Arqueologia de Los Dioses

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    Introduccin

    El libroRecuerdos del futuro, de Erich von Dniken, marc unapoca al igual que lo ha hecho recientementeEl cdigo Da Vin-ci, de Dan Brown. Quiz tena ms mrito la obra de Dni-ken porque cuando fue publicada (la edicin original es de

    1968 y su traduccin al castellano, de 1970), ni haba Inter-net ni los medios de comunicacin eran tan pertinaces co-mo lo son ahora. Simplemente el boca a oreja hizo que su di-fusin corriera como la plvora y se vendieran millones deejemplares en todo el mundo.

    En su primer libro, el autor suizo propona la sugerenteidea de que ya en nuestra Prehistoria y durante la Antigedadnos visitaron seres de otros planetas. Estas visitas fueron en-

    tendidas por nuestros ancestros como si fueran la llegada delos esperados dioses. Prueba de ello, siempre segn Dniken,es el legado arqueolgico de culturas como la egipcia, la ma-ya o la india que, si sabemos interpretarlas, hacen alusin aesos supuestos contactos interplanetarios.

    No es que Dniken fuera el primero ni el ms original ala hora de proponer ese tipo de teoras. Pero s tiene el mri-to de haber sido el gran difusor de estas ideas.

    Cuando yo no tena ni diez aos cay en mis manos unejemplar deRecuerdos del futuro. A pesar de que todava eramuy nio y que seguramente no era una lectura para mi edad,el libro se me presentaba como algo fascinante. Fue una es-pecie de ventana a otro mundo; algo totalmente diferente alo que estaba acostumbrado a escuchar. Y, claro, la pregunta

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    es qu podra haber escuchado un nio de mi edad para po-der hacer juicios de valor sobre teoras o hiptesis a cada cualms inslita. En aquel momento me daba igual. Me parecainteresante. Condicionado por un ambiente familiar en el quelos temas del mundo de lo inslito eran el pan nuestro decada da, uno pierde el horizonte y cae en las garras de la am-bigedad.

    En aquella poca yo no saba quin era Erich von D-niken, un autor del que no saba ni me interesaba queera un antiguo hostelero suizo que haba hecho una fortunavendiendo libros fantsticos sobre las visitas que en la Anti-gedad nos haban hecho los extraterrestres. La propia cu-bierta del libro fue durante aos un enigma en s mismo. Tar-d mucho tiempo en darme cuenta de que las extraas sombrasque aparecan en la portada no eran lo que yo vea, una espe-

    cie de mueco con un elegante sombrero napolenico, sinouna fotografa en perspectiva de la losa de piedra que cu-bra la tumba del Seor de Pacal en el templo de las Inscrip-ciones de Palenque, ms conocido como el astronauta dePalenque.

    Hoy conservo el libro y cada vez que lo miro sigo vien-do a ese personaje napolenico, si bien ya soy capaz de vertambin, cambiando el chip visual, la figura del conocido

    astronauta.El libro de Dniken, y todos los que le siguieron durantelas dcadas de 1970 y 1980, albergaba en sus pginas un mon-tn de elementos extraordinarios; evidencias todos ellos, siem-pre segn Dniken y sus correligionarios, de la visita de ex-traterrestres en la Antigedad. Mapas areos de nuestro planetade 11.000 aos de antigedad, aerdromos prehistricos, ex-plosiones atmicas de hace miles de aos o representaciones deastronautas en los albores de la civilizacin humana eran algu-nos de los ingredientes comunes en este tipo de literatura.

    No me voy a poner a dar ejemplos en esta introduccin.El libro est plagado de ellos y las referencias al trabajo deDniken o de otros autores de la misma cuerda y poca serncontinuas.

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    Adonde quiero llegar es que, las imgenes que en aque-llos aos de juventud me parecan tan evidentes y claras co-mo el agua con el paso de los aos y la madurez que da el apre-ciar las cosas desde otra ptica mucho ms racional lashe visto de una manera totalmente distinta.

    El primer captulo que propongo est dedicado al llama-do astronauta de Palenque, nombre con el que incluso sele conoce en la literatura acadmica. Es quiz un ejemploesclarecedor del contenido de este libro. Una losa funerariade piedra del siglo VII de nuestra era en la que podemos vercon toda claridad a un individuo sentado en una suerte de apa-rato parecido a una moto, con las manos en el manillar, cam-biando de marchas con el pie y, tras l, una densa nube de hu-mo producida por la combustin del motor. Si lo vemosdescontextualizado, efectivamente, no tardaremos en dejar-

    nos llevar por la evidencia subordinada a nuestra realidad yver en la figura del pobre Pacal el rey cuya tumba cubra lapolmica losa, a un individuo delante de los mandos deun aparato o nave. En cambio, si comparamos el relieve conotros similares pronto descubriremos que no hay ni man-dos, ni nave, ni humo, y que su realidad arqueolgica encajaperfectamente en el mundo artstico del sigloVII de la cultu-ra maya.

    La obra de Dniken forma parte de una poca en la queesas piezas fueron extraordinarias. No haba Internet, y el ac-ceso a la bibliografa especializada era difcil. Por lo tanto, hacostado sangre, sudor y lgrimas acabar con algunos de esosmitos. En ocasiones, la interpretacin que se haca de ellos noera ni mejor ni peor que la oficial, por lo que durante aos lasdos corrieron juntas hasta que una pudo con la otra.

    Desde el punto de vista antropolgico nos enfrentamosa un tema apasionante: la bsqueda de soluciones a los pro-blemas cotidianos echando mano de realidades descontex-tualizadas de nuestro entorno. A lo largo de la Antigedadhasta bien entrada la Edad Moderna, casi despus de la Re-volucin Francesa en 1789 y los primeros pasos del raciona-lismo, la solucin a los problemas que presentaban los hechos

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    extraordinarios vena de la mano de lo divino, lo sobrehuma-no o lo espiritual. No haba otra forma de entender por qullova de una forma tan despiadada sobre un lugar hasta aca-bar con la vida de miles de personas si no era mediante laexplicacin del enfado de alguna divinidad. Las plagas queasolaron Egipto antes de la salida de Moiss y el pueblo de Is-rael segn la tradicin bblica, se debieron, en breve, a un con-tencioso teolgico. Incluso en plena poca contempornea,cuando en 1912 el Titanicchoc con un iceberg en Terrano-va, hay quien no tard en sealar que aquello era un castigodivino. Tal afirmacin se basaba en la idea de que el cons-tructor del enorme trasatlntico haba sealado que aquel bar-co no lo hunda ni Dios.

    Como vemos, nuestro condicionamiento religioso a lolargo de la historia ha sido muy grande. Sin embargo, en el

    siglo XX todo ha cambiado. Especialmente el cambio se ob-serva despus del nacimiento del fenmeno ovni como talen 1947 cuando Kenneth Arnold divis los primeros platillosvolantes reconocidos sobre el monte Rainier en Estados Uni-dos. Eso s que fue el pistoletazo de salida para que los hom-brecillos verdes (la identificacin de este color con aliengenasnace en el siglo XIXy es una historia fascinante en s misma)comenzaran a ocupar un espectro amplio de nuestra sociedad.

    En pocos aos, la religin qued en un segundo plano comojustificacin de los fenmenos anmalos o extraordinarios ypas el relevo al fenmeno ovni. En la dcada de 1960 y mu-cho ms en la de 1970, cualquier hallazgo que presentaba pro-blemas de identificacin en el mbito arqueolgico era de na-turaleza extraterrestre.

    Las teoras que se presentan en este libro son totalmente rea-les. Estn perfectamente reflejadas en libros publicados re-cientemente, tal y como queda de manifiesto en los fragmen-tos que he seleccionado. Con ellos he querido ilustrar y acercaral lector de ahora la visin de los objetos extraos y de loshallazgos arqueolgicos anmalos que se tena hace no tanto

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    tiempo. No se trata de bromas ni de burlas para rerse de an-tiguos investigadores. Aqu solamente hablo de propuestas ve-rdicas. Podra haber metido entre estas pginas al famosoastronauta de la catedral nueva de Salamanca. A muchos lesllamar la atencin si no lo conocen, pero en la entrada deltemplo, sobre su jamba izquierda podemos ver a un simpticoastronauta volando entre la hojarasca que decora esta parte dela puerta. A nadie se le ha ocurrido decir, al menos no lo heodo todava, que se trata de una prueba irrefutable de la pre-sencia de seres extraterrestres en el Renacimiento espaol. Setrata de un astronauta al ms puro estilo Neil Armstrong en laLuna, con su traje abultado, su casco y su panel de control enel pecho. Pero no es del Renacimiento, como el resto de estamagnfica catedral, sino producto del guio del artista mo-derno que trabaj en una reciente restauracin. Y no es un ca-

    so nico. Una de las grgolas de la catedral de Palencia es enrealidad un fotgrafo que parece hacer una instantnea a to-do aquel que se acerca a contemplarlo desde abajo.

