Arpas Eternas 2: Yhasua de Nazareth, Esenios, Apostoles y Amigos - Josefa Rosalia Luque Alvarez

  • Upload
    vgasso

  • View
    207

  • Download
    28

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Arpas Eternas 2: Yhasua de Nazareth, Esenios, Apostoles y Amigos - Josefa Rosalia Luque Alvarez

Citation preview

  • Josefa Rosala Luque lvarez Hilarin de Monte Nebo

    ARPAS ETERNASTOMO II

    Yhasua de Nazareth

    ALBORADA CRISTIANAC/ Jardn, 11 - San Fernando de Henares

    28830 MADRID - [email protected]

  • Obras de Fraternidad Cristiana UniversalJosefa Rosala Luque lvarez

    Orgenes de la Civilizacin AdmicaVida de Abel

    MoissEl vidente del Sina

    Arpas Eternas - Cumbres y LlanurasVida de Yhasua de Nazareth - Apstoles y Amigos

    Llave de Oro - Siete PortalesLos Maestros

    Para TiEl Huerto EscondidoParfrasis de la Imitacin de CristoAzucenas de mi HuertoLirios de la TardeCinerarias

    E-mail:[email protected]

    Webs: http://www.fraternidadcristianauniversal.comhttp://www.fraternidadcristianauniversal.nethttp://www.elcristoes.net/fcu

  • Derecho de Autor Hugo Jorge Ontivero CampoTodos los derechos reservados

    Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacin escrita del titular del Copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos la reprografa y el tratamiento infor-mtico, as como la distribucin de ejemplares mediante alquiler o prstamo pblico.

    Ediciones en espaolEditor Fraternidad Cristiana Universal,Florida, Provincia de Buenos AiresAo 1949 1955 1965Editorial Kier S.A. Buenos AiresAo 1968 1972 1976 1978 19801986 1989 1992 1997 2000Editorial Solar Bogot, ColombiaAo 2004

    Editorial Alborada Cristiana Madrid, Espaa Ao 2003 2005

    Ediciones en portugusEditora Pensamento-Cultrix Ltda. Sao Paulo, Brasil

    Edicin cotejada con los originales de la Obra por:Hugo Jorge Ontivero CampoDiseo de Portada: Lidia Orellano - Eduardo Ariel RodrguezComposicin Ya es la hora: Sabino del Pino GalnPreprensa: Enc. Mrmol, S.A.

    Obra completa I.S.B.N. 84-933384-0-0Tomo 2 I.S.B.N. 84-933384-2-7

    Depsito Legal: B-1597-2006Impreso y encuadernado: I. Grficas Mrmol, S. L.Queda hecho el depsito que marca la LeyImpreso en EspaaPrinted in Spain

  • Las Escrituras del Patriarca Aldis...............................................Nazareth.......................................................................................El Papiro 79................................................................................El Diario.......................................................................................En Samaria..................................................................................Yhasua a los veinte aos.............................................................Las Escrituras del Rey Salomn.................................................En la ciudad de Alejandra..........................................................En el Valle de las Pirmides........................................................El llanto de un esclavo.................................................................De vuelta a Palestina...................................................................Yhasua en Jerusaln....................................................................Camino de la cumbre..................................................................En el Santuario de Moab............................................................Yhasua y la Santa Alianza...........................................................A Galilea.......................................................................................Hacia Tolemaida..........................................................................En Antioqua................................................................................Jud y Nebai................................................................................Los esponsales.............................................................................Hacia el ufrates.........................................................................Gisiva y Carandama....................................................................El Scheiff Ildern..........................................................................La muerte de Baltasar.................................................................En el huerto de las Palmas..........................................................Yhasua y Yhosueln.....................................................................En la ciudad de los Reyes............................................................La muerte de Yhosep...................................................................Al desierto de Judea....................................................................En la Sinagoga de Zorobabel......................................................La historia de Moiss..................................................................Un papiro de Salomn................................................................Las epstolas de Egipto................................................................En la gruta de Jeremas...............................................................En el Palacio de Ithamar.............................................................En la Fortaleza del Rey Jebuz.....................................................En el Monte Hor.........................................................................La tragedia de Abu-Arish...........................................................En la tierra nativa........................................................................

    579 607 620 646 670 696 739 752 769 800 816 836 859 882 891 905 926 948 962 974 977 98110001011

    1015 1022 1030 1040 1043 1050 1060 10621071107710831090111311411148

    TOMO II ndice

  • 579

    LAS ESCRITURAS DEL PATRIARCA ALDIS

    Dos das despus Yhasua se dejaba envolver por la suave ternura del hogar paterno, que se sinti rebosante de dicha al cobijarle de nuevo bajo su vieja techumbre.

    El lector adivinar los largos relatos que como una hermosa filigrana de plata se desteja alrededor de aquel hogar, pleno de paz y honradez, de sencilla fe y de inagotable piedad.

    Yhasua era para todos, el hijo que estudiaba la Divina Sabidura para ser capaz de hacer el bien a sus semejantes. Se figuraban que l deba saberlo todo y las preguntas le acosaban sin cesar.

    Slo Myriam, su dulce madre, le miraba en silencio sentada junto a l, y pareca querer descubrir con sus insistentes miradas si la vida se lo haba devuelto tal como le vio salir de su lado. Su admirable intuicin de madre, encontr en la hermosa fisonoma de su hijo, algo as como la leve huella de un dolor secreto y profundo, pero nada dijo por el momento, esperando sin duda estar a solas con l para decrselo.

    El joven Maestro que haba en verdad alcanzado a desarrollar bas-tante sus facultades superiores y sus poderes internos, tambin percibi cambios en sus familiares ms ntimos.

    Yhosep, su padre, apareca ms decado y su corazn funcionaba irregularmente. Cualquier pequeo incidente le produca visible agita-cin.

    Yhosueln haba adelgazado mucho, y tena una marcada apariencia de enfermo del pecho.

    Ana estaba resplandeciente con su ideal belleza de efigie de cera.Su to Jaime que tan intensamente le amaba, haba venido desde

    Canan para encontrarse a su llegada.Sus hermanos mayores ya casados, acudieron con algunos de sus

    hijos, nios an, para que Yhasua les dijera algo sobre su porvenir. La eterna ansiedad de los padres por saber anticipadamente si sus retoos tendrn vida prspera y feliz!

    T que eres un profeta en ciernes, debes saber estas cosas le decan medio en broma y medio en serio.

    Yhasua, acariciando a sus sobrinos, deca jovialmente tratando de complacer a todos, sin decir necedades.

    Tened por seguro que todos ellos sern lo que el Padre Celestial quiere que sean, y l slo quiere la paz, la dicha y el bien de todos sus hijos.

  • 580

    Y cuando pasada la cena, fueron retirndose todos a sus respectivas moradas, quedaron por fin solos junto a la mesa, Myriam, el to Jaime y Yhosueln, para los cuales Yhasua tuvo siempre confidencias ms n-timas. Y el alma grande y buena del futuro redentor de humanidades, fue abriendo sus alas lentamente como una blanca garza que presintiera cerca las caricias del sol, y los suaves efluvios de brisas perfumadas de jazmines y madreselvas.

    Yhasua... djole tmidamente su madre, en estos diecinueve meses que dur tu ausencia, has crecido bastante de estatura y creo que tambin tu corazn se ha ensanchado mucho!... Me parece que has padecido fuertes sacudidas internas, aunque no acierto con la causa de ellas.

    Bien sabes que nosotros tres, hemos comprendido siempre tus ms ntimos sentimientos.

    Si necesita tu alma descansar en otras almas muy tuyas, ya lo sabes Yhasua. Somos tuyos siempre!

    Ya lo s, madre ma, ya lo s y esperaba con ansia este momento. En mis varias epstolas familiares nada puedo deciros de mis intimida-des, pues saba que ellas seran ledas por todos mis hermanos y sabis que ellos muy poco me comprenden, a excepcin de Yhosueln, Jaime y Ana.

    Uno de los terapeutas peregrinos aadi el to Jaime, nos trajo la noticia de grandes curaciones que habas hecho, y que todo el cami-no desde el Tabor a Ribla fue sembrado de obras extraordinarias que el Seor ha obrado por intermedio tuyo. Paralticos curados, dementes vueltos a la razn, y creo que hasta una mujer muerta vuelta a la vida.

    Pero el terapeuta tambin os habr dicho dijo Yhasua, que nada de todo eso se poda repetir a persona alguna fuera de vosotros.

    No pases cuidado, hermano dijo Yhosueln, que de nosotros nada de esto ha salido a la luz. Nos han mandado callar y hemos callado.

    Bien. Veo que en vosotros puedo confiar. No debe importaros que muchos familiares me juzguen duramente, pensando que pierdo el tiempo.

    No, eso no lo piensan por el momento, Yhasua intervino Myriam, porque todos esperan en que t sers el que des brillo y esplendor a la familia, como muchos de los Profetas del pasado. Y hasta suponen algunos, que acaso t contribuyas a que salga de la oscuridad la Frater-nidad Esenia, para libertar a la nacin hebrea de la opresin en que se encuentra.

    Y otros esperan aadi Jaime, que seas t mismo el Salvador de Israel, y me consta que le han hecho grandes averiguaciones a tu padre.

  • 581

    Y l, qu ha contestado? Sencillamente que t estudias para ser un buen terapeuta en bien

    de tus semejantes, y les ha quitado toda ilusin de grandezas extraor-dinarias.

    En efecto contest Yhasua, lo que el Seor har de m, no lo s an. Yo me dejo guiar de los que por hoy son mis maestros y me indi-can cual es mi camino. Confieso que por m mismo slo una cosa he descubierto y es que por mucho que hagan todos los espritus de buena voluntad por la dicha de los hombres, an faltan algunos milenios de aos para que ese sueo pueda acercarse a la realidad. Tal suceder cuando el Bien haya eliminado el Mal, y hoy el mal sobre la tierra es un gigante ms grande y ms fuerte que Goliat.

    Pero una piedrecilla de David le tir a tierra dijo Yhosueln, como para alentar a Yhasua en su glorioso camino.

    S, es verdad! Y Dios har surgir de entre rebaos de ovejas o de las arenas del desierto, el David de la hora presente aadi Jaime.

    As lo dicen los papiros con sus leyendas de los siglos pasados con-test Yhasua. La humanidad terrestre fue desde sus comienzos esclava de su propia ignorancia y del feroz egosmo de unos pocos. Y en todas las pocas desde las ms remotas edades, Dios encendi lmparas vivas en medio de las tinieblas. Como los Profetas de Israel, los hubo en todos los continentes, en todos los climas y bajo todos los cielos.

    Y el alma se entristece profundamente cuando ve el desfile heroico de mrtires de la Verdad y del Bien, que dieron hasta sus vidas por la dicha de los hombres, y an ahora el dolor hace presa de ellos.

    Grandes Fraternidades, como ahora la Esenia, hubo en lejanas eda-des; los Flamas Lemures, los Profetas Blancos Atlantes, los Dakthylos del tica, los Samoyedos del Bltico, los Kobdas del Nilo, los Ermitaos de las Torres del Silencio de Bombay, los Mendicantes de Benars; y todos ellos que suman millares, hicieron la dicha de los hombres a costa de tremendos martirios que costaron muchas vidas.

    Pero esa dicha fue siempre efmera y fugaz, porque la semilla del mal germina en esta tierra tan fcil y rpidamente, cuanto con lentitud y esfuerzo germina la buena simiente.

