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DE MUJER: PRENDAS INTERIORES: Camisas : Se define esta prenda como una vestidura interior de lienzo, algodón u otra tela, casi siempre con cuello y mangas. Hasta el siglo VI de nuestra era no aparece esta vestidura. Dicha prenda, a través de los siglos, tuvo distintos usos. Durante la Edad Media se tenían en tal aprecio las camisas que se ofrecían como regalo. En el siglo XII, las camisas de hombre eran cortas, mientras que las de mujer llegaban hasta los pies. A esta prenda se la adornaba y enriquecía con pliegues, jaretas, bordados y presillas de plata y oro en el cuello y bocamangas. Del siglo XIII y XIV, se lucían con muchos bordados en las mangas y en la parte superior (pechera). En antiguos inventarios se habla de camisas adornadas de oro, perlas y piedras preciosas. Es fácil comprender que camisas de tal riqueza no habían de llevarse sin más. Por lo que se estableció la moda de llevar ropa acuchillada con el fin de poder lucir los primores de la prenda. En un principio, de la camisa de mujer sólo se veían las mangas, de ahí que, en muchas regiones españolas, luzcan preciosas mangas bordadas las camisas que complementan el traje típico. Ya, en el siglo XVII, se llegaron a hacer de cendal fino y adornadas con encaje y, avanzado el siglo, las camisas, sobre todo, las usadas por los hombres, se llevaron como en la actualidad: viéndose el cuello o tirilla, la pechera y los puños. Camisas de corchados: Así denominada por ser éste el nombre del bordado con que se adorna. Se confeccionaba en lienzo casero es decir, tejido e hilado el lino en el propio hogar: solía ser larga y con escote cuadrado. El bordado iba realizado sobre un fruncido muy

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DE MUJER:

PRENDAS INTERIORES:

Camisas :

Se define esta prenda como una vestidura interior de lienzo, algodón u otra tela, casi siempre con cuello y mangas.

Hasta el siglo VI de nuestra era no aparece esta vestidura. Dicha prenda, a través de los siglos, tuvo distintos usos. Durante la Edad Media se tenían en tal aprecio las camisas que se ofrecían como regalo. En el siglo XII, las camisas de hombre eran cortas, mientras que las de mujer llegaban hasta los pies. A esta prenda se la adornaba y enriquecía con pliegues, jaretas, bordados y presillas de plata y oro en el cuello y bocamangas. Del siglo XIII y XIV, se lucían con muchos bordados en las mangas y en la parte superior (pechera). En antiguos inventarios se habla de camisas adornadas de oro, perlas y piedras preciosas. Es fácil comprender que camisas de tal riqueza no habían de llevarse sin más. Por lo que se estableció la moda de llevar ropa acuchillada con el fin de poder lucir los primores de la prenda.

En un principio, de la camisa de mujer sólo se veían las mangas, de ahí que, en muchas regiones españolas, luzcan preciosas mangas bordadas las camisas que complementan el traje típico. Ya, en el siglo XVII, se llegaron a hacer de cendal fino y adornadas con encaje y, avanzado el siglo, las camisas, sobre todo, las usadas por los hombres, se llevaron como en la actualidad: viéndose el cuello o tirilla, la pechera y los puños.

Camisas de corchados:

Así denominada por ser éste el nombre del bordado con que se adorna.

Se confeccionaba en lienzo casero es decir, tejido e hilado el lino en el propio hogar: solía ser larga y con escote cuadrado. El bordado iba realizado sobre un fruncido muy apretado y menudo, previamente hecho en la tela, lo que contribuía a dar más cuerpo a la prenda. Tan compacta era la labor de la bordadura que, a veces, no se podía apreciar el dibujo. La hebra empleada para ejecutar esta labor era lana en su color natural si el vellón era negro o amarronado; si la lana era blanca, entonces la teñían con hollín para oscurecerla.

Las mangas de la camisa, rectas y amplias hasta la muñeca, llevaban unas piezas llamadas cuadrillos, con el fin de darles tiro; los puños ceñidos y bordados haciendo juego con la tira que remata el escote de la camisa. En ocasiones, la unión de la manga con la parte del hombro, se fruncía y se hacía una pequeña labor de corchado.

En la actualidad se están confeccionando de muy similar manera, pero ya la hebra de lana es sustituida por hebra de hilo (de bordar, mouline, etc.).

La largura de la prenda también es menor.

Sigue siendo lo menos usado del traje típico femenino por la dificultad que conlleva la labor del bordado.

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Otro modelo de camisa es la bordada con hebra negra y, a veces combinando plata. Los puntos que se emplean en esta labor son cordoncillos o cadeneta con relleno de "garsas" los dibujos más frecuentes nos recuerdan las labores de rejería y esgrafiados, tan abundantes en nuestros bordados populares.

Calcetas o Medias:

Las calzas o calcetas (diminutivo de calzas), datan desde el periodo galo-romano. A finales del siglo XI, los burgueses y la gente del pueblo gastaban calzas de lana burda que cubrían solamente la pantorrilla, pero los más pudientes, llevaban debajo otras finas y largas.

Desde mediados del siglo XIV hasta finales del XV, se generalizó el uso de las calzas ajustadas desde el pie hasta la cintura para los hombres y más cortas, sujetas con ligas, para la mujer. Hasta entrado el siglo XVI, no recibieron el nombre de medias. Entre las más usadas, hechas por lo general a punto de lana o seda, (siglos XV y XVI), bordadas o guarnecidas de pasamanería, de perlas o piedras finas, pueden citarse las llamadas "calzas a la española", muy ahuecadas y rellenas de crin.