    Con el paso del tiempo y tomando como referencia eltrabajo de algunos de estos investigadores, desde mi punto devista hay dos maneras de interpretar la presencia de un erroren la interpretacin de una pieza. Muchos de ellos han aca-bado reconociendo el resbaln o han dulcificado sus teo-

    ras, como el caso del propio Erich von Dniken. Otros hanaadido a sus trabajos las interpretaciones ms acadmicas sinnegar as al lector la posibilidad de poder valorar y elegir. Porel contrario, y esto no lo entiendo, est la actitud de otros in-vestigadores que, an sabiendo que esas teoras o plantea-mientos se caen por su propio peso, siguen defendindolosnegando la evidencia lgica con la simple negacin. S queno es una razn econmica. Por mucho que digan los escp-ticos, nadie vive slo de decir que nos visitan los marcianos.Pero me duelen los casos de algunos que son capaces de cons-truir teoras basadas, literalmente, en nada, cuyo nico ar-gumento para defender sus postulados es que tienen raznsin ms, y que no entienden que lo que ellos llaman laciencia oficial d la espalda a una realidad que no quieren ver

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    porque no les conviene. No voy a dar nombres aqu porqueellos mismos se van a retratar a lo largo de las pginas de es-te libro.

    En el caso de Erich von Dniken no tiene que haber ma-los entendidos. Ya creamos en sus excntricas teoras o no,gracias a sus libros hoy podemos colocar en el mapa lugaresque hasta hace cuatro dcadas eran totalmente desconocidospara el pblico en general. Las lneas de Nazca en Per, losmoais de Isla de Pascua o las cuevas de Ecuador eran lugaresignotos hasta que l coloc all sus extraterrestres. Por cier-to, que nadie se lleve a engao con este libro. En absoluto pre-tende ser una negacin de la vida extraterrestre o de la visitade estos seres en la Antigedad. Nada ms lejos de la realidad.S creo en la existencia de vida fuera de nuestras fronteras te-rrestres y en que muy posiblemente nos visitaron al igual que

    lo hacen hoy. Sin embargo, no por ello tenemos que mez-clar churras con merinas y decir disparates. Si en la actuali-dad creer en extraterrestres es casi ms una cuestin de fe quede evidencias tangibles, en el mundo arqueolgico el por-centaje se puede reducir a una nimiedad hoy por hoy despre-ciable.

    Este libro es el hijo editorial de un proyecto radiofnico.Durante un ao el programa de la Cadena SERMilenio 3, di-rigido y presentado por Iker Jimnez, emiti la seccin Ar-queologa imposible, en la que mi voz desgranaba en apenastres minutos algunos de los casos que en este libro aparecenampliados y desarrollados. La msica de fondo era el temaprincipal de Olim, trabajo del msico belga Michel Huy-gen. La eleccin no es casual. Esa msica, lo sabrn los de migeneracin y los ms mayores, sirvi de sintona de la cabe-cera de la serie de televisinEl Imperio del Sol, dirigida y pre-sentada por Fernando Jimnez del Oso.

    El Dr. Jimnez del Oso sirvi de vehculo transmisor demuchos de los elementos que dan cuerpo a este libro. l nun-ca fue estandarte de ninguna Verdad con maysculas, e inclu-

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    so no tuvo reparos en incluir en sus programas el testimoniode cientficos que echaban por tierra las teoras de, por ejem-plo, Dniken. Adems, una de las virtudes del Dr. Jimnez delOso, con quien tuve la suerte de trabajar durante muchos aose incluso de hacer varios programas para la televisin, fue la derectificar. En el mismo instante en que llegaron a sus odoslas interpretaciones ms lgicas del, por seguir con el ejemplo,astronauta de Palenque, fue el primero en darnos a conoceresa nueva realidad ms acorde con la arqueologa.

    No es que con este libro quiera corregir o amonestar eltrabajo de mi buen amigo Fernando. Todo lo contrario. Pe-ro el usar su msica en la seccin de la radio s me hizo sen-tir un poco esa especie de apndice o complemento a muchosde sus trabajos todava vlidos.

    En ocasiones, en los foros de Internet nacidos al abrigo

    del programa de radio se ha comentado que mis plantea-mientos parecen ms del mundo de los escpticos (Dios melibre de verme relacionado con esa clase de eglatras, repri-midos, tristes y amargados) que de los seguidores y amantesde los misterios. Creo que una cosa no quita la otra. Que des-mitifique grandes clsicos del mundo de la arqueologa nosignifica que no me apasionen los misterios de la Antigedad.Todava quedan muchos en pie. No hay ms que echar un vis-

    tazo al eplogo del libro para descubrirlo.

    Es cierto que an hoy existen otras leyendas urbanas delmundo del misterio que van atrapando a nuevas generacionesde investigadores. Pero es ley de vida reconocer que la in-mensa mayora de ellos crecern, evolucionarn y seguramentesern capaces de, en un futuro, dar la espalda a muchas teo-ras excntricas, sin ningn rigor cientfico y que, sobre todo,son un verdadero insulto a la forma de trabajar y pensar delhombre antiguo.

    En estas pginas me he ceido a unos pocos ejemplos. Ensu mayora se trata de objetos, teoras o lugares que duranteaos se han tomado en el mundo de la para-arqueologa,

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    por llamarla de alguna forma, como realidadesper se. Hay al-gunos ejemplos ms cercanos en el tiempo que no tienen msde cinco aos, pero que por su singularidad merecan estarpresentes en estaArqueologa de los dioses.

    La gente que me conozca de otros trabajos sabe que miespecialidad es la egiptologa. Casi la totalidad de mis traba-jos e investigaciones estn volcadas en este sentido. Y comola cabra tira al monte, el lector no pasar por alto que variosde los captulos estn dedicados, precisamente, a Egipto. He dereconocer que es el mundo que ms conozco y que ms meatrae. As que, al fin y al cabo, como yo soy el autor y el pa-dre de la criatura, me he tomado la libertad espero que se-pan disculparme de incluir unas cuantas referencias a Egip-to en las que me he explayado sin ningn tipo de apremio ocoaccin.

    Seguramente, despus de leer este libro, ms de uno seva a sentir aludido o herido en sus planteamientos. Si es as,lo siento. Nada ms lejos de mi intencin herir la sensibilidadcientfica de nadie. Y si no lo entiende, que espabile, que lle-gan otros pegando fuerte por detrs. En definitiva, quien sepica, ajos come, segn reza un refrn perteneciente a nuestrorico acervo cultural castellano.

    LaArqueologa de los diosesnos espera. Sean todos bien-

    venidos.En la casa de la Princesa a 1 de febrero de 2007

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    CAPTUL O I

    El astronauta de PalenqueEl ms all del espacio

    Alberto Ruz de Lhuillier (1906-1979), al que tambin pode-mos encontrar en la bibliografa como Alberto Ruiz, naci enPars. De joven se traslad a Cuba, donde se educ en la uni-

    versidad nacional de aquel pas para luego saltar a Mxico. AllRuz ampli sus estudios en la Escuela de Antropologa e His-toria. Sus investigaciones sobre arqueologa y antropologade la cultura maya le llevaron a la Universidad Autnoma deMxico y a volver a Pars, donde se convirti en poco tiempoen uno de los mximos especialistas.

    El hallazgo ms importante de Alberto Ruz, y por el quealcanz fama mundial, fue el descubrimiento en el ao 1952

    de la tumba del Seor de Pacal (615-683 d. C.) en lo ms pro-fundo del templo de las Inscripciones de Palenque, en el es-tado de Chiapas (Mxico). Este complejo arqueolgico se en-cuentra a unos 8 kilmetros al sur de la poblacin de SantoDomingo del Palenque, de donde toma su nombre, en el ex-tremo sur de la pennsula del Yucatn.

    Sin embargo, la historia de este sensacional descubrimien-to comienza varios aos antes de 1952. En 1949 Alberto Ruz fuenombrado director de investigacin de la zona de Palenque porel Instituto Nacional de Antropologa e Historia de Mxico(INAH). Aunque el lugar haba sido visitado asiduamente por in-numerables aventureros, artistas y algunos pocos cientficos des-de su descubrimiento 1785, su descubrimiento en la jungla se-gua ocultando con un denso velo verde los tesoros de Palenque.

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    Cuando Ruz se enfrent por primera vez en la prima-vera de ese mismo ao de 1949 al templo de las Inscripcionesde Palenque, el monumento apenas era visible sumergidoen una densa cortina de vegetacin. Nunca antes se haba ex-plorado de una manera cientfica y todo pareca indicar queeste monumento, el ms hermoso de Palenque y el que tenavisos de estar construido sobre una estructura ms antigua,poda albergar gran cantidad de tesoros.

    Los trabajos de deforestacin arqueolgica no tarda-ron en sacar a la luz una enorme construccin de forma pira-midal compuesta por ocho plantas. En la ltima plataformase encontraba el acceso a un templo. Dentro de l, Ruz se sin-ti atrado por una de las losas centrales del piso. Las escenasde los relieves de las paredes no se detenan al llegar al sue-lo. Pareca que continuaban por debajo de ste. Esto, junto

    con la forma de la losa sealaron al arquelogo que deba dehaber algo debajo del templo.

    EL DESCUBRIMIENTO

    A finales de mayo de 1949, Ruz descubri la presencia de unaescalera labrada en la roca de la montaa y, segn sus propias

    palabras, muy bien conservada. La escalera se hunda ha-cia el interior de la montaa y estaba llena de restos de arci-lla y bloques de piedra.

