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Basta ya de excusas

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Proyecto para toda la familia cristiana, con el fin de desarrollar el hábito de tener como primer cita del día, la cita con Dios.

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Basta ya de excusasElías Betanzos · Noviembre 2014

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publicación

mensual gratuita

Ediciones Ginosko

Año iv Número 11

20,000 ejemplares.

Versión digital en

www.familiacap.org

Centro de

AlAbAnzA y

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Reuniones dominicales:

10 am, 12:30 y 7:00 pm

Martes: 7 pm

Km. 6.5 Carretera

Oaxaca-Tule

(Deportivo Oaxaca)

San Francisco Tutla

Oaxaca de Juárez, Oax.

Oficinas: Jazmines

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Oaxaca de Juárez, Oax.

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Somos linaje escogidoPastor Elías Betanzos Octubre 2014

5 • Basta ya de excusas (Editorial) 6 • Arregla el problema, no la culpa 7 • Dile sí a la verdad 8 • No tienes que olvidar 9 • Tú eliges 10 • No tengo tiempo 11 • Así es mi temperamento12 • Tengo un corazón muy duro 13 • En la Iglesia hay cizaña 14 • El temor al rechazo 15 • Excusas y más excusas 16 • La excusa de la incredulidad 17 • La incapacidad no es una excusa18 • No hay excusa 19 • La excusa de sentirnos insignificantes 20 • Yo no soy pecador21 • Soy demasiado pecador 22 • Soy muy joven para hacerme cristiano 23 • Ya soy suficientemente bueno 24 • Soy sincero en todo lo que hago 25 • Sacrificio de alabanza 26 • Para Dios no hay excusas 27 • No hay lugar para las excusas 28 • Dios te respalda cuando obedeces 29 • No necesitas ver para creer 30 • Dios hace la obra 31 • Escondido en el bagaje 32 • Es demasiado para mí 33 • No “quiero” ser sano34 • Siguiendo instrucciones ilógicas 35 • Levántate y ve

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Cita con Dios · la reunión a la que no puedes faltar

BASTA YA DE EXCUSAS

E xcusas, excusas, excusas, nos hemos vuelto expertos en inven-tar excusas para todo. Tenemos excusas para no pagar lo que

debemos, para no pagar nuestros impuestos, para no ir a trabajar; así mismo tenemos excusas para no vivir la vida que Dios quiere que vi-vamos. Tenemos excusas para no dejar el pecado o para no tratar con conductas que afectan nuestra relación con Dios y con los demás.

¡Ya basta de excusas! Dios nos ha hecho libres; tenemos Su Palabra para guiarnos, Su Espíritu para consolarnos y fortalecernos y Su presencia para protegernos y animarnos. No hay excusas para servir, ya que Dios nos ha dado todos los elementos para la victoria espiritual, solo es cuestión de que tomemos esas armas y conquiste-mos a nuestros gigantes.

Este es el propósito de este devocional. Queremos animarte a dejar las excusas y a asumir tus responsabilidades como creyente en Cristo.

Es tiempo de ser las personas que Dios quiere que seamos; es tiempo de vivir en victoria e ir de triunfo en triunfo en Cristo Jesús; es tiempo de matar a nuestros gigantes y superar esos obstáculos que nos han detenido. No hay excusas, pues todo lo podemos en Cristo. ¡En Dios haremos proezas!

Pastor Elías BetanzosDirector General

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Sábado 1 de noviembre | Lectura del día: Colosenses 3:1-17

Arregla el problema, no la culpaPero ahora abandonen también todo esto: enojo, ira,

malicia, calumnia y lenguaje obsceno. Colosenses 3:8 (nvi)

S olo tienes una cierta cantidad de energía emocional. En una conversación donde estás tratando de resolver un conflicto, pue-

des usar esa energía para arreglar la culpa o puedes usar esa energía para solucionar el problema. No tienes suficiente energía para hacer ambas cosas, así que lo que deberías preguntarte es ¿qué es más im-portante, culpar a la otra persona o resolver el conflicto? La respuesta correcta será siempre solucionar el problema, no la culpa.

Todas las parejas casadas necesitan algunas reglas al momento de tratar de buscar una solución al problema, junto con ciertas pala-bras que ambos estén de acuerdo en no utilizar. Hay algunas cosas que nunca, nunca, se deben decir en un matrimonio, ya que estas se convierten en armas de destrucción masivas.

Algunas de estas armas son: la amenaza de divorcio, amena-zar con irse, traer a los padres de alguien, etc. Tienen que estar de acuerdo en que, no importa lo molesto que esté el uno con el otro, esas palabras están fuera de los límites, porque destruyen la relación y terminan con la confianza. Mencionar estas palabras es como poner un revólver en la mesa y esperar a que alguno lo tome.

La Biblia es muy específica sobre lo que está fuera de los lí-mites. La razón por la que necesitamos enfocarnos en solucionar el problema y no la culpa, es porque culpar es una forma de juzgar, y solo Dios tiene el derecho de juzgar. Tú no eres el juez, no cono-ces la motivación de los demás y, de hecho, no conoces tu propia motivación la mayor parte del tiempo. Solo Dios la conoce, así que abandona todo deseo de tener la razón y culpar al otro, y permite que Él sea el juez.

A muchas excusas, poco interés.

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Domingo 2 de noviembre | Lectura del día: Proverbios 20:20-27

Dile sí a la verdadDios nos ha dado la conciencia para que podamos

examinarnos a nosotros mismos. Proverbios 20:27 (tla)

L a mejor manera de salir de un viaje de culpabilidad es, en pri-mer lugar, admitir tu culpabilidad. No enterrarla, ni negarla, y

no ignorarla. ¡Solo admitirla! Aun cuando conocemos esta verdad, intentamos huir de nuestra culpa. Pero cuando se huye de la culpa, esta te va a alcanzar.

El problema de estarte moviendo siempre, es que la llevas contigo. ¡El problema está en tu mente! No importa cuán ocupado estés o hacia donde corras, vas a estar igual de estresado si tu estrés viene de remordimientos, culpa o vergüenza. Dios no quiere que vivas de esa manera. La Biblia dice que no puedes huir de ti mismo; puedes ser capaz de esconder tu culpa de todos los demás, pero no puedes esconderla de ti mismo.

Como seres humanos tenemos una capacidad increíble de mentirnos a nosotros mismos. Dices que no es malo cuando real-mente es malo y que está mejorando cuando no es así; dices que estás bien cuando por dentro te estás consumiendo; te dices a ti mismo que eres realmente más y mejor de lo que realmente eres.

Para dejar de derrotarte a ti mismo, tienes que dejar de enga-ñarte a ti mismo. Tienes que decirte la verdad.

¿Qué es lo que nos derrota? Todo tipo de cosas: la preocupa-ción, la envidia, la amargura, los celos y la culpabilidad nos derrotan. El miedo, la ansiedad e inseguridad también nos derrotan.

Es por eso que, periódicamente, tienes que hacer un poco de limpieza espiritual en tu vida. Mucha gente de vez en cuando se toma un tiempo para ir a través de la casa y darle una limpieza adi-cional u organizar cosas que normalmente son abandonadas.

Por lo menos una vez al año debes hacer un inventario per-sonal de tu condición espiritual: ¿Dónde me he equivocado? ¿Qué errores he cometido? ¿De qué me siento culpable? Si eres honesto contigo mismo, el Espíritu Santo comenzará a llevar estas cosas a tu mente, y traerá sanidad a tu vida.

A muchas excusas, poco interés.

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Índice

Lunes 3 de noviembre | Lectura del día: Romanos 8:28-39

No tienes que olvidarAhora bien, sabemos que Dios dispone

todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito.

Romanos 8:28 (nvi)

¿H as escuchado esta frase una y otra vez: “Perdona y olvida”? Pero hay un problema: no puedes hacerlo. La verdad, ¡es im-

posible! Realmente no puedes olvidar un daño en tu vida. De he-cho, no puedes ni siquiera intentar olvidarlo, porque cuando estás tratando de olvidar, en realidad te estás enfocando en lo que quieres olvidar.