Con el traje típico de Segovia las medias que se lucen son de hilo o algodón, blancas, rojas, azules o moradas, según la edad o estado civil: las solteras las llevaban blancas; rojas las casadas y azules y moradas las viudas o mayores. La confección se realiza con ganchillo o agujas de media, con preciosos y variados calados.

Ligas:

Cinta o tira de seda, hilo u otra materia con que se sujetaban las medias. Solían llevar lemas bordados.

Pantalón:

Esta prenda se confeccionaba con tela más fina que la camisa y se solía guarnecer con puntillas y entredoses. No fue pieza popular. A lo largo de los años fue acortándose hasta convertirse en las bragas femeninas. Constaba de dos patas o perneras sujetas mediante una cinturilla que se ajustaba con cintas a la cintura.

Refajo:

Prenda confeccionada con algodón o lana blanca o de color, utilizada en lugar de la enagua o de los manteos bajeros. En ocasiones dado el trabajo ejecutado en su confección fueron auténticas obras de arte.

Muchos de estos refajos fueron deshechos en tiempo de penuria para utilizar el hilo o la lana y así confeccionar prendas más necesarias o remendar las cotidianas.

Enaguas:

Prenda interior no muy usada puesto que era sustituida por manteos bajeros. No obstante, existen ejemplares que son obras de arte por la gran profusión de labor que

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lucen en su mitad inferior: bordados, encajes, lorzas, entredoses, festones... El vuelo de la prenda se recoge en la cinturilla mendiante frunces o pequeñas tablillas.

Pañoleta:

El uso de esta prenda ha desaparecido. Era un triángulo de batista o retor, bordado calado o adornado con cintas en forma de lazadas. Se colocaba debajo del pañuelo de talle para evitar el roce y el sudor del jubón.

Sobre el mantón se solía poner un pañuelo cuyo color y dibujo eran muy variados y, cuya misión era la de evitar que el moño manchase el mantón.

PRENDAS EXTERIORES:

Justillo:

De paño, azul, rojo o negro a modo de jubón sin mangas muy escotado con el fin de dejar ver el corchado de la camisa y con haldetas ribeteadas de paño o piel formando picos. El cierre de esta prenda se hacía, y se sigue haciendo, mediante cordones de color pasados por ojetes realizados en los delanteros del justillo.

El justillo o juboncillo lucía abundante bordado en su delantero y haldetas. La bordadura se realizaba a base de cordoncillo, cadeneta y pespuntes.

Jubón o Corpiño:

Es la equivalencia al cuerpo del vestido. Se confeccionaba en ricas telas: terciopelo liso o labrado; raso brochado o adamascado, etc.; ajustado y ceñido al talle; bastante escotado con el fin de lucir la camisa bordada. A partir de la cintura lleva haldetas rematadas con picado de paño rojo u otro adorno. Las mangas con carteras adornadas de pasamanerías.

Para facilitar el juego de brazo, ya que éstas solían verse muy ajustadas, llevaban un corte en la sangría, corte que iba ribeteado con cintas de color y cerrado mediante lazos de colorido contrastado al del jubón. También solían adornarse las carteras o puños con botones de plata.

Otro tipo de jubón es el cerrado, con tirilla y sin haldetas. Este modelo casi nunca va abierto delante, sino que el cierre lo efectúa al lado izquierdo. El adorno de la prenda se realizaba en la pechera y en las mangas.

No obstante a lo dicho, se ha de aclarar que, esta prenda no estaba sujeta a una única línea en su confección pues tanto las telas como las hechuras variaban mucho, influyendo en esto la condición de la mujer a quien iba destinada.

Cuando el puño del jubón era muy largo y estrecho el cierre con botonadura, nunca se efectuaba lateralmente, sino que se hacía siguiendo la línea de la sangría con el fin de darle amplitud.

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Durante el siglo XIX, adquirió gran importancia la hechura de las mangas de los jubones o corpiños, de ahí, la gran variedad en modelos: mangas ceñidas con una segunda manga hueca; otras ceñidas desde la muñeca al codo y luego con gran vuelo; mangas muy amplias y puños ceñidos y muy elaborados de pasamanerías u otros adornos... También en este siglo imperó el uso del encaje.

Hay muchos jubones realizados con la parte superior de los trajes de novia de la época.

Forros:

Los forros eran de telas recias, casi siempre de lienzos o tejidos elásticos. Para ajustarlos a la cintura se colocaban en las cortes de esta prenda barbas de ballena o piezas metálicas.

Manteo o Refajo:

Es la pieza equivalente a la falda del vestido. Se confeccionaba con bayeta o paño fino. Según la época del año, variaba el número de sayas o refajos que se ponía la mujer; la superior o encimera, es la que recibía el nombre de manteo propiamente dicho y, que en tiempo invernal se lo subían, ocasionalmente, hasta la cabeza para guarecerse del frío.

La gama de colores que lucía esta prenda era extensa: rojo, amarillo, azul, carmesí, verde, marrón, morado, etc...El color estaba un tanto sujeto a la aparición de nuevos tintes.

El adorno de esta prenda consistía en tiranas o atributos de terciopelo y entredoses de azabaches. En los más antiguos se contemplan, como adornos, galones de oro o plata y también preciosos encajes de estos mismos metales: oro y plata.

