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Biografía peruana, Retratos 1993 Biografía peruana I y II Enrique Krauze PRIMERA PARTE El pez es un escritor: Mario Vargas Llosa. El agua turbia en la que con dificultades nada él, que es un excelente nadador es la política. El viento y la marea que enfrenta son parte de una corriente encrespada, peligrosa, quizá irredimible: la historia del Perú. América Latina es en sí misma un continente trágico: pobre, atrasado, violento, un Occidente excéntrico y casi malogrado. Pero en esa geografía dramática hay de géneros a géneros. Argentina, con sus dimensiones, su riqueza natural y su composición étnica y demográfica pertenece, un poco, a la tragicomedia. Brasil a un tragicarnaval. México ha tenido una trayectoria intensamente dramática, de epopeya a veces, de sainete otras, pero su dolor histórico no se equipara al del otro antiguo virreinato que algunos autores del siglo XVII confundieron con el bíblico Ophir asiento de las minas del Rey Salomón o con el propio Jardín del Edén. En la Conquista de México hubo un bautizo espiritual que marcó su destino. A despecho de las masacres, las pavorosas epidemias y las encomiendas, es un país fundado por los franciscanos. En términos generales, sus etnias indígenas se incorporaron de manera creativa y pacífica a la nueva

Biografía Peruana: Mario Vargas Llosa_por Enrique Krauze

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Biografa peruana, Retratos

Biografa peruana, Retratos1993

Biografa peruana I y II

Enrique Krauze

PRIMERA PARTEEl pez es un escritor: Mario Vargas Llosa. El agua turbia en la que con dificultades nada l, que es un excelente nadador es la poltica. El viento y la marea que enfrenta son parte de una corriente encrespada, peligrosa, quiz irredimible: la historia del Per. Amrica Latina es en s misma un continente trgico: pobre, atrasado, violento, un Occidente excntrico y casi malogrado. Pero en esa geografa dramtica hay de gneros a gneros. Argentina, con sus dimensiones, su riqueza natural y su composicin tnica y demogrfica pertenece, un poco, a la tragicomedia. Brasil a un tragicarnaval. Mxico ha tenido una trayectoria intensamente dramtica, de epopeya a veces, de sainete otras, pero su dolor histrico no se equipara al del otro antiguo virreinato que algunos autores del siglo XVII confundieron con el bblico Ophir asiento de las minas del Rey Salomn o con el propio Jardn del Edn.

En la Conquista de Mxico hubo un bautizo espiritual que marc su destino. A despecho de las masacres, las pavorosas epidemias y las encomiendas, es un pas fundado por los franciscanos. En trminos generales, sus etnias indgenas se incorporaron de manera creativa y pacfica a la nueva cultura, y dieron lugar a un proceso de mestizaje que terminara por suavizar las distinciones raciales y religiosas. Todas las denominaciones de casta que solan emplearse en la Colonia desaparecieron en el siglo XIX no slo porque su infinita variedad las haca intiles o triviales, sino porque la nocin de igualdad natural haba arraigado en la sociedad hasta el punto de permitir que un indio Benito Jurez llegara en 1858, con toda naturalidad, a la Presidencia de la Repblica.

La Conquista del Per comenz y concluy bajo el signo de la brutalidad. El asesinato de Atahualpa convertido ya para entonces al cristianismo y el degello pblico, ante miles de dolientes indgenas, de Tpac Amaru, marcaron su destino de pas dividido. Por un lado, en las costas, se asentaron los espaoles, ms tarde los negros, y finalmente los chinos. Por otro, en la sierra y el fro altiplano andino, permanecieron los indios.

La directriz vital de los espaoles era "la servidumbre natural'' de los indios en las minas. La directriz vital de los indios ante su dislocacin ecolgica y cultural fue la resistencia a la prdica cristiana y el tenaz recuerdo de un imperio perdido. Per no es el nico pas de Amrica Latina que no es uno sino varios, pero los pases del Per no conviven en la fusin sino "en la desconfianza y la ignorancia recprocas, en el resentimiento y el prejuicio, en un torbellino de violencias. De violencias en plural''. Esas violencias son ecos de la violencia original. Per, Ophir, el Edn bblico, el mtico asiento del Pueblo del Sol, el de las portentosas terrazas arraigadas, no naci de un parto sino de un desgarramiento.

