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Perspectivas en el análisis etnográfico de la producción social del carácter ilusorio del Estado Perspectives on the ethnographic analysis of the social production of the illusory character of the state Fernando Alberto Balbi * * Doctor en Antropología por el Programa de Pós-Graduação em Antropologia Social, Museu Nacio- nal, Universidade Federal do Rio de Janeiro. Investigador Adjunto del CONICET. Profesor Adjunto del De- partamento de Ciencias Antropológi- cas, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. [email protected]r Resumen Las dificultades que parecen ser inherentes al estudio del Estado se encuentran estrechamente relacionadas con la apariencia naturalizada bajo la que se nos apa- rece, la cual, a su vez, se vincula directamente con el carácter ilusorio que nume- rosos investigadores le han atribuido. El objetivo de estas páginas es delinear al- gunos de los aportes que la etnografía puede hacer al estudio del ‘Estado’, espe- cialmente en lo que se refiere a poner en evidencia y desarmar su naturalización y profundizar nuestro conocimiento de los procesos sociales que lo producen. Palabras Clave: Antropología Social - Etnografía - Estado Abstract The difficulties that seem to be inherent in the study of the State are closely related to naturalized appearance that it assumes, and this, in turn, is directly linked to the illusory nature that has been attributed to it by many researchers. The aim of these pages is to outline some of the contributions that ethnography can make to the study of State, particularly in order to expose and dismantle its naturalization and to deepen our understanding of the social processes that are involved in its production. Key Words: Social Anthropology – Ethnography - State 1 of 9

Balbi 2010 - Perspectivas en El Análisis

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Balbi 2010 - Perspectivas en El Análisis

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  • Perspectivas en el anlisis etnogrfico de la produccin social del carcter ilusorio del Estado

    Perspectives on the ethnographic analysis of the social production of the illusory character of the state

    Fernando Alberto Balbi*

    * Doctor en Antropologa por el Programa de Ps-Graduao em Antropologia Social, Museu Nacio-nal, Universidade Federal do Rio de Janeiro. Investigador Adjunto del CONICET. Profesor Adjunto del De-partamento de Ciencias Antropolgi-cas, Facultad de Filosofa y Letras, Universidad de Buenos Aires.

    [email protected]

    Resumen

    Las dificultades que parecen ser inherentes al estudio del Estado se encuentran estrechamente relacionadas con la apariencia naturalizada bajo la que se nos apa-rece, la cual, a su vez, se vincula directamente con el carcter ilusorio que nume-rosos investigadores le han atribuido. El objetivo de estas pginas es delinear al-gunos de los aportes que la etnografa puede hacer al estudio del Estado, espe-cialmente en lo que se refiere a poner en evidencia y desarmar su naturalizacin y profundizar nuestro conocimiento de los procesos sociales que lo producen.

    Palabras Clave: Antropologa Social - Etnografa - Estado

    Abstract

    The difficulties that seem to be inherent in the study of the State are closely related to naturalized appearance that it assumes, and this, in turn, is directly linked to the illusory nature that has been attributed to it by many researchers. The aim of these pages is to outline some of the contributions that ethnography can make to the study of State, particularly in order to expose and dismantle its naturalization and to deepen our understanding of the social processes that are involved in its production.

    Key Words: Social Anthropology Ethnography - State

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    El Estado es uno de los ms elusivos objetos de inves-tigacin que puede afrontar un estudioso de la vida social. Tal como lo denota la mayscula que solemos es-cribir como inicial cuando queremos mencionarlo por es-crito, el Estado se nos aparece, ante todo, como un objeto pre-construido por la percepcin y, por tanto, totalmente naturalizado.1 En efecto, podra decirse que en el campo del pensamiento social el Estado junto con la familia, el individuo y, tal vez, la Modernidad es el objeto pre-construido por excelencia: as, toda vez que nos pro-ponemos encarar su estudio, enfrentamos dificultades que resultan de que el Estado satura nuestra experiencia, atra-viesa toda nuestra vida cotidiana y parece estar dotado de una cierta realidad y de determinados rasgos que se nos hacen auto-evidentes. Por lo dems, como ha sido notado por diversos autores,2 el mismo Estado lo que quiera que ello sea realmente es un activo protagonista de la produccin social de esas formas, ya naturalizadas, en que lo percibimos, hecho que viene a complicar an ms la situacin. El objetivo de estas pginas es delinear algunos de los aportes que la etnografa puede hacer al estudio del Estado, especialmente en lo que se refiere a poner en evidencia y desarmar su naturalizacin, profundizar nues-tro conocimiento de los procesos sociales que lo producen y, consecuentemente, colocarnos en mejores condiciones para entender las formas en que tiende a estructurar la vida social, a dar forma al mundo en que vivimos y a no-sotros mismos en tanto somos parte del mismo. Puesto que el vocablo etnografa se usa en diversas discipli-nas y reviste sentidos que remiten a distintas tradiciones terico-metodolgicas, y que incluso en la Antropologa Social disciplina en la cual me especializo sus acep-ciones son variadas y los consensos, si acaso existen, son difusos, comenzar por esbozar mi propio punto de vista al respecto.

    A lo largo de estas pginas, entender a la perspecti-va etnogrfica como una mirada analtica que trata de aprehender una porcin del mundo social a travs de un anlisis centrado estratgicamente en las perspectivas de los actores y tendiente a integrarlas coherentemente en sus productos.3 Este tipo de perspectiva implica su-

    1 Vase: Bourdieu, Pierre; Chamboredon, Jean-Claude y Passe-ron, Jean-Claude El oficio de socilogo. Presupuestos epistemo-lgicos, Mxico, S. XXI, 1986 9a ed.2 Vanse: Abrams, Philip Notes on the difficulty of studying the state, en Journal of Historical Sociology, 1(1), 1988 (1977), pp. 58-89; Corrigan, Philip y Sayer, Derek Introduccin a La formacin del Estado ingls como revolucin cultural, en: La-gos, Mara Laura y Calla, Pamela (comps.) Antropologa del Es-tado. Dominacin y prcticas contestatarias en Amrica Latina, La Paz, PNUD, 2007, pp. 39-116; Bourdieu, Pierre Espritus de Estado. Gnesis y estructura del campo burocrtico, en Razo-nes prcticas. Sobre la teora de la accin, Barcelona, Anagra-ma, 1997, pp. 91-138. 3 Vase: Balbi, Fernando Alberto De leales, desleales y trai-dores. Valor moral y concepcin de poltica en el peronismo, Buenos Aires, GIAPER Editorial Antropofagia, 2007. Esta concepcin de la etnografa remite en ltima instancia a las tra-