    Tras descender 45 peldaos, Ruz alcanz un primer re-llano con un giro en forma de U. Aqu el arquelogo descu-bri la entrada a dos pozos que interpret como puntos deentrada de luz y aire en la Antigedad desde un cercano patio.Pero la escalera no terminaba all. Tras ese rellano otros 21 es-calones llevaban a un pasillo occidental obstruido por una pa-red. Tanto al final como en el primer escaln alguien haba de-jado sendas cajas con ofrendas en su interior hechas de jade,cermica y una hermosa perla en forma de gota.

    No quedaba ms remedio que tirar abajo la pared parapoder continuar en el descenso hasta donde entonces nadie

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    saba qu. El muro tena varios metros de grosor y estaba he-cho con arcilla y piedras. Tras l, Ruz se top con una nuevalosa; en esta ocasin de forma triangular. A sus pies, como sise tratara de las ofrendas que anunciaban un enterramiento,los arquelogos descubrieron los huesos de seis jvenes, unode los cuales era una mujer. Exactamente se encontraban a 25metros por debajo del templo de la cima y a solamente 2 dela base de la pirmide.

    Ms all de la losa triangular, finalmente, haba una c-mara de 9 por 4 metros, cuyas paredes estaban decoradas conrelieves en estuco. Era el 15 de julio de 1952 y Ruz acababade hacer uno de los descubrimientos ms apasionantes de lahistoria de la arqueologa. Lo ms asombroso descansaba enel centro de la habitacin. All haba lo que en un principiocreyeron que era un altar formado por una enorme losa de

    piedra de 3,8 metros de longitud, 2,2 de ancho, 25 centme-tros de altura y de 5 toneladas de peso. La losa descansaba enun monolito de 6 metros cbicos apoyado sobre 6 grandesbloques de piedra trabajada, todo ello cubierto de espectacu-lares relieves.

    Mover la losa fue toda una proeza. Para ello fue necesa-rio cortar un rbol en la cercana selva, cortar el tronco en di-ferentes longitudes, transportarlo con camiones hasta el pie

    de la pirmide y luego, mediante mquinas y fuerza bruta, su-birlo al templo para bajar los maderos hasta la cmara sepul-cral. La operacin de levantamiento de la losa se llev a ca-bo con xito la noche del 27 de noviembre de 1952. En suinterior, Ruz descubri los restos humanos de un hombrede unos 40 o 50 aos. El cuerpo estaba boca arriba con unamscara de jade cubrindole el rostro y las orejas. Entre otrostesoros que se descubrieron con l haba figuras de jade y va-rias joyas en forma de diadema, collares y anillos.

    En aquellos aos de la dcada de 1950, todava no se ha-ba descifrado el significado de los glifos mayas. Tiempo des-pus, cuando se resolvi el misterio, todos reconocieron eltrabajo del arquelogo y el de su continuador, su hijo Alber-to Ruz Fuiller, nacido en 1945. Efectivamente, aqulla era la

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    tumba de un personaje importante de Palenque. Ya no habaduda; Alberto Ruz descubri la tumba del Seor de Pacal, cu-yo reinado, como ya he dicho antes, se dio entre los aos 615y 683 de nuestra era. Con ello no solamente daba un paso ade-lante en la historia de los grandes descubrimientos, sino queadems daba una nueva vuelta de tuerca a los estudios que ha-ba hasta la fecha sobre las pirmides mexicanas. El hallazgode Ruz confirm que los monumentos centroamericanos nosolamente eran lugares de culto sino que, adems, se aseme-jaban a las pirmides egipcias, utilizadas miles de aos antescomo lugares de enterramiento.

    LA LEYENDA DEL ASTRONAUTA

    Es cierto que a simple vista hay que reconocer que la losa dePalenque llama la atencin. Nadie puede negar que antenosotros tenemos la representacin de una persona en unapostura que se asemeja mucho a la de los modernos pilotos demotocicletas o a la de los no tan modernos pilotos de cohe-tes. Hace cuarenta aos, cuando salt a los medios de co-municacin la historia del astronauta de Palenque, el tras-fondo histrico de Pacal, al parecer, no colmaba las expectativas

    ni era lo suficientemente atractivo como para hacerlo encajaren la descripcin de la singular figura de la losa.En 1966 la revista Clypeusde Turn (Italia) public un

    sorprendente artculo titulado Lenigma di Palenque (Elenigma de Palenque). Sus autores eran dos investigadoresde Niza, Andr Millou y Guy Tarade. La interpretacin quehacan en el mencionado artculo no dejaba ninguna clasede dudas para ellos: El personaje que est en el centro dela losa y que nosotros llamamos piloto nos explican Mi-llou y Tarade lleva un casco y mira hacia la parte delan-tera del aparato. Sus dos manos manipulan unos resortes.La mano derecha se apoya sobre una palanca idntica a lasutilizadas en el cambio de marchas de los autos Citron 2 CV.Su cabeza est apoyada en un soporte; un inhalador pene-

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    tra en su nariz, lo que indica claramente un vuelo estra-tosfrico.La nave donde viaja, exactamente equipada como un

    cohete espacial, parece ser un vaco csmico que utiliza la ener-ga solar. En efecto, en la parte delantera del aparato apare-ce la figura de un papagayo, pjaro que representa al dios vo-lante de los smbolos mayas. La palabra energa sera msapropiada que la de dios, ya que en la descomposicin de laluz mediante prisma podemos encontrar la gama de coloresdel plumaje de una papagayo. El color dominante habitual deestos pjaros es el verde, color de los dioses venusianos. Y co-sa muy curiosa y coincidente es que los testimonios ms fi-dedignos afirman que los platillos volantes, a su paso por elcielo, lo impregnan de color verde.

    En la parte anterior del cohete, justo detrs de la proa,

    estn dispuestos diez acumuladores, y tambin son visi-bles ms condensadores de energa. El motor se halla encuatro compartimientos en la parte delantera, y en la tra-sera aparecen unas clulas y vemos unos rganos comple-jos que estn conectados por unos tubos a una tobera queexpulsa fuego.

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    Estela del rey de Pacal, descubierta por Alberto Ruz, con el conocidoastronauta (E. Danyans).

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    Eugenio Danyans de la Cinna en su clsico Platillos vo-lantes en la Antigedad(1967) sealaba que: el extrao gra-bado que decora la losa ha desconcertado a los hombres deciencia porque se parece, como una gota de agua a otra, aun cohete csmico o cpsula espacial del tipo Mercury, pro-pulsado por energa inica o fotnica. Dicho de otra manera:nos hallamos ante una astronave de hace diez mil aos!.

    Quien acab de poner la puntilla haciendo mundialmentefamoso al que ya se conoca como el astronauta de Palen-que fue el escritor suizo Erich von Dniken. En 1968 publi-c su libroRecuerdos del futuro, que apareci en Espaa en1970. En l se retomaba la historia de la tumba descubiertapor Alberto Ruz como una prueba irrefutable de que los ex-traterrestres nos visitaron en la Antigedad, llegando inclusoa colonizar y a dejarnos pruebas de su alta tecnologa.

    La descripcin que hace Dniken del relieve, cuyo des-cubrimiento fecha de forma errnea en el ao 1935, no tienedesperdicio: Ante nuestros ojos aparece un ser humano, sen-tado con el torso inclinado hacia delante como un corredorciclista; cualquier nio de nuestros das identificara su ve-hculo con un cohete. El artefacto tiene una cabeza puntia-guda, contina con unas extraas aletas estriadas, luego se en-sancha y termina a popa en un fuego llameante. El propio ser,

    encorvado y tenso, manipula una serie de palancas indefini-bles y apoya el taln izquierdo en una especie de pedal. Su in-dumentaria es funcional: un pantaln corto a cuadros con unancho cinto, una chaquetilla de moderno corte japons, grue-sas manoplas y polainas. Puesto que conocemos ya como pre-cedente otras representaciones similares, nos extraara mu-cho la falta del complicado sombrero. Pero no, ah est denuevo el casco con sus resaltes y pinchos semejantes a ante-nas. Nuestro astronauta su silueta es inconfundible y, portanto, podemos llamarlo as no evidencia slo accin por laactitud; ante su vista cuelga un aparato que l observa con mi-rada fija y penetrante. Entre el asiento delantero ocupado porel astronauta y la parte posterior del vehculo, donde vemoscajas, crculos, puntos y espirales, hay varios puntales.

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    Hay ms descripciones, pero todas redundan finalmenteen el mismo tema. Aqu me he limitado a proponer, quiz, dosde las ms clsicas. A la sazn, la de los creadores de la teora,Andr Millou y Guy Tarade, y la de quien la hizo mundial-mente famosa, Erich von Dniken.