Olvidar no es lo que Dios quiere que hagas. En cambio, quie-re que confíes en Él y veas cómo Él puede sacar lo bueno de eso. Eso es más importante que olvidar, porque entonces le puedes dar gracias a Dios por lo bueno que sacó de ello. Tú no puedes dar gracias a Dios por cosas que no recuerdas ya.

La Biblia no dice que todas las cosas son buenas, porque no todas las cosas son buenas. El cáncer no es bueno, la enfermedad no es buena, la muerte no es buena, el divorcio no es bueno, la guerra no es buena, la violación y los abusos no son buenos. Hay muchísi-mas cosas que son malas. No todo lo que sucede en este mundo es la voluntad de Dios.

Pero Dios dice que Él sacará lo bueno de las cosas malas de la vida si confías en Él. Cuando vienes a Él y dices: “Dios te doy todo mi ser”, Él te da la paz en tu corazón aun cuando no comprendes el dolor en tu vida; puedes perdonar sabiendo que Dios usará ese dolor para bien.

No tienes que olvidar el mal que alguien te hizo. ¡No puedes hacerlo incluso si has tratado de hacerlo! Pero Dios dice que no tie-nes que olvidarlo. Lo único que tienes que hacer es perdonar y luego ver cómo Él sacará lo bueno de ello.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Martes 4 de noviembre | Lectura del día: Proverbios 29:1-11

Tú eligesEl necio da rienda suelta a su ira, pero el

sabio sabe dominarla. Proverbios 29:11 (nvi)

S i quieres controlar tu temperamento, debes elegir controlarlo. Tienes que dejar de decir “no lo puedo controlar” y darte cuenta

que sí puedes. Como el amor, la ira es una opción. Cuando te eno-jas, tú eliges enfadarte. Nadie te obliga a enojarte. Es común que la gente diga “¡Me pones furioso!” pero nadie puede hacerte enojar sin tu consentimiento. La ira es una opción y debes elegir controlarla. De hecho, tienes mucho más control sobre tu enojo, del que quizás deseas admitir.

Digamos que estás en casa y estás en una discusión con al-guien de tu familia. Los tonos de voz empiezan a subir, las emocio-nes empiezan a fluir y se enojan. De repente, suena el teléfono y tú respondes dulcemente: “¿Bueno? ¡Ah sí, un momento por favor! Es para ti cariño”.

¿Qué pasó? La verdad es que no querías sentirte avergonzado o tener que explicar, así que volcaste tu furia rápidamente. La ira es altamente controlable. ¿Quieres ser una persona necia o una persona sabia? La manera que respondes a una situación es tu responsabilidad y solo tuya. Tú eliges.

El momento para controlar tu ira no es cuando está aumen-tando tu presión arterial, o tu adrenalina se está administrando en tu sistema, o cuando sientes el calor en tu rostro y tus músculos se tensan. En ese momento ya has perdido la batalla.

Mejor elige controlar tu ira por adelantado, antes de ir a esa reunión o antes de abrir la puerta de tu casa al final del día. Tú eliges “Hoy no me voy a enfadar. No voy a dejar que me controle la ira.” Controlas tu ira eligiendo primero, decidiendo de antemano que vas a contenerla.

¿Cuál es una mejor manera de responder a una situación que te hace enojar? Como lo haría Jesús: perdonando y controlando tus emociones a pesar de la situación. Tú decides.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Miércoles 5 de noviembre | Lectura del día: Eclesiastés 9:1-12

No tengo tiempoPorque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los

peces que son presos en la mala red, y como las aves que se enredan en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres

en el tiempo malo, cuando cae de repente sobre ellos. Eclesiastés 9:12

U no de los regalos maravillosos que Dios ha dado al ser huma-no es el tiempo. Se lo entrega en cada amanecer al creyente y

al incrédulo, en igual proporción: 1440 minutos, 86,400 segundos, cada 24 horas, cada día. El hombre solo es un administrador de este extraordinario recurso que recibe.

Una forma adecuada de utilizarlo es dedicándoselo a nuestro Dios y usándolo en aquello que vale la pena, en aquello que tiene importancia, en lo que es espiritual. Isaías 55:6 nos recuerda: “Bus-cad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano.” Sin embargo, el ser humano se excusa diciendo “No tengo tiempo”. “No tengo tiempo para buscar a Dios, (aunque dedique una buena parte de mi día a la diversión). No tengo tiempo para leer la Palabra de Dios, (pero sí para hablar con los amigos por teléfono). No tengo tiempo para hacer un devocional u orar, (pero sí para ver deportes en la televisión).” No que estas cosas sean malas, pero hay otras que tienen mayor importancia y valor, y que se deben priorizar.

El creyente en Cristo Jesús no es la excepción para poner esta excusa. Una de las recomendaciones del apóstol Pablo a los Efesios en 5:15-16 fue “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.” Debemos enfatizar la relación con Dios, la relación con la familia, el uso de los medios de gracia para nuestro desarrollo espiritual, las disciplinas espirituales, nuestro trabajo en la obra de Dios.

Si todavía no has aceptado a Cristo en tu vida, hoy es tu día de salvación. Y tú, que ya tienes a Cristo en tu corazón, entrégale tu tiempo, tus dones, tus talentos, tus habilidades naturales, tus fuerzas y aprovecha toda oportunidad para servirle, en lugar de usar la excu-sa: “No tengo tiempo”.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Jueves 6 de noviembre | Lectura del día: 2 Timoteo 1:1-7

Así es mi temperamentoPorque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7

L a excusa que algunas personas dan para justificar sus actitudes y reacciones que afectan a otros, que lastiman a los demás, es decir,

“así es mi manera de ser”.Reconocemos que el temperamento, que viene del latín Tem-

peramentum, que significa “medida”, es la manera natural con que un ser humano interactúa con el entorno. Es la capa instintiva afectiva de la personalidad, sobre la cual la inteligencia y la voluntad mo-delarán el carácter. Se trata de un modo espontáneo y natural de reaccionar, no prendido, ni inducido por el ambiente o la educación.

Se dice que una persona tiene mucho temperamento cuando sus reacciones son vehementes e intensas. Estudiosos de la conducta humana del pasado, como Hipócrates (460-370 a.C.) y Galeno (129-200 d.C.) distinguían entre cuatro tipos de temperamentos: flemáti-co (las personas apáticas o racionales), colérico (con un predominio de los impulsos), melancólico (cercano a la congoja y el abatimiento) y sanguíneo (sujeto de humor variable).

En la obra de Dios tenemos la oportunidad de trabajar y tratar con personas de diferente temperamento, de diferente carácter, con distintas reacciones a los estímulos externos. Para todos hay lugar en la “Vajilla del Rey”; Dios nos necesita y tiene un lugar de servicio donde podemos desarrollarnos. El grupo de los doce discípulos de Jesús es un claro ejemplo de la variedad de personas con las que Él trabajó. En el Antiguo Testamento, en Nehemías 3, encontramos una cantidad diferente de oficios, cargos, actividades y personajes, unidos todos en la reconstrucción de los muros en Jerusalén.

Si como excusa de un mal carácter, un genio negativo o una actitud violenta hablas de tu temperamento, en el Espíritu Santo tenemos la ayuda para tener dominio propio, temperancia o control sobre toda reacción que no agrade a Dios. Solamente tenemos que consagrarnos a Dios y entregarle nuestro ser totalmente y Él nos ayudará para vivir conforme a Su voluntad, siendo de bendición para otros en todo lo que digamos o hablemos.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Viernes 7 de noviembre | Lectura del día: Ezequiel 11:16-20

Tengo un corazón muy duroY les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré

dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne. Ezequiel 11:19

L a máquina más que perfecta en el organismo es el corazón. Tiene el tamaño de un puño, es hueco y tiene forma de pera. Este mús-

culo cardiaco funciona como una bomba. Recoge la sangre pobre de oxígeno del organismo, y la bombea hacia los pulmones, donde se oxigena y libera los desechos metabólicos (dióxido de carbono). La sangre enriquecida en oxígeno será distribuida desde el corazón hacia todos los órganos del cuerpo humano. Solamente a lo largo de un día, el corazón es capaz de enviar 8.000 litros de sangre por los 100.000 kilómetros de vasos sanguíneos a todas las células de nuestro cuerpo. Pero no es de este corazón del que habla el profeta Ezequiel, sino del asiento de las emociones, de los sentimientos, de la voluntad.

