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  • Fundada en 2001

    Consejo de redaccin: Vctor Aparicio Basauri, Jos Filgueira Lois, Juan JosMartnez Jambrina, Alberto Durn Rivas

    Copyright 2001: Asociacin Asturiana de Neuropsiquiatra y Salud Mental-Profesionales de Salud Mental (Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra)Camino de Rubn s/n. Edificio Teatinos - 33011 Oviedo.

    e-mail: [email protected]\personales\aenasturias

    Ilustracin de la cubierta: Los constructores de Fernand Lger (1960). Museo NacionalF. Lger. Biot

    Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicacin puede ser reproducida,trasmitida en ninguna forma o medio alguno, electrnico o mecnico, incluyendofotocopias, grabaciones o cualquier sistema de recuperacin de almacenaje deinformacin, sin la autorizacin por escrito del titular del Copyright.

    N. ejemplares: 1.000Depsito Legal: AS - 3.607 - 01ISSN: 1578/9594Impresin: Imprenta Goymar, S.L. - Padre Surez, 2 - OviedoPeriodicidad: Semestral

    Los autores son responsables de la opinin que libremente exponen en sus artculos

  • SUMARIO

    Presentacin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Bases documentales en la Historia de la PsiquiatraEspaola.Fernando Dualde Beltrn, Antonio Rey Gonzlez y Enrique LlordMoscard. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medi-cina mental espaola del siglo XIX.Rafael Huertas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Sobre la introduccin del hipnotismo en Espaa: La recepcinde los planteamientos de las escuelasfrancesas.Jos Diguez Gmez y Antonio Diguez Gmez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    La introduccin de la psicologa en Espaa en el primer terciodel siglo XX a travs de Lafora y su grupo.Begoa Olabarra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Las tres primeras dcadas de la Casa de Dementes de SantaIsabel de Legans: Un frustrado proyecto deManicomio-Modelo.Olga Villasante. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Congresos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Revistas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

    Normas de Publicacin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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    Vol. 2 - Nm. 2 - 2002

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    Cuadernos de Psiquiatra Comunitaria

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  • PRESENTACION

    Este nmero recoge algunos de los trabajos presentados en el seminario deHistoria de la psiquiatra en Espaa celebrado los das 14 y 15 de febrero de2002, dentro del 6. Curso de Psiquiatra y Salud Mental que organiz laAsociacin Asturiana de Neuropsiquiatra y Salud Mental (AEN-Profesionales deSalud Mental). Estas actividades formaron parte de las actividades de la Escuelade Salud Mental de la AEN.

  • Cuad. Psiquiatr. Comunitaria,Vol..2, N. 2, pp. 84 - 91, 2002

    La historia de la psiquiatra es una disci-plina que ha conocido un inusitado augedurante el ltimo cuarto del siglo pasado,donde figuras como BERRIOS, BEER,PORTER y tantos otros, aglutinados entorno a la revista History of Psychiatry, de-sarrollaron y superaron los esquemas pro-puestos medio siglo antes por ACKER-NECHT, huyendo de las posiciones mspartidistas de autores como FOUCAULT,BOYLE o ZILBORG.

    En Espaa la situacin fue similar,conformndose distintos grupos geogrfi-cos surgidos alrededor de las distintas cte-dras e institutos de Historia de la Medicina,junto a notables colaboraciones por partede investigadores independientes. De estemodo, al finalizar la centuria, encontrba-mos en nuestro pas al menos cincos cen-tros productores dedicados a la materia, in-finidad de publicaciones versadas sobre lasms distintas cuestiones, la celebracin decuatro Jornadas Nacionales de Historia dela Psiquiatra auspiciadas por la seccin deesta disciplina de la AEN, la creacin de laSociedad de Historia y Filosofa de laPsiquiatra con sus correspondientescongresos y jornadas y, ya en este siglo, laaparicin de la Phrenia, Revista deHistoria de la Psiquiatra.

    Entre las muchas y variadas razones quecontribuyeron a este fenmeno1, desta-caran principalmente el inters recprocode psiquiatras clnicos e historiadoresacerca de sus respectivas disciplinas, y delcual ambos resultan mutuamente beneficia-dos: no solo se ha conseguido una mayorsolidez terica a travs del estudio concep-tual, aplicable al trabajo diario, sino que elmtodo de trabajo propio de los historia-dores ha posibilitado estudiar los avataresde la asistencia y la socializacin de una es-pecialidad mdica que trasciende, ms queotras, el mbito de la clnica. Qu dudacabe que los beneficios de esta colabora-cin entre historiadores y psiquiatras hapermitido contextualizar mejor el estudiode la disciplina.

    Todos aquellos que hemos abordado elestudio histrico de la psiquiatra, indepen-dientemente del enfoque escogido, noshemos encontrado con el problema delmanejo de las fuentes lo cual, a su vez, estntimamente relacionado con la dispersin,la recuperacin y el anlisis de las mismas.A este respecto, desde Valencia hemos de-dicado un importante esfuerzo a lo largo devarios aos, al hilo de los estudios docu-mentales sobre la ciencia que han sido alltradicionales. El trabajo que aqu presenta-

    Bases documentales en la Historia dela Psiquiatra Espaola.

    Fernando Dualde BeltrnAntonio Rey GonzlezEnrique Jord Moscard

    Seminario de Historia de la PsiquiatraUniversidad de Valencia

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    mos es el avance de un ambicioso proyectoencaminado a proporcionar al historiadorde la psiquiatra espaola una valiosa her-ramienta de trabajo. Pensamos que su utili-dad, como prueban los numerosos trabajospublicados en los ltimos aos, est sobra-damente demostrada.

    No obstante, antes de pasar a describirlacon detalle, nos gustara hacer una exposi-cin del contexto en que se encuadra nues-tra base de datos, proponiendo un sistemade clasificacin de las fuentes que creemospuede aportar algn inters en el estudio dela historia de la psiquiatra y servir, encualquier caso, de marco de reflexin sobrela triplicacin de las fuentes de informa-cin.

    Clasificamos las fuentes documentalessiguiendo el criterio del contenido de la in-formacin que portan. De acuerdo con lafinalidad expositiva de este trabajo, pensa-mos que dicha clasificacin es preferible ala que atiende al soporte documental. Por loque respecta a la divisin de los documen-tos en primarios o secundarios, dedicare-mos unas lneas al particular previo a la ex-posicin de nuestro repertorio.

    As, vemos en la tabla I siete tipos dis-tintos de fuentes: informacin cientfica,informacin clnica, documentos adminis-trativos, informacin general, expresionesartsticas, tradicin oral y otros, cada unade ellas con sus divisiones.

    En el caso de la informacin cientfica,encontramos, por un lado, fuentes peridi-cas o en serie, es decir, publicaciones queaparecen secuencialmente, con indica-ciones cronolgicas y de manera indefini-da, lo que excluye las obras publicadas envolmenes o fascculos de acuerdo con unplan previsto de antemano. Segn la fre-cuencia y la regularidad, diferenciamosentre peridicos, de aparicin regular y fre-

    cuencia inferior a una semana, clasificn-dose su contenido en editoriales y artculosde opinin, noticias y reportajes, anunciosy avisos, y publicidad; revistas, tambin deaparicin regular pero con frecuencia entreuna semana y un ao, en cuyo contenidoencontramos editoriales y artculos de opi-nin, artculos de contenido cientfico,cartas al director, reseas de libros y revis-tas, noticias, anuncios y avisos, y publici-dad; y series, cuya periodicidad es superioral ao o bien es irregular, y cuyo contenido,por lo general, se estructurar de forma si-milar al de las revistas.

    Y, por otro, las fuentes no peridicas,que se denominan libros si su extensin essuperior a cincuenta pginas; y folletos encaso contrario. Tanto en uno como en otrocaso, podremos hablar de tratados y ma-nuales; monografas, es decir, publica-ciones dedicadas a una determinada partede una ciencia, a algn asunto en particular,tanto de carcter cientfico como con unafinalidad ms comercial (como las mono-grafas de productos); tesis doctorales ytrabajos de investigacin2; memorias e in-formes; actas de congresos y reunionesque, de manera cada vez ms habitual, apa-recen como fascculo o suplemento dentrode algn volumen de las revistas especiali-zadas y, menos frecuentemente, en formatode libro3; comunicaciones personales yapuntes; y otros, que incluye aquellos do-cumentos que no encuentran su acomodoentre los anteriores.

    La existencia de soportes documentalesdistintos al impreso, adems de facilitar ladifusin de la informacin, tambin contri-buye a la dispersin de la misma, provo-cando dificultades a la hora de recuperarparte de ella. Aunque muchas de las carac-tersticas del medio impreso son aplicablesal formato digital en soporte magntico, losprincipales inconvenientes provienen de las

    Bases documentales en la Historia de la Psiquiatra Espaola

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    publicaciones virtuales para consulta on-line puesto que, a pesar de que algunas deellas no son mas que la correspondiente ver-sin de su homnima impresa, hay publica-ciones que nicamente se encuentran en lared, lo que las hace susceptibles de perecercuando no existe previsto un sistema de al-macenamiento perdurable en el tiempo4. Encuanto al soporte audiovisual, comentar quesu empleo como medio de difusin de infor-macin cientfica es ms limitado, al menosen comparacin con la informacin general,encontrndonos habitualmente con conteni-dos de carcter divulgativo y formativo. Noobstante, la clasificacin de este materialsigue los mismos criterios que los de losmedios impresos.

    Antes de proseguir con la exposicin delresto de fuentes nos gustara dedicar unaslneas a la triplicacin de las mismas enfuncin de su relacin con la actividadcientfica. As, se denomina fuente prima-ria a la que recoge de modo directo la in-formacin procedente de la actividadcientfica, independientemente de la perio-dicidad y el soporte y que, en el caso de lamedicina son, fundamentalmente, artculosde revista, libros monogrficos, tesis, me-morias e informes. Por el contrario, llama-mos fuentes secundarias a las que elaboranla informacin contenida en las primarias odan noticia acerca de ellas, es decir, artcu-los de revisin, tratados y obras de consul-ta, manuales didcticos, libros y revistas dedivulgacin, series de revisiones peridicasy repertorios y bases de datos.Precisamente estas ltimas, los repertoriosy bases de datos, han supuesto una impor-tante novedad desde el punto de vista cuan-titativo y cualitativo, con un importante au-mento tanto en su nmero como en lacantidad de registros recogidos, tal y comorecoge TILLEY (1990).

    Profundizando un poco ms en la materia,

    los repertorios y bases de datos pueden, a suvez, dividirse en factuales, si recogen, siste-matizan o sintetizan la informacin prima-ria; y bibliogrficos, cuando dan noticia defuentes primarias y secundarias mediante re-ferencias, resmenes y citas. Por su interspara el historiador de la psiquiatra destaca-remos, en el mbito internacional, tres basesde datos de bibliografa secundaria: la seriedel Current Work in the History of Medicineeditada por el WELLCOME INSTITUTEFOR THE HISTORY OF MEDICINE; laBibliography of the History of Medicine dela NATIONAL LIBRARY OF MEDICINE;y los distintos volmenes del ISIS CurrentBibliography of the History of Science andits Cultural Influences, publicados por laHISTORY OF SCIENCE SOCIETY; y, anivel nacional, el de LZARO y BUJOSA,Historigrafa de la psiquiatra espaola.

