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BIOÉTICA FUNDAMENTAL: TOMA DE DECISIONES ÉTICAS Mª Victoria Roqué
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BIOÉTICA FUNDAMENTAL: TOMA DE DECISIONES ÉTICAS
Mª Victoria Roqué. ÍNDICE I INTRODUCCIÓN 1.1 Actuación ética y calidad moral 1.2 Contexto ético de las decisiones 1.3 Diez mitos en la ética II CLAVES ÉTICAS DE LAS DECISIONES 2.1 La verdad 2.2 El bien III. LA ACCIÓN ÉTICA 3.1. 3.2. IV. CAPACIDADES NECESARIAS Y FUNCIONES QUE REQUIEREN LAS DECISIONES ÉTICAS I. INTRODUCCIÓN
1.1. Actuación ética y calidad moral
Cuando uno se incorpora a la vida profesional, o lleva ya años en ella, se da cuenta de
que no todo lo que necesita saber está en los libros Éstos son necesarios pero no lo son
todo.
En la vida profesional se nos presentan situaciones complejas En los libros de ética, en los códigos deontológicos no se encuentran la solución para acertar en cada una de las actuaciones profesionales. El resultado de nuestras acciones se dará en el futuro y nosotros decidimos en el presente Además, el resultado de nuestras acciones depende de: las características de nuestras acciones de las acciones- conscientes o no- de otras personas, y de una gran variedad de sucesos incontrolables. Necesidad de dar respuestas éticas en la vida profesional, a veces de manera urgente, inmediata, compleja, en condiciones de incertidumbre y muchas veces, asumiendo importantes riesgos (quirófano, uci, cuidados paliativos, servicio de urgencias...) pero la
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mayoría de las veces las actuaciones que llevamos a cabo forman parte de nuestro trabajo habitual Sin embargo siempre se espera del profesional de la salud la mejor actuación para el paciente. Tomamos decisiones constantemente A veces, no es fácil y en ocasiones, muy difíciles, tanto que a veces no decidimos, hacemos “pause” y esperamos a que pase aquella situación, hasta que la solución venga por la propia inercia de los acontecimientos Pero una decisión “sin mi” no es “mi decisión” Son los acontecimientos o los demás que deciden por mí, me arrastran. El hombre se compromete en cada decisión, y en el fondo lo que está en juego es el propio sujeto Elegir es elegirse Por eso no es fácil decidir Es necesario aprender, adquirir, desarrollar la capacidad de respuesta ética profesional. Todo trabajo – aun cuando se trabaje para una organización o institución - es de alguna manera directivo, es “nuestro” trabajo lo realizamos con nuestra inteligencia y voluntad, somos directivos de nuestras acciones, involucra nuestras características personales condicionadas por nuestro modo de ser En cambio el aspecto operativo de nuestro trabajo tiene su eje en el conocimiento del objeto científico-técnico, es un proceso, un protocolo: siga las instrucciones Aspecto ético y aspecto técnico. Toda decisión tiene siempre un componente ético, los pacientes tienen derecho a esperar de los profesionales no sólo la mejor técnica o terapia posible sino también la mejor actuación ética Por tanto no basta estar al día en conocimientos científicos y habilidades se requiere el desarrollo continuo de las capacidades personales –éticas- para dar las respuestas que realmente necesita el hombre Tener prestigio, reputación en el trabajo supone cierta confianza en que se actuará bien Pero tener confianza en alguien es mucho más que reconocer su buena reputación. Como afirmaba Farnsworth profesor de la Universidad de Harward en una conferencia ante la Medical Associacition:
“La medicina se enfrenta actualmente a la tarea de ampliar su función En un periodo de crisis como el que estamos experimentando, los médicos tienen necesariamente que ocuparse de la filosofía La gran enfermedad de nuestra época es la falta de rumbo, el hastío y la falta de sentido y finalidad”.
Hoy en día se le plantean al personal sanitario: médicos, enfermeras, biólogos, farmacéuticos… preguntas que propiamente no son de naturaleza médica, sino filosófica y para las que escasamente está preparado La ética no es algo externo, una lista de
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cosas que pueden o no hacerse En los libros de ética, en los códigos deontológicos no se encuentran la solución para acertar en cada una de las actuaciones profesionales. No son un vademécum Los valores, los hábitos morales y la confianza recíproca ayudan a resolver problemas difíciles y complejos de forma adecuada Por el contrario la “tecnocracia” se centra en las destrezas que potencian los resultados laborales y descuida la formación permanente de la dimensión personal del profesional de la salud. 1.2. Contexto ético de las decisiones
Habréis visto algunos de los modelos de fundamentación bioética En el fondo de cualquier posición y tesis en bioética, subsiste un tipo de fundamentación antropológica y ética no siempre explícito que constituye la entraña del discurso y la base de todo razonamiento posterior
Puede decirse que existe un politeísmo Bioético No hay acuerdo, existen una pluralidad de normas que compiten entre sí quedando relegada la ética a favor de otras regularidades Es una actitud generalizada en la sociedad Hay unos valores como son el pluralismo, la tolerancia, la solidaridad que han tomado la dirección de la moral y están por encima de la verdad y del bien.
En el siglo XXI se habla mucho de ética: de los negocios, guías de ética, moral, pero es cuestionada teórica y prácticamente como nunca lo había sido ¿por eso hablamos tanto de ella? El sistema dominante que hoy vivimos es el escepticismo ético que podría denominarse posmoderno. ¿Cómo se ha llegado a esta situación? Puede resumirse en 4 rasgos: 1 La razón instrumental o tecnológica es el prototipo de la razón moderna1
1 El planteamiento clásico que considera a la razón humana como una potencia perfeccionada por hábitos con los que de manera natural conocemos los principios especulativos y prácticos y dotada también para mantener la vigencia de tales principios a lo largo del discurso y de su acción Dicho de otro modo la unidad de la razón práctica supone la conexión entre principios y la acción propiamente dicha La razón práctica es la misma razón aplicada a la dirección de nuestras acciones Esta razón introduce orden en el modo de perseguir los distintos bienes, por los que de diferentes maneras podemos sentir atracción Sin este orden, el resultado natural sería la anarquía de los deseos Frente a la unidad de la razón práctica que encontramos en Aristóteles: la intelección de los principios y el carácter discursivo de la razón; la filosofía moral moderna partiendo de su racionalismo original introduce la fragmentación de la razón práctica en dos direcciones: intuitiva trascendental (de ahí que se plantee el problema de cómo argumentar públicamente cuestiones morales, pues toda intuición es privada)
, es un estrechamiento o fragmentación de la razón práctica
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La razón práctica ha sido sustituida por el cientifismo positivista, degeneración absolutizante del verdadero espíritu cientifista. Hay un desprecio por la función teórica de la razón Esta no sirve para transformar y dominar el mundo Lo que importa es cambiar, mover, innovar La razón instrumental, es calculadora, utilitarista El embeleso de “hacer cosas” sin preguntarse “si tenían que hacerse.” 2 Fe ciega en el progreso El hombre es capaz de agotar el conocimiento de la naturaleza., la realidad no esconde misterio alguno, sus secretos se desvelan progresivamente si se aplica adecuadamente la razón instrumental No hay límite en el crecimiento El progreso es entendido en términos exteriores: adquirir bienes, desarrollar técnicas y no en modelar el carácter adquirir hábitos morales, etc La ciencia positivista se convierte en la ciencia del bien y del mal: el bien es todo lo que acelera el advenimiento del paraíso terrenal; el mal, todo lo que lo detiene. 3 Afán de exactitud matemática: sólo es racional lo que se puede traducir a un lenguaje matemático en (dígitos o guarismos), código binario. 4 El subjetivismo La verdad es la adaptación del objeto al sujeto Es decir Si la realidad no es como yo la pienso, peor para la realidad El hombre se sitúa frente al mundo no tratando de descubrirlo tal cual es, sino ¿qué puedo sacar de él? ¿para qué me sirve? La posición asumida se podría sintetizar: ¿Qué es la realidad para mí? El resultado de la modernidad es la ruptura de la vida humana, la escisión entre práctica y teoría La razón práctica discurre por un camino distinto a la razón teórica Actividad y teoría son dos esferas separadas, autónomas con sus propias leyes, su propia escala de valores, sus propias reglas de juego Moral y derecho, ética y ciencia En el hombre coinciden dos mundos:
- el mundo vital: subjetivo, de los sentimientos, de la familia, lo espontáneo e irracional y
- el mundo de lo tecnológico, de los hechos: objetivo, racional, profesional, es el pacto, el contrato
Pero son realidades incomunicables El hombre vive en un mundo fragmentado, dividido.
y otra, calculadora utilitarista (que propone siguiendo la tradición utilitarista un modelo de racionalidad tomado de la técnica).