    Qu falta, pues, para que ocurra lo contrario? interrog Jaime. Falta... falta, to Jaime, ms sangre de mrtires para abonar la tierra

    y ms lluvia de amor para fecundar la semilla... contest Yhasua con la voz solemne de un convencido.

    Creedme, que entrar en el templo de la Divina Sabidura es abra-zarse con el dolor, con la angustia suprema de querer y no poder llegar a la satisfaccin del ntimo anhelo de encontrar la dicha y la paz para los hombres.

  • 582

    Los emisarios de Dios de todas las pocas han marcado el camino, mas la humanidad, en su gran mayora, no quiso seguirlo y no lo quiere an hoy. Por eso vemos un mundo de esclavos sometidos a unos pocos ambiciosos audaces, que pasando sobre cadveres han escalado las cimas del poder y del oro, y desde all dictan leyes opuestas a la Ley Divina, pero favorables a sus intereses y conveniencias.

    No es slo Israel que soporta el humillante dominio de dspotas extranjeros. Toda la humanidad es esclava, an cuando sea de la misma raza el que gobierna los pases que forman la actual sociedad humana.

    Durante ms de un milenio, los Kobdas del Nilo en la prehistoria, hicieron sentir brisas de libertad y de paz en tres continentes; pero la humanidad se enfurece un da de verse dichosa, aniquila a quienes tu-vieron el valor de sacrificarse por su felicidad, y se hunde de nuevo en sus abismos de llanto, de crimen y de horror!

    Adivinabas, madre, que he padecido en mi ausencia. Es verdad y seguir padeciendo por la inconsciencia humana, que ata las manos a los que quieren romper para siempre sus cadenas.

    Piensa, hijo mo, que tu juventud te lleva a tomar las cosas con un ardor y vehemencia excesivos.

    Acaso eres t culpable de la dureza de la humanidad para escuchar a los enviados divinos?

    Madre: si tuvieras unos hijos que sin querer escucharte se preci-pitaran en abismos sin salida, no padeceras t por la dureza de su corazn?

    Seguramente, pero eran mis hijos, parte de mi propia vida. Mas t padeces por la ceguera de seres que en su mayora no conoces ni has visto nunca.

    Madre!... Qu has dicho?Y la Ley?... No me manda la ley amar al prjimo como a m mismo,

    y no somos todos hermanos, hijos del Padre Celestial?S, hijo mo, pero piensa un momento en que el Padre Celestial per-

    mite esos padecimientos y deja en sufrimiento a sus hijos, no obstante de que los ama, acaso ms de lo que t amas a todos tus semejantes. Est bien sembrar el bien, pero padecer tanto por lo irremediable..., pobre hijo mo!, es padecer intilmente con perjuicio de tu salud, de tu vida y de la paz y dicha de los tuyos, a los cuales has venido ligado por voluntad divina. No hablo bien, acaso?

    Eres como Nebai, la dulce flor de montaa, que amndome casi tanto como t, slo piensa en verme feliz y dichoso. Santos y puros amores, que me obligan a plegar mis alas y volver al nido suave y tran-quilo, donde no llegan las tormentas de los caminos que corren hacia el ideal supremo de liberacin humana!

  • 583

    Est bien, madre!... Est bien; el amor vence al amor, mientras llega la hora de un amor ms fuerte que el dolor y la muerte!

    Qu quieres decir con esas palabras? pregunt inquieta la dulce madre.

    Que tu amor y el amor de Nebai me suavizan de tal modo la vida, que no quisiera pasar de esta edad para continuar viviendo de ese dulce ensueo que ambas tejis como un dosel de seda y flores para m.

    El to Jaime y Yhosueln haban comprendido bien, todo el alcance de las palabras de Yhasua, pero callaron para no causar inquietudes en el alma pura y sencilla de Myriam. Unos momentos despus, ella se retir a su alcoba, dichosa de tener de nuevo a su hijo bajo su techo, mientras l con Jaime y su hermano que tenan habitacin conjunta, continuaban hablando sobre el estado precario y azaroso en que el pueblo se debata sin rumbo fijo y dividido en agrupaciones ideolgicas, que la lucha conti-nua iba llevando lentamente a un caos, cuyo final nadie podra prever.

    La noticia del regreso de Yhasua a la risuea y apacible Galilea, lleg pronto a sus amigos de Jerusaln, y apenas habran transcurrido veinticinco das, cuando llegaron a Nazareth cuatro de ellos: Jos de Arimathea, Nicodemus, Nicols de Damasco y Gamaliel.

    Yhosep, el dichoso padre, que senta verdadera ternura por Jos de Arimathea, les recibi afablemente, sintiendo grandemente honrada su casa con tan ilustres visitantes.

    Ya s, ya s les deca, que vens curiosos de saber si vuestro dis-cpulo ha aprendido bastante. Yo slo s que me hace feliz su regreso, pero si en la sabidura ha hecho adelantos o no, eso lo sabris vosotros. Pasad a este cenculo, que enseguida le har venir.

    Y les dej para ir en busca de Yhasua que recorra el huerto, ayudando a su madre a recoger frutas y hortalizas.

    He aqu deca Gamaliel aludiendo a Yhosep, el prototipo del galileo honrado, justo, que goza de la satisfaccin de no desear nada ms de lo que tiene.

    En verdad aada Nicols, que la Eterna Ley no pudo elegir sitio ms apropiado para la formacin y desarrollo espiritual y fsico de su Escogido. Aqu todo es sano, puro, noble! Difcilmente se encontrara un corazn perverso en Galilea.

    En cambio, nuestro Jerusaln es como un nidal de vboras aadi Nicodemus, observador y analtico por naturaleza.

    Y habis pensado a qu se deber este fenmeno? interrog Jos de Arimathea.

    Tengo observado contest Nicodemus, que los sentimientos religiosos muy exaltados hacen de una ciudad cualquiera, un campo de luchas ideolgicas que degenera luego en odios profundos y producen

  • 584

    la divisin y el caos. Y creo que esto es lo que pasa en Jerusaln.Justamente afirm Gamaliel. La exaltacin del sentimiento reli-

    gioso, oscurece la razn y hace al espritu intolerante y duro, aferrado a su modo de ver y sin respeto alguno para el modo de ver de los dems.

    Adems dijo Nicols, los hierosolimitanos se creen la flor y nata de la nacin hebrea, y miran con cierta lstima a los galileos y con des-precio a los samaritanos, que ni siquiera se dan por ofendidos de tales sentimientos hacia ellos.

    Aqu llega nuestro Yhasua dijo Jos de Arimathea, adelantndo-se hacia l y abrazndole antes que los dems. Pero ests hecho un hombre! le deca, mirndole por todos lados.

    Queras que siguiera siendo aquel parvulito travieso que os haca rer con sus diabluras? preguntaba sonriendo Yhasua, mientras reciba las demostraciones de afecto de aquellos antiguos amigos, todos ellos de edad madura.

    Y as que terminaron los saludos de prctica, iniciaron la conversacin que deseaban.

    Quien mayor confianza tena en la casa, era Jos de Arimathea y as fue que l la comenz:

    Bien sabes, Yhasua dijo, que nuestro grado de conocimiento de las cosas divinas nos pone en la obligacin de ayudarte en todo y por todo a desenvolver tu vida actual con las mayores facilidades posibles en este atrasado plano fsico. Y cumpliendo ese sagrado deber, aqu estamos, Yhasua, esperando escucharte para formar nuestro juicio.

    Continuis, por lo que veo, pensando siempre que yo soy aquel que vosotros esperabais... dijo con cierta timidez Yhasua, y mirando con delicado afecto a sus cuatro interlocutores.

    Nuestra conviccin no ha cambiado absolutamente en nada dijo Nicodemus.

    Todos pensamos lo mismo aadi Nicols.Cuando la evidencia se aduea del alma humana, no es posible la

    vacilacin ni la duda, afirm por su parte Gamaliel.T no has llegado an a esta conviccin, Yhasua? le interrog

    Jos. No! dijo secamente el interrogado. An no he visto claro en mi

    Yo ntimo. Siento a veces en m, una fuerza sobrehumana que me ayuda a realizar obras que pasan el nivel comn de las capacidades humanas. Siento que un amor inconmensurable se desata en mi fuero interno como un vendaval que me inunda de una suavidad divina, y en tales momentos me creo capaz de darme todo en aras de la felicidad humana. Mas, todo esto pasa como un relmpago, y se desvanece en el razonamiento que hago, de que todo aquel que ame a su prjimo como a s mismo en

  • 585

    cumplimiento de la Ley, sentir sin duda lo mismo.Las Escrituras Sagradas nos dicen de hombres justos, que posedos

    del amor de Dios y del prjimo realizaron obras que causaron gran admi-racin en sus contemporneos. Esto lo sabis vosotros mejor que yo.

    Vuestros Maestros Esenios cmo es que no os han llevado a tal conviccin? pregunt Gamaliel.

    Porque esta conviccin, segn ellos, no debe venir a m del exterior, o sea del convencimiento de los dems, sino que debe levantarse desde lo ms profundo de mi Yo ntimo. Ellos esperan tranquilamente que ese momento llegue, ms pronto o ms tarde, pero llegar. Yo participo de la tranquilidad de ellos y no me preocupo mayormente de lo que ser, sino de lo que debo ser en esta hora de mi vida; un jovenzuelo que estudia la divina sabidura y trata de desarrollar sus poderes internos lo ms posible, a fin de ser til y benfico para sus hermanos que sufren.

    Magnfico, Yhasua! exclamaron todos a la vez. Has hablado como debas hablar t, nio escogido de Dios en esta

    hora, para el ms alto destino aadi conmovido Jos de Arimathea.Y qu impresiones has recibido en este viaje de estudio? inte-

    rrgale Nicodemus. Algunas buenas!... A propsito..., os he trado algo que creo os

    gustar mucho.Veamos, Yhasua. Dilo.He tomado para vosotros copias de fragmentos de prehistoria que

    creo que no conocis.De veras? Y dnde encontraste esos tesoros?Yhasua les refiri que un viejo sacerdote de Homero encontrado en

    Ribla, le haba obsequiado con un valioso Archivo; que segn los Ese-nios vena a llenar grandes vacos en las antiguas crnicas conservadas por ellos.

    Y esas copias de qu tratan? pregunt Nicols.Ponen en claro muchos relatos que las Escrituras Sagradas de Is-

    rael han tratado muy ligeramente, acaso por falta de datos, o porque en los continuos xodos de nuestro pueblo, tantas veces cautivo en pases extranjeros, se perdieron los originales.

    Por ejemplo, nuestros libros Sagrados dedican slo unos pocos versculos a Adn, a Eva, a Abel, y no mencionan ni de paso, a los pue-blos y a los personajes que guiaron a la humanidad en aquellos lejanos tiempos.

    Bien veis que salta a la vista lo mucho que falta para decir en nues-tros libros.

    Adn, Eva, Abel y Can, no estaban solos en las regiones del ufrates puesto que ruinas antiqusimas demuestran que todo aquello estaba

  • 586

    lleno de pueblos y ciudades muy importantes.Quin gobernaba esos pueblos? Qu fue de Adn? Qu fue de

    Eva? Qu fue de Can? Si la Escritura atribuida a Moiss llama a Abel el justo amado de Dios, sera por grandes obras de bien que hizo. Qu obras fueron esas, y quines fueron los favorecidos por ellas?

    Nuestros libros slo dicen que fue un pastor de ovejas, pero no po-demos pensar que por solo cuidar ovejas, Moiss le llamara el Justo amado de Dios.