    Como se puede intuir fcilmente, para todos ellos la lo-sa de piedra del rey de Pacal era una evidencia que haba quesumar a otras documentales ya conocidas con anterioridad.Entre ellas estaba el Popol Vuh, cuya traduccin ms aproxi-mada sera Libro del consejo o Libro de la comunidad.Se trata de un libro escrito en lengua quich, correspondientea un grupo tnico de la familia maya. Se cree que fue puestosobre pergamino a medidos del siglo XVI para recoger tradi-ciones orales mucho ms antiguas. Su autor podra haber sidoun quich que, educado por los colonizadores espaoles, pu-

    so por escrito el legado cultural de su pueblo con caracteresdel alfabeto latino. Entre sus pginas se recoge la cosmogo-na y el pensamiento quichs adentrndose en la mitologamaya. Este trasfondo sirvi para que Millou y Tarade extra-jeran de l algunos fragmentos. En ellos se deca soy hijo delbarro pero tambin del cielo estrellado, lo que para los fran-ceses era una prueba indudable de que los mayas o algunas desus divinidades colonizadoras procedan del espacio.

    A esto hay que sumar otros elementos igual de desesta-bilizadores. Al parecer, las sorpresas no se quedaban en larepresentacin del astronauta sino que estaban incluso en elinterior de la propia tumba. Millou y Tarade sealaban enLenigma di Palenque que los restos humanos descubier-tos por Alberto Ruz no se correspondan con los de un maya.Su morfologa era totalmente diferente a la de los indiossealaban los investigadores franceses. Aparentaba unos40 o 50 aos. Su talla, 1,73 metros, sobrepasaba en unos bue-nos 20 centmetros la altura media de los mayas, que era de1,54. Segn esta teora, Pau Gasol, que con sus 2,15 metrossupera en casi 40 centmetros la altura media de nuestros pai-sanos, podra muy bien no ser de Barcelona sino de Neptu-no. Incluso yo, que mido 1,82, superando en 10 centmetros

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    esta media nacional, podra haber nacido perfectamente cer-ca de Orin. Creo que tengo que hablar muy seriamente conmis padres.

    LA LOSA DEL REY DE PACAL

    Pero como es de esperar, la historia real es muy distinta. Va-yamos por partes. El nombre original de Palenque en tiem-po de los mayas debi de ser Nachan, apelativo que hace re-ferencia a la casa de las serpientes. Su esplendor se da en elperiodo clsico superior de la civilizacin maya, esto es, en-tre el ao 600 y el 950 de nuestra era. Adems del templo delas Inscripciones, en Palenque destaca la presencia del tem-plo del Sol, el de la Cruz y, especialmente interesante para

    el caso que nos atae, el de la Cruz Enramada. Muy posi-blemente estos cuatro grandes edificios del recinto arqueol-gico de Palenque fueron levantados por el hijo y sucesor dePacal, Kinich Kan Balam. Es posible que el templo de las Ins-cripciones fuera levantado en su totalidad o en parte por elpropio Pacal; sin embargo, parece claro para los arquelogosque los otros tres grandes monumentos s fueron construidospor su hijo con la nica finalidad de dejar constancia de la di-

    vinizacin de su padre.Como he comentado antes, Palenque fue descubierto en1785. En aquel ao el gobernador espaol de la zona era Jo-s de Estachera, cuyos trabajos conocemos gracias al cronis-ta de Indias Juan Bautista Muoz. Para entonces la selva ha-ba cubierto prcticamente toda la ciudad y apenas eran visibleslas estructuras piramidales bajo la densa vegetacin.

    Por lo tanto, el entorno arqueolgico pareca claro paradelimitar el cerco de la interpretacin del polmico relievecon la figura de un soberano maya, y ms en concreto, porel lugar en que nos encontramos con el propio rey de Pacal.Aunque nunca dijo su nombre, fue precisamente Alberto Ruzel primero en sealar esta hiptesis, por otra parte, la ms l-gica de todas. Al mencionar el descubrimiento de una tum-

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    ba real en sus informes, aunque l lo coloreaba con atribu-ciones y suposiciones, en el fondo de su corazn saba quecuando se consiguieran descifrar los textos que rodeaban lalosa, aparecera el nombre de Pacal.

    Y an as, hay que reconocer que no las tena todas con-sigo. En el informe preliminar reconoci que el hombre en-terrado en Palenque no era de origen maya: Nos sorpren-di su estatura, mayor que la del maya medio de nuestros dasseala el arquelogo mexicano; y tambin el hecho deque sus dientes no estuvieran provistos de incrustaciones depiritas o jade, ya que esta prctica (como la de deformar ar-tificialmente el crneo) era habitual entre los individuos delas clases sociales superiores. El estado de deterioro del cr-neo no nos permiti establecer con precisin si haba sido de-formado o no. A este fin decidimos que posiblemente el per-

    sonaje no era de origen maya, aunque estaba claro que habaacabado por ser uno de los reyes de Palenque.Dejando de lado la intrahistoria del personaje, no por su

    nula importancia en el tema que nos rene, sino porque noaportaba nada al significado real del conjunto de la losa delrey de Pacal, sta no representa a ningn astronauta sino querepresenta al propio rey en su trnsito hacia el mundo de lamuerte. Por lo tanto, no hay representacin alguna de co-

    hetes, ni de manillares, ni de humo saliendo de las turbinasdebido a una fuerte propulsin, sino smbolos que tienen superfecto paralelismo en el mundo de las creencias mayas y delos que hoy se conocen otros ejemplos.

    El hallazgo es desestabilizador en s mismo, no por el he-cho de que represente a un supuesto astronauta, teora que co-mo ahora desgranar no tiene sentido alguno, sino porqueda la vuelta a la tortilla al significado ltimo que se atribua alas pirmides en el mundo maya. El siguiente texto de Alber-to Ruz clarifica este aspecto y nos introduce en el mundo delsimbolismo de la losa: Esta tumba real de Palenque se-ala el arquelogo mexicano en su relato publicado en 1953en el The Illustrated Newslondinense tambin nos permitesuponer que la actitud hacia los muertos mayas del halach ui-

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    nicse aproximaba mucho a la de los faraones. La piedra quecubra la tumba parece confirmar esta apreciacin y sintetizaen sus relieves algunos rasgos esenciales de la religin maya.La presencia aqu, en una losa sepulcral, de motivos que serepiten en otras representaciones, nos facilita quiz la clavepara interpretar los famosos paneles de la Cruz y la Cruz Fo-liada (o Enramada) en Palenque, y tambin algunas pinturasde los cdices. En la piedra en cuestin vemos a un hombrerodeado de smbolos astrolgicos que representan el cieloel lmite espacial de la tierra del hombre y la morada de losdioses, donde el curso fijo de las estrellas marca el implaca-ble ritmo del tiempo. El hombre reposa sobre la tierra, re-presentado por una grotesca cabeza con rasgos fnebres, yaque la tierra es un monstruo que devora todo lo que vive; ysi el hombre reclinado parece caerse hacia atrs es porque su

    inherente destino es caer a la tierra, el pas de los muertos.Pero sobre el hombre se alza el bien conocido motivo cruci-forme, que, en algunas representaciones es un rbol, en otrasla estilizada planta del maz, pero que siempre es el smbolode la vida surgiendo de la tierra, la vida triunfante sobre lamuerte.

    Vayamos por partes. La propia representacin del indivi-duo que protagoniza la escena y que se supone ser el mismo

    que hay enterrado en la sepultura al menos as lo sealan lostextos de la losa, cuenta con todos los elementos necesariospara encuadrar en la morfologa tpica de un maya.

    Todo parece indicar que el relieve del astronauta no esmas que la representacin de la divinizacin de Pacal, man-dada realizar seguramente por su hijo Kinich Kan Balam. Porsu parte, la nave o cohete no sera tal sino una elabora-da representacin de una cruz o rbol de la vida que vemoscon frecuencia sobre relieves conservados no solamente enmuchos lugares de Mesoamrica sino en el propio Palen-que. Este tipo de cruz o rbol siempre tiene la misma estruc-tura. En su parte superior el rbol est coronado por un p-jaro quetzal, smbolo del dios sol. El tronco est formado porramas cubiertas por una serpiente, y de cuyos extremos sur-

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    gen mazorcas de maz antropomorfas. Finalmente en la parteinferior, junto a las races de la planta, lase el infierno, vemosun demonio. ste es el esquema, podramos decir tipo, dela llamada cruz que podemos ver en varios lugares de Palen-que como en el templo de la Cruz Enramada. Curiosamenteen estos paralelismos que vierten luz sobre el verdadero sig-nificado del cohete de Pacal, se puede ver al propio sobe-rano junto a la cruz haciendo de extremo de alguna de las ra-mas; una especie de antropomorfizacin vegetal de ladivinizacin de Pacal.

    UN VIAJE A LA MUERTE NO AL ESPACIO

    Alberto Ruz ya adelant esta interpretacin al ver en la figura

    de la losa al rey de Pacal reposando al pie del rbol de la vida,mientras su espalda descansa sobre el demonio en forma deesqueleto de los cuatro puntos cardinales. De esta forma que-dara una compleja propuesta iconogrfica en la cual se podranver los tres planos del mundo de las creencias mayas, el sub-terrneo con sus demonios, el terrenal con el rey de Pacal y fi-nalmente el celeste con el pjaro quetzal, smbolo del sol.

