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Sergio Barberis 5. Reducción Interteórica. Sergio Barberis La cuestión de la reducción interteórica. La cuestión de la reducción entre teorías científicas puede considerarse desde diversos puntos de vista. Según se la considere desde una u otra perspectiva resultará, o bien una cuestión esotérica, sumamente técnica y específica de una región pequeña de la filosofía de la ciencia, o bien una cuestión apremiante e interesante para la filosofía y para la reflexión general acerca del conocimiento. Para comenzar, quisiera presentar la cuestión desde ambas perspectivas, y dejar al lector la posibilidad de contemplar el debate desde el estrado que resulte más cómodo a su propio talante filosófico. Desde una primera perspectiva, resulta un hecho interesante de la práctica científica el que los científicos describan algunos de sus logros más importantes como reducciones entre teorías. Así, generalmente se mencionan: la reducción de las leyes del movimiento terrestre de Galileo a la mecánica de Newton; la reducción de las leyes del movimiento de los cuerpos celestes de Kepler a las leyes de la mecánica de Newton; la reducción de las leyes de la termodinámica a las leyes de la mecánica estadística; la reducción de la teoría genética clásica a la biología molecular; la (eventual) reducción de las teorías psicológicas o cognitivas a teorías pertenecientes a la neurofisiología molecular; etc. Pues bien, una primera manera de presentar la cuestión es ésta: dado que somos filósofos de la ciencia, interesados en ofrecer reconstrucciones o elucidaciones rigurosas de la práctica científica, ¿cómo debemos entender esta importante relación de reducción entre teorías? ¿en qué consiste, particularmente, este tipo de logro científico? O, como veremos más adelante: ¿cómo distinguir esta relación de reducción de otras posibles relaciones intertéoricas, o de la mera sucesión entre teorías? Según esta primera presentación, la cuestión de la reducción involucra desarrollar una tarea bastante específica de elucidación en filosofía de la ciencia. Pero

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Sergio Barberis

5. Reducción Interteórica.

Sergio Barberis

La cuestión de la reducción interteórica.

La cuestión de la reducción entre teorías científicas puede considerarse desde

diversos puntos de vista. Según se la considere desde una u otra perspectiva resultará,

o bien una cuestión esotérica, sumamente técnica y específica de una región pequeña

de la filosofía de la ciencia, o bien una cuestión apremiante e interesante para la

filosofía y para la reflexión general acerca del conocimiento. Para comenzar, quisiera

presentar la cuestión desde ambas perspectivas, y dejar al lector la posibilidad de

contemplar el debate desde el estrado que resulte más cómodo a su propio talante

filosófico.

Desde una primera perspectiva, resulta un hecho interesante de la práctica

científica el que los científicos describan algunos de sus logros más importantes como

reducciones entre teorías. Así, generalmente se mencionan: la reducción de las leyes del

movimiento terrestre de Galileo a la mecánica de Newton; la reducción de las leyes del

movimiento de los cuerpos celestes de Kepler a las leyes de la mecánica de Newton; la

reducción de las leyes de la termodinámica a las leyes de la mecánica estadística; la

reducción de la teoría genética clásica a la biología molecular; la (eventual) reducción

de las teorías psicológicas o cognitivas a teorías pertenecientes a la neurofisiología

molecular; etc. Pues bien, una primera manera de presentar la cuestión es ésta: dado

que somos filósofos de la ciencia, interesados en ofrecer reconstrucciones o

elucidaciones rigurosas de la práctica científica, ¿cómo debemos entender esta

importante relación de reducción entre teorías? ¿en qué consiste, particularmente, este

tipo de logro científico? O, como veremos más adelante: ¿cómo distinguir esta relación

de reducción de otras posibles relaciones intertéoricas, o de la mera sucesión entre

teorías?

Según esta primera presentación, la cuestión de la reducción involucra

desarrollar una tarea bastante específica de elucidación en filosofía de la ciencia. Pero

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existe una segunda presentación, según la cual hay muchísimas más cosas en juego en

la cuestión de la reducción entre teorías.

Supongamos que estamos interesados, como filósofos (o como miembros de

una especie que se caracteriza por tener mentes curiosas e inquisitivas) en determinar

qué es lo que hay en el mundo. Llamemos, a aquellas clases de cosas que creemos que

hay en el mundo, nuestra ontología. Supongamos además que, como filósofos o como

personas razonablemente naturalistas, creemos que nuestra ontología debe estar

guiada, en gran medida, por los resultados de la investigación científica, esto es, por las

mejores teorías científicas disponibles hasta el momento. Desde esta perspectiva,

¿cuáles deberían ser nuestros compromisos ontológicos?

Si toda la ciencia fuera un sistema único conceptualmente homogéneo, la

respuesta a la última pregunta del párrafo anterior sería directa. Simplemente habría

que atender a las categorías básicas de dicho sistema para hallar allí nuestros

compromisos ontológicos. En otras palabras, las categorías básicas de dicho sistema

nos darían una lista exhaustiva de clases naturales; nos permitirían ‚cortar la naturaleza

por sus articulaciones‛. Sin embargo, la ciencia no es un único sistema

conceptualmente homogéneo, todo lo contrario: de manera evidente, existe una

proliferación de diferentes teorías para diferentes ámbitos de la experiencia – ámbitos

que van desde el comportamiento de las partículas subatómicas hasta el

comportamiento de los mercados internacionales – y cada una de estas teorías cuenta

con sus propias categorías básicas. Pero entonces, ¿cómo determinar cuáles deben ser

los compromisos ontológicos del naturalista razonable?

Una salida prometedora es la siguiente: aún cuando la ciencia no constituya un

sistema único, quizá todavía existan medios para domeñar la salvaje proliferación de

teorías y asegurar así, no ya la unicidad de la ciencia, sino la unidad de la ciencia. Uno

de esos medios, el principal, sería la reducción interteórica. Pues si las mejores teorías

disponibles acerca de los dominios de la experiencia más dispares pudieran

organizarse jerárquicamente en niveles, mediante relaciones de reducción interteórica,

hasta llegar a una única teoría en el nivel más básico, digamos la física de partículas,

entonces el naturalista razonable podría encontrar sus compromisos ontológicos en las

categorías básicas de la teoría final a la cual se reducen todas las otras teorías. A la tesis

según la cual todas las teorías científicas (pertenecientes, cada una de ellas, a niveles y

dominios diferentes) se reducen, paso a paso y de manera jerárquica, a una única teoría

física básica, se la llama reduccionismo. Puesto que se considera que la teoría reductora

final pertenece a alguna rama de la física, el reduccionismo en cuestión es siempre una

tesis que se adiciona al fisicalismo, esto es, a la tesis metafísica que sostiene que todo lo

que existe, o bien es físico, o bien superviene sobre lo físico. A la tesis según la cual

ciertas teorías no se dejan ubicar de manera sumisa en la jerarquía de reducciones sino

que conservan su autonomía, se la llama anti-reduccionismo. Las principales teorías

respecto de las cuales se han defendido posiciones anti-reduccionistas son aquellas

pertenecientes a ‚ciencias especiales‛ tales como la biología (Mayr 2004) y la psicología

(Putnam 1967; Fodor 1974). Las relaciones entre el anti-reduccionismo y la tesis

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fisicalista son bastante complejas, y si bien hay quienes ofrecen razones para

cuestionarlo, existe un consenso respecto de la compatibilidad entre ambas tesis.

