso de los recursos supone
darle una entidad a la naturaleza que entra en relación con el hombre. Si bien esto no es
nuevo en los enfoques cristianos, ya que deriva de los textos de la creación en el Génesis,
sí es nuevo en los planteos económicos.
Las últimas décadas hemos asistido a esa mirada ética que valora los recursos naturales, en
un vínculo que ha permitido a muchos considerar el medioambiente como un
“stakeholder”. Por eso, “reducir completamente la naturaleza a un conjunto de simples datos
fácticos acaba siendo fuente de violencia para con el ambiente, provocando además conductas que no
respetan la naturaleza del hombre mismo. Ésta, en cuanto se compone no sólo de materia, sino
también de espíritu, y por tanto rica de significados y fines trascendentes, tiene un carácter normativo
incluso para la cultura. El hombre interpreta y modela el ambiente natural mediante la cultura, la
cual es orientada a su vez por la libertad responsable, atenta a los dictámenes de la ley moral” (48).
8 En 1992 9 En 1987, conocido como “Informe Brundtland”
16
La prevención, responsabilidad y la búsqueda de tecnologías inocuas son caminos que
deben estar incluidos en una nueva y profunda reflexión sobre el sentido de la economía y
de sus fines. “Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo
la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde
hace tiempo” (32).
3.3.2. Responsabilidades
La salud ecológica del planeta tiene una deuda sobre todo en los países más desarrollados,
allí donde es notable la disminución de la mortalidad infantil, pero también de la tasa de
natalidad y los signos de crisis cultural y económica. Eso permite concluir que no es el
aumento poblacional la primera causa de la contaminación (44), sino su conciencia de
salud ecológica. “Los proyectos para un desarrollo humano integral no pueden ignorar a las
generaciones sucesivas, sino que han de caracterizarse por la solidaridad y la justicia
intergeneracional, teniendo en cuenta múltiples aspectos, como el ecológico, el jurídico, el económico,
el político y el cultural” (48). Esas sociedades avanzadas en lo tecnológico son las primeras en
trabajar por disminuir el propio gasto energético con la evolución de las actividades
manufactureras y la sensibilidad de sus ciudadanos (49). A su vez, cuando se unen estos
principios con los anteriores, se descubre el sentido solidario de todos los recursos
energéticos planetarios.
Es una responsabilidad global que atañe a toda la creación, sobre la cual también tienen
derechos de administración y aprovechamiento las nuevas generaciones para habitarla
dignamente y continuar su cultivo. En el pensamiento cristiano, que deriva de los
conceptos sobre la creación, esto es un “compromiso de decidir juntos después de haber ponderado
responsablemente la vía a seguir, con el objetivo de fortalecer esa alianza entre ser humano y medio
ambiente que ha de ser reflejo del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual
caminamos” (50).
El Informe Brundtland había definido el Desarrollo Sostenible como “aquel que satisface las
necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para
satisfacer las suyas propias”. Por eso, Benedicto insiste en que las autoridades competentes
hagan depender el uso de los recursos ambientales comunes de los propios costes
económicos y sociales, no de otros o de las futuras generaciones. “Su destino no puede dejarse
en manos del primero que llega o depender de la lógica del más fuerte” (49).
3.3.3. Ecología humana
Si los planteos del Pacto Global y de la “Caritas in Veritate” llegan a lo más profundo del
corazón humano, es porque se asiste al reconocimiento de que, detrás de todo planteo
ecológico medioambiental hay un planteo de “ecología humana” (Juan Pablo II). “En efecto,
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la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia
humana: cuando se respeta la «ecología humana» en la sociedad, también la ecología ambiental se
beneficia. Así como las virtudes humanas están interrelacionadas, de modo que el debilitamiento de
una pone en peligro también a las otras, así también el sistema ecológico se apoya en un proyecto que
abarca tanto la sana convivencia social como la buena relación con la naturaleza” (51).
La coherente prédica de las instituciones a las generaciones nuevas acerca del respeto a la
naturaleza, debe incluir la educación y las leyes por las que se respeten a sí mismas.
Cuando se daña la solidaridad y la ciudadanía, se daña simultáneamente el ámbito natural,
y viceversa, al perjudicar el medioambiente se lo hace también con las relaciones sociales.
Allí se nota la integración dinámica entre ambas, que no pueden separarse como variables
independientes (51).