    Mis copias del Archivo, sacadas para vosotros, explican todo lo que falta a nuestros libros Sagrados, que aparecen truncos, sin continuidad, ni ilacin lgica en muchos de sus relatos. Sera un agravio a Moiss, pensar que fuera tan deficiente y mal hilvanada la historia escrita por l sobre los orgenes de la Civilizacin Admica. Yo creo que vosotros estaris de acuerdo conmigo sobre este punto.

    Los cuatro interlocutores de Yhasua, se miraron con asombro de la perspicacia y buena lgica con que el joven maestro defenda sus argu-mentos.

    Bien razonas, Yhasua dijo Jos de Arimathea, y por mi parte, estoy de acuerdo contigo, tanto ms, cuanto que hace aos andaba yo a la busca de los datos necesarios para llenar los vacos inmensos de nuestros Libros Sagrados, que en muchas de sus partes no resisten a un anlisis por ligero que sea.

    Perfectamente aadi Gamaliel. Estoy encantado de vuestra forma de razonar, pero creo que estaris de acuerdo conmigo, que es ese un terreno en el cual se debe entrar con pies de plomo.

    No olvidis que nuestro grande y llorado Hillel, perdi la vida en el suplicio por haber removido esos escombros, y haber dejado al descu-bierto lo que haba debajo de ellos.

    Y en pos de Hillel, muchos otros que corrieron igual suerte dijo Nicols. Tambin yo buscaba al igual que Jos, pero silenciosamente a la espera de mejores tiempos.

    Creo observ Nicodemus, que estudios de esta naturaleza deben realizarse con gran cautela hasta conseguir poner completamente en claro cuanto se ignora.

    Y as que se haya conseguido, muy tercos sern si se niegan, Pon-tfices y Doctores, a aceptar la verdad.

    Poco es lo que he podido copiar, pero ello os dar una idea de lo enorme del Archivo encontrado en Ribla dijo Yhasua. Muchas mejo-res informaciones podris obtener, si algn da visitis el Archivo en el Santuario del Tabor a donde ha sido trado.

    Desde Ribla, ms all de Damasco? Desde Ribla, en pleno Lbano.

  • 587

    Oh, desciende del Lbano, esposa ma, y ven para ser coronada con jacintos y renuevos de palmas!... recit solemnemente Nicodemus parodiando un pasaje de los Cantares. Del Lbano tena que bajar la Sabidura, porque Ella busca las cumbres a donde no llegan los libertinos y los ignorantes. Empiezo a entusiasmarme, Yhasua, con ese Archivo, y desde luego propongo que vayamos cuanto antes a visitarlo.

    Como gustis.Cundo regresas t, al Tabor? interrog Jos.An no lo s, pues depender de especiales circunstancias de mi

    familia. Y como apenas he llegado...S, s, comprendo. Pongmonos de acuerdo, y cuando t decidas

    volver all, nos mandas un aviso, y alguno de nosotros ir contigo. Qu os parece?

    Muy bien, Jos; elijamos de entre nosotros los que deben ir.Yo estoy dispuesto y tengo el tiempo suficiente dijo Nicols de

    Damasco.Y yo igualmente aadi Nicodemus. Pero habr que llevar in-

    trprete, pues no s si las lenguas en que aparezcan los papiros sern de nuestro dominio.

    Por esa parte no hay dificultad observ Yhasua. En el Tabor hay actualmente diez Ancianos escogidos en todos los Santuarios para servirme de Instructores, y entre ellos hay traductores de todas las len-guas ms antiguas. Y actualmente ellos estn haciendo las traducciones necesarias.

    Bien, bien; quedamos en que irn al Archivo: Nicols y Nicode-mus.

    Convenido contestaron ambos.Ahora, Yhasua, trenos tus copias y explcanos, pequeo Maestro,

    como t lo comprendes le dijo Jos afablemente. Mientras, yo hablar con tus padres para ver si es posible hospedarnos aqu por tres o cuatro das que pensamos permanecer.

    Yo tengo unos parientes cercanos dijo Nicols, y pernoctar all.

    Y yo soy esperado por el Hazzan de la Sinagoga, que es hermano de mi mujer aadi Gamaliel.

    Entonces Nicodemus y yo seremos tus huspedes, Yhasua dijo Jos, saliendo del cenculo juntamente con l, para entrevistarse con Myriam y Yhosep.

    Jos de Arimathea y Nicodemus eran familiares, pues recordar el lector, que estn casados con dos hijas de La, la honorable viuda de Jerusaln que ya conocemos.

    Y poco despus de la comida del medioda, en el modesto cenculo de

  • 588

    Yhosep, el honrado artesano de Nazareth, se form como una minscula aula donde los cuatro ilustres viajeros venidos de Jerusaln, el to Jaime y Yhosueln, escuchaban a Yhasua que lea su copia de fragmentos del Archivo, y haca los ms hermosos y acertados comentarios.

    Tom copia dijo Yhasua, de la parte final de la actuacin de Adn y Eva, y de Abel su hijo, sacrificado por la maldad de los hombres. Fue lo que mayor inters me despert, porque no lo dicen nuestros Libros y yo lo ignoraba por completo. Adn y Eva no fueron los rsticos personajes que nos figuramos, sino figuras descollantes en esa civilizacin neoltica; y a su hijo Abel, lo llaman esas Escrituras, el Hombre-Luz.

    Quin sabe si no ha sido l, el Mesas Salvador del Mundo que nosotros esperamos an, por ignorar la historia de aquellos tiempos remotos!

    Cada poca tiene su luz dijo Gamaliel. En los campos siderales como en los campos terrestres, aparecen de tanto en tanto estrellas nue-vas y lmparas vivas que iluminan las tinieblas de la humanidad.

    S, es verdad afirm Nicodemus. Bien pudo ser Abel el Mesas de aquella poca, como puede ser Yhasua, el Mesas de la hora presente.

    Este guard silencio, se inclin sobre su copia como si slo esto le absorbiera el pensamiento, y luego de unos instantes dijo:

    Uno de los diez Instructores que tengo en el Tabor, permaneci catorce aos en la gran Biblioteca de Alejandra por orden de la Frater-nidad Esenia, y all, en unin de nuestro gran hermano de ideales: Filn; han extrado cuanto all encontraron para los fines que se buscan, que como todos lo sabis, es el poner en claro los orgenes del actual ciclo de evolucin humana, porque ni en las Escrituras Sagradas hebreas, ni en las persas, ni en las indostnicas, no se encuentra una verdadera historia que resista a un buen anlisis.

    Es verdad dijo Gamaliel. Todo aparece brumoso, cargado de simbolismo y de fantasas hermosas si se quiere, pero que no estn de acuerdo ni con la razn ni con la lgica.

    Y es necesario aadi Nicols, que al comenzar el ciclo venidero, la humanidad nueva que ha de venir, encuentre la verdadera historia de su pasado, a fin de que la oscuridad no la lleve a renegar de unos ideales que no le merecen fe, pues que estn edificados sobre castillos de ilusio-nes, propias slo para nios que no han llegado a usar la razn.

    Creo que llegaremos a un xito bastante halageo si, no completo observ Yhasua.

    Este relato, por ejemplo, es parte de los ochenta rollos de papiro que se conocen bajo el nombre de Escrituras del Patriarca Aldis; que un escultor alejandrino encontr excavando en los subsuelos de las viejas ruinas de granito y mrmol, sobre las cuales hizo levantar Ptolomeo I,

  • 589

    Alejandra, la gran ciudad egipcia que inmortaliz el nombre de Alejandro. El escultor buscaba bloques de mrmol para sus trabajos, y al romper un trozo de muralla derruida, se encontr con una lpida funeraria que indicaba cubrir las cenizas del Patriarca Aldis, muerto a la edad de ciento tres aos.

    Y en la urna funeraria se encontr un voluminoso rollo de papiros bajo doble cubierta de lino encerado y de piel de foca: eran estas Escri-turas del Patriarca Aldis que parecen ser el relato ms extenso conocido hasta hoy, sobre el asunto que nos ocupa a todos los que anhelamos conocer la verdad.

    Y ese Patriarca Aldis, qu actuacin tuvo en aquella lejana edad? interrog Nicodemus.

    Fue el padre de Adam, que estudiando el relato, se ve que este nombre corresponde al de Adn de los libros hebreos. El Patriarca Aldis era originario de un pas de Atlntida, que se llamaba Otlana, y que fue de los ltimos en hundirse cuando la gran catstrofe de aquel Continen-te. Refiere con muchos detalles, la salida de la gran flota martima del Rey de Otlana huyendo de la invasin de las aguas, hacia el Continente Europeo. Entre el numeroso acompaamiento de tropas, servidumbre y familiares, Aldis era Centurin de los lanceros del rey, casado con una doncella de la servidumbre particular de la princesa Sopha, hija nica del soberano, la cual amaba al Capitn de la escolta real. Como el rey se opuso a tales amores, all empez la lucha, pues al llegar al tica, la princesa deba casarse con el heredero de aquel antiguo reino, enlace de pura conveniencia para la alianza de fuerza que se quera realizar entre el soberano Atlante y el poderoso monarca del tica prehistrica.

    Fue entonces que resolvieron huir: Aldis con su mujer Milcha, y la Princesa Sopha con Johevn, Capitn de la Guardia del Rey; y en una pequea embarcacin de las numerosas que formaban la flota llegaron a una pequea isla del Mar Egeo. Las dos parejas prfugas se internaron luego hacia el oriente, de isla en isla, y luego por la costa norte del Mar Grande. De Milcha naci Adam, y de Sopha naci Evana.

    Aldis y Johevn fueron luego capturados por los piratas que comer-ciaban con esclavos, y llevados a una gran ciudad del Nilo, Neghad, donde una antigua institucin de beneficencia y de estudio pagaba muy buenos rescates. La embarcacin con las dos mujeres y los nios muy pequeitos, fue llevada por la corriente en una noche de viento hasta la costa de lo que hoy es Fenicia, donde encall.

    Y en una caverna de las montaas de la costa, hallaron refugio aque-llas cuatro dbiles criaturas humanas. La caverna haba sido habitacin, por muchos aos, de un solitario, muerto ya de vejez, y haba dejado all con sus siembras y cultivos, una pequea majada de renos domsticos

  • 590

    que ayudaron a vivir a los desterrados, pues una reno madre cri con su leche a los pequeos. Las madres acostumbradas a otro gnero de vida, se agotaron prontamente, sobre todo la princesa Sopha que muri la primera. Poco despus muri Milcha, y los dos nios de muy pocos aos quedaron solos con la majada de renos, viviendo de los peces que arrojaban las olas a la costa, y de las frutas y legumbres secas almace-nadas por el solitario. El gran ro ufrates llegaba entonces casi hasta la orilla del mar, pues fue siglos despus que desvi su curso un gran rey de Babilonia, para hacerlo pasar por en medio de la ciudad y construir as los jardines colgantes que fueron por mucho tiempo la ms grande maravilla del mundo. Y entre las praderas deliciosas del ufrates y la costa accidentada del mar, pasaron su primera vida Adam y Evana. All fue que encontraron a Kano en una barquilla abandonada, con su ma-dre muerta, lo cual ocurra con mucha frecuencia en esclavas que huan por los malos tratamientos, o esposas secundarias que no soportaban el despotismo de la primera esposa.

    La joven pareja que slo tena trece aos adopt al huerfanito, al cual se uni tiempo despus Abel nacido de Evana, lo cual parece haber dado motivo a que se creyera que ambos fueran hijos de Adam y Evana.

