Ballard, J.G. - El Mundo Sumergido

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    EL MUNDO

    SUMERGIDO

    J.G. Ballard

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    J.G. Ballard

    Ttulo original: The drowned world

    Traduccin: Francisco Abelenda 1962 by J.G. Ballard

    1966 Editorial Minotauro

    Humberto I 545 - Buenos Aires

    ISBN: 84-450-7401-6

    Edicin digital: Walter Lpez

    R6 01/03

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    1 - En la playa del Ritz

    Pronto hara demasiado calor. Kerans se asom al balcn del hotel, poco despus de las

    ocho, y observ cmo el sol suba detrs de las matas espesas, las gimnospermasgigantes que se amontonaban sobre los techos de los almacenes abandonados, acuatrocientos metros de distancia, en el lado oriental de la laguna. El implacable poderdel sol atravesaba las frondas tupidas y olivceas, y los rayos refractados y romosmartilleaban el pecho y los hombros desnudos de Kerans, que transpiraba ahora. Keransse puso un par de lentes oscuros, protegindose los ojos. El disco solar no era ya unaesfera definida, sino una vasta elipse creciente que se extenda en abanico a lo largo delhorizonte oriental, como una colosal bola de fuego, transformando con sus reflejos lasuperficie plmbea e inerte de la laguna en un brillante escudo de cobre. Al medioda,cuatro horas ms tarde, el agua parecera un fuego encendido.

    Comnmente, Kerans se despertaba a las cinco, y llegaba al laboratorio biolgico atiempo para trabajar cuatro o cinco horas antes que el calor fuese intolerable, pero estamaana se resista a abandonar el refugio hermticamente cerrado y fresco de lashabitaciones del hotel. Haba empleado dos horas slo en el desayuno, y luego completseis pginas de su diario, retrasando deliberadamente la partida hasta que el coronelRiggs pasase por el hotel en la lancha, sabiendo que entonces seria demasiado tarde parair al laboratorio. El coronel tena la costumbre de quedarse charlando una hora,

    principalmente cuando poda animarse con unas pocas rondas de aperitivo, y no se iraantes de las once y media, hora del almuerzo en la base.

    Por alguna razn, no obstante, Riggs se haba retrasado. Quiz haba dado un rodeo mslargo que de costumbre por las lagunas prximas, o esperaba a que Kerans llegara allaboratorio. Durante un instante Kerans pens en tratar de comunicarse con Riggsmediante el transmisor de radio del saln, pero el aparato estaba sepultado bajo una pilade libros, y tena la batera descargada. La primera emisin matutina de alegrescanciones populares y noticias locales el ataque de dos iguanas a un helicptero lanoche anterior, los ltimos informes sobre temperatura y humedad se habainterrumpido bruscamente, y el cabo encargado de la estacin de radio en la base lehaba protestado a Riggs. Pero el coronel saba que Kerans deseaba cortar,inconscientemente, todo lazo con la base el cuidadoso descuido de la pila de librosque ocultaba el aparato contrastaba de un modo demasiado obvio con el orden

    minucioso de Kerans en todo lo dems y aceptaba con tolerancia esa necesidad deaislamiento Kerans se apoy en la barandilla del balcn el agua estancada, diez pisosms abajo, reflej los hombros angulosos y el perfil aquilino y observ una de lasinnumerables perturbaciones trmicas. La tempestad irrumpa en un monte de helechosenormes, a orillas del arroyo que naca en la laguna. Atrapadas entre los edificios dealrededor y los estratos de inversin a treinta metros sobre el agua, las bolsas de aire secalentaban rpidamente y estallaban subiendo como globos aerostticos, dejando detrsun vaco que detonaba de pronto. Las nubes de vapor que flotaban sobre el arroyo sedispersaban en unos pocos segundos, y un violento tornado en miniatura azotaba las

    plantas de veinte metros de altura abatindolas como cerillas. Luego, tambinbruscamente, la tempestad se desvaneca, y las grandes columnas de los troncos flotaban

    juntas en el agua como caimanes perezosos.

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    Kerans se dijo que haba sido prudente quedarse en el hotel las tormentas eran ahoracada vez ms frecuentes a medida que suba la temperatura, pero saba que elverdadero motivo era otro: poco quedaba por hacer. El trazado de mapas biolgicos sehaba convertido en un juego sin sentido, y la nueva flora apareca siguiendoexactamente las lneas previstas veinte aos antes. Estaba seguro de que nadie en el

    campamento Byrd de Groenlandia del Norte se molestaba en archivar sus informes, ymucho menos en leerlos.

    El viejo doctor Bodkin, ayudante de Kerans en el laboratorio, haba enviado una vez ladescripcin de un enorme lagarto, provisto de una gigantesca aleta dorsal, que unsargento del coronel Riggs habra visto en una laguna, y que en nada se distingua del

    pelicosaurio, reptil primitivo de Pennsylvania. Si el informe hubiese sido tomado enserio anunciaba el retorno de la edad de los grandes reptiles un ejrcito de eclogoshubiera descendido inmediatamente, auxiliado por una unidad de armas atmicastcticas, a una velocidad constante de veinte nudos, pero aparte de la acostumbradaseal de recepcin, nada se haba odo. Quiz los especialistas del campamento Byrd

    estaban tan cansados que ni siquiera tenan ganas de rerse.

    En los ltimos das del mes, el coronel Riggs y sus hombres habran completado lainspeccin de la ciudad (haba sido en otro tiempo Berln, Pars o Londres?, se

    pregunt Kerans) y partiran hacia el norte remolcando el laboratorio. Kerans no podacreer que dejara alguna vez las habitaciones del hotel donde haba vivido los ltimosseis meses. La reputacin del Ritz, reconoci con satisfaccin, era muy merecida. Elcuarto de bao, por ejemplo, de baera de mrmol negro y grifos y espejos dorados,

    pareca la capilla de una catedral. De algn modo, a Kerans le alegraba ser el ltimohusped del hotel, identificando el fin de una etapa de su propia vida la odisea haciael norte, entre las ciudades sumergidas del sur, y que concluira con el regreso a la frreadisciplina del campamento Byrd con este crepsculo de despedida a la larga yesplndida historia del hotel.

    Se haba instalado en el Ritz al da siguiente de la llegada, cambiando complacido laestrecha cabina entre los bancos del laboratorio por las amplias habitaciones del hotelabandonado. Haba aceptado en seguida el lujoso mobiliario tapizado de seda y lasestatuas de bronce art nouveau de los nichos de los pasillos como escenario natural desu existencia, saboreando la sutil atmsfera de melancola que envolva estos ltimosvestigios de una civilizacin prcticamente perdida para siempre. Muchos de los otrosedificios a orillas de la laguna se haban hundido haca tiempo en el barro, revelando la

    precariedad de su construccin, mientras que el Ritz se alzaba en un esplndidoaislamiento en la costa oeste, y aun el moho azul que creca sobre las alfombras de loscorredores oscuros acrecentaba su dignidad ochocentista.

    En las habitaciones que ocupaba Kerans, diseadas en un principio para un industrialmilanos, abundaban los muebles y aparatos. El aislamiento trmico era todava perfecto,y aunque los primeros seis pisos del hotel estaban ahora bajo el nivel del agua, y losmuros empezaban a agrietarse, el acondicionador de aire de doscientos cincuentaamperios funcionaba sin interrupcin. Nadie haba vivido en el hotel durante los ltimosdiez aos, y sin embargo haba poco polvo en las mesas y en los estantes dorados, ysobre el pupitre de cuero de cocodrilo, en el trptico de fotografas el industrial; el

    industrial y su esbelta y bien alimentada familia; el industrial y el todava ms esbeltoedificio de cincuenta pisos apenas haba una mancha. Afortunadamente para Kerans,

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    su predecesor se haba marchado de prisa, y los armarios y guardarropas estabanatestados de tesoros raquetas de tenis con mango de marfil y batas pintadas a manoy en el bar haba botellas de whisky y coac, que ahora eran aejos.

    Un enorme mosquito anofeles, del tamao de una liblula, golpe el aire junto a la cara

    de Kerans y se precipit hacia el muelle flotante donde estaba amarrada la lancha. El solse ocultaba an detrs de la vegetacin de la orilla oriental, pero el calor crecientesacaba ya a los feroces insectos de sus cuevas a lo largo de toda la pared del hotel,cubierta de musgo. Kerans se resista a dejar el balcn y refugiarse detrs de las puertasde alambre. Una belleza extraa y fnebre flotaba sobre la laguna en las primeras horasdel da. Las gimnospermas de color verdinegro, intrusas del pasado trisico, y losedificios de fachada blanca del siglo veinte, sumergidos a medias, an se reflejaban

    juntos en el espejo oscuro del agua. Los dos mundos unidos parecan estar suspendidosen alguna confluencia del tiempo. La ilusin se quebr por un momento cuando unaaraa de agua gigante agriet la superficie oleosa a cien metros del hotel.

    Lejos, ms all de un sumergido edificio gtico, a un kilmetro hacia el sur, un motordiesel tosi y se sacudi. Kerans dej el balcn, cerrando a sus espaldas la puertaalambrada, y entr en el cuarto de bao para afeitarse. El agua no sala por los grifosdesde haca tiempo, pero Kerans la traa desde la piscina de la terraza, donde habainstalado un alambique casero.

    Aunque acababa de cumplir cuarenta aos, Kerans tena la barba canosa, a causa delflor radiactivo del agua; pero los cabellos descoloridos y muy cortos, y la piel tostada,de color ambarino, le hacan parecer diez aos ms joven. La falta crnica de apetito ylas nuevas malarias le haban apergaminado la piel seca y correosa bajo los pmulos,acentundole las facciones ascticas. Mientras se afeitaba, se examin crticamente,tocando con las puntas de los dedos los pequeos planos, acaricindose los msculosque le alteraban poco a poco los contornos de la cara, revelando una personalidad quehaba permanecido latente en los aos inmediatamente anteriores. Siempre haba unhombre de aspecto introvertido, pero pareca ahora ms tranquilo y descansado que enninguna otra poca, y se mir a s mismo con una expresin de irnico desinters en losojos azules y fros. El tiempo en que haba vivido encerrado en s mismo, con unaconcentracin casi consciente, atento a ritos y ceremonias privados, haba quedadoatrs. Se mantena ahora alejado de Riggs y sus hombres, ms por comodidad que pormisantropa.

    Sali del bao, sac del guardarropa del industrial una camisa de seda de color crema,con monograma, y se puso un par de pantalones ajustados, comprados en Zurich, segnse lea en el rtulo. Cerr las puertas dobles las habitaciones eran en verdad una cajade vidrio entre paredes de ladrillo y fue hacia la escalera.

    Lleg al escaln que tocaba el agua cuando la lancha del coronel Riggs, una barcaza dedesembarco modificada, rozaba el muelle flotante. Riggs, de pie en la proa, apuesto ydelgado, con un pie apoyado en la borda, observaba los arroyos serpeantes y las lianascomo un explorador africano de otros tiempos.

    Buenos das, Robert salud a Kerans saltando a la bamboleante plataforma: unos

    cuantos barriles de doscientos litros sostenidos por un marco de madera. Por suerte

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    est todava aqu. Tengo un trabajo entre manos y necesito su ayuda. Puede tomarse unda de vacaciones?