    Una variedad de especial inters para elhistoriador de la psiquiatra dentro de losrepertorios y bases de datos bibliogrficosson los repertorios retrospectivos de biblio-grafa mdica, destinados a facilitar la bs-queda de publicaciones mdicas delpasado. Tales repertorios pueden agruparseen dos grandes epgrafes, a saber, el de loseditados en otras pocas con destino a losprofesionales que vivan en ellas (y que, ensu momento, cumplieron el papel que paranosotros cumplen las actuales bases dedatos y repertorios bibliogrficos); y el delos que actualmente publican los historia-dores de la ciencia al servicio de los objeti-vos de su disciplina. Destacaremos tres deellos: La Mortons Medical Bibliography.An annotated Check-list of TextsIllustrating the History of Medicine; laBibliographia Medica Hispnica, 1475-1950, de LPEZ PIERO ET AL; y dentrode la psiquiatra espaola, nuestra propiabase de datos.

    Aunque los repertorios mencionados

    Fernando Dualde Beltrn, Antonio Rey Gonzlez, Enrique Jord Moscard

  • hasta el momento estn fundamentalmentededicados a las fuentes peridicas, tambinlos hay para las no peridicas. En aras de labrevedad, remitimos al lector al trabajo deLPEZ PIERO Y TERRADA (1993),donde encontrar cumplida informacin alrespecto.

    Una cuestin prctica sobre la recupera-cin de la informacin son los servicios dedocumentacin de bibliotecas y hemerote-cas. Habitualmente disponen de los mediosadecuados para la localizacin y recupera-cin de las fuentes, no estando de menosrecordar la existencia del catlogo informa-tizado C-17, en formato CD-ROM, que in-cluye los fondos documentales de un buennmero de instituciones mdicas espao-las, con posibilidad de solicitud y entregade copias de documentos va correo elec-trnico. Otras opciones incluyen el serviciode prstamo bibliotecario, existiendo en al-gunos centros la posibilidad de consulta enmicroficha. En el caso particular de lasfuentes no peridicas, la visita a los fondosde la Biblioteca Nacional es una buenaprctica, que se completar, siempre quesea posible, con la de colecciones particu-lares, donde pueden encontrarse verdaderosincunables.

    Por lo que respecta a la informacinclnica, ensayamos aqu una clasificacindistinta a la propuesta por LIVIANOS(2001), aunque apoyndonos en ella5.Hablamos as de: historias clnicas, en lasque encontraremos anotaciones hechas porfacultativos, por los propios pacientes, porpersonal de enfermera y auxiliares, porpersonal no facultativo, y las exploracionescomplementarias realizadas; peritajes e in-formes, como sntesis de un trabajo previo,habitualmente en forma de historial; comu-nicaciones entre profesionales, que incluyelos volantes de interconsulta; y relatos pa-

    togrficos divididos, segn el punto devista del observador, en autobiografa, bio-grafa, crnica histrica y ficcin, suscep-tibles en muchos casos de ser clasificadosbajo el apartado de expresiones artsticas.

    La consulta de las historias clnicas suelehacerse a travs de los archivos de historiasde instituciones asistenciales tanto pblicascomo privadas, as como los archivos deconsultas particulares. El repertorio es, eneste caso, el registro de historias, no exis-tiendo un catlogo que indique en qu lu-gares estn disponibles los fondos. Por logeneral, el acceso suele estar restringido alpersonal sanitario, imponindose tambinlmites en funcin de criterios temporales.Normalmente se recurre al vaciado deseries de historias segn criterios cronol-gicos, aunque tambin puede hacerse enfuncin de una determinada patologa, deun tipo de tratamiento, etc. El principalproblema es la conservacin de este tipo defuentes, siendo pocos los lugares que cuen-tan con fondos suficientemente antiguos ycompletos para su estudio.

    En cuanto a los peritajes e informes, sulocalizacin es an ms difcil, formandoparte bien de historiales clnicos, bien delos respectivos expedientes administrativospara los que fueron confeccionados o biencomo artculos de publicaciones peridicasen los su divulgacin obedeca a diversosmotivos (sociales, profesionales, ideolgi-cos, formativos, etc.).

    Los relatos patogrficos, por lo general,formarn parte de los documentos quehemos incluido ms abajo como literatura.

    En cuanto a los documentos adminis-trativos, y dada la multiplicidad quepueden adoptar, hemos preferido clasificar-los de acuerdo con la naturaleza del orga-nismo del que proceden. As, hablamos de

    87Bases documentales en la Historia de la Psiquiatra Espaola

  • documentos administrativos sanitarios; deagentes sociales y laborales; los referidos ala administracin de Justicia; y la legisla-cin y jurisprudencia. Por la naturaleza deeste tipo de informacin, es obvio queadmite ulteriores divisiones en funcin delas circunscripciones territoriales de lasque dimana.

    La consulta de archivos oficiales y de losfondos de organismos de la administracinpermitir la recuperacin de los mismos,sin que exista un catlogo que recoja losdistintos repertorios que puedan existir. Laexcepcin viene determinada por los docu-mentos relativos a la legislacin y jurispru-dencia, que cuentan con un adecuado siste-ma de recopilacin cuya explicacin caefuera de nuestra exposicin.

    En el apartado de informacin generalencontramos que las principales diferen-cias que se establecen respecto al de infor-macin cientfica son las relativas al alma-cenamiento y al mayor desarrollo delmedio audiovisual aplicado a la transmi-sin de informacin. En concreto, la exis-tencia de repertorios y de fondos docu-mentales no ha alcanzado el mismodesarrollo que en el caso de la informa-cin cientfica. En general, la localizacinde los fondos debe hacerse mediante lavisita a hemerotecas y bibliotecas, ascomo a travs de la consulta de los dife-rentes catlogos de fondos albergados enlas mismas6. Una vez localizado el mate-rial debe procederse al vaciado sistemti-co y manual del mismo. Por lo que respec-ta al formato audiovisual, somosconscientes de que la divisin de lasfuentes en funcin de su periodicidadpuede resultar insuficiente o inapropiada,por lo que contemplamos la posibilidad deemplear otra terminologa.

    Entre las muchas utilidades de este tipo

    de fuente es se encuentra la contextualiza-cin de periodos histricos, tal y comolleva a cabo POLO GRIN en su estudiosobre la reforma psiquitrica en la provin-cia de Valencia.

    Creemos que el apartado de expresionesartsticas es suficientemente explicativopor s mismo, de modo que no haremosotro comentario que no sea el referido alenorme inters, apenas explotado en psi-quiatra, que tiene en general todo este ma-terial.

    Aunque no tenemos constancia de uncatlogo de publicaciones o de la existenciade un repertorio sistemtico que recoja lasdistintas obras, es imprescindible el empleode catlogos de autores, museos, etc. y enlos que se encuentra informacin sobre losfondos. En el caso de la pintura contamoscon colecciones como la Prinzhorn, la delRoyal Bethlem y, en Espaa, el museo depintura de enfermos mentales del Hospitalpsiquitrico de Ciempozuelos.

    Dos interesantes estudios relacionadoscon el empleo estas fuentes son el deHernndez Merino sobre las relacionesentre la pintura psicopatolgica y el artecomo terapia; y el de Porcel, sobre laimagen del mdico a travs de los tebeos.

    La tradicin oral merece un apartadoaparte debido a las particularidades delmedio su medio de transmisin. Pensamosque su temtica es difcilmente encuadrabledentro de los apartados precedentes dadaslas inevitables peculiaridades de la comuni-cacin oral. El criterio escogido para lasubdivisin tiene en cuenta la distancia dela fuente respecto al tema de estudio.

    Finalmente, como en toda clasificacinque se precie de exhaustiva, el apartado deLos Otros, para aquellos elementos extra-os, inclasificables, ya desaparecidos, ve-

    88 Fernando Dualde Beltrn, Antonio Rey Gonzlez, Enrique Jord Moscard

  • TABLA I: Clasificacin de lasfuentes segn el contenido dela informacin

    1. Informacin cientfica.1.1. Fuentes peridicas o en serie

    1.1.1. Peridicos1.1.1.1. Editoriales y artculos de opinin1.1.1.2. Noticias y reportajes1.1.1.3. Anuncios y avisos1.1.1.4. Publicidad

    1.1.2. Revistas1.1.2.1. Editoriales y artculos de opinin1.1.2.2. Artculos de contenido cientfico1.1.2.3. Cartas1.1.2.4. Reseas1.1.2.5. Noticias1.1.2.6. Anuncios y avisos1.1.2.7. Publicidad

    1.1.3. Series1.2. Fuentes no peridicas

    1.2.1. Libros1.2.1.1. Manuales y tratados1.2.1.2. Monografas1.2.1.3. Tesis doctorales y trabajos de in

    vestigacin1.2.1.4. Memorias e informes1.2.1.5. Actas de congresos y reuniones1.2.1.6. Comunicaciones personales y

    apuntes1.2.1.7. Otros

    1.2.2. Folletos1.2.2.1. Manuales y tratados1.2.2.2. Monografas1.2.2.3. Tesis doctorales y trabajos de in

    vestigacin1.2.2.4. Memorias e informes1.2.2.5. Actas de congresos y reuniones1.2.2.6. Comunicaciones personales y

    apuntes1.2.2.7. Otros

    2. Informacin clnica.2.1. Historia clnica

    2.1.1. Anotaciones de facultativos2.1.2. Anotaciones de pacientes2.1.3. Anotaciones de personal de

    enfermera y auxiliar2.1.4. Anotaciones de personal no sanitario2.1.5. Exploraciones complementarias

    2.2. Peritajes e informes

    2.3. Comunicaciones entre profesionales2.4. Relatos patogrficos

    2.4.1. Autobiografa2.4.2. Biografa2.4.3. Crnica histrica2.4.4. Ficcin

    3. Documentos administrativos.3.1. Instituciones sanitarias3.2. Agentes sociales y laborales3.3. Administracin de Justicia3.4. Legislacin y jurisprudencia

    4. Informacin general.4.1. Fuentes peridicas

    4.1.1. Peridicos4.1.1.1. Editoriales y artculos de opinin4.1.1.2. Noticias y reportajes4.1.1.3. Anuncios y avisos4.1.1.4. Publicidad

    4.1.2. Revistas4.1.2.1. Editoriales y artculos de opinin4.1.2.2. Noticias y reportajes4.1.2.3. Cartas4.1.2.4. Reseas4.1.2.5. Anuncios y avisos4.1.2.6. Publicidad

    4.1.3. Series4.2. Fuentes no peridicas

    4.2.1. Libros4.2.2. Folletos

    5. Expresiones artsticas.5.1. Produccin de los enfermos mentales

    5.1.1. Cartas y diarios5.1.2. Boletines y revistas realizadas por pacientes5.1.3. Literatura (incluye los relatos autobiogrficos)

    y tebeos5.1.4. Artes plsticas (incluye cine y teatro)5.1.5. Msica

    5.2. Produccin sobre los enfermos mentales5.2.1. Literatura (incluye los relatos patogrficos)

    y tebeos5.2.2. Artes plsticas (incluye cine y teatro)5.2.3. Msica

    6. Tradicin oral.6.1.1. Testigos directos6.1.2. Testigos indirectos6.1.3. Profesionales y estudiosos6.1.4. Personas ajenas al tema de estudio

    7. Otros.

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    90 Fernando Dualde Beltrn, Antonio Rey Gonzlez, Enrique Jord Moscard

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    1 Entre nosotros, de forma ms reciente, citaremos los trabajos de COLINA (1999), LZARO (2000) o HUERTAS (2001).

