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De pequeño, nunca me gustaron las espinacas. No se me borra el recuerdoangustiante de ver llegar a mi padre con aquellas hierbas verdes y marchitas yexclamar con júbilo: ¡para que seas fuerte como Popeye!

Años después me sirvieron una especie de ensalada de espinaca que llevabapistachos, pasas, aceite, algo de sal y manzana picada. ¡Qué delicia de espinacas!Esto me hizo reflexionar en que las cosas pueden cambiar de aparienciadependiendo de cómo se presenten.

Hemos entrado en el período litúrgico de la Cuaresma con la imposición de lascenizas. Para los cristianos este tiempo tiene muchos significados, significados nomuy agradables desde el punto de vista humano, pero sí muy provechosos para elalma que quiere acercarse más a Cristo. Podemos reflexionar en dos temas que noresultan muy simpáticos a nuestra naturaleza, pero que presentados de unamanera diferente pueden ser tomados con gusto y agrado.

El primero es la austeridad. Austeridad es vivir con sencillez y sobriedad la vidadiaria. No se trata de una austeridad vivida en la tristeza, sino una austeridadvivida por amor. Cuando se vive por amor se es feliz, porque la austeridad noslleva a desprendernos de nosotros mismos para entregarnos a los demás.

La austeridad fue una constante en la vida de Cristo. En (Lc 8,20) se nos narracómo un hombre exclama con grande efusión: “Maestro, te seguiré a dondefueres”. La respuesta de Cristo es tajante: “Las zorras tienen madrigueras y lasaves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.

Cristo no contó con medios sofisticados para proclamar su mensaje, sin embargosus palabras han llegado a millones de corazones a través de los siglos.

Los hombres de hoy también podemos asemejarnos a Cristo a través de laausteridad. No se trata de no tener almohadas en donde reclinar la cabeza. Setrata de vivir con normalidad pero con austeridad el día a día. Algunos mediosconcretos podrían ser: preferir sentarme en una silla dura en vez de un sillónamueblado y cómodo; viajar en transporte público en vez de usar mi propio coche;vestir de una manera sencilla y digna en vez de con ropa cara y vistosa; no quereraparentar el último bolso, celular, Ipod, o cualquier objeto lujoso. Pero lo másimportante es hacer todo esto con convicción y por amor a Aquél que nos loenseñó.

El segundo tema es la penitencia. La penitencia se puede interpretar de muchasmaneras y ninguna se excluye en la Cuaresma. La penitencia como sacramento esla acción por la cual confesamos nuestros pecados al sacerdote. También nosreferimos a la penitencia como la tarea o el propósito de reparar nuestras faltas, ypuede ser espiritual o física.

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Podríamos caer en el engaño de pensar en la penitencia como algo imposible. A lomejor nos puede venir la imagen de personas santas que se someten a duraspruebas de la carne para tensar el espíritu: flagelación, cilicio, ayuno absoluto.Como cristianos no debemos olvidar los méritos de quienes practican este tipo depenitencia. Quizá nosotros no lleguemos a este grado, pero sí hay otras manerasque en pleno siglo XXI pueden ser más costosas que las pruebas a la carne.

La penitencia más común es la del ayuno y abstinencia. Abstinencia de comercarne los viernes de Cuaresma. Pero ¿no es muy poco en comparación con todo loque Cristo hizo por nosotros? ¿Acaso se llama a la novia o se ve la tele una vez a lasemana? Entonces, ¡qué buena penitencia sería imponernos la restricción deaquellos medios que solemos utilizar! ¿Nos animaríamos a no navegar por Internet,a no usar el celular, a no utilizar la computadora por un solo día? ¡Qué difícil! Puesesto le agradaría más a Cristo que cualquier otra penitencia rebuscada. Pero hayque recordar que si no se hace por amor, si no se hace con un sentido dereparación, ¡mejor ni intentarlo!

En la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció el miércoles de ceniza de 2009,remarcaba la importancia de vivir la Cuaresma practicando estas dos virtudes.Decía el Papa: “La Cuaresma, que se caracteriza por una escucha más frecuentede esta Palabra, por una oración más intensa, por un estilo de vida austero ypenitencial, ha de ser estímulo a la conversión y al amor sincero a los hermanos,especialmente a los más pobres y necesitados”.

Vale la pena recordar que unas espinacas bien servidas y preparadas puedencambiar el día. La austeridad y penitencia, bien vividas y entendidas, puedencambiar la vida. No dudemos, por tanto, en ofrecerle a Cristo en esta Cuaresmapequeños actos de austeridad y penitencia que aliviarán sus sufrimientos y quefortificarán nuestra propia alma. Y así, después de una Cuaresma intensa y bienvivida, podamos exclamar con júbilo, ¡qué delicia! ¡Cristo ha resucitado y hacambiado mi vida!

¡Vence el mal con el bien!

El servicio es gratuito

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