    Yo os lo cuento a grandes rasgos, pero Las Escrituras del Patriarca Aldis, que ms tarde encontr a los nios, ya padres de Abel, relatan con minuciosos detalles todos los acontecimientos y de tal forma, que la verdad razonable y de una lgica irresistible, fluye de aquel relato como el agua clara de un manantial.

    El Patriarca Aldis observ Nicodemus, fue, pues, un testigo ocular de los acontecimientos, lo cual da motivo bien fundamentado para que podamos decir que estamos en posesin de la verdadera historia.

    Y un testigo ocular desde los veinticuatro aos de su edad hasta los ciento tres que dur su vida fsica. Slo hay un parntesis dijo el joven Maestro. Y es desde que Aldis y Johevn fueron capturados por los piratas, hasta que nuestro Patriarca Aldis encontr de nuevo a los nios, ya de catorce aos, en la misma caverna entre el ufrates y el mar donde los dejaron sus madres. Pero este parntesis se salva lgicamente con lo que los mismos nios ya adolescentes debieron referir al Patriarca, en cuanto a los detalles de su vida desde que ellos lo recordaban.

    A ms, el mismo Patriarca Aldis hace referencia en el primer papiro, a un tierno y conmovedor relato escrito por la princesa Sopha en su propia lengua atlante, el cual refiere detalladamente la vida que ambas mujeres hicieron en la caverna desde que sus esposos fueron cautivos.

    La princesa lo escribi para que los nios supieran su origen, y lo confi a Milcha, madre de Adam, que la sobrevivi varios aos.

    La evidencia es notoria dijo Jos de Arimathea, y sobre todo,

  • 591

    una lgica tan natural, tan sin artificio que no deja la menor sombra de duda respecto a los acontecimientos.

    Y an hay ms afirm Yhasua, y es la concordancia de ciertos hechos del relato en cuanto a fechas, con lo que se sabe por otras anti-guas escrituras de otros autores y otros pases. Por ejemplo: las inva-siones de los mares sobre los Continentes, en forma que toda Europa y Asia Central quedaron bajo las aguas, coincide con la fecha en que el Patriarca Aldis relata que abandon su pas el rey Atlante Nohepastro, y su gran buque-palacio con toda su flota anduvo varios meses sobre las aguas, hasta que stas bajaron y sus barcos encallaron en las cimas de las montaas de Manh, la Armenia de ahora, que salieron a flor de agua por su elevacin.

    Oh!, mi querido Yhasua, todo esto es maravilloso y podemos decir con toda satisfaccin que la Fraternidad Esenia, nuestra madre, es duea de la verdad en cuanto a los orgenes de esta civilizacin que hasta hoy, triste es decirlo, estaba basada sobre una fbula infantil: Dios formando con sus manos un mueco de barro al cual sopla y le da vida; le arranca luego una costilla y sale la mujer, compaera de su existencia deca Nicols de Damasco, como si se le quitara un enorme peso de encima.

    Y an hay ms observ Nicodemus, y es que de ninguna forma la lgica poda arreglar lo que sigui despus. En los principios del Libro del Gnesis luego de relatar el asesinato que hizo Can en la persona de Abel, aade que el asesino huy hacia el oriente al pas de Nood donde se cas y tuvo hijos y fund un pueblo. De dnde sac Can mujer para casarse, si la nica mujer del mundo era Eva sacada de la costilla de Adn? Esto slo prueba que haba seres humanos en aquellas comarcas, y que el origen de la especie humana se remonta a muchsimos siglos anteriores al relato de nuestro Gnesis, que en esa parte tan reida con la razn y con la lgica, no puede de ninguna manera atribuirse a Moiss, sin hacer un estupendo agravio al gran genio que dio a los hombres el grandioso Declogo, que servir a la humanidad de norma de vida justa, mientras habite este planeta.

    Sobre este punto respondi Yhasua, he presenciado largos de-bates y comentarios entre mis sabios maestros Esenios, y todos hemos llegado a la conclusin siguiente:

    La verdadera historia debi perderse en la noche de los tiempos al finalizar la Civilizacin Sumeriana, en el Asia Central y Mesopotamia Norte, por la invasin de los hielos polares que durante una larga poca devastaron esas regiones, al extremo de quedar casi desiertas.

    Esto sin duda dio motivo a que Adn y Eva, nios y solos con sus madres en el pas de Ethea, que hoy es Fenicia, se creyeran por largo tiempo nicos habitantes de la comarca.

  • 592

    Ms tarde, o sea tres siglos despus de Adn y Eva, la gran Alianza de los pueblos fundada por los Kobdas del Nilo, fue destruida por luchas fratricidas, por invasiones de razas brbaras que asolaron toda la regin del ufrates, llegaron hasta el frica Norte y destruyeron a sangre y fuego cuanto haba hecho de grande y bueno la gloriosa Fraternidad Kobda.

    Neghad era por entonces el Archivo del mundo civilizado, y Neghad fue destruida y degollados sus moradores.

    Dios quiso que aquel inmenso Santuario guardase en los subsue-los, y entre las urnas funerarias labradas en granito, muchas y valiosas Escrituras, debido a la costumbre de los antiguos Kobdas, de guardar junto a la momia de un Hermano fallecido, algo de lo que en vida hubiera hecho. Y as el que haba escrito algo, tena all sus papiros; el que haba sido artfice, tena tambin junto a su momia algunos de sus trabajos, el que haba sido gemetra, qumico, astrnomo o cultivador de cualquier rama del saber humano, algo de todo ello tena en su urna funeraria. Y nuestro Hermano Filn conserva en su museo particular, una momia encontrada en excavaciones de las ruinas de Neghad, con una lira de oro colocada sobre el pecho.

    Pero volviendo al punto iniciado por Nicols de Damasco a lo cual he querido contestar con todo lo dicho, debo aadir lo que o a mis maestros del Tabor: No sabiendo la verdadera historia del origen de la Civilizacin Admica, los primitivos cronistas creyeron sin duda engran-decer los acontecimientos envolvindolos en esa bruma maravillosa. Es bien sabido y bien conocida la tendencia de las humanidades primitivas a lo maravilloso, a lo que sobrepasa el lmite a donde llega la razn, en todos los casos en que no ha sabido dar explicacin lgica de un hecho cualquiera.

    Durante la Civilizacin Sumeriana, se sabe que hubo una especie de sociedad secreta cuyo origen vena del lejano oriente. La formaban magos negros de la peor y ms funesta especie conocida entre los humanos, y para ocultar su existencia la llamaban: La Serpiente; y Anillos, a los que formaban dicha agrupacin. Todos los males, todas las enferme-dades, epidemias, tempestades, inundaciones, todo era atribuido a La Serpiente, y nuestros comentaristas Esenios juzgan, acertadamente, que de all surgi la fbula de la serpiente que enga a Eva. En fin, que si algn da vosotros estudiis a fondo las Escrituras del Patriarca Aldis y otras ms que hay, creo que comprenderis como yo y como todos los que anhelamos: la verdad; y no una leyenda que no puede satisfacer jams a quienes buscan razonamiento y clara lgica en lo que se refiere a la historia de nuestra civilizacin.

    Pasado el preludio, Yhasua dijo Jos de Arimathea, creo que bien podramos iniciar la lectura de la copia que nos has trado.

  • 593

    Como todos demostrasen asentimiento, el joven Maestro comenz as:

    Escrituras del Patriarca Aldis. Papiro Setenta. Refiere la muerte del Thidal de la Gran Alianza, Bohindra, y su reemplazo por el joven Abel, llamado el Hombre-Luz.

    Una ola inmensa de paz y de justicia se extenda desde los pases del Nilo, por las costas del Mar Grande, y hacia el oriente en las tierras baadas por el gran ro ufrates y sus afluentes; y hacia el norte hasta el Ponto Euxino y el Mar de Hielo (el Bltico) y hasta las faldas de la cordillera del Cucaso.

    A tres Continentes haba llegado la influencia de los hombres de la toga azul, entre los cuales haba bajado como una estrella de un cielo lejano, el Ungido del Altsimo para elevar el nivel moral y espiritual de la humanidad.

    Dos centenares de pueblos se haban unido al influjo de un hom-bre, mago del amor, el incomparable Bohindra, genio organizador de sociedades humanas, entre las cuales desenvolvi su misin Abel, el Hombre-Luz, hijo de Adam y Evana.

    Una larga vida haba permitido a Bohindra recoger el fruto de su inmensa siembra, y la fraternidad humana era una hermosa realidad en los pases a donde haba llegado la Ley de la Gran Alianza, esa obra magna del genio y del amor, puestos al servicio de la gran causa de la unificacin de pueblos, razas y naciones.

    Bohindra, anciano ya, y cargado, ms que de aos, de merecimientos, vea terminada su labor. Vea a su biznieto Abel, retoo de Evana, hija de su hijo Johevn, que se levantaba como un joven roble pleno de savia, de fuerza, de genio; y sonrea lleno de noble satisfaccin. Vea a su nieta Evana ya llegada a los treinta aos, apoyada en Adam su compaero de la niez que haba respondido ampliamente a la educacin recibida de las Matriarcas Kobdas, y eran Regentes de los Pabellones de los Reyes, escuelas-templos, donde se formaba la juventud de los pases aliados.

    Qu ms poda desear? Qu le faltaba por hacer?El Altsimo haba fecundado todos sus esfuerzos, dado vida real a

    todos sus anhelos de paz y fraternidad humana, y nadie padeca hambre y miseria en toda la extensin de la Gran Alianza.

    Y por fin, como un halo de luz orlando su cabeza, vea a su fiel compaera Ada que circunstancias especiales pusieron a su lado como una aurora de placidez que ahuyentaba todas las sombras, como un fresco rosal plantado inesperadamente en su camino, como un don de Dios a su corazn solitario. Y rebosante su alma de dicha y de paz, con los ojos hmedos de emocin deca la frase habitual del Kobda agradecido a la Divinidad: Basta, Seor, basta!... Que en este pobre

  • 594

    vaso de arcilla no cabe ni una gota ms!...Y haciendo un postrer saludo con ambas manos a todos cuantos le

    amaban, y a la muchedumbre que le aclamaba desde la gran plaza del Santuario, se retir del ventanal porque ya la emocin le ahogaba y se sent ante su mesa de trabajo donde durante tantas noches y tantos das haba dado vida a sabias y prudentes leyes, a combinaciones ideolgicas grandiosas, a sus sueos de paz y fraternidad entre los hombres.

    Y su alma que ya desbordaba, se vaci sobre un papiro de su carpeta... el ltimo papiro que deba grabar:

    Seor...! Qu puedo ya darteSi cuanto tuve lo di...?

    Qu puede hacer esta chispaQue sea digno de Ti...?

    Los hombres en este mundoTe han visto y hacia Ti van!

    Si no pierden el caminoPronto hasta Ti llegarn.

    Te saben Padre y te aman,Buscan tu luz y calor;

    Te saben grande, excelsoY te dan su adoracin

    Tus dones les hacen buenos,Supo tu Amor perdonar

    Dolorosos extravosDe esta pobre humanidad

    Si en esta heredad que es tuyaUna gota nada ms

    Puso la savia de mi AlmaY la ayud a fecundar,

    Que esa gota se conviertaEn un anchuroso mar,

    De aguas dulces y serenasQue su sed pueda calmar!Si un solo grano de arena

    Mi dbil mano aportPara el castillo encantado

    De los que buscan tu amor,Que se torne en fortaleza

    Opuesta al negro turbin...Seor...! Si todo lo he dado

    Qu ms puedo darte...?