Hay quienes ponen de excusa que tienen un corazón endure-cido y por lo tanto no pueden acercarse a Dios, ni tener una relación con Él. Otros más argumentarán que no pueden amar a los demás por el mismo motivo. La realidad es que, no importa si las experien-cias difíciles de la infancia o adolescencia en tu hogar, el maltrato de tu cónyuge, las agresiones recibidas en el trabajo o cualquier otro motivo te ha llevado a que tu corazón se haya endurecido; la espe-ranza está en el hecho de que Dios, si nos entregamos a Él, puede quitar de nosotros el corazón de piedra y darnos uno sensible, de carne; un corazón capaz de acercarse a Dios, capaz de amar y ser amado; un corazón que sueñe, que anhele, que tenga su esperanza fundamentada en las Sagradas Escrituras.

Llorar con los que lloran, reír con los que ríen, sentirse débil con el necesitado, amar al desamparado, tener misericordia de los desamparados es posible cuando Dios, el cirujano divino, ha hecho el trasplante de un corazón de carne y ha quitado el corazón endu-recido por el pecado.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Sábado 8 de noviembre | Lectura del día: Mateo 13:25-30

En la Iglesia hay cizañaDejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en

manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero. Mateo 13:30

U na de las excusas favoritas de quienes no quieren asistir a la Iglesia o depositar su fe en Dios es: “Para qué voy a la iglesia,

si Dios está en todas partes, le puedo adorar en mi casa. Además la Iglesia está llena de hipócritas”.

Hipócrita es una persona que aparenta ser algo que no es. En teatro se representa con esa máscara que tiene a la vez un rostro triste y uno alegre. Es decir, hipócrita es aquella persona que no es un cris-tiano, sino una que solo aparenta serlo. Los empleados de un banco aprenden a distinguir el dinero falso a base de estudiar el verdadero. Cuando ven un billete falso, lo identifican, porque conocen muy bien las características del verdadero. De igual manera se reconoce un verdadero cristiano y uno falso.

Aquella persona que ha aceptado a Cristo como su Salvador y como su Señor, es alguien que tiene amor por otros, que se esfuerza cada día en guardar los mandamientos del Señor, que ama a Dios con todo su ser, que perdona siempre, que perdona a sus enemigos, que comparte las buenas noticias de salvación con los demás, que asiste regularmente a las actividades de la Iglesia, que apoya la obra de Dios con sus finanzas. Por el contrario, un hipócrita es aquel que participa de la adoración, pero maltrata a su esposa en casa, atemoriza a sus hijos, vive una vida desordenada en secreto, no obedece la Palabra de Dios, es deshonesto, toma ventaja en los negocios y miente cada vez que puede. Conociéndoles, se puede distinguir al hipócrita del cristiano verdadero.

Si alguien nos dice que a la Iglesia asisten muchos hipócritas, les diremos que también vienen ladrones, adúlteros, mentirosos y muchos pecadores más, porque están buscando la gracia transforma-dora de Dios para sus vidas. Jesús dijo “que la cizaña crezca juntamente con el trigo”; a su tiempo los apartará el Señor.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Domingo 9 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 4:1-7

El temor al rechazoMoisés volvió a preguntar: ¿Y qué hago si no me creen ni me hacen caso? ¿Qué hago si me dicen: El Señor no se te ha aparecido? Éxodo 4:1 (nvi)

C uando Dios nos envía a cumplir una misión, muchas veces pre-sentamos como excusa para no llevarla a cabo el temor a ser re-

chazados por aquellos a quienes el Señor nos envía. Moisés no había olvidado que en su primer intento por ayudar a los judíos no le fue muy bien, ya que estos le dieron la espalda. Como conoce el corazón de sus hermanos, siente que le va a suceder lo mismo. Se olvida que quien lo estaba enviando, el Señor, conocía los tiempos, y le garan-tizaría con Su presencia un final de éxito. Las dudas que tratan de afectar nuestra fe deberán motivarnos a recordar las promesas que nuestro Dios nos ha dado en Su Palabra.

La respuesta que Dios da a Moisés en Éxodo 4:2-9 con dos señales, una con la vara que se volvía culebra y otra con su mano que se volvía leprosa y se limpiaba, eran su respaldo frente al pueblo. Un líder nunca debe olvidar que la mayor autoridad en su vida provie-ne de la intensidad de su comunión con Dios. También entendería el caudillo Moisés que si la gente a la que estaba siendo enviado lo rechazaba, estaba rechazando en realidad a quien lo había enviado.

Hasta hoy, el temor al rechazo solamente es una excusa para no obedecer al Señor, ya que cada vez que Él nos asigna una misión, garantiza Su presencia de manera permanente y todos los recursos necesarios para ser exitosos en la empresa. La búsqueda constante de aprobación de los demás en todo lo que hacemos puede manifestar una baja autoestima, provoca un sentir desagradable y no nos permite actuar con libertad; inclusive podríamos experimentar frustración.

Por lo tanto, lo mejor es quitar de nosotros todo temor para que confiadamente sirvamos a Dios con alegría. La bendición será para nosotros y la gloria para Dios.

Quien quiere hacer algo, busca el medio; quien no lo quiere hacer, busca excusas.

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Lunes 10 de noviembre | Lectura del día: Romanos 2:1-10

Excusas y más excusasPor lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. Romanos 2:1

S e conoce como excusa al acto de enumerar razones, pretextos o disculpas para despojarse de eventuales culpas, al no querer

hacer algo, liberar a alguien de una obligación o responsabilidad, impedir que algo perjudicial se concrete o disculpar alguna omisión. Generalmente las excusas llevan una motivación oculta o que no se considera como válida. Por ejemplo: “Estados Unidos de Norteamé-rica invadió Irak en 2003 con la excusa de buscar las armas químicas que sus servicios de inteligencia decían que tenían. Dichas armas nunca aparecieron y hay quienes sostienen que el verdadero motivo era quedarse con el petróleo del país árabe.”

Es lamentable que esta actitud se cultive desde que nacemos, a través de nuestros padres. Los pequeños aprenden que cuando los mayores cometen algún error, en lugar de asumir su responsabilidad, buscan pretextos o excusas para justificarse. Así al crecer, terminan culpando a los maestros, a los padres o a los demás de sus propias faltas.

La máquina de excusas comenzó a funcionar en el huerto de Edén, cuando Dios confrontó a Adán de haberle desobedecido y él culpó a Eva, quien a su vez, culpó a la serpiente y si Dios la hubiera dejado hablar, de seguro la serpiente hubiera culpado a Dios mismo del pecado del ser humano. Desde entonces, día y noche no se ha detenido el hombre y la mujer de dar excusas, en lugar de aceptar su culpa y pedir perdón.

Escribiendo a los Romanos, el apóstol Pablo les enseña que el juicio de Dios viene cuando se utilizan excusas que no son válidas y que lo mejor es asumir nuestra responsabilidad, experimentando la riqueza de Su benignidad, paciencia y longanimidad, que nos guía al arrepentimiento. No hay nada mejor que practicar la honestidad, la justicia y el compromiso de reconocer cuando no hemos hecho lo correcto o hemos fallado en algo, buscando la gracia y el perdón de nuestro Señor. Evitemos las excusas y hagamos lo que Dios nos manda que hagamos.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Martes 11 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 3:1-13

La excusa de la incredulidadDijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren:

¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Éxodo 3:13

E l llamado que Dios hizo a Moisés era increíblemente grande, especial, único: Sacar a Su pueblo de la esclavitud en Egipto y

llevarlo a la tierra prometida, la tierra de Canaán, de donde “fluye le-che y miel”, una tierra buena y ancha. Moisés no solamente duda de su propia personalidad, sino también duda de la personalidad de Dios. Seguramente su falta de comunión íntima con su Señor provoca esta carencia, porque quien conoce a su Señor en la intimidad de su co-munión, no duda del poder y la majestad del Señor quien le llama.