En la variopinta sociedad peruana "variopinta'' es una palabra que emplea mucho Vargas Llosa: blanco y cholo son trminos que quieren decir ms cosas que raza o etnia... Siempre se es blanco o cholo de alguien, porque siempre se est mejor o peor situado que otros, o se es ms o menos pobre o importante, o de rasgos ms o menos occidentales o mestizos o indios o africanos o asiticos que otros, y toda esa selvtica nomenclatura que decide buena parte de los destinos individuales se mantiene gracias a una efervescente construccin de prejuicios y sentimientos desdn, desprecio, envidia, rencor, admiracin, emulacin que es, por debajo de las ideologas, valores y desvalores, la explicacin profunda de los conflictos y frustraciones de la vida peruana.

La corriente tumultuosa de esas pulsiones y pasiones que corre debajo de una superficie de rivalidades polticas, ideolgicas, profesionales, personales, nace de un "yo recndito y ciego a la razn, (que) se mama con la leche materna y empieza a formalizarse desde los primeros vagidos y balbuceos del peruano''.

Ese es el pas de Mario Vargas Llosa, el que quiere y abomina, el que a veces se ha prometido abandonar, no escribir ms sobre de l, olvidar, pero que en verdad ha tenido siempre presente: "Ha sido para m, afincado en l o expatriado, un motivo constante de mortificacin. No puedo librarme de l: cuando no me exaspera me entristece y, a menudo, ambas cosas a la vez''. No ha podido librarse de l, pero ha querido liberarlo, primero mediante la literatura y, ms tarde, a travs de la accin poltica.

La novela ms compleja, tumultuosa, "variopinta'' de Vargas Llosa, es la vida de Vargas Llosa. El padre, personaje central, fue un fantasma, una pesadilla recndita y ciega a la razn que irrumpi en la realidad del hijo de 10 aos para trastocarla por entero. Creyndolo muerto y guardando su memoria como la de un ngel en el cielo, el nio haba vivido rodeado de nobles figuras paternas, en particular la del abuelo Pedro Llosa, alguna vez Prefecto de Piura, hombre bueno, digno y trabajador "a cuyo recuerdo suelo recurrir cuando me siento muy desesperado de la especie y proclive a creer que la humanidad es, a fin de cuentas, una buena basura''.

De pronto, Ernesto J. Vargas reaparece en escena y por largos aos descarga sobre su hijo Mario la culpa de haberlo abandonado. "El gritaba... y golpeaba a mi madre'', "ella lloraba y lo escuchaba, muda''. Muda y enamorada. El personaje tena pocos recursos econmicos o histrinicos, pero su nmero habitual era el denuesto privado y las bofetadas pblicas contra su hijo, tan malcriado por los burgueses Llosa.

Radiodifusor de clase media, padre paralelo de otra familia, Ernesto J. Vargas estaba enfermo de resentimiento: "Ms ntima y decisiva que su mal carcter o sus celos, estrope su vida con mi madre la sensacin, que nunca lo abandon, de que ella vena de un mundo de apellidos que sonaban... de un mundo superior al de su familia. Empobrecida y desbaratada por la poltica''. La amenaza terrorista de "sacar ese revlver y dispararles cinco tiros y matarla y matarme a m'', fue el pan de cada da de aquel nio aterrado, arrodillado en seal de "perdn con las manos juntas''.

De la soledad y el miedo lo rescataba a veces la extensiva familia Llosa, con su cauda cercana, festiva, de tos y tas, primas y primos. Imperceptiblemente, la vida cotidiana se volvi "novelera'': abuelos y tos que son verdaderos padres, padres verdaderos que no lo son, "camas precarias'', viajes intempestivos, arrebatos salvadores en los que el monstruo se ocultaba de su mbito natural el de la pesadilla, para luego reaparecer, reconquistar a la madre y finalmente raptarla. El "terrible rencor'' del hijo se desvanecera al paso de los aos, los muchos aos, al comprender la precariedad y la tortura interna de esa vida, pero en los das decisivos de la adolescencia no hubo sino odio: un "odio gneo''.