    Kerans lo ayud a subir a la balaustrada de cemento que haba sido alguna vez el balcnde un sptimo piso.

    Por supuesto, coronel. Para decir la verdad, ya me lo he tomado.

    Tcnicamente, Riggs era la autoridad mxima en el laboratorio, y Kerans tena quehaberle pedido permiso, pero los dos hombres se trataban sin ceremonia. Habantrabajado juntos durante tres aos, mientras el laboratorio de pruebas y la escolta militarse movan lentamente hacia el norte por las lagunas europeas. Y Riggs prefera dejarque Kerans y Bodkin trabajaran a su modo, suficientemente ocupado l mismo enanotar la posicin de las isletas y muelles mviles y en evacuar a los ltimossobrevivientes. Para esta ltima tarea necesitaba a menudo la ayuda de Kerans, pues lamayora de los que vivan an en las ciudades eran criaturas psicpatas o desnutridas

    que sufran los efectos de las radiaciones.

    Kerans no slo era el director del laboratorio sino tambin el mdico oficial del grupo.Muchas de las personas con que tropezaban necesitaban hospitalizacin inmediata antesde ser trasladadas en helicptero a una de las naves de desembarco, que las llevaran alcampamento Byrd. Militares heridos, aislados en un edificio de oficinas en un pantanodesierto, reclusos moribundos incapaces de separar su propia identidad de las ciudadesdonde haban pasado sus vidas, saqueadores descorazonados que se haban quedadoatrs para dedicarse al pillaje... Riggs los ayudaba a ponerse a salvo, siempre con buenhumor, pero tambin con firmeza, y Kerans esperaba junto a l, dispuesto a administrarun analgsico o una pastilla tranquilizante. A pesar de que Riggs no dejaba de exhibir sueducacin militar, a Kerans le pareca un hombre inteligente y simptico, que guardabauna secreta reserva de curioso humor. A veces tena la tentacin de probar este humorcontndole al coronel la historia del pelicosaurio de Bodkin, pero decida que era mejorcallar.

    El sargento complicado en la broma, un escocs terco y serio llamado Macready, sehaba subido a la jaula de alambre que protega la cubierta de la barcaza, y apartabacuidadosamente las ramas y frondas. Ninguno de los otros tres hombres trataba deayudarlo. Las caras tostadas parecan fatigadas y consumidas, y los tres estabansentados juntos y quietos, apoyados de espaldas en un mamparo. El calor incesante y las

    dosis cotidianas y masivas de antibiticos les haban quitado toda energa.

    Cuando el sol apareci sobre la laguna, levantando nubes de vapor bajo el vasto paliodorado, Kerans sinti el terrible hedor del agua, los olores compactos y dulces en lavegetacin muerta y de los cadveres de los animales. Unas moscas grandes giraban encrculos golpeando la jaula de alambre de la barcaza, y unos murcilagos gigantescoscorran sobre el agua caliente hacia los refugios de los edificios en ruinas. Unos pocosminutos antes, desde el balcn, la laguna le haba parecido a Kerans hermosa y serena.Ahora comprenda que slo era un pantano de desperdicios.

    Subamos al puente le sugiri a Riggs en voz baja para que los otros no oyeran.

    Lo invito a una copa.

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    Bravo, amigo. Me alegra que haya adoptado modales aristocrticos. Riggs le grita Macready: Sargento, subo a ver si puedo arreglar el aparato destilador del doctor.

    Macready acept la explicacin con un escptico movimiento de cabeza y Riggs legui un ojo a Kerans, pero el subterfugio era inocuo. La mayora de los hombres

    llevaban frascos de bolsillo, y una vez que el sargento diese su aprobacin con ungruido, los tres tripulantes sacaran los frascos y esperaran plcidamente el regreso delcoronel.

    Kerans entr en el dormitorio por la ventana que miraba al muelle.

    Cul es su problema, coronel?

    No es mi problema. En verdad, es un problema de usted.

    Riggs subi la escalera detrs de Kerans golpeando con el bastn las lianas que se

    enroscaban en la barandilla.

    Todava no ha arreglado el ascensor? Siempre pens que la reputacin de este hotelera excesiva. Sonri apreciativamente, sin embargo, cuando respir el aire frescocomo el marfil de las habitaciones de Kerans, y se sent aliviado en un silln Luis XVde patas doradas. Todo muy elegante. Pienso, Roben, que tiene usted un talentonatural para la vida regalada. Podra mudarme y vivir aqu. Hay sitio?

    Kerans mene la cabeza, apretando un botn en el muro y esperando a que el bar girarajunto con una biblioteca simulada.

    Pruebe el Hilton. El servicio es mejor.

    La respuesta era una broma, pero aunque Riggs le gustaba, prefera verlo lo menosposible. Vivan separados por varias lagunas, y la jungla amortiguaba eficazmente losruidos que llegaban de la base. Aunque conoca a los veinte hombres del destacamentodesde haca ya dos aos, en los ltimos seis meses slo haba conversado con Riggs yMacready, limitndose a intercambiar con los otros unos breves gruidos y preguntas enla enfermera. Aun los contactos con Bodkin haban sido reducidos a lo indispensable.De comn acuerdo, los dos bilogos haban renunciado a las bromas y charlas que loshaban ayudado a pasar dos aos catalogando especies y preparando platinas en el

    laboratorio.

    La creciente tendencia al aislamiento y a encerrarse en ellos mismos que se manifestabaen todos los hombres del grupo, y a la que slo el alegre Riggs pareca inmune, lerecordaba a Kerans el metabolismo disminuido y la regresin biolgica de todas lasformas animales cuando va a operarse en ellas una metamorfosis fundamental. Se

    preguntaba a veces en qu zona de trnsito estaba entrando l mismo, y pensaba que supropia regresin no era sntoma de una esquizofrenia latente, sino una cuidadosapreparacin para un ambiente radicalmente nuevo, con una lgica y un mundo interiorpropios, donde las antiguas categoras mentales seran verdaderos impedimentos.

    Le extendi un vaso de scotch a Riggs, y luego llev el suyo hasta el escritorio, sacandolentamente algunos de los libros amontonados sobre el aparato de radio.

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    Lo encendi alguna vez? pregunt Riggs, con fingido tono de reproche.

    Nunca dijo Kerans. Para qu? Conocemos todas las noticias de los prximostres millones de aos.

    No es cierto. Tendra que encenderla de cuando en cuando. Oira muchas cosasinteresantes. Riggs dej su vaso y se inclin hacia adelante. Esta maana, porejemplo, hubiera odo que dentro de tres das empacamos y nos vamos. Kerans sevolvi, sorprendido, y Riggs asinti con un movimiento de cabeza. La orden de Byrdlleg anoche. Parece que el nivel del agua sigue subiendo. Todo el trabajo que hemoshecho aqu no sirve para nada, como yo he dicho siempre, por otra parte. Losdestacamentos norteamericanos y rusos tambin regresan. La temperatura en el ecuadores de ochenta grados centgrados, y est aumentando. El cinturn de lluvias se extiendeahora hasta el paralelo veinte. Hay ms cieno tambin... Se interrumpi y miratentamente a Kerans. Qu ocurre? No le alegra irse?

    Claro que s dijo Kerans de modo automtico. Tena en la mano un vaso vaco yatraves la habitacin para dejarlo en el bar, pero se encontr tocando distradamente elreloj sobre la chimenea. Mir alrededor como buscando algo. Tres das, dijo usted?

    Qu quera, tres millones? Riggs sonri mostrando los dientes. Robert, se meocurre que le gustara quedarse aqu.

    Kerans se acerc al bar y llen el vaso, dominndose. Haba logrado sobrevivir a lamonotona y el aburrimiento del ltimo ano apartndose deliberadamente del tiempo yel espacio del mundo normal, y el retorno imprevisto a la tierra lo haba desconcertadoun momento. Adems, se daba cuenta, haba otros motivos, y otras responsabilidades.

    No diga disparates replic con desenvoltura. No haba cado en la cuenta de quepodamos retirarnos tan pronto. Claro que me alegra irme. Aunque admito que hedisfrutado aqu. Seal con un ademn la habitacin. Quiz atrae a mitemperamento fin de siecle. All en el campamento Byrd vivir en una lata de sardinas.Lo ms parecido que encontrar all ser or Divirtindose con Beethoven en la radiolocal.

    Riggs ri de buena gana y se puso de pie abrochndose la chaqueta.

    Robert, es usted un hombre raro. Kerans apur el vaso.

    Escuche, coronel, no creo que yo pueda ayudarlo esta maana. Ha aparecido algourgente.

    Riggs asinti con lentos movimientos de cabeza.

    Oh continu Kerans, ya entiendo. Ese era su problema. Mi problema.

    Exactamente. La vi anoche, y de nuevo esta maana, luego que lleg la noticia. Tiene

    que convencerla, Robert. Se niega a irse, de plano. No comprende que esta vez es el fin,que no habr ms destacamentos. Aguantar quiz otros seis meses, pero cuando las

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    lluvias lleguen aqu, no podremos mandar ni siquiera un helicptero. Adems, para eseentonces a nadie le importar. Se lo dije, y me contest dndome la espalda.

    Kerans sonri dbilmente, recordando el balanceo familiar de la cadera y el pasoorgulloso.

    Beatrice puede ser una mujer difcil a veces contemporiz, esperando que lamuchacha no hubiese ofendida. Riggs se quit la gorra, se pas la mano por la frente, ygrit sobre el creciente rugido de los dos diesel fuera de borda.

    Si Beatrice se queda mucho ms enloquecer de veras. A propsito, esto me recuerdaotra razn por la que debemos irnos. Ech una ojeada a la figura erguida y solitariadel sargento Macready que manejaba el timn, y mir luego fijamente la estela en elagua y los rostros absortos y consumidos de los otros hombres. Dgame, doctor,cmo duerme estos das?

    Sorprendido, Kerans se volvi para mirar al coronel, tratando de descubrir si la preguntaera una referencia indirecta a sus relaciones con Beatrice Dahl. Riggs lo observaba conojos brillantes e inteligentes, sosteniendo el bastn entre las manos delgadas.

    Profundamente respondi Kerans con cuidado. Nunca dorm mejor. Por qu?

    Riggs asinti con un simple movimiento de cabeza, y le grit una orden a Macready.

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    2 - La llegada de las iguanas

    Chillando como un tit desposedo, un murcilago de cabeza de martillo sali de pronto

    de un arroyo lateral y vol directamente hacia la barcaza. El laberinto de telasgigantescas, que las colonias de araas haban tejido sobre el arroyo, lo desorientaron unmomento: pas a unos pocos centmetros de la caperuza de alambre, sobre la cabeza deKerans, y luego se alej a lo largo de la lnea de edificios sumergidos, entre las frondasde los helechos que asomaban en los tejados como velmenes. De pronto, cuando elmurcilago volaba ante una cornisa, una criatura de cabeza inmvil y ptrea se adelanty alcanz al animal en el aire. Se oy un grito, breve y penetrante, y Kerans vislumbrunas alas aplastadas entre las mandbulas del lagarto. En seguida el reptil se retir,ocultndose en el follaje.