Es en lo social y lo ambiental, y en su vínculo, donde resalta la responsabilidad humana. Ni
la desconfianza en un mundo que se acaba, ni la confianza ideológica en el progreso técnico,
llevan la naturaleza a un óptimo desarrollo. El hombre que acoge humildemente como
creatura el llamado para construir en libertad un mundo para todos, que no destruye la
sostenibilidad de las generaciones futuras, es verdaderamente fuerte para hacerlo y para
despojarse de cualquier mesianismo tecnológico o económico- financiero (14.17.68).
Si se sabe creatura, el ser humano reconoce en la naturaleza no un “montón de desechos
esparcidos al azar” (Heráclito de Éfeso) sino una intervención divina que se ofrece como don
para guardar y cultivar, para administrar responsablemente, colmando sus necesidades y
continuando el equilibrio propio de la creación. “Si se desvanece esta visión, se acaba por
considerar la naturaleza como un tabú intocable o, al contrario, por abusar de ella” (48), porque la
naturaleza no es más importante que la persona humana.
3.4. Transparencia y corrupción
Apoyado en la Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, surge el décimo
principio del Pacto Global, como una lógica de los anteriores y una formulación posterior.
10. Actuar contra todas las formas de corrupción, incluyendo la extorsión y el soborno.
Actuar contra todas las formas de corrupción no es sólo evitarla, sino desarrollar políticas
concretas contra sus posibilidades, contra las acciones de sobornar o extorsionar,
favoreciendo una unión global hacia una economía transparente. Implica también una
decisión de fidelidad a la verdad, como garantía de libertad y posibilidad de desarrollo
humano integral, que supere las dificultades actuales propias de los caminos paralelos de
interdependencia de hombres y pueblos frente a su correspondiente interacción ética (9).
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3.4.1. Contexto del problema
Las graves consecuencias de una mentalidad tecnicista, que hace coincidir la verdad con lo
factible, con la eficiencia y la utilidad, se muestran en la negación de verdaderos e
integrales desarrollos. “El verdadero desarrollo no consiste principalmente en hacer. La clave del
desarrollo está en una inteligencia capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente
humano del quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona considerada en la
globalidad de su ser” (70).
El Papa renueva el aporte con dos pilares éticos: el hombre, creado a imagen de Dios que
tiene una dignidad inviolable, y el valor trascendente de las normas morales naturales.
“Una ética económica que prescinda de estos dos pilares correría el peligro de perder inevitablemente
su propio significado y prestarse así a ser instrumentalizada; más concretamente, correría el riesgo de
amoldarse a los sistemas económico-financieros existentes, en vez de corregir sus disfunciones” (45).
La persona humana y los valores le dan un nuevo sentido a los beneficios de la empresa,
que ordena los modos de adquirir y utilizar las ganancias, manteniendo su identidad de
“medio”. Cuando la ganancia es fin corre el riesgo de destruir la riqueza y crear más
pobreza (21), sobre todo en contextos de corrupción e ilegalidad de personas e
instituciones ricas y pobres. Por eso, la caridad en la verdad realza el sentido ético de toda
acción y estructura, exigiendo su purificación y reforma, animando la unidad y la
distinción entre moral y ciencia económica (31).
La historia demuestra que las formas de corrupción son tanto fruto de la inescrupulosidad
e impunidad de los actores individuales y colectivos, como de las originales pretensiones
de la autonomía ética de la economía (34). “La doctrina social de la Iglesia sostiene que se
pueden vivir relaciones auténticamente humanas, de amistad y de sociabilidad, de solidaridad y de
reciprocidad, también dentro de la actividad económica y no solamente fuera o «después» de ella. El
sector económico no es ni éticamente neutro ni inhumano o antisocial por naturaleza. Es una
actividad del hombre y, precisamente porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada
éticamente” (36). Toda la cadena de producción, desde la obtención de todo tipo de
recursos, su producción y comercialización, el consumo y sus consecuencias tienen
implicaciones de justicia y moral (37). “La economía tiene necesidad de la ética para su correcto
funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (45).
3.4.2. Desafíos
Benedicto da un paso más en la necesidad de la reforma ética de la economía, en línea con
el X Principio del Pacto Global y apoyado en las dificultades de la globalización y la crisis
económico-financiera actual. Afirma que “en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad
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y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad
económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento actual, pero también de la
razón económica misma. Una exigencia de la caridad y de la verdad al mismo tiempo” (36). Con la
introducción de esos principios se puede evitar manosear el término “ética” y usarlo sólo
como una etiqueta externa.