    2 Entre las razones que explicaran el empleo restringido de este tipo de fuentes estaran las dificultades de accesibilidad y, en

    menor medida, la consideracin que algunos tienen de ellos como trabajos de muy desigual calidad.

    3 Poseen un inters limitado en cuanto a que suelen incluir, sobre todo en los ltimos 20 aos, resmenes de los trabajos pre-

    sentados sin opcin a consultar la versin ntegra, por lo que su empleo suele acompaar al de trabajos que utilizan artculos

    de revista y libros y folletos.

    4 Variable esta, la temporal, que tambin se tiene en cuenta a la hora de referenciar una cita y que representa una cierta com-

    plejidad a quienes no estn familiarizados con ello.

    5 Entre otras cosas, pensamos que la diferenciacin que hace de los documentos por su pertenencia al mbito pblico o al pri-

    vado no impone diferencias sustanciales en lo que al contenido de informacin se refiere. Recordar que Livianos ley su tesis

    acerca de las historias clnicas de Perales.

    6 Como en el caso de las fuentes no peridicas, es tarea casi obligada la consulta de los fondos de la Biblioteca Nacional, a

    pesar de sus peculiares limitaciones de acceso.

    Bases documentales en la Historia de la Psiquiatra Espaola

  • Cuad. Psiquiatr. Comunitaria,Vol.2, N. 2, pp. 92 - 106, 2002

    A la hora de abordar el proceso de insti-tucionalizacin de una especialidad mdica,es tradicional analizar una serie de factoresque intervienen en el mismo y que creanunas supuestas "condiciones objetivas" paraque una determinada disciplina se desgajedel tronco comn de la medicina general;as, factores tcnicos (la creciente compleji-dad del acto mdico), factores tericos (cre-cimiento de un cuerpo de conocimientos es-pecfico) y factores sociales (requerimientospara solucionar problemas sanitarios concre-tos), han sido manejados con frecuencia enel estudio de diversas formas de especialis-mo mdico1. Sin embargo, este tipo de acer-camiento ha sido puesto en cuestin por unaserie de trabajos recientes que prestan mayoratencin a la capacidad de oferta, por partede un colectivo profesional interesado -quenecesita legitimarse ante la sociedad y antela propia profesin mdica-, de una mer-canca claramente distinguible, sobre la cualpoder reclamar un monopolio2. La capacidadde organizar un "mercado de servicios" pri-mara, pues, sobre las concepciones que de-fienden la aparicin del especialismo comoel camino natural y lgico del desarrollocientfico-tcnico en medicina. Este tipo deenfoque ha sido aplicado con xito al estu-

    dio de diversas especialidades mdicascomo la pediatra o la rehabilitacin3, ha-biendo sido desarrollado en Espaa con granacierto por Rosa Medina en su estudio sobreel origen de la radioterapia en nuestro pas4.

    Asimismo, en el ms clsico trabajo sobrela especializacin mdica, George Rosenapuntaba, ya en los aos cuarenta, que dichoproceso se produca, adems, como un fen-meno relativamente independiente de las de-mandas y necesidades de los usuarios5, ha-bindose destacado ms recientemente queesa demanda no se debe a unas necesidadesmedidas objetivamente sino que sera laconsecuencia de una "transformacin socialde las necesidades"6.

    En lo que se refiere a la psiquiatra,podra parecer, a priori, que las propias ca-ractersticas de su prctica, al menos en lasegunda mitad del XIX, haran muy pocofactible una interpretacin similar a la apun-tada para el anlisis de otras especialidades.Por un lado, porque el alienismo decimon-nico no contaba an con un arsenal terapu-tico suficiente como para transmitir con cla-ridad una oferta de servicio eficaz7. Por otrolado, por el carcter de "prestacin especial"que la asistencia psiquitrica ha tenido du-rante aos y que ha sido llevada a cabo en

    Estrategias profesionales y retricasde legitimacin de la medicina mentalespaola del siglo XIX.*

    Rafael Huertas.

    Depto. Historia de la Ciencia.Instituto de Historia.Consejo Superior de Investigaciones Cientficas.Madrid.

    *Trabajo realizado en el marco del proyecto de investigacin PB98-0659, financiado por la Direccin Generalde Investigacin (Ministerio de Ciencia y Tecnologa-Espaa).

  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX

    instituciones especficas que se hacan cargo"de aquellas personas que, incapaces de cui-darse por s mismas, constituyen adems unaamenaza involuntaria para la comunidad"8.No en vano, como apunt Ronald Laing enuno de sus ltimos trabajos, la psiquiatra es"lanica rama de la medicina que trata a laspersonas en contra de su voluntad (...) Es lanica rama de la medicina que encarcela asus pacientes si lo creenecesario"9.

    En este sentido, como a veces se ha insis-tido, el psiquiatra y su ciencia, actuandocomo fieles aliados del poder establecido,colaboraran, junto a la Salud Pblica o laMedicina Legal, en la gobernabilidad de losEstados10, siendo realmente difcil relacionareste viejo alienismo con la dinmica mer-cantil aludida.

    Sin embargo, a pesar de las caractersticasespeciales sealadas, no resulta imposibleubicar la psiquiatra en la aludida dinmicadel monopolio y de otras estrategias pro-fesionales tendentes a afianzarla como espe-cialidad mdica, y no desde la ptica exclu-siva del control social -aun cuando creo questa no debe desecharse sin ms11-. Las es-peciales caractersticas en que se desarrollala psiquiatra en la Espaa finisecular,cientficamente dependiente de la francesapero conunas notables diferencias en cuantoal funcionamiento del aparato asistencial,nos ofrece, como a continuacin intentardemostrar, la posibilidad de considerar losprimeros intentos de institucionalizacin dela medicina mental en Espaa desde el en-foque de la creacin de un monopolio cier-tamente peculiar, y no como un simpleremedo de lo acaecido en Francia12.

    Como es bien conocido, la Ley deBeneficencia de 1849 vino a establecer losprincipios bsicos de lo que fue el modeloasistencial del Estado liberal-burgus en laEspaa de la segunda mitad del siglo XIX yprimeras dcadas del XX: una precaria asis-tencia para pobres a cargo de la

    Beneficencia pblica y, al amparo de esta in-hibicin estatal, un cierto florecimiento de lainiciativa privada. La Ley de 1849 perfilcon nitidez las dos lneas bsicas sobre lasque se desarrollar la atencin psiquitricaen Espaa: una red pblica de manicomiosdependientes de las Diputaciones locales yun nmero relativamente importante de esta-blecimientos privados dedicados al trata-miento de los desarreglos mentales13.

    Ambas redes asistenciales siguieron ca-minos muy diferentes a lo largo del sigloXIX. As, los manicomios pblicos es-paoles no llegaron a ser verdaderos espa-cios medicalizados. Manicomios como losde Valladolid, Conxo o el mismo Legansfueron regidos por clrigos14, relegndose alos mdicos a una simple funcin de "ase-sores" o "jefes facultativos". Se trata, sinduda, de un importante rasgo diferenciadorcon respecto a los manicomios franceses,donde el mdico llega a ostentar el poder su-premo en el interior del asilo15.

    As pues, una asistencia psiquitrica p-blica muy escasamente medicalizada y "re-legada al ostracismo por parte del Estado"16

    y, junto a ella, un auge nada desdeable delas instituciones privadas que llegarn ajugar un papel verdaderamente protagonistaen el origen y en el desarrollo de la psiquia-tra espaola del fin de siglo. No creo quepueda negarse que la psiquiatra naci enEspaa, en centros privados como el mani-comio de Nueva Beln, dirigido por JuanGin i Partags, el de San Baudilio deLlobregat de Pujadas, el Sanatorio deldoctor Esquerdo en Madrid, etc. En suma,los ms destacados representantes de nues-tro alienismo contaron con un centro asis-tencial propio donde desarrollar su laborcientfica -lejos de los ingratos y masifica-dos manicomios para pobres- y propiciar sulanzamiento social.

    Es de destacar que este desarrollo de laasistencia privada no debe entenderse, comobien ha indicado J. M. Comelles, en los tr-

    93

  • minos en que se produca la gestin de lasinstituciones durante el Antiguo Rgimen(obras pas, patronatos, etc.) sino en estrictostrminos de gestin empresarial, como verda-deras empresas privadas con nimo de lucro.Sobre las razones de este fenmeno casi ex-clusivamente cataln, este autor apunta que"La cuestin que se puede plantear es si estapoltica de cesin de competencias asisten-ciales a los particulares era la consecuenciade la incapacidad del Estado o de la existen-cia de un pacto implcito entree la burguesacatalana y el Estado que implicara delimitardos esferas de actuacin separadas segn lascuales el Estado no intervendra en elPrincipado a cambio de algunas contraparti-das para la burguesa autctona"17.

    En estas condiciones, no parece difcil su-poner la capacidad de los directores de las"casas de reposo" o clnicas psiquitricasprivadas para disear y definir la "mer-canca" ofertada. Veamos a continuacin dequ manera se pudo conformar en Espaadicha oferta profesional y cul fue su capa-cidad para generar mercados, as como losmecanismos de organizacin y legitimacincientfica y social que se pusieron en marchacon la pretensin de institucionalizar (deprofesionalizar) unos saberes y unas prcti-cas mdicas sobre las que conseguir unasdeterminadas "rentas de monopolio".

    LAS PROMESAS DE LOS EXPERTOS

    Es evidente que, para determinadas espe-cialidades, la aparicin de tcnicas especfi-cas ha resultado fundamental en la puesta apunto de todo un discurso de legitimacinbasado en las nuevas posibilidades, de dia-gnstico o de tratamiento, que dicha tecno-loga ofrece18. A este respecto, como ya heindicado, la psiquiatra no contaba, en lapoca que estamos estudiando, con grandesni novedosos medios tcnicos pero no por

    ello renunci a intentar convencer -yconvencerse- de que con los conocimientosy los recursos adecuados, se poda intervenirsobre la locura de una manera cientfica yeficaz.

    Antonio Pujadas (1811-1881), fundadoren 1854 del Instituto Manicomio de SanBaudilio de Llobregat, concentr toda su ac-tividad profesional en presentar dicho esta-blecimiento como modlico para el trata-miento de las enfermedades nerviosas19.Prcticamente toda su produccin escritaest al servicio de este objetivo: trabajos dedivulgacin, breves y esquemticos, sobrelas bondades teraputicas de la msica o delos baos -no en vano San Baudilio contabacon "bao de inmersin templado o frio, y elde chorro ascendente o descendente, el obli-cuo, as como el de aspersin y de lluvia"20-, pero tambin propaganda en forma deprospectos publicados regularmente dondese expona el Reglamento del centro y se in-sista sobre las enormes posibilidades dexito teraputico. No deja de resultar escla-recedor que mientras en el folleto de 1857 sedan unas cifras de curacin del 28 %, en elde 1877 se asegure que el porcentaje de cu-raciones sobrepasaba el 70%21.

