Bajoit - La refundación de la sociología contemporánea

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    9Teora: sociologa contempornea

    Se autoriza la copia, distribucin y comunicacin pblica de la obra, reconociendo la autora, sin fines comerciales y sin autorizacinpara alterar, transformar o generar una obra derivada. Bajo licencia creative commons 2.5 Mxicohttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/

    LarenovacindeLasocioLogacontempornea

    Guy Bajoit

    Para los socilogos contemporneos, el lugar del individuo en lavida social se ha vuelto central a consecuencia de los profundoscambios culturales que se han producido en todos los mbitos delas relaciones sociales: la familia, la escuela, el trabajo, la religin,la poltica, el placer y la accin colectiva. Tales cambios han impli-cado el relajamiento de los determinismos estructurales y, por lomismo, la exigencia de que los individuos recurran cada vez msa su capacidad reflexiva y se comporten como individuos-sujetos-

    actores. La sociologa no puede menos que tomar en cuenta estanueva situacin, renovando sus conceptos y teoras para estar encondiciones de entender y explicar la vida contempornea. Losgrandes cambios culturales en curso se explican por la prdida decredibilidad del modelo cultural industrialy su sustitucin gradual porotro nuevo, que puede llamarse modelo cultural identitario, el cual apelaal individuo como sujeto autnomo y responsable con respecto a smismo, y como actor cvico y competitivo en sus relaciones con elmundo. Para el socilogo, todo el problema radica en cmo abordar

    en trminos tericos y metodolgicos al individuo as considerado.El artculo propone como una repuesta posible el socio-anlisis, quesupone la supresin de la frontera institucional entre sociologa ypsicologa y la articulacin entre tres tradiciones tericas: la teorade las ideologas (Marx), la teora del habitus(Bourdieu) y la teoradel inconsciente (Freud). Palabras clave: sociologa contempornea, psicoso-ciologa, Marx, Freud, Bourdieu.

    * Profesor emrito de sociologa de la Universidad Catlica de Lovaina, Blgica. Traduc-cin de Hugo Jos Surez y Gilberto Gimnez.

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    RsumPour les sociologues contemporains, laplace de lindividu dans la vie sociale estdevenue centrale en vertu des boulever-sements culturels oprs dans tous lesdomaines des rapports sociaux: la famille,lcole, le travail, la religin, la politique, leplaisir, laction collective. Ces changementsont entrain un relchement des dtermin-ismes structuraux et, donc, lexigence pourles individus davoir toujours plus recours leur capacit rflexive et dagir en tantquindividus-sujets-acteurs. La sociologiedoit tenir compte de cette situation nouvelleet rnouveler ses concepts et thories pourarriver comprendre et expliquer la viecontemporaine. Les changements culturelsactuels sexpliquent par la perte de crdibil-it du modle culturel industrielet par son

    remplacement progressif par un nouveaumodle: le modle culturel indentitaire quiinterpelle lindividu en tant que sujet au-tonome et responsable envers lui-mmeainsi que comme acteur civique et comp-titif dans ses relations envers les autres etenvers le monde. Se pose donc la questionpour le sociologue de savoir comment abor-der thoriquement et mthodologiquementlindividu sous cet angle. Larticle offre unerponse possible: la socio-analyse qui im-plique la suppression de la frontire institu-tionnelle entre sociologie et psychologie, etlarticulation de trois traditions thoriques:la thorie des idologies (Marx), la tho-rie de lhabitus (Bourdieu) et la thorie delinconscient (Freud).

    Resulta evidente que los socilogos, desde hace de una treinte-na de aos, estn renovando los instrumentos de anlisis (losconceptos, las teoras y los paradigmas) con los cuales practican sudisciplina. Para convencerse de ello, basta con examinar sus pro-ductos: los libros que publican, los coloquios que organizan y lascuestiones que debaten. En su mayor parte proponen con toda cla-ridad la existencia de una sociologa de ayer, que llaman clsica, con

    respecto a la cual sienten la necesidad de desmarcarse, unos modera-damente, otros radicalmente, sea para salvar lo que todava se pueda

    AbstractFor contemporary sociologists, the place ofindividuals in social life has become central;this due to the great cultural changes thathave taken place in all areas of social re-

    lationships: family, school, work, religion,politics, pleasure and collective action.Such changes have implied the relaxationof structural determinism, and at the sametime, the demand that individuals make useof their reflexive capacity and behave as in-dividuals-subjects-actors. Sociology needsto take into account this new situation andrenew its concepts and theories in order tobe able to deal and explain contemporarylife. The great cultural changes that are tak-ing place, can be explained due to the lackof credibility of the cultural industry modeland its gradual substitution for a new one,

    that could be called an identity culturalmodel, which appeals to an individual whoregards himself/herself as an autonomous

    and responsible subject, and as a civic andcompetitive actor in his/her relations withthe others and with the world. For soci-ologists, the whole problem lies in how toapproach, in theoretical and methodologi-cal terms, the individual considered in thatway. This article suggests socio-analysisas a possible answer, since it implies thesuppression of the institutional borderlinebetween sociology and psychology, and thearticulation of three theoretical traditions:the theory of ideologies (Marx), the theoryofhabitus (Bourdieu) and the theory of theunconscious (Freud).

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    salvar de ella, sea para sobrepasarla con determinacin. La razngeneral de este movimiento es fcil de comprender: el mundo socialest cambiando profundamente; por lo tanto, resulta obvio que los

    conceptos imaginados por nuestros ilustres predecesores deben serrepensados, abandonados o remplazados por otros mejor adaptadospara la comprensin de la vida contempornea.