Otros adornos del refajo eran los picados y los estampados. El picado solía lucirse en los manteos amarillos, cortados a capa y abiertos por detrás, con el fin de lucir la esquina de ese laborioso picado, aunque también hemos encontrado alguno rojo normal con picados y estampados.

Referente a los manteos o refajos estampados, tanto de paño amarillo como rojo, debió ser muy cómodo y asequible al adquirirlos, pues estudiando esta prenda en nuestra geografía, se encuentran en multitud de ajuares como atavío interior de la vestimenta. Así el mismo o casi idéntico dibujo se observa en Salamanca, Ávila, Segovia, Valencia, etc...

El vuelo del manteo solía tener de tres a cuatro metros: el fruncido debía quedar con muchos chorros o canalones repartidos en la parte posterior de la prenda. El delantero lleva dos aberturas en sentido vertical formando la trampa, permitiendo de esta manera introducir la mano hasta la faltriquera. La cintura iba ribeteada con cinta o trencilla (estas cintas o pasamanería se tejían en varios colores, formando caprichosas cenefas), dejando cuatro cabos para el refajo. El borde del mateo se remataba con trencilla o felpilla que, a su vez, remataba también el ruedo que lleva en su interior y que sirve de refuerzo al manteo; este ruedo solía ser de color contrastante con el manteo.

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Como hemos podido comprobar en algún escrito y fotografía las mujeres llevaban varios manteos puestos y el superior se le ponían sobre la cabeza y en algunos sitios nos han comentado que se llamaba "vasquiña".

Haciendo hincapié en el colorido de los manteos, merece la pena hacer un apunte sobre las costumbres de algunos pueblos. En la guía turística dedicada a la Villa de Turégano, editada por la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, entre otros puntos, habla de la "vida y costumbres tradicionales" y, a este respecto, publica un ritual sobre la ceremonia de una boda:

Las mujeres para estas ocasiones lucían el traje folklórico local de color blanco, pero dependiendo de la ocasión, el color del traje adquiere un significado y uso distinto, así podemos observar que el traje de color rojo, confeccionado de paño, se utilizaba para fiestas, el morado y azul para ir a misa y actos relacionados con la religión, el marrón y el pardo para labores de segado. Como complemento de la cabeza el uso de la mantilla, de color pardo o negro, hace que toda la indumentaria adquiera una mayor elegancia utilizándose en el traje morado y el azul para ir a misa.

Faltriquera o Faldriquera:

Bolsa rectangular que se llevaba debajo del manteo haciendo coincidir su abertura con la del lado derecho del manteo. Este pequeño accesorio se hacía insustituible al carecer las ropas de mujer de bolsillos.

Aun no siendo prenda que se lucía exteriormente, no por ello dejaba de constituir en ocasiones una auténtica obra de arte. Algunas lucían trabajos de superposición, otras bordadas a punto de cruz sobre terciopelo; otra modalidad es la confeccionada a punto de calceta o media.

Las que así se realizaban, se forraban con piel.

Delantal:

Es una prenda que presenta muchos y muy diversos adornos. En ocasiones va haciendo juego con el jubón y la mantilla. No se atiene a modelo alguno, aunque ha de ajustarse a unas determinadas medidas. De forma rectangular, carece de bolsillos, su largo es algo menor que el del manteo y el vuelo se ajusta a la cintura mediante plieguecillos.

 

Lazos o Buscanovios

Antaño se solía llevar una cinta ancha a modo de cinturón, de la que pendían, a lo largo de la espalda, dos caídas o lazadas bordadas o adamascadas y ribeteadas con encajes que recibían el nombre de "Busca novios". También se conoce con el nombre de Colonias y Galas.

Nota.- Sobre estas cintas o lazos de cintura, aunque no sea frecuente que formen parte integral del traje de Segovia, es bueno reseñar esta prenda por ser lucida en una comarca de Segovia. Rememorando las costumbres de las señoras de la Corte de los Austrias,

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ciñen las mujeres de Turégano e su atavío típico, a imitación de las lujosas "cintas de caderas", un cinturón de terciopelo o paño, bordado con decorativos motivos realizados con sedas, cordoncillos de colores, lentejuelas, pasamanerías, etc...a juego con la montera.

 

Zapatos

De terciopelo negro, liso, labrado o bordado; menos frecuentes eran los de pana o seda de color bordada; con hebillas de plata, cuadrilongas, algunas de ellas cinceladas; con tacón bajo y plano.

En ocasiones solían lucir zapatos de fino cordobán bordado y en contraposición a los antes descritos, abotinados y con tacón de carrete.

Lucir unos pies bellos y hermosos cubiertos con finos cueros o paños bordados era casi punto de honor de las mujeres.

 

Mantones

El mantón fue sin duda alguna, en su origen, el mantón oriental. Tuvieron su cuna en China y llegaron a España a través de la antigua colonia de Filipinas. China aportó una iconografía rica en símbolos orientales, mientras que a su paso por Filipinas, los mantones se cubrieron con motivos florales y de raras aves con plumajes de colores llamativos y, lo españoles mezclaron otros motivos al gusto occidental.

La denominación de Manila proviene de la que fue colonia española y porque fue su punto de comercialización. Era habitual que llegaran a España las telas bordadas y aquí se las ponían flecos.

La calidad del mantón depende mucho de su bordado, de las delicadezas de éste, de los matices conseguidos con los colores y, sobre todo, del tamaño de los flecos: cuanto más largos y abundantes sean éstos más valor tiene la pieza.