Escapar, escribir. Al padre le irritaba que escribiera versos. Por eso los escriba. Al abuelo Pedro y al to Lucho las dos figuras tutelares no slo les gustaba, les entusiasmaba. Por eso los escriba. A todos los personajes les importaba que el nio creciera, incluso al padre para verlo definido, para mitigar su culpa, pero a quien ms le urga crecer era al propio "Marito'': era la nica forma de vivir otra novela o novelar otra vida.

El barrio, esa "familia paralela'', lo empuj a crecer. En torno a l hubo bailes, futbol, natacin, una iniciacin en la bohemia, un sacerdote de escuela que intent masturbarlo y plant en l una temprana conviccin atea, la violencia estudiantil en la escuela militar Leoncio Prado que recogera en "La ciudad y los perros'', el "canto del cisne'' de la trasgresiva cultura del burdel que recogera en "La casa verde'', y sus primeros trabajos de escribidor en la oficina del padre, la Internacional News Service. Trabajando como reportero para el diario La Crnica, cubri las pginas policiacas, frecuent comisaras y tuvo largas conversaciones metafsicas en cantinas (como "La Catedral'').

En Lima, en Piura y en Lima de nuevo, combin siempre el estudio con "trabajos alimenticios'', a veces soporferos (cajero del Banco Popular, registrador de tumbas en un cementerio) y otras, ms formativos. A los tutores familiares siguieron buenos tutores intelectuales. Trabaj durante cuatro aos con el eminente historiador Ral Porras Barrenechea. Al lado de Porras, Mario estudi la historia peruana desde los cimientos, tanto en los mtodos (fichas, resmenes, arduas lecturas) como en los temas (crnicas, leyendas, mitos, textos clsicos, comentarios).

Ms importante que la experiencia acadmica (mientras trabajaba con Porras, estudiaba dos carreras en San Marcos) fue su itinerario en las letras. Como lector y autor pas de la poesa al teatro, al cuento y la novela. Escribi y estren una obra de teatro, public en varias revistas y suplementos culturales con nombres y seudnimos, entabl amistades literarias autnticas y fructferas. Aunque comenz por desdear el "formalismo'' de Borges no tard en admirarlo, pero estaba lejos de ser un devoto indiscriminado de escritores: la prosa de Gide, por ejemplo, le pareca "relamida y palabrera''.

En cambio con Malraux sinti un deslumbramiento y con Sartre una especie de conversin a la tica del "compromiso''. Fue Faulkner, en fin, quien le revel el misterio mayor, el de la forma: en l aprendi "el serpentino lenguaje, la dislocacin de la cronologa, el misterio y la profundidad y las inquietantes ambigedades y sutilezas psicolgicas que esa forma daba a las historias''. Junto al periodismo, la bohemia, la academia y la literatura, la poltica entr en su vida "a galope y con el idealismo y la confusin con que suele irrumpir en un joven''.

En San Marcos se incorpor a una clula comunista. Adopt el nombre de combate de "Camarada Alberto'', estudi los textos cannicos (y algunas desviaciones herticas) y particip en una huelga obrera (que le dio el tema de "Los jefes''), pero lo cierto es que su entusiasmo poltico de aquellos das era, segn l mismo confiesa, "bastante mayor que mi coherencia ideolgica''. Muy pronto se hizo demcrata cristiano y hasta escritor de discursos de un candidato a la Presidencia. Su pasin poltica estaba construida sobre lecturas eclcticas y admiraciones personalizadas: lo mismo veneraba a Sartre que a Bustamante y Rivero, Presidente de la Repblica en los aos 40s.

Arequipeo como l y pariente de los Llosa, de este impecable caballero de la poltica se deca que haba confundido a Per con Suiza: "Gobern como si el pas que lo haba elegido no fuera brbaro y violento, sino una nacin civilizada''. Faltaba el colofn a esa alucinante etapa vital: culminar la educacin sentimental con un acto de novelera digno del To Lucho (que embaraz a una prima). Tena que ocurrir dentro del clido universo de los Llosa: un rapto amoroso, inverso y compensatorio, al de su padre con su madre, una festiva y enloquecida trasgresin.