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Ocurre lo mismo con la moral. La moral queda reducida a un asunto meramente privado Y los problemas colectivos se resuelven por la aplicación de un cálculo racional y de acuerdo con un método adecuado, es la moral del buen funcionamiento. Por un lado, la ética emotivista Las normas a partir de los sentimientos, de las emociones de la espontaneidad Es bueno lo que me apetece, lo espontáneo, lo que surge sin más de mí Es una ética llamada de la autenticidad, entendiendo por autenticidad la afectividad. La ética emotivista quiere que el hombre se encuentre bien consigo mismo, pero este encontrase bien consigo mismo carece de parámetros externos, naturales de objetividad No es un estado de satisfacción por haber cumplido los deberes a los que me obligo responsablemente, deberes necesarios, objetivos Sino que es resultado de satisfacer espontáneamente (“caprichosamente”) unos apetitos, tendencias, deseos o inclinaciones Es el: “pobre ¿como va a vivir con tal deficiencia?, ¿y su madre con este dolor?; además es una carga para la sociedad Mejor que no nazca”. Por otro, la ética utilitarista o consecuencialismo, se justifica por sus resultados y por tanto utilizar los medios más eficaces para alcanzarlos Las normas se legitiman por su funcionalidad. En una ciudad en la que no se roba se gana más dinero y se está más tranquilo. La finalidad de la ética utilitarista es mantener en marcha la tecnoestructura, es una ética aceptada por su eficacia Su finalidad no es “realizar al ser humano”, ni “hacer mejores hombres” Sino optimizar el rendimiento económico, social, hospitalario… aunque la persona salga malparada. Aspira a lograr la conciliación funcional de las discrepancias por el procedimiento del consenso fáctico que posee un carácter inmediato y mecánico. En la mayoría de los casos será simplemente una solución cualquiera que permita continuar Pero el consenso fáctico se agota en si mismo carece de finalidad. Una ética así construida, relegada al ámbito de lo práctico, despojada de su justificación racional teórica, que no se sustenta en una visión del hombre y del universo es una ética endeble, va a la moda, depende de las aficiones personales y los altibajos de la ética del Fundamentación Finalidad E emotivista subjetivismo estado de satisfacción subjetivo emociones E utilitarista eficacia, utilidad optimizar el funcionamiento del sistema
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siglo XXI, la que rige en muchas instituciones, la pensada en algunos cubículos universitarios es un código de conducta postulado por la autoridad, o una serie de consejos sentimentales, vividos irracionalmente en una comunidad afectiva (familia, amistades, iglesia). No se comprende la ética como elemento estructural, como modo de ser, inherente a la naturaleza de toda actividad económica, política, técnica… La ética actual está anclada en la afectividad y en la utilidad.
En la actualidad asistimos a una cierta “descomposición” de la ética, o al menos una falta de aplicación Por una parte hay un oscurecimiento de la conciencia moral de muchos grupos humanos, pero sobre todo falta integración ética en la vida, el hombre funciona en planos distintos, incomunicables.
Todos coincidimos en que nuestra conducta ha de ser ética, ha de ser buena, sin embargo no siempre estamos de acuerdo en lo que es ético, discrepamos sobre lo que es bueno o malo ante una situación concreta Lo que a unos parece una barbaridad (distintos modos de atentar contra la vida) a otros les parece ético: caso de Diane Pretty o el caso de Terry Schiavo. Y se piensa que es algo cultural, que cambia con las personas, con las épocas.
¿Es posible tener un conocimiento cierto sobre lo que es bueno o estamos condenados a actuar con opiniones, consensos, dudas? ¿Existe un criterio objetivo de bondad?
1.3. Diez mitos en la ética
1. Existe una tajante división entre lo privado y lo público.
Falso Ciertamente existen asuntos que son privados y asuntos que son públicos Nuestra afición al fútbol carece de relevancia pública, no es de incumbencia general Lo mismo en cuanto a nuestra preferencia por la cerveza o el vino Pero si yo conduzco con excesiva cerveza o vino, o le parto la cara a otro hincha que no es de mi partido, nuestros gustos privados se proyectan públicamente.
En la sociedad (trabajo, relaciones públicas) es siempre una persona real, concreta con convicciones, hábitos de comportamiento, cualidades, defectos Es absurdo pensar que las cualidades y convicciones éticas pueden quitarse o ponerse Las convicciones y cualidades éticas influyen en la vida pública En el hombre no hay compartimentos estancos, aislados.
En consecuencia, la ética sanitaria, está cimentada en la ética de cada uno de los individuos que la integran La vida privada de enfermeras, celadores, fisioterapeutas, médicos, auxiliares incide directamente en la ética hospitalaria, de la institución sanitaria, etc La incidencia es mayor en la medida que se posee mayor poder de decisión.
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La doble moral es una esquizofrenia antropológica La persona es la misma cuando realiza una terapia, y en la intimidad de la familia.
2. No son necesarios los fundamentos teóricos, es suficiente con la práctica clínica
Falso La ética asume una visión del ser humano y una visión de la vida La bioética se inserta en una determinada tradición antropológica Los códigos del deber y de valores sin un fundamento antropológico se convierten en manuales de reglamentos sin fuerza alguna en condiciones adversas
No existe la ética aséptica o neutra Consolidar una ética implica consolidar una visión del ser humano y del mundo No hay una ética sin una teoría de la felicidad humana Hablar de ética en sanidad sin hablar de vicios y virtudes de bien y de mal y de fines últimos es un tanto absurdo (como hablar de música sin hablar de sonidos).
3. La ética no se puede transmitir
Falso Arranca de dos presupuestos: suponer que la ética es una habilidad sin respaldo teórico y minusvalorar el valor del ejemplo.
La bioética – como cualquier aplicación ética- no es un conocimiento teórico sino un conocimiento práctico Sabe enfermería, medicina quien realiza una buena cura o entrega los instrumentos adecuados en quirófano, o el fisioterapeuta que pulsa el músculo, y ejerce la maniobra adecuada en la articulación y no quien conoce la articulación o los instrumentos.
Los saberes prácticos se adquieren ejercitándolos.
4. La ética es un conjunto de reglas
Es frecuente querer asegurar la conducta ética apoyándose en una especie de recetario para solucionar todos los casos, una clase de prontuario (Algunos de los protocolos médicos pretenden esto mismo en ética) ¿Cuándo hay que reanimar?, ¿Cuándo hay que abandonar el tratamiento costoso?
La ética no es exclusivamente un conjunto de reglas No es solamente un conjunto de habilidades que nos permiten identificar lo correcto aquí y ahora y actuar en consecuencia.
Muchos añoran los libros de casuística. Se quieren reglas sencillas para decidir moralmente en todos los casos.
Lo fundamental en la ética es la posesión de habilidades (lo que los griegos llamaron virtudes) Las virtudes nos disponen a obrar con corrección en cada una de las diversas circunstancias de la vida Por ello los cursos de ética, los estudios del los códigos
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deontológico, el análisis de casos, son insuficientes, poseen un valor limitado Lo importante es la consecución de habilidades intelectuales y hábitos éticos en los profesionales de la sanidad.
Si los miembros sanitarios no poseen un mínimo de virtudes, la ética de aquella institución u organismo está sujetada con alfileres.
5. La ética es un saber técnico
Falso La ética no es una destreza técnica Las habilidades técnicas transforman el mundo exterior: el médico cura enfermos En toda ocupación técnica, el objeto transformado es el mundo externo Por el contrario en la ética el objeto que se transforma es el sujeto, la persona libre
Distinguirlos dos tipos de actividades clásicas:
Poiesis: transforman lo exterior
Praxis: transforma el hombre
Las habilidades éticas trasforman, ante todo, al sujeto que las ejercita La persona justa se perfecciona a sí mismo con su justicia Las habilidades éticas nos hacen “ser mejores personas”.
La ética no redunda de inmediato en la tecnología, en la empresa, si redunda inmediatamente en la persona que la realiza y en los individuos de la institución, servicio, etc.
Por tanto los hábitos éticos modifican al hospital, al CAP, y esto no es poco.
La ética transforma a los individuos y los individuos transforman la sociedad, las organizaciones.
6. Las cualidades éticas se pueden poseer aisladamente
Falso: los hábitos éticos (positivos y negativos) forman un entramado indisoluble Una cualidad ética reclama la otra El carácter ético es una trama de virtudes Cada cualidad ética es como un hilo entrelazado con otros que forman el tejido La justicia requiere la fortaleza: para comportarse justamente con un paciente y darle el tratamiento, o con la institución en la que se trabaja no es suficiente la justicia, es necesaria la fortaleza, para decir la verdad, para no aprovecharse de la situación de trabajo en la que uno está en detrimento de otros… Para ser prudente (reconocer qué es correcto aquí y ahora) hace falta ser sobrio y templado Un profesional irascible, que no se controla en sus apetencias o caprichos difícilmente tendrá la cabeza clara para decidir con prudencia.
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7. La ética equivale al derecho.
Falso por inexacto No basta cumplir las leyes positivas (constitución, códigos, reglamentos) para ser éticos La eticidad va más allá de lo escrito y de los hechos visibles Las cualidades éticas engloban las intenciones, los deseos, los pensamientos.
El hecho regula lo indispensable para mantener una armonía indispensable de cv social Pero la ética va mucho más allá: la ética es el modo de desarrollar positivamente la propia personalidad y la de las personas que están a nuestro alrededor.
8. Los controles generan actitudes éticas
La imposición por la fuerza, los controles excesivos generan burocracia a corto plazo, a mediano asfixian las iniciativas del personal y a la larga propician la corrupción.
La desconfianza genera desconfianza Dirigir no es sinónimo de controlar La honradez no se promueve exclusiva ni principalmente retirando poder de decisión y autoridad a los subalternos Una empleada de la limpieza o lavandería en un hospital puede ser más corrupta que la supervisora que tiene un mayor campo de decisión.
Lo que importa son los estilos personales de vida, también el de las estructuras, pero estos no se dan sin la personas.
9. La ética es un problema de organización
Ambiguo El entorno político, económico, social y cultural influyen en los valores corporativamente aceptados por la institución hospitalaria, a su vez los valores, el marco ético, en que se mueve la institución influye en las persona que allí trabajan.
Sin embargo hay una fractura entre la institución y el individuo La persona vive, participa en la organización pero conserva siempre un margen de autonomía El profesional sanitario no es un mero agente del sistema El sujeto no agota las estructuras Por tanto es insuficiente la transformación del sistema para transformar a la s personas El hombre debe querer, libre y conscientemente transformarse y asumir los valores de la organización.
10. La ética consiste en un conjunto de prohibiciones.
Suele identificarse la ética con los códigos prohibitivos Es una visión reductiva y patológica de la ética Los códigos éticos prohíben algunos comportamientos – por antinaturales- pero al lado de estas prohibiciones, la ética promueve multitud de comportamientos positivos.