    Si queremos trazar, en grandes perodos, la historia de esta evolu-cin reciente, sin duda habra que remontarse a la crisis de los aos1970, cuando comenzaron a manifestarse los primeros sntomas deuna mutacin de nuestras sociedades. Algunos precursores (entrelos que yo conozco: Daniel Bell, Alain Touraine, Jrgen Habermas,

    Anthony Giddens, Charles Taylor) sealaron y esbozaron el virajeque la sociologa iba a tener que negociar. Ellos tambin resucita-ron algunos autores a los que la sociologa clsica haba pasado poralto (Georg Simmel, George-Herbert Mead, Alfred Schtz, NorbertElias) Prolongando a estos precursores, numerosos socilogosemprendieron la tarea de profundizar la cuestin, llamando la aten-cin sobre:

    la crtica de la modernidad (Jrgen Habermas, 1988; Alain Touraine, 1992; Charles Taylor, 1994; Bruno Latour, 1997),que habra entrado en una etapa marcada por la subjetividady, consiguientemente, por la reflexividad (Giddens, 1987 y1991);

    el tiempo de incertidumbre y de vaco cultural por el que est-bamos y estamos todava atravesando (Lipovetsky, 1983;Barrel, 1984), y que vuelve a nuestras sociedades cada vez

    ms complejas (Morin, 1994);el hecho esencial de que la sociedad ya no determina lasconductas sociales tan directamente como antes: ella se ha

    vuelto lquida (Bauman, 2000) e incluso gaseosa (porquetodo lo que ayer era slido hoy se desvanece en el aire: Mar-shal Berman, 1982); ms an, en cierto sentido se ha vueltoinexistente (Barrel, 1984; Martuccelli, 2006;Touraine, en to-das sus obras despus de 1990);

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    el hecho de que, en tal mundo, lo social es una construccincontinua (Berger y Luckmann, 1986), y que, por lo tanto, elactor ha retornado (Touraine, 1984);

    la constatacin de que estos profundos cambios nos introdu- cen en la era del individuo (Renaut, 1989), del ego (Kaufmann,2001), del narcisismo (Lasch, 1978) e incluso del hiperindivi-dualismo contemporneo (Gauchet, 1985);

    el hecho tambin de que este individuo siente la necesidad deser sujeto dentro de un tejido social de comunicacin (Haber-mas, 1981), de informacin (Castells, 1998), de interacciones(Goffman, 1973) y de transacciones continuas (Remy y Blanc,1985); incluso los autores considerados ms estructuralis-tas, como Michel Foucault (2001) o Pierre Bourdieu (1993),han introducido la problemtica del sujeto en sus ltimasobras;

    al mismo tiempo, el hecho de que este individuo se encuentraen plena crisis de identidad (Dubar, 1991, 2000), en estado deincertidumbre (Ehrenberg, 1995) y fatigado de ser el mismo

    (1998); que es plural (Lahire, 1998), entregado a sus experien-cias (Dubet, 1994) y a su proceso de individuacin (Martuc-celli, 2006), en bsqueda perpetua de reconocimiento en unmundo de menosprecio (Honneth, 2006) y en una sociedadde riesgos (Beck, 1986);

    finalmente, el hecho de que en tales condiciones las fronterasentre la sociologa y la psicologa se vuelven menos rgidas(de Gaulejac, 1987) y que, debido a esta difuminacin gene-

    ralizada de fronteras, sera vano, imposible, e incluso presun-tuoso pretender elaborar una nueva teora general (Revue duMAUSS, 2004).

    Parece entonces que, para los socilogos de hoy, el lugar del in-dividuo en la vida social concreta como actoren sus relaciones conlos otros y sujeto en sus relaciones consigo mismo se ha vueltomucho ms importante que antes, como consecuencia de las muta-

    ciones que podemos observar en todos los campos de las relacionessociales (la familia, la escuela, el trabajo, la religin, la poltica, el

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    placer, la accin colectiva) Si esto es as, no debemos, en efecto,considerar al individuo como el principio central de la explicacin en sociologa?Reconozcamos, sin embargo, que este cambio de perspectiva sobre

    la vida social constituye para nosotros, socilogos, una verdadera re-volucin copernicana: cambia todo! Como los astrnomos de an-tao, nuestros predecesores se habran dejado engaar por la ilusinde que lo individual gira alrededor de lo social, siendo as que enla realidad ocurre todo lo contrario! Por consiguiente, lo social yano se explicara ms por lo social, sino por lo individual!

    Habr que admitir esto sin mayor cuestionamiento y repensarlotodo sobre esta nueva base? No habra que interrogarse primero

    sobre las razones que nos obligan a realizar este giro epistemo-lgico y terico? Y sobre todo, cmo negociarlo correctamentesin perder la especificidad de la sociologa, esto es, sin arrojar albeb con el agua de su bao? Cules son las cuestiones que debe-mos plantear y resolver obligatoriamente si queremos reconstruiruna disciplina cientfica capaz de explicar y comprender el mundo en quevivimos, y as ayudar a los actores a intervenir sobre l?Ha llegado el tiempo

    de hacer un balance sobre estas cuestiones que, despus de todo,conciernen a la misin esencial de la sociologa.