Y ocurri, en efecto, en la persona y destino de la Ta Julia, 13 aos mayor que l, de la que "Marito'' se enamor y con quien se cas a escondidas. Fiel a su costumbre, Ernesto J. Vargas reaccion como "perro rabioso'' y Julia se refugi por un tiempo en Bolivia. Tras el reencuentro y durante tres aos, el escribidor sigui multiplicando de modo increble sus trabajos y sus das (fue radiodifusor, por ejemplo) y avanzando en sus estudios con una tesis sobre Daro: ella, mientras tanto, labraba un personaje a la altura de s misma.

Haba "vivido torrente'' como deca el verso de Chocano y ahora un nuevo mundo se abra ante l y su mujer: Pars, donde se hara escritor. Imagina el lector cul es la clave mayor de esta novela de verdades, una de las dos que alterndose se hilvanan en "El pez en el agua''?

Este hombre que haba pasado de la niez a la edad adulta sin casi tocar la adolescencia, el que vivi el drama del Per encarnado en la primera persona del padre, este apresurado de la vida que viajaba a Europa con su mujer, tena... 22 aos de edad.

SEGUNDA PARTE

El Per de la postguerra en el que haba transcurrido la vida preliteraria de Mario Vargas Llosa estaba lejos del infierno en el que decenios ms tarde se precipitara. La oscilacin entre dictadores militares, caudillos populistas y presidentes demcratas trastocaba desde luego su salud poltica, pero no afectaba demasiado al tejido social y la estructura econmica. Los pueblos eran pobres, pero conservaban cierta dignidad y equilibrio, acaso por su lejana centenaria de los centros estatales de decisin.

Los tres decenios que siguieron a la llegada de Vargas Llosa a Pars fueron decisivos para l, para Amrica Latina y para el Per. Decisivos de manera inversa. A partir de la publicacin de Los Jefes (1959) con el que obtuvo el Premio Leopoldo Alas, su estrella literaria brill con cada nueva novela. La densidad, la autenticidad, la tensin de la experiencia vivida en el Per fueron el surtidor de varios libros extraordinarios. Mientras el joven escritor construa ese destino, Amrica Latina erraba el suyo. Por razones que se hunden ms en su historia poltica y su tradicin escolstica que en sus condiciones materiales de vida, Latinoamrica contrajo la fiebre ideolgica de los sesenta llevndola hasta los extremos de una colectiva y permanente alucinacin. En el principio de esa alucinacin estaba Cuba. Quin no salud con entusiasmo el triunfo de esos valerosos barbudos que luchaban contra la dictadura y abriran una era de dignidad e independencia para Nuestra Amrica? En Mxico no slo la izquierda los aplaudi sino un espectro que cubra al centro liberal y a la derecha: de Coso Villegas a Vasconcelos. Cuando sobrevino la decepcin (que para muchos, a pesar de las mentiras, la opresin y los crmenes de Castro, todava no sobreviene), era demasiado tarde. La alucinacin ideolgica haba inoculado en las minoras universitarias una torcida y violenta vocacin mesinica que en sus casos menos nocivos derivara hacia el populismo y estatismo, pero que en los ms agudos hara de Nuestra Amrica no la tierra soada por Jos Mart, sino el escenario natural de los posedos y endemoniados de Dostoievsky.