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Cuando compramos un electrodoméstico hay un manual de instrucciones para su buen funcionamiento, con indicaciones de lo que no debe hacerse para no estropear la máquina y que dure más tiempo
De algún modo la ética es también un guideline para el óptimo uso de la naturaleza humana Sólo comportándonos éticamente podemos explotar todas nuestras capacidades humanas adecuadamente
Para los griegos la ética era el arte de lograr la felicidad de acuerdo con la propia naturaleza, y la naturaleza humana es multiforme.
II. CLAVES ÉTICAS DE LAS DECISIONES
2.1. La verdad
La ética por definición busca el bien. Y el bien se logra cuando se conoce y respeta la
verdad. ¿ qué hace bueno un diagnóstico de un médico? ¿ qué hace buenas las
decisiones de un arbitro? Y la sentencia de un juez? Sólo esto: la verdad. Por eso obrar
bien es obrar conforme la verdad, conforme a lo que son las cosa. La verdad se
aprehende con la facultad de la inteligencia.
Necesidad de la formación de la inteligencia.
Un primer error de nuestro tiempo que debe tenerse en cuenta es identificar conocer y
pensar. El hombre con una mayor inteligencia es el que sabe muchas cosas es decir el
que tiene más cúmulo de conocimientos o información. Cierto que hay una relación,
aunque indirecta.
La inteligencia no se forma con la acumulación de conocimientos sino cuando aprende a
pensar, cuando descubre por sí misma, cuando lee el interior de las realidades, no solo
cuando escucha y archiva sino cuando lo asume, lo hace propio, lo entiende, conecta
con otras realidades, saca conclusiones, lo comunica a los demás: REFLEXIONAR
Situar la inteligencia en el conjunto de facultades del hombre:
La vida humana se mueve en dos grandes líneas las cuales clasifican sus cuatro
potencias o facultades del espíritu para su propio desenvolvimiento:
1) En la primera línea el alma humana lleva a cabo el trabajo de aprehensión de la
realidad, para ello tiene dos facultades que se posesionan cognoscitivamente de la
realidad exterior:
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- el entendimiento llamado también inteligencia
- los sentidos.
Con estas dos potencias aprehensivas (entendimiento y sentidos) se corresponden las
potencias tendenciales: voluntad –también llamada apetito intelectual- y el apetito
sensible que llevan a cabo la acción por las que el espíritu se dirige hacia las realidades
aprehendidas cognoscitivamente.
En consecuencia el hombre lleva a cabo cuatro tipos generales de actividad:
Entiende y siente: con sus potencias aprehensivas
Quiere y apetece: con sus potencias tendenciales
2) La segunda línea que puede trazarse a lo largo de las actividades humanas es la que
señala si estas acciones tienen como objeto lo universal de la realidad o lo concreto de
ella. En el cuadro se señala el lugar propio de cada facultad:
- si el hombre aprehende la realidad en lo que tiene de universal, lo hace
mediante la potencia que llamamos entendimiento y que recibe el nombre de
inteligencia. Por ejemplo: cuando aprehendemos las ideas generales o universales de
bondad, humanidad, arma…
- si el hombre aprehende la realidad en lo que tiene de concreto, lo hace
mediante los sentidos: este alimento que es placentero para mi gusto; Rosa que es
agradable y delicada en el trato, esta pistola que es pequeña y cómoda …
- si el hombre tiende a la realidad en lo que tiene de universal lo hace mediante
la voluntad: tiende a este plato porque es bueno para su organismo y no solo porque es
placentero, quiero a Rosa por ser una persona con una dignidad propia independiente
de sus cualidades, quiero esta arma porque es apropiada para defenderme o atacar…
- si el hombre tiende a la realidad en lo que tiene de configuración concreta,
tamaño o color de esta arma, esta persona por su físico o por su buen carácter, etc.,
esta tendencia caracteriza al apetito sensible donde se sitúan precisamente la
sensibilidad y los sentimientos.
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UNIVERSAL
Entendimiento (1) Voluntad (2)
Aprehensión Tendencia
Sentido (3) Apetitos sensibles (4)
PARTICULAR
La inteligencia aprehende la verdad en lo que tiene de universal, no en sus relaciones
particulares conmigo, que la conozco. La universalización de la realidad es una suerte de
objetivación. Lo bueno en universal no es solo lo bueno para mí, sino lo objetivamente
bueno.
Este carácter objetivo se da también en los sentidos, aunque de manera menos exigente
y obvia. El color de un objeto depende se quiera o de la perspectiva bajo la que se
mira, lo mismo con el gusto, el sonido, etc.
En todo conocimiento hay un entrelazamiento entre lo subjetivo y lo objetivo del que no
podemos desprendernos.
Por la inteligencia al objetivar y universalizar el hombre penetra en la rica realidad de su
objeto. Entendimiento o intelecto proviene de intus legere, leer dentro. El conocimiento
intelectual es un conocimiento profundo, que se hace cargo del núcleo, de lo central de
cada cosa, tema o asunto.
El criterio de verdad
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Tener formada la inteligencia significa contar con un criterio para discernir si nuestros
conocimientos son o no verdaderos, pues la inteligencia cumple sus funciones en la
medida que conoce la verdad.
La verdad es la realidad de las cosas. Es la adecuada relación entre el pensamiento y la
realidad. La verdad se da- sic a Aristóteles- cuando pensamos que es lo que es y que
no es lo que no es. El error es lo contrario.
La verdad requiere de un criterio para saber precisamente si piensa que es lo que es y
que no es lo que no es.
En nuestra civilización coinciden dos criterios diferentes: el criterio de certeza y el
criterio de verdad (no opuesto sino diferente) para saber si nos encontramos en la
verdad. Poca gente se percata de ese doble criterio y el problema se agrava porque
nuestra cultura ha optado por uno de los criterios… y ha elegido mal.
Expliquemos esto:
En todo pensamiento, formulado en una proposición o juicio, deben distinguirse dos
dimensiones que coexisten:
El contenido proposicional: lo que la frase significa objetivamente
El tono asertivo: el énfasis, indiferencia o duda con que el sujeto piensa el juicio
y pronuncia la proposición.
“Ha habido un error de diagnóstico”
El contenido no varía, pero la disparidad de los tonos asertivos es múltiple y
sumamente significativa, hasta el punto que la significación del tono puede llegar a ser
más importante que el contenido mismo de la proposición.
A partir de esta doble dimensión de todo pensamiento arranca el doble criterio que se
maneja.
En el tono de la aserción importa destacar si estamos seguros de lo que afirmamos.
Si tenemos del conocimiento una óptica particularmente subjetiva- como es lo general
en nuestro tiempo- entonces la fuerza asertiva será el criterio principal. En la
modernidad, el criterio busca sobretodo la seguridad, el criterio se polariza sobre el yo:
el yo que piensa debe estar seguro de lo que piensa y ha de poseer un criterio de
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seguridad. No busca un criterio de verdad: ¿esto es verdadero? Sino más bien un
criterio de certeza ¿puedo estar seguro de lo que pienso?
Si atendemos al contenido de la proposición, lo que interesa en primer lugar es
saber si lo que afirmamos en nuestra proposición corresponde o no con la realidad de
los hechos. Esto es, busca lo que con razón debería denominarse criterio de verdad: si
pienso que es lo que es y que no es lo que no es, o estoy equivocado.
A quienes se centran en este aspecto objetivo del conocimiento les interesa ver el
objeto real- el asunto o tema- para calibrar si coincide con lo que están pensando. Y
su criterio se denomina criterio de verdad
Dos criterios para discernir si pensamos algo correctamente:
El criterio de certeza: estoy seguro
El criterio de verdad: el objeto es así
La verdad es la presencia de una realidad tal como es. Se alcanza mediante la
eliminación de filtros más o menos opacos que podrían interponerse entre el objeto real
considerado y mi consideración sobre el mismo. Colocar un objeto en situación de
evidencia o de verdad es una labor ardua en la que intervienen todas las potencias
espirituales, no es solo un ejercicio de la mente, se precisa un autodominio para que no
se mezclen los interese personales, a veces deseamos que el objeto se muestre de otra
manera más acorde con nuestros deseos.
La certeza es el estado de la mente que se adhiere firmemente y sin temor a una
determinada proposición. Polarizados en la seguridad del sujeto. Lo que interesa es
encontrar las razones por las que el yo puede asegurarse de lo que afirma. Al contrario
de lo que sucede en la verdad (en la que el sujeto no ha de contar sino el objeto). Por
tanto se busca todo aquello que coloque al sujeto en situación de seguridad y firmeza
La verdad es algo objetivo: depende de cómo es la realidad en sí misma. Lo que la
proposición significa verdaderamente. Que no haya una fractura entre lo que es y lo que
pienso.
La certeza es algo subjetivo: depende de la fuerza de mi asentamiento, busca un
tono asertivo firme.
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Toda la ciencia moderna se ha montado para que sus conocimientos nos puedan
ofrecer un nivel razonable de certeza. Importa más el estado de ánimo del sujeto que el
conocimiento verdadero del objeto.
Si no tenemos en cuenta el conocimiento verdadero del objeto, no se sabe ya distinguir
entre verdades y convicciones. Pues en esta situación lo importantes es contar con
convicciones firmes, al margen de que sean verdaderas o no y en consecuencia nuestra
tarea intelectual se reduciría a buscar los apoyos racionales que dotasen de firmeza a
cada convicción.
Criterio de verdad y criterio de certeza: no son opuestos se ha dicho. No hay una
desconexión absoluta. La verdad es el único fundamento suficiente de criterio de
certeza. Ninguna otra razón, estadística, consejo, opinión pública puede sustituir la
patentización del objeto: entre mi conocimiento del objeto y el objeto conocido no hay
ninguna grieta.