    En cierto modo se puede ver un paralelismo grande con

    los mitos egipcios manifestados en elLibro del Amduat. Se tra-ta de un texto religioso de la XVIII dinasta (ca. 1500 a. de C.)en el que el rey es asimilado al sol y debe superar el peligro-so periplo del sol por las doce horas de la noche para volver arenacer al da siguiente como el dios Ra. En la losa de Pacal,algunos investigadores han querido ver algo similar al enten-der que el rey es devorado por los demonios del averno paraluego renacer con los rayos del sol de un nuevo da.

    A uno se le queda el cuerpo un tanto descompuesto des-pus de leer la interpretacin arqueolgica del Seor de Pa-cal. La interpretacin astronutica pierde todo su valor des-de el principio. Como deca antes, a simple vista no es difcilver que efectivamente el rey maya parece estar pilotando unanave o un cohete. Como curiosidad est francamente bien.

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    No obstante, es ilgico que los mayas disearan cohetes co-mo los existentes en la dcada de 1960. Hoy, por ejemplo, lasupuesta tecnologa astronutica de la losa perdera todosu significado ya que en pleno sigloXXI los cohetes no se em-plean en el traslado de tripulantes al espacio sino que son na-ves mucho ms sofisticadas. Por ello se ve una vez ms unproblema muy comn entre los investigadores de los miste-rios del mundo de lo antiguo: intentar buscar en nuestro en-torno diario paralelismos que den una explicacin a repre-sentaciones que nos resultan sorprendentes. Y no hay errorms grave en un investigador. Lo primero que hay que haceres salir de nuestras coordenadas espaciotemporales e inten-tar pensar, en este caso, como un maya del siglo VII de nues-tra era. Por ello, si vamos un poco ms all, es lgico pen-sar que hay algo que no encaja en un razonamiento tan audaz.

    Con los tiempos que corren es absurdo pensar que Pacal fue-ra un extraterrestre o que alguien se adelant en casi tres si-glos al ingeniero Andr Citron cuando en 1910 abri su pri-mera fbrica de automviles para disear aos despus elcelebrrimo 2 CV.

    BIBLIOGRAFA

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    CAPTUL O II

    El ovni del Papiro TulliEl documento que nunca existi

    En cualquier libro de historia de la ufologa, la disciplina cien-tfica que estudia la aparicin de extraas luces en nuestro cie-lo y para la que una de las posibles explicaciones es la visita de

    seres de otros planetas, el Papiro Tulli suele aparecer entre lasprimeras pginas.A continuacin explicar por qu este documento es uno

    de los mayores fraudes del sigloXX. A esto quiero aadir que,como ya adelant en la introduccin, el que yo crea que estedocumento es falso y describa una situacin inventada quenunca existi en realidad, no quiere decir que yo niegue el fe-nmeno ovni. Pero, como es lgico, una cosa no tiene que ver

    con la otra; a Dios lo que es de Dios y al Csar lo que es delCsar.Como todos sabemos, los antiguos egipcios utilizaban la

    llamada escritura jeroglfica. Cualquiera que conozca un po-co su funcionamiento se puede dar cuenta de lo relativamen-te insuficiente que puede resultar una lengua antigua si la que-remos usar para describir fenmenos y circunstancias que nose adscriben a su idiosincrasia cotidiana. ste es el problemaque, por ejemplo, tenan los indios de Norteamrica cuandono saban cmo llamar a un tren y decan caballo de fue-go o cuando al fusil lo llamaban palo de fuego. La causade estas expresiones tan chocantes es que en su lengua jamsse haba presentado la ocasin de hablar de cosas que, senci-llamente, para ellos no existan antes.

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    Por ello, es frecuente que, a la hora de traducir un textojeroglfico donde se alude a una circunstancia totalmente ex-traa a la naturaleza egipcia, nos encontremos con que elescriba no ha sabido cmo describir un objeto o situacin, yha acabado optando por utilizar los sinnimos que a l le pa-recieron ms oportunos. Lo limitados que pueden resultar loscampos semnticos en una lengua antigua a la hora de escri-bir sobre aviacin, mecnica, navegacin o, a fin de cuentas,cualquier clase de tecnologa, oblig a los escribas egipcios autilizar trminos ambiguos como estrella, sol, reful-gente, etctera, que, fuera de su contexto natural, no hacenms que despistar al investigador moderno.

    Quiz fue ste el problema que se encontraron algunosegiptlogos a mediados del siglo XX con un extrao papiro.Pero vayamos por partes.

    APARICIN EN ESCENA

    El Papiro Tulli es un viejo manuscrito de apenas 20 por 18 cen-tmetros que ha trado de cabeza a la comunidad ufolgica in-ternacional durante las ltimas dcadas. Escrito en grafa hie-rtica una variante cursiva del jeroglfico convencional, su

    datacin, segn los hechos relatados en el documento, puederemontarse al reinado del faran Tutmosis III (ca. 1475 a. de C.).Pero qu contena exactamente el Papiro Tulli para que todoslo elogiaran? Muy sencillo. El documento relata la aparicinde una extraa bola de fuego en los cielos y las extraas conse-cuencias que ello produjo, como la lluvia de peces y aves, es de-cir, el primer testimonio ovni de la Antigedad.

    El nombre de Papiro Tulli le viene dado en honor de sucomprador, Alberto Tulli, a la sazn Conservador Jefe de la sec-cin egipcia de los Museos Vaticanos, cargo que desempedurante la dcada de 1930. Fue justamente en el ao 1934 cuan-do Alberto Tulli adquiri esta reliquia a un anticuario llamadoTano por una suma de dinero hoy desconocida. Al morir, to-das las posesiones de Alberto Tulli, incluido este misterioso pa-

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    piro, pasaron a ser propiedad de su hermano, el sacerdote Gus-tave Tulli (a quien tambin podemos encontrar errneamen-te como monseor Augusto Tulli), que trabajaba en el palacioLaterano de Roma. Y es precisamente en ese momento de lahistoria cuando se perdi la pista de tan extrao manuscrito.

    Seguramente, de existir el documento, se perdi entre los he-rederos. Hay quien seala que el precio del papiro en el anti-cuario cairota era tan alto que Alberto Tulli no pudo hacersecon l, aunque s recibi el permiso del comerciante para podercopiar el texto ntegro. Este hecho es ya de por s sospechoso.

    Es poco probable que el papiro estuviera decorado condibujos, detalle que incrementara el precio del objeto. Lo msseguro es que fuera un texto convencional sin ningn ele-mento extraordinario que lo hiciera raro o extrao. S quelo es el hecho de que se diga que era un papiro muy caro, apesar de que estaba en muy malas condiciones y con muchaslagunas en el texto. Esto no tiene sentido. Sin olvidar que losanticuarios de esta poca (e incluso los de ahora) no saban loque vendan, por lo que no parece normal que un documen-

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    Texto ntegro del Papiro Tulli (N. A.).

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    to tan deteriorado tuviera un precio alto. En la dcada de 1930el trfico de antigedades era algo normal y se podan conse-guir todava grandes piezas a precios muy asequibles.

    Si bien nadie ha visto jams este papiro, razn por la cualen este libro no aparece su fotografa, la primera referencia co-nocida la descubrimos en la revista estadounidense Doubt, pu-blicada bajo los auspicios de la Fortean Society. En el nmero41 editado en el ao 1953, la investigadora Tiffany Thayer pu-blicaba por primera vez, casi veinte aos despus de su supuestaadquisicin, la transcripcin del hiertico y la traduccin del yaconocido como Papiro Meteorolgico o Papiro Tulli. La tra-duccin del jeroglfico la haba hecho el egiptlogo italianoBoris de Rachewiltz, quien haba descubierto el documentoentre los antiguos papeles de Alberto Tulli en los Museos Va-ticanos. Cuatro aos ms tarde, en el nmero 87 del Boletn de

    la Sociedad Astronmica de Espaa y Amrica (septiembre de 1957),apareci la primera traduccin al castellano de este enigmti-co papiro con el ttulo Platillos volantes en la Antigedad.La traduccin no fue realizada directamente del jeroglfico si-no de la edicin inglesa publicada en la mencionada revistaDoubt; traduccin que, errores incluidos, fue luego empleadapor varios investigadores del fenmeno ovni.

    Eugenio Danyans en su libro Platillos volantes en la An-

    tigedadseal: Este manuscrito del Reino Nuevo, de cuyaautenticidad histrica no puede caber duda alguna y que, des-graciadamente, se conserva en mal estado y contiene muchaslagunas en su relato, describe unos objetos celestes que hi-cieron su primera aparicin un medioda entre el 18 de fe-brero y el 20 de marzo del ao 1478 a. de C..

    Como veremos a continuacin, esto no parece estar na-da claro en absoluto.

    EL CONTENIDO DEL PAPIRO

    En estas primeras traducciones se explicaba que el Papiro Tu-lli haba sido reencontrado, estudiado y publicado por el men-

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    cionado Boris de Rachewiltz, autor de trabajos muy conoci-dos sobre Egipto, algunos de ellos traducidos al castellano. Suverdadero nombre era Boris Baratti, tena el ttulo de prn-cipe y su especialidad era frica, especialmente el mundo an-tiguo. Segn este investigador, el documento consista enun pequeo fragmento de papiro en muy mal estado de con-servacin y repleto de lagunas, por lo que algunas partes delmismo no podan comprenderse. Su datacin poda fijarse enel reinado de Tutmosis III por el tipo de grafa y la posible re-ferencia a una de sus campaas militares, si bien su nombreno apareca especficamente mencionado en ningn momen-to a lo largo del texto. Es posible que este dato procediera delsupuesto vendedor del papiro y que Alberto Tulli lo tomaracomo autntico.