Se conocen varios tipos de mantón: el "alfombrado", típico abrigo de la mujer, sobre todo en el ambiente rural; el de crespón negro; el de malla de seda negra, hecha a mano, bordada en colores (fue prenda muy codiciada por lo restringida que era su confección); el de seda o crespón ya negro, ya de diversos colores: blanco, crema, rojo, verde, azul, morado... y con profusión de colores en su bordadura. Por último el mantón o pañuelo de talle de fina lana merina característico de Segovia.

Mantón de Talle

Era frecuente el uso del pañuelo o mantón de talle, realizado en lana merina y bordado en colores en uno de los picos.

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En Segovia la colocación de esta prenda es peculiar: se dobla en pico y las puntas de delante se anudan en la espalda sin haber sido cruzadas, sino solamente sujetas en la cintura mediante un alfiler.

Sobre el mantón de talle se solía poner una pañuelo de variados colores y dibujos y, cuya misión era la de evitar que el roce del moño manchase el mantón.

Tu pañuelo y el mío son de una pieza, tú lo llevas al cuello, yo en la cabeza.

A la cabeza se colocaba pasando las puntas por detrás y atado arriba, la soltera dejaba visto la lazada a modo de alas de mariposa y la casada no.

TOCADOS Y PEINADOS

Montera

De terciopelo negro liso, adornada con sedas, lentejuelas, picados, etc.; a cada lado lleva seis botones o dedales revestidos de oro o de plata, a los que se denominan "los doce apóstoles"; en ocasiones, ribeteando los triángulos, se utilizan pequeñas puntas de encaje.

Consiste en dos triángulos, más o menos esbeltos y, entre ellos, a modo de casquete o copa, una tela de seda adamascada que hace de fuelle para dar la necesaria amplitud y poder encajar la cabeza.

La parte más alta se remata con un pompón de hilos o lanas de colores.

En la actualidad se ha perdido una costumbre que, antaño, como un rito, llevaban a cabo estas mujeres revestidas de autoridad: al entrar en la iglesia se despojaban de las monteras en señal de respeto y veneración y, en su lugar, se colocaban una hermosa mantilla de dimensiones mayores que la llamada de casco. Dicha prenda, mientras se celebraba la ceremonia religiosa, les cubría la cabeza, pero después de salir del templo, si la climatología era fría, se la colocaban por los hombros para mitigar la baja temperatura, ya que, la mencionada mantilla era el único abrigo que el traje las permitía llevar.

Toca o Manteleta

Es la prenda propia y peculiar de Alcaldesa. Se lleva debajo de la montera cayendo sobre los hombros y espalda. Las más bellas son de encaje; otras se confeccionaban con bordados sobre el tul de la prenda, empleándose para ello sedas, felpillas, lentejuelas, etc.

La manteleta es lucida únicamente por las mujeres casadas.

La Mantilla

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Tiene esta prenda su origen en los albores de nuestra Historia, en plena Edad de Hierro. Los primeros vestigios aparecieron en el dibujo de un vaso celtíbero, hacia el siglo II, antes de Cristo, cuyo hallazgo tuvo lugar en la meseta norte de España.

Según las regiones, gustos y usos, la mantilla, prenda eminentemente española, se vio modificada y, así se contemplan mantillas de tul, de blonda, de terciopelo, de raso, con franjas de pasamanería y azabaches, de encaje negro o blanco, de madroños... y, también, según las regiones, recibe diferentes nombres: "mantillo", "cobijo", "mantellina", etc. Esta prenda era símbolo de honestidad y de recato y se usaba, principalmente, para acudir a la oración. No es de extrañar por tanto que la mujer española durante la Edad Media siguiera cubriéndose la cabeza y aún el rostro, pues tuvieron sobre sí la influencia musulmana.

Durante nuestro Siglo de Oro y años después se tienen testimonios escritos del uso de la mantilla.

Aunque en el reinado de Carlos IV las mujeres de clase elevada siguieron la moda Imperio, importada de Francia, las mujeres del pueblo llano seguían luciendo la tradicional mantilla de "casco" o de "tira".

 

Mantilla de Casco

En nuestra provincia esta prenda se confeccionaba, generalmente con raso de seda o algodón y terciopelo.

Su parte central iba ornada con bordadura en torzal de seda negro y a veces con azabaches. La unión de la parte central y el terciopelo solía disimularse con encaje de hebra de plata u oro.

Como nota peculiar se ha de destacar la borlita o fleco que solía llevar la mantilla, llamada "recato" o "crestillo", y que sirve para marcar el centro de la prenda. El forro de la mantilla estaba realizado en sarga u otra tela no deslizante y en colores alegres: rojo, rosa, azul, etc. La hechura no se ajustó a una única forma.

 

Peinados

Es el complemento indispensable del traje. Si se lleva montera, el peinado se reduce a una trenza a una trenza tejida con seis u ocho mechones de cabello y adornado en su extremo con una vistosa cinta.

Otra variante del peinado es el realizado en forma de rodetes o "Cocas", sujetas con horquillas de bolas afiligranadas y completado por el moño llamado de "aldabón" o "picaporte" que, a su vez, iba adornado con "caídas", prenda ésta conocida con el gracioso nombre de "sígueme-pollo".

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También era frecuente llevar el pelo formando un moño alto, sujeto con cintas de seda llamadas "colonias".