No es este el camino seguido en la concepción moderna de la tarea intelectual. Lo
importante no es que la realidad se me muestre patente (y me vuelco hacia ella) sino
que yo tenga claro mi pensamiento ( y me vuelco sobre mi).
La verdad, las realidades patentes es demasiado ingenuo, la humanidad ya sufrió
muchos desengaños con lo que consideró como patente y uno no debe tratar de
alcanzar cosas imposibles.
Pero el planteamiento que en realidad se sigue es el de: quiero encontrar en mí
mismo la seguridad de mí mismo.
Se sustituye la verdad por las convicciones propias, la verdad objetiva (que lo es por no
ser de nadie) por las opiniones subjetivas.
Certeza no es lo mismo que la verdad, aunque pueden estar conectadas:
La verdad es la conformidad del entendimiento con la cosa y su criterio es el obvio e
inequívoco percatarse de esas conformidad.
La certeza es una situación o estado del sujeto y su criterio son las razones en que se
apoya o que la producen.
A veces estamos seguros de proposiciones falsas (el nº de convencidos tiene hoy un
peso mágico) La existencia de las cosas ha sido sustituida por los datos de las
encuestas.
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La verdad objetiva es siempre superior a la certeza subjetiva. Cuando se dan al unísono
ambas crecen
Las cosas son antes de que yo piense las cosas.
Hay realidades captables por los sentidos y hay realidades captables por la inteligencia
Consecuentemente hay multifacéticos versiones de la realidad
Es importante el discernimiento de los distintos grados de verdad. La inteligencia no
procede del mismo modo ante verdades de naturaleza dispar por ejemplo:
- El ser no es el no ser: es una ley metafísica
- el todo es mayor que la parte es una ley lógica.
- Las cosas son: es un hecho metafísico
- Estoy triste: es un hecho psicológico
- El hombre es mortal: es una ley física
- El alma humana es espiritual: es una ley metafísica
- Me duelen las muelas: es un hecho orgánico
- La nieve es blanca y el carbón negro es una verdad física empírica.
- Brasil ganó el mundial de fútbol de 1994, es una verdad histórica.
- El bien debe procurarse y el mal evitarse, es una ley moral
- Este año habrá aumento de las pensiones: es un vaticinio humano
improbable
Variadísimos niveles de verdades, hechos y leyes no pueden tener un tratamiento
uniforme. Hoy en día el desarrollo de la inteligencia persigue esta uniformidad
Situaciones de la inteligencia.
- Respecto del objeto:
Error: pensar que es lo que no es y que no es lo que es.
Verdad: pensar que es lo que es y que no lo que no es.
- Respecto del sujeto
Ignorancia: ausencia de conocimientos: no lo sé.
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la ignorancia vencible o invencible. Hay quien no puede salir del estado de
privación cognoscitiva en que se halla. No hace culpable al ignorante, pero no lo rescata
de su estado, sino al contrario.. El hombre debe poner todo los medios para salir de este
estado. Poner al menos los mismos medios que ponemos para adquirir la salud,
alimentos, etc. para procurar la formación intelectual.
Hay ignorancias presupuestamente invencibles que entrañan un índice de de
complicidad.
ignorancia indeseada o consentida. Hay personas que prefieren mantenerse
en este estado porque salir de él puede complicarles la vida. Prefieren ignorar la regla
moral concerniente a determinados casos antes que conociéndola, hallarse en el apremio
de cumplirla. El no quere saber algo – ignorancia consentida- atrofia la inteligencia en el
sentido más amplio.
El hombre debe saber distinguir entre no poder conocer (que entraña cierta
invencibilidad) y el no querer (que encierra voluntariedad querida o consentida)
la ignorancia indeseada y la ignorancia consentida que se encuentran
limítrofes con la ignorancia vencible e invencible, vecina con otras dos especies del
estado ignorante de la mente: La ignorancia inadvertida es una ignorancia
reduplicativa: ignora y no sabe que ignora. La ignorancia consciente: es la del sabio,
saber que hay muchas cosas que se ignoran porque para el hombre es inasequible
llegar a conocerlas todas y no pretender que lo que se ignora no existe (por ejemplo
con el conocimiento de Dios)
la ignorancia sobre lo pertinente o algo no pertinente: por oficio, profesión,
cargo nos obliga a poseer determinados conocimientos que si fueran distintos no
serían obligatorios.
Duda: abstención del juicio por falta de razones o por abundancia de contrapuesta de
ellas. No estoy seguro.
Próxima al la ignorancia. Se da cuando ignoramos por cual de las dos o más alternativas
noéticas debemos. Pero a la ignorancia se añade, en el caso de duda un cierto
conocimiento: la formulación de las distintas alternativas, aunque no sepamos por cual o
cuales de ellas debemos optar.
Es un estado subjetivo de la mente pero se puede convertir en una actitud vital. Hay
quienes justifican esta postura pero es antinatural. El hombre necesita salir de la duda.
Tan propio es del hombre tener dudas como el poner los medios para salir de ellas. El
estado paradigmático del hombre es la certeza.
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Duda negativa: se carece de indicaciones acerca de las alternativas entre las
que dudamos. Como puede ser ante determinado tratamiento y que no disponemos de
datos para saber.
Duda positiva: se poseen ciertos datos, indicios, o conjeturas acerca de las
alternativas.
Pero la mentalidad dubitativa puede adquirir tal rango que llegue a constituirse no solo
como punto de partida sino como la situación permanente y preferida de nuestro
conocimiento intelectual. Toda afirmación mantiene puntos suspensivos, las
proposiciones son presentadas de modo condicional o hipotético. La seguridad y la
certeza serían consideradas como actitudes del hombre primitivo, salvaje, en estado
previo a la ciencia.
La postura a adoptar es la de la duda, suspender el juicio de manera metódica
El modo de pensamiento que comienza con admiración es un modo de realista. El modo
de pensamiento que comienza con la duda es un modo inmanentista.
Opinión: Afirmación con temor a la verdad de la proposición contraria. Diría que sí,
pero no puedo comprobarlo. Para algunos la salida de la duda les aboca
irremisiblemente a la opinión.
En la filosofía tradicional se define la opinión como el sentimiento a la verdad de un
juicio con temor de la verdad.
A diferencia de la duda que se mantiene en el terreno neutro e indeciso de los puntos
suspensivos, la mente se adhiere aquí a una de las posibilidades en estudio; parece que
terminan así las cavilaciones.
No es así, en la opinión no hay un rechazo seguro de la posibilidad contraria, lo cual
pudiera tal vez – y queda así un residuo de duda- ser verdadera, lo que significa, de
manera indirecta que no se ha asumido por completo la alternativa elegida por cuanto
cabe que no pudiera resultar verdadera.
Al igual que la duda contemporáneamente se piensa que no hay verdades absolutas, si
las hay no tenemos acceso a ellas – por lo que solo cabe emitir opiniones subjetivas y
personales en aquello que tendríamos que definirnos.
¿Cómo se origina la opinión si su fuente no brota del todo a partir del objeto). Hay que
echar mano de la voluntad. es la voluntad la que inclina la duda de la mente hacia una
opinión determinada como lo hace en el caso de nuestros errores. Es lo que nos permite
advertir que estamos emitiendo una opinión y no adhiriéndonos a una verdad cierta.
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Es la voluntad que ante las falta de peso de las razones consideradas suple el juicio de
la inteligencia. Aunque intelectualmente no estamos seguros de lo que afirmamos (y
por ello nos abstenemos del juicio) vivencialmente debemos hacerlo muchas veces sino
queremos llegar al desastre.
La mayoría de juicios de los hombres – por que no pertenecen al ámbito de la ciencia o
de la evidencia- deben afirmarse sin seguridad o certeza y entonces la voluntad sale al
paso de las perplejidades intelectuales. La voluntad empuja a la inteligencia a que
responda a la instancia de la situación, aunque no posea seguridad fundamentada su
respuesta.
En referencia con la opinión se dan, tres tipos de verdades que debemos distinguir con
claridad:
- verdades que son objeto de certeza y no pueden serlo de opinión so pena que
el individuo entre en contradicción con otras verdades fundamentales evidentes que
sería tanto como entrar en contradicción consigo mismo.
- verdades que no son para mí aún objeto de certeza pero acerca de las cuales
mi inteligencia no ha de descansar hasta que lo sean (por deber de mi oficio en la
comunidad o por deber inexcusable de mi condición humana)
- Verdades que no son objeto de certeza, sobre las que la inteligencia haría muy
mal empecinándose en que lo sean. Debe tenerse criterio para permanecer en el estado
de opinión en que se encuentran.
El criterio de verdad no puede convertirse en objeto de opinión
El hombre se ve obligado a opinar pero:
- ni todas las opiniones son plausibles, sino las que cuentan con un
proporcionado fundamento racional.
- ni todo es opinable como defiende el relativismo
- ni es posible que toda opinión sea elevada al grado de certeza; pues
hay un sano pluralismo en el orden de los pensamientos, cuando las
realidades sobre las que versan no pueden ser apresadas totalmente por
la inteligencia.
Certeza: adhesión firme del juicio. Estoy absolutamente seguro de que lo que afirma
es verdadero. Pero no es un criterio de verdad porque la verdad pose una dimensión
objetiva que no puede verse satisfecha por un factor subjetivo como es la seguridad
personal
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No es criterio de verdad ni punto de partida pero constituye una finalidad de nuestra
formación intelectual. Esta persigue encontrarnos en la medida en que el objeto lo
permita, en el estado de certeza.
Pero cuando se habla de una certeza meramente subjetiva , cuando la seguridad que se
tiene no cuenta con un apoyo del objeto: es una certeza , por así decir, que se
fundamenta en sí misma, no en el objeto al que el juicio – del que estoy, con todo,
cierto- se refiere.. La mera certeza subjetiva es imprudente; debe haber algo, en que la
certeza se sostenga. Pero no por imprudente debe ser necesariamente errónea.