    El objeto de la sociologa

    Desde que existe, la sociologa siempre tuvo por objeto explicar ycomprender las conductas de los actores sociales, mediante el anlisis de lasrelaciones que mantienen entre s. Esta definicin, que tomo de Alain

    Touraine, sigue siendo para m la ms clara y pertinente que co-nozco. Sin embargo contrariamente a los fenmenos naturales,las conductas humanas son el resultado de procesos subjetivos: losresortes conscientes o inconscientes, voluntarios o involuntarios denuestras acciones, son las representacionesque el actor se forma de susintereses, de sus valores, de sus normas y de sus afectos, en un con-texto material y tcnico determinado. Y estas representaciones son

    evidentemente culturales: varan de una sociedad a otra, en el espacioy en el tiempo, con los cambios culturales. Entonces, si bien la evo-

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    lucin cultural no modifica en nada a mi modo de ver el objetomismo de la sociologa, s afecta profundamente los resortes subjetivosde las conductas de los actores. Por consiguiente, si la sociologa

    quiere seguir comprendindolos y explicndolos, debe adaptar susconceptos y sus teoras a esta situacin. Luego, si admitimos quehoy en da estamos atravesando por una poca de cambio culturalprofundo lo cual resulta evidente para todo el mundo, enton-ces tenemos que admitir tambin que la sociologa ha sido afectadapor esta situacin y que su adaptacin constituye realmente una ne-cesidad urgente.

    Dando por aceptado todo lo anterior, dos cuestiones me parecen

    pertinentes:1. por qusera precisamente el individuo el que se impone, aquy ahora, como principio central de la explicacin de la vidasocial?

    y2. cmo habra que abordarlo para construir un acercamientosociolgico que lo site de ahora en adelante en el centro denuestro enfoque?

    Por qu el individuo?

    La adaptacin de la que hablamos depende evidentemente de lasmaneras a menudo divergentes como los socilogos interpre-tan los cambios en curso en la vida social. Sin embargo, me pareceque, pese a todo, existe entre ellos un acuerdo de fondo: estos cambios

    tendran por consecuencia la exigencia de que nuestros contempo-rneos demuestren mayor capacidad reflexivapara orientar sus con-ductas en todas las relaciones sociales en las que participan. Yporqutendran que ser ms reflexivos? Porque los condicionamientossociales, en todos los campos de la vida social, ya no son tan di-rectos, automticos, coercitivos, asertivos y exigentes como lo eranantes. Dicho de otra manera, las estructuras preexistentes (las ma-neras instituidas de pensar, de decir y de hacer, interiorizadas por

    la socializacin) determinan hoy menos mecnicamente que en elpasado, las conductas de la gente. Entonces los individuos deberan

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    apelar ms a su libre albedro, elegir, decidir por s mismos, contarcon su imaginacin, con su iniciativa y con su creatividad. Por lotanto, lgicamente, tendran que ser ms actores en sus relaciones

    con los otros, ms sujetosen sus relaciones con ellos mismos y, porlo mismo, conducirse ms como individuossingulares, y no ya comoindividuos uniformizados por sus posiciones sociales. En suma, losindividuos tendran que ser, como lo he repetido frecuentemente,ISA: individuos-sujetos-actores.

    Pero cmo podramos explicar que nuestras sociedades hayanevolucionado de esta manera? La respuesta reviste una gran impor-tancia si queremos comprender por qu es necesario hoy en da in-

    troducir al ISA en el corazn de la sociologa. Pues bien, existen porlo menos1dos manerasde responder a esta pregunta.Primera interpretacin: la prdida decredibilidad del modelo cultural industrial

    Podemos pensar que si el condicionamiento social se ha debilitado,es porque nuestras sociedades ya no tienen ms un principio central

    de unidad: es lo que sostienen, entre muchos otros, autores comoDubet, Lahire y Martuccelli. Se entiende por ello que la sociedad yano est orientada por una sola creencia cultural, legtima y creble,que gue y d sentido a las conductas de la gente y articule todos loscampos de la vida social. Dicho de otra manera, las sociedades hoyya no tendran unmodelo cultural ampliamente dominante que im-pregne todas las conductas. Por consiguiente, si seguimos, por ejem-

    plo, a Touraine o a Martuccelli, habra que abandonar la idea mismade sociedad, porque siempre fue comprendida como un conjuntounificado de campos relacionales como un sistema social,donde las conductas estaran condicionadas (o incluso determina-das) por las estructuras (los modos de, los tipos de, losmodelos de)

    1 Estoy lejos de conocer todas. Para ello debera leer o releer profundamente al menostodos los actores que he citado en un principio. Confieso humildemente que no es elcaso.

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    Suponiendo que esta interpretacin sea justa, se comprendepara hablar como Martuccelli que la vida social se haya vueltoheterognea y que, por lo mismo, las conductas ya no sean conse-

    cuencia directa de las estructuras; que lo social se haya vuelto consis-tente, espeso, maleable y elstico; que los condicionamientos estruc-turales se difracten; que los actores se vean obligados a conjugarloso a dejarlos de lado; que las lgicas de accin se hayan vuelto msautnomas; que los conflictos sociales sean ms dispersos; y que dehoy en ms los actores evolucionen dentro de un tejido complejo deredes y flujos, y acten en un espacio pluridimensional. Todo estoparece muy sugestivo, a fe ma. Sin embargo