    poner, entre otras cosas: la existencia de diversidad o variabilidad en tanto abanico de diferencias empricas presente en los hechos sociales;4 que el anlisis de dicha diversidad es necesario y productivo; que la medida de la diversidad y el patrn que siga (es decir, qu dimen-siones de los fenmenos analizados varan, cules no lo hacen y cmo se correlacionan los diferentes planos de variacin y/o de invariancia) no pueden ser preestable-cidos por el analista sino que deben ser determinados et-nogrficamente para cada asunto;5 y que las perspectivas nativas constituyen un camino privilegiado para acceder al conocimiento de lo social no slo porque son parte de ello sino, particularmente, porque los actores deben nece-sariamente tener algn tipo de visin de su propio mundo social tal que les permita operar en l.6 As entendida, la descripcin etnogrfica no adopta como su propio punto de vista a las perspectivas de los actores pero debe ne-cesariamente incorporarlas en dos sentidos interrela-cionados: primero, en cuanto la propia descripcin debe ser producida a travs de la paulatina modificacin de los marcos de referencia del investigador en funcin de su confrontacin con las mismas;7 y segundo, en la medida en que el producto final es decir, la etnografa debe integrarlas coherentemente como parte de la descripcin del mundo social analizado, dando cuenta de sus lgicas, fundamentos y vinculaciones con los procesos sociales examinados. En este tipo de investigacin (que a lo largo de la historia de la disciplina ha sido desplegado en re-lacin con una amplia diversidad de enfoques tericos), la continua confrontacin entre las perspectivas nativas y la del investigador propicia la progresiva redefinicin del anlisis en funcin de esas otras miradas cuyo anlisis detallado reiteradamente postula distinciones conceptua-les, conexiones de sentido y relaciones entre variables que impugnan los esquemas construidos por el etngrafo, for-zndolo a modificarlos.

    Es imprescindible aclarar que lo que entiendo aqu por perspectivas nativas no se identifica, como ocurre en otras concepciones de la etnografa, con las verbalizacio-nes de los sujetos sino que corresponde a una construccin analtica desarrollada por el etngrafo en base al anlisis de la totalidad del comportamiento observado, atendiendo especialmente a la informacin no verbal que comporta la accin social (la cual no slo los actores normalmente no verbalizan sino que, en gran medida, son incapaces de ex-

    diciones de la llamada Escuela Britnica de Antropologa y de la Escuela Sociolgica Francesa, en cuyos marcos se establecieron algunos de los fundamentos metodolgicos de la Antropologa Social del siglo XX.4 Vase: Guber, Rosana El salvaje metropolitano, Buenos Aires, Legasa, 1991, p. 73.5 Vase: Barth, Fredrik Metodologas comparativas na anlise dos dados antropolgicos, en O guru, o iniciador e outras va-riaes antropolgicas, Rio de Janeiro, Contra Capa.6 Vase Balbi, Fernando Alberto op. cit., pp. 419 y 420.7 Vanse: Guber, Rosana op. cit.; Peirano, Mariza A favor da etnografa, Rio de Janeiro, Relme-Dumar, 1995.

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    presar discursivamente)8 y a la que se encuentra inscripta en la propia materialidad del mundo social, en aspectos tales como la organizacin del espacio, la vestimenta o la tecnologa. As entendido, el anlisis etnogrfico tiende a valerse prioritariamente de la observacin participante, recurso metodolgico que garantiza la exposicin directa del etngrafo a la diversidad del mundo social que aspi-ra a aprehender9 y, particularmente, lo coloca en posicin de hacerse de la fundamental informacin no verbal que solamente la experiencia directa del mundo social puede proporcionarle.10

    La relevancia de esta clase de etnografa para el anli-sis del Estado radica, a mi juicio, en la atencin que nece-sariamente brinda a la variabilidad de los hechos sociales y en su concentracin estratgica sobre las perspectivas de los actores. Un mbito donde este tipo de aproxima-cin ha resultado particularmente frtil es el del anlisis de los modos en que el Estado produce e impone regula-ciones (instrumentos legales y administrativos, desde lue-go, pero tambin normas no explcitas, valores, formas de clasificacin, identidades, formas de subjetividad, etc. que se encuentran inscriptos, por un lado en las formas en que el mundo social es ordenado por las intervenciones estatales cotidianas, rutinarias, burocrticas y, por el otro, en el despliegue simblico de las ceremonias estatales),11 as como de los alcances y lmites de esta clase de activi-dad estatal, incluyendo el anlisis de las maneras en que las poblaciones locales experimentan esa actividad estatal y producen otras formas de regulacin que se entrecruzan con las emanadas de las agencias del Estado.12

    8 Hastrup, Kirsten y Hervik, Peter Introduction, en Hastrup, Kirsten y Hervik, Peter (eds.) Social experience and anthropolo-gical knowledge, London and New York, Routledge, 1994, p. 3.9 Vase: Balbi, Fernando Alberto y Rosato, Ana Introduccin, en Rosato, Ana y Balbi, Fernando Alberto (eds.) Representacio-nes sociales y procesos polticos. Estudios desde la Antropolo-ga Social, Buenos Aires, CAS-IDES & Editorial Antropofagia, 2003, p. 16.10 Vase: Hastrup, Kirsten y Hervik, Peter op. cit., pp. 3 y ss. El mismo tipo de enfoque puede ser desplegado con los matices del caso en base a entrevistas y a fuentes documentales, como ocurre cuando se lo emplea para analizar procesos sociales del pasado. Vase: Balbi, Fernando Alberto op. cit.11 Ya Emile Durkheim afirmaba que la funcin del Estado era producir representaciones colectivas para la sociedad. Vase: Durkheim, Emile Lecciones de sociologa. Fsica de las cos-tumbres y el derecho, Buenos Aires, Schapire, 1966 (1912), pp. 44-55. La idea ha sido retomada desde puntos de vista muy di-ferentes; vanse: Corrigan, Philip y Sayer, Derek op. cit.; Bour-dieu, Pierre, op. cit.12 Vanse, por ejemplo, las siguientes compilaciones: Das, Vee-na y Poole, Deborah (eds.) Anthropology in the margins of the state, NM, School of American Research Press, 2004; Hansen, Thomas y Stepputat, Finn (eds.) States of imagination. Ethno-graphic explorations of the postcolonial State, Durham & Lon-don, Duke University Press, 2001.