Causas y remedios del error
Causas del error:
Psicológicas *Falta de atención
Derivan de una voluntad débil, de
carácter poco esforzado y persistente
*Falta de penetración
*Falta de memoria
*Precipitación en el juicio: la tarea de la inteligencia necesita
serenidad, unida al dominio de sí mismo.
*Persistencia de prejuicios: en este caso la voluntad puede ayudar a
desbrozar los condicionamientos en que se encuentra sometida la inteligencia.
La civilización actual pone el acento en las causas psicológicas, son importantes, pero
más importantes son las causas éticas
El error es un problema, hay errores invencibles que provienen de la ignorancia pero la
mayoría de errores derivan del egoísmo, de la vanidad de quedar bien, de prevalecer,
del subjetivismo, de la pereza….
Éticas: *Egoísmo
*Orgullo, vanidad
*Preponderancia de los propios intereses
*Pereza
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Hay una circulación entre permanente entre la verdad y la conducta: el error propicia
desaciertos conductuales y el actuar mal debilita la inteligencia al punto de que se
habitúa a pensar equivocadamente, ya que el hombre suele considerar como falso
aquello que no quisiera que fuese verdadero.
Remedios del error
Humildad: la objetividad implica la desaparición del yo
Método: selección del método adecuado para cada objeto de
pensamiento, y riguroso seguimiento de sus exigencias.
Reflexión: volver sobre el conocimiento del objeto para observar cualquier
intervención no intelectiva.
Quizá el remedio más importante para evitar el error o en su caso salir de él es el
empeño por poner entre paréntesis el propio yo cognoscente. En la balanza de los
platillos se inclinen al lado de lo objetivo. No se trata de que el objeto pese más sino que
el yo pese menos, es uno de los aspectos más sobresalientes de la humildad.
La verdad de la inteligencia depende también del fiel seguimiento de las reglas lógicas y
metodológicas que a lo largo de los siglos se han ido decantando para facilitar su
rectitud. Es precio un conocimiento de esas reglas: el rigor del método resulta
imprescindible nos facilita la comprensión del objeto y elimina las intrusiones ajenas al
objeto mismo y a nuestra relación intelectual con él que lo desfiguran.
Pero el medio imprescindible para evitar el error es la reflexión. El hombre tiene por
naturaleza la posibilidad de conocer su propio conocimiento, atributo que nos distingue
radicalmente de los animales. En el hombre la inteligencia se flexiona sobre sí misma.
Diálogo y tolerancia
Debemos considerar que hay en la ciencia humana estados inmaduros respecto de la
certeza y estados maduros respecto de ella, en determinadas áreas de la ciencia en
cuestión.
Toda opinión es inmadura respecto de la certeza, sea esta inmadurez momentánea o
definitiva. Pero un campo específico de la formación humana es la de buscar
fundamentos racionales a nuestras opiniones. Esto hace que las opiniones
inteligentes no se conviertan en caprichos subjetivos. El ámbito propio para la búsqueda
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y encuentro de esos fundamentos racionales es el diálogo, tomado en sentido amplio
sea con uno o varios interlocutores sea en reflexión con uno mismo.
El valor formativo del diálogo para la inteligencia fue ya visto por la filosofía antigua,
donde la inteligencia del hombre fue detectada no como inteligencia lógica sino más aún
dialógica. Wittgenstein advirtió lo que sabe uno solo no lo sabe nadie. Pero el diálogo
posee el valor de lo que puede ser de otra manera, en lo mudable, en lo contingente
que es el circuito propio de la opinión.
Dado que la opinión es una verdad vista desde una determinada perspectiva, con
temor al peso de una perspectiva opuesta, el diálogo se presenta como necesario para
conocer estas otras perspectivas que no se atendieron, o no se advirtieron.
El dialogo en este terreno no solo es intercambio de opiniones. Lo más interesante es
la comunicación de los fundamentos racionales de cada una de las opiniones
en juego.
Esta comunicación no puede proporcionarnos certeza (la finalidad del diálogo no se
reduce a ello, ni siquiera la convergencia unánime, que tampoco es el objetivo del
diálogo, válido incluso en el caso de disensión; pero si puede dar lugar a tres
fenómenos:
*El cambio de opinión
*El conocimiento de los fundamentos en que rebasan las opiniones diversas, la
advertencia del valor o falta de mérito de las razones en que mi opinión se basa.
*En definitiva una inteligencia no se halla bien formada mientras no adquiera la
capacidad de cambiar de opinión: inhiere el temple moral requerido para buscar
sistemáticamente la verdad.
El diálogo se encuentra íntimamente vinculado con la actitud existencial y social de la
tolerancia.
En la actualidad el hecho de la tolerancia no suele ser bien entendido, el diálogo puede
ser un obstáculo para la formación del entendimiento.
El entendimiento se perfecciona con la verdad y sólo con ella.
Pero si la tolerancia significa que no hay verdades ciertas y que todas son susceptibles
de ponerse en duda y ser discutibles, entonces las posibilidades de perfeccionamiento
de la inteligencia quedan canceladas, sin salida.
La tolerancia no se refiere a las verdades que lo sean o a los errores que se sostengan.
No significa carencia de distinción entre la verdad y el error, o carencia de criterios para
distinguirlos.
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La tolerancia no se refiere a las verdades o errores sostenidos por las personas, sino
precisamente a las personas que sostienen tales errores.
La tolerancia no nos capacita para pensar que es lo que no es, por el hecho de que haya
alguien que piense así. Nos impulsa a entender las razones por las que nuestro
interlocutor afirma lo contrario.
Tolerancia es comprensión, no asentimiento; es la situación privilegiada que nos
permite relacionarnos, en el sentido más amplio del verbo, con el que piensa de un
modo distinto del nuestro- incluso con quien está en el error- y eso en razón de ser
persona que siempre es merecedora de todo respeto, a título de persona.
En su aspecto negativo la intolerancia ante las opiniones de os demás, a título de
opiniones, es equivalente a la dictadura de la inteligencia.
2.2. El bien
¿Qué es lo bueno?
Difícilmente puede hallarse una pregunta de mayor interés: ¿Qué es lo bueno? ¿qué es
el bien? Porque todo hombre guarda en lo más hondo de su ser el deseo invencible de
ser bueno y de hacer lo bueno. Y si hace el mal es porque le deslumbra la partecilla de
bien con la que el mal se reviste.
Todos gozamos de una especie de instinto para descubrir el bien. Sabemos que "lo
bueno es el bien" y que "lo malo es el mal". Sin embargo, en la práctica no pocas veces
se nos plantea un problema: ¿es esto bueno? ¿es bueno que yo haga tal cosa? La
respuesta no es siempre inmediata y cierta; a veces requiere un estudio largo y arduo.
Pero siendo tan importante acertar en lo que se juega nuestra propia bondad, nuestro
bien, comprendemos que el estudio haya de ser riguroso, científico, de modo que la
conclusión se apoye en argumentos sólidos e irrefutables.
Así nace la ciencia que llamamos Ética, ethos, costumbre o modo habitual de obrar,
que investiga precisamente lo que es bueno hacer, de modo que haciéndolo, alcancemos
la mayor perfección humana posible y por tanto la satisfacción de nuestros más hondos
deseos, es decir, la felicidad.
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Cuando se dice que algo "es ético" o que "no es ético", se está diciendo que es o no es
bueno. Ahora bien, si casi todos coincidimos en que nuestra conducta ha de ser "ética",
no siempre estamos de acuerdo en "lo que es ético".
Lo que parece "ético" a unos, puede resultar una monstruosidad a otros. Así por
ejemplo, el caso de Diane Pretty o el caso de Terry Schiavo. Y se piensa que es algo
cultural, que cambia con las personas, con las épocas. Algunos llaman "ético" al aborto
provocado en caso de embarazo por violación; y otros muchos es calificado de homicidio
por la negación del más elemental derecho de la persona que es el derecho a la vida.
Estos casos nos permiten entender la enorme importancia de aclararnos sobre qué es y
qué no es "ético"; sobre qué es en realidad "lo bueno". Se trata de una cuestión de vida
o muerte, y es preciso encararla con toda seriedad y rigor.
¿Es posible llegar a un conocimiento cierto sobre "lo que es bueno", al menos en lo
fundamental, o estamos condenados a una eterna duda o a opiniones sin fundamento
racional? ¿Existe un criterio objetivo de bondad que nos permita, sin temor a
equivocarnos, discernir el bien del mal? La respuesta del sentido común ha sido siempre
afirmativa. Pero conviene que comprendamos por qué; y por qué algunos no lo ven así.
Es claro que el bien -lo bueno- es tal por contener alguna perfección que hace a la cosa
deseable, apetecible. Aristóteles decía que "el bien es lo que todos desean". Pero, ¿por
qué todos deseamos el bien? Porque vemos en él algo que nos beneficia, que "nos hace
bien", que nos perfecciona, nos mejora, satisface nuestras necesidades, nos hace más
felices. Cabe decir que el bien es una perfección que me perfecciona, una perfección
perfectiva.
La relatividad del bien
Es de notar ahora que no todo lo que perfecciona a un sujeto, perfecciona a otros. El abono animal alimenta las flores, pero no al hombre. La alfalfa es buena, sabrosa y sana, para las vacas, no para nosotros. El médico le dice al enfermo es bueno que se quede un día más en casa. Bueno, habría que añadir, para usted si lo que quiere es curarse. Es claro pues que el bien es relativo: dice relación a un sujeto o a un conjunto más o
menos numeroso de sujetos determinados. Así, vemos que algo es bueno siempre para
alguien en un determinado sentido y también puede ocurrir que la misma cosa resulte
bajo diversos aspectos, buena o mala para la misma persona: formas de realización, de
determinación del bien. En este sentido el bien es relativo.