    La traduccin del Papiro Tulli que aqu presento ha si-

    do realizada tomando como referencia la edicin del textojeroglfico aparecida en la revista italianaI Misterien su n-mero 9, ao 1 (noviembre de 1995). El papiro dice como si-gue: En el ao 22, tercer mes de la estacin deperet[la ger-minacin] en la hora sexta del da [14 h.] [...] dos escribasde la Casa de la Vida vieron un crculo de fuego que esta-ba viniendo por el cielo. No tena cabeza. Su olor era de-sagradable. Entonces, ellos tuvieron miedo y huyeron, [...]

    y fueron a decrselo a Su Majestad. Todo est recogido enla Casa de la Vida. Su majestad reflexion sobre lo que ha-ba pasado. Han transcurrido muchos das despus de loocurrido [...] Son numerosos al igual que todo [...] Ellos bri-llan en el cielo como el sol lo hace sobre las cuatro colum-nas que sujetan el cielo. [...] Entonces los crculos de fuego[...] El ejrcito del rey estaba [en aquel lugar] y Su Majes-tad los vio [con sus propios ojos]. Esto sucedi despus dela hora de la ltima comida. All arriba [en el cielo], ellos semarcharon hacia el sur. Del cielo cayeron peces y aves [...]algo inaudito desde el comienzo de los tiempos. Su majes-tad coloc incienso para apaciguar a Amn Re, Seor de lasDos Tierras [...] en un documento de la Casa de la Vida [...]eternidad.

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    UNA BSQUEDA INFRUCTUOSA

    Al igual que sucedi con la construccin de la tumba de Tut-mosis I en el Valle de los Reyes, donde una inscripcin de lapoca, conservada sobre las paredes de la tumba de Ineni,jefe de las obras, dice nadie oy nada, nadie vio nada; al-go parecido debi de ocurrir con el Papiro Tulli. Despus devarios aos de infructuosa bsqueda, nadie ha sido capaz dedecirme dnde se encuentra el misterioso documento o latranscripcin que se hizo de l. Lo ms curioso de todo es quelos propios encargados de los Museos Vaticanos afirmaronque el papiro en cuestin nunca estuvo catalogado como fon-do de la coleccin egipcia, y que ni siquiera lleg a figurar co-mo objeto perdido. Este hecho resulta curioso ya que los pro-pios encargados de la biblioteca e incluso los investigadores

    que han pasado aos trabajando entre sus fondos siempre hanconocido la leyenda de este papiro aunque, en realidad nadielo ha visto nunca. El rumor lleg incluso a reavivarse en elao 1997 cuando sali una noticia que pareca indicar que es-te precioso manuscrito iba a ser mostrado al pblico en Tu-rn durante una exposicin monogrfica de la diosa Isis. Sinembargo, todo qued, precisamente, en un mero rumor ar-queolgico.

    Pasados unos aos, y conociendo solamente el documentopor medio de transcripciones a cada cual ms pobre recor-demos que no hay ni una sola fotografa de l, empec apreguntarme si realmente exista algo que tuviera el nombrede Papiro Tulli o Papiro Meteorolgico, otro de los nombresque tambin se ha empleado para denominar a tan esquivomanuscrito.

    Mis indagaciones resultaron en poco tiempo sorpren-dentes. Y es que, en una carta publicada en la revista floren-tinaIl Giornale dei Misteri(nm. 4, p. 1, 1971), sin negar laexistencia del misterioso manuscrito, el propio traductor delPapiro Tulli, Boris de Rachewiltz, pona en duda la exactitudy la interpretacin de la traduccin que a l mismo se le atri-bua! Pero lo ms llamativo de todo fue un detalle a todas

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    luces sorprendente. Ni el propio Rachewiltz haba visto jamsel Papiro Tulli, pues para realizar su traduccin se haba ser-vido de una transcripcin del jeroglfico que alguien le ha-ba proporcionado.

    Buceando an ms en la historia secreta de este papiro,no tard en darme cuenta de un hecho bastante claro: el Pa-piro Tulli, como tal, nunca haba existido. Como mucho, lonico que circul por el mbito cientfico fue una copia qui-z manuscrita por el propio Alberto Tulli, de quien acabaratomando el nombre. Adems, otro de los personajes que sevio mezclado en esta historia fue el abate tienne Drioton,uno de los grandes genios de la egiptologa francesa de me-diados del siglo pasado, y que en la dcada de 1950 diriga elMuseo Egipcio de El Cairo. Es posible, incluso, que la trans-cripcin del texto aportada por Tulli tuviera alguna anotacin

    de Drioton, de quien se dice que fue el encargado de pasarlode escritura hiertica a signos jeroglficos convencionales, cir-cunstancia que acabara dando cierto respaldo y credibilidadal papiro.

    Como siempre ocurre en este tipo de casos, los rumo-res y sospechas que implican a personajes importantes quedan credibilidad a un suceso determinado, en este caso a tien-ne Drioton con relacin al Papiro Tulli, siempre aparecen

    cuando stos han fallecido y es totalmente imposible com-probar su participacin real. Algo similar sucede con el fa-moso priorato de Sin, tan clebre por el libro de Dan BrownEl cdigo Da Vinci. Dnde podemos encontrar datos que nie-guen la posibilidad de que Leonardo da Vinci, Isaac New-ton o Vctor Hugo pertenecieran a esa misteriosa sociedad se-creta cuando ni siquiera ellos mismos pueden defenderse?

    A pesar de todo, segua cabiendo la posibilidad de que elpapiro hubiera existido y que, por circunstancias que hoy des-conocemos, desapareciera de la faz de la tierra sin dejar ras-tro. Cosas ms difciles se han visto, aunque las evidenciasempezaban a parecerme poco probables. Haba pruebas sos-pechosas que apuntaban a la creacin de un complicado en-gao.

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    UN TEXTO DEMASIADO CLARO

    Despus de conocer este documento a travs de alusiones in-directas en la obra de autores como Erich von Dniken o Ze-charia Sitchin, la primera transcripcin que cay en mis ma-nos del supuesto papiro a estas alturas del trabajo ya metomo la licencia de llamarlo as proceda del libro de Eu-genio Danyans titulado Platillos volantes en la Antigedad(1967).All, en la pgina 93, apareca una burda reproduccin cali-grafiada de este misterioso manuscrito, la misma que apare-ci en 1957 en el mencionado Boletn de la Sociedad Astron-mica de Espaa y Amrica. Aunque yo mismo, en mi ingenuidade inexperiencia, haya empleado este texto en otras ocasionespara estudiar el fenmeno ovni en la Antigedad, es hora dereconocer que la credibilidad que pueda ofrecer el Papiro Tu-

    lli es, siendo ms que generoso, incierta.Ante mi desilusin me pregunt: era realmente aque-llo que publicaba Eugenio Danyans una reproduccin de undocumento de la poca de Tutmosis III? Ni el jeroglfico, nila escritura, ni la orientacin de los ideogramas pareca de-mostrar tal hiptesis. sta fue la primera sospecha de que meencontraba ante una burda falsificacin.

    Desde el punto de vista sintctico, eran numerosos los

    interrogantes que emanaban de este extrao documento. Novoy a aburrir al lector con algunos detalles muy concretos deljeroglfico, pero resulta muy extrao que la forma de la re-daccin sea totalmente moderna. Es decir, el Papiro Tulli pa-rece haber sido realizado por una persona que ha aprendidoesta lengua con mtodos del siglo XXy se ha tomado la mo-lestia de traducir al jeroglfico un texto moderno; circunstan-cia que se ve reflejada en algunos errores gramaticales que ja-ms hubiera cometido un escriba de la Casa de la Vida enpoca de Tutmosis III.

    El posible falsificador parece haber empleado laEgyptianGrammardel ingls Alan Henderson Gardiner, publicada porprimera vez en 1927, revisada hasta 1957 y, en la actualidad,autntico pilar bsico para todos aquellos que comienzan a

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    estudiar la lengua egipcia en cualquier universidad del mun-do. En el captulo que ofrece Gardiner para explicar la data-cin de los textos egipcios, en la pgina 203, proporciona unejemplo de datacin de un documento sospechosamente pa-recida a la que se da al Papiro Tulli.

    Por otra parte, a medida que iba traducindolo me dicuenta de otra casualidad anormal. Si bien el texto se presen-taba repleto de lagunas, como muy bien matiz en su mo-mento Boris de Rachewiltz, stas no impedan en absolutola comprensin del mismo. Todo pareca indicar que esas la-gunas fueron colocadas a propsito para dar cierta credibili-dad al papiro y un toque de documento antiguo y desgajado.Incluso es posible que las lagunas hagan referencia a datos quese evitaron a propsito en la transcripcin y que explicaranel verdadero significado del documento.