Ahora bien, para presentar y discutir la tesis reduccionista (tanto a favor como

en contra), resulta indispensable contar una noción clara de reducción interteórica. De

otro modo, el debate filosófico entre reduccionistas y anti-reduccionistas, y por tanto el

debate respecto de la autonomía de determinadas teorías y disciplinas científicas,

resultaría espurio. Parece que el naturalista razonable, si pretende seguir siéndolo,

debe contar con una noción operativa de reducción entre teorías científicas que le

permita tomar partido respecto del reduccionismo y, en última instancia, como vimos,

respecto de la pregunta por lo que hay en el mundo. De esta manera, la cuestión de la

reducción adquiere, inesperadamente, un rol protagónico en un drama que excede

sobradamente el ámbito limitado de los problemas técnicos de la filosofía de la ciencia.

Hasta ahora expuse dos perspectivas o vías de acceso a la cuestión de la

reducción entre teorías científicas. Si el lector recorre la literatura filosófica sobre el

tema, encontrará que algunos autores ponen el acento en el aspecto epistemológico de

la cuestión, mientras que otros autores acentúan el aspecto ontológico o metafísico

vinculado al reduccionismo. Por supuesto, que se acentúe uno u otro aspecto depende

de los intereses del filósofo, y en este caso particular los intereses en cuestión no son

incompatibles, sino que resultan muchas veces complementarios.

Unas palabras acerca de la estructura de este capítulo. En el apartado 2, me

ocupo de introducir una primera elucidación de la relación de reducción interteórica,

propuesta por Kemeny y Oppenheim (1956), que resulta sumamente interesante en la

medida en que expresa ciertas intuiciones filosóficas acerca de la reducción que no han

sido del todo abandonadas por los filósofos de la ciencia contemporáneos (véase, por

ejemplo, el modelo de Schaffner 1993, cap. 11). Entre esas intuiciones, se cuenta la idea

de que, en una reducción, la teoría básica o reductora generalmente reproduce y

amplía los recursos predictivos y explicativos de la teoría reducida. En el tercer

apartado me ocupo de la ‚concepción est{ndar‛ de la reducción interteórica, tal como

se encuentra especificada en el modelo de Nagel (1961). Esta concepción, a su vez, pone

el acento en algunos aspectos de la reducción obliterados por la perspectiva

instrumentalista de Kemeny y Oppenheim. En particular, recupera la relevancia de los

vínculos semánticos entre los recursos conceptuales propios de la teoría reducida y

aquellos de la teoría de base, y también la centralidad de la deducibilidad de las leyes

de la primera a partir de las leyes de la segunda. En el tercer apartado, presento un

modelo alternativo a la concepción estándar, desarrollado por Hooker (1981) y

Churchland (1985), que evita los mayores inconvenientes de la propuesta de Nagel al

rezagar a un papel secundario las llamadas ‚leyes puente‛ entre los vocabularios de las

teorías que conforman los relata de una reducción. Por último, en el quinto apartado

ofrezco una breve panorámica del debate en filosofía de las ciencias respecto del

reduccionismo y la autonomía de las ciencias especiales.

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Una primera elucidación: la propuesta de J. Kemeny y Paul Oppenheim.

Cualesquiera sean nuestras motivaciones filosóficas para introducirnos en la

cuestión, una vez dentro debemos ofrecer una elucidación satisfactoria de la relación

de reducción entre teorías. ¿Cuáles son las opciones más prometedoras disponibles en

la literatura? La primera elucidación fue propuesta por Kemeny y Oppenheim (1956).

Es importante tener en cuenta que su propuesta se inscribe en el contexto más amplio

del proyecto del empirismo lógico (véase capítulo 2), que toma elementos de una cierta

concepción de la estructura de las teorías científicas (véase capítulo 4) y del modelo

nomológico-deductivo de explicación inicialmente desarrollado por Hempel y

Oppenheim (1948) (véase capítulo 6). Para presentar esta elucidación será necesario

introducir algunas abreviaturas y términos técnicos.

Supongamos que tenemos dos teorías que están vinculadas por una relación de

reducción. Llamemos TR a la teoría que será reducida y TB a la teoría básica o reductora.

TR puede ser, por ejemplo, la termodinámica, y TB puede ser, por ejemplo, la mecánica

estadística. Según Kemeny y Oppenheim, la relación entre TR y TB será una relación de

reducción si y sólo si se cumplen las siguientes tres condiciones:

(1) TB tiene, entre sus términos básicos o primitivos, términos que no pertenecen

a TR;

(2) todos los datos de observación que la teoría TR puede explicar, son también

explicables por TB;

(3) la teoría TB tiene, al menos, tanto poder de sistematización como TR (aunque

no se exija, generalmente TB posee un poder de sistematización mayor que TR).

En lo que concierne a la primera condición, ésta afirma que TR y TB difieren en

cuanto a los recursos conceptuales de los que disponen: TB dispone esencialmente de,

al menos, un concepto o término que no está presente en TR. Ahora bien, si

reflexionamos sobre el hecho de que, según la segunda condición, ambas teorías deben

coincidir en sus predicciones empíricas, entonces está claro que tanto TB como TR

comparten el vocabulario observacional, pues las mismas oraciones observacionales

deben poder deducirse de una y otra teoría. Si esto es así, entonces la primera

condición puede leerse como afirmando que TR y TB difieren en aquella parte de su

vocabulario que no se utiliza para describir los datos de observación, sino para explicar o

deducir los datos de observación, esto es: en su vocabulario teórico. Por lo tanto, lo que

la primera condición afirma es que TR y TB difieren en su vocabulario teórico. En la

medida en que se trata de dos teorías cuyos conjuntos correspondientes de términos

teóricos son heterogéneos, cabe llamar a este tipo de relaciones entre teorías reducciones

heterogéneas, para distinguirlas de las reducciones homogéneas, esto es, aquellos casos en

los cuales las teorías que se relacionan poseen los mismos recursos conceptuales (Nagel

1961, p. 312).

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Como vimos, la segunda condición establece que TB debe poder explicar, al

menos, los mismos datos de observación que TR. Generalmente, TB podrá explicar no

sólo lo que TR explica, sino que también podrá explicar otros fenómenos empíricos que

no se encuentran entre las ‚aplicaciones pretendidas‛ de TR. Lo que está presupuesto

en esta segunda premisa es el modelo nomológico-deductivo de la explicación

científica: que un hecho sea explicado por una teoría equivale a afirmar que el conjunto

de los enunciados observacionales que lo describen es deducible de las leyes de la

teoría (en conjunción con condiciones de contorno o condiciones límite).

Bajo una concepción instrumentalista de las teorías – según la cual las teorías

son, en última instancia, herramientas de cálculo y predicción – podría definirse una

relación de equivalencia entre teorías: dos teorías serían equivalentes en la medida en

que la misma clase de enunciados observacionales sea deducible de cada una de ellas.

Sin embargo, estamos tratando de elucidar la noción de reducción, y las teorías

vinculadas mediante una relación de reducción no se hallan en condición de igualdad

o equivalencia, sino en una relación asimétrica: es TR (por ejemplo, la termodinámica)

la que se reduce a TB (por caso, la mecánica estadística), pero no viceversa. Para dar

cuenta de este aspecto asimétrico de la reducción es que se introduce la tercera

condición (Sklar 1967, p. 114).