    La etnografa tambin puede contribuir a la desnatura-lizacin del Estado un asunto diferente aunque, cier-tamente, relacionado con el anterior. Cuando se trata de analizar asuntos vinculados con conceptos tan caracte-rstica y sospechosamente abstractos, polismicos y ambiguos como el de Estado, la perspectiva etnogrfica ofrece la ventaja de permitir examinar sus sentidos sin por ello fijar ciertos contenidos socialmente especficos como si fueran inmanentes a los conceptos o reflejaran la existencia objetiva de determinadas entidades. Se tra-ta, en suma, de examinar los mltiples sentidos que se le asocian en el curso de sus variados usos por parte de actores socialmente situados, a fin de incrementar nuestra capacidad para entender los lugares que ocupan, en el cur-so mismo de la vida social, el concepto y las instituciones, las formas de accin social y los tipos de relaciones socia-les a que hace referencia.13

    El carcter ilusorio del Estado como fuente de su na-turalizacin

    He dicho que el Estado se presenta al pensamiento so-cial como un objeto pre-construido y, por ende, naturali-zado: en efecto, como ha escrito Pierre Bourdieu, el Esta-do se presenta con todas las apariencias de lo natural.14 Semejante naturalizacin (similar a la que se registra en torno de trminos como poltica, economa, religin, familia, individuo, etc.) es, en primer lugar, un efecto directo y hasta cierto punto inevitable de la asimilacin entre las categoras nativas de nuestras propias socieda-des aquellas que empleamos en nuestra vida cotidiana para pensar el mundo en que vivimos y los conceptos tericos que empleamos para analizarlas en tanto especia-listas acadmicos, la cual origina un problema metodol-gico que resulta familiar para los antroplogos sociales debido a que repercute sobre la naturaleza misma del pro-cedimiento etnogrfico. En segundo lugar, y por lo que se refiere particularmente al caso del Estado, su naturaliza-cin est en cierto sentido inscripta en las propias condi-ciones de su gnesis social y de su existencia, hecho que ha sido advertido de maneras diversas por numerosos au-tores. Bourdieu, por ejemplo, atribua la apariencia natu-ralizada del Estado a su condicin de resultado de un pro-ceso que, al instituirlo a la vez en las estructuras sociales y en las estructuras mentales adaptadas a esas estructuras (...) hace olvidar que es fruto de una larga serie de actos de institucin.15 Mucho tiempo antes, ya Max Weber ha-ba sealado que el Estado era, fundamentalmente, un complejo de una especfica actuacin humana en comn que subsista porque determinados hombres orientan su accin por la representacin de que aqul debe existir o

    13 Vase: Balbi, Fernando Alberto y Boivin, Mauricio La pers-pectiva etnogrfica en los estudios sobre poltica, Estado y go-bierno, en Cuadernos de Antropologa Social, no 27, 2008, p. 10.14 Bourdieu, Pierre op. cit., p. 98; la cursiva es del original.15 Ibdem.

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    La naturalizacin del Estado, entonces, parece ser un asunto inseparable de su carcter ilusorio, el cual ha sido de una u otra manera y con mayor o menor nfasis sealado por una serie de autores cuya sola relacin invi-ta a detenerse para pensar el asunto seriamente: adems de Weber y de Bourdieu, mencionar aqu apenas a Karl Marx, Friedrich Engels, Ralph Miliband, Nicos Poulant-zas, Philip Abrams, Philip Corrigan y Derek Sayer, y a los antroplogos A. R. Radcliffe-Brown y Michael Taussig pero la lista podra extenderse bastante sin perder su peso especfico. Entre los nombrados, Abrams fue quien de-nunci con ms vigor y sutileza esa ilusin y quien reali-z la propuesta ms radical para superarla. Resear bre-vemente los principales puntos de su argumentacin, que tomar como gua para esbozar algunos posibles aportes del anlisis etnogrfico para el anlisis del tema que nos ocupa.

    Abrams era tajante al afirmar que para poder analizar las realidades del poder y de la dominacin era necesa-rio negar la existencia del estado palabra que escri-ba con e minscula para enfatizar el punto siquiera como un objeto abstracto: el estado, afirmaba, no es la realidad que se yergue detrs de la mscara de la prctica poltica. Es, l mismo, la mscara que nos impide ver la prctica poltica tal cual es.17 De acuerdo con Abrams, el estado era, como mximo, un mensaje de dominacin un artefacto ideolgico que atribuye unidad, moralidad e independencia a los desunidos, a-morales y dependien-tes procedimientos de la prctica de gobierno.18 As, la afirmacin de la realidad del estado no sera sino el dispositivo ideolgico en trminos del cual es legitimada la institucionalizacin poltica del poder.19

    La realidad que, segn Abrams, se alzaba detrs de la mscara inclua, por un lado, a lo que, siguiendo a Mi-liband, denominaba sistema-estado, esto es, un nexo palpable de prctica y estructura institucional centrado en el gobierno y ms o menos extenso, unificado y dominan-te en cualquier sociedad dada.20 Por el otro lado, exista una idea-estado, proyectada, difundida y variablemente creda en diferentes sociedades en tiempos diferentes,21 que presenta a las instituciones del sistema-estado como una expresin integrada del inters general limpiamente disociada de todos los intereses sectoriales y de las es-tructuras clase, raza, iglesia, etc. asociadas a los mis-

    16 Weber, Max Economa y sociedad. Esbozo de sociologa comprensiva, FCE, Buenos Aires, 1a reimpr., 1992 (1922), p. 13; la cursiva es del original17 Abrams, Philip op. cit., p. 82; en esta y las subsiguientes citas, la traduccin es ma.18 dem, p. 81.19 dem, p. 82.20 Ibdem.21 Ibdem.

    mos.22 El autor entenda que los objetos legtimos para el anlisis poltico eran el sistema-estado, la idea-estado, y las relaciones entre stos y de ambos con otras formas de poder. Por el contrario, en ningn caso era necesa-rio o, siquiera, conveniente tratar de estudiar tambin al estado entendido como una entidad, agente, funcin o relacin ms all y por encima de aquellos,23 pues propo-nerse semejante tarea supona, inevitablemente, sucumbir a la reificacin: esto es, creer en la idea-estado, atribuir a las prcticas y agencias del sistema-estado la unidad, moralidad e independencia con que aquella los presenta pero que, en realidad, no tienen. Se trataba, en suma, de ir ms all de la asimilacin ideolgica entre la idea-es-tado y el sistema-estado que, al aparecrsenos como un dato de la realidad, viene a dificultar nuestros intentos de analizarlos.