    Tal interpretacin supone evidentemente que las sociedades delpasado tuvieron esa unidad: la creencia generalizada en el Progreso,en la Razn, en la Nacin, en la Igualdad, en el Deber, en todosestos dioses sociales que constituan el modelo cultural industrialdel Estado-nacin, y que orientaban y daban un sentido a las con-ductas de nuestros abuelos, en la familia, en la fbrica, en la escuela,en la iglesia, en el Estado, etctera. Era efectivamente as? No se

    trata de una representacin cultural muy actual que se proyecta so-bre el pasado para desmarcarse mejor del mismo?Mirndolo bien, las sociedades de antao sobre todo en la

    poca en que los socilogos clsicos las observaban y construansu concepcin de la sociologa estaban lejos de hallarse unificadaspor un sistema coherente de representaciones y de creencias, porun modelo cultural nico. Eran sociedades que estaban en plenamodernizacin, lo que significa que evolucionaban constantemen-

    te entre al menos dossistemas culturales y sociales muy diferentes, eincluso opuestos.Esta modernizacin ha operado con ritmos muydesiguales segn las sociedades, pasando por crisis econmicas, gue-rras y convulsiones polticas a menudo lamentables. Tanto es asque, incluso en el mundo de hoy, numerosas colectividades nacio-nales no han llegado nunca a modernizarse completamente y conti-nan siendo hbridas,como deca G. Canclini. Pero incluso las msmodernizadas entre ellas no han dejado, a lo largo de todo el sigloXX, de transformarse, de pasar de una etapa a otra en la moder-

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    nidad, reinterpretando incesantemente sus creencias a medida queiban cambiando sus prcticas tcnicas, econmicas, polticas y so-ciales. De modo que me parece muy discutible la afirmacin segn

    la cual esas sociedades estuvieron alguna vez unificadas u homoge-nizadas por un principio cultural nico que habra reinado sobre losactores de una manera tan aplastante, que sus conductas no fueronms que la expresin directa de las estructuras sociales instituidasinteriorizadas por ellos mismos, sin que tuvieran necesidad de em-plear su capacidad reflexiva. Dar un solo ejemplo: en las sociedadescapitalistas industriales nacionales, millones de proletarios padecanms o menos las mismas condiciones de explotacin de su fuerza de

    trabajo, y por lo mismo ocupaban la misma posicin social en las re-laciones sociales de produccin. Sin embargo, desde el comienzo delmovimiento obrero, las lgicas de accin de esos proletarios fueronmuy diferentes. Podemos distinguir por lo menos cuatro corrientes:la sumisin al paternalismo, el sindicalismo reivindicativo, el movi-miento autogestionario y la accin revolucionaria. Cmo explicarestas divergencias y los conflictos a veces violentos entre ellas

    si las estructuras las hubieran condicionado tan directamente?Pero an aceptando que las sociedades de ayer no eran tan de-terministas como algunos creen en nuestros das, e incluso recono-ciendo que no estaban estructuradas alrededor de un solo principiode uni(ci)dad, sin embargo es exacto que estaban orientadas y signi-ficadas en mayor medida que las de hoy por un modelo culturaldominante (el modelo cultural industrialdel capitalismo de Estado-na-cin), que condicionaba fuertemente las conductas de los actores.

    Tambin podemos resumir del siguiente modo esta primera in-terpretacin: los profundos cambios producidos desde hace dos otres decenios habran debilitado la credibilidad de este modelo cul-tural industrial; en consecuencia, los condicionamientos sociales yano seran tan claros y directos, y los actores, en estado de plenaincertidumbre e incluso de anomia, estaran ms abandonados a sulibre albedro y estaran obligados a recurrir en mayor medida a sureflexividad para orientar y dar sentido a su existencia personal; lo

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    que los incitara a conducirse como individuos-sujetos-actores. Esclaro, es coherente, pero se queda un poco corto.

    Segunda interpretacin: El ascenso de unnuevo modelo cultural

    En efecto, persiste una zona de sombra en este razonamiento. Paracambiardel modo susodicho sus prcticas (la gestin de la riquezaeconmica y de las innovaciones tecnolgicas, del orden poltico,del contrato social, de la integracin y de la socializacin, de las rela-ciones intersociales), nuestras sociedades ya no tendran necesidad

    como todas las precedentes de producir sentido: ideologas,utopas, cultura? Nuestros contemporneos se contentaran conminar la credibilidad del modelo cultural industrial, con debilitar suincidencia sobre sus comportamientos, sin poner nada en su lugar?Se limitaran a criticar el Progreso, la Razn, la Igualdad, el Deber,la Nacin, en fin, los dioses en los que crean sus abuelos, sinreemplazarlos por nada? Estos actores, seran nicamente pragm-ticos, sin tener necesidad de ninguna otra legitimacin? Ya no ac-

    tuaran en nombre de algn principio superior? Ya no proyectaranfuera de su conciencia, como lo hicieron siempre sus antepasados,dioses (principios ltimos de sentido) en nombre de los cualesactuar? Nuestras sociedades habran inventado sbitamente en-tre 1970 y hoy un hombre nuevo que ya no necesite ms demuletas culturales?

    Francamente no solamente no lo creo, sino que todo lo que yo

    observo desde hace treinta aos parece probar lo contrario. En to-dos los campos relacionales de la vida social, donde las prcticasestn cambiando profundamente, los actores critican los sentidosculturales antiguos, y por lo mismo debilitan, efectivamente, su cre-dibilidad, pero lo hacen en nombre de nuevos sentidos, de nuevos principiosltimos de orientacin y de significacin, que conforman un nuevo modelo cultu-ral. Veamos esto ms de cerca:

    en el campo de la tecnologa, los actores critican el proyectoprometeico de dominio de la naturaleza mediante la cienciay la tcnica, en nombrede la exigencia ecolgica y tica de una