  • 595

    Si soy slo en tus jardinesMariposilla fugaz

    Y en los mares de la vidaOla que viene y se va...Si soy pjaro que anida

    En las ramas de un pinarY su nido lo destruyen

    Las furias del huracn.Si soy una chispa errante,Gota de agua nada ms,

    Flor de efmera existencia,Mariposilla fugaz,

    Djame, Seor, diluirmeEn tu Eterna inmensidad...!No es hora de que la gotaRetorne a su manantial...?

    No es hora de que la chispaSe refunda en el volcn...?

    No puede la mariposaSus tenues alas plegar...?

    Soy viajero fatigado,Tiemblan cansados mis pies...

    Dime Seor que reposeDe tu Reino en el dintel...!

    Que este corazn se duermaQue cese ya de latir...!Am tanto en esta vida

    No es hora ya de dormir...?Que tu voz me llame queda,

    Que tu amor oiga mi ruego...!Seor! Espero que llames!

    Seor...! Seor...! Hasta luego...!

    El Anciano, por cuyo noble y hermoso semblante corran lgrimas de emocin, tom su lira para cantar en ella a media voz las estrofas que haba escrito, pero la voz divina que haba evocado tan intensamente le llam en ese instante, y la noble cabeza coronada de cabellos blancos se inclin pesadamente sobre aquella lira de oro, ofrenda de sus amigos, y en la cual tanto haba cantado a todo lo grande y bello que encontr en su vida.

    As muri Bohindra, el mago del amor, de la fe, de la esperanza, siem-pre renovada y floreciente. As muri ese genial organizador de naciones,

  • 596

    de razas, de pueblos, que sin echar por tierra lmites ni barreras, supo encontrar el secreto de la paz y la dicha humana en el respeto mutuo de los derechos del hombre, desde el ms poderoso hasta el ms pequeo, desde el ms fuerte hasta el ms dbil.

    Bien puede decirse que fue Bohindra, quien puso los cimientos del templo augusto de la fraternidad humana, delineada ya desde lejanas edades por el Espritu Luz, Instructor y Gua de esta humanidad.

    Pocos momentos despus corra como una ola de angustia por los vastos pabellones, prticos y jardines del Gran Santuario de la Paz, la infausta noticia. Y como avecillas heridas se agruparon todos en torno a la reina Ada, que apoyada en Abel, en Adam y Evana, deba hacer frente a la penosa situacin creada por la desaparicin del gran hombre que haba llevado hasta entonces el timn de la civilizacin humana en aquella poca.

    Un numeroso grupo de Kobdas jvenes formados en la escuela de Bohindra, respaldaran a los familiares del extinto en el caso de que las circunstancias les pusieran de nuevo al frente de la Gran Alianza de las Naciones Unidas.

    Y el clamor inmenso de los pueblos, hurfanos de su gran conductor, design como en una ovacin delirante al joven Abel, hijo de Adam y Evana, para suceder al incomparable Bohindra, que haba encontrado en el amor fraterno el secreto de la dicha humana.

    El gran Thidal desaparecido, dejaba su esposa viuda, joven toda-va, Ada, mujer admirable que haba hecho sentir su influencia sobre la mujer de todas las condiciones, y sobre la niez, esperanza futura de naciones y pueblos. Y ella fue la Consejera Mayor del joven Abel, que reuni en torno suyo como cooperadores, a las ms claras inteligencias de aquella hora.

    Una agrupacin de mujeres valerosas y decididas, haban sido el aliento de Bohindra, en sus inmensos trabajos. Las llamaban Matriar-cas, y varias de ellas eran dirigentes de pueblos que por diversas causas quedaron sin sus jefes.

    Y de entre estas Matriarcas, el joven apstol de la verdad eligi dos, que en unin con la reina Ada, fueron en adelante su apoyo y su sostn en medio de los pueblos que lo haban proclamado Jefe Supremo de la Gran Alianza. Estas mujeres fueron: Walkiria de Kiffauser, soberana de los pases del Norte entre el Ponto Euxino y el Cucaso; y Solania de Van, Matriarca de Corta-Agua y de todo el norte africano, desde los pases del Nilo hasta la Mauritania...

    Y ese Corta-Agua qu paraje o ciudad era? interrog Nicodemus interrumpiendo la lectura.

    Era el Santuario, desde el cual la Matriarca Solania sembraba el

  • 597

    amor fraterno civilizador de pueblos, que estaba edificado sobre el inmen-so peasco en que hoy aparece Cartago, vocablo abreviado y derivado de Corta Agua, que alude sin duda a la atrevida audacia con que el pen penetra en el mar como un verdadero rompeolas contest Yhasua, que estaba muy familiarizado con citas de pueblos y lugares prehistricos que aparecan en aquellos viejos relatos de un pasado remoto.

    De estas Escrituras del Patriarca Aldis, se habrn sacado copias, o estamos en poder del original? interrog Nicodemus.

    Eso no lo podemos saber contest Yhasua, pero es lgico supo-ner que sacaran copias por lo menos para cada uno de los Santuarios Mayores que eran tres: El de Neghad sobre el Nilo, que es donde se encontr estos rollos; el de La Paz sobre el ufrates, y el del Mar Caspio. Si lo que tenemos en el Archivo de Tabor, es slo una de estas copias, no lo podemos saber por el momento. Pero tampoco esto interesa mayor-mente, toda vez, que original o copia, nos relata la verdadera historia de los orgenes de la actual civilizacin.

    Estos papiros observ Nicols, deben tener su historia, y sera interesante conocerla para tener un argumento ms a favor de su ve-racidad.

    Ciertamente contest Yhasua, y mis maestros Esenios que en cuestin de investigaciones no son cortos, ya hicieron las que creyeron oportunas al donante de este tesoro, el sacerdote de Homero, Menandro, que aunque griego de origen, pas casi toda su vida en la isla de Creta donde form su hogar. Su aficin a coleccionar escrituras y grabados antiguos lo hizo un personaje muy conocido, pues los unos por ofrecerle antigedades para su Archivo-Museo, los otros por obtener datos de sucesos determinados acudan a l. Como es apasionado de Homero, su ilustre antecesor, en la bsqueda de datos para reconstruir la vida del gran poeta griego, fue que Menandro se entreg con toda su alma a la adquisicin de cuanta escritura o grabado antiguo se le ofreca. Tena agentes para este fin en distintas ciudades, y l cuenta que un buen da se le present una joven llena de angustia porque atravesaba por una terrible situacin.

    Acababa de morir su padre, dejndola sola en el mundo sin ms com-paa, ni ms fortuna, que una gran caja de encina llena de documentos y grabados en papiros, en carpetas de tela encerada y hasta en tabletas de madera. Alguien le indic que eso poda representar un valor para los coleccionistas de antigedades, y le aconsejaron acudir a nuestro Menandro, en busca de ayuda.

    Tanto se interes por la caja de encina, que no slo compr sino que tom a esa joven por esposa y fue la madre de los dos nicos hijos que tiene. La joven recordaba haber visto esa caja en poder de su padre

  • 598

    desde que ella fue capaz de conocimiento, y deca que le oy muchas veces decir que un sacerdote Kopto se la dej en depsito hasta el re-greso de un viaje que iba hacer, dejndole a ms unas monedas de oro acuadas en Alejandra y con la efigie de Ptolomeo II, en pago de las molestias que aquella caja le ocasionara.

    Tal es la historia de los rollos de papiro, con las Escrituras del Pa-triarca Aldis, y otros muchos documentos referentes al antiguo Egipto, como ser actas de la construccin de templos, palacios y acueductos. Y aunque stos no nos interesan para nuestro fin, sirven de refuerzo a la veracidad del origen de estas Escrituras. Hay por ejemplo trozos de pla-nos y croquis del famoso Laberinto, templo y panten funerario mandado construir por el Faran Amenemes III en las orillas del Lago Merik. Y en esos planos estn indicados los sitios precisos donde se guardan urnas con momias de los Faraones, y cofres con escrituras de una antigedad remotsima. Y mi maestro Esenio que estuvo catorce aos haciendo investigaciones en Alejandra con nuestro Hermano Filn, asegura que esto es verdad, y no slo tiene croquis iguales sacados por ellos, sino que hasta tiene en el Tabor, escrituras referentes a la fundacin de un antiguo reino por Menes, con un gran Santuario al que dio el nombre de Neghad, lo cual nos hace pensar que el tal Menes, muy anterior a los Faraones, debi ser un hilo perdido de los antiguos Kobdas de Neghad en los valles del Nilo.

    Y el nombre mismo del Lago Merik aparece en esa vieja Escritura de Menes, y le llama hijo de la Matriarca Merik que gobernaba esa re-gin.

    En verdad, Yhasua observ Jos de Arimathea, lo que nos ests diciendo es de una importancia capital para todos los que anhelamos reconstruir sobre bases slidas, el templo augusto de la verdad histrica de nuestra civilizacin.

    Tengo ms todava dijo Yhasua entusiasmado de verse comprendi-do y apoyado por sus antiguos amigos de Jerusaln. Es lo siguiente: En la caja de encina y junto con los papiros del Patriarca Aldis, se encuentran otros rollos escritos por Diza-Abad, los cuales fueron encontrados en el Monte Sina por los guerreros del Faran Pepi I, que conquistaron esa importante pennsula de la Arabia Ptrea, hace 3500 a 4000 aos. El hallazgo fue hecho en una gruta sepulcral perdida entre las ruinas de una ciudadela o fortaleza, de una antigedad que no se puede precisar con fijeza.

    Lo que parece claro, es que Diza-Abad, estuvo vinculado a los sabios de Neghad y que el Monte Sina, que Moiss hizo clebre despus, en aquella remota poca se llam Pen de Sindi, y era un terrible presidio para criminales incorregibles.

  • 599

    Y al narrar Diza-Abad parte de su vida en aquel presidio, hace re-ferencias de paso al Pangrave Aldis que acompaando a su nieto Abel, estuvo en aquel paraje. Menciona asimismo los nombres de Bohindra, de Adam y Evana y de otros personajes, a los cuales debi l la recons-truccin de su propia vida.

    Esta Escritura, aunque para nosotros no tiene la gran importancia de la otra, la refuerza y confirma admirablemente dndole vida real, lgica, continuada.

    Verdaderamente Yhasua, nos traes un descubrimiento formidable dijo Nicols, y tan entusiasmado estoy, que hasta se me ocurre que de-bamos abrir un aula para explicar la historia de nuestra civilizacin.

    Pero no en Jerusaln, por favor! objet entre serio y risueo Ga-maliel. A Jerusaln le tengo pnico en esta clase de asuntos. Jerusaln slo es bueno para asesinar Profetas y sabios, y para degollar por miles los toros en el Templo y negociar luego con sus carnes.

    En Jerusaln, no!, pero podra ser en Damasco mi tierra natal observ Nicols. Damasco no est bajo el yugo del clero de Jerusaln, sino bajo el Legado Imperial de Siria que para nada se mezcla en asuntos ideolgicos, con tal que se acepte sumisamente la autoridad del Csar.

    O tambin en Tarso dijo de nuevo Gamaliel, donde hay grandes escuelas de sabidura, y una fiebre de conocimientos que acaso no la hay en ninguna otra parte por el momento. Hay quien asegura que Alejan-dra no le lleva mucha ventaja a Tarso en lo que a estudios superiores se refiere.

