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7/28/2019 Beroul_Tristán e Iseo http://slidepdf.com/reader/full/beroultristan-e-iseo 1/62 Por: Nancy Orozco Parejas

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Por: Nancy Orozco Parejas

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Tristán e Iseo

Resumen

Tristán es el hijo de Rivalén, rey de Leonís, y de Blancaflor. Al morir sus padres es recogido por su tío paterno el rey Marco de Cornualles. En

su corte de Tintagel, Governal le adiestra en las armas. Un guerrerogigantesco, el Morholt, hermano de la reina de Irlanda, reclama a los

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cornuallenses un tributo humano. Tristán le mata, pero el Marholt, antesde morir, le hiere con su espada envenenada. Tristán, moribundo, llegaa Irlanda en una barca a la deriva y es recogido y curado por Iseo, hija

del rey y sobrina de Marholt. Tristán regresa a Cornualles y Marcodecide entregarle el reino, pero como los barones presionan al rey paraque contraiga matrimonio, éste decide que sólo se casará la doncella aquien pertenezca el cabello rubio que una golondrina lleva en el pico.Tristán va en busca de la dueña de cabello rubio, pero una tempestad lolleva a las costas de Irlanda. Allí Tristán combate contra un dragón queaterroriza al país, lo mata, pero la lengua del dragón lo envenena. Iseovuelve a curar a Tristán y, un día, descubre en su espada la muesca quese hizo cuando alcanzó a Morholt. Iseo quiere matarlo, pero los ruegosde Tristán le hacen desistir. Tristán pide al rey de Irlanda la mano deIseo para Marco, pues ella es la dueña del cabello rubio, y ambos,acompañados de la doncella Brangén, embarcan rumbo a Carnualles. Lamadre de Iseo ha preparado un filtro para que al beberlo el rey Marco y su hija se amen para siempre. Durante la travesía ambos jóvenessienten mucho calor y beben los dos del vino de hierbas.

Berol, Tristán

I. La cita espiada

[…] sin que nada aparente (4). Cuando ella se acerca a su amigo, oídcómo se le adelanta:

-Señor Tristán, por Dios Rey, me hacéis cometer una gran falta alobligarme a venir a estas horas.

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Entonces ella fingió que lloraba […]-¡Por Dios que hizo el aire y el mar, no me hagáis venir nunca más!

 Tristán, os digo que no vendré nunca más. El rey cree que os he amado

alocadamente, señor Tristán: pero Dios garantiza mi lealtad y que mecastigue si alguien gozó alguna vez de mi amistad, excepto aquel queme poseyó doncella. Aunque creo que los traidores de este reino por losque hace tiempo luchasteis y matasteis al Morholt le hacen creer quenos une el amor, vos, señor, no tenéis este deseo. Ni yo, por Diosomnipotente, no tengo ganas de amoríos que se conviertan en vileza.Preferiría ser quemada viva y que mis cenizas fueran esparcidas alviento que amar, mientras viva, a un hombre que no sea mi marido.Pero, ¡Dios mío, si no me cree! Bien puedo decir: un día estoy arriba y elotro abajo. Señor, qué verdad es la que dijo Salomón: quien libra a unladrón de la horca no recibirá agradecimiento alguno. Si los felones deeste reino […] debieran esconder el amor. Mucho os ha hecho sufrir laherida que os hicisteis luchando con mi tío. Yo os la curé y si a causa deello fuisteis amigo mío no es nada extraño y ellos le han dicho al reyque me amáis con amor poco honesto. ¡Si fueran a ver a Dios y a sureino no le vería ni siquiera la cara!

>>Tristán, tened en cuenta que no debéis hacerme ir a ningún sitiopor ningún motivo, pues no seré tan osada que me atreva acudir.Confieso que estoy aquí desde hace mucho rato; si el rey los supiera meharía descuartizar y sería una gran injusticia; y estoy segura de que memataría.

>>Tristán, estoy convencida de que el rey no sabe que es por sucausa por lo que os amo; yo os tengo cariño porque sois pariente suyo.En otro tiempo creía que mi madre tenía un gran aprecio a los parientesde mi padre y decía que una esposa no amaba a su marido si no amabatambién a sus parientes. Sé que esto es verdad; señor, por mi marido oshe amado y he perdido por ello su aprecio.

-Ciertamente –dice Tristán-, sus hombres le han hecho creerfalsedades acerca de nosotros.

-Señor Tristán, ¿qué decís? El rey, mi señor, es muy cortés, nuncapensar que nosotros tuviéramos esas intensiones. Pero los hombrespueden cambiar y hacer el mal y dejar el bien: así ha sucedido con mi

señor. Me voy, Tristán, he permanecido aquí demasiado tiempo.-Señora, ¡por Dios piedad! Os he hecho venir y estáis aquí, escuchad unrato más mis ruegos pues os tengo en tanta estima.

Al oír las palabras de su amiga, Tristán se dio cuenta de que ella sehabía apercibido [de la presencia del rey]. Dio gracias a Dios, pues supoque saldría con éxito de allí.

-¡Ah, Iseo, hija del rey, noble, cortés y leal!, tantas veces os he hechovenir desde que me fue prohibida nuestra cámara y no he podido hablarcon vos. Señora, ahora os suplico que os acordéis de este desdichadoque vive entre penas y suplicios. Tengo tal disgusto de que el rey haya

pensado mal de vos y de mí que sólo me queda morirme […] Señora[…] que él no crea a los mentirosos y que alejarán de su presencia.

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Ahora, los malditos traidores de Cornualles están contentos y hacenbromas y yo me doy cuenta que no quieren que esté junto al rey unhombre de su mismo linaje.

>>Su boda me ha producido muchos contratiempos. ¡Dios mío! ¿Porqué el rey es tan insensato? Antes me dejaría colgar de un árbol quetomaros como amante. Y ni siquiera me deja justificarlo. A causa deestos traidores se ha enfadado conmigo y hace muy mal en creerles. Lehan engañado y él no se da cuenta. Cuando el Morholt vino aquí estaban callados y mudos, no hubo ni uno de ellos que se atreviera aempuñar las armas. Entonces vi a mi tío pensativo, prefería estarmuerto que vivo en aquellos momentos. Para acrecentar su honor tomélas armas, luché y lo expulsé de allí. Mi querido tío no debiera haberhecho caso a los calumniadores, esto me tiene siempre afligido. ¿Acasoél piensa que esto no le causará algún contratiempo? Ciertamente no lefaltarán, por Dios, hijo de Santa María. Señora, decidle enseguida quehaga preparar una hoguera muy grande y yo entraré en las brasas. Si sequema un pelo de los harapos de vista, que permita que el fuego meconsuma completamente. Por que sé bien que el su corte no hay nadieque quiera combatir conmigo. Señora, por vuestra generosidad, ¿acasono tenéis piedad? Señora os lo suplico, tenedme a bien con mi amigo;por mar vine hasta él como mi señor y quiero sí volver.

-A fe mía, señor, cometéis un gran error hablándome de estas cosas yque sea yo quien le haga entrar en razón para que os perdone su cólera.No quiero morir aún ni ser la causa de mi pérdida. Él desconfía de vos

por mi causa, ¿iré, pues, a hablarle de esto? Sería demasiado atrevida;no, Tristán, no lo haré ni vos debéis pedírmelo; estoy completamentesola en este país.

>>Por mi causa os ha prohibido la entrada en mi cámara; si ahora meoyera hablaros me tendría por insensata: a fe mía que no voy a deciruna palabra más. Sí, os voy a decir sólo una cosa y quiero que la sepáis:por Dios, si él os perdona su enfado y su cólera, buen señor, estaréalegre y contenta. Pero si él supiera esta escapada, Tristán, yo sé bienque no habrá defensa alguna ante la muerte. Me voy […] no podrédormir pues temo que alguien nos haya visto venir aquí. Si el rey seentera de que nos hemos encontrado me hará quemar viva y no será

nada extraño. Estoy temblando, tengo mucho miedo; me voy pues estoyllena de temor por haber estado aquí tanto tiempo.

Iseo da media vuelta, él la vuelve a llamar:-Señora, por Dios que me hizo hombre de una virgen para salvar a la

humanidad, aconsejadme por piedad. Sé bien que no queréispermanecer aquí más tiempo pero, excepto vos, no sé con quiéndesahogarme pues sé que el rey me odia. Todo mi arnés ha sidoconfiscado; conseguid que me lo devuelvan y me iré de aquí sin tardar.Sé que tengo gran renombre en todas partes […] y no hay corte en todoel mundo que, si acudo allí, el señor no me quiera retener. Y si no me

ofrece suficientes ganancias, Iseo, ¡por mis cabellos rubios!, antes deque haya transcurrido un año mi tío no querrá haber tenido estos

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pensamientos ni por un montón de oro tan alto como él. No quierodeciros ni una mentira, Iseo, por Dios, pensad en mí, librarme de mideuda ante mi huésped.

-Por Dios, Tristán, mucho me asombra que me deis tal consejo. Vaispersiguiendo mi desgracia y este consejo no es leal. Bien conocéis lassospechas del rey, sean verdad o niñerías. Por Dios, el señor de la gloriaque creo el cielo, la tierra y a nosotros, si él oye una sola palabra de quehago levantar vuestro embargo se convertirá en una asunto demasiadopúblico. Cierto, no soy tan atrevida y no os lo digo por maldad, estadseguro de ello.

Entonces Iseo se alejó de allí y Tristán la despidió llorando, se apoyóen la grada de oscuro mármol, según creo y se lamentó consigo mismo:

-¡Ah, Dios Mío, señor san Ebrulfo!, nunca pensé perder tanto ni tenerque huir tan pobremente. No llevaré armas ni caballo ni compañero,excepto Governal (5). ¡Ah, Dios mío!, poco caso harán de un hombre sinequipo. Cuando esté en otro país, os oigo hablar de guerra a loscaballeros, no me atreveré a decir ni una palabra: el hombre despojadode todo no tiene derecho a hablar. Ahora no tendré más remedio quesoportar la fortuna de tantos males y odios que me han acarreado ya.Buen tío, qué poco me conocía quien sospechaba de mí y de tu mujer,nunca deseé tal locura. Muy poco estaría de acuerdo con misintenciones […]

El rey estaba encima de un árbol, vio el encuentro y oyó todas laspalabras. Su corazón se llenó de piedad y no pudo contener el llanto de

ningún modo, pues su dolor era muy grande. Odio a todas las fuerzas deenano Tintagel.-¡Ay! –dijo el rey-, bien he visto que el enano me ha engañado. Me

hizo subir a este árbol y me llenó de vergüenza. Me hizo oír mentirasacerca de mi sobrino, le colgaré por ello; me hizo montar en cólera yodiar a mi mujer, le creí y obré neciamente. Pronto tendrá surecompensa: cuando lo tenga entre mis manos lo haré morir en lahoguera. Le daré un final peor que el que le dio Constantino a Segosón,pues lo castro cuando se lo encontró con su mujer. Constantino la habíacoronado en Roma y los mejores caballeros estaban a su servicio, laquería y la llenaba de honores; y sin embargo la maltrató, aunque luego

lloró por ello.Hacía tiempo que Tristán se había alejado y el rey bajó del árbol. Dijo

para sus adentros que desde aquel instante creería a su mujer y no alos barones del reino que le hacían creer tales cosas que él sabía contoda certeza que no eran verdad, sino que había comprobado que eranmentira. No dejará de dar al enano con su espada lo que se merece; yano hablará más de traiciones, que nunca más sospechará de Tristán yde Iseo, sino que les dejará la cámara para lo que quieran.

-Ahora ya sé que si lo que me han dicho fuera verdad, este encuentrono habría acabado así; si se amaran con loco amor, pues allí estaban a

sus anchas, les habría visto besarse y sólo les he oído lamentarse. Sí estoy seguro de que no tienen intención de ello, ¿por qué creí en tan

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gran ultraje? Lo siento mucho y me arrepiento. Qué necio es el que creea todo el mundo. Tendría que haber comprobado antes la verdad acercade ellos dos antes de imaginar locuras. Bien se dieron cuenta de que

llegaba la noche. Por su conversación me he enterado de tantas cosasque nunca más este asunto me preocupará. A primera hora de lamañana Tristán será recompensado y tendrá permiso de estar en micámara siempre que quiera. Que abandone la idea de huir por lamañana.

Hablemos ahora del enano Frocín. Estaba afuera contemplando elcielo; vio a Orión y a Lucero, conocía el curso de las estrellas yobservaba los siete planetas. Conocía lo que sucedería y cuando sabíadel nacimiento de un niño explicaba cómo sería su vida. El enano Frocín,lleno de maldad, se esforzaba en engañar a aquel que le arrebataría elalma. En los astros vio la reconciliación, enrojeció y resoplomalhumorado; sabe de la amenazas del rey y que no dejará decumplirlas. Ahora el enano arruga el ceño y queda lívido y se va conrapidez hacia Gales. El rey va en busca del enano sin detenerse y comono lo encuentra, mucho se duele.

Iseo ha entrado en su cámara. Brangén la ve pálida y se da cuenta deque ha escuchado tales cosas que entristecen su corazón y le hacencambiar de color y palidecer […]

Contesta Iseo:-Querida ama, estoy triste y pensativa, Brangén, no quiero

ocultároslo: hoy alguien nos quiso traicionar. Cuando el rey Marco

estaba en el árbol que está junto a la grada de mármol, vi su sombra enla fuente; Dios hizo que yo hablara la primera y no dije ni una solapalabra de lo que había ido a buscar, os lo ruego, que no lancé grandeslamentos y gemidos angustiosos. Reconvine a Tristán por habermehecho venir y él, a su vez, me rogó que le reconciliase con mi señorpues equivocadamente estaba enfadado con él por mi causa. Yo le dijeque lo que pedía era insensato, que nunca más acudiría a sus llamadasni hablaría de él con el rey; no sé qué más le dije ni cuántos lamentoshubo. El rey no se dio cuenta en ningún momento ni descubrió missentimientos. Bien salí del paso.

Mucho se alegró Brangén de oír estas palabras:

-Iseo, mi señora, qué gran favor nos ha hecho Dios haciéndonosterminar nuestra conversación sin más, y que el rey no haya visto nadaque pueda no ser tenido a bien. Un milagro ha realizado Dios, que esverdadero padre y no quiere ningún mal para aquellos que son buenos yleales.

 Tristán ya había contado todo lo que había sucedido a Governal; ycuando éste lo oyó dio gracias a Dios por no haber hecho más cosas consu amiga.

El rey no pudo encontrar al enano. ¡Qué penoso será esto para Tristán, Dios mío! El rey volvió a su cámara, Iseo le mira llena de temor:

-Señor, por Dios, ¿de dónde venís? ¿Qué necesitáis para venir solo?

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-Reina, vengo a hablar con vos y a pediros una cosa; no me escondáisla verdad, pues es lo que quiero saber.

-Señor, nunca os mentí; y aunque deba morir aquí mismo os diré toda

la verdad y no habré dicho ni una sola mentira.-Señora, ¿habéis vuelto a ver a mi sobrino?-Señor, os voy a revelar toda la verdad y no os parecerá que lo sea,

pero no pretendo engañaros. Lo he visto y he hablado con él; estuvecon tu sobrino bajo aquel pino; mátame ahora mismo, rey, silo deseas.Ciertamente, lo he visto y es lamentable que pienses que amo a Tristáncon lascivia y engaño. Siento tal dolor que no me importa nada que meobligues a dar un paso funesto. Señor, ¡perdón por esta vez! Os hedicho la verdad y vos no me creéis sino que escucháis palabras necias yvanas; pero mi buena fe me salvará. Tristán, tu sobrino, vino bajo elpino que está dentro del jardín y me invitó a encontrarme con él. Nadame dijo, pero yo pensé que debía mostrarle respeto y no hostilidadporque por él soy yo vuestra reina. Cierto es que si no fuera por losmalvados que os dicen lo que no es verdad, yo le habría hecho un buenacogimiento. Señor, vos sois mi esposo y él vuestro sobrino, como así me ha dicho; por vos le he amado, señor. Pero los traidores aduladoresque le quieren ver lejos de la corte te obligan a creer sus mentiras. Tristán se va. ¡Que Dios le llene de oprobio! He hablado con vuestrosobrino esta noche, se lamentaba lleno de angustia, señor, y mesuplicaba que le reconciliara con vos. Yo le dije que se fuera y quenunca más me hiciera venir para reunirme con él. También le dije que

no intercedería con vos por su causa. Señor, no me vais a creer, pero nohubo nada más; matadme, si queréis, pero será una gran injusticia. Acausa de esta causa, Tristán se va, se irá a ultramar. Me ha pedido quele pague el hospedaje, pero no quiero tener ninguna deuda con él nihablarle durante más tiempo.

>>Señor, te he dicho toda la verdad, si te he mentido córtame lacabeza. Sabed, señor, que habría pagado con gusto sus deudas si mehubiera atrevido; pero ni siquiera he querido meter en el bolsillo cuatrobesantes enteros a causa de las murmuraciones de tu mesmada. Pobrese va; ¡que Dios le proteja! Es una gran equivocación que le obliguéis ahuir y no llegará a ningún país si Dios no le demuestra su verdadera

amistad.El rey sabía que ella decía la verdad pues había escuchado todas las

palabras. La tomó en sus brazos y la besó cien veces. Ella lloraba y él dedijo que callara, que nunca más desconfiaría de ella por las palabras delos aduladores; que vayan y vengan a su antojo. Los bienes de Tristánserán los suyos y sus bienes serán los de Tristán y no creerán cuencamás a los Cornualles.

Luego, el rey le dijo a la reina que el malvado enano Frocín le habíaavisado de la cita y le había hecho subir a lo más alto del pino paraverlos encontrarse por la noche.

-Señor, ¿estabais, pues, en el jardín?

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-Sí, señora, por San Martín, y no hubo ni una sola palabra en voz alta obaja que yo no oyera. Cuando oí que Tristán contaba el combate que leordené librar, me compadecí de él y poco faltó para que me cayera del

árbol. Y cuando os oí evocar los sufrimientos que pasó en el mar a causade las heridas de la serpiente que vos le curasteis y lo bondadosa queos mostrasteis con él y cuando él os pidió que pagarais sus deudas, oí con pesar que os negabais a ello y que no os acercabais el uno al otro.Me compadecí de vosotros encima del árbol, sonreí por lo bajo y no hicenada más.

-Señor, esto me gusta mucho. Vos sabíais perfectamente queactuábamos con libertad; si él me amara con amor loco os habrías dadocuenta. Pero, a fe mía, en ningún momento le visteis acercarse a mí, nihacer un gesto sospechosa ni besarme. Parece que es cierto que no meama con vileza. Señor, si no nos hubierais visto, no nos habríais creído.

-No, ¡por Dios! –dijo el rey- , Brangén, que Dios te bendiga, ve alalbergue a buscar a mi sobrino y si te dice esto o lo otro o si no quierevenir contigo dile que le ordeno venir ante mí.

Brangén le dijo:-Señor, me odia y Dios sabe que sin motivo alguno; dice que yo soy la

causa de que haya discutido con vos y pretende mi muerte a toda costa.Pero iré porque por vos no se atreverá a tocarme. Señor, por Dios,reconciliadme con él cuando llegue aquí.

¡Oíd las palabras de la muy falsa!, se comportó como una granmentirosa, bromeando a conciencia mientras se lamentaba del enfado

[de Tristán].-Rey, voy en su busca –dijo Brangén-, reconciliadme con él y haréisuna buena acción.

Contestó el rey:-Pondré todo el interés en ello. Ve por él rápidamente y tráemelo.Iseo sonrió y el rey más aún. Brangén llegó a la puerta con rapidez.

 Tristán estaba cerca de la pared y había oído las palabras del rey.Agarró a Brangén de un brazo y la abrazo dado gracias a Dios […] deestar con Iseo todo el tiempo que quiera.

Brangén explicó a Tristán:-Señor, el rey, dentro de su casa, ha hablado largo rato de vos y de tu

querida amiga. Os perdona el enojo que le habéis causado y ahora odiaa los que os han causado problemas. Me ha rogado y ahora odia a losque os han causado problemas. Me ha rogado que te lleve ante supresencia y le he dicho y le he dicho que estabas encolerizado conmigo.Aparentad que os hacéis de rogar y que no venís a gusto. Si el rey osruega que me perdonéis poned mala cara.

Tristán la abraza y le besa de tan contento que está de volver a lasituación anterior. Se dirigen a la cámara adornada con pinturas endonde están el rey e Iseo. Tristán entra.

-Sobrino –dice el rey-, acercaos; cesa de enfadarte con Brangén y yo

te perdonaré.

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-Tío, señor bien amado, escuchadme: os excusáis muy fácilmentedespués de haberme rebajado; mi corazón está lleno de dolor por tangran ultraje u felonía. Yo seré castigado y ella [Iseo] deshonrada. Dios

sabe que nunca pensamos en ello. Pero sabed que quien ha hecho creeresas extravagancias os odia. A partir de ahora tened mejoresconsejeros, no os encolericéis con la reina ni conmigo, pues soy devuestro linaje.

-A fe mía que no lo haré, buen sobrino.Y el rey y Tristán se reconciliaron. El rey le dio permiso para estar en

sus aposentos, ¡qué alegría tuvo! Tristán va u viene de la cámara y alrey no le importa.

Pero, ¡ay, Dios mío!, ¿quién puede estar enamorado un año o dos sinque se sepa? El amor no se puede ocultar; y a menudo uno de los doshace un signo al otro, y se encuentran con frecuencia, a veces aescondidas y otras delante de la gente. En ningún lugar pueden estartranquilos y esto los hace citarse a menudo.