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    nueva armona entre lo humano, su entorno natural y su ca-pacidad de intervenir sobre el mundo y sobre s mismo;

    en el campo de laeconoma, rechazan la concepcin producti-

    vista y proteccionista del viejo capitalismo industrial nacional,en nombrede una apertura al flujo de los intercambios mundia-les y a los beneficios del consumo, de la competencia y de lacomunicacin;

    en el campo de la poltica, cuestionan la democracia represen-tativa y centralizada en nombrede la necesidad de moralizar la

    vida poltica y de responsabilizar a los ciudadanos;

    en el campo del

    contrato social, critican la idea de igualdad fun-dada en la utilidad social y las necesidades, en nombrede la ideade equidad evaluada segn el mrito, la autonoma y el civis-mo de los derecho-habientes;

    en el campo de la integracin y de la socializacin, cuestionan elmodelo disciplinario fundado en la idea del deber, en nombredel derecho de los individuos a realizarse personalmente, aelegir su modo de vida, a vivir de pasiones y de placeres y a

    evitar los riesgos;en el campo de las relaciones intersociales, reemplazan un ordenfundado en las alianzas y conflictos entre naciones supuesta-mente soberanas por otro fundado en la dominacin de lasgrandes organizaciones supranacionales (FMI, BM, OMC) yde los Estados ms hegemnicos (G8), que reestructuran elorden mundial en nombrede la democracia y de la lucha contrala pobreza y el terrorismo.

    Como se echa de ver, en todos los campos esenciales que com-ponen la vida social, los actores critican lo antiguo en nombre de lonuevo. En todas partes sienten la necesidad de legitimar sus nuevasprcticas y de producir un nuevo sentido. El conjunto de los principiosque ellos invocan de este modo, yen nombrede los cuales orientan ydan significado a sus prcticas, constituye realmente un nuevo modeloculturalque apela al individuo como sujeto autnomo y responsable

    de s mismo, y como actorcvico y competitivo en sus relaciones conlos dems y con el mundo. De suerte que, si bien es cierto que el an-

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    tiguo modelo cultural industrial se debilita, es porque toma su lugarotro que sita al individuo en su centro y lo va imponiendo poco apoco como principio de uni(ci)dad de la sociedad. Por supuesto, si

    leemos el cambio de esta manera, tenemos que admitir tambin laidea de una transicin, de una mutacin: vivimos una poca en laque coexisten los dosmodelos simultneamente, aunque el uno endecadencia y el otro en expansin.

    De todos modos, sea que se prefiera la primera o la segundainterpretacin, la conclusin sigue siendo la misma: tenemos queintroducir al individuo-sujeto-actor en el corazn de la explicacinsociolgica, porque de hecho est situado en el centro de la vida social!

    Cmo el individuo?

    La diferencia entre estas dos interpretaciones adquiere toda su im-portancia cuando nos preguntamos cmo tenemos que arreglarnospara adaptar de este modo el enfoquesociolgico.Primera manera: hacer anlisis concretos

    En efecto, si se adopta el primer punto de vista expuesto ms arriba,el del debilitamiento de los principios culturales de sentido, yano conviene, evidentemente, seguir produciendo una teora generaldel sistema social. Ya no existe la sociedad, puesto que ya no tieneun centro, ya no tiene un principio de uni(ci)dad ni uno, ni dos nitres!, y por consiguiente, el carcter difuso de la sociedad se repro-

    duce en una sociologa difusa! Ms vale evitar, en estas condicio-nes, forjar conceptos; y ms vale proscribir toda definicin clara delos trminos que se emplean. Contentmonos con observar lo msempricamente posible, en campos limitados la familia, la ciudad,el trabajo, la religin, la poltica, la escuela, cmo los individuosse las arreglan los unos con los otros, entre las coacciones sociales ymateriales que pesan sobre ellos. Miremos cmo administran su ex-periencia de lgicas de accin relativamente autnomas, en una vidacomn cada vez menos institucionalizada, cmo tratan de dar nuevo

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    sentido a un mundo social vaco, incierto y efmero; cmo adminis-tran su angustia ante riesgos y elecciones inevitables, y su depresinante los fracasos relativos de su bsqueda de reconocimiento. Y so-

    bre todo, observemos cmo, sobre esta balsa a la deriva,2

    cada quiense esfuerza por ser s mismo y logra construirse con mayor o menorxito una identidad personal, llegando a ser y mantenindose comoactor y sujeto de su existencia.

    Todo esto da por resultado una sociologa muy rica, imaginativa,creativa y muy cercana a la vivencia de la gente. Para atenerme a unsolo ejemplo, yo elegira el notable anlisis que nos propone DaniloMartuccelli en su ltimo libro: Forg pour lpreuve(2006). Su objeto

    es el estudio de losprocesos de individuacin: cules son los grandesrasgos unitarios del modo histrico de individuacin que opera enla sociedad francesa contempornea? El procedimiento del autor,quien se apoya en un centenar de entrevistas en profundidad, puedesintetizarse del siguiente modo:

    La vida comn (particularmente en Francia) somete a susmiembros a un sistema estandarizado de pruebas: tener xi-

    to en los estudios, encontrar un trabajo satisfactorio, sentirsebien en la ciudad o en su barrio, tener buenas relaciones fami-liares, comprometerse en tareas colectivas, saber administrarla alteridad, ser uno mismo;

    Cada prueba est constituida por una tensin principal entredos bienes igualmente deseables, pero difciles de conci-liar: v.g., en la escuela, entre la seleccin social y la confianzainstitucional en s mismo; en el trabajo, entre la virtud y la

    recompensa; en la ciudad, entre el arraigo y la movilidad; en lafamilia, entre las obligaciones morales y las fidelidades ticas,etctera.