    Todo a lo largo del arroyo, posadas en los alfizares de los edificios de oficinas y

    tiendas, las iguanas miraban pasar a los hombres moviendo convulsivamente lascabezas marmreas. Algunas se zambullan en la estela de la barcaza, persiguiendo adentelladas a los insectos que haban dejado las lianas y los troncos putrefactos, y luegoentraban nadando por las ventanas, trepaban por las escaleras y ocupaban otra vez sus

    puestos de observacin. Sin los reptiles, las lagunas y arroyos de los edificiossumergidos hubiesen tenido una extraa y ensoadora belleza, pero las iguanas y

    basiliscos se haban instalado en las salas de los directorios, mostrando as que habanocupado la ciudad. Una vez ms eran la forma de vida que dominaba en la Tierra.

    Alzando los ojos hacia las antiguas caras impasibles, Kerans entendi ese curioso miedoque despertaban, resucitando recuerdos arcaicos del paleoceno, cuando los reptilescedan su primaca a los mamferos con ese odio implacable de las especies zoolgicasdesplazadas.

    Dejaron al fin el arroyo y entraron en la laguna prxima, un amplio crculo de aguaverde y oscura de casi un kilmetro de dimetro. Una lnea de boyas rojas de material

    plstico sealaba el canal que desembocaba en el otro extremo. El calado de la barcazaera de poco ms de treinta centmetros, y mientras avanzaban por las aguas tranquilas,los rayos oblicuos del sol mostraban claramente los contornos sumergidos de unosedificios de cinco y seis pisos que se alzaban en las profundidades como espectrosgigantescos; y a veces, aqu y all, la estela de la barcaza descubra un techo musgoso.

    A veinte metros de profundidad, entre los edificios, corra una avenida gris y recta, y alos lados de la calzada se vean todava los cascos herrumbrados de los automviles. Enel centro de la ciudad, muchas lagunas estaban rodeadas por un anillo intacto deedificios, y en ellas no haba mucho barro. Libres de vegetacin excepto algunas

    pocas algas flotantes, las calles y tiendas casi intactas eran como las imgenesreflejadas de unos edificios que ya no estaban all.

    La mayor parte de la ciudad se haba derrumbado haca tiempo, y slo los edificios deestructura de acero de la zona comercial y financiera haban sobrevivido a la presin delas aguas. Las casas de ladrillo y las fbricas bajas de los suburbios haban desaparecido

    completamente, sepultadas bajo mareas de cieno. En los sitios en que los sedimentosllegaban a la superficie, unos bosques gigantescos suban al cielo ardiente, de color

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    verde opaco, ahogando los antiguos campos de cereales de las zonas templadas deEuropa y de Norteamrica. Los mattos grossos impenetrables, a veces de cien metros dealtura, eran un mundo de pesadilla: formas orgnicas que luchaban unas contra otrasvolviendo rpidamente al pasado paleozoico. Las unidades militares de las NacionesUnidas se movan por los sistemas de lagunas que haban inundado las viejas ciudades.

    El cieno estaba entrando ya, sin embargo, en estas lagunas.

    Kerans recordaba la interminable sucesin de crepsculos verdes que haban cadodetrs, mientras Riggs y l iban lentamente hacia el norte, cruzando Europa,abandonando ciudades donde la vegetacin mismica se apretaba en los estrechoscanales, extendindose de un techo a otro techo.

    Ahora tenan que abandonar otra vez una ciudad. A pesar de la construccin maciza delos principales edificios comerciales, aqu haba slo tres lagunas, rodeadas por unoscharcos de cincuenta metros de dimetro y una red de canales y arroyos estrechos queseguan aproximadamente el trazado primitivo de las calles y se perdan en las junglas

    de alrededor o desembocaban en las sbanas de agua humeante los residuos de losocanos primitivos donde asomaban los archipilagos que se unan luego para formarlas junglas compactas del macizo meridional.

    Riggs y sus hombres haban instalado la base y el laboratorio biolgico sobre lo quehaba sido en otro tiempo el sector comercial de la ciudad, en la laguna del sur,

    protegida por rascacielos de treinta pisos.

    Cuando entraron en la laguna, la base flotante, pintada con rayas amarillas, estaba en ellado de sombra, detrs de una cortina de rayos reflejados, y las palas giratorias delhelicptero, posado en el techo de la base, arrojaban unas lanzas brillantes por encimadel casco blanco que guardaba el agua de las pruebas biolgicas. Doscientos metros msabajo asomaba la proa blanca del laboratorio, atracado a un edificio de techo abovedadoque haba sido una sala de conciertos.

    Kerans alz los ojos hacia los acantilados rectangulares de ventanas intactas que lerecordaban las fotografas de los soleados paseos martimos de Niza, Ro y Miami quehaba visto de nio en las enciclopedias del campamento Byrd. Sin embargo,curiosamente, a pesar del poderoso encanto de esos mundos de lagunas y ciudadessumergidas, nunca se haba interesado en visitar los edificios, ni se haba molestado enidentificar las ciudades.

    El doctor Bodkin, veinticinco aos mayor, haba vivido en muchas de esas ciudades,europeas y americanas, y empleaba casi todas sus horas libres en recorrer los canalesms remotos, buscando museos y bibliotecas, donde en verdad no encontraba otra cosaque sus propios recuerdos.

    La falta de recuerdos explicaba quiz la indiferencia de Kerans ante el espectculo deuna civilizacin que se hunda lentamente. Haba nacido y haba sido educado en lazona limitada en otro tiempo por el llamado crculo polar rtico ahora una reginsubtropical, con una temperatura anual media de veinticinco grados centgrados y fue

    por primera vez al sur siguiendo una expedicin ecolgica, cuando ya haba cumplido

    los treinta. Los vastos pantanos y las junglas le parecieron un laboratorio fabuloso; lasciudades sumergidas poco ms que pedestales adornados.

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    Excepto los hombres ms viejos, como Bodkin, no haba nadie que recordara habervivido en ellas, y aun en la infancia de Bodkin las ciudades haban sido fortinesasediados, encerrados en enormes diques, desintegrados por el pnico y ladesesperacin, Venecias que se resistan a celebrar sus bodas con el mar. Las ciudades,

    hermosas y fascinantes precisamente porque estaban vacas, porque en ellas se unanextraordinariamente dos extremos de la naturaleza, eran ahora como coronas de oroabandonadas en una selva y cubiertas de orqudeas salvajes.

    La sucesin de gigantescos cataclismos geolgicos que transformaron el clima de laTierra se haba iniciado sesenta o setenta aos atrs. Una serie de tormentas solares,violentas y prolongadas, provocadas por una inestabilidad repentina del Sol, habaampliado los cinturones de Van Allen y haba debilitado la atraccin gravitatoriaterrestre que retena las capas exteriores de la ionosfera. Cuando estas capas sedesvanecieron en el espacio, dejando a la Tierra sin proteccin contra las radiacionessolares, la temperatura empez a subir regularmente, y la atmsfera recalentada se

    expandi hasta alcanzar los lmites de la ionosfera.

    La temperatura media subi unos pocos grados por ao, en todo el mundo. Las zonastropicales fueron pronto inhabitables, y poblaciones enteras emigraron hacia el sur yhacia el norte escapando a temperaturas de cincuenta y sesenta grados. Las regionestempladas se convirtieron en tropicales. En Europa y en Amrica del Norte, golpeadas

    por continuas olas de calor, la temperatura era apenas inferior a los treinta y cincogrados. Las Naciones Unidas dispusieron entonces la colonizacin de las llanurasantrticas y de la costa septentrional de Canad y de la Unin Sovitica.

    Durante un perodo de veinte aos la vida se adapt gradualmente a estos cambiosclimticos. El tempo vital se hizo ms lento, como era inevitable, y nadie se decida acombatir el avance de las junglas. No slo se aceler el crecimiento de todas las formasvegetales. Los niveles ms altos de radiactividad aumentaron tambin provocandomutaciones. Pronto aparecieron las primeras variedades botnicas anormales, parecidasa los helechos gigantes del perodo carbonfero, y las formas inferiores de vida sedesarrollaron rpidamente.

    Un nuevo e importante cataclismo geolgico oscureci estas apariciones. Elcalentamiento continuo de la atmsfera haba empezado a fundir los casquetes polares.Los mares helados de las llanuras antrticas se quebraron y disolvieron. Decenas de

    millares de tmpanos del crculo rtico, Groenlandia y el norte de Europa, la UninSovitica y Amrica se derramaron en el mar, y millones de metros cbicos de nieveseternas se licuaron en ros gigantescos.

    En realidad, el nivel del agua en todo el mundo slo hubiera subido unos pocos pies,pero los vastos torrentes arrastraron millones de toneladas de sedimentos. Los deltas sealzaron en las desembocaduras como diques, extendiendo las costas de los continentes.Los mares que haban cubierto dos tercios de la superficie total del globo, ocupabanahora slo la mitad.

    Los nuevos mares empujaron hacia las costas el cieno sumergido y modificaron la

    forma y los contornos de los continentes. El Mediterrneo se transform en un sistemalacustre, y las Islas Britnicas se unieron otra vez a Francia. Las llanuras centrales de los

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    Estados Unidos, cubiertas por las aguas que traa el Mississipi de las montaas Rocosas,se convirtieron en un golfo enorme que se abra en la baha de Hudson, y en el Caribeasomaron unas salinas barrosas. En Europa el agua se acumul en lagos, y el barroarrastrado hacia el sur inund las ciudades de las llanuras.

    Durante los treinta aos siguientes las poblaciones continuaron emigrando hacia el polo.Unas pocas ciudades fortificadas desafiaron el nivel creciente de las aguas y la invasinde los bosques, pero las murallas cedieron una tras otra. La vida slo era tolerable en laszonas vecinas a los polos, donde la incidencia oblicua de los rayos del sol debilitaba el

    poder de las radiaciones. Las ciudades que se alzaban en las regiones montaosascercanas al ecuador, y donde la temperatura no era tan elevada, haban sidoabandonadas tambin, pues la atmsfera apenas absorba all los rayos solares.

    El problema del emplazamiento de las poblaciones migratorias encontr su solucin eneste ltimo factor. La fertilidad cada vez menor de los mamferos, y la ascendenciacreciente de los anfibios y reptiles, mejor adaptados a la vida en las lagunas y pantanos,

    invirtieron el equilibrio ecolgico. En la poca del nacimiento de Kerans en elcampamento Byrd una ciudad de diez mil habitantes del norte de Groenlandia seestimaba que en los casquetes polares no vivan ms de cinco millones de hombres.

    El nacimiento de un nio era en ese entonces casi una curiosidad, y slo un matrimoniode cada diez tena descendencia. Como Kerans se deca a veces, el rbol genealgico dela humanidad se podaba sistemticamente a s mismo, acaso retrocediendo en el tiempo,y era posible que un da un segundo Adn y una segunda Eva se encontraran otra vezsolos, en un nuevo Edn.

    Riggs advirti que Kerans se sonrea.

    Qu le divierte, Robert? Otro de esos chistes sombros? No trate de explicrmelo.

    Estaba ensayando un nuevo papel.