    Se debe tambin a A. Pujadas la que concierta exageracin ha sido denominada laprimera revista espaola dedicada monogr-ficamente a temas psiquitricos. La afirma-cin sin duda es cierta, pero habra que ma-tizar que La Razn y la Sinrazn, cuyoprimer nmero apareci en febrero de 1865,no pas de ser una especie de crnica inter-na del establecimiento, de muy escaso valorcientfico y, en mi opinin, de nulo intersdesde el punto de vista de la institucionali-zacin de la especialidad, en comparacincon otros rganos de expresin que, comoms tarde veremos, s jugaron un importan-te papel en este sentido.

    Aunque con mayor solidez cientfica,Juan Gin i Partagas (1836-1911) tampocorenunci a la divulgacin y popularizacin

    94 Rafael Huertas

  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX

    de los logros alienistas. Como director delManicomio de Nueva Beln desde 1864, elque fuera insigne catedrtico de laUniversidad de Barcelona22, consigui aunaren un inteligente discurso la promocin desu establecimiento con el intento de legiti-macin cientfica y social de la medicinamental como disciplina con personalidadpropia. En un folleto de propaganda dondese especificaban los "principios fundamen-tales en los que se basa el tratamiento de losenajenados en Nueva Beln" se apuntabaque "por fortuna, el litigio entre somaticistasy psicologistas solo puede sostenerse desdelos respectivos bufetes: en el Manicomio, enel terreno clnico, la cuestin est definitiva-mente resuelta, y no hay alienista en nues-tros das que no convenga en que el trata-miento de la enajenacin mental debe ser unordenado complejo de agentes fsicos y deinfluencias morales"23.

    Es interesante destacar que el tratamientomoral no constituye en Espaa un motivo depolmica24, sino que es asumido tanto poridealistas como por materialistas. Es conoci-do el comentario de Gin con respecto a Pi iMolist, en que admite que "en el ambienteclnico, en donde nos codeamos casi todoslos das, el Dr. Pi y yo jams hemos discre-pado en lo ms mnimo (...).Diagnosticamos, pronosticamos y establece-mos el tratamiento psiquitrico con la mayorarmona (...). Nuestro desacuerdo viene dems arriba (...), el Dr. Pi pertenece a la es-cuela idealista. Yo soy positivista"25. Eleclecticismo del que se hace gala tendra,como es obvio, la irrenunciable pretensin,al margen de modas o de escuelas ms omenos doctrinales, de conseguir los mejoresresultados prcticos. En las ltimas pginasdel mencionado folleto, dirigido a los fami-liares de posibles pacientes, se asegura queen Nueva Beln "aspiramos a realizar elmayor bien posible para los enajenados, abeneficio de un rgimen de libertad y de ex-pansin, compatible con su estado frenopti-

    co, de una vigilancia no interrumpida ni deda ni de noche, de un conjunto de condi-ciones higinicas escrupulosamente estudia-das, y sobre todo, por la adopcin de un plancurativo, sujeto no a un orden de cosas ge-nerales, sino a cada una de las condicionesindividuales que presentan los enfermos"26.

    Este intento de crear un pblico sensible yesperanzado ante la nueva ciencia psiquitri-ca llega en Gin a sus ms altas cotas cuandorecurre a la novela para combatir "la equivo-cada idea que el vulgo tiene de la locura"27.En Los misterios de la locura, subtituladanovela cientfica, el doctor Libe, director delManicomio donde ingresa Eulogio, el prota-gonista del relato, pontifica sobre la curabi-lidad de las enfermedades mentales en lossiguientes trminos:

    "-Va por el mundo un error muy perjudi-cial: la incurabilidad de la locura. Cierto quehay enfermedades mentales cuya curacinest por encima de losrecursos del arte;pero, por fortuna, stas no son las ms. Haymuchas, no obstante, que no se curan porquese pierde el tiempo en remedios que no vanal caso (...)....echando mano de los muchosremedios (...) morales y materiales de quedispone el manicomio, puedo prometer a us-tedes que en un plazo relativamente breve,Eulogio habr recobrado la razn (...) Lessuplico visiten detenidamente elEstablecimiento, y una vez se hayan conven-cido de que aqu no hay rejas, ni cadenas, nipalos, ni castigos morales ni corporales paralos enfermos; una vez hayan formado elconcepto de que ste es un Manicomio queno lo parece (...) estar yo ms satisfecho dela confianza que en m han depositado"28.

    En un tono menos divulgativo y ms cen-trado en los cnones de la ciencia positiva dela que l mismo es abanderado, Gin, estavez desde su Tratado de Frenopatologa(1876), llega a afirmar que "esta especiali-dad, esencialmente clnica, hyase hoy daen un periodo constituyente y encaminada amayores perfeccionamientos, desde que ha

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  • tomado por punto de partida la Anatoma, laexperimentacin fisiolgica y los estudiospsicolgicos", reclamando explcitamenteque "si existen poderossimas razones quelegitiman el cultivo de especialidades prcti-cas, tales como la Oftalmologa, laDermatologa, la Sifilografa, etc., ningnramo de la clnica tiene tanto derecho nitanta necesidad de especializarse como laFreno-patologa"29.

    Con un enfoque eminentemente clnico,Gin dedica un amplio captulo de suTratado a la curacin de la locura. Ademsde llevar a cabo una amplia revisin de losdistintos agentes teraputicos -desde lasemisiones sanguineas y la hidroterapia,hasta los narcticos o los arsenicales-,expone con detalle los resultados obteni-dos de su propia prctica; refirindose alsulfato de quinina, por ejemplo, afirmaque "nunca hemos dejado de obtener exce-lentes resultados de este agente en lasmanas intermitentes"30.

    Llegado a este punto, no puede extraar-nos que la teora de la degeneracin, apesar de su indudable atractivo (papel de laherencia biolgica, estigmas fsicos, incu-rabilidad, etc.) y de su enorme influencia enotros lugares, tuviera dificultades para serasumida por el alienismo espaol31. Los au-tores degeneracionistas franceses son esca-samente citados e incluso Gin critica laclasificacin etiolgica de las enferme-dades mentales propuesta por Morel alconsiderarla "inaplicable como gua de dia-gnstico" e "inadmisible, pues en ella seasocian estados frenopticos muy diversosy resultan disociados otros que presentannotables analogas"32. Es obvio que el en-foque eminentemente clnico del mdicocataln le impide aceptar teorizacionessobre la naturaleza de la locura que no legaranticen resultados prcticos inmediatos,mxime cuando uno de los postulados fun-damentales de la doctrina moreliana era laincurabilidad de los degenerados.

    No deja de resultar esclarecedor que laspocas referencias expresas a la degeneracinen la produccin psiquitrica espaola de lapoca surjan de alienistas de segunda filacon experiencia en establecimientos pbli-cos. Mateo Bonafonte (1862-1940), mdicoalienista del Manicomio Provincial deZaragoza present en 1900, su tesis doctoralsobre Degeneracin y locura, en la que ase-gura que "la degeneracin mental tiene unaexistencia indudable", atrevindose a afir-mar que "La inmensa mayora de locuras,son sintomticas de la degeneracin mental", pero en la que no hay una sola referencia altratamiento, aunque s a aspectos preventi-vos como la eugenesia y la educacin.

    Vemos, pues, cmo el discurso predomi-nante en el alienismo espaol se centra endestacar que la psiquiatra puede curar, quedispone de medios para ello, pero tambinque en los establecimientos adecuados lospacientes pueden estar perfectamente cuida-dos y libres de los malos tratos a los que se-cularmente haban estado sometidos. Dosretricas legitimadoras parecen entremez-clarse aunquecon intensidad diferente, una,la del paternalismo y el buen trato a los en-fermos (de pago y generalmente no violen-tos) acogidos en el establecimiento privado;otra, la que seala las capacidades tcnicasde los especialistas, que acaba convirtindo-se en la hegemnica y en el argumento cen-tral de los intentos institucionalizadores.

    LAS ESCUELAS Y EL SISTEMADE PATRONAZGO

    A la hora de estudiar los distintos ele-mentos que intervienen en el proceso deconsolidacin de una determinada disciplinamdica, es tradicional estudiar, entre otros,la aparicin de centros asistenciales y/o do-centes, la celebracin de foros especficosde discusin (Congresos, Reuniones) o lacreacin de asociaciones y de rganos de ex-

    96 Rafael Huertas

  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX

    presin que garanticen tanto la organizacincorporativa como la difusin limitada de in-formacin. Junto a ello, con frecuencia sehace hincapi en el papel jugado por lasgrandes figuras como catalizadoras dedichos elementos.

    No es el momento para discutir, desde elpunto de vista metodolgico, el valor de labiografa en la historia de la medicina34, perolo que s parece evidente es la necesidad detener en cuenta, no tanto las "genialidadesindividuales" -todo descubrimiento, todaaportacin cientfica es el fruto de un com-plejo proceso-, como de la existencia de uncierto "carisma individual" capaz de agluti-nar gentes y empresas y, en definitiva, de"crear escuela".

    Jan Goldstein, refirindose a la psiquia-tra francesa de la primera mitad del sigloXIX, ha utilizado el trmino "politics of pa-tronage" para definir una estructura organi-zativa informal, pero muy efectiva, en la queuna figura suficientemente reconocida enlas instituciones y en la comunidad cientfi-ca, se convierte en "patrn" y en "protector"de un pequeo grupo de discpulos y com-paeros que, compartiendo sus ideas cient-ficas, se ocuparan de desarrollarlas y difun-dirlas, recibiendo a cambio apoyo en supromocin profesional35. No resulta difcilidentificar esta dinmica con lo que en nues-tro medio hemos llamado, y seguimos lla-mando, "escuelas"; con la particularidad deque el "maestro", convertido en ese "lidercarismtico" , juega un papel sobreaadidoen la recepcin de determinados paradig-mas, sobre todo en pases, como el nuestro,cientficamente dependientes36.

    En la Espaa del ltimo tercio del pasadosiglo, solo puede hablarse con propiedad deuna "escuela psiquitrica", la formada enCatalua en torno a Juan Gin i Partags. Lallamada "escuela madrilea" comienza, enmi opinin, a tener entidad suficiente connombres como Achcarro, Lafora oSacristn que se sitan ya en un paradigma

    bien distinto al del alienismo decimonnico,al incorporar, por un lado, los principios dela psiquiatra alemana y, por otro, las aporta-ciones de la brillante escuela neurohistopa-tolgica de Cajal. Personalidades tan impor-tantes como Pedro Mata (1811-1877) o JosEsquerdo (1842-1912) pueden ser conside-rados, sin duda, pioneros o, incluso, maes-tros de la psiquiatra espaola "a ttulo indi-vidual", pero no en el sentido, antes aludido,de "creadores de escuela". Me refiero, claroest, a los aspectos estrictamente clnicos yasistenciales de la psiquiatra, no a laMedicina Legal donde P. Mata s fue unpunto de referencia indiscutible.