II. Las huellas ensangrentadas

En la corte había tres barones tan traidores como jamás visteis otrosiguales. Se habían comprometido por juramento a que, si el rey noexpulsaba de su país a su sobrino, no lo soportarían y se irían a suscastillos para declarar la guerra al rey Marco. Un día, en un jardíndebajo de un árbol, había visto a la gentil Iseo con Tristán en una

situación que ningún hombre puede tolerar y también les había vistomuchas veces desnudos en el lecho del rey Marco. Porque cuando el reyse iba al bosque y Tristán decía: <<Señor, yo también voy>>, sequedaba allí, entraba en la cámara y permanecían juntos durantemucho tiempo.

-Se lo diremos nosotros mismos, iremos al rey y se lo diremos; tanto sinos ama como si nos odia queremos que expulse a su sobrino.

Todos decidieron esto y se dirigieron al rey Marco para hablar con él,le llevaron a un rincón y le dijeron:

-Señor, esto va mal. Tu sobrino e Iseo se aman, puede verloquienquiera y nosotros no estamos dispuestos a soportarlo.

Al oír el rey, lanzó un suspiro, bajó la cabeza hacia el suelo sin saberqué decir y andaba de un lado a otro.

-Rey –le dicen los tres traidores-, por nuestra fe que no lostoleraremos; estamos seguros de que consientes esta cruel situación yque conocer este gran escándalo. ¿Qué vas a hacer? Piénsalo bien. Si noalejas a tu sobrino de la corte para que no regrese jamás, nunca más osdemostraremos nuestra fidelidad y no estaréis en paz con nosotros.Pediremos a vuestros vecinos que abandonen nuestra corte pues nopodemos soportar esta situación. Ahora es el momento de tomar unadecisión, dinos cuál es tu deseo.

-Señores, sois mis fieles vasallos. Y, por Dios, que mucho me asombraque mi sobrino haya buscado mi vergüenza. Aconsejadme, os lo suplico,

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y debéis darme sensatos consejos pues no quiero perder vuestrosservicios. Bien sabéis que nos soy orgulloso.

-Señor, haced venir al enano que adivina el porvenir y tiene gran

sabiduría, a él debéis consultar. Llamad al enano y luego tomad unadecisión.Enseguida llegó el jorobado, ¡maldito sea! Uno de los barones le

abrazó y el rey le explicó lo que pasaba. ¡Ay!, oíd ahora la traición y laperfidia que el enano Frocín sugirió al rey. ¡Malditos sean estosadivinos! ¿Quién pudo imaginar tal felonía como la de este enano, aquien Dios maldiga?

-Di a tu sobrino que se dirija mañana por la mañana al rey Artús unmensaje escrito en pergamino, bien sellado y cerrado con cera. Rey, Tristán duerme delante de tu lecho; dentro de poco, esta misma noche,sé que querrá hablar con ella porque tendrá que partir (6). Rey, sal deallí al primer sueño, y te juro por Dios y por las creencias de Roma quesi Tristán la ama apasionadamente irá a encontrarse con ella, y si llegahasta ella sin que yo lo sepa y sin que no los veas tú, mátame tú y todoslos vasallos, de los contrario se comprobará [su culpa] sin ninguna clasese juramento. Rey, déjame hacer las cosas a mi modo y ocultadle sumisión hasta la hora de acostarse.

El rey le dijo:-Así se hará, amigo.Se separan y cada uno de va por su lado. El enano era muy astuto y

preparó una vil traición. Fue a casa de un panadero y compró cuatro

céntimos de flor de harina y se la ató alrededor de la cintura. ¿Quiénpudo imaginar tal traición? Por la noche, cuando el rey hubo acabado decenar se acostaron en la sala. Tristán acompaño al rey hasta el lecho.

-Querido sobrino –le dijo-, os pido que hagáis lo que voy a ordenar:cabalgaréis hasta Caudel, donde está el rey Artús, desplegad estemensaje y saludadle de mi parte y no os quedéis con él más que undía, sobrino.

Tristán entendió que debía llevar un mensaje y le dijo al rey que lollevaría.

-Rey, partiré de buena mañana.-Sí, antes de que acabe la noche.

Tristán estaba asustado, entre su lecho y el del rey había el largo deuna lanza y se le ocurrió una idea muy insensata. Se dijo a sí mismoque, si podía, hablaría con la reina mientras su tío estuviera dormido.¡Dios mío!, ¡qué locura!, ¡qué gran temeridad!

Aquella noche el enano estaba en la cámara; escuchad lo que hizo esanoche. Esparció la flor de harina entre los dos lechos para que laspisadas se marcaran y si el uno iba hacia el otro por la noche, en la florde harina quedaría la huella de los pasos. Tristán vio al enanoafanándose en esparcir la harina; reflexionó acerca del significado quepodría tener, pues el enano no solía actuar de este modo. Luego se dijo:

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-¿Esparcirá por aquí cerca la harina para ver nuestras huellas si el unova al encuentro del otro? El que ahora lo hiciera bien loco sería; ya verási voy.

El día anterior, estando Tristán en el bosque, un gran jabalí le habíaherido en la pierna y le dolía. La herida había sangrado mucho y paradesgracia suya la venda se había desatado. Tristán aquella noche nodormía, me parece. El rey se levantó a media noche y salió de lacámara; le acompañaba el enano jorobado.

En el aposento no había luz, ni cirio ni lámpara encendidos. Tristán sepuso en pie. ¡Dios mío!, ¿por qué lo hizo? Escuchad: junta los pies,calcula la distancia y salta; cayó encima del lecho del rey. La herida seabrió y sangró abundantemente; la sangre manchó las sábanas. Laherida sigue sangrando, pero él no nota nada porque sólo atiende a sudeleite y en muchos lugares se acumula la sangre. El enano está fuera;mirando la luna ve que los dos amantes están juntos; se estremece dealegría y le dice al rey:

-Si ahora nos puedes sorprenderlos juntos, hazme colgar.También estaban allí los tres traidores que habían urdido

secretamente esta traición. El rey llega; Tristán le oye y se levanta llenode temor, y vuelve a dar un salto rápido. Por el esfuerzo que ha hecho lasangre fluye de la herida y cae sobre la harina, ¡qué desgracia!, ¡Diosmío!, qué pena que la reina no haya quitado las sábanas del lecho.Ninguno de los dos hubiera sido reconocido culpable aquella noche. Si lareina hubiera reparado en ello, habría protegido su honor. Pero Dios que

se complace en protegerlos hizo luego un gran milagro. El rey regresó asu cámara, el enano le acompañaba, sosteniendo una candela. Tristánfingía estar dormido pues roncaba con fuerza por la nariz, no había allí nadie más, salvo Perinís, que dormía a sus pies y no se movía. La reinayacía en si lecho. Sobre la harina se veía la sangre, aún caliente; el reyse dio cuenta de que las sábanas estaban enrojecidas y en la harina sepercibían las huellas del salto.

El rey amenaza a Tristán. Los tres barones ya están en la cámara yagarran con fuerza a Tristán en el lecho; por su valentía le tenían granodio y también a la reina. La insultan, la amenazan; no cederán hastaque se haga justicia con ellos. Ven la pierna que sangra.

-Éste sí que es un auténtico signo; ésta es la prueba –dijo el rey-,vuestra justificación no tiene ningún peso. Estad seguro, Tristán,mañana seréis ajusticiado, así lo pienso.

Tristán grita:-¡Señor, piedad; por Dios que sufrió en la Pasión, señor, tened piedad

de nosotros!Dicen los traidores:-Señor, véngate ahora mismo.-Querido tío, yo no me importo nada. Sé que ha llegado para mí la

hora del gran salto. Si no fuera por no enojarnos, este pleito habría

costado caro; jamás, ni por tus ojos, habrían pensado ponerme lasmanos encima, pero contra vos no tengo nada. Sea para bien o para

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mal, haced conmigo lo que queráis, y estoy dispuesto a soportarlo. Pero,señor, por Dios, tened piedad de la reina –Tristán se arrodilla ante él-porque no hay ningún hombre en tu casa que si profiriera la calumnia

de que he hecho la locura de ser el amante de la reina no meencontrara al instante con las armas en la liza. Señor, ¡tened piedad deella, pos Dios!

Los tres que están en la cámara se abalanzan sobre Tristán y le atan yhacen lo mismo con la reina. Están llenos de odio. Si Tristán supiera queno le dejarán justificarse, habría preferido ser descuartizado en vivo yno soportar ser atados, ella y él. Pero tenía tanta confianza en Dios, quetenía la seguridad de que, si pudiera tener un duelo judicial, nadie seatrevería a empuñar las armas contra él; por esto quería defenderse enuna liza. Por esto no quería delante del rey estropearlo todo con un actoimpulsivo; pero, si él hubiera sabido lo que había pasado y lo que lesucedería, habría matado a aquellos tres sin que el rey hubiera podidoprotegerlos. ¡Ay, Dios mío!, ¿por qué no los mató? A mejor situaciónhabría llegado.

III. La huida al bosque

Los rumores se filtran por la ciudad: han sorprendido juntos a Tristáncon la reina Iseo y el rey quiere acabar con ellos. Pequeños y grandeslloran y se dicen los unos a los otros:

¡Qué desgracia! Tenemos tantos motivos para llorar; ¡qué valiente

sois, Tristán! ¡Qué desgracia que estos malvados os hayan sorprendidoa traición! ¡Ah, reina, noble y honorable! ¿En qué tierra nació hija de reyque valga como vos? Enano, ¿qué han hecho tus adivinanzas? Que novea a Dios cara a cara el que se encuentre al enano y no le atraviesecon la espada. ¡Ay, Tristán, qué grande será nuestro dolor, amigoquerido y de gran valor, cuando seáis llevado al suplicio! ¡Qué dueloserá vuestra muerte! Cuando el Morholt desembarcó aquí para llevarsea nuestros hijos, callaron nuestros barones, pues nunca hubo uno tanvaliente que tomara las armas contra él. Vos aceptasteis combatir pornosotros, los de Cornualles, y matasteis al Morholt. Señor, él os hirió consu venablo y casi moristeis. No deberíamos consentir que seáis llevados

al suplicio.Los rumores y el ruido iban en aumento y todos se dirigieron

corriendo al palacio. El rey estaba enfadado e irritado; no hubo varóntan grande y valiente que se atreviera a implorar que le perdonara a Tristán su falta. Llega el día y se va la noche. El rey ordena buscarespinos y hacer un foso en el suelo. El mismo rey con una podaderamanda buscar sarmiento por todas partes y amontonarlos con losespinos blancos y negros y con las raíces. Ya era la hora prima. Lospregoneros anunciaron por todo el reino que todo el mundo acudiera ala corte. Todos van los más deprisa que pueden. Los cornuallenses ya

están todos reunidos, muy ruidosos y excitados; todos están tristesexcepto el enano de Tintagel.

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El rey les dice y muestra que quiere hacer quemar en la hoguera a susobrino y a su esposa. Todos los del reino se ponen a gritar:

-Rey, cometeréis un gran pecado si antes no son juzgados. Luego

podéis ejecutarlos, piedad, señor.El rey contestó lleno de ira:-Por el Señor que creó el mundo y todo lo que hay en él, aunque fuera

desheredado no renunciaría a quemarlos en la hoguera; ni quiero queme volváis a pedir esto, dejadme en paz.

Ordena que enciendan el fuego y que lleven allí a su sobrino; quieroverlo arder el primero. Van a buscarle, el rey le espera. Lo traenagarrándole por las manos; ¡Dios mío, qué villanamente se comportan! Tristán llora pero no sirve para nada. Lo sacan afuera para suvergüenza, Iseo llora casi loca de desesperación.

-Tristán –le dice-, qué desgracia veros atados de manera tan vil. Si memataran y a vos os salvaran sería un gran gozo, querido amigo; y algúndía se vengaría esto.

Oíd, señores, qué grande es la misericordia de Dios; no desea lamuerte del pecador. Escucha los gritos y los llantos de la pobre gentepor aquellos que son conducidos al suplicio.

En el camino por el que pasan hay una capilla encima de un monte alborde de un peñasco. Construida sobre el mar la azota el viento delnorte. La parte que es llamada coro está sobre un montículo y más allásólo hay un acantilado. El montículo es plano y pizarroso; si una ardillasaltara de allí, habría muerto, no podría salvarse. En la pared había una

ventana de cristales de púrpura que había sido hecha por un santo. Tristán llama a sus guardianes.-Señores, aquí hay una capilla, dejadme entrar por Dios. Mi vida está a

punto de acabar; rogaré a Dios que se apiade de mí puesto que muchohe pecado. Señores sólo hay una entrada y cada uno de vosotros tieneuna espada. Ya veis que no puedo salir de otro modo que volviendo apasar delante de vosotros. Cuando acabe de rezar a Dios regresaré avuestro lado.

-Podemos dejarle entrar.Le quitan las ataduras y entra dentro. No pierde el tiempo Tristán, por

detrás del altar llega hasta la ventana, la abre con la mano derecha y

por el hueco salta afuera; prefiere saltar que arder en la hoguera ante lamuchedumbre. Señores, una piedra grande y ancha sobresalía en mitaddel acantilado. Tristán saltó con agilidad. El viento hincha sus ropas y leimpide caer pesadamente. Todavía en Cornualles llaman a esta piedrael <<Salto de Tristán>>.

La capilla se llenó de gente. Tristán salta; la arena estaba blanda. Enla iglesia todos están de rodillas. Y los guardianes que lo esperan fueralo hacen en vano. Tristán ha huido, Dios se ha compadecido de él. Huyedando saltos por la orilla. Oye con toda claridad el crepitar del fuego. Nodesea de ningún modo dar la vuelta y no puede correr más de lo que

corre.

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Pero oíd ahora acerca del Governal. A caballo, con la espada al cintosale de la ciudad; sabe que, si le descubren, el rey le quemará en lugarde su señor; lleno de miedo, huye. Mucho amaba a Tristán su maestro

por lo que no quiso abandonar su espada sino que la cogió de donde laguardaba y la lleva junto a la suya. Tristán vio a su maestro, le gritó alreconocerlo y él se le acercó rápidamente. Al verle se llenó de júbilo:

-Maestro, gracias a Dios he podido escapar y ahora estoy aquí. ¡Ay,desgraciado de mí! ¿Qué me importa? Si no tengo a Iseo, nada meinteresa. ¡Desdichado!, el salto que acabo de dar, ¿por qué no me hamatado? Podría haber sido demasiado tarde para mí. Yo he escapado ya ti, Iseo, te queman. Es verdad que para nada me he librado; si ella esquemada por mi causa, por ella moriré.

Dijo Governal:-Por Dios, buen señor, calmaos, no os desesperéis. Mirad este

matorral tan espeso que rodea el foso; metámonos dentro, señor. Poraquí pasa mucha gente y podréis oír noticias de Iseo. Si la queman vivano volveréis a montar si en breve no os vengáis de ello; tendréis muybuena ayuda. Por Jesús, el hijo de María, no dormiré en ninguna casahasta que los tres malditos traidores por los que ha sido condenadaIseo, tu amiga, hayan muerto. Si ahora hubierais muerto, señor, antesde haberos vengado jamás en mi vida volvería a ser feliz.

Tristán le contestó:-Os voy a contrariar, querido maestro, porque no llevo mi espada.-Sí que la tienes, pues yo te la he traído.

Dice Tristán:-Bien está, maestro. Ahora, excepto a Dios, no temo nada.-Bajo mi túnica llevo algo que os gustará mucho: una cota de mallas

resistente y ligera que os hará un gran servicio.-Entregádmela –dije Tristán-. Por Dios en quien creo, si logro llegar

antes de que metan a mi amiga a la hoguera, preferiría serdescuartizado que dejar vivir a los que la tienen prisionera.

Govenal dijo:-No os apresuréis. Dios os puede conceder otra manera de vengaros

mejor sin tener las dificultades en que ahora os podrías encontrar. Noveo qué podéis hacer ahora si el rey está tan enfadado. Tiene de su

parte a todos los burgueses y a los que viven en la ciudad: ante suspropios ojos les ha ordenado que al que os pueda coger prisionero yno lo haga le hará colgar. Todos se quieren más a sí mismos que avos. Si lanzara un grito de captura sobre vos, aunque alguien osquisiera liberar, no se atrevería ni siquiera a pensarlo. Tristán llora, tiene una gran pena. A pesar de los vecinos de Tintagel y

aunque fuera a descuartizarte y no le quedara un miembro junto a otro,nunca renunciaría a ir si su maestro no se lo impidiera.

Un mensajero corre hacia la cámara y le dice a Iseo que no llore puessu amigo ha escapado.

-¡Dios mío –exclama ella-, gracias! No me importa nada que mematen, o si me atan o me desatan.

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Aconsejado por tres barones, el rey había ordenado que le ataran lasmuñecas tan fuertemente que tenía los dedos ensangrentados.

-Por Dios- decía Iseo-, si algún día […] Ya que a los malditos traidores

que debía custodiar a mi amigo se les ha escapado, gracias a Dios, pormí no debería sentirse aprecio alguno. Estoy segura de que el mentirosoenano y los traidores llenos de envidia que dicen que he de morirtendrán algún día su merecido. Puede convertirse en su perdición.

¡Señores!, al rey ha llegado la noticia de que su sobrino, que debía serquemado vivo, ha escapado cuando estaba en la capilla. Se puso negrode cólera y no supo cómo contener su disgusto. Indignado, ordena quese lleven a Iseo.

Iseo sale de la sala. El clamor aumenta en las calles. Cuando ven a suseñora atada -¡qué vergüenza!- se estremecen. ¡Si oyerais cómo seduele por ella y cómo le piden merced a Dios!

-¡Ay, noble y honorable reina, en qué dolor han sumido al país quienesdivulgaron esta mentira! En verdad que no les hará falta una bolsa muygrande para meter sus ganancias, ¡ojalá tengan una fea enfermedad!

La reina fue conducida hasta la hoguera en que ardían los espinos.Dinas, el señor de Dinan, que tenía gran aprecio por Tristán, se arrodillóa los pies del rey.

-Señor –le dijo-, prestadme atención. Te he servido durante muchotiempo sin villanía alguna, lentamente. No encontrarás en todo tu reinohombre alguno, ni pobre huérfano y anciano, que por nuestrasenescalía, en la que he empleado toda mi vida, no diera ni una moneda

bovecina. Señor, apiadaos de la reina: queréis arrojarla al fuego sin juicio alguno: esto no es justo, pues ella no reconoce su culpa y seráuna desgracia si es quemada viva. Señor, Tristán ha escapado; conocepalmo a palmo las llanuras, los bosques, los caminos y los vados y esmuy valiente. Vos sois su tío y él es vuestro sobrino, no os hará ningúnmal a vos, pero si vuestros barones llegan a caer en sus manos y losultrajara, tu tierra sería devastada. Señor, verdaderamente no quieronegarlo, quien matara a uno solo de mis escuderos o le enviara al fugopor causa mía, aunque fuera el rey de siete reinos tendría queponérmelos todos en la balanza antes de renunciar a la venganza.¿Pensáis que no le importa que una mujer tan noble que trajo de un

reino lejano sea ejecutada? Antes habrá una dura batalla. Rey,entrégamela, me lo he merecido por haberte servido durante toda mivida.

Los tres barones que habían urdido este asunto permanecen sordos ymudos porque saben que Tristán ha escapado y temen en gran maneraque les tienda una trampa. El rey tomó a Dinas por la mano y lo llenó decólera juró por santo Tomás no renunciar a hacer justicia y a arrojar alfuego a Iseo. Dinas al oírlo siente una gran pena, está lleno de pesar; sudeseo es que la reina no sea ejecutada. Se pone en pie con la cabezabaja:

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-Rey, me voy a Dinan. Por el señor que creó a Adán no la quiero verarder ni por todo el oro ni por todas las riquezas que tuvieran loshombres más ricos que hubo desde el esplendor de Roma.

Luego montó en su caballo y dio media vuelta con la cabeza gacha,triste y sombrío.Iseo fue llevada a la hoguera. Iba rodeada de gente que gritaba y

chillaba, maldiciendo a los traidores del rey. Las lágrimas se deslizabanpor su rostro; vestía una túnica estrecha de seda oscura cosida condelgados hilos de oro. Los cabellos le caían hasta los pies y estabantrenzados con cintas de oro. Quien contemplaba su cuerpo y su rostrosin compadecerse de ella tendría demasiada maldad en su corazón, susmanos estaban atadas con fuerza.

Había en Lancién un leproso llamado Iván, estaba horriblementedesfigurado. Había acudido allí para asistir al juicio; con el iban cien desus compañeros con sus muletas y sus bastones; nunca visteis hombrestan horribles ni tan deformados ni mutilados. Todos llevan una carraca ygritan al rey con voz ronca:

-Señor, tú quieres hacer justicia quemando a tu esposa de esta guisa;bien está, pero por lo que yo sé el castigo durará poco: pronto seelevará una gran hoguera y las cenizas las esparcirá el viento, el fuegose apagará y el castigo desaparecerá entre las brasas. Éste será sucastigo; pero si queréis hacerme caso […] y que ella prefiera morirantes que vivir en la deshonra y que si alguien lo supiera os consideraracon gran respeto. Rey, ¿querrás que sea así?

El rey le escuchó y contestó:-Si tú me enseñas, sin equivocarte, el modo de que ella viva sin honra,te lo agradeceré, tenlo por seguro; y si quieres toma de lo que es mío.Nunca se ha explicado la manera más dolorosa y cruel de hacerlo; sialguien supiera indicármelo ahora mismo, por Dios rey, tendría mi amorpara siempre.