Según la tercera condición, la teoría reductora TB posee (al menos) el mismo

poder de sistematización que TR. Nuevamente, en los casos históricos de reducción

entre teorías, se da que TB posee generalmente un poder mayor de sistematización que

TR. La noción de ‚poder de sistematización‛, aún siendo crucial, dista de estar

claramente elucidada y resultó ser un hueso bastante duro de roer, pero la intuición

general detrás de dicha noción puede presentarse con bastante facilidad. En nuestra

discusión de la primera condición, introdujimos la distinción entre los enunciados

observacionales (aquellos enunciados cuyos términos descriptivos son, todos ellos,

observacionales) y los enunciados teóricos (aquellos que incluyen necesariamente al

menos un término teórico) de una teoría. Y en nuestra discusión de la segunda

condición, vimos que, para estos autores, explicar consiste, en parte, en deducir un

enunciado observacional a partir de leyes teóricas y condiciones iniciales. Por

supuesto, las condiciones iniciales no son otra cosa que enunciados observacionales.

Distingamos entonces, del conjunto total de enunciados observacionales, el

subconjunto de aquellos enunciados observacionales que una teoría particular utiliza

como ‚condiciones iniciales‛ para lograr sus explicaciones. Pues bien, el poder de

sistematización de una teoría será mayor cuanto más pequeño sea el subconjunto de

enunciados de observación que requiera como condiciones iniciales para explicar

(deducir) todos los enunciados observacionales que pretende explicar (Kemeny y

Oppenheim 1955, 27). Dicho en términos intuitivos: el poder de sistematización de una

teoría es una medida de su ‚habilidad‛ para predecir la mayor cantidad posible de

fenómenos empíricos a partir del conjunto más pequeño posible de datos empíricos

iniciales (Sklar 1967, 114).

En resumen, según la propuesta de Kemeny y Oppenheim, una teoría TR se

reduce a otra teoría TB si y sólo si ambas teorías difieren entre sí respecto de su

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vocabulario teórico, TB es una herramienta de predicción tan útil como TR (aunque

generalmente sea una herramienta aún mejor) y además TB posee un poder de

sistematización mayor que TR. Simplificando al extremo, la propuesta también puede

reformularse así: TR se reduce a TB si y sólo si TR y TB son herramientas de predicción

distintas, pero la segunda es una herramienta más útil y económica que la primera.

He aquí, entonces, la propuesta inicial de Kemeny y Oppenheim. ¿Cuáles son

los inconvenientes filosóficos que presenta? Cabe mencionar cuatro problemas. En

primer lugar, la propuesta se apoya en una concepción instrumentalista de las teorías

científicas como herramientas cuya (única) finalidad es el establecimiento de

correlaciones entre los fenómenos observables. Pero el instrumentalismo acerca de las

teorías científicas resulta una posición sumamente desacreditada en filosofía de la

ciencia o, al menos, un costo que no muchos filósofos estarían dispuestos a pagar para

resolver la cuestión (más modesta) de elucidar la relación de reducción inter-teórica. En

segundo lugar, la propuesta se apoya también en una dicotomía entre términos

teóricos y observacionales y, correspondientemente, entre enunciados teóricos y

observacionales – un par de dicotomías que han resultado también sumamente difíciles

de articular satisfactoriamente y que han sido sometidas a crítica desde mediados del

siglo pasado (véase, por ejemplo Putnam 1962). En tercer lugar, la propuesta

presupone que los significados de la parte observacional del vocabulario de la teoría

antecedente o reducida, y los enunciados observacionales construidos a partir de ellos,

se conservan en la transición a la teoría reductora o básica. Pero, si uno abandona la

dicotomía teórico-observacional, y además acepta alguna forma (no necesariamente

extrema) de holismo semántico – tesis según la cual el significado de los términos y

enunciados de observación no es independiente, sino que está constituido en parte por

el significado de los términos y enunciados teóricos – entonces no queda claro que el

significado de los términos observacionales de la teoría reducida permanezca intacto o

se conserve en el paso a la teoría reductora, de modo tal que ambas teorías puedan

‚estar hablando‛ del mismo conjunto de enunciados observacionales. Ésta última

crítica, bastante radical, aparece desarrollada en Feyerabend (1962, p. 59), y volveré

sobre ella más adelante.

Por último, el principal problema de la elucidación de Kemeny y Oppenheim es

el siguiente: cuando decimos que una teoría que describe una parcela del mundo se

reduce a otra teoría que parecía describir el comportamiento de otra parcela sumamente

alejada (aparentemente) de la primera, no sólo queremos decir que la teoría reductora

es una herramienta más eficiente de predicción que la primera, sino que queremos

decir que aquello de lo que hablan los conceptos de la teoría reducida no es más que

aquello de lo que hablan los conceptos de la teoría básica. En el ejemplo de la reducción

de la termodinámica a la mecánica estadística, parte de lo que queremos decir es que

aquello que conceptualizábamos como temperatura de un gas no es más que lo que,

desde la mecánica estadística, conceptualizamos como la energía cinética media de las

moléculas que constituyen el gas. Consideraciones análogas valen para la reducción de

la genética clásica a la biología molecular. Es justamente este aspecto de las reducciones

heterogéneas el que no es rescatado por el modelo instrumentalista de Kemeny y

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Oppenheim. En otras palabras, el modelo es demasiado débil: cuando encontramos

ejemplos que satisfacen las tres condiciones que establece, esos mismos ejemplos

también satisfacen otras condiciones mucho más exigentes señaladas por otros

filósofos (Sklar 1967, p.115). Es tiempo de pasar, entonces, a estos otros filósofos y a

esas otras condiciones más exigentes.

La propuesta de Ernest Nagel: conectabilidad, derivabilidad y leyes puente.

La segunda elucidación de la que nos ocuparemos, propuesta por Nagel (1961),

es considerada por muchos autores como ‚la concepción est{ndar‛ de la reducción

entre teorías en filosofía de la ciencia. Con esta consideración se pretende señalar dos

cosas: primero, que es la concepción de la reducción que subyace a la mayoría de los

acalorados debates sobre el reduccionismo y sobre la autonomía de diversas disciplinas

en la segunda mitad del siglo pasado; segundo, que es la concepción de la reducción

m{s cercana a la llamada ‚concepción heredada‛ de las teorías científicas, según la cual

las teorías se identificarían con sistemas de enunciados teóricos interpretados mediante

reglas de correspondencia (para un análisis más detallado de esta concepción de las

teorías, véanse los capítulos 2 y 4).

Nagel menciona una serie de condiciones formales y otra serie de condiciones

materiales o empíricas que toda relación entre teorías debe satisfacer para contar como

un caso de reducción interteórica. En esta presentación de su propuesta nos

centraremos en las condiciones formales que impone Nagel, pues son las que han

generado mayor discusión entre los filósofos.

Según la primera consideración formal preliminar, las teorías que constituyen

los relata de la reducción deben estar presentadas de manera axiomática, de tal manera

que los axiomas teóricos y las leyes experimentales que las componen estén

formulados explícitamente (en cuanto a su forma lógica) y que el significado de los

términos descriptivos esté establecido de manera no ambigua. Claramente, este

requisito es ‚una exigencia ideal, y no una descripción del estado de cosas real en un

momento dado‛ (Nagel 1961, p. 318), por lo que resulta ocioso cargar las tintas sobre el

hecho de que no contamos con reconstrucciones axiomáticas del tipo exigido para las

teorías que nos interesan en el estudio de la reducción. No resulta ocioso, en cambio,

clasificar los enunciados que componen una teoría en cuestión de acuerdo con el

‚papel lógico‛ que juegan en ella. En este sentido, Nagel distingue entre: (a) la clase de

los enunciados que son los postulados o axiomas teóricos fundamentales de la teoría,

los teoremas deducibles a partir de tales leyes solamente y las reglas de

correspondencia asociadas a los términos teóricos que figuran en los postulados

fundamentales; (b) la clase de las leyes experimentales de la teoría; (c) los enunciados

observacionales de la teoría; (d) las leyes que no pertenecen al ámbito reconocido de la

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teoría y que no pueden ser explicadas por ella, sino que son ‚leyes prestadas‛ de otras

disciplinas y que se utilizan, por ejemplo, para describir las características de los

instrumentos de observación (Nagel 1961, p. 321).