    Resulta al menos curioso que la aparicin del Papiro Tu-lli en el mercado de antigedades coincidiera cronolgica-mente con la publicacin en una revista alemana especiali-zada en egiptologa (Zeitschrift fr gyptischen Sprache undAltertumskunde, nm. 69, 1933, 24-39) de otro documentomuy parecido, cuya autenticidad nadie ha puesto en duda. Merefiero a la famosa Estela de la Estrella, hallada en el templosudans de Gebel Barkal, antiguo baluarte del mundo fara-

    nico en Nubia. Es casualidad que los dos textos hablen deTutmosis III en una situacin sospechosamente similar? Qui-so dar el presunto creador del Papiro Tulli ms credibilidada su falsificacin confirindole cierta relacin al importantehallazgo realizado en Gebel Barkal? Nunca lo sabremos.

    Pero el misterioso Papiro Tulli no solamente se parece a laestela de Gebel Barkal, sino que parece ser una extraa mezclade este documento con otros antiguos, quiz ms conocidos.As, Virgilio en suEneida nos ofrece un pasaje que recuerda bas-tante al Papiro Tulli: ... retumb de repente a nuestra izquier-da el estampido de un trueno y recorri el espacio deslizndo-se del cielo, en medio de las tinieblas, una luminosa estrella. [.]brill entonces detrs de ella largo rastro de luz y un fuerte olora azufre se extendi por todos los sitios circunvecinos (2, 694).

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    Hay quien ha visto en el Papiro Tulli cierta relacin conel xodo bblico identificando la aparicin de las luces con lasplagas que asolaron el Valle del Nilo durante la huida de loshebreos. Paranoias aparte (no hay una sola prueba que de-muestre la existencia histrica no solamente del xodo sinode la presencia de hebreos en Egipto ni en este periodo ni enningn otro), para m el papiro est muy claro. Aunque es cier-to que los interrogantes que emanan de este misterioso do-cumento son numerosos, todo parece indicar que el PapiroTulli nunca existi. De lo contrario, no hay explicacin po-sible a preguntas como por qu nunca nadie lo ha visto, porqu tard casi veinte aos en ver la luz y, sobre todo, dndeest actualmente este papiro. Y por mucho que seale R. Ce-dric Leonard, autor de libros como Quest for Atlantis(En bus-ca de la Atlntida), que l tiene una copia del papiro, no creo

    que sea una copia autntica descubierta en una biblioteca deEstados Unidos.

    LA ESTELA DE GEBEL BARKAL

    Los documentos faranicos reales en los que se nos hablade meteoritos, estrellas u objetos extraos en los cielos anti-

    guos son relativamente numerosos. Antes he mencionadola estela de Gebel Barkal, posible fuente de inspiracin delPapiro Tulli. Esta losa, conservada hoy en el Museo de Jar-tum (Sudn), fue descubierta entre unos escombros situa-dos frente a una columna del primer patio (el B 501) en elgran templo de Amn, el dios de piel azul, al pie de la caraeste de la mencionada montaa de Gebel Barkal. Este lugarfue uno de los enclaves polticos ms importantes de la po-ca Tarda de Egipto (I milenio a. de C.). La parte ms anti-gua de su templo es paralela cronolgicamente a la fundacinde la cercana ciudad de Napata, realizadas ambas posible-mente por el faran Tutmosis III en la dinasta XVIII. El apo-geo de esta comarca llegara durante el declive del Egipto fa-ranico con su dinasta nubia, la XXV.

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    El desierto de Bayuda es un emplazamiento de difcil ac-ceso y de casi imposible trnsito. Es muy conocido por la can-tidad de grupos de arquelogos que se han perdido alguna vez

    entre las dunas del desierto. Recientemente, un grupo de fun-cionarios sudaneses encontr la muerte en su desierto tras de-ambular perdido durante diez das.

    Un sitio inslito para erigir un monumento no menosintrigante. El material del que est hecha la estela de GebelBarkal es granito gris procedente de la tercera catarata del Ni-lo (Tombos). Tiene 173 centmetros de altura, 97 de anchoy 15 de grosor. Le falta la esquina inferior derecha y la ins-

    cripcin en general est muy deteriorada debido al desgastesufrido por la piedra.Sobre la luneta de la estela se grab una escena de ofren-

    das en la que aparece el faran Tutmosis III que, con su cas-co de guerra, realiza una libacin al dios Amn, divinidadtitular del templo. La representacin est protegida mgica-mente por un disco solar alado con dos serpientes uraeusba-jo sus alas.

    El contenido de la estela de Gebel Barkal es muy cono-cido en el mbito egiptolgico al poseer una segunda versindel relato de algunas de las campaas ms importantes del fa-ran Tutmosis III en Asia, aparte de las conocidas por los tex-tos grabados sobre los muros del templo de Karnak. Y es pre-cisamente la glorificacin del dios Amn como protector del

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    Dibujo de la luneta de la estela de Gebel Barkal (G. Reisner).

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    faran en estas batallas el motivo por el cual esta estela fueerigida en su templo de Gebel Barkal, en el ao 47, mes 3de la Inundacin, da 10, bajo la majestad de Horus, Tutmo-sis III (aproximadamente, el 23 de agosto de 1457 a. de C.).

    Sin embargo, dejando de lado el testimonio sobre lasvictorias de Tutmosis ms all del ufrates, lo ms impre-sionante de todo el documento, es el relato de su campaaen Nubia, razn principal de que esta estela se encuentre enGebel Barkal. Las lneas 33, 34, 35 y 36 del texto (faltan unos19 centmetros al comienzo de cada una de ellas) describencon todo lujo de detalles la aparicin de una estrella lumi-nosa que se present en el campo de batalla, atac a los ene-migos del faran (los nubios) para luego volver a desapare-cer en el horizonte. La traduccin de la estela siguiendo laedicin del texto del americano George Reisner es la si-

    guiente (entre parntesis figura el nmero de lnea corres-pondiente): (33) [faltan 16,85 centmetros] Escuchad, ohpueblo de la Tierra del Sur!, que estis [viviendo] en la Mon-taa Sagrada llamada Trono de las Dos Tierras entre lasgentes [de Egipto?] [aunque esta tierra] sea desconocida.Conoced el milagro de Amn Ra en presencia de las DosTierras. Algo que nunca ha sido visto. (34) [faltan 18 cen-tmetros] [...Los guardas?] estaban viniendo con el fin de

    hacer por la noche [el cambio regular de] la guardia. Habados guardias [sentados uno frente a otro]. Una estrella vi-no aproximndose desde el sur. El hecho nunca haba su-cedido. [La estrella] se coloc sobre ellos y ninguno entreellos pudo permanecer [all]. (35) [faltan 19,75 centmetros]Se gir como si nunca hubieran existido, y entonces ellos ca-yeron sobre su sangre. Ahora [la estrella] estaba detrs deellos [iluminando] con fuego sus rostros; ningn hombre en-tre ellos pudo defenderse, ninguno mir alrededor. Ellos notenan ms caballos ya que [stos] atemorizados haban hui-do a la montaa. (36) [faltan 20,75 centmetros] [Tal es elmilagro que Amn hizo por m, su amado hijo,] con el finde hacer ver a los habitantes de las tierras extranjeras el po-der de Mi Majestad.

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    Adems de su similitud con el evasivo Papiro Tulli, seaprecia en una primera lectura de la estela lo ambiguos queresultan algunos de los pasajes expuestos en la traduccin, he-cho que se debe a las lagunas existentes al comienzo de cadalnea. Por ello, debemos suponer que las personas atacadaspor esa extraa luz no son los guardas mencionados al co-mienzo del pasaje, sino un grupo de enemigos nubios, ya quede otra manera el texto no tendra sentido. Esta suposicin esapoyada por el contenido de la lnea 5 de la estela en la que elfaran se autoidentifica con una estrella entre los dos arcosdel cielo, cuando sta cruza el firmamento. De esta manera,el faran Tutmosis III pona en antecedentes sobre el ex-traordinario relato que estaba a punto de relatar.

    La edicin del texto en jeroglfico la misma que hemosempleado para esta traduccin fue realizada en 1933 por

    George Reisner para una publicacin egiptolgica. Sin em-bargo, Reisner, que trabajaba para la Universidad de Boston(Estados Unidos), no hace ningn comentario en relacin contan extraordinario evento y se limita a colocar ante la lnea 34el subttulo El milagro de la estrella.

    La egiptloga Barbara Cumming, en una traduccin mu-cho ms moderna de la estela de Gebel Barkal realizada en suEgyptian Historical Records of Later Eighteenth Dynasty, fascicle I

    (Warminster, 1982), dedica una nota a pie de pgina en la queafirma que la naturaleza exacta de este milagro es incier-ta. Por la descripcin parecera haber sido un meteorito o po-siblemente el fenmeno llamado ball lightning[bola lumi-nosa, quiz un relmpago globular], cuya existencia ha sidodemostrada aunque no explicada.

    Por su parte, Serge Sauneron en el Dictionnaire de la civi-lisation gyptienne (editado por George Posener, Pars, 1959) de-fiende la suposicin de que se trate de un cometa y, concre-tando ms, juega con la posibilidad de que realmente sea elconocido cometa Halley. Este cometa pudo haber sido visto,entre otras fechas, en 1465 a. de C. momento que coincida conel reinado de Tutmosis III, muy cercano al 1457 que proponela fecha del encabezamiento de la estela de Gebel Barkal.