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Esa "relatividad" del bien ha inducido a muchos a pensar que el bien no es algo objetivo,
es decir, que no está ahí, independiente de mi pensamiento, sino que cada uno puede
tomar por bueno "lo que le parezca"; cada uno sería libre de considerar bueno una cosa
o su contraria y decidir por su cuenta sobre el bien y el mal. Entendido así el bien,
como algo subjetivo de modo absoluto, cada uno decide lo que está bien y lo que está
mal. El bien, los valores, son fabricados, consensuados, legislados. Las normas éticas
surgen de las necesidades de la vida social. La mayoría fabrica el bien. El valor o
bondad de las cosas no estaría en ellas, sino en mi subjetividad, en mi pensamiento, en
mi deseo o en mi opinión.
Es un grave error en el que hoy incurren no pocos, pero no es nuevo, es tan viejo como
el hombre.
La objetividad del bien
En rigor, aunque el bien sea "relativo" - algo es bueno siempre "para alguien"- , no hay nada menos subjetivo u opinable. La bondad del aire que respiramos, el agua que bebemos, el calor y la luz del sol que nos vivifica, etcétera, etcétera, no es algo que inventamos o creamos: no es una bondad "opinable": está ahí, con independencia de nuestra estimación.
De modo similar descubrimos el valor de la justicia, de la libertad, de la paz, de la
fraternidad: valores objetivos que no tendría sentido negar. De modo que si yo los
negase porque en algún momento no me apetecieran, seguirían siendo valiosos para
todos. Mi inapetencia sería un síntoma seguro de alguna enfermedad del cuerpo o del
alma.
Es también importante advertir -frente a lo pensado y muy difundido por ciertos
filósofos- que si yo apetezco una manzana, no es porque yo le confiera el buen sabor.
La manzana no es sabrosa simplemente porque yo la saboree con gusto. Aunque a otro
no le guste -quizá porque esté enfermo-, la bondad de la manzana no es un producto de
mi subjetividad: es la manzana misma que tiene de por sí la aptitud para causar un
buen sabor y una buena nutrición. Si así no fuera, el mismo sabor podría encontrar yo
en el acíbar o en la basura.
Es indudable que hay bienes, valores objetivos. Pero cabe preguntarse si todos los
bienes lo son. Y, en efecto, la respuesta es afirmativa, porque, en la práctica, las cosas
y las acciones humanas, quiérase o no, siempre perfeccionan o dañan, incluso las que,
teóricamente, pueden considerarse con razón indiferentes (como, por ejemplo, pasear).
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Pero relativo no significa subjetivo, el mundo está lleno de relaciones. Podemos decir que “todo es relativo”.
Relativo y relativismo no significan lo mismo. Lo relativo es objetivo. Explicar que cada uno es distinto según quien le mire y debe ser tratado de manera distinta: alumno de un profesor, hijo de su padre, novio de su novia...
El relativismo tiende a confundir la realidad con el deseo, lo objetivo con lo que a uno le parece. Todo es relativo porque todo está relacionado; y todo es objetivo en cuanto que es real, no subjetivo ni arbitrario
La "relatividad" del bien no quiere decir, pues, que el bien sea bueno porque mi voluntad
lo desea, sino que mi voluntad lo desea porque es bueno. La bondad, primeramente está
en la cosa y después puede estar en mi capricho, opinión o estimación. Lo que es bueno
para mí puede ser malo para otro; por ejemplo, un fármaco o un trabajo determinado.
Esto no depende de mi parecer. ¿De qué depende entonces? Depende, justamente, de lo
que yo soy, depende de mi ser, lo cual, ahora, no depende de mi voluntad ni es una
cuestión opinable. Aunque yo ahora tenga cualidades y defectos que sean consecuencia
de mi libre voluntad, lo que he llegado a ser, lo que ahora soy, lo soy ya con
independencia de mi voluntad, y con la misma independencia habrá cosas buenas o
malas para mí.
El bien depende pues del ser real, objetivo, que está ahí y del modo de ser. Y hay algo
que el hombre nunca podrá dejar de ser, esto es, precisamente, hombre. Las
características individuantes o personales de cada uno, no difuminan ni anulan la
naturaleza humana, al contrario, son perfecciones, o defectos, de esa naturaleza
peculiar, que compartimos todos los hombres, y que hace posible que hablemos con
sentido del "género humano" o de la "'especie humana", y también de un bien objetivo
común a toda la humanidad.
De manera que hay bienes relativos a personas singulares. Pero hay también,
indudablemente, bienes relativos a la naturaleza humana común, y, por tanto, a
todos y a cada uno de los individuos de nuestra especie.
Por eso hay leyes o normas morales objetivas, universales y permanentes que afectan a
todos los hombres, de cualquier tiempo y lugar. Lo que daña a la naturaleza,
forzosamente ha de dañar a la persona, porque la persona no es ajena a la naturaleza
sino una perfección --el sujeto-- de esa naturaleza determinada.
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El bien no tiene pues un sentido unívoco. Conviene tenerlo en cuenta
el bien que se quiere para alguien
ese alguien para quien se quiere el bien
somos capaces de distinguir:
- hay realidades (bienes) que las quiero por su relación o vinculación conmigo: el bien
para mí . Son las cosas deleitables o útiles.
Las cosas materiales agradables contribuyen a la perfección al desarrollo de las personas
por lo que tenemos de corporal y psíquica (complacencia, simpatía). Cuando nos
dejamos arrastrar por este tipo de bienes y los transformamos en bienes en sí mismos
y los buscamos como fin, el hombre se rebaja, se cosifica.
Bienes deleitables y bienes útiles: bienes de cosas
- hay realidades que las quiero por sí mismas: el bien por sí mismo
A naturalezas diversas corresponden diversos bienes. Lo que es bueno para el animal o
para el vegetal, puede no ser bueno para el hombre. Por eso, para saber lo que es
bueno para el hombre -para todos y cada uno- es indispensable conocer antes la
respuesta a la gran pregunta: ¿Qué es el hombre? ¿Qué soy yo?
La Etica, ciencia sobre los bienes del hombre, supone la Antropología filosófica (que estudia qué es el hombre). En la historia del pensamiento se encuentran éticas diferentes porque hay diversos conceptos sobre el hombre y, en consecuencia, hay diversos conceptos sobre los bienes. Para algunos, el hombre no es más que un conjunto de corpúsculos, aunque complejo y
maravilloso, como para Carl Sagan, por ejemplo, es contemplado como pura química o
biología, o como un mero manojo de instintos fatalmente determinados, o como un
número en una especie zoológica. Son diversas manifestaciones de la concepción
materialista del hombre2
2 Al negar -dogmáticamente, por cierto- la realidad del alma espiritual e inmortal en el hombre, todo materialismo se hace incapaz de conocer lo que el hombre en verdad es; y, por lo mismo, no puede saber tampoco lo que en realidad es bueno o "ético". Al pensar al hombre como simple animal evolucionado -sin ningún elemento que sea irreductible elementos materiales-, no puede evitar pensar lo bueno reducido a lo material y sensitivo; y fácilmente concederá un valor absoluto a lo económico. Se le escapa lo más valioso: el espíritu, donde se halla la raíz indispensable del entendimiento y de la libre voluntad. Por eso, los términos "libertad", "justicia", "paz", "amor", etcétera, carecen, en el materialismo, de contenido humano y se confunden con las sombras que de tales cosas existen -o parecen existir- en el mundo de los irracionales. El mismo concepto de "persona" se vacía y el hombre queda reducido a un "número" al servicio de
.
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Si realmente queremos lo bueno, el bien para nosotros y para la sociedad -compuesta
no de meros individuos sustituibles, sino de personas con valor único irrepetible-, hemos
de tener la honradez de contemplar al hombre en su integridad. No basta ver en el
cuerpo sentidos e instintos. Esto sería no ver al hombre.
La bondad en la conducta
La conducta ética nace cuando la libertad puede escoger entre formas diferentes de
conducta, unas más valiosas que otras. El relativismo hace imposible la ética, pues si 1
km. para uno son mil metros y para otros 990...
Como se ha dicho la bondad está en las cosas; no es una invención de la mente o fruto
del capricho de la voluntad. Sobre lo que es bueno o malo no caben opiniones, a no ser
por ignorancia de la realidad.
Ahora bien, una cosa es la bondad de "las cosas", y otra la bondad de los actos humanos
que inciden sobre las cosas o permanecen en el interior de nosotros mismos. Con
nuestras acciones es como nos labramos la perfección personal o la ruina. La cuestión
es: ¿cuándo son buenos los actos humanos? ¿Qué condiciones se requieren para poder
calificar de moralmente buenos a nuestros actos? ¿de qué depende su bondad? ¿cuándo
nos acercan o separan del último fin?
III. LA ACCIÓN ÉTICA
Lo primero que hemos de tener en cuenta al examinar nuestra conducta en vistas a su
calificación moral es lo que hemos hecho, es decir, el "objeto" de nuestro acto: ¿Es
bueno ese objeto?, porque ya vimos que el bien es algo objetivo.
Esta es la primera pregunta necesaria; pero no sólo el objeto -lo que hacemos- es
fuente de moralidad.
No basta la consideración del objeto para saber si un acto humano es moralmente bueno
o malo. Es más, lo que es moral es algo esencialmente íntimo, interior, reside en la la "especie" (llamada "sociedad"). Si la "especie" lo reclama, no habrá inconveniente en sacrificar al individuo: se le podrá saquear, con toda paz, o encerrarle en un hospital psiquiátrico, o eliminarle: sólo cuenta el bien de la "especie", como en zoología. Esta es la tremenda conclusión del colectivismo.