    Kerans mir por encima de la borda la hilera de edificios que desfilaba a media docenade metros. Las ondas que iban desde la barcaza rompan en las ventanas abiertas ysalpicaban el interior de las oficinas. El olor acre del cieno contrastaba con los aromasdulzones de la vegetacin. Macready haba llevado la barcaza a la sombra de losedificios, y la temperatura era agradable all, junto al roco del agua.

    En el otro extremo de la laguna, sobre la cubierta de estribor del laboratorio, asomaba lafigura rechoncha del doctor Bodkin, con el torso desnudo. Tena un delantal a la cinturay una visera verde sobre los ojos, y pareca el jugador de cartas de un barco ribereo enuna maana libre. Recoga en ese momento, de los helechos que colgaban sobre ellaboratorio, unas bayas grandes como naranjas, y se las arrojaba a unos tites que

    jugueteaban en las ramas por encima de su cabeza, provocndolos con gritos y silbidos.Veinte metros ms all, en una cornisa, tres iguanas observaban la escena con ptreadesaprobacin, impacientes, sacudiendo lentamente las colas.

    La barcaza gir sobre s misma en un abanico de espuma y se puso al abrigo de un

    edificio de fachada blanca que alzaba veinte pisos fuera del agua. Una lanchaherrumbrada, de casco blanco, esperaba atracada a un edificio prximo, ms pequeo.

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    Los vidrios oblicuos de la cabina de mando estaban rajados y sucios, y de los tubos deescape sala al agua un aceite rojizo.

    La barcaza, guiada hbilmente por Macready, atrac detrs de la lancha, y Riggs yKerans abrieron la puerta de alambre, saltaron al techo del edificio bajo y cruzaron una

    estrecha pasarela metlica que llevaba al edificio de oficinas. En las paredes del pasillohaba una humedad viscosa, y unas grandes manchas de moho cubran el yeso, pero elascensor funcionaba todava, movido por un diesel de emergencia. Los dos hombressubieron lentamente y se detuvieron en el piso superior del dplex. Salieron delascensor y fueron por un pasillo lateral hacia la terraza.

    En el piso inferior haba una piscina y un patio cubierto, y a la sombra, junto altrampoln, unas brillantes sillas de playa. Unas persianas venecianas, pintadas deamarillo, ocultaban las ventanas en tres lados de la piscina, pero las aberturas dejabanver la sombra fresca del saln y el brillo del cristal labrado y la plata en unas mesas. Enla penumbra del extremo del patio, bajo el toldo de rayas azules, haba un mostrador

    largo de cromo, atractivo como un bar con aire acondicionado visto desde una callepolvorienta, y los vasos y las botellas se reflejaban en un espejo de cristalesromboidales. Todo en este refugio privado pareca limpio y discreto, a miles dekilmetros de la vegetacin poblada de moscas y de la templada agua tropical que seextenda veinte pisos ms abajo.

    Ms all del otro extremo de la piscina, entre los hierros de un balcn ornamental, sevea la laguna, la ciudad que emerga entre las plantas invasoras, las lminas lisas y

    plateadas del agua que se extendan hacia las manchas verdes del horizonte del sur. Losdorsos de los bancos de cieno quebraban aqu y all la superficie lquida, y una pelusaamarilla cubra las aristas: los primeros brotes de los bambes gigantes.

    El helicptero se elev desde el techo de la base, vol en una parbola hacia el edificioblanco, moviendo la cola cada vez que cambiaba de direccin, y pas rugiendo porencima de las cabezas de Kerans y Riggs. Dos hombres asomados a la escotillaexaminaban los techos con binoculares.

    Beatrice Dahl estaba acostada en una de las sillas de lona, y el cuerpo largo y aceitado lebrillaba en la sombra como una pitn adormilada. Posaba levemente unos dedos de uasrosadas en el vaso con hielo de una mesita prxima, y con la otra mano volvalentamente las pginas de una revista. Unos grandes anteojos de sol, de color azul

    negro, le ocultaban parte de la cara, de piel suave y pulida. Kerans not en seguida elleve fruncimiento de los labios. Riggs la haba molestado, probablemente, obligndola aaceptar la lgica de los argumentos de Byrd.

    El coronel se detuvo acercndose a la barandilla, y mir apreciativamente el cuerpoesbelto de Beatrice. La muchacha not la presencia de los hombres, se quit las gafas desol, y sujet bajo los brazos los brteles sueltos de la bikini. Observ a los hombres conojos brillantes y serenos.

    Muy bien, ustedes dos, adelante. No soy un espectculo de strip-tease.

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    Riggs ri entre dientes y baj trotando por la escalera de acero. Kerans lo siguipisndole los talones, preguntndose cmo podra convencer a Beatrice para que dejaraaquel santuario privado.

    Mi querida seorita Dahl, debiera sentirse orgullosa dijo Riggs levantando el toldo

    y sentndose en una de las sillas. Ya ve que no dejo de venir. Adems, y comocomandante militar de la zona aqu le gui risueamente un ojo a Kerans, soyresponsable de usted, en cierto sentido. Y viceversa.

    Beatrice lo mir de reojo, brevemente, y extendi el brazo para subir el volumen deltocadiscos.

    Ah, Dios... dijo, y en seguida murmur otra imprecacin menos corts y alz losojos hacia Kerans. Y t, Roben? Qu te trae tan temprano?

    Kerans se encogi de hombros, sonrindole amablemente.

    Te echaba de menos.

    Bravo. Pens que quiz este gauleiter haba tratado de asustarte con sus historiasterrorficas.

    Bueno, as fue en verdad. Kerans tom la revista apoyada en la rodilla de Beatricey la hoje ociosamente. Era un nmero de Vogue, de cuarenta aos atrs, con las

    pginas heladas. Haba sido guardada, evidentemente, en algn lugar refrigerado. Ladej caer en el piso de losas verdes. Bea, parece que todos tendremos que irnos deaqu en un par de das. El coronel y sus hombres se marchan. Creo que no podramosquedarnos.

    No podramos. repiti secamente la muchacha. No saba que t tuviesesintencin de quedarte.

    Kerans ech una ojeada involuntaria a Riggs, que lo observaba con atencin.

    Ya sabes de qu hablo dijo con firmeza. Habr mucho que hacer en las prximascuarenta y ocho horas. Trata de no complicar las cosas con una ltima exhibicin deemociones.

    Antes que la muchacha pudiera replicarle a Kerans, Riggs dijo suavemente: Latemperatura sigue subiendo, seorita Dahl. El cinturn de lluvias ecuatorial avanzahacia el norte y llegar aqu antes de un par de meses. Cuando deje de llover y lacubierta de nubes desaparezca, el agua de esa piscina seal el tanque de lquidohumeante, cubierto de insectos hervir casi. Los anofeles tipo X, las lceras de la piely las iguanas que chillarn toda la noche le quitarn las ganas de dormir. Cerr losojos y aadi con aire pensativo: Bueno, si an le quedan ganas de dormir.

    Kerans advirti un leve temblor en los labios de la muchacha, y record la serenaambigedad con que Riggs le haba preguntado en la barcaza cmo dorma.

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    Adems continu el coronel, los merodeadores que viven en las lagunas delMediterrneo vendrn hacia el norte, y no ser fcil tratar con ellos.

    Beatrice se ech el pelo negro sobre un hombro.

    Tendr la puerta cerrada, coronel.

    Por Dios, Beatrice! exclam Kerans, irritado. Qu quieres probar? Esosimpulsos suicidas pueden divertirte ahora, pero cuando nos vayamos no te parecern tangraciosos. El coronel slo trata de ayudarte. En realidad le importa un comino que tequedes o no.

    Riggs ri brevemente.

    Bueno, yo no dira eso. Pero si mi actitud la preocupa tanto, seorita Dahl, atribyalaa un excesivo sentido del deber.

    Muy interesante coment Beatrice sarcsticamente. Yo entenda que nuestrodeber era quedarnos aqu todo el tiempo posible, a costa de cualquier sacrificio. O por lomenos y aqu mir a Riggs con un brillo de irona en los ojos esas fueron lasrazones que le dieron a mi abuelo cuando el gobierno le confisc casi todas sus

    propiedades. Advirti que Riggs miraba el bar por encima del hombro. Quocurre, coronel? Busca su chupete? No le servir una copa, si es eso lo que anda

    buscando. Me parece que ustedes los hombres slo vienen aqu a emborracharse. Riggsse enderez.

    Muy bien, seorita Dahl Me doy por vencido. Lo ver luego, doctor. Salud aBeatrice con una sonrisa. Maana, en cualquier momento, mandar la barcaza arecoger su equipaje, seorita Dahl.

    Riggs se fue y Kerans se acomod en la silla, mirando el helicptero que volaba encrculos sobre la laguna prxima. De cuando en cuando descenda a los tejados y eltorbellino de las palas golpeaba las frondas colgantes de los helechos, espantando a lasiguanas. Beatrice trajo un vaso del bar y se sent en la silla a los pies de Kerans.

    Me gustara que no me analizaras delante de ese hombre, Roben dijo, alcanzndoleel vaso.

    Se reclin en las rodillas de Kerans apoyando la barbilla en el brazo. Por lo comn,tena una cara fresca y saludable, pero hoy pareca fatigada e intranquila.

    Lo siento se disculp Kerans. En realidad, quiz me analizaba a m mismo. Elultimtum de Riggs me sorprendi de veras. No esperaba que nos fusemos tan pronto.

    Entonces te vas?

    Kerans hizo una pausa. El cambiadiscos automtico pas de la Pastoral a la Sptima deBeethoven, de Toscanini a Bruno Walter. Todo el da, sin interrupcin, el aparato

    tocaba el ciclo completo de las nueve sinfonas. El sombro motivo inicial de la Sptima

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    pareci imponerse sobre la indecisin de Kerans, que buscaba una respuesta, un cambiode humor.

    Pienso que quiero irme, pero no he encontrado an un motivo adecuado. Tiene quehaber una razn ms vlida que la satisfaccin de las propias necesidades emocionales.

    Quiz estas lagunas me recuerdan simplemente el mundo sumergido de mi infanciauterina. En ese caso, lo mejor sera marcharse inmediatamente. Todo lo que dice Riggses cierto. Hay pocas esperanzas de sobrevivir a las lluvias y a la malaria.

    Toc la frente de Beatrice, como si le tomara la temperatura a un nio.

    Qu quiso decir Riggs cuando coment que no dormas bien? Es la segunda vez quehabla de eso esta maana.

    Beatrice apart un momento los ojos.

    Oh, nada. He tenido una o dos pesadillas raras en este ltimo tiempo. Mucha gentelas tiene. Olvida eso. Dime, Robert, seriamente, si decido quedarme, te quedars ttambin? Podras vivir aqu.

    Kerans sonri.

    Tratas de tentarme, Bea? Qu pregunta. Recurdalo, no slo eres la mujer mshermosa aqu, sino tambin la nica. Nada es ms esencial que poder hacercomparaciones. Adn careca de sentido esttico, o hubiese comprendido que Eva erauna criatura bastante tosca.

    Ests franco hoy. Beatrice se incorpor y se acerc al borde de la piscina. Se aparthacia atrs con las dos manos el cabello que le caa sobre la frente, y el cuerpo delgadole brill a la luz del sol. Pero es tan urgente como dice Riggs? Podramos ir en lalancha.

    Es una ruina. La primera tempestad la partira en dos.