El segundo ‚punto formal‛ establece que, si consideramos el conjunto de las

expresiones descriptivas propias (no ‚prestadas‛) de las teorías que constituyen los

relata de la reducción, este conjunto ha de poder dividirse en el subconjunto de las

‚expresiones de observación‛ o términos observacionales, que refieren a objetos, procesos

y propiedades observables, y las ‚expresiones teóricas‛ o términos teóricos, que son

aquellas utilizadas en los postulados teóricos fundamentales de la teoría y que, cabe

agregar, refieren a objetos, procesos y propiedades inobservables.

La tercera consideración formal que Nagel señala es que, generalmente, las

teorías involucradas en una reducción comparten un gran número de términos y de

enunciados, y que dichos términos y enunciados poseen los mismos significados en

ambas teorías, aún cuando estén asociados a distintos ‚procedimientos de elucidación‛

en cada una de ellas. Así, por ejemplo, la termodinámica utiliza términos tales como

volumen, presión y trabajo que coinciden en significado con esos mismos términos

utilizados en mecánica, aún cuando sus valores se determinen de manera diferente en

una u otra teoría (Nagel 1961, p. 323).

Con estas tres consideraciones formales ‚preliminares‛ en mente, Nagel pasa a

enunciar las dos condiciones formales de una reducción entre teorías científicas.

Nuevamente, introduciré algunas abreviaturas y términos técnicos que trataré de

aclarar convenientemente en lo que sigue. Llamemos entonces TR a la teoría reducida y

TB a la teoría de base o teoría reductora. Según Nagel, TR se reduce a TB si y sólo si se

cumplen las siguientes dos condiciones:

Condición de conectabilidad: todos los términos teóricos de TR, o bien pertenecen

también a TB (en el caso de las reducciones homogéneas), o bien, cuando las leyes de TR

poseen algún término ‚A‛ que no pertenece a TB, entonces es posible hallar

‚enunciados de correlación‛ o ‚leyes puente‛ que establezcan relaciones adecuadas

entre el término A de TR y algunos de los términos teóricos de TB.

Condición de derivabilidad: todas las leyes de TR, inclusive aquellas que contienen

el término ‚A‛, deben ser lógicamente deducibles a partir de las leyes teóricas de TB en

conjunción con las leyes puente.

Según Nagel, entonces, una teoría TR se reduce a otra teoría TB si es posible

encontrar ‚leyes puente‛ que vinculen cada término teórico de de TR con algunos de

los términos teóricos de TB, de modo tal que a partir de las leyes de TB en conjunción

con dichas leyes puente se puedan derivar lógicamente las leyes de TR.

Consideremos un ‚ejemplo artificial‛ de reducción para ver claramente cómo

funciona el análisis de Nagel que acabamos de presentar. Imaginemos que la teoría

reducida TR contiene una única ley o postulado teórico, que afirma lo siguiente: ‚Todos

los A son B‛, siendo que los términos ‚A‛ y ‚C‛ que aparecen en la ley pertenecen al

vocabulario teórico de TR. Supongamos que logramos establecer las siguientes leyes

puente (lo cual constituiría todo un logro científico): por un lado, que ‚Todos los A son

S‛ y, por otro lado, que ‚Todos los C son R‛, siendo que ‚S‛ y ‚R‛ son términos que

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pertenecen al vocabulario teórico de la teoría reductora TB. Ahora imaginemos también

que es una ley de TB (no necesariamente un postulado teórico fundamental) que

‚Todos los S son R‛. Si éste fuera el caso, entonces podríamos derivar la única ley de TR

a partir de esta ley que conocemos de TB en conjunción con las dos leyes puente que

descubrimos (y, cabe agregar, en conjunción con ciertas condiciones de contorno).

Puesto que encontramos leyes puente que vinculan cada término teórico de TR con

algunos de los términos teóricos de TB (condición de conectabilidad), y puesto que es

posible deducir lógicamente todas las leyes de TR – en este caso, su única ley – a partir

de las leyes de TB y las leyes puente (condición de derivabilidad), entonces podemos

concluir que la teoría TR se reduce a la teoría TB.

Tomemos ahora un ejemplo un tanto más cercano a la práctica científica,

aunque igualmente idealizado. Una de las leyes fundamentales de la termodinámica es

la ley de Boyle-Mariotte, la cual, en términos informales, afirma lo siguiente: ‚Si un gas

se mantiene a temperatura constante, su volumen es inversamente proporcional a la

presión‛. Supongamos que el único término de esta ley que es propio de la teoría es

‚temperatura‛ (de modo que es un término no aparece en ninguna otra teoría de nivel

inferior). Si hemos de seguir a Nagel, parte del logro científico que representó la

reducción de la termodinámica a la mecánica viene dado por el descubrimiento de la

ley puente para temperatura, que asociaría dicho concepto con el de energía cinética

media de las moléculas, perteneciente a la mecánica estadística. Si uno agrega dicha ley

puente a las leyes de la mecánica estadística, entonces resulta posible deducir

lógicamente la ley de Boyle-Mariotte, lo que constituiría un gran paso hacia la

reducción de la termodinámica a (cierta especialización de) la mecánica.

He aquí la propuesta de Nagel. Esta elucidación nos permite explicitar, en la

forma lógica de la relación de reducción, la intuición de que las teorías que constituyen

los relata de una reducción están vinculadas de manera semántica, y que existe por

tanto una conexión entre los conceptos de una y otra teoría (Díez y Moulines 1999, p.

375). Aún cuando sus virtudes son sobresalientes, hasta el punto de que esta propuesta

constituyó el marco común de discusión para el debate sobre el reduccionismo y la

autonomía de las ciencias especiales durante buena parte del siglo pasado, cabe

señalar, sin embargo, que el modelo de Nagel no está libre de problemas. En lo que

sigue, desarrollaré cuatro de dichos problemas.

En primer lugar, está la cuestión del status de las leyes puente. Nagel es

sumamente cauteloso en este punto, y se refiere a ellas como ‚hipótesis o postulados

adicionales‛ (el nombre de ‚leyes puente‛ pertenece a otros autores). ¿Qué se afirma

cuando se afirma que la temperatura equivale a la energía cinética media de las

moléculas? ¿Se trata de una afirmación de sinonimia entre los términos? No puede

tratarse de mera sinonimia, pues si lo fuera tal afirmación podría conocerse a priori,

examinando simplemente los significados de las palabras, cuando de lo que realmente

se trata es de un descubrimiento empírico o a posteriori. ¿Se trata entonces de

correlación causal entre la temperatura y la energía molecular? Ése no puede ser el

caso, pues las relaciones causales son asimétricas, y las leyes puente pretenden

establecer relaciones simétricas. Como señalan Díez y Moulines (1999, p. 375), las leyes

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puente pretenden establecer una relación de constitución entre las entidades denotadas

por el concepto de la teoría reducida y las entidades denotadas por los conceptos

teóricos de la teoría reductora. En este sentido, las leyes puente deben leerse como

identidades (nomológicamente) necesarias pero conocidas de manera empírica, esto es,

a posteriori. La cuestión, sin embargo, es problemática, y Nagel sólo se limita a concluir

que las leyes puente, cualquiera sea el status que se les otorgue, deben ser tales que ‚no

sea posible fundamentar[las] simplemente elucidando los significados de las

expresiones que contienen‛ (Nagel 1961, p. 328).

