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LOS SITIOS DE ZARAGOZA
Bicentenario 1808-2008
Napoleón, tras caer derrotado en Trafalgar, instauró que ningún país europeo podía comerciar con Inglaterra.
Pero el rey Juan VI de Portugal transgredió la ley impuesta por el emperador francés.
Para llegar a Portugal, el ejército francés tenía que pasar por España.
Dada la decadencia de la monarquía Borbón, Napoleón hizo firmar las Abdicaciones de Bayona, y entregó España a su hermano José Bonaparte.
Pero el pueblo no recibió con agrado la noticia, y esto provocó el levantamiento del 2 de Mayo de 1808, en Madrid.
Pero los franceses no se quedaron de brazos cruzados…
Esto dio lugar a los Fusilamientos del 3 de Mayo, con el famoso cuadro de Goya.
El levantamiento fue masivo en todo el país, y en Zaragoza, el pueblo encerró al gobernador Jorge Juan Guillelmi en la Aljafería por considerarle «afrancesado».
Preparativos para el ataqueLa sublevación ya era un
hecho, y el general Palafox fue nombrado líder de la rebelión en Aragón. Repartió armas del arsenal de La Aljafería entre voluntarios, gente del pueblo, sin entrenamiento ni experiencia.
La ciudad se fortifica bajo el mando del coronel de ingenieros Sangenis
Zaragoza tenía una gran importancia estratégica, ya que era un nudo de comunicaciones entre las ciudades más importantes del país.
Las fuerzas militares francesas recibieron la orden de conquistar la ciudad, bajo la orden del general Moncey.
COMIENZA EL PRIMER SITIO
El 15 de junio de 1808, tras haber rechazado a la avanzadilla liderada por el hermano de Palafox en Alagón, Moncey se aproximó a la ciudad con unos 15.000 soldados, en buena parte polacos.
En frente, la ciudad de Zaragoza, plaza abierta y no muy fortificada, tenía apenas 2.000 soldados profesionales y más de 10.000 voluntarios.
Tras una larga noche de lucha en las puertas de la ciudad (el Portillo, la Puerta del Carmen y la de Santa Engracia), los defensores rechazaron el primer asalto francés.
En la defensa destacó al frente de la artillería, en la denominada Batalla de las Eras, Rafael de Irazabal y Guillelmi (sobrino del anterior Capitán General) como oficial superior del arma.
El 2 de Julio se produce un nuevo ataque, y aparece la importante figura de Agustina de Aragón, que gracias a un cañón bien colocado, consiguió disuadir al ejército francés de la puerta del Portillo.
A pesar de diversos ataques contra conventos, que ocupaban la posición más débil de la ciudad, el numeroso ejército francés fue rechazado de nuevo por los heroicos defensores.
Los franceses enfocan la conquista de Zaragoza como un sitio, y el 11 de Julio construyen un puente sobre el Ebro para rodear la ciudad. Toman el Arrabal , y a mediados de mes cortan la acequia del Rabal y el camino a Barcelona, por donde llegaban refuerzos de Lérida y Monzón. Sin embargo, seguían llegando víveres y refuerzos a través del río.
En el resto del mes, los ingenieros velaban por formalizar el sitio, mientras los soldados se veían obligados a luchar calle por calle y casa por casa para conquistar los barrios extramuros
Los comienzos del mes de Agosto coinciden con la llegada de refuerzos franceses, y el cerco a la ciudad se completa. El fuego de artillería llega hasta el hospital donde se hospedaban los heridos, y el día 4 la ofensiva francesa consigue devastar parte del Casco Histórico.
La osadía de Luciano Tornos, que apuntó con un cañón a los defensores que huían, amenazándolos con ametrallarlos si no seguían defendiendo la ciudad, concedió tiempo para acorralar a los enemigos en los edificios del Hospital y San Francisco, y acabar con el ataque. La ciudad había resistido, una vez más.
El general Lefébvre toma el mando del ejército francés, ya que Verdier, que ejercía de general, estaba herido.
Palafox llega con refuerzos de la Batalla de Bailén, que supuso la primera derrota en batalla campal del ejército napoleónico.
Con la iniciativa en sus manos, los españoles realizan el 8 de agosto un contraataque sobre el Arrabal que logra romper el cerco.
En la noche del 13 al 14 de agosto, los franceses abandonaron la ciudad tras volar el puente que habían construido y el convento de Santa Engracia.
Este sitio costó a los franceses entre 3000 y 4000 hombres. Las bajas de los oficiales superiores fueron tan numerosas que algunos regimientos acabaron gobernados por capitanes.