La respuesta de Dios está en Éxodo 3:14-18. El Señor le revela a Moisés que existe una relación eterna que impone un límite de alcance de nuestro conocimiento de Él, pero que también lo iría conociendo a medida que caminaban juntos. Le anticipa una victo-ria sobre faraón, quien no dejará ir al pueblo de Israel, pero Dios lo vencerá por medio de Moisés.

Enfatizamos el hecho de que hay incredulidad en el caudillo, porque no tiene un conocimiento íntimo con su Señor. Sin embar-go, superando esta excusa, logra el líder una relación tan cercana que confía plenamente en su Señor y depende totalmente de Él hasta lograr el objetivo por el que fue llamado.

Muchas veces estamos caminando con nuestro Señor sin con-fiar plenamente en Él. Nos parece que la incredulidad no nos permi-te entender que nuestro Dios puede hacer grandes cosas en nosotros y por medio de nosotros; que hará milagros, prodigios, portentos y maravillas que ni siquiera imaginamos.

En otras ocasiones, hasta tenemos temor de que el Señor se manifieste por medio de nosotros. Si dejamos a un lado la excusa de la duda, de la incredulidad, dejaremos que Su nombre sea glorificado en nosotros y por medio de nosotros. Permitamos que el nombre de nuestro Padre Celestial sea glorificado en las obras maravillosas que hará por medio de nosotros.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Miércoles 12 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 4:7-10

La incapacidad no es una excusaEntonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido

hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. Éxodo 4:10

P areciera que una de las excusas favoritas del ser humano para no servir a Dios es decirle a Él nuestra incapacidad, como si no lo

supiera o no nos conociera completamente. Pareciera que ignoramos que estamos hablando con alguien que sí nos conoce.

Moisés dice: “Señor, yo nunca me he distinguido por mi faci-lidad de palabra”. Siente que está en la obligación de explicarle que sufre una discapacidad a la hora de hablar, como si ese detalle se le hubiera escapado al Señor. La historia del pueblo de Dios abunda en personas carentes de la capacidad de llevar adelante la tarea a la que se les ha llamado. Moisés conocía la obra extraordinaria en Abraham y Sara, cuya esterilidad y edad les impedía concebir hijos. También sabía de las experiencias de Jacob y José, que llegaron a lugares de autoridad por los caminos más extraños.

La respuesta de Dios en Éxodo 4:11 ubica a Moisés frente al Creador de todo, incluyendo su boca, su lengua, su paladar; lo ubica frente al Señor, que es soberano sobre todas las cosas, quien también decide mostrar Su gloria a través de un hombre que no es elocuente a la hora de hablar.

Al final de cuentas, ¿Quién de nosotros es capaz, con sus limi-tados recursos, de hacer lo que Dios le manda? Simple y sencillamen-te, Él no llama a los capacitados, sino capacita a los llamados. Nues-tros recursos son muy limitados para pretender cumplir el llamado de Dios específicamente en un ministerio. Es evidente que todo lo que tiene que ver con la obra de Dios lo podremos cumplir con Su ayuda, con la capacitación que el Espíritu Santo da a sus siervos.

El reconocimiento de que nuestra suficiencia viene de Dios y que Él suplirá “todo lo que nos falta conforme a Sus riquezas en gloria”, evitará que pongamos como excusa nuestra incapacidad o nuestra insuficiencia para cumplir aquello que Dios nos envíe a hacer.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Jueves 13 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 4:13-17

No hay excusaSeñor, insistió Moisés, te ruego que envíes a alguna otra persona. Éxodo 4:13 (nvi)

U na vez que Moisés ha enumerado todas sus limitaciones, sus deficiencias y sus dudas, sale a luz el verdadero problema: “sen-

cillamente no quiero ir”. No quiere dejar el lugar ni la vida donde está. Todas sus excusas no eran más que una cortina para “esconder” esta realidad que no quería afrontar. Su último pretexto o excusa se basa en la lógica de la sustitución: “La verdad, ¡hay gente mejor que yo, más santa, más preparada, más capacitada, menos pecadora, con más fe, con más experiencia!” El Señor, sin embargo, no escoge según nuestros criterios de quién es apropiado, sino los de Él. En el fondo, es precisamente la debilidad del siervo la que permite que el poder de Dios se manifieste en toda su gloria.

Éxodo 4:14 nos recuerda que la paciencia de Dios tiene un lí-mite. Nuestra lista de excusas puede hacer que Su paciencia se agote y se encienda Su enojo. Es entonces que Dios le hace ver a Moisés que él ha sido escogido para Su servicio y para el ministerio de sacar al pueblo de Dios de la esclavitud en Egipto; que aunque le pida a Dios que lo sustituya por otro, el llamado, el privilegio, le correspon-de a él. Al final de cuentas la voluntad de Dios se cumplió y Moisés terminó representando los intereses del Creador del Universo ante faraón. Recorrió un camino con muchas luchas, pero fue testigo de las más asombrosas acciones operadas por Dios en favor de Su pue-blo. Cuando Moisés se animó a creerle al Señor, se convirtió en uno de los profetas más distinguidos de la historia de Israel.

Si nuestro Dios te llama a hacer algo en Su obra, no busques excusas para no obedecerle, ni le digas al Señor que hay otros con mayor capacidad para hacerlo, pues el privilegio de ser llamado es tuyo. Si Él te envía a ti, te capacitará o usará tus escasos recursos para que Su gloria se manifieste. Disfruta el ser instrumento de Dios en Sus manos.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Viernes 14 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 3:11-17

La excusa de sentirnos insignificantesPero Moisés le dijo a Dios: ¿Y quién soy yo para presentarme

ante el faraón y sacar de Egipto a los israelitas? Éxodo 3:11 (nvi)

L a primera reacción de quien recibe un llamado es mirarse a sí mismo, con el propósito de ver si está a la altura de la tarea que

se le demanda. Generalmente el ser humano se sentirá insignificante o no merecedor de tal privilegio, pero no podemos usar eso como excusa para no obedecerle a Dios.

En la mayoría de los casos de la Biblia, las limitaciones, las debilidades y los fracasos de la persona relucían de tal manera que se veían poco aptos para la misión. Aunque la formación académica en los primeros cuarenta años de vida en Egipto y los siguientes vivien-do en el desierto le habían preparado para cumplir la encomienda de Dios, Moisés se llegó a sentir insignificante ante la grandeza de la tarea. Le parece que la vida en los últimos años había sido sin sobre-saltos y ya no le llamaba la atención un trabajo lleno de desafíos, de retos, de luchas, de confrontaciones.

El apóstol Pablo afirma en su primera carta a los Corintios, que el Señor escoge lo vil y despreciado del mundo para glorificar Su nombre. Sus discípulos con frecuencia fueron despreciados por los líderes religiosos de su tiempo, porque algunos de ellos eran hombres iletrados y sin formación académica. La respuesta de Dios en Éxodo 3:12 revela a Moisés que no es la aptitud o el valor del enviado lo que importa, sino quién va con él, es decir, la compañía de quien lo envía.

La excusa de que somos insignificantes debería ser, más bien, un reconocimiento del privilegio de haber sido escogidos para la tarea, sin tener méritos propios, y que, al cumplirla, la gloria fuera para Aquel que nos ha enviado: nuestro Padre Celestial. La magni-tud de la tarea a la que nuestro Señor nos envía siempre es grande y nos hace sentir muy pequeños, pero agradecemos a Dios que nuestra suficiencia viene de Él, y no debemos tener conflicto con que toda la gloria, el honor y el reconocimiento sean para Él.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Sábado 15 de noviembre | Lectura del día: Lucas 18:10-14

Yo no soy pecadorEl fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta

manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; Lucas 18:11

U na de las excusas que el ser humano pone para no acercarse a Dios ni hacer Su voluntad es declarar que ellos no han co-

metido pecado, que no hacen mal a nadie, por tanto no necesitan arrepentirse de nada.