En segundo lugar, el modelo de Nagel, al igual que el modelo de Kemeny y

Oppenheim, presupone lo que Feyerabend denomina como ‚principio de invariancia

del significado de los términos‛ a través de una reducción. Recordemos que, para

Nagel, lo que se deduce a partir de TB en conjunción con los principios puente es TR ‚en

persona‛, con todos sus términos primitivos, teóricos y observacionales, y sus

correspondientes significados determinados según la manera de TR. Las leyes puente

juegan un rol crucial en dicha deducción lógica. Sin embargo, según un argumento

desarrollado por Feyerabend (1962) y por Thomas Kuhn (1962, 1981), este tipo de

reducciones ‚conservativas‛ del significado de los términos de TR son, cuanto menos,

contrarias a la práctica científica. El argumento puede desarrollarse considerando el

ejemplo de la termodinámica estudiado por Nagel, pero un cambio de ejemplo tornará

aún más evidente el punto. Consideremos el paso de la mecánica clásica a la mecánica

relativista (Feyerabend 1962). En mecánica clásica, el concepto de masa era absoluto, en

el sentido de que la masa de un sistema no estaba influida por su movimiento en el

sistema coordenadas que se elija. Cuando se determinaba la masa de un sistema en

mecánica clásica, se determinaba una propiedad intrínseca del sistema. En cambio, en

mecánica relativista, la masa se vuelve un concepto relacional, cuya especificación exige

necesariamente la indicación del sistema de coordenadas al cual se refieren las

descripciones espaciotemporales. Según Feyerabend ‚es imposible definir los

conceptos clásicos exactos en términos relativistas o relacionarlos con estos mediante

generalizaciones empíricas‛ (del tipo de las leyes puente de Nagel) pues tales

generalizaciones implicarían la afirmación (falsa) de que la velocidad de la luz es

infinitamente grande, por lo que ‚es necesario abandonar completamente el esquema

conceptual cl{sico una vez que se introduce la teoría de la relatividad‛ (Feyerabend

1962, p. 82), y esta introducción no sólo afecta el significado de los términos teóricos

como masa, sino también el significado del vocabulario de observación. En este sentido,

no existe ‚puente‛ alguno entre la teoría anterior y su sucesora. Feyerabend llega a

afirmar que las teorías en cuestión plantean esquemas conceptuales inconmensurables

entre sí, y que la sustitución de una teoría por otra equivale, en alguna medida, a un

cambio en la visión del mundo (sobre la noción de inconmensurabilidad entre teorías,

véase el capítulo 8).1

1 Feyerabend resume su objeción de la siguiente manera: ‚Nuestro argumento en contra de la

invariancia del significado es simple y claro. Proviene del hecho de que usualmente algunos de

los principios involucrados en la determinación de los significados de las teorías o puntos de

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Sergio Barberis

En tercer lugar, es posible desarrollar una ‚objeción ontológica‛ al modelo de

Hempel (Kim 1998, p. 96). El meollo filosófico de la propuesta de Nagel es que TR se

reduce a TB sólo si es posible deducir TR a partir de TB. Por supuesto, dado que TR

incluye términos primitivos que no pertenecen a TB, tal deducción sólo es posible si

agregamos, entre los axiomas teóricos o leyes de TB, las ‚leyes puente‛ que conectan los

vocabularios teóricos de una y otra teoría. Pero este movimiento, si bien arroja como

beneficio la deducción de TR a partir de TB, tiene un costo quizá demasiado alto desde

un punto de vista ontológico (esto es: desde el punto de vista del reduccionista), pues

la adición de las leyes puente a los axiomas teóricos de TB equivale a una ampliación

tanto del lenguaje como de la ontología de TB. En este sentido, el modelo de Nagel sólo

garantiza la deducibilidad de TR a partir de TB al costo de complejizar el repertorio

conceptual básico de TB, lo cual contradice la intuición filosófica según la cual gran

parte del interés o importancia científica de la búsqueda de reducciones interteóricas

radica en la obtención de una simplificación de nuestra ontología (Kim 1998, p. 97).

En cuarto lugar, considerando nuevamente que el modelo de Nagel exige la

deducibilidad lógica de TR a partir de TB, entonces, si TR resultara ser una teoría falsa,

deberíamos asumir también, por modus tollens, la falsedad de TB (respecto de este tipo

de razonamiento, véase capítulo 3). Pero muchos casos de reducción interteórica en la

historia de la ciencia parecen ser casos en los cuales las TR son empíricamente falsas,

aún cuando las TB a las cuales se reducen son verdaderas (al menos en el momento en

el cual las reducciones se establecen; véase Bickle 1998, p. 24). Consideremos un

ejemplo. Estrictamente hablando, los cuerpos cercanos a la superficie terrestre no

exhiben una aceleración vertical constante en ningún intervalo finito de tiempo,

contrariamente a lo que afirma la mecánica de Galileo. La mecánica galileana es,

tomada literalmente, empíricamente falsa. Pero entonces, ¿cómo puede acomodar el

modelo de Nagel la reducción de la mecánica de Galileo a la mecánica de Newton sin

sacrificar la verdad que se presume de esta última teoría, al menos al momento de la

reducción? Este mismo tipo de sospechas o dificultades surge siempre que las

reducciones que tengamos en mente sean casos de reducciones aproximativas, esto es,

reducciones en las cuales lo que se ‚deduce‛ de TB no es exactamente TR sino una

‚versión aproximada‛ y/o ‚corregida‛ de TR. Pero, tal como señalan Díez y Moulines

(1999, p. 374), la mayoría de los ejemplos concretos de reducción interteórica tomados

de la historia de la ciencia son casos de reducciones aproximativas y no reducciones

exactas, desde la reducción de las leyes de Kepler a la mecánica de Newton hasta la

reducción de la genética mendeliana a la genética de poblaciones.

vista anteriores son inconsistentes con las nuevas y mejores teorías. Señala que es natural

resolver esta contradicción eliminando los principios problemáticos e insatisfactorios anteriores

y reemplazándolos por principios, o teoremas de la nueva teoría. Y concluye mostrando que tal

procedimiento llevará también a la eliminación de los viejos significados y por tanto a la

violación de la invariancia de significado‛ (Feyerabend 1962, p. 83)

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Sergio Barberis

Una solución al problema proveniente de las reducciones aproximativas

compatible con el modelo de Nagel consiste en poner el acento en el hecho de que,

estrictamente hablando, el modelo no exige la deducibilidad de las leyes TR a partir de

las leyes de TB solamente, sino que entre las premisas de la deducción se deben contar

también las leyes puente y ciertas condiciones de contorno. Estas últimas establecen

condiciones empíricas sumamente idealizadas para que la reducción pueda tener

lugar. En el ejemplo de la reducción de la mecánica galileana a la mecánica

newtoniana, las condiciones de contorno podrían limitar, de manera idealizada y

contrafáctica (esto es: contraria a los hechos), la aplicabilidad de las leyes de Newton a

la caída de cuerpos desde distancias igualables a cero. De este modo, la falsedad o

inadecuación empírica se traslada desde TR hacia las condiciones de contorno

idealizadas que figuran como premisas de la deducción (Bickle 1998, p. 25).