    Tampoco quisiera olvidar figuras como elvalenciano Juan Bautista Peset y Vidal(1821-1885)37 o el cataln Emilio Pi i Molist(1824-1892)38, todava partidarios de unavisin psicologista e idealista de la locura,frente al organicismo y materialismo de lasgeneraciones inmediatamente posteriores.Es lgico que, al no poder competir con elatractivo de la nueva ciencia positiva, no lle-garan a contar con un grupo importante deseguidores.

    Me centrar, pues, en la figura de JuanGin que s reuni, a mi juicio, las citadascaractersticas de "patrn" y "protector".Catedrtico de Clnica Quirrgica en laFacultad de Barcelona, Acadmico, miem-bro de diversas sociedades cientficas, autorde una obra mdica nada desdeable,...,llega a poseer el suficiente prestigio comopara asumir ese liderazgo cientfico que lepermitir, desde la direccin de un estable-cimiento privado pero con una cobertura p-blica suficiente, impulsar el desarrollo deuna disciplina que aun no contaba con un es-tatuto acadmico reconocido. No puede ol-vidarse, en este sentido, adems de su pro-duccin escrita y de su actividad clnica, sulabor como inspirador y mximo respon-sable de empresas como la RevistaFrenoptica Barcelonesa, fundada en 188139,el Primer Certamen Frenoptico Espaol,

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  • celebrado en 188340, o los cursos libres depsiquiatra impartidos en Nueva Beln. Entorno a todas ellas, va aglutinando unnmero importante de colaboradores comoRibas Pujol, Mart Juli, Moles, GinMarriera -su hijo- y, sobre todo, ArturoGalcern (1850-1919) y Antonio RodrguezMorini (1863-1937)41, que se convertirn endos de las figuras ms destacadas de la psi-quiatra catalana, y espaola, del cambio desiglo y que, como miembros ms aventaja-dos de la "escuela", no solo disfrutaron delapoyo de su maestro, sino que representan lams estricta continuacin del positivismopsiquitrico de Gin. Un breve repaso a latrayectoria profesional de ambos nos permi-te comprender la ampliacin institucionaldel alienismo cataln. Formados ambos en laclnica de Gin, activos colaboradores de lasempresas de su maestro, suponen la conti-nuidad y difusin del espritu de NuevaBeln, tanto en el plano de las ideas psiqui-tricas -organicistas y positivistas- aplicadasa la clnica, a los peritajes forenses, etc.,como en ese empeo institucionalizador queencontrar en los primeros aos del sigloXX un caldo de cultivo especialmente ricoen proyectos y realizaciones.

    Es de notar que tanto A. Galcern comoA. Rodrguez Morini pasan por la direccinde San Baudilio de Llobregat, el primero en1885, hacindose cargo de una difcil situa-cin42, el segundo en 1903, ao en queGalcern asume la codireccin del manico-mio de Reus. Tampoco es una casualidadque, precisamente, ambos psiquiatrasfunden sendas publicaciones especializadasque pretenden ser rganos de expresin yeco de las actividades llevadas a cabo en losestablecimientos que dirigen. Es de sobraconocido, pero merece la pena recordar queRodriguez Morini funda en 1903 la RevistaFrenoptica Espaola, claro recuerdo de lade Gin, y que, en 1904, Galcern saca a laluz sus Archivos de Teraputica de lasEnfermedades Nerviosas y Mentales.

    Un estudio en profundidad del contenidode dichas revistas, ausente todava en nues-tra historiografa, nos revelara, sin duda,buena parte del camino recorrido por el pen-samiento y la realidad psiquitrica espaola(particularmente la catalana), durante elltimo tercio del siglo XIX y la primeradcada del XX. Realidad que no parecesufrir excesivos cambios a lo largo de estetiempo, a juzgar por el editorial del primernmero de la Revista Frenoptica Espaolacuando, al explicar el propsito de la mismase lamenta de que "Precisamente en nuestranacin este orden de estudios [de frenopato-loga] est tan poco cultivado, que apena elnimo al considerar que con dificultad en-contraramos dos docenas de mdicos quepresten la debida atencin al avance prodi-gioso de la Psiquiatra. Y de hecho en s notendra nada de particular (...) si el descono-cimiento de las portentosas conquistas de laFrenopatologa no entraara la imposibili-dad de resolver atinadamente, en la prcticadiaria, innumerables e importantes proble-mas clnicos y sociales"43.

    Han pasado veintids aos de la funda-cin de la Revista Frenoptica Barcelonesa yveinte del Certamen, pero la necesidad delegitimacin y de oferta de eficacia terapu-tica sigue siendo la misma. La nueva publi-cacin nace con un viejo objetivo: "hacercomprender que el loco es el ms infeliz y elms desgraciado de los enfermos, y que lalocura es de las dolencias ms dignas deatencin y respeto (...) difundir y vulgarizarel conocimiento de los estados pticos de lamente"44. No en vano, tras el editorial, la re-vista se estrena con un artculo del maestroGin publicado con anterioridad, y que damuestra del espritu de continuidad con laescuela de origen45. Voluntad de continuidady respeto al maestro pero tambin propsitoinnovador de una revista que, convertida enel rgano de los manicomios de la Orden deSan Juan de Dios en Espaa, no se contentacon ofrecer referencias clnicas o estadsti-

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  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX

    cas de estos centros sino que representa unproyecto algo ms ambicioso al dar cabida,en su seccin de trabajos originales, a apor-taciones de autores extranjeros46, y al reser-var una parte importante de la revista a re-censiones bibliogrficas y a informacindetallada sobre Congresos internacionales.

    Existe, no cabe duda, la nada desdeablepretensin de "estar al da". Es verdad que laciencia psiquitrica espaola careci de ori-ginalidad hasta la segunda o tercera dcadadel siglo XX, cuando la llamada generacinde los Archivos de Neurobiologa toma elrelevo47, pero no es menos cierto que nopocos alienistas anteriores a "era de Cajal"se informaron de los progresos neurolgicosy psiquitricos extranjeros, buscando enellos utilidades prcticas que aplicar en susrespectivas clnicas.

    No podemos dejar de mencionar, en estesentido, el comienzo de una tmida proyec-cin internacional de la psiquiatra espaola.La presencia de alienistas espaoles enCongresos internacionales se inicia, tal vez,con la de A. Pujadas en una Reunin de laSocit Mdico-Psychologique celebrada en1867 que cont con una nutrida y prestigio-sa participacin internacional48, aun cuandoesta espordica aparicin de un mdico es-paol en semejante foro parece ser debidams a su amistad personal con Brirre deBoismont (1797-1881) que a los propiosmritos cientficos de Pujadas49. De maneradistinta habra que interpretar las aporta-ciones de los discpulos de Gin al Congresode Miln de 190650, as como el estudio deR. Morini sobre la PGP presentado en el XVCongreso Internacional de Lisboa, celebra-do tambin en 190651. Es de destacar, paraterminar, que en Miln se acord la creacinde un "Instituto Internacional para el estudiode las causas de las enfermedades men-tales", quedando constituido el comit es-paol del mismo por A. Gin i Masriera y A.Rodriguez Morini.

    Existe, en efecto, a comienzos de siglo,

    una incipiente pero progresiva presencia dela psiquiatra espaola en los foros nacio-nales e internacionales52, pero esta circuns-tancia, unida a la creciente madurez de cier-tas empresas, como la reseada RevistaFrenoptica Espaola, o al prestigio de al-gunos profesionales, no fue suficiente paraconseguir un reconocimiento oficial de ladisciplina. Es evidente que no existe meca-nismo de institucionalizacin ms contun-dente para una disciplina cientfica quecontar con la aceptacin y el beneplcito delmundo acadmico, siendo condicin im-prescindible, para ello, su incorporacin porderecho propio a la enseanza oficial uni-versitaria. Fue esta, sin duda, una de las msclaras y persistentes reivindicaciones -ascomo su ms rotundo fracaso- del alienismodecimonnico, como lo fue ms tarde en elprimer tercio del siglo XX.

    La bsqueda de la mencionada legitima-cin acadmica puede rastrearse con relativafacilidad, unas veces, de manera sutil, comocuando Gin firma sus trabajos como"Director del Manicomio de Nueva Beln yCatedrtico de la Facultad de Medicina deBarcelona" o, como cuando, invita a otrosprofesores totalmente alejados de la psiquia-tra a participar en la organizacin delCertamen Frenoptico. Otras veces, la rei-vindicacin docente se traduce en iniciativascomo la creacin de una Ctedra libre deFrenopata, una vez ms en Nueva Beln.

    La enseanza de algunos temas psiqui-tricos quedan contemplados, y diluidos, enasignaturas diversas como la PatologaGeneral e Interna, la Higiene, la teraputicay, naturalmente, la Medicina Legal, con va-riaciones a veces muy ostensibles segn elPlan de Estudios que se considere. Es denotar que son, precisamente, los mdicos le-gistas o los alienistas especialmente dedica-dos a la actividad forense los que suelenabanderar el discurso de la necesidad docen-te especfica de la psiquiatra53. As, IgnacioValent Viv, catedrtico de Medicina Legal

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  • en Barcelona, en un escueto pero significa-tivo artculo publicado en la RevistaFrenoptica Barcelonesa en 1885, definelas Ctedras de Psiquiatra existentes en elextranjero, "las que tienen por sujeto la in-vestigacin y demostracin de los estadosmentales, y por objeto la formacin de m-dicos alienistas o frenpatas"54.

    Para que la creacin de estas ctedras enEspaa fuera una realidad se invocan ra-zones de progreso cientfico pero, sobretodo, la necesidad de dar respuesta cumplidaa cuestiones "que afectan al orden social y ala seguridad de los individuos; por cuanto lafijacin del estudio mental es un problemamdico-jurdico arduo"55. Sin embargo, ajuzgar por los pobres resultados institucio-nalizadores, las razones de orden pblico, deservicio al Estado, etc., no parecen, al menosen un primer momento, tener ms peso quelas eminentemente profesionales en el desar-rollo de la especialidad psiquitrica enEspaa.

    No insistir ms sobre este aspecto, quetambin podra ser objeto de una investiga-cin monogrfica detallada, tan solo cabeindicar que esta ausencia de la psiquiatra enla enseanza oficial se prolongar durantemuchos aos, volviendo a ser lamentada ydenunciada con especial intensidad durantelos aos veinte y treinta56.

    FUNCIN Y LEGITIMACINSOCIAL: HACIA LAPSIQUIATRA PBLICA

    Una vez establecido el ncleo o los n-cleos de origen responsables de una autode-finicin profesional, se hace necesario -encualquier proceso de especializacin- elafianzamiento de una "cultura profesional"que consolide el mercado y que facilite losprocesos de negociacin (de legitimacin)con otros colectivos mdicos y con la socie-dad en general. La aparicin de sociedades

    cientficas, capaces de aglutinar intereses,de difundir selectivamente la informacin yde vehicular actividades y propuestas, tantoen el plano cientfico como en el poltico ycorporativo, desempearon, y siguen ha-cindolo, un papel fundamental en esta din-mica.