Vargas Llosa se haba apartado de la Revolucin Cubana a raz del Caso Padilla. Desde fines de los aos 60 comenz a reconstruir sobre lneas liberales y democrticas su esquema de valores: con el tiempo devalu a Sartre, revalor a Camus, frecuent con entusiasmo creciente al pensamiento poltico ingls -de Isaiah Berlin a Karl Popper- y, cosa extraa entre los intelectuales latinoamericanos, estudi economa, no economa ficcin sino economa prctica. Sus novelas ldicas de los aos 70 y las incursiones en la teora literaria de sus obras sobre Garca Mrquez o Flaubert que escribi en esos aos, parecen a la distancia divertimentos previos a la tormenta que advendra en los 80. Como si fuese el anuncio de una era, en 1981 public un libro notable sobre las sagas y tensiones del mesianismo en Brasil: La Guerra del Fin del Mundo. La mayora de los intelectuales latinoamericanos lo ley sin adivinar su tcita profeca, la aparicin sangrienta del mesianismo universitario, el de las guerrillas salvadoreas que en esos mismos aos desgarraban su pas y se desgarraban a s mismos, el de los Sandinistas que desdeosos de la libertad y la democracia se sentan dueos de la verdad, la moral y la historia, y el ms temible de todos, el que asesinaba nios campesinos para mejor instruirlos en la tica del hombre nuevo: Sendero Luminoso. Vargas Llosa penetr en las entraas monstruosas de este fenmeno en su Informe sobre el crimen de periodistas en Uchuruccay y en un libro fundamental: Historia de Mayta. All estaban ya, en las pginas de la novela, las primeras impresiones sobre el legado de los cuatro jinetes del apocalipsis latinoamericano y en particular, peruano: populismo, estatismo, militarismo y marxismo revolucionario. "Nunca hay lmites para el deterioro'', pens el viejo Alejandro Mayta, al recorrer los pueblos de su juventud: un pas abatido como el peruano "siempre puede estar peor''.

La otra vida de "novelera'' que se entrelaza en sus Memorias con la novelera preliteraria de Vargas Llosa, comienza justamente all: en la lcida conviccin de que Per no solamente "se jodi'' -como deca Zamorita en la Conversacin en la Catedral- sino que esa palabra, joder, es un ilimitado gerundio que al caer abre nuevos abismos.

Al comenzar su aventura poltica entre 1987 y 1990, Vargas Llosa saba ya que Per se haba vuelto una sucursal del infierno donde las ancestrales violencias tnicas se mezclaban con violencias nuevas: "la del terror poltico y el narcotrfico; la de la delincuencia comn que con el empobrecimiento y desplome de la (limitada) legalidad estaba barbarizando cada vez ms la vida diaria y, desde luego, la llamada violencia estructural: la discriminacin, la falta de oportunidades, el desempleo y los salarios de hambre de vastos sectores de la poblacin''. En ese cuadro de fin del mundo slo faltaba perder la esperanza, vinculada ms que nunca a la democracia. Sin ella no slo no habra cambio: no habra siquiera posibilidad de cambio. Desvirtuarla, corromperla, fue el designio de Alan Garca.

Vargas Llosa quiz no lo sabe, pero Alan Garca se ostenta como un admirador de Mxico. "Mxico'' para Garca es sus mariachis, la cancin "Sigo siendo el Rey'' (que cant en una visita oficial a Garibaldi en los aos 80) y, desde luego, nuestra mxima expresin verncula: el PRI. Que el populismo financiero de Lpez Portillo hubiese llevado a Mxico a la bancarrota no disuadi a aquel irresponsable charro de la poltica limea de copiar la medida. As el balbuciente APRA lograra la anhelada transmutacin de su ltima vocal (de A a I) y con ella el poder eterno sobre un pas arruinado. Un sector de la sociedad peruana reaccion contra el intento y lo frustr. Vargas Llosa fue su caudillo natural. De all a la coalicin de partidos que propuso su candidatura a la Presidencia y a la formacin del Frente Democrtico (FREDEMO) no haba ms que un paso. Con toda su imaginacin, Vargas Llosa no entrevi la significacin de darlo. No vendran aos de novelera sino de fantasmagora.