Las caídas según el color y adornos que llevaran, determinaban a la mujer que las lucía: soltera, comprometida o casada.

El peinado habitual de la mujer casada era el moño bajo formado por pequeñas trenzas y sujeto con horquillas grandes, en forma de arco, cruzadas.

JOYAS Y OTROS COMPLEMENTOS

Orfebrería Segoviana

Joyas

Completan el atavío típico las alhajas y adornos siguientes:

Pendientes : los más corrientes son los de dos carreras de aljófares engarzados en oro. De mayor antigüedad son los de gancho, de los que cuelgan tres filas de aljófares rematados por un aljófar de mayor tamaño o bola de oro. Otro modelo más rico es el de botón de oro y diamantes, del que penden varios aljófares de menor a mayor tamaño.

Collares : de corales y plata con profusión de relicarios y antiguos medallones, así como también medallas con la efigie de la Virgen en las advocaciones conocidas en Segovia y provincia. Como dato curioso añadiré que al coral rojo se le atribuían virtudes curativas y poderes ocultos, por lo que lo llevaban a modo de amuleto. Alguien dijo que, además de servir de adorno, daba salud a los vivos y paz a los muertos.

Rosarios : de azabache, granates y esmaltes. Con trabajadas cruces y engarces. Lo más característico de los adornos, es el llamado Cristo Tripero que, pendiente del cuello, cae sobre un lazo rojo situado en la cintura.

Horquillas : de plata afiligranada en forma de bola. Otras tenían forma de arco y su material era de plata, madera y carey.

Botones : de plata con filigrana. En los puños de las camisas, los botones solían ser de hueso.

 Hebillas: adorno de los zapatos; de plata lisa o cinceladas de forma oblonga

DE HOMBRE

PRENDAS INTERIORES

Pelele

Prenda de punto de algodón o lana de una sola pieza (camiseta y calzoncillo), abierto todo el delantero con botones y ojales; en la parte posterior llevaba una trampilla que sujetaba dos botones o también iba abierto desde la cintura a unirse con el delantero.

Pasado el tiempo esta prenda se desdobló en dos: camiseta y calzoncillo, largo y corto.

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Camisa

Era de lienzo casero, recta con bastante vuelo. La espalda recogía ese vuelo con frunces en el escote donde ha de colocarse la tirilla o el pequeño cuello. El delantero, en lugar de frunces, recoge el vuelo en pequeños pliegues. Lo que más destaca en esta prenda es el bordado de la pechera, tirilla y puños.

El cuello o tirilla de estas camisas casi nunca iba vuelto, sino que se mantenía derecho gracias al compacto bordado de que era objeto. Los puños lucían el mismo adorno.

Estos bordados se realizaban en torzal blanco y se componía de cenefas geométricas en zigzag; formando pequeños cuadros o rombos...También lucían muchas de ellas labor de deshilado a modo de randas.

Cuando de la camisa de boda se trataba, regalo tradicional de la futura desposada, ésta se bordaba con hilo de seda, en blanco y se la enriquecía con calados. Era frecuente ver en el lado izquierdo de la pechera, sobre el corazón bordado en hilo rojo a punto de cruz, dos figurillas representando al novio y la novia y, alrededor de la pechera una inscripción alusiva a la persona a quien iba destinada.

 

Calcetas

De lana burda para el trabajo; azules o blancas en días de fiesta.

 

Peales

Especie de pie de media de tejido fuerte que se colocaba sobre la media de lana. Encima de los peales, se calzaban las albarcas.

PRENDAS EXTERIORES

Calzón o Calzona

De paño oscuro con sobrepuestos de terciopelo o paño de un color que contraste: corto, no pasa de la parte inferior de la rodilla; carece de pretina y en su lugar se cerraba con la "trampa", sujeta mediante un cordón de lana en varios colores que, rodeando la cintura pasaba por ojales equidistantes de dicha trampa. Hemos encontrado alguno con tres botones. Las perneras abiertas en su tercio inferior con el fin de lucir el blanco calzoncillo, adornado con gran primor. A lo largo de la pata del calzón lucen cantidad de botones de plata, abrochados los más cercanos a las caderas. El borde de la prenda rematado con terciopelo o paño por donde se introduce el cordón que le hará ajustar a la pierna; las puntas de dicho cordón se rematan en borlas o algún adorno de plata: bellota, punzón, etc.

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Faja

De lana: roja, azul, morada, etc... En ocasiones bordada con pájaros o motivos de flores.

 

Cinto o Esquero

Su función inmediata no es la de sujetar, pues ese cometido lo tenía la faja sobre la que lucía el esquero. Es una pieza de cuero, bordada en sedas lasas (sin torcer), en vivos colores y con lemas alusivos al poseedor o con dedicatorias de la mujer que la regala.

Chaleco

De tela rica: terciopelo liso o labrado; con solapas en pico o cuello y solapas redondeadas; como adorno botonadura de plata; a veces luce hasta tres hileras de botones. Es más bien cortito; la espalda se confecciona en general con telas arrasadas o tela de hilo casera; la hechura no es variable.

El labriego segoviano acostumbra a llevar, en sustitución del chaleco, una prenda llamada "coleto", que consistía en una vestidura de piel de ante, con mangas o sin ellas, que cubría el busto ciñéndolo hasta la cintura con un ancho cinturón, en ocasiones se alargaba esta prenda hasta las caderas. Fue muy usado como abrigo por los soldados de infantería de los siglos XVI y XVII.