    Los individuos son desiguales frente a estas pruebas; ocupanposiciones estructuralesdiferentes (cuyas fronteras son poro-

    2 En el original: sur ce radeau de la Mduse, en alusin al cuadro de Thodore G-

    ricault Los nufragos del Meduse(1819), donde se pinta a los sobrevivientes (sobre unabalsa) de la fragata La Mduse, que se hundi en el Atlntico en 1816. [Nota de lostraductores].

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    sas): pueden ser dirigentes, competitivos, protegidos, preca-rios, excluidos

    Adems, en estas posiciones (entre ellas o al interior de cada

    una de ellas), no disponen de los mismos estados sociales: po-seen mucho o poco, tienen buenos o malos amortiguado-res (infraestructuras, ayudas, recursos, soportes);

    Con estos amortiguadores los individuos se construyenburbujas, nichos, diques o escudos a juzgar por los trminosempleados, se defienden, no afrontan. Y evidentemente, cadaquien hace esto a su manera, lo mejor que pueda, convirtin-dose as en un individuo singular (capaz de reproducir o decambiar su posicin estructural).

    Sin duda alguna, nos encontramos aqu con una postura socio-lgica muy original, sugestiva, clara y pertinente para comprenderel mundo en que vivimos. Por lo dems, a las ocho pruebas ex-ploradas por el autor se pueden aadir todava muchas otras: porejemplo, ser mujer, hombre, solitario, exilado, delincuente, prisione-

    ro, homosexual, viejo, enfermo, prximo a morir, etctera.Sin embargo, deploro dos debilidadesimportantes en este enfoque.Las posiciones estructurales y los estados sociales de los quetrata y que, por lo dems, evocan fuertemente a la sociologaclsica! se nos ofrecencomo evidencias, mientras que tanto lasprimeras como los ltimos son el resultado de relaciones socialesbien activas en la sociedad, y de modo particular en la sociedadfrancesa. Lamentablemente, los socilogos contemporneos hacen

    como si las clases sociales y las relaciones de clase hubieran desapa-recido completamente del paisaje social. Adems, a pesar de que laindividuacin constituye precisamente su objeto de estudio, el autorno nos explica cmo de qu manera, mediante qu procesos unindividuo llega a individualizarse: en qu consisten exactamenteesos amortiguadores de los que se sirve, y sobre todo cmo se lasarreglapara construir esas burbujas, esos nichos, esos diques

    y esos escudos gracias a los cuales podr salir ms o menos bienparado en sus pruebas.

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    Segunda manera: rehacer la teora parahacer anlisis concretos!

    En lo que a m concierne, ya se habr entendido que prefiero lasegunda interpretacin: la que toma en consideracin la existenciade una mutacin de la sociedad, y por cierto de una mutacin cul-tural. Paralelamente al debilitamiento del modelo cultural industrial(el de la modernidad racionalista), se afirma otro modelo que yo hepropuesto llamar identitario (el de la modernidad subjetivista), queconminaa cada uno de los miembros de nuestras sociedades contem-porneas a conducirse como un individuo-sujeto-actor. La paradoja

    salta a la vista: es la cultura en vas de convertirse en dominante laque imponea cada individuo autorealizarse como persona singular,hacer opciones personales, vivir su vida con placer y pasin, y evitarcuidadosamente correr demasiados riesgos. Dicho de otro modo:S t mismo, s libre, goza de la vida, cuidate de ti mismo y de los demso perece!

    Pero cuando representamos a nuestras sociedades como entransicin, estamos obligados a explicitar de dnde venimos y ha-cia dnde vamos, a nombrar las cosas, a forjar conceptos: venimosde una sociedad en la que dominaba un modelo cultural industrial,y entramos en otra en la que domina un modelo cultural identitario.

    Y estos conceptos apelan a otros, porque es preciso explicar culesson los cambios deprcticassociales que inducen estos cambios desentidosculturales, los cuales, a su vez, refuerzan las nuevas prcticaslegitimndolas. Hay que recurrir entonces a conceptos estructurales

    como modo de produccin, tipo de rgimen poltico, modode integracin, tipo de contrato social y modelo de orden inter-social. En cada campo, las estructuraspasande un estado a otro, yes este paso lo que condiciona y, por ende, permite explicar y com-prender las lgicas de accin de los actores en nuestras sociedadesen cambio permanente.

    Aqu se reafirma netamente el condicionamiento social no sedebilita, se desdobla! Pero no por eso es directo, automtico o

    mecnico, y esto por dos razones: por una parte, porque hay dosmodelos al mismo tiempo y, por lo tanto, incertidumbre; y por otra,

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    porque el segundo modelo considera precisamente al individuo-sujeto-actor comoreferencia cultural central. En consecuencia, entrelas estructuras que in-ciden sobre l y sus lgicas propias de accin se interpone algo del

    individuo, algo que le permite administrarla incidencia de lo socialsobre su conducta. Pero qu es ese algo? Todo el problema radicaen saber cmo el individuo opera esa gestin, mediante qu procesos

    forzosamente psquicos construye su accin con los recursostcnicos, las coerciones sociales y los sentidos culturales que la vidacomn pone a su disposicin. sta es la pregunta difcil de respon-der:qu existe en la caja negra entre el condicionamiento estructuraly las lgicas de accin?