Iván le contestó:-Te diré al momento lo que pienso de todo esto. Ya veis que he venido

con cien de mis compañeros; entréganos a Iseo y será para todos;ninguna dama tuvo jamás un final peor. Señor, dentro de nosotros hayun ardor tan fuerte que no hay bajo el cielo mujer alguna que pudiera

soportar ni un solo día nuestro contacto. Las ropas se nos pegan alcuerpo. Contigo, Iseo solía vivir con honor con pieles de veros y demartas y con alegría; conocía los mejores vinos de las grandes bodegasde mármol oscuro. Si nos la entregáis a nosotros, leprosos, cuando veanuestras miserables chozas y mire las escudillas y que tendrá queacostarse con nosotros, señor, y que en vez de tus exquisitos manjarestendrá las sobras y los restos que nos dejan ante la puerta, ¡por el señorque vive allí arriba, cuando vea nuestra corte verá tanta miseria quepreferirá morir que vivir! Entonces sabrá Iseo, la víbora, qué mal se haportado; preferiría abrazarse a la hoguera.

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El rey oyó todo esto de pie, no se movió ni un momento y comprendióperfectamente las palabras de Iván. Fue hacia Iseo y la tomó de lamano, ella gritó:

-¡Piedad, señor, quémame aquí mismo pero no me entregues a ellos!El rey se la entrega e Iván la coge. Los leprosos, que eran unos cien,se amontonan a su alrededor; si oyerais sus gritos y rugidos; todo elmundo está apenado. Unos están muy tristes pero Iván está contento.

Iseo se va conducida por Iván hacía el camino de arena. El pelotón delos demás leprosos, cada uno con sus muletas, se dirige hacía el lugaren donde está Tristán esperándoles.

Governal da un fuerte grito:-¡Hijo!, ¿qué vas a hacer? Mira a tu amiga.

-Dios mío –dice Tristán-, qué aventura. ¡Ah, Iseo, bella mujer!,estuvisteis a punto de morir por vos. Estos que os tienen en sus manospueden estar seguros de que si al momento no os sueltan algunos lolamentará. 

Pica espuelas al caballo, salta el arbusto y grita lo más fuerte quepuede:

— ¡Iván, ya la has tenido bastante!; déjala ahora mismo porque conesta espada te haré volar la cabeza.

Iván se dispone a quitarse el manto y grita:— ¡A las muletas, enseguida! Ahora se verá quién es de los nuestros.Si vierais a los leprosos jadeando quitarse las capas. Cada uno levanta

su muleta; unos le amenazan, otros le insultan. Tristán no quiere tocar anadie ni golpearle ni hacerle daño. Governal se ha acercado al oír losgritos, lleva en la mano una rama verde de encina con la que golpea aIván que tiene a Iseo agarrada. Lleno de sangre cae a sus pies. Buenaayuda ha prestado a Tristán su maestro, luego toma a Iseo con la manoderecha.

Los narradores dicen que ahogaron a Iván, pero esto es porque sonvillanos y no saben bien la historia; Berol la ha conservado en sumemoria tal como es: Tristán era demasiado noble y cortés para matara gente de tal clase. Tristán se va con la reina, dejan las llanuras y Tristán y Governal entran en el bosque. Iseo es feliz, no siente ya

ningún mal.

IV. En el bosque de Morrois

Están en el bosque de Morrois y pasan la noche en un monte y Tristánse siente allí tan a salvo como si estuviera en un castillo amurallado. Tristán era un excelente arquero, sabía muy bien tirar al arco yGovernal le había robado uno a un guardabosque que lo llevaba y

también dos flechas emplumadas con las puntas de acero.

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Tristán toma el arco y entra en el bosque, ve un corzo, empulga ydispara; lo ha herido en el flanco derecho, brama, da un brinco haciaarriba y cae al suelo; Tristán lo coge y se lo lleva.

Tristán construye una choza; con la espada corta ramas y cubre eltecho; Iseo la alfombra de hojas mullidamente. Tristán se sienta junto ala reina. Governal sabía cocinar y con leña seca ha hecho un buenfuego. ¡Muchas cosas había para hacer! No tenían en su morada nileche ni sal en aquellos momentos. La reina estaba muy cansada por elpánico que había pasado; le entra sueño, quiere dormir; quiere dormirseapoyada en su amigo. ¡Señores!, mucho tiempo vivieron así, en lo másprofundo del bosque; mucho tiempo estuvieron en este desierto.

Oíd ahora lo que hizo el enano al rey: el enano era el único queconocía un secreto del rey. Imprudentemente lo divulgó; fue unatontería, pero por ello el rey le cortó luego la cabeza. Un día, el enanoestaba borracho y los barones le acosaron preguntándole de quéhablaba con el rey con tanta frecuencia.

—Siempre le he guardado fielmente el secreto que me ha confiado.Veo ahora que queréis saberlo, pero yo no quiero traicionar mi juramento. Os llevaré a los tres al Vado de la Aventura; allí hay unespino blanco con un hoyo bajo sus raíces. Meteré la cabeza allí dentroy desde fuera me oiréis hablar. Lo que diré será el secreto por el queestoy comprometido con el rey.

Los barones llegaron al espino, delante iba el enano Frocín. El enanoera pequeño y con la cabeza grande, con prontitud ensancha el agujero

y mete la cabeza hasta los hombros y dijo:—Escuchad, señores marqueses; espino, os hablo a vos, no a losvasallos: Marco tiene las orejas de caballo (7).

Claramente oyeron las palabras del enano. Un día después de comerel rey Marco hablaba con sus barones, en la mano empuñaba un arco decítiso; se acercaron los tres barones a quienes el enano había confesadoel secreto y dijeron al rey en privado:

—Rey, sabemos lo que ocultáis.El rey dijo riéndose:

—Este defecto de tener orejas de caballo es por culpa de este adivino;en verdad que pronto le llegará su fin.

Saca la espada y le corta la cabeza. Esto gustó a mucha gente queodiaba al enano Frocín por lo que había hecho a Tristán y a la reina.

Señores, ya habéis oído el salto que dio Tristán desde la roca al vacíoy cómo Governal huyó a caballo porque temía que si Marco le cogíatambién le llevaría a la hoguera. Ahora viven juntos en el bosque; Tristán les abastece de caza; vivieron durante mucho tiempo en aquelbosque. Y cada mañana abandonan el lugar en donde han pasado lanoche.

Un día llegaron, por casualidad, a la ermita del hermano Ogrín. La vidaque llevan es amarga y dura pero se aman con tan buen amor que el

uno por el otro no siente dolor. El ermitaño re- conoció a Tristán;apoyado en un bastón le habló, escuchad lo que le dijo:

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—Señor Tristán, todo Cornualles se ha comprometido bajo juramentoa que el que os entregue al rey tendrá cien marcos de recompensa. Todos los barones de este país han jurado al rey, con su mano, que os

entregarán a él vivo o muerto.Bondadosamente continuó Ogrín:—A fe mía, Tristán, Dios perdona los pecados a quien se arrepienta, si

tiene fe y se confiesa. Tristán le dice:

—Señor, a fe mía, ella me ama de buena fe, pero vos no podéisentender el motivo: si me ama es a causa de lo que bebió. No puedosepararme de ella, ni ella de mí, no os lo puedo ocultar.Ogrín le dijo:

— ¿Cómo se puede ayudar a un hombre muerto? Bien muerto está elque permanece en pecado mucho tiempo y no se arrepiente; no sepuede dar la absolución al pecador que no tiene arrepentimiento.

El ermitaño Ogrín siguió sermoneándoles y aconsejándoles que searrepintieran. Les cita varias veces las profecías de las Escrituras y confrecuencia les recomienda que se separen el uno del otro. Y le dice a Tristán con indignación:

— ¿Qué vas a hacer? Dímelo.—Señor, quiero a Iseo de un modo extraordinario; ni duermo ni

descanso. He decidido que prefiero ser un mendigo junto a ella y vivirde hierbas y de bellotas que poseer el reino del rey Otrán. No me pidáisque la abandone porque no puedo hacerlo.

Iseo llora a los pies del ermitaño. En poco tiempo su rostro se hatrasmudado y no cesa de pedirle perdón.—Señor, por Dios omnipotente, él no me ama y yo no le amo sino por

causa de un brebaje que yo bebí y él también bebió: ésta es nuestrafalta; por esto nos ha expulsado el rey.Con rapidez le contestó el ermitaño:

— ¡Ea, que Dios que creó el mundo os dé sincero arrepentimiento!Y, sabedlo bien, no tengáis duda de ello, aquella noche durmieron en

casa del ermitaño; por ellos alteró su forma de vida. Al amanecer salió Tristán; no abandona el bosque y evita el campo abierto. Les falta pan,esto es algo muy duro. En el bosque mata muchos ciervos, ciervas y

corzos; en el lugar en que acampan allí mismo los asan en un buenfuego: y en cada lugar sólo pasan una noche.

Señores, sabed que el rey hizo promulgar un bando contra Tristán, yni una sola parroquia de Cornualles deja de estar alerta, pues quien seencuentre a Tristán deberá dar la voz de alarma.

El que quiera oír una aventura sobre lo importante que es saberadiestrar, que me escuche sólo un instante. Me oiréis hablar de un perrobraco, ni condes ni reyes tuvieron un cazador igual. Era veloz ydispuesto al instante, era alegre, rápido, nada lento, se llamabaHusdent. El perro estaba atado a una traílla y oteaba desde la torre,

pues se inquietaba mucho porque no veía a su amo. No quería comer nisu comida, ni pan ni nada que le dieran. Gruñía, se arañaba con las

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patas y los ojos se le ponían llorosos. ¡Dios mío, qué pena daba a lagente aquel perro! Todos decían:

—Si fuera mío no lo tendría atado, pues sería muy triste que se

pusiera rabioso. ¡Ay, Husdent!, nunca tendremos un perro tan listo yque manifieste tanto dolor por su señor. Ningún animal sintió tan granafecto. Salomón tenía toda la razón cuando dijo que su amigo era sulebrel. Tu ejemplo nos lo demuestra, pues no quieres comer desde quetu amo ha sido hecho preso. Rey, haz que le desaten las correas.

El rey dijo para sus adentros, pues creía que el perro estaba rabioso acausa de su amo:

—En verdad que es un perro con sentido común, y no creo quenuestros días haya en Cornualles un caballero que valga como Tristán.

Los tres barones de Cornualles se dirigen al rey:—Señor, desatad a Husdent y veremos si su dolor es por pena o por su

amo, porque tan pronto se le desate, si tiene la rabia, morderá a unapersona, a una bestia o a cualquier cosa y le colgará la lengua.

El rey llamó a un escudero para que desatara a Husdent. Todos sesuben a los bancos y a las sillas, pues temen el primer salto del perro, ydicen:

—Husdent está rabioso.Pero no se trataba de esto. Así que se vio desatado se puso a correr

por entre las filas de la gente, tan despierto que no se detuvo ni unmomento. Salió por la puerta de la sala y llegó hasta el albergue endonde solía encontrar a Tristán; el rey lo ve y también los demás y

todos le siguen. El perro aúlla, a veces ladra, mostrando un gran dolor.Ha encontrado el rastro de su amo: ni una sola de las huellas de Tristándesde que fue prendido y a punto de ser quemado vivo dejó de seguir elperro, y todos los demás van tras él. Husdent llega a la cámara endonde Tristán fue traicionado y apresado, sale de allí, da un salto, ladracon fuerza y se va aullando hacia la capilla. La gente persigue al perro.Desde que lo han desatado no se detuvo hasta llegar a la capillaenclavada en lo alto de la roca, Husdent con su rapidez característicaentró por la puerta de la capilla, dio un salto sobre el altar y no vio a suamo; entonces saltó a través de la ventana y cayó encima de la rocahaciéndose una herida en una pata, olfatea el suelo y aúlla.

En el lindero del bosque lleno de flores en donde se había escondido Tristán, Husdent se detuvo un momento; dejó aquel lugar y entró en elbosque. Todo el que lo veía se compadecía de él, y los caballeros dicenal rey:

—Dejemos de seguir a este perro pues nos puede llevar hasta tallugar que luego nos costará volver.No siguen más al perro y vuelven atrás. Husdent encuentra un camino;se pone muy contento por esta pista; los ladridos de Husdent resuenanpor todo el bosque. Tristán estaba en el bosque con la reina y Governal;oyen los ladridos y Tristán los reconoce:

—Oigo a Husdent, estoy seguro.

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Están atemorizados y se echan a temblar. Tristán se pone en pie de unsalto y tiende el arco; se refugian en la espesura del bosque, tantotemen al rey, pues creen que viene con el perro. El perro, que seguía

sus huellas, no se detuvo, y cuando vio a su amo y le reconoció levantóla cabeza y movió la cola. Quien vea al perro llorar de alegría, bienpuede saber lo que es el gozo. Corre hacia Iseo la rubia y luego haciaGovernal; a todos hace fiestas, incluso al caballo. Tristán sintió muchapena por el perro.

— ¡Ah, Dios mío! —dijo—, qué desgracia que el perro nos hayaseguido. El perro que no puede estar callado en el bosque no sirve paranada a un hombre desterrado. Estamos en el bosque porque el rey nosodia; el rey Marco nos hace buscar por las llanuras, por los bosques ypor todas partes, si nos encuentra nos hará prisioneros y nos quemarávivos o nos colgará. No nos hace falta el perro, y sabed una cosa: siHusdent se queda con nosotros pasaremos miedo y angustias. Por lotanto es mejor que muera a que nosotros seamos sorprendidos a causade sus ladridos. Siento mucho que debido a su lealtad haya buscadoaquí su muerte. Su noble instinto le ha hecho actuar así, pero ¿acasopuedo reprochárselo? Siento un inmenso dolor de ser yo mismo quien ledé la muerte. Ayudadme a tomar una decisión porque necesitamosprotegernos.Iseo le dice:

—Señor, piedad, los perros cazan ladrando porque es así sunaturaleza y su costumbre. He oído decir de un perro que tenía un

guardabosque galés, en el tiempo en que Artús fue coronado rey, queestaba adiestrado de esta manera: cuando había herido a un ciervo conla flecha de un arco, el perro seguía el rastro dando brincos, pero novolvía atrás ladrando, ni cuando alcanzaba al animal ladraba ni hacíaalboroto. Tristán, amigo mío, sería una gran alegría que alguien tuvierala paciencia de enseñar a Husdent a que no ladrara al perseguir y cazaranimales.

Tristán estaba inmóvil, escuchándola; sentía pena por el perro,reflexionó un rato y dijo:

—Si pudiera con paciencia enseñar a Husdent a que cambiara losladridos por el silencio le tendría en gran estima. Voy a poner todo mi

empeño en ello antes de que acabe esta semana. Tendría un grandisgusto si hubiera de matarlo, pero me espantan los ladridos del perropues, si yo estuviera en algún lugar con vos y con Governal, mi maestro,y él ladrara, nos apresarían enseguida. Ahora voy a esforzarme y aponer todo mi empeño en que cace sin ladrar.

Tristán entra en el bosque para cazar con el arco; es muy hábil, tirasobre un gamo y cuando brota la sangre el perro ladra. El gamo heridohuye dando brincos y Husdent, alegre, ladra muy fuerte: por todo elbosque resuenan los ladridos del perro. Entonces Tristán le zurradándole un golpe fuerte y el perro se detiene al lado de su amo, cesa de

ladrar y deja de perseguir al animal. Levanta la cabeza para mirar a Tristán sin saber qué hacer; ya no se atreve a ladrar y pierde el rastro.

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Tristán empuja al perro a sus pies y con el bastón bate el sendero;Husdent quiere volver a ladrar. Tristán continúa el adiestramiento.Antes de que transcurriera un mes el perro estaba tan bien adiestrado

que seguía el rastro sin ladrar en el campo y no abandonaba al animalsobre la nieve o sobre hierba o sobre hielo, tan rápido y ágil era.Ahora el perro le hace un gran servicio: extraordinaria ayuda le rinde.

Si captura en el bosque un corzo o un gamo lo esconde cuidadosamentecubriéndolo de ramas, y silo atrapa en medio del campo, como ocurremuchas veces, lo cubre de hierba y regresa a donde está su amo y lelleva a donde ha apresado al animal. ¡Qué útiles son los perros!

Señores, mucho tiempo estuvo Tristán en el bosque y allí padeciógrandes penas y angustias. No quiere estar mucho tiempo en un mismolugar: en donde se levanta por la mañana no se acuesta por la noche.Sabe que el rey le hace buscar y que ha proclamado un bando en supaís para que quien lo encuentre le haga preso.

No tienen pan en el bosque, viven de la caza, otra cosa no comen.¿Cómo pueden evitar empalidecer? Sus vestidos están rotos, las ramaslos han desgarrado; durante mucho tiempo huyeron a través de Morrois.Los dos sufren las mismas penalidades, pero el uno por el otro no sequeja. La gentil Iseo tiene gran miedo de que Tristán esté arrepentido acausa de ella; y Tristán, a su vez, tiene gran pesar de que por él Iseoesté enemistada [con el rey] y que se arrepienta de su locura.

Oíd lo que hizo un día uno de estos tres barones a quien Dios maldigay por cuya culpa fueron sorprendidos. Éste era muy rico, tenía gran

renombre y era muy aficionado a los perros. Los habitantes deCornualles se abstenían de entrar en Morrois, por lo que nadie seatrevía a ir allí. Hacían bien en sentir temor porque si Tristán los hubierapodido capturar los habría hecho colgar de un árbol. Hacían bien enalejarse.

Un día estaba Governal con su caballo, solo, cerca de un riachuelo quemanaba de una fuente; había quitado la silla al caballo, que pacía lahierba fresca.

Tristán estaba echado en su choza y tenía entre sus brazos a la reinapor quien se había expuesto a tantas penalidades; los dos estabandormidos. Governal estaba en un escondrijo y oyó, por casualidad, a

unos perros que cazaban con gran ímpetu. Eran los perros de uno de lostres barones por cuyas palabras el rey se había enfadado con la reina.Los perros persiguen, el ciervo huye. Governal llegó por un sendero auna landa. Detrás, a lo lejos vio claramente que venía aquel a quien suseñor odiaba más que a nadie, completamente solo, sin ningúnescudero. Pica espuelas al caballo tan repetidamente que éste cojea, ytambién con frecuencia le golpea en el cuello con su fusta. El caballotropieza con una piedra. Governal se acerca a un árbol, se esconde yespera a aquel que se acerca con tanta rapidez y que luego se irá másdespacio.

Nadie puede cambiar su fortuna: y él no se preocupaba de ladesgracia que había ocasionado a Tristán. Governal, que estaba bajo el

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árbol, le vio venir y le esperó valientemente; se dijo a sí mismo queprefería ser colgado al viento antes que dejar de vengarse de él, porquepor él y por lo que habían hecho, todos habían estado a punto de morir.

Los perros perseguían al ciervo que huía y el hombre iba tras los perros.Governal dio un salto y salió de su escondrijo; se acordaba del malque aquél les había hecho y con su espada lo hizo pedazos, le cortó lacabeza y se fue. Los cazadores que perseguían a su vez al ciervo vieronel cuerpo de su señor sin cabeza, bajo el árbol. Quien corrió más deprisahuyó más lejos. Piensan que ha sido obra de Tristán porque el rey hahecho el bando contra él.

Por Cornualles se sabe que a uno de los tres barones que habíanindispuesto a Tristán con el rey le han cortado la cabeza. Todos seatemorizan y estremecen y a partir de entonces dejan el bosque en paz.Después no fueron al bosque a cazar con mucha frecuencia; desde elmomento en que alguno entraba en el bosque tenía miedo de serperseguido y que el valiente Tristán le encontrara en el llano o, peoraún, en el desierto.

Tristán estaba acostado en la choza, hacía calor y la habíanalfombrado de hojas; estaba dormido y no sabía que aquel que debíadarle muerte estaba sin vida: qué contento se pondrá cuando lo sepa.Governal llegó a la cabaña, llevaba en la mano la cabeza del muerto; lacuelga por los cabellos en la horquilla de la cabaña. Tristán se despiertay ve la cabeza, despavorido da un salto y se queda inmóvil. Su maestrole dice a gritos:

—No os mováis, podéis estar tranquilo: lo he matado con esta espada;sabed que éste era vuestro enemigo.Muy contento se puso Tristán al oír esto: estaba muerto aquel a quien

más temía.Todos los de la comarca están llenos de miedo; el bosque les

atemoriza tanto que nadie se atreve a entrar: ahora ellos estáncompletamente tranquilos en el bosque.

Es, pues, en el bosque en que vivían donde Tristán inventa el Arco-que-no-falla. Lo coloca de tal manera que todo lo que encuentra lomata. Si corre por el bosque un ciervo o un gamo y roza las ramas endonde está el arco tendido, si las toca por arriba lo hiere por arriba y si

golpea en la parte de abajo del arco enseguida queda herido por abajo.Tristán, con toda justicia y con acierto, cuando hubo construido el arco

le dio este nombre; muy acertado es el nombre del arco porque no fallaen nada que lo toque tanto arriba como abajo; les hizo grandes serviciospues les permitió comer grandes ciervos. Era necesario que la caza losayudara a sobrevivir en el bosque porque carecían de pan y no seatrevían a salir a la llanura. Mucho tiempo cazaron de tal modo y lo queconsiguieron apresar fue tan extraordinario que tuvieron gran cantidadde caza.

Señores, era un día de verano, en la época un poco después de

Pentecostés. Una mañana, al amanecer, los pájaros cantaban al nuevodía, Tristán salió de la cabaña con la espada ceñida, para ir a ver el

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Arco-que-no-falla y cazar por el bosque. Antes de vivir allí, ¿sintiópenas? ¿Ha habido otras personas que hayan sufrido tanto? Pero el unono cree que sufre a causa del otro: tenían todo para ser felices. Durante

el tiempo que estuvieron en el bosque nunca dos personas bebieron[tantas amarguras] y jamás, como dice la historia, allá donde Berol lavio escrita, hubo alguien que se amara tanto y que lo pagara tan caro.