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conciencia y en la voluntad, que es donde, con sus actitudes y elecciones se expresa el
hombre
Importancia de la interioridad
Aunque "lo ético" de nuestras obras tiene, como es obvio, una dimensión exterior,
digamos visible, apreciable desde fuera (pasear, comprar, comer, trabajar), que está en
relación con las normas objetivas de la conducta humana (no robar, no atentar contra la
vida propia o ajena, etc.). Sin embargo, este hecho--la existencia de esta dimensión
exterior--en nada modifica el hecho precedente, a saber, que la moral es un asunto de
conciencia y que sus exigencias incumben a la interioridad del hombre, a la rectitud de
su conciencia y de la voluntad
Es lógico pues que se afirme que de las dos dimensiones de la moralidad de los
actos humanos, la que posee importancia primordial sea la interior: la dimensión "hacia
adentro" del hombre, y que, por consiguiente no se refieren a ningún acto exterior, sino
sólo a una actitud interior. Importancia por tanto de las intenciones, de las actitudes.
Que la dimensión interior del acto humano tenga primordial importancia no quiere decir
que la exterior —"lo que se hace"— no afecte a la persona y no tenga relevancia moral.
La tiene, y mucha. La ética no es sólo un conjunto de normas y reglas de conducta. No
es sólo eso, pero es también eso.
Debe tenerse en cuenta las dos dimensiones del acto humano; que son justamente dos
dimensiones de un acto, aunque complejo. Por tanto, una simple "ética de
intenciones" o "de actitudes" que no valorase el objeto, las obras en las que se plasman
las actitudes e intenciones, seria una moral mutilada y, por tanto, falsa, como un folio
rasgado por cualquiera de sus lados ya no es un folio. El folio tiene dos dimensiones,
largo y ancho; si lo rompo por cualquiera de las dos deja de ser lo que era.
Cualquier cosa mala, por muy buena que sea la intención con que se haga, no deja de
causar el mal; y el acto humano que la realiza--compuesto de lo subjetivo y lo objetivo--
resulta enteramente malo y daña siempre a la persona.
Se puede obrar con la intención de realizarse uno a sí mismo y hacer crecer a los demás
en humanidad; pero la intención no es suficiente para que en realidad nuestra persona o
la del otro se reconozca en su obrar. Hace falta, además, que lo que se quiere sea de
verdad bueno.
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¿En qué consiste la bondad de la conducta humana? Si prestamos atención a nuestra
experiencia cotidiana, vemos que, entre las diversas actividades en que se expresa
nuestra persona, algunas se verifican en nosotros, pero no son plenamente nuestras;
mientras que otras no sólo se verifican en nosotros, sino que son plenamente nuestras.
Son aquellas actividades que nacen de nuestra libertad: actos de los que cada uno de
nosotros es autor en sentido propio y verdadero. Son, en una palabra, los actos libres
(...) La bondad es una cualidad de nuestra actuación libre. Es decir, de esa actuación
cuyo principio y causa es la persona; de la cual, por tanto, es responsable.
No significa esto que por el hecho de ser libre el acto humano sea moralmente bueno,
sino que la libertad es una de las condiciones varias de la bondad moral. Una condición
también importante, porque mediante su actuación libre, la persona humana se expresa
a sí misma y al mismo tiempo se realiza a sí misma, es decir, va realizando en sí misma
un incremento de bondad, si la conducta es moralmente buena; si fuera mala, el sentido
de la libertad se vería frustrado.
Como sabemos por experiencia, somos juzgados de acuerdo con nuestras obras. porque
ellas son "criaturas" de nuestra libertad en las que nos hemos expresado y forman parte
de nosotros mismos. En las obras es la persona que se expresa, se realiza y--por así
decirlo--se plasma. Cada uno es responsable no sólo de sus acciones libres, sino que,
mediante tales acciones se hace responsable de si mismo
Es necesario subrayar esta relación fundamental entre el acto realizado y la persona que
lo realiza. Nuestras obras expresan siempre lo que somos o, al menos, algo de lo que
somos; y con ellas no sólo "hacemos cosas", "nos hacemos" también a nosotros
mismos: sabios o ignorantes, justos o injustos, prudentes o imprudentes, fuertes o
débiles.
La persona está dotada de una verdad propia, de un orden intrínseco propio, de una
constitución propia. Cuando sus obras concuerdan con ese orden, con la constitución
propia de persona humana.
La bondad de nuestra actuación dimana de una armonía profunda entre la persona y sus
actos, mientras, por el contrario, el mal moral denota una ruptura, una profunda división
entre la persona que actúa y sus acciones. El orden inscrito en su ser, ese orden en que
consiste su propio bien, no es ya respetado en y por sus acciones. La persona no está ya
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en su verdad. Se produce una ruptura, una profunda división en el interior del hombre
siempre que no obra éticamente.
El fin no justifica los medios
Mirar la realidad
Y, por importante y fundamental que sea--como ya hemos visto--la intención,
quienquiera conocer y hacer el bien debe dirigir su mirada al mundo objetivo del ser. No
al propio 'sentimiento', no sólo a la 'conciencia', no a los 'valores', no a los 'ideales' y
'modelos' arbitrariamente propuestos. Debe mirar a la realidad; porque "ser bueno”
quiere decir estar de acuerdo con el ser objetivo; es bueno lo que corresponde 'a la
cosa'; el bien es la adecuación a la realidad objetiva. “Todas las leyes y normas morales
se pueden reducir a una--decía Goethe--: la verdad".
"Todas las leyes y normas morales se pueden reducir-dice Joseph Pieper--a la realidad"
y "el hombre que quiere realizar el bien mira, no al propio acto, sino a la verdad de las
cosas reales".
Precisamente la realidad es el fundamento de lo ético. Lo que debe-ser está inscrito en
el ser, en la verdad de las cosas. Es bueno quien obra la verdad.
Hemos llegado a la conclusión lógica, racional, de que a pesar de su "relatividad", el bien
es algo ''objetivo", que está ahí, con independencia de mi opinión o voluntad particular.
Los actos humanos, para ser moralmente buenos:
1) han de tener como objeto cosas buenas, ordenadas u ordenables al fin último
de la persona;
2) han de ser realizados no con simple "buena intención", sino con "intención
buena'', esto es, con intención real y rectamente ordenada, en último extremo, al último
fin.
El acto externo (u objeto), y el interno (o intención), son como dos caras de la misma
moneda, dos aspectos de un mismo acto. Para que una moneda sea buena, de modo
que valga lo que anuncia, es preciso que sus dos caras--no una sola--sean buenas y no
falsas. Bastaría que una cara fuese falsa, para que toda la moneda lo fuera. Así también,
para que un acto humano sea moralmente bueno, es necesario que tanto el objeto como
la intención sean buenos. Intención y objeto son, por eso, dos principios
fundamentales de la ética.
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Ahora bien, ¿basta la consideración conjunta del objeto y de la intención para calificar
con exactitud la moralidad de un acto humano?
Se debe contar con otro principio o fuente de moralidad, que si no es fundamental es,
sin embargo, importante, y a veces mucho.
Todo acto humano se realiza entreverado con una serie de circunstancias que
aumentan o disminuyen su propia bondad o maldad. Lo sustancial es el complejo
''objeto + intención '' del acto; pero toda sustancia existe sustentando unos
"accidentes".Así, por ejemplo, las manzanas pueden ser más o menos grandes, más o
menos sabrosas, coloradas o blandas: el tamaño, el color, el sabor, son los "accidentes"
de la sustancia "manzana". Y para que una manzana sea sabrosa y digestiva no basta
que sea un simple fruto del manzano. Ha de haber madurado entre determinadas
condiciones de temperatura, humedad, etc. Una manzana puede resultar una buena
manzana o una mala manzana.
Las circunstancias son, pues, como los accidentes, importantes para la sustancia tanto
de las cosas como de los actos humanos en su aspecto moral, y le afectan más o menos
profundamente. Suelen señalarse las siguientes:
Las que afectan al objeto moral:
a) tiempo: es diversa la maldad de un pensamiento, por ejemplo, según dure pocos
minutos, o muchas horas. Desear la muerte de un enfermo en un momento de agobio o
cansancio o pensar reiteradamente en ello mientras se trabaja.
b) lugar: no es lo mismo ofender a una persona en público o en privado;
c) cantidad: es diversa la maldad de un de robo en un hospital de material quirúrgico,
o la apropiación de recursos destinados a la compra de determinados aparatos.
d) efectos: la venta de determinados fármacos sin especificar todos los efectos.
Esta es la más importante de las circunstancias que afectan al objeto moral.
Las que afectan al sujeto:
a) la condición de quién obra: no reviste la misma gravedad el error del cirujano jefe
que el de un MIR de 1er curso. La declaración por TV de un ciudadano que la del
ministro de sanidad...
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b) modo de obrar: la modalidad de la acción denota una mayor o menor bondad o
malicia. Por ejemplo, la delicadeza o brutalidad con que se hace un tratamiento.
c) medios empleados: el uso de determinados medios matiza la moralidad de la acción
Así, la ocultación de información relevante a un paciente que está en condiciones de
decidir y es primordial para su salud es más grave que el no dar detalles en un
tratamiento simple y sin peligro.
d) motivos circunstanciales: se trata de intenciones concomitantes al fin principal, pues
no causan el acto, que se haría sin ellas. Por ejemplo, el que realiza un acto de servicio
pero esperando alguna compensación humana: agradecimiento, retribución, elogios.
Atender a un paciente porque su caso es de “Congreso”. Las intenciones torcidas
secundarias, aunque por sí sólo disminuyen la bondad del acto, son importantes, porque
poco a poco van ahogando la intención principal, y pueden llegar a sustituirla.
En cambio, los motivos buenos refuerzan la intensidad de la acción buena.