Chaquetilla

De paño oscuro con adornos de terciopelo negro en el centro de la espalda, bolsillos y bocamanga; botonadura de plata en los puños, y toda la prenda ribeteada con grueso torzal, cordón de plata o pasamanerías formando cenefas.

La chaqueta nunca se llevaba cerrada para, así, poder lucir el rico chaleco, la faja y el esquero.

La chaquetilla no era prenda indispensable en el atuendo habitual del hombre pues la lucía en contadas ocasiones. De aquí podemos deducir el por qué de la riqueza de las telas empleadas en el chaleco y el ornato de camisas.

Esta peculiaridad se observa en la gran mayoría de los trajes regionales masculinos, esencialmente en la zona norte de la Península.

Calzado

Albarcas e las faenas cotidianas. En un principio se las confeccionaban de cuero curtido caseramente, posteriormente eran de goma. Zapatos de cuero en color natural y polainas de piel o de paño.

Las confeccionadas con piel lucían dibujos incisados bordados en color, ferreteadas o policromadas.

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Capa con Esclavina

Se confecciona con paño, estameña o bayeta de color oscuro o negro; de amplios vuelos (6 metros de paño); cubre hasta los pies y se complementa con una esclavina y broches junto a la tirilla de la prenda; bordes o vistas de terciopelo o paño escocés, el terciopelo suele ser en dos colores: rosa y verde; rojo y verde; azul y melado, etc... La capa de diario es más basta y sin vistas de terciopelo.

La capa se usó en todo tipo de ceremonias: bodas, bautizos, entierros, sesiones de Concejo, etc. Aún en pleno verano la vestían en los actos solemnes y significa autoridad.

La Capa Española

El antecedente más remoto de la capa española se tiene en el sagún celtíbero. Se trata de una prenda tosca de lana que caía suelta, sin ceñidor, desde el hombro derecho hasta cerca de los pies, abierta al menos sobre el costado izquierdo y sujeta con fíbula sobre el hombro derecho.

La primera representación absolutamente igual a nuestra actual castiza capa, se tiene en un relieve de arte ibérico en una piedra angular aparecida en Osuna (Sevilla), que data del siglo I a. de C.

En el siglo XVII la capa fue ya de uso muy corriente entre los españoles, bien sea sencilla o provista de cuello y aún de capucha. Siguió usándose también el ferreruelo, llevado muchas veces como mero adorno. La capa se confeccionaba de velludo o de paño en colores oscuros: negro, marrón, azul ultramar, etc.

En el siglo XVIII, con la llegada de la dinastía borbónica, se deja sentir en España la influencia francesa, mal recibida por los españoles en cuanto que se modificaron costumbres y hábitos, pero a pesar de ello la capa siguió siendo la prenda más usada por nuestros hombres de todas las regiones y clases sociales.

TOCADOS

Montera

Sombrero

De paño o terciopelo negro; la copa en forma de cono truncado; ala ancha con ribete de terciopelo, luce dos borlas, una en el ala y otra en la parte alta de la copa y, ambas, colocadas en la parte izquierda del sombrero. Lleva barbiquejo o barbuquejo para su sujeción debajo de la barbilla.

Pañuelo

Complemento del sombrero es el pañuelo que llevan a la cabeza para evitar el sudor y, con él, el deterioro del sombrero. Los más abundantes son los de cuadrados, bien con

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dibujo o juego de damas; el color predominante es el rojo en distintas tonalidades, y el negro.

La manera de colocárselo es anudándosele a un lado o detrás de la cabeza.

 

Complementos

Era habitual llevar una bolsa confeccionada a punto de media o a ganchillo, en lana de colores, para guardar las monedas.

Otro complemento, diríamos indispensable, eran las alforjas, tejidas en telar y con caprichosos dibujos que recuerdan las cenefas utilizadas por las mujeres para bordar prendas del ajuar del hogar.

ATAVÍO DE FAENA

En la tierra segoviana, la oveja y el pastor, al igual que el labrador y el terruño, constituyen un conjunto clave en nuestra cultura milenaria. Estas figuras aparecen llenas de sentido, de filosofía humana y noble sabiduría, siendo un elemento básico en la sociedad durante siglos. De ahí que, transcurrido el tiempo, sigamos rememorando los atuendos propios usados en las faenas cotidianas en el ámbito rural.

El atavío de faena del hombre estaba constituido por: camisa de lienzo curado (andando el tiempo fueron sustituidas por otras listadas o de cuadros); calzón o pantalón de paño burdo o pana, abierto en su parte inferior, sobre el cual se ponía, según el oficio, zahones de piel estezada (piel curtida en seco); zamarras para abrigarse la espalda y el pecho, que en el buen tiempo, eran sustituidas por el coleto o por un chaleco de paño o bayeta en color negro o pardo, con la espalda de retor adornada con aplicaciones recortadas del mismo tejido del delantero. A estas aplicaciones se las denominaba "sacramentos".

Como abrigo para los pies calzaban peales de bayeta blanca, sobre los que colocaban los escarpines de lana que iban rodeando la pierna hasta la rodilla, sujetándolos con las correas de las albarcas. Usaban montera de cuero o paño para abrigarse orejas y frente y también para evitar mojarse la cabeza. Las prendas de abrigo para combatir el frío invierno eran la capa larga con esclavina o la anguarina (especie de capote); otra prenda imprescindible era el tapabocas de lana. En verano se sustituían estas prendas de abrigo por una manta sobre la que se dormía, teniendo el suelo como colchón.