Los españoles tuvieron unas 2000 bajas y vieron como algunas partes de la ciudad quedaban devastadas.
A pesar de las medidas adoptadas para conservar la higiene, hubo un brote de tifus en la ciudad.
Se comenzó una restauración de las defensas zaragozanas, y llegaron 8000 fusiles ingleses para apoyar la Guerra de la Independencia.
Pasados cuatro meses, Napoleón cruzó los Pirineos y derrotó al ejército español en las batallas de Espinosa y Tudela. El emperador francés continuó hacia Madrid, y el mariscal Jean Lannes quedó al mando de la reconquista del noreste peninsular, especialmente de la toma de Zaragoza.
Comenzó el 21 de Diciembre de 1808. 35000 soldados de infantería y 2000 de caballería llegaron dispuestos a acabar con la resistencia zaragozana, que se había convertido en todo un símbolo.
Esta vez 30000 soldados regulares esperaban en la ciudad, además de numerosos voluntarios de la ciudadanía.
Los dos bandos estaban más preparados, y los franceses, después de un primer ataque fallido, construyeron puentes sobre el Ebro en Juslibol y sobre el Huerva, y avanzaban con trincheras paralelas a las defensas de la ciudad.
Tras casi un mes de ataques y contraataques, el 15 de Enero cayó el reducto del Pilar, último de los fortines extramuros del perímetro español.
Los franceses colocaron la artillería pesada en los barrios extramuros, como La Bombarda, que debe su nombre a una pieza de artillería colocada en la zona.
La lucha era casa por casa, los invasores volaban los edificios uno a uno. La resistencia de los defensores fue descrita de esta manera por el mariscal Jean Lannes:
Jamás he visto encarnizamiento igual al que muestran nuestro enemigos en la defensa de esta plaza. Las mujeres se dejan matar delante de la brecha. Es preciso organizar un asalto por cada casa. El sitio de Zaragoza no se parece en nada a nuestras anteriores guerras. Es una guerra que horroriza. La ciudad arde en estos momentos por cuatro puntos distintos, y llueven sobre ella las bombas a centenares, pero nada basta para intimidar a sus defensores ... ¡Que guerra! ¡Que hombres! Un asedio en cada calle, una mina bajo cada casa. ¡Verse obligado a matar a tantos valientes, o mejor a tantos furiosos! Esto es terrible. La victoria da pena.
Con el paso del tiempo fueron cayendo uno a uno los barrios periféricos (Huerta de Santa Engracia y el Carmen, en cuya puerta aún se aprecian los efectos de la guerra, el Arrabal...) y los conventos donde se habían hecho fuertes los defensores. La batalla fue terrible para la ciudad, que vio bombardeada la Basílica del Pilar, la Universidad de Zaragoza, saqueados los archivos de la Diputación...
De nuevo, apareció una epidemia de tifus, el mismo general Palafox enfermó, y a pesar de que seguía dando negativas a la rendición, la Junta de Defensa decidió rendir a la exhausta ciudad, incapaz de seguir luchando. El 21 de Febrero, Zaragoza capituló.
Ejército Francés Infantería 40.000 infantes
Ejército Francés Caballería 3.500 jinetes
Ejército Francés Artillería 48 piezas de artillería pesada y 84 artillería ligera
Ejército Francés Zapadores 1.100 zapadores, ingenieros, etc.
Defensores zaragozanos 50.000 habitantes + 1.000 voluntarios oscenses
Habitantes antes y después de Los Sitios
Antes: 55000 ciudadanosDespués: 12000 ciudadanos
La ciudad de Zaragoza recibió por su valor durante los sitios a los que fue sometida los títulos de Muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica e Inmortal, que desde entonces adornan el escudo de la ciudad.
En numerosas calles de la ciudad vemos el legado que dejan Los Sitios: Paseo de la Independencia, Plaza de Los Sitios, Plaza Sas, Parque Tío Jorge, Paseo María Agustín …
Benito Pérez Galdós, uno de los mayores novelistas españoles, dedicó uno de sus Episodios Nacionales a Zaragoza y sus Sitios, inmortalizando así esta heroica resistencia. El libro contribuyó a mitificar la lucha, haciendo famosas las siguientes frases:
¿Zaragoza se rendirá? La muerte al que esto diga.
Zaragoza no se rinde. La reducirán a polvo: de sus históricas casas no quedará ladrillo sobre ladrillo; caerán sus cien templos; su suelo abrirase vomitando llamas; y lanzados al aire los cimientos, caerán las tejas al fondo de los pozos; pero entre los escombros y entre los muertos habrá siempre una lengua viva para decir que Zaragoza no se rinde.