    No dispongo del espacio necesario para discutir aqu la sin lugar a dudas, sugestiva y desafiante propuesta de Abrams en cuanto a abolir el uso del concepto de Estado ni para abordar con el detenimiento que sera necesario su aseveracin de que el Estado no es sino un dispositivo ideolgico que legitima la institucionalizacin poltica del poder. Quisiera, nicamente, retener su distincin entre el sistema-estado y la idea-estado, sus observaciones en cuanto a que la asimilacin entre ambos es artificial, un producto social, y su insistencia sobre la necesidad de analizar tanto el sistema como la idea y las formas en que ambos llegan a confundirse. El propio Abrams sealaba, creo que con total acierto, que la alternativa a dar al es-tado por sentado es entenderlo como construido histrica-mente24 y conclua lgicamente que era necesario desen-mascarar a los diversos estados que se haban sucedido en el tiempo. Desde mi propio punto de vista, la etnografa puede contribuir a esta tarea y, de hecho, lo ha estado haciendo ms o menos abiertamente durante las ltimas dcadas en al menos tres terrenos que resultan de la descomposicin, a fines expositivos, del argumento de Abrams. Me referir brevemente a estas contribuciones, apelando a algunos trabajos etnogrficos recientes a fin de ilustrarlas.25

    La etnografa ante la produccin social de las agencias y prcticas estatales.

    Ante todo, la etnografa puede contribuir al anlisis de los procesos sociales que producen las agencias y prcti-cas que conforman al sistema-estado, as como de las re-laciones que las articulan y, en particular para dar cuenta, dentro de un mismo marco analtico, de la variabilidad de

    22 dem, p. 76.23 dem, p. 82.24 dem, p. 80.25 La mayor parte de los ejemplos que siguen han sido extrados de trabajos del equipo del Grupo de Investigacin en Antropo-loga Poltica y Econmica Regional (GIAPER), del cual formo parte. Apenas dispongo del espacio necesario para sealar, sin desarrollarlos, los aspectos de esas etnografas que pueden ser-vir como ejemplo de los puntos que me interesa plantear.

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    tales procesos y relaciones y de las regularidades que les subyacen.

    Es posible encontrar una clara ilustracin de este parti-cular en el reciente trabajo dedicado por Julieta Gaztaa-ga26 al trabajo poltico,27 que la autora desarrolla a tra-vs del anlisis etnogrfico de las formas en que polticos profesionales mayoritariamente vinculados al Partido Jus-ticialista despliegan su actividad en el marco de tres pro-cesos de produccin de obras polticas: la conformacin de la Regin Centro, integrada por las provincias de Entre Ros, Santa Fe y Crdoba; el proceso de integracin re-gional entablado por Entre Ros y por el estado brasileo de Rio Grande do Sul; y la planificacin y construccin de la conexin vial que une desde 2003 a las ciudades de Ro-sario y Victoria. A los fines de ests pginas, cabe destacar un punto que surge claramente del trabajo de la autora: si bien el trabajo poltico desarrollado en los tres casos vara ampliamente (en funcin de sus respectivos objeti-vos, de los condicionamientos institucionales a enfrentar en cada uno, y de la creatividad de los polticos involu-crados), la clave de su eficacia reside invariablemente en la construccin y operacin de relaciones personales que generan compromisos mutuos y obligaciones vinculantes entre polticos y funcionarios, dando lugar, posteriormen-te, a la construccin y el reforzamiento de vnculos entre instituciones gubernamentales que, a su vez, permiten de-sarrollar efectivamente las obras y lo que resulta fun-damental legalizarlas y legitimarlas a travs de su insti-tucionalizacin. De esta forma, la etnografa revela que la gnesis de nuevas agencias del sistema-estado tales como las instituciones de la Regin Centro (y an la de vncu-los institucionales entre estados provinciales de distintos pases) puede ser el resultado de procesos relativamente similares a aquellos de los que dependen las acciones de gobierno que redundan, por ejemplo, en la planificacin y concrecin de obras de infraestructura vial. No debe sor-prender, entonces, que la categora nativa de obra polti-ca abarque por igual las obras de infraestructura, la legis-lacin, las polticas de gobierno, y los niveles de organiza-cin poltico-administrativa: pues, en efecto, el principio de produccin es, en todos los casos, el mismo. As, la produccin social de algo aparentemente tan misterioso como las agencias estatales puede ser tan explicable en trminos sociolgicos como la de una ruta.28

    26 Vase: Gaztaaga, Julieta El trabajo poltico y sus obras: una etnografa de tres procesos polticos en la Argentina, Buenos Aires, GIAPER Editorial Antropofagia, 2010.27 En el curso de las subsiguientes referencias a etnografas me valgo de las itlicas para denotar el empleo de trminos y expre-siones de acuerdo a los sentidos que les atribuyen los actores que protagonizan los procesos analizados.28 Cabe mencionar en este contexto el anlisis de Bezerra, que arroja luz sobre las vinculaciones entre el poder legislativo del Brasil y las bases polticas locales de los legisladores, y el de Teixeira, que esclarece la forma en que el congreso de ese pas produce su propia autonoma relativa respecto de los criterios por los cuales otros actores e instituciones juzgan su desempe-

    El anlisis etnogrfico de la produccin de variaciones en torno de la representacin del Estado.

    En segundo lugar, la etnografa puede permitirnos com-plejizar la concepcin adelantada por Abrams respecto de la idea-estado. En efecto, este autor que, es preciso re-cordarlo, escriba en 1977 parece dar por sentado que en una sociedad y momento dados existira apenas una idea-estado, un nico postulado de naturaleza ideolgi-ca tendiente a ocultar la real desunin del poder polti-co.29 En efecto, aunque presenta al sistema-estado como un campo institucional que es, primariamente, un campo de lucha30, el autor siempre se refiere a la idea-estado en singular como, por ejemplo, cuando asevera: El estado es el smbolo unificado de una real desunin.31 Ahora bien, sin lugar a dudas, los hechos ocurridos durante las tres dcadas transcurridas desde la redaccin del texto de Abrams hacen que la presuncin de la existencia de tan slo una idea-estado en casi cualquier pas del mundo ac-tual sea difcil de sostener. Por otra parte y esto es lo que realmente importa aqu, desde un punto de vista antropolgico hay buenas razones para ponerla en duda o, por lo menos, relativizarla para cualquier momento y lugar dados.

