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Juana Bignozzi Beatriz Sarlo http://www.revistacriterio.com.ar/cultura/juana-bignozzi.-melancolia- e-indignacion/ Nº 2400 » ENERO 2014 Juana Bignozzi. Melancolía e indignación por Sarlo, Beatriz · Comentar La poeta Juana Bignozzi fue distinguida en noviembre pasado con la Rosa de Cobre en la Biblioteca Nacional. Publicamos aquí el discurso de Beatriz Sarlo en el acto de entrega del reconocimiento. Dos palabras vienen casi juntas para evocar el temperamento de Juana Bignozzi: melancolía e indignación. Ambas pertenecen a la gran tradición poética. Olas de indignación agitan la oralidad de la mujer que muchos conocemos: Juana se enoja si alguien pasa por alto a un poeta o un pintor, se enoja con la política y con las costumbres, vocifera contra la ignorancia (palabra que no deja de pronunciar con alguna frecuencia). Conoce todos los meandros de la ira y en sus intervenciones más amistosas abunda la invectiva hiperbólica. Prolifera en grandes gestos. La melancolía le da a su escritura un irónico secreto. En Mujer de cierto orden, afirma: “Para que nadie dude de mi inteligencia,/ me ocupo de problemas casi ridículos”. Desafiar la banalidad en su propio terreno, lejos de cualquier pretensión metafísica. Lo banal es, en verdad, aquello que se esfuerza por ser profundo. En cambio, esos “problemas casi ridículos” están lejos de la repetición y el lugar común. Tienen gracia, esa rara chispa que la profundidad esforzada destruye como un fuego sobre pétalos o papeles. Juana nunca es solemne. En Regreso a la patria, un texto lleva el título de “Aristocracia obrera”. Como toda ironía, tiene algo de sentimental y melancólico: lo que no fue, o peor aún, lo que equivocadamente creímos que sería: “mucho de lo que amé ha caído en el vértigo de lo ridículo”. García Helder trazó un arco entre Juana y Alfonsina. La hipótesis es desprejuiciada e inteligente. Juana escribe gran poesía, a pesar de que el imaginario que en cada momento la acompaña esté en ruinas. Pero, como toda buena arquitectura, esas ruinas también tienen su paradójica belleza. Eso nos enseñaron los románticos y, antes de ellos, Piranesi. Juana Bignozzi sabe que está escribiendo en un paisaje con ruinas, las que quedaron de una épica en la que ella, como tantos de nosotros, también creyó. Cada lector ejerce el derecho a las preferencias. Siempre recordaré “Morandiana”, un poema que une la precisión del objetivismo con la afectividad melancólica de la pérdida. Ese poema volvió a mi memoria frente a unos originales de Morandi. No sé si fueron esos cuadros o el recuerdo de los versos de Juana, o la conjunción, en una galería de Chelsea, de esas composiciones depuradas, geométricas, y aquellos versos.