La reina se levanta y se dirige hacia Tristán; hace mucho calor y lesmolesta. Tristán la abraza y le dice:

[…]—Amigo, ¿dónde habéis estado? [dice ella]—Tras un ciervo que me ha cansado mucho; lo he perseguido durante

tanto rato que todo me duele. Tengo sueño, quiero dormir.La cabaña estaba hecha con ramas verdes, de un lado a otro la habían

cubierto de hojas y el suelo lo habían alfombrado también de hojas.Iseo se acostó primero y después Tristán, que se quitó la espada y la

colocó entre ellos dos (8). Iseo llevaba puesta la camisa —si aquel díahubiera estado desnuda, les habría ocurrido algo funesto— y Tristán sedejó puestas las bragas. La reina conservaba en su dedo el anillo de orode sus bodas con el rey cuajado de esmeraldas. Mucho se le habíaadelgazado el dedo y el anillo estaba a punto de caérsele. Escuchadcómo estaban acostados: Iseo había puesto su brazo debajo del cuellode Tristán y el otro, me parece, se lo había echado por encima; estabanmuy fuertemente abrazados y él la rodeaba con sus brazos: no erafingido el amor que se tenían. Las bocas estaban muy cerca y sin

embargo estaban separadas de modo que no se juntaban. No soplaba elviento, no se movía ni una hoja; un rayo de sol más brillante que el hielocaía sobre la cara de Iseo: así duermen los enamorados sin pensar enningún mal.

En aquel lugar sólo estaban ellos dos, porque Governal, me parece, sehabía ido a caballo a casa del guardabosque al otro lado del bosque.

¡Oíd, señores, qué aventura! Fue horrible y dura para ellos. Unguardabosque que iba por el bosque había encontrado la choza deramas en donde se acostaban. Había seguido un sendero hasta llegar ala choza que Tristán había hecho para estar con Iseo. Los vio dormidos yenseguida los reconoció; se quedó sin sangre, se estremeció y se fue

corriendo porque temía, estaba seguro, que si Tristán se despertaba notendría ninguna garantía de no dejarle la cabeza en prenda. No es nadasorprendente, pues, que huyera y saliera del bosque corriendo con todarapidez.

Tristán duerme con su amiga; estuvieron a punto de que los mataran.Desde aquel lugar en que dormían, que estaba a dos buenas leguas dela corte del rey, el guardabosque se fue corriendo porque había oído elbando sobre Tristán: el que informara al rey tendría gran cantidad desus riquezas; por eso corre con tanta prisa.

El rey Marco estaba en su palacio y había reunido la corte de sus

barones; la sala estaba llena de todos ellos. El guardabosque baja por lacolina y entra allí con rapidez. ¿Acaso pensáis que se detuvo cuando

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llegó a la escalinata de la sala? La subió de un salto. El rey le vio venircorriendo y le preguntó rápidamente:

— ¿Tienes noticias pues vienes tan precipitadamente? Tienes el

aspecto de ir corriendo con los perros que persiguen un animal. ¿Vienesa la corte para reclamar algo? Parece que necesitas algo y que hayasvenido de lejos. Si quieres algo, dímelo; ¿alguien te ha rehusado pagar ohas sido expulsado de mi bosque?

—Escúchame, rey, por favor, atiéndeme sólo un momento. Se hadifundido en un bando por todo el país que a quien encontrara a tusobrino se le reventarían los ojos si no lo capturaba o venía a decíroslo. Yo lo he encontrado, pero temo vuestra cólera; si te lo enseño, ¿mematarás? Te acompañaré hasta donde duerme, la reina está a su lado;hace poco que los he visto, estaban durmiendo profundamente. Tuvemucho miedo cuando los vi.

El rey, al oírle, resopla, suspira, se remueve y enfada mucho. Le diceal guardabosque en voz baja, al oído:

— ¿Dónde están? Dímelo.—En Morrois, en una choza, están durmiendo abrazados. Ve allí rápido

y nos vengaremos. Rey, si ahora mismo no te vengas duramente notienes derecho a reinar, estoy seguro de ello.

El rey le dice:—Sal de aquí; si aprecias en algo tu vida no digas a nadie lo que

sabes, tanto sea a un extraño como a un amigo. En la Cruz Roja, en elcamino de las afueras, donde a menudo se entierra a los muertos,

quédate allí y espérame. Te daré todo el oro y la plata que quieras, te loprometo.El guardabosque se aleja del rey, va a la Cruz y se sienta. ¡Ojalá se

quedara ciego el que tanto desea la perdición de Tristán! Mejor lehubiera sido irse, porque luego murió con tal deshonra como oiréis másadelante en el cuento.

El rey entró en su aposento y convocó a todos sus privados paraprohibirles que se atrevieran a seguir sus pasos. Todos le dicen:

— ¿Bromeáis, rey? ¿Queréis ir solo a aquel lugar? Nunca el rey saliósin vigilancia. ¿Acaso tenéis alguna noticia? No os molestéis por laspalabras de algún espía.

El rey les contestó:—No tengo ninguna noticia, pero una doncella me ha dicho que vaya a

hablar con ella enseguida, pero que no debo llevar a ningún compañero.Iré yo solo a caballo sin compañero ni escudero; esta vez iré sinvosotros.

Ellos le contestan:—Esto nos disgusta. Catón aconsejaba a su hijo huir de los lugares

apartados.Él contestó:—Ya sé todo esto. Dejadme hacer lo que quiero.

El rey ordenó ensillar su caballo y se ciñó la espada; no dejó delamentar consigo mismo la traición de Tristán que le arrebató a Iseo la

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del bello rostro y huyó con ella. Silos encuentra, terribles serán susamenazas y no dejará de castigarlos. El rey está decididamente resueltoa exterminarlos.

¡Qué gran error!Sale de la ciudad mientras se dice que preferiría ser colgado que dejarde vengarse de los que tanto le han deshonrado. Llegó a la Cruz dondeaquel hombre le esperaba; le dice que se apresure y le conduzca por elcamino directo. Entran en el bosque que era muy espeso; delante delrey camina el espía, el rey detrás confiando en la espada que ciñe conla que ha dado tantas estocadas. Actúa con temeridad porque si Tristánse despertara y se enfrentaran tío y sobrino, uno moriría antes que elotro. El rey Marco le dice al guardabosque que le dará veinte marcos deplata si le lleva enseguida al lugar de la mala acción [de Tristán]. Elguardabosque —vergüenza para él— dice que están cerca de lo que vanbuscando. El espía corre al otro lado para sostenerle el estribo y ayudaal rey a bajar del buen caballo gascón y ata las riendas del caballo a unarama de un manzano verde. Un poco más adelante ven la choza que loshabía llevado hasta allí.

El rey se desabrocha el manto que tiene las hebillas de oro puro; sin elmanto se veía su cuerpo bien formado. Saca la espada de la vaina y sedirige allá diciendo lleno de cólera que morirá si no logra matarlos. Conla espada desnuda entra en la choza; el guardabosque también entradetrás del rey, pero el rey le hace un signo para que se vaya. El reylevantó la espada con gran enfado, sudaba [de angustia]. Si hubiera

dejado caer el brazo los habría muerto — ¡qué gran desgracia!—, perovio que ella tenía puesta la camisa y que entre los dos había unaseparación, que las bocas de ambos no estaban juntas y que unaespada desnuda separaba sus cuerpos y que Tristán tenía las bragaspuestas.

— ¡Dios mío! —dijo el rey—. ¿Qué significa esto? Estoy viendo cómose comportan, y no sé qué debo hacer, si matarlos o retirarme. Hacemucho tiempo que están en el bosque; por lo que me parece, si estoyen mi sano juicio, que si se amaran apasionadamente estarían sin ropasy entre ellos no habría una espada y estarían juntos de otro modo.Siento deseo de matarlos pero no los tocaré, calmaré mi cólera; no

parece que sientan un amor loco; no tocaré a ninguno de los dos. Estándormidos y si los atacara cometería un grave error; si despertara a Tristán y él me matara o yo a él habría luego feas habladurías. Antes deque se despierten haré tal gesto que sabrán con toda certeza que los heencontrado dormidos y que me he compadecido de ellos y no hequerido matarlos, ni yo mismo ni nadie de mi reinó. En el dedo de lareina veo el anillo con la esmeralda que le di, y que es de gran valor; yollevo uno que en su día fue suyo: me lo quitaré. Llevo los guantes depiel gris que ella trajo de Irlanda; quiero tapar el rayo de sol que le daen la cara, porque hace mucho calor, y antes de irme tomaré la espada

que está entre los dos y que cortó la cabeza del Morholt.

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El rey se quitó los guantes y miró cómo dormían uno al lado del otro;con los guantes tapó con mucho cuidado el rayo de sol que alcanzaba aIseo. Le quitó el anillo del dedo tan suavemente que no lo movió. Antes

le entraba con dificultad, ahora se le habían adelgazado tanto los dedosque lo pudo quitar sin forzarlo: muy bien lo supo hacer el rey. Despacioretiró la espada que estaba entre los dos y puso la suya en su lugar.Salió de la choza, llegó a donde tenía el caballo y montó de un salto; ledijo al guardabosque que huyera, que diera media vuelta y se ale- jarade allí.

El rey se va dejándolos dormidos; esta vez no les ha hecho nada.Regresa a la ciudad. De diversos lugares se preguntan en dónde haestado y qué ha hecho. El rey les mintió y nadie supo adónde fue y quéencontró ni nada de lo que hizo.

Pero escuchad ahora qué hicieron los durmientes cuando el rey saliódel bosque: le parecía a la reina que estaba en un gran bosque dentrode una rica tienda y se acercaban a ella dos leones con ánimo dedevorarla; ella quería implorarles piedad, pero los leones, acuciados porel hambre, la agarraban cada uno de una mano. Iseo lanzó un grito acausa del miedo que tenía y se despertó. El guante adornado de armiñoblanco cayó sobre su pecho. Tristán se despertó por el grito; su rostroestaba rojo. Asustado, se levantó de un salto y lleno de cólera cogió laespada, miró la hoja y no vio la muesca; se fijó en que la empuñaduraera de oro y reconoció la espada del rey. La reina vio en su dedo elanillo que le había dado y vio que el suyo no estaba en su dedo y gritó:

— ¡Señor, piedad, el rey nos ha encontrado!Tristán le dijo:—Es verdad, señora. No tenemos más remedio que salir de Morrois,

pues le parecemos culpables. Tiene mi espada y me ha dejado la suya;nos hubiera podido matar.

—Eso me parece, señor.—Hermosa, hemos de huir. Nos ha dejado para engañarnos; estaba

solo y ahora ha ido a buscar a su gente, pues nos quiere coger, estoyseguro. Señora, vámonos hacia Gales. Me estoy quedando sin sangre.

Y estaba completamente pálido.He aquí que llegó su escudero que venía a caballo; cuando vio a su

señor tan pálido le preguntó qué le pasaba.—Por mi fe, maestro, el noble Marco nos ha sorprendido dormidos; ha

dejado su espada y lleva la mía. Temo que nos prepare una trampa.Quitó del dedo de Iseo el valioso anillo y le dejó el suyo. Por este cambionos damos cuenta de que nos quiere hacer un mal, maestro. Comoestaba solo cuando nos encontró tuvo miedo y se fue. Ha regresadopara ir en busca de más gente; tiene mucha que es atrevida y cruel y latraerá consigo pues quiere aniquilarnos a mí y a la reina Iseo. Delantede todo el pueblo quiere tenernos presos, quemarnos y esparcir alviento nuestras cenizas. Huyamos, no nos quedemos más aquí.

No tienen tiempo que perder. Tienen miedo y no pueden hacer otracosa: saben que el rey es traidor y cruel. Se van muy deprisa, temen al

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rey por lo que les ha sucedido. Atraviesan el bosque de Morrois y sealejan. El miedo que tienen los impulsa a caminar largas jornadas endirección a Gales. Mucho les está haciendo sufrir su amor: durante tres

años enteros soportaron fatigas, sus cuerpos se adelgazaron y susrostros estaban pálidos.

V. Iseo regresa a la corte

Señores, ya habéis oído que el vino que bebieron fue la causa de quesufrieran tanto durante largo tiempo. Pero me parece que no sabéisdurante cuánto tiempo producía efecto el filtro de amor, el vino hechocon hierbas. La madre de Iseo lo hirvió para que el amor durara durantetres años (9). Lo hizo para Marco y para su hija; otro fue el que lo bebióy sufre por ello. Mientras duraron los tres años el vino se apoderó de talmodo de Tristán y de la reina que cada uno decía: « ¡Qué desgraciadosería si me fuera de aquí!».

El día después de San Juan se cumplieron los tres años en que fuefijada la duración de aquel vino. Tristán se levantó del lecho, Iseo sequedó en la choza. Tristán, habéis de saberlo, lanzó una flecha a unciervo que había avistado y le atravesó los flancos. El ciervo huyó y Tristán lo persiguió, fue tras él hasta que se hizo de noche. Y mientrascorría tras la bestia retorna al momento en que bebiera el filtro de amory entonces se detuvo y enseguida empezó a arrepentirse.

— ¡Ay, Dios mío, cuánto he sufrido! Hoy se cumplen tres años, sin que

falte ni uno, en que no me han faltado las penas ni en los días de fiestani en los de trabajo. He tenido olvidada la vida de caballero y los usosde la corte y de los barones; he sido expulsado del país y me faltan laspieles ricas y de bellos colores y no estoy en la corte con los caballeros.¡Dios mío! Mi querido tío me habría amado mucho si no le hubierahecho tanto mal. ¡Dios mío, me siento tan desgraciado! Ahora estaría enla corte del rey rodeado de cien pajes que recibirían las armas yestarían a mi servicio. Habría ido a otros países como soldado [de Otroseñor], en busca de salario. ¡Qué lástima me da la reina a la que hedado una choza en vez de tapices! Vive en el bosque cuando podríaestar con su séquito en lujosas cámaras alfombradas de sedas: por mi

culpa tomó un mal camino. A Dios, que es el señor del mundo, pidoayuda para que me dé fuerzas para que mi tío y su mujer hagan laspaces. Prometo a Dios que haré muy a gusto, si puedo, que Iseo sereconcilie con el rey Marco, con quien se desposó, ¡ay!, delante demuchos nobles y según lo establecido por Roma.

Tristán se apoyó en su arco lamentándose de haber obrado tan malcon el rey Marco, su tío, y poniéndole en desacuerdo con su mujer. Porla noche Tristán seguía lamentándose.

Pero escuchad ahora cuál era el ánimo de Iseo. Ella se repetía:—Desgraciada, triste, ¿qué fue de tu juventud? Vives en el bosque

como una sierva sin que nadie te sirva. Soy reina, pero he perdido elnombre a causa del brebaje que bebimos en el mar. La culpa la tuvo

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Brangén, que debía tenerlo a buen recaudo. ¡Qué mal lo guardó ladesdichada! No pudo hacer nada más, ya estaba todo hecho. Deberíatener junto a mí a las jóvenes de los señoríos vecinos, a las hijas de los

nobles valvasores para que me sirvieran en mis aposentos y yo lascasaría con grandes señores con un buen dote. Tristán, amigo mío, ¡aqué gran confusión nos llevó quien nos dio a beber juntos el filtro deamor! No nos hubiera podido engañar de mejor manera.

Tristán le dijo:—Gentil reina, ¡cómo hemos desperdiciado nuestra juventud! Bella

amiga, si ayudado por alguien pudiera hacer las paces con el rey Marcoy que olvidara su enfado y aceptara nuestras excusas de que nunca, nicon palabras ni con actos, tuve con vos relaciones amorosas que ledeshonraran, no habría un caballero en todo su reino, desde Lidan hastaDureaume, que si dijera que os he amado de manera deshonrosa no meencontrara al instante en liza y con las armas a punto; y si tuvieradeseos [Marco], una vez que vos os hayáis defendido, de consentir queyo formara parte de su mesnada, sería gran honor para mí servirle,como mi tío y señor; ninguno de sus soldados de su país le librará mejorque yo de sus guerras. Y si le complaciera aceptaros consigo a vos, y amí exiliarme sin necesidad de mis servicios, me iría con el rey de Frisiao pasaría a Bretaña con Governal y sin más compañía. Noble reina, estédonde esté, siempre me consideraré vuestro. No quisiera separarme devos, si fuera posible, sin soportar, bella amiga, el horrible sufrimientoque habéis padecido ahora y siempre por mi causa en este lugar

desierto. Por mí habéis perdido el título de reina. Estarías con honor entus aposentos con tu esposo si no hubiera sido, señora, por el vino dehierbas que nos dieron cuando estábamos en el mar. Noble Iseo de bellorostro, aconsejadme sobre lo que debamos hacer.

—Señor, gracias sean dadas a Jesús porque queréis renunciar alpecado. Amigo, acordaos del ermitaño Ogrín, que nos habló tanto de lasEscrituras y nos predicó cuando fuisteis a su morada que está en elextremo del bosque. Querido y dulce amigo, si habéis tenido deseos dearrepentiros es lo mejor que puede ocurrir. Señor, vayamos corriendo adonde está, porque estoy segura de una cosa: nos dará un excelenteconsejo por el que aún podremos alcanzar la gloria perdurable.

Tristán, al oír esto, lanzó un suspiro y dijo:—Noble reina, volvamos con el ermitaño esta misma noche o por la

mañana; con el consejo del sabio Ogrín enviaremos al rey una carta connuestra decisión, sin otro mensaje.

—Amigo Tristán, está muy bien lo que decís. Iremos a implorar piedadal poderoso rey celestial para que nos ayude, Tristán amigo.

Regresaron al bosque y tanto caminaron que los dos amantes llegarona la ermita. El ermitaño Ogrín se encontraba leyendo y cuando los violes llamó con amabilidad y se sentaron en la capilla.

—Desgraciados, con cuánto pesar Amor os ha traído a la fuerza hasta

aquí. ¿Cuánto tiempo dura ya esta locura? Esta clase de vida la habéisllevado demasiado tiempo, ¡arrepentíos!

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Tristán le dijo:—Escuchad: mucho tiempo hemos llevado esta vida porque así fue

nuestro destino. Desde hace tres años, si no me equivoco, los

sufrimientos no nos han faltado. Si ahora nos pudierais aconsejar paraque la reina se reconcilie, ya no querré nunca más tener al rey Marcocomo señor y antes de un mes me iré a Bretaña o a Leonís. Y si mi tíoquiere tenerme en la corte para servirle, le ser- viré como es mi deber.Señor, mi tío es un rey poderoso [...] En nombre de Dios, señor, dadnosvuestro mejor consejo acerca de lo que habéis oído, y haremos lo quequeráis.

Señores, escuchad ahora a la reina. Cayó a los pies del ermitaño conla cabeza inclinada rogándole sin fingimiento alguno que los reconciliecon el rey y se lamenta:

—Jamás en toda mi vida tendré deseos de cometer locuras. No digo,entendedlo bien, que me arrepiento de [lo que ha pasado con] Tristán,pues yo le amo con buen amor y como amigo, sin deshonor; ya hemosrenunciado a la unión de nuestros cuerpos.

Al oírla hablar así, el ermitaño se puso a llorar; lo que había dicho leimpulsó a alabar a Dios.

— ¡Dios mío, buen rey omnipotente!, os doy gracias de buen corazónpor haberme permitido vivir hasta que estas dos personas vinieran a mí para pedir consejo por sus pecados; muchas gracias os doy por ello. Os juro por mi fe y mi religión que os daré buen consejo. Tristán,escuchadme un momento; habéis venido a mi morada y vos, reina, oíd

mis palabras y no cometáis más locuras. Cuando un hombre y unamujer pecan, si primero se han entregado el uno al otro y luego seseparan y hacen penitencia y se arrepienten, Dios les perdona supecado por muy horrible y desagradable que sea. Tristán, reina,escuchadme ahora un momento; para evitar el deshonor y esconderuna mala acción se puede decir alguna mentira. Ya que me habéispedido un consejo, os lo daré sin esperar más. En un pergaminoescribiré una carta que empezará con un saludo. Luego la enviaréis aLancién y saludando al rey le haréis saber que estáis en el bosque conla reina y que, si él quiere admitirla y perdonarle su conducta desleal,vos haréis lo mismo con él y os pondréis en camino hacia la corte. Y en

caso de que haya alguien tan fuerte —listo o tonto— que diga quevillanamente fuisteis el amante de Iseo, logrará que el rey Marco oshaga colgar si no os podéis defender de esta acusación. Por ello, Tristán,me atrevo a aconsejaros esto, porque no encontraréis a nadie que oseapostar contra vos. Os doy este consejo con toda mi buena fe. Marco nopuede retractarse en esto: cuando os quiso dar muerte y quemar en lahoguera a causa del enano (hombres corteses y villanos lo vieron), noquiso oír nada acerca de celebrar un juicio. Por la gracia de Diospudisteis escapar de allí, como tantas veces se ha repetido, y si nofuese por el poder de Dios hubierais muerto con deshonor. Disteis un

salto que si alguien de Constentin a Roma lo hubiese visto se habríaestremecido. Luego, muerto de miedo, huisteis, rescatasteis a la reina y

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vivisteis en el bosque. La trajisteis desde su país para entregársela endesposorio; así ha ocurrido y él lo sabe. Las bodas tuvieron lugar enLancién. No podíais abandonar a la reina y tuvisteis que huir con ella. Si

él acepta vuestras disculpas delante de todos, grandes y pequeños,proponedle hacerlo ante su corte. Y si le parece conveniente y vevuestra lealtad, con el consejo de sus vasallos admitirá a su nobleesposa. Y si sabéis que él está de acuerdo seréis su soldado sirviéndolemuy a gusto. Pero si rehúsa vuestro servicio, atravesaréis el mar deFrisia e iréis a servir a otro rey. Esto será lo que diré en la carta.