    Para empezar, la adopcin de una perspectiva etnogrfi-ca exige, por principio, no presuponer qu tipo de concep-ciones han de tener los actores sobre el Estado o cualquier otra cuestin puesto de lo que se trata es, justamente, ha-cer de las mismas un asunto de investigacin emprica.32 Por otra parte, y por la misma razn, tampoco se debe asumir a priori que las concepciones nativas a encontrar en un medio social dado sern homogneas,33 de modo que no cabe dar por sentada la existencia de una sola idea-estado. Finalmente, la literatura antropolgica mues-tra abundantemente que, aunque la vida social supone la existencia de criterios comunes capaces de estructurar la accin (convenciones lingsticas y de comportamiento, ya sean expresas o, ms frecuentemente, tcitas), ello no significa que los mismos revistan significados idnticos para los diferentes actores que los comparten: tal como sealara Julian Pitt-Rivers, si bien la vida social supone la existencia de consensos a un nivel de abstraccin del que se ha eliminado el contexto,34 se registran desacuerdos recurrentes en cuanto al significado de los hechos sociales

    o y el de sus integrantes. Vanse: Bezerra, Marcos Otavio Em nome das bases. Poltica, favor e dependncia pessoal. Rio de Janeiro, NuAP - Relume Dumar, 1999; Teixeira, Carla A honra da poltica. Decoro parlamentar e cassao do mandato no Congresso Nacional (1949 - 1994), Rio de Janeiro, NuAP - Relume Dumar, 1998.29 Abrams, Philip op. cit., p. 79.30 Ibdem.31 Ibdem.32 Vase: Guber, Rosana op. cit.33 Vase Balbi, Fernando Alberto op. cit. 2007.34 Pitt-Rivers, Julian El anlisis del contexto y el locus del modelo, en Tres ensayos de antropologa estructural, Barcelo-

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    conceptos, comportamientos, relaciones sociales, for-mas de organizacin y de agrupamiento, acontecimientos cotidianos o extraordinarios, etc. que se producen al nivel del contexto, en donde la abstraccin debe ceirse a los casos particulares.35 Dicho de otra manera: siempre existe una cierta medida de variabilidad en las formas en que los actores de un medio social dado se representan cualquier asunto.36

    Desde este punto de vista, slo cabe si acaso pen-sar en la existencia de una idea-estado dentro de un me-dio social en particular (como la Argentina o, ms mo-destamente, la provincia de Entre Ros) en aquel nivel de abstraccin donde es posible prescindir de los contextos socialmente situados en que las representaciones de lo que el Estado es y/o debe ser son producidas, reprodu-cidas y movilizadas por actores socialmente situados. Si, como afirmaba Abrams, el sistema-estado constituye un nexo de prctica y estructura institucional ms o menos extenso, unificado y dominante en una sociedad dada, ello supone al menos tres dimensiones de variabilidad en lo tocante a las representaciones sobre el Estado: la prime-ra, relativa a las caractersticas especificas que presenten las prcticas y las estructuras institucionales del Estado en diversas regiones y localidades; la segunda, relaciona-da con la medida en que diversas agencias estatales sean controladas directamente por distintos grupos de actores (sectores poltico-partidarios, organizaciones de la llama-da sociedad civil y agrupamientos informales que pue-dan detentar un relativo control de posiciones de poder en distintas instituciones estatales) y respondan ms o menos indirectamente a diversas combinaciones de intereses de una variedad de sectores sociales; y, la tercera, vinculada con la mayor o menor intensidad y eficacia de las prc-ticas estatales y, consecuentemente, con las capacidades diferenciales de diversos actores y sectores sociales para contestarlas, negociarlas y hasta impugnarlas. Cabe agre-gar sin nimos de agotar la cuestin que todos los factores mencionados se encuentran sujetos a variaciones a lo largo del tiempo.

    En relacin, entonces, con esta complejizacin de la presentacin hecha por Abrams respecto de la idea-esta-do, la etnografa con su opcin implcita en el sentido de hacer de la variabilidad un objeto y un medio privi-legiados del anlisis y con su atencin prioritaria a las representaciones de los actores ofrece un conjunto de herramientas particularmente adecuadas para analizar la produccin de variaciones en torno de la representacin del Estado en un cierto medio social: algo as como una perspectiva desde donde vislumbrar los correlatos en la

    na, Cuadernos Anagrama, 1973 (1967), p. 46.35 dem, p. 47.36 Es por tal razn que, apartndome de la tradicin clsica de la antropologa social y cultural, hablo de las perspectivas de los actores o nativas, evitando ya desde el vocabulario im-plicar que los sujetos de un cierto medio social comparten efec-tivamente una concepcin homognea y unificada respecto de cualesquiera asuntos.

    idea-estado de la real desunin del sistema-estado.

    El excelente anlisis dedicado por David Nugent37 al desarrollo, a lo largo del siglo XX, de tres Estados ima-ginados diferentes es decir, orientaciones particulares respecto del Estado nacin en la regin de Chachapo-yas, en el norte de Per ilustra simultneamente la va-riabilidad de las representaciones acerca del Estado en relacin con las caractersticas locales de la organizacin y el ejercicio del poder estatal, con su intensidad y efi-cacia relativas, y con los cambios en cuanto a los gru-pos que controlan sus agencias y los intereses que stas representan. Entre 1885 y 1930, la escasa consolidacin del aparato estatal peruano dio lugar a una delegacin del poder en la lite terrateniente regional que, en su accionar, comprometa al Estado al violar sus preceptos (la igual-dad ante la ley, la ciudadana y los derechos constitucio-nales en tanto fundamentos legtimos de la vida nacional) usando sus formas para legitimar su propio poder (funda-do en el privilegio hereditario vinculado a una jerarqua racial). Por otro lado, la distancia del Estado respecto de los asuntos locales haca posible que las clases populares lo concibieran como una fuerza distante pero emancipa-dora que poda liberarlas de sus opresores locales. Poste-riormente, entre 1930 y 1970, la consolidacin efectiva del aparato estatal y el desplazamiento de la antigua lite local por un levantamiento armado daran lugar a que el Estado fuera concebido por la poblacin como una parte integral y constitutiva de una ciudadana chachapoyana que se representaba a s misma como plenamente moder-na y nacional y como fundada en valores de igualdad, comunalidad y consensualidad. Finalmente, el debili-tamiento de las agencias estatales ocasionado por la crisis econmica y social iniciada hacia finales de la dcada de 1970 supuso el establecimiento de un gobierno militar que reinstaur muchas de las prcticas que caracterizaran a las agencias estatales durante el perodo en que eran contro-ladas por la lite terrateniente, conduciendo, hacia 1980, a que la poblacin imaginara al Estado como ajeno y con-taminante respecto de una comunidad local representada como natural, atemporal y premoderna pero tambin de manera notable caracterizada en trminos de los mismos valores de igualdad, comunalidad y consensua-lidad que durante el perodo anterior eran considerados como esencialmente modernos.38