Lo que no pueden cambiar las circunstancias
Las circunstancias pueden hacer que una cosa buena se haga mejor o que una cosa
mala se haga peor. Lo que no podrán hacer nunca las circunstancias es que un objeto
intrínsecamente malo se convierta en moralmente bueno. Unas setas venenosas, por
bien aderezadas que estén, nunca llegarán a ser saludables. Tampoco unos gramitos de
arsénico, aunque se hallen espolvoreados en una sabrosísima tarta helada. Y una fruta
podrida, aunque esté almibarada, jamás llegará a ser digestiva. Es decir, por mucho que
cambien las circunstancias lo que es sustancialmente malo, malo se queda. Nunca podrá
ser bueno matar a un inocente--sea o no nacido--aunque su muerte produjera grandes
beneficios o evitara grandísimas catástrofes. Cosa análoga cabe decir, por ejemplo, de la
negación del salario justo y posible, o de la mentira.
La ética de situación (adaptada a las circunstancias), según sus autores, es
eminentemente individual. En la determinación de la conciencia, cada hombre en
particular se encuentra directamente con Dios o su conciencia y decide, sin intervención
de ninguna ley, de ninguna autoridad, de ninguna comunidad, de ningún culto o
confesión, en nada y de ninguna manera. Aquí sólo existe el yo del hombre
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Todo dependería de las circunstancias, o, en otros términos, de la "situación" en la que
se halle la persona, que siempre es única e irrepetible.
Es cierto que toda decisión moral concierne a un individuo "en situación", en
circunstancias concretas, singulares, que a veces son irrepetibles, y que no siempre
existen normas morales absolutamente obligatorias que pueden aplicarse con
independencia de la situación.
Es ésta una verdad de antiguo conocida por la ética que afirma la necesidad de la
rectitud de intención--aunque no baste --para que las acciones sean buenas.
Sin rectitud de intención, las pasiones fácilmente enturbian el juicio, porque embotan la
mente o desvían la voluntad. En cambio, la intención recta facilita las decisiones buenas,
y, si se ha errado, la rectificación. De este modo, la ética contiene en si todo cuanto de
justo y positivo puede haber en la llamada ética según la situación, evitando sus
confusiones y desviaciones. Manteniendo el hecho incuestionable de la existencia de
normas que obligan en todos los casos. Así, por ejemplo defender la vida, no mentir ,
la calumnia, salario justo...
Acciones de efectos buenos y malos
Es claro que no hay quien hable en serio de «ética» sin que reconozca, como principio
más primario de la ley moral, la necesidad de hacer siempre el bien y evitar el mal en
toda su amplitud.
Sin embargo, debido a la limitación humana no sólo es preciso a veces renunciar a
ciertos valores deseables para realizar otros más altos, sino también arriesgarse a poner
una buena acción de la que seguramente se seguirán efectos malos. No pocas veces se
plantean problemas éticos como los siguientes: ¿es bueno vender una escopeta de caza
que acaso se use para matar personas? ¿o fármacos que pueden curar, pero también
dañar? ¿se puede arriesgar la propia vida o la ajena para realizar un bien muy
importante? ¿es moralmente licito el aborto en caso de que sea inevitable al curar una
enfermedad grave de la madre?
Se trata de preguntas que plantean ciertos casos que son limite, extremos, anómalos,
pero no infrecuentes. En la práctica, hay quienes aprovechan para fines injustos el bien
que otros hacen. De otra parte hay acciones de doble o múltiple efecto: de ellas se
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derivan bienes, pero también males. La persona con sentido ético se pregunta entonces
si es lícito hacer ese bien importante del que pueden seguirse males.
Estos, son casos que han de iluminarse con los siguientes principios conforme a la
recta razón. Son los siguientes:
1. Siempre debe quererse el bien, nunca el mal
Por tanto, en modo alguno el mal puede estar en nuestra intención. Si en algunos casos
debemos tolerar algún efecto malo de nuestras acciones buenas, habrá de ser con la
condición de que el efecto malo no sea intentado, sino sólo permitido, después de agotar
todos los recursos, si los hay, para evitar la acción de doble efecto. El efecto malo habrá
de lamentarse de veras, como tributo que se padece y sufre al hacer el bien necesario.
2. Jamás se puede hacer un mal para conseguir un bien.
Cierto que es peor hacer el mal con mala intención que con "buena intención". Pero
hacerlo con "buena intención" también es malo, aunque sea para conseguir un bien todo
lo grande que se quiera.
El fin no justifica los medios. El buen fin hace bueno un medio indiferente y puede
aumentar la calidad moral de una buena acción, Lo que no puede hacer nunca un buen
fin es convertir en bueno un medio que de suyo sea malo.
Cuando se quiere el mal, aunque sea como medio para el bien, la voluntad, con su
adhesión, ya se ha contaminado, ya se ha hecho mala, y también su acto en su entera
realidad.
Por otra parte, es un error pensar que de un mal puede seguirse algún bien para la
persona en su integridad. Podrá seguirse tal vez un bien físico, material, económico,
pero nunca un bien moral que es lo que realmente perfecciona a la persona.
Si se negara este principio universalmente reconocido, podrían justificarse en la práctica
todas las aberraciones morales, todas las injusticias todos los crímenes. (Hasta Hitler y
Stalin quizá invocarían nobles ideales, fines magníficos que justificarían sus genocidios)
Por tanto, en modo alguno debe estar el mal en nuestra intención. Si en algunos casos
debemos tolerar algún efecto malo de nuestras acciones buenas, habrá de ser con la
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condición de que el efecto malo no sea intentado, sino sólo permitido, después de agotar
todos los recursos, si los hay, para evitar la acción de doble efecto. El efecto malo habrá
de lamentarse de veras, sin hipocresías, como tributo que se padece y sufre al hacer el
bien necesario. Aristóteles decía que el bien nace de causas enteramente buenas; en
cambio, para que proceda el mal basta que una sola causa sea mala. Para que un guiso
sea bueno, digestivo, es menester que sean buenos todos sus ingredientes.
3. Siempre debe quererse el bien, nunca el mal
El fin no sólo no justifica los medios injustos, sino que él mismo se adultera al derivarse
de ellos. Así, por ejemplo, si se pretendiera defender el bien de «la humanidad»
eliminando vidas humanas inocentes, se estaría revelando que lo pretendido no era
realmente el bien de «la humanidad», sino de un sector de ella, privilegiado y
discriminante por injustas razones. Evidentemente, hacer el mal «para conseguir el
bien» encierra una absurda contradicción ética en el seno del mismo acto humano.
Hacer el mal para que venga el bien. Sería como poner una enorme bomba en los
cimientos del orden moral. Podríamos llegar con coherencia a lo que humorísticamente
sugería Chesterton: como las cabezas no se adaptan a la clase de sombreros de moda,
deben cortarse las cabezas de la gente, como medio indispensable para hacer frente al
déficit o pérdidas causadas por el llamado Problema del Sombrero.
4. Se debe valorar cada acto en su singularidad
El hombre es responsable de cada uno de los actos que realiza libremente. Cada uno
tiene su valor moral propio, aunque se halle en conexión con un conjunto de actos de
diverso valor. Por tanto, no se puede apelar al llamado «principio de totalidad» para
justificar actos sustancialmente malos.
Los términos son inequívocos: aunque pueda haber dificultades superlativas, nunca hay
razones suficientes para hacer, con un acto positivo de voluntad, lo que es
sustancialmente malo. Se puede a veces tolerar el mal que sucede sin querer, pero
nunca hacer voluntariamente el mal, ni siquiera para que se siguiera un bien colosal, ni
para evitar una catástrofe cósmica.
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5. A veces puede tolerarse el efecto malo que acaso se siga de una acción buena
Es lícito, ético, el uso de medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar
enfermedades del organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento, aun previsto,
para la procreación, con tal de que ese impedimento no sea, por cualquier motivo,
directamente querido.
Se trata de una acción que tiene:
--un fin bueno: la salud del organismo;
--la intención buena: curar, no impedir la concepción;
--el medio empleado, bueno: su efecto inmediato es curativo, aunque tiene un efecto
secundario—que sucede a modo de accidente—malo, no deseado: impedir la
procreación.
En resumen: sólo pueden tolerarse las malas consecuencias que se derivan de un acto
cuando éste produce de por sí, de modo necesario e inmediato, un efecto bueno; y en
virtud de particulares circunstancias que se dan contra la voluntad del que obra.
6. Ha de haber causa proporcionalmente grave
Ha de haber, como es lógico, una causa proporcionalmente grave a la entidad del daño y
a la probabilidad con que puede seguirse de la acción buena. Hace falta una razón
positiva que compense con el bien que se pretende realizar, la gravedad de los males
que le puedan suceder. Esta razón positiva y compensadora del efecto malo, deberá
juzgarla en cada caso --después de solicitar consejo oportuno, si es menester-- la
persona agente, teniendo siempre en cuenta que tal razón debe ser tanto más
importante cuanto más graves sean las consecuencias previstas, cuanto más próxima y
estrecha es la conexión causal entre el acto y las malas consecuencias
7. Agotar los medios para evitar el mal
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No debe olvidarse que el mal, aunque esté fuera de la intención del que realiza esas
acciones de doble efecto (sólo es voluntario indirecto), siempre es «malo», y aunque se
produzca sin culpa del agente; cabe el riesgo de que éste se insensibilice.
EN RESUMEN:
Un acto que produce indirectamente efectos malos, sólo puede ser ético cuando reúne
los siguientes requisitos:
1) Que el acto en sí sea bueno o al menos indiferente.
2) Que el efecto inmediato, directo, de la acción sea el bueno. Nunca el efecto bueno
puede ser causado por el malo.
3) Que el fin de quien obra sea bueno.
4) Que las circunstancias sean proporcionalmente graves.