    El asociacionismo psiquitrico nace enEspaa con la creacin en 1911 de laSociedad de Psiquiatra y Neurologa deBarcelona. Con ello se da un salto cualitati-vo de gran trascendencia en la oferta que losespecialistas hacen a la sociedad y a los po-deres pblicos, ya que no se insistir exclu-sivamente en las posibilidades teraputicassobre los individuos enfermos sino que seindicarn las capacidades de intervencinsobre patologas sociales -pauperismo, va-gancia, prostitucin, etc.- mostrando la vo-luntad de la psiquiatra en entrar de lleno enel campo de la defensa social57.

    Pero la voluntad de esta primeraSociedad, que pretende reunir a neurlogosy mentalistas, va ms all de una pura am-pliacin de competencias tcnicas. En el dis-curso inaugural del nuevo foro cientfico suPresidente, Arturo Galcern, identifica obje-tivos y prioridades que dejan patente la in-tencin de los profesionales organizados enintervenir en reformas asistenciales y legis-lativas que empiezan a considerarse impres-cindibles; en otras palabras, los alienistas yano se conforman con sus limitados crculosintelectuales formados en torno a estableci-mientos privados de mayor o menor enver-gadura, sino que se creen capaces de aseso-rar a la ciencia legislativa y a laAdministracin pblica.

    As, entre los objetivos de la Sociedad seincluye la racionalizacin de los estableci-mientos asistenciales para "conseguir lacreacin y desarrollo de las instituciones no-socomiales adecuadas a los distintos gruposde enfermos correspondientes a laPsiquiatra y Neurologa"58. Se insiste, eneste sentido, en que "no existen en Espaa

    100 Rafael Huertas

  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX

    asilos especializados, ni para los llamadospsiconeursicos, ni para los epilpticos, nipara los atrasados, (...) a causa de esta defi-ciencia deben ser internados todos ellos enlos Manicomios, con grave dao para smismo y para los propiamente vesnicos",concluyendo en que "la separacin engrupos similares constituye primordial indi-cacin de teraputica psquica"59.

    Llama la atencin la coincidencia de estapropuesta con los planteamientos reforma-dores de V. Magnan ((1835-1916) enFrancia, quien, en ese mismo momento, pro-pugna la distincin entre locura propiamen-te dicha y todos aquellos estados mixtos si-tuados a medio camino entre la patologageneral y la psiquiatra, abogando por eltraslado de los individuos que "no deliran" aotros lugares o instituciones a los que llamaasilos especiales -de epilpticos, de alcoh-licos, de seguridad, etc.-60.

    Adems, este inters por la red asistencialpblica y por la proteccin del enfermomental pobre y desvalido se traduce en lapretensin, por parte de la Sociedad dePsiquiatra y Neurologa, de "gestionar lafundacin de patronatos para los alienadospobres salidos del frenocomio, curados oconvalecientes, socorrindoles pecunaria-mente hasta que encuentren trabajo o pro-curndoselo y facilitar el pronto ingreso delos recidivantes y extender igual beneficio alos anormales y abandonados"61. La idea,como es bien sabido, ser retomada y desar-rollada algunos aos ms tarde cristalizandoen un movimiento de Higiene Mental, cuyosprincipios fueron pieza clave en la reformarepublicana62.

    Es obvio, por otro lado, que las reformasasistenciales, la creacin de infraestructurasy la modernizacin y medicalizacin de losasilos pblicos ya existentes implicaba lanecesidad de profesionales competentes quehicieran frente a las mltiples demandascientficas y tcnicas que tales reformas ge-neraran, de ah que se considere prioritario

    la "creacin de un cuerpo de mdicos alie-nistas, revestidos de todas aquellas atribu-ciones que son propias de la especialidad, afin de estimular el estudio de la misma y re-compensar los esfuerzos en misin tan espi-nosa como la prctica manicomial"63.

    Los tiempos estn cambiando, la sociedadliberal espaola ha iniciado ya una profundacrisis, muy pronto se empezar a hablar de"nacionalizacin" de la psiquiatra y de otrasfacetas del ejercicio mdico64, no tanto comoalternativa poltica al modelo sanitario im-perante sino como estrategia de incorpora-cin de todo un grupo profesional a lasnuevas exigencias de una sociedad en crisis.El Estado aparece entonces, como bien haindicado Francisco Villacorta, "como refe-rencia abstracta del creciente protagonismode los factores colectivos de la vida socialy de la redefinicin, desde ese espacio co-lectivo, de las funciones desempeadas porlos distintos grupos sociales"65. Sociedadcorporativa frente a sociedad liberal, inter-vencionismo estatal frente a mercado; tablade salvacin en la que apoyarse para adap-tarse a la crisis econmica y conjurar eldesprestigio social, pero tambin, caldo decultivo imprescindible para poner enmarcha reformas que, de otro modo, hubie-ran resultado imposibles66.

    A MODO DE EPLOGO

    En las pginas precedentes he intentadorepasar los, a mi juicio, ms sobresalienteshitos del proceso de institucionalizacin dela psiquiatra en la Espaa del siglo XIX.Varias son las reflexiones que podemos ofre-cer a modo de conclusin. Durante bastantetiempo se ha asumido que "Ni un solonombre espaol puede figurar con relievemedianamente satisfactorio en la historia dela Psiquiatra del siglo XIX"67, pero no setrata de recurrir a santorales laicos sino deanalizar procesos. Es evidente que la pro-

    101

  • duccin psiquitrica espaola no supone nin-guna contribucin original a la ciencia psi-quitrica pero no por ello debemos dejar deconsiderar una serie de aportaciones que nospermiten comprender la verdadera dimen-sin del alienismo espaol decimonnico.

    En primer lugar, su orientacin eminen-temente prctica, buscando la eficacia te-raputica por encima de consideracinestericas o doctrinales. Se ha destacado, eneste sentido, la similitud de la psiquiatraespaola con la estadounidense de esemismo perodo, al carecer ambas de unaproduccin original suficientemente sliday darle prioridad al desarrollo prctico dela especialidad68.

    En segundo lugar, el intento de legitima-cin de la disciplina trajo consigo unempeo por popularizar el conocimiento dela enfermedad mental que pretendi, por unlado, una mentalizacin colectiva con res-pecto a la responsabilidad social -con laconsiguiente respuesta legal- sobre el enfer-mo mental y, por otro, combatir la apata ge-neralizada que, en general, los mdicos de-mostraban por la patologa psiquitrica.

    Finalmente, en tercer lugar, la psiquiatraespaola finisecular a pesar de sus limita-ciones encarna, en mi opinin, un intento dereconstruccin material e intelectual que,junto al aludido progreso en la prctica, pre-para el terreno para el gran momento de es-plendor de los aos veinte que culminar enla II Repblica. Se van preparando, en

    efecto, las condiciones de mentalidad cient-fica y de voluntad institucionalizadora quehicieron posible la rpida asimilacin, porparte de generaciones posteriores, de las no-vedades iniciadas por hombres como LuisSimarro (1851-1921)69 o Santiago Ramn yCajal (1852-1934). No cabe duda que las in-vestigaciones de la escuela neurohistopa-tolgica espaola sern definitivas en la ir-rupcin de la orientacin experimental y enla recepcin, con todas sus consecuencias,de la psiquiatra alemana; rupturas episte-molgicas innegables, propiciadas, en parte,por una labor previa que fue introduciendo,poco a poco y por motivos diversos, la nece-sidad de una reforma psiquitrica en profun-didad que apuntalara la medicina mentalcomo una disciplina cientfica suficiente-mente reconocida. Todo ello, sin olvidarque, independientemente del propio desar-rollo interno del saber psiquitrico, los cam-bios en la consideracin de la locura y en laforma de abordarla se deben en muy buenamedida, a acontecimientos externos a lapropia prctica psiquitrica; de ah que de-bamos tener en cuenta -si no fuera as, lapresente ponencia quedara incompleta- elfundamentalsimo papel jugado por la crista-lizacin de toda una problemtica social ypoltica -ubicada histricamente en la crisisfinal de la Restauracin y en la II Repblica-que hizo posible los mencionados cambios,tanto en los saberes dominantes como en laspautas asistenciales.

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    1 Este modelo ha dado pie, incluso, a investigaciones bibliomticas que han valorado el aumento de las publicaciones cientficasconsagradas a un tema especfico como uno de los rasgos definitorios del establecimiento de la especialidad; vase, a modo deejemplo, MARSET, P. (1971), "La especializacin en psiquiatra en la Valencia de principios de siglo", Medicina Espaola, 66, 199-203.

    2 La teora weberiana del monopolio, ntimamente relacionada con otras categoras, como la de clausura social, ha sido aplica-da al estudio de las profesiones y, en particular, de la profesin mdica. Vase, por ejemplo, FREIDSON, E. (1970), Profession ofMedicina. A Study in the Sociology of Applied Knowledge, N. York, Harper and Row; BERLANT, J. (1975), Professions and Monopoly,University of California Press, Berkeley; SAFARTTY, M. (1979), The Rise of professionalism: A Sociological Analysis, University ofCalifornia Press, Berkeley; TURNER, B. (1987), Medical Power and Social Knowledge, London, SAGE. Un reciente anlisis, quesintetiza con acierto los distintos acercamientos metodolgicos al estudio de las profesiones, puede encontrarse en GONZLEZLEANDRI, R. (1999), Las profesiones: Entre la vocacin y el inters corporativo. Fundamentos para su estudio histrico, Madrid,Catriel.

    3 Son de gran inters, en este sentido, los trabajos de HALPERN, S.A. (1988), American Pediatrics. The Social Dynamics ofProfessionalism, 1880-1980, Berkeley, University of California Press.; GRITZER, G. y ARLUKE, A. (Ed.), The making of rehabilita-

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    tion. A political economy of medical specialitation, 1890-1980, Berkeley, University of California Press. MEDINA, R. (1996), Curar el cncer?.Los orgenes de la radioterapia espaola en el primer tercio del siglo XX, Granada,Universidad de Granada. Sobre el particular puede verse tambin MEDINA, R. y RODRIGUEZ OCAA, E. (1994),"Profesionalizacin mdica y campaas sanitarias. Un proceso convergente en la medicina espaola del primer tercio del siglo XX",Dynamis, 14, 77-94.

    5 Vase ROSEN, G. (1944), The specialitation in Medicine with particular reference to ophtalmology, N. York; reimpreso en ArnoPress and The New York Times, 1972. Este trabajo de G. Rosen, punto de referencia obligado en cualquier estudio sobre el espe-cialismo mdico, ha influido directamente en estudios ulteriores como, entre los realizados en Espaa, GARCIA BALLESTER, L.,OLAGE, G. y CIGES, M. (1978), Classic in Modern Otology, Granada. Tambin GARCIA BALLESTER, L. (1980), "Factores socio-mdicos en el proceso de constitucin de las especialidades mdicas: el caso de la otologa" En ALBARRACIN, A., LPEZ PIERO,J.M. y SANCHEZ GRANJEL, L. (Ed.), Medicina e Historia, Madrid, Universidad Complutense, pp. 321-338.