—Estoy de acuerdo, buen hermano Ogrín; con vuestra licenciaañadiría algo en el pergamino porque no me atrevo a fiarme de él. Hahecho un bando contra mí. Yo le ruego, como al señor que amo conlealtad, que escriba otra carta en la que exponga sus deseos; y le ruegoque en la Cruz Roja que está en la llanura deje allí la carta. No meatrevo a indicarle dónde estoy porque temo que me perjudique, cuandotenga la carta creeré lo que me dice y haré lo que él me diga. Maestro,mi carta ya está sellada y como conclusión escribiré: «Vale»; no tengonada que añadir por esta vez.

El ermitaño Ogrín se puso en pie, tomó pluma, tinta y pergamino yescribió todas estas palabras; al acabar cogió un anillo y apretó lapiedra en el sello. Ya está sellada y se la entrega a Tristán; éste larecibió con agrado.

— ¿Quién la llevará? —dijo el ermitaño.—Yo la llevaré.

—Tristán, no digáis esto.—Sí señor, lo haré pues conozco bien Lancién. Buen señor Ogrín, porfavor, la reina se quedará aquí. Enseguida, cuando oscurezca y el reyduerma tranquilamente, montaré a caballo y llevaré conmigo a miescudero. Desmontaré a las afueras de la ciudad en una colina y seguiréadelante; mi maestro [Governal] guardará mi caballo; jamás vio otroigual clérigo o laico.

Por la noche, después de la puesta del sol, cuando el tiempo empezóa oscurecerse, Tristán emprendió el camino con su maestro, ya que tanbien conocía todo aquel país y sus alrededores. Caminaron mucho hastallegar a la ciudad de Lancién; descabalga Tristán y entra en la ciudad.

Los vigías suenan el cuerno ruidosamente. Baja por el foso y llegacaminando hasta la sala; Tristán está en una situación angustiosa. Llegahasta la ventana en donde duerme el rey, en voz baja le llama, pues noquiere gritar. El rey se despierta y dice enseguida:

— ¿Quién eres? ¿Por qué vienes a estas horas? ¿Qué quieres? Dimecómo te llamas.

—Señor, me llamo Tristán; traigo una carta y la voy a poner en laventana de este aposento. No me atrevo a hablar mucho rato con vos:os dejo la carta, no me atrevo a quedarme.

Tristán da media vuelta y el rey da un salto y le llama tres veces en

voz alta:— ¡Por Dios, buen sobrino, tu tío te espera!

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El rey tiene en su mano la carta. Tristán se va, no se queda ni unmomento más, no titubea en ponerse en camino. Llega donde está sumaestro que le espera y salta ágilmente en el caballo. Governal le dice:

— ¡Loco, date prisa!, vayamos por los caminos apartados.Cabalgaron tanto tiempo por el bosque que al amanecer llegaron a laermita y entraron. Ogrín estaba rezando con insistencia al rey celestialpara que protegiera a Tristán de todo peligro y a su escudero Governal.Cuando los vio, qué contento se puso; dio gracias al Creador. No hacefalta que preguntéis si Iseo tuvo miedo de verlos: desde la tarde en quese fueron hasta que el ermitaño y ella los vieron regresar, no habíacesado de enjugarse las lágrimas, tan larga le parecía la espera.

Cuando le vio llegar, le ruega [...] no le preguntó qué había hecho.—Amigo mío, dime, si Dios te ama, ¿estuviste en la corte del rey?Tristán se lo contó todo; cómo llegó a la ciudad y cómo habló con el

rey y cómo éste le llamó y la carta que allí dejó y que el rey encontró.—Dios mío, gracias -dijo Ogrín—. Sabed, Tristán, que dentro de poco

tendréis noticias del rey Marco. Tristán desmontó y dejó el arco. Y se quedaron en la ermita.

El rey despertó a su séquito. Primero hizo venir a su capellán y leentregó la carta que conservaba en la mano; éste rompió el sello y leyóla carta. Vio en el encabezamiento que Tristán enviaba sus saludos alrey. Entendió lo que decían todas las palabras e informó al rey delmensaje. El rey le escuchó con agrado y se alegró en gran maneraporque quería mucho a su mujer. El rey despertó a sus barones; a los de

más mérito llamó por su nombre, y cuando estuvieron todos reunidos elrey habló mientras todos callaban:—Señores, he recibido una carta. Soy vuestro rey y vosotros mis

marqueses. Sea leída la carta y escuchadla y cuando esté leídaaconsejadme, os lo pido; debéis darme buenos consejos.Dinas se levantó el primero y dijo a sus pares:

— ¡Oíd, señores!, y si os parece que no hablo sensatamente no mecreáis. Si alguien sabe hablar mejor que yo, que hable y que hablecorrectamente y deje las tonterías. No sabemos de qué país procede lacarta que nos ha llegado; que primero se lea la carta y luego, según loque diga, si alguien puede darnos un buen consejo que lo haga. No os lo

quiero ocultar: quien aconseja mal a su señor no puede hacer mayortraición.

Los cornuallenses le dicen al rey:—Dinas ha hablado con gran cortesía; señor capellán, leed la carta

delante de todos nosotros de cabo a rabo.El capellán se levantó, desató las cintas de la carta y se quedó en piedelante del rey:

—Escuchad ahora, oídme bien: Tristán, el sobrino de nuestro señor,envía ante todo saludos y amor al rey y a todo su séquito; y sigue: «Rey,bien conocéis la boda de la hija del rey de Irlanda. Fui en mar hasta

Irlanda y conquisté a Iseo gracias a mi valor, pues maté al gran dragóncrestado y por ello me fue confiada. La llevé hasta tu país, rey, y la

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tomasteis por esposa ante tus caballeros. No hacía mucho tiempo quevivías con ella cuando los aduladores de tu corte te hicieron creer susmentiras. Estoy preparado para defenderla ante quien eleve una injuria

contra ella y a justificarla ante mi adversario, buen señor, a pie o acaballo, los dos con armas y caballo, que nunca sintió hacia mí ni yohacia ella amor que no fuera conveniente. Si no la puedo disculpar ni yodefenderme en tu corte, llévame entonces delante de tus hombres; ni aun solo barón excluyo. No hay un solo barón que para hacerme daño noquiera hacerme quemar o juzgar. Bien sabéis, buen tío y señor, que envuestra cólera quisisteis hacernos quemar vivos; pero Dios tuvocompasión porque se lo rogamos. La reina tuvo suerte y escapó: estofue justo y que Dios me guarde, pues vos con gran injusticia queríaisdarle muerte. Yo escapé bien porque di un salto desde una roca muyalta. Luego se quiso castigar a la reina entregándola a los leprosos; yome la llevé, pues la arrebaté y estuve huyendo con ella durante muchotiempo. No debía abandonarla, ya que estuvo a punto de moririnjustamente por mi causa. Luego he estado con ella en el bosque, puesno era tan atrevido para mostrarme en pleno campo [...] hacernosprisioneros o entregarnos a vos. Nos hubierais hecho quemar vivos ocolgar: por eso no tuvimos más remedio que huir. Pero si ahora oscomplace tomar a Iseo la del rostro claro, no habrá otro barón en estepaís que os sirviera más de lo que yo lo haría. Si os indican otro caminoy no queréis mis servicios, me iré con el rey de Frisia y no oirás hablarde mí nunca más ya que me iré al otro lado del mar. Rey, de lo que

habéis oído, pedid consejo. No puedo seguir sufriendo este tormento: ome reconcilio contigo o me llevaré a la hija del rey a Irlanda de donde latraje; y será reina de su país».

El capellán le dijo al rey:—Señor, la carta no dice nada más.Los barones oyeron la petición de Tristán que se ofrecía a luchar por

la causa de la hija del rey de Irlanda. No hay un solo barón deCornualles que no diga:

—Rey, acepta a tu esposa. No estuvieron en su sano juicio quienesdijeron estas cosas de la reina después de lo que habéis oído ahora. Nose os puede aconsejar que Tristán se quede en este lado del mar. Que

vaya al rico rey de Galvoie, que hace la guerra al rey escocés. Allí sepodrá quedar, y cuando oigáis cosas de él, le llamaréis para que vengacon vos; así sabremos dónde está. Enviad una carta a la reina para queacuda aquí en breve.

El rey llamó a su capellán:—Escríbeme pronto una carta; ya has oído lo que dirás en ella.

Apresúrate a escribirla, estoy muy ansioso porque hace mucho tiempoque no veo a la bella Iseo; mucho ha sufrido en su juventud. Cuando lacarta esté sellada, la colgaréis de la Cruz Roja esta misma noche yañadid en ella mis saludos.

Cuando el capellán terminó de escribirla la colgó de la Cruz Roja.

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Aquella noche Tristán no durmió; antes de que llegara la medianoche yahabía atravesado la Blanca Landa llevando la carta sellada. Bien conocíala región de Cornualles. Llegó a Ogrín y se la entregó. El ermitaño cogió

la carta, leyó lo que decía y vio la nobleza del rey, que perdonaba a Iseosu mala conducta y que deseaba con agrado volverla a aceptar. Vio quela reconciliación estaba próxima. Ahora hablará como debe hacerlo ycomo hombre que cree en Dios.

—Tristán, ¡qué gran alegría! Tus palabras se han conocido enseguidapues el rey acepta a la reina. Toda su corte se lo ha aconsejado pero, encambio, no le recomiendan que te retenga como soldado suyo. Duranteun año o dos vete a servir en otro país a un rey que está en guerra. Si elrey lo desea vuelve luego con él y con Iseo. De hoy en tres días, sinengaño alguno, el rey está presto a recibirla. Delante del Vado de laAventura se llevará a cabo el acuerdo entre vos y ellos; allí entregaréisa la reina y al momento será aceptada. La carta no dice nada más.

— ¡Dios mío! —dijo Tristán—, ¡qué separación! ¡Qué triste quedaquien pierde a su amiga! Pero es necesario hacerlo por los sufrimientostan grandes que habéis padecido por mi causa; ya no debéis sufrir más.Cuando llegue el momento de separarnos os entregaré una prueba deamor y vos, bella amiga, me daréis la vuestra. Mientras esté en otropaís, sea en paz o en guerra, os enviaré mis mensajes. Bella amiga,hacedme conocer todos vuestros deseos.

Iseo habló entre hondos suspiros:—Tristán, escuchadme un momento. Dejadme a Husdent, tu perrito.

Nunca un perro de caza será recogido con tantos cuidados como lo seráéste, querido y dulce amigo. Cada vez que lo vea me acordaré de vos,estoy segura de ello. Por muy triste que esté mi corazón, cuando lo veame pondré contenta. Nunca, desde la promulgación de la ley divina,habrá un animal que viva tan bien y que duerma en lecho mássuntuoso. Tristán, amigo mío, tengo un anillo en el que hay montado un jaspe verde; buen señor, por mi amor llevad el anillo en vuestro dedo ysi tenéis deseos, señor, de enviarme algún mensaje, escuchad lo que osdigo: no creeré nada si no veo este anillo. Pero, aunque lo prohíba elrey, cuando vea el anillo nada me impedirá, sea sensato o alocado, quehaga lo que me diga el que me traiga este anillo, mientras sea algo para

nuestro honor: os lo prometo con leal amor. Amigo, ¿me regalaréis alveloz Husdent atado a su traílla?

Él le contestó:—Amiga mía, os doy a Husdent como prueba de mi amor.-Gracias, señor, y como me habéis entregado al perro, tened como

recompensa el anillo.Se lo quita del dedo y lo pone en el suyo. Tristán besa a la reina y ella

a él como muestra de posesión mutua.El ermitaño se dirige al Mont [Saint-Michel] por las cosas de tanto

precio que hay allí. Compra pieles de veros y de petigrís, tejidos de seda

y de oscura púrpura, escarlatas y algodón más blanco que los lirios ypalafrenes que trotan despacio enjaezados de reluciente oro.

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El ermitaño Ogrín compra tantas cosas, a crédito y al contado, sedas,pieles de veros y de armiño para vestir a la reina suntuosamente.

El rey hace anunciar por todo Cornualles que se reconcilia con la

reina.—En el Vado de la Aventura tendrá lugar nuestra reconciliación.Ni un solo caballero ni dama dejó de acudir a esta asamblea. Mucho

habían deseado el regreso de la reina porque todos la amaban, exceptoaquellos traidores a quien Dios aniquile. Los cuatro tuvieron esta paga:los dos primeros fueron muertos a filo de espada y el tercero de unaflecha; con grandes dolores murieron en su país. El guardabosque quelos acusó no dejó de tener también una muerte cruel, pues el noble yrubio Perinís lo mató con su honda en el bosque. Dios, que humilla alorgulloso, los vengó de los cuatro.

Señores, el día de la asamblea acudió allí el rey Marco con muchagente. Hizo plantar muchos pabellones y tiendas para los barones, elgran espacio de la pradera estaba lleno. Tristán cabalga con su amiga; Tristán cabalga hasta llegar al límite. Debajo de la túnica lleva la cota demallas porque tenía mucho miedo por su persona a causa del mal que lehabía causado al rey. Divisó las tiendas plantadas en la pradera yreconoció al rey y a su asamblea. Le dijo a Iseo con dulzura:

—Señora, quedaos a Husdent, os ruego por Dios que lo guardéis; sialguna vez le tuvisteis cariño seguid ahora teniéndoselo. He aquí al rey,nuestro señor, acompañado de los hombres de su reino. Ya nopodremos tener aquellas largas entrevistas; veo a estos caballeros y al

rey con sus soldados que vienen hacia nosotros, señora. Por Dios, el reyde la gloria, si os ruego que hagáis algo enseguida o de aquí a untiempo, haced, señora, lo que deseo.

—Amigo Tristán, oídme. Por la confianza que tengo en vos, si no meenviáis el anillo que está en vuestro dedo para que lo vea, nada quediga [el mensajero] me creeré. Pero desde el momento en que vea elanillo ni torre ni muralla ni fortaleza me detendrán para que acudacorriendo a la llamada de mi amante, con tal que sea algo de acuerdocon mi honor y lealtad y que sepa que es vuestro deseo.

—Señora —le dijo—, Dios te lo pague.La atrae hacia sí y la rodea con sus brazos. Iseo le habla, y sus

palabras no son alocadas:—Amigo, escucha mis palabras.—Quiero oírlas ahora mismo.—Tú me vas a entregar al rey aconsejado por el ermitaño Ogrín, al

que deseo un buen fin. Os ruego por Dios, bueno y dulce amigo, que noos alejéis de este país hasta que sepáis qué actitud tendrá el reyconmigo, enojada o complaciente. Te ruego, pues soy tu bien amada,que cuando el rey me vuelva a tener vayas a pasar la noche a casa delguardabosque Orri; no te disguste hacerlo por mí. Dormimos allí tantasnoches en el lecho que nos fabricó [...] Los tres hombres que tanto nos

han hecho sufrir tendrán un mal final. Sus cuerpos quedarán boca arribaen el bosque. Querido y buen amigo, todo esto me asusta: ¡que el

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infierno se abra y los engulla!; me dan miedo porque son muy traidores.Os meteréis en la gran bodega que hay debajo de la cabaña, amigo mío.Os enviaré a Perinís con las noticias de la corte. Amigo mío, que Dios te

guarde. No te duela estar viviendo allí porque verás con frecuencia a mimensajero; mi criado y tu maestro os traerán noticias de cómo estoy[...]

—Querida amiga, no hará nada. Quien os reproche alguna insensatezque se guarde de mí como del demonio.

—Señor —dijo Iseo—, muchas gracias. Ahora ya estoy contenta puesfinalmente me habéis tranquilizado.

Ya estaban cerca los unos de los otros y se intercambian los saludos.El rey, con aire altivo, caminaba a un tiro de arco delante de su gente; junto a él Dinas de Dinan. Tristán llevaba las riendas del caballo de lareina y lo conducía. Entonces saludó al rey de manera educada.

—Rey, te devuelvo a la noble Iseo; nunca se hizo devolución másespléndida. Aquí están los vasallos de tu reino y ante ellos te quieropedir que consientas que me justifique y me defienda ante tu corte deque nunca tuve relación amorosa con ella ni ella conmigo. Te han hechocreer mentiras; pero, ¡que Dios me con- ceda toda clase de bienes!, yaque nunca ha habido juicio ni se combatió a pie o de otra manera en tucorte, concédemelo ahora; y si se me condena hazme arder en azufre.Si salgo sano y salvo [...] tenme a tu lado o me iré a Leonís.

El rey habló con su sobrino Andret, nacido en Lincoln, que le ha dicho:—Señor, quédate con él y serás a causa de ello más temido y

respetado.Muy poco falta para que consienta; su corazón se inclina a ello. El reylo llama aparte; Tristán deja a la reina con Dinas, que era muy leal y fiely habituado a toda clase de honores. Bromea y se ríe con la reina, leaparta de los hombros la capa de lujosa escarlata. Vestía una túnicadebajo del amplio brial de seda. ¿Qué os podría decir de su manto?Cuando lo compró el ermitaño no se lamentó del alto precio. Rico era elvestido y bello el cuerpo que lo lleva: los ojos verdigrises y los cabellosrubios. El senescal bromea con ella y esto desagrada mucho a los tresbarones. ¡Malditos sean, tan malvados son! Entonces se acercan al rey:

—Señor —le dicen—, escúchanos; te vamos a dar un buen consejo. La

reina fue acusada y huyó del reino. Si vuelven a estar juntos en tu cortese dirá, estamos seguros de ello, que se consiente su traición; pocosserán los que no lo comenten. Deja que Tristán se vaya de tu corte ycuando regrese de aquí a un año tú ya estarás seguro de la lealtad deIseo. Luego invita a Tristán a que regrese contigo. Te lo aconsejamoscon toda nuestra buena fe.

El rey contesta:—Digan lo que digan, no seguiré otro consejo.

Los barones se retiran y comunican las palabras del rey. Cuando Tristán oye que no hay aplazamiento, sino que el rey quiere que se

vaya, se despide de la reina; ambos se miran con mucha ternura. Lareina se había ruborizado, estaba avergonzada ante la asamblea.

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Tristán se va, así me parece. ¡Dios mío!, a cuántos corazonesentristeció aquel día. El rey le pregunta adónde piensa ir; le dará todo loque quiera y pone a su disposición oro, plata, veros y martas. Tristán le

dice:—Rey de Cornualles, no tomaré ni una moneda. Con todo lo que tengome voy con gran alegría con el poderoso rey que está en guerra.

Los barones y el rey Marco fueron el suntuoso séquito de Tristán. Sedirigió hacia el mar e Iseo le despide con sus ojos; mientras todavíapuede verlo no se mueve de donde está.

Tristán ya se ha ido y aquellos que durante un rato le han escoltadoregresan. Todavía le acompaña un rato Dinas, que no cesa de besarle yde rogarle que regrese con él sano y salvo. Ambos se juran fidelidad.

—Dinas, escúchame un momento. Me voy de aquí, bien sé el motivo.Si te encargo por medio de Governal algo que necesite, hazlo tal comodebes.

Más de siete veces se han besado. Dinas le ruega que no tengamiedo, que hará todo lo que pueda de buen grado. Estas palabras sonuna hermosa despedida. Y por la fidelidad que le ha jurado, tendrá aIseo a su lado; esto sí que no lo haría por el rey. Entonces Tristán sealeja de él y al separarse ambos están tristes.

Dinas regresa junto al rey que le esperaba en un descampado. Losbarones cabalgan a galope tendido en dirección a la ciudad. Toda lagente sale de la ciudad, eran más de cuatro mil entre hombres, mujeresy niños que tanto por Iseo como por Tristán manifiestan una

extraordinaria alegría. Las campanas tocan por toda la ciudad. Cuandose enteran de que Tristán se va ni uno solo deja de manifestar sutristeza. A causa de Iseo están contentos y se esfuerzan en servirla; y,sabedlo bien, no hay ni una sola calle que no se adorne de sedas, yquien no tenía seda puso tapices; por donde pasaba la reina la calleestaba bellamente alfombrada. Subieron por la calzada en dirección a laiglesia de San Sansón; iban juntos la reina y los barones. Obispos,clérigos, monjes y abades salieron a su encuentro revestidos con lascapas y las albas. La reina bajó del caballo; iba vestida de púrpuraíndigo. El obispo la tomó de la mano y la introdujo en la iglesia y fuerondirectamente hacia el altar.

El noble Dinas, que era un barón excelente, le trajo un vestido quebien valía cien marcos de plata, de rica seda de orifrés: ni rey ni condetuvo nunca otro igual. La reina Iseo lo tomó y por la bondad de sucorazón lo depositó sobre el altar; hicieron con él una casulla que nosale nunca del tesoro, excepto en las grandes festividades del año; estodicen los que la han visto. Después salió de la iglesia. El rey, lospríncipes y los condes la llevaron al gran palacio y todo el día hubo granfiesta. En ningún momento se cerró la puerta; quien quiso entrar tuvocomida, a nadie se la vedó. Todo el día le hicieron a la reina grandeshonores. Ni siquiera el día que se casó se le hicieron tantos honores

como le hicieron aquel día. El mismo día el rey liberó a cien siervos y dioarmas y lorigas a veinte jóvenes a los que armó caballeros.

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Oíd ahora lo que hizo Tristán. Tristán se fue después de haberdevuelto a Iseo. Deja el camino y toma un sendero; tanto ha caminadopor vías y sendas que ha llegado en secreto a la casa del guardabosque.

A escondidas, Orri le ha hecho entrar en la amplia bodega; allí hay todolo que necesita. Orri era una persona extraordinariamente generosa:capturaba con sus redes jabalíes, en sus cotos grandes ciervos, gacelas,corzos y gamos y como no era mezquino los regalaba a sus servidores.Se quedó con Tristán viviendo escondidos en el subterráneo. Pormediación de Perinís, el fiel criado, tenía Tristán noticias de su amiga.