    Cerca del medioda el calor era excesivo en la terraza y entraron en el saln. Unaspersianas venecianas dobles filtraban unos dbiles rayos y el aire refrigerado era frescoy agradable. Beatrice se tendi en un largo sof azul claro, de piel de elefante, y

    estirando una mano juguete con los flecos de la alfombra. La residencia haba sido unpied terre de su abuelo, y el hogar de Beatrice desde que murieran sus padres, pocodespus de nacer ella. Haba sido educada bajo la direccin del abuelo, un millonariosolitario y excntrico (Kerans no haba podido establecer el origen de esa fortuna, ycuando se lo haba preguntado a Beatrice poco despus de que l y Riggs conocieranaquellas habitaciones fantsticas, ella haba respondido sucintamente: Digamos quetena dinero) y un reconocido mecenas en los aos de su juventud. Haba preferido,

    particularmente, lo experimental y lo extrao, y Kerans se preguntaba a menudo hastaqu punto esa personalidad y esas raras perspectivas interiores no haban sido heredadas

    por la nieta. Sobre la chimenea colgaba un cuadro enorme del surrealista Delvaux,pintado en las primeras dcadas del siglo veinte, y en el que unas mujeres de caras

    cenicientas bailaban desnudas hasta la cintura con unos esqueletos vestidoselegantemente de etiqueta, en un seo paisaje espectral. En otra pared una selva

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    fantasmagrica de Max Ernst se devoraba a s misma y se gritaba en silencio, como elsumidero de una subconciencia trastornada.

    Kerans contempl un rato el aro amarillo del sol de Ernst, que resplandeca entre lasplantas exticas, con una curiosa sensacin de reconocimiento. Mucho ms poderosa

    que la msica de Beethoven, la imagen del sol arcaico le arda en la mente, iluminandolas sombras huidizas que iban de un lado a otro, caprichosamente, en los abismos msprofundos.

    Beatrice.

    La muchacha mir cmo Kerans se acercaba a ella, y una leve sombra de preocupacinle oscureci los ojos.

    Qu ocurre, Kerans?

    Kerans titube, comprendiendo de pronto que en ese momento anterior habatranscurrido un tiempo significativo, aunque breve e imperceptible, y que lo haballevado a una zona de compromiso de la que ya no poda retirarse.

    Te das cuenta que si Riggs se marcha sin nosotros, no nos iremos de aqu ms tarde.Nos quedamos.

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    3 - Hacia una nueva psicologa

    Kerans amarr el bote a la plataforma de desembarco, quit el motor, y fue por la

    pasarela hasta la base. Cuando abra la puerta de alambre, ech una ojeada a la lagunapor encima del hombro y vislumbr entre las ondas de aire caliente la figura de Beatriceasomada a su balcn. La salud con una mano, pero ella y Kerans no se sorprendise dio vuelta sin responder.

    Tiene un da de mal humor la seorita, doctor? El sargento Macready sali delpuesto de guardia con una leve sonrisa que le distenda la cara de pajarraco. Es unapersona rara, no es cierto?

    Kerans se encogi de hombros.

    Estas muchachas de una soltera empecinada, ya sabe usted, sargento. Si uno no secuida, nos hacen perder la cabeza. Le he dicho que debiera preparar las valijas y venircon nosotros. Con un poco de suerte creo que podr convencerla.

    Macready mir la terraza distante entornando los ojos.

    Me alegra orle decir eso, doctor dijo distradamente, y no se pudo saber si dudabade las intenciones de Beatrice o de las intenciones del doctor.

    Kerans ignoraba an si se quedaran o no al final, pero haba decidido aparentar que sepreparaban para irse. Necesitaran todos los minutos libres de los tres das prximospara acrecentar la reserva de provisiones y robar los equipos necesarios de losalmacenes de la base. Cuando se separaba de Beatrice, dudaba de nuevo (se preguntabatristemente si ella no trataba de confundirlo, como una Pandora de boca mortal y unacaja embrujada de deseos y frustraciones que se abra y se cerraba en cualquiermomento), pero en vez de andar de un lado a otro en un estado de tortuosaincertidumbre, que Riggs y Bodkin hubieran diagnosticado muy pronto, haba decididoretrasar todo lo posible la resolucin final. Aunque aborreca la base, saba que elmomento de la despedida sera un perfecto catalizador de emociones de miedo y de

    pnico, y que olvidara en seguida los motivos ms abstractos de su decisin. Un aoatrs lo haban abandonado accidentalmente en una isla mientras haca unas mediciones

    geomagnticas fuera de programa en el stano de un viejo edificio. Los auriculares quetena puestos le haban impedido or la sirena, y cuando sali diez minutos ms tarde ydescubri que la base se haba alejado seiscientos metros de la orilla, se sinti como unnio separado para siempre de su madre, y le cost dominar el pnico y disparar atiempo una bengala de advertencia.

    El doctor Bodkin me pidi que lo llamara tan pronto como llegase, seor. El tenienteHardman no ha estado muy bien esta maana.

    Kerans asinti con un gesto, mirando a un lado y a otro del puente vaco. Habaalmorzado con Beatrice, pues en las primeras horas de la tarde no quedaba nadie en la

    base. La mitad de la tripulacin estaba fuera con Riggs o en el helicptero, y el restodorma en sus cuchetas, y l haba esperado poder hacer una visita privada a los

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    almacenes y a la armera. Ahora, por desgracia, Macready, el perro guardin siemprealerta del coronel, lo segua a todas panes, dispuesto a escoltarlo hasta la enfermera del

    puente B.

    Kerans examin atentamente un par de mosquitos anofeles que haban entrado con l

    por la puerta de alambre.

    Qu pas con la doble tela que iba a poner usted? le pregunt a Macready.

    Sacudiendo la gorra en el aire, y ahuyentando a los mosquitos, Macready miralrededor, inseguro. Riggs haba dicho varias veces que era necesario instalar otra telade alambre, y en alguna ocasin le haba ordenado a Macready que eligiese unoshombres para llevar a cabo el trabajo. Pero esto hubiese requerido la instalacin de unandamio a la luz del sol, en el centro de una nube de mosquitos, y slo haban puestounos pocos metros de tela alrededor de la cabina de Riggs. Ahora que se iban hacia elnorte, el proyecto no pareca tan til, pero la conciencia presbiteriana de Macready, una

    vez despertada, no admita demoras.

    Haremos el trabajo esta tarde, doctor le asegur a Kerans sacando del bolsillo delpantaln una lapicera de bolilla y una libreta.

    No hay prisa, sargento, pero si no tiene otra cosa que hacer... S que el coronel hainsistido mucho.

    Kerans se alej por el puente y Macready se qued mirando con ojos entornados lasescuadras de metal. Apenas perdi de vista al sargento, Kerans se meti por la primera

    puerta.

    El puente C, el ms bajo de la base, comprenda los camarotes y las salas de lostripulantes. Dos o tres hombres descansaban en las cabinas, pero la sala de recreo estabadesierta, y un gramfono tocaba solo en un rincn, junto al tenis de mesa. Kerans sedetuvo un momento, escuchando la msica estridente de la guitarra, acompaada por elrugido distante del helicptero que volaba sobre la laguna prxima. Luego descendi

    por la escalerilla central que llevaba a la armera y a los talleres.

    Tres cuartos del casco estaban ocupados por los diesel de dos mil caballos que movanlas dos hlices y por los depsitos de aceite y de gasolina para el helicptero. Los

    talleres haban sido trasladados temporalmente a dos oficinas vacas del puente A, juntoa los camarotes de los oficiales, para que los mecnicos pudieran auxiliar rpidamente elhelicptero.

    Kerans entr en la armera. Una luz solitaria brillaba en la cabina de cristal del cabotcnico. Pase la mirada por los pesados bancos de madera y los gabinetes donde sealineaban las carabinas y las ametralladoras. Unas barras de acero que atravesaban lasguardias de los gatillos sostenan las armas en los gabinetes, y Kerans toc ociosamentelas pesadas culatas preguntndose si sera capaz de manejar esas armas, en el caso querobara una. En un cajn del laboratorio guardaba un Colt 45 y cincuenta proyectiles quele haban sido asignados tres aos atrs. Una vez al ao los hombres devolvan las balas

    utilizadas ninguna en su caso y cambiaban las dems por otras nuevas, pero lnunca haba disparado el arma.

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    Examin las cajas de municiones, de color verde oscuro, amontonadas contra la pared,

    bajo los gabinetes, todas ellas cerradas con doble candado. Pasaba junto a las cabinascuando vio a la luz de la lmpara unos rtulos polvorientos en una fila de cajasmetlicas, bajo los bancos de trabajo.

    Kerans se detuvo, pas la mano entre los alambres de la armazn, y sac el polvo delrtulo siguiendo la frmula con las puntas de los dedos. Ciclotrimetilenetrinitramine.Velocidad de expansin del gas: 8.000 metros por segundo.

    Imaginando los posibles usos del explosivo sera todo un tour de forc derribar unedificio de oficinas en el canal de salida luego que Riggs se fuese, bloqueando as todatentativa de regreso, apoy los codos en el banco, jugando distradamente con una

    brjula de bronce estropeada, de diez centmetros de dimetro. El anillo calibrado estabasuelto, y alguien lo haba hecho rotar ciento ochenta grados, sealando el punto con unacruz de tiza.

    Pensando an en el explosivo y en la posibilidad de robar unos detonadores y unamecha, Kerans borr la marca de tiza y luego tom la brjula y la sopes en la mano.Dej la armera y empez a subir por la escalerilla soltando la punta de la brjula que

    bail y flot. Un marinero pas por el puente y Kerans se meti rpidamente la brjulaen el bolsillo de la chaqueta.

    De pronto, mientras se imaginaba a s mismo arrojndose con todo su peso contra laespoleta de un detonador y lanzando a Riggs, la laguna y toda la base a la prximalaguna, se detuvo apoyndose en la barandilla. Sonriendo tristemente, se pregunt porqu se haba abandonado a esa fantasa absurda.

    En seguida not el pesado cilindro de la brjula que le abultaba el bolsillo. Lo mirdurante un momento.

    Cuidado, Kerans murmur. Ests viviendo en dos niveles.

    Cinco minutos ms tarde, cuando entr en la enfermera del puente B, se encontr anteproblemas ms urgentes. En ese momento, tres hombres estaban curndose en eldispensario (el sol les haba ulcerado la piel), pero no haba nadie en cambio en la sala

    principal de doce camas. Kerans salud con un movimiento de cabeza al cabo que

    distribua vendas con penicilina y atraves la pequea sala de guardia en el lado deestribor del puente.

    La puerta estaba cerrada, pero cuando puso la mano en el picaporte alcanz a or unmovimiento inquieto en la cucheta, seguido por unos murmullos malhumorados del

    paciente y la rplica firme de Bodkin: un monlogo uniforme puntuado por unos pocosgruidos de protesta que concluy en una pausa fatigada.