    Con el Mediterrneo de por medio, las dos ciudades se miran fren-te a frente como dos buenas amigas que se hablan de balcn a balcn dijo Nicodemus, complacido en extremo del punto a que haba llegado la conversacin. Y pensar Yhasua aadi, que t, un jovenzuelo de slo dieciocho aos, habas de ser el conductor de este hilo de oro, que nos pone en contacto con una verdad que muchos hombres han muerto buscndola, sin poder encontrarla entre los escombros formados por la ignorancia y el fanatismo de las masas embrutecidas. Prefieren comer y dormir tranquilos, antes que molestarse removiendo ruinas para en-contrar la verdad.

    Bendigamos al Altsimo que nos ha permitido este supremo goce espiritual dijo el joven Maestro, conmovido a la vez ante el recuerdo de tantos mrtires de la verdad como haban sido sacrificados en los ltimos tiempos, por haber comenzado a remover los escombros encubridores de una verdad que dejaba en crtica situacin los viejos textos hebreos, venerados como libros sagrados, de origen divino.

    Aqu haba llegado la conversacin, cuando Yhosep se present en el cenculo anunciando que era la hora de la cena. Y Ana ayudada por

  • 600

    Yhosueln y Yhasua, comenzaron los preparativos sobre la gran mesa central, donde hasta haca un momento estuvieron diseminadas las copias con que Yhasua obsequiaba a sus amigos.

    Alimentar primeramente el espritu, y en segundo trmino la materia, es la perfeccin de la vida humana deca Jos de Arimathea, ocupando el lugar que le fue designado.

    Durante la comida nada absolutamente se habl de aquello que ocu-paba el pensamiento de los cuatro viajeros; pero cuando ella termin y los familiares de Yhasua se hubieron retirado, el modesto cenculo nazareno volvi a ser el aula, donde un puado de hombres maduros en torno a un jovencito de dieciocho aos, buscaban afanosamente una verdad que como perla de gran valor se haba perdido haca muchos siglos, y luchaban para desenterrar de los escombros amontonados por las hecatombes que haban azotado a la humanidad y por su incons-ciencia misma, que la haca incapaz en su gran mayora, de levantar en alto la antorcha de su inteligencia para encontrar de nuevo el camino olvidado.

    Yhasua, en medio de ese silencio solemne que precede a la aparicin de una verdad largo tiempo deseada, inici de nuevo la interrumpida lectura de las Escrituras del Patriarca Aldis.

    Los pases de los tres Continentes que formaban la Gran Alianza de Naciones Unidas, se vieron conminados desde el ufrates, por sus representantes ante la Sede Central del Concejo Supremo, establecido haca veinticinco aos en el Gran Santuario de La Paz, en la llanura hermosa y frtil entre el ufrates y el Ildekel, poco antes de reunirse ambos ros en el vigoroso delta que desemboca en el Golfo Prsico. Se les peda su concurso para establecer el nuevo Consejo Supremo que conti-nuara la obra civilizadora de paz y de concordia iniciada por Bohindra, la cual haba anulado la prepotencia, los despotismos, las esclavitudes, en una palabra, la injusticia ejercida por los poderosos en perjuicio de las masas embrutecidas por la ignorancia y la miseria. Y desde los pa-ses del Ponto Euxino y del Mar Caspio, desde el Irn hasta las tierras del Danubio por el norte, y desde el Nilo hasta la Mauritania sobre las Columnas de Hrcules por el sur, se vieron reunirse en el Mediterrneo caravanas de barcos que anclaban en Dhapes, importante puerto del Pas de Ethea, donde terminaba el recorrido de las caravanas mensuales que cruzaban toda la inmensa pradera del ufrates, y las cuales conducan a los viajeros hasta los prticos de La Paz.

    Se repeta la escena, grandemente aumentada de veinticinco aos atrs, cuando los caudillos, prncipes o jefes de tribus se reunan en torno al blanco Santuario, abriendo sus tiendas bajo los platanares que lo rodeaban, para depositar su confianza y su fe en un hombre que haba

  • 601

    encontrado el secreto de la paz y la abundancia para los pueblos. Aquel hombre era Bohindra. l no estaba ya ms sobre la tierra, pero quedaba un vstago suyo, un bisnieto: Abel, que aunque slo contaba veintiocho aos, era conocido de todos los pueblos de la Alianza a donde fuera enviado desde sus veinte aos, en calidad de mensajero y visitante de pueblos, como un portador de los afectos y solicitudes del Kobda-Rey, para todos los pases de la Alianza.

    En quin, pues, haban de pensar sino en Abel, en el cual vean reflejada la noble grandeza de Bohindra y su heroico desinters, para solucionar las ms difciles situaciones y evitar luchas fratricidas entre pueblos hermanos? Y otra vez, bajo los platanares que rodeaban como un inmenso bosque el Santuario de La Paz, se oyeron los mismos clamores de veinticinco aos atrs.

    Paz y concordia para nuestros pueblos!... Paz y abundancia para nuestros hijos!

    Abel, hijo de Adam y Evana, biznieto del gran Bohindra, que llevas su sangre y un alma copia de la suya!... Abel! Abel! T sers el que llene el vaco dejado en medio de nosotros por el gran hombre que nos dio la dicha!

    Y un clamor ensordecedor formaba como una orquesta formidable a la terminacin de aquellas palabras.

    La reina Ada envuelta en su manto blanco de Matriarca Kobda, apa-reci en el gran ventanal del Santuario, con Abel a su lado.

    Le seguan Adam y Evana, que completaban la familia carnal del gran Thidal desaparecido. Las aclamaciones eran delirantes, y los prncipes y caudillos, entraron a los Prticos del Santuario, e invadie-ron sus grandes pabellones hasta encontrarse con Abel a quien venan buscando.

    La reina Ada les present sobre el gran libro de la Ley de la Alianza, la corona de lotos hecha de ncar y esmeraldas, y la estrella de turquesa que veinticinco aos atrs haban entregado a su esposo como smbolo de la suprema autoridad que le daban.

    Y los Prncipes, puestos de acuerdo, dijeron:Eres Reina y Matriarca Kobda, la fiel compaera del hombre que

    nos dio la paz y la dicha. Seas t misma quien entregue a nuestro elegido esos smbolos de la Suprema Autoridad que le damos.

    Abel, mudo, sin poder articular palabra por la emocin que lo em-bargaba, dobl una rodilla en tierra para que la Reina Ada le colocara la diadema de lotos sobre la frente, y le prendiera en el pecho la estrella de cinco puntas que segn la tradicin lo asemejaba a Dios, que todo lo ve y todo lo sabe.

    La paz ha sido otra vez asegurada! La dicha de nuestros pueblos

  • 602

    ha sido de nuevo conquistada! exclamaban en todos los tonos los prn-cipes de la Alianza.

    As lleg Abel al supremo poder; el hijo de Adam y Evana, nacido en una caverna del pas de Ethea, entre una majada de renos, y lejos del resto de la humanidad que por mucho tiempo ignor su nacimiento.

    Era el Hombre-Luz enviado por la Eterna Ley, para guiar a los hom-bres por los caminos del bien, del amor y de la justicia.

    Su primer pensamiento como Jefe Supremo de la Gran Alianza fue ste: Antes de todo, soy un Kobda poseedor de los secretos de la Divina Sabidura. Y este pensamiento lo envolvi todo como un nimbo de luz y de amor, que lo condujo hasta el Pabelln de la Reina Ada, a la cual encontr de pie junto al sarcfago de su rey muerto, tiernamente ocupada en ordenarle la blanca cabellera, que como una madeja de nieve coronaba su noble cabeza. Haban pasado los setenta das del embalsamamiento acostumbrado.

    Mi Rey! le deca a media voz, mientras sus lgrimas caan sua-vemente como gotas de roco sobre un manojo de rosas blancas. Mi Rey!... No pensaste sin duda en m, que quedaba sola en medio de pueblos y muchedumbres que me amaban por ti.

    Me acogiste bajo tu amparo a mis catorce aos, y en vez de la es-clava que pensaba ser, me colocaste en un altar como a una imagen de ternura, a la cual, diste el culto reverente de un amor que no tiene igual en la tierra!... Y ahora, mi rey... y ahora?...

    Ahora estoy yo, mi Reina, a tu lado como el hijo de tu rey, que te conservar para toda su vida, en el mismo altar en que l te dej dijo Abel, desde la puerta de la cmara mortuoria. Me permites pasar?

    Entra, Abel, hijo mo, entra, que contigo no rezan las etiquetas le contest Ada sin volver la cabeza para ocultar su llanto.

    El joven Kobda entr y arrodillndose a sus pies le habl as:Dos madres tengo en esta vida ma: t y Evana. Y as como mi

    primer pensamiento ha sido para ti, que el tuyo sea para m; y que tu primer acto de reina viuda, sea para adoptarme en este momento y ante el cadver de nuestro Rey, como a un verdadero hijo, al cual protegers con tu amor durante toda tu vida.

    El llanto contenido de Ada se desat en una explosin de sollozos sobre la cabeza de Abel, que recibi aquel bautismo de lgrimas con el profundo sentimiento de amor reverente y piadoso, con que recibiera aos atrs a sus doce aos, la tnica azulada que lo iniciaba en los ca-minos de Dios.

    Hijo mo, Abel le dijo la reina; tenas que ser t quien recibiera primero todo el dolor que ahogaba mi corazn.

    Y extendiendo ambas manos sobre aquella rubia cabeza inclinada

  • 603

    ante ella le dijo:Desde este momento quedas en mi corazn como el hijo de Bohin-

    dra mi rey, y nunca ms te apartar de mi lado.Entre ambos dispusieron enseguida, que en la gran Mansin de la

    Sombra del Santuario se reuniera a todos los Kobdas, hombres y mu-jeres para hacer una concentracin conjunta, con el fin de ayudar al espritu del Kobda-Rey a encontrar en plena lucidez su nuevo camino en el mundo espiritual.

    Cuando reson el toque de llamada, todos estaban esperando ya, vestidos con las tnicas blancas de los grandes acontecimientos, y la gran sala de oracin se vio invadida de inmediato por aquella concurrencia blanca, que entraba en filas de diez en diez, segn la costumbre.

    Al final entr la Reina Ada envuelta en su blanco manto de Matriarca Kobda, y detrs de ella, Evana, Adam y Abel.

    El que esto escribe, ocupaba por entonces un lugar en el alto Consejo de Gobierno que haba formado a su alrededor Bohindra, y por ser el ms anciano, de orden me corresponda ocupar el lugar del Patriarca desaparecido. Mas, un ntimo sentimiento de respeto hacia el dolor de la Matriarca Ada, me impidi hacerlo, y el lugar de Bohindra qued vaco a su lado. Sobre uno de los brazos del silln estaba apoyada su lira, la que l usaba siempre para las melodas de la evocacin.

    Cual no sera el asombro y emocin de todos, cuando a poco de ha-cerse la penumbra se sinti la suavidad inimitable de la lira de Bohindra que preludiaba su meloda favorita: Ven, Seor, que te espero.

    Y en el mayor silencio, apenas movindose imperceptiblemente, unos en pos de otros, comprobamos la sutil materializacin del espritu del Kobda-Rey; que ocupaba su sitial al lado de su fiel compaera, y ejecutaba su ms sublime evocacin a la Divinidad.

    Pocos momentos de emocin como aquel he presenciado en mi vida. Juntos habamos padecido luchas espantosas, juntos habamos sido felices; Bohindra era, pues, para m, un hermano en todo el alcance de esa palabra.