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    Sin embargo, esta teora es refutada por Dimitri Meeksen el prestigioso diccionario egiptolgicoLexikon der gypto-logie (Wiesbaden, 1980). En su opinin, Meeks, aferrndosea lo repentino del fenmeno y al movimiento de la estrella,prefiere considerar que se trataba de un meteorito.

    Quiz condicionados por lo extraordinario del fenme-no, los escribas exageraron lo que realmente pudo ocurrirla aparicin en el cielo de una bola de fuego aadiendoelementos de su propia cosecha, como que el objeto siguierauna trayectoria determinada, se detuviera exactamente so-bre un grupo de personas, las destruyera y siguiera su cami-no, que desarrollara movimientos tan lentos o que, como sifuera un objeto inteligente, atacara a los enemigos del pas.

    El texto es ambiguo y si no nos ceimos a la forma depensar de los egipcios podramos fcilmente pensar que nos

    encontramos ante un objeto volador no identificado (ovni),que fue interpretado por los sacerdotes egipcios como la glo-ria del todopoderoso dios Amn. Por ejemplo, cuando la es-tela menciona al final de la lnea 34 que la estrella se co-loc sobre ellos, parece dar a entender que la bola de fuegopermaneci inmvil a poca altura, la suficiente como parapoder comprobar a simple vista que estaba justo encima delos enemigos. En la lnea siguiente la 35 [la estrella] es-

    taba detrs de ellos [iluminando] con fuego sus rostros. Deeste breve pasaje se deduce que aquel objeto se encontrabalo suficientemente cerca como para iluminar el rostro de losque all estaban, lo que da a entender que era algo extraor-dinario y que en el momento anterior de la escena eso noocurra.

    Como vemos, nicamente buceando en la posible in-terpretacin de algunas fuentes originales y con traduccionesde primera mano podemos vislumbrar varias hiptesis inte-resantes que describen la presencia de objetos extraos en loscielos faranicos. Si ovni significa objeto volador no identi-ficado, los cielos del antiguo Egipto fueron surcados por al-gunos de estos objetos, tal y como nos lo demuestran los pro-pios textos.

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    EL CUENTO DEL NUFRAGO

    Otro ejemplo que nos habla de la presencia de objetos ex-traos en los cielos sin necesidad de estar tirando de papirosinventados lo encontramos en la literatura egipcia.

    La nica copia conservada deEl cuento del nufrago fuedescubierta por un egiptlogo ruso en el Museo Imperial deSan Petersburgo. Al igual que sucede con infinidad de do-cumentos y piezas de este museo, nada se sabe de cmo pudohaber llegado hasta all. Expuesto actualmente en el Museode Mosc,El cuento del nufrago (Papiro Leningrado, 1.115),fechado hacia el ao 2000 a. de C., es quiz la obra ms em-blemtica de toda la literatura en escritura egipcia clsica. Enapenas ciento noventa lneas el escriba relata de una manerafresca y amena las aventuras de un hombre que, tras ser el ni-

    co superviviente de un naufragio producido por una gran tor-menta, es llevado por las olas a una misteriosa isla repleta detodo tipo de riquezas. En ella reinaba una serpiente de di-mensiones descomunales ms de 15 metros, segn cuentael propio nufrago. La descripcin de este gigantesco rep-til ya es llamativa en s misma: toda ella refulga como el mis-mo oro y sus cejas eran de autntico lapislzuli.

    Con todo, la parte que nos interesa es aquella en la que

    la serpiente cuenta al nufrago la trgica historia de cmo to-dos los miembros de su familia perecieron tras una fatdicacatstrofe. Segn la serpiente, el luctuoso suceso se produjoa causa de un incendio provocado por la colisin de unaestrella que vino desde el cielo. Literalmente las lneas 129-130 de la copia de Mosc del cuento del nufrago dicen: En-tonces, una estrella cay.

    La gran mayora de los egiptlogos que han trabajadoeste documento seala que la estrella mencionada en el cuen-to es un meteorito. Posiblemente, debido a la falta de un tr-mino concreto en la lengua egipcia que definiera la imagende un meteorito o quiz pensando el escriba que realmenteeste objeto no era ms que una simple estrella que cay delcielo, acab decantndose por el trmino seba, es decir,

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    dieron llegar a pensar que se trataba de algn tipo de men-saje de los dioses o algo parecido, de suerte que guardaron losrestos de la piedra, restringiendo su conocimiento y uso alos iniciados ms avezados de los templos.

    LOS SOLES DEAMARNA

    El ltimo ejemplo que quiero comentar aqu pertenece a unode los periodos ms problemticos de toda la historia egipciay no precisamente porque haya sido marginado del estudio delos investigadores. Me refiero a la poca de Amarna, hacia el1350 a. de C. En apenas diecisiete aos se sucedieron cir-cunstancias atpicas a la cultura egipcia que repercutieron enun cambio radical en las formas de pensamiento, el arte, las re-

    laciones internacionales, etctera. Amenofis IV, Akhenatn,casado con la hermosa y famosa Nefertiti y de quien con eltiempo se ha sabido que no era ningn demente y que sabaa la perfeccin lo que se haca, imagin una nueva religin ba-sada en la energa que desprenda el disco solar en contra-posicin a la divinidad tradicional del Sol como astro celeste.

    Las teoras tradicionales siempre han visto que Akhena-tn, para generar una ruptura clara con el influyente clero del

    dios tebano Amn, se las ingeni para construir una nuevacapital para Egipto, Akhetatn el horizonte del disco so-lar, a mitad de camino entre las dos ciudades ms impor-tantes del pas: Menfis al norte y Tebas al sur. De esta mane-ra, una decisin poltica sirvi para que se diseara de nuevaplanta una capital ubicada en el Egipto Medio.

    Sin embargo, Cyril Aldred, uno de los mejores egiptlo-gos del siglo XXy profundo estudioso de la poca amarnianay de la figura de Akhenatn, no parece estar muy convencidode estos planteamientos. Segn l, la construccin de Akhe-tatn, la nueva capital, se debi a la necesidad de construir unhogar para el dios al igual que suceda con otras divinida-des egipcias. Amn tena su sede en Tebas; Ptah en Menfis;Khnum en Elefantina y Ra en Helipolis.

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    Ahora bien, si tal y como nos mencionan los himnos re-feridos a Atn, ste era tan universal que sus rayos cubran to-da la faz de la tierra y que l mismo era el lmite de todas lascosas, por qu eligi Akhenatn un lugar tan alejado de otroscentros urbanos o de la rutas comerciales? Por qu no eligiun emplazamiento ya existente donde pudiera reutilizar unainfraestructura agrcola y prefiri comenzar desde cero en unterritorio yermo de poco ms de 200 kilmetros cuadrados?Los textos nos dan la respuesta.

    En las estelas de frontera que se erigieron en el contor-no de la nueva capital, Akhenatn hace referencia a las extra-as circunstancias que rodearon tan singular fundacin urba-na. Segn stas, el propio dios Atn se apareci a Akhenatnen forma de gran disco y se pos sobre el lugar exacto endonde quera que se le construyera la ciudad.

    Este suceso, que recuerda asombrosamente a la mayo-ra de las apariciones marianas modernas, en las que la Vir-gen Mara promueve la construccin de una capilla sobre ellugar de la aparicin, es un hecho sin precedentes en la reli-gin egipcia. El carcter misterioso y esotrico de estas creen-cias haca que los dioses nunca se aparecieran a los hombresa excepcin de a los propios sacerdotes, aunque siempre enlas profundidades del recinto sagrado.

    Qu es lo que vio Akhenatn? Vio realmente este fa-ran un disco posndose sobre una colina o se trataba de lasimple majadera de un loco fantico?

    El propio nombre de la ciudad en jeroglfico, Akhetatn,puede resultar esclarecedor. Aunque literalmente signifiqueel horizonte del disco solar, Akhenatn pudo utilizar estetrmino porque le recordaba mucho su extraa visin. El ide-ograma que viene a significar horizonte en egipcio se es-cribe con el dibujo de un disco sobre unas montaas.

    Las estelas de frontera que antes comentaba son en estesentido muy ambiguas al igual que todos los textos religiosos deeste periodo. Nos hablan de la aparicin de discos de Atn,de soles, con una parafernalia teolgica muy simple: ... yas sucedi que, estando el faran en la caza del len y siendo

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    pleno da, sus ojos se detuvieron en un disco refulgente po-sado sobre una roca, y ste lata como el corazn del faran,y su brillo era como el oro y la prpura, Oh, disco solar,que con tu brillo refulgente palpitas como un corazn y mivoluntad parece la tuya! Oh, disco de fuego, que me alum-bras y tu brillo y tu sabidura son superiores al Sol!

    Los documentos son tan ambiguos pero claros al mismotiempo, que no hay duda de que estamos ante de una simplealabanza a Atn, no al Sol directamente, sino a la energa vi-vificadora que emanaba de l.

    BIBLIOGRAFA

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