    El teniente Hardman, primer piloto del helicptero (la mquina estaba ahora a cargo delcopiloto, el sargento Daley) era el otro oficial del destacamento, y hasta tres meses atrshaba actuado como sustituto y ayudante de Riggs. Hombre corpulento, inteligente, pero

    algo flemtico, de unos treinta aos de edad, haba vivido siempre un poco apartado delos otros miembros de la base. Naturalista aficionado, haba tomado sus propias notas

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    sobre los cambios de la flora y la fauna, de acuerdo con un sistema taxonmico de supropia invencin. En uno de sus pocos momentos de expansin le haba mostrado lasnotas a Kerans, pero en seguida se encerr otra vez en s mismo cuando Kerans se

    permiti sealarle que la clasificacin era un poco confusa.

    Durante los primeros dos aos Hardman haba sido una verdadera pieza amortiguadoraentre Riggs y Kerans. El resto de la tripulacin segua el ejemplo del teniente, y desde elpunto de vista de Kerans esto haba sido ventajoso, pues a las rdenes de un oficial msextrovertido, los hombres se hubiesen sentido miembros solidarios y felices de ungrupo, y la vida pronto hubiese sido insufrible. Las relaciones fragmentarias y pocontimas de la base, donde un sustituto era aceptado como un verdadero miembro de latripulacin a los cinco minutos, sin que a nadie le importara si haba estado all dos daso dos aos, eran principalmente un reflejo del temperamento de Hardman. Cuando elteniente organizaba un partido de bsquetbol o una regata en la laguna, los hombres nomostraban ningn alborozo, y s en cambio una lacnica indiferencia si alguien senegaba a participar.

    Sin embargo, recientemente, haban comenzado a predominar las caractersticas mssombras de la personalidad de Hardman. Dos meses atrs se haba quejado ante Keransde ataques de insomnio, y el mdico lo haba visto a menudo a la luz del alba, desde lashabitaciones de Beatrice Dahl: de pie en el techo de la base, junto al helicptero, elteniente miraba la laguna silenciosa. Poco despus Hardman haba invocado un ataquede malaria como excusa para no volar en el helicptero. Recluido en su cabina, a vecesuna semana entera, se retiraba cada vez ms a su mundo privado, hojeando sus notas, y

    pasando los dedos como un ciego que lee un libro en Braille a lo largo de las cajas devidrio que guardaban unas pocas mariposas y polillas gigantes.

    La enfermedad no fue de difcil diagnstico. Kerans reconoci sus propios sntomas una entrada acelerada en la zona de trnsito y dej en paz al teniente, pidindole aBodkin que lo llamara de cuando en cuando.

    Sin embargo, y curiosamente, Bodkin se haba tomado ms en serio la enfermedad deHardman. Kerans empuj la puerta y entr silenciosamente en el cuarto sombro,detenindose en el rincn, junto al estante del ventilador, cuando Bodkin alz una manoadmonitoria. Las persianas estaban cerradas, y Kerans advirti, sorprendido, que habanapagado el acondicionador. La temperatura del aire que entraba por los respiraderos noera nunca inferior en ms de cinco grados a la que haba afuera, en la laguna, y el

    acondicionador de aire mantena normalmente una temperatura uniforme de unos veintegrados. Pero Bodkin no slo haba cerrado el acondicionador sino que haba encendidouna pequea estufa elctrica, utilizando el enchufe de la mquina de afeitar instaladosobre el espejo de mano. Kerans record que Bodkin mismo haba armado la estufa enel laboratorio, con un espejo parablico y una resistencia. Aunque no tena ms de dosvatios, la estufa pareca emitir un calor inmenso, que inundaba el cuarto en vaharadas,como la boca de un horno, y a los pocos segundos Kerans sinti que la transpiracin lemojaba el cuello. Bodkin, de espaldas a la estufa, sentado en una silla de metal a lacabecera de la cama, tena puesta an la chaqueta blanca de algodn. Dos islas dehumedad le manchaban la tela, tocndose en los omoplatos, y la transpiracin le corra

    por la frente como gotas de plomo fundido que brillaban a la plida luz rojiza.

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    Hardman yaca apoyado en un codo, con una almohada bajo las anchas espaldas, ysostena con las manazas un par de auriculares aplicados a las orejas. La cara estrecha ylarga apuntaba hacia Kerans, pero el espejo parablico, un disco de brillante luz roja, deun metro de dimetro, cubra la pared de la cabina, alrededor de la cabeza de Hardman,como una enorme aureola incandescente.

    Desde el suelo, a los pies de Bodkin, un gramfono porttil emita un dbil chillido.Kerans alcanz a or unos sonidos casi imperceptibles, generados mecnicamente por el

    pick-up: un tamborileo grave y lento. Al fin el disco termin y Bodkin par elgramfono. Escribi algo rpidamente en un cuaderno de notas, y luego desenchuf laestufa y encendi la lmpara de la mesa de noche.

    Meneando lentamente la cabeza, Hardman se sac los auriculares y se los tendi aBodkin.

    Perdemos el tiempo, doctor dijo, acomodando los pesados miembros en la

    cucheta. Estos discos son un disparate, uno puede interpretar cualquier cosa.

    A pesar del calor, la cara y el pecho desnudo de Hardman estaban apenas transpirados.Mir el filamento de la estufa casi como si lamentase que se apagara.

    Bodkin se incorpor y puso el gramfono sobre la silla de metal, junto con losauriculares.

    Quiz eso sea lo que importa, teniente... Algo as como un test de Rorschach auditivo.Pienso que el ltimo disco era el ms evocador, no le parece?

    Hardman se encogi de hombros, con deliberada indiferencia, resistindoseevidentemente a cooperar con Bodkin y admitir algo. Pero a Kerans le pareci que elteniente haba aceptado de buena gana el experimento, quiz con el propsito deutilizarlo para sus propios fines.

    Puede ser gru Hardman. Pero temo que no me haya sugerido ninguna imagenconcreta.

    Bodkin sonri, como si aceptara momentneamente la resistencia de Hardman.

    No se disculpe teniente, y crame, sta ha sido hasta ahora la sesin ms provechosa.Le hizo una sea a Kerans. Adelante, Robert. Perdn por el calor. El teniente y yohemos estado haciendo un pequeo experimento. Te lo explicar mientras vamos allaboratorio. Bueno seal un aparato en la mesa de noche, dos relojes despertadoresunidos por la parte de atrs y con unas toscas prolongaciones metlicas en lasmanecillas que se entrecruzaban como las patas de dos araas abrazadas. Hgalofuncionar mientras pueda, no ser muy difcil, bastar que le d cuerda a las doscampanillas en intervalos de menos de doce horas. Lo despertarn cada diez minutos,

    permitindole descansar antes que deje el nivel preconsciente y se sumerja en el sueoprofundo. Con un poco de suerte, no tendr ms sueos.

    Hardman sonri escpticamente, echando una ojeada a Kerans.

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    Me parece que es usted demasiado optimista, doctor Kerans. Quiere decir que norecordar haber soado. Tom un manoseado cuaderno verde, su diario botnico, y se

    puso a volver las hojas, mecnicamente. A veces pienso que los sueos son continuosy que se prolongan a lo largo del da. Quiz a todos nos pasa lo mismo.

    Hardman hablaba con una voz tranquila, descansada, a pesar de que la fatiga le habaarrugado la piel alrededor de los ojos y la boca pareca haberle alargado la mandbula.Kerans comprendi que la enfermedad, cualquiera fuese su origen, apenas haba tocadoel ncleo central del ego del hombre. La autosuficiencia caracterstica de Hardman erams fuerte que nunca, ms fuerte que ninguna otra cosa, como una espada de acero quegolpea un poste y revela las vetas de la madera.

    Bodkin se pas por la cara un pauelo amarillo de seda, mirando a Hardmanpensativamente. La manchada chaqueta de algodn y el desarreglo de todas las ropas,junto con la piel blanda, teida por la quinina, le daban un aspecto de curanderocharlatn, enmascarando una aguda e inquieta inteligencia.

    Quiz tenga razn, teniente. En realidad, algunos afirman que la conciencia no es msque una categora del sistema nervioso central que se desarrolla y se manifiesta tan

    plenamente en los sueos como en el llamado estado de vigilia. Pero aqu tenemos queadoptar una actitud emprica, probar todos los remedios, No ests de acuerdo, Robert?

    Kerans asinti, respirando ahora ms libremente. La temperatura de la cabina estabadescendiendo.

    Un cambio de clima ayudara tambin. Se oy un golpe sordo afuera. El lanchnde metal haba chocado contra el casco mientras era izado a bordo. La atmsfera enestas lagunas es muy enervante. Cuando nos vayamos dentro de tres das todos nossentiremos mejor.

    Haba pensado que Hardman estaba enterado ya de la prxima partida, pero el tenientealz bruscamente los ojos, dejando el cuaderno de notas. Bodkin carraspe y se puso ahablar de los respiraderos y del peligro de las corrientes de aire. Durante unos segundos,Kerans y Hardman se miraron en silencio, y al fin el teniente asinti con un brevemovimiento de cabeza y volvi a su lectura, anotando cuidadosamente la hora quesealaban los despertadores.

    Enojado consigo mismo, Kerans se acerc a la ventana dando la espalda a los otros.Reconoca ahora que haba hablado deliberadamente, esperando provocar esta mismarespuesta, y sabiendo muy bien por qu Bodkin haba mantenido en secreto la noticia.Era indudable que haba tratado de prevenir a Hardman, dicindole que cualesquieraque fuesen los trabajos que deseaba llevar a cabo, y las perspectivas interiores quenecesitaba aclararse a s mismo, slo le quedaban tres das.

    Mir con irritacin los despertadores sobre la mesa de noche, sintiendo que a veces noconoca bien los motivos de sus propios actos. Primero el robo sin sentido de la brjula,ahora este sabotaje gratuito. Haba cometido sin duda muchas faltas, pero haba pensadohasta ahora que poda perdonarse esas culpas en nombre de una virtud sobresaliente:

    una conciencia completa y objetiva de los motivos que guiaban sus actos. Si a vecesretrasaba algo indebidamente, no era por irresolucin, sino porque le repugnaba actuar

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    cuando un conocimiento claro del caso pareca imposible. La relacin que tena conBeatrice Dahl, desequilibrada por tantas pasiones en conflicto, avanzaba da a da poruna cuerda floja de innumerables restricciones y precauciones.

    En un tardo intento de reconciliarse consigo mismo, le dijo a Hardman: No olvide

    los relojes, teniente. Si yo fuera usted, hara sonar continuamente la alarma.

    Dejaron la enfermera, bajaron al muelle y pasaron a la lancha de Kerans. Demasiadocansado para poner el motor fuera de borda, Kerans hizo avanzar la lancha tirando delcable que una la base al laboratorio. Bodkin se sent a proa con el gramfono en lasrodillas, como si fuese una maleta, parpadeando a la brillante luz del sol que centelleabaen la superficie rota del agua sucia y verde. Tena una expresin de preocupacin yansiedad, y volva hacia el crculo de edificios semisumergidos la cara regordeta,coronada por un revuelto mechn de pelo gris, como el fatigado contramaestre queatraviesa las aguas de un puerto por milsima vez. Cuando ya estaban cerca dellaboratorio, el helicptero descendi rugiendo al techo de la base. La nave rol, y el

    cable se hundi en el agua, y se estir luego otra vez, salpicando las espaldas de loshombres. Bodkin protest entre dientes, pero el calor los sec enseguida. Aunque eranya las cuatro de la tarde, el sol llenaba el cielo, transformndolo en un enorme brasero yobligando a los hombres a mirar el agua. De cuando en cuando, las paredes de vidrio delos edificios reflejaban innumerables imgenes del sol, que se movan sobre vastassbanas de llamas, como brillantes ojos facetados.