    La reina Ada y todos los sensitivos haban cado en hipnosis, y ayuda-ban sin duda a aquella materializacin tan perfecta como no recordamos haber visto otra en mucho tiempo.

    El llanto silencioso de todos, haca ms intensa las ondas sutiles de aquel ambiente de cielo en la tierra, laborado con el amor de todos hacia el Kobda-Rey, que posey en grado sumo, el poder y la fuerza de hacerse amar de todos cuantos le conocimos.

    Abel se acerc el ltimo a la hermosa aparicin, que por su extrema blancura pareca formar luz en la penumbra violeta del Santuario. Y cuando termin la meloda, la lira qued sobre el asiento del silln, y la

  • 604

    visin ya casi convertida slo en un halo de claridad, envolvi a la Reina Ada y a Abel que se haba arrodillado a sus pies, y luego se evapor en la penumbra de la gran sala de oracin, donde todos pensbamos lo mismo:

    Qu grande fue el amor de Bohindra que le hizo dueo de los po-deres de Dios!.

    Tal fue la saturacin de amor de aquella inolvidable tenida espiri-tual, que todos salimos de ella sintindonos capaces de ser redentores de hombres por el sacrificio y el amor.

    Desde ese momento comenzaron las grandes actividades de Abel, que con el apoyo y concurso de todos, supo cumplir los programas de Bohindra, en bien de los pueblos de la Alianza.

    La Fraternidad Kobda, reforzada por la unin de los ltimos Dakthylos del tica, lo fue an ms en cuanto al elemento femenino, trado al Santuario de La Paz por la Matriarca Walkiria, cuya grandeza atrajo a muchas mujeres de los pases del hielo, a vestir la tnica azulada de las obreras del pensamiento.

    Reunido el alto Consejo del Santuario, escuch la palabra de Abel que deca:

    Los jefes y Prncipes de los pueblos me han designado sucesor del Kobda-Rey, porque el hecho de llevar en mis venas su sangre, representa para ellos como un derecho de parte ma y una garanta para ellos, de que yo ser justo como l fue. A las multitudes que no tienen nuestra educacin espiritual, no podemos cambiarles de raz su criterio referente a este punto, pero nosotros que estamos convencidos de que lo bueno como lo malo tiene su origen en el alma, principio inteligente del hombre, debemos obrar de acuerdo a nuestra conviccin.

    Esto quiere decir que yo necesito que seis vosotros, mis Hermanos de ideales y de convicciones, quienes digis y resolvis si debo o no ocupar el lugar del Kobda-Rey en esta hora solemne de la actual civilizacin.

    Hilkar de Talpakn, el sabio Dakthylo que desde su llegada del tica ocupaba el puesto de Consultor del Alto Consejo, aconsej la convenien-cia de no contrariar la voluntad de los Prncipes de la Alianza en cuanto a la designacin de Abel. Y para aquietar los temores del joven Kobda, propuso que se hiciera tal como veinticinco aos atrs, o sea que el Alto Consejo de Ancianos fuera quien respaldara al joven en todo cuanto se relacionara con el mundo exterior. De esta manera se eliminaban las inquietudes de Abel, que descargaba parte del gran peso del gobierno, en los diez Ancianos llenos de sabidura y de prudencia, que seran los asesores en quienes confiaba plenamente.

    Esta solucin propuesta por Hilkar, fue aceptada por todos, aun cuando era indispensable que ante la Gran Alianza, slo apareciera Abel

  • 605

    como lazo de unin entre los pueblos de tres continentes que lo haban proclamado Jefe Supremo en reemplazo de Bohindra.

    Aqu terminaba uno de los papiros del Patriarca Aldis y Yhasua lo en-roll, dejando a sus amigos profundamente pensativos ante la verdadera historia que hasta entonces haban desconocido por completo.

    Aquellos cuatro doctores de Israel, que haban desmenuzado sus es-crituras sagradas punto por punto, procurando deslindar lo verdadero de lo ficticio, se encontraban de pronto con un monumento histrico que abra horizontes inmensos, a sus anhelos largamente acallados por la incgnita de la Esfinge que nada responda a sus interrogantes.

    Y ante el joven Maestro silencioso, los cuatro amigos traan al espejo iluminado de los recuerdos, ciertos datos verbales que la tradicin oral haba conservado vagamente, y fragmentos de escrituras armenias, de grabados en arcilla encontrados entre las ruinas de la antigua Calach, de Nnive, de las antiqusimas Sirtella y Urcaldia en Asiria y Caldea, de Menfis y Rafia en el Bajo Egipto. Templos como fortalezas, cuyas ruinas tenan una elocuencia muda; piedras que hablaban muy alto con sus jeroglficos apenas descifrables, pero lo bastante para que espritus analticos y razonadores, comprendieran que la especie humana sobre la tierra vena no tan slo de los cinco mil aos que pregonaban los libros hebreos, sino de inmensas edades que no podan precisarse con cifras.

    Los sepulcros de las cavernas con sus momias acompaadas de instru-mentos msicos, de herramientas, de joyas, hablaban tambin de viejas civilizaciones desaparecidas, cuyos rastros haban quedado sepultados a medias en las movedizas arenas de los desiertos, entre las grutas de las montaas y hasta en el fondo de los grandes lagos mediterrneos que al secarse, dejaron al descubierto vestigios inconfundibles de obras humanas por encima de las cuales haban pasado millares de siglos.

    La imaginacin del lector, ve de seguro en este instante, erguirse ma-jestuosa ante los cuatro doctores de Israel, la figura augusta de la Historia sealando con su dedo de diamante la vieja ruta de la humanidad sobre el planeta Tierra. Y como el lector lo ve, la vieron ellos, y su entusiasmo subi de tono hasta el punto de hacer all mismo un pacto solemne, de buscar el encadenamiento lgico y razonado de cuanto dato o indicio encontrasen para reconstruir sobre bases slidas, la verdadera historia de la humanidad en la Tierra.

    Nuestro Hermano Filn trabaja activamente en este sentido obser-v Yhasua. Tiene una veintena de compaeros que recorren el norte de frica en busca de esos rastros que vosotros deseis tambin encontrar. Mi maestro Nasan, el que estuvo catorce aos en Alejandra, tiene que ir nuevamente de aqu a tres aos en cumplimiento de un convenio con Filn, como el que vosotros hacis en este instante.

  • 606

    Y ese convenio consista?... interrog Nicodemus, y sin dejarle terminar respondi Yhasua:

    En que Filn en el Egipto repleto de recuerdos y de vestigios, y Nasan en Palestina y Mesopotamia, buscaran los rastros verdaderos de ese remoto pasado que acicatean la curiosidad de todos los buscadores de la Verdad.

    En tres aos tenemos el tiempo suficiente para estudiar el Archivo venido de Ribla, lo cual nos habr dado la luz que podremos llevar como aporte a la gran reunin de Alejandra observ Nicols de Damasco.

    Convenido. Tenemos una cita en la ciudad de Alejandro Magno para dentro de tres aos dijo Jos de Arimathea muy entusiasmado.

    Cuando yo tendr los veintiuno de mi edad aadi Yhasua, por lo cual creo que valdr algo ms que ahora, porque sabr ms.

    Y yo dijo el to Jaime, que hasta entonces se haba limitado a ser slo un escucha, no podra ser de la partida?

    Si le interesa este trabajo, por nosotros, no rechazamos a nadie contest Jos.

    Si no me interesasen, no estara aqu. Mi propsito era facilitar el camino a Yhasua que acompaado por m, no encontrara de seguro dificultades de parte de sus familiares.

    T tambin vendrs, Yhosueln dijo Yhasua a su hermano all presente, como una figura silenciosa que no perda palabra de cuanto se hablaba.

    Es mucho tiempo tres aos para saber de seguro si ir o no con-test sonriente Yhosueln, cuyos grandes ojos obscuros llenos de luz lo asemejaban a un soador que est siempre mirando muy a lo lejos. Si puedo ir aadi luego.

    A los siete meses el joven cay vencido por la enfermedad al pecho, ocasionada por aquel golpe de un pedrusco arrojado contra Yhasua y que Yhosueln recibi en pleno trax.

    Bien dijo Jos, no perdamos, pues, de vista este convenio. Los que estemos en condiciones fsicas, acudiremos a la cita de Alejandra de aqu a tres aos, o sea treinta y seis lunas.

    Como la hora ya era avanzada, pocos momentos despus todos des-cansaban en la tranquila casita de Yhosep, el artesano de Nazareth.

    Y tres das despus, los cuatro viajeros regresaban a Jerusaln, sa-tisfechos del gran descubrimiento, y llevndose las copias que Yhasua les haba regalado.

    Llevaban, adems, la promesa de Myriam y de Yhosep, de que pasados tres meses dejaran al joven regresar al Tabor, a donde haban convenido acompaarle Nicols de Damasco y Nicodemus con fines de estudio del Archivo, si los Ancianos del Santuario lo permitan.

  • 607

    NAZARETH

    Los tres meses de estada en su pueblo natal fueron para Yhasua de un activo apostolado de misericordia. Dirase que, inconscientemente, preparaba l mismo las muchedumbres que le escucharan doce aos despus.

    Acompaando a los terapeutas peregrinos ejerci con xito sus fuerzas benficas en innumerables casos, que pasaron sin publicidad, atribuidos a las medicinas con que los terapeutas curaban todos los males. Aun cuando los benficos resultados fueran ocasionados por fuerza magn-tica o espiritual, convena por el momento no despertar la alarma que naturalmente se sigue de hechos que para el comn de las gentes, son milagrosos.

    Visit los pueblecitos de aquella comarca, en todos los cuales tena amistades y familiares que le amaban tiernamente. Simn, que cerca al Lago Tiberades tena su casa, le hosped muchas veces y prob al joven Maestro que aquella leccin que le diera aos atrs bajo los rboles de la entrada al Tabor, haba sido muy eficaz.

    Nunca ms dije una mentira, Yhasua deca Simn, el futuro aps-tol Pedro.

    Buena memoria tienes, Simn. Ya no recordaba yo aquel pasaje que tanta impresin te hizo.

    Y Yhasua al decir esto irradiaba sobre aquel hombre sencillo y bueno, una tan grande ternura, que sintindolo l hondamente, deca conmo-vido:

    Eres, en verdad, un Profeta, Yhasua. Apenas estoy cerca de ti siento que se avivan en m los remordimientos por mis descuidos en las cosas del alma, y me invaden grandes deseos de abandonarlo todo para se-guirte al Santuario.

    Cada abejita en su colmena, Simn; que no es el Santuario el que hace justos a los hombres, sino que los justos hacen el Santuario.

    Si cumples con tus deberes para con Dios y con los hombres, tu casa misma puede ser un santuario. Tu barca que es tu elemento de trabajo, puede ser un santuario.

    Este lago mismo del cual sacas el alimento para ti y los tuyos, es otro templo donde el Altsimo te hace sentir su presencia a cada instante.

    La grandeza y bondad de Dios la llevamos en nosotros mismos, y ellas se exteriorizan a medida de nuestro amor hacia l.

    De aqu a tres das ser el matrimonio de mi hermano Andrs, y l

  • 608

    quiere que t vengas con nosotros ese da. Vendrs, Yhasua?Vendr, Simn, y con mucho gusto.La novia es una linda jovencita que t conoces, aunque no s si la

    recordars, Yhasua.A ver, dmelo, que yo tengo buena memoria.Recuerdas aquella pobre familia que viva del trabajo del padre

    en el molino, y que fue preso por un saquillo de harina que llev para sus hijos?