VI. El juicio de Dios

Oíd acerca de aquellos tres a quien Dios maldiga. Por culpa de ellos elrey lo pasó mal y se enfadó con Tristán. No pasó un mes sin que el reyfuera a cazar; con él iban los traidores. Escuchad ahora lo que hicieronaquel día. En un lugar cualquiera de la llanura que los campesinoshabían desbrozado el rey se detuvo ante la chamicera escuchando losladridos de sus magníficos perros. Hasta allí llegaron los tres barones yle expusieron lo siguiente:

—Rey, oíd nuestras palabras. La reina se ha comportadoalocadamente y nunca se justificó de ello. Se os reprocha esto comoalgo vil y los barones de tu reino te han pedido muchas veces quequieren que pruebe que no fue la amante de Tristán; y debe probar quemienten. Haz que se celebre un juicio y pídeselo cuando estéis solos, en

el momento de ir al lecho. Si ella no quiere justificarse, deja que se vayade tu reino.Al oír esto el rey enrojeció.— ¡Por Dios, señores de Cornualles! Hace tiempo que no dejáis de

acusarla. Estoy oyendo unas acusaciones que pudieran pasar- se poralto. Decidme silo que buscáis es que la reina vuelva a Irlanda. ¿Ahoralo pedís todos vosotros? ¿No se ofreció Tristán para defenderla? Yvosotros no os atrevisteis a tomar las armas. Por vuestra culpa estáfuera del país. Me habéis dejado sorprendido. A él ya lo he expulsado,¿debo expulsar ahora a mi mujer? Maldita sea cien veces la boca queme pidió que me separara de él. ¡Por san Esteban mártir, me pedís

demasiado y esto me duele! ¡Ojalá si alguien se callara! Si obró mal,ahora está angustiado. No os preocupáis de mi sosiego, y con vosotrosno puedo estar tranquilo. Por san Tremor de Caharés os propondré unaelección: hoy es lunes; antes de que pase el martes, la sabréis.

El rey los ha atemorizado tanto que están a punto de emprender lahuida. El rey Marco dice:

—Dios os aniquile pues vais buscando mi vergüenza, lo que a vosotrosno os importa nada. Haré regresar al caballero que habéis hecho huir.

Cuando ven al rey tan enfadado los tres echan pie a tierra en elterreno yermo y lo dejan en el campo muy irritado. Dicen entre ellos:

— ¿Qué podremos hacer? El rey Marco tiene malos sentimientos;pronto hará venir a su sobrino, y no mantendrá ni su palabra ni sus

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promesas. Si él regresa será nuestro fin; sea en el bosque o en elcamino si encuentra a alguno de nosotros tres le dejará sin sangre en elcuerpo. Digámosle al rey que desde ahora tendrá paz y que no

hablaremos jamás con él de ello.El rey se había detenido en medio de la chamicera; y allí se acercaron,pero él los despidió enseguida: no le importan nada sus palabras. Por laley que recibió de Dios jura en voz baja entre dientes que en mala horacomenzó esta conversación. Si hubiera tenido bríos los tres habrían sidohechos presos, se dijo.

—Señor —le dicen ellos—, escuchadnos; estáis triste y enfadado por loque dijimos acerca de tu honor. Tenemos el derecho de aconsejar alseñor y tú no nos lo agradeces. Mal haya todo cuanto tiene bajo eltahalí, contigo nunca se enfadará aquel que te odia. Él tendría que irse;pero nosotros, que somos tus fieles, te damos leal consejo. Aunque nonos creas, haz lo que te plazca; ya no nos oirás hablar más. Perdónanoseste enfado.

El rey escucha sin decir nada; tiene el codo apoyado en el arzón y nisiquiera se ha vuelto hacia ellos.

—Señores, hace muy poco tiempo que escuchasteis la justificaciónque hizo mi sobrino de mi mujer y no quisisteis embrazar el escudo.Vais buscando estar siempre pisando tierra. Os prohíbo desde ahora quecombatáis; abandonad mi país. Por san Andrés, a quien se va a rezar deultramar hasta Escocia, me habéis producido una herida en el corazónque no se curará en un año; por vuestra causa he exiliado a Tristán.

Ante él llegan los traidores Godoine, Guenelón y Denoalén, que eramuy pérfido. Los tres han interpelado al rey, pero no han podidoentablar conversación y el rey se va sin esperar más. Enojados se alejandel rey. Tienen fuertes castillos rodeados de empalizadas, levantadossobre una roca encima de altas montañas; se pondrán en conflicto consu señor si el asunto no se soluciona.

El rey no se ha detenido mucho tiempo; no esperó ni a los perros ni alos cazadores y descabalgó delante de su torre, en Tintagel y entró:nadie sabe ni ve que está allí. Entra en los aposentos, lleva ceñida laespada. Iseo se levanta y va hacia él, le toma la espada y luego sesienta a los pies del rey; él la toma de la mano y la levanta. La reina le

hizo una inclinación y miró hacia arriba, a su rostro, y al verlo cruel yterrible se dio cuenta de lo enfadado que estaba y que había llegado sinsu séquito.

—Desgraciada —se dice—, ha encontrado a mi amigo y lo ha hechopreso.

Lo dice entre dientes, muy bajo; la sangre no fue lenta en subírsele alrostro. El corazón se le heló en sus entrañas. Cayó de espaldas delantedel rey, desmayada, su color se vuelve amoratado, [el rey] la levantaentre sus brazos, la besa, la abraza mientras piensa qué mal puedehaberla alcanzado. Cuando volvió en sí de su desmayo [le dice:]

—Mi querida amiga, ¿qué tenéis?—Señor, miedo.

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—No temáis nada.Cuando ella oye que él la tranquiliza, le vuelve el color, se recupera.

 Ya está restablecida. El rey le ha dirigido tranquilizadoras palabras.

—Señor, veo por tu aspecto que te han hecho enfadar tus cazadores.No debes preocuparte por la caza.Al oírla, el rey sonrió, la besó y le dijo:—Amiga, desde hace tiempo hay tres traidores que odian mis deseos

de conciliación; si ahora no los desmiento y no los expulso de mistierras, estos felones no temerán la guerra que emprenda contra ellos. Ya me han puesto bastante a prueba y ya les he consentido demasiado;no voy a cambiar mis deseos. Por sus palabras y por sus mentiras hearrojado a mi sobrino de mi lado; no quiero tener tratos con ellos. Tristán volverá pronto y me vengará de estos tres traidores y los harácolgar.

La reina, que lo ha escuchado todo, le hablaría a gritos, pero no seatreve. Fue prudente, se calmó y dijo:

—Dios ha obrado un milagro; mi marido se ha encolerizado conaquellos que han lanzado sus injurias. Ruego a Dios que se cubran devergüenza.

Lo dijo en voz baja y nadie la oyó. La bella Iseo, que tan bien hablaba,dijo al rey con sencillez:

—Señor, ¿en qué me han criticado? Todo el mundo puede decir lo quepiensa. Excepto vos, no tengo a nadie que me defienda, y por eso vanbuscando mi desgracia. ¡Dios, nuestro padre espiritual, les maldiga por

las muchas veces que me han hecho temblar de miedo!—Señora —dijo el rey—, escuchadme. Tres de mis barones de másmérito se han ido muy enojados.

— ¿Por qué, señor? ¿Por qué motivo?—Porque os han injuriado.—Señor, ¿por qué?—Ahora lo sabréis —dijo el rey—, porque no os habéis justificado de

vuestra relación con Tristán.— ¿Y silo hiciera?—Me han dicho [...] me han dicho esto—Estoy presta a hacerlo.

— ¿Cuándo lo haréis? ¿Hoy mismo?—Poco plazo hay.—Y sin embargo es demasiado largo.—Señor, por los nombres de Dios, escuchadme y aconsejad- me.» ¿Qué quiere decir esto? Me asombra que no me dejen en paz ni un

momento. Si Dios me ayuda, no me justificaré jamás ante ellos, exceptosilo propongo yo misma. Señor, si hiciera mi juramento ante ellos, en tucorte, delante de tus súbditos, al cabo de tres días me volverían a decirque querrían otra clase de exculpación. Señor, en este país no tengoningún pariente que para defenderme emprenda una guerra o una

rebelión; y esto me convendría mucho. No me preocupan sushabladurías; si ellos quieren que haga un juramento o si quieren una

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prueba judicial, no habrá otra manera más cruel que yo la haga; y quedigan ellos cuándo será. El día señalado tendré frente a frente al reyArtús y a su mesnada; si delante de él soy exculpada y luego siguen

calumniándome, los que hayan presenciado mi disculpa querrán justificarme tanto ante un cornuallés como ante un sajón. Por esto meconviene que el rey Artús y su séquito estén presentes y vean con suspropios ojos mi defensa. Si allí está el rey Artús y su sobrino Galván, elmás cortés de todos, y Girflet y el senescal Keu y los cien vasallos quetiene el rey, no mentirán sobre nada de lo que oigan, sino quecombatirán aunque profieran calumnias contra mí. Por este motivo, rey,debemos defender mi derecho ante ellos. Los cornuallenses sonmentirosos y en muchas ocasiones traidores. Fija una fecha yconvócales a todos, pobres y ricos, para que estén en la Blanca Landa; aquien no acuda le confiscarás sus posesiones. Mi corazón está yasosegado, pues cuando el rey Artús vea mi mensaje vendrá aquí;conozco sus sentimientos desde hace tiempo.

El rey le contestó:—Bien habéis hablado.Entonces se publicó un bando por todo el país en el que el plazo

quedaba fijado en quince días. El rey avisó a los tres barones de sureino que se habían ido de la corte tan enojados; se pusieron muycontentos, pasara lo que pasara.

En todo el país ya están enterados de la fecha en que se celebrará laasamblea y que asistirá el rey Artús y le acompañarán los más

importantes caballeros de su mesnada. Iseo no se ha quedado quieta; ypor medio de Perinís hace saber a Tristán toda la pena y la angustia queha padecido por él durante este año. ¡Ojalá recupere la tranquilidad! Siél quiere puede consolarla.

— [...] dile que él conoce bien un pantano próximo al puente demadera, en el Mal Paso; un día se ensuciaron allí mis vestidos. Que estéallí en una mota en la cabeza del puente, hacia este lado de la BlancaLanda, vestido con ropas de leproso. Que lleve un cuenco de madera yun jarro atados con una correa y en la otra mano una muleta, y que seentrene con estos artilugios. El día concertado estará sentado en lamota con la cara completamente cubierta de pústulas, y que alargue el

cuenco a los que pasen por allí pidiéndoles limosna, y nada más. Ledarán oro y plata, y que me guarde el dinero hasta que le vea a solas enuna cámara.

Dijo Perinís:—Señora, os prometo que le transmitiré bien este secreto.Perinís se separó de la reina; entró en e1 bosque atravesando unos

arbustos y caminó solo por el bosque. Al anochecer llegó al escondrijodonde estaba Tristán, la espaciosa bodega, cuando habían acabado decomer. Muy contento se puso Tristán al verle venir pues sabía que elleal criado le traía noticias de su amada. Cogidos de las manos se

sentaron en un escaño y Perinís le transmitió el mensaje de la reina. Tristán se quedó mirando el suelo y luego juró conseguir todo lo que

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pudiera. En mala hora tuvieron estos pensamientos, porque lostraidores no dejarán de perder las cabezas, que penderán en la puntade las horcas.

—Repite palabra por palabra esto a la reina: iré el día señalado, queno lo dude ni un momento; que se consuele y se ponga contenta yalegre. No me bañaré en agua caliente hasta que mi espada se hayavengado de aquellos que la han hecho sufrir; son unos verdaderostraidores y desleales. Dile que he encontrado la manera de salvarla del juramento y que pronto la veré. Vete y dile que no desmaye, que notema que yo no acuda al proceso disfrazado de mendigo. El rey Artúsme verá sentado en el Mal Paso, pero no me reconocerá; me guardarésu limosna, si es que puedo sacarle algo. Puedes contarle a la reina quete lo he dicho en el subterráneo de piedra que ella hizo construir tanbellamente. Envíale de mi parte más saludos que botones menudosllevo encima.

—Se lo diré —dijo Perinís.Y le dijo mientras subía por la escalera:

—Me voy a ver al rey Artús, buen señor, para darle el siguientemensaje: que acuda a oír el juramento acompañado de cien caballeros,que podrán ser fiadores en el caso de que los traidores gruñan contra lalealtad de la reina. ¿Está bien así?

—Dios te acompañe.Sube todos los peldaños de un salto, monta en su caballo y se va sin

dejar tranquilas las espuelas hasta llegar a Carlión. Mucho se esfuerza

por servir, y por ello deberá conseguir algo mejor. Preguntó tantasveces por el rey hasta que le dieron una buena noticia: que el reyestaba en Isneldone. El criado de la bella Iseo preguntó a un pastor quetocaba el caramillo:

— ¿Dónde está el rey?—Señor —le dijo—, sentado a su mesa; y veréis la Tabla Redonda que

da vueltas como el mundo y a su mesnada sentada alrededor de ella(10).

Dijo Perinís:—Pues vayamos.El criado desmontó en la grada y enseguida entró dentro. Allí estaban

muchos hijos de condes y también hijos de ricos valvasores que hacíantodos su servicio con las armas. Uno de ellos salió de allí como sihuyera; se acercó al rey que le interpeló.

— ¿De dónde vienes? Dímelo.—Te traigo una noticia. Afuera hay un caballero que te busca con

insistencia.He aquí que entra Perinís; y muchos marqueses se quedaron

mirándole. Se acercó donde se sentaba el rey con todo su séquito. Elcriado dijo con firmeza:

—Dios salve al rey Artús y a toda su compañía de parte de su amiga,

la bella Iseo.El rey se levantó y dijo desde la mesa:

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—Y que el Dios de los cielos la salve y guarde y a ti también, amigo.Dios mío —prosiguió el rey—, he deseado tanto tener aunque sólo fueraun mensaje de ella. Joven, ante todos los barones aquí presentes, le

concedo a ella todo lo que tú me pidas. Tú serás el tercero a quien harécaballero por haberme traído un mensaje de la más bella que hay deaquí hasta Tudela.

—Señor —le contestó—, os lo agradezco. Escuchad ahora el motivo demi visita y que también lo oigan los barones y mi señor Galvánespecialmente. La reina se ha reconciliado con su esposo, no es unsecreto. Señor, en el momento de la reconciliación estaban presentestodos los barones del reino. Tristán se ofreció a defender y a exculpar ala reina ante el rey de su fidelidad; sin embargo, nadie quiso tomar lasarmas en contra de esta afirmación de lealtad. Señor, ahora aconsejanal rey Marco que debe exigirle a ella una justificación y no hay ningúnhombre noble, francés o sajón, de su linaje en la corte del rey. He oídodecir que bien nada aquel a quien sostienen por el mentón. Rey, simiento acerca de esto consideradme un mentiroso. El rey no tienecriterio fijo, unas veces está de un lado y otras de otro. La bella Iseo leha respondido que se justificará ante vos. Os reclama delante del Vadode la Aventura y os pide gracia como amiga vuestra muy querida paraque acudáis el día señalado acompañado de cien de vuestros amigos.Sabe que vuestra corte es muy leal y vuestra mesnada noble; ante vosserá exculpada, ¡Dios la guarde de caer en desgracia! Y como seréis susgarantes no le fallaréis de ninguna manera. De hoy en ocho días está

fijado el plazo.Todos lloraban a raudales, ni uno solo no tenía el rostro mojado delágrimas.

—Dios mío —decía cada uno—, ¿qué pretenden de ella? El rey hacetodo lo que le ordenan y Tristán ha abandonado el país. El rey lo quiere,¡nunca entre en el Paraíso quien no acuda allí, y quien no la ayudesegún el decreto!

Galván se puso en pie y habló como hombre bien educado:—Tío, con tu consentimiento, la prueba que se ha establecido se

volverá en desgracia para los tres traidores: el más pérfido es Guenelón,le conozco bien y él a mí. Le arrojé hace tiempo en un lodazal durante

un torneo muy importante y concurrido. Si lo atrapo, ¡por san Riquier!, a Tristán no le hará falta venir; si puedo tenerlo entre mis manos lopasará tan mal que lo ahorcaré en lo más alto de una montaña.

Después de Galván se levantó Girflet y ambos se acercaron dándosela mano.

—Rey, hace mucho tiempo que Guenelón, Denoalén y Godoine odian ala reina. Dios me quite el juicio si al enfrentarme a Godoine el hierro demi lanza de fresno no le atraviesa, y de lo contrario que nunca acariciebajo el manto a una bella dama bajo el dosel.

Perinís le escuchó con la cabeza inclinada. Dijo Iván, el hijo de

Urién:

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—Bien conozco a Denoalén; toda su inteligencia la emplea encalumniar y sabe cómo engañar al rey, pero yo haré que me tome enserio: si me lo encuentro en mi camino, tal como me ocurrió otra vez, no

me impedirán ni ley ni fe que, si no puede defender- se de mí, lecuelgue con mis propias manos. A los traidores se les debe castigar conseveridad, pues los aduladores se burlan del rey.

Entonces dijo Perinís al rey Artús:—Señor, estoy completamente seguro de que los traidores recibirán

mucho daño por haber buscado querella a la reina. Nunca en tu corte sehan hecho amenazas contra algún hombre de lejanas tierras que no sehayan cumplido; todos los que lo merezcan al final lo pasarán mal.

Al rey le alegraron estas palabras y su rostro se enrojeció un poco.—Señor escudero, id a comer; éstos se encargarán de vengarla. Una

gran alegría inundaba el corazón del rey y habló con intención de quePerinís le oyera:

—Noble y famosa mesnada, cuidad que para la asamblea vuestroscaballos estén bien lustrosos, vuestros escudos nuevos, ricos vuestrosvestidos; justaremos ante los ojos de la bella de la que ya conocéis lasnoticias. Poco apego tendrá a su vida quien se niegue a tomar lasarmas.

El rey les advirtió a todos; y les desagrada que el plazo fuera tanlargo, les gustaría que fuera al día siguiente.

Escuchad ahora acerca del noble de buen linaje: Perinís pide permisopara retirarse y el rey monta sobre Pasalanda, pues quiere escoltar al

 joven. Durante el camino van hablando, y todo lo que dicen es acercade la bella por quien él, Artús, hará astillas de las lanzas. Antes de queacabe la conversación el rey le ofrece a Perinís el arnés para ser armadocaballero, pero él todavía no quiere aceptarlo. El rey le acompañótodavía un rato más en atención a la noble y bella de los cabellos rubiosen donde no reside ni una pizca de maldad: mucho hablaban mientrasse iban de allí. El criado tuvo una suntuosa escolta de caballeros y elnoble rey y se despidieron con tristeza.

El rey le dice:—Querido amigo, marchaos ya, no os retraséis; saludad a vuestra

señora de parte de su leal servidor que irá a llevarle paz; haré todo lo

que desee pues estoy lleno de ímpetu y ella me dará prestigio.Recuérdale lo de la lanza que se clavó en el poste, ella sabeperfectamente lo que pasó; os ruego que se lo comuniquéis así.

—Rey, os juro que se lo diré.Y picó espuelas al caballo. El rey emprendió el regreso. Perinís se fue

después de haber llevado el mensaje y de haberse preocupado tanto enservir a la reina. Cabalga lo más deprisa que puede, y no descansó ni unsolo día hasta llegar al lugar del que partió. Explicó el viaje a Iseo que sepuso muy contenta y 1e habló del rey Artús y de Tristán.

Aquella noche llegaron a Lidan y la luna estaba en su décimo día.

¿Qué os puedo decir? Se acerca el plazo en que la reina ha deexculparse. Tristán, su amigo, no se demora; se disfrazó de la siguiente

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guisa: vestido de lana, sin camisa, la túnica de tosco buriel y sus botasremendadas. Se hizo confeccionar una ancha capa de burielennegrecida con cenizas. Se cubrió completamente con ella; parecía

más leproso que nadie y, sin embargo, llevaba la espada fuertementeceñida a la cintura.Tristán se fue; y al salir a escondidas de su alojamiento, Governal le

instruyó con estas palabras:—Señor Tristán, no actuéis con precipitación; fijaos en la reina cuando

os haga algún ademán o alguna señal.—Maestro —le contestó—, así lo haré. Procurad ayudarme en todo,

pues temo ser reconocido. Tomad mi escudo y mi lanza y llevádmelos;poned las riendas a mi caballo, señor Governal; si os necesito estad junto al camino, escondido y alerta. Bien sabéis cuál es el buen vado,hace tiempo que lo conocéis. El caballo es blanco como una flor; tapadlocompletamente para que no sea visto ni reconocido por nadie. Allí estarán el rey Artús con toda su gente y el rey Marco también.Caballeros de tierras extranjeras participarán en el torneo paraconseguir fama. Y yo, por amor a mi amiga Iseo, me arriesgaré; en milanza ataré el pendón que me regaló mi bella amiga. Maestro, partidahora, os lo ruego firmemente, y actuad con prudencia.

Tristán agarró su cuenco y sus muletas, se despidió y se fue. Governalregresó a su albergue, tomó su arnés y nada más; luego se puso encamino muy deprisa. Procuraba que nadie le viera y viajó tanto hastaque se emboscó cerca de Tristán que ya estaba en el Paso.