    El laboratorio, un cilindro de dos pisos de quince metros de dimetro, pesaba veintetoneladas. En el puente inferior estaba el laboratorio, en el superior las habitaciones delos bilogos, el cuarto de los mapas y las oficinas. En el techo, un pequeo paolcontena los medidores de temperatura y humedad, el pluvimetro y los contadores deradiacin. Trozos de algas y lianas secas haban quedado incrustados en las planchas

    bituminosas del pontn. El sol haba quemado y reducido las plantas antes quealcanzaran la borda. La lancha de Kerans lleg al laboratorio y choc con la balsaestrecha y hmeda del embarcadero, cubierto de sargazos y espirogiras queamortiguaron el golpe.

    Los dos hombres entraron en la oscuridad fresca del laboratorio y se sentaron a lasmesas, bajo el semicrculo de los programas de trabajo, unas hojas descoloridas quesuban por las paredes oblicuas, sobre los bancos y los armarios, como un mural

    polvoriento. Las hojas de la izquierda, del primer ao, estaban cubiertas de notas,

    subrayados y acotaciones al margen, pero a medida que se avanzaba a la derecha losapuntes disminuan cada vez ms, y las ltimas eran ya casi hojas en blanco con unaspocas palabras escritas a lpiz. Muchas de estas hojas se haban desprendido en parte ycolgaban verticalmente como las planchas sueltas de una nave abandonada, atracada aun muelle terminal, y cubierta de dibujos gnmicos y sin significado.

    Kerans traz ociosamente con el dedo un semicrculo en la superficie polvorienta de lamesa, y esper a que Bodkin empezara a explicarle aquellos curiosos experimentos conHardman. Pero Bodkin, cmodamente instalado detrs de las cajas apiladas en suescritorio, haba abierto el gramfono, haba sacado el disco, y ahora lo haca girar

    pensativamente entre los dedos.

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    Lamento haber dicho que nos bamos le dijo Kerans. No saba que se lo habasocultado a Hardman.

    Bodkin se encogi de hombros, quitando importancia al hecho.

    Es una situacin compleja, Robert. Habamos adelantado unos pasos y yo no queraintroducir otro nudo corredizo.

    Pero por qu no decirle la verdad? insisti Kerans, esperando poder librarseindirectamente del peso de su propia culpa. No es probable acaso que la perspectivade irse lo saque de ese letargo?

    Bodkin se baj los lentes hasta la punta de la nariz y mir interrogativamente a Kerans.

    No parece haber tenido ese efecto en ti, Robert. Puede ser que me equivoque, pero nome pareces muy despierto. Por qu las reacciones de Hardman tendran que ser

    diferentes?

    Kerans sonri.

    Touche, Alan. No quiero interferir, y menos ahora cuando he arrojado a Hardman atus brazos, pero qu juego era el vuestro? Para qu esos relojes y esa estufa?

    Bodkin se volvi hacia el estante de la pared y meti el disco de gramfono en una pilade discos pequeos. Alz la cara hacia Kerans y durante un rato lo mir con los ojosdulces pero penetrantes con que haba mirado a Hardman. Kerans comprendi que surelacin con Bodkin hasta haca poco la de dos colegas que se tienen mutuaconfianza se pareca ms ahora a la de un observador y su sujeto. Al fin Bodkinapart los ojos y mir las hojas en las paredes. Kerans ahog una carcajada. Viejocondenado, se dijo, me tienes ahora aqu entre las algas y los nautiloides, y pronto mehars escuchar tus discos.

    Bodkin se incorpor y seal con una mano las tres hileras de bancos donde seamontonaban las peceras y los viveros minsculos, cada uno con su hoja de notas.

    Dime, Robert, si tuvieses que resumir el trabajo de los tres ltimos aos en una solaconclusin, cmo lo diras?

    Kerans titube y en seguido movi displicentemente la mano.

    No sera demasiado difcil. Vio que Bodkin esperaba una respuesta seria yreorden sus pensamientos. Bueno, se podra decir que en respuesta a los aumentosde temperatura, humedad y radiacin, la flora y la fauna de este planeta estn retomandolas formas que tuvieron ya una vez, cuando las condiciones eran parecidas, es decir, enel trisico.

    Correcto. Bodkin avanz entre los bancos. Durante los tres ltimos aos, Robert,t y yo hemos examinado unas cinco mil especies del reino animal, y hemos visto

    decenas de miles de nuevas variedades de plantas. En todos los casos se ha operado elmismo retroceso hacia el pasado, de modo que las pocas criaturas complejas que han

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    logrado sobrevivir sin cambios parecen realmente seres anmalos: unos pocos anfibios,los pjaros, y el hombre. Es curioso que hayamos estudiado cuidadosamente loscaminos de regreso de tantas plantas y animales, ignorando al mismo tiempo a lacriatura ms importante del planeta. Kerans se ri.

    Tienes algo de razn, Alan, lo reconozco, pero qu sugieres? Que el Homo sapiensest a punto de transformarse en el CroMagnon y el Hombre de Java, y que al fin llegara ser el Sinanthropus7 No me parece verosmil. No sera un lamarckismo al revs?

    De acuerdo. No sugiero eso. Bodkin se apoy en un banco y le alcanz un puadode cacahuetes a un tit enjaulado. Aunque, obviamente, luego de doscientos otrescientos millones de aos el Homo sapiens puede morir, y este primito nuestro quizsea entonces la forma superior de vida en el planeta. Sin embargo, un proceso biolgicono es completamente reversible. Se sac el pauelo de seda del bolsillo y lo sacudiante el tit que retrocedi temerosamente. Si volvemos a la jungla, nos vestiremos

    para cenar.

    Se acerc a una ventana y mir por la tela de alambre. El techo de la cubierta superiorno dejaba pasar ms que una franja de luz brillante. La laguna pareca una paredvertical. Unos palios de vapor se movan sobre el agua como espectros elefantisicos.

    Pero es otra cosa lo que me preocupa. Slo cambia el paisaje exterior? Cuntasveces, casi todos nosotros, hemos tenido la impresin de deja vu, de haber visto antestodo esto, en verdad, de recordar demasiado bien estos pantanos y lagunas. Losrecuerdos biolgicos son casi siempre desagradables, ecos de peligros y terrores. Nadadura tanto como el miedo. En toda la naturaleza ves ahora ejemplos de mecanismosliberadores innatos, que han estado dormidos durante miles de generaciones, pero queconservan todo su poder. El ejemplo clsico es el miedo atvico que siente el ratn decampo por la silueta del gaviln: basta mostrarle una figura de papel para que se

    precipite a esconderse. Y de qu otro modo puedes explicar la repugnancia universal ycompletamente injustificada que inspiran las araas, aunque slo una especie pica a susvctimas? Y el odio que sentimos por las serpientes y reptiles, tambin sorprendente,

    pues estos animales no son muy comunes? Slo porque todos llevamos en nosotrosmismos un recuerdo oculto del tiempo en que las picaduras de las araas gigantes eranmortales, y los reptiles dominaban el planeta.

    Kerans sinti el peso de la brjula en el bolsillo y dijo:

    Te preocupa entonces que un aumento de la temperatura y las radiaciones despiertenrecuerdos similares en nuestras mentes?

    No en nuestras mentes, Roben. Estos son los recuerdos ms antiguos de la Tierra, loscdigos de tiempo que llevamos en los genes y en los cromosomas. Todo paso haciaadelante en el camino de la evolucin es una piedra miliar de recuerdos orgnicos.Desde las enzimas que gobiernan el ciclo del anhdrido carbnico hasta la organizacindel plexo braquial y de los haces nerviosos de las clulas piramidales del cerebro medio,todo es un registro de mil decisiones tomadas ante una crisis fisicoqumica repentina.As como el psicoanlisis reconstruye la situacin original traumtica para liberar el

    material reprimido, as se nos arroja ahora al pasado arqueopsquico, dondedescubrimos los antiguos tabes e impulsos, adormecidos durante tantos milenios. No

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    nos dejemos engaar por la brevedad de la vida del individuo. Cada uno de nosotrostiene la edad de todo el reino biolgico, y nuestras corrientes sanguneas son ros quedesembocan en el vasto ocano de la memoria de ese reino. La odisea uterina del fetorecapitula todo el pasado evolutivo, y su sistema nervioso central es una escala detiempo cifrada. Todo nexo de neuronas y todo nivel espinal son una etapa simblica,

    una unidad de tiempo neurnico.

    Cuanto ms desciendes en el sistema nervioso, desde el cerebro a la mdula, msdesciendes tambin en el pasado neurnico. Por ejemplo, la unin entre las vrtebrastorcicas y lumbares, entre la duodcima del trax y la primera lumbar, es la gran zonade trnsito entre los peces que respiran agua y los anfibios que respiran aire ydesarrollan una caja respiratoria, la zona en que nos encontramos ahora, en las orillasmismas de esta laguna, entre la era paleozoica y la era trisica.

    Bodkin regres a su escritorio y pas la mano por la pila de discos. Mientras escuchabadistradamente la voz serena y sin prisa de Bodkin, Kerans imagin que esos discos

    negros y paralelos podan ser muy bien el modelo de una columna vertebralneurofnica. Record el dbil tamborileo que haba escuchado en la cabina de Hardman,y los raros armnicos. Las divagaciones de Bodkin no estaban quiz muy lejos de laverdad.

    Si quieres continu Bodkin, llama a esto la psicologa de las equivalenciastotales, la ciencia neurnica, y hazla a un lado como una fantasa metabiolgica. Noobstante, opino que a medida que retrocedemos en el tiempo geofsico nos internamosms profundamente en el corredor amnitico, retrocediendo tambin en el tiempoespinal y arqueopsquico, resucitando inconscientemente en nuestra mente los paisajesde las distintas pocas, cada una con su propio terreno geolgico, su flora y su faunanicas, tan reconocibles como si lo visemos todo desde la mquina del tiempo deWells. Pero esto no es un viaje en ferrocarril, sino una total reorientacin de la

    personalidad. Si permitimos que esos fantasmas desenterrados nos dominen, la mareanos arrastrar sin esperanzas como a restos de un naufragio. Tom un disco de la pila,titube, y lo puso otra vez en su sitio. Esta tarde he corrido un riesgo con Hardman,recurriendo a la estufa para simular el sol y elevar la temperatura hasta los cincuentagrados, pero vala la pena. Durante las tres semanas previas los sueos casi lo volvieronloco, pero en los ltimos das ha estado ms tranquilo, casi como si aceptase esossueos y se permitiese retroceder sin intervencin de la conciencia. Es necesario que semantenga despierto todo lo posible. Para eso estn los despertadores.

    Si no se olvida de darles cuerda coment Kerans serenamente.