La historia bíblica de estos dos hombres que subieron al tem-plo a orar se repite. La oración del fariseo fue de autojustificación, de comparación con los demás y con el publicano que tenía cerca. A manera de oración solemne, le daba gracias a Dios por no ser “como los otros hombres”, ladrones, injustos, adúlteros, exhibiendo, ade-más, su religiosidad, diciendo que ayunaba dos veces por semana y daba diezmo de todo lo que ganaba. Por el contrario, la actitud del publicano es reconocerse pecador e indigno de estar delante de Dios.

La maldad se ha extendido tanto en el mundo, que a las prác-ticas pecaminosas muchos ya no las consideran así, sino acciones cul-tural y socialmente aceptadas. Prácticamente nada es pecado para el mundo y se hace innecesaria la búsqueda de arrepentimiento, per-dón y salvación. Inclusive a algunos pecados sexuales se les llama “preferencias o inclinaciones”. Otros prefieren hablar de debilidades, faltas, errores, limitaciones humanas, en lugar de pecados.

La realidad bíblica es que tanto Romanos 5:12: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” como Romanos 3:23 nos recuerdan que todos, de una manera u otra, “hemos pecado y estamos destituidos de la gloria de Dios”. Remata 1 Juan 1:10 diciendo que “Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso, y Su pa-labra no está en nosotros.”

Pretender colocarnos en la posición de ser impecables, muy buenas personas, y que no necesitamos arrepentimiento, en realidad es solo una excusa para no acercarnos a Dios.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Domingo 16 de noviembre | Lectura del día: Lucas 5:1-11

Soy demasiado pecadorViendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. Lucas 5:8

S i un extremo de las excusas para no buscar la gracia de Dios es sentir que no somos pecadores, el otro es considerarnos extre-

madamente pecadores, de tal forma que no podemos ser alcanzados por el amor de Dios que salva y transforma. Las personas llegan a uti-lizar como excusa para no acercarse a Dios el considerar que son tan pecadores, que ya han rebasado los límites de la gracia de Dios, como un hombre que al escuchar en la cárcel el mensaje de las buenas no-ticias de salvación, le preguntó al predicador: “¿Cree usted que Dios pueda perdonar a un multiasesino y secuestrador?”, con una actitud de duda y a la vez con la esperanza de que la respuesta fuera positiva.

Se cantaba en el tiempo pasado una alabanza que hablaba de que el maravilloso amor de Dios es, “tan alto que no puedo ir arriba de él, tan bajo que no puedo ir debajo de él y tan ancho que no pue-do ir afuera de él”, solamente para ejemplificar que el amor transfor-mador de Dios, manifestado a nosotros por medio de Cristo Jesús, nos alcanza a todos, cualquiera que sea nuestra condición espiritual. Nadie es demasiado pecador como para que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario no sea suficiente para limpiar, perdonar y transformar.

Seguramente alguno se preguntará si personas como Adolfo Hitler, quien en la Alemania nazi asesinó a más de cinco millones de judíos en los campos de concentración, podría ser salvo. Le tengo que responder que si se hubiera arrepentido, reconocido su peca-do, pedido perdón y aceptado a Cristo como su Salvador personal, hubiera sido salvo. Cuando David, el músico y cantor del Antiguo Testamento, se reconoció adúltero y asesino, se arrepintió y se arrojó a la misericordia de Dios, el Señor lo perdonó y lo amó.

La excusa de que eres demasiado pecador no vale, porque el amor de Dios perdona a todo aquel que se arrepiente y cree en Cristo.

Desde que se inventaron las excusas, nadie queda mal.

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Lunes 17 de noviembre | Lectura del día: Mateo 19:22-30

Soy muy joven para hacerme cristianoOyendo el joven esta palabra, se fue triste,

porque tenía muchas posesiones. Mateo 19:22

U na de las excusas favoritas de muchas personas es considerar que son demasiado jóvenes o demasiado viejos o demasiado ricos

para buscar a Dios y aceptar a Cristo en el corazón.El muchacho de la historia narrada por Mateo nos hace ver

que a veces las personas prefieren la vida juvenil licenciosa, la abun-dancia de posesiones materiales, que obedecer al Señor y cumplir el plan por el cual Él nos ha puesto en esta Tierra. El joven quiere disfrutar de todo ahora cuando tiene suficiente fuerza y vigor; el anciano cree que ya han pasado sus mejores años y no tiene nada que ofrecerle al Señor. El rico se inclina por darle mayor valor del que tienen a las riquezas temporales, que a lo espiritual, que es eterno y permanece. El joven rico de la historia bíblica se fue triste, porque tenía muchas posesiones.

Es bueno recordar que si llegamos a la experiencia de la sal-vación siendo jóvenes, tendremos la oportunidad de disfrutar plena y sanamente nuestros días. No significa que ya no tendremos ac-tividades o eventos en los que experimentaremos gozo y alegría, al contrario, descubrimos que la vida cristiana es feliz y llena de experiencias de regocijo. Y si encontramos a Cristo como nuestro Salvador personal siendo ancianos, tendremos la bendición de vivir la vida cristiana con toda la experiencia que la vida nos ha dado y felizmente nos prepararemos para cuando el Señor nos llame a Su presencia, por medio de la muerte. Y si nuestro Dios te encontró teniendo suficientes recursos económicos, tendrás la oportunidad de apoyar la obra de Dios con el dinero que tienes, haciendo tesoros en el cielo, donde nada lo corrompe, ni lo roba.

Sin poner ninguna excusa, lo mejor es buscar lo más pronto posible tener a Cristo en el corazón como Salvador y Señor para dis-frutar de Su presencia y servirle más años, descubriendo muy pronto que esto es una bendición incalculable para nosotros, y para todos aquellos a quienes tengamos oportunidad de testificarles.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Martes 18 de noviembre | Lectura del día: Mateo 19:16-24

Ya soy suficientemente buenoÉl le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Mateo 19:17

S i definimos la bondad como una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus nece-

sidades, y la practicamos haciendo nuestro mejor esfuerzo para hacer felices a los demás, podemos llegar a pensar que es mérito suficiente para ganar nuestra entrada al cielo o el ser perdonado de nuestros pecados.

Por supuesto que entendemos que la bondad es una expresión de amor hacia los demás, incluyendo hacia la naturaleza y los ani-males. Es evidente que por todos lados se puede ver el heroísmo y el sacrificio de los padres en favor de los hijos, sin que alguien tome en cuenta su anónimo comportamiento. Otras ocasiones, la bondad se manifiesta por el cuidado hacia personas desconocidas en situación de necesidad.

La pregunta fundamental que tenemos que hacernos es: ¿Qué tan buena debe llegar a ser una persona para ganarse el favor de llegar al Cielo? Por muy buena que sea la persona, un solo pecado la desca-lifica para estar en la presencia de Dios. Es por eso que necesitamos de Jesús. Además de que la Biblia nos dice en Romanos 3:12 que na-die es lo suficientemente bueno para merecer la salvación, midiendo la bondad con las normas de Dios y no la de los hombres: “No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno”. Por naturaleza propia nin-gún ser humano tiene la capacidad de ser bondadoso, eso es algo que nos llega por la instrucción del Espíritu Santo de Dios.

Si dices que eres lo suficientemente bueno, esto implica que la muerte de Jesús fue innecesaria, considerando que Él murió para perdonar tus pecados. Ser bueno no basta para ser salvo, necesitamos tener fe en la obra terminada por Jesús en la cruz del Calvario. De otra manera, esto es solo una excusa para no asumir la responsabili-dad de nuestros actos y de dónde pasaremos la eternidad.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Miércoles 19 de noviembre | Lectura del día: 2 Corintios 1:12-20

Soy sincero en todo lo que hagoPorque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con

sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros.

2 Corintios 1:12

D el latín sinceritas, “sinceridad” es el modo de expresarse sin men-tiras ni fingimientos. El término está asociado a la veracidad y

a la sencillez. Ser sinceros es presentarnos sin fingimientos, decir lo que pensamos y no aparentar algo que no somos. La sinceridad debe manifestarse no solo en las palabras, sino también en las actitudes.