Encima de la mota, muy cerca de la charca, estaba sentado Tristán sinhacer nada. Delante de él clava el bordón que estaba atado a un cordónque llevaba al cuello. A su alrededor se extendían los blandoscenagales; él está dominándolo todo. No parece un hombrecontrahecho, era grande y corpulento; no era un enano deformado y jorobado. Oye que se acerca el cortejo desde donde está sentado. Sehabía llenado la cara de úlceras. Cuando alguien pasaba por delante ledecía con voz quejumbrosa:

— ¡Pobre de mí! Nunca creí que llegaría un día a pedir limosna ni atener este oficio, pero no puedo hacer otra cosa. Y Tristán les obliga a abrir las bolsas y todos le dan algo; y él lo coge sin

decir ni una palabra. Quien haya sido un pícaro durante siete años nosabe sacarles el dinero tan bien como él. Incluso a los mensajeros quevan a pie y a los criados de peor calaña que van buscando la comida porlos caminos, Tristán, con la cabeza gacha, les va pidiendo limosna poramor de Dios; y unos se la dan y otros le golpean. Los infames jóvenes,los pícaros miserables le llaman bribón. Tristán los oye sin decir ni unapalabra; y los perdona por amor de Dios, se dice a sí mismo. Estoscuervos furiosos le maltratan, pero él es prudente; le llaman truhán yholgazán. Entonces él los persigue con su muleta llenando de sangre amás de catorce sin que se la puedan restañar. En cambio los jóvenes

nobles de buena familia le dan un ferlín o una malla esterlina y él losrecibe y les dice que beberá a la salud de todos, pues tiene tan gran

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ardor dentro de su cuerpo que apenas puede echarlo fuera. Y todos losque le oyen se ponen a llorar de pena; ni uno de los que le están viendodeja de creer que es un leproso.

Los criados y los escuderos piensan entonces que deben darse prisapara alojar y plantar las tiendas y los coloridos pabellones de susseñores; ni un solo poderoso señor deja de tener su tienda. A todogalope por caminos y senderos los caballeros vienen detrás de ellos.Una gran muchedumbre se ha reunido en aquel fangal; y se vanhundiendo porque el barro está mojado. Los caballos entran y sehunden hasta los flancos, muchos caen, alguno puede salir de allí. Tristán se ríe, nada le preocupa; al contrario, pues les dice a todos:

—Agarrad las riendas por el nudo y picad fuerte con las espuelas; porDios, espolead, que más adelante no hay fango.

A los caballos de los que intentan avanzar se les hunden las patas enla ciénaga. Todos los que se han metido allí están cubiertos de lodo yquien no lleva botas mucho las necesita. El leproso alarga la mano ycuando ve que alguno se revuelca en el fango toca la carracaviolentamente, y cuando más hundido en el fango lo ve, el leproso dice:

— ¡Pensad en mí para que Dios os saque del Mal Paso!; ayudadme arenovar mis harapos.

Con la jarra golpea el cuenco; en qué extraño lugar les pide limosna;pero él lo hace con malicia, para que cuando vea pasar a su amiga Iseo,la de los rubios cabellos, se le llene el corazón de alegría. Un grantumulto hay en el Mal Paso; los que pasan por allí manchan sus vestidos

y desde lejos se oyen los gritos de los que se ensucian en la charca; elque por allí pasa no está a salvo.He aquí al rey Artús, que viene a inspeccionar el paso acompañado demuchos de sus barones, pues temen hundirse en la ciénaga. Todos losde la Tabla Redonda habían acudido al Mal Paso con escudos nuevos ycaballos relucientes y con las armas de blasones diferentes. Todos vancubiertos de los pies a la cabeza; las sedas ondean profusamente y van justando con sus armas al lado del vado. Tristán, que reconoció al reyArtús, le pidió que se acercara.

—Rey Artús, señor, estoy leproso, lleno de úlceras y lepra, paralítico ydébil; mi padre es pobre, nunca poseyó tierras. He venido aquí a pedir

limosna; he oído hablar muy bien de ti, por lo que no me debesrechazar. Vas vestido con bellas telas grises de Ratisbona, creo; bajo elhilo de Reims tu carne es blanca y lisa; tus piernas van cubiertas de ricaseda con mallas verdes y con polainas de escarlata. Rey Artús, ¿vescómo me rasco? Siempre tengo mucho frío aunque otros tengan calor.Por Dios, dame estaspolainas.

El noble rey se apiadó de él, dos servidores le descalzaron. El leprosoagarró las polainas y se las llevó rápidamente y volvió a sentarse en lamota. El leproso no les ahorra nada a los que pasan delante de él;

consigue gran cantidad de finas telas y las polainas del rey Artús. Tristán se sienta otra vez al borde de la ciénaga; así que estuvo sentado

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el rey Marco, altivo y poderoso, cabalgó deprisa hacia el fangal. Tristánse acerca para intentar obtener alguna cosa; toca con fuerza su carracay con voz ronca grita esforzándose y resollándole el aliento por la nariz:

— ¡Por Dios, rey Marco, una limosnita!Marco se quita la muceta y le dice:—Ten, hermano, póntela en la cabeza; con frecuencia hace mal

tiempo aquí.—Señor —le contesta—, gracias, ahora ya no me preocupa el frío.

Bajo la capa ha puesto la muceta, doblándola varias veces yescondiéndola.

— ¿De dónde eres, leproso? —dice el rey.—De Carlión, soy hijo de un galés.— ¿Cuántos años hace que no estás con tu gente?—Señor, hace tres años, os digo la verdad. Mientras estuve sano tuve

una amiga cortés; por su causa tengo estas úlceras tan grandes; es ellala que me hace sonar noche y día estas delgadas tablillas y con el ruidoatronar a todos a quienes pido limosna por amor de Dios, el creador.

El rey le dice:—No me lo ocultéis, ¿cómo te pudo hacer esto tu amiga?

—Señor rey, su marido estaba leproso y yo cumplía con ella misdeseos; y la enfermedad me vino de nuestra unión; pero ella era másbella que ninguna otra mujer.

— ¿Quién es?—La bella Iseo; se viste igual que ella.

Al oírle el rey se fue riéndose.El rey Artús, que estaba al otro lado bohordando, se acercó; se loestaba pasando muy bien. Artús preguntó por la reina.

—Ahora viene por el bosque, señor rey —dijo Marco—, la acompañaAndret, que es quien se ocupa de escoltarla.

Se dicen los unos a los otros—No sé cómo saldrá de este Mal Paso, quedémonos aquí para

observar.Los tres traidores, que deberían ser quemados vivos, llegaron al vado

y preguntaron al leproso por dónde podían pasar para ensuciarse lomenos posible. Tristán, apoyado en su muleta, les mostró una gran

charca.— ¿Veis esta turbera detrás del fangal? Ahí está el buen camino, he

visto pasar a muchos por allí.Los traidores entran en el fango por el lugar que les ha indicado el

leproso; había tanto fango que les llegaba hasta el arzón de la silla demontar; los tres cayeron a la vez. El leproso desde la mota les gritópuesto en pie:

—Picad espuelas con fuerza, si estáis manchados de barro. ¡Adelante,señores, por el santo apóstol, dadme algo cada uno de vosotros!

Los caballos se hunden en el fango y ellos empiezan a asustarse

porque no pueden llegar a la orilla ni tocar el fondo. Los que bohordanen una colina han acudido corriendo. Oíd cómo miente el leproso:

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—Señores —les dice a los barones—, manteneos firmes en vuestrosarzones. Maldito sea este fango tan blando. Quitaos los mantos y dadbrazadas por el fango. Ya os he dicho que hoy mismo he visto a otra

gente pasar por aquí.¡Si le vierais qué ruido hacía con el cuenco! Mientras el leproso agitasu cuenco, se azota con la correa en la joroba y con la otra manosacude las tablillas.

Ahora llega Iseo, la bella; en el fango vio a sus enemigos y en la motaa su amigo; se pone muy contenta, ríe y está alegre; pone pie a tierraen el acantilado.

Al otro lado estaban los reyes y los barones que los acompañanmirando a los que dentro de la ciénaga van dando vueltas hundidoshasta el vientre. El leproso les exhorta:

—Señores, ha llegado la reina para presentar su defensa; id aescuchar su juramento.

Pocos hay que no se rían. Escuchad ahora cómo el leproso, eldesfigurado, se dirige a Denoalén:

—Agarra mi bastón y tira con fuerza con las dos manos.El otro las alarga enseguida y el leproso suelta el bastón; cae hacia

atrás y se hunde por completo, sólo emergen los cabellos. Cuando lesacaron de la ciénaga el leproso dijo:

—No podía más; tengo dormidas las articulaciones y los nervios y lasmanos paralizadas por la enfermedad (11) y los pies hinchados por lagota; la enfermedad ha debilitado mis fuerzas y mis brazos están secos

como cortezas.Dinas estaba junto a la reina, se dio cuenta y le guiñó un ojo, puescomprendió al instante que era Tristán el que estaba bajo aquella capa.Vio a los tres felones atrapados y le gustó mucho que estuvieran en tanmala situación. Con grandes esfuerzos y daños los calumniadoressalieron del fangal; un buen baño les hará falta para quedar limpios.Delante del pueblo se desnudan, tiran las ropas al suelo, otros lasrecogen. Pero escuchad ahora del noble Dinas que estaba al otro ladodel Paso y aconsejaba a la reina.

—Señora —le dijo—, este bello manto se estropeará; el terreno estálleno de barro. Esto me disgusta y me apena mucho que se manchen

vuestros vestidos.Iseo sonrió pues no era asustadiza, le mira y le guiña un ojo y él se dio

cuenta de lo que pensaba la reina. Un poco más abajo, cerca de unespino, él y Andret encuentran un vado y lo atravesaron sin ensuciarsedemasiado. En el otro lado quedó Iseo sola y delante del vado toda lamultitud y los dos reyes con su séquito.

¡Oíd ahora qué hábil fue Iseo! Se daba perfecta cuenta de que los queestaban al otro lado del Paso la estaban mirando. Ella llegó montada enel palafrén, recogió los flecos de la gualdrapa y los anudó por encimadel arzón. Ningún escudero ni criado hubiera sabido levantarlos mejor y

disponerlos de modo que no se enfangaran. Esconde las riendas bajo lasilla, y la bella Iseo le quita el petral y el freno al palafrén; con una mano

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se recoge el vestido y con la otra sujeta la fusta; conduce al palafrénhasta el vado, le golpea con la fusta y le hace atravesar la ciénaga.

La reina atraía las miradas de todos los que estaban al otro lado. Los

nobles reyes estaban atónitos y también todos los demás quecontemplaban la escena. La reina llevaba vestidos de seda; se los habíatraído de Bagdad y estaban forrados de armiño blanco; el manto y latúnica arrastraban la cola. Sus cabellos le caían sobre los hombrostrenzados con cintas de hilos de oro; una diadema de oro le rodeaba lacabeza; el color sonrosado, fresco y claro. Se acercó a la pasarela [y dijoal leproso]:

—Quiero tener un asunto contigo.—Noble reina generosa, iré hacia ti sin impedimento alguno, pero no

entiendo qué quieres decir.—No quiero manchar mis vestidos; me harás de asno y me llevarás

despacito por la pasarela.— ¡Cómo! —dijo él—, no me pidáis tal servicio; soy un leproso

 jorobado y desfigurado.—Deprisa —dice ella—, prepárate. ¿Temes que me contagie de tu

enfermedad? No tengas miedo, que no ocurrirá.—Dios mío —dice él—, ¿qué pretende? No me importa hablar con ella.Se apoya en su muleta.— ¡Vamos, leproso, eres muy corpulento! Vuelve la cara hacia allí y el

cuerpo por aquí; montaré encima de ti como un muchacho.El leproso sonrió, se puso de espaldas y ella montó: todos los miran,

reyes y condes. Él aguanta sus piernas con la muleta, levanta un pie,pisa con el otro; con frecuencia hace ver que se cae y pone cara desufrimiento. La bella Iseo cabalga una pierna por aquí, otra pierna porallá. Se dicen los unos a los otros:

—Mirad [...] ved cómo cabalga la reina a un leproso que cojea; está apunto de caerse por la pasarela, apoya su muleta en la cadera.Vayamos al encuentro del leproso al otro lado del lodazal.

Hacia allí corrieron los jóvenes [...]El rey Artús se dirige hacia aquel lugar acompañado de todos los

demás. El leproso iba con la cabeza baja y llegó al otro lado, a tierrafirme. Iseo se dejó deslizar hacia abajo. El leproso emprendió el regreso

y al momento de separarse le pide a la bella Iseo comida para aquellanoche.

Artús dice:—Bien se lo merece; dádsela, reina.

Iseo la bella le dice al rey:—Por la fidelidad que os debo, me parece que es un gran embaucador

y que ya tiene bastante, pues en todo el día no comerá todo lo quetiene. Bajo su capa he notado su cinturón. Rey, su zurrón no disminuye,he palpado a través del saco panes partidos por la mitad y enteros,pedazos y cuartos; tiene comida y va bien vestido. Y si quiere vender

vuestras polainas, puede obtener cinco sueldos esterlinos, y tambiéncon la muceta de mi señor puede comprarse un lecho y hacerse pastor;

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o un asno que atraviese la ciénaga. Es un bribón, lo sé bien. Hoy ya harecibido buen pasto y ha encontrado gente a su medida. De mí no sellevará nada que valga ni un solo ferlín ni una malla.

Los dos reyes están muy contentos. Los palafrenes ya estánenjaezados y los montan; se van de allí. Los que llevan armas participanen las justas.

Tristán se aleja de la multitud; va donde está su maestro, que leespera. Ha traído dos excelentes caballos de Castilla con frenos y sillas,dos lanzas y dos escudos; los había ocultado muy bien. ¿Qué os diré delos caballeros? Governal se cubrió la cabeza con un velo de seda blanca:de esta guisa sólo se le ven los ojos. Se dirige al paso hacia el vado, sucaballo era excelente y fuerte. Tristán montaba a Buen Jugador, no sepuede encontrar mejor caballo. Cota, silla, corcel y tarja estabancubiertos de sarga negra y su rostro cubierto con un velo negro y con lacabeza y los cabellos completamente tapados; en su lanza llevaba laenseña que su bella amiga le había enviado. Cada uno monta en sucaballo, cada uno lleva ceñida la espada de acero; así armados,montando en sus caballos por un verde prado que hay entre dos valles,aparecen de pronto en la Blanca Landa. Galván el sobrino de Artús lepregunta a Girflet:

—Veo venir por allí a dos con gran ímpetu; no los conozco. ¿Sabesquiénes son?

—Bien los conozco —contesta Girflet—, el que lleva el caballo negro yla enseña negra es el Negro de la Montaña. Conozco al otro con sus

armas multicolores, porque en este país no hay muchas. Estánencantados, no lo dudo.Los dos se separan de la multitud, embrazados los escudos y con las

lanzas levantadas y las enseñas prendidas a los hierros; llevan el arnéscon tal gallardía que parece que habían nacido con él puesto.

El rey Marco y el rey Artús hablaban de ellos más a gusto que de loshombres que los acompañan, que están allá abajo en las anchasllanuras. A menudo aparecen entre las filas y son observados por muchagente; juntos cabalgan entre los de la vanguardia sin encontrar conquién justar. La reina los reconoció y se quedó de pie a un lado de lasfilas, ella y Brangén. Andret se acercó, a caballo y con las armas en la

mano; con la lanza levantada y el escudo embrazado, ataca a Tristán enpleno rostro. No le conocía de nada, pero Tristán sí que sabía quién era,le golpea en el escudo y le derriba al suelo y le parte un brazo; ha caídoa los pies de la reina y allí quedó sin poder mover el espinazo. Governalvio que el guardabosque venía desde las tiendas en su caballo; eraaquel que quiso matar a Tristán en el bosque cuando estabaprofundamente dormido. A galope se dirige hacia él: ya está en peligrode muerte. El cortante hierro le atraviesa el cuerpo y con el acero learranca la piel. Cayó muerto, ningún clérigo llegó ni pudo llegar atiempo. Iseo que es noble y sencilla sonrió dulcemente bajo su velo.

Girflet, Cinglor e Iván, Tolas, Coris y Galván vieron cómo se humillaba asus compañeros.

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—Señores —dijo Galván—, ¿qué vamos a hacer? El guardabosque estáen el suelo con la boca abierta. Estoy seguro de que estos dos estánhechizados; no los conocemos en absoluto; creen que somos unos

cobardes. Lancémonos contra ellos y ataquémoslos.—Quien nos libre de ellos nos habrá hecho un gran servicio—dijo elrey.

Tristán bajó por el vado con Governal y pasaron al otro lado. Los otrosno se atrevieron a seguirles, se quedaron quietos, apretados los unoscon los otros, pues creían que eran fantasmas; querían volver a susalbergues pues ya habían acabado de justar.

Artús cabalga a la derecha de la reina, y muy corto se le hizo elcamino [...) que se aleja por el camino de la derecha. Al llegar a susalbergues pusieron pie a tierra. Muchas tiendas se habían plantado en lallanura y las cuerdas que las tensaban eran muy costosas; en vez de juncos y de cañas habían alfombrado con flores todas las tiendas.Siguen acudiendo por caminos y senderos, la Blanca Landa estabaengalanada y muchos de los caballeros llevaban a sus amigas. Los quese encontraban en la pradera oyeron el griterío de muchos ciervos.Pasaron la noche en la llanura. Los dos reyes prestan oídos a laspeticiones; quien tenía riquezas no fue lento en entregarlas a unos y aotros.

Después de comer, el rey Artús fue a conversar a la tienda del reyMarco llevando a sus privados. Pocas telas de lana había allí, pues lamayoría eran de seda, ¿qué os puedo decir de los vestidos? Eran de

lana, pero de color grana, y las telas de lana eran de escarlata; habíamucha gente suntuosamente ataviada. Nadie había visto nunca doscortes tan ricas, todo lo necesario se encontraba allí.

En los pabellones reina la alegría y por las noches hablan del asuntoque les ha traído aquí; de cómo la noble y buena reina debe justificarsedel ultraje en presencia de los reyes y de todo el séquito.

El rey Artús se va a acostar con sus barones y sus íntimos. Quien pasóla noche en la llanura pudo oír muchos caramillos y trompas quesonaban en los pabellones. Antes de amanecer empezó a tronar confuerza debido al calor. Las vigías sonaron el cuerno a la llegada del día;por todas partes empezó la gente a levantarse; todos se levantaron sin

pereza. Desde la hora prima el sol calentaba, habían desaparecido laneblina y la helada. Los cornualleses se congregaron delante de lastiendas de los dos reyes; ni un solo caballero de todo el reino dejó dellevar a la corte a su mujer. Delante de la tienda del rey pusieron unaalfombra de seda oscura, en la que habían bordado, delicadamente,algunos animales y la extendieron sobre la verde hierba. La tela habíasido comprada en Nicea. Todas las reliquias que hay en Cornualles, enlos tesoros, en filacterias, en armarios o en cofres, en arcas y enestuches de todo tipo, dentro de cruces de oro y de plata o en otra clasede relicarios, las depositaron sobre la alfombra de seda en hileras, una

al lado de otra.

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Los reyes se retiraron a un lugar apartado; quieren llegar a unadecisión justa. El primero en hablar fue el rey Amis, pues estabaimpaciente por hacerlo:

—Rey Marco —dijo—, quien te aconsejó tal ultraje hizo algo inaudito; yciertamente —añadió—, actuó como desleal. Tú eres fácil de influir y nodebes creer mentiras. Te preparaba una salsa muy amarga quien teobligó a reunir esta asamblea; tendría que pagarlo con su propio cuerpoquien lo hizo. La noble y buena Iseo no quiere demora o retraso. Yapueden, pues, enterarse quienes acudan a tomar su juramento que yomandaré ahorcar a los que por envidia la acusen de necedades despuésde su exculpación; serán dignos de la pena de muerte. Escuchad ahora,rey, sea quien sea el culpable, la reina dará un paso hacia delante ytodos, pequeños y grandes, la verán jurar, con la mano derecha sobrelas reliquias, ante el rey celestial, que nunca tuvo relaciones amorosascon tu sobrino, ni una vez ni dos, que se consideraran viles y no aceptóamor lascivo. Señor Marco, esto ha durado demasiado; cuando ella hayarealizado su juramento, di a tus barones que la dejen en paz.

— ¡Ah, señor Artús!, ¿qué puedo hacer yo? Me criticas por ello y tienestoda la razón, pues es un necio el que hace caso de los envidiosos; y yoles he creído, a pesar mío. Si el juicio es en aquel prado, no habrá nadietan atrevido que después de su justificación diga nada que no sea en suhonor, pues de lo contrario tendrá mala recompensa. Ya sabéis, noblerey Artús, que lo que ha ocurrido ha sido a pesar mío. ¡A partir de ahoravayan con cuidado!

El diálogo ha llegado a su fin.Todos se sentaron formando filas, excepto los dos reyes, y tenían unbuen motivo: Iseo estaba entre los dos y cada uno le cogía de unamano. Cerca de las reliquias estaba Galván, y la prestigiosa mesnada deArtús rodeaba la alfombra de seda. Artús tomó la palabra, era el queestaba más próximo a Iseo:

—Escuchadme, bella Iseo, oíd lo que se os exige: que Tristán no sintióhacia vos amor lascivo ni desordenado sino sólo el que debía tenerhacia su tío y su mujer.

—Señores —dijo ella—, por la gracia de Dios, aquí veo las sagradasreliquias. Oíd ahora mi juramento del cual el rey tendrá garantías. Con

la ayuda de Dios y de san Hilario, por estas reliquias y este relicario, portodas las que aquí están y por las que hay en todo el mundo, que entremis muslos no entró ningún hombre, excepto el leproso que me llevó acuestas a través del vado y el rey Marco, mi marido. A ellos dos excluyode mi juramento y no excluyo a nadie más; hay dos hombres de los queno me puedo exculpar: el leproso y el rey Marco, mi marido. El leprosoestuvo entre mis piernas {...] si alguien quiere que haga algo más,estoy presta aquí mismo (12).

Todos los que han oído el juramento no pueden soportarlo por mástiempo.

—Dios mío —dicen—, con qué arrogancia ha jurado; ha actuado segúnel derecho. Ha dicho más que lo que le pedían y le exigían los traidores.