Esos tres aos de militancia poltica fluyen con objetividad, elegancia y pasin en las Memorias. Nunca estuvo el pez en aguas ms impropicias que las de la poltica real hecha de "maniobras, intrigas, conspiraciones, pactos, paranoias, traiciones, mucho clculo, no poco cinismo y toda clase de malabares''. No es que Vargas Llosa ignorara esas aguas: es que slo las conocen quienes nadan en ellas. Para aplacar a los mojigatos pudo haber dicho: "Per bien vale una misa''; para tranquilizar a los timoratos pudo haber maquillado su programa econmico. No hizo ni una cosa ni otra. Maquiavelo lo hubiese reprobado, Max Weber no: su responsabilidad poltica tena el lmite de su conviccin moral. No iba a llegar a la Presidencia a cualquier costo. Quera llegar (de eso no hay duda) pero sin traicionarse a s mismo, sin ofrecer un programa (o disimularlo) para traicionarlo (o aplicarlo) al da siguiente de tomar posesin. A pleno sol pidi un mandato para su persona pblica y su programa: el pueblo peruano, en su mayora, se lo neg.

En marzo de 1990 acud con Basia Batorska y Gabriel Zaid a un "Encuentro de la libertad'' organizado por Vargas Llosa en Lima. A pesar de los asesinatos de simpatizantes de la vspera, a pesar de las campaas inmundas de las que era objeto (ateo, porngrafo, inmoral, evasor de fisco, incestuoso, qu no le dijeron en esos das?) Vargas Llosa encabezaba las encuestas. En la sobremesa de las sesiones refera sus planes a Carlos Franqui, Jean Francoise Revel y otros amigos: "ahora los pases pueden, por primera vez, elegir la riqueza... all est el ejemplo de las economas exportadoras de Oriente que hace tres dcadas eran ms pobres que el Per... hay que desterrar el mercantilismo, privatizar los telfonos, las aerovas, los bancos, las cooperativas agrarias, apoyar a los "informales' en la economa citadina y a los "parceleros' en el campo... hay que vencer al terrorismo organizando a la sociedad civil en rondas de defensa... hay que cobrar la educacin a los privilegiados y semiprivilegiados para que la inmensa mayora de pobres tenga acceso real y no demaggico a ella... hay que limpiar el "gigantesco basural de la palabrera populista' y devolverle sentido a las palabras... hay que denunciar a los intelectuales y acadmicos que desde sus cubculos en universidades y fundaciones norteamericanas practican la guerrilla de escritorio, o desde sus prebendas y puestos pblicos se dedican a perpetuar la escolstica del resentimiento.

En uno de los actos del encuentro, una nube de periodistas se avalanz sobre "el Doctor''. Con ojos desorbitados y casi a gritos le exigan una explicacin sobre el Shock que vendra con su Presidencia. Advert que en esa palabra se concentraba una psicosis creciente. Vargas Llosa contestaba con irona, limpieza y decisin: "shock permanente es lo que hemos vivido con Alan Garca''. Y aunque explicaba su proyecto con datos, y aunque era claro que el shock no sera tal sino el comienzo de la anhelada recuperacin econmica, y aunque apelaba a la razn, los mismos beneficiarios de su proyecto, los desocupados, los parceleros, los informales, silenciosamente, desconfiaban.

Octavio Paz haba enviado a aquel congreso un mensaje grabado en video en el que razonaba su apoyo al hombre valeroso, al escritor y al amigo. Nunca imaginamos el resultado. Un taxista camino al aeropuerto me desliz el nombre de Fujimori. Sent un vagusimo presentimiento, pero nada ms. Al llegar a Mxico publiqu un ensayo sobre Historia de Mayta y un texto esperanzado de Vargas Llosa: "El pas que vendr''. Vuelta lo haba acompaado siempre. Era su revista. Votaba por l.

Slo hasta ahora, al leer El pez en el agua, conocemos la historia que sigui a la insuficiente victoria en la primera vuelta electoral. Aunque su conviccin moral y sus deducciones polticas le anticipaban la derrota en la segunda vuelta, Vargas Llosa decidi finalmente beber el cliz. Al hacerlo volvi a vivir los terrores y los odios de su vertiginosa adolescencia encarnados esta vez en un padre colectivo: inmenso, annimo, vociferante. El advenimiento del "chinito'' (el amigo de los indios, de los cholos, de los zambos, de los negros, el enemigo del "blanco'' y rico Vargas Llosa), abri todas las compuertas para que aquella antigua corriente histrica inundara al pas con "su torrente de lodo''. Lodo de odio, de resentimiento, de desconfianza, de prejuicio. El debate no era ya econmico o poltico. Era un mordisqueo de vsceras, las vsceras del racismo y la intolerancia religiosa. La Iglesia catlica pag una vieja cuota de ineficacia histrica: vivi horas de guerra civil (contra sus telogos de la liberacin) y una guerra moral contra las sectas evanglicas firmemente posesionadas de los pueblos nuevos y las aldeas serranas. Sectores de la prensa vertieron sobre la persona privada y pblica de Vargas Llosa un "proliferante muladar'' de calumnias que, como el deterioro del pas, no tuvo lmites.