Un complemento insustituible en aquellos tiempos fueron las alforjas, pieza que consistía en dos grandes bolsos donde, según el momento, servían para llevar las semillas en el tiempo de la siembra o sementera, el almuerzo que se degustaba en un descanso de la faena cotidiana o las portadoras de cuantas mandas o compras debía efectuar en día de mercado. Las mujeres vestían falda o saya sobre otros refajos. Dicha falda era de estameña, casi siempre de color oscuro y en dos colores; también solía ser rayada; delantal amplio, liso o con alguna estampación, y en ocasiones con bordados sencillos; camisa de lino lisa o con bordadura en lana negra o parda en puños y pechera, abierta por delante y cerrada mediante cordones. Cubría su busto con picos, dengues en

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forma de justillo atado a la espalda o pelerinas de lana o pelo de cabra, negras, rematadas con cuero o paño picado formando ondas. En los días crudos del invierno, se cubrían con un mantón cuadrado, doblado en su mitad, de lana negra y rematado con flecos. Sobre la cabeza llevaban pañuelos cruzados en la nuca y anudados en la frente; el calzado lo constituían las albarcas de cuero que se ponían sobre las medias o calcetas de lana en el color natural del vellón, salvo en las festividades, en las que lucían zapatos de paño negro adornados con algún bordado o abalorio. Las toquillas solían sustituirse por otras más vistosas de lana de astracán y seda rematadas con flecos.

Se podrían deducir numerosas conclusiones de las características del vestido que nos tipifica, pero quizás una de las más importantes es que la indumentaria propia de cada región está estrechamente vinculada a las condiciones geográficas, económicas, culturales y climatológicas de los pueblos. Hemos de tener en cuenta que en épocas pasadas el vestido estaba más relacionado con su uso práctico, que con su uso estético o como prenda de lujo.

DE NIÑO

Analizando la evolución del traje en su conjunto parece evidente que la infancia como tal no ha gozado de trajes propios. El recién nacido durante los primeros meses iba como vendado, con los bracitos pegados al cuerpo, casi totalmente inmovilizado, con la cabeza bien protegida del frío por gorros o "marmotas" adornados con profusión de bordaduras y volantes, en el caso de los gorritos, con cintas de seda en colores formando lazadas, en el caso de las "marmotas". El pañal y mantilla con que les cubrían el cuerpo y piernas semejaba la envoltura de un paquete o cigarrillo que, a su vez, sujetaba una faja. En el ámbito rural la mantilla que envolvía el pañal era de bayeta, en color amarillo o rojo, con adornos o picados o estampaciones en tinta; en lugar de la faja o fajero de piqué, ganchillo u otro tejido, ataban ese envoltorio con cintas semejantes a las que lucía la marmota.

El niño, en sus primeros años, era vestido casi de la misma manera que sus padres, pues la mayor parte de los casos, las prendas que vestían estaban confeccionadas con las desechadas de sus progenitores.

Fue a partir del primer cuarto del siglo XX, cuando se inició un cambio muy significativo en la ropa de los bebés. Se impone el uso del punto de aguja (jersey), y se confecciona, con esta nueva moda, ropa más holgada y, por lo tanto, más cómoda para el bebé, Entre los tejidos hubo uno, el piqué, que tuvo enorme aceptación para la vestimenta de los pequeños. Con esta clase de tejido se confeccionaron faldones, capitas, chaquetitas, abrigos, gorritos... e incluso las colchas de cunas y cochecitos y que, en su adorno, lucían tiras bordadas.

A través de la pintura podemos contemplar retratos de infantes como de chiquillos en la calle, que tanto unos como otros y según su condición social, reflejaban el modo de vestir de sus padres o mayores.

BORDADOS

PRIMOROSIDAD EN LA CONFECCIÓN DE ADORNOS

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Las distintas modalidades de los trajes van parejas con el género de la vida de tiempos pasados, por ello son tan prolijos los adornos; la minuciosidad en bordados y cosidos, tanto en las prendas interiores como exteriores. Así se explican esas costuras de puntos apenas perceptibles; esa gran profusión de pliegues tan delgados e iguales sujetos entre sí; esos bordados realizados sobre el tejido fruncido; esas puntas de encaje con que guarnecían algunas prendas... Es verdaderamente envidiable esa destreza manual adquirida a fuerza de horas derrochando paciencia, pero con la ilusión de ver realizados sus sueños como mujer, como novia o como esposa.

BORDADO POPULAR:

Se denominan con este nombre los bordados que tienen unas determinadas características de la región o provincia en donde se realizan. El bordado popular se mantuvo fiel a sus tradiciones durante los siglos XV al XVIII. Puede afirmarse que en el siglo XVIII, era de práctica constante y extendida a todos los lugares de la Península la producción de estos bordados y su aplicación al traje y ropa del hogar. En aquella época el traje popular era algo vivo y de uso habitual, claro es que con matices y variantes por clases sociales. España entonces, al menos en sus clases populares, conservaba integra su personalidad, tanto en ideas, como en costumbres e indumentaria.

El bordado popular empieza a destacar a partir del siglo XVI, en el cual se manifestó casi con los mismos caracteres que ha conservado hasta nuestros días. Esta práctica se mantuvo hasta el siglo XIX, que fue el comienzo del fin de lo típico, de lo regional. La influencia francesa, el maquinismo y la industrialización, fueron los promotores para debilitar primero y hacer desaparecer después, esa rica tradición.