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No le hace falta justificarse más que lo que habéis oído, nobles yplebeyos, respecto al rey y su sobrino. Ella ha jurado y prometido quenadie estuvo dentro de sus muslos excepto el leproso que la llevó a

cuestas ayer, a la hora tercia para atravesar el vado, y el rey Marco, sumarido. ¡Maldito sea quien no la crea!El rey Artús se puso en pie e interpeló al rey Marco de modo que le

oyeran todos los barones:—Rey, hemos presenciado la exculpación, la hemos oído y

comprendido perfectamente; guárdense ahora los tres traidores,Denoalén, Guenelón y el malvado Godoine, de querer hablar nunca más.Mientras estén en este país ni paz ni guerra me impedirán cuando oyeranuevas de la bella reina Iseo acudir a galope para defenderla como es justo.

—Muchas gracias, señor —le contestó.Aquellos tres son odiados por toda la corte. Las cortes se separan y se

van. La bella Iseo de los cabellos rubios da muchas veces las gracias alrey Artús.

—Señora —le dice—, os aseguro que mientras tenga salud y vida noencontraréis a nadie que os diga ni una palabra que no sea de amistad;en mala hora tuvieron estos pensamientos los traidores. He rogado alrey, vuestro marido, con lealtad y gran estima, que no crea nunca máslo que los traidores digan de vos.

Dijo el rey Marco:—Si lo hiciera, a partir de aquel momento, injuriadme.

Se separó el uno del otro y cada uno partió hacia su reino; el rey Artúsregresa a Durelme y el rey Marco se quedó en Cornualles. Tristán sequeda, no se inquieta por nada.

 A pesar del peligro al que se exponen se suceden los encuentros entrelos amantes que están siempre vigilados por los Tres Barones Felones y el enano. 

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Anónimo, Tristán ruiseñor

[...] Sí, bella amiga, poco os acordáis ni tenéis presente lo que Iseohizo por Tristán cuando ella estuvo un año sin verle y él regresó aBretaña sin compañeros ni compañía. Al anochecer, en un jardín, cercade una fuente que está bajo un pino, se sentó Tristán esperando algunaaventura. Disfrazó la voz como había aprendido hacía tiempo e imitó alruiseñor, al papagayo, a la oropéndola y a todos los pájaros del bosque(13). La reina Iseo lo oyó cuando estaba acostada junto al rey Marco,pero no pudo saber de dónde venía aquella voz, si del parque o del jardín. Pero por aquel canto comprendió que su amigo estaba cerca.

Tristán era muy ingenioso, había aprendido muchos trucos desde queera niño. Sabía imitar a todos los pájaros que pasaban por el bosque ovivían allí. Tristán cantaba aquellas melodías con gran dulzura y se oíanmuy lejos. Quien tuviera odio en su corazón, al oír este canto se llenaríade ternura.

Iseo sintió gran angustia, pues no sabía qué hacer, ya que allí dentrohabía diez caballeros que no tenían otro oficio que el de vigilar a la bellaIseo; no podía salir tal como deseaba. Afuera oía a su amigo querido ydentro a los que la vigilaban, y al enano traidor, a quien aún temía másque a toda la corte entera. El rey la tiene entre sus brazos, y Tristán,fuera, canta y gime como el ruiseñor que se despide del verano con uncanto muy triste. Iseo está triste, pesarosa, sus ojos lloran y su corazónse estremece y se dice a sí misma, entre suspiros, sin mover la boca:

—Sólo tengo una vida, y está partida en dos. Yo tengo una parte y Tristán la otra. Nuestra vida debe estar unida, pero a la parte que estáallí fuera la quiero más que a mí misma. Poco me tengo en aprecio si

aquella parte muere. Mi cuerpo está aquí pero Tristán tiene el corazón yno le dejaré morir por ningún fuero. Iré allí, pase lo que pase, me daigual que me tengan por loca como por sensata, exponerme a unaherida o incluso a la muerte. ¡Todo quede en manos de Dios!

Suavemente se deslizó de los brazos del rey sin que él se dieracuenta. Iba desnuda bajo la camisa cuando abandonó el lecho del rey,por lo que se puso un manto forrado de piel. Y se fue tapándose elrostro, pasando por en medio de los caballeros que en gran númeroestaban allí dentro. Todos dormían, unos en el suelo, otros en loslechos. Eso fue algo venturoso, ya que acostumbraban velar de otro

modo: mientras cinco de ellos dormían, los otros cinco velaban, unos enlas puertas y otros en las ventanas para vigilar todos los aposentos de

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modo muy minucioso. Los celosos llevan una vida muy dura; durante eldía, enfados y riñas, y por la noche, sospechas y temores. Bien sabemosque los enfermos soportan graves tormentos; pero si los soportaran por

amor de Dios, los celosos que tienen el corazón débil serían verdaderosmártires. Quien me pregunte acerca de su nombre y quiera oír el motivode por qué es llamado «celoso» el que desea a su mujer y la vigilaestrechamente de hombres extranjeros y de parientes, oirá el verdaderomotivo de por qué es llamado «celoso». Celoso es llamado a causa delhielo, que está formado por el agua. Quien repara en ello se dará cuentade que está convertida en hielo. Y quien le dedique su atenciónenseguida podrá ver cuál es su naturaleza: el hielo es frío, duro yextraordinariamente compacto y vuelve espesa el agua que corre, detal modo que ya no puede moverse más, ni fluir ni salirse de él como nopuede salir de la cámara la dama que el celoso tiene en su poder y lahace vigilar a causa de sus celos. El hielo endurece la tierra blanda y laconvierte en una piedra dura y áspera, y tanto la comprime para que sehiele que ni un buey podría tragarla; es áspera, dura y sólida. Del mismomodo es el celoso: se enfría a causa de su mujer; es duro con losmayores y con los pequeños y principalmente con su mujer, pues lavigila estrechamente. Sobre todo cuando ella le mira, el celoso desvaríay arde en cólera; no puede acusar de nada a su mujer pero no soportaque otro tenga alegría, algún bien o algún solaz. La vigila día y noche yespía todo lo que ella hace; es con ella duro y malhumorado. Y porquees duro y frío y tiene a su mujer atormentada, la guarda y la tiene presa

en una fortaleza, como el hielo se apodera del agua, es por este motivoque el celoso es llamado así a causa del hielo (14).Del mismo modo fue vigilada estrechamente Iseo, mi señora. Pero

aquella noche se levantó y pasó por en medio de sus vigilantes. Sinobstáculo alguno llegó a la puerta, y cuando quitaba la barra, la anillatintineó un poco. El abyecto enano se despertó; miró a su alrededoraquel miserable traidor lleno de malas artes, y cuando vio que Iseoabría la puerta gritó:

— ¡Eh, aquí, aquí!La reina salió tranquilamente y el enano dio un salto hacia ella como

si fuera una golondrina, se colocó un manto, corrió tras Iseo y la agarró

por el brazo derecho.— ¡A ver, señora, deteneos! ¿Por qué salís de la cámara? En mala hora

sacasteis de allí los pies, ¡por mi cabeza!, no veo en ello ningún viso delealtad, ni poca ni mucha.

La cólera inundó el corazón de Iseo, levantó la mano y le dio unabofetada con tanta fuerza que le hizo saltar cuatro dientes; también ledijo con cara de enfado:

— ¡Toma la paga de una camarera!El enano se cayó encima de un banco con la boca llena de sangre; el

asqueroso sapo gime y grita, se cae y se levanta y luego da un salto.

Hizo tanto ruido y dio tales alaridos que el rey Marco se despertó ypreguntó qué era aquel griterío.

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—Señor —le dijo el enano—, esto va mal. La reina casi me mata deuna bofetada que me ha dejado sin dientes porque ella salía aescondidas, sin acompañamiento alguno. Y así que la he visto salir, al

intentar retenerla me ha dado una bofetada tan fuerte que me faltancuatro dientes.El rey le dijo:

— ¡Cállate, malvado, y que Dios te ayude! Si mi señora Iseo semuestra tan furiosa sé que no hace nada insensato. Eres tú el que tecomportas mal con ella. Tristán no está en este país y ella se haenfadado mucho porque tú la has calumniado injustamente. Déjala, loque quiere es ir al jardín a distraerse, y mucho lamento que tantasveces la hayamos retenido demasiado.

E Iseo, sonriendo, siguió adelante con la cara tapada y anhelandollegar enseguida hasta su amigo. Tristán corre hacia ella y sus brazos seenlazan con fuerza como cosidos con fuertes lazos, se besan yacarician; hacen muchas cosas y hablan poco, se entregan al gozo y aldeleite durante una gran parte de la noche. Dan rienda suelta a sualegría y a su amor, a pesar del enano y de los vigilantes.

De estos hechos de Iseo se puede sacar un ejemplo excelente: unaamiga no es leal ni perfecta hasta que no se expone a las aventuras y alpeligro si su amor es sincero.

—Ciertamente, amigo, habéis dicho la verdad y ahora escuchadme unmomento. Iseo, que tanto amaba a Tristán, obró bien, pues nunca leengañó. Y Tristán a causa de ella tuvo grandes penas, más de las que

tuvo nadie por su amiga: se hizo afeitar la barba, el bigote, la cabeza yel cuello de modo que pareciera un loco, y para parecer aún más unloco se hizo derramar por encima una olla de caldo (15). Bien ledemostró que su amor no era una chanza.

En vuestro rostro puedo leer pero no puedo conocer vuestro corazón,y, muchas veces, el corazón y el rostro van cada cual por un caminodistinto; porque algunas personas suspiran, se lamentan y se duelencomo si se murieran y van arriba y abajo, pero el corazón no sientedolor alguno porque su amor no es más que una chanza.

Berol

VII. La venganza

El rey mantiene Cornualles en paz: todos le temen, de lejos y decerca. Iseo le acompaña en sus diversiones y se esfuerza endemostrarle su amor. Pero aunque hay paz, los tres felones maquinanuna traición. Se les acercó un espía que quería mejorar su vida y lesdice:

—Señores, escuchadme, y si os miento, ahorcadme. El rey os loagradeció muy mal el otro día y dirigió a vosotros su odio por haberacusado a su mujer. Os permito que me colguéis o me exiliéis si no os

enseño con toda claridad el lugar donde Tristán espera poder hablar contoda libertad con su amante; está escondido pero sé su escondrijo.

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 Tristán conoce muy bien el peligroso agujero (16); cuando el rey seausenta para distraerse, entra en la cámara para despedirse. Si vais a laventana de la cámara, la de detrás a la derecha, y no veis que acude

 Tristán con la espada ceñida y un arco en una mano y dos flechas en laotra, convertidme en cenizas. Esta noche le veréis acudir demadrugada.

— ¿Cómo lo sabéis?—Le he visto.— ¿A Tristán?—Sí, de verdad, le he reconocido.— ¿Cuándo fue esto?—Hoy por la mañana.— ¿Quién le acompañaba?—Su amigo.— ¿Cuál? ¿Quién?—El señor Governal.— ¿Dónde se alojan?—Están descansando en su hostería.— ¿En casa de Dinas?—No lo sé.—No estarán allí sin que él lo sepa.—Podría ser.— ¿Cómo los podremos ver?—Por la ventana de la cámara; es la pura verdad. Si os lo enseño, me

debéis pagar mucho, pues tanto es lo que espero obtener.— ¿Cuánto?—Un marco de plata.—Y más aún de lo prometido, si tenéis la ayuda de la Iglesia y de la

misa; si nos lo enseñas puedes estar seguro de que te haremos rico.—Escuchadme —dijo el traidor— [...] hay un pequeño agujero en un

lugar de la cámara de la reina; delante está la cortina. Detrás de lacámara el arroyuelo es ancho y los gladiolos espesos. Que uno devosotros tres vaya de buena mañana; por la brecha que hay en el jardínnuevo pase tranquilamente hasta el agujero, pero sin hacerlo pordelante de la ventana. Tallad con el cuchillo un palo muy afilado y

pinchad la cortina con la vara de espino puntiaguda; con cuidadoseparad la cortina del agujerito ya que no está clavada, para que podáisver claramente lo que ocurre dentro cuando él vaya a hablar con ella. Sitomáis la precaución de hacerlo durante tres días, os permito que mequeméis vivo si no veis lo que os estoy diciendo.

Dice cada uno de ellos:—Os aseguro que mantendremos nuestra promesa.Y envían por delante al espía. Ellos se ponen a escoger quién de los

tres irá el primero a presenciar los juegos que Tristán practica en lacámara con aquella que le pertenece. Acuerdan que el que irá primero

será Godoine; se separan y cada uno se va por su lado: mañana sabráncómo se comporta Tristán. ¡Dios mío!, la noble Iseo no recelaba de los

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traidores ni de sus maquinaciones. Por Perinís, uno de sus privados,había pedido a Tristán que fuera al día siguiente por la mañana, pues elrey iría a San Lubín.

¡Oíd, señores, qué aventura! Al día siguiente cuando fue noche oscura Tristán se puso en camino a través de unos espesos matorrales. Al salirde un bosquecillo, miró y vio venir a Godoine que salía de su escondrijo. Tristán le preparó una trampa y se escondió en los arbustos de espinos.

— ¡Dios mío, mírame con piedad para que aquel que viene no me veahasta que no esté delante de mí!

Le espera de pie con la espada en la mano. Godoine sigue otrocamino. Tristán se queda allí muy disgustado; sale del matorral y sedirige hacia el otro lado, pero no le sirve de nada porque ya está lejosaquel que tanto se esfuerza en ser traidor. Tristán miró a lo lejos y vio alcabo de un instante a Denoalén que venía, trotando con dos lebreles deun tamaño sorprendente, y se apostó detrás de un manzano. Denoalénvino por el sendero sobre un pequeño palafrén negro; había enviado asus perros a la espesura para levantar a un feroz jabalí. Antes de quelogren sacarlo de allí, su dueño recibirá tal golpe que ningún médico selo podrá curar.

El noble Tristán se quitó el manto. Denoalén avanzaba con rapidez; yantes de darse cuenta Tristán ya había dado un salto. Quiso huir perono pudo; Tristán estaba demasiado cerca de él y le mató. ¿Qué otracosa podía hacer? Buscaba su muerte y por eso se ocupó de separarlela cabeza del cuerpo. No le dio tiempo a decir: «Me has herido». Con su

espada le cortó las trenzas y se las metió en las calzas paraenseñárselas a Iseo y para que ella crea que lo ha matado. Tristán sealeja de allí con toda rapidez.

— ¡Ay de mí!, ¿qué habrá sido de Godoine que he visto llegar tandeprisa hace un momento y ha desaparecido? ¿Ha pasado por aquí? ¿Sehabrá ido? Si me hubiera esperado, habría podido obtener mejorrecompensa que la que se ha llevado Denoalén, el traidor al que hedejado descabezado.

Tristán abandona en mitad de la llanura el cadáver ensangrentado yboca abajo. Limpia su espada y la devuelve a la vaina, toma su capa yse cubre la cabeza con la capucha y tapa con muchas ramas el cuerpo.

Luego va a la cámara de su amante.Pero oíd ahora lo que había sucedido: Godoine había corrido mucho y

aventajado a Tristán. Agujereó la cortina y vio la cámara alfombrada deramas: vio todo lo que había dentro. Al único hombre que vio fuePerinís. Entró Brangén, la doncella, que había peinado a la bella Iseo;todavía llevaba el peine consigo. El traidor que estaba contra la paredmiró y vio entrar a Tristán que llevaba un arco; en una mano sosteníados flechas y en la otra dos largas trenzas; se quitó la capa y vio suhermoso cuerpo.

La bella Iseo de cabellos rubios se levantó a su encuentro y le saludó.

Por la ventana vio la sombra de la cabeza de Godoine. Con gran

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perspicacia actuó la reina, aunque toda ella suda de indignación. Tristánle dice a Iseo:

—Que Dios me guarde entre los suyos; he aquí las trenzas de

Denoalén: he tomado venganza de él, ya no podrá ni comprar ni venderun escudo o una lanza nunca más.—Señor —dice ella—, ¿y a mí qué me importa? Pero os ruego que

tendáis el arco para ver cómo está templado.Tristán lo tiende y reflexiona. Escuchad: en su interior se libra una

batalla; toma una decisión y tiende el arco. Pregunta por el rey Marco eIseo le cuenta lo que sabe [...] si aquel pudiera escapar vivo, entre elrey Marco y su esposa Iseo resurgiría una guerra mortal. Tristán, a quienDios conceda grandes honores, le impedirá huir. Iseo no tenía ganas debromear.

—Amigo, empulga una flecha y vigila que no se retuerza el hilo; veoalgo que mucho me disgusta: Tristán, tensa tu arco.

Tristán se detiene un momento, reflexiona un instante, pues se dacuenta de que ella ha visto algo que le disgusta; mira hacia arriba,siente miedo, tiembla y se estremece porque a contraluz, a través de lacortina, ha visto la cabeza de Godoine.

— ¡Ah, Dios mío, verdadero rey! Cuántos certeros tiros de arco yflechas he realizado; permitid que no me falle éste. Allí veo a uno de lostres felones de Cornualles, es un grave ultraje. Dios mío, que quisisteisque tu santísimo cuerpo muriera por los hombres, permite que levengue de la injusticia que me causan estos traidores.

Se volvió hacia la pared, varias veces tensó la cuerda y disparó. Laflecha salió con tanta rapidez que nadie hubiera podido evitarla. Lepenetró por un ojo y le partió la cabeza y los sesos. Ni el esmerejón ni lagolondrina vuelan la mitad de rápidos; y ni en una manzana blanda sehubiera clavado tan pronto la flecha. Godoine cae, se golpea con unpilar, ya no movió más los pies ni las manos; ni tuvo tiempo para decir:« ¡Estoy herido, Dios mío, confesión!».

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Notas

BerolTristán

(4) En este encuentro Tristán e Iseo evocan episodios anteriores; eldoble sentido que ambos utilizan en toda la conversación se debe a quese han dado cuenta de que el rey Marco los está espiando subido a unárbol.

(5) Governal había adiestrado a Tristán en el manejo de las armas, poresto le llama «maestro» y lo toma como escudero.

(6) Tristán como sobrino de Marco tiene derecho a dormir en la cámaramatrimonial, donde también duerme el paje Perinís. Esta promiscuidades uno de los rasgos arcaicos de la versión beroliana, pues la separaciónde la cámara matrimonial no se dio hasta finales del siglo XXI.

(7) El episodio podría estar influido por la historia del rey Midas, quetenía orejas de burro; un criado lo descubre y para liberarse del secreto

cava un hoyo en la tierra, dice el secreto y lo entierra. Lo narra Ovidioen las Metamorfosis, XI.

(8) Del motivo de la espada de la castidad se ha hablado en laIntroducción, págs. 21-22. La recreación en el Tristán es genuinamentefrancesa y feudal, pues Marco al descubrir a los amantes realiza untriple gesto de investidura  per gladium, per anulum, per guantem: porespada, por anillo, por guante. Por otra parte, el gesto de Marcotambién puede interpretarse, y de hecho lo es, como una muestra deafecto y de perdón con la intención de que los amantes así lo vean.

(9) Véase la Introducción, pág. 26-ss.

(10) La Tabla Redonda aparece aquí representada no como instituciónsino como objeto real en donde se sienta la mesnada del rey Arturo deBretaña. En contra de una opinión generalizada, apoyada en parte porla iconografía, el rey no se sentaba a ella para comer, sino que lo hacíaen otra mesa, como aquí leemos. La originalidad de Berol residetambién en dar una imagen simbólica de la Tabla Redonda que «davueltas como el mundo». «Mundo» entendido como «universo ocosmos», dotado de movimiento, según las teorías astronómicas del

siglo XII, mientras que el orbis terrae es inmóvil.

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(11) La difícil lectura del manuscrito ha hecho que todos los editoresenmendaran por «el mal de Acre» como alusión a una epidemia que sedesencadenó entre los cruzados durante el sitio de Acre (1190-1191),

por loquee1 texto de Berol sería algo posterior. La enfermedad quesimula padecer Tristán en las articulaciones no parece corresponder a laque relatan los cronistas de cruzadas. G. Ronchi, en «Per una malattia inmeno: le mal d’Acre», Medioevo Romanzo, XIV (1989), 2, págs. 171-180,aporta datos para defender una mala comprensión por parte del copistade la palabra cyragre, que sería un sinónimo del término anterior

 poacre, enfermedad que deja las manos y los pies hinchados yanquilosados, parecida a la gota.12 Para el juramento ambiguo de Iseo véase la Introducción, pág. 34.

AnónimoTristán ruiseñor 

(13) La habilidad de Tristán de imitar el canto de varios pájaros era untipo de actividad juglaresca que debía de tener bastante éxito. Alfonso Xel Sabio redacta, en 1274, una Declaratio en la que hace una exactadefinición de los hombres que viven de entretener y dice que «no debenser llamados juglares» aquellos que son «imitadores de pájaros».(14) En este párrafo aparece un sutil juego de palabras en el que ladenominación del marido como gelus, «celoso», y su comparación congelée, «hielo», imposible de verter al español, se inserta dentro de latradición literaria trovadoresca.

(15) No se conoce este episodio del caldo derramado.

Berol

(16) En la frase «Tristan set molt de Malpertis», siempre se habíaquerido ver una alusión al Roman de Renart , pues Malpertis es elnombre de la guarida del zorro, y se interpretaría como «Tristán sabemuchos escondrijos», lo que parecía adecuado. Estudios independientesde G. Paradisi, «Tempi e luoghi della tradizione tristaniana. Berol»,Cultura Neolatina, XLIX (1989), 2-4, págs. 75-146, y G. Ronchi (art. cit.,n. 11) coinciden en rechazar la alusión al Roman de Renart y leer mal

 pertis, «mal agujero» o «agujero peligroso». La insistencia del términoen este episodio podría indicar la función esencial de este «agujero»que parece que hay en la pared de la habitación de Iseo, desde dondeGodoine verá el encuentro de los amantes y encontrará la muerte.