    37 Vase: Nugent, David La reconfiguracin del campo mo-ral en el Per del siglo XX, en: Lagos, Mara Laura y Calla, Pamela (comps.) Antropologa del Estado. Dominacin y prc-ticas contestatarias en Amrica Latina, La Paz, PNUD, 2007, pp. 139-204.38 Cabe mencionar tambin al anlisis etnogrfico dedicado por Canelo a una especfica concepcin del Estado compartida hasta cierto punto por dirigentes sociales y funcionarios estatales. Vase: Canelo, Brenda Dirigentes de migrantes andinos, em-pleados y funcionarios pblicos ante el Estado. Una mirada desde abajo para comprender procesos polticos locales (Ciudad de Buenos Aires, Argentina), en Cuadernos de Antropologa Social, No 27, 2008, pp. 175-193.

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    La etnografa y la produccin social de la reificacin del Estado.

    Finalmente, entiendo que la etnografa puede resultar un recurso fundamental para enfrentar el gran desafo de dar cuenta de la gnesis social de la reificacin, de cmo la idea-estado se funde con el sistema-estado confor-mando, as, la ilusin o mscara. Abrams traza clara-mente las lneas maestras de este proceso:

    El estado llega a existir como una estructuracin al interior de la prctica poltica: comienza su vida como un constructo implcito; entonces es reifica-do como la res publica, la reificacin pblica, nada menos y adquiere una identidad simblica manifiesta, progresivamente divorciada de la prc-tica en tanto descripcin ilusoria de la misma.39

    Cabe preguntarnos, sin embargo, hasta qu punto es posible hablar de un nico proceso. Para empezar, la va-riabilidad de las representaciones del Estado que acabo de esbozar implica lgicamente que una multiplicidad de procesos sociales confluyen de alguna manera para pro-ducir la reificacin pblica mencionada por Abrams. Adems, la propia caracterizacin que hace este autor del sistema-estado sugiere que a lo sumo sera posible hablar de un proceso en un sentido metafrico, con el slo objeto de agrupar los resultados de una multiplicidad de procesos sociales que confluiran en la naturalizacin de la asimilacin entre cierta representacin abstrac-ta, general, desligada de los variables contextos sociales inmediatos acerca del Estado y un determinado entra-mado de agencias y prcticas. Por fin, es de notar que el tratamiento de la reificacin del Estado como un nico proceso supone, paradjicamente, el riesgo de contribuir activamente a reificarlo al procurar un nico principio de explicacin para aquel fenmeno, procedimiento que, de una u otra forma, introduce una medida de instrumentali-dad en el anlisis que lo desva hacia la representacin del Estado como un todo unificado: as, uno puede quedar al borde de postular contradictoriamente que el propio Es-tado, en tanto entidad unificada, es el agente central de la produccin social de su representacin reificada, como sucede hasta cierto punto con Bourdieu,40 o bien debe aceptar que existe algn otro agente igualmente reifica-do que protagoniza el proceso representando al Estado de manera mistificada en funcin de sus propios intereses, opcin que conduce subrepticiamente a tratar analtica-mente a aquel como un todo unificado y activo (un punto que surge claramente de la crtica de Abrams a los anlisis de Miliband y Poulantzas).41

    As, pues, la produccin social del Estado en tanto rei-ficacin debe ser pensada como el resultado de una mul-tiplicidad de procesos interrelacionados en el curso de los cuales son producidas diversas representaciones so-

    39 Abrams, Philip op. cit., p. 82; la cursiva es del original.40 Vase: Bourdieu, Pierre op. cit.41 Vase: Abrams, Philip op. cit., pp. 69 y ss.

    cialmente situadas del Estado que, al tiempo que fundan las pretensiones de legitimidad de determinados actores y agencias en tanto representantes de aquel, confluyen ms all del contexto social inmediato de su produc-cin en la naturalizacin de la identificacin entre la idea-estado (su representacin ms abstracta, general e inespecfica) y su sistema-estado. La etnografa repre-senta, a mi juicio, un recurso analtico particularmente va-lioso para dar cuenta de esos procesos y establecer tanto la medida y los patrones de su variabilidad (que hacen a sus contextos de produccin inmediatos) como sus rasgos ms o menos constantes en un medio social en particular (que remiten a los fundamentos sociales de su confluencia en la produccin de la reificacin del Estado).

    Esto puede ser parcialmente ilustrado mediante algunos trabajos etnogrficos dedicados a la integracin entre-rriano-riograndense. Este proceso, que se extendi entre los aos de 1994 y 2000, fue impulsado por un grupo de polticos y funcionarios de Entre Ros y Rio Grande do Sul cuyo trabajo poltico se reflej en los sistemas-estado de ambas partes al conseguir que se crearan comisiones legislativas dedicadas al tema y una representacin oficial de la provincia argentina en Porto Alegre.42 En el curso de ese trabajo, los promotores del proceso desarrollaron una visin compartida de la integracin y del rol que ca-bra a ambos Estados en su produccin el de integrarse entre s para propiciar la integracin de sus pueblos, objetivndola al ponerla en prctica en el curso de una serie de encuentros multi-sectoriales anuales fuertemente ritualizados.43 Finalmente, los mismos actores tendieron a legitimar sus aspiraciones polticas desarrollando una serie de estrategias destinadas a valerse de la prensa para visibilizar su protagonismo en el proceso y a cristalizar esas pruebas mediticas ms all de la coyuntura inme-diata.44 As, los promotores de la integracin produjeron representaciones especficas respecto de sus Estados, al tiempo que trataban de encarnarlas en agencias especfi-cas y de asociarlas a sus personas.45