Muchos autores han considerado que la estrategia de solución al problema

desarrollada en el último párrafo resulta, de todos modos, insatisfactoria, y consideran

que es necesario desarrollar elucidaciones alternativas que se tomen en serio el carácter

aproximativo de muchos de los casos de reducción en ciencias. En el apartado

siguiente presentaré una de estas elucidaciones alternativas.

La propuesta de Clifford Hooker y Paul Churchland: analogía entre estructuras y el continuo entre reducciones retentivas y eliminativas.

En este apartado pretendo desarrollar concisamente una tercera propuesta de

elucidación de la relación de reducción entre teorías, postulada inicialmente por C.

Hooker (1981) y defendida por P. M. Churchland (1985). Lo interesante de esta

propuesta es que cuestiona algunos de los supuestos fundamentales del ‚modelo

est{ndar‛ de reducción de Nagel, a la vez que toma en consideración una serie de

fenómenos asociados a la reducción que habían permanecido rezagados en las

elucidaciones previas. Según Nagel, lo que se deduce a partir de la teoría básica es una

estructura (un conjunto de enunciados o leyes teóricas) especificada en el vocabulario y en

el marco conceptual de la teoría reducida. Como hemos reseñado, este supuesto entra en

conflicto con la reconstrucción de casos históricos de reducciones aproximativas entre

teorías, en los cuales la reducción involucra la corrección, más o menos radical, de la

teoría reducida. En vistas de este problema, Hooker y Churchland se proponen

imaginar un modelo de reducción que sea independiente de dicho supuesto.

La idea directriz de esta propuesta es que lo que se deduce de TB no es,

estrictamente, TR sino una estructura análoga (en cierta medida y en ciertos respectos) a

TR, pero expresada en el vocabulario de TB. Siguiendo la notación estándar, llamaré T*R

a dicha estructura análoga a la teoría reducida TR pero especificada en el vocabulario

de la teoría básica TB. Churchland (1985, p.3) ofrece una presentación esquemática de

esta propuesta. Según este autor, TR se reduce a TB si y sólo si:

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Sergio Barberis

TB en conjunción con condiciones de contorno,

implica lógicamente a

T*R (un subconjunto restringido de teoremas de TB)

por ejemplo: ‚Todos los A son B‛ y ‚Todos los B que son C son también D‛,

que es isomórfico de manera relevante con la teoría anterior TR

por ejemplo, ‚Todos los J son K‛ y ‚Todos los K que son L son también M‛.

De esta manera, y retomando el ejemplo de la reducción de la mecánica de

Galileo a la mecánica de Newton, lo que se deduce de esta última, en conjunción con

ciertas condiciones de contorno idealizadas o contrafácticas, es una estructura análoga

(un subconjunto de enunciados teóricos) en el vocabulario de la mecánica clásica, que

guarda una relación de ‚fuerte analogía‛ o de ‚isomorfismo‛ con las leyes de la

mecánica previa de Galileo. La tesis de que la reducción involucra una deducción a

partir de TB y condiciones de contorno, y si bien, en primera instancia, parece que la

propuesta se limita a introducir sólo una modificación técnica menor en la elucidación

estándar, sin embargo, la modificación es sustancial, hasta el punto de que permite

evadir toda una serie de problemas que acosan a la propuesta de Nagel.

En primer lugar, la propuesta de Hooker evita el problema del status de las

hipótesis de correlación o leyes puente. Esto es así porque las leyes puente no son

necesarias en lo absoluto para la deducción de T*R, pues se trata de una estructura

especificada en el mismo vocabulario que TB. Por supuesto, ciertas hipótesis de

correlación son necesarias para indicar qué sustituciones terminológicas son necesarias

para obtener los principios de TR a partir de la estructura T*R, pero dichas hipótesis no

constituyen afirmaciones acerca del mundo, sino meros pares ordenados de términos

que funcionan como ‚instrucciones‛ para llevar a cabo la sustitución una vez que ya

derivamos T*R a partir de TB. No necesitan ser consideradas como afirmaciones de

sinonimia, ni como identidades necesarias a posteriori ni como leyes en sentido estricto.

En segundo lugar, la propuesta de Hooker elude el problema de la falsedad o

inadecuación empírica de la teoría previa que toma parte en una reducción. Dado que

la teoría TR no es deducida lógicamente a partir de TB ni siquiera en los casos más

claros de reducción, y dado que no se requiere que las hipótesis de correlación sean

leyes, el problema de la consistencia lógica entre TB y TR ni siquiera surge. Lo único que

la relación de reducción así elucidada requiere es que la estructura T*R resulte una

imitación más o menos compleja de TR (Churchland 1985, p.11). Esta elucidación es

completamente compatible con el hecho de que una de las teorías de la relación, a

saber, TR, sea sustancialmente falsa y que la mayoría de sus términos no refieran a nada

en el mundo.

En tercer lugar, la propuesta de Hooker permite construir un continuo de casos de

reducción intertéorica – un continuo que permite ubicar los diferentes casos de reducción

de la historia de la ciencia entre los dos polos de las reducciones perfectamente retentivas

de las teorías previas y las reducciones completamente eliminativas de las teorías previas.

La diferencia entre las reducciones que se ubican entre estos polos pasa a ser, entonces,

una cuestión de grado, y no una diferencia de clase. ¿Cuál es el criterio que permitiría

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Sergio Barberis

ordenar los diferentes casos de reducción entre estos dos polos? Pues bien, la idea de

Hooker es que dicho criterio lo encontramos en la relativa ‚suavidad‛ de la relación de

analogía entre la teoría reducida y la estructura derivada de la teoría básica y, por

tanto, de las correspondientes reducciones entre la teoría reducida y la teoría básica.

Una relación de reducción es m{s ‚suave‛ cuanto menos numerosas e idealizadas

resulten las condiciones de contorno necesarias para deducir la estructura T*R y cuanto

más difícil resulte imitar todas las leyes de TR mediante los enunciados de T*R. Otro

modo de caracterizar la suavidad de una reducción viene dado por la cantidad de

correcciones empíricas y conceptuales que TB impone sobre las leyes de TR. En el polo

de las relaciones de analogía más suaves entre TR y T*R, resulta posible establecer

identificaciones funcionales entre las propiedades postuladas por la teoría reducida TR

y la teoría reductora TB, y conservar o retener, por tanto, la ontología de la teoría previa

TR. Tal sería el caso, por ejemplo, de la reducción de la óptica física a la teoría

electromagnética (Bickle 1998, p. 30). En el polo de las analogías m{s ‚forzadas‛ o

‚accidentadas‛ entre TR y T*R, la reducción involucra correcciones radicales tanto en la

ideología (esto es: en el sistema conceptual) como en la ontología de la teoría reducida,

las identificaciones funcionales entre las propiedades de las teorías relacionadas

resultan imposibles y se produce la total eliminación o reemplazo de la teoría previa

TR. Tal sería el caso, por ejemplo, del paso de la teoría química del flogisto a la química

de Lavoisier (Bickle 1998, p. 31).

Por último, cabe señalar la principal limitación de esta propuesta. Dicha

limitación consiste en la ausencia de una teoría formal o, al menos, más detallada, de la

naturaleza de la relación de analogía entre la teoría reducida y la estructura derivada de

la teoría básica. En ausencia de dicha teoría, la distinción entre reducciones retentivas y

eliminativas, y el ordenamiento de los diferentes casos históricos de reducción

interteórica, permanecen inevitablemente sujetos al arbitrio (más o menos) subjetivo

del filósofo. El principal desarrollo de este punto oscuro del programa filosófico

iniciado por Hooker y Churchland se encuentra en la obra de John Bickle (1998), quien

presenta una elucidación formal y precisa de la nociones de reducción, analogía,

aproximación y corrección recurriendo a las herramientas teóricas desarrolladas por las

concepciones semanticistas de las teorías científicas, especialmente por el

estructuralismo (Balzer, Moulines y Sneed, 1987. Cf. capítulo 4).