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Juana Bignozzi Beatriz Sarlohttp://www.revistacriterio.com.ar/cultura/juana-bignozzi.-melancolia-e-indignacion/N 2400 ENERO 2014Juana Bignozzi. Melancola e indignacinporSarlo, BeatrizComentarLa poeta Juana Bignozzi fue distinguida en noviembre pasado con la Rosa de Cobre en la Biblioteca Nacional. Publicamos aqu el discurso de Beatriz Sarlo en el acto de entrega del reconocimiento.Dos palabras vienen casi juntas para evocar el temperamento de Juana Bignozzi: melancola e indignacin. Ambas pertenecen a la gran tradicin potica.Olas de indignacin agitan la oralidad de la mujer que muchos conocemos: Juana se enoja si alguien pasa por alto a un poeta o un pintor, se enoja con la poltica y con las costumbres, vocifera contra la ignorancia (palabra que no deja de pronunciar con alguna frecuencia). Conoce todos los meandros de la ira y en sus intervenciones ms amistosas abunda la invectiva hiperblica. Prolifera en grandes gestos.La melancola le da a su escritura un irnico secreto. EnMujer de cierto orden, afirma: Para que nadie dude de mi inteligencia,/ me ocupo de problemas casi ridculos. Desafiar la banalidad en su propio terreno, lejos de cualquier pretensin metafsica. Lo banal es, en verdad, aquello que se esfuerza por ser profundo. En cambio, esos problemas casi ridculos estn lejos de la repeticin y el lugar comn. Tienen gracia, esa rara chispa que la profundidad esforzada destruye como un fuego sobre ptalos o papeles. Juana nunca es solemne. EnRegreso a la patria, un texto lleva el ttulo de Aristocracia obrera. Como toda irona, tiene algo de sentimental y melanclico: lo que no fue, o peor an, lo que equivocadamente cremos que sera: mucho de lo que am ha cado en el vrtigo de lo ridculo. Garca Helder traz un arco entre Juana y Alfonsina. La hiptesis es desprejuiciada e inteligente.Juana escribe gran poesa, a pesar de que el imaginario que en cada momento la acompaa est en ruinas. Pero, como toda buena arquitectura, esas ruinas tambin tienen su paradjica belleza. Eso nos ensearon los romnticos y, antes de ellos, Piranesi. Juana Bignozzi sabe que est escribiendo en un paisaje con ruinas, las que quedaron de una pica en la que ella, como tantos de nosotros, tambin crey.Cada lector ejerce el derecho a las preferencias. Siempre recordar Morandiana, un poema que une la precisin del objetivismo con la afectividad melanclica de la prdida. Ese poema volvi a mi memoria frente a unos originales de Morandi. No s si fueron esos cuadros o el recuerdo de los versos de Juana, o la conjuncin, en una galera de Chelsea, de esas composiciones depuradas, geomtricas, y aquellos versos. Morandi, virado por una luz que no es la suya, sus objetos sencillos y perfectos en un escenario al que no pertenecen: objetos irnicamente fuera de lugar, melanclicamente abandonados all,en ese espacio extranjero donde el poema los ha trasladado. Dice:Dos vasos de opalina azul intensofrontales con una luz ajena a esa escuelael fondo son turbios colores de cocinasamontonamiento de patios de barriosEn el borde de la mesa esperano se sabe si una mano flor o pao de lgrimas.El primer verso es un endecaslabo, metro noble, perfecto. Despus, la desilusin de los objetos es la desilusin del metro noble. Juana, que domina todas las cadencias, lo abandona (lo esconde en versos ms largos), porque tambin esos vasos morandianos estn abandonados. La sabidura formal es tan precisa, tan discreta, como el conocimiento de las cosas. Eso me ha dado Juana Bignozzi muchas veces. No slo por la prosodia, que domin siempre, sino por la intensidad de la visin.Nada ms extranjero a Juana que la idea de una mquina potica que fabrique buenos poemas incansablemente. Conoce la dificultad de la poesa y la dificultad de la historia que hemos vivido. Renuncia a las grandes evocaciones, porque ha pasado por un aprendizaje tan triste como definitivo. Escribe: Comprar una lechuga se ha convertido para m/ en una representacin histrica. Lejos de adorar lo cotidiano, se coloca en el punto (melanclico) en que todo