    S, s, que la esposa estaba enferma y los nios eran cinco.El menor era Santiaguillo, que corra siempre detrs de m. Lo re-

    cuerdo todo, Simn.Pues bien, la nia mayor es la que se casa con mi hermano Andrs.

    Ese da estarn todos ellos aqu, y tendrn un da de felicidad completa si t ests con nosotros.

    Vendr, Simn, vendr. Es voluntad del Padre Celestial que todos nos amemos unos a otros, y que no mezquinemos nunca la dicha grande o pequea que podamos proporcionar a nuestros semejantes.

    La madre san de su mal y debido a los terapeutas se repar el dao hecho al padre que ahora tiene un buen jornal en el molino sigui diciendo Simn, que vea la satisfaccin con que Yhasua escuchaba las noticias de sus antiguas amistades.

    Al visitar la casa de Zebedeo y Salom, encontr al pequeo Juan con un pie dislocado por un golpe. El chiquillo que ya tena siete aos, se puso a llorar amargamente cuando vio a Yhasua que se le acercaba.

    Porque t no estabas, Yhasua, se me rompi el pie le deca entre sus lloros.

    Esto no es nada, Juanillo, y es vergenza que llore un hombre como t. Y as diciendo, Yhasua se sent al borde del lecho donde tenan al nio con el pie vendado y puesto en tablillas. Le desat las vendas y apareci hinchado y rojo por la presin.

    Salom estaba all, y Zebedeo acudi despus.Yhasua tom con ambas manos el pie enfermo durante unos instan-

    tes. Si el Padre Celestial te cura, qu hars en primer lugar? pregunt

    al nio que sonrea porque el dolor haba desaparecido.Correr detrs de ti y no te dejar nunca ms le contest el nio

    con gran vehemencia.Bien, ya ests curado; pero no para correr tras de m por el momento;

    sino para ayudar a tu madre en todo cuanto ella necesite de ti.Juanillo se miraba el pie que an tena las seales de las vendas pero

    que ya no le dola; miraba luego a Yhasua y a su madre como dudando de lo que vea.

  • 609

    Vamos, bjate de la cama djole Yhasua, y treme cerezas de tu huerto que las veo ya bien maduras.

    Juanillo se puso de pie y se abraz a Yhasua llorando.Estoy curado, estoy curado, y pas tantos das padeciendo aqu

    porque t no estabas, Yhasua, porque t no estabas!La madre, enternecida, susurraba la oracin de gratitud al Seor por

    la curacin de su hijo, el pequeo, el mimoso, el que haba de amar tan tiernamente al Hombre-Luz, que ste llegara a decir que Juan era la estrella de su reposo

    Yhasua es un profeta de Dios deca Zebedeo a Salom, su mujer, porque el aliento divino le sigue a todas partes. Los pescadores del lago creen que es Eliseo porque lo descubre todo. Nada se le oculta. Otros dicen que es Moiss, porque manda sobre las aguas.

    Cmo es eso? inquiri Salom. T nada me habas dicho!Porque los terapeutas nos mandan callar. Hace tres das hizo subir

    el agua hasta el banco grande, donde haban encallado dos barcas y sus dueos desesperados lloraban porque era esa toda su fortuna, su medio de ganar el pan. Las tormentas le obedecen y el viento de ayer, que haca zozobrar las barcas, se calm de pronto, no bien l lleg a la orilla.

    La voz va corriendo de que el hijo de Yhosep es un profeta.Este breve dilogo tena lugar en la casita de Zebedeo, junto al lago

    de Tiberades, mientras Yhasua bajo los cerezos del huerto reciba en una cesta de juncos, la fruta que Jhoann le dejaba caer a puados desde lo alto de los rboles.

    Fue en esta breve estada de Yhasua en su pueblo natal, que se des-pert en Galilea un pensamiento que estaba dormido desde los das de su nacimiento, en que hubo sucesos extraos en la casita de Yhosep. Pero de eso haban pasado dieciocho aos, y las gentes olvidan pronto lo que no afectan al orden material de su propia vida.

    Tambin estos sucesos se adormecieron semiolvidados en el silencio esenio, reservado y cauteloso en aquella hora de inseguridad en que se viva, bajo el yugo extranjero por una parte, y bajo el ltigo de acero del clero de Jerusaln, que castigaba con seversimas penas a todo el que, fuera de los crculos del Templo, se permitiera manifestaciones de poderes divinos.

    Las autoridades romanas haban dejado a los pontfices de Israel toda autoridad para juzgar a su pueblo. Slo se les haba retirado el poder de aplicar la pena de muerte. Pero la confiscacin de bienes, las prisiones, las torturas, los azotes, eran ejercidos con una facilidad y frecuencia que tenan espantados a los hebreos de las tres regiones habitadas por ellos: Judea, Galilea y Samaria.

    Esto explicar al lector, el silencio que los terapeutas mandaban

  • 610

    guardar referente a los poderes superiores que empezaban a manifes-tarse en Yhasua.

    La ciudad de Tiberias construida sobre la margen occidental del lago, y recientemente concluida en toda la magnificencia de su fastuosa ornamentacin, era el punto mgico que tena el poder de atraer por la curiosidad, a los sencillos galileos que no haban visto nunca cosa semejante.

    Y aunque los anatemas del clero contra la obra pagana inspiracin de satans, segn deca, retraa un tanto a los ms tmidos, este temor fue desapareciendo poco a poco, hasta el punto de que eran muy pocos los que no hubiesen llegado a conocer la dorada ciudad, orgullo de los Herodes.

    En determinadas pocas del ao, sobre todo en primavera y el esto, era el punto de reunin de cortesanos y cortesanas de Antipas o Antpa-tro, como ms familiarmente se le llamaba al hijo de Herodes el Grande, que apareca como Rey de aquella provincia, aunque su autoridad es-taba limitada por otras dos ms fuertes que la suya: la del Gobernador Romano, representante del Csar, y la del clero de Jerusaln, que para los hebreos representaba la temida Ley de Moiss.

    En tales pocas, el lago de Tiberades dejaba de ser el tranquilo esce-nario de los pescadores, para convertirse en un espejo encantado, donde se reflejaban las fastuosas embarcaciones encortinadas de prpura y turqu de los cortesanos del rey.

    Los festines y las orgas empezadas en los palacios, en las termas, o bajo las columnatas de mrmol con techumbre de cuarzo que brillaban bajo el sol del esto, continuaban sobre el lago, que iluminado con an-torchas, tomaba un aspecto fantstico y encantador.

    Emisarios reales acudan solcitamente a limpiar el lago de las sucias barcazas de los pescadores, cuando iba a realizarse un festn sobre las aguas. Un da ocurri que Yhasua con su to Jaime y Yhosueln, fueron a visitar las familias amigas de las orillas del lago en las cuales haba algunos enfermos. Los terapeutas que cuidaban aquella regin, estaban de viaje por otros pueblos, y Yhasua se crey obligado a remediar la necesidad de sus hermanos.

    Enseguida le informaron los pescadores que por el fuerte viento de los das pasados no haban podido salir a extender sus redes. Y que ese da que apareci hermoso y sereno, ya vino la orden de Tiberias que ningn pescador de las cercanas de la gran ciudad, saliera al lago, ni dejara redes tendidas.

    Para nosotros es la vida, es el pan, es la lumbre de nuestro hogar decan quejndose amargamente. Tienen sus palacios, sus par-ques, sus plazas y paseos. Nosotros slo tenemos el Lago que nos da

  • 611

    el sustento de cada da y, an esto, nos quitan los grandes magnates que estn hinchados de todo.

    El corazn de Yhasua senta este clamor y se rebelaba ante la injus-ticia de los poderosos, que no podan ser felices sino causando dolor a los humildes.

    A qu hora pregunt, son los festines de la corte?Comienzan al atardecer y se prolongan durante toda la noche. Ya

    andan poniendo los postes para las antorchas.Vuestra necesidad est primero que los festines de los cortesanos

    del rey dijo. Dios manda por encima de todos los reyes de la tierra, y Dios da sus poderes divinos a todo el que sabe emplearlos en cumpli-miento de su voluntad.

    Tened fe en Dios, que l es vuestro Padre y mira vuestra necesidad ms que el capricho voluptuoso de gentes que slo viven para su pla-cer.

    La forma en que habl Yhasua asust a todos, pues pensaron que iba a entrevistarse con los empleados reales que colocaban antorchas y gallardetes desde la ciudad hasta larga distancia.

    Qu vas a hacer? pregunt su to Jaime.T y Yhosueln, venid conmigo. Vosotros todos entraos a vuestra

    casa y orad a Jehov para que haga justicia en este caso dijo resuel-tamente.

    Y posedo de una fuerza y energa que era visible para todos, subi a una barquilla amarrada a la costa, seguido del to Jaime y Yhosueln.

    Extendieron el rstico toldo de lona para preservarse del sol, y Yhasua se sent cmodamente y cerr sus ojos.

    Una vibracin tan poderosa emanaba de l, que el to Jaime y Yhosue-ln cayeron bajo su accin y se quedaron profundamente dormidos.

    Cuando se despertaron, el cielo estaba color ceniza y amenazaba lluvia. Slo haban pasado dos horas.

    Vamos les dijo Yhasua. La voluntad de Dios puede ms que la de los hombres.

    Parece que tendremos lluvia dijo el to Jaime, comprendiendo lo que haba pasado, o sea que su gran sobrino haba puesto en juego los poderes superiores que haba desarrollado en grado sumo, y que cuando es justicia, se manifiestan en bien de quienes lo necesitan y lo merecen.

    Yhasua guard silencio y cuando llegaron a la casa de los pescadores, les encontraron contentos preparando sus redes para salir al lago.

    Sals ahora a tender las redes? les pregunt Yhosueln.Claro est que salimos: No ves que los hombres de la ciudad le-

    vantan sus aparejos del festn porque temen la lluvia?

  • 612

    En efecto, recogan gallardetes y colgaduras; y las balsas convertidas en plataformas con mesas y divanes, con doseles de prpura y guirnaldas de flores, desaparecieron rpidamente. El cielo estaba amenazante y por momentos se esperaba una descarga torrencial, pues el aire se haba enrarecido hasta ponerse sofocante.

    Una caravana de pescadores sali a tender sus redes.Nosotros no tememos la lluvia, sino al hambre decan, mientras

    cantando tomaban posesin de su lago, el querido lago que siempre les dio el sustento y al cual, la audacia de un reyezuelo soberbio haba cam-biado su viejo nombre de Genesaret por el de Tiberades para honrar la ciudad de Tiberias edificada sobre la orilla occidental.

    Unas horas despus la tormenta se desvaneca como una bruma de ceniza, y de nuevo la claridad hermosa de un cielo de turquesa comparta la alegra de los humildes pescadores galileos que decan a coro, aunque muy bajito:

    El hijo de Yhosep es un profeta de Dios al cual obedecen los ele-mentos.

    Pocos das despus Yhasua tuvo conocimiento de que en la suntuosa ciudad de Tiberias ocurra un hecho que para l era insoportable y era el siguiente:

    Los pobres, los hambrientos, los desheredados, viven naturalmente buscando lo que desperdician de sus harturas los ricos, los felices de la vida. Y suceda que grupos de estos desventurados acudan a la entrada de las termas donde se levantaban tiendas movibles con toda clase de frutas