Reducción o Autonomía: La unidad de las ciencias en debate.

En este apartado presentaré los lineamientos generales del debate en filosofía

de la ciencia entre quienes defienden alguna forma de reduccionismo y quienes

defienden la irreductibilidad o autonomía de (al menos, algunas de) las teorías en

ciencias especiales. Lo interesante es que quienes toman partido en este debate no

pueden sino apoyar sus argumentos en alguna elucidación (más o menos) detallada de

la relación de reducción entre teorías científicas. En general, el modelo de reducción

que ha estado presupuesto es el ‚modelo est{ndar‛ de Nagel (1961), que hemos

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Sergio Barberis

evaluado en el tercer apartado de este capítulo. Lo que se ha puesto en cuestión en

estas discusiones es la posibilidad de establecer leyes puente adecuadas entre los

vocabularios teóricos de las ciencias especiales – tales como los vocabularios de la

biología y de la psicología – y el vocabulario de la física. A los fines de esta exposición,

me centraré casi exclusivamente en la discusión respecto de la autonomía de la

psicología y, en particular, en el llamado ‚argumento a partir de la realizabilidad

múltiple‛ de las propiedades mentales sobre las propiedades físicas, tal como aparece

desarrollado por Putnam (1967) y Fodor (1974) y discutido críticamente, entre otros,

por Kim (1989).

Un buen flanco desde el cual acceder al argumento de la realizabilidad

múltiple viene dado por la distinción, que mencionamos en el primer apartado, entre el

fisicalismo y el reduccionismo. Según nuestra primera presentación de la tesis

fisicalista, todo lo que hay, o bien es físico, o bien superviene sobre (esto es, depende

necesariamente de) lo físico. Sin embargo, en este punto son necesarias algunas

distinciones conceptuales adicionales, pues la frase ‚todo lo que hay‛ puede leerse, al

menos, de dos maneras: o bien como afirmando que todas las propiedades mencionadas

en las leyes de cualquier ciencia son propiedades físicas (esto es: presentes en leyes

físicas), o bien puede leerse como afirmando que todos los eventos particulares de los

que hablan las ciencias son eventos particulares físicos. La relación entre propiedades y

eventos particulares es, dicho crudamente, que las propiedades se instancian en

eventos particulares. Así, la propiedad de ser una erupción volcánica se instancia en los

eventos particulares de la erupción del Vesubio en el 79 y la erupción del Mauna Loa

en 1983, por sólo mencionar dos de un número ilimitado de instancias de dicha

propiedad. El mismo tipo de propiedad puede estar instanciada, entonces, en una

multiplicidad de casos o eventos particulares. Con esta distinción entre tipos y casos en

mente, estamos en condiciones de denominar a la primera lectura de la tesis fisicalista

como fisicalismo de tipos, y a la segunda lectura como fisicalismo de casos. El fisicalismo

de tipos afirma que toda clase o tipo que aparece en alguna ley de las ciencias es, en

última instancia, idéntica a una clase de la física. El fisicalismo de casos es una tesis

más débil, que afirma que todo evento particular en el cual se instancia una propiedad

de alguna ciencia es idéntico a un evento particular físico, aún cuando la propiedad (-

tipo) que instancia no sea una propiedad (-tipo) física.

Tanto el fisicalismo de casos como el fisicalismo de tipos son tesis compatibles

con la tesis de la generalidad de la física, según la cual todo evento que caiga bajo el

dominio de discurso de alguna teoría científica (es decir, todo evento del que hable una

teoría científica, pertenezca ésta al ámbito que sea) cae también bajo el dominio del

discurso de la física.

Por su parte, el reduccionismo afirma, como vimos en el primer apartado, que

todas las teorías científicas conforman una jerarquía ordenada por relaciones de

reducción, de tal modo que las todas las leyes científicas se reducen, en última

instancia, a leyes de la física. Pues bien, la idea de los argumentos de Putnam (1967) y

Fodor (1974) es que es posible negar el reduccionismo y conservar, de todos modos, el

fisicalismo de casos. En la medida en que tal posición, que llamaremos fisicalismo no-

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reductivo, sea filosóficamente sustentable, será posible afirmar la autonomía de

determinadas teorías en las ciencias especiales, como la psicología, al mismo tiempo

que se garantiza la generalidad de la física, en el sentido antes explicitado.

La argumentación de Fodor (1974) comienza explicitando la noción de

reducción que, según él, subyace a quienes defienden el reduccionismo y la unidad de

las ciencias. Dicha noción es, en gran medida, la que recoge ‚el modelo est{ndar‛ de

Nagel (1961), por lo que no debería resultarnos extraña. Sin embargo, la presentación

de Fodor es levemente más técnica y precisa, pues tiene que ser sensible a la distinción

entre fisicalismo de tipos y fisicalismo de casos.

Llamemos S1, …, Sn a los predicados descriptivos de una ciencia especial S.

Supongamos que el siguiente enunciado es una ley propia de S:

(1) S1x S2y

La ‚flecha‛ que funciona como conectiva en el enunciado de la ley no debe

leerse como una implicación material, sino como una relación con fuerza modal (esto

es: que expresa cierta necesidad peculiar) y que puede entenderse en términos de

causalidad. En buen castellano, el enunciado (1) afirma lo siguiente: ‚Todos los eventos

que consisten en la posesión de la propiedad S1 por parte de x ‘causan’ la posesión de

la propiedad S2 por parte de y‛. Puesto que S es una ciencia especial, S1 y S2 no son

predicados de la física. Ahora bien, ¿qué quiere decir el reduccionista cuando afirma

que el enunciado (1) de la ciencia S se puede reducir a la física? Pues bien, según Fodor,

el reduccionista se compromete con que es posible establecer las siguientes leyes

puente:

(2) (a) S1x P1y

(2) (b) S2x P2y

Nuevamente, la ‚flecha doble‛ que funciona como conectiva en estas leyes

puentes no debe leerse como el bicondicional material de la lógica estándar, sino que

expresa una relación que afirma la identidad entre los eventos mencionados a cada lado.

Así, traducido al castellano, la ley puente (2a) afirma que: ‚Cada uno de los eventos

que consisten en la posesión de la propiedad S1 por parte de x son idénticos a algún

evento que consiste en la posesión de la propiedad P1 por parte de y‛ (Fodor 1974, p.

122).

Supongamos ahora que P1 y P2 predicados de la física que están vinculados

mediante una ley física como la siguiente:

(3) P1x P2y

Si contamos con una la ley física como enunciada en (3) y las leyes puente

enunciadas en (2), contamos entonces con todo lo requerido para establecer la

reducción de la ley expresada en (1) de la ciencia especial S a la física expresada en (3).

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Sergio Barberis

Si pudiéramos repetir este procedimiento con cada ley de S, entonces afirmaríamos que

hemos reducido S a la física. Las similitudes de esta elucidación de la reducción

interteórica con el modelo de Nagel son evidentes.