    La respuesta a esta cuestin implica, a mi modo de ver, una auda-ciaindispensable que pocos socilogos han mostrado: la de romperla compartimentacin institucional entre la sociologa y la psicologa. En-tre los que yo conozco, slo Vincent de Gaulejac y Alain Ehrenberghan llegado hasta ese punto.3 Sin embargo y esto me parece evi-dente la supresin de esta barrera entre las dos disciplinas es unacondicin previa si queremos comprender cmo el individuo cons-

    truye su identidad personal en la vida social (cmo llega a ser sujeto) ycmo, individualizndose o, mejor,para individualizarse, construye suaccin sobre los dems (cmo llega a ser actor). Por eso, desde hace una

    veintena de aos me he interesado mucho, primero en los aportesde la psicologa social y, ms recientemente, en los del psicoanlisis,esforzndome en inspirarme en tanto que socilogo, de la teora ydel mtodo de Freud, y por lo tanto, en elaborar y practicar lo que ami modo de ver podra llamarse socio-anlisis.

    Hacia un socio-anlisis

    Ha llegado el momento de explicitar, con prudencia y modestia, mipropia proposicin terica. Su objeto es comprender las razones delas conductas de los actores de lo que hacen y de lo que dicen,y por consiguiente, las razones de su accin. De modo general me pa-

    3 Mi primer intento por avanzar en este terreno se encuentra en Le changement social(2003).

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    rece que los socilogos nunca han ido demasiado lejos en la eluci-dacin de las motivaciones, que constituyen los resortes de las con-ductas humanas. Ms bien tienden a detener su investigacin desde

    el momento en que descubren una razn plausible, generalmentesimple. Ahora bien, estas razones son de una extrema complejidad.Adems de las razones legtimas y voluntarias que el actor reconocesin problemas (las razones reconocidas, las que l confiesa abiertamen-te, las que expresa explcitamente en su discurso), existen otras quel prefiere guardar(se), an cuando las conozca, porque son menoslegtimas o no legtimas del todo (las razones oportunas, las que deri-

    van de su ideologa); pero, todava ms en lo profundo, existen razo-

    nes que el actor simplemente ignora, sea porque las ha incorporadoprofundamente (las razones interiorizadasque obedecen a su habitus),sea porque las ha reprimido (razones censuradas, las que operan en elfondo de su inconsciente).

    Para no quedarnos en lo abstracto, tomemos un ejemplo: el delmilitante revolucionario. l se declara y lo es sin duda algunaaltruista y solidario: cree que es legtimo hacer lo que est haciendo y

    pensar como piensa; la razn que invoca de entrada es la justicia so-cial, es la razn reconocida: se justifica por la cultura ambiente, es vo-luntaria y legtima. Sin embargo, aunque no lo confiese y an cuandolo niegue, sabe ms o menos confusa o claramente que tambinquiere el poder para s mismo, para su familia y para sus amigos;sta es la razn que llamamos oportuna(por no decir oportunista); ytiene todo el inters en disimularla ante los otros, porque no le pa-rece muy confesable, e incluso llega a veces a esconderla a s mismo,

    convencindose de que no influye sobre su conducta; se trata deuna razn ms bien voluntaria (quiere poder y lo sabe, an cuandono quiera saberlo), pero ms bien ilegtima (o, por lo menos, de unalegitimidad dudosa, menos confesable en todo caso que su preocu-pacin altruista). Adems, ocurre con frecuencia que un militantesea altruista porque tiene necesidad de restaurar una imagen positivade s mismo, amenazada por un sentimiento de culpabilidad: si es deorigen social modesto, tender a veces a querer redimir la falta queha cometido traicionando su clase de origen por su arribismo;

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    entonces estara sufriendo de una neurosis de clase (de Gaulejac,1996); esta razn, que llamaremos interiorizada, es ms bien invo-luntaria (no establece vnculo entre culpabilidad y altruismo) y las

    ms de las veces inconsciente, pero por otra parte ms bien legtima(es loable querer redimir las propias faltas). En fin, sucede frecuen-temente que un militante se comprometa en un movimiento o enun partido para buscar un exutorio justificable para una agresividadreprimida que l siente hervir en el fondo de s mismo, para una vio-lencia contenida de la que tiene necesidad de descargarse; esta raznpuede ser calificada como censurada(producida por una represin ensentido freudiano), en la medida en que es a la vez ilegtima, invo-

    luntaria y, la mayor parte de las veces, inconsciente.Resulta obvio que no basta enunciar unasola de estas razones

    para dar cuentade la conducta de un militante: l es revolucionariopor todas estas razones a la vezy, lo que realmente importa, lo que esesencial, es comprender cmo ellas se articulan entre s, en lugar de aislarlas. Ami modo de ver, ninguno de los mtodos tradicionales de la socio-loga permite realizar esta excavacin en profundidad, que va de lo

    legtimo a lo ilegtimo y de lo voluntario consciente a lo involuntario(consciente o inconsciente). Creo que el socilogo tiene dificultadpara realizar este descenso hacia las profundidades de las razones deactuar, este descenso en ascensor del piso principal al entre-suelo (medio sumergido), luego hacia el subsuelo y finalmentehacia el fondo del stano.

    Ahora bien, en el trabajo sociolgico no slo la sospechaes inevi-table, porque el actor esconde siempre algunas de estas razones, sino

    tambin lo es en mayor grado todava la interpretacinen el sentidode Paul Ricoeur: descifrar, detectar el doble o los mltiples sentidosde los smbolos (1965: 14-66), porque el actor no lo sabe todo eignora gran parte de lo que lo mueve a la accin.