Muchas veces pensamos que ser suficientemente sinceros nos hará ganar el favor de Dios y llegar a ser salvos, y pronto descubrimos que no es esto posible. No es la actitud de sinceridad o insinceridad, sino aquello en lo que creemos lo que determina lo que somos ahora y lo que seremos en el futuro y en la eternidad. Muchas personas son sinceras en lo que creen, pero están sinceramente equivocados.

Un predicador daba el ejemplo de un hombre que llegó a Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica con el sincero deseo de que, con su esfuerzo y buenas intenciones, llegaría nadando hasta Londres, Inglaterra, cruzando el Atlántico. Fue imposible lograrlo con solo su sinceridad y muy buenas intenciones. De igual manera, es imposible para una persona alcanzar la salvación con tan solo vivir bien, de manera muy sincera. Hechos 17:30 nos dice: “Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” y en Lucas 13:3 “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”. El arrepentimien-to, el pedir perdón y el aceptar por la fe a Jesucristo como Señor, son necesarios para alcanzar la salvación.

Tito 3:5 afirma que Dios, “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia”.

Gracias a Dios que la salvación depende de Su misericordia y no de nuestra sinceridad, porque alguien puede ser muy sincero, pero estar equivocado en lo que cree o depositar su fe en algo falso. Nuestra sinceridad debe de estar fundamentada en las Escrituras, la que tiene como fruto la honestidad.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Jueves 20 de noviembre | Lectura del día: Hebreos 13:1-18

Sacrificio de alabanzaAsí que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Él, sacrificio de

alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Hebreos 13:15

L a Palabra de Dios nos dice en Santiago 5:14 “… ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”. La alabanza fluye fácilmente cuando

tenemos una relación con Dios y las cosas en nuestra vida van muy bien. Es un fluir espontáneo cuando pensamos en todo lo que Él ha hecho por nosotros.

El problema es que no siempre estamos alegres. Cuando es-tamos preocupados, afligidos, estresados; cuando hay situaciones en nuestra vida que nos están consumiendo física, emocional y espiri-tualmente es difícil alabar a Dios. Es como querer correr cuando te sientes cansado y débil. Sin embargo, es entonces cuando debemos presentar a Dios “Sacrificio de alabanza”.

El sacrificio de alabanza es ofrecido a Dios cuando las cosas no parecen ir bien. Es alabanza ofrecida a pesar de la manera como van las cosas. Es alabanza ofrecida en fe y obediencia, y es alabanza ofrecida a Dios por ser quien es.

El sacrificio de alabanza puede ser ofrecido solamente a través de Jesús (Hebreos 13:15). Es dar gracias en Su nombre quien Él es y por lo que ha hecho. Es dar gracias en todas circunstancias, no solo en las cosas que consideramos buenas. Podemos hacer esto cuando comprendemos por completo cómo Dios puede hacer que todas las cosas obren para bien en nuestra vida (Romanos 8:28). Si los proble-mas vienen; persiste en tu hábito de alabar. Recuerda que la alabanza en los momentos difíciles permite a Dios obrar a tu favor.

La alabanza en tiempo de prueba trae gloria al Padre. El mo-mento en que no sentimos alabar a Dios es el tiempo cuando más ne-cesitamos alabarlo. Conforme actuamos en obediencia a Su Palabra y comenzamos a alabarlo, estamos ofreciendo el verdadero sacrificio de alabanza a Dios y esto es agradable a Él.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Viernes 21 de noviembre | Lectura del día: Jonás 1:1-17

Para Dios no hay excusasY Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová a Tarsis, y descendió a Jope, y halló una nave que partía para Tarsis; y pagando su pasaje, entró en ella para irse con ellos a Tarsis, lejos de la presencia de Jehová. Jonás 1:3

D ios no empezó a buscar a Jonás en el momento que lo necesitó para cumplir con una comisión: predicar el mensaje de salva-

ción a una nación que debía escucharlo. Él ya lo tenía listo, lo había preparado desde antes que naciera, porque Dios está mirando hacia el futuro siempre. Y aquí está el hombre que Él había preparado, que reunía los requisitos, pero hay un pequeño inconveniente: ese hom-bre no quiso, se negó a hacer la gran tarea por la que fue preparado y dijo que no.

Dios sabía que podía hacerlo pero él no quería. Jonás podía tener sus excusas de por qué no quería ir a Nínive pero el Señor, en su infinita misericordia, quería que esa gente escuchara el mensaje de salvación y se arrepintiera de sus pecados.

Jonás decide no obedecer y toma una barca que lo llevaría en sentido opuesto de donde debería cumplir con su misión. Pero para Dios eso no es problema. Cuando Él ya ha determinado que usará a una persona con un propósito específico, nada lo podrá detener ni estorbar. No importan las excusas que demos, Dios siempre tiene la respuesta y la solución para que su voluntad perfecta se cumpla.

Cuando pensamos en la actitud de Jonás, podemos decir que nosotros habríamos respondido inmediatamente desde que se dio la orden. Desde que escuchamos la voz interna que nos daba la ins-trucción habríamos dicho “sí, lo que quieras Dios, cuando quieras, como sea”. Ver la problemática desde afuera es más o menos fácil, pero cuando somos nosotros los que estamos en el ojo del huracán, qué difícil es ver en claro lo que Dios está haciendo. Solo obedece, no hace falta que entiendas. Dios sabe lo que hace.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Sábado 22 de noviembre | Lectura del día: Éxodo 4:18-23

No hay lugar para las excusasAsí se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto,

para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Ve en paz. Éxodo 4:18

M oisés a estas alturas tiene 80 años, lo que significa que ya es una persona de experiencia. Los jóvenes son entusiastas, tienen

mucha energía, pero a veces son un poco imprudentes, Moisés ya no era un joven. Moisés no era una persona ignorante. Fue instruido durante 40 años en la corte real, instruido como cualquier príncipe capaz de heredar el trono. Fue un gran guerrero y un gran estadista. Sabía medir al enemigo. Había pasado cuarenta años como fugitivo, como pastor en el desierto, lo que sin duda nos describe a un hombre duro, fuerte, de trabajo.

Con este antecedente, es de esperarse que la respuesta de él sea, simplemente No. Conoce la gravedad de las cosas, sopesa su de-cisión y simplemente dice No. Su sentido común le dice no te metas en “camisa de once varas”. Toda persona cuerda habría dicho que no. Más bien decir que sí es lo que habría parecido más una necedad. Porque era una necedad, el único gran pero era que Dios mismo lo estaba enviando.

La diferencia entre un paso de fe y una necedad es clara. Si es Dios quien está de por medio. Si Dios te está poniendo una gran tarea entonces lo necesitas a Él, si tú la pudieras lograr, Él ya no haría falta. Muchas personas no dejan sus vicios porque piensan que lo pueden dejar cuando ellos quieran, pero al parecer nunca quieren, por eso no lo dejan. Si es Dios quien está de por medio significa que Dios te preparó de antemano para esa gran tarea.

La verdad es que muchas veces nos hemos encontrado en la situación de Moisés rechazando el llamado de Dios para hacer algo y terminamos diciendo mejor envía a otro, porque la tarea es muy, muy grande. Hoy debemos entender que los siervos que saben sacar-se los zapatos en humildad, Dios los puede usar para andar en poder. Si logramos vivir de rodillas delante de Él podremos permanecer de pie delante de los demás.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Domingo 23 de noviembre | Lectura del día: Génesis 24:1-9

Dios te respalda cuando obedeces El criado le respondió: Quizá la mujer no querrá venir en pos de mí a esta

tierra. ¿Volveré, pues, tu hijo a la tierra de dónde saliste? Génesis 24:5

E liezer debería viajar 800 km por tierras hostiles con diez came-llos llenos de joyas, llegar a una ciudad en la que tal vez nunca

estuvo, y ubicar a una familia que tal vez ya no estuviera allí. Si bien esto parecía difícil también se sumaba el desafío de convencer a una joven de dejar su hogar, su seguridad, para casarse con alguien a quien no conocía. La misión parecía estar destinada al fracaso.