    42 Vanse: Rosato, Ana La integracin sin fronteras: de lmites y puentes, en Rosato, Ana (ed.) Construyendo integracin al interior del Mercosur. La integracin entrerriano-riograndense (1992-2001), Buenos Aires, GIAPER - Editorial Antropofagia, 2010; Rosato, Ana El proceso de institucionalizacin de la integracin, en Rosato, Ana (ed.) op. cit. Cabe observar que el proceso de integracin se detuvo hacia el ao 2000 porque sus promotores no consiguieron institucionalizarlo plenamente ya que los Estados provinciales no pueden entablar relaciones exteriores, funcin reservada constitucionalmente a los Estados nacionales.43 Vase: Balbi, Fernando Alberto; Boivin, Mauricio y Rosato, Ana La integracin como representacin social: eventos ritua-lizados en el proceso de integracin, en Rosato, Ana (ed.) op. cit.44 Vase: Koberwein, Adrin y Gaztaaga, Julieta La Casa de Entre Ros y los medios de comunicacin en el proceso de inte-gracin, en Rosato, Ana (ed.) op. cit.45 El lector puede encontrar otros ejemplos del anlisis etno-

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    DebatesFernando Alberto Balbi

    Recapitulacin: la etnografa frente a la produccin social de la ilusin del Estado.

    He trazado las posibles contribuciones de la etnografa a nuestro conocimiento de la produccin social del Esta-do en tanto ilusin en tres terrenos que, como advert en su momento, resultan de una descomposicin del ar-gumento de Abrams cuyos fines son meramente exposi-tivos. En efecto, la produccin social de las agencias y prcticas del sistema-estado, de variaciones en torno de la idea-estado y del carcter ilusorio del Estado solamente pueden ser consideradas como asuntos diferentes a fines analticos: y, de hecho, las etnografas que he reseado no hacen sino evidenciar los alcances limitados de semejante distincin. A fin de ilustrar conjuntamente estos tres tipos de aportes interrelacionados que cabe esperar de la etno-grafa en cuanto al asunto que nos ocupa, me referir con mayor detalle a algunos hallazgos de las recientes inves-tigaciones dedicadas por Adrin Koberwein y Samanta Doudtchitzky a la implementacin en distintas provincias del Banco Popular de la Buena Fe, una poltica social de microcrditos gestionada por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nacin y desarrollada a nivel local por Orga-nizaciones No Gubernamentales.46

    Retomando los trminos de Abrams, podramos decir que los autores centran sus miradas en los procesos por los cuales cierta agencia del sistema-estado construye relaciones con actores e instituciones que forman parte de la poblacin cuya supuesta unidad e identidad y cuyos presuntos intereses la idea-estado pretende encarnar. Al hacerlo, sus etnografas revelan las complejas formas en que el programa que no es sino un conjunto de prcti-cas y arreglos institucionales que integran el sistema-es-tado es producido. Las relaciones entre los prestatarios del Banquito como lo llaman los actores y el Estado son entabladas en trminos de obligaciones morales antes que econmicas. Inicialmente, esa entidad externa y ms bien opaca se hace presente en la cotidianidad de los pres-tatarios, a travs de personas (los promotores que, es de notar, no son funcionarios estatales sino que pertenecen a

    grfico de procesos de caractersticas similares en: Gaztaaga, Julieta op. cit.46 Se trata de un programa inspirado por el modelo del Gra-meen Bank, fundado a mediados de la dcada de 1970 en Ban-gladesh por Muhammad Yunus. Vanse: Doudtchitzky, Samanta Produccin y circulacin de valores en una poltica social de microcrditos: el gusto por pagar, en Doudtchitzky, Samanta y Koberwein, Adrin El microcrdito como poltica social y como proyecto poltico. Confianza, participacin y compromiso en el Banco Popular de la Buena Fe, Buenos Aires, GIAPER Editorial Antropofagia, 2010; Koberwein, Adrin Dar, reci-bir y devolver en una poltica social de microcrditos: partici-pacin, compromiso y adhesin, en Doudtchitzky, Samanta y Koberwein, Adrin op. cit. He analizado exhaustivamente los aportes de ambos trabajos al anlisis etnogrfico del Estado en: Balbi, Fernando Alberto Prlogo. Obligacin moral y relacio-nes personales en la produccin social del Estado, en: Doudt-chitzky, Samanta y Koberwein, Adrin op. cit.

    ONGs) que entablan relaciones con ellos. Esto habilita el establecimiento a travs de la entrega de crditos a in-dividuos en tanto integrantes de grupos solidarios de obligaciones morales interpersonales entre los prestata-rios y entre stos y los promotores que, como muestran ambos autores, se tornan sucesivamente en obligaciones para con el grupo, el banquito local y provincial47 y, final-mente, el Banquito nacional y el propio Estado. Esta ex-tensin ltima de las obligaciones es producida a travs de varios mecanismos, de los cuales apenas puedo esbo-zar dos: la presentacin del Estado como deudor y, con-secuentemente, como dador desde el diseo mismo del programa, que hace de cada microcrdito una instancia de un intercambio entre el Estado y los prestatarios;48 y el reiterado nfasis que hacen los promotores y funcionarios sobre la participacin en la causa del Banquito en tan-to encarnacin final de esas obligaciones extendidas.49 As, al participar en ste, los prestatarios participan de acciones del Estado dirigidas a concretar cierto Proyecto Nacional y Popular, un proyecto de Nacin. De esta suer-te, las obligaciones morales que inicialmente eran obli-gaciones entre personas pasan a operar simultneamente como obligaciones trabadas entre los prestatarios y esa suerte de persona moral que es el Estado en tanto encar-nacin de la Nacin: esta peculiar concepcin del Estado constituye, claramente, una reificacin en tanto comporta su representacin como un agente que expresa una cierta concepcin del inters general.