Ahora bien, dada esta noción de reducción, ¿qué es lo que sostiene

específicamente, un defensor del reduccionismo? Según Fodor, el reduccionismo

implica que debe ser posible establecer una ley puente para cada uno de los predicados

que aparecen en alguna ley de las ciencias especiales, de modo tal que cada predicado

quede vinculado ‚uno-a-uno‛ con un predicado que aparece en alguna ley física:

Si el reduccionismo es verdadero, entonces toda clase es una clase física o es co-

extensiva con una clase física. Cada clase es una clase física si las leyes puente

expresan identidades nomológicamente necesarias entre propiedades, y cada clase

es co-extensiva con una clase física si las leyes puente expresan identidades

nomológicamente necesarias entre eventos. Esto se sigue inmediatamente de la

premisa reduccionista según la cual cada predicado que aparece como el

antecedente o el consecuente de una ley de una ciencia especial debe aparecer

como uno de los predicados reducidos mediante alguna ley puente, junto con el

presupuesto de que los predicados de clase son aquellos cuyos términos figuran

como variables ligadas en leyes (Fodor 1974, p. 122)

Sin embargo, según Fodor, este tipo de vínculos uno-a-uno entre las clases de

ciencias especiales y las clases de la física son imposibles de obtener, por lo que el

reduccionismo resulta una posición ‚intolerable‛. La razón por la cual las leyes puente

resultan imposibles está íntimamente relacionada con un fenómeno señalado con

anterioridad por Putnam (1967): la múltiple realizabilidad de las propiedades de orden

superior (biológicas, psicológicas, sociales, etc.) sobre eventos particulares físicos.

Según Putnam, este fenómeno resulta evidente para el caso de los estados psicológicos,

tales como tener un dolor:

Considérese lo que el teórico del estado-cerebral [brain-state theorist] tiene que hacer

para dar apoyo a sus afirmaciones. Tiene que especificar un estado físico-químico

tal que un organismo cualquiera (no sólo un mamífero) tiene un dolor si y sólo si:

posee un cerebro de una estructura físico-química apropiada y (b) su cerebro está

en ese estado físico-químico. Esto significa que el estado físico-químico en cuestión

debe ser un estado posible de un cerebro de mamífero, de un cerebro de reptil, de

un cerebro de molusco (los pulpos son moluscos, y ciertamente sienten dolor), etc.

(Putnam 1967, p. 436)

El fenómeno que para estos autores implica la imposibilidad de la construcción

de las leyes puente necesarias para reducir la psicología, entre otras ciencias especiales,

a la física, es el fenómeno de la realizabilidad múltiple de lo mental en lo físico:

cualquier propiedad psicológica (-tipo) puede estar físicamente ‚realizada‛ o

‚instanciada‛ en una gran variedad de estructuras físicas, dependiendo del tipo de

organismo en cuestión e incluso de las idiosincrasias de la constitución física de cada

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Sergio Barberis

organismo particular. Así, el mismo estado mental de tener un dolor podría estar

instanciado en un cierto tipo de estado físico en los seres humanos, digamos la

estimulación de las fibras-C del cerebro, pero estar instanciado en otro tipo de estado

físico en otros organismos que son capaces de sentir dolor, como los reptiles o los

moluscos. Incluso el mismo estado de tener un dolor podría estar instanciado en

distintos tipos de estados físicos en diferentes seres humanos, si uno de ellos, por

ejemplo, sufrió un traumatismo de cráneo de niño y las funciones de recepción del

dolor fueron asumidas por otra área del cerebro. En este sentido, Fodor afirma que ‚es

enteramente posible que el sistema nervioso de los organismos superiores alcance un

fin psicológico dado mediante una gran variedad de medios neurológicos‛ (1974, p.

125).

Dado el fenómeno de la múltiple realizabilidad, lo máximo a lo que pueden

aspirar los reduccionistas es a formular enunciados ‚salvajemente disyuntivos‛ como

el siguiente:

(4) S1x P1x o P2x o P3x o… o Pnx

Siendo P1, …, Pn predicados que describen los diferentes ‚realizadores físicos

potenciales‛ de la propiedad S1, esto es los diferentes eventos físicos que serían

suficientes, cada uno de ellos, para instanciar la propiedad S1. Está claro que la

disyunción a la derecha del enunciado (4) no puede constituir una clase natural de la

física, y por tanto el enunciado (4) no puede tratarse de una ley científica. Pero si lo

máximo a lo que puede se puede aspirar es a enunciados de este tipo, entonces el

reduccionista no cuenta con el tipo de leyes que necesita para llevar a cabo su

programa.

Sin embargo, el fenómeno de la realizabilidad múltiple, aún cuando veda el

paso a las aspiraciones del reduccionismo, es enteramente compatible con un

fisicalismo de casos: pues, si bien la clase S1 de la ciencia especial S no es reductible a

ninguna clase natural de la física, está claro que cada uno de los eventos particulares en

los cuales dicha clase puede instanciarse puede perfectamente ser un evento físico. De

este modo, el argumento a partir de la múltiple realizabilidad cuestiona el

reduccionismo y el ideal de la unidad de las ciencias pero sin sacrificar el fisicalismo y,

por tanto, sin sacrificar la idea de la generalidad de la física.

¿Qué réplica podría esbozar un reduccionista frente al argumento a partir de la

realizabilidad múltiple? Una estrategia plausible de respuesta es la desarrollada por

Kim (1989). Según este filósofo, aún cuando no sea posible lograr una reducción

uniforme o global de la psicología a la biología o a la neurofisiología mediante leyes

puente irrestrictas – esto es, mediante leyes que abarquen todos los organismos

actuales y posibles – sin embargo, el fenómeno de la realizabilidad múltiple, tal como

aparece presentado por Putnam y Fodor, es enteramente consistente con el desarrollo

de una serie de reducciones específicas-por-especie o locales mediante leyes

bicondicionales específicas-por-especie (Kim 1989, p. 44). Estas leyes establecerían

conexiones fuertes (en términos de explicitar condiciones necesarias y suficientes) entre

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tipos de estados físicos y tipos de estados psicológicos, pero de manera relativizada a

una especie o estructura. En este sentido, estas leyes bicondicionales establecerían

vínculos del tipo: ‚Para toda estructura o especie E, la ocurrencia del estado físico F es

condición nomológicamente necesaria y suficiente para la ocurrencia del estado

mental M‛. Según Kim, este tipo de reducciones locales constituyen una descripción

plausible del trabajo en neurobiología y neurociencia cognitiva, y si bien difieren en

alcance respecto de las tradicionales leyes puente irrestrictas, están a la altura de las

exigencias del fisicalista más vigoroso.

Dejaremos aquí el debate sobre el reduccionismo y la autonomía de las ciencias

especiales. Los argumentos desarrollados en este apartado no agotan, ni mucho menos,

dicho debate, pero sí ofrecen un ejemplo paradigmático del tipo de discusión que se

lleva a cabo en estas regiones de la filosofía, y del estrecho vínculo entre estas

discusiones y la cuestión de la reducción interteórica en filosofía de la ciencia. Espero

que sea evidente a esta altura del capítulo que cuál sea la postura filosófica que se

adopte respecto de la tesis metafísica del reduccionismo depende, de una manera

fundamental, de la noción de reducción entre teorías científicas que se acepte. Por

supuesto, otros problemas y complicaciones adicionales han quedado meramente

sugeridos: ¿en qué medida el argumento de la realizabilidad múltiple afecta aquellas

posiciones reduccionistas que no se comprometen con una concepción estándar de la

reducción, como es el caso de la concepción de Hooker (1981) y Churchland (1985) que

examinamos en el cuarto apartado? ¿qué otros argumentos o problemas asedian a

dichas variantes no-estándar del reduccionismo? La respuesta a este tipo de

interrogantes será tarea para otro día.

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