    Afuera, en la laguna, son el zumbido de la barcaza de Riggs. Kerans estir las piernas,fue hasta la ventana y observ la embarcacin que trazaba un semicrculo en el aguaacercndose a la base. Mientras la amarraban al embarcadero, Riggs convers conMacready, que miraba desde la pasarela. El coronel seal varias veces el laboratoriocon su bastn, y Kerans pens que estaban preparndose para remolcarlos hasta la base.Pero por alguna razn, la idea de la inminente partida no le preocupaba ahora. Lasespeculaciones de Bodkin, aunque confusas, y su nueva psicologa neurnica explicabande un modo bastante satisfactorio esas metamorfosis mentales que l, Kerans, haba

    advertido en s mismo. La tcita presuncin del Consejo de las Naciones Unidas, segnla cual la vida continuara como antes en los lmites de los crculos rtico y antrtico,

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    con las mismas relaciones sociales y domsticas, con las mismas ambiciones ysatisfacciones, era obviamente falsa, como se comprobara cuando la temperatura y elnivel del agua aumentaran tambin en los supuestos reductos polares. Haba una tareams importante que la de trazar mapas de las lagunas y los paisajes exteriores: la dedescubrir los deltas espectrales y las playas luminosas de los sumergidos continentes

    neurnicos.

    Alan pregunt por encima del hombro sin dejar de mirar a Riggs, que suba ahoraal embarcadero, por qu no envas un informe a Byrd? Me parece que ellos tendranque saberlo. Hay siempre alguna posibilidad...

    Pero Bodkin se haba ido. Kerans oy los pasos del bilogo que suban lentamente porla escalera y se perdan arriba. Eran los pasos fatigados de un hombre demasiado viejo ydemasiado experimentado a quien ya no poda importarle que los otros escucharan o nosus advertencias.

    Kerans volvi a su mesa y se sent. Sac- la brjula del bolsillo de la chaqueta y la pusofrente a l, sostenindola entre las manos. Oa los sonidos amortiguados del laboratoriocomo una msica de fondo: los movimientos del tit, el tictac de un medidor en alguna

    pane, el chirrido de un mecanismo giratorio que meda el fototropismo de unaenredadera.

    Examin ociosamente la brjula, moviendo suavemente el cuadrante de suspensinneumtica, y alineando luego la escala y la aguja. No saba an por qu la haba tradode la armera. Se la empleaba comnmente en una de las lanchas de motor. Alguiendescubrira muy pronto que haba desaparecido, y l entonces tendra que humillarse yadmitir el robo.

    Tom la brjula, e hizo girar la aguja hacia l, sin advertir que se perda en un ensueomomentneo, los ojos clavados en el borne serpentino sealado por la aguja, en laimagen confusa, incierta, pero poderosa, que se resuma en el concepto Sur, con toda sumagia dormida y su energa mesmrica, y que pareca irradiar del tazn de bronce quetena en las manos como los intensos vapores de un cliz espectral.

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    4 - Las calzadas del tiempo

    Al da siguiente, el teniente Hardman desapareci por motivos que Kerans no entendera

    del todo hasta mucho ms tarde.

    Kerans durmi profundamente esa noche, sin sueos, se levant temprano y a las sieteya haba desayunado. Luego pas una hora en el balcn, sentado en una silla de playa,vestido con un baador blanco, a la luz del sol que se extenda sobre el agua y le baabael cuerpo esbelto de color bano. Arriba, el cielo era brillante y jaspeado, y el taznoscuro de la laguna pareca en cambio inmvil e infinitamente profundo, como uninmenso pozo de mbar. Los edificios cubiertos de rboles que se alzaban en las orillas

    parecan tener millones de aos, como si un enorme cataclismo natural los hubieraarrancado a la magma terrestre, embalsamados en vastas dimensiones de tiempo.

    Detenindose junto al escritorio y pasando los dedos por la brjula de bronce quebrillaba en la oscuridad, Kerans entr en la alcoba y se puso el uniforme caqui,concesin mnima a los preparativos de partida de Riggs. La ropa deportiva italianaestaba ahora un poco fuera de lugar, y si se presentaba con un conjunto color pastelapropiado para el Ritz despertara sin duda las sospechas del coronel.

    Aunque haba aceptado la posibilidad de quedarse, Kerans se resista a tomarprecauciones sistemticas. Adems de provisiones de comida y combustible en losltimos seis meses haba dependido en este aspecto de la generosidad del coronelRiggs necesitaba tambin una serie infinita de piezas de repuesto, desde otrocuadrante para el reloj hasta una nueva instalacin elctrica en el hotel. Cuando la base

    partiera, se encontrara pronto abrumado por una creciente sucesin de problemasmenudos, y sin ningn tcnico complaciente que pudiera resolverlos.

    Para comodidad de los encargados de la despensa, y para ahorrarse viajes innecesarios ala base y desde la base, Kerans haba acumulado en el hotel la comida de todo un mes.La mayor parte era leche condensada y latas de carne en conserva, prcticamenteincomible si no era acompaada por las golosinas que Beatrice guardaba en larefrigeradora: amplias reservas de picadillo de hgado y fiambres con las que Keranscontaba para poder subsistir, por lo menos durante tres meses. Luego tendran que vivirde los productos de la tierra, introduciendo en el men hojas de rbol y filetes de iguana.

    El combustible era un problema ms serio. Los tanques de petrleo del Ritz contenanpoco ms de dos mil litros, que alcanzaban para que el aparato de la refrigeracinfuncionara durante dos meses. Clausurando el dormitorio y el cuarto de vestir yviviendo slo en la sala, y aumentando adems la temperatura ambiente hasta los treintagrados, el combustible durara el doble, con un poco de suerte, pero una vez que lostanques se vaciaran habra pocas posibilidades de llenar los otra vez. Los tanques dereserva y los depsitos de los edificios desentraados que rodeaban las lagunas habansido vaciados haca tiempo por las olas de refugiados que haban pasado por all hacia elnorte durante los ltimos treinta aos en lanchas y yates. El tanque del motor fuera de

    borda tena una capacidad de diez litros, suficiente para recorrer treinta kilmetros o un

    viaje de ida y vuelta diario y durante un mes entre el Ritz y la laguna de Beatrice.

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    Por alguna razn, sin embargo, este robinsonismo invertido un naufragio deliberadosin el auxilio de un cofre bien provisto en el arrecife adecuado no preocupaba muchoa Kerans. Sali de las habitaciones del hotel dejando el termostato en los acostumbradosveinticinco grados, sin detenerse a pensar en el combustible que consumira elgenerador, y resistindose a hacer alguna concesin anticipada en nombre de las

    dificultades que encontrara despus. Al principio pens que esto reflejaba la conviccininconsciente de que al fin se dejara guiar por el buen sentido, pero mientras pona enmarcha el motor fuera de borda, y navegaba con la lancha por las frescas aguas oleosashacia el arroyo y la laguna cercana, comprendi que esa indiferencia era partecaracterstica de la decisin de quedarse. De acuerdo con el lenguaje simblico delesquema de Bodkin, estaba abandonando la estimacin convencional del tiempo enrelacin con sus propias necesidades fsicas, entrando a la vez en un mundo de tiemponeurnico total, en una existencia calibrada por los colosales intervalos de la escalatemporal geolgica. Aqu un milln de aos era la unidad de medida ms corta, y los

    problemas de la ropa y la comida eran tan impertinentes como podan haberlo sido paraun budista contemplativo sentado en la posicin de loto ante un tazn de arroz vaco,

    bajo el palio protector de la cobra de un milln de cabezas, smbolo de la eternidad.

    Al entrar en la tercera laguna, con un remo levantado para apartar las hojas de tresmetros de un helecho gigantesco que hunda las ramas en la boca del arroyo, advirti sinemocin que una patrulla de hombres, a las rdenes del sargento Macready, habalevado las anclas de la nave laboratorio, que era remolcada lentamente hacia la base.Cuando la distancia entre los dos barcos se cerr al fin como el espacio entre dos teloneslaterales al concluir una pieza de teatro, Kerans un observador entre bastidores quetena un pequeo papel en el drama, y que ya haba intervenido por ltima vez sesubi a la proa de la lancha, bajo la gigantesca sombrilla de hojas.

    No quiso atraer la atencin encendiendo de nuevo el motor y sali a la luz. Las hojasgigantescas se hundieron otra vez en la jalea verde del agua, y Kerans rem lentamentecerca de la orilla hacia el edificio de Beatrice. De cuando en cuando el helicptero rugasobre la laguna, y la estela del barco laboratorio golpeaba los flancos de la lancha yentraba por las ventanas abiertas de la derecha, rompiendo en olas en las paredes de loscuartos. La embarcacin de Beatrice cruja plaideramente amarrada al muelle. Lacabina estaba inundada y la popa se hunda bajo el peso de los dos motores Chrysler.Tarde o temprano una de las tormentas trmicas caera sobre la embarcacin y laanclara para siempre en una calle sumergida, a treinta metros de profundidad.

    Cuando sali del ascensor no haba nadie en el patio de la piscina, y los vasos de lanoche pasada estaban an en la bandeja, entre las sillas de playa. La luz del sol llenabaya la piscina, iluminando los hipocampos amarillos y los tridentes azules que decorabanel fondo. Unos pocos murcilagos colgaban en las sombras bajo el alero, sobre laventana del dormitorio de Beatrice, pero cuando Kerans se sent volaron alejndosecomo vampiros espectrales a la luz del alba.

    Entre las aberturas de las persianas, Kerans alcanz a ver a Beatrice que se mova de unlado a otro en silencio, y cinco minutos ms tarde la muchacha entraba en la sala conuna toalla negra alrededor de la cintura. La penumbra del extremo del cuarto la ocultabaen parte y pareca cansada y abstrada. Salud a Kerans alzando una mano desanimada,

    se prepar una bebida con un codo apoyado en el bar, mirando inexpresivamente uno delos cuadros de Delvaux, y regres al dormitorio.

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    Al cabo de un rato, Kerans se incorpor y fue a buscarla. Cuando apart las puertas decristal el aire caliente atrapado en el cuarto le golpe la cara como una vaharada devapor. Durante el mes ltimo el generador haba fallado varias veces, y la temperaturano haba bajado de los treinta grados, lo que era probablemente la causa principal del

    letargo y el desnimo de Beatrice.

    Cuando Kerans entr, Beatrice estaba sentada en la cama, con el vaso de whiskyapoyado en las rodillas desnudas. El aire denso y caliente del cuarto le record a Keransla cabina de Hardman durante la experiencia que Bodkin haba llevado a cabo. Seacerc al termostato de la mesa de noche y baj el indicador de los veinte a los quincegrados.

    Est roto otra vez inform Beatrice. El motor dej de funcionar.

    Kerans trat de quitarle el vaso de whisky, pero la muchacha apart la mano.

    Djame sola, por favor, Robert le dijo con voz cansada. S que soy unaborracha, una perdida, pero me pas la noche en las junglas del tiempo y no quiero orun sermn.

    Kerans la mir de cerca, sonrindose, con afecto y tristeza a la vez.

    Ver si puedo arreglar el motor. Este dormitorio huele como si hubiese dormido aqutodo un batalln de presidiarios. Toma una ducha, Bea, y trata de animarte. Riggs se vamaana y tenemos que estar bien despiertos. Qu es esa historia de pesadillas?

    Beatrice se encogi de hombros.

    Sueos de la jungla, Roben murmur ambiguamente. Estoy aprendiendo otr