    6 HOFOSS, D. (1986), "Health Professionals: The Origins of Species", Social Science and Medicine, 22, 201-209, p. 205.

    7 El fracaso del tratamiento moral y el auge de las teoras somaticistas, motiv un talante de pesimismo y de nihilismo que impre-gn buena parte del quehacer psiquitrico, al menos hasta la aparicin de las nuevas terapias (psicofrmacos, tratamientos dechoque, etc.) del siglo XX. Para una visin general sobre los tratamientos de la locura vase MOREL, P. y QUETEL, C. (1987), Lesmdecinesde la folie, Pars. Sobre la reaccin del alienismo francs ante sus propias dificultades teraputicas, LANTERI-LAURA,G. (1972), "La chronicit dans la psychiatrie franaise moderne", Annales, 27: 548-568. Tambin HUERTAS, R. (1993), "Entre el ni-hilismo teraputico y la higiene social: la asistencia psiquitrica en el positivismo francs" En GONZALEZ DE PABLO, A. (coord.),Enfermedad, clnica y patologa. Estudios sobre el origen y desarrollo de la Medicina Contempornea, Madrid, Ed. Complutense,pp. 301-314. El caso ingls ha sido estudiado por ALVAREZ, R. (1993), "La fisiologa cerebral y el desarrollo de la psiquiatra en elsiglo XIX" En GONZALEZ DE PABLO, A. (coord.), pp. 315-328; encontrando, en los autores sajones, una mayor esperanza en lacuracin de la locura, pero el reconocimiento de la escasa utilidad del tratamiento mdico.

    8 As define E. Goffman el segundo tipo de "institucin total" en el que incluye, adems de los manicomios, los hospitales de infec-ciosos o los leprosarios. GOFFMAN, E. (1987), Internados. Ensayos sobre la situacin social de los enfermos mentales, Madrid,Amorrortu, p. 18. Traduccin de Mara Antonio Oyuela [la edicin original en ingls es de 1961]

    9 LAING, R.D. (1987), Razn, demencia y locura. La formacin de un psiquiatra, Barcelona, Crtica, p. 13. Traduccin de S. Furi yA. Ramn.

    10 Aunque no siempre bien acogidas, este tipo de interpretaciones, de corte foucaultiano, siguen ocupando un lugar los estudioshistricos y sociolgicos sobre la locura. Dos de los trabajos ms clsicos en este sentido son el de CASTEL, R. (1980), El ordenpsiquitrico. La edad de oro del alienismo, Madrid, La Piqueta [el original en francs es de 19..] y, en Espaa, el de ALVAREZ-URIA,F. (1983), Miserables y locos. Medicina mental y orden social en la Espaa del XIX, Barcelona, Tusquet.

    11 De hecho existen trabajos recientes que siguen insistiendo en esta cuestin, SCULL, A. (1991), "Psychiatry and social Control inthe Nineteenth and Twentieth Centuries", History of Psychiatry, 2, 149-169.

    12 Sin duda, el ms notable estudio sobre el nacimiento de la psiquiatra como profesin en Francia es el realizado por GOLDSTEIN,J. (1987), Console and Classify: The French Psychiatric Profession in the Nineteenth Century, Cambridge-New York,

    13 No deben olvidarse, sin embargo, los fallidos proyectos de construccin de manicomios "modelo" -de nueva planta- que acabarondevalundose hasta el punto de adaptar un viejo palacete para albergar el Manicomio de Santa Isabel de Legans que, a pesar dela contradiccin, sigui recibiendo el apelativo de "modelo". Un anlisis del amplio movimiento de reforma asistencial, basado en elconcepto de manicomio "modelo" y capitaneado por Pedro M Rubio en los aos centrales del siglo pasado, y de las dificultadespolticas y financieras que imposibilitaron su desarrollo, puede encontrase en ALVAREZ-URIA (1983), pp. 104 y ss. Tambin ESPI-NOSA, J. (1966), La asistencia psiquitrica en la Espaa del siglo XIX, Valencia, Ctedra e Instituto de Historia de la Medicina, pp.59 y ss.

    14 Resulta interesante valorar, en este sentido, el papel de la Iglesia y de las Ordenes religiosas en la gestin y administracin de laasistencia pblica. Al comienzo de la segunda mitad del siglo XIX, las Hermanas de la Caridad se introducen en los hospitales yasilos y, muy pronto, la Orden de San Juan de Dios comienza a controlar una asistencia en la que los mdicos ocuparn, sistem-ticamente, un lugar secundario.

    15 Para Francia, vase LAMARCHE-VADEL, G. y PRELI, G. (1978), L'Asile, Pars [monografa editada por la revista Recherches];HUERTAS, R. (1992), Del manicomio a la salud mental. Para una historia de la psiquiatra pblica, Madrid, FISss.; y el ya citadoCASTEL, R. (1980).

    16 BERTOLIN, J.M. (1993), "Dispositivos de asistencia psiquitrica en la Espaa contempornea del periodo de 'entresiglos'",Asclepio, 45 (1), 189-216.

    17 COMELLES, J.M. (1988), La razn y la sinrazn. Asistencia psiquitrica y desarrollo del Estado en la Espaa contempornea,Barcelona, PPU. 18 As, "la percepcin de nuevas posibilidades cientficas justificaran la creacin de unidades de organizacin especializadas quejunto con los nuevos roles ocupacionales aceleraran el acmulo de conocimientos y la produccin de innovaciones que facilitan asu vez la nueva organizacin" [MEDINA, R. (1993), p. 23.]

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    19 Sobre este alienista, vase REY, A. (1984), "Clsicos de la psiquiatra espaola del siglo XIX", Revista de la Asociacin Espaolade Neuropsiquiatra, 4: 73-91. Puede tener inters histrico, por ser de uno de sus colaboradores, el opsculo de RODRIGUEZMENDEZ, R. (1908), "El Dr. Pujadas Mayans", Revista Frenoptica Espaola, 63 (3): 67-75. Sobre San Baudilio, ESPINOSA (1966),pp. 110 y ss.

    20 REY (1984), p. 77. De Pujadas se conserva en la Academia de Medicina y Ciruga de Barcelona, sin fecha y manuscrita, unaMemoria en la que se estudia en qu casos y bajo que condiciones son tiles los baos de vapor en el tratamiento de las enfer-medades. Asimismo, en La Razn y la Sinrazn public algunos pequeos trabajos sobre "Efectividad teraputica de la msicasobre los orates".

    21 El primero de los mencionados folletos apareci en 1857 y se titul Prospecto y Reglamento del Instituto Manicomio de SanBaudilio de Llobregat, Barcelona, Imp. El Porvenir. Posteriormente, siempre con el ttulo El Manicomio de San Baudilio de Llobregat.Sucinta historia de la ciencia mental, se publicaron distintas entregas en los aos 1858, 1871, 1872, 1875 y 1877.

    22 Sobre este autor vase SANCHO SAN ROMAN, R. (1960), La obra psiquitrica de Gin y Partags, Salamanca, Ed. Seminariode Historia de la Medicina de la Universidad de Salamanca. Tambin DOMENECH, E. y CORBELLA, J. (1969), "Las vertientes prin-cipales en la obra mdica de Gin y Partags", Asclepio, 21, 173-178.

    23 GINE, J. (1874), Descripcin, Marcha funcional y Reflamento orgnico del Manicomio de Nueva Beln, Barcelona, Imprenta deAntonio Palau, p. 17.

    24 Sobre los enfrentamientos suscitados en Francia con motivo de los diferentes enfoques del tratamiento moral, puede verse HUER-TAS, R. (1988), "Asilos para locos: teraputica mental y poltica sanitaria", Asclepio, 40 (2), 131-150.

    25 GIN, J. (1903), "Primores de Don Quijote...Juicio crtico de la obra de Pi y Molist" En Obras Escogidas, Barcelona, Tip. LaAcademia, p. 380.

    26 Ibid, p. 23.

    27 GIN, J. (1890), Los misterios de la locura, novela cientfica, Barcelona, Imp. de Henrich y Cia, p. 6.

    28 Ibid, p. 157, 158 y 159. Lo que parece evidente es que estos establecimientos privados estn ms cerca de las instituciones in-glesas del non-restraint que de los grandes asilos franceses de inspiracin esquiroliana, aun cuando la influencia de Esquirol en laprctica clnica sea predominante. Tan solo el Proyecto mdico razonado para la construccin del Manicomio de la Santa Cruz(1860), de Emilio Pi y Molist, concibe el asilo pblico como un gran espacio medicalizado donde se exponen con gran rigor, no sololas caractersticas arquitectnicas de lo que debera ser el edificio, sino su adecuacin a los principios fundamentales del tratamientomoral. Un mgnfico anlisis de dicha obra puede verse en COMELLES (1988), pp 53 y ss. Vase tambin PESET, J.L. (1993),"Entre el gabinete y el manicomio: reflexiones sobre la psiquiatra espaola del fin de siglo" En GONZALEZ DE PABLO, A. (coord.),Enfermedad, clnica y patologa. estudios sobre el orgen y desarrollo de la medicina contempornea, Madrid, Ed. Complutense, pp.281-299.

    29 GIN, J. (1876), Tratado terico-prctico de Freno-patologa o estudio de las enfermedades mentales fundado en la clnica y enla fisiologa de los centros nerviosos, Madrid, Moya y Plaza, p. 3. Adems de este libro, son de destacar, como granes obras psi-quitricas de conjunto escritas en la Espaa del siglo XIX, el de MATA, P. (1864-1878), Tratado de la Razn humana, Madrid, Imp.Bailly-Bailliere, que agrupa an tres tomos una amplia serie de lecciones impartidas por su autor en el Ateneo de Madrid; de parti-cular inters resulta el tercer volumen cuyo ttulo completo es Tratado de la Razn Humana en estado de enfermedad o sea de lalocura y sus diferentes formas, aparecido dos aos despus del Tratado de Gin. Tambin, aunque algo posterior, la obra de GAL-CERAN, A. (1895), Neuropatologa y Psiquiatra general, Barcelona, Imp. C. P. Caridad.

    30 Ibid, p. 275.

    31 Me refiero estrictamente a la clnica psiquitrica, no ocurre lo mismo en otros mbitos de la "higiene social" en los que el dege-neracionismo jug un papel fundamental en la medicalizacin de comportamientos antisociales como la criminalidad o el alcoholis-mo. La recepcin del degeneracionismo en Espaa ha sido objeto de recientes trabajos en el seno de nuestro grupo, HUERTAS,R. y MARTINEZ, J. (1993), "Disease and crime in the spanish positivist psychiatry", History of Psychiatry, 4: 459-481; CAMPOS, R.y HUERTAS, R. (1991), "El alcoholismo como enfermedad social en la Espaa de la Restauracin: problemas de definicin",Dynamis, 11, 264-286; CAMPOS, R. y HUERTAS, R. (1992), "Alcoholismo y degeneracin en la medicina positivista espaola",Revista de la Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra, 12, 125-129

    32 Ibid, p. 240.

    33 BONAFONTE, M. (1900), Degeneracin y locura, Zaragoza, Tipografa de Manuel Ventura, p. 109. A este respecto podr verseHUERTAS, R. (1995), "Sobre la recepcin del degeneracionismo psiquitrico en Espaa: La obra de Mateo Bonafonte", En AR-QUIOLA, E. y MARTINEZ. J. (coords.), Ciencia en expansin. Estudios sobre la difusin de las ideas cientficas y mdicas enEspaa, Madrid, Ed. Complutense, pp. 521-534.