Expuesto estos rasgos generales del bordado popular, anotaremos los motivos, colores, hebras empleadas..., para la bordadura de las diferentes prendas que componen el atavío típico.

 

PRENDAS DEL ATAVÍO SEGOVIANO, MASCULINO Y FEMENINO, QUE SE ADORNAN CON BORDADO

Camisas

Hombre

Hebra: torzal, perlé, mouliné, etc.

Color: siempre blanco.

Técnica: bordado plano a hilos contados.

Motivos: geométricos (rombos, estrellas, zigzag, etc.); grupos de jaretas; vainicas o calados.

Partes decoradas: pechera, tirilla o cuello y puños.

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Mujer

Enagua

Su adorno más usual son las jaretas, vainicas, calados, puntos de adorno: espina, cadeneta, cordoncillo, etc. El remate suele hacerse con tira bordada, ganchillo, etc., aunque sería aconsejable que se hiciese con encaje

 

Jubón o corpiño

De paño: con adornos en las costuras de los costadillos, haldetas, mangas y delanteros.

Hilos: torzal, algodón de mouliné, perlé, etc.

Colores: variados y en contraste con el color del paño de la prenda.

Técnica: cordoncillo, cadeneta, festón, bastilla, etc. Faltriquera

Técnica: punto de cruz.

Motivos: florales y simbólicos.

Colores: variados, en contraste con el paño de la prenda.

Hebra: lana, perlé, mouliné, etc.

 

Faja del atuendo masculino

Adornada con motivos de flores y pájaros realizados en sedas de colores.

 

Mantilla de casco

Se borda el centro, es decir, la tela de seda o raso que forma el casco de la misma.

Motivos: florales.

Técnica: bordado plano y puntos de adorno.

Color: primordialmente negro.

Hebras: torzal o perlé de seda.

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Montera

El terciopelo o paño de la misma suele bordarse con sedas e hilo de oro o plata.

Técnica: bordado plano y puntos de adorno.

 

Calzado

Hombre

Polainas de cordobán bordadas en seda de colores.

Mujer

Zapatos de cordobán con bordado inglés. También los zapatos de terciopelo o pana se adornaban con bordadura.

 

Capa

Bordados en esclavna y abertura central de la espalda.

Hebra: torzal de seda.

Colores: negro.

Técnica: realce.

Motivos: florales de pequeño tamaño.

 

ENCAJES

El nombre de encaje se empezó a utilizar cuando este trabajo se "encajaba" entre las telas, es decir, cuando esta técnica se hacía separadamente de la tela base. Este término, "encaje", aparece en inventarios y otros documentos, desde finales del siglo XVI. A mediados de dicho siglo, se aprecia y se cotiza el encaje español de seda negra, que se exportaba a la corte de Inglaterra, y que se conocía por su fama, con el sobrenombre de "Puntos de España". Con este mismo nombre era conocido el encaje confeccionado a la aguja y realizado con hilos de oro, plata y sedas polícromas.

PRENDAS QUE EN SU ADORNO LUCEN ENCAJE

Enagua

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Entredoses y remates.

Manteo

Entredoses y puntillas en oro, plata y seda o algodón negro.

Jubón o corpiño sin escotar

Encaje en la pechera y puños, así como en la tirilla del cuello.

Delantal

Ribeteado con puntas de encaje.

Mantilla

Encaje entre el raso o seda y el terciopelo.

Montera

Adorno con encaje de oro o plata silueteando la forma de la prenda.

Toca o mantela

Por regla general es una prenda bastante descuidada, pues se luce lo menos idóneo. Lo correcto sería, si no se puede lucir toda ella confeccionada en encaje, al menos, el tul o gasa finísima que debe servir de base, fuese ribeteada con puntas de encaje, no puntillas.

PASAMANERÍA

Precursora del encaje fue la pasamanería que, en honor a la verdad, se fabricó en nuestra península con gran primor.

La industria de la pasamanería la constituían los pasamaneros que eran los que confeccionaban los pasamanos. Pasamanos se denominan a todo género de galón o trencilla de oro, plata, seda, algodón o lana, que se fabrica y sirve para guarnecer y adornar vestidos, cortinas, tapicerías, etc.

Los materiales textiles más usados para su confección son: el algodón, el lino, la lana, la seda y filamentos metálicos: oro, plata, cobre, plomo, alambre, etc. Estas obras de pasamanería se pueden contemplar en muchos de los ornamentos destinados al culto, en los trajes regionales, en remates de alforjas, flecos, borlas, etc.

PRENDAS DEL ATAVÍO TÍPICO QUE SE ADORNAN CON PASAMANERÍA

Manteo

La prenda que sin duda luce más la pasamanería es el refajo o manteo. Los adornos consisten en galones de oro o plata y azabaches formando bellos entredoses, medallones, etc.

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Jubón o corpiño

Luce adornos de pasamanería en puños, haldetas, escote y delanteros.

Delantal

Se suele adornar con galones, azabaches y encaje.

Montera

Luce pasamanería de oro y plata.

Calzón o calzona

Suele llevar como adorno cordón de pasamanería.

Chaquetilla

Luce adornos de pasamanería de azabache, cordón de seda o plata en mangas, espalda, bolsillos y ribete de toda la prenda.

Capa

Se adorna con pasamanería la esclavina, las puntas de los delanteros, y la abertura de la costura de la espalda.