Eliezer no sabía que este era un proyecto de Dios. El siervo conocía perfectamente que el Dios de Abraham era un Dios que hacía milagros; él había sido testigo de sus bendiciones a través de los años. ¿Por qué no podría hacerlo ahora? No hay en el siervo, de inicio, una actitud de dependencia y confianza en que Dios hará, si lo ha hecho antes.

Nosotros tenemos que aprender a identificar cuando un pro-yecto o plan está siendo bendecido por Dios. En los versículos 21, 40, 42 y 56, hace mención de: “...para saber si Jehová había prosperado su viaje”. Es evidente que él quiere cerciorarse que efectivamente Dios está detrás de esta misión que tiene que cumplir.

Más adelante, la actitud de Eliezer se vuelve una actitud de oración y adoración constante y gratitud: (12, 21, 26-27, 52). Ge-neralmente la necesidad de oración en muchas personas se da en el momento de la dificultad, pocos son los que antes de iniciar algún proyecto piden del Señor su dirección. En esta historia la actitud de oración del protagonista es fundamental. ¿Cuál es su oración cons-tante en estos días? ¿De qué está ocupado su corazón?

Tan pronto como el siervo de Abraham supo que su oración fue respondida, agradeció a Dios su bondad y guía. También Dios nos puede usar y guiar a nosotros, si es que estamos a su disposición como Eliezer. Y nuestra primera reacción deberá ser acción de gra-cias por habernos escogido para su servicio.

En la vida: o tenemos resultados o buscamos excusas.

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Lunes 24 de noviembre | Lectura del día: Jueces 4:1-8

No necesitas ver para creerBarac le respondió: Si tú fueres conmigo, yo iré;

pero si no fueres conmigo, no iré. Jueces 4:8

B arac, cuyo nombre significa «relámpago», era el comandante del ejército israelita. Sin duda que la valentía debía de ser la carac-

terística fundamental de este varón; por algo había llegado hasta donde llegó. En ese tiempo no se daba el puesto por compadrazgo, sino que se lograban por méritos.

Pero en medio de su bravura hizo una declaración inaudita: “Si tú no vas conmigo no voy”. Lo entenderíamos si no fuera un General, lo entenderíamos de un novato. ¿Por qué? Ve qué fuera de lugar nos hace ver Barac a Débora, que es a quien le dice que vaya con él. Imagínatela, en ese tiempo y en esa cultura, montada en un caballo, yendo a la guerra con un montón de varones al lado del general. No cuadra.

Era tal el dominio de la jueza Débora que opacaba la valentía de este capitán, que no por nada estaba a cargo del ejército. ¿Era Ba-rac un cobarde o necesitaba ayuda? En este caso, entendemos que el requerimiento de Barac muestra que su corazón confiaba más en la fuerza humana que en las promesas de Dios.

El problema de Barac no es que quisiera el respaldo de una mujer. Tanto hombres como mujeres requerimos los unos de los otros para hacernos fuertes. El problema de Barac es que Dios estaba hablando a través de ella, y él no quería oír la voz de Dios, sino que quería que Dios mismo, a través de esa mujer, Débora, fuera con ellos. Pudiera ser un deseo muy loable, sin embargo, denota la falta de confianza en las promesas de Dios. Barac quería ver para creer, al igual que nosotros muchas veces que necesitamos de cosas tangibles como resultados médicos, decisiones legales, para poder creer que verdaderamente Dios va a intervenir

Tenemos que recordar que no se puede esperar en modo sen-sato cuando no hay razones suficientes para hacerlo. Abraham, el padre de la fe, logró esperar porque creía. La relación entre creer y esperar es muy estrecha. No se trata de dos actitudes separadas, sino de una sola, de una fe que espera y de una esperanza que cree. La fe se vive como esperanza, la esperanza es confianza ilimitada.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Martes 25 de noviembre | Lectura del día: Jueces 6:11-24

Dios hace la obra Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y

yo el menor en la casa de mi padre. Jueces 6:15

G edeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas. El lagar sería a lo sumo una era improvisada,

operando en secreto. Como ese año no tendrían vendimia los is-raelitas, de quienes leemos que estaban en la miseria (5 y 6) el lagar no estaría en uso para su propósito específico. De ese modo Gedeón esperaba trillar unas cuantas gavillas en secreto, libre de las bandas de los merodeadores madianitas. Estaba trillando trigo, no con bueyes en una era, sino en un lagar para esconderlo de Madián. El lagar donde se pisan las uvas con los pies descalzos y donde caía el sumo exprimido, era típicamente un lugar de regocijo, pues ahí cantaban canciones mientras pisaban las uvas. Es ahí donde el ángel de Jehová se le apareció.

Gedeón le respondió al ángel de Jehová: “Ah señor mío, si Je-hová está con nosotros ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: No nos sacó Jehová de Egipto? Y ahora nos ha desamparado, y nos ha entregado en manos de los madianitas”. Gedeón es un hombre que duda.

Lo que Dios ha prometido va a venir, a pesar de todo pronós-tico. Usted puede decir: Todo está bien y lo creo, pero ahora mismo estoy más miserable que nunca, yo no siento ese razonar de la victo-ria, lo creo, pero me cuesta. Antes que estuviese de parto dio a luz. Antes de la promesa ya estaba, como el padre que promete un regalo, pero ya lo tiene escondido en casa, donde no existe riesgo que no suceda. Antes de necesitar echar mano de una promesa, la promesa ya estaba cumplida.

Dios ya está dando libertad, Dios ya está cumpliendo la visión, Dios ya está sanando, y nosotros no nos hemos dado cuenta. Dios lo prometió, yo elijo creerle a Dios y no a las circunstancias.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Miércoles 26 de noviembre | Lectura del día: 1 Samuel 10:21-27

Escondido en el bagajeEntonces corrieron y lo trajeron de allí; y puesto en medio del pueblo, desde

los hombros arriba era más alto que todo el pueblo. 1 Samuel 10:23

L os arrebatos de Saúl revelan un problema al cual se enfrentaría en repetidas ocasiones: su complejo de inferioridad. 1 Samuel

10:20-22 nos revela que, a pesar de ser físicamente atractivo, era un hombre atemorizado. Cuando los israelitas se reunieron para elegir a un rey, Saúl ya sabía que era él. Sin embargo, en lugar de pasar al frente, se escondió, y como consecuencia, “algunos perversos dijeron: ¿Cómo nos ha de salvar éste? Y le tuvieron en poco, y no le trajeron presen-te…”

A menudo nos escondemos de las responsabilidades impor-tantes porque tenemos miedo del fracaso, de lo que otros pensarán o quizá porque nos sentimos inseguros de cómo proceder. Es muy importante que evaluemos todas las situaciones como potenciales “encuentros divinos” diseñados para forjar nuestra vida. Piense en todas las circunstancias buenas y malas que lo han afectado en los últimos días. ¿Puede ver en ellas el propósito de Dios? Quizá está construyendo una cierta cualidad en su vida o guiándolo para que lo sirva en una nueva área.

La falta de conocimiento de Saúl acerca de Samuel mostraba su ignorancia sobre los asuntos espirituales, a pesar de que vivían en el mismo territorio. Sin embargo, Dios se fijó en él. ¿Por qué? Por-que Dios es soberano. Saúl mostraba ciertos atributos, pero no eran los únicos que se requerían para ser el rey del pueblo escogido: Una mente humilde (9:21, 10:22), un nuevo corazón (10:9), poder espiri-tual (10:10), un cuerpo fuerte (10:23), amigos leales (10:26) y, sobre todo, la dirección y oración de Samuel.

Sin embargo, a pesar de estas ventajas, fracasó miserablemen-te, porque no le permitió a Dios ser el Señor de su vida. A lo largo de su vida, vamos a ver muchas inconsistencias, lo que hizo de él el hombre inadecuado para guiar a la nación.