    Sin embargo, diversos detalles sugieren que esa carac-terizacin del Estado no parece extenderse por igual a to-talidad del sistema-estado. Por un lado, se advierte una fuerte inversin simblica hecha para celebrar al Banqui-to en su particularidad en tanto supuestamente distinto y moralmente superador del resto de la oferta estatal.50 Por otro lado, encontramos tres hechos significativos que

    47 Los crditos son otorgados con garanta de palabra empea-da y en forma escalonada a los miembros de un grupo solidario de cinco personas, de modo que los miembros del grupo sirven de garantes del compromiso asumido por cada prestatario y que el pago en tiempo y forma por parte quien ya lo ha percibido habilita el efectivo otorgamiento de un nuevo crdito a uno de sus compaeros (vanse: Doudtchitzky, Samanta op. cit., cap. I; Koberwein, Adrin op. cit., Introduccin). Por otra parte, la entrega de nuevos fondos por parte del Estado nacional a las organizaciones que gestionan el banquito en cada provincia est supeditada al mantenimiento de una tasa de retorno del 90%, de modo que la continuidad del programa a nivel local y provincial es entendida como dependiente de la devolucin de los crditos recibidos por los prestatarios (vase: Doudtchitzky, Samanta op. cit., cap. II). En relacin con estos hechos, ambas etnografas revelan cmo la construccin de tales obligaciones en trminos morales se torna en la base de sustentacin de una serie de rela-ciones personales que conforman al Banquito en cada localidad y provincia. 48 Vase: Koberwein, Adrin op. cit., cap. I.49 Vase: dem, cap. IV.50 Vase: Doudtchitzky, Samanta op. cit., cap. III.

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    destacan ntidamente en los encuentros que congregan pe-ridicamente a autoridades, coordinadores, promotores y prestatarios del Banquito:51 las frecuentes referencias a las relaciones personales mantenidas por los fundadores del programa entre s, con otros altos funcionarios y con dirigentes polticos y sociales involucrados en su orga-nizacin a nivel provincial; las menciones reiteradas de los esfuerzos desarrollados por esas personas en funcin de la causa; y la representacin del Banquito a travs de un profuso despliegue de referencias verbales y no verbales como una totalidad de relaciones que confor-maran una comunidad concebida en trminos morales. Estos detalles, sumados a las exigencias de participacin y adhesin a la causa del Banquito el mencionado Pro-yecto Nacional y Popular deben ser entendidos, segn creo, como instancias de la produccin social de la identi-ficacin entre un conjunto de actores que aspiran a ocupar posiciones en el sistema-estado y el Estado mismo (en el sentido de una especfica representacin reificada de ste).

    Dicho de otra manera, en estas etnografas es posible apreciar cmo una determinada representacin socialmen-te situada del Estado producida y movilizada por ciertos actores pasa a ser inscripta en la idea-estado (en el sen-tido ms general postulado por Abrams), fundando as las pretensiones de legitimidad de aquellos en tanto agentes del Estado. Al mismo tiempo, estos textos presentan una serie de episodios enmarcados en algunos de los mltiples procesos sociales a travs de los cuales se desarrolla la produccin social de la reificacin del Estado: esto es, la representacin del sistema-estado y de la idea-estado en tanto una y la misma cosa que, siendo inasible, se nos apa-rece sin embargo y, hasta cierto punto, por esa misma razn como una cosa. En efecto, en el marco del Ban-quito, por un lado, la integridad del tejido estatal parece deshilacharse al intervenir agencias no estatales como mediadoras entre el Estado y los prestatarios y al desple-garse la presencia de aquel a travs del establecimiento de vnculos interpersonales didicos; y, por el otro, es pro-ducida una representacin del Estado lbil, polismica, borrosa, contradictoria, misteriosa, donde el mismo pue-de encarnarse alternativamente en personas concretas, en dispositivos burocrticos o en la comunidad imaginada que sera el programa, y ser representado como una per-sona moral con quien se entablan intercambios o como el impulsor de una causa que involucra a los prestatarios.

    51 Vase: Ibdem.

    Palabras finales.

    Con su nfasis caracterstico, Philip Abrams cuya propuesta he tomado como matriz para mis reflexiones escribi que el estado era en todos los sentidos del tr-mino, un triunfo del ocultamiento y que constitua una mscara ahistrica de ilusin legitimadora que oculta-ba el secreto de la no-existencia del estado.52 Abrams tambin mostr que las principales tradiciones de anlisis del Estado no hacan ms que contribuir a su reificacin al dar por sentada su existencia.53 En un sentido similar, Pierre Bourdieu apuntaba que la dificultad absolutamen-te particular de la cuestin del Estado estriba en el hecho de que, aparentando pensarlo, la mayora de los escritos dedicados a este objeto participaban, en su construc-cin, y por lo tanto en su existencia misma,54 apuntando adems que la propia ciencia social es, desde sus inicios, parte integrante de este esfuerzo de la construccin de la representacin del Estado que forma parte de la realidad misma del Estado.55 La reciente difusin de enfoques foucaultianos que tienden a desligar el concepto de Es-tado de anclajes institucionales especficos,56 a analizarlo atendiendo fundamentalmente a cmo es experimentado por la gente comn57 o a rechazar su conceptualizacin como un poder centralizado58 prueban, sin embargo, que es posible para los analistas de la vida social eludir la ilu-sin del Estado recurriendo a las herramientas propias del anlisis etnogrfico. Con todo, tales enfoques (que, por cierto, tienen invariablemente al texto de Abrams entre sus puntos de partida) tienden generalmente a brindar una atencin insuficiente a las condiciones institucionales de la produccin del Estado en tanto reificacin. En estas breves pginas he querido, apenas, esbozar las formas en que la etnografa puede contribuir a la empresa iniciada por Abrams reteniendo la importancia que l atribua a la institucionalizacin de las agencias y prcticas del sis-tema-estado. Queda por ver hasta dnde puede llevarnos esta alternativa: bien pudiera ser que uno de sus resulta-dos fuera el de comprobar que, como crea Abrams, sola-mente podremos superar la ilusin del Estado al costo de desprendernos del concepto de Estado.

    Recibido: 29/09/2010

    Aceptado: 25/10/2010

    52 Abrams, Philip op. cit., p. 77.53 Vase: dem, pp. 58 y ss. 54 Bourdieu, Pierre op. cit., pp. 95 y 96.55 dem, p. 96.56 Vase: Trouillot, Michel-Rolph The Anthropology of the State in the Age of Globalization, en Current Anthropology, 42(1), 2001, pp. 125-38. 57 Vase: Hansen, Thomas y Stepputat, Finn (eds.) op. cit.58 Vase: Das, Veena y Poole, Deborah (eds.) op. cit.

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