En las ltimas pginas del libro, Vargas Llosa consigna su recuerdo ms doloroso. Ocurri una maana candente, en una pequea localidad, en el Valle de Chira:

Armada de palos y piedras y todo tipo de armas contundentes, me sali al encuentro una horda enfurecida de hombres y mujeres, las caras descompuestas por el odio, que parecan venidos del fondo de los tiempos, una prehistoria en la que el ser humano y el animal se confundan... Semidesnudos, con unos pelos y uas largusimos... rodeados de nios esquelticos y de grandes barrigas, rugiendo y vociferando para darse nimos, se lanzaron contra la caravana como quien lucha por salvar la vida o busca inmolarse, con una temeridad y un salvajismo que lo decan todo sobre los casi inconcebibles niveles de deterioro a que haba descendido la vida para millones de peruanos. De qu se defendan? Qu fantasmas estaban detrs de esos garrotes y navajas amenazantes?

Estaban todos los fantasmas de la historia del Per, comenzando por el primero: "fuera espaoles'', le gritaron a Vargas Llosa en varios poblados de la sierra. An sin mediar los errores de su campaa -que honradamente reconoce y examina en sus Memorias- es probable que su propuesta hubiese encontrado el mismo atvico rechazo en ese yo colectivo, "recndito y ciego a la razn''. Se dir que Fernando Belande Terry -prototipo del caballero criollo- lleg dos veces a la Presidencia del Per por la va democrtica. Es verdad, pero ambas elecciones ocurrieron antes de que el terrorismo y el populismo terminaran por envenenar la entraa del Per hasta casi condenarlo. Vargas Llosa obtuvo un porcentaje altsimo de votos, pero para ganar la mayora hubiera necesitado mentir -sobre todo eso: mentir-, ocultar, maniobrar, hablar desde el odio y el resentimiento, no nadar contra la corriente sino seguirla y alentarla. Y quiz hasta teirse un tanto la piel, volver al redil de la fe, quemar sus libros. No ser, en suma, Mario Vargas Llosa.

Se salvar el Per? Se reconciliar finalmente con su violento pasado? Abrir a la luz su "yo recndito y ciego a la razn''? Disipar la sombra de sus fantasmas? Superar la dictadura "porfiriana'' de Fujimori ("poca poltica, mucha administracin'') y volver a la democracia? Imposible saberlo. Desde una perspectiva histrica amplia, el que Vargas Llosa -con sus mtodos y su estilo- haya alcanzado la votacin que logr no es una derrota: es una seal de esperanza histrica. En todo caso, no es tarea de un hombre -por ms excepcional que sea- salvar a un pueblo; es tarea de un pueblo reconocerse en la obra y la experiencia de sus mejores hombres.

La vida variopinta del Per se ha enfangado en odios recprocos. La vida variopinta de Vargas Llosa ha seguido un ciclo distinto. De su primera experiencia, el escritor extrajo una leccin notable: la violencia psicolgica puede abatir al hombre y corromperlo, pero si se le enfrenta con valor y lucidez puede inducir tambin un proceso inverso y no menos poderoso de creatividad y amor. La experiencia que vivi hace un par de aos comienza a resolverse ahora de un modo similar: el viento y marea de la violencia tnica, religiosa, poltica, social que gallardamente enfrent en su pas se ha trasmutado en una amorosa creacin literaria, un testimonio ejemplar para los hombres libres y buenos de nuestro tiempo.

El Norte, 9 y 23 de mayo de 1993