A pesar de que fue llamado por Dios y que tenía una misión en la vida, Saúl luchó constantemente con la envidia, la inseguridad, la arrogancia, la impulsividad y la traición. Debido a que no podía permitir que el amor de Dios le diera descanso a su corazón, nunca llegó a ser el hombre de Dios. Aprendamos de Saúl para no seguir su ejemplo, sino permitirle a Dios que nos use como Él quiera.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Jueves 27 de noviembre | Lectura del día: Jeremías 1:4-10

Es demasiado para míY me dijo Jehová: No digas:

Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.

Jeremías 1:7

J eremías pensaba que para servir a Dios tenía que cubrir algunas condiciones como cierta edad o hablar bien. Lo cierto es que no

era exactamente un niño, porque algunos historiadores lo ubican en-tre los 20 y 25 años cuando Dios lo llamó. El llamado era complejo y atenderlo requeriría un compromiso verdaderamente sólido y fuerte; él creía que no podía dar el ancho.

Se le había advertido que la gente no lo escucharía, se le pro-hibió casarse, se sintió fatal cumpliendo su ministerio. Era un llama-do fuerte que involucraba no solo su persona, sino a quienes estaban alrededor de él. El Señor lo estaba llamando para una tarea que le haría derramar lágrimas al por mayor. Ante estas expectativas ¿quién quiere atender a este llamado?

Dios está llamando a algunos a estar al frente, a la vista de los demás, pero está llamando a otros para estar detrás de los que están al frente. Su tarea y trabajo casi nadie lo ve. Las dificultades a las que se enfrenta casi no se ven; sin embargo, es gracias a su trabajo que quienes están al frente pueden también cumplir cabalmente su ministerio.

El llamado de Dios es a servir. Muchas veces pensamos sola-mente en las virtudes del llamado pero no nos detenemos a pensar en las implicaciones y adversidades que hay que atravesar para cumplir esa gran tarea. No importa tu edad, no importan tus capacidades, no importa lo grande de la tarea, lo más importante es quién te está llamando, y el que lo hace te va a respaldar. No tenemos excusas para no hacer lo que Dios quiere.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Viernes 28 de noviembre | Lectura del día: Juan 5:5-7

No “quiero” ser sanoCuando Jesús lo vio acostado, y supo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: ¿Quieres ser sano? Señor, le respondió

el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo.

Juan 5:6-7

E ste hombre ya tenía mucho tiempo padeciendo esta enferme-dad. Había visto cómo otras personas eran sanadas. ¿Cuantos

habrían pasado sobre él o frente a él para llegar a las aguas salutíferas y lo habían logrado? Pero él no.

Jesús lo vio y le hizo una pregunta un tanto extraña: “¿Quie-res ser sano?” Es un poco extraña porque ¿qué persona enferma no querría ser sana? Sin embargo, es una pregunta con sentido para él y para nosotros, porque muchas veces nos acostumbramos a nues-tra condición o nos acostumbramos a nuestras imposibilidades. La respuesta que el paralítico le dio a Jesús en esencia fue “no”. No es que no quisiera ser sano, sino que los impedimentos que él veía eran mucho más grandes que la posibilidad de ser sano.

Este hombre no vio a Jesús; Jesús lo vio y se acercó a él, pero el paralítico no vio, como aquellas personas que ya no levantan la vista o no ven para otro lugar sino solo para su desgracia. Estaba entre ellos quien podía sanarlo y, o no lo sabía o no lo reconoció o no le dio importancia, o lo que es peor, no creía que podía sanarlo. Es por eso que su respuesta nos suena como un claro “¡No!” Podemos pen-sar que este hombre ya había hecho de esta condición, su condición. Se había apropiado de ella y ahora se había conformado.

Gracias a Dios que Jesús va más allá de lo que pedimos o en-tendemos, mucho más allá de nuestras expectativas y hace las cosas por Su misericordia y poder, a pesar de nosotros.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Sábado 29 de noviembre | Lectura del día: Hechos 9:11-15

Siguiendo instrucciones ilógicasEl Señor le dijo: Ve, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel.

Hechos 9:15

D ios habló con Ananías en una forma que el texto hace parecer muy cotidiano: le pidió que fuera a orar por Saulo, y aunque

Ananías tenía sus dudas, el Señor le confirmó que tenía que hacerlo, y agrega que Saulo había recibido su primera visión después de tres días de no ver y no comer.

Ananías tenía suficientes argumentos para pretender que Dios se estaba equivocando en la orden que le estaba dando. Cuando Dios da una orden, ésta no necesariamente será lógica o coherente. No es que Dios nos llame a vivir vidas imprudentes o en desorden, tampo-co nos llama a ser personas que vayan en contra del sentido común. Lo que es cierto es que lo que viene de Dios, aunque no sea del todo comprensible a la apreciación humana, tiene un sentido y propósito divino.

Tenemos que aprender a distinguir entre la imprudencia y la voluntad de Dios. En este caso, Dios habló directamente, pero tam-bién marcó el propósito por el cual estaba dando la orden. No era un impulso sin sentido, sino que Dios tenía Sus planes para el futuro.

Dios quiere revelarnos el futuro, quiere que levantemos los ojos y veamos más allá de lo que ahora vemos, pero muchas veces nos va a pasar por un periodo de ceguera o crisis, como a Pablo, en donde buscarlo a Él será la única opción. El ayuno y la oración contribuyeron a que Pablo tuviera visiones de Dios, pero esto pudo concretarse gracias a que Dios tenía preparado el cuadro completo y Ananías era parte fundamental en el cumplimiento de los planes de Dios. Nada habría sucedido si las personas no hubieran hecho lo que les correspondía.

Así nosotros, mientras no hagamos lo que nos corresponde hacer, Dios seguirá haciendo las cosas, pero no participaremos si nos mantenemos al margen. Dios quiere involucrarte para que a través de ti se levanten muchos Pablos.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Domingo 30 de noviembre | Lectura del día: Hechos 10:13-16

Levántate y veEntonces Pedro dijo: Señor, no; porque ninguna

cosa común o inmunda he comido jamás. Hechos 10:14

L a impulsividad de Pedro se deja ver una vez más en su respues-ta contundente: “¡No!” Podríamos pretender que era un buen

judío obediente de la ley, sin embargo hay un detalle extraño en la historia. A estas alturas Pedro se encuentra hospedado en casa de un curtidor de pieles, y como tal, una persona inmunda para los judíos. Los judíos tenían por inmundos a aquellas personas que tocaban ca-dáveres, y con mayor razón a aquellos que trabajaban con animales muertos.

La visión de Pedro significaba que no debía ver a los gentiles como inferiores, personas a quienes Dios no redimiría. Dios quería ampliar los horizontes de Pedro, pero su educación y religiosidad dominaba en extremo, aun a costa del llamado de Dios a hacer algo. No lo culpemos tanto; ¿cuántas veces nosotros nos encontramos en la misma situación, luchando con cumplir aquellas cosas que Dios nos ha llamado a hacer porque van “en contra de nuestra religión”?

Dondequiera que Dios obra, lo hace en ambos extremos de la línea. Él nos prepara para lo que Él nos está mandando.

Mientras Pedro meditaba en esta visión, la cual ocurrió tres veces, el Espíritu le habló directamente y le dijo: “Levántate, y ve”. Pedro no fue a los gentiles en obediencia a la gran comisión, sino porque el Espíritu distintivamente le había ordenado que fuera. Es más, cuando llegó a la casa de Cornelio, preguntó: “¿Por qué causa me habéis hecho venir?” (v. 29).

Es posible que la más grande barrera del primer siglo para esparcir el Evangelio fuera el conflicto entre judíos y gentiles. La mayoría de los nuevos creyentes eran judíos y para ellos era un es-cándalo el solo pensar en asociarse a los gentiles. Pero Dios ratificó que las buenas nuevas de Cristo son para todos.

No debemos permitir que ninguna barrera, lingüística, cul-tural, de prejuicios, geográfica, de nivel económico o educativo, se interponga en la extensión del Evangelio.

El optimista tiene siempre un proyecto; el pesimista, una excusa.

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Basta ya de excusasElías Betanzos · Noviembre 2014

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