    Sin embargo, esta dificultad de los socilogos no es principal-mente una cuestin de debilidad metodolgica. La cuestin del mtododesemboca necesariamente en una cuestin terica, porque para sabercmo hacer aflorar las razones del actuar de los actores, se requieresaber primero cmo ellos seleccionan las que reconocen y las que prefieren ocul-

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    tar a los otros y a s mismos, cmo llegan a interiorizar y a ignorar otras, y cmoproceden para censurarlas. Ahora bien, estos tres procesos nos remitena tres fuentes tericas diferentes:

    La teora de la ideologa : que consiste, en efecto, en disimular antelos otros y si es posible ante s mismo, las razones inconfesa-bles (ilegtimas) o difciles de confesar (menos legtimas) quese esconden detrs de las razones confesables (legtimas);

    La teora del habitus : que consiste en una interiorizacin de lasrazones (gustos, preferencias) que influyen sobre la con-ducta del individuo a su pesar, independientemente de su

    voluntad, sea que l est consciente de ello porque puedeestarlo, sea que no lo est.

    La teora del inconsciente : que est formada, en efecto, por larepresin de los deseos orientados a objetos ilegtimos o delegitimidad dudosa que el individuo sigue buscando, a pesarsuyo, a travs de su conducta, la ms de las veces de modoinconsciente.

    Lo ilegtimo, lo involuntario y lo inconsciente: he aqu tres tiposde razones con respecto a los cuales el discurso del actor no podraser transparente: ste no quiere, no sabe y no puedeexpresar en sus pa-labras todas las razones de su accin; slo puede reconocer aquellasque son legtimas, voluntarias y conscientes, y a lo mejor, aceptarreflexionar con el investigador sobre sus otras razones, o bien, dejartransparentar sus huellasen su discurso, sin darse cuenta de ello.

    La cuestin se reduce ahora en saber cmo articular estas tres tradicio-nes tericas. Se puede ver que, si los socilogos tienen un problema demtodo es porque tienen unproblema de teora!Cmo resolverlo?Me ha parecido que la respuesta a esta cuestin podra buscarse dellado del psicoanlisis, o ms exactamente, en un intento de transponeral anlisis de las conductas colectivaslas proposiciones tericas y metodo-lgicas del psicoanlisis y, por consiguiente, tratando de construir unsocio-anlisis de las conductas humanas.

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    Tal es el desafo sobre el cual se apoya la proposicin terica quepaso a resumir ahora muy sintticamente.4 Para socio-analizar una con-ducta social, se requiere examinar las cinco cuestiones siguientes:

    1. De qu manera la prctica de las relaciones socialesestructuradapor coerciones sociales y por sentidos culturales despierta en losindividuos que se entregan a esta conducta expectativasrelacionalesporlo menos parcialmente insatisfechas?Considero provisoriamente queestas expectativas relacionales, que la prctica de las relaciones des-

    pierta y frustra al mismo tiempo, son las siguientes: el reconocimientosocial, la autorrealizacin personal, el bienestar material, la seguri-dad moral y la dominacin sobre los dems; pero nada impide de-

    nominarlos de modo diferente.2. Cmo estas expectativas, en la medida en que son insatisfe-

    chas, engendran tensiones existencialesen la identidad personal de losindividuos concernidos? En efecto, las frustraciones crean desfasesentre las esferas constitutivas del psiquismo: la identidad deseada, laidentidad asignada y la identidad comprometida; se las puede llamar,por supuesto, de otro modo.

    3. De qu modo los malestares causados por estas tensionesexistenciales ponen en marcha el trabajo degestin relacional de s mis-mo?Esta gestin consiste, por una parte, en la construccin de unrelato sobre s mismo y, por otra, en la formacin de las lgicas desujeto de los individuos; estas lgicas son las de la sublimacin, dela substitucin, de la represin y del afrontamiento.

    4. Cmo construye esta gestin relacional las razones ocultas ylas separa de las razones reconocidas? Los individuos (se) esconden

    las razones de su accin recurriendo a su capacidad de ideologiza-cin (cuando son ilegtimas: razones oportunas), de interiorizacin(cuando son involuntarias: razones interiorizadas), o las dos a la vez(razones censuradas).

    5.De qu modo estas razones de accin se traducen en la lgicade accindel individuo? En efecto, esta lgica permite al individuoorientarse en sus relaciones sociales, lo cual hay que dilucidar paracomprender su conducta.

    4 Para mayor informacin sobre este tema, ver mi libro en preparacin: La part de libertdans les conduites humaines. Essai de socio-analyse des raisons dagir.

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    Por lo tanto, el objeto del socio-anlisises el conocimiento de la lgicade accinde los individuos. El socio-anlisis trata de comprender lasconductas de los individuos analizando cmo stos actan sobre los

    demspara tratar de administrar, con mayor o menor xito, las tensionesentre sus expectativasrelacionalesy las coercionesque les imponen susrelaciones sociales en todos los grupos en los que participan.5

    Como se habr comprendido, la aplicacin de tal procedimientoterico implica poner en juego mtodos muy exigentes. Para llegar acomprender de este modo las razones de la accin de un individuo

    por qu hace lo que hace, dice lo que dice, piensa lo que piensa ysiente lo que siente hace falta entregarse, juntamente con l(y no

    sobre l), a un largo y a veces penoso trabajo de comunicacin, que nilos cuestionarios ni las entrevistas habituales (directivas o no) per-miten realizar con xito.

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    5 Para marcar la diferencia lo ms claramente posible, considero que el objeto delpsicoanlisis es el conocimiento de la lgica psquica del individuo. En efecto, el psicoa-nlisis trata de comprender sus conductas analizando cmo opera sobre s mismo para

    tratar de administrar, con mayor o menor xito, las tensionesentre suspulsiones(de viday de muerte) y las coercionesque le imponen sus relaciones sociales, sobre todo en lafamilia.

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