    34 Sobre el particular, puede verse TATON, R. (1987), "Las biografas cientficas y su importancia en la historia de la ciencia" En LA-FUENTE, A. y SALDAA, J. J. (coords.), Historia de las Ciencias, Madrid, CSIC, pp.73-85.

    35 GOLDSTEIN (1987), p. 120. Este sistema de "apadrinamiento" ha sido comentado por Jos Martinez al analizar el desarrollo de

    Rafael Huertas

  • Estrategias profesionales y retricas de legitimacin de la medicina mental espaola del siglo XIX 105

    la Medicina del Trabajo en Espaa; vase MARTINEZ, J. (1992), "La salud laboral en la II Repblica: la actitud de los mdicos antela Ley de Accidentes de Trabajo en la industria" En HUERTAS, R. y CAMPOS, R. (coords.), Medicina Social y clase obrera enEspaa (siglos XIX y XX), Madrid, FIM, tomo I, pp. 349-369.

    36 Cabe recordar, en este sentido, el proceso de recepcin de la psiquiatra francesa y de la antropologa criminal italiana por partede la escuela positivista argentina creada en torno a la figura carismtica de Jos Ingenieros. Sobre el particular, puede verse,HUERTAS, R. (1991), El delincuente y su patologa. Medicina, crimen y sociedad en el positivismo argentino, Madrid, CSIC.

    37 Vase LOPEZ PIERO, J.M. (1961), "Juan Bautista Peset y Vidal y las 'generaciones intermedias' del XIX espaol", MedicinaEspaola, 46: 186-203 y 321-327. Tambin REY, A.M. (1985), "Clsicos de la psiquiatra espaola del siglo XIX (IX): Juan BautistaPeset y Vidal (1821-1885)", Revista de la Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra, 5:87-98.

    38 Sobre este autor, SANCHO, R. (1959), "La obra psiquitrica de Pi y Molist",Publicaciones del Seminario de Historia de la Medicinade Salamanca, 2: 225-247.; REY, A. M. (1983), "Emilio Pi y Molist (1824-1892)", Revista de la Asociacin Espaola deNeuropsiquiatra, 3: 111-121.

    39 Vase CORBELLA, J. y DOMENECH, E. (1965), "La 'Revista Frenoptica Barcelonesa' y en manicomio de Nueva Beln", Bol.Ins. Med. Psicol, 6: 9-16. Reeditado en DOMENECH, E., CORBELLA, J. y PARELLADA, D. (Eds.) (1987), Bases histricas de laPsiquiatra catalana moderna, Barcelona, PPU, pp. 209-218.

    40 Vase CORBELLA, J. y DOMENECH, E. (1966), "El primer congreso espaol de psiquiatra (1883)", Bol. Ins. Med. Psicol., 7: 9-14. Reeditado en DOMENECH, CORBELLA, PARELLADA. (Eds.) (1987), pp.201-208.

    41 Para una aproximacin a la obra de ambos autores puede encontrarse en DOMENECH, E. y CORBELLA, J. (1969), "La obra psi-quitrica de Arturo Galcern Grans", Asclepio, 21, 157-171. y CALBET, J.M. y CORBELLA, J. (1970), "La obra psiquitrica deldoctor Antonio Rodrguez Morini", Actas I CIHMC, T. 3, pp. 218-325. Los dos trabajos han sido reeditados en DOMENECH, COR-BELLA y PARELLADA. (Eds.) (1987), pp. 223-238 y 239-248 respectivamente.

    42 Los ltimos aos de A. Pujadas al frente de San Baudilio fueron, al parecer, nefastos en cuanto a gestin. La aceptacin de pa-cientes pobres procedentes de las Diputaciones, a precio de Beneficencia, se ha argumentado como la principal razn del deterio-ro del establecimiento; as, RODRIGUEZ MENDEZ (1908), p. 72 y ss. Sobre los abatares del establecimiento tras la muerte dePujadas, vase ANTON, P. (1983), Almacn de razones perdidas, Barcelona, Cientfico-Mdica, pp. 53 y ss.

    43 "Nuestro Propsito", Revista Frenoptica Espaola, 1, 1-2, 1903, p. 1.

    44 Ibidem.

    45 Se trata del artculo titulado "De la necesidad de popularizar el conocimiento (diagnstico) de la alienacin mental", y haba sidopublicado con anterioridad en Revista Frenoptica Barcelonesa en 1885 y en La Independecia Mdica en 1886. La Redaccin ex-plica la publicacin de este viejo artculo reconociendo, por un lado, la pertenencia a la "escuela" y, por otro, destacando la "actua-lidad" de sus contenidos: "La REVISTA FRENOPTICA ESPAOLA, que considera al sabio alienista [Gin] como la personalidadms saliente de los que en nuestra patria se dedican al estudio de las enfermedades mentales, quiere honrar sus columnas inser-tando, a la cabeza del primer nmero, un artculo del Dr. Gin y Partags, que aunque publicado hace diez y siete aos (RevistaFrenoptica Barcelonesa, 1885), conserva el mismo inters e identica oportunidad que el da ya lejano en que fue escrito".

    46 Esta es, sin duda, una diferencia interesante con respecto a la Revista Frenoptica Barcelonesa, cuyos artculos estaban firma-dos en un altsimo porcentaje por Gin o Galcern.

    47 El apelativo ha hecho fortuna y es empleado con bastante frecuencia, se debe a GRACIA, D. (1971), "Medio siglo de psiquiatraespaola (1885-1936)", Cuadernos de Historia de la Medicina Espaola, 10, 305-339.

    48 Bajo la presidencia de Paul Janet y la vicepresidencia de Briere de Boismont, intervinieron en dicha reunin los ms destacadosrepresentantes del alienismo francs, alems ingls e italiano. Vase REY (1984), p. 81. Una amplia resea sobre este evento apa-reci en "Psychiatrische Congrese und Versammlungen (1868-1869)" Archiv fr Psychiatrie und Nerverkrankheiten, 1, 182-199 y735-745.

    49 La amistad personal con el alienista francs le report ser aceptado como associ tranger de la Socit mdico-psychologiquee, incluso que sta llegara a tomar partido en favor de Pujadas con motivo del caso judicial a Juana Sagrera ingresada ilegalmen-te en San Baudilio. Vase MARTINEZ PEREZ, J. (1992), "Locura y criminalidad", Historia-16, n 192, pp. 70-78.

    50 GALCERAN, A. (1907), Cmo deben ser los asilos para los enfermos de la mente, Barcelona, Imp. La Acadmica; publicado casisumultneamente en Archivos de teraputica de las enfermedades Nerviosas y mentales, en 1906, Revista Frenoptica deBarcelona en 1907.; RODRIGUEZ MORINI, A. (1906) "La asistencia a los alienados criminales en los manicomios espaoles y es-pecialmente en el manicomio de San Baudilio", Revista Frenoptica Espaola, 4: 293-302. No es de extraar que las comunica-ciones presentadas a Congresos internacionales se publiquen en las revistas propias, nica manera de difundir sus contenidos ydar a conocer, en el interior, la proyeccin internacional de la medicina mental.

    51 RODRIGUEZ MORINI, A. (1906), " Contribution l'tude clinique de la paralysie gnral en Espagne", Revista FrenopticaEspaola, 4: 102-123.

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    52 A lo ya citado habra que aadir la presencia de trabajos y comunicaciones, firmadas por alienistas, en revistas mdicas no es-pecficamente psiquitricas o en Congresos como el de Medicina de Valencia de 1910 o en Primer Congreso Espaol Internacionalde la Tuberculosis, celebrado en Barcelona ese mismo ao.

    53 Una slida formacin de los mdicos que haban de participar en actividades forenses era fundamental en el rduo intento deprestigiar a los mismos ante los Tribunales de Justicia. Sobre las relaciones entre mdicos y juristas vase PESET, J.L. (1987),"Medicina y poder: las etapas de un largo dilogo" En HUERTAS, R., ROMERO, A.I. y ALVAREZ, R. (Coords.), Perspectivas psi-quitricas, Madrid, CSIC, pp. 151-160. Sobre el desarrollo de la psiquiatra forense en la Espaa del siglo XIX, puede verse HUER-TAS, R. y MARTINEZ PEREZ, J. (1993), "Disease and crime in Spanish positivist psychiatry", History of Psychiatry, 4: 459-481.; parael mismo tema en la poca republicana y prerepublicana, HUERTAS, R. (1987), "Psiquiatra forense" En HUERTAS, ROMERO, AL-VAREZ. (coords.), pp. 161-176.

    54 VALENTI, I. (1885), "Las ctedras de Psiquiatra", Revista Frenoptica Barcelonesa, 5, 149-152, p. 149.

    55 Ibid, p. 151.

    56 En 1931 se crea una Ctedra de Psiquiatra en la Universidad Central de Madrid, adscrita al doctoradoen Medicina, sin que lle-gara a ser provista. En 1934 se incluye en la Universidad Autnoma de Barcelona como asirgatita de la licenciatura siendo su primercatedrtico Emilio Mira. El resto de las Ctedras de Psiquiatra en las universidades espaolas datan ya de la postguerra.

    57 Nuestro grupo ha prestado una especial atencin a este aspecto, analizando el papel de la psiquiatra positivista como gran cien-cia normativizadora de conductas. Vanse, a modo de ejemplo, PESET, J.L. (1975), Lombroso y la escuela positivista italiana,Madrid, CSIC; HUERTAS, R. (1987), Locura y degeneracin. Psiquiatra y sociedad en el positivismo francs, Madrid, CSIC.; AL-VAREZ, R., HUERTAS, R. y PESET. J.L. (1993), "Enfermedad mental y sociedad en la Europa de la segunda mitad del siglo XIX",Asclepio, 45 (2), 41-60.

    58 GALCERAN, A. (1911), "Sociedad de Psiquiatra y Neurologa de Barcelona. Discurso inaugural del Presidente Dr. D. ArturoGalcern y Grans", Revista Frenoptica Espaola, 85-94, p. 90.Ibid, pp. 89-90.

    60 MAGNAN, V. (1913), Discussion du Rapport de M. Thoinot, sur une demande de M. ministre de l'Interieur concernant certainesdispositions de la proposition de loi relative au rgime des alins, Pars, p. 7 y ss. Insiste en la necesidad de diferenciar, clnica ylegislativamente, la "alienacin mental" de las enfermedades que provocan alteraciones mentales.

    61 GALCERAN (1911), p. 91.

    62 Tanto Sacristn como Lafora insistirn en ello, el primero proponiendo la creacin de una Liga para la defensa del enfermo mental[SACRISTAN, J.M. (1921), "Para la reforma de la asistencia a los enfermos mentales en Espaa", Archivos de Neurobiologa, 2, 1-15], y el segundo abogando, ya