acto est en peligro por su inmanencia. No hay dioses. Hay, simplemente, mundo.Muchas cosas no he dicho sobre Juana. Tampoco he saldado mis deudas. En 1967, me invit a la presentacin deMujer de cierto orden.Las dos trabajbamos en el Centro Editor de Amrica Latina. Casi todos los das almorzbamos en una mesa exageradamente literaria, donde se sentaban Horacio Achval, un editor de genio, y Susana Zanetti, que recitaba a Daro o a Vallejo enloop. Muchas noches Juana coma en mi casa. Decir coma es exagerado, porque tenamos poca plata. Juana traa vino y noticias de un mundo en el que yo recin entraba. Nombraba a Andrs Rivera, a Juan Gelman. Sin darse cuenta, nos embrollaba en su inclaudicable fascinacin, en sus amores y en sus antipatas igualmente intensos. La afectividad de Juana se reflejaba entonces, y sigue reflejndose, en los diminutivos. Tambin su desprecio se sirve del diminutivo: formas de la amistad o de la distancia.En aquella poca, Juana fue mi modelo no exactamente literario porque yo, entonces, slo escriba informes, fichas y resmenes de archivo. Fue mi modelo de mujer dandy, algo difcil de conseguir, pero que ella expona con elegancia, sin una sombra de snobismo. Haba estado en el Pan Duro, conoca a los comunistas y hablaba de ellos. De un viaje a Montevideo me trajo una foto de Mao, foto premonitoria. Tena un pasado del que yo careca. Desde muy joven, Juana siempre tuvo un pasado. Como a Jos Luis Mangieri, su gran amigo y editor, yo los miraba con los ojos de quien ha llegado un poco tarde. Crea que Juana lo tena todo. Mucho despus le un inventario en tiempo pasado: Yo tuve los verdaderos cafs de la noche /los vinos de las madrugadas los magnficos amores / pero nunca ms aquellos hombres aquellos muchachos de barrio.Despus vino el exilio, aos que no nos vimos. Milagrosamente,Mujer de cierto orden, con dedicatoria en aquella primera edicin de Falbo, sobrevivi a todas las mudanzas y a mi muy escasa vocacin de coleccionista. Yo saba que Juana estaba all, en Espaa, escribiendo, y eso le daba una continuidad a mi vida: desde aquel 1967, la segu, incluso sin saberlo. Jos Luis Mangieri me dioRegreso a la patria. Mangieri y yo comamos para discutir sobre casi todos los temas, menos sobre Juanita. Sobre ella, coincidamos hasta en las ancdotas, que terminaban muchas veces con un Vos sabs cmo es ella, dicho con el saber de dos baqueanos sobre una mujer querida y difcil. Cuando saliLa ley tu leyescrib enLa Nacinsobre el libro. Esa nota fue la desigual devolucin de lo que yo haba recibido el 11 de septiembre de 1967, mientras admiraba a Juana, que se mova como una reina en el mnimo espacio de la librera Galatea, donde Eduardo Romano y Elizabeth Azcona Cromwell presentaronMujer de cierto orden.Todos los que prologaron libros de Juana son mis amigos: Jorge Lafforgue, Daniel Garca Helder, Ana Porra. La interseccin de esos nombres no es una casualidad: es una toponimia potica que recorre casi cincuenta aos.Hoy, Juana y yo hablamos por telfono: la melancola y la indignacin son tambin los tonos de estas conversaciones, en las que yo, mayormente, la escucho porque, adems, su ingenio es inagotable. El ltimo don que recib de ella fue el original de un libro todava indito:Las poetas visitan a Andrea del Sarto. Un original es el momento ntimo de una obra. El lector cree estar ms cerca del poeta porque ha sido elegido para recibirlo antes que otros. En ese libro culmina una escritura. Juana sale de Juana, imagina a Andrea del Sarto, sin deslizamientos narrativos. Ms bien por una pura ampliacin del sujeto potico y por el despliegue de lo que suele llamarse experiencia. Leo unos versos:el invierno borra los coloresprofundiza el alma de los tonosel flgido rojo se transformaen sangre seca y eternasin luz quines somos?Juana ya sabe, y quiz esa sea la mayor sabidura de los hombres y mujeres sin dioses, que la pregunta quines somos? no tiene respuesta. La melancola es un alto momento del saber. Sin miedo, recurro ahora a grandes palabras: lo irremediable (irreparable, escribi Horacio), se convierte en belleza.