La exigencia de una economía plena de ética le cabe tanto a la empresa como a los estados
y a toda organización. Cuando hay un esfuerzo común y sistémico por una transparencia
total, con una constante información sobre donantes, gestión, recursos y gastos, con un
compromiso real de actuar contra el soborno y la extorsión, se entiende que “recta intención,
transparencia y búsqueda de los buenos resultados son compatibles y nunca se deben separar. Si el
amor es inteligente, sabe encontrar también los modos de actuar según una conveniencia previsible y
justa” (65).
Conclusión
Benedicto XVI escribió la Encíclica “Caritas in Veritate”, a más de cuarenta años de la
publicación de la “Populorum Progressio” de Pablo VI. Es un auténtico homenaje y honra a
su antecesor, donde retoma sus enseñanzas sobre el desarrollo humano integral.
En esa línea recuerda que el hombre no puede gobernar por sí mismo el progreso, sino
sabiéndose llamado a dar una respuesta personal en un marco de bien común, haciéndose
capaz de “forjar un pensamiento nuevo y sacar nuevas energías al servicio de un humanismo íntegro y
verdadero” (78). La imposibilidad ética de un autogobierno independiente no es una
pretensión de enfrentamiento a la sana y necesaria autonomía de las búsquedas teóricas y
prácticas, sino un llamado de atención a los caminos que se desentienden del bien común y
de un desarrollo trascendente del hombre en cuanto creatura.
El camino teórico y práctico de la Responsabilidad Social Empresaria y de los Principios
del Pacto Global de las Naciones Unidas son un fiel reflejo de esta realidad. Evidentemente
es un proceso que, sin bien no está en sus comienzos, le falta mucho por recorrer. En el
horizonte están los pensamientos renovados, las reformas estructurales, los compromisos
empresariales, los pactos de los estados, la vida cotidiana de cada hombre y cada mujer en
todo el planeta en clave de responsabilidad por sí, por su hermano, por la tierra.
“El amor de Dios nos invita a salir de lo que es limitado y no definitivo, nos da valor para trabajar y
seguir en busca del bien de todos, aun cuando no se realice inmediatamente, aun cuando lo que
consigamos nosotros, las autoridades políticas y los agentes económicos, sea siempre menos de lo que
anhelamos. Dios nos da la fuerza para luchar y sufrir por amor al bien común, porque Él es nuestro
Todo, nuestra esperanza más grande” (78).
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Bibliografía
1. Benedicto XVI, “Caritas in Veritate” (2009)
2. Benedicto XVI, Audiencia general (08/07/2009)
3. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial por la Paz (años 2007 y 2010)
4. PNUD-CEPAL-OIT, “Guía del Pacto Global” (2004)
5. Crespo,R, “La responsabilidad social empresaria (RSE) a la luz de Caritas in veritate”, en
Revista Cultura Económica, Año XXVII • Nº 75 / 76, Agosto - Diciembre 2009:
121-127
6. Bruni, L. – Zamagni, S. (comp), “Persona y comunión”. Ciudad Nueva, Buenos Aires
(2003).
7. Varios, “Comunión, ¿un nuevo paradigma?” Congreso Internacional de Teología,
Filosofía y Ciencias Sociales, San Benito, Buenos Aires (2006)
Índice
Introducción
1. “Caritas in Veritate” y la economía global
1.1. Las actuales circunstancias
1.2. La verdad y la caridad
1.3. El Bien Común
1.4. Nuevos horizontes para el desarrollo
2. “Caritas in Veritate” y la Responsabilidad Social Empresaria
2.1. Senderos transitados
2.2. Realismo de la RSE
2.3. Necesidad de una RSE
2.4. Algunas consecuencias
3. “Caritas in Veritate” y el Pacto Global
3.1. Derechos humanos
3.1.1. El hombre: autor, centro y fin
3.1.2. Compromiso por los derechos humanos
3.2. Derechos laborales, discriminación y trabajo infantil
3.2.1. El trabajo decente
3.2.2. Desafíos
3.3. Medio ambiente
3.3.1. Perspectiva ética
3.3.2. Responsabilidades
3.3.3. Ecología humana
3.4. Transparencia y corrupción
21
3.4.1. Contexto del problema
3.4.2. Desafíos
Conclusión
Bibliografía